PDF Jeffrey Dahmer - Compress
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En enero deEra
Milwaukee. 1991,
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retiro del FBI, laen
a pensar Universidad de Wisconsin
las consecuencias hasta me
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elaboración de perfiles
me enteré de que criminales en
el verano de
aquel mismo año habían detenido en Milwaukee a Jeffrey Dahmer. Dahmer estaba acusado de diecisiete asesinatos en aquella zona y en los alrededores
de la casa donde había transcurrido su infancia, en Bath, Ohio. Para mí fue una grata sorpresa recibir una carta, el mes de agosto, de un investigador que
había asistido al curso y que en aquel momento participaba en el esclarecimiento del caso Dahmer. No se puede figurar hasta qué punto han sido útiles
sus explicaciones para abordar los sucesos ocurridos recientemente en Milwaukee, decía. Más tarde, mi intervención en el caso Dahmer fue más directa y
personal. En otoño coincidieron en ponerse en contacto conmigo la defensa y un policía que pasó mi historial profesional al fiscal. Mi amigo Park Dietz iba
a presentarse por la acusación, pero en aquella ocasión mi opinión difería de la suya y acepté asesorar a la defensa. No es que creyera que Dahmer fuera
inocente desde el punto de vista legal o médico, pero me parecía que existían circunstancias atenuantes que permitían plantear un caso de locura. En mi
opinión, Dahmer no respondía ni al perfil clásico del criminal organizado ni al del desorganizado; mientras que un asesino organizado sería legalmente
cuerdo, y un asesino desorganizado sería, para la ley, claramente demente, Dahmer era ambas cosas y ninguna de las dos, una especie de criminal
mixto, por lo que cabía la posibilidad de que un tribunal considerase que no estaba en su sano juicio cuando cometió algunos de sus últimos asesinatos.
Si acepté, fue por la alegación que Gerry Boyle quería que Dahmer presentase. El 13 de enero de 1992, Boyle anunció a la prensa y al tribunal que Dahmer,
que en un principio se había declarado no culpable por enajenación mental, ahora se declaraba culpable pero enajenado. La alegación culpable pero
enajenado está previsto por la ley de Wisconsin, aunque no por la de otros muchos estados. En virtud de ella, fuera cual fuera el resultado del juicio,
Dahmer pasaría el resto de sus días recluido en una institución segura. Si la defensa ganaba el caso, la institución sería un hospital psiquiátrico; si perdía,
sería la cárcel. Éste es un caso sobre el estado mental de Dahmer, anunció Boyle a la prensa.
Criado en una familia de clase media de una pequeña ciudad de Ohio, Dahmer sólo tenía dieciocho años cuando mató por primera vez: fue en 1978, cerca
de su casa de Bath. Transcurrieron ocho años antes de que sintiera la necesidad de matar de nuevo, pero luego la frecuencia de los crímenes se aceleró:
uno en 1986, dos en 1988, uno en 1989, cuatro en 1990 y ocho en 1991. Finalmente, un joven de color llamado Tracy Edwards logró huir de él y parar a un
coche de policía para que le ayudara a quitarse las esposas con las que Dahmer le había inmovilizado. Una vez detenido, la policía halló en su apartamento
restos humanos, fotografías de las víctimas y gran cantidad de macabros trofeos de los jóvenes asesinados, además de pruebas de canibalismo y tortura.
La investigación demostró que la policía había tenido numerosas oportunidades para atraparle antes de su última escalada criminal. En 1988, por ejemplo,
un joven laosiano pudo escapar de su apartamento. Dahmer le había llevado allí con la promesa de hacerle unas fotos a cambio de dinero, y luego había
intentado drogarlo hasta dejarlo inconsciente. Dahmer, con antecedentes de delitos relacionados con el alcohol, fue condenado entonces por agresión
sexual en segundo grado. Estando en libertad bajofianza en espera de la condena, cometió otro asesinato. Cuando se dictó sentencia, en lugar de recluirlo
en la cárcel, se le impuso una condena de un año de prisión en régimen semiabierto y la obligación de asistir a un curso sobre alcoholismo. Por aquel
entonces, había varias denuncias de jóvenes desaparecidos en la zona en que Dahmer había recogido al joven laosiano, y también pruebas suficientes para
relacionarlo directamente con tres de ellos. Las autoridades policiales, sin embargo, no ataron cabos. Cuando Dahmer, en condición de régimen
semiabierto, solicitó la libertad bajo palabra, incluso su padre, uno de sus más acérrimos defensores, escribió al juzgado oponiéndose a su excarcelación
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gritar con tal fuerza que Dahmer no tuvo más remedio que dejarla marchar; el incidente fue denunciado a la policía, con la descripción de un agresor
llamado Jeff y la dirección de su apartamento, pero no se llevó a cabo ninguna investigación. La segunda oportunidad se dio a finales de mayo de 1991,
cuando Dahmer secuestró en un centro comercial a otro muchacho laosiano que resultó ser el hermano pequeño del que tres años antes había
conseguido escapar de él. Esta vez, el joven también pudo huir, después de haber sido violado, y salió corriendo desnudo a la calle, donde se congregó una
multitud que le prestó auxilio hasta la llegada de la policía. Por increíble que parezca, los policías y los bomberos que acudieron a la llamada de urgencia se
dejaron convencer por él: les aseguró que el muchacho era su amante y que estaba muy borracho. Los policías llegaron al extremo de acompañar al
laosiano a casa de su agresor. La policía no hizo caso del hedor que impregnaba el apartamento y se marchó dejando a Dahmer con su víctima; unos
minutos después, el muchacho era estrangulado. Cuando finalmente, en el verano de 1991, lo detuvieron por asesinato, al principio intentó negar sus
crímenes, pero el cúmulo de pruebas encontradas (un bidón lleno de restos humanos, cráneos puestos a secar y barnizados, centenares de fotos) le hizo
cambiar de idea y facilitó una detallada descripción de los asesinatos. No sólo confesó el asesinato de los jóvenes sino también una serie de prácticas
espantosas que incluían copulación con los cadáveres, canibalismo y prolongadas torturas como preludio de los asesinatos.
Dahmer martirizó a algunas de sus víctimas trepanándoles el cráneo y vertiendo ácido directamente sobre el cerebro. Imaginen, si así lo desean, una voz
grave y sonora, aparentemente lacónica, reposada y fluida, pero con signos evidentes de una gran tensión y de esfuerzo por controlar lo que está diciendo.
Hay que arrancarle las palabras. Para animarlo a seguir, yo murmuraba monosílabos de asentimiento después de cada frase, pero los he eliminado de la
transcripción para facilitar la lectura. Dahmer quería dar la impresión de que colaboraba y de que recordaba lo que había hecho con cierta objetividad,
como si el autor de los asesinatos hubiera sido otra persona muy distinta.
Retrocedamos a la época de Bath, cuando cometiste tu primer delito, y quitaste la vida a un ser humano. ¿Antes de eso...?
No hubo nada.
¿Ninguna agresión, ni nada parecido?
No. Violencia contra mí, sí. Fue a mí a quien atacaron, sin motivo.
¿Puedes describir brevemente lo que ocurrió?
Había ido a visitar a un amigo y volvía de noche a casa; vi que se me acercaban tres chicos del instituto, estudiantes de último año. Uno de ellos sacó una
porra y me golpeó en la nuca. Así, sin motivo. Eché a correr.
Hablemos un poco de la ruptura de tu familia. Es doloroso para mucha gente, para la gente que ha hecho lo mismo que tú, y puede convertirse en un
elemento importante de su vida. Permíteme que te pregunte: ¿en algún momento sufriste alguna agresión sexual?
No.
Entonces, ésta no fue la causa. He oído de tu interés por diseccionar animales y cosas por el estilo. ¿Cuándo empezó?
A los quince o dieciséis años.
¿Empezó en la clase de biología?
Sí. Nos hicieron diseccionar un lechón.
¿Cómo describirías tu fascinación por, bueno, por la desmembración (Dahmer se ríe) de animales?
Pues... uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo. Pero no llegué a
hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es una afición un poco rara.
Me parece recordar que pusiste la cabeza en un palo y lo dejaste detrás de tu casa.
Fue una broma. Encontré al perro y lo rajé para ver cómo era por dentro. Después se me ocurrió que sería divertido clavar la cabeza en una estaca y
dejarla en el bosque. Llevé a uno de mis amigos y le dije que me lo había encontrado entre los árboles.
¿Qué edad tenías entonces?
Creo que dieciséis.
manera
Exacto.deMás
deshacerme
tarde bajédeellascadáver
pruebas.
al sótano.
Compro Me
un cuchillo
quedo allí,
de caza.
peroPor
no lapuedo
nochedormir,
vuelvovuelvo
a bajar,alesubir
abroaellavientre
casa. Aly me
día masturbo
siguiente otra
tengovez.que pensar en una
¿Te excitó sólo el físico?
Los órganos internos.
¿Los órganos internos? ¿La acción de destriparlo?
Sí, luego le corto un brazo. Luego todo el cuerpo en pedazos. Meto cada trozo en una bolsa y después todo en tres bolsas grandes de plástico para la
basura. Pongo las bolsas en la parte trasera del coche y me voy a tirar los restos a un barranco, a quince kilómetros. Son las tres de la madrugada. Voy por
una carretera secundaria desierta y, a mitad de camino, me para un policía, por ir demasiado a la izquierda. El agente pide refuerzos. Son dos. Me hacen la
prueba de alcoholemia. La paso. Iluminan el asiento trasero con la linterna, ven las bolsas y me preguntan qué es. Les digo que basura, porque cerca de mi
casa no hay ningún vertedero. Me creen a pesar del olor. Me ponen una multa por circular demasiado a la izquierda... y vuelvo a casa.
¿Y qué hiciste con las bolsas?
Las volví a dejar en el sótano. Agarré la cabeza, la lavé, la puse en el suelo del cuarto de baño, me masturbé; luego volví a meter la cabeza con el resto de
las bolsas, abajo. A la mañana siguiente... metí las bolsas en una tubería de desagüe enterrada que medía unos tres metros. Aplasté la entrada de la
tubería hasta cerrarla y las dejé unos dos años y medio dentro.
¿Cuándo volviste a buscarlas?
Después del ejército, después de trabajar un año en Miami. Abrí la tubería, agarré los huesos, los rompí en trozos pequeños y los esparcí por la maleza.
¿Por qué rompiste los huesos?
Para acabar con todo. El colgante que él llevaba y las pulseras... los arrojé al río.
¿No conservaste nada de aquel episodio?
No. Quemé las ropas.
No quiero que me describas cada uno de los casos, pero me gustaría centrarme en algunos. ¿El siguiente homicidio cuándo ocurrió?
En 1986. Invité a un chico que había conocido en un bar gay, detrás del Hotel Ambassador, a pasar una noche de sexo y emociones. Ya había empezado a
dar píldoras a la gente.
¿Qué tipo de droga usabas?
Píldoras para dormir.
¿Cómo te aficionaste a ellas?
Llevaba untoda
quedarme tiempo yendo
la noche conalellos
saunasinynecesidad
la mayoríadedeesto.
los que conocía allí quería sexo anal; a mí esto no me interesaba, prefería encontrar una manera de
Sí. Durante dos años. Alrededor de 1983 empecé a frecuentar la iglesia con mi abuela. Quería enderezar mi vida. Iba a misa, leía la Biblia, intentaba
apartar todo pensamiento relacionado con el sexo, y durante esos dos años salí adelante. Pero una noche, en la biblioteca local, leyendo un libro y
pensando en mis cosas, se me acercó un chico, me tiró una nota en el regazo y se alejó apresuradamente. La nota decía: Si bajas al lavabo de la planta
baja, te la chupo. Me lo tomé a broma y no le di más importancia. Pero unos dos meses después empecé otra vez, el impulso, la compulsión. Aumentó el
deseo sexual. Volví a beber y a frecuentar los sex-shops. En aquel tiempo tenía controlado el deseo, pero quería encontrar la manera de saciarme sin hacer
daño a nadie. Así que me hice socio del sauna, iba a bares gay e intentaba obtener satisfacción con el maniquí. Luego ocurrió el incidente del cementerio.
Leí la esquela de un joven de dieciocho años y me presenté en el tanatorio. Vi el cadáver y era un hombre muy atractivo. Cuando lo hubieron enterrado,
agarré una pala y una carretilla con la intención de llevarme el cadáver a casa. Alrededor de medianoche me dirigí al cementerio, pero el suelo estaba
helado y tuve que abandonar mi propósito.
¿Descubriste que en los bares era fácil conseguir que alguien se fuera contigo?
Exacto. Era un muchacho muy guapo. Le invité a la habitación del hotel. Estuvimos bebiendo. Yo tomaba cola con ron de alta graduación. Le hice beber a
él también y se quedó dormido. Yo seguí bebiendo y debí de quedarme en blanco, porque no recuerdo nada de lo que ocurrió hasta que me desperté por
la mañana. El estaba tumbado de espaldas, con la cabeza colgando del borde de la cama; yo tenía los antebrazos llenos de contusiones y él algunas
costillas rotas y otras lesiones. Al parecer, lo había golpeado hasta matarlo.
¿No tienes ningún recuerdo de haberlo hecho?
No recuerdo haberlo hecho y no tenía ninguna intención de hacerlo.
¿Qué haces a continuación?
Estaba horrorizado. Pero... tenía que hacer algo con el cadáver. Lo encerré en el armario, me fui al centro comercial y compré una valija grande con
ruedas. Lo metí dentro. Reservé la habitación para otra noche. Me quedé ahí sentado, aterrorizado. La noche siguiente, a la una de la madrugada,
abandoné el hotel, pedí al taxista que me ayudara a meter la valija en el portaequipajes, y me dirigí a casa de mi abuela. Escondí la valija en el sótano y lo
dejé allí aproximadamente una semana.
¿Y no despedía ningún olor?
No, porque hacía frío. Era la fiesta de Acción de Gracias y no podía hacer nada porque iban a venir unos familiares de visita.
En la calle Veinticuatro. Allí es donde saqué aquella foto (de la primera víctima laosiana). No quería hacerle ningún daño.
Era muy joven, ¿no? ¿Cuántos años tenía?
Trece, catorce. Creí que era mayor. Ya sabe, un asiático puede tener veintiún años y seguir teniendo cara de niño.
Así es. ¿Qué te impulsó?
Era un domingo por la mañana. Había salido a dar un paseo. Necesitaba actividad sexual. Lo vi, era muy atractivo. Le ofrecí cincuenta dólares por sacarle
unas fotos. El aceptó. Le hice dos fotos, le di una bebida y creí que estaba inconsciente. Se escapó, y se presentó la policía.
Ahí te salió el tiro por la culata. La policía te detuvo.
Mmm-hmm. El agente y yo volvimos al apartamento. Registraron la casa. No encontraron el cráneo que tenía en una cómoda del vestíbulo.
¿Cómo es posible que no lo vieran?
Estaba debajo de la ropa. En Ohio se les pasaron por alto las bolsas de basura, y ahora no veían el cráneo.
Si lo hubieran encontrado, las cosas habrían cambiado considerablemente, ¿verdad?
Sí. Y salir del hotel como lo hice. No era nada normal. Cuestión de suerte.
En el diálogo siguiente, observarán que Dahmer interpreta mal lo que yo le digo. Yo digo que la voluntad de los homosexuales de relacionarse con
desconocidos es una práctica peligrosa para ellos, pero él interpreta toda referencia al peligro como peligro para él, no para otros.
La mayor parte de tus víctimas las sacabas de bares o barrios gay. ¿Qué opinas de su disposición a relacionarse con desconocidos? ¿No crees que es
peligroso?
Sí, lo pensaba, pero la compulsión pasaba por encima de todo.
Según parece, habías elaborado un plan muy detallado para convencer a la gente de que fuera contigo. Estabas seguro de que siempre lo conseguirías.
Sí.
Pero algunas veces no funcionaba.
Algunas veces, muy pocas, estaba muy borracho, y me llevaba a alguien que no era tan atractivo como había creído, y por la mañana tenía resaca y se iba.
Otras veces no quise matarlos, porque no quería estar con ellos. Esto me ocurrió tres o cuatro veces. Otras noches no quería estar con nadie y volvía a casa
a ver un video o leer.
No tenías muchas cintas de video.
A medida que pasaban los años, fui dejando de lado los videos y las revistas que no me atraían. Aparte de las películas porno, las del Jedi (trilogía de La
guerra
gustaríadetener
las galaxias),
el control eltotal,
personaje
es una del Emperador,
fantasía con su control absoluto, encajaba perfectamente en mis fantasías. Supongo que a mucha gente le
muy común.
Esta idea de dominación y control, ¿consideras que fue en aumento desde la segunda víctima hasta la última?
Mmm-hmm.
Y empezaste a perfeccionar tu técnica de llevarte chicos a casa.
Se convirtió en el impulso y el foco de mi vida, lo único que me daba satisfacción.Tuviste algo con las ciencias ocultas. ¿Era un intento de conseguir más
poder?
Sí, pero no fue nada serio. Hice algunos dibujos. Iba a librerías especializadas en ciencias ocultas y compraba material, pero nunca hice ningún ritual con
las víctimas. Probablemente lo habría hecho seis meses más tarde, si no me hubieran detenido.
Tengo una copia de un dibujo tuyo. Es toda una fantasía, ¿eh?
Habría sido una realidad, con seis meses más.
Dahmer quería construir lo que él unas veces llamaba centro de poder y otras templo, formado por una larga mesa en la que colocaría seis calaveras.
Dos esqueletos completos la flanquearían, uno a cada extremo, suspendidos del techo. Una gran lámpara se erguiría en el centro de la mesa y extendería
seis globos de luz sobre las calaveras. El propósito de Dahmer era crear un entorno desde donde conectar con otro nivel de percepción o del ser, a fin de
conseguir el éxito en el amor y las finanzas.
¿Pensabas comprar todo ese equipo?
Sí. Ya tenía las lámparas y los esqueletos.
¿Alguna vez creíste...?
Nunca estuve seguro, pero...
¿Qué había detrás del hecho de que conservaras los esqueletos, los cráneos, el pelo, las partes del cuerpo....
Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un desperdicio total matarlos. Los esqueletos iba a utilizarlos para el templo, pero ésta no
fue la motivación para matarlos; se me ocurrió después.
Parece que tolerabas mal que la gente se marchara.
Eran levantes de una noche. Siempre me dejaban claro que tenían que volver al trabajo. Y yo no quería que se fueran.
¿Crees que era realista? ¿No pensaste nunca en establecer una relación permanente?
No podía. Cuando fui a vivir al apartamento, ya estaba hasta el cuello en cierta manera de hacer las cosas. Además, nunca conocí a nadie que me
inspirara la confianza para mantener ese tipo de relación.
Entonces, ¿lo habrías preferido pero era imposible encontrar?
No me quedaba tiempo para andar buscando. Trabajaba seis días a la semana, tenía limitaciones de tiempo, y quería soluciones inmediatas.
Con el primer muchacho, al que intentaste convertir en zombi, no te salió bien. ¿Volviste a intentarlo?
Lo intenté otra vez, doblé la dosis y el resultado fue fatal. Esta vez no hubo estrangulamiento. Luego intenté inyectar agua hirviendo. Más tarde se
despertó. Estaba muy aturdido. Le di más píldoras y volvió a dormirse. Esto fue la noche siguiente. De día lo dejaba allí.
¿Le habías atado?
No. Estaba siempre acostado. Aquella noche murió.
¿Y qué me dices de (otra víctima)?
Le puse la primera inyección cuando estaba drogado, me fui por una cerveza y cuando regresé...
¿Eso fue antes o después de que viniera la policía?
Antes. La primera inyección fue antes. Salió del apartamento. Me lo volvieron a traer, creyendo que estaba borracho. Le puse la segunda inyección, y eso
fue fatal.
¿Fue inmediato o...?
Inmediato.
Era el hermano del que había fotografiado. Fui a dar una vuelta al centro comercial y me topé con él. No lo conocía. ¿Cuántas posibilidades había de que
ocurriera algo así? Astronómicas.
¿Hasta donde perforaste?
Sólo hasta el hueso. Lo inyecté. Estaba dormido y salí a tomar una cerveza rápida al bar de enfrente antes de que cerrasen. Cuando volvía, le vi sentado
en la acera y alguien había llamado a la policía. Tuve que pensar deprisa: les dije que era un amigo mío que se había emborrachado y me creyeron. En
mitad de un callejón oscuro, a las dos de la madrugada, con la policía a un lado y los bomberos al otro. No podía ir a ninguna parte. Me pidieron el carnet
de identidad y se los enseñé. Trataron de hablar con él y les respondió en su lengua. No había rastros de sangre; le examinaron y se creyeron que estaba
completamente borracho. Me dijeron que me lo llevara adentro; él no quería entrar, pero entre dos agentes lo subieron al apartamento.
¿Lo examinaron?
No. Lo tumbaron en el sofá y echaron un vistazo al apartamento. No entraron en mi dormitorio. Si lo hubieran hecho, habrían visto el cadáver (de una
víctima anterior) que aún estaba allí. Vieron las dos fotos que le había sacado antes al muchacho, que estaban encima de la mesa del comedor. Un agente
le dijo al otro: ¿Lo ves? Ha dicho la verdad. Y se marcharon.
¿De dónde has sacado esta tranquilidad? En situaciones así, la gente se pone a temblar.
La primera vez que vinieron, temblaba... Bueno, no lo sé. No sé de dónde he sacado esta tranquilidad. ¡No lo sé!
Muchos asesinos en serie conservan trofeos o recuerdos de sus víctimas. Dahmer había llevado esta tendencia mucho más allá. De las paredes de su
apartamento colgaban numerosas fotos de esbeltos modelos masculinos. Le pregunté si las poses de las víctimas en sus fotos imitaban esas otras.
Era para dar más realce a su físico.
¿Qué significado tenía esto para ti?
Era una manera de ejercer el control, de que tuvieran el aspecto que yo deseaba.
¿Era importante conservar las fotos?
Las utilizaba para masturbarme.
Tenías montones. ¿Y no las escondías?
Antes sí, pero en la época de la detención me estaba volviendo muy descuidado.
Volviendo al muchacho del apartamento: ¿cuánto esperaste para descuartizarlo y deshacerte del cadáver?
Hasta el día siguiente.
¿Cuánto tardaste?
Unas dos horas.
¿Tan sólo?
Tenía mucha práctica. Es un trabajo sucio. Trabajaba deprisa.
¿Siempre en la bañera?
Sí.
Y te deshiciste de él. ¿Arrojaste mucho por el inodoro? ¿No se atascaba?
No, jamás se me atascó.
Pregunté a Dahmer si había leído algo de otros asesinos en serie como Gacy y me respondió que, cuando había oído hablar de éste por primera vez, él ya
había matado a varias personas. No puedo asegurar si mentía o no, porque es frecuente que los asesinos lean sobre los crímenes de otros asesinos, y,
aparte de la satisfacción que les produce ver que actúan de la misma manera, a veces aprenden sus técnicas.
¿Torturaste a alguno de esos muchachos?
Jamás.
¿Se trataba siempre de anular su conciencia con las drogas y con la muerte?
Quería que fuese lo menos doloroso posible.
¿Cuándo tenía lugar la actividad sexual?
Después de drogarlos.
¿Crees que era realista mantenerlos en aquel estado?
Drogados no. Por eso empecé con las trepanaciones. Drogarlos no funcionaba.
Tenías reparos en hacerles daño. Cuando estaban conscientes y les hacías daño, ¿te preocupaba?
Por eso no pude seguir con (nombre de la víctima). Y acabó llamando a la policía. Pero no le creyeron. Estaba a tres kilómetros de mi casa y me lo traje
otra vez. Tenía el cuchillo, pero fui incapaz de utilizarlo.
¿Alguna vez los mordiste?
Sí, sí. Al primero. Cuando ya estaba muerto le mordí el cuello.
¿Y qué había detrás de eso, cuál era la motivación?
La sensación de que pasaban a formar parte de mí.
¿Con cuál de las víctimas empezaste a comerlas?
Con M. Fue después (del laosiano). Creo que el tercero del apartamento.
Más o menos el número siete.
Supongo.
¿Cómo ocurrió?
Mientras lo desmembraba. Guardé el corazón. Y los bíceps. Los corté en pedazos pequeños, los lavé, los metí en bolsas de plástico herméticas y las
guardé en el congelador; buscaba algo más, algo nuevo para satisfacerme. Después los cociné, y me masturbé mirando la foto.
¿Nunca sentiste inclinación por los niños? ¿Cuáles eran tus preferencias?
Los hombres hechos y derechos.
¿De tu misma edad?
Mmmm... hmm.
Blancos, negros y morenos.
Esta es la cosa. Todo el mundo cree que era una cuestión racial, pero eran diferentes. El primero era blanco, el segundo era un indio norteamericano, el
tercero era hispano y el cuarto era mulato. El único motivo de que levantara hombres negros era que en los bares gay eran mayoría.
Entonces era una cuestión de zona.
Sí. Espero que haya quedado claro.
¿Te han acosado los negros en la cárcel por este motivo?
Sí. Creen que... se trata de algo racial.
La vez que Dahmer abrió un armario y el administrador olió el contenido de un barril de plástico con capacidad para más de cien litros, lleno de la solución
de ácido que utilizaba para disolver los huesos, el administrador a punto estuvo de desvanecerse. El le explicó que allí vertía el agua sucia de la pecera y el
hombre se lo creyó.
¿De la pecera? ¿Era una excusa creíble?
Yo creo que no. Pero, según parece, se la tragó.
Poco después, tiró el barril con su contenido y se agenció un enorme bidón azul de petróleo.
¿Qué había dentro?
Los torsos sin cabeza.
Ese bidón azul, ¿era para guardarlos y procesarlos más tarde?
Era para el ácido. Para tratar los torsos.
Se marchó
dinero para elfurioso, diciendo
teléfono, o el taxi,que
o noibaséaqué.
llamar
Meapareció
la policía. Quincequeminutos
increíble volviera.más tarde,creérselo?
¿Puede regresó. Llamó a la puerta y le dejé entrar. Dijo que necesitaba
Entonces, te valías de las fotos y la pornografía para llenar los huecos entre...
Exacto.... entre sucesos...
Le pregunté de nuevo por sus preferencias sexuales, qué tipo de persona habría deseado como compañero sexual.
Me habría gustado tener un hombre blanco bien desarrollado y complaciente. Habría preferido tenerlo vivo y que estuviera siempre a mi lado.
¿Que saliera a trabajar y que llevara una vida normal, o que sólo estuviera contigo?
Que sólo estuviera conmigo.
Menos preferible, pero aún deseable, dijo Dahmer en respuesta a otras preguntas, habría sido dejar a alguien en estado zombie. Bajando la escala, dijo
que habría preferido lo que he estado haciendo, es decir, ligar con hombres en los bares y llevárselos a casa para matarlos. Bajando más aún en la escala
de las preferencias, sin embargo, dijo: Nada. Ni sexo homosexual normal ni sexo heterosexual normal, ninguna pareja. O, en todo caso, la pornografía.
¿Y después?
Celibato, sin ninguna actividad sexual. Éste era el estado que intentaba alcanzar los dos años en que fui a la iglesia.
¿Intentabas alcanzar ese estado porque sabías que así no te meterías en líos?
En efecto, en efecto.
En la época en que cometiste los crímenes, ¿creías que tenías derecho a hacer lo que hacías?
Siempre intentaba no llegar a conocer demasiado bien a la persona. Así se parecían más a un objeto inanimado. Pero siempre supe que no estaba bien.
Tenía de culpa.
¿Alguna vez pensaste que el otro había hecho algo mal y que tú tenías justificación para...?
No. Esto es lo que creía Palermo, el psicólogo forense. Que lo hacía para librar el mundo de malvados. Y no lo hacía por eso.
Nada de psicologías profundas, ¿eh? No siempre funcionan.
Nos reímos y dimos por terminadas las sesiones. Dahmer aceptó volver a recibirme después del juicio para que yo siguiera con las entrevistas. Le dije que
se cuidara y que fumaba demasiado. Me respondió que si terminaba teniendo un cáncer y se moría, solucionaría el problema a todos los que no sabían
qué hacer con él.
Un jurado de no expertos corroboró que una persona, para ser considerada enferma mental, debe comportarse como tal la mayor parte del tiempo. Por
consiguiente, consideró que Dahmer estaba legalmente en su sano juicio al cometer los crímenes. Una vez emitido este veredicto, el jurado tuvo que
considerar a Dahmer culpable de quince asesinatos y fue condenado a quince cadenas perpetuas, lo que equivaldría a unos 936 años de cárcel. En
Wisconsin no existe la pena de muerte. En los años que pasó en la cárcel, según Boyle, su abogado, se negó a aceptar protección especial e insistió en
mezclarse con los demás reclusos. A finales de noviembre de 1994, fue asesinado por un preso negro, tal como había temido. Fue apaleado en el baño
hasta la muerte por Cristopher J. Scarver, que también cumplía cadena perpetua por asesinato. Scarver había sido condenado a pesar de haber afirmado
que unas voces le decían que era el Hijo de Dios y le advertían acerca de si podía o no confiar en una persona. Para muchos, la muerte violenta de Dahmer
fue un final apropiado; hubo otros, sin embargo, entre ellos algunos columnistas, que se enfurecieronporque Scarver había privado a los ciudadanos del
derecho de tener a Dahmer purgando durante muchos más años los crímenes cometidos. En mi opinión, ni Dahmer ni Scarver tendrían que haber sido
encarcelados sino recluidos de por vida en una institución psiquiátrica. El problema, en realidad, es que personas como Dahmer plantean un dilema a la
sociedad, que no ha desarrollado un modo adecuado de tratarlas. Centrarse en conceptos como el bien y el mal no es ni una aproximación siquiera a la
compleja realidad de lo que hizo Dahmer. En la década de 1970, le pregunté al asesino en serie Edmund Kemper si su personalidad y sus problemas se
incluían en el DSM-II, y me respondió que no creía que se incluyeran hasta que el DSM entrara en su sexta o séptima edición..., una edición que no se
publicaría hasta bien entrado el siglo XXI.