Resumen Sociología
Resumen Sociología
Resumen Sociología
UNIDAD 1
Textos:
❖ Conocimientos para qué, conocimientos para quien. Edgardo Lander
(28 pág)
❖ Un mundo ch´ixi es posible. Silvia Rivera Cusicanqui (13 pág)
❖ Crítica feminista al marxismo. Federici (13 pág)
❖ El otro anormal. Indiana Vallejos (8 pág)
UNIDAD 2
Textos:
DESARROLLO
En cuarto lugar, los procesos de globalización han ido socavando las bases nacionales en las
cuales operaba una relación de simetría o de congruencia entre quienes toman las decisiones en
un régimen democrático, y los destinatarios de esas decisiones. El debilitamiento de los ámbitos
de ejercicio de la democracia en Estados nacionales, en particular de los Estados del sur, ante el
poder creciente del capital transnacional y la institucionalidad económica y política multilateral, no
ha sido acompañado de una institucionalidad.
En quinto lugar, es tal la naturalización del orden social del mercado que, se está produciendo
una creciente patologización y criminalización de la disidencia, la anomalía o la resistencia,
sea esta por parte de individuos, grupos o Estados. A nombre de la lucha en contra del
terrorismo internacional, el narcotráfico, o en defensa de los derechos humanos, el gobierno
de los Estados Unidos, sólo o con el apoyo parcial o total de sus aliados de la OTAN, ha
tomado como propio y legitimo el derecho a inter venir en cualquier rincón del planeta en esta
nueva modalidad, que ya no se sabe si llamar guerra, donde una parte pone los aviones, los
misiles y las bombas, y la otra parte aporta todos los muertos.
El mercado no se limita a actuar sólo como mecanismo organizador de un ámbito de la vida
colectiva sino que pasa a convertirse en el principio organizador del conjunto de la vida
colectiva. Se estaría así pasando de una economía de mercado, a una sociedad de mercado.
El libre mercado sería igualmente la forma normal que ha adquirido el mercado en el
capitalismo a lo largo de toda su historia y en todas sus experiencias nacionales. El libre
mercado, el laissez faire, con poca o ninguna regulación, sólo ha existido históricamente en
forma excepcional, y cuando ello ha ocurrido, ha sido como resultado de un proyecto político
estratégico, en el cual se ha utilizando el poder del Estado para llevar a cabo un proceso de
profunda ingeniería o rediseño social.
Cuando se postula que el libre mercado es el orden natural y espontáneo de la sociedad
"moderna", se está afirmando que toda acción política, social o cultural, que pretenda
preservar o establecer alguna restricción a la libre operación del mercado, es algo artificial,
anormal. Simultáneamente se asume que toda acción o medida -incluso estatal- dirigida a
garantizar el libre mercado es una acción no política.
II. Las ciencias sociales y la legitimación del orden del capital
¿Cómo responden las ciencias sociales antes estos procesos? ¿Están en capacidad de
reflexionar críticamente? estas disciplinas, asumen a la sociedad de mercado como el único
orden social posible. Estas ciencias sociales hegemónicas desempeñan un papel activo en el
modelo de sociedad de mercado, por la vía de las políticas que se derivan de sus
proposiciones normativas.
Las ciencias sociales han retornado al cauce respetable de la cientificidad y la objetividad, el
pensamiento se hace cada vez más impotente. Estos procesos se naturalizan bajo los
nombres de modernidad o globalización, en una descripción de un mundo en el cual, o han
desaparecido los sujetos, o en el que el único sujeto realmente existente es el consumidor.
Igualmente tendría sentido analizar si la sociología latino americana ha abandonado su
tradición crítico-reflexiva cuando concentra su atención en la mítica sociedad civil,
desapareciendo toda contradicción y conflicto. O cuando abandona las nociones de
explotación, dominación o injusticia, para abordar los asuntos de la desigualdad y la exclusión
con la categoría, no explicativa sino descriptiva y neutra, de "pobreza". Es sin embargo la
economía la disciplina que ocupa el lugar central en las ciencias sociales contemporáneas
La economía actual puede ser caracterizada como una disciplina imperial que pretende aplicar
la lógica del análisis económico al amplio espectro de actividades humanas fuera de lo que
tradicionalmente se consideraba como lo económico. Desde esta perspectiva, la producción
agrícola tendría sentido si, y sólo si, es competitiva. Otros criterios como seguridad alimentaria,
la voluntad de una sociedad de preservar algunas formas tradicionales de la vida o del paisaje
rural, o políticas orientadas por el propósito de generar empleo en el campo pasan a ser
considerados como interferencias ilegítimas que distorsionan el libre funcionamiento del
mercado.
El esfuerzo para superar la pobreza mediante un incremento adicional de la escala del uso de
los recursos, es un esfuerzo que se derrota a sí mismo una vez que hemos alcanzado el punto
en el cual el crecimiento en escala aumenta los costos ambientales más rápidamente que lo
que aumenta los beneficios de la producción.
Es posible que se puedan denunciar las consecuencias perversas del capitalismo salvaje, a la
vez que se esté legitimando académicamente los saberes y supuestos paradigmáticos y
teóricos que le sirven de sustento a este orden social.
Los problemas que confronta hoy la humanidad, las crecientes desigualdades, los bombardeos
como instrumentos cotidianos de política exterior, las amenazas a la vida misma en el planeta
Tierra se convierten en realidades externas, fenómenos naturales sobre los cuales, ya que no
se puede incidir.
La formación profesional, la investigación, los textos que circulan, las revistas que se reciben,
los lugares donde se realizan los posgrados, los regímenes de evaluación y reconocimiento del
personal académico, todos apuntan hacia la sistemática reproducción de una mirada al mundo
y al continente desde las perspectivas hegemónicas del norte, o desde lo que Fernando Coronil
ha llamado el globocentrismo.
En América Latina, la socióloga e historiadora Silvia Rivera Cusicanqui ha sido una de las
primeras en pensar el problema de la persistencia de ideas y prácticas coloniales en las
regiones del continente que fueron antiguamente colonizadas por España y Portugal. En su
último libro Un mundo ch’ixi es posible, ensayos desde un presente en crisis nos invita a
pensar la posibilidad de un mundo ch’ixi, ante todo el de Bolivia, sociedad donde ella vive y que
mejor conoce. El libro aborda un presente que se identifica con la reproducción y el desarrollo
de la fractura colonial iniciada con la invasión del continente hace cinco siglos, una fractura
generadora de asimetrías y desigualdades, de subalternización y marginamiento de lo no
europeo o de lo no “moderno”.
La palabra ch’ixi significa en aymara el color gris. La autora utiliza el término ch’ixi como
metáfora para designar una determinada manera de ser y de saberlo uno en relación con lo
múltiple, y lo múltiple en relación con lo uno. En Bolivia estas ideologías corresponden a la
concepción del“mestizo oficial de la ‘tercera republica’, un personaje pä chuyma [definido por
la duplicidad] sin memoria ni compromisos con el pasado”.
Un mundo ch’ixi es posible: la palabra “mundo” sugiere aquí la idea de una cierta
generalización de lo ch’ixi y ante todo de su episteme y de su ethos. Asimismo, aquí se
supone una generalización de lo uno-múltiple en la esfera de lo público y de lo
común, esto es, en los espacios donde se definen normas y valores de convivencia, de
redistribución y de acción colectiva e individual.
El otro anormal
Anormal: Adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y
conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En
consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo.
Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del
Infierno. .
El de normalidad es un concepto que permite establecer demarcaciones entre lo
Uno Mismo y lo Otro, y que incluye bajo la denominación de anormales a grupos
cada vez más numerosos de los que pueden ser agrupados como ‘el resto’, de lo
que no son Nosotros. Un ‘resto’ que comprende a locos, pobres, rebeldes,
deformes, ciegos, rengos, sordos, poco inteligentes, ‘multi-impedidos’, extraños, y
otros que serán inventados y construidos como anormales a partir de un trasfondo
de expropiación del techo, la tierra, el trabajo, la ciudadanía, en un desplazamiento
que va del control de la morfología y la conducta de los cuerpos hacia un criterio de
control con énfasis en las víctimas de una economía injusta y de la privación que
señala grupos poblacionales.
La discapacidad es una idea cuyo significado está íntimamente relacionado con el
de la normalidad y con los procesos históricos, culturales, sociales y económicos
que regulan y controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los
cuerpos, las mentes, el lenguaje, la sexualidad de los otros.
En la producción sociológica de Comte y Durkheim, el análisis de lo normal y lo
patológico adquiere una posición central. Estos autores instalan la noción de lo
normal como contracara positiva de lo patológico, y por lo tanto asimilado a lo sano,
lo que implica analogías organicistas y metáforas del cuerpo social.
Comte hace uso de los conceptos de normalidad y patología en el interior de un
marco conceptual que supone leyes sociales análogas a las leyes que rigen el
cuerpo individual. Afirma que cualquier análisis de fenómenos patológicos debe
basarse en el conocimiento de fenómenos normales; e inversamente, el estudio de
lo patológico es indispensable para conocer las leyes de lo normal; pero no
establece ningún tipo de criterio para decidir qué es lo que debe entenderse
por normal, y se limita a igualar lo normal como lo “natural”. Lo normal se reduce
entonces a ‘naturaleza’ o a ‘armonía’, y consecuentemente lo anormal a ‘desvió’ de
la naturaleza o a desarmonía. Se trata de una distinción estética y moral.
Emile Durkheim, si bien no renuncia a la metáfora organicista, no se refiere a la
sociedad como una totalidad armónica y unificada en la que no normal es lo
antinatural, sino que considera la ‘pluralidad’ propia de las especies y de las
poblaciones, en una suerte de relativismo. Es posible calificar de patológico un
hecho sólo en relación con una especie dada, pero no es posible definir
en abstracto y de manera absoluta las condiciones de la salud y de la enfermedad.
Así como cada especie tiene su propia salud ese principio es aplicable a la
sociología. Es necesario no juzgar una institución, una práctica o una máxima moral
como si fuesen malas o buenas en y por sí mismas, para todos los tipos sociales
indistintamente. Además de variar las normas de salud para un individuo salvaje y
otro civilizado, también se producen variaciones que se manifiestan regularmente en
todas las especies, y están referidas a la edad.
Por lo tanto no puede afirmarse que un hecho es normal para una especie social
sino en relación con una fase de su desarrollo; por consiguiente, para saber si tiene
derecho a esta denominación, no basta observar en qué forma se presenta en la
generalidad de las sociedades que pertenecen a esta especie, sino que además
debe tomarse la precaución de considerar la fase correspondiente de su evolución.
Lo normal posee, desde esta perspectiva, un carácter doble-. Es al mismo tiempo
tipo y valor, y es ese carácter el que le confiere la capacidad de ser ‘normativo’, de
ser la expresión de exigencias colectivas} La patología precisa de lo normal en
relación a lo cual se afirma como desvió, pero lo normal precisa de la existencia de
su otro para afirmarse como un valor que merece ser perseguido.
El sujeto normal es entonces un prototipo de aquel hombre
medio imaginado por Quetelet, contra el que todos seremos medidos, evaluados,
señalados y convenientemente clasificados. En este sentido, la normalidad refiere a
las posibilidades de inscribirse en lo común, de obedecer las prescripciones
sociales, y al establecer cómo se debe ser, establece conductas esperadas,
relaciones esperadas, deseos esperados, amores esperados, odios
Asimetría que se refuerza con posterioridad al diagnóstico, en el tratamiento
rehabilitatorio: a quien le sea diagnosticada la anormalidad, será sometido a
controles expertos y a procedimientos médicos y pedagógicos, dirigidos a corregir la
desviación (de la norma, de los límites). Quien porte diagnóstico de anormal deberá
enfrentar el duro camino del retorno a la mismidad normal, convirtiéndose en objeto
de intervención {de corrección} de los profesionales que deben hacerse cargo de la
anormalidad. El sujeto ya no es tal, sino sólo un objeto, perderá su nombre, pasará
a ser llamado por su déficit –el rengo, el sordo, el mongui, el ́disca ́- y podrá ser
mirado, medido, evaluado, corregido y vuelto a corregir, derivado, sometido a
tratamiento, medicado, internado, escondido, expulsado, í ntegrado’, controlado.
Prácticas que esconden su sentido de protección de los normales frente al peligro
de la anormalidad. Enjuiciar la normalidad.
UNIDAD 2
Es múltiple. En efecto, y en cierto sentido, se puede decir que hay tantos tipos
diferentes de educación como capas sociales diferentes hay en dicha sociedad.” .
Esta proposición es una muestra acabada de la agudeza con que Durkheim analiza
el proceso educativo. Hay en ella un reconocimiento implícito de la centralidad de
las clases sociales para comprender la organización y el carácter de la sociedad.
Puesto que somos una sociedad dividida en clases sociales con intereses
antagónicos, forzosamente tienen que existir distintos tipos de educación, pues la
educación del empresario no puede ser la misma que la del obrero, so pena de
afectar sensiblemente la reproducción de las relaciones sociales capitalistas.
Podemos agregar que es evidente que la educación de nuestros hijos no debería
depender del azar que les ha hecho nacer aquí o allá, de tales padres y no de tales
otros. Pero, aun cuando la conciencia moral de nuestro tiempo hubiese obtenido la
satisfacción a la que aspira, no por esto la educación se tornaría más uniforme. Aun
cuando la carrera escogida para cada niño no sería ya, en gran parte,
predeterminada por una obstinada herencia social, la diversidad moral de las
profesiones no dejaría de arrastrar en pos suya una gran diversidad pedagógica. En
efecto, cada profesión constituye un ámbito sui generis (muy singular, excepcional)
que recaba aptitudes concretas y conocimientos especiales, en los que imperan
determinadas ideas, determinadas costumbres, determinadas maneras de
contemplar las cosas; y dado que el niño debe estar preparado con vistas a la
función que está llamado a desempeñar el día de mañana, la educación a partir de
una cierta edad, no puede ser la misma para todos los sujetos a los que se aplica.
Este es el motivo por el cual vemos que en todos los países civilizados, la educación
tiende a ampliarse cada vez más y a especializarse; y esta especialización empieza
cada día más pronto.
Estamos en presencia del mejor Durkheim. Dicho de manera clara, en una sociedad
capitalista (y de ella se está hablando todo el tiempo, aunque no use el término) la
educación no puede ser igual para todos. Esto es así porque dicha forma de
organización social está basada en la existencia de clases sociales cuyos intereses
son incompatibles, y la educación está obligada a reproducir dicha estructura de
clases sociales, le guste o no a los educadores. Durkheim tiende a oscurecer la
cuestión planteando implícitamente que dicha diversificación de los grupos sociales
obedece a motivos técnicos, es decir, a una extensión de la división del trabajo.
Pero hay que tener siempre en cuenta que la base de la división del trabajo es la
separación entre los productores directos y los medios de producción. Las
relaciones de propiedad son el fundamento, la condición de posibilidad, para el
desarrollo de la división del trabajo social en el capitalismo. Dicha división requiere,
por ejemplo, el mantenimiento de la separación entre el trabajo intelectual y el
trabajo manual, entre la concepción y la ejecución. El truco consiste en presentar
dicha división como el producto de una necesidad meramente técnica y que, por
tanto, no puede ser discutida so pena de perder las ingentes fuerzas productivas
que genera su existencia.
Quiere decir que si bien la educación se halla dividida en distintos trayectos, cada
uno de los cuales corresponde a una determinada posición social, es preciso educar
a todos los individuos de esa sociedad en “una base común”. En las sociedades
“menos evolucionadas”, esa base común está constituida por las creencias
religiosas, dioses comunes, etc., cada una de las cuales exige pautas comunes de
conducta. En la sociedad moderna (capitalista), y como consecuencia de la historia,
“se ha ido constituyendo todo un conjunto de ideas sobre la naturaleza humana,
sobre la importancia respectiva de nuestras diversas facultades, sobre el derecho y
sobre el deber, sobre la sociedad, sobre el individuo, sobre el progreso, sobre la
ciencia, sobre el arte, etc., que constituyen la base misma de nuestro espíritu
nacional; toda educación, tanto la que lleva a las carreras liberales como la que
prepara a cargos industriales, tiene por objeto el de grabarlos en las conciencias.”
En definitiva, cada sociedad labra “un cierto ideal del hombre, de lo que debe ser
éste tanto desde el punto de vista intelectual como físico y moral ese ideal es, en
cierta medida, el mismo para todos los ciudadanos de un país…” Esto no es otra
cosa que la ideología de la clase dominante en esa sociedad. Pero en Durkheim es
presentada como la ideología de TODA la sociedad. Aquí entra a jugar con toda su
fuerza el peso de la metáfora organicista en la construcción de la sociología de
Durkheim. En un organismo no puede haber clases antagónicas; en cambio, sí
deben existir funciones que se complementan para lograr el estado de salud del
organismo. Pero, a pesar de esta posición, la manera en que Durkheim analiza la
dualidad del funcionamiento del sistema educativo es irreprochable.
Por último, hay una caracterización verdaderamente antológica del educador: “No es
del exterior que el maestro debe esperar que proceda su autoridad, es de sí mismo,
tan sólo se la proporcionará un íntimo convencimiento. Ha de creer, no en sí, desde
luego, ni en las cualidades superiores de su inteligencia o de corazón, sino en su
labor y en lo trascendental de su cometido.El educador laico puede y debe
experimentar un sentimiento parecido a éste al del sacerdote. Él también es órgano
de una insigne persona moral que le es superior: la sociedad. De igual forma que el
sacerdote es el intérprete de su dios, él es el intérprete de las grandes ideas
morales de su época y de su país.” Esta es, según Durkheim, la fuente del respeto
que recibe el maestro.
Así lo explicita, en uno de sus textos al precisar que "este problema puede ser
relacionado con el del planteamiento moderno de la doctrina y de la práctica
pedagógica, según la cual la relación entre maestro y escolar es una relación activa,
de interacciones recíprocas, por las cuales todo maestro es al mismo tiempo
alumno, y todo alumno maestro. Pero la relación pedagógica no puede reducirse al
ámbito de las interacciones específicamente escolásticas, por las cuales las nuevas
generaciones entran en contacto con sus predecesores, cuyas experiencias y
valores históricos necesarios absorben para madurar una personalidad propia,
histórica y culturalmente superior. Esta relación existe en toda sociedad en su
conjunto y para cada individuo con respecto a los demás, entre las clases
intelectuales y las no intelectuales, entre los gobernantes y los gobernados, entre
las élites y los seguidores, entre los dirigentes y los dirigidos, entre las vanguardias
y los cuerpos de los ejércitos. Toda relación de hegemonía es necesariamente una
relación pedagógica y se verifica, no sólo en el interior de un país, entre las
diferentes fuerzas que lo componen, sino en todo el campo internacional y mundial,
entre grupos de civilización nacionales y continentales".
Hegemonía y escuela
Para Gramsci el sistema escolar es como las demás organizaciones culturales que
actúan en la sociedad civil uno de los factores de hegemonía de una clase social y
constituye el hilo conductor en la elaboración de los Cuadernos de la Cárcel. Y es
lógico que así sea, pues la supremacía de una clase social no es sólo dominación
sino como hegemonía dirección intelectual y moral. Para imponer no basta la
coerción de los aparatos represivos del Estado sino que es preciso también el
consenso o consentimiento de las clases subalternas.
El rechazo que Gramsci realiza tanto del determinismo como del innatismo
pedagógico es una consecuencia de su concepción de la naturaleza humana.
Según Gramsci, no se puede hablar de una naturaleza "a priori" del niño, ni del
hombre en general, innata, cuya simple función sería la de manifestarse. Es
evidente que en el individuo humano hay elementos naturales de carácter innato,
pero después de un examen detenido se muestran menos innatos de lo que
parecen, y, por lo tanto, su importancia debe limitarse al máximo, incluso porque no
todo lo que en el niño parece ser natural resulta ser tal y, a veces, es mejor
considerarlo como historia.
Dado que la conciencia del niño no es algo "individual" sino reflejo de la parte de la
sociedad civil en la que el niño estaba integrado, de las relaciones sociales que se
crean en la familia, en la vecindad, el pueblo, etc., se deduce que la posición
innatista que propone "renunciar a formar al niño" significa únicamente permitir que
su personalidad se desarrolle tomando caóticamente del ambiente general todos los
aspectos de la vida. En consecuencia, Gramsci se opone a la pedagogía que
considera la educación como el desarrollo de algo ya existente bajo la forma de una
fuerza latente originaria, teniendo en cuenta que esta originalidad no es más que un
indiferenciado e informe complejo de sensaciones e imágenes obtenidos durante la
primera fase de la vida del niño. Este modo de concebir la educación, no es válido,
en todo caso, sino para contraponerse a otro peor que Gramsci denomina
"jesuítico", basado en una coacción externa brutal pero que acaba por exasperar
tanto la espontaneidad que corre el peligro de caer en el fatalismo, mientras que,
por el contrario, la educación debería ser organizada y dirigida, incluso a través de
una cierta forma de coacción.
Educación crítica
Gramsci se mantuvo siempre firme en el rechazo de una cultura subalterna para las
clases populares. Rechazó el concepto de "escuela popular" porque se daba a ésta
un carácter de escuela profesional, inmediatamente práctico, quedando las clases
populares en su sempiterna posición de inferioridad. A su juicio, la escuela popular
obedecía al propósito de someter a los desheredados, de inculcarles resignación y
respeto frente a la situación existente. En cambio, la escuela propugnada por
Gramsci trataría de implantar en todo joven "una psicología de constructor". Todos
deberían estar en condiciones de ser "gobernantes", aunque sea en un sentido
abstracto. Así se funden los ideales humanísticos y democráticos, y la tradicional
dualidad entre el hombre aristocrático y el hombre común se supera en el hombre
moderno.
Esta teoría está desarrollada en la obra “La Reproducción: elementos para una
teoría del sistema de enseñanza”, de P. Bourdieu y J.C. Passeron. La obra está
compuesta por dos libros. En el libro 1, fundamentos de una teoría de la violencia
simbólica, la teoría es sistematizada en un cuerpo de proposiciones lógicamente
articuladas según un esquema analítico-deductivo. El libro II expone los resultados
de una investigación empírica llevada a cabo por los autores en el sistema escolar
francés, en uno de sus segmentos, la Facultad de Letras.
Los autores toman como punto de partida que toda y cualquier sociedad se
estructura como un sistema de relaciones de fuerza material entre grupos o clases.
Sobre la base de la fuerza material y bajo su determinación se erige un sistema de
relaciones de fuerza simbólica cuyo papel es reforzar, por disimulo, las relaciones
de fuerza material. Esa es la idea central, contenida en el axioma fundamental de la
teoría. Sí no, veamos su enunciado: “Todo poder de violencia simbólica, esto es,
todo poder que llega a imponer significados y a imponerlos como legítimos,
disimulando las relaciones de fuerza que están en la base de su fuerza, añade su
propia fuerza, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza “.
2) por el sólo hecho de que existe y subsiste como institución, implica las
condiciones institucionales del desconocimiento de la violencia simbólica que ejerce,
o sea, porque los medios institucionales de los cuales dispone como institución
relativamente autónoma, detentadora del monopolio del ejercicio legítimo de la
violencia simbólica, están predispuestos a servir también, bajo la apariencia de
neutralidad, a los grupos o clases cuyo arbitrario cultural reproduce (dependencia
por la independencia)”. La teoría no deja margen para las dudas. La función de la
educación es la reproducción de las desigualdades sociales. Por la reproducción
cultural, ella contribuye específicamente a la reproducción social.
De acuerdo con esta teoría, los marginados son los grupos o clases dominados.
Marginados socialmente porque no poseen fuerza material (capital económico) y
marginados culturalmente porque no poseen fuerza simbólica (capital cultural). La
educación, lejos de ser un factor de superación de la marginalidad, constituye un
elemento reforzador de ella.