Emergencias Otorrino en Pediatria
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Emergencias Otorrino en Pediatria
CLÍNICAS
PEDIÁTRICAS
DE NORTEAMÉRICA
Pediatr Clin N Am 53 (2006) 195 – 214
La otitis media aguda (OMA) es la infección más común para la que se prescriben anti-
bióticos a los niños, lo que provoca más de 20 millones de prescripciones de antibióti-
cos al año. Las nuevas pautas de la práctica publicadas por la American Academy of
Pediatrics y la American Academy of Family Physicians [1] defienden el empleo jui-
cioso de los antibióticos en vista de la creciente resistencia antibiótica y de la dudosa
necesidad de su utilización en los niños con OMA no complicada. Estas pautas se revi-
san más adelante. Además, este artículo repasa otras entidades otorrinolaringológicas
(ORL) comunes, como la sinusitis y las emergencias dentarias, y las actuales estrate-
gias para el diagnóstico y el tratamiento de estas alteraciones.
son las ayudas auditivas, los tapones de orejas y el compromiso inmune del huésped.
La otitis externa se caracteriza por la otalgia, que oscila entre un prurito inicial a un
dolor intenso, que empeora con el movimiento o la masticación. El dolor se reproduce
al tirar de la oreja o del trago. El canal pasa a ser eritematoso y está cada vez más hin-
chado, lo que provoca la sensación de plenitud auricular y una posible pérdida de audi-
ción. El tratamiento debe consistir en la limpieza y el desbridamiento del conducto
auditivo con una torunda de algodón y agua oxigenada o solución de Burow. El empleo
de un agente acidificante (ácido acético al 2%) es útil para inhibir el crecimiento de
bacterias y hongos. Se debe mantener la aplicación de gotas antibióticas tópicas, aisla-
das o junto con agentes antifúngicos o corticoides (para disminuir la inflamación)
durante al menos 3 días después de la eliminación de los síntomas. Es posible que se
necesite el empleo de una mecha de gasa para la difusión de las gotas por el edemato-
so conducto auditivo. Para controlar el dolor puede ser necesario utilizar fármacos
antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o incluso opiáceos. No es preciso realizar cul-
tivos, a menos que la situación sea refractaria al tratamiento [4].
Existen numerosos tipos de otitis externa, como la forunculosis (inflamación loca-
lizada), la otitis externa bacteriana difusa («oído del nadador»), la otomicosis (infec-
ción fúngica) y la otitis externa necrosante o maligna [4]. Todos ellos comportan la
inflamación del conducto auditivo.
La forunculosis es una forma localizada de otitis externa en la que se desarrolla un
absceso en un folículo piloso con diseminación de la infección a la piel circundante.
Suele producirse en el tercio externo del conducto auditivo. El agente causante más
habitual es el Staphylococcus aureus. El tratamiento consiste en la incisión y el drena-
je de los abscesos fluctuantes, tensos, y la aplicación de antibióticos antiestafilocóci-
cos tópicos.
La otitis externa bacteriana difusa, el tipo más común, también se conoce como
oído del nadador por su factor predisponente más habitual. Por la prolongada exposi-
ción al agua, las bacterias gramnegativas colonizan el conducto auditivo. El patógeno
que causa con mayor frecuencia la otitis externa bacteriana difusa es Pseudomonas
aeruginosa [4]. El síntoma inicial suele ser el prurito, que se hace cada vez más dolo-
roso con el progreso de la infección. El creciente eritema y edema del conducto audi-
tivo provocan una sensación de presión y pueden provocar una pérdida conductiva de
la audición. Las secreciones pueden ser escasas y serosas o profusas y purulentas. Por
lo general no hay síntomas sistémicos.
La otomicosis, una infección superficial crónica del conducto auditivo, la membra-
na timpánica, o ambas estructuras, es relativamente rara y tiende a presentarse en los
trópicos, en un huésped inmunocomprometido o tras un empleo prolongado de corti-
coides o antibióticos tópicos [2,4]. Puede ser primaria o secundaria. El agente causan-
te con mayor frecuencia de la infección fúngica primaria son los Aspergillus, que pro-
ducen del 80 al 90% de las infecciones otomicóticas [4]. También pueden estar
causadas por Candida. El aspecto del detritus del conducto puede sugerir una infección
fúngica por su aspecto parecido a la pimienta, secundario a los elementos micélicos
negros [4]. El síntoma inicial más habitual en la otomicosis primaria es el prurito inten-
so. La otomicosis secundaria, que es una infección fúngica superpuesta a una infección
bacteriana, tiende a presentarse con un dolor intenso. El tratamiento consiste en la apli-
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Epistaxis
Sinusitis
maxilar se encuentra en la pared medial superior del seno, lo que dificulta su drenaje
por gravedad y predispone a los pacientes a la infección. Los senos etmoidales están
compuestos por numerosas celdas aéreas individuales, que drenan a través de su estre-
cho orificio específico. Estas estrechas vías pueden verse obstruidas por secreciones
espesas o por inflamación mucosa, lo que desemboca en la infección de los senos
etmoidales. Es menos habitual que los senos frontales y esfenoidales sean asientos pri-
marios de infección, aunque pueden afectarse en la pansinusitis y, desde ellos, la infec-
ción puede diseminar a la órbita o al sistema nervioso central.
• Persistencia de los síntomas: las infecciones de las vías respiratorias altas con sín-
tomas que duran más de 10 días, sin mejoría alguna, tienen más probabilidades de
corresponder a una sinusitis bacteriana [18]. La mayoría de las infecciones víricas
no complicadas duran unos 5 o 7 días y, si no se resuelven al décimo día, presen-
tan al menos una mejoría significativa.
• Mayor gravedad de los síntomas: los síntomas graves están definidos por la combina-
ción de fiebre alta ( 39° C) y secreción nasal purulenta o síntomas clásicos de sinu-
sitis aguda, como tumefacción facial y dolor [18,19]. La presencia de fiebre alta y
secreción nasal purulenta de al menos 3 o 4 días de duración indica una probable sinu-
sitis bacteriana. Los pacientes con nasosinusitis vírica pueden tener fiebre, aunque
suele estar asociada con síntomas constitucionales en la fase temprana o prodrómica
de la enfermedad. Los pacientes con infecciones víricas también pueden desarrollar
una secreción nasal purulenta, aunque suele aparecer más tardíamente en el curso de
la enfermedad y se aclara a una consistencia acuosa y mucosa antes de su resolución.
Tratamiento
La sinusitis tiene una gran tasa de curación espontánea, pero los antibióticos siguen
siendo la piedra angular del tratamiento en cualquier consulta pediátrica [21]. El trata-
miento de primera línea de la sinusitis bacteriana aguda no complicada es la amoxici-
lina a grandes dosis, aunque por la aparición de patrones de resistencia en determina-
das áreas existen otras opciones terapéuticas. Las recomendaciones para la elección del
tratamiento antibiótico son similares a las de la otitis media infecciosa.
Se recomienda el tratamiento inicial con un antibiótico de amplio espectro, como
la amoxicilina-clavulánico o la cefuroxima, a los pacientes que no mejoran con amo-
xicilina o que han sido tratados con amoxicilina durante el mes anterior, en lugares con
gran prevalencia de H. influenzae productor de betalactamasa, en presencia de sinusi-
tis frontal o esfenoidal, o de sinusitis etmoidal complicada, o con un diagnóstico de
sinusitis subaguda o crónica. En las áreas con gran frecuencia de infección por neu-
mococos resistentes a la penicilina y a la cefalosporina se dispone de otros antibióti-
cos, como azitromicina, trimetoprim-sulfametoxazol y clindamicina. La elección de
antibióticos debe estar guiada, cuando sea posible, por el cultivo y el antibiograma. La
duración del tratamiento suele ser de 10 a 14 días. La mayoría de los pacientes mejora
al cabo de 3 a 4 días, y las pautas recomiendan continuar el tratamiento durante 7 días
después de que el paciente esté asintomático [18].
La presentación más habitual de la infección primaria por el virus del herpes simple
(VHS) en los niños pequeños es la gingivoestomatitis herpética. Se observa muy a
menudo en los niños de 6 meses a 5 años de edad. Por su importante incomodidad y su
aspecto preocupante, regularmente provoca la visita al médico y al SU. El VHS se
transmite mediante saliva contagiosa y tiene un período de incubación de 2 a 12 días,
con una media de 4 días. Sin embargo, la diseminación vírica puede ocurrir desde
7 días hasta 3 semanas o más después de la infección clínica [22]. La infección prima-
ria puede presentarse asociada con síntomas gripales, como fiebre alta de aparición
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brusca, irritabilidad y malestar. Los hallazgos orales son encías eritematosas, edema-
tosas y friables, así como agrupaciones orales y perorales de vesículas que se unen para
formar grandes úlceras dolorosas. Los síntomas suelen durar menos de 1 semana, pero
pueden continuar hasta los 21 días [23].
El VHS suele diagnosticarse clínicamente, aunque la confirmación es posible
mediante el cultivo vírico del líquido vesicular o por la identificación de células gigan-
tes multinucleadas en un frotis de Tzanck de la base de las lesiones. El tratamiento de
la gingivoestomatitis herpética es, principalmente, de sostén. Se pueden utilizar anal-
gésicos y antipiréticos (como paracetamol e ibuprofeno). En los casos más graves pue-
de ser necesario recurrir a los opiáceos. Se pueden aplicar anestésicos tópicos como
jarabe de difenhidramina mezclado en solución 1:1 con hidróxido de magnesio a la
mucosa afectada cada 2 horas [24]. Se pueden pincelar las lesiones de los niños peque-
ños con una pequeña cantidad de la solución. A los niños de mayor edad se les indica
que escupan la solución tras el enjuague, pero que no la deglutan. Aunque esta solu-
ción tópica suele incluir lidocaína viscosa, se debe evitar por su posible toxicidad.
Otras medicaciones que pueden utilizarse como barrera a los irritantes son zilactina,
docosanol y ORA-5, aunque su empleo en los niños no está autorizado [24].
Dado el importante dolor asociado con las lesiones por VHS, los niños corren ries-
go de deshidratación por la disminución de la ingestión oral, por lo que es necesario
recomendar vivamente la administración oral de líquidos. Se debe aconsejar a los
padres la administración de líquidos orales a los niños en forma de polos o cubitos de
hielo, que aplacan las lesiones orales y, por ello, se consumen con facilidad.
El tratamiento antivírico puede ser útil en la enfermedad oral por VHS si se instau-
ra antes de transcurridas 72 horas desde la aparición de las lesiones [25]. Los pacien-
tes tratados tempranamente con aciclovir muestran una menor duración de las lesiones,
una resolución más temprana de la fiebre y las lesiones extraorales, una menor dura-
ción de la escasa ingestión oral y una menor diseminación vírica [26]. El aciclovir tópi-
co carece de papel en el tratamiento de la infección oral primaria por el VHS [25,27].
Aunque los pacientes pueden correr riesgo de infección bacteriana secundaria, no está
indicado el tratamiento antibiótico profiláctico de rutina.
Virus Coxsackie
presenta con fiebre, lesiones cutáneas dolorosas en el dorso de las manos y de los pies
(y, con menor frecuencia, en las nalgas y los genitales), y vesículas y ulceraciones del
paladar, la lengua y la mucosa bucal. La enfermedad MBP también es autolimitada, y
los síntomas suelen desaparecer al cabo de 2 o 3 días. El tratamiento consiste en anal-
gésicos y tranquilizar al paciente.
Traumatismo dental
Anatomía dental
Cada diente consta de una corona externa y una o más raíces internas (fig. 1). La coro-
na consta de una capa externa dura de esmalte, que protege tanto a la capa interna de
dentina como a la pequeña porción de pulpa que se extiende a la corona. La pulpa es
el componente de tejido vascular blando del diente que actúa para formar y nutrir la
dentina y dotar de sensibilidad al diente. La raíz se encuentra en el hueso alveolar y
está cubierta por una capa de cemento similar al hueso. Una serie de alvéolos indivi-
duales situados en el hueso alveolar maxilar y mandibular alojan a cada diente. La raíz
está unida al alvéolo mediante el ligamento periodontal fibroso delgado, que a su vez
actúa como cojín entre el diente y el hueso para prevenir el traumatismo durante la
masticación. La punta de cada raíz se denomina ápex del diente y da asiento al fora-
men neurovascular.
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Esmalte
Dentina
Alvéolo óseo
Cámara de la pulpa
Ligamento
periodontal
Raíz nerviosa
y vasos sanguíneos
Uno de los factores más importantes de la historia clínica para la evaluación del pacien-
te con traumatismo dental es la hora de la lesión, ya que afecta tanto al tratamiento
como al pronóstico. La edad del paciente y si el diente lesionado es decidual (en con-
traposición al permanente) también afectarán a las decisiones de tratamiento. El cono-
cimiento del mecanismo de la lesión ayuda a determinar tanto la intensidad del trau-
matismo dental como la probabilidad de lesiones asociadas. También se debe
determinar el estado de inmunización tetánica del paciente.
Las dolencias que pueden indicar mayor intensidad de la lesión y que, por ello,
necesitan un traslado más urgente al odontólogo son el dolor espontáneo del diente o
la sensibilidad a la temperatura, que pueden ser consecuencia de la exposición o la
inflamación de la pulpa; el dolor al tacto o a la presión, que puede indicar una lesión
del ligamento periodontal, y la maloclusión dental, que puede resultar de una fractura
facial o del desplazamiento de un diente.
La exploración física está guiada por el mecanismo del traumatismo y la sospecha
de lesiones asociadas. Siempre se realizará una meticulosa exploración neurológica
porque las lesiones dentales son un subgrupo del traumatismo craneal. Los aspectos
más importantes de la exploración centrada en los dientes son la palpación, la percu-
sión y la evaluación de la movilidad. Se debe evaluar las partes blandas adyacentes en
busca de lesiones y de fragmentos de dientes incrustados.
Exploración radiológica
Los niños con fracturas dentales, luxación, dolor dental o alteración del color del dien-
te tras una lesión traumática deben someterse a una radiografía dental. Las radiografías
pueden mostrar el grado de desplazamiento de los dientes e indicar una fractura de la
raíz u ósea o un desplazamiento permanente del embrión dental [33].
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Fracturas dentales
Infracción
La infracción dental se define como la fractura incompleta o el agrietamiento del
esmalte, sin pérdida de la estructura dental. La exploración física y los hallazgos radio-
lógicos son normales. No es necesaria más intervención que tranquilizar. Las compli-
caciones son raras [34].
Fractura de la raíz
Las fracturas de la raíz afectan al cemento, la dentina y la pulpa. En la exploración físi-
ca, el fragmento de corona es móvil y está unido a la encía, que puede desplazarse.
Puede haber evidencia radiológica de una o más líneas horizontales de fractura. En el
diente primario, la superposición de la dentición definitiva puede dificultar el diagnós-
tico radiológico. Los dientes deciduales pueden dejarse en su lugar si la fractura corres-
ponde al tercio apical de la raíz y el segmento de la corona es estable. Sin embargo, si
Tabla 1.
Clasificación de las fracturas dentales de Ellis
Clasificación Afectación
Tipo 1 Sólo el esmalte
Tipo 2 Esmalte y dentina
Tipo 3 Esmalte, dentina y pulpa
Tipo 4 Afectación de la raíz
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Subluxación
La lesión por subluxación se produce cuando un diente está anormalmente flojo, pero
no desplazado, y lesiona al ligamento periodontal de sostén. En la exploración física,
el diente es movible y puede mostrar sangrado en el surco alveolar. Los estudios radio-
lógicos son normales. En los dientes deciduales no es necesaria otra intervención que
el seguimiento. Los dientes permanentes deben ser estabilizados y fijados en la medi-
da necesaria para la comodidad. El pronóstico es bueno, pero es necesario el segui-
miento porque en los casos de lesión del abastecimiento neurovascular puede produ-
cirse la necrosis de la pulpa [34].
Luxación lateral
La lesión por luxación lateral se produce cuando el diente se desplaza en dirección no
axial, lo que provoca la lesión del ligamento periodontal y la posible contusión o fractura
del hueso alveolar de soporte. En la exploración física el diente está desplazado lateral-
mente, con la corona habitualmente en dirección palatina o lingual. El diente puede no ser
doloroso y a menudo está inmóvil y atrapado en su nueva posición. La exploración radio-
lógica muestra un aumento del espacio del ligamento periodontal y un desplazamiento api-
cal del diente, con posible fractura asociada del hueso alveolar. En los dientes deciduales
se puede permitir la recolocación pasiva o realizar la recolocación activa con fijación, a
menos que la lesión sea intensa o la esperanza de vida del diente sea corta. Los dientes
permanentes necesitan de la recolocación activa inmediata y la fijación. Los riesgos a lar-
go plazo consisten en la necrosis de la pulpa y la progresión resorción de la raíz [34].
Intrusión
Vírica
Rinovirus, virus parainfluenza, virus influenza, virus respiratorio sin-
citial (VRS), coronavirus, adenovirus, virus de Epstein–Barr (VEB),
citomegalovirus (CMV), virus de la rubéola, sarampión, VHS, VIH,
virus Coxsackie
Bacteriana
Staphylococcus y Streptococcus sp., anaerobios, Bartonella hense-
lae, Mycobacterium tuberculosis
Protozoaria
Toxoplasmosis
Neoplasias
Leucemia, linfoma, neuroblastoma, rabdomiosarcoma
Otras
Enfermedad de Kawasaki, vasculopatía por colágeno
Extrusión
La avulsión del diente es el desplazamiento completo del diente de su alvéolo, con sec-
ción del ligamento periodontal. El pronóstico de la supervivencia del diente está en
relación inversa con el tiempo transcurrido con el diente fuera de la cavidad oral, con
una supervivencia del 85 al 97% a los 5 minutos y prácticamente nula al cabo de
1 hora [36]. Los dientes deciduales avulsionados no deben ser reimplantados. Sin
embargo, los dientes permanentes deben ser reimplantados en cuanto sea posible. No
es necesario que el paciente aguarde a la asistencia médica profesional y, con la opor-
tuna guía, el diente puede ser reimplantado por la primera persona capaz, como el pro-
pio paciente, el progenitor o el entrenador. El diente debe ser manejado por la corona
para evitar lesiones del ligamento periodontal. Los residuos pueden eliminarse enjua-
gando suavemente con suero fisiológico o agua, aunque se deben evitar los frotes.
Luego se puede reimplantar el diente, manteniéndolo en su lugar mordiendo una gasa
(o con una suave presión del dedo) hasta que el médico o el dentista coloque una fija-
ción. Si el diente no puede ser reimplantando al cabo de 5 minutos, puede conservarse
en un medio de cultivo para preservar la vitalidad de las células del ligamento perio-
dontal. La American Academy of Pediatric Dentistry recomienda (por orden de prefe-
rencia) el empleo de Viaspan, solución salina equilibrada de Hanks, leche fría, saliva,
suero fisiológico o agua. La leche es la sustancia preferida por ser la de más fácil adqui-
sición. El diente avulsionado también puede ser colocado en un envase con saliva del
niño. No se recomienda el transporte del diente en la boca del niño por los riesgos de
aspiración o de mayores daños al diente. Es necesario un seguimiento dental estrecho
para evaluar la supervivencia del diente. Se debe considerar la profilaxis antitetánica y
la cobertura antibiótica [34].
Linfadenopatía cervical
Diagnóstico diferencial
Tratamiento
En los pacientes con linfadenopatía cervical sin hallazgos físicos ni factores de la his-
toria clínica que señalen una neoplasia o una enfermedad sistémica grave, la observa-
ción con seguimiento en asistencia primaria constituye un plan de asistencia razonable.
Los pacientes con hallazgos más preocupantes merecen un trabajo diagnóstico com-
pleto. La evaluación inicial debe consistir en un hemograma completo con fórmula leu-
cocitaria, velocidad de sedimentación globular o valor de proteína C reactiva, realiza-
ción de una prueba cutánea con derivado proteico purificado de la tuberculina y
radiografía de tórax simple para evaluar la presencia de una masa, una enfermedad pul-
monar o una linfadenopatía mediastínica. La evaluación en asistencia primaria o intra-
hospitalaria también puede incluir el estudio sexológico de la infección por VEB, CMV
y VIH. En los pacientes con sospecha de leucemia se debe consultar a los servicios de
hematología y oncología pediátrica para concertar una aspiración de médula ósea. Las
demás pruebas pueden ser guiadas por la sospecha clínica, como en la sospecha de
mononucleosis o de enfermedad por arañazo de gato.
Los pacientes con sospecha de linfadenopatía bacteriana deben ser tratados con
antibióticos orales con cobertura estafilocócica y estreptocócica. Para guiar la cobertu-
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