La Guerra Del Paraguay

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LA GUERRA DEL PARAGUAY CAUSAS Y CONSECUENCIAS LA TRIPLE ALIANZA

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Alianza

Entre los años 1860 y 1870 la cuenca del Plata fue escenario de una cruel guerra entre
los países ribereños de sus grandes ríos. Argentina, Brasil y Uruguay por un lado y
Paraguay por el otro. Protagonizaron un largo y sangriento conflicto que dejó como
saldo un Paraguay papel secundario. Nefasta contienda, cuyos hechos enlutan la
historia de cuatro países americanos a la que condujeron circunstancia políticas,
rivalidades territoriales que superaron toda consideración humanitaria.
 Dice Ricardo de Titto, en su libro Los hechos Que Cambiaron La Historia Argentina en
el Siglo XIX, “Sea por vergüenza histórica o por un ocultamiento deliberado, esta
página [la guerra de la Triple Alianza] que enluta la memoria argentina y la deja en
terrible deuda con un país hermano, es para muchos una gran incógnita. Se puede
argumentar que la historia siempre es un recorte seleccionado de hechos, pero resulta
sospechoso que uno de tal dimensión como la “guerra de la Triple Alianza” haya
merecido sólo menciones refractarias y parciales durante décadas de historiografía
oficial. Desde hace unos años el tema empieza a ocupar el lugar que merece. Las
causas que provocaron la guerra, y sus trágicas consecuencias, que todavía hoy -ciento
cuarenta años después- resienten la vida del Paraguay, sirven para echar luz sobre las
sombras en que se pretendió ocultar la más sanguinaria de las luchas en las que
participó nuestro país.”
ANTECEDENTES:EL EJEMPLO PARAGUAYO Y SU AISLAMIENTO:
“Una trilogía gobierna el Paraguay durante más de cinco décadas. Iniciada por el
‘supremo” José Gaspar Rodríguez de Francia, la continúa su sobrino Carlos Antonio
López, quien abdica, de hecho, en su hijo Francisco Solano López, una suerte de
“príncipe heredero” de la dictadura, que asume el 16 de octubre de 1862. La dinastía
logra que el país goce de estabilidad y una cierta prosperidad. Mantiene una relación
de equilibrio con sus vecinos más poderosos, el Imperio del Brasil y la Argentina, y
tiene una economía primaria basada en la explotación del tabaco, la yerba y la madera,
que satisface sus necesidades. La propiedad agraria está en manos de grandes
latifundistas y se completa con múltiples chacras de pequeñas dimensiones que
incorporan la explotación del algodón, un nuevo “oro blanco”.
El gobierno fomenta la educación y consigue un alto índice de alfabetización. Por la
Constitución de 1844 se obliga a invertir en la enseñanza de medicina y arte y a
contratar maestros extranjeros. En 1862 las escuelas primarias tienen casi 25.000
alumnos. Como resultado de esa política “autosuficiente”, el país se mantiene en un
relativo aislamiento.
En 1856 se inaugura el ferrocarril primera vía férrea de Sudamérica, que une a
Asunción y Paraguarí. Si bien los rieles son importados, los coches son enteramente
construidos en el país. El mismo año es botado el primer barco de vapor con casco de
acero construido en América , el Yporá. También instala el telégrafo, promueve la
fabricación de papel y tejidos y establece la primera fundición de hierro de
hispanoamérica en Ybycuí: alimentado con leña, el alto horno puede fundir una
tonelada de metal por día. Para desarrollar la agricultura se fomentan las “Estancias de
la Patria”, por medio de las cuales el Estado, propietaria de la tierra, otorga parcelas en
arriendo a los campesinos.
Su posición geográfica, sin embargo, hace depender al Paraguay de los ríos navegables
que lo llevan al océano. Y estas vías son propiedad de los países vecinos, cerrarle al
Paraguay el tráfico fluvial es lo mismo que decretar su muerte. El Brasil y la Argentina
tienen otra causa suplementaria para celar de su vecino: mientras la nación. guaraní ha
crecido sin endeudarse, ellos están comprometidos en una abultada deuda externa
con la banca británica desde la época de la guerra que los enfrentó, hace casi cuarenta
años.
Todo confluye contra López: su pretendida autonomía política que se da de bruces con
su ubicación geográfica; el incipiente desarrollo económico paraguayo no quiere
aceptar tutorías extranjeras. Demasiados intereses se suman en su contra.
 
CAUSAS: Desde 1810 Paraguay sometido a una dictadura paternalista vivió aislado de
la política rioplatense. Gaspar Rodríguez de Francia dirigió los destinos de aquel estado
mediterráneo al que la fuerte rivalidad comercial con Buenos Aires instó a
emanciparse de los gobiernos porteños. En 1840 falleció Francia y tras un breve
intermedio, el poder quedó en manos de Carlos Antonio López quien de hecho se
convirtió en gobernante absoluto. En 1862 falleció y su hijo Francisco Solano mediante
una ficción constitucional heredó el poder.
La situación geográfica de Paraguay condenó este país a un callejón sin salida. Su
puerta al mar, es decir, el libre acceso a las rutas comerciales de ultramar dependía de
los ríos argentinos. La actitud prudente de Gaspar Francia que evitó mezclarse en los
problemas de las regiones vecinas, fue alterada por los López sobre todo por el
segundo de ellos.
El problema de los ríos se sumo a cuestiones de límites entre Argentina y Paraguay
(Misiones y Chaco) y entre este país y el Brasil (en el Mato Grosso) heredadas de las
imprecisas demarcaciones virreinales. La navegación del Vio Paraguay (comunicación
natural con la última región citada) era, al mismo tiempo. una cuestión de vital
importancia para Brasil, y ello ocasioné diversos conflictos.”
HACIA LA CATÁSTROFE. En 1863 la lucha entre blancos y colorados, en Uruguay, sirvió
de excusa para la intervención de Brasil en ese pequeño estado. En realidad, fue la
presión de los hacendados riograndenses, fuertemente interesados en los campos
fronterizos, lo que impulsó la actitud del Imperio. La República Argentina dirigida
entonces por Mitre, permaneció neutral, en tanto las fuerzas brasileñas atacaban al
país hermano con apoyo de las fuerzas coloradas de Venancio Flores.
Los blancos acudieron ante Paraguay en procura de ayuda y el dictador López vio la
oportunidad de intervenir en favor de lo que él llamaba el equilibrio en el Plata. Su
intimación a Brasil para que cesara la intervención en Uruguay no fue aceptada
iniciándose entonces las hostilidades.
LA POSICIÓN ARGENTINA. Brasil era el rival tradicional de Buenos Aires en el Plata. En
la cuestión oriental el gobierno de Mitre (simpatizante, por otra parte. de los
colorados) había permanecido al margen esto es permitiendo la intervención del
Imperio, una vez que éste garantizó la integridad territorial de Uruguay.
Al estallar la lucha entre Brasil y Paraguay, este último país solicitó de la República
Argentina autorización para trasladar sus ejércitos a través de su territorio, cosa que le
fue negada. Para nuestro gobierno, una actitud favorable a Paraguay podía significar
un serio peligro: las ambiciones de Solano López de lograr una salida al mar para su
patria afectaban la seguridad del litoral, donde la política paraguaya contaba con
adeptos entre los enemigos del gobierno mitrista.
La negativa de Buenos Aires lanzó a Paraguay ya en guerra con Brasil, al conflicto con
las otras dos naciones involucradas, pues en Uruguay el apoyo imperial dio la victoria a
los colorados y Venancio Flores, llegado al poder con ese triunfo se apresuró a aliarse
con Argentina y Brasil.
LA GUERRA : López inició las acciones contra Brasil capturando al vapor de esa
bandera Marqués de Olinda. el 11 de noviembre de 1864; en febrero de 1865 declaró
la guerra a la República Argentina, aunque este hecho fue conocido por Buenos Aires
mucho más tarde. Para ese entonces los blancos uruguayos habían sido vencidos.
LA OFENSIVA PARAGUAYA. López erró sus cálculos desde el principio. Aguardando tal
vez un pronunciamiento favorable de los federales argentinos sobre todo del litoral,
inició sus operaciones hacia el norte, invadiendo exitosamente el territorio brasileño
de Mato Grosso. Este triunfo no fue decisivo; en cambio, dio tiempo a la derrota de los
blancos uruguayos evitando toda posible coordinación de esfuerzos con los
paraguayos. A mediados de abril las tropas paraguayas invadieron la provincia
argentina de Corrientes, avanzando a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay.
LA TRIPLE ALIANZA. El 1 de mayo de 1865 Rufino de Elizalde (ministro argentino de
Relaciones Exteriores), Octaviano de Almeida Rosa y Carlos de Castro (representantes
de Brasil y Uruguay. respectivamente) signaron el llamado Tratado de la Triple Alianza.
Se puntualizaba allí que la guerra seria dirigida contra el gobierno y no contra el pueblo
paraguayo simple participante en los hechos, y que se respetaría la integridad del
Paraguay. Sin embargo, el tratado establecía ventajas territoriales para los estados
firmantes.
Paraguay, fruto de la política armamentista de los López, contaba con un poderoso
ejército, parcialmente dotado de armas modernas arsenales y manufacturas de guerra.
Podía poner en armas 6000 hombres y contaba con varios vapores de guerra y otros
adaptados al efecto en parte tripulados por marinos ingleses.
LAS OPERACIONES EN EL LITORAL (1865).
El avance paraguayo sobre la Mesopotamia sufrió un rudo contraste ante la marina
imperial en el sangriento combate naval del Riachuelo (11 de abril de 1865) donde,
pese al valor de los paraguayos su escuadrilla quedó fuera de combate y los ríos en
poder del enemigo.
El 17 de setiembre de 1865 una parte de las fuerzas paraguayas al mando de
Estigarribia se rindió en Uruguayana —localidad brasileña que habían ocupado— a los
aliados encabezados por Mitre (jefe terrestre de los ejércitos de la Triple Alianza).
Cerca de 30.000 hombres había empeñado López en esta ofensiva y tras la derrota
citada debió ordenar su repliegue.
LAS LUCHAS EN TERRITORIO PARAGUAYO.
Desde 1866. Paraguay, librado a sus solos recursos, cortada toda comunicación con el
exterior, se limitó a una desesperada acción defensiva que sólo prolongaron el coraje
de sus soldados y la ceguera y el despotismo de López, confiado en su eficaz sistema
de fortificaciones.
La ofensiva aliada al suelo paraguayo (las tropas argentinas sumaban ya 25.000
hombres) fue seguida por tremendos encuentros, generalmente desfavorables a
Paraguay. Se sucedieron así Estero Bellaco (2 de mayo de 1866), Tuyuti (24 de mayo de
1866), Boquerón y El Sauce (16 y 18 de junio). Señalamos, como dato curioso, el
empleo que las fuerzas de la Triple Alianza hicieron, en alguna oportunidad, de globos
cautivos
Una entrevista entre Mitre y López celebrada en Yataiti-Corá, no produjo ningún
resultado favorable, ya que el mandatario argentino no quiso negociar al margen del
Brasil (cosa que Brasil hizo luego) y la guerra siguió su curso.
CURUPAYTÍ. El 22 de setiembre de 1866 un asalto frontal contra las trincheras
paraguayas que guarecían aquella fortaleza terminó en un desastre. El bombardeo
naval de la escuadra brasileña, al mando del almirante Tamandaré no hizo mella en los
atrincheramientos del ene migo, y las tropas terrestres dirigidas por Mitre sufrieron un
duro revés: solo el ejército argentino perdió más de 5000 hombres entre ellos
Dominguito Sarmiento. La se prolongó entonces al tiempo que los opositores al
mitrismo y el sentimiento de las provincias contrario a la guerra creaban una caótica
situación en el interior del país.
EL FIN DE LA CONTIENDA. Pese a Curupayti la derrota paraguaya era cuestión de
tiempo. Los ejércitos enfrentados se debatieron en nuevos y sangrientos encuentros
(Piquisirí, ltá Ibaté) y el 5 de enero de 1869 (Sarmiento ya gobernaba en Buenos Aires)
las fuerzas de la Triple Alianza entraban en Asunción.
López, entretanto, y dispuesto firmemente a no rendirse, había comenzado una
retirada hacia el norte (a Cerro Cora), seguido por una escasa y desnutrida tropa de
2.000 hombres y 20 piezas de artillería y el resto de un pueblo, abnegado y enfermo,
afectado por el hambre y la disentería que dejaba a su paso los cadáveres de los
paraguayos que no podían continuar. Este peregrinaje se prolongó hasta el 1 de marzo
de 1870, día en que el mariscal López, al mando tan sólo de un grupo de 400 hombres,
fue atacado por una columna brasileña al mando del general Cámara y muerto de un
sablazo en el vientre a orillas del arroyo Aquidabán.
La guerra del Paraguay, que constituyó un verdadero genocidio, había terminado
definitivamente. Alrededor de 700.000 paraguayos sucumbieron en ella, quedando
solamente 150.000 mujeres, hambrientas y enfermas, y unos 1.500 hombres que eran
ancianos, niños y mutilados de guerra. El país hermano había sido trágicamente
exterminado. Sobre él pendía una tremenda deuda económica, y las epidemias de
cólera y fiebre amarilla seguían causando estragos. Es el momento en que Brasil
reclamó para sí sus derechos sobre los territorios en conflicto.
Pero nuestro país se ciñó a un nuevo principio proclamado por el ministro de
Relaciones Exteriores del presidente Sarmiento, Mariano Várela, en su mensaje del día
27 de diciembre de 1869: “La victoria no da derechos a las naciones aliadas para
declarar por sí, límites suyos los que el tratado señaló”.
Esta declaración tuvo por objetivo denunciar la actitud de Brasil, que se atribuía una
extensa región no reclamada antes de la guerra como propia. Los recelos imperiales
reaccionaron inmediatamente ante la declaración del ministro Várela, y esta situación
estuvo a punto de terminar en una ruptura de relaciones entre los gobiernos de
Buenos Aires y Río de Janeiro. Por este motivo fue enviado a Brasil por el presidente
Sarmiento, en misión diplomática, Bartolomé Mitre, por considerar aquél que éste era
el hombre indicado para componer la peligrosa situación.
Solano López continuó con su deshecho ejército una acción sin esperanzas hasta
caer muerto ante una partida brasileña en marzo de 1870.
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA. Paraguay quedó literalmente arrasado; la mayoría
de su población útil había caído en el combate. Las pérdidas humanas sufridas por sus
enemigos fueron también considerables; las secuelas de la guerra se dejaron sentir por
largo tiempo en la República Argentina.
El conflicto no terminó con el cese del fuego. Los problemas pendientes fueron
resueltos por la diplomacia. El Imperio impuso a los vencidos los limites que a él le
convenían; la República Argentina negoció largamente los territorios en conflicto, tras
haberse iniciado la paz con la generosa doctrina de Varela, ministro de Relaciones
Exteriores de Sarmiento: la victoria no da derechos a las naciones aliadas para declarar
por si límites que el tratado señaló.
Los resultados obtenidos por unos y otros no justificaron el conflicto. La única moraleja
a extraer, si cabe sacarlas de los hechos históricos, sólo demuestra lo inútil y costoso
de las guerras entre pueblos hermanos.
“La guerra contra el Paraguay dejó otras consecuencias sociales y demográficas. En
1871 b fiebre amarilla asoló Buenos Aires, el 15 % de la población murió a causa de la
infección v hasta los miembros de la Comisión de Higiene se contagiaron. El virus,
aparentemente, te propagó en los campamentos militares.
¿Fue la epidemia una suerte de venganza póstuma? No se trata, desde ya, de
maldiciones históricas pero sí de reafirmar que las guerras nunca terminan con la
última batalla. En los años posteriores se produjo, además, un masivo éxodo de
correntinos hacia un Paraguay habitado sólo por niños, ancianos, muchachas solteras y
viudas.
El entrecruzamiento de sangres y apellidos permitió, con el tiempo, cerrar algunas
heridas del pasado cruento. De todos modos, el Paraguay nunca se repondrá
completamente del mazazo que en 1865 le dieron sus actuales socios del Mercosur. Es,
de lejos, el país más pobre de los cuatro. “Muero con mi patria”, se dice que pronunció
López al morir, y tal vez sea una de sus frases más acertadas.”

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