Justicia Qué Es El Bien Común Material Página de La Obra
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Sumario
1. Definición del bien común
2. Responsabilidad de todos
3. La comunidad política
4. El destino universal de los bienes
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sociedad • Empresa y bien común en el mensaje de san Josemaría • Libro
electrónico gratuito: el Compendio del Catecismo de la Iglesia
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Los ciudadanos deben, en cuanto sea posible, tomar parte activa en la vida
pública. La participación de todos en la promoción del bien común implica,
como cualquier deber ético, una conversión, renovada sin cesar, de los
miembros de la sociedad para acabar con el fraude y otros subterfugios
incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso ocuparse del
desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de la vida humana.
El bien común exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de
aquellos que ejercen la autoridad. Comporta tres elementos esenciales:
Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura,
encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas
humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples
cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa
impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a
que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor. Es Cristo que
pasa, 111
Para actuar siempre así, como esas madres buenas, necesitamos olvidarnos
de nosotros mismos, no aspirar a otro señorío que el de servir a los demás,
como Jesucristo, que predicaba: el Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir. Eso requiere la entereza de someter la propia voluntad
al modelo divino, trabajar por todos, luchar por la felicidad eterna y el
bienestar de los demás. No conozco mejor camino para ser justo que el de
una vida de entrega y de servicio. Amigos de Dios, 173
Cuaresma 2010, el Papa: "Revisemos
nuestra vida"
El Papa, en su mensaje cuaresmal, sugiere una reflexión sobre la
justicia, a la que todos tenemos que contribuir difundiéndola en
nuestro entorno. Proponemos también un texto sobre el origen de la
imposición de la ceniza.
22/02/2010
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Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera
revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año
quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia,
partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado
por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).
Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo
suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene
más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia
en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo
gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios,
que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle.
Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús
mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud
que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la
muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos,
de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser
humano todo “lo suyo” que le corresponde.
Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín:
si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia
humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX,
21).
Justicia y Sedaqad
En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo
entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y la
justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo
indica la virtud de la justicia: sedaqad,.
Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el
israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de
su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley
a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo.
Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo
muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que
corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo
suyo”?