Tae Kwon Do de Un Ciego - HTM

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jueves 11 de octubre de 2007

Sue Aguayo
Se llama Sue Aguayo, es mexicano, tiene 29 años, es ciego total y este
próximo fin de semana le va a "partir la cabeza" a más de un luchador sin
ninguna minusvalía en el Abierto Internacional de Argentina de Taewkwondo.

Así, este "Manito Lee" realizará combates ante adversarios de visión normal.
Para ello, sus rivales llevarán cascabeles en un collar. Es la primera vez que
algo así sucede en este deporte en una competición internacional. ¡Y ya era
hora! Es un hecho histórico que Aguayo, ciego desde los 15 años, pueda luchar
con taekwondistas de primer nivel. Y más que quiera estar entre los tres
primeros de su categoría (hasta 67 kilos). Es cinturón negro (primer dan)
desde diciembre del año 2006 y da clases a niños.

"No quiero que me regalen nada, si mis rivales piensan que por estar ciego no
sé patear, están equivocados", sostiene el mexicano, quien además ha sufrido
en el 70 por ciento de su cuerpo quemaduras por un accidente, parte de ellas
se pueden ver claramente en su rostro y en sus manos. "Si me noquean,
asumo los riesgos del taekwondo. Un taikwondoín no pega por pegar porque
eso cansa mucho. Siempre dejo que ellos peguen primero". "A mi contrincante
se le pone un collar con cascabeles y voy escuchando porque he trabajado
mucho en el sentido de la orientación, además mi careta tiene un espacio
mayor en las orejas para tener más audición", comenta. Ya sobre el tatami, el
mexicano oye a su entrenador, quien le indica con palabras claves dónde está
el rival. A sus rivales siempre se les pide que "se muevan porque si se quedan
quietos, entonces si me dejan ciego definitivamente", manifiesta Aguayo, quien
trabaja como músico.
Este atleta perdió la visión de su ojo izquierdo a los cinco años de edad por
estrabismo y un desprendimiento de retina le causó la ceguera total a los 15
años, aunque todavía hoy utiliza anteojos "para cuidar la imagen". Antes de
perder la vista, la familia de Aguayo tuvo un accidente en su vehículo que dejó
al deportista y a su madre con cicatrices de quemaduras en la mayor parte de
su cuerpo y con la mano derecha seriamente lastimada.

(En atletismo ya sucedió algo parecido. Fue el caso del atleta Oscar Pistorius,
sin piernas y con dos prótesis de fibra de carbono. Participó durante los 400
metros lisos de la Golden Gala de Roma (Italia). Estuvo a punto de vencer,
empezó mal pero tras una remontada quedó segundo con un crono de 46.90.

¡Suerte, Aguayo! Patéales bien el culo.

Le dicen el SUE KWON


DO
Por Tatiana Maillard (Revista
Emeequis Especial para El Mañana).- Sue
Aguayo ha repasado muchas veces su historia
singular trazando círculos en el interior de su mente.
Que si asistía a clases de tae kwon do cuando tenía
nueve años. Que si a los diez tuvo un accidente
automovilístico en la carretera a Puebla, en el que
sufrió las severas quemaduras que metamorfosearon
su rostro. Que si a los 15 perdió la vista. Que si en
México sólo existen dos discapacitados visuales que
practican el tae kwon do, y él es uno de ellos.
Que incluso, da clases a grupos de seis u ocho
personas.
“¿Los medios de comunicación me usan? ¿Usan mi
historia? Bueno, si mi accidente y mi discapacidad
van a ser las llaves para alcanzar mis objetivos, le
entro. Pero no espero que sea lo único que les
interese. Y eso depende de mí”.
Su interés radica en promover su actividad como
deportista. Él y Jesús Valdés, un chico de once años
que radica en Ciudad Juárez, son los únicos
taekwondoínes ciegos en el país. La primera vez que
Sue compitió, fue en la Tercera Copa de Superación
Marcial, en mayo de 2005, donde obtuvo el primer
lugar en pelea de exhibición. Y desde entonces se ha
hecho presente en ocho torneos, como invitado. Sus
reconocimientos van desde menciones honoríficas,
un tercer lugar en combate, y varios primeros
lugares en rompimiento y forma. Y casi podría
afirmarse que lo ha conseguido con los ojos
cerrados, literalmente.
Su mano derecha extiende un álbum de fotos. “Es
para que veas que era un niño muy guapo”, dice con
una voz que suena como la de un muchacho atorado
en el umbral que separa la adolescencia de la
juventud. Aunque en términos prácticos, Sue se
unirá al honorable club de treintañeros en un año.
Un niño guapo y serio. Desde su nacimiento presentó
debilidad visual en el ojo izquierdo, a los cinco años
los médicos diagnosticaron que tenía catarata
congénita, miopía, estrabismo y desprendimiento de
retina. En esas fotos, fija esos ojos grandes y negros
en el espectador, vestido de vaquero para uno de
esos bailables que a las escuelas les fascina realizar
los días de la madre. No hay siquiera un esbozo de
sonrisa. Ni en esa foto, ni en las otras: Delante de un
pastel de cumpleaños o rodeado de sus primos.
“No es que fuera serio. Lo que ves ahí es un niño
normal, común y equis. Ahora me siento diferente,
quiero ser diferente... y soy diferente”. Y esto no se
lo debe únicamente al accidente.
El taekwondoín
Sue no percibe más que manchas de colores y
reflejos. Aun así, utiliza lentes de armazón. Desde
muy niño fue sometido a cuatro intervenciones
quirúrgicas hasta que el médico le advirtió cuando
tenía 15 años: “Hasta aquí. No hay esperanza de
salvar tu vista”.
“A partir de la ceguera quise destacar”, dice Sue,
que está convencido de que, para lograr sus
objetivos hay que ver, oír y callar. “Bueno, en mi
caso, sólo pongo en práctica las dos últimas
opciones”, dice con cierto humor que, más que
corrosivo, provoca la sensación de que es muy
inocente. Y en eso ayuda su sonrisa. “La gente
asegura que tengo ángel”, menciona, como si el
ángel fuera la carta de presentación que ha
extendido a medios y patrocinadores para que fijen
los ojos en él, desde que decidió retomar el tae kwon
do, hace tres años. Una disciplina que desde los
nueve no practicaba.
“Tenía pena de asistir a las clases. Porque después
del accidente mi físico era radicalmente diferente a
los demás. Cuando perdí la vista, de plano olvidé
completamente dedicarme a esto”.
Una de las máximas filosóficas populares, es nunca
decir nunca. El 15 de marzo de 2004, después de 16
años de no practicar, Sue se inscribe en el Instituto
Mosai de Tae Kwon Do, bajo el entrenamiento de
Enrique López. Fue el momento idóneo para decir
adiós a los dos litros y medio de Coca-Cola que
consumía en un día y dar la bienvenida a las
mañanas y tardes de preparación física en técnica y
resistencia. Primero de manera individual,
posteriormente en grupo y de ahí, a hacerse
presente en los torneos, invitando previamente a
medios de comunicación.
“Empecé a buscar a los medios. Antes, quería ser el
rockstar, el destacado de la familia, el que todos
admiraran... Sí, tengo un ego muy grande”.
Y unas aletas envidiables para nadar con fluidez en
todos los círculos del deporte y la promoción. Lo
mismo con el entrenador Reynaldo Salazar (el padre
de los reconocidos Iridia y Oscar), que con el
secretario de la Federación Mexicana de Tae Kwon
Do, Jorge Alvarado. Es patrocinado tanto por
Mexicana de Aviación como por el hotel Holiday Inn
de Mazatlán, donde compitió en el Torneo Nacional
de Tae Kwon Do. Su acción es el movimiento
constante.
La reacción es que ahora es una figura constante en
torneos y competencias. Sus contrincantes usan
cascabeles en el peto, cuyo sonido guía a Sue para
ubicarlos. Bajo la plataforma de combate, Enrique
López grita a su alumno qué patada debe aplicar y
en qué parte del cuerpo contrario. Un acto que está
prohibido en el reglamento oficial de este deporte.
Para tener esta concesión, han tenido que dialogar
con los comités organizadores, los directivos y los
jueces, de los encuentros de tae kwon do.
El taekwondoín se coloca de espaldas para mostrar la
inscripción de su camiseta, donde tiene el logo de su
escuela y la aerolínea que lo patrocina. “En todo
paso que doy, pongo mente y corazón”. Está en
español y en braille.
“Mente y corazón son cosas que se requieren en este
deporte. La fortaleza y la actitud, se requieren ante
la vida”.
Sue Kwon Do
Con su dedo, Sue apunta directamente al
interlocutor y dice: “Los medios tienen la culpa de
cómo soy”.
–¿De qué tienen la culpa?
–¡De presionarme! No me gusta ser el centro de
atención. En una escala menor, pero creo sentir lo
mismo que le sucede a las personalidades que
pierden su privacidad.
Cuando habla, Sue no sugiere: afirma. De repente
dice: “Soy tan seguro de mí mismo, que cuando la
riego, estoy seguro de que la regué en serio”. A
veces pierde suelo. “Me pasa que cuando estoy solo,
pensando, me siento superior. Mi ego se engrandece
por unas cuantas horas y luego mi esposa, mi
madre, mi cuñado me ayudan a desinflarlo”.
Y con esa convicción indica que uno tiene que ser
extrovertido y seguro, porque si no, nadie te pela.
No le gusta demostrar el dolor a los demás, porque
lo que lastima emocionalmente le resulta más
insoportable que el dolor físico. Cuando Sue, el
adolescente, supo que iba a perder la vista, decidió
ponerse a jugar con el balón de basquetbol mientras
la familia se lamentaba. Cuando se recuperó de las
quemaduras, se sintió fortalecido hasta que un niño
se burló de su físico.
“Una decepción amorosa y las burlas de los niños
después del accidente, me han derrumbado. Ni
perder la vista ni cambiar en apariencia”.
Ingresó a una escuela para débiles visuales.
“Entonces inició la lucha de egos. Yo sabía que era el
mejor. O por lo menos, que tenía ventaja sobre
compañeros que eran ciegos de nacimiento y no
conocían del mundo lo que yo sí”.
Pero también sabe que el ego es un motor. A punto
de perder la vista, con la mano derecha dividida en
dos muñones donde antes existían los dedos, y la
mano izquierda con las cicatrices del accidente,
decidió tomar clases de teclado. Alzando su mano
derecha, dice que es con la que mejor toca. Con la
izquierda, extiende los discos que grabó junto con su
grupo de ska, Colgados de la Brocha. Fue productor
y director de festivales de éste género, donde llegó a
reunir a grupos como La Maldita Vecindad, Panteón
Rococó, Nana Pancha.
“De repente, mis seres queridos dicen que soy frío.
En realidad, soy reacio a mostrar sentimientos. Si mi
ego me levanta y me pone en movimiento, me
inclino por cultivar la humildad”. Y cuando dice esto,
no sugiere: Afirma.
El profesor
La escuela de tae kwon do que acaba de inaugurarse
en Chimalhuacán, cumple esta semana un mes. Sus
dimensiones son pequeñas, no como la que una
semana antes abriera sus puertas en Nezahualcóyotl,
que antes era un salón de fiestas y por ende, es
capaz de albergar a más alumnos.
O por lo menos, veinte alumnos por escuela, que son
los que se requieren para que estas dos instituciones
que Sue Aguayo fundó, sean reconocidas por la
Federación Mexicana de Tae Kwon Do. Actualmente
posee grupos de adultos y niños que no llegan a la
decena y a los que entrena auxiliado por su esposa,
quien le indica cuál alumno está dando un golpe con
la mano posicionada de manera incorrecta.
Y hasta el alumno va Sue. Lo toma de los hombros, y
se deja guiar por su sentido. “No mires al piso”, le
recomienda, aún cuando la vista no le pueda
asegurar que el alumno tiene los ojos concentrados
en las duelas. Pero el niño le hace caso y vuelve a
lanzar el golpe. Ahora sí, de forma correcta.
Al profesor no se le dificulta entrenar a los chicos:
sus ojos son su esposa. Quien enseña la técnica y el
rigor, es él. Lo de las clases no es cosa nueva. Ya se
había estrenado como maestro de música con niños
de preescolar. “Tenía pánico. No sabía cómo iban a
reaccionar, si se iban a asustar o a preguntar qué
me había pasado”.
La voz de Sue es similar a la de un muchacho
estancado en el umbral que separa la adolescencia
de la juventud, aun cuando el próximo año se une al
club de los treintañeros. Con esa jovialidad de niño,
se presenta y explica lo que le sucedió a sus
alumnos. Da instrucciones básicas: Si quieren
dirigirse a él, deben decir primero su nombre o bien,
tocarlo en el brazo.
Y enseguida el entrenamiento: Doble golpe, patada
de frente, patada de lado, patada de vuelta y un
cierre de doble golpe con los puños cerrados. Son los
primeros movimientos que enseña el tae kwon do y
los alumnos realizan como si se tratase de
coreografía. Con el transcurso de las clases vendrá el
perfeccionamiento. Los combates.
Lo que ahora le espera al profesor es su primer
encuentro en el extranjero. Ha sido invitado al quinto
Torneo Abierto de Tae Kwon Do en Buenos Aires, y
Sue empieza a prepararse: patrocinios,
entrenamiento, organización. “Me siento diferente,
soy diferente y quiero ser diferente”, dice.“Que la
gente voltee a verme cuando paso”.
Que su nombre siga haciendo ruido. 10/03/2007

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