La Cura de Un Leproso2-2
La Cura de Un Leproso2-2
La Cura de Un Leproso2-2
"Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se
postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le
tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo:
Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó
Moisés, para testimonio a ellos". Mateo 8: 1-4.
Había algo maravilloso en Jesús. Las personas iban a donde Él estaba. Había algo
extraordinario en el mensaje y en las palabras del Maestro de Galilea. Hoy, nosotros los
evangelistas, tenemos mucho que aprender de la manera cómo el Señor Jesús predicaba el
evangelio. Él no gastaba dinero haciendo invitaciones, nunca mandó a preparar afiches, no
colocó anuncios en el periódico, ni en la radio, ni en la televisión; sin embargo, multitudes lo
buscaban. No tenía un momento de tranquilidad. Las personas querían escucharlo, porque sus
palabras traían esperanza, perdón, vida y seguridad. Ya pasaron dos mil años desde que Jesús
anduvo por las calles de Jerusalén pero, aún hoy las multitudes continúan siguiendo a Jesús.
Hoy, tú lo estás siguiendo a través del mensaje. Tal vez, nunca leíste la Biblia, pero en este
momento te estás encontrando con las palabras de Jesús. Hoy abriremos la Biblia, porque la
mejor manera de que Jesús te hable, es a través de las Sagradas Escrituras. El predicador es
simplemente un instrumento.
Puedo verte en este momento a través de la imaginación, puedo ver tu rostro, pero no puedo
ver tu corazón. ¿Será que estás viviendo un momento difícil en tu relación familiar, y tal vez
pensando hasta en el divorcio? ¿Será que en este momento estás desempleado y ahogado en
deudas? ¿Estás preocupado por la vida de tu hijo? ¿Te sientes solitario, rechazado,
incomprendido o abandonado? ¿Estás enfermo o tienes un ser querido en el hospital y no sabes
qué hacer? Pues hiciste lo mejor que podrías haber hecho: Venir a este lugar para escuchar y
ver lo que la Palabra de Dios te quiere decir.
El texto bíblico dice: "Y he aquí vino un leproso y se postró ante Él, diciendo: Señor, si
quieres, puedes limpiarme". En la época en que Cristo vivió, los leprosos no podían andar
libres en la calle. Eran aislados en "el valle de los leprosos". Tenían prohibido salir y andar
libremente por la calle a causa del peligro de contagio para las personas que no estaban
contaminadas. Pero el texto bíblico dice que el leproso se aproximó al Señor Jesús. ¿Qué
podemos decir? Este hombre estaba desesperado, su carne estaba completamente podrida,
cayéndose a pedazos. Estaba aislado, rechazado, olvidado por los amigos y por los seres más
queridos. No tenía futuro, ni esperanza. Su única salida era Jesús, porque oyó hablar que tenía
el poder de curar. Entonces, aquel leproso venció muchas dificultades para llegar a Jesús. Sin
duda, las personas lo rechazaron, lo patearon, le pidieron que se apartase, le prohibieron
acercarse, en fin, crearon una montaña de dificultades. Pero el texto bíblico dice que el leproso
se acercó al Señor Jesús.
Yo no sé qué dificultades has vencido para venir a este lugar y comenzar a escuchar y leer la
Biblia. La verdad es que, a lo largo de la historia, los seres humanos que quisieron tener un
encuentro personal con Cristo, tuvieron que vencer dificultades y, tal vez, la más grande de
todas sea el prejuicio.
Seguir a Jesús no es fácil, pero la recompensa es grandiosa.
Seguir a Jesús no es fácil, pero la recompensa es grandiosa. Veremos al final de la historia de
este leproso, cómo valió la pena que él haya vencido todas las dificultades. Tú también tendrás
dificultades si quieres acercarte a Cristo. Tendrás montañas de problemas. Pero en el nombre
de Jesús, no te desanimes. Vence todas las barreras que tengas que vencer, porque la
recompensa de tu encuentro con Cristo será muy grande.
El texto bíblico sigue diciendo que el leproso se acercó a Jesús y lo adoró. La primera cosa
que el leproso hizo no fue pedirle a Jesús que lo curara; lo primero que hizo fue adorar al
Señor Jesús. Millones y millones de personas buscan al Señor Jesús por carencia. Lo buscan
porque lo necesitan, porque están desesperados, porque no saben qué hacer, porque no saben
a dónde ir, pero ¿cuántos buscan a Jesús para adorarlo y reconocerlo como el Dios
Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra? Jesús podrá hacer maravillas en tu vida, a medida
que lo reconozcas y lo aceptes como tu Dios y como tu Salvador, y a medida que estés listo
para adorarlo.
Después de esto, viene el pedido del leproso: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". No
dice: "Señor purifícame, cúrame". Dice: "Si quieres".
En la oración que Jesús enseñó a sus discípulos en el Sermón del Monte, enseñó a los seres
humanos que cuando oramos debemos decir siempre: “Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra”.1 El sermón del Monte fue pronunciado en los capítulos 4 a 7 de
San Mateo. Ahora, en el capítulo 8 se narra el encuentro del leproso con Jesús. ¿Será que el
leproso había escuchado ya el Sermón del Monte y había aprendido a pedir, colocando todo
en las manos y voluntad del Señor Jesús? Pues el leproso hizo eso. No dijo: "Señor, haz esto
conmigo, ¡cúrame o límpiame! Él dice: "Señor, si quieres". En otras palabras: "Hágase tu
voluntad".
Jesús conoce el fin de tu vida desde el principio.
Mi amigo, Jesús conoce el fin de tu vida desde el principio. Jesús sabe lo que es mejor para ti.
A veces, piensas que este camino es el mejor, y lo escoges pero al final, acabas golpeándote.
Pero, a través de la lectura de la Biblia, aprendemos que el mejor camino para nosotros, no es
el que nos parece que es correcto, sino el camino que Dios sabe que debemos seguir. La
voluntad de Dios es soberana, y cuando nosotros como seres humanos, ajustamos nuestra vida
a Su voluntad, sólo vamos a ganar.
¿Qué planes tienes? ¿Qué sueños tienes? ¿Qué necesidades tienes? te pregunto: ¿Ya colocaste
todo eso en las manos de Dios y ya le dijiste: "Señor, Hágase tu voluntad'*? Si quieres, dame
ese empleo. Si quieres, ayúdame a pasar ese examen. Si quieres, ayúdame a encontrar una
novia. Si quieres, sana a mi hijo.
La Biblia nos enseña que lo mejor que puede pasar con el ser humano, es aquello que Dios
quiere para el propio ser humano. Lo maravilloso de este texto bíblico es que: "Jesús extendió
la mano y le tocó". Jesús siempre está dispuesto a extender la mano, y cuando lo hace, no es
para maldecir, ni para herir, ni para matar; cuando él extiende su mano es para sanar, curar y
transformar.
Y en este momento, Jesús está a tu lado, aunque no lo puedas ver.
En los tiempos de Jesús, la ley de Moisés prohibía tocar a un leproso. Jesús aquí, por amor al
ser humano, va contra todo lo que era tradición del pueblo judío. Ellos decían: "No se puede
tocar a un leproso", pero Jesús extendió la mano y lo tocó. Y en este momento, Jesús está a tu
lado, aunque no lo puedas ver. No puedes verlo porque Jesús no está en cuerpo, está en la
persona de Su Santo Espíritu. Mas, Jesús quiere extender Su mano en tu dirección. Él conoce
las luchas que enfrentas, tus problemas, tus dificultades y tus necesidades. Y si en tu corazón
abres tus sentimientos y pensamientos a Jesús, y le dices: "Jesús, necesito de Ti, si es Tu
voluntad, ayúdame a resolver este problema". Entonces, Jesús extenderá Su mano, con toda
seguridad, y te tocará. Y al terminar este mensaje estarás completamente transformado.
Jesús exclamó: "Quiero, sé limpio". Ah, querido, la voluntad de Dios no es que vivamos
sucios en el pecado. La voluntad de Dios no es que vivamos arruinando nuestra familia con
alcohol, con cigarrillos o con otras cosas. La voluntad de Dios no es que vaguemos por la vida
sin esperanza y sin sentido, no es que pasemos las noches llorando acostados en la cama, sin
saber por qué, sintiendo un vacío en el corazón. La voluntad de Dios no es que vivamos
esclavizados por algún vicio del cual no podamos librarnos. Por eso, Jesús dice: "Quiero, sé
limpio”. ¿Será que en este momento estás clamando por ser limpio, purificado, curado por el
Señor Jesús? El texto bíblico dice: "Y al instante su lepra desapareció".
La lepra en aquellos tiempos era símbolo de pecado. El pecado arruina la vida de las personas.
Delante de Dios, todos somos pecadores. San Pablo dice: "Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios"?2 La palabra de Dios confirma: "No hay justo ni aun uno”.3
Pablo agrega: "Porque la paga del pecado es muerte".4 Todos nosotros, desde que nacemos,
vinimos a este mundo con pecado. El pecado es la naturaleza pecaminosa. No estoy hablando
de culpa original, porque no tenemos culpa de haber nacido, sino del pecado original, de
naturaleza pecaminosa original. Todos nacemos con propensiones, con tendencias, con
inclinaciones al pecado. Cuando crecemos, luchamos para no seguir los instintos de nuestro
corazón salvaje, pero no lo conseguimos. Podemos disfrazar, podemos aparentar que todo está
bien, la sociedad puede creer que somos buenos ciudadanos, la familia puede creer que somos
buenos padres, buenos esposos, buenas esposas, buenos hijos, pero en el fondo de nuestro
corazón sabemos que somos pobres esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa. Esa naturaleza
pecaminosa está simbolizada por la lepra. El pobre leproso de los tiempos de Cristo no podía
arrancar la lepra de su cuerpo porque estaba mezclada en sus propias células, en su propia
carne. Intentar arrancar la lepra sería intentar arrancar su propia carne. Era necesario un
milagro. Y Jesús es el Jesús de los milagros. Jesús apareció en la vida de aquel pobre leproso.
El creyó que Jesús podía hacer algo en su vida. Venciendo las dificultades, se aproximó a Él,
y Dios hizo maravillas en la vida del leproso.
Puedes ir a Jesús, y decir: "Señor, si quieres, puedes purificarme”.
No importa quién seas. No importa cuáles son las luchas o los dramas que estás viviendo.
Puedes ir a Jesús, y decir: "Señor, si, quieres, puedes purificarme". Y puedes tenerla
seguridad de que el brazo poderoso de Jesús se extenderá y curará completamente tu vida. Esa
cura se extenderá a tu familia.
Tendrás un hogar feliz, mejores hijos, serás un mejor esposo, una mejor esposa, las cosas
pasadas quedarán atrás, todo será hecho de nuevo.
El texto bíblico termina diciendo que Jesús miró al leproso curado y le dijo: "Mira, no lo
digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés,
para testimonio a ellos". En aquel tiempo, cuando un leproso era curado tenía que ir al
sacerdote llevando una ofrenda, y entonces, el sacerdote públicamente, lo declaraba limpio.
Hoy no existe más esa costumbre. ¿Qué hace hoy un pecador cuando es curado por el Señor
Jesús? Va a la iglesia y lleva la ofrenda que es su propio corazón. Participa del bautismo que
es un testimonio público de que aceptó a Jesús y fue curado.
El siguiente paso es ir a la iglesia y pasar por la experiencia del bautismo.
Por lo tanto, si Jesús está operando milagros en tu vida, si desde que comenzaste a estudiar la
Biblia ya viste las maravillas que Dios hizo contigo, el siguiente paso es ir a la iglesia y pasar
por la experiencia del bautismo. San Marcos 16: 16 dice: "El que creyere y fuere bautizado,
será salvo...". Si crees en Jesús, ya hiciste la mitad del camino, pero aún no llegaste; tienes
que bautizarte. Y en este momento, el Espíritu de Dios está tocando tu corazón una y otra vez.
Si abres la puerta de tu corazón y aceptas el bautismo, entonces serás como el leproso que fue
curado y se presentó delante del sacerdote llevando una ofrenda.
La ofrenda que Jesús quiere de ti es tu corazón, tu cuerpo; que entres en las aguas del bautismo
para que toda tu historia pasada sea lavada y que renazcas a una vida completamente nueva.
No hay tiempo que perder, hoy es el día de tu decisión.
Referencias:
1. San Mateo 6:10.
2. Romanos 3:23.
3. Romanos 3:10.
4. Romanos 6:23.
LA CURA DEL CRIADO DE UN CENTURIÓN (domingo)
"Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi
criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y
le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo;
solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad,
y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven y viene: y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto
os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente
y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos, más
los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de
dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue
sanado en aquella misma hora". Mateo 8: 5-13
La salvación también es para los buenos ciudadanos.
El milagro que estudiamos en el primer capítulo fue la cura de un leproso. En este capítulo,
quien se acerca a Jesús no es un leproso, sino un centurión. Es un militar que tiene bajo su
comando 100 soldados. Quiere decir que éste era un militar con "rango". Profesionalmente
progresó. Era un líder. Un hombre respetado. Era un hombre que tenía dinero y posesiones.
Un hombre importante. En el primer capítulo, quien se acercó a Jesús fue un leproso, un
pordiosero, un limosnero, un hombre sin posesiones, rechazado, abandonado y solitario.
Ahora, se aproxima a Jesús un hombre completamente diferente. Lo que Jesús está queriendo
decir es que la salvación no es solamente para los drogadictos, para los delincuentes, para las
prostitutas, para los leprosos y para los miserables de esta vida; la salvación también es para
los buenos ciudadanos, para los hombres ilustres, bien educados, para los buenos padres de
familia. Este centurión se aproximó a Jesús con un pedido: "Señor, mi criado está postrado
en casa, paralítico, gravemente atormentado ".
Ninguna profesión puede ser argumento para que dejes de seguirlo.
Hay algo que debemos destacar en la vida de este centurión: era un militar. Generalmente, los
militares tienen fama de ser hombres duros. Pero aquí hay un centurión que cree en Jesús. Una
lección que aprendemos de esto es que la profesión que una persona tiene, no es impedimento
para seguir a Jesús.
Tú puedes ser un capitán de barco, un piloto de avión, un soldado, puedes ser un ingeniero,
un arquitecto, un abogado, puedes ser un político. La profesión que ejerces, aunque algunas
tengan la fama de ser duras y que no combinan con una vida cristiana, aun así, lo que Jesús te
está diciendo es que ninguna profesión puede ser argumento para que dejes de seguirlo. Este
centurión estaba preocupado por su criado. Él estaba en su casa, acostado en una cama,
enfermo y sufriendo horriblemente.
¿Eres tal vez un padre o una madre cuyo hijo está en casa, enfermo espiritualmente? ¿Eres
una esposa cuyo marido no quiere saber nada de la Palabra de Dios? Puedes clamar como lo
hizo el centurión. Él clamó por su siervo. Clama tú por tú esposa, por tu esposo, por tu hijo.
Este siervo estaba paralítico. La parálisis es una enfermedad terrible, en el sentido de que
mentalmente, el ser humano puede hacer cualquier cosa, puede escalar las montañas más altas,
puede hacer el gol más lindo, puede caminar y saltar. Pero, cuando sale de su mundo de
imaginación, descubre que su cuerpo no puede; está muerto. Su mente puede subir montañas,
pero su cuerpo no. Su mente puede saltar y correr, pero su cuerpo no. Su cuerpo está muerto.
Esto me recuerda a San Pablo, cuando dice en el capítulo 7 a los Romanos, hablando de su
situación espiritual: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo
que aborrezco, eso hago ". Y después, en el versículo 24, exclama: "¡Miserable de mí!¿quién
me librará de este cuerpo de muerte?". ¿Quién me librará de este cuerpo muerto? El cuerpo
muerto es la naturaleza pecaminosa. Tú tienes esa naturaleza, yo también, todos los seres
humanos la tenemos y, por lo tanto, somos paralíticos espirituales. A nuestra mente le gustaría
servir a Dios, a nuestro corazón le gustaría alabar el nombre de Dios, andar en sus caminos,
dar el paso del bautismo, unirnos a la Iglesia, servir al Señor, pero nuestro cuerpo nos arrastra
a la vida de pecado, al vicio, a la bebida, al cigarrillo, a la promiscuidad. El paralítico es un
hombre que tiene una lucha terrible entre su mente y su cuerpo; y como resultado de eso, sufre
horriblemente. ¿Tu marido está sufriendo horriblemente? ¿Tu esposa, tu hijo o tú están
sufriendo horriblemente porque quieren seguir a Jesús, pero no lo logran a causa del cuerpo
de muerte que están cargando, un cuerpo que no quiere servir a Jesús? Gracias a Dios, el
centurión fue a buscar ayuda en la única persona capaz de proporcionarla de verdad.
Porque hoy existen muchas filosofías que engañan. Existen muchos pensamientos que dicen:
"Tú puedes ser homosexual, está bien. Puedes ser una prostituta. No te preocupes y sé feliz".
Mientras que no mates a alguien, mientras no le hagas mal a nadie, ¡está bien! ¡No te
preocupes con ese asunto del pecado! En fin, las personas de nuestros días están buscando
ayuda en los lugares equivocados. Pero tú viniste a buscar ayuda al lugar correcto. El centurión
fue a Jesús, era el único que podía ayudarlo de verdad. Y Jesús dijo al centurión: "Yo iré y le
sanaré". Resolveré el problema de tu siervo.
Jesús continúa viniendo, entrando en las casas.
Un día, querido, allá en el reino de los cielos, cuando el ser humano estaba condenado por su
pecado a perdición y muerte eterna, Jesús se presentó delante de su Padre y le dijo: "Yo iré y
lo sanaré. Iré a la Tierra para salvar al ser humano. Iré para transformarlo, está sufriendo
horriblemente, es un pobre paralítico, con su mente quiere servir, pero su cuerpo no lo logra,
pero Yo iré y le sanaré".
Desde aquel día, Jesús continúa viniendo, entrando en las casas, entrando en los corazones
para curar a las personas. ¡Es una pena que no pueda derrumbar la puerta de un corazón para
entrar a la fuerza! Tú debes abrir tu corazón. Y si lo abres, Él entrará y te sanará. La
especialidad de Jesús es sanar; Él quiere sanarte ahora. Si no decidiste dar el paso del bautismo
todavía, es porque tal vez tienes miedo de no poder cumplir, pero Él puede sanarte.
Un día, un hombre dijo llorando: "Pastor, me gustaría bautizarme, pero todavía fumo. ¿Cómo
voy a bautizarme fumando? ¡Voy a dar un mal testimonio para la iglesia!" Tal vez, éste sea tu
caso. Quieres bautizarte, quieres unirte a la iglesia, pero aún tienes problemas que resolver,
tienes cosas que vencer y arreglar. Pero, todo lo que tienes que hacer es abrir tu corazón,
porque este Jesús que dijo un día: 'Yo iré y lo sanaré". Quiere entrar en tu corazón y sanarte.
Los versículos 8 y 9 dicen: "Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre
bajo autoridad y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo
hace". ¿Comprendes la fe de ese centurión? Él dice: "Si yo que tengo autoridad sobre cien
soldados, y cuando ordeno, hacen lo que les pido, tú que tienes autoridad no solamente sobre
cien soldados, sino sobre el mar, el cielo, la tierra y todo lo que existe, tú puedes hacer
maravillas. Por lo tanto, gracias porque quieres ir a mi casa, pero sé que tienes otras personas
para ayudar y curar, no necesitas perder tiempo yendo a mi casa, simplemente ordena, porque
tu voz, tu palabra basta".
Querido, hoy necesitamos aprender la lección del centurión
Y la Biblia dice: "Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo,
que ni aun en Israel he hallado tanta fe". La fe del centurión estaba depositada en la palabra
del Señor Jesús, porque él pensó: "Si la palabra de Dios tuvo poder para crear, ¿no tendrá
poder para sanar?". Cuando no había nada, Dios dijo: "Sea la luz y fue la luz".l hoy existe
algo, por lo menos un cuerpo paralítico. Si Dios pudo hacer de la nada todo lo que existe, ¿no
puede hacer de un cuerpo paralítico uno saludable? Por eso, el centurión dijo: "No necesitas
ir a mi casa, ¡basta que lo digas!" Querido, hoy necesitamos aprender la lección del centurión.
El otro día encontré a una persona que dijo: "Pastor, no me siento salvo". Yo quiero decirte
una cosa importante: No necesitas sentir que estás salvo. Los sentimientos humanos son
traidores. Cuando las cosas van mal, nos hacen sentir que estamos bien, y cuando están bien,
nos hacen sentir lo contrario. Si quieres ser dirigido por tus sentimientos, puedes terminar
muerto. El libro de Proverbios dice que: "Hay camino que al hombre le parece derecho; pero
su fin es camino de muerte”. 2 No creas en tus sentimientos, cree en la palabra creadora y
redentora de Jesús. Si Él te dice en este momento: "Yo puedo curarte como curé al siervo del
centurión", entonces, cree en la palabra redentora.
Éste es el momento de entregarle el corazón a Jesús.
Dios tuvo poder para crear. A lo largo de la Biblia vemos el poder de Dios manifestado de
muchas maneras: abrió el Mar Rojo, cerró la boca de los leones, curó leprosos, abrió los ojos
a los ciegos, hizo andar a los paralíticos, ¿qué puede haber en tu vida que Dios no pueda sanar?
Pero, por otro lado, pregunto: ¿Cómo puede Jesús hacer alguna cosa en tu vida si tú no quieres,
si no lo aceptas? Por lo tanto, éste es el momento de entregarle el corazón a Jesús.
El texto continúa diciendo: "Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se
sentarán con Abraham e Isaac Jacob en el reino de los cielos; más los hijos del reino serán
echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes". Al contemplar la fe
del centurión, Jesús dijo: Muchos hombres que hoy están perdidos, que no saben nada de Jesús
y que viven sufriendo, cuando vean ese testimonio, vendrán corriendo para sentarse a la mesa
del reino.
La mesa del reino de los cielos está lista, esperándote. ¡Acepta la invitación divina! No seas
como aquellos que aun habiendo estado en la iglesia, habiendo oído la palabra de Dios,
finalmente, se perderán por no haber creído. No es suficiente el hecho de que estés estudiando
la Biblia. No es suficiente el hecho de ir siempre a la iglesia. Debes creer, aceptar. Debes abrir
tu corazón. Debes dar el paso del bautismo. Únete a la iglesia de Dios. Y entonces, tú también
te sentarás a la mesa servida por el Rey, allí en el reino de los cielos.
Debes dar el paso del bautismo.
El Espíritu de Dios está llamándote. Él está trabajando en tu corazón. ¡Este es tu momento!
¡Hoy es el día de las buenas nuevas! ¡Hoy es el día de la salvación! Mañana puede ser
demasiado tarde. Es ahora que el Espíritu de Dios te dice: ¡Ven!
Referencias:
1. Génesis 1:3. // 2. Proverbios 14:12.