Guia Envejecimiento Salud Mental en Personas Mayores 2023
Guia Envejecimiento Salud Mental en Personas Mayores 2023
Guia Envejecimiento Salud Mental en Personas Mayores 2023
EN PERSONAS MAYORES
Subsecretaría de Salud Pública
División de Prevención y Control de Enfermedades
Departamento de Salud Mental
Departamento Ciclo Vital
Oficina Nacional Salud Integral para Personas Mayores
2023
2 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Cita sugerida: Ministerio de Salud (2023). Guía del envejecimiento y salud mental en
personas mayores. Subsecretaría de Salud Pública, División de Prevención y Control de
Enfermedades (DIPRECE), Depto. Ciclo Vital, Oficina de Salud de las Personas Mayores, y
Depto. Salud Mental. Santiago, Chile.
CONTENIDO
LISTADO DE ACRÓNIMOS 5
INTRODUCCIÓN 6
ANEXOS 241
Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores 5
LISTADO DE ACRÓNIMOS
INTRODUCCIÓN
El envejecimiento es un fenómeno dinámico, progresivo e inherente a la existencia de todas las
formas de vida. Si bien es un proceso universal, la forma en la que se envejece varía entre los
distintos seres vivos, y donde los seres humanos no están ajenos a ello. La interacción de
múltiples factores propios, relacionales y ambientales a lo largo de la vida de cada persona,
van influyendo en la forna en que se envejece. Por ello, es crucial que los equipos de salud estén
en conocimiento de este fenómeno desde una mirada de la salud mental, permitiéndoles
ampliar su conocimiento sobre el envejecimiento como un proceso multidimensional, y
contribuir a la atención de este grupo de personas. Junto con lo anterior, el presente documento
puede verse como una oportunidad de crecimiento y desarrollo profesional, en el marco actual
en donde las sociedades están aumentando el número de personas mayores. Existe evidencia
acerca del mayor uso que realizan las personas mayores de servicios de salud, así
como de la complejidad de los servicios requeridos cuestión que demanda la formación
de equipos interdisciplinarios con una comprensión integral del envejecimiento a modo
de mejorar la experiencia de acceso a estos servicios.
Por otro lado, durante el envejecimiento existen temáticas que son importantes de conocer y
abordar, las cuales pueden afectar la salud mental de las personas mayores, y por lo tanto
es necesario que los equipos de salud y salud mental que atienden a personas mayores, así
como aquellos que trabajan en contextos socio-sanitarios, estén en conocimiento de estos
eventos, siendo la presente guía un apoyo para su diario quehacer. Esto cobra especial
importancia cuando los eventos no son detectados o abordados a tiempo, aumentando la
probabilidad de desencadenar trastornos que afecten la vida de la persona mayor. Por ello,
para poder entregar conocimiento respecto al envejecimiento y su relación con la salud
mental, el presente trabajo se divide en 3 partes: 1) la primera respecto a los conceptos
generales del proceso de envejecimiento, abordando aspectos teóricos y de especialización en las
temáticas, así como también los derechos humanos en las personas mayores; 2) La segunda
parte aborda las temáticas relacionadas al envejecimiento, los principales estresores,
eventos y situaciones de riesgo para la salud mental y bienestar en las personas mayores; 3) la
tercera parte aborda los trastornos mentales que son frecuentes en las personas mayores,
entregando orientaciones respecto al diagnóstico y tratamiento.
PÚBLICO OBJETIVO
Para conocimiento de la red de salud, profesionales y técnicos sociosanitarios, estudiantes de
la salud, ciencias sociales, y otras personas que en su diario quehacer trabajan o se relacionan con
personas mayores, y quieran ahondar en el fenómeno del envejecimiento y la salud mental.
Ideas centrales
• El envejecimiento es un fenómeno dinámico, progresivo e irreversible y universal que tiene diferencias
muy importantes entre las personas. envejecimiento, la vejez y el trabajo con las personas mayores,
comprendiendo los procesos psíquicos/psicológicos que ocurren durante el curso de la vida.
• En el curso de este fenómeno influyen aspectos moleculares en el cerebro, aspectos a nivel celular en
los sistemas del cuerpo, y aspectos psicológicos.
El envejecimiento es un fenómeno dinámico y progresivo e irreversible (1), el cual está influido por
diversos factores sobre los cuales los individuos no siempre tienen posibilidades de modificar. Por
ello, el uso de adjetivos calificativos para acompañar el concepto envejecimiento, tales como
exitoso, patológico, deben ser utilizados con sumo cuidado, dado que otorgan algún grado de
connotación valórica riesgosa, es decir, por ejemplo, si existe y es deseable un envejecimiento
exitoso, se establece tácitamente que existen envejecimientos fracasados. Esto puede ser otra
forma velada de edadismo y discriminación, que desconoce la individualidad de las realidades de
cada persona, sus circunstancias e historia.
Sin perjuicio de lo antes señalado, es importante poder distinguir algunas características comunes
a todos los envejecimientos en especial desde la perspectiva de sus posibles consecuencias en la
esfera de la salud mental en la vejez.
Por otro lado, la reducción de la capacidad de las neuronas de manejar los productos de los
procesos oxidativos propios de su alta tasa metabólica produce un desequilibrio a favor del
aumento de Especies Reactivas del Oxígeno (ERO) conocido como estrés oxidativo. Es decir, la
pérdida de efectividad y capacidad de estos procesos de degradación proteica y manejo de
los desechos del metabolismo oxidativo aumentan la tasa de acumulación de proteínas anormales
y ERO.
Parte 1. Conceptos Generales 9
Los fenómenos antes mencionados, que ocurren a nivel molecular son los que subyacen a los
fenómenos de envejecimiento celular, tisular y de los sistemas del organismo. A nivel neuronal y
de la glía, la acumulación de desechos proteicos produce la agregación de estos, formando
cuerpos de inclusión, que en presencia de estrés oxidativo (que daña todo tipo de moléculas)
afectarían los procesos celulares paulatinamente, entorpeciendo la fisiología neuronal, generando
circuitos reverberantes de daño, que serían claves en el envejecimiento neuronal y del sistema
nervioso. También se ha recogido evidencia que indica que estos cuerpos de inclusión tendrían la
capacidad de propagarse a células adyacentes y/o distantes, generalizando el proceso de daño
neuronal.
En el sistema nervioso central, se observa normalmente una paulatina reducción del tamaño
neuronal y de la densidad dendrítica, que explica una consecuente reducción del volumen
cerebral total. Sin embargo, estos cambios estructurales tienen un impacto muy variable en el
funcionamiento neurológico de las personas, dependiendo mucho de las capacidades
desarrolladas a lo largo de la vida, especialmente en la esfera neurocognitiva, la llamada “reserva
funcional”. Sí habría una correlación con situaciones neuropatológicas entre disminución de
volumen de la sustancia gris en ciertas zonas clave, tales como la corteza entorrinal y el
hipocampo con la demencia de tipo Alzheimer.
Referencias
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12 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Resulta, por lo tanto, importante dar a conocer las principales teorías psicosociales que explicarían
el fenómeno del envejecimiento desde sus distintos paradigmas. Este capítulo dará a conocer una
breve versión de cada una de ellas, basándose en la clasificación de Weinert (1) y Lehr y Thomae (3).
Por otra parte, entre las teorías humanistas se encontrarán aquellas que ponen énfasis en la sa-
tisfacción vital aparejada a la mayor edad, satisfacción asociada a capacidades que sólo se desa-
rrollan con la edad avanzada.
Según Lehr y Thomae (3), las teorías psicosociales del envejecimiento tuvieron una importante
pro-liferación con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su origen reciente, en
términos relativos, en el lapso de una década, la producción de la teoría psicosocial sobre el
envejecimiento fue abundante, al punto de generar una propuesta de clasificación por parte de
diversos autores.
A continuación se darán a conocer las principales teorías psicosociales del envejecimiento agru-
padas según la clasificación de Weinert (1): Mecanicistas, organicistas y humanistas.
Los resultados mostraron que en cuanto a léxico y conocimientos generales no existían diferencias
según edad, sin embargo, las personas mayores mostraban peor rendimiento en comprensión
de instrucciones, manejo de analogías y conexiones, además del manejo de series numéricas. En
este mismo sentido, Miles (6), a quien llamaba la atención el menor porcentaje de
empleabilidad que mostraban los hombres mayores de 40 años en la industria estadounidense,
generó un test de inteligencia denominado Good-Judgement-Question-Series. Según los
resultados de esta prueba (test), se comprueba el menor rendimiento cognitivo a medida que se
avanza en edad: las personas de inteligencia superior tendían a ubicarse en el rango entre 20 a 40
años, mientras que las personas con inteligencia mediana o inferior se encontraban comprendidas
en el rango de 50 años y más.
David Wechsler (7), mediante su Escala de Wechsler Adult Intelligence Scale (WAIS), llevará
los estudios sobre inteligencia un paso más allá, generando análisis en los cuales es
posible comparar resultados obtenidos en diferentes muestreos. Sus resultados confirmaron
la curva típica de los cambios arrojados por el Army-Alpha-Test, encontrando un rendimiento
máximo en la tercera década de la vida con una disminución en las décadas subsiguientes.
Aquí aparecen como las capacidades con mayor estabilidad en el tiempo la extensión del
saber, capacidad de formular juicios prácticos, habilidades lingüísticas, atención,
concentración, capacidad de planificación, y capacidad de discernir situaciones según nivel de
relevancia. Aquellas capacidades con mayor variación según edad fueron memoria, capacidad
de fijación, agilidad intelectual, capacidad de orientación, pensamiento lógico-abstracto,
capacidad de establecer relaciones y combinaciones, además de velocidad psicomotriz.
Estos estudios, que evidencian una disminución de algunas capacidades cognitivas a mayor edad
de los individuos, generan el marco para la aparición de diversas explicaciones acerca del declive
observado. En este contexto, el propio Miles (6) propondrá la hipótesis, que puede ser
entendida como el germen de la teoría de la selección y la compensación, que las personas de
inteligencia superior, ante la pérdida de ciertas capacidades cognitivas, generan capacidades
compensatorias valiéndose de su experiencia, seguridad y técnica de aprendizaje. Las
personas de menor inteligencia, en cambio, no tendrían la posibilidad de generar
comportamientos compensatorios ante la pérdida de capacidad funcional.
14 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Por su parte, Jones planteará la somatización psíquica, basándose en varias hipótesis acerca de la
pérdida de capacidades cognitivas con el paso del tiempo, entre las cuales se encuentran pequeños
daños en la estructura y función del sistema nervioso, pero donde también aparece la influencia de
factores económicos como las malas condiciones higiénicas, nutrición insuficiente, prevalencia de
enfermedades y falta de acceso a atenciones de salud; estas desventajas de tipo socioeconómico se
traducirían en problemas psíquicos y somáticos. Las investigaciones de Jones son relevantes toda
vez que establece una relación entre condición física y mental, sin embargo, las principales hipótesis
ensayadas se enmarcan en el enfoque de la biología de la edad, que tiende a observar el envejeci-
miento como un proceso de declive, el cual se explica por cambios en las estructuras y funciones
fisiológicas, las cuales se encuentran genéticamente determinadas.
Por otro lado, Welford (8) propone que existe un declive de mecanismos fisiológicos centrales,
como explicación monocausal de los cambios en la psicomotricidad de las personas mayores,
específicamente a través de los límites de la capacidad funcional de los mecanismos fisiológicos
centrales, los cuales estarían determinados genéticamente. En la misma línea, Kay (9) postula
que el aprendizaje está determinado genéticamente, y se expresa en los cambios en el
aprendizaje con el paso de la edad a partir de procesos biológicos, en el cual determinadas partes
del cerebro tienen diferente importancia de acuerdo a las exigencias a las que es sometido el
individuo.
Todas estas teorías tienen como elemento común la identificación de la edad como variable
determinante. La serie de teorías psicosociales que nacerán en adelante, y que intentan
explicar el envejecimiento por fuera de los márgenes del enfoque mecanicista, tendrán este
contexto histórico como base. Las teorías subsiguientes pondrán creciente énfasis en los aspectos
psicológicos, sociales y culturales que condicionan el envejecimiento, sin necesariamente
desconocer la relevancia del factor biológico.
El modelo cualitativo de transcurso de Erikson (10), propone que durante la vida, las personas deben
atravesar 8 etapas, y que el paso entre etapas se experimenta en la forma de crisis. Las personas
pueden atravesar ciertas etapas de forma exitosa o fracasar en su intento, de lo cual depende fi-
nalmente la integración del yo, siendo dicha integración el propósito más importante en la vida de
una persona mayor. La integración del yo supone la aceptación de la singularidad de la propia vida
y de quienes rodean a la persona, la aceptación de las experiencias vividas, de lo conseguido y lo
perdido. El fracaso en el tránsito entre etapas tiene como resultado la aparición de desequilibrios
psíquicos, además de eventos de salud no deseados, como enfermedades físicas y problemas de
relación social. De acuerdo con esta teoría, la generatividad es el reto al que la persona se enfrenta
en la etapa media de su vida, pudiendo definirse como el interés por guiar y asegurar el bienestar
de las siguientes generaciones, afín de dejar un legado con su experiencia (11). Se puede expresar
a partir de actividades como la crianza de los hijos o hijas, el cuidado a personas dependientes, la
formación de los jóvenes, entre otros, contribuyendo al bien común de los entornos en los que las
personas participan (la familia, la empresa, la comunidad, entre otros) (11).
Parte 1. Conceptos Generales 15
Siguiendo en la línea de las teorías del desarrollo, por su parte Havighurst (12), propuso un análisis
de lo biográfico a través del cumplimiento de ciertas tareas típicas asociadas a cada etapa de la
vida. Estas tareas fueron denominadas por él como tareas del desarrollo, las cuales se presentan a
cada individuo en ciertas etapas de su vida y le exigen su resolución. Al resolverse con éxito, estas
tareas llevan a la satisfacción de la persona, mientras que en el caso contrario, el individuo sufre
insatisfacción con su propia persona, recibe el rechazo por parte de la sociedad, y además tendrá
problemas para la resolución de tareas futuras. Estas tareas surgirían de la maduración corporal
de los individuos, de las normas culturales o expectativas de la sociedad y de las expectativas y
valoraciones individuales; son por tanto tareas que tienen un origen endógeno y también exógeno.
El enfrentamiento con tareas asociadas a una nueva etapa de la vida, exige una reestructuración
de su propia conducta, y por tanto, son tareas que demandan desarrollo individual.
c) La geodinámica
Se trata de una teoría basada en la Teoría General de Sistemas y la Teoría del Caos. Schroots (2)
plantea que, al ser los individuos unidades sistémicas, en estos se va produciendo conforme se
desarrolla su tiempo de existencia, al igual que en todos los sistemas vivos, un aumento del desor-
den o entropía. Llegado un punto crítico de desorden, a fin de lograr la sobrevivencia, los sistemas
necesitan desarrollar cierta reestructuración u ordenamiento.
Esto es llevado por Schroots al ámbito de las personas, proponiendo que en ciertos puntos crí-
ticos de la vida aparecen ramificaciones que las personas pueden integrar en estructuras de or-
den superior, logrando con esto cierto desarrollo (2). Aquellas personas que no logren desarro-
llar estructuras de orden superior a partir de crisis experimentan un aumento de la probabilidad
de morbilidad y potencialmente, de muerte. Esto explicaría que ciertas personas desarrollen un
trastorno psíquico después de vivir alguna enfermedad, mientras que otras resultan fortalecidas,
adquiriendo mayor madurez.
felicidad para las personas. De todas formas, la satisfacción con la propia vida podía ser entendida
como un indicador de adaptación exitosa al proceso de envejecimiento, proceso que consta también
de una serie de pérdidas que bien pudiesen resultar en trastornos psíquicos en las personas (abando-
no del hogar paterno de los hijos, pérdida de personas cercanas, enfermedades) (12).
La satisfacción con la vida también daría cuenta de un proceso de adaptación exitosa a las nece-
sidades de la última fase de la vida. El consenso sobre la adecuación de la satisfacción vital como
indicador del envejecimiento con éxito, sería la condición de posibilidad para la generación de una
serie de teorías que intentarían explicar la satisfacción con la vida de las personas mayores (12).
a) Teoría de la actividad
Para el mismo Havighurst (12), las personas mayores experimentan alta satisfacción con la vida,
en la medida en que se mantengan activas, esto es, que permanezcan desarrollando activida-
des durante toda su vida. La persona que quiera envejecer con éxito deberá mantener el nivel
de actividad de una persona de edad mediana. La actividad generaría asimismo una autoimagen
satisfactoria de la persona, cuestión que permite a su vez mantener un nivel de compromiso im-
portante con las actividades en la última fase de la vida. Las actividades que las personas realizan
tienen un carácter dinámico, esto es, cambian en la medida que se transita entre fases etarias, sin
embargo, el llamado de esta teoría es a reemplazar actividades de manera de continuar estando
activo.
Según Bengton, a pesar de que esta teoría tiene una pretensión universal, sería evidente que su
éxito se debió al contexto de emergencia en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX,
un contexto de obsesión con el individualismo, el consumo y la productividad (14). Havighurst
apoya su teoría de la actividad en los resultados de una serie de estudios empíricos en los que se
demuestra que las personas mayores que mantienen un alto nivel de actividad están significativa-
mente más satisfechas con su vida que las personas con menor nivel de actividad. El mantenerse
activo en términos de actividad, permitiría que las personas presentaran un buen autoconcepto,
percepción de autoeficacia y buena condición física, lo cual les permite a su vez continuar vincu-
ladas con su sociedad a través de actividades productivas y significativas, es decir, experimentan
un círculo virtuoso entre actividad, salud psíquica y física (12).
b) Teoría de la desvinculación
Cumming y Henry plantean que a determinada edad las personas van disminuyendo paulatina-
mente la participación en aquellas actividades sociales con mayor nivel de intensidad, reduciendo
con ello la frecuencia y continuidad de las interacciones sociales en relación con los que podrían
tener cuando eran jóvenes (15)(16)(17). En contraposición a la teoría de la actividad, estos auto-
res proponen que las personas mayores encuentran satisfacción con la vida en la medida en que
dejan de realizar ciertos roles que realizaron durante las etapas anteriores de su vida, por ejemplo
trabajar, hacerse cargo de hijos y/o nietas, mantener contacto frecuente con amistades.
La "adultez mayor" sería una etapa de necesaria desvinculación con la sociedad, una etapa en
que las personas pueden disfrutar de la distancia con relación a los roles que desempeñaron
en las fases anteriores de la vida.
De acuerdo a Lehr y Thomae (3), la teoría de la desvinculación sufre una serie de modificaciones
en su desarrollo histórico, incluyéndose matices de acuerdo a variables como nivel de educación
o sexo de las personas. En ese contexto, las personas mayores que han experimentado altos ni-
veles de estrés previo a su retiro laboral, manifiestan cierto nivel de satisfacción una vez que se
Parte 1. Conceptos Generales 17
desvinculan del mundo productivo; sin embargo, una vez que baja su nivel de estrés, el perma-
necer desvinculado les genera pobres niveles de satisfacción vital (3). En esta etapa, las personas
necesitarían experimentar un nuevo proceso de vinculación con roles de la edad mediana, lo cual
permite conseguir mejores niveles de satisfacción con la vida, y por tanto, mejor salud física y psí-
quica. Asimismo, las personas experimentarían la adquisición de compromisos compensatorios,
lo cual consiste en compensar la desvinculación de ciertos roles comprometiéndose con nuevos
roles, por ejemplo, al dejar la vida laboral y con ella las relaciones con colegas, se puede generar
nuevos vínculos con amigos o familiares con quienes se tenía cierta distancia (3).
c) Teoría de la continuidad
La teoría de la continuidad de Atchley (18) propone que las personas logran un envejecimiento
con éxito siempre y cuando logren dar continuidad a ciertas estructuras endógenas y exógenas al
entrar en la última etapa de su vida. De este modo, mientras las personas desarrollen estrategias
para mantener estables ciertos aspectos internos (pensamientos, estado anímico, personalidad,
formas de interpretación de experiencias) y externos (ambiente físico y social, relaciones fami-
liares) en condiciones cambiantes, obtendrán cierta satisfacción con su nueva etapa vital (18). Es
necesario comprender que el ingreso a la adultez mayor conlleva una serie de cambios, por lo
mismo, en la medida que las personas puedan mantener aquellos aspectos internos y externos
que consideran parte de su identidad, podrán adaptarse a las nuevas condiciones de forma satis-
factoria.
Se trata de una teoría que se acerca a los modelos del déficit, esto toda vez que presenta una
imagen del envejecimiento como un proceso negativo e inevitable. Según Lehr y Thomae (3), es
una teoría que pone demasiado énfasis en las condiciones objetivas del ambiente, desvalorizando
el aspecto subjetivo del envejecimiento exitoso. Lo anterior resultaría en perder de vista aquellas
situaciones en que las personas desarrollan ciertos procesos de aceptación que generan satisfac-
ción más allá de su condición de salud, discapacidad o dependencia, o en procesos terapéuticos
de resignificación de experiencias que pueden mejorar la salud psíquica y por consecuencia, la
funcionalidad global.
18 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Según Lehr y Thomae (3), en las últimas décadas del siglo XX aparecieron una serie de teorías que
buscaban explicar desde lo cognitivo, las percepciones, comportamientos y pensamientos de las
personas mayores. Estas teorías tienen en común que sus autores las agrupan en la categoría de
cognitivas, esto es, que proponen que el estímulo externo y objetivo, no es lo determinante a la hora
de entender la acción, sino que la cognición (representación, interpretación, percepción) propia de
cada persona, que genera una respuesta singular y diferenciada. De este modo, la variable determi-
nante es la cognición que procesa ciertos estímulos para la producción de respuestas, sean estas
acciones, afecciones o acciones específicas.
a) Bienestar y crecimiento
Ryff y Essex (23), realizaron una revisión del concepto de bienestar, proponiendo que su definición
como estado de satisfacción subjetiva es estrecho. A su vez, propusieron definir el bienestar a
través de cinco condiciones, estas son: aceptación de sí mismo, formación de relaciones positivas
con otras personas, formación de autonomía, dominio del entorno y sentimiento de finalidad en la
vida. Para estos autores, el funcionamiento psicológico óptimo requiere del desarrollo permanen-
te de estas cinco condiciones. El logro de estas condiciones llevaría a una plena integración entre
el ideal que la persona posee de sí mismo y su realidad. Para el logro del bienestar en la adultez
mayor es de suma relevancia la realización de actividades significativas.
b) Crecimiento y sabiduría
Clayton (24) indaga en la posibilidad que tienen las personas mayores de lograr la sabiduría en
esta etapa de la vida. Lo que este autor propuso, es que la sabiduría es una forma específica de
saber que se adquiere solamente en la edad avanzada. Este conocimiento tiene una dimensión
Parte 1. Conceptos Generales 19
práctica a través de la cual la persona desarrolla capacidad para resolver problemas cotidianos,
pero también una dimensión trascendental, a través de la cual las personas adquieren una cierta
concepción sobre el sentido de sus vidas. Según esta teoría, las personas que logran la sabiduría
muestran una alta integración del yo, alcanzado con esto el máximo nivel de desarrollo de la per-
sonalidad en los términos de Erikson.
c) Gerotrascendencia
La teoría de la gerotrascendencia (“gero” que se traduce a “viejo” y “trascendencia” se refiere
a “elevarse por encima de”), fue propuesta por Tornstam (25) como un intento por plantear una
nueva orientación de la teoría de la desvinculación. Las gerotrascendencia sería una etapa tardía
del desarrollo de los seres humanos caracterizada por la búsqueda de una cosmovisión
trascendental (25). También, se caracteriza por una mayor integración con generaciones
anteriores y futuras, la desaparición del temor a la muerte, y por la aceptación del misterio que
conlleva vivir. Además, las personas que logran esta etapa del desarrollo serían personas más
altruistas, que prestan menor atención a las relaciones superficiales y al aspecto material de la
vida, además de destinar más tiempo a la reflexión sobre sí mismos. Esta teoría entiende que la
hipótesis de la desvinculación plantea una manera defensiva de enfrentar los cambios acaecidos
con la edad avanzada, obser-vando las estrategias compensatorias que las personas activan
ante el fracaso de las relaciones sociales, pero que resta atención al aspecto positivo, diferente
en términos cualitativos de la adul-tez mayor.
En este contexto, Joan Erikson publicó una versión extendida del trabajo de su difunto esposo Erik
Erikson sobre las ocho etapas del desarrollo psicosocial, agregando una novena y décima
etapa que integran ideas de gerotranscendencia (26).
20 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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22 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• La psicogerontología es un constructo interdisciplinar que aborda el envejecimiento, la ve-
jez y el trabajo con las personas mayores, comprendiendo los procesos psíquicos/psicoló-
gicos que ocurren durante el curso de la vida.
• La psicogerontología tiene como objetos de estudio el envejecimiento, las personas mayo-
res que cursen un envejecimiento normal o alterado, y la vejez como la toma de consciencia
a través de temas del envejecer que evidenciarían el paso del tiempo.
• Se diferencia de la psicogeriatría en que está última estudia y aborda las patologías psi-
quiátricas que surge en las personas mayores, así como también en el diagnósticos de pa-
tologías aparecidas en edades previas y trastornos del neurodesarrollo.
• Existen distintos temas relativos al envejecimiento en las personas como son respecto al
cuerpo, a los vínculos, los duelos / pérdidas, a factores social y económico.
• El rol del profesional de la psicogerontología se puede desarrollar en el trabajo con perso-
nas mayores desde dispositivos clínicos, con las familias desde dispositivos clínicos, desde
dispositivos comunitarios, en residencias de larga estadía, en el área de capacitaciones,
investigación y docencia.
La gerontología nace el año 1903 de la mano del inmunólogo ruso Elie Metchnikoff, quien acuña el
concepto que Martin y Gillen (1) reconocen como punto de partida para el desarrollo científico del
quehacer interdisciplinario que estudia el envejecimiento, la vejez y las personas mayores desde
una mirada bio-psico-social. A lo largo del siglo XX, tanto la Geriatría como la Gerontología Social
respondieron a la demanda de una vejez enferma y marginada. Sin embargo en la actualidad tiene
una mirada de promoción y prevención de salud. La psicogerontología, en cambio, no concitó
mayor interés investigativo hasta la década del 1960. Hoy en día, existen dos grandes
perspectivas para comprender la psicogerontología, una europea (que comparte
elementos con Estados Unidos) que la reconoce como una subdisciplina de la psicología tal como
señala Pinquart (2), y una corriente latinoamericana que describe Zarebski (3) que busca la
descolonización teórica y la producción local de conocimiento bajo una mirada interdisciplinaria.
vejez, entre los que se destacan Quetelet, Galton, y Sandford, por mencionar solo algunos. Destaca
la figura de Stanley Hall – quien publica el libro “Senescence, The last half of life” (5)– como uno de
los precursores en reconocer la vejez como una etapa de la vida a cuál se le debía prestar la misma
atención que a la adolescencia, debido a los múltiples cambios que caracterizan ambas etapas.
A partir de la década del '60, los estudios de psicogerontología fueron cobrando relevancia y
superando poco a poco miradas basadas en estereotipos; en aquel momento el envejecimiento
poblacional se presentaba como una realidad irrevocable, y la psicogerontología podía entregar
una mirada desde las oportunidades, distinta a las visiones que provenían de las ciencias
económicas y empresariales, que observaban el envejecimiento como un problema, acuñando
conceptos como invierno demográfico (6).
Este desarrollo no estuvo libre de prejuicios “viejistas”, como presumir que los cambios negativos
en la personalidad y la rigidez cognitiva forman parte de un envejecimiento normal. Estos estudios
comienzan a ser cuestionados a partir de la década de los '80 con los aportes de estudios longi-
tudinales iniciados 10 años antes, y con el auge de la Psicología del Curso de Vida (Life-Span), que
aporta una mirada dialéctica, entendiendo el envejecimiento como un proceso dinámico de inte-
racción entre la genética, el ambiente, y el contexto histórico-político. Con el tiempo, los estudios
longitudinales evidenciaron la imposibilidad de encasillar a las personas mayores en determinadas
características, reconociendo – como señala Fernández-Ballesteros (7) – que, a mayor edad, existe
mayor diferencia interindividual; no se puede hablar de una vejez, sino que presenciamos una gran
diversidad de vejeces.
Cabe destacar que en la actualidad no existe una sola perspectiva desde la cual entender la
Psicogerontología, pudiendo describirse dos corrientes. La de mayor prevalencia es la
perspectiva positivista, que integra la Psicogerontología como subdisciplina conformada a
partir de la Psicología del desarrollo y de la psicología de las diferencias individuales, por
ende, de ejercicio exclusivo de psicólogos. Tal como señala Qualls (9), se ha nutrido en
las últimas décadas de los aportes de las neurociencias y, sobre todo, del desarrollo de la
Neuropsicología. La segunda corriente se comienza a configurar en Latinoamérica a partir del año
2005, reconociendo los aportes de la perspectiva positivista, pero buscando romper con los
reduccionismos propios de las ciencias positivistas, las cuales han marcado gran parte de
las corrientes europeas y norteamericanas; al respecto, Pérez (10) señala que el ser
humano es analizado aislado del contexto y del reconocimiento de su historia de vida.
La perspectiva latinoamericana propone su propio campo de acción; según Da Costa y Catullo (9),
la psicogerontología se ocupa del estudio de los procesos psíquicos del envejecimiento
como construcción histórica permanente de subjetividades. No es un enfoque disciplinario,
dirigido a un grupo determinado de profesionales o investigadores, es un conjunto de
conocimientos que interesa a todos los profesionales de la Gerontología, dirigido a la
construcción de un nuevo conocimiento interdisciplinario. De acuerdo con Zarebski (3) un
acercamiento fundamental sería la anticipación a trabajar el proceso de envejecimiento propio y
de los otros; y las disciplinas que nutrirían la Psicogerontología son la Psicomotricidad,
Terapia ocupacional, Musicoterapia, Psicopedagogía, Psicogeriatría y la Psicología.
24 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Por último, la cuarta distinción cabe mencionar que los cuidados paliativos también difieren de
los cuidados de fin de vida, y para su abordaje se han desarrollado nuevas ramas teóricas que
entrecruzan la Tanatología con la Psicología.
Los temas del envejecer tienen la peculiaridad que no pueden ser evadidos por el psiquismo,
se hacen presente, marcan un antes y un después, y en aquellas personas que carecen de
herramientas psicoemocionales para abordarlos, pueden generar consecuencias severas que
motivan la consulta de salud mental del sujeto envejeciente, ya sea por motivación propia, o por
presión del entorno familiar.
Parte 1. Conceptos Generales 25
Quienes logran afrontar los temas del envejecer usando herramientas tales como relativizar, re-
formular, compensar, adaptarse a los cambios, y otras, desarrollan un envejecimiento normal in-
tegrando los eventos de cambio, manteniendo la percepción de eficacia y de control de una forma
razonable, sosteniendo una identidad flexible, anticipando y planificando el futuro, y generando un
proyecto de vida. Quienes no pueden o no quieren enfrentar las evidencias del paso del tiempo, ex-
perimentan un quiebre identitario que se vive como la angustia de haberse transformado en algo no
deseado y haber perdido todo lo valioso que lo identificaba como sujeto. Se vive una vejez sin deseo,
esperanza ni motivación, pensando con nostalgia en un pasado irrecuperable y sufriendo un futuro
carente de proyectos. Algunos de los temas del envejecer que podemos observar en consulta se
dan a conocer en el cuadro 1 en la siguiente página.
Al respecto, Cisternas y Sarabia (13), señalan que el concepto edadismo proviene de la traducción
de ageism, propuesto por Robert Butler (1969), y comprende actitudes discriminadoras que se
usan para categorizar y dividir a las personas, generando daño, desventajas e injusticias, y
erosionar la solidaridad entre generaciones (14). La Organización Mundial de la Salud (OMS) (14)
(15) refiere que la discriminación por edad es un fenómeno social multifacético, y la define como:
los estereotipos, los prejuicios y la discriminación dirigidos hacia las demás personas o hacia una
misma en función de la edad . A su vez, el edadismo tiene varios aspectos interrelacionados (14):
• Tres dimensiones: estereotipos (pensamientos), prejuicios (sentimientos) y discriminación (ac-
ciones o comportamiento).
• Tres niveles de manifestación: institucional, interpersonal y autodirigida.
• Dos formas de expresión: explícita (consciente) e implícita (inconsciente).
*Concepto acuñado por la psicoanalista P. Redler, para denominar la relación intrapsíquica e interpersonal entre abuelo o abuela y nieto
o nieta (12).
26 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Según Bodner, Palgi y Wyman (16) es poco frecuente que los profesionales de salud mental manifies-
ten una actitud positiva cuando se trata de atender a personas mayores; esto se reflejaría, por ejem-
plo, en el escaso interés profesional de formarse y/o dedicarse a la práctica de la psicogerontología.
Destacan que en el trabajo clínico tienen más reacciones negativas durante la atención y tienden a
generalizar y no identificar las particularidades de cada caso, generando un reduccionismo diagnós-
tico (16). Si se piensa que las personas mayores sufren deterioro y son quejosas, una negligencia fre-
cuente es no reconocer signos y síntomas indicativos de patología física o psíquica, interpretándolos
como manifestaciones normales de envejecimiento (16).
Al respecto, Pérez (10) señala que la clínica con personas mayores debe considerar la historia de vida
y la elaboración de proyectos independientemente de la edad cronológica de la persona. A su vez, se
deben evitar las prácticas discriminatorias como, por ejemplo, dirigirse sólo al familiar que acom-
paña a la persona mayor consultante, generando un diálogo bidireccional que excluye a la persona
mayor transformándola de protagonista a espectadora. En cuanto al estilo comunicativo,
Hummert (17) señala que se debe evitar el uso de lo que en gerontología se denomina elderspeak o
“lenguaje para viejos”, que consiste en un discurso lento, excesivamente modulado, con uso de un
vocabulario precario y explicaciones simplistas, asumiendo que todas las personas mayores tienen
una reducida capacidad cognitiva de comprensión del lenguaje. Una forma más radical de
discriminación lingüística es el baby talk o “habla de bebe”, frecuentemente observado en las
residencias de larga estadía, caracterizado por una distorsión infantilizada del tono y la
pronunciación.
Por último, como señala Zarebski (8), es importante conocer la posición anticipada del envejeci-
miento en el o la profesional que trabaja con personas mayores, ya que parte de los prejuicios
operan a nivel inconsciente. Éstos pueden conducir, aunque el profesional cuente con los mejores
lineamientos teóricos y técnicos actualizados y basados en la evidencia, a manifestar conductas
edadistas en el ejercicio profesional.
En Europa, Pinquart (2) a través de diversos catastros reconoce la presencia de formación psicoge-
rontológica a lo largo de todo el continente; principalmente se trata de la formación de psicólogos
y psicólogas, que en su mayoría adquieren conocimientos en temas de envejecimiento, vejez y per-
sonas mayores en diversas asignaturas, pero reconoce la necesidad de conformar más programas
de postgrado. En cuanto a Estados Unidos, Bush, Allen y Molinari (17) identifican la formación de
postgrado como algo elemental para el trabajo con personas mayores, buscando reducir actitudes
28 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
negativas hacia las personas mayores. La American Psychology Asociation (APA), por su parte, des-
taca la necesidad de supervisión clínica que guíe el ejercicio profesional con personas mayores y el
diseño de un perfil del psicogerontólogo.
• Evaluación psicológica.
• Intervención psicológica y psicoterapia.
• Counselling o consejería.
• Evaluación e intervención psicológica con personas mayores en situación de dependencia física o psí-
quica.
• Intervención en crisis.
• Atención psicológica domiciliaria.
• Acompañamiento de fin de vida.
• Diseño e implementación de intervenciones no farmacológicas con personas mayores con diagnóstico
de demencia.
TRABAJO CON LAS FAMILIAS DESDE DISPOSITIVOS CLÍNICOS
• Orientación psicogerontológica familiar.
• Psicoterapia familiar.
• Orientación y acompañamiento en procesos de duelo.
• Prevenir y abordar la sobrecarga del cuidador/a familiar de personas mayores en situación de dependencia.
ASPECTO DEFINICIÓN
La necesidad de que el o la profesional cuente con la formación adecuada en
Competencia psicogerontología. No contar con los conocimientos adecuados implica el riesgo de
profesional conductas edadistas, contratransferencias que obturan procesos, y abordajes
superficiales o medicalizados.
El secreto profesional y la privacidad necesaria deben respetarse en la atención de
la persona mayor de la misma forma que a una persona adulta, salvo que la persona
Confidencialidad
mayor esté incapacitada para comprender y/o decidir, o que exista riesgo a su inte-
gridad o la de otros.
El profesional que trabaja con personas mayores desempeñándose en diversos con-
textos, puede requerir acceder a la familia de la persona mayor o ser requerido por
La familia de la
ella. Es frecuente que la familia necesite información, y aunque las demandas de la
persona mayor
familia no siempre se ajustan a lo clínica o éticamente recomendable, se debiera po-
der contar con la familia como un aliado del tratamiento.
Fuente: Elaboración por autores del presente capítulo, a partir de Hummert, M.L (17).
Parte 1. Conceptos Generales 31
Referencias
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21. Lengenfelder J, Dahlman KL, Ashman TA, Mohs RC. Psychological assessment of the elderly. Handbook
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32 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• La Geriatría como rama de la medicina que se ocupa de la prevención, tratamiento y reha-
bilitación de las enfermedades en las personas mayores, desde los cambios físicos, fisio-
lógicos, bioquímicos y estructurales que ocurren a causa del envejecimiento. Por su parte
la Psicogeriatría se considera una subespecialidad de la Psiquiatría, que aborda un con-
junto de enfermedades cuyo correlato cerebral puede ser muy diferente al que observa
el o la geriatra, y cuyas múltiples causas pueden estar las enfermedades psíquicas, o que
se pueden presentar como una patología psíquica.
• La funcionalidad es el mejor reflejo de la buena o mala salud de las personas mayores. La
autovalencia y la autonomía son habilidades que forman parte de la calidad de vida de las
personas mayores.
• Las patologías o trastornos de salud mental en la vejez pueden darse en general en dos
escenarios: continuación de situaciones clínicas ya adquiridas en etapas previas o debut
de nuevas problemáticas. La distinción habla del posible origen y pronóstico del cuadro clí-
nico que presenta el o la paciente.
• Una dimensión humana crucial en cuanto a su influencia como factor moderador positiva o
negativamente en el curso del proceso de envejecimiento psíquico de las personas mayo-
res es, el conjunto de relaciones e interacciones más cercanas, que suelen darse en contex-
to de familia o equivalentes (otras relaciones con las mismas características de vínculo
emocional). Las características y la calidad de las relaciones familiares y/o con otras per-
sonas, pueden ser muy variados y de este modo componer un escenario de protección, con-
tención y apoyo o lo contrario.
Desde esta evidencia surge la necesidad del desarrollo de una rama de la medicina, que se ocupe
de prevenir, tratar y rehabilitar las enfermedades para este grupo de la población. La Geriatría nace
a principios del siglo XX y se valida progresivamente a lo largo de las décadas siguientes, siendo
Parte 1. Conceptos Generales 33
hoy una sólida especialidad de la medicina (1). Se instalan entonces las preguntas: ¿la patología
psíquica también cambia con el envejecimiento?, ¿el psiquismo humano envejece?, ¿se
develan nuevas enfermedades psiquiátricas vinculadas al psiquismo envejeciente?, ¿se
requiere un abordaje específico y especializado de la salud mental en las personas mayores?
De la misma forma como la psiquiatría se desarrolló tardíamente en comparación con otras áreas de
la medicina, el estudio científico de la vejez y el envejecimiento sufrió un retraso equivalente. En la
medida que la vejez era vista como la etapa previa a la muerte, y se la caracterizaba como un estado
de deterioro progresivo, abundante en enfermedades, carente de utilidad productiva, y conducente
irremediablemente a la demencia, no era una etapa de la vida que despertara el interés científi-
co. El estudio sistemático de los aspectos psíquicos del envejecimiento se inicia recién en torno a
mediados del siglo XX, época en que la longevidad alcanzada, el mejor nivel de salud, y la actividad
desplegada por las personas mayores permite visibilizar este colectivo (3).
La Psiquiatría Geriátrica o Psicogeriatría surge en Inglaterra a mediados del siglo XX como una sub-
especialidad de la Geriatría. Se establece que dicha subespecialidad abarcará no sólo el abordaje
de las enfermedades psíquicas que se presentan característica y preferentemente en la vejez (de-
mencias, delirium, trastorno delirante, entre otros), sino que toda patología psíquica que pueden pa-
decer las personas mayores (trastornos depresivos, trastornos ansiosos, trastornos por consumo de
sustancias, entre otros). También se incorpora al campo de la Psicogeriatría aquellas enfermedades
psiquiátricas crónicas que, habiéndose iniciado en etapas previas de la vida, siguen acompañando al
individuo a lo largo del envejecimiento presentando nuevos desafíos (esquizofrenia, trastorno bipo-
lar, trastorno de personalidad, entre otros) (3).
El necesario enlace que se requiere entre la geriatría y la psiquiatría, para enfrentar de manera ade-
cuada la atención de las personas mayores con patología psíquica, despierta cada cierto tiempo la
controversia acerca de si la Psicogeriatría debiera ser una subespecialidad de la Psiquiatría o de la
Geriatría. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS), en una Declaración de Consenso de
1996 la define como “Psiquiatría Geriátrica”, la pregunta sigue siendo válida (4). Asimismo – pero
claramente menos importante – la denominación de la disciplina genera opiniones divididas: ¿Ge-
rontopsiquiatría o Psicogeriatría?
2. Geriatría y Psicogeriatría
La Geriatría, como rama de la medicina que se ocupa de la prevención, tratamiento y
rehabilitación de las enfermedades en las personas mayores, entiende que en el individuo los
cambios físicos, fisiológicos, bioquímicos y estructurales ocurren a causa del envejecimiento,
obliga a tener una mirada distinta de la salud y la enfermedad. El envejecimiento de órganos y
sistemas puede no evidenciarse notoriamente en la tarea que cada uno de ellos cumple
cotidianamente, sin embargo, es la reserva funcional la que se compromete con el paso del
tiempo. Consecuentemente, frente a una demanda extraordinaria proveniente del medio externo
– como un esfuerzo físico intenso – o del medio interno – como enfrentar una infección viral – la
respuesta del organismo será menos eficiente. Por lo tanto, el cuerpo viejo es más vulnerable al
estrés, más propenso a enfermar, y tiene más riesgo de morir (1). Sin embargo, la vulnerabilidad
no es necesariamente equivalente en todos los órganos; algunos pueden verse más afectados por
el envejecimiento o ser asiento de una patología, lo que los hace más frágiles. Esta es la razón por
la cuál en la persona mayor, una enfermedad puede presentarse con un perfil sintomático
diferente del habitual en personas de menor edad, pues el órgano más frágil será el que
presente más signos y síntomas que el órgano enfermo (6). El ejemplo más común es la presencia
de un foco infeccioso en una persona cuya única patología de base es una demencia; en este caso,
el órgano más frágil es el cerebro. Si esta persona presenta una infección urinaria, lo más probable
es que presente un síndrome confusional agudo o delirium.
Cuando se trata del envejecimiento psíquico normal, es necesario considerar que, si bien el
cerebro envejece como el resto de los órganos y sistemas, posee una característica particular, la
plasticidad cerebral, que le permite adaptarse al envejecimiento conservando la funcionalidad
de la mayor parte de la vida psíquica en el sujeto mayor sano. Si bien se presenta declive en
algunas funciones cognitivas, como la velocidad de la memoria anterógrada y de la función de
evocación, así como la eficiencia de las funciones ejecutivas, otras manifestaciones psíquicas
como la orientación temporo-espacial, la afectividad, el juicio y la inteligencia, no sufren pérdidas
a lo largo del envejecimiento. La disposición y el trabajo en red de las neuronas permite optimizar
el rendimiento, más aún, la generación de nuevas redes neuronales es posible a lo largo de toda la
vida cuando existen los estímulos correspondientes (8).
La Psicogeriatría aborda un conjunto de enfermedades cuyo correlato cerebral puede ser muy
diferente. Las demencias, síndrome neurológico, son la manifestación de diferentes grados de
compromiso de la masa cerebral, como atrofia, degeneración o invasión progresiva, entre otros,
dependiendo de la modalidad, tecnología y resolución de las imágenes cerebrales, puede ser
apreciada a simple vista. En la depresión mayor en cambio, si bien se constatan algunos cambios
Parte 1. Conceptos Generales 35
Como ya se explicó antes, la funcionalidad es el mejor reflejo de la buena o mala salud de las per-
sonas mayores. La autovalencia – valerse por sí mismo – y la autonomía – ser capaz de tomar
las decisiones concernientes a su propia vida – son habilidades que forman parte de la calidad de
vida de los mayores. En Geriatría, el abordaje de las patologías crónicas no consigue la curación,
pero el objetivo de conservar la mayor funcionalidad posible nunca se abandona. Prevenir la
dependencia siempre será más fácil que revertirla. Desde este enfoque, hay enfermedades que
en la persona mayor pueden tener consecuencias que resultan más graves e incapacitantes que
la enfermedad original (7). Esto se ilustra con el siguiente ejemplo: La fractura de un brazo
provocada por una caída, probablemente sanará después de un tiempo de inmovilización y
posterior rehabilitación kinésica para recuperar la movilidad del brazo. Sin embargo, esa
persona mayor perdió la seguridad para caminar porque teme caerse nuevamente, por lo que
evita salir a la calle. A consecuencia de ello, se aísla socialmente y requiere que alguien le haga
compras y trámites. Como se siente sola e inútil, surgen síntomas depresivos. La progresiva falta
de ejercicio le produce atrofia muscular, por lo que después de un tiempo, como no tiene ánimo y
se cansa mucho, empieza a quedarse en cama, lo que deteriora aún más su estado físico y psíquico,
terminando en situación de postración.
En Geriatría es frecuente que la condición de salud que se aprecia a simple vista sea la
consecuencia final de un conjunto de enfermedades que se conjugan o se suceden en el tiempo,
enfermedades que no son infrecuentes en las personas mayores. A estos cuadros clínicos que
representan “la punta del iceberg”, se les denomina síndromes geriátricos. A la producción de los
síndromes geriátricos contribuyen: la pluripatología frecuente en las personas mayores, el efecto
sobre la funcionalidad de enfermedades agudas o crónicas, y la mayor vulnerabilidad previa de
algún órgano o sistema (1). Los síndromes geriátricos deben ser investigados exhaustivamente
para desentrañar, diagnosticar y tratar todas las condiciones patológicas que contribuyeron a su
generación; entre ellas – como en el ejemplo – suelen haber patologías psiquiátricas. Más aun,
dentro de los síndromes geriátricos hay algunos cuya manifestación visible es una alteración
psíquica, bajo la cual subyacen un conjunto de condiciones patológicas de otra índole. Algunos de
ellos son síndrome confusional agudo o delirium, síndrome de deterioro cognitivo, o síndrome de
disfunción sexual (1).Si bien, la Psicogeriatría se considera una subespecialidad de la Psiquiatría,
necesita acoger de la Geriatría algunos de sus conceptos básicos, que deben estar presentes en la
práctica clínica de la Psicogeriatría:
• La mantención de la funcionalidad como una de las metas.
• La visibilización de signos y síntomas a través del órgano o sistema más vulnerable, no nece-
sariamente del más enfermo.
• Los síndromes geriátricos, entre cuyas múltiples causas pueden estar las enfermedades psí-
quicas, o que se pueden presentar como una patología psíquica.
36 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
A lo largo de la vida, las personas van estableciendo lazos afectivos con personas significativas, que
suelen constituir luego relaciones de consanguinidad o parentesco (pareja, hijos, nietas, sobrinos
entre otras personas) que las van profundizando y consolidando. Sin embargo, las características y
“calidad” de dichos vínculos pueden ser muy variados y de este modo componer un escenario de
protección, contención y apoyo o lo contrario (10). Para la mayor parte de las personas, las
relaciones familiares son el eje de sus desarrollos vitales, de modo que el patrón relacional
resultante en esta etapa vital es determinante en cuanto a dos elementos que son gravitantes
para tener una salud mental suficientemente “sana”, como la percepción de apoyo social y
mantención de un sentido para vivir (10). Ambos componentes facilitan la continuación del
desarrollo en condiciones de satisfacción y tranquilidad. Esta dimensión va cobrando cada vez
mayor relevancia, en la medida que las personas mayores se van haciendo más dependientes del
apoyo y cuidado de otras personas. Esto se explica porque en las relaciones de cuidado, se tiende a
reeditar los estilos de apego y a establecer las formas de cuidado según la percepción de mayor
adecuación; quedando muchas veces excluida la opinión y emocionalidad de la persona mayor. Las
decisiones de cuidado y apoyo que se necesita tomar en encrucijadas de salud o necesidad de
mayor supervisión o cuidado, impactan enormemente la percepción y vivencia de la persona
mayor, en cuanto su percepción de apoyo social y sentido de vivir (11).
Parte 1. Conceptos Generales 37
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38 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• En 1982 se celebra la Primera Asamblea Mundial sobre Envejecimiento.
• En 2002 se presenta la Declaración Política y el Plan de Acción Internacional de Madrid
sobre el Envejecimiento.
• En Chile en el año 2012, el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) publicó la Políti-
ca Integral de Envejecimiento Positivo 2012-2025.
• En el año 2015 se genera la Convención Interamericana sobre la Protección de los Dere-
chos Humanos de las Personas Mayores, y ratificada por Chile el 2017. Los Derechos pro-
tegidos de la Convención son 27.
• A nivel nacional existen leyes exclusivas para las personas mayores, en materias de Partici-
pación social y comunitarias, en protección social, en delitos, en vivienda, en salud, en la
institucionalidad y organización gubernamental.
Las personas mayores han sido uno de los grupos de población más postergados desde el punto de
vista de sus derechos, por este motivo y basado en distintos instrumentos internacionales se
empiezan a instalar mecanismos para poder asegurar progresivamente el ejercicio sus derechos.
Esto implica el reconocimiento de ciertos aspectos específicos como grupo de la población, y
ubica un proceso de emancipación y lucha política por las formas de comprender a las personas
mayores. En este sentido, la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos
Humanos de las Personas Mayores es un instrumento sustantivo en dicha construcción y fue
Ratificado por Chile el año 2017 (1).
de los derechos humanos de las personas mayores. Este instrumento presenta una oportunidad
no sólo de ampliar los mecanismos de protección jurídica, sino de colocar a las personas ma-
yores en una nueva categoría: la de sujeto de derecho humano. Al ubicar a las personas mayo-
res como objeto y sujeto de discurso de los derechos humanos, se inaugura una nueva forma
de enunciar que tiene la potencia de producir nuevas categorías de comprensión respecto a la
vejez, habilitando nuevas prácticas emancipadoras con el poder de reinterpretar el rol de las
personas mayores en el espacio social, transformando su lugar legal, moral y político.
Tipo Ley
Ley N.º 20.255 que Establece Reforma Previsional y nuevo Pilar Solidario.
Ley N.º 20.506, que otorga un bono a los cónyuges que cumplan cincuenta años
Protección
de matrimonio.
Social
Ley N.º 20.531 que exime, total o parcialmente, de la obligación de cotizar para
salud a los pensionados que indica.
Ley N.º 21.013 que tipifica un nuevo delito de maltrato y aumenta la protección
de personas en situación especial.
Delitos
Ley N.º 20.427 que modifica la ley N.ª20.066, de violencia intrafamiliar, y otros
cuerpos legales para incluir el maltrato del adulto mayor en la legislación nacional.
Ley N.º 20.732, que rebaja el impuesto territorial correspondiente a propiedades de
adultos mayores vulnerables económicamente.
Vivienda Decreto Supremo N.º 106 de 2004 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que dispo-
ne beneficios que indica para adultos mayores deudores de los SERVIU.
Decreto Supremo N.º 49 de 2011 del Ministerio de Planificación, Reglamento que re-
gula el Programa de Viviendas Protegidas para Adultos Mayores.
Decreto Supremo N.º 95 de 1997 del Ministerio Secretaría General de la Presiden-
cia, crea comités regionales para el adulto mayor.
Decreto Supremo N.º 92 de 2003 del Ministerio Secretaría General de la Presiden-
cia, que aprueba Reglamento del Comité Consultivo del Adulto Mayor.
Institucionalidad Decreto Supremo N.º 93 de 2003 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia,
y organización que aprueba Reglamento del Registro de Prestadores de Servicios Remunerados o no
gubernamental a Adultos Mayores.
en torno a
las personas Decreto Supremo N.º 115 de 2003 del Ministerio Secretaría General de la Presiden-
mayores cia, que aprueba Reglamento del Fondo Nacional del Adulto Mayor.
Decreto Supremo N.º 125 de 2005 del Ministerio Secretaría General de la Presiden-
instituye día del adulto mayor.
Decreto Supremo N.º 8 de 2008 del Ministerio Secretaría General de la Presiden-
cia, que crea los Consejos Asesores Regionales de Mayores.
Ley N.º 19.828, que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor.
Ley N.º20.584, de atención preferente en salud, la cual vela por la atención
preferente y oportuna por los prestadores de salud hacia las personas mayores y
Salud las personas con discapacidad.
Ley N.º 21.375 consagra los cuidados paliativos y los derechos de las personas
que padecen enfermedades terminales o graves.
Ley N.º 21.380 Derecho Preferente de Atención de Salud, Persona con Discapacidad,
Persona mayor de 60 años, Cuidadores, Cuidadoras.
Decreto Supremo N.°14, de 2010, del Ministerio de Salud, que aprueba el reglamen-
to de establecimientos de larga estadía para adultos mayores.
Fuente: Elaboración propia en base a (5-25).
Parte 1. Conceptos Generales 41
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lud, la cual vela por la atención preferente y oportuna por los prestadores de salud hacia las perso-
nas mayores y las personas con discapacidad [Internet]. Disponible en: https://www.bcn.cl/leychile/
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pacidad, Persona mayor de 60 años, Cuidadores, Cuidadoras [Internet]. Disponible en: https://www.bcn.
cl/leychile/navegar?idNorma=1166847&tipoVersion=0
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 43
Ideas centrales
• Las respuestas ante los cambios corporales pueden generar modificaciones en la fi-
guración de la identidad, alterando la relación del sujeto con su cuerpo. La importancia
de trabajar esta temática implica poder analizar el modo en que los cambios relativos al
envejecimiento pueden generar dificultades, como así también propiciar estrategias para
su mejor resolución. La figuración puede resumirse como el resultado de un esfuerzo na-
rrativo, que posibilita figurarse (o representarse) como un tipo particular de identidad en
un momento determinado.
• Cuando se producen desajustes entre lo que la persona cree ser, y lo que efectivamente
ocurre en los contextos que participa, se promueven disonancias cognitivas y repercu-
cusiones emocionales, que abren a un proceso denominado refiguración.
• La identidad narrativa tiene como objetivo restaurar las refiguraciones, generando nexos
de sentido que provean márgenes de coherencia y continuidad. La configuración es el
resultado del trabajo de integración, y su objetivo es resolver los desajustes entre los
contextos y la identidad a partir de “proyectos narrativos” que vuelvan coherentes las
nuevas condiciones vitales.
Tipos de refiguración del cuerpo
TIPOS DESCRIPCIÓN
Se describe con desagrado y las expresiones críticas con que se relata
El cuerpo rechazado
al cuerpo de la vejez, utiliza significados singulares y sociales.
Se lo relaciona con las imposibilidades que provoca una parte del
El cuerpo privador cuerpo o el conjunto del mismo, lo que genera una diferencia y un
conflicto entre la persona y su cuerpo.
El cuerpo no Se refiere a la dificultad de reconocer el cuerpo propio a partir de
reconocido alguien, o de sí mismo o sí misma.
• El análisis de la trama narrativa de las personas mayores permite comprender las figu-
raciones otorgadas a los cambios corporales, y los efectos emocionales que estos gene-
ran. Cuando no se consigue aprehender y entramar dichos cambios, el sujeto presentará
emociones muy encontradas y limitaciones funcionales que pueden dar lugar a síntomas
o patologías.
• La configuración aparece como la respuesta de cierre a la refiguración y tendrá diversas
modalidades y niveles, que van desde formas fragmentarias hasta las más consolidadas.
Esta noción se asocia con la posibilidad de integración de hechos que resulten incoheren-
tes y discontinuos con la figuración de la identidad.
• La construcción de la configuración identitaria implica estructurar un relato que de sen-
tido a la relación entre la identidad y los escenarios alternativos.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 45
Las investigaciones (1)(2) muestran que las respuestas ante las vicisitudes corporales pueden gene-
rar modificaciones en la figuración de la identidad, que alteran la relación del sujeto con su cuerpo.
Algunas de las respuestas halladas lo leen desde la escisión entre un cuerpo joven y uno viejo, o
entre uno propio y otro ajeno; otras lo asocian al enojo, la culpa o el temor ante partes del cuerpo
que no pueden ser controladas o que escapan a las expectativas anheladas (1)(2). También pueden
presentarse respuestas que inhiben el movimiento ante el temor que generan los cambios o, por lo
contrario, desestiman las limitaciones tomando riesgos excesivos.
La importancia de trabajar esta temática implica poder analizar el modo en que los cambios relati-
vos al envejecimiento pueden generar dificultades, como así también propiciar estrategias para su
mejor resolución. Por ello, es de fundamental importancia que los grupos multidisciplinarios com-
prendan e intervengan sobre esta temática.
En este capítulo se desarrollará de qué manera los cambios corporales inciden en la identidad de
las personas mayores, y para ello se expondrán las nociones de la Teoría de la Identidad
Narrativa, que permite situar los fenómenos relativos a los cambios corporales. En
segundo término, se presentarán tres representaciones corporales emergentes, que indican
el malestar con el cuerpo, a partir del: “cuerpo rechazado” el “cuerpo privador” y el “cuerpo no
reconocido”. En tercer lugar, se tratarán los procesos de cambio que complejizan la incorporación
de nuevas figuraciones de sí y los efectos emocionales y sintomáticos que presentan. En
cuarto lugar, se conceptualizará el proceso de configuración que permite reconstruir la
identidad. Finalmente en quinto lugar, se propondrán estrategias de abordaje del equipo
multidisciplinario desde las teorías del control personal.
La crisis, signada por una relación conflictiva con el cuerpo envejecido, puede resultar una
experiencia que limita, escinde y margina. Más aun cuando esta percepción se afirma en un
contexto social que descalifica ese cuerpo, tanto a nivel estético como funcional. La persona puede
encontrar en su cuerpo la pérdida de un ámbito que brindaba la sensación de control sobre los
movimientos, lo que a su vez implicaba seguridad, capacidad, independencia y diversas formas de
relación e inclusión.
Las representaciones sociales le otorgan al cuerpo una determinada posición dentro del
simbolismo general de la sociedad. El cuerpo puede ser pensado como un espacio donde surge el sí
mismo, o como su representante, con todos los significados que ofrece. Su
representación será concebida, en este contexto, como un territorio que se coloniza o se abandona,
se libidiniza o se rechaza, se goza o se padece.
Cuando el cuerpo falla, duele, se vuelve menos predecible o deja de resultar atractivo para sí o para
otras personas, produciendo una serie de respuestas cognitivas, emocionales y conductuales que
generan cambios en los modos de figurarlo, sentirlo y conducirlo. Sin embargo, esta compleja trans-
formación psicológica, no suele ser atendida, sino reducida a una mera cuestión física, lo que limita
otras formas de atención y acompañamiento a nivel profesional.
Las formas de nombrar, recortar, examinar, penetrar o de dar sentido al cuerpo, son modos en que la
cultura se apropia y le permite a la persona a tener una representación de sí misma, de su dolor, de
su placer, de esa dimensión poco conocida, a la que se le atribuyen causas y consecuencias (4). Razón
por la cual resulta necesario articular los modos individuales y sociales en los que se construyen los
significados que obtiene el cuerpo.
Erikson (5) sostenía que el desafío en la vejez era la integridad versus la desesperación, ya que en
esta etapa, muchos de los modos de integración (física, psicológica o social), podían alterarse, dejan-
do a la persona en una vivencia de desintegración asociada con la desesperación y la
desesperanza. La identidad es parte de ese constructo que puede ubicar al cuerpo
como integrado o desintegrado desde variables muy complejas que buscaremos aprehender en
este capítulo.
2. La identidad como constructo
La Identidad Narrativa (2)(6)(7) es una teoría que permite analizar las formas de
figuración*1que construye un sujeto para atravesar los cambios contextuales que se producen en el
curso vital. Dichas figuraciones se basan en creencias implícitas y explícitas acerca de lo que cree
ser, en un momento determinado de su trayectoria. Creencias que dependen de significados
personales y socia-les, así como de constructos de significados que se confrontan de continuo con
los contextos en los que una persona interactúa.
La identidad, sin que resulte un término absoluto, requiere de ciertos márgenes de coherencia
y continuidad que otorguen consistencia a las figuras identitarias, ya que de lo contrario, sería
muy difícil encontrar significados que den sentido a la vida, integrándola y orientándola (8). Cuando
se producen desajustes entre lo que la persona cree ser, la figuración de su identidad, y lo que
efectivamente ocurre en los contextos que participa, se generan disonancias cognitivas y
repercusiones emocionales, que abren a un proceso denominado Refiguración (7). Este
proceso promueve una experiencia de fragilización de la identidad.
Ante situaciones de estrés, como las que pueden generar ciertos cambios en el cuerpo,
Polkinghorne (9) señala que se pueden descomponer las narrativas de la identidad, produciendo
ansiedad y depresión frente a la pérdida de sentido, orientación y reconocimiento. Estas
variaciones tienen una particular gravitación en las crisis vitales, donde el pasaje a una nueva
etapa cuestiona la continuidad de la figuración identitaria, pudiendo producir una “ruptura
biográfica” o “narrativa” debido a que el sujeto siente que su nueva identidad es desconocida,
negativa o estigmatizada (2). Por su parte, para Neimeyer y Botella (10), este proceso daría lugar a
quiebres narrativos que indican una profunda inconsistencia cognitiva y un alto impacto emocional.
Los cambios en la propia figuración producen evaluaciones entre las diversas representaciones
temporales, de sí y de las demás personas, o de sí con respecto a las expectativas sociales,
* La noción de figuración permite considerar los modos en que un sujeto se concibe, se ve y se comprende como tal, tanto por sí mismo o
misma , o como para las demás personas, y se relaciona con la representación de la identidad y por ello, con los relatos con que se cons-
tituye y representa el cuerpo en cuanto tal. La figuración, por lo tanto, es el resultado de un esfuerzo narrativo, que posibilita figurarse (o
representarse) como un tipo particular de identidad en un momento determinado.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 47
La identidad narrativa tiene como objetivo restaurar las refiguraciones generando nexos de sentido
que provean márgenes de coherencia y continuidad. La configuración es el resultado del trabajo de
integración. Su objetivo es resolver los desajustes entre los contextos y la identidad a partir de “pro-
yectos narrativos” que vuelvan coherentes las nuevas condiciones vitales.
El conflicto se presenta con diversas modalidades, en donde la crítica social facilita el rechazo y
la búsqueda de restauración estética, o puede aparecer como expresiones de enojo y miedo que
conduzcan a la disociación funcional o al abandono de sí. Este tipo de rechazo tendrá una particular
incidencia a nivel de la sexualidad.
“Cada uno con la vejez, como te ves de pronto, ¿no es cierto?, y dices, como se deteriora el
cuer-po humano (frunce la nariz y la boca remarcando la impresión negativa) a la edad de uno
¿no?”
(Haydee, 75 años) (1).
Esta viñeta comienza confrontando un proceso universal, marcado por el “cada uno”, y el impacto
personal de verse “de pronto” en esa vejez. Lo que lleva a señalar con un término, casi técnico, “el
deterioro del cuerpo humano a la edad de uno” que se refrenda con un gesto de rechazo,
frunciendo la nariz. Desde un análisis discursivo resulta notoria la aplicación del uno para referirse a
sí misma, lo que indicaría la dificultad en aceptar ese cambio y, al mismo tiempo, el modo en que
lee su cuerpo desde una mirada social.
“A veces me asusta no reconocerme... antes no era así... me asusta ver cómo mi cara va cam-
biando... me da pánico pensar que dentro de unos años voy a estar más avejentada... No quiero
ser una anciana y verme así... me asusta todo eso.”
(Silvia, 66 años).
48 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Esta viñeta expresa lo que le generan sus imágenes a futuro con un término particular: susto. Éste
remite a una impresión repentina, asociable al espanto y a referencias infantiles. La diferencia en el
cuerpo la aleja de sus formas de figurarse, o de poder imaginarse a futuro, de maneras menos diso-
nantes cognitivamente, lo que motiva su baja regulación emocional. Lo que indicaría una profunda
discrepancia que la lleva a esa forma del temor poco elaborado que es el susto. Ante la pregunta
acerca de cómo ve su cuerpo responde:
“Mal, mal, claro por ejemplo, todos me dicen que piel que tienes, pero en los brazos… (se toca)
la veo floja acá.( ...) yo cada vez me encuentro rayitas, pero que esperas María, yo tengo 70, qué
voy a esperar, la cara de una de 25, a todo el mundo le llega.”
(María, 70 años) (1)(2).
En esta viñeta observamos de qué manera se escinde la figuración de sí ante la pregunta por su cuer-
po. Particularmente, cuando señala aquellas partes que considera más envejecidas, como las arrugas
(a las que las denomina rayitas) o la flacidez de los brazos, comienza un diálogo consigo misma entre
lo que debería ser su cuerpo, alternando la figura de una de 25 y la de 70. Diálogo que parece querer
saldar con una remisión a una posición universal: “a todo el mundo le llega”, aunque no pareciera
aceptar o incluir dicha figuración de sí.
“(me llevo) ¡A las patadas! (se ríe a carcajadas) lo que pasa es que yo quiero hacer más cosas y
éste no me deja tanto.”
(Teresa, 68 años) (1).
“No quiero llegar a que el cuerpo diga basta antes de que lo diga yo.”
(Isabel, 86 años) (1).
Las viñetas permiten visualizar la percepción de un cuerpo escindido calificado como “este o esto”,
y la diferencia entre el deseo personal y la confrontación con las limitaciones corporales. En cada
una de las viñetas se refleja la limitación que impone el cuerpo, y en la última, se observa una serie
de controles que establece con el fin de dominar al cuerpo, aunque su referencia sigue connotando
una clara confrontación.
“Me ven otra persona, como envejecida”// “Cada vez más, cada vez más, tenía otra cara, ahora
tengo otra cara (haciendo alusión a lo arrugas).”
(Golde, 92 años) (1).
“Ya no me reconozco. Me miro poco al espejo, y creo que tengo siempre la misma cara, y cuan-
do voy por la calle y me veo en una vidriera y digo quien es esa señora.”
(María Elena, 85 años) (1).
Las viñetas muestran la otra persona que los otros ven, en tanto envejecida, y el “cada vez” indica-
ría una suma de cambios que se producen en el tiempo, así como un suceso contingente (que
fue descrito previamente), donde el verse no logra convertirse en parte de la figuración del sujeto.
Las viñetas muestran un sentido de escisión, confrontación y rechazo. Por un lado, aparece una
figura que se externaliza como un medio de defensa ante algo que se rechaza, priva y no reconoce,
aunque al mismo tiempo supondría un tipo de control secundario de su identidad. En los diversos
códigos se observa que la escisión corporal se refuerza lingüísticamente por la falta de elementos
identificadores, mientras que la dimensión identitaria se presenta desde la sensación, el deseo o la
creencia de continuidad.
“Eso es lo que pienso: antes de mis caídas y después de mis caídas. No tengo la movilidad que
tenía antes. Quedé con un poco de temor. Eso me retrajo… Sola, sola casi no salgo. (…) No me
muevo en radios importantes. Ese es el miedo a caerme. Esa es la imagen cuando salgo a la ca-
lle. Veo la disminución. (…) Quedé aprehensiva, temerosa. Era más intrépida de lo que puedo ser
ahora. (…) Cuando sueño me veo bien, como antes de las caídas. Después me despierto y bueno.
- ¿Cómo si no terminases de ver quién irá ahora?/ -Verme cambiada, diferente. Me despierto
con lo que soñé y después ahí estoy. Quedé como ahí. De no verme bien.”
(Mónica, 76 años).
En esta viñeta, Mónica aparece suspendida entre dos momentos que no se pueden entramar, el
antes y el después de las caídas. La movilidad se reduce por el temor, y la imagen de sí aparece en
la calle significada como disminución. Los sueños muestran la no incorporación de la nueva imagen
y lo que surge es verse cambiada “cada vez”, sin que esto se incluya en su representación de sí, por
ello dice: “quedé como ahí”. Lo que se asocia con no verse bien, con no salir y con la inmovilización
de sí con el fin de rechazar esa imagen.
Si bien el análisis se focaliza en el modo en que inciden ciertas pérdidas, lo que se destacará es
cuando el cambio sucedido afecta temas o valores centrales, que pueden invalidar los supuestos o
creencias y volver inconsistente la figuración de la identidad, dando lugar a síntomas o patologías.
“Superé muchas cosas en mi vida pero el no poder caminar bien me generó un enojo tal que me
cuesta mucho superar. Piensa que antes del problema con la cadera, yo trabajaba. Con 76 años
iba en colectivo, y me manejaba sola. La gente me decía que parecía 10 años menos. La edad se
me vino encima, no me resigno a haber quedado así.”
(Lucía, 78 años).
50 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
En esta viñeta vemos lo irrecuperable de una pérdida que lleva a una vivencia de desajuste y enojo
con el escenario actual. Una pérdida local afecta un conjunto de roles y recursos que sostenían una
caracterización central de la identidad. La vejez aparece de una manera invasiva e inmanejable y el
enojo muestra la no aceptación de lo sucedido. Sin embargo, el “no me resigno” aparece también
como un margen de dominio del escenario, ya que implicaría un poder volver atrás, pero que a su vez,
no habilita nuevas caracterizaciones que den lugar a otros proyectos narrativos. Esta dificultad de
alcanzar nuevas caracterizaciones que habiliten escenarios tan diferentes y disruptivos se expresa
especialmente en la desorientación ante la carencia de objetivos vitales. La vivencia de discontinui-
dad y desconcierto limita la posibilidad de conciliar las caracterizaciones de sí con los nuevos esce-
narios. Tal discrepancia, entre la identidad y los escenarios actuales, genera una serie de inhibiciones
o síntomas que desorganizan los objetivos posibles.
“En un momento fueron tantas las caídas, las operaciones, que cuando me dijeron de volver a
operarme, dije que no. Creo que era lo único que podía decidir, no quería una operación más. Al
principio no podía trabajar y después fui dejando de hacerlo. Me encerré en el enojo, era una
tristeza que era mezcla de rabia e impotencia. No sabía bien para dónde ir, así que me fui que-
dando. No sé qué hacer. Como una depresión.”
(Ana, 74 años).
En este caso notamos que, frente a cambios tan disruptivos y poco manejables de su escenario, la
única respuesta que encuentra fue encerrarse en la rabia y la impotencia. Enojo que conspira contra
la posibilidad de revisar sus figuras identitarias para, desde allí, repensar los escenarios actuales, y
deriva en una inhibición que toma la forma de síntoma depresivo.
Otro de los ejes que resultan valiosos, a lo hora de narrar los cambios corporales, se relaciona con
los mecanismos de control que permiten nuevas formas de manejo y dominio y hallar un sentido de
eficacia, aun cuando se encuentren límites que previamente no existían.
Todo este conjunto de elementos no puede ser pensados sin todos los otros que componen la cor-
poralidad, ya sea como representación, como magnitud biológica, o como forma de interrelación. La
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 51
“Por momentos siento que ya no soy la misma, me veo las manos, la cara… pero pienso en cómo
viví mi vida, cómo llegué a formar mi familia, la ilusión que me dan los nietos y siento que las
cosas no cambiaron tanto.”
(Mabel, 78 años) (1).
Aun cuando el escenario corporal se presenta diferente, la reconstrucción histórica sitúa continui-
dades entre el pasado y el futuro, lo que amengua los cambios físicos o les otorga una coherencia
desde un ordenador identitario basado en un valor positivo asociado a la familia. En este sentido el
escenario central se modifica pasando de un cuerpo distinto y poco controlable, a una familia en
la que se deposita la ilusión de un relato preñado de valor, y desde allí se ajustan las diferencias(1).
“…Uno va midiendo sus fuerzas, sus cualidades a lo que uno quiere hacer. Por ejemplo, si voy en
(transporte) colectivo, yo antes lo corría, ahora no lo puedo hacer, entonces mi decisión es otra.
Físicamente te modifica… no te da el físico, … el estado de uno, no sólo mental sino el físico,
todo te va limitando. (…) Y ahora lo que tengo que hacer es salir antes… Uno empieza a ver todo
desde otro punto de vista, adaptando la parte física y mental a lo que existe.”
(Daniel, 77 años) (1).
Daniel afronta los cambios físicos como una alteridad poco manejable y aborda la configuración de
la identidad que le permite orientarse en un proyecto y alcanzar los objetivos. Su estrategia pasa por
comprender los cambios físicos, pero modificando su decisión. Es decir, produce un relato identitario,
en el que integra las limitaciones existentes, que modifican el manejo de su cuerpo, a partir de otro
tipo de control posible (salir antes), que le permite sostener un sentido de eficacia y control, muy
cercano a un valor personal, su puntualidad(1).
“Pude entender que no me cansaba, que no estaba enfermo, sino que con 80 años uno tiene
otras fuerzas. No es fácil, más que nada cuando uno piensa en tener que dejar de manejar o de
trabajar, que en su momento veremos en la terapia. Pero ahora siento que no me quedo corto,
tengo la edad que tengo. Pero también puedo disfrutar con Sara quedarnos en la cama o duer-
mo siestas más seguido”
(Jorge, 81 años) (1).
El cansancio, o la falta de fuerza, para muchas personas mayores se convierten en una forma de
desconocimiento de los recursos del cuerpo, al tiempo que una nueva forma de encuentro y recono-
cimiento de sí. En este caso, en la psicoterapia se abordaron situaciones que excedían sus recursos
físicos y el cansancio apareció como un síntoma poco comprensible. El recorrido configurativo pudo
encontrar en la edad un límite, el que a su vez pudo convertirse en un modo de comprensión y con-
trol de sí, y descubrir el valor del descanso (1).
52 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
“Desde que entré al grupo de mayores entendí que no era tan viejo como pensaba, que había
otros más viejos que yo y sin embargo trabajaban, bailaban, ¡tenían fuerza! Eso me hizo verme
distinta y darme cuenta que puedo.”
(M. Isabel, 81 años) (12).
En esta viñeta aparece el grupo de personas mayores como un marco que permite conectarse con
su capacidad física al poder modificar sus creencias sobre la vejez y la fuerza de los compañeros.
El contexto comunitario aparece como un recurso potenciador, incluso del propio cuerpo, al poder
generar comparaciones positivas.
“Con yoga aprendí a que mi cuerpo tiene tiempos y que envejecer es cambiar esos tiempos y
esa fuerza, pero no dejo de entenderlo como una nueva forma de encontrarme conmigo. No te
digo que no me costó pero, trabajar el cuerpo y ver qué podía, sin exigirlo ni desgastarlo, me
hizo llevarme mejor.”
(Eugenia, 82) (12).
Esta viñeta muestra una práctica corporal que le permitió conformar un relato en donde el cuerpo
y sus cambios no parecen excluir al sujeto, ni requerir escindirse defensivamente. Por lo contrario,
puede incorporar el encuentro y trabajarlo de maneras diferentes, con menos exigencias, y a partir
del cual, esa relación (que aún se narra con cierta exterioridad) se vuelve más positiva y se potencia
en el punto en que resulta factible (12).
En algunos de los ejemplos vertidos pudimos encontrar personas que hallaron recursos personales,
en los vínculos afectivos o a través de estrategias particulares, que permitieron cambiar su figura-
ción identitaria para comprender los cambios. En otros, hallamos la importancia de contextos que
ofrecieron nuevas formas de leer e interpretar esos cambios, como el yoga, los grupos de personas
mayores o la psicoterapia.
Uno de los aspectos que es importante destacar son las intervenciones médicas, ya sea en el diag-
nóstico o a lo largo del tratamiento de una enfermedad crónica degenerativa. El modo en que se
lo trate puede favorecer las escisiones corporales, los enojos, las inhibiciones o, por lo contrario,
promover mecanismos de afrontamiento que permitan entender la relación con el cuerpo enfermo,
descubriendo recursos, goces y valores. Resulta de gran importancia que muchas de estas patolo-
gías o discapacidades puedan ser acompañadas por equipos interdisciplinarios que ayuden a leer el
fenómeno, no como un mero suceso biológico, sino como un cambio que sacude lo más profundo
de un ser humano. En este sentido, los enfoques clínicos, grupales o comunitarios pueden promover
configuraciones a través del empoderamiento colectivo, las formas de integración, los nuevos roles
y los espacios de reflexión.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 53
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54 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Mariana Mansinho
Psicóloga, Especialista en Gerontología Comunitaria e Institucional, Profesora de Psicología de la
Tercera Edad y Vejez en la Facultad de Psicología (UBA)..
Ideas centrales
• La Organización Mundial de la Salud (OMS), reconoce que la sexualidad es un aspecto
central en la vida humana y que está presente a lo largo de toda la trayectoria vital.
• Dentro de los factores que la componen, se destacan el sexo, la identidad y los roles de
género, la diversidad y orientación sexual, el erotismo, la intimidad, el placer y la repro-
ducción. Junto con ello, la definición aborda sus modos de expresión a través de ele-
mentos cognitivos, afectivos, y sociales. Estos elementos pueden estar presentes, total o
parcialmente, y su expresión puede variar según las personas y los contextos culturales e
históricos en los que se sitúen, así como también en la manera de comunicar y vivenciar
la sexualidad está influida por factores biológicos, sociales, psicológicos, económicos, po-
líticos, espirituales, religiosos, históricos, legales y éticos.
• Por su parte, la erótica describe la variedad de formas en que una cultura procesa la idea
de sexo. Puede ser entendida como la concepción, autorización, legitimación y prohibi-
ción social de las necesidades psicofísicas asociadas al deseo y la satisfacción sexual.
La erótica modula y regula el goce, teniendo en cuenta una serie de variantes culturales
tales como la edad, el género u otros.
• El erotismo implica la interpretación, producción y apropiación del goce desde una di-
mensión personal ya que permite representar formas sucedáneas, símiles o alusivas de
lo sexual, capaces de conjugar imágenes, afectos y sensaciones. Este concepto toma una
fuerte relevancia ya que permite redimensionar y ampliar las formas del deseo y el goce
sexual a lo largo del curso de la vida.
• Es esperable un declive gradual en el interés y en la actividad sexual, lo que no implica
más que una disminución en la frecuencia, aun cuando las variaciones son altamente idio-
sincráticas. Respecto a los cambios en el varón, lo que puede presentarse es un enlente-
cimiento en la erección y la necesidad de un mayor esfuerzo para que esta sea plena. En
la mujer, los cambios fisiológicos se relacionan con modificaciones hormonales (disminu-
ción de los estrógenos, especialmente), pero no necesariamente afectan el deseo sexual.
• Las maneras de intervenir pueden dirigirse a la promoción, la prevención y la asistencia,
las que pueden ser pensadas tanto a nivel individual, grupal o comunitario. Una de las vías
regias es la psicoeducación.
El abordaje de la sexualidad en la vejez ha sido una temática marginal en los estudios sobre esta
etapa vital, muchas veces por desconocimiento, pudor o incluso incomodidad. Por ello resulta nece-
sario considerarla en la formación gerontológica, para promover, prevenir y atender esta temática,
tanto desde las políticas públicas como en las prácticas profesionales.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 55
Su estudio es una tarea ineludible ya que existen múltiples creencias—muchas falaces y acientífi-
cas—que limitan el desarrollo y expresión de la sexualidad a lo largo del curso de la vida. Esto genera
que, en muchas ocasiones, los intereses sexuales de la persona mayor sean subestimados, o incluso
ignorados, aún en ámbitos como el de la consulta profesional. De aquí la importancia de incluirlo
como un factor que se asocia con el bienestar y la salud integral, de las personas en general y de las
mayores en particular.
Por su parte, la erótica describe la variedad de formas en que una cultura procesa la idea de sexo (2).
Puede ser entendida como la concepción, autorización, legitimación y prohibición social de las necesi-
dades psicofísicas asociadas al deseo y la satisfacción sexual. De esta manera la erótica modula y re-
gula el goce, teniendo en cuenta una serie de variantes culturales tales como la edad, el género u
otros.
Finalmente, el erotismo implica la interpretación, producción y apropiación del goce desde una di-
mensión personal ya que permite representar formas sucedáneas, símiles o alusivas de lo sexual,
capaces de conjugar imágenes, afectos y sensaciones. Este concepto toma una fuerte relevancia ya
que permite redimensionar y ampliar las formas del deseo y el goce sexual a lo largo del curso de la
vida (3).
56 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Cada una de estas definiciones aportan elementos fundamentales para pensar, no solo diferentes di-
mensiones de la temática, sino también su relación con el envejecimiento. El modelo biopsicosocial
entiende que la naturaleza de la expresión sexual en la vejez refleja la compleja interacción entre
el cuerpo, la mente y el contexto social (4). A su vez, una suma de características del entorno social
incide en la posibilidad de seguir teniendo actividad sexual. Sin embargo, las creencias acerca de
esta temática pueden hacerlo negativamente complejizando su interacción.
Un concepto que puede colaborar para entender el mecanismo que subyace a estos contenidos re-
presentacionales es el de viejismo o edadismo (ageism) (5), el cual tiene una particular incidencia en
la interpretación de la sexualidad en la vejez (6). La creencia acerca de la inadecuación de la sexua-
lidad en la vejez se asocia con criterios que la consideraban con un fuerte potencial patológico (6).
La concepción que se tenía era que las personas mayores debían abstenerse sexualmente ya que, de
no reprimirse, podía dar lugar a la perversión, más específicamente a la pedofilia, o al riesgo físico,
como el morir en el acto sexual (la denominada muerte por orgasmo) (7).
Finalmente otra de las creencias más firmes, y menos cuestionadas, es la relativa a la no inclusión
de las personas mayores en los marcos estéticos-eróticos tradicionales, lo que genera un rechazo
implícito a considerarlos como objetos de deseo.
Todo este corpus de creencias se transforma en un modelo de control de las conductas y las emocio-
nes que impacta en el sujeto que envejece, así como en sus entornos y en los propios profesionales
que atienden esta temática.
Las representaciones acerca de lo femenino y lo masculino, así como de las intersecciones con lo
“joven” y lo “viejo”, varían cultural e históricamente. Los modos en que se conceptualiza la edad y el
género producen demandas sociales diferenciadas.
La masculinidad erige la potencia sexual, así como el poder físico o económico, como uno de los
criterios que validan al varón, razón por la cual el proceso de envejecimiento puede poner en cues-
tión dichos constructos. La demanda referida a la capacidad sexual del varón es más exigente que
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 57
con la mujer. Por ello cuando aparecen fallas en la capacidad eréctil suele ser interpretado como
una pérdida de virilidad que afecta la autoestima y puede producir síntomas depresivos. (8) Por lo
contrario, las investigaciones indican que la buena percepción de salud, las expectativas positivas
frente a la sexualidad y tener redes de apoyo social son elementos que facilitan la continuidad en la
actividad sexual (8). Lo femenino en la vejez se encuentra influenciado por creencias que modelan su
actividad sexual. Sobre la mujer recaen más fuertemente mandatos sociales y religiosos que asocian
la sexualidad con la procreación o el amor (8); en este sentido la menopausia es considerada como
un límite. El no percibirse deseadas y valiosas aparece como otro de los obstáculos, especialmente
en las clases medias (3). El cuerpo de la mujer es preponderantemente evaluado desde lo estético y
el proceso de envejecimiento puede desafiar estos estándares, causando inseguridad y alejamiento
de la sexualidad.
En síntesis, todas estas representaciones que anudan la edad y el género pueden verse modificadas
cuando los niveles educativos son más altos, lo que permite ampliar los significados de la sexuali-
dad, así como en las nuevas generaciones de personas mayores que vivieron más tempranamente
los cambios sociales relativos a esta temática.
4. Cambios esperables
Uno de los factores esenciales en el abordaje de la sexualidad en la vejez es el conocimiento sobre
su funcionamiento. Para comprender mejor un cambio, y no patologizarlo, se vuelve necesario tener
información sobre lo que puede ocurrir.
Es esperable un declive gradual en el interés y en la actividad sexual, lo que no implica más que
una disminución en la frecuencia, aun cuando las variaciones son altamente idiosincráticas (3). Las
investigaciones evidencian que el interés sexual persiste hasta la edad adulta tardía entre un por-
centaje sustancial de hombres y mujeres, más allá de que se informan períodos de tiempo en que
falta interés por el sexo (9).
La vergüenza o pensar que estos problemas no tienen solución, pueden ser un obstáculo en la con-
sulta. Además de los prejuicios por parte de los profesionales de la salud, ya que al no consultar
pueden inhibir la comunicación sobre esta temática con las personas mayores (11).
En principio, es importante considerar que la causa de las limitaciones a nivel sexual no suele rela-
cionarse con la longevidad, sino con enfermedades, discapacidades y medicaciones que pueden ser
más habituales en la vejez. Los que califican su salud como mala, suelen perder el interés sexual y
tienen mayor prevalencia de problemas de erección, lubricación, dolor y falta de placer (11). Aque-
llas personas con más discapacidades físicas severas experimentarán niveles significativamente
más bajos de estima y satisfacción sexual y niveles significativamente más altos de depresión sexual
que quienes tenían discapacidades leves o quienes no tenían (12).
La Hipertensión o HTA pueden tener consecuencias en la función sexual. En los hombres la disfun-
ción eréctil es uno de los síntomas más habituales, y en las mujeres puede generar menor interés y
capacidad para la estimulación sexual, especialmente si la afección genera fatiga (3).
El dolor, las limitaciones motrices y la debilidad corporal, pueden afectar de manera indirecta, ya
que existe la capacidad pero se disminuye el interés sexual o la búsqueda de placer. Esto puede
revertirse cuando el estado general mejora (3). La artritis es una de las patologías en la que se evi-
dencia el desinterés sexual debido al dolor durante el acto sexual (3).
En la enfermedad de Parkinson se producen una serie de síntomas que afectan a la capacidad mo-
tora y pueden interferir o limitar la sexualidad. Asimismo otros factores como el dolor, la depresión,
la fatiga o la disautonomía pueden contribuir a problemas como la disfunción eréctil. En los
hombres predomina la incapacidad de lograr o mantener una erección, la eyaculación precoz, la
falta de deseo sexual y, en algunos casos la hipersexualidad. Entre las mujeres es más común la
falta de deseo sexual. La salud mental debe ser considerada como causa de limitaciones a nivel
sexual. La ansiedad produce menos interés y placer en el sexo y más dificultades para alcanzar el
orgasmo en varones y mujeres. La depresión incide más específicamente en el varón generando
problemas de erección (13).
Las demencias, por otra parte, merecen un análisis más profundo. Si la articulación entre la sexuali-
dad y el erotismo en las personas mayores requiere del derribamiento de prejuicios, esto se exacer-
ba aún más al incluir las demencias. Se evidencia lo dicho, por ejemplo, en las limitaciones sociales
existentes respecto a la comprensión de la expresión erótica en personas con demencias (14).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 59
Cuando se habla acerca de la sexualidad en este tipo de cuadros, suele describirse mediante con-
cepto de “Conductas sexuales inapropiadas” (14)(15). Esta manera de nombrar la conducta sexual
conlleva a interrogarse para quién es inapropiada dicha conducta y cuál se consideraría más ade-
cuada. Por otro lado, deja planteada la necesidad de pensar acerca del deseo y el goce en personas
mayores con demencia que escapan a los estándares sociales esperados. Las lecturas morales res-
trictivas excluyen la diversidad de goces y enmarcan estas conductas como inapropiadas e inespe-
radas. Cabe destacar que la desinhibición es frecuente en las demencias fronto-temporales y puede
presentarse de maneras desembozadas con el entorno. Sin embargo, no toda expresión sexual en las
demencias se manifiesta de esta manera (14).
Otro grado de complejidad se agrega cuando se institucionaliza a las personas con demencias. Este
proceso, en sí mismo, conlleva a una merma en la autonomía e independencia de la persona ma-
yor, que se incrementa con este diagnóstico (15). La sexualidad será leída de otra manera en este
contexto donde la persona de por sí pierde intimidad y privacidad, comparte espacios con otros
desconocidos y con el personal (15). Por ejemplo, en las tareas de higiene, pueden darse conductas
sexuales, debido a una mala interpretación de la situación, por fallas en el reconocimiento de la
persona que lo higieniza, o también por la falta de cuidados con las que opera el personal,
viéndolos como niños o niñas, o asexuados. La expresión de la sexualidad puede ser un medio para
conseguir atención y contacto físico-afectivo o deberse a la ansiedad por la disminución del
movimiento o a la deprivación sensorial (14).
Un factor de vital importancia es el del cuidado, evitar los abusos o conductas que puedan lastimar
a la persona con demencia o que ella lastime a otros. Pero todo esto enmarcado en la conservación
de los espacios de intimidad y de expresión sexual, capacitando al personal, psicoeducando y
trabajando con las familias y el o la paciente.
Otra temática que requiere atención es el de las personas mayores con VIH. El proceso de
envejecimiento en personas con VIH muchas veces está signado por el estigma social y la pérdida
de redes sociales de apoyo. En los últimos años, han aumentado los porcentajes de VIH/SIDA en
personas de más de 50 años. El incremento en los contagios puede explicarse, en primer lugar,
por no utilizar preservativos (dada la ausencia de riesgo de embarazo) (17). Esto genera, además,
un aumento en las probabilidades de adquirir enfermedades de transmisión sexual en general. Por
otro lado, el consumo de medicamentos que potencian la capacidad eréctil como el aumento de la
expectativa de vida, colaboran en la prolongación de la actividad sexual y, por ende, la posibilidad
de contagio.
Por otro lado, lo que se encuentra es que no solo la calidad y expectativa de vida ha aumentado
sino también han mejorado la calidad de los tratamientos, lo cual genera que más personas
lleguen a la vejez con ese diagnóstico (17). En el caso de los contagios en la vejez, los diagnósticos
suelen ser tardíos, dado que algunos de los síntomas pueden confundirse con otras enfermedades
o porque la mirada hacia la vejez no lo contempla como posibilidad. Los síntomas pueden
aparecen encubiertos o ser inespecíficos, tales como el cansancio, la falta de apetito, la pérdida de
peso o ciertos trastornos de memoria. Sin embargo, una detección tardía y, por ende, un
tratamiento retrasado, pueden traer complicaciones en la calidad de vida de la persona mayor. El
VIH en esta población se asocia con un aumento en las probabilidades de tener deterioro cognitivo,
un declive en la salud mental y sentimientos de soledad (8) (17). Esto se articula con el aislamiento
que se produce al sentirse es-tigmatizados tanto por la sociedad como por los profesionales de la
salud, al expresar su interés por la actividad sexual (8).
Otro de los factores que deben tener en cuenta son las emociones tales como la vergüenza o el mie-
do. Muchos creen que no es posible contagiarse de HIV o si tienen sospechas, no se animan a consul-
tarlo con un profesional. En este punto, se genera un círculo vicioso, si los profesionales tampoco lo
contemplan o lo hacen de forma reprobatoria. Por ende, resulta de vital importancia la capacitación
a los profesionales de la salud y la sensibilización de la población general. Finalmente, las interven-
ciones sobre personas mayores con VIH pueden abordar la depresión, la calidad de vida, las redes de
apoyo social, el funcionamiento cognitivo y las estrategias de afrontamiento (8).
Como último factor a considerar dentro de este aparato, es el de la polifarmacia. Las personas
mayores suelen tomar muchos medicamentos lo cual puede incidir en su sexualidad,
mermando el deseo o inhibiendo erecciones. Por eso es importante hablar con la persona mayor y
no dar por sentado que no tiene actividad sexual (consigo misma o con otras). Esto último sucede
cuando, por ejemplo, la persona ha enviudado. Creer que no hay pareja se liga automáticamente
con el no tener sexualidad, mientras que en otras edades sí se informa sobre el impacto que puede
tener la medicación en esa área, incluso buscando alternativas (3). Por ejemplo, los anti hiperten-
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 61
sores, los diuréticos (betabloqueantes, adrenérgicos centrales y periféricos), así como las drogas
cardiovasculares, los agentes citostáticos, ciertos agentes hormonales y gran parte de los
psicotrópicos, pueden influir en la sexualidad (3). Algunos antidepresivos también pueden tener
injerencia en la falta de deseo, anorgasmia y dificultades en la excitación.
Actualmente, las prácticas e intervenciones deben enmarcarse desde los principios que estipula la
Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores
(ver capítulo 1.5), la que reconocen los derechos a la sexualidad, la privacidad y la intimidad.
Sabemos que estos derechos pueden verse comprometidos en una institución de esta envergadura,
ya que personas que no se conocen entre sí deben compartir su privacidad.
La sexualidad suele ser desconsiderada, ridiculizada o vista como un riesgo potencial por el encierro
que puede generar o por la opinión negativa de los familiares. Los estudios internacionales sobre la
temática relevan el rechazo a las expresiones sobre la sexualidad en los residentes, entendiéndolo
como algo inapropiado o que debe ser limitado (18).
Aun cuando la residencia es un espacio compartido que debe tener reglas para su funcionamiento,
estas deben también contemplar la privacidad y la intimidad. Por lo cual resulta necesario generar
instituciones abiertas e intervenciones profesionales que amplíen los conocimientos sobre la temá-
tica y dispongan de los recursos para que las diversas expresiones de la sexualidad sean posibles en
un marco de intimidad.
Uno de los debates actuales reside en contemplar el respeto por la diversidad sexual en las residen-
cias. El estigma y la discriminación que padecen las personas mayores de la diversidad sexual ya sea
por su orientación o identidad sexual, ha llevado al ocultamiento o vuelta al closet de personas que
lo habían vivido con libertad a lo largo de su vida (8).
Es por ello que las residencias deben adecuar sus concepciones y prácticas en relación con la
sexualidad, para que se democratice el acceso a la misma. Algunas experiencias plantean la toma
de decisiones conjuntas con la persona residente, como el pautar espacios y normas de convivencia
relativas a lo sexual (18).
La sexualidad se transforma a lo largo de la vida y la sabiduría del erotismo permite que el sujeto
encuentre caminos accesorios para su satisfacción. Por ello, más allá del coito, el erotismo presupo-
ne una suma de modos símiles que posibilitan el goce sexual, como el agarrarse de las manos, be-
62 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
sarse, abrazarse, acariciarse, fantasear, masturbarse y seducirse (7)(8)(11). Implica también generar
contextos de erotismo, que faciliten la circulación del deseo, en donde los diversos cuidados de sí
mismo o misma, ropas, perfume y demás elementos que puedan generar goce y placer (20).
En la vejez pueden darse nuevos aprendizajes con relación al erotismo. Se capitalizan experiencias
previas y de destacan y priorizan otros valores en el acto sexual. Hay un incremento del interés por
la calidad más que por la cantidad y el coito, especialmente en las mujeres, se puede volver más
opcional (20).
El amor y la sexualidad se representan como oportunidades para expresar pasión, admiración o afec-
to y permiten una readecuación del propio cuerpo como lugar de goce (3) Además, son factores pro-
tectores frente a la ansiedad. Es por eso por lo que también se debe velar por una pluralidad en las
imágenes que se muestran en la cultura acerca de la sexualidad en la vejez, promoviendo modelos
de identificación más diversos y que posibilitan la exploración y circulación del deseo.
8. Intervenciones
Las maneras de intervenir pueden dirigirse a la promoción, la prevención y la asistencia, las que pue-
den ser pensadas tanto a nivel individual, grupal o comunitario.
Una de las vías regias es la psicoeducación. Si bien el concepto surge en relación a la presencia de
una patología y su abordaje, también puede pensarse de forma más amplia a nivel de la prevención
y promoción de salud. De una manera más general, psicoeducar implica generar conocimiento, re-
cursos y herramientas para comprender mejor una situación específica (20). Es un mecanismo que
empodera, incrementando los niveles de control y los mecanismos de afrontamiento. Por ende, hay
un aumento en la seguridad personal, impactando positivamente en la autoestima, la autonomía y
la calidad de vida.
Las maneras de intervenir pueden involucrar diversas estrategias. En el caso de la temática de este
artículo, la psicoeducación se puede realizar en el consultorio, en la residencia de larga estadía,
en los grupos de reflexión y en diferentes instancias y dispositivos donde las personas mayores se
atiendan o desarrollen actividades (20).
Otra de las herramientas que pueden servir para intervenir es la generación de espacios de capaci-
tación y reflexión. Esto puede llevarse a cabo, tanto dentro como fuera de las instituciones. Conocer
más sobre la temática ayuda a generar herramientas y buenas prácticas para su abordaje (20). Por
último, contar con espacios de reflexión permite debatir y poner en escena temores, situaciones
dilemáticas e inquietudes que puedan tener los diferentes actores. Facilitar la comunicación fluida,
libre de prejuicios y respetuosa particularmente en una generación que no accedió a una formación
adecuada y en un contexto social que está habilitando día a día más posibilidades de información
clara y científica.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 63
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64 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• La pérdida en la vejez puede conceptualizarse como el reporte que hace una persona
mayor de cambios experimentados durante su envejecimiento que evalúa como negati-
vos, generalmente irreversibles y que le dejan muy pocas posibilidades de control para su
modificación, constituyéndose así como una nueva condición para su vida.
• A diferencia de etapas más tempranas del curso vital, en la vejez suelen acumularse di-
versos tipos de pérdidas, como la muerte de seres queridos, la pérdida de capacidad y/o
salud física, de relaciones afectivas significativas, de integración social, de condiciones
de vida materiales y cognitiva. Así, las pérdidas pueden ser uno de los estresores más
frecuentes y relevantes en la etapa de la vejez.
• La pérdida, como un estresor psicológico, genera una reacción emocional que se denomi-
na duelo. El duelo supone un proceso de sufrimiento normal, no patológico, en el que se
puede experimentar tristeza, culpa, rabia, dificultades del sueño, pensamientos intrusivos
sobre la pérdida, entre otras formas de malestar.
• Se recomienda atención clínica si el duelo cursa de un modo “complicado” y/o “persis-
tente” o bien si la persona mayor (o su entorno) considera que no está pudiendo manejar
su aflicción por sí misma y solicita ayuda, independientemente que el proceso de duelo
cumpla o no con todos los criterios de complicación o riesgo.
• Respecto al abordaje psicoterapéutico, más allá de los diferentes enfoques teóricos, es
importante considerar los procesos de afrontamiento desplegados durante los procesos
de duelo, pues se prestan para el diseño de intervenciones terapéuticas y preventivas
dado su carácter modificable.
• El modelo de afrontamiento de Brandtstädter aborda el afrontamiento en el curso vital,
particularmente en la vejez, ofreciendo una mejor comprensión de la manera en que las
personas mayores enfrentan sus pérdidas. El modelo distingue un modo asimilativo, en el
que se busca modificar las condiciones que se enfrentan y un modo acomodativo, el cual
se activa cuando no es posible cambiar la situación, como en las pérdidas, y se requiere
de un ajuste flexible a las nuevas condiciones de vida.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 65
Las pérdidas pueden considerarse como uno de los estresores más frecuentes y relevantes en la
etapa de la vejez. El malestar, como también la aparición de síntomas depresivos y/o ansiosos, tienen
relación, entre otros factores, con la experiencia de duelo ante las pérdidas que suelen acumularse
en esta etapa de la vida. En este capítulo se hará referencia a los tipos de pérdidas que suelen expe-
rimentarse en la vejez, la experiencia de duelo y consideraciones para su abordaje clínico.
Una de las razones por las que suelen experimentarse más pérdidas en la vejez tiene relación con
lo que Baltes (1), desde una perspectiva evolutiva y ontogenética, ha señalado como la “arquitectu-
ra incompleta” del desarrollo humano. El atributo de “incompleta” derivaría principalmente de dos
condiciones. En primer lugar, la evolución biológica y cultural en nuestra especie no ha llegado a un
punto de detención, sino que se trata de un proceso en curso. La segunda condición, y la más impor-
tante, es que la arquitectura biológica y cultural de la ontogenia humana está relativamente poco
desarrollada para la segunda mitad de la vida. Dicho de manera breve, la co-evolución de los as-
pectos biológicos y culturales se caracteriza, en la vejez, por una pérdida de plasticidad y potencial
biológico, un consecuente aumento de la necesidad de mecanismos compensatorios culturales
(como bastones u otros), y debido al aumento de pérdidas, la decreciente capacidad de dichos
mecanismos para satisfacer esta necesidad. Ni la biología ni la cultura han tenido aún la suficiente
oportunidad para desarrollar un adecuado andamiaje para las últimas etapas de la vida, por lo que
estaríamos frente a la paradoja de que históricamente la vejez, como la prolongada etapa que
ahora observamos, es joven. Así, por primera vez, la humanidad se ve enfrentada al fenómeno de
un acelerado envejecimiento poblacional, con los múltiples desafíos que ello implica. Uno de ellos,
para la Psicogerontología (capítulo 1.3.), tiene directa relación con la mantención o recuperación
del bienestar psicológico frente a la acumulación de pérdidas que se experimentan durante la
vejez.
66 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Con el propósito de conocer cuáles experiencias son evaluadas como pérdidas por las personas ma-
yores, y con el objetivo de establecer una categorización de las mismas, Thumala (3) realizó un
estudio cualitativo en el que la pérdida en la vejez se conceptualizó como el reporte que hace
una persona mayor de cambios experimentados durante su envejecimiento que evalúa como
negativos, generalmente irreversibles y que le dejan muy pocas posibilidades de control para
su modificación, constituyéndose así como una nueva condición para su vida. A partir de esta
conceptualización, y de la información obtenida por medio de entrevistas semi-estructuradas, se
distingueron de seis tipos (categorías) de pérdidas, cada una de las cuales fue caracterizada a
partir de los reportes que las mismas personas mayores hicieron sobre lo que consideraron una
pérdida experimentada en su vejez. Este procedimiento permitió construir, y posteriormente
validar, un instrumento de medición de pérdidas en la vejez que permite establecer relaciones con
otras variables (3). A continuación se describen estos seis tipos de pérdida ilustrándolas con una
frase que las sintetiza. Se presentan, además, algunos ejemplos extraídos de las entrevistas
realizadas en el estudio señalado.
a Pérdida de capacidad y/o salud física “(El cuerpo ya no me deja hacer lo mismo que antes”) :
Reporte de una disminución significativa de la capacidad física y/o sensorial, por ejemplo, la per-
cepción de menor fuerza muscular y/o de energía. Tales dificultades son asociadas por las personas
mayores a su envejecimiento, pudiendo deberse a alguna enfermedad diagnosticada o ser sólo una
sensación no atribuible a alguna patología específica.
Incluye también las restricciones debidas a una enfermedad o condiciones que impiden mantener
hábitos previos (p.ej.: restricciones en la dieta).
“Tengo menos capacidad sexual… Ahí se nota que uno está más viejo, porque uno se siente
incapaz de hacer lo que siente o medianamente capaz, entonces uno siempre quiere que la
pareja lo pase bien… y entra la terrible duda ¿lo estará pasando bien o estará ahí no más?”
Hombre, 65 años
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 67
b. Pérdida de relaciones afectivas significativas (“Mis relaciones ya no son como antes” ): Reporte
de cambios negativos en las relaciones afectivas significativas durante la etapa de la vejez. Hay
sensación de pérdida de lazos y/o soporte afectivo. Puede implicar separación, distanciamiento o
cambios considerados negativos en el tipo de relación (p.ej.: tener a la pareja con demencia).
“…pero ahora pienso eeh… que me dejaron como sola, me han dejado… como abandonada me
siento, abandonada de mi familia, porque tengo nietos que no son chicos ya son grandes la
mayor tiene 24 ya y es grande (…) pero por lo menos yo digo ‘una llamadita por teléfono me
hace tan feliz, una llamada’, ‘hola mami’ (…) eeh esta situación en que yo vivo, les he dicho a
mis hijos, a todos, pero a nadie le importa”.
Mujer, 75 años
c. Pérdida por muerte de seres queridos. (“Ya no están los de antes” ): Reporte de la muerte de per-
sonas significativas para las personas mayores. La viudez es lo más común, no obstante puede ser la
muerte de otras personas cercanas.
“En estos últimos años, bueno, de estar bien casada, bien feliz y todo, murió mi esposo mmm…
también eso marca mucho mmm… y uno, por supuesto tengo afecto, el cariño de mis hijos, de
mis nietos y todo, pero que no es lo mismo”.
Mujer, 77 años
d. Pérdida de integración social (“No ocupo el mismo lugar social que antes” ): Reporte de dejar de
pertenecer a espacios sociales, más allá de los familiares, asociado al hecho de envejecer. Refiere a
la pérdida de roles cívicos o sociales, por ejemplo, cuando la jubilación no es deseada. También alu-
de a la falta de oportunidades o vulneración de derechos, como la dificultad para encontrar trabajo
debido a la edad.
“Entonces de repente me dicen ‘no, tienes que irte, te vas o te vas, por la edad’ y ahí me di
cuenta recién que era vieja, es decir, persona mayor que tratan de… de darle ese término de la
tercera edad para que no suene tan feo, pero el término es viejo”.
Mujer, 67 años
e. Pérdida de condiciones de vida materiales (“No dispongo de todas las cosas de antes” ): Reporte
de una percepción de cambios del entorno físico y/o material, evaluados como negativos y
asociados al hecho de envejecer, como dejar la casa de toda la vida porque ya no se justifica y/o es
difícil mantenerla. Incluye la disminución del poder adquisitivo por vivir con menos ingresos,
generalmente de una pensión, y tener más gastos, fundamentalmente de salud.
“…era demasiado mantener una casa de ese tamaño ¿me entiendes tú? Pero el error que
cometí yo fue no haber buscado casa (…) pensé que me iba a acostumbrar (…) pero la verdad
que no…”
Mujer, 74 años
f. Pérdida cognitiva (“La cabeza ya no me responde como antes” ): Reporte de una disminución de la
capacidad para responder a desafíos intelectuales y/o pérdidas de memoria, asociado por las perso-
nas mayores a envejecer.
Se puede apreciar que hay una diversidad de situaciones que las personas mayores pueden experi-
mentar y evaluar como una pérdida en su vejez. De entre todas ellas, la experiencia clínica da cuenta,
generalmente, de un reporte más recurrente de la pérdida de salud y/o capacidad física y la pérdida
por muerte de seres queridos. Como estas pérdidas u otras, pueden reportarse juntas o bien acom-
pañarse de algunas más, se habla de una acumulación de pérdidas en la vejez.
Como se señaló, la clasificación de pérdidas expuesta se basó en la experiencia reportada por per-
sonas mayores y, dada la fidelidad de este reporte, hay algunos tipos de pérdidas, de valor teórico,
que no fueron incluidos en esta categorización. Específicamente, es importante hacer referencia a la
“pérdida de sentido de vida”, que puede presentarse frecuentemente en la vejez. Ahora bien -como
las pérdidas antes señaladas remiten a hechos o cambios en las condiciones de vida que son eva-
luados por las personas mayores como pérdidas (p.ej.: enfermar y perder la salud)- posiblemente la
“pérdida de sentido de vida” se encuentre en un nivel de abstracción distinto, en tanto varios de los
tipos de pérdida descritos podrían derivar en una sensación de este tipo. Así, por ejemplo, perder
la salud o la integración social puede afectar proyectos vitales y generar la sensación de vacío o
pérdida de sentido. Por otra parte, y en la otra dirección, mantener un propósito de vida en la vejez
puede jugar un rol protector de la salud mental, favoreciendo el despliegue de afrontamientos salu-
dables a las dificultades o pérdidas (5). Así, desde un punto de vista clínico, conviene tener presente
la temática del sentido de vida y su eventual pérdida en la vejez, pero reconociéndola en un plano
de abstracción diferente a los tipos de pérdidas antes señaladas.
3. El duelo
La pérdida puede considerarse una forma de estrés psicológico. Para Lazarus y Folkman (6), este
estrés surge de la evaluación que hace un individuo sobre una situación que considera demandante,
o que excede sus propios recursos, y es perjudicial para su propio bienestar. Para estos autores,
el estrés incluye diversos tipos de evaluaciones por parte de quien lo experimenta, como son las
de daño / pérdida, amenaza y desafío. En cuanto a las evaluaciones de daño / pérdida, cuando éstas
tienen relación con aspectos de importancia para la persona, pueden considerarse potencial-
mente más dañinas y, en consecuencia, altamente estresantes.
Un elemento importante sobre las pérdidas en la vejez es que a diferencia de las que se experimen-
tan en edades más tempranas (p.ej.: pérdida del trabajo) en la vejez es más difícil volver a recuperar
aquello que se ha perdido (p.ej.: encontrar un nuevo trabajo). Esta característica podría asociarse a un
impacto negativo mayor. Sin embargo, existen importantes diferencias entre las personas
mayores en cuanto al grado de tranquilidad, felicidad y seguridad que reportan sentir (7)(8) lo que
da cuen-a de la diversidad de reacciones y formas de enfrentar dificultades, como pueden ser las
pérdidas.
Para Bayés (9) la reacción emocional ante una pérdida que es considerada importante, se
denomina duelo. Para este autor, la pérdida efectiva tiene relación con la experiencia de
indefensión, de percepción de una falta de control ante un hecho que supone un cambio
importante para el individuo y que se asocia a una sensación de amenaza de un futuro incierto.
El duelo, señala, supone un sufrimiento producido por la pérdida y su magnitud y evolución
dependerán del valor que tenga para una persona lo que acaba de perder y de los recursos
que disponga para enfrentar esta experiencia.
Los desarrollos teóricos sobre el duelo generalmente referidos a la pérdida por la muerte de
un ser querido han sido diversos, no obstante en su mayoría coinciden en la importancia que las
significaciones de los propios individuos juegan en la evolución del proceso. Como describen
Gallagher-Thomson, et al. (10), para Freud el duelo implicaba un progresivo distanciamiento de la
persona
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 69
persona fallecida que permitía una futura reestructuración de la propia identidad y roles
sociales. En este contexto, enfatizaba no interrumpir el proceso de duelo, de modo que éste
pudiera seguir un curso saludable. Igualmente los autores mencionados (10) señalan que desde
la Teoría del Apego de Bowlby, aun cuando los vínculos afectivos pudieran debilitarse con el
tiempo, éstos no se perderían. Worden (11) por otra parte, propone que el duelo, como proceso, no
se trata de un fenómeno constituido por diferentes momentos que recaen sobre la persona, sino
más bien de un conjunto de tareas que se derivan de la pérdida y que cada persona debe ir
asumiendo de manera activa para volver a reajustarse al entorno.
Desde una perspectiva constructivista Neimeyer (12) destaca la importancia del significado que se
construye en base a los acontecimientos, por sobre los hechos mismos. La narrativa, entendida como
la forma en que un individuo integra los eventos de la vida en el marco de la concepción que tiene
de sí mismo en relación con su entorno social, sería un elemento crucial en la evolución del proceso
de duelo. Los cambios importantes desafían la coherencia de esta narrativa, tanto que el significado
de la propia vida requiere ser reevaluado y posiblemente reorganizado. Se destaca la importancia
que este enfoque da al entorno social y cultural en el proceso de construcción de esta narrativa. Hay
que considerar que, si bien cada individuo construye una respuesta única en el proceso de duelo,
ésta no sólo reflejaría su propia narrativa personal, sino también los significados que culturalmente
se atribuyen a las pérdidas. En ese sentido, como señala Iacub (13) podría hacerse referencia a una
suerte de “control social del duelo” donde los modelos culturales otorgan más o menos valor a cier-
tas pérdidas y con ello mayor o menor legitimidad al proceso de duelo, incidiendo así en su curso.
La cultura, entonces, ofrecería modos de significación a las pérdidas y también parámetros para la
vivencia del duelo, pues tácitamente éstos posibilitan o restringen su expresión.
Respecto del curso del duelo, visiones más tradicionales lo han descrito como un fenómeno que
tiene un desarrollo caracterizado por etapas que los individuos transitan en la medida que van pu-
diendo reestructurar un sentido o significado del vínculo que han perdido. La experiencia clínica y la
literatura señalan, sin embargo, que la experiencia de duelo es compleja y los sujetos no necesaria-
mente transitan por etapas definidas y ordenadas (12). Las personas más bien experimentan algunas
( varias) de estas etapas con una secuencia y duración que varía de acuerdo con una serie de fac-
tores, como el significado de lo perdido, la intensidad de la reacción emocional, los propios recursos
psicológicos y el contexto personal y social, entre otros. Gallagher-Thomson, et al. (10), señalan que
una propuesta diferente es la del modelo dual del procesamiento del duelo de Stroebe & Shut. En
ella, el proceso de adaptación supondría dos tipos de afrontamiento, uno orientado a procesar las
cogniciones relativas a la pérdida de otra persona y, el otro, orientado a redefinir la propia identi-
dad en un nuevo contexto luego de su ocurrencia. La oscilación entre estos dos tipos sería nece-
saria para un adecuado procesamiento del duelo.
¿Es posible diferenciar un duelo normativo (“normal”) de uno que no lo es?, ¿cuándo el
proceso de duelo puede requerir atención clínica? Las respuestas no están ajenas a
controversias. Los diferentes modelos de duelo, particularmente por la pérdida de un ser querido,
coinciden en señalar que se trata de un proceso normal, no patológico, en el que se considera
esperable la presencia de sensaciones de malestar tales como tristeza, culpa, rabia, junto a
dificultades del sueño, anhedonia, cambios en la alimentación y pensamientos intrusivos sobre la
persona fallecida. Gamba-Collazos y Navia (14) señalan que la American Psychological Association
describe al duelo como un sentimiento de pérdida, en especial por la muerte de una amistad, o una
persona significativa, donde el sufrimiento experimentado no es indicado en su definición como un
“trastorno” o “patología”.
70 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ahora bien ¿puede un duelo favorecer la aparición de algún trastorno mental? o ¿puede ser un factor
de riesgo para la salud mental? Como destacan Gamba-Collazos y Navia (14) para autores como
Bolwy o Worden cuando una persona en duelo acepta su pérdida y se ajusta a ello, su salud no se
vería afectada. En este sentido el duelo, en sí mismo, no constituiría un riesgo pero, advierten estos
mismos autores, en algunos casos este proceso puede complicarse y si constituirse en un riesgo para
la salud.
La pregunta entonces es: ¿cuándo se considera que un proceso de duelo se ha complicado? Para
algunos investigadores el duelo “complicado”, no normativo, se diferenciaría del trastorno depre-
sivo mayor, del trastorno de estrés postraumático y del trastorno de ansiedad generalizada (15). El
duelo complicado, para el caso del fallecimiento de un ser querido, implicaría una combinación de
síntomas de ansiedad de separación y de emociones, cogniciones y comportamientos que pueden
aparecer luego de la muerte o seis meses después y que interfieren en el funcionamiento de diversas
áreas significativas del sujeto. Los síntomas, además, podrían asociarse a problemas graves de salud,
pudiendo generar depresión, problemas cardíacos y abuso de sustancias, entre otros.
En esta misma línea, los manuales Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) tra-
dicionalmente diferenciaban el duelo “no complicado” del duelo “complicado” y del “trastorno de-
presivo mayor”, donde este último no se diagnosticaba en presencia del duelo, salvo si se cursaba un
duelo complicado. La exclusión por duelo en el diagnóstico de depresión se mantuvo hasta la
versión DSM-5 donde fue eliminada (16). Actualmente, al duelo se lo enmarca dentro de los
problemas adicionales que pueden ser objeto de atención clínica no atribuible a trastorno mental
que, por cierto, puede ocasionar síntomas que no excluyen el diagnóstico de depresión. Así, si en
las clasificaciones anteriores, como el DSM-IV, se excluían del diagnóstico de depresión quienes
presentaban síntomas luego de la pérdida de un ser querido, el DSM-5 no los excluye. Esta
decisión no ha estado ajena a controversias. Para Obaid y Albagli (17), los debates sobre la
consideración del duelo como una entidad que se distingue del trastorno depresivo mayor dan
cuenta de modos diferentes de comprender la práctica sanitaria. En la distinción del duelo
“complicado”, se trata de diferenciar lo que se considera normal de lo patológico, lo que implica
clasificar el sufrimiento de la persona desde criterios normativos externos (habría un duelo normal
y uno patológico, complicado) y, en la versión actual DSM-5, este criterio diferencial habría sido
eliminado “bajo la primacía del síntoma descartando el valor de cualquier circunstancia biográfica
concomitante a la enfermedad” (18). Los autores señalan que, en este último caso, lo relevante es
aliviar el sufrimiento y la distinción entre normal y patológico deja de revestir vital importancia.
Esta controversia no es menor y, así como Obaid y Albagli (17), refieren que para algunos inves-
tigadores la no consideración del contexto estresor en el diagnóstico tiene el riesgo de aumentar
falsos positivos en el diagnóstico de depresión. Más aún, señalan que estos mismos investigadores
indican la necesidad de ampliar la exclusión a otros estresores, como la pérdida marital o del trabajo,
por ejemplo. Por otro lado, aquellos investigadores que defienden la no exclusión de estos estreso-
res, advierten el riesgo de aumentar falsos negativos. De hecho, indican que luego de una revisión
de diversas investigaciones donde se comparaban episodios depresivos vinculados al duelo (com-
plicados y no complicados) con toda otra clase de episodios depresivos, no observaron diferencias
significativas entre estos dos grupos (17).
para algunos investigadores la actual clasificación DSM-5, implica un riesgo de falsos positivos.
Para Obaid y Albagli (17), sin embargo, “en concomitancia con la medicalización de la tristeza, se
desarrolló una despatologización de la depresión” (18).
Donde sí parece haber mayor acuerdo es en que la prolongación del sufrimiento en el tiempo sería
un factor relevante al momento de considerar que un duelo puede ser un factor de riesgo para la
salud. Por cierto, no es posible aplicar una norma universal que indique cuánto tiempo es el
adecuado o normal para procesar un duelo, pero la investigación ofrece evidencia que apoya la
relevancia del tiempo transcurrido desde la pérdida como factor relevante (14). En coincidencia
con lo señalado anteriormente, Gamba-Collazos y Navia señalan que Prigerson et al. (14)
observaron que el malestar persistente más allá de seis meses se asociaba de manera significativa
a la aparición de trastornos depresivos, ansiosos, de estrés post traumático, ideación suicida y
percepción de baja calidad de vida; esta asociación no se observó en quienes experimentaron
malestar por menos tiempo luego de la pérdida. Estos mismos autores refieren que Ott (14), por su
parte encontró una asociación entre la persistencia del sufrimiento por más de seis meses y la
aparición de enfermedades y sensaciones de bajo bienestar general en los sujetos en duelo. Es así
como actualmente el DSM-5 distingue el “trastorno de duelo complicado persistente” en su
apartado “Afecciones que necesitan más estudio”, indicando que es una condición donde el
sufrimiento y las dificultades adaptativas en diferentes ámbitos se mantienen, sin mejoría
significativa, luego de doce meses en personas adultas y seis en personas menores de edad (14).
Considerando lo expuesto, y desde una perspectiva clínica, se puede señalar que la intervención
resulta oportuna cuando un individuo, en este caso una persona mayor (y/o su entorno cercano) la
solicita. Ello puede deberse a que cursa un proceso de duelo que podría calificarse de “com-
plicado” y/o “persistente” o bien la persona mayor estima que requiere de un acompañamiento,
independientemente que el proceso de duelo cumpla o no con todos los criterios de compli-
cación o riesgo. Parece ser suficiente el hecho que las personas, cuando consideran que no están
pudiendo manejar su aflicción por sí mismas, puedan contar con ayuda profesional.
Como se señaló, por lo general, cuando se habla de abordaje clínico de un duelo se suele hacer re-
ferencia a la pérdida de un ser querido. De hecho, en el lenguaje coloquial la palabra “duelo” común-
mente se restringe a la reacción emocional por la muerte de una persona cercana. Difícilmente las
personas dicen estar cursando un “duelo” cuando han experimentado otro tipo de pérdida. Es muy
poco probable escuchar una solicitud de ayuda profesional para enfrentar el “duelo” por jubilar, por
percibir un declive cognitivo o porque las relaciones significativas se han deteriorado; aun cuando
todas estas experiencias refieren, técnicamente, a un duelo. Estas últimas consideraciones son rele-
vantes, pues los motivos de consulta muchas veces no se expresan bajo el término de un duelo, sino
más bien por un malestar psicológico o presencia de sintomatología depresiva y/o ansiosa.
72 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Consideremos el siguiente ejemplo: una mujer mayor consulta por malestar, mal ánimo y llanto fácil
que no atribuye a nada en particular. Al conversar con ella el terapeuta advierte que luego de jubilar,
esta mujer, por diversas contingencias, no ha podido concretar los planes que tenía para esta etapa
de la vida. Actualmente vive sola y su única hija con la que mantiene una “buena relación”, por razo-
nes de trabajo, se trasladó a vivir a otra ciudad, lejos de Santiago.
Aun cuando la consultante no habla de “duelo”, el ejemplo da cuenta que ha enfrentado al menos
dos tipos de pérdida: una pérdida de integración social (la etapa post jubilación no resultó según sus
planes y la paciente no se ha reinsertado en nuevas actividades ni ha adquirido nuevos roles) y una
pérdida de relaciones afectivas significativas (si bien la relación con la hija es evaluada como “bue-
na”, ésta cambió para ella de forma negativa, no es la misma dado el distanciamiento físico). Al igual
que en el ejemplo, muchas consultas pueden tener relación con una vivencia de duelo sin que ello
sea inicialmente expresado como tal.
Respecto del abordaje clínico, más allá de las diferentes orientaciones teóricas a las que adscriben
los/as terapeutas, cabe destacar la importancia que tiene la manera en que las personas significan
sus pérdidas y el modo en que las afrontan, en sus procesos de duelo. Es así como muchas personas
mayores se recuperan frente a sus pérdidas y logran mantener buenos niveles de satisfacción (19)
(20)(21)(22). Este fenómeno, señalado como la “paradoja de la vejez”, demuestra que el bienestar es
posible en etapas tardías, aún frente a situaciones difíciles, dada la capacidad de las personas mayo-
res para hacerles frente. En este sentido, el concepto de afrontamiento resulta particularmente útil
para el abordaje del duelo ante las pérdidas, en este caso, de aquellas experimentadas en la vejez.
Respecto de cuáles son las conductas específicas orientadas a manejar el estrés, los procesos de
afrontamiento, existe una variedad de intentos por definirlos, clasificarlos y medirlos, siendo los
principales desafíos su nomenclatura, medición y determinación de efectividad (24). Posiblemente
esta falta de consenso tenga su explicación en que el afrontamiento no remite a comportamientos
específicos que puedan observarse inequívocamente sino a un constructo que abarca un vasto re-
pertorio de acciones para manejar el estrés (24)(25)(26).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 73
¿Cómo se puede favorecer la acomodación? Las personas que consultan comúnmente dicen que
“saben” que tienen que ajustarse a sus pérdidas pero, al mismo tiempo, se preguntan “cómo” pue-
den lograrlo. Al respecto, algunas investigaciones permiten recomendar, por ejemplo, el re-evaluar
positivamente una pérdida al encontrarle algún aspecto beneficioso o bien mover los propios re-
cursos hacia otras metas factibles (34); tomar una perspectiva más amplia (35); compararse con
quienes están peor o focalizarse en aspectos positivos. Skinner et al., (24) han indicado la aceptación,
distracción, reestructuración cognitiva y minimización como procesos específicos asociados a la
acomodación, aun cuando aclaran que ésta podría lograrse con el despliegue de otras acciones no
incorporadas en su revisión.
74 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
a. Anticipación: desarrollar acciones para prepararse a enfrentar una pérdida futura. Este proceso
implica tomar decisiones y/o comprometerse en acciones para amortiguar sus efectos negativos al
momento de su ocurrencia.
“Ya tengo dos hijas casadas y la (nombre) también va a formar su vida… asumo que ellas
tienen que formar sus propias familias”.
Mujer, 61 años
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 75
b. Reconocimiento: diferenciar entre el estado deseable y la situación real acontecida, “ver lo que
hay”. Implica esfuerzos activos para ajustar las expectativas a la realidad atendiendo a la imposi-
bilidad de revertir las pérdidas y sus efectos, junto a la búsqueda del bienestar en el terreno de lo
posible.
c. Distracción: retirar por momentos el foco de atención de la pérdida y situarse en situaciones me-
nos dolorosas, eventualmente gratificantes y que ayudan a sobrellevarla.
“Yo antes andaba llorando en la calle. Fue un proceso, pero ya no es tanto el dolor, ha ido
menguando”.
Mujer, 61 años
e. Regulación de las emociones: esfuerzos por modificar los afectos displacenteros asociados a la
pérdida tomando posturas activas para recuperar el bienestar.
“… cuando no tengo ganas de hacer nada es cuando me hago el ‘lavado de cerebro’ y digo ‘¡no!’
yo me doy ese ánimo”.
Mujer, 67 años
“Pasó lo que tenía que pasar, al momento que tenía que pasar, para ella fue el momento
preciso de morirse”.
Hombre, 71 años
g. Aplicación del humor: resaltar una faceta cómica o irónica en la pérdida. Implica mirar la pérdida
desde una perspectiva que aminora su impacto emocional.
“… de repente que la talla ‘y la coja por aquí y la coja por allá’ (cantando y risas) entonces ya lo
tomo así”.
Mujer, 65 años
h. Búsqueda y aceptación de apoyo social: pedir y acoger soportes del entorno, familiar o no. Incluye
la generación de nuevas redes afectivas y el fortalecimiento de las actuales.
i. Entrega a una dimensión espiritual: confiar en una voluntad trascendente o espiritual, que puede
ser o no religiosa.
j. Establecimiento de nuevas opciones: construir metas alternativas o ajustar las actuales a las po-
sibilidades presentes.
“Hacer proyectos para tener dinero para poder salir, y como le he dicho, en el voluntariado”.
Mujer, 71 años
“Me organizo con mi pequeña pensión, con eso me manejo bien, sin muchos gastos”.
Mujer, 67 años
“Yo generalmente estoy en un curso (…) porque quedarte en la casa mirando el techo todo el
día eso es deprimente”.
Mujer, 71 años
m. Orientación a la solución de problemas: intento por modificar los aspectos negativos, pero con-
trolables, de la situación que resulta luego de la pérdida.
“… invento como me las arreglo para abrocharme los zapatos ¿qué hice? compré zapatos con
velcro”.
Mujer, 74 años
El logro de la acomodación suele combinar procesos, por ejemplo aquellos orientados a “dejar ir” o
“soltar” -como el reconocimiento de la pérdida o la búsqueda de sentido- junto a otros que buscan
modificar aspectos aún controlables asociados a las pérdidas, como la solución de problemas.
“Bueno, yo siempre fui un poco como (…) ‘hoy día no, mañana pienso’ o sea trato de
desecharlo”.
Mujer, 71 años
“… dándome vueltas y pensando (…) ‘que podría haber dicho adiós, que podría haberle dado un
beso, que podría haberme despedido’ así”.
Hombre, 77 años
c. Reclamo a una dimensión espiritual: demanda insistente de alivio o de cambio de las actuales
condiciones de vida.
“Yo le pido al Señor que me de eso, se lo he pedido hace rato y se está olvidando”.
Mujer, 67 años
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 77
d. “Wishful thinking” elaboración de fantasías como soluciones ideales, sin evidencias, a los proble-
mas asociados a la pérdida.
e. Postergación: dilatar en forma recurrente acciones que podrían disminuir el impacto negativo de
la pérdida.
“Decía ‘¡no! ¿cómo voy a andar con bastón yo?! (…) y ese fue mi error, porque (…) cuando recién
necesité, si hubiera usado bastón, no tendría mi pierna mala”.
Mujer, 61 años
Cabe indicar que no se observó una relación entre el logro de la acomodación con el tiempo trans-
currido desde la pérdida, cuestionando la creencia popular que “el tiempo lo cura todo”. Por cierto,
el tiempo transcurrido puede ayudar, pero no siempre parece ser suficiente. La forma en que las
personas le hacen frente a la pérdida resulta relevante en su proceso de duelo, de hecho hubo parti-
cipantes del estudio que no habían logrado la acomodación luego de varios años de transcurrida la
pérdida. La figura 1 resume los procesos efectivos y poco efectivos descritos para el logro de la
acomodación a las pérdidas en la vejez:
Una variante se presentó en quienes habían logrado una sensación de tranquilidad o paz relativa,
frágil frente a su pérdida y reconocían la necesidad de sostener permanentes esfuerzos para con-
trarrestar el malestar asociado a ésta, todo lo cual indicaba que aún había falta de acomodación.
En estos casos el recuerdo de la pérdida generaba emociones displacenteras moderadas, sin em-
bargo no llegaban a afectar el bienestar subjetivo. En este punto es necesario hacer referencia a la
relación entre acomodación y bienestar subjetivo. Para Diener (40), el bienestar subjetivo alude al
reporte del nivel de satisfacción vital y el predominio de afectos positivos o negativos. Se trata de
una apreciación global de una persona sobre su vida, la cual incluye múltiples aspectos, no sólo las
pérdidas. Así, la relación del bienestar subjetivo con la acomodación no es necesariamente lineal y
probablemente tampoco unidireccional.
El bienestar subjetivo puede afectarse por el estado de la acomodación y, al mismo tiempo, es-
timular o limitar el despliegue de procesos que la favorecen (o no), de manera circular. Un ejem-
plo de ello se observó en una persona mayor que luego de muchos años transcurridos desde que su
esposa lo había dejado declaró “me estoy transformando en un viejo amargado” en tanto aún sentía
la misma rabia y se reconocía sin disposición a perdonar o comprender lo que podría haber sucedido.
La validación de la rabia por eventos pasados hace años y la falta de disposición para redefinir su si-
tuación o perdonar dificultaba su acomodación y disminuía, progresivamente, su bienestar subjetivo.
Por otra parte, hacer algo diferente que favoreciera la acomodación, como podría ser buscar algún
sentido y “dejar ir”, requería de esfuerzos que probablemente esta persona no estaba en condicio-
nes de realizar, dado su bajo nivel de bienestar subjetivo y alto malestar emocional. De este modo,
pueden reforzarse mutuamente los comportamientos y el malestar manteniéndose en el tiempo
o, como en este caso, empeorando. Así, es posible considerar relaciones de mutua influencia,
pero no determinantes, entre procesos de afrontamiento, acomodación y bienestar subjetivo.
Cuando estas relaciones refuerzan condiciones no saludables -por ejemplo entre procesos de afron-
tamiento poco efectivos, falta de acomodación y disminución del bienestar subjetivo- un aspecto
importante a resolver en la psicoterapia consiste en determinar clínicamente en qué parte de
este de “círculo vicioso” primero intervenir.
Otro aspecto a considerar es que, si bien un proceso de duelo saludable se ve favorecido en la me-
dida en que las personas van logrando la acomodación, es necesario tener presente la intensidad y
duración de los síntomas que manifiesta la persona mayor o reportan los miembros de su entorno
(16). Cuando el malestar resulta limitante y/o, como se señaló anteriormente, el sufrimiento
y las dificultades adaptativas se prolongan en el tiempo, sin mejoría significativa, es
recomendable una interconsulta médica para la evaluación de la pertinencia de medicación.
Recordemos la relación entre procesos de afrontamiento, logro (o no) de la acomodación y
bienestar subjetivo:
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 79
También es importante tener presente que la solicitud de ayuda profesional puede provenir de la
persona mayor que cursa un proceso de duelo o bien de su entorno cercano, generalmente de su
grupo familiar o de convivencia, que manifiesta preocupación por su salud mental. En cualquiera de
los casos, conviene que el abordaje considere quién y/o quiénes están más preocupados y mo-
tivados para recibir ayuda profesional, para focalizar ahí las intervenciones principales (42)(43).
Así, el abordaje podrá ser individual, familiar o centrado en algunos miembros del círculo cercano a
la persona en duelo.
Por otra parte, cabe señalar que el procesamiento saludable del duelo no sólo puede facilitarse en
contextos clínicos como la psicoterapia, sino también a través de otros dispositivos de salud mental,
como intervenciones de carácter grupal o comunitarios, que estimulen en las personas mayores el
despliegue de afrontamientos frente a sus pérdidas que favorezcan el logro de la acomodación.
Finalmente, el énfasis dado en este capítulo a los procesos de afrontamiento, diferenciando los que
resultan efectivos de aquellos menos efectivos para el procesamiento del duelo, busca responder a
la pregunta sobre “cómo” se puede favorecer la acomodación—es decir el ajuste saludable ante las
pérdidas experimentadas en la vejez—destacando con ello el poder que las personas mayores tienen
para mantener o mejorar sus niveles de satisfacción vital y de bienestar.
80 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 81
Luciana Machluk
Psicóloga, Magíster en Psicogerontología, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires - Lic. en
Psicología.
Ideas centrales
• El aislamiento social se entiende como la falta de interacciones con otras personas, a
diferencia de la soledad la cual es sentirse solo o sola, incluso cuando se está con alguien.
• Dentro de las variables que condicionan la problemática de la soledad se encuentran: los
duelos, la jubilación, las disminuciones sensoriales (pérdida de la audición, pérdidas de la
visión, las limitaciones motrices), y los estereotipos negativos sobre la vejez “viejismo” o
“ageism”.
• La soledad y el aislamiento social incrementan el riesgo de muerte tanto como la obe-
sidad, así como también incrementa el riesgo cardiovascular; de la misma manera que el
tabaquismo, el alcohol y el sedentarismo.
• A nivel físicos, la soledad y el aislamiento social puede generar un aumento del riesgo
de enfermedad cardiovascular, malnutrición, mala calidad del sueño, incremento en la
actividad del eje hipotálamo-hipofisario adrenal y deterioro cognitivo. A nivel psíquico,
puede existir un aumento del riesgo de depresión, episodios psicóticos y suicidios.
• Tanto el aislamiento social como la soledad se vinculan a comportamientos de salud más
deficientes y un incremento de factores de riesgo, y donde la edad es uno de los factores
de riesgo más importante para la soledad.
• Por el contrario, las conexiones sociales significativas se relacionan positivamente con la
felicidad y la expectativa de vida.
• Las estrategias frente a la soledad y el aislamiento en personas mayores, se pueden divi-
dir en 4 subgrupos: 1) considerado el más vulnerable, las personas mayores padecen tanto
la soledad como el aislamiento social; 2) conformado por personas mayores aisladas
socialmente pero que no se sienten solas; 3) conformado por aquellas personas mayores
que tienen sentimientos de soledad, sin estar aisladas socialmente; 4) conformado por
aquellas personas mayores que no padecen soledad ni aislamiento social.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 83
La problemática que engendra la soledad y el aislamiento social está siendo visibilizada a nivel
mundial, pudiendo reconocer los peligros para la salud pública y el bienestar subjetivo que
conlleva, y que pueden incrementarse en la vejez. De acuerdo con la Quinta Encuesta de Calidad
de Vida en la Vejez, aplicada el 2019, en Chile hay 460.000 personas mayores que viven solas y
aproximadamente un 43,5% de quienes respondieron la encuesta percibe algún grado de
soledad, observándose un aumento del 39,4% registrado en la aplicación del año 2016 (1).
Por ello, el conocimiento de los diferentes aspectos que puede atravesar el envejecimiento humano
permitirá detectar situaciones de riesgo e intervenir, de manera apropiada y temprana, evitando de
este modo, deteriorar la calidad de vida de las personas mayores. Para ello, será necesario diseñar
acciones tendientes a visibilizar y facilitar la toma de conciencia de una temática poco atendida y
altamente naturalizada.
En el presente capítulo se abordará, en primera instancia, las diferencias entre la soledad y el aisla-
miento social y la diversidad de situaciones que favorecen la aparición de estas problemáticas. Lue-
go, se desarrollará el impacto que las mismas tienen sobre la salud de las personas mayores. Final-
mente, se presentarán diversas estrategias para intervenir frente a la soledad y el aislamiento social.
La soledad, en cambio, es sentirse solo o sola, lo cual incluso puede sentirse cuando se está con al-
guien. La persona percibe que sus relaciones no tienen la frecuencia, intensidad, intimidad y calidad
que desearía. Una vivencia frecuente del sentimiento de soledad se da cuando la persona participa
84 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
de una reunión social pero no se siente escuchada, integrada, valorada y/o respetada. También su-
cede cuando la mayoría de las relaciones que la persona tiene son percibidas como superficiales, de
poca intimidad y baja calidad en el intercambio afectivo (1) El sentimiento de soledad se expresa de
maneras diversas (2), asociándose con la desesperación, lo que incluye el miedo, la desesperanza, o
la vulnerabilidad, con la tristeza y el vacío y la falta de proyecto vital, con el fastidio y el aburrimiento
y con la baja autoestima, entre otros factores (2).
Conocer la diversidad en sus expresiones permite contar con más recursos para detectar esta si-
tuación tan preocupante y poder intervenir temprana y certeramente. Si bien entendemos que el
sentimiento de soledad está multideterminado y que muchas de sus causas se basan en tipos de
apego y personalidad, en este capítulo se abordarán aquellos factores que toman relevancia en el
envejecimiento y que comúnmente favorecen la soledad y el aislamiento, como los duelos, la jubi-
lación y los déficits sensoriales y/o motrices.
2.2. La jubilación: Constituye un momento de gran cambio en la vida de una persona, y suele coin-
cidir con la entrada en la etapa de la vejez. Este importante cambio de rol tiene características
únicas en la vida de una persona mayor que, luego de haber pasado por diferentes instituciones
educativas y por espacios laborales, por primera vez en su vida no tiene una tarea, un maestro o un
jefe que organice su rutina diaria. Ahora sí el día a día depende de decisiones propias, organización
y realización. Esto puede generar una sensación de gran libertad en algunas personas, pero también
puede ocasionar temor o incertidumbre, en ocasiones producto de una preparación insuficiente para
transitar esta etapa de cambio (4).
En el ámbito laboral la persona se nutre de una serie de intercambios con compañeros que pueden
ejercer un rol muy importante a nivel de la sociabilidad. Es así como, en aquellas personas que no
cuentan con redes sociales cercanas, como familia o amigos, la jubilación puede significar una pér-
dida de afectos y de un ambiente de encuentros muy valioso. En estos casos, intervenir anticipada-
mente es fundamental para evitar que esta persona, una vez que se jubile, aumente su aislamiento
o se perciba más solo o sola (5). La anticipación de estos cambios de roles y de participación social
puede ser prevista a partir de la preparación para la jubilación ya que no solo permite reformular
los proyectos personales, sino también los ámbitos y personas con las que van a interactuar (4).
2.3. Las disminuciones sensoriales: Entre las principales disminuciones sensoriales que afectan el
encuentro con los otros de las personas mayores están la disminución auditiva y la visual.
2.3.1. La pérdida de la audición relacionada con la edad se denomina presbiacusia, donde se ob-
serva una dificultad para oír y una baja tolerancia a ruidos fuertes. La persona mayor con esta defi-
ciencia auditiva puede tener, no solo cierta dificultad para escuchar sino, también, para entender lo
que se les está diciendo a determinada distancia o en ambientes ruidosos; esto le generará serias
dificultades para seguir una conversación, por lo que puede generar obstáculos en la manera de
vincularse con su entorno, constituyendo esta dificultad una puerta de entrada a situaciones de
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 85
Resulta frecuente que las personas con disminución auditiva presenten dificultad para mantener
conversaciones, fundamentalmente cuando se encuentran hablando diferentes personas, de mane-
ra simultánea. Así como pueden necesitar aumentar el volumen del televisor y/o radio, generando
tensiones en la convivencia, así como también una marcada dificultad para escuchar sobre el ruido
de fondo (4).
Resulta de vital importancia favorecer las consultas tempranas en relación con la disminución au-
ditiva de las personas mayores ya que no solo colaboraría en postergar los efectos de un posible
deterioro cognitivo vinculado con la pérdida auditiva sino, también, en evitar el aislamiento (6). Las
dificultades para escuchar palabras y, por lo tanto, entender el significado de lo expresado en las
conversaciones, puede generar cansancio, frustración, estrés, enojo o resentimiento en las relacio-
nes.
2.3.2. Las pérdidas de la visión en las personas mayores suelen relacionarse con la soledad y el
aislamiento por diversas razones. Por un lado, limita la comunicación interpersonal por la pérdida
de las señales no verbales (expresiones faciales, lenguaje corporal y movimiento de los labios) y por
las dificultades motoras que genera para trasladarse en transportes públicos. De esta manera, los
problemas en la visión se asocian con una baja participación social y con sentimientos de soledad (7).
Además, es importante tener en cuenta que, cuando las personas mayores sufren una pérdida sen-
sorial única, pueden compensarse algunos aspectos de la comunicación. Por ejemplo, las personas
con disminución auditiva pueden utilizar la lectura de labios o el lenguaje de señas. Las personas con
pérdida de la visión pueden depender del lenguaje hablado. Una situación agravada se establece en
los casos en los que se da simultáneamente la pérdida de audición y visión, donde ya no son posibles
estas formas de compensación.
2.3.3. En la vejez las limitaciones motrices tienden a aumentar, como por ejemplo en la marcha,
el cual puede agravarse por enfermedades crónicas. La inestabilidad puede tener efectos físicos,
a partir de las caídas que se generan, pero también emocionales ya que la persona teme no poder
manejarse sola, como en el “síndrome post caída”, y por ello puede evitar los contactos. Lamentable-
mente la inestabilidad suele no ser tratada adecuadamente, salvo que las consecuencias físicas sean
graves. Sin embargo, es una de las principales causas de deterioro funcional, discapacidad, muerte y
un predictor de aislamiento e institucionalización. Las actitudes sobreprotectoras del medio pueden
determinar la pérdida progresiva de movilidad, de autonomía o independencia, lo que puede llevar a
un progresivo abandono de actividades que permitían contactos sociales (5).
Cada uno de los aspectos anteriormente desarrollados suman obstáculos a la socialización, limitan-
do las posibilidades de participar activamente en actividades grupales y en ámbitos comunitarios,
así como también, realizar actividades que antes resultaban muy sencillas de concretar y ahora re-
sultan difíciles de llevar a cabo, tales como visitar amistades o familiares,concurrir a un profesional
del área de la salud o medicina, hacer compras, ir al banco, entre otros.
86 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Si bien se han presentado las situaciones con un ordenamiento didáctico, es importante tener en
cuenta que las personas mayores transitan muchas de éstas de forma simultánea, situación que re-
fuerza la predisposición que se presenta, en esta etapa vital, a desarrollar situaciones de aislamiento
y/o soledad (5).
La soledad y el aislamiento social incrementan el riesgo de muerte tanto como la obesidad (12). La
soledad incrementa el riesgo cardiovascular, de la misma manera que el tabaquismo, el alcohol y el
sedentarismo. También aumenta considerablemente la probabilidad de morir prematuramente ya
que se puede relacionar con hipertensión arterial, infarto, obesidad, falta de vacunaciones, adiccio-
nes, violencia, depresión y demencia, diabetes tipo 2, entre otros (13).
¿Qué tienen en común estas enfermedades? La mayoría de ellas, ya sea en su origen o en su de-
sarrollo, pueden estar mediadas por un aumento crónico de la hormona cortisol, liberada durante
situaciones de vida o hábitos que generan estrés crónico.
La soledad se considera un factor de riesgo de enfermedad y mortalidad (14). Una persona que se
siente sola y aislada tiene mayor riesgo de sufrir enfermedades físicas y mentales tales como: sin-
tomatología depresiva, deterioro cognitivo y mayor incidencia de la enfermedad de Alzheimer, frag-
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 87
mentación del sueño y elevación de la presión arterial. La soledad también se asocia con el riesgo de
experimentar ideación suicida o intentos de suicidio (15).
La edad es uno de los factores de riesgo más importante para la soledad. La distribución de la sole-
dad en relación con la edad sigue una trayectoria compleja y no lineal con picos en los jóvenes (19-
24 años) y los mayores de 70 años (16). En conjunto, todos estos factores pueden explicar por qué la
soledad aumenta el riesgo de morbilidad y mortalidad (17). Por el contrario, las conexiones sociales
significativas se relacionan positivamente con la felicidad y la expectativa de vida (18). En resumen,
la soledad tiene una asociación muy importante con los problemas de salud físicos, como aumento
del riesgo de enfermedad cardiovascular, malnutrición, mala calidad del sueño, incremento en la
actividad del eje hipotálamo-hipofisario adrenal y deterioro cognitivo. También, hay una correlación
muy fuerte entre la soledad y problemas de salud mental. Hay un aumento del riesgo de depresión,
episodios psicóticos y suicidios.
A continuación, se describen con más detalle algunos de estos factores asociados a la soledad y
aislamiento.
Por último, las personas saludables cerebralmente que redujeron su interacción social han visto un
deterioro cognitivo posterior más rápido, con altos niveles de amiloide cerebral, lo que indica
un efecto interactivo adverso temprano de la baja conexión social y la patología del Alzheimer
(29). Al contrario, un alto nivel de apoyo emocional en personas mayores se ha asociado con
mayores niveles de factor neurotrópico derivado del cerebro y un menor riesgo de demencia, lo
que sugiere que el enriquecimiento de las relaciones sociales podría promover la neurogénesis y la
plasticidad sináptica (30).
88 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Diversos estudios establecen que el poco apoyo social, el aislamiento social y la soledad están
fuertemente relacionados con la depresión y la ansiedad (32). Aunque estas asociaciones no
establecen la causalidad, las asociaciones temporales sugieren que el aislamiento social y la
soledad probablemente causan o empeoran la depresión y la ansiedad (32).
En una muestra danesa, la soledad se asoció con un riesgo 2,5 veces mayor de mala salud autoper-
cibida, un 91% más de riesgo de capacidades físicas limitadas y un 77% más de riesgo de
múltiples diagnósticos (34). La evidencia específicamente relacionada con la conexión entre el
aislamiento social y los comportamientos relacionados con la salud ha demostrado que las
personas mayores que están aisladas son más propensas a tener comportamientos menos
saludables, como dietas pobres, consumo de tabaco, consumo excesivo de alcohol y falta de
actividad física (35)(36)(37).
Lo que se pudo mostrar es que aislamiento social y la soledad están relacionados tanto con la
ideación suicida como con los intentos de suicidio, incluso al margen de la depresión (38)(39)(40).
3.6. Mortalidad
Múltiples investigaciones han aportado pruebas sólidas de que la falta de contacto social y, en
particular, una puntuación alta en las escalas de aislamiento social, ha sido asociada con un
riesgo significativamente mayor de mortalidad. Este riesgo podría ser similar, o mayor, que otros
factores de riesgo que han sido bien establecidos y ampliamente reconocidos y sobre los que
actúan los sistemas de salud.
La revisión de los datos mostró la fuerte relación que existía entre el aislamiento, la soledad y
el riesgo de fallecer precozmente. El aislamiento social (tener pocos contactos sociales o ninguno,
o realizar pocas actividades sociales o ninguna) aumentó el riesgo de fallecer anticipadamente en
un 29%. Así como el sentimiento de soledad también se asoció con un riesgo de un 26% más alto
de muerte prematura.
Hakulinen et al. (13) indican que el aislamiento social y la soledad están asociados con un
mayor riesgo de infarto agudo de miocardio o accidente cerebrovascular, y entre aquellas
personas con antecedentes de infarto agudo de miocardio o accidente cerebrovascular, mayor
riesgo de muerte.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 89
n estudio prospectivo de 2 años, con una muestra representativa a nivel nacional de más de .
personas adultas y mayores en Alemania, sugiere que puede haber efectos sinérgicos del aislamien-
to social y la soledad. Las pruebas indican que cuanto mayor es el aislamiento social, más alto es
el efecto de la soledad en la mortalidad, y que cuanto mayor es la soledad, más grande es el efecto
del aislamiento social ( 1). Cuando se consideran conjuntamente el aislamiento social y la soledad,
el aislamiento social sigue siendo un sólido factor de predicción de la mortalidad, pero la soledad
parece más tenue.
.1. El primer subgrupo, considerado el más vulnerable, las personas mayores padecen tanto la
soledad como el aislamiento social. Resultan de difícil alcance por la carencia efectiva de redes so-
ciales y suelen ser detectadas cuando están en una situación de emergencia ( 1). Por lo cual, es ne-
cesario evaluar esta complejidad para diseñar intervenciones que sorteen los obstáculos de llegada
a estas personas mayores en riesgo, a las que denominan ciudadanos ocultos . Si bien este subgrupo
es el que puede presentar más dificultades para ser alcanzado, podría ser el más beneficiado con los
programas que se le ofrezcan ( 1).
.2. El segundo subgrupo está conformado por personas mayores aisladas socialmente pero que no
se sienten solas, por ejemplo, aquellas que viven en lugares poco poblados o que, por sus ocupacio-
nes (por ejemplo, la actividad rural), han construido una vida con pocos contactos sociales, pero se
muestran satisfechas con sus relaciones ( 1). Resulta importante analizar el nivel de vulnerabilidad
de este grupo que, si bien no es el más alto, puede ser significativo y necesitar intervenciones preci-
sas, particularmente cuando se presentan cambios significativos, como la viudez o ciertas discapa-
cidades que pueden aumentar su aislamiento ( 1).
.3. El tercer subgrupo está conformado por aquellas personas mayores que tienen sentimientos
de soledad, sin estar aisladas socialmente. Sentirse solas, estando rodeado de personas, imprime a
este padecimiento ciertos rasgos particulares ( 1). Resulta fundamental tener en cuenta un fenó-
meno que se observa cada vez más en personas mayores que conviven con otras generaciones de
su familia y donde los niveles de soledad se asocian con la carencia de roles valiosos, o por sentirse
poco escuchadas o integradas. El tipo de intervenciones necesarias para este subgrupo tendrá ca-
racterísticas diferentes al de los anteriores ( 1).
. . El cuarto subgrupo se encuentran aquellas personas mayores que no padecen soledad ni ais-
lamiento social ( 1). Resulta fundamental brindar información sobre la temática para que puedan
prevenir, ante posibles cambios vitales, este tipo de padecimientos.
La situación de disminución o carencia de vínculos sociales no debe ser un obstáculo para que las
personas mayores puedan acceder a sus posibilidades de desarrollo y bienestar, siendo necesario
hacer visibles los potenciales beneficios que tiene la participación en espacios diseñados para dar
un soporte social, afectivo y emocional en distintos ámbitos de la comunidad ( 3).
Para muchas personas mayores el sistema de salud es el único punto de contacto con la comunidad,
por eso es de suma importancia que los servicios de atención puedan identificar a las personas con
riesgo de aislamiento social o soledad para establecer estrategias preventivas. Las personas mayo-
res tienen que estar informadas acerca de los resultados de salud negativos asociados al aislamiento
y a la soledad, para decidir sobre su salud en base a una información clara, precisa y fundada en co-
90 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Existe amplia evidencia que muestra que una red personal estable, sensible, activa y confiable es
saludable, es decir, protege a las personas de las enfermedades, acelera los procesos de curación y
aumenta la sobrevida. También existe evidencia que indica que la presencia de enfermedad en una
persona deteriora la calidad de su interacción social y, a largo plazo, el tamaño de su red social (44).
Numerosas investigaciones han demostrado que las relaciones sociales y una red social satisfactoria
benefician tanto la salud física como mental e influyen en el bienestar y la calidad de vida de las
personas mayores, propiciando comportamientos y hábitos saludables. Por el contrario, cuanto me-
nos integrada socialmente esté la persona se afecta en forma negativa su salud física y emocional.
Reforzamos, entonces, que la pobreza vincular es un factor de riesgo para la salud, como también lo
es el fumar, la presión arterial alta, la falta de actividad física, entre otros.
Muchas acciones de la vida cotidiana de la persona mayor son favorecidas a través del contacto
frecuente y fluido con otros. La red social aporta múltiples beneficios:
El hecho de tener contacto con otros otorga un feedback en la comunicación con respecto a indica-
dores externos del estado de salud. Por ejemplo, alguien que de manera cotidiana pueda decir “te
noto cansado o cansada ”, o “¿estás alimentándote bien? ” puede brindar un alerta sobre pequeños
cambios que, de otra manera, pasarían inadvertidos para las personas mayores que se encuentran
en situación de aislamiento (45).
Posibilita la recomendación de realizar una consulta médica ante la presencia de algún síntoma o
malestar. La frecuencia de contacto con otras personas, permite observar señales de cambios que
el individuo, tal vez, no puede advertir. Así como también, favorece el hecho de darle importancia a
síntomas que, inicialmente, fueron desestimados por la persona mayor.
Refuerza aspectos positivos de la identidad. El intercambio afectivo posibilita que otras personas
reconozcan fortalezas con las que la persona mayor cuenta y no las tiene tan presentes.
92 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Estimula la cognición social. Poder aprender a través del intercambio vincular que se construye a
partir de percibir y comprender lo que está ocurriendo a nivel emocional en los vínculos. Si bien
existen diferentes definiciones de la misma, a los fines de esta guía resulta de utilidad pensarla
como los “procesos implicados en cómo la gente piensa sobre ella misma, otras personas, situacio-
nes sociales e interacciones” (45). La cognición social interviene en el modo en que se perciben, se
reconocen e interpretan las emociones y conductas de las personas, por ejemplo, al reconocer e-
mociones básicas en el rostro del otro u otra, o realizar una valoración del contexto. Esta posibi-
lidad refuerza la capacidad de generar y sostener vínculos saludables que colaboran con el bienestar
de la persona. Mediante la cognición social, es posible desarrollar empatía con la otra persona y
comprender cómo se siente, anticipar situaciones y generar una respuesta. Cuando las personas se
encuentran en situación de aislamiento o soledad, estos procesos mentales tienen menos posibili-
dad de ponerse en juego, limitando y/o interfiriendo la capacidad de comprender las emociones y
conductas tanto propias como ajenas (45).
Además, se puede incorporar a la consulta preguntas que colaboren con la detección de la soledad,
para pasar a la administración de una escala, cuando se considere necesario*.5 La prioridad es que se
incorpore esta problemática como una más para la que es necesario, como se ha mencionado ante-
riormente, establecer acciones en tres líneas: prevención, detección y abordaje.
“Cualquier miembro del equipo de atención primaria puede explorar los sentimientos de soledad y
la calidad de la red social y los vínculos afectivos con sus allegados de las personas que presentan
estos factores de riesgo. El impacto de este condicionante sobre la salud merece que las historias
clínicas electrónicas incorporen las escalas diagnósticas y que se favorezca su registro” (46).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 93
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Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 95
Ideas centrales
• Los cuidados de largo plazo corresponden a sistemas de acciones ejercidas por personas
que cuidan a otras de manera informal y/o por profesionales para mantener el mayor nivel
posible de calidad de vida de acuerdo a sus preferencias personales, con el mayor grado
posible de independencia, autonomía, participación, realización personal y dignidad a la
persona cuidada.
• Muchas de las personas cuidadoras a nivel informal son vulnerables a presentar altos
niveles de sobrecarga, que corresponde al impacto negativo del cuidado en el ámbito
mental, físico, social y económico en la vida de la persona que cuida.
• El Síndrome del Cuidador se caracteriza por un empeoramiento de la salud física y men-
tal, asociado a estresores que ya son crónicos en la vida del cuidador o cuidadora.
• Los motivos de consulta frecuente de las personas a cargo de los cuidados de otras son:
Bajo apoyo de redes, falta de sustento económico adecuado, habilidades o conocimien-
tos de cuidado insuficientes, problemas para dormir, ausencia de descanso y autocuida-
do, sentirse sobrepasado, entre otros. Desde lo físico pueden consultar por: dolor lumbar,
osteoartritis, tendinitis, cervicalgias, entre otros. Por otro lado, es probable que algunas
experiencias asociadas al cuidado sean vividas como pérdida o duelo.
96 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuidados de largo plazo corresponden a siste-
mas de acciones ejercidas por personas que cuidan a otras de manera informal (familia, amigas y/o
vecinas) y/o por profesionales (sociales, de la salud u otros) para asegurar que una persona que no es
del todo capaz de cuidarse por sí misma, pueda mantener el mayor nivel posible de calidad de vida
de acuerdo a sus preferencias personales, con el mayor grado posible de independencia, autonomía,
participación, realización personal y dignidad humana (1).
Dentro del sistema familiar, la labor de la persona a cargo de los cuidados suele concentrarse en
una persona, convirtiéndose ésta en cuidadora o cuidador (informal) principal. Así, este se define
como un familiar, una persona amiga o vecina que pasa la mayor parte del tiempo proporcio-
nando cuidados no remunerados a la persona mayor dependiente, y quien se percibe como el
sujeto principalmente responsable de dichos cuidados (2). También pueden existir cuidadores
secundarios, que ejercen algunas tareas de cuidado o proveen de apoyo a la persona que cuida de
manera primaria, pero no son los principales responsables (2). Un estudio chileno que exploró el pro-
ceso de adaptación de familias al diagnóstico de demencia de uno de sus miembros (3), observó que
la repartición de roles puede variar en su nivel de colaboración, surgiendo una persona que queda
como la principal a cargo de los cuidados y que recibe ayuda de vez en cuando, o bien, puede confi-
gurarse un “complejo cuidador o cuidadora”, en el que se implican varios miembros de la familia que
proveen apoyo en conjunto.
La persona principal a cargo de los cuidados suele presentar un perfil común: mujeres,
principalmente hijas y en segundo lugar esposas de la persona con dependencia, con edades que
fluctúan alrededor de los 50 y 60 años, quienes viven con la persona cuidada, y dedican largas
jornadas al cuidado, donde muchas veces dejan de trabajar remuneradamente para dedicarse a
esta tarea (4)(5)(6)(7)(8). Más de la mitad (entre 64 y 74%) de las cuidadoras y los cuidadores
informales reporta no contar con capacitación sobre cuidados domiciliarios (5) (9), y la mayor
parte de las muestras chilenas presentan vulnerabilidad económica (74-76% reporta
dificultades para pagar cuentas hasta fin de mes o su ingreso es cercano al sueldo mínimo) (4).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 97
En consecuencia, muchas de las personas cuidadoras son vulnerables a presentar altos niveles de
sobrecarga, definida como el impacto negativo del cuidado en el ámbito mental, físico, social y eco-
nómico en la vida de la persona (10). La sobrecarga puede aumentar especialmente si la persona
a cargo de los cuidados percibe que las demandas del cuidado sobrepasan su capacidad de afron-
tamiento y se experimenta un bajo apoyo social, que a su vez predispone a altos niveles de estrés
psicológico, ansiedad, depresión y en general, a presentar morbilidad psiquiátrica (11).
Crespo y colegas (12) destacan la multiplicidad de formas en que la sobrecarga puede ser concep-
tualizada. En primer lugar, puede considerarse unidimensionalmente (como carga global o monto
de estrés); puede entenderse de manera bidimensional, ya sea como carga objetiva (aquellas acti-
vidades y demandas en relación a cuidar) o subjetiva (que comprende los sentimientos, creencias y
actitudes que surgen a partir de cuidar); y finalmente, también puede considerarse como una varia-
ble multidimensional, en tanto afecta todos los aspectos de la vida (físicos, emocionales, cognitivos,
sociales y económicos). En muestras chilenas, se observa una alta prevalencia de sobrecarga severa
(con un rango de 13.9% a 59.7%) (9)(10) (11)(12)(13), que es aún más alta en cuidadores y cuidadoras
de personas con demencia (40% - 68,9%) (14)(15)(16).
Es importante señalar que la literatura ha tendido a enfocar la prestación de cuidados como una
experiencia estresante, negativa y asociada a síndromes psiquiátricos. No obstante, en los últimos
años se ha reconocido que la visión negativista es una sobre simplificación (17). En este sentido, se ha
mostrado que los cuidadores y las cuidadoras no son una población homogénea, y que la labor de
cuidar tiene también efectos positivos que son importantes de considerar a la hora de evaluar e
intervenir (por ejemplo, puede generar aprendizajes nuevos, aumentar sensación de control,
autoeficacia y reconocimiento social, aumentar satisfacción en el vínculo con la persona que se
cuida, entre otros) (17).
• Por otro lado, es probable que algunas experiencias asociadas al cuidado sean vividas como
pérdida o duelo. Por ejemplo, en etapas más avanzadas de la demencia, se experimentan como
pérdida ambigua o duelo anticipado los cambios conductuales del familiar, quien puede no
reconocer a sus seres queridos o no ubicarse en el tiempo y espacio. El estigma hacia la de-
mencia también puede ser un estresor importante.
• Enfermedades de salud física comunes en la persona a cargo de los cuidados dolor lumbar,
osteoartritis, tendinitis, cervicalgias, entre otros; producto de movimientos repetitivos, sin
pausas, que se realizan comúnmente cuando el o la paciente presenta dependencia severa.
Cuando una persona a cargo de los cuidados experimenta varias de estas problemáticas en
conjunto, además de una sobrecarga severa, es posible que esté desarrollando el Síndrome del
Cuidador. Este se caracteriza por un empeoramiento de la salud física y mental, asociado a
estresores que ya son crónicos en la vida del cuidador o cuidadora (20)(21). Algunos autores
relacionan este concepto con el de "burnout" , el cual se caracteriza por tres dimensiones:
agotamiento emocional (falta de energía y entusiasmo), despersonalización (sensación de
indiferencia, actitud impersonal), y menor sensación de propósito (sentirse inútil, percibir el
cuidado como negativo o poco efectivo) (22).
2. Detección y diagnóstico precoz
Existe gran cantidad de literatura internacional que busca identificar características específicas de
cuidadores y cuidadoras que se asocien significativamente a la presencia de una mayor sobrecarga.
Así, se ha observado que ser mujer, tener menor edad, ser cónyuge, contar con menos apoyo social y
dedicar mayor cantidad de horas al cuidado, son variables que se asocian a mayor sobrecarga (20) (21).
La evidencia chilena indica que tener menos habilidades para el cuidado, tener hijos o hijas y trabajo
remunerado se asocia a mayor sobrecarga (9). Por otra parte, contar con el apoyo de dos o más insti-
tuciones se relaciona significativamente con presentar menos sobrecarga (13). En cuanto a bienes-
tar, tener menos hermanos genera mayor malestar emocional en cuidadoras hijas (23), mientras que
un mayor apoyo social y el empleo de estrategias de afrontamiento de planificación y aceptación
se relacionan con mayor bienestar (24). Por otra parte, en casos donde la persona dependiente
presenta diagnóstico de demencia, el nivel de sobrecarga aumenta frente a mayor gravedad de los
síntomas neuropsiquiátricos y disfunción familiar (16).
Estas asociaciones estadísticas pueden ser de utilidad para identificar cuándo evaluar de forma
oportuna o dónde se deben enfocar mayores recursos. Sin embargo, todo cuidador o cuidadora debe
ser evaluado de forma recurrente (dado que este rol implica factores de riesgo que deben ser abor-
dados preventiva y dinámicamente).
Por otra parte, se requiere un enfoque de derechos, recordando que Chile ha ratificado y promul-
gado la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas
Mayores, en el año 2017 (27) (Ver capítulo 1.5). Este es un paso importante, dado que se incorporó
explícitamente el derecho de las personas mayores a cuidados de largo plazo, y se enfatizó que
este derecho no puede ser a costa de los derechos de otros, como las mujeres cuidadoras (28).
• Redes: Evaluar fuentes de apoyo informal, como familia y amistades, cómo se comunican en
torno al cuidado, cómo se reparten los roles, y cómo percibe su apoyo. Junto con lo anterior,
evaluar fuentes de apoyo formal (servicios y organizaciones), y cómo percibe la atención. Por
otra parte, evaluar fuentes y necesidad de tipos de apoyo (emocional, instrumental, de infor-
mación, de toma de decisiones). También es importante tomar en consideración si la persona a
cargo de los cuidados cuida a más de una persona y qué tipos de cuidado provee.
• Salud mental: Evaluar niveles de malestar psicológico, sobrecarga, síntomas depresivos y an-
siosos (e indagar pensamientos suicidas u homicidas). Respecto a la sobrecarga, en Chile se
cuenta con una versión estandarizada de la Escala de Sobrecarga del Cuidador de Zarit (31).
Ahora bien, no se deben abordar solo aspectos negativos en salud mental, sino enfatizar en el
nivel de autoeficacia, capacidad de autocuidado, y calidad de vida de la persona a cargo de los
cuidados, enfocándose como recursos o posiblemente como objetivos terapéuticos.
• Salud física: considerar salud física auto percibida, fatiga, higiene del sueño, dolor, presencia
de comorbilidades y si la persona a cargo de los cuidados adhiere a tratamientos recomen-
dados para ella (tomarse sus medicamentos para la hipertensión, hacer ejercicios, entre otros).
• Facilitadores y barreras del cuidado: aspectos positivos de cuidar, estrategias de afronta-
miento, espiritualidad/creencias religiosas, creencias desadaptativas, entre otros.
• Curso de vida: Considerar la relación de parentesco entre cuidador o cuidadora y receptor
o receptora de cuidados (hijo o hija, pareja, hermano, nieta, sobrina, entre otras), y cómo se
presenta en el contexto del curso de vida de la persona a cargo de los cuidados; cómo afecta
su identidad y proyectos a futuro.
• Es importante que la evaluación se enfoque en lo que es valioso para la persona a cargo de
los cuidados y debería generar una oportunidad para discutir abiertamente aspectos que le
son relevantes para sus propias necesidades y bienestar.
La evaluación de la persona a cargo de los cuidados de una persona mayor, puede ser en sí misma
una intervención terapéutica o un medio para prevenir problemas futuros (19).
NIVEL DE EVIDENCIA EN
RELACIÓN A EFECTOS
NOMBRE DE LA
DESCRIPCIÓN GENERAL SOBRE LA PERSONA RECOMENDACIONES
INTERVENCIÓN
A CARGO DE LOS
CUIDADOS
Genera cambios
Entrega de información
favorables en cuanto a
con aplicación práctica y La psicoeducación y
sobrecarga, síntomas
Psicoeducación y adaptación a necesidades entrenamiento de habilidades
depresivos, ansiedad,
entrenamiento de de la persona a cargo de los se deben realizar en conjunto.
estrés, y disminución de
habilidades cuidados, con contención Los efectos serían mayores en
síntomas psicológicos (en
emocional y normalización entornos (settings) de apoyo
el caso de personas con
de inquietudes. grupal.
demencia).
Instancias grupales de Permite aumentar Las instancias grupales deben
apoyo guiadas por un o una el alcance de las ser altamente flexibles, dado
profesional, donde se busca redes sociales de los que para los cuidadores y las
generar relaciones de cuidadores y aumentar su cuidadoras suele ser difícil
Apoyo social empatía, normalización de percepción de bienestar salir del hogar para asistir a
las experiencias general. Sin embargo, el reuniones. Debe evaluarse la
personales, validar nivel de evidencia a su factibilidad de este tipo de
emociones y compartir favor es de baja calidad. intervención.
ideas y estrategias.
Ya sea en el domicilio o a La investigación en torno
través de Centros de día, a esta intervención ha
estas intervenciones se sido de baja calidad, y no El respiro puede ser muy difícil
centran en que la persona a ha indicado beneficios de evaluar como intervención,
Intervenciones de
cargo de los cuidados tenga significativos. Aun así, se porque no beneficia a todas las
respiro
tiempo para realizar otras recomienda para facilitar cuidadoras y cuidadores
actividades (asistir al espacios de autocuidado exactamente de la misma
médico, descansar, realizar para la persona a cargo manera.
trámites, entre otros). de los cuidados primaria.
Implica una relación Existe evidencia robusta La psicoterapia no
terapéutica entre un o una que apoya intervenciones se recomienda como
profesional con entrena- psicoterapéuticas intervención de primera línea,
miento y la persona a cargo desde el enfoque sino como derivación en caso
Psicoterapia
de los cuidados, donde se cognitivo-conductual, de que la persona a cargo
podrían evaluar y abordar para la reducción de de los cuidados presente
elementos de salud mental sintomatología depresiva sintomatología ansiosa o
e implicancias del cuidado. y ansiosa. depresiva.
Se refieren a
combinaciones de
Presentan efectos
intervenciones. O bien, una Se recomienda el uso de
consistentes en cuanto
Intervenciones persona gestora de caso es intervenciones estructuradas,
a sobrecarga, bienestar,
multicomponente/ responsable de evaluar las que incluyan como
conocimientos, y retardar
Manejo de Caso necesidades de quien está mínimo psicoeducación y
la institucionalización del
a cargo de los cuidados y entrenamiento de habilidades.
familiar.
facilita las intervenciones
pertinentes.
Consisten, en general, en Se destacan los programas de
intervenciones nuevas, Mindfulness para cuidadores,
Son intervenciones que
que aún no cuentan con que presentan buenos
Misceláneas no encajen en las otras
un nivel suficiente de resultados para la disminución
clasificaciones.
evidencia de calidad a su de síntomas ansiosos y
favor. depresivos.
En cuanto a intervenciones grupales (de apoyo social), estas deben favorecer un equilibrio entre el
aprendizaje, el disfrute, la oportunidad de conocer a otras cuidadoras o cuidadores facilitar el
apoyo entre pares. Se puede animar a los cuidadores y cuidadoras a que se mantengan en contacto
después de haber asistido a un programa de formación, y sugerir formas en que podrían hacerlo
(19).
La psicoterapia se considera una intervención efectiva de segunda línea (32). Quienes pueden
beneficiarse mayormente son cuidadoras o cuidadores que comiencen a presentar sintomatología
depresiva o ansiosa. Este tipo de intervención también se asocia a una reducción de sobrecarga.
No hay evidencia que sustente que la psicoterapia aumenta otras variables como calidad de vida o
maestría en el cuidado (33), lo que es esperable, dado que la especificidad de la intervención no
necesariamente se enfoca en dichos factores.
de los cuidados presente en ese momento, siendo conscientes de que dichas necesidades pueden
transformarse. El apoyo debe estar especialmente presente durante las transiciones: si la persona a
cargo de los cuidados retorna a su trabajo remunerado o suceden cambios personales (divorcio,
mudanza, cambios económicos, entre otros), o bien, cuando la persona que recibe los cuidados
pasa a otra modalidad de cuidados (hospitalización o se le da el alta médica, se institucionaliza,
pasa a cuidados paliativos, entre otros) (19). En el caso de que la persona a la cual se cuida pasa a
vivir en una residencia o fallece, la persona a cargo de los cuidados sigue experimentando dicho
rol, y puede requerir apoyo en procesar estos cambios y experiencias de pérdida.
Las diversas intervenciones abordadas en este capítulo son independientes entre sí, pero no exclu-
yentes. De hecho, pueden ser empleadas de forma complementaria, e ir transformándose de acuer-
do con las necesidades de la persona a cargo de los cuidados y la persona con dependencia.
5. Enlace a recursos de apoyo
El apoyo a personas cuidadoras debe incluir información sobre sus derechos y opciones de acceso,
de manera que la persona pueda pedir ayuda oportuna y sentirse en control de su situación. En esa
línea, es importante que los profesionales estén al tanto de las redes institucionales y los servicios
que pueden beneficiar al cuidador o la cuidadora de una persona mayor con dependencia. Común-
mente, las personas que prestan cuidados informales deben tomar decisiones, buscar tratamientos
y abogar por la persona que cuidan. Apoyarles con información y orientación facilita que ellos o
ellas puedan navegar de forma efectiva por las redes institucionales, sanitarias y sociales. Enlazar a
los cuidadores o cuidadoras con estos recursos puede ser significativamente beneficioso para ellos
y ella y así como también para las personas que cuidan.
En Chile, existen algunas entidades que pueden prestar apoyo a familias con personas
dependientes. El Ministerio de Desarrollo Social y Familia cuenta con ciertas comunas con el
programa Chile Cuida, el cual ofrece distintas prestaciones para la familia con una persona
en situación de dependencia o discapacidad.
Desde la sociedad civil, la Corporación Alzheimer Chile surge como una iniciativa en el año 1990 de
parte de familiares que cuidan a personas con demencia en estrecha colaboración con
profesionales y médicos especialistas en el tema (35). Actualmente, se trabaja desde una visión
integral y multidisciplinaria (profesionales de la medicina, de la psicología, de las terapias
ocupacionales, del trabajado social, de la kinesiología, entre otros), que apunta a elevar la
calidad de vida—tanto de las personas con demencia como de sus familias—a través de diversas
líneas de acción: 1) Diagnóstico oportuno de médico especialista, lo que además permite acceder a
medicación correspondiente; 2) Acceso a centro de día para personas con diagnóstico de demencia
en etapa inicial a intermedia, permitiendo alivio a la familia; 3) Apoyo psicológico individual y
grupal para cuidadores o cuidadoras principales; 4) Psicoeducación para las familias lo cual permite
minimizar los trastornos conductuales asociados a demencia; 5) Actividades de integración para
reforzar red de apoyo social entre cuidadores.
Asimismo, existen fundaciones que giran en torno a personas mayores y personas que cuidan, como
fundación Amanoz (enfocada en reducir la soledad en personas mayores) (36); Fundación Cerro
Navia Joven (que cuenta con soporte para personas mayores autovalentes y dependientes, y
promueve el apoyo entre pares) (37); Fundación Geroactivismo (que visibiliza una mirada más
positiva del envejecimiento y combate el viejismo) (38). También existen agrupaciones y
asociaciones de cuidadores informales a nivel local y en redes sociales. En los últimos años, muchas
cuidadoras y cuidadores se han organizado para apoyarse y apoyar a otras personas que cuidan, y
es importante que los y las profesionales conozcan a estos grupos en su ámbito local, y ayuden a
nuevos cuidadores y cuidadoras, enlazándolos con estas redes de apoyo (p.ej,: Asociación Yo
Cuido, Fundación K-cuidadores de familia CAM, entre otras).
104 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
En definitiva, las personas que cuidan son un grupo vulnerable en términos sociales, físicos y psicoló-
gicos (6). Sin embargo, a su vez, son actores sociales que realizan una labor fundamental para la ca-
lidad de vida de la persona que cuidan, para sus familias, sus comunidades, y para el
funcionamiento de toda la sociedad. Por consiguiente, los y las profesionales de la salud y el
ámbito social deben actuar como aliados, y contar con los conocimientos y herramientas básicas
para prestarles apoyo. Es decir, se espera que los equipos psicosociales sepan visibilizar a los
cuidadores o cuidadoras y sus necesidades, evaluar de forma oportuna e integral, monitorear en el
tiempo, y adaptar sus intervenciones a las realidades individuales.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 105
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108 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Antonia Bobadilla
Trabajadora Social, Diplomada en Salud Mental, Asesora Técnica Corporación Simón de Cirene
Beatriz Bustamante
Trabajadora Social, Diplomada en Demencias: Abordaje gerontológico multidimensional, Coordinadora de
Proyectos Centro UC Estudios en Vejez y Envejecimiento
Ideas centrales
• El maltrato hacia personas mayores conlleva una serie de dificultades asociadas en pri-
mer lugar, a su diferenciación con otras formas de violencia intrafamiliar, debido a que
su ámbito de despliegue trasciende - muchas veces- el espacio doméstico/ famliar. Un
segundo aspecto que dificulta su definición corresponde a la consideración de las
dimensiones transversales que subyacen al maltrato, como son el género, asimetrías
territoriales y étnicas, condiciones funcionales y socioeconómicas.
• La tipología de los tipos de maltrato son: violencia física, psicológica, abandono, negli-
gencia, abuso económico/patrimonial, violencia sexual y maltrato estructural/societario.
Alguna de estas tipologías se dan en contexto familiar, comunitario e institucional.
• Las herramientas para evaluar el maltrato hacia las personas mayores son: Ecomapa,
genograma, APGAR familiar, el cuestionario de apoyo social funcional, y la escala de la
sobrecarga de la persona que cuida.
Tipos de refiguración del cuerpo
DIMENSIONES SUB-DIMENSIONES
Factores personales Antecedentes demográficos y condiciones socioeconómicas .
Redes de apoyo, familiar, nivel de apoyo social, recursos en el
Familia y redes
territorio.
Salud Salud general, enfermedades, deterioro físico, salud mental.
Situación Cohabitación, seguridad y adecuación de la vivienda, hacinamiento.
habitacional
Definir el maltrato hacia personas mayores conlleva una serie de dificultades, asociadas en primer
lugar a su diferenciación con otras formas de violencia intrafamiliar, debido a que su ámbito
de despliegue trasciende - muchas veces- el espacio doméstico/familiar. Un segundo aspecto que
di-ficulta su definición corresponde a la consideración de las dimensiones transversales que
subyacen al maltrato, como son el género, asimetrías territoriales y étnicas, condiciones
funcionales y socioe-conómicas (1).
De acuerdo con las cifras más recientes entregadas por el Programa de Buen Trato al Adulto Mayor,
durante el año 2020 se presentaron un total de 5771 situaciones de maltrato, en donde el
63% correspondió a situaciones de maltrato hacia mujeres mayores, mientras que, el 37% fue
dirigido a hombres mayores (2). Estas cifras evidencian un aumento del 35% en comparación al
año 2019 (2), lo cual puede estar influido por el confinamiento por pandemia. Así mismo, es posible
establecer que, del total de situaciones específicas de Violencia Intrafamiliar, la mayor prevalencia
observada dice relación con el abandono familiar, el maltrato psicológico y la negligencia en los
cuidados hacia las personas mayores (2), lo anterior, sin contabilizar la presencia de más de un tipo
de maltrato.
CONTEXTOS DE
TIPOLOGÍA DEFINICIÓN
MANIFESTACIÓN
Ocurre cuando una institución o persona no asume la responsabilidad
Familiar que le corresponde en el cuidado de una persona mayor con algún
Abandono
Comunitario grado de dependencia, o que habiendo asumido su cuidado o custodia
lo desampara de manera voluntaria.
Familiar Ocurre cuando se ejercen prácticas hacia una persona que generan
Violencia en ella sentimientos de angustia, pena, estrés, inseguridad, baja
Comunitario
psicológica autoestima, entre otros. Atentando contra su identidad, dignidad y
Institucional respeto de la autonomía.
110 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
PROGRAMA DESCRIPCIÓN
Este programa busca prevenir el maltrato a las personas mayores, promover el buen trato
Programa hacia esta población, mediante instancias de capacitación, sensibilización y articulación de
Buen Trato redes, desde una mirada intersectorial, integral y psico-socio-jurídica. Así mismo,
al Adulto desarrolla asesoría, gestión y coordinación de casos y consultas de maltrato que afecten a
Mayor las personas mayores, especialmente en Violencia Intrafamiliar, que ingresan al Servicio
Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), en coordinación con los dispositivos y actores locales.
Realiza intervención psicosocial y/o legal, centrándose actualmente en violencia
intrafamiliar hacia las personas mayores, tipificado como maltrato físico sin lesiones,
Oficina de maltrato psicológico, negligencia en los cuidados y abandono. Para constatar eventuales
Protección situaciones de maltrato se recurre principalmente, a la visita domiciliaria y para algunos
de Derechos casos particulares se aplica Mini mental Abreviado y/o entrevistas a familiares.
del Adulto Actualmente el programa se encuentra en la comuna de: Puente Alto, La Pintana,
Mayor Talagante, La Florida, Región Metropolitana, San Antonio y Región de Valparaíso.
(OPDAM) Sin embargo, no es posible identificar un registro oficial de la cantidad y ubicación
territorial de OPDAM que funcionan a nivel nacional, así como también se desconoce las
metodologías de sus intervenciones.
Es un servicio gratuito de atención psicosocial y jurídica para personas de <60 años
residentes de la comuna. Brindando patrocinio de abogados o abogadas, instancias de
Defensoría
mediación, orientación y atención jurídico social. Así mismo se realiza intervención
Municipal
psicosocial, considerando los servicios profesionales del trabajado social y de la
del Adulto
psicología. En la defensoría se abordan todas las tipologías de maltrato, siendo los más
Mayor,
frecuentes el maltrato psicológico, negligencia, abandono y abuso patrimonial. Para
Peñalolén
constatar situaciones de maltrato, se recurre principalmente a la visita domiciliaria y
entrevistas, fomentando además la coordinación y el trabajo en red.
Es una plataforma que opera a nivel nacional, de forma gratuita desde red fija, y es
atendido por especialistas en temáticas de personas mayores. A partir del año 2020 y,
a causa de la crisis socio sanitaria por COVID-19, su objetivo y los lineamientos fueron
Fono mayor reformulados, fortaleciendo su gestión como un canal de contención y acompañamiento
a las personas mayores ante la pandemia, permitiéndoles entrar en contacto con el
Servicio, así como vincularse con otros programas y dispositivos, garantizando el acceso
oportuno a información, prestaciones y beneficios sociales
Desde esta perspectiva, debieran evaluarse factores de riesgo en los distintos niveles. A nivel
individual, elementos tales como el deterioro cognitivo, la dependencia funcional, el sedentarismo
o bajos niveles de actividad física, la presencia de enfermedades psiquiátricas o problemas
psicológicos, son condiciones que vuelven a las personas mayores más vulnerables frente al
maltrato (12). A nivel interpersonal, una familia con dinámicas conflictivas o débiles lazos de
apoyo, así como la relación de las personas mayores con la persona a cargo de sus cuidados, y el
estrés que las tareas de cuidado pueden representar, se convierten en importantes factores de
riesgo de maltrato. A nivel social, elementos del contexto comunitario y social que constituyen
factores de riesgo ante el maltrato son, por ejemplo, situaciones habitacionales irregulares, bajos
niveles de apoyo social, comunidades con bajos niveles de cohesión social (12).
112 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
4.1. Ecomapa: es una técnica que se basa en el enfoque ecológico, y que permite recoger información
sobre factores protectores y de riesgo en los distintos niveles mencionados, graficando cuáles son,
qué tan presentes están y visibilizando el riesgo de maltrato (13). Para construirlo, se requiere haber
sostenido entrevistas con la persona mayor y visitas domiciliarias, desde donde se recoge la
información. Con un Ecomapa se visibilizan, por ejemplo, las redes de apoyo disponibles en el
entorno para la persona mayor, la cercanía o proximidad de los servicios, su contacto con vecinos,
entre otros.
4.2.Genograma: es una herramienta que permite graficar la estructura, dinámicas y límites de las
relaciones familiares de la persona mayor (14). Utilizado ampliamente por el trabajo social familiar,
esta herramienta propicia la revisión reflexiva de la historia y trayectoria familiar, relevando la ca-
lidad de las relaciones entre los miembros de la familia. Para evaluar maltrato, es
especialmente relevante recoger antecedentes y graficar las relaciones paterno y materno filiales,
así como conyugales, indagando en eventuales conflictos que se hayan transmitido
intergeneracionalmente, así como en violencia al interior de la familia.
4.4. Cuestionario de apoyo social funcional: Es un instrumento que también permite la detección
de ciertos factores de riesgo social y, por ende, brinda información incipiente respecto de posibles
situaciones de maltrato (16). Su objetivo se centra en la medición del apoyo social funcional per-
cibido. Pues, se ha demostrado que la calidad del apoyo social es un mejor predictor de salud y de
bienestar que los apoyos estructurales
4.5. Escala de Sobrecarga de la persona que cuida: Esta es aplicada a aquellos que cumplen el rol
de cuidar a personas con algún nivel de deterioro cognitivo y/o dependencia física (18). La
escala evalúa las repercusiones negativas sobre determinadas áreas de la vida diaria asociadas con
la prestación de cuidados. En este sentido, la aplicación de este instrumento es
fundamental para pesquisar posibles factores de riesgo que conduzcan a el cuidador o la
cuidadora a generar malos tratos hacia la persona que cuidan.
habitacional de las personas mayores. Poniendo especial atención en situaciones que se han
reconocido como factores de riesgo frente al maltrato (p.ej.: soledad, deterioro cognitivo, entre
otros). Algunos son más específicos para ser usados en entornos clínicos, como en servicios de
salud, establecimientos de larga estadía u hospitales geriátricos (19)(20). Mientras que otras
escalas incorporan en sus dimensiones y preguntas elementos más amplios del entorno y estilo de
vida de la persona mayor (p.ej.: pobreza) (21). A pesar de la utilidad que pueden tener estos
instrumentos en la recolección de antecedentes e información que podrían conducir a una
sospecha o pesquisa de vulneración de derecho, no se configuran como herramientas
especializadas y específicas para realizar evaluaciones de maltrato a personas mayores.
Otro elemento a considerar es que, si bien todos estos instrumentos cuentan con valores psico-
métricos adecuados, esta validez no es replicable cuando se aplican en otros contextos culturales
distintos al original y en un idioma distinto al cual fue diseñado. Por ello, para el contexto chile-
no resulta relevante el trabajo de Pabón-Poches (22), ya que realiza un proceso de validación de
contenido en español para una escala que evalúe el riesgo de maltrato en personas mayores. Sus
hallazgos, además, incluyen dimensiones coincidentes con los otros instrumentos examinados. En
tabla 2 se darán a conocer las principales dimensiones que los distintos instrumentos previamente
mencionados recogen, y que debieran ser incorporadas en un instrumento que detecte sospecha de
maltrato en una persona mayor:
SUB-
DIMENSIONES INFORMACIÓN CLAVE
DIMENSIONES
Antecedentes
Edad, sexo, estado civil, nivel de escolaridad, origen étnico.
Factores demográficos
personales Condiciones Ingreso mensual por pensión, otros ingresos. Disposición y uso de su
socioeconómicas propio dinero.
Como se mencionó previamente, cuando una persona mayor se encuentra con algún nivel de
dependencia, es mayor su riesgo ante situaciones de maltrato, y por ello los instrumentos para
esas situaciones específicas, agregan a las dimensiones ya señaladas, a las que se presentan en la
tabla 3:
114 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
6.1. Visibilizar el tema: Si bien es una acción anterior a la evaluación de eventuales situaciones de
maltrato, es necesaria para lograr luego evaluar. Si el maltrato sigue siendo un tema tabú tanto en
las familias como en la sociedad en general (6), resultará difícil que las personas mayores develen
que han sido maltratadas, que los y las profesionales indaguen esto en entrevistas o en visitas
domiciliarias, que los servicios socio sanitarios actúen. En definitiva, es inviable evaluar un tema del
cual no se habla.
6.2. Diseñar y validar un instrumento: Se requiere establecer un instrumento en español, que sea
sencillo y adecuado para el contexto chileno, tanto en su diseño como en su aplicación. Para formular
dicho instrumento, se requiere establecer un espacio colaborativo con mirada ecológica, es decir,
que sea un espacio tanto intersectorial como interdisciplinario, inclusivo de los distintos actores
involucrados (también las personas mayores) (12). Al referir a un espacio intersectorial, se propone
especialmente incorporar una mirada socio sanitaria, interpretando el maltrato como un atentado
contra la salud, la calidad de vida y los derechos de quienes lo viven (6); y que, por lo tanto, debe ser
valorado tanto en sus manifestaciones clínicas y aspectos jurídicos, como en sus consecuencias para
la autoestima, identidad, bienestar e integración social de las personas mayores.
6.3. Educación: Los profesionales de las distintas áreas, servicios y disciplinas requieren ser educa-
dos en el tema. Tal como se señaló, el primer nivel de la educación corresponde al conocimiento y
sensibilización sobre el maltrato en la población indicada (12). Esto representa hablar del tema en
contextos profesionales, incorporar la detección como una acción dentro de los procesos, instaurar
procesos de derivación y protocolos de emergencia, entre otros. La educación debe ser desarrollada
a través de módulos de formación estandarizados, desde los cuales se eduque en una conceptuali-
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 115
zación y enfoque amplio de maltrato, compartido por las distintas disciplinas. Uno de los módulos
imprescindibles de los programas de formación debe ser los aspectos éticos, donde se releve la
importancia de resguardar la confidencialidad y autonomía de la persona mayor en todo el proceso
de atención, sin culpabilizar ni avergonzar a la víctima de maltrato.
Estrategias en el corto, mediano y largo plazo de los servicios socio sanitarios: La crisis por la pan-
demia COVID-19 ha transformado el acceso y la organización de los servicios socio sanitarios por
un tiempo indeterminado, constituyéndose como un desafío sin precedentes el mantenimiento de
estos servicios para la atención de las personas mayores, mientras se mitiga el impacto por la pan-
demia (24).
En el corto y mediano plazo será fundamental aumentar el gasto público en salud y en políticas so-
ciales para favorecer la reactivación de los servicios esenciales de salud. Mientras que, en el largo
plazo será necesario fortalecer la estrategia de APS y a los equipos profesionales para poder brindar
una respuesta oportuna al aumento en la demanda de los servicios, debido al incremento en los
casos de maltrato y los factores de riesgo asociados a los confinamientos y restricciones de movi-
lidad que de diferentes formas impactan negativamente en la salud mental y física de las personas
mayores.
116 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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118 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
. Los eventos potencialmente traumáticos (tales como emergencias, desastres u otros)
afectan a todas las personas, pero podrían tener distintos impactos a corto, mediano o
largo plazo en relación a como interactúan la amenaza, vulnerabilidad y capacidades pre-
sentes.
Las respuestas inmediatas más frecuentes que tienen todas las personas que vivencian
eventos potencialmente traumáticos se pueden clasificar en cuatro grupos: 1)
cognitivas, 2) físicas, 3) emocionales e 4) interpersonales. De ahí que el apoyo emocional
es necesario, pero no suficiente.
Respecto a las reacciones a mediano y largo plazo, las trayectorias de las respuestas pue-
den ser: las resilientes, de recuperación, retardada o crónica.
Se han descrito hasta seis grupos específicos de personas afectadas en situaciones de
emergencias y desastres, pudiendo estar presentes en todos ellos las personas mayores.
no de los factores de resiliencia en las personas mayores mejor estudiado es el apoyo
social.
Los motivos de consulta más frecuentes asociados a trastornos mentales luego de emer-
gencias y desastres son: los trastornos adaptativos, el trastorno de estrés post traumático
(TEPT), trastornos depresivos y trastornos ansiosos. Pero pueden aparecer también tras-
tornos de somatización y abuso de sustancias.
Existen cuatro teorías para explicar la diferencia de riesgo de trastornos psiquiátricos en
la población de personas mayores: 1) la de inoculación, 2) de maduración, 3) de carga y
4) de exposición.
Las acciones preventivas para situaciones de emergencia y desastres pueden ser: univer-
sales, selectivas, e indicadas.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 119
Los seres humanos hemos estado expuestos permanentemente a eventos adversos que ocasionan
daños, muertes, lesiones graves o pérdidas materiales. Estos eventos, pudiendo estar asociados a
fenómenos de los ciclos de la naturaleza o como resultado directo de la acción humana, han causado
un gran impacto en las personas que los vivencian, estando incluso físicamente distantes.
A estos eventos los conocemos como emergencias, desastres o catástrofes, según criterios que los
caracterizan en función de su envergadura, área de afectación, duración o impacto. Mientras algunas
clasificaciones los agrupan según sus pérdidas (en vidas, materiales, económicas, entre otras), otros
lo hacen según la rapidez o lentitud con la cual se desarrollan (de lenta o súbita aparición), o según
el origen del acto precursor (naturales, antrópicos, tecnológicos, entre otros) (1).
Estos eventos requieren de una intervención urgente, ya que generan daños y/o consecuencias in-
deseables en diversos ámbitos. Sin embargo, la perspectiva de la Reducción del Riesgo de Desastres
(RRD) (2) sugiere que ellos son prevenibles o al menos mitigables, disminuyendo por tanto su impac-
to sobre las personas y el entorno a través de la gestión de varios factores; dos de ellos son la gestión
de amenazas y vulnerabilidades del sistema afectado.
A todas estas situaciones indeseables, que pueden aparecer de manera imprevista y que causan
daños materiales, lesiones o hasta la muerte de personas, es lo que llamaremos eventos potencial-
mente traumáticos. Y ello, porque estos eventos (que pueden ser del tipo incidentes, accidentes,
emergencias, desastres, catástrofes, entre otros) no generan por sí mismos consecuencias en la sa-
lud mental de las personas, pero sí pueden desarrollarlas cuando interactúan con las vulnerabilida-
des de quienes las vivencian, pudiendo ser incluso a “distancia” sin necesidad de presencia física.
El mismo texto (3) reporta que los cinco tipos de desastres que más muertes han causado —ordena-
das por su número— corresponden a cuatro terremotos con sus posteriores tsunamis (Océano índico
2004, Haití 2010, China 2008 y Pakistán 2005), seguido por la tormenta de Myanmar en 2008. Vale la
pena hacer notar que en el sexto lugar el evento que más muertes ha causado en el mundo corres-
ponde a un desastre de temperatura extrema sufrida por Europa en 2003, y posteriormente en Rusia
en 2010. Estos datos dejan en evidencia que los desastres han aumentado considerablemente en
los últimos 20 años, cobrando especial relevancia aquellos eventos asociados al cambio climático.
En Chile, según registros desde The Georeferenced Emergency Events Database (EM-DAT) (4)
entre los años 2000 y 2020, ocurrieron un total de 72 desastres relacionados con eventos
de la naturaleza (inundaciones, olas de frío, terremotos, erupciones volcánicas, entre
otros) y tecnológicos (desastres industriales, de medios de transporte, entre otros). Como
consecuencia conjunta de estos eventos, fueron reportadas 1.307 muertes, 11.656 personas
heridas, más de 4 millones de personas afectadas y 871.724 personas que debieron buscar
refugio por quedar sin hogar; con todo, estos eventos afectaron a casi cinco millones de
personas, lo que en promedio, equivaldría a 500.000 personas al año o 42.000 personas al
mes. Aun cuando los registros no indican edades de las personas afectadas, lo podríamos
proyectar basándonos en la distribución poblacional de personas mayores en Chile, el cual
corresponde al 11,9% de la población nacional (5). Entonces, de esos 42.000 residentes en
Chile afectados por desastres cada mes, podríamos decir que 4.998 corresponden a personas
mayores.
En lo que respecta a atención de emergencias, Bomberos de Chile (6) reporta que durante el
año 2020 respondió a nivel nacional a 132.326 actos de servicio; de ellos, 106.822 fueron
emergencias de diversa índole: incendios forestales, rescates vehiculares, fuegos en estructuras,
rescate de personas, emergencias eléctricas o con gases, entre otros. En promedio, esto implica
que diariamente en el año 2020 ocurrieron 293 emergencias a nivel nacional. Al revisar registros
de años anteriores, desde 2015, se puede apreciar una tendencia similar por iguales meses del año,
solo superado por la cantidad de emergencias ocurridas en 2018 y 2019, las que fueron un 31%
superiores que los registros de 2020. Este fenómeno claramente podría deberse a las condiciones
de confinamiento y reducción de movimiento producto de la pandemia por COVID-19.
Los impactos que estos eventos dejan sobre las personas, la infraestructura y la economía en
general son cuantiosos, afectando también otros ámbitos de la vida de las personas que suelen
quedar subreportadas: uno de ellos, la salud mental.
Aun cuando es difícil cuantificar con precisión el daño real que la ocurrencia de estos eventos
puede tener sobre la salud mental de las personas mayores, diariamente ocurren situaciones que
pueden atentar en contra de la salud mental, por lo que al pensar en eventos potencialmente
traumáticos, no sólo debemos asociarlo con grandes terremotos o inundaciones, sino también con
atropellos, colisiones de vehículos, emergencias con gas o con fuego, entre otras. Con altísima
frecuencia muchas emergencias pasan desapercibidas, o no son asociadas con el motivo principal
de consulta, pudiendo ellas tener un alto impacto en la salud mental incluso de quienes no hayan
participado físicamente de ellas.
2. Reacciones ante desastres
Los eventos de emergencias y desastres afectan a las personas independientemente de su edad,
pudiendo tener impacto a corto, mediano o largo plazo totalmente distinto. A continuación se des-
criben las diversas maneras de reaccionar de la población general ante los efectos de un evento
potencialmente traumático.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 121
Es esperable que las personas afectadas de manera directa o indirecta presenten alguna o varias de
estas respuestas, pero también es esperable que haya personas que no presenten ninguna de ellas.
Las respuestas inmediatas podrían producirse desde la misma ocurrencia del evento, o incluso con
algún desfase de tiempo. En este caso podríamos referirnos a una respuesta de mediano-largo plazo
del tipo “retardada”, según veremos más adelante.
De manera general, la evolución esperada señala que tanto la frecuencia como la intensidad de estas
respuestas debería ir disminuyendo a medida que pasan los días o semanas; cuánto tiempo debe
pasar es algo muy particular a cada persona, sus capacidades, contexto, apoyo psicosocial percibido,
determinantes sociales, entre otros factores (8)(9).
122 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
a. Resiliente: se observa en personas que son capaces de continuar sus rutinas familiares, labora-
les y sociales con un mínimo nivel de perturbación, y son capaces de retomar su vida tal como la
tenían antes de su ocurrencia, o incluso mejorando sus condiciones previas. Se espera que entre
el 35 y 65% de las personas afectadas presenten una respuesta de tipo “resiliente”.
b. Recuperación: se observa en personas que presentaron un impacto inicial, pero a medida que
pasa el tiempo, lograrán restablecer su nivel de funcionamiento similar al que tenían antes de
la vivencia del evento; se espera que entre el 15 al 25% de (7) las personas afectadas presen-
ten una respuesta de “recuperación”.
c. Retardada: se observa en personas que luego de varios meses de mantener un funcionamiento
relativamente normal la persona desarrolla una sintomatología intensa y algún trastorno del
espectro postraumático. Se espera que entre un 0 y 15% podría presentar una respuesta con
una trayectoria del tipo “retardada”.
d. Crónica: se observa cuando las personas afectadas presentarán un rápido e intenso males-
tar que no remitirá, y les llevará a desarrollar algún trastorno del espectro postraumático. Se
espera que 5 y 30% podría presentar una respuesta con una trayectoria del tipo ”crónica".
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 123
Aunque todos los eventos potencialmente traumáticos pueden afectar a todas las personas, no to-
das ellas tendrán las mismas consecuencias o reacciones en su salud. Ello debido principalmente a
factores presentes antes, durante o después a la ocurrencia del evento. Se han descrito hasta seis
grupos de posibles personas afectadas (8), todas ellas con participaciones y consecuencias
distintas, ninguna de ellas necesariamente más grave que las otras, siendo todas necesarias de ser
atendidas (1), según se describe:
1. Los involucrados directamente.
2. Familiares de los involucrados directos.
3. Quienes prestan ayuda en el evento.
4. La comunidad afectada.
5. Quienes conocen del evento a través de los medios de comunicación.
6. Quienes debiendo haber estado involucrados no estaban.
Finalmente, también se han descrito grupos de personas que al tener vulnerabilidades específicas,
requieren de un apoyo diferenciado; este es el caso de las personas mayores.
Las personas mayores pueden estar incluidas dentro de la clasificación de seis grupos de afectados;
sin embargo, otras investigaciones recomiendan que sean tratados como grupos de ayuda especí-
fica (12). En lo que respecta a Chile, López (13) las incluye como uno de los grupos que tuvo mayor
afectación en el gran terremoto y tsunami ocurrido en el centro sur de Chile el 27 de febrero de
2010 (27/F), junto a personas en situación de discapacidad, personas menores de edad y personas
con enfermedades crónicas.
Las publicaciones de la década comprendida entre 2010 a 2021 (14)(15)(16)(17) sobre salud mental
de las personas mayores en situaciones de emergencias y desastres, se vincula con eventos de ori-
gen natural, por ejemplo, huracanes (14), terremotos (15), tifones (16), olas de calor extremo (17). El
foco prioritario de esta literatura es la descripción de síntomas depresivos y aquellos asociados al
diagnóstico del Trastorno de Estrés Post-Traumático (TEPT) tras el desastre.
A la hora de analizar cuáles son los factores que inciden en el deterioro cognitivo y emocional de
las personas mayores en situaciones de emergencia y desastres, los estudios de la última década
respaldan el efecto adverso de algunos factores, como el nivel socioeconómico, la presencia de en-
fermedades crónicas, o el aislamiento social (18). Estos factores tienen un efecto negativo tanto en
el corto como a largo plazo.
Estudios recientes presentan resultados que describen con matices una mayor morbilidad de per-
sonas mayores luego de un desastre (19). Por ejemplo, Cherry y otros autores (19) examinaron el
impacto en el bienestar, salud física y mental de un grupo de adultos luego de haber sido expuestos
a diversos eventos (huracanes y derrame de petróleo) en Louisiana, Estados Unidos. Los resultados
señalan que la edad de los residentes no está asociada al deterioro de la salud mental, lo que sugiere
que las personas mayores no presentarían una vulnerabilidad especial a las secuelas psicológicas
124 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
adversas posteriores a una repetida exposición a desastres cuando se les compara con personas
adultas jóvenes. Estos resultados son interesantes pues sugieren que la edad por sí sola no es un
determinante de mayor vulnerabilidad en salud mental, sino que es la interacción de diversos
factores de riesgo y protectores, los cuales describimos a continuación.
Uno de los factores de resiliencia en las personas mayores mejor estudiados es el apoyo social. La
literatura concuerda con que una activación efectiva de las redes y conexiones sociales forman el
motor central de la recuperación incluso después de los eventos más devastadores (20). Por ejem-
plo, Lebowitz y otros autores (20), establecieron una relación entre el apoyo social y el bienestar de
personas mayores luego de una inundación en Tokio en 2015. Los resultados indicaron que el apoyo
social proveniente de un familiar mitigó el impacto negativo del evento, pero el apoyo social de per-
sonas externas se asoció a mayor deterioro. Estos resultados están en línea con los descritos por Bei
y otros autores (21), ya que las personas mayores que recibieron solo apoyo del gobierno
reportaron niveles más altos de TEPT que aquellos que recibieron apoyo solo de familiares,
amistades y vecinos o vecinas. Estos resultados señalan la naturaleza compleja del apoyo social en
contexto de desastres y lo valioso que puede ser al promover una mejor respuesta y recuperación
en personas mayores cuando las redes de apoyo son activadas de manera integral y efectiva.
La revisión de Kwan y Walsh (22) también destacó la calidad y autonomía de los sistemas de apoyo
y cuidado como factores que promueven la resiliencia de las personas mayores en contexto de de-
sastres. Específicamente, los autores señalan que la disrupción de los sistemas de salud, transporte
y seguridad social interrumpen la respuesta resiliente. Por ejemplo, Hikichi (23) y otros autores ob-
servaron que el acceso limitado a medicamentos y servicios de salud después del tsunami en Tohoku
(Japón) se asoció a un aumento significativo en los síntomas de TEPT. En esta línea, Sri-on y otros
autores (24), sugieren que la implementación de actividades de preparación en el contexto de
los programas de salud primaria dirigidos especialmente a las personas mayores puede ser de
gran ayuda para promover su resiliencia.
La comunicación del riesgo de desastres es también un factor que puede promover la resiliencia de
las personas mayores. En este punto, la revisión sugiere que la falta de estrategias de comunicación
amigables e inclusivas con las personas mayores obstaculiza su respuesta resiliente. Por ejemplo,
Brockie y Miller (25) describieron cómo las personas mayores percibieron el cambio en las estrate-
gias de comunicación en desastres. Los participantes señalaron que las medidas “clásicas” (reunio-
nes vecinales, patrullajes) fomentaron un sentido de comunidad y los involucraron a participar en el
proceso de toma de decisiones, mientras que los métodos más recientes (redes sociales, cobertura
televisiva) carecían de un sentido de comunidad, lo cual los llevaron a sentimientos de desconexión,
desconfianza y aislamiento.
Estos factores son prometedores pues han demostrado su asociación con una mejor respuesta y
recuperación de las personas mayores en contexto de emergencias y desastres. Se estima, por lo
tanto, que al fomentar una respuesta resiliente también se impulsa una mejor salud mental y mayor
bienestar.
ciente metaanálisis concluye que las personas mayores presentan un mayor riesgo de desarrollar
problemas de salud mental luego de un desastre (26). Específicamente, los resultados sugieren que
las personas mayores tienen 2,11 veces más probabilidades de experimentar síntomas de TEPT y
1,73 veces más probabilidades de desarrollar un trastorno de adaptación después de la
exposición a desastres, comparado con personas adultas más jóvenes (26).
Se han propuesto cuatro teorías diferentes para explicar la diferencia de riesgo de trastornos
psiquiátricos en la población de personas mayores (26), las cuales se presentan en la tabla 2.
HIPÓTESIS DESCRIPCIÓN
La hipótesis de inoculación plantea que las experiencias traumáticas previas
INOCULACIÓN acumuladas a lo largo de la vida generan una “inmunidad” frente a nuevos eventos de
este tipo, disminuyendo la incidencia de secuelas psicológicas.
La hipótesis de maduración sugiere que la edad les confiere a las personas mayores
estilos de afrontamiento más adaptativos, lo que les permitiría responder a situacio-
MADURACIÓN
nes de emergencia y desastre de una manera más efectiva, disminuyendo el riesgo de
secuelas.
La hipótesis de carga, por su parte, sugiere que son las personas en edad media los
CARGA que se llevan la mayor parte del estrés financiero y doméstico luego de un desastre, lo
que los pone en mayor riesgo que las personas mayores.
La hipótesis de exposición sugiere que las personas mayores podrían estar expuestas a
una mayor disrupción vital producto de los desastres, producto de su mayor dificultad
EXPOSICIÓN para obtener asistencia, su disminuida movilidad, sus enfermedades de base, su menor
posibilidad de acceder a alarmas y alertas, y su mayor resistencia a evacuar lugares
afectados por desastres.
5. Factores protectores
Diversas investigaciones con personas mayores expuestas a emergencias y desastres muestran que
la cohesión social es un factor relevante para la salud mental de esta población. Por ejemplo, Chao
(27) examinó el rol mediador de la cohesión comunitaria en la relación entre actividades al aire libre
y una menor prevalencia de síntomas depresivos en una comunidad de personas mayores despla-
zadas luego de un tifón en Taiwán. El autor encontró que estas actividades son efectivas sólo para
las personas mayores que perciben alta cohesión comunitaria. Estos resultados sugieren que más
programas de salud con orientación comunitaria deberían ser promovidos para favorecer la recu-
peración de este grupo etario luego de un desastre. Mientras que Osorio-Parraguéz y Espinoza (28)
desarrollaron una intervención de carácter psicosocial e interdisciplinaria luego del 27/F del 2010 en
Chile, destinada a diagnosticar los efectos en la salud mental y promover la resiliencia en un grupo
de personas mayores en una comunidad rural. La intervención consistió en una serie de encuentros
con actividades derivadas de las terapias del arte y la antropología social, incluyendo talleres de
memoria colectiva, entrevistas, entre otros. Las autoras señalan que la intervención fomentó una
narrativa positiva en torno al desastre, enfocándose en las fortalezas individuales y comunitarias, lo
que estaría asociado a una respuesta más resiliente luego del evento.
Por otro lado, es importante asegurar el acceso seguro a servicios a personas mayores con problemas
de salud mental, antes, durante y después del evento, así como ofrecer servicios de salud mental a
quienes experimentan eventos potencialmente traumáticos (emergencias, desastres, entre otros) (29).
126 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Junto con lo anterior, otros puntos de interés fueron los desafíos en términos de comunicación efectiva
y el riesgo de las personas mayores de quedar “digitalmente excluidos”, problemas en la preparación
frente al evento, entre otros (30). Sin duda, la investigación y las prácticas futuras deben centrarse en
evaluar y desarrollar una comunicación de riesgos adaptada a las personas mayores que integre sus
vivencias y perspectivas de manera efectiva (29).
6.2.1. En este contexto, el Ministerio de Salud cuenta con documentos relevantes en esta materia,
como son: a) Modelo de protección de la salud mental en la gestión del riesgo de desastres (8), y el
b) Manual de Implementación de Talleres de Capacitación en Primera Ayuda Psicológica (PAP) para
respondedores (33).
a. Modelo de protección de la salud mental en la gestión del riesgo de desastres (8): Es un
Modelo realizado junto a la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior y Se-
guridad Pública (ONEMI), el Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de De-
sastres (CIGIDEN) y la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), y representa el
documento rector para la protección y cuidado de la salud mental en emergencias y desastres.
El modelo propone un trabajo a ser realizado incluyendo 8 ejes específicos que deben ser
coordinados intersectorialmente, con acciones a ser realizadas antes, durante y después de
cada evento. Los ejes estratégicos son (8):
4. Coordinación del Sistema Nacional de Protección Civil Chileno (SNPC), en la salud mental
en la GRD.
5. Gestión de la información.
6. Comunicación social en la Gestión del Riesgo de Desastres (GRD).
7. Fortalecimiento comunitario.
8. Educación para la protección de la salud mental en la Gestión del Riesgo de Desastres (GRD).
9. Trabajo focalizado con grupos específicos.
10. Protección de la salud mental de las personas que colaboran en la Gestión del Riesgo de
Desastres (GRD).
11. Lineamientos técnicos para la intervención.
128 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
En el eje número 6 “Trabajo focalizado con grupos específicos”, se incluye a las personas ma-
yores, y promueve un tránsito desde actuaciones eminentemente reactivas hacia la Gestión
Integral del Riesgo, ofreciendo un lenguaje común y una lógica de coordinación en el contexto
del Sistema Nacional de Protección Civil y los organismos que le componen (8).
En la tabla 3 se puede apreciar los 4 principios claves del PAP, los cuales corresponden al anexo Nº1
del Manual de Implementación de Talleres de Capacitación en Primera Ayuda Psicológica (33).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 129
ACCIONES DESCRIPCIÓN
Es importante que ANTES de intervenir en el lugar de una crisis, hay que obtener
información lo más exacta posible, para que estar seguro o segura y ser eficaz en la
respuesta. Dado que muchas veces son situaciones caóticas no siempre es posible
obtener toda la información necesaria, pero se debe intentar reunir la mayor cantidad
de antecedentes. Para este primer principio es importante:
• Infórmese sobre el suceso crítico.
• Infórmese sobre los servicios y sistemas de apoyo disponibles.
Prepararse
• Infórmese sobre los aspectos de seguridad.
• Infórmese sobre los aspectos de la organización del lugar.
Es importante observar el contexto, ya que las situaciones de crisis pueden cambiar
rápidamente y que puede ser difícil obtener información precisa. Por otro lado, el
escenario con el que se encuentren al llegar a la población afectada, puede ser
diferente de lo que habían anticipado de antemano. Por lo tanto, es importante
tomarse un tiempo para OBSERVAR a su alrededor y evaluar la situación antes de
ofrecer ayuda. Para este segundo principio es importante:
Observar • Comprobar la seguridad del lugar.
• Comprobar si hay personas con necesidades básicas urgentes.
• Comprobar si hay personas con reacciones de angustia grave.
Para escuchar a otra persona en una situación de emergencia y desastres, es
importante presentarse antes, dando el nombre y la organización a la que representa.
Esto ayudará a las personas afectadas que están asustadas e inseguras de sentirse más
cómodas hablando. Siempre hay que acercarse a las personas respetuosamente, de
acuerdo con su cultura, y preguntando si requieren ayuda. Aunque algunas necesidades
pueden parecer obvias, siempre es importante preguntar a las personas cuáles son
sus necesidades y preocupaciones. Esto permitirá comprender mejor su situación y
ayudarles a abordar lo que ellas sienten que son sus propias prioridades.
Para este tercer principio es importante:
6.2.2. Por otro lado, la Pontificia Universidad Católica de Chile desarrolló el protocolo de primeros
auxilios psicológicos PAP-ABCDE (34), el cual es un modelo en 5 pasos donde cada letra del acró-
nimo representa una etapa (tabla 4). El uso del acrónimo permite memorizar cada uno de los pasos
evitando olvidar alguna tarea durante la provisión de la intervención. El orden de la secuencia AB-
CDE puede ser invertido y sus pasos pueden ser omitidos según las preferencias y necesidades de
la persona afectada. El modelo demostró en un ensayo clínico realizado con 221 personas adultas
afectadas por experiencias potencialmente traumáticas en servicios de urgencia de la Región
Metropolitana de Chile, disminuir los síntomas de estrés postraumático un mes después de la
intervención, entre otros beneficios (35).
LETRA Y
DESCRIPCIÓN
SIGNIFICADO
Habitualmente se recomienda iniciar los primeros auxilios psicológicos con
un espacio de escucha activa, el que consiste en 10 a 20 minutos de escucha
A: silenciosa, procurando comunicar al afectado que tiene al frente a un ser
humano que está siendo capaz de prestar la atención y empatizar con su
Escucha activa vivencia. Para ello se utilizan el parafraseo y el reflejo. De especial importancia
en este paso es evitar clichés, tolerar el silencio, no responder (o “enganchar”)
con la agresión y no caer en soluciones fáciles.
Es una técnica que tiene por objetivo ayudar a las personas a calmarse. En
personas muy angustiadas es posible partir por este paso antes de abrir el
espacio de escucha activa. La técnica invita a inspirar en cuatro tiempos,
B: Reentrenamiento exhalar cuatro tiempos, y luego aguantar la respiración en exhalación forzada
de la respiración cuatro tiempos más dejando los “pulmones sin aire”. Existe evidencia de que el
ciclo respiratorio activa los sistemas nerviosos simpático y parasimpático de
manera diferencial en sus fases de inspiración y exhalación, lo que explicaría la
efectividad de esta técnica.
Este paso es relevante porque durante las primeras horas y días después de un
C: desastre la angustia puede interferir las funciones ejecutivas de los afectados,
Busca identificar pudiendo presentar dificultades para priorizar e incluso identificar sus
y priorizar las necesidades más relevantes. Quien entregue los primeros auxilios
necesidades de la psicológicos opera como un “yo auxiliar”, que ayuda al afectado o afectada en
persona afectada la identificación y priorización de sus necesidades más inmediatas. Algunos
ejemplos son: abrigo, alimento, protección, techo o contacto con familiares.
Tiene por objetivo satisfacer las necesidades identificadas en el paso anterior
conectando con familiares y la comunidad.
D*:
Si la persona afectada tiene necesidades de techo porque luego de la
Vincular a la persona
emergencia perdió su casa, durante este paso podríamos vincularlo con los
afectada con las
dispositivos de protección social municipal para que pueda acceder a un
redes de apoyo
albergue de damnificados; o si tiene necesidades de información respecto a sus
personales
familiares o seres queridos, podríamos ponerla en contacto con los equipos de
búsqueda de personas de las instituciones que trabajan en la zona.
E*: Luego de la vivencia de una experiencia potencialmente traumática hay que
Educación acerca educar a la persona respecto a las reacciones normales frente a este tipo de
de las reacciones eventos, los signos de alarma, cómo ayudarse a sí misma y a otras personas,
esperadas/ comunes mitos de la salud mental y dónde pedir ayuda en caso de ser necesario.
* Tanto los pasos “D” y “E” pueden verse facilitados utilizando el soporte de folletos u otras piezas gráficas.
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 131
Las intervenciones psicoterapéuticas han demostrado generar varios cambios a nivel neurobiológi-
co en los y las pacientes que las reciben. Entre éstos se destacan reversión de hebras de ADN frac-
turado (40), aumento de la actividad de la corteza prefrontal-cíngulo anterior con disminución de la
actividad de la amígdala (41), y aumento de la actividad del tálamo derecho, lo cual se correlaciona
con disminución de sintomatología de estrés postraumático (42).
En relación al subgrupo de personas mayores, no existe evidencia que la edad sea un impedimento
para recibir este tipo de intervenciones psicoterapéuticas. Se trata de tratamientos que suelen to-
mar de dos a tres meses, durante los cuales se aplican entre 8 y 12 sesiones psicoterapéuticas. En
situaciones donde no es posible acceder a terapeutas entrenados en la provisión de este tipo de in-
tervenciones existe evidencia de que la psicoterapia cognitivo conductual no centrada en el trauma
tendría alguna efectividad, por lo que se recomienda indicarla.
8. Herramientas diagnósticas
El diagnóstico precoz de TEPT, depresión, y otros trastornos psiquiátricos que pueden aparecer luego
de una emergencia y desastre es relevante por su alto impacto en morbimortalidad y su tendencia
a la cronificación, con enormes costos sociales e individuales (44). Aunque el diagnóstico requiere
una evaluación clínica que incluye el examen mental, existen varios inventarios de auto reporte que
pueden facilitar la detección (45).
El TEPT es un cuadro caracterizado por la reexperimentación intrusiva y recurrente del evento trau-
mático a través de imágenes, pensamientos, sensaciones, o pesadillas; evitación de claves internas
o externas del evento traumático, como conversaciones, emociones, personas, lugares, o cosas; e
hiperexcitabilidad fisiológica, observable a través de sobresaltos, temblores, insomnio, irritabilidad,
o desconcentración, todo lo cual se mantiene vigente por al menos un mes después de la vivencia
del evento potencialmente traumático. Por su parte, el episodio depresivo mayor es un cuadro de al
132 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
menos dos semanas de duración, la persona sufre de un profundo desánimo, tristeza, desmotivación
y/o pérdida de la capacidad de sentir placer, acompañado habitualmente de alteraciones del sueño,
apetito, concentración, energía, vitalidad corporal y pensamientos negativos acerca del sí mismo y
el mundo, y el que puede asociarse a ideas de muerte o suicidio (46).
Para la pesquisa del TEPT en situaciones de desastre una buena alternativa a usar es la “Escala de
Impacto de Evento Revisada” (IES-R), ya que ha sido ampliamente probada en distintos tipos de
desastres (inundaciones, tsunamis, accidentes, huracanes, terremotos, aluviones, erupciones volcá-
nicas, desastres tecnológicos, industriales, nucleares, nevadas, entre otros.), en varios continentes
(Norte América, Europa, Asia y Oceanía) (47). Se trata de un inventario de autoreporte de 22 ítems
(0-88 puntos) basado en los criterios de TEPT del DSM-IV, que ha mostrado una validez de cons-
tructo de 0,84 y una confiabilidad (alfa) de 0,96. Fue validado en Chile por Caamaño y cols. (48) y se
sugiere un punto de corte de 33 puntos o más para sospecha de TEPT (49).
Para la detección de depresión, tanto el “Inventario de Depresión de Beck-II” (BDI-II) como el “Patient
Health Questionnaire 9” (PHQ-9) son buenas alternativas, por su sencillez de aplicación (autorepor-
te), adaptación al castellano y validación en escenarios de desastre. El BDI-II es un instrumento de
21 ítems (0-63 puntos) con buena validez de contenido y convergente, y una fiabilidad alta (alfa =
0,93) (50). Ha sido probado en dos terremotos y un huracán, en Europa, Norteamérica, y Asia. Un pun-
to de corte de 13 o más puntos sugiere síntomas depresivos significativos. Fue adaptado en Chile en
población adolescente por Melipillán et al. (51).
El PHQ-9 es un instrumento de 9 ítems (0-27 puntos), que ha mostrado una buena validez de
criterio, constructo, y externa, así como una buena fiabilidad (alfa = 0,89) (52). Ha sido probado en
huracanes, incendios y terremotos en Norte América, Australia y Asia. Un puntaje de 5 o más
puntos es significativo para riesgo de depresión. Ha sido adaptado en Chile en una muestra de
atención primaria por Saldivia y cols. (53).
9. Documentos complementarios
A continuación se presenta una lista de documentos de consulta y complementarios, los cuales per-
mitirán ahondar en la temática del presente capítulo:
• Estándares Mínimos para la Inclusión de la Vejez y la Discapacidad en la Acción Humanitaria
(54): En 2018 un conjunto de organizaciones chilenas en cooperación con otras internaciona-
les tradujeron y adaptaron a la realidad Chilena estándares internacionales para la inclusión de
personas mayores en acciones de ayuda humanitaria. El texto comienza revisando definiciones
principales, para después ir describiendo los estándares globales de cumplimiento en toda
ayuda y sus principios básicos, para facilitar la inclusión de los temas de vejez y discapacidad,
en los planes, programas, políticas relacionadas con las emergencias y acción humanitaria.
Finalmente, presenta estándares específicos relacionados con protección, agua, salud, higie-
ne, seguridad alimentaria, nutrición, alojamientos, salud general y educación. Este documen-
to se considera como de lectura obligatoria al momento de diseñar, implementar y evaluar
programas de ayuda humanitaria con inclusión de personas mayores.
• Otro sitio con publicaciones y actualizaciones en relación a la protección y cuidado de la
salud mental de personas mayores, es el plan de respuesta ante emergencias y desastres para
los Establecimientos de Larga Estadía (ELEAM) (55).
• Manual de Implementación de Talleres de Capacitación en Primera Ayuda Psicológica (PAP)
para Respondedores, del Ministerio de Salud (33).
Parte 2. Temáticas relacionadas al envejecimiento de las personas mayores y la salud mental 133
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Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 137
138 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• A medida que las personas envejecen cambia la proporción de agua corporal, dismi-
nuyendo en relación con la grasa corporal, lo que tiene como consecuencia el aumen-
to de los niveles de alcohol en la sangre cuando se bebe (el alcohol si diluye en el agua,
pero no en las grasas).
• Junto con lo anterior disminuye la capacidad para metabolizar y descomponer el al-
cohol, así como también el sistema nervioso central podría ser más sensible a los efec-
tos del alcohol.
• Es decir, a medida que envejecemos, nuestra tolerancia al alcohol disminuye y nos volve-
mos más sensibles a sus efectos.
• El Ministerio de Salud cuenta con el programa de Detección, Intervención y Referencia
Asistida en alcohol, tabaco y otras drogas, (DIR), el cual tiene como objetivo resolver el
riesgo de consumo, entendido como un patrón de consumo que aumenta los riesgos y
posibles daños - a corto y largo plazo -, sobre la salud física, mental y social, en las per-
sonas en el curso de vida. El programa cuenta con 2 componentes; un primer componente
de tamizaje (screening); y un segundo componente de intervención breve para reducir el
riesgo de consumo de alcohol, tabaco y otras drogas.
• El consumo de riesgo es una forma de beber que se relaciona con una cantidad de consu-
mo. El puntaje AUDIT entrega el nivel de consumo y la intervención necesaria.
PUNTAJE AUDIT NIVEL DE RIESGO DE CONSUMO ¿QUÉ INTERVENCIÓN REALIZAR?
0-7 puntos Consumo de bajo riesgo Intervención mínima
8-15 puntos Consumo de riesgo Intervención breve
Posible consumo problema o
16 puntos o más Referencia a tratamiento
dependencia
• En personas mayores es fundamental priorizar la recomendación de -no beber más de
2 tragos el mismo día” – más que en los límites máximos del consumo diario, ya que la
misma cantidad de alcohol puede afectar más a personas mayores. Al igual que es relevar
que las personas mayores dejen a menos 2 días de la semana sin consumir alcohol.
• Es importante instalar, evaluar y considerar el uso simultaneo de medicamentos y el uso
de alcohol de manera simultánea, ya que puede traer problemas para la salud de la per-
sona mayor.
• Siempre considere un abordaje comprensivo y amable, confidencial y nunca cuestionador. Si
una persona mayor no está reportando su consumo real y lo subestima, podrá hacerlo más
adelante, en otra oportunidad, siempre y cuando vea que es usted alguien en quien confiar.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 139
En el año 2021 el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y
Alcohol (SENDA) publicó el “Estudio sobre uso de alcohol y otras drogas en población de 60 años o
más”, donde la prevalencia del consumo de alcohol fue de un 51,6% en hombres y 34,2% en mujeres
(1). Además, dentro de quienes consumen alcohol, un 58,3% de los hombres y 57,9% de las mujeres
reportan haberse embriagado al menos una vez durante el último mes (1). Sin embargo, el
grupo de personas mayores de 65 años muestra menores prevalencias e indicadores de riesgo
de consumo de alcohol y también de otras drogas, en comparación con otros tramos de edad, de
acuerdo a estudios epidemiológicos, como por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud (2)(3). En
dicha encuesta, la prevalencia del consumo de alcohol de riesgo en el grupo de personas
mayores sobre los 65 años, es la menor dentro de los tramos de edad con un 4,8%, en
comparación con 18,8% entre los 20-29 años. Respecto a la prevalencia en hombres de 65 años y
más es de 11,1%, en relación con 28,4% entre 20-29 años. En el caso de las mujeres la prevalencia
parece muy baja (puntuando 0%en la medición 2016-2017 y 0,7% en la medición 2009-2010).
Por su parte, el uso de drogas ilegales en población de 60 años tiene prevalencias, por lo general,
bastante más bajas que las encontradas para población general y otros tramos de edad (2)(3). Una
excepción a esto es el uso de medicamentos sin receta en personas mayores, que tiene
prevalencias que son iguales o más altas que las reportadas por otros grupos de edad: en hombres
8,5% y en mu-jeres 9,3%, en el último año (2)(3).
Excepto para el grupo acotado de personas que desarrolla una dependencia o una adicción, las tra-
yectorias de consumo a lo largo de la vida muestran también una disminución progresiva. Parece
como si la edad trajera consigo la reducción de los consumos e incluso el abandono de algunos
consumos de drogas ilegales. Todo esto ha llevado a la creencia, muy extendida, de que el uso de
alcohol y otras drogas es un problema solo relacionado con adolescentes o jóvenes, o dicho de otra
manera, que el uso de alcohol o drogas no es un problema en la población mayor. Esto, sin embargo,
no es exacto. Al menos, el consumo de alcohol en personas mayores es un problema de salud que
no necesariamente disminuye con la edad y la magnitud del problema ha sido y es subestimado.
También disminuye la capacidad para metabolizar y descomponer el alcohol, así como también el
sistema nervioso central podría ser más sensible a los efectos del alcohol (4).
Es decir, a medida que envejecemos, nuestra tolerancia al alcohol disminuye y nos volvemos más
sensibles a sus efectos (5). Esto significa que los límites que separan el consumo de bajo riesgo, del
consumo de riesgo, tal como los entendemos para las personas adultas, pueden ser demasiado
altos para las personas mayores. En otras palabras, pueden beber menos que las personas
jóvenes y adultas en términos de volumen y en frecuencia, pero podrían tener los mismos efectos
o incluso peores,como por ejemplo aumentar el riesgo de caídas, o accidentes de tránsito (4).
140 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Por ello, en el presente capítulo se aborda como prioritario el abordaje del uso de alcohol. Sin em-
bargo, esto no quiere decir que el uso de drogas no sea un problema en personas mayores. El mismo
modelo – screening e intervenciones breves – puede ser realizado sobre uso de sustancias, así como
también respecto al consumo de tabaco, el cual se verá en el siguiente capítulo (consumo de tabaco
en personas mayores).
Para realizar un screening del consumo de alcohol se utiliza el instrumento AUDIT (Test de Identi-
ficación de Trastornos por Consumo de Alcohol) (ver anexo 2) (8). Se trata de 10 preguntas, cuyos
puntajes sumados determinan “niveles de riesgo” en el uso de alcohol. De acuerdo a cada nivel de
riesgo, corresponde realizar una intervención particular. Las definiciones de consumo de alcohol de
riesgo, evaluación del consumo de alcohol, así como el modelo de intervenciones breves sobre el
consumo de alcohol de riesgo, se encuentran en el documento “Intervenciones breves para reducir
el consumo de alcohol de riesgo. Guía técnica para atención primaria de salud” (8). Sin embargo
se resumirán brevemente en este capítulo.
a. Consumo de riesgo de alcohol: Es una manera de beber que aumenta el riesgo de padecer
problemas relacionados con el alcohol o complica el manejo de otros problemas de salud, sin
ser un trastorno (dependencia o consumo problema) (8). El consumo de riesgo es una forma de
beber que se relaciona con una cantidad de consumo: más de 5 tragos en un mismo día para
hombres y más de 4 tragos en un mismo día para mujeres (1 trago es una lata de cerveza, una
copa de vino o un corto de licor) (8).
El consumo de riesgo también se relaciona con las situaciones o condiciones del beber. En
estos casos, no importa qué cantidad se consuma, tan solo beber 1 trago hará un consumo de
riesgo si la persona conduce algún vehículo o está embarazada. En estos casos no hay consumo
de “bajo riesgo”, sino que cualquier consumo será riesgoso y la recomendación es no beber.
1
Actualmente el programa DIR se i m p l e m e n t a en la atención primaria en 180 comunas del país. Sin embargo aquellos
territorios que no cuenten con el programa, igualmente puede realizar el screening y las derivaciones a los dispositivos de salud y salud
mental que corresponda.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 141
TABLA 1: PUNTAJE, NIVEL DE RIESGO Y EL TIPO DE INTERVENCIÓN A REALIZAR SEGÚN INSTRUMENTO AUDIT.
Las intervenciones (descritas con mayor detalle en la Guía Técnica (8)) se realizan sobre la base de las
guías para un consumo de alcohol de bajo riesgo, formas de beber que reducen los posibles riesgos
del consumo. Todas estas indicaciones resultan apropiadas también para el abordaje del problema
con personas mayores, con algunas consideraciones que se señalan en el cuadro 1 a continuación.
Considerar: TRAGOS
1 trago es: 1 lata de cerveza (330 ml.), 1 copa de vino (140 ml.), 1 corto de licor (40 ml.)
Guía 1: CANTIDAD
No beber más de 2 tragos en un mismo día (recomendación general)
Si no es posible restringir el consumo a 2 tragos, nunca superar los límites máximos de consumo:
• HOMBRES:
− En un mismo día: máximo 4 tragos.
− En una semana: máximo 14 tragos.
• MUJERES:
− En un mismo día: máximo 3 tragos.
− En una semana: máximo 7 tragos.
Siempre dejar al menos 2 días sin beber a la semana
Guía 2: VELOCIDAD
No beber más de 1 trago cada 1 hora y media.
Además: comer siempre antes de beber y mientras se bebe, tomar bebidas sin alcohol paralelamente.
Guía 3: NO BEBER en ciertas situaciones
Si se conduce vehículos.
Cuando se usan medicamentos (recomendación general a evaluar caso a caso).
Cuando se tienen algunas enfermedades o condiciones (algunas crónicas) como enfermedades
cardíacas, presión arterial alta, enfermedades hepáticas, diabetes, depresión (recomendación general a
evaluar caso a caso).
Estos “consejos”, corresponden a los mismos usados con en personas adultas, con tres excepciones.
12. Es que en personas mayores es fundamental priorizar la recomendación general de la guía de
CANTIDAD – “no beber más de 2 tragos el mismo día” – más que en los límites máximos del
consumo diario, pues como se ha señalado antes, la misma cantidad de alcohol puede afectar
más a personas mayores.
13. Se sugiere enfatizar la guía “siempre dejar al menos 2 días sin beber a la semana” . La pobla-
ción en general en Chile, bebe menos de 2 días a la semana, por lo que esta indicación para
personas jóvenes y adultas es menos importante. La única excepción a esta frecuencia se
da en población de personas mayores a 65 años, quienes beben más días a la semana. Por
esta razón, sí cobra sentido en personas mayores usar esta recomendación.
14. Es importante instalar, evaluar y considerar el uso de medicamentos. El uso de alcohol
de manera simultánea al uso de medicamentos puede constituir los siguientes problemas
(9):
− Mezclar medicamentos recetados o de venta libre con alcohol puede tener efectos im-
predecibles. A veces, el medicamento aumentará los efectos intoxicantes del alcohol, sin
conocer concretamente de qué manera.
− Los medicamentos que actúan sobre el cerebro, incluidos medicamentos antiepilépticos
o antidepresivos, pueden hacer a una persona sentir más borracha o sufrir peores efectos
secundarios, como mareos o inestabilidad en los pies.
− Algunos medicamentos dejan de funcionar o no funcionan tan bien como deberían, cuan-
do se usa alcohol, como medicamentos antidepresivos o anticoagulantes.
− Los efectos secundarios comunes de la medicación pueden empeorar, o pueden aparecer
nuevos efectos secundarios debido a la mezcla con el alcohol.
− El alcohol tomado con cualquier medicamento que tenga un efecto sedante, como pas-
tillas para dormir, analgésicos o remedios para el resfriado, puede causarle más somno-
lencia o mareo y, a su vez, eso puede provocar problemas y accidentes ( riesgo de caídas).
Es cierto que muchas personas mayores usen medicamentos, por lo que es necesario adoptar una
posición realista y concreta, pero es fundamental que la recomendación general sea intentar no
beber alcohol si se usan medicamentos, o bien, que se reduzca el consumo. De la misma manera,
es importante que se evalúe con todo el detalle que sea posible la interacción del alcohol con los
medicamentos específicos que una persona usa.
nera, a menudo las personas mayores con trastornos por consumo de sustancias experimentan
depresión y también corren el riesgo de suicidarse. En personas con depresión la recomenda-
ción general inicial debiera ser no beber alcohol.
• Se debe prestar especial atención al uso de alcohol en personas mayores que viven solas. Esta
condición constituye un gran factor de riesgo relacionada a la accidentabilidad. Por ello, las
mismas indicaciones para una persona mayor que presenta un consumo de bajo riesgo, pero
que vive acompañada, podrían resultar altamente riesgosas en una persona que vive sola. En
este contexto, se recomienda que la norma sea no beber o reducir al máximo el consumo. si
se esta solo o sola.
• En relación con los beneficios, es cierto que la investigación reporta beneficios del uso de al-
cohol en bajas dosis – 1 trago – específicamente respecto de la enfermedad coronaria. No obs-
tante, los mismos beneficios podrían ser alcanzados mejorando otros hábitos, como cesando
el uso de tabaco, aumentando la actividad física o a través de cambios en la alimentación, de
manera que NO debiera recomendarse beber alcohol para obtener estos beneficios.
Por último, las personas mayores que beben – dado que es común que lo hagan más regularmente
– pueden experimentar vergüenza o miedo a reportar verazmente su consumo o a hablar de eso.
Siempre considere un abordaje comprensivo y amable, confidencial y nunca cuestionador. Si una
persona mayor no está reportando su consumo real y lo subestima, podrá hacerlo más adelante, en
otra oportunidad, siempre y cuando vea que es usted alguien en quien confiar.
144 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 145
Ideas centrales
El tabaquismo es un grave problema de salud pública a nivel mundial por estar asociado a una alta
carga de enfermedad y muerte, además de vincularse a un importante impacto económico a nivel
social e individual (1).
Chile destaca en la región de las Américas por la alta prevalencia de consumo actual de productos
de tabaco de las personas adolescentes y adultas (2), donde las personas mayores de más de 65
años experimentan un menor nivel de consumo en comparación con los otros grupos etarios. Sin
embargo, este consumo ha permanecido estable en el tiempo sin cambios relevantes a diferencia
de los otros grupos de edad que han experimentado disminución significativa en su consumo. Estos
resultados pueden observarse en las distintas series de estudios de la Encuesta Nacional de
Salud (ENS) del Ministerio de Salud, según en gráfico 1 (3-6).
GRÁFICO 1: PREVALENCIA DE CONSUMO ACTUAL DE TABACO POR AÑO Y GRUPOS DE EDAD, CHILE, ENS 2003, 2009-
10 Y 2016-17
Con respecto al tabaquismo pasivo, si bien la Ley de Tabaco y sus modificaciones han propiciado
importantes descensos en los indicadores de consumo poblacional, y han permitido la
implementación de entornos de uso público libres de humo de tabaco. Sin embargo, en los
espacios privados o domicilios aún es alta la exposición de las personas al humo de tabaco
ambiental, según muestra el gráfico 3 con una exposición de un 28,1% a nivel nacional, y un 13%
para las personas mayores de 65 años (7).
Por lo general las personas fumadoras experimentan una larga data en la exposición a los tóxicos de
los productos de tabaco, destacando el grupo fumador de 65 y más años que refiere haber iniciado
el consumo de tabaco alrededor de los 18 años de edad (6). Por ello, es importante propiciar e
intervenir para el cese tabáquico en cualquier etapa del curso de vida, y no solo desde la juventud,
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 147
con el objetivo de disminuir los riesgos asociados a este consumo, y con ello prevenir el desarrollo
de patologías agudas y crónicas, tales como neumonía, enfermedad pulmonar obstructiva crónica,
cánceres, enfermedad cerebrovascular, infartos, enfermedades bucodentarias, entre muchas otras
asociadas al tabaquismo; o también, si el proceso de enfermedad ya está instalado, con el cese
tabáquico se contribuye a detener el daño o mejorar la calidad de vida de la persona involucrada y
su grupo familiar. No existe un nivel de consumo seguro de tabaco, todo consumo es altamente
nocivo para la salud.
1. Abordaje del consumo de tabaco
La alta prevalencia de consumo de tabaco afecta la posibilidad de un envejecimiento saludable (8),
por lo tanto, es necesario fortalecer las intervenciones de consejería breve que se imparten en los
centros de Atención Primaria de Salud (APS), y avanzar hacia la implementación de una estrategia
integral de intervención que acoja a toda la población consumidora de tabaco.
La detección del consumo de tabaco en APS puede realizarse en instancias como las consultas
regu-lares de salud en todo el curso de vida. Los ingresos a Programas como el de Salud
Cardiovascular, mediante los distintos instrumentos aplicados por MINSAL, como el Examen de
Medicina Preventiva del Adulto Mayor (EMPAM) o mediante el tamizaje de drogas o tabaco a
través del instrumento ASSIST. El instrumento de tamizaje ASSIST (9) consta de 8 preguntas y
evalúa para cada sustancia el consumo, frecuencia, ansias, problemas relacionados, dejar de hacer
lo esperado y manifestación de preocupación de otros u otras. La escala de puntuación para tabaco
determina el riesgo para la salud según se indica en la tabla 1:
Si necesita apoyo de un profesional de salud puede llamar a Salud Responde al 600 360 7777.
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150 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• Conforme pasan los años, el sueño en las personas va sufriendo modificaciones, y sobre
los 60 años es esperable que el tiempo total de sueño se reduzca un poco en relación a
las 7-8 horas promedio que duermen normalmente las personas adultas, llegando a esti-
mar que se podrían perder 10 minutos por cada década a partir de los 60 años.
• Los cambios del sueño en el envejecimiento podrían deberse a factores: físicos o bio-
lógicos; psicosociales en conductas y rutinas, mayor frecuencia de uso de medicamen-
tos, habitualmente con polifarmacia, entre otros.
• Los Trastornos del Sueño (TDS) son: Apneas del Sueño., Síndrome de Piernas Inquietas,
Trastornos Circadianos, Trastorno Conductual del sueño REM.
Dormir es un proceso fisiológico cíclico, que se repite diariamente, fundamental para la existencia
de los seres vivos, pudiéndose sobrevivir más días sin comer que sin dormir (1). Durante el sueño se
produce no sólo el descanso en el organismo, sino una serie de procesos biológicos que son posibles
solamente durante este estado fisiológico con sus condiciones únicas y que son determinantes en
funciones inmunitarias, de reparación de tejidos, anabolismo, regulación homeostática, regulación
metabólica, consolidación de memoria, regulación emocional y reparación del ADN entre otras (1).
Por otra parte, el envejecimiento también es un proceso fisiológico, inevitable e inherente a la exis-
tencia de todas las formas de vida, que nos compromete gradual y globalmente (1). En su carácter
multisistémico afecta también al sistema nervioso central y a sus funciones, entre ellas el dormir. Es
importante conocer los cambios normales de la edad para poder diferenciar lo que es esperable de
lo que es patológico: conforme pasan los años, nuestro sueño va sufriendo modificaciones y sobre
los 60 años es esperable que el tiempo total de sueño se reduzca un poco en relación a las 7-8 horas
promedio que duermen normalmente las personas adultas, llegando a estimar que se podrían perder
10 minutos por cada década a partir de los 60 años (2). Sin embargo, la reducción podría no ser tan
marcada sino más bien tratarse de una redistribución, disminuyendo el tiempo de sueño nocturno
compensado con siestas, debido en parte a la necesidad de éstas por reducción en la calidad del
sueño nocturno y a la mayor dificultad para resistir la normal propensión fisiológica circadiana a
dormir en las primeras horas de la tarde (después de almuerzo). Esta fluctuación circadiana existe a
toda edad, pero está influenciada por factores sociales y ambientales (menor actividad física, meno-
res compromisos sociales y laborales, entre otros) y donde las personas mayores son más propensas
a no poder resistir la somnolencia de este horario y terminan durmiendo siesta.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 151
1. Cambios en el sueño
El sueño nocturno se ve afectado en cuanto a un aumento en el tiempo que tardan en conciliar el
sueño (aumento de latencia de sueño), en los despertares (mayor fragmentación del sueño), y en el
tiempo acumulando de permanecer despiertas durante la noche, generando una menor “eficiencia
de sueño” (tiempo de sueño en relación al tiempo que el o la paciente dispone para dormir) (3)(4).
Por otra parte, en las personas mayores tienden a existir cambios en los patrones circadianos
con una tendencia al Avance de Fase, es decir, tiendan a dormirse y despertar más temprano de lo
que era de costumbre previamente y respecto a su entorno. A su vez, disminuye también la
amplitud del ritmo de la temperatura, alterando patrones de secreción hormonal, como por
ejemplo el cortisol y la melatonina (4)(5).
Los cambios del sueño en el envejecimiento podrían deberse a los siguientes factores (1)(2):
a. Físicos o biológicos: pérdida neuronal, disfunción del núcleo supraquiasmático, disminu-
ción de la producción de melatonina, menor sensibilidad y recepción a la luz por opacifica-
ción del cristalino, entre otros (1)(2)(6).
b. Psicosociales en conductas y rutinas: jubilación, viudez, menor interacción social, reducción
de la actividad física, reducción del ejercicio (1)(2)(6).
c. Falta de actividades diarias estructuradas y estado de salud general: mayor prevalencia
de enfermedades agudas y crónicas (1)(2)(6).
d. Mayor frecuencia de uso de medicamentos, habitualmente con polifarmacia (1)(2)(6).
e. Mayor prevalencia de trastornos psiquiátricos, especialmente depresión y ansiedad; con
es-tresores psicosociales más comunes que en otras edades (1)(2)(6).
La alta prevalencia de los trastornos del sueño en personas mayores es consecuencia de las
enfermedades físicas y mentales que acompañan a la senescencia, más que una consecuencia del
envejecimiento propiamente tal. Por ejemplo, en personas mayores sin comorbilidades la
prevalencia de insomnio es de 36%, en cambio puede llegar a ser de 69% en pacientes con 4 o
más condiciones médicas (7).
Se estima que a nivel mundial el deterioro cognitivo y los cuadros de demencia afectan a unos 30
millones de personas, con una prevalencia entre 5-8% entre los 65-70 años, que aumenta progresi-
vamente hasta 25-50% entre los mayores de 85 años, constituyendo un problema de salud pública,
con significativo impacto en los gastos para los sistemas de salud (9). En pacientes con demencia,
los problemas de sueño pueden presentarse hasta en un 40% de los individuos durante el transcurso
de la enfermedad, siendo uno de los factores que más contribuyen en el deterioro de la calidad de
152 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
vida del paciente y en la sobrecarga y desgaste de la persona a cargo de los cuidados (6); se pueden
presentar desde las etapas prodrómicas y manifestarse con confusión, deambulación, despertares
nocturnos, cefalea diurna, inversión del ciclo sueño-vigilia o ciclo de sueño-vigilia irregular. Los
Trastornos del Sueño juegan un rol en el desarrollo de problemas cognitivos, con un Riesgo Relativo
(RR) de 1.53 (IC95% 1.07-2.18) para desarrollar demencia entre quienes sufren insomnio crónico
(10). Por otro lado, una revisión de más de 4 millones de pacientes en 14 estudios evidenció un 26%
de mayor riesgo de deterioro cognitivo, especialmente en funciones ejecutivas, para las personas
mayores que han padecido trastornos respiratorios del sueño (11).
El manejo de los TDS se orienta en primera instancia a los elementos causantes del mismo, por lo
que se deben identificar los factores endógenos o exógenos que lo pudieran estar afectando (tabla
1) (12)(13). Se deben recordar también los factores ambientales, como calidad del aire, olores, lumi-
nosidad, ruido, comodidad de colchón y almohada, y temperatura (14). Se deben mantener las ha-
bitaciones aireadas y bien aseadas, libres de polvo y contaminantes, asimismo con la ropa de cama,
entre otros.
CONDUCTUALES O
FACTORES
CONDICIONES MÉDICAS AMBIENTALES FARMACOLÓGICAS
ESTRESANTES O
FÍSICOS
• Alergias. • Siestas. • Luz. •Psicoestimulantes.
• Dolor (p.ej.: artritis, • Acostada muy • Ruido. • Amntidepresivos.
fibromialgia). temprano. • Frío. • Antihipertensivos
• Cardiovascular (insuficiencia • Uso excesivo del • Calor. (betabloqueadores,
cardíaca, cardiopatía coronaria).
dormitorio. • Humedad. alfabloqueadores,
• Pulmonares (asma, EPOC).
• Sedentarismo. • Incomodidad diuréticos).
• Metabólicas (diabetes, con algún
hipotiroidismo). • Duelo/Viudez. • Antiparkinsonianos
elemento
• Gastrointestinales (reflujo, • Soledad. de la cama (levodopa).
constipación, diarrea). • Institucionalización. (sábana, • Broncodilatadores
• Urinarias (nicturia, prostatismo, almohada). (teofilina).
• Falta de adecuada.
vejiga hiperactiva). • Corticoides.
exposición a la luz
• Psiquiátricas (depresión, durante el día. • Antihistamínicos.
ansiedad, psicosis, delirium,
alcoholismo). • Anticolinérgicos.
• Neurológicas (demencia, • Alcohol.
Parkinson, epilepsia,
enfermedad cerebrovascular).
• Menopausia.
Para profundizar brevemente en los principales trastornos del sueño, a continuación se describirán:
• Apneas del Sueño.
• Síndrome de Piernas Inquietas.
• Trastornos Circadianos.
• Trastorno Conductual del sueño REM.
• Insomnio.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 153
La importancia de reconocer esta condición radica en que los ronquidos que la acompañan son ge-
neralmente un problema de convivencia (y causa de insomnio en la pareja), motivo de deterioro de la
calidad de sueño (por el fraccionamiento que se produce al interrumpir el sueño para recuperarse de
las apneas) con las consecuencias en la calidad de vida al día siguiente por el sueño poco reparador
y superficial (somnolencia, cansancio, irritabilidad, dificultades cognitivas, mayor riesgo de enfer-
medades psiquiátricas y accidentabilidad), pero especialmente significativo por las consecuencias
que las apneas tienen en la salud de las personas (incluso asintomático), potenciando el aumento de
peso, dificultando la baja de peso, incrementando el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina,
diabetes e hipertensión (2)(8)(9). Junto con lo anterior, actualmente el SAHOS es considerado un
factor de riesgo independiente para la patología vascular, incrementando 3 veces el riesgo de tener
infartos o accidentes cerebrovasculares, aparte de la presencia de otros factores de riesgo vascular
conocidos. La hipoxia que se asocia con frecuencia a las apneas aumenta la incidencia de arritmias
(especialmente fibrilación auricular), la posibilidad de desarrollar algunos tipos de cáncer y acelera
el deterioro cognitivo (2)(8)(9).
Se debe tener un cierto grado de sospecha sobre esta patología e interrogar sobre su sintomatolo-
gía habitual (las cuales se expresan en la tabla 2), especialmente los síntomas más frecuentes que
son el ronquido, las apneas presenciadas y el sueño no reparador, sin embargo hay pacientes que
pueden presentarse exclusivamente como insomnio de mantención (con despertares “inexplicados”
en mitad de la noche (8)(15), y deben considerarse algunas diferencias en las personas mayores: es
posible que no se refiera ronquido o apneas presenciadas por ausencia de pareja o separación de
dormitorios, el sueño de por sí es más fragmentado por los cambios propios de la edad, deben con-
siderarse otras causas para la sintomatología (p.ej.: prostatismo o uso de diuréticos en la nicturia),
la somnolencia diurna también es más pronunciada fisiológicamente en las personas mayores, y
finalmente, es más probable encontrar SAHOS en pacientes sin sobrepeso ni obesidad (que es uno
de los principales factores de riesgo en esta condición) debido a la pérdida de elasticidad asociada
a la senescencia (17).
154 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
TABLA 2: SÍNTOMAS HABITUALES EN PACIENTES CON SÍNDROME DE APNEAS DEL SUEÑO (SAHOS)
Cuando se sospecha la presencia de SAHOS se debe estudiar al paciente ya sea con polisomnogra-
fía (estudio neurofisiológico que integra todas las variables durante el sueño: electroencefalogra-
ma, movimientos oculares, flujo aéreo, esfuerzo respiratorio, oxigenación, electrocardiograma, tono
muscular y movimiento de extremidades, posición corporal) o su versión simplificada, la poligrafía
cardiorrespiratoria (que se limita a la medición de flujo aéreo, esfuerzo respiratorio, oxigenación y
posición corporal solamente), que se reserva para pacientes con alta sospecha clínica y sin comor-
bilidades (4)(8). Una vez confirmado el diagnóstico se realiza el manejo específico del cuadro, ya sea
con el uso de equipos de ventilación no invasiva (CPAPs: Presión Aérea Positiva Continua), cirugía
(poco frecuente en las personas mayores) o dispositivos de avance mandibular.
Como medidas generales se recomienda a todos los y los pacientes la baja de peso, dormir preferen-
temente en posición lateral, elevar la cabecera de la cama (16), evitar en lo posible uso de planos de
relajación y reducir e idealmente suprimir el consumo de tabaco, alcohol y fármacos depresores del
sistema nervioso central, como por ejemplo sedantes, relajantes musculares, opioides, entre otros;
es importante también el manejo y compensación de patología crónica especialmente respiratoria y
cardiovascular (insuficiencia cardíaca y fibrilación auricular) (2)(4)(5)(6)(7)(8).
muchas veces pueden presentar este cuadro sin ser capaces de comunicar el tipo de molestias
que perciben y sin poder movilizarse para aliviarlas, por lo que se agitan al llegar la tarde-noche,
confundiéndose con un Síndrome Vesperal “Sundowning” ; facilitado por las comorbilidades y
fármacos que se encuentran recibiendo. Se debe preguntar en forma dirigida a los y las pacientes
por este tipo de molestias, evaluar el efecto de la movilización (aunque sea pasiva) de sus
extremidades, y si hay suficientes elementos de sospecha se justifica realizar una prueba
terapéutica para descartar esta condición con frecuencia subdiagnosticada en la población general
y con mayor razón en en personas mayores. El Sundowning puede ser un diagnóstico diferencial en
estos últimos casos y deben evaluarse otros factores que pueden facilitar su aparición: fatiga,
dolor, hambre, ansiedad, aburrimiento, estimulación ambiental excesiva, fármacos sedantes en el
día y estimulantes de noche, y factores relacionados a la persona a cargo de los cuidados (cambio
frecuente de cuidador o cuidadora, agotamiento, disponibilidad insuficiente, entre otros)(3).
La causa del SPI es genética en dos tercios de los casos por lo que es importante indagar
dirigidamente en la historia familiar (con frecuencia no ha sido formalmente diagnosticado sino
que se deben buscar síntomas concordantes); en el resto de los y las pacientes se asocia a estados
ferropénicos (p.ej.: anemia), enfermedad renal crónica y al uso de diversos medicamentos:
fármacos con efecto antidopaminérgico (neurolépticos, metoclopramida, entre otros),
betabloqueadores, antihistamínicos, litio y los antidepresivos (tricíclicos, inhibidores de
recaptura de serotonina o duales e inhibidores de la monoaminoxidasa); estas condiciones
pueden también evidenciar o descompensar un SPI familiar (3)(4). El manejo inicia identificando y
corrigiendo factores descompensantes (p.ej.: suplementación de fierro endovenoso, diálisis,
suspensión o cambio de fármacos), se pueden utilizar medidas generales como actividades de
distracción (mantener mente ocupada en otra cosa), evitar alcohol y cafeína, baños fríos o
calientes; y si esto resulta insuficiente existe farmacoterapia específica. Si hay insomnio
significativo, éste debe manejarse en forma paralela no esperando que se resuelva sólo por
haber controlado las molestias en las extremidades y realizar un manejo activo del mismo, con
especial hincapié en las medidas no farmacológicas que se discutirán más adelante (4).
El manejo en estos casos se basa en optimizar y acentuar las claves circadianas externas (Zeitge-
bers), para ayudar en la diferenciación del día y la noche e ir marcando los horarios: horarios regulares
156 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
para las actividades en general, reforzar actividad física e interacción social y marcar especialmente
los cambios en intensidad lumínica idealmente vinculado a ejercicio, por ejemplo, caminata al aire
libre después de almuerzo o en la tarde (9). Si la dificultad es mayor o el o la paciente está
postrado se puede utilizar Luminoterapia por 30 a 60 min al final de la tarde/inicio de la noche.
El otro gran trastorno circadiano en esta etapa de la vida se presenta con frecuencia en pacientes
con deterioro cognitivo, es el Ciclo Irregular de Sueño-Vigilia, donde se produce desorganización del
ciclo circadiano, sin un patrón reconocible, variable en horario y duración de los episodios del dor-
mir y despertar tanto dentro del día como entre un día y otro. Es más probable que se presente en
pacientes postrados o institucionalizados, que pasan todo el día en el mismo ambiente, con escasa
socialización y sin actividad física, entre otros., elementos que se pueden sumar a otros hábitos de
sueño inapropiados. El manejo es similar al SFAS, pudiendo complementarse con Melatonina a la
hora de acostada, cuidando un adecuado manejo del cuadro de base (demencia), siendo necesario en
ocasiones el manejo de agitación psicomotora con uso de fármacos como la quetiapina, risperidona
u olanzapina. Se debe tener precaución al utilizar fármacos con efectos anticolinérgicos (p.ej.: anti-
histamínicos, relajantes musculares, antidepresivos, entre otros), que pueden causar sedación diurna
y/o agitación nocturna agravando esta condición (3)(9).
Se calcula una prevalencia de aproximada del 0.5% en personas mayores y población general
(15), siendo más frecuente en hombres mayores de 50 años; si bien puede ser idiopático, el 80 a
90% de los casos evoluciona en el tiempo a una enfermedad neurológica
degenerativa del tipo sinucleinopatías, con mayor frecuencia Enfermedad de Parkinson,
Atrofia Multisistémica, Demencia por Cuerpos Lewy, entre otros., considerándose uno de los
síntomas prodrómicos de estas condiciones, pudiendo preceder la aparición del cuadro clínico
neurológico por hasta 10 a 15 años (3)(4). Más raramente pueden evolucionar también a
Deterioro Cognitivo Leve. Para el diagnóstico debe realizarse una polisomnografía,
idealmente con video y registro electromiográfico de extremidades superiores,
fundamental para el diagnóstico diferencial con movimientos por causa de apneas intensas,
otros cuadros moto res nocturnos y especialmente por su importancia pronóstica (4)(15).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 157
2.5 Insomnio
Se entiende por insomnio la presencia de dificultad en conciliar o mantener el sueño, despertar en
forma precoz o lograr un sueño reparador, a pesar de tener la oportunidad y condiciones adecuadas
para ello, esto debe además asociarse a consecuencias diurnas negativas (fatiga, somnolencia, irri-
tabilidad o problemas de ánimo, dificultades de concentración/atención, problemas conductuales
-hiperactividad, impulsividad, entre otros,- disminución de motivación y energía, proclividad a erro-
res y accidentes, preocupaciones o insatisfacción con el sueño e interferencia en rendimiento aca-
démico, laboral, familiar o social (15)(19), sin embargo en las personas mayores las consecuencias.
son más significativas, y se extienden más allá de la afectación del sueño nocturno y la calidad de
vida, pues se asocia a incremento en riesgo de caídas, deterioro de funcionamiento físico y deterioro
cognitivo, desarrollo de cuadros de ánimo y ansiedad, e incremento en la mortalidad. Se estima que
lo padece en forma crónica (más de 3 veces por semana por más de 3 meses) hasta un 40-45% de
las personas mayores sobre 60 años (19).
causada por otras condiciones médicas; sólo 7% de los casos se presenta en forma aislada o prima-
ria (19). Esta distinción es importante, dado que las condiciones secundarias al resolver la patología
primaria, habitualmente se resuelve la consecuencia, no ocurriendo lo mismo con el insomnio,
requiriendo un manejo específico y paralelo a la condición de base. No es raro que los y las
pacientes tengan más de un factor etiológico que contribuye al desarrollo de su insomnio (21).
El diagnóstico del insomnio es clínico, siendo relevante indagar acerca de los hábitos de sueño de
el o la paciente, puesto que superado un evento gatillante de desvelo, la sola persistencia de
hábitos inadecuados al dormir puede actuar como factor perpetuante del cuadro. Quienes sufren de
insomnio comparten lo que se ha llamado un estado de hiperalerta, que más que producir dificultad
para dormir, genera una percepción inadecuada del paciente respecto a su estado sueño/vigilia,
produciendo una discrepancia con los parámetros objetivables, tendiendo los y las pacientes a
sobrestimar los tiempos de latencia de sueño (cuanto demoran en conciliar sueño), y el tiempo que
pasan en vigilia durante la noche, y a subestimar el tiempo total de sueño. Los insomnios primarios
son principalmente tres:
• 2.5.3. Insomnio Psicofisiológico: el más frecuente de ellos, donde predomina la ansiedad cen-
trada en el dormir, que a su vez potencia el insomnio y amplifica la ansiedad, perpetuando el
cuadro. Estos últimos pacientes se duermen más fácilmente cuando no intentan hacerlo, o
lo hacen fuera de su entorno habitual donde no existen las asociaciones negativas apren-
didas que reproducen los síntomas.
El manejo del insomnio inicia con un diagnóstico adecuado, pues es fundamental el manejo causal
y de la comorbilidad subyacente. El tratamiento debe ser siempre individualizado, iniciando con
manejo general, optimizando el ambiente y el manejo de los fármacos generales (ejemplo:
diuréticos). Luego, corrigiendo los hábitos de Higiene de Sueño que puedan ayudar al
paciente, en la medida de lo factible (ver tabla 3). Lo anterior se complementa con terapias
farmacológicas y no farmacológicas. Se deben tener en cuenta algunas consideraciones especiales
para las personas mayores: entregar instrucciones claras y simples, impresas en letra
fácilmente legible; se debe indagar por condiciones que induzcan a pasar tiempo excesivo en
cama o dormitorio; se deben considerar las siestas al contabilizar el tiempo total de sueño en 24h
(teniendo presente que puede ser necesario mantener diariamente una siesta breve). Junto con lo
anterior, es importante facilitar el desplazamiento nocturno en caso de desvelo, nicturia u otros,
(especialmente para manejar riesgo de caídas eliminándo obstáculos, iluminación adecuada,
entre otros.); y por último generar expectativas realistas considerando el estado de salud
general del paciente y los cambios fisiológicos propios de la senescencia (3).
ACCIÓN DESCRIPCIÓN
1.- Mantener en lo posible horarios regulares de acostada y levantada.
2.- Evitar pasar el día en el dormitorio y especialmente en la cama.
3.- Tener un ritual de al menos 30 minutos previo a la acostada que ayude a la relajación (p.ej.:
meditación, oración, entre otros).
4.- Crear un ambiente propicio para dormir: cómodo, silencioso, oscuro, temperado a fresco.
QUÉ
5.- Mantenerse físicamente activo, ejercitar, especialmente al aire libre en las tardes (el
HACER
ejercicio debe terminar a más tardar 3 horas antes de la hora de acostada).
6.- Exponerse a luz del sol o iluminar ambiente en horario después de almuerzo (mantener
luminosidad alta hasta una hora antes acostada).
6.- Usar cama para actividad sexual y dormir solamente.
7.- Comer una colación liviana antes de acostarse.
1.- Limitar siestas a un máximo de 30 minutos después del almuerzo.
2.- Evitar cenas pesadas y condimentadas (p.ej.: grasas, frituras, ají, merquén, ajo, entre otros).
3.- Limitar ingesta de líquidos en la tarde/noche.
4.- Evitar cafeína (como por ejemplo: te, café, mate, chocolates, bebidas con cafeina), tabaco
y alcohol después de almuerzo.
QUÉ NO 5.- Evitar uso de pantallas (celulares, tablets, entre otros), una hora antes de acostarse.
HACER 6.- No acostarse sólo por horario, sino solamente si se está somnoliento.
7.- No quedarse en cama desvelado: salir del dormitorio si no puede conciliar el sueño o si
despierta en la noche y no puede retomar.
8.- No mirar la hora durante la noche.
9.- No acostarse demasiado temprano.
10.- Al acostarse: no resolver problemas, planificar, repasar el día.
3. Tratamiento farmacológico
A toda edad se debe evitar en lo posible el uso de fármacos en los y las pacientes insomnes, dirigien-
do los esfuerzos a corregir el origen del problema y abordar los factores perpetuantes a través de
medidas no farmacológicas; esto es especialmente cierto en las personas mayores porque ellas con
frecuencia se encuentran ya en uso de polifarmacia y son más sensibles a los efectos secundarios
(1). Sin embargo, esto no siempre es posible y cuando la terapia no farmacológica no está disponible,
no está indicada o no ha funcionado, debe recurrirse al uso de medicamentos, idealmente por perío-
dos acotados, evitando el uso de benzodiacepinas e hipnóticos no-benzodiacepínicos, puesto que
este tipo de medicamentos aún en corto plazo pueden producir sedación residual, tienen efectos
deletéreos sobre la memoria y aumentan el riesgo de caídas (3)(23); peor aun cuando se utilizan sin
supervisión o en forma indefinida ,puesto que generan dependencia y profundos efectos en la fun-
ción cognitiva pudiendo incluso acelerar procesos neurodegenerativos (3).
4. Tratamiento no farmacológico
Estas medidas son la base de la terapéutica en todas las formas de insomnio, pudiendo aplicarse tam-
bién como complemento en el manejo de otros TDS. Las herramientas para el tratamiento no farmaco-
lógico consisten en mejoría de hábitos de sueño (Higiene del Sueño), la Terapia de Control de Estímulos,
Restricción de Sueño, Técnicas de Relajación (como relajación muscular progresiva, imaginería guiada,
entrenamiento respiratorio, entre otros.) y la Terapia Cognitivo Conductual para el Insomnio (1)(12).
Es fundamental mejorar los hábitos de sueño inadecuados, es decir conductas que causan, interfieren
o perpetúan los problemas de insomnio que muchas veces no son evidentes para el o la paciente, este
conjunto de medidas se denomina Higiene del Sueño, por ejemplo, evitar las siestas para preservar la
carga homeostática y llegar cansado a la noche, evitar el consumo de sustancias estimulantes como
la cafeína o nicotina, y evitar el uso de pantallas en las horas previas al descanso. La tabla 4 detalla las
medidas aconsejadas y adaptadas para las personas mayores.
Control de estímulos
Pida a la persona que se vayan a la cama solo cuando tengan sueño. La cama debe usarse solo para
dormir. Si el o la paciente no puede conciliar el sueño durante 20 minutos, sugiérale que se levante y
vaya a otra habitación para hacer algo. La persona puede volver al dormitorio cuando tenga sueño. El
o la paciente debe levantarse a la misma hora todas las mañanas, independientemente de cuánto
haya dormido durante la noche. Evite las siestas.
Restricción de sueño
Se debe indicar a la persona que duerman durante el tiempo de sueño total promedio estimado a partir
de un diario de sueño de 2 semanas (mínimo 4,5 h). La eficiencia del sueño, definida por el tiempo
total de sueño / el tiempo pasado en la cama, debe evaluarse con regularidad. Cuando mejora la
eficiencia del sueño, se puede aumentar el tiempo que se pasa en la cama. Cuando la eficiencia del
sueño es> 90%, él o la paciente se acuesta 15 minutos antes
Higiene del sueño
Para tener buenos hábitos de sueño, se recomienda: realizar ejercicio, evitar estimulantes como la
cafeína y el tabaco, y crear un ambiente confortable para dormir.
Tratamiento cognitivo conductual
Identificar pensamientos, creencias o conocimientos incorrectos sobre el sueño y corregir los
conocimientos, las emociones y los comportamientos relacionados con el sueño.
Terapia de luz brillante
Cuando las personas tienen avances en las fases del sueño o despertares tempranos, se recomienda la
exposición a la luz o la terapia de luz brillante por la noche.
Fuente: (1)(6)(9)(14)(22).
160 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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162 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• Los trastornos anímicos son un síndrome de signos y síntomas que se mantienen durante
un periodo de tiempo, y que representan un cambio sustancial de la funcionalidad de
un sujeto que tiende a recurrir, generalmente de una forma cíclica o periódica.
• Los episodios depresivos que adquieren características particulares son: la depresión con
síntomas melancólicos, depresión atípica, depresión con síntomas psicóticos, y la depre-
sión con síntomas catatónicos.
• Para realizar un tamizaje para la depresión se puede utilizar la Escala de Depresión Geriá-
trica (GDS), el Patient Health Questionnaire 9 (PHQ-9) y la Escala de Beck para depresión.
• Se puede considerar que la depresión en personas mayores es una especie de “vía de dos
direcciones”, en términos de su relación con condiciones médicas, uso de fármacos; así
como con otros trastornos psiquiátricos y condiciones de índole social. Es por esto que el
diagnóstico diferencial en esta población suele ser más complejo.
Se comprende como trastornos anímicos a un síndrome de signos y síntomas que se mantienen du-
rante un periodo de tiempo y que representan un cambio sustancial de la funcionalidad de un sujeto
que tiende a recurrir, generalmente de una forma cíclica o periódica (1). Se debe considerar que no
todos los trastornos del ánimo son depresión, y siempre es importante buscar condiciones biológi-
cas o biomédicas que lo expliquen.
Al ser la depresión el trastorno psiquiátrico más frecuente en personas mayores, será el tema central
de este capítulo. Su prevalencia en Chile es de un 11,2% sobre los 60 años, con 16.9% en mujeres
y 4,1% en hombres (2), siendo una condición usualmente subdiagnosticada en este grupo etario.
Muchas veces, tanto los profesionales de la salud como las mismas personas mayores, tienen la
falsa creencia de que es parte natural del envejecimiento (3).
La depresión en la persona mayor se puede dividir según la edad de inicio. Se habla de depresión
temprana en aquella cuyo primer episodio ocurrió previo a los 60 años y, tardía sobre dicha edad.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 163
Los riesgos de un episodio depresivo son múltiples y de ahí su importancia en la detección y manejo
adecuado. Se describe que la depresión se asocia a una menor sobrevida en esta población. Aunque
no explique completamente la mortalidad, es importante señalar que se asocia a un mayor riesgo de
suicidio en este grupo (4). De la misma forma, desde un punto de vista de patología médica,
aumenta el riesgo de polifarmacia, o se asociado a mayores índices de enfermedad cardiovascular
(siendo considerado incluso como un factor de riesgo independiente para infarto agudo al
miocardio), y empeoramiento de patologías médicas (p.ej.: mayores días de hospitalización, mayor
mortalidad post-alta) (5).
Según el DSM-5 (1) para poder hacer el diagnóstico de un trastorno depresivo mayor se
requiere contar con la presencia de 5 síntomas, dentro de los cuales debe estar al menos ánimo
depresivo y/o anhedonia*. Es importante destacar en este punto que una persona puede estar
cursando un episodio depresivo sin necesariamente tener un ánimo depresivo. En el caso de
sujetos que presentaban sólo anhedonia se les denominaba las “depresiones sin tristeza’’ que se
consideraba como un aspecto característico de las personas mayores.
El resto de los síntomas son (si están presentes deben ser casi todos los días):
• Aumento o pérdida de peso (no intencionada y que implique al menos una modificación de 5%
en un mes), o disminución o aumento de apetito.
• Insomnio o hipersomnia.
• Agitación o enlentecimiento psicomotor.
• Fatiga o pérdida de energía.
• Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva o inapropiada.
• Disminución de la concentración o capacidad de pensar o tomar decisiones.
• Pensamientos de muerte recurrentes, ideas/plan/intento suicida.
El resto de los criterios hacen referencia a que causan un malestar significativo o deterioro a nivel
funcional (social, familiar, laboral, entre otros.), que no se deba al consumo de sustancias
(incluir medicamentos) o secundario a una condición médica; que no se explique por un trastorno
psicótico. Se debe indagar además que no hubiese presentado en algún momento de su vida algún
episodio maníaco o hipomaníaco.
Existe controversia respecto a si la depresión en este grupo etario presenta síntomas diferentes que
en otras edades desde el punto de vista fenomenológico. Un cuestionamiento a esto es que muchas
series son descripciones de pacientes hospitalizados, por lo que podrían ser cuadros más graves de
* Alteración de la capacidad de experimentar placer o de sentir interés por actividades que habitualmente le resultaban placenteras.
164 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
lo que se pudiera encontrar en la población general (6). De todas formas, en las publicaciones donde
se mencionan diferencias, estas son en general quejas somáticas (antiguamente denominada de-
presión enmascarada), mayor severidad, mayor frecuencia de ideas delirantes (principalmente de
contenido hipocondríaco, ruina y culpa), agitación psicomotora, pérdida de apetito y disminución de
peso, angustia y merma funcional. A pesar de toda controversia, se menciona en algunos estudios
que uno de los hallazgos que podría considerarse un síntoma cardinal son los trastornos cogniti-
vos asociados a depresión (7). Refuerza este concepto, el hecho de que cerca del 40% de los y las
pacientes cumplirían con el criterio diagnóstico de un trastorno cognitivo leve (o trastorno neuro-
cognitivo menor) (8). En algunos casos, algunos episodios depresivos adquieren características
particulares, y por ello el Ministerio de Salud cuenta con la “Guía Clínica Depresión en personas
de 15 años y más”, actualmente vigente, en donde se pueden consultar los distintos tipos,
destacando la distimia, depresión con síntomas psicóticos, ciclotimia, entre otros.
PREGUNTA RESPUESTA
1 ¿Se considera satisfecho de su vida? SI/NO
2 ¿Ha ido abandonando muchas de sus actividades e intereses? SI/NO
3 ¿Se aburre a menudo? SI/NO
4 ¿Siente que su vida está vacía? SI/NO
5 ¿Está de buen ánimo la mayor parte del tiempo? SI/NO
6 ¿Tiene miedo de que le pueda ocurrir algo malo? SI/NO
7 ¿Está contento la mayor parte del tiempo? SI/NO
8 ¿Se siente a menudo desvalido? SI/NO
9 ¿Prefiere quedarse en casa en vez de hacer otras cosas? SI/NO
10 ¿Siente que tiene más problemas con su memoria que la mayoría de las
SI/NO
personas?
11 ¿Piensa que es maravilloso estar vivo? SI/NO
12 ¿Se siente muy inútil como está en este momento? SI/NO
13 ¿Se siente lleno de energías? SI/NO
14 ¿Siente su situación como sin esperanzas? SI/NO
15 ¿Cree que la mayoría está mejor que usted? SI/NO
Existen otras escalas para el screening que se utilizan en personas mayores, tales como: Patient
Health Questionnaire 9 (PHQ-9) y la Escala de Beck para depresión (10).
3. Diagnósticos diferenciales de síndrome depresivo
Se puede considerar que la depresión en personas mayores es una especie de “vía de dos direccio-
nes”, en términos de su relación con condiciones médicas, uso de fármacos; así como con otros tras-
tornos psiquiátricos y condiciones de índole social. Es por esto que el diagnóstico diferencial en esta
población suele ser más complejo. Para tener una idea, existe un gran número de patologías que se
asocian, ya sea a síntomas depresivos o episodios que cumplen con los criterios diagnósticos que
se podrían denominar como “depresiones secundarias” .Así, sería preferible en un comienzo hablar
de un “síndrome depresivo” dado lo riesgos que implica tanto la prescripción de un psicofármaco
en un cuadro sin origen psiquiátrico, y la demora en el manejo al que podría llevar del cuadro
médico. En la tabla 2 se resumen diagnósticos diferenciales:
Distimia.
Depresión menor.
Trastorno afectivo bipolar,
Patologías
Trastorno por uso de sustancias (intoxicación o síndrome de abstinencia).
psiquiátricas
Trastorno de personalidad.
Trastornos adaptativos con sintomatología depresiva.
Duelo complicado persistente.
Infecciosas: VIH, neurosífilis, mononucleosis, toxoplasmosis.
Neurológicas: accidentes cerebrovasculares, enfermedad de Parkinson, Enferme-
dad de Alzheimer.
Patologías médicas Neoplásicas: cáncer de cabeza de páncreas, cáncer pulmonar.
Endocrinas: hipo/hipertiroidismo, síndrome de Cushing, síndrome de Addison, Hi-
popituitarismo.
Renales: enfermedad renal crónica.
Reumatológicas: artritis reumatoídea, lupus eritematoso sistémico,
Cardiovasculares. IECA, bloqueadores de calcio, digoxina, metildopa, reserpina,
tiazidas, propranolol.
Antiparkinsonianos: levodopa.
Medicamentos (se Agentes antiinfecciosos: ampicilina, ciprofloxacino. ganciclovir, dapsona, metroni-
nombran algunos dazol, tetraciclina.
fármacos)
Hormonas: glucocorticoides, esteroides.
Psicofármacos: benzodiacepinas, fenobarbital, fenitoína.
Antiinflamatorios no esteroidales.
Fuente: Elaborado en base a Guía Clínica Depresión en personas de 15 años y más, del Ministerio de Salud de Chile (11).
Fuente: Elaborado a partir de Taylor WD. Depression in the Elderly (12) y Agüera-Ortiz L, Claver-Martín MD, Franco-Fernández MD, López-
Álvarez J, Martín-Carrasco M, Ramos-García MI, et al. Depression in the Elderly (13).
4. Tratamiento de la depresión
El principal objetivo es lograr la remisión del cuadro clínico, mejoría del funcionamiento cognitivo y
social, y el evitar futuras recurrencias (14). El tratamiento de la depresión en personas mayores de
15 años abarca una serie de intervenciones, las cuales se encuentran en la página 52 de la “Guía
Clínica Depresión en personas de 15 años y más”. El efecto de los antidepresivos puede tomar
entre 4 a 6 semanas, siendo más prolongado en muchas oportunidades en mayores (8-12 semanas)
(15). Se recomienda siempre preferir la monoterapia dado el potencial riesgo de interacciones
farmacológicas y/o comorbilidades médicas. No existe una norma respecto a la duración de trata-
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 167
miento necesaria, sin embargo, se ha visto que las tasas de recurrencias con la mantención de 12
meses posterior a la remisión del cuadro son bajas (16).
4.1 Psicoterapia: es importante reforzar que existen estudios que avalan la eficacia de la psicote-
rapia en cuadros depresivos en personas mayores. En específico, aquellas técnicas que cuentan con
evidencia en depresiones en personas mayores son (17):
4.2 Intervenciones psicosociales: incluyen elementos en los que destacan la reducción de estrés
y el fortalecimiento del apoyo social, la promoción de un funcionamiento adecuado de la vida
diaria y de actividad social. Muchas de estas intervenciones pueden resultar incluso más difíciles
de implementar que los mismos psicofármacos, ya que implican un cambio en el estilo de vida,
como higiene del sueño, realización de actividad física y llevar una alimentación regular y
saludable (3).
168 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 169
Ideas centrales
• Las personas mayores que presentan un trastorno ansioso, en su mayoría (2/3 de los casos)
es de inicio temprano, es decir, sólo alrededor de 1/3 son trastornos ansiosos de inicio
tardío.
• Los síntomas de ansiedad pueden aparecer en el contexto de enfermedades orgánicas
(tanto por efecto del diagnóstico como síntoma de la enfermedad), o del uso y retirada
de fármacos, siendo de especial relevancia en las personas mayores, quienes suelen usar
varios medicamentos. Por ello, se debe realizar un cuidadoso diagnóstico diferencial entre
los trastornos de ansiedad, la comorbilidad médica física y efectos de medicamentos en
uso.
• En esta etapa de la vida la mayor parte de las manifestaciones ansiosas van de la mano de
manifestaciones depresivas, y muy frecuentemente son subsindromáticas. Sin embargo,
estas manifestaciones deben ser consideradas como elementos que requieren atención,
pues dejados a su curso “natural” la mayoría suele empeorar y a complicarse.
• Los trastornos ansiosos más relevantes en personas mayores son el trastorno de ansie-
dad generalizada, trastorno de ansiedad debido a otra afección médica, el síndrome post-
caída.
• En cuanto al tratamiento no farmacológico, se encuentran principalmente las técnicas de
terapia de la línea cognitivo-conductual, las de relajación y las de apoyo.
El grupo de patologías que conforman el grupo de los trastornos ansiosos ha ido cambiando a través
del tiempo, fundamentalmente se han reagrupado algunas de ellas, principalmente porque, aunque
comparten la ansiedad como manifestación central, se ha ido estableciendo que su eje
comprensivo es distinto, tales como los trastornos obsesivo-compulsivos que en la última
revisión del DSM-5 (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, versión 5),
constituyen una categoría aparte, al igual que los trastornos relacionados con el trauma y el
estrés, como por ejemplo, el trastorno por estrés postraumático (1).
En este grupo corresponden el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada, las fobias
entre otros (2). Estos trastornos en las personas mayores son bastante frecuentes (del orden del 5
170 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
al 20% de prevalencia anual)(3), como reacciones a situaciones estresantes, aunque por supuesto
estas reacciones van moviéndose en un espectro que va desde la no reacción, pasando por reac-
ciones esperables (“normales”) hasta llegar a la patología, que está delimitada principalmente por
la intensidad, desproporción, inmotivación y grado de interferencia en la funcionalidad. Desde este
enfoque de intensidad de síntomas, quedan fuera de clasificación del grupo de trastornos ansiosos
(DSM-5) algunas situaciones relevantes como los trastornos de adaptación con ansiedad, que
serían una categoría intermedia en cuanto a representar una reacción ansiosa excesiva, pero
comprensible, que no necesariamente llegará a constituir algún trastorno ansioso “mayor” (3).
Esta situación es relevante a la hora de intervenir en las situaciones clínicas que se puedan dar,
pues lejos la mayor parte de los trastornos ansiosos en las personas mayores son reactivos, no
inmotivados.
Otro aspecto importante de señalar es la enorme área en común que tiene el trastorno de
ansiedad generalizada con el trastorno depresivo mayor, en cuanto a comorbilidad (50%), etiología
y tratamiento. Pareciera existir, especialmente en este grupo etario, un nivel tal de coincidencia
entre la patología ansiosa y depresiva, que nos hacen pensar en mecanismos de reacción
emocional que se expresarían en forma diferente, “más ansiosa o más depresiva”, pero con una
base común, aún no dilucidada (3).
Las personas mayores que presentan un trastorno ansioso, en su mayoría (2/3 de los casos) es
de inicio temprano, es decir sólo alrededor de 1/3 son trastornos ansiosos de inicio tardío. Es
frecuente recibir el reporte de la familia o del mismo paciente “siempre ha sido nervioso o
nerviosa” o el antecedente de un trastorno ansioso diagnosticado y tratado con anterioridad (3).
1. Etiopatogenia del trastorno ansioso
La etiopatogenia hace referencia a las causas y mecanismos de cómo se produce una enfermedad
específica. En cuanto a posibles causas biológicas de la ansiedad, sólo disponemos de las mismas ex-
plicaciones postuladas para las personas adultas NO mayores. La activación excesiva de los sistemas
de neurotransmisión relacionados con la alerta y respuesta al peligro, secundaria a la activación del
Locus coeruleus, condicionaría como resultante una descarga noradrenérgica exagerada, que pro-
duciría la ansiedad y explicaría también la respuesta física ansiosa vía hipotálamo-hipofisiaria (4).
Desde la perspectiva de las teorías psicológicas, la visión clásica señala que la ansiedad representa
una señal de alarma provocada por un conflicto psíquico. En los ancianos, además de este meca-
nismo, se ha postulado que la ansiedad puede estar también vinculada a la pérdida de objetos psi-
cológicos (vínculos) y de aportes externos, cuando no ha podido ocurrir una adaptación suficiente.
Esta relación con las pérdidas o la ausencia de soportes se ha relacionado tradicionalmente con la
patología depresiva, lo que explicaría, al menos en parte, la coexistencia de ansiedad y depresión en
las personas de edad avanzada (5).
Los síntomas de ansiedad pueden aparecer en el contexto de enfermedades orgánicas (tanto por
efecto del diagnóstico como síntoma de la enfermedad), o del uso y retirada de fármacos, siendo re-
levante en las personas mayores, quienes suelen usar varios medicamentos. Por ello, se debe realizar
un cuidadoso diagnóstico diferencial entre los trastornos de ansiedad, la comorbilidad médica física
y efectos de medicamentos en uso.
En el libro Psiquiatría geriátrica de Agüera, Martin y Sánchez (6) se señala que: “Franco y Antequera
Jurado (2009) han propuesto un modelo explicativo de la ansiedad en el anciano teniendo en cuenta
el modelo biológico, el psicológico —en cuanto a rasgos de personalidad— y el social —en el sentido
de las pérdidas propias que acompañan al envejecimiento: económicas, rol social, soledad, duelos—.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 171
Defiende que los rasgos de personalidad, la capacidad cognitiva y las estrategias de afrontamiento
determinarían respuestas disfuncionales ante acontecimientos adversos. Esta predisposición, tal vez
genética o condicionada por alteraciones sutiles en el neurodesarrollo durante el período perinatal
(5), puede contribuir a la aparición de trastornos psiquiátricos como la ansiedad.” (7).
Se ha observado también que la aparición de ansiedad podría ser parte de síntomas prodrómicos
neuroconductuales y neuropsiquiátricos del Deterioro Cognitivo Leve (DCL) y la demencia,
especialmente cuando es más bien inmotivada. Esta posibilidad se debe tener presente, en
especial a la hora del seguimiento (8). Respecto de las manifestaciones de la ansiedad, al igual que
para otros grupos de edad podemos diferenciar síntomas como: malestar, inquietud, preocupación
excesiva, nerviosismo y tensión interna. Estos síntomas, llamados psicológicos, pueden ir
acompañados de síntomas somáticos manifestados en unos órganos concretos o expresados
como afectación más general, como por ejemplo: astenia, adinamia, distermia, insomnio,
alteración del apetito, entre otros.
Los síntomas más frecuentes de la ansiedad, agrupados por órganos o sistemas, son:
• Sistema cardiocirculatorio: palpitaciones, opresión torácica.
• Sistema digestivo: dolor abdominal, diarreas, estreñimiento, alteración del apetito, náuseas.
• Osteotendinoso: tensión muscular, algias.
• La piel: sudoración, alopecia, lesiones cutáneas.
• Sistema respiratorio: sensación de ahogo.
• Sistema nervioso: inestabilidad cefálica, cefaleas, mareos.
A continuación se abordarán los trastornos ansiosos más relevantes en personas mayores, por ser
frecuentes y/o de gran impacto. Sin dejar de señalar que es posible encontrar la presencia de cual-
quiera de los trastornos ansiosos descritos en la literatura.
cilmente en estados regresivos y de dependencia. Esta circunstancia clínica es un enorme reto para
la familia y el sistema de salud, pues además de la alta demanda y exigencia de soluciones y alivio
médico (que no requiera colaboración del paciente), suele responder mal a los medicamentos y su
pronóstico no es favorable (9).
La otra situación es que la enfermedad física produzca por sí misma síntomas ansiosos, como
las arritmias, la disnea de las Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), incontinencia
urinaria, entre otras. Junto con lo anterior, existe la posibilidad que una enfermedad como
parte de sus manifestaciones produzca síntomas ansiosos, como por ejemplo: demencia,
neoplasias endocrinológicas.
4. Tratamiento farmacológico
Dentro del tratamiento medicamentoso de los trastornos ansiosos podemos distinguir tratamiento
sintomático y tratamiento etiológico. Lo más relevante de esto es tener presente que el tratamien-
to sintomático, sólo debe ser utilizado por tiempo limitado y que está destinado a aliviar síntomas,
no a sanarlos. En este ítem se encuentran los ansiolíticos, cuyos principales representantes son las
benzodiacepinas, muy efectivos para el control de los síntomas ansiosos en fase aguda del manejo.
Sin embargo, está plenamente establecido que son un "arma de doble filo", en cuanto a la alta
incidencia de efectos adversos que manifiestan en las personas mayores: riesgo de caídas, estados
confusionales (delirium) además de la habituación y potencial adicción.
Si se decide utilizarlas, la premisa es en la menor dosis posible, por el menor tiempo posible; esto
quiere decir tenerlo siempre presente y una búsqueda activa de la posibilidad de disminuir dosis.
Dentro de este grupo existe un fármaco relativamente nuevo, la etifoxina, que es un ansiolítico que
tiene una menor potencia ansiolítica, así como muchísimo menor incidencia de efectos negativos
asociados. Sin embargo, esto ultimo dependerá de la recomendación farmacológica del profesional
de la medicina.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 173
En caso de necesitar mayor información farmacológica, consultar Guía Clínicas Trastorno Ansioso del Ministerio
de Salud 2018*.
5. Tratamiento no farmacológico
Dentro de esta categoría de intervenciones, se encuentran principalmente las técnicas de terapia de
la línea cognitivo-conductual, las de relajación y las de apoyo. Todas ellas han demostrado ser útiles
y en una proporción importante de pacientes, resultados comparables con los tratamientos farma-
cológicos. De especial interés en el manejo de trastornos ansiosos están las terapias de técnicas
corporales y en el caso de fobias, las técnicas de exposición progresiva
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Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 175
Ideas centrales
• El grupo de las personas mayores presenta altos índices de suicidio a nivel mundial y
Chile no es la excepción, especialmente, el segmento de 80 años y más.
• El suicidio en la vejez es un fenómeno complejo y multicausal, es decir,
diversos factores pueden influir en el comportamiento suicida, como variables
psicosociales, sociodemográficas, biológicas, culturales, entre otras.
• El suicidio es el resultado de interacciones complejas entre los diversos factores de
riesgo; cada uno tiene un posible impacto sobre el otro u otra, siendo así que
al aumentar y/o interactuar entre sí los elementos de riesgo, se potencia la
fragilidad del individuo a una determinación suicida. Por ello, además de los ele-
mentos de riesgo, es crucial tener en cuenta los factores protectores.
• La evaluación del riesgo suicida es una de las tareas más complejas que
deben enfrentar los equipos de salud, y se sugiere que se realice mediante la entre-
vista clínica y aplicación de escalas de evaluación específicas de riesgo suicida,
o no específicas de conducta suicida.
• La entrevista clínica es el instrumento fundamental en la evaluación del riesgo
suicida. La información necesaria puede derivar directamente de la persona mayor,
así como de familiares, cercanos y cuidadores.
• Algunas escalas específicas para la evaluación psicométrica del riesgo de
conducta suicida son: la Escala Columbia para Evaluar el Riesgo de Suicidio
(Columbia Suicide Severity Rating Scale, C-SSRS), Escala de Ideación Suicida de
Beck (Scale for Suicide Ideation, SSI), entre otras.
• La conducta suicida en la vejez se debe abordar desde una perspectiva amplia y
multidisciplinar, valorando integralmente las intervenciones
psicoterapéuticas y farmacológicas y elaborando el plan de cuidados integrales en
base a la formulación de riesgo.
176 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Diversas variables relacionadas al suicidio han sido ampliamente investigadas a nivel mundial, una
de ellas es la edad. El Informe Prevención del suicidio: un imperativo global (2), afirma que las tasas
de suicidio aumentan con la edad, siendo más altas en personas mayores de 70 años, tanto en hom-
bres como mujeres, en casi todas las regiones del mundo.
En Chile, la situación para el grupo de personas mayores también ha evidenciado elevados índices
de suicidio. Según el Informe de Mortalidad por Suicidio en Chile: 2010-2019, el rango de edad más
crítico es el de 80 y más años, esto se debe principalmente al aumento en la tasa de los hombres
desde los 70 años, además, es importante destacar que los hombres mayores se suicidan con más
frecuencia que las mujeres mayores (3).
Vale mencionar que los intentos de suicidio son menos comunes en personas mayores en compara-
ción con los demás segmentos: la relación es de 33 intentos por cada suicidio en población general
y en jóvenes es de 200 intentos por cada suicidio, a diferencia de las personas mayores, donde la
relación es de 4 intentos por cada suicidio (4). Así se constata que la premeditación, determinación y
alta letalidad son características evidentes en el comportamiento suicida de este segmento.
Existen componentes predisponentes para la conducta suicida, como el intento previo de suicidio
y/o haber sufrido sucesos traumáticos en la infancia. Estos elementos influirían en personas
mayores más vulnerables al interactuar con factores precipitantes o estresores ambientales
(jubilación, por ejemplo), lo que podría desencadenar el comportamiento suicida.
El suicidio es el resultado de interacciones complejas entre los diversos factores de riesgo; cada
uno tiene un posible impacto sobre el otro u otra, siendo así que al aumentar y/o interactuar entre
sí los elementos de riesgo, se potencia la fragilidad del individuo a una determinación suicida. Es
por ello, que el identificar estos factores es de suma importancia para la elaboración de estrategias
de prevención del suicidio, aunque insuficiente para implementar acciones preventivas eficaces, ya
que, en parte, los estados de riesgo son dinámicos, y fluctúan en períodos relativamente breves
(6). Además, el seguir una línea de generalizaciones no es recomendable, porque las personas ma-
yores no son iguales entre sí, existiendo aquellas que son más susceptibles que otras a factores de
riesgo. Los principales factores de riesgo suicida, en personas mayores, se mencionan a continua-
ción en la tabla 1:
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 177
Además de los elementos de riesgo, es crucial tener en cuenta los factores que potencian la capa-
cidad de resistencia ante el comportamiento suicida en la vejez, como son los factores
protectores. A continuación en la tabla 2 se muestran los principales factores protectores:
178 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
En relación con las señales que las personas mayores emiten sobre sus ideas de muerte
e intenciones suicidas, existen aquellas más explícitas o claras como comentarios de
“querer morir” y otras menos directas como “sentimientos de no valer para nada”. Todos estos
mensajes no pueden ser ignorados. Se debe poner especial atención cuando estos indicios se
manifiestan, especialmente frente a factores de riesgo previamente mencionados. En ese
sentido, las señales de alarma más significativas entre las personas mayores se aprecian en la
tabla 3 (11).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 179
Se sugiere que la evaluación de riesgo de la conducta suicida en personas mayores se realice me-
diante la entrevista clínica y aplicación de escalas de evaluación específicas de riesgo suicida o
no específicas de conducta suicida, como las escalas de evaluación de la depresión.
La mejor forma de descubrir si una persona mayor tiene pensamientos suicidas es indagando direc-
tamente. Al contrario de la creencia popular, el hablar sobre suicidio no induce a la idea en quienes
no la tienen ni la empeora en quienes las tienen. Lo más probable es que la persona mayor se sien-
ta aliviada al conversar abiertamente de sus sentimientos y emociones, es decir, comprendida. Sin
embargo, se debe tener en cuenta que el hecho de comunicar sus ideas suicidas o que disminuya su
angustia manifiesta, no elimina la posibilidad de que concrete el acto en sí (16). Junto con lo ante-
rior, siempre se debe realizar la evaluación ante la más mínima sospecha de conducta suicida. Las
preguntas se deberán formular de modo gradual, partiendo con preguntas más generales, sobre su
estado de ánimo (¿cómo se siente?, ¿está enfrentando algún problema?) para así avanzar
hacia otras preguntas más específicas y detalladas sobre suicidio.
Con el objeto de facilitar el abordaje de la conducta suicida, indicamos algunas preguntas específi-
cas (extraídas de la Escala Columbia de Severidad Suicida / C-SSRS) (17):
¿Ha comenzado a elaborar o ha elaborado los detalles sobre cómo suicidarse? ¿Tiene
intenciones de llevar a cabo este plan?
(Pregunta sobre intención suicida con plan, con detalles de un plan parcial o totalmente elabo-
rado, la persona mayor tiene cierta intención de llevar a cabo este plan).
¿Alguna vez ha hecho algo, comenzado a hacer algo o se ha preparado para hacer algo para
terminar con su vida? ¿Ha juntado medicamentos/remedios, obtenido un arma, regalado
cosas de valor, escrito un testamento o carta de suicidio? ¿Ha tomado remedios, ha
tratado de colgarte, u otros medios similares?
(Pregunta sobre intento de suicidio previo).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 181
A continuación se mencionan algunas escalas específicas para la evaluación psicométrica del riesgo
de conducta suicida (19):
• Escala Columbia para Evaluar el Riesgo de Suicidio (Columbia Suicide Severity Rating Scale, C-
SSRS): es una escala que los profesionales chilenos la usan con frecuencia y en 2017 fue revi-
sada por la Psiquiatra Vania Martínez (20). Es un instrumento semiestructurado heteroaplicado
para la evaluación conjunta de ideación suicida y comportamientos suicidas.
• Escala de Ideación Suicida de Beck (Scale for Suicide Ideation, SSI)(21): es un instrumento que
explora la gravedad de los pensamientos suicidas. Muy utilizada por clínicos e investigadores
en diversos países. Es semiestructurada y consta de 19 ítems.
Otras escalas de evaluación específicas (19):
− Escala de Ideación Suicida de Paykel (Paykel Suicide Scale, PSS).
− International Suicide Prevention Trial (InterSePT) Scale for Suicidal Thinking (ISST).
− Escala SAD PERSONS (SAD PERSONS Scale).
− Escala de Riesgo Suicida de Plutchik (Risk of Suicide, RS).
− Escala de Impresión Clínica Global para Gravedad de Riesgo Suicida (Clinical Global Im-
pression for Severity of Suicidality, CGI-SS).
Escalas no específicas de conducta suicida (15):
− Escala de valoración de la Depresión de Hamilton (HDRS).
− Inventario de Depresión de Beck (BDI).
− MINI Entrevista Neuropsiquiátrica Internacional (MINI).
Fuente: adaptado del documento Ministerio de Salud (MINSAL). Recomendaciones para la prevención del suicidio en contexto COVID-19, dirigido a equipos de atención de la Red Asistencia (23).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 183
El manejo de la conducta suicida es una tarea delicada y compleja para los profesionales involucra-
dos, especialmente por el riesgo asociado y responsabilidad percibida en relación a los resultados. A
esto se suma, que la persona mayor es frecuentemente sensible a percibir si el profesional realmen-
te está interesado e involucrado en su caso o simplemente cumple con su función laboral (5).
A continuación se indican algunos principios del manejo de personas con conducta suicida que pue-
den ser de utilidad (24):
• Frente a factores de riesgo, aun cuando éstos sean imprecisos o ambiguos, se debe proceder
con prontitud y sentido de urgencia, detectando el grado de riesgo y tomando las acciones
pertinentes. El profesional debe tener disponibilidad personal, estar localizable y dispuesto a
invertir tiempo en las intervenciones.
• Es fundamental que se establezca una alianza terapéutica sólida, basada en la confianza, a
través, de una actitud empática y cálida: escucha activa, sin críticas por parte del profesional,
sobre todo, estar preparado para diálogos sinceros sobre el tema de la muerte, revisando sus
propios conceptos en este punto.
• La evaluación reiterada y permanente es muy importante, al comienzo del tratamiento se
debe proceder en todas las sesiones, dado que, generalmente, el episodio de riesgo suicida es
un continuo, con etapas de acentuación y atenuación. El conocer bien a la persona, sus poten-
cialidades y vulnerabilidades, puede ayudar a anticipar algunas circunstancias potencialmente
riesgosas.
• En el tratamiento, se debe encontrar un equilibrio entre la seguridad y respeto a la autonomía
de la persona.
• La documentación regular del riesgo permite definir los niveles de observación: una efectiva
comunicación entre profesionales (si es el caso), el desarrollo de un adecuado plan terapéutico
y la evaluación del progreso en el tratamiento.
La conducta suicida ha sido abordada desde diferentes perspectivas teóricas, siendo la Terapia Cog-
nitivo Conductual y la Terapia Dialéctico-Conductual, basadas en sesiones individuales, las que han
demostrado mayor evidencia empírica para la reducción de ideación suicida, prevención de la apa-
rición de intentos o repetición y disminución en el número de hospitalizaciones, y, en las personas
mayores con depresión e ideación suicida; la Terapia Interpersonal también ha obtenido buenos re-
sultados (14).
Cabe señalar, que el estado emocional de la persona puede interferir en su capacidad para enten-
der al profesional, es por ello, que se requiere disponibilidad interna, flexibilidad y creatividad para
adecuar las intervenciones al individuo, al momento, al lugar y a otros aspectos que pueden estar
influyendo en su nivel de comprensión (16). En la tabla 4 se observan algunas intervenciones, según
el nivel de riesgo suicida de la persona mayor:
RIESGO ACCIONES
- Ofrecer escucha empática, apoyo emocional para aliviar el malestar de la
persona mayor.
- Favorecer la comunicación de los síntomas, sentimientos y pensamientos
BAJO suicidas.
(Ideación de frecuencia, - Disminuir confusión mental, favorecer proceso de reflexión.
intensidad y duración - Favorecer el autocontrol, la autoestima y la capacidad de hacer frente a los
bajas) problemas. Centrarse en los recursos / características positivas (reforzar
factores protectores). Verificar cómo ha resuelto los problemas anteriores.
- Analizar si el caso debe ser derivado a Psiquiatría / Servicio Salud Mental.
- Reunirse a intervalos regulares y mantenerse en contacto frecuente.
- Además del apoyo emocional mencionado anteriormente, se sugiere:
- Abordar la ambivalencia, mejorando en forma gradual su deseo de vivir
MEDIO (esperanza) y funcionamiento en el día a día.
(Ideación más intensa, - Favorecer que la persona encuentre otras formas de solucionar sus
frecuente y persistente,
problemas. Negociar un plan de seguridad del suicidio (ver anexo 3).
existen planes, pero
no inmediatos, sin - Contactar a la familia / personas más cercanas, para obtener su apoyo.
intención explícita de - Principio de confidencialidad sobrepasado, es decir, se puede romper el
suicidio) secreto profesional ante el riesgo vital del paciente.
- Derivarla a Psiquiatría / Servicio Salud Mental. Indicación de hospitalización
abierta.
- Reunirse a intervalos frecuentes y mantenerse en contacto continuado.
ALTO - Articular los medios para que la persona no quede sola, contactar familia/
(Plan definido, medios entorno, limitar acceso a los métodos letales, negociar plan de seguridad (ver
para concretarlo, anexo 3).
intención de hacerlo - Evaluar hospitalización, según variables como: gravedad del episodio, letali-
inmediatamente o dad del plan o intento, apoyo familiar o social, presencia de comorbilidades,
intento reciente - 30 entre otras. La hospitalización puede ser en servicios de urgencia general con
días anteriores) intervención especializada ante riesgo vital o en servicio de psiquiatría.
Fuente: Elaboración propia modificado de las Recomendaciones de la OMS para personal de Atención Primaria sobre cómo manejar
personas (14)(25).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 185
Vale enfatizar que familiares y cercanos de la persona mayor que presenta comportamiento suicida
también se ven afectados, teniendo que lidiar con diversas emociones y pensamientos. En este sen-
tido, es aconsejable que reciban atención profesional para incrementar sus conocimientos y derribar
mitos en relación a la conducta suicida, ayudar a identificar los factores de riesgo y protectores, así
como, las señales de alerta, facilitando estrategias de afrontamiento ante la conducta suicida.
El profesional debe estar atento a algunas reacciones esperables por familiares ante las manifesta-
ciones de conducta suicida de la persona mayor, producto de la falta de información y/o creencias
erróneas en relación con el tema (5). A continuación se señalan algunas de éstas:
• No tomar la situación en serio, pensar que la persona quiere llamar la atención.
• Creer que la persona puede esperar, postergando su apoyo frente a otras prioridades.
• Refutar la posibilidad que se suicide, porque nunca ha ocurrido en su familia.
• Pensar que no hay mucho que hacer ante la posibilidad de suicidio y que la persona lo logrará
en cualquier momento.
• Ofrecer apoyo en forma despreciativa y amenazante.
• Buscar ayuda no especializada o ineficaz.
Además, es fundamental que los y las familiares y su entorno reciban apoyo después de un suicidio,
con la finalidad de asistirlos en el proceso del duelo, teniendo en cuenta que éste presenta
características diferentes y específicas, además de prevenir el suicidio, dado que, estudios
demuestran que el riesgo aumenta significativamente entre los familiares que perdieron a un ser
querido por este motivo (26).
4. Prevención de la conducta suicida en la vejez
Para finalizar este capítulo, resulta imposible no mencionar algunas consideraciones en cuanto a la
prevención del suicidio, las que requieren un enfoque sostenido, integral y flexible, a través, de la
coordinación y colaboración entre distintas esferas de la sociedad (27).
Existen estrategias dirigidas a la población en general, que quizás no se hayan identificado en fun-
ción del riesgo individual, tales como (27)(28)(29):
• Fomentar medidas de prevención del trastorno mental y promoción de la salud mental, como
la reducción del consumo de alcohol, que se relaciona con un mayor riesgo suicida.
• Restringir el acceso a tóxicos, medicamentos, armas u otros medios letales.
• Implementar estrategias comunales de promoción de hábitos saludables, reducción del aisla-
miento social, creación de redes de apoyo psicosocial, entre otras.
• Generar acciones que incrementen la capacidad de las personas en su autocuidado.
• Fortalecer los sistemas de información, los datos científicos y la investigación sobre la con-
ducta suicida.
• Realizar campañas de concientización y desestigmatización, sobre los trastornos mentales y
la conducta suicida.
• Promover información seria y responsable por parte de los medios de comunicación, para evi-
tar una cobertura repetitiva y equivocada, que tiende a exaltar el suicidio y aumentar el riesgo
por imitación en personas vulnerables.
En esta misma línea existen estrategias destinadas a grupos con mayor riesgo de presentar conduc-
ta suicida, basándose en características como edad, sexo, antecedentes familiares, entre otros. Este
186 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
perfil se podría dar entre personas que han padecido abusos, sobrevivientes de pérdida por suicidio
de un ser querido, personas afectadas por conflictos o desastres o quienes han sufrido diversos cam-
bios y pérdidas (viudez, jubilación). Cabe agregar, que las comunidades y sus programas de apoyo ad-
quieren gran importancia, instaurando y mejorando la capacidad de conexión social de las personas
vulnerables, al promover aptitudes para que éstas enfrenten las diversas dificultades.
En síntesis, la prevención del suicidio requiere de un ciclo continuo de aprendizaje y acción, a través
de un plan y estrategias que deben ajustarse al contexto sociocultural de las personas, basarse en
evidencia empírica, ser evaluadas con frecuencia, utilizando estos resultados en futuras planifica-
ciones de dispositivos de prevención e intervención en riesgo suicida.
Hoy en día, según la OMS, apenas 38 países cuentan con una estrategia nacional de prevención del
suicidio (29). Actualmente, el Ministerio de Salud de Chile se encuentra implementando, con susten-
to en la Norma General Administrativa N.º 027 (30), el Programa Nacional de Prevención de Suicidio
en cada una de las regiones del país. Con la intersectorialidad a la base, define como propósito el
reducir la tasa de mortalidad por suicidio en la población que habita en el territorio nacional, y se de-
sarrolla a través de la implementación de seis componentes: instalación de un Sistema de Estudio de
Casos; Implementación de un Plan Regional Intersectorial de Prevención del Suicidio; Fortalecimien-
to de las competencias de los profesionales de la salud; Incorporación de programas preventivos
en los establecimientos educacionales; Desarrollo de un sistema de ayuda en situaciones de crisis,
contando con una línea específica en Salud Responde para el abordaje del riesgo suicida; Apoyo téc-
nico para una correcta Cobertura mediática y refuerzo del papel de los medios de comunicación en
la prevención del suicidio.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 187
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Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 189
Ideas centrales
• El delirium o síndrome confusional agudo corresponde a un conjunto de síntomas y signos
de etiología diversa que se caracteriza por un compromiso en las funciones cognitivas de
atención y alerta, de inicio agudo y curso fluctuante, y que puede estar acompañado de
pensamiento desorganizado y/o compromiso de conciencia.
• Es una condición que afecta de forma preponderante a las personas mayores, especial-
mente a quienes se encuentran en condiciones de fragilidad y multimorbilidad.
• Constituye una urgencia médica y se le considera predictor de deterioro cognitivo, dete-
rioro funcional, de ingreso a residencias y de disminución de la expectativa y calidad de
vida.
• En relación a su presentación clínica, se puede categorizar en 4 tipos: hiperactivo, hipoac-
tivo, mixto, y no clasificable.
• Los síntomas se instalan en horas o días, y constituyen una variación en relación al ren-
dimiento habitual de la persona (estado basal). En cuanto a la duración del delirium, se
puede extender durante días, semanas e incluso meses.
• Sus causas pueden ser diversas y coexistir varias en una misma persona de forma simultá-
nea o instalarse de forma consecutiva. Aquellas causas se denominan factores predispo-
nentes y factores precipitantes.
• Se consideran factores de riesgo predisponentes de delirium: edad mayor a 65 años, pre-
sencia de fragilidad, malnutrición, historia de deterioro cognitivo o demencia, episodios
previos de delirium, depresión, déficit sensorial, comorbilidad previa, enfermedad severa,
historia de accidente cerebrovascular y abuso de alcohol, entre otros.
• El diagnóstico de delirium es clínico y por ende la anamnesis será clave para poder esta-
blecer el nivel cognitivo y funcional basal de la persona a través de los reportes en ficha,
contacto con familiares o personas que le conozcan.
• En relación al diagnóstico diferencial, con frecuencia cuadros como la depresión, manía,
demencia o delirium pueden coexistir.
• La herramienta más utilizada para la detección de delirium es el instrumento de screening
Confussion Assessment Method (CAM).
• Todas las personas con sospecha de delirium requerirán de una evaluación exhaustiva para
identificar las posibles causas tratables y el abordaje de estas. El manejo estará orientado
al tratamiento de las patologías subyacentes, y a implementar medidas no farmacoógi-
cas, reservándose el manejo farmacológico para aquellas situaciones en que existe un
riesgo inmediato para la persona o para su entorno y que no es posible abordar con me-
didas de estimulación y/o modificación ambiental.
190 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
1. ¿Qué es delirium?
El delirium o síndrome confusional agudo corresponde a un conjunto de síntomas y signos de etiolo-
gía diversa que se caracteriza por un compromiso en las funciones cognitivas de atención y alerta, de
inicio agudo y curso fluctuante, y que puede estar acompañado de pensamiento desorganizado y/
o compromiso de conciencia (1). En el cuadro 1 se dan a conocer los criterios diagnósticos de
delirium según DSM-5 (2).
La presencia de delirium (síndrome confusional) requiere la presencia de todos los criterios siguientes:
a. Alteración de la atención (ejemplo, capacidad reducida para dirigir, centrar, mantener o desviar
la atención) y la conciencia (orientación reducida al entorno).
b. La alteración aparece en poco tiempo (habitualmente horas o pocos días), constituye un cambio res-
pecto a la atención y conciencia iniciales y su gravedad tiende a fluctuar a lo largo del día.
c. Alteración cognitiva adicional (ejemplo, déficit de memoria, de orientación, de lenguaje, de la capa-
cidad viso-espacial o de la percepción).
d. Las alteraciones de los criterios A y C no se explican mejor por otra alteración neurocognitiva preexis-
tente, establecida o en curso, ni suceden en el contexto de un nivel de estimulación extremadamente
reducido, como sería el coma.
e. En la anamnesis, la exploración física o los análisis clínicos se obtienen evidencias de que la altera-
ción es una consecuencia fisiológica directa de otra afección médica, una intoxicación o una absti-
nencia por una sustancia (ejemplo, debida a consumo de drogas o a un medicamento), exposición a
una toxina o se debe a múltiples etiologías.
El delirium constituye una urgencia médica y se le considera predictor de deterioro cognitivo, de-
terioro funcional, de ingreso a residencias y de disminución de la expectativa y calidad de vida (3).
Puede estar presente en personas hospitalizadas al momento del ingreso o desarrollarse durante el
curso de los días. De igual forma puede manifestarse en personas que están en la comunidad,
que consultan al servicio de urgencia o en la atención primaria de salud (4).
En cuanto a la fisiopatología del delirium, es considerada una alteración funcional a nivel cerebral
en la cual se han visto implicados diversos neurotransmisores, entre ellos acetilcolina, serotonina,
GABA, dopamina y otros mecanismos, como son el incremento de citoquinas proinflamatorias, au-
mento de permeabilidad de la barrera hematoencefálica y la neurotoxicidad directa, entre otros (5).
Entre ellos el más posicionado es el déficit colinérgico que puede ser causado por fármacos como
antihistamínicos, antipsicóticos, opioides y algunos antidepresivos. Pese a dicha hipótesis, a la fecha
el utilizar fármacos procolinérgicos como inhibidores de la acetilcolinesterasa no ha mostrado evi-
dencia favorable en la prevención ni en el abordaje del delirium.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 191
2. Manifestaciones clínicas
En relación a su presentación clínica, el delirium se puede categorizar en 4 tipos (2):
• Hiperactivo: presente en el 21% de los casos aproximadamente. Se caracteriza por un estado
de hiperalerta, que puede presentar agitación, agresividad verbal o física, verborrea e ideas
delirantes. En tales casos, medidas como sujeción física, hidratación endovenosa, alimenta-
ción enteral, entre otras, pueden empeorar el delirium y no tratar la causa (4).
• Hipoactivo: presente en el 29% de los casos aproximadamente. Se manifiesta con somnolen-
cia, indiferencia al entorno, letargo e inatención.
• Mixto: presente en el 43% de los casos aproximadamente. Las personas cursan de forma al-
ternante con sintomatología hiperactiva, hipoactiva, y aumento o disminución de la actividad
psicomotora.
• No clasificable: presente en el 7% de los casos. Con actividad psicomotora no clasificable y
manifestación de sintomatología atípica.
Sumado a los síntomas descritos, existe una serie de manifestaciones que pueden acompañar la
presentación del delirium, siendo posible encontrar (4):
• Mayor dificultad para concentrarse, respuestas más lentas o confusas.
• Distracción fácil.
• Alucinaciones visuales o auditivas.
• Ideas delirantes.
• Cambios en el apetito y/o en el patrón de sueño.
• Cambios en la movilidad la cual puede variar entre un menor nivel de movilidad/actividad que
el nivel normal de la persona, inquietud / agitación y/o somnolencia.
• Discurso desorganizado.
• Fluctuaciones rápidas en el estado emocional. Resistencia a la atención o poca colaboración a
la atención directa.
Fuente: Creado en base a valores extraídos de Inouye, Westendorp, & Saczynski, 2014 (2).
La duración del delirium se puede extender durante días, semanas e incluso meses. Mientras más
tiempo la persona permanezca en un estado de delirium, sus probabilidades de deterioro cognitivo,
funcional, e incluso mortalidad se incrementan de forma casi exponencial. En esta premisa radica
la relevancia de un diagnóstico y abordaje de forma precoz. No obstante, es importante hacer una
observación acuciosa para distinguir si el cuadro que se está observando corresponde a un delirium
o a un deterioro cognitivo, condiciones usualmente confundidas o presentes de forma concurrente.
Si la sintomatología se prolonga por más de 6 meses es probable que exista algún grado de deterio-
ro cognitivo asociado y no se trate únicamente de delirium. Por otra parte, durante la instalación o
recuperación del delirium, se pueden encontrar personas que presenten algunos síntomas pero no
cumplan necesariamente todos los criterios del DSM-5, situación que se conoce como “delirium
atenuado” (6).
vascular, y abuso de alcohol (4). La tabla 1 señala potenciales causas / desencadenantes o factores
precipitantes de delirium (6).
FACTOR DESCRIPCIÓN
Adición de fármacos, aumento de dosis, interacciones. Alcohol, automedicación y
drogas ilícitas.
Fármacos
Deprivación de alcohol o benzodiacepinas, insuficiente analgesia, suspensión
abrupta de hipnóticos.
Alteraciones
hidroelectrolíticas Deshidratación, alteraciones del sodio, alteraciones tiroídeas, hiper o hipoglicemia.
y/o metabólicas
Infecciones Infección del Tracto Urinario (ITU), neumonía, lesiones en la piel.
Deprivación
Hipoacusia o déficit visuales no compensados.
Sensorial
Procesos
Hemorragias, infecciones, neoplasias, infartos.
intracraneales
Retención urinaria, impactación fecal.
Condiciones
médicas Infarto al miocardio, arritmias, descompensación de patologías crónicas como falla
cardíaca, Enfermedad Pulmonar Crónica (EPOC), fractura de cadera, entre otras.
Rutina
Sujeción física, accesos vasculares, catéter urinario, entre otros.
hospitalaria
Deprivación de sueño, cirugías, procedimientos, dolor, cambios de lugar de
Otros
residencia o entorno habitual.
El delirium es una condición que afecta de forma preponderante a las personas mayores, especial-
mente a los que se encuentran en condiciones de fragilidad y multimorbilidad. Un tercio de los ma-
yores de 70 años que se hospitalizan desarrollarán delirium, en UCI el porcentaje puede ser mucho
mayor y en los servicios de urgencia un 10 a 15% de los consultantes podrían presentar delirium (6).
Serán esclarecedores los cambios abruptos en la cognición y/o funcionalidad en transcurso de días u
horas, así como las variaciones del estado de conciencia y actividad durante el día.
Como parte del estudio se recomienda realizar una anamnesis, examen físico general y segmentario,
incluyendo el examen neurológico. Esto deberá complementarse dependiendo de las
manifestacio-nes clínicas con exámenes como: Hemograma, perfil bioquímico, electrolitos
plasmáticos, creatinina, hormonas tiroideas, examen de orina, urocultivo, radiografía de tórax y
electrocardiograma.. En algunos casos, estos exámenes serán complementados con neuroimagen,
electroencefalograma, enzimas cardíacas, hemoglobina glicosilada, niveles plasmáticos de
fármacos en uso, entre otros (7).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 195
7. Detección y caracterización
La herramienta más utilizada para la detección de delirium es el instrumento de screening Confus-
sion Assessment Method (CAM) (9), herramienta que busca precisar la existencia de signos y sínto-
mas que son cardinales dentro de la manifestación de delirium. Los criterios identificados a través
del instrumento CAM son: 1) comienzo agudo y curso fluctuante 2) falla en la atención, 3) pensa-
miento desorganizado y 4) alteración del nivel de conciencia. Para establecer un cribado positivo
de delirium se considera como necesarios la presencia de los criterios 1) y 2), más la presencia del
criterio 3) y/o 4).
Existen distintas versiones del instrumento CAM, entre ellas el CAM ICU (10) para pacientes que se
encuentran en cuidado intensivo y el FAM CAM (11) orientado a favorecer la pesquisa por familiares
en personas que se encuentran en la comunidad. Entre otros instrumentos ampliamente
difundidos a nivel internacional se encuentra el 4 A´s Test (4AT) que evalúa el nivel de alerta,
orientación, atención y presencia de fluctuaciones (12).
De forma complementaria, existen algunos instrumentos útiles para categorizar la severidad del de-
lirium (6). Al igual que el tiempo de permanencia del delirium, la severidad de su presentación está
altamente asociada a las consecuencias cognitivas, funcionales, y de mortalidad que puedan presen-
tar las personas de forma prospectiva. Además, cuantificar la severidad del delirium será útil para
determinar la intensidad del tratamiento que requerirá la persona. Sujetos con cuadros de delirium
más leves pueden ser abordados de forma exitosa con estrategias no farmacológicas. Por el contra-
rio, manifestaciones más severas requerirán con mayor probabilidad de un abordaje farmacológico y
no farmacológico desde momentos más tempranos. Un ejemplo de instrumento de evaluación para
cuantificar la presencia de delirium es el CAM-Severity (CAM-S) o el Delirium Rating Scale (DRS) (13).
Todas las personas con sospecha de delirium requerirán de una evaluación exhaustiva para identi-
ficar las posibles causas tratables y el abordaje de estas. El manejo estará orientado al tratamiento
de las patologías subyacentes y a implementar medidas no farmacológicas, reservándose el manejo
farmacológico para aquellas situaciones en que existe un riesgo inmediato para la persona o
para su entorno, y que no es posible abordar con medidas de estimulación y modificación
ambiental. Dado que el delirium se considera potencialmente reversible, toda medida
instaurada durante la evolución del delirium debe ser reevaluada en el tiempo. Por otra parte,
dado que muchas veces su etiología es multifactorial, el estudio debe ampliarse a los múltiples
precipitantes que podrían estar gatillando o agravando su manifestación (7). De hecho, aunque en
cada caso pueden existir factores con menor y mayor preponderancia en la manifestación clínica
de delirium, es atípico encontrar un delirium gatillado o agravado por un solo factor.
196 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
ESTRATEGIA DESCRIPCIÓN
- Revisar fármacos. Suspender o ajustar dosis de fármacos que puedan estar
involucrados. Evitar fármacos con potencial anticolinérgico y/o favorecedores
de delirium (antipsicóticos, antihistamínicos, anticonvulsivantes, quinolonas,
entre otros).
- Considerar el abordaje farmacológico de los síntomas como una medida
excepcional adicionada a lo no farmacológico.
- Identificar y tratar infecciones concurrentes (infecciones urinarias, neumonía,
de la piel, entre otras).
Identificar y
tratar condiciones - Evaluar y tratar deshidratación, alteraciones electrolíticas, hiper o hipovolemia.
potencialmente
- Asegurar una buena oxigenación de los tejidos (tratando anemia, evitando
reversibles
hipotensión, optimizando saturación).
- Evaluar y tratar la presencia de dolor. Utilizar analgesia por horario,
evitar opiáceos y opioides.
- En general se debe evitar la contención física a menos que sea una medida
estrictamente necesaria y de último recurso. Considerar la sujeción física como
una medida excepcional, correspondiendo a una indicación médica que debe
Evitar la
ser por motivos precisos y por un tiempo determinado, ya que una sujeción
sujeción física
inadecuada o inapropiada tanto en su indicación como en su técnica, puede
conducir a accidentes, lesiones, mayor agitación e incluso la muerte, no existiendo
evidencia científica que la proponga como medida para evitar caídas.
- Implementar protocolos para que el personal de forma sistemática oriente al
menos tres veces al día al paciente en fecha, lugar y persona. Idealmente hacerlo
en cada contacto, presentándose siempre y explicando cualquier tipo de atención
que vayamos a brindar.
Favorecer la - Evitar rotación excesiva de personal, de manera que tanto el o la paciente
orientación como el personal se vayan conociendo y de esa forma se facilite la interacción.
- Evitar cambios de servicio o locación durante la noche o al atardecer.
- Implementar claves ambientales como relojes, calendarios, uso de luz de
día y evitar exceso de luces artificiales.
- Establecer rutinas de ejercicios cognitivos durante el día. Se recomienda
realizar estimulación de carácter intensivo de 2 a 3 veces por día. Aunque las
Estimular la funciones ejecutivas y de atención suelen ser las más afectadas por el delirium,
cognición los programas testeados abarcan múltiples funciones cognitivas. Se recomienda
el ajuste de programas de estimulación cognitiva a las características
educacionales y culturales de la persona.
- Favorecer la deambulación asistida. Levantar diariamente a la silla o sillón.
Limitar el tiempo que se pasa en la cama. Si la persona se encuentra en un estado
que no le permite levantarse de la cama, realizar un protocolo de movilización
asistida y no asistida a lo menos 2 a 3 veces por día, incorporando ejercicios de
rotación en cama, resistencia con extremidades superiores e inferiores, fuerza de
garra, y sedente a la orilla de la cama. Se recomienda concentrar dichos ejercicios
en horarios matutinos y lejanos al horario nocturno con el fin de favorecer el
sueño y reducir la actividad nocturna.
- Favorecer el acceso al inodoro y ofrecer idas al baño o acceso a dispositivos
como urinarios por horario.
- Privilegiar los cambios de ropa entre el día y la noche.
- Supervisar y/o asistir alimentación por boca según sea necesario. Vigilar
Prevenir el postura al momento de la alimentación. Cuantificar ingesta y optimizar aportes
deterioro funcional hídricos y nutricionales por boca.
- Revisión de la piel y cambios frecuentes de posición para evitar la aparición
de úlceras por presión y/o posturas que generen disconfort.
- Evitar sujeción física propiamente tal y otros dispositivos que limiten la
movilidad (ejemplo, vías venosas y sondas urinarias).
- Otorgar las ayudas técnicas necesarias (anteojos, prótesis dental, audífonos).
- Poner a disposición elementos personales y que favorezcan la
orientación (fotografías, reloj, calendarios).
- Favorecer la participación de la persona en actividades básicas de la vida
diaria y cautelar por implementar y/o que se mantenga una rutina ( peinarse,
lavarse los dientes, arreglarse, entre otros).
198 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
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200 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• Actualmente, se estima que en el mundo existen 55 millones de personas viviendo con
demencia y en nuestro país unas 200.000, cifras que se espera se tripliquen para 2050 en
contexto del envejecimiento poblacional en Chile y el mundo.
• Existen diversas etiologías asociadas a la manifestación clínica de demencia. Las más
complejas corresponden a cuadros de tipo neurodegenerativos y progresivos en el tiempo,
siendo la enfermedad de Alzheimer la causa más común de demencia por enfermedad
neurodegenerativa. Sin embargo, no todas las demencias y sus manifestaciones presentan
la misma trayectoria de progresión o requerirán los mismos tratamientos, por lo que siem-
pre será necesario determinar la causa de demencia cuando fuere posible.
• Las demencias son una condición adquirida y crónica, caracterizadas por el deterioro de
diversas funciones cerebrales, sin distinción de sexo ni situación económica, acompañado
de síntomas cognitivos, psicológicos y cambios conductuales.
• Las demencias pueden ser comprendidas como un síndrome, es decir un conjunto de sín-
tomas y signos secundarios a distintas condiciones, que pueden presentar una manifesta-
ción clínica común .
• Los criterios del DSM-5 son los más utilizados para establecer el diagnóstico de demencia
(según esta clasificación "trastorno neurocognitivo mayor" (TNCM), y hacen referencia a
una afectación cognitiva y/o de la conducta social adquirida que tiene un efecto
negativo sobre el desempeño funcional, que no ocurre exclusivamente en contexto de
delirium y que no se explica por otra condición de salud mental.
• Se han identificado varios factores de riesgo y de protección como posibles contribuyen-
tes a las demencias, y particularmente a la demencia por enfermedad de Alzheimer, los
cuales se dividen en factores de riesgo modificables y no modificables.
• Factores de riesgo no modificables: la edad, el sexo y componentes genéticos. Factores
de riesgo potencialmente modificables: baja educación, hipoacusia, traumatismo craneo-
encefálico, hipertensión arterial, consumo de alcohol, obesidad, tabaquismo, depresión,
aislamiento social, inactividad física, contaminación del aire y diabetes.
• Las demencias se pueden clasificar de acuerdo a: topografía de las lesiones, sintomatolo-
gía clínica, etiopatogenia, o perfil evolutivo.
• El tipo más frecuente de demencia, es la enfermedad de Alzheimer, luego le siguen la
demencia vascular, la demencia por cuerpos de Lewy y la demencia frontotemporal, pu-
diendo también coexistir más de un tipo de causa, por ejemplo demencia degenerativa
con componente vascular.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 201
Existen diversas etiologías asociadas a la manifestación clínica de demencia. Las más complejas co-
rresponden a cuadros de tipo neurodegenerativos y progresivos en el tiempo, siendo la
enfermedad de Alzheimer la causa más común de demencia por enfermedad neurodegenerativa (60
- 80% de los casos). Dado que la enfermedad de Alzheimer es la causa de demencia más frecuente y
estudiada, se suele tomar el curso de ésta como referencia de la evolución de las demencias en
general. Pero cabe mencionar que no todas las demencias y sus manifestaciones presentan la
misma trayectoria de progresión o requerirán los mismos tratamientos (3), por lo que siempre
será necesario determinar la causa de demencia cuando fuere posible.
personas con demencia y sus familias, y el bajo conocimiento en general acerca de las
demencias. Según una encuesta realizada en países de la OMS en 3.542 profesionales de la medicina
(2), personas con demencia y sus familias, las barreras en la atención de salud identificadas para los
y las pacientes y sus familias fueron la falta de información proporcionada durante el diagnóstico,
el acceso a profesionales capacitados, el miedo al diagnóstico y el costo. Las barreras críticas
para el diagnóstico identificadas por los y las profesionales de la medicina incluyeron la falta de
acceso a pruebas de diagnóstico especializadas, la falta de conocimiento para realizar un
diagnóstico, y la creencia errónea de que no se puede hacer nada, por lo que realizar el diagnóstico
es fútil. Sumado a ello, en la población general a nivel mundial, más del 50% de las personas piensa
que las demencias son una parte normal del envejecimiento y que no existen posibilidades de
prevenirlas (10).
Las personas con demencia al igual que las personas mayores, son heterogéneas y cuando se
habla de una persona con demencia se podría estar haciendo referencia a situaciones tan
diversas como en los siguientes ejemplos:
• Una persona que vive sola, se junta con sus amigas o amigos a tomar café una vez por sema-
na, pero tiene dificultades para tomar el transporte público y a veces se confunde con las
cuentas.
• Una persona que llegó hace 6 meses a una residencia y al ingreso identificaba a personas
conocidas y desconocidas, caminaba sola, requería apoyo para bañarse y vestirse, y presenta-
ba gritos. Luego de dosis crecientes de psicofármacos, ya no grita, pero tampoco se conec-
ta con otros ni camina.
• Un chofer de transporte que se ha desorientado en la ruta sin saber cómo seguir su viaje cuan-
do existen variaciones en el camino.
• Una persona que no recuerda lo que pasó en el mismo día, reconoce a sus familiares, realiza
carpintería en casa, comete errores en la cocina y requiere que se le supervise en el autocui-
dado.
Cada historia y trayectoria será distinta y por eso se requerirá de una valoración detallada tanto al
momento de establecer el diagnóstico como durante el abordaje de esta condición, a lo largo de
toda su evolución. Por otra parte, se debe comprender que la presencia de demencia en la vida de
una persona y de su entorno de cuidado, magnifica las dificultades que habitualmente se pueden
encontrar en la vida cotidiana, como en el acceso a los distintos servicios sociales y de salud. Por
ejemplo, no será lo mismo cuidar la diabetes, o comprender la importancia del autocuidado y/o ad-
herir a los controles de salud en presencia o ausencia de demencia (11).
3. Diagnóstico
Para establecer el diagnóstico de demencia, existen distintos criterios diagnósticos. Dentro de las
propuestas más utilizadas para realizar un diagnóstico clínico de demencia se encuentran los crite-
rios del DSM-5 (4), los que se aprecian en el cuadro 1.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 203
A. Evidencia de un declive cognitivo sustancial desde un nivel previo de mayor desempeño en uno o más
de los dominios cognitivos referidos (aprendizaje y memoria, lenguaje, función ejecutiva, atención
compleja, perceptual – motor, cognición social).
1. Preocupación del individuo, de un tercero informado o del profesional con respecto a un declive
sustancial en las funciones cognitivas.
2. Declive en el desempeño neuropsicológico, implicando un desempeño en los tests del rango de 2
o más desviaciones estándares por debajo de lo esperado en una evaluación neuropsicológica
formal o ante una evaluación clínica equivalente.
B. Los déficits cognitivos son suficientes para interferir con la independencia (ejemplo: requerir asistencia
para las actividades instrumentales o complejas de la vida diaria, como el uso del transporte público, el
manejo del dinero o de su propia medicación).
C. Los déficits cognitivos no ocurren exclusivamente en el contexto de un delirium.
D. Los déficits cognitivos no son atribuibles de forma primaria a la presencia de otros trastornos mentales
(p.ej.: trastorno depresivo mayor, esquizofrenia).
Cuando se habla de demencia o TNCM de acuerdo a los criterios diagnósticos DSM-5, se hace refe-
rencia a una afectación cognitiva y/o de la conducta social adquirida, que tiene un efecto negativo
sobre el desempeño funcional, y que no ocurre exclusivamente en contexto de delirium ni se
explica por otra condición de salud mental.
En síntesis, reducir el riesgo cardiovascular, incrementar la vida social, llevar un estilo de vida salu-
dable, y reducir el estrés parecen los elementos claves para apostar a una reducción del riesgo de
demencia. Sin embargo, factores como los determinantes sociales de salud (ejemplo, circunstancias
204 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
de vida durante la niñez, las características del barrio, acceso a recursos económicos y sociales,
entre otros) y la multimorbilidad aparecen cómo piezas faltantes que recientemente han ido
tomando fuerza para comprender las desigualdades y potenciales gatillantes en la manifestación
clínica de las demencias.
6.1. Enfermedad de Alzheimer: se produce en contexto del depósito de amiloide extra neuronal
en el cerebro y la fosforilación de la proteína tau con producción de ovillos dentro de las neuronas
(3). Estas alteraciones predominantemente comienzan en el hipocampo, la cual es una
estructura cerebral ubicada en el lóbulo temporal y crítica para la función de almacenamiento de
los recuerdos. En la medida que la enfermedad avanza, dichas alteraciones neuropatológicas se
van extendiendo a otras áreas cerebrales, cuyo compromiso progresivo se expresa en alteraciones
de memoria, capaci-dad ejecutiva, lenguaje, reconocimiento de objetos o caras, entre otros (3).
6.3. Demencia por cuerpos de Lewy: se caracteriza por demencia de inicio temprano y otras
manifestaciones que son menos habituales en otros cuadros de demencia como alucinaciones
visuales, fluctuaciones en el nivel de atención y vigilia, parkinsonismo (ejemplo, rigidez,
hipomimia, temblor), disautonomía (lipotimias, caídas), limitaciones serias en tareas
visuoespaciales y visuoconstructivas, pérdida del olfato y alteraciones del sueño REM y del ciclo
sueño vigilia. Las tres últimas, pueden aparecer años antes del desarrollo del resto de los síntomas
previamente men-cionados (3). La demencia por cuerpos de Lewy se diferencia de la demencia
asociada a Parkinson, en que la segunda aparece luego de años de manifestaciones de enfermedad
de Parkinson, en cambio en la primera el deterioro cognitivo y los síntomas extrapiramidales
aparecen en un período cercano al inicio del cuadro (dentro del mismo año).
Para mayor detalle de los perfiles neurocognitivos de los distintos tipos de demencia, consultar
capítulo 3.9. "Evaluación Neuropsicológica en las personas mayores”.
Para evaluar la evolución de las demencias, la escala de severidad más utilizada es la Global De-
terioration Scale de Reisberg (GDS de Reisberg) (15), que entrega al clínico y a la persona que
cuida, una visión global del estado cognitivo y funcional en el que se encuentra la persona con de-
mencia. Fue desarrollada para clasificar los estadios de la demencia tipo Alzheimer, sin
embargo, también puede ser utilizada para clasificar el estado de avance de otras demencias (3).
A continuación se presenta la clasificación de los estadios según Global Deterioration Scale de
Reisberg (16):
GDS-1 - AUSENCIA DE ALTERACIÓN COGNITIVA (Corresponde al individuo normal).
• Ausencia de quejas subjetivas.
• Ausencia de trastornos evidentes de la memoria en la entrevista clínica.
GDS-5 DEFECTO COGNITIVO MODERADO-GRAVE (Corresponde con una demencia en estadio mo-
derado).
• El o la paciente no puede sobrevivir mucho tiempo sin alguna asistencia.
• No recuerda datos relevantes de su vida actual: su dirección o teléfono de muchos años, los
nombres de familiares próximos (como los nietos), el nombre de la escuela, entre otros.
• Es frecuente cierta desorientación en tiempo (fecha, día de la semana, estación, entre otros) o
en lugar.
• Una persona con educación formal puede tener dificultad contando hacia atrás desde 40 de
cuatro en cuatro, o desde 20 de dos en dos.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 207
• Mantiene el conocimiento de muchos de los hechos de mayor interés concernientes a sí mis-
mo y a otros.
• Invariablemente sabe su nombre, y generalmente el de su esposa e hijos.
• No requiere asistencia en el aseo ni en la comida, pero puede tener cierta dificultad en la elec-
ción de la vestimenta adecuada.
GDS-6 DEFECTO COGNITIVO GRAVE (Corresponde con una demencia en estadio moderadamente grave).
• Ocasionalmente puede olvidar el nombre del cónyuge, del que, por otra parte, depende total-
mente para sobrevivir.
• Desconoce los acontecimientos y experiencias recientes de su vida.
• Mantiene cierto conocimiento de su vida pasada, pero muy fragmentario.
• Generalmente desconoce su entorno, el año, la estación, entre otros.
• Puede ser incapaz de contar desde 10 hacia atrás, y a veces hacia adelante.
• Requiere cierta asistencia en las actividades cotidianas.
• Puede tener incontinencia o requerir ayuda para desplazarse, pero puede ir a lugares familiares.
• El ritmo diurno está frecuentemente alterado.
• Casi siempre recuerda su nombre.
• Frecuentemente sigue siendo capaz de distinguir entre las personas familiares y no
familiares de su entorno.
• Presencia de cambios emocionales y de personalidad bastante variables, como:
a. Conducta delirante: puede acusar de impostora a su esposa(o), o hablar con personas
inexistentes, o con su imagen en el espejo.
b. Síntomas obsesivos, como actividades repetitivas de limpieza.
c. Síntomas de ansiedad, agitación e incluso conducta violenta, previamente inexistente.
d. Abulia cognitiva, perdida de deseos, falta de elaboración de un pensamiento para deter-
minar un curso de acción propositivo.
GDS-7 DEFECTO COGNITIVO MUY GRAVE (Corresponde con una demencia en estadio grave).
• Pérdida progresiva de las capacidades verbales. Inicialmente se pueden verbalizar palabras y
frases muy circunscritas; en las últimas fases no hay lenguaje, únicamente gruñidos.
• Incontinencia de orina. Requiere asistencia en el aseo y en la alimentación.
• Se van perdiendo las habilidades psicomotoras básicas, como la deambulación.
• El cerebro es incapaz de decir al cuerpo lo que ha de hacer. Frecuentemente aparecen signos y
síntomas neurológicos generalizados y corticales.
A continuación, se enuncian algunos signos de alerta (2), los cuales no necesariamente indican un
diagnóstico de demencia, sino que deben gatillar una evaluación pronta, como por ejemplo:.
• Olvidos frecuentes (de citas, reuniones o fechas importantes).
• Extravío de objetos y no tener la capacidad de poder recordar su ubicación. Perder la capacidad
de “volver sobre los propios pasos” al ir hacia una habitación y olvidar el motivo que lo ocasionó.
• Preguntar de forma repetitiva, donde cada vez que se responde a la pregunta pareciera que la
persona no hubiese escuchado antes la explicación.
• Problemas con el lenguaje (dificultad para encontrar palabras, olvidar el nombre de objetos).
• Disminución en el juicio. Tomar decisiones poco atingentes y no coherentes con el comporta-
miento previo de la persona.
• Dejar o encontrar objetos en lugares poco habituales (ejemplo, teléfono en el refrigerador).
• Dificultad para relatar hechos recientes. Discurso empobrecido.
• Presentación personal inadecuada de acuerdo a la situación o época del año.
• Confusión con las indicaciones médicas.
• Baja de peso sin causa clara, lo cual podría ser secundario a dificultades de organización de las
compras, almacenamiento y/o preparación de los alimentos.
• Signo de “rotación de la cabeza”. Al hacer preguntas simples o coloquiales a la persona con
sospecha o queja cognitiva, en vez de responder directamente al interlocutor o interlocutora
mira a su acompañante para que él o ella conteste.
• Dificultad para adaptarse a situaciones nuevas o estrés.
• Pérdida de interés por actividades que previamente le parecían placenteras.
• Dificultades para comprender la información espacial o visual (ejemplo, distancias).
• Desorientación en tiempo o lugar.
• Dificultades en el desempeño de actividades de la vida diaria no explicadas por alteraciones
no cognitivas, ejemplo físicas o ambientales.
En el pasado se solía pregonar que si una persona tenía quejas de memoria, era improbable que se
tratara de una demencia, hoy en día se sabe que esto no es así y que en etapas tempranas las
personas pueden ser conscientes de sus dificultades y diagnóstico, dependiendo ello del nivel
intelectual previo y el momento del diagnóstico.
10.1. Anamnesis detallada. En la anamnesis será clave consultar sobre aspectos sociales, funcio-
nales, clínicos, afectivos y cognitivos. Precisar quién es la persona en cuanto a su biografía, nivel
de desarrollo educacional, funcional y laboral, red social, antecedentes mórbidos con intención de
identificar factores de riesgo de demencia y comorbilidades que puedan explicar la sintomatología
actual (anemia, insuficiencia renal, hipotiroidismo, insuficiencia hepática, entre otros); por otra parte
se deberá identificar los medicamentos que la persona utiliza actualmente, para lo cual se sugiere
utilizar la estrategia de la bolsa de medicamentos, que consiste en pedirle a la persona que lleve a
la consulta todos los fármacos que utiliza habitual u ocasionalmente e indique qué y cuánto utiliza.
Esto implica no fiarse de los registros de la ficha clínica, autotorreporte o recetas previas. Además,
es importante indagar sobre el consumo de alcohol y otras drogas, en el presente y/o pasado.
En cuanto a la sintomatología cognitiva y funcional se buscará precisar qué síntomas son los que han
notado, hace cuanto tiempo y que cambios se han evidenciado en su cognición y desempeño fun-
cional, así como también si identifican hitos asociados a dicha evolución (ejemplo, uso de fármacos,
caídas, duelo, cambios vitales, hospitalizaciones, etc.). La tabla 2 resume las actividades de la vida
diaria a tener presente al momento de la evaluación, y la tabla 3 (siguiente página) muestra ejem-
plos de preguntas de utilidad al momento de hacer la anamnesis.
10.2.1. Examen físico: este debe considerar examen general y segmentario. Buscará identificar
comorbilidad que esté condicionando el cuadro (p.ej.: infecciones, anemia, hipotiroidismo,
malnutrición, factores de riesgo, entre otros.). En lo neurológico apuntará a identificar
alteraciones focales, siendo relevante el evaluar pares craneales, tono, fuerza, sensibilidad y
marcha, y de esta manera contribuir a determinar las consecuencias y etiología del cuadro.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 211
10.2.2. Exámenes de laboratorio: considera una batería amplia de análisis que podrían ser de utili-
dad en el diagnóstico diferencial. Habitualmente se solicitan hemograma, VIH, PCR, creatinina, elec-
trolitos plasmáticos, función hepática, perfil bioquímico, perfil lipídico, TSH, T4 libre, VIH, VDRL, niveles
séricos de vitamina b12, orina completa y urocultivo. El electrocardiograma se considera necesario
al momento de prescribir fármacos y para precisar la comorbilidad y/o factores de riesgo vasculares.
10.2.4. Neuroimagen: busca identificar posibles causas estructurales del cuadro (ejemplo, tumores,
hemorragias, infartos) y patrón de atrofia en el caso de cuadros degenerativos (p.ej.:
predominio frontal, temporal, entre otros).
10.2.6. Testeo genético: actualmente no se utiliza de rutina como parte del algoritmo diagnóstico
de demencia, sino más bien ligado a la investigación.
La tabla 6 señala algunas situaciones durante el estudio y/o abordaje de la demencia en las cuales
se debe considerar la derivación al servicio de urgencia.
Compromiso de conciencia.
Focalidad neurológica de reciente instalación (p.ej: paresia).
Antecedente de caída no presenciada o TEC, que se relacione con cambios en la cognición.
Presencia de síntomas psicológicos o conductuales que generen un riesgo inminente para la persona o
su entorno.
Delirium que no puede ser estudiado en el dispositivo de origen.
Fuente: Elaborado en base a (3).
2. Entender la entrega diagnóstica como un proceso, tanto al inicio como a lo largo de la tra-
yectoria de la enfermedad. Lo anterior, porque aun cuando en algún momento se le haya
entregado un determinado diagnóstico a la persona y/o a su familia, en la medida que la
clínica vaya cambiando y vayan apareciendo nuevas manifestaciones, será necesario volver a
contextualizar lo que está sucediendo.
3. Al explicar el diagnóstico, relacionar esto con las alteraciones que presenta la persona de
modo que se haga más fácil su comprensión. Por ejemplo, “ ¿recuerda que usted me mencio-
nó que la memoria no estaba muy buena? De los exámenes realizados hemos visto que
hay algunas dificultades en algunas tareas… esto sugiere que usted tiene un TNCM/demencia,
lo cual implica que existe una alteración en algunas habilidades del cerebro, lo que explica
por qué hay tareas que antes no le costaban y ahora sí. Lamentablemente esta situación
no es curable, pero sí podemos hacer muchas cosas para que usted y su familia, estén de la
mejor manera posible”.
ETAPA DE
ÉNFASIS DE LAS ESTRATEGIAS PSICOSOCIALES
PROGRESIÓN
• Apoyo post-diagnóstico a la persona y entorno familiar: consejería, educación
sobre la enfermedad y sus implicancias, soporte emocional. Vinculación con
recursos co-munitarios, redes sociales y de salud.
• Evaluar nivel de autonomía en actividades ajustadas para promover una
participación y desempeño seguro.
• Revisión de aspectos legales y financieros.
• Control de morbilidad.
Dentro de los abordajes no farmacológicos existen distintos tipos de estrategias. Por ejemplo, las
terapias de estimulación (ejemplo, estimulación cognitiva, ejercicio físico, participación social, re-
miniscencia) tienen como premisa el alcanzar la preservación o incremento de habilidades cogni-
tivas y funcionales de la persona con demencia, y mejorar síntomas anímicos y desempeño físico
en el corto plazo. Las terapias compensatorias (ejemplo, adaptación de la actividad, modificación
del entorno de apoyo) buscan modificar el entorno de interacción a las capacidades remanentes
de la persona con demencia con el fin de reducir a corto y mediano plazo la manifestación de sin-
tomatología neuropsiquiátrica e incrementar la calidad de vida. Así mismo existen modalidades de
intervención dirigidas a los cuidadores (ejemplo, del tipo educativas o cognitivo conductuales), que
tienen como fin reducir sintomatología psicológica, incrementar el grado de conocimiento y bien-
estar psicosocial, mejorar la percepción de autoeficacia y dejar capacidad instalada para mejorar la
calidad de vida durante el cuidado.
De acuerdo a los formatos de entrega, estas intervenciones pueden tener uno o más componentes o
modalidades de ejecución, pudiendo ser de carácter individual o grupal, y en formato unicomponen-
te (una sola modalidad de intervención) o multicomponente (varias modalidades). En relación a
parámetros psicológicos, conductuales, y de calidad de vida, las terapias compensatorias y dirigidas
a cuidadores y cuidadoras, en un formato individual y multicomponente, han mostrado ser las más
efectivas (19). Terapias de estimulación cómo la estimulación cognitiva ha demostrado algunos re-
sultados positivos en la cognición en etapas leves, y resultados en síntomas anímicos en etapas le-
ves y moderadas de la enfermedad. Sin embargo, deben ser prescritas con precaución y responsa-
bilidad, puesto no todas las terapias de estimulación cognitiva han demostrado ser efectivas y pue-
den generar expectativas irreales para la persona y sus familias (20).
Para el manejo de los síntomas cognitivos existen medicamentos conocidos como “antidemencian-
tes” o “fármacos específicos para demencia”. Este grupo de medicamentos ha mostrado efectos
en el enlentecimiento del deterioro cognitivo y reducción de síntomas neuropsiquiátricos a lo largo
del transcurso de la demencia. No obstante, este efecto puede ser modesto y variable
dependiendo de cada caso. El tipo y tamaño de la efectividad alcanzada dependerá de factores
propios de la persona como el tipo de demencia, tipo de sintomatología, el estadio en el que se
encuentra, y su estado de salud y nutricional, así como de factores propios del medicamento como
su mecanismo de acción, dosis, interacciones farmacológicas, y potenciales efectos adversos.
216 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Los antidemenciantes actualmente aprobados y más utilizados son los inhibidores de la acetilcoli-
nesterasa (donepezilo, rivastigmina, y galantamina) y el modulador de la transmisión glutamatér-
gica (memantina) (21). En junio del 2021, el organismo de los Estados Unidos Food and Drug Admi-
nistration (FDA), aprobó el primer tratamiento anti demenciante modificador de la enfermedad y
dirigido a la remoción del depósito beta amiloídeo característico de la enfermedad de Alzheimer. Si
bien este tratamiento mostró algunos resultados positivos en la función cognitiva de personas en
estadios leves de la enfermedad, aún existe mucha controversia con respecto a su eficacia y costos.
Por ende, se encuentra en una etapa muy temprana de utilización como para ser considerado un
tratamiento de prescripción masiva entre las personas con esta condición.
Recursos de interés:
• www.alz.org
• www. demencias.cl
• Caregiver Training (Spanish) | UCLA Alzheimer’s and Dementia Care Program
o https://www.youtube.com/watch?v=X0QN-
iQNOhU&list=PLw0lBK4PlwF7VgBL8sA0fULqDfNhK wcCL
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h369
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 219
Fernando Henríquez
Psicólogo, Magister en Neurociencias.
Laboratorio de Neuropsicología y Neurociencias Clínicas (LANNEC), Departamento de Fisiopatología - Institu-
to de Ciencias Biomédicas (ICBM), Departamento de Neurociencias Oriente, Facultad de Medicina, Universi-
dad de Chile.
Laboratorio de Neurociencias Cognitiva y Evolutiva (LaNCE), Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medi-
cina, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Gonzalo Forno
Psicólogo, Universidad de los Andes.
Master en Neurociencias Social, Universidad Diego Portales.
Laboratorio de Neuropsicología y Neurociencias Clínicas (LANNEC), Universidad de Chile.
Doctorando en Medicina e Investigación Traslacional, mención Neurociencias Clínicas y Experimentales,
Universidad de Barcelona, España.
Profesor escuela de psicología Universidad de los Andes, Chile.
Andrea Slachevsky
Neuróloga, Doctorada en Neuropsicología en la Université Pierre et Marie Curie de Paris.
Coordinadora de la Clínica de Memoria y Neuropsiquiatría, Hospital Salvador, Universidad de Chile
Directora Laboratorio de Neuropsicología y Neurociencias Clínicas (LANNEC), Universidad de Chile.
Investigadora Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO).
Académica e Investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile
Neuróloga Clínica Alemana
VicePresidente en Corporación Profesional de Alzheimer y Otras Demencias (Coprad)
220 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Ideas centrales
• La neuropsicología es un área de estudio en la que confluyen diferentes disciplinas, ta-
les como la neurología cognitiva, la psicología cognitiva y la psiquiatría. Todas comparten
como idea central la noción de que la neuropsicología estudia la relación entre cerebro y
conducta.
• El uso de la evaluación neuropsicológica en personas mayores se enfoca principalmente
(aunque no exclusivamente) en el estudio de las demencias.
• La evaluación neuropsicológica no busca establecer si existe o no daño orgánico cerebral
(también conocido como DOC). La neuropsicología, por lo tanto, no busca establecer si
existe o no un daño permanente en el cerebro. Lo que busca es reflejar el rendimiento
de una persona en un determinado momento, como una fotografía, o “muestra represen-
tativa” de lo que puede ocurrir en la vida cotidiana.
• La evaluación cognitiva es el método de estudio de la neuropsicología clínica, y con-
siste en el estudio de las consecuencias que se observan en las funciones cognitivas, el
comportamiento y las emociones debido a las anormalidades en la estructura y/o función
cerebral.
• Los test de screening fueron desarrollados como instrumentos de evaluación breve y sim-
ple, permitiendo la detección temprana de pacientes con deterioro cognitivo y/o demen-
cia, siendo administrados principalmente en población de alto riesgo o bajo sospecha.
• Los test de screening deben ser válidos, confiables, sensibles y específicos.
• Para realizar una entrevista clínica a personas con deterioro cognitivo y demencia, es im-
portante considerar: el setting, la estructura de la entrevista, las variables demográficas
en las que vive la persona, detectar problema/motivo de consulta, caracterización del pro-
blema, inicio y progresión, evaluar el desempeño en las Actividades de la Vida Diaria (AVD),
conocer el funcionamiento pre mórbido, recabar antecedentes médicos relevantes, an-
tecedentes familiares, conocer los medicamentos que toma, conocer el comportamiento,
colaboración, conciencia y estado de alerta.
• Principales errores durante la evaluación cognitiva son: no registrar todo, considerar sólo
el puntaje final para la interpretación del test, cambiar las instrucciones de los test.
• Las condiciones donde no es recomendable realizar una evaluación neuropsicológica son:
cuando el o la paciente está severamente afectado, cuando el diagnóstico está claro,
cuando presente estrés y/o ansiedad, cuando ya se le realizó una evaluación neuropsicoló-
gica reciente (<de 6 meses), cuando existe una baja probabilidad de anormalidad, y cuando
la persona presenta confusión o psicosis.
En este contexto, la evaluación neuropsicológica tiene un rol importante pues contribuye al diag-
nóstico diferencial y a establecer la presencia o ausencia de deterioro cognitivo en la persona mayor
(11)(12)(13), identificando tanto los dominios cognitivos que se mantienen indemnes, como aque-
llos que se encuentran comprometidos, lo que se conoce como “perfil cognitivo”. Esta evaluación
también ayuda a determinar la presencia de otros factores psíquicos que influyen en el deterioro a
investigar (como por ejemplo la depresiva con afectación cognitiva), contrariamente a lo que se ha
enseñado tradicionalmente.
Es importante iniciar este capítulo diciendo que la evaluación neuropsicológica no busca es-
tablecer si existe o no Daño Orgánico Cerebral (DOC). Este concepto está completamente en
desuso desde el punto de vista teórico y, sin embargo, es frecuente encontrar reportes neuro-
psicológicos estableciendo o descartando la presencia de DOC. La principal razón para descartar
este concepto, se sustenta en la idea de que catalogar una conducta como “orgánica” está cargado
de estigma. Las razones por las que pueda haber un desempeño por debajo de lo esperado en un
test en específico son múltiples (14), y no siempre el déficit cognitivo es de carácter irreversible
(y la etiología no será conocida a partir de ningún test neuropsicológico). Al plantear que es "orgá-
nico”, alude a que efectivamente es algo irreversible, etiqueta de la cual es difícil deshacerse.
Por otra parte, este concepto es inespecífico. Sólo alude a que el funcionamiento cerebral es
anormal, pero no da cuenta de perfiles cognitivos. Es tan útil como decir que una persona con
fiebre “está enferma”.
antecedentes que se tengan, y no sólo desde el resultado cuantitativo de una tarea (15).
Los instrumentos de evaluación cognitiva, o pruebas neuropsicológicas, son una de las principales
fuentes de información, junto con la entrevista clínica, el reporte del propio paciente (18), su com-
portamiento observado durante la entrevista, y la información entregada por un o una informante
confiable (habitualmente un familiar, cuidador o cuidadora). Estos test permiten evaluar cuantitati-
va y cualitativamente las funciones cognitivas y el comportamiento de las personas (18) teniendo
fines diagnósticos (diagnóstico diferencial entre distintos tipos de demencia), hacer el seguimiento
progresivo de la enfermedad (evolución de la disfunción), y la evaluación de las intervenciones te-
rapéuticas dirigidas a los y las pacientes (usos de fármacos, terapias cognitivas y programas con-
ductuales), generando con esto un adecuado abordaje tanto médico y social, así como también una
adecuada evaluación de las capacidades funcionales de la persona en estudio (17)(19).
Es por esto que, en el año 1984, cuando se establecen los criterios diagnósticos de la NINCDS-
ADRDA (20) para la enfermedad de Alzheimer, los test cognitivos adquieren una importancia en el
estudio del deterioro cognitivo ya que, para poder hablar de enfermedad de Alzheimer probable,
ésta deberá estar; a) avalada por los datos del examen clínico; b) documentada por el Mini mental
(MMSE), o una prueba similar y; c) confirmada por una evaluación neuropsicológica (16).
Así, los test de evaluación cognitiva adquirieron un gran reconocimiento por parte de la comunidad
científica, ya que estos permitirían, principalmente los test de screening, la detección temprana de
posibles casos que estén bajo sospecha de demencia (22). La identificación se llevaría a cabo a tra-
vés de la detección del deterioro cognitivo, permitiendo un diagnóstico diferencial y conociendo si
la causa del deterioro requiere o no de una mayor atención, lo que contribuiría finalmente al
proceso de diagnóstico de la enfermedad (19).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 223
En suma los instrumentos de evaluación cognitiva se dividen principalmente en dos grupos (16):
1. Los test de screening que permiten detectar el deterioro a través de una evaluación breve de
las funciones cognitivas.
2. Las pruebas de profundización, que conforman las baterías neuropsicológicas y los protocolos
de evaluación de dominios cognitivos específicos.
El presente capítulo se centrará en el primer grupo de instrumentos, los test de screening, ya que
permite tener un panorama general de las funciones cognitivas (23).
Brevedad y simplicidad en su aplicación (16)(19)(23)(24)(27). Esto debido a que los y las profesio-
nales que administran estos instrumentos, no disponen de grandes periodos de tiempo. Además es
necesario que sean de fácil aplicación y que no requieran de un gran entrenamiento para su uso. Todo
esto es relevante para la identificación de manera rápida y simple de las personas con demencia o
trastornos cognitivos, especialmente por parte de los y las profesionales que tengan acceso a
estas personas; profesionales de la medicina, enfermería y profesionales de los centros de
atención primaria de salud (23).
Otra característica importante es que el test sea aceptado por la población evaluada (23)(24)(27).
Al mismo tiempo no debiera requerir de una gran cantidad de materiales para su utilización. Ac-
tualmente existen excelentes test de screening, pero en algunas ocasiones son rechazados ya que
su aplicación requiere de la presencia de materiales especializados, entre los que se
encuentran: software de alto costo, cuadernillos, tarjetas, objetos reales entre otros. En el mejor
de los casos no debiera requerir más que un lápiz y papel (23).
Seguir los principios básicos de toda evaluación cognitiva (neuropsicológica); tales como los si-
guientes (16)(17)(18)(23)(25)(27)(28):
• Válidas: es decir que el test mide realmente la función en estudio y que sus resultados reflejen
las reales capacidades de las personas, y que no están influidos por el evaluador o evaluadora
u otras variables externas.
• Confiables: es decir que la evaluación evite los errores azarosos y los resultados sean replicables.
• Sensibles: es decir ser capaz de detectar una alta proporción de individuos con una enferme-
dad; sin embargo puede tener la desventaja de considerar enfermas a personas que son sanas
(situación que se conoce como “falsos positivos”)
224 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
• Especificidad: es decir ser capaz de identificar correctamente a las personas sanas; sin
embargo puede fallar en la detección de pacientes con algún trastorno específico (lo que se
conoce como “falsos negativos”).
En una evaluación cognitiva se aconseja comenzar con una serie de test de screening, con el
objetivo de tener una visión global del funcionamiento cognitivo, y ver si existe la presencia o no
de un deterioro respecto a lo que se esperaría en un sujeto sano. En un segundo momento, y en
función de los resultados obtenidos, se podrían definir los test específicos o baterías
neuropsicológicas pertinentes a la situación clínica en estudio (17)(18). Esto último, por supuesto,
dependerá del contexto en el que se realice la evaluación, pues en la atención primaria de salud es
improbable que sea posible pasar a una evaluación más exhaustiva, mientras que en una Unidad de
Memoria (atención secundaria) es esperable que se haga una evaluación más allá del screening.
La relevancia de realizar una evaluación cognitiva con test de screening, consiste principalmente
en detectar y diferenciar las alteraciones generadas por un síndrome demencial, de la declinación
normal que ocurre conforme avanza la edad (16) (19).
El principal desafío en la utilización de este tipo de herramientas, es poder detectar y ayudar a esta-
blecer el diagnóstico eficaz de un síndrome demenciante antes de que se cumplan sus criterios clí-
nicos específicos (17)(27), ya que por definición una demencia puede ser diagnosticada sólo cuando
las alteraciones cognitivas son lo suficientemente intensas como para alterar la funcionalidad en
las Actividades de la Vida Diaria (AVD).
En la actualidad se cuenta con una gran cantidad de test de screening, los que permiten diferenciar
a las personas normales (sin deterioro) de las personas con deterioro cognitivo (29). Sin embargo,
también muchos de estos test poseen importantes debilidades que limitan su aplicación (30). La
mayoría de estos son poco sensibles y/o requieren de mucho tiempo y de un personal entrenado
para su administración y puntuación (31), además no se encuentran adaptados a la cultura donde
se utilizan, situación que limita sus usos, especialmente en los centros de atención primaria
(32). Es importante recalcar que ninguna escala o screening o test es suficiente por sí solo para
establecer diagnóstico de deterioro cognitivo. Se debe evaluar en conjunto con otras condiciones
biomédicas y sociales. Para mayor detalle respecto de algunos test de screening útiles en la
evaluación de personas con sospecha de demencia, revise la tabla 1 en la siguiente página.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 225
DOMINIO
NOMBRE DATOS PSICOMÉTRICOS COMENTARIOS
QUE EVALÚA
1. Punto de corte de 21
puntos, sensibilidad (93%) y
especificidad (46,1%).
2. Normas Sesgo de escolaridad.
61-90 años y 0-4 años de
Minimental Eficiencia escolaridad: 19 puntos.
cognitiva No evalúa funciones ejecutivas.
(MMSE) global 5-8 años de escolaridad: 22
puntos.
9-12 años de escolaridad: 26 Tiempo aplicación: 10 min.
puntos.
>12 años de escolaridad: 28
puntos.
Eficiencia Versión que incluye MMSE.
Punto de corte 76 (sensibilidad (problemas por derecho de autor)
ACE -R cognitiva
92% y especificidad 93%.)
global Tiempo aplicación: 15 a 20 min.
Versión no incluye MMSE.
Punto de corte de 86 el
Eficiencia Publicación chilena en elaboración
instrumento tiene una
ACE – III cognitiva (actualmente disponible
sensibilidad de 98,5% y una
global publicación chileno-argentino).
especificidad de 82,01%.
Tiempo aplicación: 15 a 20 min.
1. Corrección:
<8 años de escolaridad +2
Eficiencia 8-12 años de escolaridad +1 Prueba requerirá certificación
Moca cognitiva
punto de corte para DCLa <21 para su aplicación a partir del año
global
punto de corte para EA leve 2020.
<20.
Ineco Screening Puntaje de corte 18
Frontal Funciones (sensibilidad 90%; Tiempo aplicación: 10 min.
Screen ejecutivas especificidad 86%)
1. Punto de corte de 4
puntos, sensibilidad (96%) y
Memory Screening especificidad (86%).
Impairment Memoria Tiempo aplicación: 4 min.
Screen episódica 2. Punto de corte de 4
puntos, sensibilidad (82%) y
especificidad (75%).
Frontal Screening
Assessment Funciones Puntaje de corte 17 puntos.
Battery ejecutivas
El 2018 se desarrolló un proyecto
The Rowland
21/22 puntos para discriminar de tesis (Sepúlveda, C.. 2018).
Universal Eficiencia
demencia, con una sensibilidad No se cuenta con un estudio
Dementia cognitiva
del 94,5% y una especificidad de normalización nacional ni
Assessment global
del 75%. validación con grupos clínicos
Scale (RUDAS)
Tiempo aplicación: 5-10min.
Screening punto corte para DCLa <36. No cuenta con validación chilena.
TAM
memoria punto corte para EA <28- Tiempo aplicación: 5-10min.
Por ello, es importante contar y utilizar mejores pruebas de screening para la evaluación de perso-
nas con demencia y/o deterioro cognitivo, que sean breves y simples en su aplicación, pero a la vez
sensibles y específicos en la detección del deterioro en estados iniciales (25)(31)(49)(50). Para ello
se han desarrollado instrumentos que no requieren de mucho tiempo y de un personal o equipos
especializados para su administración y puntuación, lo que les permite ser incorporados de manera
efectiva en distintos contextos de atención de salud (32).
Si bien los test seleccionados son importantes para la detección de deterioro cognitivo, dichos test
deben ser interpretados considerando el contexto del sujeto. Debemos intentar comprender quién
ha sido la persona que estamos evaluando en términos de logros académicos y laborales, a fin de
tener una aproximación a su reserva cognitiva. Si bien este es un elemento más bien cualitativo, es
sumamente importante a la hora de interpretar los resultados. Algunas herramientas que ayudarán
a esto, es la entrevista clínica cognitiva, tema que se desarrollará a continuación.
Establecer y mantener el vínculo con la persona entrevistada es esencial para su cooperación du-
rante la entrevista y administración de los instrumentos. La aproximación a la persona se adaptará
de acuerdo con el encuadre, la familiaridad con la persona que realiza la evaluación, el motivo de
consulta y otros factores asociados (51). La actitud y lenguaje corporal comunican tanto como nues-
tras palabras, por lo que es importante hablar de una manera amable y respetuosa. Se debe cuidar la
expresión facial, el tono de voz y el contacto físico respetuoso, ya que éstos apoyan el mensaje que
queremos brindar y muestran afecto. Considerar también transmitir tranquilidad y ser pacientes,
dejando tiempo para que la persona pueda comprender y/o interactuar. El establecimiento de
un adecuado vínculo asegura la cooperación y el interés de la persona evaluada.
En el proceso de evaluación cognitiva se pueden distinguir tres etapas diferentes: (a) obtención de
la historia clínica y el establecimiento de una relación positiva con el o la paciente (a través de la
entrevista clínica); (b) aplicación y posterior calificación de las pruebas y cuestionarios; (c) análisis e
interpretación de los resultados, la elaboración del informe y la devolución de los resultados. En este
capítulo nos centraremos en las etapas “a” y “b”.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 227
b. Estructura de la entrevista
La entrevista clínica se constituye como uno de los instrumentos diagnósticos más importantes con
el que cuenta un o una profesional de salud durante una evaluación cognitiva. A través de esta se
obtiene la más completa información sobre la historia clínica (anamnesis) de la persona
evaluada (médica, psicosocial, funcional entre otros), y las variables mediadoras; tales como la
edad, el funcionamiento premórbido, el nivel de escolaridad, el estado funcional, entre otras. Sin la
obtención y comprensión global de esta información resultaría totalmente imposible poder
interpretar los resultados de cualquier instrumento de evaluación cognitiva (test) (52).
Esta herramienta tiene por objetivo obtener una visión global de la persona evaluada del momento
actual, específicamente a través de la obtención de información relevante, válida y confiable acer-
ca de el entrevistado o la entrevistada y sus dificultades, pero también información acerca de
los patrones conductuales, psicológicos y habilidades motoras y cognitivas previas al inicio de una
condición médica actual, lo que nos permitirá poder descartar la posible existencia de dificultades
previas, como por ejemplo alteraciones de adaptación social (consumo de alcohol y otras drogas,
trastornos psiquiátricos, dificultades sociales entre otros), los que puedan explicar las dificultades
actualmente observadas (52)(53).
Por lo tanto, con la entrevista se puede obtener un relato y descripción completa de la propia per-
sona evaluada, desde su situación actual (problemas específicos), a problemas previos al motivo de
consulta actual, y la importancia que les concede a todos ellos.
Por otra parte, también es necesario entrevistar de manera independiente a un o una familiar y/o
informante confiable de la persona en estudio, esto porque es frecuente observar diferencias signi-
ficativas entre la información entregada por el o la informante y las persona con lesiones
cerebrales, por ejemplo, observar una gran subestimación de las dificultades cognitivas por
parte de el o la paciente (52).
Finalmente, la entrevista nos permitirá en primer lugar, obtener la información necesaria para
poder constituir una anamnesis completa de la persona en estudio, su evolución en el tiempo. En
segundo lugar nos permitirá contrastar el grado de acuerdo entre las dos fuentes de información
(persona evaluada e informante), constituyéndose como un elemento esencial para conocer el
grado de autoconciencia de las dificultades que tiene la persona con la enfermedad.
c. Variables demográficas
Entre las variables demográficas más importantes para recabar, encontramos:
i. La edad (existen diferencias cerebrales entre personas jóvenes y personas mayores): esta va-
riable es relevante porque puede permitir dar cuenta de la plasticidad cerebral, la vulnera-
bilidad a ciertos eventos y la respuesta a variadas lesiones cerebrales. El procesamiento de
la información (y su velocidad) cambia con la edad en un mismo individuo (54), por lo que la
interpretación de los resultados de los instrumentos utilizados deberá ser realizada en fun-
ción al grupo etario de la persona evaluada.
ii. Nivel educativo: el que nos permite inferir posibles variables pre mórbidas, factores de pro-
tección o de riesgo después de una alteración o lesión cerebral. Esta variable generalmente
es medida con la cantidad de años de escolaridad a partir de primero básico (o primero de
preparatoria).
228 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Asociado a esta última variable, se encuentra también el nivel sociocultural, el que no está reflejado
necesariamente por los años de estudio, sino que se refiere al nivel de exigencia intelectual de la ac-
tividad o profesión realizada por el individuo, y las actividades culturales y de ocio durante el
tiempo libre. Todos estos factores se denominan reserva cognitiva (55), por lo que es relevante
conocer y obtener información en relación con este punto, ya que se sabe que, al existir una
mayor reserva cognitiva, existe una mayor resistencia a las enfermedades cerebrales.
De esta manera, podríamos tener un caso de una persona con 4 años de escolaridad, pero que toda la
vida trabajó en una empresa en la que fue ascendiendo, y en la que finalmente se desempeñó como
administrativa de confianza, a cargo de otras personas. Se recomienda, por lo tanto, profundizar en
las capacidades que ha desarrollado la persona en su vida, las tareas que ha desempeñado, los pasa-
tiempos que pudieran traducirse en una mayor reserva cognitiva, entre otras cosas.
Esta información es fundamental para una correcta interpretación de los resultados obtenidos, evi-
tando falsos positivos y falsos negativos.
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 229
i) Antecedentes familiares
Los antecedentes familiares, especialmente los que por su importancia (trastornos neurológicos o
psicológicos) pueden resultar en factores de riesgo para la presencia o aparición de alteraciones
cognitivas o psiquiátricas en la persona evaluada. Además, esta información facilita poder sospechar
la existencia de factores ambientales que puedan explicar la cronificación y mantenimiento de la
sintomatología actual de la persona en estudio (56).
j) Medicamentos
La información con relación a los medicamentos en general, como también de los psicofármacos,
son relevantes a la hora de realizar una evaluación cognitiva. Esta información será de real interés a
la hora de conocer y comprender algunos comportamientos que tenga la persona evaluada durante
una entrevista clínica o administración de los test cognitivos. El tratamiento psicofarmacológico
podría explicar la conducta y rendimiento frente a una evaluación cognitiva. Los medicamentos de
enfermedades crónicas (HTA y diabetes), podría explicar también algunos déficit o posibles factores
de riesgo futuros.
Si pensamos que los errores cometidos guardan relación con un problema sociocultural, es muy pro-
bable que el test no esté reflejando las reales capacidades del sujeto. En ese caso, recomendamos
consignar esto dentro del reporte. Recordemos que evaluar es mucho más que pasar pruebas, y es
necesario dar un significado al puntaje total, aportando toda la información de la que disponemos
para poder hacer una correcta interpretación de los resultados.
Muchas veces los estímulos elegidos son de baja frecuencia de uso, precisamente para poder discri-
minar mejor. Si todos los estímulos fueran de fácil acceso por ser frecuentemente empleados en la
vida cotidiana, es posible que la persona encuentre la respuesta correcta sólo por azar, sin permitir-
nos identificar cual es la dificultad genuina.
Las variables personales mencionadas anteriormente, como las dificultades médicas, la edad y
el nivel educacional, y también otras variables, como el nivel sociocultural, el origen étnico, el nivel
cognitivo pre mórbido y el sexo (18). Cabe realizar una distinción entre en nivel educacional,
medido como la cantidad de años de escolaridad, y el nivel sociocultural de la persona, que
considera además de los años formales de educación, la exigencia intelectual que es ejercida por
el oficio o profesión que se lleva a cabo, así como también en las actividades culturales y de ocio
que realiza la persona durante su tiempo libre. Como se mencionó anteriormente, el efecto del
conjunto de estos factores es lo que se denomina “reserva cognitiva”. Se ha establecido que al
tener una mayor reserva cognitiva, se traduciría en una mayor resistencia a enfermedades
cerebrales con alteración de las capacidades cognitivas (55).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 231
Por otra parte, existen las variables de las pruebas, como el “efecto techo y piso”. Una persona con
un buen nivel intelectual (o muy talentoso) puede tener un rendimiento adecuado en el test, porque
este no representa una dificultad para él o ella, y no porque el área cognitiva estudiada esté indem-
ne (efecto techo). Por otro lado, una persona puede presentar rendimientos disminuidos en un test
porque este es muy difícil para el o ella, y no porque presente una alteración del área cognitiva en
estudio (efecto piso) (18).
En resumen, para hacer un apropiado uso de los instrumentos y extraer la mayor cantidad de infor-
mación posible de ellos, es indispensable considerar el contexto, las variables personales del eva-
luado y las características de las pruebas, siendo rigurosos en su aplicación y analizar minuciosa-
mente cada uno de los diferentes ítems y sus resultados a la luz de la teoría.
Así mismo, es importante considerar que una evaluación neuropsicológica exhaustiva no es recomen-
dable bajo ciertas condiciones, tal como se ilustra en la tabla 2 adaptada de Zuchella et al., 2018 (63).
232 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
INSTANCIA DESCRIPCIÓN
- La evaluación no será (o muy poco) informativa.
Paciente severamente
afectado - Cuando el costo del paciente excede el posible beneficio de la evaluación
(fatiga, ansiedad, sentimiento de no rendir como debería, entre otros).
Cuando el diagnóstico - Al momento de la posible evaluación ya se tiene un diagnóstico claro de
está claro la afectación del paciente.
Estrés y/o ansiedad - Está claro el diagnóstico y el o la paciente claramente fallará en la evaluación.
- Declive cognitivo significativo en un corto tiempo, con un nuevo evento
Evaluación neurológico o una demencia de progresión rápida.
neuropsicológica
reciente (<de 6 meses) - Efectos de aprendizaje en el poco tiempo de intervalo entre las evaluaciones,
esto excepto si se usan versiones paralelas de los test.
- Historia clínica excluye condición cognitiva o neurológica.
Baja probabilidad de
anormalidad - Considerar evaluación cognitiva sólo si la evaluación es la única forma de
restaurar la salud individual acerca del deterioro cognitivo.
La evaluación neuropsicológica será inválida y podría exacerbar el cuadro o
Confusión o psicosis
fomentar conducta anormal.
Fuente: Elaborado en base a la daptadación de Zuchella et al., 2018 (63).
En el caso de una Enfermedad de Alzheimer, por otro lado, lo que destaca desde el inicio es la al-
teración en las funciones mnésicas, donde lo que predomina es la grave dificultad en consolidación
de la información recientemente aprendida. Esto se traduce en rendimientos muy bajos en
recuerdo libre, que no logra mejorar con la presencia de claves semánticas (69).Para mayor detalle
acerca de la clínica de depresión versus demencia, puede revisar la tabla 4.
Esto tiene relevancia en el estudio de las demencias, toda vez que cada tipo de demencia se asocia a
un perfil cognitivo característico y, aunque no siempre estos perfiles se cumplan a cabalidad, si son
orientadores respecto de lo que se esperaría en los resultados de una persona con un determinado
diagnóstico (y lo que no se esperaría). Un buen ejemplo, es el de la Demencia tipo Alzheimer, que
como ya se comentó en el capítulo anterior (3.8.), tiene como característica una alteración temprana
y significativa de la memoria episódica verbal. Por lo tanto, si se sospecha que una persona tiene
este tipo de enfermedad, y la neuropsicología muestra que los resultados en memoria son com-
pletamente normales, es improbable que entonces esa hipótesis diagnóstica se confirme. Esto no
quiere decir que en el futuro la persona no pueda desarrollar la enfermedad, o que estos resultados
en esa persona no vayan a cambiar en el tiempo, pero al menos en ese momento en que se tiene ese
resultado, probablemente la neuropsicología contribuiría al diagnóstico diferencial.
Es muy importante conocer los distintos perfiles cognitivos tanto para interpretar los
resultados, como para saber si se requiere de una mayor profundización en el estudio. En
la t a b l a 5 se muestran las principales características clínicas y neuropsicológicas de la
demencia tipo Alzheimer, la demencia por Cuerpos de Lewy, la demencia Vascular y la
Demencia frontotemporal variante conductual.
DEMENCIA
DEMENCIA DEMENCIA POR
DEMENCIA FRONTOTEMPORAL
TEMA TIPO CUERPOS DE
VASCULAR VARIANTE
ALZHEIMER LEWY
CONDUCTUAL
alteración
Síntomas Confusión inicial. conductual,
cognitivos,
Síntoma inicial Olvidos Según localización desinhibición, apatía,
psicóticos o
de la lesión falta de cognición
motores
social
Inicio Insidioso Insidioso o brusco Brusco Insidioso
Progresión Gradual Fluctuante, rápida Escalonada Gradual, rápida
Cortical y/o Según localización Estructuras
Daño Cortical
subcortical de la lesión frontotemporales
Alterada o
Atención Conservada Alterada Alterada
fluctuante
Globalmente
Memoria episódica Alterada Alteración leve Al inicio preservada
conservada
DEMENCIA
DEMENCIA DEMENCIA POR
DEMENCIA FRONTOTEMPORAL
TEMA TIPO CUERPOS DE
VASCULAR VARIANTE
ALZHEIMER LEWY
CONDUCTUAL
Deterioro
Funciones
leve o Alteradas Alterada Alterada
ejecutivas
conservada
Puede
Trastorno del
presentar Probable Síntomas depresivos Euforia, apatía
ánimo
irritabilidad
Si, desinhibición,
Trastornos Puede presentar al
Ausencia Frecuente apatía, pobre
conductuales inicio
cognición social
Síntomas En etapas
Frecuente Infrecuente Infrecuente
psicóticos avanzadas
Deterioro Leve al inicio,
Funcionalidad Comprometida Al inicio conservada
progresivo evolución rápida
Este tipo de herramienta tiene múltiples ventajas: por un lado, permite el acceso a un o una profe-
sional de la neuropsicología, cuya disponibilidad a nivel global es escasa (74). Gracias a este tipo de
estrategia, es posible que las personas que viven en zonas rurales o geográficamente distantes de
los hospitales base tengan acceso a esta prestación, asegurando que se entregue un servicio.
Sin embargo, es innegable que existen múltiples barreras que impiden la masividad del uso de tele-
neuropsicología a persona mayores en Latinoamérica, como por ejemplo:
• Falta de equipamiento audiovisual apropiado y acceso a internet en la población de mayor
vulnerabilidad socioeconómica.
• Falta de cultura digital.
• Falta de familiaridad con la tecnología por parte de las personas mayores.
• Escaso control del entorno cuando la evaluación se desarrolla en la casa.
• Falta de compromiso individual y/o familiar para colaborar con la modalidad.
236 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Diversos estudios han demostrado que las características psicométricas de diferentes test se man-
tienen de forma robusta, tales como los test Minimental, Moca, Test de Denominación de Boston,
Fluencia fonológica, Span de Dígitos (77). Sin embargo, la mayoría de las publicaciones se han cen-
trado en poblaciones de habla inglesa, y se requiere de mayor investigación respecto de cómo se
comportan estos test en la población latinoamericana.
Probablemente uno de los aspectos relevantes a la hora de desarrollar la evaluación, y que permita
asegurar la validez de las pruebas, es protocolizar ciertos aspectos de la evaluación para disminuir
en lo posible la variabilidad respecto del desarrollo en un contexto presencial. En el contexto de la
pandemia COVID-19 han surgido diversas guías clínicas acerca de cómo programar y ejecutar este
tipo de intervenciones, las que se recomienda revisar antes de aplicar este tipo de metodología (73)
(78)(79).
Parte 3. Problemas y trastornos frecuentes en las personas mayores 237
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241 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
ANEXOS
ANEXO 1: OFERTA PROGRAMÁTICA EN SALUD PARA EN PERSONAS MAYORES
Programa Año inicio Propósito
Prevenir morbilidad, discapacidad y muertes secundarias a
enfermedades inmunoprevenibles relevante a la población
Programa Nacional de
1978 residente en Chile, a lo largo del ciclo vital (Decreto Exento N°6
Inmunizaciones (PNI)
de 2010), esto alineado con el cumplimiento de los Objetivos
Sanitarios de la década.
Programa de
Mantener el óptimo estado nutricional de micronutrientes
Alimentación
1999 para personas mayores a través del acceso a alimentos sanos,
Complementaria del
seguros y especializados.
Adulto Mayor (PACAM)
Otorgar a las personas con dependencia severa, cuidadores y
Atención domiciliaria
familia, una atención integral en su domicilio en el ámbito físico,
personas con 2006
emocional y social, mejorando su calidad de vida, potenciando
dependencia severa
así su recuperación y autonomía.
Favorecer la reinserción familiar y a la comunidad de los y
las pacientes sociosanitarios que tras un periodo de tiempo
Camas sociosanitarias 2015
determinado se encuentran en condiciones de egreso del
establecimiento hospitalario.
“Programa Más
Prolongar la autovalencia de la persona mayor de 60 y más años
Adultos Mayores 2015
a través de una intervención promocional y preventiva.
Autovalentes”
Mejorar la calidad de vida de personas con demencia y su
“Plan Nacional de
2017 cuidador o cuidadora/familiar, mediante el acceso a una
Demencia”
atención socio sanitaria integral y continua.
Que las personas cuenten con cuidados integrales, integrados,
continuos, centrados en ellas con capacidad de innovacion que
“Estrategia de Cuidado
incorpore las necesidades del entorno, garantizando la calidad
integral centrado en
de la atención y la eficiencia. Todo ello en el marco de responder
las personas para la
a las necesidades que genera el fenómeno de la cronicidad en
promoción, prevención 2019
las personas, sus cuidadores, el equipo de salud y la población
y manejo de la
en general. Agrega como prestaciones el ingreso y control
cronicidad en contexto
integral, plan de cuidados integral consensuado, seguimiento
de la multimorbilidad”
a distancia y gestión de casos según lo determinado en la
estratificación de riesgo.
Fuente: MINSAL, Plan Nacional de Salud Integral para Personas Mayores y su Plan de Acción 2020-2030.
Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores 244
Fuente: Ministerio de Salud-Servicio Nacional de Drogas y Alcohol. Orientaciones técnicas de los planes de tratamiento y rehabilitación
para personas adultas con problemas derivados del consumo de drogas y alcohol. 2019.
245 Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores
Fuente: Ministerio de Salud (MINSAL). Intervenciones breves para reducir el consumo de alcohol de riesgo: Guía técnica para Aten-
ción Primaria de Salud [Internet]. 2011. Disponible en: https://diprece.minsal.cl/wrdprss_minsal/wp-content/uploads/2016/02/5.-
MINSAL_2011_-Intervenciones-breves-alcohol.pdf
Guía del Envejecimiento y Salud Mental en Personas Mayores 246
Fuente: Ministerio de Salud (MINSAL). Recomendaciones para la prevencipon del suicidio en contexto COVID-19, dirigido a equipos de
atencion de la Red Asistencial ( uso interno, no publicado).