Sociedades Culturas Familia Parejas

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y notas de Keith Madrid: Castalia, 19Publicatio1970.

Sociedades-Culturas-Familias-Parejas

Síntesis y compilaciones

EL DISCURSO SOBRE LA FAMILIA


Principales discusiones sobre el tema :
1) La familia contemporánea se ha encogido, replegado sobre la pareja. Habiendo
dejado de ser un lugar de producción, ya no es más que un motivo para el
consumo. La familia ya no asegura las funciones de asistencia de la que en otros
tiempos se encargaba. Las funciones que conserva, como la socialización de los
hijos, son compartidas con otras instituciones. En esta representación, la célula
familiar parece débil.
2) Otro discurso, por el contrario, le reconoce una fuerza formidable, en la medida
que se ha hecho refugio, lugar privilegiado de la afectividad. La pareja, y en
segundo lugar los hijos, capitalizan todos los sentimientos que no pueden
expresarse en esta sociedad deshumanizada.
.
LA SOCIOLOGÍA DE LA FAMILIA. PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE LA
HISTORIA Y LA ETNOLOGÍA
1) La historia denuncia las simplificaciones, que se apoyaban en una visión
errónea de la vida pasada, o de las suposiciones carentes de fundamento, de
evidencias.
2) Las relaciones entre la transformación de la familia y las transformaciones de la
sociedad, los cambios técnicos, económicos y sociales, ya no se explican con en
modelos simples y únicos. Cada estudio consagrado a la familia en un contexto
social y económico particular muestra la variedad de situaciones Es decir que no
hay un sólo tipo de familia y de organizaciones familiares sino varios y muy
diferentes en el tiempo y el espacio.
Entre las sociedades tradicionales y las contemporáneas existe una diferencia de
grado, no de naturaleza. En las primeras, el parentesco proporciona lo esencial de
las categorías sociales, el marco de las relaciones de producción, de consumo, de
poder, etc.; en las segundas, el parentesco tiene tanta importancia como otras
instituciones sociales, en particular:el Estado. La antropología insiste en la
necesidad de estudiar el hecho familiar en el seno de una cultura bien definida, y
en sus relaciones con esa cultura.
Esta sociología de la familia se organiza en tres partes :
1) La centrada en las relaciones estructurales entre familia, grupo doméstico y
parentesco, apoyándose en conceptos antropológicos.
2) La centrada en la constitución de la familia, matrimonio y posterior nacimiento
de los hijos.
3) La que trata sobre los roles y las actividades de los cónyuges y finaliza con una
discusión de las relaciones entre familia y sociedad.

Ideas prevalecientes:
La contracción de la familia es correlativa a la extensión del medio social, de la
aldea a la ciudad, de esta al Estado; se manifiesta por el quebrantamiento
progresivo del comunitarismo familiar.
Pero, esto no significa una escala de valores, la familia de hoy no es ni más ni
menos perfecta que la de antaño : es distinta porque las circunstancias son
distintas.

I.1.2 LA INFLUENCIA DE LA SOCIOLOGÍA AMERICANA


Desde el final de la II guerra mundial hasta los años sesenta, los autores
estructural-funcionalistas consideran la familia como un sistema de posiciones
sociales y de roles relacionados por procesos funcionales con las demás
instituciones sociales. La familia aparece como una construcción ideológica, una
abstracción reificada, que supone una ausencia total de variedad de modelos de
familia.
La falta de interés por la dimensión histórica es absoluta.
En los años treinta, la sociología americana de la familia tiende a confundirse con
un tratamiento técnico de los problemas sociales ligados al desempleo, la crisis,
etc.
En los años de la posguerra, la reorientación de las investigaciones dieron ligar a
una serie de trabajos según tres direcciones : 1) una orientación estructural que se
interesa por las relaciones entre familia y sociedad, 2) una orientación
comportamental centrada en las interacciones en el seno de la familia, 3) un
examen de la acción familiar en situaciones determinadas.
Goode exploró un conjunto de conceptos con la ayuda de materiales históricos y
antropológicos en la que incluyó los conceptos de: generaciones y edad, que
relaciona en una perspectiva diacrónica los cambios individuales y sociales.
En los años 60 y 70 la inmigración, la crisis, los cambios en la sexualidad, los
procesos políticos en América latina, la libertad de los jóvenes, constituyen
centros de interés.

IDEAS SOBRE LA FAMILIA


El discurso sobre la familia, que implica el discurso sobre su crisis, no es nuevo.
Se organiza alrededor de dos polos: la sociedad está enferma e impregna a la
familia, o bien, la crisis es interna a la familia y amenaza a sus miembros.
.
LA INFLUENCIA DEL ESTADO PROVEEDOR
Hasta los años setenta coexistieron dos discursos: 1) El que ponía de manifiesto
las opresiones familiares, y , 2) El que deplora el excesivo individualismo y la
pérdida de funciones de la familia que se supone que la política del Estado
Proveedor le ha quitado .
A partir de 1975, el discurso sobre la crisis de la familia afecta, ahora sí, a estas
estructuras: el desarrollo del nuevo modelo conyugal frágil, la caída de la tasa de
fecundidad.
Pero también la familia es un lugar de expansión individual, de sostén psicológico
y social. El “redescubrimiento de las redes familiares con usos múltiples” y la
manipulación ideológica de celebración de la familia y a la vez resposabilizarla de
su crisis y del aumento de la delincuencia juvenil, consumo de drogas, embarazos
no deseados, etc., intentan justificar y compensar, en cierto modo, la retirada del
estado.
Los discursos sobre el sida y por los fantasmas que generados por los progresos
biológicos en el campo de la fecundidad asistida son cuestionamientos intensos a
las creencias acerca de la universalidad y atemporalidad de la institución familia.

Comunidades tácitas
Data, quizá, de la alta edad media. Las personas se agrupaban para roturar las
tierras y cultivar colectivamente. Las comunidades compuestas por familias podían
también reagrupar a extranjeros que se asociaban como si fueran hermanos. Eran
también reagrupamientos de parientes, formando una asociación sin acto legal, de
ahí su nombre de “comunidad tácita”.
Su característica esencial es la corresidencia; la distribución del trabajo y de los
bienes no era suficiente para definirlas; era necesario sobre todo preparar y tomar
conjuntamente la comida.
El respeto a la regla de las comunidades permitió, a a los siervos trasmitir una
herencia a su descendencia: el arraigo del grupo al lugar. Entre treinta a cuarenta
personas vivían en común. Los parsonniers elegían entre ellos amo,
frecuentemente la persona de más edad, esta elección ha merecido para las
comunidades tácitas el nombre de repúblicas de parientes. El amo dirigía la
comunidad, asignaba las tareas. Una mujer dirigía a las mujeres e hijas y repartía
las tareas entre las mujeres.
Los bienes de la comunidad eran indivisos. Cada parsonnier era alimentado y
vestido según sus necesidades. La estrategia del amo era la de conservar a los
hijos varones con él, dotando a las hijas para casarlas fuera de la comunidad. Esta
dote las excluía de todo derecho sobre los bienes comunes. Sin embargo, el tipo
preferido de matrimonio que reforzaba la estabilidad de la comunidad, era el
matrimonio endógamo. Otra forma de matrimonio era por intercambio. De este
modo solo se desplazaban las personas, los bienes permanecían dentro de la
comunidad.
Este tipo de grupo está amenazado de fisión por las disensiones internas. Basta
que un miembro reclame su parte para que la comunidad se venga abajo. Muchas
de ellas desaparecieron en el siglo XVII, cuando un impuesto muy pesado obligó a
los campesinos a vender su propiedad.
Estas comunidades se disolvieron por las razones económicas, demográficas.
sociales y de cambio cultural. Poco a poco, el individualismo, sentimiento familiar
centrado alrededor de la pareja conyugal y del hijo provocaron el rechazo a esta
vida comunitaria. Subsistieron durante mucho tiempo en el centro de Francia.
.
LA FAMILIA TRONCAL
Es un grupo doméstico que reúne bajo el mismo techo a tres generaciones, la del
padre y la madre, uno de los hijos casados y su mujer y sus hijos.Está
estrechamente identificado con la casa, que engloba además de la residencia-
granja y sus dependencias, construcciones y tierras, derechos sobre los bienes
colectivos.
Las casas tienen los derechos de usos sobre las aguas, los bosques, los pastos
comunales. De generación en generación, esta casa debe ser transmitida en su
integridad. De ello se derivan dos consecuencias: 1) la casa impone a todos sus
miembros su renombre y su prestigio, 2) la casa no puede ser dividida y uno solo
de los hijos será el heredero.
A los hijos que no son herederos son dotados y por ello, excluidos de la
herencia.Los hijos/as que quedan solteros/as continúan en la casa y abandonan
tácitamente su parte al heredero. Su estatus está a medio camino entre el del
criado y el del pariente.

VIUDEDAD Y SEGUNDAS NUPCIAS


Hasta mediados del siglo pasado la esperanza de vida era mucho menor y las
segundas nupcias eran numerosas. Solían celebrarse muy rápidamente después
de la muerte del esposo: lo exigía la sobrevivencia de la familia.
Así, se observan grupos domésticos, a lo largo de los años, en los cuales un
hombre puede, sucesivamente, tener varias esposas, conviven hijos de diferentes
madres,.
En los primeros años de matrimonio son las mujeres quienes mueren, como
consecuencia de problemas o padecimientos ligados al embarazo y al parto.
Estos hombres jóvenes que se encuentran viudos con niños pequeños a su cargo
deben volver a casarse muy pronto. Sin esposa, nada de cuidados a los hijos,
nada de cocina, nada de huerto, de ayuda en los campos: así se explica que las
segundas nupcias de viudos sean mucho más numerosas que las de las viudas.
Estos re-casamientos afirmaban la primacía de lo económico sobre la
organización familiar.

El Parentesco
. Los lazos madre-hijo, hermana-hermano son biológicos, pero la asociación
hombre-mujer es social. Cada sociedad nombra estos lazos que entrañan en el
seno de la díada y de la tríada un conjunto de relaciones, de sentimientos, de
obligaciones.
El parentesco designa a la vez.
1) Las personas que son nuestros parientes. 2) Una institución que regula en la
medida variable el funcionamiento de la vida social.
Los antropólogos han demostrado que no existe una correlación directa entre el
tipo de economía de la sociedad y su organización y que no cabe un juicio de valor
en relación a los diferentes sistemas de parentesco; ninguno superior a otro. El
parentesco representa una de las combinaciones posibles en el universo de los
arreglos conocidos.
III.1 LA TERMINOLOGÍA DEL PARENTESCO
El parentesco constituye un sistema de "referencia social" que se efectúa
mediante la terminología. Esta última sirve para designar el universo de parientes
que la consanguinidad, la alianza nos dan. En nuestro sociedad, estos términos
son poco numerosos: padre, madre, tío, tía, primo, hermano, hermana, etc. La
terminología francesa del parentesco no distingue entre la consanguinidad y la
alianza, mientras que la inglesa sí lo hace.
La terminología del parentesco se articulo con los modos de filiación y de alianza,
que constituyen los otros dos principios del parentesco.
III.2 LA FILIACIÓN
La filiación es el reconocimiento de lazos entre los individuos que descienden los
unos de los otros. El principio juega en los dos sentidos, ascendiendo o
descendiendo a lo largo de las generaciones sucesivas. Toda sociedad conoce la
filiación, pero algunas le otorgan mayor importancia que otras.
La línea directa: los padres y las madres de nuestros padres, hermanos y
hermanas de ambos padres, hijos de ellos/as, o sea primos... y personas con las
cuales tenemos un antepasado en común, pero de los que no somos
descendientes.
La memoria genealógica en nuestra sociedad no es muy profunda: se reduce a
tres generaciones más o menos.
Nuestra sociedad reconoce también que mediante la filiación se transmite un
conjunto de características o de bienes, el nombre, o incluso rasgos físicos.
En las sociedades “exóticas”, el principio de filiación tiene una importancia mucho
mayor
LA ALIANZA
. Se trata de un tipo de matrimonio fuera del grupo social de origen y que permite
entrar en relaciones (de alianza) con otros grupos. La regla de la exogamia
conlleva la prohibición del incesto
Los sistemas complejos, sólo comportan reglas negativas de matrimonio; no se
definen por la categoría de parientes con los que se debe contraer matrimonio,
sino por la que está prohibida. Los sistemas complejos distribuyen a los individuos
a través de todo el espacio social, nuestro sistema de matrimonio participa de la
regla universal de la prohibición del incesto, el sistema de alianza de las
sociedades contemporáneas. Es una de las variantes, una de las modalñidades
posibles del sistema de matrimonio sobre un continuum que va del intercambio
restringido a la -supuesta- libre elección del cónyuge.

IV.2.4 FUNCIONES DEL PARENTESCO


Se tiene una tendencia excesiva a reducir la relaciones con el parentesco a
funciones afectivas, rituales o simbólicas. Es con motivo de los grandes ritos del
pasaje de la vida (nacimiento, bautizo, 15 años, etc) cuando convoca a la mayor
cantidad posible de parientes. Más allá de los contactos, visitas, intercambios de
servicios y de reuniones familiares, el parentesco crea un conjunto de obligaciones
morales más o menos contingentes y proporciona un marco de referencia que
tiene su propia importancia en relación a otros marcos de referencia tales como la
profesión, el barrio de residencia, o la región de origen. Esta concurrencia con
otros subsistemas sociales es característica del sistema de parentesco en las
sociedades urbanas.
IDENTIFICACION
La existencia latente de las redes de parentesco reviste gran importancia en una
sociedad que aísla al individuo: volvemos a encontrar la idea de la familia
pertenencia-refugio. Ya no se trata aquí de sumergirse en el grupo doméstico
conyugal-parental, sino de situarse en la red familiar extensa que permite
identificarse en el tiempo y en el espacio. La historia familiar informa acerca de
quiénes somos y de donde venimos
Las redes proporcionan un sentimiento de estabilidad, de pertenencia, funcionan
como un sistema de identificación, sirven a menudo para penetrar en el mercado
de trabajo, sobre todo para un primer empleo. A lo largo de la escala social, la
referencia a tal miembro del parentesco sirve de identificador y puede pesar tanto
como el diploma en el momento de la selección.
LA REGLA HOMOGÉNICA
Hoy como ayer, se tiende a casarse entre iguales, en el plano social o profesional.
Una de las fuentes del matrimonio concebido como una alianza entre dos líneas
de descendencia es la de trasmitir patrimonios. El mejor medio de protegerlo es
asegurarse que el cónyuge elegido es verdaderamente su igual socialmente. Esta
regla de la homogamia se encuentra en todas las categorías sociales.
Para los campesinos, la homogamia tiene como corolario la endogamia, es decir,
el matrimonio dentro de la localidad o con alguna persona de las aldeas más
próximas. Casarse en su tierra supone conocer la familia con la cual está
proyectada la alianza.
El nombre de la prohibición del incesto, la Iglesia prohibió el matrimonio entre
parientes cercanos hasta en séptimo grado.
Aplicar estas reglas, habría dificultado fuertemente la nupcialidad de las
monarquías, la aristocracia en general así como en los municipios rurales en los
que la superposición de redes sociales y familiares creaba las condiciones de
matrimonios entre parientes. Así pues, la Iglesia se veía obligada a conceder
dispensas para que se celebrara este tipo de uniones..
Antes de 1914, el matrimonio estaba regido por reglas muy estrictas ya que
comprometía el futuro familiar, una transacción económica de la más alta
importancia, contribuía a reafirmar o disminuir la jerarquía social y la posición de
la familia, era asunto de todo el grupo más que del individuo. Eran las familias la
que se casaban y esto sigue siendo así en la mayoría de las sociedades actuales,
occidentales y no occidentales
.
El modelo del matrimonio burgués continúa siendo, en el más pleno sentido del
término, una alianza entre dos grupos familiares. En el siglo XIX, en una sociedad
caracterizada por la movilidad social, el matrimonio ocupaba un lugar estratégico
en la carrera y, más que en épocas anteriores, era temido el matrimonio desigual
MATRIMONIO, DIVORCIO Y UNIÓN LIBRE EN LA SOCIEDAD
CONTEMPORÁNEA
Hasta los años setenta se hablaba fácilmente de un "nuevo matrimonio",
matrimonio de amor romántico fundado en la libre elección del cónyuge, en la
búsqueda de una valoración amorosa de la pareja, por oposición al matrimonio
"tradicional" impuesto por los padres. Este matrimonio "moderno", a su vez, se ha
convertido en símbolo, a finales de la década de los ochenta, de un modelo que, si
no está en vías de desaparición, sí tiene, al menos, la competencia de otras
formas de unión, a veces estables, a veces precarias, que rechazan la
institucionalización. Los interrogantes relativos al matrimonio contemporáneo
deben tener en cuenta, como un dato integrante, el aumento del divorcio y de la
unión libre.
Más marcada todavía resulta la homogamia religiosa: en un 92 por 100 de las
familias, los cónyuges pertenecen a la misma religión. La frecuencia de la
homogamia socioprofesional después de 1960 no ha disminuido lo más mínimo..
En cada medio social existen lugares, instituciones, prácticas que permiten a los
jóvenes encontrarse, conocerse, elegir.
La influencia del nivel escolar sobre la movilidad matrimonial es muy clara. La
homogamia social es ensalzada sobre todo en las clases dominantes y en las
clases populares, mientras que en las clases medias lo es menos. Para las
primeras, la homogamia es el resultado de mecanismo de selección y de aptitudes
para dominar el futuro, mientras que para las segundas, refleja mecanismos de
exclusión, dos lógicas diferentes de elección de cónyuge que conducen a los
mismos comportamientos.
LA RUPTURA DE LOS AÑOS SETENTA.
La desafección en relación al matrimonio que pone de manifiesto el desarrollo de
la unión libre se inscribe igualmente en la cifra creciente de divorcios. 1972 es
también el año a partir del cual los divorcios aumentan fuertemente. El matrimonio
de los años 1950-1970 reivindicaban como complementarios el amor y la unión
legal. La gente se casaba por amor, el amor exigía el matrimonio, y dentro del
matrimonio se encontraba la mejor realización del amor.
Hay día, las exigencias del amor parecen incompatibles con el matrimonio. Este
nuevo amor tiene dos características: es absoluto y parece abocado a lo efímero
;el rechazo del matrimonio es el rechazo a someter la relación de pareja a otras
fuerzas que no sean los sentimientos. A la noción de pareja fusionada de los años
sesenta, cuyo proyecto está inscrito en la duración, le sustituye la elección de lo
efímero.
Morfológicamente, el final de los años ochenta está marcado por la desaparición
del matrimonio precoz
EL DIVORCIO
Al igual que el matrimonio, el divorcio ha cambiado. Hasta hace poco todavía un
signo de inestabilidad familiar, de una crisis del individuo y de la sociedad, sanción
de una falta contra el otro compañero, el matrimonio, los hijos, la familia y la
sociedad, se ha convertido en algo corriente y banal.
La ley prevé el divorcio por consentimiento mutuo.
Si un matrimonio de cada veinte de las parejas formadas en 1900 terminaba en
divorcio, la proporción pasa a uno de cada seis en 1975 y a uno de cada tres en
1980. En veinte años, la frecuencia del divorcio se ha multiplicado por tres. Otro
cambio de importancia concierne a su calendario: el divorcio se produce cada vez
más temprano después del matrimonio, poniendo de manifiesto la fragilidad de las
uniones en sus inicios.
Las características que distingue a la población de los divorciados es de orden
socioprofesional, se constata que son los empleados y luego los cuadros medios
los que más se divorcian.
En las clases populares, la gente se casa para ponerse en regla, porque el
concubinato tiene demasiados inconvenientes, y se divorcia poco, debido al costo
y a la pesadez del procedimiento jurídico. En las clases medias asalariadas, la
gente se casa porque tiene un pequeño capital que transmitir, pero como éste es
más bien cultural y social, y no económico no se prohibe el divorcio, es más
frecuente porque es más accesible financiera y culturalmente. En las clases
medias no asalariadas y entre los agricultores, el divorcio es más raro porque es
difícilmente compatible con la gestión y la transmisión del capital económico. En
las clases dominantes resulta igualmente raro, pues constituye un obstáculo serio
para la reproducción de un capital social o económico más elevado.
Hay una correlación muy clara entre las tasas de divorcio y la actividad profesional
de la mujer, la proporción de mujeres divorciadas que ejercen una actividad
profesional es dos veces más importante que la proporción correspondiente para
el conjunto de las mujeres casadas.
LA INVENCIÓN DE LA FAMILIA OCCIDENTAL
La familia conyugal que asocia dos compañeros que se han elegido más o menos
libremente es una figura poco corriente en la variedad de los modelos familiares.
Estos rasgos que nosotros encontramos normales aparecen como una aberración
en la mayoría de las sociedades que favorecen el lazo de filiación, en las cuales la
unión es inestable, la diferencia de edad entre los esposos importante, la
residencia raramente neolocal, el papel del parentesco en la elección del cónyuge
siempre pronunciado. A la mayoría de los sistemas matrimoniales en los cuales
los esposos son jóvenes y la tasa de solteros muy débil.
Paul Veyne descubre, desde el primer siglo de nuestra era, bajo la influencia del
pensamiento estoico, el nacimiento de una sociedad conyugal y de una "moral
interiorizada del matrimonio" que preparaba la evolución cristiana.
La acción de la Iglesia es la que ha modelado, desde el siglo IV, una sociedad
familiar europea, imponiendo rasgos inéditos a las poblaciones que deseaba
cristianizar. La Iglesia prohibió las prácticas corrientes en la cuenca mediterránea
como la adopción, la poligamia, el divorcio, el concubinato, las segundas nupcias
de los viudos, el matrimonio en el seno del parentesco; puso el acento sobre el
consentimiento mutuo de los esposos en el matrimonio, falacia que encubría el
hecho de que eran los padres (hombres) quienes decidían las alianzasr. A partir
del siglo XII, el matrimonio se convierte en un sacramento.
Esta nueva doctrina de la filiación, de la herencia, del matrimonio conduce a
separar a los individuos de su parentesco. Ya no es necesario un hijo o un nieto
para asegurar el culto familiar a los antepasados porque las comunidades
eclesiásticas toman a su cargo la salud del alma de los difuntos. La obligación de
la exogamia comporta la fluidez de las herencias, mientras que un sistema de
linaje mantiene para el linaje o el clan sus posesiones por mediación de los
matrimonios endógamos.
La manipulación ideológica del sistema de parentesco autoriza al cristianismo a
convertirse en un gran propietario en Europa entre el siglo VI y el XII.
Las resistencias a la imposición de este sistema fueron numerosas, sobre todo a
las reglas que imponian la exogamia, el sistema de parentesco europeo,
caracterizado por una familia conyugal fuerte insertada en una red de parentesco
bilineal, es muy antiguo, al menos en sus aspectos ideológicos. La trama
ideológica monógama parece haber sido bien tejida por la Iglesia, que,
paradójicamente, ha roto las solidaridades parentales.
Alan Macfarlane, intenta comprender la especificidad del individualismo inglés,
estudiando el modelo matrimonial inglés. El matrimonio inglés, después del siglo
XIV hasta 1850, es un matrimonio "maltusiano". La residencia era neolocal, el
matrimonio un libre contrato, los matrimonios ingleses, por otra parte, habrían
estimado que tener hijos resultaba costoso.
La familia monógama inglesa no sirve para socializar a sus hijos durante mucho
tiempo, del mismo modo que tampoco cuida de sus viejos. Las instituciones de
caridad son muy antiguas en Inglaterra.
Inscrita en el sistema occidental familiar del matrimonio del que Jack Goody ha
mostrado su puesta en marcha desde el siglo IV, Inglaterra presenta un modelo
particularmente acabado y precoz. Se separa del resto de Europa y, sobre todo,
de la Europa del Norte.
XII.1.2 LOS AVATARES DE LA FAMILIA OCCIDENTAL
Industrialización y urbanización a contribuido a modificar las relaciones familiares,
pero en el seno de un cuadro general puesto en marcha desde siglo, legitimado
por el poderío de la Iglesia, un modelo histórico bien específico: un matrimonio
monógamo en el cual los cónyuges se casa jóvenes y libremente mateniendo
relaciones muy laxas con sus redes de parentesco. Marido y mujer tienen roles
separados. Una tal estructura es efímera en las sociedades industriales: la
observamos entre 1930 y 1960. Aparece como una figura transitoria entre los
modelos de conyugalidad clásica y los que se están poniendo en marcha en la
actualidad.
No sólo lo que hemos caracterizado de "modelo occidental" remite a una
estructura efímera de la que no podemos prever el futuro, sino que incluso
podemos poner en duda la unidad de su significado.
CHOQUES DE LA MODERNIDAD Y LOS SISTEMAS FAMILIARES
Los diversos choques de la modernidad, religiosa, política, económica, que sea
exógena, como la colonización, o endógena, surgida de las revoluciones
nacionales, no han producido una familia con estructuras y modo de
funcionamiento uniformes.
En Mesoamérica, la conquista española abrió un campo de experimentación del
Occidente moderno, intentando someter los sistemas familiares indios a la doctrina
cristiana. El rechazo de la poligamia, la imposición del sacerdote, representando el
orden de los colonizadores intrusos, la conyugalidad europea constituían
verdaderas rupturas con relación a las estructuras familiares indígenas.
Semejanzas formales con las costumbres prehispánicas y la manipulación de las
reglas impuestas por las Iglesia condujeron a la creación de un modelo autóctono
que sólo formalmente respetaba los preceptos cristianos: el concubinato y la
poligamia resistieron la imposición de la norma europea.
Los sociólogos de los años sesenta veían en el imperio nipón el arquetipo de una
sociedad "tradicional" que adoptaba el sistema de la familia conyugal, bajo la
influencia de los valores occidentales. La distancia permite apreciar mejor, en la
actualidad, una situación compleja, hecho de sincretismos originales.
La industrialización, la urbanización ciertamente, han nuclearizado la familia
japonesa y multiplicado los divorcios. Sin embargo, la ideología feminista que
insiste en la fidelidad de los miembros al grupo no han desaparecido
La industrialización no ha alterado el sistema familiar antiguo de modo tan drástico
como podría creerse. Las relaciones con la familia extensa se mantienen vivas.
Los matrimonios continúan siendo, lo más a menudo arreglados. El sistema
educativo japonés, tanto en la familia como en la institución escolar no propicia el
individualismo. El niño es socializado para que tome en consideración, antes que
sus propios deseos, las necesidades de los demás.
LAS MODERNIDADES NO OCCIDENTALES
La expansión de un modelo único de familia occidental se apoya en la hipótesis de
que el desarrollo de cada país conoce o conocerá las mismas etapas que las que
ha franqueado Europa en el curso de su industrialización. Las mutaciones
nacionales no necesariamente siguen este esquema.
La "modernización" china, por ejempolo, sólo comporta signos superficiales de
occidentalización de la familia.
La familia china tradicional está basada en una solidaridad de los linajes que se
ejerce en detrimento del estado, imperial y luego comunista. El matrimonio
aparece como una obligación con la finalidad de proporcional descendientes al
linaje paterno. Es acordado por los mayores.
La ley sobre el matrimonio de 1950 instauró un control del Estado sobre la
formación de las uniones que deben, en lo sucesivo, con el pretexto de una mucha
mejor libertad de los cónyuges, servir a los intereses del grupo. Reformas mucho
más radicales fueron intentadas a lo largo del período del Gran Salto. La oposición
a esta innovación se conjuga en la extrema penuria de los años 1958-1960.
En los años ochenta, el modelo "tradicional" y el control estricto del Estado se
conjugaron en China con el fin de limitar el número de nacimientos.
El amor, aquí todavía, está poco valorizado, una ley en 1980 imponiendo a los
hijos la obligación de asistir a sus padres y a sus abuelos, tanto paternales como
maternales.
DE LA RESISTENCIA AL RECHAZO.
Los sistemas familiares mundiales contemporáneos son el producto de
sincretismos y de compromisos. Reinterpretan y asimilan rasgos occidentales en
su propia cultura.
Otros sistemas familiares sufren transformaciones internas que no tienen nada
que ver con una occidentalización. Movimientos ideológicos y políticos poderosos,
por último, se expresan en el rechazo de los valores occidentales y
particularmente familiares. Así ocurre con los países musulmanes integristas.
Es difícil hablar de un sistema familiar africano, tan diferente son sus modos de
filiación y de matrimonio. Los efectos de la colonización después de la
descolonización son complejos. En los años 1950-60, los administradores se
apoyan en el postulado de la eficacia económica de una familia nuclear de tipo
occidental, para alcanzar el desarrollo, e intenta romper las solidaridades de linaje.
La dimensión del fracaso es la medida de la falsedad de esta hipótesis
sociológica.
El tiempo de las independencias africanas marca un retorno hacia la puesta en
valor de los sistemas de linaje.
La urbanización no ha erradicado las estructuras tradicionales. Los efectos de la
escolarización, al igual que los de la urbanización, son contradictorios: por una
parte, contribuyen a la eclosión en familias restringidas, pero, por otra, los éxitos
escolares o universitarios son integrados en las estrategias simbólicas de la
competición entre linajes.
Las migraciones de las mujeres hacia las ciudades han sido numerosas, y los
sistemas de linaje parecen haber sido más puestos en peligro por las mujeres de
los años ochenta que por un siglo de colonización y descolonización. Las mujeres
rechazan el sometimiento al linaje, rechazan a menudo la conyugalidad y la
maternidad, lo que constituye una revolución en la mentalidad africana.
La emancipación de la mujer también está en el núcleo de los choques culturales
entre sociedades occidentales y sociedades musulmanas. El mundo árabe es una
ciudadela en la cual el tabique entre los dominios masculino y femenino es la llave
maestra del edificio familiar. La mujer continúa estando encerrada en el seno del
hogar, los matrimonios son arreglados dentro del marco de una endogamia
tradicional que solo retrocede en la ciudad. Apoyarse en los preceptos del Corán,
rechazar toda forma de occidentalización de la familia, constituyen en la actualidad
reivindicaciones políticas fundamentales.
Los acontecimientos políticos no dan la razón a las previsiones de los sociólogos
de la segunda postguerra. Su confianza en la extensión internacional de los
valores de la libertar y del individualismo era portadora de una ideología: la
conquista por occidente del mundo se haría, sobre todo, por la difusión de los
nuevos valores familiares

Diferentes tipos de matrimonios a lo largo de la Historia


La monogamia es un sistema que exige que cada cónyuge tenga un solo
consorte, mientras que la poligamia legitime que un cónyuge tenga varios
consortes simultáneos. Si se trata de un hombre que tiene varias mujeres, el
sistema se denomina poliginia, caso frecuente en muchas sociedades. Menos
habitual es el caso contrario en que una mujer tiene varios consortes, lo que se
conoce como poliandria .Monogamias sucesivas.

A continuación, algunos ejemplos de organizaciones familiares pertenecientes a


épocas y geografías diferentes. No estoy siguiendo criterios temporales ni
geográficos

El Matrimonio en la Alta Edad Media en España


es una institución inspirada en el derecho germánico. Se desarrolló hasta el siglo
XII, momento en que la introducción del rito romano en la sociedad cristiana
peninsular comenzó a desplazar el matrimonio de origen godo por una concepción
menos civil basada en su carácter sacramental, que sería el característico de
la Baja Edad Media.
Durante la Alta Edad Media el matrimonio legal se dividía en dos fases, los
esponsales y la entrega de la esposa o boda.
El matrimonio tenía un efecto plenamente jurídico desde el contrato
de esponsales, que era establecido firmemente entre el padre de la mujer y el
marido, y se acordaba sin necesidad de obtener el consentimiento de la mujer o
con esta en minoría de edad. El novio pagaba una dote que consistía en la
entrega de un patrimonio en tierras, castillos, siervos..., que en la España
altomedieval se fijaba por escrito en un documento legal llamado «carta de arras».
La boda culminaba el matrimonio altomedieval y en ella la mujer salía de la casa
paterna para habitar en la del marido (traditio puellae), una vez cumplida la edad
legal para yacer con él, tras la celebración de una ceremonia solemne y un ritual
festivo. El único efecto legal que tenía la entrega de la esposa era que la patria
potestad sobre la mujer pasaba del padre al marido. Era el momento de la primera
noche de bodas, transcurrida la cual, la mujer recibía a cambio de su virginidad un
regalo del marido (matutinale donum).
Existía, además del matrimonio legal, otra forma de desposarse cuando los novios
pactaban casarse sin el consentimiento de las familias y sin alcanzar el acuerdo
jurídico establecido por los esponsales: el «matrimonio a juras» (prometido) o
«matrimonio a furto» (a escondidas de la autoridad paterna). Tenía efecto con el
simple consentimiento mutuo ante un testigo, a ser posible clérigo. En este caso el
padre continuaba poseyendo la patria potestad legal de la hija.
Fue también habitual una unión entre personas sin matrimonio por el que las dos
partes cohabitaron en barraganía o amancebamiento, lo cual no excluía totalmente
ciertos derechos de herencia para la mujer y para los hijos de la pareja, sin que
llegara a considerarse un concubinato de nula validez legal.

Cristianismo primitivo
En el periodo que comprende los años 100 y 300 d.C., el matrimonio entre
cristianos era realizado como el de los paganos (griegos y romanos), lógicamente
con algunas diferencias, como la ausencia del sacrificio de un
animal a los dioses, entre otras. En la celebración pagana el ofrecimiento de la
novia al novio era hecho por el padre de ella y, además de esto, uno entregaba al
otro su mano derecha – como se hace aún hoy. Los gestos de los cristianos y de
los paganos durante la boda eran parecidos, pero el significado, diferente.
En los primeros siglos, la boda se realizaba en casa, sin la necesidad del
sacerdote. A partir del año 400 d.C. la Iglesia exige que el sacramento del
matrimonio sea realizado delante de un sacerdote, que daba la bendición a los
recién casados. Es en esta época cuando surge, en Roma, el velo de la novia.
Entonces, en el primer período, la boda era en casa, pero sin la presencia de un
ministro de la Iglesia; en el segundo período, la boda seguía siendo en casa, pero
con la presencia de un sacerdote u obispo. A partir del año 1000 d.C. las bodas
debían celebrarse antes de la Misa, en la puerta de la iglesia. La Iglesia resolvió
transformar la boda en un acto público, Hasta esta época el padre de la novia,
antes de la noche de bodas, bendecía la habitación y las alianzas de casados,
pero como resultaba demasiado embarazoso, la Iglesia canceló esto en el Sínodo
de Ruan, en 1012.
La Iglesia no era partidaria de los casamientos clandestinos, y por eso en el
Concilio de Trento (1545) afirmó que la boda tenía que realizarse ante el párroco y
dentro de la Iglesia. Y así fue hasta que el Concilio Vaticano II (1962) enriqueció el
rito, señalando de manera bien clara cuáles son los deberes de los esposos. Este
es el rito del matrimonio que tenemos hoy.

LA FAMILIA EN EL MÉXICO PREHISPÁNICO

Los códices o manuscritos que tratan acerca de esta época, permiten


conocer algunas características de la vida familiar en tiempos
anteriores a la Conquista.

Por esos testimonios


sabemos que la autoridad
recaía exclusivamente en el
jefe o padre, a quien, por
tener más edad que los
demás miembros de la
familia, se le atribuía
también mayor sabiduría.

Cuentan algunos libros, que


las madres enseñaban a
sus hijos a referirse al padre
como �el señor� o �mi
señor�, en señal de
respeto y de reconocimiento
a su lugar en la familia.

La educación de los hijos


era tarea de ambos padres,
aunque también existían
escuelas donde el
temachtiani o maestro
enseñaba la antigua palabra
o la palabra de los sabios.

En la casa se criaba a los hijos con disciplina estricta. El padre


instruía a sus hijos desde edad muy temprana con consejos como
los siguientes: �Ama, agradece, respeta, teme, ve con temor,
obedece, haz lo que quiere el corazón de la madre, del padre,
porque es su don, porque es su merecimiento� porque a ellos les
corresponde el servicio, la obediencia, el respeto�, �no te rías,
no te burles, no hagas bromas del anciano o de la anciana o del
enfermo, del de boca torcida, del ciego��, �si te burlas de la
gente, no saldrás humano��

La madre enseñaba a sus hijas la forma correcta de hablar, de


caminar, de mirar y de arreglarse.

Entre los indígenas había una vigilancia muy estricta de la


castidad; las relaciones fuera del matrimonio se sancionaban
severamente. Una vez que un joven encontraba a su pareja y
se quería casar, lo más común era que tuviera una sola mujer.
Sólo a los jefes de alto rango, les estaba permitido
relacionarse con varias mujeres.

India, la familia es lo primero

En India podría decirse que la familia es más importante que el


individuo aislado. Para los más tradicionales, el individuo es un
concepto venido de occidente, de sociedades que podríamos
considerar más egoístas o más aisladas.
En este país, solamente un sadhu carece de familia. Forma parte
de su renuncia con el mundo material. Todo el mundo tiene una
familia o, en segundo paso, pertenece a una casta cuyos intereses
están por encima de los propios.

La familia extensa.
La familia directa, o joint family en inglés, es el primer núcleo social
y el más importante. Está conformado por el hombre ‘cabeza de
familia’ o patriarca y su mujer, sus hijos, las esposas de sus hijos
y los hijos de estos. Y también hijas o hijos que no se hayan
casado todavía, tías, abuelos, etc.
Así, en una misma casa pueden vivir decenas de personas,
miembros de la misma familia.

Aquí, la familia pone todos los ingresos en común. El ‘patriarca’ y


su mujer recogen todo el dinero entrante y administran toda la
economía según su criterio. Esto es importante en un país donde
la tasa de paro es muy elevada y donde los ancianos no reciben
jubilación.

A veces, cuando el patriarca muere o no puede sostener la


responsabilidad familiar, la familia se divide entre cada hijo con su
respectiva familia, o bien el hijo mayor toma el relevo.

Lógicamente, la vida y las sociedades van cambiando y no


siempre se conserva este modelo tradicional ni encontramos a
todos los miembros de una familia viviendo en el mismo techo. Sin
embargo, esta unión familiar siempre permanece como lo más
importante y, aunque vivan separadas, nadie olvida que forma
parte de una unidad familiar más amplia. Siempre se unirán en las
grandes ocasiones, o viajarán juntos cada año.

El matrimonio.
Siguiendo el modelo tradicional, tras el matrimonio el hijo continúa
viviendo en casa de sus padres y su esposa viene a vivir con la
familia del marido. Puede decirse que deja atrás su pasado y
pasa a formar parte de su nueva familia, a todos los efectos. Allí
vivirán y tendrán descendencia, conformando una familia ‘extensa’
entre los padres, hijos y sus mujeres, hijos (nietos), etc.

Visto así, el matrimonio no es sólo una relación entre


individuos sino entre familias. De ahí que la responsabilidad de
elegir marido o mujer recae más sobre las familias que sobre los
propios novios, y de ahí la importancia de elegir a alguien muy
‘compatible’ atendiendo a su horóscopo, su casta, su procedencia,
etc. ya que pasa a convivir bajo el mismo techo familiar.

Por cierto que la ley exige que el novio tenga más de 21 años y la
novia más de 18 para celebrar una boda, aunque son frecuentes
los matrimonios prematuros, incluso entre niños.

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Cada uno por su nombre.


Es curioso conocer que, basándose en este modelo de familia, se
ha desarrollado un lenguaje específico para identificar a todos los
miembros de la familia. Si para nosotros la palabra ‘tío’ es bastante
unívoca, para un indio se divide en cuatro formas o palabras: ‘tau’
o hermano mayor del padre, ‘chacha’ o hermano mayor del padre,
‘mausa’ o hermano de la madre, ‘phupha’ o marido de la hermana
del padre. Lo mismo pasa con ‘cuñado’…
Conocer la correspondiente forma de llamar a cada miembro de la
familia según su parentesco contigo es especialmente importante,
ya que se considera de mala educación llamar, por ejemplo, a los
mayores por su nombre, especialmente si son de la familia de tu
cónyuge. Así por ejemplo la mujer no llamará a su suegro por su
nombre sino como ‘padre de…’ y el nombre del hijo mayor.

El roce hace el cariño.


En una sociedad donde predomina el matrimonio concertado, se
antepone el interés familiar al personal. Primero vendrá el
matrimonio, luego el amor.
Podemos imaginar lo complicado que nos resultaría esto,
especialmente para la mujer, que abandona sus raíces para ir a
convivir con una familia totalmente nueva que apenas conoce
(salvo por alguna reunión previa y los momentos organizados para
encontrarse con su futuro esposo).
Y, cabe imaginarse también que, en una enorme familia que
convive bajo el mismo techo, también hay más oportunidades para
el amor o para el conflicto…

Hay una metáfora india que viene a explicarlo muy gráficamente:


Hay dos clases de erizos. Unos duermen juntos y otros separados.
Los erizos que duermen separados son como la familia occidental:
no se molestan entre sí, no se pinchan, pero pasan frío. Los que
duermen juntos no pasan frío, pero se pinchan unos a otros todo el
rato.

**Animamos a los lectores a ver alguna película de Bollywood para


descubrir este modelo familiar. Prácticamente en todas podrán
contrastarlo.

Sobre el autor: David Martín es colaborador de Sociedad


Geográfica de las Indias. Fascinado por India, sus gentes y su
diversidad, David colabora con Sociedad Geográfica de las Indias
desde 2008, haciéndolo compatible con su trabajo en
organizaciones como Unicef o Amnistía Internacional.

El amor cortés
es particularmente conocido y estudiado como una rama de la
literatura medieval, especialmente francesa, inspirada por el
espíritu cortés, es decir, una "erótica" fundada en la sublimación de
la dama.

El amor cortés surge en el siglo XI en la Francia occidental a


manos de Guillermo IX, duque de Aquitania, quien firma los
documentos más antiguos que se han encontrado. En ellos se
localizaban ya los elementos y las tramas así como la concepción
del amor que posteriormente caracterizaría el amor cortés.
En los comienzos el tono de los poemas era altamente erótico,
incitado por la pasión carnal entre un hombre y una mujer. Con el
paso de tiempo y la refinación de la técnica, esa relación entre
ambos fue transformándose en amor, en un juego secreto entre
una mujer y un hombre que llega a alcanzar el estado máximo de
virtuosismo.
Eran unas composiciones poéticas, escritas en lenguas
vernáculas- destacan entre otras la lengua de oc, la primera
utilizada- para ser cantadas por los trovadores, poetas con mucho
de músicos, que marchaban de pueblo en pueblo cantando las
bondades y desdicha que provocaba el amor imposible, el que se
daba entre una mujer casada y un caballero soltero. Así los
personajes y la trama de esa relación se repetían en todas las
historias que se han conservado. Es una copia de las relaciones
de vasallaje de la sociedad pero entre hombre y mujer: un joven
caballero, la mayoría de las veces célibe, se enamora
perdidamente de una "dama", mujer casada y por lo tanto de
mayor edad quien podía tener el mismo o mayor rango social.
Ella siempre es descrita como una mujer muy bella e inteligente,
capaz de embaucar con una simple mirada a cualquier hombre
que tenga delante. Él, vasallo de su señor, quiere conquistar a la
mujer por sus cualidades y no por la fuerza, como lo harían los
plebeyos. Se humilla ante ella quien siempre toma de la decisión
de aceptar o no su amistad y su
amor.

Ese "amor" que siente por la


dama no es sino un fuerte
deseo sexual alimentado por el
reto que supone conseguir a
una mujer que pertenece a otro
hombre - normalmente su
señor-. Es por tanto un amor
infiel, que nunca es sinónimo de
matrimonio- es decir, no es el fin
último- sino de encuentro
pasional. Pero, ¿se producía a
consumar la relación adúltera?
Los trovadores no llegaron a
ese punto sino que describían
momentos que podían tener un
doble significado, de los que no
producía realmente el encuentro? ¿Llegaban a consumar la relación
adúltera? Los trovadores no llegaron a ese punto sino que describían
momentos que podían tener un doble significado, de los que no sólo
era posible deducir ese encuentro sexual. Hoy en día la teoría que
más fuerza cobra es aquella que los interpreta como encuentros
platónicos.

Así lo entiende Duby quien asegura que es precisamente en esto


donde el amor cortés desvela su verdadera naturaleza: la onírica. El
amor cortés concedía a la mujer un poder indudable pero mantenía
ese poder confinado en el interior de un campo bien definido, el del
imaginario y el juego. Por tanto primaría la razón frente a los
sentimientos. Bajo esta teoría es donde se sitúa la idea de hegemonía
de la mujer respecto al varón y es que ella lo hace mejor persona y le
ayuda a cultivar virtudes como la paciencia, la contención o el dominio.

Es el sentido de cortesía y caballería, de nobleza y vasallajes así


como de servicio permanente y desinteresado, lo que induce a las
clases altas a imponerlo como un código de conducta que llega
incluso a modificar las reglas de comportamiento, del amor y de la
visión de la mujer hasta el Renacimiento, debido a que la ubica en
mejor condición y crea entorno a ella una obligación de trato similar a
la que se la otorga en los poemas.
(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón)

El amor cortés (1), tan significativo durante toda la baja Edad


Media, surge en la Provenza de fines del siglo XI sin que hasta
el momento se haya logrado explicar satisfactoriamente por
qué precisamente en ese lugar. Se ha hablado del
florecimiento de la vida de la corte y de una nobleza más
refinada; también de que hubo un mayor acceso a la cultura; o
bien de que “una caballería indigente, sin tierras [...], carente
de ubicación en la jerarquía territorial del feudalismo”, se
convirtió en la predestinada a ser amante de esposas ajenas
(2); asimismo, de que los “menestrales” de antaño lograron
incorporarse al estrato nobiliario y, como buenos arribistas,
desearon marcar una distinción entre ellos y las capas
populares, etc. Sin embargo, es posible hallar varios de estos
aspectos en otras regiones, y por sí solos no sirven para
comprender del todo el porqué de la formulación amorosa
cortés precisamente en Provenza. Pero la realidad es que allí
empieza, y ello quizá se deba al hecho —como pudo suceder
en otra parte que tuviera refinamiento cultural y una paz
relativa— de que fue a un grupo de individuos de la zona
(originalmente, pudo ser un solo sujeto), nobles o de alguna
forma asociados con la nobleza, a quienes se le ocurrió darle
un cauce ético a su libido mediante la formulación —con
diversos elementos culturales que tenían a la mano— de las
características del amor y del porqué de éste (probablemente
eligieron un género lírico). La idea se propagó localmente y se
le incorporaron más préstamos culturales, hasta que se llegó
al establecimiento de un sistema dinámico; éste continuó
difundiéndose ya por toda Europa —dado que el ambiente
era propicio—, y adquirió —visto globalmente— ciertas
particularidades según la época, el lugar, la corriente literaria,
etc.
En términos generales, es posible decir que el amor
cortés constituye una reacción de un sector de la sociedad
contra la valoración negativa de la tendencia sexual humana;
en otras palabras, se reconoce y se asume el propio erotismo,
y se enaltece al asociarlo con el amor mediante un código que
no dudo en calificar de ético. Tal código, cuyos elementos no
son inmutables, adopta obvias características del mundo en el
que surge, esto es, que provienen de las concepciones feudal y
católica. Ahora bien, cabe señalar que el amor cortés no se
armoniza con muchos de los dictados de la cultura oficial; es
más, conforma una ideología alternativa, en principio
subversiva, pero que se mediatiza de diversos modos. Fue
parte, ciertamente, de las propuestas ideales de la nobleza;
pero en la vida diaria imperó —aunque no sin problemas— la
normatividad oficial.
Del feudalismo procede la consideración del servicio
de amor. Se da una transposición del concepto de vasallaje al
amante, y la dama se convierte en “señor”; y tal como sucedía
en la realidad, este siervo de amor se sitúa en un nivel inferior
jerárquicamente. Es más, la dama se concibe como un ser
lleno de perfecciones y, en este sentido, moralmente superior
al hombre (3). Incluso se llega a decir que Dios creó a la mujer
de mejor material que al hombre (4); que la creó como
muestra de su saber y poder, para darnos a conocer quien es
Él, y que por tanto ella es reflejo de la Suma Belleza; y ya en el
dolce stil nuovo, que posee “donne angelicatte” o que su
naturaleza es celestial (fue elegida de entre los ángeles) (5).
Desde luego, si la mujer es a tal grado excelsa (6),
amarla implica el propio ennoblecimiento y superación (7). Y
amar, además, tiene una carga absolutamente positiva —
como principio moral propio de los virtuosos— que la misma
religión se encargó de difundir —aunque para ésta, el
sentimiento debe ir dirigido a Dios. Como se observa, los
teóricos del amor cortés fueron lo suficientemente inteligentes
como para validar moralmente, y así justificar, el libre
acercamiento entre hombres y mujeres —o más precisamente,
de ellos hacia ellas.
Los postulados referentes a la condición femenina
conllevaron una positiva revaluación de la mujer, como nunca
antes se había dado, y ello constituye una de las revoluciones
culturales más notorias de la historia humana. Sin embargo,
desde mi perspectiva, el hombre sigue estando en el centro.
En efecto, en las realizaciones concretas, en la literatura
propiamente, si a alguien se ensalza es al amador; no en
balde, comúnmente los protagonistas son del género
masculino. Los escritores subliman el sentimiento del varón, y
enfocan su atención a la magnificencia del amor de éste (8). La
dama ocupa un lugar secundario, además de que puede ser
arbitraria, susceptible de error y “sin merced” —esta última
característica, dicho sea de paso, me parece que tiene que ver
con la incidencia de valoraciones sociales muy reales en los
textos ficticios (caso de la importancia de la virginidad, del
concepto de “honra”, etc.) (9).
Cabe puntualizar que tanto la ideología como la
práctica religiosas proporcionan al amor cortés innumerables
elementos, sean palabras, conceptos, fórmulas, ritos, etc. que,
al emplearse en función de la amada, logran su divinización.
Esto es lo que se conoce como “religión de amor” y que tanto
escandalizó a moralistas no sólo de esa época. La adopción de
términos y ritos cristianos coadyuvaron a la codificación del
amor, lo dotaron de una estructura conocida y que resultó
sumamente atractiva en el ámbito secular (10). La
dignificación del sentimiento amoroso en un sistema lógico es
lo que explica la religión de amor, y no hay en ésta
conscientes propósitos irreverentes o blasfemos ni la
suplantación de un credo por otro (eros por agape), aunque en
ocasiones así parezca. Y es que los escritores inscritos en la
corriente cortés llegaron a tales extremos de exaltación que
hacen a Dios cómplice en el amor, o identifican sus
características con las de la amada, o incluso la llaman su
“dios”.

La aplicación de elementos cristianos al amor, ha


conducido a aseveraciones como la siguiente, que no es
extensiva a la “mayoría” de los investigadores del tema:
Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio
Académico” de Cemanáhuac, III: 35 [junio 1997], p. 1

para la mayoría de los estudiosos del amor cortés


éste es un sentimiento no cristiano, lo cual
supone la anómala existencia de una corriente
amorosa herética en una sociedad
profundamente cristiana (11).

No hay tal corriente herética y menos “un sentimiento


no cristiano”, sino sólo el enaltecimiento del amor y del
objeto amado, el empleo diferente de un material
conocido, y “picantes juegos de palabras sin mayor
alcance” (12). Si se da algún sacrilegio (y hay muchos),
éste no resulta de una decisión voluntaria, mas del
simple exceso.
Otra de las características que hay que destacar es la
conceptuación del amor como un fenómeno volitivo y
libre. Así, el servicio se otorga porque se desea hacerlo,
sin que haya una carga de obligatoriedad en ello. La
dama, asimismo, es libre de corresponder o no al
amante, o dicho en otros términos, de conceder el
“galardón” —que el hombre con frecuencia solicita,
aunque no debiera hacerlo. Ahora bien, ¿qué implica tal
galardón? A. J. Denomy señala que, en su forma pura,
significa simplemente que la mujer acepta el amor del
caballero (13); que le brinda un bons semblans o, en
palabras de Diego de San Pedro, lo trata “sin aspereza”
y le muestra “buen rostro” (14). Pero la amplitud del
vocablo es ciertamente mayor, y con mucha frecuencia
encierra un sentido de recompensa sexual. Y es que el
amor cortés lleva implícito el goce erótico concreto
(sensorial y físico) como retribución, por más que un
sector de la crítica haya creído que en él sólo hay deseo
de alcanzar la unión de dos almas, por ser un “amor
platónico”, exclusivamente ideal (15).
A mi juicio, es innegable la búsqueda del goce
erótico en el amor cortés, sea con consumación o sin ella
(16). Veo al amor cortés como una corriente dinámica
bastante compleja, y en cuanto tal, posee diversas
vertientes. Una de ellas sería (al menos teórica y
literariamente) la exacerbación del deseo, al extremo de
la contención o abstinencia; otra —también exitosa
literariamente y creo que más en la práctica— conlleva
la realización del acto carnal. Ambas son absolutamente
sensuales, y la primera quizá hasta tenga un dejo de
perversión. Estas dos vertientes corteses, tal vez en
involuntaria síntesis, las presenta Andreas Capellanus
en los conceptos de “amor purus” y “amor mixtus”:
El amor “puro” es el que une los
corazones de dos amantes con toda la fuerza de
la pasión; consiste en la contemplación del
espíritu y de los sentimientos del corazón;
incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto
físico [...] con la amante desnuda, con exclusión
del placer último, pues éste está prohibido a los
que quieren amar puramente.

Se llama “amor mixto” al que incluye


todos los placeres de la carne y llega al último
acto de Venus. [...] éste también es un amor
verdadero y digno de elogio; incluso se dice que
es causa de todo tipo de bienes aunque por él
amenacen muy graves peligros (17).

Asociada con los juegos eróticos concretos que


se dan en el amor cortés correspondido, el cual
frecuentemente posee un carácter extramarital, se halla
la prescripción del secreto.
En efecto, desde la poesía
provenzal se exige la
discreción del amador; a la
dama, ni siquiera se le
solicita, como si su silencio
al respecto se
sobrentendiera (18).. Según
Peter Dronke, la insistencia
en guardar en secreto las relaciones amorosas se debe a
la consideración de que el amor no debe ser profanado
por el mundo exterior, y no tiene que ver con ninguna
naturaleza ilícita (19). Nuevamente nos encontramos
ante una posición exageradamente idealista que se
viene abajo por los innumerables ejemplos que indican
que el amante debe callar para no “escurecer la fama de
la que sirviere” (20), para cuidar la honra femenina. Si
el amor no implicara juego erótico y/o relación carnal,
no habría lugar a la deshonra ni a la necesidad del
secreto; más bien, sería un honor causar tan inocente
pasión. Pero no, se oculta porque hay que proteger a la
amada; y no sólo de la pérdida de su “fama”, sino
también en varios casos hasta la de sus bienes y, en el
límite, la de su vida y la de la propia. Este último
comentario encuentra sostén en el carácter adulterino
que adquiere el amor en la pluma de muchos
pensadores y literatos. Sin embargo, no puede decirse,
con C. S. Lewis, que es “rasgo fundamental en el amor
cortés [...] el adulterio” (21). Éste es uno de los
elementos que se discuten en el interior de ese sistema
dinámico que es el cortés. Tuvo éxito en las creaciones
provenzales, en varios romans caballerescos, Boccaccio
lo emplea para su Fiammetta, etc.; pero en la península
Ibérica, por ejemplo, no es del todo común.
Si el amor no siempre es adúltero en todas las
representaciones literarias, muy frecuentemente sí es
extramarital. La más contundente exposición de la
imposibilidad de que se dé el amor entre esposos se
encuentra en el libro de Andreas Capellanus, donde se
asienta que la libertad amorosa se halla contrapuesta a
la obligatoriedad que conlleva el matrimonio:

[…] decimos y afirmamos [indica la condesa


María de Champaña], [...] que el amor no puede
extender sus fuerzas entre dos esposos. En efecto,
los amantes se dan todo gratuitamente el uno al
otro y sin que una razón lo obligue; en cambio,
los esposos están obligados, por el deber, a
satisfacer sus mutuos deseos y a no negarse nada.
[...]

[...] una regla de amor dice que ninguna mujer


casada podría obtener el premio del rey del
amor, a menos que esté enrolada al margen del
matrimonio. En cambio, otra regla del amor
enseña que nadie puede amar a dos personas a la
vez. Con razón, pues, el amor no podrá extender
sus derechos entre los casados. Todavía otra
razón parece oponerse a éstos: [...].
Así que nuestro juicio, que ha sido emitido
con extrema moderación [...], sea considerado por
vosotros como una verdad indudable y eterna
(22).

La disociación amor/matrimonio es
perfectamente comprensible si se considera que, en el
uso oficial, el casamiento entre miembros de las capas
superiores es sólo “un contrato más, un acto
político-económico en que el interés del clan familiar es
el factor decisivo, y en el que el «amor» no tiene papel
alguno” (23); además, para la realización de este
contrato, poco tienen que ver los contrayentes (24). Así
las cosas, el amor cortés viene a implicar una afirmación
de la individualidad: la elección y la entrega son libres y
voluntarias. Sin embargo, al igual que en otras épocas y
en otros reinos, no hay unanimidad de opiniones (25).
Así como Chrétien de Troyes presenta la posibilidad de
que haya amor entre esposos (en Cligès, Yvain, Erec et
Enide) (26), también hay autores hispanos que, de
diferentes maneras, defienden tal posición (27).
Otro de los rasgos del amor cortés es su carácter
monógamo, el cual resulta de la idea de que la fidelidad
(o la “constancia”) es intrínseca al verdadero amor.
Ambos conceptos derivan de la cultura occidental y, en
ella, de la mentalidad feudal —puesto que se impone el
primero (que el amor cortés, cuando es adúltero,
socava) y se aplaude el segundo (sobre todo, en la
formulación del vasallaje). La diferencia estriba en que
la monogamia y la fidelidad ni son exigencia ni tienen
que ver con intereses económicos o de preservación de
(Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio
Académico” de Cemanáhuac, III: 35 [junio 1997], p. 2)

linaje o de cualquier otra índole; por el contrario,


supuestamente surgen de forma natural y se otorgan de
manera gratuita (28).
Una característica más es que el amor es una
“pasión innata”, que se dispara por la “percepción” de
lo hermoso. Ahora bien, cuando en los textos se habla
de belleza, la mayoría de las veces a lo que se hace
referencia es a los atributos físicos. Pero ello no implica
que no la haya en el aspecto moral. En efecto, producto
fundamentalmente de la incidencia del neoplatonismo,
en la Edad Media usualmente se asoció lo bello con lo
bueno, y el amor cortés, en este punto, no es
excepcional. A tal idea, por otra parte, no le faltan
apoyos provenientes de la teología cristiana; por
ejemplo, san Pablo en su Epístola a los Romanos señala
que por las obras visibles, se conocen las invisibles de
Dios.
Una norma cortés que falta señalar, es que el
amor se solicita y se otorga conforme a ciertos pasos. El
hombre enamorado debe cumplir varias etapas, el
contenido de las cuales varía de acuerdo con los autores
que las mencionan. Lo mismo sucede con la amada,
quien ha de responder con un orden preestablecido. Lo
que queda claro, pues, es que hay que llevar a cabo un
rito.
No quiero concluir este artículo sin indicar que
el amor no correspondido produce una enfermedad de
índole melancólica, que afecta la vitalidad de quien la
sufre (vapores venenosos “suben”, puesto que son
producidos por la concupiscencia, e inflaman el
cerebro). La verdad de este mal mental es indudable, y
hasta los moralistas tienen que aceptarla. Varios
manuales médicos describen el padecimiento con
amplitud y señalan las posibles curas (la muerte del
paciente puede sobrevenir si éstas no se llevan a efecto).
El nombre técnico es “hereos”. Baste con lo dicho, es de
todos sabido cuánto se explota el mal y su
sintomatología en la literatura, pues con cierta
frecuencia el amor cortés no logra realizarse (con lo que
se vuelve trágico hasta la enfermedad —y a veces, la
muerte) (29).
(Lillian von der Walde Moheno, “El amor cortés”, en “Espacio
Académico” de Cemanáhuac, III: 35 [junio 1997], p. 3)

http://m.monografias.com/trabajos/antrofamilia/antrofamilia.shtml

http://es.m.wikipedia.org/wiki/Matrimonio

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