Sisto Veronica

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122 FALLOSDELACORTESUPREMA

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FALLO DE LA CORTE SUPREMA

Buenos Aires, 5 de febre1·0 de 1998.

Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por Verónica Eva Sisto
y Martín Ignacio Raúl Franzini en la causa Sisto, Verónica Eva y
Franzini, Martín Ignacio s/ información sumaria - sumarísimo", para
decidir sobre su procedencia.

Considerando:

1ll) Que los actores promovieron demanda para que se declarara la


inconstitucionalidad del art. 230 del Código Civil -en cuanto dispone
la nulidad de toda renuncia de cualquiera de los cónyuges a pedir el
divorcio vincular- y para que se reconocieran plenos efectos a la re�
nuncia efectuada en tal sentido ante el juez de primera instancia, pues
adujeron que dicha norma violaba el derecho a la libertad religiosa y
de conciencia, imponía un único modelo matrimonial, invadía el ámbi­
to de reserva propio de las personas, afectaba el principio de igualdad
ante la ley y la Convención Americana sobre Derechos Humanos
-ratificada por la ley 23.054- al adoptar una actitud discriminatoria y
disponer la disolubilidad de todo vínculo conyugal.

2.ct) Que no obstante haber sido rechazada la medida precautoria


requerida con el objeto de que se inscribiera en el acta de matrimonio
de los futuros contrayentes la renuncia a la facultad de pedfr efdivor­
cio vincular formulada ante el magistrado, los actores contrajeron st1
unión civil e insistieron en mantener la demanda en todos sus_ térmi­
nos. La pretensión de fondo fue también rechazada en primera instan­
cia con fundamento en que 1a disolubilidad del vínculo matrimonial no
estaba expresamente prevista en la Constitución Nacional y en que la
creación del modelo matrimonial i:pi.pugnado se encontraba dentro de
la órbita propia de la actividad del legislador.

311.) Que los demandantes apelarnn ese pronunciamiento y la Sala


F de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil desestimó los agra­
vios planteados porque no se había cuestionado el reconocimiento de
algún derecho concreto a cuya efectividad obstara la norma cuya vali­
dez se impugnaba en el proceso. Consideró que la intención del legis­
lador no había sido impedir matrimonios indisolubles, sino delimitar
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el ámbito privativo del matrimonio civil, amén de que el nuevo orde­


namiento había facultado a los contrayentes a mantener su vínculo
mediante la figura de la separación personal y su respectivo estatuto.

411-) Que la cámara entendió que no podía estimarse que la determi­


nación acerca de la disolubilidad o indisolubilidad del vínculo matri­
monial alterase el derecho a casarse de acuerdo a la ley civil tutelado
po r el art, 20 de la Constitución Nacional, ya que la vía adoptada por
la norma impugnada es una de las soluciones posibles que el legisla­
dor se halla facultado a adoptar sobre la base de la apreciación de
motivaciones de política social cuya ponderación no es revisable por
los jueces sin exceso de sus atribuciones constitucionales.

512) Que, asimismo, el a quo consideró que las previsiones de los


arts. 2, 67 inciso 15, 76 y 80 de la Constitución Nacional se relaciona­
ban íntimamente con costumbres y tradiciones legislativas del pueblo
argentino y habían sido consecuencia de los derechos _que el Estado
ejerció con motivo del Patronato, pero no significaban que el culto ca­
tólico apostólico romano revistiera el carácter de religión social y que,
ineludiblemente, sus pautas confesionales debieran ser 'consagradas
en nuestra legislación positiva.

6.n) Que contra ese fallo los acto�·es dedujeron recurso extraorclinaw
rio, en el que reiteran que la nulidad de toda renuncia a solicitar el
divorcio vincular prevista en el art. 230 del Código Civil, importa una
injustificada e ilegítima imposición de un único modelo matrimonial
que viola la libertad de sus conciencias, la libertad religiosa y el prin­
cipio de igualdad ante la ley, como también el pl'ecepto de no discrimi­
nación consagrado en el llamado Pacto de San José de Costa Rica, todo
lo cual lesiona los principios y garantías sustentados en los arts. 14, 14
bis, 16, 19, 20 y 31 de la Constitución Nacional.

7.n) Que la presentación de los recurrentes no revela la existencia


de agravios concretos que merezcan la intervención de esta Corte, toda
vez que los argumentos formulados en las sucesivas presentaciones
han procurado poner de manifiesto hipotéticas lesiones a garantías
constitucionales que no se han demostrado en la situación matrimo­
nial de las partes, ya que la renuncia formulada no ha afectado intere­
ses actuales de los recurrentes ni derechos de terceros, de manera que
la decisión que se pretende se halla más dentro del marco de un pedi�
d o abstracto y sin vinculación con un "caso" que imponga expedirse
sobre la inconstitucionalidad de la norma impugnada.
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8ª) Que el examen de admisibilidad de la cuestión federal plantea­


da por los recurrentes permite afirmar que sus argumentos resultan
insuficientes para demostrar la existencia de agravio a garantía cons­
titucional alguna, porqu e los tribunales que dictaron las sentencias
· recurridas no han tenido oportunidad de expedirse respecto de la vali�
dez o nulidad de dicha renuncia, al no haberse propuesto todavía una
controversia concreta vinculada a un juicio de divorcio o separación
personal entre las partes.

9°-) Que aun en el supuesto de que se entendiera aceptable la vía


intentada mediante la demanda judicial, a pesar de no configurarse
los extremos requeridos por esta Corte en Fallos: 310:606.y 312:1003,
debe tenerse en cuenta que las normas que rigen el estado de familia y
la disolución del vínculo conyugal han sido dictadas más en vista del
orden público que en miras al interés particular de las personas, por lo
que resultan de aplicación los arts. 19 y 872 del Código Civil que nie-
. gan toda validez a renuncias de dicha índole (confr. criterio de Fallos:
300:1213 y 313:326), al punto de que la solución opuesta podría afec­
tar derechos ligados al régimen personal de la libertad (Fallos: 279:283).

10) Que ello fue tenido particularmente en cuenta en el debate


parlamentario del precepto impugnado, oportunidad en que se hizo
mérito de que existen normas de orden público que aparentemente
declinan la libertad individual de una persona, mas lo hacen en un
momento circunstancial para asegurar la libertad permanente de esa
persona (sesión de la Cámara de Diputados de la Nación del 14 de
agosto de 1986, publicada en Diario de Sesiones, Tomo V, pág. 3715 y
sesión del 21 de mayo de 1987 de la Cámara de Senadores de la Na­
ción, publicada en Diario de Sesiones, pág. 458).

11) Que la voluntad del legislador de establecer ·el denominado


"modelo único matrimonial" no resulta contraria a la Constitución
Nacional, pues la unión celebrada ante los sacerdotes del culto respec­
tivo rige en el orden de la conciencia, pero en el ámbito civil no impide
una reglamentación uniforme del tema que -sin menoscabar la multi­
plicidad de creencias existentes en la organización social y el respeto
de las conciencias- establezca las distinciones que se reputen apropia­
das al legislar sobre la quiebra de los lazos conyugales.

12) Que los recurrentes anticipan que un eventual fracaso matri­


monial llevaría como ineludible consecuencia a la disolución del vínculo
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conyugal, situación hipotética que quieren evitar mediante una re­


nuncia prohibida por el art. 230 del Código Civil. La ley vigente no
conduce inequívocamente a tal resultado porque posibilita la mera
separación de los esposos sin divorcio, con claro e inequívoco respeto
de las creencias religiosas que trascienden del marco de lo estricta­
mente jurídico. La incertidumbre subjetiva sobre la actitud recíproca
de los cónyuges en el futuro, no lleva a invalidar un sistema que no ha
soslayado considerar la quiebra del matrimonio desde la perspectiva
confesional invocada.

. . 13) Que la existencia de una legislación civil independiente de las


distintas, formas matrimoniales derivadas de las diversas creencias
religiosas profesadas en el país, aparece evidentemente fundada en la
actual convicción de la sociedad argentina, consolidada por la sanción
de-la ley mediante la cual se concreta el poder que ejerce-en nuestro
sistema político-la auténtica e inmediata representación de la volun­
tad popular.

14) Que, en consecuencia, no basta para cuestionar �l art. 230 del


Código Civil -conf. ley 23.515- la sola afirmación de los peticionarios
respecto a la supuesta colisión con el carácter sacramental que tiene el
matrimonio para la religión católica, cuando no se ha cuestionado si­
multáneamente la facultad del legislador de imponer la celebración de
nupcias civiles -al margen de las creencias de los contrayentes- ni
establecer el divorcio vincular en términos generales como parte de
las normas que se encuentra habilitado a dictar para reglar las rela­
ciones de familia (Fallos: 312: 122).

15) Que no puede alegarse que una vez decretada una eventual
sentencia de separación personal, exista la posibilidad no me.nos even­
tual de que el otro cónyuge solicite la transformación de dicha separa­
ción en divorcio vincular, porque esa situación jurídica no se ha pre­
senta.do concretamente en la causa y resulta improcedente que el Tri­
bunal se expida sobre un planteo que podría formular en el futuro u.no
de los contrayentes.

16) Que los arts. 2 y 14 de la Constitución Nacional invocados por


los recurrentes en sustento de su derecho a contraer matrimonio indi­
soluble, carec_:en de relación directa con el caso, toda vez que hacen
referencia a la libertad de culto y al sostenimiento por el Estado del
culto católico apostólico romano respectivamente, circunstancia que
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no 1·esulta suficientemente demostrativa de que los redactores de la


Carta Magna hubieran contemplado 1.llla absoluta identidad del Esta­
do con los postulados y modo de reglamentación del matrimonio de la
citada iglesia, al punto de impedir de un modo genérico y absoluto
toda disolución de su vmculo matrimonial por causa de divorcio.
. ·. . . .
. :.. 17) Que la protección integral de la familia tutelada por el art. 14
bis de la Constitución Nacional que, según los peticionarios, llevaría
implícita la protección de las uniones indisolubles, no fu.e planteada
en oportunidad de intentarse la demanda, por lo que -tal como señaló
el sefi.or Procurador General de la Nación- los agravios expresados al
respecto constituyen el fruto de una reflexión tardía. sobre el tema.

18) Que, de todos modos, la mencionada norma no sienta pautas


sobre la eventual disolubilidad del matrimonio contraído por los recu­
rrentes, de manera que la cita de esa norma no habilita a considerar
que la ley 23.515 haya transgredido -mediante la prohibición de la
mencionada renuncia- la protección integral de la familia o perjudica­
do, directa o indirectamente, ese objeto de la tutela constitucional.

19) Que la pretensión de los recurrentes referente a que el consen­


timiento manifestado en la ceremonía civil tenga carácter irrevocable
para conformarse ar canon 1057, 212 párrafo, del Código de Derecho
Canónico, evidencia una desmesurada ampliación de la órbita de los
principios religiosos al marco del orden público de la sociedad civil. La
ley 23. 515 ha contemplado la posibilidad de que los cónyuges lleguen a
una mera separación personal, sin que se advierta la consagración
estatal de una limitación, supuesto que no se produce en el caso desde
que la disposición objetada no impone ni obliga a disolver eventual­
mente el vínculo conyugal.
. :• .. . . .
· . '..
20) Que las supuestas restricciones a las garantías= constituciona­
les no resultan configuradas, pues la demanda tiene·.por objeto impo­
ner que -por la voluntad de las partes- quede establecido el matrimo­
nio indisoluble que la sanción de la ley 23.515 ha querido evitar como
único modelo matrimonial. La manifestación de los contrayentes en
cuanto a su renuncia a disolver el matrirQonio queda -en todo caso­
dentro del ámbito de sus concienc ias y en la proyección de sus actos
futuros, pero lo que indudablemente no puede autorizar la legislación
-para garantizar al menos la coherencia interna de la nueva normati­
va- es que mediante el principio de la autonomfa de la voluntad se
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altere el régimen del matrimonio civil en el que está interesado el or­


den público.

21) Que la Corte tiene dicho que no incumbe a los tribunales el


examen de la oportunidad o acierto del criterio adoptado por el legisla­
dor en el ámbito de sus atribuciones (Fallos: 300:642); y que no corres­
ponde sustituir al legislador- sino aplicar la norma tal como éste la
concibió, ya que está vedado a los magistrados juzgar sobre la eficacia
o conveniencia de disposiciones adoptadas por los otros poderes en
ejercicio de sus propias facultades (Fallos: 312: 72 y 314:424).

22) Que dích� Ínhibición respecto a la consideración de los fines


últimos del legisiador en cuanto al modo en que se ha reglamentado la
institución del matrimonio civil, no importa en absoluto abdicar de las
facultades propias del órgano jurisdiccional -tal como sostuvieron los
apelantes en su crítica del fallo apelado- sino mantener el adecuado
balance entre los poderes en aras de guardar el principio de la sobera­
nía popular dentro del sistema representativo republicano, instaurado
como pilar básico de nuestro ordenamiento institupirinal (Fallos:
.'
168:130).

23) Que no existe en la norma impugnada -art. 230 del Código


Civil- la discriminación imputada por los peticionarios, toda vez que
· la ley ha establecido un impedimento valedero -la imposibilidad de
aceptar toda renuncia de cualquiera de los cónyuges a pedir el divo rcio
vincular-para evitar las restricciones que la sanción de la ley 23.515
ha procurado superar en el nuevo diseño del matrimonio civil -según
las pautas sociales existentes actualmente en nuestro país- y que du­
rante la vigencia de lá ley 2393 impedían la nueva unión conyugal.

24) Que, con relación al planteo sustentado en la violación al dere­


cho de i gualdad ante la ley, este Tribunal ha interpretado que la ga­
rantía del art. 16 dela Constitución Nacional consiste en aplicar la ley
a todos los casos ocurrentes según sus diferencias constitutivas, de tal
suerte que no es la igualdad absoluta o rígida, sino la igualdad para
todos los casos idénticos que importa la prohibición de establecer ex­
cepciones que excluyan a unos de lo que se concede a otros en idénticas
circunstancias (Fallos: 123: 106); pero no impide que el legislador es­
tablezca distinciones valederas entre supuestos que estime diferentes,
en tanto aquéllas no sean arbitrarias, es decir, que no obedezcan a
propósitos de injusta persecución o indebido privilegio, sino a una ob�
jetiva razón de discriminación (Fallos: 301:381, 1094; y 304:390).
128 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
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25) Que la admisión de la renuncia propuesta por los peticionarios


importaría una excepción al nue vo régimen que la ley ha querido ins­
taurar para diferencia i·se de los principios sentados en la anteríor ley
23 93. Los términos en que ha sido planteada la demanda evidencian
una forma de discriminar a personas que están ubicadas en la misma
situación, al querer eludir todo sometimiento -naturalmente dentro
del marco de las garantías y libertades consagradas por nuestra Cons­
titución Nacional- a la legislación que reglamenta al matrimonio civil
en la República Árgentina.

26) Que el art. 230 del Código Civil nada impone respecto al ámbi­
to de las conciencias porque la n01·ma sólo prescribe un modelo matri­
monial que procura satisfacer -en el marco propio de lo jurídico- las
necesidades y convicciones actuales de la población, sin alterar el con­
cepto del vínculo conyugal como base de la estructura social y fami­
liar. La norma dispone la nulidad de un acto que podría ser realizado
por"fas partes -privada o públicamente-- pero que carece de validez en
él ordenamiento jurídico en el supuesto de presentarse real controver­
siá :...-aquí inexistente--- acerca de la normativa de la institución del
matrimonio civil que el Poder Legislativo ha sancionado como ley para
todo el territorio nacional.

27) Que aun cuando se entendiera -como simple hipótesis- que el


art. 230 del Código Civil impone una obligación de no hacer, tal pres�
cripción no resulta contraria al espíritu del art. 19 de la Carta Magna,
y no sería más que una consecuencia del mandato previsto en el art.
20 del mismo ordenamiento que autoriza a los habitantes-ciudadano s
o extranjeros- del país a casarse conforme a las leyes.

28) Que, en conclusión, la eventual admisibilidad de la renuncia


de los recurrentes llevaría a transformar en inoperante a la ley 23.515,
ante la probable serie de oposiciones y reservas que podrían for mular
personas con diversos credos y posturas religiosas respecto de una nor­
mativa que, precisamente, ha procurado establecer un modelo ajeno a
estas imposiciones que podrían convertir la reglamentación matrimo�
nial en una suerte de centón jurídico, en el que las resistencias indivi­
duales injustificadas primarían sobre la decisión de la comunidad le­
gítimamente expresada.

29) Que, por consiguiente, la voluntad irrevocable de los deman­


dantes queda dentro del marco de la libertad del fuero interno o de su
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expresió n,. sin validez para el ámbito de lo jurídico (conf. art. 19 de la


Constitución Nacional), porque sería inadmisible que esa voluntad o
creencia individual se proyectara o expandiera a categorla normativ a
general -arg. art. 22 del mismo ordenamiento-- en un planteo en el
que no se h an demostrado vicios de inconstitucionalidad de la norma
impugnada.

· :',:/. Por ello y de conformidad con lo dictaminado por el señor Procura­


· dor General de la Nación, se declara procedente el recurso extraordi­
nario y se confirma la sentencia apelada. Notifiquese, agréguese la
queja a los autos principales t y remítase al tribunal de origen.

JtJLIO S. NAZARENO - EouARDo MoLINÉ OtCoNNOR - CARLOS S. FAYT -


AUGUSTO ÜÉSAR BELLUSCIO - ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - ANTONIO
BoaGIANO (en disidencia) - GmLLERMo A. F. LóPEz-AnoLFo ROBERTO
VÁZQUEZ (por su voto).

VOTO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ADOLFO RoBERTO VÁZQUEZ

Considerando:

1°) Que los actores promovieron demanda para que se declarara la


inconstitucionalidad del art. 230 del Código Civil -en cuanto dispone
la nulidad de toda renuncia de cualquiera de los cónyuges a pedir el
divorcio vincular- y para que se reconocieran plenos efectos. a la re­
nuncia efectuada en tal sentido ante eljuez de primera i nstancia, pues
adujeron que dicha norma violaba el derecho a la libertad religiosa y
de conciencia, imponía un único modelo matrimonial, invadía el ámbi­
to de reserva propio de las personas, y afectaba el principio de igual­
dad ante la leyt así como la Convención Americana sobre Derechos
Humanos -ratificada por la ley 23.054- al adoptar una actitud
discriminatoria y disponer la disolubilidad de todo vínculo conyugal.

211) Que la Sala F de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil


confirmó la resolución de primera instancia y rechazó la demanda de
los actores, con fundamento en que no se había cuestionado el recono­
cimiento de algún derecho concreto a cuya efectividad obstara la nor­
ma cuya validez se impugnaba en el proceso. Consideró que la inten-
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321

ción. del legislador no había sido impedir matrimonios indisolubles,


sino delimitar el ámbito privativo del matrimonio civil, aparte de que
el nuevo ordenamiento había facultado a los contrayentes a mantener
su vínculo mediante la figura de la separación personal y su respecti•
vo estatuto.

Estimó la cámara que n.o podía afirmarse que 1a determinación


acerca de la disolubilidad o indisolubilidad del vínculo matrimonial
alterase el derecho a casarse de acuerdo a la ley civil tutelado por el
art. 20 de la Constitución Nacional, ya que la vía adoptada por la nor�
ma impugnada es una de las soluciones posibles que el legislador se
halla facultado a adoptar.

Asimismo, el tribunal a quo consideró que las previsiones de los


arts. 2, 67 inc. 15, 76 y 80 de la Constitución Nacional (según el texto
de 1853/1860) se relacionaban íntimamente con costumbres y tradi­
ciones legislativas del pueblo argentino y habían sido consecuencia de
los derechos que el Estado ejerció con motivo del Patronato, pero no
significaban que el culto católico apostólico romano revistiera el carác•
ter de religión oficial del Estado y que, ineludiblemente, sus pautas
confesionales debieran ser consagradas en nuestra legislación.

312) Que el recurso extraordinario es formalmente admisible, aten­


to a que se ha puesto en tela de juicio la validez de una ley nacional por
ser contraria a normas de la Constitución A1:gentina y de un tratado
internacional, y la decisión ha sido adversa al derecho fundado en es­
tas últimas.

Que, por lo demás> se configura en el caso una cuestión justiciable,


habida cuenta del interés concreto de los recurrentes en obtener una
decisión sobre la validez de la nonna que impugnan de inconstitucio­
l
nal (Falos: 308:2268, considerando 312 del primer voto; 317:1548-voto
del juez Fayt-; 319:1363 -voto deljuez Vázquez-).

411) Que el matrimonio es, por una parte, materia regulada por las
distintas confesiones religiosas, pero por otra, el Estado también in­
terviene para regularlo por razones de orden público y de convenien­
cia social. De ello resulta que según sea la posición que el Estado adop­
te en cada país y momento histórico frente a la religión o religiones
practicadas por sus habitantes, el matrimonio estará regulado por el
Esta.do y por la confesión religiosa -generalmente la mayoritariamente
DE JUSTICJA DE LA NACJON 131
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aceptada- de un modo armónico o, por el contrario, discrepante si es


que no hay coincidencia entre las soluciones que dicta el credo religio­
so de que se trate frente a aquellas otras que emanan del ordenamien­
to público estatal. Esa diversa posición que el Estado puede asumir de
hecho frente a la confesión practicada por sus habitantes, en orden a
1� regulación del matrimonio, es la que origina los diversos sistemas
matrimoniales o modelos de matrimonio, que no son otra cosa que el
r·eflej� de la posición de armonía o desarmonía existentes entre el Es­
tado y lo religioso.

. -_ 6-º) Que tal tensión entre el orden estatal y el orden confesional


siempre se ha manifestado en las legislaciones de todas las naciones, a
modo de constante histórica, relativamente a dos aspectos fundamen­
tales de la institución matrimonial: el de las formas o modalidades de
su celebración, y el de los alcances de su disolución cuando ella sobre­
viene por razón de divorcio.

7º) Que 1 en nuestro país, a partir de la sanción de la ley 2393 en lo


que hace a la forma de celebración del matrimonio, y lti'.ego del dictado
de la ley 23.515 en lo atinente a su disolución por divorcio vincular,
existe una clara separación entre el orden. religioso -proveniente de
cualquier credo- y el orden legislativo; separación que de modo espe­
cial se aprecia con referencia. al dogma católico, porque con referencia
a él es que particularmente se ha evidenciado el proceso de seculariza­
ción de la ley civil.

En efecto, mientras que con fundamento en los cánones 1016, 1118


y 1099 del Código de Derecho Canónico la Iglesia Católica ha sosteni­
do desde antiguo la potestad legislativa y jurisdiccional exclusiva en
materia de matrimonios entre bautiza.dos, de modo tal que para los
cristianos no existe otro matrimonio verdadero y lícito que no sea el
contraído conforme a la doctrina eclesiástica (ver especialmente la En­
cíclica ,cArcanum Divina e Sapientiae" del Papa León XIII, de fecha 10
de febrero de 1880) 1 la ley argentina, por su parte, tempranamente se
apartó de la solución que brindaba el código redactado por Vélez
Sársfield-respetuosa del derecho hispánico que sólo reconocía el ma­
trimonio in facie Ecclesiae- según la cual el matrimonio entre perso­
nas católicas debía sujetarse únicamen1:e a las solemnidades prescriptas
por la Iglesia Católica -art. 167� estableciendo el legislador de 1888, a
través de la ley 2393, un sistema de forma matrimonial exclusivamen­
te civil, común a católicos y no católicos, y único al cual el Estado reco-
132 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
321

nace efectos jurídicos; sistema que es el que aún hoy nos rige, aunque
en la actualidad a través de las disposiciones incorporadas al Código
Civil por la ley 23.515.

Por su _parte, si bien la referida ley 2393 no reconoció un divorcio


vincular, sino sólo aquél que autorizaba la separación personal de los
esposos (art. 64), dicha alternativa -salvando la efímera experiencia
resultante del art. 31 de la ley 14.394- vino a quedar definitivamente
incorporada en nuestra legislación civil a partir de la sanción de la ley
23.515, lo cual constituye �na particularidad divergente o contraria al
carácter indisoluble que, según el canon 1013 del Codex, tiene el ma­
trimonio cristiano a partir de la interpretación de los textos bíblicos
(confr. capítulo II, versículos 22, 23 y 24 del Génesis; capítulo XIX del
Evangelio según San Mateo, versículos 3 al 12, ambos inclusive; y ca­
pítulo X, de San Marcos, versículos 2 al 12} y de la dóctrina que se lee
en el primer párrafo de la sesión XXIV del Concilio Tridentino, que fue
la octava bajo el pontificado de Pío IV, celebrada el 11 de noviembre de
1563).

Bll) Que la secularización que nuestra legislación ha tenido en la


materia no es pasible,.enninguno de los dos aspectos considerados, de
tacha constitucional alguna fundada en la afectación a la libertad de
conciencia y de religión.

9�) Que, en tal sentido, la circunstancia de que la ley civil contem­


ple una única forma matrimonial con efectosjurídicos reconocidos por
el Estado, no provoca -según lo decidió esta Corte en un pronuncia­
miento que remitió al dictamen del Procurador General- ninguna ofen­
sa a la libertad religiosa de conciencia y de culto apta para fundar una
tacha de inconstitucionalidad, pues en esta materia ".. .la obligación
impuesta por la ley encuentra justificativo suñciente en tanto regula
un acto trascendente no sólo para los contrayentes sino para el Esta­
do, dado que la organización de éste se asienta en la familia legítima
como base primordial de la sociedad y en el matrimonio como fuente
de ella. Cabe señalar al respecto que, al secularizar �a institución del
matrimonio-en un momento histórico preciso- fue finalidad del Esta­
do la de asegurar a todos los habitantes del país la libertad de celebrar
sus matrimonios, con alcance exclusivamente civil 1 dentro de las nor­
mas por él trazadas, con independencia de las creencias religiosas de
cada un.o. En cuanto a tales normas1 la circunstancia de que el Estado
entendiera que era de conveniencia políticu, dada la importancia de la
DE JUSTICIA DE LA NACION
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133

institución, la uniformidad en la celebración civil para conseguir tam­


bién Ja:°identidad de su prueba, en razón de la libertad de cultos que
establece la Constitución (art. 14, 19, 20), en nada pudo constituir un
elemento contrario al pluralismo religioso, por lo que tampoco es da­
b le. aseverar que la ceremonia civil afecte el derecho de casarse ni la
libertad antedicha, cuando no existe dificultad alguna para la poste­
rior· celebración de la unión religiosa. Lo único que el Estado exige,
haciendo uso de su poder reglamentario, es en efecto que se respeten
sus leyes, pero desde el momento en que hayan sido observadas, no
tiene interés ni propósito alguno en obstaculizar el ejercicio de las creen­
cias religiosas de los particulares y les deja la libertad de celebrar sus
matrimonios con arreglo a ellas, razón por la cual es inadmisible... que
la ley...ofenda (la) libertad religiosa ... " (Fallos: 304:1139).

10) Que, por su parte, en lo que concierne a la circunstancia de que


el contrayente católico (y lo mismo vale para el contrayente de cual­
quier otro culto), quede emplazado según la ley civil ep un estado ma­
trimonial que admite una disolución vincular reprobada por las nor­
mas de su fe, cabe sostener que tampoco ello afecta o· • agravia a su
libertad de conciencia o religión en términos tales que las normas que
así lo disponen estén afectadas de inconstitucionalidad.

Que ello es así, ante todo, porque la eventual disolución que conce­
de la ley civil es la del vínculo matrimonial oportunamente acordado
por el Estado, pero no la del vínculo religioso establecido po.r la Iglesia,
que claramente perdura según las normas del derecho canónico y a
través de la conciencia y fe de cada contrayente.

Pero además, porque la ley resuelve en este punto en un ámbito


distinto del que corresponde a las convicciones religiosas que constitu­
cionalmente respeta, ya que la ley civil se dirige a una cuestión estric­
tamente externa, de organización social, ajena a las conciencias de los
contrayentes. La ley no impone el divorcio vincular; por el contrario,
alienta la estabilidad de las uniones matrimoniales-a las que privile­
gia fuertemente frente a cualquier otro tipo de unión afectivo-sexual
entre hombre y mujer-y si admite la disolución del vínculo conyugal,
lo es en situaciones de excepción, atendiendo a las circunstancias so­
ciales del momento, en orden a no imponer soluciones que -si bien en
sí mismas buenas en tanto que generadoras del bien individual y so­
cial- pueden, en determinados casos, resultar dolorosas y de cumpli­
miento imposible para los concretos sujetos implicados. La disolución
134 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
321

del vínculo conyugal es siempre voluntaria para los cónyuges, nunca


obligatoria. No incide sobre sus conciencias, ni sobre su libertad reli­
giosa, ya que el ordenamie nto jurídico respeta también la celebración
religiosa del matrimonio -su carácter sacramental para los católicos­
Y deja a la conciencia de los fieles -en esta como en otras cuestiones­
ser consecuentes con las exigencias de la religión que han adoptado
como aspecto central de su plan de vida. Así la persona es el único juez
en cuanto a la decisión de solicitar el divorcio vincular> o requerir ex­
clusivamente la separación personal, o mejor aún, realizar junto con
su cónyuge el esfuerzo maduro y responsable de mantener vigente el
vínculo matrimonial 1 con sus derechos y obligaciones, alimentando el
afecto, la comprensión, la solidaridad, la tolerancia 1 con quien un día
juró unirse hasta que la muerte los separase. Esto último es.la conduc�
ta exigida por todas las religiones civilizadas, y es plenamente tolera­
do y alentado por el ordenamiento jurídico. La decisión de solicitar el
divorcio vincular, en definitiva, sólo rige en la esfera civil. Es un acto
de voluntad respetado, bajo determinados requisitos, por la ley civil.
Hasta cuando es culpable un esposo demandado, el inocente es libre
de recurrir o no a la disolución del vínculo, como el viudo que es libre
de casarse o no casarse. La sentencia civil no afecta su concepto ni su
obligación religiosa (confr. Bibiloni, A. "Reforma del Código Civil -
Anteproyecto", t. I, pág. 239, Bs.As. 1939).

Es en razón de ello que entre los contrayentes es válido su propósi­


to de no pedir el divorcio, ya que el Estado nunca los incíta a ello.
Antes bien, está en la :inteligencia primaria de la ley preservar la u.ni•
dad de tal matrimonio, célula básica de la familia, base de toda nues­
tra organización social. Prueba de ello son las trabas 1 obstáculos y
recaudos disuasivos de la ley tendientes a preservar la unión matri­
monial.

11) Que, en términos generales, comprensivos de los dos aspectos


antes considerados, puede ser señalado que el hecho de que la ley civil
no se corresponda con los preceptos religiosos, aun de aquellos corres­
pondientes al culto que el gobierno federal sostiene (art. 2 de la Cons­
titución Nacional), para nada vulnera la libertad de conciencia ni la
libertad de cultos, pues cuando la Carta Magna asegura una y otra, no
· garantizá a la vez la incorporación al orden positivo de los contenidos
ético-religiosos que los diversos cultos suponen, aun cuando es natu­
ral que la legislación positiva recepte las valoraciones religiosas pre­
sentes en el conjunto de la población.
DE JUSTICIA DE LA NACION
321
135

,:_·->.', Dicho con otras palabras, el derecho de profesar libremente el cul­


.tá ·que reconoce el art. 14, no supone que el Estado -ya sea a través de
las leyes, o merced a las sentencias que dictan los jueces- deba mate­
rializar la efectividad externa de orden confesional alguno.

·· · · Que, por ser ello así, ni la existencia de una forma única de matri­
moni o civil, ni consecuentemente la aceptación por la ley de un modelo
matrimonial eventualmente disoluble, pueden reputarse inconstitu­
cionales.

_ .. 12) Que, en este último sentido, esta Corte ya ha señalado que


pretender que l a ley civil coincida con la legislación canónica en lo
referente al divorcio vincular consagrado por la ley 23.515, supone la
alteración de los límites de la legislación común sobre el matrimonio,
ya qt1;e el ámbito civil resulta distinto e independiente del religioso
especialmente si -como en el caso ocurre-- no se ha cuestionado la fa­
cultad del legislador civil de imponer la celebración dEJ n1:1pcías civiles,
como parte de las normas que se encuentra h abilitado -a dictar para
reglar las relaciones de la familia (Fallos: 312:122). • •

13) Que, ciertamente, el legislador pudo haber previsto un modelo


matrimonial distinto· del que actualmente rige en la República Argen­
tina. Pudo haber establecido, por ejemplo, como ocurre en muchos paí­
ses, un sistema facultativo, según el cual el Estado deja en libertad a
sus súbditos para escoger la forma en que prefieran la celebración del
matrimonio, quedando habilitados para elegir-con iguales consecuen­
cias jurídicas, al menos en orden a la celebración- entre el matrimonio
religioso, conforme a sus creencias, o el matrimonio civil conforme a la
ley estatal (vgr. Canadá. Australia, Nueva Zelanda, Noruega, Suecia,
Dinamarca, etc.). Y pudo haber previsto también la posibilidad de un
sistema que permitiera una opción por un matrimonio indisoluble en
favor de quienes así lo quisieran contraer, o disoluble en caso contra­
rio.

Sin embargo, la elección de w1 modelo m atrimonial de forma civil


obligatoria y potencialmente disoluble que ha hecho el legislador ar­
gentino, es una de las varias alternativas posibles que pueden ser adop­
tadas sobre la base de una apreciación de motivaciones de política so­
cial y legislativa, cuya ponderación no es revisable por los jueces sin
exceso de sus atribuciones constitucionales. En este sentido, la misión
más delicada de la justicia es saber mantenerse dentro de la órbita de
136 F.ALLOS DE LA COR.'l'R SUPREMA
321

su jurisdicción, sin menoscabar las funciones que incumben a otros


poderes, reconociéndose el cúmulo de facultades que constituyen la
competencia funcional del Congreso de la Nación, como órgano inves­
tido del poder de reglamentar los derechos y garantías reconocidos por
la Constitución Nacional, con el objeto de lograr la coordinación entre
el interés privado y el interés público. '·

De tal modo, sentada la :irrevisabilidad por los jueces del modelo


matrimonial adoptado por el actual legislador, puede decirse con igual
fuerza argumental, que así como en un tiempo la institución del ma­
trimonio con indisolubilidad del vínculo constituyó un principio fun­
damental de nuestra legislación (confr. voto en disidencia del juez Boffi
Boggero en FaIIos: 262:477), hoy el legislador civil, sin dejar de apre­
ciar el importantísimo valor social de la estabilidad de la unión matri­
monial, tolera y regula la posibilidad del divorcio vincular, sin alterar
en nada a lo dispuesto en la Constitución Nacional, que dejó a criterio
del legislador la respuesta a tan trascendente cuestión. La Constitu­
ción es obra de una concreta generación, pero: hecha para perdurar a
través del tiempo. Por ello la sabiduría del constituyente ha consistido
en armonizar ciertos principios fundamentales e inviolables con las
modalidades de su aplicación práctica en las· determinadas circuns­
tancias históricas en las que tal aplicación es exigida, siempre que
aquellos principios sean respetados en su letra y en su espíritu. No
hay principio alguno en la Constitución Nacional -que incluso tuvo
una amplia revisión mu.y recientemente- que se encuentre contradi­
cho por la ley 23.515 en el punto cuestionado.

14) Que, por lo demás, los derechos de ejercer libremente el culto y


la libertad de conciencia y religiosa, en cuanto derechos individuales,
no están menos supeditados que cualquier otro en cuanto sus alcances
y sus modos de ejercicio, a lo que requiere el orden público, puesto que
todo derecho comporta en cuanto tal,-una relación con otro u otros que
supone, a su vez, natural e indispensablemente, congruencia con el
orden general de la comunidad, orden éste que se obtiene por la satis­
facción de las exigencias de justicia, tanto de la comunidad hacia sus
miembros como de éstos a la comunidad (Fallos: 304:1524, voto de los
jueces Black y Renom; art. 18, tercer párrafo, del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos-ley 23,313-). Ello es así, especialmen­
te en las épocas actuales, en las que bajo el pretexto de una irrestricta
libertad de cultos, han proliferado sectas, pseudo creencias e incluso
prácticas aberrantes para la moral común y las buenas costumbres,
DE JUSTICIA DE LA NACION 137
321

qtié'sfse· dejaran proliferar disgregarían aún más la ya crítica situa­


cí6rt·de la familia, base, como se dijo, de la organización social de toda
cohiunidad.

-::-, :Qiie.-en el ámbito de ese límite que marca el orden público a los
referidos derechos y libertades, se inscribe naturahnente todo lo con­
cernient e al régimen civil del matrimonio, del que no puede desgajar­
�e/ obviamente, el impugnado art. 230 del Código Civil.
.;:-·-;

:.";"-- - :Que 1 en efecto, dicho artículo -que consagra una similar regla a la
que estableció, ya en 1869 1 el art. 199 del código redactado por Vélez
Sársfield, y que reprodujo en el año 1888 el art. 65 de la ley 2393-
tiene sustento en el hecho de que existe conveniencia pública en 4ue
los hogares mal avenidos, donde no se pueden cumplir los fines socia�
les de la institución matrimonial (educación y formación del carácter
de los hijos), lleguen a un resultado que por lo menos evite los malos
ejemplos. Además, admitir la posibilidad de renunciar d� antemano al
derecho de pedir el divorcio civil, importaría suprimir las sanciones
adoptadas para el caso de incumplimiento de los deberes conyugales;
e, inclusive, una cláusula semejante equivaldría a la dispensa del dolo,
prohibida por el art. 506 del Código Civil para toda clase de contratos
(confr. Busso, E. "Código Civil Anotado", t. II, pág. 194, Bs.As. 1945).
Ello dicho, sin perjuicio de aquello que las leyes religiosas sigan impo­
niendo en su esfera a sus propios fieles.

En las condiciones expuestas, bien se advierte que si por hipótesis


se admitiera que la norma citada establece una cierta limitación a la
libertad religiosa de los contrayentes, tal limitación es perfectamente
razonable y, por ende, constitucionalmente válida, porque atiende a
un interés superior como lo es él de la organización de la sociedad. Al
prohibir el art. 230 del Código Civil la renuncia a la facultad de pedir
el divorcio vincular al juez competente, lo hace en el entendimiento de
que tal renuncia no trasciende exclusivamente al interés individual
de la persona) sino que -con la salvedad expuesta respecto de lo que
hace a la esfera religiosa- tiene proyecciones más allá de su esfera
íntima, en materia en la que está implicado el interés colectivo (arg.
arts. 19 y 872 del Código Civil).

15) Que, en este punto, se torna imprescindible destacar que el


matrimonio, visto como contrato1 ann cuando elevado a sacramento
pata los católicos, no muda por ello su naturaleza convencional. Y, por
138 FAl.LOS DE l.A CORTE SUPREMA
321

ser ello así, resulta indudable que el Estado tiene plena potestad para
legislar sobre sus consecuencias civiles, como ocurre respecto de cual­
quier contrato (confr. Jaime Torrubiano Ripoll, '<El divorcio vincular y
el dogma católico", pág. 362, Madrid, 1926), para lo cual indudable­
mente le es dado imponer inclusive fuertes restricciones a la voluntad
libre de las partes, en razón del orden público antes señalado. Restric­
ciones que se dan tanto mediante trabas para disuadir la ruptura del
vínculo, cuanto para que una vez acaecido ello, las eventuales conse­
cuencias posteriores hagan también a su disuación mediante una con­
tinuación residual de sus efectos (prestación alimentaria, derecho de
asistencia, atribución de vivienda, etcétera).

16) Que, imprescindible es destacarlo a esta altura, aun cuando


-por hipótesis- se admitiera como posible y legítimamente válida la
1·enuncia pretendida en autos ¿convertiría ella en verdaderamente i n­
disoluble el matrimonio en cuestión?.

La respuesta a tal interrogante únicamente puede ser negativa a


poco que se repare en la siguiente situación. Imagínese que cualquiera
de los contrayentes de un matrimonio celebrado según un régimen de
indisolubilidad logrado a partir de la renuncia indicada cambiara lue­
go sus convicciones éticas y religiosas, y nada en su conciencia le impi­
diera desde entonces solicitar un divorcio vincular. ¿Deberían los jue­
ces negarle la disolución matrimonial sobre la base de la existencia de
aquella renuncia hecha en otro momento de la vida en el que se tenían
convicciones distintas? ¿No sería una decisión jurisdiccional negativa
-que hiciera prevalecer a ultranza los efectos de tal renuncia- contra­
ria a la posibilidad de cambio de las opiniones y credos personales que,
como una de las formas de la libertad de pensamiento, garantiza el
art. 19 de la Carta Magna? ¿Podría uno solo de los contrayentes impo­
ner, en tales condiciones, sus propias convicciones y credos persona­
les, obligando al otro a persistir en una indisolubilidad matrimonial
que ya no desea?.

Como se ve, la renuncia de que se trata, am1 cuando eventualmen­


te se admitiera1 tampoco aseguraría indisolubilidad.

17) Que, por otra parte, resulta de toda evidencia que si se admi­
tiera a los recurrentes la posibilidad de tornar inoperante respecto de
ellos un aspecto del régimen matrimonial como es el aquí considerado>
indcscadamente se estaría abriendo la puerta para transformar a cliw
DE JUST!ClA DE LA NACJON 139
321

cho_ régimen en un catálogo indefinido e ilimitado de posibilidades


matrimoniales donde las convicciones, credos o deseos personales
-incluidos los bajos instintos y aun desviaciones sexuales- se impon•
drían sobre las razones de conveniencia social que brindan fundamen­
to al modelo único autorizado por la ley.
__ .. _. En este sentido, en efecto, si se admitiera la renuncia anticipada a
ia facultad de pedir el divorcio vincular sobre la base de una afectación
a la libertad religiosa o de conciencia, debería también admitirse, por
ejemplo, a quien no posee ningún prurito contrario por profesar una
religión que no lo prohiba, la posibilidad de escapar -pacto mediante­
ª un sistema de matrimonio monogámico como es el vigente en nues­
tro país, aceptado además por todas las legislaciones de la civilización
occidental moderna; o, por ejemplo, a quien en el ámbito de su mó.s
íntima y respetable decisión eligió no ser heterosexual, obtener un
matrimonio con persona del mismo sexo; o a quien así lo desee, porque
co nsidera que su ''personal" concepción del matrimonio no lo impide,
1·enunciar anticipadamente al deber de .fidelidad, de asistencia o coha­
bitación; o renegar del principio de igualdad entre los .�óilyuges en las
relaciones matrimoniales; etcétera.
Y si todo lo anterior pudiera por hipótesis ser admitido, si el régi•
roen matrimonial fuera de tal modo presa de la multiplicidad de co­
rrientes religiosas, de pensamiento, de filosofias (en muchos casos
carentes de toda seriedad porque son el producto de oportunistas que
toman ventaja de la debilidad de la condición humana) o aun de exe­
crables posiciones meramente materiales, cabría preguntarse enton­
ces qué quedaría del matrimonio, célula social básica, tal como ha sido
concebido por los representantes del pueblo, que es lo mismo decir que
por el pueblo mismo.

Esta Corte contesta a ello afirmando que, con toda seguridad, si


los jueces autorizan a prescindir --en los citados u otros casos pensables­
del texto expreso y contrario de la ley, nada queda1·ía del matrimonio
como célula fundamental de la sociedad, perdiéndose el sentido no sólo
del orden cuya misión es regular la co nducta de los individuos me­
diante wi sistema que asegure la paz social 1 sino de la moral media y
más aún de la religión que hace a nuestra cultura.
ABí pues, en el contexto de que se viene hablando, inherente al
matrimonio, los términos orden y libertad-sea de conciencia, religión
o pensamiento- no son ni pueden ser entendidos como opuestos, sino
140 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
321

que por el contrario la ley condiciona la libertad en función de la con­


veniencia que debe garantizar.

18) Que, de otro lado, los arts. 2, 14, 14 bis -este último en cuanto
a la "protección integrar de la familia-y 16 de la Constitución Nacio­
nal invocados p01· los recurrentes en sustento de su derecho de con­
traer matrimonio indisoluble, carecen de relación directa con el caso,
toda vez que de ninguno de esos preceptos u otros de la Carta Magna
resulta definición algrma entre indisolubilidad y divorcio vincular, ni
a favor ni en contra, tratándose ello, como ya se dijo, de una materia
propia de la decisión del Congreso en el marco de la legislación del
derecho de familia.

19) Que, en rigor, la indisolubilidad que se pretende para el matri­


monio de los actores, como la de cualquier matrimonio, no puede ser
e ncontrada en la ley o en la sentencia de un tribunal, sino que el único
lugar en donde ella anida y en donde debe ser buscada es en la honra
a su propia familia; en la preservación de los conceptos religiosos y
morales obrantes en el corazón de los contrayentes; y en cómo se amen
ellos y amen a sus hijos si tuvieran la dicha de tenerlos. La ley no
puede conferirles una indisolubilidad más fuerte que la que les puede
dar dicho amor, su conciencia, su fe y Dios -fuente de toda razón y
justicia-. La pretensión de amoldar la ley de los hombres a las convic­
ciones religiosas personales, tal como se ha pretendido en autos, lejos
de ser viable jurídicamente, es completamente inútil para los propósi­
tos queridos.

Por ello, se declara procedente el recurso extraordina.rio y se con­


firma la sentencía apelada. Notifíquese, agréguese la queja a los autos
principales y remítase al tribunal de origen.

ADOLFO ROBERTO VÁZQUEZ.

DISIDENCIA DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ANTONIO BoGGIANO

Considerando:

1�) Que los actores promovieron demanda a fin de que se declarara


la inconstitucionalidad del art. 230 del Código Civil, en cuanto dispone
DE JUSTICIA DE LA NAC[ON 141
321

la nulidad de toda renuncia de cualquiera de los cónyuges a pedir el


divorcio vincular, y para que se reconocieran plenos efectos a la efec­
tuada en tal sentido por ellos ante el juez de primera instancia .. Aduje­
ron que dicha norma viola el derecho a la libertad 1'eligiosa y de con­
ciencia, impone un único vínculo matrimonial, invade el ámbito de
reserva propio de las personas y afecta el principio de igualdad ante la
ley y las disposiciones de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos -ratificada por nuestro país mediante la ley 23.054- al adop­
ti1r una actitud discriminatoria, disponiendo la disolubilidad de todo
vínculo conyugal.
2.11.) Que la Sala F de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
conñrmó la resolución de primera instancia y rechazó la demanda de
los actores, con fundamento en que no se había cuestionado el recono­
cimiento de algún derecho concreto a cuya efectividad obstara la nor­
ma cuya validez se impugnó. Consideró el a quo que la intención del
legislador no fue la de impedir que se celebren matrimonios
indisolubles, sino la de delimitar el ámbito privativo 'del matrimonio
civil, agregando que el ordenamiento instituido facu\ta· a los contra­
yentes a mantener su vínculo mediante la figura de la s·eparación per­
sonal y su estatuto.

Entendió que no puede estimarse que la determinación sobre la


disolubilidad o indisolubilidad del vínculo matrimonial altere el dere­
cho a casarse de acuerdo a la ley civil, tutelado por el art. 20 de la
Constitución Nacional, ya que la vía adoptada es una de las soluciones
posibles que el legislador se halla facultado a utilizar, sobre la bas e de
la apreciación de motivaciones de política social cuya ponderación no
es revisable por los jueces sin exceso de sus atribuciones constitucio­
nales.

Asimismo, el a quo consideró que las previsiones de los arts. 2, 67


inc. 15, 76 y 80 de la Constítución Nacional -de acuerdo con el texto
anterior a la reforma- se relacionaban íntimamente con costumbres y
tradiciones legislativas del pueblo argentino y habían sido consecuen•
cia de los derechos que el Estado ejerció con motivo del Patronato,
pero no significaban que el culto católico apost6lico romano revistiera
el carácter de religión social y que, ineludiblemente, sus pautas confe­
sionales debieran ser consagradas en nuestra legislación positiva.

32) Que contra ese pronuncia.miento los actores dedujeron recurso


extraordinario, en el que sostienen que la nulidad de toda renuncia a

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142 FALLOS DE LA CORTE SUPR&MA
321

solicitar el divorcio vincular, prevista en el art. 230 del Código Civil,


importa una injustificada e ilegítima imposición de un único modelo
matrimonial que viola la libertad de sus conciencias, la libertad reli­
giosa y el principio de igualdad ante la ley, como así también el pre­
cepto de no discriminación consagrado en el Pacto de San José de Cos­
ta Rica, en violación de los principios y garantías constitucionales sus­
tentados en los arts. 14, 14 bis, 16, 19, 20 y 31 de la Constitución Na­
cional.

4st) Que el recurso extraordinario es procedente, atento a que se ha


puesto en tela de juicio la validez de una ley nacional por ser contraria
a normas de la Constitución y de un tratado internacional, y la deci­
sión ha sido adversa al derecho fundado en estas últimas.

512) Que se configm·a en el caso una cuestión justiciable, habida ..


cuenta del interés concreto de los recurrentes en obtener una decisión
sobre la validez de la norma que impugnan de inconstitucional. En
efecto, los peticionantes -de no obtener la declaración que pretenden-
se hallan vinculados por lo dispuesto en el art. 230 ·del Código. C�vil,
que entienden conb.·ario a su derecho de contraer un matrimonio indi­
soluble, tutelado por la ley civil.

6,;i) Que, por otra parte, el e jercicio de la potestad de reglamentar


los derechos -propio del legislador- es distinto del control constitucio­
nal de las consecuencias de dicho ejercicio, atribución del Poder Judi­
cial.

En efecto, si bien el dictado del Código Civil, en el que se halla


inserta la norma impugnada, es competencia exclusiva del Co.rigreso
de la Nación-art. 75, inc. 12 de la Constitución Nacional- es.deber de
esta Corte -mediante el control de constitucionalidad- asegurar que,
�n la regulación legislativa, se concilie el ejercicio de los derechos fun­
damentales con "las justas exigencias del bien común en una sociedad
democrática" (art. 32.2 de la Convención Americana sobre los Dere­
chos Humanos).

71!) Que, asimismo, corresponde señalar que, si bien las sentencias


de la Corte Suprema deben ceñirse a las circunstancias exístentes al
momento de ser dictadas, el agravio de los actores debe reputarse sub­
sistente, en cuanto pretenden que , previa declaración de inconstitu­
cionalidad de la norma impugnada, se disponga la anotación en su
acta matrimonial de la renuncia por ellos formulada.
DE JUSTIClA DE LA NACION 143
321.

811). Que el art. 230 del Código Civil (reformado por la ley 23.515)
establece que: "Es nula toda renuncia de cualquiera de los cónyuges a
]a, facultad de pedir la separación personal o el divorcio vincular al
juez competente, así como también toda cláusula o»pacto que restrinja
0 amplíe las causas que dan derecho a solicitarlos .

... . •· Los recurrentes sostienen que dicha norma los priva de la posibili­
dad de asumir un vínculo matrimonial irrevocable con reconocimiento
legal, y solicitan que su renuncia a la facultad de solicitar el divorcio
sea convalidada judicialmente.
·,. 9°) Que los intereses sociales comprometidos en la institución ma­
trimonial -que no implica solamente un vínculo contractual- justifi­
caron que el legislaifor haya establecido para regularla normas de or­
den público, que limitan la autonomía individual.
No obstante esto, las reglamentaciones legales de las disposicio­
nes constitucional�s -en el caso, el derecho a casarse, conforme a las
leyes (art. 20 de la Ley Pundamental)-deben ser razonables, esto es,
justificadas por los hechos y las circunstancias que les han dado ori­
gen y por la necesidad de salvaguardar el interés público comprometi­
do y proporcionadas a los fines que se procura alcanzar, de modo de
coordinar el interés privado con el público y los derechos individuales
con los de la sociedad. La norma legal impugnada, al imponer como
principio de orden público la revocabilidad del pacto matrimonial,
conculca el derecho a asumir compromisos irrevocables con protección
y tutela del ordenamiento jurídico y deviene irrazonable, pues resulta
poco menos que absurdo admitir, desde el punto de vista del orden
público, la adopción irrevocable y prohibir nada menos que el matri­
monio irrevocable.
10) Que, por ello, el legislador t cuando optó por un único modelo
matrimonial -disoluble- sin dar a los contrayentes la posibilidad de
ejercer una elección a favor del matrimonio indisoluble, actuó en des­
medro de quienes legítimamente pretenden tutelar jurídicamente un
vínculo matrimonial asumido como indisoluble y en tal carácter exigi­
ble enjusticia.
Al respecto, cabe destacar que la experiencia del derecho compara­
do también demuestra que en diversos países se admite la posibilidad
de que los contrayentes opten entre un vínculo disoluble en todo caso,
disoluble en excepcionales supuestos o incluso no disoluble. Reciente­
mente esta modalidad ha encontrado su primera recepción en el dere-
144 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
321

cho anglosajón, ya que el 15 de agosto de 1997 entró en vigor en el


Estado de Luisiana una ley según la cual se establece un sistema de
matrimonio opcional, en el que, por voluntad de los esposos ) puede
excluirse en el futuro el divorcio en los matrimonios en que libremente
así se decidiera.
11) Que también se plantea, respecto de la imposicióu legal ataca�
da, la objeción de conciencia de las partes 1 quienes afirman que se
hallan obligadas a actuar en contra de sus convicciones.

La libertad de conciencia consiste en no ser obligado a un acto pro­


hibido porla propia conciencia, sea que la prohibición obedezca a creen­
cias religiosas o a convicciones morales, y la libertad religiosa incluye
la posibilidad de ejercer la llamada "objeción de conciencia" -que halla
sustento en los arts. 14 y 33 de la Constitución Nacional- entendida
como el derecho a no cumplir una norma u orden de la autoridad que
violente las convicciones úitimas de una persona, siempre que dicho
incumplimiento no afecte significativamente los derechos de terceros
ni otros aspectos del bien común (Fallos: 316:479, disidencia de los
jueces Boggiano y Cavagna Martínez).

12) Que la norma impugnada afecta las convicciones• religiosas de


los actores -ann cuando se limite a los efectos civiles del matrimonio­
ya que es doctrina de la Iglesia Católica a la que pertenecen que la
indisolubilidad y la unidad son propiedades esenciales de todo matri­
monio, que en el cristiano alcanzan una particular firmeza por razón
del sacramento (art. 1056 del Código de Derecho Canónico), por lo que
la imposición de celebrar su matrimonio en las condiciones determina­
das por aquélla, interfiere en el ámbito de posible violencia estatal al
fuero interno que esta Corte reprobó en la causa ''Portillo, Alfredo si
infracción art. 44 ley 17.531'' (Fallos: 312:496), y que abarca efsistema
de valores no necesariamente religiosos en los que el sujeto basa su
propio proyecto de vida.
:: ! • •

13) Que la convivencia pacífica y tolerante impone el respeto de los


valores implicados en el caso por los o bjetores de conciencia aun en la
hipótesis de que la sociedad no los asumiera mayoritariamente, ya
que de lo contrario 1 bajo el pretexto de la tutela de un pretendido or­
den público, podría violentarse la conciencia de ciertas personas que
sufrirían una arbitraria discriminación por pa�te de la mayoría, en
perjuicio del saludable pluralismo que debe existir en un estado demo­
crático (Fallos: 316:479, cit., disidencia de los jueces Boggiano y
Cavagna Martínez).
DE JUSTICIA DE LA. NACION 145
321

14) Que, por otra parte, la imposici6n compulsiva del matrimonio


civil disoluble como única forma de casarse con efectos jurídicos rele­
vantes para nuestro derecho, viola el art. 19 de la Constitución Nacio­
nat ya que toda acción lícita que de ningún modo lesione el orden y la
moraI°pública ni perjudique a un t ercero configura un derecho para
los ciudadanos que las autoridades públicas deben respetar y tutelar.
La base del art. 19 de la Ley Fundamental es la raíz misma de la
libertad, esto es, la autonomía de la conciencia y la voluntad personal,
la convicción según la cual es exigencia elemental de la ética que los
actos dignos de mérito se realicen fundados en la libre, incoacta creen­
cia del sujeto en los valores que lo determinan (Fallos: 316:479 cit.,
disidencia de los jueces Belluscio y Petracchl).

15) Que, por lo demás, no se advierte lesión al interés público o


afectación a derechos de terceros que justifiquen la sanción que impo­
ne la norma impugnada. En efecto, de la estabilidad absoluta preten­
dida par-a su matrimonio por los actores no se puede derivar ningún
perjuicio para la sociedad y el Estado. Antes bien1 la estabilidad ma­
trimonial tiende a que el matrimonio pueda cumplir ac.abadamente su
fin, del que se derivan numerosos beneficios para el bie'n común.

16) Que los recurrentes sostienen, asimismo, que la prohibición


establecida en el al't. 230 del Código Civil se opone a las disposiciones
de los arts. 17 incs. 2 y 3, y 111 inc. 1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Pacto de.San José de Costa Rica -acuerdo inter­
nacional celebrado por escrito entre estados y regido por el derecho
internacional y que, en virtud del actual art. 75 inc. 22 de la ConstituN
ción Nacional ostenta jerarquía constitucional-.

En el art. 1� inc. lg de la convención se dispone que los estados


partes se comprometen a garantizar los derechos y libertades recono­
cidos en ella y su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta
a su jurisdicción, sin discriminación alguna por -entre otros- motivos
de religión, opiniones de cualquier índole o cualquier otra condición
social.

17) Que mediante el art. 17 incs. 2 y 3, se reconoce el derecho del


hombre y la mujer a contraer matrimonio, el que no puede celebrarse
sin el libre y pleno consentimiento de los contrayentes. El art. 230 del
Código Civil, al establecer que todo matrimonio es disoluble, impone a
los contrayentes la formulación de un consentimiento condicional, no
pleno, con lo que se viola el derecho a casarse libremente manifestanM

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146 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA
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do el consentimiento matrimonial de acuerdo con las opiniones, con­


cienciaj religión o cualquier otra condición social.

La norma impugnada resulta discriminatoria en los términos alu­


didos, al prohibir, impedir o no permitir contraer un matrimonio civil
indisoluble a aquellos que quieran casarse bajo ese régimen.

18) Que, por último, cabe señalar que el reconocimiento judicial de


la legitimidad de la pretensión de los actores no contradice las convic­
ciones de quienes sostienen diversas nociones del matrimonio y de la
libertad. La intransigencia -con el consiguiente menoscabo al plura­
lismo- se produce cuando el Estado, al prohibir la indisolubilidad ma­
trimonial libremente asumida, reduce su relevancia a la esfera estric­
tamente privada del deber moral. En una sociedad democrática, el
derecho a contraer un matrimonio indisoluble debe ser reconocido ci­
vilmente, atendiendo a las justas exigencias de la conciencia personal
de los contrayentes.

19) Que, en tales condiciones, corresponde declarar, en el caso, la


inconstitucionalidad del art. 230 del Código Civil, y el derecho de los
actores a incorporar a su acta matrimonial la cláusula expresa del
carácter indisoluble de su matrimonio, la que tendrá plenos efectos
jurídicos.

Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y se revo­


ca la sentencia apelada. Notifíquese, agréguese la queja a los autos
principales y remítase.

ANTONIO BoGGIANo.

MARIA SUSANA YANZON Y OTROS v. CARLOS ALBERTO ALFARONE v ÓTRo

CONSTITUCION NACIONAL:. Dereclws y garantías. Derecho de propiedad.

La aplicación de una nueva ley no puede modificar o alterar derechos incorpora­


dos al patrimonio al amparo de una legislación anterior sin menoscabar el dere­
cho de propiedad consagrado en el art. 17 de la Constitución Nacional.

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