Etica Digital
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Carlos Hoevel
Emanuel López Muro
Índice de contenidos
Introducción
Unidad
Unidad
Versión digital de la Unidad
Carpeta de trabajo Unidad
Unidad
Unidad
Unidad
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2
Hoevel, Carlos
Ética y ejercicio profesional / Carlos Hoevel y Emanuel López Muro.
- 1a ed. - Bernal: Universidad Virtual de Quilmes, 2014.
E-Book.
ISBN 978-987-3706-11-0
ISBN: 978-987-3706-11-0
Íconos
LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.
PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.
CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.
Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.
AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.
KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.
SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.
EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.
II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.
WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.
OO
Lectura obligatoria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.
RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.
Línea de tiempo. Se utiliza para comprender visualmente una sucesión cro-
nológica de hechos.
4
5
Índice
Los autores............................................................................................ 9
Introducción.......................................................................................... 11
Objetivos del curso................................................................................ 13
2.5. El personalismo............................................................................. 81
2.5.1. Entre el aristotelismo y el kantismo....................................... 81
2.5.2. El personalismo judío y cristiano del siglo XX.......................... 83
2.5.3. Problemas del personalismo................................................. 86
2.6. Conclusión.................................................................................... 90
3. Ética y trabajo.................................................................................. 93
Objetivos.............................................................................................. 93
3.1. Introducción: el valor del trabajo como actividad humana.................. 93
3.2. Trabajo y alienación........................................................................ 96
3.3. Trabajo y tiempo libre .................................................................. 100
3.4. Vocación, profesión y ética........................................................... 102
3.5. Desarrollo de la carrera laboral .................................................... 109
3.6. Conclusión: el trabajo y las diversas posturas éticas ..................... 114
3.6.1 Visión utilitarista del trabajo................................................. 114
3.6.2 Visión marxista del trabajo................................................... 115
3.6.3 Visión kantiana del trabajo................................................... 116
3.6.4 Visión aristotélica del trabajo............................................... 116
3.6.5 Visión personalista del trabajo............................................. 117
Los autores
Introducción
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
1.1.1. Introducción
Existe un famoso y terrible experimento que consiste en colocar una olla llena
de agua al fuego y tirar una rana en su interior. Si la rana es arrojada cuando
el agua ya se encuentra hirviendo, el pequeño animal percibe la diferencia de
temperatura y –por un instinto de supervivencia– salta hacia fuera salvando su
vida. En cambio, si es arrojada cuando el agua está a temperatura ambiente,
la rana permanece dentro de la olla y, mientras el líquido se va calentando, se
adapta, sin alarmarse, al leve pero sostenido aumento de temperatura, hasta
finalmente llegar a hervirse viva.
PARA AMPLIAR
1.
El despertar
Gratuidad y gratitud
Tal como afirma la filósofa mexicana Paulina Rivero Weber (1958), “cotidia-
namente, para el común de los mortales que habitan en una gran ciudad, el
día comienza con una orden (...). No es la naturaleza misma la que nos llama
a emprender la faena del día e incorporarnos a ella. Es la orden proveniente
de una máquina que hemos programado para ello y le llamamos por lo mismo
despertador” (2003: 48). Muchos hemos naturalizado esa forma de comenzar
el día. Lejos nos ha quedado aquel modo de vivir marcado por el ritmo que
imprime la tierra, ritmo en donde la noche implica una pausa obligatoria, un
descanso...
¿Qué ha promovido este cambio? ¿Por qué ciertas actividades que antes
se realizaban solo durante el día, ahora se desarrollan con total autonomía de
su luz y de su calor? Y al revés: ¿por qué las que se realizaban únicamente de
noche, ahora se llevan a cabo con independencia de la quietud, del silencio y
de la oscuridad que siempre habían acompañado a la caída del sol? ¿Qué es
lo que ha hecho que en nuestro tiempo, en nuestras ciudades, se desdibuje
cada vez más la distinción entre actividades diurnas y nocturnas?
En este mismo momento del despertar, podemos explicitar algo más: al
incorporarnos, en un nuevo día, “no nos sentimos agradecidos por ser capa-
ces de volver a escuchar las voces amadas o por sentir el placer del propio
cuerpo desperezándose” (Rivero Weber, 2003: 48). ¿Por qué nuestro comen-
zar el día es asumido de esta manera? ¿Damos por descontado el despertar?
¿Nos detenemos en algún momento frente a la idea de que si bien hemos
despertado, podría no haber sido así e incluso, en algún momento y lugar, no
sabemos cuándo ni dónde, iniciaremos nuestro último nuevo día?
Pensemos en una persona que sí se detiene a reflexionar en esto, que pien-
sa en que ha despertado, en que está viva, y en que, en última instancia, no ha
dependido de ella misma el haber podido despertar, como tampoco depende
ahora el estar con vida en esa nueva mañana que comienza; es decir, imagi-
nemos que una persona toma conciencia de que en última instancia, no con-
trola su propia vida, que aunque controle ciertas cuestiones de su vida, todas
ellas suponen el estar vivo, lo cual no ha dependido de ella, ni dependerá, ya
que no podrá impedir que en algún momento deje de vivir; por lo tanto “su”
vida se le aparece como una especie de donación, algo que le es dado sin con-
traprestación posible, algo que no ha podido ni puede hacer por sí misma, ni
tampoco pagar: solo recibir. En definitiva, ese despertar se le presenta como
un presente y como todo presente, como todo regalo, tiene un carácter de gra-
tuidad. El despertar, el estar vivo, se le aparece como algo gratuito. Y la res-
puesta frente a lo gratuito, suele ser el agradecimiento, la gratitud.
Debemos estas ideas a Hugo Pero, ¿por qué, como decíamos antes, no nos sentimos agradecidos frente
Mujica y a su texto “La humana a un nuevo día? Esta no gratitud parece ser el despliegue necesario de lo
gratitud”. Profundizaremos más
que hemos sugerido: la vida no es vivida como algo gratuito, como lo que
adelante este tema.
es pudiendo no haber sido, como un mero recibimiento. Y a su vez, y quizás
por esa misma razón, en nuestro mundo contemporáneo, como indica Rivero
Weber, “no existe nadie ni nada a quien darle las gracias” (2003: 48).
Huelga aclarar que las ideas aquí presentadas son discutibles y discutidas.
Simplemente podemos decir que existe un destacado grupo de pensadores
–entre los que hemos elegido a Charles Taylor para desarrollar este aparta-
do– que, aún difiriendo en las perspectivas de análisis y en sus valoraciones
con respecto a la cultura contemporánea, confluyen en este señalamiento del
hombre moderno como un hombre caracterizado, si se lo compara con otras
épocas, por un relativo mayor “ensimismamiento”, “narcisismo”, “autorefe-
rencialidad” o “individualismo” (tomando solo algunos de los nombres con los
que estos pensadores, con diferencias de matiz pero convergencia de sentido,
indican este modo de ser del hombre en el mundo).
LECTURA OBLIGATORIA
Mujica, H. (2004), “La nueva era del viejo yo” en: La ética del com-
LECTURA RECOMENDADA
RR
Taylor, C. (1994), La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona, pp. 39-47.
Ver el cortometraje L’ egoïste (El egoísta, 1996, Francia, Jean Loup Felicioli,
2.
El desayunar
Olvido de la pregunta por el origen y materialismo
Somos plantas –nos guste o no admitirlo– que deben salir con las raíces de la
tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.
Citado por Martín Heidegger en
La serenidad (1994), Serbal, (Johann Peter Hebel)
Barcelona.
3.
CC
–Buenos días– dijo el principito.
–Buenos días– dijo el vendedor.
Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calman la sed.
Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber.
–¿Por qué vendes eso?– dijo el principito.
Es una gran economía de tiempo– dijo el vendedor.
Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por
semana.
–¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
–Se hace lo que se quiere...
CC
Los medios se transforman en fines. El reloj, que surgió para ayudar al hom-
bre, se ha convertido hoy en un instrumento para torturarlo. Antes, cuando se
sentía hambre se echaba una mirada al reloj para ver qué hora era; ahora se lo
consulta para saber si tenemos hambre (Sábato, 1951: 28).
Hay otra cuestión más en el desayunar que queremos señalar: muchas veces
lo hacemos según el reloj. Es decir, lo hacemos cuando lo indica el reloj, por-
que lo indica el reloj, en el plazo de tiempo en el que lo indica el reloj y mirando,
con un mirar automatizado y calculador, el omnipresente reloj. Está pautado
el momento para desayunar y el plazo para hacerlo es breve. ¿“Pautado” por
qué?... ¿“Breve” por qué?...
Si tomamos cierta distancia de nuestra actividad citadina cotidiana, pode-
mos percibir en esta un cierto automatismo, un determinado aceleramiento.
Este actuar urbano, veloz, asertivo, tiene características propias de lo maqui-
nal. Podemos decir que encontramos algo propio del ritmo industrial, del tiem-
po que rige la producción industrial, inserto en nuestro contemporáneo vivir,
modificando el ritmo vital.
Detengámonos un momento en la descripción que hacíamos al inicio
(apartado 1.1.2), que consideramos representativa de la forma de vivir de,
al menos, una porción importante de la población urbana contemporánea.
Veremos que hay una búsqueda permanente de optimización del tiempo, un
constante intento de ser rápidos, que se explicita a través de distintas accio-
nes: sacar “cuentas del tiempo que queda”, “mirar el reloj y calcular que se
llegará tarde”, “mirar la agenda”, “Aprovechar el tiempo del viaje para pensar
en los trámites que se deben hacer durante el día. Pensar que son muchos.
Subrayamos especialmente este
Pensar en la mejor estrategia para hacerlos”, etc. Esta búsqueda de eficiencia,
adjetivo con el que solemos califi-
que implica a la velocidad como indicador específico de la eficiencia en el uso car al tiempo. Más adelante discu-
del recurso tiempo, pareciera estar ya profundamente incorporada en muchos tiremos esta usual distinción entre
de nuestros hábitos ciudadanos. Y se encuentra arraigada en nosotros a tal “tiempo libre” y “tiempo no libre”.
punto que, incluso en el tiempo “libre”, en el tiempo sin prisa obligada de los
domingos, de los feriados y de las vacaciones, podemos también percibir en
una gran cantidad de personas una actitud vital acelerada, un carácter acele-
rado e impaciente frente a cualquier demora relativa, producto del hábito de
la velocidad que han incorporado durante los días, las semanas, los años...
La economización de la vida
Existen distintas causas que han contribuido a generar esta aceleración. Entre
ellas, queremos señalar especialmente una, por poseer una de las raíces más
profundas: la propagación –a lo largo de todos los ámbitos de la vida– de los
valores económicos como los valores fundamentales, siendo la búsqueda de
la ganancia un norte que orienta a nuestra cultura. Esta economización de
la vida se explicita –también– a través de la introducción de la eficiencia en
el uso del tiempo como uno de los valores fundamentales de nuestro vivir,
donde la velocidad permite reducir costos, mejorar los ingresos, colaborar en
la maximización de los resultados monetarios.
La ganancia tiempo
El hombre busca permanentemente ser más eficiente para llegar antes, para
obtener tiempo, pero paradójicamente, cuando posee esa ganancia no sabe qué
hacer con ella. Y entonces, cuando el hombre moderno sale del ritmo vertiginoso
del correr y puede disponer del “tiempo libre” –tan laboriosamente obtenido–,
termina inserto en la misma lógica en la que transcurren el resto de sus días: o
bien busca ganar aún más tiempo, tratando de continuar en ese aprovechamien-
to que le permitirá incrementar su “tiempo libre acumulado”, o simplemente se
dirige –corriendo– a gastar ese “capital” de tiempo que ha logrado durante el
“tiempo no libre”, como forma compensatoria del esfuerzo realizado.
Círculo de velocidad
(...) una mujer que corre
con su vestido
en llamas
creyendo huir del incendio
(Mujica).
LECTURA RECOMENDADA
RR
Heidegger, M. (1994), La serenidad, Serbal, Barcelona.
4.
La agenda
Luego de haber considerado especialmente el despertar y el desayunar, conti-
nuaremos con este análisis a partir de un tercer elemento: la agenda personal
del hombre contemporáneo.
Planificación y control
Ligada a esta misma idea de ser más eficientes en el empleo del tiempo –que
señalábamos recién al analizar nuestro diario vivir a partir del desayunar–,
aparece la idea de la administración de los recursos en general: cuanto mejor
se administren los recursos, más eficiente se será. Una de las actividades
clave de la administración –entendida en términos clásicos– es la planifica-
ción, actividad en la que se busca disponer los recursos en el tiempo para
alcanzar un objetivo determinado. Una planificación de mayor calidad permite
un mayor control de las variables relevantes, un incremento en la eficiencia y
en la eficacia en la administración.
Prórroga y olvido
es primero relegado y después olvidado; relegado entre las cosas por hacer:
las nunca hechas (…) postergado hasta tanto se tenga tiempo, mientras, el
tiempo tiene al hombre, el tiempo que le va restando su vida
(Mujica).
Ver el cortometraje The Lost Thing (La cosa perdida). (2010, Shaun Tan
5.
La imagen del reloj que ordena la vida, marcando los ritmos y tiempos de
nuestro quehacer desde la mañana hasta la noche e incluso durante el sueño,
es omnipresente en nuestra cultura. Hemos diseñado toda clase de relojes:
solares, de arena, de agua, mecánicos, eléctricos y digitales. Están en cada
lugar: en casa, en la plaza, en la escuela, en el hospital, en la fábrica, en la
oficina, en el auto, en la calle, alrededor de nuestra muñeca y ahora incluso
en nuestras manos que sostienen casi todo el tiempo los teléfonos celulares.
La preocupación por ordenar el tiempo a través de una métrica clara, homo-
génea y sobre todo cuantificable, tiene su origen en los inicios mismos de la
civilización. Surge de una de las necesidades más básicas y primarias del
hombre que es la de reproducir un cierto orden rítmico que descubre en la
naturaleza, con el fin de ordenar su propia vida y sacarle el mayor provecho.
La omnipresencia de los relojes nos hace pensar en nuestra necesidad
de orden. La necesidad de responder a los horarios nos recuerda también la
precariedad, la frágil artificialidad y, en ocasiones, la violencia y antinaturali-
dad de todo orden humano. En comparación a este, el orden que vemos en la
naturaleza nos parece infinitamente más sólido, espontáneo y fluido. Aunque
la naturaleza se nos presenta muchas veces como un orden brutal o violento,
vemos cómo todo finalmente converge en ella hacia una cierta unidad, una
seguridad y, por momentos, una armonía inimitables para los seres humanos.
Si bien la ordenación del tiempo y –por consiguiente– de la vida existió de
una u otra forma siempre en todas las civilizaciones, esta se convierte en la
marca distintiva de la civilización moderna. De hecho, en la modernidad la
ordenación artificial del tiempo va reemplazando a la ordenación natural. En
tanto en las sociedades tradicionales, el tiempo se ordena de acuerdo a los
ciclos de la naturaleza, externa e interna, en la sociedad moderna esos ciclos
van siendo dejados de lado para ser reemplazados por los ritmos marcados
especialmente por las máquinas y artefactos producidos por la civilización
tecnoindustrial. En efecto, no solo los relojes marcan y en cierto modo cons-
truyen nuestro tiempo. Si pensamos simplemente en la cotidianeidad ciuda-
dana que describíamos al principio, podemos experimentar en carne propia
el modo en que nuestro entorno cada vez más urbanizado, racionalizado y
atravesado por la tecnología ha transformado nuestra vida constituyendo una
forma de organización del tiempo que nos aleja progresivamente del tiempo
del mundo natural.
CC
No estuvimos juntos más que dos meses, pero fueron los dos meses más ple-
nos que yo haya conocido en esta vida. No los cambiaría por nada en el mundo.
Nada más que dos meses, pero yo creo que te había conocido, que somos cono-
cidos desde hace mucho más tiempo –¿mil, dos mil años? (Mailer, 1995: 456).
CC
Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese
tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimien-
tos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera
de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complica-
da, lleno de cosas y vueltas atrás (Sábato, 1948: 111).
CC
Por lo demás en un parque siempre es realmente domingo, pues la atmósfera es
siempre un poquitín melancólica, y lo melancólico evoca vivamente el hogar; en
realidad domingos solo hemos tenido en casa, donde fuimos niños. Los domin-
gos tienen algo indefiniblemente paterno-infantil (Walser, 2003: 180).
La ordenación artificial del tiempo no nos hace olvidar solamente del tiempo y
de los ritmos de la naturaleza física externa, sino también de nuestro propio
tiempo humano. En el correr desde la mañana a la noche que señalábamos
al comienzo, el ritmo viene dictado por el reloj y por todos los sucedáneos
que colaboran para construir la red de contención de nuestra agenda, la cual
ordena la vida cotidiana pero, a su vez, la encierra y acelera en un frenesí y
una agitación tales que ya no sabemos a dónde nos lleva.
Lo primero que se hace evidente es la pérdida de la percepción del ritmo
del cuerpo, que gobierna los ciclos internos de nuestro organismo de manera
análoga a los ritmos que vemos –cuando logramos salir de la ciudad– en el
ritmo de la vida de los animales o de la naturaleza en general. Solo la moles-
tia física, el dolor o la enfermedad nos hacen recordar –al modo de un “des-
pertador” ya no mecánico sino humano– la existencia de un tiempo corporal
que subyace bajo el tiempo mecánico que le imponemos al cuerpo.
Además del tiempo físico, el tiempo humano incluye también el tiempo psi-
cológico, el tiempo de nuestra interioridad, el tiempo afectivo, el tiempo de
nuestras percepciones, el tiempo de nuestro corazón. Ese tiempo es quizás
todavía más difícil de reconocer porque no siempre se manifiesta físicamente
o lo hace por esa vía solo cuando el ritmo externo que imponemos a nuestra
vida llega al límite de lo intolerable. El tiempo interno se expresa más bien
en un lenguaje silencioso: frecuentemente en el lenguaje de los sentimien-
tos reprimidos, de las voces interiores no escuchadas, de las corazonadas no
seguidas. Sin embargo, el tiempo interno en general, también se presenta,
indirectamente, a través de las contradicciones y conflictos que experimenta-
mos tanto en relación con las cosas, con nosotros mismos o con los demás,
y que nos hacen sentir la imposibilidad de dominio no solo ya sobre nuestro
cuerpo, al que pretendemos ordenarle constantemente acciones que lo fuer-
zan a responder, sino también sobre el ritmo de nuestra interioridad, tanto
de la propia como de la de los demás, al cual pretendemos apurar, retrasar,
detener, manipular.
6.
PARA REFLEXIONAR
CC
En el campo, una unidad de tiempo pequeña, un día, por ejemplo, repleto de
continuas torturas y de fatiga, parecía no tener fin, mientras que una unidad de
tiempo mayor, quizás una semana, parecía transcurrir con mucha rapidez. Mis
camaradas concordaron conmigo cuando dije que en el campo el día duraba
más que la semana (Frankl, 1979: 76).
CC
Y durante muchos días, cuando la costumbre de mis días de libertad me ha he-
cho ir a mirar la hora en el reloj de pulsera he visto irónicamente mi nombre nue-
vo, el número punteado en signos azulosos bajo la epidermis (Levi, 2001: 14).
CC
Para los hombres vivos, las unidades de tiempo tienen siempre un valor, tanto
mayor cuanto más grandes son los recursos interiores de quien las recorre; pe-
ro para nosotros, horas, días, y meses retrocedían tórpidos del futuro al pasa-
do, siempre demasiado lentos, materia vil y superflua de la que tratábamos de
deshacernos lo más pronto posible. Concluido el tiempo en que los días se su-
cedían vivaces, preciosos e irreparables, el futuro estaba ante nosotros gris e
inarticulado, como una barrera invencible. Para nosotros, la historia estaba pa-
rada (Levi, 2001: 70).
7.
Texto 1
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infier-
no florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamen-
te el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque
es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente
ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.
Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un
nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es
tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito
desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle
cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo
un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitri-
nas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico.
Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga
al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj
con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te
ofrecen para el cumpleaños del reloj”.
Cortázar, J. (1995), Historias de Cronopios y de Famas, Alfaguara, Buenos
Aires, p. 13.
Texto 2
“La velocidad de nuestra comunicaciones ha valorizado hasta las fraccio-
nes de minuto y ha convertido al hombre en un enloquecido muñeco
que depende de la marcha del segundero. Los teóricos del maquinismo
sostuvieron que la máquina, al liberar al hombre de las tareas manuales,
dejaría más tiempo libre para las actividades del espíritu. En la práctica
las cosas resultaron al revés y cada día disponemos de menos tiempo. Los
patronos, o el Estado Patrono, buscaron la forma de aumentar el ren-
dimiento mediante la densificación de la labor humana: cada segundo,
cada movimiento del operario, fue aprovechado al máximo, y el hombre
quedó finalmente convertido en un engranaje más de la gran maquina-
ria. No nos engañemos sobre la posibilidad de escapar a este destino,
mientras subsista la mentalidad maquinista. Si en muchas regiones no
se llegó aún a estos extremos es, simplemente, porque no hubo el tiem-
po suficiente. Este es el caso de la India, la China y algunos países de
Sud América, en que el tiempo sigue corriendo “naturalmente”, porque
esa mentalidad no ha llegado a dominar todavía en forma total. Aquí
mismo en nuestra campaña, en algunas provincias andinas o serranas,
impera aún ese sentido feudal del tiempo y del ocio, en que los hombres
se rigen por el ritmo natural de los astros y estaciones: y somos desgana-
dos y criollos en el espejo y el mate compartido mide horas vanas, dice
Borges. Yo mismo todavía recuerdo lo que era la pampa de mi niñez, la
diferencia entre nosotros los europeos y los “hijos del país”, para quie-
nes el tiempo no existía sino para “matarlo”, para vivir tranquilo y des-
preocupado, para maldecirnos a los gringos que habíamos venido con
nuestras fábricas y relojes. Pero todo esto son restos menguantes de
una época condenada. Los versos de Borges son más la expresión de
su romántica añoranza que de su realidad, porque él mismo vive en la
enloquecida Buenos Aires y toma té. En nuestras grandes ciudades des-
apareció ya esa sensación del tiempo cósmico”.
CC
Angustia, repugnancia, miedo, suscitó la multitud metropolitana en los prime-
ros que la miraron a los ojos. [. . .] Moverse a través del tránsito significa para
el individuo una serie de shocks y de colisiones. En los puntos de cruce peli-
grosos, lo recorren en rápida sucesión contracciones iguales a los golpes de
una batería. Baudelaire habla del hombre que se sumerge en la multitud como
en un reservoir de energía eléctrica. Y lo define enseguida, describiendo la ex-
periencia del shock como “un calidoscopio dotado de conciencia”. Si los tran-
seúntes de Poe lanzan aún miradas sin motivo en todas direcciones, los de
hoy deben hacerlo forzosamente para tender a las señales del tránsito. La téc-
nica sometía así al sistema sensorial del hombre a un complejo training
(Benjamin, 1972: 107).
Los no-lugares
CC
Uno de los reproches que se le hacen con frecuencia a las ciudades nuevas,
surgidas de proyectos de urbanización a la vez tecnicistas y voluntaristas, es el
de no ofrecer el equivalente de esos lugares animados producidos por una his-
toria más antigua y más lenta, donde los itinerarios individuales se cruzan y se
mezclan, donde se intercambian palabras y se olvida por un instante la sole-
dad: el atrio de la iglesia, la puerta del ayuntamiento, el mostrador del café, la
puerta de la panadería (Augé, 2000: 71).
Marc Augé popularizó la expresión “no-lugar” para referirse a los espacios tan
carentes de puntos de referencia reales que no constituyen lugares en el sentido
estricto de la palabra. Los ejemplos más clásicos son los grandes centros de
compras, las autopistas y los aeropuertos, diseñados en todo el mundo siguiendo
los mismos estándares homogéneos de acuerdo a requerimientos funcionales
predeterminados. En tanto los pequeños negocios de antaño, o incluso ciertos
centros comerciales tradicionales, todavía conservaban rasgos de identidad par-
ticular que los ligaban a un cierto ramo o a una ciudad concreta, al ingresar en un
shopping actual uno experimenta la sensación de estar en cualquier lugar o en
ninguno. Ciertamente el shopping intenta reproducir los rasgos de las ciudades,
calles y negocios de los que se ha separado hace tiempo, con el fin de despertar
resonancias específicas de lugares, cosas e historias, que todavía están vivas en
el inconsciente de los clientes. Sin embargo, el intento de reproducir artificialmen-
te la experiencia de la antigua espacialidad urbana, asociada a lugares concretos,
resulta cada vez un fracaso completo. Pero el fracaso no es ciertamente comer-
cial. En la medida en que el espacio humano se esfuma en el cartón pintado de
los negocios que dentro del shopping imitan horriblemente las fachadas típicas,
va desapareciendo también cualquier resistencia a la compulsión compradora o
simplemente “deambuladora” de los clientes. De hecho, cada fin de semana,
millones de personas en todo el mundo abandonan los espacios más naturales
de los barrios, calles y plazas, y se zambullen, con el afán de ser succionados, en
el espacio carente de espíritu de los grandes centros comerciales.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Augé, M. (2000), Los “no lugares” espacios del anonimato. Una antropología de la Sobre-
modernidad, Gedisa, Buenos Aires.
Eso que acontece nos llega a atravesar, nos conmueve, nos hace sentir
más profundamente, y lo sentido se abre en nosotros en una pregunta; lo
sentido, cuando penetra y conmociona, nos abre de una manera intensa, nos
coloca frente a algo esencial que aún no habíamos pensado o que ya había-
mos olvidado, llegando a veces a movilizar todas las preguntas y todas las
respuestas que hasta ese momento habíamos esbozado. Esto que aconte-
ce nos coloca, al menos por un breve instante, fuera de la rutina diaria, nos
hace preguntarnos en un sentido más hondo: ¿cuál es el sentido por el que
actuamos? ¿Cuál es el sentido de la vida más allá de las formas culturales
en las que se despliega en nuestra época? ¿Cuál es el sentido de nuestra
propia vida personal?
Pero: ¿qué es lo que acontece y nos conmueve?
Como lo señalábamos anteriormente, cada mañana un despertador nos
sacude en nuestra cama, nos saca del sueño, nos impulsa a seguir con la
actividad. El dispositivo nos enciende, nos dispone a funcionar, a continuar
funcionando. Pero no es a este aparato –ni a este tipo de despertar– a los
que nos queremos referir ahora. En cambio, queremos señalar un aconteci-
miento que nos sustrae de esa lógica del funcionamiento en la que el reloj
despertador colabora en insertarnos. Lo que acontece nos quita de la inercia
en la que estábamos incorporados, haciéndonos ver que existen o que pue-
den existir, otros caminos, otras preguntas, otros sentidos, otros horizontes.
Nos referimos a algo que aparece llamándonos, haciéndonos sentir lo olvida-
do, o lo nunca sentido.
CC
Toda situación límite se fundamenta en el derrumbe de los límites: es su
desfundamentarse.
O, ya en su radicalidad, el derrumbe del fundamento sobre el que todo límite,
todo muro, ancla.
(...)
1.2.5. La muerte
En un día de lluvia, un hombre va manejando su auto por el centro de la ciu-
dad. De pronto, pisa el freno para detenerse frente al semáforo en rojo y las
ruedas se bloquean. Una mujer se encuentra comenzando a cruzar la calle
por la senda peatonal. El vehículo se desliza resbalando sobre el pavimento.
No queriéndolo, el hombre ha perdido el control del automóvil... La secuencia
imaginada nos muestra el momento en el que se manifiesta un claro instante
de imposibilidad de poder, una explicitación del límite humano.
La muerte o su cercanía, es una de las situaciones que nos enfrentan con
el límite. La muerte nos dice finitud. Nos señala la propia imposibilidad, la
finitud de nuestro poder. Rompe con la idea de control de nuestro diario vivir,
con los límites a las posibilidades de planificar, con los límites de las posibi-
lidades de prorrogar.
La conciencia de muerte nos da conciencia de vida. La muerte permite
ver la vida. Nos enseña que vivir es vivir hasta un límite. Y que el límite de la
vida es el límite a la infinitud de posibilidades de nuestro vivir. Y además, nos
hace saber que en algún momento, en algún lugar, se dará la última posibili-
dad de las posibilidades de nuestro vivir. Pero además, experimentamos que
dentro de esta finitud de nuestro vivir, no controlamos nuestro estar con vida.
Así como no nos la hemos dado sino que la hemos recibido como se recibe
lo absolutamente inesperado, no la podremos retener. En algún momento
dejaremos de tener todo lo que tenemos: incluso, dejaremos de tener vida, o
–quizás– mejor expresado, dejaremos de vivir, dejaremos de estar participado
en la vida, vida que no teníamos antes de vivir, vida que nunca tenemos sino
que la recibimos en cada instante nuevo que vivimos, vida que no depende de
nosotros y que en el instante en que nos deje la llamaremos muerte.
La conciencia de vida –su carácter de finitud– nos enfrenta a una ineluc-
table decisión: ¿cómo he de vivir? ¿Cómo he de habitar el mundo? Vivir una
vida es vivir solo esa vida. Concretar una posibilidad es no concretar el resto
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Frankl, V. E. (1979), El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona.
8.
CC
El Discipulado (Fragmento)
“Empezó cuando madrugaba, cuando todavía me acostaba. Siempre me gustó
madrugar, madrugar para ver cómo el día empieza, verlo cómo se abre, verlo
crecer como una planta de luz que se abre desde la raíz, desde la noche.
Escuchaba el despertador, aunque casi siempre me despertaba cinco minutos
antes, miraba el reloj y corría a apagarlo antes de que sonara, de que me tala-
drara la cabeza. Después volvía a acostarme, cinco minutos, nada más, por dis-
ciplina, cinco minutos nada más. Desde la cama miraba el techo y sentía que no
había ninguna razón para levantarme, que nada de lo que me esperaba podría
llegar a entusiasmarme. No era que no me gustase, simplemente que no me
importaba, que lo mío era eso, no hacer nada. Lo mío era mirar hacia el techo,
mirar hacia arriba, mirar nada… Siempre necesitaba un pensamiento, una idea,
algo que me diera fuerzas para levantarme, no por vago, vago nunca fui, siem-
pre fui disciplinado… Algo que me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que
los otros hacían, lo que los otros habían inventado que yo tenía que hacer si
quería vivir como ellos vivían, como a mí no me importaba vivir. Vivir haciendo
todas esas cosas que después de un rato me gustaban, cuando la cabeza me
empezaba a funcionar, empezaba a tomar velocidad, a moverse, a acelerarse,
como la vida en la que me tenía que meter. Pero que en ese momento, en esos
cinco minutos, yo sabía que esa vida no era la mía (...)”
Hugo Mujica, Bajo toda la lluvia del mundo, Seix Barral, Buenos Aires, 2008,
pp. 124.
EE
9.
KK Luego de ver nuevamente este corto animado (ya analizado con ante-
rioridad), señale algún momento del mismo asociado a una situación
límite y plantee otro posible desarrollo de la historia, esencialmente dis-
tinto al original, en el que el personaje principal modifique su mirada
del mundo y su actitud hacia el otro. Explicite ese nuevo rumbo de la
historia en no más de una página.
1.3. Conclusión
La cotidianeidad parece por momentos cerrar el horizonte de la vida dentro del
círculo de la rutina que comienza desde muy temprano cuando el reloj marca
el inicio de una nueva jornada. El despertar, que podría ser un volver a abrir
los ojos cada día para ver el mundo de una manera renovada y ser capaces
de recibir la gracia de estar vivos, pierde su magia debido a la primacía de
la preocupación por uno mismo frente a las posibilidades de plenitud que
ofrecería una verdadera apertura hacia el mundo. Nuestra conexión con las
fuentes de la vida –que son también, aunque no nos demos del todo cuenta,
las fuentes del yo, parafraseando el título del maravilloso libro de Charles
Taylor– se van perdiendo al punto de que ya no tenemos ni siquiera contacto
con el entorno de la naturaleza que nos permite, con su alimento, seguir per-
maneciendo vivos. La velocidad e inmediatez que reclama la tecnología que
nos rodea –o mejor, que reclama nuestro yo ansioso de utilizarla– profundiza
más todavía este divorcio entre nosotros y ese universo ancho que nos espera
allá afuera. El intento, siempre infructuoso, de planificar la vida y controlarla,
reflejado en nuestro estricto sometimiento a la agenda diaria, empobrece más
aún la experiencia que caracteriza a una cotidianeidad cada vez más estrecha.
Estas vivencias no son, sin embargo, de origen puramente individual. Si
bien denotan un modo de ir decidiendo la manera en que transcurrirá –o mejor
quicio. ¿Qué hacer ahora? No bastan las recetas habituales. Es preciso ape-
lar a un saber más amplio que nos permita orientar de nuevo nuestra acción,
abierta como está ahora a un horizonte cuya anchura desconocíamos y que
estamos obligados a tener en cuenta. Así hace irrupción en nuestras vidas la
dimensión ética. Este es el punto al cual hemos arribado en esta unidad y
desde el que partiremos en la siguiente. En ella nos introduciremos directa-
mente en un intento de profundizar la idea de ética aquí esbozada y buscare-
mos plantear algunas de las propuestas éticas que se han desarrollado en la
historia del pensamiento.
Objetivos
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
•• Sea capaz de identificar las principales teorías éticas que se han desarro-
llado a lo largo de la historia del pensamiento, poder criticarlas y señalar
relaciones esenciales entre las mismas.
•• Pueda pensar la historia de la ética como la historia de la respuesta a la
pregunta por el sentido en el plano de la acción.
•• Posea una base general para reflexionar sobre los distintos aspectos que
hacen a la acción ética empresaria desde una perspectiva que considere
a las principales teorías éticas.
cimiento, sino como un problema que tiene que ver más con las acciones y el
carácter de las personas. Por otra parte, remite a otra palabra, hoy de uso no
tan general, como es la “moral”. De modo que nos vemos obligados a tomar
de nuevo el diccionario. El resultado en este caso es mucho más satisfactorio.
Bajo la palabra “moral” no encontramos una sino varias definiciones, todas
mucho más relacionadas con lo que estábamos buscando.
En efecto, el diccionario nos dice, en primer lugar, que la moral es aquello
“perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas desde
el punto de vista de la bondad o malicia”. Ahora sí estamos más cerca de lo
que pensábamos sobre la ética. Una segunda definición del mismo diccionario
sostiene que moral es “aquello que no cae bajo la jurisdicción de los sentidos,
por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia”. También aquí
sentimos que estamos andando por un camino más cercano a nuestra expe-
riencia práctica. Una tercera definición se refiere a la moral como aquello “que
no concierne al orden jurídico sino al fuero interno o al respeto humano”. Y el
ejemplo que da el diccionario nos aclara más todavía: “Aunque el pago no era
exigible, tenía la obligación moral de hacerlo”.
LL dia las acciones que llevan adelante las personas, dichas acciones son
el resultado de la “apreciación del entendimiento”, de la “conciencia”
o del “fuero interno”, las cuales no pueden ser medibles empírica-
mente desde afuera (“no caen bajo la jurisdicción de los sentidos”),
superan lo meramente legal o jurídico y tienen la característica de ser
“buenas” o “malas”.
2.2. El utilitarismo
Una aproximación
Con antecedentes en filósofos de la Antigüedad como Aristipo o Epicuro, el
utilitarismo fue desarrollado sobre todo a partir del siglo XVIII por los filóso-
fos franceses Maupertuis, La Rochefoucauld y Helvetius, el italiano Césare
Beccaria, los ingleses Jeremy Bentham y John Stuart Mill, con una fuerte
influencia sobre la ciencia económica y sobre autores actuales como John
Harsanyi o Peter Singer. Es básicamente una teoría ética basada en la idea
de que el motivo fundamental de la conducta del ser humano es siempre el
de “maximizar su utilidad”, es decir, la obtención de la mayor felicidad, placer
o beneficio con el menor dolor o costo posible. Por esta razón, cualquiera que
sea la acción que estemos realizando o el tipo de persona que seamos –un
corredor de Bolsa, un comerciante o la Madre Teresa de Calcuta– siempre
estamos calculando cuál de los cursos de acción que se nos presentan nos
dará la mayor utilidad con el menor costo. Aunque la Madre Teresa no bus-
cará ciertamente el mayor beneficio monetario como probablemente lo haga
un broker, estará también motivada por la obtención de su máxima utilidad,
entendida tal vez como el beneficio espiritual o psicológico que le proporciona
su altruismo completo hacia los demás.
sistema penal, sino a todo el resto de la vida social. Ciertamente, a partir del
modelo del panóptico diseñado por Bentham, se construyeron la mayoría de
las cárceles del mundo, incluidas muchas latinoamericanas y argentinas (las
dos más conocidas prisiones panópticas argentinas fueron la Penitenciaría
general ubicada en la avenida Las Heras en Buenos Aires, posteriormente
demolida, y el Penal de Ushuaia conservado actualmente como museo). Por lo
demás, como lo demostró el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), el
sistema del panóptico utilitarista fue utilizado como modelo para el diseño y la
administración de fábricas, hospitales y escuelas. Así, el utilitarismo tuvo una
enorme influencia en el mundo entero, no tanto desde el punto de vista ideoló-
gico –ya que siguió siendo una ideología de una minoría intelectual– sino sobre
todo como un modo de pensar difundido y practicado de modo inconsciente.
Foto aérea del penal de Ushuaia, que funcionó como cárcel entre 1904
II y 1947.
que este se convirtiera, a muy corta edad, en un niño prodigio que aprendía
con facilidad todos los idiomas y escribía tratados de matemática, filosofía y
economía. Sin embargo, en el capítulo V de esa misma obra, Stuart Mill rela-
ta el momento dramático de su vida en el cual, precisamente cuando estaba
consiguiendo los máximos logros como conocido pensador, político y econo-
mista fruto de la educación utilitarista recibida, cayó en una profunda depre-
sión. Durante largo tiempo se preguntaba por qué, a pesar de tenerlo todo, se
sentía tan miserable y vacío. Solo pudo obtener una respuesta al frecuentar la
poesía de los escritores románticos a través de los cuales descubrió la dimen-
sión afectiva y sentimental de la vida, la cual, para él, había sido hasta ese
entonces completamente desconocida. A partir de ese momento, sin renun-
ciar nunca al utilitarismo, Stuart Mill se dedicó a la tarea de “ampliarlo” con-
virtiéndose en uno de los fundadores del llamado “utilitarismo psicológico”.
El utilitarismo psicológico sostenido por John Stuart Mill estaba basado
en la idea de que, si bien el ser humano busca siempre la utilidad entendida
como placer, existen placeres bajos (lower pleasures: físicos) y placeres eleva-
dos (higher pleasures: morales e intelectuales) y por tanto la verdadera moral
utilitarista consiste precisamente en priorizar los segundos con relación a los
primeros. Contradiciendo a su mentor Jeremy Bentham quien sostenía que
“en tanto la cantidad de placer sea igual, el juego del push-pin es tan bueno
como la poesía” y consideraba por tanto que si la mayoría de la gente prefería
beber en las tabernas antes que disfrutar de una noche en la ópera, la socie-
dad debía proporcionar los medios para que las tabernas se multiplicaran,
Stuart Mill declaraba que “es mejor ser un ser humano insatisfecho que un
cerdo satisfecho”. Así, creía que eran más útiles para la sociedad los placeres
elevados que los bajos y que por tanto era necesario proporcionar incentivos
para promover los primeros por sobre los segundos.
Evidentemente, este tipo de utilitarismo implica establecer una jerarquía
entre los diversos tipos de utilidad, priorizando los placeres psicológicos por
sobre los del cuerpo. Pero esto trae, a su vez, otros problemas que el propio
utilitarismo psicológico no siempre considera, en especial, el de la naturaleza
mucho más compleja de estos “placeres”. En efecto, en tanto los placeres
físicos se obtienen en general mediante la simple utilización instrumental de
medios externos –sexo, comida, bebida– que permiten alcanzar una determi-
nada reacción orgánica interna, los placeres psicológicos o espirituales no se
logran apelando a esta simple instrumentalización sino que requieren un aná-
lisis mucho más complejo que obliga a salir de la pura dimensión subjetiva y
apelar a la dimensión relacional y social de la utilidad.
PARA REFLEXIONAR
1.
LECTURA OBLIGATORIA
Smith, A. “Sección I y Sección II”, [en línea]. En: Teoría de los sen-
2.
LECTURA OBLIGATORIA
Singer, P. “Capítulo 12”, [en línea]. En: por qué actuar moralmente.
LECTURA OBLIGATORIA
2.3. El kantismo
2.3.1. Ajustando la hora con el reloj de Kant: una ética basada
en principios
El representante más conocido de la llamada “ética de los principios” o “deon-
tologismo” fue el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) quien enseñó
filosofía toda su vida en Königsberg, sin salir nunca de la ciudad. Sin embargo,
su capacidad intelectual era tal que se decía que conocía perfectamente las
características de las principales capitales europeas, a las que había estu-
diado en mapas, planos y libros. Por otra parte, Kant era sobre todo un admi-
rador de las nuevas ciencias modernas, especialmente la físico-matemática.
Su amor por la exactitud matemática era tan conocido que los habitantes
de Königsberg ajustaban la hora de sus relojes de acuerdo al horario en
que él realizaba su caminata matutina desde la casa en la que vivía hacia la
Universidad.
Kant consideraba que las ciencias físico-matemáticas eran el único cono-
cimiento cierto que poseen los seres humanos. Para demostrarlo, escribió su
célebre Crítica de la razón pura en la que sostiene que es imposible para el
hombre conocer más allá de la experiencia que le proporcionan los sentidos,
la cual es ordenada por medio de las formas y categorías a priori de la mente,
constituyendo los objetos de conocimiento que son la base de las ciencias
físico-matemáticas. De este modo, si bien Kant era muy optimista acerca de
las posibilidades de las ciencias empíricas modernas volcadas al estudio de
los fenómenos naturales, era en cambio escéptico respecto de la posibilidad
de conocer lo que él denominó el noumenon, es decir, la “cosa en sí”, la cual
permanece, en su opinión, siempre desconocida para el hombre. Así, las gran-
des preguntas sobre el yo, el mundo o Dios, si bien proceden, según Kant, de
una tendencia natural de nuestra inteligencia, no llegarán a ser nunca respon-
didas ya que carecemos de datos empíricos para comprobar o refutar su exis-
tencia. Con esta conclusión quedaba definitivamente dejada de lado la llamada
rama “metafísica” (es decir, la que va “más allá de la física”) de la filosofía al
mismo tiempo que se exaltaba el valor de las ciencias positivas y empíricas.
No obstante, el filósofo de Königsberg era consciente de los problemas que
esta preferencia por las ciencias positivas podría traer a otra rama fundamen-
tal de la filosofía: la ética. En efecto, si bien Kant –quien llevaba un apellido
de origen escocés que se escribía originalmente “Cant”– era un admirador de
los filósofos empiristas, especialmente de David Hume, quien, como él mismo
señala en la introducción a la Crítica de la razón pura, lo había “despertado de
su sueño dogmático” –es decir del sueño de la metafísica–, esta admiración
no llegó al punto de llevarlo a asimilar su ética, que reducía el bien y el mal
moral al interés, la utilidad y el sentimiento. Por el contrario, precisamente
el proyecto de Kant, basado en su adhesión al Iluminismo y desarrollado en
la Crítica de la razón práctica, era el de fundar una nueva ética que denominó
“autónoma” que debía ser independiente tanto de todo tipo de fundamentos
metafísicos –que había rechazado en su anterior Crítica– como del subjetivis-
mo y el relativismo a los que conducía , en su opinión, la ética utilitarista. En
efecto, el filósofo alemán consideraba que el defecto de casi todas las teorías
éticas consistía en haber partido de algún tipo de fundamentación exterior al
sujeto, a la que él llamó “heterónoma” (de heteros, “otro” y nomos, “ley”, es
decir, una ley dada por otro). Por otra parte, Kant creía que la moral debía ser
En tal sentido, así como en el ámbito del conocimiento Kant realizó un verdade-
ro giro copernicano por el cual ya no es el ser de las cosas el que determina al
pensamiento –como pensaban casi todos los filósofos incluido él mismo– sino
que es el pensamiento el que determina al ser; de modo análogo, en el campo
de la ética, Kant considera que la ley moral no proviene de las cosas sino del
sujeto libre y autónomo que la determina con su decisión independientemente
de la naturaleza de la situación o de las circunstancias en que se encuentre.
3.
CC
La moralidad es, pues, la relación de las acciones con la autonomía de la vo-
luntad, esto es, con la posible legislación universal, por medio de las máximas
de la misma. La acción que pueda compadecerse con la autonomía de la vo-
luntad es permitida; la que no concuerde con ella es prohibida. La voluntad cu-
yas máximas concuerden necesariamente con las leyes de la autonomía es
una voluntad santa, absolutamente buena. La dependencia en que una volun-
tad no absolutamente buena se halla respecto del principio de la autonomía
–la constricción moral– es obligación. Esta no puede, por tanto, referirse a un
ser santo. La necesidad objetiva de una acción por obligación llámase deber.
Por lo que antecede resulta ya fácil explicarse cómo sucede que, aun cuando
bajo el concepto de deber pensamos una sumisión a la ley, sin embargo, nos
representamos cierta sublimidad y dignidad en aquella persona que cumple
todos sus deberes. Pues no hay en ella, sin duda, sublimidad alguna en cuanto
que está sometida a la ley moral; pero sí la hay en cuanto que es ella al mismo
tiempo legisladora y sólo por esto está sometida a la ley. También hemos mos-
trado más arriba cómo ni el miedo ni la inclinación, sino solamente el respeto
a la ley es el resorte que puede dar a la acción un valor moral. Nuestra propia
voluntad, en cuanto que obrase sólo bajo la condición de una legislación univer-
sal posible por sus máximas, esa voluntad posible para nosotros en la idea, es
el objeto propio del respeto, y la dignidad de la humanidad consiste precisamen-
te en esa capacidad de ser legislador universal, aun cuando con la condición de
estar al mismo tiempo sometido justamente a esa legislación.
Cuando la voluntad busca la ley, que debe determinarla, en algún otro punto
que no en la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal y, por
lo tanto, cuando sale de sí misma a buscar esa ley en la constitución de algu-
no de sus objetos, entonces prodúcese siempre heteronomía. No es entonces
la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino el objeto, por su relación con la
voluntad, es el que le da a ésta la ley. Esta relación, ya descanse en la inclina-
ción, ya en representaciones de la razón, no hace posibles más que imperati-
vos hipotéticos: “debo hacer algo porque quiero alguna otra cosa”. En cambio,
el imperativo moral y, por tanto, categórico, dice: “debo obrar de este o del otro
modo, aun cuando no quisiera otra cosa”. Por ejemplo, aquél dice: “no debo
mentir, si quiero conservar la honra”. Este, empero, dice: “no debo mentir, aun-
que el mentir no me acarree la menor vergüenza”. Este último, pues, debe hacer
abstracción de todo objeto, hasta el punto de que este objeto no tenga sobre la
voluntad el menor influjo, para que la razón práctica (voluntad) no sea una mera
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Carvajal orozco, J. G. (1994), La racionalidad práctica kantiana y su contribución a la
ética empresarial, Programa Edictorial Universidad del Valle, Cali.
Wellmer, A. (1994), Etica y diálogo del juicio moral en Kant y en la ética del discurso,
Antrophos, Madrid.
2.4. El aristotelismo
La tercera gran tradición de la ética fue desarrollada especialmente por
Aristóteles (384-322 a. C.), en continuidad con sus maestros Sócrates, (470-
399 a. C.) y Platón (427-347 a. C.), aunque también con algunas importan-
tes diferencias. A continuación nos introduciremos en esta, considerando su
desarrollo histórico y considerándola en contrapunto con la ética utilitarista y
la ética kantiana.
5.
6.
EE <http://youtu.be/VdImG9jjmK0>
CC
No era Zeus quien me imponía tales órdenes; ni tales leyes han sido dictadas
a los hombres por la Justicia que tiene su trono con los dioses de las profundi-
dades, ni creí que tus bandos habían de tener tanta fuerza que habías tú, mor-
La ley no escrita es, de este modo, una regla universal del obrar moral, impre-
sa inmediatamente por la naturaleza en la conciencia humana.
Esta idea se irá afianzando en siglos posteriores especialmente en el pen-
samiento ético de los estoicos. Zenón (350-260 a. C.) colocaba el concepto
de “naturaleza” como el principio rector que rige todo el universo, y lo identifi-
caba con Dios –de forma panteísta–, pero concibiendo a la razón como fuerza
universal que penetra todo el cosmos. De este modo, el hombre, en cuanto
parte componente de la naturaleza cósmica, es un ser dotado esencialmente
de razón, y debe entonces seguir los dictados de esta, conduciendo su vida
conforme a las leyes de su propia naturaleza. Para los estoicos, la ley natu-
ral por ser igual a la ley de la razón, es una ley de validez universal, para ser
aplicada en cualquier lugar del mundo, y en consecuencia, sus postulados
son obligatorios para todos los hombres. Esta idea de ley natural, originada
en Sócrates, Platón y Aristóteles y continuada por los estoicos, fue la base de
la ética occidental durante más de dos mil años hasta el surgimiento de sus
dos competidoras: el utilitarismo y el kantismo.
LECTURA OBLIGATORIA
OO y II.
Aristóteles, (1998), La Política, Alianza, Madrid, Libros I.
Carpio, A. (1980), Principios de filosofía, Glauco, Buenos Aires,
Cap. VI “Aristóteles”, ptos 8 y 9.
Macintyre, A. (2004), Tras la virtud, Crítica, Barcelona, Caps. 2,
5, 12 y 14.
7.
LECTURA OBLIGATORIA
2.5. El personalismo
Como una opción en el debate entre kantianos y aristotélicos, debemos men-
cionar al menos al personalismo, que sumamos como una cuarta teoría ética a
las tres que hemos desarrollado hasta aquí. A continuación, desarrollaremos
varios lineamientos generales con respecto al mismo, comentando sucinta-
mente los aportes fundamentales que lo han nutrido a lo largo de la historia y
considerando algunos de los principales cuestionamientos que afronta.
del siglo XX, lo cual llevará a su vez, como reacción, a un nuevo renacimiento
del pensamiento ético.
CC
(…) que el hombre se esconde como un gusano en los pliegues de la tierra
desnuda ante los tentáculos sibilantes de la muerte ciega y despiadada, que
pueda sentir ahí, con toda su violencia inexorable, lo que no suele sentir ja-
más: que su Yo se convertiría en una cosa si muriera, y que cada uno de los
gritos contenidos en su garganta pueda proclamar su Yo en contra de lo
Despiadado que le amenaza con este aniquilamiento inimaginable (…) ante to-
da esta miseria, la filosofía sonríe con su vana sonrisa (Finkielkraut, 1998:93).
e irreductible de cada ser humano como única forma de enfrentar los totalita-
rismos, acercándose notablemente así al personalismo ético judío y cristiano.
En la misma línea se desarrolla el llamado personalismo cristiano, que
surge sobre todo en el ambiente de entreguerras, en fuerte oposición a los
regímenes totalitarios de la época. Así como en la Antigüedad el Cristianismo
cuestionó la subordinación del individuo a la polis, los personalistas cristia-
nos del siglo XX, especialmente los agrupados en la revista francesa Esprit,
entre los que se destacan Emanuel Mounier (1905-1950), Paul L. Landsberg
(1901-1944), Gabriel Marcel (1889-1873), Jean Wahl (1888-1974) y Paul
Ricoeur (1913-2005), destacaron la trascendencia de la persona con rela-
ción al Estado. En gran medida inspirados por el existencialismo cristiano de
Soren Kierkegaard (1813-1855) y en oposición al existencialismo de Sartre
(1905-1980), los personalistas cristianos, a los que habría que agregar tam-
bién los fenomenólogos personalistas del siglo XX Romano Guardini (1885-
1968), Max Scheler (1874-1928), Edith Stein (1891-1942) y Karol Wojtyla
(1920-2005) –luego Juan Pablo II–, propiciaron una vuelta a la ética persona-
lista para enfrentar a los diversos totalitarismos. Entre ellos se destacó tam-
bién Jacques Maritain (1882-1973) quien, junto con el mencionado Mounier,
intentaron poner las bases para una ética social personalista para la etapa
posterior a la Segunda Guerra Mundial que se vio reflejada en la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre de 1948, así como en los diversos
Gobiernos democristianos de la posguerra europea que reemplazaron a los
totalitarismos nazi y fascista. Entre los personalistas cristianos contemporá-
neos se destacan especialmente Paul Ricoeur y Robert Spaemann (1927), los
cuales intentan combinar las tesis clásicas del personalismo cristiano con las
ideas de otras corrientes éticas actuales.
WW <http://www.derechoshumanos.net/normativa/normas/1948-
DeclaracionUniversal.htm?gclid=CNvnloKntbsCFSUOOgodhUoA2w>
8.
CC
Cuando colocado en presencia de un hombre que es mi Tú, le digo la palabra fun-
damental Yo-Tú, él no es ya una cosa entre las cosas, ni se compone de cosas.
Este ser humano es Él o Ella, limitado por otros Él o Ella, un punto destacado
del espacio y del tiempo y fijo en la red del universo. No es un modo del ser per-
ceptible, descriptible, un haz flojo de cualidades definidas, sino que, sin vecinos
y fuera de toda conexión, él es el Tú y llena el horizonte. No es que nada existe
fuera de él; pero todas las cosas viven a su luz.
La melodía no se compone de sonidos ni el verso de palabras ni la estatua de
líneas, sino que sólo mediante desgarraduras se llega hacer de su unidad una
multiplicidad; lo mismo acontece con el hombre a quien digo Tú. Puedes abstraer
de él el color de su cabello, o el color de sus frases, o el matiz de su bondad.
Estoy sin cesar obligado a hacerlo. Pero cada vez que lo hago deja de ser Tú.
Y así como la plegaria no tiene existencia en el tiempo, sino el tiempo en la ple-
garia; así como el sacrificio no tiene existencia en el espacio, sino el espacio en
el sacrificio, y que invirtiendo esta relación se llega a abolir la realidad, así tam-
bién no descubro al hombre que llamo Tú en ningún tiempo y en ningún lugar
determinado. Puedo situarlo en ellos, estoy sin cesar obligado a hacerlo, pero
desde entonces es un Él o Ella, esto es, un Ello, y no más mi Tú.
Mientras se despliega sobre mi cabeza el cielo del Tú, los vientos de la causali-
dad se aplastan bajo mis talones, y el torbellino de la fatalidad se detiene.
Del hombre a quien llamo Tú no tengo un conocimiento empírico. Pero estoy en
relación con él en el santuario de la palabra primordial. Solamente cuando salgo
de este santuario lo conozco de nuevo por la experiencia. La experiencia es el
alejamiento del Tú.
La relación puede existir aunque el hombre a quien digo Tú no lo sepa en su
experiencia. Pues el Tú es más que lo que el Ello conoce. El Tú es más activo
y experimenta más de lo que el Ello tiene consciencia. Ninguna decepción tiene
acceso aquí; aquí está la cuna de la Vida Verdadera.
(...)
El Tú viene a mí a través de la gracia; no es buscándolo como lo encuentro. Pero el
dirigirle la palabra primordial es un acto de mi ser; es, en verdad, el acto de mi ser.
El Tú llega a mi encuentro. Pero soy yo quien entro en relación directa, inmedia-
ta, con él. Así la relación significa elegir y ser elegido; es un encuentro a la vez
activo y pasivo. La acción del ser total suprime las acciones parciales y, por lo
tanto, las sensaciones de acción, todas ellas fundadas en el sentimiento de un
límite; esta acción se asemeja entonces a la pasividad.
La palabra primordial Yo-Tú sólo puede ser dicha con la totalidad del ser. La con-
centración y la fusión en todo el ser nunca pueden operarse por obra mía, pero
esta concentración no puede hacerse sin mí. Me realizo al contacto del Tú; al
volverme Yo, digo Tú.
Toda vida verdadera es encuentro.
La relación con el Tú es directa. Entre el Yo y el Tú no se interpone ningún sis-
tema de ideas, ningún esquema y ninguna imagen previa. La memoria misma
se transforma en cuanto emerge de su fraccionamiento para sumergirse en la
unidad de la totalidad. Entre el Yo y el Tú no se interponen ni fines, ni placer,
ni anticipación. El deseo mismo cambia cuando pasa de la imagen soñada a la
imagen aparecida. Todo medio es un obstáculo. Sólo cuando todos los medios
están abolidos, se produce el encuentro.
Buber, M. Yo-Tú, [en línea]. Buenos Aires. Nueva Visión. 1969. Disponible en:
<http://eskenazi.net16.net/buber_yotu.html> [Consulta: 26/05/2014].
LECTURA OBLIGATORIA
9.
CC
Siempre necesitaba un pensamiento, una idea, algo que me diera fuerzas para
levantarme, no por vago, vago nunca fui, siempre fui disciplinado… Algo que
me diera fuerzas para levantarme y hacer lo que los otros hacían, lo que los
otros habían inventado que yo tenía que hacer si quería vivir como ellos vivían,
como a mí no me importaba vivir. Vivir haciendo todas esas cosas que des-
pués de un rato me gustaban, cuando la cabeza me empezaba a funcionar, em-
pezaba a tomar velocidad, a moverse, a acelerarse, como la vida en la que me
tenía que meter. Pero que en ese momento, en esos cinco minutos, yo sabía
que esa vida no era la mía (Mujica, 2008, 124).
10.
KK Luego de ver esta escena, conteste las siguientes preguntas:
a. ¿Qué postura ética representa el paciente y cuál el oftalmólogo?
b. ¿Cuál cree que será la decisión final que tomará el oftalmólogo con
respecto a la infidelidad cometida con su esposa? ¿Por qué?
c. ¿Qué argumentos da el paciente para creer en la importancia de la
conciencia?
d. ¿Qué argumentos da el oftalmólogo para creer que es un problema
seguir la voz de su conciencia?
e. ¿Es definitoria la idea de conciencia en relación a la ética? ¿Puede
reemplazarse por alguna otra razón para obrar?
11.
12.
KK Luego de haber reflexionado sobre las corrientes éticas que hemos esbo-
zado en esta unidad, conteste las siguientes preguntas:
a. ¿En qué se diferencia la idea de utilidad entendida por los utilitaristas
como la finalidad de toda conducta humana, con la de felicidad en
sentido aristotélico?
b. ¿Cuáles son los límites más evidentes del utilitarismo?
c. ¿Cómo compararía la ética kantiana con la ética aristotélica? Señale
las virtudes y los defectos que le ve a cada una.
d. ¿Por qué puede decirse que el personalismo es una teoría que intenta
mediar entre el aristotelismo y el kantismo?
2.6. Conclusión
La ética es la respuesta a la pregunta por el sentido en el plano de la acción.
En comparación con la política, la economía o la técnica, que orientan la
acción en un determinado sector o aspecto de la vida, la ética apunta a orien-
tar nuestra acción entendida como totalidad. Por medio de ella buscamos la
ordenación última del entramado completo de nuestras acciones, desde las
más pequeñas e inmediatas, hasta las más grandes y trascendentes. A través
de la ética procuramos avanzar en la consecución de la forma total a la que,
consciente o inconscientemente, apunta nuestra vida. Pero inmediatamente
surge una nueva pregunta, ¿cuál habrá de ser esta orientación? ¿Cuáles son
los criterios mediante los cuales es preciso ordenar en general la vida? A partir
de allí nuestra pregunta personal se entronca con las mismas preguntas que
han realizado los seres humanos acerca de la ética a lo largo de la historia.
Y también con las respuestas ofrecidas por los grandes pensadores de la
humanidad, las cuales constituyen, tomadas en su conjunto, las diversas
tradiciones del pensamiento ético.
Después de haber recorrido cuatro grandes respuestas históricas sobre el
sentido de la ética, esto es, el utilitarismo, el kantismo, el aristotelismo y el
personalismo, hemos podido ver sus posibilidades y también sus límites para
ayudarnos a encontrar el sentido y la dirección de nuestras propias vidas. En la
perspectiva de salida de una cotidianeidad estrecha y controlada al descubri-
miento de la pregunta por el sentido que hemos adoptado hasta aquí, podría-
mos identificar un movimiento gradual desde el utilitarismo, centrado en la
medición de beneficios y costos puntuales para orientar la conducta, pasando
por el kantismo, que cree encontrar en la ley moral autónomamente fundada
una medida objetiva de la acción, hasta el aristotelismo y el personalismo,
los cuales parecen ofrecer una mirada más amplia para ordenar la acción, en
la que se apunta a plasmar, en la medida de las posibilidades humanas, un
sentido en la propia conducta que refleje y entre en conexión con el sentido
inscrito en el ser mismo de todo lo existente.
Ética y trabajo
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
aclara antes que el origen del trabajo del hombre es previo a la célebre mal-
dición del esfuerzo que acompaña toda actividad laboral. El trabajo en la tra-
dición bíblica no es solo esfuerzo y dificultad, sino ante todo participación en
la acción creadora por la cual Dios dio origen al mundo.
La pensadora judeoalemana radicada en los Estados Unidos, Hannah Arendt
distinguía, siguiendo más la tradición griega que la bíblica, entre trabajo y acción
humana. En su opinión, el trabajo es un tipo de actividad ligada fundamental-
mente a lo biológico. La necesidad de subsistencia, propia de la vida en su nivel
más elemental, lleva al hombre a insertarse en el incesante ciclo repetitivo del
trabajo y el consumo. Incluso en su nivel más elevado, como sería el de la fabri-
cación de objetos que conforman un segundo mundo añadido al mundo natural
como el de nuestra sofisticada civilización tecnológica, el trabajo no deja de ser
para Arendt una mera continuidad con el mundo inferior de la subsistencia bio-
lógica en cierto sentido aislado y subordinado al mundo superior de la acción
humana. Este último se despliega a través de la “vida activa” cuya expresión
fundamental es, según Arendt, la vida pública, civil y política, y no la vida laboral.
Contrariamente a la visión de Arendt, en la tradición judeocristiana el traba-
jo, aún el más pequeño y aparentemente insignificante trabajo manual, tiene
un sentido que supera la mera dimensión biológica o a la construcción de
un hábitat civilizatorio eficaz: está vinculado con la realización misma del ser
humano como persona. En la realización del trabajo transformamos el mundo
material dándole una forma que anteriormente no poseía, aunque más no sea
la forma del orden mínimo que le proporciona a una casa el más sencillo traba-
jo doméstico. Pero además el trabajo transforma a quien lo realiza. Cualquier
trabajo tiene de este modo una dimensión objetiva, impuesta por la tarea o
el material que tenemos entre manos, y también una dimensión subjetiva,
consistente en las consecuencias que tanto en nuestra propia persona como
en la de las otras personas con quienes trabajamos, va dejando la actividad
laboral. En realidad, las dimensiones objetiva y subjetiva del trabajo se entre-
cruzan e influyen mutuamente de manera constante. El trabajo exige una serie
de resultados objetivos pero al mismo tiempo va dejando un fruto subjetivo.
La importancia de la dimensión subjetiva del trabajo –que también podría-
mos llamar “relacional” ya que nos abre a las relaciones con los otros– se
acentúa cada vez más con el paso de una economía predominantemente
industrial, a una economía donde los servicios, el conocimiento y el consumo
toman un papel central. En tanto en la economía industrial el trabajo se redu-
cía a un conjunto de acciones simples constantemente repetidas por indivi-
duos aislados entre sí, en el mundo posindustrial, esa rutina –que siempre
existe– está cada vez más atravesada por situaciones en las que las relacio-
nes humanas son fundamentales. El caso de los servicios es el más claro de
todos. Quien trabaja como prestador de un servicio pone en juego de modo
intenso no solo sus habilidades, sino también su dimensión personal y su
capacidad de relacionarse con los demás. Incluso en las tareas industriales o
administrativas más despersonalizadas se ha ido incorporando con fuerza la
necesidad de incluir aspectos relacionales y cognoscitivos que en otro tiempo
quedaban afuera. Esta irrupción de los aspectos relacionales en la vida labo-
ral y en la vida económica en general, llevan naturalmente a un primer plano
las cuestiones éticas en el mundo del trabajo. Si bien estas siempre han esta-
do presentes, hoy toman una fuerza inusitada por el hecho mismo de este
entrecruzamiento mucho más íntimo entre el trabajo y la acción humana que
Hannah Arendt consideraba tan lejanos entre sí.
LECTURA OBLIGATORIA
OO en: <https://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source
=web&cd=1&cad=rja&uact=8&sqi=2&ved=0CCgQFjAA&url=htt
p%3A%2F%2Fwww.balearweb.net%2Fafibfilosofia%2Fdocs%2FA
rendt.%2520Labor%2C%2520trabajo%2520y%2520accion.doc&
ei=iDBgU4SKDIjOsATIsYCwBQ&usg=AFQjCNGGtQRtdtz4Z_
VDbvlvJxMI_hi-qw> [Consulta: 28/4/2014].
Calvez, J. Y. “Trabajo y ciudadanía”. [en línea]. En: Anales
de la educación común. Buenos Aires. Dirección General de
Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. 2006.
Disponible en: <http://ciie-r10.wikispaces.com/file/view/
TRABAJO+Y+CIUDADANIA+CALVEZ.PDF> [Consulta: 28/4/
2014].
LECTURA RECOMENDADA
RR
Arendt, H. (1993), La condición humana, Paidós, Barcelona.
Martínez Echevarría, M. A. (2004), Repensar el trabajo, Ediciones Internacionales
Universitarias, Madrid.
1.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Smith, A. (1983), La Riqueza de las Naciones, Hispamérica, Buenos Aires.
Marx, K. (1997), Manuscritos de Economía y Filosofía, Alianza, Madrid.
2.
3.
KK Luego de ver el cortometraje, responda:
a. ¿Cuál es el problema fundamental que plantea?
b. ¿Qué otros problemas derivados presenta también el corto?
c. ¿Cuál cree que sería la salida para la situación aparentemente
irresoluble?
des de las personas son mucho más amplias que las que satisfacen el trabajo
y la economía. Además de los bienes y servicios, los seres humanos tenemos
necesidad de encuentros humanos, de relaciones de amor y amistad, de con-
templación de la naturaleza, de conmoción frente a lo sublime o lo sagrado,
de la expansión libre del juego. Todas esas necesidades no las satisface la
economía ni el trabajo. Requieren precisamente de un tiempo “libre” del tra-
bajo que hoy no siempre sabemos cómo encontrar y, si lo tenemos, muchas
veces tampoco sabemos emplear.
Por otra parte, esta recuperación de la dimensión no laboral de la vida,
como lugar de experiencias valiosas “en sí mismas” no implica que estas últi-
mas no puedan darse también en el ámbito del trabajo. De hecho, el trabajo
también es fuente de muchas satisfacciones no solo extrínsecas –como el
salario– sino también intrínsecas, como el “trabajo bien hecho”, las capaci-
dades que permite desarrollar o las amistades y relaciones que tantas veces
crecen en el ámbito laboral –la dimensión subjetiva de la que ya hablamos.
Esto no contradice en nada lo anterior sino que demuestra la posibilidad de
mutua compenetración entre el aspecto laboral y el “libre” o desinteresado de
la vida. Del mismo modo que las experiencias contemplativas o de encuentro
exigen un cierto “trabajo” pero no se reducen a este, también la vida laboral
puede incluir experiencias de “ocio” sin que por ello el trabajo deje de ser tal.
El equilibrio de la vida implica el esfuerzo, la planificación y la organización
de medios al mismo tiempo que una presencia continua en la propia concien-
cia de los fines o valores últimos que están en juego en la actividad laboral.
Cuando, en cambio, todo se vuelve trabajo –o todo ocio– este equilibrio se
rompe y la autonomía y vinculación de ambas realidades quedan afectadas.
LECTURA OBLIGATORIA
OO dor del mundo?” [en línea]. En: Sapientia. UCA. Buenos Aires.
2004. Disponible en: <http://josef-pieper-arbeitsstelle.de/fileadmin/
documents/online-artikel/B.N.%20Schumacher%20-%20El%20
hombre%20de%20ocio%20(es).pdf> [Consulta: 28/4/ 2014].
LECTURA RECOMENDADA
RR
Pieper, J. (1998), El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid.
Ahora bien, ¿qué relación tiene el problema de la vocación con el del trabajo
y, en especial, con lo problemas éticos que surgen alrededor de este en la
actualidad? La cuestión de la vocación está íntimamente unida a la dimensión
subjetiva, humana y relacional del trabajo, a la que ya nos hemos referido
anteriormente. Si el trabajo solo tuviera una dimensión objetiva, es decir, si
se redujera a un conjunto de maniobras a realizar mediante el uso de ciertas
habilidades para obtener determinados resultados, bastaría con una planifi-
cación racional que incluyera un proceso de selección de individuos según
PARA REFLEXIONAR
Sobre esto hay casi tantas opiniones como experiencias personales. Hay
muchísimas personas –quizás una mayoría en la actualidad– que dicen no
haber sentido nunca eso que la palabra vocación denota en su etimología (del
latín vocare, llamar), es decir, el “llamado”. En general se sigue vinculando la
idea de vocación con la vocación religiosa o con vocaciones muy especiales:
artísticas, científicas, políticas o de servicio al prójimo. Es cierto que los testi-
monios y documentos que mejor muestran la esencia de la vocación provienen
de personas dedicadas a esta clase de actividades. Los músicos, científicos,
religiosos y pintores nos hablan casi siempre de la vocación en términos bas-
tante definidos, como de algo que sobrevino y “los tomó”, a partir de lo cual
se vieron en la imperiosa necesidad de persistir, en muchos casos en contra
de la sociedad, de las propias resistencias internas o incluso de la salud. Si
bien siempre es posible interpretar estos testimonios y experiencias como
construcciones reductibles a un determinado mandato social o familiar, es
bastante evidente que la vocación no es un fenómeno enteramente explicable
socialmente. Aunque hay un fuerte entrelazamiento entre la inclinación voca-
cional y la propia historia de vida –en la que cuentan sobre todo la influencia
de los padres, los maestros y el ambiente– y muchas vocaciones se pierden
todos los días debido a la falta de un contexto social que les permita desarro-
llarse, la presencia súbita de un determinado talento, a veces en ambientes
para nada favorables, demuestra con claridad que la vocación es un fenómeno
condicionado por lo social pero de ningún modo reductible a este.
Vocación implica ciertamente un talento pero también un deseo. Si hay
talento sin deseo probablemente no haya verdadero talento, sino simplemen-
te una cierta habilidad. Si hay deseo sin talento, seguramente existe una
admiración por una determinada vocación pero no se la experimenta auténti-
camente en uno mismo. Pero también pueden darse ambos, deseo y talento,
es decir, la presencia objetiva de la vocación pero sin embargo esta no termi-
na de manifestarse o incluso no se desarrolla nunca. Allí entra en escena un
tercer elemento, quizás el más misterioso de la vocación, que es el del juego
interno entre el “llamado” y la “respuesta”. Esta terminología no es de ori-
gen psicológico sino bíblico. Cuando se la interpreta en el sentido psicológico
se vuelve a recaer en explicaciones tales como “el mandato paterno” y otras
por el estilo, que pueden tener su lugar en el proceso de manifestación de
la vocación –como lo tuvo, por ejemplo, en la vocación musical de Mozart, el
terrible mandato psicológico de su padre– pero que de ningún modo pueden
dar cuenta de lo esencial que se da en la vocación.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Mandrioni, H. D. (1984), La vocación del hombre: ensayo filosófico, Guadalupe, Bue-
nos Aires.
Schumacher, E. F. (1980), El buen trabajo, Debate, Madrid..
EE Pallarols (1942).
http://www.youtube.com/watch?v=QW4M7J3tank
4.
EE http://www.youtube.com/watch?v=zjg04GyaisE
5.
SS <http://www.youtube.com/watch?v=yF0yRXVInt0>
6.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Rifkin, J. (1996), El fin del trabajo, Paidós, México.
7.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Weber, M. (2003), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, FCE, Buenos Aires.
Ver el corto animado En la caída (In the fall, Steve Cutts, Inglaterra,
EE duración 3:35)
<http://www.youtube.com/watch?v=A-rEb0KuopI>
8.
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
cada uno de los cuales decide y actúa con independencia de los demás, se
prescinde de la cantidad de supuestos sociales implicados en cada una de
nuestras acciones individuales. Por lo demás, esta metáfora tiene también
otro límite: si bien Robinson pueda quizás sobrevivir estando “solo”, sus
posibilidades de desarrollo serán muy limitadas, quedando al final estancado
en un estadio de mera supervivencia.
La acción económica y laboral por la cual el ser humano logra satisfacer
sus necesidades tiene así ciertamente una dimensión individual e incluso sub-
jetiva como ya lo hemos mencionado anteriormente. No obstante, su dimen-
sión social es fundamental. El mismo Adam Smith, considerado tantas veces
como el padre del individualismo económico, comienza su obra La Riqueza
de las Naciones destacando la dimensión esencialmente social del trabajo y
de la economía en general. De hecho, el célebre economista escocés des-
taca que el paso de una condición relativamente primitiva de desarrollo eco-
nómico a otra más sofisticada está marcada por dos fenómenos claramente
sociales: la división del trabajo y el mercado. En tanto las actividades eco-
nómicas se despliegan en pequeñas comunidades con escasas relaciones
hacia el exterior, los diferentes trabajos que se requieren para satisfacer las
múltiples necesidades son realizados por pocas personas por lo cual se logra
una escasa especialización y por lo tanto una muy pequeña cantidad de pro-
ductos muy poco elaborados. En cambio, cuando las relaciones sociales se
multiplican y se extienden, surgen nuevas posibilidades de intercambio y con
ello también la oportunidad para las personas de especializarse y dedicarse
de modo mucho más productivo a un solo trabajo. En definitiva, la productivi-
dad del trabajo, la cantidad y la calidad de los productos o servicios ofrecidos
y la satisfacción de las necesidades crecen en la medida en que el trabajo es
realizado en un contexto social más amplio.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Martínez Echevarría, M. A. Los orígenes de la teoría de la empresa, [en línea]. Pamplo-
na. Instituto Empresa y Humanismo. 2003. Disponible en: <http://www.unav.es/empre-
sayhumanismo/publicaciones/cuadernos/catalogo08.htm> [Consulta: 28/4/ 2014].
LECTURA OBLIGATORIA
1.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Zaratiegui, J. M. “Alfred Marshall y la teoría económica del empresario”, [en línea].
En: Alfred Marshall y la teoría económica del empresario. Valladolid. Universidad de
Valladolid. 2002. Disponible en: <http://dspace.unav.es/dspace/handle/10171/6115>
[Consulta: 28 04 2014].
LECTURA RECOMENDADA
RR
Coase, R. “The Nature of the Firm”, [en línea]. En: Economica. Londres. LSE.
1937. Disponible en: <www.colorado.edu/ibs/eb/alston/econ4504/readings/The%20
Nature%20of%20the%20Firm%20by%20Coase.pdf> [Consulta: 29/4/2014].
LECTURA OBLIGATORIA
PARA REFLEXIONAR
2.
LECTURA OBLIGATORIA
3.
CC
EL JURAMENTO MBA
WW <http://mbaoath.org/about/the-mba-oath/>
LECTURA RECOMENDADA
RR
Paladino, M., Debeljuh, M. &. Del Bosco, P. “Integridad: respuesta superado-
ra a los dilemas éticos del hombre de empresa”, [en línea]. En: Cuad. Difus. Lima.
ESAN. 2005. Disponible en: <http://www.esan.edu.pe/paginas/publicaciones/cuader-
nos/18_19/Cuad18-19-Paladino.pdf> [Consulta: 28/4/2014].
busquen ir más allá del mero aumento de la efectividad y que ayuden al líder
empresario a tomar contacto con su interioridad profunda. Únicamente desde
allí podrán surgir gradualmente las acciones responsables que la empresa y
la comunidad necesitan.
4.
5.
KK Lea atentamente el texto “La empresa como comunidad moral: modelo
para armar” de Leticia Naranjo Galvez y responda las preguntas finales:
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Zamagni, S. “¿Es posible compaginar la competitividad de la empresa con la felici-
dad?”, [en línea]. En: XVI Seminario Permanente de Ética Económica y Empresarial
(2006-2007)La ética en las estrategias empresariales del siglo XXI. Valencia. Etnor. 2007.
Disponible en: <http://www.etnor.org/doc/Zamagni-competitividad-felicidad-en-la-
empresa.pdf> [Consulta: 28 04 2014].
WW <http://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10007185>
Adolf Eichmann
II
EE http://www.youtube.com/watch?v=Y5HdP52z5xE
1.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Arnedt, H.. (2003), Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal,
Lumen, Barcelona.
PARA REFLEXIONAR
7.
4.8. Conclusión
En esta unidad hemos visto cómo el trabajo no es una actividad meramente
individual, sino que tiene una dimensión comunitaria y social que se expresa
en la actualidad fundamentalmente en el ámbito de las empresas. Luego de
haber hecho un repaso muy rápido por las diversas formas de organización
comunitaria del trabajo a lo largo de la historia hemos podido llegar a entender
el proceso largo y complejo que está detrás del trabajo que vivimos cada día
en las empresas actuales. No obstante, esta dimensión histórica no agota ni
mucho menos la conceptualización de la empresa.
También hemos hecho un recorrido por las principales teorías de la empre-
sa que muestran la variedad de opiniones existentes sobre la naturaleza de
la misma. Estas teorías no son, por lo demás, simples ideas relevantes úni-
camente para entretener a los estudiantes en las aulas universitarias. Por el
contrario, el modo en que entendamos la empresa va a condicionar fuerte-
mente la manera en que las empresas reales serán llevadas adelante por sus
dueños, directivos y empleados. En otras palabras, las empresas, como cual-
quier otra realidad, no están formadas únicamente por las estructuras mate-
riales y objetivas que las componen, sino también por las ideas, intenciones
y concepciones que sobre la misma tienen quienes trabajan en ellas. De ahí
la importancia crucial que en la etapa de los estudios universitarios tienen
las ideas que los estudiantes luego llevarán en su cabeza sobre la empresa,
que terminarán por dar forma a través de la acción a las empresas en las que
participarán a lo largo de su carrera laboral.
8.
9.
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguri-
dad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos y la inani-
ción para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubie-
se máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo
necios para siempre
(Russell).
xx reflejado con gran crudeza la difícil situación que enfrentan las empresas
en relación a su personal. En la película Recursos Humanos, Franck, un
joven universitario hijo de obreros, ingresa como pasante en el departa-
Emile-Woldemard (Alain).
tas están muy en desacuerdo con las decisiones de los ejecutivos. El con-
flicto entre el sindicato y la dirección de la empresa se desata en medio
de la negociación acerca del mejor modo de reducir la semana laboral a
35 horas, de acuerdo con la nueva ley en ese entonces puesta en vigen-
cia en Francia con el fin de mejorar la productividad y la rentabilidad.
Siguiendo los modelos de management participativo que había aprendi-
do en la Universidad, Franck propone a los directivos del departamen-
to de Recursos Humanos realizar una encuesta a los trabajadores para
tomar las decisiones conociendo su opinión, sus necesidades y sus inte-
reses, sin saber que en base a esta, los mismo jefes elaborarán una lista
de doce empleados para ser despedidos, incluyendo a su propio padre.
El desenlace del conflicto ocurre cuando Franck se da cuenta del enga-
ño, se incorpora al sindicato de la empresa, da cuenta de los hechos a
los obreros, se une a ellos en sus huelgas y finalmente pierde su puesto.
El mensaje del film va evidentemente en la dirección de una fuerte crí-
tica al modo en que las empresas y dentro de ellas el área de Recursos
Humanos, tratan en realidad a las personas, más allá de la sofisticación
de las nuevas técnicas y métodos. La toma de conciencia del protagonis-
ta, junto con la de su propio padre que seguía fiel a la empresa hasta que
la actitud del hijo lo termina de convencer de lo contrario, constituyen
el eje del film que apunta a desenmascarar una situación de conflicto
entre la empresa y el trabajador que en esta óptica no parece tener salida.
Otro film sobre el tema pero enfocado desde un punto de vista algo
1.
KK Luego de ver la película, responda:
a. ¿Cuál es el problema fundamental que plantea?
b. ¿Qué rol representa el joven en la película?
c. ¿Cómo se presenta al departamento de RRHH? ¿Cómo debería
haber actuado?
d. ¿Le parece que el film refleja lo que ocurre realmente en las empresas?
e. ¿Cómo podría ser modificada esta situación?
productivo. Taylor creía que la función del manager de una empresa industrial
consistía en determinar científicamente el mejor modo en que el trabajador
debía realizar su tarea proveyéndolo de los incentivos adecuados para ello.
Con ese objetivo estudió hasta en sus más mínimos detalles la organización
de cada tarea estableciendo además el ritmo de tiempo y productividad que
debía asignársele. Tomando el ejemplo del funcionamiento de las máquinas,
la idea de Taylor era hacer funcionar a los seres humanos con una eficiencia
similar. Por lo demás, el análisis económico subyacente era que los trabaja-
dores deseaban ser usados eficientemente, es decir, de modo tal de realizar
su trabajo con el mínimo esfuerzo y la máxima ganancia.
LECTURA OBLIGATORIA
OO En: Revista antiguos alumnos. Bs. As.. IAE. Año XXV Mayo 2008:
58-59. Disponible en: <https://www.google.com.ar/search?tbm=bk
s&hl=en&q=la+carrera+laboral#hl=en&q=herbert+simon+empresa>
[Consulta: 28/04/2014].
2.
LECTURA OBLIGATORIA
3.
Etiquetamiento en un estereotipo
Otra técnica de manipulación que se acerca peligrosamente al denominado
bullying o acoso laboral, es la de etiquetar al empleado en una suerte de este-
reotipo con el fin de neutralizar sus conductas que pueden resultar riesgosas
para el manager. Por ejemplo, si el empleado advierte sobre problemas o
riesgos de una determinada acción el jefe lo caratula de negativo o pesimis-
ta, descalificando así sus aportes. Otros típicos etiquetamientos pueden ser
los de “no cooperativo” o “individualista” cuando el empleado tiene muchas
iniciativas o críticas, etc. A veces el encasillamiento puede ser incluso más
violento, bordeando la ofensa o el insulto, con el mismo efecto de acotar la
personalidad independiente del otro.
Manipulación de la información
Este tipo de manipulación puede darse por medio de la mentira simple o a tra-
vés del uso tendencioso de la mayor información sobre la empresa que tiene
el manager. En tal sentido, construye una realidad paralela en la que hace
habitar a sus subordinados con el objetivo de que respondan a sus planes.
Si bien la manipulación se da muchas veces por el lado de los gerentes y
directivos hacia los empleados, también puede darse frecuentemente por de
los empleados a los gerentes o de los empleados entre sí. Incluso existen
contraestrategias de algunos empleados para contrarrestar las estrategias de
los jefes que incluyen algún grado de manipulación consciente.
Adulación
Es una forma muy típica de manipulación que puede darse de los jefes a
los empleados pero que es usada frecuentemente por estos últimos hacia
los jefes o hacia sus propios compañeros. Si bien se la puede utilizar legí-
timamente para mejorar el espíritu de equipo o el compañerismo, su uso
malintencionado suele tener como objetivo el lograr la colaboración del otro,
LECTURA RECOMENDADA
RR
Hochschild, A. R. (2012), The Managed Heart: Commercialization of Human Feel-
ing, University of California Press, Berkeley.
LECTURA OBLIGATORIA
4.
5.
CC
(…) no es necesario que el incentivo económico esté totalmente ausente, sino
que sea manejado de tal forma que refuerce la motivación intrínseca para ha-
cer lo correcto en lugar de “desplazar” esa motivación y reemplazarla por la
motivación puramente extrínseca de ganar dinero. Se trata de la diferencia, co-
mo señalan los economistas, entre “precio” y “premio”: un premio refuerza la
motivación intrínseca, mientras que un precio puede tender a desplazarla
(Alford, 2009: 24).
LECTURA OBLIGATORIA
6.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Del Bosco, P. Mujer y trabajo, [en línea]. Instituto Acton Argentina. Acton. 2007.
Disponible en: https://www.google.com.ar/search?tbm=bks&hl=en&q=la+carrera+lab
oral#hl=en&q=del+bosco++mujer+y+trabajo [Consulta: 28/4/2014].
7.
LECTURA OBLIGATORIA
5.6. Conclusión
A partir de las experiencias conflictivas que se dan hoy en la empresa con
relación al trabajo, hemos abordado en esta unidad el modo en que el manage-
ment ha ido evolucionando a lo largo de la historia hasta nuestros días. Desde
las primeras teorías de Fayol y Taylor hasta llegar a las actuales tendencias
vimos la transformación de un tipo de management de las personas basado
en la centralización de la planificación, el seguimiento y el control de los
resultados hasta las formas más descentralizadas que hoy en día buscan dar
más autonomía y capacidad de tomar decisiones a los gerentes y empleados.
De todos modos en todas las teorías del management parece registrarse una
suerte de déficit en la visión por la que se enfatiza algún aspecto particular
pero se deja de lado la totalidad del ser humano que trabaja y la complejidad
de la empresa entendida como una comunidad de personas que además está
inserta en una sociedad mayor también de creciente complejidad.
Probablemente la actitud más sabia frente a las teorías y técnicas del
management sea la de evaluarlas, comparándolas entre sí, con el fin de obte-
ner de cada una los aspectos más aptos para elaborar un tipo de management
flexible basado en una concepción lo más amplia y profunda posible.
En tal sentido hemos intentado mostrar cómo las aplicaciones unilaterales
de teorías y técnicas que no se hacen tomando en cuenta estos criterios sue-
len derivar en formas de maltrato en la empresa que toman a veces la forma
de explotación laboral y otras veces las de manipulación más sutil. La ten-
dencia a tomar en cuenta la dimensión subjetiva del empleado tanto desde el
punto de vista cognitivo como desde el punto de vista afectivo-motivacional,
lleva en no pocos casos a utilizar las nuevas técnicas de modo inescrupulo-
so para obtener la colaboración de los empleados con modos no acordes con
una ética que considera al ser humano como persona, es decir como un fin
en sí mismo y no como un mero instrumento puramente adaptado a los pro-
pósitos de la organización.
Con el fin de evitar esta tentación siempre creciente, hemos presentado
también algunas condiciones que deberían estar presentes en todo manage-
ment si es que se busca lograr un ambiente de relaciones laborales humana-
mente sanas y éticamente aceptables. Asimismo, nos hemos introducido en el
ámbito propio del departamento de los mal llamados “recursos humanos” para
pensar junto a quien podría ser su jefe, algunos modos concretos mediante
los cuales podría llevarse adelante una política en acuerdo con la dignidad de
las personas y el objetivo del bien común de toda la organización, sin olvidar
tampoco los objetivos de productividad, calidad y eficiencia.
8.
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
Por este motivo la era de la felicidad paradójica reclama soluciones igualmente paradóji-
cas. Está claro que necesitamos menos consumo, entendido este como imaginario multi-
plicador de la satisfacción, como derroche de energía y como excrecencia incontrolada de
las conductas individuales. (...) Pero por otro lado también necesitamos más consumo:
para que retroceda la pobreza
(Lipovetsky)
EE <http://www.youtube.com/watch?v=9hEjWSjCFNo>
EE <http://www.youtube.com/watch?v=NYc8C8L9O_g>
do, ahora sí, un mensaje mucho más claro “Saquémonos la careta. Las mar-
cas importan. Y todas están en Alto Avellaneda”... Así, quedan sobre la mesa
un menor abanico de posibles lecturas en cuanto a la intención de los publi-
cistas en el pretendido mensaje en esta publicidad. Las marcas importan, las
marcas son importantes.
EE <http://www.youtube.com/watch?v=1TYOwquT4uA>
EE <http://www.youtube.com/watch?v=yJY9EzmjmI0>
Destapar felicidad
La voz en off que se escucha a lo largo de toda la publicidad es la Josep
Mascaró, un anciano de 102 años que le habla a la pequeña Aitana, recién
nacida y aún en la habitación del hospital, mientras viaja para ir a visitarla.
Dice: “Hola Aitana. Me llamo Josep Mascaró y tengo 102 años. Soy un suertu-
do”. Suerte por haber nacido como tú. Por poder abrazar a mi mujer. Por haber
conocido a mis amigos. Por haberme despedido de ellos. Por seguir aquí.
Te preguntarás cuál es la razón de venir a conocerte hoy y es que muchos
te dirán que a quién se le ocurre llegar en los tiempos que corren: que hay
crisis, que no se puede… Esto te hará fuerte. Yo viví momentos peores que
este pero al final de lo único que te vas acordar es de las cosas buenas. No
te entretengas en tonterías, que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz
que el tiempo corre muy deprisa. He vivido 102 años y te aseguro que lo único
que no te va a gustar de la vida es que te va a parecer demasiado corta. Estás
aquí para ser feliz”.
Llegados a este punto de la descripción, podríamos preguntarnos: ¿de qué
producto es esta publicidad que ha conmovido “a chicos y a grandes”?... ¿De
qué es esta publicidad que posee un relato sumamente optimista y que ter-
mina con la frase “Estás aquí para se feliz”...?
Es de una importantísima bebida cola... Pero... ¿Cuál es la relación entre
el relato de la publicidad y una gaseosa?... Coca Cola nos lo señala en el
mensaje que aparece junto al logo de la marca, en la imagen final de la publi-
cidad. Nos dice: “destapá la felicidad”. Es decir, la publicidad no nos invita
simplemente a destapar una gaseosa, o a destapar una “Coca Cola”. La
empresa ha ligado directamente su producto nada más ni nada menos que
a la felicidad.
EE <http://www.youtube.com/watch?v=EPGPQ5ERNI0>
PARA REFLEXIONAR
Continuemos un poco más para tratar de aclarar qué solemos entender por
consumo y para poder profundizar la descripción de nuestra sociedad contem-
poránea en relación a dicho consumo.
PARA REFLEXIONAR
PARA REFLEXIONAR
1.
LECTURA OBLIGATORIA
PARA REFLEXIONAR
CC
A medida que la sociedad se va volviendo cada vez más opulenta, las necesi-
dades van siendo creadas cada vez más por el proceso que las satisface. (...)
Los incrementos en el consumo, en contrapartida de los incrementos en la pro-
ducción actúan por sugestión o por emulación para crear necesidades. La ex-
pectativa aumenta con los logros. Pero los productores pueden actuar también
de manera activa, creando necesidades a través de la publicidad y de la técni-
ca de ventas (Galbraith, 1992: 157).
Es decir, Galbraith explicita que los productores tienen un gran poder para
generar nuevas necesidades en la población: el consumidor iría en busca de
aquello que el productor produce, motivado en buena medida por la capacidad
de la publicidad y del marketing de las empresas para generar necesidades
“artificiales”. Así, no sería el sistema de producción que él analiza el que res-
ponde a las necesidades de los consumidores, sino en buena medida suce-
dería al revés: el sistema de producción es el que generaría bienes y servicios
que luego, para poder ser vendidos, necesitaría también de la generación de
necesidades a través de la publicidad.
Este planteo de Galbraith fue luego retomado por la Escuela de Frankfurt,
que denunciará a la sociedad contemporánea como una sociedad que aliena
a la persona imponiéndole la lógica mercantil a todas las áreas de su exis-
tencia. Uno de sus principales representantes, el filósofo y sociólogo alemán
Hebert Marcuse (1898-1979), ha denunciado explícitamente que el capitalis-
mo genera un “hombre unidimensional”, cuya vida se encuentra reducida a la
producción y al consumo.
CC
(…) la circulación, la compra, la venta, la apropiación de bienes y de objetos/
signos diferenciados constituyen hoy nuestro lenguaje, nuestro código, aquello
mediante lo cual la sociedad entera se comunica y se habla (Braudillard, 82).
2.
LECTURA OBLIGATORIA
o “hace que la gente compre cosas que no quiere”. Y añaden más adelante
que “los mercadólogos, junto con una serie de factores sociales, influyen en
los deseos” (Kotler-Keller, 24). Así, por ejemplo, no estarían creando la nece-
sidad de estatus social –la cual sería un requerimiento básico del ser huma-
no– pero tratarían de fomentar la idea de que un producto específico satisfa-
rá esa necesidad.
Resulta interesante, a partir del análisis de estos conceptos, ver cuál es
el paradigma sostenido por dos de los principales representantes de la teoría
del marketing a nivel mundial y que se suele repetir en el ámbito de los estu-
dios de la administración de empresas, el marketing, el comercio, etc., con
respecto al tema que venimos analizando y que relaciona consumo, publicidad,
motivaciones, necesidades, etc. Este paradigma señala que:
Por ejemplo, señalan los autores que “se ha acusado a los anuncios de
3.
El producto y la plaza
Empezando por el producto, podemos decir que suelen realizarse críticas
éticas con respecto a las políticas de calidad y seguridad de los mismos por
parte de la empresa –por ejemplo, por desarrollar productos alimenticios con
muy bajas propiedades nutricionales o incluso productos perjudiciales para la
salud–, y también con respecto a la obsolescencia programada, las garantías,
la relación de las características del producto y el medioambiente, etcétera.
Este punto lo desarrollaremos pero en el contexto del planteo general que
haremos en la última unidad de la carpeta, cuando analicemos el “qué” de lo
que la empresa ofrece.
En cuanto a la plaza, se suelen plantear problemas éticos relacionados a
los acuerdos de exclusividad, al pago de lugares preferenciales en los comer-
cios para la ubicación del producto, etc. Se podría profundizar mucho en este
aspecto, pero por una cuestión de espacio, preferimos centrarnos en las cues-
tiones ligadas a las otras dos “P” restantes (precio y promoción), ya que con-
sideramos que el análisis de las mismas es fundamental.
El precio
Detengámonos ahora en el precio. Este es uno de los puntos más discutidos
desde una perspectiva ética. La política de precios se suele considerar en dos
aspectos fundamentales: en lo ligado específicamente a la competencia con
otras empresas y en lo relacionado más directamente al consumidor de los
bienes o servicios que la empresa produce.
En cuanto a la relación con el resto de los competidores, se suelen criticar
ciertos precios por ser considerados “anticompetitivos”, como por ejemplo los
precios predatorios mediante los cuales se ofrece un producto o servicio a un
costo muy bajo, buscando expulsar del mercado a los actuales competidores
o intentando crear barreras de ingreso para la competencia potencial. También
suelen ser considerados como anticompetitivos los acuerdos entre empresas
para fijar precios. Buscando corregir estos problemas, se han desarrollado en
todo el mundo las leyes anti trust que pretenden poner límite a dichos com-
portamientos. Sin embargo, es importante señalar que distintos pensadores
relacionados a la Escuela Austríaca de Economía tienen un planteo radicalmen-
te contrario al respecto, en donde se cuestiona severamente la aplicación de
dichas leyes, ya que paradójicamente terminarían generando y beneficiando a
los productores ineficientes y perjudicando así a los consumidores, a quienes
originalmente se pretendía proteger. Es un tema que excede las posibilidades
de nuestra Carpeta, pero que es preciso profundizar para poder analizar este
tipo de cuestionamientos.
Queremos ahora concentrarnos en el otro aspecto, que tiene que ver con la
relación que se establece con el consumidor final de los bienes que la empre-
sa produce. Aquí también existen una serie de puntos que usualmente se dis-
cuten desde una perspectiva ética, entre los cuales elegiremos tres: el precio
en relación con el valor de los bienes, los precios engañosos y los acuerdos
de financiación.
En cuanto al primer punto, se suele preguntar si es ético vender en el mer-
cado un determinado bien por más de lo que este vale en sí mismo. También
suele cuestionarse si es éticamente aceptable vender un producto a un precio
mayor que el que tienen otros que serían más valiosos en sí mismos. Frente
a dicha problemática, que ha sido discutida largamente y cuyo análisis excede
las posibilidades de este escrito, simplemente esbozaremos aquí una respues-
ta posible. Señala el filósofo argentino Gabriel J. Zanotti (1960) que la cuestión
estaría, de ser expresada en los términos en los que la hemos expresado, mal
planteada, ya que “la cosa en sí misma”, es decir, con independencia de su
intercambio en el mercado, puede tener un valor determinado, pero dicho valor
no tendría una relación directa con los precios dado que estos surgirían de las
valoraciones intersubjetivas de las personas en el mercado. En otros térmi-
nos: para este planteo, algo vale en el mercado en función de las valoraciones
subjetivas que realicen los oferentes y los demandantes con respecto a ese
bien. Cuando se realiza el intercambio, se acordaría un precio que dependería
del encuentro de dichas valoraciones subjetivas. Así, en la fijación del precio no
importaría cuán valioso resulte un determinado bien en términos “objetivos”, es
decir, más allá del mercado: el precio surgiría en función de cuál sea la deman-
da y la oferta por parte de las personas. Entonces, en este sentido el precio no
sería lo que podríamos discutir en términos éticos, sino, en todo caso, las valo-
raciones que los consumidores hacen de los productos y, desde el lado de la
oferta, los valores del mundo empresarial, los cuales influyen en qué es lo que
aporta la empresa a la sociedad con el bien que produce o el servicio que brin-
da. Ambas valoraciones sí se manifestarían, luego, en los precios.
Con respecto a los “precios engañosos” podríamos plantear que todos los
consumidores hemos tenido alguna experiencia personal al respecto. Uno de
los casos típicos es el de las “falsas rebajas”. Por ejemplo, a veces se coloca
un precio de venta normal y luego se coloca un precio de descuento buscando
atraer al comprador, presentado el precio con descuento como una verdadera
oferta para el consumidor. Pero en ciertas oportunidades sucede que el pre-
cio de venta normal se mantiene por muy poco tiempo, para luego colocar un
precio de descuento por prácticamente la totalidad de la temporada.
PARA REFLEXIONAR
PARA REFLEXIONAR
La Promoción
Pasemos ahora a la última de las cuatro “P”: la Promoción. Dentro de esta,
tomaremos especialmente a la actividad ligada a la publicidad, actividad que
podemos definir como “cualquier forma pagada de presentación y promoción
no personal de ideas, bienes o servicios por parte de un promotor identifica-
do” (Kotler-Keller, G7). Circunscribiéndonos a la publicidad de tipo comer-
cial, podemos decir que la actividad publicitaria tiene un doble objetivo: uno
“informativo”, en donde se busca darle información relevante al consumidor
para que este pueda decidir con respecto a los bienes y servicios que prefiere
elegir, y por otro, uno persuasivo. Así, no únicamente se busca dar a conocer
un producto o servicio, sino que, además se pretende tentar al potencial con-
sumidor para que lo compre. Existe sobre este segundo punto –íntimamente
ligado al primero– una amplísima discusión y variedad de planteamientos. Uno
de los planteos básicos, relacionado con la ética de la publicidad, podría ser
enunciado con la siguiente pregunta: ¿es veraz la publicidad?
En el Código de Ética de la Asociación Argentina de Publicidad (AAP) se
explicita que las agencias miembro se comprometen a no producir publicida-
des que incluyan “Declaraciones falsas, exageraciones engañosas o distorsio-
nes de la verdad”. Por otro lado, la Cámara de Comercio Internacional (CCI),
en el artículo 5 de su “Código consolidado en materia de publicidad comercial
y mercadotecnia”, desarrolla explícitamente el tema de la “veracidad” en la
publicidad. Lo citamos textualmente:
CC
Artículo 5 – Veracidad. El mensaje comercial debe de ser veraz y no provocar
confusión. El mensaje comercial no debe contener declaración, aseveración o
presentación visual o de audio que, directamente o por implicación, omisión,
ambigüedad o exageración, sea capaz de provocar confusión en el consumidor,
en particular pero no limitativamente, en relación a: características esenciales
del producto que, por ejemplo, puedan influir en la elección del consumidor, ta-
les como: naturaleza, composición, método y fecha de fabricación, fecha de ca-
ducidad, eficiencia y desempeño, cantidad, origen comercial o geográfico o im-
pacto ambiental; el valor del producto y el precio total pagadero por el
consumidor; los términos de entrega, cambio, devolución, reparación y mante-
nimiento; los términos de garantía; los derechos de autor y propiedad indus-
trial tales como patentes, marcas, diseños y modelos y nombres comerciales;
cumplimiento de normas; reconocimiento o aprobación oficial, reconocimientos
tales como medallas, premios y diplomas; el alcance de los beneficios para
causas caritativas.
Por resultar un artículo claro y nutrido, creemos que huelga realizar demasiadas
explicitaciones sobre el mismo. Sin embargo, aunque puede ser de gran ayuda
como orientador de la actividad, está lejos de agotar el tema. En el siguiente
apartado (Marketing y manipulación) avanzaremos sobre el mismo, que se
encuentra íntimamente relacionado con la problemática de la manipulación en
la publicidad. Antes de ello, queremos señalar que usualmente son tratadas
otras problemáticas éticas referidas a la publicidad, entre las que cabe al
menos nombrar la publicidad para niños, las demostraciones realizadas en
la publicidad, los apoyos y testimonios –ya sea de celebridades, expertos o
4.
LECTURA OBLIGATORIA
PARA REFLEXIONAR
Además –nos lo recuerda Adela Cortina en su obra Por una ética del con-
sumo– Scitovsky diferenció seis categorías de satisfacción de los deseos, de
las cuales una sola es económica y mensurable, la que está ligada al consu-
mo de bienes y servicios conseguidos en el mercado a través de la compra,
mientras que las otras cinco –que no surgen directamente del intercambio
en el mercado y de las cuales una sola es (y solo potencialmente) mensura-
ble– están relacionadas con ciertas actividades que puede realizar la persona
misma, o bien están ligadas con las relaciones interpersonales no pertene-
cientes al intercambio mercantil. Enumerémoslas: existe la satisfacción que
se obtiene con bienes y servicios que no circulan en el mercado –la cual es
la única potencialmente mensurable–, como por ejemplo todo aquello que se
produce en el hogar –las actividades recreativas, la comida casera, etc.–, la
satisfacción en el trabajo, las externalidades, las satisfacciones autosuficien-
tes y la estimulación mutua. Insistimos en esta idea de Scitovsky: sola una
de las seis categorías de satisfacción es económica.
Complementariamente, podemos señalar que el economista norteameri-
cano Richard A. Easterlin (1926) también ha cuestionado la proposición que
afirma que cuanto mayor sea el nivel de ingresos de una población, y por ello
cuanto mayor sea el nivel de consumo, mayor será su nivel de felicidad. En
este sentido se ha divulgado la idea de la “Paradoja de Easterlin”, la cual
expresa, sintéticamente, esa idea.
6.5. Conclusión
Responsabilidad de los consumidores y responsabilidad de las
empresas
Junto con algunos autores que hemos señalado anteriormente, consideramos
que existe una interrelación entre los procesos de consumo, los de marketing
y los de producción, en donde ni el consumo determina a la producción, ni
el marketing y la producción determinan al comportamiento del consumidor.
Por ello, para que esta realidad del reduccionismo de la existencia huma-
na a las actividades de consumo pueda ser modificada, cabe la intervención
tanto de consumidores como de mercadólogos y productores. Por un lado, los
consumidores deberían ejercer, como lo propone la filósofa Adela Cortina, su
ciudadanía económica, su ciudadanía del consumo, su responsabilidad frente
al consumo. Para ejercer esta ciudadanía, entre otras cuestiones, el consu-
midor debe ser autónomo, debe tener la posibilidad de elegir qué consumir. Y
para ello, Cortina señala que es necesario que el consumidor
CC
(…) tome conciencia de sus motivaciones personales, de las creencias sociales
(...) que sepa decodificar una propaganda, que descubra las convicciones asumi-
das desde su primera socialización, que conozca distintos estilos de vida (...) y
que, al hacer sus elecciones de consumo, sea consciente de qué incidencia tie-
nen en su propia vida y en la de los demás seres humanos (Cortina, 281).
Objetivos:
Luego de la lectura de los contenidos de la unidad y de la realización de las
actividades que se proponen, se pretende que el estudiante:
Hoy en día suele usarse ese término para denotar un deber, algo impuesto desde el exte-
rior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario,
constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser
“responsable” significa estar listo y dispuesto a “responder”
(Erich Fromm).
PARA REFLEXIONAR
1. Que esto sea verdad, es decir, que efectivamente la empresa se haya apro-
piado indebidamente de una riqueza social, ya sea porque no produzca un
bien o porque lo haga pero inmoralmente, ilegalmente o ineficientemente
–más adelante profundizaremos en esta distinción–, concentrada en la
maximización de sus ganancias. Como la comunidad de alguna manera
reclama a la empresa otro comportamiento, la RSE sería, en este caso,
una forma de “lavar” socialmente la imagen por esas ganancias obtenidas
injustamente. Así, la firma se adueñaría de un valor simbólico que la posi-
cionaría mejor en términos de reputación social, con lo cual estaría usan-
do nuevamente a la sociedad, ahora engañándola mediante una política de
RSE que funcionaría, finalmente, como estrategia de posicionamiento en el
mercado. Esta apropiación de ganancias a la que aludimos, podría deber-
se a una situación de ventajas obtenidas indebidamente desde el Estado
–por ejemplo, actos de corrupción llevados a cabo mediante la concesión
de monopolios legales o subsidios por tráfico de influencias– o bien a cual-
quier otro tipo de actividad ilegal, o legal pero éticamente cuestionable. En
este caso, las políticas de RSE resultarían una práctica empresarial clara-
mente hipócrita.
PARA AMPLIAR
Hasta aquí hemos considerado la idea de “bien común” sin explicitarla directamente. Pode-
mos decir que el bien común de una sociedad es un fin común por el cual los miembros de
dicha sociedad se relacionan, consituyéndola, Además, aceptando que el hombre necesita
de la sociedad para su desarrollo como hombre, se suele hablar del “bien común debido”
como el conjunto de condiciones sociales que deben dársele a la sociedad y que permitirán
el desarrollo de las potencialidades humanas.
Ahora, dentro del marco de juego que se encuentra delimitado por las leyes
del mercado –más o menos libre– y del orden jurídico, entra propiamente la
otra dimensión ética que en este apartado consideraremos. En concreto: en
este contexto la empresa podría ofrecer cualquier tipo de producto –o servi-
cio– a la sociedad. Este producto/servicio podría ser un bien para la sociedad,
algo que contribuya con generar condiciones que favorezcan el desarrollo del
hombre –por ejemplo, y siendo bien simples en la ejemplificación, un alimento
de buena calidad–, o un producto que afecte negativamente al bien común
–por ejemplo, y supongamos que este producto estuviese legalmente permiti-
do, la producción de ciertos alimentos que resultan perjudiciales para la salud.
Por ello, pudiendo la empresa ofrecer cualquiera de los dos tipos de pro-
ductos, uno beneficioso y el otro perjudicial para la sociedad, el carácter ético
deL accionar estaría dado en primer lugar por el “qué” decide ofrecer. En
este “qué”, no solo se incluye el objeto material –o inmaterial– que ofrezca la
empresa, sino dicho objeto en determinadas circunstancias histórico-sociales
y el fin que se persiga al ofrecerlo.
a) El “afuera” de la empresa:
1. Los consumidores. Una vez que se ha definido qué es lo que la empresa
va a ofrecer –lo cual incluye definir también un público objetivo–, la acti-
vidad fundamental de la relación entre empresa y consumidores esta-
ría dada por la comercialización del producto o servicio. Por más que lo
que se ofrezca sea en sí mismo un “bien” para los individuos, el intento
de manipulación o no a través de la comercialización será determinan-
te para poder plantear la ética de la empresa con respecto a los consu-
midores. Si, como lo señalábamos anteriormente –en la unidad sobre
“Ética, publicidad y consumo”–, el producto se comercializa a través de
“actos del habla perlocucionarios ocultamente estratégicos”, entonces
habría una manipulación del consumidor, una subordinación de la per-
sona del consumidor a la empresa y sus fines. Pero en un sentido total-
mente opuesto, el consumidor podría ser considerado una persona con
una dignidad no subordinable a otros fines y la empresa un medio pues-
to al servicio de las personas, al punto de, por ejemplo, buscar esta
estimular la demanda de bienes que considere valiosos para la socie-
dad y que no tengan una demanda efectiva en el mercado al momento
de iniciar la acción empresarial, es decir, generar un mercado nuevo,
un encuentro de oferentes y demandantes, a través de la generación
de conciencia en los potenciales consumidores de un producto/servi-
cio que es un bien para los mismos. La cuestión aquí no radicaría en
ver cómo hacer para venderle a las personas un producto con el fin de
mejorar la rentabilidad de la firma, sino que habría una inversión en los
términos del planteo empresarial: se buscaría la forma de que los con-
sumidores puedan tomar conciencia y elegir libremente un producto que
el grupo de personas que conforman la empresa considera un bien, e
instrumentar los recursos para poder ofrecerlo con eficiencia, conside-
rando la rentabilidad un medio para ello.
2. Proveedores, acreedores, accionistas, estado. El criterio fundamental
para las relaciones que la empresa pueda establecer con estos grupos
mencionados es el mismo que el que debería tener para con los con-
sumidores. Podríamos profundizar en este sentido, planteando distin-
tos ejemplos particulares –por ejemplo la necesidad de la veracidad en
la información económicofinanciera de los estados contables básicos
y del resto de los informes complementarios que la empresa brinde a
estos grupos– pero el punto fundamental para el actuar ético con los
mismos es la no reducción del otro a un mero medio para los fines de
la empresa.
3. El medioambiente. El otro punto ligado a “cómo hace la empresa aque-
llo que hace” tiene que ver con la forma de vincularse con el medioam-
biente y el grado de contaminación que esta realiza. Muchas acciones
empresariales contaminantes, aunque puedan ser perfectamente lega-
les en ciertos órdenes jurídicos, han comenzado a ser condenadas
socialmente.
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Krause, M., Zanotti G., Ravier, A. (2007), “La economía y el medio ambiente” en:
Elementos de Economía Política, La Ley, Buenos Aires, pp. 579-643.
1.
KK Desarrolle una relación entre esta propuesta de Hans Jonas y los plan-
teos sobre la actitud materialista del hombre, esbozados en la unidad 1.
EE 3:35)
<http://www.youtube.com/watch?v=WfGMYdalClU>
Cuatro fotogramas del corto
2.
b) Hacia dentro de la empresa. Nos referimos aquí a la forma en que las per-
sonas se relacionan en la empresa. Cabe hacer aquí referencia a los temas
desarrollado en las unidades 3, 4 y 5, acentuando especialmente la dis-
tinción entre medios y fines. Muy sintéticamente, para no ser reiterativos,
podemos decir que las personas deben ser consideradas como fines del
accionar de la empresa, no como meros medios, siendo entonces la acti-
vidad en la empresa una parte del camino de realización personal-comu-
nitario de los empleados.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Montuschi, L. “Consideraciones respecto de la ética en los negocios, la responsabi-
lidad social empresaria y la filantropía estratégica”. En: Serie: documentos de trabajo.
Buenos Aires. CEMA. 2009. Disponible en: <www.cema.edu.ar/publicaciones/
doc_trabajo.html> [Consulta: 28/4/2014].
3.
4.
5.
6.
KK Averigüe y señale, qué son, qué fin persiguen y qué grado de difusión
mundial han alcanzado cada una de las siguientes instituciones o docu-
mentos que a continuación se enumeran. (Mínimo cinco, máximo diez
líneas por cada una):
• el Libro verde (publicado por la Comisión de las Comunidades
Europeas en 2001)
• el Global Compact, la Caux Round Table
• las Guidelines desarrolladas por la OECD (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos)
• la serie y normas ISO 14000 y la ISO 26000
7.7. Conclusión
Las políticas de RSE pueden llegar a ser parte de la estrategia competitiva de
la empresa, meras formas de mejorar la reputación de la misma y por ello,
su valor de mercado; es decir, pueden resultar, en última instancia y a pesar
de que ciertos discursos pretenden mostrar otra cosa, solo una vía –a veces
encubierta– de intentar mejorar las ganancias de la empresa. Por otro lado,
como hemos visto, algunos autores plantean que estas políticas de RSE son
innecesarias, puesto que la empresa simplemente debe buscar maximizar los
beneficios de sus propietarios respetando la ley.
Nosotros hemos criticado ambas posturas desde una cierta perspectiva
ética que venimos exponiendo porque consideramos que las mismas terminan
por manipular al hombre y a la comunidad, reduciéndolas a meros medios para
la rentabilidad de la empresa. La empresa es una institución social, y como
tal, si bien es económica, no es exclusivamente económica: qué produzca y
cómo lo haga no se definen solamente en términos de eficacia y eficiencia,
el fin y los medios no se definen en meros términos de cálculo económico.
En una sociedad en donde haya libre competencia y orden jurídico, la econo-
mización de los recursos y el respeto de las leyes –lo señalamos una vez más–
se suponen como condición necesaria para ser empresa en el tiempo. Para
poder ofrecer un producto que sea un bien para la sociedad, la empresa debe
ser eficiente. La eficiencia es un medio para lograr responder a las demandas
sociales, para poder contribuir con el bien común, y por ello ser responsable.
En libre mercado, esta eficiencia significa “rentabilidad”. Entonces, para res-
ponder al compromiso social, la empresa debe ser rentable. Pero esta renta-
bilidad es uno de las condiciones necesarias –no suficientes– para lograr ser
responsable. Por ello, responsabilidad y rentabilidad no se convierten entre
sí: la empresa que es rentable no es necesariamente responsable, pues esta
podría plantearse la rentabilidad como mero fin de sus acciones –e incluso
utilizar las políticas de RSE como un medio para ello–.
Cabe agregar que como señalan distintos autores, el incremento de la efi-
ciencia por parte de las empresas tendría distintas consecuencias socialmen-
te deseables. Por un lado, deja libres recursos que podrán ser destinados
a actividades que no están directamente ligadas al sistema de rentabilidad
–como por ejemplo el financiamiento de distintas organizaciones sin fines de
lucro. Además, esta mayor productividad empresarial se ve ligada a la posibi-
lidad del incremento de los salarios reales de todas las personas que partici-
pan en la organización.
Entonces, la empresa debe ser considerada más allá de una mera unidad
de producción para maximizar beneficios. La empresa puede ser una comuni-
dad que busque ofrecer un bien o servicio que satisfaga necesidades socia-
les reales, que intente generar condiciones que permitan el despliegue de las
potencialidades de las personas que integran tanto la empresa como el resto
de la sociedad.
Las decisiones, también en la empresa, las toman las personas o los gru-
pos de personas. Por ello, en última instancia, las decisiones de qué producir
y cómo hacerlo, dependerán de la constitución ética de estas personas. Los
códigos de conducta, los análisis de stakeholders, la realización de informes
sociales, etc, podrán ser, en el mejor de los casos, un orientador, un facilitador
para un despliegue ético de la acción empresarial, pero nunca podrán deter-
minar las decisiones que toman las personas que trabajan en una empresa;
Referencias bibliográficas
Rivero Weber, P. (2003), “Convertir la noche en día y el día en una carrera sin
fin: por una ética ecológica radical”, en: Signos Filosóficos, julio-diciembre,
número 10, Universidad Autónoma Metropolitana-Itztapalapa, México D.
F., p. 48.
Sábato, E. (1948), El Túnel, Sur, Buenos Aires.
— (1951), Hombres y Engranajes, EMECÉ, Buenos Aires.
Saint Exupéry, A. (2005), El Principito, Emecé-Planeta, Buenos Aires.
Taylor, C. (1994), La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona.
Walser, R. (2003), Vida de poeta, Alfaguara, Madrid.