Compilacion Leyenda
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Leyenda
La Llorona
México
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos
rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos
que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos
remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera
llama la atención de los viajeros. Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las
márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a
los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia
enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la
noche con su gemido eterno. Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado
en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban
alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo
anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de barro,
despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino. Era feliz amando la
naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la época de
verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que
venían de San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los
suyos; vio que su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara,
una sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarías. Como era hacendosa, la patrona la tomó a
su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras
y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son
absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones se
dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las casas
de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró de la capital y volvió a la casa
paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al
sitio en donde el río era más profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a
un padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los
campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos
buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar. De entonces acá, oye el
viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves
quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a
su hija…
Las idea principal de esta leyenda creemos que puede ser el arrepentimiento con el
que carga la protagonista, al matar a su propia hija.
Las ideas secundarias podrían ser todo por lo que pasó al ser tan joven y compararse a otras
mujeres en cuanto a su cuerpo, lo cual de cierta manera pudo afectar su estabilidad mental.
Nosotros escogimos esta leyenda porque sabemos que es de las más populares en toda
Latinoamérica, contando con muchísimas versiones conocidas, cada una con características
muy diferentes, como la cantidad de hijos, el origen de la mujer, su trabajo y ocupación en
su pueblo.
Guiomar
Se dice que hace muchos años vivía una joven llamada Guiomar, quien se enamoró de un
joven militar.
El joven la visitaba frecuentemente y platicaban desde el balcón. Una noche le explicó a
Guiomar que tenía que partir a Perú a una misión militar, pero que regresaría por ella para
casarse. Pero eso no sucedió.
Pasó el tiempo y la joven se enteró que el muchacho tenía romances y aventuras en Perú, lo
que la llevó a una profunda tristeza. Al final murió sin volver a verlo.
Cuando él regresó pasó frente a aquella casa y por curiosidad tocó la ventana. Lo recibió
una mano esquelética y una voz de ultratumba que le reclamaba por no cumplir su promesa.