Delgado. Fenicios Mediterraneo Occidental
Delgado. Fenicios Mediterraneo Occidental
Delgado. Fenicios Mediterraneo Occidental
La diáspora fenicia, protagonizada por la metrópolis de Tiro, se inicia a finales del siglo
IX a.C. Se trata de un fenómeno colonial de carácter básicamente comercial, que
conllevó la instalación de numerosos enclaves en las costas mediterráneas -desde Chipre
hasta Gibraltar- y en territorios atlánticos –Gadir, Lixus o Lisboa (Aubet 1994).
En el contexto de esta expansión colonial, los enclaves del Cerro del Villar (sur de
España) y de Mozia (Sicilia) representan dos escenarios idóneos para el estudio del
contacto cultural y de la de la formación de nuevas identidades en el marco de los
encuentros coloniales protohistóricos. No en vano, las colonias ofrecen un perfecto
laboratorio para los estudios identitarios, ya que en ellas encontramos distintas
comunidades alejadas de sus tierras de origen, una interacción con las poblaciones de
los nuevos territorios, y una constante búsqueda de legitimación para su asentamiento.
Las dos colonias analizadas en este artículo fueron lugares donde cohabitaron grupos
orientales con distintas poblaciones del Mediterráneo Occidental. Esta convivencia de
grupos de distintos orígenes y de distintas etnias se expresa en los enseres y productos
asociados a las tareas de mantenimiento, así como a otras actividades productivas. Las
prácticas materiales relacionadas con la arquitectura, las vajillas de mesa, el ritual, las
nuevas tecnología evidencian, por otro lado, como los residentes de estas colonias
crearon nuevas identidades que legitimarán la cohesión social y cultural de estos nuevos
asentamientos.
El asentamiento del Cerro del Villar: una colonia fenicia del sur de Iberia
La costa mediterránea del sur de Iberia fue una de las principales áreas de atracción para
los mercaderes orientales. Entre los siglos VIII y VI a.C. los fenicios crearon en estas
tierras más de una decena de instalaciones permanentes dotadas de barrios residenciales
e infraestructuras portuarias, comerciales y artesanales. La colonia del Cerro del Villar,
1
iniciada en la segunda mitad del siglo VIII a.C, fue uno de los principales asentamientos
fenicios de este área del Mediterráneo occidental (Fig. 1).
Para la fundación de esta colonia los fenicios eligieron un islote deshabitado situado en
la desembocadura del río Guadalhorce. Se establecieron en una “tierra de nadie”,
definida por un entorno pantanoso, húmedo e inhóspito (Carmona 1999). No se conocen
poblados de comunidades locales en las inmediaciones del asentamiento en el momento
de su fundación. La más próxima es la aldea de San Pablo, bajo la actual ciudad de
Málaga, a unos 5 km. del asentamiento fenicio (Efrén et al. 1997). La elección de este
emplazamiento responde a la voluntad de crear un enclave segregado de la población
local y autónomo respecto sus estructuras de poder.
En este área mediterránea durante el siglo VIII a.C. la mayoría de la población local
ocupa preferentemente tierras relativamente alejadas del litoral, ricas en pastos y
recursos ganaderos. Poco después de la fundación de la colonia fenicia se crean núcleos
indígenas en el fondo de los valles que buscan mejores suelos agrícolas y algunos
grupos locales se implican en mayor medida en el intercambio con las comunidades
coloniales de la costa (Aubet y Delgado 2003). Durante las primeras décadas,
exceptuando los poblados litorales, las relaciones de intercambio con los grupos locales
del territorio inmediato son de baja intensidad.
Los colonos fenicios que fundaron este enclave no valoraron exclusivamente las
posibilidades comerciales que ofrecía el territorio próximo a la colonia, sino su posición
estratégica en las redes de comunicación terrestres y marítimas. Navegantes y
mercaderes fenicios encontraron en este islote un lugar protegido de vientos y corrientes
y dotado de buenas condiciones portuarias. El Cerro del Villar constituía uno de los
últimos puertos mediterráneos donde un navegante podía atracar antes de la difícil
travesía del Estrecho de Gibraltar, en ruta hacia los mercados de los territorios
atlánticos, hacia el mítico Tartessos. Allí, en las áreas atlánticas del sur de Iberia,
habitaban comunidades con ricos recursos minerales y agropecuarios y una larga e
intensa tradición en el intercambio con mercaderes foráneos. De la desembocadura del
río Guadalhorce partía un camino alternativo, esta vez por vía terrestre, para acceder a
las campiñas tartésicas y a las tierras granadinas.
2
Las campañas de excavación realizadas hasta la fecha, dirigidas por la Dra. Aubet, han
permitido poner al descubierto cerca del 5% de la superficie total del asentamiento. Se
han excavado distintos edificios residenciales, un área de mercado y varios espacios
dedicados al desarrollo de actividades artesanales (Aubet 1991; 1997; Aubet, Carmona,
Curià, Delgado, Fernández y Párraga 1999) (Fig 2). Entre estas actividades productivas
destaca la elaboración de cerámicas a torno y el trabajo del metal –hierro, bronce y
plomo. Los diversos estudios realizados muestran que en este asentamiento se
estableció una comunidad colonial socialmente compleja, con un importante peso de
mercaderes y artesanos.
3
interviniendo, por tanto, en la creación y la negociación de identidades sociales (Blanton
1994, Van Dyke 1999, Lightfood 1995, Voss 2005).
En las casas de estilo oriental del Villar, como más tarde veremos, residieron grupos
domésticos de distintos orígenes o integrados por miembros de procedencias
geográficas y orígenes diversos, tanto orientales, como individuos descendientes de
poblaciones nativas del Mediterráneo occidental. En el asentamiento del Villar la
arquitectura fue uno de los elementos centrales en la construcción de una identidad
colonial: creaba lazos con Oriente, homogeneizaba bajo un mismo estilo a todos los
residentes de la colonia –al margen de sus diferencias sociales expresadas en las
configuraciones estructurales o en el tamaño de sus casas- y generaba distancias con las
comunidades nativas tradicionales.
Los miembros de esta colonia utilizaron deliberadamente la forma de sus casas para
expresar sus aspiraciones a ser reconocidos como miembros de esta comunidad,
independientemente de su origen o descendencia. Este uso intencional de la arquitectura
doméstica –como de otras prácticas y elementos materiales altamente visibles que
posteriormente analizaremos- se produjo en un contexto social en el que las jerarquías
de estatus tenían cierta movilidad y donde las categorías sociales no estaban totalmente
definidas en función del origen y la descendencia. En este contexto social y étnicamente
dinámico la arquitectura doméstica se convirtió en una estrategia crucial en la
negociación y la construcción de nuevas identidades.
4
tartésica, así como de comunidades nativas del Sudeste de Iberia, pero la mayoría de
ellos guarda similitudes morfológicas con vajillas cerámicas de los poblados indígenas
vecinos del Bajo Guadalhorce. Los análisis de láminas delgadas y de difracción de rayos
X apuntan en la misma dirección: variabilidad de procedencias y predominio de arcillas
típicas de unidades geomorfológicas próximas al área del Cerro del Villar, por lo que no
podemos descartar, incluso, que algunas de ellas pudieran ser elaboradas en el mismo
centro.
Las procedencias de las cerámicas a mano del Cerro del Villar nos ofrecen una
información de gran interés para dibujar la complejidad de las redes sociales que se
crean tras la implicación de los fenicios en los mercados y circuitos de intercambio del
Extremo occidente, porque nos ofrecen una visión totalmente distinta al clásico
dualismo hinterland/colonia que aún predomina en las lecturas de las colonizaciones
protohistóricas mediterráneas, pero este no es el lugar idóneo para desarrollar este tema.
En esta comunicación nos centraremos en cómo la cerámica a mano nos permite
identificar la presencia de gentes de orígenes y procedencias geográficas diversas entre
los residentes del Cerro del Villar y cómo éstos la utilizaron en la definición de las
distintas identidades sociales y culturales en este escenario colonial.
El 50% de los recipientes a mano son ollas, utilizadas muchas de ellas en la cocción de
alimentos. Los cuencos esféricos, que pudieron servir para el consumo de determinados
alimentos líquidos y para la preparación de comidas, representan casi un 25% del total
de los recipientes modelados a mano. El 25 % restante se reparte principalmente entre
grandes contenedores de almacenamiento, recipientes usados en procesos metalúrgicos
y cuencos carenados y copas de superficies cuidadas. Estos vasos abiertos utilizados en
el consumo y servicio de determinados alimentos están totalmente subrepresentados en
la colonia. La mayoría de los hallazgos (10 de un total de 14 individuos mínimos
identificados) se concentra, además, en un espacio artesanal donde también existe una
5
alta representación de otros vasos para beber fabricados en áreas no fenicias –copas
griegas y kantharoi etruscos. Al contrario de lo que se observa en la colonia, en los
poblados locales del sur de Iberia cuencos carenados y copas son los recipientes
mayoritarios de la vajilla cerámica en las áreas domésticos. Son vasos que suelen estar
decorados con motivos geométricos o disponen de superficies brillantes e intensamente
bruñidas. En la colonia del Villar sólo uno de los vasos a mano de bebida presenta
decoración.
La ollas de cocina a mano presentes en los distintos espacios del asentamiento del Villar
responden a un modo determinado de hacer la comida, a una forma de cocinar distinta a
la que tradicionalmente practicaron los orientales y propia de las comunidades indígenas
del sur de Iberia, donde encontramos recipientes similares. La forma ovoide o esférica
de estas ollas sugiere que en ellas se cocieron alimentos líquidos en forma de sopas,
pucheros o gachas. El modo de consumo de estos alimentos líquidos, de estas sopas,
entre residentes del Cerro del Villar, podría asociarse a los cuencos esféricos a mano, lo
que explicaría porqué el cuenco es la segunda de las formas más representadas entre la
cerámica a mano de la colonia.
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prácticamente no conocemos nada sobre los modos de preparación y cocción de
alimentos que practicaban las comunidades fenicias coloniales y orientales, estos
hornos, así como el predominio de los platos entre su vajilla de mesa indican una mayor
importancia de los alimentos sólidos en la cocina fenicia de la que se deriva de las
vajillas de las poblaciones locales.
El análisis contextual de cada uno de los espacios domésticos que integran la colonia
nos ofrece información de cada uno de sus grupos domésticos y de cómo cada uno de
ellos utilizó la vajilla a torno y a mano, así otros enseres de uso cotidiano, en sus
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prácticas diarias. Los análisis contextuales de ámbitos domésticos nos ofrecen
información relativa a los orígenes culturales de sus miembros y a cómo en ese contexto
particular usaron, rechazaron o fusionaron elementos de distintos contextos culturales,
utilizándolos en sus prácticas de relación social y en la construcción de sus identidades.
No sólo ofrecen la posibilidad de contemplar la agencia en los procesos de contacto
cultural, y la multiplicidad de respuestas, sino que exigen introducir las relaciones de
género en los análisis de contacto cultural, un aspecto relativamente olvidado.
El grupo doméstico que residió en la casa 2 estaba integrado por individuos de distintos
orígenes. La cerámica de cocina es mayoritariamente de tradición local, aunque
incorpora algunos instrumentos orientales como los cuchillos de hierro –con gran
aceptación entre la población local del sur de Iberia. Otros equipamientos usados en la
cocina fenicia están ausentes: no hemos encontrado hornos, ni molinos barquiformes, ni
morteros o vasos trípodes. La única evidencia de fuego son braseros elaborados también
en cerámica a mano que pudieron servir tanto como hornillos domésticos, como para
calentar las estancias. En el espacio 1, la estancia principal de la casa, un área de
reunión y consumo, se localizaron restos de cinco platos fenicios de engobe rojo, junto
con dos cuencos esféricos elaborados a mano. Esta vajilla indica la convivencia en un
mismo espacio de dos modos de servir y consumir los alimentos asociados a dos
tradiciones culinarias diferentes.
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oriental lo que podría sugerir que los modos de servicio y consumo de alimentos eran
una práctica social que intervenía en este escenario en la construcción de la identidad
colonial, del mismo modo que la arquitectura de la propia casa y la práctica ritual.
Talleres y tecnologías
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producción de cobre a pequeña escala. Esta tecnología de bajo rendimiento –en
comparación con la que caracteriza a la metalurgia oriental- la practican las
comunidades del sur de Iberia desde el III milenio a.C.
Los metales constituyen uno de los principales productos que demandan los mercaderes
fenicios en estos ámbitos occidentales. Las mineralizaciones de cobre, hierro y plata en
el territorio inmediato son muy escasas y las pocas que existen son de bajo rendimiento.
Las escasas informaciones relativas a su explotación indican que las actividades mineras
y las primeras fases de reducción del mineral son actividades que llevan a cabo
comunidades locales sin un control fenicio directo. El acceso al mineral, por tanto,
depende de las relaciones con estas comunidades. La convivencia de mujeres y, quizá
de hombres de origen nativo, con colonos y colonas de procedencia oriental fue
posiblemente una de las claves del éxito económico de la colonia del Villar y de su
continuidad hasta los inicios del siglo VI a.C. Mujeres y hombres nativos aportaron a
este enclave no sólo fuerza de trabajo y lazos sexuales y reproductivos, sino también
una información totalmente crucial sobre recursos, caminos, rutas, y sobre todo aliados
y parientes con los que pactar, negociar y comerciar.
10
porosidad “étnica” de las jerarquías sociales coloniales y cierto dinamismo en la
definición de esas categorías sociales durante las primeras décadas de vida del
asentamiento. La adopción de una identidad colonial por parte de sus habitantes se
expresa a través del uso de una arquitectura, vajilla de mesa, ritual y de determinadas
prácticas tecnológicas claramente orientales. Al mismo tiempo, algunos de sus
habitantes mantuvieron paralelamente otros modos aprendidos de hacer las cosas, que
les vinculaban a sus poblaciones nativas de origen, una identidad que es fundamental
mantener y utilizar adecuadamente para establecer y conservar relaciones con amigos y
parientes, básicas para que miembros de tu grupo doméstico puedan obtener éxito en
negocios y tratos comerciales.
Mozia, una de las colonias fenicias de Sicilia occidental, se inició en la segunda mitad
del siglo VIII, justo antes de que griegos de Eubea fundaran en la isla el asentamiento
de Naxos. Los fenicios eligieron, como en el Villar, una isla deshabitada, próxima a la
costa, en el centro del Stagnone di Marsala. Sal, pescado y arcillas son los mejores
recursos potencialmente explotables con los que cuenta su territorio inmediato. Las
comunidades indígenas asentadas en las zonas altas están relativamente alejadas de la
colonia y los escasos datos disponibles aluden a la existencia de intercambios de baja
intensidad en las primeros tiempos de la fundación.
Esta colonia siciliana responde, como el Villar, a una estrategia comercial de amplio
alcance. Mozia, junto con Cartago, controla el cuello de botella que conecta a través de
rutas de navegación las distintas comunidades de los dos extremos del Mediterráneo. No
podemos olvidar que Sicilia se sitúa en el centro de este mar, actuando como bisagra no
sólo de las comunicaciones este y oeste, sino también norte-sur.
Los trabajos de excavación en Mozia, iniciados a principios del siglo XX, se han
concentrado principalmente en los niveles arqueológicos más recientes (siglos VI-III
11
a.C.). Las primeras décadas de este enclave son poco conocidas y la mayoría de la
información procede de las áreas funerarias: el tophet y necrópolis. Por ello nuestro
estudio se centrará principalmente en las informaciones derivadas de estos contextos
funerarios.
La necrópolis de Mozia
En este espacio funerario, que perdura hasta la primera mitad del siglo VI, sólo se
depositaron 157 tumbas de incineración junto a 4 enchytrismoi, pocos enterramientos
para un cementerio que perduró durante 200 años y que estaba asociado a un
asentamiento con una extensión estimativa de 4 km2. Del número de tumbas excavadas
en la necrópolis se deriva que no todos los residentes en la colonia tenían derecho al
enterramiento en el lugar, lo cual abre la posibilidad de que estemos ante una
comunidad colonial con jerarquías sociales en función de su identidad colonial
“moziense”. La construcción y el mantenimiento de esta identidad es uno de los
principales mecanismos de control y dominio colonial, a través del cual puede limitarse
a los miembros del grupo colonial el acceso a ciertos beneficios y privilegios (Stoler
1992: 339-340).
12
deposición de este tipo de ajuar alude a un ritual funerario en el que están presentes
actos de libación con algún tipo de líquido (trilobulada y vaso de bebida), la
purificación y el ungimiento del muerto (boca de seta) y la ofrenda de ciertos tipos de
comida. Como hemos visto en el Cerro del Villar, el ritual adquiere una importancia
muy significativa en estos ámbitos coloniales para expresar lazos con la comunidad
fenicia de origen.
La sustitución del plato por la olla nos indica un cambio en el tipo de alimentos
ofrecidos a los muertos y quizá también de la persona que hace la ofrenda. Esta
sustitución implica el cambio de una vajilla de servicio, por otra utilizada en la esfera
doméstica para la manipulación y cocción de los alimentos. Si son las mujeres quienes
13
preparan las comidas utilizando estas ollas, posiblemente también sean ellas las
responsables de realizar las ofrendas a los muertos (Van Esterik 1998: 86). En Mozia, y
en otras necrópolis fenicias del Mediterráneo Central, las mujeres parecen tener un
papel distinto en el ritual funerario del que se deriva de los ajuares de otros cementerios
fenicios mediterráneos, que implicaría un mayor protagonismo en la relación entre los
vivos y los muertos.
Las ollas depositadas junto a los muertos del cementerio de Mozia pueden
agruparse en tres tipos que presentan diferencias morfológicas y tecnológicas entre
ellos. El recipiente más frecuente es la olla monoansada (101 tumbas presentan este tipo
de olla, representando el 62% del total de la necrópolis), un vaso elaborado a torno de
cuerpo globular, con el fondo plano y dotado de un asa, que también se localiza en el
hábitat (Tusa 1978 fig. 2, 3). Se trata de una olla que encontramos en asentamientos
fenicios del Mediterráneo Central y que expresa vínculos muy estrechos entre las
comunidades fenicias instaladas en el triángulo formado por la costa de Túnez, Malta,
Sicilia occidental y Cerdeña (Lancel 1979: fig. 601, tipo 16; Vegas 1998: 148, 157 y
fig.4; Bartoloni 1983: fig 8 d-e, 9 f y 10k)
Los restantes tipos de ollas están hechos a mano. Son recipientes de cocina que
se relacionan morfológicamente con comunidades geográficamente distantes y de
tradiciones culinarias distintas. La primera de las formas a mano es una olla
monoansada que reproduce las elaboradas a torno. En ocasiones, estas ollas cuentan con
un pequeño mamelón del asa. Ollas de la misma morfología aparecen en otros contextos
coloniales fenicios del Mediterráneo Central, y en especial en Cartago. Su origen se
desconoce, si bien podría tratarse de una forma de vasija de cocina propia de las
comunidades tunecinas apareciendo ésta ya desde momentos anteriores a la llegada de
los fenicios (Cintas 1961: fig.).
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troncocónica, sus unas paredes rectas y un amplio fondo plano Es una olla de tradición
autóctona siciliana que se documenta en la isla desde el siglo VIII a.C. hasta la Edad
Media y se localiza en multitud de asentamientos nativos coetáneos a la colonia fenicia
tales como Maranfusa, Marineo o Morgantina (Spatafora 2003: fig.220-224 pp. 256-
260; Spatafora 2000a, 907; Leighton 1993,171 pl.32 and 77 n. 99).(Fig. formas de ollas
a mano)
Si el cementerio de Mozia y el derecho a ser enterrado en ese espacio son una de las
expresiones de las jerarquías sociales en el espacio colonial, la deposición de esas
vasijas a mano podría indicarnos que esas categorías de estatus no estaban definidas
primariamente basándose en criterios de origen y descendencia, en lo que hoy
denominaríamos criterios étnicos. La evidencia de la necrópolis de Mozia señala que en
este contexto la etnicidad tuvo una importancia relativamente menor en la construcción
de las categorías y jerarquías sociales, algo que también parece derivarse de los análisis
realizados en el Cerro del Villar.
Como en el Cerro del Villar, las cerámicas a mano de la necrópolis de Mozia parecen
sugerir que la colonia estuvo habitada por gentes de una multiplicidad de orígenes
diversos, multiplicidad que supera la tradicional tricotomía oriental-indígena-mestizo.
Las ollas modeladas a mano indican la presencia en el cementerio de parientes de gentes
de diversas áreas mediterráneas que tradicionalmente integramos bajo el simplista
apelativo de “indígenas”.
Conclusiones
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mantenimiento en estas colonias evidencian la residencia tanto de mujeres fenicias,
como de otras procedentes de comunidades mediterráneas occidentales. Los grupos
domésticos interétnicos parecen haber constituido unidades relativamente comunes a
juzgar por la frecuencia de los útiles relacionados con la cocina de tradición local. Lazos
sexuales y reproductivos en el seno de estos matrimonios interétnicos debieron dar lugar
en pocas décadas a un número importante de población étnicamente mestiza.
16
conllevar la presencia de un número muy alto de mestizos que probablemente limaría
las fronteras de las posibles categorías sociales basadas en el origen y la descendencia,
haciéndolas totalmente dinámicas y permeables. Como diversos estudios han señalado
(Jones 1997:85; Malkin 2001:3) la etnicidad en la Antigüedad no tenía el lugar
privilegiado que hoy tiene en nuestro organigrama social.
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21
Figura 1. Mapa de situación del Cerro del Villar, en el sur de Iberia.
22
Figura 2. Planta de las áreas excavadas en el asentamiento fenicio del Villar.
23
Figura 3. Cuencos y ollas a mano del Cerro del Villar
24
Figura 4. Distribución de la cerámica elaborada a torno y a mano en las distintas áreas
excavadas
Figura 5. Distribución de los distintos tipos de cerámica a mano en las diferentes áreas
excavadas.
25
Figura 6. Situación de Mozia.
Figura 7. Ollas de la necrópolis de Mozia. 1 olla a torno. 2 olla a mano con un asa. 3
olla a mano con un asa y mamelón. 4 olla a mano con mamelones. 5 pignatta
26