Parabolas

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Refranes

1. ‘No es oro todo lo que reluce’


2. ‘No hay mal que por bien no venga’
3. ‘Al mal tiempo buena cara’
4. ‘No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’ 
5. ‘Quien no arriesga no gana’ 
6. ‘Hoy por ti, mañana por mí’
7. ‘Más vale pájaro en mano que ciento volando’
8. ‘Primero es la obligación que la devoción’
9. ‘A palabras necias, oídos sordos’
10. ‘Haz el bien sin mirar a quién’

chistes
1. ¿Cuál es el último animal que subió al arca de Noé? El del-fin.
2. ¿Qué le dice un gusano a otro gusano? Voy a dar una vuelta a la manzana.
3. Un gato empieza a ladrar en el tejado de una casa. Otro gato, sorprendido, le dice: Estás loco gato,
¿por qué ladras en vez de maullar? El gatito le responde: ¿A caso no puedo aprender otro idioma?
4. El doctor le dice al paciente: respire profundo que lo voy a auscultar. El paciente le responde: doctor,
¿de quién me va a ocultar si no le debo a nadie?
5. Un pez le pregunta a otro pez: ¿qué hace tu mamá? Este le contesta: Nada, ¿y la tuya qué hace?
Nada también.

Adivinanzas
1) Canto en la orilla, vivo en el agua, no soy pescado ni cigarra. ¿Quién soy?
Respuesta: Rana

2) ¿Cuál es la estrella que no tiene luz?


Respuesta: La estrella de mar

3) Soy un trocito de luz en la noche.


De día me escondo en la hierba.
Parezco una esmeralda que el viento se lleva.
¿Quién soy?
Respuesta: La luciérnaga

4) Una señorita muy señoreada, lleva sombrero verde y blusa colorada.


Respuesta: La fresa

5) Agua pasa por mi casa, cate por mi corazón. Espero que con lo que he dicho sepas la solución. ¿Quién
soy?
Respuesta: El aguacate

Cuentos

El patito feo

En la granja había un gran alboroto: los polluelos de Mamá Pata estaban rompiendo el cascarón.
Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá Pata estaba tan emocionada con sus adorables patitos que no notó que
uno de sus huevos, el más grande de todos, permanecía intacto.
A las pocas horas, el último huevo comenzó a romperse. Mamá Pata, todos los polluelos y los animales de la
granja, se encontraban a la expectativa de conocer al pequeño que tardaba en nacer. De repente, del
cascarón salió un patito muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron sorprendidos, este patito no era
pequeño ni amarillo y tampoco estaba cubierto de suaves plumas. Este patito era grande, gris y en vez del
esperado graznido, cada vez que hablaba sonaba como una corneta vieja.
Aunque nadie dijo nada, todos pensaron lo mismo: “Este patito es demasiado feo”.
Pasaron los días y todos los animales de la granja se burlaban de él. El patito feo se sintió muy triste y una
noche escapó de la granja para buscar un nuevo hogar.
El patito feo recorrió la profundidad del bosque y cuando estaba a punto de darse por vencido, encontró el
hogar de una humilde anciana que vivía con una gata y una gallina. El patito se quedó con ellos durante un
tiempo, pero como no estaba contento, pronto se fue.
Al llegar el invierno, el pobre patito feo casi se congela. Afortunadamente, un campesino lo llevó a su casa a
vivir con su esposa e hijos. Pero el patito estaba aterrado de los niños, quienes gritaban y brincaban todo el
tiempo y nuevamente escapó, pasando el invierno en un estanque pantanoso.
Finalmente, llegó la primavera. El patito feo vio a una familia de cisnes nadando en el estanque y quiso
acercárseles. Pero recordó cómo todos se burlaban de él y agachó la cabeza avergonzado. Cuando miró su
reflejo en el agua se quedó asombrado. Él no era un patito feo, sino un apuesto y joven cisne. Ahora sabía por
qué se veía tan diferente a sus hermanos y hermanas. ¡Ellos eran patitos, pero él era un cisne! Feliz, nadó
hacia su familia.

Cuento de Pinocho

Érase una vez un anciano carpintero llamado Gepeto que era muy feliz haciendo juguetes de madera para los
niños de su pueblo.
Un día, hizo una marioneta de una madera de pino muy especial y decidió llamarla Pinocho. En la noche, un
hada azul llegó al taller del anciano carpintero:
—Buen Gepeto —dijo mientras el anciano dormía—, has hecho a los demás tan felices, que mereces que tu
deseo de ser padre se haga realidad. Sonriendo, el hada azul tocó la marioneta con su varita mágica:
—¡Despierta, pequeña marioneta hecha de pino… despierta! ¡El regalo de la vida es tuyo!
Y en un abrir y cerrar de ojos, el hada azul dio vida a Pinocho.
—Pinocho, si eres valiente, sincero y desinteresado, algún día serás un niño de verdad —dijo el hada azul—.
Luego se volvió hacia un grillo llamado Pepe Grillo, que vivía en la alacena de Gepeto.
—Pepe Grillo — dijo el hada azul—, debes ayudar a Pinocho. Serás su conciencia y guardián del
conocimiento del bien y del mal.
Al día siguiente, Gepeto envió con orgullo a su pequeño niño de madera a la escuela, pero como era tan
pobre, tuvo que vender su abrigo para comprar los libros escolares:
—Pinocho, Pepe Grillo te mostrará el camino —dijo Gepeto—. Por favor, no te distraigas y llega a la escuela a
tiempo.
Pinocho salió de casa, pero nunca llegó a la escuela. En cambio, decidió ignorar los consejos de Pepe Grillo y
vender los libros para comprar un tiquete para el teatro de marionetas. Cuando Pinocho comenzó a bailar con
las marionetas, el titiritero sorprendido con las habilidades del niño de madera, le preguntó si quería unirse a
su espectáculo de marionetas. Pinocho aceptó alegremente.
Sin embargo, las intenciones del malvado titiritero eran muy diferentes; su plan era hacerse rico con la única
marioneta con vida en el mundo. De inmediato, encerró a Pinocho y a Pepe Grillo en una jaula. Fue entonces
que Pinocho reconoció su error y comenzó a llorar. El hada azul apareció de la nada.
Aunque el hada azul conocía las razones por las cuales Pinocho se encontraba atrapado, aun así, le
preguntó:
—Pinocho, ¿por qué estás en esta jaula?
Pero Pinocho no quiso contarle la verdad, entonces algo extraño sucedió. Su nariz comenzó a crecer más y
más. Cuanto más hablaba, más crecía.
—Cada vez que digas una mentira, tu nariz crecerá — dijo el hada azul.
—Por favor, haz que se detenga—dijo Pinocho—, prometo no mentir de nuevo.
Al día siguiente, camino a la escuela, Pinocho conoció a un niño:
—Ven conmigo al País de los Juguetes. ¡En este lugar todos los días son vacaciones! —dijo el niño con
emoción—. Hay juguetes y golosinas y lo mejor de todo, ¡no tienes que ir a la escuela!
Olvidando nuevamente los consejos del hada azul y Pepe Grillo, Pinocho salió corriendo con el niño al País de
los Juguetes. Al llegar, se divirtió muchísimo jugando y comiendo golosinas.
De pronto, las orejas de Pinocho y los otros niños del País de los Juguetes comenzaron a hacerse muy largas.
Por no querer ir a la escuela, ¡se estaban convirtiendo en burros!
Convertidos en burros, Pinocho y los niños llegaron a un circo. El maestro de ceremonias hizo que Pinocho
trabajara para el circo sin descanso. Allí, Pinocho se lastimó la pierna mientras hacía trucos. Enojado, el
maestro de ceremonias lo tiró al mar junto con Pepe Grillo.
En el agua, el hechizo se rompió y Pinocho volvió a su forma de marioneta, pero una ballena que nadaba
cerca abrió su enorme boca y se lo tragó entero. En la oscuridad del estómago de la ballena, Pinocho lloró
mientras que Pepe Grillo intentaba consolarlo. Fue en ese momento que vio a Gepeto en su bote:
—Hijo mío, te estaba buscando por tierra y mar cuando la ballena me tragó. ¡Estoy tan contento de haberte
encontrado! —dijo Gepeto.
Los dos se abrazaron encantados.
—De ahora en adelante seré bueno y responsable—, prometió Pinocho entre lágrimas.
Aprovechando que la ballena dormía, Gepeto, Pinocho y Pepe Grillo prendieron una fogata dentro de ella y
saltaron de su enorme boca cuando el fuego la hizo estornudar. Luego, navegaron hasta llegar a casa. Pero
Gepeto cayó enfermo, Pinocho lo alimentó y cuidó con mucho esmero y dedicación.
—Papá, iré a la escuela y trabajaré mucho para llenarte de orgullo— dijo Pinocho.
Cumpliendo su promesa, Pinocho estudió mucho en la escuela. Entonces un día sucedió algo maravilloso. El
hada azul apareció y le dijo:
—Pinocho, eres valiente, sincero y tienes un corazón bondadoso y desinteresado, mereces convertirte en un
niño de verdad.
Y fue así como el niño de madera se convirtió en un niño de verdad. Gepeto y Pinocho vivieron felices para
siempre.
Fabulas
La zorra y las uvas

En una mañana de otoño, mientras una zorra descansaba debajo de una plantación de uvas, vio unos
hermosos racimos de uvas ya maduras, colgando delante de sus ojos. Deseosa de comer algo refrescante y
distinto de lo que estaba acostumbrada, la zorra se levantó, se remangó y se puso manos a la obra para
comer las uvas.

Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de lo que ella imaginaba.
Entonces, buscó un medio para alcanzarlos. Saltó, saltó, pero sus dedos no conseguían ni tocarlos.

Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrera y saltó otra vez, pero el salto quedó
corto. Aún así, la zorra no se dio por vencida. Tomó carrera otra vez y volvió a saltar y nada. Las
uvas parecían estar cada vez más altas y lejanas.
Cansada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de que era inútil
repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una profunda frustración. Agotada y
resignada, la zorra decidió renunciar a las uvas.

Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro que volaba por allí, había
observado toda la escena y se sintió avergonzada. Creyendo que había hecho un papel ridículo para
conseguir alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:

- Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras. Me equivoqué al principio pensando
que estaban maduras pero cuando me di cuenta de que estaban aún verdes, preferí desistir de alcanzarlas.
Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío.

Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no fue por su falta de esfuerzo por lo que
ella no había comido aquellas riquísimas uvas. Y sí porque estaban verdes.

Moraleja: Si hay algo que de verdad te interesa, no desistas. Esfuérzate y persevera hasta conseguirlo.

El león y el ratón.

Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de un árbol. Cuando se estaba
quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor.
De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que
lo despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón entre sus garras y dijo
dando un rugido:

- ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendáis la lección!

El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:

- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré eternamente agradecido.
Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites –

- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me
hagas reír!.

Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y su valentía, le dejó
marchar.

Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles rugidos que hacían temblar
las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia lugar de dónde provenía el sonido, y se encontró allí al león, que había quedado
atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo:

- No te preocupes, yo te salvaré.

Y el león, sin pensarlo le contestó:

- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el león, y el león pudo salvarse. El
ratón le dijo:

- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que
sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos fueron amigos para
siempre.

MORALEJA:
- Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
- No conviene desdeñar la amistad de los humildes.

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