Amor y Noviazgo
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Carolina era miembro de su iglesia y se veían frecuentemente en los servicios. ¡Había algo diferente en
esa chica! Estaba completamente entregada al Señor y era totalmente desinteresada—siempre pensaba
en los demás. Cuando Roberto estaba con ella, pensaba en cosas grandes y tenía grandes sueños. Sentía
el deseo de salir y hacer cosas para los demás y para su Señor.
Pero también existía Susana. Ella era vecina de Roberto y habían crecido juntos. Le resultaba fácil hablar
de cualquier tema con Susana. Era agradable y divertida. Lo mejor de todo es que ella lo comprendía.
Cuando necesitaba consejos y deseaba hablar de algún problema con alguien, Roberto iba directamente
a ver a Susana. Aunque le interesaba profundamente, Roberto nunca la había besado. Incluso nunca
había tenido el deseo de besarla. Su amor por Susana era un amor de amigos.
La tercera chica en la vida de Roberto era Linda. ¡Era una hermosura! No sólo tenía un rostro bonito,
sino también una figura preciosa. Roberto se sentía orgulloso cuando acompañaba a Linda a una fiesta.
Pero cuando salían a pasear, Roberto no podía pensar cómo conversar con Linda. La atracción era casi
exclusivamente física.
Los tres "amores" de Roberto ilustran el hecho de que hay tres diferentes clases de amor.
La mayoría de los jóvenes sueña con casarse algún día y, por supuesto, desea tener un matrimonio feliz
y de éxito. Pero no es fácil lograr esa clase de matrimonio. La realidad es que uno de cada dos
matrimonios termina en divorcio.
Eso significa que la mitad de los individuos que pensaban estar "enamorados", rápidamente quedaron
desilusionados, amargados, infelices y dispuestos a darse por vencidos en sus matrimonios.
¿Acaso el matrimonio es una gran lotería en la que la mayoría de las personas pierden y terminan
odiándose los unos a los otros, mientras que unos pocos que corren con suerte logran una buena
relación? No, no es así en absoluto. Hay ciertos ingredientes específicos en un matrimonio feliz.
En un matrimonio feliz hay tres clases de amor. Será de beneficio si las consideramos como tres partes
de una pirámide. (1) La base de la pirámide es una clase de amor especial que llamamos "ágape". La
porción de en medio de la pirámide es el amor de la amistad y la parte de arriba es el amor físico o
sexual. Consideremos estas tres clases de amor. Empezaremos con el amor "ágape".
Amor Agape.
La palabra "ágape" es una palabra griega que se usa para describir cierta clase de amor. La razón por la
que utilizamos esta palabra griega es que no hay una palabra en español que dé a entender bien esta
clase de amor.
¿Qué es el amor ágape? El amor ágape es el amor que da y se sacrifica por lo que es mejor para la otra
persona.
El amor ágape tiene dos características principales: (1) No es egoísta—busca lo que es mejor para la
persona a quien ama y (2) es un amor de compromiso—sigue amando pase lo que pase.
El capítulo 13 de Corintios se llama el "capítulo del amor" porque nos dice cómo actúa el amor ágape.
Así se expresa esa clase de amor:
El amor es sufrido.
El amor es benigno.
El amor no es jactancioso.
El amor no se envanece.
El amor no se irrita.
El amor ágape no es sólo un sentimiento hermoso; es una decisión definitiva de la voluntad. Una de las
cosas sorprendentes del amor ágape es esto: Cuando tú decides amar a una persona sin egoísmo y
comportarte con esa persona con amor, con el tiempo tendrás el sentimiento de amor.
Dios nos ha dado un lugar hermoso donde aprender el amor ágape. Ese lugar es el hogar. Si tú estás
viviendo en casa, Dios desea que tú empieces a mostrar un amor que no es egoísta con los otros
miembros de tu familia.
Dios nos ha dado un lugar hermoso donde aprender el amor ágape. Ese lugar es el hogar.
Recuerda, no tienes que esperar hasta que sientas amor por los demás en tu familia. Puedes decidir
amarles y empezar a comportarte de manera no egoísta con ellos. Esto es un entrenamiento excelente
para el matrimonio.
Cualquier chico o chica puede comportarse de una manera amorosa con la persona con quien planea
casarse. Le conviene hacerlo. Pero una vez que estén casados y que la rutina de la vida diaria se
establezca, su naturaleza básica se expresará. Si son egoístas en su situación familiar presente, serán
egoístas en su matrimonio.
Uno de los errores más grandes que cometen los jóvenes es casarse de prisa porque ya no aguantan
vivir en casa. Pero hasta que tú aprendas a vivir en casa, aceptando y amando a los demás miembros de
tu familia, en realidad no estás preparado para el matrimonio.
Antes de considerar el matrimonio necesitas estar seguro que tienes amor ágape por esa persona
especial y que él o ella también tiene esa clase de amor por ti.
Un matrimonio feliz no es un matrimonio entre dos personas "perfectas" que por casualidad se conocen
y se casan. ¡No existen las personas "perfectas"!
Un matrimonio feliz es un matrimonio entre dos personas imperfectas que se aman el uno al otro con
un amor comprometido que no es egoísta. El amor ágape no es ciego—ve las faltas de la otra persona,
pero las cubre con amor.
Cuando tú amas de verdad a una persona, no intentas cambiarla. La aceptas y la amas tal y como es. El
amor ágape dice: "Te amo, no importa lo que suceda, y siempre te amaré". Puedes ver por qué esta
clase de amor es esencial para un matrimonio feliz y de éxito.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros
El amor ágape no es sólo para el matrimonio. Debemos desarrollar amor ágape por todas las personas.
Cada persona es objeto del amor de Dios. Cada persona es sumamente preciosa para El. Su amor incluye
a todas las personas y el nuestro deber hacerlo también.
Dios nos ha dado el ejemplo perfecto del amor ágape. El dio a Su Hijo para morir en la cruz por personas
pecaminosas como tú y yo. La Biblia dice:
"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros"
(Romanos 5:8).
El amor de amistad.
Ese es el amor y el afecto tierno que tenemos por buenos amigos—personas con las que nos gusta estar.
Debemos tener esta clase de amor tanto por personas de nuestro mismo sexo, como del sexo opuesto.
Debemos tener amor de amistad por nuestros amigos.
Los cristianos deben desarrollar un amor ágape sin egoísmo por todas las personas, pero no todos
pueden ser amigos íntimos. La ilustración de la pirámide muestra cómo los objetos de nuestro afecto
empiezan a disminuir cuando llegamos al nivel de amor de amistad.
Para tener un matrimonio feliz, necesitas tener amor de amistad por tu cónyuge para que puedan
disfrutar estar juntos, hablando y compartiendo cosas el uno con el otro. Un matrimonio sin afecto
tierno entre esposo y esposa no será satisfactorio aunque haya mucha pasión en la recámara.
Este es el amor más especial y más íntimo que comparten un esposo y su esposa. Debemos tener amor
sexual con una sola persona—con la que estamos casados. La pirámide ilustra cómo nuestro afecto se
reduce a una sola persona cuando llega al nivel de amor sexual.
Debemos tener amor sexual por una sola persona - la persona con la que estamos casados.
En el principio Dios creó un hombre y una mujer. Estaban comprometidos el uno al otro para toda la
vida. Este es el diseño de Dios para el matrimonio y para el amor sexual: Un hombre y una mujer
comprometidos para toda la vida.
Dios diseñó las relaciones sexuales tanto como un medio para reproducir hijos como una fuente de
placer. A través de las relaciones sexuales, un esposo y su esposa pueden expresar de manera total su
amor el uno por el otro. Este es uno de los privilegios y bendiciones más grandes del matrimonio.
Para proteger esta bendición del amor sexual dentro del matrimonio, Dios dio este mandamiento: "No
cometerás adulterio".
Este mandamiento prohibe toda impureza sexual. El adulterio es cualquier relación sexual entre una
persona casada y otra persona que no sea su cónyuge. La fornicación es una relación sexual entre un
hombre y una mujer no casados. Tanto la fornicación como el adulterio están prohibidos por Dios, junto
con toda clase de pecado sexual.
Un matrimonio construido solamente sobre el amor sexual fracasará.
Debemos comprender que Dios no se opone a las relaciones sexuales; se opone al uso indebido de las
relaciones sexuales. Después de todo, las relaciones sexuales fueron idea de Dios. Dentro del
matrimonio, son una de las bendiciones más maravillosas que podemos disfrutar. ¡Ese fue el plan de
Dios!
Pero por hermoso que sea el amor sexual, nunca puede ser el fundamento para un matrimonio de éxito.
Muchas parejas intentan construir su matrimonio sobre el fundamento del amor físico o sexual. El
matrimonio quizás dure por un tiempo, pero cuando las tormentas de la vida lleguen, su matrimonio
fracasará. La pareja descubrirá demasiado tarde que no puede edificar un matrimonio feliz y de éxito
con el amor sexual como el fundamento.
Es como una banca de tres patas—¡necesitas las tres patas para no caerte!
Hemos discutido las tres clases de amor—ágape, amistad y amor sexual. ¿Cuál de estas tres clases de
amor crees que se necesita más en un matrimonio feliz? ¡La respuesta es todas! Es como una banca de
tres patas—¡necesitas las tres patas para no caerte!
Sin embargo, es muy importante que estas tres clases de amor se unan en el orden correcto. En primer
lugar, para un matrimonio feliz y de éxito, necesitas tener amor ágape—el amor que no es egoísta y que
desea lo mejor para la otra persona. Después necesitas el amor de amistad—ese amor que permite que
el esposo y la esposa disfruten estar juntos. Finalmente, en un matrimonio feliz hay amor sexual que
satisface.
Desdichadamente, muchos jóvenes ponen énfasis en el amor físico o sexual. Se lanzan a la intimidad
física sin averiguar si tienen amor ágape y de amistad el uno por el otro. Quizás parezca más
emocionante, ¡pero es como intentar construir una pirámide de cabeza! No funcionará.
Una muchacha, cuyo matrimonio duró sólo cinco meses, les explicó la situación a sus amistades diciendo
que su esposo no era capaz de tener amor verdadero. No estaba hablando de amor sexual. Esa había
sido la gran atracción en primer lugar. Además, había cierto amor de amistad, porque les gustaba ir a los
partidos de fútbol juntos y escuchar cierta clase de música.
¿Qué les hacía falta? El amor ágape—la clase de amor que no es egoísta y que busca lo mejor para la
otra persona. Esta clase de amor produce un compromiso y permite que las personas permanezcan
juntas y solucionen sus problemas.
Si tú valoras tu felicidad futura, evita involucrarte físicamente antes del matrimonio. Y no te cases hasta
que estés seguro que tú y tu futuro cónyuge verdaderamente tienen amor ágape y de amistad genuina
el uno por el otro.
Hemos considerado las tres clases de amor como los tres niveles de una pirámide. Pero una pirámide no
se puede construir sobre arena. Necesita un fundamento sólido.
El fundamento sólido para nuestra pirámide es el amor de Dios. Nosotros mismos no podemos amar a
otras personas como debemos. Pero una de las cosas maravillosas que sucede cuando Jesucristo llega a
ser nuestro Salvador es que Dios pone Su Espíritu en nosotros. A través del Espíritu Santo, el amor de
Dios se derrama en nuestros corazones. La Biblia dice:
"…Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado". Romanos 5:5
El amor de Dios en nosotros hace que las cosas funcionen. Hace posible que amemos a otros como
debemos. Nos capacita para amar a nuestras amistades como debemos. Nos permite amar a nuestro
cónyuge como Dios desea que lo hagamos para que nuestros hogares puedan ser como un paraíso aquí
en la tierra.
Necesitamos ser amados
Cada persona necesita ser amada por alguien que le es importante. Como esta necesidad es tan grande
en los jóvenes, muchas veces buscan el amor de maneras equivocadas.
guarda tu corazón
La Biblia dice:
Esto significa que debes guardar tus afectos sobre todo lo demás. No tienes por qué estar "enamorado a
ciegas". No tienes por qué estar tan locamente encaprichado que hagas cosas tontas.
El amor verdadero no es ciego—debes usar tu sentido común al decidir si quieres o no involucrarte con
alguien. No es necesario "enamorarte" de alguien. Puedes decidir no amar a alguien que no sea ideal
para ti.
No tengas prisa. El tiempo es tu mejor amigo al decidir si hay amor ágape verdadero entre tú y otra
persona o simplemente es un capricho o una atracción física.
La siguiente carta de "Patricia" relata la búsqueda de amor de una chica, los errores que cometió y cómo
finalmente encontró el amor que buscaba tan desesperadamente. Patricia dice: "Me hubiera gustado
recibir una carta como esta hace nueve años, pero no la recibí. Estoy escribiendo esta carta en cuanto a
mi experiencia para las adolescentes que desean encontrar el amor verdadero de un hombre".
Estimada jovencita:
Por todos lados observo a personas que se enamoran, aman, crecen con el amor que han encontrado—y
eso me hace sentir más sola. Porque aquí me encuentro, habiendo concebido dos hijos: uno lo regalé y
sola voy a dar a luz a otro. Lo único que quería era amor. Lo único que anhelaba era un hogar y brazos
fuertes que me sostuvieran para que pudiera dormir toda la noche sin despertar. Quería que alguien
estuviera conmigo cuando llegara la mañana.
Cuando tenía quince años, no me imaginaba que los próximos nueve años me traerían tanta desilusión,
soledad y tristeza. Ahora que tengo veinticuatro años, sigo estando sola. Tú estás esperando que el
amor llegue a tu vida, pero yo destruí la esperanza porque nunca estuve dispuesta a esperar. Tenía
tantos deseos de amar que probé todo demasiado pronto, demasiado rápido—y ahora casi no queda
nada.
El temor que tú sientes cuando amas a alguien y le dices: "No" a lo que te pide, y el dolor que podrías
sentir si él te deja por haberte negado, te parece increíblemente devastador ahora—pero el dolor más
grande viene cuando le dices: "Sí" y él se aburre de ti, y dice que no eres la chica con la que se quiere
casar. Quizás no me quieras creer, pero es verdad.
Un hombre que de verdad te ama no pedirá primero tu cuerpo. Primero te pedirá que te cases con él.
Querrá ser el que provea para ti y cumpla tus necesidades para que así tú puedas poner en él tu
confianza y los secretos de tu alma. El apreciará la hermosura sagrada de tu regalo y lo cuidará con la
ternura de un hombre que aprecia una perla que ha estado buscando por largo tiempo.
Valórate a ti misma, porque eres muy preciosa. No te vendas. Cualquiera que sea el precio, el amor que
no está comprometido y dispuesto a esperar—no vale la pena.
Esperar quizás te parezca difícil. Piensas eso porque sigues siendo joven y eres impaciente como una
niña. Aprende a ser paciente; es el principio de la auto-disciplina, una lección que se tiene que aprender
tarde o temprano. Entre más pronto aprendas, más gozo tendrás y menos sufrirás. Yo lo sé. He tenido
que aprender ahora, y quisiera haber aprendido antes.
Ahora hay un solo Hombre que me cuida. Ese Hombre es Jesucristo quien me ama así como estoy:
cicatrizada, herida, quebrantada, ya no soy bonita y mis ojos delatan el secreto de mi soledad. Pero sólo
a los ojos de El, sigo siendo una joven fresca con ojos que aún brillan como las estrellas y una sonrisa
que no muestra mi dolor.
Creo que por fin he aprendido que no me puedo vender y salir ganando. Ahora hay sólo Uno al que le
puedo dar mi todo sin que mi regalo se convierta en un sacrificio vano. Ahora hay sólo Uno que sabe
quien soy. Sólo hay Uno que me considera hermosa, y soy de El.
Aprende del amor de El. No aprendas en las calles o en el asiento de un auto. Lo que recibirás allí en el
nombre del amor es un veneno—la perversión de algo sagrado.
Aprende del amor verdadero del que ES amor. El te habló de Su amor hace mucho tiempo, y si puedes
comprender esa verdad sencilla (la que les enseñamos a los niños) comprenderás que El es el
fundamento de todo lo que has anhelado. Dios es amor: Cree esto y permite que esta verdad te lleve
hasta la hermosura de ser verdaderamente una mujer.
Con amor,
Patricia
Dos amores
Construir una relación que durará toda una vida no es tarea fácil.
He experimentado dos clases de noviazgo—una que sigue la mentalidad de esta generación y otra que
está edificada sobre el fundamento firme de los principios de Dios. Hay poco en común, y gran contraste
entre las dos cosas.
Mi primer amor fue un chico que llamaré Samuel.
Mi primer amor fue un chico que llamaré Samuel. Samuel había sido cristiano desde su niñez, y junto
con su familia era responsable por mi conversión. Más allá, sólo había dos cosas que andaban bien en
nuestra relación: ambos somos cristianos, y él es varón y yo mujer.
Puesto que nuestra relación se basaba en la atracción física, fuimos novios por cinco años con los
problemas típicos de celos y egoísmo. Si no hubiéramos estado tan involucrados emocionalmente el uno
con el otro, hubiéramos terminado mucho antes. Nos sentíamos miserables el uno con el otro, pero
igualmente miserables cuando no estábamos juntos. Yo había conocido a Samuel por tanto tiempo que
enfrentar la realidad de un futuro sin una relación con él era como adaptarme a un divorcio o a su
muerte. Terminar esa relación fue terminar todo un capítulo de mi vida.
Sin buscar una nueva relación, un verano conocí a un joven llamado Ricardo. Sucedió que nos
trasladábamos al trabajo en el mismo transporte, por lo que empecé a convivir casi una hora diaria con
él. Al principio intenté conversar normalmente con él, pero después de dos semanas, decidí que o yo le
parecía muy aburrida o él era un ermitaño.
Sin embargo, un día mencioné el juego de tenis, y él empezó a hablar sin parar. Yo estaba tan
sorprendida cuando él me empezó a hacer preguntas en cuanto a la medida de mi raqueta y qué jugadas
prefería, que inventé mis respuestas. ¡Nunca había visto un juego de tenis en toda mi vida!
Cuando me despedí ese día, de repente me di cuenta que había mentido y que al otro día tendría que
confesar la verdad. Pero de alguna manera esa confesión rompió el hielo, y pasamos un lindo verano
conociéndonos el uno al otro.
Desde ese momento en adelante, empezamos a pasar muchas horas conversando en persona y luego
por medio de cassettes. Puesto que nuestra relación no incluía contacto físico (aunque sí había atracción
física) conocimos nuestras metas, sueños y trasfondos. Incluso, sentí que conocía mejor a Ricardo que a
cualquier otro chico—cristiano o no cristiano—porque conocía mejor su personalidad total. Mi emoción
primordial en ese tiempo era de respeto que con el tiempo se convirtió en amor genuino.
El mundo sabe muy poco de esta clase de amor, la clase que dice: "Te conozco bien—conozco tus
puntos fuertes y débiles—y te acepto de todos modos". Cuando nos casamos un año después, los dos
estábamos convencidos de que Dios nos había dado ese tiempo juntos y que nuestra relación había sido
la voluntad de Dios. No fue hasta después del matrimonio que pude apreciar plenamente el significado
de todo.
(Reimpreso del Discipleship Journal, 1983 de los Navegantes. Usado con permiso. Todos los derechos
reservados.)
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