CLASE 8 PCEP Galli
CLASE 8 PCEP Galli
CLASE 8 PCEP Galli
INTRODUCCIÓN
Nos gustaría, para comenzar, enlazar esta octava clase con debates de clases anteriores
cuando hacíamos referencia a la idea de “infancias” en plural (clase 4) y también cuando
sosteníamos una mirada crítica hacia las evaluaciones estandarizadas y las mediciones de
calidad educativa (clase 2). En ambos casos, lo que hay detrás es una idea de que todos los
niños y niñas son iguales, son igualables sus contextos y por ende sus procesos de
escolarización también. Es un tema transversal de esta materia poder poner en sospecha
esas generalizaciones y simplificaciones que nos impiden tomar conciencia de las
complejidades, diversidades y desigualdades presentes en la escolarización primaria (y en
los otros niveles por supuesto). Por último, digamos también que los debates en torno a las
trayectorias escolares tienen mucho que ver con el derecho a la educación de niños y niñas
(clase 3) y con la inclusión educativa (clases 5 y 6), como veremos unos párrafos más
adelante.
Así como hemos sostenido que existen “infancias”, en esta clase queremos pasar del
singular al plural y hablar de “trayectorias” educativas.
Comencemos con algo que puede parecer obvio: definir “trayectoria”. La palabra en
cuestión refiere a un recorrido, que como tal tiene como elementos centrales un punto de
inicio, un camino, un punto de llegada y una temporalidad. En el caso del sistema educativo,
históricamente se ha pensado en esta trayectoria como única, lineal, sin desvíos, sin
interrupciones o contratiempos. La escolaridad obligatoria tiene una duración estipulada,
una organización en ciclos y niveles, una determinada gradualidad curricular, y se espera
que todos los alumnos hagan ese recorrido “en tiempo y forma”. Y en caso de que se
presenten dificultades para cumplir con ese recorrido tal como está estipulado, toda
alteración es pensada como desviación, anomalía, fracaso, … A esta idea instalada sobre
cómo debe ser una trayectoria educativa “normal” o “exitosa”, Flavia Terigi (2009) la define
como trayectoria teórica.
Terigi, quien vamos a volver muchas veces en esta clase, propone poner en debate este
modelo de trayectoria, advirtiendo que en la práctica suceden diversos avatares que
devienen en trayectorias no encauzadas, siguiendo la metáfora del cauce de un río. La
autora brinda algunos ejemplos de estas rupturas y discontinuidades. Seguramente
ustedes, desde sus prácticas y recorridos por las escuelas, podrán evocar otros “avatares”,
discontinuidades, realidades que nos confirman una y otra vez que las trayectorias son
diversas.
A propósito de esta transición, les invitamos a ver un video producido por el ICIEC-UEPC, en
el marco del Trayecto de Formación y Acompañamiento “Entre niveles. Articulaciones y
encuentros en el pasaje de la primaria a la secundaria en Punilla”.
Allí podrán escuchar las voces estudiantes de una escuela de Icho Cruz, en la provincia de
Córdoba, quienes cuentan cómo fue su experiencia en el primer año de la secundaria, lo
que cambia y lo que permanece, las dificultades, temores, y los nuevos desafíos que se les
presentan.
2009:42).
La autora nos recuerda que cuando hablamos de “riesgo educativo” no nos referimos a las
características individuales de tal o cual niño, sino a aquellas situaciones complejas que
atentan contra su escolarización, y en las que la escuela tiene una gran responsabilidad. Nos
invita entonces a preguntarnos si la forma en la que están organizadas nuestras escuelas
favorece u obstaculiza el ingreso, la permanencia y el egreso de la escuela primaria en
nuestro país. Esto nos lleva a indagar en las distintas estrategias y alternativas educativas
que las escuelas pueden desplegar a los fines de alcanzar la inclusión plena y así garantizar
el cumplimiento efectivo del derecho a una educación de calidad para todos ellos.
En esa línea se inscriben las Pautas federales para el mejoramiento de la enseñanza y el
aprendizaje y las trayectorias escolares en el nivel inicial, primario y modalidades, y su
regulación, incluidas en la Resolución Nº 174 del Consejo federal de Educación del año
2012. En el texto de dicha resolución se sostiene que:
Se vuelve prioritario proponer y construir distintas formas de escolarización
conjunto.
Para terminar, queremos compartir con ustedes un relato. Una historia como tantas que
acontecen en las escuelas, como las que ustedes seguramente también atesoran. Una
historia bellamente narrada por Teresa Punta, en su libro “Señales de Vida – Una bitácora
de escuela”, donde recupera experiencias vividas en la Escuela Nº4 de la ciudad de Rawson
(provincia de Chubut) de la que fue directora durante un tiempo. Creemos que en estos
trazos de escuela se condensan varias de las cuestiones que este tema de las trayectorias
nos invita a pensar.
FRIDA
La Inclusión y la exclusión en un mar de posibilidades
Frida es gitana, y fue expulsada junto a su madre del grupo. Viven en
una isla de la que sólo se puede salir si la marea está baja.
Frida venía a la escuela únicamente los días en que la marea estaba baja en el horario
de ingreso. En el saludo matinal solíamos preguntarles a los chicos: “¿Cómo está la
marea hoy?”, y la presencia o ausencia de Frida eran el “signo”. Nos gustaba pensar
esto como una forma más de decirles a los chicos que no hay un solo modo de detectar
un fenómeno, un “suceder”.
Con el tiempo fuimos reformulando esa presencia. Ya no fue que Frida venía sólo
cuando la marea estaba baja a las 7:30 de la mañana, sino que empezó a venir a
Clase 8 – Trayectorias escolares ideales y reales 2022 6
Licenciatura en Educación Primaria]
Problemáticas Contemporáneas De y En la Educación Primaria
Prof. Gustavo Galli
cualquier hora. Cuando podía salir de la isla, venía. Se quedaba cuatro o cinco horas y
se iba antes de que le resultara imposible ingresar de nuevo a la isla. Así Frida comenzó
a rotar por aulas, turnos, espacios, se compuso con cada habitante de la escuela de un
modo particular.
(…)
Nos armamos al ritmo de las mareas. Algunos profesores cuando la marea estaba
“tarde” venían a recuperar horas, algunos chicos iban siendo invitados según lo que
pensábamos hacer con Frida a quedarse un ratito más, otros por propia iniciativa se
ofrecían alguna vez.
Varios maestros, varios compañeros más de lo común, espacios de tiempo con los
porteros o las secretarias, esos que parece que en la escuela “no están para enseñar”.
Un día que Iris, la profesora de plástica, también se quedó a almorzar, Frida aprendió
cómo iban rotando las mareas, entonces comprendió que podíamos planificar los
tiempos, que podíamos saber de antemano a qué hora iba a poder venir a la escuela la
semana siguiente, y se le iluminó la cara. –Le voy a contar a mi mamá- , dijo Frida, y
salió corriendo.
Así, nos vamos armando con pedazos, nos componemos con lo que venga tal como
venga dado. También podríamos haber dejado que las inasistencias determinaran la
promoción de Frida, pero elegimos navegar en el mundo de la escuela con lo que ésta
nos ofrecía en cada circunstancia.
No solo es: “Frida vive en una isla y no puede salir”, entonces hacemos lo que venga.
Hay un trabajo de planificación y de organización mucho más profundo, no es
“hacemos lo que pinta”. Que Frida estuviera en la escuela era lo más importante. Si nos
ceñíamos a unas formas que incluyeran horarios y regularidades, la dejábamos afuera.
La naturaleza no es regular, tiene bajas y pleas, y también mareas extraordinarias, y las
mareas extraordinarias dejan la costa sembrada de caracoles nuevos. ¿Qué significaba
para nosotros brindarle a Frida un lugar cuidadoso y bello, que se armara en función
de la marea? ¿Qué podíamos hacer como escuela para que Frida tuviera algo lo más
cercano posible a lo que necesitaba?
Me quedo pensando.
Chantal Maillard dice: “Hemos aprendido a responder con la risa a lo que nos han
enseñado que era risible, no nos han dicho ‘hacé de esa cosa algo risible’, lo que ha
sucedido es que ante esa cosa se han puesto a reír y hemos imitado su gesto”.
Tal vez sea necesario deshacernos de los gestos que imitan viejos patrones.
Desaprender para crear. Interrogar y problematizar los discursos armados nos invita a
oponerles una forma de decir más abarcativa para nosotros.
Pensar desde cada escuela, desde cada chico, desde cada maestro es una vía muy fértil
para intentar develar lo que se nos presenta bajo la forma de “obvio”. No se trata, nos
parece, de dejar que en la escuela convivan híbridamente mundos diversos. Tampoco
se trata, creemos, de hacer que la lucha política por los derechos de los diferentes
estilos de vida haga de válvula de escape mientras las desigualdades en el plano de las
condiciones cotidianas y elementales de la vida en la escuela (que es lo que nos ocupa)
quedan a la deriva, sin abordaje. No hacer de la lucha macro un “barniz”, que tape la
cosa diaria en la escuela.
Frida, aunque la cito y la invito para hablar sobre las desigualdades que producen
exclusión en la escuela (como no podía ser de otra forma) también está en relación con
el currículum escolar, con los síndromes, con las etnias. A nosotros nos surgió entonces
la necesidad de pensar sobre la distancia entre el deber ser y lo que se es. La distancia
entre lo que se dice y lo que se hace en la realidad.
dar/darles/darnos lugar a un movimiento como de marea, con sus pleas y sus bajas, y
entramarnos en una suerte de juego de veladuras y desveladuras una y otra vez.
Esa es la primera “deshechura” con respecto a la escuela moderna. Encontrarnos más
ligeros (o más blandos, o más porosos, o menos obstaculizadores) con respecto a los
chicos. Sean “bolitas”, argentinos, galensos2, estimulados, “quedos”, hijos de fileteros,
hijos de funcionarios, “ADDs”, “ABCs”, cumplidores del horario o de los que vienen
cuando baja la marea.