Janina SL555-2023

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JORGE PRADA SÁNCHEZ

Magistrado ponente

SL555-2023
Radicación n.° 93491
Acta 9

Bogotá, D. C., veintidós (22) de marzo de dos mil


veintitrés (2023).

La Sala decide el recurso de casación interpuesto por


CECILIA, NANCY, REYNALDO, SERGIO ALFONSO Y
GERMÁN ENRIQUE VESGA BALLESTEROS, contra la
sentencia proferida por la Sala Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga, el 12 de
mayo de 2021, en el proceso que BERTHA DÍAZ MARIÑO
adelantó en contra de VESGOMEZ Y CÍA S EN C. y de los
herederos indeterminados de HONORATO VESGA GÓMEZ,
al que fueron vinculados los recurrentes, en calidad de
herederos de este último, y OSCAR VESGA SILVA.

I. ANTECEDENTES

Bertha Díaz Nariño solicitó el reconocimiento de un


contrato de trabajo entre VESGOMEZ y Cía. S. en C. y
Honorato Vesga Gómez, de un lado, y su esposo Gonzalo

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García Ordóñez, del otro, desde el 25 de noviembre de 2003


hasta el 1 de julio de 2011, cuando terminó por muerte del
trabajador. Reclamó el pago de los perjuicios derivados del
deceso de su esposo, en los términos del artículo 216 del
Código Sustantivo del Trabajo, a cargo de la sociedad
convocada y de los herederos determinados e
indeterminados de Vesga Gómez, en forma solidaria (fls. 76
a 99 y corregido de folios 105 a 128).

En sustento de sus aspiraciones, relató que su


cónyuge, Gonzalo García Ordóñez, fue trabajador de la
sociedad accionada, de la que Honorato Vesga Gómez fue
gerente y socio gestor hasta su fallecimiento. Precisó que la
relación laboral se desarrolló desde el 25 de noviembre de
2003, pero el 2 de enero de 2010, su esposo y Honorato
Vesga Gómez, como empleador, suscribieron un contrato de
trabajo a término fijo «de uno a tres años», que se prorrogó
hasta el 1.º de julio de 2011, cuando el trabajador murió
como consecuencia de un accidente de trabajo.

Precisó que el accidente acaeció en las instalaciones de


la empresa; su esposo fue golpeado por una estructura de
madera empleada en el secado del arroz, «quedando
atrapado entre los bultos de arroz y las maderas
derrumbadas hasta que terminó asfixiado». Enfatizó que
dicho evento fue calificado como laboral por la ARL Positiva
S.A. y se generó por la ausencia de medidas de seguridad y
protección, la precariedad de las instalaciones de trabajo y
de los equipos empleados, y la falta de mantenimiento por
parte del empleador. Aclaró que Honorato Vesga Gómez

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falleció el 2 de septiembre de 2012, lo que hizo necesaria la


convocatoria de sus herederos.

En calidad de heredera de la persona natural señalada


como empleadora, Cecilia Vesga Ballesteros se opuso a la
prosperidad de las pretensiones y propuso las excepciones
de culpa exclusiva de la víctima, «causa extraña-reparación
reciente del silo de secamiento», «la ruptura de la viga fue
culpa de un tercero», inexistencia de contrato escrito o verbal
de trabajo, «pagos oportunos a la seguridad social por parte
del empleador Honorato Vesga Gómez», «aceptación de la
herencia con beneficio de inventario» y buena fe (fls. 149 a
181).

Admitió que su padre fue el gerente y socio gestor de la


sociedad demandada, y precisó que fue como persona
natural que él contrató a Gonzalo García Ordoñez para la
realización de labores generales y de mantenimiento de los
diferentes establecimientos de comercio de su propiedad.
Dijo que no le constaban las circunstancias del accidente,
pero que, en todo caso, imprudentemente el trabajador
expuso su vida, en cuanto «llenó el silo de arroz, e (…)
ingresó sin recibir órdenes y sin ninguna razón lógica debajo
del silo de secamiento, que colapsó a pesar de recientemente
haber sido reparado, situación ésta que daría como resultado
que el daño fue consecuencia del obrar de un tercero».

Nancy, Reynaldo, Sergio Alfonso y Germán Enrique


Vesga Ballesteros, y Oscar Vesga Silva, se pronunciaron en
similares términos y blandieron las excepciones de ausencia

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de culpa patronal, culpa exclusiva de la víctima,


prescripción y buena fe.

La sociedad convocada al juicio también rechazó las


aspiraciones de la demandante. En su defensa, formuló las
excepciones de inexistencia de la relación laboral,
inexistencia de solidaridad, «actuaciones del señor Honorato
Vesga Gómez (…) no fueron producto de su actuar como socio
gestor (…) tampoco de simple intermediario», ausencia total
de perjuicios que la sociedad deba reconocer a la
demandante, «direcciones donde se señala han funcionado
los establecimientos de comercio de propiedad de la sociedad
Vesgomez y Cía S en C., no corresponde o han correspondido
nunca con el lugar donde ocurrió el accidente», cobro de lo no
debido y buena fe (fls. 542 a 569).

Admitió que Honorato Vesga Gómez fue su gerente y


socio gestor, pero enfatizó que de cara a la relación laboral
objeto del proceso, aquel fungió en su propio nombre y no
de la compañía. En ese orden, negó cualquier
responsabilidad derivada del contrato de trabajo; con mayor
razón, del accidente laboral, en tanto ocurrió fuera de sus
instalaciones y en establecimientos de propiedad de Vesga
Gómez.

El curador ad litem de los herederos indeterminados


de Honorato Vesga Gómez no propuso excepciones, pero se
opuso a la prosperidad de la demanda y manifestó que se
atendría a lo que resultara demostrado en el proceso.

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II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El 10 de septiembre de 2018, el Juzgado Primero


Laboral del Circuito de Bucaramanga declaró la existencia
de una relación laboral entre Gonzalo García Ordóñez y
Honorato Vesga Gómez, desde el 25 de noviembre de 2003
hasta el 1 de julio de 2011, regida por varios contratos de
trabajo, el último finalizado por muerte del trabajador.
Absolvió de las demás pretensiones de la demanda.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

Al resolver la apelación de la demandante, el Tribunal


revocó parcialmente la decisión absolutoria. En su lugar,
declaró que el empleador incurrió en culpa suficientemente
demostrada en el accidente de trabajo sufrido por el
trabajador, y condenó a los herederos determinados de
Honorato Vesga Gómez a pagar a la actora $107.135.211
por lucro cesante consolidado, $102.860.855 por lucro
cesante futuro y $30.000.000 por perjuicios morales, junto
con las costas del proceso.

En lo que interesa al recurso extraordinario, anunció


que se ocuparía de clarificar si el a quo se equivocó al
despachar en forma desfavorable la pretensión de
indemnización plena de perjuicios por culpa patronal en el
accidente de trabajo.

No halló controversial la celebración y ejecución de


varios contratos de trabajo entre Gonzalo García Ordóñez y

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Honorato Vesga Gómez, durante el periodo comprendido


entre el 25 de noviembre de 2003 y el 1 de julio de 2011,
cuando falleció el trabajador producto de un accidente de
trabajo. Tampoco, que la demandante obtuvo la pensión de
sobrevivientes a cargo de Positiva S.A.

Para comprobar la procedencia de la indemnización de


marras, estimó necesario verificar la ocurrencia del
accidente laboral, «la culpa del empleador en la ocurrencia
del siniestro ya sea por acción, omisión, debido a la falta de
cuidado, por negligencia, impericia etc.» y los perjuicios
sufridos.

Dio por descontado el carácter laboral del siniestro,


dado que así lo reportaron los informes de la ARL y ello dio
lugar al reconocimiento de las prestaciones de ese
subsistema. Resaltó que las partes no objetaron la
definición del origen del accidente.

Adicionalmente, se refirió el informe de la investigación


adelantada por la Fiscalía General de la Nación, las
fotografías tomadas al sitio del accidente (fls. 22 a 61), el
memorando remitido por el empleador a sus trabajadores
días después del siniestro, en el que prohíbe subir a los
techos y entrar a los silos sin autorización. Así mismo, a la
Resolución 1612 de 23 de noviembre de 2011, en la que el
Ministerio del Trabajo sancionó al empleador por
inconsistencias y deficiencias en la revisión y
mantenimiento del lugar de trabajo en que ocurrió el deceso
del trabajador, la investigación, dictamen y

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recomendaciones de la ARL, los formatos de entrega de


elementos de protección personal, de capacitación y de
divulgación de los programas y políticas de salud
ocupacional «con firma de la secretaria y el presidente sin un
soporte de entrega al trabajador».

De los testimonios de Ángela Pinto Gómez, William


Norberto Pinzón Pérez, Ángel Miguel Acevedo Samacá,
Edgar Fabián García Díaz y Juan Carlos Carvajal Quintero,
dedujo que dentro de las labores del trabajador fallecido,
estaba «la de arreglar los daños que se presentaran como
destrabe de compuertas o fugas de arroz en los sitios en que
se almacena el arroz»; también, que «era normal que los
trabajadores transitaran por debajo de las piezas».

Enfatizó que si bien, tales declarantes no conocieron la


ubicación de García Ordóñez cuando se presentó el
accidente, ello no significaba que no estuviera ejecutando
las labores a las que se dedicaba; con mayor razón, si el
empleador demandado no acreditó que el trabajador
estuviera obligado a reportar cualquier movimiento dentro
de la empresa. Asentó que aún si se considerara que el
trabajador incurrió en actos inseguros al realizar labores
bajo la estructura que soportaba el arroz, ello no eximía de
responsabilidad al empleador, como quiera que, según la
jurisprudencia, en la aplicación del artículo 216 del
estatuto laboral no tiene cabida la compensación de culpas.

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Recalcó que según los informes de la ARL Positiva


S.A., el accidente se presentó con causa y con ocasión de la
labor a cargo del trabajador. Esto expuso:

Y es que no puede dejar de verse que la ARL Positiva en la


investigación del accidente de trabajo determinó que el
trabajador se desempeñaba como operario de oficios varios de
molinería el cual el 01 de julio de 2011 ingresó solo y sin previo
aviso a sus compañeros al túnel de secamiento debajo de la
batería de los 5 silos de secado de arroz y cuando se encontraba
bajo el siglo (sic) 5 que presuntamente presentaba alguna fuga,
en donde la viga central se rompió causando derrumbe de la
estructura y el consecuente atrapamiento del trabajador,
quien falleció en el sitio», advirtiendo que el accidente se
presentó “por el ingreso del trabajador por el túnel de
ventilación [para] presumiblemente controlar alguna fuga de
arroz” (FL. 359-361). Investigación de la que se extrae que el
trabajador se encontraba en el túnel de ventilación
aparentemente controlando alguna fuga de arroz.

En conclusión, en cuanto a que si el trabajador se encontraba


realizando una de las funciones propias de su cargo, al
momento de la ocurrencia del accidente de trabajo, para la Sala
no queda duda de ello, la parte actora afirmó que el accidente
ocurrió en el ejercicio de las labores propias del cargo para el
cual fue contratado (oficios varios) afirmación que encuentra
soporte en el dictamen de calificación de origen del accidente
emitido por Positiva ARL, en la investigación del accidente de
trabajo realizada por Positiva ARL y de las declaraciones de 3
compañeros de trabajo del fallecido recepcionadas dentro de
dicha investigación.

Precisó que si el empleador consideraba que la


actividad que realizaba el trabajador no hacía parte de sus
funciones, así debió acreditarlo en el proceso. Destacó que
el único testigo que corroboró esa tesis fue el supervisor del
occiso, quien no se hallaba en el establecimiento donde
ocurrió el siniestro. Además, continuó, «no se evidenció
control alguno que impidiera al personal ingresar a dicha

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zona, así como tampoco una señalización de prohibido


ingresar, ni capacitación o instrucción alguna al respecto».
Deploró que solo después del accidente surgieran
recomendaciones e instrucciones empresariales en ese
sentido.
Sobre la culpa patronal, recordó que la demandante
imputó al empleador una conducta omisiva, «razón por la
cual le corresponde al empleador acreditar que no omitió
ninguna de sus obligaciones en materia de seguridad y
salud en el trabajo, así como que realizó todas las
actividades tendientes al cuidado del trabajador». Agregó:

En ese orden la [Sala] encuentra que la demandante acreditó un


incumplimiento de las medidas de seguridad del empleador
respecto del trabajador fallecido con la Resolución N° 001612
del 23 de noviembre de 2011 expedida por el Ministerio del
Trabajo, a través de la cual sancionó al empleador por el
incumplimiento de las medidas de seguridad y salud en el
trabajo por la ocurrencia del accidente en el que perdió la vida
GONZALO GARCÍA ORDOÑEZ, en la que halló las siguientes
situaciones: viga defectuosa, ausencia de revisión y refuerzo de
estructuras de madera en los silos de secado, falta de refuerzo
con
palancas y platinas atornilladas, la falta de prohibición del
ingreso del personal debajo de los silos de secamiento del
arroz, la falta de manual de procedimiento seguro, ausencia de
socializaciones de lecciones aprendidas, falta de
implementación de permiso de trabajo en alturas y en espacios
confinados,
falta de inspección en áreas de trabajo y equipos, falta de
control de riesgos en espacios confinados, falta de
procedimiento para la reparación de fugas de arroz, falta de
análisis de puesto seguro de trabajo, falta de especificación de
las actividades de
Copaso en las actas de reunión, falta de capacitación para la
ejecución de la labor siendo que el trabajador GONZALO
GARCÍA ORDOÑEZ ingresó a laborar el 25 de noviembre de
2003

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y tan solo hasta el 3 de enero de 2011 fue capacitado y no en


temas relacionados con su labor.

También acreditó la omisión del empleador en las medidas de


seguridad y salud en el trabajo con la investigación
adelantada por la ARL Positiva en la que indicó como causas del
accidente de trabajo inspecciones de recepción deficientes,
postura insegura no especificada, exposición innecesaria en
espacio confinado y defectuosa, generando como
recomendaciones al empleador la inspección, revisión,
reparación y refuerzo de las vigas, el mejoramiento
de la estructura de apoyo de todos los silos de secado de
arroz, la realización de pruebas de carga de los silos
aún después de reparados, la verificación de las cargas que no
superen un 70%, la elaboración de manuales de procedimientos
operativos, la inclusión de una metodología para la reparación
de fugas de arroz en los silos (fl. 359-361).

Dedujo que el empleador no cumplió con la carga de


desvirtuar las deficiencias anotadas, todas relevantes en
perspectiva de un panorama de incumplimiento de las
medidas de seguridad y salud en el trabajo; en especial, de
cara al accidente en el que perdió la vida el trabajador.
Descartó que la entrega de elementos de protección
personal, las capacitaciones brindadas y la existencia de un
programa de salud ocupacional modificaran su criterio, en
tanto irrelevantes en función de prevenir situaciones como
la ocurrida; con mayor razón, si «los empleadores no solo
están en la obligación de tener un SGSST, sino de
materialmente implementarlo, so pena, [de] que su actitud
silente y abstencionista, le acarreen las consecuencias que
hoy se avizoran».

Acerca del obrar inseguro del trabajador, que se dejó


consignado en el informe de la ARL, consideró que ello era
innegable «pues no se logró acreditar lo contrario». Sin

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embargo, reiteró que «la responsabilidad de la empresa en el


accidente laboral no desaparece en el evento de que este
ocurra también por la concurrencia de un comportamiento
descuidado e imprudente del trabajador», porque la
indemnización plena de perjuicios de que trata el artículo
216 del Código Sustantivo del Trabajo no admite la
compensación de culpas.

Claro lo anterior y descartada la prescripción de la


acción, se ocupó de la tasación de los perjuicios a favor de
la demandante, bajo el entendido de que su condición de
cónyuge no estaba en discusión. Así mismo, dio por
descontado que dependía económicamente de su esposo,
porque así se verificó por la ARL al momento de conceder la
prestación por sobrevivencia.

Se apoyó en varios precedentes de esta Sala, y tuvo en


cuenta un salario de $640.000 (fl. 12), así como que el
trabajador falleció a los 39 años. Al calcular el lucro cesante
consolidado, actualizó el ingreso, restó el 25% por gastos
personales, verificó el número de meses transcurridos entre
la muerte y la emisión de la sentencia, y fijó la tasa de
interés anual y mensual. Para hacer lo propio con el lucro
cesante futuro, partió de la diferencia entre la edad que
tendría el trabajador para el momento de la decisión y la
edad de vida probable (83 años), y tuvo en cuenta las tasas
de interés mensual y anual.

En ese orden, arribó a $107.135.211 por lucro cesante


consolidado y $102.860.855 por lucro cesante futuro.

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IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por los herederos determinados de


Honorato Vesga Gómez, fue concedido por el Tribunal y
admitido por la Corte. Se procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretenden que la Corte case la sentencia recurrida,


para que, en sede de instancia, confirme la del a quo o, en
su defecto, «se disminuya las condenas por perjuicios
patrimoniales, conforme a lo pedido en la demanda, y/o que
se ajuste al real perjuicio de la demandante».

Con tal finalidad formula 3 cargos, por la causal


primera de casación, que no merecieron réplica.

VI. CARGO PRIMERO

Acusan violación indirecta, por aplicación indebida, de


los artículos 56, 57, 59, 199 y 216 del Código Sustantivo
del Trabajo, 63, 64, 66, 1603, 1604, 2341 y 2357 del Código
Civil, 166 y 167 del Código General del Proceso.

Cuestionan que el Tribunal «no diera por demostrado,


estándolo, que existen los suficientes y protuberantes
elementos de juicio que se extraen de las probanzas
obrantes en el proceso, que permiten establecer que el
infortunio del trabajador GONZALO GARCÍA ORDÓÑEZ

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(q.e.p.d.) tuvo por causa exclusiva su propia culpa». Refiere


los siguientes errores de hecho:

a) Concluir que el trabajador, al momento de la muerte, estaba


realizando funciones del cargo.

b) Concluir que el accidente se generó por una “compensación


de culpas” entre el trabajador y el empleador.
c) Concluir que se demostró que la relación de causalidad del
accidente fue demostrada por la parte actora, en perjuicio del
empleador.

d) No dar por demostrado, estándolo, que incluso si el


empleador hubiese demostrado haber cumplido del modo más
estricto posible todos los reglamentos y normas de seguridad y
salud en el trabajo, el accidente se hubiese presentado
igualmente, pues no es predecible que una persona se
introduzca sin preaviso alguno a la parte más interna (silo 5) de
un horno de secamiento en funcionamiento o que, en el mejor
de los casos, acaba de ser apagado.

e) No dar por demostrado, estándolo, que el accidente ocurrió


por la culpa exclusiva de la propia víctima.

Asegura que los dislates descritos se derivaron de


la apreciación equivocada de la investigación y el
dictamen de la ARL Positiva S.A. sobre el accidente de
trabajo, el informe de necropsia, las «fotografías de las
condiciones físicas de la arrocera» (fls. 22 a 61) y los
testimonios de William Pinzón Pérez, Ángel Miguel
Acevedo Samacá, Juan Carlos Carvajal Quintero y
Edgar Fabián García Díaz.

Considera que de las pruebas denunciadas se


infiere con facilidad que «no existe prueba necesaria»
para declarar la culpa del empleador en el accidente de
trabajo.

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Se remite a la investigación de la ARL para


explicar que esta apenas refiere «presunciones» acerca
de la presencia de fugas de arroz, que no son «ni
legales ni de derecho» y, «sin embargo, fueron tenidas
como demostradas por el fallador de segundo piso».
Señala que, por el contrario, dicho informe «sí
demostró de modo certero, no por “presunciones”», que
el trabajador «ingresó solo y sin previo aviso a sus
compañeros al túnel de secamiento en operación
(reciente por lo menos, como quiera que se afirma que la
propia víctima lo apagó), debajo de la batería de los
cinco silos cuando colapsó un techo atrapándolo».

En ese orden, estima que no puede existir


conclusión distinta a que el accidente ocurrió
exclusivamente por la imprudencia del trabajador, «lo
cual nos ubica en una culpa exclusiva de la víctima».
Con mayor razón, aduce, si «de las fotografías y
escritos arriba aludidos como mal apreciados se
acredita que el sitio donde ocurrió el insuceso es “per
se” de alta peligrosidad sin más consideraciones que el
solo sentido común». Ante ese escenario, anota,
cualquier medida de seguridad y prevención que
hubiera adoptado el empleador habría resultado inane,
de suerte que «igual se hubiese presentado el luctuoso
hecho que hoy lamentamos».

Añade que los testimonios vertidos al juicio, «son


dicientes de la culpa exclusiva del trabajador». Remata:

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[…] al no existir prueba alguna que acreditara cual fue la


causa real por la cual se encontraba el trabajador en el
silo, en un entorno de operación que generaba máxima
peligrosidad, ni tampoco las funciones que estaría
ejecutando no es posible endilgarle responsabilidad al
entonces empleador, debiéndose declarar como corolario
que el nexo causal del infortunio, se insiste a riesgo de
fastidiar, constituyó una culpa exclusiva de la víctima.

VII. CONSIDERACIONES

Pese a la senda por la que se orienta el ataque, queda


libre de discusión la existencia de un contrato de trabajo
entre Gonzalo García Ordóñez, cónyuge de la demandante,
y Honorato Vesga Gómez, terminado por la muerte del
primero el 1 de julio de 2011, con ocasión del accidente
laboral acaecido en las instalaciones de propiedad del
empleador.

Fue en ese contexto que el Tribunal dedujo la culpa


patronal en la ocurrencia del siniestro, al percibir la
inestabilidad de la estructura que colapsó sobre la
humanidad del trabajador, tanto por su vetustez como por
mantenimiento inadecuado o insuficiente. También, destacó
la inexistencia de controles de acceso a sitios de alto riesgo
dentro de la empresa, así como falta de instrucciones y
capacitaciones para el desarrollo de labores en condiciones
seguras. De ahí, llegó a un panorama de incumplimiento de
las medidas de seguridad y salud en el trabajo, de cuyas
consecuencias no podía librarse el empleador a pesar de los
actos inseguros o arriesgados del trabajador fallecido.

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La censura se opone a esas inferencias. En su criterio,


las pruebas denunciadas describen un paisaje muy
diferente, en el que primó la falta de prueba suficiente del
obrar culposo del empleador y, en contraste, la imprudencia
rampante del trabajador, que lo condujo al fatal desenlace.

En ese orden, corresponde a la Sala verificar si el


Tribunal se equivocó en la valoración del contexto fáctico,
que lo llevó a declarar la culpa suficientemente demostrada
del empleador en el accidente de trabajo.

En primer término, claramente, el cargo deja libre de


cuestionamiento la valoración de medios de convicción
sobre los que el juez colegiado de instancia cimentó buena
parte de su razonamiento. Tal es el caso del informe
resultante de la actuación administrativa adelantada por el
Ministerio del Trabajo, que suministró detalles acerca de las
condiciones inseguras de trabajo que rodearon el accidente;
también, las comunicaciones o instrucciones empresariales
para prohibir el ingreso no autorizado a los silos,
impartidas después del siniestro, y los soportes de entrega
de implementos y capacitación al personal, que el Tribunal
consideró «insuficientes por no decir inocuas para acreditar
que [el empleador] procuró brindar al trabajador protección y
seguridad».

Lo anterior, sin duda alguna, compromete cualquier


vocación de prosperidad del ataque, en tanto correspondía a
la censura derruir cada una de las inferencias sobre las que

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el Tribunal edificó su decisión, a fin de desvirtuar con éxito


la doble presunción de acierto y legalidad con que la
sentencia de segundo grado llega revestida a esta sede.

Aunado a la deficiencia descrita, las pruebas


denunciadas, en particular, el informe de necropsia y las
fotografías del sitio del accidente, lejos están de respaldar el
planteamiento de los recurrentes. El primero, solo describe
las condiciones en que fue hallado el cuerpo del trabajador
y la causa de su muerte. Las segundas, son útiles para
recrear las condiciones de los lugares donde fueron
tomadas, pero nada aportan al conocimiento específico de
los hechos ni del comportamiento de quienes intervinieron
en ellos; peor aún, si la Sala acogiera el argumento de que
tales registros fotográficos dejan en evidencia «que el sitio
donde ocurrió el insuceso es “per se” de alta peligrosidad»,
en palabras de los recurrentes, esto solo reafirmaría la
obligación empresarial de adoptar medidas de seguridad,
prevención y control, mucho más rigurosas y detalladas, tal
cual lo percibió el juez colegiado de instancia.

Ante ese resultado, la Sala no puede adentrarse en el


estudio de la investigación y dictamen de la ARL Positiva
S.A. sobre el accidente de trabajo, ni de los testimonios de
William Pinzón, Ángel Miguel Acevedo, Juan Carlos Carvajal
y Edgar Fabián García. Se impone aclarar que los primeros
son considerados documentos declarativos emanados de
terceros, que en sede de casación laboral reciben el mismo
tratamiento de los segundos (CSJ SL3169-2018). Entonces,
ni unos ni otros hacen parte de los enlistados en el artículo

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7 de la Ley 16 de 1969, de suerte que no están calificados


para respaldar el recurso extraordinario, salvo que primero
se pruebe la existencia de errores en la valoración de
elementos de prueba que sí tengan esa condición, que no es
el caso.

En consecuencia, el cargo no prospera.

VIII. CARGO SEGUNDO

Acusa violación directa, por infracción directa, de los


artículos 50 y 66 A del Código Procesal del Trabajo y 281
del Código General del Proceso, como violación medio que
condujo a la aplicación indebida de los artículos 1, 19, 145
y 216 del Código Sustantivo del Trabajo; y 63, 64, 66 1603,
1604, 1613, 1614 y 2341 del Código Civil.

Recordó que además de la pretensión declarativa de


responsabilidad del empleador con fundamento en el
artículo 216 del estatuto laboral, la actora pidió condena
por «“daños materiales” por la suma de $12´411.588 por
lucro cesante consolidado y $90´774.535,38 por lucro
cesante futuro». También que, en respuesta a esa
aspiración, el juez de primera instancia «absolvió a los
demandados de esas y todas las condenas dinerarias
enlistadas en el libelo genitor del litigio, razón por la cual no
hubo ningún pronunciamiento extra o ultra petita».

Hace énfasis en que al acudir a la apelación, la


demandante sustentó sus inconformidades e insistió en que

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se declarara «la culpa patronal y en consecuencia el


reconocimiento a su favor de los perjuicios reclamados en la
demanda».

Bajo ese contexto, considera que cualquier sentencia


condenatoria que se produjera, no podía superar el monto
de los perjuicios materiales pedidos en la demanda; esto es,
«las sumas de $12´411.588 por lucro cesante consolidado y
$90´774.535,38 por lucro cesante futuro».

Pese a ello, dice, el Tribunal impuso sumas muy


superiores, aún si se aplicara cualquier método de
actualización, de suerte que «fijó una indemnización ultra y
extra petita que tenía vedada de conformidad a su carácter
de superior funcional, lo que contraría de modo evidente,
salvo mejor opinión, la normativa del artículo 50 del Código
Procesal del Trabajo»; añade que el ad quem desconoció «los
principios de consonancia y congruencia», en tanto «terminó
condenando por más de lo apelado y por cantidad muy
superior a lo pedido en el marco del pedimento judicial (libelo
demandador)».

IX. CONSIDERACIONES

En concreto, la censura cuestiona la tasación del lucro


cesante en el marco del artículo 216 del Código Sustantivo
del Trabajo, porque excedió el monto reclamado por la
actora en su demanda, de suerte que el Tribunal ignoró que
como juez de segundo nivel no tenía facultades ultra petita,

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a la par que transgredió los principios de congruencia y


consonancia.

Para resolver tal cuestionamiento, cumple destacar


que la discusión propuesta por la censura desborda la
senda de ataque escogida. En realidad, más allá de exponer
que el juez colegiado de instancia se rebeló contra los
preceptos adjetivos que debieron servirle de faro para
adoptar su decisión, los recurrentes invitan a una
confrontación del fallo de segundo grado con el contenido
de la demanda y el escrito de apelación de la actora. Del
resultado de tal ejercicio, es que pretenden derivar el
desacierto en punto a la limitación a que estaría sometido
para tasar la condena.

En cualquier caso, si así lo entendiera la Sala, los


cuestionamientos tampoco llegarían a buen puerto.

Como lo advierte la censura, la imposición de la


indemnización plena de perjuicios se derivó del reclamo
formulado por la demandante en el recurso de apelación. Es
decir, no existe discusión de que luego de exponer los
motivos de inconformidad, la actora insistió en la
revocatoria parcial del fallo de primer grado para proceder a
la declaratoria de la culpa del empleador en el accidente de
trabajo, con el correlativo reconocimiento de los perjuicios
reclamados desde la demanda.

Paso obligado, entonces, es descender al escrito que


marcó el inicio del proceso. En el capítulo de pretensiones,

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la actora reclamó daños materiales por el orden de


$12.411.588 y $90.774.535, a título de lucro cesante
consolidado y futuro, respectivamente. Sin embargo, a
renglón seguido precisó que tales valores surgían «de
acuerdo a la liquidación efectuada en la presente demanda y
al juramento estimatorio que se formula en el presente
escrito».

Fue así como al exponer la razonabilidad de sus


pretensiones (numeral IV estimación de la cuantía), partió
de un salario base de $642.465, que no difiere
sustancialmente del que tuvo en cuenta el Tribunal
($640.000). De igual manera, y esto es relevante para lo que
aquí se discute, señaló que calcularía el lucro cesante
consolidado sobre 24.29 meses; esto es, los transcurridos
desde la muerte del trabajador hasta «la fecha del presente
avalúo» o, lo que es lo mismo, a la presentación de la
demanda. Fue así como llegó a la suma de $12.411.588.

Otro tanto dijo del lucro cesante futuro. Sin mayor


profundización, redujo el salario base a $510.975 y tuvo en
cuenta una expectativa de vida de 38.64 años. Bajo ese
derrotero, lo tasó en $90.774.535 para ese momento.

Así las cosas, lo que queda claro es que los valores


indicados en la demanda, a título de lucro cesante, no eran
sumas inamovibles, ni mucho menos, un monto exacto y
excluyente sobre el que debía dispensarse la condena. Se
trató simplemente de una estimación de la parte
demandante, encaminada a explicar y justificar la cuantía

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de las pretensiones al momento de instaurar la acción;


empero, desde luego, no hay razones para entender que
aquello conllevaba una renuncia parcial a una reparación
integral, ni delimitación de lo reclamado por indemnización
plena de perjuicios, como lo infiere la censura.

Por tanto, mal puede afirmarse que el Tribunal


incurrió en los desaciertos denunciados. Es decir, no es
posible coincidir con la censura en que el juez colegiado de
instancia se hubiera apartado de las materias cuestionadas
en la alzada; menos, que hubiera desbordado el objeto de la
demanda al calcular el monto de los perjuicios reclamados.

Con mayor razón, si las sumas obtenidas en la alzada


no son otra más que la proyección de los perjuicios
solicitados desde el inicio del proceso, a la luz de la
jurisprudencia de esta Sala y con corte a la fecha de
emisión de la sentencia de segundo grado, tal cual se
reseñó al hacer el recuento de la actuación.

El cargo no prospera.

X. CARGO TERCERO

Acusa violación directa, por interpretación errónea, de


los artículos 1, 19, 145 y 216 del Código Sustantivo del
Trabajo, 63, 66, 113, 152, 1603, 1604, 1614, 1615 y 2341
del Código Civil, 16 de la Ley 446 de 1998, y 164 a 167del
Código General del Proceso.

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Cuestiona que para liquidar el lucro cesante, el


Tribunal solo descontara el 25% a título de gastos
personales del trabajador fallecido, como si el valor restante
fuera destinado exclusivamente al sostenimiento de la
actora. Asegura que esa regla ha sido aplicada por la
jurisprudencia laboral en casos diferentes, ante la
«existencia de alimentarios-beneficiarios de dos en adelante».
Explica:

Salvo mejor opinión, constituye una máxima de la experiencia


que quien trabaja para producir los ingresos necesarios para
subsistir no otorgaría para un único alimentario, con capacidad
para trabajar (cónyuge para el caso de marras), una suma
superior al 25% del total de sus ingresos, máxime cuando tales
“sumas” se fundamentan en el salario mínimo legal mensual,
ingreso que en principio no sería suficiente para un consumo
desbordado en ningún sentido. Para el sentenciador de
apelaciones, a precios de hoy el alimentante (cualquiera que
sea) otorga y/o regalaría a su cónyuge $750.000, y él, solo
conservaría para sí mismo $250.000,oo, lo cual no se acompasa
con las referidas máximas de la experiencia.

Aduce que una entrega o concesión en ese sentido y a


favor de un beneficiario, resulta excepcional y por ende
debió ser acreditada. Añade que el Tribunal debió tener en
cuenta que la reclamante también debía ayudar a los gastos
del hogar, lo que significa que debería haber reconocido «no
solo un menor porcentaje de ayuda presuntiva a recibir por
la señora DIAZ MARIÑO, sino también la “compensatio lucri
damno” es decir, la ventaja económica que el hecho dañoso
generó a la hoy demandante», en tanto se trataba de una
persona «presuntamente capaz de producir ingresos que ya
no tendrá que compartir tales sumas con, a su vez, su
alimentario. Lo anterior, teniendo en cuenta que en la

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legislación colombiana las indemnizaciones son fuentes de


compensación de detrimentos no de enriquecimiento».

XI. CONSIDERACIONES

De manera concreta, la censura sostiene que en el


ejercicio de calcular el lucro cesante, el juez colegiado de
instancia se equivocó al restar solamente el 25% por gastos
personales del trabajador, toda vez que este parámetro
jurisprudencial no tiene cabida cuando se trata de un solo
beneficiario, como es el caso. Además, el resultado así
obtenido deviene abiertamente injusto, contrario a las
reglas de la experiencia y una fuente de enriquecimiento
que desdice de la naturaleza indemnizatoria o
compensatoria de la condena.

Para resolver tales inquietudes, conviene memorar que


siguiendo la doctrina trazada por su homóloga civil, esta
Sala ha dado luces sobre la materia traída a discusión por
los recurrentes. Es así como en la sentencia CSJ SL695-
2013, discurrió sobre la procedencia de deducir un 25% del
ingreso que sirve de base al cálculo del lucro cesante, como
porcentaje que el causante destinaría para cubrir sus propios
gastos. En esa oportunidad, trajo a colación lo explicado por la
Sala de Casación Civil de la Corte, en sentencia del 5 de
octubre de 2004, Exp. 6975, cuando esta última dijo lo
siguiente:

[…] Seguidamente se impone resaltar que en aquellos casos en que


ese lucro cesante está íntimamente vinculado con los dineros que
el occiso recibía como contraprestación por sus actividades

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personales lucrativas y lícitas, cuando quiera que medie una


relación laboral, la pauta que el juzgador ha de tener en cuenta
para cuantificar ese rubro se deduce, por lo general sin mayor
dificultad, del monto de los salarios que devengó el trabajador
durante la época que precedió a su óbito, los que se promediarán,
según suele hacerse, si fueran variables. De la base así obtenida se
descontará la proporción en que habría de calcularse lo que
destinaba para sus gastos personales y el excedente se dividirá
entre los perjudicados, sin perder de vista, en ningún caso, que
como el hecho que da lugar al daño no puede legítimamente
convertirse en una fuente de ganancia o enriquecimiento para los
reclamantes, ha de procurarse, en lo posible, que la indemnización
que el cónyuge y los deudos del desaparecido reciban, se
acompase con lo que éste en vida les proporcionaba, ni más ni
menos, tal y como si la muerte no hubiera tenido ocurrencia. (…)

En cuanto al porcentaje que de sus ingresos el occiso podía


destinar a su propio sostenimiento, bien puede acudir la Corte,
como en otras oportunidades, a un 25% de sus ingresos, que
corresponde al propuesto por los peritos y en lo que atañe a la vida
probable de los demandantes, así como la que hubiera podido
gozar el señor Díaz Sánchez de no haber tenido ocurrencia el
accidente aéreo que culminó con los resultados ya conocidos,
habrá de tenerse en cuenta la Resolución 1439 de 1972 (que en
copia obra de fls 61 a 65), vigente para la fecha del óbito del
mencionado. Además, se estimará que la viuda sería beneficiaria
de ese apoyo por el término de vida probable de su esposo y que
sus hijos recibirían tal ayuda económica hasta la edad límite de 25
años, época que razonablemente se asume como la de
culminación de sus estudios superiores, todo ésto de conformidad
con las directrices admitidas por esta misma Corporación en
asunto similar (sent. de 18 de octubre de 2001, exp. 4504).

De las anteriores enseñanzas, bien puede inferirse que


la regla que habilita el descuento del 25% del ingreso base,
guarda relación con el occiso que percibía en vida dicha
remuneración, que no con el número de beneficiarios. De
ahí que se haga alusión a que tal porcentaje representa lo
que el causante habría destinado en vida «a su propio
sostenimiento», al margen de la cantidad de integrantes del
núcleo familiar dependiente.

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Cosa distinta es que la indemnización no pueda


erigirse en fuente de enriquecimiento para sus reclamantes,
de donde se sigue la necesidad de que el juzgador procure
que la reparación acompase con lo que en vida pudo
proporcionar el trabajador a cada afectado, como si la
muerte no hubiera tenido ocurrencia.

Ahora bien; no es posible concluir que el Tribunal


hubiera ignorado o desatendido tales parámetros, porque
previo a proveer sobre el monto de la indemnización, el juez
colegiado de instancia dejó claro que la liquidaría bajo las
premisas de existencia de un vínculo conyugal entre el
trabajador fallecido y la demandante, así como de que esta
dependía económicamente de aquel, porque así se verificó
por la ARL al momento de conceder la prestación por
sobrevivencia.

Tal razonamiento no es objeto de controversia por la


senda correspondiente, y la Sala está inhibida para
inmiscuirse en su validez y sustento fáctico, dado el
carácter rogado y extraordinario del recurso. De esta suerte,
en dicha dependencia financiera continúa soportada la
decisión de conceder a la actora el total del lucro cesante,
descontado el porcentaje comentado.

El cargo no prospera.

Sin costas, dado que no hubo réplica.

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XII. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia dictada el 12 de mayo de 2021 por la
Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bucaramanga, dentro del proceso ordinario laboral seguido
por BERTHA DÍAZ MARIÑO contra VESGOMEZ Y CÍA S
EN C. y los herederos indeterminados de HONORATO
VESGA GÓMEZ, al que fueron vinculados CECILIA,
NANCY, REYNALDO, SERGIO ALFONSO Y GERMÁN
ENRIQUE VESGA BALLESTEROS, y OSCAR VESGA
SILVA.

Sin costas.

Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase y


devuélvase el expediente al Tribunal de origen.

DONALD JOSÉ DIX PONNEFZ

JIMENA ISABEL GODOY FAJARDO

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JORGE PRADA SÁNCHEZ

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