La Semiosis Social Según Eliseo Verón

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LA SEMIOSIS SOCIAL SEGÚN ELISEO VERÓN

Eliseo Verón (1993) se propone construir una teoría que explique el funcionamiento de los
discursos en sociedad, que aclare sus modos de generación, de recepción y de análisis, que
explique su circulación social y que dé cuenta, a un tiempo, de la trascendencia que tiene la
dimensión discursiva en la construcción social de lo real. Para ello, recupera el modelo
ternario del signo propuesto por Charles Peirce y lo aplica, trasponiéndolo, a la red
interdiscursiva infinita que compone la semiosis social.

El modelo de Verón encuentra su ejemplo arquetípico en la circulación del conocimiento


científico. En la producción discursiva de la ciencia, los textos de determinados autores,
temporalmente anteriores, son usados por otros autores como condiciones de producción o
como objetos de análisis para la generación de nuevos discursos, que a su vez serán usados
por otros autores, y así sucesivamente. Así, la construcción social de lo real tiene lugar
discursivamente a partir del encastramiento de discursos anidados infinitamente a través de
una producción histórica y colaborativa de sentido.

Discursos sociales

Existen dos grandes herencias históricas del signo: de un lado, la saussureana, que plantea
un modelo binario o digital (significado/significante), que reenvía a modelos dualistas
anteriores; de otro, el pensamiento ternario o tricotómico de la significación de Peirce
(Interpretante/Signo/Objeto) y de Frege (Sinn/Zeichen/Bedeutung). La primera corriente, que
dio lugar en los años 60 a la semiología francesa, corresponde a un estudio estructural de la
cultura basado sobre el modelo de la lengua y constituye, en tanto, el surgimiento de la
lingüística como ciencia de la lengua. La segunda, que se identifica con la semiótica
anglosajona, permanece ajena a la lingüística y tiene aspiraciones empiristas: al ampliar los
fenómenos de la producción de sentido más allá de la emisión consciente (humana) de
mensajes, se propone como clasificación ontológica de los signos naturales/culturales
presentes en la bioesfera/semioesfera.

Dos herencias del signo.

El surgimiento, en los años 70, del concepto de discurso y, por añadidura, el de la teoría de los
discursos sociales, supone según Verón tres superaciones conceptuales: primero, el discurso
es autónomo respecto de la lingüística, en tanto que se sitúa en un nivel superior de análisis,
pero guarda con ella, sin embargo, una relación de mutua articulación; segundo, abre la

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posibilidad a un pensamiento ternario sobre la significación, que incluye el polo del
interpretante (punto de vista) y da lugar, en tanto, a la noción de productividad de sentido;
tercero, abre el análisis a dimensiones olvidadas por la tradición francesa, a saber: la
materialidad del sentido y la construcción de lo real en la red de la semiosis. A partir de esta
triple superación, la teoría de los discursos funda su vocación traslingüística.

El sentido como producción discursiva

Los fenómenos de sentido: (i) aparecen bajo la forma de conglomerados de materias


significantes y (ii) remiten al funcionamiento de la red semiótica, entendida como sistema
productivo. El análisis de la red semiótica (de sus tres posiciones funcionales:
operaciones/discurso/representaciones) implica una fragmentación del sentido producido a
partir de una extracción segmentada operada dentro del proceso semiótico infinito que tiene
lugar socialmente. El analista accede a estados, que la fragmentación transforma en
productos, que están cargados de huellas generadas por el sistema productivo del que
surgen. Así, el trabajo del análisis, sintetiza Verón, consiste en la reconstrucción de procesos
a partir del estudio de las huellas presentes en los productos.

La teoría de los discursos sociales descansa sobre una doble hipótesis de los modos de
funcionamiento de la semiosis social (entendida como la dimensión significante de los
fenómenos sociales): de un lado, toda producción de sentido es social (es decir, todo proceso
significante descansa sobre condiciones sociales de producción); de otro, todo fenómeno
social contiene un proceso de producción de sentido (es decir, todo funcionamiento social
tiene una dimensión significante constitutiva).

Este doble anclaje (del sentido en lo social y de lo social en el sentido) solo asume relevancia
si se sitúa en el nivel de los funcionamientos discursivos, esto es, si se considera la producción
de sentido como eminentemente discursiva. Esto quiere decir que es solo en el nivel de la
discursividad donde el sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los fenómenos
sociales develan su dimensión significante.

La teoría de la producción de sentido es, por tanto, uno de los capítulos fundamentales de
una teoría sociológica: es en la semiosis donde se construye la realidad de lo social. De este
modo, sostiene Verón, el análisis de los discursos sociales abre el camino al estudio de la
construcción social de lo real.

Toda producción de sentido tiene una manifestación material. Esta materialidad es el punto
de partida de todo estudio empírico de la producción de sentido. Partimos de paquetes de
materias sensibles investidas de sentido, productos identificables sobre un soporte material
(texto, imagen, cuerpo, etc.) que son fragmentos de la semiosis. Lo que llamamos discurso,
por ende, es una configuración espacio-temporal de sentido.

La teoría de los discursos sociales

Las condiciones productivas de los discursos sociales tienen que ver (i) con las
determinaciones que restringen su generación (las condiciones de producción) y (ii) con las
determinaciones que limitan su recepción (las condiciones de reconocimiento). Entre estos
dos conjuntos de restricciones, circulan los discursos sociales en la red semiótica.

Una consecuencia de este punto de partida es que un objeto significante dado no es


inmanente ni puede analizarse aisladamente: debe entrar siempre en relación con sus
condiciones productivas. El análisis de los discursos, así, consiste en la descripción de las
huellas de las condiciones productivas, sean las que tienen que ver con su generación o con
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su recepción. Un objeto significante, en sí mismo, admite una multiplicidad de análisis y
lecturas: solo deviene legible en relación con algo que no está en el objeto mismo, es decir,
con criterios que se deben explicitar y que tienen que ver con sus condiciones productivas
(sea en producción o en reconocimiento).

Los objetos que interesan al análisis de los discursos, por lo tanto, son sistemas de relaciones
que todo producto significante mantiene con sus condiciones de generación y con sus
condiciones de reconocimiento. Esta distinción entre ambos tipos de condiciones es
puramente metodológica y no ontológica: tanto de un lado como del otro de la semiosis,
tenemos siempre discursos cargados de sentido.

Para abordar la semiosis social por medio del análisis, hay que tener en cuenta que existen,
de uno y otro lado, reglas de generación y reglas de lectura: en el primer caso, se habla de
gramáticas de producción y, en el segundo, de gramáticas de reconocimiento. Las reglas que
componen estas gramáticas describen operaciones de asignación de sentido: estas
operaciones consisten en la búsqueda de marcas presentes en la materia significante. Se
habla de marcas cuando la relación entre las propiedades significantes y sus condiciones
productivas no es clara; en cambio, se habla de huellas cuando la relación queda claramente
establecida.

La semiosis social infinita

Tanto desde un punto de vista sincrónico como diacrónico, la semiosis social es una red
significante infinita. En todos sus niveles, tiene la forma de una estructura de
encastramientos. En este sentido, la producción de conocimiento por parte de un sujeto no
puede separarse de una red social de sentido de la cual forma parte: el conocimiento (por
ejemplo, la ciencia) es un efecto de sentido cuya naturaleza solo puede ser aclarada si se
sitúa en la red infinita de discursos entrelazados. El conocimiento, ubicado en el interior de
esta red semiótica, es un fenómeno intersticial. El sujeto no es el soporte de ese saber, en
tanto que solo hay conocimiento cuando el discurso del sujeto se encuentra “atenazado”
entre sus condiciones discursivas de producción (que él efectúa) y sus condiciones
discursivas de reconocimiento (que él abre y que dependen, siguiendo a Peirce, de lo “que
será más tarde”).

Esquema de relaciones triádicas de la red discursiva

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Esquema de las relaciones
triádicas en la teoría de los discursos sociales de Eliseo Verón.

Este modelo contiene dos veces el gráfico triádico de Peirce. Considerado en relación con
sus condiciones productivas de producción, (Di) es el interpretante de estas condiciones y lo
es en la medida en que constituye a (Oi) como su objeto. Considerado en relación con sus
condiciones productivas de reconocimiento, (Di) es signo de su objeto y R(Di) deviene
interpretante. Si se toma en cuenta aisladamente la relación binaria (D i)-(Oi), (Oi) es objeto
inmediato del discurso (Di). Pero insertado en la relación triádica [P(Di)-(O)-(Di)], (O) es objeto
dinámico, ya que esto significa que hay otros discursos que hablan de mi objeto y, por tanto,
que mi objeto desborda (excede) mi discurso. Permaneciendo prisionero de esta clausura
semiótica, reencuentro, concluye Verón, en la red interdiscursiva, el espesor de lo “real”.

La pretensión del analista de los discursos sociales es, justamente, escapar por un momento
de esta red interdiscursiva al tomar a los discursos analizados como objetos (O i) y no como
condiciones de producción P(Oi) ni como discursos en sí mismos (Di). Es decir, generar un
discurso de análisis que funcione como metadiscurso del discurso-objeto analizado.

Bibliografía

Verón, Eliseo. 1993. La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad.


Barcelona: Editoral Gedisa.

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