El Libro de Tu Vida - Alan Moore

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El libro de tu vida

Alan Moore
Sé que soy un texto. Sé que me estás
leyendo. Esta es la diferencia más
grande que hay entre los dos: tú no
sabes que tú eres un texto. No sabes
que te estás leyendo. Lo que crees
que es la vida autodeterminada por la
que estás pasando es de hecho un
libro ya escrito y que te ha atrapado,
y no por primera vez. Cuando una
lectura dada ha concluido, cuando la
contratapa se cierra como la cubierta
de un ataúd, inmediatamente olvidas
que ya has luchado a través de sus
páginas y lo vuelves a levantar, acaso
porque te atrae la foto atractiva y
heroica de ti que está en la
sobrecubierta.
Vadeas una vez más a través de la
glosolalia del comienzo de la novela
y esa sorprendente escena del
nacimiento, toda en primera persona,
nebulosamente descrita en una
confusión de nuevos sabores y olores
y luces aterradoras. Te demoras con
deleite en los pasajes de la infancia y
saboreas a todos los nuevos
personajes, poderosamente logrados,
a medida que se presentan, la madre y
el papá, los amigos y parientes y
enemigos, cada uno con sus
excentricidades memorables, su
atractivo singular. Aunque encuentras
interesantes esas hazañas juveniles,
descubres que estás meramente
leyendo por encima algunos de los
episodios posteriores por puro
aburrimiento, pasando deprisa las
páginas de tus días, saltándote hacia
delante, impaciente por el contenido
adulto y la pornografía que supones
que te espera en el capítulo siguiente.
Cuando esto resulta ser menos
una alegría en estado puro, menos
abundante de lo que habías
anticipado, te sientes vagamente
como si te hubieran estafado y
truenas por un tiempo contra el autor.
Para entonces, sin embargo, todos los
temas centrales de la historia se
acumulan a tu alrededor en el relato,
locura y amor y pérdida, destino y
redención. Empiezas a entender la
auténtica escala de la obra, su
profundidad y su ambición,
cualidades que se te habían escapado
hasta ahora. Hay una creciente
aprehensión, una sensación de que el
cuento podría no estar en la categoría
que habías supuesto previamente, es
decir, la de la aventura picaresca o la
comedia sexual. De modo alarmante,
la narración progresa más allá de las
fronteras confortables de los géneros
al territorio perturbador de la
vanguardia. Por primera vez te
preguntas si estás abarcando más de
lo que puedes apretar, si te has
embarcado por error en una pesada
obra maestra, cuando tenías la
intención de elegir solamente un
thriller barato, lectura de vacaciones
para el aeropuerto o la playa.
Empiezas a dudar de tus capacidades
de lectura, a dudar de tu habilidad
para aguantar esta fábula mortal hasta
su conclusión sin que tu atención se
distraiga. E incluso si la terminas,
dudas tener la suficiente astucia para
entender el mensaje de la saga, si es
que existe un mensaje. En privado,
sospechas que te pasará muy por
encima, y sin embargo, qué más
puedes hacer salvo seguir viviendo,
seguir pasando las páginas como
hojas de calendario, con el impulso
de aquella recomendación de la
portada que decía “Si sólo lees un
libro en tu vida, que sea éste”.
No es sino hasta que estás más
allá de la mitad del tomo, cerca de la
marca de los dos tercios, que algunos
puntos argumentales previos y
aparentemente aleatorios empiezan a
tener alguna especie de sentido para ti.
Los significados y las metáforas
empiezan a resonar; las ironías y los
temas recurrentes se revelan. Aún no
tienes la certeza de haber leído esto
antes o no. Algunos elementos
parecen terriblemente familiares y
tienes premoniciones ocasionales de
cómo se resolverán algunas de las
tramas secundarias. Una imagen o un
parlamento dará un acorde como de
déjà vu, pero en general todo parece
una nueva experiencia. No importa si
es la segunda lectura o la centésima:
te parece algo fresco, y, sea a
regañadientes o no, pareces
disfrutarlo. No quieres que termine.
Pero cuando ha concluido,
cuando la contratapa como la cubierta
de un ataúd finalmente se ha cerrado
con fuerza, inmediatamente olvidas
que ya te has abierto paso a través del
libro y lo vuelves a levantar, porque
tal vez te atrae la llamativa y heroica
foto tuya que está en la sobrecubierta.
La marca de un buen libro, dicen,
es que puedes leerlo más de una vez e
igual encontrar algo nuevo en cada
ocasión.

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