Teleconferencia FORMACIÓN PERMANENTE
Teleconferencia FORMACIÓN PERMANENTE
Teleconferencia FORMACIÓN PERMANENTE
01/07/05
01. Introduction de S.Ém. Cardinal Darío Castrillón Hoyos
S.EM. DARÍO CASTRILLÓN HOYOS
04. Prof. Michael Hull (New York): Formación del clero y diálogo con la
ciencia
PROF. MICHAEL HULL
11. Prof. Silvio Cajiao (Bogotà): I cammini formativi e l’uso dei mass
media
PROF. SILVIO CAJIAO
“A LOS PRESBÍTEROS QUE HAY ENTRE VOSOTROS LOS EXHORTO YO, PRESBÍTERO TAMBIÉN,
TESTIGO DE LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO Y PARTICIPANTE EN LA GLORIA QUE HABRÁ DE
MANIFESTARSE EN EL FUTURO: APACENTAD Y VIGILAD EL REBAÑO QUE DIOS OS HA CONFIADO
NO POR FUERZA, SINO DE BUENA GANA, SEGÚN DIOS; NO POR VIL INTERÉS, SINO CON
PRONTITUD DE ÁNIMO; NO COMO DOMINADORES QUE HACEN PESAR SU AUTORIDAD SOBRE LA
PORCIÓN DE FIELES QUE LE HA CORRESPONDIDO EN SUERTE, SINO SIRVIENDO DE EJEMPLO AL
REBAÑO” (1 PT 5,1-3).
2
“SER”, ES PROCESO DE CONTINUA CONVERSIÓN, ES AMOR A DIOS Y A TODOS LOS HOMBRES
QUE TIENEN EL DERECHO DE VER Y ENCONTRAR EN EL SACERDOTE A CRISTO MISMO (CFR
JUAN PABLO II, EXHORT. AP. PASTORES DABO VOBIS, 70).
“PURIFÍQUENSE USTEDES QUE LLEVAN LOS VASOS SAGRADOS DE YAVÉ” (IS 52,12). SAN
GREGORIO MAGNO, AL DIRIGIRSE A LOS MINISTROS SAGRADOS, RECUERDA LA
EXHORTACIÓN DEL PROFETA, AGREGANDO: "LLEVAN LOS VASOS DEL SEÑOR AQUELLOS
QUE ASUMEN EL GUIAR LAS ALMAS A LOS SANTUARIOS ETERNOS, CON LA FIDELIDAD DE
LA PROPIA CONDUCTA DE VIDA. ENTONCES, VEAN EN SI MISMOS CUANTO DEBAN SER
PURIFICADOS AQUELLOS QUE DENTRO LA PROMESA QUE HAN HECHO DE SI LLEVAN VASOS
VIVIENTES AL TEMPLO ETERNO” (LA REGLA PASTORAL, II, 2). Y ADVIERTE: “PORQUE ES
NECESARIO HACER ATENCIÓN DE QUE ESTE LIMPIA LA MANO QUE SE UTILIZA PARA
LIMPIAR AQUELLO QUE ESTA SUCIO, Y NO HAGA AUN MAS SUCIO AQUELLO QUE VA
TOCANDO MIENTRAS ESTA AUN EMBARRADA” (IBIDEM). EN ESTE SENTIDO LA FORMACIÓN
PERMANENTE ES EL DESCUBRIMIENTO COTIDIANO DE LA ABSOLUTA NECESIDAD DE LA
SANTIDAD DEL SACERDOTE QUE SE CONCRETIZA EN LA BÚSQUEDA DE SER Y DE VIVIR
COMO OTRO CRISTO, EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS DE SU VIDA. HA DICHO PAPA
BENEDICTO XVI A LOS SACERDOTES: “JAMÁS DESTACAREMOS SUFICIENTEMENTE CUÁN
FUNDAMENTAL Y DECISIVA ES NUESTRA RESPUESTA PERSONAL A LA LLAMADA A LA SANTIDAD.
ESTA ES LA CONDICIÓN NO SÓLO PARA QUE NUESTRO APOSTOLADO PERSONAL SEA FECUNDO,
SINO TAMBIÉN, Y MÁS AMPLIAMENTE, PARA QUE EL ROSTRO DE LA IGLESIA REFLEJE LA LUZ DE
CRISTO (CF. LUMEN GENTIUM, 1), INDUCIENDO ASÍ A LOS HOMBRES A RECONOCER Y ADORAR
AL SEÑOR” (DISCURSO AL CLERO DE ROMA, 13.5 2005)
SON ESTOS ALGUNOS ENTRE LOS MÁS RELEVANTES ASPECTOS QUE SERÁN TRATADOS A
CONTINUACIÓN POR LOS INTERVENCIONES DE LOS TEÓLOGOS. EN UNA PERSPECTIVA
TEOLÓGICA, ELLOS PONDRÁN EN EVIDENCIA QUE EL SACERDOTE, COMO HOMBRE
HISTÓRICAMENTE SITUADO, NECESITA CRECER Y PERFECCIONARSE EN LOS DISTINTOS
ÁMBITOS DE SU EXISTENCIA, EN UNA FORMACIÓN QUE ABRAZA LA DIMENSIÓN HUMANA Y
ESPIRITUAL, INTELECTUAL Y PASTORAL DE SU VIDA. LAS RELACIONES NOS RECORDARAN
QUE LAS RÁPIDAS TRANSFORMACIONES SOCIALES, LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN
ENTENDIDA TAMBIÉN COMO FACILIDAD DE COMUNICACIÓN Y DE INFORMACIÓN, EL
PLURALISMO RELIGIOSO, UNA CULTURA, ESPECIALMENTE AQUELLA OCCIDENTAL,
IMPUGNADA POR RELATIVISMO EXISTENCIAL DONDE DIOS NO ES NEGADO SINO QUE ES
SIEMPRE MENOS RECONOCIDO, UN ESPIRITUALISMO DESENCARNADO QUE RECHAZA DE
ACOGER LA VERDAD DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS, INTERPELAN
CONTINUAMENTE Y DESAFÍAN, A VECES CON MODOS AGRESIVOS, LOS MINISTROS DE LA
IGLESIA QUE NO PUEDEN, NI QUIEREN CALLAR.
3
ESTA ES LA RAZÓN POR LA CUAL LA FORMACIÓN PERMANENTE ES ESENCIAL PARA LA VIDA
Y EL CRECIMIENTO DEL PUEBLO DE DIOS: ESTA ES UN DERECHO-DEBER DE CADA
SACERDOTE E IMPARTIRLA ES UN DERECHO-DEBER DE LA IGLESIA UNIVERSAL,
SANCIONADO POR LA LEY CANÓNICA (CFR C.I.C., CAN 279) Y, DE FORMA PARTICULAR, DE
LOS ORDINARIOS DE LAS IGLESIAS PARTICULARES.
AGRADECIENDO LOS INVITADOS, RECUERDO QUE SUS PARTICIPACIONES SE
DESARROLLARAN EN CONEXIÓN DIRECTA, DESDE DIEZ NACIONES DE LOS CINCO
CONTINENTES. LAS REFLEXIONES SERÁN DESARROLLADAS DESDE ROMA, DESDE LA SEDE
DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, POR S. EM. EL PROF. GEROGES M. COTTIER, POR S.
E. EL PROF. RINO FISICHELLA, POR EL MONS. PROF. ANTONIO MIRALLES Y POR EL PROF.
PADRE PAOLO SCARAFONI.
Participarán, también, desde Moscú el Prof. Ivan Kowalewsky, desde Nueva York el
Prof. Michael Hull, desde Manila el Prof. José Vidamor Yu; desde Taiwan el Prof.
Louis Aldrich; desde Johannesburg el Prof. Rodney Moss; desde Bogotà el Prof. Silvio
Cajiao; desde Sydney S.E. Julian Porteous; desde Regensburg S. E. el Prof. Gerhard
Ludwig Müller; desde Madrid el Prof. Alfonso Carrasco Rouco.
4
Formación del Clero y Diálogo permanente con la Ciencia
Prof. Michael F. Hull, Nueva York
01.07.2005
Quizás el mejor modo de empezar son tres citas de la Gaudium et spes (Constitución
pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual). Al inicio del documento, la gran esperanza
que caracterizaba el Concilio es evidente: “También sobre el tiempo aumenta su imperio
la inteligencia humana, ya en cuanto al pasado, por el conocimiento de la historia; ya en
cuanto al futuro, por la técnica prospectiva y la planificación. Los progresos de las
ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse
mejor, sino aun influir directamente sobre la vida de las sociedades por medio de
métodos técnicos” (n. 5). Los Padres conciliares, sin embargo, eran conscientes de que
la sabiduría humana, incluida la científica, podía ser mal interpretada si las criaturas
perdían de vista al Creador. Por lo tanto, la Gaudium et spes sigue diciendo: “Por ello,
la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma
auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad
contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un
mismo Dios” (n. 36). Además, los Padres conciliares sabían bien que los progresos en la
sabiduría humana, aun constituyendo ciertamente una ayuda para la humanidad a ciertos
niveles, podían también constituir un daño a otros niveles. Sin ponerle límites o sin
examinarlo cuidadosamente, el llamado “progreso” conduce a menudo a nuevas
dificultades. Dice Gaudium et spes: “Los más recientes estudios y los nuevos hallazgos
de las ciencias, de la historia y de la filosofía suscitan problemas nuevos que traen
consigo consecuencias prácticas e incluso reclaman nuevas investigaciones teológicas”
(n. 62). ¡Y esto hace cuarenta años!
La mayor parte de estos teólogos, obviamente, saldrían de las filas del clero. Optatam
totius (el decreto sobre la formación sacerdotal) y en menor medida Perfectae caritatis
(el decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa) reflejan el deseo de los
Padres conciliares de que los progresos científicos se den a conocer y sean utilizados en
la formación de los sacerdotes. Esta orientación fue más tarde reforzada por la carta
apostólica de Pablo VI Summi Dei Verbum, escrita con ocasión del cuarto centenario de
la institución de los seminarios por parte del Concilio de Trento. Optatam totius
5
afirmaba que “la anhelada renovación de toda la Iglesia depende en gran parte del
ministerio de los sacerdotes” (proemio) y que esa formación requiere una educación
cristiana completada “convenientemente con los últimos hallazgos de la sana psicología
y de la pedagogía” (n. 11), que los seminaristas deberían recibir una “formación
humanística y científica” (n. 13), que los seminaristas deberían conocer el “progreso
más reciente de las ciencias” (n. 15) y que los obispos son responsables de satisfacer las
necesidades del apostolado enviando a los sacerdotes a recibir una formación superior
en las ciencias sagradas y “en otras que juzgaran oportunas” (n. 18). Sin duda, la Iglesia
a partir del Vaticano II realizó un gran esfuerzo para intensificar la comprensión de la
ciencia por parte del clero, como se refleja en las reflexiones contenidas en Pastores
dabo vobis (n. 52, 53) y en el Directorio para el Ministerio y la Vida de los Presbíteros
de la Congregación del Clero (n. 74, 77).
Existen dos áreas prioritarias donde el diálogo de la Iglesia con la ciencia influencia la
formación del clero. La primera es aquella en la que los seminaristas y los sacerdotes
reciben instrucción sobre los progresos científicos corrientes. La segunda es aquella en
la que la ciencia ejerce una influencia sobre su apostolado. En la primera área, una
formación adecuada en el campo científico es parte integrante de una educación
holística. Los seminaristas y los sacerdotes adquieren familiaridad con los
descubrimientos y los principios de la ciencia moderna – como hacen sus
contemporáneos con y sin la Iglesia – y en consecuencia familiarizan con la jerga de la
ciencia moderna. Tales conocimientos y familiaridad permiten a los sacerdotes predicar,
enseñar y gobernar de manera eficaz. De hecho, como observa el Directorio para el
Ministerio y la Vida de los Presbíteros en relación a la formación intelectual, “Un
6
tratamiento especial debe ser reservado a los problemas presentados por el progreso
científico, particularmente influyentes sobre la mentalidad y la vida de los hombres
contemporáneos. Los presbíteros no deberán eximirse de mantenerse adecuadamente
actualizados y preparados para responder a las preguntas que la ciencia puede presentar
en su progreso” (n. 77). Por lo que se refiere a las ciencias físicas, sin embargo, existe
un cierto peligro de que una atención excesiva a las cosas naturales pueda llevar a una
atención menor a las cosas sobrenaturales. Mientras Gaudium et spes reitera la antigua
verdad que no hay oposición entre fe y ciencia y deplora cualquier violación de la
autonomía propia de la ciencia, nos recuerda que quién penetra en los secretos de la
naturaleza es conducido “aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo
todas las cosas, da a todas ellas el ser” (n. 36). Una falta de aprecio del carácter creado
de la naturaleza lleva solamente a una distorsión de los descubrimientos y los principios
científicos.
La segunda área en la cual la ciencia ejerce una influencia sobre el apostolado de los
sacerdotes es algo más complicada. Aquí el papel principal de la influencia científica lo
hacen más bien las ciencias sociales y no las ciencias físicas. Las ciencias físicas
cosechan descubrimientos y nuevos principios de la naturaleza a través de la estricta
aplicación del método científico. Es verdad que hay un uso limitado del método
científico en la psicología, en la sociología, en la antropología cultural y en las otras
ciencias “blandas”, pero en la práctica las ciencias sociales imitan el método científico
más que adherir a él religiosamente. Desafortunadamente, hay dogmas fundamentales
7
que a menudo se esconden tras la superficie de la fachada “objetiva” de las ciencias
sociales. En la formación permanente de los sacerdotes, las ideas robadas a la ciencia
social contemporánea pueden ser utilizadas para percibir puntos fuertes y debilidades
personales, para formar y acompañar las relaciones interpersonales, como también en la
dirección espiritual. Aun así, tales ideas son limitadas y deben verse como incompletas,
ya que las ciencias sociales no tienen una visión integral de la persona creada por Dios,
salvada por Jesucristo y guiada a través de la vida por el Espíritu Santo. Hablando a la
Rota Romana, hace algunos años, Juan Pablo II resumía muy bien este concepto: “No se
puede no reconocer que los descubrimientos y las adquisiciones en el campo puramente
psíquico y psiquiátrico no son capaces de ofrecer una visión verdaderamente integral de
la persona, y resolver por sí solas las cuestiones fundamentales relativas al significado
de la vida y la vocación humana.” (Discurso en el Tribunal de la Rota Romana, 5 de
febrero de 1987). Lo que se puede decir de la psicología y de la psiquiatría se puede
decir de todas las ciencias sociales y de algunos aspectos de la ciencia física: no pueden
llegar al fondo de las verdades fundamentales por su propia cuenta.
8
en el diálogo con la comunidad científica. Se han conseguido éxitos increíbles; ha
habido daños. Pero el diálogo continuará, porque lo que nos recordaba San Pablo es la
posición justa: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno, absteneos de todo género de
mal” (1 Ts 5, 21-22
9
Formación permanente y espiritualidad sacerdotal
Prof. Jose Vidamor B. Yu, Manila
El sacerdocio es tanto un don como una tarea. El Concilio Vaticano II nos recuerda
siempre que los sacerdotes son elegidos por Dios, tomados entre los hombres y
nombrados para el Pueblo de Dios en las cosas atingentes a este último, que pueden
ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Los sacerdotes deben a todos la nutrición
espiritual de la cual la Iglesia tiene necesidad y deben compartir con todos la verdad del
Evangelio (Cf. PO 3-4). Los sacerdotes están llamados a la santidad de vida. Deben
recibir constantemente la gracia de Dios en su debilidad humana.
El sacerdote que recibe el sacramento de los Ordenes Santos participa de la unción santa
de Cristo en comunión con el Pueblo de Dios. El Directorio para el Ministerio y la Vida
de los Presbíteros nos recuerda la importancia de la formación permanente como obra
del Espíritu Santo, que confiere continuamente la gracia de Dios a la vida y a la
actividad misionera del sacerdote. A través de la formación permanente “el sacerdote no
sólo está ‘consagrado’ por el Padre y ‘enviado’ por el Hijo, sino también ‘animado’ por
el Espíritu Santo (Directorio para el Ministerio y para la Vida de los Presbíteros, n. 69).
La vida pastoral del sacerdote llega a ser más significativa y profunda gracias a la
formación espiritual permanente. La formación que había comenzado en el seminario
debería seguir después de la Ordenación, porque es el momento en el que tiene más
necesidad, en su vida y en su ministerio, del poder de discernimiento del Espíritu Santo.
Para que el ministerio pastoral del sacerdote sea más fecundo y más eficaz, el Obispo
debe apoyar programas de formación permanente. Los Obispos y los sacerdotes son
alentados a predicar el Evangelio a la sociedad, de manera tal que el mensaje de Cristo
pueda resplandecer sobre todas las actividades de los fieles (Cf. N. 43). Es en la
cooperación entre sacerdotes y Obispos que la formación permanente se manifiesta
fecundamente en su ministerio pastoral.
10
Formación permanente como expresión de espiritualidad sacerdotal
11
Formación permanente como proceso de conversión y de
crecimiento
P. Rodney Moss, Johannesburg
La formación permanente del clero, el sacerdocio ministerial, debe ser ubicado antes
que nada en el ámbito de la formación general de todo el Pueblo de Dios, el sacerdocio
común a todos los bautizados, para que en virtud del sacerdocio ministerial los fieles
lleguen a ser conscientes del propio sacerdocio común y lo realicen. Como lo leemos en
la Carta a los Efesios:
Una parte del Directorio para el Ministerio y para la Vida de los Presbíteros (1994)
está dedicada a la formación permanente del clero. Esta formación es una llamada a una
conversión continua, porque debe tratar de “comprender y armonizar todas las
dimensiones de la formación de sacerdotes... tal formación debe ser completa:
espiritual, pastoral, humana, intelectual, sistemática y personalizada”. 4
1
Ef 4, 11-12
2
El Sacerdote, Pastor y Guía de la comunidad parroquial, par. 28
3
Idem par.27
4
Directorio para el Ministerio y para la Vida de los Presbíteros, par. 74
5
Idem par. 76
6
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post sinodal, Pastores dabo vobis, n. 79: l.c. 797
12
La formación humana está dirigida a la práctica de las virtudes humanas ejemplificadas
en las buenas relaciones humanas, amistad, amor por la justicia, paciencia, gentileza,
etc. 7
7
Directorio para el Ministero y para la Vida de los Presbíteros, par.74
8
Idem 80
9
Idem, par. 97
13
La formación permanente y la dimensión humana
Prof. Alfonso Carrasco Rouco
Facultad de Teología "San Dámaso" Madrid
Este crecimiento personal del sacerdote acontece, por supuesto, en la entrega cotidiana a
la propia misión; no puede separarse del vivir la propia vocación, de la memoria del
amor de Dios, de la relación personal y sacramental con Él, del anuncio del Evangelio,
de su cercanía a la vida de sus fieles en todas las circunstancias, especialmente en las
dolorosas. Pues sólo la realización en acto manifiesta la verdad profunda de la propia fe
y de la propia vocación: que lo humano es verdaderamente comprendido, redimido y
conducido a plenitud por obra y en el encuentro con el Señor Jesús.
Esta experiencia es esencial para el sacerdote, para su vida y su misión. Por ello, tiene
gran importancia la reflexión, el esfuerzo de comprensión y de juicio inteligente sobre la
propia experiencia pastoral, a lo que está llamada a servir también la formación
permanente. Pues este crecimiento personal no es simplemente espontáneo, se paraliza
si se separa de la propia experiencia de vida, pero se ralentiza también si esta
experiencia no es acompañada por la inteligencia que la comprende a la luz de la fe y
con la ayuda de los hermanos. La ausencia de esta dimensión verdaderamente fraterna,
en la que es posible compartir y ayudarse a comprender el significado de la propia
vivencia personal y pastoral, oscurecería el sentido de la formación permanente –
destinada a cuidar, a reavivar el carisma recibido por cada uno– y disminuiría su
fecundidad.
14
Por el contrario, si la formación permanente presta realmente atención a la vida del
sacerdote, redundará muy positivamente en la relación de los presbíteros con sus fieles.
Pues podrá experimentarse mejor la unidad y la cercanía del sacerdote con todos
aquellos, laicos o religiosos, con los que compartirá más conscientemente el camino de
la fe y de la entrega al Señor, la esperanza en su significado salvador para la propia vida
en toda circunstancia. Y este ámbito de unidad vivida, de acompañamiento real, de
verdadera comunión en el seguimiento de Cristo, facilitará a su vez el crecimiento
personal, haciendo posible con la contribución y con los dones de todos lo que a la
persona aislada, también al sacerdote, resultaría imposible.
Pues el Señor quiso que los dones dados a cada uno den fruto a favor de todos, de modo
que así, en la unidad del Cuerpo, todos sus miembros, y por supuesto los presbíteros,
lleguen "al estado de hombre perfecto, a la plena madurez en Cristo".
15
Formación permanente como ayuda en la renovación del
método de comunicación
Prof. Igor Kowalewsky, Moscu
1° Julio 2005
En este punto nos sirve de gran ayuda el personalismo cristiano. No es posible abrirse
hacia el otro, entrar en relación “Yo y Tu”, si un cristiano no conoce el eterno Tu,
descrito por Martin Buber. Un otro, una persona de nuestro entorno podría ser
desconocida e incluso amenazadora, si hablando, comunicando, pensáramos siempre de
ella en tercera persona y no en segunda, como nos enseña Gabriel Marcel. Sólo en la
vida de la oración podremos aprender a relacionarnos, comunicar, poner en común
nuestra vida: primero con el Señor y luego con todos los otros. Esto presupone una
estabilidad, una fidelidad a la formación permanente. No podemos exonerarnos,
sustituyendo una sólida actitud con una serie de las actividades formales: seminarios,
ejercicios, encuentros. La experiencia prueba, que un sacerdote de hoy necesita ser
sostenido, ayudado por una comunidad cristiana. Cada uno de nosotros necesita un
ambiente, donde podría sentirse recibido, escuchado, no juzgado. La raíz es relación con
Dios, seria, madura, que permitiría crecer, llegar a ser adultos en la fe, en la medida de
Cristo por la Iglesia y en la Iglesia. Ella sola es sujeto de la formación, es su diligente
urgencia el hacer a sus hijos, incluso los obispos y los presbíteros, hacerlos
reconciliados, establecidos sobre la roca, bien motivados, abiertos, apostólicos. ¡Una
formación permanente de este tipo les deseo a ustedes, como a mi mismo!
Gracias.
16
Alcanzar el ápice de la cultura contemporánea
Prof. Louis Aldrich, Taipei
1º luglio 2005
17
La corresponsabilidad y la contribución del obispo en la
formación continua
S.E. Gerhard L. Müller (Regensburg)
Ratisbona, 01/07/2005
Durante la ordenación, el obispo recuerda a los presbíteros que deberán ser “maduros en
la ciencia y que la doctrina de los mismos deberá resultar como medicina espiritual para
el pueblo de Dios” (Presbyterorum ordinis, n° 19). La madurez en la ciencia, para el
sacerdote, es un desafío constante que no se supera en un estadio determino, sino que
presupone una disponibilidad incesante para afrontar los nuevos análisis y conclusiones
del propio tiempo. Este esfuerzo continuo se extiende a todas las disciplinas de la
teología: la profundización de las Sagradas Escrituras y el estudio intenso de los padres
de la Iglesia y de los documentos del magisterio sobre la interpretación de la fe
(concilios, encíclicas y textos doctrinales) deberán acompañar todo el camino
sacerdotal.
Es tarea de los obispos, como buenos pastores y padres, sostener a los presbíteros en
esta misión de formación continua de los mismos, en un espíritu de caridad y premura
(cf. Christus Dominus, n. 16). El Concilio estimula a los obispos a favorecer
instituciones y organizar congresos en “las que los sacerdotes participen algunas veces,
bien para practicar algunos ejercicios espirituales más prolongados para la renovación
de la vida, o bien para adquirir un conocimiento más profundo de las disciplinas
eclesiásticas, sobre todo de la Sagrada Escritura y de la Teología, de las cuestiones
sociales de mayor importancia, de los nuevos métodos de acción pastoral.” (CD 16)
Los mismos sacerdotes deben ser solicitados a alimentar la propia formación teológica y
a aprovechar de las bibliotecas, de los documentos oficiales e y de Internet. La
Congregación para el Clero, en el segundo capítulo del texto “El presbítero, maestro de
la palabra, ministro de los sacramentos y guía de la comunidad ante el tercer milenio
cristiano”, del 1999, reiteró el significado de la formación y de la formación continua
para el ministerio sacerdotal. Está en las manos del obispo saber motivar a sus
presbíteros con palabras de admonición y de estimulación.
18
I cammni formativi e l’uso dei mass media
Prof. Silvio Cajiao, Bogotà
Hace ya cuarenta años que Juan XXIII citó a los pastores para que "aggiornaran" la
presencia evangelizadora de la Iglesia en el mundo contemporáneo y sin duda los
instrumentos de comunicación no podían estar fuera de esta magna asamblea que
produjo el decreto Inter mirifica (04-12-63) (Cfr. Nos. 15 y 16). De entonces acá, y por
recomendación del mismo decreto (Cfr. No. 19), se creo el Pontificio Consejo para las
Comunicaciones Sociales que ha generado una serie de documentos que continuando las
orientaciones del Concilio y de los Pontífices ha insistido reiterativamente en la urgente
necesidad de capacitar a los agentes de pastoral en el uso adecuado de estos medios y en
la orientación a otros sobre la utilización de los mismos por su evidente repercusión en
la cultura, opinión, formación moral y anuncio del Evangelio en el mundo de hoy.
Este Pontificio Consejo para las Comunicaciones produjo el documento: Aetatis novae
(22-02-92) en el cual respecto al tema que nos atañe dice: "La educación y la formación
para las comunicaciones sociales deben formar parte integrante de la formación de los
agentes de pastoral y de los sacerdotes" (No. 18).
(...) Esto se aplica tanto a Internet como a los medios de comunicación tradicionales.
Los dirigentes de la Iglesia están obligados a usar "las potencialidades de esta ‘edad
informática', con el fin de servir a la vocación humana y trascendente de cada ser
humano, y así glorificar al Padre, de quien viene todo bien”. Pueden emplear esta
notable tecnología en muchos y diferentes aspectos de la misión de la Iglesia, al mismo
tiempo que aprovechan también las oportunidades que ofrecen para la cooperación
ecuménica e interreligiosa.
19
un elemento esencial de su cultura, y un instrumento normal en el desarrollo de sus
actividades." (http://www.riial.org/documents/card_castrillon_hoyos.pdf).
En esa perspectiva de nueva cultura es que habrá que incidir para proclamar la única
Buena Nueva de salvación, todo un reto para el sacerdote de hoy.
20
La amistad sacerdotal - La formación permanente
Sr. Cardenal Georges Cottier, OP
1.7.2005
Se sabe que algunos autores ascético-espirituales han expresado una cierta desconfianza
ante la amistad. Se ponía en guardia contra las llamadas “amistades particulares”. Y
para esta prudencia había varios motivos, todavía válidos hoy en día. Se equivocaban en
partir del temor de posibles abusos, ignorando la belleza de la verdadera amistad. La
oración y la humildad son protecciones eficaces contra el peligro de desviaciones.
Santo Tomás, de hecho, para tratar la divina caridad, virtud teologal, utiliza el capítulo
que Aristóteles en la Ética Nicomaquea dedica a la amistad. Por analogía, Santo Tomás
se refiere a la amistad para definir la relación, fundada en la gracia, entre la persona
humana y las Personas divinas. En consecuencia, la amistad humana se ve reconocida
en toda su grandeza. La amistad es una gran riqueza humana. Digamos enseguida que
las formas de la amistad son muy diversas según el motivo que tengan: hay amistades
que se basan en el interés, en un proyecto común que dura un tiempo. Está la amistad
que tiene por fundamento la búsqueda común de los bienes superiores, bienes culturales
y, aún más altos, bienes espirituales. Tal es la amistad sacerdotal, una ayuda recíproca al
servicio del pueblo de Dios y la búsqueda, a través de este ministerio, de la santidad. La
vida del sacerdote hoy, en especial en el ambiente urbano, está sometida, como la de
nuestros contemporáneos, a un estrés continuo, contra el cual debe defenderse. El hecho
de ir sobrecargados y sometidos a los ritmos de la vida moderna, ciertamente no ayuda
al equilibrio. Éste es otro elemento que hay que tener en cuenta. Otro problema es el del
equilibrio afectivo, del sentimiento de soledad y la tentación de desanimarse. Para este
punto, una verdadera amistad puede ser de gran ayuda para permanecer fiel al
compromiso de castidad perfecta que tiene como finalidad la donación total de sí
mismos a Cristo y a su Iglesia, en el servicio del prójimo.
21
La amistad puede reunir también un pequeño grupo de hermanos en el sacerdocio, con
reuniones regularmente que permiten confrontar los problemas pastorales o de
información, y abren a la colaboración. Cuando la amistad es suficientemente profunda,
puede ser de ayuda también la correctio fraterna que protege en especial contra ciertos
defectos que se desarrollan en la soledad. Si la amistad de la que hablamos es una forma
de la caridad, la apertura a los demás será un signo de su autenticidad. Si, en cambio, se
cierra en sí misma, ya no es lo que debe ser, se convierte en egoísmo en dos. La acogida
del hermano en situación difícil, la participación a la vida del presbyterium, las
relaciones leales y sencillas con el Obispo son signos de su autenticidad. Por su parte, el
Obispo debe favorecer esta forma de amistad como expresión de la fraternidad
sacerdotal
22
La formación permanente y la cuestión del disenso
Prof. Mons. Antonio Miralles
Pontificia Universidad de la Santa Croce
1° de julio de 2005
Una razón con frecuencia adoptada por quien disiente respecto del magisterio es la de
deber seguir la propia conciencia; pero si analizamos bien, ella no sirve para legitimar el
disenso, porque “la conciencia recta es una conciencia debidamente iluminada por la fe
y por la ley moral objetiva, y supone también la rectitud de la voluntad en el
seguimiento del verdadero bien. La conciencia recta del teólogo católico supone por lo
tanto la fe en la Palabra de Dios en la que debe profundizar sus riquezas, pero también
el amor a la Iglesia de la que él recibe la misión y el respeto del Magisterio debidamente
asistido” (DoV 38).
Por lo tanto cada uno de nosotros debe formar la propia conciencia, y no de una vez
para siempre, sino permanentemente. La exhortación de san Pablo a Timoteo es siempre
actual: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto,
te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1 Tm 4, 16).
La otra razón aducida para justificar el disenso hace referencia a la coincidencia con un
número relevante de otros cristianos que tienen una opinión contraria al magisterio, la
cual sería “una expresión dirigida y adecuada por el “sentido sobrenatural de la fe””
(DoV35). Pero rebate la citada instrucción: “Esta fe personal [il sensus fidei] es también
fe de la Iglesia, porque Dios ha confiado a la Iglesia la custodia de la Palabra y, en
consecuencia, lo que el fiel cree es lo que cree la Iglesia. El “sensus fidei” implica por
lo tanto, por su naturalezza, el acuerdo profundo del espíritu y del corazón con la
Iglesia, el “sentire cum Ecclesia”” (ibidem). Por ello justamente el Concilio afirma con
respecto al ministerio de la palabra de los presbíteros: “Su deber no es enseñar la propia
sabiduría, sino enseñar la palabra de Dios” (PO 4/1). Este deber lo empeña en la
formación permanente: “la continuación del estudio teológico también resulta necesaria
para que el sacerdote pueda cumplir con fidelidad el ministerio de la Palabra,
anunciándola sin confusiones y ambigüedades, distinguiéndola de las simples opiniones
humanas, aunque fuesen renombradas y difundidas” (PDV 72/7).
23
INTERVENCIÓN CONCLUSIVA
Eminentísimo Cardenal
DARÍO CASTRILLÓN HOYOS
Prefecto de la Congregación para el Clero
“Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros” (Mc 9,49).
Aquello que el Señor dice a sus discípulos puede ser aplicado, de manera específica, a
todos los sacerdotes de todos los tiempos, llamados a conservar en sí mismos la sal de
la sabiduría divina que purifica, preserva de la corrupción y mantiene unida en la fe la
comunidad de los creyentes. Es la sal de la Palabra del Dios viviente, que cada
sacerdote hace presente en su pureza incontaminada y en su perenne actualidad. En la
formación permanente, nosotros sacerdotes aprendemos siempre a llevar en nosotros no
cualquier palabra, subjetiva, o derivada de las ideologías de moda, o de cualquier
filosofía o únicamente de nuestra propia inteligencia, sino de la Palabra que nos
transmite la Sagrada Escritura, de la perenne Tradición de la Iglesia y de su Magisterio.
Nosotros no testimoniamos a nosotros mismos sino que nos ponemos enteramente al
servicio de Aquel que es la Verdad y redescubrimos el misterio de la Iglesia que es la
depositaria de esta Verdad.
De este modo, las Relaciones de los teólogos nos han recordado que nuestro ministerio
es aquel amoris officium del cual nos habla San Agustín (In Iohannis Evangelium
Tractatus 123,5), que busca un conocimiento siempre más claro, profundo y completo
de Aquel que ama, sirve y testimonia, aún en los límites de nuestra pobreza humana.
Entonces, en síntesis esto significa que en los tiempos dedicados a la actualización
doctrinal, al repasar los fundamentos de la teología dogmática y moral, la dimensión
intelectual y aquella espiritual son inseparables la una de la otra.
Exhortaba San Carlos Borromeo: “Si administras los sacramentos, o hermano, medita
aquello que haces. Si celebras la Misa, medita aquello que ofreces. Si recitas los
Salmos, medita a quién y de qué hablas. Si guías las almas, medita con cual sangre han
sido lavadas; y todo se haga entre ustedes en la caridad (1 Cor 16,14). Así podremos
superar las dificultades que encontramos… y tendremos la fuerza para generar Cristo en
nosotros y en los otros” (Acta Ecclesiae Mediolanensis, Milán 1559, 1178).
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hacia Emaús, ofrece en la palabra y en el pan (cfr. Lc 24,13-35) una formación
salvadora a los dos discípulos que de cansados y tristes, se hacen nuevamente
portadores de alegría y de esperanza, anunciando con los Apóstoles al mundo: “es
verdad: el Señor ha resucitado” (Lc 24, 33).
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