Migración y Frontera

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Dr.

Guillermo Bravo Acevedo


La situación migratoria en el norte del país y la seguridad de las fronteras de esta
macrozona ha ocupado un lugar en la agenda y el debate público de los últimos
días. Si bien, la prensa, los programas de televisión y las entrevistas a
representantes políticos han expresado su opinión al respecto, es necesario precisar
ciertos conceptos para explicar y clarificar la situación.
La migración, como legítimo movimiento de población, es un proceso complejo
que puede ser estudiado desde diferentes disciplinas. La geografía junto a la
geopolítica estudian la dimensión espacial, la demografía describe el perfil de las
poblaciones migrantes, la sociología explica el fenómeno interdisciplinariamente,
la ciencia política analiza el tema aplicando categorías teóricas y la historia como
proceso desarrollado a lo largo del tiempo. Sin embargo, ninguna de estas
disciplinas califica a las migraciones como “ilegal”.
Por otra parte, no hay evidencias teóricas o empíricas que permitan calificar este
movimiento de población como ilegal. En el Informe de la Comisión Mundial sobre
las Migraciones Internacionales de 2005 se acordó aplicar el concepto de
“migración irregular” al movimiento de personas que ingresan o permanecen en un
país del cual no son ciudadanos, violando las leyes nacionales. La Comisión,
también estuvo de acuerdo que una persona no puede ser “irregular” o “ilegal”, por
tanto identifica a estas personas como “migrantes en situación irregular”.
Aclarado este concepto, es preciso indicar porque nuestro país se encuentra en una
situación de crisis migratoria, especialmente en la frontera de la macrozona norte.
Los factores que explican este escenario son variados y sólo nos referiremos a dos
de ellos: la política migratoria del país y el cambio del perfil flujo migratorio.
Luego de más de 200 años de vida republicana, la historia nacional demuestra que
el proceso migratorio ha pasado por diversas etapas, aunque siempre asociadas al
ritmo del desarrollo, pero sin una política migratoria de Estado. Cada gobierno
enfrentó el proceso con programas migratorios selectivos, incorporando a
extranjeros en calidad de colonos para poblar y trabajar tierras cultivables; obreros
con el fin de activar el desarrollo industrial; dando refugio a diversas personas que
en sus países tenían problemas de orden político. Sin embargo, esas medidas
tomadas por los gobiernos para atraer inmigrantes siempre fueron superadas por la
migración individual, libre y espontánea, cuyo perfil era mayoritariamente europeo
En 1975 se dictó la Ley Nº 1094, denominada Ley de Extranjería, cuyo contenido
no la identificó como una disposición legal calificable como política migratoria,
sino más bien como un conjunto de normas administrativas sobre ingreso y egreso
de extranjeros al país. Bajo las normas de dicha ley llegaron al país grupos de
extranjeros que, a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, fueron superando
la tradicional migración europea, que fue reemplazada por una nueva migración, la
de ciudadanos americanos, preferentemente. Estos americanos que querían
avecindarse en Chile aumentaron considerablemente desde los inicios del siglo
XXI por considerar que nuestro país se había convertido en una sociedad receptora
estable en lo político, acogedora en lo social y atractiva en lo económico.
Los datos estadísticos son categóricos para confirmar el cambio de flujo del perfil
migratorio. El censo de población 2002 registró una población de 184.464
extranjeros, de los cuales el 71.8% era de origen americano, en tanto que para el
censo de 2017 se contabilizaron 746.465 extranjeros residentes, con una proporción
de 81,3% americanos. En 2018, el Ministerio del Interior presentó un informe que
rectificó las cifras del censo 2017, estimando que residían en Chile 961.000
extranjeros y subrayando que cerca de 300.000 de ellos residían en situación
irregular. Finalmente, el Departamento de Extranjería y Migración junto con el
Instituto Nacional de Estadísticas publicaron que al 31 de diciembre de 2020,
1.462.103 extranjeros vivián en el país.
¿Cómo explicar este creecimiento tan acelerado de extranjeros residentes en el
país?. Una respuesta simple se relacionaría con la facilidad para cruzar las fronteras
y con la falta de una política migratoria de Estado que regulara eficientemente el
flujo migratorio. Sin embargo, la explicación es más compleja y se vincula con el
cambio geográfico y geopolítico de la migración internacional y regional.
En la primera década del siglo XXI, la globalización y la economía mundo fueron
los factores que transformaron las migraciones internacionales y regionales en un
proceso complejo produciendo cambios en las sociedades de origen y de recepción.
La globalización permitió la apertura de los mercados mundiales que disminuyeron
las limitaciones a la circulación de capitales y la aceptación de migrantes con alta
calificación profesional. Al mismo tiempo, la atracción de los mercados de trabajo
de los países desarrollados impulsó la migración laboral de trabajadores americanos
con una calificación relativamente baja e interesados en desplazarse de Sur-Norte,
de tal manera que la masividad de un flujo migratorio irregular se convirtió en un
problema que debieron tener en cuenta las políticas de migración de los países
europeos y Estados Unidos.
La situación cambió a partir de la crisis subprime de 2008. Como consecuencia, los
movimientos de población modificaron sus destinos, redujeron el flujo migratorio,
no hubo retornos masivos, el mercado de trabajo registró un alto desempleo y
disminuyeron las remesas que los migrantes enviaban a sus familias
A partir del 2010, el crecimiento de la migración regional en América del Sur se
relacionó directamente con el fortalecimiento de la globalización, la vigencia de la
mundialización de la economía y las consecuencias propias derivadas de las
diferentes crisis económicas, sociales y políticas en la región americana. Los datos
estadísticos del World Migration Report avalan esta afirmación al señalar que los
migrantes regionales aumentaron 11% entre 2010 y 2015, pues la mayoría se
movilizaba buscando trabajo. Por tanto, la orientación de la migración regional se
había convertido en Sur-Sur.
Para Chile, la cantidad de extranjeros que habían ingresado al país alcanzaba a
416.028 en 2014 pasando a 965.833 en 2017. Los tres colectivos que más crecieron
eran: haitianos de 1.649 a 73.098 (4.332,9%); venezolanos de 8.001 a 84.056
(950,6%); colombianos de 25.038 a 126.981 (407,2%), entre los mismos años,
respectivamente.
Paralelamente, a este escenario de migración regional, se presentó un problema de
seguridad con el cruce de las fronteras de la zona norte porque la presión del flujo
migratorio conjuntamente con el contrabando de mercaderías y comercio de la
droga era difícil de controlar. La medida principal que aplicó el gobierno, desde
2011, fue el llamado Plan Frontera Norte (PFN) con el objetivo de fortalecer la
frontera marítima y terrestre de las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá́ y
Antofagasta para evitar el ingreso y salida de droga y contrabando del país a través
de puertos, sectores costeros no habilitados, complejos fronterizos y pasos no
habilitados.
A partir de 2015, con la crisis social y económica de Venezuela se desarrolló una
profunda crisis migratoria regional que derivó en un crecimiento del flujo de
migración irregular, pero al mismo tiempo, hubo aumento del tráfico de droga,
contrabando, robo de vehículos, tráfico de migrantes y trata de personas
demostrando la permeabilidad las fronteras nortinas. Por tanto, el control fronterizo
se complejizó porque las autoridades policiales debieron controlar los intentos de
los migrantes que querían cruzar la frontera por los más de 160 pasos no
habilitados, sino que también vigilar las fronteras para los negocios ilícitos del
Crimen Organizado Transnacional(COT).
Debido al difícil escenario el PFN no tuvo el resultado esperado, pues en su
objetivo no estaba contemplado patrullar la frontera para evitar que los migrantes
cruzaran el límite político y fronterizo por pasos no habilitados. Por esta razón, en
2018 se ideó el Plan Frontera Segura (PFS), que incluyó fortalecer la seguridad en
los pasos fronterizos de la región norte, control sobre el narcotráfico y una
vigilancia más efectiva del cruce de las fronteras que los migrantes realizaban por
pasos fronterizos no habilitados. La aplicación de este Plan tampoco funcionó
como se esperaba.
Las cifras demuestran esta afirmación. Entre 2010 y junio de 2021 ingresaron al
país 68.435 migrantes en situación irregular. Por otra parte, la medida tomada de
cierre de la frontera durante la vigencia del COVID-19 tampoco fue efectiva,
porque entre marzo 2020 y junio 2021, las mayores cifras de extranjeros que
cruzaron irregularmente la frontera por pasos no habilitados fueron 30.849
venezolanos, 3.887 bolivianos, 1.889 haitianos y 1.691 colombianos, dejando
constancia que estas cifras corresponden solamente a migrantes que se han
denunciado y a aquellos que ha detenido Carabineros en control de identidad, en
consecuencia hay una cifra “negra” que es imposible calcular.
El control de las fronteras se complicó aún más porque coincidentemente con el
crecimiento de los cruces irregulares, entre 2015 y 2021, hubo un aumento en las
incautaciones de drogas por los pasos no habilitados de la frontera de la macrozona
norte. En la región de Antofagasta se incautaron 108.504 kg de cocaína, pasta base
y marihuana; en la región de Arica y Parinacota, 44.646 kg; y en la Región de
Tarapacá, 19.532 kg.
En este contexto, en 2019, como apoyo al PFS, se dictó el Decreto 265 que autorizó
a las Fuerzas Armadas para colaborar con las autoridades civiles y policiales
competentes para controlar actividades vinculadas al tráfico ilícito de migrantes, al
narcotráfico y crimen organizado transnacional; decreto que se amplió en enero de
2021 permitiendo que se controlara el tráfico ilícito de migrantes y la trata de
personas por pasos no habilitados en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y
Antofagasta.
Pese a las nuevas medidas aplicadas el problema no ha terminado porque la
migración irregular sigue presente y los narcotraficantes utilizan otros métodos
para ingresar drogas al país. La mejor estrategia puesta en práctica por el
narcotráfico es aprovechar el ingreso de migrantes irregulares, que por su
desesperación y difícil condición económica acceden a cruzar la frontera por pasos
no habilitados con la droga facilitada por las organizaciones criminales.
De este modo, el escenario que presenta la migración irregular en las fronteras de
esta zona, junto al negocio del narcotráfico, ha complicado el control fronterizo,
siendo necesario ampliar las medidas de control con un decreto que declara las
fronteras de la zona norte como infraestructura crítica y que permite a las Fuerzas
Armadas operar con nuevas atribuciones y herramientas frente al ingreso de
migrantes irregulares.
No obstante, la política migratoria de Chile, establecida en la Ley 21.325, de
Migración y Extranjería, es el marco jurídico que debe orientar las medidas que
protejan los movimientos de población con los principios de la migración segura,
ordenada y regular.

También podría gustarte