Estoicismo

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El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en Atenas a

principios del siglo iii a. C.


Es una filosofía de ética personal basada en su sistema lógico y sus puntos de
vista sobre el mundo natural. Los estoicos creían que todo alrededor operaba
según una ley de causa y efecto, resultando en una estructura racional del
universo. Pensaban que «no podemos controlar lo que pasa a nuestro
alrededor, pero sí podemos controlar lo que pensamos sobre estos eventos»
en vez de imaginar una sociedad ideal falsamente positiva.
Su doctrina filosófica estaba basada en el dominio y control de los hechos,
cosas y pasiones que perturban la vida, valiéndose de la valentía y la razón del
carácter personal. Como seres racionales, su objetivo era alcanzar, basándose
en la tolerancia y autocontrol, la eudaimonía (felicidad o bienaventuranza) y la
sabiduría en aceptar el momento tal como se presenta, al no dejarse dominar
por el deseo de placer o por el miedo al dolor, por usar la mente para
comprender el mundo y hacer su parte en el plan de la naturaleza
prescindiendo de los bienes materiales, trabajar juntos y tratar a los demás de
manera justa y equitativa.
Los estoicos son especialmente conocidos por enseñar que «la virtud es el
único bien» para los seres humanos, y que esas cosas externas, como la
salud, la riqueza y el placer, no son buenas o malas en sí mismas (adiaforía),
pero tienen valor como «material para que la virtud actúe». Junto a la ética
aristotélica, la tradición estoica constituye uno de los principales enfoques
fundacionales de la ética de las virtudes.
Los estoicos también sostenían que ciertas emociones destructivas eran el
resultado de errores de juicio, y creían que las personas deberían apuntar a
mantener una voluntad (llamada prohairesis) que esté «de acuerdo con la
naturaleza». Debido a esto, los estoicos pensaron que la mejor indicación de la
filosofía de un individuo no era lo que una persona decía sino cómo se
comportaba una persona.
Para vivir una buena vida, uno tenía que entender las reglas del orden natural
ya que pensaban todo estaba enraizado en la naturaleza.

Muchos estoicos, como Séneca y Epicteto, enfatizaron que debido a que «la
virtud es suficiente para la felicidad», un sabio sería emocionalmente resistente
a la desgracia. Esta creencia es similar al significado de la frase «calma
estoica», aunque la frase no incluye los puntos de vista estoicos «éticos
radicales» de que solo un sabio puede ser considerado verdaderamente libre y
que todas las corrupciones morales son igualmente viciosas.
Durante el período helenístico adquirió mayor importancia y difusión, ganando
gran popularidad por todo el mundo grecorromano, especialmente entre las
élites romanas. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales
del siglo II d. C., y entre sus seguidores estaba el emperador Marco Aurelio.
Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición
social del alto Imperio romano y el auge del cristianismo. Desde entonces ha
visto avivamientos, especialmente en el Renacimiento (neostoicismo) y en la
era contemporánea (estoicismo moderno).
El estoicismo se conoció originalmente como «zenonismo», en honor al
fundador Zenón de Citio. Sin embargo, este nombre pronto se abandonó,
probablemente porque los estoicos no consideraban que sus fundadores fueran
perfectamente sabios y para evitar el riesgo de que la filosofía se convirtiera en
un culto a la personalidad.
La palabra «estoico» comúnmente se refiere a alguien que es indiferente al
dolor, el placer, la pena o la alegría. El uso moderno como «persona que
reprime los sentimientos o aguanta con paciencia» se citó por primera vez en
1579 como sustantivo y en 1596 como adjetivo.
El DRAE define «estoico» como «fuerte, ecuánime ante la desgracia» y
«estoicismo» como «fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad».
En contraste con el término «epicúreo», en las notas de la entrada del
estoicismo en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, «el sentido del adjetivo
inglés estoico no es totalmente engañosa con respecto a sus orígenes
filosóficos.
El estoicismo fue fundado por Zenón de Citio a veces llamado Zenón el Estoico
para distinguirlo de Zenón de Elea de origen chipriota y posiblemente de
ascendencia mixta, griega y oriental. Se trasladó a Atenas en el 311 a. C.
después de una vida agitada. Por aquel entonces Atenas era el centro cultural
del mundo griego, donde se congregaban las principales escuelas de filosofía.
Durante su estancia, tomó contacto con la filosofía socrática, en especial la de
la escuela cínica, y la megárica. Según Diógenes Laercio, inicialmente se
inclinó por el cinismo, siendo alguien especialmente cercano a Crates, pero
pronto abandonó esta escuela al rechazar las numerosas «exageraciones» en
que estos incurrían, porque no podían ofrecerle ningún programa de vida
válido. Tras este abandono del cinismo, estudió con otros filósofos de las
escuelas platónica, aristotélica y megárica, pero, insatisfecho con ellas, acabó
creando su propia escuela, en la que combinaba múltiples aspectos cínicos con
los de otros filósofos como Heráclito. Desde la antigüedad, se estudió la posible
influencia sobre Zenón de doctrinas semíticas tales como el judaísmo o las
filosofías del Oriente Medio; el considerable parecido entre el estoicismo y el
cristianismo en algunas doctrinas, sobre todo en la ética y en la cosmología,
sugirieron a panegiristas cristianos como Quintiliano y Tertuliano que Zenón
estaba familiarizado, por su origen semita, con el judaísmo. Mientras las
doctrinas del epicureísmo quedaron fijadas por su fundador, el estoicismo tuvo
un largo desarrollo. La historia del estoicismo se divide en tres períodos: “stóa”
antiguo, “stóa” medio y “stóa” nuevo. El término estoicismo proviene del lugar
en el que Zenón comenzó, en el año 301 a. C., a dar sus lecciones en la Stoá
poikilé, que era el Pórtico pintado del ágora de Atenas. Pronto atrajo a
numerosos seguidores, quienes, tras la muerte de Zenón, continuarían y
expandirían su filosofía. El estoicismo fue la última gran escuela de filosofía del
mundo griego en ser fundada, y continuó existiendo hasta que en el año 529 d.
C. el emperador Justiniano clausuró la Escuela de Atenas. La escuela cínica
tuvo una clara influencia en la Stoá. Esto es evidente desde los inicios de esta,
pues las fuentes declaran que su fundador, Zenón de Citio, estudió
directamente con un cínico: Crates. Estoicos tardíos, como Epicteto,
identificaban al cínico Diógenes de Sínope como dechado de hombre sabio.

El corpus doctrinal del estoicismo se basaba en las escrituras de Zenón, hoy en


día perdidas; no obstante, se sabe que escribió numerosas obras entre cuyos
títulos destacaban: De la vida conforme a la naturaleza; De los universales;
Argumentos dialécticos y De las pasiones. Cuando Zenón muere en 261 a. C.
se hacen cargo de la escuela Cleantes y Crisipo. A decir de Laercio, a este
último se le debe que el estoicismo perdurase: «Sin Crisipo no habría habido la
Stoá». En efecto, Crisipo, que dirigirá la Stoá desde el 232 a. C. hasta su
muerte, acaecida en 208 a. C., fijó el canon del estoicismo, perfeccionó las
investigaciones lógicas y sistematizó las enseñanzas de Zenón.
Desgraciadamente, de su obra solo han sobrevivido algunos escasos
fragmentos y unas pocas referencias hechas por otros autores, resultando
complicado discernir qué partes del ideario se deben a Zenón, a Crisipo y a
Cleantes. En general, apenas se han conservado algunos fragmentos de los
textos estoicos más antiguos. Con la muerte de Crisipo, se dio por concluida la
primera fase del estoicismo, llamada Estoicismo antiguo. Esta primera etapa se
caracterizó sobre todo por el establecimiento formal de la doctrina. Tras
Crisipo, dirigieron la escuela Diógenes de Babilonia y Antípater de Tarso,
comenzando la época denominada Estoicismo medio. Durante la misma se da
la expansión del estoicismo por todo el mundo mediterráneo, aprovechando el
impulso del mundo helenístico y las redes comerciales surgidas con el auge de
Roma. Sus principales figuras fueron Panecio de Rodas (185-109 a. C.) y,
sobre todo, Posidonio de Apamea. Quizá el hecho más destacado de este
período fue la introducción del estoicismo entre las élites romanas. La sociedad
aristocrática romana de los siglos II y I a. C. valoraba en mucho los tiempos de
«nuestros padres», refiriéndose a los siglos anteriores en que la relevancia
económica y militar de Roma todavía era escasa. Se idealizaba y exaltaba la
sencillez y la sobriedad de la vida de aquellos tiempos y, como en todo el
mundo griego, se miraba con desconfianza los lujos y las costumbres
modernas, más sofisticadas, que se habían ido introduciendo conforme la
República Romana ganaba preeminencia. La doctrina estoica, muy favorable a
esos puntos de vista, fue introducida con éxito, y ganó adeptos tan conocidos
como Catón el Viejo, Escipión el Africano y Catón el Joven; la notable fama de
estos favoreció todavía más al estoicismo, que pronto fue la escuela filosófica
más admirada por los romanos. De los escritos del período medio apenas se
conservan, de nuevo, unos pocos textos fragmentados. Usualmente, se
considera que tras la muerte de Catón el Joven y la resolución de las guerras
civiles que condujeron al establecimiento del Imperio romano, surge la última
etapa del estoicismo, el llamado Estoicismo nuevo o Estoicismo romano. Los
filósofos de esta etapa han llegado a ser mucho más famosos y conocidos que
los estoicos antiguos (y sus obras se conservan en mayor número), y
materializaron la implantación del estoicismo como la principal doctrina de las
élites romanas. El estoicismo romano destaca por su vertiente eminentemente
práctica, donde las consideraciones lógicas, metafísicas o físicas del
estoicismo antiguo pasan a un segundo plano para desarrollar, sobre todo, la
vertiente ética de la escuela. Los principales exponentes de esta etapa, y
posiblemente los estoicos más famosos, fueron Lucio Anneo Séneca (4 a. C.-
65 d. C.), uno de los escritores romanos más conocidos y quizá el estoico
mejor conocido, Epícteto (50-130 d. C.), nacido esclavo, y el emperador Marco
Aurelio (121-180 d. C.). La obra de Séneca, Marco Aurelio y Epícteto permite
acercarse, de manera sencilla y didáctica, a los principales aspectos del
estoicismo, si bien no introdujeron ningún elemento esencialmente original en
la doctrina. Tras la muerte de Marco Aurelio, se considera que el estoicismo
entra en decadencia. Las sucesivas crisis políticas, económicas y militares que
asolan el Imperio romano durante el siglo III, tienen como consecuencia una
revalorización de la espiritualidad que el estoicismo no puede afrontar,
surgiendo el neoplatonismo, que, a partir de 250 d. C., desplazará al estoicismo
como principal doctrina de las élites. El giro cultural de esta época provoca que
el plan de vida estoico pase a ser negativamente considerado; en esta época,
esencialmente, el estoicismo ganará su fama de envarado y rígido. Igualmente,
el auge del cristianismo afecta negativamente a todas las escuelas filosóficas
helenísticas, al ser rechazadas muchas de sus enseñanzas por contrarias a la
doctrina cristiana. Para el año 300, la única de estas capaz de objetar algo al
cristianismo es el neoplatonismo, y el triunfo de aquella sentencia
definitivamente al movimiento helenista en general, que formalmente concluye
en el 529, cuando Justiniano cierra las escuelas filosóficas de Atenas (el Liceo,
la Academia, la Stoá).

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