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Ética y ejercicio profesional

Carlos Hoevel
Emanuel López Muro

Índice de contenidos
Introducción
Unidad
Unidad
Versión digital de la Unidad
Carpeta de trabajo Unidad
Unidad
Unidad
Unidad

Página siguiente
2

Hoevel, Carlos
Ética y ejercicio profesional / Carlos Hoevel y Emanuel López Muro.
- 1a ed. - Bernal: Universidad Virtual de Quilmes, 2014.
E-Book.

ISBN 978-987-3706-11-0

1. Ética. 2. Ejercicio Profesional. I. López Muro, Emanuel II. Título


CDD 174.4

Procesamiento didáctico: Bruno De Ángelis y Adys González de


la Rosa
Diseño original de maqueta: Hernán Morfese, Marcelo Aceituno
y Juan Ignacio Siwak
Diagramación: Juan Ignacio Siwak

Primera edición: julio 2014

ISBN: 978-987-3706-11-0

© Universidad Virtual de Quilmes, 2014


Roque Sáenz Peña 352, (B1876BXD) Bernal, Buenos Aires
Teléfono: (5411) 4365 7100 http://www.virtual.unq.edu.ar

La Universidad Virtual de Quilmes de la Universidad Nacional de


Quilmes se reserva la facultad de disponer de esta obra, publicarla,
traducirla, adaptarla o autorizar su traducción y reproducción en
cualquier forma, total o parcialmente, por medios electrónicos o
mecánicos, incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y cual-
quier sistema de almacenamiento de información. Por consiguiente,
nadie tiene facultad de ejercitar los derechos precitados sin permiso
escrito del editor.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723


3

Íconos

LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.

PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.

Texto aparte. Contiene citas de autor, pasajes que contextualicen el desa-


rrollo temático, estudio de casos, notas periodísticas, comentarios para for-
mular aclaraciones o profundizaciones.

Pastilla. Incorpora informaciones breves, complementarias o aclaratorias de


N algún término o frase del texto principal. El subrayado indica los términos a
propósito de los cuales se incluye esa información asociada en el margen.

CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.

Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.

AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.

KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.

SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.

EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.

II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.

WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.

OO
Lec­tu­ra obli­ga­to­ria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.

RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.

Código. Incorpora al material un determinado lenguaje de programación.


Línea de tiempo. Se utiliza para comprender visualmente una sucesión cro-
nológica de hechos.
4
5

Índice

Los autores............................................................................................ 9
Introducción.......................................................................................... 11
Objetivos del curso................................................................................ 13

1. Introducción al problema ético ......................................................... 15


Objetivos.............................................................................................. 15
1.1. Deconstrucción de la cotidianeidad................................................. 15
1.1.1. Introducción ....................................................................... 15
1.1.2. Descripción de la cotidianeidad urbana.................................. 17
1.1.3. Análisis de la cotidianeidad urbana....................................... 19
1.1.4. Tiempo y espacio en el habitar contemporáneo...................... 31
1.2. El surgimiento de la pregunta por el sentido..................................... 46
1.2.1. Sumergidos en las aguas contemporáneas............................ 46
1.2.2. Respuestas automáticas...................................................... 46
1.2.3. Algo que nos conmociona y abre........................................... 46
1.2.4. Los límites........................................................................... 47
1.2.5. La muerte............................................................................ 48
1.3. Conclusión.................................................................................... 50

2. Breve historia de la ética.................................................................. 53


Objetivos.............................................................................................. 53
2.1. Introducción: sobre la definición de ética......................................... 53
2.2. El utilitarismo................................................................................. 55
2.2.1. El panóptico benthamista y la moral como cálculo de
costos y beneficios......................................................................... 55
2.2.2. El utilitarismo materialista y los epicúreos............................. 57
2.2.3. John Stuart Mill y el utilitarismo psicológico........................... 58
2.2.4. Las aporías del utilitarismo social......................................... 59
2.2.5. Utilitarismo y economía........................................................ 60
2.2.6. El sentimentalismo o la moral de la simpatía......................... 61
2.3. El kantismo................................................................................... 64
2.3.1. Ajustando la hora con el reloj de Kant: una ética basada
en principios.................................................................................. 64
2.3.2. ¡Hombre al agua!................................................................. 65
2.3.3. Un paseo equivocado: autonomía y rigorismo......................... 66
2.3.4. Auge y caída de la moral kantiana ........................................ 67
2.3.5. Aporías de la ética kantiana o el regreso de lo reprimido......... 68
2.3.6. Kantismo, política y economía............................................... 69
2.4. El aristotelismo.............................................................................. 71
2.4.1. Una filosofía de lo concreto................................................... 71
2.4.2. De las colecciones de hojas a las colecciones de hombres..... 73
2.4.3. Una ética material pero no materialista................................. 74
2.4.4. Una ética de la virtud y de la felicidad.................................... 75
2.4.5. La fiesta de Babette o la integración armónica y no represión
de las pasiones ............................................................................ 77
2.4.6. De la ley moral a la ley natural.............................................. 78
2.4.7. Ética y racionalidad: algunas discusiones del aristotelismo actual...79
6

2.5. El personalismo............................................................................. 81
2.5.1. Entre el aristotelismo y el kantismo....................................... 81
2.5.2. El personalismo judío y cristiano del siglo XX.......................... 83
2.5.3. Problemas del personalismo................................................. 86
2.6. Conclusión.................................................................................... 90

3. Ética y trabajo.................................................................................. 93
Objetivos.............................................................................................. 93
3.1. Introducción: el valor del trabajo como actividad humana.................. 93
3.2. Trabajo y alienación........................................................................ 96
3.3. Trabajo y tiempo libre .................................................................. 100
3.4. Vocación, profesión y ética........................................................... 102
3.5. Desarrollo de la carrera laboral .................................................... 109
3.6. Conclusión: el trabajo y las diversas posturas éticas ..................... 114
3.6.1 Visión utilitarista del trabajo................................................. 114
3.6.2 Visión marxista del trabajo................................................... 115
3.6.3 Visión kantiana del trabajo................................................... 116
3.6.4 Visión aristotélica del trabajo............................................... 116
3.6.5 Visión personalista del trabajo............................................. 117

4. Ética, empresa y ejercicio profesional ............................................ 119


Objetivos............................................................................................ 119
4.1. Introducción: el trabajo como realidad comunitaria y la historia
de la empresa ............................................................................. 119
4.1.2 La organización del trabajo en la Antigüedad y en la Edad
Media.......................................................................................... 120
4.1.3. La empresa en la Edad Moderna y Contemporánea.............. 121
4.2. Teorías de la empresa y el punto de vista ético.............................. 123
4.2.1 Teoría neoclásica o marginalista de la empresa.................... 123
4.2.2. Teoría contractual o de los costos de transacción................ 124
4.2.3. Teoría o enfoque administrativo.......................................... 125
4.2.4. Teoría de la empresa como sistema.................................... 126
4.2.5. Teorías sociales de la empresa como comunidad de personas.....127
4.3. El empresario y el administrador: dos actores clave de la vida
empresarial................................................................................. 128
4.4. La responsabilidad ética y las virtudes del líder empresario............ 131
4.5. Condiciones para una nueva cultura y ética empresarial.................. 134
4.6. ¿Tienen alguna responsabilidad los mandos medios y el
empleado común? El problema de la banalidad del mal.................. 137
4.7. Los grandes temas de responsabilidad ética de la empresa
contemporánea............................................................................ 140
4.8. Conclusión................................................................................................... 144

5. Ética y desarrollo humano en el trabajo........................................... 147


Objetivos............................................................................................ 147
5.1. Introducción. El management de las personas: un área clave
para la ética ............................................................................... 147
5.2. Teorías y técnicas del management de personas............................ 149
5.2.1. Los orígenes: Fayol y Taylor................................................ 149
5.2.2. Elton Mayo y la psicología industrial.................................... 150
5.2.3. Teorías basadas en la motivación....................................... 151
7

5.2.4. Teorías del hombre administrativo y del liderazgo................. 151


5.2.5. Teorías de las restricciones, calidad total, excelencia
y capital humano.......................................................................... 152
5.3. Problemas de manipulación en la empresa ................................... 154
5.4. Condiciones para unas relaciones laborales sanas y una convivencia
ética en la empresa..................................................................... 158
5.5. ¿Qué debería hacer hoy un jefe del departamento de Recursos
Humanos?................................................................................... 160
5.6. Conclusión.................................................................................. 169

6. Ética, publicidad y consumo ........................................................... 171


Objetivos............................................................................................ 171
6.1. Introducción: la experiencia cotidiana con las publicidades y
el consumo.................................................................................. 171
6.1.2. Consumo, sociedad de consumo......................................... 176
6.1.3. El capitalismo de consumo moderno................................... 177
6.2. Motivaciones para el consumo...................................................... 179
6.3. Ética y marketing.......................................................................... 184
6.3.1 Algunas ideas planteadas en la mercadotecnia..................... 184
6.3.2. Las cuatro P del marketing y la ética................................... 187
6.3.3. Marketing y manipulación................................................... 191
6.4. Consumo, consumismo y sentido ................................................. 192
6.4.1. Reducir la vida al consumo................................................. 192
6.4.2. Ser, tener, consumir........................................................... 193
6.4.3. El consumo no agota el sentido.......................................... 194
6.5. Conclusión.................................................................................. 195

7. Ética y responsabilidad de la empresa ............................................ 197


Objetivos............................................................................................ 197
7.1. Introducción: contexto global y responsabilidad de la empresas...... 197
7.2. Eficiencia y responsabilidad.......................................................... 198
7.3. Legalidad y responsabilidad.......................................................... 198
7.4. Programas de RSE y responsabilidad............................................. 200
7.5. La acción ética empresarial.......................................................... 203
7.6. Cuestiones adicionales sobre la actual teoría de la RSE:
stakeholders, balances sociales, códigos de ética.......................... 209
7.6.1. Los stakeholders................................................................ 209
7.6.2. Balances sociales.............................................................. 210
7.6.3. Código de ética empresarial................................................ 211
7.7. Conclusión.................................................................................. 213
Referencias bibliográficas.................................................................... 215
8
9

Los autores

Carlos Hoevel es Doctor en Filosofía (UCA) y Master of Arts in the Social


Sciences (University of Chicago). Se desempeña como profesor de Historia
de las Ideas Económicas y Políticas, Ética económica, y Filosofía de la eco-
nomía, en el Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica
Argentina. Además, es director e investigador del Centro de Estudios en
Economía y Cultura y de la revista Cultura Económica de la misma Universidad.
Ha dictado conferencias y cursos en diversas universidades y centros de
investigación de la Argentina, Uruguay, Perú, Bélgica, Italia, España, Noruega,
Suiza, Holanda y los Estados Unidos. Es miembro de los consejos acadé-
micos de la Serie Studies in Economics Ethics and Philosophy de la Editorial
Springer (Holanda), de la Serie Colección Rosminiana (Italia), del Rosmini
Institute (Lugano, Suiza), del Centro di studi e ricerche Antonio Rosmini de la
Universidad de Trento, de la revista Persona y Cultura (Perú), de la Asociación
de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, de la revista Católica
Internacional Communio, de la Asociación Spirituality in Economy and Society
(SPES, Bélgica) y colaborador del periódico alemán Die Tagespost.
También es docente de Filosofía Social y miembro del Consejo de Dirección
de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino.
Ha sido miembro del Consejo Académico del Instituto para la integración del
saber y Director de Investigaciones de la UCA.
Sus áreas de investigación son: filosofía de la economía; ética económica
y empresarial; filosofía social; el pensamiento de Antonio Rosmini y el pensa-
miento personalista contemporáneo; relaciones entre economía, sociedad y
cultura. Algunas de sus publicaciones recientes son: “Economics, Business
and the Personalist Philosophy”, en Spiritual Humanism and Economic Wisdom,
Opdebeeck & Zsolani (eds), Garant, Antwerpen (2011) y The Economy of
Recognition, Springer, Heidelberg, Londres, Nueva York (2013).

Emanuel López Muro es Licenciado en Administración (UNQ, Argentina),


Graduado Superior en Gestión Empresarial (UOC, España), profesor universi-
tario en Filosofía (UNSTA, Argentina) y Doctorando en Universidad Nacional
de Quilmes (UNQ). Se desempeña como profesor de postgrado en “Ética y
Responsabilidad Social Empresarial” en la Maestría en Dirección de Empresas
en Facultad de Ciencias Económicas (UCA, Rosario). Es profesor de grado en:
“Ética y Deontología Profesional” en Facultad de Agronomía (UBA), “Filosofía
de la Economía” en Facultad de Ciencias Económicas (UCALP), “Seminario de
Integración de Ética y Empresa” y de “Ética Profesional y de los Negocios” en
Facultad de Ciencias Económicas (UCA, Puerto Madero), “Administración de
Empresas” en Departamento de Ciencia y Tecnología (UNQ, Bernal).
Es miembro permanente del Programa de Investigación y Docencia en
Ética y Empresa (PIDEE-UCA). Ejerce como tutor académico del Programa
Universidad Virtual de Quilmes, Departamento de Economía y Administración
(UVQ-UNQ). Ha sido miembro titular del Consejo Consultivo del Programa
Universidad Virtual de Quilmes (Representante del Departamento de Economía
y Administración de la UNQ).
Su publicación internacional más reciente es Flaschenpost Universum, edi-
ción bilingüe (castellano-alemán), Stuttgart (Alemania, 2011).

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


10

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


11

Introducción

La presente carpeta de trabajo Ética y ejercicio profesional (EyEP) buscará


suscitar la reflexión de los estudiantes sobre las relaciones entre ética, ejer-
cicio profesional, empresa, comercio y economía, considerando las princi-
pales teorías contemporáneas que confluyen en este cruce de disciplinas
filosóficas y socioeconómicas, y orientando especialmente dicha reflexión a
las problemáticas éticas existentes en el mundo del trabajo, la negociación,
la comercialización, la publicidad, el consumo, los códigos de conducta y la
responsabilidad social empresaria. En el análisis se consideran los distintos
tipos de organizaciones (privadas, públicas, no gubernamentales) y los dife-
rentes ámbitos en los que las mismas se despliegan (regionales, nacionales,
internacionales).
El texto se encuentra estructurado a partir de los contenidos mínimos de la
materia EyEP y tiene un carácter académicamente riguroso pero accesible a los
alumnos universitarios de carreras de grado. A lo largo del mismo se incluyen
recursos que facilitan el recorrido cognitivo del estudiante en el cursado de la
asignatura, entre los cuales cabe destacar la implementación de referencias
a material audiovisual (fragmentos de películas, documentales, cortos anima-
dos, entrevistas a destacados pensadores y empresarios) como así también
la propuesta de bibliografía complementaria y de distintas actividades peda-
gógicas (guías de estudio, cuestionarios, etc.). Para facilitar el entendimiento
de los diferentes temas por parte de los estudiantes, se implementa un enfo-
que que se origina en la experiencia cotidiana, vital y concreta del alumno y
se orienta, mediante una profundización a través del pensamiento, hacia una
mayor comprensión de las implicancias éticas de su futuro quehacer profesio-
nal. Con todos estos elementos, la carpeta de trabajo busca promover prin-
cipalmente un aspecto fundamental que la Universidad se ha propuesto para
el perfil del egresado: la capacidad de este último para poder desenvolverse
guiado por principios éticos.
Desde el punto de vista de la estructuración interna de la Carpeta se seña-
la que esta realiza un recorrido dirigido desde un planteo general de la ética
y las teorías sociales hacia problemáticas más específicas, promoviendo un
pensamiento filosófico que permite profundizar en las consideraciones éticas
del ejercicio profesional en particular. Así, se busca contribuir con la discu-
sión de ideas sobre algunas de las cuestiones éticas más relevantes de la
sociedad actual.
El material de este texto se ordena en siete unidades. La primera de ellas,
de carácter propedéutico, permite una introducción a la asignatura a partir de
la reflexión ética personal. En la segunda se realiza un breve recorrido a tra-
vés de las principales teorías éticas y sociales que serán tenidas en cuenta a
lo largo de toda la Carpeta. En la tercera, se considera al trabajo en términos
generales, explicitándolo a partir de algunos temas fundamentales como el de
la alienación, el ocio, la vocación, la profesión y la carrera laboral. A partir de
la cuarta unidad se comienzan a plantear problemáticas específicas de una
disciplina cuya trama está compuesta por el entretejido de la ética y las cien-
cias socioeconómicas: las que surgen de una reflexión sobre el problema ético
en el ámbito de la empresa y el ejercicio profesional (unidad 4), las ligadas al

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


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“management” de las personas (unidad 5), las que acontecen en el ámbito


del marketing y del consumo –tanto desde la perspectiva del oferente como
del demandante– (unidad 6 ) y finalmente las que señalan aspectos propios
de lo que comúnmente se denomina “responsabilidad de la empresa”, como
por ejemplo los programas de RSE (Responsabilidad Social Empresaria), los
códigos de ética, los balances sociales, etcétera (unidad 7 ).
Cabe señalar que la Carpeta de trabajo contempla especialmente las corre-
latividades establecidas por la ubicación de la materia EyEP dentro de los pla-
nes de estudio de la Licenciatura en Administración y de la Licenciatura en
Comercio Internacional del Programa Universidad Virtual de Quilmes, de la
Universidad Nacional de Quilmes, y el hecho de que los planteos de la asig-
natura atraviesan transversalmente muchos de los contenidos del resto de
las materias de dichos planes. En sus fundamentos se consideran elementos
de la economía, la sociología, la historia y el derecho que ya han sido desa-
rrollados en el Ciclo Básico Obligatorio de los planes de estudio del Programa
Universidad Virtual de Quilmes y se añaden otros que, siendo propios de la filo-
sofía, se han considerado pertinentes a los fines de la asignatura. A partir de
este conjunto de fundamentos, se reflexiona sobre problemas éticos que ata-
ñen a las múltiples actividades de las ciencias socioeconómicas y que el estu-
diante irá encontrando en el estudio de las distintas materias que componen
a los denominados Ciclo Profesional Obligatorio y Ciclo Profesional Electivo de
los planes de estudio. Estos cuestionamientos éticos tratados se encuentran
ligados, fundamentalmente, con las áreas de producción, comercio, recursos
humanos y dirección, así como con la evaluación de proyectos de inversión.
Por los motivos expuestos, el texto de la carpeta supone la formación bási-
ca que el alumno recibe en el Ciclo Básico Obligatorio y resultará accesible
para quien curse EyEP tanto antes como después del resto de las materias
pertenecientes a los ciclos Profesional Obligatorio y Profesional Electivo. El
estudiante que curse la asignatura con anterioridad al resto de las materias
de estos ciclos, se nutrirá de la misma como perspectiva desde la cual poder
considerar su posterior estudio. Si, en cambio, en una situación opuesta, lle-
gara a cursar EyEP luego de haber aprobado todas las materias de los ciclos
referidos, podrá, debido a la mayor formación técnico-profesional que enton-
ces poseerá, comprender más profundamente ciertos problemas éticos plan-
teados en la Carpeta.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


13

Objetivos del curso

Que el estudiante logre:

•• Comprender que cada hecho que se produce, ya sea en forma profesional


individual como dentro de una organización, posee dimensiones éticas en
el ámbito personal y en el ámbito social.
•• Fortalecer la formación ética como saber práctico y clarificar la posibilidad
de su aplicabilidad en el mundo empresarial y en el ámbito del comercio,
considerando las cambiantes circunstancias del escenario global.
•• Considerar especialmente las dimensiones éticas del diseño de la carrera
laboral, la negociación, la publicidad, el consumo, los códigos de conducta
y la responsabilidad social empresaria.

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15

Introducción al problema ético

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Haya podido realizar una deconstrucción de la propia cotidianeidad.


•• Pueda profundizar en la reflexión ética y especialmente en la pregunta por
el sentido, a partir de la deconstrucción de la propia cotidianeidad.

1.1. Deconstrucción de la cotidianeidad

1.1.1. Introducción
Existe un famoso y terrible experimento que consiste en colocar una olla llena
de agua al fuego y tirar una rana en su interior. Si la rana es arrojada cuando
el agua ya se encuentra hirviendo, el pequeño animal percibe la diferencia de
temperatura y –por un instinto de supervivencia– salta hacia fuera salvando su
vida. En cambio, si es arrojada cuando el agua está a temperatura ambiente,
la rana permanece dentro de la olla y, mientras el líquido se va calentando, se
adapta, sin alarmarse, al leve pero sostenido aumento de temperatura, hasta
finalmente llegar a hervirse viva.

Entre el Amazonas y Nueva York


Realicemos ahora un experimento mental. Imaginemos un habitante de un pue-
blo originario de la selva amazónica que no hubiese tomado aún contacto con
el “avance” científico-técnico que se ha desarrollado en el mundo occidental. Y
supongamos que fuese llevado a una calle del centro de una ciudad moderna, por
ejemplo, a la Quinta Avenida de Manhattan. ¿Qué le sucedería a esta persona?
Pensemos en el impacto que le produciría ver por primera vez un rasca-
cielos, un auto, un avión cruzando el aire, la boca del subterráneo, la calle
saturada de taxis, de ruidos de motores, de bocinas, de personas hablando
por celular, comprando y vendiendo, de carteles de publicidad, de luces, de
galerías comerciales, de cemento... E imaginemos también el efecto que le
generaría la casi nula presencia de animales, la exigua vegetación, la insigni-
ficante cantidad de árboles apareciendo con dificultad entre las baldosas de
las veredas, la escasez de tierra, de cielo... Todo eso, que constituye de algu-
na forma parte de nuestro “mundo de vida” cotidiano occidental le resultaría
inmensamente extraño a este “inmigrado” que hemos imaginado.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


16

Si bien hay algunos documentos de “experiencias” que se acercan a la


que hemos elucubrado y que podríamos usar para esbozar una respuesta a
la pregunta que nos hacíamos, es decir, a la pregunta sobre los efectos que
suscitan en la persona todos estos cambios, no haremos en este caso refe-
rencia a ellas, pues con nuestro experimento no pretendemos investigar cuá-
les serían las reacciones de un habitante de un pueblo originario que fuese
llevado a una gran ciudad, sino que buscamos que el planteo nos sirva como
una vía de acceso para pensar ciertos cambios que han acontecido en nuestra
forma de vida, para tener una primera aproximación a distintas transformacio-
nes inmediatamente observables del mundo que vivimos.

PARA AMPLIAR

Para profundizar esta reflexión desde la literatura, se sugiere la lectura

AA del cuento “El Informe de Brodie” de Jorges Luis Borges, publicado


en su libro homónimo de 1970.

Entre el campo y la ciudad


Figurémonos otra situación, menos contrastante pero más frecuente en nuestra
cultura. Imaginemos a un joven que ha nacido y vivido siempre en el campo,
en las afueras de un pueblo del interior de una provincia del sur argentino.
Imaginemos también que, al finalizar la escuela secundaria, este se traslada a
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para poder comenzar allí sus estudios uni-
versitarios en medicina. ¿Qué implicancias tendrá para él este cambio de lugar?
Podríamos señalar una infinidad de consecuencias. Simplemente, detengá-
monos arbitrariamente en algunas. Podemos saber que en adelante su mirar
no descansará en la línea que dibuja el horizonte en la lejanía como lo había
hecho desde su niñez: por la ventana de su habitación –si es que cuenta con
el privilegio de tener una habitación con ventana– probablemente verá, en
cambio, la pared del edificio vecino. En su nuevo lugar contemplará el cielo
con poca frecuencia: las construcciones taparán al sol y a la luna en buena
parte de sus recorridos, la mayoría de las estrellas quedarán eclipsadas por
las luces artificiales de la ciudad. Ya no será la vitalidad de un caballo sino la
mecánica de un oscuro subterráneo quien lo ayude a recorrer velozmente las
distancias. Atrás quedará el silencio de la naturaleza, el cual será transfor-
mado en el permanente rugir de las máquinas, las sirenas, los celulares, las
músicas por parlantes, los televisores. Nunca más buscará leña para cocinar:
encenderá una hornalla, programará un microondas, llamará por teléfono para
pedir comida a domicilio. La lluvia se le aparecerá como aquello que complica
y lentifica el cotidiano funcionar urbano, no como una bendición para la sed
del campo. Se alejará de los aromas de la tierra y de los frutos frescos de
la cosecha; en cambio, un aromatizador digital instalará en su ambiente una
constante fragancia: a jazmín de la India, a vainilla de Madagascar... Al caer
la tarde, el mate compartido con los miembros de la familia será reemplazado
por el informativo de la televisión, por los mensajes instantáneos en las redes
sociales de la virtualidad, por el “salir de compras”. Un portero eléctrico –no

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


17

el ladrar de los perros– le avisará si alguien se ha acercado hasta su “hogar”.


La vida se verá acelerada, saturada: el fast food, el subterráneo, el “llame
ahora mismo y aproveche esta oferta”, los flashes de noticias cada treinta
minutos, la caja rápida en el supermercado, las bocinas sonando para que
todo se apure. Y todo se verá más nervioso, más impaciente. Posiblemente,
con los días, con los meses, el joven se vaya adaptando. Probablemente, casi
sin darse cuenta, se vaya acomodando...

Las ranas y los pájaros


Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una
ciudad como quien se pierde en un bosque, requiere aprendizaje (Benjamin,
1990: 15).

Hemos tratado de describir sucintamente algunos elementos ligados al avance


de la ciencia y la tecnología que han modificado muy perceptiblemente nuestro
cotidiano vivir. Sabemos que esta división que trazamos entre campo y ciudad es
ficticia, o por lo menos exagerada, pues varias de las características del modo
de vida contemporáneo pertenecen frecuentemente tanto al habitat rural como
al urbano. Esta ficción, simplemente, nos ayuda a señalar ciertos elementos de
la contemporaneidad para poder tomar distancia de los mismos, percibirlos, pen-
sarlos. Pensar, creemos, tiene que ver con distinguir, con encontrar diferencias,
con poder ver lo que hay, lo que hubo, lo que podría haber. Pensar tiene que ver
con reconocer la existencia del afuera, con ver de nuevo lo ya visto como si fuera
su primer aparecer, con encontrarse con lo no encontrado. Pensar, también tiene
que ver con levantar la mirada, con dejar de tener esa “froschperspektive” que
Nietszche señalaba, es decir, con dejar de mirar con una “perspectiva de rana”.
Este animalito tiene un mirar desde un punto de vista situado siempre por debajo
del objeto visto, constituyendo este último el límite máximo de su visión. Así, se
podría decir que la rana tiene un modo bajo, pobre, vulgar de pensar. Contraria a
la “perspectiva de rana” encontramos la “vista de pájaro”, que se despliega en
un mirar desde arriba hacia abajo con suficiente distancia para ver distintas cosas
y situarlas en contextos, con la posibilidad de acercarse y de alejarse para tener
otras vistas, otras percepciones. Retomando el experimento de la rana y el agua
hirviendo, podríamos decir que este batracio únicamente es capaz de ver hasta
los bordes de la olla: su “perspectiva de rana” solo le permite mirar lo inmediato,
y lo inmediato se constituye, para él, en la totalidad de lo que hay. El pájaro, en
cambio, gracias a la amplitud de miras que le dona la altura, puede ver más allá Como también nos advierte
Friedrich Nietzsche en Más allá
de esos límites, puede “pensar” en el afuera.
del bien y del mal, el vuelo de
El ejercicio que pretendemos en estas páginas tiene que ver con intentar pájaro tiene sus peligros pro-
una mirada fresca del mundo que habitamos, un mirar que nos permita ampliar pios. Retomaremos esta idea
nuestro horizonte, alcanzar una mayor profundidad, tiene que ver con ese más adelante.
aprender a perderse en la ciudad que señalaba Walter Benjamin, con apren-
der a perderse en lo ya conocido para encontrarse con lo no visto, con lo que
permanece oculto, incluso, en lo ya visto.

1.1.2. Descripción de la cotidianeidad urbana


A continuación realizaremos una muy breve descripción de la vida diaria de
un habitante de una ciudad contemporánea. La descripción comenzará con el
despertar de la persona y se extenderá a lo largo de todo su día, atravesando
las distintas actividades que realiza cotidianamente.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


18

Un día cualquiera en la ciudad


Despertarse con una alarma: el despertador.
Encender la TV, la PC.
Tomar el desayuno mientras se mira el reloj, se sacan cuentas del tiempo
que queda, se escuchan las noticias: un robo seguido de muerte en el centro
de la ciudad, una protesta con cortes de calles para hoy, un aumento en la
venta de automóviles con respecto al semestre anterior, la separación de una
actriz famosa comentada por la prensa del corazón...
Para saber cómo vestirse: mirar el pronóstico del tiempo en la web. Ponerse
la corbata
Salir del departamento, tomar el ascensor, luego la calle, escuchar boci-
nas, caminar aceleradamente, escuchar a un peatón que insulta a un automo-
vilista que ha frenado sobre la senda peatonal, ingresar a la boca del subte,
bajar aceleradamente por las escaleras mecánicas, esquivar a la gente que
sube y a la que baja, ingresar al vagón en donde apenas hay lugar, colocarse
los auriculares para escuchar la radio, para tratar de escuchar las noticias,
para estar bien informado.
Mirar el reloj y calcular que se llegará tarde. Recibir un mensaje en el celu-
lar: un cliente que avisa que también se demorará en ir a la oficina.
Apenas queda espacio para que suban algunas personas más. En la esta-
ción siguiente ingresa más gente. Los cuerpos se aprietan incómodamente.
Mirar la agenda. Aprovechar el tiempo del viaje para pensar en los trámi-
tes que se deben hacer durante el día. Pensar que son muchos. Pensar en la
mejor estrategia para hacerlos. Ordenarlos por prioridad.
Llegar al trabajo.
Marcar la entrada.
No dejar de saludar a quienes conviene saludar en la empresa. Saludar
automáticamente.
Entrar a la reunión a la que se está llegando tarde. Escuchar al jefe plan-
tear los nuevos objetivos de ventas para el próximo mes: “será imprescindible
superar en al menos el 5% la facturación por ventas del mes anterior”, señala.
“Para colaborar en ello, se está planificando una campaña publicitaria agresiva
y un plan de acción contra el desembarco de un potencial competidor”, añade.
“Habrá un importante plus para quienes superen este objetivo de venta en los
productos que tienen a cargo”.
Al finalizar la reunión, salir mostrando una sonrisa, pero interiormente
preocupados por las nuevas exigencias.Decirse que "no hay opción" y que
"será cuestión de enfocarse".
Ir a la oficina, encender la PC. Abrir el buzón de correo electrónico. Ver
que en la bandeja de entrada hay decenas de correos no leídos y decenas
de correos leídos pero aún no contestados. No saber por dónde comenzar.
Empezar por borrar los muchos correos “basura”.
Almorzar frente a la pantalla.
Ingresar a la página web del banco.
Llamar a la casa para saber si los hijos han regresado sin inconvenientes
del colegio.
Sentir un gran cansancio y cierto dolor cervical. Tomar un café. Pensar en
el correo electrónico que ofrecía un servicio de spa.
Terminar una de las tareas planificadas para el día y sentir un gran placer
al tacharla de la agenda.

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19

Salir del trabajo hacia el curso de respiración.


Volver a casa y encontrar a los niños frente a la PC.
Cenar viendo el resumen de noticias del día; acostarse, encender el televi-
sor de la habitación, poner el despertador, tomar las pastillas, tratar de dormir.
A la madrugada, una sirena de una ambulancia o de un auto de policía.
Despertarse con una alarma: el despertador. Encender el televisor y ver
una publicidad de yogurt cuyo eslogan señala que “una mejor calidad de vida
es posible”…

Ver el cortometraje El empleo (Argentina, 2008; Santiago Bou Grasso

EE y Patricio Plaza; duración: 6’ 20’’). Es el corto animado argentino más


premiado en el mundo
<http://youtu.be/imDroaoIthw>
Cuatro fotogramas del corto

1.

KK Luego de ver el corto, realice las siguientes actividades:


a. Señale tres elementos pertenecientes a la cotidianeidad urbana que
encuentre en el cortometraje animado El Empleo y que no hayan
sido directamente explicitados en la descripción que en el apartado
1.1.2 hemos trazado.
b. Elija algún elemento representante de la cotidianeidad urbana con-
temporánea que pueda observarse en los cuatro fotogramas elegidos
y explíquelo.

1.1.3. Análisis de la cotidianeidad urbana


A continuación y reflexionando desde la descripción recién planteada (apar-
tado 1.1.2), intentaremos profundizar nuestro pensar a partir de algunos
de los ejes que atraviesan nuestra contemporaneidad y que consideramos
fundamentales.

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20

El despertar
Gratuidad y gratitud

Tal como afirma la filósofa mexicana Paulina Rivero Weber (1958), “cotidia-
namente, para el común de los mortales que habitan en una gran ciudad, el
día comienza con una orden (...). No es la naturaleza misma la que nos llama
a emprender la faena del día e incorporarnos a ella. Es la orden proveniente
de una máquina que hemos programado para ello y le llamamos por lo mismo
despertador” (2003: 48). Muchos hemos naturalizado esa forma de comenzar
el día. Lejos nos ha quedado aquel modo de vivir marcado por el ritmo que
imprime la tierra, ritmo en donde la noche implica una pausa obligatoria, un
descanso...
¿Qué ha promovido este cambio? ¿Por qué ciertas actividades que antes
se realizaban solo durante el día, ahora se desarrollan con total autonomía de
su luz y de su calor? Y al revés: ¿por qué las que se realizaban únicamente de
noche, ahora se llevan a cabo con independencia de la quietud, del silencio y
de la oscuridad que siempre habían acompañado a la caída del sol? ¿Qué es
lo que ha hecho que en nuestro tiempo, en nuestras ciudades, se desdibuje
cada vez más la distinción entre actividades diurnas y nocturnas?
En este mismo momento del despertar, podemos explicitar algo más: al
incorporarnos, en un nuevo día, “no nos sentimos agradecidos por ser capa-
ces de volver a escuchar las voces amadas o por sentir el placer del propio
cuerpo desperezándose” (Rivero Weber, 2003: 48). ¿Por qué nuestro comen-
zar el día es asumido de esta manera? ¿Damos por descontado el despertar?
¿Nos detenemos en algún momento frente a la idea de que si bien hemos
despertado, podría no haber sido así e incluso, en algún momento y lugar, no
sabemos cuándo ni dónde, iniciaremos nuestro último nuevo día?
Pensemos en una persona que sí se detiene a reflexionar en esto, que pien-
sa en que ha despertado, en que está viva, y en que, en última instancia, no ha
dependido de ella misma el haber podido despertar, como tampoco depende
ahora el estar con vida en esa nueva mañana que comienza; es decir, imagi-
nemos que una persona toma conciencia de que en última instancia, no con-
trola su propia vida, que aunque controle ciertas cuestiones de su vida, todas
ellas suponen el estar vivo, lo cual no ha dependido de ella, ni dependerá, ya
que no podrá impedir que en algún momento deje de vivir; por lo tanto “su”
vida se le aparece como una especie de donación, algo que le es dado sin con-
traprestación posible, algo que no ha podido ni puede hacer por sí misma, ni
tampoco pagar: solo recibir. En definitiva, ese despertar se le presenta como
un presente y como todo presente, como todo regalo, tiene un carácter de gra-
tuidad. El despertar, el estar vivo, se le aparece como algo gratuito. Y la res-
puesta frente a lo gratuito, suele ser el agradecimiento, la gratitud.
Debemos estas ideas a Hugo Pero, ¿por qué, como decíamos antes, no nos sentimos agradecidos frente
Mujica y a su texto “La humana a un nuevo día? Esta no gratitud parece ser el despliegue necesario de lo
gratitud”. Profundizaremos más
que hemos sugerido: la vida no es vivida como algo gratuito, como lo que
adelante este tema.
es pudiendo no haber sido, como un mero recibimiento. Y a su vez, y quizás
por esa misma razón, en nuestro mundo contemporáneo, como indica Rivero
Weber, “no existe nadie ni nada a quien darle las gracias” (2003: 48).

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21

El hombre moderno: la primacía del yo


Para profundizar en estos elementos encontrados en el comienzo del día,
escucharemos al pensador argentino Hugo Mujica. Este autor nos dice que en
cada época el ser humano ha tenido una forma distinta de habitar el mundo,
una “forma de valorar la relación con la propia conciencia, con el otro, con el
mundo, con Dios” (Mujica, 1994). A los simples efectos de adentrarnos en la
problemática ética de nuestro tiempo y siguiendo lo que podríamos considerar
una muy breve síntesis de la historia de la humanidad, podríamos identificar
Nos permitimos esta síntesis con
tres etapas fundamentales de la misma, teniendo siempre en cuenta que la fines didácticos y por considerar
naturaleza de nuestra cultura es más compleja aún de lo que aquí nosotros que nos señala un aspecto esen-
apuntaremos. cial de nuestra historia humana.
En primer lugar, podemos señalar al hombre de la antigüedad. Este “se
entendió a sí mismo como un habitante del cosmos, como un ser natural, hijo y
parte de la naturaleza. (...) Expresión de ella, en ella, y no en sí mismo, ya que
aún no había descubierto o instaurado su existencia aislada del todo. (...) Aún
no había hecho de sí el centro de lo que no era él” (Mujica, 2004: 28). Aún no
se había colocado en el centro de todo. En otros términos, el hombre de la anti-
güedad es el hombre que se entendía en el todo sin entenderse centro de todo.
Sucediendo a este hombre antiguo, identificamos al hombre medieval,
quien “se comprendió a sí mismo no solo como expresión y parte de la natu-
raleza, también, y sobre todo, como hijo de Dios. (...) Su lugar en el mundo ya
no era solo el mundo, era la trascendencia, era un mundo que se abría. Hijo de
la naturaleza, sí, pero abierto a lo sobrenatural” (Mujica, 2004: 28). Podríamos
decir que el hombre del medioevo ya no estaba cerrado en el mundo, ni tam-
poco estaba, aún, cerrado en sí mismo. El hombre medieval se entendía en
el mundo, pero ese mundo era un mundo abierto.
Finalmente, cuando aparece el hombre moderno, nos encontramos con
un tercer momento. Este “nace cuando el hombre centra su reflexión sobre
su propia subjetividad, cuando su reflexión se vuelve su propio reflejo”. Dicha
subjetividad irá siendo asimilada, progresivamente, “a un yo consciente de sí
mismo, un yo frente y enfrentado con todo lo que no sea él” (Mujica, 2004:
28). El hombre dejará de considerarse como miembro de un ordenamiento que
se encuentre más allá de sí, dejará de pensarse como alguien ligado consti-
tutivamente con otro que sí.
Es así como en nuestra contemporaneidad prevalecerá el yo, que es solo
uno de los cuatro términos que señalábamos anteriormente para poder com-
prender la forma en la que el hombre habita cada época. Es decir, la primacía
del yo implica dejar de lado a todo otro: a los hombres, a la naturaleza, a la
trascendencia. Y como señala Hugo Mujica, esto tendrá sus palpables con-
secuencias: al no considerarse el hombre hijo del cosmos (parte de la natu-
raleza), habitará en una relación de descuido o explotación hacia esta, lo que
derivará en el actual desastre medioambiental: la desaparición de especies, la
contaminación de las aguas, los aires, los suelos... Al no considerarse abierto
a lo trascendente, negará o acomodará los resabios de la idea de trascenden-
talidad que aún tenga para poder servirse de ella como medio para sus pro-
pios fines. Al no considerarse habitante del mundo con otros seres humanos,
con otros hombres y mujeres que también son parte de la naturaleza e hijos
de la trascendencia, es decir, al no verse como habitante del mundo con sus
semejantes, se encontrará justificando la guerra, el odio racial, la xenofobia,
y en general, el uso de cualquier otro ser humano como medio para los obje-

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tivos que se haya trazado desde sí y para sí. En definitiva, al no considerarse


hijo del cosmos ni de la trascendencia, al no comprenderse como hermano de
los hombres y las mujeres, al considerase únicamente a sí mismo con relación
a sí mismo, terminará por habitar solo, desde sí, para sí, terminará por vivir
encerrado en su propio pequeño gran desierto (Cfr. Mujica, 1994).

El individualismo como una de las formas del malestar en la


modernidad
En el mismo sentido, consideramos que resulta provechoso complementar
estos elementos esbozados con ciertos aportes realizados por el filósofo cana-
diense Charles Taylor en su obra La ética de al autenticidad. Nos centraremos
aquí en la idea de las “formas de malestar de la modernidad”. Aclaramos
que este último entiende por formas de malestar “(...) aquellos rasgos de
nuestra cultura y nuestra sociedad contemporánea que la gente experimenta
como pérdida o declive, aún a medida que se desarrolla nuestra civilización”
(Taylor, 1994: 37).
La primera forma del malestar que Taylor explicita y que queremos exponer
Cabe precisar con este pensador es el “individualismo”.
que, a su vez y en sentido con- Hasta la Modernidad, el hombre se consideraba como miembro de un
trapuesto, esta realidad es con- “orden mayor”. Como señalábamos anteriormente, en la Antigüedad el ser
siderada por otros autores como
el logro más plausible de la civi-
humano se entendía como parte de un orden cósmico y en el medioevo como
lización moderna; y que incluso, miembro a su vez de un orden trascendental. Este orden se concretaba en
quienes comulgan con las mismas el orden de la sociedad, asignando un lugar a cada hombre, lugar del que
preocupaciones que el filósofo era prácticamente inimaginable separarse. Taylor explica que posteriormente
canadiense, sin embargo discu-
ten en cuanto a la formulación sobrevino una deslegitimación de dicho orden y que esto se manifestó en un
precisa de los problemas. nuevo tipo de libertad, la libertad moderna, que estaría ligada a la posibilidad
de actuar autónomamente, sin necesidad de responder a un orden “externo”
(ya sea cósmico, ya sea trascendental).
Mientras que restringía al hombre en su libertad –al menos, entendida esta
en términos modernos–, ese orden anterior le daba al hombre una orientación
en el mundo. El desprestigio que este ordenamiento fue sufriendo o quizás
el agotamiento de las formas de ese mundo y la ausencia de nuevas formas
revitalizadas que las reemplazasen, derivó en el denominado “desencanta-
miento del mundo”, un sentimiento de pérdida del sentido del mundo, o al
menos, un empobrecimiento de dicho sentido. Los individuos fueron gradual-
mente dejando de tener una apertura más amplia que sí mismos, es decir,
dejaron de considerarse dentro de un amplio horizonte que incluía una cierta
dimensión cosmológica, trascendental y social, y comenzaron a vivir en función
de un horizonte primordialmente autoreferencial, que bien podríamos llamar
un no-horizonte. Para el filósofo canadiense, “el lado oscuro del individualis-
mo supone centrarse en el yo, lo que aplana y estrecha nuestras vidas, las
empobrece de sentido” (Taylor, 1994: 39). Podemos decir que el individualis-
mo es un angostamiento de la vida porque la reduce a un único “elemento”,
el individuo, centrando la mirada en sí mismo y quitándola de todo lo otro, de
todo otro, de todo aquello que no sea el propio ego. Así, el individuo comen-
zó a perder “la sensación de contar con un fin más elevado” (Taylor, 1994:
39). Empezó a no sentir nada más elevado que sí mismo, porque su mirada
solo estaba puesta en sí. En definitiva, podemos señalar que este movimien-
to autoreferencial ha tenido como contrapartida una pérdida de sentido para
dicho individuo centrado en sí mismo.

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23

Huelga aclarar que las ideas aquí presentadas son discutibles y discutidas.
Simplemente podemos decir que existe un destacado grupo de pensadores
–entre los que hemos elegido a Charles Taylor para desarrollar este aparta-
do– que, aún difiriendo en las perspectivas de análisis y en sus valoraciones
con respecto a la cultura contemporánea, confluyen en este señalamiento del
hombre moderno como un hombre caracterizado, si se lo compara con otras
épocas, por un relativo mayor “ensimismamiento”, “narcisismo”, “autorefe-
rencialidad” o “individualismo” (tomando solo algunos de los nombres con los
que estos pensadores, con diferencias de matiz pero convergencia de sentido,
indican este modo de ser del hombre en el mundo).

LECTURA OBLIGATORIA

Mujica, H. (2004), “La nueva era del viejo yo” en: La ética del com-

OO promiso. Los principios en tiempos de desvergüenza, Fundación OSDE-


Grupo Editor Altamira, Buenos Aires, pp. 27-40.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Taylor, C. (1994), La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona, pp. 39-47.

Ver el cortometraje L’ egoïste (El egoísta, 1996, Francia, Jean Loup Felicioli,

EE Alain Gagnol; duración: 4´)


http://www.youtube.com/watch?v=Fot-_x9xa-A&feature=youtu.be
Cuatro fotogramas del corto:

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24

2.

KK Luego de ver el cortometraje, realice las siguientes actividades:


a. Explicite tres situaciones del cortometraje L’ egoïste en las cuales se
plantee alguna de las problemáticas desarrolladas en el análisis del
apartado 1.3. Considere especialmente “El hombre moderno: la
primacía del yo” y “El individualismo como una de las formas del
malestar en la modernidad”.
b. Sintetice cada una de las cuatro partes del cortometraje (“Yo”, “Ella”,
“Yo y ella”, “Nosotros”) mediante dos oraciones tomadas del texto
que aparece en la voz en off.

El desayunar
Olvido de la pregunta por el origen y materialismo
Somos plantas –nos guste o no admitirlo– que deben salir con las raíces de la
tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.
Citado por Martín Heidegger en
La serenidad (1994), Serbal, (Johann Peter Hebel)
Barcelona.

Pasemos a otro momento esencial de nuestra mañana: el desayuno. Con la


misma actitud maquinal con la que nos despertamos en la ciudad, solemos
alimentamos. Como bien señala Rivero Weber (2003:49), “nuestros alimentos
salen de una bolsa de plástico, de una caja de cartón o de una lata metálica”.
Incluso de una máquina. Así, una compleja ingeniería hace que al alimentar-
Esta actitud del ser humano para
con el mundo, ha sido ampliamen- nos estemos a una distancia tal de los seres vivos que casi nunca pensamos
te explicitada por el filósofo Martín “lo que implica optar por la propia vida frente a la vida de otro ser; al ingerir
Buber. La misma se dice en uno de los alimentos no optamos”, directamente abrimos un envase, apretamos un
los pares de palabras señaladas
botón en una máquina, hacemos un pedido a una casa de comidas, etc., y
por este pensador como básicas:
“yo-eso”. El otro par de palabras “simplemente satisfacemos el hambre o el deseo”. Nos hemos distanciado
básicas, que dice la otra actitud, de la pregunta acerca del origen de los alimentos de cada día, y a su vez, con
es el par “yo-tú”. Buber nos seña- toda la cadena de mediaciones de nuestro mundo contemporáneo, nos hemos
la la íntima relación que se da
entre el yo de la palabra “yo-tú”,
alejado de la pregunta por todos los orígenes, distanciándonos, incluso, de
el tú, el mundo, la eternidad: “Solo la pregunta por el propio origen. Ese alejamiento “nos ha llevado, también, a
quien considera al otro ser humano olvidar qué significa cuidar la tierra para que ella nos regale sus frutos para
mismo y se abre a él recibe en él nuestra sobrevivencia”. Y ese distanciamiento de la naturaleza consideramos
al mundo. Solo el ser cuya otredad,
aceptado por mi ser, vive ante mí –junto con Rivero Weber– que se encuentra hermanado con “la pérdida del
en toda la densidad de la existen- sentido de lo sagrado y de la vida en general” (Íd.: 49).
cia me hace llegar el resplandor de Hemos ido perdiendo sentido y, concomitantemente, hemos adoptado una
la eternidad” (Buber, 2006: 158).
actitud materialista para con toda la realidad. Todo lo miramos como un mero
material: la naturaleza y también las personas. En esta actitud del ser huma-
no para con el “mundo”, todo es mirado como un “eso”, un mero medio, listo
para ser usado para “nuestros” propios fines.

3.

KK Considere nuevamente el cortometraje L’ egoïste (El egoísta) y teniendo


en cuenta la forma de mirar el “mundo” del personaje principal, con-
teste: ¿cabría hablar de una actitud materialista en dicho personaje? ¿En
qué sentido?

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25

La vida en cámara rápida

CC
–Buenos días– dijo el principito.
–Buenos días– dijo el vendedor.
Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calman la sed.
Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber.
–¿Por qué vendes eso?– dijo el principito.
Es una gran economía de tiempo– dijo el vendedor.
Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por
semana.
–¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
–Se hace lo que se quiere...

(Saint Exupéry, 2005: Cap. XXIII).

CC
Los medios se transforman en fines. El reloj, que surgió para ayudar al hom-
bre, se ha convertido hoy en un instrumento para torturarlo. Antes, cuando se
sentía hambre se echaba una mirada al reloj para ver qué hora era; ahora se lo
consulta para saber si tenemos hambre (Sábato, 1951: 28).

Hay otra cuestión más en el desayunar que queremos señalar: muchas veces
lo hacemos según el reloj. Es decir, lo hacemos cuando lo indica el reloj, por-
que lo indica el reloj, en el plazo de tiempo en el que lo indica el reloj y mirando,
con un mirar automatizado y calculador, el omnipresente reloj. Está pautado
el momento para desayunar y el plazo para hacerlo es breve. ¿“Pautado” por
qué?... ¿“Breve” por qué?...
Si tomamos cierta distancia de nuestra actividad citadina cotidiana, pode-
mos percibir en esta un cierto automatismo, un determinado aceleramiento.
Este actuar urbano, veloz, asertivo, tiene características propias de lo maqui-
nal. Podemos decir que encontramos algo propio del ritmo industrial, del tiem-
po que rige la producción industrial, inserto en nuestro contemporáneo vivir,
modificando el ritmo vital.
Detengámonos un momento en la descripción que hacíamos al inicio
(apartado 1.1.2), que consideramos representativa de la forma de vivir de,
al menos, una porción importante de la población urbana contemporánea.
Veremos que hay una búsqueda permanente de optimización del tiempo, un
constante intento de ser rápidos, que se explicita a través de distintas accio-
nes: sacar “cuentas del tiempo que queda”, “mirar el reloj y calcular que se
llegará tarde”, “mirar la agenda”, “Aprovechar el tiempo del viaje para pensar
en los trámites que se deben hacer durante el día. Pensar que son muchos.
Subrayamos especialmente este
Pensar en la mejor estrategia para hacerlos”, etc. Esta búsqueda de eficiencia,
adjetivo con el que solemos califi-
que implica a la velocidad como indicador específico de la eficiencia en el uso car al tiempo. Más adelante discu-
del recurso tiempo, pareciera estar ya profundamente incorporada en muchos tiremos esta usual distinción entre
de nuestros hábitos ciudadanos. Y se encuentra arraigada en nosotros a tal “tiempo libre” y “tiempo no libre”.
punto que, incluso en el tiempo “libre”, en el tiempo sin prisa obligada de los
domingos, de los feriados y de las vacaciones, podemos también percibir en
una gran cantidad de personas una actitud vital acelerada, un carácter acele-
rado e impaciente frente a cualquier demora relativa, producto del hábito de
la velocidad que han incorporado durante los días, las semanas, los años...

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26

En la descripción de la vida diaria urbana, también señalábamos distintas acti-


vidades que denotan directamente este constante correr: salir del departamen-
to, tomar el ascensor, luego la calle, escuchar bocinas, caminar acelerada-
mente, ingresar a la boca del subte, bajar aceleradamente por las escaleras
mecánicas, esquivar a la gente que sube y a la que baja, ingresar al vagón en
donde apenas hay lugar...

Los inventos y el aceleramiento


Pensemos en aquellos inventos que permiten incrementar la velocidad de
nuestras acciones cotidianas. Para ello consideremos por un instante algunos
de los avances técnicos que el hombre ha realizado durante los últimos dos
siglos y que han tenido un alcance claramente masivo en nuestra sociedad:
el motor de combustión interna, el auto, el subte, el tren, el avión, la lám-
para incandescente, la técnica de la cadena de montaje, el microondas, el
aire acondicionado, el teléfono, la computadora personal, la comunicación
por satélites, el GPS, los fertilizantes sintéticos, los nuevos sistemas de
refrigeración, Internet, etc... Todas estos inventos –que solo constituyen una
pequeña y arbitraria enumeración de la larguísima lista que podríamos con-
siderar– favorecen, o directamente buscan, una disminución de los tiempos
en los que se pueden realizar los distintos “procesos” de nuestra cultura, las
distintas actividades que nuestras sociedades y sus individuos llevan a cabo.
Todas estas invenciones permiten –y de hecho han permitido en nuestras
sociedades– hacer más cantidad de cosas y actividades en menos tiempo. Y
si bien podemos valorar la multiplicidad de posibilidades que nuestro avance
científico-técnico y su consecuente incremento de las velocidades nos ofrece,
al mismo tiempo cabe preguntarnos: ¿hacia dónde vamos más velozmente?
¿Por qué hemos buscado acelerar nuestro andar?

La economización de la vida
Existen distintas causas que han contribuido a generar esta aceleración. Entre
ellas, queremos señalar especialmente una, por poseer una de las raíces más
profundas: la propagación –a lo largo de todos los ámbitos de la vida– de los
valores económicos como los valores fundamentales, siendo la búsqueda de
la ganancia un norte que orienta a nuestra cultura. Esta economización de
la vida se explicita –también– a través de la introducción de la eficiencia en
el uso del tiempo como uno de los valores fundamentales de nuestro vivir,
donde la velocidad permite reducir costos, mejorar los ingresos, colaborar en
la maximización de los resultados monetarios.

La ganancia tiempo
El hombre busca permanentemente ser más eficiente para llegar antes, para
obtener tiempo, pero paradójicamente, cuando posee esa ganancia no sabe qué
hacer con ella. Y entonces, cuando el hombre moderno sale del ritmo vertiginoso
del correr y puede disponer del “tiempo libre” –tan laboriosamente obtenido–,
termina inserto en la misma lógica en la que transcurren el resto de sus días: o
bien busca ganar aún más tiempo, tratando de continuar en ese aprovechamien-
to que le permitirá incrementar su “tiempo libre acumulado”, o simplemente se
dirige –corriendo– a gastar ese “capital” de tiempo que ha logrado durante el
“tiempo no libre”, como forma compensatoria del esfuerzo realizado.

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27

El hombre no sabe para qué quiere esa ganancia de tiempo, no sabe un


sentido en donde vivir ese tiempo, y cuando es sentido el vacío que sobreviene
durante el tiempo que no está pautado, durante el tiempo que no está planifi-
cado bajo la lógica de la eficiencia, este vacío que siente le produce angustia.

Las noches, los domingos, las vacaciones


Algunos autores han resaltado un particular momento de esta situación: el
día domingo. Más concretamente, han manifestado que durante ese día de la
semana, dedicado por excelencia al descanso, suele aparecer lo que dieron
en llamar la “neurosis del domingo”. Víktor E. Frankl (1905-1997) la define
como una “especie de depresión” que acontece cuando la persona alcanza
a percibir –gracias a la posibilidad de distanciamiento y quietud reflexiva que
brinda el fin de la actividad laboral y social planificada para la semana– un sin-
sentido en la propia vida. Para poder evitar este ámbito reflexivo del domingo
y su consecuente angustia, incluso esa jornada de posible descanso puede
llegar a convertirse –a través de la planificación que el individuo realiza– en
un día plagado de actividades.
En este mismo sentido cabría señalar con Sándor Ferenczi (1873-1933),
las “neurosis de las vacaciones” e incluso podríamos agregar las “neurosis
nocturnas”, cada una de ellas con un grado distinto de periodicidad e intensi-
dad, pero con una similar raíz.

Círculo de velocidad
(...) una mujer que corre
con su vestido
en llamas
creyendo huir del incendio
(Mujica).

Observamos así un cierto círculo vicioso en el cual se encuentra inserta –al


menos parcialmente– nuestra Modernidad. Este círculo consta –sintetizamos–
en un buscar ir más rápido para llegar antes a un lugar, que al ser encontrado
es percibido como un “no-lugar” y que por ello mismo impulsa a la persona a
escapar. Por un lado, la lógica economicista nos impulsa a acelerar nuestro
andar; por otro, el vacío encontrado nos expulsa, nos lleva a querer huir. Se
suman las velocidades. Y cada vez más rápidamente, más ansiosamente,
buscamos un lugar “lleno” que nunca parece aparecer: ni en la velocidad del
andar, ni en el vacío del llegar.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Heidegger, M. (1994), La serenidad, Serbal, Barcelona.

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28

Ver el cortometraje Late for Work (2008; Chaz Michaelson- 5 Seconds

EE Film; duración: 5´´).


El proyecto “5 Seconds Films” presenta cortometrajes que tienen una
duración de cinco segundos. La mayoría de ellos son animaciones.
http://www.youtube.com/watch?v=iTiP27iDF-Y&feature=youtu.be
Cuatro fotogramas del cortometraje

4.

KK Luego de ver el cortometraje Late for Work, responda las siguientes


preguntas:
a. ¿Qué momentos de la descripción de la cotidianeidad urbana (apar-
tado 1.1.2) aparecen a lo largo del corto animado?
b. ¿Qué inventos de la modernidad –de los identificados en el corto–
considera que tienen un rol esencial en el aceleramiento de la vida
diaria?

La agenda
Luego de haber considerado especialmente el despertar y el desayunar, conti-
nuaremos con este análisis a partir de un tercer elemento: la agenda personal
del hombre contemporáneo.

Planificación y control
Ligada a esta misma idea de ser más eficientes en el empleo del tiempo –que
señalábamos recién al analizar nuestro diario vivir a partir del desayunar–,
aparece la idea de la administración de los recursos en general: cuanto mejor
se administren los recursos, más eficiente se será. Una de las actividades
clave de la administración –entendida en términos clásicos– es la planifica-
ción, actividad en la que se busca disponer los recursos en el tiempo para
alcanzar un objetivo determinado. Una planificación de mayor calidad permite
un mayor control de las variables relevantes, un incremento en la eficiencia y
en la eficacia en la administración.

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Pensemos en un ejemplo bien concreto: la construcción de un puente.


Claramente, si se planifica mejor el lugar, los materiales a usar, el proceso de
construcción, el tipo de estructura del puente que se quiere construir y la finan-
ciación de las inversiones que el proyecto requiera, todo ello en función del
objetivo que se tiene y de un análisis costo-beneficio de las distintas opciones,
se podrá obtener el puente de forma más eficiente, tendiendo a minimizar los
costos (homogeneizados a través de una medición monetaria de los mismos).
Imaginemos ahora cómo sería el vivir de una persona si trasladásemos
esta misma actividad –la planificación– a todo su vivir: la planificación y el con-
trol estarían destinados a que el individuo pudiese ser máximamente eficien-
te, es decir, a que pudiese alcanzar la mayor cantidad de objetivos posibles
en la misma cantidad de tiempo, con la misma cantidad de recursos. Esta
extrapolación de la planificación empresarial a la totalidad de la vida humana
parece una exageración, un planteo desmedido. Sin embargo, la agenda de
muchos hombres y mujeres se ha transformado en una especie de “tablero de
comando” de la propia vida, y la vida, en una empresa. Así se busca maximi-
zar el propio éxito, entendiendo lo que nuestra cultura ha entendido por éxito:
la obtención de lucro, poder, reconocimiento social, estatus. Cuanto más se
logre acumular de cada uno de estos elementos, mayor será el triunfo.

La agenda como expresión de una forma de habitar el mundo


Esta agenda que consideramos es solo una expresión de una forma de habi-
tar el mundo en la cual corremos hacia ciertas metas que nos hemos traza-
do. Para alcanzarlas, buscamos omitir toda realidad que nos pueda distraer,
absolutizando así un criterio de eficiencia y eficacia con respecto a “nuestros”
objetivos. En esta forma de habitar –funcionando– el mundo, no caminamos
habitando el camino, sintiendo el camino, sintiendo el caminar. En cambio,
corremos mirando la agenda, que nos indica qué hacer, cuándo, dónde y con
quiénes hacerlo...

Agenda y diario personal


el hombre no escribe ya el diario de su vida,
el hombre hoy llena agendas
(Mujica).

Como señala Mujica, el hombre ha cambiado su diario personal por la agenda.


Este cambio de objeto no es menor: explicita materialmente la profunda modi-
ficación en el modo de habitar el mundo que –como venimos comentando– se
ha dado en los últimos siglos de nuestra historia.
En el diario personal, el hombre reflexionaba sobre su vivir, tomaba distan-
cia de su inmediatez para verse en un horizonte más amplio, y ese horizonte
que se abría ya no se encontraba fundamentalmente pautado por cronos sino
entramado por kairós. En el diario personal el hombre se preguntaba, expre-
saba su sentir, ahondaba en el pensamiento. A través de la agenda el hombre
se hace eficiente, funciona mejor. Mediante la agenda el hombre evita “perder
el tiempo”, demorarse. Fijados los objetivos, decide los mejores instrumentos
y detalla los pasos necesarios para alcanzarlos. En ella no se expresa lo sen-
tido, no se hacen preguntas sobre lo vivido.

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Prórroga y olvido
es primero relegado y después olvidado; relegado entre las cosas por hacer:
las nunca hechas (…) postergado hasta tanto se tenga tiempo, mientras, el
tiempo tiene al hombre, el tiempo que le va restando su vida
(Mujica).

Las agendas contemporáneas están repletas de actividades por hacer, de


recordatorios, de alarmas. Denotan un activismo. Y en ese vivir atareado,
de vez en cuando (en las noches, en los domingos, en las vacaciones, en el
instante menos imaginado) lo no planificado resquebraja lo planificado, irrum-
pe a pesar de la malla de control que el hombre ha desplegado –y que aquí
simbolizamos con la agenda. Lo que sucede es que se filtra un pensamiento,
un sentir; se percibe algo que se está dejando de lado en pos de los compro-
misos con los que –según la agenda– “debemos cumplir”, con las actividades
que “debemos realizar”.
Así, mientras que por un lado, algo se nos aparece y nos llama, por otro,
algo nos retiene, nos amarra: son los objetivos que “debemos alcanzar”. Esta
tensión, cuando lo que aparece irrumpiendo es percibido como algo esencial
que se está dejando de lado, a menudo se resuelve prorrogando eso esencial
que hemos sentido. Se realizan prórrogas –nuevas planificaciones– para cuan-
do se hayan cumplido todos los objetivos que la agenda señala. Respondemos
a lo percibido posponiendo el tiempo para vivirlo hasta que tengamos el tan
nombrado “tiempo libre”.
Reiteradas ocasiones se pospone lo percibido porque –como lo señalába-
mos anteriormente– nuestra cultura contemporánea está férreamente atrave-
sada por la búsqueda del lucro y por el uso eficiente del tiempo, y a la hora
de priorizar, se decide en función de dichos objetivos. Así, incluso la posible
insatisfacción que pueda llegar a sentir el hombre frente a las sucesivas pos-
tergaciones y al sinsentido de las actividades que realice, muchas veces se
verá compensada por el “premio” del éxito, o simplemente, por la mera espe-
ranza de algún día poder alcanzarlo.
Esta forma de funcionar, agendando y postergando, fortalece la red de con-
trol. Con el tiempo, con los años, la malla se va haciendo más rígida, más
impermeable, va cumpliendo mejor su cometido, alejándonos –cada vez más
eficazmente– de las interrupciones de lo no planificado. Y este distanciamien-
to progresivo de lo que se nos aparecía como esencial, también contribuye a
generar un carácter ejecutivo, calculador, planificador en el individuo. Todo ello
–la permanente postergación, la malla de control, el carácter planificador– va
propiciando, casi imperceptiblemente, una creciente insensibilidad. Y lenta-
mente, lo que alguna vez fue visto, lo que logró atravesar los controles y fue
sentido, comienza a ser olvidado.

Lo que la agenda no agenda


Aquí cabe preguntarnos: ¿qué es lo que dejamos afuera del mundo cuando
la agenda es nuestra hoja de ruta, cuando ese recorte de la realidad guía
nuestros días? ¿Qué es lo que posponemos? ¿Qué es lo que siempre quedará
fuera de la agenda, lo que no podemos planificar, controlar? ¿Qué es lo que la
agenda no agenda? ¿Qué es lo que no podría agendar jamás?

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Ver el cortometraje The Lost Thing (La cosa perdida). (2010, Shaun Tan

EE y Andrew Ruhemann, duración: 15´).


El corto está basado en el libro ilustrado homónimo del cual Shaun Tan
es el autor. En 2011, el cortometraje ganó el Premio Oscar en la cate-
goría “Mejor Cortometraje de Animación”. También obtuvo otros pre-
mios cinematográficos: el AFI Award, el del Festival de Cine de Sydney
y el del Festival Internacional de Cine de Melbourne.
<http://youtu.be/yBYgzUDrgUk>
Cuatro fotogramas pertenecientes al corto

5.

KK Luego de haber visto The Lost Thing, realice la siguiente actividad:


a. Señale los cinco momentos que considere fundamentales en la his-
toria planteada.
b. ¿Qué comparación puede hacer entre el mundo de la ciudad y el
mundo habitado por las cosas perdidas? Analice ambos espacios
utilizando las categorías de funcionamiento, utilidad, intercambio,
burocratización, juego y ocio.
c. La cosa perdida no está definida y podría ser considerada como una
metáfora de lo perdido u olvidado en las sociedades urbanas contem-
poráneas. Explicite qué cosas –según su pensamiento– podrían estar
siendo representadas a través de “la cosa perdida”.

1.1.4. Tiempo y espacio en el habitar contemporáneo


Continuando nuestro análisis del mundo humano cotidiano, profundizaremos
en dos sentidos clásicos que atraviesan toda la historia del pensamiento: el
tiempo y el espacio. A partir de ellos, buscaremos pensar cómo es la vivencia
del hombre contemporáneo con respecto al tiempo y cómo es su experiencia
del lugar en su habitar urbano.

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La cuestión del tiempo


Relojes: el orden del tiempo en la civilización moderna.

La imagen del reloj que ordena la vida, marcando los ritmos y tiempos de
nuestro quehacer desde la mañana hasta la noche e incluso durante el sueño,
es omnipresente en nuestra cultura. Hemos diseñado toda clase de relojes:
solares, de arena, de agua, mecánicos, eléctricos y digitales. Están en cada
lugar: en casa, en la plaza, en la escuela, en el hospital, en la fábrica, en la
oficina, en el auto, en la calle, alrededor de nuestra muñeca y ahora incluso
en nuestras manos que sostienen casi todo el tiempo los teléfonos celulares.
La preocupación por ordenar el tiempo a través de una métrica clara, homo-
génea y sobre todo cuantificable, tiene su origen en los inicios mismos de la
civilización. Surge de una de las necesidades más básicas y primarias del
hombre que es la de reproducir un cierto orden rítmico que descubre en la
naturaleza, con el fin de ordenar su propia vida y sacarle el mayor provecho.
La omnipresencia de los relojes nos hace pensar en nuestra necesidad
de orden. La necesidad de responder a los horarios nos recuerda también la
precariedad, la frágil artificialidad y, en ocasiones, la violencia y antinaturali-
dad de todo orden humano. En comparación a este, el orden que vemos en la
naturaleza nos parece infinitamente más sólido, espontáneo y fluido. Aunque
la naturaleza se nos presenta muchas veces como un orden brutal o violento,
vemos cómo todo finalmente converge en ella hacia una cierta unidad, una
seguridad y, por momentos, una armonía inimitables para los seres humanos.
Si bien la ordenación del tiempo y –por consiguiente– de la vida existió de
una u otra forma siempre en todas las civilizaciones, esta se convierte en la
marca distintiva de la civilización moderna. De hecho, en la modernidad la
ordenación artificial del tiempo va reemplazando a la ordenación natural. En
tanto en las sociedades tradicionales, el tiempo se ordena de acuerdo a los
ciclos de la naturaleza, externa e interna, en la sociedad moderna esos ciclos
van siendo dejados de lado para ser reemplazados por los ritmos marcados
especialmente por las máquinas y artefactos producidos por la civilización
tecnoindustrial. En efecto, no solo los relojes marcan y en cierto modo cons-
truyen nuestro tiempo. Si pensamos simplemente en la cotidianeidad ciuda-
dana que describíamos al principio, podemos experimentar en carne propia
el modo en que nuestro entorno cada vez más urbanizado, racionalizado y
atravesado por la tecnología ha transformado nuestra vida constituyendo una
forma de organización del tiempo que nos aleja progresivamente del tiempo
del mundo natural.

Tiempo cronológico y tiempo humano

CC
No estuvimos juntos más que dos meses, pero fueron los dos meses más ple-
nos que yo haya conocido en esta vida. No los cambiaría por nada en el mundo.
Nada más que dos meses, pero yo creo que te había conocido, que somos cono-
cidos desde hace mucho más tiempo –¿mil, dos mil años? (Mailer, 1995: 456).

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CC
Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese
tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimien-
tos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera
de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complica-
da, lleno de cosas y vueltas atrás (Sábato, 1948: 111).

CC
Por lo demás en un parque siempre es realmente domingo, pues la atmósfera es
siempre un poquitín melancólica, y lo melancólico evoca vivamente el hogar; en
realidad domingos solo hemos tenido en casa, donde fuimos niños. Los domin-
gos tienen algo indefiniblemente paterno-infantil (Walser, 2003: 180).

La ordenación artificial del tiempo no nos hace olvidar solamente del tiempo y
de los ritmos de la naturaleza física externa, sino también de nuestro propio
tiempo humano. En el correr desde la mañana a la noche que señalábamos
al comienzo, el ritmo viene dictado por el reloj y por todos los sucedáneos
que colaboran para construir la red de contención de nuestra agenda, la cual
ordena la vida cotidiana pero, a su vez, la encierra y acelera en un frenesí y
una agitación tales que ya no sabemos a dónde nos lleva.
Lo primero que se hace evidente es la pérdida de la percepción del ritmo
del cuerpo, que gobierna los ciclos internos de nuestro organismo de manera
análoga a los ritmos que vemos –cuando logramos salir de la ciudad– en el
ritmo de la vida de los animales o de la naturaleza en general. Solo la moles-
tia física, el dolor o la enfermedad nos hacen recordar –al modo de un “des-
pertador” ya no mecánico sino humano– la existencia de un tiempo corporal
que subyace bajo el tiempo mecánico que le imponemos al cuerpo.
Además del tiempo físico, el tiempo humano incluye también el tiempo psi-
cológico, el tiempo de nuestra interioridad, el tiempo afectivo, el tiempo de
nuestras percepciones, el tiempo de nuestro corazón. Ese tiempo es quizás
todavía más difícil de reconocer porque no siempre se manifiesta físicamente
o lo hace por esa vía solo cuando el ritmo externo que imponemos a nuestra
vida llega al límite de lo intolerable. El tiempo interno se expresa más bien
en un lenguaje silencioso: frecuentemente en el lenguaje de los sentimien-
tos reprimidos, de las voces interiores no escuchadas, de las corazonadas no
seguidas. Sin embargo, el tiempo interno en general, también se presenta,
indirectamente, a través de las contradicciones y conflictos que experimenta-
mos tanto en relación con las cosas, con nosotros mismos o con los demás,
y que nos hacen sentir la imposibilidad de dominio no solo ya sobre nuestro
cuerpo, al que pretendemos ordenarle constantemente acciones que lo fuer-
zan a responder, sino también sobre el ritmo de nuestra interioridad, tanto
de la propia como de la de los demás, al cual pretendemos apurar, retrasar,
detener, manipular.

Ver el cortometraje Le Noeud Cravate (La corbata) (2008, Canadá; Jean-

EE François Lévesque; duración: 12´ 26´´).


El mismo ha recibido numerosos premios internacionales
<http://youtu.be/nn9IXFmfN4Y>

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34

Cuatro fotogramas del cortometraje

6.

KK a. Explicite tres situaciones del corto en las cuales se exprese alguna


consideración relativa al tiempo.
b. Señale tres momentos en los que observe que el personaje principal
realiza algún tipo de pregunta o reflexión que abra la posibilidad de
que este se replantee su forma de vida.
c. Elija algún elemento representante de la cotidianeidad urbana con-
temporánea que pueda observarse en los cuatro fotogramas elegidos
y explíquelo.

Los relojes de Bergman


En muchos de sus films el director sueco Ingmar Bergman utiliza la imagen de
distintos relojes –que hacen sonar sus campanas, o el tictac incesante de sus
agujas– como símbolo ya no del tiempo puramente cronológico que domina
la dimensión externa de la vida, sino del tiempo interno y humano que está
por debajo y que no siempre percibimos. Bergman muestra con su cámara la
imagen de un reloj sonando para significar la llegada de un tiempo crucial en
la vida de los protagonistas de sus películas. Ya sea ante la necesidad de
definirse en una relación amorosa, la llegada de un momento de desgracia
o de gracia –enfermedad, amor, amistad, muerte– o a raíz del desencade-
namiento de un conflicto, los relojes de Bergman marcan lo que los griegos
denominaron el kairós, que podría ser traducido como “el tiempo justo”, “el
tiempo oportuno” o el “tiempo indicado”. Ese tiempo no se corresponde con el
tiempo cronológico aunque ciertamente no está del todo desvinculado de este.
En tanto el tiempo cronológico de los relojes, de las agendas, del calendario

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y de los ritmos que imponen los artefactos y los medios de comunicación


modernos es puramente mecánico y cuantitativo, el kairós marca la llegada del
tiempo propicio, que es siempre de carácter vital y cualitativo. Por otra parte,
el kairós es un tiempo profundamente personal, ya que acontece en el ritmo
y en el movimiento interno de cada individuo.
Sin embargo, esto no quiere decir que el kairós sea un tiempo completa-
mente subjetivo, que dependa del gusto de cada uno, o que esté gobernado
por la propia imaginación o los propios deseos entendidos como preferencias
más o menos caprichosas. Si bien no es medible desde afuera por medios
cuantitativos, el tiempo interno tiene una objetividad y una lógica que no solo
escapan del poder de los otros, sino que también escapan del poder propio.
Esto lo podemos experimentar constantemente y lo expresamos con frases
como “tener paciencia con uno mismo”, “esperar que se te pase”, “no for-
zarte”, etc. Dichas expresiones explicitan la imposibilidad de manipular este
“tempo” desde dentro por mero voluntarismo, y señalan la necesidad de la
escucha, el respeto, la espera y el conocimiento de sí mismo, y de la acep-
tación de una cierta distancia entre lo que somos y lo que querríamos ser.
Esto quiere decir que existe también en nosotros un orden, una racionalidad
intrínseca a nuestro ser que es preciso conocer y reconocer, que establece
una extraña distancia entre nuestro yo profundo y nuestro yo más superficial.

PARA REFLEXIONAR

Como ejemplo del planteo del tiempo en la obra de Ingmar Bergman

PP sugerimos ver la película sueca Fresas salvajes. La misma fue escrita y


dirigida por Ingmar Bergman y protagonizada por Victor Sjöström,
Bibi Andersson e Ingrid Thulin. Estrenada en 1957, fue nominada
al premio Oscar al mejor guión original (1958) y ganó el premio Oso
de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Berlín (1959).
Título original: Smultronstället. En la República Argentina ha sido
conocida como Cuando huye el día.
De este film, señalamos especialmente la escena en la cual el prota-
gonista -Dr. Isak Borg- tiene un sueño en el que ve un reloj sin agu-
jas colgado de una pared; acto seguido, saca del bolsillo de su saco el
propio reloj y observa que este tampoco tiene agujas…
Desde una perspectiva sonora, es interesante poder ver el entreteji-
do que el director plantea en estas escenas entre el tictac del reloj, el
sonido de los latidos del corazón, las campanadas fúnebres, el silencio
del lugar... Invitamos a pensar esto en términos de cronos, kairós, del
“tiempo detenido” frente a la muerte…

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Para poder ver la escena referida: <http://youtu.be/4QOl2c2KKQM>

EE Cuatro fotogramas de la escena

El punto central del kairós y la posibilidad de la acción humana


El tiempo humano no incluye solamente el propio tiempo personal, sino tam-
bién el de las otras personas y el del conjunto de cosas y circunstancias en el
que se desarrolla nuestra vida. Se trata de la delicada trama vital que compo-
ne el “mundo de vida” en el que estamos situados y que es preciso conocer
para poder actuar de un modo que supere el nivel meramente cronológico,
externo y mecánico que también forma parte de nuestra vida. Cuando no lo
hacemos y nos volvemos ciegos para el tiempo humano, viviendo solo en el
plano del tiempo cuantificado, se nos vuelve imposible reconocer el kairós,
es decir, el modo y el tiempo justos en que nos toca actuar. Las consecuen-
cias de esta falta de reconocimiento se ven en la calidad y la efectividad de
nuestras acciones, en los rasgos que va adquiriendo nuestra personalidad y
en el sufrimiento o los daños que infligimos a nuestro prójimo o al entorno
social o natural.
En efecto, solo en el momento preciso del kairós, la trama de la existen-
cia abre una posibilidad real de un cambio auténticamente cualitativo tanto
para nosotros como para las demás personas implicadas en la situación en
que dicho momento oportuno se da. Cuando actuamos a ciegas o siguiendo
mecánicamente los estímulos externos de los distintos “relojes” que ordenan
el cotidiano vivir, nuestras posibilidades de acción son muy escasas, prácti-
camente nulas. ¿Por qué sucede esto? Sencillamente porque es justamente
el kairós el momento en que los tiempos internos de las distintas personas,
sumados al tiempo de maduración de las situaciones, encuentran su punto
de intersección, de convergencia, “se ponen de acuerdo”, entran en armonía.
Como sabemos por experiencia, es algo muy raro el ponerse realmente de
acuerdo con alguien. No nos referimos a un acuerdo externo, por el que deci-
mos que estamos de acuerdo únicamente de palabra, para poder pasar ense-
guida a la siguiente acción con el fin de cumplir con las pautas del tiempo

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externo. Hablamos de un acuerdo real, de una auténtica coincidencia de pare-


ceres, de voluntades, de intenciones. Esto se da con muy poca frecuencia. Lo
más habitual son los acuerdos que esconden conflictos y pareceres contra-
rios que se dejan de lado por razones pragmáticas, pero que luego vuelven a
surgir causando problemas. Ejemplos de esos acuerdos más bien externos y
defectuosos, que resultan en acciones con consecuencias también defectuo-
sas –y en ocasiones catastróficas– se dan todos los días en el trabajo, en la
vida familiar o en la política tanto nacional como internacional. Todas estas
situaciones cotidianas muestran que cuando las acciones no han sido realiza-
das en el modo y en el momento justo, es decir, en el momento de convergen-
cia de tiempos de unos y de otros, sino solo de un modo externo y con el fin
de aparecer ante el resto o ante uno mismo como “que se hace algo”, termi-
nan en acciones infructuosas y contraproducentes. En otros términos, si bien
podemos desarrollar muchas acciones externas, estas no necesariamente
son acciones en el sentido pleno de la palabra, es decir, cambios cualitativos
que modifican la naturaleza de una situación, de un conflicto, de una necesi-
dad. Hechas por fuera del momento oportuno, las acciones son, en realidad,
como señala agudamente Theodor W. Adorno, “pseudo-acciones”, “pseudo-
actividad”, es decir, un movimiento falso que no cambia nada y que suele ser
el modo más eficaz de obstaculizar e impedir los cambios reales.

La acción ética como experiencia de plenitud


El principio es hijo de Cronos, es cronología, el Origen es Kairós, no es hijo es
paternidad, no es cantidad es cualidad. El Kairós, como el sonar de campa-
nas, no mide el tiempo, da tiempo, no mide su pasar, salva de su paso
(Mujica).

El kairós, entendido como el momento en donde es posible la acción eficaz, es


también el momento en que se da la oportunidad de hacer brotar y experimen-
tar la plenitud. En efecto, cuando se descubre la posibilidad, la necesidad o el
sentido de una acción a través del auscultamiento de la trama sugerente del
tiempo humano que indica la circunstancia propicia, el movimiento de nuestra
acción no hace sino llevar a los hechos, a la realidad, aquellas posibilidades
que hasta entonces permanecían en el nivel de la sola virtualidad. Por eso
decimos que allí hay acción, realidad efectiva. Pero no se trata solo de efica-
cia. En el plano de las acciones puramente externas, aquellas realizadas solo
en el plano del tiempo cronológico, puede haber eficacia, es decir, obtención
de resultados, efectos logrados por la mera operación mecánica de coordinar
distintos medios o causas entre sí. Sin embargo, esto último se diferencia
mucho de una acción que es realizada tomando en cuenta el tiempo humano.
En la acción humana, pensada y concretada en el tiempo oportuno, se obtie-
nen no solo resultados, sino ante todo frutos, es decir, en un modo análogo
al crecimiento de las plantas, el resultado de la acción plenifica al que la rea-
liza y al que la recibe, los hace crecer. No les deja solo productos y objetos
externos, sino posibilidades internas desarrolladas, vida experimentada, un
despliegue en algún aspecto de la propia personalidad o de la ajena, expe-
riencia compartida. Precisamente esta idea de plenitud es la que caracteriza
a lo que llamamos la acción “ética”, diferenciándola de otro tipo de acciones.

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Los Lager y la supresión del tiempo humano

CC
En el campo, una unidad de tiempo pequeña, un día, por ejemplo, repleto de
continuas torturas y de fatiga, parecía no tener fin, mientras que una unidad de
tiempo mayor, quizás una semana, parecía transcurrir con mucha rapidez. Mis
camaradas concordaron conmigo cuando dije que en el campo el día duraba
más que la semana (Frankl, 1979: 76).

CC
Y durante muchos días, cuando la costumbre de mis días de libertad me ha he-
cho ir a mirar la hora en el reloj de pulsera he visto irónicamente mi nombre nue-
vo, el número punteado en signos azulosos bajo la epidermis (Levi, 2001: 14).

CC
Para los hombres vivos, las unidades de tiempo tienen siempre un valor, tanto
mayor cuanto más grandes son los recursos interiores de quien las recorre; pe-
ro para nosotros, horas, días, y meses retrocedían tórpidos del futuro al pasa-
do, siempre demasiado lentos, materia vil y superflua de la que tratábamos de
deshacernos lo más pronto posible. Concluido el tiempo en que los días se su-
cedían vivaces, preciosos e irreparables, el futuro estaba ante nosotros gris e
inarticulado, como una barrera invencible. Para nosotros, la historia estaba pa-
rada (Levi, 2001: 70).

El ejemplo extremo de la supresión totalitaria del tiempo humano, en el que,


de modo programático, quiso eliminarse toda posibilidad de desarrollar una
vida con forma humana, fue el de los campos de concentración construidos
por los nazis a mediados del siglo XX. Tal como lo expresa, por ejemplo, uno
de los más conocidos sobrevivientes y testigos lúcidos de los Lager, el italiano
Primo Levi, los campos –especialmente Auschwitz– conformaban un verdadero
“universo” cuyo cerrado diseño impedía cualquier tipo de comunicación con el
exterior. Este encierro no era solo físico sino, sobre todo, psíquico y experien-
cial. Por medio de trabajos forzados, malos tratos, miedo, frío, incomodidades
y hambre, los nazis no solo hacían perder a los prisioneros su libertad física
sino, fundamentalmente, su capacidad de entrar en sí mismos, y entonces
de poder reconocer y actuar de acuerdo al tiempo humano. Incluso aquellos
que quisieron conservar tan siquiera un flujo mínimo de su vida interior, fueron
obligados a dejar atrás, al entrar en el campo, todo lo que tuviera relación con
su vida pasada, cortando cualquier modo de comunicación con la trama de
experiencias, situaciones y memorias sobre las cuales hasta ese momento
habían edificado sus vidas. El punto culminante de ese proceso de desper-
sonalización fue la supresión del propio nombre, reemplazado por un número
grabado a fuego en el brazo de cada prisionero, símbolo inequívoco de la
liquidación total del tiempo humano y de la expulsión de la persona al plano
puramente cuantitativo, manipulable y externo de la existencia.

7.

KK Realice una reflexión escrita donde relacione el texto Preámbulo a las


instrucciones para dar cuerda al reloj de Julio Cortázar con el fragmento
del ensayo Hombres y engranajes de Ernesto Sábato que a continuación
citamos (extensión: entre 15 y 30 líneas).

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39

Texto 1
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infier-
no florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamen-
te el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque
es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente
ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.
Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un
nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es
tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito
desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle
cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo
un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitri-
nas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico.
Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga
al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj
con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te
ofrecen para el cumpleaños del reloj”.
Cortázar, J. (1995), Historias de Cronopios y de Famas, Alfaguara, Buenos
Aires, p. 13.

Texto 2
“La velocidad de nuestra comunicaciones ha valorizado hasta las fraccio-
nes de minuto y ha convertido al hombre en un enloquecido muñeco
que depende de la marcha del segundero. Los teóricos del maquinismo
sostuvieron que la máquina, al liberar al hombre de las tareas manuales,
dejaría más tiempo libre para las actividades del espíritu. En la práctica
las cosas resultaron al revés y cada día disponemos de menos tiempo. Los
patronos, o el Estado Patrono, buscaron la forma de aumentar el ren-
dimiento mediante la densificación de la labor humana: cada segundo,
cada movimiento del operario, fue aprovechado al máximo, y el hombre
quedó finalmente convertido en un engranaje más de la gran maquina-
ria. No nos engañemos sobre la posibilidad de escapar a este destino,
mientras subsista la mentalidad maquinista. Si en muchas regiones no
se llegó aún a estos extremos es, simplemente, porque no hubo el tiem-
po suficiente. Este es el caso de la India, la China y algunos países de
Sud América, en que el tiempo sigue corriendo “naturalmente”, porque
esa mentalidad no ha llegado a dominar todavía en forma total. Aquí
mismo en nuestra campaña, en algunas provincias andinas o serranas,
impera aún ese sentido feudal del tiempo y del ocio, en que los hombres
se rigen por el ritmo natural de los astros y estaciones: y somos desgana-
dos y criollos en el espejo y el mate compartido mide horas vanas, dice
Borges. Yo mismo todavía recuerdo lo que era la pampa de mi niñez, la
diferencia entre nosotros los europeos y los “hijos del país”, para quie-
nes el tiempo no existía sino para “matarlo”, para vivir tranquilo y des-
preocupado, para maldecirnos a los gringos que habíamos venido con
nuestras fábricas y relojes. Pero todo esto son restos menguantes de
una época condenada. Los versos de Borges son más la expresión de
su romántica añoranza que de su realidad, porque él mismo vive en la
enloquecida Buenos Aires y toma té. En nuestras grandes ciudades des-
apareció ya esa sensación del tiempo cósmico”.

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40

Sábato, E. (1951), Hombres y Engranajes, Parte II “El paraíso mecani-


zado”, Editorial EMECÉ, Buenos Aires, p. 28.

La cuestión del espacio


A continuación y habiendo reflexionado sobre la cuestión del tiempo para el
hombre contemporáneo, intentaremos pensar la vivencia de este mismo pero
con respecto al lugar en el que habita: el espacio urbano.

La experiencia del espacio urbano como shock

CC
Angustia, repugnancia, miedo, suscitó la multitud metropolitana en los prime-
ros que la miraron a los ojos. [. . .] Moverse a través del tránsito significa para
el individuo una serie de shocks y de colisiones. En los puntos de cruce peli-
grosos, lo recorren en rápida sucesión contracciones iguales a los golpes de
una batería. Baudelaire habla del hombre que se sumerge en la multitud como
en un reservoir de energía eléctrica. Y lo define enseguida, describiendo la ex-
periencia del shock como “un calidoscopio dotado de conciencia”. Si los tran-
seúntes de Poe lanzan aún miradas sin motivo en todas direcciones, los de
hoy deben hacerlo forzosamente para tender a las señales del tránsito. La téc-
nica sometía así al sistema sensorial del hombre a un complejo training
(Benjamin, 1972: 107).

Charles Baudelaire fue quizás quien primero nos transmitió la experiencia


del espacio de las grandes ciudades modernas. La describió con la imagen
de un shock. La utilización de esta imagen es comprensible especialmente
si pensamos en lo que significó para el hombre del siglo XIX la aparición de
los primeros vehículos veloces, especialmente el ferrocarril, irrumpiendo en
medio de la vida urbana hasta entonces relativamente parsimoniosa. Pero,
además de la velocidad de los nuevos transportes, estaba la nueva velocidad
de la luz. Ya a mediados de la década de 1840, París experimentaba en algu-
nos barrios las primeras formas de iluminación eléctrica que reemplazaban a
las lámparas de gas y aceite. Los pintores impresionistas se encargarían de
representar la experiencia de los transeúntes quienes se veían por primera
vez desdibujados por los haces amarillos de las nuevas luces creando una
atmósfera de confusión, prisa y ansiedad. Por lo demás, el espacio también
se modifica profundamente por la irrupción del nuevo ruido urbano, asociado a
los transportes, las máquinas y el tronar incesante de las grandes multitudes.
Comparadas con nuestras experiencias contemporáneas, la velocidad, las
luces y las multitudes ruidosas de Baudalaire nos parecen algo suave. Pero
la experiencia del shock que representa la gran ciudad continúa, sin interrup-
ciones, hasta nuestros días. En realidad, estamos tan habituados a vivir en
estado de shock que ya no lo percibimos. En tanto, Baudailare testimoniaba
el salto inmenso del espacio rural o tradicional al espacio urbano, nosotros
vivimos continuamente en ese espacio saturados de estímulos sin notar las
fisuras. Su efecto es similar al de un ruido continuo, del cual solo podríamos
percatarnos si de pronto cesara.

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41

Los no-lugares

CC
Uno de los reproches que se le hacen con frecuencia a las ciudades nuevas,
surgidas de proyectos de urbanización a la vez tecnicistas y voluntaristas, es el
de no ofrecer el equivalente de esos lugares animados producidos por una his-
toria más antigua y más lenta, donde los itinerarios individuales se cruzan y se
mezclan, donde se intercambian palabras y se olvida por un instante la sole-
dad: el atrio de la iglesia, la puerta del ayuntamiento, el mostrador del café, la
puerta de la panadería (Augé, 2000: 71).

Marc Augé popularizó la expresión “no-lugar” para referirse a los espacios tan
carentes de puntos de referencia reales que no constituyen lugares en el sentido
estricto de la palabra. Los ejemplos más clásicos son los grandes centros de
compras, las autopistas y los aeropuertos, diseñados en todo el mundo siguiendo
los mismos estándares homogéneos de acuerdo a requerimientos funcionales
predeterminados. En tanto los pequeños negocios de antaño, o incluso ciertos
centros comerciales tradicionales, todavía conservaban rasgos de identidad par-
ticular que los ligaban a un cierto ramo o a una ciudad concreta, al ingresar en un
shopping actual uno experimenta la sensación de estar en cualquier lugar o en
ninguno. Ciertamente el shopping intenta reproducir los rasgos de las ciudades,
calles y negocios de los que se ha separado hace tiempo, con el fin de despertar
resonancias específicas de lugares, cosas e historias, que todavía están vivas en
el inconsciente de los clientes. Sin embargo, el intento de reproducir artificialmen-
te la experiencia de la antigua espacialidad urbana, asociada a lugares concretos,
resulta cada vez un fracaso completo. Pero el fracaso no es ciertamente comer-
cial. En la medida en que el espacio humano se esfuma en el cartón pintado de
los negocios que dentro del shopping imitan horriblemente las fachadas típicas,
va desapareciendo también cualquier resistencia a la compulsión compradora o
simplemente “deambuladora” de los clientes. De hecho, cada fin de semana,
millones de personas en todo el mundo abandonan los espacios más naturales
de los barrios, calles y plazas, y se zambullen, con el afán de ser succionados, en
el espacio carente de espíritu de los grandes centros comerciales.

Los no-lugares, en ambos extremos


Aislado del resto de la ciudad –y del país– por un canal y por varias avenidas
atestadas de autos, Puerto Madero se asemeja a una perfecta maqueta.
Compuesto de prolijos bloques de ladrillo colocados en fila siguiendo la estric-
ta necesidad de su primitiva función de almacenamiento de mercaderías y por
rascacielos de cristal que solo reflejan el cielo azul o el verde impecable de los
parques, Puerto Madero es un espacio casi completamente autorreferencial,
pero al mismo tiempo idéntico a los barrios de vanguardia de cualquier gran
ciudad global como La Defense de París, el distrito portuario de Boston o el
frente de rascacielos marítimos de Dubai. Por lo demás, incluso en sus oríge-
nes, no ha sido en realidad nunca un verdadero lugar. Siempre se trató de un
proyecto, objeto absoluto de la imaginación, la planificación y los cálculos de
desarrolladores e inversores. En su versión reciclada, el valor del metro cua-
drado, que escala continuamente, ha eclipsado cualquier otra referencia espiri-
tual o afectiva. Sus habitantes son, por otra parte, todos emigrantes internos,
autoarrancados de sus raíces en los otros barrios de la ciudad, viviendo ahora
sobre un espacio anónimo, carente de historia, casi sin referencias.

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A pocos kilómetros, luego de trasponer los puentes que comunican Puerto


Madero con el país real, se encuentra la Villa 31 que corta abruptamente el
tejido urbano con sus racimos de casillas apiñadas de paredes sin revoque
y un interminable laberinto de oscuros pasadizos. Detrás de esta villa, como
formando un telón inverosímil, se alzan los lujosos y distinguidos edificios del
Barrio Norte, en cuyo tope se distinguen las cúpulas y mansardas que toda-
vía otorgan ese seductor aire parisino a Buenos Aires. Luego de esa primera
visión de la fragmentación se recompone la ciudad convencional en un con-
tinuo bastante uniforme de muchos kilómetros de calles bien trazadas, ave-
nidas comerciales y edificios y casas de clase media. Ya en el gran Buenos
Aires, la autopista que lleva hacia el noroeste parece adentrarse en la pampa
pero la mirada no descubre la belleza todavía lejana del campo argentino sino
una villa inmensamente más grande que la anterior en donde se extiende, por
muchos kilómetros, un interminable hinterland suburbano del que emerge un
verdadero océano de precariedad. Miles y miles de casitas a medio construir,
atravesadas cada tanto por largas y sinuosas callejuelas, sucios senderos
de tierra y riachos putrefactos a cielo abierto se combinan con gigantescas
alfombras de basura recalentándose al sol donde pululan chicos y perros como
sobrevivientes de una gran catástrofe urbana.
Puerto Madero, el barrio costero más moderno y confortable de Buenos
Aires, y las grandes o pequeñas villas de la ciudad o del conurbano bonaeren-
se son obviamente dos espacios en extremo contrastantes. Sin embargo, en
algún sentido, no lo son tanto: ambos están poblados por habitantes desa-
rraigados, conforman territorios fuertemente escindidos, a modo de islas, del
resto de la ciudad, constituyendo ese tipo de espacios pobres en puntos de
referencia que caracterizan a los no-lugares.

Un océano de espacio continuo sin centros


Si los comparamos con lo que eran hace sesenta u ochenta años, Buenos
Aires y sus alrededores han ido perdiendo esas marcas que caracterizan la
espacialidad propia de la categoría que llamamos “lugar” y se han ido convir-
tiendo en una realidad lábil carente de puntos de referencia o centros más o
menos fijos. Todavía en 1950 podían reconocerse con claridad los límites de
los pueblos suburbanos, con sus características y estilos propios, con sus
continuidades pero también con sus discontinuidades. Esto permitía habitar
un espacio en el que era posible hallar referencias que remitían a vínculos
con los demás tanto en el presente como hacia el pasado, incluso remoto.
Este borrarse de los límites constituye –o desconstituye– de manera constante
nuestra experiencia del espacio en la que nos es casi imposible detectar los
límites y continuidades que marcaban la experiencia del espacio, incluso el
urbano, para las generaciones anteriores. En el pasado, el espacio se estruc-
turaba con el tiempo dando lugar a cada cosa, que hallaba su reconocimiento
y su memoria, remitiendo a alguien concreto que había vivido allí mismo y con
el cual, a través del lugar, era posible vincularse.
La inmensa marea de la urbanización ha ido devorando, con asombrosa
brutalidad, los barrios y los pueblos, unificando todo en el anonimato de lo
siempre igual: un continuo espacial que no aporta por ello un sentido que se
pueda ir descubriendo, sino una aglomeración que revela a cada paso y al
mismo tiempo, una desoladora y desconcertante fragmentación.

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A la desidentificación urbana se le suma ahora la de la


espacialidad virtual
Aún, sin considerar lo que significa el espacio virtual en relación a las transfor-
maciones económicas, políticas y sociales, y limitándonos a pensar solo sus
implicancias en lo espacial, es posible afirmar que tal vez este constituya la
novedad más grande en la relación del hombre con el mundo físico y con sus
congéneres desde la otra gran novedad que significó el pasaje del campo a la
ciudad. Una buena parte de nosotros habitamos el espacio virtual un tiempo
considerable del día, lo cual trae aparejada una todavía no del todo compren-
dida relación con el propio cuerpo, con el mundo físico que nos rodea y, con
los demás. Pero multitud de nuevos fenómenos nos llevan a pensar que, al
parecer, hemos encontrado una nueva forma de huir de nuestra condición
encarnada –esa que nos hace portadores de un cuerpo que en realidad no
llevamos, como quien viste un traje, sino que somos– por medio de una original
técnica desidentificadora que supera con creces a la picota y las modernas
formas de urbanización que devoran nuestras ciudades.
En el espacio virtual, el yo, o más bien un pequeño fragmento de nuestro
yo, cobra una fuerza inaudita haciéndose capaz de presentarse escindido no
solo del propio cuerpo, que queda escondido del otro lado del teclado, sino
incluso de otros rasgos idiosincráticos de la personalidad, asociados al cuer-
po y a una historia y contexto particulares que pueden simplemente desapa-
recer ocultados detrás del velo de ese otro no-lugar que conforman las redes
virtuales, sean de cualquier tipo que fueren.

Eclipse del centro


Hay una escena en el film Medea de Pier Paolo Pasolini que sintetiza dramáti-
camente lo que está sucediendo a nuestra civilización. Pasolini muestra a la
misteriosa y fascinante Medea, interpretada por la inigualable María Callas,
sentada sola en una enorme balsa llena de animales y todo tipo de objetos,
atracada a la orilla de una tierra desierta y desconocida. Medea ha abando-
nado su patria –mostrada en la primera media hora del film por Pasolini como
una civilización arcaica mítico-religiosa– dejando su puesto como sacerdotisa
custodia del templo y traicionado a los suyos al ayudar en el saqueo de su
pueblo y en el robo del sagrado Vellocino de Oro. Todo debido a la irrefrenable
pasión que le despierta el joven Jasón, jefe de los argonautas, superficiales
y sacrílegos invasores griegos, símbolos, según Pasolini, de la seducción y
voluntad de dominio de la civilización moderna.
Pasolini pasa luego a una toma en la que se ve a los argonautas que han
bajado de la balsa a tierra y comienzan, rápida y diligentemente, a levantar un
campamento en aquella costa desierta. Enseguida la cámara se acerca, en
un impresionante primer plano, enfocando directamente los ojos negros y pro-
fundos de Medea los cuales sufren una súbita transformación. En ellos puede
reconocerse el fuego de quien reconoce todo lo terrible que muchas veces se
sigue de las consecuencias de las propias acciones. A continuación, Medea
es mostrada de nuevo de cuerpo entero. Salta de la balsa, corre como una
poseída y grita a los argonautas una advertencia llena de angustia: “¡Esto que
están construyendo es demasiado débil, deben buscar una roca, un palo, algo
que sea el centro sino todo se destruirá!”. Como toda respuesta, los argo-
nautas se ríen despreciativamente de su supersticiosa pasajera y continúan
su trabajo. En la escena siguiente se ve a Medea, ya completamente deses-

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perada por la conciencia de las terribles consecuencias de su traición, correr


en círculos bajo un sol ardiente en medio de un páramo desolador de tierra
seca, vacía y resquebrajada, intentando vanamente recuperar el contacto con
el centro perdido: “Ay, Ay –grita desesperada con los brazos abiertos al cielo
o agachada sobre la tierra– ¡no puedo ya más hablar con vosotros tierra, sol,
agua, fuego, no puedo sentiros, ay, ay, no puedo tampoco escucharos, no sé
más lo que queréis decirme!”
Esta escena en la que Pasolini muestra lo que él denomina la “catástrofe
espiritual” de Medea o su “conversión al revés” es también la metáfora paso-
liniana de la civilización occidental que, según él, ha perdido su centro. En tér-
minos antropológicos, toda cultura se estructura en relación a un centro, un
lugar simbólico, señalado por algún objeto (un árbol, una piedra, un palo) alre-
dedor del cual se agrupa la comunidad y a través del cual, al mismo tiempo,
se abre a lo sagrado. El desprecio del lugar, según Pasolini, entendido como
símbolo concreto del centro vital, comunitario y trascendente de la existen-
cia, y su reemplazo por una organización racionalista y utilitarista de la vida,
desestructura por completo la experiencia humana y hace imposible el desa-
rrollo de la verdadera cultura.

El retorno del lugar


Es cada vez más difícil encontrarse a uno mismo –y a los demás– en un espa-
cio urbano y virtual anónimo y despersonalizado como el que hoy habitamos.
Sin embargo, siempre existen grietas, fracturas en donde se filtran formas
todavía concretas de denotación, señales que indican presencias que nos
asaltan de pronto recordándonos, a través de mil marcas materiales, nuestra
propia condición de habitantes físicos del mundo, necesitados de un aquí y
ahora concretos. Se da también hoy en día, parafraseando a Freud, el “retorno
de los lugares reprimidos” que brotan por doquier. Como se sabe, la globa-
lización tiene un fuerte poder de homogenización pero también favorece la
“localización”. Muchos lugares olvidados por el predominio de las estructuras
estatales nacionales durante la modernidad, hoy vuelven a ser reconocidos y
revisitados. Regiones, ciudades, barrios, culturas particulares, espacios físi-
cos tenidos por nada, reaparecen y son apreciados y vistos con otros ojos. Si
bien los tentáculos de la estandarización y de lo “distinto pero siempre igual”
amenazan con pervertir estos redescubrimientos, la necesidad innata del ser
humano de afincarse en lo concreto particular, en lo irrepetible, vuelve a surgir
y a alimentar una lucha por el reconocimiento de espacios con sabor, color e
historia singulares.
Hace años, en medio de la movilización general de masas que desató la
Segunda Guerra Mundial –soldados, poblaciones desplazadas, campos de pri-
sioneros– la filósofa francesa Simone Weil escribía un ensayo titulado “Echar
raíces” donde precisamente argumentaba sobre la necesidad que tenemos de
afincarnos en lugares concretos para poder crecer a partir de la estabilidad.
Esa intuición de Weil hoy es cada vez más actual. En tanto avanza la desloca-
lización del espacio, nuestros sentidos, imaginación y paladar se aguzan para
descubrir lugares donde aparentemente ya no los hay. Del mismo modo que
el kairós expresa la capacidad humana de trascender el tiempo puramente
cronológico para adentrarnos en el tiempo humano, también expresa la capa-
cidad de trascender el espacio anónimo y plastificado, para adentrarnos en
la espesura y la plenitud de los espacios concretos, con historia y contenido.

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Hace poco, en un artículo titulado “París-Habana” publicado en el International


Herald Tribune, el autor describía cómo, en un viaje de trabajo a la capital cuba-
na, había recordado olores, sonidos y sabores que había olvidado hacía mucho
tiempo viviendo en París, su ciudad de origen, pero que ahora, a raíz de este
viaje, volvía a recordar que la misma París en algún tiempo tenía. Quizás, esa
experiencia tan fuerte como es la memoria –especialmente la olfativa– le haya
permitido, aún en medio del París moderno, reencontrarse con los pequeños
lugares, llenos de espíritu, que todavía quedan, o incluso le haya permitido
poder disfrutar de los nuevos lugares con alma, que a contrapelo de la homo-
genización reinante, están resurgiendo por doquier.

El cuerpo y el lugar propios, punto de apertura hacia el mundo


El llamado pensamiento fenomenológico contemporáneo ha redescubierto la
importancia central del cuerpo como fuente primordial de toda experiencia
humana. En tanto la modernidad en general ha tenido la tendencia a sobrevalo-
rar la dimensión racional de la vida, favoreciendo un trato en cierto modo mani-
pulador con las cosas y lugares, hoy reaparece la dimensión corporal como el
lugar propio de la comunicación del hombre con los demás y consigo mismo.
La experiencia del propio cuerpo, y del cuerpo de los demás, está fuertemente
asociada a la experiencia del lugar, entendido como el espacio físico, material,
histórico, poblado de denotaciones particulares, que nos rodea en lo inmedia-
to. A través del lugar, vivido y sentido por el propio cuerpo, habitamos en una
situación irrepetible que no puede ser reproducida desde afuera y que nos
otorga una identidad a partir de la cual se desarrolla la personalidad propia.
Al mismo tiempo el lugar propio es el punto de partida para la apertura uni-
versal. Por aquello de que “la experiencia no consiste en el número de cosas
que se han visto, sino en el número de cosas que se han reflexionado”, el escri-
tor José María de Pereda creía que era posible hallar en su pequeño pueblo
del norte de España (Polanco, Cantabria) todo lo necesario para comprender el
universo. En realidad, quien no ha experimentado un lugar propio a fondo, difí-
cilmente pueda experimentar con provecho el mundo, aún si lo recorre todo.
De allí que el descubrimiento del sentido de la propia situación particular es
el presupuesto para el descubrimiento del sentido de la vida en general. Mejor
expresado: al sentido de la vida no se accede desde un espacio abstracto al
cual uno pueda llegar trascendiendo completamente el espacio que surge de
la experiencia inmediata del propio cuerpo. Este sentido solo se nos da en un
lugar concreto desde el cual descubrimos las coordenadas del mundo. Como
en aquel pequeño paraje desolado y desconocido para el que pasa, en el que
se alza, orgullosamente, un poste con carteles que indican las distancias a las
ciudades más famosas, como queriendo decir que incluso desde allí, a pesar
de los miles de kilómetros, es posible acceder al universo entero.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Augé, M. (2000), Los “no lugares” espacios del anonimato. Una antropología de la Sobre-
modernidad, Gedisa, Buenos Aires.

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1.2. El surgimiento de la pregunta por el sentido


A continuación, y a partir de esta deconstrucción que hemos intentado en las
páginas anteriores, buscaremos seguir profundizando, hasta encontrarnos con
algo aún más esencial. Para ello, avancemos.

1.2.1. Sumergidos en las aguas contemporáneas


Habiendo ahondado en la experiencia de tiempo y espacio que atraviesan al
hombre contemporáneo, nos remitimos nuevamente a la pequeña descripción
de la vida diaria en la ciudad que planteábamos en el comienzo de este escri-
to. La vivencia que allí señalábamos, nos atraviesa desde que nacemos. Es
el agua de la modernidad en la que nadamos día a día y a cuya temperatura
nos hemos ido adaptando. Estamos tan cerca, tan sumergidos en ella, que
difícilmente alcanzamos a percibirla.

1.2.2. Respuestas automáticas


Como lo esbozábamos en el análisis de la cotidianeidad (apartado 1.1.3.), cada
día solemos sacar cuentas, desarrollar estrategias, invertir nuestras energías
para poder ser más eficaces, más eficientes. Sin detenernos en nuestro accio-
nar –o haciéndolo pero mínimamente– en ocasiones nos preguntamos: ¿para
qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué razón? ¿Cuál es el sentido?
Usualmente, a estas preguntas no respondemos pretendiendo abrir un sen-
dero más verdadero –dado que esto resultaría un gasto inútil para el proyecto
en el cual ya hemos invertido mucho tiempo y dinero– sino que contestamos
intentando cerrar un posible desvío del camino que venimos recorriendo y bus-
cando resolver la tensión que la pregunta nos genera. Muchas veces actua-
mos así, simplemente, porque no llegamos a imaginar otro camino posible. Y
concretamente respondemos –dentro de la lógica en la cual nos encontramos
insertos– diciéndonos que hacemos lo que hacemos “para poder cumplir con
los objetivos personales que nos hemos propuesto”, “para tener tiempo libre
y poder disfrutar”, “para procurarnos un mejor pasar económico”, “para poder
darles una mayor calidad de vida a “los nuestros”, “para tener un mayor reco-
nocimiento social”, etcétera.
Hasta esos lugares suelen llegar nuestras respuestas inmediatas, cotidia-
nas. Son respuestas prearmadas, que ya hemos pensado y que ahora nos
repetimos casi automáticamente, como intentando corregir rápidamente ese
defecto, ese dudar que nos ha llevado a la pregunta por el sentido de nuestro
cotidiano quehacer, ese cuestionamiento que pareciera ser una falla, algo que
nos podría distraer de nuestra propia programación vital, un gasto sin contra-
prestación. A estas respuestas las llamamos pseudorespuestas, porque no se
originan en un detenerse a escuchar la pregunta que incipientemente se nos
aparece, sino que más bien la tapan ni bien comienza a asomarse, la eluden,
la descartan, la anestesian, y así logran tranquilizarnos, sacarnos de la duda,
colocarnos nuevamente en el proyecto.

1.2.3. Algo que nos conmociona y abre


De vez en cuando, sin buscarlo, sucede algo que nos hace sentir lo que en el
cotidiano vivir no percibíamos.

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Eso que acontece nos llega a atravesar, nos conmueve, nos hace sentir
más profundamente, y lo sentido se abre en nosotros en una pregunta; lo
sentido, cuando penetra y conmociona, nos abre de una manera intensa, nos
coloca frente a algo esencial que aún no habíamos pensado o que ya había-
mos olvidado, llegando a veces a movilizar todas las preguntas y todas las
respuestas que hasta ese momento habíamos esbozado. Esto que aconte-
ce nos coloca, al menos por un breve instante, fuera de la rutina diaria, nos
hace preguntarnos en un sentido más hondo: ¿cuál es el sentido por el que
actuamos? ¿Cuál es el sentido de la vida más allá de las formas culturales
en las que se despliega en nuestra época? ¿Cuál es el sentido de nuestra
propia vida personal?
Pero: ¿qué es lo que acontece y nos conmueve?
Como lo señalábamos anteriormente, cada mañana un despertador nos
sacude en nuestra cama, nos saca del sueño, nos impulsa a seguir con la
actividad. El dispositivo nos enciende, nos dispone a funcionar, a continuar
funcionando. Pero no es a este aparato –ni a este tipo de despertar– a los
que nos queremos referir ahora. En cambio, queremos señalar un aconteci-
miento que nos sustrae de esa lógica del funcionamiento en la que el reloj
despertador colabora en insertarnos. Lo que acontece nos quita de la inercia
en la que estábamos incorporados, haciéndonos ver que existen o que pue-
den existir, otros caminos, otras preguntas, otros sentidos, otros horizontes.
Nos referimos a algo que aparece llamándonos, haciéndonos sentir lo olvida-
do, o lo nunca sentido.

1.2.4. Los límites


El estoico Epiciclo decía: “El origen de la filosofía
es el percatarse de la propia debilidad e impotencia"
(Jaspers).

CC
Toda situación límite se fundamenta en el derrumbe de los límites: es su
desfundamentarse.
O, ya en su radicalidad, el derrumbe del fundamento sobre el que todo límite,
todo muro, ancla.
(...)

Límites que encerraban nuestra seguridad: lo conocido, lo asible. Lo controlable.


Lo reducido.
Los que nos encerraban en su seguridad. Lindes de la inmovilidad: identidad.

Mi yo idéntico a mí: cerrado, emparedado en la seguridad. O el otro derrumbe,


el de su paisaje: la casa y su fundamento humano.
El fundamento sostenido y sostén de lo humano: el techo. El cielo humano
(Mujica, 2003: 138).

Lo que en el mundo contemporáneo suele quitarnos de nuestra inercia fun-


cionalista y autorreferencial se nos aparece a través de nuestro no poder,
de nuestro límite, de la debilidad de nuestra razón y de nuestra voluntad. El
sistema que hemos armado desde la modernidad no alcanza a saciar toda

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nuestra sed, no logra evitar ciertos acontecimientos. Allí se manifiestan sus


límites: no sus fallas sino sus imposibilidades esenciales. Los mecanismos de
control y manipulación que hemos desplegado se manifiestan estériles frente
a determinadas situaciones y de esta forma, lo no controlado, lo incontrolable,
llega a tocarnos. Somos alcanzados por lo que sobrepasa todo control huma-
no, señalándonos nuestro límite.
Karl Jaspers (1883-1969) ha llamado a estas situaciones que nos enfrentan
con nuestra propia finitud, la finitud de nuestra humanidad, “situaciones límites”.
Ellas son: la muerte, el dolor, el destino, la culpa, etc. Son situaciones que atra-
vesaremos en nuestra vida: situaciones que nos atravesarán, inevitablemente.
Estas situaciones suceden y no podemos comprenderlas totalmente, sobre-
pasan a nuestra razón. Por ejemplo nos preguntamos: ¿qué es lo que sucede
“después” de la muerte? A su vez, esas situaciones acontecen aunque no lo
deseemos, aunque intentemos evitarlas: pensemos también en el dolor, en
la culpa...
Cuando nuestra vida se ve movilizada por el límite que estas situaciones
nos imponen, nos sentimos conmovidos. Y en esa conmoción por lo percibi-
do, por lo sentido, algo nuevo se abre, esa apertura es una pregunta: la pre-
gunta por el sentido. Es la pregunta por el sentido de todo. También por el
sentido de la nada.

1.2.5. La muerte
En un día de lluvia, un hombre va manejando su auto por el centro de la ciu-
dad. De pronto, pisa el freno para detenerse frente al semáforo en rojo y las
ruedas se bloquean. Una mujer se encuentra comenzando a cruzar la calle
por la senda peatonal. El vehículo se desliza resbalando sobre el pavimento.
No queriéndolo, el hombre ha perdido el control del automóvil... La secuencia
imaginada nos muestra el momento en el que se manifiesta un claro instante
de imposibilidad de poder, una explicitación del límite humano.
La muerte o su cercanía, es una de las situaciones que nos enfrentan con
el límite. La muerte nos dice finitud. Nos señala la propia imposibilidad, la
finitud de nuestro poder. Rompe con la idea de control de nuestro diario vivir,
con los límites a las posibilidades de planificar, con los límites de las posibi-
lidades de prorrogar.
La conciencia de muerte nos da conciencia de vida. La muerte permite
ver la vida. Nos enseña que vivir es vivir hasta un límite. Y que el límite de la
vida es el límite a la infinitud de posibilidades de nuestro vivir. Y además, nos
hace saber que en algún momento, en algún lugar, se dará la última posibili-
dad de las posibilidades de nuestro vivir. Pero además, experimentamos que
dentro de esta finitud de nuestro vivir, no controlamos nuestro estar con vida.
Así como no nos la hemos dado sino que la hemos recibido como se recibe
lo absolutamente inesperado, no la podremos retener. En algún momento
dejaremos de tener todo lo que tenemos: incluso, dejaremos de tener vida, o
–quizás– mejor expresado, dejaremos de vivir, dejaremos de estar participado
en la vida, vida que no teníamos antes de vivir, vida que nunca tenemos sino
que la recibimos en cada instante nuevo que vivimos, vida que no depende de
nosotros y que en el instante en que nos deje la llamaremos muerte.
La conciencia de vida –su carácter de finitud– nos enfrenta a una ineluc-
table decisión: ¿cómo he de vivir? ¿Cómo he de habitar el mundo? Vivir una
vida es vivir solo esa vida. Concretar una posibilidad es no concretar el resto

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de las posibilidades de la vida. Nuestro cuerpo está en este instante en este


lugar, y al estarlo, no está presente en ningún otro lugar del universo. Allí, la
pregunta por el sentido se hace fundamental: ¿Cuál es el sentido? ¿Qué es
lo que sentimos, lo que percibimos que la vida es? Preguntas fundamentales,
las preguntas que refieren al origen y al destino, a cómo habitar el mundo en
sentido último, a la ética. A lo largo de este escrito trataremos de mantener
–implícita o explícitamente– estas preguntas, esbozando un despliegue de las
mismas, no como respuestas cerradas, como soluciones redondas, sino como
un caminar compartido.

LECTURA OBLIGATORIA

Jaspers, K. (1984), La Filosofía, Fondo de Cultura Económica,

OO Buenos Aires., Parte II ¿Qué es la filosofía?”, pp. 15-23.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Frankl, V. E. (1979), El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona.

8.

KK Analice el fragmento del cuento “El discipulado” de Hugo Mujica


–citado a continuación–, y distinga las expresiones que pueda ubicar en
alguno de los siguientes dos pares de ideas ejes: funcionalidad-acelera-
ción y sentido-vida.

CC
El Discipulado (Fragmento)
“Empezó cuando madrugaba, cuando todavía me acostaba. Siempre me gustó
madrugar, madrugar para ver cómo el día empieza, verlo cómo se abre, verlo
crecer como una planta de luz que se abre desde la raíz, desde la noche.
Escuchaba el despertador, aunque casi siempre me despertaba cinco minutos
antes, miraba el reloj y corría a apagarlo antes de que sonara, de que me tala-
drara la cabeza. Después volvía a acostarme, cinco minutos, nada más, por dis-
ciplina, cinco minutos nada más. Desde la cama miraba el techo y sentía que no
había ninguna razón para levantarme, que nada de lo que me esperaba podría
llegar a entusiasmarme. No era que no me gustase, simplemente que no me
importaba, que lo mío era eso, no hacer nada. Lo mío era mirar hacia el techo,
mirar hacia arriba, mirar nada… Siempre necesitaba un pensamiento, una idea,
algo que me diera fuerzas para levantarme, no por vago, vago nunca fui, siem-
pre fui disciplinado… Algo que me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que
los otros hacían, lo que los otros habían inventado que yo tenía que hacer si
quería vivir como ellos vivían, como a mí no me importaba vivir. Vivir haciendo
todas esas cosas que después de un rato me gustaban, cuando la cabeza me
empezaba a funcionar, empezaba a tomar velocidad, a moverse, a acelerarse,

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como la vida en la que me tenía que meter. Pero que en ese momento, en esos
cinco minutos, yo sabía que esa vida no era la mía (...)”
Hugo Mujica, Bajo toda la lluvia del mundo, Seix Barral, Buenos Aires, 2008,
pp. 124.

EE

Cortometraje L’ egoïste (El egoísta), recomendado anteriormente.


<http://www.youtube.com/watch?v=Fot-_x9xaA&feature=youtu.be>

9.

KK Luego de ver nuevamente este corto animado (ya analizado con ante-
rioridad), señale algún momento del mismo asociado a una situación
límite y plantee otro posible desarrollo de la historia, esencialmente dis-
tinto al original, en el que el personaje principal modifique su mirada
del mundo y su actitud hacia el otro. Explicite ese nuevo rumbo de la
historia en no más de una página.

1.3. Conclusión
La cotidianeidad parece por momentos cerrar el horizonte de la vida dentro del
círculo de la rutina que comienza desde muy temprano cuando el reloj marca
el inicio de una nueva jornada. El despertar, que podría ser un volver a abrir
los ojos cada día para ver el mundo de una manera renovada y ser capaces
de recibir la gracia de estar vivos, pierde su magia debido a la primacía de
la preocupación por uno mismo frente a las posibilidades de plenitud que
ofrecería una verdadera apertura hacia el mundo. Nuestra conexión con las
fuentes de la vida –que son también, aunque no nos demos del todo cuenta,
las fuentes del yo, parafraseando el título del maravilloso libro de Charles
Taylor– se van perdiendo al punto de que ya no tenemos ni siquiera contacto
con el entorno de la naturaleza que nos permite, con su alimento, seguir per-
maneciendo vivos. La velocidad e inmediatez que reclama la tecnología que
nos rodea –o mejor, que reclama nuestro yo ansioso de utilizarla– profundiza
más todavía este divorcio entre nosotros y ese universo ancho que nos espera
allá afuera. El intento, siempre infructuoso, de planificar la vida y controlarla,
reflejado en nuestro estricto sometimiento a la agenda diaria, empobrece más
aún la experiencia que caracteriza a una cotidianeidad cada vez más estrecha.
Estas vivencias no son, sin embargo, de origen puramente individual. Si
bien denotan un modo de ir decidiendo la manera en que transcurrirá –o mejor

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dicho, en que se irá cerrando– la propia vida, también son la manifestación,


en el ámbito personal, de un amplio fenómeno de creciente empobrecimiento
del tiempo y del espacio que experimenta la sociedad moderna desde hace
por lo menos dos siglos. La primacía del tiempo cronológico –regido por los
relojes– por sobre el tiempo humano, es decir, el tiempo que surge del ritmo
interno de la propia vida, se ha ido extendiendo sobre la sociedad junto con
la omnipresente urbanización e industrialización del mundo. A pesar de las
posibilidades que la ordenación artificial del tiempo trajo para el dominio de
la naturaleza, aquella ha tenido también su costo: el tiempo oportuno (kairós)
muchas veces no es reconocido y las posibilidades de una acción plena –y no
solo eficaz– se pierden para siempre. Los Lager han ejemplificado del modo
más terrible la manera en que el tiempo eficaz puede destruir de modo irre-
versible y brutal el tiempo humano.
Algo análogo se puede decir de la transformación del espacio en nuestro
mundo. La velocidad y el exceso de estímulos que experimentamos en nuestra
cotidianeidad no son solo el fruto de nuestra decisión personal: nuestra socie-
dad ha optado desde hace tiempo por transformar el espacio en una dimen-
sión cada vez más difícil de habitar de un modo auténticamente humano. Los
no-lugares se extienden por doquier, simulando con su brillo externo la gloria
que no tienen y la felicidad que no otorgan. Solo basta recorrer cualquier gran
ciudad contemporánea para sentir esa creciente ausencia de un centro, no
geográfico, demográfico o económico, sino vital, en el que se pueda simple-
mente estar sin sentirse expulsado por una estructura fría y puramente fun-
cional. La globalización ha aumentado la tensión ya existente en la dimensión
del espacio, extendiendo la homogeneidad pero abriendo, al mismo tiempo,
la esperanza del redescubrimiento de lugares donde intuimos que sería posi-
ble habitar de nuevo de una manera humana.
A partir de esta experiencia de una vida que parece irse cerrando, alrede-
dor de un tiempo y un espacio que pierden su amplitud y profundidad, tanto en
la cotidianeidad propia como en la sociedad en general, surge casi como una
necesidad vital una forma de reacción que nos permite liberarnos de la pura
pasividad y que hemos llamado “la pregunta por el sentido”. Esta pregunta se
diferencia de otras que apuntan solo al modo más práctico de lograr un obje-
tivo. Busca algo más que la consabida respuesta convencional. Si fuésemos
solamente seres ensimismados en nuestros proyectos, bastarían las respues-
tas prácticas –relativas a los medios– para satisfacernos. Pero evidentemente
somos bastante más que organismos funcionales llamados a adaptarnos exi-
tosamente a un entorno. Brotan desde el fondo de nuestro espíritu preguntas
que van más allá de este o aquel objetivo, preguntas que reclaman totalidad,
horizontes últimos, en una palabra, sentido.
La pregunta por el sentido, como hemos enunciado anterioremente, surge
especialmente ante los límites que intentamos disimular e imaginar inexisten-
tes en nuestro trajín cotidiano, embarcados siempre de proyecto en proyecto:
los límites del espacio y el tiempo cotidianos, los límites del cuerpo, los lími-
tes de la sociedad particular en la que vivimos y los límites de la vida, en espe-
cial aquel límite final detrás del cual se abre el más grande de los enigmas:
la muerte. Una vez que surge la pregunta por el sentido, y es experimentada
de este modo radical, se produce una conmoción en el ordenamiento entero
de nuestra vida que nos lleva a pensarla de un modo totalmente nuevo. Así,
nuestras acciones, que parecían tan claramente ordenadas por los parámetros
de una construcción laboriosa, individual y social, parece como si salieran de

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quicio. ¿Qué hacer ahora? No bastan las recetas habituales. Es preciso ape-
lar a un saber más amplio que nos permita orientar de nuevo nuestra acción,
abierta como está ahora a un horizonte cuya anchura desconocíamos y que
estamos obligados a tener en cuenta. Así hace irrupción en nuestras vidas la
dimensión ética. Este es el punto al cual hemos arribado en esta unidad y
desde el que partiremos en la siguiente. En ella nos introduciremos directa-
mente en un intento de profundizar la idea de ética aquí esbozada y buscare-
mos plantear algunas de las propuestas éticas que se han desarrollado en la
historia del pensamiento.

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Breve historia de la ética

Objetivos
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Sea capaz de identificar las principales teorías éticas que se han desarro-
llado a lo largo de la historia del pensamiento, poder criticarlas y señalar
relaciones esenciales entre las mismas.
•• Pueda pensar la historia de la ética como la historia de la respuesta a la
pregunta por el sentido en el plano de la acción.
•• Posea una base general para reflexionar sobre los distintos aspectos que
hacen a la acción ética empresaria desde una perspectiva que considere
a las principales teorías éticas.

(...) la busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por fre-


cuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en
proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de camino
(Jaspers).

2.1. Introducción: sobre la definición de ética


Explorando el diccionario
En los últimos tiempos se ha vuelto popular hablar de ética. Casi todo el
mundo, cuando quiere referirse a la profundidad a la que ha llegado una situa-
ción termina afirmando: “es un problema ético”. En tanto hace cuarenta años
se hablaba de la necesidad de un “cambio estructural” o “revolucionario” y
hace veinte años se argumentaba a favor de “reformas” o de “modernizacio-
nes”, hoy la “necesidad de un cambio ético” se ha convertido en la frase más
habitual para referirse al modo de enfrentar los problemas de la política o de
la economía. Pero, ¿a qué se refiere esta expresión del habla común cuando
utiliza la palabra ética tan frecuentemente?
Si exploramos el Diccionario de la Real Academia española en busca de la
palabra “ética”, encontramos la siguiente definición: “parte de la filosofía que
trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. El recurso al diccionario
nos provoca algún desconcierto y la escueta definición que nos da parece des-
orientarnos todavía más de lo que estábamos. En efecto, por un lado, el dic-
cionario se refiere a la ética como a una parte de la filosofía, es decir, como
a un saber, a una teoría. Esto contrasta con lo que entendemos en el habla
habitual por una “falta de ética”, que no interpretamos como una falta de cono-

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cimiento, sino como un problema que tiene que ver más con las acciones y el
carácter de las personas. Por otra parte, remite a otra palabra, hoy de uso no
tan general, como es la “moral”. De modo que nos vemos obligados a tomar
de nuevo el diccionario. El resultado en este caso es mucho más satisfactorio.
Bajo la palabra “moral” no encontramos una sino varias definiciones, todas
mucho más relacionadas con lo que estábamos buscando.
En efecto, el diccionario nos dice, en primer lugar, que la moral es aquello
“perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas desde
el punto de vista de la bondad o malicia”. Ahora sí estamos más cerca de lo
que pensábamos sobre la ética. Una segunda definición del mismo diccionario
sostiene que moral es “aquello que no cae bajo la jurisdicción de los sentidos,
por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia”. También aquí
sentimos que estamos andando por un camino más cercano a nuestra expe-
riencia práctica. Una tercera definición se refiere a la moral como aquello “que
no concierne al orden jurídico sino al fuero interno o al respeto humano”. Y el
ejemplo que da el diccionario nos aclara más todavía: “Aunque el pago no era
exigible, tenía la obligación moral de hacerlo”.

LEER CON ATENCIÓN

Resumiendo, decimos que la ética es la parte de la filosofía que estu-

LL dia las acciones que llevan adelante las personas, dichas acciones son
el resultado de la “apreciación del entendimiento”, de la “conciencia”
o del “fuero interno”, las cuales no pueden ser medibles empírica-
mente desde afuera (“no caen bajo la jurisdicción de los sentidos”),
superan lo meramente legal o jurídico y tienen la característica de ser
“buenas” o “malas”.

Provistos de estas definiciones, ahora entendemos mejor por qué en nuestra


época se habla tanto de ética. Se entiende que muchos problemas actuales
no pueden ser estudiados empíricamente, o resueltos por medio de la tec-
nología o por medidas económicas, políticas o jurídicas porque dependen de
una dimensión mucho más profunda de los seres humanos que tiene que
ver con la calidad moral de sus acciones lo cual es precisamente aquello
que estudia la ética. Tomemos el ejemplo del problema ambiental. Está claro
que la contaminación del planeta podría disminuir si se adoptara una legisla-
ción nacional e internacional más dura que penalizara con multas o incluso
con penas más graves a quienes exceden los límites de una contaminación
razonable. También sabemos que existen formas de incentivar a quienes con-
taminan por medio de exenciones impositivas, subsidios especiales y otros
mecanismos económicos con el fin de que disminuya el efecto negativo que
producen en la naturaleza. Finalmente, existen también nuevas tecnologías
sofisticadas que permiten bajar notablemente los niveles de contaminación.
Sin embargo, ¿quién podría sostener que estas medidas, aún si se las aplicara
en conjunto y bien coordinadas, bastarían por sí solas para detener nuestra
agresión sobre el medioambiente? Pocos hoy dudan de que el factor más
importante para lograr un cambio en la cuestión ambiental radica en la “toma
de conciencia” sobre el valor de la naturaleza y sobre el mal que significa el

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exceso de contaminación para la naturaleza misma y para nosotros como parte


integrante de ese cosmos natural. Precisamente la dificultad mayor en torno a
este tema está en que requiere de un proceso de concientización, es decir, de
una toma de conciencia moral, la cual no es posible manipular desde afuera
ya que depende de la libertad y el fuero interno de cada uno.
Ahora bien, aunque más o menos todo el mundo entiende lo que significa
la palabra ética, no todos estamos de acuerdo en relación a su contenido.
Nos referimos a acciones “éticas” o “antiéticas”, “buenas” o “malas”, pero
no siempre coincidimos en lo que entendemos por bien o mal. Decimos que
un problema o dificultad requiere de un análisis ético o moral –y no puramen-
te legal, técnico o político– pero diferimos en el modo en que tal análisis debe
ser llevado adelante. En tal sentido se abre aquí la cuestión inmensa de las
interpretaciones y teorías existentes acerca de la ética. Por falta de espacio
no podemos abordar aquí todos los aspectos de esta enorme discusión que
ha abarcado toda la historia del pensamiento y ha llevado a largas disputas
en las cuales todavía seguimos envueltos. Sin embargo, intentaremos resu-
mir los aspectos más destacados de la discusión presentando de un modo
general e introductorio apenas algunas de las teorías éticas más importantes.

2.2. El utilitarismo
Una aproximación
Con antecedentes en filósofos de la Antigüedad como Aristipo o Epicuro, el
utilitarismo fue desarrollado sobre todo a partir del siglo XVIII por los filóso-
fos franceses Maupertuis, La Rochefoucauld y Helvetius, el italiano Césare
Beccaria, los ingleses Jeremy Bentham y John Stuart Mill, con una fuerte
influencia sobre la ciencia económica y sobre autores actuales como John
Harsanyi o Peter Singer. Es básicamente una teoría ética basada en la idea
de que el motivo fundamental de la conducta del ser humano es siempre el
de “maximizar su utilidad”, es decir, la obtención de la mayor felicidad, placer
o beneficio con el menor dolor o costo posible. Por esta razón, cualquiera que
sea la acción que estemos realizando o el tipo de persona que seamos –un
corredor de Bolsa, un comerciante o la Madre Teresa de Calcuta– siempre
estamos calculando cuál de los cursos de acción que se nos presentan nos
dará la mayor utilidad con el menor costo. Aunque la Madre Teresa no bus-
cará ciertamente el mayor beneficio monetario como probablemente lo haga
un broker, estará también motivada por la obtención de su máxima utilidad,
entendida tal vez como el beneficio espiritual o psicológico que le proporciona
su altruismo completo hacia los demás.

2.2.1. El panóptico benthamista y la moral como cálculo de


costos y beneficios
Para introducirnos de un modo bien gráfico en lo esencial de esta teoría ética
probablemente no haya mejor ejemplo que el de las cárceles “panópticas”
diseñadas en 1791 por el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham, quien
apuntaba a transformar las prisiones, de oscuros lugares de hacinamiento,
arbitrariedades y torturas en centros de reeducación y resocialización de los
delincuentes. Tal como se ve en la atrapante novela El conde de Montecristo

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de Alejandro Dumas (1802-1870) –en la cual el protagonista, Edmond Dantés,


es enviado como prisionero durante catorce años al castillo de la isla de If– las
prisiones, hasta por lo menos la primera mitad del siglo XIX, eran en general
mazmorras, es decir, calabozos ubicados en la parte subterránea de los cas-
tillos o fortalezas, en donde los prisioneros quedaban en un total aislamiento
y a disposición de guardias despiadados quienes los sometían a todo tipo de
torturas y malos tratos, sin control alguno de otras instancias superiores. La
razón de este tipo de confinamiento residía, principalmente, en que se con-
cebía al sistema carcelario –y al sistema penal en general– sobre todo como
una forma de expiación por medio del castigo de las faltas cometidas por el
delincuente al cual se consideraba casi siempre como irrecuperable. Bentham
va a cuestionar este concepto sosteniendo la necesidad de conseguir la rein-
serción social del delincuente a través del reemplazo de este tipo de prisiones
por las cárceles “panópticas” (del griego pan, que significa “todo” y opticós,
“vista”, es decir, “vista del todo”) diseñadas en forma circular en cuyo centro
se encontraba una torre o lugar de vigilancia alrededor del cual se abrían en
forma radial distintos pabellones en los que se enfilaban las celdas. Estas
últimas, ocupadas por un único prisionero, tenían una ventana que daba hacia
afuera y una puerta que daba hacia el pasillo del pabellón. Ciertamente, estas
prisiones mejoraban notablemente la situación de los prisioneros si se las
compara con las oscuras mazmorras medievales. Sin embargo, lo más impor-
tante de los panópticos era que permitían que todos los prisioneros pudieran
ser observados durante las 24 horas por la vigilancia central en cada uno de
sus movimientos. Esta posibilidad de observación total –que fue el primer
antecedente de lo que luego George Orwell (1903-1950) inmortalizó con su
personaje del Gran Hermano de la novela 1984 y que hoy vemos realizada en
la ubiquidad de las cámaras que observan toda nuestra vida cotidiana– tenía
como fin el realizar de modo sistemático y preciso el proceso de “reeducación”
del delincuente.
El procedimiento para reeducar a los prisioneros debía estar basado, según
Bentham, no en una prédica moral o en una acción de persuasión, sino en un
sistema de estímulos que fuera llevando a los sujetos a pasar de la conduc-
ta delictiva en la que se encontraban a una conducta socialmente funcional.
De hecho, Bentham consideraba que el delito no tenía una explicación moral,
como se creía mayoritariamente en su época, sino que era el resultado de un
cálculo erróneo de utilidad que realizaban los delincuentes. El ladrón no roba
porque no haya sido educado en el valor de la honestidad o en el valor del
trabajo mediante la enseñanza o el ejemplo, sino por la simple razón de que
calcula que le reporta más utilidad obtener un bien hoy sin trabajar que en un
incierto y lejano mañana por medio del trabajo. El objetivo del sistema carce-
lario y del sistema penal debe ser el de ir llevándolo, mediante un estudiado
sistema de “incentivos”, a la conclusión de que le resulte más costoso delin-
quir que ser honesto. El modo de lograrlo es simple: la observación permanen-
te de la prisión panóptica permite ir proporcionando al recluso un sistema de
premios y castigos basados en el esquema del “palo y la zanahoria” (stick and
carrot) que premie las conductas correctas con “placeres” y castigue las inco-
rrectas con “dolores” hasta ir logrando la completa socialización del recluso.
Debido a que en la visión utilitarista los seres humanos siempre funciona-
mos movidos por la simple y férrea lógica del cálculo de costos y beneficios,
Bentham creía que el sistema pensado para las cárceles panópticas –que hoy
llamaríamos de “incentivos”– no solo debía ser aplicado a las cárceles y al

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sistema penal, sino a todo el resto de la vida social. Ciertamente, a partir del
modelo del panóptico diseñado por Bentham, se construyeron la mayoría de
las cárceles del mundo, incluidas muchas latinoamericanas y argentinas (las
dos más conocidas prisiones panópticas argentinas fueron la Penitenciaría
general ubicada en la avenida Las Heras en Buenos Aires, posteriormente
demolida, y el Penal de Ushuaia conservado actualmente como museo). Por lo
demás, como lo demostró el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), el
sistema del panóptico utilitarista fue utilizado como modelo para el diseño y la
administración de fábricas, hospitales y escuelas. Así, el utilitarismo tuvo una
enorme influencia en el mundo entero, no tanto desde el punto de vista ideoló-
gico –ya que siguió siendo una ideología de una minoría intelectual– sino sobre
todo como un modo de pensar difundido y practicado de modo inconsciente.

Foto aérea de la antigua Penitenciaría general ubicada en el barrio de

II Palermo, actualmente Parque Las Heras.

Foto aérea del penal de Ushuaia, que funcionó como cárcel entre 1904

II y 1947.

2.2.2. El utilitarismo materialista y los epicúreos


La moral utilitarista no es otra cosa que la consecuencia, a nivel normativo,
del modo de concebir el funcionamiento de la conducta humana que acabamos
de describir tomando como ejemplo el célebre panóptico benthamista. Para
los utilitaristas la evaluación de la “bondad” o “malicia” de nuestras acciones
se fundamenta simplemente en su utilidad o no utilidad, correspondiendo lo
moralmente bueno a lo útil para el sujeto que realiza la acción y lo moralmente

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malo a lo que no proporcione dicha utilidad. Sin embargo, el acuerdo de todos


los utilitaristas sobre este punto, no implica que no existan entre ellos discu-
siones ni diferencias. Por el contrario, el problema surge cuando se trata de
definir qué se entiende por utilidad, ciertamente un término para nada unívoco.
En efecto, existe una clase de utilitaristas que tienden a interpretar la
palabra utilidad como un beneficio subjetivo vinculado, sobre todo, al placer o
bienestar físico. En tal sentido, la conducta éticamente plausible sería aque-
lla que apunta a maximizar el placer y minimizar el dolor físico. No obstante,
la dificultad surge inmediatamente cuando se pregunta por la naturaleza de
dicho placer y por su duración o extensión temporal. En efecto, si lo éticamen-
te correcto es maximizar el placer físico actual, ¿cuál de los placeres físicos
posibles habrá que elegir? ¿El sexual? ¿El de la comida y la bebida? ¿El del
confort obtenido por la riqueza? ¿El del simple bienestar del cuerpo sin enfer-
medades ni dolencias? Es evidente que la maximización de todos estos place-
res juntos no es posible para el cuerpo humano. En general el cultivo intenso
de alguno de esos placeres impide u obstaculiza la obtención de uno o varios
de los otros placeres ya sea en el momento actual o en el futuro. Un ejercicio
excesivo del placer sexual o de la bebida lleva inevitablemente a la pérdida de
otros placeres presentes o futuros. Por lo tanto, hay que elegir o por lo menos
jerarquizar el orden y medir la intensidad en que se perseguirán los placeres.
Pero, ¿con qué criterio se realizará dicha elección u ordenación? Estas eran
precisamente las preguntas que se hacían en la Antigüedad los filósofos epi-
cúreos, los cuales si bien consideraban al placer como un elemento esencial
de la ética, pensaban que no era lícita ni recomendable la “maximización” de
ningún placer particular. Por el contrario, recomendaban buscar todos los pla-
ceres en una medida moderada, de modo que no obstaculizaran el desplie-
gue general de las capacidades humanas. Pero esto ya implica de algún modo
superar el utilitarismo físico para pasar a un tipo de utilitarismo más elevado
o “ampliado” que considera no solo el placer físico máximo de aquí y ahora
sino un tipo de bienestar más general en el que la maximización del placer y
la minimización del dolor físicos no sean el único criterio.

2.2.3. John Stuart Mill y el utilitarismo psicológico


John Stuart Mill (1806-1873) fue tal vez uno de los discípulos que más difun-
dió el utilitarismo de Bentham y probablemente también quien más hizo para
tratar de solucionar los aspectos más excesivos y contradictorios de esta
teoría. Ciertamente aceptaba la idea benthamista de que nuestra conducta
está destinada fatalmente a la búsqueda de la máxima utilidad al menor costo
y de que toda moral no podía sino estar basada en esta, para él, indudable
evidencia. Sin embargo, consideraba que el error de Bentham había estado,
en subestimar las preguntas por la naturaleza de esta utilidad y en haber
creído que cualquiera fuera lo que cada uno entendiese por la misma, podría
ser obtenida sin obstáculos ni problemas en la medida en que se dispusieran
los estímulos necesarios mediante un claro y eficiente sistema de premios y
castigos.
Como se sabe Stuart Mill fue criado y educado por su padre James Mill,
filósofo y economista como él, bajo la supervisión de Jeremy Bentham, íntimo
amigo del segundo. Tal como lo relata el propio Stuart Mill en su Autobiografía,
ambos educadores aplicaron con gran éxito la teoría utilitarista de premios y
castigos sistemática y cuidadosamente administrados sobre John, logrando

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que este se convirtiera, a muy corta edad, en un niño prodigio que aprendía
con facilidad todos los idiomas y escribía tratados de matemática, filosofía y
economía. Sin embargo, en el capítulo V de esa misma obra, Stuart Mill rela-
ta el momento dramático de su vida en el cual, precisamente cuando estaba
consiguiendo los máximos logros como conocido pensador, político y econo-
mista fruto de la educación utilitarista recibida, cayó en una profunda depre-
sión. Durante largo tiempo se preguntaba por qué, a pesar de tenerlo todo, se
sentía tan miserable y vacío. Solo pudo obtener una respuesta al frecuentar la
poesía de los escritores románticos a través de los cuales descubrió la dimen-
sión afectiva y sentimental de la vida, la cual, para él, había sido hasta ese
entonces completamente desconocida. A partir de ese momento, sin renun-
ciar nunca al utilitarismo, Stuart Mill se dedicó a la tarea de “ampliarlo” con-
virtiéndose en uno de los fundadores del llamado “utilitarismo psicológico”.
El utilitarismo psicológico sostenido por John Stuart Mill estaba basado
en la idea de que, si bien el ser humano busca siempre la utilidad entendida
como placer, existen placeres bajos (lower pleasures: físicos) y placeres eleva-
dos (higher pleasures: morales e intelectuales) y por tanto la verdadera moral
utilitarista consiste precisamente en priorizar los segundos con relación a los
primeros. Contradiciendo a su mentor Jeremy Bentham quien sostenía que
“en tanto la cantidad de placer sea igual, el juego del push-pin es tan bueno
como la poesía” y consideraba por tanto que si la mayoría de la gente prefería
beber en las tabernas antes que disfrutar de una noche en la ópera, la socie-
dad debía proporcionar los medios para que las tabernas se multiplicaran,
Stuart Mill declaraba que “es mejor ser un ser humano insatisfecho que un
cerdo satisfecho”. Así, creía que eran más útiles para la sociedad los placeres
elevados que los bajos y que por tanto era necesario proporcionar incentivos
para promover los primeros por sobre los segundos.
Evidentemente, este tipo de utilitarismo implica establecer una jerarquía
entre los diversos tipos de utilidad, priorizando los placeres psicológicos por
sobre los del cuerpo. Pero esto trae, a su vez, otros problemas que el propio
utilitarismo psicológico no siempre considera, en especial, el de la naturaleza
mucho más compleja de estos “placeres”. En efecto, en tanto los placeres
físicos se obtienen en general mediante la simple utilización instrumental de
medios externos –sexo, comida, bebida– que permiten alcanzar una determi-
nada reacción orgánica interna, los placeres psicológicos o espirituales no se
logran apelando a esta simple instrumentalización sino que requieren un aná-
lisis mucho más complejo que obliga a salir de la pura dimensión subjetiva y
apelar a la dimensión relacional y social de la utilidad.

2.2.4. Las aporías del utilitarismo social


Ciertamente, la dimensión social está presente en todos los utilitaristas. De
acuerdo a Bentham es necesario promover no solo la máxima utilidad indi-
vidual, sino lo que él denomina “la mayor felicidad para el mayor número”.
Bentham entiende por felicidad, como sabemos, todo tipo de utilidad o placer,
con tal que resulte satisfactorio para el sujeto. Allí no hay por tanto ningún juicio
de valor como el que pretendía introducir, por ejemplo, Stuart Mill. Se trata de
que cada uno elija “lo que le da más placer” como se suele decir actualmente.
Por otra parte, la dimensión social de dicha utilidad se reduce para Bentham
también a algo muy sencillo: se trata simplemente de “sumar” las utilidades
individuales de la mayoría. Sin embargo, esta formulación, aparentemente tan

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simple de Bentham, lleva, por un lado, a los problemas de jerarquización de


los distintos tipos de utilidades ya señalados por muchos autores utilitaristas,
como Stuart Mill. Pero hay aquí también un segundo problema que es de la
combinación de las utilidades a nivel social. En efecto, ¿es posible resolver el
problema de la “utilidad social” tan solo sumando las utilidades individuales
de la mayoría? Como es evidente esta forma de utilitarismo social olvida, en
primer lugar, a quienes están afuera del “mayor número”. En la medida en que
la mayoría tenga lo que quiere, no importa que haya una minoría insatisfecha.
Pero, ¿con qué criterio se puede realizar esta exclusión? Bentham diría que
esto se debe simplemente al hecho de que no se puede conformar a todos.
Del mismo modo en que a nivel individual toda maximización de un tipo de
utilidad supone sacrificar otras utilidades, a nivel social la utilidad de unos se
logrará gracias al sacrificio de la utilidad de otros. De todos modos, este tipo
de utilitarismo no responde nunca con suficientes argumentos a la pregunta
por la justificación última de tal decisión a nivel colectivo cuando, en principio,
todas las utilidades individuales están igualmente justificadas.
Por otro lado, aún admitiendo que fuera legítimo realizar un cálculo tal que
una minoría quedara excluida con tal que se obtuviera la máxima utilidad para
el mayor número, ¿realmente es posible realizar este cálculo? ¿Cómo se eva-
lúan, aún en términos puramente cuantitativos, las utilidades obtenidas o
que pueden obtener una multitud de personas? ¿Qué valor numérico se le da
a un placer físico o psicológico? ¿Cómo se establece una comparación entre
las satisfacciones de unos con las de otros? Más aún, ¿cómo se obtiene la
información sobre estas satisfacciones? ¿Es posible medirlas empíricamen-
te? Todas estas preguntas ponen en graves aprietos al utilitarismo como teo-
ría de ética social y llevan a explorar otros tipos de utilitarismo aún más com-
plejos y sofisticados.

2.2.5. Utilitarismo y economía


Tal vez una de las formas más persuasivas por las que ha penetrado la moral
utilitarista en la sociedad moderna es la de la economía. En principio, casi nin-
gún economista se declara partidario de la ética utilitarista. No obstante, gran
parte de la ciencia económica moderna está influida por una serie de supues-
tos utilitaristas tanto en la teoría como en la práctica. En la teoría económica
neoclásica el principal supuesto epistemológico es el de la maximización de
la utilidad como explicación para la conducta de consumidores, trabajadores,
empresarios, financistas y comerciantes. Bajo el ropaje de la neutralidad
valorativa que se supone que tiene la ciencia, la mayoría de los economistas
basan sus análisis en la idea de que las personas buscan en sus actividades
económicas –e incluso en todo el resto de sus actividades en general– el
máximo beneficio al menor costo. Ciertamente los economistas neoclásicos, al
igual que Bentham, se declaran incompetentes para juzgar acerca de la natu-
raleza o del valor de las utilidades buscadas por los individuos, calificándolas
como preferencias completamente subjetivas en principio de valor equivalente.
Ahora bien, a diferencia de muchos utilitaristas que permanecen enredados
en aporías interminables con respecto al modo de justificar la distribución
social de las utilidades, los economistas neoclásicos consideran que tales
problemas se solucionan apelando a un mecanismo fundamental: el mercado.
En tanto los utilitaristas sociales realizan en general cálculos de todo tipo
para demostrar que tal o cual distribución de utilidades es la que produce el

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máximo grado de utilidad a nivel social y apelan a un sistema de incentivos


instrumentado por el Estado para lograrlo, los economistas neoclásicos creen
evitar completamente este problema sosteniendo que el libre intercambio de
los individuos bajo condiciones de competencia proporciona naturalmente
dichos incentivos sin necesidad de realizar ningún cálculo social distributivo.
De hecho, si bien el mercado no juzga acerca del valor de las preferencias de
los agentes económicos, el solo mecanismo de precios va acompañando las
distintas valoraciones y estableciendo una jerarquía distributiva. El cálculo del
economista no consiste entonces en justificar un tipo u otro de distribución,
sino en prever, de acuerdo a los antecedentes existentes de las conductas
anteriores registradas en los distintos mercados y utilizando modelos de con-
ducta general predefinidos, el modo en que los mismos mercados presumible-
mente tenderán a distribuir las utilidades en el futuro.
Esta “solución” de mercado parece evitarle al economista neoclásico el
tener que involucrarse en justificar la posición utilitarista desde el punto de
vista ético. Sin embargo, este recurso no hace más que posponer el problema.
Si bien es cierto que el mercado tiene una capacidad distributiva de hecho,
esto no significa que quede siempre y por esta sola condición fáctica éticamen-
te justificada. En realidad, buena parte de los economistas neoclásicos han
explicado que los mercados también “fallan”, con lo cual se quiere expresar
que en ocasiones destruyen más utilidad de la que se podría producir en con-
diciones normales y requieren por tanto de intervenciones estatales para ser
compensadas. Por otra parte, han surgido en las últimas décadas todo tipo
de objeciones desde adentro de la propia teoría neoclásica que cuestionan la
neutralidad valorativa de los llamados “mecanismos de mercado” los cuales,
en realidad, están cargados de decisiones éticas implícitas que influyen en
la formación de los precios y, por lo tanto, en el resultado distributivo de los
mercados. De este modo, a pesar de las mediaciones que, como el mercado,
parecen reducir el problema ético a un mecanismo, en realidad vuelven a sur-
gir las mismas preguntas que el utilitarismo en general y el utilitarismo social
en particular habían dejado sin responder.

2.2.6. El sentimentalismo o la moral de la simpatía


Antes de que surgieran las formas de utilitarismo benthamista y neoclásico,
una tradición de pensamiento de origen escocés, al mismo tiempo que com-
partía algunos de los fundamentos de lo que después sería el utilitarismo
ético, intentaba superar ante litteram muchos de sus previsibles problemas y
aporías. Esta escuela ética llamada “sentimentalista” se desarrolló durante
el siglo XVIII especialmente por una serie de filósofos escoceses e ingleses
como David Hume (1711-1776), Robert Hutcheson (1694-1746) y Adam Smith
(1723-1790), entre otros. Si bien todos atribuían gran importancia a lo que
denominaban el “interés propio” (self-interest) como base explicativa de la
conducta humana, este concepto se diferenciaba en muchos aspectos del
de utilidad enseñado por los filósofos franceses e italianos contemporáneos
a ellos, que sería luego desarrollado por Jeremy Bentham y los utilitaristas
posteriores. Es conocida la tesis de Adam Smith de que la búsqueda del pro-
pio interés lleva tanto al bien particular como al bien común de la sociedad.
Sin embargo, también es cierto que Smith nunca entendió la idea del interés
propio como puro egoísmo o como la búsqueda de cualquier tipo de beneficio
individual. Por lo demás, si bien Smith también apela al mercado como forma

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de distribución de los beneficios a nivel colectivo, no lo reduce a un mero


mecanismo, dejando de lado cualquier consideración ética, como harían des-
pués los economistas neoclásicos. De hecho, en su libro La Riqueza de las
Naciones introduce todo tipo de juicios de valor por los que intenta distinguir
aquellas formas de utilidad mejores de otras peores al modo en que luego lo
haría John Stuart Mill.
Pero es especialmente en su obra Teoría de los sentimientos morales donde
Adam Smith introduce una dimensión que lo aleja del utilitarismo puramente
individualista y racionalista posterior. Para este autor, además del interés indi-
vidual, es necesario considerar sentimientos como la simpatía o la benevo-
lencia para entender la conducta humana. En tanto por el interés propio bus-
camos nuestra propia satisfacción, la presencia de los sentimientos morales
nos lleva a considerar a los otros como un factor esencial de nuestras vidas
y, por tanto también de nuestras decisiones. De allí que el análisis ético, que
en el utilitarismo posterior se reducirá a la manera de hallar la forma de maxi-
mizar la utilidad, entre los sentimentalistas incluye a la utilidad propia pero
también a la de las otras personas , por el efecto sentimental que nos produ-
ce. En otras palabras, para los sentimentalistas es necesario complementar
el interés propio con el sentimiento por los otros, el cual debe permear todas
nuestras actividades individuales y sociales.
Por otra parte, los sentimentalistas intentan ir más allá del mero cálculo
de utilidad social o de los mecanismos del mercado para implementar una
distribución de los beneficios en la sociedad. Consideran que la simpatía que
nos hace “sentir con el otro” y la benevolencia, que nos hace “querer el bien
del otro” son bienes fundamentales que deben estar presentes en el “cálcu-
lo social”. En realidad, dichos sentimientos no son ya meras utilidades sub-
jetivas sino formas de relación que vinculan a los individuos y que no pueden
faltar cuando se considera el bien total de la sociedad.
En una palabra, los sentimentalistas argumentan, en general, que los sen-
timientos morales requieren ser satisfechos para que el individuo se encuen-
tre satisfecho, y como estos implican la satisfacción de los demás, la satis-
facción sentimental propia siempre requiere del bienestar del otro. A su vez,
creen que dichos sentimientos rompen la lógica de la mera utilidad individual
y amplían el principio del interés propio y de la utilidad, lo cual permite a los
sentimentalistas superar algunos de los problemas propios del utilitarismo.

PARA REFLEXIONAR

Cabe preguntarnos: ¿puede la sola satisfacción de un sentimiento jus-

PP tificar una decisión ética? ¿No es el sentimentalismo otra forma más


de utilitarismo velado? ¿Hay, en realidad, en las éticas de la compa-
sión y la benevolencia algo más que subjetivismo y, por lo tanto, un
utilitarismo más o menos disfrazado de altruismo?

1.

KK Lea atentamente la siguiente selección de textos de Teoría de los senti-


mientos morales, de Adam Smith y responda las preguntas finales.

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63

LECTURA OBLIGATORIA

Smith, A. “Sección I y Sección II”, [en línea]. En: Teoría de los sen-

OO timientos morales. Fondo de Cultura Económica. 2004. Disponible en:


<http://www.textosdigitales.com.ar/CP/CICLO_BASICO/2.007_-_
Teoria_Politica_II/Smith_-_Teoria_de_los_Sentimientos_Morales.
pdf> [Consulta: 26/05/2014].  

a. ¿En qué consiste, según Adam Smith, la simpatía?


b. ¿Cómo surge la ética a partir de este sentimiento moral?
c. ¿Cuáles son los principales tipos de virtud según Smith?
d. ¿Considera que los argumentos de Smith son suficientes para fundar
la moral? Sí-No. ¿Por qué?

2.

KK Para profundizar. Lea atentamente la selección de ¿Por qué actuar moral-


mente?, de Peter Singer y responda las preguntas finales.

LECTURA OBLIGATORIA

Singer, P. “Capítulo 12”, [en línea]. En: por qué actuar moralmente.

OO Alianza editorial. Disponible en: <http://www.alcoberro.info/pdf/


singer9.pdf> [Consulta: 26/05/2014].

a. ¿Qué opiniones recoge Singer para responder esta pregunta? Señale


por lo menos dos.
b. ¿Cómo relaciona Singer la pregunta por la ética con la pregunta por
el sentido?
c. ¿Puede decirse que la postura de Singer es utilitarista? ¿Por qué?
d. ¿Le parece que Singer realiza una fundamentación suficiente de la
moral?

LECTURA OBLIGATORIA

Bentham, J. (2003), Introducción a los principios de moral y legislación,

OO Colección Clásicos del Pensamiento, Madrid, Capítulo I.


Stuart Mill, J. (2008), Autobiografía, Alianza, Madrid, Capítulo V.
Stuart Mill, J. (2008), El utilitarismo, Alianza, Madrid, Capítulo I.
Smith, A. (2004), La teoría de los sentimientos morales, Alianza,
Madrid, Capítulo I, Sección 1 y 2. 

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2.3. El kantismo
2.3.1. Ajustando la hora con el reloj de Kant: una ética basada
en principios
El representante más conocido de la llamada “ética de los principios” o “deon-
tologismo” fue el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) quien enseñó
filosofía toda su vida en Königsberg, sin salir nunca de la ciudad. Sin embargo,
su capacidad intelectual era tal que se decía que conocía perfectamente las
características de las principales capitales europeas, a las que había estu-
diado en mapas, planos y libros. Por otra parte, Kant era sobre todo un admi-
rador de las nuevas ciencias modernas, especialmente la físico-matemática.
Su amor por la exactitud matemática era tan conocido que los habitantes
de Königsberg ajustaban la hora de sus relojes de acuerdo al horario en
que él realizaba su caminata matutina desde la casa en la que vivía hacia la
Universidad.
Kant consideraba que las ciencias físico-matemáticas eran el único cono-
cimiento cierto que poseen los seres humanos. Para demostrarlo, escribió su
célebre Crítica de la razón pura en la que sostiene que es imposible para el
hombre conocer más allá de la experiencia que le proporcionan los sentidos,
la cual es ordenada por medio de las formas y categorías a priori de la mente,
constituyendo los objetos de conocimiento que son la base de las ciencias
físico-matemáticas. De este modo, si bien Kant era muy optimista acerca de
las posibilidades de las ciencias empíricas modernas volcadas al estudio de
los fenómenos naturales, era en cambio escéptico respecto de la posibilidad
de conocer lo que él denominó el noumenon, es decir, la “cosa en sí”, la cual
permanece, en su opinión, siempre desconocida para el hombre. Así, las gran-
des preguntas sobre el yo, el mundo o Dios, si bien proceden, según Kant, de
una tendencia natural de nuestra inteligencia, no llegarán a ser nunca respon-
didas ya que carecemos de datos empíricos para comprobar o refutar su exis-
tencia. Con esta conclusión quedaba definitivamente dejada de lado la llamada
rama “metafísica” (es decir, la que va “más allá de la física”) de la filosofía al
mismo tiempo que se exaltaba el valor de las ciencias positivas y empíricas.
No obstante, el filósofo de Königsberg era consciente de los problemas que
esta preferencia por las ciencias positivas podría traer a otra rama fundamen-
tal de la filosofía: la ética. En efecto, si bien Kant –quien llevaba un apellido
de origen escocés que se escribía originalmente “Cant”– era un admirador de
los filósofos empiristas, especialmente de David Hume, quien, como él mismo
señala en la introducción a la Crítica de la razón pura, lo había “despertado de
su sueño dogmático” –es decir del sueño de la metafísica–, esta admiración
no llegó al punto de llevarlo a asimilar su ética, que reducía el bien y el mal
moral al interés, la utilidad y el sentimiento. Por el contrario, precisamente
el proyecto de Kant, basado en su adhesión al Iluminismo y desarrollado en
la Crítica de la razón práctica, era el de fundar una nueva ética que denominó
“autónoma” que debía ser independiente tanto de todo tipo de fundamentos
metafísicos –que había rechazado en su anterior Crítica– como del subjetivis-
mo y el relativismo a los que conducía , en su opinión, la ética utilitarista. En
efecto, el filósofo alemán consideraba que el defecto de casi todas las teorías
éticas consistía en haber partido de algún tipo de fundamentación exterior al
sujeto, a la que él llamó “heterónoma” (de heteros, “otro” y nomos, “ley”, es
decir, una ley dada por otro). Por otra parte, Kant creía que la moral debía ser

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independiente de cualquier fundamentación “material” –el cuerpo, los senti-


mientos o la sociedad. De allí que su propuesta fue la de fundar una ética
“autónoma” (autos, “sujeto” y nomos, “ley”, es decir, una ley dada por el pro-
pio sujeto) y “formal” –basada en principios completamente independientes
de cualquier instancia externa y material.

2.3.2. ¡Hombre al agua!


Motivado por el ideal iluminista de autonomía frente a cualquier instancia
superior a la libertad humana y probablemente influido por sus orígenes fami-
liares protestantes, Kant creía que la ética debía construirse de un modo com-
pletamente independiente de cualquier tipo de necesidad, utilidad o inclinación
física, psicológica, económica o social. La moral de una persona no puede,
en su opinión, ser evaluada por sus efectos, resultados o consecuencias,
sino por el hecho de estar de acuerdo con el único parámetro válido para
Kant: la ley moral. Pero, ¿de dónde viene esta ley? De acuerdo al filósofo de
Königsberg, la ley moral no surge de la utilidad, el interés o cualquier otro
beneficio para alguien sino que es un principio absoluto que brota de lo que
él llama el “imperativo categórico” de la libertad humana. A diferencia del
“imperativo hipotético” que dice “debes obrar de tal o cual modo si quieres
obtener tal o cual fin o beneficio”, el imperativo categórico dice “debes obrar
de tal o cual modo más allá de cualquier finalidad, beneficio o sacrificio que
tengas que hacer”. En otras palabras, en tanto el primer imperativo construye
el deber moral con relación al fin o resultado que a través de él se piensa
obtener, el segundo imperativo considera que el deber moral se basta a sí
mismo y no puede estar subordinado a ningún resultado externo.

El profesor de filosofía argentino Adolfo Carpio (1923-1996) da como

xx ejemplo clásico, para explicar la concepción kantiana de la ética, cuatro


acciones posibles de un hombre frente a otro hombre que se está aho-
gando en un río.
1) Supongamos que, en un primer caso, quien pasa a la vera del río es
alguien que debe una importante suma de dinero a quien se está aho-
gando. Por esta razón, sigue de largo y lo deja ahogarse. Esta acción
sería claramente inmoral para Kant porque, debido a su interés en
no pagar el dinero, actúa contra el deber moral de salvarlo.
2) Un segundo caso podría ser el exactamente contrario. Ahora quien se
ahoga debe al que pasa una suma importante de dinero. Si el acree-
dor se tira a salvarlo, su acción no puede ser calificada como inmoral
para Kant, pero tampoco como una acción éticamente buena por la
sencilla razón de que su obrar no es “puro”, es decir, no es hecho por
deber sino que está contaminado por su interés en salvar a su deudor
para poder cobrar el dinero. Se trata para Kant de un acto moralmen-
te neutro, es decir, ni bueno ni malo.
3) Una tercera opción podría ser que el que se está ahogando es alguien
muy amado por el que pasa. El acto de salvarlo sería ciertamente,
según Kant, una acción de acuerdo al deber, pero no moralmente
buena ya que también está contaminada por la inclinación del amor.
4) Finalmente podría ser que el que pasa no conoce en absoluto a quien
se está ahogando: no le debe dinero, ni este a él: no tiene ningún

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interés en salvarlo o no salvarlo. Más aún, incluso podría ser que


quien se está ahogando sea un acérrimo enemigo del que pasa. Sin
embargo, este último, yendo en contra de su repugnancia a salvarlo,
se tira al agua y lo salva. Solo en este último caso, dado que la acción
es realizada exclusivamente siguiendo el deber, es decir, guiada por
un imperativo categórico puro, no contaminado por ninguna incli-
nación e incluso en contra de esta inclinación, se puede decir que se
trata de una acción moralmente buena.
Así, concluye Carpio “el valor moral de la acción, entonces, no reside
en aquello que se quiere lograr, no depende de la realización del obje-
to de la acción, sino que consiste única y exclusivamente en el principio
por el cual se realiza, prescindiendo de todos los objetos de la facultad
de desear” (Carpio, 1980: 253).

2.3.3. Un paseo equivocado: autonomía y rigorismo


De acuerdo a Kant, las normas morales no surgen de la realidad –ya sea física,
psicológica o social– sino que son el resultado de la decisión libre y autónoma
del sujeto que es el creador de la ley moral independientemente de la realidad
externa. En efecto, es el individuo quien se autoimpone lo que Kant llama las
“máximas” y a partir de estas, las leyes que deben guiar su acción que no
son otra cosa que el imperativo categórico ya señalado pero aplicado a una
cuestión o tema particular. Por ejemplo: la máxima moral “no mentirás” y la ley
moral general de ella derivada no pueden ser el resultado de la comprobación
empírica de los inconvenientes que cause mentir y ni siquiera del daño que
mentir pueda provocar en los demás, sino de mi decisión libre y autónoma de
adoptar esa máxima en todas y cada una de mis acciones de modo que se
convierta en una ley moral absoluta y sin excepciones.

Una anécdota de la vida de Kant ilustra bastante bien el sentido rigoris-

xx ta y completamente independiente de la realidad que para este filósofo


deben tener las máximas y leyes morales.
Se dice que él había establecido para sí mismo una máxima por la cual
se obligaba a repetir a diario una determinada rutina de trabajo que no
admitiera excepciones ni cambios. Sin embargo, en una ocasión, uno
de los notables de la ciudad detuvo su carruaje a su lado invitándolo a
dar un paseo, rompiendo así imprevistamente, su rutina habitual. Kant
cedió aceptando el ofrecimiento. Sin embargo, al final del día, escribió
sentado en su escritorio una nueva máxima por la cual se obligaba de
allí en adelante a seguir su rutina sin admitir excepciones.
En una palabra, una vez adoptada una máxima de acción, esta debe
ser obedecida de modo completo ya que admitir que alguna otra razón
externa a la propia libertad autónoma pudiese contradecir sus decisio-
nes, implicaría destruir la fuente misma de la ética que no se encuentra
fuera sino dentro del sujeto.

En tal sentido, así como en el ámbito del conocimiento Kant realizó un verdade-
ro giro copernicano por el cual ya no es el ser de las cosas el que determina al
pensamiento –como pensaban casi todos los filósofos incluido él mismo– sino
que es el pensamiento el que determina al ser; de modo análogo, en el campo

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67

de la ética, Kant considera que la ley moral no proviene de las cosas sino del
sujeto libre y autónomo que la determina con su decisión independientemente
de la naturaleza de la situación o de las circunstancias en que se encuentre.

2.3.4. Auge y caída de la moral kantiana


A pesar de estas características rigoristas, que hoy la hacen impopular, la
moral kantiana tuvo una fuerte aceptación en el mundo, especialmente duran-
te la segunda mitad del siglo XIX, en la llamada época victoriana, y la primera
mitad del siglo XX, hasta encontrar un final abrupto en la década de 1960. Se
adaptaba muy bien a una sociedad crecientemente secularizada, que recha-
zaba la injerencia de las autoridades eclesiásticas en materia moral, pero
que al mismo tiempo deseaba mantener un orden moral fuerte no basado en
doctrinas religiosas. Además, la moral kantiana se adecuaba al requerimiento
de disciplina de una sociedad industrial que exigía un fuerte sacrificio de los
deseos inmediatos con el fin de poder lograr los objetivos de productividad y
bienestar que se anhelaban para el futuro. De este modo, si bien la burguesía
vivía de hecho en buena parte guiada por un estilo de vida crecientemente
utilitarista –y en círculos exclusivos, marcadamente hedonista y libertino– al
mismo tiempo reforzaba el orden social por medio de un estilo de vida kantia-
no a otros respectos.
Sin embargo, el éxito de esta ética no se limitó a las clases medias y altas.
También se expandió fuertemente en los sectores populares de las ciudades
industrializadas e incluso del campo en donde la moral popular, basada hasta
entonces en tradiciones religiosas y costumbres ancestrales, fue fuertemente
penetrada por un sentido del deber y del rigor predicado –aunque no siempre
practicado– por la burguesía dirigente. En la Argentina esta moral fue carac-
terística especialmente de los inmigrantes, muchos de los cuales, obligados
por las circunstancias a valerse por sí mismos, mostraban una intransigencia
y un rigor en el cumplimiento de lo que consideraban sus deberes y sus prin-
cipios que marcó a toda una generación y a otras generaciones subsiguientes.
Un primer resquebrajamiento del fuerte consenso social de la moral kantia-
na en la sociedad se dio especialmente después de la Primera Guerra Mundial,
en la que el sentido absoluto del deber que animó a los soldados que iban a
la guerra, quedó fuertemente debilitado por las matanzas masivas y sin senti-
do de esa contienda. Esta situación abrió los ojos de muchos frente a un tipo
de moral que obligaba a cumplir órdenes de modo categórico sin reparar en
las consecuencias y circunstancias reales. Así, en el período de entreguerras
–especialmente durante la década de 1920, los célebres “años locos”– buena
parte de la sociedad abandonó esta moral. Pero fueron la crisis del treinta, la
Segunda Guerra Mundial y los horrores del nazismo –una forma de totalitaris-
mo en la cual la obediencia ciega al deber también jugó un gran papel– los que
sepultaron definitivamente al kantismo como moral prevaleciente, al menos en
Occidente. A pesar de los intentos de su restauración en la década de 1950
–no solo en Occidente sino en el mundo comunista en que se intentó refor-
zar a sangre y fuego la moral estalinista y maoísta– la moral desarrollada por
Inmanuel Kant fue definitivamente desplazada como modo de comportamien-
to general por el advenimiento simultáneo de la sociedad de consumo y de la
revolución sexual y libertaria de la década de 1960 a partir de las cuales no
se aceptaría más un tipo de moral basada en el puro deber y divorciada de las
necesidades y deseos de las personas.

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2.3.5. Aporías de la ética kantiana o el regreso de lo reprimido


A pesar de que la ética kantiana –llamada también moral del deber, de los
principios o teoría deontológica de la ética– parece oponerse completamente a
las teorías utilitaristas que subordinan las normas a las necesidades o deseos
individuales y sociales, si se la analiza con más detenimiento, no deja de abrir
algunos flancos a partir de los cuales puede establecerse una comunicación
entre ambas. De hecho, el mismo Kant, quien quería a toda costa evitar los
problemas de fundamentación de la ética que aquejan al utilitarismo –como
el relativismo y el subjetivismo–, elaboró, sin embargo, las reglas de funda-
mentación del imperativo categórico que debería seguir todo individuo sobre la
base de criterios que dejan bastante de lado su intención de evitar cualquier
contacto por parte del sujeto libre y autónomo con la realidad externa.
En efecto, al formular la regla de legitimidad de una máxima, Kant sostiene:
“Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
torne ley universal”. Pero, ¿cómo puedo establecer esto si no es apelando a
la realidad, es decir, a las consecuencias que una máxima pueda tener en los
hechos? Por ejemplo, si me obligo a mí mismo con la máxima “no mentirás”,
esto es posible porque antes comprobé que mentir, es decir, su contrario, no
podría ser jamás una ley universal. ¿Por qué razón? Porque si todo el mundo
mintiera sería imposible la comunicación humana, la sociedad, etc. Pero, ¿es
esta una fundamentación “pura” y “autónoma” de dicha máxima o proviene
de mi experiencia de la realidad que me hace prever consecuencias negativas
de una máxima moral que permitiera mentir si se adoptara como ley univer-
sal? ¿Adónde quedó, pues, el carácter categórico del imperativo si este, en
definitiva, depende de sus consecuencias externas?
Algo similar ocurre con otra de las reglas que Kant sostiene: “Obra de tal
modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cual-
quier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
medio”. Evidentemente aquí no se trata de una pura regla formal sin relación
alguna con un contenido material. El filósofo alemán introduce de manera evi-
dente el concepto de “persona”, de orígenes griegos y romanos, y convertido
en el eje central de la ética judeo-cristiana, el cual tiene como supuestos la
aceptación de una doctrina filosófica –e incluso metafísica– determinada. Esto
va, a todas luces, en contra de lo que se había propuesto al escribir la Crítica
de la razón práctica, es decir, fundar una ética completamente independiente
de la metafísica, la cual, por otra parte, había ya declarado en su otra crítica
como un saber inaccesible, al menos en esta vida. ¿Por qué entonces intro-
ducir este concepto, justamente, como base de las reglas para sostener toda
la moral? Parece claro que a Kant no le resultó suficiente fundar su ética solo
en el sujeto autónomo y temió lo que después terminó haciéndose realidad
en la filosofía de Nietszche (1844-1900): que el sujeto autónomo se convirtie-
ra en el superhombre, es decir, que la moral del deber derivara en una moral
del poder. Kant estaba en lo cierto al temer por su propia creación –ya que
una moral completamente dependiente de la libertad y sin límites en lo real
era realmente algo demasiado riesgoso– pero la introducción forzada de un
concepto como el de persona terminó por poner en duda la posibilidad real de
fundar una ética puramente formal y autónoma.

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2.3.6. Kantismo, política y economía


Más allá de su decadencia como moral aceptada y vivida por la sociedad, el
kantismo siguió siendo en las últimas tres décadas la teoría a la que se sigue
apelando para realizar propuestas que intenten poner un límite al utilitaris-
mo reinante. En el ámbito del pensamiento contemporáneo se destacan por
ejemplo Jürgen Habermas (1929) y John Rawls (1921) en el intento de elabo-
rar teorías sociales basadas en buena medida en la ética kantiana, aunque
adaptadas para ser conjugadas con otras teorías éticas como el utilitarismo
o el pragmatismo.
En el caso de Habermas, su propuesta de organización de la sociedad
surge en relación con el creciente predominio de la racionalidad instrumental
que amenaza con convertir todos los valores humanos y sociales en puros
medios para la expansión de la utilidad económica y tecnológica. Como forma
de contención a la fragmentación incesante de los diversos sistemas en que
se despliega la racionalidad utilitarista, Habermas propone en su Teoría de la
acción comunicativa, un nuevo tipo de racionalidad basada en la comunicación
y el diálogo según la cual se establezcan reglas pragmáticas y éticas para el
funcionamiento social. Si bien este filósofo no apela al imperativo categórico
en su forma original, su propuesta de una comunidad comunicativa apunta a
establecer una ética social que incluye el juego de intereses y necesidades
que se da en la sociedad y en la economía, pero regidos por una serie de
supuestos o mandatos universales de evidente origen kantiano.
En cuanto a Rawls, su Teoría de la Justicia apunta sobre todo a poner las
bases éticas y prácticas de las sociedades actuales, marcadas por el doble
conflicto del reconocimiento de los derechos y de la distribución de la riqueza.
Para ello Rawls elabora una serie de reglas y postulados, a través de los cua-
les intenta estructurar un orden social basado en la justicia. Pero lo original
de Rawls, y que lo vincula a la ética kantiana a la que estamos haciendo refe-
rencia, es el hecho de que pretende evitar incluir en su teoría cualquier tipo de
consideración “material”, manteniéndose neutral de las distintas teorías filo-
sóficas y políticas. Este proyecto, sin duda difícil, está basado en lo que este
filósofo denomina “el constructo kantiano” de su teoría, sobre el cual busca
fundar un liberalismo político puramente procedimental, es decir, no basado
en una concepción material del bien o de la justicia que se procura obtener.
De este modo, bajo la forma de nuevas teorías sociales y políticas, la ética
kantiana sigue muy presente en la actualidad. Si bien en la ciencia económica
continúa predominando la influencia del utilitarismo, supuesto implícito de la
teoría económica neoclásica todavía dominante en la academia y en la prácti-
ca, en el mundo de la empresa y la enseñanza del management se ha abierto
paso otra vez la ética kantiana con la denominación de “deontología”, llegan-
do muchas veces a plasmarse en la forma de códigos de ética y otras formas
de codificación de normativas éticas inspiradas en esta tradición. Pero el pro-
blema que suele presentarse a esta concepción de la ética es hoy similar al
que se le objetó en su momento al mismo Kant: ¿cómo se sostiene una ética
puramente autónoma y formal, sin apelar a otros fundamentos que la sola
libertad del sujeto? ¿No abre una moral de este tipo el camino a una forma de
acción que no debe en el fondo rendir cuentas a nadie más que a sí mismo, al
utilitarismo y subjetivismo que Kant tanto aborrecía? Si se analizan las crisis
económicas de las últimas décadas, puede verse que en muchos casos fue-
ron precedidas ciertamente por un auge de una práctica inconsciente de las

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70

teorías utilitaristas. Sin embargo, también es verdad que se adoptaron reglas


“kantianas” con el fin de contener las tendencias utilitaristas dominantes
–como los códigos de ética, etc.– que no fueron de ningún modo suficientes
para evitar los excesos que llevaron a la debacle final.

3.

KK Lea atentamente este texto y responda las preguntas finales.

CC
La moralidad es, pues, la relación de las acciones con la autonomía de la vo-
luntad, esto es, con la posible legislación universal, por medio de las máximas
de la misma. La acción que pueda compadecerse con la autonomía de la vo-
luntad es permitida; la que no concuerde con ella es prohibida. La voluntad cu-
yas máximas concuerden necesariamente con las leyes de la autonomía es
una voluntad santa, absolutamente buena. La dependencia en que una volun-
tad no absolutamente buena se halla respecto del principio de la autonomía
–la constricción moral– es obligación. Esta no puede, por tanto, referirse a un
ser santo. La necesidad objetiva de una acción por obligación llámase deber.

Por lo que antecede resulta ya fácil explicarse cómo sucede que, aun cuando
bajo el concepto de deber pensamos una sumisión a la ley, sin embargo, nos
representamos cierta sublimidad y dignidad en aquella persona que cumple
todos sus deberes. Pues no hay en ella, sin duda, sublimidad alguna en cuanto
que está sometida a la ley moral; pero sí la hay en cuanto que es ella al mismo
tiempo legisladora y sólo por esto está sometida a la ley. También hemos mos-
trado más arriba cómo ni el miedo ni la inclinación, sino solamente el respeto
a la ley es el resorte que puede dar a la acción un valor moral. Nuestra propia
voluntad, en cuanto que obrase sólo bajo la condición de una legislación univer-
sal posible por sus máximas, esa voluntad posible para nosotros en la idea, es
el objeto propio del respeto, y la dignidad de la humanidad consiste precisamen-
te en esa capacidad de ser legislador universal, aun cuando con la condición de
estar al mismo tiempo sometido justamente a esa legislación.

La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad, por la cual es


ella para sí misma una ley –independientemente de cómo estén constituidos
los objetos del querer. El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro
modo sino de éste: que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean
al mismo tiempo incluidas como ley universal. (...)

Cuando la voluntad busca la ley, que debe determinarla, en algún otro punto
que no en la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por
lo tanto, cuando sale de sí misma a buscar esa ley en la constitución de algu-
no de sus objetos, entonces prodúcese siempre heteronomía. No es entonces
la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino el objeto, por su relación con la
voluntad, es el que le da a ésta la ley. Esta relación, ya descanse en la inclina-
ción, ya en representaciones de la razón, no hace posibles más que imperati-
vos hipotéticos: “debo hacer algo porque quiero alguna otra cosa”. En cambio,
el imperativo moral y, por tanto, categórico, dice: “debo obrar de este o del otro
modo, aun cuando no quisiera otra cosa”. Por ejemplo, aquél dice: “no debo
mentir, si quiero conservar la honra”. Este, empero, dice: “no debo mentir, aun-
que el mentir no me acarree la menor vergüenza”. Este último, pues, debe hacer
abstracción de todo objeto, hasta el punto de que este objeto no tenga sobre la
voluntad el menor influjo, para que la razón práctica (voluntad) no sea una mera

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administradora de ajeno interés, sino que demuestre su propia autoridad impe-


rativa como legislación suprema. Deberé, pues, por ejemplo, intentar fomentar
la felicidad ajena, no porque me importe algo su existencia –ya sea por inmedia-
ta inclinación o por alguna satisfacción obtenida indirectamente por la razón–,
sino solamente porque la máxima que la excluyese no podría comprenderse en
uno y el mismo querer como ley universal.

Kant, I., Fundamentación de la metafísica de las costumbres, [en ínea]. Madrid.


Encuentro. 2003. Disponible en: <http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-
la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/Kant/Kant-AutonomiaLeyMoral.htm>
[Consulta: 26 05 2014].

a. ¿Cuál es la definición que da Kant de la moralidad?


b. ¿A qué llama Kant el “deber”?
c. ¿Por qué el imperativo moral es llamado por Kant “categórico”?
d. ¿Cuál es su opinión acerca de la fundamentación que hace Kant de
la moral?

LECTURA OBLIGATORIA

Carpio, A. (1980), Principios de filosofía, Glauco, Buenos Aires,

OO Cap. X “Kant”, Sección II, Filosofía Práctica.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Carvajal orozco, J. G. (1994), La racionalidad práctica kantiana y su contribución a la
ética empresarial, Programa Edictorial Universidad del Valle, Cali.
Wellmer, A. (1994), Etica y diálogo del juicio moral en Kant y en la ética del discurso,
Antrophos, Madrid.

2.4. El aristotelismo
La tercera gran tradición de la ética fue desarrollada especialmente por
Aristóteles (384-322 a. C.), en continuidad con sus maestros Sócrates, (470-
399 a. C.) y Platón (427-347 a. C.), aunque también con algunas importan-
tes diferencias. A continuación nos introduciremos en esta, considerando su
desarrollo histórico y considerándola en contrapunto con la ética utilitarista y
la ética kantiana.

2.4.1. Una filosofía de lo concreto


Ciertamente Sócrates fue quien introdujo decididamente la cuestión ética en
la filosofía occidental. Hasta su aparición en escena los filósofos llamados
presocráticos se interesaban fundamentalmente por el conocimiento de la

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72

naturaleza y no tanto por cuestiones humanas y morales. En cambio este


pensador griego concibió a la filosofía no como un conocimiento científico,
sino como una sabiduría de vida, destinada a lograr el crecimiento moral del
ser humano. Para ello dedicó sus esfuerzos a enseñar a los atenienses a
pensar por sí mismos, haciéndoles preguntas radicales acerca de las grandes
cuestiones de la existencia como el amor, el bien y el mal, el placer y el dolor,
la justicia, la verdad y la muerte, con el fin de inducirlos a salir de las respues-
tas convencionales y superficiales y llevarlos a un mejor conocimiento de sí
mismos para alcanzar así la mayor profundidad y plenitud humana posibles.
Platón intentó dar un mayor fundamento filosófico a estas enseñanzas ora-
les de su maestro a través de sus Diálogos en los cuales presentó su célebre
teoría de las ideas. En esta explicaba que los conceptos éticos que orientan
nuestras acciones como el placer, la justicia o el bien no tienen un origen pura-
mente humano o social, como enseñaban los llamados sofistas en contrapo-
sición a Sócrates. En realidad, sostenía Platón, nuestros valores éticos tienen
un fundamento en un conjunto de ideas eternas y perfectas que van más allá
de la pura esfera de nuestra experiencia sensible y que descubrimos a tra-
vés de la contemplación de la inteligencia y ponemos en práctica gracias a un
duro ejercicio ascético y religioso de progresiva superación de las imágenes
sensibles. Siguiendo esta intuición, Platón propuso en su libro La República,
el diseño de toda la sociedad siguiendo el modelo de las ideas eternas y per-
fectas para lo que no tomó tanto en cuenta la situación real de las sociedades
de su tiempo sino el ideal utópico hacia el cual apuntaba.
A diferencia de Sócrates, que fue un mártir de la verdad, y de Platón, que
fue un aristócrata apasionado por llevar hasta sus últimas consecuencias sus
grandes intuiciones éticas, políticas y religiosas, Aristóteles parece haber teni-
do un temperamento menos radical y más afín a una mirada no tan dramáti-
ca sobre las cosas. De hecho, su inclinación por la ética y la política estaba
moderada por su fuerte inclinación científica.
Hijo de un médico, desde muy pequeño estaba habituado al contacto con
la dimensión física e imperfecta del ser humano. Su interés estaba centrado
especialmente en la observación de lo concreto. El lugar donde enseñaba era
un gimnasio de Atenas llamado “El Liceo”, en el cual caminaba con sus discí-
pulos a través de un pórtico cubierto denominado peripatos, de donde surge
el nombre de “peripatéticos” que se les dio a los aristotélicos. Este filósofo
instaba a sus discípulos a adoptar en las investigaciones no solo el método
deductivo –de lo general a lo particular– sino también el método inductivo –es
decir de lo particular a lo general. Por esta razón, antes de pronunciarse defi-
nitivamente sobre alguna cuestión, los aristotélicos recogían siempre la mayor
cantidad de casos posibles –variedades de plantas, animales, temperamen-
tos humanos, palabras, costumbres, leyes– con el fin de apoyar sus argumen-
tos no solo en principios generales, sino también en la experiencia concreta.
La razón última de la inclinación aristotélica por lo concreto estaba en la
modificación clave que él había introducido a la teoría de las ideas de Platón.
En efecto, Aristóteles coincidía con Platón en que los conceptos que forma-
mos en nuestra mente no son creaciones mentales sino que dependen de las
esencias o ideas situadas más allá del propio sujeto cognoscente. En tal sen-
tido, ambos filósofos son realistas en su concepción del conocimiento huma-
no, a diferencia del idealista Kant quien dio vuelta –en un giro copernicano–
el realismo sobre el que durante dos mil años estos filósofos griegos habían
dejado basada la filosofía.

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Sin embargo, aún coincidiendo en relación al carácter real de las ideas o


esencias, Aristóteles diferirá de Platón acerca del lugar en donde encontrarlas.
En efecto, Aristóteles considera que las ideas o esencias, es decir, el senti-
do o forma esencial que tienen las cosas y que las configura como tales –por
ejemplo, la esencia de un árbol, de un animal o del hombre– no se hallan en
una suerte de más allá accesible solo por una contemplación intelectual o reli-
giosa, sino que forman parte de las cosas materiales mismas. Por esta razón,
en tanto Platón sostenía que era necesario realizar un creciente esfuerzo de
separación del mundo material para acceder al mundo de las ideas que expli-
can el sentido de las cosas y del hombre, para Aristóteles ese sentido podía
ser descubierto en las cosas mismas a las cuales llamó “substancias”, las
cuales contenían potencialmente las ideas platónicas universales y eternas
pero materializadas de modo individual y concreto.

2.4.2. De las colecciones de hojas a las colecciones de hombres


Se dice que Aristóteles y sus discípulos observaban durante largas horas los
distintos ejemplares de semillas y hojas que coleccionaban en un inmenso
herbario con el fin de ir reconociendo las similitudes y diferencias entre las
diversas formas, lo cual les iba permitiendo clasificarlas agrupándolas según
distintas especies y subespecies comunes. A partir de este reconocimiento
procuraban entender el modo de desarrollo de las distintas especies vegeta-
les: desde la semilla hasta la planta o el árbol desarrollado. Pero al mismo
tiempo iban descubriendo los rasgos comunes de todas las especies vege-
tales que les daba como resultado un comportamiento general característico
propio del “género” vegetal: nacer, crecer, reproducirse y morir. El mismo
método aplicaban para entender el comportamiento animal: la conducta de
cada especie respondía al patrón de una “forma” o “esencia” específica perro,
ciervo, gato- que obtenían por observación y “abstracción” –palabra que sig-
nifica “traer desde”, es decir, traer una forma general desde lo material par-
ticular– pero también al patrón propio de comportamiento de todo el género
animal: sentir, padecer, disfrutar y reaccionar.
De un modo similar intentó proceder en el nivel humano, el que para
Aristóteles era una especie del género animal –lo cual es evidente– pero
que agregaba a los patrones de comportamiento propios de ese género, una
“diferencia específica” que no halló al observar el resto de los animales y que
denominó en griego con la palabra logos. Sobre el significado de esta palabra
que utilizó Aristóteles para diferenciar al hombre de los demás animales ha
habido y sigue habiendo muchas interpretaciones. Su significado más básico
probablemente esté referido a la característica única del hombre entre todos
los animales que es la de estar dotado de palabra, es decir, de un lenguaje
que no se reduce a un conjunto de sonidos más o menos rudimentarios de
comunicación básica subordinados a las necesidades instintivas. Por el con-
trario, Aristóteles parece entender por logos o “razón” un conjunto de formas
verbales, mentales y morales que le sirven al ser humano para distanciarse
de lo instintivo y relacionarse con la realidad circundante de los demás seres
humanos y de los otros seres en general, yendo más allá del determinismo de
la necesidad animal, creando un nuevo mundo de significados, intenciones y
símbolos, que sobrepasa al mero mundo natural. De allí que, paradójicamente,
para este filósofo griego el patrón de comportamiento, que era tan fácilmente

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deducible de las formas naturales observables en los vegetales y el resto de


los animales, se vuelve mucho más complejo de entender en el hombre, que
es un ser cuya naturaleza o esencia está precisamente en su capacidad de
poder distanciarse, gracias a este logos, de esta misma naturaleza.
De todas formas, esto no implica para Aristóteles que el ser humano pueda
independizarse de su condición natural animal. Por el contrario, en su opinión,
la dimensión propiamente humana del hombre se va realizando en un com-
plejo proceso de continuidad y de discontinuidad con la naturaleza, en el que
puede perder su equilibrio, como él mismo sostiene, si el hombre es absor-
bido por su condición puramente animal o si intenta independizarse comple-
tamente de esta.
Ahora bien, el problema y al mismo tiempo la enorme potencialidad de la
condición humana, y que lo diferencia claramente del animal, es que el logos
del cual está dotado, no asegura de modo necesario, el modo de comporta-
miento que tendrá el hombre. En tanto en el mundo mineral, vegetal o animal
solo basta con observar las formas para deducir los comportamientos, en el
caso del hombre si bien están dadas desde el origen de cada ser humano
algunas líneas generales de comportamiento esperables que se obtienen por
deducción y por inducción de la experiencia, el modo concreto en que este
comportamiento se dará no puede ser previsto desde afuera sino que depen-
de de lo que Aristóteles llama la “acción” (energeia) del propio ser humano.
Ciertamente en todos los seres hay algún grado de energeia, pero solo en el
ser humano se da en un grado suficiente para ser llamada verdaderamente
“acción” y no mera actuación pasiva. En tanto la energeia de los minerales,
vegetales y animales es todavía en cierto modo pasiva ya que en última ins-
tancia es la naturaleza la que está actuando y persiguiendo sus finalidades a
través de ellos, el hombre no solo tiene la fuerza animal o física para actuar
sino también es capaz de producir la propia finalidad a la cual desea dirigir la
acción. Por eso, en sentido estricto entre los animales únicamente el hombre
sería el ser capaz de actuar. Por esta misma razón, esa acción no puede ser
explicada, prevista o dirigida desde afuera mediante una ciencia natural o una
técnica de crianza o adiestramiento como con los animales, sino que requie-
re de lo que Aristóteles denominó y clasificó por primera vez como “Ética”, es
decir, un saber que estudie el modo en que el ser humano puede construir,
desde adentro de sí mismo y movido por su propia energeia, un mundo de
intenciones, normas y acciones que le permitan llevar a buen término su vida.

2.4.3. Una ética material pero no materialista


Si bien el aristotelismo rechaza al igual que el kantismo la idea de que el
comportamiento humano sea reducido a una conducta de búsqueda del placer
y rechazo del dolor similar a la de los animales –tal como la concibe en gran
medida el utilitarismo, al menos el más crudamente materialista– y comparte
también con la doctrina kantiana la idea de que el ser humano es capaz de
crear un “mundo moral” diferente del natural dentro del cual puede dirigir sus
acciones de acuerdo a finalidades que él mismo concibe y elige, se diferencia
de la teoría de Kant en la forma de interpretar el modo en que surge y se sos-
tiene este mundo moral y esta capacidad de elección de finalidades.
Ya hemos visto que Kant consideraba al mundo moral como completamen-
te aparte del mundo natural, gracias a que en su concepción la libertad huma-

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na es capaz de fundar su propia ley –que para él es la ley moral– mediante


el imperativo categórico que es absolutamente autónomo de cualquier incli-
nación o tendencia de la naturaleza. Así, lo moral no se nutre más que de la
voluntad libre y de la ley moral emanada de esta, por lo cual no tiene que ser
contaminado con ningún contenido material procedente de la realidad externa.
La ética aristotélica es, en este sentido, opuesta a la ética kantiana. Si bien
el mundo moral se distingue del natural, no son completamente independien-
tes sino que están, a pesar de sus diferencias, íntimamente comunicados. Y
esto, por la razón que ya hemos señalado: Aristóteles sigue en todo momen-
to la concepción platónica de que todos los seres cumplen bajo sus distintas
materializaciones particulares las formas o configuraciones esenciales del ser,
las cuales van siendo de algún modo imitadas o reproducidas en concreciones
siempre diferentes pero con una unidad de significado en común en cada uno
de los seres que componen al mundo. Por esta razón, las formas que carac-
terizan a la vida moral –fines, intenciones, acciones, normas– aunque son de
una naturaleza distinta a las formas de la vida natural, no podrían nunca ser
para Aristóteles, como lo son para Kant, completamente independientes de
las demás formas cósmicas, sino que ambas están profundamente interco-
nectadas. De acuerdo al aristotelismo, el ser humano no crea las formas que
rigen su conducta moral sino que las descubre en el mundo natural para luego
asimilarlas convirtiéndolas en formas morales. En otras palabras, las formas
de la vida moral son análogas a las de la vida natural, es decir, son en parte
diferentes y en parte iguales a estas.
Al comenzar a leer la Ética a Nicómaco, principal obra aristotélica sobre
el tema, uno se da cuenta muy rápidamente que la analogía entre el mundo
natural y el moral atraviesa toda la obra. Esto no significa, como algunos han
interpretado, que su autor no sea más que un “materialista o un utilitarista
ampliado”, sino que la concepción de ética que posee no es nunca puramente
formal, es decir, basada en procedimientos o normas sin base en la estruc-
tura concreta del mundo real. Por el contrario, todo el análisis de la acción
humana y moral de la ética que realiza Aristóteles lo hace mostrando a la vez
su diferencia y su estrecha conexión con el resto de las acciones y leyes que
rigen a los distintos seres del mundo. Esto le da a su teoría ética un realismo
que no tiene el kantismo, aunque sin caer en el crudo naturalismo de ciertas
teorías utilitaristas.

2.4.4. Una ética de la virtud y de la felicidad


La ética aristotélica está basada en la idea de areté cuya traducción más
común al castellano es “virtud”. Sin embargo, dado que nuestra idea de virtud
está probablemente más cerca de la concepción kantiana –cuando pensamos
en alguien “virtuoso” se nos viene a la mente una persona de principios rígi-
dos y estilo más o menos reprimido- es preciso hacer algunas aclaraciones.
En realidad, tal vez la mejor traducción de areté sean las palabras “excelen-
cia”, “perfección”, “despliegue”, “florecimiento” o incluso “plenitud”. Para
Aristóteles, la ética no consiste principalmente en seguir reglas o normas, sino
en desplegar de la manera más plena posible las propias capacidades. Del
mismo modo que la areté de una semilla está en convertirse en un árbol bien
crecido y la areté de un potrillo está en desarrollarse como un caballo fuerte y
ágil –es decir que cada ser en el mundo tiene su areté– la del ser humano está

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en perfeccionarse de acuerdo a la dirección que indica su propia naturaleza.


Pero, ¿cuál es esa dirección y qué tiene en común y de diferente con el resto
de las aretés de los demás seres?
Siguiendo su método de indagación inductiva, Aristóteles sostiene que hay
un hecho central que marca la característica más común de todos los seres
humanos y permite conocer hacia dónde debe dirigir sus esfuerzos en la bús-
queda de la areté o plenitud. Este hecho consiste en que todos los hombres
buscamos la felicidad. Esta es, para Aristóteles, la finalidad central de la vida
humana. Lo curioso es que se trata de una finalidad natural, es decir, que
nosotros no creamos sino que la seguimos de modo necesario por manda-
to de nuestra propia naturaleza, pero también de una finalidad moral, que no
puede ser alcanzada sino es asumida como propia y llenada de contenido por
el mismo sujeto. Pero además, a diferencia de los animales que buscan solo
satisfacciones físicas parciales de acuerdo al instinto, los seres humanos
buscamos un tipo de satisfacción total que va mucho más allá de las necesi-
dades básicas o instintivas.
Como venimos diciendo, por el hecho de estar dotado de “logos”, el ser
humano no solo tiene como fin sobrevivir y obtener placer físico evitando el
dolor, sino que está abierto al mundo de los bienes intelectuales y morales.
Así, si bien Aristóteles no rechaza, como lo hace Kant, el valor moral del pla-
cer, cree que una de las tareas de la ética es buscarlo de un modo tal que no
perjudique sino que ayude a la consecución de los demás bienes. El filósofo
griego introduce aquí otro concepto que no está ni en el utilitarismo ni en el
kantismo: la idea de felicidad o eudaimonia, la cual se obtiene por medio de
la “vida buena”. La felicidad es una finalidad natural en el hombre alcanzada
gracias a un enorme y largo esfuerzo de combinación justa y equilibrada de
sus varias capacidades de acuerdo a una configuración que nunca está del
todo dada pero que tampoco está divorciada del orden cósmico de la natura-
leza sino profundamente comunicada con este.
La “vida buena” requiere de dos actividades fundamentales. Por un lado,
en tanto los animales buscan solo la supervivencia y el placer y se plenifican
de esa manera –cumplen su areté-, en la concepción aristotélica inspirada en
el ideal griego de que el hombre no es un ser aislado sino que está íntima-
mente integrado al cosmos, la felicidad se logra mediante la apertura de la
mente a ese orden cósmico. De allí la importancia de la virtud o excelencia
intelectual, no tanto como habilidad mental sino como capacidad contempla-
tiva y asimilativa de la armonía contenida en ese orden cósmico a partir de
la cual el ser humano se vuelve capaz de ordenar en armonía las tendencias
en conflicto dentro de sí mismo. Por otro lado, tal como el mismo Aristóteles
lo señala en la Política, el encuentro con los demás en sociedad forma parte
esencial de la felicidad humana. De allí también la importancia fundamental
de la virtud de la justicia, que permite que este encuentro se vaya realizan-
do del mejor modo posible y de la virtud de la amistad, más importante para
Aristóteles que la misma justicia, que nos abre a una relación mucho más ínti-
ma y completa con los otros.

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5.

KK Lea con atención el libro X de Ética a Nicómaco, de Aristóteles acerca


de la Felicidad y responda las preguntas finales.
Antorcha.net <http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/
nicomaquea/10.html>. [Consulta: 26/05/2014].
a. ¿Cuál es la opinión de Aristóteles acerca de los placeres?
b. ¿Cree Aristóteles que la felicidad puede fundarse en los placeres?
Sí-No- ¿Por qué?
c. ¿En qué consiste, según Aristóteles, la felicidad?
d. ¿Cuál es su opinión sobre estas ideas de Aristóteles?

2.4.5. La fiesta de Babette o la integración armónica y no


represión de las pasiones
En el film de 1987, la Fiesta de Babette del director danés Gabriel Axel, durante
una noche de tormenta en 1871, Babette llega a un pueblo de Dinamarca, una
aldea en la desolada costa oeste de Jutlandia, huyendo de Francia durante la
represión de la Comuna de París. Es empleada como criada y cocinera en la
casa de dos solteronas, hijas de un estricto pastor. Allí vive durante catorce
años, hasta que un día descubre que por fortuna ha ganado la lotería, y en
lugar de regresar a Francia, pide permiso para preparar una cena de celebra-
ción del centenario del pastor. En principio, los huéspedes tienen miedo, por
temor a infringir la ley divina al aceptar una cena francesa, pero los exquisitos
platos son la delicia de los asistentes. Como resultado, todas las enemista-
des existentes hasta entonces entre ellos van desapareciendo a lo largo de
la cena hasta terminar todos bailando y cantando bajo una hermosa noche
de estrellas.
Visto desde el punto de vista aristotélico, este film muestra que tanto las
tendencias agresivas del ser humano como las eróticas no deben reprimirse
sino ordenarse, poniéndolas al servicio de la contemplación de la verdad que
se descubre en el cosmos y de las relaciones de justicia y amistad con los
demás, no impidiendo con sus excesos el despliegue de estas últimas, sino
alimentándolas de un modo razonable. De hecho, el placer y la agresividad
bien llevados, que Aristóteles llama virtudes de la templanza y de la fortaleza
respectivamente, son dos medios poderosos para enriquecer la vida social,
intelectual y contemplativa integrándose a estas perfectamente, si son vivi-
dos en una medida justa.

6.

KK Ver la escena seleccionada de la película Babettes gæstebud (El Banquete de


Babette, 1987, Dinamarca). Director: Gabriel Axel. Basada en un rela-
to de Isak Dinesen (Karen Blixen) Duración: 102 min. Premios: Oscar
(1987), Mejor película extranjera; Globos de oro (1988), Nominada
Mejor película de habla no inglesa.

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Para ver la escena seleccionada:

EE <http://youtu.be/VdImG9jjmK0>

Luego de ver el video, realice la siguiente actividad:


a. Observe atentamente la transformación que van experimentando
los discípulos del pastor a medida que va a avanzando el banquete.
b. Señale el tipo de actitud que tienen inicialmente los discípulos con
relación a la comida y qué es lo que va ocurriendo luego. ¿En qué se
diferencia de la actitud del militar?
c. ¿Por qué considera que se produce el cambio en la actitud con rela-
ción a la comida?
d. ¿Qué teorías éticas podrían entrar en juego para el análisis de la
película? Fundamente.

2.4.6. De la ley moral a la ley natural


La ética aristótelica no se basa, sin embargo, solo en virtudes, sino también
en leyes. Aristóteles en su Ética a Nicómaco muestra la diferencia entre las
leyes que gobiernan a las plantas y a los animales, de las leyes que rigen la
vida moral y social. Siguiendo el método inductivo, es posible ir encontrando
modos de actuar que son considerados buenos y otros malos que van varian-
do de acuerdo a cada sociedad y cultura. Sin embargo, Aristóteles cree que
existen algunas normas no escritas que la mayoría de los hombres conocen de
un modo casi instintivo y por las cuales se rigen más allá de la ciudad (polis)
a la que pertenezcan. Ya en la tragedia griega se ve la fuerza de estas nor-
mas no escritas universales. En la tragedia Antígona del dramaturgo Sófocles
(496-406 a. C.), la hija de Edipo, cuenta a su hermana Ismene que Creonte,
rey de Tebas, impone la prohibición de sepultar con ritos fúnebres el cuerpo
de Polinice, como castigo ejemplar por traición a su patria. Antígona pide a
Ismene que le ayude a honrar el cadáver de su hermano, pese a la prohibición
de Creonte. Esta se niega por temor a las consecuencias de quebrantar la ley.
Antígona reprocha a su hermana su actitud y decide seguir con su plan que
es el de quebrantar la ley de la ciudad. La razón que Antígona aduce en su
favor para hacerlo es la inviolabilidad de las leyes divinas, las cuales tienen
validez universal. No hay sitio en el universo entero en donde pueda darse una
excepción a tales leyes no escritas:

CC
No era Zeus quien me imponía tales órdenes; ni tales leyes han sido dictadas
a los hombres por la Justicia que tiene su trono con los dioses de las profundi-
dades, ni creí que tus bandos habían de tener tanta fuerza que habías tú, mor-

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tal, de prevalecer por encima de las leyes no escritas e inquebrantables de los


dioses. Que no son de hoy ni de ayer, viven siempre y nadie sabe cuándo apa-
recieron. No iba yo a incurrir en la ira de los dioses violando esas leyes por te-
mor a caprichos de hombre alguno (Antígona, v. 450-456).

La ley no escrita es, de este modo, una regla universal del obrar moral, impre-
sa inmediatamente por la naturaleza en la conciencia humana.
Esta idea se irá afianzando en siglos posteriores especialmente en el pen-
samiento ético de los estoicos. Zenón (350-260 a. C.) colocaba el concepto
de “naturaleza” como el principio rector que rige todo el universo, y lo identifi-
caba con Dios –de forma panteísta–, pero concibiendo a la razón como fuerza
universal que penetra todo el cosmos. De este modo, el hombre, en cuanto
parte componente de la naturaleza cósmica, es un ser dotado esencialmente
de razón, y debe entonces seguir los dictados de esta, conduciendo su vida
conforme a las leyes de su propia naturaleza. Para los estoicos, la ley natu-
ral por ser igual a la ley de la razón, es una ley de validez universal, para ser
aplicada en cualquier lugar del mundo, y en consecuencia, sus postulados
son obligatorios para todos los hombres. Esta idea de ley natural, originada
en Sócrates, Platón y Aristóteles y continuada por los estoicos, fue la base de
la ética occidental durante más de dos mil años hasta el surgimiento de sus
dos competidoras: el utilitarismo y el kantismo.

2.4.7. Ética y racionalidad: algunas discusiones del aristotelismo


actual
Frente a las teorías utilitaristas de las últimas décadas, especialmente la teo-
ría utilitarista, implícita en la teoría económica neoclásica, y las teorías kantia-
nas de la sociedad y la política, como las ya mencionadas de Jürgen Habermas
y John Rawls, se destacan algunos autores que han vuelto a introducir la ética
aristotélica o de la “vida buena” en el debate ético y social contemporáneo.
El más destacado es el filósofo escocés Alasdair MacIntyre (1929) quien se
hizo famoso por revivir la ética de la virtud en su libro Tras la virtud, en donde
argumenta que intentar poner las bases de la sociedad contemporánea a tra-
vés de un conjunto de normas puramente procedimentales, al estilo de Rawls
o Habermas, no será suficiente para contener los desbordes de la sociedad
de consumo capitalista.
En otra obra, Animales racionales y dependientes: por qué los seres huma-
nos necesitamos las virtudes, MacIntyre muestra también la confusión exis-
tente en la actualidad al reducir el concepto de racionalidad, ya sea al de uti-
lidad económica o al de un conjunto de normas puramente procedimentales
o legales. Volviendo a Aristóteles, este filósofo escocés intenta demostrar la
existencia de una racionalidad encarnada en la vida que requiere de algo más
que normas legales o incentivos económicos para ser desplegada y desarro-
llada: hábitos y virtudes.
Muchos neoaristotélicos contemporáneos como Amartya Sen, Martha
Nussbaum, Michael Sandel o Michael Walzer discuten el legalismo o el eco-
nomicismo de ciertas teorías políticas y económicas liberales o estatistas,
centradas solo en las leyes, las instituciones o la eficiencia de los merca-
dos, y abogan por una mayor preocupación por una “vida buena”, es decir,

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


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por facilitar los modos de desarrollar capacidades que permitan un desarro-


llo humano integral de las personas alcanzando no solo el reconocimiento de
sus derechos y la satisfacción de necesidades y deseos de consumo sino
también otros bienes superiores. Tal como había enseñado Aristóteles en la
Antigüedad, los bienes de la justicia, el bien común y la amistad no se con-
siguen por medio del mercado o de un diseño legal, sino por medio de una
práctica de las virtudes individuales y sociales.
En este sentido el aristotelismo sigue vivo en la actualidad. No obstan-
te, tal como ocurrió a lo largo de la historia, continúa recibiendo las mismas
críticas, aunque con modalidades renovadas. De parte de los utilitaristas, la
ética aristotélica es considerada demasiado amplia en sus finalidades y, por
lo tanto, muy difícil de medir en sus resultados. Además, ellos insisten desde
hace siglos con una misma pregunta: ¿no es en el fondo el aristotelismo una
forma de utilitarismo ampliado en la cual la “utilidad” se llama “felicidad” y el
costo y beneficio, “bien” y “mal”? Además, la ética que desplegó Aristóteles
ha sido y sigue siendo criticada por su teleologismo, que muchos consideran
superado por la visión científica del mundo para la cual no habría un sistema
de fines reconocibles en la naturaleza ni en el hombre, explicándose cualquier
“ley” como un conjunto de regularidades meramente estadísticas y no por la
presencia de una esencia.
En cuanto a las críticas kantianas, en general se centran en el excesivo
apoyo que la ética aristotélica tendría en los conceptos de naturaleza, ley natu-
ral, etc. Para los kantianos, esos conceptos pertenecen en todo caso al ámbi-
to de la filosofía de la naturaleza pero no pueden estar presentes en la ética,
a riesgo de caer en una postura naturalista. Por lo demás, la crítica kantiana
destaca también el carácter no autónomo de la libertad en el aristotelismo y
su fuerte vinculación con el concepto de felicidad, que debería –a su criterio–
estar fuera de la ética entendida como ciencia del “deber ser”, es decir, pura-
mente deontológica. La ética aristotélica es acusada aquí de de naturalista,
material y heterónoma, todo lo contrario del carácter moral, formal y autónomo
que los kantianos creen que debería tener toda teoría ética.

LECTURA OBLIGATORIA

Aristóteles, (2004), Ética a Nicómaco, Alianza, Madrid, Libros I

OO y II.
Aristóteles, (1998), La Política, Alianza, Madrid, Libros I.
Carpio, A. (1980), Principios de filosofía, Glauco, Buenos Aires,
Cap. VI “Aristóteles”, ptos 8 y 9.
Macintyre, A. (2004), Tras la virtud, Crítica, Barcelona, Caps. 2,
5, 12 y 14.

7.

KK Lea el texto “Amartya Sen: ética y economía. La ruptura con el bien-


estarismo y la defensa de un consecuencialismo amplio y pluralista” de
Andrés Hemández y responda las siguientes preguntas.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


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LECTURA OBLIGATORIA

Hernández, A., “Amartya Sen: ética y economía. La ruptura con

OO el bienestarismo y la defensa de un consecuencialismo amplio y plu-


ralista”, [en línea.] Disponible en: <http://www.revistas.unal.edu.co/
index.php/ceconomia/article/view/11527> [Consulta: 26/05/2014].

a. De acuerdo al autor, ¿por qué no es adecuado el utilitarismo para


fundar las valoraciones morales en el pensamiento de Amartya Sen?
b. ¿Cuál sería la principal debilidad, según Sen, de la ética utilitarista?
c. ¿Qué problema trae, de acuerdo a Sen, las restricciones en la infor-
mación para fundar la ética en el utilitarismo?
d. ¿Por qué, en opinión de Sen, no puede identificarse el bienestar
como mera satisfacción de preferencias?

2.5. El personalismo
Como una opción en el debate entre kantianos y aristotélicos, debemos men-
cionar al menos al personalismo, que sumamos como una cuarta teoría ética a
las tres que hemos desarrollado hasta aquí. A continuación, desarrollaremos
varios lineamientos generales con respecto al mismo, comentando sucinta-
mente los aportes fundamentales que lo han nutrido a lo largo de la historia y
considerando algunos de los principales cuestionamientos que afronta.

2.5.1. Entre el aristotelismo y el kantismo


El concepto de persona (de origen latino, el cual procede del griego prósopon
que significa literalmente “máscara”, indicando el papel del actor o personaje
en el teatro) es un concepto filosófico con raigambre en las controversias teo-
lógicas de los siglos IV y V, que explicita la singularidad de cada individuo de
la especie humana en contraposición al concepto de “naturaleza” que expresa
lo común que hay en ellos. El uso de este concepto comienza en Occidente
especialmente por influencia del Cristianismo. En tanto en la Antigüedad se
entendía que el hombre, a pesar de sus características especiales por estar
dotado de logos o razón, formaba igualmente parte del cosmos del cual pro-
cedía y al cual retornaba después de la muerte, el Cristianismo comenzó a
enseñar que el alma de cada ser humano no tiene su origen en el cosmos sino
que es creada directamente por Dios y está destinada a volver a Dios después
de la muerte. En tal sentido, cada ser humano tiene, de acuerdo a la idea
cristiana, una dignidad absoluta porque es un ser que no está hecho a imagen
del cosmos, como creían los griegos, sino a imagen de Dios, es decir, de un
Ser Eterno y Trascendente que está más allá de los límites, la temporalidad y
la caducidad del mundo natural. Por otra parte, el Cristianismo introduce otra
novedad conceptual que es la idea de libertad personal, la cual no estaba para
nada clara en los filósofos griegos, incluido Aristóteles.
Finalmente, en tanto los antiguos consideraban que la máxima realización
del ser humano estaba en reproducir el orden cósmico especialmente a través

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82

de su vida en sociedad –la polis como microcosmos, el Cristianismo enseñaba


que cada ser humano, debido a su dignidad personal y su destino divino, es
infinitamente superior al orden social.
A pesar de que los primeros filósofos cristianos como San Agustín (354-
430) consideraron mucho más compatible a Platón que a Aristóteles con el
personalismo cristiano, más tarde, pensadores como Tomás de Aquino (1224-
1274) exploraron la posibilidad de combinar personalismo con aristotelismo.
El aspecto personalista del pensamiento tomista acentúa la idea de la origina-
lidad, trascendencia y libertad de cada ser humano que se relaciona directa-
mente con Dios, entendido también como un ser personal, evitando su disolu-
ción en la totalidad natural o en la totalidad social. Al mismo tiempo, la dosis
de filosofía aristotélica presente en el tomismo enfatizaba la idea de que el
hombre también forma parte de un orden cósmico creado por el mismo Dios
a partir del cual va encontrando las leyes que rigen su acción. De este modo,
en Tomás de Aquino encontramos el intento audaz de combinar una ética per-
sonalista, basada en las ideas de libertad, trascendencia y originalidad de
cada ser humano, con la ética aristotélica, basada en las ideas de felicidad,
virtud y ley natural (esta última más bien de origen estoico). Este intento de
síntesis entre el pensamiento ético personalista y el aristotélico (con influen-
cia del platonismo) se prolongará más tarde en el Renacimiento, en la llama-
da Escuela de Salamanca (de importante actuación en la defensa ética de
los indígenas de América por su condición de personas) y en la tradición de
la moderna ética iusnaturalista desde Hugo Grocio (1583-1645), Samuel F.
von Pufendorf (1632-1694) hasta John Locke (1632-1704), padre de la teoría
ético jurídica de los derechos individuales, de indudable origen personalista.
Esta tensión enriquecedora entre la dimensión natural y la dimensión per-
sonal que introdujo el personalismo cristiano en su conflicto y al mismo tiem-
po en su complementariedad con la ética aristotélica, va entrando en tensión
al promediar la Modernidad. En efecto, hacia el final de la época moderna se
acentúa la importancia de la naturaleza y sus leyes –especialmente debido al
auge de las ciencias físico-matemáticas y naturales– lo cual lleva a muchos
pensadores a abandonar la idea de persona –y de libertad asociada a esta– y
a reemplazarla por el determinismo naturalista. A esto se le agrega más tarde
la aparición de las ciencias sociales que lleva a otros pensadores a intentar
explicar todos los aspectos de la conducta humana por medio de mecanis-
mos impersonales o estructuras sociales y culturales. Por otro lado, surgen
las reacciones antinaturalistas, como el kantismo, que exaltan la idea de la
libertad personal como una fuerza completamente autónoma con respecto a
la naturaleza, concibiéndola como creadora absoluta de sus propias leyes.
Esta absolutización ya sea de la naturaleza, de la sociedad o de la liber-
tad, hace estallar el equilibrio entre ellas y lleva a una situación de crisis del
pensamiento ético que se ve con total claridad especialmente a fines del siglo
XIX. En sus célebres obras Más allá del bien y el mal o La voluntad de poder,
Friedrich Nietzsche intenta mostrar cómo tanto el naturalismo o determinismo
como el kantismo llevan al fin de toda ética. En efecto, según este filósofo ale-
mán, la única realidad termina siendo el poder, el cual utiliza como máscaras
las ideas de naturaleza, sociedad o libertad para realizar sus fines. Algo simi-
lar sostienen Karl Marx (1818-188) y Sigmund Freud (1856-1939), al intentar
demostrar cómo detrás de toda ética, está siempre el interés económico o
la libido sexual. Este panorama de crisis de la ética quedará completamente
demostrado especialmente con las dos guerras mundiales y los totalitarismos

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83

del siglo XX, lo cual llevará a su vez, como reacción, a un nuevo renacimiento
del pensamiento ético.

2.5.2. El personalismo judío y cristiano del siglo XX


Tal como nos cuenta Alain Finkielkraut, el joven soldado Franz Rosenzweig
(1886-1929) redacta su obra La Estrella de la Redención en tarjetas postales
desde las trincheras de los Balcanes. En medio de la muerte anónima de
millones de jóvenes, Rosenzweig levanta su protesta existencial:

CC
(…) que el hombre se esconde como un gusano en los pliegues de la tierra
desnuda ante los tentáculos sibilantes de la muerte ciega y despiadada, que
pueda sentir ahí, con toda su violencia inexorable, lo que no suele sentir ja-
más: que su Yo se convertiría en una cosa si muriera, y que cada uno de los
gritos contenidos en su garganta pueda proclamar su Yo en contra de lo
Despiadado que le amenaza con este aniquilamiento inimaginable (…) ante to-
da esta miseria, la filosofía sonríe con su vana sonrisa (Finkielkraut, 1998:93).

Rosenzweig protestaba desde el barro de la trinchera especialmente contra


la filosofía de Hegel (1770-1831) que explicaba el drama individual como
un mero accidente de la evolución del mundo hacia su total armonía. Pero
también lo hacía contra el modo en que la filosofía de un naturalismo o un
idealismo genéricos, reduciendo al individuo a las estructuras de la naturaleza
o de la cultura, se reflejaban ahora en la muerte anónima y programada de
millones de individuos en la guerra.
Otro pensador judío, Martin Buber (1978-1965) escribía poco tiempo des-
pués un pequeño libro sugestivamente titulado Yo y Tú (Ich und Du), en el que
reivindicaba la originalidad y unicidad de cada ser humano frente al anonimato
de las grandes estructuras estatales, económicas o tecnológicas. De acuerdo
a Buber, la única posibilidad de volver a la ética consistía en recuperar las rela-
ciones personales, de tú a tú, que trascienden tanto los condicionamientos de
la naturaleza como los condicionamientos sociales. Un tercer representante
de este llamado personalismo judío es Emanuel Levinas (1905-1996), quien
también sufrió los horrores de la Segunda Guerra Mundial y de la Shoah, y en
sus obras, especialmente Totalidad e infinito, considera que la única posibili-
dad de recuperar la ética radica en la capacidad de reconocimiento de lo que
él llama el “rostro” del otro, el cual no puede ser reducido a ninguna categoría
general natural o social, sino que es de valor infinito. De un modo que lo acer-
ca mucho al personalismo cristiano, Levinas considera, de manera análoga a
Buber, que detrás del otro en tanto persona, se preanuncia la presencia del
Otro con mayúscula. Finalmente habría que mencionar dentro de esta tradición
del pensamiento ético contemporáneo, fuertemente influida por el personalis-
mo judío, a algunos de los miembros de la Escuela de Frankfurt.
Basados en parte en el humanismo ético –y posiblemente también de ori-
gen judío– del joven Karl Marx, pensadores de la primera Escuela de Frankfurt
como Theodor Adorno (1903-1969), Erich Fromm (1900-1980), Herbert
Marcuse (1898-1979) o Max Horkheimer (1895-1973), a pesar de oponerse,
debido a su postura neomarxista, a gran parte del pensamiento existencial,
traslucen en sus escritos una fuerte inclinación a resaltar el carácter original

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e irreductible de cada ser humano como única forma de enfrentar los totalita-
rismos, acercándose notablemente así al personalismo ético judío y cristiano.
En la misma línea se desarrolla el llamado personalismo cristiano, que
surge sobre todo en el ambiente de entreguerras, en fuerte oposición a los
regímenes totalitarios de la época. Así como en la Antigüedad el Cristianismo
cuestionó la subordinación del individuo a la polis, los personalistas cristia-
nos del siglo XX, especialmente los agrupados en la revista francesa Esprit,
entre los que se destacan Emanuel Mounier (1905-1950), Paul L. Landsberg
(1901-1944), Gabriel Marcel (1889-1873), Jean Wahl (1888-1974) y Paul
Ricoeur (1913-2005), destacaron la trascendencia de la persona con rela-
ción al Estado. En gran medida inspirados por el existencialismo cristiano de
Soren Kierkegaard (1813-1855) y en oposición al existencialismo de Sartre
(1905-1980), los personalistas cristianos, a los que habría que agregar tam-
bién los fenomenólogos personalistas del siglo XX Romano Guardini (1885-
1968), Max Scheler (1874-1928), Edith Stein (1891-1942) y Karol Wojtyla
(1920-2005) –luego Juan Pablo II–, propiciaron una vuelta a la ética persona-
lista para enfrentar a los diversos totalitarismos. Entre ellos se destacó tam-
bién Jacques Maritain (1882-1973) quien, junto con el mencionado Mounier,
intentaron poner las bases para una ética social personalista para la etapa
posterior a la Segunda Guerra Mundial que se vio reflejada en la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre de 1948, así como en los diversos
Gobiernos democristianos de la posguerra europea que reemplazaron a los
totalitarismos nazi y fascista. Entre los personalistas cristianos contemporá-
neos se destacan especialmente Paul Ricoeur y Robert Spaemann (1927), los
cuales intentan combinar las tesis clásicas del personalismo cristiano con las
ideas de otras corrientes éticas actuales.

Declaración Universal de los Derechos del Hombre

WW <http://www.derechoshumanos.net/normativa/normas/1948-
DeclaracionUniversal.htm?gclid=CNvnloKntbsCFSUOOgodhUoA2w>

8.

KK Lea atentamente estos fragmentos del libro Yo-Tú, de Martin Buber y


responda las preguntas finales.

CC
Cuando colocado en presencia de un hombre que es mi Tú, le digo la palabra fun-
damental Yo-Tú, él no es ya una cosa entre las cosas, ni se compone de cosas.
Este ser humano es Él o Ella, limitado por otros Él o Ella, un punto destacado
del espacio y del tiempo y fijo en la red del universo. No es un modo del ser per-
ceptible, descriptible, un haz flojo de cualidades definidas, sino que, sin vecinos
y fuera de toda conexión, él es el Tú y llena el horizonte. No es que nada existe
fuera de él; pero todas las cosas viven a su luz.
La melodía no se compone de sonidos ni el verso de palabras ni la estatua de
líneas, sino que sólo mediante desgarraduras se llega hacer de su unidad una
multiplicidad; lo mismo acontece con el hombre a quien digo Tú. Puedes abstraer
de él el color de su cabello, o el color de sus frases, o el matiz de su bondad.

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Estoy sin cesar obligado a hacerlo. Pero cada vez que lo hago deja de ser Tú.
Y así como la plegaria no tiene existencia en el tiempo, sino el tiempo en la ple-
garia; así como el sacrificio no tiene existencia en el espacio, sino el espacio en
el sacrificio, y que invirtiendo esta relación se llega a abolir la realidad, así tam-
bién no descubro al hombre que llamo Tú en ningún tiempo y en ningún lugar
determinado. Puedo situarlo en ellos, estoy sin cesar obligado a hacerlo, pero
desde entonces es un Él o Ella, esto es, un Ello, y no más mi Tú.
Mientras se despliega sobre mi cabeza el cielo del Tú, los vientos de la causali-
dad se aplastan bajo mis talones, y el torbellino de la fatalidad se detiene.
Del hombre a quien llamo Tú no tengo un conocimiento empírico. Pero estoy en
relación con él en el santuario de la palabra primordial. Solamente cuando salgo
de este santuario lo conozco de nuevo por la experiencia. La experiencia es el
alejamiento del Tú.
La relación puede existir aunque el hombre a quien digo Tú no lo sepa en su
experiencia. Pues el Tú es más que lo que el Ello conoce. El Tú es más activo
y experimenta más de lo que el Ello tiene consciencia. Ninguna decepción tiene
acceso aquí; aquí está la cuna de la Vida Verdadera.
(...)
El Tú viene a mí a través de la gracia; no es buscándolo como lo encuentro. Pero el
dirigirle la palabra primordial es un acto de mi ser; es, en verdad, el acto de mi ser.
El Tú llega a mi encuentro. Pero soy yo quien entro en relación directa, inmedia-
ta, con él. Así la relación significa elegir y ser elegido; es un encuentro a la vez
activo y pasivo. La acción del ser total suprime las acciones parciales y, por lo
tanto, las sensaciones de acción, todas ellas fundadas en el sentimiento de un
límite; esta acción se asemeja entonces a la pasividad.
La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser dicha con la totalidad del ser. La con-
centración y la fusión en todo el ser nunca pueden operarse por obra mía, pero
esta concentración no puede hacerse sin mí. Me realizo al contacto del Tú; al
volverme Yo, digo Tú.
Toda vida verdadera es encuentro.
La relación con el Tú es directa. Entre el Yo y el Tú no se interpone ningún sis-
tema de ideas, ningún esquema y ninguna imagen previa. La memoria misma
se transforma en cuanto emerge de su fraccionamiento para sumergirse en la
unidad de la totalidad. Entre el Yo y el Tú no se interponen ni fines, ni placer,
ni anticipación. El deseo mismo cambia cuando pasa de la imagen soñada a la
imagen aparecida. Todo medio es un obstáculo. Sólo cuando todos los medios
están abolidos, se produce el encuentro.

Buber, M. Yo-Tú, [en línea]. Buenos Aires. Nueva Visión. 1969. Disponible en:
<http://eskenazi.net16.net/buber_yotu.html> [Consulta: 26/05/2014].

a. ¿En qué se distingue, según Buber, la percepción del otro como un


“tú”?
b. ¿Qué significa el concepto de “encuentro”?
c. ¿Es posible fundar la ética en la relación “yo-tú” como propone
Buber?

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2.5.3. Problemas del personalismo


El personalismo como teoría ética no está exento, sin embargo, de cuestiona-
mientos y problemas. Probablemente el primero y más importante problema
que se plantea el personalismo sea uno de tipo ontológico que surge en el
contexto del debate en torno a otra gran tradición filosófica de la modernidad
que los personalistas generalmente cuestionan: el idealismo, especialmente
el hegeliano. Pero también muchos personalistas han partido del cuestiona-
miento a la ontología clásica griega, tomista o racionalista basada en la idea
de la inserción del ser humano en un orden natural. Más allá de la diversidad
de motivaciones y adversarios, quienes comparten la inspiración personalista
tienen en común la certeza del carácter irreductible del ser humano individual
y concreto a cualquier tipo de orden, sistema o contexto, ya sea natural,
social o cultural, al que pretenda subsumírselo como una mera parte, medio
o momento pasajero. Los personalistas se oponen a toda tesis organicista,
estructuralista o funcionalista del ser humano individual, oponiendo a las
nociones de totalidad, estructura u orden, la noción de persona. Sin embargo,
al mismo tiempo, se les plantea el problema de cómo sostener ontológica-
mente esa tesis, de modo que manteniendo la irreductibilidad de la persona al
todo, se pueda también resolver el modo en que esta se inserta en un orden
trascendente sobre el cual pueda sostenerse.
Otro problema fundamentalmente antropológico, que ha sido tratado por
los personalistas especialmente frente al positivismo naturalista del siglo XIX
y XX, al psicoanálisis freudiano y en nuestros días al surgimiento de las neuro-
ciencias y la genética avanzada, es el de la constitución del ser humano como
sujeto reflexivo, portador de un yo consciente y libre y la relación de este yo
con el resto de las dimensiones del ser humano.
Los personalistas están convencidos de que un problema fundamental para
resolver es el de cómo explicar la existencia simultánea de una doble serie
de fenómenos en el ser humano, una posible de ser descripta y explicada, al
menos hasta cierto punto, por medio de las ciencias naturales y sus catego-
rías basadas en principios de causalidad física u orgánica, y otra que respon-
de a una lógica subjetiva, interior. Frente a los proyectos de someter todos los
fenómenos observables o deducibles en el ser humano a una serie continua
de fenómenos naturales, los personalistas señalan los hiatos existentes en
la cadena de conexiones naturales al mismo tiempo que se preguntan cuá-
les son los modos más adecuados para descubrir puentes de comunicación
e intersección entre ambas series.
Un tercer problema es el gnoseológico y epistemológico. Los personalis-
tas se han opuesto en general a la interpretación del conocimiento desgajado
del sujeto concreto por la vía de una razón trascendental, absoluta o positivis-
ta que subordina las capacidades individuales a programas epistemológicos
supuestamente libres de todo residuo subjetivo. Tal asepsia metodológica es
imposible e indeseable para el personalismo que siempre ha defendido las
raíces subjetivas del pensar, no solo del filosófico sino incluso del científico.
Sin embargo, un complejo problema que los personalistas deben enfrentar es
el de cómo concebir la naturaleza y la relación de ambos tipos de conocimien-
to, el subjetivo y el objetivo y con estos la naturaleza y relación de la filoso-
fía y de las ciencias. Además, estos pensadores tienden a distinguir entre un
conocimiento fenoménico, empírico y descriptivo externo, y un conocimiento
vivencial, experiencial, simbólico o fenomenológico interno.

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Habría que mencionar, en cuarto lugar, el problema ético y los problemas


de la vida práctica que han tenido siempre una gran importancia en la tradi-
ción personalista. La vida ética no aparece, para estos filósofos, sino a partir
de la ya señalada posibilidad antropológica de una dimensión reflexiva, inten-
cional y libre en el ser humano, en cierto modo capaz de desdoblarse de las
tendencias e impulsos primarios, e iniciar una nueva serie de acciones deli-
beradas que superan la secuencia de los acontecimientos meramente natura-
les presentes en la base del propio yo. Los personalistas han reivindicado el
carácter encarnado, situado e incomunicable en que se encuentra la persona
actuante por el que las decisiones individuales no pueden ser nunca comple-
tamente explicadas ni reducidas a leyes naturales, formas a priori o a estruc-
turas sociales o culturales impersonales, por lo que consideran que el plano
ético se despliega en una dimensión diferente al plano natural. Además, sue-
len distinguir entre el qué y el quién de las acciones, la identidad y mismidad
de los agentes como idem y como ipse, la relación yo-ello o yo-objeto de las
de yo-tú o del yo-otro, etcétera.
Finalmente, en quinto lugar, los autores de esta tradición han estado siem-
pre muy involucrados con la dimensión política. De hecho, este tipo de pen-
samiento ha surgido en buena medida como reacción a las diversas formas
históricas de estatismos, absolutismos o totalitarismos políticos o formas
racionalizadas de control social que tuvieron lugar en el siglo XIX y XX euro-
peos. Tal fue el caso paradigmático de Buber frente al estado bismarkiano,
Berdiaeff (1874-1948) frente al comunismo soviético, Mounier y Maritain fren-
te al fascismo y el nazismo o Ricouer y Levinas frente a la sociedad tecnológica
y de bienestar de posguerra. Esto ha llevado a los estos autores a plantearse
el problema de cómo es posible el desarrollo de formas de sociabilidad perso-
nalistas como la relacionalidad yo-tú, la amistad social o incluso la comunión
en medio de formas impersonales de organización social, política y económi-
ca como las modernas, sin por ello caer en teorías naturalistas o románticas
de tipo organicista que también destruyen a la persona.

LECTURA OBLIGATORIA

Buber, M. (2006), “Yo y Tú” en: Yo y Tú y otros ensayos, Lilmod,

OO Buenos Aires, Primera Parte.


Fromm, E. (2007), El arte de amar, Paidós, Buenos Aires, Parte 2,
Sección 1.
Mounier, E. (1965), Manifiesto del servicio del personalismo y cristia-
nismo, Taurus, Madrid, Capítulo II.
Scheller, M. (2011), Ética: nuevo ensayo de fundamentación de un
personalismo ético, Caparrós, Madrid, Sección VI, Capítulo 2.

Cortometraje Le Processus (El Proceso) (2001, Francia, Philippe Gram-

EE maticopoulos y Xavier de l’Hermuziere; duración: 8´).


<http://www.youtube.com/watch?v=Xtxzmc49DBo&feature=youtu.be>

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Cuatro fotogramas pertenecientes al corto

9.

KK Luego de ver el corto, responda las siguientes preguntas:


a. ¿Cuál es la actitud de los hombres con sombrero frente a quien no
posee sombrero?
b. ¿Qué simbolismo considera que podría tener el hecho de poseer la
cabeza al desnudo, sin sombrero, tal como le sucede al personaje de
la historia?
c. En el cortometraje, ¿cómo consigue un sombrero el personaje que
lo había perdido? ¿Por qué motivo considera usted que el personaje
busca volver a tener un sombrero?
d. ¿Por qué motivo considera usted que el cortometraje se titula Le
Processus (El Proceso)? Considerando la trama de la historia, proponga
otros dos posibles nombres para el corto y justifique la elección de
los mismos.
e. ¿Qué análisis del cortometraje podría hacer a partir de la considera-
ción de las distintas teorías éticas?
f. Desde el punto de vista de la trama: ¿qué comparación podría realizar
entre los cortometrajes Le Processus y The Lost Thing (este último
analizado anteriormente)?
g. Relacione el corto animado Le Processus con el párrafo del cuento “El
discipulado” de Hugo Mujica citado a continuación.

CC
Siempre necesitaba un pensamiento, una idea, algo que me diera fuerzas para
levantarme, no por vago, vago nunca fui, siempre fui disciplinado… Algo que
me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que los otros hacían, lo que los
otros habían inventado que yo tenía que hacer si quería vivir como ellos vivían,
como a mí no me importaba vivir. Vivir haciendo todas esas cosas que des-
pués de un rato me gustaban, cuando la cabeza me empezaba a funcionar, em-
pezaba a tomar velocidad, a moverse, a acelerarse, como la vida en la que me
tenía que meter. Pero que en ese momento, en esos cinco minutos, yo sabía
que esa vida no era la mía (Mujica, 2008, 124).

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Ver la escena seleccionada de la película Crimes and misdemeanors (Crí-

EE menes y Pecados, 1989, EUA) Duración: 104 minutos. Director: Woody


Allen. Protagonistas: Martin Landau, Woody Allen, Anjelica Huston,
Alan Alda, Mia Farrow, Martin S. Bergmann. Premios: nominaciones
a los Premios Óscar en las categorías de Mejor Director, Mejor Guión
Original y Mejor Actor Secundario.
<http://youtu.be/F3KUlGR19aY>

10.
KK Luego de ver esta escena, conteste las siguientes preguntas:
a. ¿Qué postura ética representa el paciente y cuál el oftalmólogo?
b. ¿Cuál cree que será la decisión final que tomará el oftalmólogo con
respecto a la infidelidad cometida con su esposa? ¿Por qué?
c. ¿Qué argumentos da el paciente para creer en la importancia de la
conciencia?
d. ¿Qué argumentos da el oftalmólogo para creer que es un problema
seguir la voz de su conciencia?
e. ¿Es definitoria la idea de conciencia en relación a la ética? ¿Puede
reemplazarse por alguna otra razón para obrar?

Ver la escena seleccionada de la película Nostalgia (Nostalgia, 1983, Ita-

EE lia-URSS). Duración: 125:35’. Dirección: Andrei Tarkovsky. Intérpre-


tes: Oleg Yankovsky, Domiziana Giordano, Erland Josephson, Patrizia
Terreno.
Premios: Cannes: Premio Internacional de la Prensa, y el Gran Premio
a la Creación Cinematográfica (ex aequo con L’Argent, de Robert
Bresson), 1983.
Para poder ver la escena seleccionada:
<http://youtu.be/57gLM0g_Aiw>

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90

11.

KK Luego de ver la escena, conteste las siguientes preguntas:


a. ¿Qué considera que quiere transmitir el director?
b. ¿Qué tipo de pensamiento cree que lo ha inspirado?
c. Compara la actitud del protagonista de este pasaje con la que tendría
si estuviera inspirado en el utilitarismo.

12.

KK Luego de haber reflexionado sobre las corrientes éticas que hemos esbo-
zado en esta unidad, conteste las siguientes preguntas:
a. ¿En qué se diferencia la idea de utilidad entendida por los utilitaristas
como la finalidad de toda conducta humana, con la de felicidad en
sentido aristotélico?
b. ¿Cuáles son los límites más evidentes del utilitarismo?
c. ¿Cómo compararía la ética kantiana con la ética aristotélica? Señale
las virtudes y los defectos que le ve a cada una.
d. ¿Por qué puede decirse que el personalismo es una teoría que intenta
mediar entre el aristotelismo y el kantismo?

2.6. Conclusión
La ética es la respuesta a la pregunta por el sentido en el plano de la acción.
En comparación con la política, la economía o la técnica, que orientan la
acción en un determinado sector o aspecto de la vida, la ética apunta a orien-
tar nuestra acción entendida como totalidad. Por medio de ella buscamos la
ordenación última del entramado completo de nuestras acciones, desde las
más pequeñas e inmediatas, hasta las más grandes y trascendentes. A través
de la ética procuramos avanzar en la consecución de la forma total a la que,
consciente o inconscientemente, apunta nuestra vida. Pero inmediatamente
surge una nueva pregunta, ¿cuál habrá de ser esta orientación? ¿Cuáles son
los criterios mediante los cuales es preciso ordenar en general la vida? A partir
de allí nuestra pregunta personal se entronca con las mismas preguntas que
han realizado los seres humanos acerca de la ética a lo largo de la historia.
Y también con las respuestas ofrecidas por los grandes pensadores de la
humanidad, las cuales constituyen, tomadas en su conjunto, las diversas
tradiciones del pensamiento ético.
Después de haber recorrido cuatro grandes respuestas históricas sobre el
sentido de la ética, esto es, el utilitarismo, el kantismo, el aristotelismo y el
personalismo, hemos podido ver sus posibilidades y también sus límites para
ayudarnos a encontrar el sentido y la dirección de nuestras propias vidas. En la
perspectiva de salida de una cotidianeidad estrecha y controlada al descubri-
miento de la pregunta por el sentido que hemos adoptado hasta aquí, podría-
mos identificar un movimiento gradual desde el utilitarismo, centrado en la
medición de beneficios y costos puntuales para orientar la conducta, pasando
por el kantismo, que cree encontrar en la ley moral autónomamente fundada
una medida objetiva de la acción, hasta el aristotelismo y el personalismo,
los cuales parecen ofrecer una mirada más amplia para ordenar la acción, en
la que se apunta a plasmar, en la medida de las posibilidades humanas, un
sentido en la propia conducta que refleje y entre en conexión con el sentido
inscrito en el ser mismo de todo lo existente.

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91

Nuestro objetivo en esta carpeta no es, sin embargo, detenernos aquí. A


partir de este primer recorrido apuntamos a pensar la dimensión ética, des-
crita hasta ahora en una clave más bien general, a introducirnos en una ética
más aplicada a un aspecto particular de nuestra vida: el laboral y económico.
Ya hemos adelantado algunas intuiciones y pensamientos acerca del modo
en que lo laboral y lo económico plantean también una serie de interrogantes
en lo cotidiano y en los rasgos más típicos de nuestro mundo moderno. Ahora
será cuestión de plantearlo de modo más preciso y delimitado con el fin de lle-
gar a algunas conclusiones que nos permitan pensar lo económico y lo laboral,
ya no solo como individuos que formamos parte de la economía, sino también
como miembros de una sociedad que requiere con urgencia respuestas éticas
para orientar la vida profesional y empresarial.

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92

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93

Ética y trabajo

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Haya reflexionado sobre la relación entre trabajo, tiempo libre, vocación y


alienación.
•• Sea capaz de reflexionar a partir de los conceptos anteriores sobre el ámbi-
to del mundo empresarial y, especialmente, sobre la denominada “carrera
laboral”.
•• Haya profundizado en las distintas miradas que se pueden tener sobre el
trabajo a partir de diferentes concepciones éticas.

En otras palabras, la vida activa no es solamente aquello a lo que están con-


sagrados la mayoría de los hombres, sino también aquello de lo que ningún
hombre puede escapar totalmente
(Arendt).

3.1. Introducción: el valor del trabajo como actividad


humana
Cuando iniciábamos nuestra reflexión sobre la ética a partir del análisis de
nuestra cotidianeidad urbana, describíamos la experiencia del despertar todas
las mañanas en medio de un mundo atravesado por relojes y agendas labo-
rales en el que el tiempo y el espacio humanos se reducen sin cesar. Desde
allí descubríamos, además, la inevitable irrupción de las grandes preguntas,
generalmente surgidas a partir de la experiencia de los límites, que nos lleva
muchas veces a superar el plano de una cotidianeidad encerrada en el mundo
del trabajo para abrirnos al descubrimiento del sentido. Con el surgir de los
interrogantes por el sentido surge también el problema ético y la necesidad
inevitable de elegir un camino personal que vaya más allá de lo que parece
imponer el mundo muchas veces gris y uniforme de la vida laboral y las obli-
gaciones sociales.
Pero ahora imaginemos por un momento una situación exactamente opues-
ta. Pensemos un despertar completamente libre de horarios y obligaciones
laborales. ¿Bastará para ello evocar ciertos momentos del año como los fines
de semana, los feriados o las vacaciones? ¿O quizás será suficiente recordar
algunas épocas de la vida, como los primeros años de la niñez o la adoles-
cencia? ¿Habrá que imaginar lo que nos ocurrirá en la vejez, cuando debido
a la postración y al aislamiento no nos quede ya nada por hacer y el tiempo

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se vuelva completamente vacío de exigencias? En realidad, son muy pocas


las personas en el mundo que por su situación pueden –en al menos algún
momento de su vida– hacer realmente esta experiencia extrema de ausencia
de toda obligación laboral. Ni siquiera los situados en la parte más alta de la
pirámide económica lo experimentan ya que, como se sabe, aunque el dine-
ro abre muchas posibilidades, también genera múltiples problemas y nuevas
obligaciones. Las edades de la vida mencionadas tampoco permiten realizar
por completo esta experiencia, ya sea por la falta de conciencia, la enferme-
dad o la postración que puede acompañarlas, ya sea porque están rodeadas
del mundo laboral en el que viven los demás. Las vocaciones artísticas, reli-
giosas o filosóficas tampoco conocen esto ya que incluso en ellas es nece-
sario adentrarse en un conjunto apretado y exigente de rutinas laborales que
sirven de sostén de esas vidas extraordinarias. Hasta la vida bohemia tiene
sus ocupaciones, tareas y pequeños “trabajos” que llenan el tiempo dotándo-
lo de un inevitable sentido de cotidianeidad. Solo algunas personas con una
psicología muy especial y situadas en circunstancias nada comunes podrían
llegar a vivir una experiencia en la que cada mañana al despertar el tiempo se
dilatara de forma indefinida y no existiera la necesidad de entrar en la trama
de obligaciones y tareas laborales en que consiste la vida cotidiana.
Si pudiéramos por hipótesis imaginar lo que sentiríamos al vivir una vida
sin ningún tipo de obligación ni agenda que transcurriera en una suerte de pre-
sente indefinido, probablemente lo que surgiría dentro nuestro sería un sen-
timiento bastante parecido al tedio, al aburrimiento y a la sensación de vacío
que nos asalta algunas veces cuando tenemos tiempo libre. El alma huma-
na necesita ardientemente de momentos de expansión, ausencia de obliga-
ciones, encuentros abiertos y sin intenciones con los demás. Todos lo senti-
mos con claridad cuando la cotidianeidad se vuelve opresiva. Pero además de
esta necesidad de momentos de apertura hacia lo alto, el ser humano nece-
sita habitar la mayor parte del tiempo en una “zona media” de la existencia
conformada por miles de pequeñas ocupaciones que son las que le permiten
ingresar en la dimensión espesa y a veces escondida en la que se va forjan-
do, paso a paso, su vida. Utilizamos adrede el verbo “forjar”. La vida tiene una
dimensión “aérea”, pero también una dimensión ígnea, subterránea. La coti-
dianeidad con todos sus quehaceres es la fragua en la que se forjan a fuego
lento y bajo fuerte presión los metales de la propia personalidad y de la vida
en general. Es tan fundamental la acción que nos libera de lo cotidiano como
el trabajo que nos inserta y nos permite adentrarnos en ello: por medio de una
nos abrimos al horizonte más amplio de la vida, por medio de la otra partici-
pamos en la construcción de sus cimientos.
Los griegos y romanos, que despreciaron el trabajo de las manos al que lla-
maron “servil”, es decir, propio de esclavos, reconocieron el valor fundamen-
tal del trabajo para la fundación del mundo a través de mitos como el de Atlas
o el de Hércules. “Los Dioses y los hombres odian igualmente al que vive sin
hacer nada”, decía el poeta griego Hesíodo (800 a. C.), uno de los primeros
que destacó en su obra Los trabajos y los días el valor de ese mundo escon-
dido de las tareas cotidianas sobre el cual se sostiene la vida. Pero el senti-
do todavía un tanto oscuro y bajo del trabajo propio de la Antigüedad clásica,
toma una dimensión mucho más luminosa en el ámbito de la cultura bíblica.
Si bien se recuerda con fecuencia la frase del Génesis “te ganarás el pan con
el sudor de tu frente”, que parece continuar con el tono fatalista y trágico que
tiene el trabajo para la Antigüedad, en ese mismo primer libro de la Biblia se

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aclara antes que el origen del trabajo del hombre es previo a la célebre mal-
dición del esfuerzo que acompaña toda actividad laboral. El trabajo en la tra-
dición bíblica no es solo esfuerzo y dificultad, sino ante todo participación en
la acción creadora por la cual Dios dio origen al mundo.
La pensadora judeoalemana radicada en los Estados Unidos, Hannah Arendt
distinguía, siguiendo más la tradición griega que la bíblica, entre trabajo y acción
humana. En su opinión, el trabajo es un tipo de actividad ligada fundamental-
mente a lo biológico. La necesidad de subsistencia, propia de la vida en su nivel
más elemental, lleva al hombre a insertarse en el incesante ciclo repetitivo del
trabajo y el consumo. Incluso en su nivel más elevado, como sería el de la fabri-
cación de objetos que conforman un segundo mundo añadido al mundo natural
como el de nuestra sofisticada civilización tecnológica, el trabajo no deja de ser
para Arendt una mera continuidad con el mundo inferior de la subsistencia bio-
lógica en cierto sentido aislado y subordinado al mundo superior de la acción
humana. Este último se despliega a través de la “vida activa” cuya expresión
fundamental es, según Arendt, la vida pública, civil y política, y no la vida laboral.
Contrariamente a la visión de Arendt, en la tradición judeocristiana el traba-
jo, aún el más pequeño y aparentemente insignificante trabajo manual, tiene
un sentido que supera la mera dimensión biológica o a la construcción de
un hábitat civilizatorio eficaz: está vinculado con la realización misma del ser
humano como persona. En la realización del trabajo transformamos el mundo
material dándole una forma que anteriormente no poseía, aunque más no sea
la forma del orden mínimo que le proporciona a una casa el más sencillo traba-
jo doméstico. Pero además el trabajo transforma a quien lo realiza. Cualquier
trabajo tiene de este modo una dimensión objetiva, impuesta por la tarea o
el material que tenemos entre manos, y también una dimensión subjetiva,
consistente en las consecuencias que tanto en nuestra propia persona como
en la de las otras personas con quienes trabajamos, va dejando la actividad
laboral. En realidad, las dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo se entre-
cruzan e influyen mutuamente de manera constante. El trabajo exige una serie
de resultados objetivos pero al mismo tiempo va dejando un fruto subjetivo.
La importancia de la dimensión subjetiva del trabajo –que también podría-
mos llamar “relacional” ya que nos abre a las relaciones con los otros– se
acentúa cada vez más con el paso de una economía predominantemente
industrial, a una economía donde los servicios, el conocimiento y el consumo
toman un papel central. En tanto en la economía industrial el trabajo se redu-
cía a un conjunto de acciones simples constantemente repetidas por indivi-
duos aislados entre sí, en el mundo posindustrial, esa rutina –que siempre
existe– está cada vez más atravesada por situaciones en las que las relacio-
nes humanas son fundamentales. El caso de los servicios es el más claro de
todos. Quien trabaja como prestador de un servicio pone en juego de modo
intenso no solo sus habilidades, sino también su dimensión personal y su
capacidad de relacionarse con los demás. Incluso en las tareas industriales o
administrativas más despersonalizadas se ha ido incorporando con fuerza la
necesidad de incluir aspectos relacionales y cognoscitivos que en otro tiempo
quedaban afuera. Esta irrupción de los aspectos relacionales en la vida labo-
ral y en la vida económica en general, llevan naturalmente a un primer plano
las cuestiones éticas en el mundo del trabajo. Si bien estas siempre han esta-
do presentes, hoy toman una fuerza inusitada por el hecho mismo de este
entrecruzamiento mucho más íntimo entre el trabajo y la acción humana que
Hannah Arendt consideraba tan lejanos entre sí.

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LECTURA OBLIGATORIA

Arendt, H. “Labor, trabajo y acción”, [en línea]. 1957. Disponible

OO en: <https://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source
=web&cd=1&cad=rja&uact=8&sqi=2&ved=0CCgQFjAA&url=htt
p%3A%2F%2Fwww.balearweb.net%2Fafibfilosofia%2Fdocs%2FA
rendt.%2520Labor%2C%2520trabajo%2520y%2520accion.doc&
ei=iDBgU4SKDIjOsATIsYCwBQ&usg=AFQjCNGGtQRtdtz4Z_
VDbvlvJxMI_hi-qw> [Consulta: 28/4/2014].
Calvez, J. Y. “Trabajo y ciudadanía”. [en línea]. En: Anales
de la educación común. Buenos Aires. Dirección General de
Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. 2006.
Disponible en: <http://ciie-r10.wikispaces.com/file/view/
TRABAJO+Y+CIUDADANIA+CALVEZ.PDF> [Consulta: 28/4/
2014].

LECTURA RECOMENDADA

RR
Arendt, H. (1993), La condición humana, Paidós, Barcelona.
Martínez Echevarría, M. A. (2004), Repensar el trabajo, Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid.

1.

KK Después de leer la conferencia de Hanna Arendt, “Labor, trabajo y


acción”, orientada anteriormente, responda las siguientes preguntas:
a. ¿Qué entiende Hannah Arendt por vida activa y vida contemplativa?
b. ¿Qué diferencia establece entre labor y trabajo?
c. ¿Hay algo más además del trabajo?

3.2. Trabajo y alienación


Es difícil para nosotros, hace rato habitantes de una sociedad intensamente
urbanizada e industrial, imaginar el impacto que puede haber causado en
quienes vivían en sociedades tradicionales, el paso drástico que significó la
industrialización de la producción. Ya lo hemos mencionado anteriormente al
referirnos a la transformación del espacio urbano reflejado por Baudelaire y los
pintores impresionistas. También la música intentó reflejar el impacto terrible
del ruido de las máquinas que impuso un ritmo completamente desconocido
a la vida cotidiana y en especial al trabajo. Antes de la Revolución Industrial
existían sin dudas formas de trabajo difíciles o brutales. El trabajo esclavo en
la Antigüedad, especialmente en los períodos de gran acumulación de poder
político en que los reyes y emperadores requerían de grandes masas huma-
nas para levantar los monumentos destinados a exaltar su grandeza, es el
ejemplo más patente de la larga y terrible historia de la explotación laboral.

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97

Sin embargo, el trabajo industrial introdujo nuevas características deshumani-


zantes que el trabajo en sus etapas anteriores no había conocido.
El filósofo moral escocés Adam Smith, fundador de la economía política
moderna, fue quizás el primero en describir con particular perspicacia las
características del trabajo industrial moderno. Smith solía visitar los talleres
industriales que comenzaban a funcionar en Inglaterra y, a partir de esa expe-
riencia, redactó en los inicios de su obra “La Riqueza de las Naciones”, una
célebre descripción del modo en que la nueva industria producía alfileres de
manera mucho más rápida y eficaz que los métodos artesanales anteriores.
El secreto estaba en lo que Smith llamó la “división del trabajo” y el resultado
sorprendente era el aumento vertiginoso de la productividad, es decir, de la
cantidad cada vez mayor de cosas que se podían producir en cada vez menos
horas-hombre. Sin embargo, aunque Smith propiciaba una expansión perma-
nente de la división del trabajo y de la productividad como modo de lograr el
crecimiento de la riqueza de las naciones, era lo suficientemente sensible a
la dimensión humana y ética de la vida como para no ver que esta misma divi-
sión del trabajo traería aparejadas muchas consecuencias negativas. Así, en
el mismo libro, señala de modo premonitorio que si bien la división del traba-
jo en pequeñas tareas repetidas con igual regularidad era sin duda la fórmu-
la para la prosperidad, terminaría también empequeñeciendo y fragmentando
al ser humano.
Fue Karl Marx (1818-1883) quien presentó la cuestión del trabajo con
mucho mayor dramatismo. Marx había heredado probablemente de su raíz
judía y del ambiente exigente del protestantismo alemán en el que se crió,
un sentido fuertemente trascendente del trabajo. A esto se le agregó su for-
mación filosófica idealista y materialista a la vez. La herencia que recibió del
idealismo hegeliano lo llevó a pensar que el hombre no era en realidad crea-
tura divina, como sostenía el Génesis, sino creador de sí mismo por medio de
un largo proceso histórico de autotransformación desde su estado de sumi-
sión a la naturaleza hasta las formas más altas de desarrollo civilizado. Por
otro lado, por influencia del materialismo, pensaba que ese proceso de auto-
creación del hombre que lo diferenciaba del resto de los animales se había
ido produciendo de manera evolutiva por medio del trabajo. Así, a diferencia
de la concepción judeocristiana tradicional que veía en el trabajo un modo de
completar la obra que Dios ya había realizado de modo “muy bueno” al crear
al hombre como un ser especial y superior a los animales, Marx concibe al
trabajo, ya no como mero perfeccionamiento de una naturaleza humana dada
originalmente, sino como el medio por el cual el ser humano se constituye
a sí mismo como tal. Así, el trabajo para Marx pasa a tener una importancia
mucho mayor que para la tradición judeocristiana, ya que si bien esta última
valora mucho al trabajo, no llega al extremo de considerarlo como constitutivo
del hombre y dador único de sentido de su existencia.
En sus escritos juveniles sobre economía y filosofía, Marx mostró con espe-
cial profundidad el modo en el que el trabajo industrial, al mismo tiempo que
había posibilitado una enorme acumulación de riqueza, estaba produciendo
Proviene del latín alienum (ajeno),
efectos terriblemente destructivos en el hombre. Conmovido por las escenas así alienación significaría algo así
de explotación y miseria de los trabajadores industriales que presenciara pri- como “volverse otro o ajeno de sí
mero en Alemania y luego en Francia y en Inglaterra, elaboró su célebre teoría mismo”, “enajenarse”.
de la alienación, concepto que había tomado de Hegel y probablemente tam-
bién de Rousseau. De acuerdo a Marx, el proceso de la evolución del hombre
se inicia por medio de su separación a través del trabajo del resto de la natu-

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raleza. Pero la sumisión al rigor de la naturaleza, con su lucha despiadada


por la subsistencia, es reemplazado por un nuevo tipo de rigor que es el que
impone la explotación laboral del hombre por el hombre. En tanto en los orí-
genes del hombre existía un trabajo comunitario armonioso sin explotadores
ni explotados, durante el resto de las etapas de la historia, Marx ve un desa-
rrollo continuo en el cual el perfeccionamiento de las técnicas de producción
va siempre acompañado de un proceso de dominio sucesivo de unos hom-
bres sobre otros. Dicho proceso, que Marx concibe de modo dialéctico, es
decir, como una permanente lucha entre dominadores y dominados, alcanza
su punto culminante con el advenimiento del capitalismo. Con este último la
tensión dialéctica se intensifica hasta lo insoportable y tiene como resultado
el fenómeno de la alienación que Marx describe en todo detalle resumiéndolo
en tres rasgos fundamentales:
1) en el trabajo industrial capitalista el hombre está alienado o “extrañado” de
aquello que produce. Al participar únicamente de un insignificante momento
en la producción no reconoce en el producto nada suyo, por lo que pierde
toda posibilidad de satisfacción que todavía el trabajador artesanal tenía
en el “trabajo bien hecho”;
2) el obrero industrial trabaja de modo aislado perdiendo la que para Marx es
la dimensión fundamentalmente humana, es decir, la dimensión del social
o comunitaria del trabajo, la cual le es arrebatada; así está también alie-
nado de los demás;
3) finalmente, el trabajador está también alienado con respecto a sí mismo,
ya que no puede desarrollar otras funciones humanas más allá de las bio-
lógicas de la pura supervivencia.

Ciertamente, las predicciones de Marx acerca del capitalismo –que indicaban la


acentuación de la explotación y su necesario colapso por medio de la revolución–
no se cumplieron. En realidad, la alienación laboral, entendida por Marx como el
resultado del robo de la plusvalía correspondiente a los trabajadores por parte
de los capitalistas, disminuyó fuertemente, al menos en los países capitalistas
desarrollados. El capitalismo sufrió una profunda transformación, disminuyendo
la explotación laboral por medio de la legislación laboral y mejorando la distri-
bución de la riqueza. En este proceso fueron esenciales el mismo marxismo
y los movimientos sociales y sindicales con su enorme potencial de protesta.
Pero también los propios empresarios capitalistas mejoraron en muchos casos
voluntariamente la condición laboral de los obreros ya sea por el crecimiento
de su conciencia ética y social, ya sea por la sola razón utilitarista que los
convenció que no había otro camino que convertir mediante mejores salarios a
los obreros en consumidores de sus propios productos o por otras razones de
competencia de mercado, como motivar a los empleados a permanecer en la
empresa en lugar de ir a trabajar a otra empresa que ofrezca mejores salarios
y/o mejores condiciones laborales.
Sin embargo, a pesar de las mejoras evidentes, la alienación laboral no
ha desaparecido ni mucho menos. No solo perdura en muchos sectores de
la economía en donde muchos trabajadores consumen sus vidas en trabajos
extremadamente rutinarios o duros y con bajos salarios, sino también en los
sectores en los que las personas están aparentemente bien pagas o realizan
un trabajo que se considera liviano. Estos últimos muchas veces sufren lo
que los neomarxistas y también los pensadores personalistas cristianos y
judíos del siglo XX llamaron “alienación psicológica” o “alienación espiritual”.

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A diferencia de la alienación descrita por Marx, la alienación actual,


predominante en muchos ambientes laborales, incluso con ingresos altos, no
está vinculada con la explotación o la escasez material sino, por el contrario,
con la falta de sentido, el estrés y la insatisfacción permanente en medio
de una relativa abundancia. Esta nueva forma de alienación no se produce
solo por un malestar originado en el trabajo mismo (rutina, competencia,
maltrato, etc.), sino también por el círculo vicioso en que el trabajo entra en
relación con el consumo. Este círculo se caracteriza por la necesidad siempre
creciente de consumir más y más, y por la consiguiente necesidad de trabajar
más para satisfacer esa necesidad de consumo. Tal vez no falten recursos ni
ingresos, pero el consumo es tal que el trabajo se vuelve tan exigente como
lo es en condiciones de explotación laboral. Por lo demás, el círculo es muy
difícil de romper, no solo por la alienación en la que el individuo vive con
respecto a sí mismo, sino por la alienación a la que lo conduce la permanente
comparación con los demás, los cuales no son vistos como compañeros
de ruta sino como competidores contra los que se corre la carrera de los
ingresos o como espejos en los que se comparan obsesivamente los propios
consumos, originando una situación casi sin salida.

LECTURA OBLIGATORIA

Neffa, J. C. “Actividad, trabajo y empleo: algunas reflexiones

OO sobre un tema en debate”. [En línea]. En: Orientación y Sociedad.


Universidad Nacional de La Plata. La Plata. 1999. Disponible en:
<http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2956/
pr.2956.pdf> [Consulta: 28/4/2014].

LECTURA RECOMENDADA

RR
Smith, A. (1983), La Riqueza de las Naciones, Hispamérica, Buenos Aires.
Marx, K. (1997), Manuscritos de Economía y Filosofía, Alianza, Madrid.

Vea atentamente los 19 minutos seleccionados del film Tiempos modernos

EE (Modern Times, Estados Unidos, 1936, Charles Chaplin, duración: 89 min.).


http://www.youtube.com/watch?v=7RHtkFhfJqI

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100

2.

KK a. ¿Qué elementos del film ilustran la idea de alienación en el trabajo?


b. ¿Cuál es el resultado final de dicha alienación según Chaplin?

Vea atentamente el cortometraje Loin du 16e de los brasileños Walter

E Salles y Daniela Thomas incluido en la película Paris, je t’aime (2006,


Francia, duración: 119 min.)

3.
KK Luego de ver el cortometraje, responda:
a. ¿Cuál es el problema fundamental que plantea?
b. ¿Qué otros problemas derivados presenta también el corto?
c. ¿Cuál cree que sería la salida para la situación aparentemente
irresoluble?

3.3. Trabajo y tiempo libre


Quizás una de las paradojas más impactantes del siglo XX la ha producido la
evolución del marxismo, especialmente en su momento de aplicación práctica
en los países comunistas. Habiendo nacido como una filosofía basada en la
exaltación del trabajo como modo de humanización y respuesta a la aliena-
ción del sistema capitalista, el marxismo terminó encerrando al hombre en
un nuevo tipo de alienación laboral. Los regímenes comunistas convirtieron al
trabajo y aumento de la producción en los objetivos sociales fundamentales
acentuando la mentalidad productivista que Marx había criticado como propia
de la economía capitalista. Más aún, la idea aparentemente plausible del mar-
xismo de convertir al trabajo en el valor supremo de la vida, influyó también en
los países capitalistas, erosionando en ellos lo poco que todavía quedaba de
tiempo dedicado a actividades no laborales. De hecho, todavía hasta la mitad
del siglo XX, existía una clara división entre el mundo económico y el resto
de la vida. La familia, la amistad, la escuela, la Universidad, la vida cultural
gozaban de un ámbito relativamente autónomo con relación al mercado, a la
empresa y al universo laboral. Pero tanto por la evolución misma del capitalis-
mo, que fue buscando otros modos de vender sus productos creando nuevos
mercados, como por efecto del descrédito en el cual el marxismo fue dejando
a todas las actividades que no tuvieran relación con lo laboral, la frontera
relativamente fija que separaba ambos mundos se diluyó.
El filósofo alemán Josef Pieper describió nuestra sociedad actual como un
“mundo totalitario del trabajo”, caracterizada ya no por el sometimiento a tra-
bajos forzados por parte de un poder político totalitario –como el nazismo o el
comunismo–, sino por la expansión de la mentalidad productivista a todas las

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101

áreas de la existencia. Esta expresión, que parece un tanto exagerada si com-


paramos nuestra situación con la de quienes sufrieron los efectos del trabajo
totalitariamente organizado, se vuelve bastante real cuando consideramos la
cantidad de horas que pasamos en el ámbito laboral. Pero sobre todo, se hace
evidente al comprobar la valoración que hacemos del tiempo libre, en general,
los fines de semana, las vacaciones o la vida social son valorados en nues-
tra sociedad en tanto resultan medios útiles para retomar con más fuerzas
la vida laboral y no como fines en sí mismos. Incluso las propias actividades
“libres” son convertidas muchas veces en actividades cuasi laborales, como
en el caso de los deportes competitivos que exigen una preparación similar o
mayor que la de la vida laboral profesional.
Por otra parte, la mayoría de las veces el tiempo libre suele ser dedicado
a actividades de consumo febriles que poco tienen que ver con la distensión
y el descanso que se esperaría obtener. Esta situación tiene en su raíz el
supuesto implícito de que toda actividad humana, para ser valiosa, debe ser
productiva, es decir, apuntar a un fin útil, y por lo tanto, en definitiva se redu-
ce a la misma racionalidad de medios y fines que se aplica a la vida laboral.
Ciertamente, el trabajo es un valor central de la vida, ya que, como hemos
señalado, permite transformar el mundo en un lugar habitable con posibilida-
des de desarrollo para todos y, al mismo tiempo, va forjando buena parte de
nuestra vida personal. Sin embargo, es necesario reconocer que existen valo-
res fundamentales para la vida que no se obtienen por medio del trabajo ni
están directamente vinculados con este. Experiencias como el amor, la amis-
tad, la fiesta, el contacto con la naturaleza, el arte, la filosofía, la religión o el
juego, si bien pueden incluir una dimensión de esfuerzo y de trabajo, no son
en su núcleo central el resultado de un plan o de la organización de medios y
fines que caracteriza a la actividad laboral. En rigor, ninguna de estas activi-
dades son fruto del trabajo, sino de otra actividad que los antiguos llamaban
“ocio”. Esta palabra, tan desprestigiada por nuestra mentalidad obsesivamen-
te productivista, es hoy entendida como sinónimo de pereza, es decir, de una
actitud de desgano o dejadez con la cual no se puede lograr nada bueno en
la vida. No obstante, su significado original no es este. Más bien el ocio –su
contrario es el negocio, esto es, la “negación del ocio”– es la actividad por
la cual dejamos de lado toda intención práctica y utilitaria y nos abrimos a la
experiencia de algo valioso en sí mismo. El concepto de ocio está, además,
vinculado al de contemplación que hace referencia a la actitud de abrirse a
algo por su valor propio, dejando de lado cualquier interés en utilizarlo para
un fin práctico. Así, la aptitud para el ocio y la contemplación en alguien hace
referencia a su capacidad de gozar, de disfrutar de una experiencia genuina
abandonándose a ella sin esperar un resultado práctico ulterior más allá de
la experiencia misma.
Esta apertura del ser humano a una dimensión no laboral de la vida o,
dicho en positivo, a una dimensión contemplativa, transforma completamen-
te las relaciones entre el trabajo y el tiempo libre. En tanto, en la mentalidad
productivista el trabajo lo es todo o, por lo menos, lo principal y los momentos
de tiempo libre son solo pausas para volver a él; en la concepción a la que
hacemos referencia, el orden de la jerarquía se invierte. En efecto, dado que
el trabajo es en realidad una acción que dispone una serie de medios para lle-
gar a un fin que no es el mismo –como la satisfacción de necesidades– nunca
puede ser un fin completamente cerrado en sí mismo. Producimos bienes y
servicios para satisfacer las necesidades de las personas. Pero las necesida-

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


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des de las personas son mucho más amplias que las que satisfacen el trabajo
y la economía. Además de los bienes y servicios, los seres humanos tenemos
necesidad de encuentros humanos, de relaciones de amor y amistad, de con-
templación de la naturaleza, de conmoción frente a lo sublime o lo sagrado,
de la expansión libre del juego. Todas esas necesidades no las satisface la
economía ni el trabajo. Requieren precisamente de un tiempo “libre” del tra-
bajo que hoy no siempre sabemos cómo encontrar y, si lo tenemos, muchas
veces tampoco sabemos emplear.
Por otra parte, esta recuperación de la dimensión no laboral de la vida,
como lugar de experiencias valiosas “en sí mismas” no implica que estas últi-
mas no puedan darse también en el ámbito del trabajo. De hecho, el trabajo
también es fuente de muchas satisfacciones no solo extrínsecas –como el
salario– sino también intrínsecas, como el “trabajo bien hecho”, las capaci-
dades que permite desarrollar o las amistades y relaciones que tantas veces
crecen en el ámbito laboral –la dimensión subjetiva de la que ya hablamos.
Esto no contradice en nada lo anterior sino que demuestra la posibilidad de
mutua compenetración entre el aspecto laboral y el “libre” o desinteresado de
la vida. Del mismo modo que las experiencias contemplativas o de encuentro
exigen un cierto “trabajo” pero no se reducen a este, también la vida laboral
puede incluir experiencias de “ocio” sin que por ello el trabajo deje de ser tal.
El equilibrio de la vida implica el esfuerzo, la planificación y la organización
de medios al mismo tiempo que una presencia continua en la propia concien-
cia de los fines o valores últimos que están en juego en la actividad laboral.
Cuando, en cambio, todo se vuelve trabajo –o todo ocio– este equilibrio se
rompe y la autonomía y vinculación de ambas realidades quedan afectadas.

LECTURA OBLIGATORIA

Schumacher, B. N. “El hombre de ocio ¿parásito o transforma-

OO dor del mundo?” [en línea]. En: Sapientia. UCA. Buenos Aires.
2004. Disponible en: <http://josef-pieper-arbeitsstelle.de/fileadmin/
documents/online-artikel/B.N.%20Schumacher%20-%20El%20
hombre%20de%20ocio%20(es).pdf> [Consulta: 28/4/ 2014].

LECTURA RECOMENDADA

RR
Pieper, J. (1998), El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid.

3.4. Vocación, profesión y ética


En los últimos años de la vida escolar suele realizarse a los alumnos el llama-
do “test de orientación vocacional”. Hasta hace no mucho tiempo este test se
reducía a un conjunto de preguntas cuyas respuestas daban supuestamente
la clave de la inclinación vocacional de cada joven. Todo terminaba con un
informe que proporcionaba al futuro egresado de la secundaria un porcentaje

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


103

de posibilidades otorgado a cada una de las áreas posibles de estudio o tra-


bajo. Si bien a ese test simple se le fueron sumando luego otras pruebas y
entrevistas más elaboradas, la impresión que dejaba en quien era sujeto de
esta experiencia era la de una cierta decepción, desorientación e incluso, en
ocasiones, la de una paralizante perplejidad.
El problema no estaba tanto en los tests como tales, sino en el enfoque un
tanto positivista con que los encaraba el profesional o el propio estudiante.
Quien espera de los tests, o incluso de un proceso de orientación vocacional,
la respuesta a los interrogantes sobre la actividad que está llamado a reali-
zar en el futuro, sufre en general una decepción por el simple hecho de que
la vocación no es una realidad evaluable sin más desde afuera del sujeto ni
algo mensurable con métodos cuantitativos.
Con la vocación sucede lo mismo que con otras realidades del ser huma-
no, como la inteligencia –a la cual también frecuentemente se quiere redu-
cir a un test–, los conflictos afectivos o los estados anímicos profundos, que
requieren de un método introspectivo en principio irremplazable desde afue-
ra. Es cierto que la introspección puede ser ayudada por otro. Sin embargo,
tal como lo enseño Sócrates, en todo caso la tarea del ayudante será la de
colaborar desde afuera con un proceso que es fundamentalmente interior y
por lo tanto insustituible.

Mejor hablar de ciertas cosas-Vocación. (56 min.)

EE ¿Qué nos hace proclives a un determinado oficio? ¿Cómo se define una


vocación? Las dudas y certezas suelen aparecer durante los últimos años
de secundaria. Especialistas y jóvenes se refieren a este momento clave en
el que, en medio de múltiples propuestas, muchas veces es difícil optar
por una sin titubear.
<http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/
ver?rec_id=101185>

Ahora bien, ¿qué relación tiene el problema de la vocación con el del trabajo
y, en especial, con lo problemas éticos que surgen alrededor de este en la
actualidad? La cuestión de la vocación está íntimamente unida a la dimensión
subjetiva, humana y relacional del trabajo, a la que ya nos hemos referido
anteriormente. Si el trabajo solo tuviera una dimensión objetiva, es decir, si
se redujera a un conjunto de maniobras a realizar mediante el uso de ciertas
habilidades para obtener determinados resultados, bastaría con una planifi-
cación racional que incluyera un proceso de selección de individuos según

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104

las habilidades requeridas y un proceso educativo que proporcionara esas


habilidades a un conjunto x de estudiantes por año.
En los países con regímenes totalitarios o con formas de capitalismo auto-
ritario, casi nadie decide lo que va a estudiar ni tampoco lo que va a hacer o
a “ser” en el futuro: es el Estado el que determina de modo puramente “obje-
tivo” lo que cada persona hará de acuerdo a las necesidades del sistema.
En estos regímenes se establecen porcentajes de estudiantes necesarios en
cada carrera de acuerdo a los trabajadores necesarios en cada área, teniendo
el factor subjetivo –el “qué quiero hacer de mi vida”– un valor igual a cero o
a casi cero. En los países donde existe una mayor libertad no se da esta pla-
nificación explícitamente autoritaria. Sin embargo, en ellos suele ser el mer-
cado laboral el que dicta las reglas, a veces de un modo más implacable que
el Estado. A esto se le agrega la presión de las familias, del ambiente y de
los propios mandatos asumidos interiormente por los jóvenes que los llevan
a una suerte de autoselección para las carreras y trabajos “necesarios” –o,
dicho al modo capitalista– “rentables”, dejando de lado los que son conside-
rados social o económicamente poco rentables o directamente impracticables.
Indudablemente hay en este modo de proceder bastante de lógica y sentido
común ya que la selección de los trabajos y las carreras tiene una dependen-
cia directa con las necesidades existentes que el mercado señala por medio
de la demanda laboral y el Estado y las familias de los jóvenes tienen la obli-
gación de no ignorar. El problema no está en considerar si el trabajo, la acti-
vidad o el estudio que uno vaya a elegir es necesario, útil o rentable, lo cual
es seguramente un factor clave a tomar en cuenta tanto en la selección de
estudiantes o trabajadores como en el propio camino de estudios o laboral. El
problema consiste, por un lado, en creer que es posible prever con tanta exac-
titud cuáles serán los trabajos necesarios en el futuro. Pero además, por el
otro, en hacer pesar esa predicción incierta hasta el punto de condicionar una
elección en la que debería tener bastante más importancia el factor subjetivo.
Si se considera la cuestión desde el punto de vista estrictamente económi-
co, es bastante sencillo de demostrar empíricamente que es imposible realizar
una planificación laboral estatal rigurosa ya que las necesidades del mercado,
y por lo tanto la demanda de empleos, va variando constantemente. Por otro
lado, desde el punto de vista individual, es cierto que se puede apostar a un
área en la cual las posibilidades objetivas de obtener un empleo son mayo-
res que en otras. Pero, ¿esto implica que estas posibilidades van a seguir
siendo así en el futuro? Y, aún acertando en la predicción, ¿será realmente
posible en concreto para mí desarrollar bien ese trabajo –o incluso obtener
un empleo– si no tengo las inclinaciones, el talento y la voluntad, es decir la
vocación, para llevarlo adelante?
Precisamente a esta dimensión vocacional habría que prestarle más aten-
ción no solo a nivel individual sino también a nivel social. La consideración
puramente objetiva del trabajo, sin tomar en cuenta la vocación, suele generar
peligrosos fenómenos de sobreoferta y de suboferta laborales, inducidos artifi-
cialmente por un pensamiento estereotipado que pretende reflejar “lo que dice
el mercado”, cuando en realidad este último está compuesto por el entrelaza-
miento de las necesidades y los deseos de los individuos, no solo en el ámbi-
to del consumo, sino también en el ámbito laboral. De hecho, una parte del
problema del trabajo hoy –en especial del enorme problema del desempleo–
radica en que muchas personas con talento potencial y vocación para realizar
determinados trabajos que son muy necesarios y requeridos no encuentran

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


105

un empleo porque no desarrollaron su vocación en su momento y siguieron


muchas veces sin vocación carreras que “había que elegir” de acuerdo a los
supuestos mandatos del mercado.

PARA REFLEXIONAR

Pero, ¿qué es la vocación? ¿Existe realmente? Y si existe, ¿se da en el

PP campo de la vida laboral normal?

Sobre esto hay casi tantas opiniones como experiencias personales. Hay
muchísimas personas –quizás una mayoría en la actualidad– que dicen no
haber sentido nunca eso que la palabra vocación denota en su etimología (del
latín vocare, llamar), es decir, el “llamado”. En general se sigue vinculando la
idea de vocación con la vocación religiosa o con vocaciones muy especiales:
artísticas, científicas, políticas o de servicio al prójimo. Es cierto que los testi-
monios y documentos que mejor muestran la esencia de la vocación provienen
de personas dedicadas a esta clase de actividades. Los músicos, científicos,
religiosos y pintores nos hablan casi siempre de la vocación en términos bas-
tante definidos, como de algo que sobrevino y “los tomó”, a partir de lo cual
se vieron en la imperiosa necesidad de persistir, en muchos casos en contra
de la sociedad, de las propias resistencias internas o incluso de la salud. Si
bien siempre es posible interpretar estos testimonios y experiencias como
construcciones reductibles a un determinado mandato social o familiar, es
bastante evidente que la vocación no es un fenómeno enteramente explicable
socialmente. Aunque hay un fuerte entrelazamiento entre la inclinación voca-
cional y la propia historia de vida –en la que cuentan sobre todo la influencia
de los padres, los maestros y el ambiente– y muchas vocaciones se pierden
todos los días debido a la falta de un contexto social que les permita desarro-
llarse, la presencia súbita de un determinado talento, a veces en ambientes
para nada favorables, demuestra con claridad que la vocación es un fenómeno
condicionado por lo social pero de ningún modo reductible a este.
Vocación implica ciertamente un talento pero también un deseo. Si hay
talento sin deseo probablemente no haya verdadero talento, sino simplemen-
te una cierta habilidad. Si hay deseo sin talento, seguramente existe una
admiración por una determinada vocación pero no se la experimenta auténti-
camente en uno mismo. Pero también pueden darse ambos, deseo y talento,
es decir, la presencia objetiva de la vocación pero sin embargo esta no termi-
na de manifestarse o incluso no se desarrolla nunca. Allí entra en escena un
tercer elemento, quizás el más misterioso de la vocación, que es el del juego
interno entre el “llamado” y la “respuesta”. Esta terminología no es de ori-
gen psicológico sino bíblico. Cuando se la interpreta en el sentido psicológico
se vuelve a recaer en explicaciones tales como “el mandato paterno” y otras
por el estilo, que pueden tener su lugar en el proceso de manifestación de
la vocación –como lo tuvo, por ejemplo, en la vocación musical de Mozart, el
terrible mandato psicológico de su padre– pero que de ningún modo pueden
dar cuenta de lo esencial que se da en la vocación.

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106

Ciertamente entre las voces que obligaban a Mozart a componer estaba


la de su padre –presente en muchos de sus personajes más tremendos y
también en otros más bondadosos de sus óperas– pero, ¿quién se animaría
a decir que el llamado que recibió Mozart, el llamado de la música, es ente-
ramente explicable por su conflicto con su padre? Mozart y todos aquellos
que, aún no teniendo más que un pequeño talento, sienten el llamado de una
vocación, experimentan la necesidad de responder a un “alguien” que no es
ciertamente la voz de la sociedad. En el mundo antiguo la vocación –expresa-
da muchas veces por la venida de las musas inspiradoras– estaba constan-
temente referida a los dioses. En la tradición bíblica es una respuesta a Dios
como a aquel que está llamando continuamente a la puerta (ver el libro del
Apocalipsis) de cada ser humano. Este origen divino implica que la vocación
es un llamado de lo alto y, por lo tanto, no se conforma con la mediocridad, la
mera supervivencia o el bienestar: exige excelencia, reclama perfección. De
esto dan testimonio muy claro todos los que manifiestan tener una vocación:
no les basta hacer lo que están llamados a hacer con gusto, placer o “razo-
nablemente bien”, sino que quieren hacerlo de modo excelente. De allí que
la vocación va más allá del talento y el deseo, de la inspiración o del arreba-
to místico: exige siempre una respuesta esforzada, una determinación a una
acción constantemente excelente.
En ese sentido, la vocación no solo está vinculada a un llamado (calling),
sino a una “profesión” (profession), es decir, a una declaración pública, a una
respuesta concreta, que implica una promesa o un juramento. La idea de pro-
fesión, a la cual nosotros le damos en general un sentido mucho más prácti-
co, menos romántico y directamente vinculado con lo rentado, está sin embar-
go muy relacionada con la vocación. Aunque tendemos a oponer “vocacional”
(entendido como “por gusto”, “no rentado”) con “profesional” (entendido como
“por lucro”), esta oposición es solo el resultado de una evolución histórica
que rompió con la vinculación de ambos conceptos que existía originalmen-
te. De esta evolución resultó luego la idea unilateral de que el profesional es
simplemente quien obtiene una ganancia monetaria por lo que hace y por lo
tanto quien no tiene vocación. Esta degradación conceptual ha tenido conse-
cuencias nefastas para el mundo de las llamadas profesiones y también para
el mundo laboral en general. Si el profesional es solo quien obra por lucro y
carece de vocación, entonces se mueve solo por la demanda del mercado y no
tiene que rendirle cuentas a ningún llamado vocacional interno como sí deben
hacerlo, por ejemplo, los artistas o los científicos.
Pero lo cierto es que las profesiones tienen sus reglas, sus juramentos,
sus mandatos. ¿Son estos puramente mercantiles? Claro que no. Basta con
analizar el juramento hipocrático o el que realizan los abogados, para compro-
bar que su trabajo debería ir infinitamente más allá de satisfacer las deman-
das del mercado. ¿Responden entonces los profesionales a un mandato cor-
porativo? Seguramente, pero no en el sentido cerrado, excluyente y por tanto
peyorativo de la palabra. En realidad, el mandato de la corporación profesio-
nal debería ser mucho más que un mandato de grupo, e incluso que un man-
dato social. Se trata de un mandato que procede de las exigencias internas
de la actividad, las cuales son en general exigencias extremas, muy difíciles
de cumplir, no en virtud de una “decisión corporativa” sino por la naturaleza
compleja de la actividad profesional en sí misma. ¿Cómo llamar a ese núcleo

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


107

de las profesiones sino con el nombre de “vocación”, pero ya no en un senti-


do romántico, sino en el sentido bien concreto y práctico del conjunto de exi-
gencias –por momentos máximas– que se le plantean, junto a los talentos y
deseo de ejercer la profesión, al médico (¡pensemos en un cirujano sin voca-
ción!), al abogado, al arquitecto o al contador?
¿Qué decir del hombre o de la mujer de negocios, del manager? Si de este
se duda hoy en día si es un profesional, ¿se puede decir acaso que tiene voca-
ción? El auge de las escuelas de negocios como lugares de enseñanza pura-
mente técnica de la administración de empresas destruyó la idea original por
la cual muchas de estas escuelas se habían fundado. Vinculadas a los semi-
narios de formación religiosa de los pastores cristianos norteamericanos, a
las escuelas de leyes y a las escuelas de medicina, las primeras escuelas de
negocios en los Estados Unidos fueron concebidas con el propósito de pro-
fesionalizar la formación de los administradores de empresas. Este punto de
vista profesional apuntaba a enmarcar los negocios en unas determinadas
normas de conducta –la llamada “ética profesional”– y, por lo tanto, a enten-
der que la administración de empresas no era una actividad cualquiera sino
una auténtica vocación destinada no solo a hacer dinero, sino a ejercer una
actividad bien específica con altas exigencias, un profundo sentido de la res-
ponsabilidad y un gusto por la actividad en sí misma.
Hoy son pocos los que estudian administración de empresas o se des-
empeñan como gerentes corporativos que se consideran a sí mismos como
“managers profesionales”, obligados a rendir cuentas a una asociación o a un
código profesional –tal como un médico, un abogado o un contador– y mucho
menos que experimenten su trabajo como una vocación. Esta ausencia o fuer-
te debilidad de una conciencia profesional o vocacional ha sido probablemente
una de las causas principales de los escándalos éticos corporativos primero, y
de la crisis financiera internacional después, los cuales fueron, en gran medi-
da, protagonizados por hombres de negocios, ejecutivos o agentes sin ningu-
na conciencia profesional, que parecían responder únicamente a la consigna
utilitarista de maximizar sus propios beneficios.
Dado que la acción humana, en cualquiera de sus áreas de aplicación, no
puede reducirse nunca a la búsqueda del beneficio propio, al menos de acuer-
do a las concepciones kantiana, aristotélica o personalista tal como hemos
visto en la unidad 2 no es posible concebir la administración de empresas
tan solo como business (negocios). Esta concepción –y su derivado aún más
confuso business ethics (ética de los negocios)– destruye la especificidad y
objetividad que expresa la denominación “administración de empresas”. En
tanto al hablar de “negocios” podemos entender cualquier tipo de actividad,
siempre que el objetivo sea ganar dinero, cuando hablamos de la administra-
ción o el management de una empresa, presuponemos la existencia de una
realidad que trasciende al administrador, es decir, la empresa misma. Como
veremos más adelante, la empresa es un tipo de realidad específica que tiene
sus características bien definidas y, por tanto, exige un tipo de acción parti-
cular, del mismo modo que ocurre con el cuerpo humano en la actividad del
cirujano o con la casa que construye el arquitecto.

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108

LEER CON ATENCIÓN

En una palabra, administrar una empresa no es algo que puede hacer-

LL se de cualquier manera, ni por cualquier persona: implica, por el


contrario, una conducta ética en el ejercicio de la profesión, es decir,
como ya hemos visto, una conducta iluminada por un sentido. Pero
esta conducta no procede del cumplimiento formal de un código de
ética o de conducta profesional, sino de la presencia de una vocación,
que incluye talento, deseo y determinación y de una profesionalidad
que implica una fuerte conciencia de las exigencias de excelencia y de
responsabilidad de la propia actividad.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Mandrioni, H. D. (1984), La vocación del hombre: ensayo filosófico, Guadalupe, Bue-
nos Aires.
Schumacher, E. F. (1980), El buen trabajo, Debate, Madrid..

Vea atentamente la entrevista al platero argentino Juan Carlos

EE Pallarols (1942).
http://www.youtube.com/watch?v=QW4M7J3tank

4.

KK Luego de ver la entrevista, responda:


a. ¿Cuál es la explicación que da el platero Juan Carlos Pallarols del
motivo que lo llevó a elegir ese trabajo?
b. ¿Qué significa para Pallarols trabajar? ¿Por qué cree que relaciona el
trabajo con el juego?
c. ¿Cuál debería ser, según Pallarols, la relación de quien trabaja con
sus “materiales”?
d. ¿Cuál es el fin último del trabajo de acuerdo al platero argentino?

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109

Vea atentamente el video “El trabajo más peligroso de la Tierra”.

EE http://www.youtube.com/watch?v=zjg04GyaisE

5.

KK Luego de ver el video, responda:


a. ¿Qué características tiene este trabajo?
b. ¿Qué cualidades o virtudes exige del trabajador?
c. ¿Qué reflexión le merece con relación a las características del trabajo
profesional en general?

3.5. Desarrollo de la carrera laboral


En la cultura juvenil actual existe un fuerte rechazo a la idea de “carrera labo-
ral”. Se trata del fenómeno de la llamada “generación y” que rechaza concep-
tos tales como la fidelidad a la empresa, el cumplimiento de horarios y reglas,
la obediencia a los superiores o la separación entre lo personal y lo laboral.
Esta fuerte reacción generacional está vinculada al miedo a los compromisos
de largo plazo que existe en nuestra sociedad el cual es muchas veces juzgado
de modo superficial por la generación de los mayores como el resultado de
una actitud irracional. Sin embargo, esta actitud se explica en buena medida
por las experiencias negativas vividas en relación al trabajo precisamente por
los mismos mayores.
Aunque los representantes de la generación “x”, es decir, la de los padres
de los jóvenes actuales, encararon su trabajo con una perspectiva de esta-
bilidad y permanencia en una misma profesión o en una misma empresa, el
resultado terminó siendo, en muchos casos, el despido, los problemas de
salud debido al estrés o el sacrificio de las relaciones familiares y de amis-
tad extralaborales en aras de una carrera laboral cada vez más ascendente.
Precisamente, para no repetir la experiencia negativa de sus padres, muchos
jóvenes “y” son remisos a todo compromiso laboral a largo plazo, no solo con
una empresa en particular, sino incluso con una determinada profesión, aun-
que sea la que han elegido estudiar.
Como reacción a los valores de esta nueva generación, los jefes de estos
jóvenes profesionales intentan elaborar estrategias de seducción para lograr
su adhesión a través del reconocimiento de valores afectivos y relacionales
frente a los valores de la pura eficiencia introduciendo en la empresa horarios
más flexibles, cambios de un menor sueldo por más cantidad de tiempo libre,
informalización de la vestimenta y horizontalización de las relaciones de auto-
ridad. como señala el manager argentino Pablo Maison en su libro El trabajo
en la posmodernidad.

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110

Entrevista a Pablo Maison en HCR radio a propósito de su libro.

SS <http://www.youtube.com/watch?v=yF0yRXVInt0>

No obstante, a pesar de esta nueva realidad social del trabajo o, al menos,


del trabajo de los jóvenes profesionales, la carrera laboral, tarde o temprano,
termina por llegar. No hay modo de evitar, si se quiere llegar a profundizar en
un área o actividad que se elija, una cierta línea de continuidad y permanencia
en un tipo de trabajo a lo largo del tiempo. En tal sentido, aunque la inserción
más formal en el mundo del trabajo es hoy más tardía entre los jóvenes profe-
sionales, finalmente deben también ellos enfrentar los desafíos y dificultades
de la sucesión de las diversas etapas temporales de la vida laboral.
Es muy habitual experimentar entusiasmo, claridad de objetivos, determi-
nación y buenos propósitos al comenzar la carrera laboral como ocurre con
la etapa inicial de muchas acciones prolongadas en el tiempo. Generalmente
empezamos con fuerza porque en el inicio se visualizan solo mental o afec-
tivamente las características del trabajo o la profesión, destacándose con
fuerza los aspectos más atractivos y positivos, sin haber experimentado toda-
vía todos los problemas, accidentes, cansancios, desilusiones o situaciones
negativas que en todo trayecto prolongado inevitablemente se producen. Tal
como sostenía el filósofo español José Ortega y Gasset, el enamoramiento,
es decir, el encantamiento que se da generalmente en el principio, es en rea-
lidad un fenómeno óptico de deformación perceptiva por el cual, lo que nos
atrae tanto –y precisamente por eso nos atrae así– solo es visto por noso-
tros en su aspecto atractivo, dejando totalmente oculto los potenciales lados
negativos. De todos modos, es bueno que esto sea así. De hecho, si pudié-
ramos prever de antemano las decepciones del futuro, no nos atreveríamos a
emprender nada, nos quedaríamos paralizados y perderíamos el impulso para
lanzarnos a la aventura riesgosa pero apasionante que implica toda carrera
profesional o laboral.
El comienzo entusiasta, enamorado, de los estudios o del trabajo es, por
lo demás, un síntoma muy fuerte de la presencia de una vocación. Acabamos
de ver lo importante que es la vocación en el trabajo y en la vida profesio-
nal. Ahora le agregamos la idea de que la vocación es la fuente de la ale-
gría inicial que nos da la fuerza para comenzar todo trabajo, que nos permite
“correr” luego, en ese largo despliegue temporal que tan gráficamente llama-
mos “carrera” de estudios o carrera laboral. Este impulso vocacional inicial
es esencial.
Gran parte de los problemas de la vida laboral proceden precisamente de
situaciones de frustración vocacional, por la cual muchas personas en reali-
dad no están para nada contentas con su trabajo, e intentan por tanto com-
pensar esa falta de realización personal por otros medios, como pueden ser
la búsqueda obsesiva de ascensos, el activismo desmedido, el maltrato a los
subordinados, la mala praxis, la competencia enfermiza, la corrupción, etc.
Incluso, si la persona en cuestión tiene en general en su vida una conducta
ética razonable, la frustración vocacional puede ser tan fuerte que lo lleve, casi
involuntariamente, a involucrarse en situaciones que no son estrictamente el
resultado de decisiones completamente conscientes –ya analizaremos luego
con más detenimiento este fenómeno– sino de un estado de descompensa-
ción afectiva que se acentúa precisamente en el trabajo.

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111

Es difícil encontrar una solución a los problemas laborales individuales


y sociales que tienen este origen, ya que la vocación no se reemplaza con
nada. El agujero que deja la frustración vocacional en el alma es tan grande
que exige siempre compensaciones generalmente desatinadas y negativas.
Por lo demás, a pesar de su enorme valor y de su fuerza, la sola vocación no
alcanza para garantizar el buen desarrollo de una carrera laboral. El desplie-
gue a lo largo del tiempo de los diversos aspectos de una realidad, en este
caso la laboral, nos va mostrando no solo los lados más interesantes que nos
habían atraído al principio, sino también otras caras negativas. Una vez pasa-
do el entusiasmo inicial, comienzan a mostrarse las dificultades del camino y
son necesarias, además de la vocación, otras cualidades extra. Pensemos en
lo que sucede en una maratón más o menos larga. Aún estando preparados
y acostumbrados a correr, los maratonistas profesionales experimentan una
serie de “etapas” inevitables en el transcurso de una carrera para las cuales
requieren ya no solo de capacidades físicas o incluso psicológicas sino tam-
bién de cualidades éticas que les permitan seguir adelante sin desanimarse,
accidentarse o quedarse sin aire en medio del camino.

6.

KK Describa, según sus conocimientos previos y su experiencia vital, las


etapas en las que dividiría una carrera laboral “clásica”.

La segunda etapa de la carrera laboral, teniendo como supuesto que se tiene


una vocación, o al menos una inclinación y un razonable talento para afrontar
un trabajo, es el que comienza con el descubrimiento de la distancia entre el
trabajo imaginado y el trabajo real. Comprobamos con dolor la terrible imper-
fección de la vida laboral concreta que contrasta con dureza con aquello que
habíamos imaginado en el plano ideal. Dado que los futuros profesionales
tienen hoy una larga etapa de estudio, esta distancia es mayor. Por otra
parte, en la carrera universitaria lo que se ve no es el trabajo, sino una ver-
sión sintetizada y en general bastante esquemática de lo que será la carrera
laboral. En ciertas carreras, como la medicina, las prácticas bajo la forma
de residencias hospitalarias, son un componente esencial del aprendizaje.
Sin embargo, en general, la universidad es un ámbito esencialmente distinto
de la vida laboral. Aunque en los países en desarrollo los jóvenes futuros
profesionales en general estudian y trabajan al mismo tiempo, suelen tener
trabajos temporarios y poco o nada vinculados con la carrera que estudian.
Además, en la universidad es casi inevitable la artificialidad de las situaciones
de aprendizaje práctico. De este modo, la condición de estudiante tiende en
la sociedad actual a expandirse cada vez más alejando la introducción a la
realidad plena de la carrera laboral propiamente dicha –es decir la relacionada
con la carrera estudiada– para más adelante. De este modo, el impacto de
la decepción inicial puede ser bastante grande al punto de llevar al abandono
de la profesión ya sea porque se descubre que no se tenía la vocación como
para soportar la prueba de la realidad, ya sea porque, aún con vocación, no
se tiene la fortaleza y la fe en sí mismo o en el futuro como para pasar esta
segunda y necesaria etapa.
Un tercer momento de la carrera laboral va surgiendo cuando se comienza
a descubrir que la dureza de la realidad, si se la enfrenta, se convierte en una
fuente de riqueza, de productividad y de un impulso todavía más fuerte que

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112

el inicial. La vida profesional, con sus permanentes sobresaltos, cambios de


situaciones y conflictos de todo tipo, ya no es experimentada como una decep-
ción en comparación con lo que se soñaba en la universidad, sino que es vista
como algo interesante, vivo y desafiante. En algunos profesionales este es
el momento en que también llegan los primeros frutos y reconocimientos del
esfuerzo bastante desalentador y árido realizado en la segunda etapa. Pero
precisamente estos primeros resultados y éxitos entrañan nuevas dificultades
y riesgos, especialmente en una economía como la capitalista donde todo se
mueve por las demandas del mercado. Las presiones por crecer –o más bien
por ascender– aumentan. La idea de que hay que darlo todo por el trabajo –o,
más bien, por la empresa– se vuelve tan fuerte que en muchos casos se cae
en el activismo o la adicción al trabajo.
Muchas empresas aprovechan este momento singular de algunos profe-
sionales, en el que se combinan la experiencia y un impulso renovado, para
explotar sus capacidades al máximo en su etapa mayormente productiva uti-
lizando medios que ponen en riesgo la forma original y la orientación de con-
junto de la profesión elegida. Muchos profesionales ceden a la seducción de
los ascensos rápidos y del dinero y pierden la perspectiva que los animaba en
el principio. La carrera laboral se va transformando de este modo en “carre-
rismo”, es decir, deja de ser un medio para desarrollar del modo más pleno
posible la propia profesión y vocación que aporte con sus frutos a la sociedad,
para convertirse en un fin en sí mismo. Las consecuencias de esta suerte de
absorción, a mitad de camino, de la profesión o vocación por la carrera, son
destructivas tanto en el plano personal como en el social sobre todo desde el
punto de vista ético, aunque también desde el punto de vista profesional, ya
que ambos pasan a un segundo plano muy por detrás del objetivo de lograr
cada vez más ganancias y ascensos.
Si se logran superar las tentaciones de la tercera etapa y no se pierde
el norte debido al dinero, la falta de autoestima o la ambición, se llega a la
cuarta etapa caracterizada por una suerte de “asentamiento” en la cual pasa
a primer plano una combinación de experiencia probada, mirada global y, en
muchos casos, una capacidad para convertirse en guía o autoridad para otros.
Llegados a ese momento de la carrera laboral muchos profesionales testimo-
nian que se produce un cambio de perspectiva muy acentuado tanto en la
visión del propio trabajo como de la propia persona. En tanto en las etapas
anteriores predominaba la capacidad técnica, las habilidades específicas y la
aptitud para cumplir con objetivos dados por otros, en esta etapa el profesio-
nal va más allá del tema específico al que se ha dedicado hasta ese momen-
to y pasa a ser una suerte de director de orquesta de su profesión o de un
área de la empresa. Aunque no llegue a concretar el propio emprendimiento o
incluso no ocupe posiciones muy altas dentro de una organización, el profesio-
nal que logra asentarse saca el jugo de las etapas anteriores vividas y puede
integrar en una figura mayor diversos aspectos de sí mismo, de su trabajo y
también del trabajo de los otros que hasta entonces habían evolucionado de
modo fragmentado. A veces esto implica dejar la empresa o la organización
en la que se ha hecho carrera, pero no para jubilarse sino para continuar la
misma carrera de un modo nuevo, aplicando los propios conocimientos y expe-
riencia a otras áreas de la vida económica, experimentando la profesión de un
modo mucho más amplio y flexible o incluso combinándola con otras activida-
des que en otro tiempo le habrían parecido incompatibles.

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113

Esta cuarta etapa es la etapa de la síntesis, de la explicitación de lo que se


soñaba en el inicio en una forma más expandida y relajada. No obstante, es
evidente que las condiciones de la economía y la sociedad actual no siempre
favorecen este momento tan importante. Una mirada frecuentemente miope
suele interpretar la detención del ascenso no como asentamiento y madurez,
sino como el inicio de la decadencia y del descenso de la productividad lo cual
puede desembocar en el aislamiento voluntario o inducido del profesional o
incluso en el despido violento o solapado como retiro voluntario. Si el profe-
sional no se ha ido preparando interiormente para buscar el modo de encarar
esta última etapa de la carrera laboral, puede darse un síndrome similar al de
la decepción de la etapa inicial. De allí la situación penosa de tantos profe-
sionales retirados antes de tiempo, con la sensación de estar fuera de juego
precisamente en el momento en que sienten que más podrían dar a su profe-
sión y a la sociedad, a la vez que lograr la plenitud vocacional y personal que
siempre habían estado buscando.
Más allá de los finales anticipados o de las frustraciones múltiples que pue-
den darse a lo largo de la carrera laboral, esta finalmente termina. Al analizar
la etapa poslaboral de la vida se llega de nuevo, aunque de un modo espe-
cialmente dramático, a la cuestión de las relaciones entre el trabajo y el tiem-
po libre que tratamos anteriormente. La realidad es que la identificación total
que muchas personas tienen con su trabajo –o incluso con un determinado
empleo– les hace sentir que esta etapa final no trae la posibilidad de desarro-
llar otros aspectos de su personalidad y de vivir otras experiencias, sino que
constituye un tiempo vacío en el que solo cabe esperar la llegada de la vejez,
la soledad y la muerte. Una de las causas de este fenómeno radica, espe-
cialmente en los países más pobres, en la fuerte diferencia de nivel de vida y
de ingresos que se da en el paso de la vida laboral a la jubilación. Pero inclu-
so quienes gozan de un buen pasar en su retiro, sienten a veces que en una
sociedad en la que solo se valora la productividad, no hay nada que un jubila-
do pueda aportar. Sin embargo, es absolutamente vital para la supervivencia
de una sociedad la valoración de quienes aportan su experiencia y su senti-
do del tiempo. Solo ellos pueden dar la proporción y la medida adecuadas a
todo el resto de las generaciones que habitan las otras etapas de la vida en la
sociedad. Si, en cambio, son desechados u olvidados, todo se sale de quicio.
Al desaparecer el sentido en el final de la vida, la sociedad entera pierde su
orientación. Pero el reconocimiento del valor de la etapa final poslaboral solo
es posible si este se va realizando gradualmente a lo largo de toda la carrera
laboral, la cual necesita así tener ciertamente un fuerte componente de espe-
cialización y eficiencia, pero también de integración con otros aspectos más
globales y esenciales de la vida.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Rifkin, J. (1996), El fin del trabajo, Paidós, México.

Schor, J. (1992), The Overworked American, Basic Books, Nueva York.

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114

Vea atentamente el corto animado Pequeño (15 días en agosto) (España,

EE Edu Glez, duración: 3, 28 min)


<http://www.youtube.com/watch?v=brYtzu8aH0c&list=TLEIkEDWP
tepfjKXTsPSQ9I8_7-JE0VzPf>

7.

KK a. ¿Qué visión del trabajo tiene el “niño” del video?


b. ¿A qué conclusión llega?
c. ¿Cuál sería la manera de superar el actualmente llamado “síndrome
de Peter Pan”?

3.6. Conclusión: el trabajo y las diversas posturas éticas


Al principio de esta carpeta reflexionábamos acerca de la pregunta por el sen-
tido. Y no nos referíamos con ello a sentidos parciales o específicos, sino al
sentido total, completo de la vida como tal. Llegados a este punto y luego de
haber reflexionado sobre diversos aspectos del trabajo y de la vida profesional,
nos preguntamos, ¿qué sentido final tienen estos últimos en nuestras vidas?
¿Cuál es la configuración última a la que apuntamos cuando entramos en una
carrera, en un trabajo o en una profesión? Las respuestas a estas preguntas
pueden ser muy distintas de acuerdo al punto de vista ético que adoptemos.
Proponemos repasar lo dicho acerca del trabajo en la perspectiva de las dife-
rentes posturas éticas vistas en la unidad 2, incluyendo aquí también la pos-
tura marxista la cual, aun no siendo estrictamente una teoría ética sino una
teoría filosófica y social, tiene sin duda una importancia crucial en la discusión
pasada y actual sobre el trabajo

3.6.1 Visión utilitarista del trabajo


Desde una mirada utilitarista el trabajo es fundamentalmente una actividad
lucrativa o, en el mejor de los casos, un tipo de acción que nos permite maxi-
mizar la utilidad de nuestras capacidades. Como sabemos, el utilitarismo
considera imposible que el ser humano sea capaz de actuar más allá del
propio beneficio, por lo cual el sentido del trabajo siempre está centrado en
lograr la mayor utilidad monetaria o la satisfacción de los deseos del individuo.
Si adoptamos la perspectiva de un utilitarismo de acento social, el sentido
del trabajo estará en la maximización de los beneficios pero ya no de un
solo individuo sino del mayor número de personas posibles. Como ya hemos
señalado en la unidad 2 –dedicada a la historia de la ética–, la ciencia eco-
nómica neoclásica resuelve esta oposición entre el utilitarismo individualista

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115

y el social a través del mercado. El mercado laboral permitiría asignar a cada


persona del modo más eficiente su cuota de trabajo, conjugando sus capaci-
dades, la elección que esta haga mediante el cálculo de costos y beneficios y
la demanda por parte de las empresas. Por lo demás, en la teoría neoclásica
el trabajo es básicamente una “des-utilidad” en la medida en que se supone
que las personas quieren trabajar únicamente porque necesitan satisfacer sus
necesidades o consumir (utilidad). El trabajo sería así básicamente un costo
que pagamos para obtener el beneficio mayor de poder consumir: no habría
un sentido del trabajo que trascienda a esto. Esta concepción ampliamente
difundida del trabajo está mostrando sus límites en las últimas décadas. Una
enorme cantidad de investigaciones empíricas muestran que hoy en día el tra-
bajo no está motivado únicamente por el consumo o que sea subjetivamente
experimentado como un puro costo como lo concibe la teoría neoclásica, sino
que entran en él motivaciones de todo tipo que trascienden la mera utilidad
monetaria e incluyen valores personales, éticos y sociales. En tal sentido, las
teorías utilitaristas del trabajo siguen teniendo enorme influencia pero son
asediadas por críticas que surgen tanto desde el mundo académico como del
mundo práctico.

3.6.2 Visión marxista del trabajo


Ya hemos visto antes que la concepción marxista ve en el trabajo nada menos
que la realización misma del ser humano aunque a condición de que se entien-
da por trabajo no el que se da en la economía capitalista, sino el trabajo socia-
lizado de la futura sociedad sin clases. Si a través de la revolución se consi-
guieran socializar todos los medios de producción, se podrían desmantelar las
estructuras de alienación que esclavizan al hombre a través del trabajo. Estas
no son solamente las estructuras económicas, sino las llamadas superestruc-
turas como por ejemplo la superestructura jurídica –leyes, especialmente la
propiedad privada– o la moral –por la cual el trabajador se autoconvence del
falso deber de trabajar aún en condiciones de alienación. En ese sentido, el
marxismo da un sentido fuertemente trascendente al trabajo pero traslada
su posible realización a un futuro utópico-revolucionario y rechaza cualquier
tipo de posibilidad de encontrar un sentido al trabajo tal como se da en las
condiciones actuales de la economía capitalista.
Por otra parte, este carácter trascendental del trabajo lleva al marxismo a
absolutizarlo, por lo cual no es posible, dentro de su marco ideológico, pensar
un horizonte de sentido que vaya más allá del mismo, con lo cual desaparece
cualquier posibilidad de conciliación entre la vida en general y la vida laboral
ya que la primera es absorbida en la última. En ese sentido, el marxismo ha
dejado de ser hoy una filosofía de referencia para las inquietudes de la mayor
parte de los trabajadores profesionales y no profesionales, quienes tienden a
rechazar la idea del trabajo como fin absoluto de la vida y luchan más bien por
compatibilizarlo con otros fines personales y sociales que no tienen lugar en
el esquema marxista. No obstante, sigue siendo actual la principal denuncia
del marxismo: la alienación del trabajo, aunque requiere una actualización a
la luz de los cambios en la vida laboral de la sociedad democrática y de con-
sumo contemporánea.

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116

3.6.3 Visión kantiana del trabajo


La concepción kantiana del trabajo está fuertemente vinculada a la tradición
religiosa protestante. Tal como lo vio lúcidamente Max Weber en su célebre obra
La ética protestante y el espíritu del capitalismo la teología calvinista, que enseña
la predestinación a la salvación de algunos elegidos por Dios, originó un nuevo
espíritu laboral en muchos sectores de la población europea influidos por ella.
Weber explica en esta obra cómo la necesidad de mostrar signos de esta
predestinación a la salvación llevó a quienes abrazaron el calvinismo a hacer
grandes esfuerzos primero en sus actitudes cristianas y luego en su vida eco-
nómica y laboral. Trasladado este modelo de origen protestante a los siglos
siguientes más secularizados, terminó por constituir una nueva ética del tra-
bajo basada en el esfuerzo individual, el ahorro y la frugalidad en el consu-
mo. Esta ética, también llamada “burguesa” habría constituido, según Weber,
especialmente en los países del norte de Europa y en América del Norte, la
base del desarrollo capitalista. Sus rasgos fundamentales fueron también
reflejados, tal como ya hemos visto, en la filosofía moral de Immanuel Kant,
basada en el deber y el imperativo categórico como norma central del actuar
moral. Aunque las investigaciones históricas más recientes han relativizado
un tanto el valor de la tesis weberiana, mostrando que en realidad la ética bur-
guesa tuvo su origen en las ciudades medievales y por lo tanto podría también
ser vinculada al catolicismo, es cierto que el capitalismo estuvo marcado por
lo menos hasta la Segunda Guerra Mundial, por esta concepción del traba-
jo entendido como una esfuerzo continuo motivado principalmente no por el
consumo, sino por el deber casi religioso de la productividad. Hoy en día per-
siste sin duda mucho de esta mentalidad reflejada en el imperativo laboral y
productivista de nuestra sociedad. Sin embargo, el advenimiento de la socie-
dad de consumo, la economía posindustrial y la forma democrática de vida ha
debilitado fuertemente esta ética laboral. Además del imperativo de la produc-
tividad y del deber de cumplir las propias obligaciones, el trabajo exige hoy un
nuevo tipo de ética que tome en cuenta otros valores personales y sociales.

3.6.4 Visión aristotélica del trabajo


La concepción aristotélica del trabajo lo subordina claramente a otras activi-
dades que Aristóteles y los antiguos en general consideraban superiores: el
conocimiento, la amistad, la política. Siguiendo esta línea, ya hemos visto la
postura de la neoaristotélica Hannah Arendt quien considera al trabajo como
una actividad de tipo privado, fundamental para la construcción de la civili-
zación, pero cuya importancia ha sido exagerada, en su opinión, tanto por el
marxismo como por el judeocristianismo –aunque por diferentes razones– en
detrimento de la vida pública que ella considera el tipo de vida más elevado
que puede alcanzar el ser humano. Los aristotélicos consideran, de este
modo, que el trabajo encuentra su sentido si es ubicado en su justo lugar por
medio de la razón ética cuya función es fundamentalmente la de evitar los
extremos y lograr el justo medio. Otro neoaristotélico, como el economista
indio Amartya Sen, ha criticado tanto la postura utilitarista como la marxista
del trabajo, considerando que este último no puede reducirse a una indefinida
maximización de utilidad o convertirse en fin absoluto de la vida.
Por el contrario, desde la visión aristotélica el trabajo es un medio subor-
dinado al fin último del hombre que es la felicidad, entendida no como mera

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117

satisfacción subjetiva, sino como despliegue de las propias capacidades de


modo armónico tanto en relación con uno mismo como con los demás. De
este modo, para los aristotélicos, el trabajo no puede estar regido únicamente
por las fuerzas del mercado o de acuerdo a una abstracta planificación esta-
tal, sino que requiere del ejercicio de virtudes éticas desarrolladas en primer
término por cada individuo pero también por la autoridad pública que regula
las actividades económicas en vistas al bien común. La dificultad del neoaris-
totelismo hoy radica, sin embargo, en el hecho de que la mayor parte de la
sociedad parece no estar dispuesta a sacrificar una parte del tiempo dedica-
do al consumo para otros fines de la vida, por lo cual, si bien la ética kantia-
na o burguesa del trabajo se debilita, el ciudadano-consumidor actual tiende
a seguir el círculo vicioso “trabajo-consumo” que el aristotelismo querría rom-
per en vistas a una sociedad con espacio para la llamada “vida buena” que ya
hemos visto era el objetivo central de la existencia humana según Aristóteles.

3.6.5 Visión personalista del trabajo


La postura personalista, de origen fundamentalmente judeo-cristiano, ve al
trabajo como un aspecto fundamental de la realización vocacional del ser
humano, es decir, de aquella tarea específicamente individual que, de acuerdo
a su talento e inclinación más íntima, está llamado a hacer. El personalis-
mo rechaza así tanto la mentalidad excesivamente mercantil que reduce el
trabajo a un mero factor de la economía completamente subordinado a las
demandas de las empresas, como a la concepción del “plan quinquenal” pro-
pia de los regímenes autoritarios, que entienden al trabajo como el resultado
de las necesidades del Estado sin considerar la vocación de cada persona.
Aunque la visión personalista no comporte el cierto sesgo algo despreciativo
de muchos aristotélicos en relación al trabajo, coincide con estos últimos en
que el trabajo no puede ocupar el lugar central opacando otros aspectos fun-
damentales de la vida como las relaciones familiares, la amistad, la cultura
o la vida política.
Por otra parte, el personalismo concibe la actividad laboral como una
forma más de expresión de la vida personal por lo que considera que el tra-
bajo necesariamente debe incluir aspectos afectivos, éticos y sociales en su
propia dinámica. No obstante, las posturas y propuestas prácticas personalis-
tas con respecto al trabajo pecan muchas veces de cierta ingenuidad, de falta
de realismo en relación a las fuerzas económicas y de cierto utopismo en las
propuestas prácticas. Probablemente el mayor desafío del personalismo en
la actualidad sea el de lograr integrar sus ideal ético del trabajo con la reali-
dad cambiante y fuertemente dependiente del mercado de la economía actual,
realizando propuestas que contribuyan de modo concreto a lograr un nuevo
sentido del trabajo en el contexto complejo de la sociedad contemporánea.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Weber, M. (2003), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, FCE, Buenos Aires.

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118

Ver el corto animado En la caída (In the fall, Steve Cutts, Inglaterra,

EE duración 3:35)
<http://www.youtube.com/watch?v=A-rEb0KuopI>

Cuatro fotogramas del corto animado

8.

KK Luego de haber visto el cortometraje, responda las siguientes preguntas:


a. ¿Qué visión de su vida tiene el protagonista del corto?
b. ¿Qué rol ha ocupado su trabajo?
c. ¿A qué conclusión llega?
d. ¿Cuál es su opinión sobre la reflexión del protagonista?
e. ¿Qué relación encuentra entre la entrevista al platero Juan Carlos
Pallarols y la reflexión del protagonista de este corto?
f. ¿Qué relación encuentra entre la reflexión que hace el niño del corto
Pequeño (15 días en agosto) y la conclusión a la que llega el protago-
nista de este cortometraje?

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119

Ética, empresa y ejercicio profesional

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Haya reflexionado sobre las distintas teorías de la empresa desde una


pespectiva ética, relacionándolas con las teorías éticas desarrolladas en
la unidad 2.
•• Sea capaz de reflexionar sobre las responsabilidades de los empresarios,
managers, mandos medios y empleados comunes.
•• Haya profundizado en la idea de la “banalidad del mal” y pueda pensar las
distintas actividades empresariales a partir de la misma.

No, Eichmann no era estúpido. Únicamente la pura y simple irreflexión


—que en modo alguno podemos equiparar a la estupidez— fue lo que le predispuso a
convertirse en el mayor criminal de su tiempo
(Arendt).

4.1. Introducción: el trabajo como realidad comunitaria


y la historia de la empresa
Muchas veces se utiliza la metáfora de Robinson Crusoe para ejemplificar el
modo en que el ser humano organiza su vida económica. Robinson está atra-
pado en una isla desierta completamente aislada de la civilización y debe arre-
glárselas por sí solo para satisfacer sus necesidades más básicas. A pesar
de su soledad consigue obtener sus fines de supervivencia en ausencia de
un sistema económico en el cual pueda insertarse, eligiendo la combinación
óptima de tiempo dedicado a la producción y tiempo dedicado al ocio. A su vez,
debe elegir qué cosas producir en el tiempo que dedica a la producción (las
alternativas consisten en recolectar cocos o elaborar herramientas de caza y
pesca). Sin embargo, la aparente soledad en la que el personaje principal de
la famosa novela de Daniel Defoe consigue sobrevivir no es en realidad tal.
Además de encontrarse con Viernes, quien será su compañero de aventuras,
Robinson no está verdaderamente solo. Incluso antes de hallar a Viernes,
Robinson lleva consigo la experiencia de haber vivido antes en sociedad y
actúa, en condiciones de aislamiento, con los criterios y reglas que su vida
social anterior le ha proporcionado. En esta línea de pensamiento, cuando se
intenta utilizar la metáfora de Crusoe para demostrar que la economía –y la
sociedad– se compone en realidad de una mera suma de actores individuales,

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


120

cada uno de los cuales decide y actúa con independencia de los demás, se
prescinde de la cantidad de supuestos sociales implicados en cada una de
nuestras acciones individuales. Por lo demás, esta metáfora tiene también
otro límite: si bien Robinson pueda quizás sobrevivir estando “solo”, sus
posibilidades de desarrollo serán muy limitadas, quedando al final estancado
en un estadio de mera supervivencia.
La acción económica y laboral por la cual el ser humano logra satisfacer
sus necesidades tiene así ciertamente una dimensión individual e incluso sub-
jetiva como ya lo hemos mencionado anteriormente. No obstante, su dimen-
sión social es fundamental. El mismo Adam Smith, considerado tantas veces
como el padre del individualismo económico, comienza su obra La Riqueza
de las Naciones destacando la dimensión esencialmente social del trabajo y
de la economía en general. De hecho, el célebre economista escocés des-
taca que el paso de una condición relativamente primitiva de desarrollo eco-
nómico a otra más sofisticada está marcada por dos fenómenos claramente
sociales: la división del trabajo y el mercado. En tanto las actividades eco-
nómicas se despliegan en pequeñas comunidades con escasas relaciones
hacia el exterior, los diferentes trabajos que se requieren para satisfacer las
múltiples necesidades son realizados por pocas personas por lo cual se logra
una escasa especialización y por lo tanto una muy pequeña cantidad de pro-
ductos muy poco elaborados. En cambio, cuando las relaciones sociales se
multiplican y se extienden, surgen nuevas posibilidades de intercambio y con
ello también la oportunidad para las personas de especializarse y dedicarse
de modo mucho más productivo a un solo trabajo. En definitiva, la productivi-
dad del trabajo, la cantidad y la calidad de los productos o servicios ofrecidos
y la satisfacción de las necesidades crecen en la medida en que el trabajo es
realizado en un contexto social más amplio.

LEER CON ATENCIÓN

Así, podemos decir que el trabajo es una actividad esencialmente

LL social, ya que no puede desarrollarse solo de manera individual sino


que requiere ser desplegada junto con otros para poder rendir sus
frutos.

4.1.2 La organización del trabajo en la Antigüedad y en la Edad


Media
Si estudiamos las sociedades primitivas, vemos que en todas ellas el trabajo
se desarrolla de manera comunitaria. Desde los primeros grupos prehistóri-
cos de cazadores y de trabajadores agrícolas hasta las formas de organiza-
ción del trabajo en las civilizaciones antiguas, todas mostraron la necesidad
de una organización social del trabajo. La organización laboral básica en la
Antigüedad era la familia, no entendida como la familia nuclear actual, sino
como familia extendida a parientes y allegados que formaban una comunidad
pequeña pero medianamente articulada como para dividir de un modo relati-
vamente especializado las tareas laborales básicas para lograr satisfacer las

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121

necesidades de alimento y vestido. En aquellas comunidades que los griegos


denominaban el oikos y los romanos domos, el trabajo estaba dividido de
acuerdo a los sexos: los hombres realizaban las tareas estacionales como
arar, sembrar y cosechar, en tanto las mujeres, mientras cuidaban de los
niños, preparaban la comida y hacían la ropa. Si había esclavos, su trabajo
era dividido de igual manera. Durante la época de la siembra y la cosecha, la
familia entera trabajaba en el campo, incorporándose los hijos e hijas como
aprendices de sus padres. También existían en la Antigüedad las grandes
propiedades luego llamadas, durante el Imperio romano, latifundios (de latus,
amplio y fundus, propiedad) en la que trabajaban muchos esclavos y existía
una mayor complejidad del trabajo que exigía la creación de una jerarquía de
supervisores.
En la Edad Media se desarrollará el modo de organización de la producción
y el trabajo de las corporaciones o gremios divididos por el tipo de actividad.
Estos, originados en la actividad artesanal realizada comunitariamente en los
monasterios, surgieron con la expansión de las relaciones comerciales interre-
gionales que permitieron el crecimiento de los burgos o ciudades medievales.
En contraste con el modo de organización feudal de los siervos de la gleba
dedicados a la agricultura, el sistema gremial de las ciudades estaba orga-
nizado alrededor de un maestro, asistido por aprendices, cuya producción
estaba fuertemente regulada por las propias corporaciones y supervisada por
las autoridades civiles y religiosas de la ciudad. Solo con la expansión de los
mercados, los gremios artesanales, hasta entonces monopolistas y estruc-
turados comunitariamente en su interior, comienzan a competir entre sí, son
absorbidos por los gremios mercantiles y ven modificada su estructura de orga-
nización interna. En relación con esto último, las vínculos laborales cambian
profundamente, ya que los maestros tienden a convertirse en comerciantes y
capitalistas buscadores de ganancias y los jornaleros y aprendices en emplea-
dos a sueldo. Va emergiendo así, la moderna empresa capitalista.

4.1.3. La empresa en la Edad Moderna y Contemporánea


La historia de la empresa en la era industrial es bien conocida, en especial por
la revolución que trajo en la productividad, así como por los nuevos problemas
sociales que generó. Por un lado, el desarrollo de nuevas técnicas mecánicas
como la máquina a vapor permitieron desarrollar formas de producción antes
desconocidas. Por otra parte, si se toman en cuenta las 16 o 20 horas por
día en que las personas trabajaban en tareas monótonamente repetitivas y
en pésimas condiciones sanitarias, no cabe duda que la organización laboral
moderna tuvo un alto costo humano y social. Sin embargo, gracias a la acción
de los trabajadores organizados en movimientos sociales y políticos potentes,
y a la iniciativa individual de algunos capitalistas, tales como Henry Ford, que
descubrieron poco a poco la necesidad no solo social sino incluso económica
de cambiar esa dramática situación, las empresas comenzaron a modificar
parte de su fisonomía, al menos en los aspectos más terribles que las carac-
terizaban en el siglo XIX.
El siglo XX vio nacer el capitalismo de masas y con ello también el surgi-
miento de las grandes corporaciones. Especialmente después de la gran cri-
sis de 1929, las dos guerras mundiales y la aplicación de las políticas key-
nesianas RTA: se supone entendido para cualquier alumno que haya cursado
Macroeconomía o materia similar), muchas empresas crecieron de manera

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


122

exponencial convirtiéndose en algo muy distinto de lo que habían sido las


pequeñas y medianas empresas de la primera época industrial. A esto se le
agregó el desarrollo de nuevas tecnologías vinculadas con la aplicación de
las ciencias, en especial la química, a la producción lo cual generó la llamada
segunda revolución industrial marcada por la elaboración de productos sinté-
ticos como por ejemplo el plástico. Por lo demás, esto se vio potenciado por
el descubrimiento del potencial energético del petróleo. De este modo, la pro-
ducción en serie, la planificación económica a gran escala, la energía obteni-
da del petróleo y sus derivados y la revolución de los sintéticos, terminó con-
virtiendo a las grandes empresas en instituciones de enorme influencia en la
vida económica, social y política de los Estados. Desde el punto de vista labo-
ral, el capitalista individual dueño de una empresa familiar fue poco a poco
reemplazado por accionistas anónimos y por la nueva figura del manager. En
cuanto a los empleados, la estabilidad de la estructura empresarial y las nue-
vas legislaciones sociales, le posibilitaban el desarrollo de una carrera laboral
segura y fuertemente comunitaria
Si bien la importancia de las grandes corporaciones sigue vigente en los
inicios del siglo XXI, el fin del keynesianismo y la crisis energética modificaron
fuertemente su estructura y su modo de funcionamiento que hasta entonces
parecía estar más allá de cualquier condicionamiento económico y marcaba
el ritmo de la vida social. Las políticas de desregulación de la economía, el
surgimiento de las tecnologías de la comunicación y las nuevas exigencias de
los mercados, obligaron a una fuerte reestructuración de las grandes corpo-
raciones las cuales abandonaron parcialmente su rigidez y estabilidad ante-
riores volviéndose más flexibles y al mismo tiempo más obligadas a compe-
tir. Al mismo tiempo las pequeñas y medianas empresas volvieron a tener un
papel fundamental, dado los nuevos modos más flexibles de organización de
la producción. Así, el panorama actual muestra un mundo empresarial mucho
más competitivo, en permanente necesidad de adaptación a los cambios del
mercado y por consiguiente con cambios muy grandes en la situación de los
empleados cuya carrera laboral está marcada por los cambios permanentes,
la inseguridad, el individualismo competitivo, la necesidad de una constante
adaptación y la amenaza del desempleo. De este modo, la dimensión comuni-
taria del trabajo está hoy sufriendo una grave crisis a la cual no se le encuen-
tran todavía soluciones.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Martínez Echevarría, M. A. Los orígenes de la teoría de la empresa, [en línea]. Pamplo-
na. Instituto Empresa y Humanismo. 2003. Disponible en: <http://www.unav.es/empre-
sayhumanismo/publicaciones/cuadernos/catalogo08.htm> [Consulta: 28/4/ 2014].

Smith, A. (1983), La riqueza de las naciones, hispamérica, Buenos Aires.

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123

LECTURA OBLIGATORIA

Resico, M. “Una perspectiva ética en la evolución de la empre-

OO sa”, [en línea]. En: Valores en la sociedad industrial. Buenos Aires.


UCA. 2001. Disponible en: <https://www.academia.edu/4844957/
Una_perspectiva_etica_en_la_evolucion_de_la_empresa> [Consulta:
28/4/2014].

1.

KK Lea atentamente el texto “Una perspectiva ética en la evolución de la


empresa” de Marcelo Resico y responda las preguntas finales.
a. ¿Cómo estaba organizada la economía en la etapa pre-empresarial?
¿Qué virtudes y defectos tuvo esta etapa desde el punto de vista ético?
b. ¿Cómo impactó sobre las personas, según Resico, el nuevo sistema
de producción industrial? ¿Qué modificación en la conducta requirió
y qué consecuencias tuvo en relación a la ética?
c. ¿Cuáles son los principales desafíos éticos de la empresa en la
posmodernidad?
d. ¿Por qué es permanente, en el ámbito empresarial, el problema ético?

4.2. Teorías de la empresa y el punto de vista ético


Ahora bien, aunque la empresa es claramente el punto de llegada de la com-
pleja evolución histórica del trabajo humano en su dimensión social a la que
nos acabamos de referir, no es sin embargo una realidad fácil de interpretar.
Aún hoy, en un tiempo en que nadie cuestiona el papel central de la empresa
en la vida social, existen múltiples interpretaciones acerca de sus objetivos,
forma de estructuración y rol en la sociedad. Por lo demás, tener en cuenta
estas distintas visiones de la empresa es fundamental para quien quiera
entender el sentido y la dimensión ética de su trabajo y su vida profesional en
la actualidad. La empresa ocupa un lugar tan importante en nuestras vidas que
el modo en que la entendamos será esencial para reconocer nuestro propio
lugar y misión como actores en el mundo laboral.

4.2.1 Teoría neoclásica o marginalista de la empresa


Esta teoría fue desarrollada por los fundadores de la teoría económica neoclá-
sica en especial Leon Walras, Stanley Jevons y Alfred Marshall y tuvo gran
predominio desde el final del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX.
Desde este punto de vista, dado que es el mercado el que fija los precios de
los factores y de los productos es también el que verdaderamente organiza su
asignación. Así, la única función de la empresa es la de ser una intermediaria
entre los mercados de oferentes y de demandantes pero no la de organizar
propiamente la asignación de los factores de producción, incluido el trabajo.
Este último es en realidad administrado en última instancia por el mercado
laboral. De tal forma que la actuación de la empresa se limita a ser un factor
más en el equilibrio general que se alcanza por medio del mecanismo de

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


124

precios. Así, para este enfoque neoclásico, la empresa está completamente


subordinada al mercado surgiendo como un mero emergente de este último
careciendo en última instancia de una realidad o entidad propia. Esta es la
razón por la cual en la teoría económica neoclásica la empresa y el empresario
no tienen un papel relevante. Dado que se supone que opera en un mercado
de competencia perfecta, la empresa no tiene verdadera libertad de decisión
y el empresario se limita únicamente a buscar la combinación más racional
entre costos e ingresos que le permita maximizar sus beneficios. De este
modo, en este marco de ortodoxia neoclásica son pocas las preguntas que
cabe hacerse sobre la empresa, sus objetivos y su sentido ético como espacio
de realización humana o comunitaria a través del trabajo.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Zaratiegui, J. M. “Alfred Marshall y la teoría económica del empresario”, [en línea].
En: Alfred Marshall y la teoría económica del empresario. Valladolid. Universidad de
Valladolid. 2002. Disponible en: <http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/6115>
[Consulta: 28 04 2014].

4.2.2. Teoría contractual o de los costos de transacción


Esta teoría constituye una derivación más compleja de la teoría neoclásica
elaborada por los economistas Ronald Coase y Oliver Williamson. El enfoque
considera que la empresa es una forma de organización alternativa al sistema
de precios en relación a la coordinación de la actividad económica. Su fun-
ción como organización es la de reducir los llamados “costos de transacción”
en el mercado. Modifica parcialmente la teoría neoclásica de la empresa al
reconocer que esta no se reduce a ser una mera intermediaria en el juego del
mecanismo de precios del mercado sino que genera una verdadera ventaja al
reducir el costo de las transacciones que se darían naturalmente en el mer-
cado si esta no interviniera.
La producción de bienes requiere materias primas que pueden ser compra-
das en el mercado por quien se proponga producirlas, aunque también puede
producirlas él mismo constituyendo una empresa. Pero esto último solo tendrá
sentido, según esta teoría, en la medida en que los costos de coordinación
que implica constituir la empresa sean menores que los costos de transac-
ción que se dan en el mercado.
Si la persona que se propone producir decide ir al mercado tendrá los cos-
tos de transacción, esto es, los costos que implican la búsqueda de proveedo-
res, los costos de contratación y los costos de incertidumbre. De este modo,
para evitar estos costos, puede decidir constituir una empresa que produzca
lo que necesita, siempre y cuando los costos de coordinación y gestión de fac-
tores de los cuales ahora se hará cargo, no sean mayores que los que impli-
caría someterse al costo de las transacciones en el mercado.
Por lo demás, a partir de esta base, se desarrolla también la teoría contrac-
tual de la empresa que la entiende como una mera suma de contratos indivi-
duales entre distintos agentes cuyo objetivo es reducir los costos de transac-
ción que tendrían si acudieran por separado a los mercados.

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125

Dentro de este mismo enfoque contractual está la teoría de la agencia,


que aporta un concepto de empresa basado en la relación de agencia o con-
trato. La relación de agencia es un contrato en el cual una o más personas (a
quienes se denomina principal) recurren al servicio de otra u otras (el agen-
te) para que cumpla una tarea en su nombre, lo que implica delegar alguna
autoridad. Aunque, como ya hemos dicho, esta teoría representa una dife-
rencia con respecto a la teoría neoclásica, su marco general es el mismo
ya que la empresa queda reducida a ser un medio para mejorar la eficiencia
no lograda por medio de los mecanismos de precios del mercado. La dimen-
sión contractual de esta teoría refleja la idea de que la empresa sería solo
una suma de voluntades individuales cuyo único objetivo es maximizar su
utilidad personal. De allí que la empresa queda limitada a convertirse en un
dispositivo para mejorar las performances individuales de los distintos agen-
tes que intervienen en ella (empleados, gerentes, proveedores, etc.) pero no
constituye una entidad con un fin que trascienda o reúna de un modo más
amplio a estas individualidades.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Coase, R. “The Nature of the Firm”, [en línea]. En: Economica. Londres. LSE.
1937. Disponible en: <www.colorado.edu/ibs/eb/alston/econ4504/readings/The%20
Nature%20of%20the%20Firm%20by%20Coase.pdf> [Consulta: 29/4/2014].

4.2.3. Teoría o enfoque administrativo


Esta teoría ve a la empresa como una organización, es decir, como a un grupo
humano que trabaja de modo jerarquizado en el cual las relaciones entre los
miembros están sujetas al principio de autoridad. La teoría de la organización
fue planteada por Herbert Simon para quien la racionalidad humana está
limitada (bounded rationality) por una incapacidad de la mente para tomar en
cuenta todos los aspectos y consecuencias de una decisión. Como conse-
cuencia de esto Simon considera que es necesario apelar a lo que él llama
un “comportamiento administrativo” (administrative behaviour) es decir, a un
comportamiento que en lugar de intentar reunir todas las variables implicadas
en una decisión, o de considerarlas incluidas en esta (teoría de la rational
choice), determine antes de la decisión un ámbito limitado de influencia que
sea posible de abarcar por la racionalidad limitada del dirigente empresarial.
Esta racionalidad deberá incluir solamente un conjunto determinado de facto-
res internos y externos que el administrador considera esenciales para llevar
adelante su organización y no pretenderá ir más allá. Por lo demás, de acuerdo
a Simon, la organización conseguirá el equilibrio y por tanto logrará su supervi-
vencia y conseguirá sus objetivos, en la medida en que cada participante siga
recibiendo compensaciones de la organización.
Dentro de este enfoque administrativo o de organización existen a su vez
diferentes subteorías. Una de ellas es el enfoque estratégico o la teoría de
la estrategia empresarial representado por autores como Peter Drucker, Igor
Ansoff o Michael Porter. Con sus diferencias estos autores tienen en común
la idea de que la empresa se define por un conjunto de decisiones que permi-
ten la adaptación permanente de esta a su entorno competitivo.

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126

En este enfoque hay ciertamente una diferencia con el punto de vista


neoclásico y con la teoría de los costos de transacción. En tanto en estas
últimas la empresa no llega a tener una entidad propia, en el enfoque admi-
nistrativo la empresa es una organización con fines y objetivos parcialmente
autónomos con relación a los individuos y al resto de la sociedad. El papel
del administrador y sus decisiones pasa a ser así algo crucial. En tanto en
las concepciones mencionadas, el administrador tan solo parece mediar en lo
que son en definitiva negociaciones de mercado tanto fuera como dentro de la
propia empresa, en esta concepción el administrador es precisamente quien
determina el ámbito que abarcará la racionalidad de sus decisiones. Así, pasa
a un primer lugar la estrategia (Porter) e incluso en algunos casos también la
ética (Drucker) como generadora de la empresa. De todos modos, también en
esta postura sobre la empresa existe el riesgo de pensar la organización como
el último marco de referencia “racional” de toda decisión.

4.2.4. Teoría de la empresa como sistema


Emparentada con las teorías del biólogo austriaco Ludwig von Bertalanffy y
de otros teóricos de los sistemas como Niklas Luhmann, la teoría sistémi-
ca considera a la empresa como un conjunto de factores ordenados según
unas normas y relacionados entre sí para el cumplimiento de ciertos objetivos
funcionales.
En tanto en las teorías sistémicas relacionadas con modelos cibernéti-
cos de primera generación se priorizaba la organización de la información de
acuerdo al parámetro del control centralizado, en las últimas décadas adquie-
ren especial relevancia una serie de factores intangibles (experiencias, infor-
mación, valores, ideas, etc.) que no pueden ser medidos con los indicadores
ni obtenidos por los incentivos habituales. Esto ha llevado a considerar a la
empresa como un sistema basado en flujos mucho más variables e incontro-
lables de conocimiento que requieren de acciones mucho más sofisticadas
para su aprovechamiento. La visión sistémica ve así a las empresas no tanto
desde el punto de vista de su organización o estructura formal, sino desde el
enfoque de las redes informales de información que conforman su verdade-
ra alma. Además, considera fundamental las conexiones de las redes infor-
males dentro de la empresa con las redes externas a la misma, como modo
en que se logra la retroalimentación entre ambas. En tal sentido, la dirección
empresarial superaría tanto el mero mecanismo de precios, la dimensión de
la definición contractual (interna y externa) como la toma de decisiones racio-
nales centralizadas en función de un conjunto de prioridades conscientes. La
dirección empresarial más bien se trataría de una gestión bajo la forma de
una compleja acción de gobernanza que intenta aprovechar los flujos subte-
rráneos que se producen tanto dentro como fuera de la empresa con el fin de
adaptarla a su entorno y obtener la mejor ecuación en la interrelación de sus
factores funcionales.
En esta perspectiva se deja de lado la idea de un administrador fuerte para
pensar más bien en una serie de administradores funcionales que puedan ges-
tionar redes de información de difícil localización y aprovechamiento. Aunque
la empresa es concebida de modo más lábil que en la concepción neoclásica
o en la administrativa, se toma en cuenta también en una mayor profundidad
la complejidad del factor humano del conocimiento como algo no enteramen-
te manipulable y a los miembros de la empresa como agentes relevantes en

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


127

la conformación de sus objetivos y funciones. En esta línea cabría pensar en


una mayor importancia del punto de vista valorativo y ético individual y grupal
que emerge de modo no coactivo en la organización informal de la empresa y
que los directivos están obligados a considerar. No obstante, la idea misma
de empresa como un sistema que emerge de un acoplamiento más o menos
funcional de factores pone en tela de juicio la capacidad realmente activa de
las personas y lleva al primer plano la interacción no planificada que surge de
la complejidad pudiendo naturalizar procesos que desde otro punto de vista
podrían ser éticamente cuestionables.

4.2.5. Teorías sociales de la empresa como comunidad de


personas
Estas teorías resaltan el carácter de la empresa como una institución u orga-
nización cuyos objetivos no serían puramente económicos ni organizaciona-
les sino que se vincularían con otros objetivos comunitarios y sociales más
amplios tanto dentro como más allá de la empresa en sí misma. Dentro de
este enfoque se destacan la visión sociológica de la empresa (Daniel Bell),
la teoría de los stakeholders (R. Edward Freeman), la empresa patriótica o
cívica (Blattberg, Belardinelli), la empresa civil (Zamagni) y la empresa como
institución orientada al bien común (Koslowski) entre otras. Por lo pronto en
todas estas posturas se abandona la idea neoclásica de que el fin último o
exclusivo de la empresa sea la maximización de sus beneficios. Si bien se
admite que la rentabilidad es un objetivo fundamental para que la empresa
sobreviva y logre crecer en una economía competitiva como la capitalista, se
considera que este objetivo debe armonizarse con otros fines u objetivos que
necesariamente también deben plantearse. Otro punto de partida de casi
todas estas visiones es que la actividad de la empresa no la afecta solamente
a ella misma sino que tiene consecuencias sociales. Estas “externalidades”
positivas pero también negativas obligan a la empresa no solamente a hacer-
se cargo de los costos sociales de sus actividades por medio del mecanismo
de precios del mercado (teoría del costo social de Coase) sino que supondría
una modificación completa del modo en que la empresa está organizada.
De esta manera, desde este punto de vista, la empresa se organizará
tomando en cuenta en primer lugar, lo que la filosofía clásica llama el finis
operis, es decir, el propósito de la empresa como actividad. Contra lo que se
instaló como idea durante las últimas décadas, esta postura sostiene que el
propósito de la empresa como actividad no es primariamente el de generar
ganancias sino el de hacer buenos productos u ofrecer buenos servicios. Las
empresas exitosas en el tiempo desde Ford hasta Microsoft se han centrado
siempre en un producto. Las ganancias son solo un principio de control. En
segundo lugar, está el finis operantis o fines de los actores que intervienen
en la empresa. Estos no son solo los dueños, los accionistas o los mana-
gers sino todos los demás stakeholders: empleados, clientes, proveedores
y todos aquellos actores de la sociedad que reciben de modo más o menos
directo los efectos positivos y negativos de las actividades de la empresa. En
tal sentido este aspecto constituye el núcleo esencial de lo que más adelan-
te veremos que es la llamada “responsabilidad social de la empresa” (RSE),
entendida como la responsabilidad por el bien común (Aristóteles) de todos
de sus miembros y por sus efectos secundarios en el entorno más inmediato.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


128

Este bien común implica en el ámbito de la producción de bienes y servicios,


la satisfacción de necesidades auténticas y no solo de deseos inducidos a
través del marketing y la publicidad, en el ámbito de la organización del traba-
jo la preocupación por que este sea realmente productivo y significativo para
quien lo realiza y en el ámbito del entorno empresarial que la empresa no se
desentienda de las externalidades positivas y negativas que produce o que
podría producir en la comunidad o en el medioambiente.
Si bien las teorías sociales de la empresa tienen en general estos rasgos
centrales en común, existen también diferencias entre ellas determinadas por
el tipo de teoría ética y social que adopten. Una vez abandonado el supuesto
neoclásico de que el único fin de la empresa es la maximización de beneficios
de los dueños o accionistas, la pregunta fundamental que todas ellas se pro-
ponen responder es: ¿cuál es el criterio por medio del cual se ordenan o prio-
rizan entre sí los distintos fines o propósitos de la empresa y de sus actores
constitutivos (stakeholders)? Las respuestas a esta pregunta van desde las
teorías más o menos pragmáticas de la negociación como modo de resolver
las disputas de intereses entre los stakeholders (Freeman), pasando por las
posturas kantianas o neokantianas que consideran necesario llegar a un con-
junto de reglas de juego más o menos permanentes como fruto del diálogo
permanente y de una ética del consenso (Steinmann) o como en la concepción
civil de la empresa (Zamagni) en la que se cree en la posibilidad de variadas
formas de organizar los fines empresariales dependiendo de los resultados
diferentes que se den en el juego de acciones recíprocas que se da siempre
entre las diferentes motivaciones de los actores, hasta teorías neoaristotéli-
cas o iusnaturalistas de la empresa que consideran que sus fines surgen de
una “naturaleza” más o menos permanente que definiría los rasgos centrales
de la empresa (Koslowski).

LECTURA OBLIGATORIA

Koslowski, P. “Moralidad y eficiencia. Líneas generales de una

OO ética económica”, [en línea]. En: Cuadernos Empresa y Humanismo.


Pamplona. EUNSA. 1989. Disponible en: < https://www.google.
com.ar/search?tbm=bks&hl=en&q=la+carrera+laboral#hl=en&q=
Koslowski%2C+Peter%2C+1989%2C+Moralidad+y+eficiencia.+>
[Consulta: 28 04 2014].

4.3. El empresario y el administrador: dos actores clave


de la vida empresarial
Más allá de lo enunciado por estas distintas teorías, lo cierto es que quien
trabaja en una empresa percibe que el juego fundamental se desarrolla en ella
entre dos actores principales: el empresario y el administrador o gerente. Si
bien los empleados, clientes y proveedores y otros stakeholders tienen impor-
tantes responsabilidades en la dinámica de la empresa, está claro que no
son de la misma intensidad que la de estos dos actores centrales. ¿Quiénes
son o, mejor dicho, qué son los empresarios y los administradores? ¿Qué

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


129

funciones, roles y responsabilidades tienen en la empresa? Del mismo modo


que lo hemos visto con la empresa, existen también diversas teorías sobre el
empresario y el manager que muestran hasta qué punto su imagen ha variado
a lo largo del tiempo. En efecto, el empresario y el administrador en el pensa-
miento económico clásico (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y J. S. Mill)
son identificados fundamentalmente con la persona que aporta el capital. Así
el beneficio de la empresa sería su recompensa por el capital aportado, lo cual
lleva a Marx a considerarlo como el ladrón de la plusvalía que en realidad le
correspondería al obrero que es quien habría aportado el verdadero esfuerzo
a través de su trabajo productivo. Probablemente a raíz de la persistencia
consciente o inconsciente de esta concepción clásica y marxista del rol del
empresario se derivan muchas de las ideas negativas existentes acerca de
su aporte a la sociedad todavía en la actualidad.
Ya a fines del siglo XIX el neoclásico Marshall cambia en buena medida
esta visión relativamente pasiva del empresario como mero propietario capi-
talista al considerarlo como el cuarto factor productivo (además del capital, la
materia prima y el trabajo) en la medida en que ofrece a la empresa no solo
su capital sino su capacidad de organización. Pero serán sobre todo los eco-
nomistas Frank Knight y Joseph Schumpeter quienes modificarán sustancial-
mente la imagen del empresario mostrando su rol decisivo en la vida de la
empresa y la economía capitalista. Para el economista norteamericano Frank
Knight, miembro de la primera Escuela de Chicago (anterior incluso a la lle-
gada a esa institución de Frederich Hayek y Milton Friedman) lo que define al
empresario es su capacidad de asumir riesgos en un mundo de incertidumbre,
ya que arriesga su capital sin saber el resultado que tendrá su inversión. De
este modo, según Knight, el beneficio empresarial no es un privilegio inme-
recido para alguien en el fondo improductivo sino una recompensa merecida
por asumir un riesgo. De acuerdo a Joseph Shumpeter la función principal del
empresario es innovar, es decir, aplicar las invenciones tecnológicas a usos
comerciales o industriales, lo que le otorgará a la empresa una situación tem-
poral con beneficios extraordinarios hasta que nuevos empresarios lo imiten y
el mercado vuelva a la situación de equilibrio. De esta manera, el empresario
se constituye nada menos que en el motor del desarrollo económico.
Contrariamente a Marshall, Knight y Schumpeter, de acuerdo al economis-
ta inglés John M. Keynes, los empresarios serían en realidad figuras secunda-
rias en la economía. Movidos por lo que él denominaba “animal spirits”, algo
así como una intuición dominada más por el instinto y la tendencia a seguir
la corriente de la opinión pública que por una capacidad racional o especial-
mente visionaria, los empresarios no serían así capaces de conducir el proce-
so económico ni tampoco de renovarlo sino que estarían tan solo llamados a
responder a los lineamientos de pequeñas elites ilustradas ubicadas en pues-
tos claves de la sociedad y del Estado. En una línea similar a la de Keynes, se
desarrolló la concepción del empresario del economista norteamericano John
Kenneth Galbraith para quien las grandes empresas actuales son tan comple-
jas que ya no pueden ser dirigidas por una sola persona por lo que requieren
una dirección formada por expertos en las distintas áreas. Desde esta visión,
la empresa sería una institución esencialmente conflictiva entre los dueños o
accionistas que buscan el máximo beneficio y los directivos o managers que
tendrían objetivos más amplios y de largo plazo. En una tesis análoga, se pro-
nunciaba el autor y consultor austriaco emigrado a los Estados Unidos Peter
Drucker para quien es la figura del administrador la verdaderamente impor-

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


130

tante en la empresa. Basado en una idea del management entendida como


“arte de decidir”, Drucker consideraba que los administradores eran uno de
los grupos clave en la orientación de la economía y la sociedad modernas.
Sin embargo, esta concepción que tendía a desplazar al empresario reem-
plazándolo por el manager sufrió un fuerte retroceso en las últimas décadas
debido a la desregulación de la economía que derivó en una revalorización del
empresario en sentido schumpeteriano. Además, los casos de fraudes éticos
en las empresas y la irresponsabilidad en las decisiones por parte de muchos
managers antes y después de la última crisis financiera global, tiñeron de un
fuerte escepticismo las ideas que preconizaban la capacidad del manager de
ir más allá en la visión de corto plazo del accionista y del empresario tradicio-
nal. Por lo demás, la historia del último siglo muestra así un desplazamiento
de una concepción del rol del empresario como propietario, fuertemente cri-
ticada especialmente desde la perspectiva marxista, hacia una valorización
de su figura debido a su capacidad de riesgo e innovación, para luego volver
de nuevo a su relativa depreciación a favor del manager, la cual últimamente
decae de nuevo a favor del primero.
Estas diversas apreciaciones no hacen sino demostrar que tanto la función
empresarial como la directiva o managerial son funciones muy complejas con
múltiples aristas y que pueden derivar, de acuerdo al modo y a las circunstan-
cias particulares en que sean ejercidas en consecuencias positivas o nega-
tivas pudiendo además articularse entre sí de muy diversas maneras. En tal
sentido, una conclusión que sería posible obtener de esta larga experiencia
de la empresa capitalista en los últimos dos siglos es la de que son factibles
muy distintas formas de realizar y asignar a diferentes actores las funciones
de propiedad y riesgo del capital, decisión, organización e innovación, pero
que todas ellas son imprescindibles para el nacimiento, desarrollo y continui-
dad en el tiempo de las comunidades de trabajo que denominamos empresas.

PARA REFLEXIONAR

Ahora bien, ¿se limita la responsabilidad del empresario y del mana-

PP ger tan solo a estas dimensiones funcionales? ¿No requiere la empre-


sa, en especial si la entendemos no solo como una entidad maximi-
zadora de utilidad o como una organización eficiente sino como una
comunidad de personas, algo más que este conjunto de funciones
instrumentales que acabamos de mencionar?

Estas preguntas nos llevan inevitablemente a considerar el aspecto ético de


la función empresarial y managerial que, sin dejar de lado las funciones “téc-
nicas” las lleva adelante con una orientación y una modalidad determinadas.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


131

2.

KK Lea atentamente el texto “El empresario” de Israel M. Kirzner y respon-


da las preguntas finales:

LECTURA OBLIGATORIA

Kirzner, I. “El empresario”, [en línea]. En: Lecturas de Economía

OO Política. Vol I. Madrid. Unión Editorial. 1986. Disponible en:


<http://www.eumed.net/cursecon/textos/Kirzner_empresario.pdf>
[Consulta: 26/05/2014].

a. ¿Por qué considera Kirzner que la idea de maximización o economi-


zación es incompleta para entender la función empresarial?
b. ¿Qué otra explicación de la actividad empresarial propone a cambio?
c. ¿Qué relación hay, según Kirzner, entre empresarialidad y
conocimiento?
d. ¿Qué virtudes y qué defectos ve usted en la concepción de Kirzner
sobre el empresario?

4.4. La responsabilidad ética y las virtudes del líder


empresario
Como ya hemos señalado, la imagen de lo que es un empresario ha ido cam-
biando a lo largo del tiempo desde el emprendedor aventurero de los inicios
del capitalismo, el empresario propietario de la primera revolución industrial,
el capitán de la gran industria y el manager sabio y benevolente de la época
fordista hasta el actual CEO flexible, hiperprofesional y entendido como un
delegado de los intereses más o menos anónimos de los accionistas. En
relación con esta última imagen, parece diluirse con rapidez la idea de que la
actividad empresaria implique una vinculación con la empresa que vaya más
allá de lo meramente instrumental. Por ejemplo, de acuerdo a la teoría del
agente y el principal, el manager (el agente) es apenas un representante de
los intereses del propietario de la empresa (el principal), no teniendo más
responsabilidad que en relación a dicho propietario ue es quien lo contrata.
Por el contrario, desde una idea de la empresa entendida como una comuni-
dad de personas las tareas del manager implican mucho más que actuar de
acuerdo a la voluntad del principal.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


132

LEER CON ATENCIÓN

El manager de una empresa no es el agente de quienes lo emplean

LL sino el fiduciario responsable de la empresa. En otras palabras, no


se trata de alguien que opera a modo de instrumento pasivo de los
accionistas, siguiendo ciegamente los deseos o la simple voluntad de
estos. La responsabilidad fiduciaria del gerente es una responsabili-
dad hacia toda la empresa y no solo hacia los accionistas. Implica el
deber de cuidar el patrimonio de la empresa y el de hacer cumplir los
fines de la misma, los cuales, como hemos señalado, no consisten solo
en la obtención de beneficios para los accionistas. Por el contrario,
los deberes fiduciarios de actuar en buena fe, tener lealtad, cuidado
y prudencia y revelar información de posibles conflictos de interés
(disclosure) se los debe el líder empresario no solo a los dueños sino a
la empresa como totalidad.

De esta concepción se deriva todo un conjunto de responsabilidades que


robustecen el vínculo entre el manager y la empresa, modificando comple-
tamente esa imagen del manager como alguien solo temporalmente vincula-
do con una empresa en particular. Si bien esa permanencia temporal no es
incompatible con la responsabilidad, esta última supera la idea de un uso
puramente instrumental de la empresa como mero recurso para el beneficio de
los accionistas o de los managers, dejando de lado el hecho objetivo de que la
empresa tiene una dimensión mucho más amplia que los intereses particula-
res de estos. De allí se sigue un cambio fundamental en la idea que se tiene
de la actividad managerial y empresarial, la cual pasa a estar subordinada a la
realidad más permanente e incluso transgeneracional de la empresa, que no
puede ser tratada como mera mercadería o puesta constantemente en riesgo
solo con el objetivo de obtener mayores ganancias.
Para lograr que la actividad empresarial tenga estas características se
requiere de los líderes empresarios mucho más que el cumplimiento de la ley,
lo cual está ciertamente en la base de cualquier responsabilidad empresarial.
La integridad y la unidad de vida que supera la división entre la moral perso-
nal o familiar y la llamada “moral de los negocios” debería formar parte de
sus exigencias. Esto supone que el empresario no deja su condición personal
al entrar en la empresa sino que la incluye en cada una de sus acciones. Esa
integración solo es posible por medio de una ética de la virtud (Aristóteles),
es decir, una ética basada no solo en el cumplimiento de reglas o normas
(kantismo) sino en el respeto de la persona como el valor fundamental de la
actividad empresaria (personalismo ético).

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133

LEER CON ATENCIÓN

En efecto, la empresa es ante todo una organización conformada

LL por personas asociadas para conseguir distintos fines, ninguno de


los cuales puede quedar afuera de la visión y misión que planteen
sus directivos. La responsabilidad central del líder empresario radica
entonces precisamente en lograr una coordinación justa y adecuada
de estos fines.

Si, en cambio, movido por una concepción unilateral de la empresa o por la


persecución exclusiva de sus propios intereses, el manager subordina de
modo injusto algunos de estos fines a otros, no solo está actuando de modo
antiético sino también de manera irresponsable en relación a los intereses
de la empresa en su conjunto, incluidos sus propios intereses y los de los
dueños o accionistas. De allí que en realidad el carácter ético y responsable
de la actividad empresarial no corre de modo paralelo a la gestión eficiente y
productiva, sino que forma parte de su lógica íntima.
La empresa productiva, eficiente y competitiva, requiere, al menos en el
largo plazo, de un buen management que es siempre, al mismo tiempo, un
management ético y responsable. Del mismo modo, implica que el directivo
empresario considere a los demás stakeholders también como personas, es
decir como fines en sí mismos, los cuales nunca pueden ser utilizados solo
como medios. Esta dimensión ética de la actividad empresarial podría crecer
incluso mucho más si se la entendiera, al igual que a cualquier otro trabajo,
como una vocación.

3.

KK Lea atentamente el siguiente juramento implementado en la Universidad


de Harvard para los graduados MBA y responda las preguntas finales.

CC
EL JURAMENTO MBA

Como gestor, mi propósito es servir al bien común uniendo personas y recursos


para crear valor, que no puede ser creado por una persona individualmente. Por
ello, buscaré un camino que aumente el valor que mi empresa puede crear para
la sociedad a largo plazo. Reconozco que mis decisiones tienen consecuencias
que llegan lejos y que afectarán el bienestar de individuos dentro y fuera de mi
empresa, hoy y en el futuro. Al conciliar los intereses de las distintas partes, me
enfrentaré a decisiones que no son fáciles para mí y para otros. Por ello, juro:
Que actuaré con la mayor integridad y desarrollaré mis tareas de modo ético.
Que protegeré los intereses de mis accionistas, compañeros de trabajo, clientes
y de la sociedad en que operamos.
Que manejaré mi empresa de buena fe, cuidándome de decisiones y comporta-
miento que empuje mis ambiciones personales pero hagan daño a la empresa
y la sociedad a la que sirve.
Que entenderé y cumpliré, tanto en letra como en espíritu, las leyes y contratos
que gobiernan mi conducta y la de mi empresa.

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134

Que seré responsable de mis actos, y mostraré el desempeño y los riesgos de


mi empresa de modo honesto y preciso.
Que desarrollaré tanto mi persona como los demás administradores a mi cargo
para que la profesión continúe creciendo y contribuya al bienestar de la sociedad.
Que buscaré crear prosperidad económica, social y ambiental para todo el
mundo.
Que seré responsable ante mis pares y ellos serán responsables ante mí por
vivir de acuerdo a este juramento.
Tomo este juramento libremente, y por mi honor.

a. Enumere los distintos temas a los que hace referencia el juramento.


b. ¿Qué opinión tiene sobre el contenido del juramento? ¿Contiene los
compromisos centrales? ¿Falta alguno? ¿Cuál?
c. ¿Le parece que el juramento está bien elaborado desde el punto de
vista ético? Sí-No. ¿Por qué?
d. ¿Cuál es su opinión general sobre el valor de un juramento de este
tipo? ¿Ayuda en algo a mejorar las cosas o es irrelevante en la prác-
tica? Sí- No. ¿Por qué?

Para poder leer el juramento en inglés:

WW <http://mbaoath.org/about/the-mba-oath/>

LECTURA RECOMENDADA

RR
Paladino, M., Debeljuh, M. &. Del Bosco, P. “Integridad: respuesta superado-
ra a los dilemas éticos del hombre de empresa”, [en línea]. En: Cuad. Difus. Lima.
ESAN. 2005. Disponible en: <http://www.esan.edu.pe/paginas/publicaciones/cuader-
nos/18_19/Cuad18-19-Paladino.pdf> [Consulta: 28/4/2014].

4.5. Condiciones para una nueva cultura y ética


empresarial
Claro está que, para no caer en un fácil moralismo, es necesario siempre tam-
bién considerar el contexto concreto en que se desempeñan las empresas en
la realidad de hoy en día. Este contexto no es nada sencillo, más bien, podría-
mos decir, es fundamentalmente hostil a una concepción de la empresa ética y
socialmente responsable. En primer lugar, debido a la dinámica excesivamente
rápida de los cambios en los mercados que obliga a las empresas a adaptar-
se constantemente y, por lo tanto, hace difícil una visión responsable que se
haga cargo de las consecuencias a largo plazo de las propias acciones. En
segundo lugar, por la dependencia financiera que actualmente experimentan
las empresas, la cual lleva a los directivos a obsesionarse por los números
y a descuidar a las personas. En tercer lugar, por un tipo de educación profe-
sional puramente técnica que no incluye una formación en la reflexión, en la
ética y en el sentido social, produciendo managers muchas veces ciegos para
la dimensión humana, ética y comunitaria de la empresa.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


135

Tomando en cuenta este contexto, se hacen imprescindibles algunas accio-


nes para comenzar a transitar el camino hacia una nueva cultura empresa-
rial. El primero es el de un cambio en el pensamiento que implica ante todo
el reemplazo de una concepción de la empresa y de la actividad empresarial
centrada en la maximización de beneficios por una centrada en la consecución
de los fines de todos los stakeholders. Esta concepción es enseñada de modo
muy poco convincente en las universidades y escuelas de negocios y queda
muchas veces opacada por las teorías en boga concentradas en la maximiza-
ción de utilidad. Hasta tanto no se opere un cambio de paradigma en la ense-
ñanza de las disciplinas centrales del management, los intentos por llevar
adelante algún cambio serán muy difíciles en la práctica.
Por otra parte, se requieren también cambios en la estructura institucional
de la economía que permitan que las empresas ética y socialmente respon-
sables, aun no siendo mayoritarias, puedan tener su lugar en el mercado. Si
bien las regulaciones no son siempre el mejor camino, es cierto que muchas
empresas con un tipo de organización diferente a la tradicional no tienen en
muchos países un reconocimiento jurídico, o se hace muy difícil su operativi-
dad en términos legales. El hecho de que la legislación de muchos países se
esté ampliando para incluir a empresas de tipo social, en las cuales es posi-
ble, por ejemplo, un nuevo tipo de distribución de las ganancias, marca un
camino de cambio en ese sentido. Lo mismo podría decirse de alguna legis-
lación más restrictiva en relación al pago por performance que desaliente las
prácticas cortoplacistas y la irresponsabilidad de los managers.
Además cualquier cambio hacia una empresa éticamente responsable no
puede sino estar acompañando de un nuevo tipo de dinámica económica dife-
rente de la que hemos presenciado en las últimas décadas. Una empresa res-
ponsable crece en el contexto de una economía y una cultura que al menos
no haga imposible una actitud de responsabilidad. De allí la necesidad de
una responsabilidad política que acompañe la responsabilidad empresaria no
por medio de marcos regulatorios excesivos y muchas veces contraproducen-
tes, sino a través de la promoción de un contexto previsible, con políticas pru-
dentes que creen un espacio de libertad, exigencias razonables y de futuro a
mediano y largo plazo para las empresas.
Finalmente, el cambio más importante es el de las convicciones íntimas
y el de las actitudes y virtudes éticas. Si bien las condiciones estructurales
de la economía son fundamentales para un ejercicio responsable de la acti-
vidad empresarial, este es completamente imposible si no existe una inter-
nalización de valores básicos en el líder empresario. Como mencionamos
con anterioridad, el dualismo existente entre la moral personal y la moral de
los negocios solo puede ser superado recuperando la unidad de vida. Esta
coherencia entre lo que se piensa íntimamente y lo que se hace, entre lo que
Con este anglicismo (del verbo
puede contarse en la intimidad familiar y lo que se actúa en la práctica, solo inglés “to coach”: “entrenar”) se
puede recuperarse por medio de un cambio interno que no puede ser induci- hace referencia a los distintos
do desde afuera. El cambio interior implica a su vez un acceso a un nivel de métodos a través de los cuales
un coach (“entrenador”) busca
conciencia que muchas veces no se logra por el exceso de actividad y una acompañar, enseñar y entrenar
suerte de aturdimiento en que se desarrolla la vida empresaria, envuelta en a una persona o a un grupo –en
exigencias y urgencias constantes muchas veces reales, pero otras tantas el ámbito empresarial o en ámbi-
veces creadas por el directivo mismo para evitar el momento de la reflexión, tos personales privados-, para
poder alcanzar distintos objetivos
de la duda o de la experiencia de vacío. Se hace necesario, pues, un cambio o habilidades.
en la praxis misma de la vida empresarial que incluya la reflexión y el autoa-
nálisis. Para ello podrían implementarse formas integrales de coaching que

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136

busquen ir más allá del mero aumento de la efectividad y que ayuden al líder
empresario a tomar contacto con su interioridad profunda. Únicamente desde
allí podrán surgir gradualmente las acciones responsables que la empresa y
la comunidad necesitan.

4.

KK Queremos señalar aquí que muchas de las prácticas de coaching pue-


den encerrar formas graves de manipulación a la persona. Especialmente
criticable es el coaching que se ha denominado “coaching coercitivo”.
a. Investigue qué se entiende por “coaching coercitivo”.
b. ¿Qué criticas se le suele hacer a este tipo de prácticas?...
c. Si una empresa aplicara un coaching con estas características: ¿cómo
podríamos definir la ética de dicha empresa?...
d. ¿Cómo podría usted criticar al coaching coercitivo desde el planteo
de la ética aristotélica y desde una ética personalista?

5.
KK Lea atentamente el texto “La empresa como comunidad moral: modelo
para armar” de Leticia Naranjo Galvez y responda las preguntas finales:

LECTURA OBLIGATORIA

Naranjo Galvez, L. “La empresa como comunidad moral: modelo

OO para armar”, [en línea]. En: Revista de ciencias administrativas y socia-


les. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Económicas. 2002. Disponible en: <http://www.revistas.unal.edu.
co/index.php/innovar/article/viewFile/23961/24621> [Consulta:
26/05/2014].

a. ¿Cuáles serían, de acuerdo a Leticia Naranjo, las condiciones para un


modelo de comunidad moral empresarial?
b. ¿Qué conclusiones extrae la autora de la ficción que propone?
c. ¿Qué importancia tiene en el planteo de Naranjo el concepto de
persona?
d. ¿Considera que es posible una idea de empresa como comunidad de
personas? Sí- No. ¿Por qué?

LECTURA RECOMENDADA

RR
Zamagni, S. “¿Es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felici-
dad?”, [en línea]. En: XVI Seminario Permanente de Ética Económica y Empresarial
(2006-2007)La ética en las estrategias empresariales del siglo XXI. Valencia. Etnor. 2007.
Disponible en: <http://www.etnor.org/doc/Zamagni-competitividad-felicidad-en-la-
empresa.pdf> [Consulta: 28 04 2014].

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137

4.6. ¿Tienen alguna responsabilidad los mandos medios y


el empleado común? El problema de la banalidad del mal
En 1961 la filósofa política judeo-alemana radicada en los Estados Unidos
Hannah Arendt fue enviada por la revista The New Yorker a presenciar el
dramático juicio al criminal de guerra Adolf Eichmann realizado en Jerusalén,
luego de que este fuera apresado clandestinamente por la Mosad en la ciudad
de San Fernando, provincia de Buenos Aires, en donde Eichmann vivía desde
hacía años protegido detrás de una identidad cambiada. Mientras viajaba
hacia Israel para presenciar el juicio, que sería el primero en ser realizado a un
criminal nazi en dicho estado judío con la presencia de muchas de las víctimas
y televisado para todo el mundo, Arendt se preguntaba cómo habría de ser la
personalidad de uno de los mayores responsables del asesinato masivo de
millones de personas que se conoce en la historia como la “Solución Final”.

El juicio de Eichmann (en “Enciclopedia del Holocausto”)

WW <http://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10007185>

Según nos cuenta en su apasionante y polémico libro Eichmann en Jerusalén.


Un estudio de la banalidad del mal, Arendt se imaginaba que la figura que
habría de encontrar sentada en el banquillo de los acusados sería de unos ras-
gos de personalidad particularmente crueles, anormalmente malignos y cons-
cientemente malignos. De hecho, Arendt evoca en su libro diversas figuras de
la literatura universal, tales como Ricardo III, Macbeth, Mefistófeles o Fausto
en los cuales pensaba podría encontrar alguna orientación para comprender
el carácter monumentalmente maligno de Eichmann. Sin embargo, luego de
varias semanas de presenciar el juicio y de estudiar minuciosamente las
características de la personalidad de Eichmann, Arendt llegó a la conclusión de
que estas no respondían a ninguno de los rasgos de maldad extrema que ella
esperaba encontrar en alguien acusado de la muerte de millones de personas.
Por el contrario, en lugar de hallarse frente a un personaje complejo, malinten-
cionado y perverso, Arendt se sintió asombrada por haberse encontrado con
una personalidad completamente simple, mediocre y que incluso se atrevió
a calificar de “normal”, si no hubiera sabido los horribles crímenes que tenía
en su haber. ¿Cómo era posible explicar entonces este terrible contraste?
¿De qué manera alguien como Eichmann, que en el fondo no era más que un
funcionario de los mandos medios dedicado a cumplir con gran esmero tareas
logísticas y administrativas, había llegado a ser el organizador del transporte
y envío de millones de personas hacia la muerte?

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138

Adolf Eichmann

II

Izquierda: como oficial de las SS. Alemania (1943)


Derecha: durante su proceso en Jerusalén (1961)

De acuerdo a Arendt, lo que explicaba este terrible contraste era el fenómeno


que ella denominó, con una expresión que la volvería célebre, la “banalidad del
mal”. En efecto, Arendt sostenía que Eichmann no había llegado a participar
de ese terrible genocidio a partir de una intención particularmente perversa y ni
siquiera movido por un odio antisemita o de cualquier otra especie. La expresión
de su cara, su modo de hablar, la manera en que se refería a sus funciones
y a la realidad del entorno demostraban, en opinión de Arendt, que Eichmann
estuvo desprovisto de un sentimiento de maldad o de perversión en el sentido
que habitualmente se dan a esas palabras cuando perpetró esos hechos abe-
rrantes. Incluso la pensadora judía se atrevió a afirmar que Eichmann carecía
prácticamente de conciencia de lo que había hecho. Estudiando también la vida
pasada de este genocida anterior a su actuación en el régimen nacionalsocia-
lista, Arendt pudo comprobar que su ingreso en las SS no había sido como el
de otros nazis quienes estaban animados por un fuerte fanatismo ideológico.
Por el contrario, Eichmann había sido un simple empleado de ventas que había
ingresado en las SS simplemente porque había visto en ellas la oportunidad de
hacer carrera sin tener en el fondo ningún vínculo ni afectivo ni ideológico con
ella. En realidad, Eichmann se desempeñó como coordinador logístico en las
SS de un modo profesionalmente eficiente y cumplidor no muy diferente al que
había caracterizado su carrera anterior. De hecho, según Arendt, fue precisa-
mente ese espíritu de cumplimiento, eficiencia y conformidad con un orden que
él no se sentía de ningún modo inclinado ni mucho menos obligado a juzgar, lo
que lo fue llevando gradual e imperceptible, es decir, de modo completamente
banal, a ir aceptando como normales las órdenes que se le impartían. Su punto
de vista burocrático e instrumental, incapaz de ir más allá de su tarea individual
dedicada a disponer de modo eficiente unos medios en relación a unos fines
dados, lo fue llevando poco a poco a aceptar realizar cosas aberrantes que él
terminó por ver, en su deriva hacia una inconciencia e insensibilidad cada vez
mayores, simplemente como un trabajo igual a cualquier otro.
Ciertamente la tesis de Hannah Arendt sobre Eichmann no está exenta de
detractores. Es difícil admitir que un mal tan grande como el genocidio nazi haya
tenido como uno de sus protagonistas a una personalidad media, en la que no
se ven rasgos de maldad en el sentido fuerte de la palabra. Pero precisamen-
te lo que quiso resaltar Arendt es que en la mayoría de los casos el mal no se
presenta de modo evidente ni dramático, sino que va invadiéndolo todo de una
manera casi imperceptible. Esto es especialmente cierto en el ámbito de las

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139

organizaciones modernas en las cuales las tareas se van dividiendo en peque-


ñas partes y nadie parece ser capaz de ver el todo. Por esta razón, poco a poco,
la idea que predomina en la mente de la mayoría de las personas que trabajan
en una gran organización es que solo les cabe la responsabilidad de cumplir con
la pequeña parte de las acciones que le han sido asignadas sin tener nada o
muy poco que ver con el rumbo que toman las cosas en su totalidad. Este pen-
samiento, que parece relativamente justificado en el nivel de los empleados que
trabajan en tareas muy sencillas de tipo operativo, se traslada también a los
llamados mandos medios de la organización quienes sienten que, a pesar de
tener una mayor esfera de acción que los empleados comunes, tienen también
escasa influencia en la dirección de los asuntos más generales. Así se dedican
también ellos a sus tareas específicas y abandonan bastante rápidamente la
idea de hacerse cargo de la orientación que toma el todo. Finalmente, aunque
parezca mentira, también en los niveles más altos de la dirección cunde esta
autoeximición generalizada de responsabilidad. En este último caso los argu-
mentos no son muy diferentes ya que los altos directivos e incluso los dueños
de las empresas o sus accionistas aducen sentirse muchas veces atados de
pies y manos a una situación dada (mantenimiento del empleo, presiones del
gobierno, presiones sindicales, etc.) lo cual los lleva a argumentar que solo cabe
para ellos dejar también las cosas más o menos como están.
De todos modos, esta eximición de responsabilidad es especialmente fácil
sobre todo para la gerencia media y los empleados comunes quienes, quizás sin
saberlo, colaboran muchas veces en prolongar o profundizar situaciones nega-
tivas que sin su cooperación incluso pasiva, no serían posibles. Ciertamente
los límites para la acción de un empleado o incluso de un gerente medio son
muchos. Por empezar la relación de dependencia es el principal. La amenaza
del desempleo es otra. Esto lleva a pensar que no existe margen de iniciativa
para quien no está en la cúspide de la organización. Aunque esto es muchas
veces así, la experiencia muestra que existen también posibilidades interme-
dias y pequeñas “zonas vacías” que todos los miembros de una empresa tie-
nen la oportunidad de ocupar en algún momento de su paso por la empresa ya
sea mediante la palabra dicha a tiempo, el señalamiento de algunos límites a
los superiores y en general por medio de una actitud alerta que no se refugia en
la pasividad sino que toma la cuota de responsabilidad que es razonablemente
posible en una situación dada.

Vea atentamente el documental sobre Hanna Arendt y la banalidad del mal.

EE http://www.youtube.com/watch?v=Y5HdP52z5xE

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140

1.

KK Después de haber visto el documental, responda:


a. ¿Cómo describe Hannah Arendt a Adolf Eichmann?
b. ¿En qué se distingue la banalidad del mal de otras formas de mal?
c. ¿Qué relación puede tener la banalidad del mal del nazismo des-
crita por Arendt y las situaciones que a veces se dan en la empresa
contemporánea?

LECTURA RECOMENDADA

RR
Arnedt, H.. (2003), Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal,
Lumen, Barcelona.

4.7. Los grandes temas de responsabilidad ética de la


empresa contemporánea
Tal como sostenía el pensador Hans Jonas, la virtud de la responsabilidad es
una de las más importantes y necesarias en la sociedad contemporánea. Si
bien todo el mundo se refiere en general a la idea de derecho como la cate-
goría central de la actualidad, pocos son los que ven que la vigencia de esta
depende de que existan personas que se hagan cargo de las obligaciones que
surgen de su situación específica con el fin de que los derechos realmente
puedan ser ejercidos. En otras palabras, todo derecho es posible gracias al
cumplimiento de una obligación o de una responsabilidad que dicho derecho
implica ya sea en quien lo posee o en otros. Precisamente, la inflación actual
de reclamo por los derechos, al no estar acompañada por el correspondiente
ejercicio de las responsabilidades que les son correlativas, convierte muchas
veces a los primeros en palabras vacías.
Esta situación que es general en la sociedad, domina también en la empre-
sa. Florece el reclamo por los derechos de todos sus miembros o constituyen-
tes pero existe escasa conciencia de la necesidad de desarrollar con el mismo
vigor el ejercicio de las responsabilidades. Hoy día podríamos decir que existen
varias zonas de urgencia en las cuales los distintos stakeholders que forman
la empresa están llamados a ejercer una mayor responsabilidad.
Podríamos mencionar muchas cuestiones pero nos limitaremos especial-
mente a referirnos a cuatro que consideramos centrales y urgentes:

•• la responsabilidad frente al trabajo,


•• la responsabilidad frente al consumo,
•• la responsabilidad frente a los sectores más vulnerables de la sociedad y
•• la responsabilidad frente al medioambiente.

La responsabilidad frente al trabajo es quizás la más inmediata y delicada


que tiene la empresa porque se trata de una realidad que abarca, se podría
decir, más de la mitad de la vida de las personas que participan en ella. Por
lo demás, desde el principio de la era industrial el trabajo siempre fue el tema
más complejo de la cuestión empresarial. Hoy, luego de una segunda mitad
del siglo XX con décadas de estabilidad laboral de varias generaciones, se

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141

plantea con especial dramatismo el problema del desempleo no solo tempo-


rario sino también estructural.
Del empleo depende, como es obvio, no solo la vida de una persona sino
de varias que conforman su núcleo familiar. En tal sentido, la amenaza del
desempleo constituye un factor de tremenda inseguridad para la familia fren-
te al cual la empresa no puede permanecer indiferente. Ciertamente, como
ya hemos señalado anteriormente, la empresa actual muchas veces apenas
puede sobrevivir en un entorno fuertemente competitivo como es el de la glo-
balización por lo cual no siempre es posible mantener sin un daño económi-
co grave no solo para los dueños o accionistas sino para los demás emplea-
dos, los mismos niveles de empleo. El problema ético no se presenta en esos
casos ya que existen situaciones en las que claramente es mejor reducir en
parte el empleo que provocar por una irresponsabilidad económica un desas-
tre mayor. No obstante, en las últimas décadas la excesiva dependencia del
sector financiero en la que se desenvolvieron muchas organizaciones, termi-
nó por convertirlas en meras mercancías intercambiables y los procesos de
fusión o take-over hostiles de muchas empresas llevaron a reestructuraciones
salvajes en las que los empresarios o directivos abandonaron por completo
su responsabilidad con respecto al trabajo. Incluso en los casos en que estas
reestructuraciones irresponsables no se dieron, la actitud general hacia el tra-
bajo tomó, sin embargo, cada vez más un carácter puramente instrumental.
Tal vez junto con el desempleo, el mayor daño que esta irresponsabilidad ha
provocado en los últimos tiempos ha sido el deterioro de lo que antaño se
denominaba el mundo o la cultura del trabajo conformada por un conjunto de
referencias, significaciones y actitudes que en muchos empresas han desapa-
recido por completo reemplazadas por un tipo de gestión utilitarista indiferente
al trabajo como valor humano, personal y comunitario.
Otra responsabilidad fundamental de la empresa es aquella que tiene en
relación al consumo. En realidad, como ya hemos señalado, el fin principal
de la empresa está en el producto o servicio que ofrece al cliente o consumi-
dor. En la medida en que subordina este fin a la ganancia, la finalidad espe-
cífica por la que se constituyó la empresa queda comprometida. El entorno
de fuerte competencia en que actualmente tienen que actuar las empresas
las lleva a ajustar sus números al máximo para lograr una diferencia entre el
costo de la producción y el precio de las ventas, pero si este ajuste se hace
en detrimento de la calidad del producto o servicio, también la rentabilidad
es finalmente afectada. De allí la ecuación que el empresario debe mantener
constantemente bajo su mirada que pone en equilibrio la relaciones entre el
precio y la calidad.
Esta no es la única cuestión ética que se le plantea a la empresa en rela-
ción al consumo. Como veremos más adelante, uno de los recursos más deli-
cados que la empresa tiene la responsabilidad de cuidar es el del marketing y
la publicidad. Si bien estos son instrumentos legítimos para lograr la difusión
de los productos o servicios a un número cada vez mayor de clientes, la bús-
queda de ampliación de los mercados suele ser la excusa para manipular al
consumidor. De hecho las técnicas más refinadas permiten a las empresas
intervenir en la psiquis del potencial cliente presentando características de
los productos o servicios de un modo engañoso con el fin de lograr ya sea la
adhesión del consumidor ya sea el crecimiento exponencial de sus deseos de
modo indefinido en relación a los propios productos. Esta perversión consumi-
dora a la que induce muchas veces la publicidad, que utiliza las necesidades

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142

de las personas para atraparlas en un círculo siempre creciente de deseos,


tiene consecuencias muy graves en la sociedad actual frente a las cuales la
empresa no puede simplemente cruzarse de brazos. Si bien los consumidores
son responsables de sus propias conductas y tienen también la posibilidad
de denunciar ante el Estado o de autoorganizarse en forma de ligas y asocia-
ciones los fraudes o manipulaciones, la empresa no solo tiene la obligación
de no violar la ley en relación a esta cuestión, sino también tiene la respon-
sabilidad ética de autorregularse en lo que se refiere al uso del marketing o
la publicidad.
Un tercer campo de responsabilidad de las empresas son los sectores
más vulnerables de la sociedad. Como ya veremos esto corresponde a lo que
se ha dado en llamar la “responsabilidad social de la empresa”. Ciertamente
este es un concepto que en su momento fue muy discutido (cfr. por ejemplo,
la opinión de Milton Friedman al respecto) pero que hoy en la gran mayoría de
los casos se ha incorporado en la lista de responsabilidades de las empresas.
No obstante, lo que no está aún demasiado claro es el significado preciso de
esta clase de responsabilidad. Analizaremos más adelante las diferentes teo-
rías de la RSE pero en este momento nos basta con señalar que dicha respon-
sabilidad supera la obligación legal y también la obligación ética en relación
a los propios empleados y clientes. Naturalmente las responsabilidades que
ya hemos analizado tienen también una importante dimensión social ya que
a través de los propios empleados y clientes la empresa está afectando indi-
rectamente al todo de la sociedad en una cierta medida. De todos modos, la
RSE va más allá, al incluir entre sus responsabilidades áreas de la vida social
que no son de competencia directa de la empresa. El primer aspecto de la RSE
en este sentido es la responsabilidad que las empresas tienen frente a los
sectores más vulnerables de la sociedad, sean ellos empleados o clientes de
la empresa o no. En caso de que lo sean, la empresa no puede limitarse úni-
camente a respetarlos en su condición de personas, sin manipularlos en sus
relaciones laborales o en sus consumos. La RSE implica además una cierta
acción positiva que busque la promoción humana de las personas involucra-
das directamente con su propia actividad. Claro que esto no significa que la
empresa deba hacerse cargo de las personas de modo paternalista, lo cual
no solo sería imposible desde el punto de vista económico sino inadecuado
ya que el fin de la empresa es limitado y no puede tomar bajo se responsa-
bilidad lo que le compete a las propias personas o al Estado como promotor
del bien común.
La responsabilidad de la empresa es contribuir mediante acciones no mera-
mente negativas (cumplimiento de la ley, respeto) sino mediante acciones
positivas en un aspecto del bien común de las personas directamente invo-
lucradas en su actividad. ¿Qué decir con las personas más vulnerables de la
sociedad que no son ni empleados ni clientes de la empresa? ¿En qué senti-
do decimos que esta última también tiene una responsabilidad frente a ellas?
Esta responsabilidad es limitada e involucra solo a las personas o comunida-
des a las cuales la empresa afecta directa o indirectamente.

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143

PARA REFLEXIONAR

Por ejemplo, pensemos una empresa situada en una zona lindante

PP con un barrio carenciado. Tal vez ninguno de los habitantes de este


barrio sea empleado o cliente de la empresa, no obstante, ¿puede esta
desentenderse completamente de las necesidades acuciantes de una
comunidad con la que convive a diario?

Finalmente, forma también parte de la RSE la responsabilidad en relación al


medioambiente. Una de las formas en que esta responsabilidad toma una
forma clara y precisa está en la incorporación dentro del balance de la empre-
sa de los costos que implica a la sociedad la contaminación ambiental. A partir
de allí se inicia un proceso de autocontrol y de control estatal que puede ir
haciendo descender los niveles de contaminación que quizás pueda comple-
mentarse también con la aplicación de mecanismos de mercado que permitan
“comprar y vender” contaminación. Aunque una parte de la teoría económica
ha intentado demostrar que esta última aplicación mencionada del mecanis-
mo de precios de los mercados sería suficiente para bajar notablemente los
altos índices de contaminación actualmente existentes en el mundo, es difícil
pensar que estos descenderán de modo realmente significativo si no se da
además una concientización mucho más generalizada por parte de todos los
consumidores y personas en general pero también por parte de las empresas
en particular de que la contaminación debe ir alcanzando niveles siempre
más bajos. Por otra parte, las empresas tienen además la responsabilidad de
volcar parte de su inversión en aplicar gradualmente nuevas tecnologías que
permitan bajar la contaminación e incluso, en los casos de grandes empresas
con fuerte impacto ambiental, también tienen la responsabilidad de invertir
en investigación para alcanzar a elaborar tecnologías más limpias todavía no
existentes. Gran parte del problema actual consiste sin duda en los límites
económicos de este aspecto de la RSE debido a la fuerte competencia y a
las crisis periódicas que muchas veces impiden a las empresas prestarle la
debida atención a su responsabilidad con el medioambiente, especialmente
en países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Sin embargo, aún en estos
casos la urgencia de aminorar el impacto ambiental es tan grande que cada
vez hay menos excusas para dilatar la implementación de acciones, aún o
incluso especialmente en los países pobres cuya base para el desarrollo está
precisamente en el uso racional de los recursos naturales.
En este apartado, simplemente hemos esbozado cuatro cuestiones (el tra-
bajo, el consumo, el marketing y la contaminación) que consideramos esencia-
les y urgentes en relación a la responsabilidad contemporánea de la empresa.
En las siguientes páginas buscaremos llevar a cabo un desarrollo más exten-
so y profundo de las mismas.

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Vea atentamente el corto animado That´s no my problem (Ese no es mi

EE problema, Estados Unidos, 1993, Sam Weiss- Fred Crippen, duración:


7: 57 min.)
<http://www.youtube.com/watch?v=wN3Is29ZCPA>

7.

KK Después de haber visto el corto animado, responda:


a. ¿Qué problema plantea el video?
b. ¿Cuál es la raíz del problema?
c. ¿Cuál sería el modo de solucionarlo?

4.8. Conclusión
En esta unidad hemos visto cómo el trabajo no es una actividad meramente
individual, sino que tiene una dimensión comunitaria y social que se expresa
en la actualidad fundamentalmente en el ámbito de las empresas. Luego de
haber hecho un repaso muy rápido por las diversas formas de organización
comunitaria del trabajo a lo largo de la historia hemos podido llegar a entender
el proceso largo y complejo que está detrás del trabajo que vivimos cada día
en las empresas actuales. No obstante, esta dimensión histórica no agota ni
mucho menos la conceptualización de la empresa.
También hemos hecho un recorrido por las principales teorías de la empre-
sa que muestran la variedad de opiniones existentes sobre la naturaleza de
la misma. Estas teorías no son, por lo demás, simples ideas relevantes úni-
camente para entretener a los estudiantes en las aulas universitarias. Por el
contrario, el modo en que entendamos la empresa va a condicionar fuerte-
mente la manera en que las empresas reales serán llevadas adelante por sus
dueños, directivos y empleados. En otras palabras, las empresas, como cual-
quier otra realidad, no están formadas únicamente por las estructuras mate-
riales y objetivas que las componen, sino también por las ideas, intenciones
y concepciones que sobre la misma tienen quienes trabajan en ellas. De ahí
la importancia crucial que en la etapa de los estudios universitarios tienen
las ideas que los estudiantes luego llevarán en su cabeza sobre la empresa,
que terminarán por dar forma a través de la acción a las empresas en las que
participarán a lo largo de su carrera laboral.

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145

Entre las diferentes teorías de la empresa hemos visto principalmente


cinco: la teoría neoclásica tradicional que entiende a la empresa como mera
mediadora del mecanismo de precios, la teoría de la empresa como reduc-
tora de los costos de transacción, la que la entiende como organización con
racionalidad limitada, la teoría sistémica que la concibe como un sistema
de información y las varias teorías sociales que la conceptualizan como una
comunidad de personas. Todas ellas tienen algo valioso para aportar en la
comprensión de una institución tan compleja como es la empresa. No obstan-
te, sin rechazar los aportes de cada una, hemos adoptado fundamentalmente
en esta unidad el último punto de vista que entiende a la empresa como una
comunidad de personas. A partir de esto último hemos intentado deslindar, en
primer lugar, el rol del empresario y del manager dentro de esta comunidad.
Luego de repasar la evolución de la idea del empresario en algunos de
sus principales teorizadores del siglo XX, sacamos la conclusión de que las
funciones empresariales de propiedad y riesgo del capital, organización de
los factores de producción, toma de decisiones en un marco de complejidad
e incertidumbre y capacidad de innovación son las principales funciones que
deben desarrollar managers y empresarios. Sin embargo, hemos llamado
la atención también sobre el hecho de que más allá de estas funciones, el
empresario y el manager tienen sobre todo una responsabilidad ética en rela-
ción a la empresa, que es la que permite reunir y coordinar todas estas fun-
ciones, yendo más allá de los objetivos de la rentabilidad o de la eficiencia de
la organización, para tomar en cuenta todos los fines personales que están en
juego en el ámbito interno e inmediatamente circundante a la empresa que el
empresario y el manager tienen la responsabilidad de considerar. A partir de
allí hemos destacado la necesidad de recrear una nueva cultura empresarial
la cual, en oposición a la actualmente reinante volcada a la sola maximización
de las ganancias, recupere un espacio para la responsabilidad de los empre-
sarios y directivos. Esto sin dejar de señalar que si bien la responsabilidad
de estos últimos es la más importante, también existen grados de responsa-
bilidad menores pero no menos reales de los mandos gerenciales medios e
incluso de los empleados comunes en la orientación que toma la empresa.
La deriva actual de la empresa hacia una instrumentalización cada vez
mayor de las personas no obedece a la irresponsabilidad o incluso a la
corrupción de muchos empresarios y directivos, sino también al hecho de que
muchos gerentes de nivel medio y empleados no asumen tampoco las res-
ponsabilidades que les caben en la medida de sus posibilidades. Todo este
conjunto de omisiones va llevando a las empresas hacia un fenómeno que
Hannah Arendt denominó “banalidad del mal”, por el cual se lleva adelante
acciones completamente antiéticas sin que nadie en el fondo se sienta haber
tenido demasiada conciencia o responsabilidad en ello.
El resultado de toda esta reflexión nos llevó a señalar, finalmente, las prin-
cipales responsabilidades que desde el punto de vista ético enfrenta hoy la
empresa moderna. Empezando por las dos más directas relacionadas con
los empleados y clientes de la empresa y siguiendo por dos más indirectas
que tienen que ver con los sectores más vulnerables de la sociedad y con el
medioambiente, hemos planteado así al final de la unidad, el esquema cen-
tral de lo que serán las temáticas centrales que trataremos en lo que sigue.

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Vea atentamente el corto animado Zhil-byl Kozyavin (Allí vivía Kozya-

EE vin, URSS, 1966, Andrei Khrzhanovsky, duración: 9:48 min.)


<http://www.youtube.com/watch?v=QLFjrZwoMx0>

8.

KK Después de haber visto el corto animado responda:


a. A juzgar por el primer fotograma de los elegidos: ¿cuál es la actividad
que habitualmente realiza Kozyavin en la empresa? ¿Qué relación
tiene su actividad con el despliegue de sus condiciones humanas?
b. ¿Qué tarea le encarga su jefe?
c. ¿Cuáles son los límites que Kozyavin respeta en la búsqueda del
objetivo laboral que su jefe ha trazado?
d. Al finalizar el corto, la voz en off dice que “Él se siente bien, listo
para realizar cualquier tipo de tarea”. Y agrega para terminar “Ese
es el problema”. ¿Qué reflexión podría hacer a partir de esta última
proposición?
e. ¿Qué relación podía hacer entre el análisis de Adolf Eichman qu
realiza Hanna Arendt y Kozyavin?

9.

KK Teorías éticas y teorías de la empresa


a. Lea atentamente las distintas teorías de la empresa de la unidad 4.
b. Lea atentamente las distintas teorías éticas de la unidad 2.
c. ¿Qué relaciones puede establecer entre las teorías de la ética de la
unidad 2 y las teorías de la empresa de la unidad 4?
d. ¿Cuál es su opinión sobre las distintas teorías de la empresa desde el
punto de vista ético?

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147

Ética y desarrollo humano en el trabajo

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Haya podido profundizar en la reflexión ética sobre las distintas teorías y


técnicas del management de personas.
•• Sea capaz de identificar los problemas de manipulación en la empresa.

Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguri-
dad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos y la inani-
ción para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubie-
se máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo
necios para siempre
(Russell).

5.1. Introducción. El management de las personas: un


área clave para la ética
En las últimas décadas ha aumentado en todos los países la sensación de
malestar dentro de la empresa, especialmente debido a la presión que se
ejerce sobre las personas que trabajan en ella a causa de la exigencia cons-
tante de mejorar los rendimientos en un entorno de creciente competencia y
Dirección: Laurent Cantet
a la amenaza del desempleo. Como consecuencia, una de las áreas que más
Guión: Laurent Cantet y Gilles
ha crecido en tamaño, complejidad y conflictividad ha sido la de Recursos Marchand
Humanos. Su objetivo ya no es hoy solo seleccionar nuevos empleados o Duración: 100 min.
liquidar sueldos, sino también implementar nuevas formas de management de Nacionalidad: Francia / UK
Año de Producción: 1999
personas con el fin de lograr su adaptación a las nuevas exigencias. La tarea Reparto: Jalil Lespert (Franck),
de esta área de la empresa no es por tanto nada fácil: allí suelen manifestarse Jean-Claude Vallod (el padre),
con gran virulencia algunos de los principales problemas éticos de la empresa C h a n ta l Ba r ré ( l a madr e),
contemporánea. Véronique de Pandelaère (Sylvie),
Michel Begnez (Olivier), Lucien
Longueville (el jefe), Danielle
Mélador (Danielle Arnoux), Pascal
Especialmente a partir de la década de 1990, una serie de films han Sémard (el jefe de RRHH), Didier

xx reflejado con gran crudeza la difícil situación que enfrentan las empresas
en relación a su personal. En la película Recursos Humanos, Franck, un
joven universitario hijo de obreros, ingresa como pasante en el departa-
Emile-Woldemard (Alain).

mento de recursos humanos de la misma fábrica donde trabajan su her-


mana y su padre. Al principio intenta integrarse en la empresa del mejor
modo posible pero después de un tiempo se da cuenta que los sindicalis-

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


148

tas están muy en desacuerdo con las decisiones de los ejecutivos. El con-
flicto entre el sindicato y la dirección de la empresa se desata en medio
de la negociación acerca del mejor modo de reducir la semana laboral a
35 horas, de acuerdo con la nueva ley en ese entonces puesta en vigen-
cia en Francia con el fin de mejorar la productividad y la rentabilidad.
Siguiendo los modelos de management participativo que había aprendi-
do en la Universidad, Franck propone a los directivos del departamen-
to de Recursos Humanos realizar una encuesta a los trabajadores para
tomar las decisiones conociendo su opinión, sus necesidades y sus inte-
reses, sin saber que en base a esta, los mismo jefes elaborarán una lista
de doce empleados para ser despedidos, incluyendo a su propio padre.
El desenlace del conflicto ocurre cuando Franck se da cuenta del enga-
ño, se incorpora al sindicato de la empresa, da cuenta de los hechos a
los obreros, se une a ellos en sus huelgas y finalmente pierde su puesto.
El mensaje del film va evidentemente en la dirección de una fuerte crí-
tica al modo en que las empresas y dentro de ellas el área de Recursos
Humanos, tratan en realidad a las personas, más allá de la sofisticación
de las nuevas técnicas y métodos. La toma de conciencia del protagonis-
ta, junto con la de su propio padre que seguía fiel a la empresa hasta que
la actitud del hijo lo termina de convencer de lo contrario, constituyen
el eje del film que apunta a desenmascarar una situación de conflicto
entre la empresa y el trabajador que en esta óptica no parece tener salida.

Otro film sobre el tema pero enfocado desde un punto de vista algo

Dirección: Marcelo Piñeyro


Guión: Mateo Gil y Marcelo Piñeyro
xx distinto es El Método de 2005 dirigida por Marcelo Piñeyro en la que
siete aspirantes a un alto puesto ejecutivo se presentan a una prueba de
selección de personal para una empresa multinacional en un edificio de
(Obra: Jordi Galcerán) oficinas de Madrid. La película se centra no solo en el modo en que las
Duración: 112 min.
empresas aplican desde el principio criterios de dudoso sentido ético
Nacionalidad: España
Año de Producción: 2005 para la selección de personal sino que apunta especialmente a la mane-
Reparto: Eduardo Noriega, Eduard ra en la que los propios candidatos a un puesto con las personalidades
Fernández, Najwa Nimri, Ernesto más dispares –el triunfador, el agresivo, la mujer insegura, el crítico, el
Alterio, Adriana Ozores, Carmelo
indeciso– se encuentran predispuestos a conformarse desde el primer
Gómez, Pablo Echarri, Natalia
Verbeke. instante a un clima de tensa competitividad, inseguridad y paranoia.
Productora: Coproducción España- A partir de la descripción de este clima claustrofóbico donde reina una
Argentina; Alquimia Cinema / total desconfianza y una absoluta falta de escrúpulos, el film muestra la
Tornasol Films
brutal dinámica de manipulaciones mutuas, dominio, traiciones, alian-
zas ocultas y conflictos que predomina en la empresa actual. Esta diná-
mica no parece obedecer, por lo demás, únicamente a la presión de la
economía o a la manipulación en la que muchas veces cae la empresa,
sino también a la propia colaboración que a ello ofrecen en ocasiones los
propios empleados, adaptándose acríticamente a un supuesto modo de
actuar que terminan por creer que les será exigido por la organización o
que ellos mismos tienen la iniciativa de introducir.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


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Vea atentamente el film Recursos Humanos (Ressources humaines, Fran-

EE cia-Inglaterra, 1999, Laurent Cantet, duración: 100 min). Trailer dis-


ponible en:
<https://www.youtube.com/watch?v=1VQTjf0Yf24>

1.
KK Luego de ver la película, responda:
a. ¿Cuál es el problema fundamental que plantea?
b. ¿Qué rol representa el joven en la película?
c. ¿Cómo se presenta al departamento de RRHH? ¿Cómo debería
haber actuado?
d. ¿Le parece que el film refleja lo que ocurre realmente en las empresas?
e. ¿Cómo podría ser modificada esta situación?

5.2. Teorías y técnicas del management de personas


Dada la creciente complejidad en las relaciones interpersonales dentro de
las empresas, la parte del management dedicada a ellas crece cada vez más
tanto en extensión como en sofisticación. Por lo demás, las actuales teorías
y técnicas orientadas al management de las personas, a las cuales haremos
referencia a continuación, tienen una larga historia.

5.2.1. Los orígenes: Fayol y Taylor


En efecto, las primeras teorías de la administración surgieron a principios del
siglo XX en primer lugar por el ingeniero de minas Henri Fayol (1841-1925),
quien intentó sistematizar lo que él consideraba que debía ser el comporta-
miento organizacional estableciendo una serie de principios alrededor de los
cuales debían comportarse las personas en el ámbito de la empresa. Entre
ellos se destacaban la subordinación de los intereses de los empleados a los
intereses de la empresa, la unidad de mando por la cual el empleado solo
debía recibir órdenes de un superior, la centralización entendida como la con-
centración de la autoridad en los altos rangos de la jerarquía, la estabilidad
del personal en los cargos y el espíritu de equipo, entre otros. Pero fue real-
mente el ingeniero industrial Frederick W. Taylor (1856-1915) el fundador de
la nueva disciplina del llamado management científico por el cual las funciones
administrativas de planificación y coordinación se aplicaban a todo el proceso

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150

productivo. Taylor creía que la función del manager de una empresa industrial
consistía en determinar científicamente el mejor modo en que el trabajador
debía realizar su tarea proveyéndolo de los incentivos adecuados para ello.
Con ese objetivo estudió hasta en sus más mínimos detalles la organización
de cada tarea estableciendo además el ritmo de tiempo y productividad que
debía asignársele. Tomando el ejemplo del funcionamiento de las máquinas,
la idea de Taylor era hacer funcionar a los seres humanos con una eficiencia
similar. Por lo demás, el análisis económico subyacente era que los trabaja-
dores deseaban ser usados eficientemente, es decir, de modo tal de realizar
su trabajo con el mínimo esfuerzo y la máxima ganancia.

5.2.2. Elton Mayo y la psicología industrial


No obstante, a pesar del gran éxito del llamado taylorismo, surgieron ense-
guida múltiples objeciones, no solo por parte de los trabajadores, que lo
resistían desde los sindicatos, sino también desde la propia mirada científica
e industrial. Los primeros descubrimientos en este sentido fueron realizados
por el científico social norteamericano Elton Mayo entre 1927 y 1932 en la
planta Hawthorne de la Western Electric Company en Cicero, Illinois. Mayo
eligió dos grupos de empleados que trabajaban en condiciones similares para
producir lo mismo comprobando que la variable en la diferencia de su produc-
tividad no era física y ni siquiera monetaria sino psicológica: la productividad
aumentaba cuando se le prestaba atención a los trabajadores. Por el solo
hecho de solicitarles su cooperación para realizar el test, los empleados se
sintieron considerados por la empresa, lo cual aumentó su productividad. Los
investigadores también llegaron a la conclusión de que los grupos informales
de trabajo –es decir el universo de relaciones personales que se forma entre
los empleados– tienen una influencia positiva en la productividad. Aunque
muchos de los empleados de Western Electric consideraban que su trabajo
era aburrido y sin sentido, valoraban en extremo sus relaciones y amistades
con sus compañeros.
Asimismo, las investigaciones de Mayo comprobaban también que el
hecho de compartir un cierto antagonismo en relación a los jefes le daba un
significado a su vida laboral ofreciéndoles un objetivo de lucha en común. Por
esta razón, la influencia del grupo representaba a menudo un factor mucho
más importante para mejorar la productividad de los trabajadores que las
demandas de la jerarquía gerencial. De este modo, siguiendo los descubri-
mientos de Mayo, surgiría la nueva tendencia a considerar fundamental la
motivación en el logro de la productividad laboral.
Al mismo tiempo se extendería también la idea de que era necesario com-
plementar la división del trabajo tan minuciosamente planeada por Taylor con
nuevas formas de integración de los empleados en la empresa, en especial
el trabajo en equipos, la participación en el control de la calidad, la evalua-
ción de los propios resultados, la motivación intrínseca, etc. Así, Mayo cues-
tionaba el modelo de control administrativo de Taylor incluyendo el supuesto
neoclásico de la racionalidad económica que explicaba los comportamientos
de los empleados casi exclusivamente por motivaciones monetarias.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


151

5.2.3. Teorías basadas en la motivación


Siguiendo el camino abierto por Mayo, investigadores como Abraham Maslow,
Douglas McGregor y Frederick Herzberg, entre otros, estudiaron en gran profun-
didad la dimensión motivacional de los empleados y propiciaron la reorganiza-
ción de las empresas alrededor de esta. En A Theory of Human Motivation de
1943 Maslow presentó las necesidades de las personas en forma de pirámide
en cuya base estarían las necesidades materiales y de seguridad, en el medio
las necesidades del ego –como la necesidad de respeto– y en la cúspide las
necesidades de autorrealización. En tal sentido, la empresa debía considerar
que su organización del trabajo debía apuntar a satisfacer las necesidades de
los trabajadores en ese orden.
En cuanto a Douglas McGregor, en su obra El lado humano de las organi-
zaciones (1960), describe dos formas de pensamiento en los directivos que
denominó Teoría X y Teoría Y. De acuerdo a la primera, los directivos conside-
ran que los trabajadores solo actúan bajo amenazas; en cambio, de acuerdo
a la segunda, los directivos consideran que la gente quiere y necesita traba-
jar. Por su parte, Herzberg distinguió entre motivación, desmotivación y no-
motivación presentando distintos factores que en su opinión, llevan a alguna
de las tres situaciones.

5.2.4. Teorías del hombre administrativo y del liderazgo


Un tercer grupo de teorías del management de personas surgió a raíz de la ya
mencionada en la unidad 4 teoría o enfoque administrativo de la empresa iniciado
especialmente por Herbert Simon en la década de 1950 en el que la idea central
consistía en diseñar la organización no ya en base al llamado homo oeconomi-
cus, que actúa racionalmente buscando maximizar su beneficio, sino al llamado
hombre administrativo que se comporta con una racionalidad limitada (bounded
rationality) y busca obtener resultados solo satisfactorios y no máximos (satis-
fying rationality). De allí que los propulsores de este enfoque del management se
dedicaran a estudiar los patrones de conducta, especialmente en relación con la
comunicación en las organizaciones, con el fin de demostrar que la racionalidad
limitada y no la racionalidad maximizadora era la que reinaba tanto entre los
gerentes como entre los empleados. Así surge uno de sus mayores aportes que
es la teoría de la decisión y la teoría del management por objetivos. Basada en
ambas teorías, autores como Peter Drucker influirán fuertemente en crear una
nueva concepción de la administración marcada por la búsqueda de superar los
modelos de control centralizado ya sea ingenieril o psicológico del personal para
apelar a formas descentralizadas de trabajo basadas en la apelación al carácter
personal y la capacidad de aprendizaje y de decisión propia de los empleados.
En una línea análoga en ciertos aspectos a la de Drucker, pero apelando al
modelo japonés, se destaca la teoría Z, también llamada escuela japonesa,
que alcanzó gran popularidad durante el “boom” económico del Japón espe-
cialmente en los años ochenta. De acuerdo a esta concepción, representada
especialmente por William Ouchi, el jefe de personal debe apuntar a incremen-
tar el sentido de pertenencia y el amor del empleado por la compañía, procu-
rando que su trabajo dure toda la vida y poniendo gran énfasis en su bienes-
tar del empleado, tanto dentro como fuera de su trabajo. Según esta visión la
empresa debería promover al mismo tiempo los empleos fijos, la alta produc-
tividad y la alta satisfacción moral en los empleados.

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152

LECTURA OBLIGATORIA

Crespo, R. “Herbert Simon y su teoría de la decisión”, [en línea].

OO En: Revista antiguos alumnos. Bs. As.. IAE. Año XXV Mayo 2008:
58-59. Disponible en: <https://www.google.com.ar/search?tbm=bk
s&hl=en&q=la+carrera+laboral#hl=en&q=herbert+simon+empresa>
[Consulta: 28/04/2014].

2.

KK Lea atentamente “Herbert Simon y su teoría de la decisión” de Ricardo


Crespo y responda las preguntas finales.

a. ¿Por qué piensa Simon que la hipótesis de la maximización de uti-


lidad no es realista?
b. ¿Con qué otro concepto lo reemplaza?
c. ¿Qué concepción del management de personas se deduce de las ideas
de Simon?
d. ¿Considera que las ideas de Simon responden a la realidad de la
empresa? Sí-No. ¿Por qué?

5.2.5. Teorías de las restricciones, calidad total, excelencia y


capital humano
A partir de los cambios ocurridos en la economía en las décadas de 1980 y
1990, el management giró nuevamente hacia formas más “científicas” mucho
más orientadas a la eficiencia y la maximización de los recursos humanos. Tal
es el caso, por ejemplo, de la teoría de las limitaciones o teoría de las restric-
ciones (Theory of Constraints-TOC) creada por Eliyahu M. Goldratt, doctor en
física israelí y exitoso empresario de la industria del software, quien intentó
dilucidar la relación existente entre las técnicas utilizadas en la resolución de
problemas científicos y las que aplicó para resolver problemas en su trabajo
empresarial.
La esencia de esta teoría de management está en la identificación de las
restricciones y la forma de explotarlas siguiendo una lógica rigurosa en la que
debe entrenar no solo a los gerentes sino a todos los miembros de la orga-
nización evitando toda caída en la inercia. Otra teoría del management carac-
terística de la nueva época marcada por la competencia y la presión por los
beneficios fue la llamada gestión de la calidad total (TQM, del inglés Total
Quality Management). Esta teoría postulaba una estrategia de gestión orienta-
da a crear en los empleados una conciencia de calidad en todos los procesos
organizacionales. La TQM fue muy utilizada en empresas de todo tipo, en espe-
cial en la industria manufacturera, pero también en industrias de servicios.
Su denominación como “total” implicaba que la calidad no era un objetivo de
una parte de la empresa sino de toda la organización globalmente considerada
en la que debían estar involucradas todas las personas que trabajan en ella.
En la misma línea se ubicaba la llamada “reingeniería de procesos” de
Hammer y Champy que propiciaba un rediseño radical de los procesos de tra-
bajo en las empresa con el objetivo de lograr mejoras dramáticas en medidas

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153

de desempeño tales como en costos, calidad, servicio y rapidez con el fin de


crear constantemente ventajas competitivas. Finalmente, la denominada “teo-
ría de la excelencia organizacional” surgida en la década de 1980, se centraba
en una constante mejora en la calidad y la eficiencia en autores como Peters
y Waterman (1984) o Eva Kras (1990).
La tendencia a “managerear” el trabajo según una lógica cada vez más sig-
nada por la obsesión por la eficiencia al mismo tiempo que incorporando los
aportes de esta larga historia que va desde el control centralizado taylorista
hasta las técnicas más actuales, se profundizará especialmente con el surgi-
miento de la llamada teoría del capital humano (Theodor Schultz y Gary Becker)
que es quizás el más importante marco teórico y metodológico alrededor del
cual las empresas organizan hoy el trabajo en una economía postindustrial,
del conocimiento o de los servicios. Entendido como el stock de competencias,
conocimentos, hábitos y atributos personales y sociales incluyendo la creati-
vidad y otras habilidades cognitivas encarnadas en la capacidad para traba-
jar, el capital humano está hoy en el centro del management contemporáneo.
Esta teoría descompone la actividad laboral, que siempre había sido conside-
rada como la unidad de referencia última del management, en el conjunto de
condiciones que la hacen posible. De este análisis económico y la estrategia
del management que lo sigue se extiende ahora mucho más allá del aquí y
ahora del trabajo del empleado, intentando estudiar y en lo posible condicio-
nar el mayor número de variables endógenas que lo componen, en especial
las que tienen que ver con las capacidades cognitivas. Esta nueva valorización
del conocimiento y de otras capacidades personales lleva a los empleadores
a modificar nuevamente la forma en que actúan los departamentos de recur-
sos humanos. Estos últimos son llevados a estudiar estrategias muy sofisti-
cadas de gestión del talento y del conocimiento que implican la expansión de
la empresa hacia áreas relacionadas hasta ahora inexploradas.
En tal sentido toman hoy especial relevancia técnicas como el modelo SECI
(Socialization, Externalization, Combination, Internalization) propuesto por
Ikujiro Nonaka por el cual se intenta explicar el modo de identificar el conoci-
miento tácito (Michael Polanyi) que poseen las personas dentro de la empresa
y lograr que lo vuelvan explícito de modo que sea compartido con el resto de
la organización con el objetivo de lograr aumentar la capacidad de innovación
en el trabajo aplicado especialmente a los procesos productivos.
Estas teorías y técnicas han ciertamente representado, por un lado, un
avance tanto en el aspecto productivo como en el humano y profesional del
trabajo que se desarrolla en la empresa. El hecho de que no sea ya el crudo
ejercicio de la autoridad del patrón o propietario hacia los subordinados el que
constituya el marco de referencia principal en las relaciones laborales, implica
ciertamente un progreso.
Si bien las relaciones de autoridad tradicionales podían en muchos casos
revestir características humanas y éticas e incluso productivas, en especial
si el dueño de la empresa era una persona virtuosa y proporcionaba su pro-
tección y aliento directamente personales, tenían también la contracara de
la potencial explotación, arbitrariedad y uso poco eficiente de las capacida-
des laborales frente a la cual no existían demasiados recursos. Aunque las
relaciones más directas y personales siguen siendo una práctica común en
las pequeñas y medianas empresas especialmente familiares, en las gran-
des compañías así como en otras empresas de menor tamaño pero llevadas
adelante en forma profesional, la aplicación de las nuevas teorías del mana-

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154

gement de personas ha significado muchas veces la posibilidad de dejar un


mayor espacio a la dimensión innovadora, cognitiva y motivacional del trabajo.
No obstante estas técnicas pueden tener también su contracara especialmen-
te por su potencial de manipulación. En tanto la forma de empresa capitalista
del siglo XIX tenía como problema central la realidad de la explotación lisa y
llana del trabajador, si bien esta no ha ciertamente desaparecido, no es hoy
el rasgo distintivo de la empresa moderna. Más bien sus riesgos en relación
a los empleados están más hoy en un ejercicio sutil de la coerción practica-
da por medio de técnicas sofisticadas que disimulan el ejercicio injusto del
poder e incluso inducen a la colaboración en acciones no éticas por parte del
empleado mismo.

LECTURA OBLIGATORIA

Martínez Echevarría, M. A. La empresa entre el psicologismo y el

OO conductismo, [en línea]. Pamplona. Instituto Empresa y Humanismo.


2001. Disponible en: <http://www.unav.es/empresayhumanismo/
publicaciones/cuadernos/catalogo08.htm> [Consulta: 28/04/2014].

3.

KK Lea atentamente La empresa entre el psicologismo y el conductismo, de


Miguel A. Martínez Echevarría y responda las preguntas finales.
a. ¿Cómo define Martínez Echevarría al psicologismo? ¿De qué modo
se aplicó en la empresa?
b. ¿Cómo define Martínez Echevarría al conductismo? ¿De qué modo
se aplicó en la empresa?
c. ¿En qué modifica y en qué continúa el evolucionismo al conductis-
mo en el management empresarial?
d. ¿De qué modo Penrose supera los problemas señalados por Martínez
Echevarría?

5.3 Problemas de manipulación en la empresa


Aunque las formas han ciertamente cambiado, las nuevas técnicas de invo-
lucramiento motivacional y cognitivo que se aplican a los empleados pueden
esconder formas sutiles de manipulación. La sutileza de esta situación radica
en general en que el manager ya no obliga por medio de la zanahoria y el
garrote a la obediencia del empleado sino que se presenta como su aliado y
su colaborador en la búsqueda a la vez de la productividad de la empresa y
del progreso del empleado en su carrera laboral. No obstante, detrás de estas
formas de aparente colaboración se esconden muchas veces manipulaciones
que operan en el trasfondo de la relación y que apuntan a reducir o neutralizar
en el empleado la capacidad de pensamiento crítico y de autonomía e inducirlo
a la colaboración y al disciplinamiento.

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155

Usos y abusos del lenguaje


La técnica que recubre a casi todas las manipulaciones laborales actuales
consiste en colocar una etiqueta lingüística moderna y aceptable a casi todo
lo que se hace. Existe por ejemplo una tendencia creciente en el empleo de
la palabra “recurso” para designar a un empleado. Esto lleva evidentemente
a una connotación semántica en la cual se admite implícitamente que un ser
humano es simplemente equivalente a un material que se utiliza para un fin
diferente de sí mismo. Algo similar ocurre con la expresión “capital humano”
y otras semejantes. Sin embargo, el uso de otro tipo de denominaciones para
evitar esta clase de asociaciones inconvenientes no necesariamente lleva a
una superación de la manipulación. Por ejemplo, en muchas empresas se ha
sustituido la denominación “Recursos Humanos” por las de “Gestión de per-
sonas” o “Desarrollo humano”, etc. Pero dado que los empleados perciben
con claridad que estos cambios en los nombres no indican necesariamente
un cambio en la realidad de lo que hace el viejo departamento de Recursos
Humanos, todo termina en una sensación incluso más penosa de manipula-
ción lingüística orientada a manipular a las personas. Por lo demás, casi todas
las técnicas de management parecen llevar denominaciones que apuntan de
por sí a convertirse en lo opuesto de lo que tratan de indicar o en lo mismo
que intentan ocultar: tal fue el destino de los eufemismos tales como “rees-
tructuración”, “reingeniería”, “calidad total” o “excelencia”.

Managerialización de los sentimientos


En su célebre estudio realizado en la aerolínea Delta de 1983 titulado “The
managed heart”, Arlie Hochschild describía con la exactitud y el modo vivido
del investigador de campo el modo en que son entrenadas las azafatas para
sonreir. En realidad no se trata solo de eso sino de algo mucho más profun-
do. Muchas empresas de servicios directamente aplican a sus empleados un
auténtico “management de los sentimientos”. Presentado como una forma
de uso profesional de las propias habilidades relacionales en un área de la
economía como los servicios donde estas son cada día más indispensables,
se practica un proceso de inducción sobre los empleados que los lleva a
autoconvencerse que su personalidad es un recurso más a explotar al máxi-
mo tomando en cuenta los objetivos de venta y de productividad. Esto lleva a
un tipo de manipulación muy radical ya que involucra aspectos íntimos de la
persona que son gravemente afectados.

Sistema de promesas y deudas de gratitud como proceso de


disciplinamiento laboral
Las promesas de un crecimiento en la carrera que pueden provenir de una
intención auténtica del manager otras veces son simplemente técnicas de
control de la voluntad de los empleados para asegurar su voluntad al servicio
del jefe. Muchas veces el manager manipulador utiliza la información que
posee, los sistemas de incentivos existentes y las oportunidades para cum-
plir parcialmente estas promesas de progreso de sus subordinados con el fin
de generar sentimientos de gratitud y lograr su cooperación. Si bien en toda
relación humana es legítimo un proceso de aprendizaje y de crecimiento por
ensayo y error en el que se intercambian recíprocamente promesas y dones,
favores y agradecimientos, esto se diferencia con claridad de un management

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156

maquiavélico que en base a promesas de las cuales no existen seguridades


crea deudas de gratitud con el fin de manipular las conductas. En un nivel
corporativo, existen también muchas veces promesas implícitas de un futu-
ro atractivo a veces fundamentadas en una predicción sobre el futuro de la
compañía que no se tiene pero que se utiliza de modo propagandístico para
retener o motivar al personal.

Conformismo presentado como espíritu de equipo


Una forma muy habitual de manipulación está en presentar como “trabajo en
equipo” lo que en realidad constituye la intención de incorporar al subordinado
al grupo de personas dentro de la empresa que el manager domina, en per-
juicio de su autonomía e independencia de pensamiento. Ciertamente, cada
empresa puede elegir el tipo de management que considera más apto para
lograr sus objetivos. No obstante, aún existiendo literatura abundante sobre el
management entendido como liderazgo y de las virtudes del trabajo en equipo,
la idea de pensar la relación entre el manager y el empleado siguiendo com-
pletamente la analogía de la relación entre un líder y sus seguidores puede
convertirse, haciendo uso de un lenguaje modernizado, en una reducción de
la integridad y la profesionalidad de los empleados.

Etiquetamiento en un estereotipo
Otra técnica de manipulación que se acerca peligrosamente al denominado
bullying o acoso laboral, es la de etiquetar al empleado en una suerte de este-
reotipo con el fin de neutralizar sus conductas que pueden resultar riesgosas
para el manager. Por ejemplo, si el empleado advierte sobre problemas o
riesgos de una determinada acción el jefe lo caratula de negativo o pesimis-
ta, descalificando así sus aportes. Otros típicos etiquetamientos pueden ser
los de “no cooperativo” o “individualista” cuando el empleado tiene muchas
iniciativas o críticas, etc. A veces el encasillamiento puede ser incluso más
violento, bordeando la ofensa o el insulto, con el mismo efecto de acotar la
personalidad independiente del otro.

Manipulación de la información
Este tipo de manipulación puede darse por medio de la mentira simple o a tra-
vés del uso tendencioso de la mayor información sobre la empresa que tiene
el manager. En tal sentido, construye una realidad paralela en la que hace
habitar a sus subordinados con el objetivo de que respondan a sus planes.
Si bien la manipulación se da muchas veces por el lado de los gerentes y
directivos hacia los empleados, también puede darse frecuentemente por de
los empleados a los gerentes o de los empleados entre sí. Incluso existen
contraestrategias de algunos empleados para contrarrestar las estrategias de
los jefes que incluyen algún grado de manipulación consciente.

Adulación
Es una forma muy típica de manipulación que puede darse de los jefes a
los empleados pero que es usada frecuentemente por estos últimos hacia
los jefes o hacia sus propios compañeros. Si bien se la puede utilizar legí-
timamente para mejorar el espíritu de equipo o el compañerismo, su uso
malintencionado suele tener como objetivo el lograr la colaboración del otro,

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157

eludiendo las propias responsabilidades, o apuntando a obtener favores que


no sean el fruto del esfuerzo sino del hecho de haber colaborado con el otro
en la exaltación de su imagen.

Hacer sentir como un favor el propio trabajo


Hay empleados que constantemente utilizan esta forma de manipulación
haciendo sentir a sus jefes no solo que cualquier pedido extra les molesta,
sino que incluso también su tarea habitual debe ser pedida como un favor.
De esta manera se logra hacer el mínimo posible dado que es incómodo para
ciertos jefes enfrentarse continuamente con la resistencia de un empleado.

Uso privado de la información


Otro modo de manipulación de los empleados es el del uso indebido de la
información de la que disponen acerca de la empresa. Si bien la empresa no
puede pedir el ocultamiento por parte de los empleados de información antié-
tica o ilegal, el empleado no puede hacer uso de información proveniente de la
empresa para su propio beneficio o como herramienta de presión en las rela-
ciones laborales. Esta manipulación destruye la confianza e implica el inicio
de una guerra intestina de engaños y ocultamientos dentro de la organización
que rompe los lazos y daña la comunidad de trabajo.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Hochschild, A. R. (2012), The Managed Heart: Commercialization of Human Feel-
ing, University of California Press, Berkeley.

LECTURA OBLIGATORIA

Preziosa, M. M. “Imago vocis, el diálogo de Narcisco”, [en

OO línea]. En: Cultura de diálogo e inclusión social. Bs.As. Educa. 2010.


Disponible en: <http://www.slideshare.net/MaraMartaPreziosa/
imago-vocisel-dialogo-de-narcisomm-preziosa-publicado-en-is-
bn-9876201093-9789876201094> [Consulta: 28/4/2014].

4.

KK Lea atentamente el texto “Imago vocis, el diálogo de Narcisco” de María


Marta Preziosa y responda las preguntas finales.
a. ¿Por qué elige la autora la metáfora de Narciso para describir ciertas
prácticas en las organizaciones?
b. ¿En qué consiste, según la autora, el liderazgo narcisista?
c. ¿En qué se relaciona este tipo de liderazgo descrito por Preziosa con
las formas de manipulación presentadas en 5.3?
d. ¿Qué propone la autora para superar este tipo de management de
personas?

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158

5.4. Condiciones para unas relaciones laborales sanas


y una convivencia ética en la empresa
Los problemas en las relaciones laborales en las empresas surgen en buena
medida por la ausencia de una serie de condiciones que hacen posible el
desarrollo de relaciones laborales sanas y de una convivencia entre las perso-
nas que trabajan en conjunto con niveles de ética aceptables. A continuación,
explicitaremos algunas de ellas.

Reconocimiento del carácter personal de todos los miembros de


la empresa
Es el requisito fundamental. Tal como lo expresara para siempre Kant las
personas son aquellos seres que siempre deben ser considerados como fines
en sí mismos y no como medios para otra cosa. Ciertamente las relaciones
laborales requieren de una cierta instrumentalización del ser humano para la
realización de una tarea o para el cumplimiento de una función dentro del todo
mayor que es la organización. Todas las teorías y técnicas del management
apuntan en este sentido a utilizar del modo más eficaz las capacidades y talen-
tos de quienes trabajan en la empresa. No obstante esta utilización legítima
de los seres humanos en tanto medios para conseguir los fines de la empresa
nunca puede dejar de lado la dimensión no-utilizable de todo ser humano que
es su condición de persona. De este modo, la utilización mutua que implica
todo grupo de trabajo tiene que incluir, al mismo tiempo, el reconocimiento
mutuo del aspecto no instrumentalizable de la persona. Por ejemplo, puedo
utilizar la capacidad de una persona para cargar bolsas a cambio de un pago,
pero si este trabajo anula completamente la dimensión afectiva o intelectual
de quien lo hace llevándolo al embrutecimiento, esa utilización es desmedida
y antiética. Solo en la medida en que las capacidades personales no sean
disminuidas o incluso se desarrollen más, el uso de las personas para realizar
un trabajo está legitimado. En caso contrario estaremos frente a la explotación
o la manipulación de personas y no frente a una auténtica relación laboral.

Distinción y a la vez comunicación entre la dimensión personal y


laboral de las relaciones en el trabajo
Lo que acabamos de mencionar sobre el respeto a la dignidad personal del
otro en el trabajo no implica que no haya una clara distinción del aspecto
laboral y el personal en las relaciones dentro de la empresa. Cuando se pierde
completamente esta distinción y las relaciones se vuelven demasiado perso-
nales, involucrando en exceso aspectos afectivos con la excusa de que hoy la
empresa debe ser menos rígida y formal para obtener mejores resultados, se
produce con frecuencia una confusión que termina por afectar las relaciones.
Por ejemplo si un jefe hace sentir al empleado que tiene que hacer su trabajo
para conservar su amistad o por fidelidad, etc., se tergiversa el sentido del
trabajo que está dado fundamentalmente en realizar bien una tarea entre
todos. Esto no significa que lo personal no deba intervenir: son importantes
los lazos afectivos básicos que hacen fluir la relación laboral, pero debería
quedar en claro que estos no son el objetivo principal del trabajo sino su fruto
o resultado extra. De otro modo proliferan las relaciones laborales tóxicas
fuertemente contaminadas por la complejidad de las relaciones personales
cuyo ámbito propio de desarrollo no es el trabajo sino la amistad o la familia.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


159

De allí que sea necesaria una combinación equilibrada de afecto sincero e


incluso interés en la dimensión personal del otro pero limitada por un sentido
de respeto, sobriedad y saludable distancia.

Equilibrio entre pensamiento crítico y autónomo y espíritu de equipo


Buena parte de los problemas que se dan en el trabajo tienen que ver con el
abandono del pensamiento crítico, es decir, pensar por uno mismo incluso si
uno tiene un empleo menor o subordinado en la empresa. En la medida en
que el pensamiento crítico se pierde con la excusa de que algo es necesario
para los objetivos de la empresa o por espíritu de equipo, suele abandonarse
también el dictado de la conciencia que siempre es personal, dándose una
suerte de espiral de irresponsabilidades. La organización y sus mandatos
de eficiencia o de maximización de utilidades pasan a convertirse en nuevos
mandamientos dejándose de lado muchas veces las normas éticas más ele-
mentales. Si bien en el contexto actual en que las empresas están bajo gran
presión debido a la competencia o a la fragilidad de la situación económica
parece difícil alzar la voz en ciertas situaciones o decisiones dudosas desde el
punto de vista ético, no existe otro recurso que volver a reivindicar un espacio
para la conciencia personal en la empresa si se quiere tener un mínimo de
objetividad e imparcialidad y no subordinarlo todo ya sea a la maximización de
los beneficios o a las luchas de poder dentro de las compañías. Ningún código
de ética puede reemplazar el papel de la conciencia para elevar los estándares
morales actualmente en crisis en las organizaciones.

Importancia de la transparencia, la verdad y la confianza


La manipulación reina en general cuando no existe verdadera transparencia en
la empresa. Nadie sabe exactamente lo que ocurre, de dónde vienen las deci-
siones o hacia dónde están verdaderamente orientadas. Este ocultamiento
de las intenciones genera un clima de sospecha en donde todo es puesto en
duda, no hay nada asegurado como verdadero o sincero y cualquiera parece
estar en la posición de hacer cualquier cosa con tal de estar ubicado en el
lugar correcto para ejercer su poder. La única solución para esto es la de trans-
parentar lo más posible las reglas generales, las decisiones y las intenciones,
comunicando con franqueza lo que se piensa y si no es posible informar todo
lo que sucede a todos en todo momento porque resultaría contraproducente
o poco práctico, transmitir con claridad que lo que no se revela no es nada
oscuro ni sospechoso sino algo prudente y razonable. Hablar y actuar a partir
de la verdad, algo poco frecuente en muchas empresas, es la manera más
directa de generar transparencia y su fruto más importante: la confianza.
Mediante esta última florece la organización ya que constituye la base mínima
de relaciones personales que se requieren en cualquier trabajo en equipo.

Sentido de la justicia, bien común y mundo del trabajo


Tal como hemos visto en la unidad 4 al referirnos a las teorías de la empresa,
una condición fundamental para evitar la manipulación en el management
de personas está en la adopción de una concepción de la empresa que la
entienda como comunidad de personas. Si se adopta, en cambio, una posi-
ción unilateralmente utilitarista o individualista de la empresa centrada en la
pura maximización de beneficios o una idea de empresa en dónde esta se

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


160

constituye en cuanto organización en el marco valorativo último por encima


incluso de la verdad, es muy difícil un desempeño ético en el management
de personas. En esas posturas todos los fines personales y comunitarios se
subordinan o al dinero o a una eficiencia vacía de contenido. En tal sentido
para que realmente sea posible un management no manipulador se requiere
que la empresa como conjunto se vea a sí misma como una comunidad de
personas la cual, si bien requiere de rentabilidad y eficiencia para alcanzar el
fin de proveer de un producto o servicio de calidad al cliente, también necesita
de una idea de justicia que coordine de modo equitativo los derechos de todos
sus miembros. Del mismo modo, tiene que existir también, subyaciendo a
todas las decisiones en relación a las personas que trabajan en la empresa,
una idea del bien común en el sentido de proveer los medios para que estas
puedan crecer tanto a nivel profesional como humano potenciándose entre sí
no solo mediante un sano espíritu competitivo, sino también mediante una
clima de cooperación y hasta de comunión.
En tal sentido, la empresa no puede apuntar solo a establecer de modo
utilitarista el modo de aprovechar las capacidades de los empleados para
sus objetivos de maximización de beneficios o eficiencia estrictamente pro-
pias, sino que debe considerarse parte de un todo mayor que denominaremos
“mundo del trabajo”. Por mundo del trabajo entendemos el ámbito cultural
que forman todas las empresas productivas o de servicios en su conjunto en
el que se integran todos los que trabajan en ellas. Este “mundo” no es solo
económico sino que incluye un conjunto de valores, referentes simbólicos y
formas de relación humana que están presentes en un formato particular en
cada empresa pero que reúnen a todas las empresas en su conjunto. En otro
tiempo la expresión fundamental de ese mundo estuvo representada sobre
todo por las organizaciones gremiales que agrupaban a los trabajadores más
allá de las empresas en un universo común cuyo valor central y bien en común
era el trabajo por cuyos derechos se luchaba. Hoy esta unidad o solidaridad
de los trabajadores persiste pero en una forma algo debilitada y emerge con
más fuerza la idea de una nueva integración del mundo del trabajo en el que
sean las empresas las que requieren formar redes y dinámicas de reciprocidad
mutua que les permita desarrollarse. A partir de esta dinámica no competitiva
sino cooperativa muchos ven la posibilidad de una reconstrucción paulatina del
mundo del trabajo fuertemente deteriorado por la dinámica de la competencia.

5.5. ¿Qué debería hacer hoy un jefe del departamento


de Recursos Humanos?
Se suele denominar Recursos Humanos (RRHH) al sistema o proceso de
gestión que se ocupa de seleccionar, contratar, remunerar, formar, orientar y
retener al personal de la empresa u organización que puede ser desempeñado
por una persona individual o por un departamento especialmente dedicado al
tema. La finalidad principal de esta área de la empresa es la de orientar, junto
con los directivos de las demás áreas de la organización, a los empleados
hacia los objetivos y la estrategia de la organización al mismo tiempo que
colaborar con estos últimos en la consecución de sus objetivos individuales.
Por lo demás, las funciones que desempeña el área de Recursos Humanos
están relacionadas con aspectos fundamentales de la vida laboral –que ya
hemos desarrollado en la unidad 3 de esta carpeta –tales como el sentido

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


161

objetivo y subjetivo del trabajo, la vocación, las capacidades, el mérito, las


motivaciones extrínsecas e intrínsecas, la relación entre el trabajo y el tiempo
libre, la relación entre el trabajo y la vida familiar y el desarrollo de la carrera
laboral entre otros. Esta área de la empresa tiene también una gran influencia
en otros temas clave de la empresa actual como el liderazgo y el trabajo en
equipo, la negociación, la comunicación y la cultura organizacional. Como se
ve, tanto quienes dirigen y trabajan en este sector de la empresa, como el
resto de los directivos de las demás áreas que colaboran con ellos, tienen
entre manos una responsabilidad y una tarea enormemente compleja, delicada
y de gran importancia tanto para la empresa como totalidad como para las
personas que trabajan en ella consideradas individualmente.

Trabajar con personas no equivale a administrar recursos


El departamento de Recursos Humanos –que en realidad tendría que llevar
otro nombre más acorde con su sentido auténtico– debería promover ante todo
un clima organizacional en el que prime la idea de que no se trata de adminis-
trar personas ni “recursos humanos”, sino de administrar la empresa junto
con las personas considerándolas como agentes activos y proactivos dotados
de inteligencia, creatividad, habilidades y libertad. En este sentido la persona
nunca puede ser solo un medio supeditado a los fines de la organización, sino
que además de la utilidad potencial que proporcione su trabajo, es siempre
un fin en sí misma que trasciende no solo a la empresa sino a cualquier grupo
humano en general. Así, la empresa debe considerar a todas las personas
que trabajan en todas las situaciones desde un doble punto de vista: el de
su dimensión útil como colaboradores en la tarea común del trabajo y el de
su dimensión personal como seres dotados de una dignidad absoluta. Por lo
demás, dado que las personas tienen una historia previa a la de la empresa y
también una vida personal y familiar que va más allá de esta, el departamento
de RRHH debe siempre considerar en sus decisiones, planes y propuestas, lo
que incumbe directamente a la tarea laboral que realizan las personas en la
empresa en relación a todo el universo de la vida de la persona completa. Las
consecuencias de trabajar con los empleados como si el resto de la vida per-
sonal y familiar no existiera termina desequilibrando la armonía interna de las
personas y tiene siempre repercusiones negativas sobre la empresa misma.

Selección de personal tomando en cuenta la vocación y las


capacidades
El primer paso para aplicar este punto de vista personalista se le plantea a la
empresa en el momento de la selección del personal admitido a los distintos
puestos de trabajo a cubrir. En el proceso de selección de personal se decide
si se contratará o no a los candidatos encontrados en la búsqueda realizada
previamente. Es importante no confundir la competencia técnica del empleado
potencial, definida como el conjunto de capacidades de diferente naturaleza
que permiten conseguir un resultado, de la competencia profesional que está
vinculada al compromiso de fondo que la persona tiene con respecto a su
vocación y su profesión o trabajo. Por tanto una persona cualificada es una
persona preparada, capaz de realizar un determinado trabajo pero que ade-
más demuestra una seriedad básica en relación a su actividad en general.
Ciertamente existen una serie de técnicas para evaluar las competencias
mínimas requeridas para el puesto de trabajo muchas de ellas diseñadas

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


162

para asignar un puntaje a los distintos candidatos y, en función del puntaje,


decidir a quién se le ofrecerá el puesto. Cuando se planifica este proceso se
debe tener en cuenta la importancia de la limitación de estos instrumentos
de medición siendo necesario complementarlos por una visión más amplia de
tipo cualitativa que tome en cuenta, mediante un proceso personalizado de
entrevistas la calidad de los títulos obtenidos y las características reales de
la anterior trayectoria laboral.
No obstante, a pesar de todas estas precauciones, el ideal de una concep-
ción personalista del trabajo sería el de ir sustituyendo gradualmente el prin-
cipio de la selección por el de la orientación. La selección profesional suele
ser un procedimiento técnico en el que se trata a los aspirantes en relación a
sus aptitudes, se escogen los que convienen a la empresa y se rechazan los
demás sin atención a las heridas que esto puede producir en su personalidad
o en su futuro desarrollo. Una empresa que adopta el principio de orientación
profesional intenta colaborar con el proceso de educación del individuo junto
con el resto de las empresas que conforman el mundo laboral, intentando
entre todas lograr que cada persona se dirija hacia profesiones para las que
tiene vocación y capacidades. La selección profesional consistirá entonces,
no en escoger a los aptos y rechazar a los torpes, sino en distribuir los pues-
tos y tareas especiales más indicadas de acuerdo a las aptitudes salientes,
la vocación y la personalidad. Este punto de vista mucho más amplio y ambi-
cioso, implica como se ve, una concepción mucho más flexible de la empre-
sa que no apunta solo a la adaptación de los empleados a ella sino también
de ella a los empleados en un proceso dinámico de potenciamiento mutuo.

Vea atentamente el film El método (España, 2005, Marcelo Piñeyro,

EE duración: 115 min)


<https://www.youtube.com/watch?v=2TwoJeuKAdk>

5.

KK Luego de ver la película, responda:


a. ¿Qué problema describe?
b. ¿Cómo se presentan los distintos personajes del film?
c. ¿Qué significa “el método” aplicado para la selección de personal?
d. ¿Cómo relacionaría las distintas técnicas de management estudiadas
en la unidad con lo que ocurre en el film?

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163

Política salarial: mérito, necesidades y motivaciones extrínsecas e


intrínsecas
En general, la retribución percibida debería variar de acuerdo a las tareas y
exigencias del puesto, la oferta y la demanda, las capacidades, responsabi-
lidad y educación requerida para su ejercicio. Para ello, se han creado varios
sistemas de evaluación como el sistema de graduación de puestos por el que
se fijan las retribuciones dentro de una escala interpolándose los restantes
en orden de importancia para la empresa; el sistema de categorías que esta-
blece grados o clases de trabajos a los cuales se ajustan los puestos (típico
del Estado o de las universidades); el sistema de comparación de factores
que evalúa varios factores para cada puesto y fija cantidades monetarias
para cada factor; o el sistema de puntos en el que en vez de usar cantidades
monetarias para determinar la valoración de cada factor se utilizan puntos para
determinar esas ponderaciones. Además de esto, las organizaciones suelen
ofrecer a sus empleados compensaciones monetarias como un cambio en el
sueldo, un pago anual extra, bonos, porcentajes de las ganancias, créditos u
otras asignaciones ante necesidades familiares. Pero también pueden incluir
otros incentivos o beneficios no monetarios. Tanto el sueldo como las com-
pensaciones complementarias juegan un papel fundamental en el compromiso
del trabajador ya que constituyen la motivación extrínseca por excelencia para
el trabajo y son determinantes en relación a la permanencia del mismo en
la empresa. En tal sentido es fundamental que el sistema de retribuciones
sea bien estudiado y revisado en forma permanente tanto desde el punto de
vista del equilibrio interno entre las distintas retribuciones que se dan en la
empresa como en relación a la situación externa del mercado laboral y de la
sociedad en general.
En este campo el riesgo está en olvidar los principios de justicia subordi-
nando todo el sistema de retribuciones y compensaciones a la pura coyuntu-
ra económica, aprovechando la situación de vulnerabilidad laboral de muchos
empleados que quedan atrapados en remuneraciones claramente injustas y
compensando en exceso a quienes tienen más poder de lobby o influencia den-
tro de la empresa. Además de esto, en los últimos años algunos sistemas de
incentivos y remuneraciones de los managers y directivos financieros orienta-
dos a la obtención de ganancias a corto plazo provocaron una deliberada negli-
gencia de estos ejecutivos en relación al largo plazo y a los riesgos que hacían
asumir a los bancos. Este sistema de incentivos fue el subproducto de una
cultura empresaria orientada al rendimiento financiero a corto plazo, un esti-
lo de gestión con rápida rotación de puestos de trabajo, sistemas altamente
individualizados de bonificación y remuneración, falta de inversión a largo plazo
en las personas y concentración excesiva en las ganancias y beneficios y de
una falta de responsabilidad y compromiso general con la empresa Esta cul-
tura luego se extendió a todo el sistema financiero. Otro de de los problemas
de este sistema de incentivos es que socava la llamada “motivación” intrín-
seca para hacer lo correcto y reemplazándola por una motivación extrínseca,
que siempre es más débil que la intrínseca. En efecto, la motivación extrín-
seca no lleva necesariamente a una alta productividad ni la preocupación por
agregar valor a la empresa, cuestiones que se encuentran más relacionadas
con el compromiso personal o intrínseco, es decir la pasión y dedicación por
lo que uno hace. Tal como lo señala el economista experimental suizo Bruno
Frey, un sistema de incentivos equivocado puede provocar efectos perversos

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164

tales como el del crowding-out o desplazamiento por el cual el incentivo termi-


na debilitando la motivación por el tipo de conducta que se supone que está
fomentando. De este modo, los departamentos de RRHH deben implementar
sistemas de incentivos que conecten a los ejecutivos con conductas respon-
sables. En efecto, tal como afirma Hellen Alford, especialista en ética empre-
saria de la Universidad Angelicum de Roma,

CC
(…) no es necesario que el incentivo económico esté totalmente ausente, sino
que sea manejado de tal forma que refuerce la motivación intrínseca para ha-
cer lo correcto en lugar de “desplazar” esa motivación y reemplazarla por la
motivación puramente extrínseca de ganar dinero. Se trata de la diferencia, co-
mo señalan los economistas, entre “precio” y “premio”: un premio refuerza la
motivación intrínseca, mientras que un precio puede tender a desplazarla
(Alford, 2009: 24).

LECTURA OBLIGATORIA

Alford, H. “La crisis y los sistemas de incentivos”, [en línea].

OO En: Cultura Económica. Bs. As. UCA. 2008-2009. Disponible en:


<http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo12/files/Cultura_
Economica_73-74_-_04.pdf> [Consulta: 28/4/2014].

6.

KK Lea atentamente el texto “La crisis y los sistemas de incentivos” de Helen


Alford y responda las preguntas finales.
a. ¿En qué consiste el problema central actual, según Alford, de los
sistemas de incentivos?
b. ¿Cómo describe la autora el problema del desplazamiento?
c. ¿Qué debería hacerse frente a la situación actual del management de
personas, en especial en los departamentos de RRHH?
d. ¿Cuál es su opinión sobre el texto en relación a su experiencia laboral
personal?

Compatibilización entre trabajo y familia: la situación de la mujer


y el tiempo libre
Una de las tareas más complejas que tiene la empresa y dentro de ella el
departamento de RRHH en relación al trabajo es actualmente su compatibili-
zación con el tiempo libre necesario para la vida familiar. Numerosos estudios
demuestran las perniciosas consecuencias que trae tanto para la familia en
materia de salud, stress, problemas en las relaciones de pareja y problemas
en los hijos como para la empresa en baja de la productividad, desmotivación,
y falta de rendimiento que representa el modelo en el cual los objetivos de la
familia y los de la empresa están en competencia entre sí. Esto se ha visto
agravado aún más por la fuerte inserción de la mujer en el mundo laboral
empresarial y la disminución del exclusivismo del padre como proveedor de la

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


165

economía familiar, lo cual ahondó en la familia las dificultades para estable-


cer una división de las tareas y responsabilidades que no vaya en detrimento
de la estabilidad y el tiempo necesarios para el desarrollo de las relacio-
nes afectivas y la educación de los hijos. En tal sentido muchas empresas y
departamentos de RRHH dentro de ellas están intentando establecer algunas
estrategias para lograr una cultura empresarial más favorable en relación a
las necesidades actuales de la familia. Entre ellas están las formas de com-
pensación relacionadas con los resultados de los empleados en lugar de con
las horas trabajadas en el ámbito empresarial, planificación de carreras con
formatos más flexibles en relación a los momentos fundamentales de la vida
familiar, posibilidad de empleos part-time, o trabajo parcialmente realizado
desde la casa. De todos modos, el desafío de fondo es procurar establecer
en la empresa una nueva cultura que vaya más allá de ofrecer motivaciones
extrínsecas e interprete que cada empleado es una unidad personal que no
puede estar escindida en dos vidas que combaten entre sí.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Del Bosco, P. Mujer y trabajo, [en línea]. Instituto Acton Argentina. Acton. 2007.
Disponible en: https://www.google.com.ar/search?tbm=bks&hl=en&q=la+carrera+lab
oral#hl=en&q=del+bosco++mujer+y+trabajo [Consulta: 28/4/2014].

7.

KK Lea atentamente el texto “Mujer y trabajo” de Paola Del Bosco y res-


ponda las preguntas finales.

a. ¿Cuáles son las novedades históricas en relación al trabajo de la mujer


en el siglo XX?
b. ¿Qué beneficios y qué problemas ha traído el cambio en relación a
la vida de la mujer?
c. ¿Qué desafíos plantea, según la autora, esta nueva situación para la
organización del management empresarial?
d. ¿Cuál es su opinión sobre los desafíos para la mujer en relación a lo
laboral?

Gestión del conocimiento


La gestión del conocimiento es en la actualidad un área muy importante de las
tareas de algunos departamentos de RRHH dedicada a la elaboración de las
tácticas y estrategias centradas en la forma de dar a conocer y administrar las
actividades relacionadas con el conocimiento, así como su creación, captura,
transformación y uso. Su función es también la de planificar los programas
requeridos para la administración efectiva del llamado “capital intelectual” con
el objetivo de mejorar la capacidad de resolución de problemas y contribuir a la
sostenibilidad de las ventajas competitivas de la empresa. Existen dos lugares
básicos donde es posible hallar ese conocimiento: lo que traen las personas
que intervienen en los procesos de producción o de soporte organizacional

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


166

(formación, capacidades, cualidades personales, etc) y la información codifica-


da manejada en dichos procesos, que capacita a estas personas a aumenta
su formación o habilidades para el desarrollo de sus tareas. De la fusión de
estas dos grandes fuentes surge la corriente de conocimiento que alimenta a
toda la empresa. De manera, una de las funciones de la estructura organiza-
cional es facilitar la sincronía entre persona e información, creando de este
modo un entorno de conocimiento.
No obstante, esta tarea que parece fácil, es en realidad muy compleja. De
hecho uno de los desafíos más importantes de la empresa actual es cómo vol-
ver explícito este conocimiento tácito o implícito que tienen las personas en su
fuero interno. Según un punto de vista puramente utilitarista, esto se lograría
mediante un adecuado sistema de incentivos monetarios que permitirían que
el conocimiento tácito sea objetivado y codificado en libros, computadoras o
manuales de procedimiento tal como se hace con cualquier otra materia prima
que es extraída, almacenada, distribuida y convertida en mercadería intercam-
biable. No obstante, en oposición a este punto de vista, muchos autores con-
temporáneos, en especial los seguidores de Michael Polanyi consideran que el
conocimiento tácito que poseen las personas no puede ser considerado como
un mero material sino que requiere un complejo proceso de interrelación inter-
personal y de creación de comunidades de trabajo basadas en la confianza
que lleve a las personas a abrirse y compartir de modo natural lo que saben.
Está claro que esta manera más amplia de ver las cosas también puede caer
bajo alguna de las trampas de la manipulación a las que nos referimos ante-
riormente. Por ello toda gestión del conocimiento requiere además de firmes
límites éticos en los que la dignidad de la persona se destaque siempre como
valor fundamental.

Liderazgo y trabajo en equipo


El concepto de liderazgo introducido en el management desde hace ya varias
décadas va unido a la también muy importante idea del trabajo en equipo. A
diferencia del modelo taylorista en el que un esquema centralizado determinaba
cada una de las acciones y decisiones de la organización, en la época postaylo-
rista la empresa se ve obligada a descentralizar las decisiones en unidades de
negocios más pequeñas que trabajan como un equipo con relativa autonomía
y que requieren por tanto ser lideradas por gerentes con capacidad de visión y
decisión propia. En tal sentido el departamento de RRHH tiene como una de sus
tareas centrales ya no solo el diseño de puestos de trabajo, sino también la de
fomentar la potenciación de ciertos empleados como líderes dentro de la organi-
zación. De allí que, además de hacer el seguimiento tradicional de la carrera de
los empleados y managers que veremos a continuación, quienes se encargan de
los RRHH deben ir pensando junto con el resto de los gerentes de la empresa,
quiénes de entre los empleados muestran las características de liderazgo que
requiere la empresa. Al mismo tiempo esa tarea de búsqueda interna de líderes
necesita ser acompañada por la formación de equipos alrededor de ellos que
tendrán seguramente una función específica dentro de la empresa, pero que
exigen casi siempre una composición variada de profesionales y empleados. En
este sentido, el gerente-líder que los dirija, estará obligado también a salirse de
su estricta especialidad técnica para convertirse en una suerte de director de
orquesta, dotado sobre todo de capacidad de coordinar personas y especialistas
de muy diversa índole hacia un fin común.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


167

Esta búsqueda de personas con capacidad de liderazgo y de equipos capa-


ces de coordinar múltiples y variadas acciones es un proceso que no puede
llevarse adelante si no se tiene una mirada que vaya más allá de lo meramente
técnico y sea incapaz de entender a la empresa más allá de una organización
de medios orientados a la eficiencia y a la maximización. Quien esté decidido
a formar esta clase de equipos tendrá que adquirir una visión de la empresa
en donde el factor personal pasa a ser clave, y por tanto también, el arte de
ir uniendo y ligando por lazos no solo funcionales sino también morales a los
empleados. Ningún equipo funciona sino está movido por motivaciones más
fuertes que el solo logro de los resultados o de incentivos extrínsecos. Cada
equipo, dirigido por su líder, es una pequeña comunidad humana en la que se
reproducen en escala menor los desafíos que enfrenta hoy cualquier organiza-
ción al no existir ya más un marco tan fijo y estable en la economía.

Desarrollo de la carrera laboral


Desde el punto de vista individual, otra de las tareas del departamento de
RRHH comprende la promoción del desarrollo profesional, humano y económi-
co del personal, a través de la promoción basada en un proceso de acompa-
ñamiento y formación y en un estudio profundo de las capacidades y potencial
de cada persona. Planificar el desarrollo del personal, individualmente consi-
derado, implica pensar cómo será posible ir insertándolo y promocionándolo
en la empresa en el mediano y el largo plazo. Esto requiere de un estudio muy
atento de la estructura de la misma como punto de partida, considerando la
forma que debería ir adquiriendo el organigrama y realizando una valoración
de las personas que integran la plantilla. Implica también llevar adelante una
ordenada política de sustitutos o reemplazos, de planificación salarial y de
formación para el acceso de los empleados a los distintos puestos de trabajo.
Esto lleva asimismo al tema crucial de la capacitación que es el que permitirá
a la empresa ir proporcionando a los empleados conocimientos teóricos y
prácticos con el fin de mejorar su desempeño en sus puestos actuales o de
acceder con las necesarias cualidades a los nuevos puestos que la empresa
necesitará cubrir en el futuro.
Una buena capacitación no solo ayuda a vincular más fuertemente a la
empresa con sus empleados, aumenta las posibilidades de una mayor pro-
ductividad y calidad en la elaboración o provisión del producto o servicio, sino
también puede proporcionar a los empleados un aumento en la satisfacción
con su empleo y sobre todo la idea de un sentido de progreso en su carrera
laboral. Esta última dimensión subjetiva de la capacitación es muy importan-
te, ya que hoy en día el empleado es consciente de la precariedad crecien-
te de su empleo y de la necesidad de que su potencial de crecimiento no se
vea limitado a las necesidades de corto plazo de la empresa particular en la
que está trabajando en ese momento de su carrera. Una forma más específi-
ca de capacitación y potenciación del empleado especialmente en los niveles
gerenciales es el llamado coaching que apunta a desarrollar las habilidades
de los empleados, identificar problemas de desempeño y orientarlos para ver
nuevas posibilidades.
El departamento de RRHH junto con los gerentes de las demás áreas debe
pensar que en la actualidad tienen que implementar planes de capacitación
que trasciendan a la empresa misma dándoles la oportunidad a sus emplea-
dos de adquirir capacidades que incluso los habiliten en el futuro para apro-

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


168

vechar oportunidades por fuera de la empresa en cuestión. Este punto, que


parece en principio ir en contra de los intereses de la empresa, puede ser
comprendido mejor en la medida que se adopte una concepción del mundo del
trabajo que, tal como hemos visto, supere la mera necesidad de ir cubriendo
un organigrama laboral rígido subordinado a un plan también excesivamente
estático y vea a la empresa integrada en un entorno que no sea solo competi-
tivo sino también cooperativo. Lo entenderemos mejor en la unidad 7 de esta
Carpeta en la que veremos la forma en que la empresa requiere hoy insertar-
se en la sociedad mediante una actitud de responsabilidad por el todo mayor
en el que está inserta.

Negociación, diálogo, comunicación y cultura organizacional


Los directivos de la empresa actual saben que las antiguas formas tayloristas
de organización, control y evaluación del trabajo de los empleados no son
compatibles con la forma que hoy ha tomado la empresa dentro de la cultura
de nuestra sociedad democrática. En general se ha reemplazado el principio
estrictamente jerárquico de mando y obediencia por un proceso de constante
negociación entre las partes involucradas en toda organización. Desde la
negociación permanente entre la empresa y los sindicatos, pasando por las
negociaciones de los accionistas o propietarios con los gerentes hasta las
constantes negociaciones internas que se desarrollan entre empleados y
gerentes o entre los miembros de un mismo equipo entre sí, toda la estruc-
tura de la empresa está hoy transversalmente basada sobre el principio de
negociación. La negociación es ciertamente un proceso mucho más complejo
que una relación de mando y obediencia ya que requiere de múltiples capaci-
dades, como el análisis estratégico, la habilidad para tomar distintos tipos de
decisiones, tácticas por parte de las personas involucradas, etcétera.
Los departamentos de RRHH no están muchas veces adaptados a ver la
dinámica interna de la empresa desde el punto de vista de la negociación y
más bien tienden a querer llevarla a un estado de mayor estabilidad represen-
tado por el organigrama o por el plan estratégico o de negocios general de la
empresa. Sin embargo, esta posición puede ser muy negativa ya que deja de
lado la dimensión de las relaciones interpersonales que tiene la empresa, la
cual está en permanente movimiento y cuya adecuada fluidez impacta fuerte-
mente en la productividad, eficacia y rentabilidad de la organización. De este
modo, así como el departamento de RRHH debe estar constantemente atento
para detectar las personas con capacidad de liderazgo tendiendo a ponerlas al
frente de equipos formados por personas con las que tenga afinidad, también
debe fomentar y cuidad la apertura permanente de espacios de negociación
para evitar el enquistamiento y la profundización de las situaciones de conflic-
to. Ciertamente el conflicto es hasta cierto punto inevitable, pero también es
imprescindible que pueda encauzarse mediante formas de negociación que
permitan a las partes exponer sus necesidades, intereses y puntos de vista
contrapuestos con el fin de, sin pretender que todos puedan obtener todo lo
que desean o necesitan, se puedan lograr situaciones donde todas las par-
tes encuentren una satisfacción lo suficientemente razonable para que siga
teniendo sentido el seguir trabajando juntos.
Existen múltiples teorías y técnicas de negociación a las que no podemos
referirnos aquí pero que se apoyan en general sobre distintas teorías éticas.
En nuestro caso creemos que es posible pensar en promover desde el depar-

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


169

tamento de RRHH un tipo de práctica de negociación que sea lo más amplia


y profunda posible y no se limite a un proceso de manipulación mutua de tipo
utilitarista. Si bien toda negociación supone en las partes el deseo de poder
lograr la satisfacción de los propios intereses, si está animada por una postu-
ra ética que comprenda que estos intereses son en realidad parte de un todo
mayor que conforma el bien común de todos los participantes en un equipo,
será posible negociar de un modo en que los intereses terminen siendo com-
patibles e incluso mutuamente beneficiosos entre sí. Del mismo modo habría
que considerar el modo en que se encaran las negociaciones. Aunque las
estrategias y tácticas que aconsejan los especialistas en negociación incluyen
la utilización de los factores monetarios, de poder o incluso emocionales en
juego, estos no deberían ser instrumentalizados de cualquier modo sino pues-
tos en el contexto de la empresa entendida como comunidad de personas y
de las relaciones laborales como relaciones no puramente utilitarias sino de
potenciación mutua tanto productiva como humana.
De allí que otro concepto fundamental que todo jefe de RRHH debería pro-
poner siempre junto al de negociación es el de diálogo. Este se diferencia de la
pura negociación porque no busca simplemente hacer triunfar los propios inte-
reses, adoptando tácticas eficaces de presión, seducción o persuasión, sino
que procura entender verdaderamente el punto de vista del otro. Poniéndose
realmente en el lugar del otro, entendiendo sus razones, el que dialoga pasa
a tener una perspectiva mucho más amplia del escenario en que se desarro-
lla la negociación e incluso comienza a ver su propio punto de vista de modo
diferente. Esto no significa que quienes se abren al diálogo abandonen sus
propias posturas o intereses legítimos, pero sí implica que logren verlos en
el marco más amplio de lo que pretenden los otros, pudiendo comprender
que en la medida en que los intereses de los demás no tengan algún tipo de
reconocimiento será difícil que lo tengan los suyos. La creación de una cultu-
ra organizacional en donde prime un clima de diálogo auténtico y en el que la
comunicación sea fluida es una tarea fundamental para la empresa que no
quiera convertir sus procesos de negociación en una fuente de constantes
conflictos internos.

LECTURA OBLIGATORIA

Martínez Echevarría, M. A. “Gobernar y ser gobernado”,

OO [en línea]. En: Cultura Económica. Buenos Aires. UCA. 2012.


Disponible en: <http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo83/
files/1-_Mart-nez_Echevarr-a.pdf> [Consulta: 28/04/2014].

5.6. Conclusión
A partir de las experiencias conflictivas que se dan hoy en la empresa con
relación al trabajo, hemos abordado en esta unidad el modo en que el manage-
ment ha ido evolucionando a lo largo de la historia hasta nuestros días. Desde
las primeras teorías de Fayol y Taylor hasta llegar a las actuales tendencias
vimos la transformación de un tipo de management de las personas basado
en la centralización de la planificación, el seguimiento y el control de los

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


170

resultados hasta las formas más descentralizadas que hoy en día buscan dar
más autonomía y capacidad de tomar decisiones a los gerentes y empleados.
De todos modos en todas las teorías del management parece registrarse una
suerte de déficit en la visión por la que se enfatiza algún aspecto particular
pero se deja de lado la totalidad del ser humano que trabaja y la complejidad
de la empresa entendida como una comunidad de personas que además está
inserta en una sociedad mayor también de creciente complejidad.
Probablemente la actitud más sabia frente a las teorías y técnicas del
management sea la de evaluarlas, comparándolas entre sí, con el fin de obte-
ner de cada una los aspectos más aptos para elaborar un tipo de management
flexible basado en una concepción lo más amplia y profunda posible.
En tal sentido hemos intentado mostrar cómo las aplicaciones unilaterales
de teorías y técnicas que no se hacen tomando en cuenta estos criterios sue-
len derivar en formas de maltrato en la empresa que toman a veces la forma
de explotación laboral y otras veces las de manipulación más sutil. La ten-
dencia a tomar en cuenta la dimensión subjetiva del empleado tanto desde el
punto de vista cognitivo como desde el punto de vista afectivo-motivacional,
lleva en no pocos casos a utilizar las nuevas técnicas de modo inescrupulo-
so para obtener la colaboración de los empleados con modos no acordes con
una ética que considera al ser humano como persona, es decir como un fin
en sí mismo y no como un mero instrumento puramente adaptado a los pro-
pósitos de la organización.
Con el fin de evitar esta tentación siempre creciente, hemos presentado
también algunas condiciones que deberían estar presentes en todo manage-
ment si es que se busca lograr un ambiente de relaciones laborales humana-
mente sanas y éticamente aceptables. Asimismo, nos hemos introducido en el
ámbito propio del departamento de los mal llamados “recursos humanos” para
pensar junto a quien podría ser su jefe, algunos modos concretos mediante
los cuales podría llevarse adelante una política en acuerdo con la dignidad de
las personas y el objetivo del bien común de toda la organización, sin olvidar
tampoco los objetivos de productividad, calidad y eficiencia.

8.

KK Actividad “Teorías éticas y teorías de managament”.


a. Lea atentamente las distintas teorías del management de la presente
unidad.
b. Lea atentamente las distintas teorías éticas de la unidad 2.
c. ¿Qué relaciones puede establecer entre las teorías de la ética de la
unidad 2 y las teorías del management de la presente unidad?
d. ¿Cuál es su opinión sobre las distintas teorías del management desde
el punto de vista ético?

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171

Ética, publicidad y consumo

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Sea capaz de comprender las relaciones existentes entre ética, consumo,


publicidad y marketing en la sociedad y en la empresa contemporánea.
•• Haya profundizado en los aspectos ligados a la manipulación a través de
marketing.
•• Haya reflexionado sobre las responsabilidades de consumidores y productores.

Por este motivo la era de la felicidad paradójica reclama soluciones igualmente paradóji-
cas. Está claro que necesitamos menos consumo, entendido este como imaginario multi-
plicador de la satisfacción, como derroche de energía y como excrecencia incontrolada de
las conductas individuales. (...) Pero por otro lado también necesitamos más consumo:
para que retroceda la pobreza
(Lipovetsky)

6.1. Introducción: la experiencia cotidiana con las


publicidades y el consumo
Introduciremos esta unidad sobre ética, publicidad y consumo sumergiéndo-
nos directamente en algunas de las publicidades televisivas o gráficas que se
han podido ver en los medios masivos de comunicación en los últimos quince
años, y realizaremos una pequeña descripción de las mismas. Empecemos.

Vivís en este mundo


Primera escena: un hombre salvaje es atrapado en medio de la selva y llevado
a la ciudad. Allí se lo intenta civilizar: se le enseña a comer con cubiertos, a
vivir en una casa, a respetar las leyes del tránsito, a cargar productos desde
la góndola hasta el carrito de supermercado, a caminar erguido, a leer; tam-
bién a vestirse y lucir como un hombre civilizado –el pelo corto y peinado, la
barba afeitada, saco, camisa y pantalón. Finalmente –en una escena que
nos hace recordar a la presentación de Zelig ya “recuperado”, en la magistral
película de Woody Allen– se lo presenta en público y ante los flashes de la
prensa. Sin embargo, falta aún dar un paso en el proceso evolutivo: como
punto culminante que le asegurará –a este salvaje devenido hombre de este
mundo– el poder desenvolverse adecuadamente y gozar de los beneficios de
un ser civilizado. Este punto final y coronante será recibir su tarjeta de crédito.
Ahora sí pertenecerá verdaderamente a este mundo, el único mundo posible,

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172

un mundo cuya llave es una “tarjeta de plástico”. Y la publicidad se encarga


de dejarlo absolutamente en claro, finalizando con el slogan: “Vivís en este
mundo. Necesitás VISA”.

Para poder ver la publicidad referida:

EE <http://www.youtube.com/watch?v=9hEjWSjCFNo>

Ya no vas a saber por qué te quieren


En una autopista argentina que va hacia el aeropuerto de Ezeiza, había hace
unos pocos años un cartel publicitario con una sugerente publicidad gráfica de
un auto de alta gama. La misma, debajo de una gran foto del último modelo de
Peugeot, llevaba una frase que decía: “Ya no vas a saber por qué te quieren”…

Gente que avanza y gente que no


Veamos otra publicidad televisiva: un hombre aparece en el primer plano de
la pantalla y se comunica con el televidente-espectador, quejándose porque
en todos los negocios del mundo las personas suelen decir, cuando el vende-
dor se ofrece para ayudarlas en lo que están buscando, que simplemente se
encuentran “mirando”. Inmediatamente, este hombre señala que se puede
ver cómo, a pesar de que existen distintas personalidades, ante esta situa-
ción prácticamente todas responden de la misma forma. Es decir, plantea la
existencia de un “problema” que atraviesa a todos los individuos, una especie
de pandemia universal que podríamos definir como una cierta incapacidad
de enfrentar el deseo y avanzar hacia la compra y consiguiente posesión del
producto que hasta ese instante únicamente se había mirado...
Acto seguido, nuestro interlocutor en la publicidad se dispone a verificar
esta ley general con un nuevo caso: aprovechando que hay un hombre que se
encuentra mirando una camisa en el negocio en el que este se encuentra, le
pregunta “¿La vas a llevar?...” A lo que le responde que sí, que efectuará la
compra de la camisa. Entonces, sorprendido, el vendedor exclama eufórico
“¡Hay gente que va para adelante!!”. Es decir –podríamos traducir nosotros–
que hay gente que avanza, que no se queda en la criticable actitud de quien
sólo mira sin buscar satisfacer su deseo. La publicidad es del BBVA Banco
Francés, y cierra con el claim “Olvidate del estoy Mirando”, haciendo claro
hincapié en la posibilidad de dejar de mirar para comprar, gracias a los des-
cuentos y beneficios que brindan las tarjetas de la empresa.

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Para poder ver la publicidad referida:

EE <http://www.youtube.com/watch?v=NYc8C8L9O_g>

Las marcas importan


Los jóvenes parecen danzar con la conocidísima “Bizarre Love Triangle” del
grupo británico New Order. Música electrónica, movimientos asertivos. Pero
no están en una discoteca, como uno bien podría llegar a imaginarse. No. Se
encuentran en cambio en un shopping. La cámara toma imágenes de distin-
tas partes de los cuerpos, de los objetos que llevan en sus manos, de las
vidrieras y de las paredes de los locales del shopping. Todas las ropas –desde
las zapatillas hasta las remeras–, todos los objetos que llevan en las manos
–desde una bolsa hasta un vaso de café– y todas las vidrieras se encuentran
claramente identificadas por alguna marca.
Luego de mostrar una bolsa que lleva impresa la marca Levi´s –una de las
marcas de ropa más importantes del mundo y la primer compañía en la histo-
ria en producir jeans–, aparece el personaje principal de la publicidad: un joven
que, vestido con una remera blanca y una campera deportiva sin marca de nin-
guna empresa a la vista, se pregunta preocupado y en voz alta, como tomando
distancia del espectáculo que lo rodea: “¿Qué nos pasó, man?...” ¿Todo es
una marca en nuestra vida?... ¿No puedo ser una hoja en blanco?...” Y des-
pués de un pequeño silencio que invita a la reflexión, concluye diciendo “Para
pensarlo”. Así el joven, en el medio de ese shopping hipercargado de consu-
mo y de marcas, realiza un llamado a reflexionar sobre este problema social.
Acto seguido se da vuelta y se introduce en los pasillos del centro comer-
cial, rodeado por una muchedumbre de jóvenes atravesados por las marcas.
Pero es en ese instante, cuando se da vuelta para seguir su camino y le da
la espalda a la cámara, que notamos algo que hace girar ciento ochenta gra-
dos el sentido de la publicidad y le da ese condimento sorpresa tan valorado
por los telespectadores: la parte trasera de su campera lleva el logo de una
de las marcas más importantes del mundo: Adidas. Y en realidad, eso no es
todo: el logo es luminoso y ocupa la totalidad de su espalda; es decir, es un
cartel luminoso, del estilo de los carteles luminosos que podemos encontrar
en los centros comerciales más importantes del mundo.
Pero de todas formas, incluso hasta este momento de la publicidad podría-
mos pensar en distintas interpretaciones de lo sucedido: el joven quiere salir-
se del mundo de las marcas pero no ha podido y no lo sabe, es víctima de
la sociedad de consumo, muy a pesar suyo; o bien, el joven está reflexionan-
do sobre esta realidad aunque también es parte consciente de la misma,
etcétera…
Pero la publicidad no termina allí. Continúa dos segundo más y en esos
dos segundos vuelve a girar su sentido: cierra con un claim que termina dejan-

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174

do, ahora sí, un mensaje mucho más claro “Saquémonos la careta. Las mar-
cas importan. Y todas están en Alto Avellaneda”... Así, quedan sobre la mesa
un menor abanico de posibles lecturas en cuanto a la intención de los publi-
cistas en el pretendido mensaje en esta publicidad. Las marcas importan, las
marcas son importantes.

Para poder ver la publicidad referida:

EE <http://www.youtube.com/watch?v=1TYOwquT4uA>

Hacer lo que la celebridad hace


Una señora se encuentra con el conocidísimo jugador de fútbol Lionel Messi
al lado de una góndola de supermercado. Al darse cuenta de que se trata de
un personaje famoso –aunque lo confunde con un cantante de rock, después
con un actor y hasta con un jugador de básquet– la mujer le pide un autógrafo
para su hijo. Y además, al observar lo que este se encuentra comprando, le
pregunta retóricamente “¿Pan Bimbo con actileche?...” y agrega “¡Es el mismo
que le compro a mi hijo!” La publicidad, a punto de acabar, refuerza la idea
que ya ha sido presentada: en una última escena muestra al hijo de la mujer
sentado en la mesa de su casa junto a Messi, en donde ambos se encuentran
comiendo un sándwich preparado con pan Bimbo. Y para finalizar, remata con
la voz en off del propio Messi diciendo “No importa que no sepas quién es
Leonel Messi, lo importante es que sepas qué hace grande a tu hijo. Nuevo
pan blanco Bimbo. Ahora con actileche”.

Para poder ver la publicidad referida:

EE <http://www.youtube.com/watch?v=yJY9EzmjmI0>

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175

Destapar felicidad
La voz en off que se escucha a lo largo de toda la publicidad es la Josep
Mascaró, un anciano de 102 años que le habla a la pequeña Aitana, recién
nacida y aún en la habitación del hospital, mientras viaja para ir a visitarla.
Dice: “Hola Aitana. Me llamo Josep Mascaró y tengo 102 años. Soy un suertu-
do”. Suerte por haber nacido como tú. Por poder abrazar a mi mujer. Por haber
conocido a mis amigos. Por haberme despedido de ellos. Por seguir aquí.
Te preguntarás cuál es la razón de venir a conocerte hoy y es que muchos
te dirán que a quién se le ocurre llegar en los tiempos que corren: que hay
crisis, que no se puede… Esto te hará fuerte. Yo viví momentos peores que
este pero al final de lo único que te vas acordar es de las cosas buenas. No
te entretengas en tonterías, que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz
que el tiempo corre muy deprisa. He vivido 102 años y te aseguro que lo único
que no te va a gustar de la vida es que te va a parecer demasiado corta. Estás
aquí para ser feliz”.
Llegados a este punto de la descripción, podríamos preguntarnos: ¿de qué
producto es esta publicidad que ha conmovido “a chicos y a grandes”?... ¿De
qué es esta publicidad que posee un relato sumamente optimista y que ter-
mina con la frase “Estás aquí para se feliz”...?
Es de una importantísima bebida cola... Pero... ¿Cuál es la relación entre
el relato de la publicidad y una gaseosa?... Coca Cola nos lo señala en el
mensaje que aparece junto al logo de la marca, en la imagen final de la publi-
cidad. Nos dice: “destapá la felicidad”. Es decir, la publicidad no nos invita
simplemente a destapar una gaseosa, o a destapar una “Coca Cola”. La
empresa ha ligado directamente su producto nada más ni nada menos que
a la felicidad.

Para poder ver la publicidad referida:

EE <http://www.youtube.com/watch?v=EPGPQ5ERNI0>

Finalizada esta descripción inicial, reflexionemos mínimamente sobre las


estrategias publicitarias en general. Para empezar, es interesante obser-
var que podemos distinguir en estos avisos entre aquellos que muestran el
resultado de no utilizar el producto anunciado –los ridiculizados por respon-
der “estoy mirando” en la publicidad del BBVA– y aquellos que muestran el
resultado de utilizarlo –el que use ese modelo de alta gama de Peugeot, va a
ser querido; el que coma ese pan, va a crecer como Messi–. Por otro lado, es
claro el uso del humor, presente en casi todas las publicidades que seleccio-
namos; se busca que la publicidad genere buenas sensaciones, que mueva a

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176

la sonrisa, para que así se asocie el producto a ese sentimiento de bienestar.


A su vez, observamos otro de los recursos típicos de la publicidad: la aparición
de personajes populares utilizando o directamente valorando positivamente
el bien o servicio que se busca publicitar, a los efectos de que las cualidades
popularmente reconocidas del personaje se proyecten, directa o indirectamen-
te, sobre lo publicitado. Incluso podemos identificar la estrategia publicitaria
de relacionar psico-emotivamente el bien o servicio con el consumidor, utili-
zando para ello una cierta estética, música y una determinada evocación de
anhelos, sentimientos. El caso de la publicidad de la bebida cola es un claro
ejemplo de esto último.

PARA REFLEXIONAR

Las seis publicidades seleccionadas se vinculan con distintos elemen-

PP tos que pretendemos señalar en unidad que buscará relacionar la


ética, el consumo y la publicidad. Para ello, podríamos comenzar por
preguntarnos: ¿por qué consumimos lo que consumimos?... ¿Qué
papel cumple en esto la publicidad?... ¿Qué es lo que hace que haya-
mos incrementado exponencialmente los índices de consumo mun-
diales?... ¿Qué sentido tiene este nivel de consumo actual?...

Continuemos un poco más para tratar de aclarar qué solemos entender por
consumo y para poder profundizar la descripción de nuestra sociedad contem-
poránea en relación a dicho consumo.

6.1.2. Consumo, sociedad de consumo


Empecemos por aclarar los términos. ¿Qué entendemos por consumo? Existen
distintas definiciones. Por un lado aquellas que hacen hincapié en que se
trata de una actividad fundamental que realiza todo ser humano debido a que
es indispensable para satisfacer distintas necesidades, comenzando por las
ineludibles para poder asegurar la supervivencia y siguiendo por otras más
“elevadas” o que aparecen una vez que las fundamentales se encuentran
ya satisfechas. Además, encontramos otras definiciones en donde se pien-
sa al consumo en el conjunto de las actividades principales del dinamismo
económico de un sistema o de un individuo, ligado estrechamente con las
actividades de producción y distribución. Una tercera perspectiva pone el
acento en el carácter relacional del consumo, situándolo en el centro de las
relaciones entre las personas y de las relaciones de los individuos consigo
mismos. Además, pensando en el uso del término dentro de nuestras socie-
dades contemporáneas, podemos decir que cuando se habla de “consumo”
casi siempre se hace referencia a actividades que impliquen una erogación
monetaria explícita, a la compra de algún bien o servicio y a su consiguiente
uso. Un paseo a pie por la ciudad, la lectura de un libro en un banco de una
plaza, la visita a un amigo que vive en nuestro mismo barrio, etc., no suelen
considerarse actividades de consumo aunque desde cierta definición amplia
del término lo sean.

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177

Continuando en la línea del uso del término en nuestras sociedades actua-


les, suele emplearse la expresión “sociedad de consumo”. ¿A qué nos referi-
mos con ella? El diccionario de la Real Academia Española orienta la respues-
ta diciéndonos que una sociedad de consumo es aquella que “está basada
en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estricta-
mente necesarios”. De esta pequeña definición pueden surgir un conjunto de
preguntas que intentaremos profundizar a lo largo de estas páginas.

PARA REFLEXIONAR

Entre ellas podemos enumerar algunas: ¿es la producción la que

PP determina al consumo de bienes y servicios? ¿O es en realidad el


consumo el que moviliza y determina a la producción? ¿Qué bienes
son estrictamente necesarios? ¿Necesarios para qué?

Avanzaremos con estas preguntas en el próximo apartado.

6.1.3. El capitalismo de consumo moderno


Son muchos los autores que coinciden en que vivimos en una sociedad de
consumo masivo. Entre otros, el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky
(1944) señala que nos encontramos frente a una nueva etapa del consumo,
un nuevo estadio de las economías de consumo. A esta etapa propone lla-
marla la sociedad de “hiperconsumo”, y para contextualizarla realiza una muy
breve historia del capitalismo de consumo moderno desde finales del siglo
XIX. Intentaremos aquí hacer un sucinto resumen de las tres fases en las que
el autor divide esta historia:

a) Fase I, que se extendería desde 1880 hasta el final de la Segunda Gue-


rra Mundial, y que señala como el momento en el que se inventó la pro-
ducción masiva de bienes –taylorismo, fordismo– y se buscaron ganancias
a través de los grandes volúmenes vendidos y de una disminución de los
costos a través de economías de escala. En esta etapa, bienes durade-
ros y no duraderos comienzan a estar al alcance de una proporción mucho
mayor de la población. Hasta entonces, los productos se vendían a granel
y las marcas eran muy pocas; a partir del comienzo de la fase I los produc-
tos comenzaron a ser empaquetados en envases pequeños y a llevar la
marca de la fábrica. Además. las firmas empezaron a dedicar un elevado y
creciente presupuesto en publicidad: “los gastos de publicidad de Coca-
Cola, que en 1892 eran de 11.000 dólares, suben a 100.000 en 1901,
a 1,2 millones en 1912, a 3,8 millones en 1929” (Lipovetsky, 25). A su
vez, es a partir de finales de la década de 1860 que aparecen los grandes
almacenes, pieza clave para este consumo cada vez más masivo. El autor
señala aquí, como una de las motivaciones del consumo, la búsqueda de
la heteroestima, la búsqueda de poder apropiarse de signos que permitan
diferenciarse en la sociedad.

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178

b) La fase II se extendería desde 1950 hasta finales de la década de 1970.


Esta fase corresponde a lo que solemos denominar la sociedad de consu-
mo masivo, donde se logra una generalización del consumo y de los sím-
bolos de los productos de consumo. El automóvil, el televisor, la heladera
y otros símbolos fundamentales de la sociedad de consumo de masas se
encuentran ampliamente difundidos. En este período, comienza a haber un
consumo con mayores motivaciones hedonistas e individualistas.
c) A partir de finales de la década de 1970 comenzaría la fase III, en donde
se puede apreciar una multiplicación de electrodomésticos en un mismo
hogar: varios teléfonos, varios televisores, etc. La sociedad de “hipercon-
sumo” exacerbó –o al menos acompañó– el individualismo que la socie-
dad de consumo ya poseía. Lo que motiva y sostiene la dinámica actual
de consumo sería para este autor “la búsqueda de la felicidad privada, la
optimización de nuestros recursos corporales y comunicativos, la salud ili-
mitada, la conquista de espacio-tiempos personalizados” (Lipovetsky, 38).
Por otro lado, la publicidad ha crecido exponencialmente: en la década de
1980, “los gastos de publicidad se triplicaron a nivel mundial. En Francia
aumentaron el 80%, es decir, tres veces más que el PBI” (Lipovetsky, 88)
“Coca Cola encargó 17 spots en 1997, mientras que en 1986 sólo encar-
gó uno” (Lipovetsky, 89).

Desarrollado este pequeño recorrido por la historia del capitalismo de con-


sumo moderno, intentaremos concentrarnos en la tercera fase, a los efectos
de profundizar y analizar ciertos aspectos fundamentales del consumo y de
la publicidad contemporánea. Comencemos por volver a considerar las pre-
guntas que nos hacíamos anteriormente, las cuales podríamos expresar de
otras maneras.

PARA REFLEXIONAR

¿Qué es lo que nos mueve a consumir? ¿Cuáles son las motivaciones

PP que los individuos y los grupos encuentran en las sociedades con-


temporáneas para comprar determinados bienes y servicios, para usar
ciertas marcas? ¿Son necesidades genuinas las que los consumidores
dicen tener o son necesidades generadas por el sistema de producción,
por las empresas que se desenvuelven en dicho sistema?

Continuaremos con estos temas en el apartado siguiente.

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179

Ver el corto animado Logorama (2009, Francia, H5 (François Alaux,

EE Herve de Crecy y Ludovic Houplain); duración: 16´).


Cuatro fotogramas del corto

1.

KK Luego de ver el cortometraje, responda las siguientes preguntas:


a. ¿A qué fase de la historia del capitalismo del consumo lo asociaría?
b. ¿Con qué publicidades de las analizadas en el primer apartado de
esta unidad lo relacionaría? ¿Desde qué perspectiva?
c. ¿Qué criticas considera que los autores del corto pretenden realizar?
d. ¿Le resulta exagerado el planteo o considera que es descriptivo de la
realidad presente o futura?

LECTURA OBLIGATORIA

Lipovetsky, G. (2007), La felicidad paradójica, Anagrama, Barcelona,


OO pp. 17-32.

6.2. Motivaciones para el consumo


Distintos economistas, sociólogos, filósofos, psicólogos, antropólogos, etc.,
se han explayado respecto de las motivaciones del consumo. Trataremos de
explicitar aquí algunos de los planteos que consideramos más relevantes, a
los efectos de que nos ayuden a pensar el tema.

Pirámide de necesidades y consumo


En el paradigma económico que se encuentra más difundido, se suele conside-
rar al consumidor como un ser que actúa racionalmente, buscando maximizar
su utilidad en función de una serie de preferencias que él mismo posee.

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180

PARA REFLEXIONAR

¿Pero cómo podríamos describir y explicar en una estructura básica

PP las preferencias de los hombres?...

Una propuesta posible es asociando esas preferencias a una cierta jerarquía


de necesidades en el hombre. Como señalábamos en la unidad 5, el famo-
so psicólogo estadounidense Abraham Maslow señaló en su obra Theory
of Human Motivation (1943) que las necesidades de las personas pueden
esquematizarse en forma de pirámide.
En la base estarían las necesidades fisiológicas y las de seguridad, que
incluirían la alimentación, la respiración, la eliminación, el descanso, la pro-
tección, etc. Este es un grupo de necesidades que podríamos considerar bási-
cas, ya que sin las mismas se haría imposible la vida, con independencia de
la cultura a la que pertenezca el individuo. Una vez que se encuentran satis-
fechas estas necesidades fundamentales, las personas buscarían satisfacer
otras que podríamos denominar “superiores”. El tercer nivel en la pirámide
está conformado por las necesidades de intimidad, afecto, amistad, y el cuarto
nivel por la necesidad de autoestima y heteroestima. En la cima de la pirámide
encontraríamos la comúnmente denominada necesidad de autorrealización.
De más está decir que la teoría de Maslow ha sido criticada por distintos
autores, fundamentalmente por no hacer hincapié en las estructuras socia-
les en las que el consumidor se encuentra inserto y que hacen del consumo
una actividad que se reconstruye y resignifica a lo largo de la historia. Pero
nos interesa plantearla porque ha tenido un altísimo grado de difusión y por-
que puede ser una posible aproximación explicativa de las motivaciones del
consumidor: el consumo de determinados bienes y servicios tendría que ver
con la satisfacción relativa de las necesidades individuales según la pirámide.
Así, un vaso de agua estaría relacionado con las necesidades más básicas y
el cursado de una carrera universitaria con las necesidades superiores en la
jerarquía que plantea Maslow.

Emulación, búsqueda de prestigio y consumo


Thorstein Bunde Veblen (1857-1929), sociólogo y economista estadouniden-
se, fue crítico de la economía y la sociedad de su época en obras como La teo-
ría de la clase ociosa (1899) y explicitó la idea de que el prestigio socialmente
buscado se encausa a través de la demostración de la capacidad de consumir
y del ocio. Las personas, en buena medida consumen para ser reconocidas.
Así como Veblen señaló la ostentación en el consumo como elemento
clave para la distinción de clase, el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel
(1858-1918) analizó el fenómeno de la moda, mostrando cómo esta también
podría ser considerada una forma de distinción, en donde hay un mostrarse
más allá de los significados prácticos de las cosas, a través de cuestiones
superficiales, no funcionales, exteriores, en una búsqueda de hacer visible la
pertenencia a un grupo pero ligada, paradójicamente, a la manifestación de
la propia individualidad.

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181

De manera transformada, el consumo de tipo emulativo sigue teniendo hoy


en día una fuerte presencia en nuestras sociedades. Hay una búsqueda de per-
tenencia a un grupo y una cierta búsqueda de identidad que pareciera intentar
ser satisfecha a través del consumo. Y si bien no existe un único grupo que
resulte ejemplar, dentro de los grupos de referencia a los cuales se pretende
pertenecer, el estilo de vida que manifiesta poder pecuniario, éxito económi-
co, sigue siendo un estilo sumamente atractivo, demandado.

Los productores, la creación de necesidades, las técnicas de


venta y el consumo
El economista John Kenneth Galbraith (1908-2006) señaló en su obra La
Sociedad Opulenta (1958) que:

CC
A medida que la sociedad se va volviendo cada vez más opulenta, las necesi-
dades van siendo creadas cada vez más por el proceso que las satisface. (...)
Los incrementos en el consumo, en contrapartida de los incrementos en la pro-
ducción actúan por sugestión o por emulación para crear necesidades. La ex-
pectativa aumenta con los logros. Pero los productores pueden actuar también
de manera activa, creando necesidades a través de la publicidad y de la técni-
ca de ventas (Galbraith, 1992: 157).

Es decir, Galbraith explicita que los productores tienen un gran poder para
generar nuevas necesidades en la población: el consumidor iría en busca de
aquello que el productor produce, motivado en buena medida por la capacidad
de la publicidad y del marketing de las empresas para generar necesidades
“artificiales”. Así, no sería el sistema de producción que él analiza el que res-
ponde a las necesidades de los consumidores, sino en buena medida suce-
dería al revés: el sistema de producción es el que generaría bienes y servicios
que luego, para poder ser vendidos, necesitaría también de la generación de
necesidades a través de la publicidad.
Este planteo de Galbraith fue luego retomado por la Escuela de Frankfurt,
que denunciará a la sociedad contemporánea como una sociedad que aliena
a la persona imponiéndole la lógica mercantil a todas las áreas de su exis-
tencia. Uno de sus principales representantes, el filósofo y sociólogo alemán
Hebert Marcuse (1898-1979), ha denunciado explícitamente que el capitalis-
mo genera un “hombre unidimensional”, cuya vida se encuentra reducida a la
producción y al consumo.

El consumo y su dimensión simbólica


En la década de 1970 aparece un fuerte desarrollo teórico ligado especialmen-
te al carácter simbólico del consumo. Entre distintos autores que aportaron
en este tema, podemos nombrar especialmente al filósofo y sociólogo francés
Jean Braudillard (1929-2007), quien considera al consumo como una forma
de lenguaje entre los individuos. Así, señala que

CC
(…) la circulación, la compra, la venta, la apropiación de bienes y de objetos/
signos diferenciados constituyen hoy nuestro lenguaje, nuestro código, aquello
mediante lo cual la sociedad entera se comunica y se habla (Braudillard, 82).

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182

A su vez, el filósofo francés considera que el consumo tiene un sentido no


funcional o de satisfacción de necesidades prácticas sino de diferenciación
y otorgamiento de prestigio social: (...) “esta búsqueda de estatus y de pres-
tigio social se basa en los signos, es decir, no en los objetos y bienes en sí
mismos, sino en las diferencias” (Braudillard, 98).
Deberíamos al menos nombrar aquí también a otros autores muy influyen-
tes en el estudio del consumo y que podríamos incluir en la línea del estudio
de la dimensión simbólica del consumo, como por ejemplo el sociólogo francés
Pierre Bourdieu (1930-2002), quien hizo especial hincapié en este aspecto del
consumo y en su relación con las jerarquías dentro de la sociedad.

Otras miradas sobre el consumo


Hacia fines del siglo pasado, encontramos autores que han estudiado el fenó-
meno del consumo y sus motivaciones desde nuevas perspectivas. Varios de
ellos coinciden en señalar la posibilidad de que el consumidor tenga una cierta
mayor autonomía con respecto al consumo, lo cual le otorga al individuo una
mayor libertad y responsabilidad con respecto al despliegue de su realidad
socioeconómica. Señalaremos, someramente y a modo de ejemplo, dos plan-
teos que se han realizado en esta línea.
Al primero de estos dos planteos adicionales lo podríamos llamar
“Consumo, felicidad y ciudadanía económica“. La filósofa española Adela
Cortina (1947) señala que una de las motivaciones fundamentales del consu-
midor contemporáneo radica en la creencia de que la acumulación de bienes
de mercado es signo de éxito personal y auspicio de felicidad. Y continuando
en esta línea de pensamiento, agrega que esta es la causa por la que la capa-
cidad de consumir se ha transformado en la esencia del hombre (Cortina, 29).
Es decir, si la plenitud del hombre tiene que ver con un cierto despliegue de lo
que este es, y prevalece la creencia de que el ser humano es un “ser para el
consumo”, se puede deducir que el camino hacia la plenitud de su ser radica-
ría en un despliegue ligado al mejoramiento de sus posibilidades de consumir.
A pesar de esto, la filósofa española propondrá con énfasis una posibilidad
de cambio en este sentido, subrayando el rol del ciudadano político para esto,
rol que se expresa también a través de la ciudadanía del consumo, uno de los
ejes de la ciudadanía económica. El consumidor puede influir en qué es lo que
se produce y para quién se produce. En este sentido, la toma de conciencia
de su rol y de ciertos aspectos del mundo del consumo serán esenciales para
promover un cambio. Concretamente, Cortina propone cuatro parámetros fun-
damentales para una ética del consumo: que el consumo sea liberador, justo,
corresponsable y felicitante.
En una posición distinta pero también con la intención de mostrar el rol
influyente y activo de los consumidores, el antropólogo inglés Daniel Miller
(1954) ha intentado señalar que estos poseen un importante papel en la his-
toria, planteando que son –especialmente los del primer mundo– quienes
pueden exigir y orientar a los productores con respecto a lo que se produce
y vende.
El segundo de estos dos planteos adicionales que queremos señalar en
este apartado y que podriamos titular “Consumo privado y hedonismo medica-
lizado”, es el que lleva a cabo el sociólogo Gilles Lipovetsky. Para este autor,
la teoría de Veblen que anteriormente esbozábamos ha sido válida hasta la
década de 1950, donde mediante la compra de ciertos objetos –automóvil,

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electrodomésticos, etc.– se simbolizaba la pertenencia a la clase media esta-


dounidense. Sin embargo, el pensador francés señala que hoy, en esa misma
sociedad estadounidense que Veblen analizaba –y no solo en ella–, dichos
objetos de consumo dejaron de ser diferenciadores por masivos, y actual-
mente son comprados, no principalmente para alcanzar una distinción a nivel
público sino para lograr una satisfacción privada muy ligada al hedonismo indi-
vidualista, en donde se buscan objetos para experimentar sensaciones y un
mayor bienestar meramente individual. El consumidor contemporáneo busca
alejarse de la rutina, hacer más vital su existencia. Este consumo contempo-
ráneo está fuertemente motivado por la presencia en nuestras sociedades de
valores hedonistas –búsqueda de placer, vitalidad, intensificación de la expe-
riencia del presente– y por el intento de compensar las tensiones que la vida
contemporánea conlleva –angustias, soledad, frustraciones intimas o profe-
sionales, etcétera–.
En este mismo sentido, plantea Lipovetsky que hay un consumo crecien-
te de marcas –que no son productos en un sentido clásico–, en donde no se
adquiere únicamente la calidad del objeto o servicio que la marca implica, pero
donde tampoco tiene este consumo como objetivo el ser socialmente reco-
nocido. De otra forma e inserto en la actual sociedad “hiperindividualista”, el
consumidor busca “el placer narcisista de sentir cierta distancia respecto de
lo ordinario, alimentando una imagen positiva de sí para sí” (Lipovetsky, 42).
Es el sujeto el que se mira a sí mismo en el espejo que le devuelven sus acti-
vidades de consumo, sin buscar ya ser reconocido por un grupo al cual inten-
taba pertenecer.
Además, este autor indica una cierta paradoja en nuestra cultura contempo-
ránea, en la cual conviven valores hedonistas con una búsqueda generalizada
de la salud, de la longevidad, en donde no solo se pretende curar sino tam-
bién prevenir, generando así un incremento creciente en los gastos en salud.
En realidad, estas dos tendencias –hedonistas y de cuidado de la salud– se
concilian en lo que el autor denomina un “hedonismo medicalizado”, el cual
se contrapondría a otro tipo de hedonismo más ligado a los excesos y a la
trasgresión.
Es interesante que a pesar de la cultura del hiperconsumo que describe,
encontramos en Lipovetsky cierto planteo en donde se explica la posibilidad
del cambio social, que según su entender tendrá que surgir a partir de una
política o pedagogía de las pasiones: de poder proponerles a las personas
tareas que movilicen sus pasiones, su vida afectiva. Estas actividades, estas
tareas, tendrían que ver con todo ese mundo que queda excluido del ámbi-
to del consumo, con acciones cercanas al arte, a la política, a la ciencia, el
deporte, etcétera.

2.

KK a. Estudie y analice otras posibles motivaciones para el consumo que


no se hayan expresado en el anterior desarrollo.
b. Investigue y explique en qué consistiría la motivación de “comprar
por el placer de comprar en sí mismo”.
c. Elija alguna de las motivaciones que hemos analizado antes y expli-
que cómo podrían llegar a ser utilizadas dentro de la empresa para
manipular a los empleados.

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LECTURA OBLIGATORIA

Lipovetsky, G. (2007), “Más allá del standing: el consumo emoio-

OO nal” en: La flicidad paradójica, Anagrama, Barcelona, pp. 33-53.

6.3. Ética y marketing


Comencemos en este apartado nuevamente por intentar definir los términos
en los que centramos la discusión. ¿Qué es el marketing?

6.3.1 Algunas ideas planteadas en la mercadotecnia


En primer lugar, debemos decir que el concepto ha evolucionado y hay prác-
ticamente tantas definiciones como autores. Bastante difundida y aceptada
es la definición de la American Marketing Association (Asociación Americana
de Marketing), que en una conferencia de 2004 presentó su nueva definición
de marketing, diciendo que “es una función organizacional y un conjunto de
procesos para generar, comunicar y entregar valor a los consumidores, así
como para administrar las relaciones con estos últimos, de modo que la orga-
nización y sus accionistas obtengan un beneficio”.
Por otro lado, los especialistas en mercadeo Philip Kotler y Kevin L. Séller,
en la última edición de su conocidísimo Dirección de Marketing (Marketing
Utilizaremos indistintamente,
como suele hacerse, las pala- Management), nos dicen que “el marketing se puede definir como la identifica-
bras marketing, mercadeo, mer- ción, la generación, la entrega y el seguimiento del valor percibido por el cliente”
cadología, comercialización y (Kotler-Keller, 26). Es importante señalar el concepto de “valor” como central en
mercadotecnia.
estas definiciones. ¿Pero qué significa aquí “valor”? En Dirección de Marketing
los autores definen al “valor percibido por el cliente” como “(...) la diferencia
que aprecia el cliente entre el total de ventajas y el total de costos que supo-
ne una oferta respecto de las demás ofertas alternativas” (Kotler-Keller, 180).
En la misma obra, Kotler y Keller se encargan de otros conceptos claves
para nuestro análisis: definen “satisfacción” y realizan una distinción entre
“necesidades”, “deseos” y “demanda”. “La satisfacción refleja los juicios
comparativos que hace una persona, a partir del desempeño (o resultados)
que obtiene de un producto, en relación con las expectativas que tenía del
mismo” (Kotler-Keller, 26). Por ello, a mayor desempeño, mayor satisfacción.
Pero también, podemos decir, a menor expectativa, mayor satisfacción. Por
otro lado, las necesidades son “los requerimientos básicos del ser humano”
(Kotler-Keller, 24), los cuales podríamos relacionar muy de cerca con la famo-
sa pirámide de Maslow que ya hemos analizado anteriormente. Estas nece-
sidades, explican, no han sido creadas por la sociedad sino que formarían
parte esencial del ser humano. Por otro lado, los deseos aparecen cuando
“estas necesidades se dirigen hacia objetos específicos que pueden satis-
facerlas” (Kotler-Keller, 24). Y estos deseos sí vienen “determinados por la
sociedad en la que se vive” (Kotler-Keller, 24). Por último, para que una nece-
sidad transformada en deseo sea demanda, debe haber, además de voluntad
de adquirir, capacidad efectiva de pago. Una vez hechas estas definiciones,
los autores señalan que esta distinción permite aclarar las críticas frecuentes
que se le hacen a la mercadotecnia, en el sentido de que “crea necesidades”

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o “hace que la gente compre cosas que no quiere”. Y añaden más adelante
que “los mercadólogos, junto con una serie de factores sociales, influyen en
los deseos” (Kotler-Keller, 24). Así, por ejemplo, no estarían creando la nece-
sidad de estatus social –la cual sería un requerimiento básico del ser huma-
no– pero tratarían de fomentar la idea de que un producto específico satisfa-
rá esa necesidad.
Resulta interesante, a partir del análisis de estos conceptos, ver cuál es
el paradigma sostenido por dos de los principales representantes de la teoría
del marketing a nivel mundial y que se suele repetir en el ámbito de los estu-
dios de la administración de empresas, el marketing, el comercio, etc., con
respecto al tema que venimos analizando y que relaciona consumo, publicidad,
motivaciones, necesidades, etc. Este paradigma señala que:

1. El marketing no crea necesidades. Esto se desprendería directamente de


la definición de necesidades que en este caso los autores asumen y que
acabamos de citar.
2. El marketing influye, pero junto con otras influencias, en los deseos, es
decir, en las formas de satisfacer esas necesidades –las cuales se da por
descontado que existen y que son esenciales a la naturaleza humana.

Descubrimos en estas proposiciones una concepción del marketing en la que


este cumple un rol relativamente pasivo frente al consumidor –en cuanto a
que no generaría necesidades ya que sólo tendría influencia con respecto a
los deseos, los cuales se corresponderían con necesidades esenciales– y en
donde se encuentra prácticamente desligado de cualquier tipo de manipula-
ción a los potenciales consumidores. Al menos no se explicita que exista la
posibilidad de manipular al consumidor por parte del mercadólogo, como por
ejemplo, que este último pueda relacionar un determinado bien o servicio con
la satisfacción de una necesidad “esencial” aunque dicho bien o servicio no
contribuya realmente a satisfacerla. Y cuando los autores asumen críticas con
respecto al marketing para luego responderlas defendiendo a la mercadotec-
nia de esas acusaciones, lo hacen muy livianamente, tomándolas desde una
profundización prácticamente nula.
A su vez, a lo largo de las casi ochocientas páginas de la obra Dirección
de Marketing, el concepto de responsabilidad social aparece muy poco, casi
nada. Concretamente lo encontramos en dos lugares. Primero, en un aparta-
do de una página de extensión en donde se esboza un planteo referido a la
responsabilidad en cuanto a la publicidad, haciéndose especial hincapié en
las desventajas que acarrea la publicidad que sobrepase los límites de las
normas sociales o legales (Cfr. Kotler-Keller, 563).

Por ejemplo, señalan los autores que “se ha acusado a los anuncios de

xx ropa de Calvin Klein de sobrepasar los límites de la decencia por mostrar


a la raquítica modelo Kate Moss, lo que despertó la ira del grupo Boicott
Anorexic Marketing (Boicot al Marketing de la Anorexia)”.
Por otro lado, destacan ciertos beneficios que han recibido otras empre-
sas por sus publicidades.
Por ejemplo a través de la asociación sin fines de lucro Advertising
Women of New York al recibir premios por publicidades que reflejan
–según esta asociación– una imagen positiva de las mujeres.

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En otros términos, la idea de fondo no del todo explícita parecería ser:


“el respeto de la ley y de las normas sociales es un buen negocio”.

En este mismo sentido se despliega el apartado dedicado más directamente


al tema de la responsabilidad social, ubicado dentro de una de las partes del
último capítulo de la obra. Allí se expresa que las empresas deben ejercer su
responsabilidad social mediante hechos y palabras legales, éticas y sociales,
y se plantea el concepto de “marketing comprometido”, nombre con el cual
se denomina a “toda actividad de marketing que vincula las contribuciones de
la empresa a una causa social con los clientes que, directa o indirectamente,
se comprometen en las transacciones que realiza la empresa para recaudar
fondos” (Kotler-Keller, 709).

Como actividad de “marketing comprometido” paradigmática, los auto-

xx res citan el conocido ejemplo de la campaña de American Express en


1983, en donde donando cinco centavos de dólar por cada transacción
con tarjeta de crédito y un dólar por cada nueva tarjeta emitida, Ameri-
can Express llegó a recaudar 1.7 millones de dólares para restaurar la Esta-
tua de la Libertad. Y allí mismo, inmediatamente, los gurúes del marke-
ting señalan los beneficios económicos de esta campaña: “en el proceso,
las transacciones de American Express aumentaron un 30% y la emisión
de tarjetas aumentó un 15% durante la campaña” (Kotler-Keller, 709).

Concluyendo, cabe aclarar que no es nuestro objetivo analizar aquí la obra


completa de Kotler y Keller, sino que simplemente queremos tomar las ideas
vertidas en esta influyente obra (Dirección de Marketing) como una breve
síntesis del paradigma existente en el mundo empresarial con respecto a la
actividad de la mercadotecnia. Así, hemos visto que en dicho paradigma se
ha incluido la idea de la responsabilidad social de una forma que considera-
mos estrictamente ligada a la búsqueda del mejoramiento de las ganancias
empresariales: es decir, pensamos que el marketing asume la idea de la
responsabilidad social como medio para incrementar la competitividad de la
empresa y para mejorar su posicionamiento y reputación en el mercado y en
la sociedad en general, a los efectos de poder finalmente aumentar la renta-
bilidad. Simplemente presentamos esta idea aquí, en donde relacionamos el
marketing, la responsabilidad social empresaria y la búsqueda de la rentabili-
dad, pero la explicitaremos ampliamente en la unidad 7, la cual dedicaremos
a la responsabilidad de la empresa. Y por otro lado, hemos señalado que
la profundización que se lleva a cabo en las cuestiones éticas es totalmente
menor, mostrándose la intención de aclarar ciertas críticas que la mercado-
tecnia y los mercadólogos reciben, pero llevándose a cabo de una manera
sumamente breve y superficial.

3.

KK Considere el concepto de “banalidad del mal” explicitado por la filósofa


alemana Hanna Arendt y relaciónelo con la tarea del mercadólogo,suponiendo
que esta actividad se limite únicamente a ejercerse en los términos de la
definición de marketing que ha realizado la American Marketing Association.

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6.3.2. Las cuatro P del marketing y la ética


Las actividades de marketing, es decir, las actividades a través de las cuales
la empresa busca conseguir sus objetivos de marketing, suelen resumirse
bajo la idea de la “mezcla de marketing”. En el año 1960, el estadounidense
E. Jerome McCarthy sintetizó la mezcla de marketing en cuatro grupos, a los
que llamó las “cuatro P del marketing”. Estos son:

•• Producto, que incluye las decisiones de políticas de marketing con respec-


to a la variedad, la calidad, el diseño, las características, la marca, el empa-
que, los tamaños, los servicios, las garantías, las devoluciones, etcétera.
•• Plaza, referida a la distribución, incluyendo las decisiones con respecto a
los canales, la cobertura, el surtido, la ubicación, el transporte, entre otras.
•• Precio, que incluye decisiones con respecto a lista de precios, descuentos,
incentivos, periodos de pago, condiciones de crédito, etcétera.
•• Promoción, que se refiere a todo lo relativo a la publicidad, la promoción
de ventas, las ventas personales, el marketing directo, las relaciones públi-
cas y demás.

Aunque otros autores han modificado este esquema en planteos distintos


e incluso más complejos, agregando por ejemplo otras “P” –como las de
Personal, evidencia física (en inglés Physical evidence) y Procesos–, nos ceñire-
mos al esquema ya “clásico” de las cuatro “P” para poder pensar algunos pun-
tos en los cuales podremos identificar distintos conflictos de carácter ético.

El producto y la plaza
Empezando por el producto, podemos decir que suelen realizarse críticas
éticas con respecto a las políticas de calidad y seguridad de los mismos por
parte de la empresa –por ejemplo, por desarrollar productos alimenticios con
muy bajas propiedades nutricionales o incluso productos perjudiciales para la
salud–, y también con respecto a la obsolescencia programada, las garantías,
la relación de las características del producto y el medioambiente, etcétera.
Este punto lo desarrollaremos pero en el contexto del planteo general que
haremos en la última unidad de la carpeta, cuando analicemos el “qué” de lo
que la empresa ofrece.
En cuanto a la plaza, se suelen plantear problemas éticos relacionados a
los acuerdos de exclusividad, al pago de lugares preferenciales en los comer-
cios para la ubicación del producto, etc. Se podría profundizar mucho en este
aspecto, pero por una cuestión de espacio, preferimos centrarnos en las cues-
tiones ligadas a las otras dos “P” restantes (precio y promoción), ya que con-
sideramos que el análisis de las mismas es fundamental.

El precio
Detengámonos ahora en el precio. Este es uno de los puntos más discutidos
desde una perspectiva ética. La política de precios se suele considerar en dos
aspectos fundamentales: en lo ligado específicamente a la competencia con
otras empresas y en lo relacionado más directamente al consumidor de los
bienes o servicios que la empresa produce.
En cuanto a la relación con el resto de los competidores, se suelen criticar
ciertos precios por ser considerados “anticompetitivos”, como por ejemplo los
precios predatorios mediante los cuales se ofrece un producto o servicio a un

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costo muy bajo, buscando expulsar del mercado a los actuales competidores
o intentando crear barreras de ingreso para la competencia potencial. También
suelen ser considerados como anticompetitivos los acuerdos entre empresas
para fijar precios. Buscando corregir estos problemas, se han desarrollado en
todo el mundo las leyes anti trust que pretenden poner límite a dichos com-
portamientos. Sin embargo, es importante señalar que distintos pensadores
relacionados a la Escuela Austríaca de Economía tienen un planteo radicalmen-
te contrario al respecto, en donde se cuestiona severamente la aplicación de
dichas leyes, ya que paradójicamente terminarían generando y beneficiando a
los productores ineficientes y perjudicando así a los consumidores, a quienes
originalmente se pretendía proteger. Es un tema que excede las posibilidades
de nuestra Carpeta, pero que es preciso profundizar para poder analizar este
tipo de cuestionamientos.
Queremos ahora concentrarnos en el otro aspecto, que tiene que ver con la
relación que se establece con el consumidor final de los bienes que la empre-
sa produce. Aquí también existen una serie de puntos que usualmente se dis-
cuten desde una perspectiva ética, entre los cuales elegiremos tres: el precio
en relación con el valor de los bienes, los precios engañosos y los acuerdos
de financiación.
En cuanto al primer punto, se suele preguntar si es ético vender en el mer-
cado un determinado bien por más de lo que este vale en sí mismo. También
suele cuestionarse si es éticamente aceptable vender un producto a un precio
mayor que el que tienen otros que serían más valiosos en sí mismos. Frente
a dicha problemática, que ha sido discutida largamente y cuyo análisis excede
las posibilidades de este escrito, simplemente esbozaremos aquí una respues-
ta posible. Señala el filósofo argentino Gabriel J. Zanotti (1960) que la cuestión
estaría, de ser expresada en los términos en los que la hemos expresado, mal
planteada, ya que “la cosa en sí misma”, es decir, con independencia de su
intercambio en el mercado, puede tener un valor determinado, pero dicho valor
no tendría una relación directa con los precios dado que estos surgirían de las
valoraciones intersubjetivas de las personas en el mercado. En otros térmi-
nos: para este planteo, algo vale en el mercado en función de las valoraciones
subjetivas que realicen los oferentes y los demandantes con respecto a ese
bien. Cuando se realiza el intercambio, se acordaría un precio que dependería
del encuentro de dichas valoraciones subjetivas. Así, en la fijación del precio no
importaría cuán valioso resulte un determinado bien en términos “objetivos”, es
decir, más allá del mercado: el precio surgiría en función de cuál sea la deman-
da y la oferta por parte de las personas. Entonces, en este sentido el precio no
sería lo que podríamos discutir en términos éticos, sino, en todo caso, las valo-
raciones que los consumidores hacen de los productos y, desde el lado de la
oferta, los valores del mundo empresarial, los cuales influyen en qué es lo que
aporta la empresa a la sociedad con el bien que produce o el servicio que brin-
da. Ambas valoraciones sí se manifestarían, luego, en los precios.
Con respecto a los “precios engañosos” podríamos plantear que todos los
consumidores hemos tenido alguna experiencia personal al respecto. Uno de
los casos típicos es el de las “falsas rebajas”. Por ejemplo, a veces se coloca
un precio de venta normal y luego se coloca un precio de descuento buscando
atraer al comprador, presentado el precio con descuento como una verdadera
oferta para el consumidor. Pero en ciertas oportunidades sucede que el pre-
cio de venta normal se mantiene por muy poco tiempo, para luego colocar un
precio de descuento por prácticamente la totalidad de la temporada.

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PARA REFLEXIONAR

¿Es esto ético?... ¿Ha sido el “precio de venta normal” realmente un

PP “precio normal”, regular?... ¿Es realmente el precio denominado “de


descuento” un precio con descuento?... ¿No es el “precio de descuen-
to”, en realidad, el que debería ser llamado “precio normal”?

Algunos estudiosos del tema y algunas legislaciones han considerado que


no existiría propiamente un engaño si el precio normal hubiese estado por
un “período de tiempo razonablemente substancial” o si una “cantidad subs-
tancial de mercadería” se hubiese vendido a ese precio. Esta consideración
quizás pueda ayudar a dilucidar el asunto, pero está claro que no terminaría
con la discusión desde el punto de vista ético ya que la cantidad de tiempo o
mercadería necesarios para ser considerados “razonables” sigue resultando
algo sumamente discutible.

PARA REFLEXIONAR

¿Cuánto tiempo es razonablemente sustancial?... ¿Cuánta mercadería

PP vendida es razonablemente sustancial?... ¿No deberían considerarse


las dos variables en forma conjunta?

En cuanto a la financiación, encontramos otro punto que recibe constantes


críticas desde una perspectiva ética, denunciándose innumerables situaciones
engañosas por parte de ciertas empresas hacia los consumidores. Muchos
planes para poder comprar en cuotas, desde los artículos del supermercado
y las vacaciones hasta los automóviles y las casas, no ofrecen información
concisa y veraz sobre la financiación que se otorga, o si lo hacen, no lo llevan
a cabo de una manera fácil de comprender por parte de los consumidores.
Datos básicos como el precio al contado, el importe a desembolsar inicial-
mente y el monto financiado, la cantidad, periodicidad y monto de los pagos
a realizar, los gastos extras, seguros, etc., la tasa de interés y el sistema de
amortización del capital y cancelación de los intereses, son muchas veces
expuestos de una forma sumamente confusa para el consumidor que no se
encuentre especialmente preparado para este tipo de operaciones, e incluso,
en numerosas ocasiones son directamente omitidos.
Por otro lado, por más de que la información se encuentre expuesta con
claridad: ¿qué porcentaje de consumidores conoce, por ejemplo, qué significa
el costo financiero total? ¿Cuántos consumidores tomadores de préstamos
comprenden qué es el sistema de amortización de cuotas “francés?... El des-
conocimiento de estas variables de radical importancia a la hora de decidir
una financiación suelen dejar a cantidades enormes de consumidores en una
situación de mucha debilidad con respecto a las empresas que financian sus
ventas u otorgan créditos.

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La Promoción
Pasemos ahora a la última de las cuatro “P”: la Promoción. Dentro de esta,
tomaremos especialmente a la actividad ligada a la publicidad, actividad que
podemos definir como “cualquier forma pagada de presentación y promoción
no personal de ideas, bienes o servicios por parte de un promotor identifica-
do” (Kotler-Keller, G7). Circunscribiéndonos a la publicidad de tipo comer-
cial, podemos decir que la actividad publicitaria tiene un doble objetivo: uno
“informativo”, en donde se busca darle información relevante al consumidor
para que este pueda decidir con respecto a los bienes y servicios que prefiere
elegir, y por otro, uno persuasivo. Así, no únicamente se busca dar a conocer
un producto o servicio, sino que, además se pretende tentar al potencial con-
sumidor para que lo compre. Existe sobre este segundo punto –íntimamente
ligado al primero– una amplísima discusión y variedad de planteamientos. Uno
de los planteos básicos, relacionado con la ética de la publicidad, podría ser
enunciado con la siguiente pregunta: ¿es veraz la publicidad?
En el Código de Ética de la Asociación Argentina de Publicidad (AAP) se
explicita que las agencias miembro se comprometen a no producir publicida-
des que incluyan “Declaraciones falsas, exageraciones engañosas o distorsio-
nes de la verdad”. Por otro lado, la Cámara de Comercio Internacional (CCI),
en el artículo 5 de su “Código consolidado en materia de publicidad comercial
y mercadotecnia”, desarrolla explícitamente el tema de la “veracidad” en la
publicidad. Lo citamos textualmente:

CC
Artículo 5 – Veracidad. El mensaje comercial debe de ser veraz y no provocar
confusión. El mensaje comercial no debe contener declaración, aseveración o
presentación visual o de audio que, directamente o por implicación, omisión,
ambigüedad o exageración, sea capaz de provocar confusión en el consumidor,
en particular pero no limitativamente, en relación a: características esenciales
del producto que, por ejemplo, puedan influir en la elección del consumidor, ta-
les como: naturaleza, composición, método y fecha de fabricación, fecha de ca-
ducidad, eficiencia y desempeño, cantidad, origen comercial o geográfico o im-
pacto ambiental; el valor del producto y el precio total pagadero por el
consumidor; los términos de entrega, cambio, devolución, reparación y mante-
nimiento; los términos de garantía; los derechos de autor y propiedad indus-
trial tales como patentes, marcas, diseños y modelos y nombres comerciales;
cumplimiento de normas; reconocimiento o aprobación oficial, reconocimientos
tales como medallas, premios y diplomas; el alcance de los beneficios para
causas caritativas.

Por resultar un artículo claro y nutrido, creemos que huelga realizar demasiadas
explicitaciones sobre el mismo. Sin embargo, aunque puede ser de gran ayuda
como orientador de la actividad, está lejos de agotar el tema. En el siguiente
apartado (Marketing y manipulación) avanzaremos sobre el mismo, que se
encuentra íntimamente relacionado con la problemática de la manipulación en
la publicidad. Antes de ello, queremos señalar que usualmente son tratadas
otras problemáticas éticas referidas a la publicidad, entre las que cabe al
menos nombrar la publicidad para niños, las demostraciones realizadas en
la publicidad, los apoyos y testimonios –ya sea de celebridades, expertos o

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consumidores–, el uso de información y terminología de carácter científico-


técnico, etc. Consideramos que buena parte de los planteos hechos con
relación a estos puntos enumerados también se relacionan directamente
con la problemática de la manipulación en la publicidad, dado que todos
responden a la pregunta: ¿se manipula al consumidor con esa herramienta
publicitaria?... Por ello, avancemos hacia el siguiente apartado, el cual nos
permitirá aclarar estos temas.

Ver el documental Comprar, tirar, comprar (2011, España, Cosima

EE Dannoritzer , duración 74: 49)


<http://www.youtube.com/watch?v=mUaCLzbDgm0>

4.

KK Luego de ver el documental, responda:


a. ¿Qué aspectos de la obsolescencia programada considera éticamente
criticables? ¿Por qué motivos?
b. ¿Qué vía de solución usted plantearía para dicha problemática?

6.3.3. Marketing y manipulación


Para dilucidar con mayor profundidad el problema de la ética en la publicidad
pero también otros de los temas que recién hemos comenzado a desplegar
a partir de las cuatro “P” del marketing, podemos preguntarnos: ¿a quién va
dirigido el producto?, ¿a quién se busca persuadir con la publicidad?, ¿quién
es el que leerá el precio y decidirá en función de la información que este le
transmita? La respuesta es clara: una persona. Por ello, el qué se ofrezca y
cómo se lo ofrezca son decisiones de radical importancia. De estas decisiones
dependerá el respeto o la falta de respeto a la dignidad que consideramos
que la persona tiene.
El respeto a la persona, a su dignidad, comienza con el respeto a su inteli-
gencia y a su voluntad, a su libertad; comienza por no tratar a la persona como
un mero útil, como una cosa. En términos del filósofo Martín Buber y como ya
lo hemos señalado en la primera unidad de esta carpeta, respetar a la perso-
na es establecer una relación “yo-tú” y no una relación “yo-eso”. Una relación
“yo-eso” es la que se tiene con una cosa, la cual puede ser una herramienta
que se usa y que cuando deja de ser útil para quien la usa, se descarta. Pero
nunca una persona puede ser reducida a un mero instrumento, dado que esto
sería tratarla como algo distinto de lo que es, como algo otro de quien es, alie-

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nándola. Ahora nos preguntamos: ¿cómo podríamos pensar el marketing y la


publicidad en términos de esta no instrumentalización del otro?
Podríamos pensarlo, en primer lugar, en términos de que no se procu-
re que el otro haga algo manipulándolo a través de una estrategia oculta. Si
una empresa o un individuo buscase que una persona realizara alguna acción
–por ejemplo, que comprara un bien o un servicio– a través de una estrategia
oculta, entonces estaría manipulando a esa persona, usándola como un mero
instrumento para alcanzar su fin –por ejemplo, mejorar las ventas.
Un filósofo alemán contemporáneo que ya hemos nombrado anteriormente,
Jürgen Habermas, en su obra Teoría de la acción comunicativa explica la distin-
ción que realizó el filósofo inglés J. L. Austin (1911-1960) sobre los “actos del
habla”, y en ese contexto, nos señala que “con los actos perlocucionarios el
hablante busca causar un efecto sobre su oyente. Mediante la ejecución de un
acto de habla causa algo en el mundo” (Habermas, 371). Además, los actos
del habla perlocucionarios pueden buscar causar un efecto a través de una
estrategia oculta, solapada, o a través de una estrategia abierta, explícita. Así,
cuando en la publicidad o en el marketing en general hay un intento de mani-
pulación del consumidor, por ejemplo a través de una publicidad engañosa,
podríamos decir –en términos habermasianos– que existen “actos del habla
perlocucionarios ocultamente estratégicos”. Ahora, si la estrategia del acto
del habla perlocucionario fuese realmente abierta, ya no habría propiamente
un intento de manipulación. En esta idea radicaría el punto esencial para ana-
lizar buena parte de las acciones publicitarias y de mercadotecnia en general.
Podríamos decir que la actividad del marketing claramente criticable desde el
punto de vista ético es aquella que busca manipular, es decir, que pretende
a través de una determinada estrategia oculta utilizar al potencial consumidor
para que este haga algo que el mercadólogo pretende. En general, este algo
pretendido es que la persona adquiera el producto o servicio que la empresa
produce, pero también podría ser procurar que la persona incorpore una cierta
imagen de la empresa que mejore la reputación de la organización, etcétera.

6.4. Consumo, consumismo y sentido


6.4.1. Reducir la vida al consumo
Existen múltiples críticas a la sociedad de consumo contemporánea: se la
considera consumista, materialista, hiperindividualista. Los procesos de
socialización permanente influyen en asociar la vida con las posibilidades de
ingreso, de consumo, de “éxito” económico. Pensemos un instante en los
mensajes de algunas de las publicidades que presentábamos al comenzar
esta unidad: “Vivís en este mundo, necesitás VISA”; “¡Basta del estoy miran-
do!”, “Saquémonos la careta, las marcas importan”, etc. Si bien todas estas
críticas podemos considerarlas ciertas, pensamos que deben ser reconocidos
otros aspectos del consumo que podemos valorar positivamente, como el
hecho de que en la actualidad existe una infinidad de posibilidades –a las
que ha habilitado esta misma sociedad– para el despliegue de las personas,
posibilidades que décadas atrás no eran siquiera imaginadas; pensemos
por ejemplo en las nuevas posibilidades de educación, de salud, de alimen-
tación, etc. De todas formas, incluso reconociendo las ventajas que brinda
la sociedad contemporánea en relación al consumo, se suele denunciar un
problema grave para el hombre: la tendencia a la absolutización del consumo,

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al consumismo, al reduccionismo de la vida del hombre a las actividades de


mero consumo. Trataremos de avanzar un poco en este planteo.

6.4.2. Ser, tener, consumir


¿Tener o ser? es un pequeño libro del psicólogo y filósofo Erich Fromm, en
donde este se explaya sobre lo que denomina “el modo de ser” y “el modo de
tener”. El “modo de tener” está íntimamente relacionado con una orientación
de la propia vida de la persona fundamentalmente hacia las cosas, con una
tendencia a apropiarse de las mismas, a fijarlas en sí y “para” sí. La perso-
na que vive según el “modo de tener”, a lo largo de su vida retiene, guarda
cosas y busca incrementar la cantidad de posesiones, pero no se enriquece
ella misma, sino que al contrario, se empobrece, se aliena, se pierde en lo
que tiene.
Por otro lado, el “modo de ser” tiene que ver con una orientación funda-
mental de la persona hacia las personas –hacia sí misma, hacia los otros–,
en donde las cosas no se desestiman –no hay una renuncia a las mismas, no
hay una intención de no tener nada– sino que estas no constituyen –ni explí-
cita ni implícitamente– el fin fundamental de la persona. En este caso, la per-
sona vive en el “desarrollo” de su propia originalidad, en la explicitación de
sus potencialidades, en el despliegue o desenvolvimiento de su sentido, de
su ser, de lo que es. La persona “camina”, vive y cambia, se enriquece como
persona porque es cada vez más ella misma, se despliega y se amplifica en
ese vivir con otros, hacia otros.

LECTURA OBLIGATORIA

Fromm, E. (2013), “Tener y ser en la experiencia cotidiana” en:

OO ¿Tener o ser?, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 19-29.

PARA REFLEXIONAR

El objetivo de la lectura –¿Tener o ser? de Erich Fromm– es que desde

PP la experiencia de todos los días –las experiencias del aprender, del


recordar, del conversar, del conocer, etc.– se puedan comprender
con mayor claridad estas dos tendencias fundamentales en el modo
de vivir que el autor señala.

Sumemos ecléctica pero no contradictoriamente a este planteo de Fromm,


otras ideas de dos economistas. El húngaro Tibor Scitovsky (1910-2002),
estimulado por la observación de un importante nivel de insatisfacción en las
sociedades con creciente nivel de consumo, reconsideró la idea de bienestar
cuestionando la relación entre este y el consumo. Así planteó la existencia
de ciertos consumos joyless, es decir, que no generan satisfacción o alegría.

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Además –nos lo recuerda Adela Cortina en su obra Por una ética del con-
sumo– Scitovsky diferenció seis categorías de satisfacción de los deseos, de
las cuales una sola es económica y mensurable, la que está ligada al consu-
mo de bienes y servicios conseguidos en el mercado a través de la compra,
mientras que las otras cinco –que no surgen directamente del intercambio
en el mercado y de las cuales una sola es (y solo potencialmente) mensura-
ble– están relacionadas con ciertas actividades que puede realizar la persona
misma, o bien están ligadas con las relaciones interpersonales no pertene-
cientes al intercambio mercantil. Enumerémoslas: existe la satisfacción que
se obtiene con bienes y servicios que no circulan en el mercado –la cual es
la única potencialmente mensurable–, como por ejemplo todo aquello que se
produce en el hogar –las actividades recreativas, la comida casera, etc.–, la
satisfacción en el trabajo, las externalidades, las satisfacciones autosuficien-
tes y la estimulación mutua. Insistimos en esta idea de Scitovsky: sola una
de las seis categorías de satisfacción es económica.
Complementariamente, podemos señalar que el economista norteameri-
cano Richard A. Easterlin (1926) también ha cuestionado la proposición que
afirma que cuanto mayor sea el nivel de ingresos de una población, y por ello
cuanto mayor sea el nivel de consumo, mayor será su nivel de felicidad. En
este sentido se ha divulgado la idea de la “Paradoja de Easterlin”, la cual
expresa, sintéticamente, esa idea.

6.4.3. El consumo no agota el sentido


Liguemos aquí las ideas de Fromm, Scitovsky y Easterling con la descripción
que hemos hecho en la primera unidad de esta carpeta sobre la vivencia
cotidiana de una persona que habita en una ciudad contemporánea. En dicha
descripción, se veía a la persona sumergida en una lógica funcionalista, auto-
rreferencial, economicista. Vimos cómo en ese contexto aparece en algún
momento –en los domingos, en las vacaciones, etc.– la angustia ligada a la
falta de sentido del cotidiano vivir. Esta angustia, esta “insatisfacción” vital
del hombre, busca ser calmada. Una de las formas que se encuentran a la
mano, que es ampliamente sugerida, promovida desde la publicidad –muchas
veces de forma sumamente sutil y ocultamente estratégica– es la del consu-
mo. “Destapa felicidad” anuncia la gaseosa cola más vendida en el mundo.
Por otro lado, todos los pensadores coinciden en la necesidad del consumo
para la vida. Y todos los pensadores coinciden en que el consumo de bienes
y servicios no sacia toda la sed del hombre. Aquí tampoco pretendemos noso-
tros poner en tela de juicio al consumo en sí mismo, ni las ventajas de los
mayores niveles de consumo que poseemos con respecto a nuestros antece-
sores. Lo que pensamos –junto con una larga lista de autores– es que debe-
ría ser profundamente reconsiderado el exceso de consumo, la idolatría al
consumo, que se hace concreta en el reduccionismo de la vida del hombre a
prácticamente sólo sus posibilidades de autoconsumo. El núcleo esencial de
esta posición es bien simple: radica en que el ser humano no es únicamente
un ser para el consumo. El ser humano, es al menos también un ser capaz de
pensar, de crear, de ejercer su libertad, de donar, de donarse. Así, podemos
decir que el sentido resulta más amplio que el consumo.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


195

6.5. Conclusión
Responsabilidad de los consumidores y responsabilidad de las
empresas
Junto con algunos autores que hemos señalado anteriormente, consideramos
que existe una interrelación entre los procesos de consumo, los de marketing
y los de producción, en donde ni el consumo determina a la producción, ni
el marketing y la producción determinan al comportamiento del consumidor.
Por ello, para que esta realidad del reduccionismo de la existencia huma-
na a las actividades de consumo pueda ser modificada, cabe la intervención
tanto de consumidores como de mercadólogos y productores. Por un lado, los
consumidores deberían ejercer, como lo propone la filósofa Adela Cortina, su
ciudadanía económica, su ciudadanía del consumo, su responsabilidad frente
al consumo. Para ejercer esta ciudadanía, entre otras cuestiones, el consu-
midor debe ser autónomo, debe tener la posibilidad de elegir qué consumir. Y
para ello, Cortina señala que es necesario que el consumidor

CC
(…) tome conciencia de sus motivaciones personales, de las creencias sociales
(...) que sepa decodificar una propaganda, que descubra las convicciones asumi-
das desde su primera socialización, que conozca distintos estilos de vida (...) y
que, al hacer sus elecciones de consumo, sea consciente de qué incidencia tie-
nen en su propia vida y en la de los demás seres humanos (Cortina, 281).

Encontramos en la obra de Adela Cortina una propuesta de corte educativo


para promover la libertad del ciudadano, que también implica la libertad para
consumir. La propuesta tiene que ver con el educar para la ciudadanía del
consumo.
Así como los consumidores tienen una responsabilidad con respecto a la
producción y al consumo, la otra parte responsable en este proceso es el sec-
tor empresarial. ¿Qué deberían hacer las empresas?... Esta pregunta la consi-
deraremos con detenimiento posteriormente, en la unidad destinada a la res-
ponsabilidad social de la empresa, pero podemos aquí decir que la empresa
que pretenda contribuir con el bien común, deberá en primer lugar, producir un
bien, y en segundo lugar, ofrecerlo de forma tal de no manipular al consumidor:
el consumidor debería ser tratado como lo que es, una persona que como tal
no puede ser subordinada a la rentabilidad de una firma. La empresa no está
determinada a manipular al consumidor: si bien puede intentar hacerlo porque
las personas que en ella se desempeñan poseen libertad para hacerlo, esto
no resulta necesariamente así. Las empresas, cada empresa, puede también
elegir contribuir con el bien común.

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196

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


197

Ética y responsabilidad de la empresa

Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:

•• Haya reflexionado sobre la relación entre la cuestión legal, la eficiencia y


la responsabilidad empresaria.
•• Sea capaz de distinguir entre los “programas de responsabilidad social
empresaria” y la responsabilidad de la empresa.
•• Haya profundizado en los distintos aspectos que hacen a la acción ética
empresaria.

7.1. Introducción: contexto global y responsabilidad de


la empresas

Hoy en día suele usarse ese término para denotar un deber, algo impuesto desde el exte-
rior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario,
constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser
“responsable” significa estar listo y dispuesto a “responder”
(Erich Fromm).

Globalización, avance exponencial de la ciencia y la técnica, crecientes


desigualdades económicas –tanto intrapaíses como interpaíses–, graves pro-
blemas ecológicos y un indiscutible incremento en el poder de las empresas:
con estas poquísimas pinceladas podríamos esbozar algunos de los cambios
que atraviesan la realidad económicosocial planetaria generando importantes
interrogantes con respecto al rol de las empresas en nuestro mundo.
En ese sentido se han derramado ríos de tinta discutiendo la ya famosísi-
ma “Responsabilidad Social Empresaria” (RSE) –en inglés “Corporate Social
Responsability” (CSR)–. A continuación, intentaremos navegarlos, sin pretender
hacer un relato exhaustivo de la historia de la discusión sino procurando plan-
tear los elementos que consideramos claves para poder pensar la cuestión.
Para ello, en primer lugar tendremos en cuenta que no existe entre los
especialistas en el tema de la RSE una definición ampliamente consensuada
con respecto a qué sea esta responsabilidad. Entonces, mientras vayamos
avanzando en nuestra reflexión, buscaremos dilucidar qué se suele entender
por responsabilidad social de la empresa y qué consideramos nosotros mis-
mos que la responsabilidad de la empresa debe ser en nuestras sociedades.
En segundo término, explicitaremos sucintamente algunos criterios sobre la

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198

forma en la que dicha responsabilidad puede llevarse a cabo en el despliegue


de la acción empresarial contemporánea, relacionando estos criterios con los
desarrollos temáticos que hemos ido planteando a lo largo de esta carpeta.

7.2. Eficiencia y responsabilidad


Hay una discusión de base con respecto al tema de la RSE: el planteo tiene
que ver, primordialmente, con el análisis del sistema económico en el que
consideremos que se inserta la empresa. Si entendemos que esta organiza-
ción se encuentra en una necesaria e ineludible lógica de explotación –a los
trabajadores, a los consumidores, a los proveedores, etc.–, está claro que no
habrá otra opción que considerar a la responsabilidad social empresaria como
un oxímoron, y pensar que la actividad desarrollada bajo ese nombre es sim-
plemente un intento de defender ideológicamente un sistema intrínsecamente
explotador. Así, la RSE sería parte de la ideología, en el sentido marxista del
término –como sistemas rígido, interesado, falseado, que busca enmascarar
la realidad– y permitiría colaborar en el mantenimiento del statu quo. Aquí nos
situaremos dentro de un sistema como el que en la actualidad existe en prác-
ticamente todo el mundo, en donde hay un mercado con cierto grado de inter-
vención estatal –mayor o menor según el país o región que analicemos– y en
el cual –consideramos– no se da necesaria e ineludiblemente una situación de
explotación o alienación de la persona –aunque muchas veces, de hecho, se
dé–, sino, en primer lugar, un intercambio de bienes y servicios entre quienes
los ofrecen y quienes los demandan. Así, la empresa debe economizar recur-
sos según el sistema de precios relativos del mercado en el que existe una
parcial libre competencia. Este uso eficiente de los recursos en la relativa libre
competencia, más que una responsabilidad es una condición necesaria para
poder continuar en dicho mercado: no es algo que la empresa debería hacer
para poder ser considerada responsable, algo por lo que la empresa debería
responder aunque podría no hacerlo si lo decidiese. No es una opción. Y no lo
es porque la empresa no puede no hacerlo si va a permanecer en el mercado,
pues este tiende a expulsar a aquellos agentes económicos ineficientes, no
competitivos. En otras palabras, en un sistema que tienda a acercarse a la
denominada libre competencia, la administración de los recursos es una con-
dición necesaria de la empresa para poder continuar en el mercado a lo largo
del tiempo. Esto será así siempre que la empresa no financie su ineficiencia
productiva a través de privilegios otorgados por el Estado –como monopolios
legales que impidan el libre ingreso a una cierta actividad productiva o comer-
cial, etcétera–. En la medida en que esto sea así, la empresa sí podrá ser
categorizada como ineficiente, pero esta ineficiencia estará teniendo la com-
plicidad del estado. Sin esta interacción estatal, ninguna empresa podría sos-
tenerse a sí misma en el tiempo, ejerciendo una actividad empresarial legal.

7.3. Legalidad y responsabilidad


En un sistema en donde haya orden jurídico, aplicación efectiva de los dere-
chos y obligaciones establecidos, el cumplimiento de la ley tampoco tendría
que ver con lo que podríamos llamar un comportamiento ético por parte de la
empresa. Respetar la ley sería, simplemente, otra condición necesaria para

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199

poder seguir en el mercado. Incumplir la ley tendría como costo el cierre de la


empresa o bien el pago de una multa o algún tipo de sanción económica que,
dentro de un sistema jurídico coherente incrementaría los costos de forma tal
que la haría sumamente ineficiente para el mercado, es decir que convertiría al
negocio en un no-negocio. (Insistimos en que estamos considerando siempre,
como hipótesis, la existencia de un adecuado sistema jurídico, en donde haya
igualdad ante la ley, sanciones adecuadas que efectivamente se apliquen a
quienes no cumplan la ley, etcétera).
De todas formas, podríamos suponer un escenario distinto, más cercano a
la realidad: estados o regiones en donde el sistema jurídico tiene falencias –en
algunas ocasiones falencias que podemos considerar importantes–, en donde
existe la ley pero también existen formas sencillas de evadirla o de modifi-
carla, ya sea por la falta de sanciones reales frente a su incumplimiento, por
elevados niveles de corrupción, etc. En estos contextos, cumplir o no con las
leyes es una opción posible para una empresa, y por ello, aquí sí podríamos
considerar que una organización pueda asumir como parte de su responsabi-
lidad frente a la sociedad el cumplimiento de las leyes que esa misma socie-
dad se ha dictado.
La cuestión se complejiza un poco más si pensamos en la relación entre
ley y ética. En un sentido clásico, consideramos que una conducta depende
para poder ser juzgada éticamente, del objeto, del fin y de las circunstancias.
Si una empresa despliega su actividad respetando la ley, podríamos decir que,
al menos desde el punto de vista de dicha ley humana, el objeto –la actividad
empresarial– es justo y por ello, las ganancias que así obtiene, también lo
son. Pero supongamos la siguiente situación: que una actividad que la empre-
sa desarrolle sea legal y buena desde el punto de vista del objeto: por ejem-
plo, imaginemos que la empresa realice, con una parte de las ganancias que
obtiene por su actividad –legal–, donaciones a un comedor infantil. En este
caso, para poder analizar el carácter ético de la acción, deberíamos conside-
rar también las circunstancias y el fin de la acción. Supongamos que la empre-
sa realiza –con conciencia de sus directivos– actividades que generan tóxicos
altamente perjudiciales para la salud de la población cercana a la planta de
producción, y que sin embargo se mantiene en esta actividad sin inconvenien-
tes legales porque la misma es perfectamente legal dentro del sistema jurídico
del país en donde se encuentra ubicada la planta. E imaginemos que, frente
a una cierta mala reputación que la difusión de esta situación le ha generado
a nivel internacional, la empresa decide colaborar con un comedor infantil cer-
cano a la planta de producción, como medio de mejorar su imagen global y en
última instancia, su rentabilidad. Entonces, analizando con mayor profundidad
esta actividad de la empresa que recién calificábamos como intrínsecamen-
te buena –es decir, desde el punto de vista del objeto, el cual es alimentar a
niños que padecen hambre–, quedaría explicitado que la política de ayuda a
un comedor infantil resulta contradictoria con una conducta ética por parte de
la firma. Así, podemos decir que la actividad empresarial puede ser perfecta-
mente legal aunque éticamente reprochable. Por todo esto, si bien podríamos
considerar que el cumplimiento de la ley es una de las condiciones necesa-
rias para ser empresa –o bien parte de la responsabilidad como empresa–,
el mero cumplimiento de lo que la ley indique no basta para juzgar acabada-
mente la ética empresarial.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


200

LEER CON ATENCIÓN

En estos dos temas recién esbozados –“eficiencia y responsabilidad” y

LL “legalidad y responsabilidad”–, lo que fundamentalmente queremos


señalar es la diferencia que existe entre cumplir con las condiciones para
poder ser empresa en una economía en donde haya relativas condicio-
nes de libre competencia de mercado y orden jurídico, y tomar deci-
siones coherentes con un determinado ideal ético. En otro términos: la
realización de ciertas acciones –respeto de la ley y búsqueda de eficien-
cia competitiva– puede ser una simple condición para poder desarro-
llar una acción empresarial –si la empresa se desempeña en un sistema
de libre competencia y orden jurídico– o bien pueden ser el resultado
de un accionar que implique decisiones coherentes con un cierto ideal
ético tomadas por la empresa –que no sea la mera búsqueda de incre-
mentar las ganancias monetarias–, y que por ello incluya al respeto del
orden jurídico establecido y al mejoramiento en el uso de los recursos
económicos. Así, la eficiencia y la legalidad solo supondrán decisiones
éticas en la medida en que no sean simples condiciones que tenga la
empresa para poder permanecer solo en el mercado.

7.4. Programas de RSE y responsabilidad


Aquí surge una tercera cuestión que ha sido especialmente señalada en la
historia de la discusión sobre la responsabilidad de la empresa y que consiste
en la forma en la que se da el resto de la relación entre la empresa y la comu-
nidad en general. Y a esta relación se han dirigido muchas de las considera-
ciones relativas a la famosa RSE. Según una gran cantidad de planteos que
se fueron desarrollando especialmente desde la década de 1970, la empresa
debería “dar algo a la sociedad”, debería “contribuir con la sociedad”, debería
“devolver a la sociedad un poco de lo que esta le ha brindado”. De esta forma,
la empresa dejaría de ser un ente cuyo objetivo es únicamente incrementar
las ganancias y se transformaría en una entidad ética, que obtiene ganancias
y que, además, se preocupa por la sociedad, compensándola –al menos par-
cialmente– a través de las actividades de RSE.

PARA REFLEXIONAR

Nos detendremos un instante en este punto. ¿No resulta llamativa

PP la cuestión de la RSE como programa adicional a las actividades que


la empresa desarrolla? ¿No debería la empresa, para ser responsable,
serlo en la totalidad de su actividad empresarial? ¿Cómo se puede
evaluar toda la actividad de una empresa en relación a la sociedad y
llamarla “responsable” a partir de solo algunos de sus actos? ¿Cómo
puede hablarse de empresas socialmente responsables solo porque
realicen una actividad cuyo objeto es socialmente beneficioso, cuan-
do dicha actividad es solo una actividad complementaria a la activi-
dad empresarial principal?

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201

Creemos que el objetivo de la RSE planteado como programa “adicional” a los


quehaceres de la empresa tiene distintas posibles causas. En primer lugar,
identificamos a lo largo de los últimos siglos una creciente sospecha sobre
la actividad de la empresa: existe la idea de que la empresa se ha apropiado
injustamente de “riquezas” que pertenecen a la sociedad. Además, dado el
impresionante poder que las empresas han ido acumulando –se considera que
actualmente, 51 de las 100 mayores economías del mundo no son países
sino empresas–, se han incrementado las exigencias para que estas colaboren
intensamente en los distintos y variados problemas que se señalan en los
diversos ámbitos –social, económico, ambiental, etc.– del planeta. Por ello,
podemos decir que existe una cierta presión que explicita una modificación en
el contrato social con respecto a las empresas, en donde la idea de que las
mismas puedan ser meras entidades maximizadoras de beneficios tiene –al
menos– una menor aceptación.
Si pretendemos analizar la primera de las demandas consideradas –la que
acusa a la empresa de haberse apropiado indebidamente de riquezas socia-
les– podríamos identificar dos posibilidades fundamentales:

1. Que esto sea verdad, es decir, que efectivamente la empresa se haya apro-
piado indebidamente de una riqueza social, ya sea porque no produzca un
bien o porque lo haga pero inmoralmente, ilegalmente o ineficientemente
–más adelante profundizaremos en esta distinción–, concentrada en la
maximización de sus ganancias. Como la comunidad de alguna manera
reclama a la empresa otro comportamiento, la RSE sería, en este caso,
una forma de “lavar” socialmente la imagen por esas ganancias obtenidas
injustamente. Así, la firma se adueñaría de un valor simbólico que la posi-
cionaría mejor en términos de reputación social, con lo cual estaría usan-
do nuevamente a la sociedad, ahora engañándola mediante una política de
RSE que funcionaría, finalmente, como estrategia de posicionamiento en el
mercado. Esta apropiación de ganancias a la que aludimos, podría deber-
se a una situación de ventajas obtenidas indebidamente desde el Estado
–por ejemplo, actos de corrupción llevados a cabo mediante la concesión
de monopolios legales o subsidios por tráfico de influencias– o bien a cual-
quier otro tipo de actividad ilegal, o legal pero éticamente cuestionable. En
este caso, las políticas de RSE resultarían una práctica empresarial clara-
mente hipócrita.

2. La otra posibilidad es que sea falso el hecho de que la empresa se haya


apropiado indebidamente de una riqueza social, pero que sin embargo
suceda que por ser esta una idea arraigada en la sociedad –en la ciuda-
danía, en los medios de comunicación, en el estado, etc.– se acuse a la
organización de no ser socialmente responsable hasta tanto no implemente
un programa de RSE. O también puede suceder que simplemente se con-
sidere que las empresas deban cumplir con ciertas actividades que con-
tribuyan con determinadas problemáticas, y que por esta razón se le exija
socialmente la realización de dichos programas de RSE.

Sintetizando estas dos posibilidades que analizamos, podemos decir que
habría aquí un juicio con relación al conjunto de las empresas contempo-
ráneas, que haría que toda empresa –al menos a partir de un determinado
tamaño económico– estuviese exigida a poner en práctica un programa de

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202

RSE –para compensar su supuesta o real falta de ética o porque resulte un


deber que la sociedad le reclama a las empresas. En este caso, la organi-
zación estaría obligada a desarrollar un programa de Responsabilidad Social
Empresaria al solo efecto de poder ejercer su actividad principal, es decir que
las políticas de RSE podrían considerarse un costo más para poder permane-
cer en el mercado, un especie de impuesto social para la empresa.
Encontramos varios problemas en esta situación. En primer lugar, se esta-
ría equiparando desde el punto de vista ético a todas las empresas a través
de los programas de RSE. Así, tanto las empresas que tengan una búsqueda
esencialmente ética como aquellas que utilicen los programas de RSE como
actividad adicional a su actividad principal –al mero efecto de mejorar su ima-
gen– serían juzgadas como iguales desde el punto de vista ético. Incluso,
podría ser peor aún: la empresa con mejores programas de RSE sería juz-
gada como más responsable socialmente... Y además, de esta forma, una
empresa podría llegar a utilizar las políticas de RSE con el objetivo de des-
plazar a sus competidores... En segundo lugar, en el caso de una empresa
que desarrolle éticamente su actividad –explicitaremos en el siguiente punto
a qué nos referimos con esto–, se la estaría obligando socialmente a desti-
nar fondos en actividades que probablemente no realizará con gran eficiencia
porque no se encuentran ligadas a su actividad empresarial principal, siendo
que estos fondos podrían destinarse a la mejora de dicha actividad principal
–que la empresa sí realiza eficiente, legal y éticamente. En otras palabras,
esta exigencia iría en contra de a famosa ley de división del trabajo, la cual
plantea que la división de las actividades según las diversas aptitudes gene-
ra un incremento en la eficiencia.
En contra de las políticas de RSE se han manifestado distintos pensa-
dores. Quizás el más conocido de ellos sea el economista Milton Friedman
(1912-2006), quien en un famoso artículo publicado en el diario New York
Times en 1970, señalaba que la responsabilidad de las empresas es simple-
mente incrementar las ganancias, siempre y cuando se dediquen a la compe-
tencia libre, sin engaño ni fraude.
Por otro lado, en el año 1973, el economista Kenneth J. Arrow (1921)
publicó un artículo intitulado “Responsabilidad social y eficiencia económi-
ca”, en donde encontramos un planteo crítico a las posturas cercanas a la de
Friedman, y se señalan problemas que –según Arrow– surgen si se permite
que las empresas simplemente se dediquen a mejorar sus ganancias legal-
mente, como los de la contaminación, el congestionamiento, la calidad de los
productos, etc. En esta línea, el economista estadounidense entiende que es
necesario modificar la conducta de las organizaciones, generando una institu-
cionalización de la responsabilidad social a través de distintos medios, como
por ejemplo los reglamentos legales, los impuestos y los códigos de ética.
Así, con el despliegue de distintos argumentos, observamos a partir de
esta década de 1970 un amplio desarrollo de ideas que van a ir dándole
forma a los actuales planteos sobre RSE. Durante la década de 1980 y a
partir de la obra de R. E. Freeman, se comienza a desarrollar la teoría de los
stakeholders, donde se plantea una directa responsabilidad de la empresa ya
no solo frente a los stockholders o shareholders (accionistas) sino también
hacia los stakeholders, es decir, hacia sus empleados, consumidores, provee-
dores y hacia la comunidad en general. El desarrollo de la RSE ha sido tam-
bién considerado como una exigencia ética con la que las empresas deben
cumplir, aunque casi siempre estos autores se encargan de aclarar, pocas

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203

líneas más abajo, que dichas acciones mejorarán el valor de mercado de la


empresa, mejorarán el rendimiento del negocio... Otros han considerado a la
RSE directamente como parte necesaria de la estrategia de la empresa para
poder competir exitosamente en los mercados contemporáneos. De esta
forma, podemos decir que encontramos en el apoyo que las políticas de res-
ponsabilidad social han tenido a lo largo de las últimas décadas, una amplia
divergencia en cuanto a los fines que se han propuesto alcanzar: no es direc-
tamente equiparable la intención que tenía Kenneth J. Arrow al argumentar
a favor de que las empresas respondieran por las externalidades negativas
que producen, por ejemplo por la contaminación ambiental que desarrollan a
través de su actividad económica, que defender a las políticas de RSE como
parte de la estrategia corporativa para poder incrementar las ganancias de la
empresa en las actuales condiciones del mercado.

PARA AMPLIAR

Las externalidades son aquellas situaciones en las que los costos o


AA los beneficios de producción o de consumo de algún bien o servi-
cio no solo afectan a quienes deciden producir o consumir, sino que
también lo hacen en terceros pero sin que estos terceros paguen por
dichos efectos –si son valorados positivamente– o sean compensados
por los mismos –si son valorados negativamente–. Estas situaciones,
al quedar fuera del mercado, no modifican el costo de la producción
o el precio del bien consumido.
Cuando los efectos de la producción o del consumo son valorados
negativamente por la sociedad, a estas situaciones se las llama “exter-
nalidades negativas”. Por ejemplo, cuando una empresa contamina el
río de un pueblo y por ello el valor de las propiedades que se encuen-
tran allí situadas disminuye.
Por otro lado, cuando los efectos son valorados positivamente, se
las denomina “externalidades positivas”; por ejemplo, si la empresa
mejora el estado de la ruta de ingreso a un pueblo para poder tener
una mejor circulación, y por ello se incrementa el valor las propieda-
des situadas en el mismo, dado el mejoramiento de la vía de acceso.

En un tercer espacio podríamos ubicar a posturas como la del filósofo Gilles


Lipovestky, quien desde una posición distinta a las dos anteriores, está de
acuerdo en calificar a las políticas ligadas a la ética de la empresa en general
como no puras desde el punto de vista moral, aunque sin embargo reconoce
en las mismas un valor positivo por los beneficios que reportan.

7.5. La acción ética empresarial


Para avanzar en nuestro análisis, a partir de ahora daremos por descontado
el actuar eficiente y legal de la empresa, ya sea que este se dé por exigencias
del mercado y del sistema jurídico, ya sea que se dé por una decisión de la
empresa debido a un compromiso ético que la misma tenga. En otras palabras

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204

y retomando lo ya planteado: o bien la empresa es eficiente y legal porque no


tiene opción para permanecer en el mercado, o bien es eficiente porque busca
ofrecer su producto-servicio al menor costo posible y respetando las leyes de
las sociedades en las que elige emprender. La empresa que no fuera eficien-
te –cargando así a la sociedad con su ineficiencia, permitida, por ejemplo,
debido a un monopolio legal– estaría actuando en contra del bien común, y por
ello, de manera no ética. Por otro lado, si la empresa tuviese la posibilidad de
actuar ilegalmente, manteniendo el negocio o parte de él en la ilegalidad a lo
largo del tiempo y logrando así obtener ventajas que le permitiesen mejorar
sus ganancias, tampoco estaría actuando de forma tal de propiciar el bien
común, por lo que no habría una acción empresarial ética. Podría haber una
excepción, cuya consideración requeriría un tratamiento especial que en este
momento nos excede: que en ciertas circunstancias especiales, la violación
de la ley por parte de la empresa, como último recurso, quede éticamente
justificada.

Hasta aquí hemos considerado la idea de “bien común” sin explicitarla directamente. Pode-
mos decir que el bien común de una sociedad es un fin común por el cual los miembros de
dicha sociedad se relacionan, consituyéndola, Además, aceptando que el hombre necesita
de la sociedad para su desarrollo como hombre, se suele hablar del “bien común debido”
como el conjunto de condiciones sociales que deben dársele a la sociedad y que permitirán
el desarrollo de las potencialidades humanas.

Ahora, dentro del marco de juego que se encuentra delimitado por las leyes
del mercado –más o menos libre– y del orden jurídico, entra propiamente la
otra dimensión ética que en este apartado consideraremos. En concreto: en
este contexto la empresa podría ofrecer cualquier tipo de producto –o servi-
cio– a la sociedad. Este producto/servicio podría ser un bien para la sociedad,
algo que contribuya con generar condiciones que favorezcan el desarrollo del
hombre –por ejemplo, y siendo bien simples en la ejemplificación, un alimento
de buena calidad–, o un producto que afecte negativamente al bien común
–por ejemplo, y supongamos que este producto estuviese legalmente permiti-
do, la producción de ciertos alimentos que resultan perjudiciales para la salud.
Por ello, pudiendo la empresa ofrecer cualquiera de los dos tipos de pro-
ductos, uno beneficioso y el otro perjudicial para la sociedad, el carácter ético
deL accionar estaría dado en primer lugar por el “qué” decide ofrecer. En
este “qué”, no solo se incluye el objeto material –o inmaterial– que ofrezca la
empresa, sino dicho objeto en determinadas circunstancias histórico-sociales
y el fin que se persiga al ofrecerlo.

Por ejemplo, no sería lo mismo producir pegamentos industriales con

xx tolueno en un país en donde esté efectivamente penada y controlada


la venta de estos a menores de edad, que hacerlo en un país en donde
los menores puedan acceder fácilmente a estos productos y utilizarlos
como droga alucinógena –que produce daños neuronales y puede llegar
a causar la muerte si se la combina con otras sustancias como el alcohol.
Por ello, fabricar pegamentos con tolueno dentro de sus componentes
puede ser éticamente reprochable en determinadas circunstancias.

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Una vez elegido un servicio/producto que es considerado –luego de tener en


cuenta lo planteado no solo con respecto al objeto sino también a las circuns-
tancias– un bien para la sociedad, la posibilidad de un accionar ético seguiría
presente aún en la decisión de “cómo” el producto se ofrecerá, es decir, cómo
se llevará a cabo en sus distintas etapas y formas la acción empresarial. En
este punto, y al igual que en la elección del bien que se buscará producir,
entrará en juego el sistema de valores de los miembros de la empresa –y por
ende de los grupos– que participan en el proceso de toma de decisiones que
se da a lo largo de toda la actividad de la firma. Es decir que en estas deci-
siones se pondrán de manifiesto los distintos planteos éticos, los valores y el
sentido vital de las personas que actúen en la empresa, siendo estos los que
definirán, finalmente, las características éticas del accionar organizacional.
Dividiremos la actividad empresarial en dos ámbitos, a los efectos de poder
analizar esto sucintamente:

a) El “afuera” de la empresa:
1. Los consumidores. Una vez que se ha definido qué es lo que la empresa
va a ofrecer –lo cual incluye definir también un público objetivo–, la acti-
vidad fundamental de la relación entre empresa y consumidores esta-
ría dada por la comercialización del producto o servicio. Por más que lo
que se ofrezca sea en sí mismo un “bien” para los individuos, el intento
de manipulación o no a través de la comercialización será determinan-
te para poder plantear la ética de la empresa con respecto a los consu-
midores. Si, como lo señalábamos anteriormente –en la unidad sobre
“Ética, publicidad y consumo”–, el producto se comercializa a través de
“actos del habla perlocucionarios ocultamente estratégicos”, entonces
habría una manipulación del consumidor, una subordinación de la per-
sona del consumidor a la empresa y sus fines. Pero en un sentido total-
mente opuesto, el consumidor podría ser considerado una persona con
una dignidad no subordinable a otros fines y la empresa un medio pues-
to al servicio de las personas, al punto de, por ejemplo, buscar esta
estimular la demanda de bienes que considere valiosos para la socie-
dad y que no tengan una demanda efectiva en el mercado al momento
de iniciar la acción empresarial, es decir, generar un mercado nuevo,
un encuentro de oferentes y demandantes, a través de la generación
de conciencia en los potenciales consumidores de un producto/servi-
cio que es un bien para los mismos. La cuestión aquí no radicaría en
ver cómo hacer para venderle a las personas un producto con el fin de
mejorar la rentabilidad de la firma, sino que habría una inversión en los
términos del planteo empresarial: se buscaría la forma de que los con-
sumidores puedan tomar conciencia y elegir libremente un producto que
el grupo de personas que conforman la empresa considera un bien, e
instrumentar los recursos para poder ofrecerlo con eficiencia, conside-
rando la rentabilidad un medio para ello.
2. Proveedores, acreedores, accionistas, estado. El criterio fundamental
para las relaciones que la empresa pueda establecer con estos grupos
mencionados es el mismo que el que debería tener para con los con-
sumidores. Podríamos profundizar en este sentido, planteando distin-
tos ejemplos particulares –por ejemplo la necesidad de la veracidad en
la información económicofinanciera de los estados contables básicos
y del resto de los informes complementarios que la empresa brinde a

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


206

estos grupos– pero el punto fundamental para el actuar ético con los
mismos es la no reducción del otro a un mero medio para los fines de
la empresa.
3. El medioambiente. El otro punto ligado a “cómo hace la empresa aque-
llo que hace” tiene que ver con la forma de vincularse con el medioam-
biente y el grado de contaminación que esta realiza. Muchas acciones
empresariales contaminantes, aunque puedan ser perfectamente lega-
les en ciertos órdenes jurídicos, han comenzado a ser condenadas
socialmente.

PARA REFLEXIONAR

Por ello, aquí surgen distintas preguntas: ¿hasta dónde puede la

PP empresa cuidar el medioambiente? ¿Qué tipo de modificación del


ecosistema podría ser considerada “ecológicamente responsable”?
¿Qué debería hacer una empresa responsable frente a un proyecto
rentable, legal pero altamente contaminante?

Como ya hemos esbozado en esta Carpeta, el avance de la ciencia y la técnica,


han dado al hombre un poder de modificación de la naturaleza que cambiaron
para siempre su relación con el mundo. El filósofo Hans Jonas (1903-1993) ha
analizado los problemas éticos generados por esta situación y, partiendo del
imperativo categórico kantiano que señala “obra de tal modo que puedas querer
también que tu máxima se convierta en ley universal” ha propuesto una modifi-
cación que lo adecue al nuevo tipo de relaciones del hombre con su medio. Para
ello, lo ha reformulado así: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean
compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”, o
en términos negativos “Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean
destructivos para la futura posibilidad de esa vida”. Pensando en este planteo
de Jonas en el ámbito de la empresa mercantil, debemos recordar que para
poder vender un producto o servicio en el mercado, esta debe lograr que la
sociedad lo demande. Es decir, la empresa no puede obligar a la sociedad a que
demande lo que ella hace, sino que debe ofrecer lo que la sociedad demanda o
bien “convencer” a la sociedad para que esta valore y solicite efectivamente en
el mercado el bien que ella produce. Asimismo, para poder actuar éticamente en
el mercado en relación al medioambiente, no basta con que la empresa proceda
respetando la máxima que Jonas nos plantea.
Al mismo tiempo, para que efectivamente haya mercado, el consumidor
debe estar dispuesto a pagar el incremento que tenga el precio de venta debi-
do a los mayores costos que dicho “cuidado” ecológico agregue. Y el con-
sumidor estaría dispuesto a pagar un mayor precio por un producto en cuya
producción se cuide el medioambiente si cree que esto es cierto, si lo valora
positivamente, si sabe que dicha producción es ecológicamente responsable
y si además de todo lo anterior, tiene capacidad efectiva para demandarlo

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207

–es decir, capacidad adquisitiva para demandarlo efectivamente–. Si no lo


valora o no está informado o bien valorándolo y estando correctamente infor-
mado no es capaz de demandarlo efectivamente, no habrá mercado. Y al no
haber mercado, no habrá posibilidad de sostener dicho proyecto –ecológica-
mente responsable– en el tiempo –al menos como un producto que se auto-
sustente económicamente–.
En el caso que no hubiese demanda para el bien que se produjese cui-
dando el ambiente según la propuesta del filósofo alemán, el empresario que
decida actuar de manera ambientalmente responsable –y por ello socialmen-
te responsable– podría abstenerse de llevar a cabo dicho proyecto, aunque el
mismo fuese legal y rentable, simplemente por considerarlo no ecológico. O
en otros términos, el empresario podría abstenerse de llevar a cabo un pro-
yecto legal y rentable, por considerar que el costo de hacerlo ecológicamente
responsable –es decir, de hacerlo de forma tal que los efectos de la acción
empresarial no sean destructivos para la futura posibilidad de la vida en la
tierra– lo convertirían en un proyecto no rentable, dados los costos que con-
llevaría internalizar las externalidades negativas implicadas.
Todo este planteo lo realizamos considerando los sistemas económico-jurí-
dicos actualmente vigentes en el mundo, es decir, el contexto real –no ideal,
deseable– en el que la empresa desarrolla su acción contemporánea.
En un sistema jurídico en el que se reconocieran otros derechos de pro-
piedad que hicieran que estas externalidades negativas fuesen delitos contra
dichos derechos, el empresario no tendría la posibilidad legal de llevar a cabo
un proyecto valorado negativamente por la sociedad por ser altamente conta-
minante. Por otro lado, distintos autores señalan que un proceso de verdadero
libre mercado es fundamental para un mayor incentivo en el descubrimiento de
bienes sustitutos –cuya producción sea menos contaminante– y también de
fuentes sustitutas de energía menos contaminantes que las actuales.
Mientras se mantengan vigentes los actuales sistemas jurídicos, y en
mucho mayor grado en los de los países económicamente menos desarrolla-
dos, la práctica medioambientalmente responsable que la sociedad demanda
dependerá profundamente de las acciones que las empresas, voluntariamen-
te, decidan llevar a cabo.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Krause, M., Zanotti G., Ravier, A. (2007), “La economía y el medio ambiente” en:
Elementos de Economía Política, La Ley, Buenos Aires, pp. 579-643.

1.

KK Desarrolle una relación entre esta propuesta de Hans Jonas y los plan-
teos sobre la actitud materialista del hombre, esbozados en la unidad 1.

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208

Ver el corto animado Man (2013, Steve Cutts, Inglaterra, duración

EE 3:35)
<http://www.youtube.com/watch?v=WfGMYdalClU>
Cuatro fotogramas del corto

2.

KK Luego de haber visto el corto animado, responda:


a. Según el autor, ¿cómo se ha relacionado el hombre con la naturaleza?
b. ¿Con qué elementos de los señalados en esta unidad podría reflexio-
nar sobre el corto?
c. ¿Qué elementos tomaría, de los señalados en las unidades 1 y 6, para
reflexionar sobre el corto?

b) Hacia dentro de la empresa. Nos referimos aquí a la forma en que las per-
sonas se relacionan en la empresa. Cabe hacer aquí referencia a los temas
desarrollado en las unidades 3, 4 y 5, acentuando especialmente la dis-
tinción entre medios y fines. Muy sintéticamente, para no ser reiterativos,
podemos decir que las personas deben ser consideradas como fines del
accionar de la empresa, no como meros medios, siendo entonces la acti-
vidad en la empresa una parte del camino de realización personal-comu-
nitario de los empleados.

Si bien consideramos que la verdadera responsabilidad de la empresa se rela-


ciona con estos elementos que hemos detallado pensando el “hacia fuera” y
el “hacia dentro” de la empresa, es decir, con qué producto o servicio ofrezca
a la sociedad y cómo lo haga, debido a las exigencias contemporáneas con
respecto a la empresa, puede existir la posibilidad de que, con independencia
de su actuar ético o no-ético y como lo señalábamos en el punto anterior, a
la organización se le exija tener un programa de RSE. Ante esta situación, la
firma que realice su acción eficiente, legal y éticamente, de todas formas podrá
necesitar satisfacer esa demanda social. En este caso, frente a la exigencia
social, la empresa podría cumplir con dicho “requisito” explicitando lo que ya
hace. Es decir, para ella simplemente sería una forma de hacer más público
y notorio el hecho de que se desenvuelve eficientemente, cumple con la ley y
produce un bien para la sociedad, no manipulando a ninguno de los distintos
grupos que se relacionan directa o indirectamente con ella. Creemos que esta
es una posible vía de solución para las empresas que buscan ser éticas y se

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


209

ven insertas en el actual contexto de exigencia de programas de RSE: sencilla-


mente mostrar lo que se hace, una actividad empresarial ética –“hacia fuera”
y “hacia dentro”–. Por ello, en primera instancia, la solución no consistiría en
adicionar un programa de RSE que complemente su actividad principal, sino
explicitar y hacer pública la forma en la que ya se desarrolla –éticamente– su
actividad principal.
Además, la publicidad de las acciones éticas pueden tener un doble valor
social: que nuevos consumidores elijan el bien o servicio en apoyo de esa acti-
vidad empresarial que contribuye con el bien común y por otro lado un carácter
ejemplar para el resto de la sociedad.
Por último, bajo la hipótesis de que la empresa tuviese una cierta deman-
da social que la llevara a tener que volcarse a determinadas actividades con-
sideradas de RSE, la misma podría realizarlas como formas extraordinarias
de aporte a la sociedad –extraordinarias en cuanto a no pertenecientes a su
actividad empresarial principal– pero siempre teniendo en claro sus límites
como organización en este sentido.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Montuschi, L. “Consideraciones respecto de la ética en los negocios, la responsabi-
lidad social empresaria y la filantropía estratégica”. En: Serie: documentos de trabajo.
Buenos Aires. CEMA. 2009. Disponible en: <www.cema.edu.ar/publicaciones/
doc_trabajo.html> [Consulta: 28/4/2014].

7.6. Cuestiones adicionales sobre la actual teoría de la


RSE: stakeholders, balances sociales, códigos de ética
Explicitaremos a continuación, de manera sucinta, distintos elementos rele-
vantes que se han desarrollado en las últimas décadas en relación directa
con la difundida RSE.

7.6.1. Los stakeholders


A partir de la década de 1980 comenzó a difundir más fuertemente una con-
cepción de responsabilidad empresarial no restringida solo a los accionistas
sino ampliada hacia otros grupos o individuos a los que se ha llamado stake-
holders –haciendo un juego con la palabra inglesa stockholders, utilizada para
denominar a los accionistas–.
Uno de los autores más importantes en la difusión de esta idea ha sido R.
E. Freeman, quien en 1984 definió a los stakeholders como “cualquier grupo
o individuo que pueda afectar o ser afectado por la consecución de los objeti-
vos organizacionales”. De esta forma, la empresa tendría una responsabilidad
hacia los stakeholders “internos” –empleados (gerentes, operarios, etc.), pro-
pietarios, etc.– y hacia los stakeholders “externos”–consumidores, proveedo-
res, acreedores, gobierno, medios de comunicación, organizaciones políticas,
agrupaciones de consumidores, comunidad en general, etcétera–.
Para poder profundizar en el análisis de estos grupos se han desarrollado
una gran cantidad y diversidad de elementos. Entre ellos, podemos destacar
las “matrices de análisis de los stakeholders”, con las cuales se busca rela-

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210

cionar distintas características consideradas fundamentales por la empresa.


Por ejemplo, A. B. Carroll ha propuesto una matriz que relaciona cada uno de
los stakeholders identificados con cada uno de los elementos en los que este
mismo autor divide la responsabilidad social de la empresa: la responsabili-
dad económica, la responsabilidad legal, la responsabilidad ética y la respon-
sabilidad discrecional. También se han desarrollado matrices que señalan el
grado de poder e interés de cada stakeholder con respecto a la actividad de la
empresa en general o de cada proyecto que esta desarrolle en particular. A
su vez, un análisis de estos grupos considerados no se limita a comprender
los vínculos directos entre estos y la empresa, sino que incluye las relacio-
nes de los distintos grupos entre sí y las implicancias de estas en el vínculo
con la empresa.
Es claro que esta clase de herramientas podrían ayudar a identificar con
mayor nitidez los grupos o individuos que, de una forma u otra, se ven afec-
tados por la actividad de la empresa, favoreciendo así la posibilidad de desa-
rrollar una actividad empresarial más responsable. En el sentido opuesto,
estos análisis también pueden ser usados con el mero fin de desarrollar una
estrategia que busque incrementar las ganancias de la empresa, sin atender
a ningún otro tipo de cuestión de carácter ético. Por ello, podemos decir que
si bien el análisis de los stakeholders puede ser un medio para viabilizar un
comportamiento de la empresa que se encuentre orientado a las personas y
a las comunidades de personas, su mera implementación no implica necesa-
riamente un aporte en este sentido.

7.6.2. Balances sociales


Una de las prácticas que últimamente se han divulgado entre las empresas es
la de la presentación de “balances sociales” –también denominados, según
los distintos autores u organizaciones, “memorias de sostenibilidad” o “infor-
mes sociales”. Como en tantas otras cuestiones ligadas a la denominada
RSE, no hay un consenso internacional sobre qué son o qué deben incluir
estos balances, pero podríamos decir que en líneas generales se trata de
informes para poder hacer pública información sobre el grado de “respon-
sabilidad social” que la empresa tiene con los distintos stakeholders, gene-
ralmente incluyendo categorías ligadas a aspectos económicos, sociales y
medioambientales.
Una de las instituciones que más ha contribuido en la difusión de estos
informes es la Global Reporting Initiative (GRI), organización sin fines de lucro
fundada por CERES (Coalition for Environmentally Responsible Economies) y
el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en el
año 1997 y que tiene como fin impulsar la elaboración de balances sociales,
produciendo para ello un completo marco donde se proponen principios e indi-
cadores que las empresas pueden usar para medir y publicar su desempeño a
nivel económico, social y medioambiental. La influencia de esta organización
se observa también en la República Argentina, en donde en el año 2012 la
Federación Argentina de Consejos Profesionales de Ciencias Económicas apro-
bó la Resolución Técnica N° 36, la cual explicita normas contables para la con-
formación del denominado “Balance Social”, y la misma Resolución Técnica se
expresa que para la confección de dicho informe, la resolución “se basa en la
Guia para la Elaboración de Memorias de Sostenibilidad del Global Reporting
Initiative (GRI), que es el modelo internacional más reconocido”.

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211

7.6.3. Código de ética empresarial


El código de ética empresarial, también denominado “código de conducta
empresarial”, es un documento redactado por una empresa en el que se
explicitan un conjunto de principios que esta se compromete a seguir. Estos
códigos tienen como antecedente inmediato a los códigos profesionales y
según algunos autores, fue a partir la década de 1970 cuando comenzaron
a aparecer con mayor fuerza. Las causas de su surgimiento han sido varia-
das, pero entre ellas podríamos considerar el hecho de que tomaron estado
público ciertas actuaciones empresariales ilegales o cuestionables, como
determinados “pagos”, falsificación de documentos o de informes contables,
deplorables condiciones laborales en las fábricas de los proveedores, etc., pro-
moviendo todo esto en las empresas la idea de incorporar a la gestión ciertos
elementos que ayudasen a asegurar determinadas conductas en el personal.
Existen distintos tipos de códigos de ética que se pueden encontrar en el
mundo empresarial. Por ejemplo, podemos señalar aquellos que fundamen-
talmente indican, de forma muy general, principios orientadores de la con-
ducta de las personas en la organización. A su vez, están los que además de
esto, explicitan orientaciones más específicas tanto para el actuar dentro de
la empresa como en las relaciones que esta establece con el entorno (provee-
dores, clientes, etc.). Por último, están los que describen en detalle el actuar
esperado en los distintos ámbitos del quehacer empresarial. A su vez, pueden
encontrarse códigos de conducta en los que se encuentran estos tres grados
de análisis, existiendo uno más pormenorizado en las áreas o actividades
que la organización identifica como fundamentales para el buen desempeño
de su actividad.
Además, existe una gran variedad en cuanto al contenido de los códigos,
dependiendo de la actividad de la empresa, el país en el que se encuentre
actuando, etc. Pero a grandes rasgos, puede observarse que los mismos se
suelen referir a cuestiones ligadas a las condiciones laborales, a políticas
anticorrupción, a los efectos medioambientales de la producción y al respe-
to a las leyes vigentes en los mercados en donde la empresa despliega sus
actividades.
Podemos pensar con el autor español Joseph M. Lozano que, si bien no
es necesariamente así, los códigos de ética pueden ser simplemente un ins-
trumento de control y regulación de la actividad empresarial, y no un medio
que favorezca el despliegue ético de la organización. En definitiva, pueden ser
otra forma de mejorar la rentabilidad la empresa, incentivando a los emplea-
dos a través de un discurso ligado a la ética a actuar de una manera favora-
ble a los resultados económicos de la firma, demandando incluso aquellas
acciones que no sean convenientes a la misma. Sin embargo, este autor no
deja de rescatar un posible rol del código de ética como promotor de la ética
en las organizaciones, ya que para que esta se expanda, considera necesaria
“la voluntad de formular reflexivamente las responsabilidades compartidas en
una organización y de expresar públicamente los criterios, los valores y las
finalidades que la identifican” (Lozano:167).

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212

3.

KK Existen diversas propuestas para la elaboración de un código de ética.


Busque en Internet alguna de ellas y detállela. Luego responda:
a. ¿Cómo la criticaría a la luz de las distintas teorías éticas que hemos
señalado en la unidad 2?
b. ¿Qué tipo de código de ética puede surgir a partir de la propuesta de
elaboración que ha analizado?

4.

KK Busque en Internet los códigos de conducta de una empresa estadouni-


dense, una europea y una latinoamericana. ¿Qué diferencias fundamen-
tales puede señalar entre los tres? (Estas diferencias no deben estar nece-
sariamente relacionadas al país de origen de las empresas).

5.

KK Busque en Internet el “Código de ética y conducta empresarial” de la


empresa Watsco Inc. A partir del mismo, responda:
a. Según este código, ¿qué debería hacer una persona que tenga alguna
duda en cuanto a si sus acciones cumplen con todas las leyes?
b. ¿Cuál es la responsabilidad que tienen los empleados de reportar
violaciones al código?
c. ¿Cuál es el criterio que establece con respecto a las situaciones en las
que existe “conflicto de interés”?

Por una cuestión de espacio, no nos detendremos aquí en esta explicitación


de distintos elementos ligados a las difundidas políticas de RSE, pero un
análisis similar podríamos hacer también frente a otros de ellos, como por
ejemplo, frente a la tan divulgada cultura organizacional. En una breve síntesis,
queremos expresar que consideramos que tanto la teoría de los stakeholders
–como señalamiento de todo “otro” con quien la empresa se relaciona–, los
balances sociales, los códigos de ética, la cultura organizacional, etc., pueden
ayudar a viabilizar una ética empresaria y una capacidad de responder mejor
a lo que la sociedad necesita, pero cabe decir que en sí mismos estos son
meros instrumentos que no explicitan ningún tipo de ética y que incluso pue-
den ser utilizados con fines meramente mercantiles. Por ello, insistimos, el
sentido que se le dé a estos elementos, el contenido ético que puedan llegar
a promover, será lo determinante.

6.

KK Averigüe y señale, qué son, qué fin persiguen y qué grado de difusión
mundial han alcanzado cada una de las siguientes instituciones o docu-
mentos que a continuación se enumeran. (Mínimo cinco, máximo diez
líneas por cada una):
• el Libro verde (publicado por la Comisión de las Comunidades
Europeas en 2001)
• el Global Compact, la Caux Round Table
• las Guidelines desarrolladas por la OECD (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos)
• la serie y normas ISO 14000 y la ISO 26000

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213

7.7. Conclusión
Las políticas de RSE pueden llegar a ser parte de la estrategia competitiva de
la empresa, meras formas de mejorar la reputación de la misma y por ello,
su valor de mercado; es decir, pueden resultar, en última instancia y a pesar
de que ciertos discursos pretenden mostrar otra cosa, solo una vía –a veces
encubierta– de intentar mejorar las ganancias de la empresa. Por otro lado,
como hemos visto, algunos autores plantean que estas políticas de RSE son
innecesarias, puesto que la empresa simplemente debe buscar maximizar los
beneficios de sus propietarios respetando la ley.
Nosotros hemos criticado ambas posturas desde una cierta perspectiva
ética que venimos exponiendo porque consideramos que las mismas terminan
por manipular al hombre y a la comunidad, reduciéndolas a meros medios para
la rentabilidad de la empresa. La empresa es una institución social, y como
tal, si bien es económica, no es exclusivamente económica: qué produzca y
cómo lo haga no se definen solamente en términos de eficacia y eficiencia,
el fin y los medios no se definen en meros términos de cálculo económico.
En una sociedad en donde haya libre competencia y orden jurídico, la econo-
mización de los recursos y el respeto de las leyes –lo señalamos una vez más–
se suponen como condición necesaria para ser empresa en el tiempo. Para
poder ofrecer un producto que sea un bien para la sociedad, la empresa debe
ser eficiente. La eficiencia es un medio para lograr responder a las demandas
sociales, para poder contribuir con el bien común, y por ello ser responsable.
En libre mercado, esta eficiencia significa “rentabilidad”. Entonces, para res-
ponder al compromiso social, la empresa debe ser rentable. Pero esta renta-
bilidad es uno de las condiciones necesarias –no suficientes– para lograr ser
responsable. Por ello, responsabilidad y rentabilidad no se convierten entre
sí: la empresa que es rentable no es necesariamente responsable, pues esta
podría plantearse la rentabilidad como mero fin de sus acciones –e incluso
utilizar las políticas de RSE como un medio para ello–.
Cabe agregar que como señalan distintos autores, el incremento de la efi-
ciencia por parte de las empresas tendría distintas consecuencias socialmen-
te deseables. Por un lado, deja libres recursos que podrán ser destinados
a actividades que no están directamente ligadas al sistema de rentabilidad
–como por ejemplo el financiamiento de distintas organizaciones sin fines de
lucro. Además, esta mayor productividad empresarial se ve ligada a la posibi-
lidad del incremento de los salarios reales de todas las personas que partici-
pan en la organización.
Entonces, la empresa debe ser considerada más allá de una mera unidad
de producción para maximizar beneficios. La empresa puede ser una comuni-
dad que busque ofrecer un bien o servicio que satisfaga necesidades socia-
les reales, que intente generar condiciones que permitan el despliegue de las
potencialidades de las personas que integran tanto la empresa como el resto
de la sociedad.
Las decisiones, también en la empresa, las toman las personas o los gru-
pos de personas. Por ello, en última instancia, las decisiones de qué producir
y cómo hacerlo, dependerán de la constitución ética de estas personas. Los
códigos de conducta, los análisis de stakeholders, la realización de informes
sociales, etc, podrán ser, en el mejor de los casos, un orientador, un facilitador
para un despliegue ético de la acción empresarial, pero nunca podrán deter-
minar las decisiones que toman las personas que trabajan en una empresa;

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


214

podrán condicionar las decisiones, y en el mejor de los casos favorecer que


estas estén orientadas al bien común, pero nunca eliminar la libertad de las
personas a la hora de decidir. En definitiva, todos los instrumentos ligados a
la denominada RSE podrán, en una situación optima, explicitar, viabilizar, pro-
mover o incluso cuestionar el convencimiento ético de las personas que se
encuentren en la organización, pero nunca reemplazarlo. Es a este conven-
cimiento original a donde debemos dirigirnos si queremos replantear la ética
en las organizaciones y la responsabilidad social de la empresa. Es por ello
que hemos comenzado el escrito de esta carpeta con un planteo ligado a la
persona, a su vida, al sentido que en ella va sintiendo.
Para poder ser eficiente, legal y productora de un bien sin instrumentaliza-
ción del otro, los emprendedores –ya sean de una nueva empresa o de un
nuevo proyecto o solución dentro de una empresa ya constituida– deberán
emprender llevando a la realidad del mercado una idea que surja de la propia
vocación, de la propia escucha de la vida. La eficiencia que genere una renta-
bilidad será el medio para poder concretar socialmente ese bien ideado. Para
todo esto, el empresario deberá crecer en sus capacidades técnico-empre-
sariales y no solo en sus virtudes “humanas”, encontrándose ambas íntima-
mente relacionadas en la persona del empresario. Los aportes del aristote-
lismo y del personalismo podrán orientar este recorrido empresarial. Además
de las virtudes ya planteadas por el aristotelismo, el personalismo agrega
–entre otras– la idea del don, de la gratuidad, de la trascendencia de sí para
el encuentro con el otro, propuestas fundamentales para el despliegue de las
personas pero que se encuentran prácticamente ausentes en la teoría amplia-
mente difundida de la empresa. Como hemos señalado a lo largo de este escri-
to, el sentido profundo de la propia vida no lo encuentra la persona en la mera
producción y consumo de productos y servicios, en el propio mejoramiento de
sus condiciones materiales. El hombre desea, desde su más profundo interior,
al encuentro con el otro y la entrega de lo que tiene para darse, entrega que
lo rescate de su propio encierro. La empresa también puede ser un ámbito en
donde este encuentro se favorezca.

Ética y ejercicio profesional Carlos Hoevel - Emanuel López Muro


215

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