La Reforma Monástica y La Reforma Papal

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1) LA REFORMA MONÁSTICA

La Reforma Monástica fue un movimiento de renovación religiosa que tuvo lugar en


Europa durante los siglos XI y XII. Este movimiento se centró en la reforma de los
monasterios y la vida monástica, y tuvo como objetivo restaurar la disciplina y la
espiritualidad en la Iglesia Católica. La Reforma Monástica se llevó a cabo a través de la
creación de nuevas órdenes monásticas, como los cluniacenses y los cistercienses, y la
reforma de las órdenes existentes.

 LA REFORMA CLUNIACENSE

El duque Guillermo III de Aquitania fundó un pequeño monasterio en el año 909.


Para dirigir su fundación, Guillermo trajo a sus tierras a Bernón, quien se había distinguido
por su firmeza al aplicar la Regla, y por sus propios esfuerzos en pro de la reforma de
otros monasterios. Bernón le pidió a Guillermo que le concediera para su fundación un
lugar llamado Cluny, que era el sitio favorito de caza del Duque.

Bernón gobernó a Cluny hasta el 926. De su época se conservan pocos datos,


pues Cluny no fue sino un monasterio más de los muchos que Bernón reformó. A su
muerte, le sucedió toda una serie de abades de gran habilidad y altos ideales, quienes
hicieron de Cluny el centro de una gran reforma monástica: Odón (926–944), Aimardo
(944–965), Mayeul (965–994), Odilón (994–1049) y Hugo (1049–1109). Seis abades
extraordinariamente capaces y longevos rigieron los destinos de Cluny por doscientos
años. Bajo su dirección, los ideales de la reforma monástica cobraron vuelos cada vez más
altos. Aunque el séptimo abad, Poncio (1109–1122) no fue digno de sus antecesores, su
sucesor, Pedro el Venerable (1122–1157), le devolvió a Cluny algo del lustre que había
perdido.

Al principio, el propósito de los cluniacenses no era sino tener un lugar donde


practicar a cabalidad la Regla de San Benito. Pronto ese ideal amplió sus horizontes, y los
abades de Cluny, siguiendo el ejemplo de Bernón, se prestaron a reformar otros
monasterios. Así surgió toda una red de “segundos Clunys”, que dependían directamente
del abad del monasterio principal. No se trataba de una “orden” en el sentido estricto, sino
de monasterios supuestamente independientes, pero todos bajo la supervisión del abad
de Cluny, quien por lo general nombraba al prior de cada monasterio. Además, la reforma
cluniacense se extendió a varios conventos de monjas, el primero de los cuales, Marcigny,
fue fundado a mediados del siglo XI, cuando Hugo era abad de Cluny.
La principal ocupación de todos estos monjes, según lo estipulaba la Regla, era el oficio
divino. A él los cluniacenses dedicaban toda su atención, hasta tal punto que en el apogeo
de su observancia se cantaban ciento treinta y ocho salmos al día. Todo esto se hacía en
medio de ceremonias cada vez más complejas, y por tanto los monjes de Cluny llegaron a
dedicarse casi exclusivamente al oficio divino, dejando a un lado el trabajo manual que era
tan importante en la tradición benedictina. Todo esto se justificaba alegando que la
función de los monjes era orar y alabar a Dios, y que para hacerlo con toda pureza no
debían enlodarse en los trabajos del campo.

Tras regular la vida de centenares de casas monásticas, los cluniacenses comenzaron


a soñar con reformar la iglesia. La reforma eclesiástica de la segunda mitad del siglo XI
fue concebida en términos monásticos, aun por quienes no eran monjes. Cuando Bruno de
Tula se dirigía como peregrino a Roma, donde habría de tomar la tiara y el título de
León IX, tanto él como sus acompañantes iban imbuidos del ideal de reformar la iglesia
según el patrón monástico establecido por Cluny.

La simonía (la compra y venta de cargos eclesiásticos) era por tanto uno de los
principales males que había que erradicar. El nombramiento de investidura de los obispos y
abades por los reyes y emperadores, con todo y no ser estrictamente simonía, se acercaba
a ella, y debía prohibirse, sobre todo en aquellos países cuyos soberanos no tenían
conciencia reformadora.

El otro gran enemigo de la reforma eclesiástica concebida en términos monásticos era


el matrimonio de los clérigos. Durante siglos el celibato había tratado de imponerse; pero
nunca se había hecho regla universal. Ahora, inspirados por el ejemplo monástico, los
reformadores hicieron del celibato uno de los elementos principales de su programa. A la
postre, lo que se había requerido sólo de los monjes se exigiría también de todos los
clérigos.

La obediencia, otro de los pilares del monaquismo, lo sería también de la reforma del
siglo XI. De igual modo que los monjes debían obediencia a sus superiores, toda la iglesia
(de hecho, toda la cristiandad) debía estar supeditada al papa, quien encabezaría una
gran renovación, como lo habían hecho dentro del ámbito monástico los abades de Cluny.

Por último, con respecto a la pobreza, tanto el monaquismo benedictino como la


reforma que se inspiró en él sostenían una posición ambivalente. El buen monje no debía
poseer cosa alguna, y su vida debía ser en extremo sencilla.

 LA REFORMA CISTERCIENSE
En diversos lugares se renovó la vida eremítica, o por otros medios se intentó
acentuar el rigor de la Regla. Así, por ejemplo, Pedro Damiano no se contentaba con el
principio de “suficiencia” enunciado por San Benito para evitar la vida muelle, e insistía
en la penuria extremada. A este espíritu rigorista se sumaba cierto descontento con el
monaquismo cluniacense, que se había vuelto rico, y había elaborado sus rituales hasta tal
punto que el trabajo manual se descuidaba. Estos sentimientos dieron lugar a varios
nuevos movimientos monásticos, de los cuales el más importante fue el de los
cistercienses.

Cuando Roberto de Molesme decidió abandonar el monasterio de ese nombre y fundar


uno nuevo en Cîteaux: de cuyo nombre latino, Cistertium, se deriva el término
“cisterciense”. Poco después, por orden papal, Roberto tuvo que regresar a Molesme. Pero
en Cîteaux quedó un pequeño núcleo de monjes, decidido a continuar la obra comenzada.
El próximo abad, Alberico, logró que el papa Pascual II, en el 1110, colocara el nuevo
monasterio bajo la protección de la Santa Sede, como lo estaba el de Cluny. Bajo Esteban
Harding, el sucesor de Alberico, la comunidad continuó creciendo, y se hizo necesaria una
nueva fundación en La Ferté.

Bernardo de Claraval Este tenía veintitrés años cuando se presentó en Cîteaux, y


solicitó entrada a la comunidad con varios de sus parientes y amigos. Poco antes, había
decidido que su vocación era unirse a ese monasterio, y se había dedicado a convencer a
sus hermanos y demás allegados para que lo siguieran.

Pocos años después el número de monjes en Cîteaux era tal que Bernardo recibió
instrucciones de fundar una nueva comunidad en Claraval. Este nuevo monasterio pronto
se volvió uno de los principales centros hacia donde se dirigían las miradas de toda la
cristiandad occidental. Bernardo llegó a ser el más famoso predicador de toda Europa,
que le dio el sobrenombre de “Doctor Melifluo”, porque las palabras de devoción brotaban
de su boca como la miel de un panal. La fama de su santidad era tal que el movimiento
cisterciense se vio invadido por multitudes que deseaban seguir el mismo camino.

Mientras los monjes de Cluny se excusaban de ese trabajo porque no querían que las
vestimentas en las que adoraban a Dios se enlodaran, los cistercienses pensaban que todo
teñido de las vestiduras era un lujo superfluo, y por ello se les conoció como “los monjes
blancos”.

En su organización, el movimiento cisterciense debía ser sencillo. Pero era necesario


evitar la excesiva centralización de Cluny, donde todo dependía del abad. Por ello, los
monasterios cistercienses eran relativamente independientes, y mantenían sus vínculos
mediante conferencias anuales en las que todos los abades se reunían. Además, los
abades de las primeras casas tenían cierta autoridad sobre los demás. Pero aparte
de esto cada monasterio era independiente.

2) LA REFORMA PAPAL

 LEÓN IX

El próximo papa sería Bruno de Tula, quien se dirigía a Roma, no como el nuevo
pontífice nombrado por el Emperador, sino como un peregrino descalzo que visitaba la
ciudad papal en un acto de humilde devoción. Tras entrar en Roma descalzo, y ser
aclamado por el pueblo y el clero, Bruno aceptó la tiara papal, y tomó el nombre de León
IX.

Tan pronto como se vio en posesión legítima de la cátedra de San Pedro, León
comenzó su obra reformadora. se rodeó de varios hombres, Además de Humberto e
Hildebrando, hizo venir a Pedro Damiano, monje austero que se había ganado el respeto
de cuantos en Europa se lamentaban de la situación en que se encontraba la iglesia. A
diferencia de Humberto, Pedro Damiano no se dejaba llevar por su celo reformador,
sino que buscaba una reforma que diese muestras del espíritu de caridad que reina
supremo en los Evangelios. Así, por ejemplo, compuso un tratado en el que, al mismo
tiempo que condenaba la simonía, declaraba que los sacramentos que los fieles recibían
de los simoníacos sí eran válidos. Más tarde, cuando León IX tomó las armas contra los
normandos, Pedro Damiano condenó la actitud guerrera del pontífice.

Con la ayuda de Hildebrando, Humberto, Damiano y otros, León IX emprendió la


reforma de la iglesia. Para todos estos hombres, esa reforma debía consistir
particularmente en abolir la simonía y generalizar el celibato eclesiástico. Pero esos
dos puntos principales acarreaban una serie de consecuencias importantes.

Si a esto se unía el matrimonio eclesiástico, se corría el riesgo de que los grandes


prelados trataran de proveer una herencia para sus hijos, y que por lo tanto el alto clero se
volviese una casta feudal, como las otras que existían en aquella época.

Luego, la oposición de los reformadores al matrimonio eclesiástico tenía, además de


los móviles explícitos de afirmar los valores de la vida célibe, otros móviles más profundos,
quizá no conocidos a cabalidad por sus propios propugnadores.

Después de tomar una serie de medidas reformadoras en Italia, León se dispuso a


extender la reforma a lugares más distantes, viajó a Alemania, donde el emperador Enrique
III y algunos de sus antecesores habían dado pasos contra la simonía.
El rey de Francia y muchos de los grandes prelados le indicaron de diversos modos
que no deseaban una visita papal. fue a Francia, donde convocó un concilio que se
reunió en Reims. Allí varios prelados culpables de simonía fueron depuestos, y se dio
orden de que los sacerdotes y obispos casados dejasen a sus mujeres. Aunque esta
última orden

no fue obedecida por muchos, el prestigio del Papa aumentó considerablemente, y la


práctica de la simonía disminuyó.

 LOS SUCESORES DE LEÓN

Luego de Víctor le sucede Gerhard de Borgoña quien tomo el nombre de Nicolás II.
Había necesidad de establecer un método para la elección del papa. Nicolás reunió el
segundo concilio Laterano en el año 1059. Donde se estableció por primera vez que los
futuros papas debían ser elegidos por los obispos cardenales. El decreto del segundo
concilio Laterano estableció el método de elección que con algunos cambios se sigue hasta
nuestros días. A la muerte de Nicolás los cardenales eligieron a Alejandro II.

El pontificado de Alejandro duro desde 1061- 1073. En su reforma papal, depuso a


muchos que habían comprado sus cargos. El celibato eclesiástico se volvió popular. Para
los reformadores, las esposas de los clérigos eran iguales a concubinas por tanto las
esposas de sacerdotes eran llamadas y tratadas como “rameras”.

 GREGORIO VII

Aunque Gregorio tomo dos medidas en su reforma:

Primero: Prohibirle al pueblo asistir al sacramento administrados por simoniacos.

Segundo: nombrar legados papales que fueron por los diversos territorios de Europa
convocando sínodos y procurando estos se cumplieran.

En Francia el clero se negó a aceptar los decretos romanos. Los clérigos casados en
Francia se negaban a abandonar a sus esposas y familias solo porque el ideal monástico se
había adueñado del papado. Gregorio estaba convencido que el monaquismo era el patrón
que todos los clérigos debían imitar.

Gregorio afirma en un documento en el año 1075 que: “no solo la iglesia romana ha
sido fundada por el Señor, y que su obispo es el único que ha de recibir el tirulo de
“universal” sino también que el papa tiene autoridad para juzgar y deponer obispos; que el
imperio le pertenece de tal modo que es el quien tiene derecho a otorgar las insignias
imperiales. Así como a deponer al emperador, que la iglesia de roma nunca ha errado ni
puede errar, que el papa puede declarar nulos los juramentos de fidelidad hechos por
vasallos a sus señores; y que todo papa legitimo por el solo hecho de ocupar la cátedra de
san Pedro y en virtud de los méritos de ese apóstol es santo”.

En el año 1075, 1078, y el 1080 Gregorio prohibió a los clérigos y monjes recibir
obispados, iglesias o abadías de manos laicas con pena de excomunión.

En el año 1080 se añadía también que serían excomulgados los señores laicos que
invistieran a alguien en tales cargos.
República Bolivariana de Venezuela

Iglesia Anglicana Carismática

Catedral de Cabimas

LA REFORMA MONÁSTICA
Y
LA REFORMA PAPAL

Realizado por:

Luis Alexander Medina

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