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A LA SOCIOLOGIA DE LA EDUCACION :
UNA INTRODUCCION (*)
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En la sociología de la educación, el interaccionismo transfería la atención
del sistema educativo a la escuela, particularmente a la interacción en el aula.
Había una tendencia a la descripción y la etnografía, más que a otras formas
de explicación. Pienso que la teoría de las «etiquetas (***) fue un avance en la
comprensión del profesorado.
La crítica principal de este enfoque es que se centra sólo en la interacción
entre individuos en pequeños grupos. Contempla las escuelas y las aulas aisla-
damente de la sociedad —si observan ustedes el trabajo de David Hargreaves
o Colin Lacey sabrán a lo que me refiero—, pero sabemos que los determinan-
tes de la desigualdad están fuera del sistema educativo. El interaccionismo sim-
bólico no tiene un concepto de clase e ideología, ni una teoría del Estado y
sus aparatos.
La expansión del interaccionismo provocó un interés en la sociología feno-
menológica. Aunque hay una continuidad entre estos dos enfoques, existe una
diferencia importante: mientras que los interaccionistas simbólicos creen que
hay un mundo real, los sociólogos fenomenológicos mantienen que es la mente
y no la materia lo primario. La mente crea y cambia la realidad. En la fenome-
nología, el énfasis se pone en la conciencia, la elección y la interpretación. (Al-
gunos sociólogos de la educación van más lejos y adoptan la etnometodología,
una aproximación que se centra en el lenguaje y las reglas que forman el
sentido).
La fuerza fundamental de la fenomenología es, por supuesto, su desafío
al positivismo. En la sociología de la educación, la aproximación fenomenoló-
gica está ejemplificada por el trabajo de Michael F. D. Young y sus asocia-
dos (1). Esta aproximación se centra en el curriculum y hace una pregunta:
¿por qué algunas asignaturas tienen un alto status y otras uno bajo? Aducen
que el conocimiento y la forma de transmitirlo son cuestiones políticas. El cu-
rriculum refleja la distribución del poder. Están en contra de las jerarquías y
quieren trasladar el énfasis del profesor al alumno, de lo escrito a lo oral y de
lo teórico a lo práctico.
¿Cuáles eran las características positivas de esta aproximación? Primero,
apoyaba el progresismo: segundo, hizo problemáticos los conceptos de «co-
nocimiento», «capacidad», etc., y tercero, mantenía que la «privación cultural»
era un mito. Pero a pesar de estas características positivas, la sociología feno-
menológica de la educación se metió en muchos problemas. Pienso que esto
ocurrió en gran parte porque estos teóricos mantenían que uno puede cambiar
las configuraciones opresivas por medio de un cambio en la conciencia. En
otras palabras, este enfoque ponía el acento en un radicalismo cultural que es-
taba divorciado de la comprensión política y económica. La fenomenología se
centra en la conciencia y la subjetividad del agente, en la experiencia del actor.
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Es voluntarista e idealista. En última instancia, la aproximación fenomenológica
lleva al relativismo (2). Conceptos como el de clase se ven como reificaciones y
no hay una comprensión de la lucha de clases. La sociología fenomenológica no
tiene una teoría del poder, no contempla las fuerzas de producción ni las re-
laciones sociales de producción —la base económica (3).
LOS ENFOQUES
El humanismo marxista
(2) Véase Madan Sarup, Marxism and Education, A Study of Phenomenological and
Marxist Approaches to Education, Londres; Routledge and Kegan Paul, 1978.
(3) Quizás debería recordar a los lectores que Marx conceptualiza una estructura
triádica. La base económica es material. Consiste no sólo en las fuerzas de producción
sino también en las relaciones de producción. La superestructura es el nivel intermedio:
la superestructura legal, política, etc., es a la vez ideal y material. La relación entre la base
económica y la superestructura es dialéctica. Y luego están las ideas. Este nivel es ideal,
las ideas son impotentes hasta que se trasladan a las instituciones y las prácticas. Véase
Karl Marx, en el prefacio a A Critique of Political Economy, en la sección que empieza
con: «En la producción social de su vida, los hombres establecen relaciones definidas
que son indispensables e independientes de su voluntad...».
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El marxismo economicista
El marxismo estructuralista
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pero interrelacionados, y hay contradicciones dentro y entre los niveles que
pueden estar en diferentes fases entre sí. La base determina y es determinada;
la relación entre la base y la superestructura es la de una autonomía relativa.
La formación social no es sólo una cuestión de relaciones intersubjetivas entre
la gente; somos guardianes y pilares del modo de producción. Althusser viene
a decir que el empirismo rechaza las contradicciones existentes por debajo de
la superficie. Los niveles más profundos no pueden experimentarse: sólo pue-
den ser captados mediante la construcción de conceptos.
Hace una importante distinción entre el aparato represivo y los aparatos
ideológicos del Estado, insistiendo en que la ideología es material y está inserta
en las instituciones y las prácticas institucionales; tiene efectos reales. En el
campo de la educación, la perspectiva althusseriana ha insistido en que la
«educación» es ahora el aparato ideológico de Estado dominante. Enseña a la
gente a know-how, a algunas habilidades técnicas y sociales. La educación tam-
bien dispersa, despolitiza y perpetua la dominación. La «educación», desde
este punto de vista, llega a ser una especie de «control suave».
Se han hecho numerosas críticas a Althusser desde muchas perspectivas
distintas. Se ha dicho que este enfoque es formalista, funcionalista y teoricista.
Polariza, por un lado, a un cúmulo de sujetos ideologizados y, por el otro, a los
guardianes de la ciencia, los intelectuales que trabajan en la vanguardia del
partido.
El marxismo «etnográfico»
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ironía es que la mentalidad arrebatada de «los chicos» les hace caer en su
propia trampa. Los relatos de Willis son al final tan deterministas como los de
Bowies y Gintis. Una cosa se puede aprender de este debate: a usar la palabra
«resistencia» con más cuidado. ¿Quizá podamos distinguir entre la resistencia
individual, «residual», y la resistencia colectiva, «emergente», organizada y
progresiva?
Otra crítica al trabajo de Willis es que no hay una referencia a la escuela
como algo determinado por luchas internas o que refleje amplias luchas polí-
ticas. La escuela se presenta separada del sistema de clases. Desde mi punto
de vista, el poder de una institución como la escuela es el producto de las
relaciones de clase. Una institución capitalista no representa únicamente el in-
terés del régimen institucional o de la clase dirigente, sino también la exposi-
ción de las relaciones entre las clases.
El trabajo de Willis es también importante, porque su noción de «resisten-
cia» ha sido utilizada por los sociólogos como suplemento de la exposición de
Braverman en Labour and Mono poly Capital para teorizar la enseñanza como
un proceso laboral. Escritores como Michael Apple han combinado las intui-
ciones de Braverman y Willis. Apple describe cómo las actividades de los pro-
fesores se han racionalizado y descualificado, como cada vez más los materia-
les didácticos son servidos preparados de antemano, de acuerdo con considera-
ciones comerciales (7). Los profesores han sido obligados a enseriar bajo for-
mas basadas en los objetivos conductistas, se están convirtiendo rápidamente
en managers del conocimiento que deben ser calculables y rentables.
El marxismo gramsciano
(7) Michael Apple, «Curricular form and the logic of technical control» en Michael
Apple, comp., Cultural and Economic Reproduction in Education, Londres: Routledge
and Kegan Paul, 1982.
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partido era animar todo tipo de formas de producción cultural por parte de la
clase obrera. La educación es así una preparación cultural para el liderazgo.
El liderazgo está conectado con la hegemonía. Para Gramsci, la hegemonía
tiene que ver con el liderazgo económico, político, intelectual y moral. La rea-
lización y el mantenimiento de la hegemonía es sobre todo un problema de
educación. Una clase hegemónica es la clase que tiene la capacidad de articu-
lar los intereses de otros grupos sociales con los suyos por medio de la lucha
ideológica. En otras palabras, la hegemonía está construida, no por la domina-
ción, sino con el consentimiento de los diferentes grupos. Es el consenso que
surge en una genuina adopción de los intereses de las clases populares por
parte de la clase hegemónica lo que da lugar a la creación de una genuina vo-
luntad «nacional-popular». La hegemonía es la creación de un «nuevo sentido
común». La política no versa sobre la dominación, sino sobre la creación de
una nueva cultura.
Hay otros enfoques importantes en el marxismo que me gustaría exponer,
pero el tiempo se acaba. Querría, por ejemplo, mostrar cómo el marxismo fe-
minista está haciendo una contribución vital, despertando preguntas sobre todos
los aspectos de la educación (8).
Resumiré. Mi argumento es éste: el interaccionismo simbólico no tiene un
concepto de base económica. (Y además, ¿se han dado cuenta de que, a me-
dida que la crisis se ahonda, el enfoque interaccionista tiene una nueva vi-
gencia?). El marxismo humanista tiene una profunda suspicacia de la base
económica. Bowles y Gintis tienen una visión mecanicista de la base y la su-
perestructura a la que le falta una comprensión de las contradicciones. En el
marxismo estructuralista hay un entendimiento de la base y la superestructura
con sus contradicciones, pero hay dificultades. ¿Es la visión de que «la econo-
mía es determinante en última instancia» economicista? ¿Qué significa ese «en
última instancia»? Y luego está el concepto de la «autonomía relativa»; vea-
mos, ¿los niveles pueden ser determinados o son auténticos? Althusser no puede
tomar las dos direcciones. Willis critica mucho a Althusser y mantiene que en
la clase obrera hay un proceso creativo de autoconfiguración, al que llama pro-
ducción cultural, pero esto es tratado sin relación con la base económica. Yo
quiero conocer las relaciones, las conexiones entre la producción cultural y la
económica.
Aunque esta breve exposición puede dar la impresión de que hay una
sucesión de enfoques, pienso que se trata de un constante volver a pensar,
volver a trabajar sobre problemas difíciles —intentando centrarse en distintos
(8) Estoy pensando en escritoras como Madeleine Arnot, Miriam David, Rosemary
Deem y Ann Marie Wolpe. Para las mujeres y la educación, véase Madan Sarup, Educa-
tion, State and Crisis, Londres: Routledge and Kegan Paul, 1982, págs. 77-92. Para los
recientes desarrollos de la teoría gramsciana, véase Madan Sarup, Marxism, Estructuralism.
Education, Lewis: The Falmer Press, 1983, págs. 129-165.
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aspectos de una totalidad social compleja y dinámica—. Creo que es importan-
te entender por completo las diferentes perspectivas que he presentado y las
diversas teorizaciones de las relaciones entre la base y la superestructura, por-
que estos enfoques llevan a análisis diferentes de la escuela y tienen distintos
efectos políticos.
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