Teorías Sobre El Origen de La Humanidad y Su Respuesta: 1. Fabricamos Herramientas

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El origen del hombre o antropogénesis, referido al origen de la especie humana actual.

En la
antigüedad y durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la visión mítica y religiosa,
la antropogonía, fue la más aceptada —a pesar de no contar con pruebas físicas—, y concibe, en
general, el origen como un acto de voluntad de uno o varios dioses. Gracias al desarrollo de
la ciencia se produjo un cambio de visión y el punto de vista mayoritario en la actualidad es el de
la visión científica que sitúa a la especie como una más en la evolución biológica de los organismos
de la Tierra, aunque los detalles de este origen y evolución son sujeto de estudio e investigación
constante de las múltiples disciplinas científicas partícipes.

Teorías sobre el origen de la humanidad y


su respuesta
1. Fabricamos herramientas
“La fabricación de herramientas es lo que hace único al ser humano”,
escribió el antropólogo Kenneth Oakley en un artículo de 1944. Los simios
utilizan objetos que encuentran a modo de herramienta, explica, “pero la
primera actividad característicamente humana fue el modelar palos y
piedras para un uso específico”.
A principios de la década de 1960, Louis Leakey atribuyó el origen de la
fabricación de herramientas, y en consecuencia de la humanidad, a una
especie llamada Homo habilis, que vivió en el África oriental hace unos 2,8
millones de años. Sin embargo, como han demostrado Jane Goodally otros
investigadores, los chimpancés también modelan palos para usos
específicos. Por ejemplo, les quitan las hojas para “pescar” insectos que
viven debajo de la tierra. Incluso los cuervos, que carecen de manos, son
bastante hábiles.
Además, en 2023, se publicó un artículo en la revista Science, unos
arqueólogos estadounidenses descubrieron en un yacimiento del suroeste
de Kenia herramientas de piedra de hasta tres millones de años de
antigüedad, lo que las convierte en las más antiguas de su clase. Y lo que es
aún más sorprendente, las herramientas se encontraron junto a fósiles del
homínido Paranthropus, que no es un antepasado de los humanos
modernos.
Los investigadores no aseguraron que las herramientas fueran fabricadas y
utilizadas por Paranthropus, porque homínidos de otros géneros
(como Homo habilis) también frecuentaban la zona. Pero es una gran
posibilidad.
(Relacionado: Origenes de la humanidad: conceptos básicos de la
evolución humana)
2. Somos asesinos
Según el antropólogo Raymond Dart, nuestros antepasados diferían de los
simios en que eran asesinos confirmados, es decir, criaturas carnívoras que
“capturaban presas vivas con violencia, las mataban a golpes,
despedazaban sus cadáveres maltrechos y los desmembraban una
extremidad tras otra, saciando su sed salvaje con la sangre aún caliente de
las víctimas y devorando ávidamente la carne palpitante”.

Tal vez ahora nos parezca un párrafo sensacionalista, pero tras la


terrible carnicería que fue la Segunda Guerra Mundial, el artículo de
Dart, publicado en 1953, tocó fibras muy sensibles.
3. Compartimos la comida
En la década de 1960 el mono asesino dejó paso al mono hippy. El
antropólogo Glynn Isaac desenterró restos de cadáveres de animales que
habían sido trasladados desde los lugares donde murieron hasta otros
lugares donde, supuestamente, la carne se podía compartir con toda la
comunidad. Isaac sostenía que el compartir la comida llevó a la necesidad
de compartir información acerca de los lugares dónde se podía encontrar
alimento, y en consecuencia al desarrollo del lenguaje y otras conductas
sociales característicamente humanas.

4. Nadamos desnudos
Poco tiempo después, en esa misma época, Elaine Morgan, documentalista
televisiva, afirmó que los humanos somos tan distintos de los demás
primates porque nuestros ancestros evolucionaron en un medio ambiente
diferente: en el agua y cerca de ella. Al perder el vello corporal nos hicimos
nadadores más rápidos, y al adquirir una postura erguida pudimos
caminar por el agua. La hipótesis del “mono acuático” fue descartada por
toda la comunidad científica, pero en 2013 David Attenborough la
respaldó.
(Relacionado: Los «nómadas del mar»: los primeros humanos adaptados
genéticamente para sumergirse)

5. Arrojamos cosas
El arqueólogo Reid Ferring cree que nuestros antecesores empezaron a
humanizarse cuando desarrollaron la habilidad de lanzar piedras a gran
velocidad. En Dmanisi, un yacimiento homínido de 1,8 millones de años de
antigüedad situado en la ex-república soviética de Georgia, Ferring halló
pruebas de que el Homo erectus inventó las lapidaciones para ahuyentar a
los depredadores que rondaban sus presas. “Los habitantes
de Dmanisieran pequeños”, explica Ferring. “La zona estaba llena de
grandes felinos. ¿Cómo sobrevivieron los homínidos? ¿Cómo lograron
llegar hasta allí desde África? El lanzamiento de piedras es parte de la
respuesta”. Argumenta que apedrear a los animales contribuyó a
socializarnos porque era necesario trabajar en grupo para que la estrategia
tuviera éxito.

6. Cazamos
En un artículo de 1968, los antropólogos Sherwood Washburn y C. S.
Lancaster argumentaron que la caza sirvió para mucho más que para
inspirar cooperación: “En un sentido muy real, nuestro intelecto, nuestros
intereses, emociones y nuestra vida social básica son producto evolutivo de
nuestro éxito para adaptarnos a la caza”. Por ejemplo, el cerebro de mayor
tamaño se desarrolló debido a la necesidad de almacenar más información
sobre el dónde y cómo encontrar presas.
Además, se cree que la caza llevó a la división de las tareas entre los sexos,
dejando a las mujeres la labor recolectora. Pero esto plantea una
interrogante: ¿por qué las mujeres también tienen cerebros grandes?

7. Cambiamos comida por sexo


Más concretamente, por sexo monógamo. El punto crucial de la evolución
humana, según una teoría publicada en 1981 por C. Owen Lovejoy, fue la
aparición de la monogamia hace seis millones de años. Hasta entonces, los
machos alfa salvajes que conseguían deshacerse de sus rivales eran los que
practicaban más sexo.
Las hembras monógamas, sin embargo, favorecieron a los machos más
dispuestos a proporcionarles comida y a colaborar en la crianza de la
descendencia. Según Lovejoy, nuestros antepasados empezaron a caminar
erguidos porque así tenían las manos libres y podían volver a casa con más
comida.

8. Comemos carne (cocinada)


El cerebro grande tiene más hambre: la materia gris requiere 20 veces más
energía que el músculo. Según algunos investigadores, nunca podría haber
evolucionado con una dieta vegetariana, sino que nuestro cerebro empezó
a crecer hace unos dos o tres millones de años, cuando empezamos a
comer carne, fuente de proteínas y grasa.
Y según el antropólogo Richard Wrangham, cuando nuestros antepasados
empezaron a cocinar la comida ―una conducta exclusivamente humana
que hace que el alimento sea más fácil de digerir― desperdiciaron menos
energía masticando y golpeando la carne, de modo que dispusieron de más
energía para el cerebro. A la larga, esos cerebros crecieron lo suficiente
como para tomar la decisión de hacerse veganos.

9. Consumimos carbohidratos (cocinados)


O tal vez el aumento de tamaño del cerebro se deba a la mayor ingesta de
carbohidratos, como aseguraba un artículo de 2015. Una vez nuestros
antepasados empezaron a cocinar los alimentos, los tubérculos y otras
plantas ricas en almidón se convirtieron en una fuente excelente de energía
para el cerebro, más fácil de obtener que la carne. Una enzima presente en
la saliva, llamada amilasa, ayuda a descomponer los carbohidratos en la
glucosa que el cerebro necesita.
El genetista evolutivo Mark G. Thomas, del University College London,
señala que nuestro ADN contiene múltiples copias del gen de la amilasa, lo
que sugiere que esta enzima ―junto con los tubérculos― contribuyó al
crecimiento explosivo del cerebro humano.

(Relacionado: ¿Cuándo empezamos a cocinar el uno para el otro y por


qué?)

10. Caminamos erguidos


¿Acaso el punto de inflexión de la evolución humana se dio cuando
nuestros antepasados bajaron de los árboles y empezaron a caminar
erguidos? Los defensores de la “hipótesis de la sabana” afirman que el
cambio climático provocó esta adaptación. Hace unos tres millones de
años África empezó a secarse, los bosques se redujeron y la sabana pasó a
dominar el paisaje.
Esto favoreció a los primates capaces de erguirse para mirar por encima de
hierba en busca de depredadores, y de desplazarse con eficacia por
terrenos abiertos, donde el agua y la comida se encontraban en lugares
alejados. Un problema de esta hipótesis es que en 2009 se descubrió
el Ardipithecus ramidus,un homínido que vivió hace 4,4 millones de años
en la actual Etiopía. En aquella época, la región era muy húmeda y
boscosa, pero aún así “Ardi” caminaba sobre dos piernas.
11. Nos adaptamos
Richard Potts, director del programa Orígenes Humanos del Smithsonian,
sugiere que la evolución humana se debió a cambios múltiples en el clima,
y no a una sola tendencia. La aparición del linaje Homo hace casi tres
millones de años, según él, coincidió con fluctuaciones fuertes entre climas
húmedos y secos. Potts argumenta que la selección natural favoreció a los
primates capaces de sobrevivir a los cambios constantes e impredecibles:
la propia capacidad de adaptación es la característica que distingue al ser
humano.

12. Nos unimos y conquistamos


El antropólogo Curtis Marean ofrece una visión del origen del ser humano
muy adecuada a esta era globalizada: somos la mayor especie invasora.
Tras decenas de miles de años confinados a un solo continente, nuestros
antepasados colonizaron el planeta. ¿Cómo lograron semejante hazaña? La
clave, para Marean, está en una predisposición genética a la cooperación,
surgida no del altruismo sino del conflicto. Los grupos de primates que
cooperaban obtenían una ventaja competitiva sobre los grupos rivales, y
sus genes sobrevivían. “Esa propensión singular, unida a las capacidades
cognitivas avanzadas de nuestros ancestros, les permitió adaptarse
ágilmente a nuevos entornos”, escribe Marean. “Además fomentó la
innovación, dando origen a una tecnología crucial: las armas arrojadizas”.

Entonces, ¿qué tienen de malo todas estas


teorías?
Muchas de ellas son meritorias, pero comparten un sesgo: la idea de que la
humanidad se puede definir por un rasgo o un grupo de rasgos bien
definido, y que hubo una etapa concreta de la evolución que marcó un
punto de inflexión en el camino inevitable hacia el Homo sapiens.

Pero nuestros antepasados no eran pruebas beta. No evolucionaban hacia


algo concreto, sino que sencillamente sobrevivían
como Australopithecus o como Homo erectus. Y ninguno de los rasgos
concretos que fueron adquiriendo constituyó un punto de inflexión,
porque nunca fue inevitable llegar a este resultado: el simio asesino,
modelador de herramientas, lanzapiedras, comepatatas y comecarne,
cooperativo, adaptable ―y por supuesto de gran cerebro― que somos hoy,
y que todavía sigue evolucionando.

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