U5 Procesal 1
U5 Procesal 1
U5 Procesal 1
UNIDAD 5
EL DERECHO A LA ACCIÓN Y LA PRETENSIÓN PROCESAL
1.- La Acción Procesal: Concepto. Importancia del estudio de la acción. Acción, pretensión
y demanda. El Derecho de contradicción: La Excepción. Concepto y Naturaleza. Diferencias
entre la acción civil y la acción penal. (Lino Palacios, pág. 125 a 129)
CONCEPTO
a) Tradicional: (predomina hasta mediados del siglo XIX). Existen dos posiciones: la que
considera a la acción como el mismo derecho subjetivo material alegado ante los tribunales de
justicia; y la que la concibe como un elemento o una función del derecho material. Ninguna de
ellas reconoce la autonomía de la acción.
b) Moderna: (surge a partir de mediados del siglo XIX). La acción y el derecho subjetivo
material constituyen dos entidades jurídicas independientes, lo que implica para algunos autores
un punto de partida para la autonomía del derecho procesal como disciplina jurídica. Existen dos
posturas:
Todas estas teorías han sido objeto de críticas. A las comprendidas dentro de la
concepción tradicional se les objeta la identificación que sostienen entre el derecho subjetivo y
derecho material de la acción; a lo que se le suma la existencia de derechos sin acción
(obligaciones naturales) y de acciones sin derecho (acciones declarativas y constitutivas, etc.).
Según GUASP “el poder de provocar la actividad de los tribunales, sin más, sea un
auténtico derecho, sea una res merae facultatis, constituye un puro poder político o administrativo
si se quiere, supuesto de la actividad procesal, pero previo a la misma y fuera por ello del mundo
del proceso.” Agrega que el concepto de acción es relativo respecto al proceso porque no
depende de estructuras procesales, sino que es independiente de ellas.
Para Alvarado Belloso, los conceptos de acción, pretensión y demanda son idealmente
correlativos y se apoyan de forma recíproca para explicar el fenómeno, que no puede ser
entendido de modo integral sino con la conjunción de tales conceptos: la demanda consiste
materialmente en un documento cuya presentación al juez (o al árbitro) exterioriza el ejercicio de
la acción (instar a la autoridad) y que contiene la pretensión.
ACCIÓN, PRETENSIÓN Y DEMANDA: (AGREGAR ESTÁ EN LOS DESGRABADOS)
Todo sujeto de derecho tendrá acceso a un proceso de duración razonable que resuelva sus
pretensiones.
Nota C.C. Civil: El art 41 sigue a Podetti y a la jurisprudencia de la SCJMza. Ambos destacan la
necesidad de que las acciones o defensas tengan in interés jurídico ACTUAL como extremo
imprescindible para que el Tribunal que entiende la causa pueda ejercer su jurisdicción, dado que
su desaparición importa la desaparición del poder de juzgar, por haberse tornado la cuestión en
un caso en abstracto.
El principio de la razonabilidad (el cuál es introducido en el artículo con la reforma del Código) en
la duración de los procesos judiciales se enmarca dentro del derecho a una tutela judicial efectiva.
Las pautas de determinación de un plazo razonable son: a) complejidad del asunto b) la actividad
procesal del interesado c) la conducta de las autoridades judiciales d) el análisis global del
procedimiento.
Nota de Podetti al antiguo artículo 41: Esta norma y la contenida en el artículo 22 (deber de
probidad y lealtad) se apoyan y complementan recíprocamente.
Derecho correlativo a la acción: La oposición del demandado. (Lino Palacios, pág. 163 a
166)
Concepto
La oposición (o defensa) es el acto en cuya virtud el sujeto pasivo de la pretensión
reclama ante el órgano judicial, frente al sujeto activo, que se desestime la actuación
de aquella. Es una declaración de voluntad petitoria para cuya configuración resulta
irrelevante el hecho de que las afirmaciones formuladas por el demandado cuenten
con el efectivo respaldo en las normas jurídicas que invoca en apoyo de su posición
procesal.
Si bien la pretensión y la oposición aparecen así como anverso y reverso de una misma figura,
solo la primera constituye objeto del proceso. Los distintos tipos de oposición que el demandado
puede formular solo tienen incidencia de la delimitación del área litigiosa pero no alteran el objeto
del proceso.
Naturaleza de la oposición
Generalmente la doctrina pone de manifiesto el paralelismo existente entre la acción y una de las
clases de oposición: la excepción. La polémica suscitada en torno a la naturaleza jurídica de la
acción, se extiende al ámbito de la excepción. Sus conclusiones son objetables en los mismos
términos y también resultan inoperantes para resolver los concretos problemas que suscita la
experiencia del proceso.
La oposición, en general, y no solo la excepción, constituye un acto procesal del demando que
reconoce, como presupuesto, el derecho de acción que también corresponde a este último en
calidad de ciudadano y frente al órgano judicial.
Clases de oposición
Las oposiciones pueden clasificarse atendiendo:
1. A su contenido (negación o excepciones)
a. Existe negación cuando la actitud del demandado se reduce a desconocer la
concurrencia de cualquiera de los requisitos de la pretensión, absteniéndose de
invocar, frente a las afirmaciones del actor, nuevas circunstancias de hecho.
b. En la excepción, el demandado coloca, frente a las afirmaciones del actor,
circunstancias impeditivas o extintivas tendientes a desvirtuar el efecto jurídico
perseguido por dichas afirmaciones. En este caso, incumbe al demandado la carga de
la prueba respecto de esos nuevos datos que se incorporan en el proceso.
2. A sus efectos (perentorias o dilatorias)
a. Son perentorias aquellas que, en el supuesto de prosperar, extinguen definitivamente
el derecho del actor, de manera que la pretensión pierde toda posibilidad de volver a
proponerse eficazmente. Puede referirse a cualquiera de los requisitos de la
pretensión: extrínsecos e intrínsecos de admisibilidad y de fundabilidad.
b. Son dilatorias aquellas oposiciones, que en el caso de prosperar, excluyen
temporariamente la posibilidad de un pronunciamiento sobre el derecho del actor, de tal
suerte que solo hacen perder a la pretensión su eficacia actual, pero no impiden que
esta vuelva a proponerse una vez obviados los defectos de que adolecía. Únicamente
se refieren a los requisitos extrínsecos de admisibilidad de la pretensión y están
previstas tanto en los Códigos Procesales como en las leyes de fondo.
ARTÍCULO 1774. Independencia La acción civil y la acción penal resultantes del mismo
hecho pueden ser ejercidas independientemente. En los casos en que el hecho dañoso
configure al mismo tiempo un delito del derecho criminal, la acción civil puede interponerse
ante los jueces penales, conforme a las disposiciones de los códigos procesales o las
leyes especiales.
1. Introducción
2. Interpretación
Cuando un acto ilícito civil configura, a su vez, un delito del derecho criminal, se plantean
cuestiones derivadas de la diversidad de regímenes aplicables a cada uno de esos ámbitos. En el
primer caso, corresponde establecer el resarcimiento derivado del accionar ilícito del agente y, en
el segundo, imponer una sanción del tipo represiva, conforme a las disposiciones del
ordenamiento punitivo. Si bien ambas corresponden a una misma conducta antijurídica, esta
constituye dos ilicitudes diferentes cuando la acción ilícita se integra conceptualmente con las
consecuencias que en cada hipótesis le vienen impuestas. No se trata de un mero debate teórico,
sino que de ella deriva el diverso tratamiento legislativo de cada una de esas ilicitudes, inspirado
sea en el mero interés particular del damnificado que tiene en vista el ilícito civil, o del interés
público que —en principio— compromete la ilicitud penal. (232) La norma en comentario, al igual
que lo que ocurría en vigencia del CC (art. 1096, aunque con mayor claridad terminológica)
consagra la independencia sustancial de las acciones civil y penal derivadas del mismo hecho.
Ello, más allá de que ambas acciones pueden promoverse, conjuntamente, ante el magistrado
actuante en la sede punitiva, o sean interpuestas en forma independiente para el conocimiento de
los jueces actuantes en el fuero civil y penal. Lo que no debe perderse de vista es que la
disposición en análisis, más allá de que confiere a la parte la posibilidad de optar por promover la
acción en una u otra jurisdicción, deja a salvo lo que puedan disponer las normas procesales
locales en cuanto a la autonomía procesal, no sustancial, de ambos litigios.
ARTÍCULO 1775. Suspensión del dictado de la sentencia civil Si la acción penal precede a
la acción civil, o es intentada durante su curso, el dictado de la sentencia definitiva debe
suspenderse en el proceso civil hasta la conclusión del proceso penal, con excepción de
los siguientes casos: a) si median causas de extinción de la acción penal; b) si la dilación
del procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración efectiva del derecho a ser
indemnizado; c) si la acción civil por reparación del daño está fundada en un factor objetivo
de responsabilidad.
1. Introducción
Como lógico corolario de la independencia sustancial de las acciones prevista en el art. 1774
CCyC, y a fin de evitar el dictado de sentencias contradictorias, la norma en estudio establece el
principio de suspensión del dictado de la sentencia civil hasta tanto exista decisión definitiva en la
sede punitiva, salvo las excepciones allí previstas.
2. Interpretación
La regla establecida por el artículo anterior impone solucionar el problema del riesgo del dictado
de sentencias contradictorias en las sedes penal y civil. En efecto, dado que las acciones
derivadas del mismo hecho, que reúnen ambas calidades, tienen independencia sustancial, y
pueden ser promovidas autónomamente en ambas jurisdicciones, existe el peligro de que los
jueces actuantes dicten decisiones disímiles, con el evidente escándalo jurídico que ello
acarrearía. Es por ello que la norma en comentario establece la prejudicialidad penal sobre la civil,
al establecer el principio conforme al cual no se dictará sentencia en la jurisdicción en la cual se
discute el resarcimiento del daño hasta tanto no haya recaído una decisión definitiva en la sede
punitiva. Es claro que, como lo establece claramente el art. 1775 CCyC, lo que debe suspenderse
es el dictado de la decisión definitiva, por lo cual la pendencia del proceso penal no obsta a la
prosecución del civil. Así las cosas, el juez de esta última jurisdicción debe suspender el trámite de
la causa en ocasión del dictado de la sentencia, sin que nada obste a la sustanciación del proceso
y a la producción de las pruebas de las cuales se pretendan valer las partes. Ahora bien, el
artículo en comentario consagra, a su vez, supuestos de excepción a la regla general antes
enunciada, en los cuales, pese a estar pendiente la acción penal, el magistrado civil podrá
expedirse sobre la pretensión resarcitoria sometida a su conocimiento. El primero de ellos es
aquel en que median causas de extinción de la acción penal. Se trata, sin lugar a dudas, del
supuesto más evidente, pues, como lo ha dicho la doctrina, no se trata de una verdadera
excepción, sino de la culminación del proceso penal que, por lo tanto, ya no se encuentra
pendiente. (233) En este punto, la previsión del CCyC es mucho más amplia que la análoga del
ordenamiento civil por derogarse, que únicamente preveía el supuesto de extinción de la acción
penal por fallecimiento del imputado. Por ende, tampoco procede la suspensión en caso de
prescripción de la acción penal, amnistía o pago voluntario del máximo de la multa.
El segundo supuesto previsto por el artículo en análisis es aquel en el cual la dilación del
procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración del derecho a ser indemnizado. Con
ello, se consagra la jurisprudencia de la CSJN conforme a la cual resulta improcedente suspender
el dictado de la sentencia civil por la existencia de una causa penal en trámite cuando la dilación
de esta última ocasiona un agravio a la garantía constitucional del derecho de defensa. (235)
Quedan comprendidos en este inciso los supuestos en que el proceso penal se paraliza sine die
por la ausencia del imputado, o cuando se suspende el juicio a prueba, en los términos de los arts.
76 bis, ter y quater CP.
Finalmente, el art. 1775 CCyC excluye del principio general antes aludido a los supuestos en que,
en la sede resarcitoria, sea aplicable un factor de atribución objetivo en el caso. La idea que
trasunta en esta excepción es que, por regla, la decisión que se adopta en la sede punitiva se
funda en la falta de prueba de la culpa del imputado, presupuesto que, en los supuestos de
responsabilidad objetiva, es irrelevante. Es por ello que, suspender el dictado de la sentencia civil
en estos litigios tiene como consecuencia que se retrasa innecesariamente la acción resarcitoria,
cuando el riesgo de que se dicten sentencias contradictorias es mucho menor que en otros casos.
Igualmente, no debe perderse de vista que, para el supuesto excepcional en que efectivamente la
solución adoptada en la sentencia penal posterior sea contradictoria con lo dicho en la decisión
resarcitoria, el art. 1780 CCyC prevé una acción de revisión de esta última sentencia.
ARTÍCULO 1776. Condena penal La sentencia penal condenatoria produce efectos de cosa
juzgada en el proceso civil respecto de la existencia del hecho principal que constituye el
delito y de la culpa del condenado.
1. Introducción
El artículo en comentario establece los efectos de la cosa juzgada penal en sede civil, cuando en
esta última sede se haya condenado al sindicado como responsable.
2. Interpretación
Respecto del primer aspecto, la noción comprende en sí la calificación que sobre ese “hecho
principal” haga el sentenciante penal (por ejemplo, delito de homicidio, de lesiones culposas, de
calumnias, etc.), así como las circunstancias inherentes al mismo (de tiempo, lugar, etc.). Pero ello
deja al margen aspectos tales como la concurrencia culposa de la víctima y un tercero, la
magnitud del daño sufrido y la relación de causalidad entre el hecho y el daño. (236) En otras
palabras, el juez civil no podría decir que el hecho no existió o que el condenado no fue su autor, o
que no hubo homicidio sino omisión de auxilio. (237) En lo que hace a la culpa del condenado, la
norma es clara en cuanto a que, declarada tal, es incontrovertible en la sede civil que el accionar
del sindicado como responsable fue negligente. Sin embargo, este principio no es absoluto. En
efecto, la declaración penal no obliga al sentenciante civil acerca de la eventual graduación de la
culpa, la cual puede no ser compartida. (238) Asimismo, como el sentenciante penal no juzga el
comportamiento de la víctima sino el del victimario, nada impedirá —en principio— que el juez civil
aprecie la conducta de la víctima, en función de la incidencia que ella adquiera. (239) Lo mismo
podría decirse respecto de la eventual valoración por el juez civil respecto de la concurrencia del
accionar de un tercero en el resultado dañoso, pero esta última afirmación carece de efectos
prácticos, atento a que —como ya lo hemos dicho— el hecho del tercero solo actúa como
eximente cuando rompe totalmente el nexo causal (arts. 1731 y 1751 CCyC). En cuanto a la
extensión y magnitud del daño, su valoración por el juez civil estará limitada cuando lo decidido al
respecto en la sede punitiva sea trascendente a los fines de tipificar el delito (por ejemplo, calificar
las lesiones como graves o leves). Por el contrario, si dicha valoración es intrascendente, la
sentencia punitiva no hará cosa juzgada sobre el punto.
1. Introducción
Mientras que el art. 1776 CCyC se refiere a los efectos de la cosa juzgada penal en la jurisdicción
civil cuando recae una condena contra el acusado, la norma en estudio analiza dichos efectos
cuando la decisión es absolutoria.
2. Interpretación
El art. 1777 CCyC se refiere a los efectos de la sentencia penal en la civil cuando la primera
decide absolver al imputado. En primer lugar, la norma en análisis vuelve sobre la idea del “hecho
principal” debatido en la causa penal. Es decir que el juez civil debe atenerse a los datos fácticos
que tuvo por verificados el magistrado actuante en la sede punitiva. En consecuencia, si el
acusado es absuelto en la jurisdicción criminal por no haberse acreditado la existencia del hecho
que se le imputa, no puede ser objeto de un nuevo juicio civil, fundándose en que cometió el
hecho, pues sería volver sobre la cosa juzgada, y exponerse al escándalo jurídico de la existencia
de decisiones contradictorias. Asimismo, tampoco puede el juez civil reingresar en el análisis de la
cuestión vinculada con la autoría del imputado, es decir, cuando la sentencia penal que absuelve
al imputado lo hace declarando que él no fue el autor material del hecho investigado. Se trata de
la propia inexistencia del hecho en su “faz subjetiva”, esto es, el suceso ocurrió, pero no fue
realizado por el sindicado como responsable. Sin embargo, y como expresamente lo dispone la
norma, la decisión penal no hace cosa juzgada, en primer lugar, cuando el magistrado actuante en
dicha sede considere que el acto no encuadra en un tipo penal. Ello es así pues, mientras que el
sistema penal parte de ilicitud típica, la antijuridicidad civil, por expresa previsión del art. 1717
CCyC, es atípica, y basta la infracción al deber genérico de no dañar. Tampoco tendrá relevancia
la decisión penal cuando la absolución se funde en la falta de responsabilidad del agente. Con ello
se despeja todo tipo de duda en cuanto a la intrascendencia de esa decisión en la acción
resarcitoria cuando se absuelva al imputado por el beneficio de la duda, o cuando se sustente en
la falta de culpa del autor. Sobre este último aspecto, la doctrina es unánime en cuanto a que la
apreciación de la negligencia del agente es más estricta en sede civil que en la jurisdicción
represiva, por lo que la absolución por esta causal no impide al magistrado que actúa en la litigio
de daños volver a valorar la reprochabilidad de la conducta del sindicado como responsable.
1. Introducción
Conforme a lo establecido en el artículo en análisis, las excusas absolutorias previstas en el
ámbito penal carecen de efectos en sede civil.
2. Interpretación
Las excusas absolutorias penales comprenden los supuestos en los cuales, por razones de
utilidad o conveniencia, la ley declara al autor impune de un hecho típico y antijurídico, pese a que
no concurra en su favor ninguna causa que excluya la culpabilidad. Encuadran en esta figura,
entonces, el conjunto de circunstancias que aconsejan dejar sin punición determinados hechos
delictivos, no obstante estar presentes en ellos las notas distintivas de antijuridicidad tipificada y
culpabilidad. El supuesto que más trascendencia ha tenido en el derecho civil es aquel en el cual
el acusado de injuria o calumnia queda exento de pena por su retractación pública, antes de
contestar la querella o en el acto de hacerlo (art. 117 CP). Como la retractación configura un
supuesto de excusa absolutoria que cancela la punibilidad, la admisión de la excusa evita la pena
al autor, pero deja subsistentes las consecuencias civiles de su delito. Lo mismo sucede en los
supuestos previstos en el art. 185 del cuerpo legal punitivo, que establece la exención de
responsabilidad penal de los cónyuges, ascendientes, descendientes y afines en línea recta (inc.
a), del consorte viudo, respecto de las cosas de la pertenencia de su difunto cónyuge (inc. b), y de
los hermanos y cuñados si viven juntos (inc. c), respecto de los delitos de hurto, defraudación y
daños. Pero aquí también la excepción regulada por la norma —conforme a lo dispuesto por el
artículo citado en último término— no alcanza a la eventual responsabilidad civil de los
responsables. Es por ello que la norma en comentario establece expresamente que las excusas
absolutorias carecen de efecto alguno en sede civil, pues, en primer lugar, en todos estos casos
los presupuestos del deber de resarcir permanecen intactos y, en segundo término, las razones
que dan lugar a la exención penal no obstan a la prosecución del litigio tendiente a obtener el
resarcimiento del daño ocasionado.
ARTÍCULO 1779. Impedimento de reparación del daño Impiden la reparación del daño: a) la
prueba de la verdad del hecho reputado calumnioso; b) en los delitos contra la vida, haber
sido coautor o cómplice, o no haber impedido el hecho pudiendo hacerlo.
1. Introducción
La norma en análisis se refiere a dos supuestos en los cuales no procede la indemnización del
daño ocasionado. En primer lugar, en los casos en que se encuentre demostrada la veracidad del
hecho reputado calumnioso. En segundo término, cuando quien pretende el resarcimiento fue
coautor o cómplice del delito contra la vida, o no evitó la producción del daño.
2. Interpretación
El art. 1779 CCyC establece dos supuestos en los cuales no resulta procedente la indemnización
del daño ocasionado a la víctima.
Para que proceda el resarcimiento de los daños ocasionados por una acusación calumniosa,
conforme a lo dispuesto por el art. 1771 CCyC, es preciso que existan elementos que demuestren
que las imputaciones que se efectuaron contra el demandante no encontraban sustento alguno en
los hechos, y son, por el contrario, fruto de un obrar doloso o gravemente negligente de parte del
denunciante. Si, por el contrario, existiera un razonable basamento objetivo para esas
imputaciones, o si ellas hubiesen sido efectuadas con la suficiente verosimilitud de quien creyó
actuar real y fundadamente con la convicción de que contaba con elementos suficientes para
avalar su postura, nos hallaríamos ante un supuesto de ejercicio regular de un derecho, lo que
inhibiría a la acción de responsabilidad.
Partiendo de esas premisas, es evidente que si no solo se acredita el accionar diligente del
denunciante, sino que además, se demuestra que el hecho imputado era verídico, poca duda
puede existir en cuanto a la improcedencia de todo tipo de indemnización.
ARTÍCULO 1780. Sentencia penal posterior La sentencia penal posterior a la sentencia civil
no produce ningún efecto sobre ella, excepto en el caso de revisión. La revisión procede
exclusivamente, y a petición de parte interesada, en los siguientes supuestos: a) si la
sentencia civil asigna alcances de cosa juzgada a cuestiones resueltas por la sentencia
penal y ésta es revisada respecto de esas cuestiones, excepto que derive de un cambio en
la legislación; b) en el caso previsto en el artículo 1775 inciso c) si quien fue juzgado
responsable en la acción civil es absuelto en el juicio criminal por inexistencia del hecho
que funda la condena civil, o por no ser su autor; c) otros casos previstos por la ley.
1. Introducción
El artículo en comentario establece el principio conforme al cual, pese a la preeminencia de la
cosa juzgada penal sobre la civil, una vez firme la decisión en esta última jurisdicción, la decisión
punitiva posterior en sentido contrario no tendrá efectos sobre ella. Sin embargo, la misma
disposición consagra, para algunos supuestos especiales, una acción de revisión de la decisión
adoptada en sede civil.
2. Interpretación
El supuesto previsto por la norma es aquel en el cual, no habiéndose iniciado la acción penal (por
ejemplo, por ausencia del imputado o por falta de instancia del ofendido cuando esta última
depende de instancia privada), o encontrándose pendiente la decisión de aquella (por ejemplo, por
presentarse alguno de los supuestos de excepción enumerados en el art. 1775 CCyC), se
sustancia el proceso civil y se dicta en él sentencia que adquiere el carácter de cosa juzgada, y
luego de ello se dicta la sentencia penal, cuya conclusión es contraria a la adoptada en la acción
resarcitoria. Al respecto, el artículo en análisis mantiene el principio de inmutabilidad de la
sentencia civil anterior, admitiendo así una excepción al régimen de orden público que vincula el
resultado de ambos procesos cuando se refieren a un mismo hecho, privilegiando la seguridad
jurídica y la intangibilidad de la res iudicata cuando ella ha sido expedida regularmente.
Sin embargo, aun en vigencia del ordenamiento civil anterior —que consagraba la misma regla en
el art. 1106 CC— se consideraban dos excepciones a tal principio. En primer lugar, aquel en el
cual la sentencia civil es nula (por ejemplo, si se empleó dolo o violencia contra el juez
interviniente), en cuyo caso cae la autoridad de la cosa juzgada. En segundo término, el previsto
en el art. 243 de la ley 19.551, en cuanto a la conducta del fallido. Más allá de ello, lo novedoso de
la norma en comentario es que consagra, como excepción del principio antes enunciado, la
existencia de una acción de revisión de la sentencia civil anterior, en los supuestos expresamente
previstos en el artículo. El primer caso en que esta novel acción es procedente es aquel en el cual,
pese a que existe una sentencia penal anterior, esta es revisada respecto de los extremos que
también fueron valorados en la decisión civil. Es claro que, para que sea procedente la acción de
revisión en estos casos, es preciso que la modificación del decisorio penal se vincule con la
existencia del hecho generador de responsabilidad o la autoría del agente. Esto es, no procederá
la acción cuando la nueva decisión penal se expida sobre extremos irrelevantes para la acción
resarcitoria. Por ejemplo, si se absuelve al dueño y conductor del automotor por su falta de culpa
en el evento dañoso, cuando en el litigio por daños fue condenado en su calidad de propietario de
la cosa riesgosa. Igualmente la disposición prevé expresamente que tampoco podrá modificarse la
sentencia civil si el dictado de una nueva decisión en la sede punitiva se vincula con una
modificación de la legislación penal. Esto sucede, por ejemplo, cuando se absuelve al condenado
por la desaparición del tipo tenido en cuenta en la primera sentencia. En su segundo inciso el art.
1780 CCyC se refiere a la revisión de la decisión adoptada en la acción resarcitoria cuando su
dictado no se haya suspendido pese a la existencia de una acción penal en trámite, por resultar de
aplicación al caso un factor objetivo de atribución (art. 1775, inc. c, CCyC). Sin embargo, para que
proceda la revisión de la sentencia civil en este último supuesto es preciso que la decisión penal
sea contraria en cuanto a los presupuestos tenidos en cuenta por el art. 1777 CCyC, es decir, que
considere que el sindicado como responsable no participó en el hecho ilícito, o que dicho suceso
nunca ocurrió. Finalmente, en su tercer inciso el artículo en comentario deja abierta la posibilidad
de que la legislación especial regule otros supuestos de procedencia de la acción de revisión allí
consagrada
CONCEPTO
• “Es el acto en cuya virtud se reclama ante una órgano judicial (o arbitral), y frente a
una persona distinta, la resolución de un conflicto suscitado entre dicha persona y
el autor de la reclamación”. (L. Palacio)
Al circunscribir el análisis científico al binomio acción y demanda, y entendiendo que esta última
es el modo de ejercitar la primera en cada caso particular, un considerable sector de la doctrina se
ha visto forzado a atribuir a la demanda las características y funciones que corresponde a la
pretensión procesal.
En cambio, si se concibe a esta última como objeto del proceso, adquiere un significado especifico
que la distingue de la acción y la demanda. La acción no puede confundirse con la pretensión,
pues aquella es el derecho en cuya virtud la pretensión puede ser llevada a la consideración de un
órgano judicial. Tampoco puede ser identificada con la demanda, ya que esta es un mero acto de
iniciación procesal.
Una de las razones por la cual no se ha podido percibir la diferencia es que la pretensión procesal
se encuentra, en la mayoría de los casos, contenida en la demanda. Aunque no es forzoso, ya
que en algunos regímenes de paz provinciales, la pretensión se formula en una instancia posterior
a la demanda que es la que abre el proceso. Asimismo, la demanda puede tener más de una
pretensión (acumulación objetiva o subjetiva de pretensiones). Y en los casos en que sí está
contenida la pretensión de la demanda, ante el supuesto de un nuevo hecho, éste es
complementario de la pretensión y no de la demanda.
1) No constituye un derecho, como la acción, sino un acto que puede caracterizarse como una
declaración de voluntad petitoria.
Se diferencia fundamentalmente de la pretensión sustancial, en que mientras la primera
constituye un acto que tiene por destinatario a un órgano decisor, la segunda es la facultad de
exigir el cumplimiento de una prestación y solo puede actuarse contra el sujeto pasivo
correspondiente de la relación jurídica material.
2) Debe necesariamente deducirse frente a una persona distinta del autor de la
reclamación.
3) La configuración jurídica de la pretensión procesal solo requiere que esta contenga una
afirmación de derecho o de consecuencia jurídica derivada de determinada situación de
hecho, con prescindencia de que coincida o no con el ordenamiento normativo vigente. La
pretensión puede ser fundada o infundada.
La pretensión se halla integrada por un elemento subjetivo (sujetos) y por dos elementos objetivos
(objeto y causa), e involucra, necesariamente, por otro lado, una determinada actividad ( lugar,
tiempo y forma).
a. Elemento subjetivo: Toda pretensión consta de tres sujetos, la persona que la formula
(sujeto activo), la persona frente a quien se formula (sujeto pasivo) y la persona ante quien
se formula (órgano que reviste el carácter de destinatario de la pretensión y tiene el deber
de satisfacerla, ya sea acogiéndola o rechazándola).
b. Elemento objetivo:
El objeto de la pretensión (petitum) es el efecto jurídico que mediante ella se
persigue y puede ser considerado desde dos aspectos: el inmediato (clase de
pronunciamiento que se reclama: condenación, declaración, ejecución) y el mediato
(el bien sobre el cual debe recaer el pronunciamiento pedido: suma de dinero,
restitución de inmueble, el hecho que el demandado deba realizar).
En una pretensión reivindicatoria el objeto inmediato es la sentencia de condena y
el objeto mediato la cosa.
La causa, fundamento o título de la pretensión consiste en una invocación de una
concreta situación de hecho a la cual el actor asigna una determinada
consecuencia jurídica. (No debe confundirse con meros con simples argumentos
expuestos con el autor ni con las normas jurídicas invocadas).
c. La actividad de la pretensión procesal entraña las correspondientes dimensiones de lugar,
tiempo y forma que coincidirán, necesariamente con las del proceso en que aquella se
haga valer. Por consiguiente la pretensión tendrá como lugar: las sede que corresponda al
juez competente para conocer del proceso; como tiempo: el del acto que ese mismo
proceso destina al planteamiento del objeto litigioso; y como forma la que la ley asigne al
proceso de que se trate (oral, escrito, etc.).
Es el procedimiento mediante el cual dos o más pretensiones son confrontadas entre sí con el
objeto de establecer si se trata de una misma pretensión o de distintas pretensiones. Su
importancia práctica se advierte en diversos aspectos del proceso, particularmente, por ejemplo,
cuando se trata de decidir acerca de la correspondencia de las excepciones de litispendencia o
cosa juzgada.
La primera identidad que debe verificarse es la que pudiere existir entre sujetos (activos y
pasivos). Para ello es menester atenerse a la calidad jurídica en que dichos sujetos han
intervenido en cada caso, no siendo suficiente que se trate físicamente de las mismas personas.
No existe identidad, por ejemplo, si una misma persona actúa en un proceso a nombre propio y
como representante legal de su hijo menor.
Como regla, la identificación subjetiva de las pretensiones debe establecerse respecto a las
personas que revisten el carácter de partes en los respectivos procesos. Solo excepcionalmente
los efectos de la sentencia recaída en un proceso pueden alcanzar a quien, sin haber actuado en
el cómo parte, revistió ese carácter en la situación jurídica sustancial sobre la que verso la
correlativa pretensión. Tal sería el caso de la entidad demanda por daños y perjuicios derivados
de un accidente de tránsito, que puede oponer la defensa de cosa juzgada si existe sentencia
firme contra el autor en el juicio seguido por la compañía aseguradora de dicha entidad.
Es preciso atender a los dos aspectos de aquel, es decir, al objeto inmediato y mediato. No
basta que dos o más pretensiones versen sobre un mismo bien, por cuento este es susceptible
de ser tutelado mediante pronunciamientos judiciales de distinta índole. Por ejemplo, el rechazo
de una pretensión ejecutiva referente a una determinada suma de dinero no impediría el
planteamiento de una posterior pretensión de conocimiento, cuyo objeto mediato fuese la misma
suma, si pretende la resolución de cuestiones que no pudieron legalmente debatirse en el proceso
ejecutivo (como un vicio del consentimiento).
c. Respecto de la causa
Debe entenderse que el simple cambio de argumentación jurídica en que se fundó una
pretensión, excluye la procedencia de una pretensión posterior que se sustente en las mismas
circunstancias de hecho.
Para que la pretensión procesal satisfaga su finalidad debe reunir dos clases de requisitos:
- Fundabilidad: es fundada cuando en razón de su contenido resulta apropiada para obtener una
decisión favorable a quien la ha planteado.
b) En cuanto al objeto:
e) En cuanto a los requisitos vinculados con la actividad: deben ser analizados en las tres
dimensiones:
- Lugar: debe coincidir con la sede correspondiente al juez o tribunal competente para conocer de
ella
- Tiempo: tiene limitaciones genéricas ( están contenidas en las normas procesales que
determinan cuales son los días y horas hábiles para cumplir actos procesales validos) y
especificas ( se hallan establecidas en aquellas normas que excluyen la admisibilidad de ciertas
pretensiones cuando estas son planteadas antes o después de transcurrido determinado plazo .
- Forma: el modo en que la pretensión debe expresarse (escrito, oral), el idioma a utilizar, la
redacción del escrito correspondiente, la firma del letrado, etc. No constituye requisito extrínseco
de admisibilidad, la carga de acompañar con la demanda la prueba documental que estuviera en
manos del actor, ya que hace a fundabilidad de la pretensión.
B) Fiscales: pago de impuestos con que las leyes tributarias gravan las actuaciones (tasa
de justicia).
Además de las aptitudes genéricas (capacidad para ser parte y de la capacidad procesal),
es preciso que quienes de hecho intervienen en el proceso como partes sean quienes deban
figurar en ese proceso concreto asumiendo tal calidad. Son estas las “justas partes” o “partes
legítimas”, y la aptitud jurídica que las caracteriza se denomina legitimación para obrar o
legitimación procesal, que es aquel requisito en cuya virtud debe mediar una coincidencia entre
las personas que efectivamente actúan en el proceso y las personas a las cuales la ley habilita
especialmente para pretender (legitimación activa) y para contradecir (legitimación pasiva)
respecto de la materia sobre la cual versa el proceso.
Cabe destacar, que la legitimación es un requisito tanto del actor como del demandado, y
que los conceptos de capacidad procesal y legitimación se ponen de manifiesto en distintos
ámbitos (puede haber capacidad procesal sin legitimación, y viceversa). La pauta para determinar
la legitimación procesal está dada, en principio, por la titularidad, activa y pasiva, de la relación
jurídica sustancial controvertida en el proceso. En estos casos la prueba de la titularidad está
absorbida por la prueba de la relación jurídica sustancial.
Asimismo, existen también casos en los cuales la legitimación activa o pasiva está atribuida a una
pluralidad de sujetos.
a) Transmisión:
Cuando la persona del sujeto activo es reemplazada por otra que actúa procesalmente en
su lugar.
Cuando es motivada por una sucesión universal, el sucesor del sujeto activo, puede
intervenir en el proceso con los mismos derechos, cargas y deberes procesales que el
causante. (ver art 23 CPCCyTM). En cambio, si se trata de una sucesión a titulo singular,
la transmisión se halla supeditada a la conformidad que preste la otra parte pata que ese
sucesor intervenga en reemplazo del transmitente del derecho litigioso. (ver art 24
CPCCyTM).
No son transmisibles las pretensiones que se funden en derechos personalísimos.
b) Transformación:
Esta se opera cuando, mediante un acto unitario, tiene lugar la alteración de alguno de los
elementos objetivos de la pretensión (objeto o causa).
No hay transformación cuando la alteración solo afecta a los sujetos activos o pasivos de
la pretensión, porque en este caso no existe un acto unitario sino dos actos procesales
independientes (desistimiento de la anterior pretensión y formulación de otra distinta).
En primer lugar se opera la transformación de la pretensión siempre que se modifique la
base fáctica que la sustenta por ejemplo si se ha atribuido al demandado la calidad de
inquilino y después se pretendiera atribuirle la de subinquilino.
También se configura cuando se modifica el objeto mediato o inmediato de la pretensión,
por ejemplo, si primero se solicita la declaración de rescisión de un acto jurídico y
posteriormente su nulidad. No implica transformación, sino desistimiento parcial de la
primera pretensión, el pedido de pronunciamiento de identidad inferior o la reducción
cuantitativa del objeto mediato siempre que no se produzca la alteración de la causa.
La transformación de la pretensión solo es admisible antes que la demanda sea notificada.
Después de producido dicho acto, la transformación de la pretensión es admisible cuando
el demandado acepta, expresa o implícitamente, debatir los nuevos planteamientos
introducidos por el actor.
Si se intenta efectuar una clasificación de las posibles pretensiones –en orden a lo que
materialmente se pide al juez que declare en su sentencia- los criterios clasificatorios pueden ser
muchísimos e inciertos: así es como se habla de pretensiones personalísimas y patrimoniales,
reales y personales, civiles, y penales.
Pero para Alvarado Belloso, el criterio clasificador tiene exclusivamente en cuenta la esencia de la
tarea que debe cumplir el juez al sentenciar, las pretensiones (al igual que los procesos y las
sentencias, todo en recíproca correspondencia) pueden ser: declarativas de derechos, ejecutivas
de prestaciones y cautelares de hechos y de derechos.
En general, son aquellas mediante las cuales se intenta obtener la declaración o la determinación
del derecho a aplicar en un litigio a base de los hechos que lo configuran. Ellas admiten una triple
clasificación:
Son aquellas mediante las cuales se intenta lograr la ejecución coactiva de un derecho que ya
está reconocido o declarado en una sentencia (título ejecutorio) o en un instrumento al cual la ley
otorga carácter similar (título ejecutivo). Por ejemplo, la pretensión de percibir del deudor la suma
de dinero a cuyo pago fue demandado judicialmente y que no abonó luego de ser dictada la
correspondiente sentencia de condena; la de percibir el importe de una deuda cuya existencia
fuere conocida en un instrumento público, etc.
Son aquellas mediante las cuales se intenta lograr no la declaración de un derecho ni la ejecución
de una prestación sino el aseguramiento anticipado de:
a. la prueba de un hecho (por ejemplo, la comprobación judicial del estado de alguna cosa
en cierto lugar y tiempo);
b. la vigencia de un derecho (por ejemplo, la garantía para el acreedor de que su deudor no
perderá sus bienes como consecuencia de caer en estado de insolvencia que
imposibilitará cobrar la acreencia luego de ser declarado el derecho a hacerlo, etc.).
4. Pretensiones coexistentes
Sin perjuicio de las clasificaciones precedentes, y al lado de ellas, cuando coexisten dos
pretensiones en una misma demanda (casos de acumulación procesal) ellas pueden ser:
a. Eventuales: la segunda pretensión se presenta para que el juez la considere y falle sólo en
caso de ser desestimada la primera; v.gr., las pretensiones de cumplimiento y resolución
de contrato y viceversa;
b. Sucesivas: la segunda pretensión se presenta condicionada a que sea estimada la
primera; v. gr. Las pretensiones de percepción de capital e intereses, a este tipo de
procesal se le da el nombre de eventualidad impropia.
c. Alternativas: la segunda pretensión se presenta también en forma principal a fin de que
sea estimada ella o la primera, indistintamente. Por ejemplo: las pretensiones de reducción
de precio y redhibitorias (CC 2174).
EXTINCIÓN DE LA PRETENSIÓN
Las sentencias comprendidas en el primer grupo están revestidas de cierta cualidad en cuya virtud
resulta inadmisible la proposición eficaz de la misma pretensión en otro proceso (cosa jugada). En
cambio, las del segundo grupo no impiden que la misma pretensión, obviadas las deficiencias de
que adolecía, sea nuevamente propuesta.
Los modos anormales de extinción de la pretensión se agrupan en dos categorías según que
posibiliten, o no, la reproducción de aquella en un proceso posterior. A la primera pertenecen el
desistimiento de la pretensión y la caducidad de la instancia; a la segunda, el desistimiento del
derecho, la transacción y la conciliación
“La acción de mera certeza es entendida como aquella en la que se persigue que el juez
declare o se pronuncie acerca de la existencia o inexistencia de un determinado derecho,
relación jurídica o situación jurídica sin que se imponga al demandado condena alguna ni
modificación de una situación jurídica determinada, logrando con ello que se ponga fin a
un estado de incertidumbre jurídica”.
(1) El objeto de declaración solo puede ser un derecho, relación o situación jurídica
concreta y actual susceptible de constituir objeto de un proceso autónomo.
Incertidumbre = Actual
Análisis de valoración:
a) Debe ser objetiva y actual, lo que significa en esencia que no puede recaer sobre
simples hechos, debe ser real en el momento de interposición de la demanda y no referirse
a un momento futuro.
c) Debe ser una incertidumbre y amenaza de perjuicio del actor evitable solo mediante el
pronunciamiento judicial de certeza.
Interés: Consiste en una situación de hecho tal que el actor, sin la declaración judicial de
certeza sufriría un daño, de modo que la declaración judicial se presenta como el medio
necesario para evitar este daño.
(4) La inexistencia de otros medios o acciones procesales más adecuados para la tutela
del derecho o interés y el carácter subsidiario de la acción de certeza.
“El Poder Judicial interviene, aún sin la existencia de lesión actual, para declarar la norma
concreta aplicable en el caso planteado, siempre que el peticionante ostente un interés legítimo.
Art.1711 C.C.C.Nación: “La acción preventiva procede cuando una acción u omisión antijurídica
hace previsible la producción de una daño, su continuación o agravamiento. No exige la
concurrencia de ningún factor de atribución”.
3) Persigue una sentencia que además de ser declarativa sobre una cuestión de hecho contenga
un mandato (condena) una obligación de hacer, dar o no hacer, unida a la situación de hecho que
previene.
• Características:
2) La acción preventiva es portadora de una tutela diferenciada. Pero puede acumularse a otra
resarcitoria.
El proceso acumulativo es aquel que sirve para la satisfacción de dos o más pretensiones.
Existe acumulación originaria cuando las pretensiones son propuestas conjuntamente desde el
comienzo.
El actor podrá ejercer acumuladas todas las acciones que tuviere en contra de un mismo
demandado, siempre que sean de competencia del mismo Tribunal, puedan sustanciarse por el
mismo procedimiento y no sean contrarias, salvo en este último caso, que se interpongan en
forma subsidiaria y eventual.
El tercerista podrá proceder en la misma forma, cuando las acciones tengan como sujeto pasivo a
todos los otros litigantes.
Ej.: Se demanda la resolución del contrato más los daños y perjuicios.
b. La acumulación subjetiva de pretensiones, tiene lugar toda vez que entre más de un actor o
demandado - acumulación activa y pasiva, respectivamente- (ej. Las pretensiones del
damnificado por un accidente contra en conductor del vehículo, contra el propietario y contra el
asegurador), o entre más de un actor y más de un demandado -acumulación mixta- (ej.
Desalojo contra varios inquilinos de una misma finca cuando aquél se funda en una causa
común de los demandados) se sustancian, en un mismo proceso, pretensiones conexas por
causa o por el objeto, o ambos elementos simultáneamente (misma relación jurídica, misma
situación de hecho, o coincidencia respecto del mismo tipo de pronunciamiento que se pide –
objeto inmediato- y la cosa, hecho o relación jurídica sobre el que debe versar dicho
pronunciamiento –objeto mediato-)
La acumulación subjetiva comporta una excepción a las reglas de la competencia ordinaria por
razón de materia civil y comercial, pues la necesidad de evitar el pronunciamiento de
sentencia contradictorias debe prevalecer sobre las simples razones de la división del trabajo
judicial.
La acumulación subjetiva, que puede ser inicial o producirse en el curso del litigio, voluntario o
necesario, activa, pasiva o mixta, se produce cuando existe más de un actor o de un demandado,
con intereses comunes o conexos.
C.C. CIVIT: La acumulación subjetiva puede ser originaria o inicial, o sucesiva, caso en el cual
estamos en presencia de una tercería. En este caso, el tercero no suma a una de las partes pero
la relación procesal es distinta entre actor y demandado.
Pueden acumularse las acciones de varios en contra de varios o en ambas formas, cuando exista
comunidad o conexidad de causas o de objetos, en los supuestos previstos en el Art. 42 y siempre
que se obtenga mediante la acumulación, economía procesal. Si así no fuere, el Juez desechará
la acumulación, sin más trámite, disponiendo que las acciones se ejerciten separadamente. Esta
forma de acumulación subjetiva sólo puede ser inicial, sin perjuicio de la acumulación de
procesos. Puede escindirse por desistimiento, allanamiento o transacción de alguno o algunos de
los litisconsortes.
Ej. una persona va manejando y atropella a 3 personas. Éstas pueden acumular sus procesos o
pueden iniciar cada una un proceso por separado.
Cuando en las circunstancias del artículo anterior no fuese posible un pronunciamiento útil sin la
comparecencia de todos los interesados, éstos deberán demandar o ser demandados
conjuntamente.
Por ejemplo para citar en garantía a una compañía de seguro hay que demandar necesariamente
al responsable principal del accidente, que es el asegurado de la compañía.
C.C.CIVIT: El fundamento está dado por el hecho de evitar un pronunciamiento de imposible
cumplimiento, puesto que de no ser parte en el proceso todos los sujetos involucrados o
relacionados en el objeto del mismo, la sentencia sería inútil.
2. Acumulación sucesiva:
- Por inserción de pretensiones
Este tipo de acumulación tiene lugar cuando una pretensión se incorpora, ex novo, dentro de un
proceso ya pendiente para la satisfacción de otra.
La inserción de la nueva pretensión puede provenir del primitivo actor, primitivo demandado, o de
un tercero, según se trate de:
a) Ampliación de la demanda: se configura cuando el actor, en lugar de acumular todas las
pretensiones que tiene frente al demandado en la demanda inicial, lo hace en un momento
procesal posterior, cuyo límite está dado por la notificación de la demanda. (CPCN art 187)
Corresponde acumular dos o más procesos, cuando hubiera sido procedente la acumulación
objetiva o subjetiva de acciones, conforme a los Arts. 42 a 45 y, en general, siempre que la
sentencia a dictarse en uno de ellos haya de producir cosa juzgada en otro u otros.
Es necesario, además, que aún no haya sido dictada sentencia de primera instancia en los
procesos que se intente acumular, que puedan sustanciarse por los mismos trámites y que sea
competente por materia el Tribunal que deba entender en los procesos acumulados.
Podrán acumularse procesos sujetos a diversos trámites, siempre que pertenezcan a un mismo
tipo y lo acepten expresamente los interesados.
II.- Podrá decretarse de oficio para integrar la litis en el caso del Art. 45. El Tribunal solicitará los
demás expedientes, oirá a los litigantes y al Ministerio Público Fiscal y resolverá mediante auto.
III.- Solicitada la acumulación, se pedirán los demás expedientes, se dará vista a los otros
litigantes y al Ministerio Público Fiscal y se dictará el auto resolutorio que corresponda.
IV.- Cuando se disponga la acumulación se hará saber a los Tribunales donde tramitaban los
demás procesos. Cualquiera de ellos, si no lo considera procedente, podrá plantear la cuestión,
siguiéndose el trámite señalado para la inhibitoria por el Art. 11, Sección III.
V.- Desde que se inicie o comunique el incidente, se suspenderá el trámite de todos los procesos,
salvo las medidas urgentes.
VI.- El auto que hace lugar a la acumulación y el que la deniega son apelables;
CPCCN
Art 188: - Procederá la acumulación de procesos cuando hubiere sido admisible la acumulación
subjetiva de acciones de conformidad con lo prescripto en el artículo 88 y, en general, siempre
que la sentencia que haya de dictarse en uno de ellos pudiere producir efectos de cosa juzgada
en otro u otros. Se requerirá, además:
1) Que los procesos se encuentren en la misma instancia.
2) Que el juez a quien corresponda entender en los procesos acumulados sea competente por
razón de la materia. A los efectos de este inciso no se considerarán distintas las materias civil y
comercial.
3) Que puedan sustanciarse los mismos trámites. Sin embargo, podrán acumularse DOS (2) o
más procesos de conocimiento, o DOS (2) o más procesos de ejecución sujetos a distintos
trámites, cuando su acumulación resultare indispensable en razón de concurrir la circunstancia
prevista en la última parte del primer párrafo. En tal caso, el juez determinará el procedimiento que
corresponde imprimir al juicio acumulado.
4) Que el estado de las causas permita su sustanciación conjunta, sin producir demora perjudicial
e injustificada en el trámite del o de los que estuvieren más avanzados.
RESOLUCION DEL INCIDENTE Art. 191. - El incidente podrá plantearse ante el juez que debe
conocer en definitiva o ante el que debe remitir el expediente. En el primer caso, el juez conferirá
traslado a los otros litigantes, y si considerare fundada la petición solicitará el otro u otros
expedientes, expresando los fundamentos de su pedido. Recibidos, dictará sin más trámite
resolución, contra la cual no habrá recurso y la hará conocer a los juzgados donde tramitaban los
procesos. En el segundo caso, dará traslado a los otros litigantes, y si considerare procedente la
acumulación remitirá el expediente al otro juez, o bien le pedirá la remisión del que tuviere en
trámite, si entendiese que la acumulación debe efectuarse sobre el que se sustancia ante su
juzgado, expresando los motivos en que se funda. En ambos supuestos la resolución será
inapelable. Si se declarase improcedente el pedido, la resolución será apelable.
Constituye un acto respecto del cual el derecho de acción, concebido como poder jurídico de
promover el ejercicio de la función judicial, es un supuesto previo. También resulta adecuada
caracterizarla como una declaración de voluntad petitoria, la cual, a diferencia de lo que ocurre
con la pretensión, no persigue una decisión entre dos partes, y por lo tanto, frente a una de ellas,
sino solamente en relación con el sujeto que reclama el ejercicio de la actividad judicial en el caso
concreto.
Elementos
La petición de que se trata consta de elementos análogos a los de la pretensión procesal, con la
lógica diferencia derivada de la falta de sujeto frente a quien aquella se formule. La inexistencia de
partes, en el proceso voluntario, no se encuentra desvirtuada por la eventual participación que en
él debe darse al ministerio público en calidad de órgano de vigilancia y no de sujeto pasivo de la
petición.
Clases