Resumen Las Miserias Del Proceso Penal

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ANÁLISIS

“LAS MISERIAS DEL PROCESO PENAL”


Francesco Carnelutti

LA TOGA:

 La Toga es una “Divisa” (emblema, distintivo), como las de los militares, con la diferencia
de que los magistrados y los abogados la llevan solamente de servicio, y hasta en ciertos
actos del servicio particularmente solemnes; en Francia y sobre todo en Inglaterra, don
la tradición se observa de manera estricta, un abogado la debe llevar siempre dentro del
palacio de justicia
 La divisa es el signo de autoridad
 En el aula de justicia, se ejercita por excelencia, la autoridad; se comprende que los que
la ejercitan tienen que distinguirse de aquellos que no la ejercitan
 A esta divisa, también se le llama “uniforme”. La Toga, es como un traje militar, desune
y une; separa a los magistrados y a los abogados de los profanos para unirlos entre sí,
unión que, observemos bien, tiene un grandísimo valor. Unión de los jueces entre sí, en
primer lugar
 La Toga de los magistrados no sólo es el signo de la autoridad, sino también el de la
unión, o sea, el vínculo que los liga conjuntamente.
 Ahora bien, la Toga del acusador y el defensor significa que lo que hacen es hecho en
servicio de la autoridad; en apariencia están divididos, per en la realidad están unidos en
el esfuerzo que cada uno realiza para alcanzar la justicia.
 Estos hombres con Toga dan al proceso penal, un aspecto solemne y si esta resulta
oscurecida – como ocurre no pocas veces – por negligencia de los abogados y de los
propios magistrados, que no respetan como debería la disciplina, ello redunda en
menoscabo a la civilidad.
 La Toga invita al “Recogimiento”.
 Pero la función judicial se encuentra amenazada por los peligros opuestos de la
indiferencia o del clamor; indiferencia en cuanto a los proceso minúsculos y clamor en
cuanto a los procesos célebres
 La Toga de los magistrados se pierden ente la multitud, producto del desorden público
que llena las aulas, la intervención de la prensa, la cual interviene con imprudencias y a
veces con impudencias (atrevimientos, impudor, descaro), contra las cuales nadie osa
reaccionar.

EL PRESO:

 A la solemnidad del hombre en Toga, se contrapone el hombre en “jaula”


 El más pobre de todos los pobres es el “preso”, el “encarcelado”
 Las esposas, también son un emblema del Derecho; quizás, el más auténtico de su
emblemas, más expresivo que la balanza y la espada.
 Las esposas, según un filósofo italiana, son la razón y la función del derecho, expone:
quidquid lated apparebit (lo que se oculta), Diesi are (día del juicio final), en el fondo,
“todo lo que está oculta, saldrá a la luz”
 Manifiesta la lucha constante por la “abolición del ergástulo” (cárcel de la antigua roma,
destinada a los esclavos).
 Alude al pasaje bíblico de Jesús, con la invitación de visitar a los presos
 Ahora bien, expone: omnia vincit amor (el amor lo conquista todo), el amor solamente
es siempre victorioso
 Expresa que el germen del bien, en cada uno de nosotros y no en los delincuentes,
solamente, está aprisionado
 Todos, estamos en prisión, una prisión que no se ve, pero que no se puede dejar de
sentir.
 Cada uno de nosotros esta aprisionado mientras está encerrado en sí mismo, en la
solicitud por sí mismo, en el mor de sí mismo.
 Solamente abriéndose hacia nosotros el hombre puede salir de la prisión y basta que se
abra hacia nosotros para que entre por la puerta abierta la gracia de Dios.
 El hombre encadenado e encerrado en una jaula es la verdad del hombre; el derecho no
hace más que revelarla.
 Nosotros no nos asemejamos a los animales porque estemos en la jaula, sino que
estamos en una jaula porque nos asemejamos a los animales, ser hombre no quiere
decir no ser, sino poder no ser animal. Esta potencia es la potencia de amar.

EL ABOGADO:

 El Pintor Mantessi no tenía una experiencia particular del problema penal, sin embargo,
el dibujo un dibujo muestra lo clarividentes que son las intuiciones de un artista, ya que
una de las manos – la izquierda – cae hacia abajo, inerte, en acto de desaliento; la otra –
la derecha – sobrepuesta, vuelve la palma en alto, como la del pobre, que demanda la
caridad. Está toda la psicología del preso en aquel pequeño cuadro.
 El preso no tiene necesidad de alimento ni de vestidos, ni de casa, ni de medicinas; la
única medicina, para él, es la amistad.
 Un abogado – advocatus, vocatus ad (un abogado llamado para auxiliar).
 También el médico es llamado a socorrer, pero si solamente al abogado se le da este
nombre, quiere decir que entre la prestación del médico y la prestación del abogado
existe una diferencia, no advertida por el derecho y es descubierta por el lenguaje.
Abogado es aquel al cual se pide, en primer término la forma esencial de la ayuda, que
es, propiamente, la amistad.
 La forma elemental de la ayuda, para quien se encuentra en guerra, es la alianza. El
concepto de la alianza es la raíz de la abogacía.
 La necesidad del cliente, especialmente del imputado, es esta: la de uno que se coloque
junto a él en el último peldaño de la escala.
 El más grande de los abogados sabe que no puede hacer nada f rente a la más que
pequeño de los jueces; a menudo, el más pequeño de los jueces es aquel que lo humilla
más, está constreñido a llamar a la puerta como un pobre.
 Lo que el defensor debe poseer, ante todo, es el conocimiento del imputado, no como el
médico el conocimiento físico, sino el conocimiento espiritual.
 Conocer el espíritu de un hombre quiere decir conocer su historia; y conocer su historia
no es solamente conocer la sucesión de los hechos, sino encontrar el hilo que los vincula.
 Todo esto no es posible si el protagonista no abre, poco a poco, su alma. Esto tipo de
protagonistas, que son los delincuentes, tienen, por definición, almas cerradas. Al
mismo tiempo en que solicitan la amistad, ponen la desconfianza y la sospecha.
Impregnadas de odio, ven el odio aun donde no existe más que amor. Son como
animales selváticos, que sólo con infinita delicadeza y paciencia se pueden domesticar.
EL JUEZ Y LAS PARTES:

 Nosotros decimosn que ante el juez están las “PARTES”.


 Se denomina partes a los sujetos de un contrato: por ejemplo, al vendedor y al
comprador, al arrendador y al arrendatario, al socio y al otro socio; al acreedor que
quiere hacerse pagar y al deudor que no quiere pagar, etc. y finalmente se denominan
así a los sujetos del “contradictorio”, o sea de aquella disputa que se desarrolla entre los
dos defensores en los proceso civiles o entre el ministerio público y el defensor en los
procesos penales.
 Aquellos que están ante el juez para ser juzgados son partes, quiere decir que el juez no
es parte. En efecto, los juristas dicen que el juez está súper partes, por eso el juez está
en alto y el imputado en bajo, por bajo de él; el uno en la jaula, el otro sobe la cátedra.
 La ley ha intentado todos los expedientes posibles para garantizar la dignidad del juez.
El más obvio entre estos cosiste en el juicio colegiado, puesto que el juzgar a otro
hombre exige que quien juzga es más que quien es juzgado, lo hace juzgar por varios
hombre reunidos. Pero lo cierto es que una cosa ha de considerarse la suma de varios
jueces y otra su unidad, no se trata, en el colegio, de añadir un juez a otro como los
sumandos de una adición; sino de verteré plures in unum (muchos en uno)
 ¿Cómo puede hacer el juez para ser mejor de lo que es?. La única vía que le está abierta
a tal fin es la de sentir su miseria: es necesario sentirse pequeños para ser grandes. Es
necesario formarse un alma de niño para poder entrar en el reino de los cielos.
 Hoy se enseña que, para ser juez penal, es necesario estudiar, además de derecho, la
sociología, la antropología, la psicología, son estudios útiles e incluso necesarios, pero
no suficientes. Ante todo no se deber creer que se puede el alma humana, como se
pone el cuerpo en una mesa anatómica.
 El hombre no es cuestión que se pueda discutir en estos congresos, el hombre es
cuestión de fe en el hombre.

PARCIALIDAD DEL DEFENSOR:

 Acusador y defensor son en último análisis, dos razonadores: constituyen y exponen las
razones. Su oficio es razonar
 Razonar es, en palabras sencillas, exponer premisas y sacar consecuencias, primero
vienen las premisas y después las consecuencias, así procede el razonador imparcial.
Pero el defensor no es un razonador imparcial.
 El defensor y el acusador deben buscar las premisas para llegar a una conclusión
obligada.
 Antes de condenar o de absolver es necesario continuar en la investigación hasta haber
agotado todos los recursos. Pero para hacer esto, el juez debe ser ayudado; por sí solo,
no lo lograría, su ayudante natural es el defensor, este amigo del imputado, el cual,
naturalmente, tiene el interés de buscar todas las razones que pueden servir para
demostrar la inocencia de aquel. El defensor es y debe ser un razonador de pie forzado,
esto es, un razonador parcial; un razonador que trae el agua a su molino.
 El defensor es una auxiliar precioso para el juez, pero también muy peligroso por razón
de su parcialidad.
 ¿Cómo se concibe que sea útil pero inocuo?, contraponiéndole aquel otro razonador
parcial en sentido inverso, que se denomina ministerio público y que debería
denominarse más exactamente acusador.
 En nueve de cada diez veces, la lógica de las cosas arrastra al ministerio público a se lo
que debe ser: el antagonista del defensor.
 El duelo sirve para el juez para superar la duda
 En el duelo se personifica la duda
 Las armas que se utilizan por estos para batirse son las razones. Defensor y acusador
son dos esgrimistas.
 Los abogados adquieren fama de creadores de sofismas
(Silogismo vicioso o argumento capcioso con que se pretende hacer pasar lo falso por
verdadero)
 No se comprende que si el abogado fuese un razonador imparcial, no solamente
traicionaría su propio deber sino que estaría en contradicción con su razón de ser en el
proceso, y el mecanismo de este resultaría desequilibrado.
 La verdad de la defensa y la verdad de la acusación, es un escándalo; pero es un
escándalo del cual tiene necesidad el juez a f in de que no se aun escándalo su juicio.
 Los informes del defensor y del acusador se asemejan a una rueda giratoria de colores;
pero al girar velozmente los colores se funden en la luz. De cualquier manera, la ventaja
que el juez obtiene de ello, no es solamente en orden a la inteligencia.
 La del abogado es quizá una de las figuras más discutidas en el cuadro social; se podría
decir más atormentada.
 Mirándolo bien, ellos son los Cirineos (persona que ayuda a otra) de la sociedad: llevan
la cruz por otro y esta es su nobleza. Si me pidierais una divisa para la orden de los
abogados, propondría el virgiliano sic vos non vobis (tú también); somos los que aramos
el campo de la justicia y no recogemos su fruto.

LAS PRUEBAS:

 Sería necesario, saber ante todo, que es un “hecho”: son palabras que se emplean
intuitivamente; se las comprende de manera aproximativa-
 Un hecho es un trozo de historia y la historia es el camino que recorren desde el
nacimiento hasta la muerte, los hombres y la humanidad, un trozo de camino, pero de
camino que se ha hecho, no del camino que se puede hacer. Saber si un hecho ha
ocurrido o no, quiere decir volver atrás. Este volver atrás es lo que llama hacer la
historia.
 El delito es un trozo de camino, del cual quien lo ha recorrido trata de destruir las
huellas. Sucede lo contrario de lo que ocurre, normalmente, en cuanto al contrato:
cuando uno compra y tanto más si la cosa tiene valor importante, conserva, por lo
general, mediante un documento, la prueba de haber comprado; cuando roba, destruye,
lo mejor que puede, las pruebas de haber robado.
 Las pruebas sirven, precisamente, para volver atrás, o se para hacer o, mejor aún, para
reconstruir la historia.
 El trabajo del historiador es este. Un trabajo de habilidad y de paciencia, sobre todo, en
el cual colaboran la policía, el ministerio público, el juez instructor, los jueces de la
audiencia, los defensores, los peritos.
 Cada delito desencadena una serie de investigaciones, de conjeturas, de informaciones,
de indiscreciones. Policías magistrados, de vigilantes se convierten en vigilados por
grupos de voluntarios dispuestos a señalar cada uno de sus movimientos, a interpretar
cada uno de sus gestos, a publicar cada una de sus palabras. Los testigos son olfateados
como la liebre por el galgo. Después a menudo, explotados, sugestionados, comprados.
Los abogados son el blanco de los fotógrafos y del os periodistas, y con frecuencia, por
desgracia, ni siquiera los magistrados logran oponer a este frenesí la resistencia que
requeriría el ejercicio de su oficio austero.
 Esta degeneración del proceso penal es uno de los síntomas más graves de la civilidad en
crisis. Es incluso difícil representar todos los daños debidos a la falta de aquel
recogimiento que a ningún otro cometido es tan necesario como a aquel que en el
proceso penal se debe desarrollar. No el más grave pero desde luego el más llamativo
es aquel que se refiere al respecto del imputado. La Constitución italiana ha proclamado
solemnemente la necesidad de tal respeto declarando que el imputado no debe ser
considerado culpable mientras no sea condenado por una sentencia definitiva.
 Desgraciadamente, la justicia humana está hecha de tal manera que no solamente se
hace sufrir a los hombres porque son culpables sino también para saber sin son
culpables inocentes.
 San Agustín ha escrito a este respecto una de sus páginas inmortales; la tortura, en las
formas más crueles, ha sido abolida, al menos en el papel; pero el proceso mismo es una
tortura.
 El hombre cuando sobe él recae la sospecha de haber cometido un delito, es dado ad
bestias (condenado a las bestias), ofrecido como pasto a las fieras.
 Esta fiera, es la multitud
 Apenas ha surgido la sospecha, el imputado, su familia, su casa, su trabajo, son
inquiridos, requeridos, examinados, desnudados, a la presencia de todo el mundo, el
individuo, de esta manera es convertido en pedazos. Y el individuo, recordémoslo, es el
único valor que debería ser salvado por la civilidad.
 Pero existe otro individuo en el centro del proceso penal junto al imputado: el testigo.
Los juristas, fríamente, clasifican al testigo, junto con el documento, en la categoría de
las pruebas y hasta en una cierta categoría de las pruebas, esta frialdad suya es
necesaria.
 Pero ¡ay! Si se olvida, de que mientras el documento es una cosa, el testigo es un
hombre, un hombre con su cuerpo y con su alma, con sus intereses y con sus
tentaciones, con sus recuerdos y con sus olvidos, con su ignorancia y con su cultura, con
su valentía y con su miedo, un hombre que el proceso coloca en una posición incómoda
y peligrosa, sometido a una especie de requisición por utilidad pública, apartado de su
negocio y de su paz, utilizado, exprimido, inquirido, convertido en objeto de sospecha.
Técnica penal más preocupante al trato del testigo.
 En el centro del proceso, no están el imputado o el testigo, sino el “individuo”.
 Todos saben que la prueba testimonial es la más falaz (engaño, mentira) de todas las
pruebas. La ley la rodea de muchas formalidades, que querrían prevenir los peligros; la
ciencia jurídica llega hasta el punto de considerarla un mal necesario; la ciencia
psicológica regula e inventa incluso instrumentos para su valoración o sea para discernir
la verdad de la mentira, pero el mejor modo de garantizar el resultado ha sido y será
siempre EL DE RECONOCER EN EL TESTIGO UN HOMBRE Y CONCEDERLE QUE MERECE
TODO HOMBRE.
EL JUEZ Y EL IMPUTADO:

 El juez, es también un historiador, la historia que el juez reconstruye es la PEQUEÑA


HISTORIA.
 El homicidio no es solamente haber matado, sino haber QUERIDO MATAR. Esto quiere
decir que el juez no debe limitar su investigación a los aspectos externos, o sea a las
relaciones del cuerpo del hombre con el resto del mundo, sino que debe descender,
mediante su investigación, al alma de aquel hombre.
 Cuando se alude a alma, espíritu o psiquis, como hoy prefiere la gente culta, se alude a
una región misteriosa de la cual no conseguimos hablar sino, mediante metáforas. Es
necesario ir con cautela en la investigación en este terreno. El peligro más grave es el de
atribuir a otro el alma nuestra, o sea el de juzgar lo que él ha sentido, comprendido,
querido, según lo que nosotros sentimos, comprendemos, queremos.
 No se puede juzgar de la intención más que a través de la acción, o sea de lo que el
hombre hace. Pero de todo lo que hace, no de una parte solamente. La acción del
hombre no es el acto singular, sino todos sus actos en conjunto. Aquí el concepto que
nos puede orientar es el del “individuo”, precisamente porque expresa la idea de la
“indivisibilidad”.
 Un hombre se denomina individuo para significar, en una palabra, que no se puede
hacer su historia en trozos. Lo que el hombre ha querido no se puede conocer sino a
través de lo que el hombre es, y lo que el hombre es se conoce solamente de toda su
historia.
 La historia del hombre. Esto quiere decir, en una palabra, que cuando el juez ha
reconstruido un hecho no ha recorrido más que la primera etapa del camino; más allá de
esta etapa el camino prosigue, porque le queda por conocer la vida entera del imputado.
 Hay un artículo de nuestro código en el que se impone la obligación al juez de tener en
cuenta “la conducta y la vida del reo, anterior al delito; la conducta contemporánea o
subsiguiente al delito; las condiciones de vida individual, familiar y social del reo”.
 El juez tenga el tiempo y la paciencia de hacérsela contar por él; después deberá verificar
el relato, pero entretanto debe conseguir que le hagan este relato.
 Y tanto más es imposible el oficio de historiador, que la ley asigna al juez, en cuanto a
escuchar la historia del imputado exige que se supere su desconfianza, primera
condición para un relato sincero y la desconfianza no se vence más que con la amistad,
la cual entre el juez y el imputado, en la mayor parte de los casos, es un sueño.
 Hace ya mucho tiempo que los juristas se han dada cuenta de que para el juicio penal es
necesario, además de conocer el hecho, conocer al hombre y conocer al hombre no es
posible sin reconstruir su historia.
 Los límites del análisis, aun cuando la materia haya sido removida hasta sus más íntimos
rincones, no es de este modo como se puede captar el secreto de la vida; y el secreto del
espíritu es el secreto de la vida. Todo lo que puede hacer el psicólogo es algo análogo a
lo que hace el estudio de anatomía sobre el cuerpo del hombre, pero el espíritu es,
esencialmente, unidad. No el camino de la psicología, sino el de la amistad puede
conducir al hombre al corazón del otro hombre y ese camino, desgraciadamente, le está
cerrado al juez.
 En el fondo, el escándalo no está en los hombres sino en las cosas.
 En esto está verdaderamente una condición de la civilidad, la cual exige que se trate con
respeto no solo al juez sino también al que ha de ser juzgado e incluso al condenado
 Tanto más que la historia del individuo, como el juez la puede hacer, por la naturaleza
misma del proceso penal, es una historia irremediablemente incompleta. Un hombre es,
desde luego, su historia, pero su historia está compuesta no solo por su pasado, sino
también por su futuro. Yo soy no solo lo que he sido sino también lo que seré. El
presente es síntesis del pasado y del futuro. Esto es tan cierto que el propio Código
penal quiere que el juez tenga en cuenta la conducta del reo tanto anterior como
subsiguiente al delito.
 En cambio, al contrario de lo que ocurre con el proceso de beatificación, el proceso penal
debe hacerse durante la vida.
 El imputado debería ser considerado con el mismo respeto que se concede al enfermo
en manos del médico y del cirujano. Una tal equiparación entre el enfermo y el preso ha
sido hecha por Jesús: no debemos olvidarnos de ello.

EL PASADO Y EL FUTURO EN EL PROCESO PENAL

 ¿Por qué el juez hace historia?, nadie puede hacer volver atrás el tiempo.
 La verdad intuida es que el remedio al pasado está en el futuro.
 El hombre no tiene otro modo para resolver el problema del futuro más que el de mirar
al pasado; solamente la contemplación del pasado puede permitirle captar, como en un
espejo, el secreto del futuro.
 Dice el juez: debo saber lo que has sido para establecer lo que serás. Has sido un
delincuente; serás un preso. Has hecho sufrir, sufrirás. No has sabido usar de tu
libertad, serás encerrado. Yo tengo en las manos la balanza; la justicia quiere que tanto
como pesa tu delito, pese tu pena.
 Pero ocurre que, al llegar a este punto, sucede algo que complica el problema. Esto
depende del hecho de que los delitos no basta con reprimirlos, sino PREVENIRLOS
 El peso se hace antes de que el ladrón robe, a fin de que se abstenga de robar. Pero si se
hace antes se hace no sobre el hecho, sino sobre el TIPO. El tipo es un concepto, no un
hecho, una abstracción, no una realidad; algo previsto, no algo acaecido (producido un
hecho). Ahora bien, el prever es, al mismo tiempo, más o menos que el ver; más que el
ver porque se agrega al ver, menos porque no se ve todo aquello que, cuando haya
acaecido, se verá. En suma, es un ver indistinto, se distinguen las grandes líneas; pero el
acaecimiento reserva siempre, aun cuando se conforme a la previsión, algo de nuevo.
 El Tipo decíamos, es una abstracción, no una realidad.
 Ahora, bien, aparece un mecanismo empírico que ata las manos al juez, la ley, en vez de
una pena fija, establece por lo general un mínimo y un máximo, que marcan los límites
de la libertad del juez, una especie de libertad vigilada, en todo caso una medida, que no
consigue resolver ni siquiera ocultar la contradicción. Pero no hay nada que hacer: es la
eterna antinomia entre lo uno y lo múltiple, dentro de la cual se debate la vida del
hombre.
 Por esta antinomia, que el hombre no es capaz de resolver, está viciado también el
derecho y sobre todo, el proceso. en el momento en que el juez ha logrado dar
cumplimiento a su cometido de historiador, cuando ha reconstruido el pasado y debe
adecuar a este el porvenir, cuando pesa sobre él con mayor gravedad la exigencia de la
justicia, que consiste, precisamente en esta adecuación, en el momento en que tendría
necesidad a tal fin de toda su libertad, he aquí que la ley le ata las manos,
constriñéndolo a juzgar, en lugar de un hombre, un fantoche (marioneta)
 Hay entre otros casos en los que es claro que ha bastado el proceso, o mejor aquella
fracción del proceso que se ha desarrollado para reconstruir la historia, con todos sus
sufrimientos, con todas sus angustias, con todas sus vergüenzas, para asegurar el
porvenir del culpable en el sentido de que ha comprendido su error y no solo lo ha
comprendido sino que con aquel peso de sufrimiento, de angustia, de vergüenza, lo ha
expiado, y el resto del proceso, su prolongación por la condena y con la ejecución de ella
no es otra cosa que una pérdida total para el individuo y para la sociedad, si el juez fuese
libre, estos son los casos en que diría como Jesús a la adúltera: “Ve y no peque más”,
pero tiene desgraciadamente, atadas las manos.
 Pero no se puede ocultar que derecho y proceso son una pobre cosa y es esto
verdaderamente, lo que se necesita hacer avanzar la civilidad.

LA SENTENCIA PENAL:

 Entonces dice la ley, el juez absuelve por insuficiencia de pruebas; ¿y qué quiere decir
eso? No que el imputado es culpable, pero tampoco que es inocente; cuando es
inocente, el juez declara que no ha cometido el hecho o que el hecho no constituyo
delito. El juez dice que n puede decir nada, en estos casos. El proceso se cierra con un
nada de hecho. Y parece la solución más lógica de este mundo.
 Bien: ¿pero y el imputado? Que uno sea imputado quiere decir que probablemente, ya
que no ciertamente, ha cometido un delito: el proceso o mejor, el debate sirve,
precisamente para resolver la duda. En cambio, cuando el juez absuelve por
INSUFICIENCIA DE PRUEBAS, no resuelve nada, las cosas quedan como antes. La
absolución por insuficiencia de pruebas, LA IMPUTACIÓN SUBSISTE. El proceso no
termina nunca. El imputado continua siendo imputado por TODA LA VIDA.
 Tanto más grave es la deficiencia que ahora se ha puesto en claro, en cuanto si el
imputado no es culpable, la declaración de su inocencia es el único modo para reparar el
daño que injustamente se le ocasionó.
 La sentencia de absolución por no haber cometido el hecho o por inexistencia de delito
contiene no solamente la declaración de la inocencia del imputado sino, al mismo
tiempo, la confesión del error cometido por aquellos que lo han arrastrado al proceso.
 Es un hecho que este terrible mecanismo, imperfecto e imperfectible, expone a un pobre
hombre a ser llevado ante el juez, investigado, no pocas veces arrestado, apartado de la
familia y de los negocios, perjudicado por no decir arruinado ante la opinión pública,
para después ni siquiera oír que se le dan las excusas por quien, aunque sea sin culpa, ha
perturbado y en ocasiones ha destrozado su vida. Son cosas que, desgraciadamente
suceden; y una vez más, aun sin protestar.
 Es pues, precisamente la hipótesis dela absolución la que descubre la miseria del
proceso penal, el cual en tal caso, tiene el único mérito de la confesión del error. El error
del cual la gente no se da cuenta y no solo los hombres de la calle, sino incluso los
expertos del derecho. No conozco un jurista, con excepción de quien os habla, que haya
advertido que toda sentencia de absolución es el descubrimiento de un error. De este
modo, o por negligencia o por falso pudor, se ocultan las miserias del proceso penal que
deben, en cambio ser conocidas y sufridas a fin de que se califique, como se debe, a la
justicia humana.
 Resuena en el fondo de toda sentencia, la divina admonición (discurso con que se hace
ver un MAL y se invita a CORREGIRLO)
 No se debe desconocer que, no obstante estos defectos, el mecanismo hasta un cierto
punto sirve para garantizar el proceso contra el error: hasta el punto, aproximadamente,
en que es posible; pero una garantía absoluta no se puede dar. También el juicio de los
jueces superiores está expuesto, como el de los jueces inferiores a este peligro, tanto
más que si de un lado, ellos se encuentran, respecto de aquellos, en una posición
ventajosa, de otro lado, especialmente en cuanto al juicio histórico, los medios de que
dispone son todavía más imperfectos, basta pensar que en el proceso de apelación, de
ordinario, no son examinados de nuevo los testigos y el juicio se forma sobre las actas,
las cuales no dan ni pueden dar de los testimonios más que una representación
mutilada, a menudo deformada y hasta incomprensible.
 Sin embargo, al llegar a un cierto punto, es necesario terminar. El proceso no puede
durar eternamente. Es un final por agotamiento, no por obtención del objeto. Es
necesario contentarse. Es necesario resignarse. Los juristas dicen que, al llegar a un
cierto punto, se forma la COSA JUZGADA y quieren decir que no se puede ir más allá.
Pero dicen también, res iudicata pro veritate habetur (una decisión judicial es por la
verdad) la cosa juzgada no es la verdad, pero se considera como verdad.

EL CUMPLIMIENTO DE LA SENTENCIA:

 Absolución o condena, el proceso termina cuando el juez ha dicho la última palabra.


 También esta es una impresión, al menos en parte, falaz. Termina es cierto con la
absolución: quiero decir, cuando la absolución se convierta en cosa juzgada.
 En cambio, en el caso de condena, el proceso no termina en absoluto. Cuando se trata
de condena, nunca está dicha la última palabra: el imputado absuelto, aun cuando
surjan nuevas pruebas contra él, está actualmente, bien o mal, a seguro, pero el
condenado, en ciertos casos tiene derecho a la revisión o sea, con muchas cautelas, a la
reapertura del proceso.
 El pronunciamiento de la condena es una especie de funeral, terminada la ceremonia.
 Se puede también asemejar la penitencia al camposanto, pero se olvida que el
condenado es un sepultado vivo.
 La penitenciaría es, verdaderamente, un hospital, lleno de enfermos del espíritu, en
lugar de enfermos del cuerpo y alguna vez también del cuerpo, pero ¡qué hospital tan
singular!. En el hospital, antes que nada, el médico, cuando se da cuenta de que la
diagnosis es equivocada, la corrige y rectifica la curación. En la penitenciaria, en cambio
está prohibido actuar así. No es un hospital donde no existan médicos y enfermeras: el
director de la penitenciaría y los otros, que le ayudan en la dirección, no están
desprovistos en absoluto de aquellos conocimientos que puedan servir para el
conocimiento de sus enfermos y a menudo atienden a ello con inteligencia, con
paciencia y hasta con abnegación. Sin embargo, a estos médicos la diagnosis del juez les
está impuesta con autoridad, precisamente, de la cosa juzgada, la experiencia de la
marcha de la enfermedad no cuenta para nada; el juez ha dicho diez, veinte, treinta
años y diez, veinte, treinta deben ser, aun cuando la experiencia demuestre que son
demasiados o que son demasiado pocos.
 Dicen, fácilmente, que la pena no sirve solamente para la redención del culpable, sino
también para la admonición de los otros, que podrían ser tentados a delinquir y que por
eso se los debe asustar.
 Como quiera que sea, aun cuando la pena servir para asustar a los otros, debería al
mismo tiempo servir para redimir al condenado y redimirlo quiere decir curarlo de su
enfermedad.
 Mientras la medicina del cuerpo ha realizado progresos maravillosos, la medicina del
espíritu se encuentra todavía en un estadio infantil. Cristo, hasta ahora, sobre este
tema, ha predicado en el desierto. Al colocar al preso, junto al enfermo, en la cima de la
escala de los pobres. Él ha dicho bien claro que la delincuencia es una forma de pobreza;
al hambriento le falta la comida, el agua al sediento, el vestido al desnudo, la casa al
vagabundo, la salud al enfermo.
 ¿Cómo no recordar las otras palabras de Cristo. “te doy las gracias, Padre, porque estas
cosas las has revelado a los pequeños y las has ocultado a los sabios”?. Es necesario ser
pequeños para comprender que el delito se debe a una falta de amor. Los sabios buscan
el origen del delito en el cerebro, los pequeños no olvidan que, precisamente como ha
dicho Cristo, los homicidios, los robos, las violencias, las falsificaciones vienen del como
ha dicho Cristo: los homicidios, los robos, las violencias, las falsificaciones vienen del
corazón. Es al corazón del delincuente al que, para curarlo, debemos llegar. Y no hay
otra vía para llegar a él sino la del amor. La falta del amor no se colma más que con el
amor. “Amor che a nullo amato amar perdona”. La cura de la que el preso tiene
necesidad es una cura de amor.
 La batalla no es por la reforma de la ley sino por la reforma de la costumbre
 El Estado puede imponer a los ciudadanos el respeto, pero no les puede infundir el
amor. El Estado es un gigantesco robot, al cual la ciencia le ha podido fabricar el
cerebro, pero no el corazón.
 Después de la condena no basta ya. El condenado es el pobre por excelencia, en su
desnudez. No hay una necesidad más angustiosa que la necesidad del amor.
 Es necesario haber vivido esta experiencia para comprender que nuestro
comportamiento frente a los condenados es el índice más seguro de nuestra civilidad.

LA LIBERACIÓN:

 El día de la liberación puede llegar de seguro, pero a condición de que se entienda la


verdadera liberación de la prisión, que es nuestra finitud y no quiero tampoco decir de
nuestro egoísmo, ya que basta decir de nuestro yo; la puerta está siempre abierta para
evadirse y no son necesarios grandes esfuerzos a tal objeto, basta sentir el peso de
nuestra soledad y con él la necesidad del otro que está próximo. Cuando se siente la
necesidad del otro se termina por sentir la necesidad de Dios. Muchos conciben a Dios
como infinitamente distante y se imaginan que es necesario para alcanzarlo un
interminable camino.
 En este sentido, la liberación está al alcance de la mano de todo condenado. No existen
ni rejas, ni guardianes que le puedan privar de liberarse.
 Al ergastulano (encarcelado de la antigua roma, destinado a los esclavos) la puerta de la
cárcel no se le abre sino para dejar pasar su cadáver. Esto quiere decir que para él, el
proceso no tiene fin. Y puesto que la penitenciaría es o debería ser, un sanatorio para
recuperar las almas enfermas, la condena al ergástulo es la declaración de que el alma
de un hombre está perdida para siempre
 Mientras el magisterio de la Iglesia, si con el proceso de beatificación declara la certeza
de elevación de un santo al paraíso, no conoce un proceso dirigido a verificar el
precipicio de un réprobo al infierno y los teólogos, temerosos de escrutar en el corazón
de los hombres y más aún en el corazón de Dios
 Un terrible aspecto de la condena a la reclusión, aún p
or un periodo breve, es este de que nadie está seguro de no morir dentro de aquel
periodo. Esto basta para decir que el proceso penal, el cual no cesa con la condena sino
que sigue con la expiación, puede durar hasta la muerte.
 Y no porque una interpretación benévola de la disciplina carcelaria no consienta al
moribundo el último saludo de sus seres queridos, sino porque aquel morir le trunca la
esperanza del retorno al consorcio humano. Esta, la esperanza de entrar de nuevo en el
consorcio humano, de despojarse finalmente del horrible uniforme, de asumir de nuevo
al aspecto del hombre libre, de retomar su puesto en la sociedad, es el oxígeno que
alimenta al preso. Desde el momento en que ha entrado en la prisión, esta es la razón
de su vida.
 El proceso, si, con la salida de la prisión está terminado. Pero la pena, no quiero decir el
sufrimiento y el castigo.
 La cuestión es mucho más grave. El preso, al salir de la prisión, cree no ser ya un preso,
pero la gente, no. Para la gente él es siempre un preso, un encarcelado, a lo más, se dice
ex-carcelado, en esta fórmula está la crueldad y está el engaño. La crueldad está en
pensar que, tal como uno ha sido, debe continuar siendo. La sociedad clava a cada uno
a su pasado. El rey aun cuando según el derecho no sea ya rey, es siempre rey, y el
deudor, aun cuando haya pagado su deuda, es siempre deudor. Este ha robado, lo han
condenado por esto, ha cumplido su pena, pero.
 En ese “pero”, decía está la CRUELDAD Y ESTÁ EL ENGAÑO. Pero podría todavía ergo
(expresión latina que sirve para introducir una consecuencia) yo no le doy trabajo.
 Si razonase, se daría cuenta de que no ya el futuro depende del pasado, sino el pasado
del futuro.
 La fórmula del ex resulta sacrílega precisamente por esto. Pero los hombres, que lo ven
todo al revés, continúan estando persuadidos de que cada uno seguirá siendo como ha
sido y no la gente vulgar solamente, sino también los hombres de gran cultura, e incluso
aquellos que hacen profesión de cristianismo.
 Puede ser, pero la ley es la ley, mientras tanto suspendido de empleo y sueldo hasta la
sentencia definitiva; la Constitución lo considera todavía inocente, pero un inocente que
no tiene ya derecho a ganarse el pan. Se sigue el proceso y se le infligen tres años de
reclusión, si este es su castigo, una vez transcurridos, debería volver a ser aquello que
era antes, en cambio, no: el empleo queda definitivamente perdido, para él, la salida de
la cárcel es el PRINCIPIO EN VEZ DEL FINAL DE UN CALVARIO. Un maestro, afectado por
una condena, no puede volver a trabajar como maestro, después de haberla cumplido.
Un capitán de barco, salido de la prisión, no puede volver a ejercer nunca su profesión.
No son ejemplos inventados, los he tomado los tres, de mi experiencia más reciente.
Por lo demás, no habría ni siquiera necesidad de ello, porque se trata de cosas más que
sabidas por todos.
 Igualmente se debe reconocer que esto del preso, que cuenta los días soñando en la
liberación, es nada más que un sueño, serán necesarios muy pocos días después que la
puerta de la prisión se haya abierto, para despertarlo. Entonces, día por día su visión del
mundo se invierte; en fin de cuentas se estaba mejor en galeras. Este lento deshojarse
de su ilusión; este cambio de las posiciones, este disgustarse de la que él creía ser la
libertad, este retornar del pensamiento a la prisión, como a aquella que es actualmente,
su casa, se describe magníficamente en una conocida novela de Hans Fallada, pero la
gente no debe creer que sean situaciones creadas por la fantasía del escritor, la
intervención corresponde, desgraciadamente, a la realidad.
 La Pena, si no propiamente siempre en nueve de cada diez casos, no termina nunca.
Quien ha pecado está perdido. Cristo perdona, pero los hombre NO.

MÁS ALLÁ DEL DERECHO:

 Quizá ahora, al final de estos coloquios, se haya comprendido más claramente de lo que
podía comprenderse al principio de ellos, el valor que tiene el problema penal para la
civilidad.
 Civilidad, humanidad, unidad son una sola cosa; se trata de la posibilidad alcanzada por
los hombres de vivir en paz.
 Desgraciadamente, casi todas las palabras de Jesús son todavía incomprendidas. Esas
palabras están demasiado cargadas de pensamiento para que nosotros pobres hombres,
los podamos gustar. Ellas nos deslumbran como cuando se trata de mirar el sol. Los
intérpretes tendrían el oficio de descomponer la luz en un arco iris, pero son, al fin y al
cabo, pobres hombres también ellos.
 Se ha dicho que el proceso es aquel instituto en el cual se manifiestan todas las
deficiencias y las impotencias del derecho, se puede agregar que el penal es la especie
que pone mejor de manifiesto las deficiencias y las impotencias del proceso. a medida
que la experiencia del proceso penal se profundiza y se afina, se comienzan a apreciar,
en el esplendor alucinante de la admonición divina, las líneas de la verdad. Por lo que a
mi respecta debo a esa admonición el milagro de haber renacido.
 La primera cosa que enseña la experiencia penal es que la penitenciaría no es diversa en
absoluto del resto del mundo. Es una gran casa da pena. Eso de que dentro de la
penitenciaría haya solamente canallas y fuera de ellas solamente hombres honrados, no
es más que una ilusión, como también es una ilusión el que un hombre pueda ser todo
canalla o todo persona decente.
 Todo se pide y todo se espera del Estado, o sea del derecho, no porque Estado y derecho
sean la misma cosa sino porque el derecho es el único instrumento del cual en último
análisis, el Estado se puede servir.
 Las miserias del proceso penal son un aspecto de la miseria fundamental del derecho.
 No se trata de desvalorizar el derecho, sino de evitar que se supervalorado, que basta
tener buenas leyes y buenos jueces para alcanzar la civilidad.
 Mientras los hombres se juzgan, permanecen divididos. El respeto, en último análisis, se
resuelve en lo mío y en lo tuyo, y también el juicio tiende a esta división. Juicio y
respeto, aun cuando no lo parezca, son términos correlativos. Cuando el ex – ladrón se
presenta a mi puerta, no le falto al respeto si le respondo que no hay trabajo para él. La
ilusión y hasta la superstición que hay que desarraigar es la de que al obrar así, yo sea un
hombre civil. Es necesario habituarse a establecer la diferencia entre el hombre jurídico
y el hombre civil.
 “Más allá del derecho” es la expresión de la civilidad. También en este camino, que se
abre más allá del derecho, es Cristo quien nos guía. Más allá del derecho o más allá del
juicio, más allá del juicio o más allá del pensamiento, es la misma cosa. Cristo no se ha
limitado a decir: no juzguéis, el relato de San Juan a este respecto completa el r elato de
San Mateo, “no juzguéis” es el precepto negativo de su enseñanza, “amaos como yo os
he amado” es su aspecto positivo. Más allá de la justicia de los hombres está la caridad;
justicia y caridad son todo uno solamente en Dios. Más allá del respeto está el amor; el
amor, solamente, une.
 En la mejor hipótesis, cada uno de nosotros tiene en el corazón una dosis mínima de
amor. Cada uno de nosotros es un pabilo humeante, antes que en los otros es en
nosotros donde la llama debe ser reavivada.
 Cuando en el discurso del juicio final, se ha identificado con ellos, diciendo que el bien
que se hace al hambriento, al sediento, al desnudo, al peregrino, al enfermo, al preso se
hace a él, ha identificado en el pobre un delegado de Dios. ¿Delegado a qué fin?. Al fin,
precisamente, de enseñarnos a amar.
 La compasión es el preludio (cosa o acción que precede a otra y que le sirve de entrada,
anticipación, anuncio o comienzo)
 Cuando a través de la compasión, he llegado a reconocer en el peor de los presos un
hombre, como yo, cuando se ha disipado aquel humo que me permitía creer ser mejor
que él, cuando he sentido posarse también sobre mis hombros la responsabilidad de su
delito, cuando hace años, en una meditación del Viernes Santo, ante la Cruz, he sentido
gritar dentro de mí. “Judas es tu hermano”, entonces he comprendido no sólo que los
hombres no se pueden dividir en buenos y malos, sino que tampoco se pueden dividir en
libres y presos, porque hay fuera de la cárcel prisioneros más prisioneros de los que
están dentro de ella y los hay dentro de la cárcel más libres cuando están en la prisión
que los que están fuera. Presos lo estamos todos, más o menos, entre los muros de
nuestro egoísmo; quizás, para evadirse, no hay ayuda más eficaz que la que nos pueden
ofrecer aquellos pobres que están materialmente encerrados dentro de los muros de la
penitenciaría.

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