Contrato DE Maquila

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EL CONTRATO DE MAQUILA EN LA LEY 25.

113
DR. GUSTAVO GONZALEZ ACOSTA

1. CONCEPTO Y NATURALEZA JURIDICA

Conforme la definición legal contemplada en la norma aquí analizada:


“Habrá contrato de maquila o de depósito de maquila cuando el productor
agropecuario se obligue a suministrar al procesador o industrial materia prima con el
derecho de participar, en las proporciones que convengan, sobre el o los productos
finales resultantes, los que deberán ser de idénticas calidades a los que el industrial o
procesador retengan para sí”.

ALFERILLO1 denomina el mismo, como contrato de elaboración, definiéndolo:


“Habrá contrato de elaboración por el sistema de maquila cuando una de las partes,
denominada empresario, se comprometa a elaborar, conservar y mantener en depósito,
el producto obtenido con la materia prima entregada por la otra parte, denominada
productor. Y ésta se obligue a pagar, como contraprestación, una porción del producto
industrializado o su equivalente en dinero”.

La primera diferencia destacable entre las definiciones transcriptas se


focaliza en la denominación alternativa o complementaria del contrato. En ese sentido,
la Ley 25.113 pone énfasis en el “depósito” (art. 1356 y conc. CCy C) ; en cambio, el
criterio del autor citado destaca la “elaboración” o “industrialización”. Es decir, a la
“locación de obra” (art. 1252 y conc. CCyC) que es el otro contrato que participa de la
configuración mixta del pacto de maquila..

El concepto utilizado por la nueva ley concuerda con la terminología


coloquialmente usada pero no a un adecuado análisis de los elementos jurídicos
componentes del instituto. Pues como se deduce del resto de la definición, y de los otros
artículos que ayudan a la tipificación del contrato de maquila, el propósito principal de
las partes esta direccionado a la industrialización del fruto primario que entrega el
productor agropecuario y no al depósito sobreviniente. En otros términos, la legalidad
sancionada recientemente pone énfasis, siguiendo la idea plasmada en el Decreto citado.
1
ALFERILLO, Pascual Eduardo, “Contrato de elaboración...”, ob. cit., pág. 212
Si sostenemos que existe una conformación mixta del pacto de maquila,
se infiere que la acumulación no es convergente al momento de la celebración del
contrato de elaboración (locación de obra), pues como consecuencia de su
cumplimiento, recién, sobreviene el depósito del producto obtenido. Es decir, el deber
de conservar y cuidar el vino resultante de la elaboración, obligación aportada por el
contrato de depósito, no es exigible en el inicio de la ejecución del contrato, ni tiene
autonomía, sino está condicionada su existencia al cumplimiento íntegro de la
transformación de la uva en caldo vínico Por ello, la “datio rei” en este tipo de contrato
no es requerible, por la subordinación que tiene el contrato real al cumplimiento previo
de otro de característica consensual.

Sin perjuicio de ello observamos que la definición legal contiene una


notable contradicción con el resto de su propia normativa, pues en el párrafo siguiente
se indica que “... el productor agropecuario mantiene en todo el proceso de
transformación la propiedad sobre la materia prima y luego sobre la porción de producto
final que le corresponde...”. Es decir, correctamente la ley en esta parte reconoce en
favor del productor primario un derecho real de dominio (art. 1941 y conc. CCyC) sobre
el bien resultante, motivo por el cual resulta incompatible que la misma ley en su
definición legal haga referencia a un “derecho de participar” de los productos
industrializados que es un derecho personal.

La Jurisprudencia se ha expresado en este sentido sosteniendo, por


ejemplo, para la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, Sala B:
“Corresponde mantener –en el caso- la medida de no innovar plantead en un incidente
de dominio tendiente a la no comercialización de los productos elaborados a través de
un contrato de maquila –por el cual una de las partes se compromete a entregar
materia prima a la otra, y ésta se obliga a transformarla en producto terminado,
determinándose como precio una porción del bien obtenido-, toda vez que la
transformación del producto no fue hecha por el elaborador con el ánimo de adquirir
su propiedad en los términos del art. 2567 del Cód. Civil (hoy art. 1957 del CCyC.)”2

10.2. Derechos y obligaciones de las partes

10.2.1. El productor primario.

El régimen legal coloca en un extremo de la relación jurídica al


productor primario o agropecuario. Es decir, al sujeto que obtiene, con sus labores, de la
naturaleza y a través del ciclo biológico, recursos vivos, animales y vegetales para la
alimentación o para su transformación por las industrias usuarias3. Por lo antedicho,
resulta pertinente, tener en cuenta la caracterización de “actividad agraria”, creemos,
que hace la doctrina, para interpretar el alcance de las mismas como manifestación del
contrato aquí analizado.

Una pregunta obligada en este punto es si la definición incluye a las personas


de existencia ideal, en sus distintas formas: jurídicas, sociedades comerciales,
cooperativas, etc. Por nuestra parte, interpretamos que la repuesta es positiva, dado que
la ley no distingue, por lo cual el intérprete no debe diferenciar y menos excluir cuando
la ratio legis tiene el propósito de favorecer la industrialización a través del sistema de
maquila.
.
La principal obligación del productor primario es suministrar al
industrial la materia prima con la cual éste procederá a la elaboración del producto final.
La ley 25.113 nada específica en cuanto al modo como se debe entregar la materia
prima.55 Esta obligación del productor agrícola ganadero la proyectábamos, en nuestra

2
In re: Azucarera Concepción S. A. s/conc. prev. s/inc. de dominio por: González, Roberto O.
• 24/03/2000 Publicado en: LA LEY 2001-B , 707 . Cita online: AR/JUR/3143/2000

3
CATALANO, Edmundo F, BRUNELLA, María E., GARCIA DIAZ (h), Carlos J., LUCERO, Luis E.,
“Lecciones de Derecho Agrario y de los Recursos Naturales” (Zavalía Editor - Buenos Aires - 1998), pág.
8.
propuesta de tesis, del siguiente modo: 1) “...El productor maquilero deberá entregar la
materia prima comprometida, en condiciones orgánicas adecuadas, para su
industrialización, de acuerdo a la naturaleza del producto. 2) “...La materia prima, se
entregará, en el lugar y fecha pactado. Cuando se haya omitido su determinación, se
efectuará en el lugar de pesada más próximo al establecimiento del productor
primario...”

El primer apartado se explica en la necesidad de que la materia prima se


encuentre en condiciones orgánicas aptas para su adecuada transformación.

El segundo, adquiere relevancia desde los costos del flete para el transporte
del producto que será a cargo de una u otra de las partes hasta el momento de la
tradición. La opción por el lugar mas cercano, en caso de omisión, al lugar donde sitúa
su actividad el productor primario parte de la presunción de que éste es la parte más
débil del contrato.

La otra obligación tipificante para esta parte es la de maquilar, es decir


aceptar la retención en pago (como era tradicional) o distribución del producto obtenido
conforme fue pactado.

En cuanto a sus derechos, el principal, es el de dominio sobre la cantidad


pactada de producto elaborado. En este aspecto la Ley 25.113 es contundente al
remarcar que “...el productor agropecuario mantiene en todo el proceso de
transformación la propiedad sobre la materia prima y luego sobre la porción de
producto final que le corresponde...”

Por otra parte, y a los fines de resguardar su derecho de propiedad, en el inc.


e) del art. 2 y art. 4 de la ley 25.113, con acierto se ha establecido que “...los contratos
establecerán sistemas y procedimientos de control del procesamiento del producto, que
podrá ejercer el productor agropecuario contratante, que le permitirán verificar las
calidades y cantidades de lo pactado y lo entregado al finalizar el contrato, y asimismo
las condiciones de procesamiento y rendimiento de la materia prima conforme pautas
objetivas de manufacturación durante su realización...”. El incorporar el modo en que
el productor primario ejercerá el control del proceso de industrialización constituye un
requisito esencial para que el contrato sea tipificado como de maquila agropecuaria y
tenga sus beneficios.

Además de ello, esta cláusula tiende a mantener el equilibrio contractual


de las partes durante el proceso de ejecución del mismo, dado que el industrial mantiene
bajo su esfera de control al proceso de transformación de una cosa ajena que es el
momento donde se puede tergiversar algún parámetro en la elaboración en perjuicio del
agricultor o ganadero.

10.2.2. El procesador o industrial.

En el otro extremo de la relación de maquila se ubica al procesador o


industrial; es decir, al sujeto individual o empresa que tiene la capacidad técnica
suficiente y apta para transformar el producto primario en un bien elaborado con valor
agregado.
La obligación fundamental que asume el industrial es la de transformar la
materia prima que le suministra el productor agropecuario, en un producto final de
idéntica calidad a los que retenga para sí.
Este primer deber del procesador no esta detalladamente regulado en la ley, razón
por la cual las partes deberán especificar al celebrar el contrato cual es el producto final
que se pretende, identificando adecuadamente sus características. Ello es así por cuanto
la parte in fine del art. 4 de la Ley 25.113 únicamente regula que “...los contratos
establecerán... las condiciones de procesamiento y rendimiento de la materia prima
conforme pautas objetivas de manufacturación durante su realización... ”
En función de la escueta regulación dada, resulta de trascendencia especificar en el
contenido del contrato los aspectos relacionados con el proceso de industrialización.
Ello evitará la generación de conflictos relacionados con la interpretación y ejecución
del contrato de maquila.

La segunda obligación está relacionada con la condición de depositario de


los productos finales de propiedad del productor agropecuario que asume el empresario
industrializador, los cuales deberán estar identificados adecuadamente y tenidos a
disposición plena de sus titulares, conforme se estatuye en el párrafo 3ro. del art.
Primero de la nueva ley maquilera. De igual modo, se debe tener en cuenta que es
requisito esencial del contrato determinar el “...lugar en que se depositarán los
productos elaborados que correspondan al productor agropecuario...” (inc. d) y “...fecha
y lugar de entrega del producto elaborado...” (inc. f).

Por otra parte, y en una hermenéutica a contrario sensu del inc. e) del art. 2 y
4 de la Ley 25.113, es deber del procesador aceptar y colaborar con el control que
hiciere el productor agropecuario del procesamiento y depósito del producto resultante.
También es obligación del industrial, conforme el requisito del art. 7 de la ley
maquilera registrar el contrato en un registro público. Este deber que no ha sido
regulado como una carga para el industrial, sino como un requisito para ejercer la
acción de restitución de bienes de terceros en el concurso o quiebra del elaborador
prevista en el art. 138 de la Ley 24.522, creemos que debe ser impuesto al empresario
industrializador porque normalmente se encuentra en mejores condiciones técnicas para
viabilizar la protocolización del contrato que el productor agropecuario.

Con relación a la modificación introducida por el art. 8 de la Ley 25.113


resulta una formalidad innecesaria que pone en serio peligro la protección que el
legislador pretende para el productor que elabora por el sistema de maquila. Ello por
cuanto, es de suponer, sobre la base de lo que la historia del contrato enseña y la
realidad económica indica, que el maquilero se encuentra en inferioridad técnica y de
recursos para concretar la registración del contrato.

10.2.3. Objeto del Contrato

En cuanto al objeto del contrato, el artículo primero de la Ley 25.113


precisa que: “es la transformación, por parte del industrial o procesador, de la materia
prima de origen agrícola o pecuaria en un producto final que deberá tener las mismas
características y calidades a los que el industrial o procesador retenga para sí”. La ley
no impone límites a los procesos de industrialización que se pueden acordar, por lo cual
todo producto del agro o ganadero apto para ser transformado puede ser objeto del
régimen establecido para En el estudio de mención juzgamos correcto denominar a la
figura bajo examen como “Contrato de Elaboración de ... por el sistema de maquila”. El
punto suspensivo es a los fines de agregar el tipo de producto final a industrializar,
verbigracia, harina, aceites, telas, vino, caña de azúcar, etc.
En este marco legal se podrá convenir la transformación, verbigracia: de
lanas, algodón o lino en telas; aceitunas, girasol o maíz en aceites; trigo o soja en
harinas, etc. O, las carnes bovinas, bubalinas, ovinas, porcinas, de équidos o peces en
conservas, harinas, etc.
Ahora bien, cuanto a los caracteres del contrato de maquila regulado por la ley
25.113, el mismo es bilateral, oneroso, mixto, consensual, típico, formal y agropecuario.

Es bilateral, conforme las pautas contenidas en el art. 1138 del


Código Civil, por cuanto del pacto se origina, para el elaborador o industrial, las
obligaciones de transformar la materia prima entregada por el producto agroindustrial,
mantener en depósito y entregar en el lugar y fecha pactada el producto final resultante
de propiedad de éste. Y en el productor, las obligaciones de entregar la materia prima y
abonar la maquila (concepto tradicional) o distribuir el producto final resultante
(concepto moderno).

De igual modo es calificado de oneroso, de acuerdo al art. 1139 del Código


Civil, por cuanto el industrial recibe como contraprestación por su trabajo una porción
del producto final obtenido y el productor agropecuario, un bien transformado (producto
final) que contiene valor agregado a la materia prima que entregó al procesador.
Asimismo se infiere de los detalles expuestos la conformación mixta del contrato
de maquila, pues una de las obligaciones principales asumida por el industrial es la de
transformar la materia prima en un producto final percibiendo como contraprestación un
porcentaje de éste, lo cual tipifica al contrato de locación de obra previsto en el art.
1.353 del Código Civil y Comercial. A la par de ello, se configura un depósito
sobreviniente, contrato nominado por el art. 1356 y sig. del Código Civil y Comercial.

Esta conformación compuesta del contrato abre una problemática especial a


la hora de definir el carácter consensual o real del contrato, dado que en la
configuración interviene un contrato real y en las acumulaciones domina la forma mas
rigurosa. Sin embargo, si observamos cuidadosamente la conformación mixta del
contrato de maquila, se deduce que la acumulación no es convergente al momento de
celebrar el contrato sino sucesiva, pues en la primera etapa se lleva a cabo la
elaboración o industrialización de la materia prima que es una locación de obra y, como
consecuencia de su acabado cumplimiento, sobreviene el depósito necesario y legal del
producto obtenido. Por ello, la datio rei en este tipo de contrato no es requerible por la
subordinación que tiene el contrato real al cumplimiento previo de otro contrato de
carácter consensual, razón por la cual calificamos al pacto de maquila en ésta categoría.

Con la sanción de la Ley 25.113, el contrato de maquila consolida su


tipicidad legal para todo tipo de producto a elaborar por este sistema, pero debe quedar
en claro que ya tenía tipificación legal para la vinificación por este sistema de la uva
(Ley 18.600) y para producción del azúcar (Decreto 1.079/85 actualmente derogado por
Decreto 2284/91). La tipicidad social proviene de la adopción natural del contrato por la
costumbre de nuestro pueblo.

La determinación de los elementos y cláusulas mínimas que deberá


contener el contrato (art. 1° y 2° de la Ley 25.113) y la manda de registrar el mismo (art.
7), permiten clasificar a este pacto como formal. Mas puntualmente esta formalidad
sería efectual, siguiendo la clasificación de López de Zavalía, pues la sanción al
incumplimiento de los requisitos previstos sería privarlo de los beneficios impositivos y
de la oponibilidad a la quiebra del elaborador fallido para recuperar el bien resultante.
Finalmente, se advierte en el legislador, la preocupación por incluir la celebración
del contrato de maquila en la prolongación de la actividad de producción primaria, sea
esta agrícola o ganadera (parte in fine art. 1°). En función de ello y aún cuando participe
de su celebración y ejecución, el industrial que tiene calidad de comerciante y por
extensión, todos los contrayentes deberían quedar sujetos a las normas mercantiles.
XXXXXXXX ley mercantil, creemos que debe ser calificado como un contrato civil
reclamado por la especialidad del Derecho Agrario.

Una característica especial de esta modalidad contractual es que el


productor agropecuario mantiene en todo el proceso de transformación la propiedad
sobre la materia prima y luego sobre la porción del producto final que le corresponde.
A su vez, el procesador o industrial asume la condición de depositario
de los productos finales de propiedad del productor agropecuario debiéndolos identificar
adecuadamente, estos productos estarán a disposición plena de sus titulares.
No obstante lo antedicho no debe confundirse el contrato de maquila
con el de locación de obra, en la Causa: Daromsur S.R.L. c. Saint Germain S.A. s/
d. y p. (con excepción contrato alquiler4). En ella, una empresa celebró un contrato
con una bodega mediante el cual esta última dispondría de sus instalaciones,
maquinarias y técnicos para que allí se elaborara vino y jugo de uva, aptos para el
consumo por la comunidad judía, con materia prima adquirida por la primera y con
la certificación rabínica correspondiente, que luego sería fraccionado y
comercializado por esta última. A raíz de que el producto se avinagró, ésta inició
acción de daños. La demandada sostuvo que la avería se produjo durante el depósito
en las piletas y vasijas que lo contenían y que estaban excluidas del control de su
parte. El juez rechazó la demanda. La Cámara3a. de apelaciones en lo Civil,
Comercial, Minas, e Paz y Tributaria de Mendoza falló, revocando parcialmente el
decisorio de grado, manifestando:

1. 1 - Una bodega a la cual se le encargó la elaboración de vino y jugo de uva


aptos para el consumo por la comunidad judía debe indemnizar a su co-contratante,
en concepto de lucro cesante, por la avería del producto que se encontraba detenido
dentro de su establecimiento debido a la falta de adecuación a las exigencias del
Instituto Nacional de Vitivinicultura, en tanto no acreditó que, teniendo la dirección
técnica de su elaboración, haya realizado diligencia alguna para evitar el deterioro,
intimando a la actora a que convocara a su plantel de certificadores, máxime cuando
se mantenía su obligación de entregarlo en buen estado mientras no obtenía la
liberación otorgada por el mencionado ente.

2. 2 - El contrato por el cual una empresa, que adquirió la materia prima a terceros,
encargó a una bodega la elaboración de vino y jugo de uva aptos para el consumo
por la comunidad judía, con la certificación rabínica correspondiente, que luego sería
fraccionado y comercializado por la primera, no configura un contrato de maquila en
los términos de la Ley 25.113, pues este último es el convenio por el cual el
bodeguero se compromete a elaborar, cuidar, conservar y mantener en depósito por
4
Daromsur S.R.L. c. Saint Germain S.A. s/ d. y p. (con excepción contrato alquiler) • 23/09/2013 
Publicado en: LLGran Cuyo 2013 (diciembre) , 1214 . Cita online: AR/JUR/63877/2013
un tiempo determinado el vino obtenido con las uvas aportadas por el viñatero,
recibiendo como pago una porción del propio caldo vínico industrializado o su
equivalente en dinero.

Desde el punto de vista final esta relación contractual no constituirá


actividad o hecho económico imponible,5 a cuyos efectos la ley agrega al primer
párrafo del Art. 138 de la ley 24.522 que “se incluyen en esta norma los bienes
obtenidos de la transportación de productos elaborados por sistemas de denominados -a
maquila- cuando la contratación conste en registros públicos”.

Sostiene Alferillo: “Se observa en la nueva reglamentación del


convenio de maquila, particularidades que son conteste con la idea de brindar a la
economía del país, una figura contractual que haga factible la asistencia empresarial
entre productor primario e industrializador, sin enmarcar Su accionar productivo en
una estructura formal rígida, con cláusulas condicionadas por el intervencionismo
estatal que impidan la consecución del propósito del legislador. Es decir, el marco
legal, en general, ha respetado racionalmente el principio de autonomía de la voluntad
contractual.6”

10.2.4. Requisitos.

Podemos enunciar los siguientes requisitos considerados legalmente


como esenciales:
a) Nombres y domicilios de las partes;
b) Cantidad de la materia prima contratada;
c) Lugar donde se depositarán los productos elaborados que correspondan al
productos agropecuarios;
d) Facultades de control establecidas a favor del productor agropecuario;
e) Fecha y lugar de entrega del producto elaborado;
f) Lugar de celebración y firma de las partes.
5
Conf. Art. 1º ley 25113
6
Alferillo, ob.cit.
10.2.5. Cláusulas nulas.

Por expresa disposición legal, serán nulas las cláusulas incluidas en el


contrato que impongan al productor agropecuario la obligación de vender parte o la
totalidad de los productos finales de su propiedad al industrial elaborador o que traben
la libre comercialización del mismo por cuenta exclusiva del propietario.

10.2.6. Registración

Los contratos agroindustriales referidos en la presente ley deberán


inscribirse a pedido de parte en los registros públicos que se crearen en la jurisdicción
de cada provincia.
En la causa Zamagro S.A. c. Bodegas y Vdos. Santa Ana S.A. La Sala
II de la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Minería de San Juan,
sentenció: “1. Corresponde condenar a la sociedad que explota una bodega a entregar a
la compradora el vino que la vendedora tenía allí depositado en virtud de un contrato de
maquila, ya que la compraventa del producto, acreditada mediante la presentación de
una factura registrada ante las oficinas públicas pertinentes, le resulta plenamente
oponible a la demandada, desde que su obligación de restituir lo depositado es la misma,
cambiando sólo de dueño7”.
Las provincias están obligadas a crear las disposiciones necesarias para
los procedimientos y aseguramiento según la naturaleza u objeto de cada actividad
asignándoles las condiciones de autoridad de aplicación local. Asimismo, se registrarán
ante la misma autoridad todas las medidas cautelares que afecten los productos de
propiedad de los productores agropecuarios elaborados con motivo de los contratos aquí
analizados.8

10.2.7. Fiscalización de parte.

7
Zamagro S.A. c. Bodegas y Vdos. Santa Ana S.A. • 19/12/2007 .Publicado en: LLGran Cuyo 2008
(junio) , 508 Cita online: AR/JUR/11465/2007

8
Conf. Art. 4º Ley 25.113
Los criterios deberán establecer sistemas y procedimientos de control del
procesamiento del producto, que podrán ejercer el productor agropecuario contratante a
los efectos de permitir la verificación de las calidades y cantidades de lo pactado y lo
entregado al finalizar el contrato, y asimismo las condiciones de procesamiento y
rendimiento de la materia prima conforme pautas objetivas de manufacturación durante
su realización.9

10.2.8. Aspectos judiciales.

Las acciones derivadas de la presente ley tramitarán por juicio


sumarísimo, o por trámite abreviado equivalente. La prueba pericial, en caso de no
haberse ofrecido por las partes, podrá disponerse de oficio por el juez interviniente.
Las partes están facultadas para designar los consultores técnicos que los representan en
la producción de la prueba pericial.

11. CONTRATO DE ELABORACION DE VINOS A MAQUILA

A pesar que los contratos de elaboración de vinos están previstos en la


Ley 18600, ello no obsta a la aplicación supletoria de las disposiciones de la presente
ley10

11.1. Definición

“El contrato de elaboración de vinos a maquila es un acuerdo de


voluntades en virtud del cual una de las partes, denominada “viñatero”, se obliga a
entregar a otra, denominada “elaborador” , una cantidad determinada de uvas para
que éste elabore, cuide, conserve y deposite una determinada cantidad de vino,
conservando el viñatero la propiedad del mismo”.

9
Conf. Art. 4º Ley 25.113
10
Conf. Art. 9º Ley 25.113
11.2. Generalidades

La integración de la producción vitivinícola está garantizada en el triple


eje viñedo-bodega-planta fraccionadora. Asimismo evitando el desembolso de dinero,
permite la optimización de los costos al productor. Por otra parte, asegura la calidad del
producto obtenido.
La relación uva-vino está determinada por la fijación de un precio por parte del
gobierno provincial.

11.3. Responsabilidad del elaborador

El elaborador responde de la existencia del volumen neto que le


corresponde al viñatero, su genuinidad y características.
La libertad de comercialización del viñatero está garantizada, prohibiéndose la inclusión
de cláusulas que perturben la misma bajo pena de nulidad.

12. CONTRATO DE MAQUILA DE CAÑA DE AZUCAR

12.1. Definición

El contrato de maquila de caña de azúcar es un acuerdo de voluntades en


virtud del cual una parte denominada “cañero” se obliga a entregar a la otra,
denominada “industrial” o “el ingenio” una cantidad determinada de caña de azúcar
para la elaboración de azúcar cuyas características y calidad fueron previamente
establecidas, cobrando por ello una cantidad de azúcar.

12.2. Modalidades

Una de las modalidades a destacar es el pago con el producto elaborado,


permitiendo ordenar el proceso de elaboración del azúcar mediante el pago a los cañeros
por el sistema de maquila. Evita además el uso de dinero, los ingenios pagan la zafra
con el mismo producto o subproducto elaborado por la planta industrial.
12.3. Requisitos propios

Nos encontramos ante un contrato formal “ad probationem”, el cual debe ser
registrado ante la Autoridad competente. Los productores “cañeros” deben entregar la
materia prima en buenas condiciones, es decir contener el mismo tenor de sacarosa y
pureza fijado por la ley.
La melaza y excedentes en azúcares quedan en el ingenio en pago de su participación.
El ingenio debe entregar el producto elaborado en envases determinados, en virtud del
acuerdo de partes.

13. INFLUENCIA DE LA LEY 25.113 EN LA ELABORACION DE VINOS A


MAQUILA (Ley 18.600).

La Ley 25.113 en el art. 9 excluye relativamente de su reglamentación a


los contratos de elaboración de vinos regulados por la Ley 18.600, cuando establece que
la vinificación maquilera, primeramente se regirán por su propia legislación y
supletoriamente por el nuevo estatuto.

Sobre la base de este mandato legal y tomando en consideración la


existencia de normas provinciales que han reglamentado en cada jurisdicción a la Ley
18.600, se debe colegir en función de la prelación jerárquica de las mismas que para la
industrialización vínica por el sistema de maquila, por debajo (supletoriamente) de la
tradicional ley ha quedado situada la flamante reglamentación nacional dada por la Ley
25.113.

Ello en función de que las Provincias legaron a la Nación la facultad de dictar


las leyes sustantivas o de fondo (art. 75 inc. 12 y 126 Const. Nac.). Por lo cual, las
hipótesis no previstas en la Ley 18.600 y sus reglamentaciones que se refieran a la
elaboración de vinos será resuelta aplicando la nueva legislación general de la maquila.
Como primer detalle trascendente se subraya que la ley de la maquila
vínica, en sus primeros artículos, establece que el objeto del contrato es la elaboración
de vinos, debiendo el bodeguero entregar la cantidad de vino que resulte de la relación
uva - vino, debiendo el tipo responder a las características de las uvas entregadas,
facultando a los gobiernos provinciales a fijar anualmente el precio máximo que deberá
abonar el viñatero al elaborador por litro de vino en concepto de elaboración,
conservación y depósito. A la par de ello, surge la intervención del Estado Nacional a
través del Instituto Nacional de Vitivinicultura en la determinación y control del proceso
de vinificación de las uvas (Ley 14.87811), que ha sido relativamente morigerado con la
vigencia del Decreto 2284/91 (Desregulación Económica) que ha limitado su acción a la
fiscalización de la actividad.

La injerencia de éste decreto nacional, en síntesis, permitió sostener que


todo lo que por ley no le corresponde regular al Instituto Nacional de Vitivinicultura o a
los Estados provinciales, deberá ser motivo de concertación entre las parte, quedando
las normas actuales con una vigencia supletoria de la voluntad de las partes, siempre
que no se opongan o limiten el principio de libertad de producción y comercialización.

Por otra parte, es oportuno recordar que art. 138 de la ley 24.522 es una
adecuación de la reivindicación civil (art. 2758, sig. y conc. Cód. Civil) al proceso
concursal, por lo cual, atendiendo a las particularidades del comercio, no se exige
acreditar el título de dominio, sino que basta acreditar que el bien esté en posesión del
elaborador fallido por un título no destinado a transferirle el dominio. Por ello, si un
productor maquilero acredita la celebración del contrato y la entrega del producto
primario a ser elaborado, nada obsta a la procedencia de la acción de restitución del bien
resultante en poder de la masa concursal o de la quiebra. En otras palabras, el
requisito regulado por el art. 8 de la Ley 25.113 impide el libre ejercicio de las
facultades emergentes del derecho real de dominio al punto de extinguir el mismo en
favor de la masa del concurso o de la quiebra, por cuya razón esta reforma puede ser
calificada de inconstitucional por vulnerar el art. 17 C.N.

11
B.O. 25/11/1959
De las consideraciones expuestas se desprende que la desregulación
legal de la economía ha tenido un impacto directo en la reglamentación del contrato de
maquila vínica, pasando de una formalidad totalmente pautada en sus cláusulas y
celosamente fiscalizada en su ejecución a un régimen donde la autonomía de la voluntad
tiene actuación relevante.

En función de ello, el actual estado de la normativa reguladora del


contrato de maquila vínica establecido por la Ley 18.600, complementarias y
modificadoras, no difiere en esencia con el previsto, en general, por la Ley 25.113, pues
en ambos regímenes se consagra como principio a la libertad contractual para establecer
el contenido obligacional de las cláusulas del compromiso de maquila.
Desde otra óptica, el contrato de maquila vínica se diferencia de la agropecuaria,
en cuanto a la extensión de su objeto. En efecto, el régimen de la Ley 18.600 fue
previsto para la elaboración de vinos básicos, industrializados con mínimo valor
agregado, conociéndose como vinos para traslado, los cuales se conservan depositados a
granel en piletas. Es decir, no se hace en la bodega elaboradora laboreos de mezcla,
embotellamiento, etiquetado, etc. de los vinos que mejoren su calidad y los coloquen
aptos para su comercialización al público, sino la entrega se hace por volumen
(cantidades de litros de vinos).

En este sentido, es dable recordar, a modo de ejemplo, que el Decreto


0238 - Dic(24/12/1989) de la provincia de San Juan estipula, en su art. 6 que “...el
elaborador, deberá entregar al productor en los casos de variedades tintas y blancas,
vinos con los caracteres sensoriales que correspondan a la variedad recibida. Para las
variedades criollas, cereza y mezclas, los porcentajes serán del setenta y cinco por
ciento (75%) de vino blanco escurrido y veinticinco por ciento (25%) de vino criollo,
como mínimo....”. Y por su parte en el art. 12 indica que “...el vino que el elaborador
está obligado a entregar al productor deberá ser sano, clarificado y filtrado...”.

En cambio, la maquila agropecuaria de la Ley 25.113 permite al


bodeguero y al viñatero acordar otras posibilidades de colaboración empresarial,
produciendo vinos con mayor valor agregado. Así, por ejemplo, pensando en la
existencia de uvas varietales (cabernet, pinot, chardonay, etc.) que permiten la
elaboración de vinos finos o reservas (inc. 1.1. e) art. 17 Ley 14.878 modificado por
Resolución INV - C - 71/92) de mayor cotización en el mercado, cabe la posibilidad de
que puedan convenir por la entrega de ese tipo especial de uvas, la elaboración y
envasado (botellas de vidrios, damajuanas o tetabrik), bajo una determinada marca (que
puede o no ser de propiedad del industrial).
Va de suyo, que en esta hipótesis el industrial incorpora al vino que entregará al
viñatero una mayor cantidad de actividad industrial, razón por lo cual la participación de
cada uno de ellos en la distribución del producto final, lógicamente, será de
conformidad a las pautas económicas que rodeen la ejecución del contrato.

Va de suyo, que también se podrá destinar cantidades de uvas para otros


destinos no vínicos, como puede ser la elaboración de jugos, alcoholes, mostos, arropes,
etc. por el sistema de maquila.

En síntesis, el régimen de la Ley 25.113 permite a los actores de la


industria vitivinícola producir por el sistema de maquila, vinos con mayor trabajo de
elaboración e industrialización u otros productos alternativos.

Por otra parte, la legislación maquilera, de igual modo, influye en el


régimen de la maquila vínica cuando estatuye, en el art. 5, que “...las acciones
derivadas de la presente ley tramitarán por juicio sumarísimo, o por el trámite
abreviado equivalente. La prueba pericial, en caso de no haberse ofrecido por las
partes, podrá disponerse de oficio por el Juez interviniente. Las partes quedan
facultadas para designar consultores técnicos que las representen en la producción de
la prueba pericial... ”.

El mandato contenido en esta norma que no está previsto en la Ley 18.600


y es de estricta naturaleza procesal, puede ser cuestionado en su constitucionalidad por
cuanto la facultad para dictar las reglas del procedimiento es un derecho reservado por
las provincias (arts. 121 y 126 C.N.). Sin perjuicio de este detalle técnico, es dable
reconocer las ventajas que significa un trámite sumarísimo para el desarrollo de la
economía, por cuanto permite dirimir rápidamente los conflictos que se pudieren
suscitar entre las partes en la interpretación o ejecución del contrato de maquila.
Finalmente, adquiere, entendemos, un alto grado de significación por su
trascendencia para las finanzas del viñatero, del proveedor, de las empresas bodegueras
y del país la determinación legal prevista en el último párrafo del art. Primero de que
“...en ningún caso esta relación (la de producción por el sistema de maquila constituirá
actividad o hecho económico imponible...”. Esta norma, no prevista en la Ley 18.600,
implica, teniendo en cuenta que los impuestos, tasas o tributos no se pueden aplicar sin
un hecho (actividad comercial, industrial o lucrativa, etc.) que sea declarada por la
propia ley, como imponible. En otros términos, la Nación o las Provincias no pueden
imponer ningún tipo de tributos sobre la actividad de maquila.

14. QUIEBRA DEL INDUSTRIAL

La ley 19.551 regulaba originalmente, en los arts. 142 y 181, el modo para
operar la acción de restitución de los bienes de terceros en el concurso o quiebra del
industrial elaborador, con el mismo texto dado en la ley 24.522 a los artículos 138 y
188. Pero, el Congreso Nacional, sancionó en fecha 17 de diciembre de 1.991, la Ley
24.05412 modificadora del artículo 142 de la Ley 19.551. El artículo primero de esta ley
ordena: “...agrégase al primer párrafo del art. 142 de la Ley 19.551: Se incluyen en esta
norma los bienes obtenidos de la transformación de productos elaborados por el sistema
denominados "a maquila", cuando la contratación conste en registro público...”. Como
se colige, esta primera redacción del agregado es idéntica en su texto y ratio legis a la
ordenada por el art. 8 de la ley 25.113.

Este antecedente legislativo cuando fue examinado desde la perspectiva de la


ley 18.600 (maquila vínica) permitió observar que el agregado introducido al artículo
142 era la consagración legislativa, de la doctrina judicial fijada por la Corte Suprema
de Justicia en el caso "Quiroz S.A.13", favorable a la procedencia de la reclamación de
dominio en beneficio de los viñateros que aportaron la materia prima para la
industrialización del vino, por el sistema de maquila. En ese proloquio el Tribunal puso

12
B.O. 17-01-92
13
Corte Suprema de Justicia de la Nación, fallo 31.005, 23/05/1978, “Bodegas Quiroz S.A.”, E.D., tomo

78, pág. 707.


énfasis, y ello fue el considerando esencial, que el contrato de maquila vínica no
transfería el dominio al bodeguero elaborador, orientación que satisfacía el requisito
previsto en la norma concursal.

Sin embargo, la parte in fine de la modificación introdujo un elemento


perturbador a la protección que la norma aspira consagrar en favor de los productores
maquileros, cuando impone la exigencia de que para producir efectos restitutorios
contra la masa concursal, debe, el contrato, constar en Registro Público.

En primer término, y con el fin de desentrañar el propósito de la normativa


reformadora, comprobamos que la palabra "Constar" significa: "ser cierta y manifiesta
una cosa". Ello, literalmente significa que la intención del legislador fue la de tener
certeza de la celebración del contrato de elaboración por el sistema de maquila. Es decir,
la masa concursal podrá conocer, fehacientemente, con la registración del contrato que
ha sido realmente celebrado.

De igual modo, la terminología analizada indica que además de ser cierta,


debe estar expuesto a la vista para que cualquier tercero pueda comprobar que realmente
existe, de donde surge naturalmente la necesidad de su protocolización en archivo
público.

El requisito de la toma de razón introducido en la parte in fine, es una


formalidad innecesaria que pone en serio peligro la protección que el legislador
pretende para el productor que elabora por el sistema de maquila. Ello por cuanto, es de
suponer, sobre la base de lo que la historia del contrato enseña y la realidad económica
indica, que el maquilero se encuentra en inferioridad técnica y de recursos para
concretar la inscripción del contrato. Es, por el contrario, más factible que el empresario
la lleve a cabo, si es de su voluntad.

Por otra parte, es dable recordar que se calificó al pacto de maquila dentro de
los contratos consensuales, con la especial advertencia de que en su conformación
participa un contrato de carácter real, el depósito; razón por la cual, para el
cumplimiento acabado del mismo (no para su perfeccionamiento), es necesaria la
entrega efectiva de la cosa objeto de la transformación. Por ello, para iniciar el reclamo
contra la masa concursal por la acción de restitución de bienes de terceros, no basta
acreditar la celebración del contrato y su registración, sino que se debe probar la
efectiva entrega del producto. Por ejemplo, con los recibos de entrega de uvas o
toneladas de cañas, las pertinentes pesadas en las balanzas, libros de ingreso de materias
primas, etc.

Con base en la regulación legal dada por el agregado, es factible de


configurarse el siguiente contrasentido jurídico: un maquilero diligente que registra su
contrato pero que no entrega el producto, tendría viabilidad formal para reclamar en la
falencial del industrial como acreedor de dominio de una cosa que permanece en su
patrimonio. En cambio el otro, que no registró el convenio pero que efectivamente
ejecuta su obligación con la entrega del producto, no podría reclamar la restitución al no
tener expedita la acción, por falta de cumplimiento del requisito registral.

Más allá de esta simple especulación jurídica, creemos de conformidad


a la norma contenida en el agregado que, además de acreditar la inscripción del
contrato, se debe probar la efectiva entrega de la cosa al empresario, para la viabilidad
de la acción de reclamación de dominio. Va de suyo, que resulta de mayor trascendencia
económica para la determinación de la composición del activo de la falencia verificar si
realmente ha ingresado la materia prima para su transformación que si se encuentra o no
registrado el pacto maquilero en un protocolo.

Con independencia del examen expuesto surgía como obstáculo para la


operatividad de la modificación, la ausencia de reglamentación de la norma, pues su
redacción no daba repuesta per se a una serie de interrogantes que se formulaban al
momento de hacer operativo el mandato.
En este sentido, en aquel primer examen crítico del agregado en el marco de
la maquila vínica, se planteaba como interrogante a formular: si la registración, para ser
válida, debía ser hecha en cualquier registro público, nacional o provincial. O en un
registro especial a crearse al sólo efecto.

Por nuestra pensábamos, atendiendo la ratio legis de la modificación que


aparentemente procura proteger al productor maquilero, que hasta su reglamentación
específica, era suficiente conque el contrato constara en cualquier registro público, que
de certeza de su celebración y sea factible para cualquier tercero su compulsa. Es decir,
se colige como intención de la ley, la búsqueda de fecha cierta y oponibilidad contra
terceros de un instrumento privado.
Actualmente esta cuestión se encuentra definida dado que ha sido
expresamente reglamentado el punto en el art. 7 de la ley 25.113, el cual ordena que
“...los contratos agroindustriales referidos en la presente ley deberán inscribirse a pedido
de parte en los registros públicos que se crearen en la jurisdicción de cada provincia.
Las provincias establecerán las disposiciones necesarias para los procedimientos y
aseguramiento según la naturaleza u objeto de cada actividad asignándoseles las
condiciones de autoridad de aplicación local...”.

No obstante lo antedicho, exigir la inscripción del contrato


maquilero para la procedencia de la acción de restitución de bienes de terceros, resulta
una gravosidad improcedente e innecesaria. En efecto, el primer interrogante a resolver
es si frente a la hipótesis de reclamación de un productor maquilero, cuyo contrato no se
encuentra registrado, de que se le restituya el producto final que es de su propiedad,
conforme lo reconoce el párrafo segundo del art. 1° de la Ley 25.113, el Juez puede
desestimar la petición? La categórica repuesta, creemos, debería ser no, por cuanto,
fundamentalmente se está vulnerando el derecho de propiedad consagrado y protegido
en el art. 17 Constitución Nacional. Una norma que impida el libre ejercicio de las
facultades emergentes del derecho real de dominio al punto de extinguir el mismo en
favor de la masa del concurso o de la quiebra, es inconstitucional. Y en esa categoría
debe ser incluida la exigencia de registración, dado que limita, sin razón valedera, la
reivindicación de una cosa de propiedad del productor maquilero cuando la misma ha
quedado confundida, por efecto de la declaración de concurso o quiebra del elaborador,
en el activo de la masa concursal.

En síntesis, si la idea del legislador es que el contrato es inoponible a la


masa de la falencia si no se encuentra registrado, ello contradice palmariamente el
contenido del art. primero que reconoce al productor la propiedad del producto
agropecuario durante todo el proceso de transformación de la materia prima y luego
sobre la porción del producto final. Es decir, el agregado al art. 138 de la ley 24.522
introducido por la ley 25.113 cercena el ejercicio del derecho de propiedad que
reconoce en su propio texto, por lo cual resulta deseable su pronta derogación.

15. APLICACIÓN DE LAS NORMAS DE DEPOSITO

La Ley 25.113 remite a la aplicación subsidiaria de las normas relativas al


depósito14 al contrato de maquila. Este derecho permitía, en la normativa anterior,
establecer la posibilidad de tener a buen recaudo los bienes que se poseen es una
necesidad de la persona, y tradicionalmente consistía en dar satisfacción por medio del
contrato de deposito, cuya finalidad económico-social era la custodia de dichos bienes.
Lo trataba el Código Civil cuando se refería al supuesto en que una de las partes
gratuitamente se obligaba a guardar una cosa mueble o inmueble y restituir la misma e
idéntica cosa; en cambio, el Código de Comercio lo. entendía como un acto de comercio
para cosas muebles y se presumía oneroso. El art. 1356 del C.C.y C. incorpora en la
definición el concepto de "custodiarla y restituirla con sus frutos".

15.1. Presunción de onerosidad

El art. 1357 C.C.y C. establece que: “El deposito se presume oneroso. Si


se pacta la gratuidad, no se debe remuneración, pero el depositante debe reembolsar al
depositario los gastos razonables en que incurra para la custodia y restitución”.

En los anteriores: Cod. Civil, art. 2183; Cod. de Comercio, art. 8o, incs.
1°y 5o. El depósito comercial era oneroso, aun cuando era el Código Civil el cuerpo
normativo que regulaba el supuesto fáctico, tal como ocurría con el contrato de
hospedaje, que es un acto objetivo de comercio (art. 8o, incs. 1o y 5o, Cod. de
Comercio). Sin perjuicio de ello, una remuneración espontánea ofrecida por el
depositante al depositario o la concesión a este del uso de la cosa al celebrar el contrato
o después de celebrado no le quitaba al depósito civil el carácter de gratuito.
Actualmente en virtud de la normativa del CCC, existe la presuncion de onerosidad y si
se pacta la gratuidad se le deben al depositario los gastos.
14
Art. 1356 del CCyC establece: “Hay contrato de deposito cuando una parte se obliga a recibir de otra
una cosa con la obligación de custodiarla y restituirla con sus frutos”.

15.2. Obligación del depositario

El art. 1358 C.C. y C. establece: “El depositario debe poner en la guarda


de la cosa la diligencia que usa para sus cosas o la que corresponda a su profesión. No
puede usar las cosas y debe restituirlas, con sus frutos, cuando le sea requerido”.

El Código de Comercio establecía que el depositario de una cantidad de


dinero no puede usar de ella. Si lo hiciere, son de su cargo todos los perjuicios que
ocurran en la cantidad depositada, aunque provengan de caso fortuito, y debe abonar al
depositante los intereses corrientes. Por otra parte, el deposito era regular cuando la cosa
depositada fuera inmueble, o mueble no consumible, aunque el depositante hubiera
concedido al depositario el uso de ella. El CCCN establece el no uso de las cosas y tener
la debida diligencia para su guarda.

15.3. Plazo

El art. 1.359 establece “Si se conviene un plazo, se presume que lo es en


favor del depositante. Pero si el deposito es gratuito, el depositario puede exigir del
depositante, en todo tiempo, que reciba la cosa depositada”.

Para HERSALIS15, bajo la Dirección de BUERES, analizando la normativa


anterior, sostiene: “La norma establecía que el plazo para la restitución de la cosa era
siempre en favor del depositante, pero cabe señalar que si el contrato era oneroso y
fijaba un plazo para su devolución, ese plazo resultaba entonces en favor de ambas
partes y como el depositario también tenia interés en el si el depositante reclamaba la
restitución, debía indemnizarlo de los danos que su actitud le hubiera ocasionado; pero
si contractualmente el depositante se obligaba a no reclamar la restitución sino hasta
la finalización del contrato, como no se encontraba comprometido ningún interés de
orden publico, resultaba de aplicación el principio de autonomía de la voluntad y se
debía respetar el plazo convenido. El art. 1359 sigue el mismo principio del Código
Civil, es decir, a favor del depositante”.

15
HERSALIS, Marcelo. En: Código Civil y Comercial de la Nación. Analizado, comparado y
concordado. Dirigido por Alberto J. Bueres. 1ª Edic., Bs. As., Hammurabi; 2014
15.4. Depósito oneroso

El art. 1360 del C.C.yC, establece: “Si el deposito es oneroso, el depositante


debe pagar la remuneración establecida para todo el plazo del contrato, excepto pacto
en contrario.
Si para la conservación de la cosa es necesario hacer gastos extraordinarios, el
depositario debe dar aviso inmediato al depositante, y realizar los gastos razonables
causados por actos que no puedan demorarse. Estos gastos y los de restitución son por
cuenta del depositante”.

Análisis de la normativa anterior. Cuando el contrato de deposito lo realizaba una


empresa de deposito, la comercialidad del acto tenia distinto fundamento normativo, por
cuanto estas empresas tienen carácter mercantil, aun cuando los depósitos considerados
en si mismos tengan naturaleza civil, puesto que la comercialidad no fluye de los sujetos
que intervienen, ni de la naturaleza del deposito en si, sino de la organización en forma
de empresa de las mismas. La explotación empresaria, cualquiera sea quien la haga,
tiene carácter comercial, y todos los negocios de deposito que se relacionen con dicha
explotación son actos de comercio.
En el actual CCyC, rige el principio de onerosidad del contrato de depósito es oneroso,
y prevé la realización de gastos extraordinarios urgentes, así, en este supuesto el
depositario se encuentra obligado a dar aviso al depositante de inmediato y realizar
aquellos que no pueden demorarse.

15.5. Lugar de restitución

El art. 1.361 establece: “La cosa depositada debe ser restituida en el


lugar en que debía ser custodiada”.
Siguiendo los lineamientos del Código Civil, en la cual, el depositario debía restituir la
cosa depositada en el lugar en que se hizo el depósito y si en el contrato se hubiera
designado otro lugar, debía transportar la cosa a aquel, siendo de cuenta del depositante
los gastos que el transporte hubiera causado, el CCyC no se aparta de los mimos.

15.6. Modalidad de la custodia


El art. 1362 del CCyC establece: “Si se convino un modo
especifico de efectuar la custodia y circunstancias sobrevinientes exigen modificarlo, el
depositario puede hacerlo, dando aviso inmediato al depositante”.

En el régimen anterior, el depositario estaba obligado a poner las


mismas diligencias en la guarda de la cosa depositada que en las suyas propias. La
circunstancia de que el depositante no fuera previsor al no asegurar la mercadería
mandada a deposito, en nada influía para mitigar la responsabilidad del depositario al no
cumplir este con su obligación de responder de la buena conservación de los efectos en
razón de su obligación de "guarda" o estricta custodia. El depositario respondía de toda
culpa, apreciada con criterio objetivo. En el del C. C. y C. se establece la diligencia del
depositario en cuanto a la manera de convenir la custodia y las circunstancias que
pueden sobrevenir.

15.7. Persona a quien debe restituirse la cosa

El art. 1.363 establece: “La restitución debe hacerse al depositante


o a quien este indique. Si la cosa se deposita también en interés de un tercero, el
depositario no puede restituirla sin su consentimiento”. ‘

En el Código Civil, el depositario debía hacer la restitución al depositante, o al


individuo indicado para recibir el depósito, o a sus herederos. Si el depósito fue hecho a
nombre de un tercero, debía ser restituido a este o a sus herederos. Si hubiera muerto el
depositante o el que tenía derecho a recibir el depósito, debe restituirse a sus herederos
si todos estuvieran conformes en recibirlo. Si los herederos no acordaran recibir el
depósito, el depositario debía ponerlo a la orden del juez de la sucesión. Lo mismo
debía observarse cuando fueran dos o mas los depositantes, y tampoco acordaran
recibirlo.
Si bien el depositario debía restituir directamente la cosa al depositante, podía restituirse
también a terceros indicados por este como al mandatario o al mandante si estuviera a
su nombre, o bien a sus herederos si el depositante hubiera fallecido. En este caso y en
el que fueren varios los depositantes a serles restituida la cosa, cobraba relevancia el
acuerdo de voluntades en recibirla, ya que a falta de acuerdo el depositario debía
consignarla judicialmente. El CCyC, establece el mismo principio en cuanto a la
restitución, pero agrega el consentimiento.

15.8. Pérdida de la cosa

El art. 1.364 del CCyC establece: “Si la cosa depositada perece sin
culpa del depositario, la perdida debe ser soportada por el depositante”.
Constituye, lo antedicho, la manifestación del principio e que la cosa perece para su
dueño.

15.9. Prueba del dominio

El art. 1.365 establece: “El depositario no puede exigir que el


depositante pruebe ser dueño de la cosa depositada”.
Para HERSALIS16, analizando la normativa anterior al C.C.y C.
expresa: “Si bien el depositante no tenia necesidad de justificar que era propietario de
la cosa para exigir su devolución, ello porque su derecho no proveía del dominio sino
del contrato de deposito, si el depositario llegaba a descubrir que la cosa era hurtada o
robada debía dar aviso a su dueño en un plazo corto (el plazo no debía exceder de
quince días), o bien a las autoridades si desconocía a su titular, dado que de lo
contrario podía incurrir en el delito de encubrimiento. Ahora bien, si el dueño omitía su
reclamación, el depositario debía entregar la cosa al depositante. En el C.C. y C., el
depositario no puede exigir prueba alguna de la cosa depositada”.

15.10. Herederos

El art. 1.366 del C.C. y C. establece: “Los herederos del depositario


que de buena fe hayan enajenado la cosa depositada solo están obligados a restituir al
depositante el precio percibido. Si este no ha sido pagado, deben cederle el
correspondiente crédito”.

16
HERSALIS, Marcelo. En: Código Civil y Comercial de la Nación. Analizado, comparado y
concordado. Dirigido por Alberto J. Bueres. 1ª Edic., Bs. As., Hammurabi; 2014
En el Código anterior, los herederos del depositario, que hubieran
vendido de buena fe la cosa mueble cuyo depósito ignoraban, no estaban obligados sino
a devolver el precio que hubieran recibido. Quedaban sujetos a las reglas ordinarias,
respondiendo por el valor de la cosa y los restantes danos y perjuicios.

El C.C. y C. sigue los mismos principios, con el agregado de la cesión


del crédito.

15.11. Depósito irregular

El art. 1.357 del C.C. y C. establece: “Si se entrega una cantidad de


cosas fungibles, que no se encuentra en saco cerrado, se transmite el dominio de las
cosas aunque el depositante no haya autorizado su uso o lo haya prohibido. El
depositario debe restituir la misma calidad y cantidad.
Si se entrega una cantidad de cosas fungibles, y el depositario tiene la facultad de
servirse de ellas, se aplican las reglas del mutuo”.

El Código Civil anterior en el art. 2220 del Cod. Civil establecía que si el
deposito era irregular, de dinero o de otra cantidad de cosas, cuyo uso hubiera sido
concedido por el depositante al depositario, quedaba este obligado a pagar el todo y no
por partes, otro tanto de la cantidad depositada, o a entregar otro tanto de la cantidad de
cosas depositadas, con tal de que fueran de la misma especie.

En el C. C. y C., el art. 1367 se complementa con las normas del mutuo.

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