Pragmatismo Religioso

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Pragmatismo Religioso

28 ENERO, 2014 | Oscar Arocha

V I DA C R I S T I A N A

En Grecia se le llamaba pragmático al individuo que era muy hábil en los


negocios. En base a este concepto nació en los primeros años del siglo XX, en
USA, una filosofía denominada pragmatismo, la cual postula lo siguiente: “Que
el único criterio válido para juzgar la verdad de toda doctrina científica, moral o
religiosa, se ha de fundar en sus efectos prácticos”. Para el pragmatismo, la
experiencia tiene la voz o juicio final para aceptar o rechazar una idea o
concepto religioso. Pero nuestro propósito presente no es discutir sobre la idea
original de la filosofía pragmática, sino sobre una de sus variantes, la cual
proclama que la experiencia religiosa es más importante que la doctrina bíblica.

Este pensar se ha introducido en el Cristianismo y está arrastrando no pocos al


engaño. El corazón falso de entonces es el mismo hoy. El hombre no ha
cambiado mucho, aun cuando experimente progresos sociales, tecnológicos y
de derechos humanos. Y esa variante del pragmatismo la encontramos en este
verso: “Ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra
boca, para ofrecer incienso a la reina del Cielo y derramándole libaciones, como
hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes,
en las ciudades de Judá como en las plazas de Jerusalén, y tuvimos abundancia
de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno” (Jer.44:17). Nótese:
“Tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal alguno”. No
es nuevo que hombres y mujeres estén juzgando la verdad de la religión por
sus experiencias. Si el asunto funciona y te da beneficios, entonces es verdad.

Significado espiritual
Si se compara el pensar de Jeremías con ellos, notará una diferencia, la cual es
ésta: El hombre de fe juzga la mente y la voluntad de Dios por lo que está
revelado en Su Palabra; en cambio, el pragmático lo interpreta por lo que Dios
hace en Sus obras. Ellos dicen que si tienen buenas experiencias, el Señor está
con ellos. Si prosperan, si tienen grandes congregaciones, si progresan
socialmente, si se les multiplican las diversiones, si logran desarrollar
actividades que mantenga la feligresía contenta, es que la providencia divina
obra a su favor, o que son bendiciones del amor de Dios. Así piensan.

Operación
El pragmático es como Poncio Festo (Hch. 26): su vista se enfoca básicamente
en lo que a su juicio funciona. Sus mentes no dan lugar al mundo de lo invisible,
sino a lo que temporalmente les beneficie. La manera cómo opera el
pragmatismo es que si ven que sus acciones son exitosas, concluyen que tal
conducta es correcta. En cambio, si hacen algo en la religión verdadera, en el
Cristianismo, y eso no les trae prosperidad terrenal, aun cuando no tengan base
bíblica para censurar lo que hacen, sospechan de la verdad: “Desde que
dejamos de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos
falta de todo, y somos exterminados por la espada y por el hambre” (Jer.44:18).
Era correcto abandonar la práctica idolátrica, sin embargo, como no les dio
beneficio material, dudaron de esa buena obra. Juzgan el favor del cielo por el
engrosamiento de sus bolsillos. Así una persona rolliza, su médico le prescribe
rebajar de peso; antes su figura era de prosperidad, pero ahora se ve delgada,
como si estuviera peor de salud cuando está mejor. La realidad de una vida no
se juzga solo por la apariencia. Estando mejor es cuando se ve peor. En esta
forma de pensar los sentimientos carnales suelen tener una voz de mando
excesivamente fuerte, en cambio, lo que es razonable, en ellos es de voz débil.
Cuando sus sentidos son afectados dudan de la verdad. Otro caso: “Ofreció
sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado. Y dijo: Puesto que
los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también les ofreceré sacrificios,
para que me ayuden a mí. Pero ellos fueron los que lo hicieron fracasar a él y a
todo Israel” (2 Cr. 28:23). Rechazan la verdad, porque en no pocas ocasiones
quienes viven más fieles y estrictos con la verdad son más sufridos. En cambio
los más infieles tienen menos problemas. Razonan, pues, que Dios trata a los
tales con más favores terrenales, y por tanto han de ser más felices. De ese
modo bendicen a quienes Dios aborrece.

Empuje
Esta influencia del pragmatismo dentro del pueblo de Dios no debiera ser
subestimada, ya que aun grandes Creyentes fueron casi contaminados, y hoy
día no pocos de los nuestros a menudo son casi engañados. Un caso muy
conocido, Asaf: “En cuanto a mí, por poco se deslizaron mis pies; casi
resbalaron mis pasos, porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la
prosperidad de los impíos” (Sal.73:2-3). Aun nosotros, tú y yo somos tentados a
pensar que el lado de la prosperidad es mejor que la verdad. El pragmatismo
corrompe el buen juicio y se apresura a condenar al inocente: “Entonces, al
recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en
la mano una víbora que huía del calor. Cuando los nativos vieron la serpiente
colgada de su mano, se decían unos a otros: ¡Seguramente este hombre es
homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!”
(Hch.28:3-4). Al juzgar por los ojos de la cara, fueron llevados a conclusiones
erradas. Juzgan la mente y voluntad de Dios por los hechos de la providencia y
no por Su Palabra revelada en la Biblia. Ocurre algo todavía peor: la manera en
que opera su razonamiento los conduce a dilatar el arrepentimiento: “Cuando la
sentencia contra la mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos
del hombre queda más predispuesto para hacer el mal” (Ec. 8:11). Como Dios en
Su paciencia no los ha castigado, concluyen que pueden seguir haciendo mal y
no serán molestados. Jeremías se topó con esta reacción de los judíos en
Jerusalén.

Una tentación común


Veamos ahora el caso de un Creyente llegando a razonamientos equivocados
por la influencia de este pragmatismo religioso, es decir juzgar la mente y
voluntad de Dios solo por lo que está sintiendo o experimentando: “Y Gedeón
le respondió: ¡Oh, señor mío! Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha
sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas sus maravillas que nuestros padres
nos han contado diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Ahora Jehová nos
ha desamparado y nos ha entregado en mano de los madianitas” (Jue.6:13). Así
no pocos de nuestros hermanos, verdaderos Creyentes, están inclinados a
decir: “Si Dios me habría amado, nunca me hubiese dejado caer en una
calamidad tan profunda como esta, o quizás digan de otro modo, que la
aflicción que les ha caído es porque Dios no les ama”. Hermanos, si la verdadera
religión no fuese asunto de fe, sería propio pensar así, o que la providencia de
Dios es solo para agradar los sentidos, o juzgar el amor divino solo por nuestra
experiencia. Pero no olvidemos que vivimos por fe no por los sentidos. El
pragmatismo es un mal al que tú y yo estamos expuestos.

Hermano, no todo lo que brilla es oro


La prosperidad material de los incrédulos es consistente con el aborrecimiento
de Dios. La prueba infalible del amor de Cristo es la salvación. Oye cómo lo dice
el salmista: “Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia con tu pueblo;
visítame con tu salvación” (Sal. 106:4). Hay un favor de Dios que es común a
todas las criaturas, los bienes materiales, pero hay otro que solo da a los
elegidos, quienes han conocido la salvación. Y Pablo agrega: “Dios demuestra
su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros” (Ro. 5:8). No podemos decir que un perro que viva en un palacio, con
abundante comida y cuidados, sea amado por Dios. ¿Cómo puedo saber si
alguien ha recibido ese preciado don espiritual? La respuesta se encuentra en
este texto: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los
que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Ro. 8:5). La naturaleza de una
criatura se conoce por su alimento; los herbívoros, comen hierbas; los
carnívoros, carne, y los espirituales, se alimentan de las cosas del Espíritu.
Amén.

Oscar Arocha es pastor de la Iglesia Bautista de la Gracia en


República Dominicana. Es profesor de Eclesiología, Homilética y
Teología Pastoral en la Academia Ministerial de la Gracia en Santiago.
Ha sido conferencista en diferentes ciudades de América Latina. Sus
predicaciones y doctrinas son difundidas cada semana en emisoras de
Radio y Televisión. Puede encontrarlo en Twitter.

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DINERO • PRAGMATISMO

Usted puede ser hospitalario incluso


con poco
27 ENERO, 2014 | Trillia Newbell

V I DA C R I S T I A N A

Me encanta acoger gente en mi casa – ¡cuantos más mejor! La idea de algún día
tener un hotel casero tipo “cama-desayuno” y prepararle comida sureña
(huevos, tocineta, panecillo, salsas) a extranjeros que han viajado a lo largo y
ancho del país, hace que esta chica de Tennessee salte de alegría. La
hospitalidad es un gozo para mí, no una carga. Pero un cambio reciente me ha
dejado con mucho menos espacio para hospedar. Es fácil excusar nuestras
actitudes de poca hospitalidad debido a la falta de espacio o a tener la casa
desorganizada. Sin embargo, este cambio me ha hecho recordar que la
hospitalidad es un asunto del corazón, no de metros cuadrados o pulcritud. Mi
familia se mudó recientemente de una casa estilo rancho, de tres dormitorios y
un sótano completo, a un apartamento de dos dormitorios. El apartamento es
lo suficientemente amplio para nosotros, pero sin duda más pequeño. Cuando
nos mudamos a la zona, dudé en decir que yo vivía en un apartamento cuando
la gente me preguntaba dónde yo vivía. En lugar de esto, yo decía algo como:
“Vivo en un barrio en las afueras de la carretera interestatal”. No pasó mucho
tiempo antes de que el Señor me diera convicción de mi orgullo y temor a los
demás. La mundanalidad y la codicia se habían deslizado en mi corazón.
¡Gracias Señor por la revelación y el arrepentimiento que siguió! Pero entonces,
los amigos que venían de visita comenzaron a solicitar permanecer en nuestro
apartamento. Tenemos la tentación de querer esperar hasta que todo esté
“perfecto” -que la casa sea amplia, limpia y hermosa- antes de permitir que
alguien la visite. Nuestra nueva casa parecía demasiado pequeña para ser
realmente acogedora. Y debido a la falta de espacio, teníamos cajas
amontonadas en las áreas sociales del apartamento. O sea que se puede decir
que vivíamos en una caja, llenos de cajas, ¿ya mencioné que tenemos dos
hijos? Así que es una caja, llena de cajas y juguetes. No hay manera, pensé. Me
imagino que otros más comparten mi preocupación acerca de si podemos
atender adecuadamente a los huéspedes.

Se trata del amor


Pedro llegó al corazón de la hospitalidad cuando instó a sus lectores a ”
Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones”, ( 1 Pedro 4:9
(http://biblia.com/bible/esv/1%20Peter%204.9) ). La hospitalidad era una
cuestión de supervivencia en el primer siglo. Por lo tanto, Pedro recordó a los
cristianos el no quejarse durante esta actividad tan común. Continuando con lo
que dicen las Escrituras sobre la hospitalidad, Pedro nos dice que debemos
“ante todo, tened entre nosotros ferviente amor” y “cada uno según el don que
ha recibido, minístrelo a los otros” (1 Pedro 4:08
(http://biblia.com/bible/esv/1%20Peter%204.8) , 10
(http://biblia.com/bible/esv/1%20Peter%204.10)). La hospitalidad es una forma
práctica de amar a tu prójimo como a ti mismo y de avivar la llama del don que
Dios te ha dado.

Se trata del corazón


Es posible tener una casa completamente limpia, todas las habitaciones en
orden, gran espacio, y una comida que un restaurante de cinco estrellas
envidiaría, y sin embargo no ser hospitalario. Tal vez lo has hecho. Todo está
limpio y ordenado, pero aún corres como Marta “preocupada con muchos
quehaceres” en lugar de sentarte y disfrutar de tus invitados como María,
sentada a los pies de Jesús (Lucas 10:38-42
(http://translate.google.com/translate?
hl=es&prev=_t&sl=auto&tl=es&u=http://biblia.com/bible/esv/Luke%252010.38-
42)). El amor transforma la hospitalidad. Cuando empezamos a pensar en servir
a los demás compartiendo no solo nuestros espacios, sino también nuestros
corazones, podemos abrir las puertas con alegría. Pablo encargó a los primeros
cristianos a “compartir para las necesidades de los santos; practicando la
hospitalidad ” (Romanos 12:13 (http://biblia.com/bible/esv/Romans%2012.13)).
La hospitalidad y el cuidado de las necesidades de los demás marcan nuestra
fe. En ninguna parte Pablo le pone calificativo a su mandato. Él no dijo:
“Muestra hospitalidad, pero sólo si dispones de mucho espacio y todas tus
posesiones se almacenan cuidadosamente”. Nosotros no debemos esperar a
que todo esté perfecto: ofrecemos lo que tenemos y confiamos en Dios para
bendecir a nuestros huéspedes. Por la gracia de Dios, no dudé por mucho
tiempo antes de invitar huéspedes a nuestro hogar. De hecho, hemos tenido
más visitantes extranjeros en nuestro pequeño apartamento de 1.200 pies
cuadrados que lo que tuvimos en el mismo periodo de tiempo en nuestra casa
amplia. Recordemos que la hospitalidad no es sobre el qué, cuándo y dónde. Se
trata de “quién”. La hospitalidad es acerca de la persona a la que le damos la
bienvenida y amor. Podemos confiar en que el Señor bendecirá a los que vienen
a nuestras puertas si tenemos corazones para servirles y amarlos. Sus invitados
puede que recuerden su espacio, pero es seguro que recordarán su cuidado.
La apertura de su casa puede parecer una tarea de gran envergadura. Pero es
una pequeña acción de gracias al Señor, que lo dio todo para vivir entre
nosotros y morir en la cruz en nuestro lugar.

Trillia Newbell es una esposa, madre y escritora que ama a Jesús. Es la autora
de United: Captured by God’s Vision for Diversity (Moody Publishers, Marzo
2014). Puedes seguirla en Twitter: @trillianewbell.

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HOSPITALIDAD • VIDA CRISTIANA

Por qué deberías ser


congregacionalista
22 ENERO, 2014 | Hunter Powell

MINISTERIO
Nota del editor: Si a los evangélicos no les importara la eclesiología, ¿por qué
tenemos tantas denominaciones que difieren en cómo debe ejercerse la
autoridad? Es cierto que los evangélicos han relegado a la eclesiología a un
asunto secundario, en comparación con el evangelio y la salvación. Pero aun los
asuntos secundarios son importantes, y no debemos permitir que el hecho de
que estemos de acuerdo en lo más importante obscuresca la necesidad de
continuar discutiendo sobre la enseñanza de la Biblia sobre el gobierno de la
iglesia. En este artículo, Hunter Powell presenta su caso de por qué debes ser
congregacionalista. Puedes ver el argumento de Mark Jones de “Por qué debes
ser presbiteriano (http://thegospelcoalition.org/blogs/espanol/2014/01/22/por-
que-deberias-ser-presbiteriano/)”.

Luego de ser salvado en una iglesia presbiteriana, haber asistido a un seminario


presbiteriano, y habiendo hecho mi tesis en cuanto a sus confesiones, yo
ofrezco estas críticas a sabiendas de que algunos de mis mejores amigos
(incluyendo a Mark Jones) son presbiterianos.

Miedo, aversión y democracia extrema


Históricamente, los congregacionalistas, los presbiterianos y los reformadores
han estado de acuerdo en que Mateo 16:18-19 y Mateo 18:15-18 tratan acerca de
la excomunión y la disciplina eclesiástica (ver, por ejemplo, las preguntas 83-85
del Catecismo de Heidelberg). Por tanto, estos pasajes, definen dónde radica el
poder de la iglesia. Una de las tareas más asombrosas y atemorizantes dadas a
la iglesia en la Escritura es el sustraer a alguno de sus miembros de la comunión
con la iglesia visible. Si, cómo nos enseñó la Reforma, la definición de la iglesia
es la Palabra y los sacramentos administrados correctamente, entonces los
límites del gobierno de la iglesia estarán dados según donde radique el poder
para sustraer a una persona del sacramento de la comunión.

Para los presbiterianos, Pedro recibió las llaves del reino en representación de
los apóstoles, quienes eran los precursores de los ancianos. Luego, todos los
ancianos desde la era apostólica tienen la responsabilidad exclusiva del
gobierno de la iglesia. Así, al leer Mateo 18 los presbiterianos afirman que “dilo a
la iglesia” (v. 17) debe significar “dilo a los ancianos”. Los congregacionalistas
no discutimos que los ancianos tienen un rol en el gobierno de la iglesia, pero
notamos que Pedro recibió las llaves debido a su profesión de fe (Mt. 16). Por
tanto, cuando Mateo 16 y Mateo 18 son puestos a la par, debemos asumir que
son los creyentes a los cuales Cristo confió las llaves quienes tienen el rol
cardinal en el proceso disciplinario. Relacionando lo anterior a 1 Corintios 5:4-12
y 2 Corintios 2:6-7, es claro que es la iglesia en pleno (no solo los ancianos) la
que soporta la responsabilidad cuando se trata de excomulgar. En ninguna
parte del Nuevo Testamento se indica explícitamente que “iglesia” se refiere a
una reunión de ancianos. Es más, todo indica que pasajes tales como 1 Corintios
14:26 -“cuando os reunís” (ver también Ro. 15:5, I Co. 4:17; 14:34)- aluden al
cuerpo de creyentes y ancianos reunidos, y no a un grupo de ancianos reunidos
aparte del rebaño.

No podemos ignorar el rol de la congregación en el gobierno de la iglesia solo


porque tememos que una turba furibunda destituirá al pastor de su cargo. El
miedo no es la piedra fundacional del gobierno de la iglesia. Si Cristo ha dado a
los creyentes congregados en una iglesia local alguna participación en la
excomunión, entonces necesitamos preguntarnos cuál es su rol legítimo. Incluso
nuestros amigos presbiterianos reconocen un rol a su membresía al permitirles
votar para escoger a sus propios pastores. Al parecer, los miembros son
capaces de discernir si un pastor está calificado teológicamente para liderar,
pero serían incapaces de discernir si alguien se encuentra en pecado no
arrepentido.

Los presbiterianos aducen a menudo que los miembros juegan un rol a través
de sus ancianos, quienes los representan (varios congregacionalistas sostienen
algo similar). Sin embargo, la Biblia enseña que los ancianos son
administradores de Dios (Tito 1:7), y no administradores del poder de los
miembros. Tanto los ancianos como la membresía tienen su rol distintivo en el
proceso disciplinario de la iglesia. Un ejemplo útil, aunque imperfecto, sería el
juez (ancianos) y el jurado (la membresía). El juez -quien es el experto en la ley-
guía y dirige. El jurado da su veredicto. Ambos tienen roles distintos, pero
deben trabajar juntos para que el procedimiento judicial sea completo. Lo
anterior está a años luz de un gobierno eclesiástico extremadamente
democrático. Está asimismo muy lejos del nuevo (e igualmente incorrecto)
'congregacionalismo llevado por los ancianos', como ha sido llamado
cortésmente.

El ingrediente imprescindible del congregacionalismo


No podemos detenernos en Mateo 16 y 18, porque la Biblia no se detiene allí.
Pablo escribe a Tito, “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo
deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”
(Tito 1:5; ver también Hechos 14:23). Esto indica que había iglesias incompletas
en la etapa temprana del Nuevo Testamento. Las congregaciones que en se
reunía en casas en el Libro de los Hechos pueden ser llamadas iglesias, pero no
eran iglesias completas. Los apóstoles estaban ansiosos por ordenar
correctamente a las iglesias, y al parecer no quedaban contentos con dejar a las
iglesias solas, hasta que ellas tuvieran ancianos. La Biblia habla bastante de la
autoridad de los ancianos y de nuestra responsabilidad de someternos a ellos
(He. 13:17; I Tes. 5:12; I Ti. 5:17). Una iglesia sin ancianos es como un automóvil sin
llantas. Sabemos que es un automóvil, pero también estamos conscientes de
que no es plenamente funcional (condúcelo a tu propio riesgo, y no llegarás
muy lejos). Los presbiterianos bifurcan las responsabilidades exigidas a los
ancianos en 1 Pedro 5:2: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
cuidando de ella…”. El obispado y el pastorado están unidos en el rol de un
anciano.

Cuando Pablo dice a los ancianos de Éfeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y
por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos”, indica
con ello que el rebaño que el pastor supervisa debe ser aquel que
efectivamente está bajo su cuidado. Dicho más claramente, no creo que un
anciano en California deba ejercer obispado ('supervisión') sobre los miembros
de mi iglesia en Virginia. El ejercer supervisión sobre una persona a la que no
pastoreas significa que estás ejerciendo autoridad respecto de alguien que
probablemente ni siquiera has conocido. Dado que los presbiterianos creen que
únicamente los ancianos poseen las llaves, sostienen que sus sínodos y
consistorios son efectivamente una iglesia. Es más, sus pastores ni siquiera son
miembros de sus iglesias locales. Los ancianos celebran la Cena del Señor en
sus reuniones de presbíteros. Los congregacionalistas, sin embargo, afirmamos
que el poder del anciano existe solo en conexión con su rebaño.

Presbíteros y el poder
Quizá la mayor diferencia entre congregacionalistas y presbiterianos está en
cómo estos últimos reconocen a sus sínodos y consistorios una autoridad
vinculante sobre otras iglesias locales. La pregunta aquí es simple: el cuerpo
gobernante de ancianos, reunidos aparte de sus iglesias locales, ¿tiene
autoridad para dirigir y/o revocar decisiones tomadas por la iglesia local? Un
pasaje fundacional para los presbiterianos es Hechos 15, donde la iglesia de
Jerusalén define de manera vinculante un asunto teológico de la iglesia de
Antioquía. Sin embargo, hay un par de problemas con argumentar que de este
pasaje se deriva una autoridad normativa de los sínodos.

En primer lugar, los apóstoles presentes tenían autoridad universal para decidir
asuntos histórico-salvíficos importantes. En segundo lugar, fue Antioquía la que
envió mensajeros a Jerusalén (el lugar natural para buscar sabiduría en esa
etapa de la historia bíblica). Además, si hubiese sido un sínodo modelo,¿por
qué había solo dos iglesias presentes? Y además, ¿por qué las otras iglesias
deberían verse obligadas por una decisión tomada sin que sus representantes
estuvieran presentes? Para ser justos, los congregacionalistas hemos fallado
miserablemente al perseguir una independencia radical. Deberíamos apoyar la
existencia de 'consistorios'. Anhelo también la existencia de relaciones con
pastores de otras iglesias. Busco consejo de mis amigos presbiterianos muy a
menudo; pero conferir a esos hermanos una autoridad vinculante sobre mi
iglesia sería violar una ordenanza de Cristo, la de reconocer a la iglesia local
compuesta de ancianos y de miembros todo el poder necesario para su
gobierno y para adorar a Dios.

La tensión es buena
Si sientes una tensión entre el rol de los ancianos y el rol democrático en tu
iglesia, entonces lo más probable es que estés en un buen lugar. La Biblia está
llena de tensiones, y es necio tratar de encontrarles una salida fácil. Expongo
únicamente un bosquejo muy breve de las diferencias que mantenemos con
nuestros amigos presbiterianos. Son diferencias significativas, pero las cosas
que tenemos en común las sobrepasan con creces. Hay contestaciones y
réplicas a cada punto mencionado, pero se trata de un diálogo que vale la pena
sostener si queremos proteger la teología reformada para entregarla a las
generaciones futuras.

Hunter Powell completó su PhD sobre la Asamblea de Westminster en la


Universidad Cambridge y tiene un libro pronto a publicarse acerca del gobierno
de la iglesia, titulado “La Crisis del Protestantismo Británico: El Poder de la
Iglesia y la Revolución Puritana”, 1638-44 (Manchester University Press, 2014).
Actualmente es pastor en la Sterling Park Baptist Church en Sterling, Virginia, y
es professor adjunto de historia de la iglesia en Westminster Theological
Seminary.
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