Cev - Sufrir La Guerra y Rehacer La Vida - Digital - 2022

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HAY FUTURO

si hay verdad
INFORME FINAL

Comisión para el Esclarecimieto


de la Verdad, la Convivencia
y la No Repetición

SUFRIR LA GUERRA
Y REHACER LA VIDA
Impactos, afrontamientos y resistencias
HAY FUTURO
si hay verdad
INFORME FINAL

SUFRIR
LA GUERRA
Y REHACER
LA VIDA
IMPACTOS, AFRONTAMIENTOS Y
RESISTENCIAS
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia

Colombia. Comisión de la Verdad, autor


Hay futuro si hay verdad : Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición. -- Primera edición. -- Bogotá : Comisión de
la Verdad, 2022.
11 tomos en 24 volúmenes : ilustraciones, diagramas, fotografías y mapas a color.

Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-958-53874-3-0 (Obra completa impreso)


ISBN 978-958-53874-8-5 (Tomo 5 impreso)
ISBN 978-628-7590-18-2 (Obra completa digital)
ISBN 978-628-7590-21-2 (Tomo 5 digital)

Tomo 1. Convocatoria a la paz grande: declaración de la Comisión para el


Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición -- Tomo 2. Hallazgos
y recomendaciones de la Comisión de la Verdad de Colombia -- Tomo 3. No matarás:
relato histórico del conflicto armado interno en Colombia -- Tomo 4. Hasta la guerra
tiene límites: violaciones de los derechos humanos, infracciones al derecho internacional
humanitario y responsabilidades colectivas -- Tomo 5. Sufrir la guerra y rehacer la vida:
impactos, afrontamientos y resistencias -- Tomo 6. Cuando los pájaros no cantaban:
historias del conflicto armado en Colombia, tomo testimonial -- Tomo 7. Mi cuerpo
es la verdad: experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado
-- Tomo 8. No es un mal menor: niñas, niños y adolescentes en el conflicto armado
-- Tomo 9. Resistir no es aguantar: violencias y daños contra los pueblos étnicos de
Colombia -- Tomo 10. La Colombia fuera de Colombia: las verdades del exilio -- Tomo
11. Colombia adentro: relatos territoriales sobre el conflicto armado -- Tomo 11. vol.
1. Ensayo introductorio -- Tomo 11. vol. 2. Amazonía -- Tomo 11. vol. 3. Antioquia,
sur de Córdoba y Bajo Atrato chocoano -- Tomo 11. vol. 4. Caribe -- Tomo 11. vol.
5. Eje Cafetero -- Tomo 11. vol. 6. Frontera nororiental -- Tomo 11 vol. 7. Magdalena
Medio -- Tomo 11. vol. 8. Nariño y sur de Cauca - Tomo 11. vol. 9. Orinoquía -- Tomo
11. vol. 10. Pacífico -- Tomo 11. vol. 11. Región Centro -- Tomo 11. vol. 12. Valle y
norte del Cauca -- Tomo 11. vol. 13. Dinámicas urbanas de la guerra --Tomo. 11. vol.
14. El campesinado y la guerra.

1. Colombia. - Comisión de la Verdad - Informes 2. Conflicto armado -Colombia


- Siglos XX-XXI - Informes 3. Víctimas de la violencia - Colombia - Siglos XX-XXI -
Informes 4. Justicia y reparación - Colombia - Siglo XXI - Informes 5. Búsqueda de la
verdad - Colombia - Siglo XXI - Informes 6. Testimonio de víctimas - Colombia - Siglo
XXI - Informes 7. Reparación de víctimas según grupo poblacional - Colombia - Siglo
XXI - Informes

CDD: 303.609861 ed. 23 CO-BoBN- a1096847


Hay futuro si hay verdad. Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición

Comisionados y comisionadas
Francisco José de Roux Rengifo, presidente
Alejandro Castillejo Cuéllar
Saúl Franco Agudelo
Lucía González Duque
Carlos Martín Beristain
Alejandra Miller Restrepo
Leyner Palacios Asprilla
Marta Ruiz Naranjo
Patricia Tobón Yagarí
Alejandro Valencia Villa
Alfredo Molano Bravo (q. e. p. d.)
María Ángela Salazar Murillo (q. e. p. d.)

Secretario general
Mauricio Katz García

Equipo directivo
Gerson Arias Ortiz, director para el diálogo social
Diana Britto Ruiz, directora de conocimiento
Sonia Londoño Niño, directora de pueblos étnicos
Juan Carlos Ortega, director administrativo y financiero
Tania Esperanza Rodríguez Triana, directora de territorios

Edición general y coordinación editorial


Karim Ganem Maloof

Coordinación de comunicaciones
Ricardo Corredor Cure

Asistencia editorial
Sofía Libertad Sánchez Guzmán
Andrea Jiménez Jiménez

Bogotá, Colombia, agosto de 2022


Sufrir la guerra y rehacer la vida. Impactos, afrontamientos y resistencias

Director de este tomo


Saúl Franco Agudelo

Coordinadora de la investigación
María Fernanda Pérez Trujillo

Editor
Santiago Wills

Cuidado de textos
Fernando Carretero Socha

Equipo de investigación
Manuel Alejandro Albarracín Pinzón, Argeli Arango Vásquez, Deisy Arrubla,
Rocío Adriana Corredor Contento, Fernanda Espinosa Moreno, Paola Garzón Tapias,
Gloria Guerrero Liñeiro, Olga Leonor Hernández, Miguel Humberto Grijalba Martínez,
Dora Lancheros, María Lucía Luna Borda, Diana Milena Murcia Riaño,
Carolina Ojeda Rincón, Natalia Paredes Hernández, Joshua Pimiento Montoya,
Nancy Prada Prada, Natalia Quiceno Toro, Nicolás Quinche Bustamante,
María Alejandra Rojas Ordóñez, Juliana Rodríguez, Nayibe Lizeth Sánchez Rodríguez

Colaboraciones
Norma Piedad Bedoya Martínez, Julián David Bermeo, María Paula Durán Rubiano,
Esperanza Echeverry, Natalia Escobar Sabogal, Liza García Reyes, Margarita Rosa González,
Alejandra Londoño Bustamante, Katherine López Rojas, Marisol Ortiz Acosta,
Julián Alberto Ramírez Daza, Astrid Ramírez Elizalde, Lina Rondón Daza,
Sinthya Rubio Escobar, Angie Lorena Ruiz Herrera, Darío Hernán Vásquez Padilla, Sugey Valois

Curaduría fotográfica
Manuel Alejandro Albarracín Pinzón

Editor fotográfico
Santiago Escobar-Jaramillo

Equipo de analítica
Camilo Argoty Pulido, William Fernando Acero Ruge, Esteban Espinosa Martínez,
Christian Páez Parra, Alejandro Castro Pérez, Mónica López León, Alexander Martínez
Pedraza y Andrea del Pilar González (coordinadora)

Equipo transmedia
Joshua Pimiento Montoya, María Camila Ricaurte Hernández
y Olga Lucía Lozano (coordinadora)
Coordinación de diseño e impresión
María Barbarita Gómez Rincón

Diseño de portada
Paula Velásquez Molinos

Diseño y diagramación páginas interiores

Dirección de arte páginas interiores


Mónica Loaiza Reina, Mateo L. Zúñiga, Guillermo Torres

Supervisión
Andrés Barragán

Diagramación páginas interiores


Sarah Daniela Peña Garzón

ISBN Obra completa


978-958-53874-3-0 (impreso) - 978-628-7590-18-2 (digital)

ISBN Tomo 5
978-958-53874-8-5 (impreso) - 978-628-7590-21-2 (digital)

El Informe Final Hay futuro si hay verdad es una obra de dominio público, que constituye
una medida de reparación del derecho a la verdad individual y colectiva de las víctimas
del conflicto armado en Colombia, y por tanto debe ser objeto de la máxima divulgación.
En ese sentido, se autoriza a cualquier persona natural o jurídica, pública o privada, a
reproducir, comunicar y distribuir la Declaración y los tomos del Informe Final, siempre
y cuando se haga un uso parcial o total de los mismos de manera contextualizada, y se
reconozcan a la Comisión de la Verdad como autor corporativo y a quienes aparecen en los
créditos correspondientes de cada tomo y documento en sus diferentes roles y actividades.
El Informe Final podrá descargarse en el sitio web de la entidad: www.comisióndelaverdad.co
Contenido

Introducción 21

¿Qué son los daños y los impactos? 23


Los cuatro principales hallazgos 25
¿Cómo se construyó este tomo? 27
¿Cómo se organizó este tomo? 28

Parte I. Los impactos del conflicto armado interno en Colombia 33

Impactos en la vida de las personas 35

Las muertes, las desapariciones forzadas, las ausencias y el duelo 41


Daños a la integridad y a la vida digna 57
La violencia y los daños sobre la salud 58
La vida humillada: sin libertad ni autonomía 92
Los daños a los proyectos de vida: las vidas indeseadas 104

Impactos en la economía, la cultura y la naturaleza 118


Lo que la guerra arrebató: la dimensión material y económica
de los daños 119
La modificación y pérdida del vínculo con la tierra y el territorio 122
Las pérdidas de bienes materiales y de dinero 128
Ponerle precio a la vida, afectar la propiedad y el patrimonio 133
La degradación de la vida: impactos sobre la cultura 143
Vínculos territoriales rotos 147
Impedimentos para transmitir la cultura 159
Cotidianidades en medio de la guerra 169
La naturaleza en el conflicto armado interno 184
La naturaleza, víctima, escenario e instrumento 190
Los «recursos naturales» en el conflicto 201
Trauma biocultural y solastalgia 214
Los impactos del conflicto armado en la democracia 225
Impedir la democracia atacando la organización, la oposición
y la participación 228
Los obstáculos a la participación electoral y al derecho al voto 253
Pérdida de confianza y crisis de legitimidad 263
Ataques a la justicia e impunidad: repercusiones en el ejercicio
de la democracia 277
La desprotección de la población civil en medio de la guerra 283

Parte II. Rehacer la vida y construir la paz 291

Acciones para defender la vida y la dignidad 295

Compartir y afrontar la tristeza 296


Cuidar la vida 302
La fortaleza en la espiritualidad 305
Desafiar el silenciamiento 312
Quitarle niñas, niños y jóvenes a la guerra 317
Resguardar la vida y dignificar la muerte 324
Buscar a las personas desaparecidas 328

Acciones para desafiar la guerra: enfrentar la arbitrariedad,


la mentira y la humillación 333

Desobedecer y confrontar 333


Negociar y expulsar 338
Denunciar la violencia 341
Declararse neutral y solicitar protección internacional 345
Comunicar para confrontar 350
Hacer memoria 353

Acciones para defender y exigir derechos: la fuerzade la organización


del trabajo colectivo 363

Defender la tierra y el territorio: la organización campesina 364


Defender y proteger la naturaleza 370
Defensoras y defensores de derechos humanos 379
Litigio y cabildeo estratégico para la garantía de derechos 383
«No le vamos a pedir el favor a nadie de que nos traiga la paz,
le vamos a ordenar que haya paz al gobierno» 386
«¿Rechaza usted la violencia y está de acuerdo en convertirse
en un municipio modelo de paz?» 391

Acciones para construir la paz: desafiando la desesperanza 397

La paz como buen vivir 398


«Porque nos creemos que somos capaces de construir la paz»:
el arte al servicio de la paz 401
Educación para la paz: «una manera de tirar la mirada para otro lado» 408
Contribuciones a la paz promoviendo el desarrollo 412
Iniciativas de perdón y reconciliación 416
Reintegración de excombatientes 419

Referencias 425

Anexos 482
sufrir la guerra y rehacer la vida
Hay futuro
si hay verdad

Presentación del Informe Final

H
ay futuro si hay verdad. Sobre esta premisa se construyó el Acuerdo de
Paz entre el Estado colombiano y las FARC-EP firmado en noviembre de
2016 para ponerle fin a la guerra insurgente-contrainsurgente que vivió
Colombia durante más de seis décadas. Este pacto ha traído transformaciones que
impulsan a la sociedad hacia el siglo XXI, a unas nuevas maneras de ciudadanía y a
imaginar, por fin, un porvenir en paz. Pero ni la paz ni la verdad son fáciles. La cons-
trucción de la convivencia pacífica se ha enfrentado a obstáculos muy graves, como
la necesaria ampliación de la paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y
siendo el mayor de ellos la continuación de conflictos armados localizados, donde
priman las dinámicas criminales, el asesinato de líderes y excombatientes y la carencia
de un clima propicio para la reconciliación y la paz grande, que involucre a toda la
población colombiana.
La demanda de las víctimas por la verdad empezó a recorrer los caminos y veredas
muchos años atrás. La tarea del esclarecimiento de la verdad es y seguirá siendo un
proceso de construcción lleno de desafíos. La Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición quedó consignada en el Acuerdo de Paz
como un organismo extrajudicial, temporal y como uno de los pilares del Sistema
Integral para la Paz, del que también hacen parte la Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).
Los once comisionados fuimos seleccionados en noviembre de 2017 y la Comisión
comenzó a funcionar oficialmente en mayo de 2018, cuando tomamos posesión, por
un periodo de tres años*. Este fue extendido por la Corte Constitucional por siete
meses, dados los impactos que tuvo la pandemia del covid-19 en su labor. La Comisión

  Los comisionados seleccionados inicialmente fueron Francisco de Roux S. J. (presidente y director),


*

Patricia Tobón Yagarí, Ángela Salazar, Alejandra Miller, Lucía González, Marta Ruiz, Alfredo Molano,
Alejandro Valencia Villa, Carlos Martín Beristain, Saúl Franco y Carlos Ospina. En octubre de 2019
falleció el comisionado Alfredo Molano y fue reemplazado por Alejandro Castillejo. En agosto de
2020 murió la comisionada Ángela Salazar y fue reemplazada por Leyner Palacios. En mayo de 2022
renunció el comisionado Carlos Ospina.

presentación del informe final 13


recibió el mandato** de esclarecer lo ocurrido durante el conflicto armado interno que
ha vivido Colombia, promover el reconocimiento de responsabilidades, así como el
diálogo social y la convivencia, todo ello en un horizonte que permitiera dejar atrás
la guerra para siempre.
En los cuatro años efectivos de vida que tuvo la Comisión –y a pesar del obstáculo
que significó la pandemia– se realizaron cerca de 14.000 entrevistas y se establecieron
conversaciones con más de 30.000 personas de todos los sectores sociales, regiones,
identidades étnicas, experiencias de vida, tanto dentro de nuestras fronteras como fuera
de ellas. Adicionalmente, se recibieron más de 1.000 informes de las instituciones públi-
cas, de entidades privadas y de movimientos sociales. Dentro de las limitaciones de
tiempo, del contexto político y de salud pública, la escucha de la Comisión fue amplia
y plural, asertiva y reparadora. Se activaron conversaciones inéditas entre sectores otrora
enemigos, entre víctimas y responsables, entre partes de la sociedad que piensan diferente
y que nunca antes se pudieron encontrar para un diálogo constructivo y sereno.
El proceso de escucha en sí mismo resultó transformador para todos los involucra-
dos. Las víctimas de todas las condiciones fueron quienes acudieron mayoritariamente
al llamado de la Comisión y para muchas de ellas ese momento se convirtió en la
primera vez que una entidad del Estado las trató como ciudadanos sujetos de derechos.
También se escuchó a quienes hicieron la guerra: hombres y mujeres exguerrilleros,
exparamilitares, oficiales de la fuerza pública, soldados y policías. Se escuchó a los
políticos que alentaron, defendieron o condujeron la guerra. A aquellos de la socie-
dad civil que actuaron como agentes de la violencia de diferentes maneras. A quienes
defendieron los derechos humanos, acompañaron a las víctimas y lucharon por la paz
en los momentos más duros de la guerra. A testigos y analistas. En realidad, a todas
las personas que quisieron hacer parte de este proceso.
Para realizar su trabajo, la Comisión contó con recursos asignados por el Estado
colombiano y el Gobierno, y un inmenso e invaluable aporte de la comunidad inter-
nacional. Esto le permitió tener colaboradores, equipos de trabajo y presencia en todos
los departamentos del país, así como personas voluntarias en otros países. Todos ellos
entregaron no solo su conocimiento y experiencia sino su curiosidad, sensibilidad y
amor profundo por Colombia. A todas estas personas les agradecemos profundamente
la mística que pusieron en esta tarea que no hubiese sido posible de otra manera.
Una de las tareas asignadas a la Comisión de la Verdad desde el Acuerdo de Paz
es la de entregar un Informe Final que dé cuenta del esclarecimiento de trece puntos
de su mandato, en toda su complejidad, y que recomiende medidas para evitar la
repetición de una historia aciaga como la que ha vivido Colombia.
La Comisión adoptó un método de investigación inductivo, es decir, de la escucha
y la observación abiertas, al análisis y la construcción de conclusiones, a partir de una

  Presidencia de la República, Decreto 588 de 2017.


**

14 sufrir la guerra y rehacer la vida


pregunta macro que orientó la búsqueda de la verdad: ¿por qué, a pesar de los múltiples
acuerdos y procesos de paz, el conflicto armado no logra cerrarse completamente y, en
cambio, se recicla? Posteriormente sistematizó y decantó analíticamente sus hallazgos
aunque, hay que reconocerlo, la magnitud de la información recabada y la preexistente
en el país hizo de esta etapa un desafío mayúsculo. Con el tiempo seguramente todo
lo visto, escuchado, experimentado y reflexionado se sedimentará para darnos nuevas y
más ricas perspectivas a todos los colombianos y colombianas.
Las verdades que los comisionados entregamos al país al finalizar el mandato
son un conjunto de verdades históricas, extrajudiciales, complejas y centradas en las
víctimas. Consideramos que este Informe Final se suma al conocimiento acumulado
que tiene el país respecto a su conflicto. Recoge buena parte de lo producido por el
Centro Nacional de Memoria Histórica; la Comisión Histórica del Conflicto y sus
Víctimas; la justicia colombiana e internacional, en especial la justicia transicional;
las diversas organizaciones no gubernamentales (ONG) y en especial las de derechos
humanos, las organizaciones de víctimas y la academia; entre otros muchos aportes
que desde el libro La Violencia en Colombia en la década de los sesenta se han hecho
alrededor del conflicto armado.
Procuramos alejarnos de las lecturas simplistas y binarias para escudriñar en el
entramado de actores, intereses, objetivos y prácticas que convirtieron la guerra en un
escenario diferenciado dependiendo del momento y el lugar. Es importante destacar
que de manera muy temprana en el análisis hecho por los comisionados emergió la
evidencia de que el conflicto armado en Colombia no se reduce al enfrentamiento
entre aparatos armados ni fue una guerra solamente ideológica. La definición del
conflicto como un entramado de alianzas, actores e intereses nos permite observar
que las responsabilidades sobre la tragedia que este representa van más allá de quienes
empuñaron las armas, y que se extiende como una responsabilidad ética y política
–y en algunos casos, una responsabilidad directa– de sectores políticos (de todas las
ideologías), económicos, criminales, sociales y culturales. La guerra que dejó más de
nueve millones de víctimas tiene responsables directos e indirectos que deben respon-
der por las decisiones que tomaron, pero es también una responsabilidad de todos los
colombianos que hoy estamos llamados a construir una manera diferente de vivir no
solo en el mismo suelo, sino también en una historia compartida.
El Informe Final de la Comisión de la Verdad contiene una parte importante de esa
verdad necesaria para transitar de un pasado traumático a un porvenir civilizado, donde
las diferencias se resuelvan en democracia, y se superen los factores de inequidad, corrup-
ción e inhumanidad que nos han condenado una y otra vez a la repetición del conflicto.
El Informe consta de diez tomos y una declaración. La declaración, Convocatoria
a la paz grande, es el compendio de las verdades que nos interpelaron y con las que
queremos, así mismo, interpelar a Colombia. El tomo de Hallazgos y recomendaciones
de la Comisión de la Verdad de Colombia contiene una primera parte con la síntesis de
once temas que fueron investigados en profundidad por la Comisión, muchos de ellos

presentación del informe final 15


ampliamente sustanciados en otros tomos de este mismo Informe y en un notable
archivo de casos. Estos once documentos se presentan de manera separada, pero en
realidad corresponden a una lectura sistémica de lo que han sido las dinámicas del
conflicto armado interno. Desde la herida de las víctimas que nos tocan a todos como
país, pasando por la democracia, los derechos humanos, las dinámicas de la guerra, el
Estado, los territorios y la cultura. También damos cuenta de lo que se ha comenzado
a mover, de ese proceso de reconocimiento de las atrocidades del pasado, para cerrar
las heridas y ver con esperanza los nuevos tiempos.
Una segunda parte de ese tomo contiene las recomendaciones que la Comisión
le propone al país, tanto al Estado como a la sociedad civil, como herramientas para
profundizar la construcción de paz y para el buen vivir. Estas fueron construidas en
diálogos amplios, plurales y participativos y reflejan la voz de cientos de comunidades
de todo el territorio. Pueden considerarse parte del legado que deja la Comisión para
alentar los cambios necesarios para no repetir el pasado. El seguimiento y monito-
reo a la implementación a este corpus de propuestas lo realizará un comité de siete
personas elegidas por los comisionados por su compromiso e idoneidad, quienes han
aceptado cumplir esta misión durante los próximos siete años. Para que el trabajo de
este comité tenga éxito se necesita una apropiación colectiva de las recomendaciones
y una labor especial de la sociedad civil organizada para que, con su incidencia, esas
recomendaciones puedan hacerse realidad.
Los demás tomos del Informe Final no tienen una jerarquía y responden a aspec-
tos específicos del mandato que recibimos del Acuerdo de Paz. El tomo No matarás.
Relato histórico del conflicto armado es la narración histórica de la guerra y su misión
es ampliar el contexto de lo ocurrido durante los últimos sesenta años. El tomo Hasta
la guerra tiene límites. Violaciones de los derechos humanos, infracciones al derecho inter-
nacional humanitario y responsabilidades colectivas presenta un exhaustivo y completo
panorama de esos hechos. El tomo Colombia adentro. Relatos territoriales sobre el
conflicto armado está compuesto por catorce volúmenes que relatan específicamente
qué ocurrió en las regiones y con el campesinado. El tomo Sufrir la guerra y rehacer
la vida. Impactos, afrontamientos y resistencias revela los impactos sufridos durante la
guerra por todas las víctimas, excombatientes, comunidades y la naturaleza. El tomo
Cuando los pájaros no cantaban. Historias del conflicto armado en Colombia es neta-
mente testimonial y coral. Una curaduría de voces que van del pasado al porvenir,
pasando por el presente.
Hay cuatro tomos cuyo aporte específico es hacer visibles los impactos que tuvo el
conflicto en sectores y grupos humanos que sufrieron de manera diferenciada la guerra
y que suelen ser poco visibles en las políticas públicas, incluso las que se diseñan para
implementar la paz. El tomo Resistir no es aguantar. Violencias y daños contra los pueblos
étnicos de Colombia es un aporte a la verdad de los pueblos indígenas, afrodescendien-
tes, negros, raizales, palenqueros y rrom, y se ocupa de lo ocurrido durante el conflicto
armado interno en clave histórica. El tomo Mi cuerpo es la verdad. Experiencias de

16 sufrir la guerra y rehacer la vida


mujeres y de personas LGBTIQ+ en el conflicto armado hace visible la experiencia de
las mujeres y de las personas LGBTIQ+ en los distintos momentos de la guerra y, en
particular, las violencias sexuales enfrentadas. El tomo No es un mal menor. Niñas, niños
y adolescentes en el conflicto armado recoge la experiencia de este sector de la población.
El tomo La Colombia fuera de Colombia. Las verdades del exilio es un trabajo pionero en
hacer visible al millón de personas exiliadas en razón del conflicto armado interno. El
nombre de la obra completa es Hay futuro si hay verdad. Informe Final de la Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.
Estos tomos no agotan la noción de Informe Final. Este no pretende ser un ejerci-
cio académico para engrosar las bibliotecas, sino un ejercicio vivo, un proceso social,
político y cultural de debate democrático sobre el pasado y la transformación del
presente, sin pretensión de convertir estos textos en una «verdad oficial». Dejamos
para el país el Informe como un hito importante de la reflexión sobre el pasado que
hace esa sociedad que mira al futuro con esperanza.
El legado es mucho más que este informe. La Comisión deja una plataforma
transmedia donde se incluyen los mismos contenidos escritos y otras muchas expe-
riencias en otros lenguajes y formatos, como documentales, expresiones artísticas y
diálogos sociales que desarrollan y enriquecen aún más la experiencia de la verdad.
Cada tomo tiene su correlato digital. Pero la plataforma también es mucho más, pues
recoge la memoria de la Comisión: todos los reconocimientos, el diálogo social, las
contribuciones públicas a la verdad. También deja para el público el más completo
sistema de información sobre el conflicto armado interno que hay en Colombia. Allí
reposa todo lo producido por esta institución y sus aliados.
La Comisión de la Verdad es un acontecimiento que no finaliza con la entrega del
Informe ni con el cumplimiento del mandato de la institución y de sus comisionados.
El acontecimiento continúa, porque la verdad es una construcción colectiva, plural,
histórica, conflictiva y apasionante. La Comisión de la Verdad no es un puerto de
llegada, sino uno de salida, para un viaje que lleve a la transformación que se necesita,
para que ese nunca más no sea un deseo bien intencionado, sino una política y un com-
promiso nacional. Dejamos, pues, nuestro aporte para que el proceso continúe y se lo
apropien esta generación y las venideras. Este es el grano de arena que la Comisión y
todo su equipo de trabajo entrega para que nuestros hijos, nietos y todas las futuras
generaciones no repitan la historia de sangre y dolor que se nos ha encargado recons-
truir. Hay futuro porque ha llegado la hora de la verdad.

presentación del informe final 17


La «Marcha del ladrillo» se llevó a cabo el 14 de octubre de 2001, en Granada, Antioquia.
Centenares de personas se unieron para reconstruir su pueblo, destruido por una toma de las FARC-EP el 6
y 7 de diciembre de 2000. ©Jesús Abad Colorado López
Colibrí. Documental El Atrato es la Vida. Chocó. 2021. ©Foro Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch)
y ©Centro Sociojurídico para la Defensa territorial (Siembra)
20 sufrir la guerra y rehacer la vida
Introducción
introducción 21
E
ste tomo presenta los impactos que la confrontación armada de las últimas seis
décadas ha tenido sobre la vida de las personas, la democracia, la naturaleza y
la cultura en el país. El texto reflexiona acerca de las implicaciones y significa-
dos de estos impactos, y reconoce cómo las víctimas, sus familias y las organizaciones
han enfrentado con valor, creatividad y solidaridad las consecuencias de las distintas
formas de violencia. También, es un reconocimiento a las iniciativas de la población
y de las organizaciones de la sociedad por resistir la guerra y por construir la paz, aun
en medio de condiciones adversas y riesgosas.
El Decreto Ley 588 de 2017, que le dio vida a la Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, destacó la importancia de dilucidar
los impactos que el conflicto armado ha tenido en las personas, sus derechos, el ejerci-
cio de la política, el funcionamiento de la democracia, en excombatientes, sus familias
y entornos, en los procesos de fortalecimiento del tejido social en las comunidades y en
las experiencias de resistencia individual y colectiva. En total, siete de los trece puntos
del mandato asignados a la Comisión, en el artículo 11 de esa norma, tienen que ver
con los temas específicos que la sociedad espera que se aclaren en relación con los
daños e impactos del conflicto armado y con los procesos de resistencia y aportes a
la construcción de la paz.
Para responder por lo anterior, este tomo expone los principales daños e impactos
que las víctimas, sus familias y sus entornos mencionaron en sus testimonios a la
Comisión1. Entre las diferentes modalidades de violencias, se registran los homicidios,
las masacres, las desapariciones forzadas, las torturas, las violencias sexuales, las
minas antipersona, los reclutamientos ilegales, los robos, la destrucción de bienes,
los despojos, los desplazamientos forzados, los secuestros, las extorsiones, entre otras.
Este texto busca visibilizar el reclamo de las víctimas para que se reconozca su
sufrimiento, y que la sociedad acepte como cierto el terror y la destrucción que estas
han enfrentado. De este modo, se da un paso decidido para superar el negacionismo,
una actitud muy frecuente en el país. Se parte del reconocimiento de las víctimas
como ciudadanos y ciudadanas a quienes se les vulneraron sus derechos, y como
sujetos políticos de importancia para la transformación de Colombia. Así, se aporta a
su dignificación y se pone, en el centro de este trabajo, su derecho a la verdad.

  Para los interesados en los impactos específicos y diferenciados, como aquellos relacionados con niños,
1

niñas y adolescentes, mujeres y población LGBTIQ+ y pueblos étnicos, consultar los tomos respectivos
del Informe Final de la Comisión de la Verdad.

22 sufrir la guerra y rehacer la vida


En una escuela entre Guapi y Timbiquí, un vidrio roto por un disparo producto del fuego cruzado entre
las FARC-EP y la fuerza pública refleja un paisaje del Pacífico colombiano. ©Federico Rios Escobar

¿Qué son los daños y los impactos?

Los conflictos armados transforman abruptamente las vidas de las personas. Les quitan
sus fuentes de supervivencia y menoscaban sus posibilidades de una vida digna, a la
vez que configuran un entramado de impactos2 capaces de producir daños3. Estos
surgen de la pérdida de recursos valiosos y significativos (materiales y afectivos); de

2
  Los impactos aluden de manera genérica a las afectaciones y transformaciones que producen los hechos
violentos.
3
  Más allá de la definición que el derecho civil le da a la categoría del daño, clasificándolo como material o
inmaterial, la filosofía moral describe que la noción de daño, en sí misma, representa una negatividad,
la que se produce como efecto de la intención de producir un desequilibrio. El derecho ha entendido
el daño como el menoscabo de los bienes jurídicos (de los derechos) de las víctimas; sin embargo,
este tomo describe el daño en profundidad, pues no solo se citan como impactos sobre los derechos,
sino que también se describe cómo ocurrió la destrucción a las formas de vida de las personas y de sus
comunidades. Desde esta perspectiva, las narraciones del daño que se presentan aquí acercan al lector
a esas formas de sufrimiento que el derecho presume a veces como daño moral. Para más sobre daño
como desequilibrio, ver Thiebaut, «Daño y silencio».

introducción 23
las condiciones de terror y de arbitrariedad que instala la violencia, y del menoscabo
de sus derechos fundamentales. Todo esto impide que las personas victimizadas sigan
viviendo con confianza, seguridad y dignidad.
Por lo anterior, el conflicto armado ha afectado especialmente la vida, tanto en su
dimensión biológica –respirar, latir, moverse–, como en el resto de sus facetas –actuar,
amar, trabajar, sentir, expresarse, juntarse, aportar, etcétera–. En otras palabras, el
conflicto armado ha afectado todos los aspectos de la vida: la íntima, la familiar, la
social, la política, la cultural y la productiva.
Los daños causados por el conflicto, además de perjudicar a las personas, las
comunidades, los colectivos organizados, la naturaleza o las ideas, también han
repercutido sobre las identidades de las personas: ser campesino, indígena, líder social,
defensor de derechos humanos, mujer, persona adulta mayor, lesbiana, gay, militante,
habitante de un determinado territorio, entre otras, y se han convertido en una carga,
un estigma o una justificación de la violencia, por ejemplo.
Los daños retroalimentan o producen otros adicionales. Para poner un ejemplo,
pérdidas materiales o detrimentos económicos y en las condiciones de vida tienen
implicaciones emocionales, pues las cosas tienen valor simbólico: son depositarias
de historias, afectos, anécdotas u objetos que representan vínculos. Los daños físicos
y corporales causan impactos psicológicos, dado que se afecta la seguridad, la salud
mental y la autoestima. Si a esto se le agrega que, en la mayoría de los casos, cada
una de las víctimas enfrentó más de un tipo de violencia, y que las modalidades de
violencia se entretejen unas con otras, puede vislumbrarse el gran cúmulo de impactos
que enfrentó cada persona, familia, comunidad, organización y territorio.
Muchos de los daños, además, son irreparables. Dejan huellas profundas y
duraderas que, incluso, trascienden en el tiempo e impactan a varias generaciones.
La intensidad de estos depende de las características de las personas y comunidades
violentadas, en especial de los recursos culturales, espirituales, económicos y sociales con
los que cuenten; y de la respuesta social e institucional que se despliegue frente a la
violencia. Si hay apoyo, protección, atención y solidaridad, los daños e impactos
serán menos nocivos; por el contrario, si las víctimas reciben rechazo, indiferencia,
estigmatización y culpabilización, aquellos se profundizarán.
En un país como el nuestro, en cuya historia se han producido y ahondado
importantes inequidades sociales, el conflicto armado ha agravado e intensificado las
condiciones de vulnerabilidad y de exclusión de las víctimas. Este, en breve, redujo
lo que el psicólogo y defensor de derechos humanos Joaquín Samayoa denominó los
atributos humanos, los cuales tienen que ver con la capacidad de pensar lúcidamente,
de comunicarse con veracidad, con la sensibilidad ante el sufrimiento, la solidaridad
y la esperanza, y ha configurado relaciones deshumanizantes y polarizadas4.

  Samayoa, «Guerra y deshumanización».


4

24 sufrir la guerra y rehacer la vida


A lo largo de los años, la violencia se ha ensañado con los más empobrecidos y
marginados, y ha profundizado la desigualdad y la pobreza. Por esto, en parte, el
sufrimiento no ha sido solo individual o familiar, sino también social: los daños e
impactos producidos sobre las víctimas directas han afectado, irremediablemente, a la
sociedad colombiana en su conjunto.
Sin embargo, y pese a la magnitud de los daños, las víctimas no han sido sujetos
pasivos. Estas han afrontado y resistido el conflicto armado5. Las personas y comu-
nidades, a pesar del sufrimiento, de la desprotección, de la amenaza y del riesgo,
han interpelado los órdenes autoritarios y desplegado y construido lógicas y acciones
contrarias a la violencia. La solidaridad, la generosidad y la valentía han desafiado a
los actores armados y han causado procesos transformadores.
Los daños y las capacidades de respuesta de las víctimas frente a la violencia deben
reconocerse y comprenderse en el escenario en el que se producen. En Colombia,
esto ha sucedido en un contexto de violencia política histórica, cambiante y per-
sistente. El daño causado ha sido resultado de la acción intencionada de personas
y de grupos investidos de poder que representan y defienden intereses políticos y
económicos. La manera como el conflicto ha afectado las emociones, pensamientos,
creencias, acciones, bienes y, en general, la vida de las personas, de las comunidades y
de la sociedad, su interpretación del pasado y sus perspectivas de futuro se inscriben
en este contexto.

Los cuatro principales hallazgos

La escucha y comprensión de lo que víctimas, excombatientes, líderes y testigos le


transmitieron a la Comisión permitió identificar cuatro hallazgos o ideas centrales.
1. El conflicto armado ha afectado gravemente la vida en el país y ha causado daños
irreparables. La pérdida de la vida, la afectación en su desenvolvimiento y la disminución
de su calidad ha producido profundo dolor y sufrimiento en las personas afectadas, en
sus familias, en las comunidades y en la naturaleza. Hubo drásticas transformaciones
en la cotidianidad y en los proyectos de vida de las personas: niños huérfanos, viudas,
personas mayores enfrentando nuevas cargas y responsabilidades, territorios abando-
nados y transformados, animales, árboles y ríos violentados o muertos, organizaciones
diezmadas y silenciadas, ideas y sueños truncados. Estas muertes físicas y simbólicas

  En este tomo, el afrontamiento se entiende como el despliegue de acciones que realizan las víctimas
5

para prevenir acciones de violencia contra ellas mismas, para protegerse, sobrevivir y manejar sus
emociones. Las resistencias se entienden como acciones individuales y colectivas con las que se
enfrentan la arbitrariedad, la transformación del orden injusto y la construcción de nuevas realidades.

introducción 25
han afectado a todos los ciudadanos del país, directa o indirectamente, por el miedo,
la desconfianza, la estigmatización y la zozobra.
2. La continuidad y la degradación del conflicto armado y el consiguiente uso de
mecanismos del horror han amplificado y perpetuado los daños e impactos, causando
graves sufrimientos. La larga duración del conflicto armado y su consecuente bar-
barie y deshumanización lo ha hecho cruel, ha vuelto más dolorosas las heridas y
ha dificultado la confianza y la esperanza. En este contexto de violencia y dolor,
la prohibición de expresar el sufrimiento, de enterrar a los muertos o de transitar
por el duelo son solo algunas de las manifestaciones del horror que ha atravesado
la sociedad colombiana.
3. La constante desprotección por el Estado de las poblaciones sometidas al conflicto
armado se ha expresado en su falta de actuación o en su presencia débil o selectiva, lo
que ha agravado los impactos negativos y disminuido el ejercicio y la garantía de sus
derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (Desca). A lo anterior se suma
el hecho de que el Estado no solo no ha protegido a la ciudadanía, sino que también
ha actuado en contra de ella, violentándola como cómplice y responsable de gran parte
de las violencias ejercidas. Aunque esto último no ha sucedido en todas las regiones
o periodos de la misma manera, sí ha sido un patrón que ha producido falta de
legitimidad, desconfianza en las instituciones y desesperanza. Las víctimas no han
tenido acceso a servicios básicos y no han suplido necesidades mínimas. No ha
habido la seguridad más elemental, justicia, equidad e inclusión.
4. Muchas personas, familias, comunidades y organizaciones sociales han sido capaces
de crear y desarrollar mecanismos para resistir al conflicto armado, reconstruir su tejido
social y reconfigurar sus proyectos de vida en medio del sufrimiento humano y social. No
todo puede reconstruirse, sin embargo. El conflicto armado tiene un efecto devas-
tador e irreparable. Las víctimas entonces aprenden a vivir a pesar de todo lo que
pierden. A través de acciones individuales o familiares en el espacio íntimo de sus
hogares, de modificaciones en la composición o dinámica familiar, de generación o
fortalecimiento de redes de apoyo y de sostén emocional o material, de la conformación
de organizaciones sociales, culturales, religiosas o procesos políticos opuestos a la
confrontación armada y en defensa de la democracia, entre muchas otras, se ha
evitado que las violencias se impusieran, que el dolor inmovilizara y aislara, y que la
desesperanza truncara otras posibilidades de futuro diferentes al conflicto armado.

26 sufrir la guerra y rehacer la vida


Proyecto Hilando fino (en busca de la verdad). Barrio Pizamos 1, de la Comuna 21, en Aguablanca,
Santiago de Cali, noviembre de 2020. ©Fundación Gabinete Caligari

¿Cómo se construyó este tomo?

Para elaborar este tejido narrativo de daños, impactos, afrontamientos y resistencias,


la escucha activa y el análisis de los testimonios de víctimas, excombatientes, líderes y
lideresas y testigos fueron la principal fuente de trabajo. Estas personas hablaron con la
Comisión en espacios privados y públicos. A esta revisión de testimonios se sumaron
los casos e informes que diversas personas, organizaciones e instituciones hicieron lle-
gar a la Comisión para su integración a la tarea de esclarecimiento. También se trabajó
con organizaciones sociales, académicas y organizaciones no gubernamentales (ONG)
en torno a investigaciones específicas. De esta labor resultaron diversas consultorías
que aportaron información valiosa para algunos de los temas aquí tratados.
Como parte de la búsqueda y sustentación de fuentes secundarias, se acudió a la
revisión del enorme acervo documental sobre estos temas con el que ya contaba el
país. Merecen destacarse, entre otros, La violencia en Colombia, el emblemático estudio
de Guzmán Campos, Fals Borda y Umaña Luna, publicado en 1962; el informe
¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, publicado en 2013 por el Grupo
de Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), y los
informes de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas6, que se presentaron

6
  Comisión de Estudios sobre la Violencia, Colombia: violencia y democracia.

introducción 27
en la mesa de negociación de La Habana, Cuba, entre el Gobierno nacional y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
Además, se acudió, entre otras, a información de entidades estatales, sentencias de
Justicia y Paz, actos administrativos y jurisprudenciales, sentencias de restitución
de tierras y medidas cautelares, la Corte Constitucional, el CNMH, resoluciones de
la Superintendencia de Salud, la Unidad para la Atención y Restitución Integral
de las Víctimas (Uariv), el Sistema de Información y Vigilancia en Salud Pública
(Sivigila), el Sistema Integrado de Información de la Protección Social (Sispro) y
el Programa de Atención Psico-social y Salud Integral de las Víctimas (Papsivi).
Para la información cuantitativa, se revisaron y depuraron diversas bases de datos
entregadas a la Comisión y se construyeron algunas propias. La Comisión también
recibió documentos con información clasificada o con reserva de ley que se citarán
aquí por ser indispensables para cumplir el mandato constitucional de esclareci-
miento de la verdad sobre graves violaciones de derechos humanos y para garantizar
materialmente el derecho a la verdad de las víctimas.
Adicionalmente, para trabajar el componente transmedia de este tomo, se hizo
una selección de historias identificadas en el proceso de investigación, cuya riqueza,
sensibilidad y profundidad permitieran explorar distintas facetas de los impactos del
conflicto armado y de las respuestas dignificantes de las víctimas. Se seleccionaron diez
historias, que se trabajaron en diferentes formatos: audiovisual, sonoro, de animación,
crónica periodística, gráficos de datos, series fotográficas y recorridos virtuales7.

¿Cómo se organizó este tomo?

El tomo se organizó en dos partes. La primera se enfocó en la presentación de los impactos


del conflicto armado en la vida de las personas, las familias, las comunidades, los territo-
rios, la naturaleza, la cultura y la democracia. Se abordaron distintos daños y pérdidas en
la vida material y comunitaria, en los valores, creencias, la participación, los liderazgos,
el ejercicio de los derechos y los proyectos de vida de las personas y las comunidades.
La segunda parte se orientó hacia el valor, la esperanza y el futuro. Para esto, se
registraron algunas de las acciones a las que recurrieron las personas y comunidades
para defender la vida y la dignidad, para desafiar el conflicto armado, enfrentar la
arbitrariedad, la mentira y la humillación; para defender y cuidar la vida y la naturaleza,
exigir sus derechos y construir paz.

  La plataforma digital del tomo Sufrir la guerra y rehacer la vida. Impactos, afrontamientos y resistencias
7

puede consultarse en https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias.

28 sufrir la guerra y rehacer la vida


Este tomo se nutrió de lo ya esclarecido en el resto del Informe Final. En esa
medida, toma como punto de partida la gravedad de las violaciones a los derechos
humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) a lo largo del
conflicto. Asume, así mismo, la complejidad de los contextos políticos, económicos y
sociales en los cuales se ha desarrollado la confrontación. Reconoce –sin repetirlos– los
impactos que ha tenido en grupos y sectores que merecieron tomos específicos, como
los niños, niñas, jóvenes y adolescentes, los pueblos étnicos, las mujeres, la población
LGBTIQ+ y los exiliados. Acoge, también, las particularidades de los impactos y de los
procesos y mecanismos de respuesta que se han dado en las distintas regiones del país.
Además de presentar la síntesis de lo encontrado por la Comisión en relación
con los daños e impactos del conflicto armado, y con las valiosas estrategias de resis-
tencias y construcción de paz, este tomo, también, invita a continuar el camino de
la investigación y la reflexión en torno a las enormes consecuencias del conflicto
armado, sobre todo alrededor de aquellos daños que aún no se han documentado
con suficiencia por el miedo que aún perdura en el país. Este está ligado a la per-
sistencia del conflicto armado en algunas regiones y a la indiferencia o la apatía.
De cualquier modo, esperamos que lo aquí expuesto genere acciones, grandes o
pequeñas, para transformarnos individual y colectivamente y aportar con miras a
la construcción de un país en paz.
En suma, este tomo se centra en reconocer la magnitud y el significado del rastro
perdurable del conflicto armado en las personas, las familias, las comunidades, las
organizaciones y la sociedad en su conjunto. Al mismo tiempo, resalta el valor y la
capacidad de las personas para sobreponerse al dolor y a la tragedia, para reconstruir
proyectos, vínculos y motivos, y para ensayar caminos alternos hacia la convivencia y
la paz. No se queda en el lamento ni desconoce los horrores. No ignora el dolor, pero
descubre y resalta el valor. Reconoce los esfuerzos y aportes, pero deja en claro sus
limitaciones, complejidades y los altos costos de la convivencia y los avances hacia la
paz. Es un tomo enraizado en las seis décadas pasadas en sintonía con un presente en
el que la confrontación persiste en algunas regiones y en el que hay un futuro incierto,
pero esperanzador. Ojalá sea un texto que permita reconocer y sentir la tragedia que
hemos vivido como país. Y, aún más importante, ojalá que las voces, los testimonios
y las historias aquí expuestas nos inviten a reaccionar y trabajar para hacer posible
una Colombia donde se le otorgue valor y dignidad a la vida en todas sus expresiones.

introducción 29
Un guerrillero se refleja en un reservorio de agua fresca cerca de un campamento clandestino
de las FARC-EP, en la serranía de San Lucas. Marzo de 2016. ©Federico Rios Escobar

30 sufrir la guerra y rehacer la vida


32 sufrir la guerra y rehacer la vida
Parte I.
Los impactos del conflicto
armado interno
en Colombia
Sepelio de una de las dieciocho personas asesinadas por grupos paramilitares de las Autodefensas
Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) en el billar El Aracatazo, en Chigorodó, en el Urabá
antioqueño, en agosto de 1995. Entre las víctimas había varios líderes de la Unión Patriótica.
©Jesús Abad Colorado López

34 sufrir la guerra y rehacer la vida


Impactos en la vida
de las personas

L
a mañana del 27 de febrero de 2003, Geiner Antonio Munive Muñoz y Nairo
Romero Chaparro se dirigieron en moto hacia la vereda Sinagaza del municipio
de Chámeza, en Casanare. Geiner, un médico de 29 años de edad, nacido en
Valledupar, debía acudir a una cita con hombres de las Autodefensas Campesinas del
Casanare (ACC). Necesitaban al médico del municipio, le habían dicho8, y Nairo,
un conductor de ambulancia, se había ofrecido a acompañarlo. Ambos trabajaban en
el centro de salud de Recetor, un municipio, ubicado en la frontera entre Casanare y
Boyacá, en el que eran ampliamente conocidos y apreciados.
Al llegar al punto de encuentro, miembros del grupo armado los condujeron ante
Alexander González Urbina, alias Careloco. Su superior, un comandante de las ACC
conocido como HK, se había enterado de que Geiner había hablado en un consejo
de seguridad en Yopal. De acuerdo con su informante, el médico había llamado
la atención sobre la presencia de paramilitares en Chámeza y Recetor, municipios
vecinos en Casanare9.
Careloco encaró a Geiner y a Nairo y, tras una breve discusión, les hizo señas a
algunos de sus hombres: «No me le gasten ni un tiro a esos hijueputas», dijo Careloco,
mientras se alejaba del médico y el conductor. «Mátemelos. Mátemelos», agregó.
Los amarraron, los apuñalaron con armas blancas y los degollaron. Descuartizaron
sus cuerpos, robaron algunas de sus pertenencias y los enterraron. Aproximadamente
cuatro meses después, ante la posibilidad de que una comisión de la Policía, el Ejército y
la Cruz Roja investigara el área, los paramilitares exhumaron los restos con palas y costales
–estaban en tal nivel de descomposición que no había otra manera de transportarlos,
le dijo a la Fiscalía uno de los miembros del grupo– y, por órdenes de HK y Careloco,
los lanzaron al río Guafal del Caja.
La desaparición forzada no era una práctica nueva para la población de Chámeza
y Recetor. El médico Geiner fue desaparecido siete días después de atender a un joven

  Fiscalía General de la Nación, Sentencia Anticipada 1100131040562013-00066, el 31 de julio de 2013.


8

  Fiscalía General de la Nación, Sentencia Anticipada 1100131040562015-00134, el 30 de noviembre


9

de 2015.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 35


campesino de 37 años, esposo y padre de 3 hijos, que había sido citado por las ACC
a la vereda el Vegón, junto a su cuñado de 19 años, y al cuñado de este último, de 34.
Solamente habían dejado regresar a uno de ellos después de torturarlo y advertirle que no
se podía dejar ver. El hombre estaba vomitando sangre, por lo que tuvo que ir al puesto
de salud. Allí narró lo que le había pasado. Ocho días después, también lo desaparecieron.
Desde finales de 2002, las ACC habían desaparecido a decenas de habitantes.
Usualmente, el grupo paramilitar llamaba a las personas a escuelas o veredas que usaban
como centro de operaciones10. Otras veces secuestraban a sus víctimas en las viviendas
o en las fincas en las que trabajaban. De cualquier manera, las personas no regresaban.
A mediados de noviembre de 2002, un acólito de la iglesia de apenas 21 años fue
desaparecido en Chámeza, en la vereda Barriales. Su hermana encontró sus restos
en 2011; lo habían torturado y descuartizado. Por la misma época, desaparecieron
a una campesina de 60 años en la vereda Teguita Alta. Era la única habitante de la
vereda, ya que el resto de la gente había salido desplazada después de una incursión
paramilitar en la que amenazaron a sus habitantes y quemaron las viviendas. La
mujer había decidido quedarse incluso después de que los paramilitares torturaran a
su esposo y a sus hijos. Sin ayuda de nadie, reconstruyó su casa, sembró una huerta
para alimentarse y organizó un lugar para sus gallinas. Las ACC la desaparecieron el
14 de noviembre de ese año.
Pero no solo eran los paramilitares. En el pueblo era un secreto a voces que el Ejército
y las ACC a menudo trabajaban juntos11. En febrero de 2003, un ganadero de 49 años
cruzó por un retén del Ejército en la vereda Vijagual. Nadie volvió a saber de él. A su
esposa, le dijeron que regresaría en ocho días. Al poco tiempo, la citaron para el presunto
reencuentro con su marido. La desaparecieron a ella y, poco después, a su hija de 25 años.
A finales del mes se robaron el ganado de su finca y les dijeron a sus familiares que
fueran a recogerlo a la escuela de la vereda Comogo. El hijo de 21 años fue a reclamarlo
en compañía de su tía y, como no volvieron, el esposo de la mujer fue a buscarlos.
Tampoco regresó. Días después, los paramilitares amenazaron con desaparecer a otros
dos hijos si no abandonaban la región. La familia huyó, pero siguieron recibiendo

10
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: La salud en la memoria
colectiva, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
11
  En 2021, el Juzgado Único Especializado de Yopal ordenó la captura de Juan Carlos Castañeda
Villamizar, comandante del batallón del Ejército de la zona, por homicidio en persona protegida,
desaparición forzada agravada, tortura en persona protegida, desplazamiento forzado y concierto para
delinquir agravado. Castañeda Villamizar y el alcalde de Recetor de esa época, Flaminio Cocinero
Costo: «procedieron a incumplir sus deberes y por el contrario se alinearon con la organización
criminal de las autodefensas del Casanare, cumpliendo importantes roles dentro de empresa ilegal,
como fueron los de suministrar los nombres de las personas que de una u otra forma al parecer tenían
nexos con grupos subversivos, prestar ayuda con bienes muebles e incluso ser parte de la nómina de
las Autodefensas del Casanare». En: Tribunal Superior de Distrito Judicial de Yopal, Sentencia 027,
el 29 de septiembre de 2021.

36 sufrir la guerra y rehacer la vida


amenazas en su nuevo hogar, de acuerdo con un informe recibido por la Comisión.
Las ACC saquearon la casa, destruyeron todas las pertenencias de sus habitantes,
quemaron la ropa, las camas y las puertas, robaron el ganado, los caballos, las gallinas,
los pescados y los cultivos, y marcaron las paredes con las siglas del grupo12.
Su caso no era único. A mediados de marzo de 2003, una señora de 28 años fue a
visitar a su esposo en la vereda Comogo, en Recetor. Las ACC se los llevaron a los dos.
El hermano del esposo, un universitario de 22 años que hacía su pasantía en la alcaldía
del pueblo, fue citado por los paramilitares y acudió en compañía del promotor de
saneamiento ambiental. Nunca volvieron. La esposa del promotor, una secretaria del
colegio de 29 años, fue en su búsqueda. Tampoco regresó.
La violencia en Chámeza y Recetor tenía una larga historia. En 1986, la explotación
petrolera en Cusiana y Cupiagua, dos de los yacimientos de crudo más grandes del
país, atrajo al Ejército de Liberación Nacional (ELN) a la zona. Luego, en los noventa,
llegaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo
(FARC-EP). Bajo el dominio guerrillero, los pobladores sufrieron reclutamientos
ilícitos, imposiciones de órdenes por los actores armados, asesinatos selectivos, ataques
a las estaciones de policía, entre otros hechos violentos: «La regla de ellos era que el que
robaba se iba con ellos o lo mataban», le dijo a la Comisión de la Verdad un hombre
de la región que fue secuestrado y luego desplazado. «Al que mataba lo mataban, al
que violaba lo mataban […]. Pero ellos sí lo hacían: ellos sí violaban, ellos sí mataban,
ellos sí robaban, secuestraban, todo»13.
Debido a la presencia de estos grupos, Chámeza y Recetor fueron señalados como
«pueblos guerrilleros» y «zonas rojas». Esto le causó nuevos problemas a la comunidad
cuando, a principios de los años 1990, los paramilitares entraron a disputar con las
guerrillas el control de los diferentes lugares de paso que conectaban los Llanos con
la cordillera oriental. La población fue intimidada y amenazada por los dos bandos. La
comunidad fue obligada a aceptar las normas de control social y la arbitrariedad de
los castigos: primero, de los grupos guerrilleros y, después, de los paramilitares.
La desprotección fue aún mayor por la complicidad y la participación de la fuerza
pública en varios hechos de violencia y por la ausencia de instituciones del Estado.
La vida de las personas estaba sujeta a las disposiciones de los actores armados. Había
sospechas por hacer, no hacer, decir o estar presente o ausente de los espacios en
los que operaban las formas de control social (como las asambleas o citaciones).
Todo comportamiento y toda decisión alimentaban sospechas ante unos y otros, y
aumentaban el riesgo de las victimizaciones. La vida cotidiana de la población estaba
plagada de miedo y zozobra.

12
  Informe 748-CI- 00616. Fundación Nydia Erika Bautista -FNEB- y Asociación Familiares Colombia.
«Desapariciones forzadas en Recetor y Chámeza: El exterminio masivo de una comunidad campesina.
2020».
13
  Entrevista 175-VI-00028. Hombre, víctima de secuestro y desplazamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 37


En 1992, medio centenar de paramilitares ingresó al pueblo. Detuvieron a Hostilio
Salamanca, presidente de la Asociación Municipal de Usuarios Campesinos (AMUC).
Lo amarraron a un poste en la plaza, lo torturaron y lo ejecutaron a la vista de todos.
Al año siguiente, una joven de 16 años fue asesinada por el ELN debido a que sostenía
una relación sentimental con un soldado. En 1994, el mismo grupo baleó a Delia
Roldán Ramírez, alcaldesa de Chámeza y madre de cuatro hijos –de ocho, cinco, tres
y dos años–, cuando iba camino a un seminario sobre contratación pública en Yopal.
Las FARC-EP no se quedaron atrás. En 1997, esa guerrilla destruyó la alcaldía, el
puesto de Policía y otras edificaciones de Chámeza, un municipio cuyo presupuesto
anual, en 1994, había sido de tan solo 129 millones de pesos 14. Al año siguiente,
en época de elecciones, los guerrilleros amenazaron al alcalde e impidieron que se
instalaran mesas de votación.
En diciembre de 2000, el Ejército detuvo arbitrariamente y quemó vivo a un
joven de 22 años. Se trataba de un primo de dos hermanos que, en 1989, habían sido
detenidos, torturados y asesinados, también por el Ejército, como retaliación tras el
asesinato de un teniente a manos del ELN15. Cuando la mayoría del pueblo asistió a su
entierro, el Ejército le hizo una «calle de honor» al cortejo fúnebre apuntándole con
sus armas, lo que ocasionó un desplazamiento masivo.
El punto más álgido de toda esta violencia llegó entre noviembre de 2002 y marzo
de 2003 con la desaparición de 83 personas (62 en Recetor y 21 en Chámeza), inclui-
das la del médico Geiner Munive y la del conductor de ambulancia Nairo Romero.
Como consecuencia, entre 2002 y 2003, al menos el 60 % de la población de Chámeza
y Recetor salió desplazada16. Es como si, en un lapso de dos años, más de 30 millones
de colombianos huyeran de repente hacia otro país.
Al ser expulsadas del territorio, las familias no pudieron emprender la búsqueda
de sus parientes desaparecidos. Esto profundizó su sufrimiento. Las víctimas, además de
vivir con la incertidumbre de no saber el paradero de sus seres queridos, sintieron
dolor por abandonar sus hogares y culpa por haber huido, a pesar de que esto fue una
forma de sobrevivir. «Le llegó la noticia a mi primo que iban a devolver el ganado y
como estaban ellos dos, se fue mi papá a acompañarlo, y hace 16 años que no sé si

14
  El Tiempo, “Coba: a recuperar la paz de Chámeza”.
15
  Informe 119-CI-00196, Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), Corporación Social
para la Asesoría y Capacitación Comunitaria (Cospacc), y Noche y Niebla, «Casanare: exhumando
el genocidio»; Informe 748-CI-00616, Fundación Nydia Erika Bautista para los Derechos Humanos
(FNEB) y Asociación Familiares Colombia, «Informe desapariciones forzadas en Recetor y Chámeza».
16
  Las cifras del DANE en parte reflejan ese cambio. Según un informe entregado a la Comisión,
en 1993 Chámeza tenía 2.244 habitantes. En 2005, se registraron 751, casi un tercio del total 12
años antes. En el mismo periodo, Recetor pasó de tener 2.429 a tener 976 habitantes. En: Informe
748-CI-00616, Fundación Nydia Erika Bautista para los Derechos Humanos (FNEB) y Asociación
Familiares Colombia, «Informe desapariciones forzadas en Recetor y Chámeza».

38 sufrir la guerra y rehacer la vida


está vivo o está muerto», le dijo un hombre que huyó desplazado a la Comisión. «[Es]
muy triste no tener ni donde llorarlo»17.
Cuando el paramilitarismo logró dominar el territorio, los hechos violentos se
presentaron como formas de retaliación ancladas en la sospecha. Los paramilitares
intentaron borrar cualquier vínculo o supuesta relación con la guerrilla. La llegada
de las ACC supuso un ensañamiento feroz contra la población campesina, que causó
un terror generalizado en los municipios.
Los desplazamientos forzados masivos fueron una consecuencia de ese terror. Hubo una
depredación y un aniquilamiento progresivo que incluyó el despojo de los medios de vida, el
arrasamiento de veredas, el vaciamiento del territorio, situaciones que causaron numerosos
y variados daños y sufrimientos a las víctimas y a sus familiares. Esto afectó a las siguientes
generaciones, que perdieron la traza cultural con la que sus familias habían fundado su vida.
En Chámeza y Recetor, los paramilitares lo consumieron todo: las vidas de las
personas, los cuerpos no enterrados con dignidad, los recuerdos familiares y la existencia
que se fijó durante años en un territorio campesino. Entre finales de 2002 y principios
de 2003, durante los momentos más álgidos de violencia, la desaparición forzada de
más de ochenta personas se multiplicó de distintas formas de sufrimiento para los
familiares. En ambos municipios, centenares de personas empezaron a preguntarse
a diario por la suerte de sus seres queridos mientras escuchaban relatos sobre cómo
desmembraban, torturaban y arrojaban a los ríos los cuerpos de los desaparecidos.
El sufrimiento de no saber qué ocurrió con ellos también era el sufrimiento de ima-
ginar la tortura y las formas en que murieron; cada nuevo día era una confirmación de la
ausencia. Cada rumor sobre lo sucedido con las personas desaparecidas se manifestaba en
diferentes formas de dolor: rabia, miedo, culpa, ansiedad, pánico, tristeza, soledad, impo-
tencia y nostalgia coexistieron desde entonces en la vida de los familiares de las víctimas.
Cientos de personas empezaron a presentar problemas emocionales, físicos,
psicológicos y económicos. Sus vidas se sumieron en un sufrimiento profundo. Una
parte significativa de los habitantes de ambos municipios vio cómo sus proyectos de
vida se destruyeron, cambiaron de manera abrupta, o dejaron de tener sentido debido
a la muerte, a la ausencia y a las múltiples y significativas pérdidas ocasionadas por la
violencia. Lo mismo ocurrió con personas que ni siquiera vivían en la región o que se
encontraban a kilómetros de distancia. Padres como los de Geiner Munive tuvieron
que abandonar sus hogares y viajar hasta Recetor para averiguar el paradero de su hijo.
Al no recibir ayuda o respuestas del Estado, los familiares emprendieron diferentes
caminos para ponerle fin a la incertidumbre, y se expusieron física y emocionalmente
al intentar hablar con los victimarios de sus seres queridos. Muchos fueron intimidados
durante el proceso de búsqueda. En ocasiones, hubo amenazas y engaños para evitar
que los familiares hallaran los cuerpos de los desaparecidos, lo que prolongó su agonía.

17
  Entrevista 163-VI-00024. Hombre, víctima de desplazamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 39


La responsabilidad de comandantes paramilitares en estos hechos está probada. El
Juzgado 56 Penal del Circuito, por otra parte, ordenó en tres sentencias18 investigar a 18
agentes del Estado –entre ellos siete oficiales y suboficiales del Ejército, al personero de
Yopal y a otros diez servidores públicos–, pero hasta el momento en que se escribe este
volumen solo ha habido una condena en contra del coronel (r) del Ejército Juan Carlos
Castañeda Villamizar y del exalcalde de Recetor Flaminio Cocinero Costo. Ambos
fueron sentenciados a 40 años de prisión por participar, entre 2002 y 2003, en torturas,
desapariciones forzadas, desplazamiento forzado, concierto para delinquir agravado y el
asesinato de 54 personas. La impunidad pesa sobre las víctimas y la sociedad colombiana.
Una aproximación a los impactos sufridos por las personas puede hacerse a partir
de lo ocurrido con la comunidad de Chámeza y Recetor. Como en otros municipios19,
el daño que originaron los distintos actores armados afectó no solo a las víctimas direc-
tas de los crímenes, sino también a sus familiares. En estas comunidades, el efecto de
los homicidios y de las desapariciones se notó en las transformaciones de las formas
de vida, los vínculos, las relaciones y las identidades de las personas. Estas transfor-
maciones, de hecho, afectaron a la sociedad como un todo. La tragedia del asesinato
y de la desaparición continuó después del crimen como una suerte de metáfora del
dolor. Las pérdidas fueron progresivas y las familias aún hoy insisten en la justicia, en
la búsqueda de sus seres queridos y en todo lo que estos representan20.
La violencia en Chámeza y Recetor es similar a la vivida en el resto del país, con
distintas intensidades y particularidades. Durante más de seis décadas de conflicto
armado, millones de personas han sido víctimas de alguna o de varias modalidades de
violencia. A enero de 2022, el Registro Único de Víctimas (RUV) reporta 8.804.761
personas reconocidas como víctimas, de las cuales el 48,4 % son mujeres y el 51,1 %,
hombres. Según su pertenencia étnica, el 13,5 % de las víctimas son negras o afro-
colombianas, el 5,5 % son indígenas y el 0,3 % son personas palenqueras, raizales
o gitanas. Al menos 3.321.479 tienen menos de 18 años de edad, 1.994.610 tienen
más de 60 años, y 427.945 reportan algún tipo de discapacidad. Al menos 4.783 de
víctimas son lesbianas, gays, bisexuales, trans o intersexuales21.

18
  Fiscalía General de la Nación, Sentencia Anticipada 1100131040562015-00134, el 30 de noviembre
de 2015. Fiscalía 88 Especializada UNDH Villavicencio (Meta), Sentencia condenatoria contra Yezid
Farit Cachayas Quevedo a alias el Rolo o el Duende, el 11 de febrero de 2016. Fiscalía General de la
Nación, Sentencia Anticipada 1100131040562013-00066, el 31 de julio de 2013.
19
  Como en los Montes de María, en Bolívar, Bojayá, en Chocó, la región del Pacífico Nariñense,
Granada y San Carlos, en Antioquia, Tibú, en Arauca, el Área de La Macarena, en Meta y Guaviare,
entre múltiples otros.
20
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», Capítulo 5:
Las palabras viven, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.
21
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad 011-VZ-00011. Registro Único de Víctimas,
Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

40 sufrir la guerra y rehacer la vida


La violencia en Colombia abarca una amplia gama de modalidades de victimi-
zación. El RUV registra quince tipos de hechos: acto terrorista, atentados, combates,
enfrentamientos y hostigamientos; amenaza; delitos contra la libertad y la integridad
sexual; desaparición forzada; desplazamiento forzado; homicidio; minas antipersona,
munición sin explotar y artefacto explosivo improvisado; secuestro; tortura;
vinculación de niños, niñas y adolescentes a actividades relacionadas con grupos
armados; abandono o despojo forzado de tierras; pérdida de bienes muebles o
inmuebles; lesiones personales físicas; lesiones personales psicológicas; y confina-
miento. Estas formas de violencia han causado pérdidas, cambios indeseados y una
interminable lista de daños no solo a las víctimas, sus familias y allegados, sino a
toda la sociedad colombiana.

Las muertes, las desapariciones forzadas,


las ausencias y el duelo

Marcha de campesinos de Córdoba y Urabá junto a líderes del Movice para reclamarle al Estado
por las personas desaparecidas y asesinadas. Montería, Córdoba. Marzo de 2012. ©Jesús Abad
Colorado López

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 41


En Colombia, las muertes violentas y las desapariciones forzadas muestran los impactos
más definitivos del conflicto armado interno. Durante más de sesenta años, el país
ha asistido a la muerte violenta y a la desaparición de miles de personas. En todo el
territorio, masacres, asesinatos selectivos y ejecuciones extrajudiciales se han utilizado
para eliminar a adversarios; exterminar a quienes representan y movilizan ideas o
proyectos de sociedad que difieren de los intereses de quienes agencian la guerra; y
sembrar el terror y manipular cifras orientadas a mostrar victorias militares22.
Los datos del Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH señalan que, en
Colombia, entre 1961 y 2021, ocurrieron 4.302 masacres: el 49,5 % perpetradas por
los grupos paramilitares; el 18,3 %, por las guerrillas; el 11,9 %, por grupos armados no
identificados; el 6,4 % por agentes del Estado; el 2,2 % por grupos posdesmovilización.
Según la misma fuente, en ese mismo periodo, 154.173 personas fueron víctimas de
asesinatos selectivos: el 43,1 % cometidos por los grupos paramilitares; el 15,9 %
por las guerrillas y el 3,5% por agentes estatales23. La Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP), por otro lado, documentó 6.402 casos de asesinatos y desapariciones
forzadas presentados como bajas en combate por agentes del Estado24.
Durante el conflicto armado, el Estado colombiano, las guerrillas y los grupos
paramilitares se han valido de distintos métodos para que sus acciones criminales no
salgan a la luz pública y asegurar así su impunidad. Estos han incluido el silenciamiento,
el ocultamiento, la negación y la tergiversación25. Lo anterior ha impedido saber, con
total certeza, el número de muertos causados por el conflicto armado en Colombia.
Probablemente, miles de muertes no figuran en los registros. De cualquier manera, las
cifras disponibles son dramáticas. El proyecto conjunto JEP-CEV-HRDAG26 docu-
mentó que, entre 1985 y 2018, se presentaron al menos 450.664 víctimas de homicidios
relacionados con el conflicto armado, valor que con los estimativos de subregistro puede
ser de 813.70727, que equivalían, en el momento en que se escribe este tomo, a casi

22
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza». Capítulo
2: Pintarse los labios para no olvidar, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.
23
  Base de datos, el Conflicto Armado en Cifras, Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH),
con corte de 30 de noviembre de 2021.
24
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), «Caso 03: Asesinatos y desapariciones forzadas presentados
como bajas en combate por agentes del Estado».
25
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: El dolor
silenciado (punto Calle 26), ¡Denunciar juntas! (punto Posgrados) del recorrido 360 de la Universidad
Nacional de Colombia y El lenguaje de la violencia es el fracaso social (punto Plazoleta Central) del
recorrido 360 de la Universidad de Antioquia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad
https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
26
  JEP-CEV-HRDAG, «Proyecto conjunto de integración de datos y estimaciones estadísticas», con
corte de junio de 2022.
27
 Este es el mejor estimativo que se logró con los datos disponibles. HR-DAG (Human Rights Data
Analysis Group) es una organización no partidista, sin ánimo de lucro que aplica ciencia rigurosa

42 sufrir la guerra y rehacer la vida


dos veces la población de un país como Islandia o poco menos de la suma total de
las poblaciones de los departamentos de Vaupés, Guainía, San Andrés y Providencia,
Amazonas, Guaviare, Vichada y Arauca.
Las cifras sobre las desapariciones forzadas son igualmente trágicas. De acuerdo con
el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, entre 1961 y 2021, al menos
68.602 personas han sido víctimas de esta modalidad de violencia28. Esto es casi dos veces
el número de personas desaparecidas forzadamente en Guatemala, más de dos y media
veces el número aproximado de desaparecidos durante la dictadura en Argentina, y más
de 26 veces el total entre muertos y desaparecidos ocurridos durante la dictadura de
Augusto Pinochet, en Chile. Los grupos paramilitares han sido los mayores responsables
(32,5 % de los casos), seguidos por las guerrillas (13 %) y los agentes del Estado (3 %)29.
Los hombres han sido las principales víctimas en el caso de las desapariciones
forzadas y en el de los homicidios, según el proyecto citado. Aproximadamente,
82 de cada 100 víctimas de homicidio fueron hombres (estos también fueron los
principales combatientes en el conflicto armado). Los mayores responsables de esta
clase de violencia fueron: los paramilitares con el 46,5 % de los casos; las FARC- EP,
con 21,5 %; otros actores, con 13,9 %; múltiples actores con 10,3 %; agentes del
Estado, con 4,5 %; el ELN, con 2,3 %; y otros actores con 0,9 %. De acuerdo con los
testimonios escuchados por la Comisión, la mayoría de las víctimas vivían en zonas
rurales. Del total de víctimas de homicidio, el 13,4 % eran menores de 18 años de edad.
En Colombia, los asesinatos y desapariciones forzadas han afectado a millones de
personas y familias. El aspecto definitivo de la muerte y la ausencia transformaron las
identidades y las formas de vida de muchas de aquellas. Varias víctimas no volvieron a ser
campesinos, parte de sus familias, líderes sociales, empresarios o ganaderos. En esa medida,
el sufrimiento se ha vivido como una experiencia continuada de la muerte de sí mismo30.

al análisis de violaciones de derechos humanos alrededor del mundo. Su trabajo ha sido usado por
comisiones para la verdad, tribunales internacionales y organizaciones no gubernamentales de dere-
chos humanos no gubernamentales. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) y el Grupo de Análisis de
Datos en Derechos Humanos (HRDAG, por sus siglas en inglés), hicieron un trabajo de integración
de datos y estimaciones estadísticas sobre violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado
colombiano. Este análisis integró más de 112 bases de datos con más de 20 millones de registros de
42 instituciones y organizaciones sociales. En el estudio sobre homicidio, se incluyeron solo los casos
en los cuales aparecían el nombre y los dos apellidos de la víctima, se excluyeron los casos repetidos, se
hizo una valoración del subregistro y se incorporó la incertidumbre respecto de si el hecho se dio por
circunstancias relacionadas directamente con el conflicto armado. En: JEP-CEV-HRDAG, «Proyecto
conjunto de integración de datos y estimaciones estadísticas», con corte 3 de julio de 2022.
28
  Base de datos, el Conflicto Armado en Cifras, Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), con
corte de 30 de noviembre de 2021.
29
  Base de datos, el Conflicto Armado en Cifras, Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), con
corte al de 30 de noviembre de 2021.
30
  Según David Morris, el sufrimiento es un daño que trasciende el cuerpo y que también afecta a la
mente. En: Morris, La cultura del dolor, 182–281.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 43


Los impactos sufridos por las víctimas han variado dependiendo de la identidad
de las personas asesinadas o desaparecidas, de la manera como a estas las mataron o
desaparecieron, de quiénes fueron los responsables y de los medios que tenían sus
seres queridos para afrontar esta clase de hechos. La respuesta a las muertes o des-
apariciones fue diferente según los recursos personales y familiares de las víctimas,
de sus amistades, sus vecinos, sus redes de apoyo, su nivel educativo, su trabajo, sus
ingresos y, en general, de sus condiciones de vida.
En las familias, la ausencia repentina de los hombres provocó cambios que las
obligó a reorganizarse. Esto causó problemas afectivos, emocionales y económicos.
Tras la muerte de los hombres, que en muchos casos eran los proveedores del hogar,
las mujeres –esposas, madres, hermanas, hijas, amigas, novias, etcétera– o, en otros
casos, el padre, el padrino, el abuelo u otro hombre cercano a la familia debieron
asumir las funciones del fallecido.
Una campesina de 68 años, cuyo esposo e hijo de 21 años fueron asesinados por
el ELN, en 1992, en Cáchira, Norte de Santander, narró cómo su vida se transformó
tras esas dos muertes. Tuvo que encargarse de la economía del hogar y del cuidado
material y afectivo de sus otros seis hijos. Su hija adolescente dejó de estudiar para
ayudar al sostenimiento familiar. Con sacrificio, logró sacar adelante al resto de sus
hijos, pero los impactos emocionales que sufrió la afectaron gravemente:
«Ni sabe uno qué hacer porque queda con los chinos todos pequeñitos […]. Ahí
cambió [todo] porque ahí sola bregando ahí con una cosa y para la otra. Po allá una
china que tenía ya como […] dieciséis […] pues le tocó y se fue a trabajar, ayudar...
Sufriendo porque ya sin esposo […] ¿quién trabajaba?»31.
Al sufrimiento por la pérdida de sus seres queridos, se sumó la frustración por esa
vida que habría podido ser diferente. Los testimonios recibidos de miles de víctimas
dieron cuenta del sufrimiento que causó el asesinato violento de sus familiares. De
manera insistente, estas personas hablaron de la soledad, el miedo, la rabia, el estupor,
la incertidumbre y el desconcierto que sintieron. Sus vidas cambiaron sin aviso, dijeron
a menudo. Un campesino de San Agustín, Huila, que presenció junto a su esposa el
homicidio de su cuñado por el Batallón Magdalena de la Novena Brigada del Ejército,
le habló sobre esto a la Comisión:
«Son cosas que uno a veces dice: “¿para qué uno trabajar? ¿para qué uno madru-
gar? ¿para qué uno esforzarse si le van a quitar, tarde que temprano, la vida?”.
Emocionalmente, pues, el ánimo que uno traía de seguir trabajando, pues, se le
va. Se puede decir que en un 90 % uno se derrumba […]. Y […] mi esposa, pues,
ella quedó muy mal, traumatizada psicológicamente y físicamente […]. Se desmaya,
queda prácticamente como muerta. Dice que ella lo mira […] con un cáliz lleno de

  Entrevista 168-VI-00027. Mujer campesina, víctima de homicidio de su esposo.


31

44 sufrir la guerra y rehacer la vida


sangre […]. Es duro porque, de todas maneras, son secuelas que parten […] dentro
del corazón. Te hacen como una cicatriz que no sana»32.
Con la desaparición forzada, el rol de la persona ausente tuvo que asumirlo
otro u otros miembros de la familia. A veces no fue sencillo desempeñar ese papel.
Las personas llegaron a ese rol con culpa y necesidad. Simbólicamente, había una
contradicción, pues debían ponerse en el lugar del desaparecido para sobrevivir a la
urgencia económica y, al mismo tiempo, conservar ese espacio vacío que solo podía
ocupar el desaparecido una vez regresara. Se esperaba que el familiar reemplazara con
fidelidad al desaparecido para mantener la continuidad de la vida del hogar, pero, al
mismo tiempo, había una oposición dentro de la familia a la presencia de esta persona en
ese sitio sagrado y simbólico. A menudo, esta situación puso de manifiesto una reali-
dad dolorosa para las familias: el desaparecido seguía perdido, no estaba en su lugar
y nadie podría realmente ocuparlo. La vida ya nunca sería la misma.

Muerte, sevicia y rituales impedidos

Los hornos de antiguas ladrilleras y un trapiche fueron usados por miembros de las AUC como lugar
de tortura y de incineración de los cuerpos de cientos de personas desaparecidas. Corregimiento de
Juan Frío. Municipio Villa del Rosario, Norte de Santander. 2015. ©Javier Osuna Sarmiento

32
  Entrevista 073-VI-00002. Hombre, víctima de homicidio, campesino.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 45


Los homicidios cometidos con sevicia ocupan espacios importantes en las memorias
de las víctimas y siguen actualizándose en sus recuerdos como formas de crueldad.
El uso de torturas y de tratos crueles e inhumanos por los agentes estatales, por las
guerrillas y por los paramilitares, en distintas regiones del país, ha hecho que las vidas
de los familiares y allegados a los muertos transcurran acompañadas de miedo, terror,
silencio, rabia, ansiedad y otras secuelas.
La muerte de cada una de estas personas causó pérdidas significativas para sus
familiares, amigos y seres cercanos, y las llevó a transitar por el difícil y doloroso
camino del duelo. En muchas ocasiones, además, este proceso no pudo llevarse a cabo
debido a los impactos de los hechos y a la imposibilidad de aceptar que esas atrocidades
ocurrieran. Todo esto aumentó la dimensión del daño.
Muchos testimonios hablaron de cómo los grupos paramilitares sembraron el
terror para disputarles el control territorial a los grupos guerrilleros. Como una
parte de esta estrategia, les prohibieron a las familias recoger los cuerpos de sus
seres queridos y evitaron que las comunidades asistieran a los velorios. Cuando se
cometieron asesinatos selectivos de líderes y de personas significativas con propó-
sitos aleccionadores, exhibieron los cuerpos sin vida con las marcas de las torturas,
y vedaron sus entierros. Y cuando las muertes ocurrieron en el marco de masacres
con posteriores órdenes de desalojo para los sobrevivientes, las personas tuvieron
que huir y dejar abandonados a sus muertos.
La imposibilidad de recoger los cuerpos y de realizar los rituales de despedida
también se presentó en numerosos casos de combatientes que perdieron la vida en
medio de enfrentamientos o de incursiones armadas. Por las condiciones de la guerra,
a veces fue imposible recuperar los cadáveres de las personas caídas en combate. Para
los combatientes, las muertes de sus compañeros de armas se vivieron como pérdidas
familiares. Para muchos de ellos, aún hay memorias de culpa por el abandono de
los cuerpos o por no haberles dado una despedida honorable: «¿Usted sabe lo que es
dejar un ser humano tirado como un perro, después de tanta lucha?», preguntó un
excombatiente guerrillero durante su testimonio ante la Comisión33.
El impacto de abandonar sus muertos, de no enterrarlos, de no llorarlos, de no
expresar su dolor o no recibir muestras de condolencia y solidaridad fue enorme para
las víctimas. Fueron muertes sin duelo y, por tanto, muertes que dejaron tras de sí una
sensación de deuda con los fallecidos. Esta se tradujo en un sentimiento de culpa y en
la imposibilidad o dificultad para aceptar la pérdida y rehacer la vida con esa ausencia.
Como señalan numerosos informes y testimonios respecto a la desaparición forzada,
se trata, entonces, de un duelo impedido o congelado34.

  Entrevista 237-AA-00005. Actor armado, jefe de milicias de las FARC-EP.


33

  Facio Lince, La escritura del duelo.


34

46 sufrir la guerra y rehacer la vida


En algunos casos de desaparición forzada, los paramilitares, para no dejar rastro de
su crimen, incineraron los cuerpos en hornos crematorios35 o lugares improvisados,
los lanzaron a los ríos, lagunas y otras extensiones de agua, los enterraron en fosas
comunes, o incluso, como lo narran varios informes, los arrojaron a animales para
que estos devoraran los cadáveres36. Una mujer cuyo hijo fue víctima de desaparición
forzada por grupos paramilitares, en Juan Frío, zona rural del municipio de Villa del
Rosario, en Norte de Santander, le dijo lo siguiente a la Comisión:
«Hay unos hornos donde se comenta que quemaban a las personas, en la parte
arribita de Juan Frío… En el río, aparecían los difuntos […], en la parte de los
cerritos […], muchos muertos regados por ahí como gallinazo volando. Otros medio
enterrados, otros tirados, y así ¿ve? A veces los familiares salían a buscar y encontraban
por ahí pedazos de ropa o en fin»37.
Estos hechos fueron corroborados en las versiones libres de excomandantes del
Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)38.
El uso de estos mecanismos condenó a los familiares a desconocer el paradero de
su ser querido y a no saber si estaba vivo o muerto, y los sometió a una espera y a una
búsqueda sin tregua que sumó más dolores y sufrimientos a la ausencia. Un campesino
de 66 años en el departamento del Cauca, describió el calvario que ha vivido después de
que los paramilitares asesinaran a uno de sus hijos en 2009 y, posteriormente, desa-
parecieran a sus otros tres hijos, en 2017: 
«Como se dice, tres juntos. Usted se imagina qué puedo, cómo puedo estar yo…
Que lo hubieran matado, que hubieran dicho: “Bueno, vaya recójalos que están en tal
parte”. Está bien, uno los recoge y ya. Pero como que se los hubiera tragado la tierra,
nadie vio nada, nadie dijo nada, nada más. Hoy […], yo a veces ni como. No duermo
[…]. Lo que he sufrido, seguiré sufriendo. Llevaré, seguiré llevando esa carga en mis
hombros hasta que mi Dios quiera que sea»39.
De acuerdo con las víctimas, cada día surgen un sinfín de interrogantes que las
hieren y que persisten en el tiempo. Es como un vacío que parece nunca llenarse. Una
mujer campesina, cuyo esposo fue desaparecido, le dijo lo siguiente a la Comisión
sobre las preguntas que la asaltaban a diario:

35
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza».
Capítulo 3: Marcas en el territorio, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza
36
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cuerpos
en los ríos, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
37
  Entrevista 168-VI-00006. Mujer, víctima de desaparición forzada de su hijo.
38
  Verdad Abierta, «El crematorio del Bloque Catatumbo», VerdadAbierta.com.
39
  Entrevista 056-VI-00032. Hombre, campesino, víctima de desaparición de sus hijos.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 47


«Yo al principio de todo eso pensaba: “¿Cómo lo matarían? ¿Cómo harían? ¿Cómo
quedarían? ¿A dónde se lo llevaron? ¿A dónde lo dejaron? ¿Dónde lo enterraron?”. Me
preguntaba cómo. [Era] terrible […]. Los primeros años vivía mortificada por eso,
porque yo pensaba en él, o sea, cómo sería eso, porque uno miraba que él era muy
entregado a sus hijos […]. Sí, vivía pensado cómo sería. Él era apegado a sus hijos, su
familia y sentir esa agonía, ese desespero…»40.
Cuando una familia es víctima de desaparición forzada, cada integrante del núcleo
familiar sufre el impacto de lo sucedido, y cada persona intenta asimilar la experiencia
a su manera. Para los familiares, la historia de la pérdida queda fragmentada e incom-
pleta. Para los más pequeños, por ejemplo, no suele haber respuestas ciertas pues los
adultos no saben cómo explicarles un acontecimiento que está lleno de ambivalencia,
crueldad e incertidumbre. A menudo, las respuestas de los mayores buscan calmar la
angustia de los niños y niñas, y responden con sus propios anhelos, por lo que suele
hablarse de viajes o partidas temporales. Esto produce, al mismo tiempo, esperanza,
tristeza y frustración frente a un regreso que en la mayoría de los casos no acontece41.
Quienes tenían que mostrar fortaleza y actuar como soporte, a menudo, trataron
de no hacer evidente o de inhibir su sufrimiento. Lo mismo ocurrió con quienes
tuvieron que enfrentarse con un aparato burocrático que no sabía responder a las
realidades en que quedaban los sobrevivientes. No hay esposo o esposa, pero tampoco
hay viudos o viudas. Los padres no están, pero sus hijos no pueden llamarse huérfa-
nos. Se trata, por decirlo de alguna manera, de una identidad fracturada.
La desaparición forzada lesiona la integridad de los familiares y allegados, pone sus
vidas en un enorme paréntesis, cambia y detiene sus proyectos, se instala como una
mortificación permanente y produce un sufrimiento extremo y cotidiano, descrito por
las víctimas como una forma de tortura. La desaparición tiene, además, la capacidad
de aterrorizar a las demás familias, a la comunidad y a la sociedad. Perturba y afecta,
incluso, a las generaciones siguientes42. Una mujer, que participó en el informe que
el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) le entregó a la
Comisión, describió la desaparición forzada de la siguiente manera:
«Este hueco lo asimilo a que nunca he podido encontrar el cuerpo de mi marido,
a las preguntas sin respuestas, a una hija que siempre me preguntó por él. Un cuerpo
que fue desmembrado, una cantidad de pedazos [que] no encontramos. Se han
hecho las búsquedas pertinentes, pero no lo hemos podido encontrar. Yo asimilo
este hueco a que no lo hemos podido encontrar, pero también a las cicatrices, a lo

40
  Entrevista 100-VI-00016. Mujer, víctima de desaparición y desplazamiento forzado, campesina.
41
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Hasta encontrarlos.
42
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: ¡No más
desaparecidos! (punto Plaza Che) del recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia, en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdad. https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-
resistencias/voces-vivas-universidades. 

48 sufrir la guerra y rehacer la vida


que me ha tocado vivir y lo que hoy en día soy. He podido sacar mis hijas adelante
y he seguido estudiando y he sido líder para poder ayudar a los demás, así por mí
no pueda hacer mucho. Pero si puedo ser fuerte para alguien, ese es el consuelo.
Aunque me sienta así: algo rota»43.
La desaparición de un ser querido causa ambivalencia. La muerte sin confirmar
o la falta del cuerpo convierten la ausencia en una presencia permanente que invade
todo y que impide cerrar un capítulo y emprender una nueva vida. Ello explica por
qué muchas familias y allegados, a pesar del paso del tiempo, mantienen intacto el
cuarto y las disposiciones del hogar o del lugar de trabajo de quien desapareció; por
qué esperan una llamada el día del cumpleaños o el Día de la Madre, y por qué viven
con la expectativa perenne del regreso:
«Yo me iba a alocar. Quería morirme, no quería saber más de este mundo […]
porque mi hijo desaparecido, lo que más quiero en la vida, y nunca volver a saber
nada. Yo le tengo la ropita de él guardada […], los papelitos de él, las fotos, todo eso
lo tengo ahí…»44.
La ansiedad, la incertidumbre y los pensamientos catastróficos que experimentaron
los familiares de las víctimas sobre lo que pudieran estar viviendo sus seres queridos
–los malos tratos o las miserables condiciones materiales– causaron dolor y alteraron
el sueño, los deseos de alimentarse, de arreglarse, las ganas, el ánimo y la alegría de
vivir. Para muchas personas, la vida se tornó sórdida, triste, silenciosa y solitaria.
Una mujer recordó ante la Comisión su experiencia después de la desaparición de su
esposo, en 2004:
«Eso fue horrible. No dormía. Yo fumé en ese tiempo y yo no fumaba. Me fumaba
dos, tres paquetes diarios. Me fui poniendo como una garra, horrible. ¡No! Yo no hacía
sino pensar. Venía, recogía ropas de aquí, iba y lavaba. ¡No! Y tome tinto, y eso. Eso
yo lloraba en ese lavadero. Yo me metía la toalla en la boca y lloraba amargamente en
ese lavadero restregando ropa»45.
El sufrimiento aumentó con la impunidad y la persistencia del conflicto46. En
muchos casos no solo se justificó o negó lo ocurrido, sino que se estigmatizó, se
amenazó y se persiguió a las familias y allegados. De este modo, al dolor producido por
la desaparición se agregó el miedo causado por el contexto y sufrimientos adicionales

43
  Mujer, víctima de desaparición forzada. Informe 262-CI-00520, Movimiento Nacional de Víctimas
de Crímenes de Estado (Movice), Fundación Comité de Solidaridad con Presos Políticos (CSPP), y
Díaz, «¿De donde sacamos fuerzas?», 61.
44
  Entrevista 239-VI-00009. Mujer, víctima de desaparición forzada de su hijo.
45
  Entrevista 307-VI-00054. Mujer, víctima de desaparición forzada.
46
  En los casos de desaparición forzada, se estima que «de los ochenta mil casos reportados al 2018
se habían investigado apenas 7.700 y, de estos, solo 337 tuvieron una sentencia condenatoria»; eso
quiere decir que más del 99 % quedaron sin resolver. En: Pompilio Peña, «La desaparición, un crimen
invisible cuya impunidad es alarmante».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 49


provocados por las pérdidas impuestas por otras condiciones adversas como el encierro,
el desplazamiento y el exilio47.
Para muchas madres, por ejemplo, el miedo a que otro de los integrantes de su familia
fuera desaparecido condujo a que asumieran posturas de sobreprotección o compen-
sación afectiva con otros miembros. Algunas veces, esta sobreprotección llevó a que las
personas impusieran controles que no habían impuesto en el pasado, para así prevenir la
tragedia. Una víctima del municipio de San José del Guaviare le narró a la Comisión
lo que su mamá sufrió tras la desaparición de su hermano, en 2001: «Mi mamá se
murió en vida desde que mi hermano desapareció. Y se apegó tanto a mi hermanito
Víctor Alfonso. Son parecidos. Ella lo protegió tanto que [solo] lo dejó salir de la casa
a los 28 años… Del miedo»48.
En algunos casos, la dedicación de algunas madres a la búsqueda de sus hijos
desaparecidos llevó a que sus otros hijos se sintieron menospreciados y abandonados.
Continuar la búsqueda indefinidamente ha sido la labor de muchas madres, esposas y
familiares en el país, como muestran las luchas de quienes han creado y sostenido orga-
nizaciones como la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes),
la Fundación Nydia Erika Bautista49, entre otras. En estas organizaciones, algunas
personas llevan 15, 20 o 30 años buscando un familiar, labor que, si bien ha estado
acompañada por la fuerza de una organización que se convierte en una segunda
familia, ha tenido, también, profundos efectos en la salud y en los proyectos de vida
de las personas, como lo relatan integrantes de la organización Mujeres Buscadoras de
Personas Dadas por Desaparecidas (Afadepac), en Tumaco, Nariño:
«Busca por todas partes y llama a una parte, llama a la otra parte y cuando ya la
gente no tiene, digamos, más recursos donde haya ido él ya uno corre donde las cartas
y los cigarros a mirar a ver… Uno dice y bueno cuánto me cobra por ayudármelo a
aparecer, búsqueme esto y lo otro… Pero en el caso mío no, yo gasté bastante plata
y llegaba uno, que sí, que está vivo, que él la va a llamar, que le va a mandar carta,
pero nunca me llega.
» Mi hermano está enfermo, me duele verlo así, se ha derrumbado de una forma
muy fea, a pesar que le damos ánimo, no come. Prácticamente se está consumiendo
en vida, vivo se está consumiendo, esperando a que digan algo y nada, esperando que
el muchacho aparezca»50.

47
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza». Capítulo
2: Pintarse los labios para no olvidar, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza. 
48
  Entrevista 391-VI-00002. Mujer, víctima de desaparición forzada, lideresa comunal.
49
  Creadas en 1982 y 2007, respectivamente.
50
  Mujer familiar de víctima de desaparición forzada. Entrevista 337-CO-00200. Miembros de Organización
de Mujeres Buscadoras de Personas Dadas por Desaparecidas (Afadepac). Mujer familiar de víctima de
desaparición forzada. Verdad Abierta, «El crematorio del Bloque Catatumbo», VerdadAbierta.com.

50 sufrir la guerra y rehacer la vida


Un hombre, cuya familia se entregó a la búsqueda de su hermano desaparecido por
la Policía, narró los impactos emocionales y económicos de esta dura labor:
«Se llevó también un proceso administrativo. Mi mamá quedó con afectaciones
psicológicas muy graves; mi mamá es paciente psiquiátrica hace 25 años [llanto] y a
raíz de eso el abo... el único abogado que en este momento cogió el caso era un señor
bastante mayor. En ese tiempo, el señor ya tenía 70 años y estaba terminando la carrera
de derecho. Estaba en esos días que le llegara la tarjeta y apenas que le llegó la tarjeta
le dijo a mi papá: “Empecemos a trabajar el caso a ver qué pasa”. Ya habían matado
a otro abogado que había querido intentar ayudarnos.
» […] el abogado, nosotros no teníamos cómo pagarle, entonces, se llegó al acuerdo
que la mitad era para él y la mitad para mis padres que ya […] llevaban buscándolo casi
10 años. En ese proceso de búsqueda, […] la finca fue embargada. Mi papá se metió
con créditos para poderlo buscar, pagándole a los pescadores en ese tiempo porque,
nos decía, en ese tiempo arrojaban muchos cadáveres al río Magdalena entonces, uno
tenía que ir y pagarle a los […] pescadores para que rescataran cuerpos. […] cada
vez que veía un cuerpo yo recuerdo que mi papá lo llamaban y él llegaba a identificar
esa persona, y si no era mi hermano pues otra vez bote el cuerpo al río porque […]
de esa forma lo hacían los pescadores: “No, nosotros no nos pagan, nosotros no nos
vamos a poner a llamar a nadie porque nosotros llamamos al Ejército a que vengan o
a la Policía y después nos meten es en un lío”.
» Y así fue, casi tres años seguidos en esa búsqueda para hallarlo […]. Por todo lo
que sucedía, comenzamos a conocernos con mucha gente más que tenían familiares
desaparecidos, asesinados. Como que uno ya se dio cuenta o mis padres se dieron en
ese momento que el caso de [nombre de víctima] era, pues, uno más dentro de un
contexto muy grande, que la mayoría de la gente que estaba en ese momento siendo
asesinada y desaparecida, pertenecían al grupo político de la Unión Patriótica»51.
Los asesinatos y las desapariciones forzadas tuvieron efectos particulares sobre
los niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Estos perdieron el afecto, la protección,
la compañía y las enseñanzas de sus padres, madres, abuelos o cuidadoras y de
otras personas que conformaban su círculo de referencia. La esposa de un militar
asesinado describió de la siguiente manera cómo la muerte del padre, en 2010,
afectó a su hija:
«Empezó a gritar “¡No, no, no, no, no!”, y a taparse los oídos. La psicóloga trató
de hablarle y “¡No, no, no, no, no! Mi papi no, mi papi no. Él me prometió que iba a
volver”. La niña se puso tan mal que tocó medicarla […]. No la pudimos controlar. No
nos dejaba acercar… Tocó cogerla entre hartas personas y amarrarla prácticamente a la
cama […] para que se dejara poner el medicamento. Eso le ha traído consecuencias a
la niña. Ella sufre de taquicardia permanentemente... Tiene parálisis de cuerdas vocales

51
  Entrevista 140-VI-00016. Mujer, familiar de víctima de retención y desaparición forzada.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 51


debido al estrés... Tuvo parálisis facial también... [Y es] en mayo cuando vienen las
cosas de ella, porque en mayo él murió»52.
En muchos casos, los menores de edad quedaron al cuidado de otros miembros
de la familia o de otras personas o instituciones. El impacto emocional fue enorme.
Por un lado, tuvieron que trasladarse a un nuevo hogar o quedaron sin este, dejando
atrás su espacio personal, sus juguetes, sus mascotas, sus lugares, prácticas y objetos de
esparcimiento, de educación y de socialización. En ocasiones, perdieron el vínculo con
amigos, vecinos y con la comunidad de la que formaban parte. En medio del dolor,
tuvieron que, además, intentar acoplarse a una nueva familia o a una nueva vivienda
en otro barrio o municipio. Estos, por lo general, fueron lugares empobrecidos en
los que padecieron hambre, frío, y condiciones de vida muy limitadas y adversas que
incluyeron la discriminación y el rechazo.
Las personas que acogieron a los huérfanos enfrentaron sus propios retos. De
manera imprevista, tuvieron que responsabilizarse de alimentar, vestir, cuidar, educar
a una o más personas cercanas. Incluso si no tenían problemas económicos, debían
buscar cómo arreglárselas para darles de comer y solventar las necesidades de quienes
llegaron. Un hombre de 73 años de edad asumió el cuidado de los nueve hijos que
quedaron en orfandad después de los asesinatos de su yerno, en 2006, y su hija, en
2011, ambos por el Frente 48 de las FARC-EP en Putumayo Dos de los nietos se
suicidaron ante el dolor de la pérdida de los padres, una en el año 2014 y otro en
2018. Este hombre le dijo lo siguiente a la Comisión:
«Mire, eso implicó muchas cosas. Implicó, en primer lugar, la tristeza, el abandono
del territorio, de la comunidad. Implicó sufrimiento porque […] yo sufrí mucho con
esos niños. Nueve niños para yo mantenerlos y la mujer, diez […]. Cuando ya unos
niños se crecieron, dos de ellos se mataron. Tomaron la decisión de envenenarse y
eso depende de la misma violencia porque ellos, a medida que se van criando, ellos
se acuerdan de los padres y están acabando así»53.
Miembros de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) le contaron
a la Comisión que uno de los efectos del asesinato del padre o de la madre para
las niñas campesinas fue el desplazamiento forzado y el matrimonio infantil. Las
niñas se vieron obligadas a estos hechos para buscar protección y para asegurar su
subsistencia, ya que, tras la muerte de sus padres, resultaba más difícil sobrevivir
económicamente. Aunque esta fue una forma de lidiar con la precariedad y el
desamparo, hubo otras consecuencias como la deserción escolar, el embarazo infantil
o adolescente y la violencia intrafamiliar.
La repentina situación de orfandad a temprana edad representa para las mujeres una
reconfiguración del proyecto de vida: atropelladamente se convierten en mujeres pues

  Entrevista 132-VI-0012. Mujer, esposa de militar asesinado.


52

  Entrevista 199-VI-00002. Hombre, víctima de asesinato de hija.


53

52 sufrir la guerra y rehacer la vida


llegan muy pronto al matrimonio o a la unión marital de hecho, para la confor-
mación de nuevas familias. Esta reconfiguración no se halla motivada por una idea
favorable de la unión marital a temprana edad, sino por la necesidad apremiante
de protección y pertenencia54.
La sociedad ha reparado poco en lo que significa la experiencia de perder a los
padres por la violencia. El testimonio de Daniela Narváez Perdomo, hija de Juan
Carlos Narváez, diputado del Valle del Cauca asesinado por las FARC-EP cuando
estaba en cautiverio junto a otros once miembros de la Asamblea Departamental,
le habló al mundo del sufrimiento que enfrentó por la pérdida de su padre, en una
carta en 2016:

Vi a mi madre llorar. Aunque estaba acostumbrada a esto, debido a las circunstan-


cias en las que se encontraba mi familia, esta vez era diferente. Su llanto sonaba
a pérdida, a la pérdida de toda esperanza. En ese momento supe que todos mis
deseos de cumpleaños, cada lágrima derramada y la desgarradora lucha de la que fui
partícipe durante cinco años, todo esto y mucho más, había sido para nada. Porque
por más que lo pidiera con todas las fuerzas de mi corazón, mi padre ya no iba a
volver. Él ya no me llevaría de la mano al colegio, ni me diría lo mucho que me
amaba; él se había ido. No, no se había ido, me lo habían arrebatado para siempre.
Lo único que me quedaba de mi padre eran fotografías viejas, uno que otro
video, las anécdotas y relatos familiares y solo un recuerdo en mi memoria. Más
que un recuerdo era una imagen, un instante nada más, pero para mí era lo más
preciado que tenía de él. La imagen de mi padre en un parque, esperándome al
final del resbalador, era lo que creía recordar…
Esta no es solo mi historia, es la historia de muchos niños colombianos que
tuvimos y tienen que crecer sin un padre, sin una madre o simplemente sin nin-
guno de los dos a causa del conflicto en Colombia. Esta es la historia de todos
esos niños a quienes la guerra les arrebató su infancia. Esos niños que en lugar
de colorear tuvimos que marchar, luchar y ser fuertes. Esos niños cuyo deseo de
cumpleaños y primer elemento en la carta al «Niño Dios» era o es la paz. Esos niños
a quienes sus padres no los pudieron ni los podrán llevar de la mano al colegio55.

Como afirma Daniela, en ocasiones niños, niñas, jóvenes y adolescentes acompa-


ñaron a sus familiares en la búsqueda o en actividades para exigir el regreso de sus
progenitores; marcharon, escribieron, rogaron e intercedieron. Para muchos, al final
no hubo más que el regreso de un cuerpo en un ataúd, y, para otros, ni siquiera esto,
pues sus padres aún siguen desaparecidos.

54
  Informe 110-CI-00528. ANUC y CITPax. «Resistencia y persistencia». 46.
55
  Caracol Radio, «Carta de Daniela Narváez».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 53


La pérdida de parientes, la orfandad, los múltiples desplazamientos ocasionados
por el asesinato de sus familiares, los perjuicios económicos, entre otros hechos,
marcaron las vidas de estas víctimas en la infancia, la juventud, la vida adulta y como
personas mayores. Muchos reanudaron una y otra vez sus proyectos de vida y cargaron
con el peso de la tristeza y la nostalgia por la ausencia de sus seres queridos, y con la
mortificación de la rabia y la frustración por la injusticia sufrida56.
Si bien la estela de muerte y de desapariciones que ha dejado la guerra en este
país ha afectado fundamentalmente a la población civil, también ha tocado a cientos
de hombres y mujeres vinculados a los actores armados legales e ilegales, como lo
muestran algunos testimonios. Los impactos de estos hechos cobijan a sus familiares,
especialmente a las madres, esposas e hijos.
Familiares de integrantes de la fuerza pública, por ejemplo, han hablado del duelo
que debieron pasar mujeres jóvenes con hijos e hijas pequeñas mientras tenían a cargo
el cuidado y la manutención familiar, sin acompañamiento psicosocial y sin el soporte
económico que recibían de sus compañeros. Los familiares de miembros de las FARC-EP
y de otros grupos armados ilegales, independientemente de que compartieran o no sus
convicciones, atravesaron situaciones similares. A ello se le sumó el agravante, en muchos
casos, de no poder llorarlos y enterrarlos. A menudo tuvieron que vivir el duelo también
de manera clandestina y en soledad para evitar señalamientos.
Mujeres en estado de embarazo, en el momento en que murieron sus compañeros,
le dijeron a la Comisión que la noticia tuvo efectos en sus procesos de gestación y
en el desarrollo posterior de sus niños o niñas. Hablaron incluso de casos de abortos
espontáneos provocados por esas muertes. Estas experiencias no fueron ajenas para las
compañeras sentimentales de combatientes paramilitares o guerrilleros que murieron
mientras ellas se encontraban en estado de embarazo o ya con bebés. Estos impactos
repercutieron también en las vidas de sus compañeros combatientes y sus familias
dentro de los grupos armados. En el devenir de la guerra, hombres y mujeres, que a la
vez eran los perpetradores y responsables de estos crímenes, fueron testigos de asesinatos
selectivos y masacres de amigos, amigas e incluso novios y novias y de muertes causadas
por combates, explosiones de minas y otros artefactos57.
Un excolaborador del ELN le dijo a la Comisión lo siguiente sobre la muerte de
uno de sus compañeros: «Para el imaginario de la sociedad habían dado de baja a un
delincuente», afirmó, «pero para uno que compartió, que conoce la parte humana,
independientemente de la forma en la que murió, era un amigo, era una persona

56
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza». Capítulo 1: La
fuerza de la búsqueda, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.
57
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza: «Construir la paz desafiando la desesperanza», en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdadhttps://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.

54 sufrir la guerra y rehacer la vida


que tenía sueños, que tenía aspiraciones, que tenía familia: una madre que lo llora,
unas hermanas que lo lloran, un hijo que lo esperaba… Son cosas que uno carga»58.
Los excombatientes se enfrentaron constantemente con situaciones en las que la
muerte estuvo presente. Esta se volvió parte de su cotidianidad, un destino probable,
pues de eso, entre otras cosas, se trata la guerra. Se preparaban para aquella a diario, ya
que había una alta posibilidad de tener que matar a otros o de morir violentamente.
El riesgo de morir o de asesinar tuvo fuertes impactos, pues sus vidas se desenvolvían
en medio de la zozobra, la angustia y la ansiedad. Sobrevivir implicaba permanecer
alerta, desconfiar al máximo de los otros y, de alguna manera, vivir en la inmediatez,
debido a la imposibilidad de tejer vínculos duraderos con los demás. Y a pesar del paso
del tiempo y de estar por fuera de la guerra, los síntomas persistieron. De hecho,
varios de los excombatientes a quienes escuchó la Comisión dijeron que siguen
experimentando miedo, angustia y una sensación de persecución incluso cuando
duermen. Así se refirió un hombre que desertó de las FARC-EP, después de pertenecer
un año a este grupo armado:
«Yo he sufrido, digamos, una desesperación que no puedo dormir casi, yo, mis
sueños son muy poquitos, duermo por horas, yo siempre y cuando yo mantengo,
duermo y me acuesto a dormir, y yo pienso: “¿Qué tal que yo esté dormido y lleguen
y esa gente llegue y me maten a mí con toda mi familia?”»59.
Hubo escenas de muertes que se grabaron en las memorias de los excombatientes:
«Ya cuando subí, encontré un soldado…», le contó a la Comisión un suboficial del
Ejército. «Cuando lo destapé, me quedé con parte de los ojos y la cabeza de él en la
mano, pues se la habían destruido con un tiro de gracia. Todos fueron con tiro de
gracia, todos tenían un disparo en la cabeza. El soldado estaba ahí, yo lo cogí, y pues
a mí se me vinieron las lágrimas»60.
«Los habían matado una cosa horrible», narró otro soldado. «Yo nunca había visto
eso. Disparos en la cara, bueno, en todo el cuerpo tenían diferentes. Esto me causa
como traumatismo, pero no lo digo porque me sacan, ¿sí me entiende? […]. Yo me
quedo callado, pero siento estas cosas. Cuando me servían el sancocho, sentía que
estaba comiendo […] el cuerpo de los muertos»61.
Situaciones de estrés y miedo como las anteriores causaron afectaciones emo-
cionales y psicológicas que, en los testimonios, remiten a crisis de pánico, ansiedad,
ataques de ira, dificultad para conciliar el sueño, depresión, entre otras. La experiencia
de otro soldado ilustra esto:

58
  Entrevista 089-AA-00004. Hombre, excombatiente del ELN.
59
  Entrevista 056-AA-00001. Hombre, excombatiente de las FARC-EP. Patía, Cauca. 1990-1991.
60
  Entrevista 194-PR-00403. Hombre, suboficial del Ejército. La Libertad, Chiquinquirá. 2001-2003.
61
  Entrevista 185-VI-00001. Hombre, soldado del Ejército. San José del Guaviare, Guaviare. 2002- 2018.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 55


«Yo tengo esquizofrenia, esquizofrenia con síntomas psicóticos agudos más tras-
torno de estrés postraumático. Yi ahorita puedo estar bien, ahorita, pero en 5 minutos
le puedo pegar ahí, puedo romper todo y […] mañana ¿quién le pegó? ¿quién hizo
esto? ¿Si me entiende? Ese soy yo»62.
Según la experiencia de las víctimas, la muerte y la desaparición forzada figuran
como las pérdidas más sensibles y significativas y, en esa medida, como un daño
irreparable. Se pierden seres queridos, y, con ello, las vidas de familiares y amigos
quedan marcadas por la tristeza, la soledad, la rabia y la culpa. Estos sentimientos
son muy difíciles de superar, ya que las víctimas, por lo general, no cuentan con
ambientes que las rodeen, escuchen y apoyen, y porque, como ya se mencionó, en
muchos casos hubo muerte simbólica posterior a la muerte física. Los asesinatos,
la huida, el desplazamiento o el exilio les arrebataron a las personas los referen-
tes emocionales y culturales que les permitieron en el pasado sobrevivir ante la
adversidad. De ese modo, se impidió que operaran recursos familiares, vecinales y
comunitarios para procesar y hacer frente a las múltiples pérdidas.
Las muertes y desapariciones ocurridas en el marco del conflicto armado,
además de expresar de manera cruda la vida truncada, la vida silenciada y la no
vida de las víctimas directas, repercutieron en millones de personas más. Para
algunas, representaron una experiencia traumática que les impidió vivir con autonomía,
confianza, seguridad y libertad. Para otras, estas muertes y desapariciones truncaron
sus proyectos, cambiaron sus destinos y los obligaron a tener vidas más precarias
e indeseadas. En casi todos, dejaron marcas que siempre se asociarán con la sensación
de injusticia, de encontrarse inermes, de estar desprotegidos y sometidos ante
la crueldad y arbitrariedad. Esto ha consumido una parte de sus vidas, pues han
realizado esfuerzos tratando de controlar la rabia, la culpa, la frustración y la
tristeza que estas sensaciones evocan.
Las personas asesinadas y desaparecidas no solo eran padres, hermanos o hijos.
También eran campesinos, profesoras, médicos, ganaderos, enfermeras, tenderos,
artistas, entre otras. Desarrollaban actividades y cumplían funciones con alcances
políticos, económicos, sociales y culturales. Sus asesinatos y desapariciones impidieron
que las labores que realizaban se siguieran llevando a cabo, lo que afectó la vida de sus
familias, comunidades y al país como un todo.
Por cuenta de los asesinatos y las desapariciones, unas escuelas quedaron sin maestros y
centros de salud, sin personal que los atendiera, por ejemplo. Los homicidios dejaron a
pueblos y ciudades sin tenderas, pescadores, agricultores, conductores, artistas, funcio-
narias públicas, autoridades, líderes espirituales. Estas muertes no solo fueron se sintieron
y sufrieron por sus familiares y personas más allegadas, sino por toda la comunidad. El
clima de terror en los lugares en los que los asesinatos y las desapariciones ocurrieron,

62
  Entrevista 139-VI-00103. Soldado del Ejército, víctima MAP, 2003. Suaza, Huila.

56 sufrir la guerra y rehacer la vida


junto a las órdenes explícitas impartidas por los actores armados en algunos lugares
de no levantar cuerpos ni de acompañar velorios y funerales, también impidió llevar
a cabo los duelos colectivos.
Al asesinar y desaparecer personas, los actores armados lograron una parte de sus
propósitos: destruir vidas y familias; romper redes de solidaridad y de vecindad; y
someter o expulsar comunidades para ocupar o vaciar los territorios. Las muertes
provocadas con crueldad y sevicia, especialmente por los paramilitares, dejaron,
además, marcas y traumas colectivos en las comunidades y la sociedad.

Daños a la integridad y a la vida digna

La niñez del barrio Pizamos 1, de la Comuna 21, plasmó en carteles el valor de la dignidad
humana. Proyecto Hilando fino (en busca de la verdad)63. Distrito de Aguablanca, Santiago de Cali,
Valle del Cauca. Noviembre de 2020. ©Fundación Gabinete Caligari

  Proceso de la Comisión de la Verdad, Casas de la Verdad con Sentido. 33-OI-612cf5136236661dcaf468aa.


63

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 57


Para disputar o mantener el poder político y económico, controlar o despojar terri-
torios y comunidades, impedir su acción organizada y sembrar el terror, entre otros
propósitos, los actores armados utilizaron diversas estrategias de castigo, obtención
de información y humillación.
Los diferentes grupos usaron diversas formas de violencia para lograr lo anterior.
Miles de personas fueron víctimas de torturas, violencias sexuales, minas antipersona,
artefactos explosivos improvisados y munición sin explotar, entre otras. La vida de
las personas y sus cuerpos se convirtieron en depositarios de actos crueles y degradantes.
Los que lograron sobrevivir llevan en sus cuerpos, mentes y emociones huellas
del horror, pues la larga duración, la permanencia y la degradación de la guerra
causaron no solo muerte, sino también dolor, padecimientos, enfermedades y un
sufrimiento constante.

La violencia y los daños sobre la salud

Radiografía de un paciente de 19 años con un disparo en el hemicráneo derecho. Febrero de 2022.


©Rafael Alejandro Camayo Concha 

58 sufrir la guerra y rehacer la vida


Los impactos de la violencia en la salud de las personas han variado según las dinámicas
temporales y espaciales del conflicto armado interno. En los periodos en los que la
intensidad y la degradación del conflicto armado fueron mayores, hechos como
la violencia sexual, la tortura, las masacres, los atentados contra la vida, los ataques
a bienes protegidos64, los ataques indiscriminados y las minas antipersona causaron
afectaciones sobre la salud mental y daños en el cuerpo que, a corto y largo plazo,
limitaron la autonomía de las personas, les impidieron realizar sus actividades y
cambiaron su manera de relacionarse con el mundo.
La exposición permanente a las condiciones de la guerra marcadas por el miedo,
la incertidumbre, la ansiedad y las pérdidas crecientes de seres queridos afectaron la
salud de miles de personas. Una mujer a la que le tocó vivir catorce tomas guerrilleras,
en La Cruz, Nariño, narró las consecuencias que padeció después de una incursión
del ELN y las FARC-EP, en el 2000:
«Mi madre [y yo] miramos que hubo un hostigamiento o una toma y noso-
tros teníamos la casa con puros ventanales, muchos vidrios… Miramos hacia lo alto
cuando el avión llegaba a ayudar, y viene y miramos que del cielo tiraban unas cosas
rojas […], como bombillos rojos. Entonces mi mamá, pobrecita ella, se asustó tanto
[…] que nos tocó irnos hacia la parte de atrás. Todo pasó, gracias a Dios, pues salimos
bien, [pero] psicológicamente eso es horrible, no se lo deseo a nadie…
» Al otro día, pues, contando lo que había pasado, una cosa, otra, y yo miré que
mi mamá se fue a acostar a eso del mediodía. Yo la miraba pensativa, pensativa, y no
hablaba […]. Cuando [al día siguiente] uno dice esto no es normal. Le había estado
dando una trombosis, del susto, de la impresión […]. Desde allí mi mamá estuvo
postrada en cama 10 años y medio»65.
Impactos como el anterior fueron consecuencia de algunas de las modalidades de
violencia desatadas en el conflicto armado. A continuación, se describen los impactos
causados por varias de estas. Por supuesto, hubo muchísimos más. Lo que sigue,
entonces, es apenas un indicador de la gravedad del daño producido por la guerra en
la salud de los colombianos y colombianas.

64
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: La salud en la memo-
ria colectiva, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
65
  Entrevista 221-VI-00011. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 59


Las torturas, los daños sobre el cuerpo
y las memorias del sufrimiento

El soldado Romero Restrepo pisó una mina y perdió la pierna derecha y el brazo izquierdo. La mitad
de su rostro se quemó. Dice que se siente abandonado por el Ejército de Colombia. Noviembre de
2016. ©Federico Rios Escobar

En el conflicto armado interno, miles de personas han sido víctimas de tortura,


una modalidad de violencia que infringe intencionalmente dolores o sufrimientos
graves (físicos o mentales) con el propósito explícito de someter la voluntad de la
víctima. A enero de 2022, el RUV reporta 6.485 víctimas66. Los datos demuestran
una responsabilidad alta de los agentes del Estado, especialmente durante los años
en los que el país permaneció bajo la declaratoria de Estado de sitio. En esa época, se
dotó de poderes extraordinarios a las fuerzas militares. Estas favorecieron la práctica de
la tortura en contra de diferentes sectores sociales incluidos los indígenas, campesinos,
estudiantes, militantes e integrantes de grupos guerrilleros o sus familiares o personas
allegadas67. De acuerdo con la base de datos de tortura durante la vigencia del Estatuto

66
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad 011-VZ-00011. Registro Único de Víctimas,
Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
67
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: El
dolor silenciado (punto Calle 26) y ¡No más desaparecidos! (punto Plaza Che) del recorrido 360 de la

60 sufrir la guerra y rehacer la vida


de Seguridad construida por la Comisión, hubo al menos 1.340 víctimas entre 1978 y
1982. Los mayores perpetradores fueron miembros del Ejército con 67,9 % de parti-
cipación, seguido por la Policía con 3,4 % y otros actores con el porcentaje restante68.
La tortura por agentes estatales ha sido un método utilizado para obtener información,
extraer acusaciones o confesiones falsas, y castigar y horrorizar a las víctimas. Un caso
representativo es el de la médica Olga López Jaramillo. El 3 de enero de 1979, López
Jaramillo fue privada de su libertad con su hija Olga Helena, de seis años de edad, por
miembros de las Fuerzas Militares. Se la retuvo bajo la sospecha de guardar material
de guerra robado por la guerrilla del M-19 en el Cantón Norte. Su apartamento fue
allanado y, una vez finalizada la diligencia, madre e hija fueron conducidas al cuartel
de la Brigada de Institutos Militares, en Usaquén.
Durante los doce días siguientes a la captura, sus familiares no fueron informados
de su paradero. La niña, que también fue privada de su libertad irregularmente,
permaneció retenida durante 10 horas. En ese tiempo, la interrogaron, la amenazaron
con hacerle daño a su madre y le hicieron

grabaciones magnetofónicas de su llanto y de las llamadas angustiadas a su madre,


a quien vio cuando la encapucharon y alejaron a empellones hacia las caballerías
de la Brigada de Institutos Militares en Usaquén69.

La doctora López fue torturada física y psicológicamente por miembros de los


cuerpos militares. Según el testimonio que la doctora dio ante el Consejo de Estado,
durante diez días la amenazaron con violarla a ella y a su hija, la desnudaron for-
zosamente, la atemorizaron con ruidos extraños, la humillaron, la golpearon, la
colgaron en posiciones dolorosas, la asfixiaron, la privaron de alimentos y de sueño
y la obligaron a ver la tortura de otras personas70.
El Estado no ha sido el único que se ha valido de esta forma de violencia. Grupos
guerrilleros también han usado la tortura como método para castigar a quienes
consideraban infiltrados, traidores u opositores para obtener información y, en el
caso de los paramilitares, sobre todo, para sembrar el terror en la población.
La tortura causa daños a largo plazo sobre el cuerpo y la mente de las personas.
Todo objeto, olor, sonido, sensación o incluso el propio cuerpo retrotraen a la memoria
de las víctimas las huellas del dolor, la humillación y la manera en que su humanidad

Universidad Nacional de Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.


comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
68
  Base de datos, Tortura por agentes del Estado durante el Estatuto de Seguridad 1978 - 1982, Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), con corte de 30 de
abril de2022.
69
  Consejo de Estado, Sentencia, expediente 3507, el 27 de junio de 1985.
70
  Consejo de Estado, Verdades en convergencia, 186.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 61


pretendió destruirse. En 2001, en Solita, Caquetá, un campesino fue torturado por
alias Diego, del Frente 49 de las FARC-EP, para que le diera información sobre un
conocido paramilitar. Esto relató el campesino a la Comisión sobre lo que vivió:
«Había uno ahí cerca mío y yo amarrado que me tenían […]. Me colgaron a
un lazo y me subieron más o menos por ahí a 2 metros de alto […]. Ahí fue donde
me pegaron […] un culatazo […]. Me han hecho 3 cirugías aquí en esto. Ahora
hace 6 meses hace que me hicieron cirugía porque lo tenía feísimo. Tenía un hueco
aquí en el pómulo izquierdo […]. A raíz de eso fue que yo perdí la vista […], el
ojo izquierdo lo perdí de una vez. Entonces se me fue complicando el otro porque
es la córnea del otro»71.
Una mujer que participaba en procesos organizativos campesinos le contó a la
Comisión la forma en que fue interrogada, torturada y abusada sexualmente por
miembros de la fuerza pública, después de que detonara una bomba en un puesto de
policía en Inzá, Cauca. De acuerdo con su testimonio, fue llamada a declarar por una
demanda de alimentos ante la Fiscalía y, en el camino, fue detenida y llevada a un
cuarto con cámaras en el que policías y soldados, con personas de civil, la acusaron
de ser guerrillera y de haber puesto la bomba. Intentaron convencerla de decir que
varias personas de las organizaciones sociales, incluido su padre, eran guerrilleros.
Usaron imágenes alteradas y le ofrecieron dinero y apoyo para exiliarse. Cuando se
rehusó, la torturaron:
«Entoes se viene uno de allá [y] dice que hagamos con usted lo que quieran […] y
agarró un nudo y me aprieta así […]. “¿No va a hablar?”. Y ese dolor aquí se me bajó
hacia las piernas. Sentí como […] que me desvanecí porque que le aprieten un seno
a uno es horrible, o sea me lo cogieron así, como que lo torcieron […] y me dijeron:
“La última vez que le vamos a preguntar, ¿nos va a colaborar o no?”. Les dije que no,
hagan lo que quieran… Yo no nací pa semilla.
» Entoes dijeron: “Aquí le vamos a traer a uno de sus hijos” […]. Si ese es el destino
de ellos [les dije], pero yo cómo voy a entregar a alguien que yo no sé cuál es el daño
que le ha hecho, sobre todo a mi territorio.
» Se me acerca y saca […] unas punzas […] y me comienza a meter así en este dedo y
en este, y me las metió como hasta aquí […]. Yo perdí el conocimiento... Cuando
[volví en mí…] tenía desangrado así la blusa […]. Entoes dijo uno de ellos: “Ya
volvió y se despertó, pero esa no va a hablar”»72.
Después de estos hechos, la mujer fue llevada a otro lugar donde cinco hombres
abusaron sexualmente de ella.
La tortura es una modalidad de violencia muy difícil de denunciar y de documentar.
Esto ocurre porque suele ser una práctica que precede al asesinato y a la desaparición

  Entrevista 204-VI-00002. Hombre, víctima de tortura, campesino.


71

  Entrevista 044-VI-00002. Mujer, víctima de tortura y violencia sexual.


72

62 sufrir la guerra y rehacer la vida


forzada; es decir, la mayoría de las víctimas no sobrevivieron para contarlo. Resulta
también difícil de denunciar porque, en muchos casos, los victimarios están investidos
de poder y cuentan con el respaldo de su institución u organización y, además,
porque el miedo y la poca confianza en las posibilidades de justicia inhibe a las
víctimas de hacerlo.
Durante la tortura, las víctimas están a merced de sus verdugos. La intención de
causar sufrimiento ha llevado a los perpetradores a utilizar métodos como interro-
gatorios con los ojos vendados, colgamientos en espacios fríos y oscuros, inmersión y
ahogamiento, descargas eléctricas, tácticas para impedir el sueño y buscar confesiones
en el duermevela, punzadas con agujas, golpes, patadas, privación de alimentos,
múltiples formas de violencia sexual como los desnudamientos, tocamientos, pellizcos
y descargas eléctricas en partes íntimas, violaciones, entre otras. Las denuncias
muestran que también se utilizaron otros métodos de tortura psicológica. Se usaron
insultos, amenazas hacia sus familiares y, en ocasiones, como lo muestra el caso
de la médica Olga López, se obligó a las personas a presenciar o escuchar cómo se
torturaba a otras víctimas.
Los impactos de la tortura sobre las víctimas han sido profundos y diversos. Según
la Defensoría del Pueblo, algunas de las víctimas padecen intrusión o flashback (revi-
vir constantemente el evento doloroso), sobreexcitación y restricción de afectos. En
el aspecto cognoscitivo, se han evidenciado casos de dificultad para concentrarse,
procesar conocimientos nuevos o memorizar; en lo afectivo, irritabilidad y explosiones
de enojo, cambios de humor, depresión, fobias, aislamiento, cambios emocionales
abruptos e incontrolables, y frialdad afectiva; y en lo somático, dificultades intestinales,
migrañas, dolores musculares y dolor crónico –que no tiene un origen claro, pero que
para la víctima es real–. Otros efectos registrados son estrés postraumático, desespe-
ranza aprendida, trastornos de angustia y del sueño, vivencias paranoides, sentimientos
de pérdida, autodesvalorización, baja autoestima, disminución de la motivación para
nuevas iniciativas, alteraciones del apetito, disfunciones sexuales, alteraciones psico-
somáticas, dificultades familiares y silencio73.
El testimonio de un hombre mayor, militante de un partido político de
izquierda y reconocido líder comunal del movimiento campesino, ilustra las prác-
ticas utilizadas y su capacidad dañina. En 1979, bajo el gobierno de Julio César
Turbay Ayala, este hombre fue detenido por las que él llamó las «comisiones de
tortura» del Ejército Nacional en el Magdalena Medio. Estuvo retenido durante
17 días en los que fue sometido a interrogatorios con su cuerpo colgado con las
manos atadas en su espalda y sumergido en un caño que los militares utilizaban
como sanitario –una inmersión que conocida como «baño María»–. De acuerdo
con su testimonio, en una ocasión fue sacado de su celda y conducido a una

73
  Defensoría del Pueblo, «Protocolo de Orientación y Atención a Víctimas de Tortura», 18–22.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 63


piedra grande donde fue amarrado y puesto en posición para ser violado por un
perro amaestrado. «Después de dicha violación mi mente quedó en blanco y mi
cuerpo se convirtió en un territorio ajeno para mí»74, le dijo a la Comisión este
líder campesino.
Otro caso representativo de tortura es el de Marco Avirama, un dirigente indígena
del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). En 1979, en Cauca, Avirama fue
torturado por miembros del Ejército. Una sentencia del Consejo de Estado recoge
una parte de los impactos de este hecho:

Los médicos de Amnistía Internacional informaron que la electricidad aplicada en


el oído izquierdo le dejó a Marco Avirama un líquido purulento que le rezumba
lentamente, dejándolo con deterioro en el oído izquierdo debido a una otitis
purulenta crónica y un trauma en el tímpano. Su hermano, en cambio, estaba
en constante depresión y ataques de nervios. No dormía bien, y sentía deseos de
sollozar todo el tiempo, pero no le era posible, se sentía irritado, quería pegarle a
la gente y escapar. Sufría de dolor de cabeza constante y no se lograba concentrar,
tenía una sensación de tener la mente borrosa. Después de la tortura quedó con
ansiedad postraumática75.

El carácter cruel, humillante y degradante de los hechos provocaron enormes


impactos en los cuerpos de las víctimas, desencadenaron lesiones incapacitantes y
numerosas y graves enfermedades físicas y mentales que causaron dolores, padecimientos
y sufrimientos corporales, y afectaron las vidas de las víctimas y de sus familias.
Estas no solo sufrieron al observar y sentir los daños causados a sus familiares, sino
que, a menudo, también perdieron sus trabajos y fuentes de sustento por atender-
les o por incurrir en gastos para asumir los tratamientos y medicamentos que las
víctimas necesitaban.

  Entrevista 224-VI-00015. Hombre, víctima, campesino.


74

  Consejo de Estado, Sentencia, expediente 3507, el 27 de junio de 1985.


75

64 sufrir la guerra y rehacer la vida


La violencia sexual: el control y el abuso sobre los cuerpos

Marcha de mujeres indígenas del Cauca. 2018. ©María Luisa Moreno

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 65


Todos los grupos armados han utilizado la violencia sexual76 como una estrategia de
guerra, particularmente en contra de niñas, adolescentes y mujeres. Según datos del
Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, desde 1961 y hasta 2021, se han
documentado 15.236 víctimas de violencia sexual. De estas, el 90,5 % de las víctimas
fueron mujeres77. El RUV, por su parte, reporta, a enero de 2022, 32.407 personas
víctimas de delitos contra la libertad y la integridad sexual78.
Como se documenta, en profundidad, en otros tomos del Informe Final, la violen-
cia sexual en el conflicto armado combina la actuación de los actores armados con los
órdenes patriarcales preexistentes en la sociedad. En su despliegue, ha implementado
distintas modalidades y propósitos, entre estos la pretensión de eliminar y castigar
a quien se considera enemigo, aterrorizar a la población, desplazarla de manera for-
zosa y despojarla de sus tierras. La violencia sexual también se ha usado con el fin de
acallar, silenciar y neutralizar el trabajo de lideresas comunitarias, como una forma
de retaliación y como medio para obtener información. En palabras del CNMH, los
actores armados han intentado enviar un mensaje a las comunidades con la violencia
sexual: «Los cuerpos de las niñas y las mujeres, así como el territorio, tienen dueño»79.
Muchas mujeres sufrieron daños permanentes sobre su cuerpo. En los testimonios,
se mencionan desgarramientos, la pérdida de órganos reproductivos, hemorragias,
incontinencias, enfermedades de transmisión sexual, cáncer de cuello uterino y
diversas incapacidades duraderas80. Sus vidas quedaron marcadas para siempre. No
solo sufrieron padecimientos y daños físicos y psicológicos por las violencias sexuales,
también hubo una cadena de pérdidas y de fuentes de sufrimiento producidos por los
conflictos, por rupturas con la pareja y la familia, y por la dificultad para establecer
relaciones afectivas y sexuales luego de los sucesos.
Adicionalmente, las víctimas de violencia sexual sufrieron porque debieron asumir en
silencio y soledad lo padecido. Hay una gran dificultad para hablar de estas experiencias,
pues tocan una intimidad vulnerada y suelen acompañarse de sentimientos de culpa
y de vergüenza acentuados por la estigmatización que, en los contextos machistas,
recae sobre las víctimas:

76
  La violencia sexual «consiste en obligar a la persona a mantener contacto sexual, físico o verbal, o a
participar en otras interacciones sexuales mediante el uso de la fuerza, la intimidación, la coerción, el
chantaje, el soborno, la manipulación, la amenaza o cualquier otro mecanismo que anule o limite la
voluntad personal». Congreso de Colombia, Ley 1257 de 2008.
77
  CNMH, «El conflicto armado en cifras».
78
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad 011-VZ-00011. Registro Único de Víctimas,
Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
79
  Centro Nacional de Memoria Histórica, La guerra inscrita en el cuerpo.
80
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Rehacer la vida después del secuestro», en la plataforma digital
de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
rehacer-la-vida-despues-del-secuestro.

66 sufrir la guerra y rehacer la vida


Las víctimas pueden ser rechazadas y estigmatizadas por sus comunidades, familia
y/o parejas e, incluso, si el incidente se produjo en zonas controladas por los grupos
armados al margen de la ley, la comunidad puede llegar a culpar a la propia víctima
por haber transgredido las reglas impuestas por dichos grupos81.

En 2004, una mujer fue víctima de secuestro y abuso sexual por paramilitares
del Bloque Héroes de los Montes de María de las AUC, comandados por Rodrigo
Antonio Mercado Pelufo, alias Cadena o Rodrigo Cadena, en San Onofre, Sucre.
Las reacciones de su esposo y de personas de su contexto social la llevaron a guardar
silencio sobre su victimización:
«Después de eso, yo le conté […]. “A ese cuento le faltaba un pedazo, que eso como
que fue con consentimiento de uno”, [dijo…] Todas las cosas que hablaba eran así
[…], no para apoyarla a uno –decir: “Verdad, te pasó eso”, sino “Eso le pasa ustedes
por esto, ustedes son muy…” –. […] Nosotros necesitábamos una ayuda, […] que
nos comprendieran, que nos entendieran […]. Aquí uno no se encontraba respaldado
por nadie […]. “No te pongas a decir nada”, me dijo mi prima»82.
Existe un bajo registro de este crimen debido a la negativa de los violadores a admitir
su responsabilidad y a la dificultad que implica para las víctimas la denuncia. Esto
último es así no solo por la vergüenza que estos eventos producen, sino por el miedo al
rechazo, al abandono y a posibles venganzas de sus familiares hacia los perpetradores.
La denuncia también se inhibe debido al temor que sienten las víctimas por las órdenes
de guardar silencio y por las amenazas que usualmente profieren sus victimarios. A lo
anterior se suman las dificultades que tienen las mujeres para recibir un trato digno y
diligente por las instituciones a las que acuden para que sean atendidas.
En septiembre de 2020, en el acto de reconocimiento de impactos del conflicto
armado en la salud, realizado por la Comisión, una enfermera narró la violencia sexual
de la que fue víctima por paramilitares y los efectos que este hecho tuvo sobre su vida
y la de su familia:
«Cuando ya terminé, […] pensé que me iban a subir al carro para regresarme.
Me dijeron: “Ya su trabajo terminó allá, ahora viene su otro trabajo…”. ¿Cuál otro
trabajo? Me dijeron que no preguntara […], que ellos sabían perfectamente quién era
yo, dónde vivía, cuántos hijos tenía. Me dijeron el nombre de mis dos primeros hijos,
que me tomara unos tragos más bien y que me relajara también.
» Les puse resistencia pero de igual manera no pude hacer nada porque ya era de
noche. Todas las personas que estaban alrededor estaban armadas. Esa persona que me
empujaba y me metió a ese cuarto estaba alicorada, andaba con muchas armas encima
y ahí fue donde él accedió a mí, abusó de mí […]. A la medianoche entró otro tipo.

81
  Consejo de Estado, Verdades en convergencia, 200.
82
  Entrevista 131-VI-00001. Mujer, víctima de secuestro y violencia sexual.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 67


Ese no logré identificarlo ni nada porque no lo había visto ahí entre los que estaban
cuando llegué […] y como estaba oscuro el cuarto no prendió la luz. Lo único que sé
es que era un tipo alto, grueso, gordo. También abusó de mí […].
» Escuchaban una música de Farid Ortiz. Ponían canciones de Farid Ortiz. Yo
escuchaba la música y él se fue, [pero] casi en la madrugada entró otro. Fueron tres que
abusaron de mí… Mi esposo se fue, me abandonó con los niños […]. Me botaron de
la ESE, quedé desempleada, sin trabajo, sin esposo, destrozada, destruida. Acabaron
con mi vida. Yo ya no sabía qué hacer con mis hijos pequeños […]. Hace 20 años que
me pasó eso y sigo viviendo el calvario, el mismo temor, el mismo miedo, el mismo
susto y nadie hizo nada por mí»83.
La violencia sexual contra las mujeres, jóvenes y niñas recayó a menudo en aquellas
que fueron reclutadas de manera forzosa e ilegal por paramilitares y guerrillas. Según
la Corte Constitucional, la violencia sexual en este escenario

incluye en forma reiterada y sistemática: (i) la violación, (ii) la planificación


reproductiva forzada —a través de distintos medios, pero principalmente
mediante la colocación de dispositivos intrauterinos y el uso de otros métodos
anticonceptivos, en contra de su voluntad y sin información sobre las conse-
cuencias de su implantación, en tanto «orden» de obligatorio cumplimiento—,
(iii) la esclavización y explotación sexuales, (iv) la prostitución forzada, (v) el
abuso sexual, (vi) la esclavización sexual por parte de los jefes o comandantes,
(vii) el embarazo forzado, (viii) el aborto forzado y (ix) el contagio de infecciones
de transmisión sexual. Se ha reportado por numerosas entidades nacionales e
internacionales, de manera consistente y reiterada, que los miembros tanto de
las guerrillas –de las FARC-EP y el ELN– como de los grupos paramilitares
–desmovilizados y en proceso de reconfiguración– que operan a todo lo largo
del territorio nacional llevan a cabo este tipo de actos en forma sistemática en
el curso de sus actividades criminales84.

Los niños, jóvenes y hombres adultos no estuvieron exentos de vivencias similares.


Un joven misionero le narró a la Comisión varios episodios de violencia sexual que
sufrió durante un secuestro por alias El Oso y otros tres hombres pertenecientes al
Bloque Montes de María de las AUC. Este misionero fue retenido junto a otros
religiosos y compañeros de trabajo de la diócesis de Sincelejo. Durante el cautiverio,
los mantuvieron amarrados con el rostro cubierto y los interrogaron extensamente.

83
  Comisión de la Verdad, «El impacto del conflicto armado en la salud #LaVerdadDesdeLaSalud», el
24 de septiembre de 2020, 00:49:10.
84
  Corte Constitucional de Colombia, Auto 092 de 2008, el 14 de abril de 2008.

68 sufrir la guerra y rehacer la vida


Cuando llevaba aproximadamente tres días secuestrado, sucedieron los hechos que,
aún después de 20 años, esta persona recuerda con nitidez: 
«Luego llega otro, y dice: “No, estos maricones, vamos a hacerlos hablar”. Entonces
ahí sí nos cogieron, nos tiraron al suelo y nos empezaron a quitar la ropa. Escuchaba a mis
compañeros cómo gritaban. Ya, luego de tanto golpearnos, empezaron. Yo siento que me
agarran y empiezan a abusar de uno […]. Eso pasó tan rápido […] Esa capucha nunca la
quitaron de la cabeza. Fueron cuatro los que entraron. [Lo] agarraban a uno tan fuerte y
mientras el otro hacía, y así se fueron turnando. Lo mismo hacían con mis compañeros.
Ese primer día fue terrible porque uno no sabe quién es el que está y no sabe uno cómo
defenderse, y tampoco entiende por qué está sucediendo tal cosa. Así pasaron varios días»85.
La vida de este hombre cambió y los impactos de esos hechos violentos aún lo acosan
a diario. No ha buscado más información sobre sus perpetradores, pero ha recreado en
sus pesadillas muchas maneras para vengarse de ellos: «No, no tengo información…», le
dijo a la Comisión, «yo no he querido investigar sobre este tipo… [Hay] un programa
[…] en la televisión que se llama “1000 formas de morir” […]. Bueno, yo sueño todas
las noches con mil formas de matar a ese degenerado. [Llanto]. Por eso no quiero saber
de él, no quiero»86.
Entre las víctimas de esta forma de violencia también hay personas lesbianas, gais,
bisexuales, trans y de otras orientaciones sexuales e identidades de género. En estos casos,
la violencia sexual se usó con la pretensión de castigar estas orientaciones e identidades o
como una forma para «corregirlas» o enviar mensajes supuestamente ejemplarizantes –«para
que aprenda a ser hombre o ser mujer»–. Este fue el caso de un hombre homosexual abusado
sexualmente a los 9 años de edad por grupos paramilitares de las AUC, en Valledupar, Cesar,
tras ser señalado de tener comportamientos considerados «no masculinos»:
«Mi comportamiento desde niño fue, digamos, que muy femenino […]. Yo, de
pronto, tenía algún gesto –eso me marcó tanto– que […] era algo delicado por decirlo
así, y el miembro de las autodefensas en ese momento me empujó y me dijo que me
comportara como hombre […]. Ellos comenzaron [a decir] que yo, como tenía que
ser hombre, también tenía que beber como los hombres […]. Estaba en mi casa […]
y ellos haciéndome beber a la fuerza, y […] en realidad no recuerdo, hay sucesos que
pasaron en ese momento que no recuerdo, no tengo muy claro […]. Pienso que hubo
hasta abuso sexual […]. De pronto no lo dije en ese momento porque fue un proceso
no tan fácil. Decir: “A mí me pasó esto”»87.
Los testimonios de las víctimas que pertenecen a los sectores LGBTIQ+ evidencian
que la violencia sexual ha servido como una forma de control sobre los cuerpos que
transgreden la moralidad impuesta por los actores armados. También muestran que,

85
  Entrevista 109-VI-00004. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, amenazas, tortura y secuestro,
defensor de Derechos Humanos.
86
  Ibíd.
87
  Entrevista 238-VI-00044. Hombre, homosexual, sociólogo y líder, caso de violencia sexual.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 69


muchas veces, esta se ampara en discursos sociales preexistentes que funcionan como
justificatorios de la violencia, pues conciben a estas personas como «enfermas»,
«delincuentes» o «perversas», y que deben ser curadas, castigadas o corregidas88.

El maltrato corporal en las filas de los grupos armados

Mano de una mujer guerrillera. Julio de 2016. ©Federico Rios Escobar

Los impactos sobre los cuerpos y las enfermedades físicas y mentales han sido comunes
en los hombres y mujeres que han hecho parte de los grupos armados. Estas personas
sufrieron accidentes y lesiones físicas como resultado de los procesos de instrucción,
entrenamiento, combate y de las experiencias propias de la vida en estos grupos.
La mayoría de los hombres y las mujeres eran muy jóvenes cuando ingresaron en
los grupos armados. Algunos, incluso, eran menores de edad, por lo que sus cuerpos
estaban en pleno desarrollo. Muchos provenían de familias empobrecidas y presentaban
problemas de desnutrición y de salud antes de su ingreso en las filas. La sobrecarga
corporal, física y emocional que implicó la adopción de los instrumentos militares
como el fusil, los uniformes y el equipo, los procesos de entrenamiento, las largas cami-
natas, los mecanismos sancionatorios que imponían castigos –generalmente físicos–,

  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) et al., Aniquilar la diferencia.


88

70 sufrir la guerra y rehacer la vida


la intimidación y el sobreesfuerzo causaron hernias, lumbalgias, dolores y desgastes
articulares, entre otros padecimientos.
Dentro de las filas, la vida para los niños, niñas, jóvenes y adolescentes trajo
problemas de salud adicionales. Estos surgieron, entre otras razones, por el uso de una
terapia hormonal como medida de planificación sexual, de un dispositivo intrauterino
contraindicado en mujeres menores de edad, o por la presencia de enfermedades
infecciosas, legrados o abortos. Muchas de estas situaciones afectaron su salud sexual
y reproductiva de manera permanente.
La participación en combates expuso a los actores armados a graves heridas que,
en muchas ocasiones, produjeron la muerte o que, para muchos sobrevivientes,
significaron pérdidas de miembros y de órganos y secuelas duraderas en su salud89.
Así lo relató un excombatiente que, siendo menor de edad, estuvo tres años en las
FARC-EP. Al salir, cuando tenía 17 años, llegó a Medellín para incorporarse a la vida
civil, sin oportunidades claras y con heridas de disparos que condicionaron su vida:
«Eso fue muy duro para mí y para mi familia […]. Yo le pedí a los mismos médicos,
[por] verme así, que me mataran. Les decía que me mataran porque yo no quería vivir
así. Cuando desperté de esas operaciones, desperté como un loco […]. Esta pierna,
el tiro me quebró el hueso y yo no me aguantaba el dolor. Y al verme el estómago,
así como un pollo –yo me veía abierto así con una malla que me habían puesto, un
plástico blanco así y con colostomía en la parte de acá porque el tiro me había dañado
el estómago– no quería saber nada. Me quería era morir.
» No estoy muy bien. Tengo mi pierna izquierda que ha perdido mucha fuerza.
El abdomen lo tengo partidito porque la malla el cuerpo me la rechazó. Me tuvieron
que abrir y […] me sacaron la malla […]. Entonces, no puedo hacer mucha fuerza
porque me puedo herniar»90.
Los combatientes también sufrieron lesiones, traumatismos, enfermedades y
padecimientos específicos por haber estado expuestos a combatir en zonas selváticas
o montañosas. Las condiciones ambientales, climáticas e higiénicas en las que transcurre
la cotidianidad del conflicto armado son propicias para enfermedades producidas o
transmitidas por bacterias, parásitos, virus, infecciones gastrointestinales por ingesta
de aguas contaminadas, infecciones respiratorias, hongos, entre otras. «En el páramo,
eran las gripas y ya cuando empezaban a bajar la leishmaniasis, el paludismo y
enfermedades intestinales por aguas contaminadas, hongos, enfermedades de la piel:
[eso] era como que lo que más referenciaban», le dijo a la Comisión una médica

89
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza: «Construir la paz desafiando la desesperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.
90
  Entrevista 216-AA-00001. Hombre, excombatiente FARC-EP, reclutamiento ilícito, persona con
discapacidad.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 71


de las FARC-EP que trabajó en el oriente del país91. Enfermeros de combate que
operaron en algunos bloques paramilitares coincidieron en estos problemas. Uno de
ellos también mencionó los accidentes por mordedura de serpiente que, en algunas
situaciones, fueron difíciles de manejar92.
Los impactos sobre la salud de quienes participaron en el conflicto se configuraron
desde el momento mismo del reclutamiento, a raíz de las afectaciones emocionales y el
sufrimiento que, en algunos casos, causó la ruptura de los lazos familiares preexistentes
a la decisión de iniciar o continuar la vida armada. Hubo matices en los impactos
que dependieron del actor y de la forma de vinculación, pero, en general, estos se
profundizaron en relación con la vida cotidiana que se construyó y se impuso dentro
de las distintas filas.

Las minas antipersona, los artefactos explosivos improvisados,


las municiones sin explotar y sus impactos en la vida y la salud

Un soldado del batallón de desminado limpia explosivos en la zona de Chirí y El Oso, en la vereda El
Orejón, cerca de Briceño, Antioquia. Septiembre de 2016. ©Federico Rios Escobar

  Entrevista 299-PR-00406. Mujer, excombatiente de las FARC-EP, médica.


91

  Entrevista CIU 873. Hombre, excombatiente del Bloque Guática, paramilitares.


92

72 sufrir la guerra y rehacer la vida


En el contexto de este conflicto armado degradado, los actores armados se valieron del
uso de minas antipersona (MAP), artefactos explosivos improvisados y municiones
para establecer, defender y controlar territorios y posiciones. Estos artefactos producen
un efecto indiscriminado, y no distinguen entre combatientes y civiles o entre adultos
y niños. El uso de minas que incluyen materiales tóxicos, contaminantes y corto
punzantes, y sus distintas modalidades de activación y variación de carga explosiva,
provoca lesiones severas que, usualmente, se acompañan de infecciones que hacen aún
más dolorosa y difícil la recuperación. Las guerrillas han sido responsables de cerca
del 90 %93 de estos artefactos, que han causado miles de heridos y muertos en el país.
Desde hace años, Colombia es uno de los países con mayor número de personas
afectadas por esta clase de armas en el mundo. Según el RUV, hasta enero de 2022,
6.844 personas han sido víctimas. Por su parte, el Observatorio de Memoria y Conflicto
del CNMH documenta 9.096 personas víctimas entre 1961 y noviembre 21 de
202194. Se estima que el 60% de las víctimas fueron miembros de la fuerza pública
y el 40% civiles95.
Muchos combatientes sufrieron accidentes manipulando estos artefactos. Los
«explosivistas» se formaban mediante cursos y capacitaciones teóricos y prácticos. En
ocasiones, esa preparación causó la muerte o múltiples lesiones y discapacidades
en estas personas. «Se volaban ellos mismos partes de su cuerpo o incluso morían
por cometer errores mientras aprendían el manejo de armas explosivas», afirmó un
exparamilitar recordando los hechos sucedidos en una escuela de entrenamiento del
Bloque Centauros en San Martín, Meta96.
Estos artefactos también afectaron a las personas durante el combate, por supuesto.
Un excomandante de las ACC, por ejemplo, le contó a la Comisión cómo fue alcanzado
por una granada de fragmentación: «Cayó muy cerca de mí, como a dos metros, una
explosión y me hizo perder el conocimiento yo creo que por unas cuatro horas…
Cuando vine a despertar, me tenían acostado debajo de un árbol. Me levanté y
comencé a vomitar sangre»97, afirmó.
Muchos excombatientes llevan cicatrices causadas por esos accidentes. Algunos aún
tienen el material remanente de los artefactos en sus cuerpos. Esto les ha ocasionado
enfermedades y dolores constantes que afectan su vida cotidiana, incluso cuando ya no
forman parte de los grupos armados. La mayoría de las personas víctimas de accidentes
con minas antipersona y otros artefactos explosivos quedan con lesiones corporales o

93
  Centro Nacional de Memoria Histórica y Fundación Prolongar, La guerra escondida.
94
  Oficina del Alto Comisionado para la Paz, «Estadísticas de asistencia integral a las víctimas de
MAP y MUSE».
95
  Ibíd.
96
  Entrevista 427-PR-00209. Hombre, exparamilitar, reclutado a los diez años.
97
  Entrevista 425-VI-00001. Hombre, indígena, víctima de reclutado forzado por las Autodefensas
Campesinas del Casanare.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 73


discapacidades físicas. Estas, como se verá en detalle, cambian de manera abrupta y definitiva
sus vidas, como muestra el siguiente testimonio de un integrante de la fuerza pública:
«Lloré como un niño de la desesperación. De ver en lo que me habían dejado, de ver
que la vida le cambia a uno, de ver qué iba a ser de mí, cuál iba a ser mi futuro. ¿Estar
postrado en una silla de ruedas todos los días? ¿Ser un estorbo para mi familia? Difícil
[…]. Por la ventana del sexto piso del hospital […] pensaba en lanzarme, pero […] me
detenía a pensar en mi familia, en mi hija mayor. Pensar en que si caía allá iba a quedar
peor o me moría […]. A la final, consideré que lo mejor que podía hacer era bregar a
vivir, a salir adelante, pero no sabía todo lo que iba a implicar eso de ahí en adelante»98.
Como ya se anotó, no obstante, los artefactos explosivos no discriminan entre
combatientes y población civil. Las minas, además, normalmente se han instalado
en zonas rurales. Por esto, muchas de las víctimas han sido personas campesinas o
de poblaciones étnicas. Por lo menos 453 indígenas han sido víctimas de accidentes de
minas99. Entre estos, el pueblo Awá fue el mayor afectado, pues sufrió 130 incidentes100,
casi un tercio del total. En comunidades afrodescendientes se registraron 72 casos101.
Otro de los grupos más afectados por las minas antipersona han sido los menores de
edad. Desde que se lleva un registro de este hecho violento, más de 1.250 menores
han perdido la vida por artefactos explosivos102. Se estima que, entre 2003 y 2021103,
el 10,4 % de los casos correspondieron a esta población. Aproximadamente, uno de
cada cinco incidentes terminó en la muerte del menor, en parte porque los efectos
de la explosión suelen ser mayores que en los adultos, dada su menor masa corporal
y estatura. Varios de los accidentes ocurrieron en los lugares donde niños y niñas
desarrollaban su vida cotidiana104, como lo ilustra el relato que hizo a la Comisión la
madre de un niño de San José del Guaviare: «Estaba como de 3 añitos […]. Le dio por
ir a hacer chichí al lado de la carretera y explotó una mina […], le explotó el oído
[…]. Al menos volvió a caminar. Decían que tenían que amputar […]. Va caminando
y dobla su piecito, pues no tiene su músculo»105.

98
  Entrevista 194-VI-00086. Hombre, Víctima MAP, integrante Fuerza Pública, persona con discapacidad.
99
  Oficina del Alto Comisionado para la Paz, «Estadísticas de asistencia integral a las víctimas de
MAP y MUSE».
100
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Fundación Prolongar, La guerra escondida, 155.
101
  Oficina del Alto Comisionado para la Paz, «Estadísticas de asistencia integral a las víctimas de
MAP y MUSE».
102
  Informe 748-CI-00651, Asociación Campaña Colombiana Contra Minas (CCCM) et al., «Hacia
una vida digna y una tierra libre de minas antipersonal», 61.
103
  Oficina del Alto Comisionado para la Paz, «Estadísticas de asistencia integral a las víctimas de
MAP y MUSE».
104
  Informe 748-CI-00651, Asociación Campaña Colombiana Contra Minas (CCCM) et al., «Hacia
una vida digna y una tierra libre de minas antipersonal», 61.
105
  Entrevista 462-VI-00023. Mujer, víctima de desaparición forzada, desplazamiento y madre de niño
víctima de artefacto explosivo improvisado, Campesina.

74 sufrir la guerra y rehacer la vida


En los grupos armados, hubo niños, niñas, jóvenes y adolescentes víctimas de
reclutamiento ilícito106 que fueron asignados al grupo de explosivistas para que
construyeran e instalaran los artefactos. Dado que tenían manos más pequeñas, en
teoría eran mejores para manejar las tareas que involucraba esa labor. Lo anterior,
no obstante, incrementó el riesgo de los accidentes para los menores de edad y ocasionó
muertes y daños físicos y psicológicos. Quienes sobrevivieron a los incidentes con
este tipo de artefactos sufrieron durante el resto de sus vidas. En la infancia y la
adolescencia, se enfrentaron con barreras de acceso y con la discriminación en
el ámbito escolar. Había cosas que ya no podían hacer: caminar hasta la escuela,
ayudar a sus padres en el campo, jugar, etcétera. En algunos casos, esto creó una
dependencia asociada a limitaciones en el acceso a la alimentación, a los servicios de
salud, a la educación, entre otros107.
En la edad adulta, las afectaciones fueron más fuertes en las relaciones familiares,
en el sustento económico y en el proyecto laboral y de vida que se habían trazado.
Cuando las mujeres fueron las víctimas, generalmente fueron abandonadas por sus
esposos, y su vida sexual y afectiva se deterioró por la carga adicional que la sociedad
impone sobre el «deber ser» del cuerpo de las mujeres. Y cuando eran las esposas,
parejas, o madres de las víctimas, sobre ellas recayó todo el cuidado emocional y físico
de sus familiares.
Los impactos de los accidentes con artefactos explosivos variaron según el sector y la
posición social de las personas. A muchos miembros de la fuerza pública, por ejemplo,
las lesiones y amputaciones les frustraron la posibilidad de continuar y ascender en
su carrera militar. Estas personas sufrieron un cambio abrupto en sus vidas ya que,
después del accidente, se vieron obligados a abandonar su trabajo.
De acuerdo con los testimonios, este es un proceso muy complejo de manejar. Sus
posturas frente a sí mismos, sus familias, y su rol como uniformados hizo que, para
muchos, no fuera fácil reconocer la fragilidad y los dolores que les causó la explosión
de una mina. De un oficio en el que priman la idea de la fuerza, el culto al cuerpo
y la supervivencia por sí solos, pasaron a ser vistos como incapaces y a depender del
cuidado de otras personas para satisfacer sus necesidades más básicas y privadas. Así
lo describió a la Comisión un policía retirado que perdió una pierna por una mina
antipersona: «Yo nunca me voy a sentar con mis papás y les voy a decir: “Papá, me
hace falta la pierna... o mamá, o hijo esto”. O a mi esposa tirarle la carga de decirle:
“No, me duele esta pierna porque la prótesis no…”. Delante de ella siempre trato de
ser el fuerte»108.

106
  Choachí y Estrada, El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes.
107
  Comisión de la Verdad, «Radiotón: la Comisión escucha a personas víctimas con discapacidad y sus
redes de apoyo», 2020.
108
  Entrevista 430-CO-00352. Colectiva de sobrevivientes de mina antipersonal.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 75


La salud mental: los impactos sobre las emociones,
los pensamientos y las conductas

Acción simbólica: Cartas al río / Altavoces poéticas de la memoria109, una intervención o performance, a la
orilla del río Magdalena, uno de los escenarios del conflicto armado colombiano. En esta, cartas con
relatos, emociones y pensamientos se transformaron en barcos de papel para que navegaran por las
corrientes del río. Barrancabermeja, Santander. Septiembre de 2021. ©Asociación Escuela de Artes y
Desarrollo Humano Mario Andrés González Sandoval

Los impactos sobre los cuerpos y algunas enfermedades son efectos visibles e indiscutibles
de la violencia sufrida. Pero estos no han sido la única clase de impactos que ha dejado
el conflicto armado. La salud mental de las personas se ha visto fuertemente afectada
por las décadas de violencia.
Como se ha visto a lo largo de este tomo, sin embargo, es difícil separar y diferenciar
los impactos físicos de los psicológicos, pues los dolores y las marcas sobre el cuerpo
causan sufrimiento emocional y este, a su vez, acentúa o produce nuevos padecimientos
o enfermedades sobre el cuerpo110. Cuando los impactos recaen sobre las emociones,
las conductas y los pensamientos de las personas, no obstante, estos suelen pasar
inadvertidos y dejan de reconocerse incluso por personal médico y por funcionarios
encargados de atender a las víctimas. Para las mismas víctimas, a veces, resulta difícil
hablar y reconocer que esos impactos tienen su origen en las violencias padecidas. A
menudo, estas no encuentran las palabras para describir lo que sienten. Esa dificultad

109
  Proceso de la Comisión de la Verdad, Verdad Poética. 33-OI-624f077bcab0a129ef300057.
110
  Torres, «Autoconciencia corporal para la salud y el desarrollo humano».

76 sufrir la guerra y rehacer la vida


para reconocer y nombrar el sufrimiento o incluso la enfermedad mental, sumada a
contextos revictimizantes, hizo que las víctimas sufrieran en silencio y soledad, lo que
llevó a perturbaciones del sueño, alteraciones en su capacidad para vivir el día a día y
emociones como tristeza, ansiedad, rabia y depresión.
Una mujer víctima de la desaparición forzada de su esposo, en Nariño, en 2006,
presuntamente por un grupo guerrillero, describió del siguiente modo su situación:
«El cerebro lo siento como vacío», le dijo a la Comisión. «A veces se me pone como
grande la cabeza… Entonces me dice [el médico] que de pronto sea depresión o estrés
que tengo, porque yo cuando tengo nervios […] no hallo dónde meterme»111.
Muchas personas con las que habló la Comisión dijeron que sufren de alguna
afectación en su salud mental. Señalaron que, después de haber vivido la violencia,
tuvieron crisis nerviosas, insomnio y pesadillas. En los múltiples espacios de conver-
sación, en las entrevistas y en los testimonios recogidos, se aludió con frecuencia a
sentimientos de dolor, tristeza, angustia, desánimo, desasosiego, rabia o culpa que han
perdurado durante largos periodos. Una mujer que junto a su madre fue víctima de
secuestro y violencia sexual por parte del Frente 37 de las FARC-EP, por ejemplo,
describió de la siguiente manera los dolorosos hechos causados por su victimización:
«Mi mamá quedó como si estuviera loca. No podía escuchar un carro, no podía ver
una moto porque se quería morir. No dormía en la noche, mi abuela no dormía en la
noche, nadie dormía en la noche porque mi amá estaba prácticamente loca. [Llanto]
Tenía que permanecer sedada…
» Yo me cortaba mucho mis venas, cada vez que me imaginaba eso. Cada vez que
eso venía otra vez a mi mente, quería sentir otro dolor aparte del que sentía por dentro
y me cortaba muchas veces para sentir mejor el dolor aquí y no el dolor que tenía por
dentro…Dormía con la cuchilla debajo de la almohada»112.
Un hombre perteneciente a misiones religiosas, abusado por paramilitares del Bloque
Montes de María, en Colosó, Sucre, le contó a la Comisión una experiencia similar:
«Siempre sueño con que estoy caminando por una selva. Ahí empieza: llego a la selva
y me persiguen. Me escapo, estoy amarrado. En fin, cosas así, cosas así. Con el hecho
sexual, no. Que me persiguen, que estoy amarrado, que vienen, […] cosas así […].
» Me mandaron unas pastillas para poder dormir y, no, preferí botarlas. O sea, no,
las tomé dos veces. El primer efecto que me hizo fue que duré toda la noche despierto,
los ojos paralizados, no pude dormir […]. De la migraña, de la jaqueca, siempre me
toca ir a la clínica cuando ya me cogen muy fuerte, porque es irresistible el dolor de
cabeza. Y por los vómitos. Entonces [llega] la crisis»113.

111
  Entrevista 221-VI-00031. Mujer, familiar de víctima de desaparición forzada.
112
  Entrevista 136-VI-00006. Mujer, estudiante, caso de violencia sexual contra menor, desplazamiento
y secuestro.
113
  Entrevista 109-VI-00004. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, amenazas, tortura y secuestro,
defensor de derechos humanos.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 77


El uso de sustancias psicoactivas y el suicidio son dos de los eventos que más ponen
en evidencia la magnitud del impacto de la violencia en la salud mental de la población.
Es frecuente que las personas víctimas o sus familiares traten de afrontar la situación
con el uso excesivo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas. Esto último ha sido
más común en los jóvenes, quienes, en muchos casos, viven en contextos de exclusión
y violencia y con mayor exposición al consumo. El consumo, al alcanzar niveles de
adicción, agrava los problemas y los impactos sobre los miembros de los grupos
familiares, pues introducen nuevos conflictos, aumentan los riesgos de violencia
intrafamiliar y las condiciones de vulnerabilidad.
Personas que fueron testigos y sobrevivieron a masacres, que presenciaron el
asesinato o la violación de sus madres, sus hijos o sus hijas, que vivieron en condiciones
de esclavitud, de abuso y de encierro provocada por secuestros y retenciones, entre
otras experiencias traumáticas, sufrieron daños severos en su salud mental. En algunos
casos, estas experiencias les produjo una desconexión total con su entorno y les
impidió discernir entre lo imaginario y lo real.

Sufrimiento, desesperanza y suicidio

«Ese es otro de los síntomas de mi enfermedad –el sabor a muerte–, ya que he deseado tanto la muerte que
quizás ya se hizo parte de mí. Intenté suicidarme dos veces cuando otro síntoma más, la desesperanza, se
apoderó de mí. La vida sin dignidad ya no tiene sentido. Quizás no logré morir más, porque sencillamente
no se puede morir más. Mi alma ya había muerto y mi ser ya no existía. Todo lo que era yo desapareció»
Imagen y fragmento del testimonio de Lina Palacio. Durante este, Lina leyó un poema llamado Cáncer del alma.
«Encuentro por la Verdad: mi cuerpo dice la verdad», un reconocimiento a las víctimas, a su dignidad y resistencia. Plaza
San Pedro Claver, Cartagena. Junio de 2019. ©Camila Acosta Alzate / Comisión de la Verdad

78 sufrir la guerra y rehacer la vida


En los testimonios recibidos por la Comisión, se hallaron alusiones de las víctimas a ideas
de quitarse la vida, intentos de suicidio y suicidios consumados como consecuencia de
los sufrimientos producidos por la violencia. Otras víctimas manifestaron haber sufrido
por el suicidio de familiares o haberse enterado de casos presentados en la comunidad.
A pesar de la capacidad que muchas víctimas tuvieron para enfrentar la adversidad y la
crueldad, la permanencia de la guerra las afectó de una forma tan grave que, en algunos
casos, la única salida ante el dolor acumulado fue atentar contra sus propias vidas.
Según el Observatorio Nacional de Salud, en Colombia las víctimas del conflicto
armado cometen 1,6 veces más intentos de suicidio que la población general114.
Según un estudio, el 12,5 % de la población víctima de desplazamiento forzado
tuvo algún tipo de conducta suicida; de este porcentaje, el 51,5 % llegó a planear el
suicidio y el 5,5 % intentó suicidarse115.
Las personas que han pensado, intentado o que, en efecto, se han suicidado por hechos
relacionados con el conflicto armado lo han hecho por varias razones. En algunos casos,
tomaron esa decisión por el impacto directo del hecho violento, especialmente cuando
estos causaron intensos dolores físicos que quebraron su voluntad o las humillaron y
degradaron. Esto sucedió, sobre todo, cuando las victimizaciones incluyeron tortura o
violencia sexual. Así narró una mujer campesina el caso de una mujer menor de edad,
quien fue víctima de violencia sexual, después de ser reclutada por un grupo armado ilegal:
«Se la llevaron. La violaban el uno, el otro, el otro. La violaron […] hasta que esa
muchacha no aguantó más y se desquició. Llegó a la casa y se tomó un veneno. La
llevaron para Tumaco a ver si le salvaban la vida y no alcanzó a pasar. Ahí en la pasada
de Salahonda a Tumaco, ahí quedó»116.
Varios hombres y mujeres secuestrados por grupos guerrilleros y algunas personas
sometidas a tortura durante detenciones arbitrarias realizadas por el Ejército y por
organismos de seguridad de Estado intentaron suicidarse, según los testimonios
que escuchó la Comisión. Las ideas y los intentos suicidas buscaban ponerle fin al
sufrimiento o acelerar la muerte que percibían como próxima o inminente.
En el contexto de la persecución política a miembros de la Unión Patriótica (UP),
una mujer lideresa de la Unión de Mujeres Demócratas fue detenida, amenazada,
humillada y torturada por la fuerza pública y un grupo paramilitar. Lo ocurrido
desencadenó una serie de intentos de suicidio:

114
  La tasa de intento de suicidio es de 58,8 por 100.000 habitantes en la población general, según el
Observatorio Nacional de Salud Mental, y de 94,1 por 100.000 en las víctimas del conflicto armado,
según el RUV. Además, el 7% de las 553.614 atenciones realizadas por el Programa de Atención
Psicosocial y Salud Integral a Victimas (Papsivi) corresponde a casos relacionados con suicidio. Módulo
de Catalogación Colaborativa 011-VZ-00011-ac078d7e-eaa0-4b79-a2f9-26e15f8dffca, «Atención en
salud en población víctima del conflicto armado».
115
  Tamayo et al., «Problemas mentales, trastornos del afecto y de ansiedad en la población desplazada
por la violencia en Colombia».
116
  Entrevista 229-CO-00049. Entrevista colectiva a mujeres, víctimas de múltiples hechos en Nariño.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 79


«Más arriba, por el camino, […] había más hombres armados y me filmaron, me
tomaron fotos, me grabaron de todas maneras […]. Me quitaron muchas cosas, la
mayoría: toda la plata, el celular, las fotos; solo me dejaron un poquito de ropa de
la que tenía, y era muy poquito lo que cargaba, dos vestidos […]. Esa noche yo sí
estaba prevenida que ellos me fueran a tocar o me fueran a hacer algo y dije: “No
voy a permitir eso, entonces me voy a suicidar”. Me estaba asfixiando y no se dieron
cuenta […]. Le dije al comandante: “Necesito que me haga el favor y me dé permiso
de bañarme”. Pero yo tenía una muy mala intención […]: “En el baño de ellos hay
cuchillas, hay algo, yo me corto las venas, si hay con qué colgarme me cuelgo”.
» Al ya volver en mí, empecé como a concluir qué pasa conmigo si son muchas cosas
a lo largo de la vida, y por medio de tiros, de cosas, de persecuciones, escondiéndome
para que no me encontraran muchas veces, todo eso […]. ¿Y por qué aparece mi
hijo? ¿Sí existen esas cosas? Me preguntaba, y me pregunto: ¿qué es eso? ¿Psicológico?
¿O por qué? ¿Por qué aparece mi hijo ahí?, como diciéndome “No, no lo haga, no lo
haga” […]: esa fue mi reflexión»117.
El suicidio también se relacionó con la angustia y el sufrimiento en que quedaron
sumidas las personas por cuenta de la pobreza y la precarización de sus condiciones
de vida ocasionada por los hechos violentos. Las difíciles condiciones por la llegada a
sitios extraños –en el caso de los desplazados–, las dificultades para sostener la familia,
garantizar el alimento y condiciones de vida dignas y la fragilidad psicológica y física
después del hecho victimizante pusieron a algunas personas en situaciones límite. En
2004, durante las confrontaciones entre el Ejército y las FARC-EP, en Caquetá, un
hombre campesino, amenazado y desplazado, le contó a la Comisión cómo aquello
que vivió su comunidad llevó al suicidio de uno de sus miembros:
«Eso fueron afectaciones que igual les sucedió a todos. ¿Por qué? Porque es que
[…] es muy duro. Después de uno tenerlo todo, de acostarse tranquilo sabiendo
que tiene, como dice el dicho, el bocado seguro al otro día, tener que levantarse sin
saber qué hacer, a la deriva, ni saber pa dónde coger […]. Aquí hubo un muchacho
de allá que se ahorcó por las deudas y todo […]. El problema no es tanto mental, el
problema es económico. Porque yo le digo que una persona de las que salimos le dan
una reparación o una reubicación con dignidad, no hay problemas de que esa persona
intente un suicidio. No hay problemas de que esa persona trate de desviarse de la vida
que ha llevado, no. Porque esa persona vuelve y se encamina. Pero es duro porque
una persona sufriendo y que no encuentre alternativa […] es como un río cuando el
caudal […] no es suficiente para él: se desborda»118.
Para algunas víctimas, la acción suicida fue otro impacto del sufrimiento acumulado.
En varios relatos, algunas contaron que estos eventos se presentaron en personas

117
  Entrevista 127-VI-00003. Mujer, lideresa UP, víctima de amenaza al derecho a la vida y tortura.
118
  Entrevista 150-VI-00003. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.

80 sufrir la guerra y rehacer la vida


jóvenes, hijos o hijas de familias víctimas de desplazamiento, homicidio, amenazas,
desaparición o exilio. Los testimonios muestran que las familias y comunidades en
las que se presentaron estos casos acumulaban una enorme carga de culpa y frustración
que se sumó a los demás impactos de la violencia.
Una joven cuyo padre fue asesinado por grupos paramilitares de los hermanos
Castaño, en 1988, en la masacre de la vereda San Rafaelito, Córdoba, describió el
sufrimiento tras encontrar los restos de su padre, y lo que ocasionó:
«Tuve muchas pesadillas con los huesos. Entonces ya el Jinete, no era el Jinete
bonito, sino la calavera, el hombre sin cabeza. Volvió atormentando, en mis sueños,
como eso, como la muerte. Agudizó en mí la idea. Ese día, yo dije: “No me interesa
seguir aquí, porque nunca me ha interesado. ¿Por qué debo continuar? Mi plan y mi
idea firme de aquí en adelante es lograr que yo me muera y esa tiene que ser mi meta.
Mi meta real es esta y no entrar a la universidad […] Mi idea es morirme y ese es mi
plan de aquí en adelante…”. Entonces, me despertaba desde por la mañana: ¿cómo me
moriré hoy? ¿Qué tengo que hacer? Que no sea tan traumático [… por] mi mamá»119.
En ocasiones, el manejo médico y asistencial inadecuado de los problemas de
ansiedad y depresión, derivados de las experiencias de violencia, aumentaron el riesgo
de desenlaces suicidas en personas vulnerables. La depresión producida por estas
experiencias, por ejemplo, dificulta la elaboración del duelo y propicia, entonces, la
ideación o la acción suicida en el curso de la alteración de la salud mental120.
El suicidio también se ha relacionado con la imposibilidad de hecer el duelo o ciertas
prácticas culturales. Algunos pueblos indígenas cuyos territorios estuvieron bajo el control
de actores armados, por ejemplo, no pudieron llevar a cabo sus rituales funerarios o vivir
las experiencias ancestrales y culturales que le daban sentido a sus vidas121. Una comuni-
dad de la etnia Emberá, en Antioquia, le explicó a la Comisión por qué la ocurrencia de
suicidios en su población fue una consecuencia de prohibiciones e imposiciones de grupos

119
  Entrevista 057-VI-00006. Mujer, víctima de homicidio, joven.
120
  El informe «Consecuencias del conflicto armado en la salud en Colombia», del Instituto Nacional de
Salud, presenta como hallazgo que «con relación a la salud mental de las personas expuestas al conflicto
se observa que presentan prevalencias más elevadas de trastornos mentales en general y en particular
trastornos de ansiedad; además, refirieron mayores niveles de sentimientos de angustia o depresión e
infelicidad». En: Instituto Nacional de Salud y Observatorio Nacional de Salud, «Consecuencias del
conflicto armado en la salud en Colombia», 207.
121
  El Boletín Epidemiológico Suicidio de Indígenas en Colombia. 2010-2014, del Instituto de Medicina
Legal, señalaba en sus conclusiones que «para los jóvenes (los más afectados) poder hablar y ser escu-
chados fue importante. La apreciación obtenida después de escuchar sus intervenciones, es que la
difícil situación por la que atraviesan tiene que ver con los problemas que están viviendo, debido al
deterioro ambiental de sus espacios de vida, que significa una disminución de sus recursos (madera,
cacería, pesca), a la fuerte colonización de sus territorios y presencia de actores armados que han traído
también violencia, desplazamiento, confinamiento, asesinatos, desarraigo y migración, situaciones que
han conducido a una parálisis de la vida social y económica». En: Instituto Nacional de Medicina
Legal y Ciencias Forenses, «Suicidio de indígenas en Colombia», 22.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 81


armados. Según la comunidad, los espíritus de los muertos que «no hicieron sanación»
invitan a otros espíritus a irse con ellos, lo que puede llevar a suicidios de otros miembros:
«Antes de eso no había problema de suicidios, de ahorcamiento, nada. Estábamos
normal… Como en el 2000 ya, como en 2003, primer muerto que hubo. Una india
en Isla. Se murió ahorcao. Cuando nosotros vimos, después se murió otra mujer. Ya era
como en cuatro casos [que] había pasao. Entonces nos fuimos a hacer una ceremonia
por allá. Lo que dicen los sabios […], que ese espíritu de esas gentes, de los paracos que
mataron cantidades […], no se levantó; o sea, no hicieron sanación de ese espíritu. Si
no que ese espíritu quedó volando. Entonces eso están invitando mucha gente de los
que están en territorio. O sea, se van con ellos. ¿Qué quiere decir? Se las lleva el espíritu
[…]. Porque falta sanación. Y esas sanaciones territoriales no [las] hemos hecho»122.
No fue posible obtener información consolidada que permitiera una mirada de
conjunto sobre el problema del suicidio en sus distintas modalidades en la fuerza
pública. La información parcial obtenida apenas da una idea de su magnitud. En el
Ejército Nacional, con un pie de fuerza de 231.926 hombres, se registraron 50 casos
de suicidio en 2015 y 36 en 2016123. Estos casos se presentaron con mayor frecuencia
en soldados regulares, seguidos por soldados profesionales y suboficiales. En la Armada
Nacional, la Dirección de Sanidad Naval reportó registro de presunto suicidio en 109
casos entre 1997 y 2016124. En ideación o intento suicida, se reportaron, en personal
activo o retirado, 69 casos entre 2016 y 2021. En la Policía Nacional, hubo 213 casos
entre 2009 y 2016125.
La Comisión también recibió testimonios sobre suicidios de miembros de las
guerrillas. Algunos mencionaron como motivos el temor de ser torturados en caso de
que los paramilitares o el Ejército los capturaran. Otros hablaron de la frustración, del
agotamiento y de la tensión emocional causados por la vida en las filas. El testimonio
de un expolicía secuestrado en la toma de Mitú toca este tema:

122
  Entrevista 186-EE-00106. Comunidad de la etnia Embera Katío - Eyabida.
123
  Ministerio de Defensa, respuesta a solicitud de información de la Comisión de la Verdad n.º 55 y 57, en
el marco del convenio n.º 002, 2019, 8 de septiembre de 2021. La Corte Constitucional en la Sentencia
C-017 de 2018, mediante la cual estudió la constitucionalidad de las disposiciones del Decreto Ley
588 de 2017, aclaró que la Comisión solo deberá guardar reserva y abstenerse de reproducir, en materia
de documentos de inteligencia y contrainteligencia, información reservada que no se encuentre rela-
cionada de ningún modo con violaciones de los DD. HH., delitos de lesa humanidad e infracciones al
DIH, pues en dichos casos no son predicables limitaciones a su conocimiento en el contexto de las labores
de la entidad. Adicionalmente, la Corte dispuso que, en tanto la Comisión debe esclarecer lo ocurrido
en el conflicto y brindar un marco explicativo, la divulgación de esta información está permitida porque
es necesaria para garantizar los derechos de las víctimas. En ese sentido, la información de inteligencia y
contrainteligencia utilizada para la elaboración del Informe Final, que será referenciada en las siguientes
páginas, cumple con la interpretación y lo ordenado por la Corte Constitucional, en la medida en que
da cuenta de violaciones de DD. HH., delitos de lesa humanidad e infracciones al DIH.
124
  Ibíd.
125
  Ibíd.

82 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Había un enfermero del frente que nos trataba bien a nosotros los policías […]. El
24 de diciembre, a las 10 de la mañana, cogió una granada de mano. Él y la mujer de él se
mataron a las 11 de la mañana […]. Estaban aburridos […], nosotros nos dimos cuenta
[…]. Fue casi al frente de nosotros. Él ya nos había dicho […] que estaba aburrido»126.
Aunque los trabajos citados en este apartado y muchos otros no incluidos127 abordan
el tema del suicidio y sus impactos en población víctima y en actores de conflictos
armados tanto a nivel nacional como internacional, la información y los análisis al
respecto son aún insuficientes. Los testimonios e informes recibidos por la Comisión
no ofrecen un panorama completo ni permiten un análisis de fondo. No obstante,
estos sí indican que se trata de un problema con efectos graves que, sin duda, debe
analizarse e investigarse para poder atenderlo.

Acentuar la discriminación: la vida de las personas


con discapacidad en medio del conflicto

Mujer de 34 años de edad cuya pierna derecha fue amputada por encima de la rodilla hace catorce
años. Desde hace seis años, por negligencia de la EPS, no recibe tratamiento ni reparaciones de su
prótesis. Mirití-Paraná, Amazonas. Abril de 2022. ©Rafael Alejandro Camayo Concha 

126
  Entrevista 311-VI-00002. Auxiliar de policía, víctima de secuestro.
127
  Waitzkin, Medicine and Public Health at the End of Empire.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 83


En Colombia, las personas con condiciones físicas, mentales y corporales diversas han
tenido que vivir en un escenario de discriminación y vulneración que se ha profundizado
con el conflicto armado. Históricamente, estas personas han sido discriminadas por
la sociedad que las ha tratado como anormales, inútiles e incapaces. Por lo mismo,
sus vidas se han estimado menos valiosas128 que las de las personas «normales». Esta
discriminación no solo se ha expresado en rechazo, exclusión y malos tratos, sino en
la negación de su condición de ciudadanos con derechos, autonomía y dignidad. La
discriminación se ha reforzado y reproducido en un contexto histórico de desprotec-
ción estatal, que se ha traducido en políticas públicas insuficientes para su atención,
inclusión y reconocimiento129.
De acuerdo con el RUV, en el país hay 427.945 víctimas con discapacidad. Esto
quiere decir que cinco de cada 100 víctimas registradas se encuentran en esa situación.
Las principales violaciones a los derechos humanos con las que se han enfrentado estas
personas son el desplazamiento forzado (430.598 víctimas), la amenaza (49.424)
y la pérdida de bienes (15.554)130. Estas personas también han sido víctimas de des-
aparición forzada, delitos contra la libertad y la integridad sexual131, otra muestra de
la degradación que alcanzó el conflicto.
Las personas en situación de discapacidad han presentado mayores riesgos de sufrir
violaciones a sus derechos humanos debido a sus condiciones de vida usualmente pre-
carias y a sus situaciones físicas, motrices, mentales y cognitivas. La alta victimización
se relaciona, por un lado, con la ausencia de mecanismos de protección estatales para
evitar su vulneración en el marco del conflicto132. Y, por otro lado, con que los actores
armados no solo no respetaron la protección especial que estas personas merecen, sino
que las victimizaron precisamente por su condición.
Las personas con discapacidad cognitiva, psicosocial o ambas fueran violentadas
por los actores armados debido a sus comportamientos diversos y disruptivos, que
resultaban amenazantes para muchos de ellos. Ante la Comisión, una mujer campesina
narró cómo miembros del Ejército golpearon su hijo en condición de discapacidad y
cómo luego los paramilitares lo asesinaron, cerca de Puerto Asís, Putumayo:

128
  Informe 365-CI-00994, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), «Esta guerra también
es capacitista».
129
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Cuerpos plurales: construcción de paz y resistencias de personas
con discapacidad», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/cuerpos-plurales-construccion-de-paz-y-resistencias-de.
130
  La suma de los diferentes hechos no es igual al número de víctimas presentado, esto se debe a que una
persona puede reportar más de un hecho victimizante relacionado con el conflicto.
131
  Fernández et al., Discapacidad, conflicto armado y construcción de paz.
132
  Lo anterior se evidenció por el Consejo de Estado en el 2014 al condenar al Estado por no adoptar
las medidas pertinentes ante la inminente toma del municipio de Miranda, Cauca, en 1999 por las
FARC-EP, en la que murieron niños y personas con discapacidad, entre varias personas civiles. En:
Consejo de Estado, Verdades en convergencia, 34–35.

84 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Mi hijo no estudiaba. Él se la pasaba andando y era muy jocoso, a pesar de que se
mantenía medicado. Por ejemplo, llegaba donde estaba un grupo de soldados y les decía:
“Estos maricas aquí todos amontonados tomando gaseosa y fumando cigarrillo y vienen
400 guerrilleros aquí, les van a dar chumbimba” […]. ¿[Puede] creer que de una vez lo
cogieron? Se lo llevaron donde estaba el sargento […], le dieron pata porque tenía que
decir dónde estaba la guerrilla. Cuando nos llevaron la razón a nosotros […], le tocó ir a
mi hija con la fórmula donde el sargento y con la junta de acción comunal y decir: “Mire,
es que él tiene problemas de salud mental. A él no le crean lo que está diciendo” […].
» [Un amigo] le había dicho que dejara de estar saliendo a Puerto Asís porque a él
le habían dado orden de que le dijera que no volviera a Puerto Asís… Pero resulta que
más adelantico, en la otra chiva, venía un amigo de él. Se bajó de esa chiva y se pasó
a la otra y se fue para Puerto Asís. Efectivamente, ese día […], un vecino vio que lo
abordaron en una camioneta blanca […] y se lo llevaron. Eso fue a las 12 del día y a
las 2 de la tarde lo entraron al anfiteatro ya muerto»133.
Las personas con discapacidades físicas y motrices tuvieron que enfrentarse con
señalamientos y acusaciones de actores armados, quienes asociaron sus características
corporales a lesiones de guerra. Un campesino, por ejemplo, fue señalado de guerrillero
por los paramilitares del Bloque Centauros, en Hato Corozal, Casanare, por tener
una pierna amputada desde su niñez: «El comandante me miró, me entrevistó que
qué me había pasado en la pierna, que, si había sido militar o qué había sido», le dijo
a la Comisión. «Yo quedé así por la mordedura de una serpiente… Si estaba en un
sector donde había guerrilla, decían que yo era militar, que no sé qué. Si estaba en
otro lugar, que era guerrillero»134.
Los actores armados no se limitaron a discriminar o señalar a esta población.
Hubo casos en que instrumentalizaron a estas personas, ya que consideraban que
algunas de sus condiciones físicas o cognitivas podían serles de utilidad para llevar
a cabo determinadas tareas o estrategias de guerra. Miembros del Ejército, por ejemplo,
engañaron a jóvenes con discapacidades para llevarlos a otros lugares, asesinarlos
y posteriormente presentarlos como guerrilleros dados de baja en combate. Fair
Leonardo Porras Bernal, un hombre de 26 años de edad, con discapacidad cognitiva y
física, fue presentado, en 2008, en Norte de Santander, como muerto en combate por
integrantes de la XV Brigada del Batallón Francisco de Paula Santander del Ejército
Nacional. Fair Leonardo fue el primer caso denunciado135. Su madre, Luz Marina

133
  Entrevista 430-VI-00002. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida, líder campesina.
134
  Entrevista 163-VI-00012. Hombre, víctima de amenaza y otros hechos, persona con discapacidad,
campesino.
135
  Hubo casos anteriores que se conocieron después. En marzo de 2007, por ejemplo, José Lorenzo
Taborda, un joven con discapacidad cognitiva, fue presentado como muerto en combate, en Casanare.
Consejo de Estado, Sentencia: Acción de reparación directa - Radicado 85001-23-31-000-2010-
00178-01(47671), el 7 de septiembre de 2015.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 85


Bernal, ha dedicado su vida a la búsqueda de justicia, como le dijo a la Comisión de
la Verdad en el marco de un acto de reconocimiento a la persistencia de mujeres y
familiares que buscan personas desaparecidas:
«A partir de ese 8 de enero de 2008, empezó la búsqueda de Fair Leonardo. Nos
hace mucha falta, lo seguiremos esperando y nos resistimos a dejarlo en el olvido
[…]. Si dejamos de hablar de ellos, morirán para siempre. Luz Marina Bernal parió
a su hijo para la vida, pero él me parió para una lucha […]. El camino no es fácil
y es un proceso largo y agotador, pero tenemos que ser unas personas persistentes e
insistentes en que los vamos a encontrar. El lema de muchos de nosotros era: “Vivos
se los llevaron, vivos no los tienen que devolver”»136.
La Jurisdicción Especial para la Paz137, la Corte Constitucional y el Consejo de
Estado han identificado los ataques a personas con discapacidad, enfermedad o en
estado de indefensión como un claro patrón de este tipo de violencia138. Como ya
se dijo, son, además una clara muestra del nivel de degradación que ha alcanzado el
conflicto armado interno en Colombia.
Las violencias de género contra esta población, y principalmente en contra de
las mujeres, son otra señal de lo anterior. En el conflicto armado, de acuerdo con el
RUV, se han cometido delitos contra la libertad y la integridad sexual de al menos
4.011 mujeres con discapacidad139. Estos hechos han sido invisibilizados por la falta de
reconocimiento de las víctimas en condición de discapacidad. Una mujer narró cómo
su hermana con discapacidad cognitiva fue abusada sexualmente por un miembro del
Ejército, en San Carlos, Antioquia:
«Mi hermana nunca declaró el hecho que sufrió de violencia sexual porque ella
tiene cierta discapacidad cognitiva. Entonces […] no quiso […] nunca exponer el
caso, pero, sí, fue por parte de uno de los soldados. Eso fue […] un sábado en la
noche, en casa […]. Sentimos un ruido, y era que alguien estaba forzando la puerta
de atrás, hasta que logró meterse. El señor iba con su uniforme militar, con su arma
[…]: “Manada de no sé qué, si ustedes se salen de ahí las mato […], ustedes no tienen
por qué meterse aquí”, [dijo] mientras que mi hermana era abusada por él»140.
Violencias como estas impidieron mantener las garantías de cuidado, las terapias
y los tratamientos médicos requeridos en sus lugares de vivienda de las personas
con discapacidad. La protección y el cuidado de estas personas usualmente depende

136
  Comisión de la Verdad, «Encuentro por la Verdad #ReconocemosSuBúsqueda», 2019, 00:34:15.
137
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), «Caso 03: Asesinatos y desapariciones forzadas presentados
como bajas en combate por agentes del Estado».
138
 Al respecto se encontraron sentencias de 2017 y 2018 de la Sección Tercera del Consejo de Estado y
de 2018 de la Corte Constitucional. En: Consejo de Estado, Verdades en convergencia, 85–86.
139
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad 011-VZ-00011. Registro Único de Víctimas,
Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
140
  Entrevista 644-VI-00006. Mujer campesina, desplazamiento forzado y violencia sexual.

86 sufrir la guerra y rehacer la vida


de sus familiares y sus redes de apoyo cercanas141. En esa medida, las personas con
discapacidad sufrieron no solo cuando la violencia impidió su cuidado por cuestiones
logísticas, por ejemplo, sino también cuando sus cuidadores fueron víctimas de
hechos violentos que no les permitieron seguir ejerciendo ese rol.
El conflicto armado, de hecho, también causó nuevas discapacidades, como ya se
mostró en apartados anteriores. Durante la guerra en Colombia, miles de personas
han sufrido heridas graves provocadas por armas de fuego, armas blancas, armas
contundentes, minas antipersona, artefactos explosivos, tortura, enfermedades, acci-
dentes, etcétera, que han derivado en amputaciones, lesiones oculares o auditivas,
entre otras142. De igual manera, determinados hechos caracterizados por altas dosis
de crueldad y de terror han llegado a provocar problemas de salud mental que desde
entonces han dejado a las víctimas en situaciones de total dependencia.
Las nuevas discapacidades surgidas por la violencia alteraron la vida personal, fami-
liar, comunitaria y social de las víctimas. El cambio abrupto del cuerpo y, en general,
de la vida, genera problemas en la autopercepción, en la autonomía y en los planes a
futuro. Reconocerse como una persona con una discapacidad no es un proceso fácil,
sobre todo cuando esta nueva condición es causada de manera violenta por otras perso-
nas. Esto desata una serie de emociones que incluso llevan a cuestionar el sentido de
la vida143. «Yo […] quedé invidente […] a los 14 años…», le dijo a la Comisión una
mujer indígena. «Al principio eso es muy duro: uno prefiere morirse […]. Mi mamá
no me podía dejar sola porque yo me trataba de… sí, de matar»144.
Con frecuencia, las víctimas sintieron dolores permanentes en el cuerpo que no dis-
minuían. Esta clase de dolores y las lesiones que dejan molestias limitan el trabajo, el
cuidado propio y de otros, el estudio y el desarrollo de muchas actividades cotidianas.
Las barreras de acceso al cuidado de la salud también incrementaron la dependencia
emocional y física. Un hombre, que por razones del conflicto armado perdió la vista
cuando era joven, lo resumió ante la Comisión de la siguiente manera: «Yo era un
adolescente y podía desarrollar cualquier tipo de actividad en el campo, indepen-
dientemente. Después verme enfrentado a no ver nada, a chocarme con todo. Fueron

141
  Informe 748-CI-00871, Universidad de los Andes, «Discapacidad y conflicto armado en Colombia», 19.
142
  Los combatientes, como era de esperarse, fueron uno de los grupos más afectados. De acuerdo con
los datos del Registro Nacional de Reincorporación, aproximadamente un 10,3% de la población
excombatiente de las FARC-EP en proceso de reincorporación manifiesta tener alguna discapacidad
a raíz de su participación en el conflicto armado. La fuerza pública, como lo muestran los datos de
los artefactos explosivos, también se vio fuertemente afectada. Agencia para la Reincorporación y la
Normalización (ARN), «Caracterización de grupos de valor y grupos de interés», 17.
143
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Fundación Prolongar, La guerra escondida,
257–59.
144
  Entrevista 173-VI-00010. Mujer indígena, víctima de amenaza al derecho a la vida y desplazamiento
forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 87


momentos difíciles»145. Estas barreras son aún más profundas en las personas con
discapacidades múltiples. Así se lo explicó a la Comisión un hombre con discapacidad
que fue reclutado, secuestrado y torturado por las FARC-EP:
«Yo tengo discapacidad física, visual y auditiva producto de la guerra […]. Como
le mostré […], a mí me quemaron la cara con ácido y yo perdí cierto porcentaje de
la visión. En el bombardeo, perdí el 100 % de mi oído derecho y, [por] el secuestro
y tortura, pues como ustedes vieron […], tengo una limitación física la macha.
Tengo desmembramiento en tejidos blandos [por] lo cual no me puedo parar en un
solo pie […]. Yo he tenido que mendigar, he tenido que reciclar, he tenido que ser
discriminado en las empresas porque no me dan trabajo por mi discapacidad física
[y], desafortunadamente, yo no tengo estudio»146.
El conflicto rompió los tejidos de apoyo comunitario e hizo que las dinámicas de
cuidado se concentraran aún más en los integrantes de la familia. Esto llevó a que
se redistribuyeran muchos de los roles en su interior. En algunos casos, esto debilitó
las relaciones afectivas familiares e impactó el proyecto de vida de quienes tenían
a cargo las personas con discapacidad. Usualmente, las mujeres se encargaban de
estas labores, y debían mostrarse firmes y esconder sus sentimientos para mantener
al resto de la familia a flote, tal como le dijeron a la Comisión:
«Para nosotras, como acompañantes y como mujeres, ha sido un aprendizaje muy
grande porque aparte del dolor físico de la pérdida que está sintiendo la persona
víctima, a veces no se piensa en las personas que están detrás de él. Y uno tiene que
empezar –yo como mamá y como esposa– a replantearse la vida, a replantear los
sueños, a dar respuestas a esa víctima, porque está en ese momento de desespero, en
ese momento en que se pierden las ganas. Y es que tú vives ese dolor sin que la otra
persona se dé cuenta, que llores a solas, vayas y muestres esa cara fuerte, esa firmeza
[para] decirle a la otra persona: “Aquí estoy, vamos a volver a empezar”»147.
Tratar y afrontar las secuelas causadas a las personas en situación de discapacidad
o de quienes la adquirieron por cuenta de las violencias del conflicto armado ha sido
especialmente difícil. En 2009, la Corte Constitucional declaró que las personas
con discapacidad no estaban siendo tratadas acorde con su estatus constitucional de
sujetos de especial protección, y que sus derechos fundamentales estaban vulnerán-
dose constantemente148. En 2014, la Corte constató que aún no se habían tomado
las medidas necesarias para revertir las situaciones identificadas en 2009, y que las

145
  Comisión de la Verdad, «Radiotón: la Comisión escucha a personas víctimas con discapacidad y sus
redes de apoyo», 2020, 01:57:10.
146
  Entrevista 175-VI-00036. Hombre, víctima de reclutamiento y tortura, persona con discapacidad.
147
  Entrevista 462-CO-00830. Mujeres sobre género y discapacidad.
148
  Corte Constitucional de Colombia, Auto 006/09, el 26 de enero de 2009.

88 sufrir la guerra y rehacer la vida


personas con discapacidad todavía presentaban una vulnerabilidad acentuada para
el acceso a la oferta institucional149.
En el escenario de los mecanismos para la reparación integral y la restitución
de derechos de las víctimas, la ausencia de medidas diferenciales ha sido uno de los
mayores obstáculos para esta población. En el espacio de escucha Género, discapacidad
y conflicto armado: cuerpos, historias y emociones invisibles, la Comisión recibió
varios testimonios en ese sentido:
«La parte más importante de mi vida en el transcurso de todos estos años es poder
comprender las leyes y derechos que existen en el ámbito de ser mujer y persona en
condición de discapacidad […]. Las barreras encontradas en mi vida son no contar con
el apoyo laboral y no tener un buen servicio de salud. Cuando no cuentan las EPS
con un funcionario con la capacitación, no hay dignidad hacia nosotros. Es una falta de
respeto que nos vulneren nuestros derechos cuando nos solicitan un certificado médico
de discapacidad, cuando la discapacidad se nos nota»150.
De acuerdo con los testimonios, no hay diferencias en los procesos de reparación a
la hora de declararse víctima con discapacidad: «Nosotros le hicimos un papel de ella
de discapacidad: “Que no, que [con] este papel de discapacidad los indemnizan más
rápido”, y nosotros no recibimos nada»151, dijo el padre de una mujer con discapacidad.
«No, a mí no me dieron nada, solo me dieron 3 meses de arriendo, que eso fue como
800 mil pesos, eso, imagínese pa uno sostenerse allá»152, dijo una madre de un niño
con una discapacidad causada por la fumigación con glifosato.
En el momento en que se escribe este tomo, las necesidades diferenciales en
costos de vida de las personas con discapacidad víctimas del conflicto y sus familias
no cuentan con una caracterización adecuada. «Vine perdiendo la posibilidad de
continuar laborando y el tiempo que llevaba para mi pensión», le dijo un campe-
sino con discapacidad a la Comisión. «Se perdió todo ese tiempo que debía haber
tenido continuidad para una pensión, y pues [por] mi discapacidad era muy difícil
ubicarse nuevamente»153. Hay características, dificultades e impactos específicos de
esta población que aún no se tienen en cuenta y que deben comprenderse. En tanto eso
no suceda, los derechos a la educación, a la vivienda, a la libre determinación, a la
salud, al trabajo y a la seguridad social continuarán sin garantizarse.

149
  Corte Constitucional de Colombia, Auto 173/14, el 6 de junio de 2014.
150
  Comisión de la Verdad, «Género, discapacidad y conflicto armado: cuerpos, historias y emociones
invisibles», el 25 de noviembre de 2021, 00:22:39.
151
  Entrevista 247-VI-00004. Hombre, víctima de atentado y desplazamiento, padre de una mujer
con discapacidad.
152
  Entrevista 232-VI-00026. Mujer, víctima de amenaza y desplazamiento, madre de un niño con
discapacidad.
153
  Entrevista 196-VI-00033. Hombre, víctima de desplazamiento, persona con discapacidad, campesino.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 89


Las dificultades de acceso y la precariedad de la atención
a la salud de las víctimas

La negación del derecho a la salud de las víctimas contribuyó a su sufrimiento. La


insuficiencia o las carencias de la respuesta institucional y, en ocasiones, la mala calidad
de los servicios de salud, la deshumanización y el desconocimiento de las experiencias
vividas para responder a enfermedades específicas afectó a las víctimas de manera
recurrente. Hubo, además, algunos casos relacionados con la falta a la ética médica
que también tuvieron efectos negativos154.
Según la información obtenida por la Comisión, las víctimas generalmente reciben
atención médico-quirúrgica de urgencias. No obstante, esta se da con frecuencia des-
pués de un largo periodo de traslado y con una baja capacidad resolutiva en el lugar de
los acontecimientos. Otros tipos de atención no han tenido un carácter similar. Varios
testimonios señalaron que vulneraciones como las extorsiones, los desplazamientos y
los confinamientos, entre otros, impidieron que las personas costearan cirugías,
procedimientos médicos o exámenes de laboratorio, y medicamentos requeridos para
el tratamiento de sus enfermedades. Esta situación de precariedad económica reafirmó
la vulnerabilidad de las víctimas, que sufrieron primero por los actores armados y
después por las deficiencias del sistema de salud.
Una mujer que perdió a su hermano en el conflicto y que tuvo que luchar para
que su hermana fuera atendida le contó lo vivido a la Comisión:
«Le faltaba para una cirugía para unos nódulos en un pulmón y no se pudo. Valía
muchísima plata que no teníamos. Si nosotros no hubiéramos sido desplazados, si no
hubiéramos sido víctimas, tendríamos ese ganado […], un respaldo económico para que
un banco nos prestara o algo así. Mi hermana hubiera tenido una operación… [Pero] ahí
no se acabó la victimización… Cuando nosotros somos víctimas, seguimos siendo
víctimas porque enfermamos y quizás no tenemos para comprar la pastilla, para
comprar el medicamento costoso. Ser víctima va mucho más allá de haber perdido
lo que se quedó allá. [También es] lo que seguimos perdiendo. Como en nuestro

154
  Tribunal de Ética Médica de Antioquia, respuesta a solicitud de información de la Comisión de la
Verdad, 19 de abril de 2022. La Corte Constitucional en la Sentencia C-017 de 2018, mediante la cual
estudió la constitucionalidad de las disposiciones del Decreto Ley 588 de 2017, aclaró que la Comisión
solo deberá guardar reserva y abstenerse de reproducir, en materia de documentos de inteligencia y
contrainteligencia, información reservada que no se relacione de ningún modo con violaciones de los
DD. HH., delitos de lesa humanidad e infracciones al DIH, pues en dichos casos no son predicables
limitaciones a su conocimiento en el contexto de las labores de la entidad. Adicionalmente, la Corte
dispuso que, en tanto la Comisión debe esclarecer lo ocurrido en el conflicto y brindar un marco
explicativo, la divulgación de esta información está permitida porque es necesaria para garantizar los
derechos de las víctimas. En ese sentido, la información de inteligencia y contrainteligencia utilizada
para la elaboración del Informe Final, que será referenciada en las siguientes páginas, cumple la
interpretación y lo ordenado por la Corte Constitucional, en la medida en que da cuenta de violaciones
de DD. HH., delitos de lesa humanidad e infracciones al DIH.

90 sufrir la guerra y rehacer la vida


caso, perder a nuestra hermana porque, si hubiésemos tenido plata, la hubieran
atendido mejor»155.
A menudo, como lo muestra el testimonio anterior, el cobro por los servicios de
salud aumentó la vulnerabilidad social de las personas víctimas del conflicto. El caso
de un ganadero que tenía 34 años, en 2004, cuando sufrió un accidente con una
mina antipersona, permite, así mismo, ver las afectaciones a la salud y el impacto en
la economía familiar causado por los hechos violentos:
«Yo duré más o menos 3 meses y medio hospitalizado en el Hospital San Carlos en
Bogotá», dijo. «Nunca he recibido un tratamiento psicológico, ni mi familia […]. La
parte económica se ha vuelto muy dura porque realmente yo trabajaba en ese tiempo
con unos 28 millones de pesos en efectivo y teníamos una casa en San Martín[…].
En cuestión de dos meses, ya no había plata en efectivo porque […] yo era cotizante
y me tocaba pagar copago de todo»156.
La falta de suministro de prótesis, férulas, medias, sondas u otros elementos requeridos
para la rehabilitación han sido una fuente de malestar con el que las víctimas tienen
que lidiar. Para muchas, recibir atención en salud implicó acudir al sistema judicial
e interponer una o más tutelas. Estos hechos ponen una vez más de presente la
desprotección del Estado, tanto frente a la situación general de salud del país como
frente a la atención de las víctimas de las distintas formas de violencia.
A las dificultades de calidad y acceso a la salud señalados, se agrega que situaciones
como las restricciones de movimiento por confrontaciones armadas, confinamientos,
territorios minados, entre otros, impidieron que las personas acudieran en busca de aten-
ción médica y agravaron o deterioraron su salud157. Las dificultades para sembrar, pescar,
cosechar, intercambiar y abastecerse causaron hambre y desnutrición, empobrecieron a
las familias y a las comunidades e incrementaron su vulnerabilidad frente a la enfermedad.
El desplazamiento forzado y el confinamiento, particularmente, se han asociado a la
inseguridad alimentaria y a afectaciones nutricionales en los lugares más afectados por
el conflicto158. Lo sucedido con el pueblo Awá, en Nariño, es un ejemplo de esto:
«En el 2013, en ese tiempo, dentro de la guerra hubo un confinamiento en los
Nulpes, y en aquel entonces hubieron 5 muertos por desnutrición. Nosotros invitamos
al Estado colombiano, nos tocó movilizarnos […]. ¿Pero el gobierno qué hace? Llegar
con unas cuántas toneladas y con eso pues contentó la gente […]. Era comida para
hoy y hambre para mañana […]. Unos murieron por desnutrición, no recuerdo la

155
  Entrevista 253-VI-00007. Campesina, víctima de desplazamiento forzado y familiar de víctima
de homicidio.
156
  Entrevista 278-VI-00008. Hombre, víctima de MAP, amenaza y otros hechos, líder social.
157
  Instituto Nacional de Salud y Observatorio Nacional de Salud, «Consecuencias del conflicto armado
en la salud en Colombia».
158
  Colombia Nutrition Cluster, «Panorama de seguridad alimentaria y nutrición en el conflicto armado,
2005-2021».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 91


edad, pero fueron como cuatro niños y una anciana […] Fue difícil»159, le dijeron
miembros del pueblo Awá a la Comisión.
Los efectos de vivir por largos años sometidos y expuestos a la violencia han
dejado una impronta aún poco reconocida en el país. Los análisis sobre las razones del
conflicto abundan, pero escasea el interés por saber, entender y, sobre todo, atender
las huellas y los efectos que ha producido el sufrimiento sobre la vida de millones de
personas. Si bien sufrir no equivale a enfermarse, los sufrimientos graves, reiterados,
vividos en precariedad e ignorados por los otros tienen el potencial de enfermar y de
trascender generaciones.
Todo lo anterior, a pesar de su magnitud y gravedad, esta es, apenas, una apro-
ximación incompleta a las enormes y variadas afectaciones de la guerra a la salud
de las víctimas, sus familiares y su entorno social, y al sufrimiento que padecen,
generalmente, en condiciones de desprotección y precariedad. Tener que seguir
viviendo sin salud ha sido, para muchas víctimas, una de las peores consecuencias
de la confrontación armada160.

La vida humillada: sin libertad ni autonomía

Prácticamente en todas las modalidades de violencia, las víctimas recibieron tratos


humillantes que tuvieron como finalidad degradarlas, quebrantar su voluntad y
someterlas161. Los procesos de deshumanización ocurridos a lo largo del conflicto
armado se instalaron de manera explícita en los grupos armados y de forma implícita
en las comunidades y la sociedad. La deshumanización manifestada en el tratamiento
cruel sobre los cuerpos de las víctimas estuvo precedida y acompañada de discursos
que eliminaron sus atributos de humanidad para, de ese modo, hacerlas prescindibles.
Mediante procesos de instrucción y otras estrategias por las que pasan los combatientes, se
buscó que los miembros pertenecientes a otros grupos se construyeran como «enemigos»,
a quienes se les imputaban atributos negativos. De este modo, se lograba que los
despreciaran y odiaran hasta poder justificar su castigo y su eliminación. La cons-
trucción de los enemigos fue más allá e incluyó a las personas que supuestamente los
apoyaban o respaldaban, a comunidades, colectivos, organizaciones y pueblos enteros.

159
  Entrevista 1052-CO-00660. Comunidad indígena Awá.
160
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», en la plataforma digital de
la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
los-cuidados-de-la-vida.
161
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Rehacer la vida después del secuestro», en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-
resistencias/rehacer-la-vida-despues-del-secuestro.

92 sufrir la guerra y rehacer la vida


María Tuberquia y su nieta Érika fueron desplazadas de su tierra junto a centenares de campesinos por
grupos paramilitares de las AUC. Peque, Antioquia. Julio de 2001. ©Jesús Abad Colorado López

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 93


Las condiciones raciales, étnicas, religiosas, de clase social, de género, de orientación
sexual, de afinidad política, de discapacidad, o incluso de rol social se convirtieron para
uno u otro actor armado en rasgos dignos de rechazo y de desprecio por considerarlas
inferiores, anormales, débiles, riesgosos, indeseables, entre otros. No bastó, entonces,
con asesinar o desaparecer a esos enemigos; las restricciones a la vida y a la libertad
estuvieron acompañados de tratos y prácticas humillantes y crueles orientadas a mostrar
la supuesta superioridad moral, física, económica o política de un grupo. Esto se tradujo
en acciones que vulneraron la dignidad de las personas y afectaron sus cuerpos, sus
emociones, sus pensamientos y sus actuaciones.
El testimonio de una mujer exmilitante del M-19, torturada por el Ejército en
la Tercera Brigada, en Cali, en 1979, muestra un ejemplo de acciones orientadas a
despersonalizar y deshumanizar:
«Una de las torturas más berracas […] que nos hicieron, aun habiendo pasado por
la violación que físicamente y humanamente puede ser difícil, fue el deshumanizarnos
poniéndonos a hacer de animales. Ellos decían: “Usted es la vaca” y, pacata, “Haga como
una vaca”, y tenías que hacer como una vaca. Si no, no te dejaban de golpear. “Usted es el
caballo”, y así. Entonces gritaban “¡El caballo!” y tenías que […]. “¡El otro! ¡El cerdo! ¡La
gallina!” y se cagaban de la risa y hacían un concierto de los animales […]. Eso es bien
berraco y a mucha gente le puede parecer de risa. Es tan cagada que nosotros llegamos
a reírnos de eso. “¿Y te acordás cuando esto y esto? Y esta gallina sí no sé qué”. Porque
también es una forma de sobrevivirle al dolor y a esa deshumanización. Dicen que el ser
humano es el único que se puede reír dentro de los animales, eso dicen. Y esa me parece
una de las peores torturas que se usa: limitar tu pensamiento. Así como limitan, te
confinan en el espacio o limitan tu comida porque es controlar tu pensamiento. Tú
ya no razonas, ni siquiera eres […]. Empiezas a pensar como gallina para poder hacer
como gallina o como cerdo por defensa contra el golpe y el dolor. Esa es una de las
cosas de que no debería haber repetición»162.
El odio y el desprecio llevaron a los actores armados a emplear formas de ins-
trumentalización de sus víctimas en las que los cuerpos se convirtieron en meros
objetos y se buscó reconocerlos como animales o como basura. En contextos de
total desprotección e indefensión, las víctimas sufrieron tratos crueles cuyo fin era
hacerlas sentir inferiores, que no merecían vivir ni gozar de su libertad.
Durante el conflicto armado, miles de personas fueron víctimas de formas de
violencia que las privaron de su libertad y de su autonomía. Muchas fueron utilizadas
como «objetos» de cambio, instrumentos para negociar, presionar decisiones, obtener
dinero y atender las necesidades o las demandas de los actores armados. Mediante
secuestros, retenciones, reclutamientos ilícitos, entre otras modalidades de violencia,
hombres y mujeres fueron sometidos a encierros, obligados a acatar órdenes y forzados

162
  Entrevista 118-VI-00012. Mujer, víctima de violencia sexual, tortura y otros hechos, exmilitante del M-19.

94 sufrir la guerra y rehacer la vida


a vivir en condiciones humillantes, degradantes e indignas. Las experiencias relatadas por
las víctimas muestran que los actores armados las obligaron a realizar o a presenciar actos
considerados, por muchos de ellos, como vergonzosos o inmorales. Las sometieron
a actividades que afectaron gravemente su integridad física, las privaron del contacto
y cercanía de sus familias y allegados y les impusieron formas y condiciones de vida
adversas e indeseadas.

Vidas secuestradas

Sepelio del gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, y su asesor de paz, Gilberto Echeverri
Mejía. Las FARC-EP los secuestraron el 21 de abril de 2002 y los asesinaron en cautiverio el 5 de mayo
de 2003 junto a ocho militares. Medellín, Antioquia. Mayo de 2003. ©Jesús Abad Colorado López

Los testimonios de las víctimas de secuestro hablan acerca de la humillación y del


despojo total de su libertad y autonomía. A enero de 2022, El RUV reporta 34.689
personas secuestradas, y el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH
documentó 37.962 personas víctimas de este delito, entre 1958 y 2021.
Este crimen fue perpetrado especialmente por las guerrillas, que fueron responsables
de al menos el 70,4% de los casos163. Las personas permanecieron cautivas en las
ciudades, en medio de las montañas, en jaulas, en chozas, en casas de cemento, en
construcciones de bahareque, en campos rodeados de alambres de púas, en selvas,

163
  CNMH, «El conflicto armado en cifras».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 95


bosques y vehículos. La mayoría estuvieron en condiciones insalubres y precarias,
permanecieron amarradas y encadenadas y padecieron tratos crueles y humillantes.
Muchas personas secuestradas eran parte de familias adineradas. Esta condición de
clase las hizo víctimas de desprecio y de humillación, especialmente por las guerrillas.
Durante sus cautiverios, estas se encargaron de tratar a las personas de modo que
se avergonzaran y culpabilizaran por su condición económica. Las guerrillas de las
FARC-EP y el ELN secuestraron a los hijos e hijas de empresarios, ganaderos y
comerciantes como mecanismo de presión para exigir dinero. Los testimonios de
personas adultas, quienes narraron lo que les sucedió cuando eran niños, niñas o
jóvenes, resaltan el impacto psicológico que les causaron los discursos guerrilleros
que cuestionaban sus privilegios:
«Ellos [las FARC-EP] me tenían un odio profundo porque para ellos yo significaba
lo peor. Para ellos, yo venía de la oligarquía, la burguesía, los terratenientes, todo. O
sea, lo más horrible de este país estaba representado en una niñita que no tenía ni idea
de lo que significaban esas palabras»164.
Algo similar sucedió con los miembros de la fuerza pública cuando estuvieron
retenidos en manos de guerrilleros. Los sobrevivientes o quienes dejaron pruebas de
supervivencia relataron los castigos corporales y los insultos recibidos por pertenecer
al bando de los enemigos. En un informe presentado a la Comisión de la Verdad, por
el Ejército Nacional de Colombia, un soldado ofreció el siguiente testimonio:

Yo duré tres años secuestrado, lo más duro ver a los compañeros enfermos, las
humillaciones, el encierro, estar a todo momento reprimido hasta para hacer sus
necesidades, cuando estábamos muy asediados la comida era poquita165.

Políticos de distintos partidos, funcionarias públicas, diputados, exalcaldes y


exgobernadores también fueron víctimas de secuestro por las guerrillas. Las condi-
ciones de su cautiverio y el trato recibido les causaron múltiples impactos, como lo
evidencian diferentes casos.
En febrero de 2002, por ejemplo, en medio de una campaña electoral, las FARC-EP
secuestraron al senador Jorge Eduardo Géchem. Durante su cautiverio, que duró cerca
de 6 años, tuvo cuatro hernias discales en la columna, una úlcera pélvica, dificultades
cardíacas, enfermedad coronaria y perdió 18 dientes166. Su madre falleció mientras

164
  Entrevista 071-VI-00004. Víctima, secuestro, mujer.
165
  Informe 748-CI-00527, capitán Jorge Mauricio Cardona Angarita, Laura Andrea Gaitán Aya, coronel
Carlos Arturo Velásquez Peláez, «Los soldados regulares víctimas del secuestro y de la desaparición
forzada», 93.
166
  Bohórquez, «Consuelo González de Perdomo, Jorge Eduardo Géchem y Orlando Beltrán reviven su
secuestro», RCN Radio.

96 sufrir la guerra y rehacer la vida


estaba secuestrado y no pudo acompañar a su hija en su matrimonio. En 2018, esto
dijo Géchem sobre lo que vivió:

El secuestro es un crimen execrable con el que se vulnera la dignidad humana, con el


que se produce a la víctima dolor, crueldad, sangre, angustia, temor, incertidumbre,
deterioro de la salud, desvinculación con la familia, con los seres queridos y amigos167.

Las condiciones del cautiverio de la mayoría de las víctimas se caracterizaron por la


precariedad, lo que tuvo impactos directos en su salud. Casi todos tuvieron que enfren-
tarse con restricciones para acceder a alimentos o medicamentos168 y con condiciones
adversas para dormir y descansar. Estuvieron expuestos a cambios bruscos de clima, a
ambientes hostiles y a caminatas extenuantes, circunstancias que causaron deterioro
físico y daño psicológico.
Las víctimas sufrieron impactos en su salud mental que aún hoy persisten. Muchas
reviven recuerdos que les causan dolor y que, no obstante, se rehúsan a olvidar. Las
palabras de Roberto Lacouture, un ganadero del Cesar secuestrado por las FARC-EP,
en su intervención en el espacio de reconocimiento de responsabilidades de secuestro
por esta guerrilla muestran lo anterior:
«Fui secuestrado en 1989 y durante mi cautiverio estuve un tiempo amarrado.
Después de mi secuestro […], a mi familia la persiguieron. Tuvimos 15 secuestros,
un tío fue asesinado […].
» El horror de la guerra es inconcebible […], pero es necesario parar, es necesario
seguir adelante […]. Yo de pronto no puedo perdonar, o de pronto puedo perdonar.
No sé qué va a pasar. Lo que sí no voy a hacer es olvidar. No puedo olvidar todas
las atrocidades que han hecho o todas las atrocidades que hicieron, y no puedo
olvidar todos estos horrores que uno después conoció con sus mismos guerrilleros,
las violaciones, todas estas cosas que hacen falta también decirlas»169.
La situación de las mujeres secuestradas fue compleja. Su identidad de género las
hizo más vulnerables a determinadas victimizaciones. Varias mujeres secuestradas por
paramilitares manifestaron que, durante su cautiverio, fueron víctimas de diferentes
formas de violencia sexual que repercutieron en su salud y derechos sexuales y repro-
ductivos. La Comisión escuchó relatos de violaciones, desnudez forzada, esclavitud
sexual, entre otros, que se cometieron contra niñas y mujeres en cautiverio. Una mujer

167
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), «Informe oral de Jorge Eduardo Géchem», el 25 de octubre
de 2018, 00:07:10.
168
  Jurisdicción Especial para la Paz, Auto n.º 019 de 2021. Caso n.º 01. Toma de rehenes y graves
privaciones de la libertad cometidas por las FARC-EP, el 26 de enero de 2021.
169
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Secuestro:
verdades que liberan», el 13 de octubre de 2020, 01:05:11.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 97


secuestrada, en 2002, por el Bloque Córdoba de las AUC, cuando tenía 15 años de
edad, por ejemplo, contó lo que vivió:
«Varias personas me golpearon. Me golpeaban la espalda, la cabeza, la boca […].
Se reían de mí: que habían matado a mi papá, que ahora venía yo, que si no obedecía
lo que ellos decían me iban a matar también […]. Porque ellos se lo advirtieron a mi
papá: si no hacían lo que ellos le decían la iban a cobrar era conmigo […].
» Esa noche abusaron de mí varios hombres […]. No fue una sola persona, fueron
dos o tres personas que abusaron de mí. Mientras [uno lo hacía], el otro se reía»170.
Después de un mes, secuestraron a su padre y la violaron frente a él. Luego
lo mataron:
«Le dijeron que, si él quería morir, lo iban a hacer delante de mí pa que yo supiera
que con ellos no se metía nadie, [que a] ellos no los desafiaba nadie. Y que después
iban a matar a mi mamá. Iban a buscar a mi mamá pa matarla también. Iban a matar
a toditos pa quedarse con la finca y con los animales que mi papá tenía»171.
La joven quedó embarazada después de las violaciones e intentó suicidarse varias
veces. Las secuelas de lo ocurrido se manifestaron luego en afectaciones a su salud y
a la de su hijo.
A estos hechos violentos cometidos durante el secuestro, se sumó el miedo y el
terror de estar en lugares en los que se libraban combates y en los que las víctimas
se exponían a incursiones armadas y bombardeos. El miedo a perder la vida estuvo
presente todo el tiempo por la amenaza de sus captores, por efectos de los enfren-
tamientos o incluso por los posibles intentos de rescate. Adicionalmente, las víctimas
sentían una incertidumbre diaria, pues no sabían qué estaba ocurriendo con sus familias,
qué información estaba suministrándoseles y cómo avanzaban las negociaciones por
su liberación con sus seres queridos o el gobierno.
Las huellas del secuestro han sido ampliamente descritas por hombres y mujeres.
De acuerdo con los testimonios, unas de las principales afectaciones se relacionan con
la salud mental. Entre estas, se mencionó, a menudo, la ansiedad, la paranoia y los
trastornos del sueño. Estas no terminaron con la liberación. La mayoría perduran en
el tiempo. Ingrid Betancourt, en el diálogo «Secuestro: verdades que liberan», resumió
lo anterior de la siguiente manera:
«El secuestro no tiene fecha de vencimiento, no se acaba el día de la liberación. El
secuestro es una realidad que se vuelve una realidad genética […] del secuestrado, que
va a cambiar totalmente su manera de ser, su manera de ver la realidad, de comunicarse
con el otro. Por lo tanto, yo diría que lo primero es que el secuestro es un asesinato […];
es decir, la persona que entra, que es secuestrada, muere y muere una muerte lenta»172.

170
  Entrevista 057-VI-00009. Mujer, víctima de secuestro y violencia sexual.
171
  Ibíd.
172
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Secuestro:
verdades que liberan», el 13 de octubre de 2020, 00:06:00.

98 sufrir la guerra y rehacer la vida


Las marcas de esta modalidad de violencia se extendieron a otros ámbitos. Por ejem-
plo, después del fin del cautiverio se registraron impactos laborales y una vulnerabilidad
manifiesta al retomar los roles cotidianos. No fue fácil volver a la vida anterior al
secuestro y menos aún pretender que todo continuara igual que antes, en la dimensión
laboral o familiar. Las vidas de los hijos e hijas de las personas secuestradas sufrieron
afectaciones severas. Durante el tiempo de cautiverio, experimentaron soledad por
la ausencia, un miedo intenso ante la posible pérdida definitiva de sus padres e
incertidumbre y tristeza por los tratos crueles que estos recibían. En muchos casos,
las condiciones económicas empeoraron, lo que alteró sus condiciones de vida. El
desempeño escolar también se vio afectado y los planes y proyectos de vida quedaron
en muchos casos estancados o debieron transformarse por completo.
Más allá de los hijos e hijas, los impactos sobre las familias de los secuestrados
fueron múltiples. Muchas se disgregaron debido al desplazamiento forzado o al exilio
que debieron emprender algunos por las amenazas. Madres, padres, esposas y esposos
tuvieron que dedicarse a la lucha para lograr alguna prueba de supervivencia o el fin
del cautiverio. Otros asumieron trabajos y labores que antes estaban en manos de los
secuestrados. Esto implicó reducir el tiempo para compartir con familiares y descuidar
la atención y la protección de quienes las requerían.
Bajo coacciones y amenazas, muchas personas accedieron al pago de sumas de
dinero para que liberaran a sus seres queridos. A menudo, esto implicó la bancarrota,
deudas, cambios en los planes para el futuro y la desprotección de otros miembros de
la familia. El secuestro también causó señalamientos, recriminaciones y culpas.
Algunas familias incluso se rompieron por conflictos surgidos de desacuerdos sobre
los intentos de rescate militar, los pronunciamientos públicos, la negociación con los
captores, el tipo de exigencias al gobierno, entre otros.
La práctica del secuestro no afectó solamente a las víctimas directas y a sus familias.
El miedo a ser víctimas obligó a muchas personas –especialmente a empresarios,
ganaderos, finqueros y comerciantes– a enviar a sus hijos e hijas fuera del país. Algunas
optaron por trasladarse a otro lugar y continuar visitando su casa y su finca intermi-
tentemente. Cuando iban, no hablaban con nadie, buscaban recorridos y entradas
alternas, cambiaban su ropa, no llevaban cédula o cargaban documentos de identidad
de otras personas en caso de que los detuvieran.
Para evitar ser víctimas, empresarios y ganaderos delegaron sus responsabilidades en
terceros. Esa delegación afectó sus actividades cotidianas, como le dijo a la Comisión una
empresaria del Valle del Cauca: «No pudimos hacer nada […] porque fuimos víctimas
del miedo. Fuimos secuestrados todos en nuestras casas y eso afectó psicológicamente a
toda esta generación […]. Las fincas no fueron temas considerados por muchos años.
Esas afectaciones no hacen bulla, pero cambian una cultura, un país»173.

173
  Entrevista 068-CO-00871. Integrantes del gremio agroindustria caña.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 99


Forzados a ser parte de los grupos armados

Un niño talla un fusil de madera en una población ribereña, ubicada en los manglares entre Guapi y
Timbiquí. Mayo de 2014. ©Federico Rios Escobar

Las víctimas de reclutamiento ilícito padecieron la pérdida de la libertad y el sometimiento


a órdenes e instrucciones arbitrarias e inhumanas. En Colombia, el RUV, por un lado,
registra 7.158 niños, niñas, jóvenes y adolescentes vinculados a actividades de los grupos
armados. Los registros del Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, por otro
lado, dan cuenta de por lo menos 16.879 casos de reclutamiento ilícito de menores174.

174
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Una guerra sin edad.

100 sufrir la guerra y rehacer la vida


De hecho, Colombia figura como uno de los países con las cifras más altas de
reclutamiento forzado de menores en el mundo175. Las FARC-EP fueron responsables
del 54 % de los reclutamientos; los paramilitares, del 27 %; el ELN, del 10 %; y otros
grupos criminales, del porcentaje restante. La mayoría eran personas de sexo masculino
(71 %), aunque el porcentaje de mujeres también fue alto (26 %). Muchos –por lo
menos el 40 %– fueron persuadidos de unirse a los grupos criminales y un 11 %
fueron coaccionados (no se tiene información del 49 % restante)176.

En muchos casos, niños, niñas, jóvenes y adolescentes abandonaron su hogar para


unirse a las guerrillas o a los paramilitares, y sus familias no volvieron a saber de
ellos. Estando en los grupos armados ilegales, debían usar uniforme y adoptar un
alias, lo que desdibujaba o resignificaba su identidad individual. Debían enfren-
tarse con el entrenamiento militar, que en todos los grupos solía ser extenuante,
y sobrellevar una alta exigencia física y psicológica. Una vez dentro de las filas, los
menores de edad debían acatar órdenes, según un estricto régimen de obediencia.
De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, En algunos casos, se ha detectado que
los niños y niñas vinculados por grupos armados como las AGC [Autodefensas
Gaitanistas de Colombia] ejecutan labores propias del grupo bajo los efectos de
sustancias estimulantes o del alcohol, lo que eventualmente facilita que se aumente
su agresividad y propensión a asesinar177.

En las filas, los menores ya no podían escapar. Generalmente, los grupos los ame-
nazaban con su muerte o la de sus familiares, pues huir significaba traicionar al grupo
armado. Si llegaban a morir, a menudo nadie podía darles una razón a sus parientes.
Las infancias y adolescencias de todas estas personas se interrumpieron forzo-
samente por las nuevas rutinas del grupo armado178. Esa nueva vida causó impactos
físicos y emocionales que a menudo duraron toda la vida. Hubo problemas emocio-
nales y psicológicos por aquello que vieron, vivieron e hicieron como integrantes de
los grupos armados. Esto, en parte, se relacionó con los procesos de adoctrinamiento
y la formación de valores dentro de las filas. Allí se promovía la construcción de odios,
las venganzas y la creación de una identidad forjada por el culto a la fuerza, las armas
y la violencia179.

175
  «Colombia, para el año 2006, fue considerado por la Organización de Naciones Unidas, después de la
República Democrática del Congo, Ruanda y Myanmar, el cuarto país con mayores cifras de reclutamiento
y utilización ilícita de Niños, Niñas y Adolescentes (NNA) durante el conflicto armado». En: Choachí y
Estrada, El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, 15.
176
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Una guerra sin edad.
177
  Choachí y Estrada, El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, 76.
178
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Una guerra sin edad.
179
  Choachí y Estrada, El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, 19.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 101


Las personas que ingresaron a los grupos como niños, niñas, jóvenes o adolescentes
crecieron en un ambiente con un alto grado de control que les imponía una forma
determinada de llevar sus propias vidas. De acuerdo con la Corte Constitucional, la
vinculación de menores de edad a las filas ha causado

profundos efectos psicológicos, sociales y políticos en el corto, mediano y largo


plazo. De entrada, es claro que toda forma de participación en el conflicto armado
sea directa o indirecta, es nociva para los menores de edad… No es solamente el
rol en sí mismo es lo que genera efectos nocivos, también el clima de violencia y
la proximidad al conflicto son perjudiciales para los menores de edad180.

Por todo lo anterior, el riesgo del reclutamiento ilegal de hijos e hijas causó un gran
desasosiego entre las personas de los ámbitos rurales, sobre todo el campesinado. Una
mujer le dijo a la Comisión que, en el 2000, en El Carmen de Chucurí, Santander, los
paramilitares obligaban a los jóvenes a prestar guardia de manera recurrente. En muchas
ocasiones, no regresaban a sus hogares. Su hijo fue uno de los que nunca volvió:
«Todos los jóvenes tenían que ir […]. Otro hijo, que está por allá pal lado de La
Fortuna, también lo llevaron. Y toda la muchachada que había por las veredas se los
llevaban a un viaje. Llegaban y soltaban unos y se llevaban otros…»181.

Instrucción militar y humillación

Fueran o no menores de edad, los combatientes vivieron prácticas violentas que los
humillaron y degradaron. De acuerdo con los testimonios, los procesos de formación
recurrían a la humillación como método de enseñanza. Las escuelas de entrenamiento de
los grupos paramilitares, por ejemplo, se caracterizaron por tratos humillantes y degradantes
a los combatientes y por una disciplina forjada a través de las amenazas y del miedo.
En el entrenamiento de enfermeros de combate, por ejemplo, se enseñaban lecciones
de anatomía que incluían cómo realizar el desmembramiento de un cuerpo182. El entre-
namiento de los patrulleros incluía cómo herir a una persona sin causarle la muerte, una
forma de tortura183. De esta manera, bien sea porque se transformaba la subjetividad
del combatiente o por temor a ser disciplinado, no era posible no seguir una orden.
A veces incluso se daba la orden de desmembrar una persona viva, una práctica
reiterada en los entrenamientos paramilitares. Quien resultaba asesinado y víctima de
desaparición forzada era el combatiente que se rehusara a hacerlo184.

180
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-203/05, el 8 de marzo de 2005.
181
  Entrevista 125-VI-00015. Agricultora, madre de víctima de reclutamiento forzado y desaparición.
182
  Entrevista CIU 12906. Mujer, exintegrante de las AUC, enfermera.
183
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), «Informe oral de Jorge Eduardo Géchem», el 25 de octubre de 2018.
184
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Violencia paramilitar en la Altillanura.

102 sufrir la guerra y rehacer la vida


Un niño guerrillero corre durante una retirada después de un combate entre el Frente 6 de las
FARC-EP y el Ejército, en zona rural de Jambaló, Cauca. Julio de 2012. ©Federico Rios Escobar

Un excombatiente reclutado en su niñez por grupos paramilitares en Cúcuta, Norte


de Santander, le refirió a la Comisión las consecuencias de desobedecer las órdenes
dadas por los superiores dentro de la estructura:
«El problema es que usted cualquier fallita que haga, el mismo comandante ve la
falla [y] dice: “Este muchacho no nos sirve, nos trae problemas”. Entonces se lo llevan
de gancho ciego para alguna parte […]. Allá es pa matarlos, y allá mismo donde los
matan los entierran […], los dan como falsos positivos del ejército […].
» Quiere decir que usted no está siguiendo las reglas, se sale de las reglas. Ahí es
donde los toman y los matan y llaman el Ejército. “Qué hubo, mire, aquí tengo tan-
tos”. Y quitan el uniforme, los ponen como guerrilleros, les ponen el logotipo de la
FARC-EP y, bueno, tantos guerrilleros»185.
En la fuerza pública, también hubo testimonios sobre abuso de poder y maltrato
por los superiores. Algunas de las personas que ostentaban mayor autoridad ejercían
su mando mediante humillaciones, lo que producía rabia y temor en sus subalternos.
Varios integrantes del Ejército afirmaron que esto era el pan de cada día en las filas.
Un suboficial lo describió de la siguiente manera:

185
  Entrevista 298-VI-00002. Hombre, víctima de reclutamiento forzado, excombatiente paramilitar.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 103


«Después, un teniente que era el reemplazante de la compañía, el ejecutivo de la
compañía, […] nos agredió físicamente delante de todas las compañías. A unos los
golpeó con las botas. A mí me metió un puño y nos tiraba al suelo y todo […]. A
nadie le gusta que le peguen delante de los demás y de otro hombre. Pero militarmente,
cuando eso, usted tenía era que aguantar»186.
La Comisión también conoció un caso referido por una trabajadora de la salud,
quien realizó su práctica de servicio social obligatorio con Sanidad Militar y que
identificó la presencia de enfermedades venéreas relacionadas con violencia sexual,
ejercida como una forma de tortura contra los soldados:
«Eso es complejo y muy difícil. Vi cosas como que había un sargento mayor de
los suboficiales que la inducción de los soldados que entraban era a violarlos. Y nos
dimos cuenta porque tenían condilomatosis anal. Entonces atendí dos soldados
sucesivamente con condilomatosis anal, uno de ellos con VIH»187.
Eliminar la humanidad de los combatientes fue un recurso para facilitar los
propósitos de cada grupo armado. Borrando la compasión, la empatía y la capacidad
de reconocer al otro como persona, se tornaba mucho más fácil exigir o cometer asesi-
natos, torturas, desapariciones y otros actos violentos. Los testimonios muestran que
las estructuras jerárquicas de los distintos actores armados legales e ilegales impusieron
normas difíciles de cumplir, con altos costos emocionales, familiares y personales para
los combatientes. La mayoría de estas buscaban justamente esa deshumanización.
En síntesis, los testimonios también muestran que la guerra en la que participaron
todos los actores no solo fue contra el enemigo. Las vejaciones y las violencias también
se extendieron contra los miembros de sus propios grupos. Esto quiere decir que,
en el conflicto armado, en ningún lugar se estaba realmente a salvo.

Los daños a los proyectos de vida:


las vidas indeseadas

En mayo de 2002, el grupo paramilitar Conquistadores del Yarí empezó a operar


en el noreste del departamento del Huila, en los municipios de Colombia, Baraya,
Tello, Gigante y Garzón. La organización, conformada por alrededor de 300 hombres,
llegó con el auspicio de ganaderos y políticos locales que buscaban combatir a las
guerrillas en la región. «El objetivo principal de ellos […] era que iban a hacer
limpieza total de ladrones, de drogadictos, de gais, de auxiliares de la guerrilla…»,
recordó un campesino del municipio de Tello, en un encuentro con la Comisión.

186
  Entrevista 646-PR-00923. Hombre, suboficial del Ejército vinculado a ejecuciones extrajudiciales.
187
  Entrevista 299-PR-00628. Médica rural del Ejército.

104 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Ya traían un listado de diferentes personas […] con orden de darlas de baja»188.
Antes de 2002, la guerrilla ocasionalmente pasaba por su vereda, pero fue con la
llegada de Conquistadores del Yarí que su vida cambió drásticamente.

Una mujer Embera, su bebé y un niño afrocolombiano esperan ser transportados en una canoa por el
río Atrato. Quibdó, 2019. ©Camila Acosta Alzate / Comisión de la Verdad

De acuerdo con varios testimonios, los paramilitares violaron, torturaron y masa-


craron a los pobladores para intimidar e imponer su control en la región. El grupo
armado desmembró, apedreó y usó motosierras para asesinar y desaparecer a las
personas que consideraban «indeseables», o que representaban un obstáculo para
su control territorial.
Con las muertes, el miedo se instaló en la región y las historias sobre lo que estaba
sucediendo se difundieron de boca en boca. Frente a las prácticas de horror y a la
amenaza, muchas personas salieron desplazadas o empezaron a vivir en un estado de
alerta permanente que afectó no solo sus proyectos de vida, sino su vida cotidiana.

188
  Entrevista 139-VI-00001. Hombre, campesino, víctima de amenazas, trabajos forzados y despla-
zamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 105


En 2002, el campesino de Tello era dueño de una moto de alto cilindraje. Solo
por el hecho de tener ese vehículo, los paramilitares lo obligaron a traer gasolina,
actuar como chofer, cobrar extorsiones, transportar armas y munición, entre otras
tareas. Si las incumplía o se resistía, le advirtieron, se tomarían represalias contra él
y su familia. «Nosotros salimos más afectados», le dijo el campesino a la Comisión.
«Fui “el trompo de los quiñes”. El de lléveme y tráigame, lléveme y tráigame… Si
uno se negaba, ahí está su papá, está su mamá, está su hermano, entonces usted verá.
Era la amenaza por delante»189. A raíz de esos hechos y de la presión permanente
para reclutarlo, su padre, quien además era el presidente de la Junta de Acción
Comunal de la vereda, decidió enviarlo con otros familiares a Neiva, dejando atrás
a gran parte de su familia.
Con el paso de los meses, la guerrilla bajó nuevamente al pueblo. Allí, acusaron a
la familia del campesino de ser colaboradora de los paramilitares, a pesar de que este
ya se había desplazado a Neiva. Hubo amenazas, miedo y estigmatización que, unidos
con la distancia, afectaron las relaciones del campesino con su familia. En cuestión
de meses, su vida quedó rota. Su pareja lo abandonó y la mayoría de sus parientes se
alejaron de él. Solo y lejos de su hogar en Tello, se vio obligado a emprender una vida
diferente a la que había contemplado antes de la llegada de los paramilitares. La que
era su vida dejó de existir a partir de ese momento.
Como lo refleja el caso anterior, el conflicto armado afectó distintas dimensiones
de la vida: la salud, las relaciones familiares, los quehaceres, las formas de vivir, los
hábitos, los sueños y las aspiraciones. La guerra rompe y modifica los proyectos de vida
de las víctimas, pues impide que las personas tomen decisiones, realicen actividades,
se movilicen, establezcan relaciones, transmitan a sus hijos e hijas su conocimiento,
compartan con vecinas y amigos, vivan según sus propias creencias y costumbres o
incluso que hablen, piensen o caminen. Todo esto lesiona su libertad y autonomía.
En el conflicto, en el país, se experimentaron situaciones y emociones muy
intensas y dolorosas. Hubo miedo y pánico generalizado, experiencias que alteraron
y cambiaron las maneras de vivir y los proyectos de las personas. El despliegue de
la violencia en distintas épocas y territorios –y en particular las disputas por control
territorial entre actores armados– creó un clima de terror que hizo del miedo una
emoción constante, que marcó las vidas de las personas, especialmente en los contextos
rurales y campesinos190.
El miedo ha estado presente con diferente intensidad a lo largo del conflicto.
Durante algunos periodos se acentuó ante ciertos hechos atroces. Sus consecuencias
forman parte del comportamiento colectivo: callar, desconfiar, no atreverse a

189
  Ibíd.
190
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «¡Y estalló la desconfianza!», en la plataforma digital
de la Comisión de la Verdad. https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/y-
estallo-la-desconfianza.

106 sufrir la guerra y rehacer la vida


expresar lo que se piensa, encerrarse, aislarse y moverse con cautela son algunos de
los comportamientos que fueron incorporándose en la vida cotidiana y que operaron
como mecanismos defensivos y de protección. El testimonio de una mujer víctima
de desaparición forzada por paramilitares, en Putumayo, en gran medida resume
esta experiencia:
«Aquí uno no podía demandar a nadie […] porque si tú abrías la boca para
demandarlos, tú estabas arriesgando la vida. Aquí había que volverse ciego, sordo y
mudo. Usted no vio, usted no escuchó, usted no habló. Porque si cometía el error
de hablar, usted estaba muerto o muerta. Sin importar quien fuera, se moría. Desde
que usted hablara, usted se moría. Nosotros teníamos que aguantarnos todo eso»191.
Cuando las personas sienten que a su alrededor prevalece la confusión, la duda, las
sospechas y que, además, los hechos suceden de manera abrupta, la confianza básica
se va desdibujando y el miedo entra a formar parte de la vida. Eso sintió un joven
en Río Viejo, Bolívar, después de una incursión paramilitar al mando de Manuel
Alfredo Rincón, alias Manaure, del comando armado Frente Vencedores del Sur de
las Autodefensas Unidas de Colombia, en 1997. En abril de ese año, los paramilitares
tomaron posesión del pueblo. Desde hacía meses, habían señalado a los habitantes
como guerrilleros y auxiliadores de la guerrilla192. Sometieron a toda la población,
eligieron a un miembro de la comunidad y lo sentenciaron. «Aquí les voy a mostrar
cómo se mata un guerrillero», dijo uno de los paramilitares, de acuerdo con el testigo.
A la persona señalada, la asesinaron haciendo uso de toda la sevicia posible. Esta
experiencia de terror ejemplificante cambió la vida del sobreviviente; desde entonces,
la zozobra lo acompaña permanentemente:
«Después de lo sucedido la vida nos dio un giro de 360 grados. Ya esa confianza, esa
tranquilidad, se perdió. Aparecieron miedos que nunca […] habíamos experimentado.
Miedo a todo. O sea, ya entonces en la prensa local –yo llamo prensa local a los
comentarios– empezó enseguida cada uno a dar su titular: que lo mataron por esto,
lo mataron por lo otro, por lo otro y por lo otro. Y no solamente vienen por él, sino
por toda la familia»193.
Las amenazas para que hicieran o dejaran de hacer, la obligación de colaborar bajo
coacción o los señalamientos contra diferentes colectivos comunitarios o políticos han
formado parte de las estrategias de la guerra. En este sentido, el miedo no ha sido una
consecuencia más: con este se fragmentaron comunidades, se inmovilizaron las personas
y se impuso un clima de silencio y desconfianza que obligó a cambiar las maneras de
vivir de las personas, las familias y las comunidades.

191
  Entrevista 199-VI-00021. Mujer, afrocolombiana, caso de amenazas, desaparición forzada y homicidio.
192
  Entrevista 188-VI-00004. Hombre, campesino, caso de amenazas, desplazamiento forzado, despojo,
homicidio y tortura.
193
  Ibíd.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 107


En muchos casos el terror, entendido como un miedo extremo y paralizante, fue
parte del contexto emocional que tejió la vida diaria durante años. Una mujer cuyo
hijo fue asesinado a manos de los grupos paramilitares que operaban en el municipio
de Curumaní, en el Departamento del Cesar, entre 2004 y 2007, por ejemplo, le
contó a la Comisión cómo se instaló un silencio colectivo por el miedo a las armas y
a la retaliación contra quienes se atrevían a denunciar los crímenes de ese grupo: «Por
ahí siguió la violencia y ya uno estaba recogido en su casa. […]», dijo. «Si oía que
mataban, calladito la boca todo el mundo. Nadie decía nada. El miedo que uno le
tenía a esa gente era horrible, ¿oyó? Ni podía ponerse uno por ahí a hablar […]. No
podía hablar uno nada porque daba miedo»194.
El miedo y el pánico en el que vivieron miles de personas en muchos lugares del
país, la estigmatización y el paso de combatientes por distintos grupos armados y
modalidades de violencia que recurrieron al uso de miembros de la comunidad para
que señalaran y entregaran listas de personas que posteriormente fueron asesinadas o
desaparecidas produjo una enorme desconfianza dentro de las comunidades e, incluso,
dentro de las propias familias.
Según los testimonios allegados a la Comisión, las personas refieren que en sus comu-
nidades y barrios no se sabía quién era quién, pues las personas hoy podían estar en un
grupo armado y mañana en otro; hoy podían estar del lado de la legalidad y mañana en
la ilegalidad. Frente al silencio impuesto o asumido por el miedo, el rumor y la información
fragmentada se volvieron la regla. Esto contribuyó a incrementar la desconfianza. Así lo
relataron a la Comisión campesinos del municipio de la Palma, Cundinamarca:
«Se perdió la confianza […]. La gente a los vecinos les tenía confianza. Bueno, que un
favor: lo hacían. Después del conflicto, cuando ya comenzaron esas cuestiones, entonces
la gente no confiaba en usted porque, de pronto, si usted se echaba de enemigo a alguien,
de una vez lo amenazaban y le contaban a la guerrilla: “Mire que yo tengo un problema
con […]”. Hubo mucha matazón de gente por culpa de eso, entonces ya no se puede
ni hablar es con ninguno porque uno no sabe con quién está hablando»195.
La desconfianza tuvo impactos sobre los proyectos de vida individuales, familiares
y colectivos. Hubo casos en que miembros de una misma familia hacían parte de
distintos grupos armados. Esto no solo creó una gran conflictividad, sino que causó
fragmentaciones y rupturas que cambiaron los planes y proyectos de las familias.
Algo similar sucedió dentro de las comunidades. Muchas actividades y dinámicas
comunitarias se vieron afectadas por la desconfianza, pues se presentaron numerosos
señalamientos y enemistades entre vecinos. No tener claro «de qué lado» estaban
las otras personas rompió relaciones de solidaridad, intercambios y celebraciones, y
cambió el sentido y las identidades comunitarias.

194
  Entrevista 247-VI-00006. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio, campesina.
195
  Entrevista 196-DC-00019. Habitantes de las veredas El Potrero,La Hermosa yMontaña Pastales.

108 sufrir la guerra y rehacer la vida


El miedo y la desconfianza inhibieron la solidaridad y la ayuda mutua, porque la
gente no podía ayudar a los demás así quisieran hacerlo. Ayudarlos, después de todo,
podía costarles la vida. Se dejaron de hacer cosas fundamentales no solo para la vida
social, sino para la vida productiva: daba miedo salir, reunirse, conversar con otros,
darle empleo a alguien, pedir ayuda. El miedo y el silencio impidieron vivir y hacer lo
que se quería. En esa medida, han ocasionado una lesión a la libertad, a la autonomía
y, por tanto, a los proyectos de vida de las personas.

Los proyectos de vida impedidos por el desplazamiento y el exilio

Huyendo de la guerra, cientos de campesinos salieron desplazados de la región de Urabá y se asen-


taron en barrios como La Honda y La Cruz, en la zona nororiental de Medellín, Antioquia. 1997.
©Jesús Abad Colorado López

Si bien todas las modalidades de violencia afectan el derecho de las personas a vivir
según sus deseos, metas y aspiraciones, aquellos obligados a desplazarse o a exiliarse
o que debieron soportar el confinamiento sufrieron de manera especial y particular
cambios abruptos que los obligaron, también, a modificar sus proyectos de vida. Las
personas que salieron de sus lugares de vida y de trabajo enfrentaron, en primer lugar,
la tristeza que causó abandonar territorios y lugares que, desde la distancia, fueron
muchas veces evocados con nostalgia.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 109


En sus testimonios ante la Comisión, muchas víctimas –especialmente campesinas–
hablaron sobre la riqueza y la belleza natural de los lugares en los que sus antepasados
se habían asentado décadas atrás y en los que habían vivido antes de los hechos violentos.
La diversidad de los animales, las plantas, los frutos, las montañas, los bosques, las
llanuras y los ríos se mencionaron a menudo en los relatos, como el de un campesino
de Puerto Asís, Putumayo:
«Al principio, había mucha selva todavía […]. Mis padres son campesinos.
Vivíamos en el campo y por la noche había que levantarse porque los perros no
dejaban dormir: hacían cacería en el patio de la casa. Yo iba a pescar a los ríos. Me
gustaba pescar porque uno iba y pescaba y conseguía pescado. Ahorita uno va a pescar
y ya pesca, pero resfriado. Entonces había oferta natural, había selva […]. Las
tierras producían más que hoy. Había más biodiversidad. Hoy encuentro que
muchas semillas que conocimos han ido desapareciendo […]. En el plátano
se han perdido, en el maíz, en el arroz; se han perdido fríjoles, se han perdido
distintas especies»196.
El abandono de los lugares en los que la gente construyó sus vidas y donde
ocurrían sus labores y relaciones no solo representó un daño patrimonial y econó-
mico, sino también un impacto emocional y afectivo, que desencadenó los duelos
propios que causan las pérdidas significativas197. Los lugares, las relaciones y los
vínculos que allí se construyeron fueron fuente de identidad, pues fue a partir de
ellos que se configuró la idea de un «nosotros». Una parte de los atributos que les
permitieron a las personas ubicarse y definirse de manera particular en el mundo
surgieron precisamente de ahí.
Perder un lugar y, por ende, las relaciones y experiencias que allí transcurrían fue
una situación que para muchos significó perder la alegría, las ganas y el sentido de
vivir. No estar en ese lugar implicaba no estar con otros, no hacer las cosas que allí se
hacían. En efecto, la partida los obligó, a menudo, a cambiar de clima, de alimentos,
de trabajo, de vecinos, de actividades de disfrute, de motivos de encuentro y de festejo,
etcétera. En muchos casos, las personas se vieron obligadas a ser desconocidas en ese
nuevo lugar, a ser un objeto de rechazo y de desconfianza.
Para las personas mayores, el desplazamiento forzado implicó dejar su historia
atrás, enfrentarse con la sensación de haber perdido el tiempo, de no tener la capacidad
de volver a empezar, la dificultad de conseguir alguna actividad productiva y de
generación de ingresos, de vivir en dependencia de los hijos y otros familiares y
cercanos, y, en muchos casos, de humillación.

  Entrevista 062-VI-00018. Hombre, campesino, víctima de amenaza al derecho a la vida.


196

  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», Capítulo 5:
197

Las palabras viven, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.


co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.

110 sufrir la guerra y rehacer la vida


En Colombia, millones de personas vivieron estas experiencias de diversas maneras
y con intensidades diferentes. El desplazamiento forzado, de hecho, es la forma de
violencia que ha impactado al mayor número de víctimas en la historia del conflicto
armado. A enero de 2022, el RUV reportó 8.510.295 personas desplazadas forzosamente
de sus hogares. Esto equivale, en 2022, a casi toda la población de un país como
Suiza, un poco más que la población de Paraguay y a casi dos veces la de Panamá.
En Colombia, esa cifra significa que aproximadamente una de cada seis personas ha
tenido que abandonar su hogar por la violencia.
El desplazamiento forzado provocó una crisis humanitaria de tal magnitud en
el país que, en 2004, la Corte Constitucional, mediante la Sentencia T-025, declaró el
estado de cosas inconstitucional198. En esta sentencia, la Corte Constitucional mos-
tró los múltiples derechos violentados a las personas desplazadas y cómo las acciones
violentas y los impactos generados por las huidas forzosas vulneraron prácticamente
todas las condiciones y garantías para poder tener una vida digna y concretar un
proyecto de vida.
De acuerdo con la Corte, el desplazamiento forzado afecta el derecho a la vida
en condiciones de dignidad; los derechos de los niños, mujeres cabeza de familia,
personas con discapacidad y personas de la tercera edad; el derecho a escoger el lugar
de domicilio; el libre desarrollo de la personalidad y la libertad de expresión y de
asociación; los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos familiares y
el derecho a la salud; la integridad personal; el derecho a la seguridad personal; la
libertad de circulación y el derecho a permanecer en el sitio escogido para vivir; el
derecho al trabajo y la libertad de escoger profesión u oficio; el derecho a una alimen-
tación mínima; el derecho a la educación; el derecho a una vivienda digna; el derecho
a la paz; el derecho a la personalidad jurídica; y el derecho a la igualdad.
Las personas desplazadas tuvieron que abandonar sus lugares de vida y de trabajo.
Esto significó no solo detrimentos económicos y materiales, sino pérdidas emo-
cionales y afectivas. En los lugares se quedaron amigos, vecinos, animales, paisajes.
Sin esos lugares, ya no era posible hacer las cosas que se hacían y mantener las
relaciones que se tenían. Con su pérdida, que no solo fue la de tierra o la de un
espacio físico, se sufrió un fuerte impacto en la identidad, pues allí había vínculos
y afectos que, en parte, definen quiénes son las personas.
Cuando se pierde todo lo anterior, las personas sienten que pierden su seguridad en
el mundo y aquello que era valioso e importante. Por esta razón, afrontan múltiples

198
  El estado de cosas inconstitucional (ECI) es una figura que designa la decisión de la Corte
Constitucional frente a una situación grave de violación masiva y recurrente de derechos fundamentales
de una población determinada, bajo circunstancias generales que comprometen la falta de cum-
plimiento de las autoridades para garantizar esos derechos. Esta declaración pone en el debate
público la urgencia de respuestas y les exige a las entidades la promoción de acciones concretas y
formulación de políticas públicas para enfrentar y superar el problema.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 111


duelos que no son fáciles de procesar. Esto sucede por la dimensión y las impli-
caciones de las pérdidas y por las condiciones adversas que, por lo general, deben
seguir enfrentando. Después de la huida no hay un lugar seguro, no hay acogida ni
solidaridad que pueda rescatar el sentido de la existencia.
Una mujer campesina le habló a la Comisión sobre esto. Su familia salió desplazada,
en 1999, luego de que paramilitares en Apartadó, Antioquia, cometieron una serie de
hechos violentos en la región. Esto cambió los planes de vida de su familia:
«Con ellos fue muy fuerte porque ellos tenían otros proyectos. Cuando uno está en
su territorio, uno piensa que los hijos van a ser finqueros, van a estudiar algo que tenga
que ver con la agricultura, con los animales, pues eso es lo que se nos facilita. Pero
ya estando acá [desplazados], es totalmente otro contexto, otras cosas muy distintas.
Inclusive un hijo terminó quedándose en la Fuerza Aérea porque no había plata, ni
nada. Terminó estudiando ahí con la ayuda de alguien que le pagó, otro se fue para
la Policía, y así: todos haciendo cosas que no estaban en su proyecto de vida, porque
nosotros somos campesinos»199.
Después del desplazamiento y luego de haber perdido sus medios de vida y bienes,
muchas personas y familias campesinas quedaron en condiciones de pobreza y de
miseria. Gran parte de ellas, tuvieron que enfrentar condiciones de indigencia, pasar
periodos en la calle, vivir en coliseos, piezas o en viviendas precarias sin servicios básicos
y a menudo hacinadas. La frustración, angustia, dolor, incertidumbre y depresión que
sintieron las víctimas se percibe en sus relatos:
«Llegar aquí a Cali sola, con ese poco de niños, fue bien difícil. Pasé mucho trabajo.
Ella [la mujer policía] me recomendó llegar a Floralia, me dio una dirección. También
en el terminal de Cali estuve todo un día. Por la tarde le mostré la boleta a alguien
y me mandó en un carro. [Llanto] […] Terminé viviendo en el Farrillón de Floralia
mucho tiempo. Salía todos los días a trabajar. Me iba a lavar ropa. La dirección
que la muchacha me dio era una iglesia y me ayudaron con cobijas y una casa casi que
caída, pero ahí viví más de dos años»200.
La nueva vida en entornos urbanos, o incluso en el exilio, obligó a las víctimas,
cuando era posible, a vivir inicialmente donde familiares y conocidos que las
acogieran, o a buscar lugares en arriendo con nuevos y altos costos. Una mujer
campesina, cuyo hermano y esposo fueron asesinados por las FARC-EP en el municipio
de Planadas, Tolima, y quien fue desplazada dos veces, le dijo a la Comisión lo
siguiente sobre este asunto:
«Cuando me mataron el compañero, yo arranqué para Bogotá y [allí] fui a la
Personería a poner la declaración. Las ayudas que dan de todas formas no son sufi-
cientes. En Bogotá, ¿cuánto no vale un arriendo? ¿La comida, los hijos enfermos?

199
  Entrevista 045-VI-00001. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y otros hechos, campesina.
200
  Ibíd.

112 sufrir la guerra y rehacer la vida


[…]. En esos tres años que yo estuve en Bogotá –imagínese doctora lo que es la igno-
rancia de uno– muchas veces me dieron ideas de quitarme la vida por ver la situación
tan terrible que estaba viviendo. Yo [antes vivía] en el campo […].Tocaba trabajar, pero
la situación económica era más o menos buena. No bregaba para la alimentación de
mis hijos, para vestirlos, para el estudio. Y llegar en un momento a estar encerrada
en una pieza de cuatro paredes y pagar 200 mil pesos y tener mi hijo botado en
cama. Yo vi tan dura la situación que, en ese momento, me decía: “De verdad uno
vale más muerto que vivo”»201.
Muchas víctimas expresaron que uno de sus mayores deseos era «tener al menos
donde meter la cabeza», debido a la vulnerabilidad que implica vivir sin un techo,
o a que la vivienda no cubra las necesidades básicas para llevar una vida con dignidad.
Estas situaciones produjeron rupturas en el núcleo familiar, pues la familia «se regó»
buscando lugares donde vivir para cada uno de sus miembros.
El desplazamiento afectó de manera particular el curso de vida de niños, niñas,
jóvenes y adolescentes. La salida de lugares rurales hacia las cabeceras municipales
de pequeñas y grandes ciudades rompió su vínculo con la tierra y el territorio.
Los jóvenes de origen campesino víctimas del desarraigo prefirieron, en muchos
casos, permanecer en las ciudades para construir nuevos caminos. Esta situación
la resienten padres y familiares que deseaban perpetuar la experiencia y el legado
campesino, dado que los jóvenes ya no se sienten parte de ese mundo. Ante la
posibilidad del retorno para algunas familias, muchos ya no están dispuestos a
regresar. En estos casos, han entrado en colisión los anhelos de los mayores con
los de los jóvenes y los más pequeños.
Las personas mayores también se vieron muy afectadas por el desplazamiento.
Por su edad, quedaron más expuestas a sufrir la violación de sus derechos, lo que
les impidió seguir desarrollando su proyecto de vida, sus aspiraciones y sus activi-
dades productivas de acuerdo con su vocación y deseo. En los ámbitos urbanos,
estas personas tuvieron que abandonar actividades que tenían una función social
en los colectivos campesinos. Dar razones, ayudar a la crianza de los hijos de las
otras abuelas y vecinas, por ejemplo, eran acciones que en las ciudades no podían
hacerse con facilidad. Allí, las personas mayores también perdieron la autonomía
para ir a la iglesia, visitar amigos o conocidos o reunirse en los escenarios que sí
existían en el campo.
El desplazamiento forzado y el despojo de tierras ha dejado serias consecuencias
en la población que envejece. La pérdida del patrimonio de los hijos e hijas y de
otros familiares, y la ausencia de una pensión universal ha hecho que este grupo
poblacional se encuentre en una situación de franca desprotección social. Así lo

201
  Entrevista 141-VI-00021. Mujer, víctima de homicidio de hermano y esposo y otros hechos,
campesina.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 113


contó una mujer campesina de 71 años, de Argelia, Antioquia, en condición de
discapacidad que fue desplazada forzadamente por grupos guerrilleros, en 2004:
«Aquí me vine a vivir […] en casita prestada. Diario mantenemos casita prestada
porque él ya tiene 81 años […], ya no puede trabajar. Por ahí unas ayuditas a veces.
Sufrimos para el mercadito. Lo que Dios y María santísima primero […], lo que nos
puedan colaborar por ahí. Y en este momento no tenemos casita. Fíjese que des-
ocupamos la casita donde estábamos, entonces tocó buscar otra prestada porque no
nos alcanzó la plata que traía él como de un cafecito que había vendido. Estuvimos
pagando un arriendo y listo. Porque todo el otro café quedó allá [con] todo lo que
teníamos. Nos echaron de allá»202.
En parte por lo anterior, las personas mayores se han sentido inútiles al llegar a las
ciudades. Han sufrido por esto y por no tener familiares a quienes transmitirles un
saber hacer y saber vivir campesino, tal como lo habían hecho sus mayores con ellas.
La sabiduría que habían acumulado durante años para afrontar la vida no tenía lugar
ni destinatario, ya que, en los espacios urbanos a los que llegaban como desplazados,
esos conocimientos, habilidades y saberes, por lo regular, no eran acogidos o valorados.
Al llegar a los entornos urbanos, muchos campesinos y campesinas enfrentaron la
misma situación. En sus nuevos hogares, la demanda de trabajo se basaba principalmente
en el grado de educación formal de las personas, justamente aquello de lo que el
campesino, en general, carece. Esto llevó a que accedieran a los trabajos menos
calificados y de menores ingresos. Los hombres tuvieron que, sobre todo, recurrir a
actividades de construcción, celaduría, transporte y ventas informales; las mujeres, a tra-
bajo doméstico, en su mayoría informal, elaboración de alimentos, ventas informales
y trabajo sexual. En esa medida, las personas desplazadas que vivían y trabajaban
en el campo sufrieron no solo una pérdida patrimonial sustantiva, sino también la
subvaloración de sus conocimientos y habilidades, dado que en pueblos y ciudades
no encontraron espacios para ponerlos en marcha.
Después del desplazamiento, se registraron altos niveles de desempleo, precariedad
económica, inestabilidad laboral, falta de capacitación para trabajos urbanos, inexistencia
de redes de apoyo, exclusión, bajos ingresos y pobreza. A esto se sumó la discriminación
que por asuntos de acento, etnia, procedencia, género, edad o procesos de envejeci-
miento muchos tuvieron que enfrentar. Estas situaciones levantaron barreras frente
al acceso a nuevos empleos, como lo manifestó una mujer de Caquetá que vivió
atentados, desplazamientos y abandono de tierras en medio de enfrentamientos entre
el Ejército y las FARC-EP: «Pero en toda parte no me dan trabajo a mí ni nada. Es
que ni a él le dan trabajo ya. Él estuvo en una empresa y lo sacaron que por viejo»203.

202
  Entrevista 058-VI-00076. Mujer, víctima de desaparición forzada, desplazamiento forzado y otros
hechos, campesina.
203
  Entrevista 230-VI-00021. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, campesina.

114 sufrir la guerra y rehacer la vida


La expulsión de colombianos por cuenta de la violencia traspasó las fronteras.
Muchos han sufrido el exilio. En la mayoría de los casos, esta ha implicado cambios
bruscos y condiciones difíciles para adaptarse y emprender una nueva vida. Como
puede verse en detalle en La Colombia fuera de Colombia: las verdades del exilio, del
Informe Final, el exilio alteró los proyectos de vida de las personas y las llevó a vivir
lejos de sus familias, con roles y estatus sociales diferentes, sin sus redes de apoyo y
pertenencias, con miedo, culpa, vergüenza y soledad.
Líderes sociales, políticos, artistas, académicos, empresarios y comerciantes fueron
algunos de los sectores que más salieron del país en condición de exiliados. Ese paso
implicó la disgregación del núcleo familiar, la consecuente desvinculación por la
distancia, problemas en la adaptación al lugar de acogida y la pérdida del proyecto
de vida familiar, profesional y laboral. Este último fue uno de los impactos más
hondos que estas víctimas le refirieron a la Comisión. Muchas personas pasaron de
sentirse a gusto, reconocidas y valoradas en sus trabajos y posiciones, a empezar de cero
en un país diferente o tener que trabajar en labores que nunca contemplaron. Ese
cambio causó malestar, sufrimiento, distanciamiento social y tristeza, pérdida de
los referentes de honorabilidad en los que las personas percibían el reconocimiento
de los otros, como le comentó a la Comisión una empresaria cucuteña víctima de
secuestro por el EPL:
«Para mí eso fue una época también muy difícil, porque haber vivido lo que
viví, perder lo que tenía. Yo en Cúcuta tenía un buen apartamento. Era un negocio
que me llenaba mucho porque [yo] era la cabeza de todo eso. Dominaba un poco
de gente. Era la jefa, tenía muchas responsabilidades, me estaba yendo bien,
ya tenía un mundo laboral bastante interesante. ¡Era alguien! Tenía un equipo
y tenía un día a día [que] generaba adrenalina. Y pasar lo que pasó y llegar a
sentarme detrás de un escritorio a que me llegue gente a decir esto y esto, pues
fue difícil […]. Volver a reconstruir toda la vida, eso sí fue muy difícil porque
¿quién soy yo ahora?»204.
Al poco tiempo o después de años, cuando, algunas de estas personas retornaron
al país, el miedo persistió o reapareció, un fenómeno que también enfrentaron las
víctimas de desplazamiento forzado cuando intentaron regresar a sus territorios.

204
  Entrevista 126-VI-00009. Víctima, mujer, comerciante.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 115


Hacer público el dolor

«Encuentro por la Verdad: verdades que liberen». Reconocimiento de responsabilidades de


secuestro por las FARC-EP. Ingrid Betancourt. Medellín. Junio de 2021. ©Camila Acosta Alzate
/ Comisión de la Verdad 

Como se ha descrito a lo largo de este tomo, el horror, la crueldad y la sevicia


vividas en los más de 60 años de conflicto armado han causado daños devastadores a
millones de colombianos y colombianas. El conflicto ha privado a las familias, a las
comunidades y al país de centenares de miles de personas, la mayoría jóvenes
que, en muchos casos, eran víctimas de históricas exclusiones y discriminaciones.
La ausencia de estos seres ha dejado vacíos, ha causado sufrimientos y ha sumido a
sus seres queridos y cercanos en condiciones de penuria y mayor vulnerabilidad.
Las personas no pudieron vivir como lo hubiesen hecho o como lo hubiesen querido
en circunstancias libres de violencia. Sin importar su ocupación, su identidad o el
lugar en el que vivían, sus vidas fueron diferentes debido al conflicto armado. No es
posible saber exactamente cómo, pero el cambio, el quiebre y el punto de no retorno
está ahí. Cada una de las víctimas puede encontrar ese lugar en su trayectoria de
vida que la violencia alteró.
Mediante las distintas modalidades de violencia, se ha intentado despojar a las
personas de todo: de sus pertenencias, su vida, su honra, su buen nombre y su dignidad.
Les han robado la seguridad, la confianza, la autoestima, los sueños, la alegría y las

116 sufrir la guerra y rehacer la vida


ganas de vivir. Los testimonios y los relatos de las víctimas acercan a una realidad cruda
y dolorosa que está a la espera de ser escuchada por toda la sociedad, pues, al hacer
público su dolor y recibir reconocimiento y muestras de solidaridad, quizás pueda
aliviarse un poco el sufrimiento.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 117


Impactos en la economía,
la cultura y la naturaleza

Éxodo campesino en Barrancabermeja. Más de 1.000 campesinos llegaron huyendo al Centro de


Desarrollo Vecinal de la ciudad de las acciones del Batallón Antiaéreo Nueva Granada. Soldados de
este batallón les destruyeron sus casas y enseres. Marzo de 1987. ©Jesús Villamizar

118 sufrir la guerra y rehacer la vida


Lo que la guerra arrebató: la dimensión
material y económica de los daños

El tema de este conflicto, ¿por qué tenemos nosotros que


llegar a sufrirlo? Por ejemplo: faltarle lo que es la parte
económica a uno. A veces uno se pone difícil. Tengo una
casita en bahareque, sí, ni siquiera pintada, tengo un rancho
en puro bahareque, ahí. Y pues la verdad que uno piensa
mucho porque, para mí, lo mejor de la vida es tener todo lo
necesario, fuera de la salud, lo necesario que necesita un hogar
para poder vivir sabroso, como su buena vivienda, la comida,
estudiar, la familia, y uno poder estar verdaderamente bien.
Ser una persona que sí puede salir a hablar con la gente, como
arrimarse a la sociedad un poco más205.

E
l conflicto armado ha dejado innumerables impactos en las personas, las
familias, las comunidades y la sociedad en su conjunto. En esta sección, se
abordan aquellos que han afectado particularmente las condiciones materiales
de existencia y la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas para tener bienestar
y calidad de vida. Esto último, para muchos, significa «vivir bien» o «vivir sabroso»,
como lo indica el testimonio que abre esta sección.
En Colombia, el conflicto armado ha tenido un importante impacto material
y económico. En los territorios, por ejemplo, la prestación de servicios públicos de
necesidad básica se ha visto afectada por la violencia. Aunque no hay muchos
estudios al respecto, uno de 2009 concluye que, en general, el conflicto armado
ha afectado la provisión de servicios de salud, educación y saneamiento en los
municipios del país206.
El alto precio que el país ha tenido que pagar a causa del conflicto armado tam-
bién se destaca desde otras perspectivas. Un estudio del Departamento Nacional de
Planeación (DNP) calculó los costos generados por la violencia armada en Colombia,

205
  Entrevista 139-VI-00003. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y homicidio, campesino y
pequeño comerciante.
206
  Para llevarlo a cabo se usaron los datos del censo de 2005, y a través de un análisis econométrico que
incluyó relaciones espaciales, evaluó el impacto del conflicto armado en la efectividad de los gobier-
nos locales para prestar dichos servicios. En: Rodríguez Takeuchi, «Los municipios colombianos y el
conflicto armado».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 119


entre 1999-2003, en cerca de $16,5 billones de pesos en 2003, el equivalente a $34,66
billones de pesos en 2021. Estos incluyen aquellos causados por el daño a la infraestruc-
tura energética, vial y aeroportuaria, por fenómenos como el secuestro, la extorsión,
el narcotráfico, el desplazamiento forzado, el uso de minas antipersona, el pago de
indemnizaciones a víctimas, entre otros. La mayor parte de los costos calculados
($14,6 billones en 2003 o cerca de $30,85 billones en 2021) correspondían a la
categoría de costos directos (88,3 % del total de costos). Por su parte, los costos
indirectos ascendieron a $1,9 billones en 2003 (poco más de $4 billones en 2021),
equivalentes al 11,7 % del total207.
Todas las modalidades de violencia afectaron la posibilidad de generar ingresos,
desarrollar actividades productivas y proveer a las personas y sus entornos con comida,
vivienda, abrigo, recreación, bienestar. Como se vio previamente, el proyecto conjunto
JEP-CEV-HRDAG208 documentó que, entre 1985 y 2018, se presentaron al menos
450.664 víctimas de homicidios relacionados al conflicto armado y de acuerdo con
el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, entre 1961 y 2021, al menos
68.602 personas han sido víctimas de esta modalidad de violencia209. ¿Cuánto trabajo
y cuántos sueños dejaron de consolidarse? ¿Cuántos aportes a la familia y a la comunidad
se perdieron? ¿Cuánto bienestar dejó de ser posible?
La Comisión escuchó lo vivido por la hermana de un joven asesinado por las
FARC-EP, en 1999. Su testimonio habla sobre las implicaciones económicas de los
asesinatos en una familia. «A raíz de que matan a mi hermano, mi papá no tuvo
cabeza para negociar», le dijo la mujer a la Comisión. «Abandonó el negocio, se fue a
la quiebra y yo era la única que le ponía frente a todo. Pero a mí me pudo el negocio
porque no, ¡no pude con tanto! Yo estaba pendiente de mi mamá, que estaba muy
mal, de mi papá. Mis hermanos se dedicaron a tomar: solo tome y tome y llore y
tome… Y yo poniéndole el frente a todo. Entonces se nos destruyó todo. Nosotros,
de ser de las familias más prósperas aquí, quedamos en la cochina […] a raíz de la
muerte de mi hermano»210.
Las actividades económicas de las personas se entretejen en una red de relaciones
dentro del espacio comunitario y regional que repercute en la economía nacional. Si
estas actividades se afectan, la economía nacional también se impacta. El fragmento

207
  Los costos directos hacen referencia a la remuneración de factores necesarios para la producción de
un bien o servicio, los indirectos son aquellos que no implican necesariamente una asignación directa
de recursos (movimiento de caja), pero que representan un costo de oportunidad o un uso alterna-
tivo perdido de bienes o factores de producción. En: Pinto et al., «Costos generados por la violencia
armada en Colombia», 1.
208
  JEP-CEV-HRDAG, «Proyecto conjunto de integración de datos y estimaciones estadísticas sobre
violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado colombiano», corte del 28 de junio de 2022.
209
  Base de datos, el Conflicto Armado en Cifras, Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH),
con corte del 30 de noviembre de 2021.
210
  Entrevista 222-VI-00035. Mujer, familiar de víctima de asesinato.

120 sufrir la guerra y rehacer la vida


que se presenta a continuación corresponde al reconocimiento de responsabilidad
realizado por un firmante del Acuerdo de Paz, durante el primer diálogo privado entre
víctimas y responsables, en el Encuentro por la Verdad en Caldono, Cauca. En este,
se observan algunas de las afectaciones causadas por las acciones de las FARC-EP a la
economía de este municipio:
«Con las marchas afectábamos los cultivos, pasaban 100, 200, 300 hombres y
se dañaban los cultivos de maíz, de amapola, de lo que hubiera por ahí. Nosotros
sabemos que una mata cuesta mucho trabajo, sudor y lágrimas, representa todo un
esfuerzo para el campesino o para el indígena […].
» Cuando pernoctábamos cerca de una casa, en los combates a campo abierto,
cuando no son los artefactos los que causan daño, son las personas que se desplazan
hacia otros lugares, y eso también afecta la economía porque queda el campo solo.
Yo estoy hablando de la responsabilidad que nos compete a nosotros y la asumimos
por supuesto. También en los casos que hablábamos antes, por ejemplo, en los de
reclutamiento. Muchos padres y madres ven a sus hijos como una especie de fuerza
de trabajo y de producción para el futuro para los cultivos de fique o de lo que fuera.
Cuando los llevábamos, o cuando ingresaba de una o de otra forma tenemos una
responsabilidad política […].
» En muchas otras regiones, la presencia nuestra afectó el turismo […]. Ni qué
decir de los combates a la fuerza pública que estaba acantonada dentro del municipio
[…]. Se aprovechaba el día de mercado para salir […]. Cuando el tendero espera
vender más, o el campesino espera vender o intercambiar sus productos, empezaban
los ataques. Nadie quería estar por ahí. Entonces todo el mercado se dañaba, el
comercio se dañaba»211.
Como en Caldono, a lo largo y ancho del territorio nacional se presentaron
afectaciones e interrupciones graves a las actividades económicas que les permitían
a las comunidades atender sus necesidades básicas. Como se verá a continuación,
modalidades de violencia como el confinamiento, el desplazamiento forzado, el
despojo, el abandono de tierras, los robos, la extorsión y el secuestro, entre otras,
han alterado la economía de personas, familias y comunidades, poniéndolas en
riesgo e incrementando su malestar.

211
  Responsable exintegrante de FARC-EP, Comisión de la Verdad, «Encuentro por la Verdad
“Reconocimiento por la vida: Caldono cuenta la Verdad”», el 20 de marzo de 2021.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 121


La modificación y pérdida del vínculo
con la tierra y el territorio

Miles de campesinos despojados de sus tierras en Urabá se reunieron en una marcha para pedirle
al presidente Juan Manuel Santos el retorno a su territorio y el respeto a sus vidas. Necoclí, Urabá,
Antioquia. Febrero de 2012. ©Jesús Abad Colorado López

El conflicto armado afectó directamente las actividades económicas en los territorios, y


el control territorial y las acciones de los actores armados modificaron las transacciones
y las relaciones económicas locales.
Una de las formas de violencia que más perjudicó las economías locales fue el
confinamiento. Este hizo que transitar, salir o entrar a los territorios se volviera una
labor imposible. En algunas ocasiones, los actores armados daban órdenes directas de
no moverse a quienes poblaban estos lugares, y, en otras, las confrontaciones armadas
o la siembra de minas antipersona impedían que la gente se movilizara212. De acuerdo

  De acuerdo con la Presidencia de la República, al año 2021, 159 municipios estaban en intervención
212

para descontaminación de minas antipersonal. En: Acción contra Minas, «Resultados de las operacio-
nes para la liberación del territorio». Desde el año 2003, cuando empezaron a gestionar recursos para
el desminado humanitario en Colombia, hasta el año 2019, la Oficina del Alto Comisionado para la
Paz (OACP) había gestionado en cooperación financiera y técnica 241 millones de dólares. Tan solo

122 sufrir la guerra y rehacer la vida


con las cifras del RUV, entre 1995 y 2021, en Colombia hubo al menos 2.453 víctimas
de confinamiento213.
Las restricciones de movimiento impuestas a las comunidades impidieron recoger
cosechas, pescar e intercambiar productos y alimentos. Las personas que vivían en
estos lugares también tuvieron problemas para abastecerse y acceder a los productos
requeridos para la subsistencia. En estas condiciones, algunas padecieron hambre o
tuvieron problemas nutricionales.
El control armado sobre los territorios y el confinamiento, también, complicaron
la contratación de jornaleros para que trabajaran en las cosechas, por ejemplo. Esto
ocasionó pérdidas de cultivos y problemas para comercializar la producción agrícola
con las consecuencias expuestas arriba.
Adicionalmente, estas modalidades de violencia causaron periodos de aislamiento de
las personas, las familias y las comunidades214. Estos, en ocasiones, duraron meses o
incluso años. Cuando algún integrante de la familia decidía salir para adquirir alimentos
u otras tareas indispensables, se enfrentaba con el control militar, la intimidación, las
restricciones y los castigos que podían incluir la muerte. De esa manera, el confinamiento
modificó la interacción con los vecinos y la familia, afectó las transacciones económicas,
trastornó las redes de apoyo familiares, vecinales y religiosas, la ayuda mutua, la cooperación,
la colaboración entre las personas y las actividades productivas y de generación de ingresos.
El desplazamiento forzado tuvo impactos similares. Como ya se anotó, de acuerdo
con el RUV, a enero de 2022, al menos 8.510.295 de personas fueron desplazadas
forzosamente de sus hogares. Según un informe de varias organizaciones campesinas,
el Instituto de Estudios Interculturales (IEI) y DeJusticia215, entregado a la Comisión,
cerca del 92 % eran habitantes del campo.
Históricamente, el campesinado se ha dedicado principalmente a actividades
económicas y productivas agropecuarias, a la transformación de materias primas (por
ejemplo, de recursos naturales, elaboración de artesanías, alimentos o bebidas) y la

en el año 2016, se gestionaron 160 millones de dólares. A nivel de la OACP, en 2018, los recursos
asignados para el funcionamiento de la política de Acción Integral contra Minas Antipersonal fueron de
$4.658.166.124. Así mismo, contaron con recursos provenientes del Presupuesto General de la Nación
por $1.705.213.651. En 2019 y 2020, hubo un incremento significativo en los recursos destinados
por el Presupuesto General de la Nación que pasó de $1.705. 213.651, en 2018, a $4.006.741.491, en
2019, y $5.517.499.781, en 2020. En: Oficina del Alto Comisionado para la Paz y Grupo de Acción
Integral Contra Minas Antipersonal, «Plan Estratégico 2020 - 2025».
213
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad 011-VZ-00011. Registro Único de Víctimas,
Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
214
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Resistir con nuestras
plantas, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
215
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 281.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 123


prestación de servicios relacionados con el turismo216. Dado el volumen de la población
desplazada, muchas de estas labores quedaron temporal o permanentemente desiertas,
lo que causó pérdidas económicas.
La desconfianza también hizo mella en la economía de las víctimas de desplazamiento.
Las relaciones de cercanía entre las personas en las comunidades definen, además de la
vida afectiva, las transacciones económicas que se dan a nivel local. A menos de que
no haya otra alternativa, la gente prefiere comprarle a una persona de confianza o a un
conocido, por ejemplo. Y más allá de esto, en muchas regiones del país, la vida agrícola es
posible vía las cooperativas, el trabajo colaborativo y la solidaridad en la cosecha. Hay
esfuerzos colectivos durante la siembra, acuerdos para sacar una carga y negociaciones
para transportar o vender lo producido, para poner solo un par de ejemplos.
Pero las pérdidas para las personas desplazadas no terminaron ahí. De acuerdo
con un informe allegado por la Comisión, el 82,9 % de ellas perdieron algún bien
(sin tener en cuenta muebles o enseres); el 42,1 %, tierras; el 70,8 %, ganado y otros
animales; el 56,9 %, cultivos; y el 49,1 % maquinaria, equipo o vehículos217. En esa
medida, se configuró un panorama grave de pérdidas patrimoniales, especialmente
en las zonas rurales del país.
El resto de la población desplazada –aquella que no era campesina– se dedicaba a
otras labores económicas y productivas. Estas personas ofrecían productos variados en
comercios, trabajaban en restaurantes o peluquerías, hacían limpieza en hoteles, conducían
transporte público, atendían en un centro de salud o un hospital, eran docentes en
algún colegio, eran pequeños o medianos empresarios que ofrecían empleo, y un largo
etcétera. En suma, eran personas propietarias, emprendedoras, trabajadoras, formaban
parte del sector solidario o era jornaleras. Todas ellas conformaban una red de quehaceres y
roles dentro de las relaciones económicas del lugar que habitaban cuando lo abandonaron.
Esto dejó fracturas en las economías locales y regionales.
Respecto a individuos y familias, el desplazamiento precarizó las condiciones de vida
de las víctimas y empobreció a las poblaciones. Una mujer que fue víctima en Cali,
Valle del Cauca, de extorsiones, amenazas, asesinato de familiares y desplazamientos
forzados por las FARC-EP, y que ahora vive en Ecuador, relató las dificultades
económicas que ha enfrentado:
«No tenemos papelería para trabajar, dormimos en el piso en colchonetas que ya
parecen cobijas, entonces estamos cansados […] de dejar no la mejor cama, no el
mejor techo, pero [sí…] teníamos al menos cómo nuestros hijos estar acostados, y

216
  Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca, extracción de oro y otros metales preciosos, así como
piedras preciosas y semipreciosas, extracción de piedras, arenas y arcillas, elaboración de productos
alimenticios y bebidas, alojamiento rural, entre otras. En: Instituto Colombiano de Antropología e
Historia (Icanh), «Conceptualización del campesinado en Colombia».
217
  Informe 119-CI-00356, Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado
(Csppdf ), «El reto ante la tragedia humanitaria del desplazamiento forzado», 20.

124 sufrir la guerra y rehacer la vida


con nuestro trabajo y nuestra dignidad darles un desayuno y un almuerzo, cosa que
nos ha sido duro y difícil en Ecuador»218.
Cuando el desplazamiento forzado fue masivo, porciones significativas de territorios
quedaron vacías. Esto debilitó aún más el comercio y la economía. Así lo describieron
miembros de las cooperativas del Oriente Antioqueño a la Comisión:

En el año 99, casi teníamos la población que hay hoy en el 2019. Imagínese, el
municipio se viene a recuperar en el tema de población 20 años después. Entonces
si bajamos de 16 mil habitantes a seis mil, obviamente todo el comercio se afecta,
porque aparte de eso, las pocas personas que permanecimos también quedamos
sin empleo como consecuencia de esa afectación violenta que tuvo el municipio219.

El desplazamiento forzado, a menudo, estuvo vinculado al despojo o abandono de


las tierras y los territorios. Si bien no hay un consenso sobre las cifras, todas alarman. De
acuerdo con los datos de la Contraloría General de la República (CGR), en su encuesta
de 2013, para ese año se habían abandonado alrededor de 7,7 millones de hectáreas por
desplazamiento forzado220, un área superior al departamento de Guainía. El informe del
Programa de Protección de Tierras y Patrimonio de la población desplazada (PPTP)221
de 2010, por su parte, estimó que, en ese momento, se habían abandonado un total de
8.056.978 hectáreas, que equivalen a la suma de las áreas de los departamentos de Chocó
y Nariño. Según este informe, esta área correspondía a cerca de 280.000 predios222.
El abandono y el despojo han causado una mayor concentración de la tierra y un
incremento en la desigualdad social y económica, en un país que de por sí ha tenido
altos índices históricos. De acuerdo con un estudio de Oxfam, basado en el coeficiente
de Gini –el más utilizado para medir la desigualdad–, la distribución de la tierra en
Colombia mejoró entre 1960 y 1984, pero desde ese año la desigualdad no ha dejado
de aumentar223. En 2016, según esta organización, Colombia se situaba en primer

218
  Comisión de la Verdad, «Encuentro por la Verdad: reconocimiento del exilio en las fronteras con
Colombia», el 27 de febrero de 2021, 01:38:50.
219
  Informe 058-CI-00662, Fundación Solidaria Oriente Antioqueño (Fusoan) et al., «Memoria y
construcción de paz en el sector cooperativo del Oriente Antioqueño», 48.
220
  Catálogo de microdatos de la Comisión de la Verdad ID.002-MD-3dc2a3ab-08e3-4fa4-a188-
8643cfdf98fa. Primera Encuesta Nacional de Víctimas CGR-2013: Construcción de la línea base
para el seguimiento y el monitoreo al cumplimiento de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en
Colombia, Contraloría General de la República (CGR).
221
  El Proyecto Protección de Tierras y Patrimonio de la Población Desplazada por la Violencia fue una
iniciativa adelantada por la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional,
en su calidad de coordinadora del Sistema Nacional de Atención Integral a la Población en situación de
desplazamiento. El PPTP pasó en 2011 al Ministerio de Agricultura y en enero de 2012 se transformó
en la Unidad de Restitución de Tierras.
222
  González, «La verdad de la Tierra».
223
  Oxfam, «Radiografía de la desigualdad», 8.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 125


lugar en el ranking de desigualdad en la distribución de la tierra en Latinoamérica,
seguido por Perú, Chile y Paraguay. En el país, el 1 % de las explotaciones de mayor
tamaño controlaba más del 80 % de la tierra, y el 99 % restante se repartía el 20 %,
de acuerdo con el estudio. Entre 2000 y 2015, el coeficiente de Gini aumentó en las
áreas rurales en 21 de 31 departamentos del país224, según otro estudio académico. De
acuerdo con el Banco Mundial, en 2021, Colombia era uno de los cinco países más
desiguales del mundo en términos de concentración de tierras225.
En Colombia, el aumento de la concentración de la tierra se ha producido en las
zonas más distantes del centro del país, donde, además del conflicto armado, la extracción
histórica de recursos ha sido elevada226. Uno de los casos emblemáticos de despojo
y concentración de tierras es Urabá. Allí, se dio inicio a operaciones empresariales
después de varios procesos de desplazamiento forzado masivo y de la implementa-
ción de mecanismos de despojo227. La expansión de la frontera agrícola del banano
y la palma de aceite del Urabá antioqueño hacia el bajo Atrato chocoano, se gestó a
través del desplazamiento forzado y el despojo de comunidades afrodescendientes,
efectuado por acciones conjuntas entre militares y paramilitares. Estos hechos están
documentados y se han proferido sentencias judiciales a favor de las comunidades que
reclaman sus territorios colectivos, y en contra de generales del Ejército Nacional, así
como de 24 responsables entre paramilitares y empresarios228.
La llegada de empresarios a territorios rurales donde se dio desplazamiento forzado,
despojo y abandono de tierras y otros graves hechos de violencia no ha sido exclusivo de
Urabá. Como lo detallan otros tomos del Informe Final, esto ha sucedido en gran parte
del país. De ese modo, se ha modificado el uso y la propiedad de la tierra.
El narcotráfico también ha desempeñado un papel en el acaparamiento de tierras
y en el cambio de uso de la propiedad en la zona rural. En 2005, se estimaba que, en
el país, más de cuatro millones de hectáreas eran controladas por narcotraficantes y
paramilitares229. Entre 1980 y 1995, hubo compra significativa de predios rurales en
409 municipios, el 42 % de los municipios del país, por narcotraficantes230.
Con el despojo y el abandono de la tierra por la vía del desplazamiento, se produjo,
por un lado, la pérdida del patrimonio de miles de familias. En la mayoría de los
casos, este se había construido con esfuerzo y trabajo, muchas veces durante varias

224
 Ibáñez y Muñoz, «La persistencia de la concentración de la tierra en Colombia: ¿Qué pasó entre
2000 y 2010?».
225
  World Bank Group, «Hacia la construcción de una sociedad equitativa en Colombia».
226
  Ibíd.
227
  Informe 119-CI-00686, Comisión Intereclesial de Justicia y Paz et al., «Van por nuestras tierras a
sangre y fuego».
228
  Rama Judicial del Poder Público, Sentencia en contra de Luis Fernando Zea Medina y Héctor Duque
Echeverry. Proceso Rdo. 2012-2015, el 30 de julio de 2013.
229
  Fajardo, «Agricultura, campesinos y alimentos».
230
  Reyes, Guerreros y campesinos, 74.

126 sufrir la guerra y rehacer la vida


generaciones. Por otro lado, se perdió la economía campesina; esto es, la producción
diversa de alimentos y otros insumos agropecuarios en pequeña o mediana escala,
la fuente y principal sustento del campesinado.
En el campo, el éxodo masivo de población rural ocasionó un descenso en la
productividad agropecuaria. Entre 1990 y 1998, por ejemplo, se dio una rápida
disminución de cultivos de yuca, plátano y maíz, los más asociados a la economía
campesina, y el área total cultivada en el país disminuyó un 23 %.
Cuando no hubo desplazamiento forzado y los productores se quedaron a pesar de
la presencia de actores armados, estos obtuvieron menores ganancias con sus cosechas.
Tal como lo constata un estudio de 2014231, la presencia de grupos armados afecta
las decisiones de producción e inversión de los pequeños productores agrícolas. De
acuerdo con este estudio, el riesgo que percibe el campesinado de ser víctima de cualquier
tipo de ataque o de desplazamiento forzado lo lleva a adoptar decisiones que garanticen
un ingreso constante, pero a corto plazo. Por ello, dedican sus esfuerzos a labores
menos riesgosas y de menor retorno232.
Las cifras muestran que las familias campesinas disminuyeron la producción de
alimentos, tanto la que iba dirigida a su propio consumo como la que destinaban a
la venta. Esto trajo consecuencias de distinto tipo. Por un lado, empezaron a tener
menos disponibilidad de comida para sí mismos, y por el otro, disminuyeron sus
entradas económicas. En conjunto, esto derivó en una precarización de la seguridad
alimentaria de esta población.
En 2016, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO) advirtió que, en Colombia, el conflicto armado, por su magnitud, cobertura,
duración y número de personas afectadas, ha representado la mayor amenaza para la seguri-
dad alimentaria de las personas en el país. Según la FAO, las poblaciones rurales de zonas
aisladas han sido las más vulneradas debido a las dificultades para producir, a la afectación
de los sistemas alimentarios, al robo o destrucción de cultivos y ganado, a la pérdida de
activos e ingresos y a la repercusión de lo anterior en el acceso a los alimentos233.
Esta situación puede evidenciarse en la experiencia de un pastor de una iglesia
evangélica que, en 1998, tuvo que desplazarse cuando era un niño campesino de 9 años

231
  Arias e Ibáñez, «Conflicto armado en Colombia y producción agrícola», 61.
232
  Pese a todo esto, el campesinado siguió aportando de forma importante a la producción nacional de
alimentos, como lo demuestra Mondragón en 2011. Autores como Forero, en 2010, por ejemplo,
estimaron que los campesinos aportaban cerca del 62% de la producción agrícola nacional. Por su
parte Garay y otros, en ese mismo año, mostraron que las cifras de los cultivos con predominancia de la
producción en las unidades de explotación campesinas eran bastante altas en productos como la cebo-
lla, la papa, el frijol, la arveja, el cacao, el plátano y la zanahoria, todos estos con más del 70% de la
participación por parte de la producción campesina. En: Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional
Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al., «Guerra contra el campesinado (1958-2019)».
233
  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), «Paz y seguridad
alimentaria».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 127


de edad junto a su familia y los miembros de su comunidad, después de una masacre
cometida por el Bloque Metro de los paramilitares, en Vegachí, Antioquia:
«Cuando llegamos a Segovia, llegamos sin nada, a sobrevivir. Y esa sobrevivencia
acarreó muchísimos problemas económicos, muchos, mucha hambre, desnutrición
[…]. Yo recuerdo que yo entré a estudiar en el Colegio Domingo Sabio […]. Cuando
yo entré a estudiar estaba desnutrido, muy desnutrido, entonces me daban muchos
mareos. En algún momento me puse a jugar fútbol y me desmayé, entonces los
profesores me cogieron, me pusieron suero con vitaminas»234.

Las pérdidas de bienes materiales y de dinero

En Colombia, muchas personas, familias y comunidades han perdido sus tierras


y viviendas, sus cosechas, sus ingresos, su capital y su patrimonio por el conflicto
armado. Un hombre que, en el municipio de Argelia, Antioquia, tuvo que despla-
zarse luego de que guerrilleros del EPL intentaran reclutar a sus hijos, le contó a la
Comisión cómo se enteró de que este grupo armado había destruido su vivienda tras
abandonarla forzadamente:
«Que [miembros del EPL] les habían dicho [a quienes vivían en su vivienda] que
desocuparan o no respondían […]. Entonces los muchachos salieron de allá […], eso
fue un viernes, y el sábado fueron los amigos míos de la escalera [del bus] que va para
Argelia. Son muy amigos míos, los choferes. Entonces me dijeron […] que venían
de Argelia y que habían visto la casa descarriada, dizque se veían […] las llamaradas
más horribles en la casa»235.
Las víctimas enfrentaron robos y destrucción de sus pertenencias, enseres, motos,
carros, camionetas, animales y demás bienes que poseían. La comunidad de Charras-
Boquerón, en el Guaviare, por ejemplo, fue desplazada y robada por las AUC en
alianza con el Ejército después del año 2000:

De Charras me tocó irme con lo que tenía puesto. Desbarataron mi casa bus-
cando cosas de valor. Se llevaron todo: electrodomésticos, maquinaria agrícola,
herramientas de trabajo, mi ganado, cerdos, gallinas. Se perdieron mis cosechas:
plátano, yuca, maíz y arroz236.

234
  Entrevista 080-VI-00039. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, desaparición forzada, abandono
de tierras.
235
  Entrevista 158-VI-00022. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
236
  Informe 365-CI-01194, Fundación Buscar Hasta Encontrarlos et al., «Forasteros en propia tierra»,
110.

128 sufrir la guerra y rehacer la vida


Además de las cosas hurtadas o destruidas, las víctimas también enfrentaron el robo
de pequeños animales y de ganado. De acuerdo con los datos proporcionados por la
Fundación Colombiana Ganadera (Fundagan), en el informe «Acabar con el olvido»237,
las modalidades de violencia que más reportaron los ganaderos de las diferentes regiones
del país fueron el hurto de ganado, también llamado abigeato, y el desplazamiento forzado.
Según estimaciones de Fedegan238, entre 1999 y 2003, el abigeato y la extorsión
al sector ganadero representó para el gremio costos cercanos a $978.323 millones de
2003. Un estudio realizado por la Unidad de Información y Análisis Financiero del
Ministerio de Hacienda corroboró lo anterior. De acuerdo con este estudio, después
del narcotráfico y del secuestro, el abigeato es la actividad ilícita que mayores recursos
les generaba a las FARC-EP. «En 2003 las FARC-EP robaron 106.934 cabezas de
ganado con un valor de 75.241 millones de pesos»239.
En julio y agosto de 2010, la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre
Desplazamiento Forzado llevó a cabo la III Encuesta Nacional de Verificación, rea-
lizada sobre una muestra representativa en hogares con población desplazada en 68
municipios del país. El objetivo era evaluar el cumplimiento de los indicadores del
goce efectivo de derechos (IGED) y estimar las dimensiones de los daños y perjuicios
materiales sufridos por las víctimas entre 1980 y 2010240. De acuerdo con los análisis de
los resultados, entre 1980 y 2010, la pérdida patrimonial por abandono o despojo de bienes
muebles e inmuebles de los grupos familiares ascendió a 19,9 billones de pesos de
2010, «cifra equivalente al 3,9 % del producto interno bruto (PIB) a precios corrientes
de 2009»241. De ese total, el 34,2% correspondió al valor de las tierras242.

237
  Informe 1304-CI-01588, Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan) y Fundación Agrícola y
Ganadera de Colombia (Fundagan), «Acabar con el olvido, segundo informe».
238
  Pinto et al., «Costos generados por la violencia armada en Colombia», 9.
239
  Unidad de Información y Análisis Financiero del Ministerio de Hacienda 2005, En: Álvarez y
Rettberg, «Cuantificando los efectos económicos del conflicto».
240
  Hasta la fecha, esta ha sido la encuesta con mayor alcance al respecto y fue la última en realizarse a nivel
nacional, en el marco de la verificación de la Sentencia T025 de 2004. Tomando como base la información
reportada acerca de los bienes que las familias tuvieron que abandonar o que les fueron despojados, se
realizaron dos estimativos: por un lado, se cuantificó el valor de estos bienes para establecer el «daño
emergente», y, por otro, se estimaron los ingresos que estas personas dejaron de recibir por las pérdidas
materiales y la ruptura en sus actividades productivas, de las que derivaban el sustento; este último valor
se denominó «lucro cesante». El informe toma estos conceptos, que son los más tradicionales para analizar
daño material a la hora de dar cuenta de la responsabilidad civil. El daño emergente se refiere a cuando el
bien o la propiedad de una persona ha sido dañada o destruida por otra. En este caso la indemnización
debería ser igual al precio del bien afectado o destruido. El lucro cesante hace referencia al dinero, a las
ganancias, a la renta que una persona deja de percibir como consecuencia del daño que se le ha causado.
Si una persona no hubiera sufrido ese daño, hubiera podido seguir recibiendo esos ingresos sin problemas.
Informe 119-CI-00356, Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado
(Csppdf), «El reto ante la tragedia humanitaria del desplazamiento forzado», 51.
241
  Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado (Csppdf ), 51.
242
  Ibíd, 52.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 129


Respecto a las pérdidas materiales de cada familia, según el tipo de bienes, los
resultados mostraron que

el valor promedio de las tierras de los que perdieron tierras sería de $17,2 millones
de 2010, el de los cultivos permanentes $13,9 millones, el de los animales $4,1
millones, el de los otros bienes raíces rurales $18,1 millones, el de los bienes muebles
y enseres $2,6 millones, el de la maquinaria, equipo y vehículos $2,5 millones y
de la infraestructura productiva $2,2 millones243.

Según el mismo informe, el valor promedio por hectárea perdida fue de entre
$1.126.188 y $4.224.869 por hectárea en cultivos permanentes. En ambos casos, se
trata de valores que pueden resultar conservadores como promedios para estos tipos
de bienes en economías campesinas en el país244.
La encuesta evidenció, además, las dificultades que habían tenido las familias para
recuperar los bienes abandonados o arrebatados. En un alto porcentaje de los casos, su
patrimonio y posibilidad de generación de ingresos se afectó de manera permanente. En
este sentido, el promedio de ingresos que dejaron de percibir las familias desplazadas
entre 1980 y julio de 2010 se estimó en $59,8 billones, cifra que equivale al 12 % del
PIB a precios corrientes de 2009. De esta cifra, el 70,7 % correspondía a actividades
agropecuarias, el 26,8 % a actividades no agropecuarias y el 2,5 % a bienes raíces dife-
rentes de los predios donde desarrollaban esta actividad. En el periodo antes definido,
cada familia, en promedio, dejó de recibir $71,9 millones de 2010245. La conclusión
del estudio fue la siguiente:

En estas circunstancias, si el Estado colombiano tuviera que indemnizar por concepto


de los daños materiales al total de la población desplazada, debería destinar para
tal fin cerca de un 15,9 % del PIB del año 2009246.

La capacidad de ahorro y crédito de las víctimas también se vio perjudicada,


especialmente si tenían ingresos bajos o medios previo a los hechos de violencia.
Esta situación afectó a la población campesina y a las cooperativas localizadas en las
zonas rurales, lo que llevó al aumento del índice de morosidad y a la pérdida de la
base social de las cooperativas. Esto, a su vez, redujo la capacidad de sostenibilidad
de las cooperativas. Su liquidez estuvo en riesgo ante la crisis humanitaria vivida por
la población asociada. Así lo describieron algunas de estas entidades:

243
  Ibíd, 51.
244
  Ibíd, 53.
245
  Ibíd, 54.
246
  Ibíd, 56.

130 sufrir la guerra y rehacer la vida


La economía se vio afectada porque, al verse muchas personas desplazadas de
Granada, muchos negocios ya no vendían lo mismo y empezaron a tener proba-
blemente dificultades de pago o en su capacidad de ahorro. Particularmente la
oficina de Creafam en Granada, la hemos catalogado como captadora, es decir,
hay más ahorro que crédito; entonces esa capacidad de ahorro sí se vio afectada,
porque obviamente también muchos asociados que tenían sus ahorritos en la coo-
perativa fueron víctimas de todo el conflicto, entonces ya las familias que estaban
desplazadas hacían el proceso de retiro de esos productos desde la cooperativa.
Frente al tema rural, muchos asociados perdieron sus cosechas. No podían volver
al campo por mucho tiempo. Ahí fue donde la cooperativa le tocó entrar a con-
donar intereses y a definir unos periodos de gracia, en espera de que la situación
se calmara y se mejorara para que ellos retornaran y otra vez iniciaran todos esos
procesos productivos247.

Al pensar en desplazarse, muchas familias propietarias intentaron vender sus parcelas


y viviendas. Cuando no abandonaron los predios o sufrieron de despojo, tuvieron
que enfrentarse con ventas a menores precios por el contexto de violencia. Como lo
menciona la Universidad Surcolombiana en un informe entregado a la Comisión
sobre los hechos de violencia ocurridos en el corregimiento de Vegalarga-Neiva en
Huila, el conflicto tuvo un efecto marcado en la compra y venta del metro cuadrado
en los cascos urbanos y las zonas rurales. Para poner solo un ejemplo, a través de la
coacción y la violencia se dio de manera recurrente la compra de propiedades a precios
bajos. Esto ocasionó pérdidas al patrimonio de los habitantes. Muchos perdieron la
posibilidad de adquirir propiedades en los municipios a los que llegaron dado que
habían tenido que vender a precios ínfimos sus propiedades248.
Además de la población campesina, en los territorios se hallaban miles de tra-
bajadores del Estado prestando sus servicios en los sectores de salud y educación.
Ellos y ellas, además de enfrentar todos los efectos producidos por el desplazamiento
forzado y, en ocasiones el exilio, perdieron el derecho a su pensión, porque no
pudieron continuar con sus labores. Esto les ha causado una disminución de sus
ingresos, especialmente en su edad adulta.
Una pareja de profesionales médicos, que, en 1995, salieron del país en exilio
porque uno de ellos fue señalado en medios de comunicación como colaborador de
la guerrilla, enfrentaron este problema. Los dos tenían un trabajo con seguridad social
en instituciones del Estado:

247
  Informe 058-CI-00662, Fundación Solidaria Oriente Antioqueño (Fusoan) et al., «Memoria y construcción
de paz en el sector cooperativo del Oriente Antioqueño», 36.
248
  Informe 119-CI-00367, Semillero de investigación Consurpaz, «Entre Chepitos y Pati Amarrados».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 131


«En términos de seguridad social, yo ya llevaba 18 años cotizando, entonces yo seguí
cotizando, pero sobre un salario mínimo. A mí me quedó una pensión bajita. Allá [en el
país receptor] era cómo aquí [en Colombia] antes, que si tú estás por contrato no puedes
cotizar. Mi compañero se quedó sin pensión: ni aquí ni allá… Entonces no solamente el
exilio nos hizo el daño emocional digamos, por salir de esa manera, de manera injusta,
por estar separados de la familia, del país. También [hubo] un daño patrimonial muy
importante porque mi compañero se quedó sin pensión, y yo quedé con una pensión
bajita. Si no hubiéramos tenido que salir al exilio, él se hubiera pensionado con una
buena pensión y yo también. Él se murió sin un peso […].
» Conozco muchas personas que han salido, más o menos de nuestra edad, y en
este momento ya están llegando a los 70 años, y aquí no trabajaron lo suficiente para
tener pensión, y allá tampoco. ¡Eso es una tragedia! Estas personas han trabajado por
contrato y siguen trabajando, y ya llega un punto en que no pueden trabajar, no tienen
una pensión ni allá, ni acá»249.
Cuando se logra obtener la pensión, por otro lado, no es extraño que su valor no
permita cubrir el mínimo vital familiar, toda vez que la pensión se establece sobre
una base de la cotización que puede oscilar entre el 65 % y el 80 % de los ingresos
totales previos recibidos. Lo anterior también lo han padecido quienes, por hechos
del conflicto armado, presentaron una discapacidad e hicieron el trámite para obtener
una pensión de invalidez. Un soldado ya retirado del Ejército que sufrió un accidente
por una mina antipersona le contó a la Comisión las dificultades que deben pasar las
personas de la fuerza pública para acceder a una pensión o una indemnización justa:
«Cuando lo llaman de la Junta Médica a revisarle, los médicos allá le revisan y
[lo] califican a uno, y le dicen a uno: “Sacó tanto de incapacidad y por esa incapacidad
le van a pagar la indemnización de tanto y va a quedar pensionado con tanto”. Hay
compañeros que se deprimen mucho, más de uno se evadía y no hacían el proceso como
debía ser. Debido a eso pues fueron mal calificados. Hoy en día están en demandas con
el Estado, o sea, cosas así, porque no realizaron bien el proceso y tampoco tuvieron el
acompañamiento por las condiciones que de pronto se les presentó a cada uno […].
» En ese proceso, mientras llega la baja, uno se queda sin sueldo, como en un
término de seis a ocho meses, hasta que le llega la primera mesada de pensión.
Nosotros los miembros del Estado también deberíamos tener beneficios en el estudio.
Deberíamos tener mejores beneficios hasta en el sueldo, porque realmente […], por
ejemplo, yo me pensioné siendo miembro del Estado con $800 mil pesos. Tengo una
familia y tengo que mantener un hijo y soy una persona discapacitada. Y, si vamos a
ver, yo tengo un hijo que tiene seis años, tengo que pagar el jardín, alimentación, la
ruta y lo que recibo no me da para eso, para mantener una familia»250.

249
  Entrevista 299-VI-00006. Mujer, médica, víctima de detención arbitraria y exilio.
250
  Entrevista 299-PR-00930. Hombre, víctima de minas antipersonales.

132 sufrir la guerra y rehacer la vida


Ponerle precio a la vida, afectar la propiedad
y el patrimonio

El 30 de mayo de 1999, miembros del frente José María Becerra del ELN disfrazados de militares
interrumpieron una misa en la iglesia La María, en el barrio Ciudad Jardín, en Cali. Los guerrilleros
les dijeron a los feligreses que había una bomba en la iglesia y obligaron a 194 personas a subir a dos
vehículos. Fue el secuestro masivo más grande de la historia de Colombia. Monseñor Isaías Duarte
denunció las pretensiones económicas que tenía el ELN a cambio del intercambio de los plagiados.
En el transcurso de seis meses y medio, las personas fueron liberadas en grupos pequeños. La última
liberación fue el 11 de diciembre de 1999. Años más tarde, se supo que las denuncias de monseñor
Duarte eran ciertas y que cada liberación tuvo su precio.

Proyecto: La María. Algunas de las víctimas del secuestro de La María coleccionaron ciertos objetos
durante su cautiverio. Estos fueron una construcción simbólica de las víctimas, una manera de no
olvidar lo que les ocurrió. El cassette de insectos y los dos corazones tallados fueron algunos de
estos objetos. El primero se convirtió en  un puente para entablar diálogos con los secuestradores,
quienes no solo les entregaron la caja de cassette sino también les ayudaron a añadir especímenes a la
colección. El segundo es una imagen que una de las víctimas vio una noche durante su secuestro: dos
constelaciones se entrelazaban como corazones. Ella quiso llevarle ese recuerdo a su mamá, pues era un
símbolo de esperanza. 2000, Cali, Valle del Cauca. ©Juan Manuel Echavarría y Fernando Grisalez

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 133


A las pérdidas experimentadas como consecuencia del confinamiento, del despla-
zamiento, del abandono y del despojo de tierras y territorios, se ha sumado lo que
perdieron otros sectores de la sociedad como consecuencias de la extorsión y del
secuestro. Aunque algunos impactos de estas modalidades de violencia ya se trataron
en apartados anteriores, estas ocasionaron además afectaciones económicas que es
preciso reconocer.
Según la base de datos del sistema de información de Derechos Humanos de la
Consejería Presidencial para los Derechos Humanos, entre 1982 y 2014, hubo 23.095
víctimas de extorsión, especialmente ganaderos, comerciantes y empresarios251.
La extorsión se empleó como una forma de financiación coaccionada que guerrillas
y paramilitares imponían para financiarse e invertir en la guerra. En la mayoría de
los casos, estas cuotas de dinero se estipularon de acuerdo con la capacidad de pago
y las necesidades de protección de las personas. Las extorsiones, también conocidas
como «la vacuna» o «la cuota», se ejercieron contra las víctimas por sus actividades
económicas, comerciales o empresariales, sobre todo en los territorios más afectados
por el conflicto armado. Como relató a la Comisión un líder ganadero de Valledupar,
Cesar, durante los años 1990, las guerrillas del ELN y grupos paramilitares cobraron
extorsiones a los dueños de fincas de la zona:
«El ELN abusó de la gente. Empezaban pidiendo una cosa, iban creciendo, termi-
naban llevándose el ganado y terminaban secuestrando. Estos [los grupos paramilitares]
llegaron con una disciplina diferente. Dijeron: “Bueno, ¿usted cuántas hectáreas tiene?
Usted va a pagar 10.000 pesos por hectárea al año. Nosotros le vamos a brindar seguridad
[…], vamos a poner orden aquí”»252.
Muchas personas, pero especialmente los ganaderos, combinaban su actividad
principal con otras actividades vinculadas al comercio. En esa medida, tiendas, ferreterías
y almacenes en los pueblos eran puntos para hacer extorsiones y amenazas conexas,
lo que afectó varios entornos y actividades económicas. De manera ilustrativa, una
investigadora académica, víctima de exilio cuyo padre fue asesinado, le detalló a la
Comisión cómo se dio este fenómeno a nivel local:
«Mira el efecto dominó: entra la guerrilla y extorsiona a los “ricos del pueblo”, que
son los que mueven la economía: al dueño de las fincas de producción, a los dueños
de los cultivos importantes de papa, de frijol, a los de las ferreterías, tiendas de abarrotes
y de las agropecuarias. Entonces esas personas abandonan sus actividades y se marchan
del pueblo. Cuando se sabe que “la gente más acomodada del pueblo” se va yendo,
los que tienen fincas de descanso, que también dinamizan esas economías dejan de
venir. Entonces echan a los trabajadores, ya no vienen a mercar en el pueblo, se va

251
  Catálogo de Microdatos 002-MD-d3c571ae-71a9-4237-a1f1-a2c882713c22. Base de datos, Base
de datos del sistema Información en Derechos Humanos IDH (base anonimizada), 1982-2014,
Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales.
252
  Entrevista 542-VI-00001. Hombre, ganadero, víctima de extorsión y amenaza al derecho a la vida.

134 sufrir la guerra y rehacer la vida


generando una depresión económica enorme, mucha gente queda sin trabajo, todo se
va cayendo. Ellos son los que dinamizan las economías porque les traen a los pueblos
productos y servicios, porque tienen un alto flujo de caja»253.
Por lo anterior, las extorsiones han afectado no solo a las víctimas, sino también a
los entornos comerciales en los cuales se movían. El detrimento económico individual
y familiar, así como la afectación a la actividad comercial se evidencia en el siguiente
testimonio que muestra cómo desaparecieron varios comercios por causa de las amenazas
y la extorsión que enfrentó un comerciante de los paramilitares de Ramón Isaza.
En 1997, este comerciante fue obligado a desplazarse del Magdalena Medio. En ese
entonces, contaba con estabilidad económica, pues tenía, entre otros, una venta de
cárnicos y llevaba 22 años trabajando con una empresa: 
«Me hice distribuidor de Purina ¿cierto? Ganaba muy buena plata. Tenía cinco nego-
cios: central de carnes, central de plásticos, y tres almacenes de Purina [llanto]. Los
paramilitares llegaron a colocarme por todos los negocios, pues, cuotas. Me perjudicaban
porque […] no solo [eran] las cuotas, sino que los otros amigos de los paramilitares iban
y me extorsionaban […], los de Ramón Isaza. Bueno, entonces […], ya tuve muchos
problemas con ellos. Me tocó dejar todos los almacenes y saliendo de [la] Central de
Carnes, que mataba a 18 reses en la semana, pues para mí era un negociazo»254 .
Además de ganaderos y comerciantes, las extorsiones se impusieron sobre otros
sectores fundamentales en la dinamización de las economías locales. El transporte fue
uno de los más afectados. La extorsión a transportadores desajustó la red de relaciones
económicas y afectó a la población de las veredas, corregimientos, y municipios:
«Los que tenían buses de servicio público, o sea, la flota de transporte, es la que
mueve un pueblo… Cubren todas las rutas, están presentes todo el año, y la guerrilla
poniéndose a calcular el flujo de pasajeros por ruta, y de inmediato extorsión, y luego
secuestro… Como viene menos gente se van cerrando las rutas de los autobuses,
entonces si eran ocho rutas diariamente ahora son dos, ya no viene nadie en los carros
privados por miedo, entonces ya no hay trabajo para los mecánicos en los pueblos
para esos pequeños talleres de reparación»255.
Otros tipos de empresas y actividades económicas han sido igualmente afectados por
esta modalidad de violencia. Una mujer habitante de Caquetá le contó a la Comisión
las dificultades de desarrollar la actividad lechera y de producción de quesos en un
corregimiento de este departamento, debido a las extorsiones que exigía las FARC-EP,
a comienzos de los años 2000:
«Con el tema de las lecheras, con el tema de Nestlé, que les pedían no sé cuántos
millones para poder dejarlos funcionar y entonces, como ellos no pagaron, tuvieron que

253
  Entrevista 287-PR-03188. Mujer, experta, víctima de secuestro, desplazamiento forzado y exilio.
254
  Entrevista 227-VI-00002. Hombre, víctima de amenaza, extorsión y desplazamiento forzado, comerciante.
255
  Entrevista 287-PR-03188. Mujer, experta, víctima de secuestro, desplazamiento forzado y exilio.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 135


salir de la zona, de Lusitania, por ejemplo. Y vinieron ahí otros particulares que son de la
región. Iban a montar una quesillera, pero la guerrilla, tengo entendido que antes de
empezar ya le pidió, no sé […], cinco, 10 millones, para empezar, o 20 millones. Y el
señor pues ahí quedó, hecha la infraestructura, casi, porque no la terminó. Y el señor
dijo: “No, con estas condiciones no se puede trabajar”. Porque, imagínese, […] no
había ni empezado cuando ya le estaban pidiendo la vacuna. Eso no es justo […]. Ahí
quedó otra posibilidad de generar fuente de empleo»256.
La extorsión, sin embargo, no se limitó a dar determinadas sumas de dinero. En
algunos casos, también se impuso la obligación de aportar bienes o servicios. Los
comerciantes de zonas rurales, por ejemplo, se vieron forzados a «colaborar»257 con
los actores armados con víveres y abarrotes de sus negocios. Así le sucedió a un comer-
ciante afrocolombiano, en Tumaco, Nariño, que fue extorsionado por las FARC-EP:
«Nosotros éramos propietarios de un depósito de cervezas y gaseosas. Nos iba
muy bien, excelentemente. Tanto que, en muy poco tiempo, compramos la casita
[…]. Desde 2011 empezaron a llamarnos para extorsionarnos. Y yo, pues apriete.
Bueno, hasta que nos tocaron a nosotros […]. Inclusive llegó un señor y me llamó, y
me dijo: “No, yo voy a mandar allá por 20 cajas de cerveza, que tal, que no sé qué”.
Y me tocó regalar 20 cajas de cerveza, con envase y todo. Esa fue la primera vacuna
que yo pagué […]. Ya, la segunda vez: “Vea, que yo vengo de parte del comandante
Oliver, que tenemos unos enfermos, que necesitamos unas medicinas, […] para que
nos colaborés con eso, necesitamos 700.000 pesos»258.
A menudo, este tipo de violencia llevó a endeudamientos que desequilibraron aún
más las finanzas individuales, familiares y empresariales, y las actividades productivas
en lo local y regional. El siguiente testimonio de una víctima de Risaralda, además de
ejemplificar el endeudamiento, muestra la falta de adecuación de las instituciones
del Estado para acompañar la emergencia económica con la que se enfrentaban los
habitantes de zonas con altos índices de violencia por el conflicto armado:
«Ellos decían que [eran] de las autodefensas, decían que eran el Grupo Cordillera, que
ese Cordillera es el que maneja todo lo del microtráfico en la región […] y la extorsión […].
En el 2014, llegaron ellos fue tratándonos mal, insultándonos y todo eso. Y entonces
nos la pusieron muy de para arriba, porque llegaban, veían un animalito [y] se lo llevaban.
Ellos sabían cuando uno cogía la cosecha de aguacate. Teníamos 800 kilos de aguacate
cogidos y arrimaban en una camioneta y se llevaban 200, 300 kilos, y el aguacate pues
vendíamos el kilo a 1.000 pesos, 1.200, entonces eran 400.000 o 500.000 pesos que

256
  Entrevista 173-PR-00566. Mujer, víctima de desplazamiento forzado.
257
  Eufemismo utilizado por los actores armados para referirse a la extorsión a la que se veían obligadas
las víctimas.
258
  Entrevista 216-VI-00102. Hombre, comerciante, víctima de extorsión.

136 sufrir la guerra y rehacer la vida


se llevaban. A nosotros nos quedaba muy difícil pa uno pararse cultivando. Y uno
bregar a hacer algo y pa pagar las deudas.
» Y deudas en los bancos y deudas con todos porque hicimos un préstamo en el
Banco Agrario para cultivar café [y] no nos cumplió a nosotros con eso, porque dijeron
que nos iban a condonar la deuda y que nos iban a pagar la mitad de la deuda. Fuimos
los primeros que cultivamos y dijeron que no, que no habíamos salido favorecidos.
Ahí como por siete millones de pesos que me prestaron pagamos como 20 y punta de
millones. En estos momentos, estamos con una deuda en el Banco Agrario también
que nos prestaron para sembrar un aguacate»259.
Dado que la extorsión ha estado marcada por la intimidación a las víctimas, e incluso
la amenaza frente a la denuncia de los hechos, los cálculos que hasta ahora se conocen
sobre esta modalidad de violencia probablemente distan mucho de la realidad. En ese
sentido, es muy difícil cuantificar las pérdidas. De hecho, los estudios al respecto son
escasos. Uno, en 2005260, estimó que los ingresos que recibieron los grupos paramilitares
por extorsiones oscilaban entre los $1.500 y los $3.000 millones mensuales. En este
mismo estudio, se muestra que la extorsión por paramilitares no se dio solamente a los
gremios y a las empresas, sino que fue expandiéndose hacia sectores económicos locales
más pequeños y a economías de subsistencia básica, como tenderos, transportadores,
estaciones de gasolina y pequeños comerciantes.

El hecho de que las investigaciones adelantadas por las autoridades competentes


arrojen como resultados extensos listados de comerciantes, industrias prestigiosas,
empresas transportadoras, entidades bancarias, empresas cooperativas de produc-
tores, indican la diversidad de las fuentes de financiación y la complejidad de la
economía de tributación de la guerra paramilitar. Aparecen firmas de finca raíz, de
seguros, de químicos, de sistemas, de comunicaciones, hospitales, hoteles, restau-
rantes, estaderos, estaciones de gasolina, ferreterías, entre otra serie de empresas y
negocios que han estado articulados a las lógicas de financiación y capitalización
de los paramilitares a nivel regional261.

En 2008, otro estudio halló que, entre 1999 y 2003, los costos de la extorsión
sumaron $564.127 millones262, lo que equivale al 6,67 % del total del gasto en
seguridad y defensa del país durante ese tiempo.
Además de la extorsión, el secuestro fue otra modalidad de violencia que afectó
directamente los recursos económicos de personas, familias y empresas. El secuestro

259
  Entrevista 488-VI-00001. Hombre, víctima de extorsión, secuestro y exilio, campesino.
260
  Medina, «La economía de guerra paramilitar», 83.
261
  Ibíd., 82.
262
  Pinto et al., «Costos generados por la violencia armada en Colombia».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 137


extorsivo se dio porque las personas y empresas se negaban a pagar extorsiones o como
otra manera de recaudar dinero para financiar la guerra. Esta práctica evidencia una
de las tantas formas que tomó la degradación del conflicto en nuestro país, pues se
le puso un «precio» a la vida y a la libertad de una persona. Esta clase de secuestro
se caracterizó por privar de la libertad a la víctima y convertirla en una especie de
garantía para obligar a alguien a cumplir determinadas condiciones a cambio de su
liberación263. En principio, hacia los años setenta, se trató de un delito ejecutado sobre
la élite colombiana, entre ellos, ganaderos y comerciantes, pero luego, en los años
noventa se amplió y afectó también a la clase media, pues los armados, especialmente
las guerrillas, identificaron que podían obtener más beneficios económicos al realizar
un mayor número de secuestros, por un monto menor de rescate264.
Un exintegrante de las FARC-EP describió esos cambios ante la Comisión:
«El secuestro fue escalando hasta convertirse en una práctica masiva. Llegamos
a tener secuestros masivos, como los que se dieron en Cali […]. El secuestro como
método de financiación o como arma de guerra le pone precio a la cabeza de las
personas, al cuerpo, a la vida. Entra en una transacción la vida y la libertad, lo cual
golpea directamente la dignidad de los seres humanos […]. La huella del secuestro,
yo creo, que es muy profunda porque es una de las prácticas que convirtió de manera
inexplicable en enemigos a una cantidad de personas de la sociedad civil, los alcaldes,
los ganaderos, en fin. La guerra fue expandiendo la noción del enemigo a todo aquel
que se consideró un enemigo de clase, o simplemente alguien que ocupó un cargo
público, o alguien que simplemente tiene un negocio, no paga una cuota, en fin.
Creo que es inmenso el significado de lo que es la transacción con la vida de los seres
humanos»265.
En consecuencia, el secuestro extorsivo impactó a numerosos y diversos sectores de
la sociedad. La Comunidad Judía de Colombia, por ejemplo, le entregó un informe a la
Comisión de la Verdad sobre algunas de las afectaciones que le ha tocado enfrentar266.
Judíos ricos y pobres residentes en las cuatro ciudades principales del país fueron
secuestrados por diferentes grupos desde comienzos de los años 1970 hasta la primera
década del presente siglo. Partiendo de un prejuicio común, «Todos los judíos son
ricos», muchos miembros de la comunidad judía fueron extorsionados o secuestrados

263
  Gallego, Después vino el silencio, 37.
264
  Además, aquellos de mayor solvencia económica tomaron medidas de protección para disminuir el
riesgo de secuestro, como tener escoltas, blindaje de vidrios en viviendas y vehículos, etc. En: Policía
Nacional de Colombia, La lucha contra el secuestro en Colombia.
265
  Responsable exintegrante de FARC-EP, Módulo de Catalogación Colaborativa 1000050-OIMBMB-
61313933bfd4c44dfe1f8664, «Memoria reconocimiento voluntario de responsabilidades entre
responsables Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y víctimas del municipio de
Caldono».
266
  Informe 1306-CI-01987, Confederación de Comunidades Judías de Colombia (CCJC), «Efecto del
conflicto armado».

138 sufrir la guerra y rehacer la vida


a cambio de rescates monetarios. Esto ocasionó pérdidas de negocios, industrias
y puestos de trabajo en empresas que, a menudo, cerraron por los onerosos pagos de
rescates, o porque se vieron obligadas a abandonar el país. Otros simplemente dejaron
de invertir en el país.
De acuerdo con el CNMH, la mayoría de los secuestros que ocurrieron entre 1970
y 2010 tenían un objetivo económico267. Por lo mismo, el principal desenlace de los
secuestros fue la liberación tras realizarse un determinado pago268. Un hombre le contó
a la Comisión cómo su familia sufrió de amenazas y extorsión por parte de las
FARC-EP, Frente 59 del Bloque Caribe. Su padre fue secuestrado por esta guerrilla
y, por condiciones de salud, salió del cautiverio a cambio de su otro hijo, por cuya
liberación debieron pagar 180 millones de pesos:
«Lo perjudicaron a uno económicamente. Desde el 97 hasta el 2006 o 2007, no
pudimos trabajar más. Vivía uno era con lo poquito que se podía recibir de la finca. Y
todo se dañó, todos los potreros, todo […]. Como quedó abandonado, todo se dañó.
Después fue que pudimos ir recuperando lo que había […]. Todo era preocupación.
Mi mamá lloraba permanente. Y el estrés porque ellos llamaban un día: “Ah, que necesito
cinco mil millones de pesos, que eso vale eso. Si no, aténgase a las consecuencias”.
Entonces quedaba uno en un suspenso»269.
Frecuentemente, la persona secuestrada era la encargada del sustento familiar, lo que
puso en riesgo la manutención de su entorno más cercano, y de sus empresas, cuando
las había. Por lo demás, con frecuencia el Estado no les brindó protección ni apoyo
a las víctimas. Así lo cuentan Ángela Cordón, hija de Reynaldo Cordón Herrera, un
comerciante de granos y abarrotes que fue secuestrado saliendo de Neiva, Huila, por las
FARC-EP. Su hermano, Guillermo Cordón Herrera, fue secuestrado también cuando
se intentó poner en contacto con una persona para negociar la liberación de su familiar.
«Fue un proceso muy fuerte, de mucha sanación, porque sí nos generó un dolor
frente a la apatía de un Estado, de una ausencia de un Estado para nosotros como
víctimas. Primero, porque, ante la DIAN […] mi papá había dejado […] la declaración
de renta, lo del tema de impuestos. Gestiones comerciales que había que declarar. La
DIAN nunca dijo: “Uy sí, tengamos una excepción, ellos fueron víctimas. Él era el
cabeza de hogar, era quien daba el sustento”. No. ¡Paguen como sea! Entonces, fue una
época muy dura, económicamente fuerte, que tocamos tan hondo que no quedaba

267
  El 84 % de los secuestros tuvieron motivos económicos, el 12 % un motivo político, y el 4 % otro
diferente a los mencionados. En: Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Una verdad
secuestrada, 11.
268
  Entre 1970 y 2010, el 60 % de los secuestros finalizaron con una liberación después del pago, el
20 % por un rescate, el 8 % por el asesinato en cautiverio, el 7 % por la liberación sin un pago, y el
5 % por fuga u otros motivos. En: Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Una verdad
secuestrada, 12.
269
  Entrevista 089-VI-00002. Hombre, víctima de secuestro y extorsión.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 139


ninguna otra opción que empezar a subir. Y de tripas corazón hemos salido adelante
luego de 19 años de lucha y resistencia»270.
El secuestro ha impactado el patrimonio de grandes empresas ya consolidadas. Para
estas, el secuestro de sus empleados muchas veces también se acompañó del robo, de
la quema o del daño a su infraestructura o de bienes de capital que los responsables,
en ocasiones, usaron para extorsionar a sus víctimas. Así lo describió Josefina Agudelo,
presidenta de Transportadora Comercial Colombia (TCC), en un espacio de escucha
de la Comisión:
«A veces después nos decían: “Bueno, devolvemos el conductor, pero les vamos a
quemar la tractomula”. Entonces la respuesta era: “Bueno, pero primero devuelva el
conductor y después hablamos de la tractomula”. Así lográbamos que soltaran a la per-
sona, y cuando ya se iba a hablar de la tractomula se les decía: “No, bien pueda, quémela
porque no vamos a dar rescates por tractomulas…”. En total, durante todo el tiempo,
nos quemaron 11 tractomulas, para una flota que en ese momento tenía 60 o 70»271.
La labor de medición de los impactos económicos del secuestro es compleja, puesto
que no siempre el delito lleva a la denuncia y, cuando se hace, no en todas las ocasiones se
menciona el valor real del rescate272. De acuerdo con el informe Una sociedad secuestrada
del CNMH, la decisión de denunciar o no generalmente recae sobre la familia, y, en
ocasiones, existe una participación del secuestrado mediada por los secuestradores,
quienes le exigen al cautivo pedir que no se denuncie bajo la amenaza de asesinarlo273.
Varios estudios han cuantificado el impacto del secuestro en la economía del país y
en la de determinados grupos sociales. Una investigación274 calculó que, entre 1999
y 2003, el Estado gastó anualmente el equivalente a cerca de $100 mil millones de
2021 en la lucha contra el secuestro275. Otro análisis fijó la cifra en $40.387 millones
de 2021, para el periodo comprendido entre 2007 y 2012276.
Esas cantidades palidecen frente al pago de rescates por secuestro, de acuerdo con
algunas investigaciones. Entre 1991 y 1996, cada año se habría pagado el equivalente

270
  Comisión de la Verdad, Testimonio de Ángela Cordón. Comisión de la Verdad, «Verdades que liberen:
reconocimiento de responsabilidades de secuestro por parte de FARC», el 23 de junio de 2021,
02:51:07.
271
  Comisión de la Verdad, Testimonio de Josefina Agudelo, presidenta de Transportadora Comercial
Colombia S.A. (TCC). Comisión de la Verdad, «Quinto encuentro de “Una conversación para el
futuro: empresa y verdad del conflicto armado”», el 27 de agosto de 2021, 00:15:03.
272
  Pulido, «Secuestro en Colombia y su impacto socio económico en las últimas dos décadas».
273
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Una sociedad secuestrada.
274
  Pinto et al., «Costos generados por la violencia armada en Colombia».
275
  Por su parte, el CNMH estima que, entre 1996 y 2010, el Estado invirtió 130.000 millones en la lucha
contra el secuestro. Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Una verdad secuestrada, 18.
276
  Castellanos, ¿Cuánto nos cuesta la guerra?

140 sufrir la guerra y rehacer la vida


a $277.450 millones de pesos de 2021 y, entre 1999 y 2003, $33.852 millones277. Esto
quiere decir que, en 9 años, se pagó en promedio alrededor de $94.700.000 diarios
en rescates por secuestrados, o el salario mínimo diario, con su respectivo auxilio de
transporte, de 2.543 personas en 2022. Sin embargo, las cifras difieren. Por ejemplo,
otro estudio mostró que, con base en informes del Gaula, entre los años 2002-2012,
el valor de rescates pagados se estimó en $71.743.330.000. De estos, quienes pagaron
más rescates, o los rescates más caros, fueron agricultores, comerciantes, profesionales,
ganaderos, amas de casa, estudiantes y extranjeros278.
En conjunto, las anteriores modalidades de violencia afectaron las posibilidades
de tener ingresos permanentes y previsibles, de hacer inversiones, grandes o pequeñas, de
proyectar un negocio, o de buscar una estabilidad económica. De esa manera, muchas
víctimas no pudieron ejercer su derecho al trabajo o desarrollar su proyecto de vida.
Con frecuencia, las personas perdieron la opción de elegir su oficio, profesión o acti-
vidad productiva. Puesto que no contaban con la ayuda del Estado, debían hacer lo
que fuera para sobrevivir o tener una vida digna. A menudo, esta búsqueda implicó
nuevas violaciones a sus derechos, nuevos sacrificios y más sufrimiento.
Para avanzar en la construcción de la paz y la recuperación y dignificación de las
víctimas, el Estado tiene la obligación de repararlas por los daños reseñados arriba. El
Estado ha asumido esa obligación a través del programa administrativo de reparaciones
de la Ley 1498 de 2011, o Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Las medidas
puestas en marcha, a partir de esta ley y de otros decretos, incluyen la compensación
económica, la ayuda humanitaria inmediata, el apoyo para el retorno y reubicación,
la restitución efectiva de las tierras, la vivienda, la restitución de derechos territoriales
para los territorios colectivos, y el trabajo.
De acuerdo con el informe de la Comisión de Seguimiento y Monitoreo (Csmlv)
a la implementación de la Ley 1448 de 2011, entre 2012 y 2021, el país ha destinado
$135,5 billones en los programas dirigidos a la atención y reparación integral de las
víctimas del conflicto armado279. Esta cantidad, sin embargo, dista mucho de ser sufi-
ciente, dada la continuidad del conflicto en varias regiones del país y las necesidades
de las personas. De acuerdo con este informe y los datos que presenta, la población
víctima, inscrita en el RUV, pasó de 3,1 millones a más de 9 millones de personas. De
estas, 7,3 millones han sido atendidas280. Eso quiere decir que han recibido al menos
alguna medida asistencial de las instituciones, lo que no implica que se haya conse-
guido restablecer sus derechos y estabilidad en el tiempo. Frente a esta situación, en

277
  La actualización a costos de 2021 corresponde a un análisis propio con base en la información de:
Zakzuk et al., «Costos del conflicto armado en Colombia», 309.
278
  Pulido, «Secuestro en Colombia y su impacto socio económico en las últimas dos décadas».
279
  Comisión de Seguimiento y Monitoreo a la Implementación de la Ley 1448 de 2011, «Octavo informe
de seguimiento al Congreso de la República (2020-2021)», 11.
280
  Ibíd.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 141


2021, el Congreso de la República decidió extender el alcance de la Ley 1448 de 2011 por
diez años más, hasta junio de 2031, pues reconoció que los procesos de reparación se
han demorado más de lo previsto281. En ese sentido, el Gobierno nacional determinó la
inversión de $142,1 billones de pesos para la ejecución de la Política Pública Nacional
de Atención y Reparación Integral a las Víctimas282.
La CSMLV advirtió en el informe que el presupuesto y las acciones resultan
insuficientes teniendo en cuenta que solo el 13 % de las víctimas283 accedieron a
medidas de reparación y que los programas se planearon con base en la capacidad
de las instituciones y no en la población pendiente de atención y reparación por el
Estado. Año tras año, los recursos destinados para la política pública de víctimas han
aumentado. El informe tomó los datos de la Contraloría General de la República,
que señala que se necesitarían más de $328,3 billones para desarrollar las acciones
tendientes a atender y reparar a las víctimas a 2031284.
El Estado tiene la obligación de reparar a las víctimas dado su deber de proteger a
la ciudadanía, pero no es el único responsable. Los actores armados ilegales también
deben propender por la reparación económica –y de otros tipos– de quienes han pade-
cido los horrores de la guerra. Lo tienen que hacer, además, para beneficiarse de penas
alternativas. En este sentido, deben entregar bienes, rentas y otros ingresos que hayan
obtenido de manera ilícita durante el conflicto armado285. Pero esto no ha ocurrido.
Las guerrillas y los paramilitares no han cumplido a cabalidad esos compromisos286. La
falta de reparación no solo impide que las personas, familias y comunidades puedan
emprender nuevamente sus actividades productivas y económicas y que en esta medida
aporten también a reconstruir las dinámicas de los entornos en los que habitan, sino
que los condena a vivir en la precariedad y a acentuar y prolongar los daños sufridos.

281
  Ibíd.
282
  Ibíd.
283
  Ibíd., 7.
284
  Ibíd.
285
  Otras formas de reparación que tienen los actores armados son, por ejemplo, el desminado humanitario,
la búsqueda de personas desaparecidas, la reconstrucción de obras comunitarias, la pedagogía para la
paz o el esclarecimiento de los hechos.
286
  El Fondo de Reparación de la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas ha recibido en total
1.431 bienes inmuebles entregados por exparamilitares; de estos, 938 son rurales y 493 son urbanos,
avalados por el Fondo de Reparación en 415.463 millones de pesos. Pero lo que han entregado ha
sido insuficiente. El problema con estos bienes y la razón por la que son insuficientes es que, por un
lado, si se miden frente a lo que cuesta la reparación de más de 7,2 millones de víctimas registradas
que son objeto de indemnizaciones, el aporte es minúsculo. Hasta el momento el Estado ha invertido
en la reparación de un millón de víctimas unos 6,5 billones de pesos, y otros 86 billones en atención
complementaria. Y para reparar el universo que falta, dice Ramón Rodríguez, director de la Unidad
de Víctimas, hacen falta unos 45 billones de pesos. En: Sarralde, «Bienes que aportaron exAUC solo
alcanzan para medio año de reparación», El Tiempo.

142 sufrir la guerra y rehacer la vida


La degradación de la vida: impactos
sobre la cultura

Registro fotográfico de un acto simbólico desarrollado para el corto documental La cultura en


medio del silencio287. Marzo de 2021. Caucasia, Subregión del Bajo Cauca antioqueño, Antioquia.
©Corporación Río Abajo Cultura y Comunicaciones  

Nelson Mandela en Cartagena, La Nohora en Villavicencio, Las Malvinas en Florencia,


Villa España en Quibdó, La Honda en Medellín, Punta del Este en Buenaventura,
Ciudad Bolívar en Bogotá, Agua Blanca en Cali, estos son algunos de los barrios en
las diferentes ciudades del país a los que llegó la población víctima de desplazamiento
forzado. Allí intentaron comenzar sus vidas nuevamente, a pesar de los impactos ya
referidos. En otros lugares, miles de colombianos nunca pudieron irse y tuvieron que
seguir con sus vidas en medio de enfrentamientos y órdenes armados. Otros, después
de un tiempo, retornaron sin garantías a territorios devastados, para ser testigos de

  Espacios de profundización «Dialogando el territorio cultural», en los Diálogos para la No continuidad


287

y la No Repetición del conflicto armado del Bajo Cauca antioqueño. Proceso de la Comisión de la
Verdad, Dialogando el territorio cultural. 33-OI-612e87636236661dcaf46a3e.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 143


la llegada de nuevos ciclos de violencias asociadas al conflicto armado y de cómo la
guerra se instalaba nuevamente en su territorio.
En Colombia, la longevidad del conflicto armado ha transformado de manera defi-
nitiva el territorio. Las ciudades mencionadas, por ejemplo, crecieron de manera
exponencial por la llegada de la población desplazada; campesinos expulsados de
unas regiones se convirtieron en los nuevos colonos de otras; pueblos nuevos sur-
gieron de la nada mientras otros desaparecían.
Niños, niñas, mujeres y hombres huyeron con algunas pertenencias. Otros –la
mayoría– lo hicieron con lo que traían puesto. Casi siempre las familias y comunidades
tuvieron que movilizarse de forma inesperada ante la llegada de la guerra a sus
territorios: una masacre, un bombardeo cercano, una toma inesperada de grupos
armados, enfrentamientos o amenazas de muerte. Como ya se ha describió en
secciones anteriores, miles de personas perdieron la tierra, la casa, los animales y
los cultivos que habían levantado con toda una vida de trabajo. Perdieron vínculos
familiares, comunitarios y con la tierra, sitios sagrados, espacios de encuentro, prácticas
alimentarias, fiestas, rituales y modos de hacer la vida en el día tras día. Esas pérdidas
afectaron sus identidades, sentidos de pertenencia, roles sociales, procesos de recono-
cimiento mutuo, memorias colectivas y proyectos de vida.
En diferentes lugares de Colombia, las dinámicas culturales que sostenían la
vida comunitaria se fracturaron. La guerra impactó las orientaciones para hacer la vida
en común, las prácticas y formas de expresión cotidianas que les daban singularidad a
modos de existencia como seres humanos. ¿Cómo impacta el tejido social de un
pueblo la transgresión de las prescripciones alrededor de los sitios sagrados cuando
estos son profanados o destruidos por los actores armados, por ejemplo? ¿Qué
sucede con los conocimientos de los abuelos y abuelas cuando se interrumpe su
transmisión a las nuevas generaciones por la violencia ocasionada en el conflicto
armado? ¿Qué implica tener que realizar las labores cotidianas, el diario vivir, bajo
la mirada de los actores armados?
Como ya se anotó, en Colombia, los actores vaciaron territorios, intimidaron
comunidades enteras y desdeñaron sus existencias y modos de vida como una parte
de sus estrategias en el conflicto. En esa medida, hubo diferentes impactos a la cultura
que, de acuerdo con el trabajo realizado por la Comisión, pueden analizarse según
las siguientes tres dimensiones: (1) la ruptura de los vínculos con el territorio; (2) la
imposibilidad de dar continuidad y transmitir legados culturales en una colectividad;
y (3) la transformación de la vida cotidiana atravesada por la confrontación armada.
Estas dimensiones permiten analizar las tramas de sentido e identidades marcadas
por el conflicto a partir de los daños causados a las relaciones que los seres humanos
tienen entre sí y con su territorio, y a partir de la reproducción de la cultura en la
cotidianidad y en el diálogo transgeneracional.
Para lo que sigue, se parte de que «la cultura, tan histórica como la economía
o la política, no es nada distinto a un sedimento más de las prácticas colectivas:

144 sufrir la guerra y rehacer la vida


en nuestro entender el sedimento de sentido y significación»288. De acuerdo con
esta perspectiva, vale la pena analizar los efectos que el conflicto armado ha tenido
en las formas como se ha significado la violencia y aprendido a vivir en medio de
la guerra, la manera en que estos impactos han marcado las identidades y relatos
colectivos de la nación, así como los daños a las prácticas culturales que sostienen
la vida en común de los pueblos.
La noción de daño cultural que adopta la Comisión es el resultado de una
construcción comprensiva a partir de las rupturas, quiebres y traumas causados por
el conflicto armado. La definición de cultura, por su parte, se ha construido a partir
de los conceptos jurídicos vigentes en la legislación nacional e internacional289. De
acuerdo con esta normatividad, la cultura debe considerarse el conjunto de rasgos
distintivos espirituales, materiales, intelectuales, emocionales y afectivos que carac-
terizan a los grupos humanos. La cultura comprende, más allá de las artes y las
letras, modos de vida, formas de convivencia, derechos culturales, sistemas de valores,
tradiciones y creencias. Estos son los pilares para la construcción de la identidad, la
cohesión social y el desarrollo de las comunidades de acuerdo con sus saberes propios,
rituales, apropiaciones simbólicas, los vínculos y relacionamientos sociales, espirituales y
con la tierra. La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio:
de ahí la diversidad cultural, que es patrimonio común de las naciones.
Los daños culturales han sido diferenciados y se han inscrito en todas las escalas.
Los procesos culturales –entendidos como la suma de acciones y saberes que permiten
el desarrollo expresivo, creativo, artístico y autónomo de las comunidades, las tradiciones
de un pueblo o las cosmovisiones de los grupos étnicos290– son fundamentales para
entender la cultura, pero no son las únicas dimensiones afectadas por la guerra.
Las dinámicas de violencia prolongada en el conflicto armado instauraron la
sospecha, la desconfianza, el miedo y la falta de reconocimiento de las diferentes pers-
pectivas en los modos de hacer y ver la vida. Las atribuciones simbólicas y sagradas
a lugares, objetos u otros identificadores fueron transgredidas. La guerra se filtró en
las relaciones de vecindad, el trabajo comunitario y solidario, las identidades y roles
que los sujetos cumplen en una colectividad. Ser líder, pensar diferente, proponer
otros proyectos políticos, imaginar futuros desde sentidos de bienestar y progreso
diferentes, tener un color de piel o una orientación sexual determinada o habitar

288
  Perea, «Reseña: Guerras, memoria e historia, Gonzalo Sánchez», 166–73.
289
  Específicamente, se construyó a partir del Preámbulo de la Declaración Universal sobre Diversidad
Cultural y la Ley 397 de 1997, modificada por la Ley 1185 de 2008.
290
  Los impactos culturales del conflicto armado han puesto en riesgo de extinción a los pueblos étnicos.
La Corte Constitucional reconoció en los Autos 004 del 2009 y 382 del 2010 el riesgo de extinción
física y cultural de 35 pueblos indígenas en Colombia. La Comisión de la Verdad ha encontrado que
el impacto hacia estos pueblos ha sido desproporcionado y se ha articulado a violencias históricas
como el racismo. Para más detalle ver Resistir no es aguantar: dinámicas, violencias y daños del conflicto
armado en los pueblos étnicos de Colombia.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 145


un territorio militarizado con cuerpo femenino se convirtieron en motivos para la
estigmatización y la violencia.
Si no se reconocen las diferencias y riquezas, será muy difícil dimensionar el
daño que el conflicto armado ha ocasionado a las dinámicas culturales de cada
pueblo y comunidad, y de la sociedad colombiana en su conjunto. Estas afectaciones
deben reconocerse, ya que se suman a una historia de invisibilidad y descono-
cimiento de la diversidad y riqueza cultural del país que se han desencadenado
en violencias históricas como el racismo estructural, el machismo y la exclusión
de comunidades enteras. Como dijo el poeta Vito Apüshana 291, hace falta una
«alfabetización cultural»292.
Pasaron más de 170 años de vida republicana para que una Constitución, la de
1991, normativamente reconociera la diversidad étnica y cultural de su nación y el
derecho ancestral sobre los territorios de quienes originariamente los habitaban. La
sociedad colombiana debe ahora incorporarla sin tapujos en su modo de convivir.
Esta larga historia de desconocimiento e invisibilización de la multicultural del
país se expresa en prácticas racistas y de opresión que articuladas a las violencias
del conflicto armado han causado daños en la vida cultural tanto de los pueblos
excluidos como de la nación en su conjunto.

291
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Cultura
y conflicto armado en Colombia».
292
  Según este poeta, la alfabetización cultural en Colombia es una necesidad que como sociedad. Para
llegar a entender esos distintos grados de identidad étnica, regional, generacional y política, se requiere
aprehender los conceptos, los significados, los modos de vivir y las cosmovisiones provenientes de la
diversidad cultural de la nación colombiana.

146 sufrir la guerra y rehacer la vida


Vínculos territoriales rotos

Tamboreras del Cauca desarrollan un ritual de armonización con el territorio. «Encuentro por la
Verdad: mi cuerpo dice la verdad», un reconocimiento a las víctimas, su dignidad y resistencia. Plaza
San Pedro Claver, Cartagena. Junio de 2019. ©Camila Acosta Alzate / Comisión de la Verdad 

El territorio es nuestra madre, porque de ella vivimos, en


ella producimos, en ella se forma nuestra familia y en ella
se hace nuestra comunidad, y nuestra comunidad es nuestro
pueblo, llame la etnia que se llame, es nuestro pueblo. Si no
tenemos territorio, no tenemos vida. Si tenemos territorio,
tenemos vida. Porque en nuestro territorio se produce todo,
todo, todo y de ella [nuestra madre] vivimos293.

Una de las principales causas del conflicto armado en Colombia ha sido la disputa
por la tierra. Esto ha involucrado, como era de esperarse, la relación de las personas

293
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV),
«Encuentro Territorial de Reconocimiento: La verdad indígena del Pacífico», el 16 de septiembre
de 2020, 00:28:25.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 147


con el territorio294. Muchas, de hecho, se refirieron a la tierra haciendo alusiones
a su propia existencia o a relaciones con todo su entorno en sus testimonios a la
Comisión: «Tierra sin campesinos no es nada»; «Ser campesino es una vida, es un
sentir, es el hábitat»295; «el ser del campesino es la tierra y si no la tienen pues... no,
nos llamamos campesinos»296.
La Corte Constitucional, en su Sentencia T-576 de 2014, al explicar los alcances
del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), reconoció
que la diversidad étnica, la autonomía y las formas de relacionamiento colectivo con
el territorio constituyen los elementos subjetivos que revelan la identidad cultural297
de los pueblos. En ese sentido, las rupturas que el conflicto armado les causó a esos
vínculos han traído pérdidas que han afectado los sentidos de la vida individual,
familiar y colectiva, y las diversas formas de relación y concepción del territorio. El
testimonio de un líder indígena del Putumayo habla sobre esto:
«En el idioma de nosotros, le decimos Allpa Mama, que es la mamá de la tierra.
La tierra para nosotros es donde podemos sembrar toda clase de productos para
nuestro sustento, para nuestro vivir, ¿no? No estar en el territorio nos afecta bastante
porque nosotros estando en el territorio tendríamos todas las necesidades que es para el
consumo alimentario… Ahí tenemos las plantas medicinales. La selva para nosotros es
lo más sagrado que tenemos. La madre naturaleza es la vida de nosotros los indígenas.
Entonces eso es duro, no estar en el territorio»298.
Las comunidades sustentan su vida a partir del arraigo a un lugar, de las relaciones que
se establecen con la naturaleza y del medio que habitan. Crean territorialidades pro-
pias en las que se expresan sus conocimientos, valores, prácticas culturales y formas de
sociabilidad. Estas, en determinados casos, incluyen una relación estrecha con vecinos,
espíritus, antepasados, animales, montañas, ríos, entre otros seres que componen el
territorio, según cada cosmovisión. En regiones como el Pacífico, por ejemplo, muchas
prácticas culturales arraigadas a la espiritualidad conectan lo sagrado, lo humano y el
territorio: «Yo vengo de una cultura obligada a la alegría donde es la manglería la que
nos moja con el sol», le dijo a la Comisión una mujer de Tumaco que fue desplazada
de su hogar. «Soy descendiente de aquellos que rompieron las cadenas y sembraron

294
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audios: Cuidar la vida querida, Una negra como nosotros y El orgullo de ser campesino, en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
295
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «¿Qué es
el campo y qué significa ser campesino?», el 13 de diciembre de 2019, 00:00:06.
296
  Entrevista 222-VI-00035. Mujer, familiar de víctima de asesinato.
297
  La identidad cultural, de acuerdo con la Declaración de Friburgo, de la cual Colombia es Estado
firmante, se entiende como el conjunto de referencias culturales por las cuales una persona, individual
o colectivamente, se define, se constituye, comunica y se reconoce en su dignidad.
298
  Entrevista 978-VI-00002. Hombre, victima de despojo de tierras, líder indígena.

148 sufrir la guerra y rehacer la vida


libertad para siempre en nuestras venas, de los que rompen las penas bajo el son
del currulao con velorio, alabao, chigualo, cuento, y de los que con arrullo van
sembrando cada día un sentimiento de orgullo»299.
Los vínculos territoriales rotos por el conflicto armado han tenido muchas esca-
las, que van desde el exilio y el destierro hasta las fracturas comunitarias y ecológicas.
El territorio colombiano ha sido marcado con las huellas de la guerra. Los paisajes se
transformaron en fosas de personas asesinadas sin identificar. Los ríos fueron desviados,
contaminados y convertidos en lugares para la desaparición de cuerpos300.
El control violento ejercido por los diferentes actores involucrados en el conflicto
armado tuvo efectos en las territorialidades de comunidades y pueblos. Hubo cambios
culturales que estuvieron permeados por el control territorial, el confinamiento en
algunos casos y el desplazamiento y despojo en otros, y también por la llegada de
dinámicas económicas, legales e ilegales ligadas al financiamiento de actores armados.
El testimonio de un hombre del municipio de Argelia, Cauca, da cuenta de cómo
el escenario de control paramilitar posdesmovilización, impuesto por Los Rastrojos,
configuró una ruptura de territorialidades que generó afectaciones a tradiciones de
la comunidad. Por un lado, la restricción de horarios impidió el relacionamiento y,
por otro, la ausencia de las personas, causada por el desplazamiento forzado, impidió
la celebración de prácticas culturales:
«Claro, fue difícil, oiga, porque, por ejemplo, siempre nosotros todavía […] tenemos la
tradición de, en cada fiesta especial, reunirnos toda la comunidad. Somos una comunidad
muy unida, como en familia, como si fuéramos familiares todos, y en cada fecha especial,
en ese tiempo, […] hacía falta la comunidad, los amigos, los familiares […]. La comunidad
nos quedamos eso sí que no celebrábamos nada porque no había razón, no le veíamos
esa integración que había antes, porque hacía falta familiares, hacía falta comunidad»301.
En este sentido, la Corte Constitucional, en el Auto 004 de 2009, sobre protección
de los derechos fundamentales de las personas y los pueblos indígenas desplazados por
el conflicto armado o en riesgo de desplazamiento forzado, reafirmó que el conflicto
armado no fue lo único que interfirió en las culturas y con los derechos culturales de
las comunidades, también lo hicieron los actores económicos302. En otras palabras,
hubo una relación clara entre las transformaciones que tuvo el modelo económico
en los territorios, el conflicto armado y las afectaciones culturales que vivieron las
comunidades rurales.

299
  Entrevista 431-PR-00126. Mujer desplazada.
300
  Para profundizar sobre este tema, visite las piezas «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza»,
Capítulo 4: Nuestros ríos son fosas comunes, «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cuerpos
en los ríos en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias.
301
  Entrevista 056-VI-00053. Hombre, campesino, víctima de secuestro.
302
  Corte Constitucional, Auto 004 de 2009, el 26 de enero de 2009.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 149


Lugares sagrados violentados

En algunos lugares de Colombia, los grupos armados no respetaron los espacios sagrados de las comunidades.
Cementerio indígena Wayúu. Uribia, La Guajira. Abril de 2010. ©Jesús Abad Colorado López

Es en los sitios sagrados donde el pagamento cobra sentido,


donde se logra el equilibrio con los espíritus de la naturaleza,
donde se entienden las dimensiones del ser wiwa [corporal,
material, física y espiritual]. Cada sitio sagrado tiene una
función para el mantenimiento del equilibrio: unos son para
evitar enfermedades; otros, para garantizar buenas cosechas;
algunos, para que el agua perdure hasta el fin de los días; y,
unos cuantos, para calmar los grandes desastres naturales que
son producidos por los excesos de los hombres […]. Si se debilita
nuestra cultura, si se nos impide realizar los pagamentos, se
pierde el equilibrio del universo, el equilibrio de los ciclos de la
Madre Tierra. Por eso hoy los hermanos mayores insistimos que
se escuche y obedezca al Shembuta [ley de origen de los wiwa]:
está pidiendo que cuidemos los sitios sagrados. El universo
palpita, el territorio está vivo y sin corazón morirá303.

303
  CNMH, «Carta de la organización Golkushe Tayrona al CNMH».

150 sufrir la guerra y rehacer la vida


El anterior es un fragmento de una carta enviada por la organización Golkushe
Tayrona al CNMH. En esta, los wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta exponen
lo que significan los sitios sagrados y cómo estos están unidos en una red espiritual y
cultural que articula el territorio y que se ha visto profanada por una larga historia de
violencia que incluye el conflicto armado304.
Una víctima de amenazas en Valledupar, Cesar, le explicó a la Comisión que las
afectaciones a las relaciones territoriales por causa del conflicto dependieron, en parte,
de lo sucedido en los lugares que tienen un valor espiritual para la comunidad:
«Es lo mismo cuando hay afectación de los lugares que revisten importancia
espiritual, tradicional. Es porque ahí se encuentran energías. Cuando son lugares
sagrados reciben energía y emerge energía. Sus puntos están conectados con otros
lugares que son energéticos, ¿no? Por ejemplo, hay un punto de la línea negra que
está conectado con los picos nevados»305.
En la masacre de Bahía Portete, ocurrida el 18 de abril de 2004, en La Guajira,
un grupo de paramilitares del autodenominado Frente Contrainsurgencia Wayúu de
las AUC no solo asesinó a miembros de la comunidad, sino que profanó el cementerio,
quemó las casas y torturó a las mujeres del pueblo. Estas tres prácticas de terror
lesionaron culturalmente a la comunidad y a todo el pueblo Wayúu.
En el orden cultural y social matrilineal de la cultura Wayúu, los cuerpos de las
mujeres están por fuera de las dinámicas de la guerra, y el cementerio no es violentado
ni por los enemigos. En la masacre asesinaron a seis personas, entre ellas cuatro
mujeres306. Esto causó el desplazamiento forzado de más de 600 indígenas Wayúu.
Las mujeres de esta etnia describieron la masacre de Bahía Portete como una
«destrucción moral y cultural»307. Los paramilitares querían sembrar el terror y
para eso violentaron material y simbólicamente su territorio sagrado, los espacios
comunitarios y los cuerpos de las mujeres:

El cementerio […] se respeta aún por los enemigos y se hace respetar como el
referente cultural de mayor valor y significado espiritual y moral para el clan y
la familia; por eso, la profanación de un cementerio es la mayor afrenta que se
puede hacer a un clan o familia, que en esta circunstancia se siente herida en lo
más profundo de su ser308.

304
  Para ver mapa de sitios sagrados afectados por el conflicto armado: Organización Wiwa Golkushe
Tayrona del Resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco, Ruama Shama: Desde el corazón y el pensamiento del
pueblo Wiwa.
305
  Entrevista 537-VI-00003. Hombre, víctima de amenaza, confinamiento y desaparición forzada,
líder indígena.
306
  Módulo de Catalogación Colaborativa 60-OI-610d59eea419df48a1f7b718, «La verdad indígena».
307
  Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación - Grupo de Memoria Histórica, La masacre de
Bahía Portete.
308
  Ibíd.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 151


La profanación de los lugares sagrados desvirtuó los marcos de comprensión del
conflicto, una violencia que quebrantó los pilares simbólicos de las comunidades.
Una vez profanado un lugar sagrado, su función para la construcción de la identidad
colectiva se pierde. Al no frecuentarse, desaparece su esencia como escenario para
el diálogo y como espacio capaz de dotar de nociones de sentido la existencia
espiritual, privada y colectiva de la comunidad. Se fragmenta el valor y se trans-
forman los significados dejando huellas extendidas en el tiempo. El testimonio de
una adolescente, del corregimiento de Esmeraldas, Nariño, cuya infancia estuvo
atravesada por el conflicto armado, muestra cómo los paramilitares profanaron
deliberadamente espacios como las iglesias para lesionar los referentes culturales de
algunos pueblos;
«Salimos a la sala y miramos por las ventanas, y sí, habían capturado al papá
de mi amigo. Y se lo llevaron. Me acuerdo que el centro de operaciones era la
iglesia en esa época y lo habían amarrado atrás de la iglesia en el cementerio.
Le dispararon delante de la mamá y de la familia de él y de mi amigo. Él tenía
[creo] que 8 años en esa época […], y fue muy traumático porque nadie podía
salir. Solamente escuchamos los gritos y las súplicas de la mamá, del señor y de
la esposa y del hijo, de las hermanas, pero no nos dejaban salir. Y mire que eso
sí fue muy duro, tal vez creo que por eso todo el mundo odió a ese señor Juan
Carlos en Esmeraldas […].
» Ellos [los paramilitares] vivían allí en la iglesia […]. Se tomaron la iglesia. Y ahí
ellos hacían cosas, tomaban y llevaban gente y […] me acuerdo que lo convirtieron
como en un tipo de prostíbulo porque ahí había fiestas todos los días, y mujeres
raras porque nunca eran de ahí, no. Eran personas que llegaban un día y al otro día
ya no estaban»309.
Muchos testimonios dieron cuenta de la diversidad de las violencias ejercidas
contra los lugares sagrados. Estas ocasionaron transformaciones en las prácticas cul-
turales, destruyeron procesos y tejidos sociales gestados alrededor de la comunidad
espiritual y transformaron referentes materiales y simbólicos.
Para los Guna Dule del resguardo de Arquía, en el municipio de Unguía, Chocó, el
control territorial ejercido por los paramilitares del Bloque Elmer Cárdenas restringió
el contacto con el resguardo Paya en Panamá. Los paramilitares impusieron retenes y
bloqueos de alimentos e impidieron el desarrollo de actividades espirituales en el sitio
sagrado de la Ciénaga de Unguía. Esto afectó la posibilidad de diálogo e intercambio de
conocimientos ancestrales de este pueblo binacional con sus parientes en Panamá310.

309
  Entrevista 221-VI-00058. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida, psicóloga.
310
 «La mayor parte del pueblo Tule se encuentra ubicado en Panamá, en las comarcas Kuna Yala,
Madungandí, Wargantí y Wala. En Colombia, se encuentra actualmente en el resguardo Caimán Nuevo,
en el departamento de Antioquia, y en el resguardo Arquía, en el departamento del Chocó, bordeando el
golfo de Urabá, al noreste del país. Anteriormente poblaban otras zonas, que abandonaron a causa de la

152 sufrir la guerra y rehacer la vida


En enero 13 de 2003, la masacre de seis autoridades tradicionales en medio de
una ceremonia marcó el límite del horror vivido por esa comunidad en medio
de la incursión paramilitar. El asesinato de un Saila, la autoridad tradicional y
espiritual, y la prohibición de la movilidad y el contacto con los sitios sagrados
implicó un daño al sostenimiento de una territorialidad ancestral que trascendía
las fronteras regionales y nacionales. En este caso, el confinamiento y el hambre
también se utilizaron «como estrategia de exterminio cultural en el marco del
conflicto armado interno»311.
Para muchas comunidades, violentar el territorio y sus lugares sagrados afectó
una «red vital» que no está conformada solo por los seres humanos, sino que incluye
el entramado a través del cual la reproducción de la vida es posible312. Alterar la red
vital es interrumpir y lesionar la posibilidad de vivir libremente y con autonomía en
el territorio. Se trata de «sostener la reciprocidad entre mundos» para mantener un
equilibrio cultural: «Hay un impacto realmente muy fuerte que va a requerir de mucho
tiempo para poder sanar, poder curar. Con esto buscamos recomponer el tejido social»,
dijo Luis Fernando Arias, un indígena kankuamo, Consejero Mayor de la ONIC, en
un encuentro con los representantes de la Comisión313.

Autonomía territorial en disputa

Una de las razones por las cuales nos siguen matando. Porque saben
que tener tierra, [que] eso es parte de la resistencia que aprendimos en el
Norte del Cauca de nuestros mayores. Nos decían: «Para nosotros lograr
la libertad, cuidar el territorio, como parte de la vida, […] como parte
de la autonomía, como parte de esa gobernanza, es fundamental». Sí, por
eso esta relación de tejer el territorio y nosotros a partir de los ligamentos.
Eso no es gratis, es parte de la resistencia. Y por eso el territorio para seguir
pariendo nuestra libertad es fundamental. Hemos resistido al despojo
territorial en muchas regiones del país nosotros los negros. No solo en el
Pacífico, sino en el Caribe314.

presión durante las épocas de colonización durante el siglo XX, y de la presencia de grupos armados
en sus territorios ancestrales». Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), «Guanadule
- Tule - Cuna».
311
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-017/18, el 21 de marzo de 2018.
312
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC), Tiempos de vida y muerte.
313
  Ibíd., 104.
314
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV),
«Afectaciones y resistencias de las comunidades afrodescendientes en el marco del conflicto armado»,
el 13 de agosto de 2020, 01:50:46.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 153


Los gobernantes, los políticos y los dirigentes toman decisiones sobre los territorios mientras las
comunidades cargan con las consecuencias de esas decisiones. Actores de varias compañías de teatro en
la escena «El banquete», de la obra Develaciones: un canto a los cuatro vientos. Bogotá. 2022. ©Camila
Acosta Alzate / Comisión de la Verdad

Cuando los pueblos afrocolombianos analizan la relación entre violencia y territorio,


traen a la memoria el destierro vivido por sus ancestros en la experiencia de esclavización
durante la Colonia. Desde esa perspectiva, en la lucha para que se reconozcan sus
derechos territoriales y sus modos de hacer la vida en un espacio determinado se han
enfrentado con los actores armados y con el Estado.
Considerar los territorios ancestrales de la gente negra, afrocolombiana,
palenquera y raizal como territorios vacíos, baldíos o improductivos ha sido una
manera de reproducir el racismo estructural que invisibiliza, desconoce e intenta
deshumanizar a estas comunidades. Esta dinámica racista permaneció vigente
durante el conflicto armado cuando actores armados como las FARC-EP, los
paramilitares y el mismo Estado desconocieron los derechos colectivos de las
comunidades negras contemplados en la Ley 70 de 1993, una ley que, a pesar de tener
más de 20 años, aún no ha sido reglamentada en su totalidad. Este desconocimiento
tuvo consecuencias en las dinámicas culturales de estas comunidades 315, que

  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Resistir con nuestras
315

plantas, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/


impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.

154 sufrir la guerra y rehacer la vida


fueron violentadas al negarles la capacidad de gestionar y ordenar su vida con
autonomía en los territorios316.
El desplazamiento forzado masivo ha sido una de las formas de violencia que más
afectó los proyectos colectivos, culturales y políticos de las comunidades rurales del país.
Para muchos líderes y representantes de las comunidades afrocolombianas, la violencia
armada y la expansión317 del conflicto a regiones donde han tenido presencia histórica
mostró una intención de revertir los logros de la Constitución de 1991. Los asesinatos
selectivos de personas involucradas en las luchas por los derechos territoriales del pueblo
afrocolombiano, como la hermana Yolanda Cerón318, quien fue asesinada por paramilitares
en la ciudad de Tumaco y cuya historia se narrará en detalle más adelante, o Genaro
García, miembro del Consejo Comunitario del Alto Mira y frontera319 de Tumaco, quien
fue asesinado por las FARC-EP, en 2015; y las masacres del río Naya en 2001 o el río
Yurumanguí en 2005, en Buenaventura, evidenciaron las articulaciones entre racismo
y conflicto armado que reproducen condiciones históricas de desigualdad.
Ubaldo Zúñiga, excombatiente del Frente 57 de las FARC-EP320, Pastor Alape y
Rodrigo Londoño321, dos exmiembros del Secretariado de este grupo, admitieron que
la guerrilla no logró comprender la cosmovisión de los pueblos negros e indígenas,
sus mecanismos de resolución de conflictos, sus formas organizativas y sus luchas.
Reconocieron, además, que, en el desarrollo de sus actividades político-militares y
de control territorial, alimentaron una mirada hegemónica con la que borraron la
diversidad de sus habitantes. Las FARC-EP impusieron un control territorial con
una mirada «occidentalizada», dijeron, pues pensaban que todas las poblaciones eran
iguales y no reconocieron ni respetaron las dinámicas propias de las comunidades, sus
manejos ambientales y sus propias territorialidades.
A pesar de no haberlo reconocido, muchos otros grupos, incluidas las fuerzas
militares, operaron con frecuencias bajo esta lógica racista y colonialista. La Operación

316
  Retomamos la perspectiva propuesta por el antropólogo Arturo Escobar cuando plantea que «la
autonomía se refiere a la creación de las condiciones que permitan cambiar las normas de un mundo
desde adentro. Puede incorporar la defensa de algunas prácticas de larga data, la transformación de
otras y la invención de nuevas prácticas». En: Escobar, «Territorios de diferencia», 35.
317
  En 1999, tras el incremento de fumigaciones aéreas y operaciones militares en los departamentos
de Putumayo, Meta y Guaviare, los cultivos de coca y los laboratorios de producción de cocaína
se desplazaron hacia el Pacífico, particularmente a Nariño y Cauca. Ver: Módulo de Catalogación
Colaborativa 60-OI-610c5e278aa451260e0de097, «La verdad del pueblo Negro».
318
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: Una negra como nosotros, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
319
  Observatorio Pacífico y Territorio, «Genaro García, otro líder negro asesinado en Tumaco».
320
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Pueblos
indígenas en situación y riesgo de exterminio físico y cultural», 2020.
321
  El Tiempo, «Reconocimiento de la verdad del pueblo negro, afrocolombiano, palenquero y raizal»,
2020, 03:06:46.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 155


Génesis322, llevada a cabo por el Ejército Nacional en febrero de 1997, en las cuencas
de los ríos Salaquí, Truandó y Cacarica, produjo graves violaciones a los derechos
humanos, entre estas el desplazamiento masivo de las comunidades del Bajo Atrato.
Los efectos de este acto violento mostraron los alcances del destierro, del despojo
material y del despojo de los modos de vida de las comunidades afrodescendientes que
habitaban la zona. Durante las audiencias ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, los representantes de las víctimas afirmaron que por la Operación Génesis
las comunidades afrodescendientes del Cacarica no solo fueron arbitrariamente despojadas
del uso y goce de sus bienes, en su dimensión individual y comunitaria, sino que también
hubo una injerencia violenta, ocupación y destrucción de los lugares que sembraban y
habitaban, es decir, de sus espacios de vida íntima y comunitaria323.
Para los raizales de San Andrés y Providencia, la llegada del narcotráfico a las islas
significó una pérdida de la autonomía sobre su «maritorio»324. La posición geoestra-
tégica del territorio insular y marítimo de San Andrés, un corredor histórico, tiene
importancia en la logística del tráfico de drogas y otras mercancías ilícitas. Por su gran
habilidad en el mar, los narcotraficantes se han servido de pescadores artesanales para
transportar o dirigir sus envíos. Esto ha generado un alto grado de estigmatización de las
autoridades hacia todos los pescadores de la isla. Como respuesta al tráfico de drogas,
el Gobierno ha limitado las faenas de pesca y, por ende, las prácticas ancestrales de
los habitantes de la isla. Adicional a esto, la violencia en la isla se ha incrementado y
con esta han aumentado igualmente las desapariciones de pescadores y capitanes de
navegación. Rutas de pesca han sido ocupadas para el tráfico de drogas y armas, y han
surgido cada vez más obstáculos para el desarrollo de los saberes propios del pueblo
raizal en el archipiélago325.

322
  En 1997, sucedió uno de los casos más representativos de la alianza entre el Ejército Nacional –
puntualmente la Décimo Séptima Brigada– y el Bloque Elmer Cárdenas de las AUC. La operación
militar que atacó vía aérea y fluvial al Frente 57 de las FARC-EP fue bautizada por las Fuerzas
Armadas con el nombre de Génesis. De manera paralela y clandestina, los paramilitares ejecutaron
la Operación Cacarica. La población más afectada fue la campesina, que soportó durante varios
días bombardeos y disparos de los que buscaban a los guerrilleros. Esta situación de horror obligó
a los campesinos a salir del territorio. Aproximadamente 3.500 personas huyeron hacia los cascos
urbanos de Turbo, Bocas del Atrato y Panamá. En Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH),
Regiones y conflicto armado.
323
  Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia n.° 270, el 20 de noviembre de 2013.
324
  Modo de nombrar el espacio marítimo y la comprensión del mar como territorio. Es una noción
característica de los pueblos raizales y caribeños quienes han construido sus territorialidades ancestrales
en estrecha relación con el mar. Ver: Márquez, «Memorias del mar».
325
  Informe 1180-CI-01015, Cane Roots Association, «Conflicto armado interno en el Archipiélago de
San Andrés, Providencia y Santa Catalina». En este se afirma que en la última década han aumentado
el homicidio, la extorsión, desapariciones y torturas como consecuencia de la disputa por el control de
las economías ilegales y las rutas marítimas para la exportación de la droga. Desde el 2009, hay
presencia de los grupos armados ilegales Los Rastrojos y Los Paisas, actualmente Autodefensas
Gaitanistas de Colombia.

156 sufrir la guerra y rehacer la vida


La pérdida de la autonomía en los territorios no es exclusiva de las comunidades
negras e indígenas. Las comunidades campesinas, en muchos casos, tampoco han
podido determinar las condiciones de vida que quieren en sus territorios. De hecho,
sus luchas para ser reconocidas326 como un «sujeto cultural, político, económico y
socialmente relevante para la nación» aún no se han logrado en el país. En el documento
«Elementos para la conceptualización de lo “campesino” en Colombia»327, 328 se
reconoce al campesino y campesina como

un sujeto intercultural, que se identifica como tal, involucrado vitalmente el trabajo


directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en formas de organización social
basadas en el trabajo familiar y comunitario no remunerado o en la venta de su
fuerza de trabajo329.

Las identidades campesinas están arraigadas de muchas formas al territorio, así


como a las herencias de saberes y tradiciones relacionadas con el manejo de este330.
Sus conocimientos, prácticas productivas y modos de relacionamiento comunitario
se han gestado en estrecha interrelación con los paisajes, los bienes comunes, los
ciclos ecológicos de cada lugar. Así mismo, estas identidades han estado atravesadas
por transformaciones históricas en relación con las tendencias de la producción
agropecuaria, los procesos políticos, el rol de la violencia y la presencia de múltiples
actores en el campo331.
En este sentido, los campesinos han reivindicado una identidad como sujeto colectivo
que los vincula a una historia en relación con sus vínculos territoriales, y con unos
conocimientos y formas de sociabilidad que han sido afectadas especialmente por
experiencias como el desplazamiento forzado y el despojo:

326
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «El Campo
cuenta la Verdad», Año sin especificar.
327
  Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), «Elementos para la conceptua-
lización de lo “campesino” en Colombia». Documento elaborado en atención al llamado de
la Corte Suprema de Justicia al Estado para que defina al sujeto campesino, lo incluya en los
instrumentos censales nacionales y formule políticas públicas específicas para esta población.
Sentencia STP2028-2018.
328
  Ibíd.
329
  Ibíd., 9.
330
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)».
331
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y
construcción de paz», Audio: Una negra como nosotros, en la plataforma digital de la Comisión
de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-
red-que-nos-sostiene.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 157


Recordemos que la dimensión territorial del campesinado fue definida por las relaciones
con el espacio, la vida social y la identidad cultural, no obstante, como detallamos en
el informe estas relaciones fueron en muchos territorios quebradas, debilitadas
o eliminadas con ocasión del conflicto armado. Uno de los rasgos más relevantes fue
la masividad del desplazamiento forzado y sus efectos en el tejido social, en la vida
social, política y comunitaria332 .

La vida campesina se fracturó en medio del conflicto cuando se afectaron las formas
de tenencia de la tierra, los vínculos familiares, comunitarios y organizativos en cada terri-
torio, las posibilidades de sostener articulaciones urbano-rurales, así como los daños a la
naturaleza y los ecosistemas que determinan el tipo de actividad económica que sostiene
su vida. De acuerdo con un maestro, que se ha dedicado a trabajar en el movimiento
campesino e indígena del departamento del Cauca, lo anterior puede caracterizarse como
una forma de «opresión cultural»: «Qué es la opresión cultural si no el hecho de impedirle
a un pueblo que ejerza su cultura, que ejerza su autonomía, que ejerza su dignidad. Es la
profanación de los territorios y es esa opresión otra de las causas de la violencia […]»333.
Así mismo, como lo documenta un informe allegado a la Comisión334, el campe-
sinado en Colombia ha sido estigmatizado como insurgente o criminal, ya sea en el
contexto de la guerra contra las guerrillas o en la guerra contra las drogas. Esto tuvo
efectos dañinos sobre sus identidades y proyectos de vida comunitarios. Dinámicas
asociadas a cultivos como el de la hoja de coca cambiaron sus modos de vida. Un
defensor de derechos humanos del Catatumbo lo describió de esta manera:
«Desde finales de la década del 80, llegó la coca desgraciadamente al Catatumbo. La coca
se volvió un cáncer para esa región. Cambió incluso la cultura campesina del Catatumbo.
El catatumbero cuando yo lo conocí era un campesino tranquilo, apacible. Era un cam-
pesino cultivador, noble, que tenía su finquita, sus patios de gallinas, su pancoger. No era
un campesino derrochador, ostentador, y llegó la coca y fue transformando esa cultura»335.
En los territorios andinos y amazónicos, la coca es una planta sagrada, que estuvo
primero, mucho antes de la llegada del narcotráfico, como lo explicó en el espacio
Hablemos de verdad336, Nurys Esperanza Silva, una experta en etnobiología. En gran
parte de las comunidades de esta región, existe un sentido cultural que se construye
a partir de una relación de reciprocidad con la naturaleza. Es decir, a la tierra no solo

332
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 256.
333
  Entrevista 329-VI-00011. Hombre, víctima de amenaza y desplazamiento forzado, maestro normalista
superior.
334
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)».
335
  Entrevista 169-PR-02428. Defensor de derechos humanos, víctima de detención arbitraria, tortura
y amenazas.
336
  Comisión de la Verdad, «Tierra e identidad: la tragedia del desarraigo», el 20 de mayo de 2021.

158 sufrir la guerra y rehacer la vida


hay que sacarle, también hay que devolverle porque así se mantiene el equilibrio en
la relación con la tierra337. La coca sirve precisamente como medio para ese diálogo,
para el intercambio con los dueños espirituales de la naturaleza, que permite recoger
los frutos sin agotar los recursos. En este sentido, las dinámicas del narcotráfico causa
un daño en dos dimensiones. Se ha dañado el sentido cultural y sagrado de la planta
situándola principalmente como «cultivo ilícito», y se ha dañado la economía familiar
de la vida campesina, lo cual ha tenido efectos dañinos para la cultura campesina338.

Impedimentos para transmitir la cultura

El tejido a mano es una de las sabidurías ancestrales que se ha dejado de enseñar a las nuevas generaciones.
Su supervivencia como práctica cultural está en riesgo en comunidades étnicas y campesinas. Registro
fotográfico del rodaje El Dique y sus voces de resistencia339, producto audiovisual de la Corporación Cultural
Atabaques sobre las afectaciones sufridas en el conflicto armado por las comunidades ribereñas del Canal
del Dique, en la región Caribe de Colombia. Julio de 2021. ©Adrián Villa Dávila / Comisión de la Verdad

337
  La coca es un artefacto de relacionamiento social, un medio de sustento económico y un recurso
alimenticio. En ese sentido, desde hace décadas ha habido una transgresión cultural, debido a ese
cambio de visión de la coca. De ser una planta importante en el simbolismo cultural, de ser un
alimento, pasó a ser una planta proscrita e ilegal.
338
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Las semillas del
Padre Alcides, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
339
  Proceso de la Comisión de la Verdad, Verdad Poética. 33-OI-624faae9cab0a129ef300171

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 159


Las tradiciones, festividades, rituales, oficios y prácticas alimentarias, productivas
y espirituales encierran importantes conocimientos y saberes que se transmiten
de generación en generación para la recreación y reproducción de la cultura. El con-
flicto armado ha interrumpido, obstaculizado e impedido que nuevas generaciones
conozcan los saberes y valores de las comunidades a las que pertenecen. Algunos de
estos impedimentos se han dado, en algunos casos, por la ruptura de vínculos con
el territorio, y, en otros, por la prohibición de la práctica o la vulneración de la vida
de líderes culturales, sabedores, curanderos y gestores al interior de una comunidad.
Saber cómo se hace una minga o un convite, o cómo se siembra en relación con los
ciclos de la luna o las lluvias en determinado territorio son saberes que, como ya se
mencionó, fueron perdiendo su valor social al situarse en contextos urbanos o en terri-
torios vaciados por desplazamientos masivos. Por la misma razón, estos, normalmente,
fueron excluidos de los nuevos procesos de socialización. Quizá más preocupante, en
algunos casos, conocer el poder de las plantas, los secretos de la terapéutica afro pacífica
o la partería fue, en lugares como el Atrato y el Pacífico sur, motivo de sospecha y
peligro frente a los actores armados como las guerrillas y paramilitares.
El desplazamiento forzado causó cambios y profundas pérdidas en la vida campesina,
entre estas, las asociadas a los oficios y conocimientos que implican «saber hacer»
para la vida. La imposibilidad de reproducir muchas prácticas y transmitirlas a las
nuevas generaciones ha sido un impacto doloroso que se tradujo en una pérdida de
valor de la vida campesina, así como en un temor a reclamarla como posibilidad.
Un campesino del municipio de El Paso, Cesar, le habló a la Comisión sobre las
pérdidas en su pueblo relacionadas con los legados de despojo que la guerra dejó a
las nuevas generaciones:
«En El Paso, ya casi no hay campesinos porque muchos murieron en el conflicto y
porque los hijos de esos campesinos perdieron sus tierras, por lo que no tienen dónde
trabajar. Aquí hay mucho temor de morir por reclamar las tierras que nos pertenecen.
Se perdió la tradición campesina en el municipio por la llegada de los proyectos mineros
y los jóvenes han iniciado a trabajar en las minas dejando de lado el campo. Da pesar
recordar eso porque esta fue una zona de muchos cultivos familiares, de trabajo en
comunidad, de mano cambiada, de festividades campesinas. A nosotros no solo nos
mataron los líderes, sino que nos mataron el ser campesinos»340.
Esa muerte ha sido el resultado de un proceso de larga duración. En este, entre otros
factores, se articulan tendencias económicas que han transformado la producción de la
tierra. Muchas de estas llegaron a los territorios campesinos a partir del despojo341, pero
también hubo varias que surgieron de la transformación de unos imaginarios de futuro

  Herrera, «Daños al territorio y al paisaje campesino».


340

  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), “Despojo


341

y memoria de la tierra”.

160 sufrir la guerra y rehacer la vida


que han sido trastocados por las violencias vividas en el campo. Los movimientos
sociales campesinos, por ejemplo, relacionan fenómenos como el envejecimiento de la
población que se identifica como campesina con los daños producidos por el conflicto
armado. Ese envejecimiento se ha traducido en la pérdida de arraigo al territorio y la
pérdida de prácticas campesinas por niños, niñas y adolescentes. El resultado final es
una gran incertidumbre sobre el relevo generacional de la vida campesina, como lo
resume una parte del informe «Guerra contra el campesinado»:

Uno de los daños identificados son las dificultades que enfrentan niños, niñas,
jóvenes y adolescentes en sus procesos de retorno que tienen que ver con la
identidad cultural, pues con recurrencia los retornos se dan pasada la niñez e
incluso la adolescencia y se viven rupturas entre su lugar de origen, y los lugares
donde habitaron durante el desplazamiento forzado. También se presentaron
rupturas en la herencia de saberes y tradiciones relacionadas con el territorio lo
que hace que se puedan presentar menos motivos para que los jóvenes deseen
regresar al campo342.

La ausencia de servicios, la falta de garantía de derechos fundamentales en los


territorios de donde salieron desplazadas las familias campesinas y la ausencia de
retornos seguros asociados a garantías de no repetición han hecho que las comunidades
no quieran regresar a sus territorios. Esto, a su vez, ha causado que muchos prefieran
transformar sus prácticas culturales para adaptarse a los contextos urbanos. Así lo
manifestó ante la Comisión un indígena de la zona de Tumaco que dio su testimonio
sobre el desplazamiento forzado vivido por los enfrentamientos entre guerrillas y fuerza
pública, y los impactos que esto tuvo en la identidad cultural de su pueblo:
«Creo que, por ese motivo, en este momento llegamos a pensar [que] sí ha habido
un debilitamiento de los procesos organizativos, comunitarios […], ya que hay algunas
familias que no quieren retornar al sitio donde estaban. Eso se ha ido perdiendo un
poco: la identidad cultural. A veces, por estar más cerca al casco urbano, ya no se rea-
lizan las mismas dinámicas de las prácticas tradicionales, lo que se venía desarrollando
dentro de su pueblo»343.
Los participantes de la Organización del Pueblo Rrom Gitano Unión Romaní, en
Bogotá, contaron cómo el desplazamiento forzado ha transformado sus tradiciones,
usos y costumbres gitanas. De forma similar, según los testimonios, el control territorial
ejercido por diferentes grupos armados afectó sus dinámicas, rutas de itinerancia y
oficios comerciales y económicos específicos. Puntualmente, en aspectos culturales, la

342
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 341.
343
  Entrevista 419-VI-00041. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, indígena eperara siapidara.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 161


dispersión de las Kumpania344, producto de la violencia armada, impidió la trans-
misión de su lengua propia (Shib Romaní). Históricamente, esta población ha
sufrido situaciones de discriminación y racismo en el trato cotidiano en lugares
como colegios y centros comerciales, entre otros345.
Hubo daños culturales igualmente significativos en el nivel comunitario y colectivo
cuando se desapareció, asesinó o desterró a un líder comunitario, político, cultural
o espiritual346. En esos casos, la comunidad tuvo que prescindir de un conocimiento
que tenía a la mano, un saber hacer o una sabiduría que guiaba proyectos colectivos
y suplía necesidades como curar, atender la salud colectiva en contextos en los que
el acceso a los servicios del Estado era casi nulo, brindar equilibrio espiritual a una
comunidad, gestionar disputas, animar festividades o encuentros deportivos, entre
otros. Las personas que eran ejemplos para seguir, las que podían transmitir un
conocimiento a nuevas generaciones, se convirtieron en blanco de la violencia, lo
que marcó rupturas generacionales en conocimientos y prácticas culturales de vital
importancia para las comunidades.
En el caso de las comunidades étnicas, los actores armados han atentado de
manera permanente contra la vida y la integridad de médicos tradicionales y sabedores
y sabedoras ancestrales, lo que ha impactado el gobierno propio y los saberes para el
cuidado de la salud. Los pueblos indígenas han caracterizado muchas de estas afec-
taciones contra sus conocimientos, saberes y valores, como violencias espirituales.
Asesinar a un jaibaná, o líder espiritual, por ejemplo, es atentar contra el equilibrio
cultural de una comunidad y «desarmoniza el corazón de estos pueblos»347, de
acuerdo con el pueblo Embera.
El asesinato de líderes también se ha relacionado con las prácticas de arrasa-
miento, abandono y despojo de tierras en las que se cultivan las plantas medicinales
y se configura la posibilidad del ejercicio de la sabiduría ancestral. Así lo detalla un
informe allegado a la Comisión:

344
  «Es el conjunto de grupos familiares configurados patrilinealmente, que a partir de alianzas de
diverso orden optan por compartir espacios para vivir cerca o para itinerar de manera conjunta. En
Colombia, se ubican generalmente en sitios específicos de centros urbanos, ciudades principales
e intermedias del país». Tomado de: Presidencia de la República de Colombia, Decreto 1066 de
2015, artículo 2.5.2.1.4.
345
  Diagnóstico comunitario 1270-DC-00041 - Participantes con la Organización del Pueblo Rrom
Gitano Unión Romaní. Desplazamiento forzado y afectaciones a su cultura. Bogotá, 2000-2021.
346
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
347
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC), Tiempos de vida y muerte.

162 sufrir la guerra y rehacer la vida


Para curar a los enfermos, los Pinjoe o payanes necesitamos planta de yopo y de
yagé, pero aquí no hay. Sembramos unas poquitas, pero no es lo mismo. Aquí
en Barrancón, el lugar donde llegamos desplazados, nos las han incendiado.
Necesitamos de esas plantas para soplar y sanar bien a los enfermos. Es como
si los médicos no tuvieran pastillas ni jarabes para ofrecer a los pacientes. Sin
medicina los médicos no podemos ser médicos. Los médicos tradicionales
somos para los Jiw lo que Jesucristo es para los blancos, es decir, un Dios,
pero humano348.

Para muchas comunidades, saber masajear un vientre, hacerle un tacto a una


embarazada, cantar un arrullo, reconocer las fuerzas espirituales, los secretos y los
santiguos o identificar las plantas del territorio para ejercer el oficio de la partería
implica un diálogo intenso no solo entre generaciones de una misma comunidad,
sino con el territorio y las conexiones espirituales que este tiene. La tomaseca, una
bebida curativa elaborada por las parteras del Pacífico a base de hierbas y raíces de esta
zona, representa la relación de la vida reproductiva con la tierra y el universo de la mujer
durante la menstruación, la fertilidad, el posparto, la lactancia y la menopausia. Como
dicen las mujeres de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa), la
partería es un conocimiento que se transmite mediante la oralidad y la espiritualidad.
Cuando, por causa del conflicto armado, las comunidades no pueden acceder a la
biodiversidad de su territorio, no pueden circular libremente o cuando deben vivir
en medio del destierro en las ciudades, estos circuitos de transmisión de saberes
también se afectan349.

348
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «La verdad
desde la salud en el conflicto armado. Un remedio para la paz», el 24 de septiembre de 2020.
349
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Resistir con nuestras
plantas, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 163


No era posible el encuentro

La olla comunitaria es una de las prácticas culturales de mayor tradición. Esta no solo implica la
preparación y cocción de alimentos; también involucra reuniones e intercambio de saberes. Registro
fotográfico para Recetas de Paz, un brochure que recopila el desarrollo del proyecto y obra teatral Con
sabor a resiliencia, el relato y memoria de las mujeres que viven en medio del conflicto armado350. Tumaco,
Nariño. Julio de 2021. ©Fundación Verde Humano 

Prácticas que tienen un valor cultural muy grande, el


funeral mismo, las celebraciones, cantos o festivales […],
cosas que son importantes para la gente y que, por razones
del conflicto armado, no lo pudieron hacer351.

Los controles y las imposiciones de los actores armados fracturaron prácticas y saberes cul-
turales en pueblos étnicos, pero también en individualidades y colectividades no étnicas.
Guerrillas, paramilitares y miembros de la fuerza pública usaron saberes culturales para
ocupar territorios, se apropiaron de cantos, músicas, prácticas deportivas y festividades,
y marcaron con violencia expresiones culturales de tal manera que, en algunos casos,

350
  Proceso de la Comisión de la Verdad, Verdad Poética. 33-OI-624f17e6cab0a129ef30008b.
351
  Entrevista 321-PR-00208. Mujer, víctima de masacre.

164 sufrir la guerra y rehacer la vida


hubo una reconfiguración de valores y significados en el tejido social, y alteraciones,
transformaciones y, con frecuencia, desapariciones de prácticas culturales y artísticas.
En escenarios en los que el conflicto se recrudeció por el enfrentamiento armado,
las actividades que fortalecen y posibilitan el intercambio de saberes, el diálogo
cultural de comunidades y la construcción identitaria fueron restringidas y puestas
bajo el lente de la sospecha. Así lo explicó a la Comisión una cantaora de la Tuna
Tambora en Cáceres, Antioquia:
«El bajo Cauca para mí es algo que yo quiero mucho porque yo nací en esta tierra.
Desde que era niña, nosotros este bajo Cauca nos lo andábamos en canoa, en lancha,
nadando y todo. Era algo muy bonito donde uno podía salir. Nos vamos para Tarazá
en una canoa, para Bélgica andaba, lo que ahora no podemos hacer porque ya hasta
para salir de aquí al otro lado ya hay límites […]. Esto para mí es una tristeza, una
nostalgia que me da de ver como este bajo Cauca, primero, se teñía del agua sucia de
barrancos que caían y se ensuciaba el agua, y, ahora, tenemos que ver con tristeza que
se tiñe con la sangre de nuestros hermanos»352.
Acontecimientos claves para el fortalecimiento de la vida en común como los ritua-
les de vida y muerte, las ceremonias religiosas, los festivales, las fiestas y los carnavales
se prohibieron explícitamente o dejaron de realizarse por miedo, escasez de recursos
o la imposibilidad de circular libremente. Como se documenta en el informe «Nos
quisieron acabar», entregado a la Comisión por la Asociación Campesina del Valle
del río Cimitarra, la prohibición de fiestas veredales fue en algunos casos explícita. En
otros casos, se dio por el miedo a las consecuencias o a los riesgos que una reunión
de ese tipo podía traer:

El tejido social se rompió […]. Lo organizativo se acabó prácticamente. Allá festejan una
fiesta de San Martín de Loba y para festejar una fiesta de esas era bien complicado
porque, a pesar de que ese corregimiento es valiente –es valiente porque enfrentó esa
situación y retornó rápidamente–, […] la afectación fue total353.

En una entrevista colectiva realizada en la zona de Urabá, un grupo de personas


habló con la Comisión sobre esas afectaciones. Algunas de ellas narraron cómo, entre
2000 y 2008, no pudieron realizar sus festividades y encuentros comunitarios por las
acciones de los paramilitares:
«Las fiestas afro […] dejamos un tiempo de celebrarlas porque a la gente, por
temor, le daba miedo a reunirse. La gente se reunía y tenía la seguridad de que, si
nos reunimos ahí, nos iban a hacer una masacre. Entonces, cada quien estaba por
allá solito metido en su rancho. A las 6 de la tarde, todo el mundo buscando dónde

352
  Comisión de la Verdad, «La cultura en medio del silencio», el 30 de marzo de 2021, 00:01:28.
353
  Informe 180-CI-01167, ACVC-RAN, «Nos quisieron acabar», 157.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 165


refugiarse para estar […]. [Fueron] ocho años sin practicar la cultura, las costumbres.
Todo eso a raíz de las afectaciones de la violencia»354.
Los daños causados a los ríos y la imposibilidad de moverse libremente por estos
lesionaron las formas de sustentar la vida de los pueblos ribereños y las dinámicas cultu-
rales de las comunidades, como le explicó a la Comisión Darío Leguízamo, maestro en
artes escénicas del Magdalena Medio, utilizando el ejemplo de un chalupero que desde
las cuatro de la mañana viaja del puerto de Magangué hasta Cantagallo. Que recorre
todas las estaciones de esa ruta, recogiendo encomiendas. Un chalupero que, como la
mayoría de los habitantes de estos territorios, es, además, cultor: bailarín del grupo de danza
de su pueblo y quien transporta los vestidos de El Banco, Magdalena, para llevarlos
a Gamarra, a La Gloria y a Morales. Cuando una chalupa no puede volver a transitar
hacia un municipio porque los disparos alertan de la prohibición, en ese momento están
cercenándose las prácticas culturales y su función como dispositivos de relacionamiento
que permiten la construcción de sociedad. Cuando dejó de «ser posible volver a prestarnos
la palabra en modo vestido […] nos quitaron la posibilidad de seguir dialogando a
través de la canción […] trastocaron y cortaron de manera abrupta la posibilidad del
diálogo, la posibilidad de seguir tejiendo esa interacción social»355.
Como lo documentan las comunidades de la cuenca del Atrato356, vivir la guerra
como «el tiempo en el que el río se cerró» tuvo como consecuencia no poder embarcarse.
Sin el viaje y la movilidad por el río, se perdió la conexión entre familias y comunidades,
la posibilidad de asistir a un ritual mortuorio, de celebrar fiestas patronales y desarrollar
tanto prácticas productivas como terapéuticas. Así mismo, como se profundiza más
adelante, los daños a la naturaleza afectaron las prácticas productivas y las relaciones
que, históricamente, las comunidades ribereñas de la cuenca del Atrato tenían con
el territorio357.
Debido al conflicto armado, muchas prácticas religiosas y culturales tuvieron que
hacerse realizarse de manera soterrada. Rituales de duelo y de despedida quedaron
suspendidos en el tiempo, postergados hasta que el orden público permitiera hacerlos
o hasta que se emprendieran acciones reparadoras y de justicia con las víctimas. En un
espacio de escucha ante la Comisión, un miembro de las comunidades de fe rememoró
las situaciones que vivió en su ejercicio pastoral: «Nos reuníamos clandestinamente
para orar en nuestros hogares. No podíamos glorificar al Señor con nuestras palmas.

354
  Entrevista 080-CO-00219. Comunidad afro afectada por el conflicto armado.
355
  Comisión de la Verdad, «El agua, el río y la cultura: víctimas del conflicto armado y protagonistas de
resistencias», el 25 de agosto de 2020, 00:46:49.
356
  Informe 119-CI-00345, Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico, Foro Interétnico Solidaridad Chocó
(Fisch) y Corporación Viva La Ciudadanía, «Impactos étnico-territoriales del conflicto en el Chocó».
357
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental
El Atrato es la vida, (Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Siembra para la Comisión de la Verdad),
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.     

166 sufrir la guerra y rehacer la vida


Había que tener guardias en los bautismos porque, si nos encontraban, nos declaraban
objetivo militar por desacatar las órdenes»358.
Hechos violentos y deshumanizantes como el desmembramiento de las víctimas y
las desapariciones perpetradas por los grupos paramilitares que operaron en la zona359
causaron un impacto en las comunidades del Pacífico sur, dadas las orientaciones cul-
turales que guían el cuidado de los muertos. Atentar contra el cuerpo de las víctimas
y desaparecerlas fue un daño a los conocimientos ancestrales de la mortuoria en esta
región, que, además, impidieron realizar los procesos de duelo con el acompañamiento
colectivo que los soporta emocional y espiritualmente. En estas comunidades, la manifes-
tación del dolor se acompaña de otros elementos propios de la cultura como los cantos,
las comidas tradicionales y las bebidas elaboradas por sus miembros. Al no disponer de
un espacio de acogida del dolor, no se permitió que se avanzara en la elaboración de las
pérdidas, lo que produjo afectaciones duraderas. Una mujer desplazada de la región le
habló a la Comisión sobre la desaparición de cuerpos por los paramilitares:
«Hacíamos referencia a este tema de desapariciones forzadas, que va muy ligado a
los temas culturales. Inicialmente, nos empezaron a desaparecer los cuerpos porque
consideraban que la población negra es bruja [porque] prepara a sus muertos…
Efectivamente, lo que se busca es no dejar rastros porque los abuelos, los mayores,
acostumbraban que, si alguien era asesinado en comunidad de manera agresiva,
pues, preparaba la víctima o el muerto, para que quien lo había asesinado tuviera
que presentarse allí delante… Había un proceso de identificación. Lo que hicieron
los paramilitares fue empezar a desaparecer los cuerpos para no dejar rastro, pero ese
tema no sale a la luz pública porque nadie sabe los motivos de por qué desaparece,
por qué empiezan a partir a las personas o a desmembrarlas, sino que, simplemente, se
crea como una práctica aislada»360.
En Buenaventura, la imposibilidad de hacer un entierro digno se dio como un
efecto de las prácticas de crueldad de grupos paramilitares, que desmembraban y
desaparecían los cuerpos, y por prohibiciones directas a través del control social y terri-
torial. El caso de la comunidad de Bojayá ilustra el daño cultural que produjeron las
condiciones del hecho victimizante y el posterior tratamiento y atención a las víctimas.

358
  Comisión de la Verdad, «Espacio de Escucha ‘Comunidades de fe, una verdad para la vida’», el 17
de marzo de 2021. «Sesión intereclesial con miembros de comunidades de fe del Meta y Vichada»,
espacio cerrado de la Comisión de la Verdad.
359
  En el conflicto armado colombiano, a los actores armados muchas veces no les ha bastado con
matar. El trabajo de académicas como María Victoria Uribe y Elsa Blair ha ayudado a profundizar en
cómo el terror y el exceso se han convertido en formas de transmitir sentidos mediante la violencia,
deshumanizando y arrebatando la dignidad a las víctimas. Para el caso de la violencia de los años 50
ver: María Victoria Uribe A., «Matar, rematar y contramatar». Para el periodo de los años 1990 y 2000
ver: Blair Trujillo, Muertes violentas.
360
  Diagnóstico comunitario 440-DC-00014. Mujer, lideresa, participante en diagnóstico sobre mujeres
y diversidad sexual. 2019.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 167


El 2 de mayo de 2002361, al menos 102 personas fueron asesinadas por la explosión
de una pipeta bomba lanzada por las FARC-EP en medio de un enfrentamiento con
los paramilitares. Después de la masacre, los sobrevivientes no pudieron realizar en
el tiempo indicado los rituales mortuorios debido a la persistencia de los combates:

Los velorios no los pudimos hacer: sacar su muerto a pasearlo por las calles y
enterrarlo. Tocó en bolsas porque no había cómo comprar o hacer los ataúdes
y a ninguno se le pudo enterrar como es debido… las tradiciones de cantarle,
rezarle, velarlo, pasearlo por el pueblo, que son nuestras costumbres. Ni siquiera
a los chiquiticos pudimos hacerles nada… Es que ni siquiera llorarlos, porque
estábamos era huyendo para salvarnos los pocos que quedábamos. Y hasta la
enfermedad le puede quedar a uno de no llorar a su muerto362.

El Estado luego revictimizó al pueblo de Bojayá, ya que, a la hora de exhumar los


cuerpos de la fosa común donde habían sido enterrados, desconoció a las familias, auto-
ridades espirituales y organizaciones de víctimas. El trato indigno a los muertos, quienes
no fueron plenamente identificados, individualizados y entregados a sus familiares, causó
dolor y conflictos en la comunidad.
Estos hechos, no obstante, también impulsaron una lucha incansable de las víctimas
sobrevivientes para lograr el descanso de vivos y muertos. Después de 17 años, y gracias al
proceso de paz363 y al trabajo del Comité por los Derechos de las Víctimas, se lograron
esclarecer las condiciones de crueldad y de maltrato a los cuerpos para luego pagar las
deudas espirituales con los muertos364.
Para algunos grupos indígenas, desequilibrar los órdenes culturales de las comuni-
dades y pueblos fue una forma de propagar la «mala muerte», como lo refiere el trabajo
elaborado por la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y el CNMH
con más de 300 miembros de diversas comunidades indígenas del país. El daño cultural
producido por el conflicto armado no terminó con la violación a los «derechos
culturales», el daño fue mucho más profundo y tiene que ver con la propagación de
la «mala muerte», una ruptura con las funciones vitales y los ciclos de vida producida
por violencias articuladas del conflicto armado con violencias de larga duración.
Se trata de rupturas que generan «desequilibrio, desarmonía, quiebre abrupto y
desproporcionado en lo espiritual, social, cultural y político a la Red Vita»365.

361
  Grupo de Memoria Histórica (GMH), Bojayá: La guerra sin límites.
362
  Ibíd., 101.
363
  Gobierno Nacional y FARC-EP, “Comunicado conjunto n.° 62”.
364
  Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, «Los muertos de Bojayá son nuestros muertos».
365
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC), Tiempos de vida y muerte, 30.

168 sufrir la guerra y rehacer la vida


Para los pueblos indígenas, ese desequilibrio de la red vital es similar a la imposibilidad
de vivir sabroso para los pueblos afrocolombianos y equivale en las comunidades rurales
y urbanas a la ruptura del tejido social. Todos estos conceptos se refieren a formas de
degradación de la vida a partir de la fractura de los vínculos necesarios para vivir juntos.

Cotidianidades en medio de la guerra

Miles de campesinos se desplazaron por la operación Génesis, llevada a cabo por militares de la
Décimo Séptima Brigada con el apoyo de grupos paramilitares. Las comunidades se refugiaron en
diferentes lugares de Antioquia, Chocó y Córdoba. Corregimiento de Pavarandó, Mutatá, Urabá,
Antioquia. 1998. ©Jesús Abad Colorado López

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 169


En Tumaco normalmente se realizan unas verbenas,
una costumbre donde las personas, las familias, los vecinos se
reúnen alrededor de la olla, para cocinar un pusandao o un
pepiado de Naidí366, en la acera de la casa o en las escalitas
en las casas palafíticas. Pero, en estos momentos donde
dos grupos armados organizados se disputan el control del
territorio, la gente debe cerrar sus puertas y privarse de estos
encuentros que son prácticas culturales vivas. Esto es muy
fuerte porque implica también que se pierda la esperanza, y
esto lleva a las personas a un estado de inercia donde no se
sabe qué decir, cómo reaccionar porque en realidad
no hay muchas posibilidades de actuar ante una fuerza como
la de estos grupos. Es atenerse a lo que estos dicen o perder
la vida. Por eso las comunidades, las personas, prefieren
obedecer las órdenes antes que arriesgar su integridad física.
Las comunidades entonces dejan de realizar esas prácticas
alrededor de la cocina tradicional y allí se instala el miedo,
la incertidumbre y esa sensación de pérdida que es lo más
doloroso. Entonces, aunque no hay una imposición explícita
sobre una prohibición contra la cocina tradicional, existe
un mandato implícito sobre la comunidad que sabe que
hasta cierta hora ya no puede salir, ya no puede cruzar
palabra ni con los vecinos. La afectación se configura porque
estas verbenas se realizan en el espacio público y al haber
esta situación conflictiva entre los dos bandos no se pueden
desarrollar. Es algo que no le compete a la comunidad, pero
que sí la incluye porque deben seguir esos acuerdos tácitos.
Después de las 4 p.m. se puede formar una balacera y si
alguien está por fuera puede quedar allí atrapado en el
medio, o a los jóvenes los pueden llegar a reclutar si están
afuera. Entonces la única forma es encerrarse, como una
forma de afrontar esa situación y de cierta manera estar
tranquila y tratar que no le pase nada367.

366
  El pusandao es un caldo típico de Tumaco con carne serrana o salada, pollo, papa y plátano. El
pepiao de Naidi es una comida típica del Pacífico sur colombiano. Se hace con el fruto de la palma
de Murrapo o Naidi con dulce. Esta palma crece en bosques húmedos, cerca de los manglares y en
las cabeceras de los ríos. Es considerado un súper alimento y su ciclo da tres cosechas al año, lo que
marca el compartir e intercambio de las comunidades ribereñas de la región.
367
  Módulo de Catalogación Colaborativa 33-OI-62a8b12d553b7e3e75f20491, «Relatoría mesas de
aliados del sector cultural 2020: Documento compilador».

170 sufrir la guerra y rehacer la vida


Perder la calle, la noche, la verbena o no poder compartir en la cuadra o el barrio fue
un impacto que las víctimas narraron en muchas de las casas de la verdad a lo largo
y ancho del país. La vida en lo público se hizo difícil y se perdieron las posibilidades
de mantener vivas relaciones vecinales. «La única forma es encerrarse», como dijo la
gestora cultural de Tumaco, Nariño.
Varios testimonios recibidos en un informe presentado a la Jurisdicción Especial
para la Paz368, por ejemplo, narran el proceder sistemático del Bloque Calima de las
AUC durante su incursión, entre 1999 y 2000, en las veredas de San Francisco, La
Balsa, y Mazamorrero, en el norte del Cauca. De acuerdo con el informe, cuando
llegaban, convocaban a los habitantes a la plaza del pueblo, se identificaban y
anunciaban su control territorial y social, manifestando que venían a «hacer limpieza»
como eufemismo para las futuras ejecuciones extrajudiciales. Los paramilitares imponían
ciertas normas que los habitantes debían seguir, incluyendo toques de queda y hasta
indicaciones de una vestimenta «decorosa» para las mujeres.
La apropiación del cuerpo de las mujeres fue una práctica sistemática en muchos
territorios donde se impuso el control paramilitar369. La violencia sexual y la esclavitud
doméstica y sexual fueron hechos victimizantes vividos por las mujeres campesinas en
lugares como El Placer, en el bajo Putumayo. Los patrones impuestos por el grupo armado
implicaron que las mujeres estuvieran cotidianamente «bajo la mirada paramilitar»370.
Esta clase de hechos ocurrieron a lo largo y ancho del país. Una mujer de María
la Baja, Bolívar, le relató a la Comisión la forma en que Pedro Vásquez Pérez, alias
Pellito, Jefe Paramilitar del Bloque Montes de María de las Autodefensas Unidas
de Colombia, en el año 2000, la marcó con una varilla caliente en su cuerpo por
ser una mujer negra. De acuerdo con su testimonio, los paramilitares maltrataron
permanentemente a las mujeres, las violaron, las obligaron a barrer las calles, a lavar
sus camuflados y a cocinarles371.
En San Antonio de Prado, en Medellín, un joven homosexual le contó a la
Comisión cómo el control paramilitar impuso ideas de «familia» y de «respetabilidad»
en la zona. Cuando las AUC tomaron el control de San Antonio del Prado, a final de los
años noventa y principios de los 2000, este joven fue expuesto públicamente ante
los paramilitares por su orientación sexual:

368
  Informe 119-CI-00309, Consejo Comunitario Cuenca del Río Cauca y Microcuenca de los Ríos
Teta y Mazamorrero, Consejo Comunitario Cuenca Río Timba Marilópez, «Responsabilidad penal
internacional de la Fuerza Pública en el municipio de Buenos Aires».
369
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Rehacer la vida después del secuestro», en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-
resistencias/rehacer-la-vida-despues-del-secuestro.
370
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 326.
371
  Comisión de la Verdad, «Las verdades del pueblo negro, afrocolombiano, raizal y palenquero», el 18
de diciembre de 2020.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 171


«Me sometieron. Todo empezó cuando ellos se fueron y llegaron a conversar conmigo
diciéndome que el barrio estaba diseñado exclusivamente para criar familia y que no
iban a permitir que desviados como nosotros llenáramos el barrio. Que al primer
brote que mostrara yo como maricaditas, entonces iba para afuera. Y que a partir de
ese momento la cuota para mí era distinta»372.
Este joven fue víctima de violencia sexual, amenazas de muerte y despojo de sus
bienes por cuenta de su homosexualidad. A través de estos hechos, los paramilitares
buscaban imponer órdenes morales autoritarios bajo el precepto de que existen modos
de ser «buenos» y «normales» y otros que no lo son. Como se discute en detalle
en otros volúmenes del Informe Final, estas marcas hablan de los modos en los que
históricamente se ha defendido la instauración de una sociedad basada en un orden de
género heterosexual que excluye y violenta a quienes son leídos como otros y diferentes,
como «maricas», «machorras», «afeminados»: como posibles peligros para esos órdenes
sociales y culturales del género y de la sexualidad. De esa manera, esas formas de exclusión
y violencia ya enraizadas en la sociedad se reprodujeron y recrudecieron en el conflicto
armado con la pretensión de «restaurar» órdenes sociales, según una visión autoritaria. En
esa medida, el control social ejercido por los paramilitares se impuso con las armas, pero
también con la movilización de emociones, gustos y valores. En otras palabras, se intentaron
instaurar otras pautas, símbolos, prácticas y estéticas a través del poder o del terror.
En varios lugares del país se volvió un hecho común ver a personas armadas, muchas
veces sin reconocer de qué bando eran. Sobrevivir cotidianamente en medio de los actores
armados implicó acciones como colaborar, justificar, minimizar, bajar el perfil, transformar
rutinas, huir o adaptarse. Esto tuvo como efecto diversas formas de establecimiento
de vínculos con los actores armados. Un residente en el corregimiento de Villanueva,
Nariño, le describió a la Comisión cómo, entre 1998 y el 2000, la presencia del ELN y
una incursión paramilitar cambiaron la población. Con el paso del tiempo, la presencia
de los actores armados dejó de ser un «impacto fuerte» y pasó a ser una «cuestión normal»:
«Dentro del pueblo –mire la dinámica– ya en últimas se crea una relación, se
convive con ellos ¿no? Al principio llega y hace un impacto fuerte, hace todo esto. Ya
algunas tienen novio, tienen sus hijos, todo esto. Ya la gente toma trago con ellos…
Sí, ya se vuelve como una conducta. O sea, aquí la gente ha querido solucionar todo a
bala, en este pueblo, de ahí para acá, antes y después. Tal vez por eso se podía convivir
con ellos. Era un tipo que dejaba la pistola ahí. En otras partes, eso se ve como una
cuestión monstruosa, pero aquí era una cuestión normal»373.
En muchos territorios, los órdenes sociales impuestos por los actores armados fueron
legitimados por la presencia histórica de estos o por asumir roles de protección y
acceso a servicios que el Estado no proveía. En parte por esto, los grupos involucrados

  Entrevista 160-VI-00083. Miembro LGBTIQ+, joven, víctima de violencia sexual, despojo y tortura.
372

  Entrevista 225-VI-00011. Hombre, víctima de tortura y violencia sexual, docente.


373

172 sufrir la guerra y rehacer la vida


ganaron bases sociales en diferentes localidades y regiones. La complejidad de estos
vínculos muestra que los actores armados son personas que han hecho parte de las
dinámicas sociales, históricas y culturales de una sociedad.
La presencia de estos actores impactó las confianzas colectivas, dado que estos
recrudecieron procesos de estigmatización e intentos de deshumanización de todo
aquel considerado «diferente». La estrategia de vincular a algunos miembros de la
comunidad como informantes agravó la imposición de ese ambiente de desconfianza.
Esta práctica fue bastante lesiva para la vida comunitaria ya que causó rupturas entre
familias y fracturó relaciones interculturales y diálogos interétnicos.
La vinculación de las personas de la comunidad incrementó la duda, el dilema, la
incredulidad y las conjeturas acerca de los demás. Todo esto empezó a formar parte de
la cotidianidad de las relaciones entre vecinos e hizo que se perdiera la credibilidad, el
compañerismo y las relaciones de reciprocidad. Esta fue una práctica implementada
por las guerrillas, los paramilitares y los militares. En Guaduas, Cundinamarca, como
le dijo a la Comisión una mujer desde Ecuador, la estrategia de las fuerzas militares,
implementada por los soldados campesinos, fracturó los vínculos y las confianzas
dentro de la comunidad y terminó causando desplazamientos y exilios:
«Después ya hubieron los tales ejércitos campesinos […] entonces ya era […] una
guerra muy terrible en Colombia… Ya eran los mismos compañeros de escuelas que
mataban a los otros compañeros de escuela o mataban al tío porque estaban en bandos
diferentes. Algunos porque los obligaban, [otros] porque supuestamente el gobierno
los armó y eran los soldados campesinos que conocían el área. Pero [lo] que no sabían
era que les tocaba ir a matar a su misma familia. O sea, era una guerra fría, cruel,
calculada, bueno, terrible. Y tener que ver, digamos, en el caso mío, […] el camión
ese con todos los pasajeros y llegar a fumigar a todo el mundo»374.
Un grupo de gestores culturales de la ciudad de Tumaco le explicó a la Comisión
el impacto que la desconfianza produjo en uno de los procesos culturales que ade-
lantaban con mujeres. Cuando algunas de ellas se dieron cuenta de que una de las
participantes era la esposa de un miembro de uno de los bandos armados, hubo un
rechazo tácito generalizado, pues muchas se sentían incómodas con su presencia:
«Esto trae consigo también la instalación de la desconfianza porque quienes causan
esta violencia están dentro del barrio. Nadie sabe si el vecino o la vecina está aliada con
aquel o con el otro. Si yo estoy compartiendo con esta persona y me ve el del otro bando,
va a pensar que yo estoy con ellos y eso va a llevar a que me agredan o me involucren. Se
siembra una desconfianza que destruye los lazos de la comunidad. Todo el mundo siente
miedo de todo el mundo. Todo el mundo piensa que todo el mundo puede hacerle daño.
Hay una constante sospecha entre todos y esto destruye el tejido social»375.

374
  Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia n.o 270, el 20 de noviembre de 2013.
375
  Módulo de Catalogación Colaborativa 33-OI-62a8b12d553b7e3e75f20491, «Relatoría mesas de
aliados del sector cultural 2020: Documento compilador».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 173


Estigmatización, normalización y silenciamientos

Protestas en conmemoración del «estallido social» de noviembre de 2019. Medellín, 28 de noviembre


de 2021. ©Julián Santana-Rodríguez

La pervivencia del conflicto armado por décadas ha tenido consecuencias en los modos
en que como sociedad se han tramitado las experiencias violentas. La estigmatización
de la diferencia ha instaurado modos de relacionarse entre las personas mediados
por la alteridad política, social o cultural con el desconocimiento y la negación. La
normalización y justificación de las dinámicas violentas impuestas por el conflicto
armado y el silenciamiento colectivo son algunos de esos modos que se reproducen y, a
la vez, operan como dispositivos que dan continuidad a la guerra.
En las dinámicas entre grupos armados en Colombia, han sido muy frecuentes las
retaliaciones, la justificación de los hechos violentos por la violencia sufrida o
las consecuencias de esta. Todo ello ha generado varias zonas «grises»376 entre quienes
sufrieron la violencia y posteriormente fueron actores del conflicto.
La violencia se ha basado y ha agudizado los impactos de la rabia y el odio no
solo como formas normales de expresar el malestar, sino, en algunas ocasiones,

  Para profundizar sobre esta noción en relación con las dinámicas de conflicto armado en Colombia ver:
376

Orozco, «Algunos comentarios a la conferencia del profesor Hauke Brunkhorst», 49–66.; Uprimmy
y Saffon, «Justicia transicional y justicia restaurativa».

174 sufrir la guerra y rehacer la vida


como proyectos armados o de apoyo a la violencia, justificada por el daño sufrido.
La búsqueda de venganza por lo padecido también ha marcado la participación
en luchas de guerrillas o atentados cometidos contra personas consideradas claves en
el desarrollo del conflicto. Cuando el odio se ha convertido en un proyecto de
destrucción, este sin duda ha contribuido a un recrudecimiento del conflicto.
Numerosos testimonios escuchados por la Comisión, incluso en actos de reco-
nocimiento de responsabilidades, muestran que la canalización del odio se utilizó
para aumentar el conflicto armado y el desprecio por la vida de otros. Políticamente,
también se usó para reforzar creencias de superioridad y rigidez, y para afianzar la
idea del otro como alguien que debe ser destruido dado que aglutina todos los males.
En Colombia, la estigmatización ha operado como un mecanismo de legitimación
de la violencia. Esto ha traído enormes implicaciones culturales y políticas. Se trató de
silenciar colectividades y pueblos enteros por su pertenencia a una comunidad, por su
identidad o por el proyecto político al que pertenecía.
La estigmatización consiste en atribuirle una marca moral negativa al otro,
señalándole como un elemento desfavorable por su identidad. Atribuye un estereotipo
destructivo hacia un determinado grupo social considerándolo como un peligro, amenaza
o como enemigo público, que, por tanto, se constituye en un objeto de exclusión o
exterminio físico y cultural377.
La estigmatización ha operado como estrategia en muchas confrontaciones
armadas y como forma de justificar la violencia a lo largo de la historia. Con
la expansión del pensamiento socialista y las nuevas interpretaciones de leer las
realidades sociales, también aparecen nuevas formas de actuación de los ejércitos
y se constituye en un modelo para seguir en diferentes países. En Latinoamérica,
se interpreta para reafirmar la negación y exclusión del otro, por ser una amenaza
contra el Estado. Limita la participación de diferentes sectores, pero especialmente
instala en las relaciones sociales un modelo de interacción en el cual quienes se
pronuncien en contra del Estado son considerados «enemigos» de la seguridad
nacional. El establecimiento de la Doctrina de Seguridad Nacional se encaminó a
limitar la participación de diferentes sectores caracterizados «por la inconformidad
ciudadana, la movilización y la consolidación de movimientos sociales reivindi-
cativos»378, pero especialmente se dirigió a instalar en las relaciones sociales un
modelo de interacción en el cual quienes se pronuncien en contra del Estado se
convierten en su «enemigo».

377
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», Capítulo 5:
Las palabras viven, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.
378
  Rincón, «La construcción del enemigo interno», 257; Uribe de Hincapié, «Las palabras de la guerra»,
11-34.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 175


La construcción de la figura del «enemigo interno», operada por las instituciones,
fuerzas militares, policía y medios de comunicación, sirve a diferentes sectores de
poder para desarrollar de manera eficaz acciones dirigidas a fraccionar y debilitar
cualquier manera de oposición, organización, resistencia, instalando mensajes de
rechazo y criminalización contra diferentes sectores. El fin último es dividir a la
población, incorporar en las relaciones la desconfianza en quien piensa o actúa
distinto a las directrices de los diferentes actores de poder. Convertir al otro en
enemigo lo hace objeto de represión.
Como se desarrollará más adelante, el estigma ha funcionado en la guerra y se ha
extendido, por ejemplo, a través del calificativo de guerrillero a todo aquel que se
oponga a determinadas políticas, tenga una ideología de izquierda o simplemente
forme parte de movimientos y organizaciones sociales379. Esta estigmatización se ha
utilizado contra colectivos enteros, como en el caso de la Unión Patriótica, contra
movimientos sociales como el sindicalismo, contra identidades campesinas, pueblos
indígenas o afrodescendientes y contra defensores de derechos humanos380.
La construcción del enemigo interno como un mecanismo que se soporta en
la estigmatización ha permitido también ejercer control social en los territorios, al
ponerse en uso mecanismos de aniquilación de la diferencia como la mal llamada
«limpieza social» o el asesinato selectivo de personas identificadas como opuestas
al orden establecido y etiquetadas como «comunistas» o «guerrilleros». Funciona
con la lógica dicotómica de ellos y nosotros. La estigmatización facilita la agresión
debido al escaso costo que acarrea y los réditos que obtiene por la cohesión social
que produce.
La estigmatización no solamente se ha activado desde el Estado y sus instituciones
de seguridad, sino que, por la misma duración y exacerbación del conflicto armado,
se ha instituido como una práctica instalada socialmente e instrumentalizada por
otros actores armados y comunitarios. Las consecuencias de su generalización han
propiciado rupturas, desconfianzas y marcaciones de determinados sujetos que se
convirtieron en «peligrosos», y, por ende, en objetos llamados a ser aniquilados. En
las ciudades, este discurso fue arraigándose en las comunidades, lo que se ha reflejado
en dinámicas de la violencia urbana como las «fronteras invisibles».

379
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Serie fotográfica:
Resistiendo al estigma (punto Ciudad Universitaria), Videocápsula: ¡No más desaparecidos! y Toda una
vida de lucha (punto Plaza Che), en el recorrido 360 de la Universidad Nacional; y las Videocápsulas:
Palabras contra las armas; El pensamiento crítico bajo sospecha (punto Plazoleta Central); Salud, paz
y clase social (punto Facultad Nacional de Salud Pública) en el recorrido 360 de la Universidad de
Antioquia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
380
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.

176 sufrir la guerra y rehacer la vida


La autonomía y libertad para habitar un barrio, un sector o una comuna se vieron
impactadas por el fenómeno de las fronteras invisibles. Ser de «arriba» o «abajo»,
vivir en un sector y no en otro, podía ser motivo para ser asesinado, desaparecido o
considerado un enemigo. Este fenómeno ha afectado particularmente a jóvenes de
las diferentes ciudades. En la Comuna 13 de Medellín, la zona norte de Quibdó o el
distrito de Agua Blanca, en Cali, cientos de jóvenes han perdido la vida por cruzar
una línea imaginaria. Un caso reciente de lo anterior fue la masacre de cinco jóvenes
en la urbanización Llano Verde, en Cali, en octubre de 2020. Estas conexiones y
continuidades de las violencias asociadas al conflicto armado tanto en los contextos
rurales como urbanos son retratadas por la canción ¿Quién los mató?381:

Volvió el monstruo que acecha


El que despoja las tierras
Y el que pudre las cosechas
Tiene la mirada fría y carece de empatía
Su apetito es insaciable, tiene la panza vacía
No cree en edades, ni dogmas, ni formas, ni normas
Destruye lo que ve y no se conforma
Solo obedece intereses económicos
Infunde el miedo y entierra a soldados anónimos.

Un joven del Consejo Comunitario El Hoyo-Patía, en Cauca, afirmó que varios


integrantes del octavo frente de las FARC-EP hacían control social «a las buenas o a las
malas» e identificaban como «contrario» a todo aquel que fuera o pensara diferente: «Se
tiene por entendido que ellos, por ser el grupo armado, tienen la capacidad y el poder
de sometimiento», le dijo a la Comisión. «Entonces, tenían el control… El problema de
pronto de pensar diferente o tener un ideal diferente ya lo hacía contrario a ellos»382.
Personas campesinas, por ejemplo, fueron estigmatizadas tanto en el campo como
en las ciudades a las que llegaron en condición de desplazamiento. Un caso documen-
tado por el informe «Guerra contra el campesinado» muestra cómo la estigmatización
impulsó la figura de las Zonas de Reserva Campesina como una alternativa para la
protección de sus territorios y modos de vida: «Estos territorios fueron señalados
como “santuarios de la guerrilla”, “nuevas zonas de despeje” y “caguanaes” con lo cual
se descalificaba públicamente la posibilidad de desarrollo y sus liderazgos fueron
perseguidos, señalados y encarcelados»383.

381
  hendrixb.oficial, «¿Quién los mató? [Video Oficial] - Hendrix et al.», el 11 de septiembre de 2020.
382
  Entrevista 059-VI-00010. Joven afrocolombiano, víctima, integrante de la Guardia Cimarrona.
383
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 310.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 177


En regiones como el Magdalena Medio, en las que hacían presencia todos los
grupos armados, la consecuencia final de esas estigmatizaciones sociales fue el
caos y la desolación. Al habitar territorios en constante confrontación armada,
la sociedad civil quedó en el medio del fuego cruzado, lo que produjo, como lo
expresó ante la Comisión un habitante de Cimitarra, Santander, sentimientos de
abandono, impotencia, desconcierto y, sobre todo, perturbación colectiva ante las
situaciones padecidas:
«Ya a lo último se ponía la población que no sabía pa donde coger, si pa allá o pa
acá. ¿A quién le pedían auxilio? No había a dónde acudir […], porque si arrimaban
a la guerrilla, malo, si arrimaba al Ejército, malo. Entonces porque todo el mundo
lo estaba señalando a usted –que usted es informante de la guerrilla, que usted es
informante del ejército, que usted es informante de los grupos paramilitares– todo
eso era un conflicto, un caos total […]. Mucho terror, mucho terror en la región en esos
aspectos y de todas maneras eso era preocupante […]. Miraba uno, en pleno día, iban
matando las personas en la calle […]. De todas maneras, así miraba usted y pues que
lo mataron porque la debía, pero ¿qué debía el señor? No debía nada»384.
Muchos campesinos en situación de desplazamiento se enfrentaron nuevamente con
violencias asociadas al conflicto armado, fueron amenazados o asesinados por reclamar
sus derechos como ciudadanos y estigmatizados con el rótulo del actor armado que hacía
presencia en sus territorios de origen. Tener que negar quién y de dónde se es fue uno
de los daños a la identidad de muchas personas en medio del destierro. Así lo recordó
un líder de las laderas de Medellín para el informe «El vuelo de las mariposas»:

A nosotros los líderes nos tocó muy duro por hacer liderazgos en Medellín.
Vivimos tiempos muy duros porque no nos veían bien, y hasta ese tiempo
que tocaba quemar las cartas de desplazados. Decir que éramos desplazados
era un riesgo en la ciudad. Nos juntamos con los líderes de la ciudad y de los
barrios para poder parar la violencia, hacer las casitas, para que nos escucharan
las autoridades385.

En el país, con base en lo anterior, se ha configurado una cultura política deter-


minada no solo por la exclusión de ciertas poblaciones del proyecto de nación, sino
también por la configuración de esos otros como enemigos, criminales o responsables
de sus pérdidas. Estigmatizar se convirtió en una forma de justificar y normalizar la
violencia como un modo de relacionamiento colectivo.

384
  Entrevista 239-VI-00014. Hombre, víctima de atentado al derecho a la vida.
385
  Informe 058-CI-00771, Asociación de Población Desplazada Ladera, Vida y Dignidad (Asolavidi)
et al., «El vuelo de las mariposas», 20.

178 sufrir la guerra y rehacer la vida


El silenciamiento ha sido otro método utilizado por los actores armados para
controlar la población, promover la impunidad y fracturar los lazos de solidaridad
y cohesión social. Este método ha sido en parte exitoso porque las víctimas no han
tenido escenarios propicios para una escucha activa, y porque las condiciones de
seguridad no han permitido que se construyan contextos de confianza y credibilidad.
Como la estigmatización, el silenciamiento terminó por limitar el asombro
ante la violencia. Un testimonio citado en el informe realizado por el Grupo de
Memoria Histórica (GMH) sobre la Comuna 13 describe lo anterior:

Es un poco vergonzoso decir que cuando veía que mataban a alguien, me alegraba,
pero no porque lo mataran, sino porque no era yo. Me da vergüenza reconocerlo, pero
es cierto: «Lo mataron ¡qué pesar!, pero no fui yo: ¡Qué bueno!». También pensaba
que mañana sería otro día, y de pronto me tocaba a mí386.

Cuando los alcances que tienen los actores armados para infundir terror en las comu-
nidades son muy grandes, estas optan por el silencio. De esa manera, se van configurando
otros impactos como la indiferencia y el individualismo.
Un hombre víctima de desplazamiento forzado en Puracé, Cauca, en 1990, le
narró a la Comisión lo que vivió su comunidad. Las personas allí sabían lo que estaba
pasando en su territorio, pero el temor de las represalias de los actores armados las
mantenía en silencio: «La comunidad como tal, muchas veces, se dan cuenta de las cosas,
pero nadie dice nada […] porque hay veces que se piensa […] que, si yo digo algo,
entonces también de pronto me pasa algo a mí»387.

386
  Grupo de Memoria Histórica, La huella invisible de la guerra, 15.
387
  Entrevista 222-VI-00006. Hombre, víctima de desplazamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 179


Silenciar y censurar las prácticas artísticas que hacen frente
al horror

En la calle 80 con avenida 30, en Bogotá, en el marco de la Campaña por la Verdad - Espacio
de Litigio Estratégico388, se pintó un mural llamado ¿Quién dio la orden? Por medio de este, se
buscó visibilizar los rostros de militares en cuyo periodo de mando se cometieron al menos 5.763
ejecuciones extrajudiciales. Integrantes del Ejército Nacional inmediatamente procedieron a borrarlo.
Octubre 2019. ©Camila Cruz / Cortesía Asociación Minga

388
  El Espacio de Litigio estratégico está conformado por estas organizaciones: Asociación Minga,
Corporación Jurídica Yira Castro, Corporación Jurídica Libertad, Corporación Colectivo de Abogados
José Alvear Restrepo, Coordinación Colombia Europa Estados Unidos, Comisión Colombiana de
Juristas, Humanidad Vigente, Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Comité de Solidaridad con los
Presos Políticos y Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda.

180 sufrir la guerra y rehacer la vida


El silenciamiento como estrategia victimizante se utilizó para atacar los hábitos, saberes,
tradiciones y prácticas culturales de las comunidades, entre ellas las artísticas. Estas
han servido para alzar la voz e interpelar los órdenes y violencias impuestas por el
conflicto armado; han sido una forma de enfrentar el miedo, una apuesta ética «capaz
de enfrentar y tramitar el dolor»389 desde la estética, que ha ayudado a individuos
y comunidades a sobrevivir y resistir a la guerra. El arte ha asumido la tarea de
contrarrestar la estigmatización y el negacionismo exponiendo verdades, denunciando,
reparando de manera simbólica y preservando memorias de los impactos padecidos por
las comunidades390. Por todo esto, ha sido, también, una afrenta para los victimarios,
un clamor que debía silenciarse o eliminarse.
En línea con lo anterior, la jurisprudencia de la Corte Constitucional reconoció
que las prácticas artísticas contribuyen a la creación de una verdad extrajudicial:

Esta vía no solo permite denunciar la ocurrencia de delitos, sino que tiene como
fin construir un relato de historia de las transgresiones que deben ser conocidas y
además incorporadas en su memoria colectiva, como presupuesto para materializar
proyectos de reconciliación de la sociedad391.

Esa construcción de los relatos ha llevado, en parte, a que las prácticas artísticas hayan
sido impactadas por procesos de silenciamiento, persecución y estigmatización. Tanto
la fuerza pública como los grupos armados ilegales han participado en estos procesos.
En la sociedad, el arte cumple un importante rol ético y político que, a menudo, ha
llevado a los actores armados a acallarlo.
La coacción a la libertad de expresión y los impactos a las prácticas artísticas no se
encuentran entre las afectaciones más renombradas del conflicto armado, pero estas
han sido significativas y constantes. Entre 1978 y 1982, cuando se implementó el
Estatuto de Seguridad del expresidente Turbay Ayala, las fuerzas estatales reprimieron con
dureza las expresiones del inconformismo. La desaparición de los hermanos Alfredo y
Humberto Sanjuán Arévalo, quienes pintaron la fachada del Auditorio León de Greiff
con la figura del Che Guevara, en la Universidad Nacional, en Bogotá, y que integran
el grupo de víctimas del reconocido caso de desaparición forzada Colectivo 82, es

389
  Iván Benavides, uno de los directores de la obra en: Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Hacer visible lo invisible - Directores de “Develaciones:
un canto a los cuatro vientos”», el 10 de marzo de 2022.
390
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Quebranto
del bienestar (punto Plaza Che) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia, en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades. 
391
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-281/21, el 23 de agosto de 2021; Corte Constitucional
de Colombia, Sentencia C-017/18, el 21 de marzo de 2018.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 181


un ejemplo de cómo se estigmatizó y censuró el activismo político y estudiantil
que utiliza el arte y la cultura como mecanismos para expresar sus ideas392.
Patricia Ariza, una de las fundadoras del teatro de La Candelaria y una activista de
la UP, narró393 a la Comisión cómo, entre 1986 y 1990, durante el gobierno de Virgilio
Barco, su grupo de teatro fue sujeto de amenazas, allanamientos y arrestos. Varios de
sus compañeros tuvieron que exiliarse. En esa época, los dramaturgos recurrieron a la
creación colectiva para contar la realidad del país. Hicieron el montaje de obras emble-
máticas de memoria histórica que narran, entre otras, las vivencias de Guadalupe Salcedo
y sus guerrillas liberales. Otra artista de teatro, militante del Partido Comunista en la
época y que se encuentra hoy en el exilio, habló de la angustia que se vivía en 1991 por la
persecución que el Estado continuaba ejerciendo en contra de algunos artistas en Bogotá:
«Seguro ese día llegaba el aviso de la muerte de alguien, de un compañero
en cualquier región […] era un miedo horrible. La Alcaldía de Bogotá nos había
dado plata para hacer unos proyectos en los barrios de teatro popular […] y resulta
que empezaron a amenazar también a esos pelaos de los barrios. Y fue horrible […]
Hacíamos parte de la Corporación Colombiana de Teatro y empezaron los compañeros
[…] a recibir amenazas por el trabajo que hacían»394.
Más allá de las tablas, las calles y los muros de las diferentes ciudades y municipios del
país han servido de escenarios y lienzos para denunciar múltiples formas de victimización.
Esos mismos muros también han sido espacios en disputa y objetos de silenciamiento.
Un ejemplo de esto fue el mural conocido como ¿Quién dio la orden?, una imagen que
interpela a la sociedad sobre la responsabilidad de quienes cometieron por lo menos
6.402 desapariciones forzadas y asesinatos presentados como bajas en combate por
agentes de Estado395. Hasta el momento, veintiún integrantes del Ejército Nacional
y un tercero civil han reconocido su responsabilidad por crímenes cometidos en la
Costa Caribe y Norte de Santander. De acuerdo con la JEP, estos crímenes no habrían
ocurrido sin la presión y la política institucional de ofrecer incentivos por los muertos
«en combate»396.
El mural ¿Quién dio la orden? nació en la «Campaña por la Verdad», una iniciativa
creada en 2018 por varias organizaciones de víctimas y defensoras de derechos humanos
para hacerle seguimiento a la comparecencia ante la JEP de militares de alto rango

392
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: ¡No
más desaparecidos! del recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia (punto Plaza Che),
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades. 
393
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Patricia
Ariza en “Nombrar lo innombrable: conversaciones sobre arte y verdad”», 9 de julio de 2020.
394
  Entrevista 580-VI-00003. Mujer, víctima de amenaza y exilio.
395
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), «Caso 03».
396
  Ibíd.

182 sufrir la guerra y rehacer la vida


vinculados con crímenes de lesa humanidad. En un momento en el que la justicia
colombiana aún no había dado respuestas a las familias de las víctimas sobre los res-
ponsables, el mural se convirtió en la manera de hacer pública la pregunta e interpelar
a toda la sociedad. El 18 de octubre de 2019, el mismo día en que se pintó el mural,
los artistas fueron intimidados por la fuerza pública, que les impuso multas y borró
su obra. Ese acto de censura causó revuelo en las redes sociales y el mural, localizado
en una calle de la ciudad de Bogotá, se convirtió rápidamente en una imagen icónica
de una disputa por la verdad397.
Estos avances en la búsqueda de la verdad se han dado, en gran medida, por la
incansable lucha de víctimas que han canalizado los sentimientos de rabia, venganza y
desesperanza en propuestas de cambio a partir de la lucha por los derechos humanos,
la verdad y la paz. Muchas han convertido esos sentimientos en un motor de la lucha
contra la impunidad o en un aporte a la propia democracia y sociedad, como se verá
en profundidad en la segunda parte de este tomo.
En el caso de la cultura, lo anterior ha llevado a reconocer, valorar y proteger
prácticas culturales que han permitido el sostenimiento de la vida, la colectividad y
el entorno que rodea a las personas. Infortunadamente, pocas veces se ha contado
con políticas fuertes o recursos importantes de la institucionalidad para fortalecer
esas prácticas, sobre todo en las regiones y los ámbitos rurales. Históricamente, en ese
sentido, esta ha sido otra forma de abandono y silencio.
Todas las personas deben poder habitar un espacio con la tranquilidad de que
no existe un riesgo inminente para su vida y de que sus proyectos individuales y
comunitarios tienen las condiciones para desarrollarse con autonomía. Solo cuando
esto suceda, podrá irse reconstruyendo poco a poco la confianza para caminar por
sendas que no sean los extremos que distancian y profundizan la polarización ya
existente. Si se quiere poner fin a los ciclos de violencia que consumen al país, es
indispensable imaginar y crear relacionamientos equitativos y respetuosos con quie-
nes no piensan igual o con quienes tienen proyectos políticos, culturales y apuestas
de vida digna diferentes.
Los daños culturales ocasionados por el conflicto armado han puesto en riesgo
la pervivencia de pueblos, prácticas y conocimientos. Estos daños se reflejan en
los vínculos comunitarios rotos, atravesados por la desconfianza y la necesidad de
adaptación a nuevos contextos culturales, sociales y territoriales. En la mayor parte
del país, el Estado ha sido incapaz de garantizar el goce y respeto de los derechos
culturales que tienen como pilar la territorialidad de las comunidades, y los actores

  Esta disputa llegó al escenario jurídico a través de una tutela interpuesta por uno de los militares que
397

retrata el mural, quien alegó la vulneración de sus derechos a la honra, al buen nombre y al debido
proceso. El caso llegó hasta la Corte Constitucional que, en 2021, emitió la Sentencia T-281. En esta
se protege el derecho de las víctimas a la búsqueda de una verdad extrajudicial que contribuya a la
construcción de memoria histórica.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 183


armados han desconocido la autonomía y ancestralidad de los pueblos sobre sus terri-
torios. Las memorias e identidades colectivas de las comunidades afectadas por el
conflicto armado inevitablemente se enmarcan en las historias de violencias sistemáticas,
desprotección del Estado y continuidad del conflicto398.

La naturaleza en el conflicto
armado interno

Un indígena carga una bomba casera de las FARC-EP hallada cerca de Toribío, Cauca.
Los explosivos sin detonar son entregados a la fuerza pública para que haga detonaciones
controladas. ©Federico Rios Escobar

398
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: La salud
en la memoria colectiva, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.

184 sufrir la guerra y rehacer la vida


Si su lenguaje fuera el de las palabras, ¿qué diría la naturaleza sobre su suerte durante
el conflicto armado interno en Colombia? Tal vez hablaría de los terribles artefactos
que explotaron en su suelo: el sonido ensordecedor de las detonaciones, el infortunio
de los árboles cuyo flujo de salvia vital fue interrumpido, el incendio de sus hojas y
troncos, el dolor experimentado por miles de animales399. Quizá también mencionaría
cómo el silencio se apoderó de los espacios arrasados o se quejaría de las incontables
municiones que aún están incrustadas en sus delicados ecosistemas, unas inertes y
otras latentes, acechando.
Tal vez contaría historias de cómo algunos seres humanos asesinaron a miles de
sus congéneres, los sepultaron en su suelo, completos o desmembrados, o los lanzaron
a sus ríos para que desaparecieran en sus cauces; surgirían relatos, sobre los eventos
en los que sus más comprometidos defensores fueron desarraigados, asesinados o
desaparecidos. Revelaría, por qué no, las palabras que muchos de ellos pronunciaron
antes de morir.
Pero la naturaleza no habla. Se vale de otras formas de contar lo que le ocurre.
Cuando está sana, se muestra a través del paisaje vibrante y las personas cultivan
la tierra, se bañan en sus ríos, disfrutan del aire y reconocen que, cuidándola,
garantizan su buen vivir. En cambio, cuando se le hace daño, se achila y hasta parece
triste. A veces tarda años o décadas en exhibir el daño que se le causó, y este empieza
a notarse a través de la ausencia, pues algunas plantas y animales desaparecen, o a
través del silencio.
Otras veces, cuando los flujos naturales de sus aguas son interrumpidos o sus
árboles son arrancados y sus caminos naturales modificados, reacciona desaforadamente.
No puede ser de otra manera: retoma su cauce con fuerza en tiempo de lluvia, sus
cimientos se remueven porque han sido debilitados, sus fuentes se secan o su suelo se
degrada a tal punto que se vuelve estéril. Entonces ocurren las inundaciones, avalanchas,
sequías o pérdida de diversidad biológica. A todos esos eventos se les clasifica como

  Conforme al Sistema de Información Ambiental de Colombia, el país concentra el 10 % de diversidad


399

del planeta, y a pesar de que su territorio no es tan extenso como otros, es uno «de los 14 países que
albergan el mayor índice de la biodiversidad en la Tierra». En: Instituto de Hidrología, Meteorología
y Estudios Ambientales (Ideam), «Biodiversidad en Colombia». Según el Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación, «en nuestro país, hasta la fecha [2016] contamos con 54.871 especies
registradas, con 3.625 especies exclusivas, 66 aves, 1.500 plantas, 367 anfibios endémicos [únicos en
Colombia], 115 reptiles, 34 mamíferos y 1.543 orquídeas, con 7.432 especies de vertebrados: 479
mamíferos, 1.889 aves, 571 reptiles, 803 anfibios, 2.000 peces marinos, 1.533 peces dulceacuícolas y
197 aves migratorias, tenemos 30.436 especies de plantas, contamos con 32 biomas terrestres y 314 tipos
de ecosistemas, los de páramo representan aproximadamente el 1,7 % del territorio colombiano que
aportan agua al 70 % de la población» Extraído de: Ministerio de Ciencias de Colombia, «Colombia,
el segundo país más biodiverso del mundo». Sin embargo, el país ha perdido aproximadamente el
18 % de su biodiversidad, debido a actividades humanas como la agricultura y ganadería expansiva,
la deforestación, la minería ilegal, los cultivos de uso ilícito, la contaminación de aguas, entre otras,
conforme al Instituto Humboldt, «Biodiversidad colombiana».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 185


desastres naturales por lo que, además de dañarla, se le culpa de esas tragedias como
si fueran solo cosa de ella, como si los humanos con sus hábitos, acciones y guerras
no tuvieran nada que ver.
No existe una definición universalmente aceptada sobre lo que es la naturaleza.
No obstante, en 1982, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Carta
Mundial de la Naturaleza400, en la que se reconoce que la especie humana forma parte
de ella, que la cultura tiene sus raíces en ella y que la vida humana solo puede prosperar
en tanto esté en armonía con ella. Por tal razón, se estableció el deber de respetarla
y de no perturbar sus procesos, evitando, en particular, las «actividades militares
perjudiciales»401 y protegiéndola «de la destrucción que causan las guerras u otros
actos de hostilidad»402.
Seis años antes del nacimiento de ese instrumento internacional, ya se había suscrito
una convención que prohibía expresamente utilizar «técnicas que tienen por objeto
alterar –mediante la manipulación deliberada de los procesos naturales– la dinámica,
la composición o estructura de la Tierra, incluida su biótica, su litosfera, su hidrosfera
y su atmósfera, o del espacio ultraterrestre»403.
Una década después, en la Declaración de Río, se insistió en que los Estados debían
respetar las disposiciones del Derecho Internacional Humanitario «que protegen el
medioambiente en épocas de conflicto armado»404. Y, en 2001, el 6 de noviembre
se estableció como el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del
Medioambiente en la Guerra y los Conflictos Armados para recordar que los daños
causados en ese contexto «siguen afectando los ecosistemas y los recursos naturales
mucho después de terminado el conflicto y a menudo se extienden más allá de los
límites de los territorios nacionales y de la generación actual»405.
En América Latina, las constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009), surgidas
de la mano de un movimiento ambientalista e indígena muy influyente, reconocieron
que no solamente los seres humanos y las comunidades tenían derechos. En Ecuador,
se dijo que la naturaleza o Pachamama, «de la que somos parte y que es vital para
nuestra existencia»406, es un sujeto autónomo dotado de derechos407. En Bolivia, se

400
  Asamblea General de las Naciones Unidas, Resolución A, Res.37, 7, 377.
401
  Ibíd., artículo 20.
402
  Ibíd., artículo 5.
403
  Asamblea General de las Naciones Unidas, “Convención sobre la Prohibición de Utilizar Técnicas de
Modificación Ambiental con Fines Militares u otros Fines Hostiles”.
404
  Asamblea General de las Naciones Unidas, “Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo”, principio 24.
405
  Asamblea General de las Naciones Unidas, Resolución 56, 4, 4.
406
  Asamblea Nacional de la República del Ecuador, Constitución Política de la República del Ecuador
del 20 de octubre de 2008, «Preámbulo» y artículos 71 y siguientes.
407
  A que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales,
estructura, funciones y procesos evolutivos. A la restauración independiente de la indemnización a

186 sufrir la guerra y rehacer la vida


estableció que el derecho al medioambiente debía «permitir a los individuos y
colectividades de las presentes y futuras generaciones, además de otros seres vivos,
desarrollarse de manera normal y permanente»408.
Así, conceptos como «naturaleza», «medio ambiente», «la Tierra» o «la Madre
Tierra» se han usado para denominar, según las diversas comprensiones y cosmovisiones
sociales, a esos ecosistemas que sustentan la vida compartida en nuestro planeta y sus
relaciones. Bajo cualquier denominación, hay acuerdo en que merecemos vivir en
armonía con ella y que debe ser protegida en contextos de hostilidades bélicas.
En Colombia, las luchas de las comunidades étnicas han girado en torno a la
noción de «territorio». Una lideresa indígena de Caloto lo explicó de la siguiente
manera a la Comisión:
«La Tierra es la que nos alimenta y nos da toda la fuerza, la energía de poder
sobrevivir, alimentarnos y subsistir… También está todo lo que tiene que ver con el
subsuelo. Sabemos que en el subsuelo hay una parte vital que tiene vida para nosotros
como el oro, el petróleo, otros oxígenos que hacen parte de ese cuerpo. Es ahí donde a
ese cuerpo muchas veces lo violentan, lo maltratan y eso hace que la misma naturaleza
conlleve a unas enfermedades, conlleve a una desarmonía territorial y eso para nosotros
va muy ligado. Por eso, desde que nacemos está la siembra del cordón umbilical hacia
la Madre Tierra que le entregamos a ella para que sea ella la que nos retroalimente,
pero también para que nos ayude a mantener con vida en el territorio»409.
La práctica de enterrar el cordón umbilical también se lleva a cabo en algunas
comunidades afrocolombianas. Una lideresa de estas, le dijo a la Comisión que esa
práctica reafirma el vínculo de su pueblo con el territorio: «Lo que hacen es enterrar
el ombligo del recién nacido en la tierra, y acá se entierra bajo las casas como una
práctica de tradición ancestral»410.
Algunos grupos incluso denominan a sus territorios como «mágicos ancestrales»
y su relación con ellos como mágico-espiritual411. Esta relación se entremezcla con
su identidad. Por ejemplo, en el río Atrato, cada comunidad se identifica a sí misma
y se diferencia de otras a partir de su pertenencia a alguno de los afluentes de este
río. Expresiones como «volver a mi río», «mi río me vuelve a mandar», entre otras,
muestran la profundidad de esa relación412.

individuos o comunidades dependientes de ella y que toda persona o comunidad pueda actuar en su
favor ante las autoridades públicas. En: Ibíd., artículos 71 y 72.
408
  Presidencia Constitucional de la República, Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia,
artículo 33.
409
  Entrevista 070-PR-00954. Lideresa indígena, víctima de amenazas a la vida.
410
  Entrevista 326-PR-00588. Mujer, víctima de amenazas a la vida y desplazamiento forzado, lideresa
afrocolombiana.
411
  Comisión de la Verdad, «El territorio como víctima del conflicto armado», el 23 de julio de 2020.
412
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documentales:
El Atrato es la vida (Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Siembra para la Comisión de la Verdad),

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 187


En parte por lo anterior, la introducción de premisas determinantes para dimensionar
la importancia del territorio en sus vidas colectivas ha sido significativa para los
pueblos y comunidades étnicas, sobre todo en el proceso de diálogo sostenido a
través de las consultas realizadas para la expedición de los decretos-ley de víctimas.
Por ejemplo, en el decreto de víctimas pertenecientes a pueblos indígenas, quedó
consignado que, para ellos, «el territorio es víctima, teniendo en cuenta su cosmovisión
y el vínculo especial y colectivo que los une con la madre tierra»413 y que, por tanto,
debían darse medidas de reparación integral «del derecho a la existencia como
pueblos por daños asociados con la degradación ambiental y uso indebido de los
recursos naturales»414. En el decreto relativo a víctimas pertenecientes a comunidades
negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, se consideró fundamental la restauración
del entorno natural «para garantizar la salvaguarda de la relación indisoluble entre
territorio, naturaleza e identidad cultural»415.
La categoría de territorio ha primado en las reivindicaciones de las comunidades,
ya que permite entender integralmente cómo naturaleza y cultura sustentan su
supervivencia por el vínculo que existe entre las dos. La Corte Constitucional corroboró
esta cuestión en su jurisprudencia, pues reconoció que para los pueblos étnicos

su nexo comunal con el territorio ancestral no es meramente una cuestión de


posesión y producción, sino un elemento material y espiritual del que deben
gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a las
generaciones futuras416.

La Corte ha llegado, incluso, a reconocer derechos bioculturales que dan cuenta de

la profunda e intrínseca conexión que existe entre la naturaleza, sus recursos y


la cultura de las comunidades étnicas e indígenas que las habitan, los cuales son
interdependientes entre sí y no pueden comprenderse aisladamente417.

Este vínculo no es exclusivo de los pueblos étnicos. En Colombia, de acuerdo con


un informe entregado a la Comisión, para el campesinado es clave

Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso (Censat Agua Viva y Ríos vivos para la Comisión de
la Verdad) y Huellas en la Tierra - Corredor Perijá-Zapatosa, Cesar (E3 Asesorías para la Comisión de
la Verdad), en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad. https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
413
  Presidencia de la República de Colombia, Decreto-Ley de Víctimas 4633 de 2011, artículo 3.
414
  Ibíd., artículo 130.
415
  Presidencia de la República de Colombia, Decreto Ley 4635 de 2011, artículo 9.
416
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-849/14, el 12 de noviembre de 2014.
417
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-622/16, el 10 de noviembre de 2016.

188 sufrir la guerra y rehacer la vida


el trabajo directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en formas de organización
social basadas en el trabajo familiar y comunitario no remunerado o en la venta
de su fuerza de trabajo418.

Esto también se reconoce en instrumentos internacionales de derechos humanos


que reivindican a las comunidades campesinas como sujetos de derechos, destacando
su «vínculo especial de dependencia y apego a la tierra»419, lo que involucra el agua y
la naturaleza, de la que dependen para su subsistencia420.
En virtud de lo anterior, la Comisión reconoce la diversidad de socioecosistemas;
es decir, de aquellas redes de relaciones entre los seres humanos, los otros organismos
vivos y estructuras físicas que componen los ecosistemas. Esta perspectiva concuerda
con el reconocimiento actual, social y jurídico, de que ecosistemas como ríos,
montañas o territorios también son sujetos con derechos, y que, en esa medida,
estos también deben considerarse víctimas del conflicto armado interno. De hecho,
la JEP, dentro de sus competencias, ha reconocido a los territorios Katsa Su del
pueblo Awá421, al gran territorio Nasa de la Çxhab Wala Kiwe422 y al Eperara Euja
territorio-mundo del Pueblo Eperara Siapidaara 423, como víctimas, teniendo en
cuenta que

para algunos pueblos indígenas las experiencias de la guerra no se agotan en el


daño ocasionado a la gente, sino que sus consecuencias se inscriben también en
la mirada de seres que habitan sus territorios y en el mismo entorno natural. La
desaparición de encantos, de espíritus protectores o de padres espirituales describe
una serie de efectos que trascienden los ámbitos humanos, es decir, afectan tanto
los derechos de las personas como el entramado de relaciones en el que gente,
lugares y agencias no-humanas participan424.

A continuación, se contará la historia de cómo la naturaleza fue victimizada


durante el conflicto armado interno. Esta fue siempre el escenario de la guerra. En

418
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 253.
419
  Asamblea General de las Naciones Unidas, Resolución A, Res. 37, 7.
420
  Ibíd., artículo 1.1.
421
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Auto SRVBIT - Caso 002-079 del 12 de noviembre de 2019,
el 12 de noviembre de 2019.
422
  Jurisdicción Especial para la Paz, Auto SRVBIT - Caso 005-002 del 17 de enero de 2020, el 17 de
enero de 2020.
423
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Auto SRVBIT – 094 del 10 de junio de 2020 - Caso 02 de
2020, el 10 de junio de 2020.
424
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Auto SRVBIT - Caso 002-079 del 12 de noviembre de 2019,
el 12 de noviembre de 2019.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 189


algunos casos, se la instrumentalizó para cometer graves infracciones al Derecho
Internacional Humanitario y, en otros, fue explotada para respaldo económico de
los actores armados o para que actores económicos privados obtuvieran beneficios.

La naturaleza, víctima, escenario e instrumento

Los territorios fueron el escenario donde ocurrieron los horrores del conflicto. Los
actores armados se posicionaron en ellos. Allí instalaron sus bases y campamentos con
sus refugios y trincheras, jaulas y letrinas. Todos, sin excepción, usaron la naturaleza
sin reparar en la fragilidad de los ecosistemas. Los páramos, por ejemplo, uno de los
ecosistemas más delicados e importantes que hay en el planeta –estos funcionan como
repositorios y reguladores hídricos y la mitad de los existentes se encuentran en el país–
fueron tomados como corredores estratégicos de la guerrilla y como acantonamientos
de alta montaña por el Ejército425.
La presencia de los actores armados en los ecosistemas implicó la transformación
del paisaje y la destrucción de los elementos bióticos que sustentan su funcionalidad
ecosistémica. El Ejército Nacional ha sido multado en varios procesos sancionatorios
por la intervención en páramos sin permiso de las autoridades ambientales. Tan solo
en uno de ellos, se estableció que

en un área de 1.515,37 metros cuadrados, se eliminaron el 80 % de frailejones;


se excavaron 1.711,30 metros cuadrados para construir trincheras, adecuar
zanjas e instalarlas, «afectando la vegetación nativa y el suelo con el movimiento
de tierras»; se afectó con todo esto el proceso de infiltración en el parque –cuando
el agua de la tierra es absorbida por el suelo–, provocando un daño de 3.226,67
metros cuadrados. Pero eso no es todo, el Ejército también quemó material vegetal
de follaje de frailejones y, presuntamente, otros residuos sólidos426.

Los combatientes intervinieron y usaron los páramos y los demás ecosistemas.


Cuando el CNMH recopiló testimonios sobre la presencia militar en el páramo de
Sumapaz, halló que

los frailejones jugaron un papel importante para la supervivencia de quienes com-


batían en el páramo. En estas condiciones se señaló cómo durante una noche
helada las hojas de un frailejón fueron utilizadas para proteger de la muerte por

425
  Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, «No será fácil».
426
  Wohlgemuth, «Ejército, a pagar por el daño que le hizo al páramo de Sumapaz», El Colombiano.

190 sufrir la guerra y rehacer la vida


hipotermia a un soldado herido; otros recordaron cómo las hojas secas llegaron a
servir para proteger del viento las improvisadas cocinas; mientras que otro grupo
relató que en medio de la escasez y las necesidades del conflicto las hojas de los
frailejones llegaron a ser usadas como toallas higiénicas por parte de las mujeres
combatientes de la guerrilla de las FARC-EP427.

Las tropas, escuadras, unidades o columnas móviles de todos los grupos armados
transitaron a través de los territorios. Además de ellas, miles de secuestrados fueron tras-
ladados forzadamente por las guerrillas de las FARC-EP y del ELN428. A estas personas se
las ocultó en ecosistemas frágiles como los Parques Nacionales Naturales, que proveían
un escondite seguro y condiciones materiales propicias para su mantenimiento429.
Los grupos guerrilleros abrieron carreteras, transformaron caminos y lugares
conforme a sus necesidades bélicas y económicas, lo que fue aprovechado por grupos
paramilitares cuando coparon esos territorios, expandiendo esos corredores por bos-
ques y selvas, para el tráfico de armas y el narcotráfico. Un campesino afrocolombiano,
testigo de la destrucción de las ciénagas del Simití, durante poco más de tres décadas,
le narró lo siguiente a la Comisión:
«Inicialmente, en los tiempos que la guerrilla dominaba el sur de Bolívar, utilizó un
corredor de un caño llamado caño Barbú, que únicamente cogía agua en tiempos de
invierno, y la guerrilla salía del sur de Bolívar hacia Bocas del Rosario a través de ese
caño y cruzaba el río Magdalena para llegar a Bocas del Rosario. Entonces, cuando el
Ejército quería entrar al sur de Bolívar lo hacía por un punto llamado Cerro Burgos
y, cuando entraba por ese lado, ellos salían por este otro a través del caño llamado
caño Barbú. Ese caño, cuando las aguas del río Magdalena bajaban, se secaba. Con
el tiempo, la misma guerrilla con palas fue sacándole sedimento a ese […] caño…
Y el río Magdalena, a medida que ellos le sacaban sedimento, se fue colando. Pero
teníamos el privilegio que cuando bajaban las aguas del río Magdalena, él se secaba
y no pasaba nada. O sea, era tan escasa el agua del río Magdalena […] como no era
mucha la que pasaba a través del caño Barbú, no impactaba al complejo.
» Resulta que, cuando las autodefensas se toman el sur de Bolívar, ellos vieron que
en vez de tapar ese caño que utilizaba la guerrilla para salir, escapar, mover armas y
todo eso, lo que hicieron fue que lo ampliaron. Lo ampliaron porque […] el negocio de la
droga necesitaba […]. Entonces, lo ampliaron y todo ese producto que venía desde
aquí de Barranca lo metían por ahí, y por eso ellos llegaron y lo ampliaron. Igual que
entraban los insumos, sacaban también la droga del sur de Bolívar. Y hoy, 10 de octu-
bre, está […] vivito, pero cuando el río Magdalena entra por ahí, es cuando destruye

427
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), «El Batallón de Alta Montaña del Sumapaz».
428
  CNMH, «El paisaje era un camino».
429
  Rodríguez et al., La paz ambiental.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 191


las 27 ciénagas y comienza a sedimentarlas lentamente. Hemos perdido, hasta el día
de hoy, aproximadamente 1.500 hectáreas de espejos de agua»430.
En muchos casos, en un mismo territorio, la presencia de los actores armados en
diferentes tiempos transformó el paisaje, el uso del suelo y sus significados. En esa
medida, si se hiciera una arqueología del lugar, se hallarían diversas formas de sacrificio
de la naturaleza. Por ejemplo, en un informe allegado a la Comisión, un habitante de
Chimichagua, en Cesar, recordó lo siguiente:

Tradicionalmente, antes esta era una zona pacífica. Pero, alrededor del 1985,
empezaron las tomas guerrilleras. En los 90 entraron los grupos paramilitares.
Este grupo, para colmo de males, se apoderó de unas 300 hectáreas de tierra en
la región de El Guamo, Chimichagua, donde fue una base militar. Ahí llevaban
gente a trabajar, tumbar todo árbol cercano y los volvieron pastos. En la zona de
Tres Bocas, por el río Badillo, se hizo una pista para aviones. En su momento fue
bombardeado y destruido431.

En los campos, selvas, montañas y bosques en los que guerrillas, grupos paramilitares
y otras bandas criminales enterraron minas antipersona para delimitar territorios,
resguardar economías ilegales y provocar daños a sus enemigos. A esta acción se
la conoce popularmente con el eufemismo de «siembra» de minas. En el Derecho
Internacional Humanitario, se la reconoce, por el contrario, como una modalidad
de contaminación por armas, una acción que tiene impactos sociales, económicos y
ambientales de grandes proporciones.
Las minas influyen en la agricultura, en especial en la siembra de pancoger, pues
¿quién quiere salir a cultivar corriendo el riesgo de perder una extremidad o la vida?
Aunque, en ocasiones, a los habitantes del lugar se les advertía sobre la ubicación
aproximada de las minas, los animales no las detectaban. Un campesino de Briceño,
Antioquia, le contó a la Comisión sobre la presencia de estos artefactos en el territorio,
puestos por el Frente 36 de las FARC-EP:
«Están regadas en estos momentos en zonas que no se puede llegar. No están
demarcadas por el Estado, pero entonces la población sí sabe porque el grupo que las
instaló los ha reunido y les dice, de tal parte a tal parte, por favor no ingresen. Y los

  Entrevista 125-VI-00017. Hombre, víctima de ataque a bien protegido.


430

  Informe 1306-CI-01749, Economía y Ética (E3) y Programa de Desarrollo y Paz del Cesar (PDPC),
431

«Documento de análisis de patrones de violencia socioambiental e impacto del conflicto armado


y sus ecosistemas en el corredor Perijá», 35. Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La
naturaleza herida por la violencia», Documental: Huellas en la Tierra - Corredor Perijá-Zapatosa, Cesar
(E3 Asesorías para la Comisión de la Verdad), en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad
https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-
la-violencia.

192 sufrir la guerra y rehacer la vida


animales, las bestias, las vacas han ingresado y los perros han activado algunas de ellas
y eso ha demostrado que es cierto lo que están diciendo»432.
En otros casos, los animales eran sacrificados intencionalmente como método para
identificar y activar las minas. Un soldado le contó a la Comisión cómo el Ejército usó
animales domésticos para identificar las minas en Morales, Sur de Bolívar:
«Recuerdo tanto que ahí nos tocó abusar de la parte campesina […]. Recogimos
cierta cantidad de caballos, burros, vacas, y los arriamos a que trataran de que esos ani-
males pasaran por el campo minado que había en esa parte, porque la guerrilla los dejó
sembrados en su parte de su huida después de la toma del municipio de Morales.
Entonces nosotros echamos todo ese poco de caballos, burros, vacas, inocentes […].
De pronto algunos animalitos, en ese transcurrir, activaron ciertos campos minados
que eran para nosotros. Lo hicimos por medio de esos animales, esos semovientes, y
pues estallaron mucho y así pues logramos superar […] ese obstáculo que nos había
dejado la guerrilla. Pero ahí murieron muchos animales»433.
Los animales son seres vitales en la estructura de los ecosistemas y en las dinámicas
de sostenimiento económico en los territorios. En el conflicto armado interno, tanto
los animales domésticos como los animales silvestres fueron víctimas de la violencia.
Los domésticos y de cría soportaron toda clase de maltratos. El robo de animales
de cría, gallinas, cerdos y, en mayor proporción, bovinos como vacas y terneros
fue un acto habitual que afectó a las comunidades campesinas, como ya se dijo en
otro apartado. El robo de ganado fue una conducta común desde los inicios del
conflicto. Hasta la actualidad, ha sido un botín de guerra para el financiamiento
de los diferentes actores, sobre todo las guerrillas. También ha sido una fuente de
alimento y, en ciertos casos, un medio de retaliación. «Cuando las guerrillas no
podían llevarse ya el ganado, porque estaban los paracos por ahí cerca, llegaban
silenciosamente con cuchillos, con machetes, con armas cortopunzantes y mata-
ban el ganado», le dijo a la Comisión un ganadero de Becerril, Cesar. «Estallaban
granadas. Donde estaban recogidos los terneros le tiraban una granada y ¡trum!
a los terneritos»434.
La Comisión escuchó numerosas historias de acciones violentas en contra de los
animales. Una mujer campesina de San Luis de Gaceno, en Boyacá, le narró a la
Comisión lo sucedido, en 1998, en medio de una confrontación entre paramilitares
de las Autodefensas Campesinas del Casanare y los Urabeños:
«Como a las cinco se agarraron eso. Allá […] había un potrerito y unas bes-
tias y esos animalitos cómo sufrieron. Empezaron de para acá y para allá. Apenas
levantaban la cabeza y los perros aullaban, las gallinas corrían. Eso fue algo muy

432
  Entrevista 158-VI-00071. Hombre, campesino, víctima de amenazas a la vida.
433
  Entrevista 212-PR-00542. Hombre, soldado, víctima de amenazas a la vida.
434
  Entrevista 089-VI-00011. Hombre, víctima de extorsión y secuestro, ganadero.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 193


terrible. Por allá a una vaca la tirotearon y le sacaron la lengua y a unos becerritos
también los mataron»435.
Una mujer indígena, por su parte, le contó a la Comisión sobre hechos similares
ocurridos en 2003, en Mapiripán, Meta: «Los paras bajaron, mataron hasta los marranitos,
mataron los perros, gallinas, lo que encontraban por el camino»436.
Si los animales no morían en medio de las hostilidades, entonces lo hacían como
consecuencia de otros impactos. En el contexto del desplazamiento forzado que se
produjo a propósito de la llegada de los paramilitares del Bloque Montes de María
de las AUC a San Jacinto, Bolívar, con la masacre en Las Palmas, en septiembre de
1999, un campesino de Bajo Grande, preso del miedo, decidió irse. Recientemente,
este campesino había comprado catorce reses y un toro. Por las vicisitudes del viaje,
fue perdiendo uno a uno a sus animales:
«Sacamos esos animales así de apuro. A mí se me murieron seis en un camión.
Cuando eso fue un desastre […]. Fue el primer desplazamiento, ahí se me murieron
seis. Y después ellos dos: Las dejé allá, po’onde vivía el cuñado mío […]. Allá se los
dejé. Otra vez regreso y otra vez viene la guerra. También se me murieron […]. Total,
que, cuando ya yo pensé, de las 14 reses […] se me van a morir todas, [me dije]. Nada
más tenía tres. Tonces las vendí y me fui pa Barranquilla»437.
Los animales de compañía no se salvaron de la actuación paramilitar. En un
encuentro presencial organizado por la Comisión de la Verdad entre exparamilitares y
familiares de víctimas de desaparición forzada de Juan Frío, Villa del Rosario, Norte de
Santander, estas preguntaron por qué habían matado a sus perros. El comandante
del Frente Fronteras, del Bloque Catatumbo de las AUC, respondió que lo habían
hecho como una estrategia de seguridad para evitar que los delataran con sus ladridos:
«Los perros se habían convertido también en nuestros enemigos»438, afirmó. Para
muchas de las víctimas, los perros eran miembros de sus familias.
Los animales silvestres sufrieron igualmente las consecuencias del conflicto armado.
En las zonas inhóspitas, por ejemplo, sirvieron de alimento de los combatientes. Un
campesino en Santander le contó a la Comisión que, en la guerrilla, «dependían dema-
siado de los recursos naturales […] porque como ellos transitaban por las montañas,
por los bosques, pues llegó una época en la que se colocaban muchas trampas para
cazar los animales, […] entre esos un arma mortal que llamaban […] traperos»439.

435
  Entrevista 243-VI-00056. Mujer, víctima de amenazas, desplazamiento forzado y ataque a bien protegido.
436
  Entrevista 307-VI-00036. Mujer, indígena, víctima de reclutamiento forzado de hijos, desplazamiento
y desaparición de familiares.
437
  Entrevista 144-VI-00030. Hombre, mestizo, víctima de desplazamiento forzado.
438
  Módulo de Catalogación Colaborativa 5-OI-62a0b7d2ddddd6363155b493, «Encuentro de
reconocimiento de familiares de las víctimas y la comunidad de Juan Frío sobre la desaparición forzada
con excombatientes de las AUC: 13 de marzo de 2022».
439
  Entrevista 220-VI-00023. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento.

194 sufrir la guerra y rehacer la vida


Jamás se conocerá la dimensión ni el impacto de esa práctica, pero sí se sabe que
muchos animales silvestres fueron instrumentalizados para torturar, asesinar y desaparecer
a las personas440. En Sabana de Torres, Santander, una mujer campesina víctima de
secuestro extorsivo le habló a la Comisión del terror que sintió ante la posibilidad
de ser asesinada y arrojada a una piscina con caimanes:
«Los paramilitares era que donde supieran que usted hablaba o era auxiliador [y] no
se la perdonaban. Los mataban y llegaban y lo cogían y lo partían con motosierra y lo
botaban a los caimanes en San Rafael y el Tropezón, [que] eran los dos puntos donde
se encontraban ellos […] tenía un pozo con caimanes, porque Camilo [Guillermo
Cristancho, alias Camilo Morantes] tenía unas piscinas donde había un poconón de
caimanes y cocodrilos441.
Hubo otros testimonios que señalaron esta modalidad en Santander y Putumayo.
Un habitante de la zona de Sabana de Torres le dijo a la Comisión:
«Hubo un caso de, por ejemplo, una trabajadora sexual que tenía VIH, sida. La
quemaron […] los paramilitares […]. Camilo Morantes tenía –¡y no es mentira!– un
pozo con caimanes […]. Cortaba a la gente y los tiraba allá en el pozo. Tenía dos
sistemas. En uno, los colgaban de un lazo y les hacían tres hundidas dentro del pozo.
Si salían, los dejaban ir. Y en el otro era que los cortaban y los tiraban […]. De esas
son personas […] nunca se volvió saber»442.
Alias Camilo Morantes fue jefe de las Autodefensas Campesinas de Santander y
Sur del Cesar. En mayo de 1998, participó en la masacre de Barrancabermeja. En
los relatos, las personas identificaron el perfil de las víctimas de este paramilitar. De
acuerdo con los testimonios, se trataba de líderes y lideresas campesinos, sindicalistas
del sector de la agroindustria y trabajadoras sexuales. En sentencia de Restitución de
Tierras, Rodrigo Pérez Alzate, alias Julián Bolívar, confirmó la existencia del estanque
de cocodrilos y señaló a Cristancho como el responsable443.
El mismo método de desaparición se usó en otras regiones del país. En Puerto Asís,
el Bloque Sur Putumayo, venido desde el Urabá, se estableció en una finca llamada
Villa Sandra. Allí, de acuerdo con testimonios de las víctimas, hubo lagos llenos de
caimanes a los que los paramilitares arrojaban a las personas444.

440
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cuerpos
en los ríos, de la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
441
  Entrevista 223-VI-00027. Mujer, víctima de atentado al derecho a la vida, confinamiento, secuestro
y otros hechos, campesina.
442
  Entrevista 125-VI-00022. Hombre, víctima de amenazas a la vida y detención arbitraria, líder social.
443
  Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sentencia contra Saúl Rincón Camelo, el 10 de
abril de 2015.
444
  Entrevista a mujer víctima en Puerto Asís. En: Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH),
El placer, 48.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 195


En el Magdalena, se utilizaron serpientes venenosas para asesinar a las personas. Desde
finales de los años 1990, José Gregorio Mangonez Lugo, alias Carlos Tijeras, operó en ese
departamento, como parte del Bloque Norte de las AUC, y, en 2001, se convirtió en
jefe del Frente William Rivas. Según una lideresa de Tierra Nueva, «hizo un pozo, tiraba
la serpiente y tiraba la gente. La serpiente le picaba a la gente, sacaba a la gente y la tiraba en
el monte […], Luego los encontraban: “Se murió porque le picó una culebra”»445. Este jefe
paramilitar reconoció ante una fiscal de Justicia y Paz que, por orden de su superior, Jorge
40, adoptó la directriz de emplear serpientes venenosas cuando el número de víctimas era
mayor a tres personas, para así evitar que les «achacaran tantas masacres»446.
En Arauca, los paramilitares utilizaron serpientes para matar personas, según
testimonios rendidos ante la jurisdicción especial de Justicia y Paz. En el puesto de
salud de la vereda Feliciano, miembros de este actor armado tenían un acuario con
serpientes cascabel que utilizaron para torturar y asesinar a sus víctimas. Y no se
limitaron a los reptiles: de acuerdo con los mismos testimonios, los paramilitares
también usaron perros para atacar a las personas447.
Uno de los episodios más recordados en el país fue la utilización, por el Frente
35 perteneciente al Bloque Caribe de las FARC-EP, de un burro –una especie que
en varios países está en riesgo de extinción–, cargado con 60 kilos de explosivos para
atacar la estación de Policía del municipio de Chalán, en Sucre, el 14 de marzo de
1996. Ese día, la explosión destruyó la estación de policía, el centro de salud, el colegio
y la alcaldía. También murieron 11 uniformados. El suceso, conocido como el «burro
bomba»448, fue el primero de varios hechos similares. En 1997, en el municipio de La
Estrella, en Antioquia, guerrilleros de las FARC-EP usaron caballos con explosivos como
parte de un ataque. Hicieron lo mismo en 2002, en Acevedo, Huila, y Guadalupe,
Antioquia; en 2003, en Chita, Boyacá; y, en 2012, en Toledo, Antioquia. Se llegó a
reportar el uso de tortugas bomba en Urumita, La Guajira, en 1998449.
De modo similar, los ecosistemas se instrumentalizaron para facilitar la desaparición
forzada. Una mujer, en Las Mercedes, Antioquia, le habló sobre esto a la Comisión:
«[En] una parte que le llamaban La Guayabera […], al lado de la quebrada, se
encontraban […]. Vea, les quitaban todo, les quitaban la camisa y los brazos y las
piernas»450, dijo refiriéndose a los cuerpos que descuartizaban y desaparecían grupos
paramilitares comandados por Ramón Isaza Arango, comandante de las AUC.

445
  Entrevista 205-VI-00002. Mujer, víctima de despojo de tierras, lideresa campesina.
446
  Catálogo de Fuentes de Archivo Externas 24962-OE-196802, «Perfil Carlos Tijeras».
447
  Verdad Abierta, «Dos ex “paras” confiesan tres masacres en Arauca», VerdadAbierta.com.
448
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Y estalló la desconfianza», en la plataforma digital de
la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
y-estallo-la-desconfianza.
449
  El Tiempo, «Descubren Morrocoy Bombas».
450
  Entrevista 239-VI-00023. Mujer, víctima de desaparición forzada.

196 sufrir la guerra y rehacer la vida


Otra mujer promotora de salud, de Policarpa, Nariño, recordó cómo otros miembros
de las AUC asesinaron a personas «a tiros y los tiraban al agua. Esa era la forma de
ellos […] a veces, los torturaban y, a veces, solamente los mataban y los tiraban al agua
[…]. Así desde bien arriba, donde se miraba el puente, uno se asomaba y veía que los
acostaban y los mataban y los tiraban al agua»451.
Arrojar cuerpos a los ríos de todo el país fue una práctica común para los paramilitares.
El CNMH documentó más de mil cuerpos recuperados en casi doscientos ríos452. El
proyecto «Ríos de vida y muerte»453, entregado como fuente a la Comisión de la
Verdad, demuestra la recurrencia de esta práctica y la instrumentalización de estos
ecosistemas para lograr que los cuerpos nunca fueran encontrados454.
Y por supuesto, en los ecosistemas tuvieron lugar combates y bombardeos. En la
década de los noventa, se intensificó el uso de bombas por parte del Ejército. Esta táctica
se fortaleció en el año 2000 con aeronaves y artefactos cada vez más especializados455,
particularmente en el marco de la política de seguridad democrática del presidente
Álvaro Uribe (2002–2010)456.
En diálogo con la Comisión, una campesina de Chámeza, Casanare, resumió de
la siguiente manera los impactos que los enfrentamientos entre las FARC-EP, grupos
paramilitares y el Ejército causaron sobre la naturaleza: «Todos esos estragos que hacía
–bombas y toda esa joda–, pues eso sí daña siempre la naturaleza: donde cae una joda de
esas, destruye»457. Otro campesino de Uribe, Meta, dijo algo similar: «Los bombardeos
son una afectación al medioambiente porque disparar de un avión una bomba que
causa un cráter de siete metros de ancho por cinco, seis de profundidad, eso es una
afectación […]: ahí se está destruyendo la flora y la fauna»458.
No se sabe cuántos artefactos explosivos han sido detonados en las zonas rurales
colombianas, pero en un solo evento se pueden llegar a afectar varias hectáreas de
suelo, bosque y aguas, con la variedad de animales y plantas presentes en ellos. Estas

451
  Entrevista 225-VI-00065. Mujer, promotora de salud, víctima de desplazamiento forzado.
452
  Rutas del Conflicto, «Ríos de vida y muerte».
453
  Ibíd.
454
  Para profundizar sobre este tema, visite las piezas «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza»,
Capítulo 4: Nuestros ríos son fosas comunes y «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cuerpos
en los ríos, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias.
455
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa:
Terror y devastación: bombardeos, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-
la-violencia.
456
  Verdad Abierta, «Los bombardeos cambiaron la guerra en Colombia».
457
  Entrevista 176-VI-00017. Hombre, mestizo, víctima de desplazamiento forzado y desaparición
forzada.
458
  Entrevista 261-VI-00015. Hombre, familiar de víctimas de homicidio.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 197


acciones también se realizaron en lugares protegidos, como lo corroboró el colectivo
de guardaparques de Parques Nacionales para la Comisión:

Ya a comienzos del año 2002 son bombardeados los frentes de las FARC-EP
(supuestamente los frentes 21 y 23), zona occidental del Parque los Nevados
(municipio de Murillo-veredas de Mozul, el Billar) con el avión fantasma. Este es
el recuento de los moradores de la zona:
«En horas de la noche, sobrevuela el avión fantasma alumbrando con luces de
bengala el cielo nocturno y sacando toda su artillería contra la guerrilla. Nosotros
no teníamos donde escondernos, creíamos que iba a llegar nuestro fin. Los ruidos
que se escuchaban eran parecidos a los que uno ve en una película de guerra: las
explosiones, el ruido de helicópteros; la familia, mujer y los niños llorando del miedo;
los animales que salían asustados, a los cuales los veíamos por caminos y carretera
Murillo-Nevado del Ruiz, muchos árboles tirados en el suelo, animales muertos»459.

En las selvas y montañas colombianas, aún hay miles de armas terrestres y restos
de artefactos explosivos sin explotar. Hace algunos años, en El Placer, Putumayo,
funcionó el Museo de la Guerra por iniciativa del padre Nelson Cruz. Las paredes
de la parroquia exponían diversos artefactos que los combatientes abandonaban en
los campos, incluidos restos de municiones o explosivos. La colección se nutrió muy
rápidamente, pues la guerra no cesaba y los objetos se encontraban por doquier460.
Aunque el museo cerró, la colección permanece desordenada y peligrosamente inte-
ractiva en el territorio461.
Los trabajadores de Parques Nacionales Naturales tienen muy claro que en las zonas
protegidas hay artefactos sin explotar, pues sirvieron, según un informe que presentaron a
la Comisión, para «la construcción de trincheras para los grupos armados y de refugio
de armas. Aún hoy no podemos entrar a ciertas zonas de las áreas protegidas por el
temor a encontrarnos con algunos de estos sitios o refugios»462.

459
  Informe 748-CI-00797, Colectivo de Guardaparques de Colombia, «Los derechos de la naturaleza,
el territorio y el colectivo de guardaparques del Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia
a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición», 177.
460
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), El placer.
461
  Según la Presidencia de la República, las municiones sin explotar son más letales que las minas antipersona:
«Descontamina Colombia tiene registro de al menos 11.545 víctimas por minas antipersonal y 607 víctimas
por munición sin explosionar. A pesar de que los accidentes por MUSE no son tan frecuentes, se
debe tener en cuenta que 1 de cada 4 víctimas fallece, son más letales que las minas antipersona».
En: Gobierno de Colombia y Acción Integral contra Minas Antipersonal (Aicma), “Estadísticas de
Asistencia Integral a las Víctimas de MAP y MUSE”.
462
  Informe 748-CI-00797, Colectivo de Guardaparques de Colombia, «Los derechos de la naturaleza,
el territorio y el colectivo de guardaparques del Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia
a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición», 172.

198 sufrir la guerra y rehacer la vida


Otra práctica relacionada con la instrumentalización de los ecosistemas fue la vola-
dura de oleoductos463. Esta clase de acción se usó como un método de guerra por
la insurgencia e impactó gravemente la naturaleza. La Consultoría para los Derechos
Humanos y el Desplazamiento (Codhes) y la Fundación Ideas para la Paz (FIP), en un
informe preparado para la Comisión, investigaron sobre las acciones armadas y afec-
taciones a la infraestructura petrolera en Colombia, entre 1986 y 2016, en las zonas
de influencia de los oleoductos Caño Limón-Coveñas y Trasandino. De acuerdo con
el informe, hubo al menos 3.659 acciones armadas en contra de esa infraestructura
petrolera. El 60 % de esas acciones incluyeron el uso de explosivos, lo que causó afectaciones
ambientales principalmente por los derrames de crudo. Los impactos de estos

son difíciles de contener y restablecer al estado original: contaminación de fuentes


hídricas superficiales y subterráneas; pérdida de cobertura vegetal; filtración de crudo
e hidrocarburos en el suelo; e, incluso, cambios en las formas de relacionamiento de
las comunidades con sus territorios464.

La historia con los derrames de petróleo en el contexto del conflicto se repitió en


varios departamentos. En 2003, en Teteyé, Putumayo, las FARC-EP arremetieron
contra el Oleoducto Trasandino y varios pozos de exploración. Una mujer campesina
le dijo a la Comisión:
«Le metieron candela a esos pozos. Hicieron ir la petrolera… Ese pozo ahí cerca de
Teteyé estuvo prendido como una semana, prendido y por ahí no pasaba nadie… En el
corredor, ya no hay caño que sirva pa tomar agua. Ya no hay caño que sirva pa pescar.
Los caños, lagunas, nacederos, todo lo que es acuífero, está contaminado de crudo»465.
Esto sucedió varias veces. En junio de 2015, miembros de la columna Daniel
Aldana de las FARC-EP dinamitaron el oleoducto a la altura de Tumaco, Nariño,
ocasionando el derrame de más de 400.000 galones de petróleo que contaminaron los
ríos Caunapí, Rosario y Mira. La acción dejó sin agua potable a 160.000 habitantes.
La mancha de petróleo llegó hasta el océano Pacífico. Algunos calificaron este suceso
como la peor tragedia ambiental de los últimos años, pues impactó los manglares
de la costa nariñense y una serie de ecosistemas que son muy ricos en diversidad
biológica y que llegan a capturar más carbono que los bosques, tarea fundamental

463
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: La
mancha de crudo: Ataques a la infraestructura petrolera, en la plataforma digital de la Comisión de la
Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-
herida-por-la-violencia.
464
  Informe 748-CI-00563, Fundación Ideas para la Paz (FIP) y Consultoría para los Derechos Humanos
y el Desplazamiento (Codhes), «Verdad y afectaciones a la infraestructura petrolera en Colombia en
el marco del conflicto armado», 38.
465
  Entrevista 047-VI-00007. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, campesina.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 199


en la mitigación del cambio climático. Germán Corzo, investigador de Instituto
von Humboldt, habló a un medio de comunicación en aquel momento, sobre las
consecuencias de este evento:

El manglar de Nariño está llenó de microorganismos y rodeado de varios tipos


de árboles que ahora están contaminados. Además, sirve de cuna para muchas
poblaciones de peces y moluscos que escogen estos lugares para reproducirse. Allí
están los crustáceos de los que se alimenta la comunidad de Tumaco… Se puede
recoger la mayor cantidad de crudo posible, pero quedará una cantidad importante
en el suelo y en el fondo de las playas. A largo plazo se notarán problemas en la
fisionomía de las especies que se alimentan de los microorganismos. Se espera que
para cuando lleguen las ballenas yubarta a esta zona del Pacífico colombiano (lo
cual ocurre entre julio y noviembre) buscando aguas cálidas para tener a sus crías,
ya se haya diluido, sin embargo, esta especie se alimenta de cardúmenes y krills;
es probable que no encuentren la cantidad suficiente para consumir durante la
migración y corren el riesgo de ingerir especies contaminadas466.

Cuando no fueron los oleoductos, las guerrillas atacaron los camiones transportadores
de petróleo. En 2014, entre Puerto Asís y El Tigre, en Putumayo, milicianos de las
FARC-EP obligaron a los conductores de 23 camiones a abrir las válvulas y dejar
correr el crudo en una carretera en medio de la selva. La mancha negra se esparció
en la vereda Maravélez. Una lideresa del Putumayo le dijo a la Comisión: «Fue esa
tragedia ambiental tan drástica… La carretera se llenó. Empezaron los caños a surgir
esa agua y empezó eso a correr por el río, donde la gente coge agua»467.
Según el Departamento Nacional de Planeación,

en los últimos 35 años, la infraestructura de transporte de hidrocarburos operada


por Ecopetrol ha sido atacada 2.575 veces, derramando 4,1 millones de barriles
de petróleo, equivalentes a la cantidad derramada en el Golfo de México (2010) y
a 16 veces lo derramado en la catástrofe del buque Exxon Valdez [1989]468.

466
  Redacción Vida/Ambiente, «Tumaco vive una tragedia socioambiental: ambientalistas», El Tiempo.
467
  Entrevista 200-VI-000061. Mujer, lideresa social, víctima de desplazamiento forzado.
468
  Departamento Nacional de Planeación (DNP) y Simón Gaviria, «Dividendos Ambientales de la Paz».
Estos accidentes son considerados de los más contaminantes en la historia de los hidrocarburos. El del
Golfo de México ocurrió en aguas profundas. Se derramaron casi 800 millones de litros de petróleo
al mar que afectaron gravemente a millones de especies animales. El del buque Exxon ocurrió porque
esa nave encalló en una zona de arrecifes en Alaska, en la que terminó vertiendo toda su carga: casi
41 millones de litros de petróleo. El daño ambiental de ambos desastres aún puede subsiste en las
zonas en las que ocurrieron. El petróleo de ambos seguirá contaminando y afectando especies por
muchos años más.

200 sufrir la guerra y rehacer la vida


Los ecosistemas han sufrido enormemente por estas acciones. Desde 2001, la
Defensoría del Pueblo advirtió que los derrames de crudo impactaban gravemente
a los cuerpos de agua por la contaminación de las fuentes y la desestabilización en
sus sedimentos y nutrientes; a la fauna por la destrucción de nichos ecológicos; a la
vegetación por los vertimientos e incendios y por la remoción de capa vegetal para su
descontaminación; y a los suelos por la afectación al drenaje, los cambios en su pH y
el aumento de escorrentía469.
El petróleo crea una capa que se adhiere a los suelos, plantas y animales. Flota
en el agua, impidiendo el paso de la luz solar necesaria para la reproducción del
fitoplancton. También disminuye el nivel de oxígeno y obstaculiza la transpiración,
respiración y fotosíntesis en la vegetación. Se pega a las alas de las aves y no las deja
volar. Tapona las branquias de los peces y los asfixia. Si el derrame se incendia, pequeños
y medianos animales mueren quemados vivos. Otros mueren de hambre al perder sus
presas naturales o por enfermedades. En suma, los derramamientos son una catástrofe
desde cualquier punto de vista.

Los «recursos naturales» en el conflicto

Cuando a la naturaleza se la fracciona en sus componentes y no se considera el


vínculo biocultural que esta guarda con las comunidades que la habitan, se la llama
recurso natural o, en conjunto, recursos naturales. Para algunos, esos recursos están
destinados a ser explotados con el máximo rendimiento. Las ganancias extraídas
atraen a todos y, en contextos de conflicto, esto incluye a los actores armados. En
un estudio realizado para la Comisión, el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) lo resumió de la siguiente manera: «Para que la naturaleza sea
un botín, primero debe ser un escenario del conflicto armado interno»470.
Un líder sindical de Apartadó, un municipio de la región del Urabá Antioqueño
le habló a la Comisión sobre este tema:
«¿Por qué pasó esto acá? Porque esta es una tierra prometida. Esta es una tierra
rica y donde hay riqueza hay problemas. Donde hay pobreza, no hay problema.
¿Qué problema va a haber? Ninguno, porque todos vivimos ahí como: “Me da”,
“Te hago el trueque”»471.

469
  Defensoría del Pueblo, «Resolución defensorial humanitaria No. 007».
470
  Módulo de Catalogación Colaborativa 35-OI-6086106b881f771480a8562e, «Documento final.
Consultoría sobre impactos del Conflicto Armado Interno en la naturaleza», 11.
471
  Entrevista 077-VI-00003. Hombre, víctima de detención arbitraria y amenaza a la vida, líder sindical.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 201


El río Quito, uno de los afluentes más grandes del Atrato, se extiende en las inmediaciones del Cantón
San Pablo. En la foto se ven los estragos ocasionados por las operaciones de las dragas o «dragones»,
como las llama la comunidad. Hace unos quince años, el río tenía fama de tener aguas cristalinas.
Actualmente, lleva mucho sedimento, las riberas donde la gente sembraba se están perdiendo, y
algunos de los peces, antaño abundantes, están en vías de extinción. Julio de 2014. ©Steve Cagan

Algunas explotaciones de recursos naturales son legales, pero eso no implica que
no sean contaminantes ni socialmente nocivas. Otras son ilegales y a la naturaleza se
la trata como un botín y se la explota al máximo, sin regulaciones. Si a cualquiera de
esas extracciones se le suma el terror de las armas y el entramado político y económico
orientado a la transformación del uso del suelo o de los ríos y ciénagas para beneficio
de determinados actores y en detrimento de las comunidades y pueblos, se gestan
verdaderos desastres ambientales.
En algunos casos, los grupos armados atacaron a las comunidades para garantizar
que grandes proyectos de desarrollo472 o megaproyectos legales se llevaran a cabo sin

472
  El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas ha aportado
una definición de esta categoría: «Por gran proyecto de desarrollo se entiende un proceso de inversión de
capital público y/o privado, nacional o internacional para la creación o la mejora de la infraestructura
física de una región determinada, la transformación a largo plazo de las actividades productivas con los

202 sufrir la guerra y rehacer la vida


resistencia. A líderes embera del alto Sinú, en Córdoba, por ejemplo, los asesinaron
por su oposición a la represa Urrá, que inundó casi 8.000 hectáreas de suelo fértil y
ciénagas. La inundación afectó un parque natural y al resguardo indígena. Salvatore
Mancuso, comandante de las AUC, en un diálogo con la Comisión y ante una de las
hijas de Kimy Pernía, quien fue desaparecido en ese contexto, afirmó:
«Lo del líder Kimy Pernía Domicó fue un crimen de Estado. Yo como miembro
de facto recibí una llamada del Estado, de las Fuerzas Militares, recibí una orden del
comandante Carlos Castaño en este sentido de asesinar, nuestras órdenes eran de dar
de baja, eso significa asesinar al líder Kimy Pernía Domicó… Cuando construyen
Urrá, fue una decisión sin consulta que los afectaba a ustedes directamente como
comunidad. Esto iba a provocar una ruptura de los elementos y tradiciones de
su cultura, de su cosmovisión, de su subsistencia material, entre otros. Empezaron
acciones sistemáticas desde el Estado colombiano, guiadas a debilitarlos a ustedes y
terminar cualquier intento de reivindicar o materializar sus derechos»473.
Como a cientos de personas en el país, a los líderes embera que se resistieron
a la represa los asesinaron o desaparecieron para debilitar la lucha comunitaria en
defensa de la naturaleza. En la construcción de las represas La Salvajina474, en Cauca,
Hidroituango475, en Antioquia e Hidrosogamoso476, en Santander, las comunidades
también sufrieron amenazas, asesinatos, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias
y actos de violencia. En el caso de Hidrosogamoso477, siete líderes comunitarios fueron
asesinados durante el periodo de construcción de la represa, entre 2009 y 2014, en
un ambiente de estigmatización contra las comunidades ribereñas que sirvió como
estrategia para neutralizar sus resistencias:

correspondientes cambios en el uso de la tierra y los derechos de propiedad de la misma, la explota-


ción en gran escala de los recursos naturales incluidos los recursos del subsuelo, y la construcción
de centros urbanos, fábricas, instalaciones mineras, centrales energéticas, complejos turísticos,
instalaciones portuarias, bases militares y empresas similares». En: Consejo Económico y Social de
Naciones Unidas, «Informe del Relator Especial sobre la situación de los Derechos Humanos y las
libertades fundamentales de los indígenas».
473
  Comisión de la Verdad, «Salvatore Mancuso reconoce haber asesinado al líder indígena Kimy Pernía
Domicó».
474
  Informe 365-CI-00987, Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca (ASOM)
et al., «Gritos de mujeres negras por libertad, la memoria y la reparación».
475
  Informe 748-CI-00892, Pizarro Díaz, «Masacres y asesinatos y su relación con el proyecto
Hidroituango».
476
  Informe 365-CI-01149, Asociación Centro Nacional Salud Ambiente y Trabajo Agua Viva (Censat
Agua Viva), «Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso en Santander».
477
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental
web: Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso (Censat Agua Viva y Ríos vivos para la Comisión
de la Verdad), en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 203


Esta estigmatización con respecto a una supuesta relación entre las guerrillas
y los defensores del territorio ha sido una estrategia sistemática utilizada por
actores armados y actores del desarrollo para deslegitimar y atacar a las orga-
nizaciones sociales que defienden el río Sogamoso y Chucurí. De ese modo se
busca construir la idea de que es “necesaria” la eliminación de quienes se “oponen
al desarrollo” (como los Yariguíes), ya sea excluyéndolos y apartándolos de los
procesos y espacios con intimidaciones o amenazas, o eliminándolos del esce-
nario de disputa a través de desplazamientos, despojo, desapariciones forzadas
o asesinatos selectivos478.

La industria minera tampoco ha estado exenta de esta dinámica. Desde 1998,


el Bloque Norte de las AUC, por ejemplo, operó en municipios mineros del depar-
tamento del Cesar. Las masacres y los asesinatos selectivos iniciaron en 1999. Esto
causó un desplazamiento forzado masivo. Un estudio realizado por la organización
Pax concluye que «la influencia paramilitar, que se extendía a los políticos locales y a
otros empleados públicos, abrió el camino para la compra fraudulenta, por intermediarios,
de las tierras de las víctimas, para venderlas posteriormente a [las empresas mineras]
Drummond y Prodeco»479.
Esta información fue corroborada por uno de los jefes del Bloque Norte, Alcides
Mattos Tabares, alias El Samario, en entrevista con el medio Verdad Abierta:

Todo esto se hace por las tierras, que son ricas en carbón; esto genera mucho
dinero; por esto viene todo este desplazamiento. Una tierra en conflicto no
vale nada. Donde hay muertos, desplazados, uno podía comprar la hectárea
a 150 mil pesos480.

En diálogo con la Comisión, un miembro de la comunidad de El Prado, desplazado


forzadamente de la zona, narró así la situación actual de la comunidad:
«La mina sigue contaminando como si fuera pelusa de caña en la noche y todo
eso lo consumimos nosotros […]. Los arroceros y la mina nos dejaron sin agua […].
A los arroceros sí los atienden y apoyan desde la Alcaldía… [El río] Maracas pasaba
por El Prado, ahora lo desviaron […] la mina y los arroceros […] tienen seco el río.
Si uno acude a ellos, nos disparan… Uno lo que hace es callarse la boca, para poder
echar el cuento»481.

478
  Ibíd., 137.
479
  Moor y Van de Sandt, El lado oscuro del carbón.
480
  Verdad Abierta, «Carbón y sangre en las tierras de ‘Jorge 40’», VerdadAbierta.com.
481
  Diagnóstico comunitario 089–DC–00025. Persona víctima de desplazamiento forzado y despojo
de tierras, La Jagua de Ibirico, Cesar, 1996–2019, en diagnóstico comunitario de la comunidad
campesina de El Prado.

204 sufrir la guerra y rehacer la vida


La Comisión escuchó historias similares de sobrevivientes del conflicto armado sobre
el modo en que les fueron arrebatadas sus tierras para luego instalar monocultivos482 o
ganadería extensiva en Antioquia, Córdoba, Chocó y Magdalena483. Una campesina
de El Bagre, Antioquia, reflexionó sobre la confrontación entre el Bloque Central
Bolívar, el Bloque Metro de las AUC y, posteriormente, Los Urabeños: «Ellos se
enfrentan porque es que aquí hay oro, aquí hay plata. Ellos necesitan financiación
pa’ sus cosas porque si aquí fuera plátano y yuca, aquí no peleaban eso»484.
Un hombre amenazado y desplazado de Rincón Guapo Loverán, Magdalena, en
2002, por las AUC, resumió este fenómeno del siguiente modo para la Comisión:
«Jodaaa, todo lo que pasa aquí es por tierra. Los terratenientes y los palmeros le
tienen el ojo pegado es a la tierra porque ese es su proyecto de vida y, como la tierra
no muere, la tierra permanece, y mírela, la tierra se ensucia, pero nosotros cogemos
y limpiamos esa tierra y eso produce. Toda la mayoría de desplazamiento por aquí, la
mayoría fueron por tierras. El que no tenía nada está vivo porque ese trabajaba con
ellos en la palma. Pero el que tenía un pedazo de tierra, tenía problemas»485.
Los agronegocios afectaron ecosistemas como humedales y otros cuerpos de agua,
degradaron los suelos, deforestaron los bosques y, de paso, impactaron negativamente
la economía de subsistencia de las comunidades. «Aquí era una zona muy rica, de aire
puro, ahora vinieron unos ricos, terratenientes, sembraron unos cultivos de teca que han
esterilizado la tierra», le contó a la Comisión un campesino víctima de desplazamiento
forzado en Necoclí, Antioquia. «Eso es un impacto social […], ambiental. Vea, ese ha
sido el mayor impacto que ha habido aquí. Aquí la chagra, vivía del cultivo de maíz
y arroz. Ya no se ve maíz, si no lo que se ve es teca»486.
Según representantes de agronegocios como los palmicultores, ellos son juzgados
con base en generalizaciones. En el informe sobre la afectación de la violencia a la
agroindustria de la palma de aceite, preparado por Fedepalma para la Comisión, se
afirma lo siguiente:

482
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cultivos
ilícitos, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
483
  Sobre este fenómeno se puede consultar la reconstrucción que hizo Forensic Architecture para la
Comisión de la Verdad sobre la desposesión de los territorios en el municipio Nueva Colonia, en el
Urabá Antioqueño, para los monocultivos de banano, palma y teca en la que participaron grupos
paramilitares. En: Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV), «Despojo y memoria de la tierra». Ver también la pieza «La naturaleza herida por la violencia»,
Capítulo: Impactos indirectos, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
484
  Entrevista 036-VI-00033. Mujer, campesina, víctima de desplazamiento forzado.
485
  Entrevista 166-VI-00005. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, desplazamiento forzado
y familiar de víctima de homicidio, afrocolombiano.
486
  Entrevista 077-VI-00014. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 205


Uno no puede desconocer que hay unos cuantos que desplazaron gente, que se
aliaron con paramilitares, que usurparon tierras. Eso para mí es claro, eso pasó en
algunas zonas. Pero también es cierto y hay que decirlo con claridad: no se puede
generalizar a todos los palmicultores por lo que puedan haber hecho unos cuantos.
No se puede estigmatizar a los miles de palmeros487.

Hasta 2018, tan solo en el Bajo Atrato, se produjeron 39 condenas contra pal-
micultores que realizaron ocupación de tierras entre 1997 y 2005. De acuerdo con
la Fiscalía,

con estos fallos, se reafirmó la hipótesis de la Fiscalía sobre un plan criminal


orquestado por algunos palmicultores de la región para amenazar y obligar el éxodo
de pobladores y reclamantes de tierras, con el ánimo de quedarse con extensiones
de terrenos fértiles y aptos para su actividad agrícola488.

En 2020, la Corte Suprema de Justicia confirmó la responsabilidad penal de Luis


Bernardo Gaviria del Río, gerente de la cooperativa Coproagrosur, que operaba en
el municipio de Simití, Bolívar, por el delito de concierto para delinquir. Esta aso-
ciación se presentaba como solución para erradicar cultivos de uso ilícito mediante
su reemplazo por cultivos de palma para beneficio de las familias campesinas de la
región. En realidad, «el proyecto era dirigido y auspiciado por excomandantes desmo-
vilizados de las AUC»489, y los beneficiarios de los títulos de los terrenos despojados
y del monocultivo mismo eran parte del entramado paramilitar que había causado el
desplazamiento de los campesinos que sí eran los dueños legítimos.
En lugares como el Catatumbo, el negocio de la palma se asentó sobre la necesidad
del campesinado y su falta de alternativas. Como lo narra el CNMH,

después del desplazamiento masivo que provocó la arremetida paramilitar, los


habitantes regresaron a sus tierras, en una situación precaria. Al mismo tiempo,
llegaron personas ajenas a la región, ofreciendo comprar predios para sembrar
palma dentro de las alianzas estratégicas productivas490.

487
  Informe 365-CI-01261, Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma),
«Informe sobre la afectación de la violencia a la agroindustria de la palma de aceite», 122.
488
  Dirección de Comunicaciones Fiscalía General de la Nación, «Fiscalía ha logrado 39 condenas contra
palmicultores por apropiación ilegal de tierras».
489
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia n.º SP4124-2020, el 28 de octubre de 2020.
490
  Rutas del Conflicto, «El Catatumbo merece la presencia integral del Estado», Rutas del Conflicto.
Factores de persistencia.

206 sufrir la guerra y rehacer la vida


La siembra de palma donde antes había coca representó, de cualquier manera,
una continuidad de la explotación de monocultivos que viene asociada a la pérdida
de la diversidad biológica, al uso insostenible del agua, al vertimiento de sustancias
tóxicas y a la paulatina desertificación del suelo.

Varias misiones humanitarias y de verificación durante la ejecución del Plan Colombia, en Putumayo,
permitieron documentar los impactos y las afectaciones en cultivos de pancoger y la vida cotidiana de
las comunidades afectadas por aspersiones aéreas de glifosato. Mural pintado por niños, niñas, jóvenes
y adolescentes en el corregimiento de El Tigre, en Valle del Guamuez, Putumayo. 2004. ©Cortesía
Asociación Minga

La concentración de la tierra que se logró de forma violenta para la explotación


de recursos, la ganadería o los monocultivos implicó la supresión de la producción de
alimentos en las formas tradicionales de agricultura campesina, familiar y comunita-
ria. Estas, normalmente, se caracterizan por la siembra de semillas nativas, diversas,
alternadas y en circuitos cortos, lo que garantiza intercambios, trueques y dinámicas
culturales y sociales que, en general, respetan la naturaleza y protegen los cuerpos y
ciclos del agua.
En la ruta a Tuluá, por el camino de la Esmeralda a San Pedro, luego de que los
paramilitares desplazaron a la gente, por ejemplo, la comunidad de la zona, que antes
llenaba las chivas con bultos de frutas, dejó de sembrar y comercializar sus productos.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 207


«Tan bonito que era eso, todo mundo cosechaba. Hoy en día ya nadie cosecha»491, le
dijo a la Comisión un campesino de la región. La pérdida de la dinámica de producción
de esos cultivos implica, en términos ecosistémicos, la pérdida de la diversidad
biológica de los sistemas que sustentan la alimentación.
Los megaproyectos ilegales como el monocultivo de la hoja de coca o la minería
ilegal492 han sido tal vez más dañinos. Ambos son muy contaminantes, tremendamente
destructivos para los ecosistemas y carecen de vigilancia o supervisión legal. En el
cultivo de coca, se emplean agroquímicos para asegurar la siembra; luego, se usan
otros elementos tóxicos en cantidades desmedidas para convertir la hoja de coca en
cocaína. Primero se usa amoniaco, residuos de ácido sulfúrico, soda cáustica, gasolina
y urea para «picar» la hoja de coca; luego, se usa cemento, cal o sal para modificar
su pH, e introducirla en unas canecas llenas de gasolina, ACPM o petróleo, ácido
sulfúrico, soda cáustica y bicarbonato de sodio. Para extraer la pasta base se usa más
amoniaco y, finalmente, se utiliza permanganato de potasio y ácido sulfúrico para
filtrar y refinar la pasta base493.
Todos los residuos de este proceso van a parar a los suelos y las fuentes de agua.
Como lo reconoció ante la Comisión un hombre de Teteyé, Putumayo, «los labo-
ratorios han sido al lado de las cuencas, o sea de ríos, o caños, o nacimientos. Uno
siempre el laboratorio, lo hacía donde hubiera agua»494. A 200 kilómetros de ese
lugar, en Senseya, la población ya experimentaba los efectos de esa práctica. «Se ha
perdido la cacería, que es lo que es la danta, el cerrillo, el puerco, la uruga, el gurre:
eso ya casi ya no existe mucho», le dijo un campesino de la zona a la Comisión.
«Hablemos ahora del pescado. Ya el pescado se agotó, ya no hay. Eso ya no hay nada
que hacer. Allá realmente el medioambiente se estropeó mucho por la cuestión de
la química de la coca»495.
Las máximas autoridades del Estado justificaban que los cultivos de coca represen-
taban un grave problema por ser uno de los principales métodos de financiación de la
insurgencia. El término «narcoguerrilla» fue funcional para focalizar la política de
aspersiones en zonas en las que preferentemente hacía presencia la insurgencia, como
lo señala un estudio solicitado por DeJusticia y Fensuagro496.

491
  Entrevista 421-VI-00009. Hombre, mestizo, víctima de ataque indiscriminado, despojo y detención
arbitraria.
492
  No se incluye en esta categoría la minería informal realizada por mineros pequeños y artesanales. En
este caso, nos limitamos a aquella llevada a cabo por grupos armados al margen de la ley.
493
  Catálogo de Fuentes de Archivo Externas 78942-OE-204857, «Características agroculturales de los
cultivos de coca en Colombia», 27.
494
  Entrevista 200-VI-00049. Hombre, mestizo, víctima de amenaza a la vida.
495
  Entrevista 199-VI-00001. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, homicidio y otros hechos,
afrocolombiano.
496
  Informe 748-CI-00648, Cruz et al., «El daño que nos hacen».

208 sufrir la guerra y rehacer la vida


Esto fue confirmado por un alto exfuncionario del Consejo de Estupefacientes
que habló con la Comisión. En sus palabras, se llegó a concluir que «la única forma
de poder parar parte de la guerra era [buscar] cómo logramos limitar los recursos que
le llegan a los grupos subversivos a través de la coca»497. En esa búsqueda, el Estado
colombiano se propuso disminuir la superficie cultivada con una mezcla de sustancias
químicas, aplicada mediante aspersiones por vía aérea, desconociendo el principio de
precaución en materia ambiental y las normas del Derecho Internacional Humanitario
que prohíben impactar el medio ambiente como método de guerra498.
Muy temprano, la Contraloría General de la República advirtió que la gran debilidad
de la estrategia antinarcóticos era precisamente la sostenibilidad ambiental. En el primer
informe sobre la aplicación del Plan Colombia, esta institución, bajo la dirección de
Carlos Ossa Escobar, señaló, en respuesta al argumento de que las aspersiones son un
mal menor frente la siembra del monocultivo de la hoja de coca, que

esta argumentación no tiene validez, porque, desde el punto de vista técnico, puede
haber alteraciones significativas en los ecosistemas, lo cual no está probado ni negado,
y, desde el punto de vista ético, el Estado no puede combatir un mal con otro mal,
violando la ley [haciendo referencia al principio de precaución en materia ambiental]499.

La mezcla usada en las aspersiones tiene varios elementos tóxicos, incluido el


glifosato, su elemento activo que, en 2015, fue calificado por la Agencia Internacional
para la Investigación sobre el Cáncer, dependiente de la Organización Mundial de la
Salud, como tóxico por sus posibles efectos cancerígenos500:

La cantidad usada en la erradicación de cultivos ilícitos es de 10,4 litros [de glifosato]


por hectárea, cuatro veces más que el uso recomendado del producto para la agricultura
comercial. Sumado a esto, el programa de aspersión aérea se realiza con una mezcla del
herbicida con un coadyuvante que puede representar una fuente de riesgo adicional
[…] los coadyuvantes que se usan en la mezcla son el POEA (sustancia tóxica que está
asociada a afecciones en el sistema nervioso central, problemas respiratorios y gastroin-
testinales, cáncer en animales, entre otros), Cosmo-flux 411F (sustancia moderadamente
tóxica) y el N-Nitroso Glyphosate (NNG) (cuyos componentes son cancerígenos)501.

497
  Entrevista 299-PR-00781. Hombre, médico, alto exfuncionario público del Ministerio de Protección Social.
498
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa:
Aspersión aérea con glifosato, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
499
  Contraloría General de la República (CGR), «Plan Colombia: Primer informe».
500
  International Agency for Research on Cancer (IARC), «IARC Monographs Volume 112».
501
  Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), «¿Qué tan riesgoso para la salud y la naturaleza es volver
a la aspersión aérea con glifosato?».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 209


Cuando empezaron las aspersiones, la toxicidad de la mezcla no había sido examinada.
En esa medida, las fumigaciones aéreas de herbicidas sobre cultivos ilícitos que se
realizaron en el país no fueron respaldadas con estudios científicos precedentes502.
Puesto de otra manera, su aplicación fue prácticamente un experimento a campo
abierto que no consideró las consecuencias ambientales a mediano y largo plazo. A
pesar de esto, entre 2002 y 2014, se asperjaron más de 1.500.000 hectáreas, según
la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito503.
En sentencias judiciales emitidas en los últimos años, se determinó que

el daño causado por el programa de aspersión aérea con glifosato es imputable


al Estado en la medida en que «al haber tomado la decisión de desarrollar una
actividad altamente peligrosa (la implementación del PECIG504), está obligado
jurídicamente a asumir los efectos nocivos que se produzcan en perjuicio de
personas que no tienen el deber jurídico de soportarlos505.

Se calcula que apoyar a una familia cultivadora para que reconvierta su actividad
costaría 40 millones de pesos. Erradicar una hectárea mediante la fumigación, en cambio,
cuesta 72 millones, de acuerdo con un informe reciente506. No obstante, el Estado
ha preferido la erradicación forzada con la mezcla de sustancias químicas peligrosas
y optado por que las zonas rurales, las comunidades y la naturaleza carguen con los
impactos, haciendo primar una racionalidad militar contrainsurgente.
La historia de un campesino de Puerto Asís, Putumayo, que durante años ha sido
testigo de los efectos de las aspersiones, es una muestra de lo anterior:
«La fumigación vino aproximadamente hace 23 años. Las hacían aéreas y lo terrible
de esto es que no fumigan puntual donde están los cultivos, sino que fumigan toda la
fauna, la flora. Y eso es tan difícil. Tenían la osadía estas personas de abrir las llaves al
pie de la carretera… Nos abrían y pasaban y fumigaban a todo el mundo. Mire que
a unas vacas que hubieron en la finca les cayó glifosato y se pelaron… Se les cayó el
pelo. Eso es muy delicado a pesar de que el gobierno dice que no, que no es dañino.
Sí causa bastante daño»507.
Otro campesino de Villagarzón, Putumayo, mencionó efectos similares:
«Dejaron la tierra estéril. Ahora son tierras estériles, muy malas. No, esas tierras
se quedaron secas, estériles. No tienen los cultivos. Nosotros cultivamos chontaduro

502
  Nivia y Rapalmira, «Las fumigaciones aéreas sobre cultivos ilícitos sí son peligrosas».
503
  Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (Unodc), «Censo de Cultivos de Coca
2014», 97.
504
  Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos.
505
  Consejo de Estado, Sentencia n.º 41001-23-31-000-2000-02956-01(29028), el 20 de febrero de 2014.
506
  Elementa DDHH, «Fumigación con glifosato en Colombia».
507
  Entrevista 060-VI-00005. Hombre, mestizo, víctima de desplazamiento forzado.

210 sufrir la guerra y rehacer la vida


y cacao, y eso, si no está abonando uno al piso y al aire, no le da cosecha. Créamelo
que, cuando uno abona, le cosechan sus 500 pachas de chontaduro. Cuando no abona
no cosecha nada, ni un racimo le echa. Entonces se volvieron tierras malas porque le
echaron harto, fumigaron mucho ese piso. Eso donde cae queda la tierra totalmente
mala. No sirve para nada: ni paja crece»508.
Reclamos como los anteriores fueron la regla en gran parte del país. Estos confirman,
a su vez, las graves consecuencias sobre la salud humana, enfermedades crónicas509
y afectaciones a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres510. Como una
parte de su ejercicio, la Comisión escuchó múltiples testimonios sobre el daño de
comunidades y ecosistemas por las aspersiones en los departamentos de Bolívar,
Guaviare, Meta, Putumayo, Caquetá, Huila, Nariño, Cauca y Valle del Cauca.
La Defensoría del Pueblo ha lamentado que «en muy pocos casos, el gobierno ha
reconocido este impacto, a pesar de las muchas quejas al respecto»511.
El Gobierno, no obstante, ha tenido que reconocer los daños causados por las
aspersiones de manera indirecta. En Ecuador, los impactos de la fumigación llegaron
a sentirse incluso 10 kilómetros adentro de su frontera. De acuerdo con una comisión
científica del país vecino, las aspersiones causaron problemas significativos en la salud
de las comunidades campesinas, en la salud reproductiva de las mujeres, y daños en
los cultivos y en el agua. Todos los impactos estaban relacionados directamente con las
aspersiones, según los científicos512. Debido a estos hallazgos, el Gobierno colombiano
tuvo que suscribir un acuerdo en el que se comprometió a mantener una zona de
exclusión de diez kilómetros en la frontera de Putumayo y Nariño en los que hubiese
presencia de cultivos ilícitos513. A pesar de todo esto, en 2022, el Gobierno colombiano
insistía en las aspersiones para contener los cultivos de coca.
Otros daños a la naturaleza relacionados con las economías ilegales son aquellos
relativos a la minería impulsada o protegida por guerrillas, paramilitares y otros grupos
armados organizados. Esta forma de explotación daña irreversiblemente la naturaleza.
Una mujer de Tiquisio, Bolívar, habló sobre esto con la Comisión:
«Aquí nosotros tenemos una fuente hídrica que la llamamos la quebrada del Cisne
y a raíz de la presencia de las Bacrim en la zona y en algunos sectores también en donde

508
  Entrevista 199-VI-00063. Mujer, campesina, víctima de desplazamiento forzado.
509
  Informe 748-CI-00648, Olivera Cruz, Malagón Pérez y Castiblanco Sabogal, «El daño que nos hacen».
510
  Informe 262-CI-00846, Center for Reproductive Rights, «Salud reproductiva y glifosato en el contexto
de conflicto armado».
511
  Defensoría del Pueblo, «Proposición 042».
512
  Comisión Científica Ecuatoriana, «El sistema de aspersiones aéreas del Plan Colombia y sus impactos
sobre el ecosistema y la salud en la frontera ecuatoriana».
513
  Cancillería de la República de Colombia, Acuerdo entre la República del Ecuador y la República de
Colombia para la solución de la controversia existente en la Corte Internacional de Justicia.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 211


opera la guerrilla, metieron una cantidad de retroexcavadoras. ¡Y toda esa zona, tiene
un impacto ambiental muy grave!»514.
La Defensoría del Pueblo ha alertado sobre el dominio de grupos armados «que
pretenden el fortalecimiento de sus arcas» con la explotación mecanizada ilegal y sobre
«ejércitos privados a través de una mecánica que consiste en cuantificar la extracción de
oro y cobrar la respectiva extorsión, tanto por el metal como por el uso de maquinaria
empleada»515. Esta explotación usa retroexcavadoras que remueven la tierra de las
riberas de los ríos y dragas mecanizadas o hidráulicas que extraen materiales del fondo
de los cauces. En todo el proceso se usan elementos de alta toxicidad como mercurio,
zinc, cianuro, cal, ácido nítrico y combustibles que se desechan en el mismo cauce,
según este organismo.
Un estudio preparado por la Universidad del Valle para la Comisión concluyó
que, «por su efecto crónico sobre la salud humana y sus efectos a largo plazo sobre
los ecosistemas»516, las dinámicas de este tipo minería se ajustan a la descripción
de una dinámica conocida como necropolítica del lugar, es decir, la existencia de un
«espacio físico arrasado por sustancias tóxicas, que conlleva la muerte de ecosistemas y
el deterioro de la salud humana»517. Justamente así lo experimentan las personas, como
lo muestra el testimonio de una lideresa de la comunidad indígena de Manacaro,
en el río Caquetá:
«En 2014, nos sacaron muestras de cabello y resultó que yo tenía como 20,1 % de
mercurio y todos los que vivimos allá estamos contaminados. A nosotros el conflicto
no nos mató con las armas, ni derramamos la sangre: nos mató en vida. Todos los días
morimos en silencio. Nuestros ojos lloran todas las noches porque arden, nuestros
pulmones duelen, nos hormiguea el cuerpo, nos cansamos rápido, muchas veces uno
siente que la muerte está llegando. Pero no, es vivir agonizando. Y eso que hay más
gente que tiene en su cuerpo más mercurio que yo»518.
Comunidades ribereñas de los ríos en Antioquia, Chocó y Bolívar han vivido
situaciones dramáticas debido a la actividad minera. Estas se han visto exacerbadas
por la inacción del gobierno. En 2015, comunidades indígenas y afrocolombianas del
Chocó acudieron ante la Corte Constitucional para obtener protección frente
a los impactos que sufrían en su salud y alimentación por la explotación crimi-
nal minera en los ríos Atrato, Andágueda y Quito y sus afluentes. Entre otros
reclamos, las comunidades señalaban la ausencia de una respuesta del Gobierno

514
  Entrevista 188-VI-00030. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y amenaza a la vida.
515
  Equipo Técnico de la Delegada para los Derechos Colectivos y del Ambiente, La minería sin control.
516
  Informe 748-CI-00671, Méndez et al., «Panorama de los cambios socioambientales y su impacto en
la salud humana en el marco del conflicto armado», 95.
517
  Ibíd., 114.
518
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «La paz
en la Amazonía empieza por el reconocimiento y la garantía de derechos».

212 sufrir la guerra y rehacer la vida


nacional. La Corte visitó la zona y navegó junto a los demandantes durante varias
horas por el cauce de uno de los ríos. Se encontró un panorama desolador, de
acuerdo con la sentencia:

Siendo las 11:00 a.m. los botes alcanzan el sector de Paimadó. Pastor Caicedo,
líder comunitario de Cocomacia, señala que el cauce natural del río era de 60 a
70 metros de ancho aproximadamente, pero que hoy –debido a la destrucción
del mismo– ya no se puede determinar con precisión debido a las múltiples
vertientes, brazos, basura, residuos químicos e islas de arena presentes, lo que
constituye un gran deterioro ambiental, social y territorial. Afirma que el color
del agua era diferente. La recuerda clara y cristalina, pero hoy parece lodo y
es muy oscura. Explica que el olor de las aguas también ha cambiado y hoy es
desagradable. Considera que además son grandes las afectaciones que causa la
minería a la salud y al medioambiente. En concreto, señala que, para las comunidades
asentadas en las riberas del río Atrato y sus afluentes, el río es la vida, lo es todo,
y hoy ya nada pueden hacer en él519.

Ante esa situación, la Corte declaró al río Atrato como un sujeto de derechos520.
Fue la primera declaración de este tipo en el país, en un esfuerzo por ahondar en la
idea de que «la naturaleza y su entorno deben ser tomados en serio y con plenitud de
derecho». Por lo mismo, se ordenó recuperar sus ecosistemas, restablecer su cauce,
eliminar los bancos de arena formados por las actividades mineras y reforestar las zonas
afectadas por la minería legal e ilegal521.
En los casi siete años desde que se expidió la sentencia, se han dado algunas
concertaciones positivas sobre los puntos resolutivos de esta entre las instituciones
y el grupo de guardianes. Sin embargo, la contención de la minería ilegal no ha avan-
zado como se esperaba. Por ejemplo, el fenómeno de la deforestación para fines de
explotación de minería ilegal ha aumentado en el río Quito, uno de los afluentes
del Atrato. La política de contención ha sido marcadamente militarista, privilegiando
la destrucción de infraestructuras ilegales522. Se ha omitido, en cambio, reforzar el
control de insumos y consolidar la institucionalidad civil.

519
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-622/16, el 10 de noviembre de 2016.
520
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental:
El Atrato es la vida (Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Siembra para la Comisión de la Verdad),
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
521
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-622/16, el 10 de noviembre de 2016.
522
  Redacción Semana, «El oro maldito: SEMANA acompañó a las autoridades en las operaciones contra
la minería ilegal del ELN en Chocó», Semana y Semana, «Están matando al Atrato: así pelea el Ejército
contra la minería ilegal», 7 de agosto de 2021.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 213


En la lucha contra la minería ilegal, se requiere confrontar prioritariamente el fenó-
meno de la corrupción. En un estudio de la Comisión de Expertos Anti-Corrupción,
se advirtió que agentes ligados a la minería ilegal «cuentan con una enorme capa-
cidad de corromper los actores políticos y servidores del Estado por el ejercicio de
la violencia»523. Cuando en 2016 se creó la Brigada Antiminería del Ejército, su
comandante, el general Federico Mejía, admitió tempranamente que habían detec-
tado «que el centro de gravedad de la minería ilegal en Colombia es la corrupción
dentro de instituciones y agencias que velan por una minería bien hecha»524.

Trauma biocultural y solastalgia

Paisaje de la abundancia y paisaje del despojo. Exposición «Los ríos Sogamoso y Chucurí fluyen con la
arpillería» del Movimiento Social en Defensa de los Ríos Sogamoso y Chucurí. 2018 
Fuente: Informe 365–CI–01149. Censat Agua Viva y Amigos de la Tierra Colombia. «Remolinos de guerra y desarrollo en
el río Sogamoso en Santander». 182.

523
  Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo), «Recomendaciones para combatir
la corrupción en Colombia».
524
  Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en Colombia, «Corrupción: la aliada de la
minería ilegal».

214 sufrir la guerra y rehacer la vida


En los testimonios aportados a la Comisión de la Verdad, se evidenció el deterioro
del bienestar de las comunidades por los cambios en sus dinámicas de subsistencia,
por el despojo, por el daño a la naturaleza, a sus ecosistemas, a sus animales y ciclos.
En muchos de esos relatos, sobresale la angustia, la frustración por no poder detener
la degradación ambiental y la tristeza por la destrucción de la naturaleza.
En Samaniego, Nariño, por ejemplo, una campesina se lamentó porque el narcotráfico,
además de acabar con vidas humanas, deforestó el territorio. «Fue terrible», dijo,
«pues para los que amamos la naturaleza es que acabaron con gran parte de la selva,
una reserva muy buena con árboles milenarios y desde luego, pues, la fauna»525. Otra
mujer indígena que vivía en la Amazonía, cerca del río Rumiyaco, estaba desolada por
la deforestación de los imponentes árboles que crecían en el territorio. Estos cayeron
primero por los aserradores de cedro y luego por los sembradores de hoja de coca: «A
uno le da como esa tristeza que ya no lo pudo ver uno, no quedó ni las semillas, porque
ya uno mira los árboles pequeños y ya quedan es el pedazo», le dijo a Comisión526.
A los habitantes del Naya, el deterioro de la naturaleza asociada a la extracción de
madera y de minerales también les causó tristeza e impotencia. Según estas personas,
su vida se concibe en relación con el territorio. Por ello, la extracción violenta y masiva
de sus recursos genera impactos más allá de lo individual. Una mujer afrocolombiana del
Valle del Cauca dijo: «Es terrible la forma en la riqueza que tiene el Naya. Los árboles
están sufriendo. No sé a quién le están dando ese dinero. Están pagando por cortar esos
arbolitos que nosotros no cortamos allá»527.
El conjunto de sentimientos detrás de los anteriores testimonios tiene un nombre:
solastalgia528. Este concepto reúne el dolor asociado a los daños ambientales y ha sido
común en muchos lugares del país. Las mujeres del Movimiento Social por la Defensa
de los ríos Sogamoso y Chucurí, por ejemplo, han aludido a la solastalgia para describir
el pesar experimentado en el contexto de la construcción y operación de la represa de
Hidrosogamoso, en Santander:

Hemos tenido que hacer un proceso de duelo y nostalgia. Yo soy hija de un pescador y
toda la vida he estado en el río también con mi papá. El tiempo en el río era perma-
nente y comíamos pescado tres, cuatro meses al año, teníamos pescado permanente
en la casa y ya no tenerlo y ver a mi papá con seis atarrayas colgadas en la casa,
con sus cuadros de nostalgia y depresión, no poder ya dedicarse a esa actividad
que venía desarrollando desde que estaba pequeño y que pasaba de padres a hijos,
es muy duro. Al ser afectadas directamente, nos duele mucho más […]. Siempre lo

525
  Entrevista 221-VI-00015. Mujer, mestiza, víctima de amenaza a la vida.
526
  Entrevista 061-CO-00220. Campesinos, víctimas de amenazas a la vida.
527
  Diagnóstico Comunitario 326-DC-00003. Mujer participante. Asociación de Mujeres AINI, colectivo
de mujeres afrocolombianas, negras, raizales y palenqueras.
528
  Albrecht, «“Solastalgia”», 44–59.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 215


he dicho, los ríos no tuvieron una despedida de la gente, de sus pescadores. Eso
me dolió muchísimo, aún me duele. Sobre todo, en el río Chucurí. Cuánta gente que
uno encontraba en el río: familias completas. Esa impotencia de la gente, del vestigio
que dejó también el conflicto armado en la gente. Pero es como también el dejar
morir, ¿no? Lo mismo que muchas personas con los niños, que en el conflicto a
veces los papás tenían que dejar que se les llevaran a los hijos ahora […] los hijos
del río dejaron que se lo llevaran, que lo mataran, prácticamente529.

La presencia de actores armados en los territorios truncó la relación biocultural o


socioecosistémica entre las comunidades y la naturaleza. En ese sentido, a ambas les
causaron daños. Las personas, por ejemplo, dejaron de disfrutar de la naturaleza o
del agua. En una entrevista con la Comisión, una mujer campesina de San Miguel,
Putumayo, recordó:
«[A] los ríos uno iba a pescar, uno iba a lavar, uno iba a bañar al río, pero cuando
llegaron ellos ya qué iba a ir. Ya ellos a veces mataban a gente en los ríos y todo eso…
El pueblo se contamina de lágrimas, de sangre, de todo»530.
Otro campesino de San Rafael, Antioquia, dijo:
«Ya no podíamos, digamos, llegar al río, porque ellos decían que todo el que llegara al
río era guerrillero. Entonces ya no volvíamos al río. Después de esas masacres ya bajaban
por ahí era a quemar máquina, y [uno] dijo: “Todo el que hubiera en el río, lo picamos”»531.
Las comunidades étnicas han pasado por la misma situación. Muchos han tenido
que dejar su territorio ancestral, como contó un líder comunitario de Cocomopoca, de
Lloró, Chocó: «Desde que pase un grupo armado o que pasen esas cosas, ya nosotros no
podemos ir al monte […], no podemos ir a pescar […]. Pero [a] los sitios donde ancestral-
mente nosotros llegamos con nuestros abuelos, ya nosotros no podemos ir de miedo»532.
En otras ocasiones, los actores armados impidieron mantener las formas armónicas
de las personas con la naturaleza mediante acciones como el confinamiento533. Esto
obligó a comunidades, en particular indígenas y afrocolombianas, a habitar un terri-
torio por periodos prolongados, lo que causó desabastecimiento de alimentos y
la sobreexplotación de los recursos. En 2009, la Corte Constitucional señaló este
problema de la siguiente manera:

529
  Lideresa miembro del Movimiento Social por la Defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí. En: Informe
365-CI-01149, Asociación Centro Nacional Salud Ambiente y Trabajo Agua Viva (CENSAT AGUA
VIVA), «Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso en Santander», 150.
530
  Entrevista 043-VI-00001. Mujer, mestiza, víctima de desplazamiento forzado, confinamiento y
despojo de tierras.
531
  Entrevista 647-VI-00017. Hombre, víctima de atentado al derecho a la vida, desplazamiento
forzado y tortura.
532
  Informe 365-CI-01146, Fondo Interétnico Solidaridad Chocó (FISCH) y Centro Sociojurídico para
la Defensa Territorial (SIEMBRA), «El Atrato es la vida», 296.
533
  Corte Constitucional, Auto 004 de 2009, el 26 de enero de 2009.

216 sufrir la guerra y rehacer la vida


Las comunidades afrocolombianas han defendido el etnodesarrollo como una
alternativa para la explotación ambientalmente sana de los recursos naturales. El
desplazamiento, así como el confinamiento, obligan a abandonar estas formas de
explotación y permite la prevalencia de modelos de desarrollo que arrasan con el
medioambiente y con la posibilidad de supervivencia cultural [de estas comunidades]534.

La violencia del conflicto armado interno se ha ensañado en contra de las comunidades.


Esto ha mostrado, en palabras de un líder de la Comisión Interétnica de la Verdad
del Pacífico, «el racismo estructural, un sistema que opera en no dejarnos ser»535. Ese
no dejar ser implica, entre otras cosas, no dejar ser en armonía con la naturaleza. En
este sentido, una de las mayores expresiones de la violencia ha sido el ataque contra
personas defensoras de la naturaleza.
Según Indepaz, entre la firma del Acuerdo de Paz, en 2016, y septiembre de 2021,
661 líderes defensores de la naturaleza fueron asesinados en Colombia536. En
2020, Colombia ocupó el primer lugar en victimizaciones de este tipo, de acuerdo
con el informe de Global Witness537 sobre la crisis climática y las amenazas a líderes
y lideresas ambientales538.
A pesar de lo anterior, el Estado colombiano no ha avanzado en la implementación
de medidas de protección efectivas, a las que se ha comprometido internacionalmente.
La cuestión se reflejó muy claramente durante una de las audiencias realizadas ante la
Comisión Interamericana de derechos humanos en 2019, cuando luego de que el
Estado listara todas las medidas que ha tomado en favor de personas defensoras de
derechos humanos víctimas de violencia, el comisionado Francisco José Eguiguren
reconoció que el país tiene esquemas de protección para miles de personas539 y que
«todo eso es un avance muy importante, pero las amenazas y los muertos continúan».
En un documento preparado por Oxfam para la Comisión, se relata un caso que
refleja cómo los ataques contra las personas defensoras de la naturaleza buscan castigar
las luchas comunitarias:

534
  Corte Constitucional, Auto 005 de 2009, el 26 de enero de 2009.
535
  Comisión de la Verdad, «El territorio como víctima del conflicto armado», el 23 de julio de 2020,
00:46:26.
536
  Observatorio de Derechos Humanos y Conflictividades de Indepaz, «Líderes ambientales asesinados
desde la firma del acuerdo».
537
  Global Witness, Defender el mañana.
538
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Infografía: ¿Qué tan peligroso es ser líder o lideresa social en Colombia?, en la plataforma digital de
la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
una-red-que-nos-sostiene.
539
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos, «Colombia: violencia contra líderes y lideresas
sociales», el 26 de septiembre de 2019.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 217


Durante la escritura de este informe [2020], se presentó el asesinato de Juana Perea,
lideresa ambiental en el municipio de Nuquí, en el departamento del Chocó. Su
caso permite ilustrar cómo se libran las batallas entre los intereses económicos sobre
los territorios ricos en biodiversidad, y las defensoras de los derechos ambientales y
territoriales. Este municipio, reconocido por su biodiversidad, ha cobrado relevancia
en los últimos meses debido a la posibilidad de que allí se construya el puerto de
Tribugá. El cuerpo de Juana fue dejado en sus playas para intimidar a los pobladores
indígenas y afrodescendientes locales, quienes se oponen a la construcción del
puerto por las afectaciones que este traería al territorio540.

Lo narrado refleja el temor de líderes ambientalistas en todo el país. En un diálogo con


la Comisión sobre la situación de líderes y lideresas en el Eje Cafetero, un participante
aseguró que una de las formas de estigmatización que los ha puesto en mayor peligro
es «señalarlos como “enemigos del desarrollo” por oponerse a proyectos o acciones que
atentan contra su territorio y recursos naturales»541. De los ataques no se han librado ni
siquiera funcionarios como los guardaparques. En un informe entregado a la Comisión,
el colectivo de guardaparques reportó que sus funcionarios

han sufrido asesinato (19 casos); desaparición (1 caso); exilio (1 caso); desplazamiento;
amenazas; extorsión; secuestro; señalamiento; discriminación; hostigamiento;
hechos que han provocado daños sicológicos (desarraigo, depresión, angustia,
delirio de persecución), económicos y desintegración familiar; se les han violentado
sus derechos y capacidad de ejercer las labores para las cuales están preparados; pérdida
del buen nombre, la honra y la dignidad, entre otros542.

De acuerdo con este informe, entre 1988 y 1992, por ejemplo, se produjeron
enfrentamientos entre las FARC-EP y el Ejército en el Parque Nacional Natural
Cueva de los Guácharos, ubicado entre los departamentos del Huila, Cauca y Caquetá.
Estos enfrentamientos

dejaron un saldo de afectaciones a la naturaleza e infraestructura y bienes inmuebles


del Parque, y el abandono y destierro de los funcionarios por efectos de la guerra
y por la dureza de los militares del Batallón Magdalena contra los funcionarios
[del área protegida] que fueron catalogados por los militares como auxiliadores y

540
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia n.o SP4124-2020, el 28 de octubre de 2020.
541
  Comisión de la Verdad, «Líderes y lideresas del Eje Cafetero piden no ser estigmatizados como
“enemigos del desarrollo”».
542
  Informe 748-CI-00797, Colectivo de Guardaparques de Colombia, «Los derechos de la naturaleza,
el territorio y el colectivo de guardaparques del Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia
a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición», 150.

218 sufrir la guerra y rehacer la vida


comandantes de la guerrilla. Todo lo que se encontraba en la Cabaña de la Ilusión
fue destruido por las balas de la guerra, sin importar la vida de los guardaparques.
El jefe del Parque de la época tuvo que salir de la región oculto por los señala-
mientos de los dos bandos y el grupo de funcionarios [del Parque] fue trasladado
al Parque Nacional Natural Nevado del Huila543.

La consecuencia de hechos como el anterior ha sido un miedo creciente que inhibe a


los protectores de la naturaleza. Un campesino en Buga, Valle del Cauca, víctima de
desplazamiento forzado por las AUC, le habló a la Comisión sobre la forma en que la
violencia contra las personas apalancaba la violencia contra la naturaleza: «Otra de
las cosas que pasó fue que detrás de eso vino la masacre de los bosques… Entonces
[…] ya empezó como el temor y todo eso. Vino gente de otra parte y empezó a cortar
madera y a venderla y nos saquearon los bosques. ¿Uno qué? Quedarse callado»544.
De manera análoga, la violencia contra comunidades opuestas a megaproyectos impidió
que sus opiniones, preocupaciones y propuestas fueran consideradas seriamente en la
ejecución de esas obras. El marginamiento de las opiniones de los habitantes de zonas
biodiversas, en la construcción de políticas públicas por considerarlas «impedimentos
o bloqueos al desarrollo» que, como lo menciona el grupo de guardaparques,

pone en riesgo el bienestar humano de todos los colombianos, el cumplimiento del


deber del Estado de conservar el patrimonio natural y cultural de la nación desde
el principio y derecho intergeneracional a un ambiente sano y la concreción de los
objetivos de desarrollo sostenible545.

Otro informe allegado a la Comisión coincide con lo anterior:

[L]o que se ha constituido, por acción tanto de los actores armados como de los
actores del desarrollo, [es] un trauma biocultural, por las huellas que han quedado
en la memoria colectiva y las heridas abiertas en el tejido social, además de [las
heridas] en el territorio mismo546.

Y así ha sido, tanto por lo que ocurrió con las comunidades como por lo que le
ocurrió a la naturaleza.

543
  Ibíd., 161.
544
  Entrevista 229-VI-00066. Hombre, mestizo, víctima de amenaza a la vida y desplazamiento forzado.
545
  Informe 748-CI-00797, Colectivo de Guardaparques de Colombia, «Los derechos de la naturaleza,
el territorio y el colectivo de guardaparques del Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia
a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición», 9.
546
  Informe 365-CI-01149, Asociación Centro Nacional Salud Ambiente y Trabajo Agua Viva (Censat
Agua Viva), «Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso en Santander», 141.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 219


Los actores armados y la naturaleza

Un grupo de guerrilleros camina sobre una cascada, en medio de la selva chocoana. Por su camuflaje,
se hacen invisibles en la naturaleza. ©Federico Rios Escobar

Los actores armados interactuaron de diferentes maneras con la naturaleza. Los grupos
paramilitares, por ejemplo, rara vez mostraron preocupación por las cuestiones
ambientales. En Santa Teresa, Casanare, de acuerdo con un campesino víctima de
las Autodefensas Campesinas del Casanare conocidos como los Buitragueños, «los
grupos de autodefensa, que eran los que predominaban en la región, autorizaban a
los campesinos para que talaran el bosque indiscriminadamente, dejaban inclusive
pescar en las quebradas y pues era un desorden total»547.
La mayoría de los testimonios muestran que la agenda paramilitar conllevaba la
destrucción ambiental, ya fuera por el exterminio de defensores locales de la natura-
leza, el desarraigo forzado de la población y los quiebres bioculturales concomitantes,
o por su participación y predominio en explotaciones legales e ilegales basadas en el
despojo violento.
El Ejército, por su parte, participó en la destrucción de los ecosistemas aledaños a
las bases militares. Otros hechos que han afectado la naturaleza son su presencia en

547
  Entrevista 196-VI-00042. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.

220 sufrir la guerra y rehacer la vida


territorios étnicos sin mediar la consulta correspondiente, los bombardeos indiscri-
minados, su falta de control efectivo sobre formas de explotación ilegal de la naturaleza
y la omisión de protección de la población que por su oposición a explotaciones
legales era víctima de asesinatos selectivos, desapariciones o desplazamientos forzados,
fundamentalmente por paramilitares.
Personas con las que habló la Comisión se preguntaron con desconcierto por qué
no existe una autoridad que controle lo que pasa en los territorios, si es tan evidente
lo que sucede. Un campesino, en Bolívar, lo puso de la siguiente manera:
«Hoy el tema de la minería ilegal con retroexcavadora… Es una situación que uno
no entiende: cómo una retroexcavadora puede entrar a la región, hacer y deshacer, a
demoler montañas, a tirar lodo a las aguas, a las quebradas, a tirar los contaminantes,
a dañarlo todo. Y delante de las narices de las autoridades de turno. Eso sigue pasando,
sigue ocurriendo, y es una violación directa del Estado colombiano… [Nosotros] deci-
mos, si ellos tienen digamos el control, son las autoridades, ¿por qué lo permiten?»548.
La ineficiencia de su labor no deja de despertar suspicacias, particularmente
en consideración a que la corrupción es intrínseca en estos ámbitos. Por su parte,
la responsabilidad de la Policía Antinarcóticos siempre estará atada a su rol en la
estrategia de erradicación forzada mediante el uso de sustancias químicas altamente
tóxicas y su negativa a reconocer los daños causados.
Sobre las guerrillas, una parte de los testimonios rendidos a esta Comisión tienden
a destacar su rol como regulador ambiental. En lugares como Algeciras, Huila, según
una mujer que salió desplazada de la zona, en 2009, las FARC-EP «regulaban las
quemas, la deforestación, la protección de las fuentes hídricas, la fauna silvestre, ahí
impedían las cacerías, la minería ilegal, todo ese tema ambiental ellos lo regulaban,
que si alguien llegaba de dañado a tirarse una fuente hídrica ellos eran quienes hacían
toda la sanción»549.
Tales actos, aparentemente positivos en la regulación ambiental, tenían una clara
vocación de control social y territorial. Y, aunque pudieron tener efectos positivos
temporales en algunos ecosistemas o especies, no fue una práctica sostenida, consistente
o coherente, como lo manifestó a la Comisión una mujer campesina en el Valle del
Cauca, desplazada de su hogar por las FARC-EP:
«Quizque cuidaban el medio ambiente, no sé, pero yo veo que también ellos
explotan por ahí minas y explotan cosas y hacen mucha cosa también… Por ejemplo,
el oleoducto del petróleo que cada rato lo derraman por allá también… Yo digo que ellos
cada cual cogen su beneficio a su bien pa cada uno. Todos están peleando por el bien
de ellos mismos, no por el bien de la comunidad»550.

548
  Entrevista 212-VI-00023. Hombre, líder social, víctima de amenazas a la vida.
549
  Entrevista 140-VI-00045. Mujer, mestiza, víctima de desplazamiento forzado y amenaza a la vida.
550
  Entrevista 216-VI-00062. Mujer indígena, víctima de desplazamiento forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 221


Las guerrillas han sido responsables de cientos de episodios de devastación ambiental.
Estas han volado de oleoductos, construido infraestructura y usado los recursos de
los sitios protegidos, sembrado minas antipersona, utilizado animales cargados con
explosivos, y participado en la explotación ilegal del monocultivo de la coca y la
minería, por ejemplo.
En Colombia, el conflicto se ha financiado, en parte, a través de recursos aso-
ciados a economías legales e ilegales, a través de la extorsión a empresas y los negocios
asociados al narcotráfico, la minería mecanizada –particularmente de oro– y la inversión
de capitales en compras de tierras para la instalación de proyectos de ganadería y
agroindustria. Los vínculos con este tipo de economías extractivas han aumentado su
enriquecimiento y han contribuido a la agudización y persistencia del conflicto, y a
la intensificación de los impactos sobre la naturaleza.
El escenario del posacuerdo, en el que se esperaba la consolidación de otra forma de
concebir lo territorial, nunca se materializó. En varios lugares del país, las comunidades
experimentaron un cambio drástico en el periodo posterior a la firma del Acuerdo,
como le contó a la Comisión una mujer de San Vicente del Caguán:
«Uy no, recién la guerrilla firmó los acuerdos y todo eso fue terrible. Las quemas.
Hubo un asesinato forestal terrible. Eso el panorama era gris. Tú salías y se veía oscuro
todo el tiempo como si fuera a llover, y era la quema de montaña que hicieron. De
verdad que abusaron. Nunca nos dejaron quemar, o sea, era como ese desquite. Pero
se desquitaron con lo que no debían ¿cierto?»551.
En un informe del International Crisis Group, se concluye:

En los cinco años después de la firma del histórico Acuerdo de Paz de 2016,
Colombia ha sido testigo de una oleada de destrucción de bosques y praderización
de tierras en medio de continuos disturbios en las zonas rurales. La tasa de pérdida de
bosques hace poco probable que el país cumpla con su objetivo de deforestación
cero para 2030 y se encuentra ligada al conflicto y la violencia552.

La extensión de los cultivos de hoja de coca, la ganadería y la minería ilegal han


repuntado en esta dinámica.
Las denuncias sobre esta arremetida contra la naturaleza, sin embargo, se han des-
atendido. Por ejemplo, en Caquetá, habitantes de Cartagena del Chairá le dijeron lo
siguiente a la Comisión:
«Las juntas se reunieron muy preocupadas, vinieron y denunciaron los hechos y lo
trajeron a la alcaldía, hicimos el seguimiento a los recursos naturales, pero como acá no
había como solucionarlo sino a nivel departamental, se llevó al comité departamental,

551
  Entrevista 173-PR-00134. Mujer, miembro de fundación ambiental.
552
  International Crisis Group, «Bosques caídos».

222 sufrir la guerra y rehacer la vida


pero nada, desde la institucionalidad no hicieron nada. A los presidentes […] y directivos
de junta que hicieron las denuncias les empezaron a llegar amenazas: “Que si querían
que les dieran motosierra”»553.
De esa manera, el ciclo de la violencia contra los cuidadores y contra la naturaleza
misma se reactivó con intensidad. No habrá tregua hasta que se implementen medidas
de protección adecuadas y hasta que todas las personas entiendan que la vida no puede
existir sin el territorio, la biodiversidad y los demás seres que habitan el planeta.

553
  Entrevista 173-PR-00142. Mujer, funcionaria pública, testigo.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 223


El líder cívico Manuel Angarita carga en hombros al candidato a la presidencia por el partido Nuevo
Liberalismo, Luis Carlos Galán Sarmiento, a su llegada al parque Camilo Torres Restrepo, en su
último recorrido por el Magdalena Medio, en 1989. ©Jesús Villamizar

224 sufrir la guerra y rehacer la vida


Los impactos del
conflicto armado
en la democracia

L
a democracia es una forma de vivir en sociedad en la que las personas, como
ciudadanos o sujetos de derechos políticos, se relacionan con el Estado. Es un
modo de organizar el orden político que busca la participación de la sociedad
en los asuntos públicos y la resolución pacífica de las tensiones generadas por el
ejercicio del poder. En el procedimiento democrático, las decisiones se delegan en unas
instituciones que deben respetar a todas las personas por igual. En otras palabras, el
Gobierno, al tomar decisiones, debe considerar que la vida, la felicidad y la libertad
de cada persona es igualmente importante554.
Esta definición formal e ideal de democracia se materializa en instituciones y
hechos concretos: el desarrollo periódico de elecciones libres e imparciales, funcio-
narios electos para la toma de decisiones, garantías en el derecho a votar y a ocupar
cargos públicos555. En particular, en una democracia es fundamental consagrar la
libertad de expresión para que la ciudadanía pueda opinar libremente y acceder a
la información en asuntos políticos: La doxa, la opinión, es la piedra angular de la
democracia. Considerar, sopesar, diferenciar, ponderar, distinguir, de eso se trata en
un régimen democrático556.
La libertad de asociación también es esencial, pues esta es un mecanismo de
contención frente a los abusos del poder que permite organizarse para deliberar y
escoger la opción que mejor representa los intereses, aspiraciones y creencias de los
diferentes grupos557.
Según esta definición de democracia propia del liberalismo político, lo mínimo que
debe garantizarse es la rotación del poder político, la existencia de pesos y contrapesos
institucionales, la realización de elecciones universales sin fraude, la protección de la

554
  Dahl, La democracia. Una guía para los ciudadanos, 76–77.
555
  Dahl, La democracia y sus críticos, 266–67.
556
  Berlanga, «La Paideia democrática en México», 112.
557
  Held, Modelos de democracia, 325–26.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 225


libertad de expresión, reunión y asociación558, y que el gobierno elegido tenga el poder
real de gobernar sin la tutela de las fuerzas militares y sin el constreñimiento por las
acciones de grupos armados al margen de la ley559.
Históricamente, la realidad del orden político colombiano se ha alejado mucho
de ese ideal. Para empezar, algunos de los presupuestos necesarios para el funciona-
miento del régimen político democrático se han incumplido. Por ello, el país vive
en medio de una gran paradoja: una parte de sus ciudadanos tiene el sentimiento y
la idea de que vivimos en una democracia, en la que tenemos elecciones regulares,
hay cierta garantía de derechos e instituciones que nos protegen; y otra parte de la
ciudadanía vive cotidianamente sometido a la ley de los armados, vota bajo coacción,
y se silencia y reprime.
La larga coexistencia y configuración mutua del conflicto armado interno y
del régimen político democrático en Colombia, sin que ninguno de los dos haya
colapsado, puede explicarse fundamentalmente por dos procesos simultáneos y no
excluyentes: (1) la disparidad regional en la construcción del régimen político y del
Estado, que se ha caracterizado por un desarrollo desigual y heterogéneo de las
instituciones democráticas y de la integración de las diversas poblaciones a la vida
política y económica nacional560; (2) la funcionalidad de la violencia a los intereses
de las élites políticas locales y regionales que han mantenido en el poder a las élites
nacionales. Estas, con mutuas retribuciones, han legitimado y permitido la mezcla entre
la legalidad y la ilegalidad en la seguridad, la propiedad de la tierra y la intermediación
electoral clientelar armada561.
El análisis realizado por la Comisión permite afirmar que una de las razones que
explica el conflicto armado en Colombia es la existencia de una democracia débil
que no ha garantizado la participación de sectores históricamente excluidos, y que ha
mantenido en el poder principalmente a quienes han sostenido y se han privilegiado
de esta exclusión. En este sentido, la realización de pactos excluyentes y de meca-
nismos legales e ilegales para conservar el poder han asegurado que el Estado, salvo
excepciones, se haya usado para gobernar a favor de intereses particulares, algunos de
ellos incluso ilegales.
Frente a este régimen, los excluidos han librado una lucha por la inclusión y el
reconocimiento de sus demandas, intereses y propuestas de sociedad. Esta lucha se ha
valido, por un lado, del uso de mecanismos como el voto y la aspiración a ocupar cargos
por elección popular. El problema es que, a menudo, estos han sido obstruidos o que,
en muchos casos, se ha violentado a quienes han intentado usarlos. Por otro lado, la

558
  Módulo de Catalogación Colaborativa 23-OI-3523, «Conflicto armado y democracia en Colombia.
Una mirada a los patrones de la violencia política».
559
  Levitsky y Collier, «Democracia con adjetivos», 137–59.
560
  González González, Poder y violencia en Colombia, 57–61.
561
  Gutiérrez Sanín, El orangután con sacoleva, 430–31.

226 sufrir la guerra y rehacer la vida


lucha por la ampliación democrática ha tomado también la opción armada y violenta,
la cual contribuye, paradójicamente, a precarizar aún más las conquistas democráticas
y evita que estas se concreten en la construcción de un país con garantías para todos
sus ciudadanos. De hecho, dos de los procesos democratizadores más importantes de la
historia del país –la elección popular de alcaldes y la Asamblea Nacional Constituyente,
que culminó con la expedición de la Constitución Política de 1991– estuvieron acom-
pañados de altos niveles de violencia política que buscaban socavarlos.
Los testimonios de víctimas y desmovilizados, así como los numerosos informes
entregados a la Comisión por organizaciones sociales, étnicas y campesinas, por
sindicatos, excombatientes, miembros de la fuerza pública, partidos políticos, entre
otros, permiten afirmar que, en efecto, el origen del conflicto y su persistencia se
relacionan, por un lado, con la ausencia o cierre de espacios democráticos que excluyen
a poblaciones, no solo en virtud de lógicas económicas, sino también políticas,
culturales y sociales; y por el otro, con la lucha armada y violenta que se ha librado
para reclamar participación, inclusión y reconocimiento562. Lo anterior ha creado un
círculo vicioso que probablemente se relaciona con las dificultades históricas para cerrar
los ciclos de violencia en el país.
La ausencia de garantías para la participación y el reconocimiento de los intereses y
demandas de amplios y diversos sectores del país ha llevado a que se pierda un recurso
fundamental para la democracia: la capacidad de la ciudadanía para incidir con sus
propuestas, reflexiones y saberes culturales, sociales, económicos y políticos. También
se ha perdido la capacidad de aportar en la construcción de un país que permita superar
no solo las distintas exclusiones, sino las brechas económicas y culturales.
Reconocer las deudas de la democracia en los ciclos de la violencia y, al mismo
tiempo, los impactos que la violencia produce sobre las posibilidades de la democracia, tal
vez, pueda, en palabras de algunas organizaciones campesinas, contribuir a encontrar
una salida,

para que pasemos del círculo vicioso de una guerra contra el campesinado al
círculo virtuoso de una paz fundada en el reconocimiento y fortalecimiento
de los derechos del campesinado y de los otros sujetos que han sido subal-
ternizados de la ruralidad, como los pueblos indígenas y las comunidades
afrodescendientes563.

562
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Construir la paz desafiando la desesperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.
563
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 15.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 227


A continuación, se desarrollarán algunos de los impactos, formas y modalidades
en las que el conflicto armado ha afectado la democracia en Colombia. En el país,
los actores armados ilegales y una parte de las élites políticas, la fuerza pública y otros
organismos del Estado obstaculizaron e impidieron el desarrollo de procesos socia-
les de organización y participación social y política, desnaturalizaron y limitaron los
procesos de participación electoral, y deslegitimaron la institucionalidad, lo que
trajo una enorme pérdida de la confianza ciudadana.

Impedir la democracia atacando


la organización, la oposición
y la participación

Marcha de protesta por el aumento de muertes selectivas y el porte de armas, organizado por
la Organización Femenina Popular (OFP). Durante la década del 2000, las mujeres de la
OFP impulsaron multitudinarias movilizaciones en el Magdalena Medio y en el resto del país
exigiendo la defensa de la vida. ©Jesús Villamizar

228 sufrir la guerra y rehacer la vida


La violencia en el conflicto armado se dirigió especialmente hacia aquellas orga-
nizaciones creadas con el objetivo de defender derechos de sectores, territorios,
comunidades y sujetos sociales como campesinos, indígenas y afrocolombianos, y
hacia aquellas personas que defendieron y reivindicaron derechos de los trabajadores,
derechos cívicos en el campo y en las ciudades, entre otras564.
Esta ha afectado múltiples procesos que operaron como formas de enfrentar el
abandono estatal, el atropello por cuenta de autoridades y actores económicos, y la
arbitrariedad de actores armados ilegales. Las organizaciones, en su gran mayoría,
fueron expresión del esfuerzo y del trabajo realizado para garantizar servicios y recursos
no provistos por el Estado, para proteger y defender las riquezas de sus territorios y
para ejercer el derecho a asegurarse una mejor calidad de vida.
Estos propósitos, que deben considerarse una contribución a las búsquedas de
equidad y de justicia propios de un sistema democrático, y que expresan valores
indispensables para la existencia de la democracia –la deliberación, la participación,
la construcción de consensos, el compromiso con la defensa de lo colectivo, entre
otros–, se han subestimado y violentado. Esto ha ocurrido, en gran medida, porque
cuestionan y se enfrentan con las políticas gubernamentales que les han resultado
lesivas, y con los actores privados que, de maneras muy diversas, han atentado contra
la vida y los derechos de las comunidades.
Si bien numerosas organizaciones surgieron con el propósito de mejorar sus con-
diciones de vida o defender derechos colectivos –algo que debería haberlas situado
como aliadas del Estado y merecedoras de su apoyo y su reconocimiento–, la mayoría
se ha considerado y tratado como fuerzas opositoras que atentan contra el desarrollo
y el progreso, como se mostró en apartados anteriores. De hecho, en ocasiones, se las
ha tratado como organizaciones «enemigas» que desestabilizan y amenazan el orden,
y se las ha asociado con la insurgencia y el terrorismo. Algunas de estas organizaciones
incluso han sido atacadas y destruidas por poderes privados –muchos de ellos ilegales–,
por medio de tácticas que han incluido la cooptación, la instrumentalización, las
amenazas, la persecución y los asesinatos.
La violencia contra los procesos organizativos se ha llevado a cabo mediante el
señalamiento y la estigmatización, que ha buscado desprestigiar a sus líderes, ter-
giversar sus objetivos y vincularlos con prácticas criminales y con la subversión565.
Uno de los recursos denunciados por los miembros de las organizaciones ha sido el

564
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Defensor
del pueblo (punto Ciudad Universitaria), en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia,
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
565
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: El orgullo de ser campesino, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 229


de los montajes judiciales, que no solo han afectado la imagen de los líderes y de sus
organizaciones, sino que además han provocado la privación de la libertad de muchas
personas, como lo narró un líder social campesino de Norosí, Bolívar, a la Comisión:
«Yo tenía orden de captura… [Pero] yo me dedico es a trabajar. Me dedico a los
quehaceres de la casa y también a lo de la comunidad, a estar interlocutando con el
gobierno sobre las necesidades de nosotros… Una de las denuncias que ellos ponían
era que yo era el presidente de la Junta de Acción Comunal, y que yo reunía a los
comerciantes y a los pequeños ganaderos de acá de la zona […] para cobrarles
impuestos para la guerrilla… Eso nunca lo he hecho, ni nunca he estado de acuerdo
con eso ¿ya? […]. Entonces miramos directamente que toda esa gente que ha estado
ahí directamente con ese montaje en contra de nosotros, hoy en día unos se encuentran
presos… Nos ha tocado soportar todo este poco de cosas»566.
Sobre la estigmatización, algunas organizaciones campesinas plantearon lo
siguiente, en un informe enviado a la Comisión:

Lejos del reconocimiento del campesinado como sujeto político, económico y


socialmente relevante para la nación, el Estado formó, reprodujo y reforzó ima-
ginarios contra el campesinado como una población pobre, ilegal, e insurgente…
Esta doctrina se mantuvo durante las políticas de seguridad democrática, dentro
de la cual la población indígena, sindicalista, defensores de derechos humanos y
campesinos fueron considerados como una amenaza desestabilizante y que, por
tanto, debía ser combatida567.

Estos señalamientos, además de promover una imagen negativa de las organizaciones


y de deslegitimar sus luchas, justificaron su persecución y menguaron el respaldo de
la sociedad, que en muchas ocasiones reprodujo este discurso.
El ataque a las organizaciones sociales fue una manera de desconocerlas como
sujetos políticos y de negar sus reclamos de inclusión. La victimización de los miem-
bros de estos procesos sirvió, además, de ejemplo para atemorizar y, de esta manera,
desestimular la organización y la participación política, limitando su contribución
en los escenarios públicos y empobreciendo el debate y la construcción colectiva,
dos elementos fundamentales en la democracia.
La violencia contra las organizaciones sociales, étnicas y campesinas impidió que
se lograran cambios sociales a su favor y que se consiguiera materializar sus derechos,
pues, como afirma el anterior informe refiriéndose al campesinado, se reforzaron

  Entrevista 212-VI-00047. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, secuestro y detención arbitraria.


566

  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,


567

«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 22.

230 sufrir la guerra y rehacer la vida


«condiciones de exclusión y discriminación que profundizaron los déficits de reco-
nocimiento, redistributivos y de participación»568.
Silenciando las organizaciones, fue posible ignorar sus reclamos, exigencias y denuncias.
Esto permitió que situaciones históricas de injusticia y de negación de derechos se
perpetuaran y que el camino quedara abierto para que se cometieran acciones ilegales
como el despojo en los territorios. De igual manera, ese silenciamiento les impidió a
las organizaciones desarrollar sus procesos productivos y culturales, lo que, en muchos
casos, las expuso a la desaparición y extinción.
De esa manera, a las personas se les negó su ciudadanía plena y se eliminaron sujetos
sociales y políticos considerados «incómodos». La consecuencia de la violencia sobre los
procesos organizativos fue una estrategia de persecución y eliminación sistemática que,
de acuerdo con el informe ya citado,

redujo de manera sostenida las vías democráticas para la participación del cam-
pesinado. Adicionalmente, con la violencia hacia los espacios de participación
campesina se debilitaron los procesos locales, con lo que se produjo una pérdida
significativa de la memoria organizativa y de los ejercicios de fortalecimiento
democrático desde la base en los territorios. Aún más, hubo pérdidas en los
liderazgos campesinos con capacidad y vocación transformadora569.

Una parte del movimiento social organizado ha estado ligado a la lucha por la tierra.
Por esto, la persecución a este movimiento ha contribuido a que el anhelo de la distri-
bución de esta no solo se frene, sino a que su concentración se afiance. En la región de
los Montes de María, por ejemplo, las élites terratenientes contribuyeron a la creación
de los grupos paramilitares no solo para defenderse de las extorsiones y secuestros de
la guerrilla, sino también para atacar a los líderes campesinos que luchaban por la
tierra y que venían creciendo en su fortalecimiento organizativo e influencia popular. De
hecho, a través de la violencia lograron realizar una contrarreforma agraria, expresada en
el abandono forzado de 82.656 hectáreas de tierra por familias campesinas570.
Como se mostró en apartados anteriores, la violencia ejercida en contra del
campesinado despojó a parte de este de su bien material y cultural por excelencia: la
tierra. Al mismo tiempo, atacó su ser social: su pertenencia a un colectivo que comparte
el compadrazgo, la solidaridad y que construye un territorio. Puesto de otra manera,
cuando los diferentes actores armados atacaron de manera selectiva al campesinado,
le quitaron a este la posibilidad de participar y de ejercer la democracia.

568
  Ibíd., 12.
569
  Ibíd., 276.
570
  Informe 748-CI-00630, Fundación Cultura Democrática (Fucude) et al., «Los Montes de María
bajo fuego», 25.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 231


La persecución a las Juntas de Acción Comunal y a los sindicatos

Junta de Acción Comunal en la inauguración de bibliotecas públicas portátiles «Leer es mi cuento».


Vereda Buena Vista, Municipio Mesetas, Meta. Marzo de 2017. ©Diana Rey Melo

Varios testimonios e informes entregados a la Comisión demuestran que las prácti-


cas violentas se extendieron hacia algunas formas organizativas de gran tradición e
importancia en el país. Lo sucedido con las Juntas de Acción Comunal (JAC) ilustra
lo anterior.
Las JAC nacieron en 1958 como plataformas institucionales, impulsadas por el
gobierno de Alberto Lleras Camargo en el Frente Nacional, mediante un programa que
intentaba incorporar a las comunidades en la realización de obras de infraestructura
y de servicios locales integradas a las políticas del Estado. Por medio de esta figura, se
buscaba incentivar el desarrollo comunitario y la participación política fortaleciendo
los canales de diálogo con las instituciones. El mecanismo fue un éxito. En 2015, en
Colombia, existían cerca de 70.000 juntas, entre urbanas y rurales, integradas por
aproximadamente 10 millones de personas571. Estas representan a las comunidades de
veredas y barrios ante los entes municipales, departamentales y nacionales.

571
  Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Uariv), «Organismos de Acción
Comunal».

232 sufrir la guerra y rehacer la vida


A través de su liderazgo, las JAC le aportaron a la organización local, al mejo-
ramiento de los servicios públicos, sociales y de infraestructura, y a la defensa de
los derechos de los ciudadanos. También impulsaron las cadenas de producción,
transformación y comercialización de productos agrícolas del campesinado y jalonaron
el trabajo en red a través de cooperativas y tiendas comunitarias. Esto garantizó la salida
de los productos para el abastecimiento de las regiones.
Ese liderazgo, sin embargo, las puso en riesgo cuando los actores armados con
intereses ajenos llegaron al territorio e intentaron imponer sus lógicas. Líderes y
lideresas comunales le contaron a la Comisión diversas situaciones de amenaza de las
que fueron víctimas con la llegada de estos actores:
«Mire que los mismos grupos insurgentes, cuando llegan a una vereda, lo primero
que hacen es coger la Junta de Acción Comunal. Ahí es donde nos ponen contra
la espada y la pared. ¿Qué le decimos nosotros a un paramilitar que me llegue con
una M16? Pues decirles: “Sí, coma el sancocho y la gallina”. Me llega un farucho,
toca decirle: “Sí hermano, coma la gallina”. Llega el Ejército: “Sí, hermano, coma
la gallina”. Y en eso terminamos perdiendo porque nuestros líderes son asesinados,
porque a todos tres hay que jugarles… En ese sentido estamos desamparados… Todos
quieren la Junta de Acción Comunal»572.
Puesto que son los primeros referentes de la organización comunitaria y los espacios
inmediatos de agrupación y encuentro, los miembros de las juntas han sido unas de
las principales víctimas colectivas del conflicto armado interno en Colombia, al punto
de ser reconocidos por el Estado colombiano como sujetos de reparación colectiva573.
Por su rol, las personas que integraban las juntas fueron víctimas de señalamientos
y estigmatización. A menudo, se les designó como colaboradoras de uno u otro grupo
armado y se convirtieron, en reiteradas ocasiones, en objetivo militar por ser expresiones
de organización social y comunitaria. Un líder social, que fue amenazado y luego
desplazado de Cartagena del Chairá, en Caquetá, le dijo a la Comisión:
«El líder social, o el líder comunitario […] es estigmatizado por todas las fuerzas duras…
Óigalo bien: el líder es estigmatizado ya sea por fuerzas guerrilleras, fuerzas paramilitares,
fuerzas criminales corrientes al servicio del narcotráfico, antisociales de pueblo [o
por] los gobernantes. Porque el líder social denuncia las injusticias»574.
Las Juntas de Acción Comunal y sus integrantes a menudo tuvieron que interceder
e intermediar con los actores armados para defender a sus comunidades. El presidente

572
  Entrevista 187-PR-00549. Hombre, experto/testigo, miembro de Junta de Acción Comunal.
573
  Fueron reconocidos 6.498.321 afiliados a 62.000 Juntas de Acción Comunal, este es el proceso de
reparación colectiva más grande a nivel nacional. En: Unidad de Víctimas, Resolución No. 2015-
228050 225089, el 26 de octubre del 2015.
574
  Entrevista 200-VI-00039. Hombre, líder comunal, víctima de amenazas, atentados y desplazamiento
forzado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 233


de una Junta de Acción Comunal en Putumayo, que sufrió amenazas y desplazamientos
por las FARC-EP y paramilitares, le contó lo siguiente a la Comisión:
«En el momento de uno estar como líder o como presidente de la junta es duro,
porque no solamente tiene que ver con lo de uno nomás, sino con lo de la comunidad.
A mí me tocó enfrentar tanto paramilitares como guerrilla pa pedirles el favor de que
no mataran a algunas personas… [Un comandante, por ejemplo,] dijo que, si yo me
hacía responsable [de un hombre], me lo dejaba [vivo], pero que al otro día no tenía
que estar aquí. Le dije listo. El comandante dijo: “Si mañana vuelve a estar aquí este
muchacho, usted es el muerto”»575.
Los presidentes y otros miembros fueron víctimas de desplazamiento forzado,
amenazas, señalamientos, exilio y homicidio. Esto afectó su capacidad organizativa
y los alcances de su trabajo, como le contó a la Comisión un secretario de una JAC
víctima de amenazas por paramilitares de las AUC y las Águilas Negras:
«Hay, por ejemplo, Juntas de Acción Comunal que no tienen presidente porque
no hay quien ejerza ese cargo… Y por ahí se informa cada día que asesinaron
al presidente de la junta, que asesinaron al defensor de derechos humanos, que
asesinaron al excombatiente, que asesinaron a fulanito. Entonces eso es un temor
que circula… Eso ha hecho que algunas juntas estén sin directivos. Pero nosotros
seguimos insistiendo»576.
Aunque las juntas siguen desempeñando un papel importante en el país, su labor
se ha visto afectada de manera significativa. Por efecto de la violencia, estas organiza-
ciones han tenido que adoptar un perfil bajo. En ocasiones, por ejemplo, se han visto
limitadas para moverse en sus propias veredas y barrios, han perdido autonomía y no se
han librado de la desconfianza que provocan los escenarios de disputas. Muchas juntas
también han tenido que responder a las demandas de los actores armados quienes han
ejercido una presión sobre estos mecanismos de participación. En esa medida, han sido
instrumentalizadas por estos, mediante el trabajo político o la presión de las armas.
Una dirigente de una junta le dijo a la Comisión:
«Para nadie es un secreto que ellos quisieron intervenir en los asuntos internos de la
organización comunal. Inclusive “comunales” fueron asesinados, fueron desplazados,
también hay que reconocer eso. No se puede tapar el sol con las manos. Sí, claro,
algunos que no compartían, eran imposiciones. Y bueno, ellos [las FARC-EP] hicieron
su trabajo de masas dentro de la organización comunal, pero no quiere decir con
eso que toda la organización comunal estuviera involucrada. Lo que pasa es que los
“comunales” aprendimos a convivir con estas situaciones»577.

575
  Entrevista 060-VI-00010. Hombre, presidente de JAC, víctima de amenaza, desplazamiento forzado
y exilio.
576
  Entrevista 253-VI-00003. Hombre, líder, secretario de JAC y víctima.
577
  Entrevista 752-VI-00014. Mujer, lideresa social y política, víctima de amenazas, desplazamiento
forzado, confinamiento.

234 sufrir la guerra y rehacer la vida


Las acciones violentas desplegadas por agentes estatales, los grupos insurgentes y
paramilitares se dirigieron también hacia organizaciones conformadas para la defensa
de intereses gremiales, sobre todo del movimiento sindical578. Las organizaciones de este
movimiento están orientadas a defender derechos laborales y la prestación de bienes y
servicios públicos, especialmente la educación y la salud. Como las JAC, también han sido
objeto de persecución. Para gran parte de los miembros de las organizaciones sindicales,
ejercer su derecho a la asociación sindical y presionar reclamos más allá de los referidos
a sus derechos salariales y laborales significó una exposición permanente a la violencia.
La Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) ha sido uno
de los sindicatos más atacados del país. Entre 1971 y 2018, de acuerdo con un informe
enviado a la Comisión, se registraron 6.192 hechos victimizantes en contra de miembros
de esta organización579. Los sindicatos y asociaciones de educadores han sido históri-
camente perseguidos, estigmatizados y victimizados principalmente porque sus luchas
y exigencias abogan por transformaciones sociales que van más allá de sus intereses
meramente gremiales. Maestros y maestras, en su rol de educadores, han alentado una
postura crítica frente a la realidad que les ha valido señalamientos como subversivos y
acusaciones de manipulación ideológica de sus estudiantes en contra de los gobiernos580.
Los sindicatos de trabajadores de la salud han corrido una suerte similar. De acuerdo
con el trabajo adelantado por la Comisión, entre 1977 y 2019, se registraron 472 casos
de violencia antisindical, 506 hechos victimizantes y 573 víctimas individuales en
este sector581. La Asociación Nacional Sindical de Trabajadores y Servidores Públicos
de la Salud y Seguridad Social Integral y Servicios Complementarios de Colombia
(Anthoc) fue una de las organizaciones más afectadas. Entre 1990 y 2019, el 70,7 %
del total de hechos victimizantes contra trabajadores de la salud correspondieron a
ataques contra ese sindicato582.
En 2001, en Atlántico, ocurrió un hecho crítico. Tres miembros de la Junta
Nacional Sindical de Anthoc recibieron amenazas a causa de la oposición del sindicato
a la implementación de cambios en la asignación de presupuesto público al sector de la
salud y a la reestructuración del sistema de salud y de los centros asistenciales a favor de

578
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: La
solidaridad da seguridad (punto Posgrados), en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de
Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
579
  Informe 353-CI-00625, Escuela Nacional Sindical (ENS), «Violencia antisindical en Colombia».
580
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Palabras
contra las armas (punto Plazoleta Central), en el recorrido 360 de la Universidad de Antioquia, en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades. 
581
  Catálogo de microdatos 3f1fb33b-f25c-45ba-880c-88be8a26bf0b. Base de datos, Violencia sociopolítica
en salud, Proyecto salud y misión médica.
582
  Ibíd.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 235


empresas privadas583. Los directivos, que habían denunciado actos de corrupción en los
hospitales y reafirmado la importancia del hospital público en el territorio nacional, fueron
objeto de actos de violencia y amenazas por grupos paramilitares en cooperación con
organismos del Estado. Así lo narró un miembro de Anthoc a la Comisión, señalando
las victimizaciones por el Frente José Pablo Díaz Zuluaga del Bloque Norte de las AUC,
en presunta connivencia con el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS): 
«Para resumir, once de nuestros amigos afiliados en la costa fueron asesinados y
varios de ellos aparecieron en la lista de Noguera584. Ese es el origen del problema.
Pero además había otra cuestión: dos dirigentes sindicales de Anthoc en Barranquilla
fueron asesinados también, precisamente porque en la medida en que los paramilitares
se tomaban los recursos de los hospitales, hacían reformas administrativas y les
pedían personal, quitaban todas las garantías sindicales y hacían una persecución
física asesinando dirigentes sindicales»585.
Según los testimonios, los motivos de la persecución fueron la estigmatización –los
consideraban aliados de la guerrilla–; la movilización contra las reformas sociales que dis-
minuían el flujo de los recursos financieros para el sector público de la salud; las protestas
contra las reformas de reestructuración hospitalaria; la lucha por los derechos laborales;
y las denuncias en contra de la corrupción en diferentes instituciones del sector salud.
Dada la relación entre el conflicto armado y procesos extractivos como la explotación
petrolera, sindicatos como la Unión Sindical Obrera (USO), también fueron objeto
de persecución. En un informe entregado a la Comisión586, la USO denunció que,
entre 1987 y 2014, sufrió 808 violaciones a los derechos humanos. De acuerdo con
este sindicato, desde 1988, el asedio, la persecución, los asesinatos y las desapariciones
obedecieron a su postura en defensa de una política petrolera soberana y por su lucha
para que la Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol) se mantuviera como una
empresa pública. Las reivindicaciones de este sindicato han sido asociadas, por el
Gobierno, a la agenda política de la guerrilla del ELN, y sus líderes han sido señalados
como miembros o simpatizantes de esta organización.
En términos globales, entre 1971 y 2018, la Escuela Nacional Sindical (ENS) registró
al menos 7.317587 amenazas en contra del movimiento sindical. Este tipo de violencia
en contra de los sindicatos limitó su participación y, por tanto, debilitó esta forma
organizativa. Muchos afiliados tuvieron que renunciar a su actividad por miedo, otros
se vieron forzados a desplazarse o a exiliarse y otros fueron asesinados. Esto representó

583
  Medidas tomadas por el Congreso de la República de Colombia, mediante el Acto Legislativo 01 de
2001 y la implementación de la Ley 550 de 1999.
584
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia SP13920-2017 contra Jorge Aurelio Noguera Cotes, el 6 de
septiembre de 2017.
585
  Entrevista 299-PR-00106. Líder sindical, víctima de amenazas a la vida.
586
  Informe 353-CI-00623, Unión Sindical Obrera, «Un genocidio que no cesa».
587
  Informe 353-CI-00625, Escuela Nacional Sindical (ENS), «Violencia antisindical en Colombia».

236 sufrir la guerra y rehacer la vida


una afrenta para el sindicalismo que contribuyó, junto a la estigmatización de su labor,
a generar rechazo y desinterés por esta forma de organización. De hecho, el porcentaje
de afiliación sindical en Colombia es de un 4,6 %, por debajo de Chile y México588.
Los regímenes democráticos se sustentan en su capacidad de garantizar los derechos
de sus ciudadanos. En esa medida, el hecho de que la lucha por los derechos laborales y
la defensa de derechos sociales les cueste la vida a tantos trabajadores en el país evidencia
precariedad y limitación de la democracia. La persecución y el debilitamiento de la
actividad sindical, así mismo, frustró procesos que buscaban hacer efectivos los derechos
a la salud, a la educación, a la vivienda, entre otros, y cercenó una forma organizativa
legalmente reconocida para defender derechos en contextos democráticos589.

Ser líder social en Colombia: un asunto de alto riesgo

Durante el Día Internacional del Trabajo, manifestantes protestan por los líderes asesinados en el país.
Marcha del Primero de Mayo, en 2019. ©Diana Rey Melo

588
  Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), OECD Reviews of Labour
Market and Social Policies, 21.
589
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Defender
derechos es construir paz (punto Posgrados), en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de
Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 237


La tarde del 19 de septiembre del 2001, la hermana Yolanda Cerón Delgado, una
lideresa religiosa, cruzaba la plaza frente a la iglesia La Merced, en el Parque Nariño
de la ciudad de Tumaco, acompañada de un sobrino. A medio camino, miembros del
Bloque Libertadores del Sur de las AUC le dispararon seis veces. La hermana Yolanda,
en ese entonces directora de la Pastoral Social de Tumaco, murió de manera inmediata
ante la mirada horrorizada de su sobrino.
Su asesinato impactó de manera profunda a las comunidades del sur del país y
puso en evidencia el recrudecimiento del conflicto en el Pacífico Nariñense, una
región estratégica que desde hacía años se disputaban las FARC, el ELN y las AUC.
En medio de enfrentamientos, asesinatos, masacres, secuestros y desplazamientos
forzados masivos, la hermana Yolanda había apoyado los proyectos de titulación de
tierras de las comunidades afro de la zona, y había denunciado las decisiones a favor
de empresas y grupos económicos. Lo había hecho, a pesar de recibir varias amenazas
en contra de su vida y de un clima de violencia exacerbada.
Con su muerte, las comunidades perdieron a una lideresa que, durante décadas,
había luchado por sus derechos y que había servido de guía y ejemplo para miles de
personas tanto en Nariño como en otros departamentos del país590. En Colombia, el
caso de la hermana Yolanda es representativo de la estigmatización y persecución por
los actores armados hacia líderes y lideresas sociales, una dinámica de violencia que se
ha normalizado y que persiste mientras se escribe este volumen. Esta clase de asesinatos
selectivos han tenido impactos en individuos, comunidades y la sociedad, en general.
Yolanda Cerón Delgado nació el 15 de septiembre de 1958 en Berruecos, Nariño.
Creció en un hogar humilde en el que solo se comía arroz los domingos y los fideos
eran un lujo591. Estudió en la escuela local hasta noveno –el último grado que se ofrecía
allí– y terminó su bachillerato en Pasto, con la ayuda de la comunidad franciscana. Tras
graduarse, regresó a Berruecos y al poco tiempo se unió a la Orden de la Compañía
de María, una comunidad católica que promueve la educación de las mujeres en
todo el mundo.
En los años ochenta, Yolanda asumió los votos de pobreza y se convirtió en novicia.
Desde entonces, empezó a trabajar como docente en el Pacífico Nariñense y a
conocer las comunidades negras de la zona. El trabajo social de la hermana Yolanda
se concentró en estas comunidades y en el apoyo a los Consejos Comunitarios desde
Barbacoas hasta Iscuandé. Sentía una afinidad por la gente del Pacífico Nariñense, por
lo que buscaba aportar a la garantía de la educación, a la salud básica y a la soberanía
territorial de estas comunidades. La familia de la hermana le dijo a la Comisión:

590
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: Una negra como nosotros, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
591
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Yolanda Cerón: la hermana del Pacífico, 21.

238 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Desde su primer encuentro con la población afro e indígena se enamoró de dicha
comunidad», le dijo su familia a la Comisión. «Tumaco y las veredas que visitaba se
convirtieron en su hogar […]. Se comprometió en alma, vida y corazón para buscar
mejoras a través de su trabajo»592.
En 1993, la Hermana Yolanda recorrió vereda a vereda el Pacífico Nariñense como
parte de un esfuerzo por socializar varios aspectos de la Constitución del 91 y la Ley 70.
Esta reconoció a las comunidades negras como un grupo étnico y les dio la posibili-
dad de titular las tierras que habitaban. La Hermana Yolanda socializó la ley, movilizó
a los líderes afrodescendientes de la zona para que afianzaran sus territorios, ayudó a
conformar varios consejos comunitarios y los apoyó en la elaboración de documentos
y trámites requeridos por la norma593.
Para finales de los años noventa, ese trabajo social empezó a causarle problemas
con el grupo Bloque Libertadores del Sur, de las AUC, que no hacía mucho había
irrumpido en la zona para disputar el control del narcotráfico y el contrabando con
las guerrillas. La llegada de este grupo paramilitar contribuyó al recrudecimiento
del conflicto en el área. Los grupos armados buscaban fortalecer la producción y
comercialización de cultivos de uso ilícito y proteger sus rutas de narcotráfico. Ese
objetivo, al igual que ciertos intereses de empresas e instituciones del Estado, chocaba
abiertamente con la lucha por soberanía territorial de las comunidades negras.
El trabajo de la hermana Yolanda y otros miembros de la Pastoral Social y la
diócesis de Tumaco, apoyado por organizaciones internacionales, derivó en una
serie de señalamientos y amenazas contra ella y el padre Guillermo León Correa,
con quien había realizado gran parte de su labor comunitaria. De acuerdo con su
familia, a Yolanda le preocupaban las intimidaciones, pues conocía bien los intereses de
la región y los actores armados detrás de estos. Con datos y testimonios, la hermana
Yolanda denunció que los paramilitares habían emprendido una campaña de asesinatos
y «limpieza social» en complicidad con la fuerza pública y funcionarios del gobierno.
Las autoridades no hicieron nada al respecto y las amenazas continuaron. A pesar
de esto, la religiosa nunca dejó su trabajo comunitario. De acuerdo con sus conocidos,
era una mujer de temperamento fuerte y tono firme. Desde hacía tiempo, se había
acostumbrado al estigma y al silencio cómplice de los estamentos oficiales por
denunciar los problemas que vivían las comunidades del Pacífico Nariñense.

592
  Comisión de la Verdad, «Reconocimiento de responsabilidades en el caso de asesinato de Yolanda
Cerón», el 25 de junio de 2021, 01:02:55.
593
  Otros líderes sociales también se dedicaron a difundir la Ley 70 en la zona. Francisco Hurtado, un
líder campesino negro, trabajó con las comunidades del Alto, Mira y Frontera. Al igual que la hermana
Yolanda, fue asesinado por su labor. Sobre su cuerpo, dejaron un letrero que decía lo siguiente: «Pa
que no sigas jodiendo con tu cuento de tu Ley 70». En: Observatorio de Discriminación Racial et al.,
El derecho a no ser discriminado.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 239


Los señalamientos en su contra, sin embargo, crearon un manto de duda sobre
su labor como defensora de derechos humanos. Se la acusaba de ser colaboradora del
ELN y de las FARC, y de organizar reuniones en nombre de estas organizaciones.
Todo era falso. La hermana Yolanda no tenía nada que ver con las guerrillas. Pero las
mentiras, las miradas diferentes y el constante estigma la afectaron emocionalmente,
de acuerdo con sus familiares. Después de todo, estaba poniéndose en tela de juicio
su honestidad, su compromiso con las comunidades y décadas de labor en la zona.
La estigmatización ha sido un mecanismo utilizado por los actores armados
para facilitar, justificar e incluso respaldar las agresiones y acciones violentas frente
a diferentes sectores de la sociedad. Al presentar a personas de determinados grupos
sociales con capacidad de liderazgo como una amenaza o un obstáculo que debe quitarse
del camino, se le indica a la sociedad que esta persona debe excluirse, despreciarse o
destruirse. A lo largo del conflicto, este mecanismo ha legitimado la violencia contra
líderes sociales que representan intereses colectivos. Esto sucedió con la muerte de la
hermana Yolanda.
Tras su asesinato, muchos de sus familiares y conocidos sintieron una intensa rabia
y una enorme tristeza, de acuerdo con sus testimonios ante la Comisión. Yolanda era
un referente importante para los proyectos de vida de sus hermanas y hermano y, sobre
todo, de sus sobrinos y sobrinas. La familia le contó a la Comisión cómo los planes
acordados con la orientación de Yolanda se vinieron abajo tras su muerte: «Ella nos
decía que cuando uno empezara la universidad y terminara, [debía impulsar] a quien
venía atrás. Pero todo eso cambió, tuvimos que abandonar esos planes y dedicarnos a
trabajar y a apoyarnos entre nosotros por el dolor tan grande al interior de la familia»594.
Más allá de esto, hubo una gran molestia por el estigma que rodeó su muerte,
como afirmaron en un acto de reconocimiento de responsabilidades, impulsado por
la Comisión, en junio de 2021:
«Conocer por qué alguien que apoyó a la comunidad y se entregó de lleno a un
trabajo, termina siendo catalogada como guerrillera. Esto para justificar su asesinato,
porque estamos en una sociedad que normaliza argumentar causales para decir que se
merecía terminar con su vida. (...) Hoy, a pesar de lo difícil e incómodo que resultó
volver a tocar esta herida, aquí estamos para, en nombre de mi tía, levantar la voz
y hacer evidencia que los líderes sociales no pueden seguir siendo eliminados por la
injusticia que abunda en esta sociedad. Entiendan que todos somos mensajeros y al
eliminarnos jamás se extinguirá el mensaje. Unos vendrán a pasar su existencia de
largo haciendo lo que les dicen. Otros, como un grano de trigo, ofrecerán su vida en
favor de quienes lo requieran»595.

594
  Ibíd.
595
  Comisión de la Verdad, «Reconocimiento de responsabilidades en el caso de asesinato de Yolanda
Cerón», el 25 de junio de 2021, 01:07:32.

240 sufrir la guerra y rehacer la vida


Años atrás, en el marco de la Ley de Justicia y Paz, Guillermo Pérez Alzate, conocido
con el alias de Pablo Sevillano, comandante del Bloque Libertadores del Sur de las
AUC desde finales de la década de noventa hasta su desmovilización entre el 2003 y
2006, había confesado su rol en lo sucedido con la hermana Yolanda. Él había ordenado
su muerte, afirmó en una audiencia de Justicia y Paz, pues era una colaboradora de
la guerrilla del ELN. Solo un pariente de la hermana Yolanda tuvo permiso de hablar
en ese espacio y la familia recuerda que uno de los paramilitares respondió en tono
de burla a sus preguntas.
La acusación de Pérez Alzate carecía de fundamento, pero sirvió como excusa para
su asesinato. Cerca de 15 años después, en el acto de reconocimiento de la Comisión,
el excomandante del Bloque Libertadores del Sur reconoció que los señalamientos en
contra de la hermana Yolanda eran falsos:
«No, la hermana Yolanda Cerón no era guerrillera», dijo. «Fue una gran líder social
que no merecía morir de la forma en que lo hizo. Todas las vidas humanas tienen
el mismo valor, pero asesinar a una líder social es terminar con el buen vivir de las
comunidades y destruir su futuro».
La admisión fue en cierta medida un alivio para los familiares. «El hecho de haber
dicho públicamente que no era guerrillera, llena de satisfacción», dijo uno. «Hoy me
siento libre luego de 20 años», afirmó otro.
La muerte de la hermana Yolanda Cerón Delgado marcó un hito en la violencia
contra los líderes sociales, comunitarios, miembros de organizaciones sociales y ONG
en el Pacífico Nariñense596. En el momento en que se escribe este volumen, esta clase
de violencia aún persiste, alimentada a menudo por la estigmatización. No obstante,
también perdura la lucha por la defensa de la vida. El Estado debe garantizar la
protección de los líderes sociales que, como Yolanda Cerón, buscan mejorar las vidas
y las condiciones de las comunidades más desprotegidas y olvidadas.
En Colombia, la persecución y el exterminio de procesos organizativos han tenido
su cara más visible en las amenazas, torturas, desapariciones y asesinatos de líderes
sociales. Estas personas han jugado un rol de orientación, representación y protección
de sus comunidades, han contribuido a la gestión de necesidades sociales y a la
exigencia de derechos y, en muchas ocasiones, han desempeñado un papel activo en
la tramitación de conflictos. Esta labor las ha expuesto a las acciones de los distintos
actores armados597.
Según la Fiscalía, entre 1986 y 2020, hubo 6.004 ataques contra líderes sociales; de
estos, 5.004 casos corresponden a amenazas, 584 a homicidios, 296 a desplazamiento

596
  Su labor, sin embargo, no se ha perdido y en Nariño muchos la ven como una inspiración. En 2013,
se fundó la Casa de la Memoria de Tumaco y la Costa Pacífica Nariñense en honor a su memoria.
597
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: El orgullo de ser campesino, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 241


forzado, entre otras agresiones598. El proyecto conjunto JEP-CEV-HRDAG, mediante
el cruce de diferentes fuentes de información, logró identificar que, entre 1983 y 2019,
se tienen registrados 2.848 casos de asesinatos, 1.054 de desplazamiento forzado y
346 hechos de desaparición forzada en contra de líderes sociales599, cifra muy superior
a las fuentes oficiales.
En 2020, Colombia ocupó el primer lugar del mundo en asesinatos de defensores
y defensoras de derechos humanos con el 53 % del total de casos. En todo el mundo,
fueron asesinados 331 defensores, y de estos, 177 casos ocurrieron en Colombia (le
siguen en su orden Filipinas con 25 y Honduras con 20), según el informe Análisis
Global 2020, realizado por Front Line Defenders600. El país ocupa esa cuestionable
posición desde 2016.
Durante el confinamiento decretado para enfrentar la pandemia de la Covid-19,
hubo un incremento del asesinato de líderes sociales. Ante esta situación, la
Comisión llevó un registro de los asesinatos601. Entre el 5 de marzo y el 31 de julio
de 2020, 73 líderes sociales y al menos 13 comuneros indígenas fueron asesinados:
el 93 % fueron hombres y el 7 % mujeres. El 90 % de las muertes ocurrieron en
zona rural y el 10 %, en la urbana. Por regiones, estos asesinatos se concentraron
en zonas históricamente victimizadas: el norte y el sur del departamento de Cauca,
el Bajo Cauca Antioqueño, el sur de Córdoba, la costa Caucana y el Pacífico
Nariñense. En Cauca, por ejemplo, el promedio de edad de los líderes campesinos
asesinados fue de 52 años, un indicio de su larga trayectoria de liderazgo. El 45 %
formaba parte de asociaciones de trabajadores campesinos y el 36 % de Juntas de
Acción Comunal. Salvo uno, todos fueron asesinatos selectivos dirigidos contra
líderes que habían contribuido a la construcción de carreteras, escuelas, consultas
ambientales para la protección de la naturaleza o que estaban en procesos exi-
tosos de sustitución de cultivos de uso ilícito. Todos los líderes afrodescendientes
asesinados eran integrantes de consejos comunitarios de comunidades negras del
norte del Cauca.
Las formas de ejecutar los crímenes muestran que había una intención de generar
miedo, debilitar la organización, limitar la participación e imponer un orden
armado. Dentro de los líderes indígenas asesinados, dos eran médicos ancestrales
de la comunidad Nasa. La ACIN manifestó lo siguiente después de sus muertes:

598
  Catálogo de microdatos 002-MD-2d419a48-f132-45a1-8d5a-2d2d92d5ee46. Base de datos, Homicidios,
amenazas y otras agresiones contra líderes sociales (1986-2020), Fiscalía General de la Nación.
599
  JEP-CEV-HRDAG, «Proyecto conjunto de integración de datos y estimaciones estadísticas», corte
de junio del 2022.
600
  Front Line Defenders, «Análisis Global de Front Line Defenders 2020».
601
  Base de datos líderes asesinados pospandemia 2020, Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV).

242 sufrir la guerra y rehacer la vida


Este es un hecho de la más rotunda barbarie y desprecio por la vida y la pervivencia
de nuestro pueblo Nasa. El asesinato de mayores es un acto de destrucción de la
memoria y el conocimiento propio, es la consumación del proyecto de exterminio
que pretende arrasar el territorio602.

Otros siete de los líderes indígenas asesinados en el periodo referido pertenecían a la


comunidad Awá del Pacífico Nariñense. Entre estos, había dos autoridades: un gobernador
y un exgobernador de resguardo. En conjunto, los 73 asesinatos de líderes sociales603 que
ocurrieron en esos cinco meses causaron un impacto social, emocional y cultural grave
en las comunidades y el país. Estas muertes redujeron el poder político de las primeras
y limitaron su posibilidad de participar y aportar a la reivindicación de sus derechos.

Criminalizar e impedir la movilización y la protesta social

En 2021, durante el paro nacional, personal médico voluntario atiende a un hombre herido en su
ojo izquierdo por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), cerca del Parque de los Deseos, en
Medellín. Las laceraciones oculares fueron una de las violencias más comunes que padecieron quienes
salieron a la calle a manifestarse. Entre abril y julio de 2021, al menos 81 personas sufrieron una
lesión de este tipo. Julio 2021. Medellín. ©Jorge Calle

602
  Cuarto de Hora, «Dos médicos ancestrales fueron asesinados en Corinto, Cauca», Cuarto de Hora.
603
  Base de datos, Base líderes asesinados postpandemia 2020, Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 243


Las organizaciones sociales han buscado ejercer su derecho a la participación a través
de la protesta y de otros mecanismos reconocidos constitucionalmente. Para ello, se
han valido de paros, marchas, plantones, entre otros. Estas expresiones de movilización
social, en muchos casos, han recibido un trato estigmatizante, represivo y violento.
Esto ha impedido que acciones sociales encaminadas a exigir derechos se escuchen en
el escenario público y que las demandas de los distintos grupos sociales sean debatidas
y acogidas por el Estado y otros actores.
En el país, la sociedad ha utilizado a menudo estas formas de participación. La
base de datos de Luchas Sociales del Centro de Investigación y Educación Popular
(Cinep) muestra la frecuencia de la movilización social: entre 1975 a 2007, hubo, en
promedio, 420 movilizaciones anuales604. Esta cifra, no obstante, no es del todo
representativa, si se piensa en que, durante el conflicto, la movilización social se
ha restringido de manera recurrente.
El Estado, que generalmente ha leído estas formas de protesta social como amenazas
al orden social, en varias ocasiones, las ha limitado, prohibido y reprimido. Esto se ha
hecho, por ejemplo, mediante la declaratoria de Estado de Sitio, una figura constitucional
que permite una drástica reducción de los derechos civiles y políticos605. Colombia
permaneció más de 15 años –entre 1958 y 1978606– bajo esta figura. En ese tiempo, se
prohibieron acciones de movilización como la huelga y se le otorgaron atribuciones al
aparato represivo para controlar las manifestaciones mediante un tratamiento de guerra.
Posteriormente, el gobierno de Turbay Ayala (1978-1982) reguló esta práctica
en el Estatuto de Seguridad607 para controlar la inconformidad social y moderar las
acciones reivindicativas de sectores populares y opositores. Con base en esta norma, se
tipificaron nuevos delitos, se agravaron penas de aquellos que ya existían, se modificó
el procedimiento judicial y se transfirió a la justicia militar el juzgamiento de los delitos
políticos, agravando la persecución de las expresiones de inconformidad.
El conflicto entre movilización y restricción ha sido permanente608. Aunque la
Constitución de 1991 acabó con el uso generalizado del Estado de Sitio para repri-
mir violentamente la protesta social, esta continuó. Hubo persecución y surgieron
nuevas formas de represión que se normalizaron en las funciones de la fuerza pública
y que luego se perfeccionaron, sobre todo, por medio de la creación del Escuadrón

604
  Archila, «Protestas, movimientos sociales y democracia en Colombia», 7.
605
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsulas: Un
llamado al reencuentro (punto Calle 26) y Activación de las memorias (punto Calle 45), en el recorrido
360 de la Universidad Nacional, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades. 
606
  Gallón, Quince años de Estado de Sitio en Colombia, 23.
607
  Incorporado en la ley en: Presidencia de la República, Decreto 1923 de 1978.
608
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «A viva voz», Sección: Impactos, afrontamientos y
resistencias, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad. https://www.comisiondelaverdad.
co/a-viva-voz.

244 sufrir la guerra y rehacer la vida


Móvil Antidisturbios (Esmad), en 1999. La movilización también sufrió con el uso
de modalidades de violencia como mecanismo de silenciamiento. Esto se expresó en
el aumento de asesinatos extrajudiciales, desapariciones forzadas y amenazas.
El uso desproporcionado de la fuerza por organismos del Estado para tratar la
protesta social fue recurrente en los testimonios e informes allegados por distintas
organizaciones a la Comisión. Para muchos de quienes participaron en los espacios
de diálogo, la situación resultaba especialmente preocupante por su continuidad.
El movimiento estudiantil –uno de los que más acciones de movilización ha
adelantado a través del tiempo–, por ejemplo, ha tenido que enfrentar en múltiples
ocasiones la persecución del Estado y de actores armados. «Violencia letal contra
estudiantes en Colombia», una base de datos presentada a la Comisión muestra que,
entre 1962 y 2011, la violencia contra el movimiento estudiantil dejó un saldo de por
lo menos 603 estudiantes asesinados609.
El uso de la fuerza desmedida por la fuerza pública, a menudo, implicó la muerte
de estudiantes610. En veinte años de funcionamiento del Esmad (1999-2019), este escua-
drón asesinó a 34 personas. De estas, ocho eran estudiantes que tenían, en promedio,
19 años de edad611, 612.
Como parte de la persecución a este movimiento, el Estado criminalizó y persiguió
a los estudiantes. Un informe entregado a la Comisión por la Universidad Politécnico
Grancolombiano concluyó que, entre enero de 2000 y febrero de 2018, se abrieron
más de 11.000 casos por rebelión o terrorismo en contra de jóvenes de entre 15 y
25 años. Del total de casos, 4.155 (33,6 %) no llegó a una investigación. Solo 853
jóvenes tuvieron un juicio (8,1 %) y, de estos, apenas 491 fueron hallados culpables.
Es decir, no se logró demostrar la culpabilidad del 95 % de los jóvenes acusados613.
Las guerrillas también influyeron e intervinieron de diferentes maneras en los
escenarios de protesta social. Intentaron cooptarlos e instrumentalizarlos, contribuyendo
a la criminalización de diferentes movimientos. Su presencia en los territorios implicó
múltiples y complejas formas de relacionamiento con la población civil, a la que

609
  Base de datos «Violencia letal contra estudiantes en Colombia». Wilson Gómez, Jorge.
610
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Series fotográficas:
Vuestra sangre (punto Plazoleta Central), En una tabla como esta (punto Plazoleta Barrientos) en el
recorrido 360 de la Universidad de Antioquia y Develar la memoria (punto Calle 26), y la Videocápsula:
Sueños truncados (punto Plaza Che) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional, en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-
resistencias/voces-vivas-universidades.
611
  Informe 748-CI-00615, Temblores ONG, «Silencio oficial», 60.
612
  El número de muertes causadas por el Esmad en conjunto con la Policía ha aumentado en años
recientes. Tan solo entre el 28 de abril y el 31 de mayo de 2021, en la protesta social en Colombia,
un informe entregado por varias ONG a la CIDH reportó 41 homicidios. El informe documenta la
responsabilidad o participación de agentes de la Policía Nacional y el Esmad. En: Ibíd.
613
  Informe 365-CI-01006, Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano, Unidad de
Investigación Periodística «Criminalización de estudiantes en Colombia».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 245


incentivaron directa e indirectamente. La participación de los grupos armados en
estos escenarios obedeció a sus intereses ideológicos y estratégicos, y su presencia en las
universidades, por ejemplo, contribuyó a desvirtuar los métodos y objetivos de la lucha
estudiantil y profesoral, y a incrementar el riesgo de su señalamiento y persecución.
La represión y el señalamiento a las movilizaciones realizadas por el movimiento
sindical –la mayoría de ellas orientadas a oponerse a cambios en las políticas económicas
contrarios a sus intereses– fue otro ejemplo de la respuesta antidemocrática del Estado.
Este, en lugar de ver en los sindicatos un actor clave en el respeto a los derechos
económicos y sociales, y, por tanto, de contribución a la democracia, utilizó estereotipos
para criminalizar sus acciones públicas y justificar la violencia en su contra.

Joven detenido por agentes de la Policía al lado del Edificio Vásquez, en Medellín, en medio de las
protestas del paro nacional de 2021. Julio de 2021. Medellín. ©Jorge Calle

Precisamente, eso sucedió en el caso de Luis Felipe Vélez, quien, en 1986, cuando
era presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida), fue señalado por
el comandante de la IV Brigada del Ejército de pertenecer al EPL614. Un año después,
el 25 de agosto de 1987, fue asesinado. Este hecho representa la violencia en contra
del movimiento sindical, y fue declarado crimen de lesa humanidad por la Fiscalía
General de la Nación.

614
  Correa y González, Tirándole libros a las balas.

246 sufrir la guerra y rehacer la vida


Cuantas más movilizaciones se convocaron, más violencia estatal y paramilitar
recayó contra estas organizaciones. Un análisis de la violencia contra las organizaciones
sindicales entregado a la Comisión de la Verdad por la Escuela Nacional Sindical
muestra lo anterior:

Se observa que, a un proceso fuerte de movilización, le suceden oleadas de violencia


sostenida en el tiempo, que llevan a disminuciones continuas en la acción sindical.
A ciclos crecientes de movilización en los años 1991 y 1992, les suceden ciclos
continuos de asesinatos en el mismo periodo hasta el 2002, lo que tiene fuertes
consecuencias para el movimiento sindical en su capacidad de acción pública615.

La respuesta violenta a la protesta social se ha mantenido a lo largo del tiempo.


Una prueba de ello son los señalamientos que formuló la CIDH en un informe sobre
la actuación de agentes estatales en el estallido social de 2021:

En particular, resulta extremadamente preocupante el alto número de muertes y personas


lesionadas, así como las graves denuncias de personas desaparecidas, violencia sexual y
la utilización de perfilamiento étnico-racial. Igualmente, las agresiones a periodistas
y a misiones médicas, el uso de la figura del traslado por protección y denuncias por
detenciones arbitrarias… la Comisión observa con preocupación la persistencia de
lógicas del conflicto armado en la interpretación y respuesta a la actual movilización
social. Al respecto, reitera que los desacuerdos se dan entre personas que hay que
proteger y no frente a los enemigos que hay que combatir616.

Estas denuncias se ratificaron en un pronunciamiento de la Corte Suprema de


Justicia, que

evidenció una problemática nacional de intervención violenta, arbitraria y des-


proporcionada de la fuerza pública en varias de las manifestaciones ciudadanas617.

En esta sentencia, de acuerdo con un análisis de la CIDH, se encontró que la fuerza


pública –y en especial el Esmad– es «una amenaza seria y actual para quien pretenda
salir a movilizarse para expresar pacíficamente sus opiniones, porque su actuar, lejos
de ser aislado, es constante y refleja una permanente agresión individualizable en el
marco de las protestas»618.

615
  Informe 119-CI-00462, Escuela Nacional Sindical (ENS) y Comisión Colombiana de Juristas (CCJ),
«Imperceptiblemente nos encerraron», 47.
616
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Observaciones y recomendaciones», 1.
617
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia STC7641-2020, el 16 de septiembre de 2020.
618
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Observaciones y recomendaciones», 5.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 247


La protesta y la movilización social son recursos legítimos reconocidos en los
sistemas democráticos como formas para presionar, exigir cambios y expresar la
inconformidad y el rechazo a las actuaciones de los gobiernos. En esa medida,
perseguirlas, criminalizarlas y desestimularlas niega principios democráticos, debilita
las posibilidades de una acción estatal más eficiente y atenta contra la inclusión y el
reconocimiento de los reclamos ciudadanos. El testimonio de un hombre, citado en un
informe del CNMH, ilustra las prácticas persistentes de los agentes estatales en contra
de la movilización:

En una marcha estábamos protestando por los servicios públicos que llegaron
muy altos. Bueno, entonces, cuando decidimos marchar por las calles, el Capitán
Londoño detuvo al primer compañero que iba con el megáfono en la marcha.
Luego él se lo llevó para el comando. El megáfono me llegó a mí. Detuvo a todos
los que encabezaban la marcha con el megáfono. Entonces empezaron las amenazas:
“Que nos iban a llevar para Puerto Berrío, que nos iban a desaparecer…”. Un
montón de cosas, pero nosotros seguimos. Nos soltó, pero nos dijo que no podíamos
seguir en esas cosas, porque dizque eso era subversivo. Pues yo no sé, son brutalidades.
Pero dizque protestar y reclamar es subversivo619.

El Estado es responsable de garantizar los derechos de libre asociación y participación620.


En esa medida, cuando este emplea prácticas estigmatizantes y adecúa dispositi-
vos normativos y represivos para limitar la movilización y la protesta, la ciudadanía
empieza a descartar estos mecanismos legítimos. Lo mismo sucede cuando se convence
a la sociedad de que estos no son más que expresiones de vandalismo o recursos
de la subversión.
No obstante, la movilización social y la protesta siguen siendo una respuesta muy
importante de la ciudadanía para expresar su descontento y sus exigencias. Los datos
suministrados por el Estado colombiano a la CIDH muestran que estas continúan
siendo un recurso para la población:

Entre el 28 de abril y el 4 de junio, en el marco del paro nacional, se realizaron


12.478 protestas en 862 municipios de los 32 departamentos, que incluyen: 6.328
concentraciones, 2.300 marchas, 3.190 bloqueos, 632 movilizaciones y 28 asambleas.
El 89 % de las protestas, esto es 11.060, se desarrollaron sin registrar hechos de
violencia y contaron con el acompañamiento de las personerías municipales, gestores
de convivencia, funcionarios de la Defensoría del Pueblo y agentes policiales621.

619
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Silenciar la democracia, 240.
620
  Constitución Política de Colombia 1991, artículos 39, 40 y 55.
621
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Observaciones y recomendaciones», 6.

248 sufrir la guerra y rehacer la vida


Por medio de marchas, plantones y paros, las personas han denunciado y enfrentado
la persecución de la que han sido víctimas, tal como lo constata el informe anterior. La
movilización, aun con las restricciones y riesgos para quienes participan, sigue siendo
un recurso para denunciar la persecución, la injusticia y la violencia622.

Libertad de prensa en tiempos de conflicto armado

Marcha de obreros, sindicalistas y medios de comunicación para protestar por el secuestro de varios
periodistas por las FARC-EP, en el sur de Bolívar. 1999. ©Jesús Villamizar

El ejercicio libre de la prensa es parte fundamental del funcionamiento democrá-


tico. En el conflicto armado, el periodismo se ha afectado, en primera medida, por
las condiciones de violencia y el control territorial de actores armados que impidieron
el ingreso y el cubrimiento de las múltiples violaciones de derechos humanos; en
segunda medida, porque las personas dedicadas al periodismo y los medios a los
cuales pertenecieron fueron atacados mediante amenazas, secuestros, torturas, violencia
sexual, violación a su intimidad, interceptaciones, espionaje, estigmatización, perse-
cuciones, hostigamientos y asesinatos.

  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «A viva voz», Sección: Impactos, afrontamientos y resistencias,
622

en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/a-viva-voz.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 249


De acuerdo con un informe entregado a la CEV por la Fundación para la
Libertad de Prensa (FLIP), en Colombia, desde la década de 1990, las autoridades
han reprimido a la prensa y han optado por un discurso que deslegitima el trabajo
periodístico. Entre 1977 y 2019, la FLIP registró 159 asesinatos de periodistas.
De estos, el 78,61 % permanece en la impunidad623. La Federación Colombiana
de Periodistas (Fecolper), por su parte, registró 144 asesinatos de periodistas entre
1980 y 2015. Mediante una encuesta de 2015, a 182 periodistas víctimas directas,
Fecolper determinó que los principales perpetradores fueron los grupos paramilitares,
seguidos de las guerrillas y el Estado624.
Un periodista le narró a la Comisión cómo tuvo que desplazarse en dos ocasiones
debido a sus investigaciones y denuncias sobre la parapolítica en la costa Caribe. De
acuerdo con esta persona, el responsable fue Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, de las
AUC, en alianza con políticos de la región:
«Cuando sufro las amenazas de muerte y se produce el segundo desplazamiento, fue
[…] producto de las denuncias que yo había hecho sobre el fenómeno parapolítico…
¿A quién le convenía amenazar a un periodista, provocar su desplazamiento forzado?
Yo diría que no solamente a ellos sino a los demás parapolíticos también… Después,
en el año 2006, es que empieza la situación a complicarse, la situación de amenazas de
muerte, acoso judicial con las denuncias por injuria y calumnias y llega un momento
en que [uno] no encuentra otra salida, sino irse, y eso fue lo que hicimos»625.
Los periodistas han sido víctimas directas de los actores armados, como ya se anotó.
Esto afectó no solo su vida y la de sus familiares, sino la identidad y los alcances del
gremio. Las acciones violentas en contra de los periodistas también impactaron a la
sociedad como un todo, pues, como afirma Fecolper,

todos esos hechos configuraron daños sobre el derecho a informar y estar informado,
que en últimas afectan estructuralmente a la democracia y a la sociedad civil; res-
tricciones a la libertad de prensa como la censura y autocensura; posicionamiento
de discursos por parte de estructuras de poder; desfiguración de la función social del
periodismo; estigmatización a representantes de los medios, cierre de medios de
comunicación, exilios y/o desplazamientos, y una sociedad desinformada, informada
parcialmente o mal informada sobre el conflicto armado colombiano626.

623
  Informe 119-CI-00342, Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), «Callar y fingir, la censura
de siempre», 6.
624
  Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), «Impactos de la violencia contra periodistas en el
marco del conflicto armado».
625
  Entrevista 399-VI-00014. Hombre, periodista, víctima de amenaza y desplazamiento forzado.
626
  Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), «Impactos de la violencia contra periodistas en el
marco del conflicto armado», 25.

250 sufrir la guerra y rehacer la vida


El ataque a periodistas y medios de comunicación ha pretendido silenciar y
controlar los mensajes dirigidos a la opinión pública, especialmente los que tratan
temas sobre orden público, economías ilegales, problemas socioambientales, acciones
ilegales de agentes del Estado, actores políticos y económicos, corrupción, protesta
social, oposición política e irregularidades en elecciones. La censura y represión se han
enfocado en estos temas, sobre todo en los territorios más afectados por el conflicto.
Allí, los medios locales y regionales, dada su cercanía a los contextos de intensa
violencia política y armada, han sufrido particularmente627.
Un periodista judicial, que desde la década de 1980 realizaba cubrimiento a temas
de narcotráfico, desaparición forzada y muerte violenta, en el Valle del Cauca, le
explicó a la Comisión cómo el uso gradual de diferentes modalidades de presión
buscaba obstaculizar que la información fluyera hacia la ciudadanía:
«No solamente la amenaza, la muerte. A ti te han dañado los equipos, han atentado
contra el medio donde tú trabajas, han hecho, es decir, una serie de, llamémoslo,
mañas, de procedimientos ilegales, por fuerza […]. Siempre han buscado eso, que el
periodista no diga nada, que el periodista salga corriendo»628.
La libertad de prensa se ha visto afectada por formas de censura contra los periodistas
que denuncian y profundizan en las investigaciones sobre el conflicto armado. En
determinados territorios, los actores armados incluyeron en su estrategia de control
«callar» a la prensa que se atreviera a denunciar. De esta manera, como lo afirma Fecolper,

en Colombia se han naturalizado distintas formas de censura en el marco del conflicto,


que tienen origen tanto en actores estatales de todos los poderes públicos, con
especial énfasis en la Fuerza Pública, como en actores armados ilegales como las
insurgencias, el paramilitarismo y el narcotráfico629.

El siguiente testimonio de un periodista, en Becerril, Cesar, muestra el miedo y la


autocensura que vivieron los periodistas:
«Una de las situaciones más duras que yo pude haber vivido fue cuando se dio una
incursión paramilitar como en el 96. A mí me tocó ir al cementerio, al levantamiento. Vi
los cadáveres y redactar […] la nota judicial. A mí me temblaban los pies, todo el cuerpo
me temblaba cuando estaba dando la noticia. De ahí para adelante, yo no sabía
cómo redactar una noticia. ¿Por qué? Porque si uno hacía una noticia, a las 11 de
la noche o a las 10 de la noche el Ejército hacía requisas y una hora después entraban
carros armados y asesinaban a la gente. ¿Cómo iban a interpretar la noticia, el hecho

627
  Ibíd., 26.
628
  Entrevista 216-PR-00787. Hombre, periodista judicial, víctima de amenaza y detención arbitraria
por fuerza pública y grupos paramilitares.
629
  Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), «Impactos de la violencia contra periodistas en el
marco del conflicto armado».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 251


noticioso? Nadie daba una declaración, nadie se atrevía a hablar, entonces empezaba
una odisea para uno. ¿Entonces ya yo en la emisora qué decía? Yo me autocensuré de
inmediato y, voy a ser sincero, a partir de ese momento […] sentí ese miedo, ese frío
aquí. Empecé a sacarle el culillo al tema judicial»630.
Las múltiples amenazas y los actos de violencia directa contra periodistas han hecho que
estos se autocensuren, como afirma el testimonio anterior. Esto restringió el periodismo
investigativo en el país y llevó a que ciertos hechos no se cubrieran, que se proporcio-
nara información mínima y que se emitieran noticias sin profundización ni contexto.
Llamar a las cosas por su nombre o señalar las responsabilidades también se convirtió
en un obstáculo para el periodismo. Un corresponsal de Caracol Noticias, en el Cesar
y La Guajira, habló sobre esto con la Comisión:
«Y llegó un momento en el que ya no podíamos ni hablar de que el Frente 59 de
las FARC-EP mató a no sé quién, ni de que las Autodefensas mataron a no sé quién,
sino que un grupo armado y ya… Comenzamos a registrar los hechos sin investigar
tanto, sin irnos al intríngulis, sin hacer la crónica… Ellos iniciaron, por lo menos en
Radio Guatapurí, diciéndoles que no los llamaran paracos, que ellos eran Autodefensas
Unidas de Colombia, que ese tema de paracos nada… Y ellos echaban su cuento:
nosotros también somos una autoridad en la ciudad porque tenemos el poder de
mandarte una moto y a dos manes a que te maten»631.
Otro testimonio de una periodista muestra cómo, en muchas ocasiones, las
reporteras recibieron instrucciones sobre cómo debían nombrar e informar:
«Pero el titular no podía decir masacre porque a los actores del conflicto en el
momento eso no les parecía y lo hicieron saber en el periódico. A nosotros nos hicieron
subir a 11 personas de la redacción, nos hicieron ir al territorio y allá nos notificaron que
muchas de las cosas que estábamos haciendo no eran las “correctas”. Ellos tenían nuestras
direcciones, los lugares donde vivíamos, todo lo nuestro lo sabían… Pero ¿cómo no
se iba a ver fuerte lo que estaba pasando, si ya había tanta masacre todo el tiempo?
¿Cómo matizar muertos?»632.
En los periodos electorales, aumentó la intimidación contra los periodistas. Esto
afectó el cubrimiento de hechos noticiosos en un momento muy importante para la
democracia. Una periodista, por ejemplo, le habló a la Comisión de la dificultad de
investigar los nexos de políticos con los actores armados y el narcotráfico:
«Hay campañas que son financiadas por el narcotráfico. Entonces tú, en aras de prote-
gerte, de pronto, no lo tocas sino muy por encima… Pienso que nosotros también hemos
aprendido de alguna manera la censura, que es también muy usual en estos departamentos.
Y la censura no porque tú quieras, sino por protegerte, porque al final, si a ti te matan…»633.

630
  Entrevista 237-VI-00057. Hombre, víctima de amenazas, tortura y desplazamiento forzado.
631
  Entrevista 089-VI-00012. Hombre, periodista, víctima de secuestro.
632
  Entrevista 237-VI-00022. Mujer, periodista, víctima de amenazas.
633
  Entrevista 237-VI-00047. Mujer, periodista, víctima de amenazas por grupos paramilitares.

252 sufrir la guerra y rehacer la vida


El impacto del conflicto armado sobre el periodismo y, en particular, sobre su relación
con la democracia se evidencia de varias formas: versiones de los hechos controladas
por los actores armados y los grupos de poder, distorsionando la realidad y ocultando la
verdad; desequilibrio informativo, en la medida en que los medios alternativos resultaron
atacados de manera más directa y hasta el punto de su eliminación, lo que favoreció el
control noticioso del periodismo oficial; la utilización de los medios para legitimar la
violencia, propagar discursos de odio, difundir de idearios políticos634, entre otros;
y la desnaturalización de la función periodística, pues este encontró obstáculos para
cubrir los hechos, realizar investigaciones a fondo y transmitir la información. Estos
aspectos afectaron la democracia porque impidieron que se garantizara el derecho de la
sociedad a una información amplia, diversa y veraz. Sin ello, no es posible reflexionar
para tomar posición crítica y sustentada frente a lo que ocurre.

Los obstáculos a la participación electoral


y al derecho al voto

En el conflicto armado, el cierre de espacios de representación electoral y la poca


transparencia en las elecciones han sido recurrentes. Esto ha impedido que la pluralidad
de reclamos, intereses y propuestas se discutan en los espacios democráticos y que, con
esto, se asegure la continuidad y la permanencia en el poder de los mismos grupos,
familias y partidos.
La violencia ejercida contra las plataformas y los movimientos políticos debilitó el
sistema democrático en sus instancias electorales. Lo mismo sucedió por los ataques
permanentes a escenarios de participación directa, el saboteo de las elecciones –sobre
todo locales–, las amenazas a los candidatos, la prohibición del voto, entre otros. Todos
los actores armados, en diversas regiones del país, intimidaron a los habitantes. De ese
modo, le negaron su derecho a la participación electoral y al voto, uno de los rasgos
fundamentales que caracteriza la democracia.

634
  «En este sentido, el 23 de abril de 2015 el Tribunal de Justicia y Paz de Medellín ordenó compulsar
copias a la Fiscalía para investigar al presidente del diario El Meridiano de Córdoba, William Antonio
Salleg Taboada, por presuntos vínculos con el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, en sentencia
contra tres miembros del Bloque Córdoba de las AUC. En este fallo el Tribunal cuestionó el papel
desempeñado por el diario durante los años de control paramilitar en Córdoba, pues sirvió como
instrumento para propagar el ideario de los grupos paramilitares, justificar el fenómeno, lo que lo
hace responsable ante la Ley». En: Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), «Impactos de la
violencia contra periodistas en el marco del conflicto armado», 19.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 253


Carlos Pizarro Leongómez en su recorrido por el municipio de Barrancabermeja, en Santander,
durante su gira de campaña a la presidencia por el partido M-19. 1990. ©Jesús Villamizar

En Colombia, los magnicidios ilustran las dificultades para que partidos alternativos
o de oposición ingresen a decidir los rumbos del país mediante procesos electorales. Uno
de los de mayor impacto fue el del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de
1948. Su muerte precipitó el ciclo conocido como la Violencia.
Los asesinatos de candidatos a la presidencia han sido una constante. En 1986,
la víctima fue Jaime Pardo Leal, un abogado presidente de Asonal Judicial que era
candidato a la presidencia por la Unión Patriótica. En las elecciones de ese mismo año,
había logrado obtener cerca de 390.000 votos. Su asesinato se produjo en presencia
de su familia cuando retornaba de La Mesa a Bogotá.
Cuatro años después, en el proceso electoral de 1990, tres candidatos presidenciales
fueron asesinados: Luis Carlos Galán, candidato del Nuevo Liberalismo, el 18 de
agosto de 1989, en un acto multitudinario de su campaña en el municipio de Soacha;
Bernardo Jaramillo Ossa, candidato de la Unión Patriótica, el 22 de marzo de 1990,
en el puente aéreo de Bogotá; y Carlos Pizarro del M-19, el 26 de abril de 1990, en
un avión en pleno vuelo.
Esas muertes mostraron la incapacidad del Estado para proteger a los candidatos.
Más aún, algunos agentes del Estado estuvieron involucrados, como lo mostraron

254 sufrir la guerra y rehacer la vida


investigaciones posteriores635. Los tres candidatos representaban partidos y posiciones
progresistas o de izquierda, y los tres habían anunciado que, de llegar al poder,
impulsarían transformaciones drásticas en el país.
En los tres casos, los procesos de esclarecimiento, judicialización y castigo aún siguen
pendientes. Los tres magnicidios contaron con la participación de fuerzas paramilitares,
miembros de los organismos de seguridad del Estado y de la fuerza pública, y han sido
declarados crímenes de lesa humanidad por sus hondas afectaciones a la democracia.
La intención de estos crímenes, dirigidos contra los máximos dirigentes de la
oposición política, era eliminar a estos movimientos alternativos e impedir que lle-
garan al poder, como lo señaló a la Comisión María José Pizarro, actual congresista
y una de las hijas de Carlos Pizarro:
«Creo que definitivamente este país queda ausente de liderazgos con esos tres ase-
sinatos. Digamos que hay una apatía, una falta de credibilidad por la democracia. El
hecho de que asesinaran a tres personas que tenían claramente opciones de ganar […].
A mi papá no lo asesinaron por haber sido guerrillero 20 años, lo asesinaron porque iba
a ganar la presidencia, porque tenía el 60 por ciento de intención de voto, porque
iba creciendo impresionantemente en las encuestas […].
» Creo que el asesinato de mi papá fue un crimen contra la paz y nos demoramos
30 años o 25 años en que volviésemos a tener la posibilidad de siquiera pensar en
una salida negociada al conflicto; […] creo que la democracia queda herida y los
liderazgos políticos quedan heridos con esos tres asesinatos, en el sentido de que la
sociedad queda como acéfala ¿no? Como que ya no hay quién conduzca este país […].
Es que digamos, en esa época, había una generación de gente: mi papá tenía 38 años,
Bernardo Jaramillo, si no estoy mal, tenía 34. Toda esa generación estaba […] con
la ebullición de la paz y los fueron matando a todos… Fue toda una generación que
estuvieron asesinando en esa década»636.
Como señaló el Consejo Nacional Electoral:

De manera indudable, la pérdida de líderes como Luis Carlos Galán Sarmiento,


Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal y Carlos Pizarro fue la consecuencia de una
era de violencia política que afectó de manera drástica e irreparable la posibilidad
de alternancia y renovación política del país637.

El asesinato de Álvaro Gómez Hurtado fue otro magnicidio que marcó la historia del
país. Sucedió el 2 de noviembre de 1995, a la salida de la Universidad Sergio Arboleda.

635
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia contra Miguel Alfredo Maza Márquez. SP16905-2016, el 23
de noviembre de 2016.
636
  Entrevista 1209-VI-00001. Mujer, víctima, familiar, magnicidio de Carlos Pizarro.
637
  Corte Constitucional de Colombia, Sentencia SU257/21, el 5 de agosto de 2021.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 255


En 2007, la Fiscalía General de La Nación lo declaró crimen de lesa humanidad.
Álvaro Gómez fue uno de los más destacados líderes políticos conservadores del país.
Fue el fundador del Movimiento de Salvación Nacional, congresista y candidato a la
presidencia en tres ocasiones. En la última, en 1990, ocupó el segundo lugar con el
23,71 % de los votos638.
Además de los magnicidios, otra situación que ha limitado el paso de la oposición
política armada a la oposición legal –una manera de cerrar ciclos de violencia y
fortalecer la democracia– ha sido la persecución y el exterminio de los partidos
políticos nacidos de los procesos de negociación. El caso del genocidio político de la
Unión Patriótica (UP), que se analiza en profundidad en Hasta la guerra tiene límites:
violaciones de los derechos humanos, infracciones al derecho internacional humanitario
y responsabilidades colectivas del Informe Final, es tal vez uno de los más ilustrativos
al respecto. Un líder de este partido le dijo a la Comisión:
«Allí se produjeron matanzas horribles. Allí fue asesinado el alcalde de Tibú, Tirso
Vélez […], el candidato más opcionado a la Gobernación de Santander […]. En la
ciudad de Barrancabermeja, fue asesinado Leonardo Posada Pedraza, quien entonces
era suplente a la Cámara de Representantes […]. [Hubo] alcaldes que fueron asesinados
y concejales y diputados y parlamentarios de Meta, de Guaviare, de Caquetá, […]
un representante a la Cámara, Octavio Vargas Cuéllar, quien luego fue asesinado en
ejercicio de sus funciones […].
» Betty Camacho de Rangel, la dirigente de los Llanos Orientales, la dirigente del
departamento del Meta, liberal, ella fue elegida en la lista de la Unión Patriótica. Claro,
era nuestra aliada a la Cámara de Representantes por el Meta, y fue posteriormente
asesinada. Luis Jesús Osorio Reatiga fue candidato al Senado de la República […]. Él
fue asesinado también en el municipio de El Socorro, muy cerca de donde asesinaron a
Manuel y a Alberto, porque estaban dentro de la misma jurisdicción militar, [una]
región densamente militarizada. Y allí, en esa misma región donde asesinaron a
Manuel, tres meses antes, habían sido asesinados dos dirigentes regionales del M-19.
Eso era como un sitio que tenían ahí para asesinar»639.
El asesinato de líderes y simpatizantes de la UP impactó a la organización campesina,
pues acentuó los procesos históricos que marginaron, silenciaron y excluyeron de parti-
cipación política al campesinado. Un líder de este partido, víctima de amenazas de los
paramilitares y que tuvo que salir exiliado del país, le contó a la Comisión un ejemplo
de cómo un par de campesinos al parecer fueron asesinados por su relación con la UP:
«Regresamos a Valledupar y ocho días después dos campesinos que tenían sus fin-
quitas, sus parcelas en las orillas de Pueblo Bello, fueron asesinados. En esas dos fincas se

638
  Georgetown University y Organización de Estados Americanos (OEA), «Colombia: Elecciones
Presidenciales de 1990».
639
  Entrevista 001-VI-00008. Exdirigente de la Unión Patriótica, exiliado en Suiza desde 1997.

256 sufrir la guerra y rehacer la vida


habían alojado algunos asistentes al evento y ahí ellos, cada uno, había matado una vaca
para darle comida a los asistentes… Ellos [los paramilitares] los mataron, me atrevo a
asegurarlo, a esos dos campesinos por haber colaborado en el lanzamiento de la Unión
Patriótica. La Unión Patriótica puso esas dos primeras víctimas antes de ir a elecciones»640.
Este proceso de exclusión política y social, lo resume así el informe «Guerra contra
el campesinado, 1958-2019»:

En la situación de violencia que se presentó durante finales de la década del


ochenta contra la UP, se afectó de manera significativa al campesinado, al negarle
la participación en esta plataforma a través de ejercicios de violencia sobre sí
mismo y sobre personas no campesinas con agendas agrarias y campesinas641.

Se estima que el número de miembros de la UP asesinados entre 1985 y 2005 oscila


entre 4.934 y 5.382, con el 95 % de confianza642. Este genocidio político perdura en
la memoria de las víctimas sobrevivientes y de la sociedad como un hecho que hirió
a la democracia y que desnudó la responsabilidad de los agentes estatales en el uso de
los recursos públicos para impedir la participación política. Sobre las responsabilidades
colectivas, un informe de la Fiscalía General de la Nación presentado a la JEP acerca
del Caso UP, registró 863 procesos con un total de 1.620 víctimas. En estos procesos,
hay 277 agentes del Estado vinculados como presuntos responsables643.
Varios partidos políticos de izquierda surgieron en contextos posteriores a treguas
o a desmovilizaciones de grupos guerrilleros. Dirigentes y organizaciones consideraban
que estos momentos eran favorables para lograr una participación política amplia y
plural. En un informe entregado a la Comisión acerca del Frente Popular, uno de
estos partidos políticos, se dice lo siguiente sobre este tema:

Se [buscaba] hacer realidad la consigna de la apertura democrática, con la cual se


había comprometido no solo un amplio sector convergente en la izquierda y los
movimientos sociales, sino también los propios propósitos de la tregua y búsqueda
de la paz entre el Gobierno nacional y la mayoría de las insurgencias644.

640
  Entrevista 001-VI-00007. Líder de la Unión Patriótica, víctima de atentado, desplazamiento forzado
y exilio.
641
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 265.
642
  JEP-CEV-HRDAG, «Proyecto conjunto de integración de datos y estimaciones estadísticas», corte de
junio del 2022. Esta cifra se consolidó a partir del procesamiento estadístico de tres bases de datos que han
registrado víctimas de la Unión Patriótica, como son las del CNMH, FGN y la Corporación Reiniciar.
643
  Catálogo de Fuentes de Archivo Externas 81659-FS-283303, «Victimización de miembros de la
Unión Patriótica (UP) por parte de agentes del Estado».
644
  Informe 066-CI-01018, Fundación Cultura Democrática (Fucude), «El Frente Popular», 10.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 257


Según registros parciales de la Fundación Cultura Democrática, entre 1987 y
1990, fueron asesinados por lo menos 120 militantes del Frente Popular y más de
300 resultaron amenazados, perseguidos y desplazados. Se perpetraron masacres
sucesivas en Córdoba y Urabá y se produjo la desaparición forzada y los homicidios de
42 personas en Pueblo Bello. La fuerza pública, organismos de seguridad estatal y
grupos paramilitares estuvieron comprometidos en más del 80 % de los casos, de
acuerdo con el mismo informe645. La mayoría de las víctimas eran líderes sociales,
sindicales, campesinos y comunitarios pertenecientes al partido que habían sido
estigmatizados y señalados de tener vínculos con la guerrilla del EPL. En la primera
elección popular de alcaldes realizada en 1988, el Frente Popular solo o en coalición
con la UP logró elegir dos alcaldes, dos diputados y treinta concejales. Si bien el
Estado garantizó su participación en las elecciones, incumplió su deber de proteger
la vida de sus miembros. Por el contrario, estuvo involucrado en ataques ilegales y
violaciones de derechos humanos que causaron la desaparición del partido como
movimiento político.
Los casos de la UP y el Frente Popular no fueron únicos. La Comisión identificó
ataques recurrentes a partidos y movimientos de oposición como el Partido Comunista
Colombiano, la Unión Nacional de Oposición (UNO), el Movimiento Obrero
Independiente Revolucionario, la Unión Patriótica, A Luchar, el Frente Popular y
Marcha Patriótica. También hubo persecución y actos de violencia contra partidos
políticos surgidos de procesos de desmovilización como la Alianza Democrática
M-19, Esperanza, Paz y Libertad, la Corriente de Renovación Socialista, el Partido
Revolucionario de los Trabajadores y el Partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del
Común, hoy Comunes. Muchos de estos partidos desaparecieron y el ejercicio de la
oposición por la vía democrática nuevamente se frustró.
Hubo graves violaciones de derechos humanos cometidas contra el movimiento
político A Luchar, y estas contribuyeron a su desaparición del escenario político. En
1990, por ejemplo, 44 sindicalistas en el Valle del Cauca, miembros de esta organi-
zación, fueron detenidos por la fuerza pública, torturados y acusados de pertenecer
al ELN. Por esta acción, en 1994, el Consejo de Estado ordenó la indemnización de
las personas que fueron objeto de esta operación646. Contra este y otros movimientos
políticos hubo olas de violencia como se evidencia en varios informes recibidos por
la Comisión de la Verdad. Contra A Luchar se denunciaron 254 asesinatos y 80 desa-
pariciones647; contra la UNO, el Partido Comunista Colombiano (PCC) registró 116

645
  Ibíd., 6-7.
646
  Consejo de Estado, Sentencia No. 9214, el 13 de octubre de 1994.
647
  Informe 748-CI-00644, Colectivo por la Recuperación de la Memoria de ¡A Luchar!, «Esta generación
está en peligro».

258 sufrir la guerra y rehacer la vida


homicidios y dos desapariciones forzadas648; y contra Marcha Patriótica se denunció
el asesinato de 127 líderes y la desaparición forzada de once personas649.
Partidos políticos tradicionales como el Partido Liberal y el Partido Conservador no
estuvieron exentos de la violencia. Según el CNMH, entre 1958 y 2018, la colectividad
más afectada por la violencia política fue la UP, pero le siguen el Partido Liberal, con
1.076 víctimas, y el Partido Conservador con 614650. En el caso de estos partidos, la
violencia se concentró en alcaldes, concejales, personeros, diputados, gobernadores,
congresistas y otros funcionarios públicos. Las organizaciones insurgentes fueron
principalmente las que recurrieron, en distintas ocasiones, al secuestro, al asesinato
selectivo y a las masacres contra líderes políticos de estos partidos y sus familias
como una parte de su estrategia para mantener el control social y territorial en regiones
de fuerte presencia armada.
Un ejemplo de lo anterior fue el exterminio de la familia Turbay Cote por las
FARC-EP, entre la década de 1990 y 2000, debido a su participación en cargos de
representación por el Partido Liberal. Rodrigo Turbay Cote, un parlamentario liberal,
fue secuestrado y murió en cautiverio. Su hermano, Diego Turbay Cote, congresista
y presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes por el Partido
Liberal, y su madre, Inés Cote, fueron asesinados.
En un espacio de escucha realizado por la Comisión sobre las afectaciones a los
partidos políticos en Caquetá, la vicepresidenta del Directorio Departamental Liberal
de este departamento señaló lo siguiente:
«Por desgracia, la violencia altera el normal desarrollo de los procesos democrá-
ticos, incide en el aumento del abstencionismo, disuade a líderes sociales, obliga al
retiro de candidaturas y, en general, logra desincentivar la participación política,
que trasciende de lo colectivo a lo social. De modo que esos ataques a los liderazgos,
cometidos contra personas que ostentan o aspiran a cargos de elección popular,
son un ataque directo a la democracia, y no solamente afectan al Partido Liberal
ni solamente a los partidos políticos ni al departamento del Caquetá. Afectan a
Colombia entera»651.

648
  Informe 748-CI-00560, Partido Comunista Colombiano (PCC) y Partido Juventud Comunista
Colombiana (JUCO), «Banderas rojas en vuelo libertario».
649
  Informe 365-CI-00944, Movimiento Marcha Patriótica y Fundación Comité de Solidaridad con
Presos Políticos (CSPP), «“Objetivo Marcha: la configuración de un nuevo genocidio”», 332.
650
  Módulo de Catalogación Colaborativa 23-OI-3523, «Conflicto armado y democracia en Colombia.
Una mirada a los patrones de la violencia política», 66.
651
  Comisión de la Verdad, «Afectaciones a partidos políticos de Caquetá en el marco del conflicto
armado», el 6 de octubre de 2020, 01:21:30.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 259


En varios casos de parapolítica en los Montes de María, congresistas como José
María Conde Romero, Álvaro García Romero y Salvador Arana652 reconocieron sus
alianzas con paramilitares y élites locales para eliminar a opositores políticos. En el
caso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), por ejemplo, los ataques
se dieron porque este partido era una amenaza para su continuidad en el poder. Uno
de los desmovilizados del PRT lo resumió de la siguiente manera:

Veían como un riesgo, como un peligro, que nosotros llegáramos, que nos proyec-
táramos, como empezó a proyectarse el PRT y, digámoslo así, diera al traste con los
clanes políticos, los partidos y los sectores que siempre habían estado dominantes
por allí… Imagínate, cómo iban a permitir ellos esa situación, que se renovaran
las representaciones políticas... Entonces yo creo que sí: podríamos llamarlo un
«politicidio» porque de esa manera eliminaron las posibilidades políticas del grupo
de reinsertarse en la vida civil y democrática como era el propósito de los acuerdos…
Nosotros, en otras condiciones más pacíficas, hubiésemos ganado las alcaldías de
Colosó, Chalán, Ovejas, Carmen de Bolívar y San Juan, facilito, facilito653.

El ataque a los partidos de izquierda no vino solo del Estado, de los paramilitares y
de sectores políticos de derecha. Las organizaciones guerrilleras formaron parte de estos
ataques, pues antiguos aliados se enfrentaron por posiciones ideológicas, control territorial,
rentas de los negocios ilícitos y el poder local. El caso más representativo de este tipo de
enfrentamientos entre antiguos aliados fue el de las FARC-EP y el EPL. Disidencias de este
último grupo que no estaban de acuerdo con su desmovilización se acogieron a la postura
de las FARC-EP e iniciaron una guerra que cobró la vida de miembros del nuevo partido
Esperanza, Paz y Libertad y de su base social o de aquellos que fueron asociados con esta.
De esa manera, disidencias del EPL, las FARC-EP y grupos paramilitares convergieron
en un plan de acción común cuya principal víctima fue la población civil y los liderazgos
sociales –algunos simpatizantes y otros no– que cayeron por estar en ese territorio.
Un testimonio de una mujer exmilitante del EPL y que fue miembro del partido
Esperanza, Paz y Libertad en Urabá, lo relata de la siguiente manera:

Cuando se vino la desmovilización siempre creí que realmente los temores nuestros
debían de ser con paramilitares, con gente de las élites o gente a la cual le

652
  Corte Suprema de Justicia, Sentencia condenando al excongresista José María Conde Romero por
el delito de concierto para promover grupos armados al margen de la ley, el 31 de marzo de 2011;
Corte Suprema de Justicia, Sentencia contra del exsenador Álvaro Alfonso García Romero, el 23 de
febrero de 2010; Corte Suprema de Justicia, Sentencia contra Salvador Arana, el 13 de mayo de 2020.
653
  Informe 365-CI-01212, Grupo Regional de Memoria Histórica de la Universidad Tecnológica
de Bolívar (GRMH-UTB), Fundación Sembrando Paz y Colectivo de exintegrantes del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT), «Politicidio de baja intensidad», 17-18.

260 sufrir la guerra y rehacer la vida


hicimos daño, que por cualquier motivo pudiera cobrar venganza en contra
nuestra y nos preparamos pues fue para eso… Cuando se inicia esa persecución
ya abiertamente por parte de la disidencia y por parte de las FARC-EP, pues la
vida afuera era muy difícil654.

En medio de esta guerra interna, se cometieron 20 masacres, de acuerdo con el


informe «Renacer de una esperanza» entregado al Sivjrnr655. La mayoría de las víctimas
asesinadas, desaparecidas y desplazadas eran líderes políticos y sindicales. Las masacres
ocurrieron entre 1993 y 1997, principalmente en la región de Urabá. En su mayoría
fueron cometidas por las FARC-EP. El 23 de enero de 1994, en el barrio obrero de
invasión La Chinita, en Apartadó, un bastión político de Esperanza, Paz y Libertad,
35 personas, 20 de las cuales eran afiliadas a Sintrainagro656, fueron asesinadas después
de una concentración.
No todo el exterminio de este partido provino de las FARC-EP. Los grupos
paramilitares cometieron asesinatos selectivos y masacres contra sus militantes.
Carlos Castaño reconoció que se aprovecharon de esa confrontación para atacar
a los líderes sociales y políticos populares657. Luego le atribuían las muertes a uno u
otro grupo. En ese mismo contexto, los paramilitares contribuyeron al desplazamiento
forzado y al exterminio de la UP en Urabá.
El cierre de los espacios democráticos, provocado por todos los actores armados, fue
más allá de los partidos políticos de izquierda. De hecho, se amplió a muchos sectores
de la sociedad que pretendieron participar por la vía electoral. Líderes sindicales,
campesinos, cívicos y comunales trasladaron sus reivindicaciones sociales al escenario
político y participaron en procesos electorales locales para ocupar espacios de deci-
sión. A menudo, sus pretensiones se frustraron por la violencia de actores armados
que no solo les negaron el derecho a participar, sino que asesinaron y desplazaron
a miles de ellos.
Estas situaciones ocurrieron en todo el país. En Casanare y Meta, por ejemplo,
hubo una amplia influencia política paramilitar, particularmente en los primeros años
de la década del 2000, como lo señaló la Corte Suprema de Justicia:

Fue tal su influencia en la política que quienes aspiraban a ser elegidos en cargos
públicos debían concurrir a sitios […] en donde el máximo jefe de las autodefensas,
Martín Llanos, autorizaba o desautorizaba las aspiraciones políticas… [Los testigos]

654
  Entrevista 665-PR-02051. Mujer, exmilitante del EPL.
655
  Informe 365-CI-01874, Agudelo Vásquez et al., «Renacer de una esperanza», 29–48.
656
  Ibíd., 31-33.
657
  Informe 748-CI-00855, Fundación Cultura Democrática (Fucude) y Corporación Opción Legal,
«La sombra oscura del banano», 248–49.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 261


declararon que Martín Llanos ejercía intimidaciones, amenazas o presiones contra
candidatos que no eran afines a la organización658. 

Una declaración registrada por la Corte Suprema muestra cómo funcionaban esas
intimidaciones:

Cualquier persona que tenga un apoyo de 150 o 200 hombres enfusilados en


una región, y le diga a un simple campesino hágame el favor y vota por fulano,
el campesino, esa persona no se va a negar, por miedo, por amistad, o por lo que
sea. No se niega, porque de todas maneras tiene que convivir en la región con
ellos mismos. Y si una persona tiene el poder de decisión de matar a cualquiera,
lo que él diga eso se hace659.

En la década de los noventa, los grupos paramilitares atentaron contra actores políticos
de diferentes tendencias. Uno de los cientos de casos ocurridos en la consolidación de
su poderío militar y territorial fue el homicidio de Aída Cecilia Lazo, candidata inde-
pendiente a la alcaldía de San Alberto, Cesar. El 21 de junio del 2000, los paramilitares
ingresaron a la vivienda de la candidata y la asesinaron a ella y a su hija menor de edad.
Esto causó terror en la región y ocasionó el desplazamiento de otros miembros de su
familia. Una sentencia de la Corte Suprema explica el carácter de líder social que tenía
la víctima en el momento de su aspiración política y el de otros líderes que también fue-
ron asesinados. Todos fueron estigmatizados por no acogerse al proyecto paramilitar660:

Lo anterior permite al ente acusador concluir que los homicidios de Hugo López,
Aída Cecilia Lazo y Pablo Padilla fueron ordenados en razón de su actividad
política, pues fueron líderes sociales que aspiraron a cargos de elección popular
sin el aval de las autodefensas, y en los tres casos las víctimas terminaron siendo
señaladas previamente a los sicarios por Daniel Toloza Contreras, dentro de esa
dinámica atroz de violencia en que se desarrolló el proyecto delictivo de las auto-
defensas, cuyo principal objetivo era eliminar a quienes no estuvieran de acuerdo
con ellos o porque simplemente sospechaban que militaban en la izquierda o eran
informantes o colaboradores de la guerrilla, ese era el subterfugio utilizado para
causar la muerte de sus contradictores políticos661.

658
  Corte Suprema de Justicia, Proceso n.º 26970, el 13 de abril de 2011.
659
  Corte Suprema de Justicia, Proceso n.º 27199, el 1 de febrero de 2012.
660
  Por este hecho fueron condenados Daniel Toloza Contreras y Rodolfo Pradilla García. En: Corte
Suprema de Justicia, Sentencia STP9814-2020, el 24 de septiembre de 2020; Fiscalía 12 Especializada
Unidad DD. HH. y D I.H., Sentencia ordinaria contra Javier Zárate Ariza, Rodolfo Pradilla García
y Gerardo Jaimes Ortega, el 25 de febrero de 2013.
661
  Ibíd.

262 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entre 1958 y 2018, el CNMH registró 12.950 casos de víctimas actores institucio-
nales y no institucionales del proceso democrático. De estas, 10.010 personas fueron
víctimas de asesinatos selectivos: 3.410 eran líderes, 3.208 militantes políticos, 1.555
funcionarios públicos por elección en el ámbito municipal, 677 funcionarios públicos
por designación, 266 a candidatos a cargos de elección pública del ámbito municipal,
244 dirigentes políticos, 218 periodistas, 209 autoridades tradicionales, 89 funcionarios
por elección en el ámbito departamental, 71 otros candidatos, 37 funcionarios por
elección en el ámbito nacional, 20 candidatos a cargos de elección pública del ámbito
departamental y 6 candidatos a cargos de elección pública del ámbito nacional662.

Pérdida de confianza y crisis


de legitimidad

En 2016, campesinos de la región del Catatumbo y del sur del Cesar participaron en jornadas de
minga en todo el país. En el punto de la movilización retratado en la foto, había más de 1.500
personas, que permanecieron casi dos semanas cerca del municipio de La Gloria, en Cesar. Junio de
2016. ©Santiago Mesa / Cortesía Asociación Minga

  Entrevista 665-PR-02051. Mujer, exmilitante del EPL; Módulo de Catalogación Colaborativa 23-OI-
662

3523, «Conflicto armado y democracia en Colombia. Una mirada a los patrones de la violencia
política», 56-58.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 263


Más de sesenta años de guerra han marcado las relaciones entre el Estado y sus
ciudadanos. La permanencia de la violencia ha puesto en duda la capacidad de los
gobernantes para proteger a las personas. La prevalencia del uso de las armas y de
la restricción de las libertades como argumento para lograr el orden público y la
gobernabilidad han socavado progresivamente la convivencia que se requiere en
un orden democrático.
En Colombia, las modalidades de violencia utilizadas a lo largo del conflicto
armado han victimizado especialmente a la población civil más marginada y
excluida. La mayoría de las víctimas han sido aquellas a quien el Estado y la socie-
dad les debía mayor protección por sus condiciones de vulnerabilidad: indígenas,
afrocolombianos, campesinos, mujeres, niños, niñas y adolescentes, personas en
situación de discapacidad663. Aún más grave: en reiteradas ocasiones, estas personas
y sujetos sociales fueron victimizadas por el propio Estado, muchas veces después
de haber sido víctimas de los actores armados.
El resultado de esta histórica y reiterada situación ha producido desconfianza de
estas comunidades hacia el Estado y sus agentes. En ocasiones, esa desconfianza se
ha convertido en miedo y rabia, y ha llevado a que las personas lo equiparen a un
actor más del conflicto, carente de autoridad legal o moral.
La desconfianza en el Estado se ha basado, en parte, en la frecuencia con que
gobernantes y funcionarios públicos han ido en contravía de los intereses públicos.
A lo largo de los años, estos se han aliado con criminales al servicio de intereses privados,
han dispuesto recursos para defender sus intereses y atacar a los ciudadanos, han
robado recursos públicos y han impedido que se concreten demandas esenciales
para la vida de las comunidades.
El Consejo de Estado ha denunciado el uso de instalaciones, medios de inte-
ligencia 664 y armas para perseguir, entre otros, a periodistas, líderes sociales y
magistrados. En otros casos, de acuerdo con varias sentencias, algunas brigadas
militares se utilizaron para albergar a miembros de los paramilitares o para torturar
y asesinar civiles.
Un caso emblemático de la colaboración entre el Ejército y las AUC es el Pacto de
Chapalito, un acuerdo establecido en noviembre de 2002 entre miembros del Bloque
Libertadores del Sur (BLS) e integrantes del Batallón Boyacá de Pasto:

663
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Cuerpos plurales: construcción de paz y resistencias
de personas con discapacidad», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/cuerpos-plurales-construccion-de-
paz-y-resistencias-de.
664
  Consejo de Estado, Sentencia del 14 de septiembre de 2016, exp. 34349, el 14 de septiembre de
2016.

264 sufrir la guerra y rehacer la vida


Este pacto consistió en intercambiar información, realizar operaciones conjun-
tas, identificación de comerciantes de Ipiales que luego empezaron a colaborar.
También los miembros del Ejército transmitían información a integrantes del
BLS sobre operativos o desplazamientos de la fuerza pública en las zonas665.

Un exparamilitar desmovilizado de este bloque así lo reconoció en una entrevista


con la Comisión:
«Cuando no éramos capaces las autodefensas solas, entonces llamábamos a la
contraguerrilla del Ejército y la Policía que estaba más cercana… Nunca se negaron a
un llamado mío, nunca. La mayoría de las veces me apoyaron […] cuando estábamos en
combate. Yo me di el lujo, le decía a la Fiscalía en alguna oportunidad, de dirigir por mi
radio de comunicaciones a los aviones de la fuerza aérea y a los helicópteros. O sea: yo, el
comandante de las autodefensas de la zona, diciéndole las coordenadas donde dirigir su arti-
llería y ametralladoras… Mire hasta donde llegó la amalgama de la fuerza pública… Como
me decía un conocido: “Ustedes parecen las fuerzas especiales del Batallón de Boyacá”»666.
La pérdida de credibilidad también ha sido el resultado de la frecuente falta de
protección por agentes estatales y funcionarios públicos, y de su incapacidad para
impartir justicia y reparar a las víctimas. La impunidad generalizada propicia la
sensación de desprotección de la ciudadanía y aumenta la pérdida de legitimidad
del Estado. La desconfianza de los ciudadanos en sus gobernantes y en sus instituciones
repercute en la democracia, la precariza más y puede llevar a que se legitimen órdenes
construidos por organizaciones y grupos ilegales, o a que se desconozcan las leyes y
se acoja y practique la justicia por cuenta propia.

Ciudadanos violentados por acciones de agentes estatales


en medio del conflicto

Varias sentencias ya citadas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y del


Consejo de Estado muestran que agentes estatales incurrieron en graves violaciones
de derechos humanos y en crímenes de guerra en reiteradas ocasiones. Las accio-
nes criminales de los agentes estatales, mencionados en numerosos testimonios e
informes entregados a la Comisión, incluyen el homicidio de personas protegidas,
las ejecuciones extrajudiciales, las torturas a civiles e insurgentes, la desaparición
forzada de personas –especialmente aquellas vinculadas a procesos organizativos o con-
sideradas supuestos simpatizantes o militantes de las guerrillas–, violencias sexuales,
capturas ilegales, amenazas, entre otras.

665
  Tribunal Superior de Bogotá, Sentencia contra Iván Roberto Duque Gaviria y otros 273 postulados.
Radicado n.° 110012252000201400059, el 25 de julio de 2019.
666
  Entrevista 608-PR-03375. Actores armados, excomandante BLS.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 265


Protestas en Barrancabermeja por un bombardeo de las Fuerzas Armadas colombianas que produjo un
multitudinario éxodo campesino. Marzo de 1987. ©Jesús Villamizar

266 sufrir la guerra y rehacer la vida


En el afán de evitar la acción de la justicia frente a estos crímenes, agentes del Estado
amenazaron e intimidaron a familiares o a quien se atreviera a preguntar o denunciar
lo sucedido. Adicionalmente, construyeron y alteraron pruebas vistiendo a sus víctimas
con prendas incriminatorias, trastocando las escenas del crimen, entre otras. En muchos
casos, gozaron de la protección de las instituciones, que no querían que su imagen se
afectara o que se cuestionara su legitimidad. Para justificar y legitimar sus acciones,
mintieron sobre las víctimas y las estigmatizaron a estas y a sus familias y organizaciones.
A menudo, esas versiones falsas fueron replicadas en los medios de comunicación.
Esto incrementó el sufrimiento de las víctimas, pues, a la pérdida de sus seres queridos,
se sumaron daños a la honra y a la reputación. La madre de un joven asesinado en
Gigante, Huila, después de ser detenido en el Batallón Cacique Pigoanza, en 2007,
expresó su indignación por lo sucedido con su hijo:
«Que digan la verdad porque mi hijo no era así […]. Es que no era así. No era como
ellos lo anunciaron, como lo dijeron en los periódicos, en las emisoras: que era el delin-
cuente no sé qué, que esto, que [aquello]… No, nada. Mi hijo no era así, vuelvo y digo»667.
Las ejecuciones extrajudiciales –tratadas en profundidad en Hasta la guerra tiene límites:
violaciones de los derechos humanos, infracciones al derecho internacional humanitario y
responsabilidades colectivas del Informe Final– fueron un caso de especial importancia
no solo por la magnitud de los crímenes cometidos, sino por la impunidad en la
que se mantiene la mayoría668. La JEP abrió al respecto el macro caso 03, Muertes
ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado. En el
trabajo conjunto realizado por la Comisión y el Consejo de Estado sobre este tema,
se concluyó lo siguiente:

Las ejecuciones extrajudiciales en el marco del conflicto armado interno constituyen


un gravísimo fenómeno de violación de los derechos humanos, desprecio por
la dignidad humana y una manifestación de degradación máxima del conflicto
armado por parte de agentes estatales que estaban obligados a respetar y proteger
a la población civil669.

Además de la participación directa de los agentes estatales, ha habido casos que dan
cuenta de su complicidad con las acciones criminales de los grupos paramilitares. Esto
ocurrió tanto en ejecuciones extrajudiciales como en asesinatos y otras acciones violen-
tas. La connivencia entre el Estado y los paramilitares contribuyó a agravar el impacto,

667
  Entrevista 073-VI-00001. Mujer, víctima de familiar asesinado.
668
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza»,
Capítulo 2: Pintarse los labios para no olvidar, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad
https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-
busqueda-mi-esperanza.
669
  Consejo de Estado, Verdades en Convergencia, 66.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 267


como lo revela el siguiente testimonio del hijo de Mario Calderón y Elsa Alvarado, una
pareja de defensores de derechos humanos investigadores del Cinep asesinados en 1997:
«Y de pronto aparecieron para asesinarlos unos tipos mandados por quién sabe
quién. De pronto, los mataron… El mismo Ejército que estaba encargado de protegerme
ayudó a terroristas o, al menos en esa ocasión, una brigada corrupta del Ejército cooperó
con terroristas. Entonces, realmente, ¿quién me protege? Nadie. ¿Dónde están mis
enemigos? ¿Quién me estará vigilando?»670.
En este caso, en versiones libres de Justicia y Paz, paramilitares de las AUC
señalaron la responsabilidad del comandante Carlos Castaño Gil y miembros de la
fuerza pública, no identificados671.
Cuando los crímenes fueron realizados por agentes del Estado, las víctimas sintieron
una mayor indefensión, pues no podían apoyarse en las instituciones ni recurrir a estas
en búsqueda de protección, ni de justicia672. Una mujer de Neiva, Huila, hermana de
un joven líder estudiantil, miembro de la Unión Patriótica, detenido y desaparecido
forzadamente por la Policía Nacional en 1988, le dijo a la Comisión: «No hay la
tranquilidad de uno poder decir “Me siento protegido…”. ¡Nada! Es muy, muy difícil
porque fueron ellos los que directamente nos causaron gran parte de las afectaciones
que nosotros hoy día tenemos»673. En este caso, el subteniente Cesar Augusto Orozco
Gómez fue condenado por secuestro. En un orden democrático, la violación de derechos
humanos por agentes estatales no se puede justificar con ningún argumento.
Estas acciones no pueden minimizarse frente a los hechos violentos cometidos por
criminales de los grupos ilegales, pues, como ya se dijo, su responsabilidad –y por lo
mismo también su impacto– es mucho mayor. Así lo señaló el CNMH al referirse a los
hechos violentos ocurridos entre 1982 y 1997, en Remedios y Segovia, en Antioquia:

El elevado número de casos de violaciones de los derechos humanos en las poblaciones


de Remedios y Segovia a lo largo de más de una década y el carácter sistemático
de la ejecución de tales violaciones, en las que estuvieron involucradas diferentes
unidades militares, le confiere un nivel de responsabilidad singular al poder estatal,
pues con ello se habría quebrantado una de las misiones esenciales del orden jurí-
dico nacional, a saber, la protección de la vida, honra y bienes de los ciudadanos674.

670
  Entrevista 394-VI-00002. Hombre, familiar de víctimas de homicidio.
671
  Verdad Abierta, «Mario Calderón y Elsa Alvarado, investigadores del Cinep», VerdadAbierta.com.
672
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsulas: El
dolor silenciado (punto Calle 26) y ¡No más desaparecidos! (punto Plaza Che), en el recorrido 360 de la
Universidad Nacional de Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
673
  Entrevista 140-VI-00016. Mujer, familiar de víctima de retención y desaparición forzada.
674
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Silenciar la democracia, 30.

268 sufrir la guerra y rehacer la vida


Alianzas criminales: lo público al servicio de intereses ilegales

La confianza de la ciudadanía en el Estado también se afectó por la toma de institu-


ciones públicas de organizaciones criminales. Estos procesos iniciaron, en muchos
casos, como una parte de la dinámica electoral. En ese contexto, los actores armados
ejercieron una presión directa sobre los electores a favor de sus candidatos mediante
amenazas, intimidaciones y compra de votos.
Con frecuencia, alcaldes, concejales, gobernadores y diputados comenzaron a pagar
sus votos nombrando en puestos públicos a aliados y ejerciendo la gestión pública a
favor de sus intereses. Esto fue más allá del clientelismo, pues los funcionarios entraban
a formar parte de la criminalidad como cómplices no solo de negocios y rentas ilícitas,
sino de múltiples hechos de violencia. 
En este proceso, los recursos locales, contratos y regalías terminaron mezclados con la
economía ilegal a través de las llamadas «vacunas». De ese modo, porcentajes y prebendas
beneficiaron a los armados y a sus socios. Posteriormente, el mecanismo se completó
socavando el rol de los entes de control y de los veedores ciudadanos, fuera a través de
su cooptación directa o de amenazas y ataques. Así se lo describió a la Comisión una
mujer desplazada por las AUC de Jamundí, Valle del Cauca, en el año 2000:
«Luego siguió el contador de ellos que […] negoció la entrada de los paramilitares
a Jamundí… Es una cuestión de que la corrupción es muy grande… Ya han sido
asesinados cuatro veedores ciudadanos. Es más, en este momento, hay una veedora
ciudadana allá que está siendo amenazada de muerte. Ella no ha vuelto a hablar»675.
Un hombre de Santiago de Tolú, Sucre, refirió un escenario similar ocurrido en
esta región con la llegada del Bloque Montes de María de las AUC en el 2000:
«Había como una predisposición perversa de parte del alcalde con ellos, una
afinidad con ellos, no sé… Ahí, de pronto, se dio un entramado que se utilizaban
los unos a los otros y, de pronto, se pudo confundir quién era más delincuente: si
el alcalde o los paramilitares»676. 
Ese tipo de situación afectó la vida de pueblos, comunidades y del país entero,
pues acentuó la desconfianza en las instituciones del Estado y en sus funcionarios.
Quienes sufrieron el mayor impacto, no obstante, fueron las víctimas del conflicto
armado. Ellas no pudieron acudir a los funcionarios públicos locales por miedo a ser
revictimizadas por lo que no contaron con garantías de seguridad ni recibieron atención.
Todo esto aumentó la sensación de humillación, rabia, impotencia e inseguridad.
La ciudadanía fue testigo y víctima de la manera en que las instituciones fueron
tomadas por criminales. El testimonio de un hombre defensor de derechos humanos

  Entrevista 762-VI-00002. Lideresa social, mujer afrodescendiente, víctima de desplazamiento forzado.


675

  Entrevista 109-VI-00017. Periodista, testigo de homicidio.


676

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 269


de San Martín, Meta, ilustra la percepción que se construyó sobre la democracia bajo
el control del Bloque Centauros de las AUC, entre 1998 y 2003:
«Fue un gran cambio político. Cambió el sentido de la democracia. O sea, se volvió
totalmente [una] no democracia, sino más bien como una anarquía paramilitar, pues
[los] jefes paramilitares eran los que tenían el poder y mandaban a su antojo: […]
“Vota por tal, por tal o sino no hay más trabajo”»677. 
En muchos municipios, los criminales ocuparon cargos públicos y se presentó
una forma de corrupción descarada. La transparencia –la posibilidad de los ciudadanos
para ejercer su derecho a controlar el uso de los recursos públicos– es un rasgo de
las sociedades democráticas. Cuando esta falló, se perdió la confianza y el respaldo
ciudadano. Adicionalmente, se trastocaron los valores éticos que animan la democracia
y se enviaron mensajes dañinos que muchos jóvenes, sobre todo, retomaron como la
idea de que el crimen paga y el poder se logra con violencia.
El 23 de julio de 2001, en Santa Fe de Ralito, se reunieron reconocidos jefes
paramilitares con gobernadores, congresistas, concejales, alcaldes y ganaderos de Sucre,
Córdoba, Cesar y Magdalena. Allí conformaron una alianza para «refundar al país» y
«construir una nueva Colombia». Este fue un claro ejemplo del vínculo entre grupos de
poder, criminales y gobernantes. Según una sentencia de la Corte Suprema de Justicia,

el acuerdo concretado en Ralito entre los jefes de las autodefensas y la clase dirigente
social y política representada por quienes asistieron a la reunión [fue…] una estrategia
trazada para beneficio y defensa de los intereses de esa estructura ilegal armada con
el fin de captar el poder público a través de acuerdos burocráticos y políticos que
conducían, no al desmonte del paramilitarismo, sino a su expansión, a su fortaleza678.

Entre 2000 y 2002, se firmaron varios acuerdos con fines similares, en Chibolo,
Magdalena, Pivijay, Cesar, y Urabá, Antioquia. Sobre esto, la misma Corte señaló
lo siguiente:

Con esta finalidad, los grupos armados ilegales aglutinados en torno al Bloque
Norte con notoria influencia en los departamentos del Cesar y de Magdalena, se
proponen alcanzar el poder político en esas regiones interviniendo en los procesos
electorales del orden nacional, regional y local, mediante la imposición o el veto
a movimientos, líderes políticos y candidatos a corporaciones públicas o cargos
de elección popular679. 

677
  Entrevista 811-VI-00004. Defensor de Derechos Humanos, víctima de amenaza y atentado al derecho
a la vida.
678
  Corte Suprema de Justicia, Proceso n.° 35227, el 8 de febrero de 2012.
679
  Corte Suprema de Justicia, Proceso n.° 32712, el 3 de diciembre de 2009.

270 sufrir la guerra y rehacer la vida


Cuando las autoridades locales fueron impuestas por los paramilitares, no tuvieron
ningún compromiso con el municipio o sus habitantes. Después de todo, estos no
los eligieron, como le dijo a la Comisión una mujer campesina, refiriéndose a la
presencia de las Autodefensas Campesinas del Casanare, en Aguazul, Casanare, entre
2000 y 2009:
«En esa época, si usted quería ser candidato, del municipio o de algotra cosa, pues
tenía que preguntar si estaban de acuerdo y, si no, no se meta en eso porque termina
muerto… Cuando ya ingresaron de lleno […] los paramilitares, ellos eran los que le
daban el apoyo, digamos, a X o Y candidato que querían que ganara […]. Eso fue
una ingobernabilidad ni la berraca. Simplemente nombraban a un alcalde y ¿qué
compromiso tenía con el pueblo? ¡Con nadie! Porque nadie le había votado: usted
simplemente hacía lo que lo mandaban y ya»680. 
La intimidación, la presión y la corrupción implicó que los alcaldes no pudie-
ron ejercer sus labores libremente, pues incumplieron sus funciones y atribuciones
consignadas en la Constitución. Otro tanto sucedió con la presión y subordinación
de los concejos municipales, que no pudieron orientar programas de desarrollo
económico, autorizar contratos, velar por los gastos locales y los presupuestos, deter-
minar la estructura de la administración municipal, elegir personero o reglamentar
los usos del suelo. Varios testimonios recibidos por la Comisión dan cuenta de la
apropiación ilegal de los recursos públicos:
«Por ejemplo, la pavimentación de Tolú… Los recursos no habían llegado, pero los
pignoraron con el banco. Yo no sé cómo negociaron cuando la plata no había llegado,
total que, de pronto, el banco liberó recursos y yo vi cajas de billete, de dinero en el
pueblo… Primero la corrupción de las regalías y la corrupción paramilitar… Como
dijo el escritor, “vinieron de todas partes” por su ponqué o por su parte y no con
propuestas decentes, sino indecentes para tratar de meterle mano a una riqueza que
el pueblo no ha sabido aprovechar. Ellos vinieron aquí a apoderarse del Estado […]
del departamento y de sus arcas… Porque ellos nunca combatieron la guerrilla. Ellos
vinieron y se apoderaron de los municipios, hasta de las gobernaciones, y convirtieron
en delincuente a la gente»681. 
En La Guajira, un departamento con altos niveles de corrupción, varios sectores
políticos establecieron vínculos con actores armados, narcotráfico y contrabando. Uno
de estos casos fue el nexo que estableció Juan Francisco Gómez Cerchar, exconcejal
y dos veces alcalde de Barrancas (1995-1997 y 2002-2003), que incluso llegó a la
gobernación del departamento (2011-2013) con la banda criminal dirigida por alias

680
  Entrevista 163-VI-00021. Lideresa de víctimas, víctima de amenaza, desaparición forzada y
desplazamiento forzado.
681
  Entrevista 109-VI-00017. Periodista, testigo de homicidio.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 271


Marquitos Figueroa y el Bloque Norte de las Autodefensas. Este político fue destituido
por corrupción y condenado a 55 años de cárcel por tres homicidios682.
La cooptación del Estado por el paramilitarismo y el respaldo de las armas les
dio vía libre a las autoridades locales para disponer del erario municipal sin ningún
control político. De esta manera, la corrupción se impuso en los distintos niveles del
poder. Hubo desvío de recursos destinados a servicios públicos, vías, salud, educación
hacia los grupos armados y su propio beneficio. «Uno no puede ir a hablar, pedirle
una cita al alcalde, porque creen que cualquiera puede darle un tiro a uno y uno
no sabe», le dijo a la Comisión una mujer víctima de amenaza y desplazamiento
forzado de Cartagena, Bolívar. «Porque […] el alcalde hace parte de ellos, para mí
debe ser eso»683.
Los impactos de la cooptación del Estado por los armados han sido enormes. Los
paramilitares, por ejemplo, permearon la institucionalidad municipal con el fin de
erradicar toda posibilidad de oposición:

Los grupos paramilitares, entre cuyos miembros existían inclusive servidores públicos
vinculados a todas las instituciones estatales, como ha quedado establecido en el
presente caso, desde el momento mismo de su creación tenían como propósito
esencial arrasar a todos los ciudadanos u organizaciones que se opusieron a sus
propósitos, razón por la cual la ejecución de conductas calificadas como delitos
de lesa humanidad –torturas, desapariciones forzadas, desplazamiento forzado,
secuestro, etc.– hacían parte de sus diligencias ordinarias... El político en su con-
dición de miembro de la organización criminal impulsaba no solo a obtener la
permanencia irregular del grupo, sino que pretendía ejercer en espacios o crear
los mismos en procura de resultar funcionales a la empresa delictiva, en pro de la
estrategia del crimen constituyéndose en un paso más en el proceso de la toma
mafiosa de todos los poderes e instancias de decisión del Estado684.

En muchos casos, cuando los victimarios fueron autoridades locales, también con-
trolaron entidades como la Personería o la Unidad para las Víctimas. En lugar de recibir
una atención adecuada, las personas terminaron siendo revictimizadas, maltratadas e
identificadas como posibles denunciantes a los cuales perseguir para callar.
Los alcaldes aliados con los grupos al margen de la ley ejercieron prácticas autoritarias
y violentas contra la población, de acuerdo con los testimonios. Una lideresa de Arauca
le dijo a la Comisión:

682
  Fiscalía General de la Nación, «Asegurado gobernador de La Guajira por concierto para delinquir»,
Noticias Fiscalía.
683
  Entrevista 399-VI-00012. Mujer, víctima de amenazas y desplazamiento forzado.
684
  Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Auto TP-SA-706 de 2021, el 27 de enero de 2021.

272 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Dentro de nuestra labor como defensores de derechos humanos, tuvimos que
interlocutar con ellos y recibimos también, de parte de ellos, las amenazas y todo el
hostigamiento. Recibimos las denuncias de las víctimas de la comunidad que denunciaba
ese tipo de acciones, como las del alcalde de Tame, que lo atendía con una pistola
sobre el escritorio y que los que hacían el control para entrar a la alcaldía, eran los
paramilitares y no la Policía»685.
La cooptación política del paramilitarismo puso a su servicio al Estado local e
impidió la persecución de la mafia dominante en el territorio. El siguiente apartado
de una sentencia de la Corte Suprema así lo señala:

Es claro para la Corte que jamás hubo voluntad política para hacer frente,
contrarrestar y desmantelar la banda de delincuentes que se gestó y creció en
torno a la figura del señor Hernán Giraldo Serna, sino que antes por el contrario,
autoridades de todo orden, entre ellas las políticas, seguramente con algunas
excepciones, fueron cooptadas por su poder, creciendo mutuamente a partir de
su confabulación686.

Como lo señala la Corte Suprema, los alcaldes y las autoridades políticas cooptadas
no cumplieron su deber de perseguir o contrarrestar a los actores ilegales. Al contrario,
prosperaron proporcionalmente. Esto afectó la democracia, pues las autoridades locales
terminaron asociadas con los actores ilegales. No es extraño, por tanto, que hoy las
personas desconfíen de ellas, que les tengan miedo y que les hayan perdido el respeto.

El desconocimiento de los procesos democráticos y el ataque


a la institucionalidad local

Las organizaciones guerrilleras de izquierda, también, actuaron violentamente e impusieron


sus órdenes para lograr el control territorial, el de las rentas de los negocios ilícitos y
el poder local. En esa medida, y teniendo en cuenta lo sucedido con los paramilitares
y el Estado, la democracia fue atacada por todos los flancos.
En el departamento de Arauca, por ejemplo, las FARC-EP, con el frente Guadalupe
Salcedo, y el ELN, con el Frente Domingo Laín, usaron también una estrategia de
cooptación, subordinación y sometimiento de los poderes locales en sus zonas de control.
La guerrilla capturó rentas, particularmente regalías petroleras, y la contratación de
obras de infraestructura. Una mujer desplazada de Arauca le habló sobre estos hechos
la Comisión:

685
  Entrevista 752-VI-00016. Mujer, lideresa social, defensora de Derechos Humanos, víctima de amenaza,
desplazamiento forzado y violencia sexual.
686
  Corte Suprema de Justicia, Proceso n.º 27199, el 1 de febrero de 2012.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 273


Después del cierre del Nevado El Cocuy, en Boyacá, los habitantes de la zona se vieron afectados por
la disminución del turismo. La junta de acción comunal se reunió para analizar cómo lidiar con este
suceso. Enero de 2017. ©Diana Rey Melo

«Éramos un departamento y municipio netamente ganadero y agrícola, pero, a raíz


del petróleo, estas actividades pasaron a un segundo plano y lo más importante fue el
petróleo. Ahí fue donde vinieron los grupos al margen de la ley como las FARC-EP
y el ELN, que fue el primer grupo que tuvo como ese asentamiento en Arauca. Era
como el grupo más fuerte… En el departamento de Arauca, todo el tiempo, hasta hace
muy pocos años, los gobernantes eran de X o Y grupo: o eran del ELN o los ponía
las FARC-EP o los ponía las autodefensas. Entonces, cuando subía un gobernante,
tú no podías, como trabajador, meterte con ese gobernante ni reclamar, porque,
inmediatamente, esa organización al margen de la ley te amenazaba o te reprimía o
te corría o te mataba»687.
En Caquetá, las FARC-EP fueron actores de regulación social que sabotearon
elecciones y compitieron por el poder local institucional. Un comerciante de ese
departamento, víctima de desplazamiento forzado, narró los siguientes hechos sucedidos
entre el 2000 y el 2005:

687
  Entrevista 456-VI-00001. Lideresa sindical, víctima de amenazas y desplazamiento forzado.

274 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Ellos muchas veces decían más o menos por quién votar. También prohibieron
muchas veces salir a votar a la gente. Las votaciones en el municipio eran muy
poquitas porque la mayoría de la gente del campo nunca pudo salir a votar. Los
que votaban eran los del pueblo y eso votaban por ahí unos 40, 100, 200 personas
por mucho. Ellos amenazaban y decían “No salgan a votar” […]. Hostigaban ese
día. Hacían tiros, al día siguiente colocaban bombas, había explosiones para que
la gente no saliera a votar. Yo creo que nunca hubo preferencia por alguno [de los
candidatos], pero siempre los extorsionaban»688.
De acuerdo con la Misión de Observación Electoral (MOE), los índices de abstención
en el Caquetá han sido más altos que el promedio nacional. De acuerdo con un informe
de esta organización, «los altos niveles de abstención se explicarían no sólo por la distancia,
sino además por el sabotaje liderado por un actor con poder en el territorio»689.
Los testimonios ratifican ese diagnóstico. Una víctima de Valparaíso, Caquetá, por
ejemplo, le dijo lo siguiente a la Comisión:
«Ellos nos hacían reuniones a las juntas, a los presidentes y nos decían que uno
tenía que saber escoger el candidato, que juera un candidato que apoyara el campo,
que estuviera con los campesinos, que no sé qué, toda la carreta. Pero ellos siempre
se inclinaban más por algunos candidatos que por otros. Siempre nos decían cuál era
[…] la mejor opción para uno votar. Algo llevaban ahí de la mano porque, ¿por qué
apoyan a una persona? ¡Dejen que sean libres las votaciones, que el que uno quiera!
Pues por algo se inclinaban por esas personas […]. Habían puestos de votación, pero
aquí una vez le metieron candela a todo eso, mataron al inspector»690. 
Lo anterior muestra que lo sucedido con el régimen político colombiano no se
limita a una insurgencia que se levanta en armas para obtener participación en lo
público ni a un Estado que la reprime y le niega esa participación. La misma insurgencia
ha contribuido a debilitar la participación política y a precarizar la democracia.
El caso del departamento del Huila ilustra la arremetida guerrillera contra la democracia.
En este departamento, las FARC-EP mataron a civiles, funcionarios y servidores
públicos democráticamente elegidos. Entre 1997 y 2009, dos exgobernadores con-
servadores, un exdiputado y cinco concejales fueron asesinados por la guerrilla. En
2006, el asesinato de cuatro de ellos obligó a que el concejo municipal y la alcaldía
dejaran de sesionar allí, una situación que ocurrió en más de la mitad de los municipios
del departamento. En 2003, el alcalde de Campoalegre, dos de sus concejales y un
funcionario público fueron asesinados en un desplazamiento a la zona rural, y, en
2006, nueve de los once concejales de Rivera fueron masacrados durante una sesión.

688
  Entrevista 204-VI-00020. Hombre, indígena, víctima de desplazamiento forzado.
689
  Informe 365-CI-01108, Misión de Observación Electoral (MOE), «Violencia política», 55.
690
  Entrevista 204-CO-00152. Entrevista colectiva. Hombre, víctima de desplazamiento forzado por
las FARC y por las AUC.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 275


La violencia desatada contra estas personas mostró la arbitrariedad de las FARC-EP
y su decisión de desconocer los procesos democráticos. Su crítica a los mecanismos
democráticos calificados como clientelistas y corruptos la «resolvieron» por la vía de
la intimidación, del terror y del asesinato de quienes fueron elegidos.
Hubo, así mismo, otras presiones de las guerrillas, de acuerdo con los testimonios.
Un exconcejal del Tolima le habló a la Comisión sobre los mecanismos de control de
las instituciones democráticas que las FARC-EP usaron en su región:
«La guerrilla tuvo mucha influencia en las acciones políticas… A mí la guerrilla
y a todos los otros doce concejales […] nos hizo renunciar en muchas ocasiones. La
guerrilla daba la orden: “El concejo de Rioblanco debe renunciar a partir de tales”,
porque, según ellos, eran inoperantes y no servían, no funcionaban […].
» Recibíamos órdenes de la subversión. Por ejemplo, fuimos citados una vez al
municipio de Roncesvalles donde nos decían que la orden era hacer una reestructuración
a la planta de personal de la Alcaldía. Y así –voy a citar algunos cargos hipotéticos–:
“Promotor de Juntas de Acción Comunal, que tiene un sueldo de 1 millón 500, a
partir de ahora, le queda en 1 millón; la directora de control interno, no, este pueblo
no necesita control interno; se va del cargo de acá; el inspector de Policía que tiene
un sueldo de tanto, entonces, le queda en tanto”. O sea, trataron de hacer una
reforma administrativa […]. La presencia de la subversión era tan fuerte que casi
que había que ir a pedirle permiso al comandante de turno para poder ser aspirante
al concejo, a la Alcaldía»691.
Las acciones violentas de la guerrilla, especialmente las tomas y las incursiones
armadas, también, afectaron las instalaciones de las principales instituciones: alcaldías,
estaciones de policía, entre otras. Causaron, además, como ya se vio, desplazamientos
masivos y abandono casi totales de pueblos enteros:
«A finales del mes de abril del año 2000, por una orden que da las FARC-EP a
toda la población, que abandonen 20 kilómetros de radio alrededor […], vino el
desplazamiento de todo el mundo: rico, pobre, niños blancos, evangélicos, cristianos,
protestantes, todo el mundo desocupó esa región […].
» Cuando yo llego a Puerto Saldaña un día de octubre del año 2000, encontré un
pueblo totalmente abandonado, un pueblo totalmente desolado. En las calles no había
sino rastros de lo que habíamos visto ese día antes. Es decir, allá canastas de cerveza
tiradas, mesas, sillas, puertas, casas mal cerradas, bueno, de todo. Recuerdo mucho que,
al pasar enfrente de un almacén, tuve que esquivar con la moto como unos ocho o
seis maniquíes del almacén que estaban tirados así en el piso. Y la angustia: pitaba
y gritaba que si había alguien en el pueblo y no, no había. Un pueblo totalmente
desocupado. Ni animales, nada»692.

691
  Entrevista 227-VI-00043. Hombre, testigo, exconcejal.
692
  Ibíd.

276 sufrir la guerra y rehacer la vida


Los ataques contra las instalaciones públicas, los asesinatos y las amenazas hacia
funcionarios y servidores públicos impidieron el funcionamiento de las entidades del
Estado. En pocas palabras, los actores armados con frecuencia impusieron un estado
de suspensión de los principios básicos democráticos. Sin instituciones, autoridades,
funcionarios o ciudadanía, simplemente no hay democracia. Se trató de una eliminación
de facto de la vida social, económica, cultural y política y, por tanto, de un recurso
eficiente para destruir cualquier asomo de crítica, controversia y participación693.

Ataques a la justicia e impunidad:


repercusiones en el ejercicio
de la democracia

Como se ha visto a lo largo de este tomo, el conflicto armado ha contribuido a quebrantar


la confianza de la ciudadanía en las instituciones y funciones del Estado, en parte, por
la falta de acceso y la ineficiencia de la justicia. Los actores armados, especialmente
agentes del Estado y paramilitares, persiguieron recurrentemente a quienes buscaron
acceder al sistema judicial o a quienes pertenecían a este. Funcionarios judiciales,
testigos y víctimas fueron asediados por estos grupos, que tenían la intención de per-
manecer impunes. Ante esta persecución y la incapacidad del Estado para garantizar
respuestas de la justicia, algunos sectores de la sociedad colombiana, a menudo,
optaron por guardar silencio o recurrieron a la utilización de la violencia para cobrar
justicia por mano propia.
La masacre de La Rochela es un caso emblemático del asedio que vivieron funcionarios
judiciales y víctimas o testigos que intentaron contribuir a la verdad. El 18 de enero
de 1989, quince miembros de una comisión judicial fueron interceptados en la vereda
La Rochela, municipio de Simacota, Santander, por el grupo paramilitar los Masetos.
Los funcionarios adelantaban una investigación por una serie de asesinatos a comer-
ciantes, presuntamente perpetrados por una alianza entre militares y autodefensas
del Magdalena Medio694. Los paramilitares dispararon contra los vehículos en los
que se movilizaban los investigadores. Solo tres personas sobrevivieron.

693
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Y estalló la desconfianza», en la plataforma digital de
la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
y-estallo-la-desconfianza.
694
  Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la Masacre de La Rochela vs. Colombia.
Fondos, reparaciones y costas, el 11 de mayo de 2007.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 277


Alix Fabián Vargas Hernández tenía 25 años cuando fue desaparecido, en Tunja, y ejecutado
extrajudicialmente por militares adscritos al Grupo de Caballería n.° 1 General José Miguel Silva
Plazas. A Fabián lo presentaron como un supuesto miembro del ELN. Catorce años después, los
responsables intelectuales y materiales del asesinato de Fabián Vargas siguen impunes. Su familia ha
exigido y sigue exigiendo verdad y justicia. En la foto aparece Ilba María Hernández Correa, madre de
Fabián. Bogotá. Abril de 2022. ©Erik Arellana Bautista

278 sufrir la guerra y rehacer la vida


Las investigaciones sobre este suceso fueron obstaculizadas y perseguidas por los
mismos paramilitares y por el Estado, que tenía la función de garantizar la efectividad
procesal. Debido a amenazas de muerte contra los jueces a cargo del caso, el proceso debió
trasladarse de los Juzgados de Instrucción Criminal de Barrancabermeja, Bucaramanga
y Bogotá, y al juzgado de Pasto. Incluso allí, las amenazas continuaron y tres testigos y
un investigador del caso fueron asesinados.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos concluyó lo siguiente sobre este suceso:

El patrón de violencia y amenazas contra funcionarios judiciales, familiares de


víctimas y testigos que se produjo en el presente caso tuvo un efecto amedrentador
e intimidante para que desistieran de colaborar en la búsqueda de la verdad y,
consecuentemente, obstruir el avance del proceso. Ello se ve agravado porque no
se adoptaron medidas de seguridad para algunos de los funcionarios, familiares de
víctimas y testigos amenazados, ni se acreditó investigación o sanción alguna en
relación con dichos actos de hostigamiento y violencia, lo cual profundiza el contexto
de intimidación e indefensión frente a la actuación de los grupos paramilitares y
agentes estatales. Esta situación afectó el adecuado ejercicio de la función judicial
y el funcionamiento de la administración de justicia695.

En el caso de la masacre de La Rochela, la falta de voluntad para realizar una


investigación impidió determinar alguna responsabilidad. El Colectivo de Abogados
José Alvear Restrepo (Cajar), una ONG que ha representado a víctimas, afirmó lo
siguiente sobre lo sucedido:

Si bien existen avances en relación a la sentencia de la Corte, en medidas como


indemnizaciones, instalación de placas conmemorativas, y la creación de un docu-
mental y una publicación en donde se relatan los hechos del caso, los derechos de las
víctimas se siguen viendo limitados por el desarrollo de las investigaciones, lo que,
sumado a la falta de voluntad y de mecanismos del Estado para cumplir a cabalidad
con la sentencia, imponen una carga más sobre los familiares y han convertido el
caso de La Rochela en un paradigma de la impunidad que ha reinado en el aparato
de justicia en relación con graves crímenes que involucran a agentes estatales696.

El saldo de la persecución a funcionarios judiciales permite dimensionar la magnitud de


las afectaciones a la justicia. En un informe entregado a la JEP, el Fondo de Solidaridad
con los Jueces Colombianos (Fasol) documentó, entre 1979 y 2016, 1.151 casos de
hechos violentos cometidos contra servidores judiciales, debido a su función. Esto

695
  Ibíd., 55.
696
  Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, «30 años de la Masacre de La Rochela».

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 279


significa que, en promedio, aproximadamente 31 personas, entre investigadores
judiciales, fiscales, secretarios de juzgado, jueces, magistrados, fueron víctimas de
algún hecho violento cada año697.
La impunidad llevó a muchas personas a valerse del silencio como conducta de
autopreservación. De ese modo, dejaron de ejercer derechos básicos de expresión,
reunión, oposición, denuncia, reparación y, en general, acceso a la justicia. En general, estas
personas sentían que no tenían ninguna garantía para ejercer sus derechos, como lo muestra
el siguiente testimonio de una mujer campesina víctima de amenazas y desplazamiento
forzado en Morales, Bolívar. La mujer habla de Alma Rosa Jaramillo, una abogada
asesinada por grupos paramilitares de las AUC, en 2001, cerca de Simití, Bolívar. Por
este hecho fue condenado Iván Roberto Duque Gaviria, alias Ernesto Báez698:
«Cuando llegó al municipio ella [Alma Rosa Jaramillo] vino trabajando con el
programa de Desarrollo y Paz, ayudando a las comunidades y ayudando a muchas
familias víctimas, orientándolas a qué tenían derecho, que todo hecho victimizante
tenían que declararlo en la Personería o en la Defensoría del Pueblo. De la noche a la
mañana, me enteré que la doctora iba en un vehículo saliendo y la detuvieron ahí en
el camino. La bajaron del carro y la mataron, o sea, la desmembraron. Después nos
enteramos aquí que en el mismo municipio también le quitaron la vida a un juez, no
retengo ahorita el nombre, que también le quitaron la vida porque estaba como orientando
a las víctimas. Son cosas que pasan y que uno, pues, por miedo no investiga, no pregunta
porque como esto acá se puso tan delicado. Acá a cualquiera lo mataban por cosas que
decía, entonces uno francamente se ha callado muchas cosas»699.
Además de permitir la continuidad de la comisión de delitos y atrocidades, este
silencio les sirvió a los grupos armados para afianzar su control, imponerse y ganar legi-
timidad frente a un Estado ausente. La justicia para las víctimas y testigos fue un callejón
sin salida. Estas se hallaron con un sistema judicial infiltrado por los mismos actores
armados que las expuso nuevamente a represalias y las disuadió de la búsqueda de justicia.
La independencia judicial es una parte fundamental de la vida en democracia.
Esta garantiza que nadie esté por encima de la ley, lo que, a su vez, le transmite a la
ciudadanía la confianza de que al acudir al sistema judicial será escuchada y protegida
y contará con un juicio justo e imparcial que asegure sus derechos fundamentales.
Debido a la frecuente cooptación del aparato de justicia en Colombia, lo anterior no
ocurrió. Sin más opciones, sin saber a quién acudir o en quién confiar, las personas
sintieron desconfianza hacia las instituciones del Estado, como lo muestran los testimonios
recibidos por la Comisión. Un periodista víctima de amenazas, a mediados de los
noventa, en Medellín, Antioquia, por ejemplo, dijo lo siguiente:

697
  Lozano et al., «La justicia tiene corazón».
698
  Redacción Sucesos, «Condenan a “Ernesto Báez” por homicidio de abogada», El Universal.
699
  Entrevista 188-VI-00008. Mujer, campesina, víctima de amenazas y desplazamiento forzado.

280 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Con esas amenazas, desconfié de toda la Fiscalía. Pensé que era la misma fiscal o
la misma persona encargada la que les había filtrado la información de lo que yo había
denunciado. Para mí era una absoluta desconfianza frente al poder judicial. O sea, yo
como testigo y como denunciante, mi primer impacto es que me leen por teléfono
fragmentos de lo que yo denuncié»700.
En efecto, los actores armados, y en especial los grupos paramilitares, penetraron
en las instituciones regionales y nacionales de justicia para influir en las decisiones,
desviar o paralizar investigaciones y limitar el margen de acción de la rama judicial,
como parte de su estrategia de impunidad. En Norte de Santander, por ejemplo, la
penetración en la institucionalidad fue tal que el Bloque Catatumbo de las AUC
contó con una garantía de impunidad para sus operaciones ilegales. En 2001, una
integrante de la estructura del Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de ese grupo
paramilitar fue nombrada Directora de Fiscalías del departamento. Funcionarios de esa
dependencia se encargaron de informar a ese frente de todas las diligencias adelantadas
por la institución. De ese modo, los paramilitares evadieron la acción de la justicia y
cualquier control en la zona. En 2007, las personas involucradas fueron condenadas
a 11 años de prisión gracias a los testimonios entregados al Tribunal de Justicia y Paz
por Salvatore Mancuso, comandante del Bloque Catatumbo de las AUC, y Jorge
Iván Laverde Zapata, comandante del Frente Fronteras de la misma organización. A
pesar de esto, la infiltración y cooperación de las instituciones con actores armados
continuó, incluso en los más altos niveles de la institucionalidad.
En su conjunto, el asedio y la cooptación de la justicia causó un alto nivel de impunidad
que afectó la confianza de la ciudadanía. Al ver que se impusieron las alianzas y los
beneficios económicos, ideológicos o políticos de grupos ilegales sobre los derechos,
la vida y la integridad de las personas que buscaron acceder a la justicia y ser tratados
como iguales, el Estado debilitó su condición de garante de derechos para la gente.
Esa situación dejó secuelas en la democracia colombiana. En un informe de 2021,
la Corte Internacional de Derechos Humanos (CIDH) planteó que los bajos niveles
de confianza ciudadana en las instituciones estatales son

un fenómeno que podría explicarse por temas como los altos niveles de impunidad.
Según la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, en
2018 la tasa de impunidad frente a homicidios dolosos osciló entre el 86,58 % y
el 94,30 %. Asimismo, según los datos de 2018 del Latinobarómetro, existe una
extendida desconfianza de la sociedad colombiana en las instituciones del Estado,
la cual supera el 70 % en el caso del Poder Judicial y el 75 % en el caso de los
poderes Ejecutivo y Legislativo701.

700
  Entrevista 058-VI-00019. Hombre, periodista, víctima de amenaza al derecho a la vida y exilio.
701
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Observaciones y recomendaciones», 4.

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 281


En muchos casos las víctimas y sus acompañantes tuvieron que asumir la respon-
sabilidad del Estado con la justicia y, por lo tanto, se vieron obligadas a emprender
acciones para lograr información sobre los hechos o lo sucedido con sus familiares702.
Tuvieron que, incluso, visitar cárceles y campamentos guerrilleros o paramilitares
para obtener información. Esto, como ya se anotó, las expuso a posibles represalias y
nuevas formas de victimización.
Con el argumento del déficit de justicia, los grupos paramilitares y las guerrillas
pretendieron suplir su ausencia en los territorios. Lo anterior ocurrió, en parte, porque
la impunidad crea un vacío de poder que permitió que los actores armados se afianzaran
y asumieran la responsabilidad de gestionar y resolver los conflictos en sus zonas de
control. El resultado fue la imposición de castigos y penas arbitrarias de magnitudes
desmedidas –asesinatos, mutilaciones y otra serie de tratos crueles e inhumanos–. «Sí,
había una ausencia estatal total, entonces ellos eran como que la autoridad», le dijo
un testimoniante a la Comisión sobre el control social del ELN, Frente Domingo
Laín, en Boyacá. «Por eso les hacían caso. Si alguien tenía una discusión por una sierra
los llamaban a ellos y ellos dirimían allá como les parecía, y pasaba el problema»703.
El mismo Estado omitió su rol de garante, favoreció a los actores armados y cometió
crímenes que buscó ocultar. Incluso el aparato de justicia contribuyó al ocultamiento de
los crímenes cometidos por agentes estatales, en particular las violaciones a los dere-
chos humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas
por la fuerza pública.
En reiteradas ocasiones, la justicia ordinaria fue desplazada por la Justicia Penal
Militar como mecanismo escogido para tratar y juzgar delitos cometidos en el marco
del conflicto armado. A esta justicia se transfirieron delitos relacionados con la
desobediencia a órdenes de autoridades, perturbación del orden público y demás
crímenes que supuestamente amenazaran la seguridad nacional. Por medio de figuras
como los Consejos Verbales de Guerra utilizados durante el Estatuto de Seguridad
de Turbay Ayala (1978-1982), lo anterior les permitió a las Fuerzas Armadas juzgar a
civiles en procedimientos carentes de elementos necesarios para garantizar un juicio
justo e imparcial, pues los militares eran juez y parte. Por esto, fueron frecuentes las
investigaciones y enjuiciamientos a integrantes de movimientos sindicales, campesinos
y estudiantiles dentro de la Justicia Penal Militar.
Esa instancia se utilizó, así mismo, para silenciar y apaciguar investigaciones
punitivas sobre violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas por las
Fuerzas Armadas. En distintos casos en los que se les inició un proceso de indagación

702
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsulas: ¡No
más desaparecidos! y Toda una vida de lucha  (punto Plaza Che) en el recorrido 360 de la Universidad
Nacional de Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
703
  Entrevista 100-VI-00012. Mujer, víctima de desplazamiento.

282 sufrir la guerra y rehacer la vida


a operativos militares por presuntas violaciones a derechos humanos, comandantes
del mismo operativo actuaron como jueces de instrucción o de primera instancia
ante el Tribunal Militar. Así sucedió en el caso del asesinato de Irma Vera Peña. El
coronel Plinio Rodríguez Villamil, quien habiendo dirigido como comandante del
Batallón de Infantería n.º 13 García Rovira la operación en la que, bajo sus órdenes,
fue asesinada la joven de 17 años de edad, ocupó también el cargo de Juez Instructor
Penal Militar. Desde ese puesto, ordenó la cesación de todo el procedimiento penal
en favor de los militares704.
Ante esto, en 1994, la CIDH señaló lo siguiente:

Los tribunales militares no garantizan la vigencia del derecho a la justicia pues


carecen de independencia, requerimiento básico asociado a la vigencia de ese
derecho. Además, han demostrado una marcada parcialidad en los fallos que han
recaído en causas sometidas a su conocimiento por la frecuente falta de sanciones
a los miembros de los cuerpos de seguridad que, comprobadamente, se han visto
involucrados en gravísimas violaciones a los derechos humanos705.

La conjugación de todos estos factores posibilitó la extensión del crimen a múltiples


esferas de la vida cotidiana y dejó secuelas en la democracia colombiana. Sin la posibilidad
de denunciar, buscar la verdad, acceder a la justicia o recibir una reparación, las víctimas y
la sociedad en su conjunto quedaron en un estado de indefensión y desigualdad frente a
los actores armados. Las consecuencias de lo anterior aún se perciben en la cotidianidad.

La desprotección de la población civil


en medio de la guerra

La democracia ha sido esquiva para la población que ha quedado en medio de la


violencia armada. En una democracia, se protege la vida de los ciudadanos, su dignidad,
su buen nombre, su libertad, sus creencias y sus bienes706. Se protege, para resumir,
los derechos fundamentales de los ciudadanos.

704
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Informe No 23/93.».
705
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Segundo informe sobre la situación de
Derechos Humanos en Colombia».
706
  «Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 283


Distintos espacios comunitarios como la escuela Pedro J. Gómez fueron afectados durante la operación
Orión, en la Comuna 13, en Medellín, Antioquia. Octubre de 2002. ©Jesús Abad Colorado López

Las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes de los territorios


más afectados por la guerra no han gozado de seguridad ni protección. Como se
afirma en otros tomos de este Informe Final, y como ya se expuso en capítulos
anteriores, cerca de 10 millones de personas han sido víctimas del conflicto armado.
En las zonas rurales de casi todo el país, las personas han vivido la imposición
de órdenes armados, crímenes, humillaciones y abusos en su propia casa y tierra.
Cuando ocuparon sus territorios, las guerrillas, los paramilitares y el Ejército los
violentaron, los trataron de manera degradante y los controlaron, como lo eviden-
cian los testimonios:
«Luego del 19 de noviembre de 1990, atacan a Casa Verde. Entonces, los medios
de comunicación publicaron eso, pero en Sumapaz aparentemente todo andaba
bien. De pronto, el 17 de diciembre del mismo año, por ahí como las ocho y media
de la mañana […], comenzamos a ver unos aparatos, se veían como gallinazos en
el aire, y luego comenzaron a acercarse y fue cuando comenzaron a ametrallar y
sembrar el terror […].

cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares». En: Constitución Política de
Colombia 1991, artículo 2.

284 sufrir la guerra y rehacer la vida


» Como por ahí a eso de las 10 y media de la mañana, llegaron dando botes por
la loma y eran militares pintados que solamente los habíamos visto en las revistas
y como en la guerra del Vietnam… Llegaron apuntando para la casa y apuntando
hacia nosotros. Ese día pensamos que nos mataban […], y lo que nos dijo el tal
coronel, que no recuerdo el apellido: “Es que de todas formas sabemos que acá
es el corredor de los facinerosos de las FARC y nosotros esa invasión y eso que
hicimos hoy fue por seguridad y les vamos a brindar seguridad a ustedes como
campesinos, para que sigan su desarrollo, su labor en el campo”. Y, bueno, eso
fue una mentira, una mentira bastante de ese señor porque lo que siguió fueron
las requisas, las arremetidas»707.
Esta situación se vivió de manera recurrente en muchos territorios del país que
pasaban del dominio de un actor armado a otro. En esos lugares en los que el con-
flicto fue más álgido, la ciudadanía quedó huérfana y no tuvo a quién acudir para
proteger su vida. Un exconcejal del Tolima, que vivió la confrontación de grupos
paramilitares de las AUC y la guerrilla de las FARC-EP en el sur de su departamento,
le habló a la Comisión de las consecuencias de la falta de protección del Estado
en la población civil:
«Empieza uno a sentirse que estaba siendo amenazado o declarado objetivo
militar por parte de los paramilitares. Eso es una cosa aterradora, tétrica, que hasta
el más valiente pensaba irse del pueblo. Hubo mucho desplazamiento. Debo decir
que la cooperativa Cootransrío fue una de las principales víctimas… Mataron
muchos muchachos conductores en la época. El transportador está expuesto a
que un grupo lo para en el camino y “Lléveme a tal lado”, y eso le daba casi que
la pena de muerte [con el] otro grupo, porque transportaba a ese obligado. En
esa dinámica de la guerra, murieron muchos conductores, por cargar a uno u
otro grupo»708.
Como consecuencia del conflicto, se ha configurado una trama compleja que ha
afectado la democracia. No se trata de un daño colateral, sino del resultado de un
proceso intencionado que socava sus principios. En ese proceso, han participado,
como ya se mencionó, actores armados y agentes del propio Estado.
Por lo anterior, a lo largo de la historia y en muchos lugares del país, se ha repetido
la conclusión que dejó la dolorosa experiencia de los hechos violentos ocurridos en
lugares como Remedios y Segovia. Allí, de acuerdo con el CNMH,

tuvieron como designio silenciar la democracia y, por lo tanto, suprimir el


debate público. Silenciar la democracia es desde luego constreñir los espacios
de representación política y de movilización social, pero es también usurpar por

  Entrevista 401-PR-00072. Hombre, líder campesino, víctima de estigmatización y amenazas a la vida.


707

  Entrevista 227-VI-00043. Hombre, testigo, exconcejal.


708

parte i. los impactos del conflicto armado interno en colombia 285


la vía armada los poderes locales, anular en la práctica los procesos electorales y
suplantar a las autoridades legítimamente constituidas709.

Hubo un daño político que

se expresó en la negación del ejercicio pleno de la ciudadanía, la restricción del proceso


democrático y la construcción precaria de una institucionalidad civil del Estado. A
esto se sumó el daño social relacionado con el colapso de las relaciones comunitarias
como consecuencia del miedo y la desconfianza generalizada710.

El corolario de lo anterior es la estigmatización, la persecución, el asesinato, el


exterminio de organizaciones y líderes711, el debilitamiento de la movilización social,
del derecho a ejercer la oposición y la protesta, el constreñimiento por métodos
violentos de la participación en procesos electorales de quienes aspiran a ocupar
cargos o a elegir gobernantes, la cooptación de la institucionalidad, el uso de los recursos
públicos a favor de la criminalidad, la violencia ejercida por agentes estatales contra
la población que debe proteger, la corrupción y la impunidad.
Las recomendaciones de diversos informes insisten en la necesidad de abrir, fortalecer
y garantizar mecanismos que aseguren el trámite de las diferencias y de los reclamos
vía canales democráticos. Esto obliga a eliminar las armas del ejercicio de la política,
hacer efectivos los dispositivos de control al poder y, en especial, gobernar con apego
a la ley, lo que permitiría proteger a quienes hacen uso de mecanismos democráticos
como la movilización y la protesta social, la oposición política, la participación
electoral y el voto, entre otros. A estas recomendaciones se suma el llamado para
que el Estado someta a quienes han hecho uso de las armas y que, atendiendo las
normas internas, las del derecho internacional de los derechos humanos y del Derecho
Internacional Humanitario, garantice sus derechos y cumpla los compromisos pactados
con quienes negociaron y se acogieron a los acuerdos de paz712.

709
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Silenciar la democracia, 32.
710
  Ibíd., 232.
711
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
712
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Construir la paz desafiando la desesperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.

286 sufrir la guerra y rehacer la vida


287
En 2019, la Comisión de la Verdad inició un proceso de diálogo con la comunidad de Brisas
del Polaco, en Ocaña, Norte de Santander. Este es un barrio cuyos habitantes, en su mayoría,
son víctimas de desplazamiento forzado. Durante este proceso, se lograron unos acuerdos para
la convivencia y el buen vivir. De este ejercicio, surgieron liderazgos juveniles que asumieron el
compromiso de cumplir esos acuerdos y seguir promoviendo el legado de la Comisión. En la
Un
foto,guerrillero
unas niñas se refleja en
pintan un reservorio
un mural de agua
con los rostros frescadecerca
de algunos de un campamento
sus compañeros. Agosto declandestino
2021.
de las FARC-EP,
©Tatiana Lizcano R. en/ la serraníadedela San
Comisión Lucas. Marzo de 2016. ©Federico Ríos Escobar.
Verdad

288 sufrir la guerra y rehacer la vida


parte ii. rehacer la vida y construir la paz 289
290 sufrir la guerra y rehacer la vida
Parte II.
Rehacer la vida
y construir la paz
parte ii. rehacer la vida y construir la paz 291
Jornadas de manifestaciones en Bogotá. Noviembre de 2019. ©M. Alejandro Albarracín Pinzón

292 sufrir la guerra y rehacer la vida


Es mentira que todo tiempo pasado fue mejor. El
tiempo mejor es este, porque precisamente hoy, en este
diálogo intergeneracional, hemos visto las posibilidades
de construir pensamiento, de mantenerse en resistencia.
Ustedes mismos han ido mostrando que debemos ser
optimistas y pensar que cada generación lo hace mejor que
la anterior. La sociedad nuestra es una sociedad inmersa
en un conflicto, fracturada, que nos ha impedido tener
unos avances políticos mucho más necesarios para nosotros
mismos, pero el tiempo mejor es este, a pesar de las
dificultades. Y lo digo con profunda emoción713.

L
os impactos del conflicto armado han dejado saldos descomunales de muerte,
sufrimiento, dolor e indignidad que permiten afirmar que la guerra no es el
camino y que la violencia multiplica la violencia. La población civil ha sido la
más impactada por esta guerra y la que más carga el dolor de las pérdidas. A pesar de
ello o quizá por ello, su agenda está motivada por la comprensión de que la guerra
debe detenerse para que no haya más dolor. En palabras de una víctima de San José de
Apartadó, Antioquia: «Usted sabe que la venganza genera más venganza […], entonces
nunca llegamos a tener paz y tranquilidad»714.
Las cifras confirman que las negociaciones de paz y el cese de las confrontaciones
armadas salvan vidas. En primer lugar, salvan las vidas de los civiles. Durante o
después de los procesos de paz, los hechos victimizantes presentaron una considerable
reducción. Después de la Violencia bipartidista, durante el proceso de transición
democrática en 1958, por ejemplo, hubo una disminución considerable715. Lo mismo
se observa durante el más reciente proceso de paz entre el Gobierno colombiano y
la guerrilla de las FARC-EP. En este caso, a partir de 2015, hubo una reducción en
los ataques indiscriminados, la desaparición forzada, el desplazamiento forzado, el
despojo, la esclavitud y el reclutamiento716. Las negociaciones de paz y el cese de
las confrontaciones armadas también permitieron salvar la vida de combatientes: el
Hospital Militar pasó de atender 424 militares heridos en 2011, a 36 en 2016, una
reducción de heridos en combate superior al 90 %717.

713
  Hombre, egresado y líder estudiantil de la UN en los años 1980, actualmente docente universitario.
Espacio de escucha Territorial Bogotá, 2020.
714
  Entrevista 040-VI-00019. Mujer, víctima de hostigamientos, confinamiento y desplazamiento forzado.
715
  Gutiérrez, ¿Un nuevo ciclo de la guerra en Colombia?; Karl, La paz olvidada.
716
  Presidencia de la República, «Más de 76 por ciento disminuyó en 2017 la cifra de soldados heridos
en combate».
717
  Ibíd.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 293


La sociedad organizada ha sido el principal agente de transformación de las
realidades de la guerra. Durante las últimas seis décadas, las víctimas y otros actores
de la sociedad han planteado caminos no violentos para ampliar la democracia y
alcanzar la paz. Estos han actuado como inhibidores de la continuidad del conflicto
armado. El reto asumido por estas fuerzas democratizantes no es sencillo: se trata
de transformar el complejo sistema de relaciones que es el conflicto armado, una
red que ha penetrado todas las dimensiones de la vida en el país.
Esta segunda parte del volumen se concentra en los aportes de la sociedad com-
prometida con la paz. Hace énfasis en sus esfuerzos para afrontar, contener y transformar
los factores que determinan que el conflicto persista, a pesar de los daños que este
ha dejado en sus vidas. Las personas no han sido pasivas ante la violencia de la
guerra. Todo lo contrario: han respondido según sus posibilidades para afrontar los
hechos, resistir a la arbitrariedad y a la humillación, defender y exigir sus derechos
y construir la paz.
En un esfuerzo de síntesis, las respuestas a la guerra y los esfuerzos de paz de las
personas y la sociedad están organizados en cuatro capítulos: (1) las acciones para
defender la vida y la dignidad; (2) las acciones para desafiar la guerra, enfrentar la
arbitrariedad, la mentira y la humillación; (3) las acciones para defender y exigir
derechos con el trabajo colectivo; y (4) las acciones para construir paz, desafiando
la desesperanza.

294 sufrir la guerra y rehacer la vida


Acciones para defender
la vida y la dignidad

E
n el contexto del conflicto armado, las personas, las familias y las comunidades
se han visto obligadas a buscar mecanismos y recursos para escapar de la
muerte y para cuidar la vida en medio de la devastación. Cuando los actores
armados ingresaron en sus territorios sembrando el terror, las familias respondieron
con acciones que les permitieran sobrevivir, como le dijo a la Comisión una mujer
campesina de Jamundí, Valle del Cauca: «Porque a uno le toca así, claro. Le toca a
uno defenderse como pueda, y como huir de una: se van a meter un grupo por aquí,
y uno tiene que tirarse para cualquier lado, y correr»718.
Ante la amenaza de la violencia armada, muchas comunidades tuvieron que
esconderse, enviar a los hijos a otros lugares o acondicionar espacios para resguar-
darse en colectivo cada vez que se anunciaba una incursión armada o corría el rumor de
una masacre. Hubo lugares en los que se cavaron trincheras en los patios de las casas,
otros en los que las personas dormían con los zapatos puestos para agilizar la huida
en caso de tener que hacerlo; unos en los que se inventaron claves para anunciar la
llegada de los actores armados; y algunos más en los que las personas ocultaron sus
documentos de identidad e idearon toda suerte de recursos para salvarse de la muerte.
Ante el horror, las personas crearon comunidades emocionales719 y de solidaridad
en torno al dolor común que les permitieron compartir eso que amenazaba su
existencia y la hacía insoportable. Grupos de familiares de víctimas formaron esas
comunidades, ya que, en muchos casos, sufrieron las mismas violencias. A partir de
entonces, construyeron maneras colectivas para enfrentar los duelos y para luchar
por la justicia y por sus derechos.
Las acciones emprendidas en este sentido se fundaron, en su mayoría, en la solidari-
dad, un valor cohesionador que ha promovido desde ollas comunitarias hasta mingas720

718
  Entrevista 216-VI-00011. Mujer, campesina, víctima de amenazas a la vida por paramilitares.
719
  Las comunidades emocionales son grupos de personas que comparten una misma valoración de
sus experiencias de violencia y a partir de ella tejen vínculos de identidad y reconocimiento mutuo
que expresan públicamente. Las comunidades emocionales son políticas, es decir, se unen para actuar
en torno a propósitos comunes. Jimeno, «¿Hay progreso en Colombia?», 7-15.
720
  Palabra que proviene de la tradición indígena y se refiere al trabajo colectivo entre vecinos o amigos.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 295


para la reconstrucción de los pueblos destruidos. También se han creado espacios y
maneras para afrontar el trauma, fundados en las prácticas culturales y espirituales
locales, que les han permitido a las comunidades compartir la tristeza, elaborar las
pérdidas y no quedar atrapadas en el dolor y en la soledad721.
Con base en la solidaridad, se han desarrollado acciones propias para evitar el
silenciamiento y el aislamiento. Como resultado, las víctimas han hecho música,
dibujado, bordado, tejido, cantado y alzado su voz de múltiples formas para afirmar
la vida y su dignidad722. Cuidar la vida ha significado también una serie de acciones
para evitar el desplazamiento y el reclutamiento forzado, y para afrontar la ausencia
de rituales que les dan a los muertos una partida digna.
Muchas de estas respuestas ocurrieron en los espacios cotidianos y fueron respuestas
individuales, familiares e íntimas, aún no sin mediar procesos organizativos. Todas
hablan sobre el valor de mantener la dignidad, de reclamar el lugar de agentes capaces de
transformar las imposiciones armadas y de la defensa de los modos propios de existir.
Esta multiplicidad de acciones respondió a varios propósitos que no son excluyentes
entre sí. Iniciativas que alzaron la voz con lenguajes artísticos, para poner solo un
ejemplo, se consolidaron en denuncias de la violencia sufrida y, también, en ejercicios
de memoria sobre lo ocurrido.

Compartir y afrontar la tristeza

Para afrontar los daños en principio intangibles de la guerra, como el dolor y el


sufrimiento, han sido fundamentales los espacios de encuentro entre víctimas que
ellas mismas han creado. Allí, han podido hablar de lo ocurrido en un contexto de
reconocimiento, escucha y apoyo, lo que ha permitido que el miedo y la tristeza
se tramiten en colectivo, pues se nombran, se reconocen las pérdidas y se hacen
intentos por comprender la guerra. La posibilidad de hablar en estas condiciones ha
contribuido a la autoafirmación y a la sanación individual y colectiva, ha restituido
fragmentos de dignidad y ha ayudado a la recuperación emocional de las víctimas,
que sienten alivio al contar su historia.

721
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», en la plataforma digital de
la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
los-cuidados-de-la-vida.
722
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: El arte
para salvar vidas, (punto Ciudad Universitaria) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de
Colombia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.

296 sufrir la guerra y rehacer la vida


Los espacios de juntanza, en los que es posible reconectar con la alegría de vivir,
igualmente han aportado a ese camino de sanación. Mantener viva la posibilidad de
reírse de las cosas simples, luego de sufrir la violencia, adquirió un gran valor, como
lo refiere una víctima de secuestro:
«Lo que me sirvió fue rodearme de personas alegres, con buena actitud, que
irradiaran buena energía, para recuperar el derecho de volver a soñar y vivir en gozo.
Tuve que ir a terapia y entender que nada de lo que pasó había sido mi culpa»723.
Los espacios de encuentro y juntanza permitieron reconocer que lo que les sucedió
a las víctimas no fue algo aislado, que no les sucedió porque estuvieran en el lugar que
no correspondía o porque hicieron o dejaron de hacer algo724. Estos espacios colectivos,
con quienes vivieron las mismas victimizaciones, han mostrado la sistematicidad en la
que el conflicto armado colombiano involucró de forma obligada a amplios sectores
de la población civil en una guerra que no les pertenecía.
Un ejemplo de juntanza para compartir el dolor y promover la sanación han sido
las «abrazadas» del Oriente Antioqueño. Se trata de una iniciativa de mujeres víctimas
del conflicto armado que buscan activarse como personas claves de la reconciliación
y del acompañamiento psicosocial a otras víctimas. Esta metodología, a la que lla-
maron Pasos y Abrazos, fue una estrategia sin precedentes en materia de sanación del
trauma y reconciliación. Los abrazos eran espacios grupales de conversación que,
simbólicamente, concluían con un abrazo. Para los participantes, significaron la
posibilidad del encuentro, de construcción de lazos afectivos y de apoyo mutuo.
A finales de la década del noventa, la Asociación de Mujeres del Oriente
Antioqueño (AMOR), en conjunto con la Corporación Conciudadanía, realizó
tertulias y creó espacios de formación para promover la vida y la salud mental.
Estos espacios, articulados con experiencias nacionales como el Programa por la Paz
del Cinep desembocaron en figuras como las Promotoras de Vida y Salud Mental
(Provisame), un grupo de mujeres que se convirtió en una fuerza comunitaria para
la juntanza, la escucha y la sanación.
Los costureros o grupos de tejedoras son otro ejemplo de experiencias que han
utilizado prácticas culturales propias para tramitar los dolores y las marcas ocasionadas
por el conflicto armado. Hay muchas organizaciones que han adoptado las prácticas
textiles testimoniales para narrar o representar su voz a través del bordado, el tejido
o la costura. Se trata de un lenguaje no verbal, que se sirve de la tela, de la aguja y
del hilo para crear espacios de confidencialidad y reconocimiento entre víctimas que
padecieron y sobrevivieron vulneraciones similares. La identificación del dolor propio

723
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Verdades
que liberen: reconocimiento de responsabilidades de secuestro por parte de FARC», 23 de junio de 2021.
724
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Rehacer la vida después del secuestro», en la
plataforma digital de la Comisión de la Verdad  https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/rehacer-la-vida-despues-del-secuestro.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 297


en otra persona y la sensación de tristeza compartida son la base que ha permitido la
construcción de redes de solidaridad y acompañamiento en los costureros.

Si este tapiz hablara, diría cuántas lágrimas caían ahí. A medida que vamos
cosiendo se produce algo en nosotras, y es que ese tapiz […] nos sirve porque
nosotras sabemos el trauma que tenemos encima. Cada puntada que dábamos era
una diferencia que se sentía en nuestro corazón. Me acuerdo que ya en últimas
nos reíamos, y un día dijo Juana: «Ay pelaa, ustedes no se están dando cuenta que
tenemos unos días que no lloramos sino que nos reímos»725.

En estos grupos, la comprensión de lo ocurrido trasciende la esfera individual y


propone una perspectiva sistémica de los hechos victimizantes, en la que no solo se
califica la culpa del actor armado causante del hecho victimizante, sino que también
se analiza el contexto de desprotección estatal que favoreció la violación de los
derechos fundamentales de comunidades enteras.
La experiencia de las Tejedoras de Mampuján da cuenta de ese rol de denuncia
que se logra a través de los trabajos de costura. Sus telares de retazos tejidos con la
técnica tela sobre tela, de amplio reconocimiento nacional e internacional, han sido
un ejercicio terapéutico y de reparación emocional para procesar la rabia. Al mismo
tiempo, han sido un recurso narrativo que funge como dispositivo de memoria para
materializar la indignación, la resistencia al olvido y al silencio, y la visualización de
los impactos que las vulneraciones a sus derechos fundamentales causaron en sus vidas:

Cuando tú cuentas, cuando tú te desahogas, tú vas sacando penas, vas lavando


penas y vas dejando un precedente, vas mostrándolo y vas haciendo memoria con
el fin de que no se repita. Nosotras creemos que después de hacer memoria, lo
posible es que no se repita726.

Desde 2004, cuando iniciaron con la costura de sus tapices, estas mujeres han creado
un testimonio visual que ha relatado el desplazamiento forzado sufrido por su pueblo, en
marzo del 2000, y las masacres perpetradas en la subregión de los Montes de María por
el ​Bloque Héroes de Montes de María de las AUC. Sus tejidos han tratado, así mismo,
temas como la esclavitud y la cotidianidad de las costumbres y alegrías del pueblo cimarrón.
Como este, muchos costureros se han constituido en escenarios de catarsis y
duelo colectivo. Han sido, además, mecanismos de resistencia ética y política de las
organizaciones sociales, para la reconstrucción del tejido social y la reparación moral y

725
  Reconciliación Colombia, «Tejedoras de Mampuján, ganadoras del Premio Nacional de Paz 2015»,
el 19 de noviembre de 2015, 7 min 47 s.
726
  Red Territorios por la Paz, «Comunidad de Mampuján, Construyendo y Tejiendo Paz», 25 de junio
de 2015, 2:27 min 34 s.

298 sufrir la guerra y rehacer la vida


simbólica de comunidades victimizadas por los actores armados y la desprotección del
Estado. De acuerdo con el Archivo Digital de Textiles testimoniales en Colombia, en
el momento en que se escribe este volumen existen casi 30 iniciativas que configuran
una red de grupos de tejedoras en Antioquia, Bolívar, Cauca, Cundinamarca, Chocó,
Putumayo, Nariño y Valle del Cauca727.
Experiencias como las de las Madres de Falsos Positivos (Mafapo), la Unión de
Costureros, Kilómetros de Vida y de Memoria, Mujeres Haciendo Memoria, el proyecto
«Retratos de una búsqueda» de Asociación de familiares de detenidos desaparecidos
(Asfaddes), Medellín, y el Costurero de Tejedoras por la Memoria de Sonsón hacen
parte de esta red. El testimonio de Luz Dary Osorio, líder de este último, revela cómo,
en los costureros, las manos que tejen los hilos tejen a su vez sanación, memoria y paz:
«Nos ponían a bordar, que para usted qué significada esa puntada […] y nos
traían como un diccionario. Entonces, ¿la basta qué significa? Que dar un paso más
adelante […], significa que sí somos capaces […]. A todo le sacábamos el significado.
A la aguja, a la lengüeta, al hilo, a la tela. Y, una vez, nosotros hablamos mucho. Ya no
hablábamos de qué nos pasó, sino de cómo nos vemos ahorita y ni siquiera estamos
mirando cómo nos vamos a ver dentro de 20 años […].
» Estamos saliendo de ese temor, de esa rabia, de ese miedo, de esa tristeza, íbamos
saliendo […]. En el costurero, empezamos a vernos como esa familia, como esa cosa.
Entonces, después le dimos el significado a la aguja, que la aguja era como ese médico.
Que usted está triste, usted coja la aguja, coja la lengüeta y usted ya empezó a pensar
en otra cosa, ya no estar pensando en lo que estaba pensando en las cosas malucas […].
Que la tela es como esa medicina, el hilo la medicina. Y que la clínica es el Salón de
la Memoria […]. Nosotros ya no somos víctimas, nosotros somos sobrevivientes»728.
Estas experiencias creadas por las propias comunidades desde la base social han sido
una forma de lidiar con las insuficientes respuestas institucionales al conflicto armado
en Colombia. En Cali, para poner un ejemplo, un grupo de familias de personas
secuestradas creó un espacio humanitario que denominaron «zona de distensión»:
«Ellos [los familiares de los secuestrados] hicieron acciones conjuntas de impacto
nacional. La de mayor trascendencia fue la instalación de la zona de distensión para
civiles desarmados, en la plaza de toros, que se convirtió en el espacio de encuentro
de los caleños. Al comienzo iba para apoyar a las familias de La María, [pero] muy
rápidamente se convirtió en el sitio de encuentro de cientos de familiares de otros
secuestrados y desaparecidos que buscaban ser escuchados. Esa tarea la adelantaban
nuestros familiares, provistos solo de su buena voluntad. El Estado colombiano brilló
por su ausencia»729.

727
  Artesanal Tecnológica et al., «Geografías textiles».
728
  Entrevista 411-VI-00002. Mujer, víctima de homicidio del esposo.
729
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, «Encuentro por
la Verdad «Vivos, libres y en paz»», 26 de junio de 2021, 2 h 20 min 48 s.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 299


En esos espacios, además de llamar la atención sobre su propia situación, las fami-
lias de las personas secuestradas hablaron con otras víctimas. Incluso después de la
liberación de sus familiares, el grupo siguió cohesionado y usó la influencia que tenía
en la ciudad para hacer cabildeo sobre temas relacionados con el conflicto.
En Yopal, un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado
tuvo la iniciativa de reunirse para hacer máscaras con las que expresaban los sentimientos
y secuelas que les dejó esta forma cruel de violencia. Conversar entre ellas y materializar su
dolor en ese lenguaje artístico les ha ayudado a recuperar su dignidad y seguir adelante730.
Los escenarios para tramitar el dolor les han permitido a muchas víctimas empren-
der un camino de exigibilidad de derechos y de empoderamiento, que ha terminado
convirtiendo a algunas en «abogadas empíricas»731, como dijo una lideresa del Cauca,
o en «gestores de paz»732, en palabras de un campesino de Córdoba.
Las personas construyeron una visión distinta de sí mismos y de su colectivo y, de
ese modo, avanzaron. Hubo una confirmación y una reivindicación de la identidad,
del ser persona, del valer por su condición de ser humano, de sujeto de derechos.
Han sido movimientos subjetivos que implican llenarse de valor, enfrentar el miedo
y moverse hacia la acción.
«Creo que el conflicto nos hizo fuertes o todo ese resquebrajamiento social hizo
a los jóvenes tan fuertes, a los niños tan fuertes, que fueron los que iniciaron la
reconstrucción del tejido social en nuestro territorio»733, le dijo a la Comisión un líder
social de Antioquia. Algunas personas lo enunciaron como un moverse subjetivamente
del lugar de «víctimas» al de «sobrevivientes» y agentes del cambio.
La diversidad de acciones cotidianas que han mantenido la vida en medio de la
guerra se sostiene, como ya se anotó, en el valor de la solidaridad. Esta les ha permitido
a las víctimas y a muchas personas sobrevivir en el contexto del conflicto armado.
«Hay que seguir creando solidaridad en las otras personas para poder ir hombro a
hombro, empujándonos unos con otros»734, dijo en una entrevista colectiva con la
Comisión una mujer campesina de Norte de Santander. Acoger a otras personas,
cuidar a desconocidos o acompañarse en el sufrimiento compartido han sido caras de
la solidaridad entre víctimas. Un experto que ha acompañado por décadas a familiares
víctimas de desaparición forzada lo explicó de esta forma:

730
  Informe 365-CI-01333, Fundación Nacional Cuéntame Tu Verdad Cuenta y Colectivo de
Mujeres Víctimas Máscaras de la Verdad, «Informe del Colectivo de Mujeres víctimas Máscaras
de la Verdad».
731
  Entrevista 848-VI-00003. Mujer, afrodescendiente, lideresa, víctima de violencia sexual y desplazamiento.
732
  Entrevista 158-VI-00054. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
733
  Entrevista 427-VI-00021. Hombre, líder social, víctima de amenaza a la vida, desplazamiento forzado
y reclutamiento forzado.
734
  Entrevista 444-CO-00180. Comunidad campesina, víctima de hostigamientos y desaparición forzada
por grupos paramilitares.

300 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Más allá del amor filial, es un amor de humanidad, es un amor que hace que, aun
sin ser alguien un familiar de un desaparecido, se asuma como tal en la posibilidad
incluso de que en cualquier momento lo podría ser en un contexto como el nuestro
[…]. Es el amor de humanidad, el amor de pueblo, el amor del desconocido, el amor
del otro […]. Justamente yo hago esto sin ser parte de la familia, por opción, por
solidaridad, por convicción»735.
Las expresiones de solidaridad han emergido en todos los rincones del país incluso
en los momentos de mayor crudeza de la guerra. En medio de desplazamientos masivos,
tomas guerrilleras o masacres, cuando imperaba el individualismo y la deshuma-
nización del otro, las personas se solidarizaron con conocidos y desconocidos. En
esos momentos, emergió la voluntad de apoyo mutuo, favorecida por la empatía o
la identificación con el dolor de las otras personas. Así lo narraron unos pobladores
que, tras la toma guerrillera de las FARC-EP a Pajarito, Boyacá, en 1997, emprendieron
la reconstrucción de su municipio:

No, eso de ahí palante siguieron las luchas. A buscar, porque quedamos en ceros.
Pero entonces se personaliza uno del dolor ajeno, y ahí es cuando se comienza a
trabajar. No importa las adversidades de la vida, siempre se trabaja en unión y la
gente es muy fuerte, muy fuerte para recuperarse. En Pajarito, la gente no pierde
la esperanza de seguir adelante736.

El sentido de la solidaridad ha sido, en esa medida, una de las principales con-


vicciones políticas que mantienen los procesos, aun en los momentos más difíciles:
«Algunos familiares, al ver que a nosotros no nos dejaban actuar por nuestros
casos, pues nos pusimos un reto personal: lo que nosotros aprendimos y nos tocó
vivir lo vamos a dar a los demás. Y nosotros empezamos fue a trabajar con las familias
que llegaban: “Que camine, venga, nosotros ya conocemos esto, ande con nosotros”.
“Camine, vamos a ayudarle a buscar a su familiar y esto”»737.
Los espacios de escucha y de apoyo entre víctimas han permitido que estas enfrenten
sus necesidades materiales y emocionales, y han favorecido la validación social de las
experiencias compartidas. Estos mismos escenarios de encuentro han sido fundamen-
tales para mantener la memoria de las comunidades y para articular plataformas de
reivindicación de los derechos que les han sido vulnerados.
El reconocimiento de la humanidad de los otros, de la dignidad humana de todos,
ha permitido tender puentes para la reconciliación. Justamente las buscadoras de

735
  Entrevista 769-PR-03301. Hombre, Experto/testigo, Buscador y líder de organización.
736
  Hombre, adulto. Informe 119-CI-00365, Gobernación de Boyacá. Dirección de Convivencia,
«Septiembre del 97», 110.
737
  Mujer, integrante de Asfaddes, víctima familiar del Caso Colectivo 82. Módulo de Catalogación
Colaborativa 1-OI-62ab773b553b7e3e75f20a2e, «Primer encuentro con protagonistas».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 301


personas desaparecidas han avanzado en esa dirección acercándose a los perpetradores en
busca de la verdad. Ese acercamiento les ha permitido reconocer también los propios
dolores de los demás. Esto le dijo a la Comisión una lideresa a quien las Autodefensas
Campesinas del Casanare le desaparecieron un familiar, en 2003:
«Ellos también tienen una historia de vida. ¡Y es una historia de vida de dolor, de tristeza
y de muerte! O sea, que usted dice “¡No, esos son malos y son lo peor!”. Pero si usted va e
indaga todo lo que les ha pasado también a esas personas, usted dice: “¡Juemadre vida!” »738.

Cuidar la vida

Collage creado para el videoclip Canto sin olvido, una pieza audiovisual que muestra el proceso
creativo individual de los participantes del proyecto «Arte/reconocimiento de realidades»739. Medellín,
Antioquia. Octubre de 2020. ©Corporación Momo Escuela de Arte

738
  Entrevista 163-VI-00021. Lideresa de víctimas, víctima de amenaza, desaparición forzada y desplazamiento
forzado.
739
  Proceso de la Comisión de la Verdad, Casas de la Verdad con Sentido. 33-OI-615326f4c499f503884bb305

302 sufrir la guerra y rehacer la vida


En Chiriguaná, Cesar, ante la presencia constante de actores armados en su territorio,
la comunidad afro diseñó una estrategia para alertar sobre posibles incursiones:
«Fuimos el pueblo más protegido por nosotros mismos […]. Los hombres se
montaban en los árboles, en los techos de la casa, en donde los carros extraños lle-
gaban a los territorios a hacer su masacre –hora como de 11, 12, 1, 2 de la madrugada–,
y pues ellos en esa hora protegían el territorio. Cualquier carro extraño que entrara,
pues se empezaban las alarmas […] y tocaban los tambores o esos caracoles grandes
que generan un sonido muy fuerte»740.
Muchos testimonios hablan del cuidado de la vida propia y la de otras personas
como una forma de afrontar los estragos de la violencia. Se trata de sostener la vida
en la cotidianidad que ha sido alterada por la guerra, de recurrir al apoyo mutuo y a
la solidaridad como formas de retejer lo comunitario.
Este sentido de lo comunitario es muy claro en el campesinado, por ejemplo, y se
trenza alrededor de un legado fundamental de la cotidianidad campesina: el trabajo en
minga. Este tipo de trabajo colaborativo ha permitido la construcción de comunidad
y la satisfacción de sus necesidades incluso en contextos en los que constantemente
hay desplazamiento y confrontación armada. Algunos ejemplos de esta colaboración
son los encuentros entre veredas para socializar dificultades y proyectos, levantar casas,
arreglar caminos o carreteras y comercializar productos. Así lo narró a la Comisión
un campesino de Cajibío, Cauca:
«Fue cuando adoptamos la minga para ver qué pasaba… Consistía en apoyar un
poco el proyecto de finca de cada persona, de cada familia. Íbamos y le ayudábamos
a hacer lo que tenía prioritariamente, hacíamos un sancocho colectivo y […] nos
tomábamos ya por la tarde un chirrinchi y eso nos hacía olvidar que había problemas.
Era más o menos eso y eso lo hacíamos cada 8 días»741.
Este tejido comunitario posibilitó la conformación de otros escenarios organiza-
tivos fundamentales para la vida política campesina, como las Juntas de Acción
Comunal, los sindicatos agrarios, las organizaciones sociales campesinas y las orga-
nizaciones de víctimas.
El sentido de trabajo colectivo aparece también en contextos urbanos como
sostén de los procesos en los momentos difíciles: «Esas relaciones de hermandad
y de solidaridad entre los directivos y todos los equipos y las comunidades, las
teníamos también con organizaciones afines que estaban sin financiación, entonces
nosotros entrábamos a apoyarles a ellos»742, le dijo a la Comisión un defensor de
derechos humanos del Atlántico.

740
  Entrevista 237-VI-00045. Mujer, víctima de atentado.
741
  Entrevista 070-VI-00011. Hombre, víctima de amenaza, desplazamiento forzado, tortura.
742
  Entrevista 402-PR-00605. Docente, defensora de Derechos Humanos.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 303


Dentro de ese accionar colectivo, han existido liderazgos que inspiran e impulsan
los procesos, que son ejemplo y que mantienen la lucha en momentos críticos743, que
convocan a otros y favorecen nuevos liderazgos, que siempre han «estado luchando
y poniendo su frente y su pellejo»744. Estos acompañamientos tuvieron un alto costo
para los miembros de la familia, en particular para las mujeres, a quienes histórica
y culturalmente se les ha asignado el rol de cuidado. En muchos casos, las mujeres
asumieron este rol como una tarea moral irrenunciable, a pesar de no ser reconocida
ni remunerada por la sociedad o el Estado. En esa medida, es frecuente encontrar
a mujeres víctimas cuidadoras de otras víctimas, que han hecho del cuidado una
de las prácticas sociales más antiguas, una forma solidaria de afrontamiento a los
efectos de la guerra:
«Pues la fuerza que me da es de ver los niños, porque yo digo qué hago yo acá, y mis
hijos pidiéndome que salga, que haga algo, que no me quede ahí, como que me dicen:
“No, no se quede ahí”. Como que me dan un poquito de alegría, como [que me dan
ganas] de pararme y hacer algo por ellos. Si no fueran ellos, a mí no me motivaba.
Estaría en la cama… Por los niños es que yo lucho, porque me da como más amor»745.
Cuidar la vida ha implicado también reconstruir lo destruido, enfrentar la des-
trucción tangible de la guerra a través de acciones colectivas para reconstruir o
reparar los daños materiales. Así sucedió en Granada, Antioquia, luego de una toma
guerrillera del año 2000. En ese ataque, las FARC-EP detonó un carro bomba con
cerca de 400 kilos de dinamita que destruyó cerca de 100 viviendas, 50 locales
comerciales, el comando de policía, el hospital, varias vías, casas y las redes de
servicios públicos746.
Días después, se realizó la Marcha de los Granadinos, que salió del cementerio
como representación del encuentro entre la memoria de los vivos y los muertos.
Inició luego un proceso de reconstrucción del municipio que contempló su reparación
física y psicosocial. Este concluyó el 14 de octubre del 2001 con la Marcha del Ladrillo,
que recibió ese nombre porque más de mil personas marcharon llevando ladrillos en sus
hombros como representación del «granito de arena» que cada habitante ponía para la
reconstrucción del municipio, y como símbolo de los anhelos de las personas por un
nuevo comienzo con el pueblo restaurado. Los testimonios recuerdan la tenacidad
y solidaridad del pueblo durante los tres años siguientes a la masacre, al cabo de los
cuales el pueblo reconstruido se convirtió, en sí mismo, en un lugar de memoria.

743
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», en la Transmedia Digital de la Comisión de la Verdad.
744
  Entrevista 205-VI-00003. Mujer, víctima de violencia sexual, integrante de fundación de víctimas.
745
  Entrevista 168-VI-00032. Mujer, integrante de mesa municipal de víctimas, familiar de víctimas de
desaparición forzada.
746
  Redacción El Tiempo, «Carro bomba en Granada», El Tiempo.

304 sufrir la guerra y rehacer la vida


Esa reconstrucción fue hecha en medio todavía de la violencia en todo su
furor de balas, en medio de los inviernos; con contratistas que les daba miedo
entrar a Granada a entrar material porque la cosa era de retenes en todas partes
y de acciones, de hostigamientos, ejecuciones y así en medio de todo eso, yo
creo que el alcalde […] fue muy valiente en asumir ese reto. Él recibió un
pueblo […] en una situación bastante crítica y lo llevó a término, terminando
la reconstrucción747.

La fortaleza en la espiritualidad

Las distintas formas de espiritualidad de las comunidades han sido un recurso valioso
en las situaciones dramáticas derivadas de la guerra. En estas, las personas han encontrado
fortaleza para continuar. Algunas iglesias y líderes espirituales, además, han sido claves
en la consolidación de opciones civiles en medio de la guerra, en el acompañamiento
a espacios de interlocución con actores armados y en el apoyo a la creación de orga-
nizaciones sociales, y el fortalecimiento de los liderazgos locales.
Muchas víctimas dicen que su fe ha sido un refugio, una vivencia íntima que fortaleció
el sentido de sus vidas: «Yo soy cristiana, y yo digo que fue la fuerza de Dios que me
ayudó a sostenerme porque yo tal vez me hubiera muerto del dolor y del impacto y
todo eso, pero no: Dios me sostuvo»748.
Las creencias y prácticas espirituales han sido un recurso para soportar el sufrimiento
y para hallar consuelo ante el dolor que la institucionalidad estatal no siempre logró
comprender o atender. Una mujer víctima de desplazamiento forzado de Olaya
Herrera, Nariño, le dijo a la Comisión: «Sentimientos, pues mija, porque uno no
tiene un apoyo, solamente el apoyo del señor Jesucristo»749.
Las iglesias están en todo el territorio nacional, en los lugares más afectados por el
conflicto y donde la institucionalidad estatal es más débil. Tienen una gran influencia
en las comunidades, ya que han permanecido en los territorios cuando muchos no
pudieron o no quisieron hacerlo. En algunos casos, su presencia ha animado no solo
la resistencia sino también el fomento de valores para oponerse al modelo de vida
que impone la guerra. Estos hicieron de la defensa de la vida un punto central, como
lo recordó un sacerdote de la arquidiócesis de Villavicencio y director de la Pastoral,
que acompañó a las víctimas de la región:

747
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) et al., «Testimonio integrante Asovida en 2013», 316.
748
  Entrevista 219-VI-00035. Mujer, víctima de detención arbitraria y homicidio, campesina.
749
  Entrevista 229-VI-00001. Mujer, víctima de desplazamiento forzado.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 305


Acto simbólico «Narrativas Culturales del Territorio». Cuarto Diálogo para la No Repetición «Larga
vida a los hombres y mujeres líderes sociales y defensores de derechos humanos». Barrancabermeja,
Santander.  Noviembre de 2019. ©Camila Acosta Alzate / Comisión de la Verdad

306 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Aquí juega un papel importante es la forma en que yo veo y conozco a Jesús. Si yo
conozco a Jesús como alguien que ha venido a salvar las vidas, me doy cuenta que lo
importante es la vida de la gente. Cuando uno ve a Jesús así, es imprescindible ayudar
a la gente, sobre todo a la que ha sufrido más. Si no se vive así, no se conoce a Jesús»750.
La labor de los líderes espirituales ha sido fundamental como acompañantes
cuando no ha habido nadie que brinde soporte emocional, humanitario y jurídico a
las personas y comunidades victimizadas. En esos contextos, las comunidades religiosas
les ofrecieron a las víctimas la posibilidad de ser escuchadas y sostenidas en sus procesos
de duelo. «Yo tengo un psicólogo que es el mayor de todos los psicólogos, que es
nuestro Dios», le dijo a la Comisión un hombre de Puerto Asís, Putumayo, víctima de
desplazamiento, despojo y homicidio. «Como le digo, yo leo mucho la Biblia. Leemos
con ella la biblia, asistimos a la iglesia, y, cuando nos sentimos así […], yo hablo con
el pastor. Hablamos, oramos, hacemos vigilia. Eso me ha ayudado mucho. El Señor
nos ha fortalecido mucho»751.
En tiempos de incertidumbre y miedo, las cadenas de oración, las reuniones
para rezar el rosario o el novenario, el culto cristiano y la eucaristía fueron espacios para
compartir, ahuyentar el sentimiento de soledad, disminuir la distancia con el otro y
sentirse parte de un colectivo. Una víctima de Pajarito, Boyacá, sobre lo que se vivió
allí, en 1997, afirmó lo siguiente:
«El pueblo, aburrido de tanta toma y tanta molestia […] empezó a hacer una
cadena de oración. En todo el pueblo iban haciendo la cadena de oración y el padre,
el sacerdote, los autorizó. De vez en cuando los acompañaba»752.
Las comunidades indígenas, en la espiritualidad propia, buscaron igualmente
construir alternativas ante los impactos del conflicto armado interno. En el norte del
Cauca, por ejemplo, las comunidades hicieron rituales de armonización del territorio y
la comunidad ante la presencia de actores armados. En nasa yuwe753, la guerra –puuyii
yuwe– interrumpe el flujo de la vida y causa «mal morir», una desarmonización de
la red vital que se hace visible en las prácticas que cercenan vínculos humanos como
trama de la red de vida754. Para lidiar con esta desarmonización, las comunidades
Nasa realizan procesos de sanación y armonización liderados por los mayores. Allí
mismo, la guardia indígena ha realizado rituales de refrescamiento a manera de

750
  Comisión de la Verdad «Procesos de Escucha y Diálogo con miembros de comunidades de fe e iglesias», el
30 de octubre de 2020 «Sesión inter eclesial con miembros de comunidades de fe del Meta y Vichada».
Espacio cerrado de la Comisión de la Verdad.
751
  Entrevista 229-VI-00004. Hombre, víctima de confinamiento, desplazamiento forzado y exilio.
752
  Entrevista 190-VI-00077. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, funcionario público.
753
  Idioma hablado por el pueblo indígena Nasa, que habita en la zona andina del país, especialmente
en el departamento del Cauca.
754
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC), Tiempos de vida y muerte, 173.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 307


limpieza cultural, espiritual y física, para los mismos comuneros y para los visitan-
tes. Esta ha sido una forma de mantener la armonía espiritual con el territorio y
con sus espíritus guardianes.
Los rituales de armonización que realizan los pueblos indígenas parten del reco-
nocimiento de la superioridad espiritual de los astros (el Sol, la Luna, las estrellas)
y los seres terrenales (el mar, la montaña, el páramo), y buscan protección y fuerza
para la defensa de la vida y del territorio. La sabiduría en la que se inspiran surge de
la observación de las señales que la madre tierra envía, a través de los sueños, a los
líderes espirituales –taitas, kiwe the, mamos, abuelos, jaibanás, etcétera– indicando
el camino a seguir755.
A pesar del miedo a posibles represalias de los actores armados, representantes
de las distintas iglesias y congregaciones brindaron su servicio pastoral y de acom-
pañamiento espiritual a comunidades victimizadas, que hallaron en estos espacios un
bálsamo a su dolor y un soporte para mantenerse en pie y seguir adelante. Además
de ofrecer consuelo y apoyo espiritual, líderes de las comunidades de fe, hermanas,
monjas, pastores y sacerdotes asumieron tareas humanitarias en medio de las difíciles
condiciones del conflicto armado. En Bojayá, Chocó, durante la masacre del 2 de
mayo de 2002, sobresalió la valentía del padre Antún Ramos:
«Vea, se lo digo a usted, sinceramente, si el padre Antún, que era en ese entonces el
párroco de Bella Vista, no sale de la iglesia a recoger a los sobrevivientes […], yo quizá
no estaría contando la historia. Porque, dígame, esa unión de esos dos enemigos ¿quién
era el blanco? Nosotros los civiles. ¡Ah! El padre Antún, recogió a todos los sobrevi-
vientes y, bogando con las manos para Vigía, oiganlo bien, a salvar a los poquitos. Si ese
cura no se hubiera puesto las pilas, habrían acabado con Bella Vista, con los poquitos,
porque esa gente venía empujando puertas, metiendo puertas adentro, buscando,
ambos los dos, los dos enemigos [las FARC-EP y los paramilitares], buscando. Eso
fue una cosa muy dolorosa»756.
Acompañando su práctica religiosa de un compromiso político, acorde con su
vocación de servicio, muchos de estos líderes se comprometieron con las realidades más
duras del país y tomaron una posición crítica frente a las desigualdades estructurales que
conocieron de cerca, convirtiéndose en actores ligados a sus entornos o en «líderes
espirituales o comunitarios que a menudo han tejido lazos estructurantes, sociales
y culturales con las comunidades campesinas»757. Incluso, cuando sus credos lo per-
mitieron, los líderes religiosos fueron referentes de la comunidad como presidentes
de JAC, profesores de escuela y gestores ante las autoridades.

755
  Informe 365-CI-01264, Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), «La guardia indígena».
756
  Entrevista 1042-VI-00003. Hombre, víctima de atentado, desaparición forzada y desplazamiento
forzado, afrodescendiente, raizal y palenquero.
757
  CNMH, Memoria y comunidades de fe en Colombia, 7.

308 sufrir la guerra y rehacer la vida


Un caso reconocido es el de monseñor Leonardo Gómez, un obispo católico, que
impulsó, primero en la diócesis de Tibú, entre 1980 y 1985, y luego en la de Socorro
y San Gil, lo que él mismo llamó «diálogos pastorales». En la diócesis de Tibú, con el
lema «El Catatumbo no es para la guerra, ni la guerra es para el Catatumbo», sirvió
de mediador entre el Gobierno y el ELN para intentar frenar la guerra en la región y
transformar la dependencia y permanencia del cultivo de la coca como el único camino
de desarrollo. Como mediador, promovió y acompañó la Caravana de la Esperanza,
un clamor popular por la paz en el Catatumbo.
Las diócesis de muchas regiones del país incluyeron dentro de su estructura y
trabajo formal en los territorios la defensa de la vida y los derechos. Para esto, crearon
comisiones como la Comisión Vida, Justicia y Paz (Covijupa) en la diócesis de
Quibdó, o la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz de la diócesis de Apartadó. Uno
de los logros de la diócesis de Quibdó es la articulación del trabajo organizativo en
pro del arraigo de estas comunidades en torno a sus tradiciones culturales y territorio,
así como la ayuda que han brindado para el retorno de comunidades luego de procesos
de desplazamiento forzado758. La diócesis también ha hecho una labor de denuncia
frente a las violaciones de derechos humanos realizadas por todos los actores armados
presentes en la región. Esta labor humanitaria, de fortalecimiento cultural y defensa de
los derechos la hizo merecedora del Premio Nacional de Paz, en 2005759. La diócesis
ha continuado su trabajo en la organización de comunidades campesinas e indígenas,
proyectos de economía solidaria, vivienda, etnoeducación, productivos, entre otros.
En el Atrato, las diócesis organizaron un trabajo regional no solo para atender
la crisis humanitaria que generó el recrudecimiento del conflicto armado a final de la
década de los noventa, sino también para hacer un acompañamiento psicosocial y
jurídico a las víctimas. En esta zona, las diócesis apoyaron la creación de procesos
organizativos y económicos para la reconstrucción de las vidas de las personas afectadas
por la violencia, e impulsaron procesos de memoria.
Las iglesias han fortalecido liderazgos territoriales y han favorecido la creación
y consolidación de nuevas organizaciones sociales. Así ocurrió, por ejemplo, en
Barrancabermeja, Santander, donde la diócesis de la Iglesia católica apoyó en la
década de los setenta la transformación de los Clubes de Amas de Casa, que inte-
graban a mujeres populares, en espacios de formación y capacitación. Muchas de
ellas luego integraron la Organización Femenina Popular (OFP), una organización
de mujeres que ha afrontado y resistido a la violencia del paramilitarismo en la

758
  En 2005, más de 4.400 personas habían recibido ayuda de la diócesis para retornar y reconstruir
sus hogares luego de procesos de desplazamiento forzado. Mejía, «Acta del Premio Nacional de
Paz 2005», 2.
759
  Ibíd.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 309


región, denunciando las acciones de estos grupos, exigiéndole al Estado garantías para
sus derechos760 y contribuyendo a la reconfiguración del tejido social de la ciudad761.
Como la OFP, muchos procesos de organización comunitaria para la resistencia
a los violentos o la búsqueda de alternativas de desarrollo sostenible y de pacifica-
ción tienen un origen religioso762. Si bien el cristianismo católico es la Iglesia que
más fieles reúne en el país, otras comunidades cristianas también se han orientado
hacia la intervención social, entre ellas la Iglesia anglicana, la Iglesia menonita y la
Iglesia luterana763.
Los menonitas son precursores en la sistematización de experiencias de resistencia
a la violencia y aportes a la paz. Esto lo han hecho como parte de una búsqueda
porque «la verdad sea liberadora», como le dijo a la Comisión Martín Nates, direc-
tor de Justapaz, una organización de la Iglesia Cristiana Menonita de Colombia:
«Saber que tenemos la capacidad de pasar la página de la guerra, no para olvidar,
sino para recordar de otra manera. Una memoria que sane, que nos libere»764. En
ese sentido, basándose en la «capacidad de sentir que todas y todos hacemos parte
de esta gran casa común», la Iglesia menonita ha predicado el «evangelio de la no
violencia» como pilar para la construcción de un país con justicia social, y ha propuesto
la categoría de la «no violencia activa» y la comprensión de la construcción de
paz como un compromiso sociopolítico de las organizaciones religiosas, como una
misión y deber de los cristianos765.
La Iglesia menonita, en conjunto con la Comisión de Paz del Consejo Evangélico
de Colombia (Cedecol), le entregó a la Comisión el informe «Un llamado profético -
Las iglesias cristianas en el conflicto armado colombiano». En este, se documentan las
violencias contra pastores, pastoras, líderes, lideresas e iglesias cristianas evangélicas de
Colombia, se destacan los roles de liderazgo comunitario que han tenido las iglesias
evangélicas, y sus aportes a la creación de espacios de confianza, de denuncia social
y de atención a las víctimas. Estos últimos, han estado motivados por la necesidad
de «sobrellevar los unos las cargas de los otros para hacerlas más livianas». A manera de
«Semillas de Esperanza», las experiencias evangélicas allí reseñadas

760
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «A viva voz», Sección: Impactos, afrontamientos y
resistencias, Audio 3: Organización Femenina Popular, en la plataforma digital de la Comisión de la
Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/a-viva-voz.
761
  Bernal, «Historia de la organización femenina popular en Barrancabermeja».
762
  Plata y Rincón, «Religión, conflicto armado colombiano y resistencia», 127, 131.
763
  Lozano, «Evangélicos y pobreza».
764
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), «Un llamado profético - Las iglesias cristianas
en el conflicto armado colombiano», 2 de octubre de 2020, 11 min 45 s.
765
  Plata y Rincón, «Religión, conflicto armado colombiano y resistencia», 127, 131.

310 sufrir la guerra y rehacer la vida


promueven la no violencia, la transformación de conflictos y de la injusticia social,
acompañan a las víctimas, entre otros esfuerzos que promueven la creación de
condiciones para una paz sostenible766.

Muchos de los líderes religiosos fueron victimizados a raíz de su trabajo comunitario.


Para poner solo algunos ejemplos, el sacerdote Sergio Restrepo fue asesinado por
paramilitares en Tierralta, Córdoba, en 1989, a raíz de las denuncias que hizo sobre la
violencia en la región767; el padre Álvaro Ulcué Chocué, primer sacerdote indígena nasa,
que dedicó su vida a defender la dignidad de los pueblos ancestrales, fue asesinado,
en 1984768; y el padre Tiberio Fernández, quien trabajó por los derechos humanos en
Trujillo, Valle del Cauca, fue torturado y asesinado por paramilitares, en 1990, en medio
de los hechos de la masacre de Trujillo769. La misma suerte corrió el padre Alcides
Jiménez, quien apoyó a las comunidades frente a los órdenes cocaleros que imponían
las FARC-EP en el Putumayo, y que fue asesinado por esta guerrilla, en 1998770. Así lo
recuerdan algunas de las personas que acompañaron su trabajo:
«Al padre Alcides le quedaba muy fácil llevar ese mensaje de equidad y de igualdad
porque es que él manejaba, digamos, no el arma. No, su trabajo era basado en una
estrategia espiritual. La palabra de Dios habla de equidad, habla de justicia… No era
difícil que él dijera: “Bueno, Dios quiere que todos seamos iguales y por lo tanto que
hagamos el almuerzo comunitario, que estemos todos felices, que estemos contentos,
que trabajemos juntos, que cuidemos el agua y todo lo que Dios ha creado”. Lo ponía
tan sencillo pa entenderlo, tan sencillo pa que la gente lo asimilara y lo llevara a la
práctica y el que no estaba haciendo eso sencillamente estaba en deuda tanto consigo
mismo, con su familia, con la sociedad y con Dios»771.
El liderazgo también le costó la vida a la hermana Yolanda Cerón, quien, como
se describió al hablar del asesinato de líderes sociales, se dedicó a la lucha por la titu-
lación de tierras de las comunidades afro e indígena en el Pacífico Nariñense772. La
hermana Yolanda se opuso a la disputa de los grupos armados por la tierra en Nariño,

766
  Informe 748-CI-00590, Justapaz y Confederación Evangélica de Colombia (Cedecol), «Un llamado
profético», 45.
767
  Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, «Padre Sergio Restrepo Jaramillo, S. J.»
768
  Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), «Álvaro Ulcué Chocué, un indígena que
defendió el derecho a la tierra para los Nasas».
769
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Trujillo: Una tragedia que no cesa, 149.
770
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Las semillas del
Padre Alcides, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
771
  Entrevista 991-VI-00004. Mujer, familiar de víctima de homicidio.
772
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: Una negra como nosotros, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 311


y emprendió una campaña de educación y sensibilización con las comunidades para
que se apropiaran de esa lucha. En parte gracias a ella, se titularon 96.000 hectáreas
de tierra para 9.000 afrodescendientes en ese departamento773:
«Yolanda Cerón ayudó a que se tejieran verdaderos proyectos de vida personales
y comunitarios, ya que tenía una identidad muy fuerte en torno a lo que son los
Consejos Comunitarios y todo el gran proyecto de las comunidades negras en esta
zona del país. Mirando su historia, su recorrido, admirando todos sus esfuerzos,
podríamos decir que la hermana Yolanda nunca renunció a una vocación muy
profunda de servicio, de entrega, aunque ella conocía los riesgos que entrañaba esa
dedicación y ese enorme trabajo por las comunidades»774.

Desafiar el silenciamiento

Grupo de Cantoras Esperanza y Paz del Pacífico Nariñense. El grupo se creó en marzo de 2019, en
San Andrés de Tumaco, para visibilizar la desaparición forzada que hubo y que persiste en esa región.
En total, diecinueve mujeres y tres músicos de la agrupación Plu con Pla les cantan a sus familiares
desaparecidos, al Gobierno y a todo un país. Febrero del 2020775. ©Colectivo Orlando Fals Borda

773
  Verdad Abierta, «La hermana Yolanda Cerón, una resistente a la violencia en Tumaco», VerdadAbierta.com.
774
  Comisión de la Verdad, «Reconocimiento de responsabilidades en el caso de asesinato de Yolanda
Cerón», 25 de junio de 2021, 18 min 20 s.
775
  Mujeres en resistencia cultural proceso de la Comisión de la Verdad. Especial web: https://web.
comisiondelaverdad.co/mujeres-en-resistencia/index.html

312 sufrir la guerra y rehacer la vida


En los momentos más crudos de la guerra, cuando los actores armados estaban dis-
putándose el territorio o habían logrado su control absoluto, las personas acudieron
al silencio como una forma de protegerse y enfrentar la desconfianza. Sin embargo,
muchas buscaron maneras para comunicarse y, sobre todo, para decir por distintos
medios lo que necesitaba contarse.
Mediante palabras –manifiestos, discursos, cantos, comunicados, declaraciones–
e imágenes –murales, fotografías, afiches, carteles, grafitis–, las comunidades han
alzado sus voces exigiendo la paz, han dado a conocer al país la violencia sufrida, les
han exigido a las partes en disputa que cesen su accionar violento, han impugnado
la indiferencia de gran parte de la sociedad y del propio Estado, y han demandado la
protección de este último.
Distintos lenguajes se han puesto al servicio de estos propósitos. En el contexto
de acumulación y acaparamiento de tierras por terratenientes regionales, en la región
Caribe, Máximo Jiménez utilizó su vallenato para elevar la protesta del campesinado:

Y mi tierra me quitaron de las manos


despojado quedé yo con mis hermanos
al abrigo de los vientos
relegado a los pantanos […]
Y mi historia la contaron al revés
me dejaron pocas cosas de servir
y lo único que queda de mi raza
lo usaron fue para burlarse de mí776.

El vallenato, los bundes, ragas y chirimías, el rap, el reguetón y la champeta


–otras expresiones de la vida cotidiana, la fortaleza de la cultura oral y la musicali-
dad nacional– se han utilizado para no perder la alegría y para instalar en la escena
pública los pensamientos, insatisfacciones y anhelos propios y de los demás pobladores.
En 2019, en Tumaco, Nariño, por ejemplo, nacieron las Cantoras Esperanza
y Paz del Pacífico Nariñense, un grupo de mujeres buscadoras 777 que alzaron su
voz a través del canto para visibilizar las desapariciones forzadas que persisten en
su región, amplificar sus esfuerzos de búsqueda y exigir que no se deje de buscar
a los desaparecidos:
«Pero ¿qué hacemos? Nos unimos y cantando siempre las voces retumban
dentro de cualquier lugar. Puede ser un salón, puede ser una playa y el viento

  Jiménez, «El indio sinuano», 1998.


776

  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», Capítulo
777

1: La fuerza de la búsqueda, con música de las Cantoras Esperanza y Paz del Pacífico Nariñense, en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.  

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 313


se lo lleva. Escucha nuestro clamor, escucha nuestra tristeza, escucha nuestra
historia. En algunos cantos, los expresamos. Y no falta quién se pregunte y diga:
“¿Esas mujeres por qué gritan así? ¿Qué les pasa? ¿Por qué ese canto?”. Entonces,
al hacerse preguntas, surgen respuestas y creo que como grupo de cantadoras esa
es una de las maneras principales de la búsqueda. Nos subimos a un bus, subimos
a un carro y estamos cantando»778.
En Bojayá, las mujeres cantaoras transformaron las letras de los alabaos –los cantos
mortuorios ancestrales– para denunciar las violencias sufridas por sus comunidades
en el contexto del conflicto armado. Esto las convirtió en una voz importante a nivel
nacional para hacer llamados por la paz y en un soporte comunitario para cuidar a
los muertos, armonizar el territorio y dignificar la memoria, cada 2 de mayo, en las
ceremonias de conmemoración de la masacre de Bojayá.
En Cauca, «lo único que se nos vino a la cabeza fue la chirimía» para proteger el
territorio. La chirimía779 es una expresión musical vinculada normalmente con las
festividades, danzas, el cultivo de la tierra, el culto religioso y otras actividades públicas.
«El ejercicio de la chirimía es como la espiritualidad de los pueblos indígenas y
prácticamente es el regocijo de estar reunidos y estar comprometidos con todos, como
hermanos. Entonces, eso hace parte de que personas ajenas a nuestro territorio puedan
alejarse de estos espacios de vida que nosotros tenemos»780.
Además de ser una práctica ancestral y cultural de las comunidades afro e indígenas,
la chirimía también se ha usado para proteger a la comunidad, como lo cuentan los
habitantes del resguardo indígena de Puracé, en Cauca:
«El 31 diciembre [de 2001] se desarmonizó el territorio por [la columna] móvil
Jacobo Arenas, el Frente 13 y el 6 [de las FARC-EP]. Querían atacar el comando,
el puesto de policía donde había ocho policías. La comunidad lo que hizo fue salir.
Vivíamos en armonía, no pensábamos que la guerrilla iba a llegar a nuestra población.
No era necesario que cerca de 600 guerrilleros llegaran a atacar. Los policías tenían
si acaso ocho fusiles. Un banco agrario destruido, se llevaron 8 millones, destruida la
casa cural y la iglesia […].
» Lo único que se nos vino a la cabeza fue la chirimía […] y esta gente a pesar de
su ímpetu […] fue como que se les conmovió el corazón y bajaron la intensidad
del conflicto… A pesar de que el pueblo quedó semidestruido –muerto por aquí,

778
  Entrevista 769-CO-00537. Mujeres buscadoras afrodescendientes, víctimas de desaparición forzada.
779
  La chirimía es una agrupación musical de al menos cuatro personas que suele contener instrumentos
como el clarinete, el redoblante, la tambora, las maracas, el triángulo, la flauta traversa, entre otros.
780
  Entrevista en encuentro privado de preparación para el espacio de diálogo social: «Historias para
cambiar la historia» (Víctima, población indígena, Puracé). Módulo de Catalogación Colaborativa
1-OI-62a8dbdf553b7e3e75f20537, «Segundo encuentro: Resguardo de Puracé».

314 sufrir la guerra y rehacer la vida


muerto por allá, dificultades por aquí, dificultades por allá– el conflicto en ese
momento mermó»781.
En medio de los disparos y las detonaciones, quienes se desplazaron hacia el centro
del pueblo con la chirimía comenzaron a tocar sus instrumentos con la finalidad de
proteger a los integrantes de la comunidad y miembros de la fuerza pública presentes:
«La gente salió con la Chirimía. La gente comenzó a tocar sus canciones incentivando
a la comunidad a apaciguar y dar armonía. En la chirimía la gente sacó a los policías
de la línea de fuego con sábanas»782.
La chirimía protegió a la comunidad, que se reunió alrededor de la música a pesar
del miedo, y esto conmovió a algunos de los miembros de las FARC-EP que estaban
atacando el pueblo.
La música ha sido vital para la supervivencia de las víctimas, pues crea un fuerte
vínculo entre la gente y su territorio, como afirma Nidia Góngora, una cantante
de Timbiquí, Cauca:

Ha sido el chaleco con el que los territorios hemos resistido a tanto dolor, a tanta
tristeza, a tanto sometimiento, a tanto abuso, a tanta guerra en sus diferentes formas.
Ha sido la música la que nos ha permitido a nosotros, no solamente resistir a
todos estos flagelos y a todos estos momentos duros, porque nos ha tocado pasar
y seguimos pasando, sino también nos ha permitido poder visibilizar y expresar
cómo sentimos, porque no siempre usamos la música como discurso, o barrera o
arma de resistencia para combatir, sino que también la usamos para mostrar todo
eso hermoso, para mostrar de manera positiva lo positivo783.

En el conversatorio «El arte como revolución»784, Nidia Góngora, cantora de


música tradicional, oriunda de Timbiquí, Cauca, refirió cómo en su papel de «guardiana
de las tradiciones»785 utilizó la música para resistir a la violencia y contrarrestar los
impactos a la vida digna de su comunidad. Aproximadamente, para el 2017 las clasi-
ficatorias zonales del festival del Petronio Álvarez se desarrollaron en el municipio de
Timbiquí, Cauca. En esa oportunidad, fue nombrada jurado para la zona del Pacífico

781
  Entrevista en encuentro privado de preparación para el espacio de diálogo social: “Historias para
cambiar la historia” (Víctima, población indígena, Puracé). Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad (CEV).
782
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), 2.
783
  Intervención de Nidia Góngora, en Corporaloteca UTCH, «El arte y la cultura en la defensa de la
vida y los territorios», 5 de noviembre de 2020, VII Seminario de Educación Artística:11 min 25 s.
784
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, «El arte como revolución - conversatorio», 29 de
abril de 2019, 28 min 40 s.
785
  Las cantoras, según se lo explicó Nidia Góngora a la Comisión, tienen una responsabilidad que va más
allá del canto y su territorio originario, consistente en conservar y salvaguardar los valores culturales y
ancestrales de su comunidad. Una tarea que deben ejercer donde sea que se encuentren.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 315


Caucano. Estando allá, se percató de que toda la comunidad se regresó para sus casas
temprano en cumplimiento de una orden impuesta por el Clan del Golfo, un grupo
armado organizado que para esas fechas controlaba este territorio. Existía una
restricción de movilidad pasadas las 10 de la noche.
Nidia decidió desafiar la restricción. Compró 20 cohetones (juegos pirotécnicos),
habló con el Semillero Municipal para que sacaran los bombos, reunió al resto de
las maestras de los pueblos vecinos y agrupaciones musicales que habían ido para la
audición, y salió con el resto de la gente a la calle con marimbas y cantos. La música
convidó a niños, jóvenes y mayoras. Así comenzó la parranda, que duró hasta la
alborada. En cierto punto, explotó una bomba al otro lado del río. El estruendo era
evidencia de que el grupo armado sabía del desafío. Pero la fiesta continuó. Para Nidia,
la música es un arma para contrarrestar la violencia que produce el conflicto armado
en el país. Así lo explicó:
«Uno de los problemas grandes que hay no solo en esta comunidad, sino en este
país, y que nos tiene como nos tiene, es el temor. Entonces, vamos a utilizar ese poder
que tiene la música y que ha tenido siempre… Llegó el momento que hagamos uso
de él, de ese poder, y llegó el momento que hagamos uso de esas armas que tenemos
nosotros aquí, que también disparan y también son un detonante, pero que no llaman
a la guerra sino a la paz»786.
Un gestor cultural de Calamar, Guaviare, especialista en cultura llanera, le contó
a la Comisión lo difícil que fue desarrollar sus procesos de música de cuerda, danza
y joropo, entre 1996 y 2002. También narró la forma como estas prácticas culturales
sirvieron para que él y su grupo de niños y niñas en formación pudieran afrontar los
tiempos de conflicto en el territorio:
«Aquí no teníamos ley, pues la ley eran las FARC-EP, como se dice. Pero trabajábamos.
No había problema por la cultura. Al contrario, a esa gente le gustaban los procesos
que se lideraban. Y ya pues, en junio del 2002, que llegó el Ejército al municipio,
fue un año muy complicado en el que creí que la banda se iba a acabar porque antes
de eso nos tocó renunciar en la Alcaldía. Nos desplazaron. Yo no me fui porque los
niños acudían más a la banda… En lugar de acabarse, los niños acudían más en
plenos combates, pues al mediodía la guerrilla tiraba a herir al pueblo, como se dice,
en tres puntos: Puente Balín, el aeropuerto y por los lados de la piscina. Y los niños
me acudían a ensayo»787.

786
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, «El arte como revolución - conversatorio», 29 de
abril de 2019, 32 min 28 s.
787
  Entrevista 274-VI-00008. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, Gestor cultural.

316 sufrir la guerra y rehacer la vida


Quitarle niñas, niños y jóvenes a la guerra

De cabeza. Registro fotográfico en el taller de creación literaria «Patas pa arriba», dirigido por la
Corporación Mariamulata. Rincón del Mar, San Onofre, Sucre. Esta corporación viene trabajando
con cerca de 120 niños, niñas y jóvenes que asisten a talleres artísticos y de derechos humanos para
la recuperación de la memoria histórica, la recuperación de la identidad cultural y la promoción
de lectura. En los años noventa, esta región sufrió los estragos del conflicto armado por grupos
paramilitares788. 2016. ©Viviana Gómez

Cuidar la vida también es evitar que más personas tomen las armas. Para ello, las
comunidades han tenido que rescatar directamente a niños, niñas, jóvenes y adolescen-
tes. Eso hicieron las mujeres de Valle Encantado, Córdoba. A mediados del año 2000,
llegaron hasta el «nido de los paracos» del Bloque Héroes Tolová, que comandaba alias
Don Berna, en busca de sus hijos reclutados. Sin más que su profunda convicción,
llenas de amor y valentía, lograron recuperarlos de un campamento lleno de hombres
armados. Aunque les informaron que sus hijos habían muerto,

788
  La Corporación Mariamulata participó del Proceso de la Comisión de la Verdad, Verdad Poética
con la iniciativa Patio sonoro, con las canciones Bullerengue a la Verdad y no hubo resistencia.
33-OI-624e0dfbcab0a129ef2ffe5f y 33-OI-624e1473cab0a129ef2ffe73

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 317


las mujeres no comieron de cuentos y antes de ponerse a llorar decidieron orga-
nizarse para recuperar a sus muchachos vivos o muertos. El comandante salió a
su encuentro. Mi madre iba diciendo […] que no demostraran miedo, que ellos
no podían ser tan tontos para matar a tantas mujeres… El comandante accedió
y les indicó el camino. A su llegada, filas de hombres armados salieron y rodearon
el frente de la casa. De en medio de ellos, salió un hombre que cojeaba de una
pierna, de mediana estatura y pasado de kilos. «¿Qué se les ofrece señoras?»,
exclamó el hombre cojo. «Venimos a buscar a nuestros hijos», respondieron las
mujeres. «Que hable una sola, para que nos podamos entender», sugirió el hombre.
Al instante, mi madre salió a carearle y le dijo: «Venimos de lejos a buscar a
nuestros muchachos, que fueron traídos aquí. Ellos son jóvenes desplazados con
pocas oportunidades, pero merecen otro futuro distinto al de la guerra, que ya
les ha destruido la vida una vez. No les quite la oportunidad de ser personas de
bien, de elegir su camino. Escuchamos que los habían matado. No creímos y
estamos aquí para llevarlos con nosotras y no nos iremos sin ellos». El hombre
dijo: «Señora, no han matado a nadie». Y les dijo a sus hombres: «Suelten a esos
pelados, no quiero nada con desplazados»789.

Un caso similar ocurrió en el Pacífico Nariñense, como le contó una maestra a


la Comisión:
«¡Que no llegaron! ¡Que no llegaron a la escuela! Desaparecieron dos niños y
se buscaron en el río, se buscaron por todos lados y los niños no aparecían. Y los
campesinos decían: “Es que escuchamos llantos de menores por la selva”. Entonces
nos juntamos casi 400 mujeres y nos fuimos con palos, con garabatos, otras con su
machete, otras con su sombrero y nos metimos al monte. Y llegamos al campamento
de uno de los actores armados y les dijimos que nos hicieran entrega de los dos
menores que no aparecían. Y, efectivamente, cuando ellos miraron toda esa cantidad
de mujeres ahí paradas […], hicieron como dos llamadas. A la media hora estaban
los dos niños en las manos nuestras»790.
Como señala un líder de la subregión del Bajo Cauca antioqueño, es necesario:
«minimizar esos impactos que permiten la proliferación de esa violencia, y esto se
hace al interior de la misma comunidad, acompañando y no permitiendo que esos
niños comiencen a dirigirse hacia otros pensamientos, otras formas vanas de ver la
vida, que son las armas y el poder. Porque, además, ya nos dimos cuenta, que esos
mismos muchachos vuelven tiempo después a violentar la misma comunidad,
obligados, obviamente, mandados, obviamente»791.

789
  Grupo de Memoria Histórica (GMH), Mujeres que hacen historia, 44.
790
  «Mi verdad es: Yalile Quiñones», el 25 de julio de 2020, 30 s.
791
  Entrevista 986-CO-00864. Líderes y gestores culturales de Caucasia, Antioquia.

318 sufrir la guerra y rehacer la vida


En territorios rurales y urbanos, la característica híbrida del conflicto armado ha
expuesto a la niñez y juventud colombiana a todo tipo de grupos delincuenciales.
Paramilitares, guerrillas, narcotraficantes, bandas criminales, pandillas o combos, por
mencionar algunas estructuras delictivas, se han aprovechado de la falta de oportunidades
y de la pobreza que agobia a este sector de la población.
Cultores de la subregión del Catatumbo, que participaron en una entrevista
colectiva con la Comisión, afirmaron que existe un alto grado de responsabilidad
del Estado en el reclutamiento de niños, niñas, jóvenes y adolescentes. De acuerdo
con un formador en teatro del municipio de San Calixto, el Estado «demerita a los
jóvenes por ser jóvenes»792.
Una dramaturga de la vereda San Roque, en Sardinata, Norte de Santander, le
contó a la Comisión que, en 1997, su madre fue menospreciada por algunos líderes
de su pueblo, poco tiempo antes de ser reclutada por el ELN, que la convenció
mediante engaños de ingresar en sus filas. Le dijeron que iba a hacer una campaña
de desparasitación de la comunidad, y que todo era «por amor al pueblo». Una vez
culminó la campaña de salud, estuvo cuatro años en la guerrilla y finalmente escapó.
Esa situación de menosprecio, según lo afirma esta mujer, es una constante hasta
el día de hoy:
«Anteriormente, el joven no era muy tenido en cuenta para hacer parte de la Junta
de Acción Comunal, para trabajar en proyectos… [Alguien] de 14, 13 años era muy
joven para hacer algo… Uno como joven quiere buscar otras alternativas, porque uno,
sinceramente, sin hacer nada se aburre. Solamente estando en la casa, haciendo oficio
se aburre… Uno quiere hacer amigos, no solamente estudiar porque también necesita
de su hobbie, su pasatiempo, y cuando iba a participar de cualquier evento le decían:
usted es muy joven, usted es muy china»793.
Según los cultores del Catatumbo, el núcleo de esta problemática tiene dos vértices.
Por un lado, el Estado invierte poco en cultura. Los presupuestos nacionales y locales
en esta área son demasiado bajos. Por otro lado, los grupos armados que reclutan
mantienen actualizadas sus estrategias para incentivar el interés económico y moral
de los jóvenes.
Un bailarín de folclore tradicional de Ocaña, Norte de Santander, dijo que, en
sus 40 años como formador en danza, el flagelo del reclutamiento siempre ha estado
presente. Para este bailarín, la situación económica y los escasos recursos de las personas
desempeñan un papel importante en la decisión de ingresar o no al grupo armado. A
esas carencias de tipo económico, se le suman las de carácter afectivo y la normalización
del reclutamiento. Ese bailarín le dijo a la Comisión:

792
  Entrevista 754-CO-00630. Líderes y gestores culturales de Tibú, Norte de Santander.
793
  Entrevista 754-CO-00630. Líderes y gestores culturales de Tibú, Norte de Santander.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 319


«Mis estudiantes llegan a la escuela sin desayuno […], uno les ve la alegría
de que les vayan a dar el almuerzo en la escuela […]. Trabajando en Guamalito,
municipio del Carmen, mis estudiantes me decían: “Profe yo no encuentro nada
que hacer en el pueblo […], yo me voy pa la guerrilla”, y era como decir yo me
voy a prestar servicio al Ejército. Y los padres, sabiendo de esa situación, se lo dejaban
a su libre decisión»794.
De acuerdo con un informe795 que elaboró la Asociación para las Investigaciones
Culturales del Chocó (Asinch) para la Comisión,

la posibilidad de dinero fácil a través del reclutamiento está imbricada con la


idea de obtención de prestigio, reconocimiento y ascenso en la escala social, que
responde a una falta de autoestima de los niños, niñas, jóvenes y adolescentes, a
un fuerte sentimiento de desarraigo y a una carente formación emocional. Los
menores, muchas veces estigmatizados y rechazados por la escuela, por la familia y
por la sociedad en general, buscan en las bandas armadas un espacio de seguridad,
aceptación y acogida. Estos grupos armados y criminales acogen a los niños, niñas,
jóvenes y adolescentes y resuelven una necesidad emocional y les aportan una sen-
sación de pertenencia a un colectivo y de reconocimiento, aunque sea a partir del
miedo y la violencia. Entonces, no solamente se convierte en una fuente de ingresos
económicos, sino que también es un espacio donde los valoran y los arropan796.

Esos factores son los que el proyecto DanzaTumbo, en Ocaña, y el Teatro por la
Paz de Sardinata y Bucarasita, también en Norte de Santander, han interpelado.
Estos proyectos han ofrecido nuevos espacios a los jóvenes para que, a través del
baile tradicional, el teatro de la imagen y la actuación escénica, puedan contar y
hacer visibles aquellas historias vividas en medio del conflicto. El bailarín de folclore
de Ocaña le dijo a la Comisión:
«Ha habido experiencias muy bonitas, experiencias en las que los muchachos
han tomado como arma el arte, la cultura y, en el caso mío, la danza de la tradición.
Hoy en día veo que muchos formadores en las escuelas del departamento en Norte
de Santander, que ofrece ese trabajo, muchos de esos formadores que están en el
Catatumbo fueron estudiantes míos […], fueron bailarines míos, y se ve reflejado
el amor de la danza. No se dejaron llevar por caminos distintos»797.

794
  Líderes y gestores culturales de Tibú, Norte de Santander.
795
  Módulo de Catalogación Colaborativa 33-OI-624ee4b7cab0a129ef2fffd4, «Renacientes: escenarios
de arte, verdad y reparación en el Centro de Atención Especializada para Adolescentes y Jóvenes Juan
Andrés Mosquera Asprilla del municipio de Quibdó», 77.
796
  Centro Nacional de Memoria Histórica, Una guerra sin edad : informe nacional de reclutamiento y
utilización de niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado colombiano.
797
  Entrevista 754-CO-00630. Líderes y gestores culturales de Tibú, Norte de Santander.

320 sufrir la guerra y rehacer la vida


Un formador en teatro, en Caucasia, Antioquia, recordó que, a sus 15 años de
edad, tuvo que desplazarse de la zona rural del municipio hacia el casco urbano para
evitar ser reclutado por las FARC-EP. Más tarde, se vio acorralado nuevamente por
otro intento de reclutamiento forzado, esta vez por los paramilitares, hacia 1997.
Él entendió que podía quitarle niñas, niños y jóvenes a la guerra a través del teatro
y los títeres, y que
«solo a través del arte podía gritarle al mundo cosas que acá [en Caucasia] uno no
podía decir […]. Que podíamos, con el arte, combatir directamente este problema.
Lastimosamente, no teníamos sino las ganas, y aún así siento que cumplimos: 189
muchachos se salvaron de esa situación [el reclutamiento]. Y digo se salvaron porque
ese era el rumbo que teníamos marcado y creo que funcionó»798.
Las comunidades indígenas también han padecido con frecuencia el reclutamiento
de sus niñas, niños, jóvenes y adolescentes. Una mujer indígena de la etnia tucana,
refiriéndose a hechos ocurridos en Mitú, entre 1996 y 1998, le dijo lo siguiente a la
Comisión: «A ellos [los jóvenes] los convencían: que era bueno, […] nos decían […],
que allá le daban la oportunidad de estudiar, que no tenían que trabajar... Bueno: ¡con
mentiras! Y varios muchachos se los llevaron»799.
El testimonio de un vicegobernador del resguardo Papallaqta, en San Sebastián,
Cauca, muestra como las condiciones en las que estaban los niños, niñas, jóvenes y
adolescentes incidieron en el reclutamiento, en su territorio, por las FARC-EP:
«Yo creo que habían dificultades, porque […] por lo menos muchos compañeros
que estudiaban conmigo, los papás los dejaban, o sea vivían acá, pero tenían chagras
lejitos, por allá arriba… Los dejaban solos, sin comida, o a veces los dejaban mucho
tiempo solos y yo creo que eso los llevó a ellos a tomar esas decisiones de irse con ellos.
De aguantar de pronto hambre, de no tener un lápiz, un cuaderno […] porque la
mayoría que se fue también eran como de comunidades y esos muchachos de Mitú,
Cachivera, […] eran muy pobres»800.
En contextos como los descritos arriba, se han llevado a cabo acciones para evitar
el reclutamiento. La Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN),
por ejemplo, desarrolló el programa «Recomponer un camino de vuelta a casa» para
desvincular a la niñez y la juventud de los resguardos que han sido reclutados por los
actores armados. Este programa incluye un proceso de armonización con la familia,
las autoridades tradicionales, el territorio y la comunidad.
La guardia indígena801 ha servido a este mismo propósito, como se documenta
en el informe «La guardia indígena: cuidadores milenarios de la vida», presentado

798
  Entrevista 986-CO-00864. Líderes y gestores culturales de Caucasia, Antioquia.
799
  Entrevista 222-VI-00079. Hombre, víctima de reclutamiento forzado, indígena yacona.
800
  Entrevista 415-VI-00003. Mujer, víctima de reclutamiento forzado, Indígena.
801
  La articulación de la guardia indígena a los planes de vida de los pueblos indígenas se ha hecho a través
de cuatro formas: la capacitación y formación; la seguridad y el control; la gestión y el seguimiento; y,

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 321


por la ONIC a la Comisión. Esta forma de organización ha servido para prevenir el
reclutamiento y proteger los principios culturales de los pueblos.

La existencia misma de una estructura organizada y debidamente motivada se


configura en un atractivo para las y los jóvenes que en la construcción de su identidad
encuentran un espacio en el cual, además de socializar y recrear su cultura, pue-
den reconocerse como actores políticos de su comunidad […]. En la actualidad, en
las estructuras organizativas existen escenarios que motivan la formación en identidad,
cultura y territorio a través de lo que se ha denominado como «semilleros de resistencia»,
que convoca a la conformación de las Guardias Indígenas para niños y niñas, lo que
lleva a la conformación de las Guardias Indígenas escolares802.

De acuerdo con la Defensoría del Pueblo803, dadas las dinámicas del conflicto
armado colombiano, el reclutamiento de niños, niñas, jóvenes y adolescentes en
un principio se concentraba en los sectores rurales. No obstante, a medida que el
conflicto llegó a los sectores urbanos, el reclutamiento en las ciudades aumentó.
En contextos urbanos, a la desocupación, la falta de oportunidades y los factores de
vulnerabilidad ya comentados, se le sumó la carencia de espacios lúdicos, parques
y escenarios deportivos y de actividades culturales para los niños, niñas, jóvenes y
adolescentes804. Sin nada que hacer, la vida en el grupo armado se vuelve atractiva,
como afirma el siguiente testimonio:
«De todas las personas del mundo, yo creo que los menores somos los que más
nos dejamos influenciar en el mal camino, en la delincuencia. [Pasa], digámoslo, por
varios puntos, porque a veces, no muchos tienen la oportunidad de estar estudiando…
Otros lo hacen porque les gusta, porque les da la gana. Otros porque no tienen qué
comer en su casa, o no tienen recursos y su mamá aguantando y lo hacen... A algunos
los van a matar o algo y dicen, “No, si me meto aquí tal vez no me hagan nada”. Y así
sucesivamente. [Se meten a eso], bueno, yo lo digo así: porque más de uno le gusta,
porque a la hora 20, […] el punto más básico es porque les gusta»805.
Por lo anterior, muchas experiencias se han enfocado en apoyar a la juventud en la
construcción de «espacios en los que los jóvenes encuentran formas de hacer catarsis;
espacios que les permiten sentir que es importante lo que han vivido y es importante

el fortalecimiento político y organizativo. Informe 365-CI-01264, Organización Nacional Indígena


de Colombia (ONIC), «La guardia indígena», 24-25.
802
  Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), 24.
803
  Defensoría del Pueblo, «Dinámica del reclutamiento».
804
  Módulo de Catalogación Colaborativa 33-OI-624ee4b7cab0a129ef2fffd4, «Renacientes: escenarios
de arte, verdad y reparación en el Centro de Atención Especializada para Adolescentes y Jóvenes Juan
Andrés Mosquera Asprilla del municipio de Quibdó», 39.
805
  Asociación para las Investigaciones Culturales del Chocó (Asinch), 29.

322 sufrir la guerra y rehacer la vida


comunicarlo; espacios que esclarecen sus verdades; espacios que los hacen sentir
útiles, con una tarea; espacios que les permiten soñar con una vida distinta, con
otros futuros posibles; y, sobre todo, espacios en los que se comprometen con ese
cambio y transformación interna»806.
Cuando estos jóvenes se convencen de su talento y que pueden llegar a realizar una
carrera artística o musical, se vuelven referentes en sus barrios y se ganan el respeto
de los mismos combos. «Estas organizaciones le demuestran con sus acciones al país,
que el Chocó resiste con una digna rabia representada en el arte y la cultura»807. Una
resistencia que se asemeja mucho a la construida por las organizaciones y colectivos
de la Comuna 13, de Medellín, en especial la casa Kolacho, una casa cultural que,
en palabras de Jhon Ferley Ciro, comenzó siendo un estudio de producción musical
de rap, porque «sí, a nosotros el rap, el hip hop nos salvó la vida, sabemos que puede
salvársela a más gente»808.
En Antioquia, la cultura del hip hop hizo «que la gente creyera que había paz, que
había esperanza», y favoreció un cambio de mentalidad entre los jóvenes, como lo
muestra el siguiente testimonio acerca del asesinato, en agosto de 2009, de Kolacho
y Elider, dos líderes y referentes del hip hop en la región:
«Varela, El Duque, uno de los fundadores de La Élite, el proceso al que pertene-
cíamos, se para con rabia y llorando y dice: “La chimba que nos vamos a dejar matar.
El hip hop en Medellín es muy grande. Si nosotros nos armamos, nadie nos vuelve
a tocar. Si nos tenemos que dar con alguien, nos damos…”. El líder de nosotros
diciendo eso, cuando se echó a reír en medio del llanto y dice: “No, nosotros no
somos eso. Nosotros somos arte, somos cultura, somos paz, somos vida. Kolacho
dio la vida por esto y el mejor homenaje es seguir”. La escuela dejó de llamarse
La Camada y empezó a llamarse Escuela de Hip Hop Kolacho, Pasos que No
Fueron en Vano.
» Parce, algo estamos haciendo bien, pa que estos hijueputas [los combos] también
se estén pensando que es que nosotros somos los buenos… Hay que seguir resistiendo,
hay que seguir trabajando, hay que seguir dándole a la memoria, al territorio, porque
no podemos seguir permitiendo que esa violencia se transmita»809.

806
  Asociación para las Investigaciones Culturales del Chocó (Asinch), 113.
807
  Módulo de Catalogación Colaborativa 33-OI-62a8b12d553b7e3e75f20491, «Relatoría mesas de
aliados del sector cultural 2020: Documento compilador».
808
  Entrevista 080-VI-00029. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida y desplazamiento forzado,
rapero y líder social.
809
  Ibíd.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 323


Resguardar la vida y dignificar la muerte

Cementerio La Dolorosa, Puerto Berrío, Antioquia. Proyecto: Réquiem NN. En Puerto Berrío, un
pueblo a la orilla del río Magdalena, la gente recogía partes y cuerpos que flotaban en el agua para
darles una sepultura digna. Les pusieron nombres, intercambiaron flores y cantos, y organizaron
rituales en los que adoptaron a esos muertos No Nombrados o NN. 2006-2013. Fotografía
Lenticular. ©Juan Manuel Echavarría con la colaboración de Fernando Grisalez

En ocasiones, las acciones para resguardar la vida han venido de personas externas a la
comunidad. Funcionarios públicos, por ejemplo, aun arriesgando su vida, cumplieron su
labor y se comprometieron con las comunidades. En otros casos, miembros de organizacio-
nes sociales y de derechos humanos se pusieron al servicio de las víctimas y, en condiciones

324 sufrir la guerra y rehacer la vida


difíciles, ayudaron a protegerlas. Otras veces, personas sin adscripción a entidad alguna
se sintieron convocadas por el dolor y decidieron ponerse al servicio de las víctimas.
En esos contextos, se ha destacado, entre otros, el trabajo de las misiones médicas, que
han atendido heridos en condiciones de riesgo extremo, han llevado alimentos a comu-
nidades aisladas, han creado albergues y han apoyado el rescate de personas secuestradas.
Las acciones de quienes trabajan en el área de la salud para afrontar las infracciones a la
Misión Médica y los desenlaces de los hechos victimizantes incluyeron renuncias laborales
para no ejecutar órdenes de los actores armados –negándose, por ejemplo, a entregar
medicamentos e insumos–, creativas misiones para sacar con vida a pacientes evadiendo
amenazas y persecuciones, y decisiones de permanecer en los territorios brindando atención
de salud a víctimas a pesar de los obstáculos, el miedo y la desprotección del Estado. Una
enfermera, víctima de desplazamiento forzado, en Sucre dijo lo siguiente:
«Yo cuando eso trabajaba en la enfermería […]. Ahí tenía vacunas pal tétano, todas
las que se colocaban. Una vez me llegaron a pedir unas vacunas [la guerrilla de las
FARC]: “Mira, que si puedes hacer el favor de mandar 50 vacunas a La Catalina”. Y
yo: “Ay, ¿por qué?”. “No, que es pa la guerrilla”. Y yo: “¿Por qué nos las van a pedir
a Toluviejo?”. Pero que si no las mandaba, ya tú sabías. “No, ese problema no es así,
porque es que esto no es mío […] Diles que yo no puedo y que no me vayan a hacer
nada porque esto no es mío”»810.
En las misiones humanitarias, por su parte, han participado diversos actores, entre
ellos los familiares de víctimas de secuestro. Estos han desempeñado un papel clave
en los intercambios humanitarios y en las liberaciones unilaterales. Ante la falta de
respuestas institucionales claras, familiares de distintos lugares del país empezaron
a organizarse y a ganar visibilidad e interlocución con otros agentes humanitarios
y del Estado. Esto les mereció, como a otras organizaciones defensoras de derechos
humanos, ser estigmatizados, señalados de guerrilleros, y recibir amenazas contra su
vida por defender una postura favorable a la solución política y negociada al conflicto
armado y al intercambio humanitario811.
Aparte de resguardar la vida, diferentes personas se dedicaron a dignificar la
muerte. Para ello, frente al horror y la degradación de la violencia armada, hubo
quienes vencieron la aprehensión y el miedo a las retaliaciones y dedicaron su voluntad
y tiempo a recuperar los cadáveres que bajaban flotando por los ríos para brindarles
sepultura812. Otras personas contactaron a los familiares y les dieron consuelo a las
víctimas o a sus allegados.

810
  Entrevista 131-VI-00014. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio, enfermera.
811
  Catálogo de Fuentes de Archivo Externas 1809337-FS-348, «Transformando el dolor de la guerra en
esperanza, reconciliación y aprendizajes de paz».
812
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Mapa: Cuerpos
en los ríos, de la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 325


En Puerto Berrío, Antioquia, existe un cementerio lleno de lápidas de colores con
la inscripción «N.N.» o con nombres que no corresponden con el de los muertos. El
cementerio creció gracias a los pescadores del municipio, que lanzaron sus atarrayas
en el río Magdalena para recuperar esos muertos ajenos y cuidarlos como si fueran
los de sus seres queridos. Muchos creen que las ánimas de los N.N. cumplen deseos
y por eso les rezan, les traen flores, agua, y comparten su dolor. Rescatar cadáveres
en descomposición de un río, a veces sin implementos mínimos como guantes y
tapabocas, es una tarea ardua y arriesgada. Esta nació de la idea de hacer algo por los
demás, por esos muertos desconocidos:
«Yo me ponía como en el lugar de las familias. Sentía esa misma tristeza de ver un
cuerpo a veces con tanta cosa que se le hacían, en las condiciones en que bajaban, y
me ponía en el lugar de esas familias… Fuera de eso, nosotros por parte de un familiar
también pasamos por ahí, y que por lo menos yo pudiera hacer algo y lograr que una
familia tuviera ese cuerpo para darle sepultura, lo que no se había logrado con la prima
mía que nunca le recuperamos el cuerpo del hijo»813.
El testimonio anterior es de una mujer campesina de Risaralda, a quien se conoce
en la región como «La Mamá de los Muertos». Ella rescató cuerpos, registró sus
características y ayudó a realizar contacto con familiares para su identificación y
entrega. En el Valle del Cauca, un grupo de mujeres que viven en las riberas del río
Cauca, donde arrojaban los muertos de masacres como la de Trujillo, se organizó
para recoger a los muertos conocidos y desconocidos, pese al miedo o la prohibición
de hacerlo por los armados, «para salvar el río Cauca y para salvar sus muertos»814.
Los impactos del caso de Bojayá se han mencionado varias veces a lo largo
de este volumen. Los hechos son bastante conocidos: el 2 de mayo de 2002, en
Bojayá, Chocó, las FARC-EP lanzaron una pipeta de gas llena de metralla que
cayó dentro de la parroquia donde se refugiaban más de 300 personas. Hubo 79
muertos. De estos, 48 eran menores de edad815. Pero la historia no terminó ahí.
Tomó muchos años identificar a los cuerpos y hacer los rituales necesarios para el
tránsito de la muerte debido a que, tras el ataque y el fuego cruzado de los días
siguientes, la mayoría de los habitantes del pueblo se desplazaron para proteger
su vida. Esto implicó dejar los cuerpos de las víctimas en una fosa común a orillas
del río Bojayá, algo devastador para las víctimas, ya que fue imposible hacer los
rituales y ceremonias que merecían sus seres queridos. Meses después, los cuerpos
fueron enterrados en el cementerio local y otros lugares aledaños sin haber sido
identificados, debido a que nadie sabía a quién pertenecían pues muchos eran

813
  Entrevista 769-PR-02840. Mujer, buscadora de personas dadas por desaparecidas.
814
  Entrevista 440-DC-00014. Mujeres y de diversidad sexual, víctimas de desplazamiento forzado.
815
  Rutas del Conflicto, «Masacre de Bojayá», Rutas del Conflicto.

326 sufrir la guerra y rehacer la vida


irreconocibles816. Fue necesario esperar casi 17 años para que se pudieran enterrar
dignamente los muertos de Bojayá.
Diecisiete años después de la masacre, en 2019, con los cuerpos ya identificados
y al ritmo de alabaos, la comunidad recibió los ataúdes a orillas del río Atrato y
caminó con ellos hacia el área urbana de Vigía del Fuerte. Al día siguiente, los cuerpos
reposaron en el auditorio de Bellavista Nuevo, el pueblo reconstruido después de la
masacre. Allí se dispuso una calle de honor hasta el auditorio municipal, donde se
celebró el sepelio colectivo. Los cuerpos permanecieron en el mausoleo construido por
la comunidad, dejando espacio para aquellos que aún no habían sido encontrados. Se
acogieron cuerpos que nadie reclamó, como el de un niño entre 4 y 8 años de edad:

Cuando fue llamado el «niño de 4 a 8 años», los integrantes del Comité por
la Defensa de los Derechos de las víctimas de la masacre de Bojayá le pidieron a la
comunidad que quedaba en el lugar que lo acogiera. Las cantaoras entonaron
un gualí y una de las religiosas de la comunidad Agustinas invitó a las personas
que estaban presentes en ese momento a que se elevara una oración para que Dios
recibiera a este angelito en el cielo817.

Hubo nueve días de rezos para despedir a las víctimas. La comunidad perseveró
y realizó los rituales de transición entre la vida y la muerte que favorecen el proceso
de duelo –los velorios, oraciones, pasear el cuerpo por el pueblo, novenarios, cantos
ceremoniales, los alabaos, los gualíes y chigualos para los menores de edad, entre
otros–. De esa manera, los sobrevivientes obtuvieron sosiego818.
En otros casos, las prácticas de sincretismo reflejadas en los alabaos, los bailes y los
rezos han sido una forma de tramitar el dolor, rendirles culto a los muertos y permitirse
avanzar en el duelo de la pérdida. Estas tradiciones ancestrales denotan el arraigo al territorio
y la cultura, y alimentan la esperanza de mantener o recomponer el tejido social y la
relación con la naturaleza. Así lo expresó ante la Comisión una buscadora de Tumaco:
«Yo vivo inspirada todo el tiempo y siempre cantar para mí sana el alma. Tiene
ancestralmente todas esas cosas: prender esas velas, prender el fuego y alrededor de un
fuego, de la llama con harta leña, que le llamamos, también uno haciendo alrededor de
eso siempre está pensando en su ser querido. Eso son las experiencias ancestrales que
se usan también para uno saber que nos lleve hacia allá, hacia donde está… También
hacer de acá la fogata, el sahumerio y la concentración espiritual como para que donde
estén se encuentren bien. Todas esas son las partes de las tragedias»819.

816
  Rincón, «Colombia: después de 17 años de la masacre, Bojayá enterrará a sus muertos dignamente»,
France 24.
817
  Monroy, «Historias de vida».
818
  Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, «Los muertos de Bojayá son nuestros muertos».
819
  Entrevista 769-CO-00537. Mujeres buscadoras afrodescendientes, víctimas de desaparición forzada.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 327


Buscar a las personas desaparecidas

«He buscado en cementerios, en montes, en caseríos; he buscado en playas y montañas; he buscado


en los rostros de cada uno de ustedes en la calle», dijo una de las mujeres al recibir una de las
estatuillas Corazón Abierto, donadas por el maestro Pedro Ruiz a la Comisión de la Verdad.
Estas estatuillas representan la búsqueda incansable de los desaparecidos y la solidaridad de estas
mujeres. Fueron entregadas durante el «Encuentro por la Verdad: reconocemos su búsqueda», un acto
de reconocimiento a la persistencia de las mujeres y familiares que buscan personas desaparecidas.
Pasto, Nariño. Agosto de 2019. ©Camila Acosta Alzate / Comisión de la Verdad

Además de recuperar los cuerpos de los ríos y de hacer los rituales necesarios, las
familias y comunidades han buscado incansablemente, y por sus propios medios, a
las personas desaparecidas820.
El silencio y ocultamiento permanente y deliberado del paradero de las víctimas
por los perpetradores durante años e incluso décadas, ha obligado a las madres,
esposas, hermanas y otros familiares a «raspar la tierra» y «escarbar las orillas de ríos»,

820
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Proyecto Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/proyecto-oruga-tu-busqueda-mi-esperanza.

328 sufrir la guerra y rehacer la vida


con la esperanza de desenterrar la justicia. La vida cotidiana se transformó, ya no
solo por los impactos de la desaparición forzada, sino por las exigencias diarias que
implica buscar la verdad sobre los desaparecidos. Los familiares e integrantes de las
organizaciones de búsqueda, lideradas en su mayoría por mujeres821 han recorrido
hospitales, inspecciones y estaciones de policía, batallones, morgues y cárceles; han
visitado cementerios, hablado con los sepultureros y los curas, han acompañado
exhumaciones y han cavado en camposantos, montes y selvas con sus propias manos,
picos y palas; y han hecho plantones, organizado marchas, y han intervenido ante
instancias nacionales e internacionales. Todo esto lo han hecho manteniendo viva
la esperanza de conocer la verdad y aportar a la no repetición, a pesar del riesgo que
implicaban sus acciones.
«Me he metido a lugares, a selvas», le dijo a la Comisión la madre de un joven
desaparecido, en San Andrés de Tumaco, Nariño. «He dormido junto con muchos de
esos grupos [armados], con comandantes. He llegado a lugares donde verdaderamente
muchas personas no se atreven a llegar como buscando con mis pies, durmiendo y
exponiendo mi propia vida. Y no solamente voy con la esperanza de saber sobre el
mío, voy con la esperanza de saber sobre los demás. Por muchos, sobre los que están en
mi asociación, sobre los compañeros, porque uno nunca busca uno: siempre nosotros
buscamos a todos»822.
Dada la implicación de agentes e instituciones del Estado en varios casos de des-
aparición forzada823, las organizaciones de búsqueda han tenido que hacerle frente
a la negación de lo ocurrido y a la inacción del Estado frente a sus demandas. La
voluntad de hallar la verdad sobre los desaparecidos ha hecho que muchas de las
buscadoras que antes se dedicaban a labores de cuidado, a trabajar en el campo o
en otras labores, aprendieran a luchar contra la impunidad por sus propios medios,
y se convirtieran en expertas en derechos humanos o en apoyo psicosocial, en
investigadoras, abogadas y profesionales forenses824. Estos saberes, construidos en

821
  De acuerdo con el mapeo realizado por la Comisión Internacional sobre personas desaparecidas,
«al menos 34 de las 41 organizaciones de familiares identificadas están lideradas por mujeres», es
decir, el 83 % del total. Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP), «Mapeo
de organizaciones de familiares de personas desaparecidas», 46.
822
  Entrevista 769-CO-00537. Mujeres buscadoras afrodescendientes, víctimas de desaparición forzada.
823
  Según el RUV, a enero de 2022, existen en el país 49.129 víctimas de desaparición forzada. Por su
parte, el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica registra,
entre 2001 y 2020, entre los casos de desaparición forzada que identifican presunto responsable, al
menos 518 casos cometidos por agentes del Estado y 99 casos cometidos por grupos paramilitares o
posdesmovilización en conjunto con agentes del Estado. En un gran número de casos, los presuntos
responsables son desconocidos (11.103) o no identificados (3.298).
824
  Para ello, ha sido importante el apoyo de organizaciones aliadas como Equitas, «un centro forense
integral, sin ánimo de lucro, que nace en 2004 en respuesta a la necesidad de un equipo forense
independiente, al servicio de la investigación de violaciones a los Derechos Humanos en Colombia».
Equitas Colombia, «Nosotras».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 329


medio de condiciones particularmente adversas, les han permitido a las organizaciones
de búsqueda consolidar archivos de derechos humanos, así como metodologías
especializadas dirigidas a familiares, profesionales e instituciones dedicadas a esta
labor 825. Su persistencia, que se ancla a los impactos prolongados de la desa-
parición forzada y la impunidad, también les ha permitido incidir en cambios
normativos importantes para mejorar la respuesta del Estado y la sociedad, ante
la desaparición forzada826.
Participar en estos escenarios consolidó en las buscadoras un sentido de vida en
el que incidir en espacios políticos pasó a ocupar un lugar central y determinó su
forma de relacionarse con el mundo. Esto hizo que sus liderazgos motivaran a otras
mujeres de su comunidad o de sus familias:
«Nosotras éramos “Buenas tardes” y ya está… “Mi hijo se llamaba tal”, y ya. No
queríamos hablar nada más… Y ahorita, la [mujer] de ahorita, si es que antes habla
mucho. Hasta en la casa mis hijas me dicen “¿Ay, mami!” y me critican […], pero
[…] me dijeron la vez pasada: “Mami, antes yo le tengo una admiración a usted” […].
» No puede decir que total he cambiado del miedo, pero ya soy más fuerte. Me
dicen: “Vayan para allá”, yo voy. Y dicen: “El que anda con Dios nada le pasa”. Porque
es lo único que sé decir, y lo que aprendí a decir. Creo que eso es lo que me ha quitado
todo ese miedo. Hasta el final de mis días yo voy a seguir hablando donde sea, porque
es que mi hijo no habla. Pero yo sí. Yo voy hablar por él»827.
En el sentido colectivo de la búsqueda, en medio de sus exigencias y riesgos, se
consolidó un proceso organizativo que completa 40 años, mientras se escribe este
tomo. Asfaddes nació en 1982. A pesar de las rupturas y tensiones que ha tenido
esta forma de resistencia, las buscadoras insisten y persisten «para que tanto dolor
no sea inútil»828, como afirma Fabiola Lalinde, una mujer que después de 12 años
de búsqueda logró encontrar los restos de su hijo. Ha sido un ejercicio en el que las
emociones y los sentimientos han formado el núcleo que sostiene y permite seguir
adelante a pesar de las dificultades. Asfaddes y organizaciones como la Fundación
Nydia Érika Bautista, Familiares Colombia, entre otras, han desarrollado su tra-
bajo a favor de los derechos humanos desde una lógica del afecto. Una lideresa
con varias décadas de experiencia en organizaciones de búsqueda habló sobre este
tema con la Comisión:

825
  Ver, por ejemplo, los siete tomos de la Fundación Hasta Encontrarlos. Fundación Hasta Encontrarlos,
«Guía metodológica para elaborar planes locales de búsqueda de personas desaparecidas forzadamente»,
2021; resultado de la experiencia de más de 25 años dedicados a la búsqueda. Entrevista 769-PR-
03301. Hombre, Experto/testigo, Buscador y líder de organización.
826
  Ver Litigio y cabildeo estratégico para la garantía de derechos, en la parte II de este tomo.
827
  Entrevista 769-PR-02590. Madre, mujer buscadora integrante de Mafapo.
828
  Lalinde, «La historia detrás del archivo de la Operación Cirirí».

330 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Yo creo que lo que nos dio más fuerzas para seguir fue el amor por ellos, y me
refiero a los desaparecidos, porque también surgió esto del amor colectivo… Era
el amor por el otro, no tiene que ser mi hermano de sangre para yo luchar por él.
Y se fue volviendo una lucha colectiva. Yo creo que [resistimos por] el amor, la
necesidad y la rabia»829.

829
  Entrevista 769-HV-00077. Mujer, buscadora, hermana de joven detenido desaparecido.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 331


Puerto de la comunidad de Beté. Caravana por la paz en el río Atrato, «Atratiando». Esta fue una
iniciativa comunitaria cuyo objetivo era romper el bloqueo y control militar del río impuesto por los
grupos armados. Se llevó a cabo en un periodo de cinco días, en noviembre de 2003, y contó con la
participación de miles de personas, quienes además acogieron y alojaron en los distintos poblados del
recorrido a quienes hicieron el viaje completo. ©Steve Cagan

332 sufrir la guerra y rehacer la vida


Acciones para desafiar
la guerra: enfrentar la
arbitrariedad, la mentira
y la humillación

L
as personas han desafiado los órdenes sociales que los actores armados han
pretendido imponer en los territorios. No han sido pocas las veces en que des-
obedecieron o usaron la palabra para enfrentar la muerte. Lo hicieron a través de
estrategias de enfrentamiento, negociación o intercambio con los armados. Desobedecer
ha sido también una forma de amplificar la voz, denunciar la violencia sufrida y empren-
der procesos de memoria para impugnar las versiones oficiales de la historia.

Desobedecer y confrontar

Permanecer en el territorio, pese a que la propia vida esté en riesgo, resulta en sí mismo
un acto de desobediencia al orden armado, ya que, a menudo, este pretende expulsar
a las comunidades o disciplinar el comportamiento colectivo mediante la violencia.
La permanencia de muchos líderes alentó, a su vez, a otros a hacer lo propio830, como
lo recordó un maestro de Sucre: «Yo no me fui de Flor del Monte porque yo quiero
mucho este pueblo y porque yo sabía que mucha gente de aquí me tenía en la mira:
“El día que el profe se vaya, ese día me voy yo también”»831.

830
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/
impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
831
  Entrevista 109-VI-00037. Hombre, víctima de amenaza y desplazamiento forzado, docente.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 333


Hubo desafíos directos a las exigencias de los actores armados. Una mujer cam-
pesina del Cauca, por ejemplo, le contó a la Comisión cómo se negó a abandonar
su hogar a pesar de las órdenes que le dieron:
«A los 8 días de haber enterrado a mi compañero llegaron a mi casa. Me amenazaron
de que yo tenía que abandonar la vereda, desplazarme de la vereda y del municipio, y
me dieron 8 días de plazo… Llegó a la casa uno de camuflado […], terciada un arma
y me dijo que me necesitaba […], que había otros compañeros que salían conmigo,
entonces que me estaban esperando en El Crucero, [en] la vereda Caraqueño. Yo les
dije: “Si ustedes me van a matar como mataron a mi compañero, mátenme, pero yo
de aquí de mi casa no muevo un paso»832.
En San Carlos, Antioquia, gran parte de la comunidad tuvo que desplazarse
forzosamente debido a la violencia y la continua presencia de los actores armados.
Sin embargo, de acuerdo con los registros de líderes comunitarios, unas 150 familias
se quedaron en el municipio. Para permanecer allí, los habitantes adecuaron sus
vidas: se alejaron de los espacios públicos comunes, acomodaron sus viviendas para
protegerse e idearon señales comunicativas que les permitieron resistir:
«Entonces, usted estaba en el parque tipo once, una, dos de la tarde, y usted sentía
traquear cortinas y corra así hubiera sido otro pato que con miedo igual que uno le
dio por decir “Por ahí viene gente extraña”. Todo el mundo cerraba la cortina y eso sí
que es horrible. Y una cerrada de cortinas, si usted es descuidada por ahí, eso sí es feo
porque es que cuando una cortina sonaba el parque sonaba completo: todo el mundo
cerraba las cortinas de una vez y, si usted estaba por ahí, no haga sino correr»833.
Las personas que se quedaron tuvieron que resolver las angustias de la soledad y
del desabastecimiento. Tuvieron, además, que aprender a vivir entre la destrucción y el
estigma que las rodeaba, pues han sido tildadas de simpatizantes o colaboradoras de los
actores armados que controlan el territorio. Con el tiempo, aprendieron a descifrar el con-
texto en el que estaban y buscaron alternativas para compartir y no perder la cotidianidad.
En los territorios, los habitantes también confrontaron directamente a los actores
armados en espacios públicos y privados. Era una manera de expresar su inconfor-
midad e indignación frente a lo que consideraban injusto o inaceptable. Se trató,
a veces, de actos muy puntuales –efímeros en el tiempo, aunque no en la memoria– a
través de los cuales se expresó el descontento, el desacuerdo o la oposición. Con ello,
las personas buscaban respuestas, marcaban un límite, defendían lo propio y protegían
a alguien o a sí mismas de continuas situaciones de humillación y maltrato:
«Es que eran las dos o tres y le salían: “¿Qué lleva?”. “No, arroz, remesa”. “Ah, 50.000
de vacuna”. Ahí los paramilitares, con pistola en mano. El viejito un día les echó la

  Entrevista 070-VI-00027. Mujer, víctima de amenaza, atentado y otros hechos.


832

  Testimonio mujer de San Carlos, 2010, extraído de: Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH)
833

et al., San Carlos: memorias del éxodo en la guerra, 297.

334 sufrir la guerra y rehacer la vida


madre: “¿Saben qué? mátenme, pero yo no les voy a dar un peso. Lo que yo me gano
es trabajando”. Y que el negro llegó y le dijo: “Ah, muy bravito, muy bravito”. “Ya me
mataron mi hijo y va y me dice que les pague por un bulto de sal, una arroba de arroz,
no señor”. Y al viejito cuando lo miraban en la ribera le dijeron “Gran hijuetantas”»834.
Gestos de indignación o desobediencia habilitaron la voz de quien había sido oprimido,
rompiendo el mandato de silencio impuesto por la violencia. Cuando esto ocurrió, se
dio un giro en el orden establecido, y, así fuera por un instante, la experiencia silenciosa
de la víctima acometió contra la experiencia pública del perpetrador. Se trata de formas de
resistir a los abusos que resultan menos visibles o confrontacionales, pero llenas de valor.
Las razones personales que produjeron estas insurrecciones incluyeron el dolor, la rabia,
el miedo ante una amenaza, la tristeza por la pérdida de un ser querido o la indignación
ante el abuso. Así recordó un habitante del corregimiento de Colón, Nariño, el día en
que su madre sacó a un grupo de paramilitares que ocupaba su casa:
«Habían pasado los dos días y ya no querían entregar la casa. Se la habían tomado.
Entonces mi mamá, en medio de su ignorancia y de su campo, de su tradición campesina,
se fue a reclamar, y les echó agua caliente a ellos. No sé por qué no le hicieron nada. Les
echó agua caliente y les dijo que necesitaba la casa, que la casa era de ella. […] Mi mamá
es pequeñita, bajita, pero tiene un coraje… Por eso te digo que el carácter de la gente
acá es fuerte, la gente aquí no se deja… Y ese día entregaron la casa, se la entregaron»835.
En 2003, como una parte de la experiencia Atratiando, comunidades afrodescendientes
recuperaron su presencia y navegabilidad en el río Atrato frente al control de grupos
armados. Atratiando desafió el bloqueo de la movilidad y también el silencio y el
miedo impuesto en las comunidades ribereñas. La movilización hacía paradas en las
comunidades, con obras de teatro, cantos y tomas culturales, que devolvían la esperanza
y la fuerza colectiva836.
Las comunidades del Cacarica hicieron lo propio entre 1999 y 2000, cuando
iniciaron el retorno al territorio837. En 1999, el Incora tituló al Consejo Comunitario

834
  Entrevista 308-AA-00002. Hombre, excombatiente de las FARC-EP, joven.
835
  Entrevista 221-VI-00005. Hombre, víctima de amenaza, atentado, ataque indiscriminado.
836
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental:
El Atrato es la vida (Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Siembra para la Comisión de la Verdad),
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
837
  En 1997, las comunidades afro de la región fueron víctimas de dos incursiones violentas y armadas:
la Operación Génesis, entre el 24 y el 27 de febrero y la Operación Cacarica, entre el 23 de febrero y
el 5 de marzo. La primera fue perpetrada por la Décimo Séptima Brigada del Ejército, y dejó como
resultado más de 15.000 campesinos desplazados luego de que sus tierras fueran bombardeadas.
Adicionalmente, también ejecutaron a Marino López Mena, líder campesino en el caserío Bijao,
quien, luego de haber sido acusado de ser guerrillero, fue desmembrado con un machete. En: Verdad
abierta, «Contradicciones del Estado en la Operación Génesis». La segunda operación fue una incursión
paramilitar perpetrada por 60 paramilitares de los frentes Chocó y Alex Hurtado, que, en pro de su
expansión hacia la subregión del Atrato medio para quitarle las zonas de dominio al Frente 57 de

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 335


de Cacarica un área de aproximadamente 103.024 hectáreas como tierras colectivas
dentro del área de manejo especial del Darién838. La comunidad se organizó y retornó
al territorio, a pesar de las múltiples dificultades para acceder a su derecho a la tierra.
Una vez allí, fundaron la organización Comunidades de Autodeterminación Vida y
Dignidad (Cavida). A través de esta, crearon dos zonas humanitarias, Nueva Esperanza
en Dios y Nueva Vida, y establecieron cinco puntos para su retorno al territorio:
asentamiento, titulación de tierras, reparación a las víctimas, instalación de una casa
de justicia y derecho a la no repetición839.
En las ciudades, los jóvenes también desobedecieron las órdenes de los violentos.
En Medellín, a finales de los ochenta, cuando en esta se extendía una red de sicarios
que organizó Pablo Escobar840, muchos jóvenes y adolescentes de los barrios se negaron
a seguir el mandato de vincularse a esas redes. A pesar de la situación que se vivía en
la ciudad, adelantaron un trabajo de construcción de paz basado en su derecho a no
matar, esto es, en el derecho a no vincularse a ningún ejército, legal o ilegal. En 1989,
a partir de esa idea nació la Red Juvenil de Medellín.
Como ellos, jóvenes en Bogotá, con el apoyo de la Iglesia menonita, crearon
espacios para expresar su total rechazo a quitarle la vida a otra persona, oponién-
dose expresamente al Servicio Militar Obligatorio que «arrastra las vidas de jóvenes
y mujeres al sacrificio de la guerra»841. En 1990, los esfuerzos a favor de la objeción
de conciencia al servicio militar obligatorio como alternativa concreta al contexto de
conflicto armado se articularon en la publicación del boletín El Objetor.
Las distintas formas de confrontar al violento y de enfrentar las armas con palabras
requirieron un valor que las mismas personas no alcanzan a explicar: «Yo no sé cómo
hice», «Yo no sé de dónde saqué fuerza» y otras expresiones similares fueron comunes
en los testimonios. En varias ocasiones, quienes habían ejercido un liderazgo previo
lograron alzar su voz y declarar abiertamente la postura de su comunidad. Ese fue el
caso de un representante de un Consejo Comunitario, en Barbacoas, Nariño, quien
se enfrentó con los paramilitares que habían tomado el control del municipio luego
de que el Ejército sacara a la guerrilla:

las FARC-EP, desplazaron a más de 3.500 personas y desaparecieron al menos quince caseríos de la
cuenca Cacarica. Rutas del Conflicto, «Tierras en el Consejo Comunitario de Cacarica», Rutas del
Conflicto - Licencia para el despojo en el Urabá-Darién.
838
  Ibíd.
839
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Cacarica:
23 años construyendo paz».
840
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Perder
identidad y educación de calidad (punto Antiguo Liceo Antioqueño) en el recorrido 360 de la
Universidad de Antioquia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
841
  Informe 119-CI-00322, Colectiva La Tulpa y Observatorio de Juventud de la Universidad Nacional
(Objun), «Trayectorias del antimilitarismo en Colombia», 14.

336 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Llegaron [los paramilitares], hicieron una reunión y hablaron con la gente, y
que ellos habían venido de seguridad del pueblo. Nosotros dijimos: “Pero ustedes, ¿qué
seguridad le ofrecen al pueblo, si ustedes vienen matando la gente”. Entonces ahí
dijeron que no, que eso era un malentendido. No, y les dije: “Si ustedes dentran
aquí, dentran, se instalan, y a los dos, tres días empiezan a matar la gente. Y eso no
es así, porque aquí llegó el Ejército, o ya ha estado la guerrilla. Aquí no han venido
a matar la gente. Aquí a la gente del pueblo la han dejado trabajar y con la gente del
pueblo no se ha metido nadie. Y si ustedes van a llegar aquí, en el pueblo no se van a
quedar, sino que van a estar retirados de aquí porque nosotros somos gente de paz, no
somos gente de guerra. Yo soy el líder comunitario de aquí. Aquí habemos varios en
el pueblo y, cuando necesiten, algo pueden comunicarse con nosotros y hacernos saber
qué pasa… Y si alguna persona del pueblo tiene algún problema, me lo hacen saber,
porque los problemas los voy a arreglar comunitariamente yo”»842.
Las comunidades han disputado el poder de los grupos ilegales. A comienzos de la
década del 2000, grupos paramilitares cooptaron el concejo y la alcaldía del municipio de
San Carlos, Antioquia. En ese contexto, algunos líderes intentaron oponerse al orden
impuesto participando en la política electoral para arrebatarles el poder a los armados.
Este proceso, que surgió en 2003 en el Movimiento Manos Unidas, presentó una lista
al concejo e hizo campaña a pesar de las múltiples amenazas que recibieron. En esa
contienda, resultó electa Pastora Mira García, quien se posesionó en 2004. Durante
el proceso de campaña y debido a la presencia de grupos paramilitares en el territorio,
los integrantes de este movimiento se valieron de diversas estrategias cotidianas para
resistir a la violencia, aprendiendo, por ejemplo, a moverse por la región.

«Se descuidaban y yo me les volaba», recordó Pastora Mira García, años después.
«O le daba unas vueltas en motocicleta con un morral al hombro como para
irme y eran “Pilas que se va a ir”, y ese día yo no me iba. Me embolataba, me
quedaba escondida y a las 11, 12 de la noche en un carro o en una moto y, pun,
con un aguacero. Acostumbrábamos mucho eso: un aguacero, [porque] por más
berraquitos vigilando la carretera […] en una lluvia… De esa manera resistimos
y mantuvimos una posición política»843.

Desde su cargo como concejala, Pastora Mira García trabajó por las víctimas de
desplazamiento y desaparición forzada, hechos de los que ella también había sido
víctima. En 1998, salió desplazada de San Carlos y, en 2001, una de sus hijas fue
desaparecida. Su búsqueda duró casi 7 años y, en medio de esta, en 2005, otro de sus
hijos fue asesinado.

842
  Entrevista 216-VI-00007. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, líder social afrodescendiente.
843
  García, «Violencia, resistencias y ciudadanía en localidades campesinas de Colombia», 39-56.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 337


Aun con el dolor por la violencia sufrida, lideró procesos de perdón y reconciliación
con víctimas y excombatientes en San Carlos. La visibilidad que le dio ocupar un cargo
público de elección popular, en un municipio tan afectado por la violencia, favoreció
esos procesos. En 2008 y 2012, Pastora fue reelecta en el concejo. También ha sido
integrante del Consejo Asesor de esta Comisión de la Verdad, en el que ha hecho
valiosos aportes: «La construcción de una verdad con todas las voces nos orienta para
entender realmente lo que nos pasó desde el preciso momento en que la dignidad
del otro dejó de importarnos», dijo en un encuentro con la Comisión, en 2018844.

Negociar y expulsar

Still tomado del acto simbólico desarrollado para el corto documental Pueblos en resistencia845, por una
vida en paz. Septiembre de 2021. ©Cosmos visual

844
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), «Pastora Mira habla en el primer encuentro
por la verdad», 11 de diciembre de 2018, 1 h 07 s.
845
  Espacios de profundización «Dialogando el territorio cultural», en el marco de los Diálogos para la
No Continuidad y la No Repetición del Conflicto Armado del Cauca. Proceso de la Comisión de la
Verdad, Dialogando con el territorio cultural. 33-OI-61382e49bfd4c44dfe1f8e4b

338 sufrir la guerra y rehacer la vida


Personas, familias y comunidades recurrieron a la negociación directa con actores
armados para proteger sus vidas, buscar la continuidad de sus prácticas económicas,
sociales y culturales, y permanecer en los territorios. Esta forma de desafiar la guerra
apareció pocas veces en escenarios de confrontación, cuando varios actores armados se
disputaban el territorio y no era posible distinguirlos con claridad. Surgió, con mayor
frecuencia, cuando un solo actor armado era quien controlaba el territorio.
En esos contextos, pobladores y líderes se sobrepusieron al miedo y se reunieron en
condiciones desiguales con los actores armados para plantear alternativas y establecer
límites846. En ocasiones, exigieron que los sacaran del conflicto, que no vincularan a niños,
niñas, jóvenes y adolescentes, que respetaran los espacios de trabajo y socialización, y que
liberaran a sus seres queridos secuestrados. Un hombre de Morales, Bolívar, víctima
de amenazas, despojo y desplazamiento forzado, le dijo a la Comisión:
«Ellos dijeron que si no nos quitábamos de aquí, el agua la envenenaban porque
[…] querían que nadie estuviera aquí […]. Para poder sacar esa gente, entonces,
hicimos una comisión de diálogo. Nos reunimos con los comandantes del ELN y les
dijimos que nosotros íbamos a dialogar con la guerrilla y que íbamos a dialogar con
ellos porque nosotros teníamos que mirar cómo íbamos a quedar en el medio de un
fuego cruzado. No éramos nosotros responsables, la guerra no era con nosotros»847.
Estas acciones de negociación se fundaron en el convencimiento de que «la violencia lo
que hace es engendrar más violencia»848, en palabras de un indígena de Puracé, Cauca.
Un líder afro de la Asociación de Trabajadores y Campesinos del Carare (ATCC), una
organización que enfrentó, entre 1993 y 2019, amenazas, ataques, confinamiento,
homicidios, despojo y desplazamiento forzado, le contó a la Comisión cómo el diálogo
ha sido su mejor herramienta:
«La mayor estrategia de resistencia yo creo que es el diálogo. Nosotros nunca hemos
hecho una actividad por la fuerza aquí. Nosotros no hemos planteado nunca una
movilización. Todo lo hemos hecho dialogando. Cuando han estado muy reacios,
si no hemos sido capaces, buscamos otros amigos, aliados a los procesos, y […] les
decimos: “Ayúdennos, consígannos esa gente que queremos dialogar”. Y ese ha sido
la mayor herramienta: el diálogo»849.

846
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: PDP del Magdalena Medio: Cuidar la vida querida, en la plataforma digital de la
Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/
una-red-que-nos-sostiene.
847
  Entrevista 188-VI-00039. Hombre, víctima, desplazamiento forzado, amenaza, despojo.
848
  Entrevista en encuentro privado de preparación para el espacio de diálogo social: “Historias para
cambiar la historia” (Víctima, Población indígena, Puracé). Módulo de Catalogación Colaborativa
1-OI-62a8dbdf553b7e3e75f20537, «Segundo encuentro: Resguardo de Puracé».
849
  Entrevista 120-VI-00003. Hombre, víctima de amenaza, confinamiento, desplazamiento forzado,
líder social afrodescendiente.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 339


La ATCC fue conformada en 1987, en Santander, para proteger los derechos
de las comunidades rurales. Estas se vieron afectadas por la confrontación entre las
guerrillas del ELN y las FARC-EP. La ATCC decidió mediar y buscar alternativas de
diálogo con estos grupos850:
«Si les hubiéramos dicho así, a todos nos hubieran matado inmediatamente:
“Aquí no pueden”. No […], era decirles: “No venimos a pedirles permiso a ustedes
para hacer lo que nos proponemos hacer, pero sí queremos, de nuestra parte, muy
amigablemente, lo que estamos haciendo para que ustedes no tengan que escuchar
versiones equivocadas de alguien”. […] Bueno, ahí se buscó una mediación que no
se tratara de imponer tampoco como a la fuerza una ley, sino que fuera un propósito
compartido con la gente. Tampoco tratando como de decir “Ustedes tienen que irse
de aquí”, no, sino hacerles saber lo que voluntariamente nos proponíamos hacer»851.
Otro caso en el que una comunidad acudió a la negociación directa con actores armados
ocurrió en San Luis, Antioquia. En el informe «Un pueblo que se juntó para salvar vidas
en la guerra», se recoge la experiencia del Consejo de Conciliación y Desarrollo Social
de San Luis, creado en 1996, con el fin de intervenir en la crisis humanitaria y econó-
mica de la región por cuenta de la guerra. A través de esta organización se acercaron a
las guerrillas, a los grupos paramilitares y también al Ejército, para solicitar que no
se involucrara a la población civil en los enfrentamientos, que se respetaran las normas
internacionales sobre los conflictos y que se mediara en casos de secuestros y amenazas852.
Cuando el diálogo no funcionó, algunas comunidades expulsaron a los actores armados
de sus territorios. Así lo han hecho, por ejemplo, las guardias indígenas853, cimarronas854 y
campesinas. Un líder indígena Nasa le explicó a la Comisión las facultades de la guardia

850
  Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (Colombia), El orden desarmado.
851
  Entrevista 195-VI-00011. Hombre, víctima de amenaza y ataque indiscriminado, campesino y líder social.
852
  Informe 058-CI-00627, Madrid Restrepo, Lopera Restrepo, y Ruiz Botero, «Un pueblo que se juntó
para salvar vidas en la guerra».
853
  Como lo describe el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), la guardia indígena «se concibe como
organismo ancestral propio y como un instrumento de resistencia, unidad y autonomía en defensa del
territorio y del plan de vida de las comunidades indígenas. No es una estructura policial, sino un mecanismo
humanitario y de resistencia civil. Busca proteger y difundir su cultura ancestral y el ejercicio de derecho
propio. Deriva su mandato de las propias asambleas, por lo que depende directamente de las autoridades
indígenas. Surge para defenderse de todos los actores que agreden sus pueblos, pero solamente se defienden
con su “chonta” o bastón de mando». En: Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), «Guardia Indígena».
Ver también la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción de paz», Línea de tiempo: La minga
por el Cauca: memorias de Pablo Tattay, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
854
  Según la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (CNOA), «La Guardia Cimarrona
es un mecanismo de autocuidado y protección de la ancestralidad, para defensa del territorio, con
el fin, de mantener la autonomía en los Consejos Comunitarios del pueblo Afrocolombiano». En:
Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas, «La Guardia Cimarrona, experiencia que
inspira a los Consejos Comunitarios de Urabá».

340 sufrir la guerra y rehacer la vida


para controlar el territorio. Esta se ha enfrentado en repetidas ocasiones con la presencia
de actores armados en sus territorios portando solo su bastón de mando:
«Porque tenemos un territorio en nuestro resguardo, no significa que podemos hacer
lo que queramos. Hay un ejercicio autónomo y unos mandatos que hay que cumplir.
Y ese control territorial, digamos nuestro, le hemos facultado a ellos para que ejerzan
disciplina, para que ejerzan políticas de cómo tenemos que comportarnos en el territorio,
pero también mandatos para que la instituciones y las fuerzas armadas, las fuerzas
ilegales tampoco vayan a atropellar nuestro ejercicio autónomo, nuestro ejercicio de
autoridad en nuestra jurisdicción. No es posible que otros lleguen a hacer lo que ellos
quieran. Entonces ese control territorial bajo esa disciplina de nuestros cuidanderos es
la que permite que nosotros podamos ejercer unidad, territorio, cultura y autonomía,
que son los grandes pilares de nuestra fortaleza organizativa»855.

Denunciar la violencia

Desde 1999, cada miércoles por la tarde, las mujeres de la Asociación Caminos
de Esperanza - Madres de la Candelaria se plantan en el atrio de la iglesia de La
Candelaria, en pleno corazón de la ciudad de Medellín856. Con pancartas y fotografías
de sus familiares desaparecidos colgadas en su pecho o estampadas en camisetas, gritan
consignas que interpelan a los transeúntes: «¡Basta ya de secuestros y desapariciones,
ven, haz algo, di algo, para que no te toque a ti!»; «Los queremos vivos, libres y en paz»;
«¡Hasta encontrarlos!». Es un acto político que irrumpe en un lugar central para la
actividad económica, política y religiosa de la ciudad. Estos plantones, además, tienen
un componente ritual: se realizan de manera ordenada y más o menos estructurada,
de forma periódica, con roles, lugares y horarios definidos, recurren al uso de símbolos
y crean, a través de la repetición, una realidad alternativa que resiste al olvido y al
silencio. En un sentido, sus seres queridos «siguen allí». Podemos ver sus rostros, el
eco de sus nombres y a quienes custodian su memoria exigiendo verdad y justicia.

  Entrevista 329-VI-00029. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, gobernador indígena.


855

  Uno de los antecedentes más significativos de este tipo de acciones son las denuncias públicas realizadas
856

por Asfaddes a partir del 4 de febrero de 1983. Ese día, «por primera vez en Colombia, un puñado de
mujeres, hombres, niños, personas mayores, salen a la calle a gritar los nombres y a mostrar los rostros».
Ese primer símbolo corresponde a los retablos, elaborados por los estudiantes que participaron en la
primera marcha, realizada «al mediodía, porque las Madres de la Plaza de Mayo siempre han marchado
los jueves, al mediodía. Y esto se volvió cotidiano, ver los jueves a las 12 del día este grupo de personas
que gritaban nombres... para una sociedad…[que] no lo entendía ni le importaba». Entrevista 769-
HV-00077. Mujer, buscadora, hermana de joven detenido desaparecido.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 341


Pequeños féretros. Acto conmemorativo de solidaridad social con la familia Galárraga Meneses por su
larga e incansable lucha para encontrar los cuerpos de las cuatro hermanas que fueron desaparecidas
y asesinadas el 1 de enero del 2001 por paramilitares del Bloque Central Bolívar de las AUC. Este
operaba en la localidad de La Dorada, Bajo Putumayo. Casi diez años después, los restos de las
hermanas fueron encontrados en fosas comunes, exhumados e identificados. En julio de 2010,
la familia los recibió. El acto que se ve en la foto buscó, además, denunciar la violencia contra las
mujeres y reivindicar los derechos de quienes han sido víctimas de crímenes de lesa humanidad en el
departamento del Putumayo. La Hormiga, Putumayo. Octubre de 2010. ©Erik Arellana Bautista

En este acto, la visibilización que se hace de la desaparición forzada y del secuestro


anima a otras personas a hablar de su situación. Les da confianza para acercarse y
formar parte de quienes no descansan en la búsqueda de sus seres queridos y de
la paz. Las consignas que se utilizan expresan el sentir y pensar de quienes han
sufrido la violencia sociopolítica en su ser y en su familia. Son una llama que no
cesa de alumbrar la memoria de los seres queridos que fueron arrebatados de su
hogar por el conflicto armado que vive el país857.

En Colombia, como se mencionó en la primera parte de este tomo, las marchas


han sido una forma recurrente de movilizar las denuncias. Mediante la aglutinación
abierta y pública de un gran número de personas que comparten el mismo sentir,

857
  Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, «El plantón».

342 sufrir la guerra y rehacer la vida


estas logran su cometido de comunicar y exigir el cambio 858. Históricamente, ha
habido diferentes marchas multitudinarias para visibilizar y protestar en contra
de los hechos violentos. Una de las pioneras fue la Marcha del Silencio del 7 de
febrero de 1948, convocada por Jorge Eliécer Gaitán, para denunciar la violencia
contra los liberales durante la Violencia Bipartidista. También hubo movilizaciones
tras los magnicidios. En 1989, tras el asesinato de Luis Carlos Galán, por ejemplo,
se convocó a otra Marcha del Silencio.
Desde la década de 1980, cuando la escalada de violencia disminuyó drásticamente
las tomas de tierras, marchar se volvió una de las estrategias más usadas por el
campesinado. Un campesino de Caquetá que participó en las marchas cocaleras de
mediados de los noventa recordó de la siguiente manera su carácter ampliamente
participativo y masivo:
«Todo mundo se fue a la marcha para pedirle al Gobierno que como no dejaban bajar
nada de eso, entonces que miraran a ver las inversiones: con qué era que iban a ayudar al
campesino. Porque que hacían presencia físicamente ellos, sí, pero no había ayudas
económicas… Debido a eso fue que se hizo esa marcha cocalera tan grande, que
fue en el 96 […] Un 98 % [de la población] salió… Aquí, en este pueblito, en este
caserío, quedaron por ahí tres familias, como cuidando el pueblito. De resto, todo
mundo salió. Y de gente del campo, en las fincas se quedaba una persona por finca, de
resto todo mundo… Cada vereda organizaba su gente. El presidente decía: “Bueno,
pues hay que salir porque pues nos tocó ir a la marcha, porque no hay más de otra”.
Entonces reunía su personal, reunía toda la vereda y […] los unos aportaban que un
marrano, que una novilla, que los plátanos, que las yucas, que gallinas pa llevar pa la
comida… Eso duró casi como tres meses esa marcha»859.
Como el campesinado, el movimiento estudiantil recurrió con frecuencia a las
marchas, muchas veces para alzar su voz contra la guerra y a favor de la paz. A
finales de la década de los ochenta, cuando el sector universitario estaba siendo
amenazado y perseguido, las protestas estudiantiles aumentaron860. Se rechazaban las fre-
cuentes masacres de campesinos y se pedía la liberación de estudiantes detenidos en
diversas jornadas de movilización. Esas movilizaciones fueron un antecedente clave
para el Movimiento de la Séptima Papeleta que condujo a la Asamblea Nacional
Constituyente de 1991.

858
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsulas:  De la
U a la calle (punto Portería Barranquilla) y Lo que se mueve en la plaza (punto Plazoleta Barrientos) en
el recorrido 360 de la Universidad de Antioquia, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad
https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
859
  Entrevista 173-VI-00041. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, campesino.
860
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsulas: De la U
a la calle y Lo que se mueve en la plaza (UdeA), en la Transmedia Digital de la Comisión de la Verdad.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 343


Las voces que se han alzado en el espacio público a través de las marchas han
evidenciado la polarización que el conflicto armado ha producido en el país. Un ejemplo
de esto fueron las dos marchas icónicas del 4 de febrero y el 6 de marzo del 2008,
«Un millón de voces contra las FARC-EP» y la marcha «contra crímenes de Estado
y el paramilitarismo». La marcha «No Más FARC-EP», ese 4 de febrero, fue una
multitudinaria movilización ciudadana que articuló el movimiento de víctimas de las
FARC-EP con apoyo gubernamental y de distintos sectores políticos. En esta marcha
participó más de un millón de personas a nivel nacional e internacional, que fueron
convocadas a través de redes sociales y medios de comunicación; «sin duda, su dimensión
nacional e internacional constituye un hito en el proceso de deslegitimación social de las
guerrillas, que había tomado fuerza desde la década del noventa»861. Las movilizaciones
del 6 de marzo del mismo año –declarado como Día de la Dignidad de las Víctimas de
Crímenes de Estado–, por su parte, fueron emblemáticas para las víctimas de crímenes
de Estado862. En las distintas regiones del país, la marcha del 6 de marzo de 2008 fue
fundamental. El siguiente testimonio recuerda la marcha en Pereira:
«El 6 de marzo sacamos [el movimiento de crímenes de Estado] exactamente
Colombia Somos Todos. Esa marcha allá en Pereira fue grandiosa. Fue mucha gente
y esa marcha la pude liderar yo, porque yo fui la que me puse al frente […] y logré
que el sindicato me apoyara. Me dejaron hacer eso, allá en la plaza de Bolívar»863.
En las marchas coinciden múltiples sectores con reclamos comunes y particulares
que, con fortaleza y mucha creatividad, se resisten al destino de la violencia. El uso
de estrategias creativas en las manifestaciones públicas ha sido una manera de romper
con la estigmatización que acarrea la protesta social, ya que, con frecuencia, esta se ha
asociado con las lógicas de la guerra. En Tolima, por ejemplo, todos los años, desde
2011, tiene lugar la Marcha Carnaval, en la que cerca de 16.000 personas han elevado
el grito «¡Sí a la vida y al agua; no a la minería!». Esta marcha se opone a un modelo de
desarrollo desfavorable con la naturaleza y a la militarización que este modelo conlleva,
como le explicó a la Comisión un líder ambiental participante:
«Nosotros tenemos como varias cosas. Una es que esto hay que hacerlo de una
manera diferente y es que la gente está mamada que la maten, de que sea estigmatizada.
Entonces, tenemos que hacer un movimiento que todo mundo se sienta identificado,
que sea una fiesta: por eso la marcha carnaval… Y lo otro, pues que eso tiene que verse
reflejado en las prácticas que tengamos… Aprender de lo que ya se hizo para no hacer
cosas que no están funcionando. Fue mucho como jugar a la creatividad, al arte, […]
pero, sobre todo, que sea algo que provoque a la gente»864.

861
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Guerrilla y población civil, 268.
862
  Entrevista 440-VI-00013. Mujer, víctima de amenaza a la vida, desplazamiento forzado, detención y tortura.
863
  Entrevista 077-VI-00018. Mujer, víctima de amenaza, atentado, desplazamiento forzado, lideresa política.
864
  Entrevista 228-VI-00055. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, defensor de derechos
humanos y líder ambiental.

344 sufrir la guerra y rehacer la vida


En estas marchas tienen un lugar destacado la música, el teatro, la literatura y el
cine. Al salir a la calle, las personas amplifican su potencial y su capacidad para resistir
mediante estas artes: «Permiten evitar los silencios impuestos por los mecanismos
de poder y sectores sociales que no quieren conocer la violencia y el conflicto, tal
vez porque no lo han vivido de cerca»865.

Declararse neutral y solicitar protección


internacional

Algunas comunidades han acudido a la «declaración de neutralidad» para comprometerse


con su decisión deliberada de no participar en la guerra, ni convivir o colaborar con
ningún actor armado de ninguna tendencia, constituyéndose en comunidades de
paz866. Desde allí, han apostado por reconstruir el tejido social que la violencia afecta
y han desarrollado iniciativas que recurren a lo comunitario, a la solidaridad, a la
cooperación y al bien compartido.
Las comunidades de paz surgieron en la década de 1990 para frenar o poner
límite a las agresiones de uno o más actores armados. Han sido un mecanismo de
autoprotección de la vida, la libertad y la integridad de las personas, así como una
manera de mitigar los impactos y afectaciones de la violencia867. Estos espacios crecieron
con el respaldo de organizaciones sociales y religiosas nacionales que, en su proceso de
acompañamiento a las comunidades campesinas, empezaron a sugerir la conformación

865
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «Arte y
verdad. Cátedra de Paz, Sesión 7», 15 de octubre de 2020, 7:1 h 25 min 12 s.
866
  Una comunidad de paz se entiende como una iniciativa, movilización y resistencia de carácter civil,
en la que comunidades cuyo asentamiento se encuentra dentro de un contexto de guerra o conflicto
hacen uso de su derecho de no participar en disputas armadas según el DIH, realizando así acuerdos
de no participación, neutralidad, no uso de armas y no colaboración con los actores armados. A su
vez, también asumen una postura en la defensa, protección y reivindicación del Derecho Internacional
Humanitario; en cambiar los paradigmas sobre la soberanía, la legitimidad del poder y el territorio,
a conceptos que involucren más la participación ciudadana, por lo cual, para los habitantes, el ser
Comunidad de Paz se asume como algo más que una estrategia para evadir la guerra; es, también, una
opción política y de construcción de ciudadanía. En: Belalcázar, «Las comunidades de paz».
867
  Se ubica como antecedente la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, Santander (ATCC),
que surgió en 1987. Esta organización fue pionera del concepto de neutralidad frente a todo
actor armado y la primera en acordar con grupos guerrilleros, paramilitares y gobiernos locales su
desvinculación como comunidad del conflicto armado. En 1994, nació la experiencia de Neutralidad
Activa de los indígenas de Antioquia, que buscaba contrarrestar el enfrentamiento territorial entre las
FARC-EP y el EPL (ibíd.).

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 345


de zonas neutrales, basándose en el principio de distinción entre civiles y combatientes
que hace el Derecho Internacional Humanitario y el artículo 22 de la Constitución, que
establece que «la paz es un derecho».
Un caso representativo es el de San José de Apartadó, en el Urabá Antioqueño.
Desde los años setenta, distintas guerrillas y grupos paramilitares se disputaron ese
territorio por motivos económicos y por su ubicación geoestratégica, aterrorizando
a la población y causando frecuentes desplazamientos forzados, en un contexto de des-
protección estatal868. Frente al escalamiento del conflicto, la comunidad campesina de
la zona decidió permanecer en su territorio y rechazar abiertamente el desplazamiento o
su participación en la guerra. Para ello creó, en 1997, la Comunidad de Paz de San
José de Apartadó (Cpsja), una experiencia pionera que enfrentó la crisis humanitaria y
el desplazamiento forzado, declarándose neutral frente al conflicto armado y rechazando
la presencia de todos los grupos armados en su territorio.
Su determinación de permanecer en el territorio desafió las dos opciones que
se les planteaban como únicas: involucrarse en la guerra o desplazarse. Frente a ese
imperativo, la comunidad se expresó a favor de la no violencia.

No vamos a seguir jugando este juego de asesinatos sin fin; no vamos a colaborar
con ningún grupo armado y ninguno de estos grupos va a tener presencia en
la zona demarcada de nuestra Comunidad de Paz. Guerrilleros, paras, milicos,
todos por igual869.

Se trata, en su caso, del principio de neutralidad activa: son neutrales frente a


todos los actores armados, no realizan ninguna actividad que se relacione directa
o indirectamente con las operaciones militares de los actores en conflicto, o con el
apoyo táctico o estratégico de estos, pero realizan acciones políticas en favor de la
paz. Esta constituye una postura de defensa radical del principio de distinción entre
civiles y combatientes que establece el DIH. Por otra parte, se trata también de una
ruptura con la institucionalidad del Estado que no ha protegido a la comunidad ni
ha atendido la impunidad de los crímenes en su contra:

Como en el pasado, reiteramos que nuestros escritos no son quejas, ni denuncias,


son una Constancia Histórica y nuestra expresión de Censura Moral, porque
en nuestros 12 años de existencia fueron cientos nuestros esfuerzos y vanos los
resultados para acceder a la justicia; porque nuestras reuniones y participación
activa en foros y en reformas de ley o a la instauración de mecanismos jurídicos

868
  Informe 119-CI-00198, Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), «Caso Tipo No. 6.
Caso Comunidad de Paz de San José de Apartadó».
869
  Entrevista a integrante de la comunidad. En: Masullo, El poder de no desplazarse.

346 sufrir la guerra y rehacer la vida


para tipificar delitos, fueron sueños de una noche de verano; porque las pro-
puestas que realizamos en conjunto con otros organismos de derechos humanos
frente a la impunidad, quedaron en el oscuro interior de un cajón de recuerdos;
porque todas las recomendaciones de la comunidad internacional expresadas
a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de las diversas
instancias de las Naciones Unidas, a pesar de que en algunos casos han sido aco-
gidas para adecuarse a los estándares internacionales, estas no se han traducido
en acciones eficaces para evitar nuevos destrozos y daños irreparables contra
las comunidades, ni en la posibilidad de acceder a la justicia ante los crímenes
cometidos por el Estado870.

Por más de 25 años, Cpsja ha venido no solo resistiendo a la violencia, sino


implementando un conjunto de estrategias para vivir en medio de la guerra y defender
el territorio con la convicción de que otro mundo es posible, en una postura de
ruptura con el Estado.
La previa capacidad organizativa y los valores comunitarios de los pobladores
explican, en parte, la solidez de esta experiencia: «Esto marcó este campesinado como
de iniciativa, organizado, con principios que eran al mismo tiempo comunitarios y
cristianos. Ese es probablemente el espíritu que animó toda esta experiencia»871, le dijo
a la Comisión un líder religioso y comunitario de la región. Inicialmente, los esfuerzos
de la comunidad de paz se orientaron a ponerle límites a la violencia armada y a mitigar
sus impactos en un escenario de confrontación y disputa territorial. Sin embargo, al
poco tiempo se dieron cuenta de que no bastaba salvar vidas: era necesario diseñar
otras alternativas que permitieran la defensa de la dignidad humana y de sus derechos.
Con ese propósito, crearon, por ejemplo, un modelo educativo alternativo para
enfrentar la exclusión social, pues la institucionalidad se negó a nombrar maestras
o maestros oficiales en la Finca La Holandita, la zona donde se reubicaron. El modelo
educativo propio respondió al marco político y de pensamiento de la comunidad
a través de un proyecto pedagógico que buscó involucrar a niños, niñas, jóvenes y
adolescentes en los procesos y en la filosofía de la comunidad.

«Los niños hay que construirlos», dijo […] una integrante de la comunidad. «Y
hay que construirlos desde la civilidad, sin la venganza. No podemos hablar de paz
si tenemos odio, si tenemos venganza. Nosotros podremos hablar de paz, cuando
el corazón lo tengamos en paz»872.

870
  Giraldo, Fusil o toga / toga y fusil, 70.
871
  Entrevista 411-PR-02565. Hombre, líder religioso.
872
  Oñate, «La Comunidad de Paz de San José de Apartadó», 9 de junio de 2006, 3 min 25 s.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 347


Los esfuerzos de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó han dado frutos,
de acuerdo con un informe del Cinep:

[La comunidad] se fortalece cada vez que logramos proteger la vida, cada vez que
nos encontramos a un actor armado y ya no nos irrespeta como antes, cada vez
que sembramos para que se produzca donde otros han querido arrasar873.

En 2022, comunidades de paz como la de San José de Apartadó aún se mantienen.


Otras, en cambio, cumplieron la función de respaldar jurídica y socialmente procesos de
retorno para luego tomar otra forma. La Comunidad Civil de Vida y Paz (Civipaz), en
El Castillo, Meta, es un ejemplo de esto último. Inició con un proceso de retorno, que
los habitantes llamaron «regreso» por no contar con el acompañamiento institucional
del Estado que la denominación «retorno» sugiere en términos gubernamentales
y humanitarios. Algo similar ocurrió en Cacarica, Chocó, donde las comunidades
también retornaron inicialmente a dos Zonas Humanitarias. Varios años después, una
parte de las familias regresó a las 23 comunidades existentes antes del desplazamiento
forzado masivo de 1997, aunque continuaron vinculadas al proceso organizativo de
las Comunidades de Autodeterminación, Vida y Dignidad del Cacarica.
Puesto que los procesos de resistencia organizada han enfrentado la impunidad,
amenazas y persecución en sus demandas, algunas organizaciones han solicitado
protección en instancias internacionales como el Sistema Interamericano de Protección
de los Derechos Humanos874. Desde allí, se ha juzgado la responsabilidad del Estado
por violaciones a los derechos humanos relacionadas con el conflicto armado. Aunque
muchos de estos ejercicios han partido de casos puntuales individuales o colectivos, se ha
buscado que los fallos y conceptos se apliquen a un conjunto de situaciones similares,
de manera que impulsen cambios en la respuesta del Estado y que la sociedad haga
conciencia sobre la importancia de prevenir las violaciones a los derechos humanos
a las que hacen referencia.
Existen varias iniciativas intergubernamentales y de ONG internacionales que
acompañan a comunidades y verifican procesos o políticas. Entre estas, se destaca el
Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), una organización independiente y
neutral que ha participado de manera activa en las liberaciones de secuestrados desde
la década de 1990, aunque su operación en Colombia empezó años antes. El CICR
ha ayudado tanto en la logística como en la mediación de las liberaciones y también ha
tenido a cargo el recibimiento de los cuerpos de quienes perdieron la vida en medio del
secuestro. Su mandato incluye la visita de personas privadas de la libertad en centros

873
  Informe 119-CI-00198, Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), «Caso Tipo No. 6.
Caso Comunidad de Paz de San José de Apartadó», 13.
874
  Del que forma parte la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana
de Derechos Humanos.

348 sufrir la guerra y rehacer la vida


de detención por motivos relacionados con el conflicto armado. Todas las acciones
realizadas por el CICR en Colombia se caracterizan por la asistencia humanitaria y la
neutralidad en el conflicto armado, como le narró una exfuncionaria a la Comisión:
«Eso generaba también terror, miedo. Había desplazados, teníamos una crisis
humanitaria […] con la Cruz Roja Internacional… Logramos traer cuerpos de personas
que asesinaban y no se podían rescatar los cuerpos. Los traíamos en bote, en carro.
Logramos hacer una labor humanitaria muy interesante con la Cruz Roja […].
» La Cruz Roja abrió oficina en Barranca [Santander] producto de todo esto, porque
ya desde Bucaramanga no podía atender la crisis humanitaria que estaba viviendo tanto
Barrancabermeja como el sur de Bolívar y toda esta zona alrededor, o sea, Yondó, Puerto
Boyacá, el sur del Cesar… Con la apertura de la oficina vinieron [varios] momentos muy
importantes en la zona: 1. El secuestro del fokker de Avianca por parte del ELN. El ELN
decidió llevarse un avión para el sur de Bolívar con civiles y entonces […] a nosotros nos
tocó todo ese proceso de mensajes humanitarios y también de diálogo con el ELN para
que liberara a las personas secuestradas. Y [2.] la masacre875 del dieciséis de mayo»876.
En Colombia, los organismos internacionales también han acompañado la denuncia
de las violencias a través de las Brigadas de Paz. Desde 1994, la ONG Peace Brigades
International (PBI) hace presencia en el país. Esta organización es reconocida por la ONU
como protectora de espacios de actuación de personas defensoras de derechos humanos, a
través del acompañamiento y la denuncia sobre los riesgos que enfrentan quienes, en medio
del conflicto armado, se dedican a la defensa de los derechos y la construcción de paz877.
La intervención de PBI en el país se enfoca en «proteger los frágiles espacios de
actuación de las ONG y organizaciones de desplazados locales»878 y acompañar a «las
personas y organizaciones defensoras de derechos humanos [para que] puedan ejercer
su labor en pro de la justicia y la paz, sin riesgo para su integridad física, emocional
y social»879, comprendiendo que la presencia internacional resulta, además de una
oportunidad para el intercambio de experiencias entre defensores de derechos humanos,
un factor de protección para ellas.

875
  En la masacre del 16 de mayo de 1998 en Barrancabermeja, las Autodefensas de Santander y del Sur
del Cesar (Ausac) asesinaron a 7 personas y secuestraron a 25 más, bajo la acusación de ser parte de
la guerrilla del ELN. Luego de unas semanas, los paramilitares asesinaron a los jóvenes secuestrados y
desaparecieron sus cuerpos. En: Rutas del Conflicto, «Masacre de Barrancabermeja, mayo de 1998»,
Rutas del Conflicto.
876
  Entrevista 847-HV-00082. Funcionaria CICR y defensora de DDHH, Magdalena Medio.
877
  Actualmente, PBI acompaña a asociaciones de abogados como la Asociación para la Investigación y la
Acción Social,(Nomadesc) y el Colectivo de Abogados Luis Carlos Pérez, Ccalcp; a mujeres defensoras
de Derechos Humanos y de las mujeres como la Fundación Nydia Érika Bautista (FNEB), y a Claudia
Duque, una periodista; a defensores de los derechos de la tierra, la cultura y los recursos naturales como
la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, La Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra
(ACVC), entre otras. Peace Brigades International Colombia, «Sobre PBI Colombia».
878
  Beristain y Dona, Reconstruir el tejido social, 146.
879
  Peace Brigades International, «Peace Brigades International (PBI)», 8.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 349


Comunicar para confrontar

Proceso de formación a radios comunitarias del Magdalena Medio: Municipios al dial. 2007.
©Cortesía Asociación Red de Emisoras Comunitarias del Magdalena Medio (Aredmag)

Los medios de comunicación han desempeñado un rol importante en medio del


conflicto armado. Estos han servido en algunos casos como compañía en la soledad
o en el aislamiento, han difundido información valiosa para la protección de las
comunidades, han confrontado versiones distorsionadas de la violencia sufrida y han
posicionado temas en la agenda pública a favor de una cultura de paz.
En muchas regiones del país, las emisoras comunitarias han logrado ser el enlace
directo con las comunidades para informar sobre temas de interés general relacionados
con el desarrollo, la paz y la convivencia. Las radios comunitarias están lideradas, en su
mayoría, por organizaciones sociales, y, aunque hay algunas que existen desde los años
1970, a partir de la década de 1990 se consolidaron como espacios para posicionar
los temas que deberían estar en la agenda pública.
En el Magdalena Medio, por ejemplo, se creó la Asociación Red de Emisoras
Comunitarias del Magdalena Medio (Aredmag). Esta ha logrado establecer cerca de

350 sufrir la guerra y rehacer la vida


20 emisoras comunitarias que aportan a la construcción de una cultura de paz en
los municipios mediando en los conflictos entre pobladores y buscando soluciones a
través del diálogo comunitario.
El director de una emisora comunitaria en Toribío, Cauca, le dijo lo siguiente sobre
el anterior tema a la Radio Nacional de Colombia:

En los momentos más difíciles del conflicto armado, nuestra emisora sirvió
para alertar a la comunidad. Por eso la gente cada vez adquiere más confianza
y credibilidad en nuestro trabajo. A través de Nasa Stereo, lográbamos enterar
a la comunidad de los hostigamientos de los grupos armados en las veredas y el
casco urbano [… para] que nuestra gente pudiera buscar medidas de autoprotección.
Nunca nos quedamos callados, la radio nos ha permitido visibilizar lo que realmente
pasa en Toribío y en los resguardos a los que también llega nuestra señal880.

En muchos casos, quienes ejercen esa labor periodística se han convertido en


blanco para los actores armados. Estas personas pusieron en riesgo sus vidas por
transmitir las demandas de la comunidad. Ejercer el periodismo, sobre todo a nivel
local o en medios alternativos, ha implicado secuestros, extorsiones y amenazas.
Muchos periodistas comunitarios han pagado con su propia vida, pues los actores
armados encontraron en esta labor una amenaza contra sus acciones criminales.
La labor periodística de investigación se ha visto gravemente afectada en el
país, y en muchos casos ha derivado en el exilio de periodistas que realizaron
reportería en el conflicto armado. Algunos fueron víctimas o testigos de hechos
de violencia. Así lo constata, por ejemplo, el caso fallado contra Colombia en la
Corte Interamericana de Derechos Humanos por las agresiones contra el periodista
Luis Gonzalo Vélez Restrepo:

El señor Vélez Restrepo se encontraba filmando los acontecimientos en una


zona aledaña al puente sobre el río Bodoquero, cuando «not[ó] que algunos
de los soldados comenzaban a golpear a los campesinos con las culatas de sus
rifles, por lo que comenz[ó] a grabar el incidente». El señor Vélez Restrepo
grabó cuando miembros del Ejército golpearon a un manifestante indefenso,
propinándole golpes con la culata del rifle y patadas. «Tres soldados se dieron
cuenta que filmaba el hecho y corrieron a alcanzar[lo]». Además, un comandante
del Batallón No. 12 ordenó que se incautara la cámara de video del señor Vélez
Restrepo. Seguidamente, el señor Vélez Restrepo fue agredido físicamente por
varios miembros de la XII Brigada del Ejército Nacional, quienes buscaron

880
  Entrevista realizada por la Radio Nacional de Colombia a Manuel Julicue, director de la emisora
comunitaria Nasa Stereo de Toribío (Cauca).

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 351


impedirle que siguiera grabando las actuaciones de los militares y quitarle la
cinta de video que contenía el material grabado881.

Periodistas del país afirman que muchas veces han tenido que afrontar los
ataques personales evitando el cubrimiento de ciertos temas como una alternativa
para sobrevivir, lo que se denomina como «autocensura». Así lo explicó un periodista
entrevistado por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) en un informe entre-
gado a la Comisión:

Uno se abstiene de hablar sobre temas de orden público por temor. Si uno
transmite alguna información sobre el EPL, inmediatamente el ELN viene a
presionarlo y viceversa. Lo mismo pasa con la fuerza pública. A mí me cita-
ron a la Fiscalía por apología a la guerrilla porque yo tuve que transmitir un
comunicado del EPL882.

Sin embargo, pese a las distintas formas de censura que en ocasiones se le ha


impuesto a la prensa en Colombia, muchos periodistas y medios de comunicación
le han apostado a «combatir el silencio» promoviendo alternativas que confrontan la
desinformación y el miedo. En 2019, por ejemplo, se impulsó desde la FLIP «Ruedas
creando redes», un laboratorio móvil de periodismo creado para combatir el silencio
que existe en territorios del país donde no hay medios de comunicación que produzcan
información local. Sobre esta experiencia, una habitante del Cañón de las Hermosas,
en el Tolima, dijo lo siguiente:

Siempre se habla del conflicto y la violencia, pero las cosas han cambiado… Es
importante informar que nosotros seguimos ahí trabajando por la comunidad y
que hacemos cosas muy diferentes a lo que se transmite o se piensa del territorio883.

881
  Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Sentencia del 3 de septiembre de 2012, 3 de
septiembre de 2012.
882
  Informe 119-CI-00342, Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), «Callar y fingir, la censura
de siempre», 11-12.
883
  Ibíd., 49.

352 sufrir la guerra y rehacer la vida


Hacer memoria

Conmemoración en honor a las víctimas de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. Este


evento fue impulsado por el Costurero de la Memoria Kilómetros de Vida y Dignidad. En este, madres,
hermanas, hijas e hijos de víctimas del conflicto armado se reunían todos los jueves para honrar a sus
muertos y exigir verdad y justicia. Bogotá, 2014. ©Sonia Cifuentes / Cortesía Asociación Minga

Según el Barómetro Colombiano de la Reconciliación884, en 2019, el 94,2 % de


las personas en el país creía que era importante reconstruir y conocer la verdad885.
Contrario a lo que ha sucedido en la mayoría de los países en contextos similares,
Colombia ha construido memoria sobre el conflicto armado sin que este haya

884
  El Barómetro de la Reconciliación nació en el marco del Programa de Alianzas para la Reconciliación
(PAR), una iniciativa de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y
ACDI/VOCA. Este programa «planteó la necesidad de entender qué pensaban los colombianos sobre
la reconciliación y que factores influían en sus actitudes y comportamientos relacionados con esta.
Para este fin se diseñó y desarrolló el Barómetro para la Reconciliación, el cual recogería datos en 44
municipios y se mediría cada dos años, siendo la primera medición realizada en 2017, y la segunda
en 2019. El resultado de estas mediciones ha sido un panorama sobre el estado de la reconciliación en
Colombia y sus cambios entre 2017 y 2019». En: Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Los
Andes, «¿Qué es el Barómetro Colombiano de la Reconciliación?»
885
  ACDI/VOCA, «Barómetro Colombiano de la Reconciliación».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 353


concluido. Esto se ha hecho en espacios comunitarios y sectoriales y con la institu-
cionalidad, porque «hay que empezar como a ganarle espacio a la verdad, y no tanto
al miedo»886, como le dijo un sacerdote jesuita a la Comisión.
Hacer memoria no es solo recordar. Es mantener vivos los hechos, las personas,
las causas y los sentimientos. Los procesos de memoria histórica buscan dignificar a las
víctimas. En otras palabras, estos procesos intentan reconocer los hechos de violencia
que les causaron dolor y honrar la existencia de quienes ya no están; abonar camino
para el reconocimiento de responsabilidades, un paso necesario para la reconciliación;
reconstruir y resguardar el tejido comunitario que existía antes de los hechos victimi-
zantes; y permitir que los más jóvenes comprendan la historia del país, con el ánimo
de que sus aprendizajes iluminen un futuro diferente887. En palabras de un integrante de
la Comunidad de Paz de San José de Apartadó,

la memoria es la fuerza de la resistencia: nosotros mantenemos la memoria y siempre


sentimos que alguien que faltó, que esa gente tan importante que ha faltado en la
comunidad, que siguen estando con nosotros. Entonces es como que no se fueron.
Siguen estando, desde el más allá. Está su espíritu con nosotros. Y yo creo que
esa ha sido la característica de nuestra comunidad y es lo que nos da esa fuerza888.

Un líder de Puerto Caicedo, Putumayo, le explicó a la Comisión la importancia de


conservar el legado y honrar los esfuerzos de quienes les han precedido en el camino,
como fuente de valor e inspiración para persistir889:
«La principal razón es porque el legado del padre Alcides Jiménez no se podía
acabar, jamás se podrá acabar en el municipio de Puerto Caicedo. Entonces, por
continuar con su legado estamos al frente… La consigna es que el legado jamás se
acabará; que le quitaron la vida al padre, pero sus enseñanzas no nos las han quitado,
no se las han llevado. Siguen presentes en cada uno de nosotros»890.
En la construcción de la memoria convergen numerosos sectores de la sociedad que
visibilizan hechos, explicaciones y comprensiones distintas. Estas pueden interrogar
las versiones –a veces parcializadas o sesgadas– que circulan en las instituciones y los

886
  Entrevista 100-PR-00774. Sacerdote jesuita, Cinep, Organización Tejiendo de Miraflores, Boyacá.
887
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Activación
de las memorias (punto Calle 45) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional, en la plataforma
digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-
resistencias/voces-vivas-universidades. 
888
  Courtheyn, «Comunidad de Paz: Una paz “otra” en San José de Apartadó-Colombia», 65.
889
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: Las semillas del
Padre Alcides, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.
co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
890
  Entrevista 991-PR-00961. Hombre, testigo, periodista.

354 sufrir la guerra y rehacer la vida


medios de comunicación masiva que, en ocasiones, han puesto en riesgo a personas
y comunidades mediante estrategias de estigmatización.
En la memoria que se promueve a partir de estas iniciativas, las víctimas piden
verdad y no repetición, pues esto permite construir un nuevo pacto social. Se trata
de una memoria que revela las raíces y los impactos del conflicto. Como afirmó un
campesino de San José de Apartadó, en el Urabá Antioqueño:
«Es una de las luchas de la comunidad: mantener la historia viva. Porque el ser
humano que olvida su historia está perdido, pues seguirá viviendo lo mismo sin poder
hacer nada, o ante las injusticias no va a hacer nada»891.
La memoria le da sentido a lo que pasó, pues combina los relatos de los hechos
vividos con los pensamientos de quién lo vivió y la narración de su verdad. En esa
medida, aporta a la reconstrucción del pasado, pero también apunta a la construcción
del presente y a un futuro en el que la violencia no se repita892.
Los ejercicios de memoria han incluido documentales, líneas de tiempo, murales,
videos, obras de teatro, chinchorros culturales, chocolatadas comunitarias, ollas comu-
nitarias, círculos de la memoria, siembras de árboles y, en general, una multiplicidad
de lenguajes que han permitido el encuentro entre víctimas. Muchas de estas acciones
se han concretado en investigaciones comunitarias para el esclarecimiento de ver-
dades, que han motivado también acciones de denuncia pública y de apropiación
del patrimonio popular.
Una expresión vigorosa de estos ejercicios ha sido la conformación de lugares de
memoria, usualmente en los mismos sitios en los que han sucedido las acciones
de horror. Estos se articulan en la Red Colombiana de Lugares de Memoria893, de la
que hacen parte más de una veintena de espacios de memoria creados para denunciar,
sanar, elaborar duelos y homenajear a los ausentes.
En las principales ciudades, se han creado centros de memoria, museos, monumentos
y contramonumentos que impugnan la normalización de la violencia de los monu-
mentos tradicionales. Así sucede en Fragmentos, espacio de arte y memoria 894, un
contramonumento en el que una artista, con la participación de mujeres víctimas de la
violencia sexual durante el conflicto armado, construyó un piso con las armas fundidas
de las FARC-EP. La obra invita a pararse sobre ese piso, sobre esa nueva realidad, en
la que aparecen también los vacíos que deja la guerra.
Los sitios de memoria permiten que lo invisible, la violencia desconocida por gran
parte del país, tenga un lugar de reconocimiento social, donde se pongan en discusión

891
  Naucke y Halbmayer, «Resistencia Legítima frente al conflicto colombiano», 4.
892
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: La salud
en la memoria colectiva, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
893
  Red Colombiana de Lugares de Memoria, «Red Colombiana de Lugares de Memoria».
894
  Ministerio de Cultura, «Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 355


las causas sociales y políticas de lo que ha ocurrido. Muchos recursos museísticos comu-
nitarios tienen también la orientación de llevar las historias del conflicto a personas
que las desconocen. Un par de ejemplos de ello son el Museo Itinerante de la Memoria
y la Identidad de los Montes de María, El Mochuelo895, la Casa de la Memoria de
Tumaco896 y la Casa Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres,
en el Magdalena Medio. Esta última, inaugurada en 2019, presenta las décadas de
resistencia colectiva y comunitaria de la Organización Femenina Popular (OFP)
mediante galerías fotográficas, material audiovisual, cartografías, murales, afiches,
una sala interactiva y una línea de tiempo. La OFP es un colectivo que nació en 1972,
en Barrancabermeja, con la intención de quitarle base social a la guerra. De acuerdo
con Yolanda Becerra, una de las fundadoras de la OFP,

el reclutamiento de nuestros hijos resultó condicionante para que las mujeres


asumiéramos un protagonismo de liderazgo social. Las mujeres no parimos ni
forjamos hijos para la guerra897.

Las buscadoras de personas desaparecidas también han recurrido a iniciativas


de memoria en su camino de resistencia. Algunas de estas iniciativas configuran
conocimiento de manera sistemática, lo que suele tomar la forma de archivos indivi-
duales o colectivos que documentan la búsqueda misma. Se trata de ejercicios de
largo aliento que combinan gran diversidad de formatos y fuentes con un gran
contenido afectivo. Al entregarlos y hacerlos públicos, la experiencia personal cobra
un sentido colectivo más amplio que se convierte en un espacio de comprensión,
conexión y creación de nuevas miradas que sirven para otras búsquedas.
Un caso emblemático de lo anterior es el Archivo Fabiola Lalinde y su Familia,
que documenta la búsqueda de 30 años –con documentos que datan de 1940– de
Luis Fernando Lalinde Lalinde, el hijo de Fabiola, desaparecido en 1984. El archivo,
incluido en el Registro Regional del Programa Memoria del Mundo de la Unesco898,
registra no solo información, sino una manera de comprender la búsqueda y sus
aprendizajes –el saber hacer–. Este fue un espacio vivo, colmado de recursos que se
reactivaban cotidianamente, como le dijo un historiador a la Comisión:

895
  Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María (MIM), «Museo Itinerante
de la Memoria».
896
  Casa de la Memoria de Tumaco, «Casa de la Memoria de Tumaco».
897
  Atelier, «Documental Amanecerá y veremos. Mujeres protagonistas de paz en Colombia.», 4 de diciembre
de 2017, min 24 s 04.
898
  El archivo cuenta con 325 unidades documentales y 1.371 folios de papel con fotografías, recortes de
periódicos, cartas, documentos escritos, audios y más materiales. Inició como parte de las labores
de búsqueda de parte de doña Fabiola y su familia, pero progresivamente fue estructurándose de forma
sistemática y convirtiéndose en parte de su «nueva cotidianidad». En: García, «¡Archivar para resistir!
Fondos Fabiola Lalinde y Afavit».

356 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Ella lo utilizaba todos los días, lo miraba todos los días […]: las paredes con la
disposición de los cuadros, de los afiches y del archivo hacían las veces de un aparato
mnemotécnico y un dispositivo pedagógico súper poderoso… O sea, no solamente
cuando venía la gente para preguntar y cuestionar sino también cuando se tiene que
tomar una acción. Aquí está y este material se renueva, se vuelve y se trabaja y crea
otro expediente. El archivo estaba completamente vivo y estaba en el corazón de la
acción política colectiva»899.
Gracias a su insistencia –a su «cirirí»900– y a su capacidad de incidencia y abordaje
metódico, en 1992 se encontraron unos restos que, de acuerdo con varios testimonios,
al parecer eran de Luis Fernando Lalinde. Cuatro años después, un análisis científico
confirmó que efectivamente los restos eran los del estudiante desaparecido. En abril de
2018, durante la ceremonia de entrega del archivo para su custodia en la Universidad
Nacional de Colombia, sede Medellín, doña Fabiola le dijo lo siguiente a los asistentes:

Jovencitos, duden, opinen, hagan hablar al archivo, no dejen que guarde silencio.
El archivo de un cirirí tiene que seguir siendo incómodo en un país injusto y
violento como el nuestro. Se los dejo como oportunidad de comunión, de solidaridad
y de creación, no como un objeto muerto del pasado901.

Las víctimas han desarrollado sus propias tecnologías políticas de registro y de


denuncia, pues, a menudo, ellas iniciaron procesos de documentación, bases de datos y
sistematización de casos de violaciones a derechos humanos. Incluyeron, entre otras, la
recolección de testimonios, declaraciones, fotografías, sentencias, documentos judiciales
y recortes de prensa. Además de este ejercicio de archivo y documentación, algunas
organizaciones de víctimas construyeron bases de datos y procesos de sistematización
de violaciones a derechos humanos, incluso al mismo tiempo que estas ocurrían.
El Libro negro de la represión, una obra publicada por Comité de Solidaridad con
los Presos Políticos (CSPP) acerca de lo sucedido durante el Frente Nacional, fue
uno de los primeros ejercicios de documentación de los movimientos de víctimas.
Estos cumplieron un papel central en la búsqueda de evidencia de sistematicidad, el
hallazgo de patrones y la documentación en procesos judiciales para las denuncias
internacionales902.

899
  Entrevista 769-PR-02841. Hombre, experto/testigo, historiador.
900
  Cirirí es una expresión usada para referir «insistencia». Surge del contexto campesino, en el que se
observa que los gavilanes se llevan a los pollitos en las garras, siendo su único defensor un pequeño
pájaro llamado cirirí «que los perseguía y acosaba hasta que soltaran su presa». Lalinde, «Último vuelo
del cirirí».
901
  Verdad Abierta, «“Hagan hablar al archivo, no dejen que guarde silencio”».
902
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: ¡Denunciar
juntas! (punto Posgrados) del recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia, en la plataforma

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 357


Desde los años setenta, las organizaciones de derechos humanos han adelantado
un trabajo de sistematización. El proyecto Colombia Nunca Más Crímenes de Lesa
Humanidad, fundado en 1995, por ejemplo, fue un esfuerzo por documentar casos de
crímenes de Estado, con la implementación de criterios técnicos para la documentación,
sistematización y análisis de violaciones a derechos humanos.
La Ruta Pacífica de las Mujeres es otro caso destacado de esa clase de trabajo. Esta
organización nació en 1996 para

no permitir que de nuestras manos y vientres brote ni un solo alimento para la


guerra y la violencia. Enseñaremos a nuestros hijos e hijas a cambiar los gritos de
horror y estupefacción ante la muerte por la esperanza solidaria903.

La Ruta se ha posicionado como una organización pacifista, antimilitarista y cons-


tructora de una ética de la No violencia, con presencia y articulación entre diversas
regiones y comunidades. En 2013, publicaron el informe «La verdad de las mujeres
víctimas del conflicto armado en Colombia», que recoge los testimonios de más de
1.000 mujeres víctimas de graves violaciones de derechos humanos de diferentes regiones
y etnias del país. Las mujeres hacen un análisis de la violencia que han sufrido en el
conflicto, de las consecuencias que esta tuvo en sus vidas y las de sus familias, y de
su capacidad para sobreponerse a las atrocidades y luchar por reconstruir sus vidas.
Las expresiones artísticas también permitieron rescatar la memoria, como lo resume
el siguiente informe:

Los espacios destinados al recuerdo, la reparación simbólica y la elaboración del


relato en los territorios que han surgido por la iniciativa conjunta de víctimas y
colectivos sociales son ejemplos de resistencia y se constituyen como auténticos
lugares o sitios de la memoria histórica que aportan el valor adicional de ser
instrumentos de aliento y canalización de la participación social en la generación
de memoria904.

Así lo ha hecho, por ejemplo, la Galería Viva, ubicada en el cementerio La América,


en Medellín. Este lugar fue intervenido por colectivos sociales de la Comuna 13 de
Medellín para resignificar sus rincones y conmemorar lo ocurrido en la Operación
Orión. Los colectivos pintaron murales, pusieron placas conmemorativas, sembraron
plantas con mensajes en las macetas, tejieron, hicieron rituales, entre otras expresiones.

digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-


resistencias/voces-vivas-universidades.
903
  La Ruta Pacífica de las Mujeres, «Movilización en 1996 a Mutatá».
904
  Informe 058-CI-00233, Agroarte Colombia, «Informe Agroarte Colombia», 24.

358 sufrir la guerra y rehacer la vida


Como se ha visto a lo largo de este tomo, las personas mayores han sufrido la
violencia armada con impactos particulares. Como afirma el CNMH,

este no es solo su drama personal, es la tragedia de una sociedad que en ellos pierde
la memoria, la sabiduría, la experiencia y, finalmente, la esperanza905.

No obstante, pese al dolor que multiplican los violentos, las personas mayores
persisten, quizás porque, como ellos afirman,

tenemos los viejos algo en común: nuestra condición histórica, una memoria
que no nos deja olvidar la cara de la guerra que conocimos desde la infancia y la
certidumbre sobre muchas de sus causas.

Así lo muestra, por ejemplo, el trabajo de Corporación Asuntos Mayores


(Coasuma), que recoge historias de personas mayores víctimas de la guerra:

Que esta sea la última generación donde muchos tuvieron que enterrar a sus hijos o
verlos partir de Colombia sin regreso seguro para salvar sus vidas. Y en este especial
momento que vive el país, cuando se están abriendo las puertas poco a poco para
ayudar a construir la paz, ojalá nos alcance la vida para decirles a los jóvenes que
la amen, que le den sentido y contenido, que transformen el deseo de venganza
en algo constructivo, que piensen en Colombia y sobre todo: que siempre hay
algo que dar a los demás906.

Frente al deber de verdad del Estado y de los grupos armados y al derecho de


verdad de las víctimas y la sociedad en general, la creación del Centro Nacional
de Memoria Histórica (CNMH) fue un hito importante. Además de producir más de
un centenar de informes de memoria histórica, que constituyen una contribución
sustantiva al esclarecimiento del conflicto armado, este establecimiento público ha
funcionado como articulador de iniciativas de memoria en el país y como espacio de
encuentro y creación de escenarios que fortalecen el movimiento de víctimas.
El CNMH es una institución creada para responder al cumplimeto del deber
de memoria, y aunque en el parágrafo del artículo 143 de la Ley 1448 de 2011 se
establece que las instituciones del Estado «no podrán impulsar o promover ejercicios
orientados a la construcción de una historia o verdad oficial que niegue, vulnere o
restrinja los principios constitucionales de pluralidad, participación y solidaridad y

905
  Centro Nacional De Memoria Histórica (CNMH) y Corporación Asuntos Mayores (Coasuma),
Ojalá nos alcance la vida.
906
  Centro Nacional De Memoria Histórica (CNMH) y Corporación Asuntos Mayores (Coasuma), 299.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 359


los derechos de libertad de expresión y pensamiento», las víctimas y diversas organi-
zaciones han cuestionado que la dirección del Centro las excluya de la participación
y exponga versiones negacionistas que no solo las revictimiza, sino que desconocen
procesos de esclarecimiento en los que han participado no solo ellas, sino organismos
académicos y judiciales. Este debate lleva a insistir en la necesidad de garantizar que
el CNMH no sea instrumentalizado en función de intereses gubernamentales, sino
que mantenga su independencia y que como institución de Estado contribuya al
esclarecimiento, a la reparación de las víctimas, a su reconocimiento y al derecho de
memoria de la sociedad colombiana.
El el mismo sentido, entidades como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) han
realizado acciones tendientes a proteger el guion del Museo Nacional de Memoria
(MNM), a cargo del CNMH y ha dictado medidas cautelares para prohibir que este
guion museológico, que contó con una amplia participación de las víctimas en su
elaboración, sea alterado. El MNM debe ser un espacio dirigido con idoneidad e
independencia y con claro apego a sus propósitos reparadores y esclarecedores.
Paramilitares, guerrilleros y exintegrantes de la fuerza pública que participaron
directamente en el conflicto armado han contado también sus historias. Lo han hecho
motivados por la necesidad de ser escuchados, mostrarle al país esa otra versión de
la guerra, asumir su responsabilidad, pedir perdón, reconocer la dignidad arrebatada
a sus víctimas y socavada en ellos mismos, y de comprometerse con una nueva etapa de
su vida. Así lo resumió un informe allegado a la Comisión: «Es una oportunidad para
ayudar a construir los caminos que urgentemente necesita el país, que son los caminos
de la paz y de la convivencia y los caminos de la compasión»907.
Con frecuencia, los excombatientes han reflexionado sobre los hechos victimizantes
cometidos. Como una parte de estas reflexiones, se han cuestionado sobre los impac-
tos del conflicto armado en la sociedad y en las víctimas directas. Aunque algunas
narrativas son justificatorias, su valor reside en que enfrentan, por primera vez, una
experiencia interior que, al nombrarla, requiere acudir a las trazas de la humanidad
no eliminadas por la guerra para poder pensar al otro.
Las reflexiones de los excombatientes, a menudo, abordan los daños causados a las
víctimas, las propias nociones de pérdida que emergieron con la guerra y el tránsito
para la transformación de ellos mismos que llega con el fin de su rol en el conflicto
armado908. Esto antes no era fácil de hacer, dadas las dinámicas urgentes y atroces de
la guerra, en las que no había tiempo para reflexionar sobre el sufrimiento de los otros.
A propósito, una excombatiente de las FARC-EP le dijo a la Comisión:

907
  Informe 240-CI-00389, ABC PAZ, «Informe sobre el proyecto», 28.
908
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza: «Construir la paz desafiando la desesperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.

360 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Me volví grande emocionalmente; o sea, primero abrí los ojos […] y entendí que
uno muchas veces dice “Me voy a vengar”, y uno no sabe ni de qué ni de quién se va
a vengar […]. La venganza lo único que deja es daño y más daño»909.
Un exmiembro de las Autodefensas de Puerto Boyacá, por su parte, comentó lo
siguiente en su testimonio:
«Es cierto: hice muchas cosas inhumanas. Muchas cosas que no debería de haber
hecho […] y lo hice, no porque de pronto me obligaran a hacerlo ni nada de esas
cosas, sino porque yo veía en ese entonces la necesidad de hacerlo. Pero eso no quita
que lo que hacía era injusto… Hoy en día, yo me he sentado y he reflexionado
conmigo mismo y sé que ningún ser humano en esta tierra tiene derecho a quitarle
la vida a otras personas y a pasar por encima de sus pensamientos, sus ideas, sus
creencias, sus convicciones»910.

909
  Entrevista 163-AA-00004. Mujer, excombatiente de las FARC-EP, reclutada en el Vichada en 2005.
910
  Entrevista 240-AA-00015. Actor armado, hombre, paramilitares Magdalena Medio.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 361


Sancocho en medio de la «Huelga Patriótica» organizada por afiliados a la Unión Sindical Obrera
(USO). El objetivo de la movilización era lograr la autonomía financiera de la empresa y la
preservación de los campos de producción directa de La Cira, Infantas y Casabe. Barrancabermeja,
Santander. Abril del 2004. ©Jesús Villamizar

362 sufrir la guerra y rehacer la vida


Acciones para defender y
exigir derechos: la fuerza
de la organización del
trabajo colectivo

L
a defensa de los derechos de las personas ha sido una de las principales apuestas
de sectores organizados de la sociedad, dispuestos al cuidado de la vida. Para
defenderlos, la organización social ha sido fundamental. Los testimonios recibidos
por la Comisión coinciden en que «individualmente no se puede hacer nada; tocaba
era agruparnos, asociarnos para empezar a poder trabajar»911; y en que «la unión hace
la fuerza y da una esperanza de vida»912.
Por lo anterior, en todo el territorio nacional han surgido procesos organizativos
que adelantan acciones para exigir y aportar al fin de la guerra y para enfrentar la inequi-
dad, la distribución desigual de los recursos y otros factores estructurales –vinculados
y subyacentes al conflicto armado–. Han sido procesos muy diversos en su alcance
territorial –barrial, veredal, regional, nacional, internacional– y en las personas que los
han impulsado –organizaciones campesinas, sindicales, juveniles, de mujeres, artísticas,
de sectores LGBTIQ+, colectivos de víctimas y grupos de derechos humanos, entre
muchas otras figuras–.
La unión de estas colectividades nació del reconocimiento de las necesidades
compartidas. Pero, como lo muestran los testimonios, sostener esos procesos orga-
nizativos no ha sido sencillo, pues ha implicado construir consensos entre diferentes
orillas, hacer alianzas, acuerdos y negociaciones estratégicas. Ha implicado, también,
un acto político, un cambio de conciencia que sucede cuando la gente se reconoce
en las historias de las otras personas, cuando asume desde allí un compromiso común
con la defensa de sus derechos y con el ejercicio de la ciudadanía.

911
  Entrevista 278-VI-00008. Hombre, víctima de MAP, amenaza y otros hechos, líder social.
912
  Entrevista 193-PR-00967. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, lideresa social y defensora de
Derechos Humanos.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 363


La sociedad organizada a favor de los derechos humanos ha adelantado acciones
para defender la tierra, el territorio, la ciudadanía y la participación en la construcción
de un futuro digno para el país. Esto se ha logrado a través de la recuperación de una
ética política que no está al servicio de beneficios particulares, sino del interés general.

Defender la tierra y el territorio:


la organización campesina

Campesinos de la región del Catatumbo y del sur del Cesar participan en jornadas de minga nacional.
Besote, municipio de La Gloria, Cesar. Junio de 2016. ©Santiago Mesa / Cortesía Asociación Minga

Como lo muestran en detalle otros tomos de este Informe Final, las disputas por la tierra
y el territorio han estado en el centro del conflicto armado colombiano. En esa medida,
quienes han forjado su cultura en el campo han tenido que liderar luchas claves por el reco-
nocimiento de su existencia y sus derechos a pertenecer y permanecer en su territorio913.

913
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audios: Cuidar la vida querida, Una negra como nosotros y El orgullo de ser campesino en

364 sufrir la guerra y rehacer la vida


«[Ser campesino] yo trataría de resumirlo en tres palabras», le dijo un joven líder
campesino a la Comisión. «Una tiene que ver con la dignidad, otra con la convicción
y la otra con la resistencia. Porque, finalmente, el campesino, hoy por hoy y a lo largo
de la historia […] ha sido pisoteado en su liderazgo, ha sido invisibilizado, ha sido
utilizado y, en términos normativos, ha sido desconocido. En cuanto a la convicción,
yo creo que, a pesar de que uno sale del campo porque lo desplazaron, existe, además
de la sangre, ese interés, esa necesidad de tener un vínculo permanente con las
comunidades campesinas y con los territorios»914.
Es fundamental entender que ser campesino trasciende el habitar en las zonas
rurales. La identidad de este grupo se refiere a un conjunto de dimensiones políticas,
económicas, culturales, sociales y humanas que se entrecruzan con la vida en el
campo. Si bien el campesinado no es un sujeto social homogéneo que comparte las
mismas afinidades ideológicas o políticas, en la escucha realizada por la Comisión,
fue frecuente su autorreconocimiento como personas luchadoras, «echadas pa lante».
De acuerdo con las víctimas, esa fuerza es una parte constitutiva de las identidades
campesinas: se ata a los hogares mismos, al vínculo familiar y comunitario, al quehacer
de la tierra y a la pertenencia al territorio.
El sentido de lo comunitario no se entiende aquí como una mera suma de indi-
vidualidades, sino como una serie de relaciones de interdependencia basadas en la
solidaridad y el trabajo común. Trabajar unidos en busca de un mismo fin, desde
levantar las casas para todas las familias –«cuando se juntaban cien, doscientas personas
a tumbar monte a hacha y así se rotaban en todas las fincas»915– hasta gestionar la vida
social. Este sentido de unión, de comunidad, se construye a partir de un nosotros que
se relaciona con el territorio en el cuidado de la tierra, la naturaleza y las personas.
La identidad campesina, que se transmite de generación en generación, permite
una reinvención constante: las personas mayores les narran a los niños y niñas el legado
de la lucha; las madres y abuelas lo transmiten en sus conversaciones junto al fogón;
los líderes y lideresas que han luchado inspiran y enseñan a quienes continúan en el
camino. Ese tejido es el que la guerra fractura, como lo resumió para la Comisión un
líder campesino:
«Tengo una hija… Ella es la única mujer. Yo la enseñé a que ella tenía que luchar por
el territorio y por su familia, y hoy en día es la misma mujer luchadora de siempre. A
los 11 años, ella ya era la secretaria de Asopema [Asociación de Pequeños y Medianos
Agricultores del Tolima], ya ella sabía cómo manejar ese tema»916.

la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-


afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
914
  Entrevista 215-CO-00610. Integrantes de Asopema.
915
  Naucke y Halbmayer, «Resistencia legítima frente al conflicto colombiano», 18.
916
  Entrevista 215-CO-00610. Integrantes de Asopema.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 365


Las Juntas de Acción Comunal (JAC) siguen siendo la organización comunitaria
más sólida de las comunidades rurales y de algunas urbanas. Como se mencionó
anteriormente, estas han sido perseguidas y estigmatizadas y muchos de sus líderes han
sido asesinados a lo largo del conflicto armado. Hay una razón clara para lo anterior:
las JAC han sido claves en la defensa del territorio y de los derechos.
Históricamente, estas organizaciones se han reconocido como escenarios de trabajo
colectivo y de interlocución con el Estado, y han sido intermediarias con los actores
armados. También han enfrentado los impactos del conflicto.
En las primeras décadas de los años 1960, las JAC lograron organizarse de manera
cooperativa para impulsar los productos de la tierra, llevándolos al mercado de manera
directa, como recordó un campesino de Curumaní, Cesar, víctima de desplaza-
miento forzado:
«Nosotros hacemos resistencia. Nosotros creemos que no soy solo yo: allí habemos
una gran cantidad de muchachos o viejos como yo que hacemos resistencia civil y
nos sostenemos de lo poquito que producimos. Pero quiero decirte que estamos más
pobres que en aquella época en que compartíamos. Como te digo, nosotros no nos
jodían tanto los comerciantes, los acaparadores, porque nosotros mismos por medio
de la junta éramos autosostenibles. Teníamos el centro de acopio y nos sosteníamos.
Las ganancias que daban eran para la Junta de Acción Comunal. También ganaba el
campesino y se mantenía la organización campesina»917.
La situación cambió con las políticas de apertura económica y el dominio de
los grupos armados. Como ya se mencionó, cuando estos comenzaron a ejercer su
control en los territorios, las JAC fueron el primer espacio de encuentro entre la
población para hacerle frente a la violencia. El trabajo de las JAC permitió hacer
denuncias públicas, relacionarse con otros organismos de la sociedad civil y convocar de
manera eficaz a la comunidad para realizar movilizaciones o solicitudes. Un cam-
pesino víctima del conflicto de La Macarena, Meta, recordó de la siguiente manera
el papel de las juntas:
«Nosotros al Estado le hemos luchado y nos hemos logrado hacer sentir por medio
de las Juntas de Acción Comunal: esa ha sido la herramienta básica de acá. Las JAC
son las que siempre han estado ahí litigando para que el Estado entienda que aquí
hay población civil, que aquí no hay solamente guerrilla, como hacían creer…»918.
Las JAC han sido escenarios para el encuentro comunitario, el diálogo y la deli-
beración; han sido uno de los núcleos donde se gestan discusiones dirigidas hacia la
convivencia y la vida digna de las comunidades. En esa medida, estos espacios han
permitido tejer las relaciones entre vecinos, el reconocimiento de quienes habitan
y comparten un territorio, la expresión de solidaridad, de disensos y consensos. A

917
  Entrevista 237-VI-00036. Hombre, campesino, amenaza, desplazamiento forzado.
918
  Entrevista 457-VI-00050. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio, campesina.

366 sufrir la guerra y rehacer la vida


través de su liderazgo, le han aportado a la organización local, a la regulación de la
convivencia en los territorios y a la defensa de los derechos de la ciudadanía, como le
dijo a la Comisión un líder de San Vicente del Caguán, Caquetá:
«Es la misma comunidad la que ha hecho las vías, los puentes, mancuernas,
acueductos, los puestos de salud, la interconexión eléctrica, todo. Es decir, los
comunales somos los que en verdad hacemos construcción de comunidad. Los comu-
nales construimos la comunidad. No es el político, no es el alcalde, porque el alcalde
simplemente […] ahí está el presupuesto, ejecute, pero los comunales somos los
que hemos estado: “Hay que hacer esto, hay que hacer lo otro”»919.
En ocasiones, los escenarios de interlocución que tienen las juntas con las insti-
tuciones y los actores armados derivaron, como se expuso, en amenazas y asesinatos
selectivos. Las juntas han sido vistas como obstáculos o como parte del enemigo,
han sufrido acusaciones de formar parte de las guerrillas y de obstaculizar proyec-
tos de control de tierras y comunidades. Pese a esto, las JAC han crecido y se han
mantenido en su «convicción de servicio». Un líder de Florencia, Caquetá, le dijo
a la Comisión sobre el tema:
«Mire que, sin embargo, la organización se mantiene y la tendencia es a fortalecerla.
Y, dentro de este quehacer de la memoria histórica, hay que mirar que la organización
comunal sobrevivió a más de 50 años de conflicto en medio de todas las dificultades que
se dieron porque hay una convicción de servicio. Esta vaina comunal es de vocación
[…]. Entonces lo que estamos haciendo es que se fortalezca porque, en la medida en
que la sociedad se organice, es como no se repiten los hechos de violencia que hemos
vivido en todos estos años»920.
Por lo anterior, rodear a los líderes comunales y reconocer el valor de su labor
resulta fundamental para la reconstrucción del tejido social debilitado, como muestra
un testimonio de un líder de una junta, en Putumayo:
«Esto es bonito porque uno se siente satisfecho con el deber cumplido […].
Uno se siente satisfecho con la labor que hace: que la haga bien, que les llegue a las
comunidades, que los capacite, que los instruya. Sí, es como una voz de aliento y
uno se siente satisfecho y dice “deber cumplido”. Entonces, cuando uno ha tenido
de dentro de su trabajo esa perspectiva de la comunidad, uno es feliz con ese trabajo
[…]. Uno sirviéndole a la comunidad se siente contento y satisfecho y a veces triste
porque falta, nos falta mucho»921.
Aunque el campesinado ha luchado por sus derechos a lo largo de toda su historia,
sus modos de respuesta han sido diferentes de acuerdo con los tiempos y lugares del
conflicto armado. El campesinado de la colonización campesina, a inicios de la década

919
  Entrevista 173-CO-00335. Líderes Juntas de Acción Comunal.
920
  Entrevista 204-CO-00356. Colectiva, Juntas de Acción Comunal, sur del Caquetá.
921
  Entrevista 187-PR-00549. Hombre, experto/testigo, miembro de Junta de Acción Comunal.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 367


de 1960, puso en el centro la lucha por la tierra y el reconocimiento como campesinos.
Esto cambió en la década de 1980, cuando el campesinado tuvo que hacerle frente
a la violencia y resistir para no ser despojados, desplazados o marginados por los grupos
armados y las políticas agrarias de los diferentes gobiernos que mantuvieron similares
condiciones de propiedad y privilegio.
La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) ha sido una muestra
de la vigorosidad y persistencia de la organización campesina. Esta organización
ha logrado aglutinar a diversos sectores y regiones para tener una expresión nacional.
Creada en 1967, buscaba producir cambios en la estructura del campo para la
redistribución de la propiedad agraria. Con este fin, apoyó la figura de las recupe-
raciones o tomas de tierra, acciones en las que organizaciones de familias campesinas
con necesidades de vivienda y subsistencia ocupaban terrenos extensos que no
estaban utilizándose.
En 1971, «el 21 de febrero» –como siempre lo nombran los miembros de
ANUC– se realizaron más de 800 ocupaciones de predios a lo largo del país
impulsadas por la organización. Sobre estos hechos, un campesino recordó que «a
pesar de que el proceso de colonización fracasó en muchos sentidos […], sí dejó
vivas las formas organizativas, que se mantuvieron durante la década del 70»922.
En ese mismo contexto, se creó, también, el Consejo Nacional Indígena del Cauca
(CRIC). Este se articuló a los procesos de recuperación de tierras en el suroccidente
y, desde entonces, ha sido una de las plataformas más consolidadas para la movilización
de los pueblos indígenas.
La organización campesina también ha encontrado posibilidades en las figuras
de los sindicatos agrarios y las Zonas de Reserva Campesina (ZRC). Los primeros
han permitido el diálogo con otros sectores sociales, como los trabajadores de
empresas y de la salud, los estudiantes y educadores, las madres comunitarias y las
organizaciones urbanas. Esto ha favorecido que los problemas rurales sean defendidas
en movilizaciones urbanas y que hagan presencia también en las ciudades donde
han encontrado apoyo y acompañamiento social, lo que ha posibilitado transfor-
maciones en el territorio.
Las ZRC, por su parte, existen jurídicamente desde 1994 y se articulan en la
Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc). Esta nació, en 2011,

como herramienta de unidad por el campesinado […], un espacio de articulación


y coordinación de las organizaciones campesinas impulsoras de zonas de reserva
campesina, de carácter popular y comprometido con la defensa del territorio y la
tierra para el campesinado923.

922
  Entrevista 062-PR-00139. Hombre, experto/testigo, líder campesino.
923
  Asociación Nacional de Reservas Campesinas (Anzorc), «Historia».

368 sufrir la guerra y rehacer la vida


El comisionado Alfredo Molano, quien durante toda su vida estuvo comprometido
con el campesinado y apoyó desde su origen a las Zonas de Reserva Campesina,
explicó que la idea de las reservas campesinas

nació a orillas del río Guayabero, al anochecer, la hora en que la lechuza sale de
su escondrijo y abre sus grandes ojos para ver en la oscuridad. Pero habría podido
nacer en el Cauca, en la Macarena o en la Sierra Nevada924.

Las ZRC son áreas geográficas destinadas a la estabilización y consolidación


de la economía campesina, que privilegian al campesinado de escasos recursos en
el aprovechamiento de las tierras baldías. Entre 1998 y 2003, con el apoyo del
Ministerio de Agricultura y el Banco Mundial, se consolidó el primer piloto de
esta experiencia. Inicialmente, se crearon tres ZRC, ubicadas en Pato Balsillas,
Guaviare, San Vicente del Caguán, Caquetá, y Cabrera, Cundinamarca. Al poco
tiempo, las zonas fueron estigmatizadas925. Se las señaló como áreas de presencia y
fortalecimiento de la guerrilla. Esto las sacó del escenario político en términos de
ordenamiento territorial por varios años.
La persistencia del proyecto comunitario y económico de estas áreas para la delimi-
tación de la vida campesina permitió que, a partir de 2010, el Instituto Colombiano
de Desarrollo Rural implementara estrategias para reactivar aquellas ya creadas. En el
primer punto sobre reforma rural integral, el Acuerdo de La Habana contempló
el fortalecimiento de las ZRC para facilitar espacios de participación campesina en
instancias de planificación y decisión, y para garantizar la permanencia campesina
en el territorio en estas zonas, concebidas como iniciativas que contribuyen al
reconocimiento y la garantía de los derechos políticos, económicos, sociales y cul-
turales de sus habitantes. En el momento en que se escribe este tomo, hay seis ZRC
constituidas, siete en trámite de constitución, 12 proyectadas para delimitación y
39 proyectadas sin delimitación926.

924
  Corporación Nuevo Arco Iris, «Zonas de Reserva Campesina».
925
  Hay verdad Magdalena Medio, «Los caminos trazados por las Zonas de Reserva Campesina».
926
  Informe 1306-CI-01879, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) et al.,
«Guerra contra el campesinado (1958-2019)», 174.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 369


Defender y proteger la naturaleza

La explotación petrolera ha impactado el territorio del pueblo Nasa. Los derrames son un riesgo para
los acuíferos de la zona. Corredor Puerto Vega Teteyé, Puerto Asís, Putumayo. ©Sonia Cifuentes /
Cortesía Asociación Minga

En 1994, cientos de emberas emprendieron el Do Wabura Dai Bia Ozhirada, que


significa «Adiós río, que tanto bien nos hiciste». Como una parte de esta iniciativa,
miembros de la comunidad, incluidos mujeres, niños y niñas, hicieron un sentido
recorrido en balsas por el río Sinú, que iba a ser desviado para la construcción de
la represa de Urrá927. Había que despedirse de él a pesar del confinamiento al que
los tenían sometidos y del terror que habían experimentado con los asesinatos y
desapariciones cometidas en su contra por estructuras paramilitares bajo el mando
de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso:

[Kimy Pernía, un líder indígena desaparecido y asesinado] se sentía feliz porque con
su comunidad fueron capaces de desafiar a quienes no les permitían cumplir

927
  El Tiempo, «El viaje final por el río Sinú».

370 sufrir la guerra y rehacer la vida


con este cometido cultural, pero también tristes porque jamás el Sinú volvería a ser
el de antes. También celebraban que habían desafiado las prohibiciones impuestas
y realizaron su ceremonia de adiós, como se los dictaba la cultura928.

Entre 1996 y 2003, la disputa por el control territorial entre grupos paramilitares y
la guerrilla de las FARC-EP había terminado restringiendo completamente el tránsito
por el río Atrato929. Ellos eran los únicos que lo recorrían:

Cuando uno escuchaba algún motor, alguna panga, ya se sabía que eran […] los
elenos, o paramilitar, o el grupo que estuviera por ahí, o era las FARC-EP, porque
ellos eran los que andaban930.

Era necesario recuperar la navegabilidad por la cuenca, pues era el corredor para
transportar alimentos y a las personas. De esa manera, también se recuperaría, en
parte, la precaria economía de los asentamientos ribereños. En 2003, las comunidades,
sus organizaciones más representativas como el Foro Interétnico Solidaridad Chocó
(Fisch), el Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del
Atrato (Cocomacia), la Asociación de Cabildos, Autoridades Tradicionales Indígenas
Embera, Dóbida, Katío, Chamí y Dule del Departamento del Chocó (Orewa) y la
Asociación de Consejos Comunitarios y Organizaciones del Bajo Atrato (Ascoba),
acompañadas por las diócesis de Quibó y Apartadó y por la Defensoría del Pueblo,
se aventuraron nuevamente a navegar el río con una «peregrinación por la paz y la
vida»931 que llamaron Atratiando: por un buen trato en el Atrato. En seis días, navegaron
500 kilómetros, desde Quibdó hasta la desembocadura del río en Turbo. Con ello,
recuperaron la movilidad comunitaria por el río:

En últimas tomamos la decisión. «No pues aquí a todos no nos pueden matar,
vamos a hacer la actividad porque es la única salida. Y como todas las comunidades
no se pueden mover, ni hacia arriba, ni hacia abajo, entonces ¿de qué va a vivir la
gente?». Y fue así como tomamos la decisión. Y la gente aquí en Quibdó siempre

928
  Verdad Abierta, «Kimmy Pernía, líder indígena asesinado», VerdadAbierta.com.
929
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental:
El Atrato es la vida (Foro Interétnico Solidaridad Chocó y Siembra para la Comisión de la Verdad),
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
930
  Entrevista a un líder comunitario de Cocomacia, tomada de: Informe 365-CI-01146, Fondo
Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch) y Centro Sociojurídico para la Defensa Territorial (Siembra),
«El Atrato es la vida».
931
  Fondo Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch) y Centro Sociojurídico para la Defensa Territorial
(Siembra).

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 371


nos miraban con un poquito de respeto. Siempre fue una actividad que nos fue
muy bien. Gracias a Dios no tuvimos ningún percance932.

Una década más tarde, el río Atrato sufrió un desastre natural de grandes dimensiones.
Decenas de dragas –las infraestructuras utilizadas en la minería ilegal– se instalaron
a lo largo de su cauce. De improviso, se empezó a socavar la ribera, el cauce y la
integridad funcional del ecosistema del río. Al mismo tiempo, se vertieron miles de
litros de sustancias químicas, entre ellas cianuro y mercurio,

atentando contra la supervivencia de la población, los peces y el desarrollo de la


agricultura que son elementos indispensables y esenciales de alimento en la región,
que es el lugar en donde las comunidades han construido su territorio, su vida y
recrean su cultura933.

Ante estos hechos, la Corte Constitucional, en un estudio sobre este caso, concluyó
que el río Atrato debía considerarse un sujeto de derechos y que sus intereses debían
ser resguardados por las comunidades, como guardianas del río.
En el momento en que se escribe este tomo, hay siete organizaciones repre-
sentadas en un cuerpo colegiado que opera como vocero del río934. Estas realizan
actividades culturales, de pedagogía y formación en jóvenes, recorridos humanitarios
y acciones de incidencia nacionales e internacionales.
El mecanismo usado en el río Atrato ha inspirado procesos de defensa de otros
ecosistemas en todo el país. Otras comunidades han exigido que los ecosistemas de
los que dependen sean declarados sujetos de derecho y que se les reconozca como
sus guardianes935.

932
  Fondo Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch) y Centro Sociojurídico para la Defensa Territorial
(Siembra), 337. Esta experiencia sirvió de inspiración para la movilización en defensa del río Baudó
en 2014, denominada “Baudosiando”: Acción de Movilización Social “Por la Vida, La Paz y la Defensa
del Territorio del Baudó”.
933
  Corte Constitucional, Sentencia T-622 de 2016, 10 de noviembre de 2016.
934
  Las organizaciones son El Foro Interétnico Solidaridad Chocó (Fisch), la Asociación de Consejos
Comunitarios y Organizaciones del Bajo Atrato (Ascoba), el Consejo Comunitario Mayor de la Organización
Campesina Integral del Atrato (Cocomacia), el Consejo Comunitario Mayor de la Organización Popular
y Campesina del Alto Atrato (Cocomopoca), los Consejos Comunitarios del Río Quito, la Mesa de
Diálogo y Concertación Permanente de los Pueblos Indígenas del Chocó y la Mesa Social y Ambiental
del Carmen de Atrato. En: Cuerpo Colegiado de Guardianes del Atrato, «Quiénes somos».
935
  Como en los casos de los ríos Cauca (Tribunal Superior de Medellín, Sala Cuarta Civil, Sentencia
del 17 de junio de 2019), Otún (Juzgado Cuarto de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de
Pereira, Sentencia del 11 de septiembre de 2019), Magdalena (Juzgado Primero Penal del Circuito
con funciones de Conocimiento de Neiva, Sentencia del 24 de octubre de 2019) y Quindío (Tribunal
Administrativo de Quindío, Sala Cuarta, Sentencia del 5 de diciembre de 2019).

372 sufrir la guerra y rehacer la vida


La resistencia también se ha expresado en la decisión de ejercer el control territorial
y expulsar a los actores armados de los territorios, en aplicación del derecho propio.
En 2012, los indígenas del pueblo Nasa se propusieron desmilitarizar el territorio y
expulsar a la guerrilla y al Ejército. Con fundamento en su autoridad, destruyeron
un campamento de la guerrilla y expulsaron a los soldados del Batallón de Alta
Montaña No. 8, establecidos en el cerro Berlín936, pues se habían instalado en un
lugar sagrado.

Estos cerros y montañas son sitios sagrados para los Nasa. En ellos, se realizan cere-
monias y rituales; cada dos años se hace el cambio de autoridad, el «refrescamiento
de varas», que son los bastones de mando. Dicho ritual se realiza en la parte más
alta de un cerro o en laguna, donde se pide a la Madre Tierra sabiduría para
orientar el territorio y fuerza para la comunidad. La fiesta de purificación de
las semillas es otra de las ceremonias que se realizan en estos cerros. Se purifican las
semillas para la siembra, se realiza el trabajo comunitario o «minga»937.

Las guardias propias ejercen verdaderos mandatos ambientales. La Guardia


Cimarrona, por ejemplo, vela «por la aplicación del Reglamento Interno, que estará
concebido sobre los códigos ancestrales de convivencia con el entorno»938. La guardia
indígena tiene el mandato de defender los planes de vida de los pueblos y proteger
el territorio. Los bastones de mando que usan indican su relación con la naturaleza:

Está tallado en madera de árbol de chonta y tiene un juego de cintas de cuatro


colores [verde: la naturaleza; rojo: la sangre de los antepasados; azul: el agua; negro:
la tierra] y un chumbe tejido por las mujeres mayores939.

La resistencia se ha manifestado también en la consigna de la liberación de la


Madre Tierra de la explotación de monocultivos y el latifundio, «para dejar descansar
la tierra de los grandes procesos agroindustriales a los que son sometidos»940. Uno de
los casos más conocidos es la liberación de la Hacienda La Emperatriz. Esta debía ser
parte de la reparación del resguardo indígena Nasa de Huellas por la masacre de la
hacienda del Nilo, perpetrada, en 1991, para beneficiar a ganaderos de la zona. En
2005, los indígenas recuperaron la hacienda con la siguiente explicación:

936
  Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), «Los indígenas Nasa plantan cara a las FARC y al
Estado colombiano».
937
  Quintana, «Ni un paso atrás».
938
  Conafro, «Propuesta, Guardia Cimarrona».
939
  Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), «La Guardia
Indígena, cuidadora del territorio y la vida».
940
  Rutas del Conflicto, «La liberación de la tierra», Rutas del Conflicto.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 373


Para nosotros la tierra es la madre y contra ella se comete un crimen del que vienen
todos los males y miserias. Nuestra madre, la de todos los seres vivos, está sometida;
según la ley que se impone, tiene dueños, es propiedad privada. Al someterla como
propiedad para explotarla, le quitaron la libertad de engendrar vida y proteger y
enseñar el lugar, las relaciones y el tiempo de todo lo que vive. Le impiden producir
alimentos, riqueza y bienestar para todos los seres vivos. Los que se apropian de ella
causan hambre, miseria y muerte que no deben ser. Le roban la sangre, la carne, los
brazos, los hijos y la leche para establecer el poder de unos sobre la miseria de otros941.

En la recuperación del territorio se concentra la idea de reconvertir para bien el


uso del suelo. Para los indígenas, gracias a ello, «en las tierras liberadas y en liberación
crece el monte, el agua, los animales, la comida»942.
Prácticas de agricultura campesina, familiar y comunitaria y formas de pesca,
acuicultura o silvicultura, que se basan en la producción de alimentos en entornos de
cooperación y solidaridad, han posibilitado el cuidado de los suelos y del agua para las
generaciones futuras. Sostener los sistemas agroalimentarios solidarios y sostenibles,
bancos de semillas y acopios de alimentos, en contextos en los que la confrontación
armada sitúa a las diversas formas de organización comunitaria en el centro de la sos-
pecha, no ha sido fácil, pero sí definitivo para recomponer la forma de vida campesina.
Durante la construcción de la represa de Urrá I, por ejemplo, los paramilitares
asesinaron a opositores del proyecto como el profesor Alberto Alzate Patiño de la
Universidad de Córdoba, en 1997, y al profesor embera Lucindo Domicó, en 1999;
desaparecieron a Kimy Pernía, en 2001, desplazaron a cientos de familias de la zona,
y cometieron otras graves violaciones de derechos humanos943. Pese a todo esto, las
comunidades campesinas y pescadoras impulsaron iniciativas de recomposición
productiva como el desarrollo de los agrosistemas biodiversos familiares (ABIF) para
permanecer en el territorio mediante un modelo «económicamente viable, socialmente
justo y ambientalmente sano»944.
En un informe realizado por FIAN Colombia, una organización especializada en
la promoción del derecho a la alimentación, se documentó el caso de una comunidad
campesina y pescadora de La Mojana, en el Sur de Bolívar945. Esta comunidad convivió,
en diferentes periodos, con la presencia de la guerrilla, del Ejército y del narcotráfico. En
determinado momento, los despojaron de sus territorios para entregarlos a ganaderos,

941
  Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), «Día de la Madre Tierra».
942
  Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), «Liberación de la Madre Tierra no
es un tema de indios y para indios».
943
  Grupo por la Defensa de la Tierra y el Territorio de Córdoba (GTTC), Memorias vivas.
944
  Censat Agua Viva, «El ABIF es un centro de construcción de saberes impresionante».
945
  De la que «Por razones de seguridad no se precisa su ubicación y datos adicionales (fechas, número
de personas o familias, etc.)». En: FIAN Colombia, Un país que se hunde en el hambre, 397.

374 sufrir la guerra y rehacer la vida


incendiaron sus casas y los criminalizaron, pero reconstruyeron su comunidad,
sembrando arroz. Para ellos,

la base de esa resistencia ha sido el trabajo de tierra y agua. La garantía colec-


tiva del Dhana [Derecho Humano a la Alimentación y Nutrición Adecuadas]
es un horizonte de sentido para esta comunidad, siendo un aspecto fundante
que define no solo su organización, sino su esquema productivo y de trabajo,
característicamente campesino946.

En zonas que han sufrido intensa violencia por la construcción de megaproyectos o


de explotaciones de la naturaleza sustentadas en la violencia armada, la premisa de que
el trabajo comunitario por la soberanía alimentaria constituye «el horizonte de lucha de
la resistencia»947 ha sido muy importante. En el sur del país, el Comité de Cacaoteros
de Remolinos del Caguán y Suncillas (Chocaguán) le ha apostado a una producción
comunitaria lícita en medio de una economía regional marcada por el monocultivo
de la coca, potenciando la siembra y comercialización de un alimento propio de la
región. A propósito, un líder campesino de la zona le dijo a la Comisión:
«El cacao sí es de acá de la Amazonía. Se da en el monte. Entonces [es] poder
contribuir con el tema de la conservación del medio ambiente y hacer un uso sostenible,
que las familias puedan vivir del bosque. Desde el punto de vista de Chocaguán,
vemos que vale más el bosque en pie que un potrero»948.
En el norte del país, la comunidad de paz de San José de Apartadó ha desarrollado
la producción de un chocolate orgánico, el Chocopaz, con una convicción absoluta de
que «la paz empieza con la alimentación»949. A pesar de lo anterior, desde su declaración
como comunidad neutral, en 1997, hasta 2020, ha habido 320 personas asesinadas, 500
amenazas y anuncios de exterminio, 100 torturas, 200 personas privadas de su libertad
y más de 50 desplazamientos. La comunidad está compuesta por 450 personas950.
La resistencia en defensa de las propias formas de vida y de la naturaleza tiene un
costo muy alto, como lo muestra el caso de San José de Apartadó y centenares más.
En San Vicente del Chucurí, las comunidades que han resistido a la imposición de la
palma aceitera han sido desplazadas forzadamente por ello951. Una mujer campesina
de la zona le dijo a la Comisión:

946
  Ibíd., 404.
947
  Ibíd.
948
  Entrevista 150-PR-00192. Hombre, experto/testigo, líder campesino.
949
  Pablo Mejía Trujillo y Gwen Burnyeat, «Chocolate de paz. El cacao desafiando la violencia», 2016,
55 min 26 s.
950
  Peace Brigades International Colombia, «Comunidad de Paz de San José de Apartadó».
951
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «La naturaleza herida por la violencia», Documental
web: Remolinos de guerra y desarrollo en el río Sogamoso (Censat Agua Viva y Ríos vivos para la

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 375


«Había también todo el proyecto de sembrar palma africana y sabían que los
campesinos no se iban a poner a sembrar una cosa que no conocían. Ellos preferían
sembrar yuca y verduras, entonces los sacaron a todos y ahora hay megaproyectos de
palma africana»952.
A menudo, la defensa de la naturaleza frente a intervenciones ambientales legales o
ilegales, se traduce en amenazas y estigmatización por grupos armados cuya identidad
no es develada en instancias judiciales. En Tolima, por ejemplo, los promotores de las
consultas populares –el mecanismo de participación social que se usó en los últimos
años para prohibir la imposición de megaproyectos mineros en varias zonas del país–,
en varias ocasiones, han enfrentado amenazas contra su vida. En algunos casos, las
amenazas tristemente se han materializado, como lo registran varios informes.

El pasado 8 de julio [de 2016], en el municipio de Cajamarca, la organización


defensora de los derechos humanos y el territorio, [el] Colectivo Socioambiental
Juvenil de Cajamarca, recibió una amenaza en un papel con letras recortadas de
periódicos o revistas y posteriormente pegadas, formando el siguiente mensaje:
«Los niños juiciosos se acuestan temprano los demás los acostamos nosotros»
[…]. La amenaza se suma a la recibida hace un mes, en la que las Águilas Negras,
grupo paramilitar, amenazó al Comité Ambiental, al alcalde de Ibagué y a los
procesos sociales nacionales reunidos en la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y
Popular, un día después de realizarse la VIII Marcha Carnaval. Adicionalmente,
es importante señalar que, en el año 2015, se recibieron tres amenazas contra las
mismas organizaciones y, entre los años 2013 y 2014, sucedieron las muertes de
los integrantes de este movimiento Daniel Sánchez, Camilo Pinto, Cesar García
y José Ramírez953.

No obstante, en el recuerdo de muchos tolimenses han quedado retratados los


colores de las marchas carnaval, en la que muchos jóvenes se manifestaron en defensa
de la naturaleza.
En todo el país, se han registrado ejemplos de actos de defensa de la naturaleza basados
en la convicción de que es la gran causa de nuestro tiempo. En el suroccidente colombiano,
un campesino compartió con la Comisión el fundamento de sus luchas ambientales:
«Uno de los núcleos de la lucha tiene que ver con la naturaleza. El agua, como un
bien movilizador del macizo colombiano954, por ser una fábrica de agua. Entender el

Comisión de la Verdad), en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.


comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/la-naturaleza-herida-por-la-violencia.
952
  Entrevista 182-VI-00001. Mujer, amenaza al derecho a la vida, exilio.
953
  Red por la Justicia Ambiental en Colombia, «Nuevas amenazas contra ambientalistas en Tolima».
954
  El macizo es un conjunto montañoso, ubicado en los departamentos de Cauca, Huila, Nariño y
Putumayo, donde nacen las cordilleras Central y Occidental e importantes arterias fluviales como el

376 sufrir la guerra y rehacer la vida


macizo, su geografía y biodiversidad, es lo que nos ha hecho resistir… La naturaleza hace
parte de nosotros mismos, nosotros hacemos parte de ella y el camino que asumimos es
siempre trabajar y resistir en perspectiva de cuidar la naturaleza y defender la vida»955.
Si bien los cauces de los ríos que nacen en el macizo guardan memorias de dolor y
rastros de muerte, sus aguas son fuente de vida, y quienes habitan sus riberas y valles
han resistido con valor ante los embates de actores armados, económicos y políticos.
En el mismo sentido del testimonio anterior, una mujer de San Carlos, Antioquia,
le dijo lo siguiente a la Comisión:
«No es que uno esté en contra del progreso. No es que uno esté en contra del desa-
rrollo, no, sino que al menos mirar cómo se concibe ese desarrollo sin necesidad
de atentar contra el mundo en el cual nos desenvolvemos porque, si no, ¿en dónde
vamos a tener la posibilidad de vivir? Es que no tenemos otro planeta. Entonces es
eso: es mirándolo desde ese punto de vista»956.
Muchas mujeres han sido centrales en la defensa de la naturaleza. Inspiradas en la
consigna de la relación cuerpo-territorio, han forjado una identidad ligada a la lucha
por la conservación del ambiente y la continuidad del tejido social, comunitario y
político. Entre ellas,

se habla de la relación cuerpo-territorio, pues las opresiones que se viven sobre estos
son las mismas: es la estructura patriarcal que decide e impone un poder sobre los
cuerpos de las mujeres y sobre los territorios. En ambas, se inscribe una profunda
convicción por la defensa y el cuidado de la vida, pero simultáneamente, habita
el miedo que recorre el cuerpo de las mujeres en razón de su actividad y el miedo
que queda inscrito en el territorio por los conflictos de los que son objeto957.

La lucha de las mujeres defensoras de la naturaleza es doble, pues implica resistir al


modelo económico y belicista marcadamente patriarcal y superar retos que la sociedad
le impone a su género. No obstante, muchísimas han resistido de manera decidida.
Una activista del norte del Cauca destacó ante la Comisión el papel desempeñado
por las mujeres afrodescendientes en las luchas por la integridad medioambiental de
sus territorios:
«En varios lugares, las mujeres cuestionaron las lógicas de la guerra en sí por lo que
eran los actores armados, pero también por los proyectos económicos que esos actores
armados estaban defendiendo. Entonces, por ejemplo, mujeres en zonas o territorios
afro, sobre todo, enfrentaron acuerdos de explotación minera, defendieron fuentes de

río Magdalena, Cauca, Saldaña, Caquetá, Putumayo y Patía.


955
  Entrevista 259-CO-00638. Defensores y defensoras ambientales.
956
  Entrevista 644-VI-00006. Mujer campesina, desplazamiento forzado y violencia sexual.
957
  Módulo de Catalogación Colaborativa 13-OI-62881600262c2746ce7970f9, «Mujeres campesinas
que defienden derechos ambientales y territoriales en Colombia: Semilla, vida y resistencia», 16.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 377


agua porque eran las fuentes de agua de la comunidad. Entendían que las lógicas de
los actores armados estaban conectadas con esos proyectos económicos; que a veces
actores de la comunidad también avalaban y ponían en riesgo a la comunidad misma.
Y eso me parece también una ganancia importante»958.
Ha habido comunidades que han encontrado las formas de recomponerse, incluso,
después de afrontar el desplazamiento forzado. Algunas experiencias derivaron en la
constitución de zonas humanitarias y de biodiversidad. Esto ocurrió, por ejemplo,
entre 2001 y 2003, en el bajo Atrato, donde las personas se unieron para consolidar

formas de habitar el territorio y como propuesta para el retorno definitivo a


los territorios ocupados desde antes del desplazamiento por las familias, [que]
apoyadas en herramientas como la cartografía, proyectaron una zonificación,
que incluyó el reconocimiento y la interdependencia de áreas de conservación,
recuperación, cultivos, vivienda y usos sostenibles959.

En el suroriente del Tolima, en 2019, por ejemplo, se logró la constitución del Parque
Natural Regional Bosque de Galilea en los municipios de Icononzo, Cunday, Villarrica,
Prado, Purificación y Dolores. En esta zona, el campesinado sufrió homicidios,
desplazamiento forzado y despojo de tierras por las FARC-EP, y abusos de la fuerza
pública. Un líder que participó en este proceso le habló sobre esto a la Comisión:
«Nosotros que realmente hemos sufrido y que hemos cargado con esta cruz, yo
lo digo: para mí el proceso de paz es una bendición porque yo allá en mi finca estoy
criando mis hijos y mis hijos están ilusionados. Están estudiando, y yo a esa edad de
ellos ya vivía una zozobra, y ellos, mis hijos, no la están viviendo. Yo les cuento esa
historia, inclusive ahorita que ganamos el proceso en la defensa del Bosque de Galilea.
Estamos en cómo prepararlos para el tema del ecoturismo […].
» Ellos [los pobladores] viven muy contentos porque allá hay mucha cantidad de
animales y a ellos les da mucha alegría al ver que estamos defendiendo y empezando
a construir una nueva cultura, una nueva generación con una nueva cultura, con un
sentido de pertenencia… Inclusive a mí me decía mucha gente: “Cuídese, vea retírese de
eso”. “No”, yo les decía, “salga a luchar y apoyar a la gente, porque esto nos compete. Es
que usted tiene hijos, tiene nietos. Y a toda esa generación, ¿qué le vamos a heredar?”»960.
Como lo apunta el Observatorio de Conflictos Ambientales de la Universidad
Nacional de Colombia, las luchas en defensa de la naturaleza, en medio del conflicto
armado o como consecuencia de este, le recuerdan al país que

958
  Entrevista 070-PR-00893. Mujer, activista social, Valle del Cauca.
959
  Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, «Las zonas de biodiversidad en el bajo Atrato», 8.
960
  Entrevista 227-VI-00057. Hombre, campesino, víctima de amenaza al derecho a la vida, defensor
ambiental.

378 sufrir la guerra y rehacer la vida


para lograr una paz estable y duradera, el ambiente debe ser entendido como las
interacciones entre las sociedades humanas y los ecosistemas –o naturaleza no
humana–. Se debe reconocer el valor de la biodiversidad, la soberanía alimentaria,
la identidad de las comunidades y, al mismo tiempo, los elementos naturales
irrenunciables, como el agua y el mantenimiento de la funcionalidad ecosistémica,
entre otros. Sin justicia ambiental ninguna sociedad humana alcanzará estándares
de bienestar que permitan superar la desigualdad y la exclusión961.

La violencia en contra de defensores de la naturaleza o de comunidades y sus líderes


y lideresas es un verdadero obstáculo para la paz. Los impactos del conflicto armado
en la naturaleza subsistirán por décadas. La recomposición de los ecosistemas depende
del mantenimiento de los vínculos bioculturales y del respeto por las formas de vida
indígenas, afrocolombianas y campesinas, y su horizonte de buen vivir.

Defensoras y defensores de derechos


humanos

En Colombia, aunque hoy resulta común escuchar a personas de sectores muy diversos
nombrarse a sí mismas como defensoras de derechos humanos, el camino que ha per-
mitido que esta identidad se consolide suma por lo menos cinco décadas. La primera
organización defensora de derechos humanos en el país fue el Comité de Solidaridad
con los Presos Políticos (CSPP). Esta organización surgió en 1973, en medio de un
aumento de las denuncias por detenciones arbitrarias y torturas, especialmente en
contra de líderes sindicales, comunales y campesinos:
«Cuando Gabriel García Márquez se ganó un premio por alguna de sus obras literarias,
un amigo de él, que se llamaba Álvaro Cepeda, dijo que sería bueno crear una organización
de derechos humanos en Colombia dado que no existía… Fue en 1973, cuando también
el país atravesaba una coyuntura en la que la Unión Sindical Obrera, la USO, estaba par-
ticipando en diferentes protestas y estaban siendo judicializados… Por eso, el nombre de
la institución es Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, porque las personas que
estaban siendo capturadas estaban reivindicando y luchando por sus derechos de manera
legítima y, sin embargo, estaban siendo menoscabados por las instituciones»962.

961
  Semana, «La paz solo será posible si se hace con la naturaleza», https://www.semana.com/opinion/
articulo/paz-solo-sera-posible-si-se-hace-con-el-ambiente/39403/.
962
  Entrevista 089-VI-00025. Mujer, víctima de amenaza, desplazamiento, homicidio.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 379


La Campaña Defender la Libertad: un asunto de todos/as está formada por una red de organizaciones que
trabaja para denunciar las detenciones arbitrarias, la persecución judicial y la criminalización de la protesta
social en Colombia. La Campaña trabaja coordinadamente para enfrentar el uso ilegal de la fuerza como
mecanismo de persecución contra las personas que, individual o colectivamente, reclaman y promueven
derechos humanos en Colombia a través de la movilización social. En la foto, se ve el acompañamiento de
esta como Comisión de Verificación e Intervención (CVI) a una jornada de protesta de un paro camionero.
Bogotá, febrero de 2017.©Juan Rivera / Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos

Artistas, periodistas, sindicalistas, personalidades académicas y líderes y lideresas


campesinas y barriales se unieron a esta iniciativa. Dado que su lucha involucraba
exigencias al Estado para la defensa y protección de los derechos humanos, fue frecuente
que a estos liderazgos se les acusara de rebelión por supuestamente pertenecer a un
grupo armado963.

963
  La Ley 95 de 1936 (Código Penal) en su capítulo I «De la Rebelión», establece que «Los que promuevan,
encabecen o dirijan un alzamiento en armas para derrocar al Gobierno Nacional, legalmente constituido,
o para cambiar o suspender en todo o en parte el régimen constitucional existente, en lo que se refiera
a la formación, funcionamiento o renovación de los Poderes Públicos u órganos de la soberanía, que-
darán sujetos a prisión de seis meses a cuatro años, a la interdicción de derechos y funciones públicas
por el mismo tiempo y a la multa de quinientos a cinco mil pesos» (artículo 139). El Decreto 1923 de
1978 (Estatuto de Seguridad), por su parte, establece que «se impondrá arresto inconmutable hasta
por un año, a quien o quienes: (a) Ocupen transitoriamente lugares públicos o abiertos al público,
u oficinas de entidades públicas o privadas con el fin de presionar una decisión de las autoridades
legítimas, o de distribuir en ellas propaganda subversiva o de fijar en tales lugares escritos o dibujos
ultrajantes o subversivos o exhortar a la ciudadanía a la rebelión» (artículo 7).

380 sufrir la guerra y rehacer la vida


En esa época, a las personas acusadas de rebelión se les procesaba a través de los
llamados Consejos Verbales de Guerra964. Si bien algunas de las personas que fueron
llevadas a tales consejos reconocieron militancias en grupos armados como el M-19, el
EPL o el ELN, también «se acusó a familiares, o amigos, o conocidos de los presos»965,
como le dijo un abogado defensor de derechos humanos a la Comisión. Al mismo
tiempo, se criminalizó a las «personas que estaban en los sindicatos, en movimientos
estudiantiles, en juntas de acción comunal, en movimientos campesinos, en orga-
nizaciones indígenas. Eso lo pudimos apreciar en el desarrollo de estos procesos»966.
Estas acusaciones los dejaban fuera de cualquier escenario político, los limitaban en
su ejercicio de ciudadanía y promoción de la movilización social, y los exponía ante
la persecución que le hacía la fuerza pública a este tipo de liderazgos.
Además de apoyar la defensa jurídica de las personas procesadas en estos consejos,
el CSPP, un año después de su inicio, fundó la Revista Alternativa967. Este medio
de comunicación impreso fue pionero en la denuncia de torturas y desapariciones
forzadas. El CSPP también creó el Taller 4 Rojo 968, un grupo de artistas que
elaboraba afiches, piezas gráficas y otros materiales en apoyo a movilizaciones
sociales en diferentes lugares del país. Simultáneamente, la organización empezó a
realizar un registro sistemático de vulneraciones a derechos –especialmente civiles
y políticos– en contra de líderes de izquierda, campesinos, estudiantiles y sindicales,
del que surgió el ya mencionado Libro negro de la represión. Estos registros se han
convertido en herramientas claves para la denuncia y para la incidencia. A pro-
pósito, el periodista Enrique Santos Calderón dijo lo siguiente en un encuentro
a finales de los setenta:

El que este tema haya logrado convocar un respaldo tan heterogéneo y represen-
tativo no es coincidencial ni gratuito. Nunca antes la preocupación por los derechos
humanos fue tan amplia en nuestro país. Y esto por una razón igualmente elemental:
nunca antes se había generalizado tanto su violación969.

En 1979, en ese contexto, se realizó el Primer Foro por los Derechos Humanos970,
que dio lugar al Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos en

964
  Hincapié, De acusados a acusadores.
965
  Entrevista 429-PR-00454. Hombre, abogado.
966
  Ibíd.
967
  Santos, Alternativa: lo mejor de la revista que marcó una generación.
968
  Taller Historia Crítica del Arte, Arte y disidencia política.
969
  Santos. «El Foro» en El Tiempo. Bogotá, marzo 20 de 1979, Extraído de Rojas.
970
  Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, Foro Nacional por los Derechos
Humanos: documentos, testimonios.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 381


Colombia971. A través de este Comité, fueron consolidándose redes internacionales
que aumentaron la presión sobre el Gobierno nacional. Estas posibilitaron la docu-
mentación de las vulneraciones a algunos derechos humanos, sobre todo aquellas
perpetradas por responsabilidad directa del Estado o con esta, como la tortura,
las detenciones arbitrarias, las amenazas y los asesinatos selectivos.
Dada la gravedad de los impactos ocasionados por las torturas y luego la desapa-
rición forzada, el movimiento de iniciativas de búsqueda tuvo un papel relevante
en la defensa de los derechos humanos y en la aplicación de una gran diversidad de
estrategias con alcances que no solo facilitaron hallar la verdad sobre sus familiares,
sino que apostaron a transformar el Estado mismo. La inclusión del artículo 12 de
la Constitución Política de 1991 –«Nadie será sometido a desaparición forzada, a
torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes»– fue uno de los tantos
cambios propiciados por las buscadoras y sus aliados.
En general, las herramientas usadas por el movimiento de derechos humanos
tuvieron un eco importante en la Constitución Política de 1991 y en el reconocimiento
formal de Colombia como un Estado social y democrático de derecho, pluriétnico
y multicultural. Ese reconocimiento abrió las puertas para potenciar determinadas
formas de acción colectiva de organizaciones de familiares de personas desaparecidas,
víctimas, familiares de militares, comunidades étnicas, mujeres, jóvenes, personas con
discapacidad o sectores sociales LGBTIQ+, entre otros, cuyos reclamos crecieron en visi-
bilidad a partir de entonces. Esto ha permitido, de manera más reciente, la reivindicación
de sus experiencias y demandas específicas como víctimas del conflicto armado interno.
Un elemento articulador ligado al papel que desempeñó el movimiento de derechos
humanos en el país, y que va más allá de las herramientas a las que ha recurrido, ha
sido el autorreconocimiento de las personas como defensores o defensoras de derechos
humanos, un nombre usado por una gran diversidad de líderes y lideresas en Colombia
cuyo trabajo ha significado una revalorización más amplia de lo que supone la defensa
de los derechos humanos972. Así lo explicó a la Comisión una abogada de una ONG
que trabaja con víctimas del Estado:
«Una de las ganancias de ese movimiento […] es que hoy todas las personas se consi-
deran defensores y defensoras de derechos humanos. Eso es muy bello. La resolución de
Naciones Unidas así lo reconoce. ¿Quién es un defensor o una defensora de derechos

971
  En este periodo, a nivel mundial, había una preocupación por el tema, ya que la tortura en países
como China causaba preocupación. En sectores como el médico, la Asociación Mundial de Medicina
y otros gremios trabajaron el Protocolo de Estambul sobre la tortura. Esto no fue ajeno a Colombia.
De hecho, la Federación Médica y Asmedas aportaron en ese camino, y en el país se creó la ley de
Ética Médica, guiada por el Ministerio de Salud.
972
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Defensor
del pueblo (punto Ciudad Universitaria) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia,
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.

382 sufrir la guerra y rehacer la vida


humanos? Cualquier persona que en cualquier ámbito o espacio defienda cualquiera
de los derechos. Entonces, defensor y defensora de derechos humanos es la señora en
el barrio que lucha por que los niños tengan alimentos en el hogar comunitario,
o el abogado o la abogada que lucha para que se abra el proceso contra militares en
la Corte Penal Internacional.
» Esos defensores y defensoras de derechos humanos empezaron a abrir un camino
muy poderoso… Y es que hoy no se concibe ningún Estado, ni se concibe una democracia
si no hay una garantía plena de reconocimiento de los derechos, que ya inclusive
ni siquiera son derechos humanos, sino que son derechos humanos, derechos de los
animales, derechos del territorio, derechos de la naturaleza: ese es un patrimonio de
esos defensores»973.

Litigio y cabildeo estratégico


para la garantía de derechos

Desde mediados de los ochenta, una herramienta importante para la defensa de los
derechos humanos ha sido el litigio estratégico, que pasó de enfocarse, en sus inicios,
exclusivamente en las vulneraciones de los derechos civiles y políticos a cubrir una
amplia gama de derechos, incluidos los sociales, económicos, culturales y ambientales.
La defensa de los derechos, así mismo, dejó de ser predominantemente jurídica y
pasó a incluir otros componentes como el fortalecimiento organizativo, las estrate-
gias comunicativas y el apoyo psicosocial. Esto significó que la práctica del litigio
estratégico comenzó a tener efectos concretos en casos puntuales que generaron presión
y respuestas del Estado, y que transformó a las organizaciones como tales. Una
abogada con veinte años de experiencia en el tema le habló a la Comisión sobre el
litigio estratégico y la evolución del movimiento de derechos humanos:
«¿Cuál es la práctica de las organizaciones de derechos humanos? Organizaciones
de derechos humanos […] que estaban constituidas por abogados para defender la
libertad asesoraban a comunidades que luchaban por tener servicios básicos en sus
comunidades, que estaban luchando porque les iban a imponer un contrato para
explotar el bosque nativo en sus territorios o defendiendo a los sindicalistas que les
estaban matando, que les estaban negando derechos, etc. […]. Eso nos llevó a que años
después definiéramos […] qué nombre le ponemos a esto porque no es propiamente
un trabajo de abogados. Entonces dijimos: “Esto es realmente un trabajo integral”.

973
  Entrevista 769-PR-02838. Mujer, defensora de DD. HH.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 383


Antes se le decía litigio integral o enfoque integral de derechos humanos y después,
viendo experiencias también en otros países de América Latina, le llamamos a eso
litigio estratégico. El litigio estratégico entonces parte de la idea de que nuestro trabajo
no es solamente jurídico, sino que es una mayoría de estrategias encaminadas a
garantizar los derechos de las personas que son vulneradas»974.

El Proyecto Oruga es una iniciativa de la Comisión de la Verdad que muestra cómo buscadoras de
personas desaparecidas establecen un diálogo con personas para quienes esa labor de búsqueda es una
experiencia lejana. Esta incluye un documental de cinco capítulos que, mediante cinco historias en
lugares diferentes, ejemplifica cómo la defensa de los derechos humanos dejó de ser esencialmente
jurídica y se convirtió en una labor que se ha enriquecido con componentes como el arte y la cultura.
El proyecto muestra cómo las prácticas artísticas y culturales, unidas a estrategias comunicativas y
de apoyo psicosocial, han logrado reforzar defensas judiciales, denunciar violaciones de derechos
humanos, exigirle al Estado el cumplimiento de sus deberes, y reclamar por la impunidad. «Proyecto
Oruga: tu búsqueda, mi esperanza», Capítulo 1: La fuerza de la búsqueda, en la transmedia digital de
la Comisión de la Verdad. Noviembre 2021. ©Álvaro Cardona / Comisión de la Verdad

Aunque no todos los procesos de resistencia organizada han tenido el mismo


interés en la reconfiguración de la respuesta del Estado, muchos de estos han logrado
transformaciones normativas e institucionales. Las organizaciones buscadoras de
personas desaparecidas, por ejemplo, han sido activas en este propósito, al punto que
los grandes hitos de rediseños institucionales en relación con la desaparición forzada
en el país han sido agenciados por estas.

974
  Ibíd.

384 sufrir la guerra y rehacer la vida


Su incidencia empezó a consolidarse a finales de la década de 1980 con la visita a
Colombia, en 1988, del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias
de la ONU. El informe de este grupo presentó varias recomendaciones para el país. A
estas fueron sumándose diversos pronunciamientos de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, que insistió en la importancia de la tipificación del delito de des-
aparición forzada975. Dado que entre 1970 y 1991 no se contemplaron estructuras ni
herramientas institucionales diseñadas para investigar los casos relacionados con esta
forma de violencia, se requirió, en palabras de una mujer buscadora de Asfaddes,
«una ley que garantizara reconocer como delito la desaparición forzada y tomar
medidas como garantizar la búsqueda inmediata de los desaparecidos, el regreso
sanos y salvos a sus casas, las sanciones ejemplarizantes a los responsables, medidas
de rehabilitación a la familia por el daño causado y, lo último que ellos recomendaban,
que nunca más se repitan acciones como estas que causan tanto dolor»976.
Durante 12 años, se presentaron distintos proyectos de ley y las organizaciones
hablaron con políticos e instituciones. Presionaron con ayunos, marchas y plantones hasta
que, finalmente, se aprobó la Ley 589 de 2000977. Esta incorporó en el Código Penal el
artículo 268A sobre la desaparición forzada, creó el Registro Nacional de Desaparecidos,
el Registro de Personas Capturadas y Detenidas, el Mecanismo de Búsqueda Urgente
y la Comisión Nacional de Búsqueda.
«En el 2000 nosotros nos entregamos completamente a hacer un lobby intenso
para pedir que se tipificara la desaparición forzada […]. Todo eso lo enfrentamos y lo
superamos y logramos la ley y yo digo que todo eso se lo cobraron a los familiares. Creo
que una de las situaciones más duras que tuvo que vivir Asfaddes fue, precisamente, la
desaparición de Ángel y Claudia [dos miembros de Asfaddes] porque eso era llegar y
tocarnos a nosotros en lo más íntimo. Era decirnos “Mire, por lo que están pidiendo,
eso les puede tocar a ustedes también”. Entonces creo que a pesar de que teníamos
mucha fuerza eso desestabilizó emocionalmente al grupo […]. Y claro [la aprobación
de la ley], fue un triunfo para nosotros. Y […] lo que era un triunfo para nosotros
para otros era mal visto y siguen los asedios, sigue la persecución»978.
Desde 2014, algunos familiares de personas desaparecidas han participado en los
espacios que se abrieron para las víctimas en la Mesa de Diálogo entre el Gobierno y las

975
  Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), «Informe anual de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos 1994»; Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH), «Informe anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1996».
976
  Entrevista 769-HV-00077. Mujer, buscadora, hermana de joven detenido desaparecido.
977
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula: Toda
una vida de lucha (punto Plaza Che) en el recorrido 360 de la Universidad Nacional de Colombia,
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
978
  Entrevista 085-VI-00002. Mujer, víctima de desaparición forzada, Abogada y defensora de derechos
humanos.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 385


FARC-EP en La Habana. A raíz de esto, en 2015, se publicó un acuerdo que hacía énfasis
en las medidas humanitarias inmediatas de búsqueda y en la identificación y entrega
digna de restos de personas. En marzo de 2016, la Mesa de Trabajo Sobre Desaparición
Forzada, en la que participaron más de 200 organizaciones de víctimas y defensoras de
derechos humanos, presentó en La Habana un documento con recomendaciones y pro-
puestas que resaltaba la alta tasa de impunidad en estos casos y la necesidad de acciones
inmediatas. Entre estas, se incluía, por ejemplo, la creación de la Unidad de Búsqueda de
Personas Desaparecidas (UBPD), que al final se incluyó en el Acuerdo Final. Esta unidad
tiene un carácter extrajudicial y humanitario, y tiene como objetivo coordinar acciones
de búsqueda e identificación de personas dadas por desaparecidas durante el conflicto
armado, bien sea para hallar a quienes aún se encuentran con vida o para localizar y hacer
una entrega digna de restos de los fallecidos.

«No le vamos a pedir el favor a nadie


de que nos traiga la paz, le vamos
a ordenar que haya paz al gobierno»

En los años noventa, con un vertiginoso aumento de la violación a los derechos


humanos, y el incumplimiento del DIH, muchos sectores de la sociedad manifestaron
su inconformidad con la renuencia del Gobierno y los grupos armados a negociar la
paz. Hubo una exigencia de una salida negociada al conflicto, ya que «no había un
delito más atroz que otro, sino que toda la atrocidad de la guerra era lo que la sociedad
debía repudiar»979, como le dijo una maestra y lideresa social a la Comisión.
Las acciones se concentraron en el rechazo a la violencia directa de los grupos
armados y en el cuestionamiento mismo del mecanismo de la guerra. Hicieron énfasis,
sobre todo, en atajar la barbarie con las herramientas del DIH y derechos humanos,
y en impulsar una salida negociada al conflicto armado centrada en el cese de hosti-
lidades y la desmovilización de los grupos armados.
Este giro implicó diferencias de fondo con las experiencias previas, pues, hasta
entonces, el movimiento de derechos humanos se había concentrado en la denuncia
de la violencia estatal. Y, si bien esta denuncia se mantuvo, las demandas crecieron
con la diversidad de actores y sectores que se integraron a la movilización por la paz
y con las graves violaciones a los derechos humanos y al DIH cometidos por actores
como las guerrillas y los paramilitares.

979
  Entrevista 410-PR-00065. Maestra y lideresa social.

386 sufrir la guerra y rehacer la vida


Luego del triunfo del Mandato de los Niños y Niñas por la Paz, en 1996, el grupo de activistas que
lideró la iniciativa, en colaboración con la ONU, se fue a distintos municipios para continuar con
su esfuerzo por la construcción de paz en el país. Allí trabajaron con niños y niñas de territorios
apartados para alejarlos de la guerra. Movimiento de los Niños por la Paz.1998. Apartadó, Colombia.
©Nidya Quiroz / UNICEF

Ante la creciente violencia sociopolítica, la movilización por la paz planteó la


necesidad de evitar la polarización de la opinión pública, que alejaba al país de lograr
una salida negociada al conflicto. Así, para evitar que el país tomara el rumbo de
la guerra, los esfuerzos se centraron en la construcción de un consenso civil sobre
la necesidad de la paz que obligara a los gobiernos a ubicarla como prioridad en
la agenda nacional. Con ese espíritu, en 1993, en Bogotá, se convocó al primer
Encuentro Nacional de Iniciativas Ciudadanas contra la Guerra y por la Paz, que
reunió a representantes de distintos procesos locales y regionales promotores de
paz y que dio lugar a la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas contra la Guerra
y por la Paz (Redepaz).
Los principios de la Constitución Política de 1991 fueron fundamentales para
avanzar hacia un consenso civil por la paz. Líderes y lideresas coinciden en afirmar
que la Constitución «fue nuestra luz»980. Dos de sus artículos fueron particularmente

980
  Entrevista 410-PR-00733. Mujer, activista.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 387


importantes: el artículo 3, que afirma que «la soberanía reside exclusivamente en el
pueblo», y el artículo 22, que establece que «la paz es un derecho y un deber de obli-
gatorio cumplimiento». En 1997, con base en esas dos premisas, se construyó uno de
los hitos más importantes de la movilización social por la paz en el país: el Mandato
Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad.
¿Por qué hacer un mandato? En 1996, cuando surgió la idea de su antecedente
directo, el Mandato de los Niños y Niñas por la Paz, la discusión se había zanjado,
como le dijo a la Comisión una de las gestoras de esta iniciativa: «No le llamemos
consulta […], llamémosle mandato, porque no le vamos a pedir el favor a nadie de
que nos traiga la paz, sino que le vamos a ordenar que haya paz al gobierno»981.
Se trataba de materializar la soberanía del pueblo consignada en la Constitución.
Con el mandato, la sociedad civil reclamaba su lugar como constituyente primario,
autónomo de los poderes políticos y militares enfrentados en la guerra. Por ello, la
estrategia fue incluir un tarjetón adicional en las elecciones gubernamentales de 1997.
Se llamó el Tarjetón por la Paz y su contenido se construyó participativamente. Una
mujer involucrada en el proceso le dijo a la Comisión:
«Lo que queríamos era que tuviera una participación masiva y la participación
masiva se da a través del voto. Hacíamos muchas reuniones […] mirando a ver cómo
aglutinábamos y uníamos esfuerzos… Se hicieron por lo menos unos 100 talleres a
nivel nacional»982.
Más de 10 millones de personas votaron a favor de la paz. La intención era hacerle
saber al Gobierno y a los actores armados que no querían más secuestros, desapariciones
forzadas, reclutamiento de niños, niñas, jóvenes y adolescentes. Quienes votaron
estaban hartos de la guerra y sus atrocidades, y querían que se resolviera pacíficamente
el conflicto983.
La postura de diferentes iglesias –particularmente la Iglesia católica– en favor de
la paz favoreció esta iniciativa. La mayor autonomía de los procesos locales, permitida
por la elección directa de alcaldes y gobernadores y la Constitución de 1991, el apoyo a
una salida negociada al conflicto por distintos sectores del movimiento social y la reacción
de sectores empresariales e industriales afectados por acciones como el secuestro y la
extorsión, empujaron las movilizaciones. El recrudecimiento de la guerra también
terminó por acercar a más sectores del país y consolidó una experiencia común que
funcionó como un potente elemento de cohesión para exigir el respeto a la vida y la
libertad personal. Todo esto se expresaba en el Mandato por la Paz.
Justamente uno de los mayores méritos de esta iniciativa fue su capacidad de
reunir sectores tradicionalmente distintos y lejanos. El mandato fue, ante todo, la

981
  Ibíd.
982
  Entrevista 410-PR-00660. Mujer, gestora del Mandato desde País Libre.
983
  Misión de Observación Electoral (MOE), Mecanismos de participación ciudadana en Colombia.

388 sufrir la guerra y rehacer la vida


expresión social de agotamiento con la violencia, un clamor unísono por vivir en
paz desde diferentes sectores y regiones. El reto más grande de la paz es, justamente,
construir con los diferentes. No descartarlos o eliminarlos por su diferencia, que es lo
que busca la guerra. A propósito, una mujer gestora de paz le explicó a la Comisión:
«Digamos que rompimos un mito, y de alguna forma, rompimos esquemas, y
nos fuimos a hablar con ellos [porque] no éramos ni dogmáticos, ni esquemáticos, ni
sectarios. Nosotros creíamos que, para hacer la paz, había que abrir un camino, y ese
camino había que abrirlo con gente distinta»984.
Si bien las alianzas coyunturales que lideraron el Mandato por la Paz se terminaron,
los resultados de estos esfuerzos son evidentes. A corto plazo, por ejemplo, nunca se
había logrado una participación de esas magnitudes en unas elecciones locales. Esto
sugirió que muchos de quienes participaron en esas jornadas estuvieron motivados por
el Mandato y no por las propuestas de los candidatos a elegir. Gracias a este fenómeno,
políticos recién electos se comprometieron con el fortalecimiento de las políticas de
paz y convivencia durante sus gobiernos.
También hubo una incidencia en los resultados de las elecciones presidenciales
de 1998: tras los resultados de mandato, la balanza se inclinó a favor de quien
propusiera una salida negociada al conflicto. Casi un año después, los efectos del
mandato seguían sintiéndose con intensidad, pues cuando iniciaron los diálogos
del gobierno Pastrana con la guerrilla de las FARC-EP en el Caguán, estos contaban
con una amplia favorabilidad985.
A mediano y largo plazo, lo que se conoce como el «efecto mandato» fue una
reacción en cadena de acciones por la paz inspiradas en los mismos principios. Más
sectores sociales se involucraron en la participación política, aparecieron nuevos liderazgos
en las regiones, y en el escenario público se posicionaron «territorios de paz». En
general, hubo una discusión sobre la paz mucho más convocante. Era un asunto que
interesaba al total de la ciudadanía y no solo a unos pocos, como le dijo a la Comisión
una gestora de paz:
«Quedaron unos imaginarios montados en donde era posible hablar de paz en
conjunto con otras problemáticas locales. Porque es como de pazólogos, perdóname la
expresión: la paz la hablan los intelectuales o la Comisión de la Verdad o por allá como
unos sabios o unos personajes dedicados al tema. Lo que se logró con el Mandato fue
volverla mucho más cotidiana, mucho más de que se pueden hacer cosas»986.
La base de datos de Acciones Colectivas por la Paz del Cinep (Datapaz), ha
recogido información a partir de 1978 sobre este tema. Esta base muestra que,
entre 1978 y 1992, hubo un proceso de crecimiento de las expresiones por la paz

984
  Entrevista 410-PR-00733. Mujer, activista.
985
  Rettberg, Buscar la paz en medio del conflicto, 33.
986
  Entrevista 410-PR-00660. Mujer, gestora del Mandato desde País Libre.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 389


(especialmente a partir de 1986) (ver gráfico1). Tras este periodo, vino otro de
mayor intensidad en los años noventa con fuertes dinámicas organizativas y grandes
movilizaciones (1997 es el año del Mandato Ciudadano por la Paz), y luego hubo
un momento de crisis de la movilización en lo nacional (aunque con dinamismo
en lo local) a partir del año 2000987.

Gráfico 1. Acciones colectivas por la paz en Colombia [1978-2015].

262

241

198

194
203
204
200

146 182

188
Acciones colectivas

185
165

184
175

175
118 134
117

123
100
59

97
58

68
50

77
72
26
37
18
13

13

46
22

0
1

15
13
2

1980 1990 2000 2010


Año

Fuente: Datapaz (CINEP).

Entre 1978 y 2003, la movilización por la paz se distinguió por ser masiva, no solo
por las múltiples acciones colectivas desarrolladas sino también por el gran número de
personas que participaron en aquella. La movilización tuvo un repertorio de acciones
plural, concentradas en cinco estrategias: educación para formar ciudadanías a favor
de la paz; creación de organizaciones; actuación política a través de la participación
electoral y los procesos de concertación ciudadana; protesta (marchas, concentraciones,
paros, huelgas, tomas y bloqueos); y resistencia a la vinculación al conflicto988.

987
  Destacan también los aportes derivados de la base de datos PASO Colombia (Paz Sostenible para
Colombia), de la Universidad de los Andes, que construye un mapeo exhaustivo de iniciativas de paz
desde la sociedad civil entre 1985 y 2016, a partir del cual ha realizado análisis cuantitativos y cualitativos
como el que incluye el informe nacional: Rettberg y Quishpe, 1900 iniciativas de paz en Colombia.
988
  García, «Paz en el territorio».

390 sufrir la guerra y rehacer la vida


Durante la segunda mitad de la década del noventa, cuando la violencia incre-
mentó, se apreciaron también los picos más altos de acciones colectivas por la paz. En
momentos de escalamiento del conflicto armado, ha aumentado la movilización social
por la percepción de una amenaza aguda. Algo similar ha ocurrido con los procesos
de negociación entre el gobierno y los grupos armados, aunque por razones distintas:
estos procesos han sido importantes motivaciones para incentivar el desarrollo de las
iniciativas de paz, generando nuevos espacios y oportunidades. Así sucedió, entre 1998
y 2002, con la ventana de oportunidad que significó la apertura de negociaciones entre
el gobierno y las FARC-EP: el movimiento social por la paz se movilizó, particularmente
en forma de marchas o protestas en contra de la violencia989.

«¿Rechaza usted la violencia


y está de acuerdo en convertirse
en un municipio modelo de paz?»

Otros mecanismos previstos en la Constitución de 1991, como las consultas populares y


las asambleas constituyentes locales990, también han resultado útiles para exigir el derecho
a la paz. Estos fueron un acontecimiento clave en la vida política de las comunidades
que las adelantaron: un ejercicio democrático lleno de valentía con el que afirmaron su
derecho a habitar los territorios en paz y exigieron el cese de las confrontaciones armadas.
Un antecedente importante de estos mecanismos de participación, fundado en los
mismos principios, pero previo a la Constitución de 1991, fue el Proyecto Nasa-Toribío
–la Asamblea Constituyente del Pueblo Nasa– de 1980. Tres resguardos indígenas
Nasa lo desarrollaron en el municipio de Toribío como un proyecto de autonomía
que afirmaba tres principios: la autonomía territorial, política, cultural y económica,
según la cosmovisión del pueblo Nasa; un claro rechazo a la violencia y al uso de la
fuerza por distintos actores armados en sus territorios; y la búsqueda de una solución
política negociada al conflicto991.

989
  Rettberg y Quishpe, 1900 iniciativas de paz en Colombia, 19.
990
  El Cinep realizó una sistematización de asambleas constituyentes en el país de 1997 a 2007. En ese
periodo, se registraron 126 asambleas, distribuidas en trece departamentos. De estas experiencias, el
11 % buscaron rechazar o resistir al conflicto armado y se ubicaron en el Magdalena Medio, Sur de
Bolívar, Oriente Antioqueño y Santander. Otras estrategias han sido: 28 %crear espacios para la discusión
y la participación política, 24 % educar para la democracia y la ciudadanía, 19 % ejercer control social
de la gestión pública y 19 % fortalecer la organización y la acción en red. García, «Construyendo paz
y desarrollo en Colombia».
991
  Rettberg, Buscar la paz en medio del conflicto.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 391


La consulta popular (nacional, departamental, distrital, municipal o local) es un
mecanismo de participación política no electoral establecido en la Constitución que les
permite a las comunidades tomar parte en la determinación de su futuro. Según este
mecanismo, una pregunta de carácter general sobre un asunto de trascendencia para
el territorio se somete a consideración del pueblo –por el presidente, el gobernador
o el alcalde, según el caso– para que este se pronuncie formalmente al respecto992.
La primera consulta popular por la paz se realizó en Aguachica, Cesar, en 1995.
Se hizo por una serie de asesinatos selectivos y otras violencias frente a las cuales
los aguachiquenses marcharon y discutieron alternativas. Estas iban desde adelantar
acciones de protesta como el bloqueo de carreteras hasta crear un partido político para
hacerles frente a los actores armados. Finalmente, optaron por hacer una consulta popu-
lar en la que se le preguntó lo siguiente a la comunidad: «¿Rechaza usted la violencia y
está de acuerdo en convertir a Aguachica en un municipio modelo de paz?». El triunfo
del «Sí» fue un mandato popular en torno al cual se adelantaron múltiples acciones
para defender el derecho a la paz.
Otros municipios, hastiados de la violencia que azotaba sus territorios, decidieron
hacer lo propio: Santa Marta, en 1995, con la consulta «¿Desea usted que el Distrito de
Santa Marta se convierta en modelo nacional de paz?»; tres municipios de La Guajira
–Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva–, en 1999; y Caicedo, Antioquia, en 2007.
En la década siguiente se unieron a esta lista más municipios y departamentos.
Los resultados positivos permitieron adelantar otras acciones que materializaban la
voluntad del pueblo a favor de la paz expresada en estas consultas. En algunos de estos
territorios, por ejemplo, se establecieron comités especiales para actividades huma-
nitarias encargados del diálogo con los actores armados; se incidió en el diseño de
presupuestos participativos y mesas de planeación, que permitieran armonizar el
desarrollo propuesto para la región con la consulta por la paz; y se gestionaron proyectos
específicos de construcción de paz territorial.
Las Asambleas Constituyentes Locales, por su parte, son espacios ciudadanos
permanentes para la toma de decisiones y la planeación participativa frente a problemas
sociales, políticos y económicos que enfrentan las comunidades. La primera de ellas
fue la Asamblea Municipal Constituyente de Mogotes, Santander, en 1997. Esta
asamblea recibió el Premio Nacional de Paz en 1999 y sirvió como inspiración a
muchas otras, entre ellas las Asambleas de Catatumbo Paz y Desarrollo, en 1997;
Samaniego, Nariño, en 1998; Sonsón, Antioquia, en 2001; Provincial del Oriente
Antioqueño, en 2002; Micoahumado, Bolívar, en 2003; Marinilla, Antioquia, en
2003; y Aguachica, Cesar, en 2007.
Un miembro de una organización de víctimas de La Pintada, Antioquia, le dijo
a la Comisión:

992
  Congreso de la República de Colombia, Ley 134 de 1994, artículo 8.

392 sufrir la guerra y rehacer la vida


«[La experiencia de la asamblea de Mogotes] nos sirvió de algunas cosas referente
ahí. No todo, porque fue en contextos diferentes, ¿cierto? Allá fue una situación
de un hecho de un actor armado y aquí fue una situación más de crisis económica,
política y social, contextos totalmente diferentes. Entoes sí, fuimos allá, conocimos
cómo estaban organizados y empezamos un poco a copiar digamos a la estructura de
funcionamiento de la asamblea. Nosotros la ajustamos»993.
El 30 de julio de 1998, se organizó en Bogotá la Primera Asamblea Permanente
de la Sociedad Civil por la Paz en la Biblioteca Luis Ángel Arango. A este encuentro
asistieron más de 4.000 personas con el objetivo de pensarse un país común pese a sus
notables diferencias. Participaron miembros de organizaciones juveniles, de organi-
zaciones de derechos humanos, mujeres, personas LGBTIQ+, de sectores sindicales,
campesinos, indígenas, cristianos, empresarios, políticos, entre otros. El objetivo era
construir un espacio de diálogo y construcción de paz con la sociedad civil, lo más
amplio y plural posible994:
«Esa asamblea era una propuesta de paz o de impulso para la paz y era muy grande.
Mire, participaba la Iglesia. [El Arzobispo de Bogotá Pedro] Rubiano decía: “Si quieren
hacer reuniones en Bogotá, tenemos 300 parroquias”, recuerdo eso. Las centrales obreras
iban con sus representantes. La USO participaba, el presidente delegaba la comisión,
pero la USO aportaba para financiar la asamblea. Es decir, esa asamblea se reunía en
el Cinep todas las semanas y organizaba sus eventos grandes cada año y logró tener un
impulso fuerte. Por ahí pasaron los gurús de la paz: Ramírez Ocampo y el que tiene
tanto contacto con las FARC-EP […]. La asamblea fue una experiencia muy buena»995.
Después del año 2000, proliferaron las asambleas impulsadas directamente por
las gobernaciones y alcaldías. Esto significó apoyos valiosos para los procesos y, a su
vez, legitimidad para los políticos locales que los impulsaron. Así como el apoyo de
diversos sectores fue un aspecto positivo para estos procesos, también ocasionó, en
algunos casos, dependencia o luchas internas de poder, que causaron el declive
de organizaciones cuando desaparecieron los apoyos, disminuyeron los fondos de
cooperación internacional o cambiaron los gobiernos locales.
Algunas consultas populares y asambleas locales se denominaron a sí mismas
como procesos de paz y desarrollo. La paz, en ese sentido, iba más allá de la ausencia
de violencia armada. Las comunidades que adoptaron estos mecanismos partieron del
hecho de que la falta de oportunidades ha sido una de las causas estructurales de la
violencia y que trabajar por la paz es también trabajar por mejores condiciones de
vida para toda la población.

993
  Entrevista 058-VI-00013. Hombre, víctima de amenaza, desplazamiento forzado y homicidio, miembro
de organización de víctimas.
994
  Isacson y Rojas, «Los orígenes, la evolución y las lecciones del movimiento colombiano por la paz».
995
  Entrevista 001-VI-00031. Hombre, víctima de amenaza, atentado, tortura y exilio, sindicalista.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 393


Las razones definitivas que motivaron el surgimiento de las asambleas variaron.
En Tibú, Norte de Santander, y Micoahumado, Bolívar, lo que impulsó la inicia-
tiva fue el desplazamiento forzado; en Mogotes, Santander, Samaniego, Bolívar, y
Sonsón, Antioquia, fue la intromisión del ELN en asuntos públicos; y en el Oriente
Antioqueño fue la situación de violencia generalizada. No obstante, hubo un factor
común: todos estos lugares enfrentaban problemas de corrupción, mal manejo de
los recursos públicos y servicios sociales deficientes. Todos estos fueron reclamos
constitutivos de las asambleas.
Para algunas comunidades –sobre todo, las rurales habitadas por el campesinado y
los pueblos étnicos–, la visión de desarrollo ha sido distinta en relación con las dinámicas
agroempresariales o las economías enclave. Mientras el campesinado enfrentaba difíciles
condiciones para sobrevivir de su actividad agropecuaria, el sector agroempresarial
vivía una situación mucho más favorable. De ahí, también, que las primeras iniciativas
insistieran en la necesidad de paz con desarrollo.
Recientemente, estos mecanismos se han usado para resistir a las economías extrac-
tivistas, que son fuente de financiamiento de los actores armados y de perpetuación del
conflicto; denunciar las alianzas entre algunos sectores empresariales y los actores armados; y
oponerse a los impactos de su implementación, que incluyen las afectaciones a la naturaleza,
a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (Desca), y la pauperización y
destrucción del campesinado, que se ve obligado a ceder sus tierras, aceptar servidumbre
o «aliarse» con las grandes empresas. Un líder campesino de Cajamarca, Tolima, describió
de la siguiente manera el sentido de la consulta popular ambiental:
«Hay una herramienta que se llama consulta popular, una forma de decidir.
Cuando estaban los acuerdos de paz con la FARC-EP, cuando nos estaban haciendo las
invitaciones y nos llamaban a hacer parte de esas socializaciones, nosotros decíamos
que la paz para Cajamarca es que el extractivismo no esté […]. Nosotros estamos buscando
la movilización, pero lo queríamos de una forma jurídica, desde una forma participativa
que la gente decidiera. Nosotros venimos haciendo un proceso de paz desde hace rato.
Nosotros decidimos decirle no a la minería desde una forma pacífica por medio de la
consulta, una herramienta constitucional en donde la gente puede decidir»996.
Por esa vía, algunas organizaciones han promovido otros mecanismos formales
de participación no electoral como las audiencias públicas y las acciones populares.
Las primeras tienen como objetivo dar a conocer información sobre solicitudes
de licencias ambientales, permisos, concesiones, proyectos o los planes de manejo e
impactos contemplados. Entidades públicas, organizaciones o grupos de al menos
cien personas pueden solicitar estas audiencias. Las segundas, por su parte, permiten
exigir derechos colectivos, entre ellos los derechos económicos, sociales, culturales
y ambientales –el derecho a un ambiente sano, por ejemplo–.

996
  Entrevista 138-VI-00020. Hombre, víctima de amenaza a la vida, líder ambiental.

394 sufrir la guerra y rehacer la vida


En Piedras y Cajamarca, en Tolima; en el páramo de Santurbán, en Santander; y
en el área de manejo especial de la Macarena, que comprende los Parques Nacionales
Naturales Macarena, Picachos, Sumapaz y Tinigua, en el Meta y una parte del
Caquetá, también se han usado estos mecanismos. En estos lugares, y particularmente
en los municipios que cuentan con áreas protegidas, la presencia de las guerrillas y
la estigmatización por la fuerza pública ha conducido a graves casos de violación de
derechos humanos y afectación a la naturaleza. Adicionalmente, los líderes ambientales
y sociales involucrados en estos procesos de defensa han recibido amenazas de muerte
por grupos armados.
Las organizaciones han recurrido a la incidencia en políticas públicas ambientales
y en la toma de decisiones sobre conservación y medidas de reparación a la natura-
leza, vinculadas a la garantía de los derechos de las comunidades y poblaciones. Para
ello, han usado recursos legales como demandas, tutelas y presentación de casos ante
autoridades judiciales de tipo nacional o internacional para exigir cumplimiento y
protección de las empresas y del Estado. Estas acciones han llevado a logros impor-
tantes a nivel regional como la declaración ya referida del Parque Natural Regional
Bosque de Galilea.
Uno de los casos más destacados en este sentido es la declaratoria del río Atrato como
sujeto de derechos, mediante la Sentencia T-622 de 2016. Como ya se mencionó, esta
sentencia fue pionera a nivel mundial y la primera en el país. Se logró mediante la acción
de tutela presentada por los consejos comunitarios de la región y otras organizaciones.
La tutela, que demandó a 26 entidades del Estado, se cimentó en procesos de resisten-
cia e incidencia política ante la situación de emergencia humanitaria y ecológica por
la violencia y el control territorial y social de los actores armados, la deforestación, la
contaminación por la minería ilegal de oro, la ganadería y los monocultivos de palma
africana, que han afectado la salud y los derechos económicos, sociales, culturales y
ambientales de las comunidades.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 395


Marcha contra el secuestro, la desaparición forzada y toda forma de violencia. Medellín, Antioquia.
1999. ©Jesús Abad Colorado López

396 sufrir la guerra y rehacer la vida


Acciones para construir
la paz: desafiando la
desesperanza

L
as víctimas de la guerra y otros sectores sociales comprometidos con la paz han
desempeñado un papel activo en la construcción del derecho a la paz. Las
alabaoras de Bojayá no han dejado de cantar desde el 2 de mayo de 2002,
día de la masacre, para exigir ese derecho: una paz que reconozca la lucha histórica
de las mujeres y de los pueblos afrodescendientes en un país dominado por una cul-
tura patriarcal, racista y colonialista. Durante la ceremonia de la firma del Acuerdo
de Paz del 26 de septiembre de 2016, en Cartagena, fueron ellas las encargadas de
representar a las víctimas del conflicto armado para exigir el fin de la violencia, con
un discurso cantado:

«Ni a la pesca ni al trabajo


no nos dejaban llegar
Santa María danos la paz
Santa María danos la paz
Queremos justicia y paz
que venga de corazón
pa que llegue a nuestros campos
salud, paz y educación»997.

El reconocimiento de la labor de líderes y lideresas, y de las iniciativas a favor


de la paz y la defensa de los derechos humanos ha favorecido que sus esfuerzos se
amplifiquen y multipliquen. El Premio Nacional de Paz se creó en 1999 y se entregó
anualmente hasta 2016 a una o varias personas o entidades que hubieran aportado de
manera significativa a la construcción de una paz sostenible a partir del desarrollo
de procesos locales, regionales o nacionales de reconciliación, memoria histórica,

997
  La Silla Vacía, «Las Alabaoras de Bojayá le cantaron esta canción (y la tabla) a Juan Manuel Santos y
a las FARC», el 30 de septiembre de 2016, 5 min 37 s.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 397


respeto a las diferencias, reconstrucción del tejido social, o apoyo a las víctimas998.
Como parte del premio, además, se entregaron reconocimientos o menciones especiales,
y la categoría especial de «Liderazgo por la Paz», destinada a personas con méritos indi-
viduales extraordinarios en busca de la reconciliación, la defensa de los derechos y la paz.
En 2012, por su parte, nació el Premio Nacional de Derechos Humanos, una ini-
ciativa de la Agencia de Cooperación Internacional Diakonia y de la Act Iglesia Sueca.
Cuando se anunció el comienzo del proceso de paz con la guerrilla de las FARC-EP,
estas entidades decidieron exaltar la labor de quienes luchaban por el buen vivir de
las comunidades. En esa medida, el premio fue un respaldo al trabajo encaminado a
fortalecer la democracia y la paz999. Se trató de reconocer, destacar y enaltecer la labor
de personas, procesos y organizaciones que defienden los derechos humanos en el
país, según convicciones personales, colectivas, comunitarias e institucionales. Este
reconocimiento cuenta con cuatro categorías: defensor o defensora del año, experiencia
o proceso colectivo del año –en dos niveles: proceso social comunitario; y ONG,
colectivo u ONG acompañante– y reconocimiento «a toda una vida».

La paz como buen vivir

Prácticamente todas las personas están de acuerdo en que la paz es el camino, pero ¿cuál
paz? La paz que se ha firmado en el Acuerdo de La Habana, por ejemplo, es solo un
punto de partida. Las víctimas han insistido en que, más allá de las negociaciones entre
el Estado colombiano y los grupos armados ilegales, la paz se construye en los territorios
y en plural: es una paz que se entrelaza haciendo las «paces».
Cuando las personas que dieron su testimonio a la Comisión hablaron de la paz no
lo hicieron de manera etérea o vacía, sino que llenaron esa palabra con sentidos que
convergen en la noción de «buen vivir». Así lo expresó una lideresa:
«Paz tiene que incluir esa noción del buen vivir. El buen vivir no puede faltar ahí si
queremos la no repetición… Las comunidades de base que hablan justamente de eso, la
construcción desde el territorio, ellas no se imaginan: “Si es una paz para hacer luego des-
plazados a alguna ciudad y vienen los megaproyectos y siguen…”. La frontera agropecuaria
que es tan dañina, la ganadería extensiva… Si es una vida así, como cortada de sus raíces
territoriales, esto no es paz para ellos: eso es un infierno. Eso es una pérdida de dignidad»1000.

998
  El Premio Nacional de Paz era otorgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
el periódico El Tiempo, Caracol Radio, Caracol Televisión, Pro-Antioquia, Alquería y la Friedrich-Ebert-
Stiftung en Colombia. Tomado de: Friedrich Ebert Stiftung (FES) Colombia, «Premio Nacional de Paz».
999
  Diakonia y Iglesia Sueca, «Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia».
1000
  Entrevista 410-PR-02043. Mujer, lideresa ambiental, experta.

398 sufrir la guerra y rehacer la vida


Jornadas de manifestaciones en Bogotá. Noviembre de 2019. ©M. Alejandro Albarracín Pinzón

El «buen vivir», un concepto original de los pueblos étnicos andinos, se refiere a la


adecuada interacción entre los seres vivos –no solo los humanos–, al establecimiento
de relaciones complejas y armónicas. Este sintetiza las finalidades que persiguen los
procesos organizativos en resistencia: además de detener la guerra, se busca defender
la vida digna. Por eso, muchos procesos, desde distintos sectores, han hablado de la
lucha por el buen vivir:

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 399


«En una marcha, leí un cartel que me gustó mucho: “Resistir no es aguantar”. Y hay
una experiencia de los indios aimaras y también aquí en Colombia de la minga indígena,
y es que resistir es luchar por el buen vivir. Resistir es luchar para que tengamos una vida
digna, para que gocemos de una serie de derechos que incluso están contemplados en la
Constitución. Para mí eso es resistir»1001, le dijeron a la Comisión líderes y lideresas de
la Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores del Norte del Tolima (Asopema).
Resistir es luchar por el buen vivir. Esto conlleva la defensa de la vida y los derechos
humanos, la cultura de los pueblos, la participación efectiva en la toma de decisiones
y la equidad en la distribución de recursos y oportunidades. Un campesino de Río de
Oro, Cesar, lo resumió del siguiente modo:
«Nosotros estamos necesitando es recursos del Estado, recursos de las goberna-
ciones, recursos de las administraciones como los municipios. Que acabemos con la
política, que trabajemos sin ánimo de lucro, que trabajemos sin ningún color político
y que seamos de verdad… Si queremos lograr paz, trabajemos unidos. Y al Estado, se
lo quiero decir a nuestro presidente, el que está actual y el que venga: que si queremos
paz, tenemos que sembrar paz en el campo»1002.
Para pasar de «la vida tremenda que el campesino sufre» al buen vivir, los procesos
de construcción de paz han recuperado y puesto en el centro la dignidad humana1003.
La estrategia del caracol, la célebre película colombiana de 1993, recoge ese sentir
en una escena en la que un periodista le pregunta a uno de los inquilinos que está
luchando por no ser desalojado de la casa: «Lo que no entiendo es todo esto para qué»,
a lo que el paisano responde: «¿Pa qué le sirve a usted la dignidad? ¿Ah? ¿Esa palabra
no existe o qué, o no la usan ya en televisión? ¿Cómo que pa qué? Pa la dignidad,
ombe. ¡Pa la dignidad nuestra!».
Diversos colectivos y comunidades han adelantado acciones para construir la paz
desde esa perspectiva amplia de la vida digna y el buen vivir. Estas acciones han pasado
las exigencias de poner fin a la guerra y los mandatos ciudadanos, pero no se han
agotado allí. Las demandas han incluido una serie de apuestas que, según el arte, la
educación y los recursos culturales propios, buscan fortalecer los lazos comunitarios,
promover la convivencia y aportar a la no repetición de la violencia. También han
impulsado iniciativas para el desarrollo económico –profundamente ligada a la paz
sostenible–, la reconciliación y la reintegración de excombatientes a la vida civil.

1001
  Entrevista 215-CO-00374. Comité ambiental de Tolima.
1002
  Entrevista 212-VI-00007. Hombre, víctima de amenaza, desaparición forzada, desplazamiento
forzado, campesino.
1003
  En tanto derecho fundamental autónomo, ha sido definida por la Corte Constitucional en los siguientes
términos: «La dignidad humana entendida como autonomía o como posibilidad de diseñar un plan vital y
de determinarse según sus características (vivir como quiera). (ii) La dignidad humana entendida como
ciertas condiciones materiales concretas de existencia (vivir bien). Y (iii) la dignidad humana entendida
como intangibilidad de los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad moral (vivir sin humi-
llaciones)». Extraído de: Corte Constitucional de Colombia, Sentencia T-881-02, 17 de octubre de 2002.

400 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Porque nos creemos que somos capaces
de construir la paz»1004: el arte
al servicio de la paz

Foto de El día es hoy, una obra de danza que gira en torno a las vivencias de las comunidades
afrocolombianas luego de ser expulsadas de sus territorios. La coreografía busca transmitir el
proceso que atraviesan como comunidad para volverse a relacionar con su entorno y con el
nuevo territorio al que llegan. Las rupturas con lo ancestral traen nuevos retos y adversidades
que van superándose en comunidad. Cartagena, Bolívar. Noviembre de 2015. ©Fabián Álvarez /
Corporación Cultural Atabaques

Las prácticas artísticas, que involucran dimensiones espirituales, simbólicas, emocionales


y estéticas de las víctimas, pueden mostrar lo intangible, nombrar lo innombrable,
encontrar formas de señalar la violencia sin violencia, humanizar lo que ha intentado
ser deshumanizado, y articular y materializar experiencias dolorosas en imágenes capaces
de romper el control que impone la violencia.

1004
  Entrevista 188-VI-00038. Mujer, víctima de amenaza, ataque a bien protegido, atentado y desplazamiento
forzado, campesina.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 401


Los lenguajes artísticos se han puesto al servicio de la paz por su capacidad de generar
conmoción y transformación. Con su potencia para transmitir el sentir de quienes
sufrieron directamente la degradación de la violencia, han confrontado al conjunto
de la sociedad con aquello que no se ha querido reconocer o que se pretende ignorar. El
arte ofrece una mirada indirecta de la sociedad y permite conocer y reaccionar ante los
horrores de lo ocurrido sin destruirnos. Permite, además, vivir otras vidas, pues nos
deja entrar en la mente y los cuerpos de los demás, tanto en las de los victimarios
como en el de las víctimas que han sufrido de manera directa la guerra. Por eso
el arte convoca: porque invita a tener una nueva mirada y una nueva apreciación
estética, que incluye capas de complejidad, porque ya han vivido, pensado y sentido
tantas otras personas.
En el corregimiento de Libertad, en el municipio de San Onofre, Sucre, una región
azotada por la violencia, crearon el bullenrap, una mezcla de bullerengue y rap. De
acuerdo con la gente de la región, fue una alternativa para «rescatar y reconstruir el
tejido social». El bullenrap planteó un encuentro intergeneracional a través del «arte
con un sentido reparador, con un sentido de resistencia»:

[Surgió] con un sentido de narrar la memoria, de narrar este territorio en el que


habitamos los liberteños, los san onofrinos, los sucreños y los montemarianos.
El territorio colombiano, donde día a día la gente berraca se levanta temprano a
cultivar la tierra y todas esas cosas tratamos de manifestarlas en la música, con un
sentido de reparación y con un sentido de demostrarle al mundo de que somos
comunidades de gente berraca, gente fuerte, gente echada palante, alegre. Aquí
todo se celebra: todo es alegría en los Montes de María1005.

En 1994, en esta misma región, nació la Corporación Colectivo de Comunicaciones


Montes de María, una propuesta de comunicación alternativa. Su objetivo era generar
espacios de creación cultural para incentivar la cohesión entre los diversos pobladores
del municipio. Este proceso se ha replicado de manera exitosa en otros municipios como
San Juan de Nepomuceno, San Jacinto, Marialabaja, Palenque, así como en los barrios
El Pozón y Nelson Mandela de Cartagena. La corporación trabaja con emisoras escolares,
tiene un centro de producción radiofónica y creó un canal de televisión comunitaria.
Todos estos medios realizan contenidos pedagógicos en torno a temas como los derechos
humanos, la paz, la resolución de conflictos, la justicia comunitaria, la convivencia,
el medio ambiente y el lenguaje audiovisual. En 2003, recibieron el Premio Nacional
de Paz1006 por sus aportes a la reconciliación y a la convivencia pacífica realizados a
través de un proyecto de comunicación ciudadana y comunitaria.

  Radio UNAL, «BullenRap de los montes de María», 30 de mayo de 2018.


1005

  Jurado del Premio Nacional de Paz, «Acta del fallo del jurado del Premio Nacional de Paz, año 2003».
1006

402 sufrir la guerra y rehacer la vida


El arte ha hecho posible el tránsito de vivencias de dolor y sufrimiento hacia vidas
con dignidad y sentido. La historia de un joven del Urabá muestra ese camino posible.
Este joven fue reclutado a los 10 años de edad por las AUC y, desde niño, fue un com-
batiente. Años después, dejó las AUC y pasó a ser bailarín en un grupo de desplazados
en Apartadó. Luego se convirtió en bailarín del Texas Ballet, un reconocido grupo de
ballet de Estados Unidos. Después de un tiempo, volvió a Colombia para dedicarse a
ser líder cultural en Urabá, donde aún trabaja por transformar el futuro de jóvenes por
medio de la danza. Para este hombre, la danza fue su estrategia para dejar atrás la vio-
lencia y unir a la juventud en torno a otros sentidos capaces de apartarlos de la guerra:
«Hay veces que la cultura rescata más que un pavimento… Por eso, trabajo muy
duro, para que esos muchachos sigan adelante. Uno no sabe hasta dónde llega uno…
si uno sigue, en cualquier momento uno puede padecer. Puede morir, lo pueden matar,
uno no sabe… Que la gente diga: “El profe dejó una semilla, dejó una semilla”. Ahí
van avanzando los muchachos y esa semilla va creciendo»1007.
Se trata de una siembra que se retribuye con alegría, pues danzar es goce y esto
lo siente el público, el estudiante y el profesor: «Cuando veo un niño sonreír, yo me
siento tranquilo, me siento en paz. Porque eso me hace olvidar todo mi pasado, me hace
olvidar todo lo que viví, todo lo que he visto»1008. Hablar con los actores armados ha
sido parte de su labor y de su apuesta cultural para evitar el reclutamiento: «Sí, uno
se cita con ellos y les habla: “Vea, nosotros hacemos esto, esto y esto, para que nos
entiendan, no nos vayan a hacer nada malo a los pelados que están en el grupo”»1009.
Para muchos jóvenes en todo el territorio, el arte ha sido un refugio de la guerra. Este
les ha ofrecido opciones distintas y ha evitado que se incorporen a los actores armados:
«Nosotros podíamos traer casi 300 participantes y los colocábamos aquí en el
parque principal y le demostrábamos a toda la comunidad que a través de la danza y
el rescate de nuestras tradiciones […] también [se podía] sanar a muchos jóvenes para
que no fueran resentidos y cogieran las armas»1010, le dijo el bailarín a la Comisión.
Volver sobre estas experiencias hace justicia a la enorme capacidad de las personas
y comunidades para resistir y mostrar que «es posible lograr lo imposible».
En Cúcuta, Norte de Santander, para los jóvenes del Colectivo la 5t con 5ta,
«no existe nada en la realidad que no esté primero en la imaginación. Ahí radica
la importancia del arte y de los sueños, porque nos permiten seguir nuevos caminos
ante una realidad difícil»1011. Por eso cantan, a ritmo de rap:

1007
  Entrevista 427-PR-00209. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y reclutamiento forzado,
líder social.
1008
  Ibíd.
1009
  Ibíd.
1010
  Entrevista 217-PR-00093. Mujer, danza dinámica cultural, jóvenes Curillo.
1011
  Comisión de la Verdad, «Historias para cambiar la historia: relatos de una paz joven», 4 de noviembre
de 2020, 38 s.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 403


«Con el arte en las manos yo puedo entender
Que el derecho de la Paz lo podemos obtener
Al poner de nuestra parte y no esperar que sea un negocio
donde compran un futuro y terminamos siendo socios minoristas de Nuestra propia libertad
Al depositar un voto que marcamos sin pensar
Del norte bravos hijos
Represento a Gramalote
Donde la gente resiste y la esperanza es el soporte»1012.

Por medio del hip hop, el rap, el break dance, el grafiti, medios audiovisuales y
otras expresiones urbanas, muchos jóvenes han podido juntarse y reflexionar sobre el
conflicto, las víctimas y la construcción de paz. Usando estas expresiones artísticas,
han desarrollado proyectos que les interesan y apasionan, y «que tienen un enlace,
una conexión muy fuerte con lo comunitario, con el mismo territorio y que bus-
can […] promover ese arraigo territorial, ese ejercicio de reflexión alrededor de las
problemáticas que sufrimos en la actualidad»1013.
En los últimos años, muchos artistas han intervenido las paredes y las calles de
ciudades y municipios mediante el grafiti, la elaboración de carteles y el muralismo.
De ese modo, han hecho denuncias ante todas las personas que transitan por el espacio
público: «Todo el mundo sabe que las paredes existen, pero nadie las ve. Solo las ven
cuando están rayadas», le dijo a la Comisión un joven líder cultural de la Comuna
13 de Medellín. «Y lo mismo ha sucedido con esas violencias: nadie las ve hasta que
no los toca. Hasta que no los raya»1014.
Los murales son un ejercicio de memoria que ha contribuido a la reconstrucción del
tejido social1015. Esto es evidente en San Carlos, Antioquia. Este municipio fue declarado
«el pueblo de los murales»1016, pues luego de una toma guerrillera en el 2000, el
muralismo se tomó las paredes del casco urbano. A través de esta técnica, los habi-
tantes se reapropriaron del territorio que la violencia pretendía arrebatarles1017. Para
lograrlo, el Colectivo Artístico San Carlos diseñó una metodología llamada «Los
colores del alma». Esta explora la historia de los lugares a partir de los recuerdos
recopilados en conversaciones con habitantes de la zona1018. La naturaleza y los objetivos

1012
  Del Norte Bravos Hijos, «Artesanos de Paz 2015 (videoclip oficial)», 14 de octubre de 2015, 8 min 08 s.
1013
  Comisión de la Verdad, «Historias para cambiar la historia: relatos de una paz joven», 4 de noviembre
de 2020, 1 h 14 min 29 s.
1014
  Entrevista 058-CO-00128. Joven líder cultural, comuna 13.
1015
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Los cuidados de la vida», Capítulo: La salud
en la memoria colectiva en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/los-cuidados-de-la-vida.
1016
  Otálvaro, «Un viaje por los murales de San Carlos».
1017
  Vergara et al., «Incidencia de los murales en la reapropiación del territorio en el municipio de San Carlos».
1018
  Museo de Memoria de Colombia, «¿Qué es el Museo de Memoria de Colombia?»

404 sufrir la guerra y rehacer la vida


de esta práctica le confieren un carácter de reparación y reconstrucción del tejido social
afectado, pues los murales no se concentran en los hechos violentos, sino en

qué hacían en su barrio, no de lo que los afectó, sino de lo que los hizo felices.
La historia que tengan para contar… Nosotros estamos destapando la historia
que hay detrás de los muros, las historias que cuenta la gente, lo que recuerda1019.

El proceso allí ha sido de muralismo comunitario. En esa medida, este se ha desa-


rrollado en espacios de circulación permanente, lo que ha favorecido la integración.
Los murales le han permitido al municipio promover el turismo anclado a la
memoria. Este ha sido una forma de luchar contra la estigmatización de «pueblo
violento» que le rodeaba:

Anteriormente, lo estigmatizaban a uno por ser de acá, pero ahora uno dice: yo
soy de San Carlos, y contestan: «¿Dónde los murales?». Entonces se está logrando
algo muy bacano, que es quitar esa carga que uno siempre ha tenido1020.

En Toribío, Cauca, los murales también han servido para luchar contra el estigma:

Dicen en los noticieros que en Toribío somos guerrilleros, y no, no somos guerrilleros,
somos gente de bien, organizada y capaz de hacer de lo feo algo lindo1021.

Por medio de los murales, los jóvenes alzan su voz ante la falta de garantías para
su derecho a la educación, empleo o seguridad, que los expone a mayores impactos
de la guerra. También rinden tributo a sus ancestros y sus raíces, como una parte de
los procesos de reconciliación y construcción de paz en el territorio1022.
Los murales han sido una forma de re-existencia, de resignificación de las
experiencias en clave de futuro, de crear nuevas posibilidades. Al respecto, una
docente acompañante de procesos de arte gráfico y muralismo le dijo lo siguiente
a la Comisión:
«Teníamos que hacer eso: un recordatorio de cómo fue la violencia, de cómo la
guerrilla… [Entonces, los jóvenes] hicieron poemas, hicieron acrósticos, hicieron de

1019
  Vergara et al., «Incidencia de los murales en la reapropiación del territorio en el municipio de San
Carlos», 73.
1020
  Ibíd., 77.
1021
  Testimonio de estudiante del Centro de Educación, Capacitación e Investigación para el Desarrollo
Integral de la Comunidad. En: Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), «Minga Muralista
del Pueblo Nasa».
1022
  Módulo de Catalogación Colaborativa 1-OI-626c521534d14a29d10a36fd, «Norte y Cordillera del
Cauca: Entre la continuidad del conflicto y las resistencias ancestrales».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 405


todas las cosas: dibujos, muchas cosas, muchas actividades […]. Después de que ellos
recordaron todo eso, empezaron a dibujar lo que buscaban en el presente. Y por eso
hay un mural arriba que vos pillás: un guerrillero con un arma y en el otro lado hay
un guerrillero con una pala»1023.
En 2010, con ese espíritu, se realizó la Primera Minga Muralista de los Pueblos. A
esta acudieron diversos artistas para reescribir la historia de la región, aun en medio
de la violencia que formaba parte de su cotidianidad: «Mientras pintábamos, todavía
escuchábamos las ráfagas de los helicópteros, las explosiones y las balas»1024.
En estas mingas muralistas, se destacó el uso de iconografía ancestral y de metáforas
propias de los pueblos para la transmisión de su cultura. Con ellas, las paredes de
Toribío exigieron y exigen el derecho del pueblo Nasa a disponer de su territorio y
gobernarlo con autonomía1025.
Algo similar ocurrió en el nororiente del país. En Brisas del Polaco, un barrio en
Ocaña, Norte de Santander, conformado principalmente por desplazados de las
violencias, surgió de los jóvenes, y con el apoyo de la Comisión de la Verdad, una
iniciativa para pintar muros y fachadas. Los jóvenes han pintado murales que mantienen
viva la memoria de lo sucedido y que cultivan el sentido comunitario. Con los mismos
objetivos, optaron además por crear y mantener el periódico Brisas de Paz.
En los ámbitos urbanos, así mismo, las iniciativas artísticas han servido para promo-
ver la memoria y la paz. El caso del colectivo Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia
contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) es un ejemplo representativo. Cuando tenía seis
años, el padre de Alejandra Gaviria fue desaparecido, torturado y asesinado por pertenecer a
la Unión Patriótica. Ya adulta, Alejandra se encontró con personas cuyas biografías también
habían estado marcadas por la violencia política. Con el tiempo, se juntaron para contribuir
a la transformación del conflicto a partir de la memoria1026 y así nació el colectivo1027.
Desde 2011, esta organización ha impulsado acciones para la visibilización y
denuncia de la violencia en espacios públicos de Bogotá1028. Con este fin, han hecho
documentales, música, performances, conciertos y grafitis. Una de sus iniciativas,
llamada «Ciudad Memoria», recopiló iniciativas de paz o resistencias en cuentos
de memoria con el apoyo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Como parte de
este proyecto, Bogotá también ha ido llenándose con nombres cargados de un significado

1023
  Entrevista 056-VI-00046. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, docente.
1024
  Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), «Minga Muralista del Pueblo Nasa».
1025
  Cortés-Cely y Ordóñez, «El arte del muralismo en Toribío y Jambaló, Cauca».
1026
  Fernández-Savater, «“La paz no es una firma, sino todo un proceso social de cambio de mentalidades”»,
ElDiario.es.
1027
  Esta experiencia se inspira en su homóloga argentina, que existe desde 1995, como una organización
de Derechos Humanos conformada principalmente por hijos e hijas de personas desaparecidas durante
la última dictadura militar de ese país.
1028
  Fernández-Savater, «“La paz no es una firma, sino todo un proceso social de cambio de mentalidades”»,
ElDiario.es.; Gaviria, «El arte por la paz».

406 sufrir la guerra y rehacer la vida


histórico a partir de iniciativas oficiales de reconocimiento1029. De esa manera, se ha
realizado una labor de cartografía de la ciudad:

Hay un mapa de la ciudad, que, en este momento, tiene 63 puntos: como el Parque
de la Independencia en la 26, allí está el Bosque de la libertad en donde se sembraron
palmeras en nombre de los 11 Diputados de la Asamblea del Valle del Cauca
asesinados por las FARC-EP el 18 de junio de 2007, después de 5 años de secuestro.
Otro de los puntos destacados es el Aeropuerto El Dorado donde ocurrieron tres
magnicidios: el de Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo y José Antequera1030.

A través de estas iniciativas, los espacios físicos de la ciudad se han convertido en


vehículos de la memoria y lugares de diálogos, tensiones y reconstrucción, según el
ámbito simbólico, político y emocional del pasado y del futuro1031.
En las experiencias de trabajo con niños, niñas, jóvenes y adolescentes ha resaltado el
potencial para la desestigmatización y la transformación de los imaginarios violentos,
ya que, como se menciona en una de las experiencias, se ha comprendido que no todo
aquello que es arte es sinónimo de «hippies y pandilleros». Además de potenciar el
papel político de la juventud, estas expresiones impulsan la resignificación del espacio
público y propician el encuentro comunitario.
Con esa idea en mente, en todo el país se han hecho festivales por la paz. Desde
1989, en el suroriente de Bogotá, por ejemplo, se lleva a cabo el Festival Antimili
Sonoro, que convoca a organizaciones juveniles, antimilitaristas y objetoras de conciencia
para expresar su rechazo al reclutamiento legal e ilegal de jóvenes para la guerra. Este
encuentro se ha replicado también en Medellín y en el Cauca. En 1997, surgió el
Círculo de Lectores Infantil y Juvenil para la Educación a la Convivencia Cristiana en
San Vicente del Caguán, Caquetá, una iniciativa que buscaba, a través de la lectura y la
escritura, alejar a los niños y las niñas de juguetes y artefactos bélicos y de la posibilidad
de unirse a las filas de la guerrilla de las FARC-EP1032. Y, en 2006, en Catatumbo,
Norte de Santander, para poner un último ejemplo, se empezó a celebrar el Festival
por la Vida de la Gabarra, luego de que el pueblo quedara abandonado debido a los
desplazamientos masivos de población por la violencia paramilitar.

1029
  Gaviria Serna, Las calles también hablan.
1030
  Gaviria, «El arte por la paz».
1031
  Gaviria, Las calles también hablan.
1032
  La iniciativa Círculo de Lectores Infantil y Juvenil para la Educación a la Convivencia Cristiana obtuvo,
en el año 2007, el Premio Nacional de Paz por promover valores en niños y jóvenes a través de la lectura, la
educación y el arte, en el tiempo libre y en las aulas de clase, con el apoyo de los profesores del municipio
(zona urbana y rural). De esta forma se pretende sacar a los niños del contexto de violencia y mostrarles
alternativas pacíficas de vida. En: Friedrich Ebert Stiftung (FES) Colombia, «Premio Nacional de Paz».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 407


Educación para la paz: «una manera
de tirar la mirada para otro lado»

Pastor Alape, firmante del Acuerdo de La Habana, y Rodrigo Pérez, excombatiente de las AUC,
hablan con el alcalde de Puerto Berrío, Gustavo Ernesto Medina y su equipo asesor sobre Aulas de
Paz, un proyecto conjunto para la reconciliación y la reparación. Puerto Berrío, Antioquia. Noviembre
de 2021. ©Carlos Álvarez / Cortesía Fundación Aulas de Paz

Muchas acciones para construir la paz pasan también por procesos pedagógicos no
formales que cumplen varias finalidades según el contexto. Distintos sectores han
impulsado acciones educativas y procesos formativos y de capacitación para generar
conciencia sobre las realidades que afectan la vida en común y contribuir a la convivencia
en los territorios. Se trata de un conjunto de acciones, experiencias y concepciones en
torno a la educación que, en tanto fenómeno social, tiene el propósito de transformar
a los sujetos y sus condiciones de vida hacia una vida digna. Es decir, se educa para
cambiar condiciones de vida percibidas como limitantes, incompletas, desfavorables
o inexistentes.
Un ejemplo de estos procesos es la Asociación de Municipios del Ariari (AMA).
Esta nació en 1999 como una iniciativa de los gobiernos locales y la gobernación del
Meta para subsanar los problemas por señalamientos de simpatizar con uno u otro
grupo armado de las poblaciones de siete municipios1033. Desde su fundación, se

  Asociación de Municipios del Ariari, «Presentación».


1033

408 sufrir la guerra y rehacer la vida


optó por adquirir un compromiso con la paz en torno a la educación, la convivencia
pacífica y la integración. Por ello, uno de sus programas destacados fue un proceso
de reconciliación denominado «Una Escuela Busca Niños» en el Internado Unidad
Educativa Concentración de Desarrollo Rural, ubicado en cercanías al Dorado. Este
pasó de tener alrededor de 20 estudiantes a más de 400 provenientes de los diversos
municipios. Sus esfuerzos en diversas formas de acción con relación al desarrollo social
y económico de la región para superar los odios, le permitió a la AMA ser reconocida
en 2002 con el Premio Nacional de Paz1034.
Las Comunidades de Paz, las zonas humanitarias y las colectividades organizadas en
asambleas por la paz, los mandatos, las consultas y demás mecanismos de participación
política ciudadana han promovido espacios de formación en los que se tejen saberes
expertos, propios y externos para hallar alternativas locales de cara a la no continuidad
o no repetición de la guerra. Otros procesos formativos, por su lado, se han encaminado
a concientizar a la población sobre los impactos de los órdenes sociales, económicos,
políticos y armados imperantes. En esos casos, por ejemplo, se ha promovido el
empoderamiento político de las comunidades y se ha fortalecido su capacidad de
defensa de los derechos humanos y su participación en los espacios democráticos,
como lo señaló un líder de la Asamblea Constituyente de Tarso, Antioquia1035:
«Cuando un campesino, así no tenga ningún estudio, estuvo en la planeación y
sabe que su vereda va a tener el proyecto de acueducto que va a beneficiar a tantas
personas, que vale tanto, él después sin tener mucha capacidad es capaz de decirte qué
pasó, era pa tantos, era de tanto el presupuesto, dónde está la plata. O sea, la ciudadanía,
cuando usted hace procesos con ellos −que eso es lo que hacemos con la Asamblea− […],
blinda el recurso público: lo cuidan, lo defienden, lo sienten, lo manejan con cifras»1036.
La escuela, no obstante, ha sido ampliamente identificada como un lugar de for-
mación ciudadana que está vinculada a la construcción de formas de relacionamiento
en las que la violencia no es una opción aceptada. En esa medida, en las instituciones
educativas tanto oficiales como privadas han surgido iniciativas de construcción de
paz. Lejos de ser homogéneas o responder a los mismos problemas, estas iniciativas
tienen todo que ver con las comunidades y los territorios en que nacen. Dependen
de las particularidades de los sujetos que las emprenden y de las trayectorias docentes
y políticas de quienes las lideran.

1034
  Asociación de municipios del Ariari; Jurado del Premio Nacional de Paz, «Acta del fallo del jurado
del Premio Nacional de Paz, año 2002».
1035
  En 2004, la Asamblea Municipal Constituyente de Tarso recibió una mención especial en el Premio
Nacional de Paz por ser iniciativa de convivencia y de reconciliación con amplio reconocimiento
nacional e internacional. Se destaca su modelo de gobernabilidad democrática y la viabilidad financiera
y administrativa del municipio.
1036
  Entrevista 058-VI-00013. Hombre, víctima de amenaza, desplazamiento forzado y homicidio,
miembro de organización de víctimas.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 409


Las experiencias de construcción de un horizonte de paz que involucran a la comu-
nidad educativa no solo han nacido para hacerle frente a la violencia, sino también
para modificar a corto, mediano y largo plazo algunas de las dinámicas sociales que
la sostienen1037. En pocas palabras, para muchas personas, las instituciones educativas
se han situado1038 como espacios neutrales frente a las dinámicas del conflicto armado
para muchas personas.
Así lo entendió, por ejemplo, el grupo de maestras y maestros de la Escuela Normal
Superior Montes de María, cuando, después de perder compañeros, algunos asesinados
por los paramilitares y otros desplazados forzadamente por el miedo, se dieron a la
tarea de construir un proyecto pedagógico con perspectiva de defensa de derechos
humanos. Este proyecto les trajo reconocimiento a nivel nacional por sus estrategias
enmarcadas en «un currículo de construcción de paz». El proyecto contribuyó,
además, en procesos psicosociales que han facilitado el afrontamiento de lo sucedido
por estudiantes y maestros. Así lo resumió a la Comisión una maestra de San Juan de
Nepomuceno, Bolívar, participante de esta estrategia:
«Estas puestas en escena –la forma del teatro, los escritos, los proyectos, nuestras
propuestas curriculares–, […] estas acreditaciones, son una manera de tirar la mirada
para otro lado… ¡Mira, los chicos no querían decir de dónde venían! Cuando yo hice
el proceso de autobiografía ellos no querían decir que venían de San Pedro… ellos
no querían decir que venían de Las Palmas… Porque es que, les daba dolor, les daba
miedo. Les daba temor que supieran que eran desplazados. Todos estos conflictos
en un aula de clase: pérdida de familiares, desplazamiento, desarraigo, desesperanza.
Eso fue duro. Pero, siento que nosotros, de una u otra manera, fuimos capaces. Aquí
estamos […] y estamos echando el cuento […] pa que lo oigan»1039.
Este tipo de apuestas han venido amplificándose a través de encuentros pedagógicos
y la conformación de redes, como el Movimiento Expedición Pedagógica Nacional o
la Red de Maestras y Maestros por la Memoria y la Paz, impulsada, desde 2018, por el
CNMH. El apoyo de organizaciones sociales ha sido fundamental para avanzar en esta
dirección. El Programa Nacional de Educación para la Paz (Educapaz), por ejemplo,
se ha dedicado a ayudar a construir paz en Colombia a través de la educación rural
integral y la educación socioemocional, ciudadana y para la reconciliación.
Los excombatientes y miembros de la fuerza pública también han desarrollado
varios proyectos para contribuir a la construcción de paz y la no repetición, a través
de espacios formativos, lúdicos, deportivos y culturales incluyentes. Un ejemplo es la

1037
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Voces vivas: Universidades», Videocápsula:  El
diálogo como método (punto Plazoleta Central) en el recorrido 360 de la Universidad de Antioquia,
en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/voces-vivas-universidades.
1038
  Entrevista 109-CO-00074. Profesores y profesoras de la Normal Superior de Montes de María.
1039
  Entrevista 144-VI-00029. Mujer, víctima de extorsión, secuestro y homicidio, maestra.

410 sufrir la guerra y rehacer la vida


creación de la Biblioteca Popular Alfonso Cano, un espacio construido a partir de la
compilación de libros que los excombatientes de la guerrilla de las FARC-EP lleva-
ban consigo cuando aún hacían parte del grupo armado y otros libros que recogieron
a partir de donaciones. Esta biblioteca está ubicada en una zona rural del Caquetá en
la que residen hijos de excombatientes y comunidades que han sido históricamente
afectadas por el conflicto armado. Es un pequeño espacio de lectura y juego en el que
los niños pueden ir a hacer tareas, recibir asesorías académicas y tener momentos de
esparcimiento. También ha sido un escenario valioso para los excombatientes que se
encuentran cursando programas de educación a distancia o validando el bachillerato.
Otro caso destacado es el de la Fundación Aulas de Paz, conformada por excom-
batientes paramilitares del Bloque Central Bolívar y profesionales de diferentes dis-
ciplinas. Su misión organizacional consiste en construir una cultura de no violencia
que permita «transformar todo espacio social en fuerza de paz»1040. Con su línea de
educación, Aulas de Paz ha formado y graduado tres promociones de excombatientes en
el diplomado Formación para la Vida y Pedagogía para la Paz, y ha realizado encuentros
académicos con estudiantes universitarios nacionales e internacionales a partir de su
experiencia en la guerra y su compromiso con la construcción de paz:

Al adentrarse en la intimidad de Aulas de Paz, puede reconocerse un proyecto de


vida que anhela generar escenarios de convivencia pacífica, transformar espacios
académicos en fuerza de paz y educar sobre el conflicto armado para entenderlo
y abolirlo, a través de una labor intensa de testimonio y formación, que ayude a
las personas vulnerables a tomar conciencia a partir de la experiencia nefasta de
la guerra, contada por los mismos actores, como un gesto de Verdad, Justicia,
Reparación y compromiso de No Repetición1041.

El testimonio de quienes participaron en el conflicto armado ha sido fundamental para


la no repetición y la resistencia a la guerra. Tal como afirma una mujer excombatiente,
exponer su historia de vida puede «convencer a los que tienen dudas de tomar la
decisión de abandonar las armas, mostrarles la civilidad como la mejor oportunidad
para empezar de nuevo»1042.
Con estos testimonios, Aulas de Paz ha articulado un proyecto que no solo ayuda a
los excombatientes a crear paz, sino que también lleva sus experiencias de vida a colegios,
barrios y universidades, con el fin de desmitificar la figura del combatiente, que muchos
jóvenes tienen en su imaginario como el modelo para seguir, y promover una visión
crítica de la guerra y la deshumanización de la que formaron parte. Esto, sin duda,
contribuye a desarmar la guerra y disminuir los posibles casos de reclutamiento ilícito.

1040
  Informe 119-CI-00395, Aulas de Paz, «Formación para la vida, Pedagogía para la Paz», 2.
1041
  Ibíd., 6.
1042
  Ibíd., 25.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 411


Contribuciones a la paz promoviendo
el desarrollo

Granja de la Cooperativa Multiactiva Comunitaria del Común (Comuccom), en la finca la Siberia, en


la zona de paz veredal Los Corrales, de la Inspección de Santa Lucía, municipio de Puerto Guzmán,
Putumayo. La cooperativa se fundó el 4 de diciembre de 2017 con la asociación de 25 mujeres y 92
hombres en proceso de reincorporación. Esta trabaja en la construcción de paz desde los territorios
con proyectos productivos, como el de piscicultura que se ve en la foto. La cooperativa se mantiene a
pesar de la adversidad, las amenazas y el asesinato de Jorge Santofimio Yépez, uno de sus fundadores.
Mayo de 2022. ©Armando Aroca Sánchez 

El buen vivir requiere seguridad alimentaria y estabilidad material para las familias
y comunidades. Por ello, y como una manera de construir la paz, se han impul-
sado alternativas de desarrollo económico. En Putumayo, por ejemplo, la iniciativa
ARAPAIMA, de la Asociación de Piscicultura de Leguízamo, se propuso constituir
una cooperativa transnacional Colombia-Perú-Ecuador para la comercialización del
cacao, del turismo ecológico y de la piscicultura.
Materializar estas iniciativas requiere el compromiso de múltiples sectores sociales,
incluido el sector empresarial, al que le caben responsabilidades en la violencia del
conflicto armado, pero de donde también han emergido algunas voces comprometidas

412 sufrir la guerra y rehacer la vida


con la transformación de las condiciones que han mantenido a Colombia en guerra.
No es suficiente con el pago de impuestos y la generación de empleo: los empresarios
que solo hacen eso «están desconectados con la realidad no solo del país sino del
mundo»1043, le expresó un empresario bogotano a la Comisión.
Algunos sectores del empresariado han desempeñado un papel importante en las
zonas afectadas por el conflicto. En muchos casos, han creado oportunidades económicas
en las regiones en las que opera su negocio. En ocasiones, también, han sido actores
que han hecho frente a la violencia y han liderado acciones que han aportado a la
construcción de paz. Como le dijo a la Comisión un empresario del Valle del Cauca:
«Este es el país que nos tocó vivir. Aquí nacimos, nos educamos y formamos nuestra
familia… Queremos vivir en un país diferente al que nos tocó a nosotros»1044. O, en
palabras de otro, «uno no puede ser una empresa exitosa en un entorno enfermo»1045.
Dentro de las iniciativas para impulsar el desarrollo se destacan los Programas de
Desarrollo y Paz (PDP) que surgieron como apuestas de la sociedad civil para superar
causas estructurales del conflicto social, político y armado, y así avanzar hacia un
estado de desarrollo que gire en torno a la dignidad humana. El primer PDP en el país
fue el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (PDPMM), una inicia-
tiva de paz promovida por la sociedad civil desde 1995 en una región azotada por la
guerra1046. Este programa nació como un proyecto de articulación de diversos actores
de la región, entre ellos, el Comité de Derechos Humanos de la USO, Ecopetrol, la
diócesis de Barrancabermeja y el Cinep.
Desde sus inicios, el PDPMM trabajó con el objetivo de responder a dos preguntas
centrales en esta región: ¿por qué una región tan rica en recursos materiales tiene una
población con índices de pobreza tan altos? Y ¿por qué una población alegre, que ama
la vida, mantiene altos índices de violencia en sus relaciones sociales?1047. Para responder
a esas preguntas, organizaciones sociales en 32 municipios de los departamentos de
Antioquia, Bolívar, Cesar y Santander se integraron según los siguientes principios
éticos: primero la vida –es decir, que la prioridad es proteger y rodear de garantías la
vida–; la paz y la defensa por los derechos humanos como compromiso central; y el
impulso del desarrollo que hace la paz en la región, de la mano de diversos actores.
Un diagnóstico regional inicial concluyó que el desarrollo de la región requería
la participación articulada de diferentes actores que aportaran al desarrollo y a la
paz del territorio,

1043
  Entrevista 1102-PR-03229. Empresario, Bogotá.
1044
  Entrevista 068-CO-00871. Integrantes del gremio agroindustria caña.
1045
  Entrevista 1102-PR-03229. Empresario, Bogotá.
1046
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Una red que nos sostiene: liderazgos y construcción
de paz», Audio: Cuidar la vida querida, en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://
www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/una-red-que-nos-sostiene.
1047
  Programa de Desarrollo y Paz Magdalena Medio (PDPMM), «Antecedentes».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 413


generando condiciones sociales y económicas que mejoraran la calidad de vida
de las comunidades más vulnerables en esa región, facilitara la solución pacífica de
los conflictos y la superación de la exclusión social, política y económica de la
población1048.

A partir de allí, el Pdpmm evidenció el poder del trabajo colectivo a través de la


creación y el fortalecimiento de alianzas y redes entre distintos actores regionales. Esta
iniciativa demostró que es posible hacer alianzas, ponerse de acuerdo e implemen-
tar acciones que promuevan la convivencia, el desarrollo, la paz y el ejercicio de la
participación pública. En 2001, el Pdpmm recibió el Premio Nacional de Paz por sus
logros en la construcción de una sociedad participativa, sostenible y democrática en
esta región del país. Uno de los fundadores de este programa le habló a la Comisión
sobre la forma en que se consolidó:
«Se hizo un mapa del Magdalena Medio […], pero los líderes comenzaron a pen-
sar que había que crear en cada uno de los municipios, un núcleo de personas también
con sus líderes […], personas que tuvieran mucha credibilidad, que la gente confiara
en ellos. Entonces, en un pueblo era una señora que todo el mundo la quería; en
otro pueblo era una maestra de escuela, en otro pueblo era un maestro; en otro
pueblo era un artista; en otro pueblo un jugador de fútbol; en otro un académico;
en otro pueblo era un párroco, y en torno a ellos se fueron creando los núcleos
de pobladores. Esos núcleos empezaron a conversar porque ya se había hecho un
diagnóstico de qué era lo que había que hacer en ese territorio. Empezamos a comu-
nicarnos entre todos con los recursos que teníamos y empezó a surgir un imaginario
colectivo de región»1049.
A lo largo de los años, los PDP han ido replicándose en otras regiones del país.
En diferentes lugares, se han consolidado como experiencias que integran sectores y
organizaciones con objetivos comunes que favorecen a las comunidades y que reafirman
la importancia del trabajo articulado entre lo público y lo privado.
La Corporación Vallenpaz, otro PDP, por ejemplo, se creó en el Valle del Cauca y
el norte del Cauca, en el 2000, como una respuesta de la sociedad vallecaucana a
las problemáticas sociales, económicas y políticas del campo. Ante los secuestros
masivos de la iglesia La María y del Kilómetro 18, en Cali, se promovieron movili-
zaciones masivas y múltiples espacios de reflexión entre diversos actores de la ciudad,
que, antes, por sus diferencias sociales y económicas, no se habían dado. Diversos
empresarios y representantes de la sociedad civil y la Iglesia católica propusieron
alternativas para superar el conflicto armado y hacer un aporte en la búsqueda de paz
a través de un desarrollo que atacara las raíces del conflicto.

  Rettberg y Rivas, «El sector empresarial y la construcción de paz en Colombia», 328.


1048

  Entrevista 1102-PR-03587. Hombre, experto/testigo, sacerdote.


1049

414 sufrir la guerra y rehacer la vida


«Entre los asociados de Vallenpaz, se encontraban víctimas del secuestro de La María
y del Kilómetro 18», le dijo a la Comisión un empresario caleño que forma parte de
la junta directiva de este PDP. «Muchos de ellos eran empresarios. Hay un caso de un
empresario que ha sido presidente de grandes empresas en la región, un ejecutivo muy
importante y es uno de los fundadores de Vallenpaz. Él cuenta que cuando lo llevaron
a la caminata [el secuestro] de La María dijo que por primera vez en su vida se había
dado cuenta de que había gente pobre, que había niños descalzos, que no podían ir a
la escuela y eso él no lo podía creer. Cuando llega del secuestro, él se mete a Vallenpaz
porque dice: “Yo tengo que ayudar”»1050.
Vallenpaz nació, entonces, como una respuesta orientada a la planeación e imple-
mentación de acciones para promover el desarrollo integral en comunidades rurales
en condiciones críticas de pobreza y afectadas de una u otra manera por el conflicto:
«Para solucionar el problema era necesario meterse en zona de conflicto y ver qué
podíamos hacer, así que focalizamos nuestra acción en el suroccidente colombiano,
identificando a aquellas comunidades en las que la gente estuviera comprometida
con la búsqueda de soluciones para sus problemas. Queremos contribuir a la paz
promoviendo el desarrollo»1051.
Esta iniciativa ha aportado a la paz al enfocarse en el desarrollo humano y
socioeconómico de los pequeños agricultores de las zonas más afectadas por el
conflicto armado en el suroccidente colombiano. Vallenpaz ha financiado sus acti-
vidades con recursos mayoritariamente provenientes del sector empresarial. Esta
experiencia ha motivado una reflexión sobre la necesidad de trabajar de manera
articulada por un mismo propósito de bienestar común, y ha sido un llamado para que
el empresariado se piense en clave de región, como parte de un mismo territorio,
en el que haya un «cambio de mentalidad, de entender la realidad del otro, de
ponernos en los zapatos del otro»1052.
Actualmente, los PDP en el país se integran en la Red Nacional de Programas
Regionales de Desarrollo y Paz (Redprodepaz) una red de redes:
«[Es] una iniciativa de la sociedad civil que entra en diálogos con entidades públicas,
con el sector empresarial, con la comunidad internacional… Podríamos definir a la
red como un escenario para el diálogo social, para la concertación de visiones, de
territorios y visiones del país»1053.
Según la Redprodepaz,

1050
  Entrevista 068-VI-00040. Entrevista a empresarios Valle (experiencia Vallenpaz).
1051
  Fundación Codespa, «“No somos el desarrollo, sino facilitadores del desarrollo”».
1052
  Entrevista 068-VI-00040. Entrevista a empresarios Valle (experiencia Vallenpaz).
1053
  Comisión de la Verdad, «¿Qué pasa cuando los colombianos se unen en redes para construir paz y
convivencia?», 2020, 14 min 30 s.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 415


una vida digna sucede en territorios prósperos y pacíficos. Por eso decidimos
ser una fuerza impulsadora de diálogos basados en lo que nos une, para que las
comunidades sean dueñas de su desarrollo y resuelvan sus retos sociales, políticos,
ambientales y económicos1054.

Esta red cuenta con el apoyo de distintas entidades, entre las que se encuentran
empresas privadas, fundaciones, organizaciones sin ánimo de lucro, universidades,
representantes de iglesias, cooperación internacional y personas, a través de programas
de voluntariado y prácticas profesionales. Estas iniciativas comparten los principios del
cuidado de la vida, la búsqueda de la paz y la defensa de los derechos humanos, y
con base en esos principios se han construido las apuestas de desarrollo integral para
el territorio:
«Un mensaje muy de fondo fue: ¿cuál es la vida que nosotros queremos vivir en
este territorio? “La vida querida”. Eso va a ser muy importante porque va a desarrollar
una ética colectiva. Comenzaron a surgir en los Núcleos de pobladores propuestas de
desarrollo, de cómo transformar esos municipios en una región y de cómo conseguir
la paz. La gente toma una decisión, no le podemos soltar la agenda a la guerrilla, a los
paramilitares o al Estado, esto lo tenemos que hacer nosotros»1055.

Iniciativas de perdón y reconciliación

El regreso a la vida civil de los excombatientes ha implicado, además de procesos


personales de reintegración, el fomento de espacios de reconciliación y reparación
simbólica con sus víctimas. Una experiencia muy significativa en este sentido son
las mujeres de la Asociación Caminos de Esperanza Madres de La Candelaria, víctimas
de desaparición forzada, con excombatientes paramilitares. En el primer encuentro,
organizado por Aulas de Paz, en 2012, los excombatientes del Bloque Central Bolívar
postulados a Justicia y Paz, y recluidos en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí
leyeron palabras de petición de perdón a las mujeres y les entregaron coordenadas
de la posible ubicación de sus seres queridos. De allí en adelante, los encuentros y
acompañamientos de las Madres de La Candelaria a los excombatientes se volvió
una práctica frecuente. Incluso, han participado de las ceremonias de graduación del
diplomado de los excombatientes de la cárcel de Itagüí. Algunas palabras de las madres

1054
  Red Nacional de Programas Regionales de Desarrollo y Paz (Redprodepaz), «Redprodepaz: Saberes
que transforman territorios», el 21 de julio de 2021, 3 min 19 s.
1055
  Entrevista 1102-PR-03587. Hombre, Experto/testigo, Sacerdote.

416 sufrir la guerra y rehacer la vida


sobre estos encuentros permiten identificar una experiencia compartida: «Para mí fue
un encuentro de personas tristes. Yo encajé de una con los desmovilizados»1056; «Vimos
que a ellos les había pasado lo mismo que a nosotros»1057; y, «[Saber] que muchos
fueron reclutados de niños y otros obligados, me hizo cambiar de opinión sobre ellos:
con eso me sentí como igual con ellos»1058.

Integrantes de las FARC-EP comparten y juegan voleibol en desarrollo de la Décima Conferencia


de esta guerrilla, realizada como antesala de la firma del Acuerdo de La Habana. Esta conferencia se
caracterizó por la participación de civiles –principalmente, periodistas e investigadores sociales que
cubrieron el proceso de paz adelantado entre esta insurgencia y el Estado colombiano–. Llanos del
Yarí, Caquetá. Septiembre de 2016. ©Sonia Fernanda Cifuentes / Cortesía Asociación Minga

1056
  Informe 119-CI-00394. Fundación Aulas de Paz. «Estudio sobre el proceso de perdón y reconciliación
adelantado entre las Madres de La Candelaria y desmovilizados recluidos en la cárcel La Paz de Itagüí
adscritos a la Fundación Aulas de Paz», 12.
1057
  Ibíd, 15.
1058
  Ibíd, 12.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 417


En San Carlos, Antioquia, la concejala Pastora Mira García promovió un
trabajo con población víctima y excombatiente en el Centro de Acercamiento,
Reconciliación y Reparación (CARE). El centro se creó en 2006 como una iniciativa
para el acompañamiento físico y emocional de las víctimas, procesos de desminado en
territorios, procesos de duelo, memoria y dignificación, y diálogos con desmovilizados
según la Ley Justicia y Paz. Su sede se ubica en el Hotel Punchiná, un lugar emble-
mático. El hotel, que antes fue muy lujoso, era propiedad de un narcotraficante y
fue la sede paramilitar donde se llevaron a cabo torturas y asesinatos. Lo llamaban
popularmente «La casita del terror». Cuando el CARE se consolidó allí, el espacio
se convirtió en un lugar para la memoria y para la reconciliación, un escenario para
la paz, articulado a la Red Colombiana de Lugares de Memoria1059.
En Colombia, con este tipo de procesos, algunas personas que fueron integrantes
activas de ejércitos irregulares se han volcado a aportar a una paz palpable, perceptible
y visible. Como le dijo a la Comisión el líder de la Corporación Campo Santo:
«Hay muchos profesionales como ustedes, con mucho respeto le digo, que saben
cómo hacer un libro desde la primera página hasta la última, de cómo se construye la paz,
pero nunca la han hecho con las manos. Yo la construí con las manos y es tangible»1060.
Por ese camino, algunos excombatientes han cuestionado la idealización del
«guerrero» y han sido contundentes en su mensaje de por qué los grupos armados no
son un camino para los jóvenes del país.
«Yo sé que sembrando maticas, sembrando una cosa, metiéndole a aquellos
jóvenes que quedaban en la esquina, que estaban a punto de seguir [en los com-
bos de Medellín…], convenciéndolos de algo diferente, fuimos ejemplo en un
proceso de paz»1061.
La reconciliación también es necesaria entre excombatientes de distintas estructuras
armadas, y, en ese sentido, también ha habido iniciativas de paz. El Club de Fútbol
Héroes de Honor, por ejemplo, se ha dedicado a estimular procesos de integración
social de militares y policías víctimas de minas, pero también ha sido una iniciativa en
la que se han incorporado actividades que promueven la reconciliación. El club, entre
otras acciones, ha vinculado a excombatientes afectados de organizaciones armadas
ilegales y ha hecho un trabajo importante con personas en condición de discapacidad.
Su fundador le dijo a la Comisión:

1059
  La Red Colombiana de Lugares de Memoria es una iniciativa social, comunitaria y participativa
que contribuye a construir una memoria colectiva que garantice la reparación y la no repetición de la
violencia sociopolítica. Agrupa 30 iniciativas de memoria, en todo el territorio colombiano. En: Red
Colombiana de Lugares de Memoria, «Red Colombiana de Lugares de Memoria».
1060
  Entrevista 411-PR-00309. Hombre, excombatiente del Bloque Cacique Nutibara, víctima de reclu-
tamiento forzado, líder social.
1061
  Ibíd.

418 sufrir la guerra y rehacer la vida


«No existía un espacio donde nosotros como personas [en condición de discapacidad]
nos sintiéramos incluidas […], ya que las minas antipersona nos dieron una discapa-
cidad para toda la vida. Por eso nos unimos para ayudarnos en todo momento»1062.
El club también ha impulsado actividades de prevención del reclutamiento forzado,
socializando sus experiencias con jóvenes, y ha permitido a antiguos soldados encontrarse
con otros excombatientes. Un miembro del club contó:
«El evento más bonito que me logró tocar y transformar fue cuando tuvimos la
oportunidad de llegar a una cancha a jugar con excombatientes de las FARC-EP. Un
combatiente me dijo que él no se imaginaba todo el daño que había causado y cuando
lo pude ver en su humanidad, siendo tan vulnerable […], me di cuenta de que detrás
de esa persona también había un ser humano»1063.

Reintegración de excombatientes

Un grupo de guerrilleros camina por las montañas de Ituango, Antioquia. Antiguo ETCR Santa
Lucía. Diciembre de 2016. ©Jorge Calle

1062
  Comisión de la Verdad, «Club de Fútbol Héroes de Honor: una experiencia de resistencia de los
militares víctimas», el 26 de marzo de 2021, 14 min.
1063
  Comisión de la Verdad, 49 min.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 419


El horizonte de la paz implica que todas las personas puedan habitar un espacio
con la tranquilidad de que no existe un riesgo para su vida; involucra cambiar el
pensamiento y las emociones que nacen de la idea de que el vecino, el amigo o
incluso la misma familia pueden ser un enemigo potencial; e incluye, además,
disponerse a identificar puntos de encuentro, girar la emoción hacia la posibilidad
de habilitar el diálogo y, poco a poco, ir reconstruyendo la confianza para caminar
por sendas que no sean los extremos que distancian y profundizan la polarización
ya existente. Un presidente de una JAC que fue desplazado de su hogar, en Ovejas,
Sucre, le dijo a la Comisión:
«Yo creo que el camino que nos queda a los colombianos es el del diálogo, el
de sentarnos, pero eso sí, hay que entender […] que somos diversos, que tenemos
que aceptar la diversidad, que no todos podemos pensar iguales. Es que eso es lo que
no me parece a mí: que por el hecho de que tú no pienses igual a mí, tú eres mi
enemigo. Podrás ser mi contradictor, digamos, en un diálogo franco y honesto sin
intereses más nada que el de Colombia. [Así] podremos sacar este país adelante, o
sea, no veo otra solución […].
» Pero todos tenemos que poner porque de pronto también coge la cátedra y decir
de que sea de derecha o de izquierda. Es que el universo produce diverso, o sea, no
todos somos iguales, en la naturaleza, en lo que sea, y yo creo que esa es la mejor cura
[…] para que esto no se repita. Lo otro, sí, contarlo. Y yo lo último que puedo decir
es: no tratemos de polarizar la verdad. La verdad es la verdad y no tiene por qué tener
matices ni negros, ni oscuros ni nada. Así pasó, así pasó y no tomar eso para armar
venganza, para justificar programas. No, esto fue lo que nos pasó, y esto, digamos, es
el error que no podemos volver a cometer»1064.
Con esa perspectiva, entre los excombatientes se han creado redes de solidaridad y
sentido de vida, como una alternativa para el sostenimiento económico y, en general,
para «reinventarse»1065. Recientemente, excombatientes de las FARC-EP han recurrido
a principios adquiridos en la vida guerrillera –el compañerismo, la cooperación o la
solidaridad– para unirse en cooperativas o microempresas, y para reclamar los derechos
de quienes padecen enfermedades, discapacidad o de quienes afrontan la vejez sin
seguridad social. Un excombatiente paramilitar que impulsó la creación de una
asociación le habló sobre su experiencia a la Comisión:
«Queremos canalizar un proyecto productivo que nos vincule a todos nosotros,
que nos dé la oportunidad de resarcirnos, de reinventarnos, de poder lograr algo bien

1064
  Entrevista 136-VI-00039. Hombre, presidente de JAC, amenaza al derecho a la vida, desplazamiento
forzado, homicidio, secuestro, tortura.
1065
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza: «Construir la paz desafiando la desesperanza», en
la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-
afrontamientos-y-resistencias/construir-la-paz-desafiando-la-desesperanza.

420 sufrir la guerra y rehacer la vida


positivo para los muchachos. O sea, para que ellos vuelvan a creer en el gobierno, porque
más de uno quedó decepcionado»1066.
Los excombatientes decidieron organizarse según estas premisas porque se dieron
cuenta de que, incluso en la dirigencia del partido y las comandancias de los Espacios
Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), no se comprendían bien las
necesidades específicas de un proceso de reincorporación diferencial que reconociera
las particularidades de esta población:
«Si una organización para lisiados de guerra no es manejada por los mismos lisiados
de guerra, no tiene sentido. Todo se ha vuelto una burocracia. No nos van a coger de
señuelo para recoger recursos. Tenemos que ser nosotros mismos. Es una asocia-
ción, pero también es un proyecto político y es ocupar todos los espacios referentes
a las personas con discapacidad.
»Queremos entrar como personas afectadas y firmantes del proceso de paz. Queremos
hacerle ver a la sociedad, al Estado, a la misma dirección del partido que sí podemos
gestionar, sí podemos hacer. Queremos ser sujetos políticos, queremos hacer de
otra manera lo que hemos aprendido en la lucha. Hemos avanzado mucho y nos
queda una tarea muy importante y muy necesaria porque muchos compañeros
nos necesitan»1067.
La Cooperativa Economías Sociales del Común (Ecomún) fue diseñada para
el proceso de reintegración económica de los excombatientes de las FARC-EP.
Desde un principio, su propósito fue tener cobertura a nivel nacional mediante un
esfuerzo colectivo y con la ayuda de las comunidades donde vivían los excombatientes.
Esta cooperativa ha contribuido a la reincorporación de más de 13.000 exguerrilleros
y exguerrilleras. También ha impulsado más de 200 emprendimientos en todo el país,
incluidos, por ejemplo, proyectos de piscicultura, producción agrícola, entre otros. Su
fin principal es la inserción laboral y el fortalecimiento del tejido social como aporte
a la construcción de paz, justicia social, reconciliación y el buen vivir1068.
Otra iniciativa destacada de inserción económica y social sucedió en el antiguo
ETCR de Agua Bonita, Caquetá. Este fue el primer espacio de este tipo en convertirse
en propiedad colectiva y posteriormente ser legalizado como una vereda del muni-
cipio de La Montañita, ahora Agua Bonita II. Fue un hecho histórico en el proceso
actual de reincorporación, ya que, gracias al trabajo comunitario, hubo una buena
articulación con la comunidad de las veredas vecinas, y se creó una relación impor-
tante con la administración municipal. Agua Bonita II es el primer centro poblado
de excombatientes de las FARC-EP. De acuerdo con un habitante del lugar, uno de
los grandes aciertos ha sido pensar en

1066
  Entrevista 241-AA-00001. Excombatiente Bloque Héroes de Tolová.
1067
  Entrevista 430-CO-00736. Hombre en condición de discapacidad, excombatiente.
1068
  Economías Sociales del Común (Ecomun), «Quiénes somos».

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 421


«un modelo de producción cooperativista donde todos aportamos, todos tra-
bajamos y todos percibimos los resultados de ese esfuerzo colectivo. Mi sueño es
que podamos tener una cultura donde, a pesar de las diferencias, podamos vivir
en convivencia, en una convivencia saliendo de las diferencias. O sea, no podemos
imaginarnos que vamos a tener espacios de convivencia para todos, no, el espacio
de convivencia respetando las diferencias, porque es que esas diferencias son las que
nos hacen un país multicultural, rico en diversidad, pero también son las que nos
causan los problemas, si no se respeta esa diversidad»1069.

«Si no creyera, ¿qué seríamos?»

Niños, niñas, jóvenes y adolescentes participan del «Reto con sentido», del proyecto «Arte/
reconocimiento de realidades», que reúne procesos de creación grupal para mostrar la sinergia que
puede nacer entre individuo – colectivo – comunidad1070.  Medellín, Antioquia. Octubre de 2020.
©Corporación Momo Escuela de Arte

  Entrevista 237-AA-00004. Hombre, excombatiente, desmovilizado.


1069

  Proceso de la Comisión de la Verdad, Casas de la Verdad con Sentido. 33-OI-615326f4c499f503884bb305


1070

422 sufrir la guerra y rehacer la vida


Sueño con un país donde empecemos por comprender
que la guerra ha sido lo peor que nos pudo haber pasado
porque el dolor humano que se ha producido es inmenso.
Pienso en este país como un cuerpo. Una nación es un
cuerpo colectivo, pero si comprendiéramos que este cuerpo
tiene el corazón herido en el Chocó, tiene los brazos
quebrados en los Montes de María, tiene la vagina
reventada en Bojayá, le quitaron los ojos en el Cauca, le
reventaron las piernas en el Catatumbo, le quemaron el
rostro en Machuca, eso es Colombia y eso no puede seguir
así y que lo sintiéramos todos profundamente1071.

La desesperanza producida por los ciclos de repetición de la violencia ha sido funcional


a la perpetuación de la guerra, ya que ha servido para desactivar las acciones que
intentan transformarla. A pesar de esto, lo cierto es que en Colombia hay razones
para la esperanza. Como lo ha documentado este tomo, la acción colectiva por la paz
se ha sostenido en el tiempo frente a la violencia armada. Pese a los múltiples
obstáculos que enfrentaron, las acciones de las víctimas y de la sociedad organizada
han sido la principal fuente de transformación de las realidades de la guerra al imaginar
y desarrollar respuestas concretas para responder a la violencia y construir la paz
en los territorios1072.
Para ello, se han desplegado acciones que defienden la vida y la dignidad, que
han ido desde compartir la tristeza y afrontar colectivamente el trauma, apoyándose
muchas veces en la espiritualidad, hasta sostener la vida con la solidaridad y reconstruir
los espacios físicos y simbólicos que la guerra ha destruido. Por ese camino, se ha
desafiado con mucho valor y creatividad el silenciamiento que los actores armados
han pretendido imponer, se ha evitado que más niños, niñas, jóvenes y adolescentes
se vinculen a la guerra, se ha buscado a las personas desaparecidas y se ha dignificado
la muerte de quienes fueron asesinados.
Tal como se ha expuesto, también se han llevado a cabo acciones para desafiar la
guerra y enfrentar su arbitrariedad; acciones que se elevan ante la humillación, que
desobedecen y confrontan, que negocian directamente con los actores armados y los
expulsan de los territorios; acciones que denuncian la violencia sufrida, ya sea con
plantones y marchas, declarándose neutral y solicitando protección internacional, o

1071
  Entrevista 1102-PR-03587. Hombre, experto/testigo, sacerdote.
1072
  Para profundizar sobre este tema, visite la pieza «Cuerpos plurales: construcción de paz y resistencias
de personas con discapacidad», en la plataforma digital de la Comisión de la Verdad https://www.
comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/cuerpos-plurales-construccion-de-
paz-y-resistencias-de.

parte ii. rehacer la vida y construir la paz 423


confrontando la desinformación y la manipulación a partir de los recursos culturales
propios; acciones que han hecho memoria de todo lo ocurrido.
Defender y proteger la naturaleza ha sido una parte muy importante de este
universo de acciones que cuidan los territorios ante la devastación de la guerra. Con
la vida campesina, se han desarrollado acciones fundadas en su autonomía, que se
comprometen con su propia visión de desarrollo en los espacios cotidianos y en
la conservación y protección de sus tradiciones productivas.
Las acciones para defender y exigir derechos, por su parte, han hecho un énfasis
determinante en la tierra y en el territorio, según la organización campesina y comu-
nal. También se han hecho exigencias de garantías para los derechos humanos con
múltiples expresiones organizativas y recurriendo a diversas herramientas, que han
permitido disputar el poder ocupado por los ilegales.
Finalmente, las víctimas y la sociedad organizada se han concentrado en acciones
para garantizar el derecho a vivir bien, a vivir sabroso, a vivir en paz. A través del
arte, la educación y la formación de liderazgos, ha habido procesos que desafían
la desesperanza de la guerra y que avanzan hacia la reconciliación local, regional y
nacional que la paz necesita.
Con base en sus distintos énfasis, las resistencias han persistido en la sociedad
organizada y han conseguido atajar la barbarie con importantes transformaciones
subjetivas, culturales, organizativas y políticas, que se fundan en el sentido de lo
colectivo, en el reconocimiento de todos los seres y en el convencimiento de que
los conflictos deben tramitarse por vías no violentas.
En el país, a pesar de todo, ha habido una fuerza en la persistencia, como le dijo
a la Comisión un maestro de Medellín:
«¿Por qué insisto? Yo creo en la utopía. Si no creyera, qué seríamos. Yo le digo a los
profes: “Esto es muy jodido, esto es muy complicado”. Y le digo a mis estudiantes en
la universidad: “Todos los días es una lucha. Esto es combatiendo diariamente, como
decía Estanislao Zuleta”. Todos los días hay que combatir la desesperanza, el desánimo,
las políticas del gobierno, los ataques a la educación pública, a los derechos de los
maestros, a los de los muchachos. Yo insisto mucho porque educar es combatir. Eso
lo aprendí con el maestro leyéndolo y releyéndolo, y eso trato de manifestar siempre.
Hasta el final, no hay otra forma. No hay otra forma. Por eso insisto»1073.
Por eso insistimos.

  Entrevista 411-PR-00306. Hombre, experto/testigo, maestro.


1073

424 sufrir la guerra y rehacer la vida


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Entrevista 080-CO-00219. Comunidad afro afectada por el conflicto armado. Tomada
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Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 080-VI-00029. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida y des-
plazamiento forzado, Rapero y líder social. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 080-VI-00039. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, desaparición
forzada, abandono de tierras. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 085-VI-00002. Mujer, víctima de desaparición forzada, Abogada y defensora
de Derechos Humanos. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 089-AA-00004. Hombre, excombatiente del ELN. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 089-VI-00002. Hombre, víctima de secuestro y extorsión. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 089-VI-00011. Hombre, víctima de extorsión y secuestro, ganadero.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 089-VI-00012. Hombre, periodista, víctima de secuestro. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 089-VI-00025. Mujer, víctima de amenaza, desplazamiento, homicidio.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 100-PR-00774. Sacerdote jesuita, Cinep, Organización Tejiendo de Mira-
flores, Boyacá. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

442 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 100-VI-00012. Mujer, víctima de desplazamiento. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 100-VI-00016. Mujer, víctima de desaparición y desplazamiento forzado,
campesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 1042-VI-00003. Hombre, víctima de atentado, desaparición forzada y
desplazamiento forzado, afrodescendiente, raizal y palenquero. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 1052-CO-00660. Comunidad indígena Awá. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 109-CO-00074. Profesores y profesoras de la Normal Superior de Montes
de María. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 109-VI-00004. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, amenazas,
tortura y secuestro, defensor de Derechos Humanos. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2019.
Entrevista 109-VI-00017. Periodista, testigo de homicidio. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2019.
Entrevista 109-VI-00037. Hombre, víctima de amenaza y desplazamiento forzado,
docente. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 1102-PR-03229. Empresario, Bogotá. Tomada por Comisión para el Escla-
recimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 1102-PR-03587. Hombre, Experto/testigo, sacerdote. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2022.
Entrevista 118-VI-00012. Mujer, víctima de violencia sexual, tortura y otros hechos,
exmilitante del M-19. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 1209-VI-00001. Mujer, víctima, familiar, magnicidio de Carlos Pizarro.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 120-VI-00003. Hombre, víctima de amenaza, confinamiento, desplaza-
miento forzado, líder social afrodescendiente. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 125-VI-00015. Agricultora, madre de víctima de reclutamiento forzado y
desaparición. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

referencias 443
Entrevista 125-VI-00017. Hombre, víctima de ataque a bien protegido. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 125-VI-00022. Hombre, víctima de amenazas a la vida y detención arbi-
traria, líder social. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV).
Entrevista 126-VI-00009. Víctima, mujer, comerciante. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 127-VI-00003. Mujer, lideresa UP, víctima de amenaza al derecho a la
vida y tortura. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 131-VI-00001. Mujer, víctima de secuestro y violencia sexual. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 131-VI-00014. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio,
enfermera. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 132-VI-0012. Mujer, esposa de militar asesinado. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
Entrevista 136-VI-00006. Mujer, estudiante, caso de violencia sexual contra menor,
desplazamiento y secuestro. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 136-VI-00039. Hombre, presidente de JAC, amenaza al derecho a la vida,
desplazamiento forzado, homicidio, secuestro, tortura. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2019.
Entrevista 138-VI-00020. Hombre, víctima de amenaza a la vida, líder ambiental.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 139-VI-00001. Hombre, campesino, víctima de amenazas, de trabajos
forzados y desplazamiento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 139-VI-00003. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y homicidio,
campesino y pequeño comerciante. Tomada por Comisión para el Esclareci-
miento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 139-VI-00103. Hombre, soldado del Ejército, víctima MAP. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 140-VI-00016. Mujer, familiar de víctima de retención y desaparición
forzada. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

444 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 140-VI-00045. Mujer, mestiza, víctima de desplazamiento forzado y
amenaza a la vida. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 141-VI-00021. Mujer, víctima de homicidio de hermano y esposo y otros
hechos, campesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 144-VI-00029. Mujer, víctima de extorsión, secuestro y homicidio, maestra.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 144-VI-00030. Hombre, mestizo, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 150-PR-00192. Hombre, experto/testigo, líder campesino. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 150-VI-00003. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 158-VI-00022. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 158-VI-00054. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 158-VI-00071. Hombre, campesino, víctima de amenazas a la vida.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 160-VI-00083. Miembro LGBTIQ+, joven, víctima de violencia sexual,
despojo y tortura. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 163-AA-00004. Mujer, excombatiente de las FARC-EP, reclutada en el
Vichada en 2005. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 163-VI-00012. Hombre, víctima de amenaza y otros hechos, persona con
discapacidad, campesino. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 163-VI-00021. Lideresa de víctimas, víctima de amenaza, de desaparición
forzada y desplazamiento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

referencias 445
Entrevista 163-VI-00024. Hombre, víctima de desplazamiento forzado. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 166-VI-00005. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, despla-
zamiento forzado y familiar de víctima de homicidio, afrocolombiano. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 168-VI-00006. Mujer, víctima de desaparición forzada de su hijo. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 168-VI-00027. Mujer campesina, víctima de homicidio de su esposo.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 168-VI-00032. Mujer, integrante de mesa municipal de víctimas, familiar de
víctimas de desaparición forzada. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 169-PR-02428. Defensor de Derechos Humanos, víctima de detención
arbitraria, tortura y amenazas. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 173-CO-00335. Líderes Juntas de Acción Comunal. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 173-PR-00134. Mujer, miembro de fundación ambiental. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 173-PR-00142. Mujer, funcionaria pública, testigo. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 173-PR-00566. Mujer, víctima de desplazamiento forzado. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 173-VI-00010. Mujer indígena, víctima de amenaza al derecho a la vida y
desplazamiento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 173-VI-00041. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, campesino.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 175-VI-00028. Hombre, víctima de secuestro y desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 175-VI-00036. Hombre, víctima de reclutamiento y tortura, persona con
discapacidad. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

446 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 176-VI-00017. Hombre, mestizo, víctima de desplazamiento forzado y
de desaparición forzada. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 182-VI-00001. Mujer, amenaza al derecho a la vida, exilio. San Vicente
de Chucurí, Santander. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 185-VI-00001. Hombre, soldado del Ejército, víctima de amenazas y de
atentado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 186-EE-00106. Comunidad de la etnia Embera Katío-Eyabida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 187-PR-00549. Hombre, experto/testigo, miembro de Junta de Acción
Comunal. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 188-VI-00004. Hombre, campesino, caso de amenazas, desplazamiento
forzado, despojo, homicidio y tortura. Tomada por Comisión para el Esclare-
cimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 188-VI-00008. Mujer, campesina, víctima de amenazas y desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 188-VI-00030. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y amenaza a
la vida. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 188-VI-00038. Mujer, víctima de amenaza, ataque a bien protegido,
atentado y desplazamiento forzado, campesina. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 188-VI-00039. Hombre, víctima, desplazamiento forzado, amenaza, des-
pojo. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 190-VI-00077. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, funcio-
nario público. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 193-PR-00967. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, lideresa social
y defensora de Derechos Humanos. Tomada por Comisión para el Esclareci-
miento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 194-PR-00403. Hombre, suboficial del Ejército Nacional retirado, víctima
y testigo. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

referencias 447
Entrevista 194-VI-00086. Hombre, Víctima MAP, integrante Fuerza Pública, persona
con discapacidad. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 195-VI-00011. Hombre, víctima de amenaza y ataque indiscriminado,
campesino y líder social. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 196-DC-00019. Habitantes de las veredas el Potrero, La Hermosa y Mon-
taña Pastales. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 196-VI-00033. Hombre, víctima de desplazamiento, persona con discapa-
cidad, campesino. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 196-VI-00042. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 199-VI-00001. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, homicidio y
otros hechos, afrocolombiano. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 199-VI-00002. Hombre, víctima de homicidio de hija y otros hechos.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 199-VI-00021. Mujer, afrocolombiana, caso de amenazas, desaparición
forzada y homicidio. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Ver-
dad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 199-VI-00063. Mujer, campesina, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 200-VI-000061. Mujer, lideresa social, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV).
Entrevista 200-VI-00039. Hombre, líder comunal, víctima de amenazas, atentados
y desplazamiento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 200-VI-00049. Hombre, mestizo, víctima de amenaza a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 204-CO-00152. Entrevista colectiva. Hombre, víctima de desplazamiento
forzado por las FARC-EP y por las AUC. Tomada por Comisión para el Escla-
recimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

448 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 204-CO-00356. Colectiva, Juntas de Acción Comunal, sur del Caquetá.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 204-VI-00002. Hombre, víctima de tortura, campesino. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 204-VI-00020. Hombre, indígena, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 205-VI-00002. Mujer, víctima de despojo de tierras, lideresa campesina.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 205-VI-00003. Mujer, víctima de violencia sexual, integrante de fundación
de víctimas. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 212-PR-00542. Hombre, soldado, víctima de amenazas a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 212-VI-00007. Hombre, víctima de amenaza, desaparición forzada, despla-
zamiento forzado, campesino. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 212-VI-00023. Hombre, líder social, víctima de amenazas a la vida.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 212-VI-00047. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, secuestro
y detención arbitraria. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 215-CO-00374. Comité Ambiental de Tolima. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2019.
Entrevista 215-CO-00610. Integrantes de Asopema. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 216-AA-00001. Hombre, excombatiente FARC-EP, reclutamiento ilícito,
persona con discapacidad. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 216-PR-00787. Hombre, periodista judicial, víctima de amenaza y deten-
ción arbitraria por fuerza pública y grupos paramilitares. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.

referencias 449
Entrevista 216-VI-00007. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, líder
social afrodescendiente. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 216-VI-00011. Mujer, campesina, víctima de amenazas a la vida por
paramilitares. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 216-VI-00062. Mujer indígena, víctima de desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 216-VI-00102. Hombre, comerciante, víctima de extorsión. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2020.
Entrevista 217-PR-00093. Mujer, Danza Dinámica Cultural, jóvenes Curillo. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 219-VI-00035. Mujer, víctima de detención arbitraria y homicidio, cam-
pesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 220-VI-00023. Hombre, campesino, víctima de desplazamiento. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 221-VI-00005. Hombre, víctima de amenaza, atentado, ataque indiscri-
minado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 221-VI-00011. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 221-VI-00015. Mujer, mestiza, víctima de amenaza a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 221-VI-00031. Mujer, familiar de víctima de desaparición forzada. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 221-VI-00058. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida, psicóloga.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 222-VI-00006. Hombre, víctima de desplazamiento forzado. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.

450 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 222-VI-00035. Mujer, familiar de víctima de asesinato. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 222-VI-00079. Hombre, víctima de reclutamiento forzado, indígena
Yacona. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 223-VI-00027. Mujer, víctima de atentado al derecho a la vida, confina-
miento, secuestro y otros hechos, campesina. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 224-VI-00015. Hombre, víctima, campesino. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
2019.
Entrevista 225-VI-00011. Hombre, víctima de tortura y violencia sexual, docente.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 225-VI-00065. Mujer, promotora de salud, víctima de desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 227-VI-00002. Hombre, víctima de amenaza, extorsión y desplazamiento
forzado, comerciante. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 227-VI-00043. Hombre, testigo, exconcejal. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 227-VI-00057. Hombre, campesino, víctima de amenaza al derecho a la
vida, defensor ambiental. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 228-VI-00055. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, defen-
sor de Derechos Humanos y líder ambiental. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 229-CO-00049. Entrevista colectiva a mujeres, víctimas de múltiples
hechos en Nariño. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 229-VI-00001. Mujer, víctima de desplazamiento forzado. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 229-VI-00004. Hombre, víctima de confinamiento, desplazamiento for-
zado y exilio. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 229-VI-00066. Hombre, mestizo, víctima de amenaza a la vida y desplaza-
miento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

referencias 451
Entrevista 230-VI-00021. Mujer, víctima de desplazamiento forzado, campesina.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 232-VI-00026. Mujer, víctima de amenaza y desplazamiento, madre de
un niño con discapacidad. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 237-AA-00004. Hombre, excombatiente, desmovilizado. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 237-AA-00005. Actor armado, jefe de milicias de las FARC-EP. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 237-VI-00022. Mujer, periodista, víctima de amenazas. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 237-VI-00036. Hombre, campesino, víctima de amenaza, desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 237-VI-00045. Mujer, víctima de atentado. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 237-VI-00047. Mujer, periodista, víctima de amenazas por grupos para-
militares. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 237-VI-00057. Hombre, víctima de amenazas, tortura y desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 238-VI-00044. Hombre, homosexual, sociólogo y líder, caso de violencia
sexual. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 239-VI-00009. Mujer, víctima de desaparición forzada de su hijo. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 239-VI-00014. Hombre, víctima de atentado al derecho a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 239-VI-00023. Mujer, víctima de desaparición forzada. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 240-AA-00015. Actor armado, hombre, paramilitares Magdalena Medio.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.

452 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 241-AA-00001. Excombatiente Bloque Héroes de Tolová. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 243-VI-00056. Mujer, víctima de amenazas, desplazamiento forzado y
ataque a bien protegido. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 247-VI-00004. Hombre, víctima de atentado y desplazamiento, padre de
una mujer con discapacidad. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 247-VI-00006. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio,
campesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 253-VI-00003. Hombre, líder, secretario de JAC y víctima. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 253-VI-00007. Campesina, víctima de desplazamiento forzado y familiar
de víctima de homicidio. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 259-CO-00638. Defensores y defensoras ambientales. Tomada por Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 261-VI-00015. Hombre, familiar de víctimas de homicidio. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 274-VI-00008. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, gestor
cultural. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 278-VI-00008. Hombre, víctima de MAP, amenaza y otros hechos, líder
social. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 287-PR-03188. Mujer, experta, víctima de secuestro, desplazamiento for-
zado y exilio. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 298-VI-00002. Hombre, víctima de reclutamiento forzado, excombatiente
paramilitar. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 299-PR-00106. Líder sindical, víctima de amenazas a la vida. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición CEV). 2019.

referencias 453
Entrevista 299-PR-00406. Mujer, excombatiente de las FARC-EP, médica. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 299-PR-00628. Médica rural del Ejército. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV).
Entrevista 299-PR-00781. Hombre, médico, alto exfuncionario público del Minis-
terio de Protección Social. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición - CEV. 2020.
Entrevista 299-PR-00930. Hombre, víctima de minas antipersonales. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2020.
Entrevista 299-VI-00006. Mujer, médica, víctima de detención arbitraria y exilio.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 307-VI-00036. Mujer, indígena, víctima de reclutamiento forzado de hijos,
desplazamiento y desaparición de familiares. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 307-VI-00054. Mujer, víctima de desaparición forzada. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 308-AA-00002. Hombre, excombatiente de las FARC-EP, joven. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 311-VI-00002. Auxiliar de policía, víctima de secuestro. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 321-PR-00208. Mujer, víctima de masacre. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 326-PR-00588. Mujer, víctima de amenazas a la vida y desplazamiento for-
zado, lideresa afrocolombiana. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 329-VI-00011. Hombre, víctima de amenaza y desplazamiento forzado,
maestro normalista superior. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 329-VI-00029. Hombre, víctima de amenaza al derecho a la vida, gober-
nador indígena. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 337-CO-00200. Miembros de Organización de Mujeres Buscadoras de
Personas dadas por Desaparecidas (Afadepac). Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.

454 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 391-VI-00002. Mujer, víctima de desaparición forzada, lideresa comunal.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 394-VI-00002. Hombre, familiar de víctimas de homicidio. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 399-VI-00012. Mujer, víctima de amenazas y desplazamiento forzado.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 399-VI-00014. Hombre, periodista, víctima de amenaza y desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 401-PR-00072. Hombre, líder campesino, víctima de estigmatización y
amenazas a la vida. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 402-PR-00605. Docente, defensora de Derechos Humanos. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2019.
Entrevista 410-PR-00065. Maestra y lideresa social. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 410-PR-00660. Mujer, gestora del Mandato desde País Libre. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 410-PR-00733. Mujer, activista. Tomada por Comisión para el Esclareci-
miento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 410-PR-02043. Mujer, lideresa ambiental, experta. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 411-PR-00306. Hombre, experto/testigo, maestro. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 411-PR-00309. Hombre, excombatiente del Bloque Cacique Nutibara,
víctima de reclutamiento forzado, líder social. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 411-PR-02565. Hombre, líder religioso. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 411-VI-00002. Mujer, víctima de homicidio del esposo. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.

referencias 455
Entrevista 415-VI-00003. Mujer, víctima de reclutamiento forzado, indígena. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 419-VI-00041. Hombre, víctima de desplazamiento forzado, indígena
Eperara Siapidara. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 421-VI-00009. Hombre, mestizo, víctima de ataque indiscriminado, des-
pojo y detención arbitraria. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 425-VI-00001. Hombre, indígena, víctima de reclutado forzado por las
Autodefensas Campesinas del Casanare. Tomada por Comisión para el Escla-
recimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 427-PR-00209. Hombre, exparamilitar, reclutado a los diez años de edad.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 427-PR-00209. Hombre, víctima de desplazamiento forzado y de reclu-
tamiento forzado, líder social. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 427-VI-00021. Hombre, líder social, víctima de amenaza a la vida, de
desplazamiento forzado y reclutamiento forzado. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 429-PR-00454. Hombre, abogado. Tomada por Comisión para el Escla-
recimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 430-CO-00352. Colectiva de sobrevivientes de mina antipersonal. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 430-CO-00736. Hombre en condición de discapacidad, excombatiente.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 430-VI-00002. Mujer, víctima de amenaza al derecho a la vida, lideresa
campesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 431-PR-00126. Mujer desplazada. Tomada por Comisión para el Esclare-
cimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 440-DC-00014. Mujeres y de diversidad sexual, víctimas de desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 440-VI-00013. Mujer, víctima de amenaza a la vida, desplazamiento for-
zado, detención y tortura. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

456 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 444-CO-00180. Comunidad campesina, víctima de hostigamientos y
desaparición forzada por grupos paramilitares. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 456-VI-00001. Lideresa sindical, víctima de amenazas y desplazamiento
forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 457-VI-00050. Mujer, víctima de desplazamiento forzado y homicidio,
campesina. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 462-CO-00830. Mujeres sobre género y discapacidad. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2021.
Entrevista 462-VI-00023. Mujer, víctima de desaparición forzada, desplazamiento y
madre de niño víctima de artefacto explosivo improvisado, campesina. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 488-VI-00001. Hombre, víctima de extorsión, secuestro y exilio, campe-
sino. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 537-VI-00003. Hombre, víctima de amenaza, confinamiento y desapari-
ción forzada, líder indígena. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 542-VI-00001. Hombre, ganadero, víctima de extorsión y amenaza al
derecho a la vida. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2019.
Entrevista 580-VI-00003. Mujer, víctima de amenaza y exilio. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2019.
Entrevista 608-PR-03375. Actores armados, excomandante BLS. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2021.
Entrevista 644-VI-00006. Mujer campesina, desplazamiento forzado y violencia
sexual. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 646-PR-00923. Hombre, suboficial del Ejército vinculado a ejecuciones
extrajudiciales. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 647-VI-00017. Hombre, víctima de atentado al derecho a la vida, despla-
zamiento forzado y tortura. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

referencias 457
Entrevista 665-PR-02051. Mujer, exmilitante del EPL. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 752-VI-00014. Mujer, lideresa social y política, víctima de amenazas, des-
plazamiento forzado, confinamiento. Tomada por Comisión para el Esclareci-
miento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 752-VI-00016. Mujer, lideresa social, defensora de Derechos Humanos,
víctima de amenaza, desplazamiento forzado y violencia sexual. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2020.
Entrevista 754-CO-00630. Líderes y gestores culturales de Tibú, Norte de Santander.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 762-VI-00002. Lideresa social, mujer afrodescendiente, víctima de despla-
zamiento forzado. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-CO-00537. Mujeres buscadoras afrodescendientes, víctimas de desa-
parición forzada. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-HV-00077. Mujer, buscadora, hermana de joven detenido desapare-
cido. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convi-
vencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-PR-02590. Madre, mujer buscadora integrante de Mafapo. Tomada
por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No
Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-PR-02838. Mujer, defensora de DD. HH. Tomada por Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-PR-02840. Mujer, buscadora de personas dadas por desaparecidas.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 769-PR-02841. Hombre, experto/testigo, historiador. Tomada por Comi-
sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición
(CEV). 2020.
Entrevista 769-PR-03301. Hombre, experto/testigo, buscador y líder de organización.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 811-VI-00004. Defensor de Derechos Humanos, víctima de amenaza y
atentado al derecho a la vida. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento
de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 847-HV-00082. Funcionaria CICR y defensora de DD. HH., Magdalena
Medio. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Con-
vivencia y la No Repetición (CEV). 2020.

458 sufrir la guerra y rehacer la vida


Entrevista 848-VI-00003. Mujer, afrodescendiente, lideresa, víctima de violencia
sexual y desplazamiento. Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 978-VI-00002. Hombre, víctima de despojo de tierras, líder indígena.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 986-CO-00864. Líderes y gestores culturales de Caucasia, Antioquia.
Tomada por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la No Repetición (CEV). 2021.
Entrevista 991-PR-00961. Hombre, testigo, periodista. Tomada por Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). 2020.
Entrevista 991-VI-00004. Mujer, familiar de víctima de homicidio. Tomada por
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe-
tición (CEV). 2020.
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Anexos

Anexo 1. Anexos del tomo

Anexo 2. Anexos generales del Informe Final

Anexo 3. Plataforma digital

Anexo 4. Constancias y aclaraciones de los comisionados

482 sufrir la guerra y rehacer la vida

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