Peligrosa Atracción (Estela Pomares)

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 454

Copyright © 2021 Estela Pomares

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de
cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o
por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del
copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los
personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la
imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
1ra Edición, septiembre, 2021.
Título Original:
PELIGROSA ATRACCIÓN
Diseño y Portada: K STUDIO.
Fotografía: Shutterstock.
Maquetación y Corrección: K STUDIO.
PELIGROSA
ATRACCIÓN

Estela Pomares
Para mis primeras lectoras, esas que ni siquiera sabían si mi nombre real
era Estela o Germania, que tampoco tenían idea de quién estaba detrás de
la pantalla, que me leían en Facebook, y llegaron a mi vida para ayudarme
a creer al fin, que a alguien le gustaban mis locuras. Que no era un sueño
ni imaginaciones. Siempre las recuerdo.

Estela Pomares.
Blair Stoms desde pequeña soñaba con recorrer los
pasillos de la universidad de sus sueños, compartir
habitación con su mejor amiga, continuar cerca de la
persona más importante en su vida: su hermano
Nathan y convertirse en la mejor abogada que haya
existido jamás.
Los retos, los cambios y las nuevas aventuras no la
preocupan. Lo tiene todo bajo control, hasta que una
noche, unos ojos grises se cruzan con el negro de los
suyos y todo empieza a transformarse; los planes ya
no parecen tan sencillos y negar la conexión
inmediata es casi imposible.
Ethan Johnson es la personificación de prohibido,
muerte y dolor. Por fuera es solo un chico guapo, por
dentro un enorme mar de secretos. No puede olvidar
que ser frío y solitario es la mejor arma que tiene
contra sus enemigos y mucho menos puede permitir
que su corazón cobre vida. A pesar de la resistencia
y sus intenciones de lejanía, la menor de los Stoms se
termina clavando como una daga y mostrándole que,
hay luz aún en la oscuridad más inmensa,
complicándole la existencia a niveles insospechados.
Ninguno se imagina que la atracción que emana de
sus cuerpos es terriblemente peligrosa y que amarse
solo desatará el principio del fin.
Me gustaría que escucharas esta Playlist mientras lees el libro.

• Taylor Swift - Out of the Woods


• Imagine Dragons – Thunder
• OneRepublic - Can't Stop
• The Fray - Break Your Plans
• Banners - Someone to You
• Bebe Rexha - Meant to Be (feat. Florida Georgia Line)
• Imagine Dragons – Demons
• Hurts – Stay
• Sigma Ft. Louisa - Here we go again
• Calvin Harris - Feel So Close
• Hurts – Magnificent
• Plumb - Don't Deserve You
• Florence + The Machine -Never Let Me Go
• Ruelle, Fleurie - Carry you
• Ross Copperman - Hunger
• James Blunt - Goodbye my lover
• Cali y el Dandee – Yo te esperaré
• Lewis Capaldi - Hold me while you wait
• The Fray - Never say never
• Justin Timberlake - Mirrors
• Ed Sheeran - Give me love
• Ali Gatie - It's you
• Alessia Cara - Out of love
• Rihanna ft. Mikky Ekko - Stay
• Selena Gomez - The heart wants what it wants
• Wiz Khalifa ft. Charlie Puth - See you again.
• Ross Copperman - If I
• Taylor Swift - I Know Places
CAPÍTULO 1

UNOS OJOS DIFÍCILES DE OLVIDAR

M ientras me miro en el espejo en este calor infernal, no puedo


evitar preguntarme: ¿hace cuánto que no sueño con mamá? Soy su
vivo retrato, el mismo pelo negro hasta la cintura, liso como la
seda, mi pequeña frente, los ojos oscuros y grandes, mis labios casi
inexistentes y mi nariz respingada. Si es que me le parezco en todo; el color
de piel bronceado sin necesidad de salir al sol, mi figura, las manos largas y
finas, y hasta la estatura… en fin... todo, y, eso hace que su ausencia duela
más.
Lo sé por las fotos, los videos, hace bastantes años que mi madre se fue
para siempre, igual que papá, pero de él no tengo nada físicamente
hablando, Nathan, tampoco heredó gran cosa. Y es que mi hermano mayor,
se da más un aire a tía Lili. Niego con la cabeza en lo que me doy el último
vistazo, no puedo ponerme sentimentalista justamente hoy, que estoy
celebrando mi primera semana en la UCLA.
Siempre ha sido mi sueño desde pequeña estar en esta universidad, fue
donde estudiaron mis padres. Mi hermano, había logrado entrar el año
pasado y consiguió una beca completa. Los primeros meses vivió en una de
las tantas residencias del campus, ahora es parte de una fraternidad.
Con Nathan mirábamos casi a diario los folletos de este lugar. Gracias a
que solo hay un año de diferencia en nuestras edades nos volvimos muy
cercanos, unidos, mejores amigos. Lo es todo para mí.
Mi único familiar directo, lo único que me queda después de aquel día.
Lo mejor de haber seguido los pasos de mi hermano y mis padres es que,
logré convencer a mi mejor amiga de mudarse a L.A, estudiar la misma
especialidad y ahora es mi compañera de cuarto. Ambas deseamos
convertirnos en las mejores abogadas de la ciudad. Sé que es un poco raro y
hasta tóxico que la haya convencido de tal cosa, pero Norma y yo somos
inseparables.
Sus padres se convirtieron en parte de mi reducida familia después de
que perdimos a nuestros padres en un accidente automovilístico, justo el día
de Acción de Gracias. Salimos de Portland hacia Seattle, a casa de mis
abuelos paternos y sin previo aviso, un neumático explotó y mi padre perdió
el control del auto.
Caímos a un precipicio después de dar unas cuantas vueltas, no recuerdo
la cantidad exacta; solo tenía diez años y lo último que haces en medio de
tal cosa, es contar cuántas veces el auto ha girado. Fue casi un milagro que
mi hermano y yo quedáramos vivos. Nathan se fracturó ambos brazos. Yo
obtuve algunos moretones.
Las dolencias físicas sanaron pronto, sin embargo, las que se llevan en el
interior tardaron muchos años en al menos dejar de doler tanto. Nuestros
padres eran autoritarios, sí, pero eran los padres más amorosos y presentes
del mundo. No recuerdo un solo día antes de su partida que no estuvieran
allí, siempre, en todo momento.
Después del accidente quedamos bajo la tutela de tía Lili, junto a ella
tuvimos una adolescencia muy diferente a la que, estoy segura, hubiéramos
tenido con nuestros padres. Tía Lili tiene una filosofía de vida demasiado
conveniente para dos chiquillos que lloraban por todos los rincones la
muerte repentina de sus padres. Decía que debíamos divertirnos, salir al
mundo y hacer todo lo que se nos ocurriera, porque sin duda, nos habían
dado una segunda oportunidad.
—¿En qué piensas tanto? —Soy sacada del limbo con la pregunta de
Norma.
—En mis padres, en lo diferente que hubieran sido nuestras vidas si
ellos jamás se hubiesen ido.
—Nathan y tú son buenas personas, Blair. Nunca se meten en
problemas, llevan una vida tranquila. Tus padres, desde donde estén, están
más que orgullosos de sus pequeños.
—¿Tú crees?
—Estoy segura, anda, quita esa cara de tristeza y anímate que hoy nos
vamos de fiesta.
"La fiesta"
Nathan nos ha invitado a su fraternidad después de que yo le hiciera mil
preguntas al respecto. Lo cierto es que me parece un poco extraño que
evada el tema siempre que intento saber cómo son en realidad las
fraternidades.
Él suele ponerse nervioso, lo noté desde las vacaciones del año pasado
cuando le pedí que me mostrara fotos del lugar y se negó. Es como si me
ocultara algo. No lo sé, quizás son suposiciones mías y no desea que me
mezcle en ese mundo lleno de fiestas y locura extrema. Es mi insistencia lo
que lo ha convencido, o que de la noche a la mañana Norma ha entrado a su
radar.
El solo hecho de que Norma y Nathan se enrollen pone mis nervios de
punta. Antes de que lo piensen, yo no soy la típica chica universitaria,
virgen e inexperta que teme que, al pisar la universidad, su vida se convierta
en un completo desastre. Mis nervios se deben a que Norma es mi única
amiga y la conozco desde que me salió el primer diente; lo que me da el
tiempo suficiente para conocerla más que a mí misma.
Si algo sale mal con Nathan, se terminará alejando de ambos. Así que
creo que más bien he aceptado asistir para cuidar a Norma que por
descubrir realmente dónde vive mi hermano.
Siendo honesta, me he leído suficientes libros juveniles en donde, en ese
tipo de casas siempre hay un chico malo que te enamora hasta la médula y
te hace sufrir.
No quiero eso.
Norma en cambio, desea con toda su alma que eso le suceda y cree que
Nathan es la mejor de las elecciones. Mi hermano es guapo, algo
musculoso, alto, de ojos negros y pelo castaño, igual que yo, pero es el
mayor mujeriego que he conocido y eso parece atraer a las chicas. ¡Es una
estupidez!
Recojo mi cabello en una coleta y me maquillo un poco. Tomo mi bolso
que tiene forma de hamburguesa, llámenme loca, pero los bolsos en forma
de comida son mi debilidad. Norma hace un gesto de desaprobación y me
río porque su mirada no tarda mucho en llegar a mis vans negros.
—Es una maldita fraternidad, Norma —la apresuro a salir.
—Pero hay chicos espectaculares ahí, tienes que pescar uno. Vestida así
lo que vas a pescar es un resfriado, y eso si cuentas con suerte porque vas
más cubierta que una monja —me molesta.
—He venido a la universidad a estudiar, no a perder la cabeza por un
chico. Además, Nathan se volvería loco si salgo con alguno de sus amigos o
conocidos.
—Aburrida —se queja.
—Pero así me amas, amiga —le recuerdo y asiente enseguida.
—Muchísimo.
Salimos de la residencia a paso de tortuga, Norma se ha puesto los
tacones más altos y ridículos de todo el planeta. No entiendo cuál es el
punto con los tacones; no puedes caminar bien, bailar, o correr en caso de
alguna emergencia, y lo peor de todo es que no te ayudan a disimular una
versión completamente ebria de ti misma.
La fraternidad está a unas cuadras del campus, no tardamos tanto en
llegar y aunque no estamos seguras de sí vamos en la dirección correcta, las
luces y la música a todo volumen nos dicen a gritos que esa es justamente la
casa que buscamos. Entramos y me encargo de buscar a Nathan entre
la multitud que habla a gritos y se ríe escandalosamente, algunos bailan tan
provocativamente que por un momento creo que se quitarán la ropa y se
comerán vivos.
Norma se pierde de mi campo visual cuando decide conseguir un par de
tragos. Encuentro a mi hermano sentado en un sillón en lo que parece el
salón principal de la casa, con una chica de extensa cabellera negra,
cómodamente en sus piernas. Frunzo el entrecejo, no cambiará jamás y mi
amiga saldrá con el corazón roto. Hombres, todos son iguales.
Me aventuro a llegar hasta él, a pesar de que la cantidad exagerada de
personas me lo impide, no me puedo creer que la casa esté a reventar de
personas y la alegría que desbordan es como si les hubieran inyectado
adrenalina o quizás algo más, pues algunos lucen realmente perdidos.
—Nathan. —Tengo que gritar para que me escuche. Levanta la mirada y
se pone de pie para abrazarme y darme un beso en la frente.
—¡Has venido! Menos mal, he hecho que la fraternidad gaste un dineral
en esta fiesta solo para que te convenzas de que no hay nada raro. ¿Dónde
está Norma?
—Busca tragos para iniciar la fiesta, mejor aleja a la tipa esa, Norma es
celosa —le advierto, aún recuerdo que hace dos años, su novio de toda la
escuela la engañó con la más popular de las porristas y Norma les hizo triza
los autos.
—Claro, lo recuerdo. Pero ya sabes que no me gustan las relaciones.
—Entonces no hagas que mi mejor amiga deje de hablarme por el resto
de su vida.
—No te preocupes, no lo haré. Quita esa cara —me riñe—. ¿A que mi
casa es toda una pasada? —Cruza uno de sus brazos por mis hombros y me
atrae hacia él en lo que señala alrededor.
—Es grande —es mi único comentario. Prefiero mi pequeño cuarto de
residencia, así no tengo que compartir el espacio con nadie más que Norma.
—Deja lo grande, tenemos las mejores fiestas del campus entero —
habla emocionado.
—¿Qué tanto has tomado? Me parece que ya estás bastante ebrio —lo
acuso.
—Ya, ya mandona. Disfruta la fiesta y si algún tipo te molesta, diles que
eres mi hermana y se alejarán —me informa y me río, su papel de padre
celoso a veces sobrepasa los límites.
—¡Aquí están los hermanitos Stoms! —Norma aparece de la nada con
los tragos en mano, me pasa mi trago y lo bebo completo sin perder el
tiempo.
—Tranquila, Blair —me sentencia Nathan. Asiento para que no se pase
el resto de la noche detrás de mí.
—Voy al baño —les digo antes de perderme entre la gente. No quiero
dejarlos solos, pero si no voy ahora mismo es probable que me haga pis en
los pantalones.
Subo las escaleras suponiendo que el baño esté arriba. Realmente es una
casa grande, me pregunto cuántos chicos vivirán aquí. Veo salir a una chica
de uno de los cuartos y agilizo mi paso. Espero que sea el baño y no el
cuarto en donde todos tienen sexo.
Respiro aliviada cuando, en efecto, he entrado al baño. Retoco mi
maquillaje que como siempre a estas alturas es inexistente. No importa
cuantos kilos utilice, mi rostro me ha declarado la guerra desde segundo año
de secundaria y ha decidido por sí solo que no es compatible con ningún
tipo de maquillaje.
Unos golpes fuertes sobre la puerta me sobresaltan. La abro despacio y
con temor. Un tipo entra al baño y vomita en el lavado.
El estómago se me revuelve y salgo corriendo. Si hay algo en esta vida
que no resisto, es escuchar o ver a alguien vomitar. Incluso cuando siento el
aire fresco —si es que podemos llamar a esto aire fresco—, llegar a mis
fosas nasales sigo sintiéndome inestable.
Me llevo las manos al cabello y miro hacia un lado y hacia otro.
Hay personas también en el jardín principal haciendo cosas raras como
muñecos de nieve sobre la hierba, otros bailan solos y hay un pequeño
grupo fumando quién sabe qué. De pronto, cierta incomodidad me invade,
miro a las personas con mayor detenimiento porque, sin razón aparente me
siento observada.
Enfrente de la casa hay un terreno vacío sin iluminación alguna. Hay
alguien ahí, estoy segura, no sé si es un chico o una chica, consigo
distinguir el material negro de su chaqueta de cuero. Tiene un cigarrillo en
la mano que constantemente lleva a su boca, supongo, la cuestión es que su
rostro está oculto por la oscuridad.
Me tenso, y aunque no puedo ver efectivamente su cara, mis ojos se
concentran en su figura, es un hombre, ya no tengo dudas. Esa persona es
quien me ha estado observando, lo sé.
—Oye, bonita tú eres nueva —una voz desconocida me haca dar un
salto hacia atrás.
Lo que dice es más una afirmación que una pregunta. Miro al hombre
flacucho y tatuado que me habla desde los escalones que dan a la casa. Si
algo me ha enseñado Nathan, es que debo alejarme de tipos como este de
forma amable y casual. Así que sonrío y asiento. Fijo mi vista en el terreno
vacío de enfrente otra vez, pero ya no hay nadie.
—¿Fumas? —Pone frente a mí algo que está muy lejos de ser un
cigarrillo común y corriente. Lo miro curiosa. Dije que no era la típica chica
universitaria, eso no significa que lo sepa todo y sea la reina de las fiestas.
—¿Es marihuana?
—Sí, cariño. Si fumas un poco te aseguro que será la mejor noche de tu
vida y si te gusta, puedo abastecerte cada vez que quieras.
Este hombre no solo está ofreciéndome un porro de marihuana, también
está dejándome claro que la vende. Inevitablemente viene a mi mente la
charla de tía Lili sobre las drogas. Niego con la cabeza porque Nathan y yo
hicimos un juramento cuando terminé la escuela: nada de drogas.
—Estoy bien —contesto natural.
—Puedes pasártela en grande —insiste.
—Ya la paso en grande —sonrío con esmero.
—Muñeca, si la pruebas...
—Ha dicho que no, Rick. —Otra voz suave pero firme se escucha detrás
de mí.
—No es tu puto asunto —contesta el flacucho que ahora sé que se llama
Rick.
—Estás tan drogado que no la has reconocido, es Blair, la hermana de
Nathan.
—Me importa una mierda Nathan, no es nadie para mí. —Se ríe al
mencionar a mi hermano.
—Oye, vuelves a decir algo de mi hermano y te rompo tu estúpida cara
—lo amenazo furiosa.
—Pero yo sí soy alguien para ti, ¿cierto? —habla con tono amenazante
mi defensor desconocido, interponiéndose entre Rick y yo. La verdad es
que incluso a mí me da un poco de miedo, ha puesto el rostro de un matón
profesional y lo coge del cuello de la camiseta para luego darle un empujón
—, lárgate de aquí.
—Lo siento —contesta con evidente arrepentimiento y se marcha, lo
cual me llena de sorpresa. ¿Ya está?
Mi defensor suelta un largo y pesado suspiro. Se da la vuelta y queda
justo frente a mí, estaríamos a un centímetro de besarnos si no fuese una
cabeza más alto que yo. Sus ojos grises y entrecerrados hacen que dé un
paso hacia atrás. Aún parece molesto.
Doy más pasos torpes hacia atrás y él me da un repaso completo, desde
la punta de mis pies hasta la última hebra de mi cabeza. Niega confundido y
también da unos cuantos pasos alejándose, marcando más aún la distancia.
—De nada —suelta. ¿Qué es lo que esperaba? ¿Qué le dijera unas
trescientas veces "gracias"?
—¿Cómo sabes quién soy? —es lo que digo.
Él sube las cejas y cruza sus brazos en su pecho.
—Una maleducada —susurra entre dientes para él mismo y se ríe.
—¿Quieres que te dé las gracias? Pues gracias, que sepas que yo hubiera
podido sola.
—¿Sí? Créeme, hubieras terminado comprándole la droga para poder
quitártelo de encima y no queremos que te corrompas, pequeña —es
sarcástico.
—¿Cómo sabes quién soy? —repito.
—Nathan ha ido de cuarto en cuarto esta mañana con una foto tuya en su
móvil, diciendo que hoy vendrías a la fraternidad y que ni de coña te
intentáramos... foll... digo, seducir.
—Ya. Eso es porque todos los habitantes de esta casa son unos perfectos
mujeriegos, supongo —me cruzo de brazos también.
—No todos —contesta demasiado serio—. Pero aquí no encontrarás a
ningún príncipe. No es tu ambiente. Recuérdalo.
—¿Qué te hace pensar que busco un príncipe? —No sé por qué estoy
sosteniendo una conversación con este desconocido.
—No me digas, te gustan los chicos malos —sonríe y siento como si el
cuerpo entero perdiera equilibrio—. Los chicos malos de este lugar, no son
como los de tus libros —dice en tono de burla.
—¿Cómo sabes tanto de mí? ¿Cómo sabes mi nombre?
—Blair, Blair Stoms. Sé más de lo que debería. Que disfrutes la fiesta.
Lo veo pasar a mi lado y su aroma varonil me afecta, camina hacia la
casa y las palabras luchan por salir aunque en mi mente me repito que cierre
la boca.
—¿Puedo saber tu nombre? —finalmente salen completas.
—Ethan Johnson —grita y algunos gritan aún más fuerte como respuesta
"El puto jefe".
Él se tensa y gira hacia mí en busca de no sé qué. Su cabello es oscuro y
le cae un poco en la frente.
Su rostro tiene facciones muy varoniles, ásperas y bien delineadas. Es
guapo, eso sin duda, solo que si te gustan los niños bonitos, Ethan podría
parecerte poco atractivo, él parece más bien un lobo a punto de aniquilarte y
enterrarte sus garras.
Sus labios son entre gruesos y normales, aunque más carnosos que finos.
Su cuerpo fornido con esa camiseta negra pegada a su cuerpo, la chaqueta y
esos jeans ajustados junto con su pose, me recuerdan a las descripciones de
todos esos libros de amor. El típico motero que te rompe el corazón.
Al ver que no agrego nada más asiente lentamente y yo me obligo a ver
hacia otro lado. Ethan tiene un par de ojos difíciles de olvidar; grises,
profundos, intimidantes.
Entro a la casa un tiempo prudente después de él. Nathan y Norma están
en la pista improvisada que han hecho en el salón principal; bailan de una
forma tan escandalosa que incluso a mí me parece ridículo.
Me quedo ahí de pie, no conozco a nadie más que a Rick y Ethan; uno es
una especie de vendedor ambulante de marihuana y el otro me da un poco
de miedo. Además, aunque me interponga entre mi hermano y Norma,
harán lo que se les antoje.
¿Es mejor que me marche? Creo que sí. Les escribo un mensaje de texto
a ambos, seguro lo leen cuando recuerden que existo.
Mientras camino sola de regreso a la residencia pienso en que, en efecto
las fiestas en las fraternidades no son tan buenas como alardean sus
integrantes o como suelen venderlas en las películas o los libros. Poco a
poco el alboroto que voy dejando atrás desaparece por completo y apenas y
se escucha uno que otro grillo en los campos de la universidad.
El nombre de Ethan sigue rondando por mi cabeza, estoy tratando de
recordar si alguno de los amigos de los que tanto habla Nathan se llama así,
sin embargo, no me suena.
—Blair. —Escucho una voz que, aunque no me es familiar, me da la
sensación de poderla reconocer aún después de mil años de no escucharla.
Es Ethan, otra vez. Doy un brinco involuntario, me ha asustado muchísimo.
—¡Me asustaste! —le reclamo un poco molesta. Es de madrugada y las
calles están desoladas.
—Lo siento —se disculpa—. Pensé que si te hablaba de una vez no te
daría un infarto al voltear y ver que te seguían —argumenta y no
comprendo del todo.
—¿Tú me estabas siguiendo? —No creo que mi pregunta sea estúpida,
pero a él le causa mucha risa.
—Evidentemente. Te vi regresar sola y quería asegurarme de que
llegaras sana y salva —habla entre dientes. Tiene la cara muy dura, como si
estuviera enojado por algo.
—Ah, bueno, ya estoy a una cuadra. Así que... buenas noches —se me
ocurre decir.
—Te acompaño.
—No creo que...
—No era una pregunta —responde de inmediato y ahora la cara dura la
pongo yo.
—No quiero que me acompañes, no te conozco. ¿Sabes que la tasa de
asesinatos de jóvenes solitarias e indefensas es muy alta? Que me hayas
seguido de forma silenciosa no habla muy bien de ti —es mi respuesta.
—Oye niña, créeme, lo último que quiero es asesinarte.
—Entonces por qué...
—No soy un asesino en serie, Blair —me interrumpe de nuevo—. Solo
soy el mejor amigo de tu hermano y sé que eres muy importante para él.
Intercambiamos miradas unos segundos y me doy por vencida. Solo es
una cuadra.
—Puedes acompañarme —le doy luz verde.
—Lo iba a hacer, aunque no quisieras —me informa y me río. Es un
engreído.
—Supongo que entonces nos veremos seguido —le corto el rollo de
intimidante que quiere jugar conmigo. Caminamos uno al lado del otro.
—Supongo —mueve sus labios sin dejar de observarme.
—¿De verdad eres el mejor amigo de mi hermano?
—¿Por qué lo dudas?
—No lo sé, nunca ha mencionado a un Ethan Johnson.
—Auch —finge que le duele—. A ti te menciona todo el tiempo.
—¿Sí?
—Sí, eres su mayor tesoro. Me lo dice siempre. Sonrío pensando en mi
hermanito. Él también es mi mayor tesoro. Enseguida me doy cuenta de que
Ethan ha detenido sus pasos y me mira algo confundido, incómodo.
—¿Qué pasa?
—Nada —contesta fríamente.
Pronto llegamos a la residencia y miro al suelo.
—Gracias por acompañarme.
—La fraternidad no es un buen lugar —dice de pronto.
Antes de que pueda responderle algo, se marcha sin agregar más y
dejándome confundida por su comentario. ¿La fraternidad no es un buen
lugar? Es solo una casa con quince chicos viviendo juntos, más nada.
Le resto importancia y entro al edificio hasta que me es imposible notar
su figura en la oscura distancia. En la soledad de las duchas de la residencia
lavo mi rostro, cepillo mis dientes y cambio mi ropa por algo más cómodo,
sin dejar de pensar en el gris de sus ojos.
"Ethan Johnson, el mejor amigo de mi hermano"
CAPÍTULO 2

LAS TRES REGLAS DEL JUEGO

A l despertar, lo primero que hago es cerciorarme de que Norma haya


regresado y para mi desgracia no es así. Su cama está tendida y
solitaria. Le he repetido unas setecientas veces que mi hermano es
un mujeriego de primera.
¡Dios! Qué afán tan grande el de las chicas de fijar sus ojos en quien no
deben. No quiero que nuestra amistad se arruine. ¡Joder!
Decepcionada busco mi teléfono y ya tengo dos llamadas de tía Lili. Son
solo las nueve. Ha llamado toda la semana hasta el cansancio. Que sea de
mente abierta, no quiere decir que no se preocupe por nosotros. El teléfono
suena una vez más y en esta ocasión sí tomo la llamada.
—¿Cómo está la mejor tía del mundo?
—¿Algún día me llamarás mamá? —me molesta, jamás nos ha pedido
tal cosa. Es solo una broma.
—Me aseguraré de que mis hijos te llamen así. ¿Cómo estás?
—¿Cómo crees que estoy con mis niños tan lejos?
—El tiempo pasa rápido, te visitaremos pronto.
—Mi hermana estaría tan orgullosa, Blair. Sus dos hijos en la
universidad. Solo espero que estén usando protección —me recuerda.
Típico de ella.
—No te preocupes, tía.
—De acuerdo, creeré que siempre tienes un preservativo listo jovencita.
—Ambas nos reímos ante su comentario—, bien, te hablo mañana.
Cualquier cosa que necesiten sabes que pueden llamarme, cualquier cosa,
sobrina —repite.
—Lo sabemos, te quiero —me despido.
Tía Lili solamente tiene treinta y cinco años.
Cuando mis padres murieron era una jovencita total, en el testamento
mis padres habían sugerido que, si algo les pasaba, tía Lili sería una
excelente tutora. Recuerdo cómo se rio a carcajadas cuando el abogado leyó
esa parte, no teníamos muchos parientes cercanos y finalmente tía Lili
aceptó el reto y nos ha cuidado desde entonces.
El ruido de la puerta llama mi atención y miro entrar a una versión
diferente de Norma. Trae el maquillaje esparcido debajo de los ojos y una
camiseta de hombre que le llega hasta las rodillas. Se tira en su cama y
cierra los ojos.
—Blair, tener sexo con tu hermano es, definitivamente, lo mejor que me
ha pasado.
—¿Te acostaste con él? Estás loca, Norma. Ya te he dicho que él no es
un buen candidato —le repito otra vez.
—Tranquila, Blair. Tengo todo controlado. Solo es sexo ocasional.
—Norma, tú no tienes sexo ocasional. Saldrás lastimada y yo me
volveré loca.
—¡Qué dramática! ¿Por qué te marchaste tan temprano?
—Me aburría. Un tipo quería que le comprara marihuana como sea y
luego tuve un encuentro raro con un supuesto amigo de Nathan.
—Oh sí, Nathan tuvo una pelea con un tal Rick por haberte ofrecido
drogas.
Salto de mi cama a la suya preocupada.
—¿Cómo fue? —No recordaba a Nathan siendo agresivo. Solo ha
pasado un año desde que vino a la universidad.
—Un tipo que está para darse contra las paredes se nos acercó y dijo que
Rick te estaba molestando y Nathan enloqueció, el tipo guapo tuvo que
intervenir. Nathan te inició a buscar y entonces el tipo guapo le dijo que te
había acompañado a casa y que estabas bien —dice aún con los ojos
cerrados.
—Ethan, se llama Ethan —recuerdo el nombre del tipo guapo.
—Bueno, Ethan el guapo, parecía molesto con Nathan. No paraba de
repetir que llevarte a la fraternidad es una pésima idea.
—Qué extraño, a mí me dijo algo parecido, algo sobre que la fraternidad
no es un buen lugar, pero mi hermano jamás permitiría que yo me
relacionara con malas personas o con un lugar peligroso.
—Seguro cree que somos niñas buenas.
—Seguro, tiene pinta de degollarte si no haces lo que pide —admito.
—Yo lo noté bastante tranquilo —comenta y niego con mi cabeza.
Puede que me haya ayudado y acompañado, pero todo en él grita: peligro.
—Voy a ducharme —contesto restándole importancia al asunto.
—No te duches, nos están esperando. Iremos a la playa.
—¿Quiénes?
—Nathan, Ethan y unos amigos más.
—¿Cuál playa?
—La de Santa Mónica. Sonrío a pesar de que no me anima tanto el
hecho de ir con cierto dueño de unos ojos grises. Me encanta la playa, sobre
todo la de Santa Mónica, tía Lilí nos trajo hace tres años y recuerdo lo
romántico que se me hizo el muelle en el que miré caminar a varias parejas
tomadas de las manos, mirando la puesta del sol y tomándose fotos a lo
tonto, el pequeño parque de diversiones les da un toque diferente a las
demás playas. Creo que es mi lugar favorito en el mundo, así que me dejo
de tanta tontería y me animo por completo.
Corro a las duchas y no tardo más de dos minutos.
Escojo un short y una camisa de tirantes. Me vuelvo a recoger el cabello
en una coleta y me pongo mis anteojos de sol. Norma que es una morena
despampanante, con curvas dignas de enloquecer a cualquiera y una
autoestima por los cielos; se pone su bañador y un pareo encima que
prácticamente deja todo a la vista.
Al salir, Norma corre como niña enloquecida por un dulce y se lanza a
los brazos de mi hermano. Comienzo a pensar que durante todos estos años
mi amiga guardó cierto secreto.
Norma jamás mencionó algún tipo de atracción por Nathan y ahora
parece totalmente cegada, después de solamente un día a su lado. Eso no
parece ser solo sexo.
—Han tardado una eternidad. —Me saluda Nathan—. Bien, chicos, ella
es Blair, mi hermana. Blair, ellos son Tony, Mark, Zac, Eleanor y Ethan. A
él lo conociste ayer —agrega. Reconozco a los chicos, son los mismos que
le gritaron a Ethan "el puto jefe". Supongo que es una broma privada.
Tony me sonríe de oreja a oreja, Mark me guiña un ojo y Zac me
extiende la mano y me da un beso en la mejilla, es gracioso que se muestre
tan educado, pues tiene la misma pinta que Ethan, esa de malote. De hecho,
todos la tienen, creo que Nathan la ha adquirido porque ahora que los veo
juntos se ven como esa típica banda de chicos malos.
Si no fuese de día y con este calor desgraciado puedo visualizarlos a
todos con sus chaquetas de cuero negro, cigarrillo en mano y cara de "no te
me acerques". Quizás son solo ideas mías.
La chica, Eleonor, me abraza y me hace muchas preguntas en menos de
un minuto. A pesar de sus apariencias todos son tan agradables y amables
que... esperen, no, no todos lo son. Ethan apenas y me mira algo fastidiado
con la situación antes de girar sobre sus pies y subir al Jeep negro.
Creo que el maleducado es él. Desde adentro me doy cuenta de que sus
ojos están clavados en mí, tiene la barbilla sobre el volante y está con la
cara dura, el ceño fruncido y yo me siento valiente porque no aparto la
mirada.
Mientras todos hablan y ríen bajo el imponente sol en vez de subir al
auto de una vez, Ethan y yo intercambiamos miradas incomprensibles, el
tipo está furioso, puedo sentirlo, sobre todo lo capto en el momento en el
que sus ojos bajan hacia mis piernas y luego suben recorriéndome entera,
finalmente le da un puñetazo al volante.
Se pone unas gafas de sol negras y nos grita a todos que, si no subimos
en un segundo, podemos ir a la playa en taxi.
Acomodarnos es todo un reto y un mar de risas. Ethan es el conductor, el
copiloto es mi hermano y el resto estamos todos apretados como sardinas en
el asiento trasero. Nathan le sube a la música y todos comenzamos a hablar
casi a gritos. Ya me han puesto un sobrenombre: La mascota Stoms.
—Creo que nos caes mejor que Nathan —dice Zac pasando su brazo por
encima de mis hombros.
—Cuidado con eso, hermano. Es mi hermanita, no lo olviden —
sentencia mi hermano.
—Siempre le he robado a sus amigos. No es mi culpa ser tan linda —
contesto graciosa.
—Deja lo linda a un lado, cuando Nathan nos amenazó con matarnos si
te seducíamos me imaginé que lo estaba cegando el amor de hermanos, pero
mujer, estás más buena que...—Tony no logra terminar la oración.
—¡Cállate, Tony! —interrumpe Ethan, es la primera vez que habla desde
que salimos de la residencia.
—Oh por favor, señor seriedad, si ayer me dijiste que la hermana de
Nathan era tan...
—¡Qué te calles! —grita con más fuerza.
—Tranquilo, Ethan ya sé que están jugando —interviene mi hermano—.
Aquí todos saben que no pueden ser más que tus amigos, Blair. La misma
advertencia para ti, además no creo que ninguno de estos niños te guste, si
el más simpático soy yo —bromea Nathan y me río.
Siempre tan celoso y protector.
Ethan suspira, se muerde el labio inferior y niega con la cabeza. En lo
que todos retoman la conversación, cada cierto tiempo me mira a través del
espejo retrovisor. No voy a mentir, me ha puesto nerviosa, así que
interrumpo el contacto visual y miro hacia la costa que ya se logra apreciar.
Aparcamos algo lejos de la playa porque el lugar está abarrotado.
Espero paciente a que todos salgan para poder hacer lo mismo y noto
que Ethan sigue muy bien sentado en su lugar a pesar de que tiene todo el
espacio para moverse. En cuanto solo quedamos los dos dentro del
vehículo, baja rápidamente del Jeep y abre la puerta de mi lado.
—No era necesario, pero... gracias —le digo.
—Solo es una simple cortesía —murmura.
—Solo tienes que decir: no es nada. No tienes que fingir ser un
amargado todo el tiempo —le suelto. Sí, mi bocota a veces no suele
quedarse cerrada. Además, siempre que hace algo por mí y le agradezco me
responde como si estoy malinterpretando sus acciones. Solo me ha abierto
la puerta y he dicho "gracias".
—Insolente, lo pones difícil —susurra y lo he escuchado perfecto. Paso
muy cerca de él y me siento incómoda. Con la claridad del día, el gris de
sus ojos se observa mejor y es aún más intimidante que de noche.
Me tardo más de lo debido en proseguir con mi camino, hasta que los
gritos de los chicos truenan en mis oídos y doy un respingo hacia atrás para
luego alejarme de Ethan. Lo escucho bufar y sonrío un poco sin siquiera
saber la razón. Me uno a las bromas y chistes de los amigos de mi hermano
y no tardo nada en hacer los propios.
—Hace tanto calor que podría desnudarme —comenta Norma y todos
los chicos dan su aprobación. Incluso Eleanor lo hace.
—No se metan con mi chica, se los advierto —mi hermano ha llamado a
Norma "mi chica", me sorprendo totalmente.
Retuerzo los ojos ante la declaración. ¿En qué momento se darán cuenta
de que es una mala idea?
Al llegar a un área menos poblada, Eleanor no pierde ni un segundo y se
quita la ropa, prácticamente corre a la playa. Me pregunto si es la novia de
alguno de los chicos, o si es la única integrante mujer del grupo de amigos
de Nathan.
—Oye, mascota Stoms, ¿quieres una cerveza? —Mark se dirige a mí por
primera vez, es con quien menos he cruzado palabras.
—El sobrenombre es muy tierno, pero prefiero que me llames Blair.
—De acuerdo, señorita. ¿Quieres una cerveza, Blair? —Asiento esta vez
como respuesta. De inmediato tengo mi bebida en las manos y justo cuando
intento darle un sorbo, Ethan decide ponerse de pie y quitar su camiseta.
Bajo la vista hacia la cerveza embotellada, sin embargo, me gana más el
morbo y termino husmeando en donde no debo. No es un tipo con músculos
exagerados, es de contextura delgada pero muy bien marcado, hace
ejercicio, se nota. En el siguiente segundo soy atrapada por sus ojazos, sí,
he dicho ojazos, es que son preciosos.
Tengo que ser honesta; son grises, muy grises y de pronto se tornan en
un azul muy raro. No lo sé, nunca había mirado unos ojos tan peculiares. Él
me termina atrapando y detecto una pequeñísima sonrisa que oculta al
tronar de unos dedos.
El sol está realmente enfurecido esta mañana y mi ropa a pesar de ser
poca, comienza a estorbarme. Francamente no quiero quedarme únicamente
en bañador. Pienso en todas las veces que he estado en playas con Nathan y
sus antiguos amigos, nunca me había sentido nerviosa de mostrar mi cuerpo
y en esta ocasión lo estoy.
Me termino mi cerveza en silencio y me armo de valor. Subo mi camisa
hasta los hombros y sale por mi cabeza, olvidándome de que hay cuatro
chicos a mi lado, no incluyo a Nathan porque es mi hermano. Pongo las
manos en mi cintura antes de abrir el cierre de mis pequeñísimos shorts.
No quiero parecer exhibicionista y los bajo rápidamente, caen en la
arena y saco un pie seguido del otro y volteo a ver a los chicos.
Nathan está comiéndose prácticamente a Norma.
Tony revisa su celular, Zac está recostado en la arena, Mark revisa las
cervezas y Ethan recorre mi cuerpo con su mirada y deja escapar un leve
suspiro.
Quiero taparme ahora mismo, no entiendo cómo puede afectarme tanto
su escrutinio cuando en realidad, no es más que un desconocido.
—No me jodas, Nathan. Si quieres que recuerde que es tu hermana dile
que se ponga ropa. Mira nada más esas piernas —Tony rompe el silencio y
me dan ganas de reír. Durante el instituto hice ejercicios para mis piernas,
glúteos y abdomen. Soy una chica de deportes; correr es una de mis
actividades favoritas, me gusta ser ágil y mantenerme en forma.
—Cállate imbécil —le contesta mi hermano.
—Solo está bromeando —lo tranquilizo.
—No, mascota Stoms, no estoy bromeando.
—Tony no quieres verme molesto —ataca mi hermano.
—¿Por qué solo me recriminas a mí? ¿Ya viste que a Ethan la baba le
llega a la arena? —se ríe a carcajadas y Zac se le une.
—¿Por qué eres tan hijo de puta? La van a espantar —comenta
defendiéndose y alejándose de nosotros—. No es la primera mujer con buen
cuerpo que nos acompaña a la playa. No sean ridículos —agrega y corre a
la playa y alcanza a Eleanor.
—No le hagas caso, es un amargado —interviene Mark. Maleducado y
amargado y un idiota. Es una pena, porque es muy guapo.
—¿Me das otra cerveza, Mark? —es mi respuesta. Mark saca nervioso
la cerveza del pequeño congelador que han traído. Le sonrió como
agradecimiento y me siento a su lado. Desde esta distancia veo cómo Ethan
y Eleanor se empujan el uno al otro y terminan en la parte más onda.
No sé si la cerveza junto con los nervios ha empezado a hacer efecto y le
presto más atención a Mark de la que debería. Es el típico californiano,
bronceado con ojos color miel y el pelo un poco castaño. Sé que ha vivido
toda su vida aquí porque Nathan me ha hablado de él un par de veces.
—¿Te gusta Los Ángeles?
—Sí, Mark. Aunque no es mi primera vez aquí. Hemos venido antes con
tía Lili. Esta es mi playa favorita.
—¿Qué tal es Portland?
—Es diferente, llueve mucho y eso me sacaba de quicio. Me gusta el sol
y andar ligera de ropa —digo sin intenciones de que suene con doble
sentido, después de unos segundos de silencio me termino riendo y Mark
por fin suelta su carcajada contenida.
—Si Nathan te escucha creerá que me estás coqueteando —bromea.
—¿De verdad los amenazó a todos?
—A todos. Sobre todo a Ethan, ya sabes, siempre hay un mujeriego. Y
él ocupa ese puesto en este grupo. Además de amargado y un tanto
prepotente.
—¿Sí? —digo sin apartar la mirada de Ethan y Eleanor que ahora están
demasiado cerca.
—Ya lo conocerás, pero mi consejo es que te mantengas alejada de él.
—Creo que Mark se da cuenta de mi seriedad al escuchar esas palabras. No
soy el tipo de persona que se deja influenciar por los comentarios y
rumores, me gusta conocer a la gente, crearme mi propio criterio y no
anteponer una reputación que bien puede ser falsa. Aunque tampoco tengo
intenciones de pasar mucho tiempo con Ethan. Me da igual, en realidad—.
¿Me acompañas al agua? —pregunta de pronto después del prolongado
silencio.
—Claro —acepto rápidamente. El sol parece querer quemarnos vivos.
En cuanto llegamos y nos acercamos a la pareja que ya está dentro, Ethan
decide salir y huir, claro está.
¡Qué le pasa a ese tipo! Eleanor sigue nadando en medio de las olas sin
darle importancia al comportamiento de su amigo, y al vernos, inicia una
guerra de agua como si tuviéramos tres años. Mark la toma por la
cintura y finge querer sumergirla. Eleanor se ríe cuando sale a la superficie.
Tony y Zac aparecen a nuestro lado y la guerra se pone realmente fuerte
con todos en el mar. Es divertido, muy divertido.
Cansada de tanto ajetreo y agua volando por aquí y por allá, además de
arderme los ojos sin piedad, camino hasta la orilla y me dejo caer en la
arena mojada. Un momento después la figura de Eleanor se recuesta a mi
lado y sonrío con los ojos entrecerrados.
—Vas a causar problemas —escucho a Eleanor decirme muy cerca.
—¿A qué te refieres?
—Eres muy bonita —dice sin más.
—No quiero causar problemas, ¿Mark es tu novio? —me asusto. Quizás
me he equivocado y no está con Ethan, sino con Mark.
—No soy la novia de ninguno de estos imbéciles —se burla—. Me
gustan las chicas —aclara y abro los ojos como platos, me río nerviosa.
—Oh —mi asombro es palpable.
—Pero no eres mi tipo —se apresura a explicar y eso me hace sentir
ridícula y exagerada—, puedes estar tranquila. Además, aunque lo fueras,
ya nos han dejado claro que no podemos tocarte —me recuerda.
—Nathan es un exagerado —expreso ya un tanto molesta. Que se le está
pasando la mano, ya estoy grandecita.
—No me refiero a Nathan —susurra y se pone de pie dispuesta a
marcharse.
Yo me quedo otros minutos recostada en la arena sopesando las palabras
de Eleanor hasta que repongo todas mis fuerzas y regreso con los demás, ya
todos han vuelto. Me siento junto a Mark nuevamente y le pido otra
cerveza, pero esta vez es Ethan quien se mueve hacia el congelador y
rápidamente se acerca a mí, pone la cerveza en mi mano y sus dedos
ligeramente se rozan con los míos.
No nos decimos nada, no hacemos ningún ruido, el juego de miradas ya
nos está cogiendo cariño porque es lo único que hacemos en nuestros
encuentros; mirarnos de una forma... ¿profunda?
Finalmente soy yo quien aparta las manos junto a la cerveza y él regresa
a su sitio un poco molesto o eso me hace pensar con sus expresiones.
Realmente es un tipo raro; ahora sonríe, ahora no, ahora te habla, ahora no,
ahora se muestra amable, ahora te lanza cuchillos, y eso que solo tengo un
día de conocerle.
—¿Quién quiere jugar? —exclama Eleanor con una botella de vodka en
las manos. Nadie se opone y más bien hacen un círculo en el que me
incluyo—. El juego es "yo nunca, nunca".
—Vamos a confesarnos —dice Zac riendo.
—Solo hay tres reglas del juego, la primera es que tienen que ser
honestos. Blair tiene ventaja porque no sabemos nada de ella, los demás nos
conocemos demasiado, así que mucho cuidado con mentir.
»La segunda regla es que el juego no se detiene hasta que la botella esté
completamente vacía y la última y más importante, quien se sienta ebrio y
quiera dejar el juego, ya sabe que tiene que besar a alguien. La buena
noticia chicos, es que hoy estamos tres mujeres —termina de explicar
Eleanor y todos se sirven su trago.
Sé que con tres de esos y ya estaré borracha. ¿Tendré que besar a
alguien? He jugado esta tontería infinidades de veces, la diferencia es que
esas reglas son desconocidas para mí.
—Yo nunca, nunca me he acostado con alguien de este grupo —empieza
Zac. Supongo que todos dejaremos los tragos tranquilos porque a Eleanor le
gustan las chicas, sin embargo, Tony y Eleanor toman su trago. También
Norma y Nathan lo hacen. Claro, casi olvido que se están acostando.
—Yo nunca, nunca me he enamorado —dice Mark, todos lo abuchean.
Dejamos los tragos tranquilos. En este grupo nadie ha caído en las garras
del amor. Bien.
—Yo nunca, nunca me he acostado con un hombre —Tony aumenta la
presión.
Eso no es justo, pero ya está dicho, así que todos los ojos se posan en
Eleanor, Norma y en mí. Es obvio que Eleanor se acostó con Tony, Norma
con Nathan, y entonces, entiendo que la curiosidad la provoco yo y pienso
en mentir. A estos tipos no les interesa mi vida sexual, menos a mi
hermano. Los miro a todos expectantes, menos a Ethan, quien está mirando
hacia la arena. Me dejo de tonterías y tomo el vodka.
—Así que la mascota no es tan inocente —confirma Tony, es el más
hablador de todos. Los chicos ríen, hasta mi hermano quien parece ya
sedado por el alcohol—. ¿Lo has escuchado Ethan?
—¿Cuál es tu puto problema Tony? —lo reprende Ethan bastante serio y
con la mandíbula tensa.
—Ya déjalo en paz —le pide mi hermano a Tony y lo hace, pues no
vuelve a bromear conmigo.
—Yo nunca, nunca me he sentido atraído por alguien de este círculo —
habla Nathan.
Nathan y Norma en vez de beber su trago se tiran en la arena y se da un
beso bastante incómodo de ver. Tony y Eleanor se quedan tranquilos, lo que
me explica que, su acostón fue un accidente, quizás estaban ebrios o algo
así.
Solo hay tres personas que se quedan con sus vasos vacíos. Ethan, Mark
y yo. El resto explota en carcajadas. ¿Ambos se sienten atraídos por mí?
¿Por qué yo me he bebido ese maldito trago sin pensármelo? Mi hermano
no se da ni cuenta de la situación. El ambiente se torna denso de un
momento a otro. ¡¿Qué está pasando?!
—Solo es un juego —argumenta Ethan lanzándose otro trago y
señalando con el dedo a Tony quien estaba muy cerca de abrir la boca.
—Sí, solo es un juego —repito imitándolo también y bebiéndome otro
trago.
—Yo nunca, nunca he hecho algo ilegal y que se pagaría con muchos
años en la cárcel —Eleanor decide romper la tensión riéndose a carcajadas.
Esa afirmación se me hace muy rara, ¿qué podríamos haber hecho a nuestra
corta edad como para pasar años en prisión? Yo dejo mi vaso tranquilo igual
que Norma y, para mi sorpresa, todos los restantes se llevan sus tragos a la
boca.
Ethan, aunque con ojos acusadores, mira a Eleanor y se bebe su trago
negando con la cabeza.
—No seas amargado Ethan —lo anima Mark y él solo le muestra el dedo
medio.
Otra afirmación y otra y otra y otra hasta que mi cabeza es un cúmulo de
ideas tontas y pensamientos enredados.
—Yo ya no puedo más —me rindo finalmente con la voz arrastrada—.
¿A quién tengo que besar?
Mi hermano me recuerda que no es necesario, que esa regla no aplica en
mí. Producto de mi borrachera, me niego a ser una ñoña que no hace algo
porque su hermano mayor se lo prohíbe. Me está cabreando de verdad.
—Es un juego, Nathan. Tranquilo. Díganme a quién tengo que besar.
—A quien tú quieras, cariño —me responde Eleanor.
Sé perfectamente a quién quiero besar, aunque no lo quiero admitir en
voz alta, pero no voy a provocar un problema entre él y mi hermano. Sin
pensarlo dos veces, camino hasta Mark, le sonrío como idiota y rozo mis
labios con los suyos y enrollo mis manos en su cuello. Escucho a Norma
gritar: "Así se hace amiga".
Las manos de Mark no se quedan tan quietas y me recorren el torso
hasta llegar a mis caderas, muy cerca del inicio de mi trasero.
—Bueno, ya basta —escucho decir a Ethan, y a pesar de que su
comentario me produce un cierto tintineo en mi interior, estoy disfrutando
este beso, tal vez es el alcohol—. Nathan —insiste Ethan llamando a mi
hermano quien entra en acción.
—Ya fue suficiente —interrumpe mi hermano llegando hasta nosotros y
apartándome de su amigo—. No te pases de los límites, Mark —lo
amenaza.
—¡Ya bájale dos rayitas a tu paranoia Nathan, soy mayor de edad!
—¿Puedes llevarla a la residencia, Ethan? Ya está borracha —me ignora
y me traspasa como mercancía a su supuesto mejor amigo.
Ethan acepta y al principio me pongo testaruda y no doy ni un paso,
tiempo después el dueño de esos ojos tan extraños se acerca a mí con
cautela y rodea mi brazo con su mano. Su tacto quema, de verdad, lo hace.
—Despídete —es una orden clara y precisa y sin saberlo o entenderlo, a
él sí que le hago caso.
Me despido de todos y camino junto a él. El solo roce de nuestros brazos
al avanzar me incomoda de una forma placentera, así que donde presiona
con cuidado hace que sienta un cosquilleo inexplicable. Lo observo cada
dos segundos porque lo veo doble y quiero ver solo a un Ethan.
Creo que no camino en línea recta porque su mano viaja hasta mi cintura
desnuda. Me he puesto el short, no la camisa y eso quema aún más que su
mano en mi brazo. Él se muerde sus labios y sigue caminando. Oh, Dios,
sus labios son tan apetitosos. Llegamos a su Jeep y me ayuda a subir en el
asiento del acompañante. Toma el cinturón de seguridad y lo cruza sobre mi
pecho. Por un pequeño lapso se detiene a mirarme.
—Me estás jodiendo y ni siquiera te termino de conocer —pronuncia las
palabras tan bajito que me cuesta trabajo escucharlas del todo bien, incluso
entenderlas me lleva trabajo. Sus dedos acarician mis mejillas y siento que
me hundo en el asiento. Tengo ganas de devolverle la caricia y besarlo.
Creo que estoy entrando en estado de demencia. Ethan se aparta y cierra la
puerta con cuidado, se sube al Jeep y enciende el motor.
—¿Por qué tienes que ser el mejor amigo de mi hermano? —hago
pucheros.
—¿Eso en qué te incomoda, princesa? —ahora sí habla fuerte y claro y
por supuesto, sarcástico.
—En todo, ¿a ti no? —me atrevo a decir.
—No, no me incomoda —contesta con exagerada sequedad y molestia.
—¿Por qué eres tan jodidamente gruñón?
—Porque es la única forma de que ambos nos ubiquemos.
—¿A qué te refieres? —estoy curiosa.
—A que no tienes que fijarte en mí, Blair. Puedo ser tu peor pesadilla —
eso no lo entiendo nada.
—Tú no me gustas, hombre, que apenas ha pasado un día. No te creas
tan importante. La pinta de malote no me llama la atención. Estás loco si
crees que yo me enrollaría contigo.
Él apaga el motor del auto precipitadamente, se quita el cinturón y en un
segundo soy rodeada por sus manos y pega su frente con la mía, casi me he
desmayado de la impresión.
—¿No te gusto? —pregunta en lo que sus labios besan la comisura de
los míos y me paralizo.
CAPÍTULO 3

PEQUEÑAS MENTIRAS

N uestros aromas alcoholizados se mezclan, miro turbio siendo


honesta, pero eso no disminuye el hecho de que lo tengo casi
encima, con toda esa prepotencia que se carga y mis malditas ganas
de besarlo. ¿Por qué? ¿Realmente me gusta o es que estoy borracha? No me
acobardo, no me aparto; si cree que me da miedo con su sarcasmo,
petulancia y seriedad, está muy equivocado. Trato de no respirar tan rápido,
no quiero que se dé cuenta de que en realidad estoy bastante afectada y que
me tiemblan un tanto las piernas, a pesar de estar sentada. Es un hombre
intimidante, no voy a negarlo, e ignoro cuál es su maldito punto.
—¿Qué tan ebria estás del uno al diez? —pregunta entonces rozando
mis labios y siento que muero.
—No entiendo...
—Solo contesta.
—Nueve.
—Bien. No recordarás esto mañana. Punto para mí —es todo lo que dice
y se aparta.
—¿Tienes algún problema conmigo? —le grito. Bueno, puede que esté
diez y no nueve de ebria.
—No sé a qué te refieres, Blair. —¡Ah! Odio la calma con la que habla,
como si no estuviera pasando nada.
—Me salvas de un traficante. —Me río porque llamar traficante a Rick
es exagerado—, y me acompañas a casa, te muestras amable y luego me
dices que la residencia no es un buen lugar, pero me invitas a la playa, de
acuerdo, no tú, Nathan y ni siquiera me saludas. Eres un maleducado que
después intentó reivindicarse abriendo la puerta de su auto para mí y
finalmente has estado increíblemente serio y de mal humor el resto del día.
—Vaya, tú sí que sabes hacer un resumen.
—No eres gracioso.
—¿Qué quieres que te diga? Así soy yo, como una patada en el trasero.
—Pues estás fingiendo.
—Y eso lo dice la chica que apenas y me conoce.
—No necesito conocerte, estás fingiendo Johnson. Pero yo sí soy muy
honesta, así que te diré que he tenido que besar a Mark en vez de a ti —
estoy hablando tanto y diciendo tontería tras tontería.
—¿Querías besarme? —Levanta las cejas de forma graciosa.
—Olvídalo —le resto importancia a mi anterior comentario y a todo lo
que ha ocurrido en el vehículo acomodándome mejor en el asiento y
cerrando mis párpados cansados.
—Blair... Yo también quería besarte. —Las palabras me llegan lejanas,
como si las estuviera soñando. Todo es oscuro, todo es un sueño oscuro y
profundo.
Soy consciente de que alguien me carga y se me hace muy difícil abrir
los ojos. Una voz ronca maldice varias veces hasta que escucho el clic de
una puerta abrirse. Seguro Norma ha llegado. Nunca había apreciado la
suavidad de mi cama hasta en este preciso momento en el que me pierdo
por completo entre sueños y deseos incomprensibles.
No sé cuánto tiempo ha pasado cuando abro los ojos y el dolor de cabeza
me ataca. Todo viene a mí como flashes. Pongo especial atención en la
ventana con cortinas azules. Son unas cortinas muy bonitas... ¡Un
momento! Norma y yo no tenemos cortinas azules. Me sobresalto en la
cama y cubro mi cuerpo con unas sábanas blancas. ¿Dónde estoy? Escucho
la respiración pausada y tranquila de alguien más y temiendo lo peor, volteo
lentamente hacia el sonido.
Ahí, dormido profundamente, con una mano en su pecho y un bóxer de
cuadros, está Ethan.
¡Por favor no! Reviso mi cuerpo y tengo puesta una camiseta negra que
llega hasta mis muslos. Recuerdo que me iba a llevar a casa, que hablé de
más en su auto y que... no, seguro me he imaginado la parte en la que dijo
que él también quería besarme.
Nerviosa salgo de la cama y encuentro mi short en el piso. Me siento en
una silla esquinera frente a él. Peino mi cabello con los dedos y me paso las
manos por la cara en caso de que tenga algo. No reparo mucho en la
habitación, solo en que es muy ordenada para ser la de un chico
universitario que pertenece a una fraternidad.
—Ethan —susurro. Ni siquiera se mueve—. Ethan —lo intento una vez
más. ¡Demonios! ¡Despiértate! —. Ethan —lo llamo una última vez y sus
ojos se abren lentamente, da un pequeño salto al verme sentada frente a él.
—Menudo susto me has dado, Blair
—Hola, ¿dónde estamos? —Miro las paredes constantemente.
—En la fraternidad y será mejor que tu hermano no se entere de que
hemos dormido juntos.
—Cuando dices dormir juntos... te refieres a...
—Dormir juntos, solo dormir. No has tenido tanta suerte, pequeña —
dice vistiéndose. Es un engreído.
—Ya quisieras tener algo conmigo —contesto ofendida—. ¿Por qué
estoy aquí? ¿Te has querido aprovechar de mí?
—Porque te has dormido en mi auto y has olvidado tus cosas en la
playa. No me di cuenta hasta que llegamos a la residencia. Me cansé de
esperar a Norma y Nathan no contestaba su teléfono, así que te traje aquí —
responde como si se tratara de rutina—, y no mujer irresistible, no me he
aprovechado de ti. No necesito que te embriagues para hacerte caer.
—Eres un idiota, ¿te lo han dicho?
—Bastante, vístete.
—¿Tú me cambiaste de ropa?
—Blair, sí, yo te cambié, pero no te he tocado un solo cabello. Este
malote que no te atrae como aseguraste ayer, es un caballero lo creas o no.
—Da pasos hacia mí y se inclina hacia abajo hasta estar a la misma altura
que yo. Sus ojos hoy se ven grises pero muy claros. Me quedo sin habla,
son un espectáculo.
—¿Yo te dije eso? —me sorprendo, no lo recuerdo.
—Dijiste muchas cosas, pero no voy a avergonzarte. —Me guiña un ojo
—, otra de mis virtudes, nena.
Voy a replicar cuando tocan la puerta y por un momento creo que es
Nathan. ¿Quién en su sano juicio creerá que solo hemos dormido? Solo
dormido. Ni yo me lo creo.
—¿Ethan estás ahí? —Reconozco la voz de Zac.
—¿Qué pasa Zac?
—Es Nathan, dice que recién acaba de llegar a la residencia de Blair y
que no está allí. No te habrás acostado con ella, ¿cierto?
Puedo darme cuenta de que mis mejillas se encienden. Sobre todo,
cuando Ethan voltea a verme y me sonríe con complicidad.
—Seguro está esperándome en la cafetería de la esquina. La he invitado
a desayunar y ya es hora.
—¿Que tú qué? —se burla Zac.
—Vete a la mierda, Zac. Largo.
—Si Blair está adentro sabes que te meterás en muchos problemas —le
recalca y Ethan da un largo suspiro.
—Lo capto —contesta Ethan y luego de eso no hay más intercambio de
palabras entre ellos.
—¿De verdad no nos acostamos? No soy esa clase de chica, yo... Sin
esperármelo uno de sus dedos cubre mis labios impidiéndome hablar más.
El toque se vuelve caricia al rozar parte de mis labios y finalmente mi
mejilla.
—Jamás te tocaría en ese estado. A ninguna mujer. Ahora ponte el short
y quédate con mi camiseta, solo traías el bañador. Encontremos la forma de
largarnos de aquí antes de que tu hermano se vuelva loco.
Habla más serio de lo que me esperaba. Le hago caso y salimos de la
habitación como dos detectives encubiertos. Es toda una ridiculez que
estemos haciendo esto. Yo ya estoy grandecita, Nathan tiene que entenderlo.
Miro el reloj que hay en una pared de la casa y son más de las ocho,
¡demonios! Ya me he perdido la primera clase. Pierdo el equilibrio en los
últimos escalones de la escalera y Ethan me sostiene de la mano, no es eso
lo que me pone nerviosa, sino que no la aparta y caminamos así hasta la
puerta.
Afuera nos espera la bomba, en cuanto la abrimos nos encontramos
frente a frente con Nathan. Trae cara de pocos amigos. No puedo culparlo
por pensar mal, después de todo, traigo una camiseta que no es mía y es una
obviedad que estoy tratando de irme de aquí sin ser vista por nadie, y,
nuestras manos siguen juntas hasta que reaccionamos y nos apartamos más
de lo necesario.
—¿Dónde diablos te has metido? ¿Estaba contigo Ethan? Creí que había
sido claro. —Lo apunta con un dedo.
—Nathan, no es lo que piensas. Norma no regresó a la residencia y
pensé que estaba aquí. Por eso he venido tan temprano.
—Claro y es por lo que traes una camiseta de él —bufa y parece querer
matar a Ethan ahora mismo.
—Esto..., bueno, ayer me enviaron a casa casi desnuda. Tenía frío y me
ha prestado esta camiseta que traía en su Jeep. Por Dios, Nathan, deja la
paranoia. En todo caso ya no soy una niña, ¿de acuerdo?
—No me importa que no seas una niña, Blair. Mi deber es cuidarte —
expresa menos molesto—, y Ethan es mi mejor amigo.
—¡Tú te acuestas con mi mejor amiga! —hablo más enojada de lo que
realmente estoy mientras doy pasos hacia la calle. Escucho que cierran la
puerta y camino más rápido al campus.
—Espera —la voz de Ethan me detiene y ahora, ¿qué quiere? —. Te
acompaño a la residencia —se ofrece.
—No es necesario.
A pesar de mi negativa camina a mi lado y se ríe de mi forma de dar
pasos fuertes en lo que bufo y gruño molesta. Me detengo en seco y lo miro
directo a la cara.
—¿Sabes qué?, no necesito que me acompañes, no necesito un niñero
personal. Ya estoy grande. Haces esto por Nathan seguramente y no voy a
acostarme con ninguno de ustedes. Por favor dile eso a mi hermano.
Se cruza de brazos y levanta una ceja. No sé si está enfadado o es que
estoy dándome cuenta de que lleva cara dura todo el jodido tiempo.
—Espero que de verdad no te acuestes con ninguno de nosotros. Es una
sabia decisión. Pero entonces explícame, ¿por qué besaste a Mark? ¿Por qué
te la pasaste todo el día de ayer coqueteando con él?
—Solo como dato importante, que seas el mejor amigo de mi hermano
no te da el derecho de interrogarme como si en realidad fueras mi hermano.
—¡Ah! —se queja—, aparte de insolente, testaruda. ¡Contesta! —gruñe.
—Adiós Ethan —me despido y rápidamente soy tomada de la cintura,
doy un brinco hacia atrás alejándome de sus manos.
—¡Contéstame!
—¿Cuál es tu problema? Era parte del juego y de todas formas, ¿a ti qué
te importa? Yo puedo besarme con quien quiera, ¿quién eres tú para pedir
explicaciones? Si apenas y me conoces —exclamo.
Él inicia a asentir con su cabeza como si estuviera teniendo una
conversación interna con él mismo y pone el rostro aún más serio de lo que
acostumbra. ¡Qué novedad! Si cree que me da miedo está loco. —Es cierto,
apenas y te conozco y no me interesa conocerte más. A mí no me importa
nada que tenga que ver contigo, bésate con todo el campus si quieres. Eso
sí, princesita, te doy un último consejo, no vuelvas a la fraternidad y no te
conviertas en una más del grupo porque no es a donde perteneces.
—Tú sí que tienes problemas.
—Nathan cree que tu presencia no representa problema alguno, pero se
equivoca. Le he dicho que no te trajera a nuestras fiestas, que no te
involucrara con nosotros. Ahora te lo digo a ti, quizás usas la cabeza. No
como Nathan —me riñe y regresa a su casa. Este tipo está mal de la cabeza,
definitivamente.
Llego en llamas a mi habitación y despierto a Norma con el portazo que
doy. Estoy furiosa, ese imbécil no me dirá con quién puedo socializar y con
quién no. No voy a permitírselo a Nathan, mucho menos a Ethan, que no es
más que un desconocido para mí. Y su discurso ridículo; que no pertenezco
a su círculo de amigos, y ellos quiénes son... ¿La mafia de Los Ángeles?
Que tontería.
—¿Dónde pasaste la noche? —es lo primero que pregunta.
—¿Tú donde la pasaste? —la imito.
—En un lugar muy romántico con tu hermano —admite, finjo vomitar y
la obligo a tomar una ducha y a ir a las siguientes clases conmigo.
Ambas estamos con una resaca de aquí al cielo. Es nuestra segunda
semana en la UCLA y las clases se han puesto más serias este lunes. La
semana pasada todos los maestros reían y decían que era cuestión de
enfoque. Tras un debate intenso sobre lo que significa para nosotros la ética
profesional, en el que ni Norma ni yo hemos participado, por fin
terminamos la última clase.
Siendo honesta, no solo no he participado por mi estado, también he
tenido la mente muy lejos del salón de clases. Las últimas palabras de Ethan
retumban en mi cabeza. Es solo una fraternidad que hace fiestas cada fin de
semana, es lo típico. ¿Por qué ha repetido tantas veces que ese no es mi
lugar?
Está más preocupado que Nathan por mi presencia en ese sitio. No lo
comprendo y tampoco pierdo mi tiempo haciendo conjeturas tontas y sin
sentido. ¿Qué puede haber de peligroso en una casa llena de chicos
universitarios?
—Recuérdame ahogarte con la almohada hoy por la noche mientras
duermes por haberme obligado a venir. ¡Carajo! Siento que voy a
desmayarme en cualquier momento —Norma no ha parado sus reclamos
desde el minuto uno.
—Pues no te desmayes aquí, Norma. No pienso cargarte hasta la
residencia —contesto agresivamente.
—¿Qué diablos te pasa?
—Nada.
—¿Segura?
—Sí, es solo que ese amigo de mi hermano, Ethan, es muy raro. Creo
que no es de mi agrado, deberíamos hacer amigos propios. No quiero
frecuentarlo más, es un anciano diciéndome lo que es bueno y lo que es
malo, como si me conociera.
—Eso no se podrá cielo, porque oficialmente soy la novia de Nathan.
—¡Qué! —digo asustada.
—Me ha pedido que sea su novia ayer en la playa.
—Bien por ti, pero Nathan es un mujeriego de primera. Deberías
pensártelo mejor —le aconsejo.
—Me gustan los riesgos, Blair y tú deberías soltarte un poco más, como
por ejemplo, aceptar que el amigo de Nathan no te desagrada y más bien te
gusta —me molesta.
La dejo hablando sola y apresuro el paso cambiando repentinamente de
dirección. Nathan tendrá que escucharme hasta que se me acabe la saliva.
¡Cómo se le ha ocurrido tal locura! Sí, el sueño de toda chica es que su
hermano se enrolle con su mejor amiga. En este caso prefiero que estén
alejados. Lo arruinará, la lastimará y mi amiga terminará con el corazón
hecho pedazos. Y no puedo matarlo, es mi hermano. Pensé que sería solo
sexo.
Internamente pido al cielo que el señor seriedad no esté en la casa, no
quiero seguir arruinando mi día. Miro las letras en la entrada, ni siquiera he
puesto atención a ese detalle anteriormente. La dichosa fraternidad se llama
Kattpa Sy.
Alguien sale justo cuando yo necesito entrar y atrapo la puerta. No se
escucha mucho ruido. Solo algunas risas lejanas y alguien que escucha
música en su habitación. No sé exactamente cuál es el cuarto de Nathan.
Saco mi teléfono de mi bolso y voy a marcar su número cuando unos
gemidos llaman mi atención. Miro hacia un lado y hacia el otro buscando el
lugar de donde proceden y vuelvo a escuchar los gemidos aún más fuerte.
Doy pasos pequeños y suplico que no se trate de Nathan, mi desgracia
no puede iniciar tan pronto. Mi boca se abre de la impresión al mirar la
forma en la que Ethan besa con agilidad los pechos de una chica que tiene
sentada en sus piernas, sin camisa y sin sostén. Siento tanto asco y repulsión
—no me malinterpreten—, juro que no es porque se trate de Ethan, lo que
siento se debe a que hay alrededor de quince cuartos aquí y han decidido
demostrarse cariño en la sala.
Quiero irme e intento obligar a mis pies a que se muevan, pero la escena
me sobrepasa, mis ojos siguen cada movimiento, el cómo ella lo disfruta y
cómo él le toquetea el trasero sin reparo alguno. ¿Es que no tiene decencia?
¿La desnudará por completo? Cualquier persona podría verlos.
¡Exhibicionistas! Eso es lo que son. Carraspeo a propósito para arruinarles
el jueguito.
Los ojos de Ethan se abren de pronto y empuja a la chica dejándola en el
sillón. La rubia busca su camisa por el piso e intenta cubrirse. Niego con mi
cabeza, giro y pretendo alejarme lo más rápido que pueda. Escucho los
pasos de las botas de Ethan sobre el piso, así que como una niña, corro
hacia las escaleras en las que soy atrapada en un santiamén.
—¡Oye! Suéltame —le exijo al sentir la presión de sus manos en mis
brazos.
—¿Qué haces aquí?
—Consíguete un cuarto —escupo las palabras y logro librarme de su
agarre.
—¿Adónde crees que vas? —Me sigue hasta la planta alta.
—Busco a Nathan, puedo encontrarlo sola. Vuelve con tu rubia, se le
van a enfriar los pezones.
¿Quién demonios se ha apoderado de mi lengua? Ethan baja la cabeza,
se está riendo. ¡Se está burlando de mí! Pasa sus manos por su boca
intentando esconder su maldita sonrisa. Levanta la cabeza y hay algo nuevo
en su mirada. ¿Qué es?
—Cuida tu boca —me sugiere.
—¿Qué? ¿Te escandalizas porque digo pezones? Tú no parecías
escandalizado besando las tetas de esa mujer.
—¿Celosa?
—Asqueada, más bien.
—Claro, claro. Parecías molesta mirando el espectáculo —argumenta.
No estaba molesta y además, él estaba muy entretenido como para
percatarse de mis reacciones.
—¿Quién lo dice? ¿Tú?
—Sí, yo —afirma tomándome nuevamente entre sus brazos, esta vez,
pegándome tanto a él que estamos demasiado cerca.
CAPÍTULO 4

SEGURA EN SUS BRAZOS

abes Ethan? Yo no soy como tu amiguita rubia, no me intimidas


—¿S ni un poco —alardeo mintiendo, por supuesto, porque sí lo hace.
—Blair, Blair, Blair... no me retes —exclama rompiendo con total
distancia y enredando mi cuerpo entre sus manos.
Dejo de respirar unos segundos, en los que estoy segura, él nota que me
afecta su cercanía, y empiezo a odiarlo por eso.
No quiero que me afecte, me tiene cansada con su actitud sombría que
no para de tirar advertencias.
No me gustan estos tipos con el ego por el cielo, los detesto y, sin
embargo, aquí estoy, un tanto paralizada por el gris imponente que traen sus
ojos, sus labios entreabiertos y la forma en la que todo su cuerpo permanece
pegado al mío sin importarle que tenemos público.
Somos interrumpidos por la rubia cuando se aclara la garganta
demasiado fuerte, la miro con el rabillo de mi ojo, Ethan no me suelta.
—Tu novia te está esperando —suelto y lo empujo.
—Deja de molestarme —es su respuesta, apenas y lo he escuchado
porque ha gruñido las palabras. ¿Qué lo deje de molestar? Pero si es él
quien me ha seguido y acosado.
—Deja de perseguirme —me siento valiente.
—Ethan —lo llama la mujer que hace poco estaba desnuda en su regazo.
Mira a la rubia y luego a mí, son solo segundos los que transcurren, y a
mí me parecen horas.
Decide regresar con su rubia y aunque no quiero admitirlo, algo me
escuece en el centro del pecho.
Niego con mi cabeza y decido seguir con mi camino.
Me detengo en el barandal y los observo, ella parece molesta por lo
ocurrido y él intenta tranquilizarla, no sin antes voltear hacia mí,
penetrarme entera con esa mirada desafiante que me colma la paciencia y
besar a la chica con una intensidad que solo provoca que el escozor en mi
pecho se intensifique.
Me atrevo a seguirle el juego, no aparto la mirada y el muy cínico no
cierra sus ojos, continúa besando a la mujer sin despegar su mirada de mí,
entonces, se me ocurre mostrarle mi dedo medio, eso hace que empuje a la
chica y se suelta a reír. Mira al piso y niega con su cabeza, yo me pierdo en
el pasillo mientras llamo finalmente a Nathan para saber cuál de todas estas
habitaciones es la suya, no me responde. Desgraciado.
Al bajar las escaleras los susodichos ya han desaparecido y salgo
tranquila de la fraternidad, bueno, más o menos. Al estar en la calle mi
preocupación por Norma aumenta, no quiero que le rompan el corazón y
mucho menos quiero que esa persona sea mi hermano. Joder, habiendo
tantas mujeres y hombres en el mundo tenían que arruinarlo de esta forma.
Divago un rato por el campus de la universidad e intento llamar otras
veinte veces a mi hermano. No hay resultados, me está ignorando y lo
pagará caro. El sol comienza a ocultarse y mi estómago a hacer ruidos
extraños. Muero de hambre. Recuerdo que me he dejado el dinero en la
habitación.
No tardo nada en llegar a la residencia, al entrar a mi cuarto me detengo
en seco al ver a mi hermano encima de Norma gimiendo y diciendo: "Nena,
gime más fuerte". Me cubro el rostro, y en mi intento de no hacer ruido me
caigo de bruces al suelo, me levanto como puedo y salgo gritando que no he
visto nada, aunque he visto todo. ¡Cielo santo! No sé si podré con esta clase
de escenas, no puedo, simplemente no puedo. Le he visto el pene y el
trasero a mi hermano y es algo... ¡ah! Maldita sea la hora en la que
decidieron estar juntos. Hablando sola y quejándome por completo salgo de
la residencia y tiro de mi cabello. Normas, sí, esa es la solución, tendré que
implementar normas si esos dos van a tener sexo en el mismo espacio en el
que duermo.
¡Qué asco! Respiro profundo para calmar mi evidente cabreo y una vez
que, al menos, entiendo que tengo que acostumbrarme al hecho de que son
novios, busco un taxi del campus y le pido que me lleve al restaurante de
comida china más cercano.
El tráfico me ayuda a tranquilizarme por completo, y aprovecho para
observar todas las luces que se distinguen a lo lejos.
En la entrada del restaurante impacto con un tipo bronceado y bien
parecido, a quien besé por culpa de un juego estúpido y no veía desde
entonces.
—Mark.
—¡Qué coincidencia!, ¿vienes sola? —Asiento y quedo viendo sus
bolsas. Seguro ha pedido todo para comer en casa—. Puedo hacerte
compañía si quieres —propone.
—No te preocupes, ya has pedido para comer en casa.
—¿Lo dices por esto? —Me muestra las bolsas—. No te preocupes, es
comida para los chicos, pero pueden esperar, por mí que se mueran de
hambre.
—¿Quieres comer conmigo porque de verdad deseas pasar tiempo
conmigo o porque soy la hermana de Nathan y crees que haces la caridad
del día al cuidarme?
—¿Qué? —responde sin entender mis palabras.
—Olvídalo —contesto enseguida sabiendo que he dicho una tontería.
—¿Quién te ha hecho creer eso? —pregunta entonces.
—Ethan.
—Claro que Ethan —murmura pero lo he escuchado—. Te doy mi
palabra de honor, quiero quedarme contigo porque me interesa conocerte
más.
—En ese caso, acepto comer contigo —le digo sonriendo. Pasamos
dentro y nos sentamos en una de las primeras mesas que vemos libre.
El mesero se acerca y Mark le pide que sirva su comida con mucha
amabilidad, el tipo lo queda viendo hastiado con la petición, sin embargo,
toma el empaque en donde Mark tiene su comida y se lo lleva con él. Yo he
pedido lo primero que he visto en el menú, muero de hambre.
—Entonces, Ethan te ha estado molestando —investiga sin quitarme la
mirada de encima.
—¿Siempre está de tan mal humor?
—Siempre —responde y suelta una risa irónica.
—Se la ha pasado diciéndome que no me acerque a la residencia, que
ese lugar no es para mí. Le preocupa más ese hecho que a mi propio
hermano. ¿Cuál es el misterio? ¿Es peligrosa? —me atrevo a preguntar.
Solo estoy bromeando, Mark se remueve en su asiento y chasquea la
lengua.
—No hay ningún misterio. Ethan quiere manejar la vida de todo el
mundo —me explica y eso definitivamente aumenta mi curiosidad por ese
ser tan odioso.
—¿Cómo?
—Pues ya sabes, es como la abeja reina de la escuela, él manda en la
fraternidad. Él decide quién entra y quién no y qué hace cada integrante del
grupo.
—¿Cómo una especie de secta? —me burlo y eso hace reír con fuerza a
Mark.
—No, no. Me refiero a cosas de la... fraternidad.
—¿Y todos le hacen caso como perritos falderos?
—Bueno, yo no nos llamaría perritos falderos. Cada uno pone de su
parte y anda en lo suyo. No es la gran cosa, solo el presidente de la
fraternidad —termina de decir con cierta molestia.
—¿Te molesta que sea el presidente? ¿No es tu amigo?
—Es mi amigo, solo que a veces se le sube el poder a la cabeza.
Digamos que es mitad buen tipo y mitad un hijo de puta.
—A mí me parece que está más amargado que un limón —admito y
vuelve a sonreír.
Somos interrumpidos por el mesero que trae nuestra comida. Al
principio veo el plato con recelo.
No soy muy buena con eso de comer en la primera cita, aunque esta no
es una.
Miro a Mark un par de veces antes de animarme a dar el primer bocado,
él ya ha dado como diez.
De pronto me apeno al recordar el beso y lo ebria que estaba, hasta
siento que me sonrojo como adolescente.
—¿Te encuentras bien? —quiere saber, creo que he sido muy evidente.
—Estaba recordando lo que pasó en la playa. El beso terrible, estaba
ebria.
—A mí no me pareció terrible.
—¿No?
—No, estuvo bien, yo también estaba ebrio, recuerdo que incluso me
gustó.
—No mientas, ni siquiera podía caminar sola, pero gracias por hacerme
sentir mejor.
—¿Qué edad tienes? —cambia de tema y se lo agradezco aún más.
—Dieciocho, cumplo diecinueve este sábado.
—No lo sabía, ¿qué tienes planeado?
—Nada en especial.
—Entonces te haremos la mejor fiesta de cumpleaños que puedas
imaginar. Eleanor es especialista en fiestas de cumpleaños. Haremos
reventar la fraternidad.
—No es necesario, además, ya te lo he dicho, la abeja reina no quiere
verme por allá —confieso.
—¿Y dejarás que la abeja reina se salga con la suya? Vamos a
molestarlo un poco, ¿te parece?
El solo hecho de imaginarme la cara de piedra que pondrá Ethan al
enterarse de que me harán una fiesta en la fraternidad, me anima a niveles
desconocidos.
Creo que estoy disfrutando más de lo que debería de este juego que ni
siquiera estoy jugando.
Después de esa decisión inmadura comemos más tranquilos y con
confianza, se la pasa el resto del tiempo hablando de las superfiestas que
hacen en la fraternidad. Ya es de noche cuando Mark me lleva hasta la
residencia en su auto.
Aún conversamos un poco antes de que yo entre, incluso llegamos a un
acuerdo muy sutil en donde me ha pedido ser mi pareja el día de la fiesta y
en el que yo he aceptado casi de inmediato.
Una vez frente a mi cuarto, cuento hasta tres antes de abrir la puerta de
mi habitación y gracias al cielo me encuentro con Norma totalmente vestida
y sola, camina de un lado a otro un tanto nerviosa.
—¡Gracias al cielo que llegaste! —habla de forma extraña mientras se
come una uña.
—¿Adivina quién tendrá una fiesta de cumpleaños? —le expreso y no
me pone ni atención—. ¿Pasa algo?
—Tienes que hablarle a Nathan.
—¿Por qué?
—Estaba aquí hasta hace media hora, Ethan lo llamó y el color de la
cara le cambió, Blair, salió despavorido, como un jodido rayo sin decirme
media palabra, casi se marcha desnudo.
—¿Estás así de preocupada porque se marchó corriendo?
—¿Por qué no llamas a Ethan? —me responde con otra pregunta.
—¿Por qué no lo llamas tú? —contraataco.
—Porque estoy casi segura de que a ti va a contestarte.
—Claro, eso es porque somos los mejores amigos del mundo y seguro
tiene mi número registrado y dejará de hacer cualquier cosa que esté
haciendo para contestarme —soy sarcástica. Ni siquiera me sé su número.
—Por favor, estoy volviéndome loca —me ruega—. Blair, los miré irse
desde la ventana, casi se estrellan en la esquina por la velocidad con la que
arrancaron. Iban en una moto. No estoy jugando, lo juro. Se miraban muy
sospechosos y creo que Ethan llevaba un arma en las manos. Yo me sé el
número de Ethan.
Eso último sí que altera mis nervios.
—Está bien. —Tomo mi teléfono y marco el número. Escucho el tono
tres veces hasta que alguien contesta.
—Hola. —Una voz pastosa responde y estoy segura de que no se trata
de Ethan, no es que sea una experta en su voz. Pero definitivamente esa no
es la voz que recordaba. Una serie de ruidos extraños se escuchan a través
del teléfono.
—Ethan. ¿Qué fue eso? ¿Estás bien? —Escucho que algo impacta, un
golpe fuerte. No sé si el teléfono se ha caído o qué demonios ha pasado,
luego nada. Intento llamar otra vez y salta el buzón.
Me preocupo al instante. No por Ethan, sino porque mi hermano está
con él y joder, de acuerdo, también por el señor odioso. Miro a Norma
asustada y ella sigue intentando comunicarse con Ethan y
Nathan sin parar, hasta que se da por vencida y tira mi teléfono sobre la
cama.
Un mensaje de texto me alerta y tomo apresurada el teléfono, es de
Ethan. Lo único que forman las palabras es una dirección en Compton y
trago saliva con dificultad, es un área peligrosa de la ciudad. ¿Qué clase de
broma de mal gusto es esta?
—No pueden estar ahí —comento nerviosa.
—Tenemos que ir —sugiere Norma.
—Tú estás loca, no voy a ir a esa zona.
—Blair, tampoco creas todo lo que se dice, es un lugar común y
corriente como el resto de la ciudad, con gente buena y mala. Por favor,
acompáñame, si no lo haces tendré que ir sola. Nathan no responde el
teléfono y alguien más ha respondido el de Ethan. Algo está pasando.
Me hace esa cara suya de gatito a medio morir y lo pienso un segundo
para luego invadirme por completo de preocupación pura. Mi hermano es la
única familia directa que tengo, no puedo quedarme sentada aquí sin hacer
nada cuando quizás, Norma tenga razón, y está en peligro.
Asiento, tomamos nuestras cosas y salimos de la residencia.
Solo somos dos simples chicas, y si se han metido en problemas con
delincuentes no pintamos nada en una situación como esta, sin embargo,
bien podríamos llamar a la policía.
Conseguir un taxi se nos hace casi misión imposible. Si Nathan tiene
problemas con pandillas va a escucharme hasta que le exploten los oídos.
Por algunos segundos la idea de que solo están jugando con nosotras me
pasa por la cabeza y realmente espero que así sea.
El vehículo a duras penas nos acerca lo más que puede a la dirección que
le hemos proporcionado, al bajar nos recuerda que no es un barrio muy
seguro y me tenso de pies a cabeza. El hombre se tienta el corazón y antes
de poner el auto en marcha nos indica unos callejones que honestamente se
miran como el camino directo a la muerte, se supone que es allí
exactamente en donde están los chicos.
¡Qué demonios haces aquí hermano!
Norma y yo compartimos una mirada entre preocupadas y arrepentidas
por haber sido tan impulsivas. Soy la primera en caminar hacia los dichosos
callejones, no es hasta que vamos a mitad de uno que unos gritos y quejidos
nos detienen de golpe y encienden todas nuestras alarmas.
Miro hacia adelante y hacia atrás porque me ha parecido escuchar pasos,
tomo la mano de Norma y la aprieto con fuerza.
—Esto fue un error, estamos mal, hay que irnos —susurro, pero
entonces la voz de mi hermano inunda mis tímpanos y no solo suelto a
Norma abruptamente, también salgo corriendo en dirección al sonido
inconfundible y familiar que estremece mis sentidos.
Me detengo en seco al llegar al final del pasillo y darme cuenta de que
todos los otros caminos terminan también en este mismo punto. Mis ojos se
abren bastante al mirar dos grupos discutiendo. Ethan, Nathan y Zac están
acorralados por unos sujetos que solo de verlos me entran ganas de hacer
pis y desaparecer al instante.
Impulsada por quién sabe qué, mis ojos pasan de Nathan a Ethan, como
si estuviéramos conectados por un imán o simplemente casualidad, él
levanta la mirada que tenía clavada en el suelo demasiado pensativo para
una situación semejante y maldice desesperado intentando soltarse del tipo
que lo tiene tomado de los brazos. Venir ha sido la peor decisión que hemos
tomado. Norma me empuja levemente hacia atrás, tenemos la ventaja de
escurrirnos como agua, pues los otros sujetos no han reparado en nuestra
presencia.
—¿Qué hacemos? —comete la estupidez de abrir la boca y todo el
mundo se calla. De inmediato todos esos rostros giran hacia nosotras y algo
helado me recorre el cuello.
—¿Quién está ahí? —Un tipo demasiado pasado de peso y que me dobla
la estatura se acerca a pasos agigantados, cuando quedamos frente a frente
quiero morirme—. Y estos caramelitos, ¿quiénes son?
—Nosotras... yo... confundido... eso... nos hemos perdido —trata de
disimular Norma, yo estoy sin habla alguna.
—Claro, claro y han llegado al mismo infierno. ¿Quiénes son Ethan? —
se dirige al dueño de los ojos grises. Él, en vez de responderle me penetra
con esos ojos profundos y preciosos que tiene como si intentara decirme
algo a través de ellos. No aparto la mirada, ni siquiera parpadeo, entonces
me parece que está susurrando algo y de pronto grita con todas sus fuerzas:
—¡Corre!
El sonido de una bala hace que me lleve las manos a los oídos y cierre
los ojos. Escucho golpes, gritos, maldiciones y no soy completamente
consciente de que podría morir ahora mismo.
Mi cerebro simplemente se desconecta y por más intentos que hago de
reaccionar, de correr como me lo ha pedido, solo puedo quedarme
petrificada, en el siguiente segundo me muevo por alguien que tira de mi
mano sin soltarme mientras mis pies toman finalmente velocidad.
Salimos del callejón y nos introducimos en otro, apenas soy consciente
de que a la par corren a la misma velocidad, Norma, Nathan, y Zac. Detrás
de nosotros se escuchan pasos pesados y una que otra bala en el aire, cada
vez que suenan yo intento detenerme y Ethan no me lo permite.
—Solo corre, solo corre —me insiste, sin alternativa y con la adrenalina
por los cielos le hago caso.
En la intercepción de un callejón y otro diviso unas motos, el primero en
llegar a una es el propio Ethan, me lanza un casco y se me cae de las manos,
él gruñe y lo recoge para ponerlo él mismo sobre mi cabeza, toma el objeto
de los extremos y me mira fijamente.
—Necesito que confíes en mí. Asiento.
—Sube Blair —me grita, pero sigo un poco atontada—. Carajo, sube o
van a matarnos, confía en mí.
Se sube a la moto y lo imito. Me aferro a su cuerpo a punto de colapsar y
le dice algo a los demás que más que palabras me han parecido claves sin
sentido. ¡Qué demonios está pasando realmente! No sé si él lo note pero
estoy temblando peor que alguien que padece de epilepsia.
Cuando hemos avanzado varias cuadras inicio a llorar. Él no lo nota,
claro está, estoy más allá de asustadísima. El toque de una de sus manos
grandes, gruesas y varoniles sobre las mías que tiemblan sin parar me toma
por sorpresa, las aprieta un poco como signo de calma.
—Detente, detente —le pido una y otra vez cuando las cuadras se están
acumulando tanto que ya casi llegamos a la playa. Ethan aparca muy cerca
de las aceras que rodean la playa y bajo de la moto, tiro el casco al suelo,
corro hacia la arena. Necesito respirar. Siento que me ahogo, que me pierdo.
Me llevo las manos al centro de mi estómago, estoy sintiendo ganas de
vomitar y también me quiero arrancar los cabellos. Jadeo tratando de
comprender lo que ha pasado.
—Blair —me llama Ethan. Es un susurro más bien. Sus manos en mis
hombros me hacen dar un brinquito. Sus dedos llegan hasta la mitad de mis
brazos y me hace girar.
Tengo la cara empapada en lágrimas, puedo sentirlo y el ceño fruncido
que le veo al principio desaparece, el gris de sus ojos se aclara y parecen
casi dos gotas de agua, presiona sus labios en lo que yo sigo sin comprender
nada.
—Respira —dice por lo bajo—, respira, vamos, hazlo. Respira profundo
y sácalo todo —me insta y lo hago, necesito calmarme.
Bajo la mirada hacia mis pies nerviosa, no importa que esta sea una
situación irreal, él me pone mal, me afecta, lo odio.
—Mírame —me pide y ahí voy otra vez a cumplir con sus órdenes,
porque el tono de voz no es muy agraciado, sus palabras salen con
autoridad—. Estás a salvo... estarás a salvo, te lo juro —me asegura.
—¿Qué fue eso?
—Lo hablamos después, ¿sí?
—No, Ethan. Dímelo, ¿quiénes eran esos tipos?
—Blair, lo importante es que estamos bien.
—¿Quiénes? Porque yo no lo estoy y nos hemos separado de los demás.
¿Quiénes están bien? ¿Tú? No todos somos una piedra andante Ethan. Dime
la verdad.
—Estás teniendo un colapso nervioso, evidentemente. Eres una niña, no
deberías haber...
—¡No soy una niña! —le espeto furiosa—. Deja de actuar como si no
hubiéramos estado a punto de morir. ¡Dios mío! Pudieron matarme —
sollozo descontrolada... otra vez—. Claro que estoy teniendo un ataque de
nervios, pero por supuesto que sí, me tiemblan las jodidas piernas y...
Antes de que pueda siquiera percatarme, da los pocos pasos que nos
separan y me tumba sobre su pecho. Sus brazos fornidos están rodeándome,
sus manos tocan mi espalda y la presiona con fuerza y, por primera vez
desde que lo conozco bajo la guardia y pego mi frente en sus pectorales
cubiertos por esa camisa tan fina que se siente piel contra piel.
—Me ha dado tanto miedo —musito.
—Lo sé, pequeña —dice con tanta ternura que me siento extraña. ¿Y
este quién es? Peor aún, cuando siento que me da un beso en la coronilla,
una especie de electricidad me ataca—. No va a pasarte nada, te juro Blair
que de mi cuenta corre que esto no se repite—habla entre dientes.
Se aparta solo un poco, cosa de nada y lleva sus pulgares hasta mis
mejillas húmedas, el sutil roce de sus dedos me limpia con lentitud las
lágrimas hasta llegar a la comisura de mis labios y permanecer ahí más
tiempo del necesario para luego decidir bajar un poco más, y con solo uno
de sus pulgares acariciar mi boca. La suya se entreabre ligeramente y sin
pensármelo le dejo ir un pequeño beso justo en la punta de su dedo. ¡Qué
estoy haciendo! Me han perseguido unos monstruos armados y estoy
besándole el dedo.
—Mierda —susurra mirando el dedo en el que he cometido tal tontería
como si fuera oro puro.
CAPÍTULO 5

LA CHICA DEL VESTIDO ROJO

—L —Tranquila.
o siento —me apresuro a decir—. No sé por qué he
hecho eso... estoy un poco fuera de mí. Ha sido... ¡¿Por
qué carajos has hecho eso Blair?!

—De verdad lo siento.


Joder, como si ser perseguida por sujetos que parecen sacados de la peor
pandilla de la ciudad no fuese suficiente, le he besado el dedo. ¡EL DEDO!
—No pasa nada —insiste sin mirarme, restándole importancia. Bueno,
quizás estoy exagerando y no pasa nada como él dice. Ha sido un impulso
raro, más nada.
Me quedo callada lo que me parece una eternidad y él sigue mirando
hacia la arena. Me pongo mano sobre mano en el estómago y me concentro
en lo que realmente importa, lo que acaba de pasar, en que pude ser
impactada por una bala, tomada por esos hombres que dan terror, y que sea
lo que sea que está sucediendo, de ninguna forma es bueno.
Mi respiración a duras penas se normaliza, olvidándome por completo
de lo del dichoso dedo, me acerco nuevamente a él y pongo una mano en su
hombro para que salga del limbo o en donde sea que se encuentre, parece
un robot con los ojos pegados en la arena.
—Quiero saber qué ha pasado ahí. No me mientas, Ethan.
Él no habla, está mudo, yo debería estar muda de miedo, no él, o quizás
muda de vergüenza. Solo mira mi mano sobre su hombro como si un bicho
raro se le hubiera pegado, presiona sus labios y vuelve a tener la cara dura
de siempre.
Ante su silencio lo enfrento con mi mejor versión de chica intimidante.
—¿No me dirás nada? ¿Dejarás que saque mis propias conclusiones y
haga algo al respecto? Porque déjame decirte algo, cara dura, yo no sé
quedarme quieta, y si mi hermano anda en malos pasos haré todo para
sacarlo de ahí.
—¿Cara dura?
—Después hablamos de sobrenombres que te quedan de maravilla. ¿Qué
está pasando? —insisto.
—Escucha, Blair. Entre menos sepas y te involucres mucho mejor.
Hazme caso, no llegues a la fraternidad, no te unas al grupo. Mira a tu
hermano en la residencia, o en cualquier otro lugar.
—Oye Ethan, no sé qué tanto poder tengas en la fraternidad, pero a mí
no me puedes decir qué hacer o qué no hacer. Te exijo que me digas la
verdad, porque fue por ti por quien casi nos matan. ¿Para qué nos enviaste
ese mensaje?
—No fui yo —gruñe de mala gana—. Vámonos.
—No voy a moverme hasta que me digas qué diablos fue todo eso —
espeto y me cruzo de brazos.
—¡¿Por qué eres tan testaruda?! Me sacas de quicio —reprocha y lo
miro con ojos asesinos y camino hacia la carretera—. ¿Adónde vas?
—Me voy sola. No quiero estar más tiempo con un mentiroso.
—¡Señor dame paciencia! —lo escucho decir—. Zac se metió con las
personas equivocadas, ¿de acuerdo? Querían golpearlo hasta probablemente
matarlo. Alguien me informó y Nathan y yo quisimos ayudar.
—¿Metiéndose en la boca del lobo?
—Solo ha sido una pelea, pero pudo llegar a más. Que Norma y tú
aparecieran ahí ha empeorado todo. Te han visto el rostro, si quieren
vengarse pueden ir tras de ti —confiesa exasperado.
—¿Qué? —me asusto hasta más no poder.
—Bueno, solo... he exagerado. Tranquila. No volverás a verlos, esto no
volverá a pasar. No irán tras de ti, solo quería que entendieras que estar con
nosotros no es buena idea.
—Llévame con mi hermano, tendrá que escucharme.
—Blair, Nathan ya está grandecito, tú eres la que tienes que escucharme:
no vayas más por la fraternidad. ¡Carajo!
—¡Es la única familia directa que tengo! ¿Sí sabes que somos
huérfanos? ¿Sí sabes que es como un padre para mí? Claro que voy a darle
una reprimenda por arriesgar su vida así. Lamento que no quieras verme en
la fraternidad, pero tendrás que seguirlo haciendo, cielo.
Camino de regreso a la moto.
Ethan viene detrás de mí. Todo en él grita que está preocupado,
cabreado, con ganas de ahorcarme. No es bueno ocultando expresiones.
—¿Puedo al menos pedirte un favor? —habla entre dientes.
—Dime.
—¿Podrías avisarme cada vez que pretendas ir a la fraternidad?
—Para el cuento, Ethan. Que es una fraternidad no el centro de la mafia.
Se acerca tanto a mí con una seriedad intimidante, levanta la barbilla
para tratar de ocultar lo tensa que tiene la mandíbula y aún así lo noto. Su
mano enrosca mi brazo y siento como un choque, sí, un choque eléctrico,
quema. La tensión entre nosotros es asombrosamente extraña.
—¿Podrías? —repite con esa voz suya tan ronca, penetrante,
avasalladora.
—Bien. Si eso te hace sentir tranquilo y dejarás de actuar como un loco,
bien.
—Eres igual a él. Eres igual de terca que Nathan —murmura sin apartar
su mano de mi brazo.
—Soy peor.
—Definitivamente —apoya mis palabras y poco a poco baja su mano sin
dejar de tocarme, pues roza con sus dedos todo mi brazo hasta llegar a mi
mano y medio entrelazar nuestros dedos, me guía hasta la moto como si nos
separan cien mil pasos y no los dos que me hacían falta para alcanzarla—.
¿Ya estás tranquila del todo? —me pregunta y las yemas de sus dedos
siguen toqueteándose con las mías.
Asiento. Él también lo hace y me ayuda a montarme a la moto. El viaje
no se me hace tan largo, cierro los ojos y apoyo mi cabeza sobre la espalda
de Ethan, no es hasta que se detiene y aparca fuera de la residencia que me
doy cuenta de que hemos llegado. Ethan decide no intercambiar más
palabras conmigo, sin embargo, antes de que pueda abrir la puerta de la
casa con normalidad, carraspeo y lo llamo bajito temiendo que no me haya
escuchado. Lo hace y regresa al punto en el que estoy yo, junto a la moto en
la acera.
—¿Pasa algo?
—Escuché disparos y a pesar de mi estado de pánico, conseguí mirar
que ustedes también disparaban. ¿Esas armas son suyas?
—No, claro que no —dice rápidamente—. Zac sabe usar armas, él tiene
una y nos ha enseñado a todos a usarla, pero solo hemos disparado al aire
para asustar a esos tipos y poder largarnos. El resto de las armas eran de los
tipos esos, no nuestras.
—¿Mi hermano sabe de armas? —me molesto más.
—Blair, tu hermano es un buen tipo, ¿de acuerdo? Si lo que quieres
saber es si anda en malos pasos, no, es un ángel. ¿Contenta? —es tan
irónico. ¡Maldito!
—¿Sabes Ethan? Creo que la rubia no está haciendo bien su trabajo. Te
mantienes con un humor de perros y la ironía no te pega —le suelto.
—Sigue molestándome y no te gustará nada lo que va a ocurrir entre
nosotros —me gruñe y pasa a mi lado—. Camina.
—¿Qué me hará el jefe de la fraternidad? —lo molesto más.
—Te voy a comer esa boca tan parlanchina que tienes y no volverás a
retarme nunca más —es su respuesta.
Me quedo sin habla, me ha vibrado el cuerpo entero y odio la sensación,
así como lo odio a él. Se cree mucho, no podrá conmigo. Paso a su lado
empujándolo y entro a la casa antes que él.
Dentro las cosas no andan tan bien. Norma está hecha loca; gritando y
caminando de un lado a otro en lo que Nathan intenta calmarla. Sin
embargo, al señor jefe del mundo —o eso es lo que cree que es—, le
importa un pepino la discusión y arrastra a Nathan hasta la cocina. Están
hablando en susurros y me es difícil escucharlos.
Tardan bastante y cuando intento caminar hacia ellos, Ethan me señala y
me da una sola advertencia con esos ojos que desde aquí ya no se ven
grises, más bien color cielo.
Varios minutos después, mi hermano regresa al salón principal y lo
primero que hace es abrazarme. Mis ojos se llenan de lágrimas, no podría
soportar perderlo. Esos tipos tenían armas y pinta de matarte sin
miramientos. Quiero creer que es alguna riña tonta y sin sentido, que
solamente se trata de un muy mal día y que quisieron ayudar a Zac, más
nada.
Me aparto para limpiarme las lágrimas que aún ruedan por mis mejillas
y recuerdo a qué he venido, no por abrazos reconciliadores, sino a cantarle
bien sus verdades a mi hermanito.
Me permite terminar de hablar hasta que efectivamente, ya no siento
saliva en las paredes de mi boca.
Él pide perdón tantas veces que me canso de escucharlo y me cuenta
exactamente la misma versión que Ethan. No puedo obviar que han tenido
tiempo suficiente para ponerse de acuerdo, aunque no hago más grande el
asunto.
Sé que, si hay algo más no van a contármelo y ya veré cómo lo
descubro. Zac es el más sorprendido de todos con mi arrebato, aunque creo
que es el más relajado de este lugar. Se ha reído todo el rato y entonces
decido lanzarle otro discursito a él.
—Ya lo sabes Nathan, no más problemas con matones, Zac no te
involucres con malas personas y tú, cascarrabias —me dirijo a Ethan y ni
siquiera parpadea esperando lo que voy a decirle—, tampoco te metas con
esa clase de gente. —Me pone los ojos en blanco y me causa gracia. No sé a
qué jugamos, le estoy empezando a encontrar el gustito.
—Si señora —responde Zac—. Oye, Ethan deberían pensarse lo de
incluirla en la fraternidad, tiene más agallas que Tony —comenta. Nathan
medio se ríe y Ethan abre la boca y maldice.
—No digas tonterías Zac, cúrate todos esos golpes.
—Yo puedo ayudarte, si quieres —me ofrezco. Zac me cae bien.
—No —se apresura a decir Ethan—. Te llevaré a tu residencia —
anuncia como si nada.
—Gracias por ayudar a mi hermana —escucho decir a mi hermano sin
poner trabas al ofrecimiento de Ethan.
—¿Te vienes con nosotros Norma? —le pregunto a mi amiga.
—Me quedo un rato más. Ethan me señala la puerta con la mano
izquierda y bufo antes de caminar hacia la salida. Vuelvo a subirme a la
moto endemoniada y no hablamos nada durante el camino, primero, porque
la distancia es corta, segundo, porque con los cascos puestos ni cómo
hablar, y tercero, porque dudo mucho que Ethan quiera hablar más del
asunto.
Quiero hacerle más preguntas, se ha referido muy bien a mi boca, soy
una parlanchina, aunque me siento tan cansada, que ni ánimos de soltarle
otra prenda para cabrearlo me quedan.
Lo único que deseo es dormir.
Cuando creo que su obra de caridad llegará hasta las puertas enormes de
vidrio que hay en la entrada, él camina a mi lado hasta el ascensor y
después a mi cuarto aún sin decirnos ni media palabra. Intento abrir la
puerta y él me arrebata las llaves, entra demasiado rápido a mirar sin que yo
lo entienda. ¿Qué le pasa?
—¿Recuerdas el trato al que llegamos?
—¿Qué te informe cada vez que iré a la fraternidad como si fueras mi
padre o mi novio...? —Bien, bien, he dicho lo último para pincharlo. Me
río, él no lo hace, está más serio que una estatua. En todo caso no tendría
por qué informarle mis pasos a un novio.
—Ese.
—¿Qué con ello?
—También dime si algo raro pasa, cualquier cosa que te parezca fuera de
lo normal. ¿Bien?
—¿Por qué me pides algo como eso? ¿Por lo que pasó hoy?
—Sí.
—Dijiste que no debería preocuparme y que estabas exagerando —alzo
la voz.
—Y lo estoy haciendo. Soy un hombre que prefiere prevenir que
lamentar. Esos tipos son parte de una pandilla, Blair y que Zac se haya
metido con ellos no me deja tranquilo. Te vieron el rostro, solo si notas algo
fuera de lo común en tu vida cotidiana, me harías el favor de contármelo,
¿por favor?
—Solo si me prometes algo —le pido.
—Mientras no sea una tontería, lo que quieras.
—Prométeme que me han dicho la verdad, que no forman parte de ese
mundo de pandillas.
—¿Pandillas? —dice aliviado, casi riéndose y no entiendo qué puede
causarle gracia.
—Ajá...
—No, no. Te prometo que no formamos parte de ninguna pandilla.
—De acuerdo, entonces te informo cualquier anomalía. Asiente
complacido y gira sobre sus pies para marcharse.
—Ethan —lo llamo—. Este es el peor momento, pero... te invito a mi
fiesta de cumpleaños —he sonado como una niña de diez años. Lo he
invitado a mi cumpleaños, ¿de verdad, Blair?
—¿Fiesta de cumpleaños?
—Sí, Mark está preparándola.
—¿Mark te prepara una fiesta? —Entrecierra los ojos mientras me
observa con detenimiento ignorando por completo el resto de lo que he
dicho.
—Sí, me lo ha dicho mientras cenábamos.
—Cenaste con Mark. —Es más una afirmación que una pregunta. Digo
que sí con la cabeza—. Blair... —pronuncia mi nombre y se detiene.
—No seas amargado y espero verte ahí —es lo último que digo antes de
cerrarle la puerta en las narices.
—Buenas noches, maleducada —lo escucho decir y me río como tonta.
El resto de la semana entre las clases y los primeros proyectos para
entregar a final del semestre me estoy volviendo loca. No he vuelto a ver a
Ethan después de aquel extraño día. Hoy es viernes y en unas horas tendré
diecinueve. Mientras pienso en que será un año más sin papá y mamá,
escucho a Norma quejarse sobre el poco tiempo que pasa con Nathan por
las clases, me llegan mensajes de Mark confirmándome que todo lo
referente a la fiesta está más que listo.
Nos quedamos dormidas sobre el escritorio sin darnos cuenta y nos
despertamos hasta que el sol se filtra por la ventana que ha quedado abierta
la noche anterior. Abro los ojos lentamente y dos figuras comienzan a
cantar con un pastel en sus manos, naturalmente me asusto los primeros
segundos.
"Feliz cumpleaños, Blair" dicen mi hermano y Norma. Me lanzo a sus
brazos. Son mi pequeña familia. Solo falta tía Lili.
Los abrazo con fuerza y me revuelven el cabello. De verdad los adoro
con el alma.
Hacen que mi mundo sea menos denso, menos solo y menos aburrido.
Puede ser que por fuera me vea como una chica normal, que actúa como
todas las demás.
No es así, por dentro he tenido que vivir durante mucho tiempo
sintiéndome culpable por la muerte de mis padres.
El miedo me paralizó aquella noche, yo no estaba tan lastimada como
los demás y podía levantarme, pedir ayuda y solo me quedé postrada
mirando cómo mamá y papá morían desangrados. Siempre que cumplo años
pienso en que ellos jamás cumplirán más años gracias a mí.
La cara triste que seguramente he puesto se elimina al sentir el primer
roce de pastel cuando Nathan estampa su mano llena de dulce sobre mi
cara. Norma le sigue el juego y terminamos todos sucios, pegajosos y
riendo sobre las camas.
—Gracias, a los dos. Los quiero tanto.
—No llores aún, hermanita. Tu regalo de cumpleaños está afuera.
Salgo corriendo hacia el primer piso de la residencia lo más rápido que
puedo y me detengo en seco al ver que un Volvo blanco está estacionado
enfrente con un lazo rojo inmenso. Miro a Nathan sin poder creérmelo, ¿es
en serio? Grito enloquecida y vuelvo a abrazarlo.
—No es totalmente nuevo, pero está en excelente estado —me explica.
A pesar de que lo toco por todos lados y estoy emocionada hasta la
médula y no sea nuevo del todo, me detengo a pensar: ¿Dónde ha
conseguido el dinero para pagarlo?
—Nathan, ¿de dónde has sacado el dinero? ¿Por qué no te has comprado
uno tú? Siempre has querido un coche.
—No te preocupes por eso. He estado haciendo algunos trabajos de
medio tiempo, luego te contaré. Ethan me ha ayudado a escogerlo y a
pagarlo. Y yo tengo mi moto —suelta de pronto, Norma y yo
intercambiamos miradas.
—¿Has dicho Ethan? —no salgo de mi asombro.
—Sí —dice como si nada.
—¿Por qué haría eso por mí? —pregunto.
—Porque sabe lo que significas para mí, hermana. Además, me ha
convencido de que es lo más seguro para ti; tener un vehículo y no andar
por aquí y por allá sola. También es beneficioso para mi chica.
Sin pensármelo dos veces saco mi teléfono del bolsillo de mi pantalón y
tecleo más rápido que una profesional un corto mensaje para Ethan.
"Gracias, cara dura"
No obtengo respuesta, pero me siento bien por haber enviado mi
agradecimiento. No tenía que gastar en mí, comprendo su amistad con mi
hermano, yo salgo sobrando. Dejando mi asombro a un lado, le damos unas
cuantas vueltas al campus y al parecer mis clases de manejo no se me han
olvidado. No puedo creerlo, ¡tengo un auto!
Entrada la tarde Norma echa a Nathan de la residencia para que nos
podamos arreglar para la fiesta de esta noche. Hay un ruido extraño en mi
estómago que no puedo disimular, no sé si es porque es la primera vez que
voy a celebrar mi cumpleaños a lo grande, o porque después de una semana
y aquel día de lo más raro veré nuevamente a Ethan, o porque Mark vendrá
por mí. Trato de calmarme y hacer ejercicios de respiración.
El regalo de Norma es un vestido corto de color rojo, la tela se pega a
mis curvas, apenas y llega a mis muslos. Me niego a usarlo tantas veces
como me sea posible. Norma insiste mientras se entretiene enchinando mi
cabello. Finalmente accedo, ya que me paso la última hora hablando con tía
Lili y argumenta que no tenemos tiempo para un cambio de atuendo. Con
un vestidito como este no me queda más remedio que usar zapatos altos y la
idea no me agrada nada. Una vez lista en vestimenta y calzado, Norma hace
su magia maquillándome como nunca. Los tutoriales que mira en YouTube
parecen cobrar efecto porque, al verme en el espejo abro la boca, el
resultado es impresionante. Perezco otra, mis ojos se ven tan intensos con el
color de sombras que ha usado y mis pestañas realmente lucen largas. No
quiero presumir, pero he de aceptar que me miro como una bomba a punto
de explotar.
—De nada —alardea Norma—. Hoy van a caer unos cuantos. —Pongo
los ojos en blanco.
—Sí, claro —ironizo.
Mark llega justo a las nueve por nosotras. Me tomo en serio el papel de
cumpleañera y reina de la noche, al salir doy una vueltecita al ver la
expresión de Mark, quien se muerde el labio al acercarse a mí y tarda
demasiado en darme un beso en la mejilla. Sus felicitaciones no se hacen
esperar. Se adelanta unos cuantos pasos para abrirnos la puerta y podamos
entrar a su auto.
—Te lo dije —sigue alardeando Norma. Entro al vehículo y Mark se
atreve a tocar mi mano, es más un intento de caricia disimulada.
—¡Joder! Te ves preciosa —susurra.
—¿A que sí? —interviene Norma aún más contenta.
—Sí —afirma Mark.
—Le he dicho que hoy seguro caen unos cuantos.
—Tendré que marcar territorio entonces —bromea o ¿no?
Después de ese comentario que me ha hecho sentir entre alagada e
incómoda, le subo a la radio y Mark pone en marcha el auto. La música de
la fraternidad se escucha una cuadra antes de llegar, ¿cómo es que las
demás fraternidades que están en esta misma zona no se quejan? No todas
son una discoteca privada.
Al entrar me llevo una gran sorpresa; la casa está totalmente cambiada,
hay globos en el techo de color rosado y plateado, la música es mi estilo, la
gente no anda simplemente de jeans y alguna camiseta, se han puesto todos
muy formales. Los carteles de "Feliz Cumpleaños" por todos lados son
difíciles de ignorar y hay más chicas que la anterior vez.
—¿Quién ha hecho todo esto? —hablo muy fuerte para que me escuche
Mark.
—Eleanor se ha encargado de todo, se ha olvidado de que es una
fraternidad de hombres —comenta y toma mi mano para ayudarme a
caminar en medio de la gente. Incluso Rick luce sobrio.
Tengo muchas ganas de averiguar cómo es que han preparado toda una
fiesta para alguien que apenas y conocen, que soy la hermana de Nathan,
eso ya lo sé, aun así, lo que han hecho es demasiado, parezco más una
integrante de la fraternidad que alguien a quien el jefe de este lugar no
quiere ver muy seguido por estos rumbos.
Los primeros rostros conocidos que veo son Tony y Zac, cada uno me da
un trago y me los bebo de un solo golpe. Arrugo el rostro, han estado fuerte,
mucho. Nathan se nos une y vuelve a felicitarme para luego besar a Norma
como si se estuviera acabando el mundo. He olvidado hablar sobre ese
asunto con él. Lo haré después, hoy pienso disfrutar. Eleanor aparece con
un micrófono en mano y les dice a todos que la cumpleañera ha llegado.
Solo Ethan sigue sin aparecer, disimuladamente lo busco entre la multitud,
no quiero ser tan evidente, ni siquiera conmigo misma, porque técnicamente
no está en mi lista de personas adorables.
—¿Quieres algo más de beber? —indaga Mark.
—Sí —consigo responder a pesar de la música.
Toma nuevamente mi mano y me guía hasta la cocina. Cuando cruzo el
marco de la puerta unos nervios indescriptibles me traicionan al ver a un
tipo alto, fornido, de ojos multicolores, aunque en este instante los tiene
grises, muy, muy grises, casi negros.
Está vestido de forma impecable, se ha olvidado de las camisetas esta
noche y ha cumplido con la vestimenta que aparentemente ha impuesto
Eleanor.
Esa camisa formal azul oscuro y de botones que ha doblado en sus
brazos hasta los codos lo hacen ver mayor de lo que supongo que es y
terriblemente guapo. Bueno, lo he dicho, ya que, el tipo es guapo. Algo
pasa que nadie habla, ni él ni Mark, y mucho menos yo. La cocina se
despeja y solo somos nosotros de pronto.
—¿Qué hay colega? —lo saluda Mark en lo que intenta hacer una
especie de trago, Ethan ni lo saluda, ni lo voltea a ver, parece que prefiere
perforarme con la mirada y empiezo a sentirme intimidada.
Sus ojos me repasan despacio, parte por parte. Lo siento subir a través
de mis piernas hasta llegar a mis caderas, se detiene demasiado tiempo en
mis pechos, que con este vestido están a punto de saludar a todos y
finalmente llega a mi rostro. Niega con su cabeza y me da la espalda
sosteniéndose de la isleta y agachando la cabeza. Lo escucho resoplar.
De la nada y sin esperármelo, Rick o como yo lo llamo internamente "el
trafi" aparece en la estancia llamando a Mark de forma desesperada, este
maldice y mira a Ethan como si buscara... ¿aprobación? Ethan hace un
ligero gesto indicando la salida y mi acompañante sale disparado sin
siquiera darme una explicación. ¿Qué ha sido todo eso?
—¿Pasa algo? —me atrevo a preguntar.
—Nada, seguro algún pleito entre estudiantes.
—¿Y por eso han venido por Mark?
—Sí, por eso —es su escueta respuesta. Ya había olvidado que no habla
tanto como quisiera.
—¿Puedo saber por qué hablas sin mirarme? —lo enfrento.
—Te veo, Blair, más de lo que puedo —contesta y vuelve a clavar su
mirada en mí.
—¿No vas a felicitarme? —lo reto y honestamente no sé bien lo que
pretendo. Una sonrisa ladeada aparece en sus labios y da pasos lentos hacia
mí. Creo que me voy a derretir.
—Feliz cumpleaños, pequeña —susurra cuando está a centímetros de mi
rostro y hace lo que menos esperaba; me abraza dándome un beso tan cerca
de mis labios que me provoca cerrar mis ojos—. ¿Te has puesto ese vestido
a propósito? —agrega y sus manos se estancan en mi espalda baja. ¿De
verdad ha hecho esa pregunta o me lo estoy imaginando?
—No, ¿tú te has vestido con tanta formalidad para mí? —contraataco.
—Quería verme decente —murmura y sus dedos caminan por mi
espalda.
—¿Acaso no lo eres de jeans y camisetas?
—Yo soy lo peor que te podría pasar, Blair —habla cerca de mi oreja.
¿Qué? —. No se trata de decencia.
—¿De qué se trata entonces?
—De peligro —confiesa y en vez de sentirme temerosa o curiosa por esa
palabra, solo puedo concentrarme en la forma en la que su nariz me acaricia
el cuello de arriba hacia abajo—. Tienes que parar —dice también y vuelve
a confundirme por completo. ¿Yo tengo que parar? ¿Parar qué?
—¿Qué quieres que pare? Eres tú quien se ha acercado, el que me
acaricia y de forma sugerente —recalco y rompo con la magia. Se aparta
instantáneamente y vuelve a ser seriedad pura.
—Cierto.
—No puedes acercarte así, y luego decir "cierto".
—Sí, puedo —me dice y se aparta aún más. Hastiada de su actitud tan
confusa, giro sobre mis pies y en mi intento de querer salir gloriosa de la
cocina, mi tobillo se dobla, las manos de Ethan me atrapan antes de que
caiga de bruces al piso. Me da la vuelta y quedamos frente a frente. Respiro
agitada y él frunce el entrecejo. Él me afecta, su cuerpo me afecta, su
cercanía me afecta a niveles desconocidos.
—Estás destruyendo mis barreras —bufa—, eres malditamente hermosa.
Algo impacta en el suelo y nos separamos más rápido que un rayo.
—Lo siento, no quise interrumpir —se disculpa Eleanor. Respiro con
alivio, si hubiera sido Nathan, habríamos tenido que dar muchas
explicaciones.
—No has interrumpido nada —dice Ethan dejándome tirada en la cocina
—. No le digas a nadie lo que viste, Eleanor.
—No te preocupes.
Salgo detrás de Ethan con la única intención de aclarar lo que ha pasado,
no puede seguir en ese juego de: "Te protejo porque eres la hermana de mi
mejor amigo y después me acerco como si quisiera besarte, pero en realidad
quiere alejarme".
Hay tantas personas que no logro divisarlo. Muchos siguen
saludándome, a pesar de no conocerme. Me tardo más de quince minutos en
llegar al salón principal en donde están todos los chicos, incluida Norma.
Ethan también está ahí, con la rubia del otro día en sus piernas. Siento que
la bilis sube por mi garganta. Intenta no entrar en contacto conmigo, pero es
casi imposible.
—Siento mucho haberte dejado sola —ese es Mark tomándome de la
cintura. Ya se ha desocupado.
—No te preocupes —digo sin despegar la vista de la rubia y Ethan.
—Bien, que empiece la fiesta —grita. Nathan intenta ponerse de pie y
Norma lo detiene. Eleanor aparece un poco después con una bandeja. Hay
tantos shots que me doy la tarea de contarlos. Son diecinueve. Mi edad.
—Bueno, bueno, ya saben cuál es la tradición. La cantidad de tragos que
tienes que beber hoy es la cantidad de años que cumples —me explica
Eleanor. Nathan niega con la cabeza, acepto el reto. Ni siquiera pregunto de
qué son los shots cuando me tomo el primero. El sabor a vodka me invade
la garganta.
—No es necesario que lo hagas —y ese ha sido Ethan, intentando
intervenir en mi vida con esa tipa en sus piernas. ¡Pero a qué demonios cree
que juega!
—Nadie te preguntó tu opinión, cielo —lo miro fijamente bebiendo mi
segundo shot.
CAPÍTULO 6

BESOS CON SABOR A PELIGRO

—H e dicho que no es necesario que lo hagas, te


embriagarás y harás muchas locuras —se atreve a
cuestionar frente a todos llegando hasta mí. Miro a
Nathan de reojo, pero está tan ocupado besando a Norma que ni se entera
del intercambio de palabras.
—Oye amigo, tienes que recordar una cosa, yo no soy parte de tu
grupito de seguidores. A mí no me puedes decir qué hacer o qué no, aunque
eso te rompa las pelotas.
—¿Qué te ocurre Ethan? —le reclama la rubia, oh sí, tranquiliza a tu
noviecito.
—Nada —lo escucho decir por lo bajo mientras me lanza una mirada
matadora, creo que si lanzara cuchillos ya estuviera muerta.
A pesar de que la rubia aparentemente lo relaja y lo devuelve a su lugar,
él no aparta la mirada de mí ni medio segundo, ni siquiera cuando la rubia
le besa el cuello. Desde esta distancia puedo ver cómo pasa su lengua por su
piel. ¡Asco! Ethan ni se inmuta, eso no elimina el hecho de que la tiene tan
pegada a él que incomoda a la vista.
Suelto el aire sofocada, he de calmarme. Lo ocurrido en la cocina no
tiene que jugar con mis emociones, entre Ethan y yo no está pasando nada.
Además, lo que nos hemos dicho y hecho es parte de un juego jamás
establecido en voz alta entre nosotros. Si quiero disfrutar de mi fiesta debo
olvidarme de él y su maldita rubia. De acuerdo, de acuerdo, no debo
referirme de esa manera hacia una mujer que ni conozco, pero es lo que hay.
Inicio lo que será una larga noche de tragos y le pido disculpas a mi
padre porque sé que desde donde sea que esté desaprueba mi
comportamiento.
Me bebo el quinto shot y todos gritan, al menos los que están a mi
alrededor. Mi cabeza ya está averiada y tengo la vista un tanto nublada.
Está bien, la estoy pasando bomba a pesar de todo y mis risas sin sentido
no se hacen esperar.
La canción que suena me gusta tanto que me pongo de pie y empiezo a
mover mis caderas de un lado al otro, mi pelo se mueve más de lo normal,
lo que me hace pensar que estoy exagerando bastante mis movimientos.
Las manos de Mark se apoderan de mi cintura y me anima a ir a la pista
improvisada que han hecho en medio del salón principal, las escaleras y la
cocina.
Mi cuerpo y su cuerpo son casi uno solo, me olvido de Nathan, de
Ethan, de la rubia y del resto. Me dedico a moverme, lazarme miraditas con
Mark hasta que siento su rostro perderse en mi cuello y eso de alguna forma
me hace sentir incómoda, no lo entiendo, ya que lo he besado, este
acercamiento no debería molestarme y sin embargo, lo hace.
Consigo poner distancia pidiéndole que traiga otro de mis shots. El
sexto. Lo hace sin rechistar y mientras tanto Zac suelta a la chica con la que
estaba en pleno apogeo musical y se acerca a mí moviendo sus hombros de
forma graciosa. Toma una de mis manos y me hace girar. Me río, lo dicho,
me cae de maravilla.
—¿Te está gustando la fiesta? —me habla al oído.
—Mucho.
—Nos hemos esforzado —me cuenta, mira hacia atrás y da dos pasos
lejos de mí.
—¿Qué pasa?
—Nada, creo que hay alguien cabreado hasta la mierda —me suelta y
apunta con su quijada hacia atrás. Con disimulo miro un poco y el rostro de
Ethan no se me pasa desapercibido. La rubia ya no está. ¿En qué momento
se ha marchado?
—¿Siempre es así de raro? —le pregunto curiosa.
—Es peor, contigo se dulcifica —bromea y ambos nos reímos.
—¿Conmigo? Si es un cara dura —me río de forma exagerada y Zac me
imita.
—Así que tú eres la del sobrenombre.
—¿Qué?
—Me preguntó que si tenía cara dura y le dije que una piedra se miraba
más agradable que él, me mandó mucho a la mierda —se burla y me río aún
más fuerte.
Mark vuelve con mi trago y lo bebo enseguida. Zac nos deja solos y
bailo y bailo hasta que los pies inician a dolerme. Mark me ayuda a llegar
nuevamente al salón principal.
Todos siguen aquí, un poco más ebrios.
Ethan está solo, con un trago en la mano y un cigarrillo en la otra. Mira
hacia todos lados menos a mí. Incluso prefiere mirar el suelo que
enfrentarme. Me parece ridícula su actitud, vamos hombre, que se la cree de
muy mandón y serio y no puede siquiera mirarme ahora que estoy a tan
pocos centímetros de él. La boca se me llena de reclamos que no tienen
razón de ser, por enésima vez recuerdo que entre nosotros no hay nada ni ha
pasado absolutamente nada.
Aun así y debido a mi evidente ebriedad doy los cortos pasos que nos
separan, pero al estar justo a un centímetro de él, me mareo mucho y giro
para buscar un baño en caso de que el mareo empeore y termine vomitando.
No sé si ha notado mi malestar o es que he sido demasiado evidente al
caminar de cualquier forma menos en línea recta, solo soy consciente del
momento en el que mi cuerpo se tambalea y consigo sostenerme
recostándome sobre una pared cercana a las escaleras, es cuando lo veo tal
y como lo quería hace segundos: muy cerca de mí.
—¿Estás bien? —se mira preocupado o quizás es que ya estoy borracha.
—Sí, solo me he mareado.
—Quizás necesites salir un momento, te dije que no tomaras de esa
forma —especula y vuelve sus labios en una línea.
—Estoy bien, de verdad. Se me pasará en algunos segundos y deja de
darme órdenes.
—¿Por qué eres tan testaruda, Blair? —me pregunta en serio y lanza un
suspiro que llega hasta mis labios—. ¿No te das cuenta que entre más
testaruda te muestras, más difícil me lo pones? —argumenta.
—El qué...
—Resistirme —habla entre dientes.
—¿Por qué no pruebas lo contrario? —me atrevo a retarlo.
—Porque no es conveniente.
—¿Para quién?
—Para ti —dice sin más.
—¿Sabes qué creo? Que eres muy bueno siendo el jefe de la fraternidad
pero no tienes el valor de ponerme las manos encima y eso es lo que tanto
te molesta. —Le susurro en el oído. Sí, estoy ebria y el mareo se ha
apaciguado.
Con una rapidez apremiante, su mano vuela hasta mi espalda y me pega
a él de una forma autoritaria y rabiosa.
Une su frente con la mía y da un paso hacia atrás para apoyarme por
completo en la pared.
Me quedo sin habla en el momento en el que decide restregar su cuerpo
sobre el mío en lo que sus manos me recorren la figura y se quedan quietas
en el contorno de mis pechos. Besa mi cuello con una lentitud que me
enloquece y la humedad que esparce con sus labios entre beso y beso me
pierde.
Sin darme tiempo a reaccionar me hace girar y sus manos vuelan a mis
caderas, presiona con fuerza y me empuja hacia atrás, de modo que mi
trasero acaricia su miembro y él trata de ocultar el despertar de su virilidad
alejándose un poco, más su rostro vuelve a esconderse en mi cuello y suelta
un soplido agobiador.
—No tengo miedo de tocarte, Blair. He querido hacerlo desde la primera
vez que te vi. —Me hace girar nuevamente y ahueca mi rostro con sus
manos grandes y varoniles—, pero esto no puede ser, nuestros mundos son
distintos y ni siquiera me puedo permitir perder la cabeza una noche, eso
podría bastar para arruinarte la vida —hay pesar en su voz, como si fuera
una advertencia y al mismo tiempo lo que lo atormenta.
Me deja sola en donde nos habíamos ocultado y me lleva varios minutos
recomponerme, sentir seguridad en los pies para moverme y regresar con
los demás sabiendo que, en realidad no se trata de un juego, que hay
atracción entre nosotros y que el tira y afloja extraño que se ha estado
desarrollando ya no me gusta tanto. ¿A qué se refiere con mundos distintos?
Somos dos estudiantes comunes y corrientes.
Atolondrada como me siento, llego finalmente a mi antigua ubicación y
voy directo a la bandeja con los Shots restantes, me tomo tres seguidos.
Eleanor al ver mi arrebato se me acerca con disimulo entre bailando y con
ojos acusadores.
—Despacio —me aconseja. Me río, fue ella quien me ha puesto esta
cantidad ridícula de tragos y ahora me pide que me lo tome con calma.
—Estoy bien —digo aparentando tranquilidad.
—Los he visto —menciona y el trago que pensaba llevarme a la boca
regresa a la bandeja.
—¿En la cocina? No estaba pasando nada —repito las palabras de
Ethan.
—No. Los he visto en aquel rincón —confiesa señalándolo. ¡Qué
vergüenza!
—Por favor no se lo digas a Nathan —parezco una adolescente, pero es
que mi hermano se pondría como loco.
—Jamás traicionaría a Ethan —me afirma.
—¿Son muy amigos?
—Somos como hermanos. Me ha salvado la vida en un par de ocasiones
—comenta y me pregunto cómo es eso posible, Eleanor es una chica
demasiado tranquila, con su pelo castaño y ondulado, sus ojos grandes e
inocentes y su nariz perfilada, no la hace ver como una chica que se meta en
problemas—. Le gustas —agrega—, y si no te gustan los riesgos es mejor
que le hagas caso y te alejes. Consejo de mujer a mujer —termina su
pequeño discurso y me revuelve el cabello antes de perderse entre la gente.
Busco con la mirada a mi amiga o mi hermano y han desaparecido.
Seguro están encerrados en la habitación de Nathan, qué fastidio. Los pies
me están matando y no me queda más que sentarme en el sillón con los
chicos. Mark no tiene buena cara y me atacan los nervios al pensar que ha
visto lo que ha pasado entre Ethan y yo.
—¡He vuelto! —bromeo tratando de hacerlo reír. No lo hace.
—¿Tienes algo con Ethan?
—¿Disculpa?
—Los he visto... hace un momento —explica y trago grueso. No debería
sentirme expuesta. Mark es solo un amigo.
—Me he sentido mal, casi me desmayo por el mareo y solo me ha
ayudado a sostenerme —le explico a pesar de que no tengo que hacerlo.
—No me ha parecido precisamente que te...
—¡Hay que jugar! —grita Tony interrumpiendo a Mark.
—No empieces, Tony —lo reprende Ethan.
—No juegues si no quieres, colega. Blair, ¿te unes?
—¿De qué trata?
Tony me explica rápidamente que lo único que tengo que hacer es
acercarme al círculo y sentarme en medio de dos chicos como lo hacen las
demás chicas.
El juego es sencillo, solo tenemos que tomar un papelito demasiado
pequeño, ponérnoslo en los labios y pasárselo a la persona que tenemos al
lado. Si el papel cae al suelo o la otra persona a propósito lo tira, tienes que
besarte con ella o él y beber un trago.
Honestamente no me apetece tanto la idea, sin embargo, me uno y Ethan
se pone de pie enseguida.
—Blair, no tienes que jugar esto si no quieres —me dice al oído.
—Déjame en paz. Me dijiste que somos de mundos diferentes, ¿no?,
pues entonces vive el tuyo y déjame vivir el mío—mi voz suena alterada.
El juego inicia y soy la primera en pasar el papelito sin dificultad alguna
a Mark, pero Mark falla con la chica que tiene al lado y se besan con una
naturalidad sorprendente. El pequeño papel pasa por todos y ya se han
besado dos veces más.
Ethan decide entrar al círculo y se sienta a mi lado echando sin
delicadeza alguna al otro tipo que estaba jugando. Esto sí que será
incómodo. Cuando llega nuestro turno, se me queda viendo demasiado
tiempo, presiona sus labios con los míos a través del papel y por un
momento deseo que se caiga, aunque no lo hace.
No tengo tanta suerte con Mark, el papel se cae y él sonríe agradecido.
Sin esperar nada, me besa con intensidad metiéndome la lengua hasta el
fondo y eso me hace apartarme contrariada. Miro de reojo a Ethan y está
por rompérsele la mitad de la frente con ese ceño tan fruncido, no dice nada
y continúa el juego hasta que tres rondas más tarde Mark ha tirado el papel
en todas las ocasiones, he tenido que beber más tragos y besarlo,
obviamente.
En su último beso nuestras lenguas entran en contacto con confianza,
quizás ya estoy más allá de ebria, me están iniciando a gustar sus besos y su
cercanía. Nos separamos abruptamente cuando alguien tira de mí hacia
atrás.
—Ya fue suficiente, Mark —habla Ethan muy molesto.
—¿Cuál es tu puto problema?
—Que es la hermana de Nathan, ese es mi puto problema y que te
quieras aprovechar de que está ebria.
—No lo estoy —interfiero dando pena, claro que sí lo estoy.
—Sí, claro. Tu maldito problema es que no eres tú quien la besa.
Acéptalo de una vez, te hierve la sangre.
—No sabes lo que dices —dice con calma—, vamos, Blair, te llevaré a
tu residencia.
—Pero yo no quiero irme —me ofendo. Esto parece sacado de una
telenovela, él, mi hermano, y la menor de edad que se ha puesto hasta las
nubes y tendrá problemas en casa.
—Nos vamos —insiste.
—Acepta que mueres por follar... —grita Mark y me tenso de pies a
cabeza. No consigue terminar, Ethan cierra los ojos un instante para luego
darse la vuelta y empujar a Mark con una agresividad espeluznante.
—Ethan, tranquilo —intervengo antes de que inicie una pelea
innecesaria. Intento detenerlo tomándolo de las manos y gira hacia mí—.
No pasa nada, llévame a casa —le pido con la mayor dulzura posible
porque está cabreadísimo.
Se apodera de mi mano entrelazando nuestros dedos y me obliga a
caminar. Lo sigo más por inercia, que por voluntad propia. Pasamos por la
multitud que baila y los cuerpos impactan con el mío. Ethan no suelta mi
mano y sube las escalaras que dan al segundo piso. Abre la primera
habitación del pasillo y doy por hecho que es la suya. Cierra de un portazo
y me aprisiona contra la pared.
Ni un segundo ha pasado cuando me envuelve con sus brazos por la
cadera y frota su cuerpo contra el mío.
—Voy a besarte, Blair, voy a comerte esa boca que me ha mantenido
fuera de mí por días y después, no quiero un solo reclamo. ¿Me entiendes?
No vas a retarme más, no vas a molestarme más, porque si lo sigues
haciendo lo próximo será hacerte mía y si eso pasa, créeme... entrarás a un
mundo del que querrás salir corriendo y yo no te dejaré escapar.
No puedo ni hablar.
—Dime que lo entiendes.
—Lo entiendo.
Me mira un momento antes de enterrar sus dedos en mi cabello y fundir
sus labios con los míos.
Todo me da vuelta, aun cuando cierro los ojos. Abro la boca de
inmediato para darle entrada a su lengua que se enreda con la mía de una
forma arrasadora. Pongo mis manos en su pecho y presiono su camisa. Sus
manos recorren mi cadera y se pega más a mí, como si eso fuera posible.
Su beso es fresco, delicioso, agresivo, apasionado. Totalmente lleno de
rabia y da una sensación de prohibido que me invade por completo.
Termino perdiendo la poca cordura que me queda. Pronto sus manos bajan
hasta mis muslos, los toma con fuerza y doy un saltito que me deja en su
cadera. Camina hacia atrás hasta llegar a la cama.
Movemos nuestros labios a la misma velocidad, solo se separa para
morder un poco mi labio inferior. Despacio se sienta en el colchón y yo me
quedo a horcajadas sobre sus piernas. Al hacer tal movimiento se sube tanto
mi vestido que deja libre totalmente mis piernas hasta llegar a mi cadera.
Sus manos se deslizan en mis piernas y muslos, ahora desnudos, y se
estancan en mi trasero, el cual es acariciado de una manera sublime y
territorial, primero lento, frota sus manos en toda el área para finalmente
apretarlo a su antojo y estimularme más.
Yo gimo sobre su boca. El aire ya no llega a mis pulmones, sé que
vamos a separarnos pronto para respirar. No quiero parar, quiero ser
consumida por este beso, por este momento. La música se escucha tan
lejana, nadie importa. Solamente los dos.
Siento la presión en su entrepierna y muevo mis caderas hasta que la
dureza está por explotar su pantalón. Me tumban sobre la cama, lame mi
cuello, se apropia de mis pechos y sobre el vestido hace círculos en mis
pezones despiertos y punzantes.
Libero una de mis manos, me acerco peligrosamente a su miembro y lo
tomo con propiedad... y entonces la magia se termina.
Aparta mi mano y él salta lejos de mí.
—Mierda, mierda, mierda —dice pasándose las manos por el cabello.
Bajo mi vestido y me quedo callada.
—Ethan —apenas y logro que su nombre sea audible.
—Esto no puede pasar otra vez, ¿lo entiendes? —Me toma de los brazos.
—¿Por qué?, porque soy la hermana de tu amigo. No tenemos quince
años, Ethan. Tú me gustas y es evidente que yo a ti —me atrevo a confesar.
—No te conviene estar conmigo, pequeña. No soy un buen tipo. Nadie
en este lugar te merece. Aléjate por favor, Blair —vuelve a pedirme.
Ni siquiera Nathan me pide que establezca distancia, si este lugar o estas
personas no son seguras.
Nathan hace mucho tiempo me hubiera pedido que me alejara.
—Tú ganas, Johnson. No sabrás mucho de mí a partir de hoy —arrastro
tanto las palabras que ni siquiera estoy segura de haber sido clara.
—Bien —es todo lo que dice.
—La próxima vez que me veas besarme con alguien más, no
intervengas.
—No lo haré —dice muy seguro.
—Bien.
—Y olvídate de nuestro estúpido trato, no pienso decirte nada de lo que
pueda pasarme.
—Eso no está en discusión.
—¡Vete al carajo, Ethan! —le grito enfadada
—¡Eso no está en discusión! —me grita más fuerte.
Le muestro el dedo medio pero al intentar salir todo me da vuelta y lo
último que veo es el rostro preocupado de Ethan y sus manos evitando que
me golpee la cabeza.
CAPÍTULO 7

UN ARMA DE DOBLE FILO

D espierto con la peor resaca de mi vida. Ni siquiera he podido


cumplir con la tradición y siento que estoy muriendo poco a poco.
Odio esta parte de las fiestas, el día después debería estar
prohibido por el gobierno. Lo odio más que ética profesional a las siete en
punto de la mañana. Arrugo el rostro cuando el sol que entra a la habitación
me da en la cara.
No recuerdo muy bien los acontecimientos de la noche anterior, todo
está turbio en mi cabeza. Las ganas de vomitar son casi inaguantables.
Intento ponerme de pie y al hacerlo la habitación entera comienza a
moverse. Me tiro nuevamente a la cama vencida y agotada. Estiro el cuerpo
y pego un grito al mirar un bulto enorme a mi lado. Norma inicia a quejarse
por el golpe que le he dado con una de mis piernas y finalmente saca la
cabeza de las sábanas.
—¿Por qué no estás en tu cama? Casi me he muerto del susto —la
acuso.
—Me pediste que durmiera contigo.
—¿Sí?
—Sí, en realidad se lo pedías a Ethan, yo fui tu premio de consolación.
Te desmayaste ayer, bebiste demasiado. Ethan nos trajo a casa porque
Nathan ha tenido que quedarse en la fraternidad resolviendo no sé qué
problema. Balbuceabas que querías que se quedara a dormir contigo.
—¡No! ¡No! —me avergüenzo—. Dime por favor que él no me escuchó.
—Cariño, hasta hemos hecho bromas al respecto.
—No me mientas, Norma. ¿En serio? Ethan no hace bromas.
—Pues parecía muy contento de escucharte decir cuánto necesitabas
dormir con él. Te ha dejado sobre la cama, acomodado tus almohadas y se
ha quedado como una hora viéndote hasta que finalmente te dormiste y me
acurruqué contigo. ¿Qué ha pasado entre ustedes?
No contesto de inmediato, pues sus palabras me toman totalmente por
sorpresa. Eso no suena como el arrogante hombre que conozco.
—Anda pequeña fiestera y dime qué cojones ha pasado entre ustedes, no
te quedes callada. Es mejor que me lo digas todo, así podré ayudarte con
Nathan.
—Tienes una semana con él y ya crees que puedes manipularlo o
convencerlo de algo. No has terminado de conocer a Nathan, amiga.
—Bueno, ¿me vas a contar o no?
—No recuerdo nada —confieso—. Sé que algo pasó en la cocina antes
de tomar todos esos tragos, recuerdo que me acorraló en la pared —me río
cuando imágenes inician a aparecer—. Creo que fuimos a su habitación.
Norma pega un grito de aquí al cielo y aunque me río por su
exageración, termino llevándome las manos a la cabeza y quejándome. Me
explotará de un momento a otro.
—¡Se han acostado!
—No, por supuesto que no. Él no se aprovecharía —digo asustada. No
recuerdo lo que ha pasado en su habitación.
—Nathan lo matará. Me dijo que mataría a Mark si continúa detrás de ti.
—Mi hermano está loco.
—Puede que un poco. Bien, quédate aquí, te conseguiré algo para la
cabeza, que traes la peor resaca del planeta.
Cierro los ojos y trato de recordar, solo consigo imágenes borrosas y me
parece que Ethan estaba molesto por algo, ¿por mí? ¿Qué hice? De todas
formas, que se la pase molesto por cualquier cosa no es noticia nueva.
Es un amargado de primera. Dejo de pensar en el momento justo en el
que las arcadas me atacan y tengo que salir corriendo a los baños comunes.
Experimento un poco de alivio minutos después, aunque la cabeza sigue
doliendo y miro las duchas con obsesión. Quizás el agua fría ayude y es lo
que hago.
Me pongo de pie y dejo que el agua haga su trabajo sobre mi cabeza y
mi cuerpo.
Masajeo mi cabello en busca de mayor confort y es cuando sucede, todo
regresa a mí, cada momento de la noche anterior; desde el instante en el que
llegué, lo ocurrido en la cocina, la interrupción de Eleanor y el humor de
perros de Ethan como siempre, Mark y yo bailando, luego más tragos, me
he casi caído y Ethan me ayudó a recomponerme, el dichosos juego, la
discusión entre Mark y Ethan. Él y yo subiendo a su habitación,
comiéndonos vivos.
¡Cielo santo!
Me llevo los dedos a mis labios, puedo sentir su esencia sobre mí, su
cuerpo rosándose con el mío, sus manos recorriéndome, tocándome,
acariciando. Sacudo la cabeza con fuerza para alejar todas las sensaciones
que brotan por todo mi ser. Besarme con él no representó ningún problema
para mí, pero para él sí que lo hizo, también recuerdo que me ha pedido que
me aleje por enésima vez.
Me quedo con ese pensamiento en mi cabeza todo lo que dura mi ducha
reparadora y cuando llego a la habitación un café y dos aspirinas esperan
por mí, me terminan de hacer sentir mejor y el dolor de cabeza me
abandona al fin. Me paso el resto del domingo tumbada en mi cama
mirando el techo y pensando en ese beso prohibido, en las palabras de
Ethan que se contradicen totalmente con sus actos. Me siento ridícula al
dedicarle tanto tiempo a lo mismo.
El lunes vuelvo a mi rutina. Mientras más tiempo pasa, las clases se
vuelven más pesadas. Norma y yo nos hemos desvelado dos noches
seguidas preparando la exposición de un caso. El auto que me ha regalado
Nathan nos ha solucionado la vida desde muchas perspectivas.
Ahora podemos movernos con más facilidad; lo que ha provocado que
no ponga un solo pie en la fraternidad, ya que no necesito que mi hermanito
me lleve a ningún lado.
Además, Norma y Nathan han decidido tener citas románticas en nuestro
cuarto de residencia y no en la fraternidad, lo cual es totalmente incómodo
para mí. Justo en este momento trato de ignorar el maratón de besos que
está desarrollándose en mis narices. No importa cuantas veces carraspee a
propósito o suelte chasquidos con la lengua y jadee ofendida por sus
demostraciones de amor, ellos continúan como si estuvieran solos. Decido
tirarles un par de almohadas y eso sí que los separa.
—¡Ya basta! —me quejo.
—Tómatelo con calma —me suelta mi hermano.
—Oye, no he podido hablar contigo de esto, pero si le rompes el corazón
a Norma yo te romperé los huesos —trato de sonar dura e intimidante, pero
a mi hermano y a la misma Norma les causa gracia mi advertencia—. Son
unos idiotas —me molesto un poco.
—No te preocupes, Blair. Me estoy tomando con seriedad las cosas, no
voy a lastimarte, Norma —le habla a mi amiga y ella se derrite como hielo
en el desierto. ¡Ah! No los soporto. Intento tomar mis libros e ir a la sala
común que hay en el último piso de la residencia.
—Alto ahí, jovencita —me llama Nathan obligándome a sentarme en la
cama nuevamente—Yo también quiero hablar contigo. ¿Qué demonios pasó
entre Ethan y tú?, desde tu fiesta está comportándose extraño, evitándome y
ya sé que él y Mark iban a pelearse por ti. ¿Qué ocurrió?
—Ethan cree que en tu ausencia debe suplirte y protegerme y todas esas
tonterías. Eso fue lo que pasó —miento.
—Pues yo le he dado esa autoridad.
—Por favor, Nathan. No necesito cuidadores, suficiente tengo contigo y
solo te soporto porque eres la persona más importante en mi vida.
—Bien, solo digo que estoy seguro de que él no dejaría que algo malo te
ocurriera —me explica y lo entiendo menos.
—Cambiemos el tema de conversación —sugiero y Norma me apoya.
No creo que quiera cuidarme si me ha besado y prácticamente desnudado
para luego enviarme directito al más allá.
Pronto nos enfrascamos en el pasado, recordando nuestros días de
adolescentes, de niños, cuando mis padres aún vivían y nos reuníamos todos
los viernes con los de Norma, éramos como una gran familia.
Creo que mi hermano nota el instante preciso en el que mis ojos se
llenan de lágrimas, decide detener las palabras y se despide de Norma. Aún
recuerdo el sonido de la voz de mamá cantándome
para que pudiera dormirme, las interpretaciones de papá haciéndome creer
que los príncipes existían. ¿Nuestra vida sería diferente si mis padres
vivieran?
Nathan está por entrar al elevador cuando me percato de lo tarde que es
y me ofrezco a llevarlo a pesar de que la fraternidad no queda tan lejos, las
calles del campus a esta hora son demasiado solitarias y ha olvidado su
moto.
Acepta y me habla de cualquier cosa que me haga sonreír.
La canción que suena en la radio del auto nos gusta a ambos y cantamos
a todo pulmón hasta que descubro que hoy también hay fiesta en la
fraternidad. ¿En serio? ¿Un miércoles? Al parecer no descansan entre
semana. Aparco el coche y al girar mi rostro y echar un ojo a todas las
personas que beben y conversan en el jardín, encuentro a los chicos a un
lado de la casa. Aprieto el volante con fuerza en cuanto mi mirada se
estanca en él. Ethan.
—Hola chicos —los saludo en lo que Nathan se baja del vehículo.
—Hola, princesa —responde Tony.
—Gracias nuevamente por la fiesta, lamento haberme ido sin
despedirme —disimulo. Todos comparten unas miraditas que me deja muy
claro que me miraron salir en brazos de Ethan completamente borracha.
—Asunto olvidado —contesta Zac.
—¿No quieres quedarte un rato? —me pregunta Mark.
—No, no quiere —responde Ethan. ¿De verdad piensa que puede
responder por mí? Mark pone los ojos en blanco y a Nathan, el comentario
de su amigo le llama la atención. Puedo observar claramente la forma en la
que Ethan hace un ligero movimiento de cabeza negando hacia Nathan y mi
hermano asiente y gira hacia mí, ya estaba por entrar a la casa.
—Blair, es mejor que te vayas —me recomienda. Eso sí que no me lo
esperaba. ¿Soy yo o todos realmente obedecen a Ethan?
—Me quedo.
¡Qué viva la rebeldía!
—Blair —me reprende Nathan.
—Solo voy a saludar a los chicos y me marcho, no te preocupes. Mi
hermano resopla, no me detiene al salir del auto y caminar hasta el rincón
en el que están los demás. Le doy un beso en la mejilla a todos, Zac incluso
me abraza y al señor órdenes andante no volteo ni a verlo.
—Entonces, Mark, ¿entramos?
—Claro, nena.
Me tiende la mano, la tomo con gusto y el resto mira al señor ojos grises
como esperando su reacción.
Yo me atrevo a hacer lo mismo con el rabillo de mi ojo y las sienes
parecen quererle explotar, frunce los labios y saca el aire que estaba
conteniendo con furia. Doy el primer paso y unos dedos fuertes me
detienen.
Sé perfectamente que es él. Mi cuerpo lo sabe. Lo miro de frente esta
vez, nerviosa, Nathan está a unos pasos. Solo quería molestarlo un poco, no
imaginé que se atrevería a detenerme.
—Ethan —digo tan bajo que creo que nadie me ha escuchado. Su agarre
se vuelve cada vez más fuerte. Me acerca mucho a él—. ¿Qué haces?
—No vayas con él —habla entre dientes—. Por favor —agrega.
—¿Por qué? —me cruzo de brazos lográndome soltar de su agarre.
—¿Por qué no escoges a alguien más? Alguien de tu facultad, alguien
que no sea Mark, alguien con quien no tenga que verte —sigue hablando
entre dientes. Sé que todos están detrás de mí intentando oír lo que me dice.
—Blair —me llama Mark.
—¿Por qué te molestas? —repito—. Dime la razón. La verdadera razón.
¿No fuiste tú quien me dijo que nos alejáramos? —lo reto, ignorando a
Mark, a los chicos, a mi hermano. Al mundo entero.
Ethan mira hacia atrás un segundo, no más y da un paso hacia adelante,
inseguro.
—Ethan —Zac intenta suavizar las cosas.
Todo pasa demasiado rápido; sus manos están en mi cuello y sus labios
se acercan peligrosamente a los míos y los une con una necesidad que se
desborda en cuanto entramos en contacto. No quiero moverme, ni seguirle
el ritmo y me es imposible, tan pronto su lengua busca entrada, se la doy
con facilidad y nos enredamos en un sinnúmero de deseos incomprensibles
en mi cabeza ahora mismo.
Lo único que hace que me detenga es el miedo de ser descubierta por mi
hermano y provocar que estalle una guerra.
—Para —apenas y puedo pronunciar palabra.
—No puedo —susurra y muerde mi labio inferior. Estamos montando un
espectáculo.
—Mi hermano, Nathan —le hago saber y sonríe un poco.
—No está, ha entrado, pequeña.
Miro hacia atrás para comprobar lo que me ha dicho y a los únicos que
encuentro con los rostros perplejos es a los chicos; Zac, Tony y Mark están
a nada de que les entre una mosca en la boca.
—¿Por qué has hecho esto? —pregunto afectadísima, las piernas se
sienten como gelatina.
—Déjennos solos —es su respuesta. No aparta la mirada de mí.
—¿Quieres quedarte con él, Blair? —indaga Mark.
—He dicho largo, Mark. ¿Tengo que explicártelo con manzanas? —lo
fulmina con la mirada y me tenso.
—No eres el puto amo del planeta, Ethan. Deja de actuar como si fueras
el jefe porque solo eres un maldito secuaz más —espeta Mark y antes de
que se lance encima Zac y Tony deciden intervenir tirando de su camisa y
logrando alejar a Mark.
—Ethan, ¿podemos hablar un momento? —Tony es quien regresa.
—Tranquilo, Tony. Yo puedo manejar la situación. Dile a Nathan que
Blair se ha ido.
—Ethan —insiste.
—Luego hablamos, ¿sí? —se lo dice de forma tranquila, sigue habiendo
algo en la manera en la que se miran que parece más una orden secreta que
un simple comentario.
—De acuerdo.
—Vámonos. —Ethan me toma de la mano.
—Espera, ¿adónde?
—Quiero hablar contigo en un lugar más privado.
—¿De qué quieres hablar? —Me suelto bruscamente.
—Joder, Blair no te pongas rebelde justo cuando estoy por aceptar esto.
—¿Aceptar qué?
—Blair...
—No voy a caer en tu juego otra vez para que luego me digas que me
aleje.
—No quiero que te alejes, ya no.
—¿No?
—Me gustas, carajo. ¿No era eso lo que querías oír? Pues sí, me gustas
desde el primer día que pisaste esta casa, Blair. Me estás volviendo loco con
tu insolencia y desobediencia, quiero besarte cada vez que te apareces...
entre otras cosas.
Mis manos comienzan a sudar, ya lo sé, es un asco. Pero eso pasa
cuando recibo noticas como estas. Doy un paso hacia él, ahora soy yo quien
quiere besarlo y marcar territorio.
—Ethan. —Aparece la rubia y quiero tener poderes para desaparecerla.
—Ahora no, Kim —contesta sin siquiera mirarla. Sus ojos grises
examinan mi reacción.
—Es importante.
—No me interesa —responde. La rubia se acerca a él y le dice algo al
oído. A Ethan se le transforma el rostro en preocupación pura—. Lo siento,
Espérame aquí, ¿sí? Serán unos minutos —me explica y veo cómo Kim
sonríe. Enfurezco.
—Tómate todo el tiempo del mundo, me largo —anuncio y aunque creo
que me tomará de la mano, del brazo o me pedirá que me quede, no lo hace.
Él también gira y se marcha con esa chica.
Me río de lo tonta que puedo llegar a ser a veces. Me monto al auto y
manejo lo más rápido que puedo a la residencia. Busco un aparcamiento
cerca de la entrada y pienso en todas las formas de hacerlo pagar por su
humillación. ¡NO! ¡Basta! Se terminó su jueguito. No haré nada más que
seguir con mi vida.
Apago el auto y un movimiento rápido capta mi atención. De pronto la
puerta del acompañante se abre y un tipo se mete a mi auto, tiene toda la
cara tatuada, los brazos y está rapado. Ahogo un grito y me muestra un
cuchillo, que, aunque es pequeño estoy segura, podría matarme.
—Te haré un par de preguntas, bonita y si respondes lo que quiero
escuchar no te pasará nada —habla fuerte y claro.
—¿Quién es usted? —la voz se me escucha cortada. El estómago se me
contrae. Mis manos inician a sudar nuevamente.
—Ethan Johnson, ¿lo conoces? Seguro eres alguien muy importante en
su vida.
—¡¿Quién es usted?! —chillo. La punta del cuchillo llega a mi estómago
y me paralizo.
—Para que haya molido a golpes a mi mejor hombre como amenaza si
nos acercábamos a ti, debes ser alguien importante. Ese hijo de puta no
tiene familia, así que... ¿Eres su novia?
—Señor, no sé de qué me habla, no soy la novia de nadie.
—Te tiene bien entrenada ese hijo de puta —chasquea la lengua—, pero
si no hablas te mueres —me amenaza como quien me da la hora, pero luego
siento el filo de su cuchillo rasgar la tela de mi pantalón y enterrarse en mi
piel, no profundamente pero sí lo suficiente como para que empiece a
sangrar.
—Por favor no me hagas daño, no soy su novia. Solo soy su amiga.
—¿Te folla? —la pregunta me suena tan vulgar viniendo de un
desconocido—. Porque si eres esa clase de amiguita también podrías ser mi
amiga, ¿no crees? —comenta acercándose demasiado a mí.
—Por favor —suplico.
—Dame las llaves del auto y sal —me ordena y aunque las piernas me
tiemblan le hago caso y salgo despavorida del asiento del conductor, intento
huir a la residencia y maldigo por esta soledad en las calles, y sobre todo
por el dolor punzante que ataca en donde me ha hecho la herida, falseo con
mi pierna izquierda y casi caigo de bruces en mitad de la calle.
—¿Adónde tan rápido bonita? —me pregunta alcanzándome en un dos
por tres y tomándome del pelo. Chillo y cubre mi boca—. Dile a ese puto
bastardo que eres nuestra arma de doble filo.
Mis dientes castañean del miedo, nunca había estado en una situación
así.
—Si no la sueltas voy a partirte la cara a ti también. La voz poderosa de
Ethan me devuelve el alma al cuerpo.
CAPÍTULO 8

LAS ALARMAS SE ENCIENDEN

B usco con una desesperación apremiante al dueño de la voz. Ethan


está a una distancia corta de nosotros y en el momento menos
pensado ahogo un grito al ver que saca un arma detrás de su espalda.
Me quedo helada, sin respiración, paralizada. El tipo cuyo nombre
desconozco por completo se suelta a reír, como si lo que está pasando es
gracioso.
Los ojos de Ethan se enfocan en la herida de la pierna, sé que no me ha
hecho daño a gran profundidad y que la sangre que sale es producto del
nervio más que de la herida en sí. Mira al tipo que me retiene con una rabia
que jamás le he visto a nadie, mucho menos a alguien que no necesita de
palabras para transmitirla tan bien.
—¿La has herido maldito desgraciado? ¡Suéltala!
—¿Por qué tanto interés, Ethan? Anda, confiesa lo que esta muñequita
no ha querido.
—Si no la sueltas, Barak, voy a hundirte y sabes a lo que me refiero, así
que deja que camine hacia mí y lárgate.
Ignoro por completo por qué esas palabras tienen poder, o por qué
siquiera existe un intercambio de esta índole, mucho menos entiendo cómo
es que Barak suaviza un poco su agarre y no parece tener intenciones de
someterme o lastimarme más.
Cuando su mano abandona totalmente mi brazo me quedo muy quieta,
hasta que Ethan habla—: Vamos, Blair, camina hacia mí, el show se
terminó. Intenta sonreírme un poco, quizás espera que suavizando su cara
de matón yo me sienta más confiada.
—Anda, princesa, aprovecha que el hijo de puta te ha venido a rescatar.
—Camino hacia él lentamente hasta que me escodo detrás de Ethan.
—¡Largo! —vocifera Ethan.
—Ahora tenemos un arma en tu contra, lo cual es fantástico, no lo
olvides —dice Barak muy seguro.
—Me importan una mierda tus amenazas, conmigo no puedes y lo sabes
bien. Lárgate.
—Ya veremos, Johnson —es lo último que dice Barak antes de huir
montándose a mi auto y llevándoselo con él. Ninguno de los dos dice
absolutamente nada al principio, solo nos quedamos así, él dándome la
espalda, yo tratando de comprender qué es lo que ocurre. Es Ethan quien
rompe con la corta distancia, se guarda esa arma que tantas preguntas
provoca en mi mente y me envuelve con sus brazos sin preguntar siquiera si
puede hacerlo. Sabe que lo necesito, aun cuando se trata de él.
Me estruja en su pecho endurecido y huele tan malditamente bien que
por un momento olvido bajo qué panorama estamos. Tiemblo un poco y eso
lo hace dar un paso hacia atrás y revisar la herida que traigo en la pierna.
—Joder —dice entre dientes—. Creo que necesitas unas puntadas.
—¿Sí? —A lo mejor, pero por ahora es lo que menos me importa, me
han robado el coche, me han amenazado y lo han amenazado a él.
—Sí, pequeña. Vamos, te llevaré al hospital.
—Solo es una cortada. Primero… primero…
—No pongas a prueba mi paciencia cuando trato de cuidarte y
protegerte, Blair —me habla tan serio que me causa un revuelo intenso en
el estómago. Se da cuenta que para la situación tan traumática que recién he
pasado y que me está volando la cabeza, ha sonado demasiado brusco—.
Mírame —me pide y lo hago temerosa—. Lo siento; siento muchísimo que
esto haya pasado. No volverá a ocurrir.
—Me dijiste eso en la playa —susurro a duras penas—, me han
amenazado y no termino de comprender en qué estás metido… tú… todos.
—Sí, y te he fallado pero esta vez no habrá más fallas. Esto no tiene
nada que ver contigo, Blair. Quiero que lo entiendas, que sepas que el
problema es mío no tuyo. Te llevaré al hospital.
—¿Cómo puedes decir eso después de que ese hombre ha dicho que
soy… que tú… mierda, estoy tan nerviosa.
—Te llevaré al hospital.
—No necesito ir al hospital, necesito entender lo que acaba de ocurrir.
Además, no creo que sea necesario, unas venditas estarán bien, de verdad.
—Quizás si necesito ir al hospital, pero la idea de seguir más tiempo en la
calle también me aterra. Quiero sentirme segura dentro de las cuatro
paredes de mi habitación.
—¿Venditas? ¿En serio? Estás sangrando —dice preocupado, con la
expresión más suave, más él.
—No quiero estar en la calle. Si no vas a explicar nada, llévame a mi
cuarto —le confieso casi a punto del llanto y creo que lo ha captado porque
pasa su brazo detrás de mis piernas y el otro por mi cuello.
A pesar de lo inverosímil de la situación, un cosquilleo intenso se
apodera de mi cuerpo al tener tanta cercanía con él.
Me acurruco en su pecho y camina de esa manera hasta la habitación.
Al entrar espero ver a Norma y poder desahogarme, para mi sorpresa no
está y me preocupo un poco.
No sé a dónde ha podido irse. Ethan me obliga a sentarme y se me queda
viendo buen rato sin decir palabra alguna.
—Esto es... complicado —murmura—. Quiero revisarte esa herida pero
no quiero hacerte sentir incómoda —suelta. Claro, la herida es en el muslo,
tengo que quitarme el pantalón y quedarme en ropa interior.
Asiento y me dejo de tanta tontería, no va a decirme nada, y no estará
tranquilo hasta revisarme.
Tomo del colgador de la puerta la bata rosada de Norma que jamás usa y
simplemente es decoración, entro al baño, me quito el pantalón y salgo con
la bata de seda puesta.
Me siento frente a Ethan y se arrodilla frente a mí. Levanta la tela de la
pierna afectada y maldice.
—Tengo que limpiarte —comenta y se hace hacia atrás guardando la
distancia.
—Tenemos un botiquín de emergencia en el escritorio —le digo
señalándolo y lo toma enseguida. Revisa lo que puede utilizar y con mucho
cuidado, casi sin rozarme levanta aún más la tela.
Llena de alcohol el algodón y lo pasa con paciencia sobre la herida que
sigue sangrando, no en grandes cantidades, gracias al cielo.
Yo arrugo el rostro y me muerdo los labios porque me arde muchísimo.
Lo cierto es que estoy demasiado tranquila para haber sido asechada por
un desconocido con cuchillo en mano, que no paraba de amenazarme por
ser la supuesta novia del chico que me está revisando con cariño y
finalmente, en vez de venditas, pone algunas gasas perfectamente
recortadas en cuadrados pequeños y con el esparadrapo los adhiere a mi
piel.
He de admitir que su presencia me calma a niveles alarmantes.
Nadie estaría de esta manera tan pacífica después de lo sucedido y yo
solo puedo pensar en que sus dedos están recorriendo la orilla de las gasas y
me pone la piel erizada.
—¿Qué fue lo que te dijo?
—¿Qué? —no comprendo, no puedo porque continúa haciendo lo
mismo por largo rato; recorre las orillas de las gasas.
—Barak, ¿qué fue lo que dijo exactamente?
—Ah, ahora sí quieres aclarar las cosas.
—No seas caprichosa, habla.
—Quería saber quién soy yo en tu vida. Cree que soy tu novia y que eso
de alguna forma te afecta.
—Maldita sea —los dientes le rechinan por la fuerza que han ejercido
esas palabras—. Esto no debió pasar.
—Pero pasó... Ethan —lo llamo nerviosa. No me contesta, se limita a
dejar en paz mi pierna y subir la mirada—. ¿Golpeaste a alguien por mí?
¿Tienes problemas con ese tal Barak? ¿Por qué tienes un arma? Me dijiste
que era de Zac y que solo les había enseñado a usarla.
Ahora que las palabras han salido de mi boca la realidad cae de golpe y
entiendo la gravedad del asunto. ¡Joder!
—Muchas preguntas. —Se pone de pie.
—Pero vas a responder, ¿cierto? No creas que voy a dejarte ir con todas
estas dudas en la cabeza. Por un momento creí que me haría un daño peor,
así que habla.
—Me asombra que apenas me pides algo quiero correr y hacerlo, como
si fuera un puto perro faldero. No lo comprendo, me está mermando, de
verdad —suelta de mal humor en esa faceta suya de chico malo.
—Pues entonces, si influyo en ti, ¿por qué no me dices qué está
pasando? Por favor —le pido sutilmente y me pongo de pie soportando todo
mi peso en un solo pie. Me atrevo a llevar una de mis manos hasta su
mejilla izquierda y con el pulgar lo acaricio apenas. Está tan tenso, tan
serio, tan molesto, que da un tanto de miedo. Ethan Johnson tiene porte de
matarte en un segundo.
Se pasa la lengua por los labios y sus dientes empiezan a hacer estragos
en el inferior, sus ojos casi como gotas de agua en este momento me miran
sin parpadear.
—¿Si respondo a tus interrogantes nuestro trato volverá a estar vigente?
—Bien.
—Después de lo que pasó con esa pandilla del otro día, no me siento
muy seguro. Así que le pedí prestada el arma a Zac. Barak es un integrante
más, tenemos... rencillas.
—¿Qué le hiciste?
—A él, nada. A uno de sus amigos lo molí a golpes para que no se te
acercaran por ningún motivo. Son peligrosos, Blair y te miraron el rostro.
Quizás por eso creyeron que eres mi... bueno, que tenemos algo.
—¿Por qué?
—No entiendo.
—¿Por qué hiciste eso por mí? Te has metido en más problemas por mí,
se supone que deberían alejarse de esa clase de personas y vas y le rompes
la cara a uno de ellos... ¿por mí? —no me lo creo.
—Será mejor que me vaya —contesta de mala gana.
—No, no puedes irte.
—Tengo cosas que resolver, esto no se va a quedar así, además se ha
llevado tu coche.
—Me importa una mierda el coche —le grito. Mentira, me importa, no
tengo mucho de tenerlo y me lo han robado por su culpa. Es una suerte que
tuviese el teléfono en el bolsillo del pantalón.
—No digas malas palabras —me riñe.
—Que no soy una princesa, Ethan y mejor dime de una vez ¿por qué
tienen problemas con ellos? —me exalto.
—Me revienta las pelotas que seas tan necia, me dan ganas de... joder.
De acuerdo, te lo diré... esto... bien... pues coincidimos en una fiesta, Zac
tuvo problemas con uno de ellos y terminamos involucrados, es cuento
viejo. Ya hace seis meses de esto, tratamos de llevar la fiesta en paz hasta
que Zac volvió a cometer otro error —me explica.
—Zac es muy lindo, no creo que él haya provocado todo esto. Mientes.
—Con que Zac es muy lindo, lo dices como si lo conocieras —chasquea
la lengua.
—Sí, lo es. Y podrías por favor, no responder con más agresividad. Si
golpeas a más personas, querrán vengarse y jamás acabarán los problemas.
Mira cómo he terminado involucrada sin más. Esto no es una película de
acción, Ethan. Esa riña tonta tiene que parar.
—Bien. Métete a la cama, estaré afuera hasta que Norma regrese para
que no duermas sola y te sientas segura —me avisa.
—¿Y por qué esperarás afuera? Quédate aquí.
Suspira ya sin paciencia, puede que sea un poco quisquillosa pero él es
un amargado monumental, todo le molesta.
—Bueno, entonces ponte algo de ropa.
—Tengo ropa encima —contesto.
—Sí, una bata de seda que transparenta todo y que muero por arrancarte.
Ponte ropa.
—No transparenta nada —me quejo y miro hacia mi cuerpo para
comprobar. No tengo tiempo de ver mucho, pues rápidamente sus dedos
toman mi quijada para que mis labios queden a la misma altura que los de él
y sin darme tiempo a sopesar lo que está a punto de pasar, me besa
enterrando sus manos en mi cabello.
Jadeo como una adolescente siendo besada por su amor platónico. Mis
manos no tardan en enrollarse en su cuello y su lengua hábil, seductora y
deliciosa ya se enreda con la mía. Sus manos inician a descender, primero a
mi cuello, luego a mis hombros, mis brazos, se cuelan en mi cintura y la
suavidad de la bata hace que su toque me vuelva loca, continúa bajando a
mis caderas y sin darme cuenta las palmas de sus manos apretujan mi
trasero y me empujan hacia adelante para que sea consciente de lo que estoy
provocando.
La dureza de su miembro solo hace que las sensaciones se extiendan
hasta la punta de mis dedos. ¡Demonios! Las alarmas se encienden en todo
mi sistema, deseo a este hombre con locura, me ha gustado desde el primer
maldito segundo y he fingido que no, pero lo cierto es que me trae loca de
principio a fin con toda esa seriedad que carga.
—Ethan —susurro cuando sus manos están soltando el nudo de la bata.
—Calla —solicita duramente.
La bata se abre en medio y en un dos por tres con simplemente sus
dedos la echa hacia atrás totalmente dejándome solo con la camiseta y mis
bragas negras.
Quiero reírme de esto, ¡me acaban de atacar! Y él y yo estamos como si
nada, deseosos, inquietos, disfrutando de lo que el otro provoca en nuestro
ser.
—Odio el cómo me manejas —expresa rabioso—, odio no poder
alejarme.
—Y yo odio que seas tan terco.
—Yo no te convengo, ni siquiera para una aventura.
—Déjame decidir eso.
—Me preguntaste por qué golpeé a ese hombre por ti, pues lo he hecho
porque me tienes malditamente embrujado, porque sé los peligros que
corres a mi lado y quiero pasar de villano a héroe y me cabrea tanto que me
desubiques, Blair, yo soy controlado, yo soy serio, soy calculador, detesto
los juegos, las niñerías y me rijo bajo obediencia, reglas, sé que no lo
entiendes, quizás jamás lo hagas, pero joder, eres todo lo que no puedo
tener ni ahora ni nunca y me lo pones tan difícil.
—Si dejas que esto fluya, si permites que este juego tonto te controle un
poco, solo entonces sabrás si puedes o no tenerme, si te atreves a
conocerme y me dejas conocerte, a lo mejor te das cuenta de que dejarse
llevar a veces es la mejor decisión de la vida —lo animo. No sé de dónde
me salen las palabras—, bésame, Ethan, tócame, voy a quedarme.
Ya no hay más palabras, me toma nuevamente entre sus brazos y nos
olvidamos realmente de todo lo que ha pasado en la calle, su cuerpo
impacta con el mío y una punzada me ataca en la herida, no le presto ni
atención.
Sus manos rodean mi cintura de una forma tan protectora, tan segura.
Quita mi camiseta y me estremezco ante su escrutinio lento y
provocador.
En un dos por tres, se quita la camiseta y tengo todo esa piel desnuda
frente a mí. Me besa con fiereza y mis manos lo tocan agradecida.
—¿Por qué se siente tan diferente? —murmura sobre mis labios en lo
que mis manos descienden por su pecho al centro de su estómago, suben y
recorren sus brazos—, maldita sea, ¿por qué cojones se siente así de bien?
No lo comprendo, me estás volviendo loco.
—Yo tampoco lo entiendo.
—Necesito tenerte. Estoy por responder a eso y Norma decide aparecer
abriendo la puerta en todo su esplendor. Ethan trata de poner la bata en su
lugar más rápido que un rayo pero hemos sido atrapados, hasta un ciego
podría darse cuenta de lo que está sucediendo. Además, él no tiene puesta la
camiseta.
Mi amiga trae tanta comida chatarra en sus manos que da risa, mas no
me río por la tensión. Ella mira a Ethan, luego a mí y hace una cara muy
curiosa.
—Lo siento chicos, no sabía que...
—Es mejor que me marche. Cualquier cosa me llamas —me dice Ethan
antes de salir a paso apresurado de la habitación, aún con su camiseta en la
mano. Ni siquiera me ha mirado antes de irse, solo se ha esfumado.
Norma deja caer toda su mercancía en la cama y abre la boca como una
psicópata. Sin poder evitarlo empiezo a reírme, a pesar de los
acontecimientos de esta noche.
—Nathan va a enloquecer —me advierte.
—No tengo quince años.
—Podrías tener treinta y seguirá igual de sobreprotector.
—De todas formas no hay nada entre Ethan y yo.
—Estabas casi desnuda —me recuerda.
—Solo nos hemos besado, no es nada —digo en voz alta con la única
intención de convencerme a mí misma de que no está pasando nada en
realidad y que solo ha sido un beso.
—¿Qué te ha pasado en la pierna? —grita escandalizada y es cuando me
doy cuenta de que estoy sangrando otra vez, no un poco, sino mucho.
Quizás Ethan tiene razón y necesito puntadas, o a lo mejor fue nuestro
arrebato lo que en un mal movimiento me abrió más la herida.
—¡Mierda! Voy a cambiarme, tengo que ir al hospital. Pide un taxi —le
pido y me visto lo más rápido que puedo.
—¿Un taxi? Tienes coche, ¿qué te pasó en la pierna? Blair, estás
sangrando mucho —se asusta.
—Pide el taxi Norma, por favor. Me han asaltado —no sé por qué le
miento, debería de decirle lo que realmente pasó, pero técnicamente sí me
han asaltado, ese maldito se ha llevado mi carro.
Una vez que me pongo un vestido veraniego de flores para no lastimar
más la pierna, tecleo un rápido mensaje a Ethan, que tampoco debería
escribirle por su fría despedida, pero ya qué. No obtengo respuesta y eso me
preocupa. Norma llama a la agencia de taxis y a mi hermano para complicar
más las cosas. No me estoy desangrando, siendo honesta, pero la sangre no
deja de fluir.
El taxi que tarda casi quince minutos en aparecer en el aparcamiento de
la residencia nos lleva al hospital más cercano y con el tráfico a pesar de la
hora pasan casi treinta y cinco minutos más.
Entramos a emergencias como si estuviera muriéndome, sí, la herida
parece no querer colaborar pero no es para tanto o eso creo. El lugar está
vacío, soy atendida casi al minuto de nuestra llegada.
Norma insiste e insiste en enviarle cientos de mensajes a Nathan y sí, se
me hace raro que aún no esté aquí y que don humor extraño no conteste aún
el único que yo le he enviado. Me hacen cuatro puntadas, no más.
Puedo irme en cuanto terminan y me dan algo leve para el dolor en caso
de que aparezca.
De camino a la salida, vemos entrar a un grupo de personas que llaman
nuestra atención y la del resto del cuerpo médico que se encuentra en la sala
de emergencias. Es imposible no voltearlos a ver.
Son los chicos, todos.
Traen caras de haberse metido en problemas, parecen rabiosos, de pronto
me quiero reír porque recuerdo esas películas en las que siempre hay un
grupito que se encarga de poner el orden en esas historias juveniles y
ficticias en su totalidad. Ya me los había imaginado vistiendo con sus
chaquetas de cuero, verlo en vivo es toda una pasada. Caminan mirando
hacia todos lados y no sé qué esperan encontrar, es un hospital.
El primero en llegar a mí es Nathan, quien se asusta mucho al ver la
herida que repito, no es grande ni monstruosa, no es para alarmarse.
—Venía asustadísimo —me dice al oído mi hermano.
—Tranquilo, solo han sido algunas puntadas. No es nada —le sigo
restando importancia y veo de soslayo que Ethan me taladra con sus ojos
como diciendo: "TE DIJE QUE NECESITABAS PUNTADAS"
—¿Estás bien? —se atreve a preguntar Ethan con un tono nada
conciliador.
—Que sí, que sí.
—Si hicieras caso... —murmura y todos voltean a verlo.
—¿Qué has dicho? —quiere saber mi hermano.
—Nada.
—¿Por qué todos parecen... no sé... agitados? —pregunto para que a mi
hermano se le olvide el comentario tonto de Ethan.
—No, estamos bien —es Tony quien me responde—. Creímos que te
había pasado algo peor y estábamos un poco desesperados por venir, el
tráfico no colaboraba. Miro a Ethan con fastidio, sé que Tony está
mintiendo y él niega con la cabeza para que no vaya a soltar un comentario
innecesario.
—No tenían que venir todos, pero gracias.
—¿Y cómo no? Si la mascota se puso mal —anima el ambiente Zac.
—Venga ya, te ayudo a caminar —se ofrece Mark y Ethan se queda ahí
sin hacer nada. Que ni siquiera resople como usualmente hace cuando Mark
se me acerca, llama mi atención.
Lo miro con cuidado hasta llegar a sus manos… y lo entiendo,
comprendo enseguida por qué tanta agitación y caminata extraña. Trae los
nudillos lastimados, heridos, le ha dado con todo a alguien y me temo que
ha sido a Barak.
Frunzo el ceño y él se limita a mirar al piso. Entonces descubro que
Tony trae un rasguño en la cara que no he visto antes, que a Zac se le está
formando un hematoma en el pómulo, que a mi hermano se le nota
inflamado un poco los labios y Mark trae una venda en la muñeca
izquierda.
¡Maldita sea!
CAPÍTULO 9

NO QUIERO ALEJARME

C amino de forma forzada, en realidad lo que deseo es detenerlos a


todos y pedirles que dejen de fingir, que sé perfectamente en dónde
estaban y qué estaban haciendo. Sin embargo, decido esperar a estar
dentro del Jeep negro de Ethan, cómoda en el asiento del copiloto y los
demás se hacen bolita en el asiento trasero.
—¿En dónde estaban? —suelto—. No soy idiota —agrego y Ethan me
tira una miradita de advertencia a la que no cederé—. Ni me mires así
Ethan, que no me intimidas —lanzo mis palabras como cuchillos y él
suspira molesto. Que se moleste todo lo que quiera, necesito respuestas.
—No me hables así —se atreve a dirigirse a mí como si fuera una más
del grupo, qué equivocado está.
—Ethan, de verdad para con las órdenes, yo no soy parte de tu club de
matones.
—¡Blair no seas caprichosa! —me riñe.
—Chicos —interviene Norma.
—¡Pues entonces no me mientas! —le grito—, ¿es que lo que hablamos
no significa nada para ti?
—Blair —baja totalmente el tono de voz—, por favor, cálmate. ¿Sí? Lo
hablamos luego —intenta susurrar, pero todos lo han escuchado.
—Blair, te ha herido —dice mi hermano entre dientes y al mismo tiempo
con cautela—. Ethan me lo ha contado, ese tipo te robó el coche y te ha
herido en el acto, no podíamos quedarnos de brazos cruzados. Gracias al
cielo que Ethan venía de casa de Kim.
Las palabras de mi hermano me decepcionan. ¿Ethan me ha salvado
porque venía de la casa de esa chica? No me buscaba a mí, solo pasaba por
ahí.
El dueño de los ojos grises se remueve incómodo en el asiento y
carraspea para luego mirarme de soslayo y continuar conduciendo.
—Entiendo, ¿y no se les ocurrió pensar que si iban con esos chicos y los
golpeaban o los amenazaban la riña jamás terminará? Ethan me lo ha
contado, al parecer, es muy comunicativo. ¿Pandillas? ¿En serio Nathan? —
bufo y puedo darme cuenta de cómo todos intercambian miradas.
—Teníamos que dejar un precedente —me explica Tony y giro rabiosa
hacia él. ¿Precedente? —. Eres la hermana de uno de los nuestros, eso te
hace intocable.
Niego con mi cabeza, eso se escucha ridículo e innecesario.
—Chicos, si continúan respondiendo a esa guerra estúpida, jamás
terminará.
—No te preocupes, mascota. Nosotros sabemos cómo manejarlo —dice
de forma pausada Zac.
—¡Pero yo no! —me pongo eufórica al llegar a la residencia. Bajo sin
ayuda de nadie y soy una maleducada que no se despide de ninguno, ni
siquiera de mi hermano.
Escucho a Nathan intentar ir tras de mí y Ethan interviene.
—Déjala, no lo comprende y es mejor así —lo escucho decir a lo lejos.
Eso me hace caminar aún más furiosa a pesar de que traigo puntadas.
Me enojo aún más y retando a la madurez y tranquilidad que jamás me
han caracterizado, le grito a Ethan —: Eres un idiota, Ethan.
Ya sé, ya sé, ¿en qué estás pensando? Pero es que de verdad en algo
tiene razón, no comprendo cómo es que se han ido a meter nuevamente a la
boca del lobo. Ya me han asustado y han creído que soy la novia de Ethan,
si no movían ni un dedo también creerían que han logrado su cometido, que
los chicos se han acobardado y que han entendido que no deben provocar
más riñas tontas, claro, eso sí mi hermano y su grupito de estúpidos amigos
no hubieran actuado como matones.
Escucho pasos detrás de mí y creyendo que es Nathan o Norma no le
presto atención. Segundos después el aroma de Johnson me inunda al ser
acorralada con cuidado sobre la pared de uno de los pasillos de la
residencia.
—Basta, Blair. Deja de comportarte como una niña.
—¿Comportarme como una niña? Te pedí que no golpearas a nadie, que
no hicieras nada, que... dijiste que estaba bien. Y, como si eso fuese poco,
me entero de que me has salvado porque venías de tener uno de tus
encuentros públicos con Kim.
De acuerdo, aquí es en donde me doy cuenta de que estoy dejando que
las cosas avancen a un ritmo espeluznante. Ethan no es mi novio, no sé
realmente qué es lo que está pasando entre nosotros, no debería siquiera
mencionar a Kim.
—Solo dije "bien", no te aseguré nada. Y no digas tonterías, Blair. Me vi
obligado a darle esa excusa a Nathan, era eso o decirle que he salido casi
corriendo detrás de ti. Sí que eres toda una fichita cuando te entran los
celos.
—¿Disculpa? Yo no estoy celosa.
—Fingiré que te creo. No puedes explotar así delante de Nathan... de
todos. Se supone que no puedo darte ningún tipo de información y te he
dado demasiada.
—No quiero que más cosas raras sucedan. Este tema de las pandillas y la
seguridad de mi hermano me volverá loca. Además, no quiero que nada te
pase a ti —las palabras me salen sola.
—¿A mí? ¿Te importa lo que me suceda a mí? —dice contrariado,
afectado, no sé si lo estoy imaginando.
—Sí, Ethan a ti... Sus manos ahuecan mi rostro y sus ojos me miran de
una forma tan peculiar... ¿Sorprendido? No lo sé.
No tengo tiempo para averiguarlo, pues me somete a la tentación de su
boca deliciosa y enloquecedora.
No es un beso arrebatador como el que ocurrió en mi cuarto, es más una
confirmación de algo que ignoro por completo, ya que los suaves roces, la
forma en la que su lengua se queda quieta, la manera en la que con lentitud
masajea mis labios con los suyos, los presiona, los hace sentir suyos y de
nadie más, me da un subidón de adrenalina instantáneo. Me ensordece, me
transporta.
—Si te digo que necesitas puntadas, es porque necesitas puntadas. ¿Me
harás caso la próxima vez? —pregunta con un tono de voz que jamás le he
escuchado antes. Este no es Ethan.
—Lo siento —digo sin remedio.
—Sé que no estás de acuerdo con lo que hemos hecho, pero no podía
quedarme tranquilo. No pueden tocarte, no voy a permitirlo. Estarás bien,
pronto olvidarás lo que pasó hoy. ¿Me crees?
—Te creo.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente. Mañana, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Lamento lo de tu coche.
—Yo también lo lamento, pero es algo material.
—Exacto, lo material se repone, tú no. Lo resolveremos, de todas
formas.
—Está bien.
—Joder, Blair, si sigues así de dócil es probable que te tome aquí mismo
—suelta como si nada.
Me río e incluso me sonrojo como adolescente.
—Nathan viene —escuchamos decir a Norma.
—Le he dicho que me encargaría, por favor deja de ponerme en
evidencia, tu hermano no se anda con tonterías Blair y esto no le va a gustar
nada. Todo a su tiempo, ¿sí?
—Bien.
—Me voy, buenas noches.
—Buenas noches, machote —bromea Norma y justo a tiempo me toma
del brazo cuando Nathan nos divisa e intenta regañarme como niña
chiquita, Ethan se lo lleva con él y Norma y yo entramos a nuestra
habitación. Ambas suspiramos y nos recostamos a la madera de la puerta.
—¿Me seguirás diciendo que no pasa nada entre ustedes? —me molesta.
—No sé qué está pasando.
—No te preocupes por Nathan, yo me encargo de él —me asegura.
Decido no responder porque sé que de alguna u otra forma me terminaré
haciendo demasiadas ilusiones si confieso en voz alta que Johnson me gusta
y mucho.
El sueño y cansancio terminan venciéndome en cuanto pongo la cabeza
en la almohada, me levanto temprano, tomo las pastillas que me ha recetado
el doctor y paso una hora entera esperando alguna reacción.
Trato de poner en orden todo lo que sucedió ayer. Ciertamente con la
claridad del día, también obtengo claridad mental. Nada que pudiese estar
relacionado con pandillas puede acabar bien, pero supongo que sí quiero
mantener seguro mi trasero, tengo que conformarme con la información que
me brindan los chicos y con la palabra de Ethan. Sonrío al recordar su
nombre, ¿cómo es que en dos semanas estoy sintiendo cosquillas en el
estómago por un chico?
Un suave golpe en la puerta me sobresalta. Aprieto la almohada que
tengo en mis piernas y recuerdo que no he puesto el pestillo antes de
dormirme. Es hasta este momento que veo que Norma no está en su cama.
La puerta se abre despacio y me da la sensación de estar en una película de
terror. Un brazo bronceado es lo primero que veo y mi corazón vuelve a
latir con normalidad. Ese solo puede ser Mark.
—¿Eres tú Mark? —me aseguro preguntando.
—Hola, Blair. —Termina entrando con unas bolsas con comida en su
otra mano. Huele delicioso, apuesto a que son huevos con tocino—. Te he
traído el desayuno.
—No tenías que hacerlo, gracias.
—No es nada. ¿Cómo ha amanecido esa pierna?
—Están exagerando, solo es una cortada más profunda de lo que creí.
Estoy bien, me duele un poquito, pero me he bebido la medicina. ¿Solo tú
has venido? —no es precisamente eso lo que quiero preguntar, solo ha
llamado mi atención que sea él y no Norma, Nathan o el mismo Ethan quien
me haya traído comida.
—Si quieres saber por qué Ethan no está aquí, tiene clases.
—No lo preguntaba por él.
—Blair —me llama con seriedad—. Ethan no es el tipo indicado para ti.
Si Nathan se entera de que algo está pasando entre ustedes es capaz de
matarlo. Ethan es... Ethan. Podrías liarte con cualquiera de nosotros y
Nathan solo haría pucheros de niño malcriado. Pero con él es diferente.
—¿Por qué es diferente?
—Hay cosas que son mejor que ignores, mascota.
—¿Cómo los verdaderos problemas que tienen con la dichosa pandilla?
—Dije que me conformaría y me doy cuenta de que no es tan sencillo.
Quiero saberlo todo.
—Solo han sido un par de percances. Pero no pienses en eso, ya es
pasado.
¿Ya es pasado? Ayer casi me muero del susto. Eso no parece tan pasado.
—Anda, come, se enfriará.
—¿De verdad no es para tanto?
—Oh Blair, sí que eres insistente. Créeme, con todo lo que pasó ayer,
ese problema se terminó. Come mascota —me ordena.
—No me llames así, solo en Zac se escucha tierno —bromeo restándole
importancia a lo demás, o más bien fingiendo.
—Mascota, mascota, mascota —me provoca Mark.
Lo empujo levemente y hace la peor imitación de dolor que he
presenciado. Le lanzo un tocino y él hace lo mismo, me río tan fuerte hasta
que hago un mal movimiento y siento como si uno de los puntos se hubiera
soltado. Me llevo las manos a la pierna.
—¿Estás bien? —Mark se cruza a mi cama y me ayuda a revisar la
herida.
—¿Interrumpo? —Ethan está de brazos cruzados junto a la puerta. No
me he dado ni cuenta de que Mark no la ha cerrado al entrar.
—Ethan —digo con la voz afectada. ¿Qué me pasa?
—¿Todo bien, Ethan? —pregunta Mark.
—Todo en orden. —Esconde las manos. ¿Por qué? Más lastimadas no
puede traerlas, ¿o sí? —. Solo quería saber si estabas bien y veo que lo
estás, entonces me voy.
No me ha volteado a ver una sola vez. Ni una sola, todo el tiempo miró a
la pared, al piso o a Mark. No me ha permito hablar y tampoco me ha
dejado más tranquila. Las dudas aumentan en mi cabeza. ¿Qué pudo haber
pasado en un par de horas para que vuelva a ser frío y distante? ¿Es por la
presencia de Mark? ¿Nathan nos miró besándonos? No, eso último no tiene
validez, pues de haber visto algo ya lo tendría aquí, pegando gritos y demás.
—Creo que yo te debería dejar descansar. Créeme, Blair, poner distancia
es lo mejor. —Lo de descansar me causa gracia, aunque no lo demuestro
porque mis pensamientos están muy lejos de Mark.
Me quedo viendo la puerta demasiado tiempo, aquí es en donde tiro la
toalla y no sigo ni con los cambios de humor de Ethan ni con el misterio
que se ha desarrollado en torno a mi hermano y sus amigos, pero sucede
que yo no soy muy diferente al resto de la población mundial; todos
tendemos a obsesionarnos con los misterios. Algo grande está pasando y me
da la impresión de que todos lo saben, menos yo, bueno, menos Norma y
yo.
Poco rato pasa cuando me he puesto de pie, duchado, cambiado y
marchado de la residencia para entrar, al menos, a mi última clase de hoy.
Me cruzo con Norma en uno de los tantos pasillos del área de salones de
clases y me pongo frente a ella para que se detenga.
—¿Qué haces aquí? ¿Pensé que te tomarías el día?
—¿Por una herida pequeña en la pierna? ¡Por Dios! Dejen de exagerar.
—Bueno, bueno, lo digo por el susto de anoche.
—No me puedo quedar encerrada por un loco. La universidad no se va a
detener.
No es que me importe un rábano lo acontecido, es solo que si me quedo
en el cuarto no dejaré de pensar en lo mismo una y otra vez y ciertamente
no llegaré a ningún lado.
—Te he hecho todos los deberes, así que no tienes que preocuparte por
nada. La última clase fue cancelada —dice entonces y eso me pone de buen
humor. Me ha hecho los deberes por una cortadita. ¿Mejor amiga que
Norma? No lo creo.
—Gracias, Norma. Eres la mejor.
—Oye —llama mi atención—, ya que pretendes hacer como si lo de
ayer no ocurrió... ¿eso incluye a Ethan?
—¿Por qué me preguntas eso?
—Dime lo que realmente está pasando...
—¿Qué viste o qué escuchaste o qué te han dicho?
La conozco, somos amigas de siempre. Sabe algo y quiere decirlo y no
sabe cómo.
—Estaba con esa rubia de la fiesta, no estaban haciendo gran cosa, pero
ella casi que se le lanzaba encima y él no hacía nada por detenerla en
realidad.
Un dolor de cabeza se me instala casi enseguida. ¡Maldito seas Johnson!
Sé que he escuchado bien, no estaban comiéndose vivos, el problema es que
yo sé bien que algo está pasando entre ellos y lo comprendo de pronto.
Quizás es su novia y joder, no puede ser.
Me lleva trabajo fingir ante Norma que no estoy afectada por dicha
información y empiezo a exagerar como todos con mi herida, es lo que
consigue que regresemos a la residencia y no insista con preguntas que no
podré contestar.
Los siguientes cuatro días no tengo noticias de Ethan, Nathan o alguno
de los chicos. Estoy más allá de molesta.
¿Qué me creen? ¿Una niña de seis años que no sabe sumar dos más dos?
Son unos mentirosos totales, pero por supuesto que todo este teatro de
lejanía es por la maldita pandilla. Nada se terminó esa noche, no quieren
que me relacionen con ellos para evitar precisamente que se repitan los
sucesos.
Al quinto día me quitan los puntos, sigo sin noticias de los chicos y mi
hermano ni siquiera le ha preguntado a Norma qué tal me ha ido en el
hospital. Al regresar a la residencia encontramos mi auto aparcado frente a
ella. Pensé que era imposible recuperarlo a pesar de saber que los chicos se
habían sentido Rambo y se metieron en más problemas.
—¿Ese es tu coche?
—Creo que sí —respondo dudosa y camino hacia la parte delantera, hay
una pequeña nota ahí que confirma que, en efecto, es mi coche. Primero
porque dice “lo siento” y segundo porque firman con una “E”. La llave está
detrás del papel, pegada con cinta adhesiva al vidrio.
No lo pienso cuando las tomo y subo a mi auto. Esta vez me aseguro de
que las puertas del carro estén bajo llave y miro hacia todos lados mientras
manejo. Norma ha intentado detenerme, pero
no pueden dejar un auto como si nada y seguir escabullidos.
No me sorprende nada darme cuenta de que hay otra fiesta en la
fraternidad. Quizás hay fiestas todos los días y Norma y yo lo ignoramos.
Me encantaría saber cómo demonios estudian con todo este alboroto. Bajo
del auto con mi bolso en forma de piña, este es mi favorito.
Camino segura hacia adentro de la casa y lo primero que veo es a
Nathan fumando y no es un maldito cigarro.
Está con tres tipos que jamás he visto, ni con los chicos ni en la
fraternidad y honestamente tienen pinta de todo, menos de estudiantes.
—¿Qué haces aquí? —me dicen al oído tomándome del brazo, en otras
instancias me hubiera dado el particular burbujeo que provoca el dueño de
esa voz. No esta vez—. Vamos —me exige.
—Suéltame, Ethan. Tengo que hablar con Nathan.
—Está ocupado, maldita sea, ¿qué haces aquí?
—¿Fumarte un porro es estar ocupado? No me vengas con tonterías. —
Intento alejarme y me toma ahora de ambos brazos.
—Tienes que irte, ahora. ¡Ya!
—Me tienes harta con tus órdenes y tu maldita bipolaridad. Suéltame. Si
te desapareces por tantos días después de dejarme plantada, bien, sigue
ignorándome, ¿quieres?
Me suelta y se pasa las manos por el cabello, le queda desordenado, lo
que lo hace ver aún más guapo e intimidante.
Me doy un golpe mental por no concentrarme en lo que debo. En un dos
por tres lo tengo tomando mi cintura con fuerza, pegándome a su lado y
sacándome como si fuera ropa sucia. ¡Ah! ¡Desgraciado!
—¡Que me sueltes! —grito y no sirve de nada, continúa caminando
hasta que estamos frente a mi auto. Comienzo a golpearlo como puedo
haciendo la pataleta de mi vida.
—Joder, a ver si maduras y dejas de comportarte de esa manera tan
caprichosa.
—Vete al carajo. —Lo empujo.
—Escúchame, Blair. —Se detiene a observarme, sus manos tratan de
llegar a mi rostro y doy un paso hacia atrás. Parece pensarlo mucho antes de
hablar—. No... Yo no... Yo no puedo hacerte esto.
—¿Hacerme qué? No te entiendo.
—Es mejor así —me suelta.
—Ethan —aparece nuevamente Kim y se me encoge el estómago. Si
Ethan vuelve a dejarme por esta chica, mi dignidad va a reducirse a cenizas.
—Vete Ethan, lo he entendido. Dile a Nathan que me llame. —Me siento
tan humillada. Intento caminar y me detiene. Le hace un gesto a la chica y
esta no se marcha de inmediato, basta que la mire una vez más para que
ahora sí mueva sus pies lejos de nosotros.
—Voy a acompañarte a la residencia.
—Puedo ir sola, suéltame.
—Blair, voy a ir contigo quieras o no. ¡Qué no entiendes que no quiero
que nada te vuelva a pasar! —confiesa y con eso tengo la suficiente
evidencia para confirmar lo que ya era un hecho en mi cabeza. Todos se han
alejado con la intención de "protegerme", ¿no que ya todo estaba arreglado?
—No tiene caso que discuta más contigo. Por favor, déjame ir —le pido.
Se tarda varios segundos en soltarme. No sé qué me enfada más: que me
deje ir o que yo me enfade por dejarme ir.
—Lo siento —se atreve a decir—. No se trata de un juego si es lo que
piensas.
—¿Entonces de qué se trata?
—De mantenerte segura.
—¿Y me mantienen segura recuperando un auto que Barak se robó?
¿Qué tuvieron que hacer para que lo devolviera?
—No tuvimos que hacer nada. Es un auto exactamente igual, pero, es
otro. Uno nuevo.
—¿A qué te refieres con uno nuevo?
—Te he conseguido un auto, eso es todo. Ya basta.
—¿Tú me has conseguido otro auto? —insisto. Ni siquiera me he
percatado de que es nuevo. Claro, por eso la nota solo la firmaba él, por un
momento pensé que se trataba de todos.
—Sí, Blair. Yo te he comprado un auto nuevo, el otro no me gustaba, no
era completamente nuevo y Nathan no quiso aceptar el dinero, solo una
parte y joder. ¿qué hay de malo? No quiero que andes por ahí sin auto.
—Tú sí que estás loco. Me besas un día, me dices que no puedes
alejarte, que tenemos una conversación pendiente y luego me dejas
plantada, y te alejas por días y ahora me compras un auto. No puedo
aceptarlo —le digo extendiéndole las llaves.
—Pero quiero que lo hagas.
—Que no soy tu fiel seguidora, Ethan, tengo identidad propia, no puedes
esperar a que haga lo que me pidas sin rechistar. Y nadie le regala un auto a
alguien de la noche a la mañana. ¿Cuánto dinero gastaste? Devuélvelo.
—El dinero es lo de menos, te lo he comprado porque sé que te hizo
mucha ilusión tener un auto y ese hijo de puta se lo llevó y no sé qué
cojones hizo con el. Por favor, acéptalo, si no quieres que te lo regale,
míralo como un préstamo. Cuando tú puedas tener un auto por tus medios
entonces me lo devuelves. ¿Qué te parece eso?
—No sé...
—Anda, pequeña. Déjame vivir tranquilo, Blair, al menos un poco, no es
nada seguro que andes por ahí sola y caminando.
—Ese hombre me atacó dentro del auto.
—Porque eres la única persona que no le pone seguro a las puertas.
—¿Por qué insistes tanto? Si quieres que nos alejemos, este auto solo
nos mantendrá en contacto.
—Dime una cosa, ¿no tienes miedo de lo que pasó?
—Claro que tengo miedo, pero no soy una persona que le huye a los
problemas. Lo hice una vez y perdí a las dos personas más importantes en
mi vida.
—Pero es que este no es tu problema, es nuestro, es mío y precisamente
estoy evitando que formes parte de ese círculo. No tengo tiempo para
relaciones Blair, mi vida es demasiado complicada.
—Me mentiste —lo acuso—, dijiste que todo estaba resuelto, Mark
también lo hizo y de pronto todos se alejaron como si se creyeran parte de
la liga de La Justicia o Los Vengadores para protegerme. Es más, de lo que
me han hecho creer. No sé qué problemas tienen, pero si han hecho todo
esto me parece que no es tan poca cosa y me preocupa que a mi hermano le
suceda algo. En cuanto a ti, se terminó el tira y afloje. Me alejaré.
¿Contento? Y no quiero tu auto —expreso tirándole las llaves en el pecho.
Aunque no quiero alejarme de él, no pienso seguir bajo la misma
sintonía. Ya hablaría con Nathan de todo este asunto, por ahora me marcho.
CAPÍTULO 10

NO SOMOS BUENOS DESCONOCIDOS

D e alguna forma la pequeña discusión que he sostenido con Ethan


me deja acabada, no porque esté enamorada de él, ya que eso sería
sumamente absurdo, sino, porque sin explicación alguna hay algo
con él o más bien en él, que me atrae de una forma rara, extraña, como una
conexión más allá de común.
No sé si es que me reta de cualquier manera y eso me hacer sentir...
¿viva? Todo es una locura, totalmente.
La sensación de que lo de las pandillas es más grave de lo que me
quieren hacer creer no desaparece enseguida, ni por el resto de la noche ni
en la mañana ni los siguientes días. Menos con la lejanía continua de
Nathan.
El solo hecho de recordarlo fumando con tanta tranquilidad quién sabe
qué hace que me hierva la sangre.
Ya sé, es un chico en una fraternidad y lo que se dice de las fraternidades
no deja lugar a que te asombres porque un jovencito en pleno
descubrimiento fume o consuma drogas; el problema es que la única figura
paterna que tengo es Nathan y cualquier cosa, acción o decisión que haga,
piense o tome me importa y no puedo evitarlo.
Dejo mis cuadernos a un lado y le pongo atención a mi teléfono, el cual
tiene diez mensajes de Johnson, todos dicen lo mismo:
"Quieres por una maldita vez hacer las cosas bien y decirme si no ha
pasado nada raro o por qué sigues sin usar el jodido auto. Contéstame,
Blair"
Me río un poco, me lo imagino con su carota de pocos amigos, el labio
fruncido y las sienes a punto de explotarle.
No pienso responderle, sé que dije que nuestro trato volvería, pero
después de los acontecimientos de la última noche que nos vimos, no voy a
continuar enviándole mensajitos de texto. Me quería lejos, pues estoy lejos.
Tampoco he usado el auto, a pesar de que lo ha dejado una vez más
fuera de la residencia y me ha enviado las llaves con Norma.
A todo el mundo le parece normal que me haya comprado un coche,
menos a mí. ¿Es millonario o algo así? De acuerdo, que sé que no necesitas
ser millonario pero... es un estudiante, sigo sin saber su edad, quizás ronde
los veinte o tal vez tenga veintidós, no más. ¿Cómo es que ha podido pagar
por un auto completamente nuevo?
Chasqueo la lengua hastiada, de todas formas no sabré cómo lo compró,
primero porque no nos hablamos y segundo, porque aunque nos habláramos
sé que no me lo diría. Idiota, eso es lo que es.
La puerta se abre justo cuando pretendía retomar mis deberes
universitarios y el rostro familiar de Nathan me toma totalmente por
sorpresa. Dejo caer el lápiz que estaba en mis dedos y lo miro rabiosa.
—Largo —reacciono mal de inicio.
—Hermanita...
—Nathan, en serio, largo —le exijo—. Norma no está y yo no quiero
verte, mal hermano.
—Blair, he venido en paz, solo quiero hacer las paces contigo.
—¿Después de diez días? ¿En serio? No respondes mis mensajes ni mis
llamadas y miras a Norma fuera de la residencia y pretendes que esté
contenta. Eres un idiota —expreso y me cruzo de brazos.
—Lo siento, ¿de acuerdo? No he venido antes porque estuve de curioso
en la última fiesta y Ethan me comentó que me miraste, me sentí
avergonzado. No quería decepcionar a mi ratoncita —dice con algo de
arrepentimiento.
—No me llames así, es horrible. ¿Qué pasó con eso de «nada de
drogas»?
—Cálmate, Blair solo fue esa vez, lo prometo.
—¿No lo has hecho más veces?
—No, Blair, llegaron unos tipos y nos ofrecieron algo y la curiosidad
nos ganó. Solo fue diversión, de verdad, créeme. No tengo problemas con
las drogas ni las consumo en realidad.
—Esa no es excusa, Nathan —refunfuño.
—Anda, enana. Ya perdóname, lo siento, ¿sí?
—Está bien —accedo. No puedo estar molesta con él si pone esa cara de
arrepentido y me alborota el cabello.
—¿Cómo has estado? —me pregunta en plan padre de familia—. ¿Todo
bien? ¿Tienes dinero? —agrega sacando su billetera y sacando algunos
billetes de gran numeración que pone sobre mis manos. Se los devuelvo.
—No te preocupes, la beca me ayuda en algo.
—Pero no quiero que andes limitada.
—¿De dónde estás consiguiendo dinero? Lo que envía tía Lili no es
mucho, ya sabes que no nos queda tanto.
—Te lo dije, estoy trabajando.
—¿En dónde?
—Con Ethan —lo dice como si eso es suficiente explicación.
—¿Qué haces con Ethan?
—Sí que eres preguntona. ¡Dios! Hacemos ciertos trabajos para un tío de
Tony que vive en la ciudad. No es nada de otro mundo, pero la paga es
increíble. Por cierto, ¿por qué no usas el vehículo? Ethan consiguió que
Barak lo devolviera.
¡Mierda! Entonces lo que me dijo Ethan es mentira o al que le ha
mentido es a mi hermano. Joder, odio todas estas incertidumbres, sentirme
tan confundida y con las malditas ganas de llamar a Ethan para
confrontarlo. Maldito seas Johnson, tú y toda tu guapura del demonio y tus
secretos también.
—He querido caminar —miento.
—Bueno, úsalo. Es más seguro. Ahora dime si irás a esa ridícula fiesta
que está haciendo tu facultad.
—No lo sé.
Aún no decido si iré o no, aunque Norma lleva los últimos dos días
insistiendo.
—Anímate, nosotros iremos. Norma nos ha conseguido entradas. Será
divertido.
Frunzo el ceño ante su revelación. ¿Irán? ¿Ellos irán? ¿TODOS?
—¿Todos irán? —lo pregunto de una buena vez.
—Sí, incluso Ethan y eso que no le gustan las fiestas en discotecas, de
hecho, él ha sido el de la idea. Seguro se quiere enrollar con una de primer
año.
—Iré —suelto de pronto y él sonríe.
—Esa es la actitud hermanita. Pasamos por ustedes, me largo ya que
estamos en paz. Te quiero —me grita desde el pasillo.
—Yo más, no vuelvas a drogarte —le pido una vez más. Al siguiente día
recibo todas mis clases sin interrupciones. Miro mi teléfono un par de
veces, estoy ansiosa y sé exactamente el porqué: hoy es la dichosa fiesta.
Esto no puede estarme pasando. Estoy iniciando a obsesionarme de
alguna forma con el típico chico malo; ese que te besa y luego te da una
patada en el trasero.
Creí que en el pequeño lapso en el que no he sabido absolutamente nada
de él, había superado la extraña atracción que siento precisamente por él.
Aunque ha bastado que Nathan lo mencione una vez para que yo vuelva
al juego sin que él lo intuya siquiera.
Tras dos horas de intensa preparación, Norma y yo estamos listas.
Ella lleva puesto un vestido blanco que solamente Norma podría usar y
yo he decidido ponerme uno negro de tirantes, ajustado al cuerpo y muy
corto. No sé qué pretendo. Salimos de la residencia a esperar a los chicos.
Técnicamente Norma es quien irá con ellos, yo le he pedido a mis
nuevos amigos que pasen por mí, no sé si lo he hecho por el simple placer
de tentar a Ethan o porque David, Erik y Elena son agradables.
De hecho, ni siquiera somos realmente amigos, más bien coincidimos en
todas las clases y estos últimos días hemos hecho cierto grupo de estudio y
debate. Me caen de maravilla, esa es la verdad.
El Jeep negro de Ethan se aparca frente a la residencia, trato de
comportarme con naturalidad y quiero creer que lo logro, que no se me nota
a kilómetros que la presencia de Johnson me afecta. Pero lo cierto es que lo
hace y lo odio un poco por lo que provoca. También me odio un tanto a mí
por no ser fuerte y tener la voluntad, pues en cuanto todos bajan, mis ojos lo
buscan como si estuviéramos en buenos términos.
Me obligo a caminar y a acercarme para saludarlos, excepto al chico de
los ojos grises. Giro sobre mis pies cuando Zac comienza a soltar piropos y
Mark me repara de pies a cabeza. Ethan está con Tony y Eleanor recostados
al Jeep y veo cómo su amigo le da un apretón en el hombro, en lo que
Eleanor se burla riéndose, Ethan le aparta la mano de mala manera y se pasa
las manos por el pelo alborotándolo más de lo que ya lo trae.
La puerta del vehículo se abre una vez más y la rubia, se baja como si
fuese toda una reina. ¿Qué demonios hace Kim aquí?
—Ya es tarde, ¿nos vamos? —Toma la mano de Ethan y aunque él
repara en el gesto tampoco se aparta y la sigue. Los demás los imitan,
excepto yo.
—¿No vienes? —me pregunta Tony cuando no muevo ni un solo pie
hacia el Jeep. En gran parte es porque estoy esperando a mis amigos, y la
otra parte de la verdad es que me he quedado inmovilizada.
¿Por qué me afecta tanto que Ethan y Kim estén juntos? No debe
hacerlo, aún con los besos, los encuentros y el maldito juego de sí y no, no
pasó gran cosa entre nosotros... se siente como si hubiese sido "algo" más
que caricias y tensión... más.
—Pasarán por mí —digo y me aclaro la garganta.
—¿Quién? —la voz de Ethan retumba en mis oídos, a Kim casi se le
rompe el cuello cuando ha girado hacia él con cara de sorpresa.
—Sí, ¿quién? —lo secunda mi hermano.
—Dos chicos muy apuestos —los molesta Norma, sé que lo hace a
propósito.
—¿Qué? —contesta Nathan—, pero si hemos decidido ir a su fiesta para
estar con ustedes y te irás con otras personas... Blair.
—No puedes irte sola con dos hombres —interviene Ethan.
—No te preocupes, Nat —hablo directamente con mi hermano—, son de
confianza. Llegaré minutos después que ustedes.
—Pero Blair es que... —inicia mi hermano, pero el portazo que se
escucha a continuación lo detiene, todos observamos cómo Ethan baja del
auto dando zancadas enormes y llegando a mí más serio de lo que
acostumbra.
—Para con el juego, ¿quieres?
—¿Qué juego? Mis amigos vendrán por mí, vete.
—No te irás con ningún amigo, menos dos.
—Estás llamando la atención, Ethan. ¿No fuiste tú quien me pidió que
me alejara? Lo estoy haciendo, déjame en paz —mascullo.
Vuelve a pasarse las manos por el pelo y hasta tira de las hebras
sofocado, yo intento no reírme. Fallo.
—¿Te diviertes conmigo? —susurra. Me toma del brazo y forcejeo.
—Suéltame —disimulo hablando sin separar mis dientes.
—Sube al auto —me ordena.
—No.
—Anda, Blair, tu hermano iniciará a sospechar si no subes ahora mismo.
—Me importa un pepino.
—¿Por qué eres tan malditamente desobediente?
—Así te gusto, ¿no? Pero no eres lo suficientemente valiente para
aceptarlo. Oh mira, mis amigos están llegando.
—Por favor, sube al auto. No tienes que irte con nadie más —es casi una
súplica—. Dije que era mejor distanciarnos, no que dejaría de cuidarte
Blair, te lo dije, ¿recuerdas? Te dije que no te pasaría nada. He estado más
cerca de ti de lo que crees —me suelta. ¿Qué significa eso?
Por un leve segundo tengo un debate interior, me basta mirar un instante
a Kim para saber cuál es la mejor decisión.
—Joder, Blair vas a matarme de un infarto —grita desde el auto David.
—¿Estás bien? —pregunta con amabilidad Erik. Ethan tensa la
mandíbula.
—Los veo allá chicos —digo para todos y en un último intento me
libero de la mano de Ethan y camino hacia mis amigos.
Entro al auto con los chicos y las preguntas no se hacen esperar. No
tardo nada en sacarlos de su error y dejarles claro que el cavernícola que me
tenía tomada del brazo no es mi novio y de hecho, nadie lo es. Al decir esas
palabras me percato de la rara sonrisa que no solo se forma en David, sino
también en Erik, la de este último no le hace ninguna gracia a Elena, así que
cambio el tema y no volvemos a hablar de cierto individuo en todo el
camino.
Veinte minutos después llegamos al lugar en donde será la fiesta. Hay
una fila inmensa y todas las chicas están con vestidos cortos y tacones
kilométricos. Me doy palmaditas imaginarias en la espalda porque he
escogido el atuendo perfecto. Detecto el Jeep en el aparcamiento, han
llegado antes que nosotros. Entre risas y bromas sobre la clase del profesor
Heldon alcanzamos el final de la larga fila, sin embargo, David me toma
con cautela de la mano y tira de mí fuera de la fila.
—No tenemos que hacer esa enorme fila, tenemos pases especiales. —
David saca cuatro pases dorados del bolsillo de su pantalón—. Seremos los
reyes de la noche, con esto no tendrán que pagar absolutamente nada.
—¿Cómo los has conseguido? —pregunta Elena mientras caminamos
tomadas de las manos para evitar cualquier tropezón. Así me he librado del
acercamiento sorpresivo de David.
—Su papá es el rector de la universidad —murmura Erik y mi boca se
abre hasta el pavimento.
—Oye, sabes que prefiero que sea un secreto.
—No te preocupes, guardaremos tu secreto señor importante —digo y
nos reímos.
—De verdad, no me gusta que la gente lo sepa. Algunos solo se acercan
a mí por ese motivo y me siento como adolescente perdido en una escuela
nueva, en donde nadie me acepta en realidad.
—No pasa nada David, ¿de quién eres hijo? Mira, ya lo olvidé —lo
tranquilizo.
Se relaja y entramos de una buena vez a la discoteca, la gente baila sin
parar, la música está altísima y muevo un poco mi cuerpo en lo que
caminamos entre la multitud hasta subir al segundo piso donde está nuestra
mesa. Cuando nos sentamos y esperamos a que alguien nos tome la orden,
inicio a buscar a Norma y Nathan.
No me lleva mucho tiempo, antes de que los encuentre mi mirada se
cruza con la de Ethan a solo tres mesas de distancia. ¿Cómo han subido si
no tenían pases dorados? Le sonrío y levanto mi mano para saludarlo desde
mi mesa. No me responde y se dedica a mirarme furioso.
¡Ah! ¡Cómo me encanta cabrearlo! Y pienso seguir, tiene que entender
que si está con Kim y me pide que me aleje más de las veces que respira,
debe seguir con su vida y no meterse más en la mía para que yo pueda pasar
la página... me detengo, ¿pasar la página? ¿Y qué voy a olvidar? ¿Un beso?
Joder, soy yo la que necesita entender las cosas al parecer.
—¿Bailamos, Blair? —me pide David.
—Claro —contesto enseguida con la única intención de alejarme de
Ethan.
Nos tomamos de la mano y bajamos al primer piso para perdernos en las
cientos de personas que bailan descontroladas. Aunque mi mente está en
otro lado, tengo que reconocer que David es un excelente bailarín. Nos
acoplamos, sin duda. Casi media hora después estamos lo suficientemente
cansados como para volver a nuestra mesa. Me disculpo con mis amigos y
me cambio de mesa. Me siento junto a Norma y me abraza como si
tuviéramos años sin vernos. Creo que está ligeramente ebria.
—¿Dónde está Nathan? —averiguo.
—Está en los baños —me suelta—. Hace más de veinte minutos que se
fue, supongo que no se siente bien —termina de decir llevando su trago a
los labios. Dejo que pasen cinco minutos más y decido ir a buscarlo.
Lo cierto es que, puede ser que ya hayan pasado varios días desde el
incidente en aquel callejón y fuera de la residencia, no se me olvida que él y
todo su grupito de amigos se han involucrado en cosas turbias, lo primero
que pienso es que puede estar en problema, aunque es un poco absurdo, me
pongo de pie y bajo rápidamente los escalones hasta que una mano
envuelve mi muñeca y me detengo en seco.
Miro hacia atrás en busca del dueño de la mano que me detiene y no es
otro más que Ethan Johnson, nos miramos unos segundos eternos. No tengo
nada que decirle, no sé si él tenga algo más por decir que no sea "aléjate",
en todo caso fue él quien tuvo la idea de acompañarnos.
—Blair —me llama.
—Suéltame, Ethan.
—¿Podemos hablar?
—¿Sobre qué?
—Sobre nosotros —responde bastante serio. Diviso el cabello rubio de
Kim, quien está a solo pasos de nosotros. No tiene caso seguir dándole
vueltas a ese "nosotros", no existe tal y no existirá jamás.
—No creo que a tu novia le parezca que hablemos, Ethan —soy honesta
y hablo con calma.
—Me importa una mierda lo que le parezca porque no es mi novia.
Quiero hablar contigo... necesito de verdad estar a solas contigo.
Baja dos escalones más y comienza a tirar de mí. Miro hacia la mesa en
donde está Norma, Eleanor y Kim, no nos despegan la mirada, luego miro
hacia mi mesa, David camina directo hacia nosotros y Ethan me mira
suplicante y accedo. Salimos al aparcamiento y me abre la puerta de su
Jeep. Entro con desconfianza, él sube del lado del conductor y enciende el
auto, arranca a toda velocidad y me pongo apresurada el cinturón de
seguridad.
—Ethan, ¿qué haces?
—Estoy furioso —apenas y lo escucho, pero me queda claro lo que ha
dicho.
—¿Y te desquitas conduciendo como un loco?
—Sí, porque si hago lo que en realidad quiero hacer probablemente me
meta en muchos problemas.
—Detente —le pido.
—Quiero besarte, maldita sea —vocifera y aprieta el volante en lo que
nos perdemos en una curva—, quiero tenerte cerca, quiero oír el sonido de
tu voz, verte siempre que quiera, follarte hasta que te vuelvas loca, tanto
como yo lo estoy por ti y no puedo —vocifera frenando en seco, derrapando
un poco y saliendo del auto incluso cuando este todavía se mueve un poco
por la abrupta manera en la que ha apagado el motor.
Me toma varios minutos recomponerme del susto y cuando al fin parece
que respiro con normalidad salgo del auto.
—¿Qué pasa contigo, Ethan? Crees que puedes actuar de esa forma tan
irresponsable y sacarme de la fiesta como si tuvieras algún tipo de derecho
sobre mí y...
En menos de un microsegundo me coge de la cintura y sus labios asaltan
los míos, los presiona con tanta fuerza que hasta duele un poco, se da
cuenta y suaviza la presión para entonces tomar mi labio inferior con sus
dientes y darle un pequeñísimo mordisco que activa todas mis hormonas y
manda señales directas a mi entrepierna.
Un medio beso, ¡un maldito medio beso!, y eso ocurre. Este hombre es
dinamita y eso es lo que tan mal me tiene. Sus manos casi que saltan a mi
trasero y lo aprieta con ganas, su boca se mece al mismo ritmo que la mía y
su lengua arremete contra mi interior, mis sentidos, mi entereza y todo lo
que me mantenga cuerda. Su beso demoledor me arrastra a mis más bajas
pasiones, sobre todo cuando sus manos abandonan mi trasero para acunar
mis pechos, los amasa con premura, insistencia y una necesidad
abrumadora que se esparce por mi piel, por la suya, sin necesidad de
quitarnos la ropa.
—Odio desearte como un loco, odio estas malditas ganas de tenerte así
—gruñe tomándome de la cintura—, tan cerca... Introduzco mis dedos en su
cabello y tiro un poco, su aroma me invade, es tan delicioso y malditamente
sexi, seductor, que en vez de contestarle todo lo que yo odio de la situación,
lo beso como una desquiciada sedienta de él y de todo lo que me provoca.
Ni cuenta me doy del momento en el que me tiene debajo de su cuerpo
en la parte trasera del Jeep, sus caricias se mezclan con mi vestido y sus
manos inquietas se introducen debajo de la tela, sube por mis piernas a paso
lento y se me eriza completamente la piel cuando pasa sus pulgares por
debajo de mis bragas. Ataca mi cuello y yo me arqueo para darle más
espacio. Baja hasta mi hombro y desliza el tirante con sus dientes
lentamente, besando cada parte que va quedando desnuda.
Hace lo mismo con el otro tirante y un ligero suspiro se escapa de sus
labios cuando termina de bajar la parte superior de mi vestido, no traigo
sujetador, este vestido en particular no lo necesita. Lo único que mira son
mis pechos desnudos, mis pezones endurecidos y adoloridos. Besa mi
clavícula hasta llegar a mis pechos y acaricia mis pezones punzantes con su
lengua provocándome un sinfín de emociones internas que se acumulan
todas en mi vientre, en mi intimidad excitada y necesitada.
¡Demonios! Quiero gritar. Succiona uno con sus labios y un gemido se
me escapa. Atrapo sus caderas con mis piernas y siento su erección rozar mi
entrepierna. Todo viene a mi cabeza; las veces que me ha pedido que me
aleje, mi encuentro con ese tipo del rostro tatuado, todos los días en los que
no supe nada de él, Kim y su maldita melena rubia, mi hermano. Nada me
importa, solo este momento.
—Búsquense un motel —escuchamos decir desde un auto que acaba de
pasar por la carretera y Ethan se separa de mí, ambos sonreímos.
—No somos buenos desconocidos —susurro.
—Somos los peores desconocidos del mundo —contesta.
CAPÍTULO 11

LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA

M e pierdo en el gris oscuro de sus ojos por varios segundos, quizás


minutos o puede ser que por casi una hora en la que no nos
decimos nada, solo nos miramos fijamente, tiempo que él ha
aprovechado para devolver mi vestido a su lugar y simplemente acariciar
mis mejillas, ubicar uno que otro mechón de cabello y delinear mis labios
con la yema de sus dedos.
Hay una conexión poderosa entre nosotros, no sabría explicarlo con
claridad, él me gusta como nunca nada ni nadie me ha gustado en la vida y
no sé la razón exacta, pero la forma en la que me mira me deja claro que a
él le ocurre lo mismo y es inexplicable, sí, lo es, porque lo que está pasando
entre nosotros tiene aroma a prohibido; por Nathan, por los problemas que
aparentemente lo rodean, por él mismo y a veces, cuando obtengo un poco
de calma mental, por mí.
En la secundaria fui una chica aventurera. Me gustaba ir de fiesta con
Norma y besar a todo aquel que me parecía guapo. Los novios no eran lo
mío, tuve uno a los diecisiete y no fue de gran importancia.
El accidente de mis padres me había enseñado que perder a las personas
que amas es la experiencia más dolorosa del mundo, era una niña y aun así
recuerdo el dolor que se instaló en mi pecho cuando desperté en aquel
hospital y me dieron la noticia de que mamá había muerto.
Solo un día después, perdimos a papá. Desde entonces, a mí corta edad
decidí que es mejor no aferrarse a las personas, y aquí estoy, aferrándome a
la idea de que esto es correcto y que debemos estar juntos.
—Ethan, lo que acaba de pasar, ¿qué significa? No pienso seguir en el
mismo juego, o te quedas o te largas. Basta de pedirme que me aleje y luego
haces escenas de celos.
—¿Escenas de celos? Yo no hago escenas de celos —habla muy seguro
de sí mismo, lo miro con severidad y se ríe abiertamente, como nunca lo
había hecho y el corazón me da un salto—, de acuerdo, puede que haya
hecho alguna escena.
—Es la primera vez que ríes de esa forma frente a mí.
—No sé qué me estás haciendo, Blair —susurra.
—Quiero una respuesta —le recuerdo.
—Significa que lo he intentado con todas mis putas fuerzas; estar lejos
de ti, no pensarte ni desearte ni ir tras de ti, no me lo pones fácil.
Simplemente no puedo mantenerme al margen, estás metida en mi cabeza
todo el tiempo.
—Desapareciste —lo acuso.
—Creí que hacía lo correcto. No quería que por ningún motivo pensaran
que teníamos algo y eso provocara que te hicieran daño de nuevo.
—Pero se terminó ¿sí o no? Me refiero a los problemas con esos tipos.
—Más o menos —responde.
—¿Qué significa más o menos?
—Pues, de momento todo está tranquilo.
—No lo entiendo... —balbuceo.
—Imagina esas riñas entre fraternidades, solo que peor. Imagínalas con
peleas hasta dejarte agonizando, amenazas, accidentes, problemas grandes,
Blair. Justo eso ha estado pasando entre nosotros y esos tipos. Todo estaba
tranquilo, pero Zac cruzó la línea, no te mentí en eso. Sabía que
investigarían a Norma y a ti. Al parecer pusieron interés en ti y no en ella.
—Me parece estar escuchando la sinopsis de un libro—. Alejarme fue más
una estrategia para que se olvidaran de ti y creo que lo he conseguido
porque respecto a ti, todo está olvidado.
—Debería asustarme y alejarme yo misma, lo único que siento es
preocupación por ustedes, por mi hermano, por los chicos... todos me caen
bien y... ¿Por qué no se olvidan de eso? No los provoquen más.
—Es justo lo que estamos haciendo, no provocarlos, no cruzarnos ni de
broma por su zona. Todo ha estado bien, de verdad —me asegura.
—¿Por qué Zac pasó los límites? —pregunto más tranquila.
—Eres muy preguntona —sonríe—. Es mejor que volvamos.
—¡Quiero saberlo!
—Pregúntaselo a Zac, es un problema suyo, no me compete andar por
ahí gritando a los cuatro vientos sus enredos.
—No eres gracioso —me molesto.
—No intentaba ser gracioso, vamos —me pide sacándome de la parte de
atrás y abriendo la puerta del copiloto para que pueda entrar.
—Ethan...
—Blair... De acuerdo, Zac salió con una chica que era la novia de uno de
ellos y que una riña haya iniciado por un argumento así es lo más estúpido
que me escucharás decir, pero fue justo, así como empezó todo. Estos
sujetos se creen dueños de la ciudad y que nosotros somos simples
estudiantes que les han dado palizas no les agradó tanto. Esa es la tonta
guerra que tenemos, cuestión de ego. Más nada.
—¿Ego? ¿Una chica? ¿Todo lo que ha pasado es porque Zac estaba
acostándose con una chica? Sé que te refieres a eso con lo de "saliendo".
—Una tontería, ¿lo ves? Las cosas se han salido de control, es todo.
Barak y yo hemos tenido otros roces después de eso. Yo no me doblego ante
nadie, Blair.
—¿No?
—No, nadie.
—Pues lamento informarte que te has doblegado ante mí. Y me parece
ridículo que tengan tantos problemas por follar.
—¡Oye! —me reprende—, señorita malas palabras, ¿no te das cuenta de
que trato de comportarme como un caballero? No hables así, que me pones
en un conflicto. Vámonos antes de que te encierre en el Jeep y no
precisamente para irnos.
—No has aceptado que te has doblegado ante mí —lo molesto riéndome
y subiéndome al Jeep.
—Te gusta saber que me has ganado esta batalla, ¿cierto?
—Me fascina.
—Me has doblegado, pequeña —susurra antes de darme un beso rápido
e ir a su asiento.
—Oh, antes que lo olvide. ¿El auto lo compraste o Barak te lo dio?
Nathan tiene una versión muy diferente a la mía.
—Lo compré —dice entre dientes—. No podía decirle eso a él porque
levantaría muchas sospechas.
—¿De dónde sacaste el dinero?
—¿Cuántas preguntas haces por hora? Es para prepararme
psicológicamente.
—Las necesarias. Dime.
—De mis ahorros.
—Ethan...
—No fue nada, no te preocupes y será mejor que inicies a usarlo o me
cabrearás de verdad.
—Si quieres que sea más condescendiente tienes que pedir las cosas con
dulzura, no con tu humor de perros, cara dura.
—Bien, ¿podrías por favor usar el auto que compré con mis ahorros de
años? Se me para el corazón cada vez que creo que te puede pasar algo.
¿Sí?
—Mmm... déjame pensarlo, creo que has fingido esas palabras pero está
bien, lo haré, siempre y cuando sea un préstamo temporal.
—Gracias —contesta aparentemente aliviado.
—Entonces... ¿Qué haremos cuando volvamos?
—Vas a estar conmigo, si es lo que preguntas.
—Pero si tú estás con esa tipa de piernas largas y pelo rubio... Tu novia.
Además yo estoy con mis amigos.
—El cuatro ojos se mira tranquilo, la chica me da igual, pero el otro... no
me fío de él.
—Pero...
—Kim y yo no tenemos nada... serio. Voy a resolverlo en cuanto
lleguemos. No más peros, Blair. El resto me importa una mierda.
—¿Nathan también te importa una mierda? —digo de forma graciosa.
—No sé cómo se tome esto —habla preocupado poniendo en marcha el
motor.
—Y ¿qué es esto... —insisto. Toma mi mano y se las lleva a los labios.
—Tú y yo... juntos.
—¿Juntos? —las dudas me carcomen.
—Sí, juntos. Exclusivos, juntos —me explica.
—¿Novios? —Ya lo he entendido, pero toda su seriedad combinada con
sus pocos momentos tiernos o más bien débiles, me ganan.
—Pequeña —susurra—, ¿de verdad necesitas que lo llamemos así?
—La verdad sí —digo de forma natural y relajada.
—De acuerdo... novios —suelta.
Un suspiro tonto y muy adolescente se me escapa. "Novios", ha dicho
que seremos novios y no voy a mentir, he sentido un subidón de adrenalina
intenso. Aprieto un poco su mano. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿De verdad
voy a ignorar todas las situaciones raras que han estado ocurriendo? ¿En
serio estoy estableciendo algún estilo de relación sentimental con Ethan, el
mejor amigo de mi hermano?
Por donde lo vea es una locura total y aquí estoy inocentemente feliz
ante tal ocurrencia.
El resto del camino me gana la incertidumbre y aunque odio mentirle a
mi hermano no me queda más opción, sé que en algo Mark tiene razón con
eso de que podría enredarme con todos menos con Ethan, pues he notado
que cualquier acercamiento con los chicos le molesta, no si se trata de su
mejor amigo. Si me ha hecho prácticamente toda una escena de celos antes
de venirnos a la discoteca y mi hermano ni se ha enterado a pesar de ser
testigo. Eso significa que confía muchísimo en Ethan.
Antes de que Ethan llegue a mi puerta yo bajo sola, sus manos viajan a
mi cintura y me da un beso tierno que igualmente me afecta.
—No puedo creer todo lo que me haces sentir con un jodido beso —
balbucea y me besa una vez más.
—Estamos en las mismas condiciones —confieso también y me cuelgo
de su cuello—. Es mejor si fingimos dentro. No quiero que Nathan pierda
los papeles, mi hermano es un poco exagerado en cuanto a mis novios —
sugiero y comienzo a caminar, pero toma mi muñeca y me recuesta al Jeep.
Me besa con delicadeza, ahuecando mi rostro.
—Lo sé, me ha repetido hasta el cansancio que ni se me ocurra verte
como mujer, que te vea como su hermana y más nada, pero es imposible
para mí.
Sonrío, verlo así, escucharlo de esa forma tan relajada, tranquilo, sin su
cara dura me hace sentir en paz. Me mira expectante y acomoda mi cabello
detrás de mis orejas y me observa intensamente. Estoy perdida por él y esto
apenas inicia.
—Vamos —me indica y lo detengo. La verdad es que no se me apetece
nada entrar. Fingiremos que no estamos juntos y lo único que quiero es
seguirlo besando.
—¿Y si nos escapamos? —suelto.
—Nathan seguro se está preguntando en dónde estamos —murmura
viendo hacia la entrada de la discoteca, hago pucheros con mi boca y él
entrecierra los ojos—. Será mejor que te inventes una buena excusa si no
quieres que tu hermano termine matándome.
—Hecho.
—¿A dónde quieres ir?
—Donde tú órdenes.
—Ojalá fueras así de condescendiente todo el tiempo —bromea y vuelve
a abrirme la puerta del copiloto. Dentro del auto me pide apagar el teléfono
y él hace lo mismo. De inmediato inicio a pensar en qué clase de excusa
puede creerse Nathan después de esta locura.
No tengo ni idea hacia donde me lleva hasta que presto atención a los
letreros y descubro que vamos hacia el observatorio Giffith, giro hacia él
algo emocionada porque en las vacaciones que tuvimos en la ciudad con tía
Lili se nos hizo imposible incluirlo en nuestro itinerario por falta de tiempo.
Dicen que la vista desde lo más alto del observatorio es digna del desmayo,
pues se ve toda la extensión de Los Ángeles. Ethan me mira de soslayo una
y otra vez y no dice nada hasta que aparca lo más cerca que puede de la
entrada y bajamos para empezar la caminata que gracias a la hora, no será
tan larga, ya que Nathan logró venir en su primer año en la universidad y
me mostró videos de las enormes filas que se hacen caminando el largo
trayecto.
Supongo que encontraremos todo cerrado, aunque me doy cuenta de que
el observatorio es un lugar al aire libre y con grandes campos verdes, así
que seguimos caminando y me encuentro embelesada viendo la
construcción con esos grandes ventanales de frente, rodeado por montañas y
jardines, además, a lo lejos tenemos los rascacielos, las casa, las luces, lo
ves todo.
De pronto, un ruido llama nuestra atención.
—¿Eres de las chicas que jamás correrían descalza? —me pregunta
mirando mi calzado que no va nada con la ocasión.
Pongo los ojos en blanco y me quito los zapatos de tacón enseguida.
Toma mi mano con fuerza, cuenta hasta tres y corremos tratando de
ocultarnos de la seguridad que no tarda en aparecer, al menos vi a dos
guardias rondando la zona.
Llegamos atrás del lugar hasta unas escaleras que dicen claramente "solo
personal autorizado", pero Ethan saca de su billetera una pequeña tarjeta
blanca que pasa con seguridad por el identificador y una de las puertas se
abre. Vaya que estoy sorprendida.
—¿Cómo has hecho eso?
—Contactos...
—Oh señor importante —me burlo—. Anda, dime cómo has conseguido
eso.
—Si te digo tendría que matarte luego —habla bastante serio, no sonríe
ni voltea siquiera a verme, entonces nota que ha sonado a que realmente
tendría que matarme y voltea hacia mí—. Estaba bromeando. Vamos.
Dentro hay un planetario que en sus horas de funcionamiento seguro es
precioso, pero evidentemente no podemos hacer mucho con eso y salimos
de una vez a las instalaciones en las que las luces de la ciudad te dejan casi
ciega y abro la boca sorprendida; se mira todo aún mejor que desde los
jardines: los edificios, las casas particulares, las carreteras enormes y en
líneas rectas, tan bien estructuradas y llenas de autos, en L.A el tráfico
nunca para, el aire golpea con fuerza y me estremece.
—¡La vista es hermosa!
—¿Verdad? —dice.
—Se ve todo desde aquí, es increíble.
—Te he traído porque sé que esta ciudad te gusta mucho y este lugar no
lo conocías —comenta acercándose a mí con cautela.
—¿Cómo sabes eso?
—Tu hermano.
—Creo que Nathan te ha soltado demasiada información sobre mí,
¿cómo se supone que te sorprenda?
—Créeme Blair, a pesar de todo lo que Nathan me ha contado sobre ti,
desde el primer jodido segundo en el que saliste a deambular por el jardín
de la fraternidad y te reconocí, hubo más que sorpresa en mí. Fue como un
maldito rayo cayendo sobre mí.
—¿Sí? —Juro que he sentido cosquillas por todo el cuerpo.
—Jodidamente sí.
Me atrevo a entrelazar mis dedos con los suyos y suelta un suspiro. Mira
hacia toda la ciudad de una forma tan profunda e intensa y lo imito. No sé
cuánto tiempo pasamos así, simplemente acariciando nuestras manos y
mirando a la maravilla que tenemos enfrente. Sin darnos cuenta, nos
sentamos en el suelo frío y nos recostamos en uno de los muros.
—Esto es... tan normal —habla de pronto y no comprendo sus palabras,
tampoco el tono melancólico en el que las ha dicho.
—¿A qué te refieres?
—Salir verdaderamente con una chica... solo pasar tiempo con ella...
venir a un lugar como este, tan alejado de mi realidad. Me gusta mucho la
normalidad que me ofreces —murmura.
—¿Y cuál es tu realidad, Ethan Johnson? —mi pregunta lo toma lo
desubica, en cuanto termino de hablar se pone de pie como si una grúa lo ha
levantado del suelo tan rápido, que no me he dado ni cuenta.
—No me hagas caso, a veces digo tonterías.
—No puedes decir algo como lo que has dicho y pretender que no le
preste atención.
—Tenemos bastante tiempo para hablar de nuestras vidas, pasado,
presente... No quiero amargarte la existencia aún —habla por lo bajo y
mirando el suelo, entonces creo entender que "algo" en su vida no está
pasando de la forma en la que él quiere, o que es su pasado lo que lo afecta
y por eso habla de normalidad. Tal vez solo estoy sacando conjeturas
apresuradas.
Él bien ha dicho que tiempo es lo que nos sobra y por eso, me pongo de
pie y doy un saltito para quedar a un centímetro de su boca.
Ethan me besa sin perder el tiempo y su lengua me invade con una
propiedad innata, el calor de sus manos en mi cintura me hace poner la piel
erizada, es una reacción placentera. Como estoy descalza me atrevo a
ponerme de puntillas sobre sus pies, no es que me lleve tanta diferencia en
estatura, pero mi cuerpo ansía estar pegado al de él, es instantáneo. Me
acaricia la espalda con paciencia en lo que su boca arremete contra la mía
con lujuria y un deseo tan espontaneo.
—Eres malditamente adictiva, Blair —susurra y se queda unos segundos
nariz con nariz, frente con frente, solo absorbiendo mi aroma, yo
absorbiendo el suyo—. Será mejor que regresemos, es probable que a estas
alturas tu hermano ya haya puesto una denuncia o algo así.
Asiento y recorremos el mismo camino de puntillas hasta que estamos
otra vez en los campos verdes, sin embargo, una luz nos apunta
directamente y echamos a correr como dos adolescentes. Nos reímos sin
parar hasta estar a salvo en el auto y respiramos agitados. Nos la pasamos el
resto del camino hablando de cosas triviales como su color favorito: Negro.
Su comida favorita: Camarones. Arrugo el rostro sin poder evitarlo.
Su cosa favorita en el mundo: Estar lejos del peligro. Bueno, puede que
en realidad no le gusten los problemas y su fachada sea solamente algo
obligatorio por ser el presidente de la fraternidad. Toda esa información la
he recolectado yo, porque él ya sabía mis respuestas. Nathan Stoms se
llevará una buena reprimenda por haberle contado tantas cosas sobre mí.
¿Con qué objetivo lo hizo?
Ya a solo metros de la discoteca el bullicio nos alarma, pronto
descubrimos que, en el aparcamiento hay un enfrentamiento. Se me sube
toda la sangre a la cabeza al mirar que los chicos, Norma, Eleanor e incluso
mis amigos de la universidad forman un bando y unos tipos que desconozco
forman otro. ¡¿Qué está pasando?!
Ethan acelera, deja el Jeep a medio camino y gruñe molesto, la cara se le
transforma de relajada y sin presiones a la cara malhumorada que
generalmente mantiene y comprendo todo aún menos. Desde aquí veo los
rostros de pánico de David, Erik y Elena, quienes consiguen llegar a su auto
y huir despavoridos. Además, me percato de que la rubia ha desaparecido y
que Eleanor trata a toda costa de alejar a Norma del alboroto.
—Blair, quédate aquí, por favor —me pide Ethan y no me da tiempo de
responder algo.
Mis ojos lo siguen hasta en donde las personas están reunidas y creo
olvidar cómo se respira cuando observo que es mi hermano quien discute
acaloradamente con un tipo que le dobla la estatura. Me duele el estómago
por los nervios y al mismo tiempo me enfado demasiado. ¿Hasta cuándo
dejarán de buscarse problemas? ¿No pueden actuar como lo que son?
Unos simples estudiantes universitarios.
Me siento muy confundida, aun así, me cruzo de asiento y tomo el del
conductor por si los chicos corren hacia acá y necesitamos marcharnos
enseguida. Tomo con fuerza el volante, me sudan las manos y el corazón
me late con fuerza. La discusión empeora de un momento a otro, Nathan
golpea al tipo de piel aceitunada y todo parece pasar en cámara lenta
delante de mis ojos.
Ethan intenta separarlos y Norma se suelta del agarre de Eleanor y corre
hacia Nathan. Zac, Mark y Tony se lanzan por el resto de los hombres. Lo
único que escucho son huesos siendo impactados por puños y patadas.
El tórax se me contrae. Eleanor empuja hacia atrás a Norma mientras el
pleito se extiende con personas que han salido a averiguar qué pasa y no
tienen relación con lo que está ocurriendo.
Yo estoy estática, sin saber qué hacer.
¿Salgo o me quedo? Salgo.
Abro la puerta con llave en mano y apenas consigo dar dos pasos, unas
manos tiran de mí y me llevan a un lugar seguro, detrás de unos vehículos,
reconozco a las personas que me han escondido. Norma y Eleanor. Se
escuchan balazos y mi cuerpo entero se congela.
—Es la policía —anuncia Eleanor.
—¿La policía? —Eso no me parece una solución. Busco a Nathan y a
Ethan desesperada y dos oficiales los han tomado de los brazos y puesto las
esposas. Nathan tiene el labio lastimado y Ethan sangra mucho de la
cabeza.
Hago el intento de salir corriendo tras ellos, pero Eleanor me detiene y
Norma la ayuda.
—Blair, si te miran te llevarán como al resto.
—Pero están heridos —intento soltarme.
—No podemos hacer mucho —interviene Norma. Está más blanca que
una hoja de papel.
Los latidos de mi corazón ahora parecen explotar en mis oídos y decido
hacerle caso a mi amiga, si salgo, me llevarán y no podré ayudarlos.
Trato de respirar con calma todo lo que esperamos ocultas.
La espera se me hace eterna y no es hasta que no se escucha ni un solo
sonido que Eleanor nos hace una señal con su mano para salir de donde
estamos.
Ella camina con una seguridad poco creíble, a pasos firmes, sin verse
descompuesta o siquiera nerviosa por la situación, es como si tuviera
nervios de acero. Se pasa las manos por el cabello y nos mira como si ella
fuese la maestra desesperada por unos niños de primero de primaria.
—Escuchen chicas, sé que se han asustado y que no están
acostumbradas a estos enfrentamientos ni a toda la mierda de problemas
que tenemos, pero necesito que se controlen porque la única forma que
tenemos de ayudar a nuestros amigos es esa.
Control, esa es la clave, control —repite y no entiendo nada.
—Estoy controlada —es lo que digo, claro que tiemblo de pies a cabeza,
pero tiene toda la razón, mi objetivo es ayudar a los chicos, si lloro y tiro de
mi pelo no lograré nada, si respiro y controlo mis nervios, encontraré una
solución. Eleanor me mira curiosa.
—¿Dónde está el vehículo de Ethan?
—Allá —señalo—, tengo las llaves. Yo conduzco. Ignoramos a qué
distrito se han llevado a los chicos, pero concluimos en que no puede ser
otro más que el que está en esta zona. Veinte minutos después aparco el
Jeep en la estación de policía más cercano y antes de bajarnos, Eleanor saca
su teléfono y marca un número.
Se mira en el espejo retrovisor mientras espera que contesten su llamada
y saca de su bolso un labial y se retoca los labios. ¿En serio? Su
tranquilidad da miedo, lo que me indica que no es la primera vez que tienen
esta clase de problemas.
—González —habla cuando le contestan desde la otra línea—, los han
cogido otra vez. ¿Puedes ayudarnos? —Silencio—, sí, los hombres de
Barak.
Intercambia otro par de palabras, pero ya no escucho el resto, porque lo
único que pienso es en ese maldito nombre: Barak.
CAPÍTULO 12

ESA CHICA ES MI NOVIA

N o puede haber dos Barak con quien los chicos tienen problemas,
¿verdad? Sería demasiado curioso e improbable que esa sea la
realidad. Por supuesto que se trata del mismo tipo que me robó el
coche y me atacó frente a la residencia. Pero ahora mismo dejo a ese
hombre a un lado porque mi interés total lo tiene el dichoso González.
—¿Quién es González? —la pregunta sale antes de que pueda detenerla.
Eleanor se queda varios segundos callada y finalmente gira hacia mí con
la evidente calma que sigue sin ser comprensible para mí.
—La persona que sacará a los chicos de la cárcel en un tronar de dedos.
—De acuerdo, pero ¿quién es? —Sus labios se fruncen.
—Es un familiar de Tony, un tío que tiene mucho dinero y nos ayudará
con la fianza que seguramente nosotras no podremos pagar. No te
preocupes, Blair.
—Bien —es todo lo que respondo. Está muy segura de que se pagará
una fianza, a pesar de que no hemos entrado a averiguar la situación real,
quizás solo los hagan pasar el resto de la noche y más nada. En todo caso, el
hecho de que un tío de Tony esté tan dispuesto a pagar no solo la fianza de
su sobrino, sino, la de todos los chicos, llama poderosamente mi atención.
Salimos del coche y en un par de pasos ya estamos en la estación de
policías. Me siento junto a Norma en una pequeña banca junto a la pared y
espero a que Eleanor termine de discutir con el policía de la ventanilla, no
sé qué demonios trata de lograr.
Me llegan frases incompletas, como: solo estaban defendiéndonos,
imbécil.
¿De qué droga me hablas? Además de muchos más insultos hasta que
Norma decide intervenir y la sienta junto a nosotras.
—¿Has dicho drogas? —murmuro.
Eleanor me mira fastidiada de verdad, niega con la cabeza y vuelve a ser
la misma dulce de siempre.
—No cariño, bueno sí, pero es que me han dicho que les han encontrado
droga a los chicos y puedo asegurarte que no es así. Los tipos de Barak
seguro que sí la traían.
Ese tema de las pandillas me tiene un tanto cansada, otra vez me han
mentido. La rencilla entre ambos grupos continúa y parece no acabar nunca.
Sofocada me hago una coleta con una liga que traigo en la muñeca y no
me queda nada más que esperar a que González aparezca para que los
chicos salgan.
Pasa un ahora exacta —lo sé porque no he despegado mi mirada del
reloj— cuando entran dos tipos muy raros a la estación, un tercer sujeto se
queda en la puerta observando a cada punto, cada espacio, nuestros rostros.
TODO.
Los dos primeros hacen lo mismo mientras caminan y uno de ellos
saluda a Eleanor con un leve movimiento de cabeza. Ella se mueve mucho
en el asiento hasta que decide ponerse de pie y salir a la calle, no sé qué
hacer, si seguir a Eleanor o averiguar quién de estos tres tipos es González.
Uno de los sujetos se acerca a la ventanilla y habla con el policía, este
parece contentísimo cuando el tipo menciona la palabra "gratificación" si
deja ir a los chicos, el otro tipo saca una pequeña bolsa café y la acerca al
policía.
No hay más palabras, ni una explicación válida de lo que ha pasado, ni
siquiera firman nada y mucho menos esperan más.
Giran sobre sus pies, nos miran de reojo y es cuando me pongo de pie y
camino hasta la entrada guardando mi distancia.
Eleanor está hablando a través de la ventanilla con un hombre de tez
clara, pelo rizado con algunas canas reflejadas, tiene los ojos claros y un
tanto rasgados, sus facciones duras y algunas marcas

en la piel me hacen dar un paso hacia atrás.


Trae un reloj gigante en su mano que aparentemente es de oro, quizás es
imitación o quizás no, se supone que tiene dinero.
Sus manos gruesas acarician las manos de Eleanor y ella le sonríe con
complicidad.
Los ojos del hombre se encuentran con los míos y dejo de respirar, él, en
cambio, con una tranquilidad igual o peor que la de Eleanor horas atrás, le
susurra algo al oído a ella y sube el cristal polarizado de su ventana.
El auto se pone en marcha y los tres sujetos que aún estaban afuera
aguardando se suben enseguida en una camioneta todo terreno de color
blanca y salen a toda prisa detrás, pero no es la única que se les une. Me
doy cuenta de que había cinco autos más esparcidos por la cuadra y si antes
me sentía confundida, ahora me siento peor. ¿Quién demonios es González?
Eleanor ni se inmuta al volver dentro, me ignora y pasa directamente a
hablar nuevamente con el de la ventanilla.
—¿Viste eso? —le pregunto a Norma, quien a pesar de no haberse
puesto de pie, estoy segura de que ha visto todo desde la ventana.
—Ajá —es lo único que sale de su boca.
—¿Ajá? ¿Quién demonios es ese tipo para tener tanta seguridad? Lo de
las pandillas no me termina de convencer y los chicos están metidos en más
problemas de los que sabemos.
—¿En serio, Blair? ¿Quieres ponerte en plan detective justo ahora?
Nathan está herido, quizás necesita ir al hospital y qué importa si ese tipo es
un don nadie o el presidente, lo que importa es que saldrán y luego
podremos averiguar qué ha pasado, la pelea empezó de la nada, discutían
por la zona o algo así. No conseguí escuchar.
—Pero es que...
—Sé que es sospechoso, lo sé, por ahora lo importante es que estén
libres.
Suspiro derrotada, tiene razón.
Se tardan otra hora más en liberarlos y yo no he vuelto a abrir mi boca
hasta que una de las puertas se abre y el rostro de mi hermano acapara toda
mi atención. ¡Al fin! Salgo despavorida hacia él y lo abrazo olvidándome de
que seguro está golpeado y con alguna herida que no diviso enseguida. Él
me recibe y me rodea con sus brazos y me da un beso en la frente.
—Estoy bien, Blair —me intenta tranquilizar. Nathan sabe que por
muchos años mi vida siguió funcionando gracias a él; después de la muerte
de nuestros padres me llevó trabajo volver a lo mío; mi rutina, la escuela,
mis actividades y eso que solo era una niña.
La pérdida me golpeó bastante, él era quien me obligaba a salir de la
cama, me animaba, me abrazaba y lloraba conmigo encerrados en el closet
de papá y mamá con toda su ropa rodeándonos hasta que el pecho dolía
menos. Sabe muy bien que cualquier situación que lo ponga en peligro me
alarma, que me importa tantísimo, que es pieza fundamental en mi vida y
seguro me ha imaginado aquí afuera volviéndome loca.
—¿Estás bien?, ¿te llevo a un hospital?, ¿te hicieron algo ahí dentro?
Nathan, habla —tartamudeo mirándolo de pies a cabeza.
—Tranquila, enana, estoy perfectamente. Te lo prometo. ¿Tú estás bien?
Ethan me ha dicho que te sentiste muy mal y te llevó a una farmacia, que
justo estaban volviendo cuando la pelea se desató.
Abro los ojos como plato, eso solo indica que lo ha interrogado y yo
ahora estoy desarmada, ¿malestar? ¿Le habrá especificado algún tipo de
malestar?
—Luego hablamos de eso, me he asustado mucho —sollozo, en parte
porque todo lo que ha pasado me tiene revuelto los pensamientos, y la otra
parte de mi sollozo se debe a que estoy exagerando para que olvide mi
supuesto malestar.
—Lo siento mucho, hermanita. Esos hijos de puta que no se cansan de
molestar.
—Nathan, me parece que... —mi oración es interrumpida cuando la
puerta vuelve a abrirse y aguardo con la esperanza de que esta vez sea
Ethan, sin embargo, es Tony y Zac, los miro preocupada porque traen
algunos golpes encima y me tranquilizan dándome un apretón de hombros y
repitiendo que están bien.
Mark es el siguiente, tiene el pómulo inflamado y a él le doy un abrazo,
no sé por qué he sentido ese impulso, quizás porque después de Ethan es
con quien más he tenido cercanía.
—Ojalá nos dieran palizas más seguido —murmura y eso me saca una
sonrisa.
Alguien se aclara la garganta y me aparto de Mark como si me hubieran
empujado.
Mi chico cara dura está ahí, con la frente llena de sangre seca. Por un
momento pienso que lo mejor es fingir y solo preguntar por su estado de
forma disimulada.
No puedo.
Lo nuestro apenas empieza y el solo hecho de verlo así me dan unas
ganas profundas de arrancarme la cabeza, quizás Ethan y yo hemos hecho
algún tipo de conexión especial, una más profunda, no lo sé, tal vez estoy
loca y solo soy una de esas chicas que en cuestión de horas se ilusiona a lo
tonto, tal y como los libros que leo, igual que todas las veces que dije que
esto no me pasaría.
Mis pies se mueven solos y me pierdo entre su pecho endurecido, sus
brazos fornidos y el calor de su cuerpo cobijando el mío. No puedo evitarlo
más y la mujer dramática y sentimental que vive en mí decide aparecer. Él
me estruja contra mi muralla personal o así he decidido llamar la protección
rara y exagerada que siento cada vez que me envuelve con sus brazos.
—Estoy bien, pequeña. Estoy bien, de verdad, esta sangre no es nada —
intenta restarle importancia hablándome con suma calidez al oído en lo que
pronto siento los ojos de los demás sobre nosotros.
Me aparto. Un problema por relaciones presuntamente prohibidas es lo
menos que necesitamos. Aunque sigo mirando con detenimiento esa herida
que no luce nada bien. Él, de forma meditabunda me observa un poco y
acaricia una de mis mejillas ignorando al resto.
—Por favor, tranquilízate. Estoy bien, de verdad —repite y asiento
convencida de que la única forma que tengo para calmar mis emociones es
creyendo, al menos, momentáneamente que todos están bien y que esta solo
ha sido una pelea esporádica, a pesar de saber a la perfección que Barak
está involucrado, que el tío de Tony parece un sicario y que nada, NADA,
es normal.
—Necesitas ir a un hospital —susurro nerviosa.
—No quiero ir —se niega. Aun cuando necesita puntadas.
—No te lo estaba preguntando, te estaba informando. Anda, camina.
—Te ves graciosa imitándome —susurra aún más bajo aprovechando
que el resto está hablando como loras drogadas.
—Por favor... —vuelvo a ser yo.
—¿Eso te haría feliz?
—Muy feliz, gruñón.
—Entonces iré —contesta decidido.
Apresuro a todos a subir al Jeep, quiero salir de este sitio ahora mismo.
Eleanor y Ethan tardan más en subir e intercambian palabras que no
escucho del todo. No sé si estoy entrando en estado de locura, detective
privada o es simple paranoia, ahora todo lo que hacen me resulta extraño.
Durante el camino a la fraternidad nadie dice una sola palabra. Eleanor
no menciona a la persona que ha pagado la fianza y ellos tampoco
preguntan, lo cual es sumamente raro. Ethan por supuesto ha estado a nada
de criticar mi forma de conducir, una mirada ha bastado para que siga
callado. Ya le estoy encontrando la forma de que ese estilo suyo de don
mandón se reduzca.
Al llegar a la fraternidad todos bajan del auto, menos Nathan, Norma,
Ethan y yo.
—¿Ahora si me dirás por qué tardaron tanto en la farmacia? —pregunta
mi hermano de pronto. Pongo la cara más seria que puedo y giro hacia él.
—¿De verdad te interesa saber? ¿O lo único que quieren es que no haga
preguntas? Y eso último es para los dos —los acuso.
—Yo le explico, Nathan —responde Ethan.
—Ethan, si Blair y tú... —inicia mi hermano pero basta una sola mirada
asesina de Ethan para que cierre el pico.
—Yo le explico —repite severamente y mi hermano enfurece.
—No te confundas, aquí, con ella, somos amigos y me jode que me
quieras ver la cara de idiota —le grita bajando apresurado del Jeep con
Norma detrás.
Suspiro agotada de tanta confusión, ¿por qué todos hablan en clave?
Ethan intenta imitar a Nathan y lo tomo de la chaqueta.
—¿Adónde crees que vas? Tenemos que ir al hospital.
—Me siento agotado.
—Pues lo siento mucho, tendrás que ir al hospital, y luego tendremos
una larga charla, Johnson.
—Bien. —Baja del auto y pronto lo tengo abriendo mi puerta y
tomándome de la cintura—. Baja de ahí, estás en mi puesto.
—¿Disculpa?
—Me tomé la molestia de contar cuántas veces casi te estrellas —dice
entre dientes.
—¡Eso no es cierto!
—Yo manejo —insiste.
—Ethan, no estás en condiciones —argumento.
De un momento a otro, quita el cinturón de seguridad, me sujeta con
más fuerza y me arrastra hasta el piso en lo que ha frotado su cuerpo con el
mío con habilidad.
Se me reseca la boca cuando hace movimientos lentos hacia adelante
presionando su virilidad endurecida contra mi sexo como si estuviera
entrando y saliendo de mí. Me aclaro la garganta porque en una situación
como la que recién hemos vivido, estar actuando de esta manera es absurdo.
—¿Ves lo bien que me encuentro? Yo manejo —repite.
—Esto es manipulación —me quejo y finjo estar molesta.
—No, solo es una demostración de mis habilidades —está bromeando y
sus manos suben con lentitud hasta mis pechos y los acuna con sus grandes
manos.
—Ethan, estamos en la calle —le recuerdo.
—Cierto, ve a tu lugar —me indica y afectada hasta las narices me
separo aturdida y muevo mi trasero hasta el asiento del copiloto. Conduce
ciertamente mejor que yo, vamos, que yo aprendí y no había tenido un auto
hasta que él y Nathan me regalaron uno.
Entramos a emergencias y afortunadamente el lugar está casi desolado.
Damos nuestros datos en la recepción y una enfermera demasiado amable
con Ethan nos lleva hasta una camilla. Examinan su herida. Yo tenía razón,
necesita puntadas.
La enfermera, llamada Maura, que evidentemente no siente empatía por
mí, me pide que salga a la sala de espera y cierra la cortina de color celeste.
Finjo irme, pero en realidad me quedo detrás de la cortina.
—Entonces, guapo. ¿Qué te ocurrió? —Pongo los ojos en blanco, ¡en
serio está coqueteando con Ethan!
—Una pelea —contesta Ethan con la voz temblorosa, seguro le están
limpiando la herida.
—¿Por la chica? —pregunta.
—Algo así —responde Ethan.
—No creo que haya valido la pena. —Me muerdo el labio para no entrar
y tomarla de su sombrerito de enfermera ridículo.
—Bueno, yo creo que sí. Esa chica es mi novia. —Un licuado de
emociones se instala en mi pecho al escucharlo. Soy su novia.
La mujer no habla más, los pequeños gemidos de Ethan me indican que
están suturando su herida. Me voy volando en una nube de algodón hasta la
sala de espera.
Sé que mi atuendo es llamativo, pero no tengo de otra que intentar cubrir
mis piernas con mis manos. Mientras espero, imagino que aparecen las
cámaras de ese famoso programa de Discovery Channel; sala de
emergencia. En Portland tía Lili y yo lo veíamos todos los domingos. La
extraño.
Mi ahora "novio" al fin sale a la sala de espera y me encuentra más
dormida que despierta. Son más de las cuatro de la madrugada. Lo miro con
los ojos entre cerrados y antes de que le diga una sola palabra, me alza en
sus brazos.
—¿Qué haces? ¡Bájame!
—Estás cansada, te llevo a casa.
—Pero Ethan tú estás...
—Estoy bien —me interrumpe y me acomoda mejor.

Apoyo mi rostro en su pecho y dejo que me lleve hasta el Jeep. Me deja


en el asiento del copiloto. Me he dormido todo el camino, abro un poco los
ojos hasta que estamos subiendo unas escaleras y entonces los abro por
completo. Estamos en la fraternidad.
—Ethan, podrían descubrirnos —le digo intentado bajarme de sus
brazos. No lo logro, tiene el triple de fuerza que yo.
—No te preocupes, pequeña. Quédate conmigo, ¿sí? —Me da un ligero
beso y asiento varias veces. Miro hacia el final del pasillo, cualquiera de
esas es la habitación de Nathan, todo está en completo silencio.
—Es la última —me lee el pensamiento y me quita una duda—, está
lejos, no te preocupes.
Entramos a su cuarto y esta vez, cuando enciende una lámpara cerca de
su cama aprovecho para observar con detenimiento su habitación, no hay
mucho por ver, más que su cama, las mesas de noche a los lados, el armario
y unos cuadros colgados en la pared.
Tiene un escritorio pequeño y una máquina de escribir de esas antiguas,
hay acumuladas unas cuántas hojas al lado y cuando intento tomarlas su
mano me detiene.
—Eso es privado.
—¿Escribes? —es mi respuesta.
—A veces —comenta apenado. ¿Por qué?
—¿Te avergüenzas de escribir? Es algo hermoso y que lo hagas en una
máquina antigua es asombroso.
—¿Te lo parece? Los chicos suelen burlarse.
—Los chicos son unos idiotas. Déjame ver —le pido.
—No. Quizás otro día, es algo que hago para relajarme, normalmente
me estreso mucho.
Se acerca al escritorio, abre uno de los cajones, guarda las hojas y cierra
bajo llave.
—¿Cuántos secretos ocultas, Ethan? —pregunto con seriedad.
—Muchos —habla y camina hacia la cama, se quita las botas y se queda
mirando la pared. Me quito mis zapatos otra vez y camino descalza a su
lado. Me siento y enrosco una de sus manos con la mía.
—¿Qué fue lo que pasó? —averiguo de una vez.
—Es tarde.
—Lo sé, pero no voy a dormir ni cinco minutos si sigo con todo este
remolino de preguntas. No es la primera vez que están en prisión, ¿cierto?
—No.
—¿Me explicas? —Presiona mi mano un tanto y chasquea la lengua.
Unos segundos después me da la explicación que tanto necesito. Es la
tercera vez que caen en prisión por el mismo problema, no importa cuánto
se alejen ni cuánto lo intenten, Barak y su gente siempre consiguen
provocarlos y alterarlos, parece una riña sin fin. Me deja claro que ellos
hacen todo para terminarla y que aparentemente no depende solo de ellos.
Mi preocupación aumenta, claro, pero saber la realidad me tranquiliza un
poco.
El grupo de Barak aprovechó el alboroto para meter droga en su
chaqueta y por eso los han retenido más tiempo en la policía. Gonzáles sí es
un tío de Tony, pero no tiene idea a qué se dedica ni por qué tanta
seguridad, lo último me lo dice porque también he expresado mis dudas al
respecto, incluso concuerda conmigo en que no puede ser nada bueno y que
intentará no volver a recurrir a él para brindarme más tranquilidad.
Además, tratará de encontrar otro trabajo ya que me cuenta que tanto él
como el resto de los chicos hacen trabajos para el famoso González.
No tengo tiempo ni de preguntar qué clase de trabajos, pues él mismo
me lo dice. El hombre tiene bodegas en algunas zonas de la ciudad y los
trabajos que hacen para él, es asegurarse de que nadie robe lo que tiene
dentro. Mi mirada acusadora le deja claro todos mis pensamientos.
—Lo sé, pequeña, sé que se escucha muy sospechoso, pero solo lo
hacemos por el dinero. Nos paga bien.
—Pero...
—Ya te he dicho que lo dejaré y que haré que los chicos o al menos tu
hermano también lo deje. Solo quiero que estés tranquila, que no tengamos
problemas.
—¿De verdad lo harás?
—Te lo prometo.
—¿Por qué todos tienen que hacerte caso? Me refiero a los chicos. —Ya
que está tan hablador y colaborador no pierdo oportunidad para hacer más
preguntas, después de todo no he pasado por alto la forma en la que le habló
a mi hermano y las palabras de Nathan.
—Eso es porque estoy a cargo de la fraternidad, la persona que me
ayudó a entrar a la universidad me explicó la mala reputación de esta y que
estaban por cerrarla, por si no lo sabías las fraternidades dejan dinero, de mi
cuenta corre que todo siga como antes sin que nos pongan reportes y la
cierren. Me interesa hacer bien mi trabajo mientras termino mis estudios,
luego que le prendan fuego si quieren, es mi único boleto para estar aquí.
En realidad, es una tontería. Pienso lo mismo internamente, ¿tanto alboroto
y reglas y humor de mierda por una fraternidad? Mas no se lo hago saber.
—Gracias por decirme todo. La verdad es que me estaba imaginando
muchas locuras.
—¿Cómo qué clases de locuras?
—No lo sé, el tío de Tony parece un sicario, y ustedes saben usar armas
y...
—No hacemos nada malo —dice sin verme y apretando aún más mi
mano—. Ya no hablemos más de eso. Lo único que me interesa es que tú
estés bien, tranquila, a salvo y que lo de Barak se termine.
—Me siento segura cuando estás conmigo —le informo poniéndome de
pie.
—¿Sí?
—Sí —afirmo—. ¿Todo sigue igual entre nosotros? —solo quiero
confirmar.
—Sí, señorita, seguimos estando juntos. Novios, como te gusta
llamarnos.
—De acuerdo, suficiente por hoy. ¿Me prestas una camiseta? —No
quiero dormir con el vestido.
Ethan señala el pequeño armario cerca de la puerta y lo abro como si
esto se tratara de rutina. Saco una camiseta blanca y cierro las puertas. Lo
veo tan entretenido quitándose la ropa que comienzo a hacer lo mismo.
Bajo la cremallera de mi vestido y el sonido parece llamar su atención. Por
un segundo me quedo sosteniendo el vestido con mis manos, pasado ese
segundo lo dejo caer.
El vestido impacta con el suelo y bajo mis manos hasta mis caderas y
muerdo mi labio porque no sé si estoy haciendo el ridículo o realmente
estoy causando algún efecto en él.
—¿Quieres matarme? —Habla con la voz tan ronca que una explosión
instantánea se ha creado en mi interior. Niego con mi cabeza y le sonrío.
—Solo estoy cambiándome —contesto inocentemente.
Me pongo su camiseta y mis pechos desnudos se trasparentan, una risa
se me escapa. Soy consciente de que la camisa llega con dificultad a mis
muslos. Miro el reloj y ya son las cinco.
—Métete a la cama, debes descansar. —Me acerco a él y le doy un
cuidadoso beso en la boca. Me envuelve en sus brazos con tanta rapidez que
ahogo un pequeño grito. Nos besamos mientras ambos nos reímos sobre los
labios del otro.
—Pequeña seductora, ¿crees que puedes prácticamente desnudarte frente
a mí y esperar que yo me quede tranquilo?
—Sí —miento y me paralizo cuando sus manos se introducen dentro de
la camiseta y recorre mi torso con lentitud, acariciando cada parte como si
quisiera recordarla por siempre. Sus ojos me miran fijamente e intento
sostenerle la mirada, lo cual es sumamente difícil. El gris de sus ojos es tan
intenso que termino perdiendo el juego.
—Ethan —susurro cuando sus manos llegan a mis pechos, sus pulgares
hacen círculos placenteros y perfectos sobre mis pezones hasta que me
empiezan a doler y punzar. Separa sus manos solo para quitar la camiseta y
quedo casi totalmente desnuda, únicamente con mis pequeñas bragas.
—Eres tan hermosa, Blair, que estás haciendo que pierda la razón poco a
poco.
—Y tú haces que pierda la mía —es mi respuesta. Me siento a
horcajadas sobre sus piernas y él presiona mis muslos en lo que me come la
boca con bravura.
Sus dedos se mezclan con la tela de mi braga y me tumba sobre la cama
atacando mi cuello, mi clavícula, está por llegar a mis pechos cuando
presiona sus rodillas sobre el colchón y se queja. Le doy espacio y él se
lleva ambas manos a la pierna izquierda. Hasta entonces me percato de que
tiene un círculo bastante grande entre morado y azul. Recojo la camiseta del
suelo y me la pongo de nuevo. Enciendo todas las luces y ahora veo mejor.
—¿Cómo has podido cargarme con tu pierna así? No debiste.
—No es nada, mañana se verá mejor —intenta calmarme y yo muevo
mis manos nerviosa—. Vuelve aquí —me pide y hace pucheros.
—Nada de eso, métete debajo de las sábanas. ¡Ahora!
—Blair, vuelve aquí, te necesito.
—Hazme caso, Ethan.
—Como que te estás volviendo mi reflejo, mandona.
—Solo te cuido.
—Pero yo necesito estar dentro de ti —dice en total confianza.
—Y yo necesito que te mejores para que puedas estar dentro de mí —le
sigo el juego.
—¡Blair!
—Anda, haz caso, y descansa.
Resignado a que no moveré ni un solo pie hasta que se meta debajo de
las sábanas, resopla y me hace caso finalmente y lo imito. En cuanto me
tiene cerca introduce sus manos debajo de la camiseta y me toma los
pechos, dormimos de esa manera y por primera vez durante muchísimo
tiempo, me siento igual que cuando papá y mamá aún dormían frente a mi
cuarto: segura de que nada malo me ocurrirá.
CAPÍTULO 13

JUEGO PELIGROSO

M is ojos se abren de manera automática, sin alarma, sin algún tipo


de ruido que me sobresalte. Simplemente me despierto con mucho
interés en averiguar más sobre el verdadero problema que tienen
los chicos con esa pandilla. El hecho de que no importe lo que hagan para
alejarse, porque de alguna u otra forma volverán a buscarlos, me altera
demasiado.
Me muevo un poco para confirmar si tengo a Ethan pegado aún y en
efecto, lo está, incluso más cerca de lo que recuerdo. Honestamente no
quiero salir de la cama, prefiero quedarme contemplándolo. Sé que en parte
estoy ya algo cegada por él, que me ha atrapado, soy prisionera de la
seguridad que emana, la imponencia que transmite. A él le gusta la
normalidad que le doy y a mí me gusta la adrenalina que le ha inyectado a
mi vida.
Pero, tengo cosas por investigar, me escapo de su agarre y salgo como
puedo y lo más silenciosamente posible de la cama, camino de puntillas por
el lugar y me doy cuenta rápidamente de que no hay mucho en donde
husmear, lo único que sigue llamando mi atención es el escritorio con la
máquina de escribir antigua en el centro. Mis ojos se clavan en el cajón en
el que ha guardado los papeles y como está bajo llave inspecciono toda la
habitación en busca de lo que me permitirá abrirlo.
Me parece recordar que ha guardado las llaves en la gaveta de su mesa
de noche y vuelvo a caminar de puntillas, abro con sumo cuidado y ¡bingo!
Aquí están. Hacen un poco de ruido y Ethan se mueve un tanto, dejo de
respirar porque si se despierta y me atrapa quizás se moleste.
Regreso al escritorio, y en cuestión de segundos consigo lo que quiero:
las hojas que ha guardado con tanta urgencia horas antes. Las tomo con mis
manos y leo lo que parece una historia o algo así.
"Si tan solo tuviera la oportunidad de abandonar ese mundo oscuro; las
amenazas, el poder, las muertes. Si tan solo fuera un tipo común y
corriente, le entregaría mi corazón y la dejaría hacer conmigo lo que
quisiera. Me permitiría sentir más allá que un deseo, le daría paso a mi
alma a encontrar un lugar seguro, le daría mis miedos, me mostraría tal
cual soy... la amaría, pero no puedo, no debo, no soy libre".
Me quedo demasiado tiempo impactada al leer las palabras, si no las
hubiera encontrado en su cuarto y no lo miro esconderlas, jamás creería que
han salido de él, que han sido escritas por sus manos y creadas por su
mente. Ethan Johnson destila cualquier cosa, menos ser un romántico
empedernido.
Confundida y hasta impresionada por ese grito de ayuda secreto que ha
dejado impregnado en solo ese párrafo, leo con rapidez el resto. Me
conmueve hasta el punto de las lágrimas, siento cómo mi piel se eriza al
llegar a la parte en la que habla de estar solo, sin nadie, sin nada que lo
motive a ser mejor, a escapar.
Levanto la mirada al terminar y al hacerlo, Ethan está sentado sobre la
cama, mirándome con atención y no sé si nervioso o muy, muy enojado por
mi intromisión.
—Te dije que eso es privado —murmura las palabras, hay cabreo en
ellas y me arrepiento de haber sido una chismosa de primera, pues sí,
supongo que es lo más privado que hay en su vida ya que en el día a día da
la impresión de ser intocable, de no temerle a nada. Quizás solo estoy
exagerando y es un relato, más nada.
—Lo siento, de verdad yo...
—Creo que es mejor que te marches —dice entonces y me congelo.
—Ethan. de verdad, esto fue una inmadurez de mi parte. No debí,
perdóname... yo solo me quedé intrigada, es todo.
No puede ser que arruine nuestro intento de relación en cuestión de
horas.
—No te preocupes, cuando haya recuperado mi dignidad, te buscaré.
Vete —me pide una vez más.
—¿Estás avergonzado por lo que leí? —me atrevo a preguntar
arriesgándome a que el cascarrabias aparezca de nuevo y me eche realmente
de la fraternidad.
—¿Por qué no te vas y hablamos luego? —insiste ya sin mirarme.
—¿Y por qué no me contestas? ¿Te avergüenzas? ¿Crees que voy a
reírme? Yo no soy uno de tus amigos Ethan, lo que escribiste ahí me parece
realmente hermoso y doloroso y me hizo sentir demasiado y...
—Eran mis secretos, era mi privacidad. No estoy acostumbrado a
compartir mi vida con nadie, mucho menos mis miedos y te has atrevido a
invadir mi espacio de esa forma. No cabe duda de que eres una niña
caprichosa en la que jamás debí poner mis ojos, pero cometí el error de
olvidar que mi vida es una mierda y aquí estamos —brama furioso—. Dame
un momento, ¿sí?
Trago saliva con dificultad y decido hacerle caso y marcharme. Puede
que esas hojas me hayan dejado claro que Ethan no es quien aparenta ser, y
él me ha dejado aún más claro que no piensa compartir sus secretos
conmigo y mucho menos lo que sea que lo atormenta. Así que me largo, en
ocasiones raras y esporádicas es mejor retirarse y no echarle más sal a la
herida.
Me visto aún ante su penetrante mirada, me ha visto desnuda ya, qué
más da que me vea una última vez. Camino apresurada hacia la puerta y ni
siquiera me molesto en voltearlo a ver. Él ni se inmuta y me deja ir con
bastante facilidad.
Justo al bajar las escaleras me encuentro cara a cara con Eleanor y trato
de recomponerme un poco.
—¿Qué te hizo el imbécil? —suelta sin dudar. Vaya, no pensé que una
discusión con cara dura se me notara en cada maldita expresión del rostro.
—Nada.
—Blair —me llama cuando ya voy por el último escalón—, sé que
estabas con Ethan, me pidió que entretuviera a Nathan para que pudieran
salir con calma de la habitación, de hecho, tu hermano y su novia están
bastante lejos de aquí haciendo cierta cosilla por mí —comenta y me quedo
quieta sin saber qué decir. He hablado un par de veces con Eleanor pero eso
no nos convierte en amigas, al menos no aún—. ¿Quieres compañía? —
agrega.
—No es necesario —musito.
—Anda, que no muerdo —me dice y pronto la tengo a mi lado. Termino
asintiendo. Quizás ella, que es muy cercana a Ethan, pueda aclararme el
panorama.
Salimos de la casa y al principio caminamos en silencio.
—¿Vives en la fraternidad? —rompo el hielo.
—No, tengo mi propio apartamento, es pequeño pero me lo pago yo
solita y tengo más privacidad. Aunque a veces me quedo a dormir con
Tony.
—Tú y Tony...
—Somos mejores amigos, él y Ethan son como mis hermanos. Si lo
preguntas por lo que pasó en la playa, Tony me ayudó a descubrir que no
me gustaban los chicos y decidimos ser amigos.
—¿Desde hace cuánto conoces a Ethan?
—Desde hace muchos años. ¿Qué te hizo ese idiota? No me digas que
volvió a su faceta de negación y te ha alejado nuevamente.
—Más o menos. No lo entiendo, hoy es lindo y mañana un auténtico
hijo de puta.
—Así es él. Es un buen tipo, pero carga con demasiadas cosas, muchas
responsabilidades. Le dije que si de verdad estaba interesado en ti debería
olvidarse de su carácter de mierda —se ríe.
—Bueno, digamos que esta vez yo he hecho una pequeña travesura que
lo ha puesto de mal humor —lo defiendo sin darme cuenta.
—¿Qué le hiciste?
—Le he leído un escrito —solo hago el comentario con la intención de
saber si realmente se lo oculta a todo el mundo.
—Ya me imagino la cara de ese desgraciado. La única vez que alguien
intentó leer lo que escribe en esa máquina antigua le dio unos buenos
guantazos a la persona en cuestión.
—¿A quién?
—Nathan. Así se hicieron amigos.
—¿¡Qué!?
—Sí. Los chicos retaron a Nathan a averiguar qué demonios escribía
Ethan, fue su reto de iniciación. Ethan luego se disculpó, se emborracharon
y terminaron siendo amigos, formando parte del grupo. La vida de Ethan no
es sencilla, Blair. Si quieres estar a su lado tienes que aprender a respetar
esa parte que no comparte con nadie. Tú lo miras así, con su cara de malo
todo el tiempo, yendo con nosotros de un lado a otro, frío y calculador y, en
realidad es alguien muy solitario.
Le ha costado un mundo aceptar que lo has hecho… sentir.
Me río al imaginarme toda la escena, a pesar de que mi hermano se llevó
unos buenos guantazos, luego me entristezco porque no sé qué tanto pueda
soportar el estar con alguien que no desea abrirse con nadie, ni siquiera
conmigo. Sin darme cuenta hemos llegado rápidamente a la residencia y le
agradezco a Eleanor la compañía, no sin olvidar preguntar: —: ¿Por qué te
has ofrecido a acompañarme? Me pareció que ayer te enfadaste un poco con
mis preguntas. Ella se ríe un poco.
—Si formas parte de la manada, entonces la manada te cuida como si
fueses el jodido presidente del país.
Se despide dándome un apretón en el hombro.
Me paso demasiado tiempo pensando en lo poco o lo mucho que me ha
soltado.
Si son una manada, si se cuidan tanto, no tiene sentido que mi chico de
ojos grisáceos y cara de matón se sienta tan solo.
En cuanto estoy en mi cuarto, me tiro sobre la cama y mis ojos se cierran
solos, me quedo profundamente dormida.
Creo escuchar la voz de Norma a lo lejos, y estoy tan cansada que no
tengo fuerzas para despertarme. No sé con exactitud si mi cansancio es
producto de tantas horas sin dormir o de la tensión que llevo acumulando
desde que encontramos a los chicos en aquel callejón. Las cosas han venido
empeorando de cierto modo.
Un sonido estruendoso me despierta, están tocando la puerta tan fuerte
que me llevo las manos a la boca y ahogo un grito. Después de todo lo que
ha pasado, es normal que reaccione así, creo.
—Blair, ¿por qué cojones no abres la puerta? —Me relajo en cuanto
escucho la voz de Ethan.
Me pongo de pie y abro enseguida.
—¡Dios mío, Ethan! Casi me matas del susto.
—Es que te has perdido todo el día... —responde y se lleva una mano al
cuello algo incómodo.
—¿Es todo lo que dirás? —lo animo a disculparse si es que quiere que
esta conversación continúe.
—Yo... lo siento, ¿de acuerdo? Soy un cara dura y cascarrabias y
amargado y con carácter de mierda y no debí hablarte así solo porque leíste
mis tonterías. No contesto, lo miro aún dolida por su comportamiento y
entonces da un paso hacia mí y ahueca mi rostro con sus manos, me mira
con su particular ceño fruncido.
—Perdóname —susurra—, Oye, pequeña, perdóname, ¿sí? Me he
pasado todo el día intentando comunicarme contigo, creo que te he llamado
unas treinta veces.
Me asombro, no he escuchado ni una sola llamada, creo que he caído
como piedra. Sigo callada, no sé realmente qué decirle.
—¿No vas a hablarme?
—No podemos seguir con el tira y afloje, Ethan —hablo con seriedad.
—Lo sé.
—Si vamos a arriesgarnos a que Nathan nos rompa el cuello por
involucrarnos, necesito que dejes de ser tierno un segundo y explotes al
siguiente. Siento mucho haberme entrometido en algo tan tuyo, pero...
No me permite terminar de hablar, arremete contra mi boca con una
agilidad que hace que mis piernas se tambaleen y un cosquilleo intenso me
recorra cada espacio del cuerpo. Mis terminaciones nerviosas le
corresponden y se tranquilizan demasiado pronto, mi cuerpo obedece todo
ese deseo que desprende y al siguiente segundo estoy enterrando mis manos
en su pelo alborotándolo más de lo que ya lo traía.
Me envuelve en sus brazos y me apretuja contra su cuerpo. Jadeo por la
forma en la que sus manos se mueven a través del mío, lo hace de forma
lenta y perturbadora mientras me come la boca, incluso sus dedos caminan
sobre mis muslos hasta llegar a mis pechos, los cuales son invadidos por las
palmas de sus manos y desesperada por sentirlo más, por absorberlo, por
apoderarme de su esencia, su aroma y hasta de su sombra, tiro de su camina
y camino hacia atrás hasta caer sobre la cama.
Obtengo justo lo que quiero; su cuerpo sobre el mío moviéndose,
restregándose, sus caderas se clavan sobre mi sexo como si estuviera
entrando y saliendo de mí y gimo perdida, total y completamente poseída
por el movimiento de su lengua, por esa dureza que inicio a percibir
rozando mi entrepierna.
Nos separamos por falta de aire y respiramos agitadísimos. Mi nariz se
roza con la suya constantemente y nuestros pechos suben y bajan con
violencia.
—Juro por el infierno que haré las cosas a tu manera si con eso puedo
tenerte así —me dice sin apartar su vista, la cual ahora es acompañada por
un color casi negro.
—Lo que leí fue hermoso, creo que muchas personas podrían
identificarse. No tienes que sentirte apenado. —Acaricio su rostro con
vehemencia.
—¿De verdad no crees que es una ridiculez?
—No, Ethan, es perfecto y deberías compartirlo.
—No. Escribir no es mi destino —comenta y noto cierta melancolía.
—Quizás tu destino es que me muestres todo lo que escribes, ¿no crees?
—lo molesto un poco y me gano una pequeña sonrisa.
—Tal vez.
—¿Lo harás?
—¡Ah! —se queja—, ¿tengo otra alternativa?
—No —soy contundente.
—Ya veremos.
Poco a poco se acomoda en el pequeño espacio que aún queda de mi
cama y me atrae hacia él, me acurruco con confianza y trazo círculos en su
pecho hasta que él toma mi mano y me da un beso en la punta de cada dedo,
luego en mis nudillos y finalmente gira hacia mí y vuelve a besarme con
intensidad pura y aniquiladora.
—No puedo parar de besarte —comenta abatido.
—Pues no lo hagas —le exijo besándolo esta vez yo—. ¿Cómo está tu
herida? —agrego después de varios minutos.
—Perfecta.
—¿De verdad me llamaste treinta veces?
—Sí, no sabía nada de ti y tu hermano tampoco y Norma no me
contestaba el teléfono.
—¿Lo hiciste por celos o por todo ese problema con Barak?
—Yo no soy celoso, señorita. Fue por lo que pasó ayer.
—No eres celoso... supongo que no te importará que te pida que te
marches porque he quedado con Mark para cenar otra vez —bromeo y se
pone muy serio de inmediato.
—Para que te quede muy claro, Mark ya no volverá a invitarte a nada, al
menos a nada que parezca una cita —habla entre dientes—, y antes de que
lo preguntes, le he dicho que estás conmigo ahora y guarde su maldita
distancia.
—Pero no eres celoso —me río a carcajadas.
—No, no lo soy —insiste—. Fue una conversación entre amigos.
—Celosín —me creo chistosa y hace pucheros—. ¿Me llevas a cenar tú
entonces?
Tarda en asentir, pero termina accediendo y solo me cambio de ropa. No
es un secreto que no me he duchado, pues me he dormido con la misma
ropa, es cuando recuerdo que no he cepillado mis dientes en todo el día y
que Ethan me ha besado. Corro a las duchas y parezco una maniática
lavándolos.
Regreso al menos con un aliento más fresco y la cara lavada. Salimos de
la habitación y doy dos pasos antes de atreverme a tomarle la mano y
caminar de esa forma, él se tensa al principio y luego se relaja tomándome
con más propiedad. Gracias al cielo ha venido en el Jeep y no en esa moto
endemoniada.
No paramos de hablar durante todo el camino hasta llegar a un pequeño
restaurante cercano al campus, ya he venido con Norma.
Entramos riéndonos de una tontería que he hecho, aunque las risas se
terminan cuando mira hacia todos lados como si fuese un guardaespaldas
profesional o algo así.
Le pido que se relaje, y le recuerdo que las riñas tontas tienen que parar
algún maldito día, me explica que no es tan sencillo y escoge la mesa más
lejana del resto de personas que comen en el lugar.
Aparta la silla para que pueda sentarme y luego él lo hace frente a mí.
—Por favor dime que no eres fan de las chicas que comen ensaladas,
porque tengo mucha hambre. —No despego mi mirada del menú, quiero de
todo sinceramente.
—Gracias al cielo que no lo eres.
Estoy por ordenar cuando Ethan mira hacia la entrada y frunce los
labios, giro hacia la misma dirección y no puedo evitar ponerme nerviosa.
Los chicos están aquí, mi hermano también, Norma, Eleanor e incluso
Kim.
No es necesario decirnos nada, tenemos que fingir, no hay otra opción,
al menos de momento y odio que nuestra cita se haya arruinado.
Nuestros amigos y la rubia nos ven enseguida, desde aquí miro la cara
de sorpresa de todos, hasta Norma finge a la perfección, igual que Eleanor,
y Kim no luce tan contenta. La primera en acercarse es precisamente ella y
no pierde el tiempo, a mí ni siquiera me regala una mirada, no es que me
sienta ofendida, yo tampoco pienso saludarla, sin embargo, cuando la veo
sentarse muy cómoda en las piernas de Ethan y darle un beso en los labios,
casi tomo el plato y se lo estampo en la cara, él no ha respondido al beso,
pero tampoco lo ha detenido y sigue estando en sus piernas.
Lo miro furiosa importándome poco que estén los demás presentes y él
niega con su cabeza enseguida.
—¿Quieres sentarte en la silla, Kim? —lo escucho decir—. Kim,
siéntate en la puta silla —le repite y ella no hace caso alguno.
—¿Qué hacen aquí? —interrumpe mi hermano—, ¿Blair? —Ni Ethan ni
yo le respondemos nada. Solo nos dedicamos a vernos ya que no podemos
decirnos nada, sé que me está pidiendo que me calme, no puedo. No haré el
papel de estúpida.
—Sí, ¿qué hacen aquí? ¿Me engañas con ella? —pregunta Kim riéndose
y Mark también ríe. Nathan gira hacia Ethan molesto.
—Claro que no —contesta Ethan—, me la he encontrado aquí.
—Ya veo —murmura mi hermano—, ¿qué haces aquí? ¿Cómo estás?
—Comiendo, ¿no es obvio? —respondo de mal humor y Ethan al fin
quita a Kim de sus piernas y se pone de pie—. Y, ¿cómo estoy? Espero que
sea la última vez que te metes en una pelea Nathan. Ya sé que has estado en
prisión otras veces. Vuelves a hacer algo como lo de anoche y te juro que
hablo con tía Lili.
Tengo que admitir que no quiero actuar como madre protectora, tampoco
recitar sermones sobre buen comportamiento. Mi respuesta solo es producto
de una combinación de celos y rabia. Aunque mi hermano ciertamente
merece un poco de mi amargura.
—Soy mayorcito, no pueden hacerme nada, ni tú, ni ella —responde sin
verme siquiera. ¿Qué le pasa? Nunca me había hablado así.
—Bien, recuerda esas mismas palabras la próxima vez que intentes
meterte en mi vida, también soy grandecita y deja de mentirme, no seas
como otros idiotas—eso último se lo lanzo a Ethan y me pongo de pie para
marcharme.
—Blair —me llama Ethan tomando mi brazo.
—No me toques —contesto entre dientes y sigo caminando. Todos
comienzan a murmurar mientras me alejo. Estoy por salir del restaurante y
mi hermano me detiene impidiéndome marcharme al tomarme de los
brazos.
—Lo siento hermana, no quise hablarte así.
—Deja de meterte en peleas, Nathan. Ya sé lo que está ocurriendo,
Ethan me lo ha dicho todo. Lo de las riñas con esos sujetos peligrosos. Por
favor, deja de meterte en problemas o vas a hacer que enloquezca.
—No volverás a presenciar ninguna pelea, enana. Te lo prometo.
Hablando de eso, ¿por qué estás pasando tiempo con Ethan?
—¿Qué importancia tiene eso en este momento?
—Pues, que se me hace muy raro que ahora él tenga todo un aire
protector contigo, ha querido venir a tranquilizarte en vez de dejarme
hacerlo a mí. Blair, voy a decirte lo mismo que acabo de decirle a él, si se le
ocurre ponerte un dedo encima lo mato.
—Deja de exagerar, Nathan. Me largo.
—No, no. No te marches, quédate y cena.
—No quiero.
—No seas amargada, dejaré de ser el hermano sobreprotector pero
quédate. Anda, vamos a pasarla bien —insiste. Finjo que lo pienso un poco
aunque deseo irme más que nada en el mundo.
—De acuerdo —digo finalmente porque no quiero levantar sospechas.
Nathan cruza su brazo por mi espalda y me da un beso en la frente.
—Te quiero, enana.
—Y yo a ti.
La enorme sonrisa que llevo desaparece de mis labios cuando mis ojos
se centran en dos personas nuevamente. Kim se ha sentado otra vez en las
piernas de Ethan y él no parece nada incómodo.
CAPÍTULO 14

LAS CARTAS SOBRE LA MESA

N o tiene ni valor para mirarme, decide estancarse en el limbo


observando sin razón alguna los cubiertos puestos sobre la mesa.
Norma voltea hacia mí tratando de darme un subidón o quizás
siente lástima, o qué se yo. Trato cómo puedo de disimular no solo mi
molestia, también el bajón de ánimos y las notables ganas de chillar como
una loca en busca de una explicación.
¿Qué demonios le pasa a Ethan?, ¿esto es un juego para él? Besarme y
seducirme es su forma de proteger a la hermanita de su mejor amigo o qué
diablos está pasando en realidad.
—Qué bueno que no te marchaste, mascota —habla Mark—, ven,
siéntate aquí —me sugiere, quiere que me siente a su lado, y no lo hago con
la intención de pagarle con la misma moneda a Ethan, lo hago porque es la
única silla disponible, aparte de la de Kim, pero tiene bien puesto su trasero
en las piernas de Ethan y sus pies sobre la silla.
Caminar hacia mi lugar, sí que llama la atención de Ethan y finalmente
se atreve a mirarme.
Yo aparto la mirada.
—¿Por qué no te sientas en donde estabas? —alza la voz y continúo sin
voltear a verlo—, Tony, quítate —le ordena a su amigo quien está sentado
en mi antiguo puesto.
Tony lo hace sin rechistar, vaya que tiene influencia en todos, pero no es
necesario que Tony se quite porque no pienso seguir sus órdenes.
—No es necesario, Tony. Aquí está un lugar, da igual donde me siente.
—A mí no me da igual —suelta Ethan y todo el mundo decide callarse.
Nathan mira con fastidio lo que ocurre.
—Ethan... —pronuncio su nombre con cierta advertencia y luego miro a
Kim para que le quede claro que no importa lo que haga, sigue teniendo a
esa mujer encima.
—Kim, apártate de una puta vez, ¿quieres? —No me gusta nada el tono
que usa, tan grotesco pero no puedo obviar que cuando la rubia chasquea la
lengua y al fin se sienta en la silla, cierto alivio aparece. Sin embargo, mi
molestia no disminuye ni un poco—. Tony —insiste. ¡Cielo santo!
Tony sale del lugar y me sonríe.
—Anda, mascota. Tú estabas ahí, no pasa nada. Siéntate —me pide.
—¿Cuál es el maldito problema? —se queja Nathan—, siéntate donde
quieras Blair, esto parece una competencia —agrega y acribilla a Ethan
sofocado con sus expresiones.
Dándome cuenta claramente de la tensión, decido cortarla de una vez y
me siento en mi antiguo lugar, frente a Ethan, él llama de forma
desesperada al mesero para que tome mi orden argumentando que muero de
hambre y que el resto puede esperar.
No hay nadie en esta mesa que no note que algo está pasando entre
nosotros. Eleanor se ríe un poco al igual que Zac y Tony. Norma disimula
porque tiene a la par a un Nathan molesto y Kim y Mark están... ¿por
explotar? No lo sé.
Mi comida llega obviamente antes que la del resto y no quiero ser una
maleducada, a pesar de los esfuerzos de Ethan, como hasta que todos tienen
su plato frente a ellos.
Quisiera decir que después de el abrupto inicio de esta cena grupal todo
vuelve a la normalidad y estamos hablando como si nada, pero no es lo que
sucede.
Mark me pregunta un par de cosas sin importancia y Ethan no se mira
nada contento.
Kim no tarda en hacer otro intento y se acerca disimuladamente a Ethan
tocándole el cabello y masajeando sus hombros, le da un beso en la mejilla
y aún frente a todos miro cómo le acaricia la pierna tratando de estimularlo.
Nathan recibe una llamada que no puede contestar frente a todos
aparentemente, pues se retira al baño y es cuando Ethan toma a Kim de los
brazos y la devuelve nuevamente a su sitio, no escucho lo que le dice
porque tiro mi servilleta sobre la mesa, hago mi silla hacia atrás, me pongo
de pie dispues-

ta a irme.
Camino apresurada hasta la salida y esta vez consigo llegar al
aparcamiento. Pronto escucho unos pasos fuertes detrás de mí.
—Blair. —Me hace girar y toma mi quijada.
—No quiero hablar contigo.
—Escúchame...
—No, no voy a escucharte. Dijiste que hablarías con ella y
evidentemente no lo has hecho y yo no voy a ser un juguete para ti, Ethan.
Si quieres utilizar todo esto de estar juntos a escondidas por mi hermano
para tener las cosas fáciles y estar con Kim al mismo tiempo, ahórrate las
energías.
—De acuerdo, entonces entremos y digámoselo a tu hermano. Vamos —
me dice tendiéndome la mano—, me importa una mierda que Nathan se
moleste conmigo, lo que quiero evitar es que se enfade contigo y te diga
cosas de mí que solo me corresponden decirlas a mí.
—¿Y ya está? Crees que con esas palabras voy a olvidar que te has
besado con ella en mis narices, casi te toca y hace que te corras frente a
todos —reclamo.
—¡Joder, no! —se exalta.
—Buenas noches, Ethan.
—Espera, espera... Blair, espera maldita sea. No hablé con ella, ¿de
acuerdo? No la había visto, no hay nada entre nosotros y no sé cómo
cojones actuar ante esta situación. He venido detrás de ti como si me
tuvieras domado, ¿eso no cuenta? Te he dicho que hablemos con Nathan,
¿eso tampoco cuenta?
—¿Blair? —escuchamos una voz, que no es más que mi amigo David.
—Hola, David.
—¿Interrumpo?
—No, claro que no.
—Claro que sí, te largas ¿por favor? —le gruñe a David.
—¿Qué carajos te pasa? ¿Tú puedes besarte con otra tipa porque está mi
hermano presente y yo no puedo saludar a mi amigo?
—Blair, no me retes —dice entre dientes—, que le gustas, ¿no lo notas?
Le gustas al imbécil.
—Oye colega —intenta hablar David pero Ethan da un paso hacia él
intimidándolo.
—Yo no soy tu colega —espeta Ethan.
—¡Para! —le exijo.
—Hablemos, por favor.
—Resuelve tus asuntos y luego búscame. ¿Sí? Ahora, si me permites,
voy a pasar un rato con mi amigo. ¿Vienes solo David? —Giro hacia él.
—Sí —contesta inseguro.
—Te acompaño, vamos, yo no he comido.
—Claro, claro —me responde acercándose y llevándome con él mientras
Ethan se queda echo piedra y luego escucho un golpe, después la alarma de
un auto suena enloquecida y volteo solo para confirmar que le ha pegado a
un coche que no es el suyo.
No hago esto para "retarlo", tampoco quiero comportarme como una
niña caprichosa como muchas veces me ha llamado. David es mi amigo, no
pasa nada entre nosotros, somos compañeros de carrera y no hay nada de
malo en que cene con él hoy o cualquier otro día, en cambio lo que él ha
hecho con Kim es cruzarse los límites. ¡Se han besado! Él la apartó, pero
pasaron varios segundos antes de eso, pudo voltear el rostro, alejarse,
ponerse de pie en cuanto miró las intenciones de la rubia y no hizo más que
quedarse convertido en estatua.
A diferencia de los chicos, David y yo nos sentamos en la barra, en esas
sillas enormes.
Escucho como la puerta se estremece por la forma ruda en la que la han
tirado al entrar.
Ethan pasa a mi lado como si no me conociera y se sienta con sus
amigos.
Mi hermano no aparece hasta diez minutos después y al verme con
David no hace gran cosa, incluso lo ha saludado, no de forma tan amigable,
pero lo ha hecho y regresa a su mesa. Para variar —nótese mi sarcasmo—
Kim se sienta junto a Ethan una vez más y coloca su rostro en su hombro, él
esta vez no hace nada, no la aparta, y yo creo que explotaré en cualquier
momento.
—¿Qué pasó ayer? —escucho decir a David—, nos han dejado
preocupados, con todo ese alboroto fuera de la discoteca no supimos más de
ustedes. Bueno, de ti no supimos nada desde horas atrás. ¿En dónde
estabas? Te envié un mensaje.
No recuerdo haber recibido ningún mensaje, así que lo miro pensativa.
Quizás lo leí en medio de todo el ajetreo de la noche anterior y no le
presté atención.
—Como viste, mi hermano se metió en una pelea y terminamos en la
delegación.
—¿De verdad? Debiste llamarme, mi papá tiene algunos contactos en la
policía, pudo interferir.
—Olvidé que eres tan importarte —bromeo a pesar de mi mal humor.
—Ya qué, no puedo ocultar por siempre quién es mi papá. Oye, el tipo
de afuera, ¿es... tu novio? Porque nos está mirando como si quisiera
enterrarme un cuchillo.
Giro un poco hacia la mesa de mi hermano y en efecto, la cara de Ethan
es tan evidente que si mi hermano le presta atención no habrá necesidad de
confesarle nada.
La rubia nota que estoy observándolos y sus ojos verdes y ondulados no
se me pasan desapercibidos cuando gira hacia el resto de la mesa y se aclara
la garganta.
—Oye Ethan —les dice a gritos—, creo que me he dejado mi chaqueta
en tu habitación esta tarde. Con todo el alboroto que hicimos, se me ha
olvidado —suelta. Eso sí que me ha dolido, qué tonta he sido. Trago saliva
con dificultad y me bajo del taburete.
—Eres una idiota —exclama Norma.
—¿A ti qué te pasa, recién llegada? —le contesta Kim. Mi amiga creo
que se le ha ido encima porque un desorden total se forma.
—No te metas con Norma, Kim —la amenaza mi hermano y yo trato de
salir lo más rápido que puedo del local, David me sigue sin entender nada.
—¡Blair! —me llama Ethan en medio del alboroto.
—¿Me llevas a la residencia, David? —le pido apresurándome y él no
pone negativa, incluso toma mi mano y caminamos más rápido aún hacia
donde ha dejado su vehículo aparcado.
Abre la puerta por mí y desde esta distancia veo venir más rápido que un
rayo a Ethan Johnson, entonces tomo a David de la camisa y le estampo un
beso. De acuerdo, eso ha sido inmaduro, innecesario, un capricho. ¡Joder!
El beso no dura ni dos segundos porque el protagonista de mi historia
personal tira de mí y empuja con tanta fuerza a David que impacta la cabeza
sobre el marco de la puerta de su vehículo.
—¡Qué has hecho! —me enfurezco, pronto tenemos público. Tony es el
primero en llegar y me ayuda a levantar a David, ha quedado casi
inconsciente por el golpe.
—Ethan, tienes que calmarte —le aconseja su amigo.
No responde nada, solo se queda ahí mirando el panorama, lo que ha
hecho, bufa rabioso y se acerca a mí.
—No te atrevas —le aclaro.
—Te has besado con ese sujeto, tú y yo estamos juntos. ¿En qué carajos
pensabas?
—¿Juntos? ¿De verdad estamos juntos cuando te has acostado con Kim
por la tarde? Déjame en paz.
—Eso no es cierto, ni siquiera llegó a la fraternidad. Estaba
molestándote. Tony puede confirmártelo, tu hermano mismo.
—Claro, como si no supiera que si les pides que brinquen lo hacen sin
pensarlo. ¿Y quién es el niño ahora entonces? ¿De verdad quieres que me
ría de esta situación? ¿No tienes los pantalones para decirle a tu amiguita
cariñosa que ya no puedes revolcarte con ella?
—¡Joder! —murmura Tony siendo testigo de toda nuestra discusión.
—Tienes razón, yo...
—Tú nada, Ethan. Las cartas sobre la mesa, primero termina tu romance
esporádico y luego me buscas, veremos si para ese momento aún quiero
siquiera devolverte el saludo.
—¿¡Me quieren explicar qué cojones está pasado entre ustedes dos!? —
ese es Nathan y maldigo. No me he dado ni cuenta de que estaba
acercándose.
—Blair y yo estamos...—intenta aclarar Ethan pero lo interrumpo.
—No estamos juntos, no tenemos nada. No somos nada. Seguro cree que
debe protegerme como si fuera mi maldito hermano mayor.
No espero a que alguno hable y me acerco a Tony para ayudarlo a
sostener a David, poco a poco se reincorpora.
—¿Te sientes bien, David?
—Sí —es su escueta respuesta. Pero claro que está molesto, lo he
involucrado en este batido suculento de problemas.
—Dame las llaves, yo te llevo a tu casa.
—No es necesario.
—Claro que sí.
Prácticamente se las arrebato y el único que me ayuda a meterlo al auto
sigue siendo Tony. Paso en medio del resto que ya se han acumulado por
completo y no me despido de nadie, ni siquiera de Norma.
Apenas y tengo cabeza para poner la ubicación en mi teléfono y
escuchar esa robótica voz femenina que me dice cada tanto hacia donde
girar. David decide no hablar y entiendo que soy yo quien debe
explicaciones.
—Siento mucho haberte involucrado sin tu consentimiento.
—No me importa, Blair, tranquila. No estoy enfadado contigo, estoy
molesto porque me tomó totalmente desprevenido, ganas de darle una
paliza no me faltan.
—Preferiría que no lo hicieras, no tiene sentido. Lo que había entre él y
yo se ha terminado.
—¿De verdad? —dice con más entusiasmo del que debería.
—Sí —apenas y respondo.
—Blair, disculpa que te lo diga pero, ¿sí te das cuenta de la pinta que
trae todo ese grupo?
Me remuevo en el asiento totalmente incómoda.
—Lo sé. Uno de ellos es mi hermano.
—Olvida lo que dije —me pide avergonzado. David es un tipo que está
a años luz de los chicos, mientras ellos visten de forma estrafalaria, con sus
jeans rotos, desgastados, sus camisetas y sus chaquetas que no abandonan
por nada del mundo, David es más... clásico, usa jersey anticuados con
camisas de mangas por dentro.
—Sé que lucen como matones —admito—, pero son buenas personas.
Esto que pasó solo fue la acumulación de malas decisiones durante toda la
noche.
—Entiendo —susurra y estoy segura de que no entiende nada.
Entre más nos acercamos a su casa, mejor es la zona y no tardo en
descubrir que David no solo es el hijo del rector de la universidad, también
vive en una casa tan grande que apantalla al instante.
—Vaya, a esto se le llama buena vida.
—No le digas a nadie que vivo aquí, por favor. Erik es la única persona
que se acercó a mí sin segundas intenciones. Y quiero pensar que tú y
Norma también lo hicieron.
—No teníamos idea de quién eras. No te desgastes pensando en eso.
—De acuerdo, muchas gracias por traerme. Llévate mi auto para que
puedas regresar y nos vemos el lunes —se despide bajando del auto, ya
camina totalmente bien y abre mi puerta. Al salir y sin esperármelo me da
un ligero abrazo y un beso en la mejilla.
Digo tantas veces como puedo que no, él me ignora y entra a su pequeña
mansión. Estoy a punto de dejar las llaves sobre el auto y recuerdo lo
increíblemente lejos que estoy del campus en este momento. Suspiro
agotada y vuelvo a conducir el auto de David.
Es tarde cuando regreso a la residencia. Observo el amplio jardín que
tengo enfrente antes de bajar, pues me atemoriza un poco que Barak o
cualquier otro de esos tipos aparezca. Camino rápidamente hasta la
residencia y luego a la habitación y en cuanto entro paso el pestillo
sintiéndome más segura. Suelto la respiración que estaba conteniendo y doy
un brinquito cuando Norma se sienta sobre la cama.
—No quiero hablar ahora, Norma.
—Pero tengo que decirte algo importante.
—Te escucho.
—Lo que dijo Kim no es cierto.
—¿Qué clase de poderío tiene Ethan para que tú también te unas?
—Ninguno. Nathan me ha dicho que pasaron toda la tarde fuera de la
fraternidad. No tiene motivos para mentir, él no sabe lo que hay entre
ustedes, aunque lo sospecha. Y tu chico se ha puesto como loco cuando te
has marchado con David.
—No puedo creer que todo esto esté pasando.
—Kim es una desgraciada —me anima con ese comentario, aunque al
recordar que he besado a David creyendo lo contrario solo me hace sentir
una niña total.
Me tiro a la cama y apenas y me quito los zapatos me quedo dormida en
un abrir y cerrar de ojos. Sueño toda la noche, así que cuando despierto, el
sueño reparador que necesitaba ha sido inexistente. El domingo no tengo
noticias del dueño de los ojos grises, no ha enviado nada, ni un mensaje de
texto, ni una llamada, tampoco ha aparecido y yo no me armo de valor para
buscarlo. Así que el lunes mis ánimos son nulos.
Solo faltan treinta minutos para mi primera clase. Le tiro una almohada
a Norma para que se despierte y de repente el cuarto es una locura. Ropa en
el aire, zapatos volando, terminamos peinándonos con nuestros propios
dedos y salimos corriendo. Hoy tenemos examen y no he siquiera abierto un
libro. ¡Lindo!
Le escribo a David para vernos en el aparcamiento y entregarle su coche,
Norma se adelanta al salón de clases. Llega enseguida con un gigantesco
hematoma en casi la mitad de la cara producto del golpe en su coche. Yo he
provocado todo.
—No te ves nada contenta, Stoms —me dice David al llegar.
—No estudié nada.
—Tu novio me ha buscado esta mañana.
—¿Ethan? —no me cabe el asombro en el cuerpo, si le ha hecho algo
más juro que le daré un golpe yo misma.
—Sí. Se ha disculpado, bueno, solo dijo: Lo siento, es mi chica y he
perdido la cabeza. No se repetirá y se marchó. Creo que no se le da eso de
ser agradable.
—No, ser agradable no es de sus cualidades.
—Ya quita esa cara, no pasa nada. Al menos te besé.
—¡David!
—Es broma —me explica enseguida.
Pienso seriamente en enviarle un mensaje a Ethan, pero me muestro
cobarde. Sin embargo, no tengo que seguir pensando en si debo hablarle o
no porque está justo afuera de mi salón de clases, con su particular pinta de
malote, el pelo revuelto, sus anteojos de sol negros y de brazos cruzados.
—¿Qué haces aquí? —Sí, esa he sido yo fingiendo que no me alegra
nada que esté aquí.
—Tenemos que hablar.
—Pudiste buscarme ayer —argumento.
—Blair, yo nunca he tenido una novia y ahora entiendo lo sabio que fui
hasta que te conocí. Todos estos numeritos me rompen las pelotas pero...
hay algo en ti que puede más conmigo que yo con todo lo que me atrae de
ti. Me he disculpado con tu amigo, y le he dicho claramente a Kim que
estoy contigo, que me importa una mierda lo que haga o te diga y que eres
mi novia. Siento mucho no haber reaccionado como debí en el restaurante,
fui un imbécil.
—Eso no justifica que te hayas comportado como un idiota y hayas
golpeado a mi amigo.
—Él no te ve como ami... —antes de que termine niego con mi cabeza y
se calla—, tienes razón. No justifica nada, pero si me das otra oportunidad
actuaré mejor.
—¿Me estás pidiendo una oportunidad? ¿Tú?
—Sí, bueno... algo así. Hace mucho que perdí la batalla contigo, Blair.
Ayer traté de vivir un día común y corriente sin ti, como antes y ¡sorpresa!,
fue una mierda, estoy aquí, arrepentido y solo... quiero estar contigo.
—Yo también pasé un día de mierda.
—Y yo también te pongo las cartas sobre la mesa, no más besos con
amigos, con hombres, con nadie que no sea yo. ¿Me ayudas a comprender
cuánto tiempo se supone tengo que esperar a que el enfado se te pase y
podamos salir por ahí solo tú y yo?
—¿Te refieres a tener una verdadera cita? —investigo.
—Sí, eso.
—Dilo, pídeme que tengamos una cita romántica. —Estoy en graves
problemas, me ha convencido en menos de un minuto.
—Me retas todo el tiempo.
—Lo hago —lo acepto.
—¿Quieres tener una cita romántica con cara dura?
Una estúpida sonrisa aparece instantáneamente en mis labios. Me acerco
a él y lo beso como si llevase más de dos años sin hacerlo.
—Has pedido una cita con mucha facilidad, creo que no eres tan duro.
—Quizás soy un romántico empedernido —habla relajado—. ¿Estás
lista para esa faceta ridícula?
—Contigo estoy lista para lo que sea.
De un momento a otro su rostro es seriedad pura, su ceño se frunce
como acostumbra y me toma el rostro no con tanta delicadeza.
—Espero que cuando conozcas mi mundo decidas quedarte —habla
sobre mi boca.
—Dijiste que no me dejarías escapar. —Me acuerdo perfectamente de
sus palabras a pesar de lo ebria que estaba.
—Entonces no digas que no te lo advertí.
Todo lo demás deja de existir cuando siento sus labios sobre los míos.
Solo somos él y yo.
CAPÍTULO 15

LA CITA PERFECTA

—E l examen, Blair —Norma nos interrumpe al salir del


salón a buscarme, tengo que ir a clases y con pesar,
porque quisiera escaparme con él en realidad.
—¿Pasó algo entre Nathan y tú después de que me marché? —le
pregunto a Ethan ignorando a mi amiga, quien riendo entra nuevamente al
salón.
—Me ha amenazado unas doscientas veces, nada más. Es mejor si se lo
decimos.
—Yo creo que no —contesto.
—Yo creo que sí, todos lo saben ya. Se enterará de una u otra manera.
—¿Podemos esperar? —sugiero.
—De acuerdo. Haz tu examen, paso por ti en la noche.
—Bien, antes que lo olvide, gracias por disculparte con David, lo he
besado yo.
—Solo lo hice por ti, no me importa quién fue, te ha besado y eso me
cabrea demasiado.
—Tienes que controlarte, Johnson o te saldrán más marcas en la cara.
Con eso de que todo el tiempo andas con cara de malo... —bromeo.
Intento caminar lejos de él, pero mira hacia ambas partes del pasillo ya
vacío y sin darme tiempo a meditar sus acciones, me toma la mano y tira de
mí hasta estar dentro de un espacio muy oscuro y pequeño.
Ha abierto una puerta entre salón y salón, creo que este reducido espacio
lo ocupan para guardar instrumentos de limpieza, nos tropezamos con
algunos utensilios que logro divisar antes de que cierre la puerta.
Me acorrala con facilidad sobre una de las paredes y sus labios ya están
encima de los míos saboreándome a su antojo, metiendo su lengua en mi
interior, enrollándose con la mía, haciendo que mi cuerpo grite por sus
manos, por su piel.
Me asusta un poco todo lo que provoca en mí.
Me envuelve con sus brazos y se separa para juntar su frente con la mía,
sé que me está mirando a pesar de no tener mucha luz aquí.
—No puedo controlarme contigo —afirma y me da un beso en la punta
de la nariz en lo que sus manos suben y bajan por mi espalda—. No sé qué
demonios me has hecho, Blair, pero te juro que me traes vuelto loco, soy un
insensato por darme la oportunidad de estar contigo, pero no resisto la idea
de mantenerme alejado, y mucho menos la idea de que estés con alguien
más —comenta y besa mi cuello con una sensualidad que me carcome viva.
Llega hasta mi clavícula y lanza otro beso suave, con sus labios
humedecidos.
Mi camisa es de cuello redondo, sin pensárselo lo toma con sus manos y
lo estira hacia abajo, de modo que queda debajo de mis pechos, haciendo
que estos se unan más de lo que están por la presión de la camisa y parezca
que se saldrán de mi sostén en cualquier momento.
Baja su rostro y respira de forma tan agitada sobre mis senos que cierto
cosquilleo me recorre, ni siquiera me ha tocado o besado y mis pezones
duelen por lo endurecidos que se han puesto.
Ethan deja ir un beso cálido sobre uno de mis pechos y jadeo sin poder
evitarlo echando la cabeza hacia atrás y golpeando la pared, ni siquiera me
doy cuenta si me ha dolido.
Repite el gesto en el otro pecho, sus manos vuelven a ponerse en acción
y esta vez tiran de mi sostén hacia abajo haciendo que mis pechos salten y
se liberen.
No espera ni un segundo, se apropia de mi pezón derecho y gimo con
alivio.
¡Maldita sea! Su lengua ávida y eficaz se mueve en círculos sobre mi
pezón, succiona con potencia y la excitación se apodera de mí en su
totalidad, con su mano libre desabrocha mi pantalón y otro gemido
demasiado evidente sale de mí cuando sus dedos me dan toquecitos en mi
intimidad de arriba hacia abajo sobre mi braga hasta que decide también
introducir sus dedos y ser piel con piel.
—Separa las piernas, Blair —me pide y esta orden sí que la cumplo con
mucho gusto. Su boca regresa ahora a mi pezón izquierdo y cuando menos
me lo espero uno de sus dedos invade mi interior y me tiemblan las piernas
ante sus movimientos exactos, entre temerosos y de pronto rudos, cada vez
que entra por completo lo mueve en círculos y luego lo saca dejándome
perdida.
Sus movimientos continúan, su boca hace lo suyo con mis pechos,
intercambia de uno a otro y luego vuelve a mi boca que lo ansiaba como
loca. Mis manos pasan de su pelo a sus hombros y bajo hasta tomar su
miembro duro como una roca y lo masajeo sobre la tela de su pantalón.
—¿En qué momento perdí esta batalla? —se aleja solo para hacerme esa
pregunta.
—Seguro es que soy irresistible —estoy bromeando. Él se ríe, de esa
forma suya que es exclusivamente para mí y con sus dientes tira de uno de
mis pezones, un pequeño gritito se me escapa.
—Seguro —menciona e introduce otro dedo en mi interior, lo que hace
que me lleve trabajo tener control de mis emociones y expresiones.
Le da rienda suelta a mi cuello besándolo por todos lados, llega a mi
oreja y succiona el lóbulo. Se queda ahí simplemente respirando sin detener
sus movimientos. Apenas y puedo con la tentación unos segundos más y mi
interior explota humedeciendo sin duda alguna sus dedos. Dejo caer mi
frente en su hombro y respiro con dificultad.
—Estás conmigo y solo conmigo, dilo —me pide y devuelve todo lo que
movió o quitó a su lugar.
—¿Por qué suenas tan inseguro?
—Porque no soy ciego, ni estúpido, eres demasiado para mí. Lo sé.
Nadie tiene que aclararlo ni hacérmelo ver.
—Estoy contigo. —Si tuviese más tiempo me hundiría en toda esa
inseguridad hasta encontrar el motivo exacto por el cual piensa que hay
tanta diferente entre nosotros. Yo no lo veo de esa manera. Nadie es mejor
que nadie, todos somos un cúmulo de cualidades y de errores, las personas a
nuestro alrededor magnifican una de ambas partes, y otras llegan a ser tan
importantes en su estancia que, te hacen querer mejorar, te dan una especie
de empujón.
—Me pones mucho cuando eres obediente, pequeña.
—No te acostumbres, yo no pienso saltar solo porque tú me lo pides —
lo riño.
—Hagamos un trato.
—¿Otro?
—Sí, otro.
—Dime.
—No saltes si te lo pido, solo salta si te digo que estás en peligro.
—¿Cómo? —no lo comprendo.
—Escucha Blair, los problemas con la... pandilla, no se terminarán de la
noche a la mañana. Yo tengo una guerra privada con Barak y lo último que
quiero es que te sigan molestando. Si alguna vez te digo que corras,
correrás, si te digo que te escondas, lo harás y si te pido que finjas que no
me conoces, también fingirás. ¿Podrías?
—Me estás asustando —admito nerviosa.
—No es esa mi intención. Solo quiero que por ningún motivo vuelvan a
acercarse a ti, no deseo que por mis problemas tú tengas que vivir tensa. Y
buscaré la forma de resolverlo, te lo prometo. Me alejaré todo lo que pueda,
haré que los chicos se alejen, solo necesito que me des tu palabra, harás lo
que te diga.
—De acuerdo. No quiero hablar más de eso, me haces pensar que hay
algo oculto y no quiero desconfiar ni creerme una detective.
—Bien. Vamos, no quiero que pierdas tu examen.
Coge su teléfono para iluminar y busca entre tantas cosas de limpieza
algo con que limpiar su mano.
Me avergüenzo y él sonríe. Salimos y nos despedimos rápidamente, me
recuerda la cita y yo vuelo en una pequeña nube hacia mi salón de clases.
No dejo de pensar en sus labios, en sus ojos, en la forma en la que me
mira, en su voz, su rostro, sus manos, la manera en la que mi cuerpo se
estremece cada vez que sus brazos me envuelven.
Cuando pisé por primera vez la universidad, establecí de manera clara
mis objetivos y definitivamente enamorarme de alguien que está envuelto
en tanto misterio como Ethan Johnson, no estaba dentro de mi lista.
Y ahora, aquí estoy casi babeando por ese hombre gruñón, serio y hasta
grotesco, que sonríe para mí y solo para mí. Entro al salón y tengo que
rogarle al maestro para que me permita hacer el examen, finalmente lo
consigo pero no tengo el mismo tiempo que los demás. Al terminar me
acerco a David, Norma, Elena y Erick.
Los encuentro hablando sobre la pelea del sábado, y me uno al
sinnúmero de comentarios sobre el golpe de David.
Continúo sintiéndome mal por haberlo involucrado sin su
consentimiento, él parece no darle importancia y narra varias veces cómo
fue nuestro beso, lo que provoca más bromas y chistes.
Mis amigos intentan descubrir la razón de la estúpida sonrisa que llevo
en el rostro el resto de la mañana.
No puedo evitarlo, de verdad que parezco una adolescente, cuyo amor
de su vida le ha hablado por primera vez.
Nathan me envía un par de mensajes de texto, no sé si él está sondeando
el terreno o soy yo la que lo hago contestando de forma concreta.
Al final la conversación queda inconclusa y decido ignorarlo. No
importa cuánto Ethan y yo nos escondamos, tarde o temprano se enterará.
Los chicos y yo decidimos almorzar en una de las cafeterías del campus.
Mientras esperamos por nuestra comida, me percato de que a solo dos
mesas de distancia está Tony totalmente solo con una botella con agua,
mirando hacia un lado y otro como si quisiera encontrar algo y no lo
consigue. Señalo con mi quijada su dirección para que Norma lo mire e
intercambiamos miradas por su indiscutible y fallida forma de disimular.
Fingimos que no lo hemos visto unos cuantos minutos, quizás las que
estamos disimulando fatal somos nosotras y simplemente está esperando
por alguien. ¿Una novia? ¿Eleanor? ¿Mark, Zac, Nathan, Ethan? Los
minutos se vuelven casi media hora y no puedo más, me pongo de pie y lo
enfrento. Norma me sigue.
—Tony...
—Hola Tony, ¿esperas a alguien? —pregunta Norma, yo me limito a
mirarlo.
—Ah, hola, chicas no las había visto.
—¿No? —me asombro—, estamos a dos mesas.
—No estaba mirando el lugar.
Mentira, lo estaba haciendo tanto que seguro le duele el cuello.
—¿Estás esperando a los chicos? —vuelve a hablar Norma.
—No, ya me iba. Estaba comiendo algo para regresar a clases. Otra
mentira, pues en media hora no comió nada y no trae libretas, cuadernos,
libros. Nada que me haga pensar que de verdad irá a una clase.
—Claro. —Me cruzo de brazos.
—Bueno, tengo que irme. El sábado hay fiesta, vendrán, ¿cierto?
—¿A qué fiesta...
—Ahí estaremos —me interrumpe Norma.
Vemos cómo Tony se pone de pie y sale casi corriendo del lugar.
—¿Tú sabías de esa fiesta? —la interrogo.
—No, ¿y tú?
—No. ¿Por qué me has interrumpido?
—Porque íbamos a quedar en evidencia, nuestros novios no nos han
dicho nada.
Nada me parece normal, así que finjo que voy al baño cuando en
realidad salgo de la cafetería para hacer una sola llamada. Ethan me
contesta enseguida.
—¿Pasa algo? —es lo primero que dice.
—¿Por qué enviaste a Tony a seguirme?
—No sé de qué me hablas.
—No actúes, Ethan. ¿Por qué?
—¿Con qué excusa enviaría a uno de mis amigos a seguirte?
—De acuerdo, no lo aceptes, me temo que nuestra cita quedará
cancelada.
—¡Oye! —me reprende—. No te aproveches.
—Entonces, dime la verdad.
—No lo envié, él estaba ahí cuando llegaste, me envió un mensaje
burlándose porque desde que sabe lo nuestro no hace otra cosa más que eso
y le he pedido que se quede un poco más.
—¿Y eso no es pedirle que me vigile? —exclamo molesta.
—No. No le pedí que me dijera con quién estabas o qué hacías con
David... mierda —dice él mismo porque se ha descubierto solito—.
Escucha, puede que le haya dicho que se quedara por si pasaba algo.
—¿Puede...?
—Está bien —acepta al fin y lo imagino poniendo pucheros—. Lo
siento, ¿sí? Fue un impulso, dejaré de darle tantas vueltas a lo de Barak y
dejaré de hacer locuras.
—Gracias —concedo—. Que no se repita.
—Me cabrea que seas tan mandona. No puede haber dos mandones en
una relación. Tienes que hacerme caso.
—En realidad, ninguno debería mandar al otro y si no se trata de una
situación de peligro —ironizo—, la única forma en la que te puedo hacer
caso es en tus sueños, queridito —lo molesto.
—Sigues retándome, quizás hoy encuentre la forma de volverte más
dócil, tal vez sin ropa alguna podríamos llegar a un buen acuerdo —está
siguiéndome el juego.
—Tal vez, te veo en la noche —es lo último que digo.
Regreso a nuestra mesa y no puedo dejar de pensar en mi cita de esta
noche. Picoteo la comida y no presto mucha atención a la conversación de
mis amigos. Miro el reloj frecuentemente y decido detener la intensa marea
de chismes y apresuro a Norma. Sé que en cuanto le diga que tengo una cita
querrá realizarme otro cambio de imagen y, tomando en cuenta que se tarda
horas, prefiero marcharme ya.
En la residencia pasa lo que sospechaba. No me deja terminar de hablar
e inicia a sacar vestidos largos y un poco elegantes de su parte del closet.
De hecho, he tenido la sensación de que ya sabía que esta noche saldría con
Ethan. Dejo que saque todo lo que quiera para finalmente reírme con todas
las ganas del mundo.
—¿Pretendes que me ponga uno de esos vestidos para ir a una cita con
Ethan?
—Casi ningún chico te lleva a citas, no a esta edad. Si quisiera llevarte
al cine te lo hubiera dicho, o a comer pizza, o a un motel. Anda, ponte uno
bonito, no son la gran cosa. Por favor. Si quieres que no le diga nada a
Nathan, es mejor que inicies a hacerme caso.
—Sé que, aunque no me ponga eso que llamas vestido, no le dirás. Pero,
este me gusta.
Tomo uno color azul oscuro, es veraniego y se ajusta bastante en mis
pechos para luego caer hasta mis pies. La tela es fresca y eso me termina de
convencer. Tiene un amarre en mi cuello, lo que lo convierte en un vestido
de fácil acceso; deshaces el nudo y quedaría en ropa interior.
Podría reventarse o soltarse debido a que mis pechos son un poco más
grandes que los de Norma. Bromeo al respecto y finge estar enojada por
cinco minutos hasta que le pido que me maquille y se olvida de mi anterior
comentario. Esta vez escoge sombras naturales y no me pinta los labios.
Suelta mi coleta y deja que mi cabello abrace mis brazos.
—¿En serio piensas llevar tu bolso de fresa? Ya te dije que no eres una
adolescente.
—A mamá le gustaban mucho.
—Porque tenías diez años.
—Bueno, pero estos no son igual a los que tenía a los diez. Son más
sofisticados.
—Siguen siendo frutas o comida —mira por la ventana y sonríe—. Creo
que ya llegó, anda, disfruta con tu bolso de fruta y tu chico malo.
Salgo lo más rápido que puedo y me quedo de piedra cuando lo veo. No
trae jeans comunes; son formales. Y la camisa de botones esta vez no la trae
por fuera, ni recogida hasta los codos. Incluso su cabello está impecable.
Ahora sí me siento ridícula con mi bolsito en forma de fresa. Camino con
pasos cortos hacia él y me devora con esa mirada suya, tan oscura a pesar
de que sus ojos no sean negros.
—Me gusta tu vestido —dice de pronto antes de abrazarme y darme un
delicado beso en la mejilla—. Dime que no luzco ridículo.
—Estás perfecto, Ethan. Ahora, dime si no crees que este bolso es
totalmente inapropiado. Porque si piensas llevarme a un lugar demasiado
fino puedo pedirle prestado a Norma un bolso serio.
—No serías Blair si no trajeras uno, es perfecto. Además, al lugar al que
vamos es bastante solitario, al menos a esta hora. ¿Lista? —Abre la puerta
del Jeep para que pueda subir. Asiento y subo al auto.
—¿Me das una pista?
—No.
—No seas malo —insisto.
—Es una sorpresa.
Me cruzo de brazos molesta y espero paciente alguna pista que consiga
sola.
Mi ceño se frunce al darme cuenta de que vamos hacia la playa.
Una cita en la playa de noche es algo rara, a menos de que me esté
llevando a Pacific Park, pero estamos vestidos demasiado formales para la
ocasión. Veo que pasa de lejos la entrada del muelle y que continúa
conduciendo hasta casi llegar a Venice. Detiene el Jeep y yo sigo con mi
boca cerrada, muy intrigada realmente.
Al caminar lo miro un poco, se toca constantemente las manos y tiene la
frente un tanto perlada.
—Ethan Johnson, ¿estás nervioso?
—Un poco, es la primera vez que tengo una cita con alguien, digo, una
cita de verdad. De hecho, es la primera vez que una chica me gusta tanto.
Sonrío y beso su mejilla. Se mira tan vulnerable en su papel de caballero
que quiero comérmelo a besos. La primera vez que lo vi, todo en él me
decía que era un tipo duro. Hoy estoy descubriendo que su dureza
solamente es una capa, una máscara y que el verdadero Ethan es más dulce
y especial de lo que todo el mundo piensa.
Seguimos caminando hasta que entramos a la arena y estoy
desconcertada porque no sé a dónde me lleva exactamente. La curiosidad
me invade, miro a todos lados y sigo sin descifrar cuál es el secreto de venir
aquí.
—Dijiste que no eras un asesino en serie —le recuerdo.
—Y no lo soy. —Me abraza por la espalda y pierde su rostro en mi
cuello.
Comienzo a entender todo cuando cierta luz llama mi atención, hay una
fogata casi a la orilla de la playa, miro a Ethan asustada pero él no voltea
hacia mí y se dedica a guiarme. Al acercarnos más, miro que alrededor de la
fogata hay una especie de alfombra que está debajo de dos almohadas
enormes que hacen función de sillas, una pequeña mesa en el centro con
comida y una vela muy cliché en medio.
Giro nuevamente hacia Ethan y ahora sí está expectante por mi reacción.
Camino más rápido, aunque mis pies se entierran en la arena con todo y
sandalias. Una chica sale detrás de la fogata apresurada. Eleanor.
—Lo siento, joder. Me he tardado más tiempo del pensado prendiendo la
puta fogata —argumenta y Ethan niega con su cabeza.
—¿Eleanor te ha ayudado? —pregunto.
—Sí.
—Que lo he hecho todo, solo porque lo quiero mucho. Disfruten, Tony y
yo nos encargamos de Nathan.
—Así que todos colaboran...
—Están emocionados. Creen que cambias mi humor y eso les conviene.
—¿Y lo hago?
—Totalmente.
—Esto es hermoso, Ethan... no era necesario que...
—Calla, claro que era necesario. Ya está hecho, solo disfrútalo.
—Que hayas escogido la playa es impresionante.
—Sé que es tu playa favorita. Así que pensé que no había mejor lugar
que este. —Me ayuda a sentarme en uno de los almohadones.
—Que sepas tanto de mí me pone un poco incómoda.
—¿Quieres que finja que no sé nada?
—Por favor.
—De acuerdo... ¿Cómo es que te llamas? —bromea.
—El temible Ethan Johnson, mejor conocido como el amargado del año,
haciendo una broma, vaya que mejoro tu humor.
—No solo mejoras mi humor, mejoras mis días de mierda —habla
demasiado serio para la ocasión.
Extiendo mi mano y la toma apretándola un poco.
—Esto es increíble...
—Te lo dije, quizás soy un romántico empedernido, aunque no lo
parezca —susurra.
Pienso en lo romántico que es todo esto, el sonido de las olas llega a mis
oídos todo el tiempo y sin duda me tranquilizan. Lo único que me preocupa
es que, hay una vocecita muy dentro de mí que grita desesperada que no me
enamore de Ethan Johnson. La cuestión es que ya no puedo evitarlo. Estoy
iniciando a sentir algo por él, o quizás es la emoción del momento. Nadie,
nunca ha hecho algo como esto por mí.
Eleanor hizo bien su trabajo, pues en la mesa hay un poco de todo y soy
la primera en picotear, y me doy cuenta de que con Mark me la pensé
mucho para iniciar a comer, con el resto de la humanidad en realidad y con
Ethan a pesar de que hay momentos en los que me intimida, ni me lo he
pensado nada.
—¿Qué estudias? —decido interrogarlo.
—Literatura.
—Claro, tiene sentido, si escribes de maravilla.
—¿De verdad lo crees o solo sigues diciéndolo para que no me sienta
estúpido?
—Lo digo de verdad, quisiera leer todo lo que escribes.
—Te lo mostraré —me asegura.
—¿Por qué decidiste estudiar eso?
—Mi madre siempre lo quiso así. Yo tenía diez años cuando descubrió
que me gustaba escribir.
—¿Ya no lo quiere?
—Está muerta, y a mi padre nunca lo conocí.
La noticia me deja impactada. Es huérfano, como Nathan, como yo. Y es
espantoso. Afectada más de la cuenta abandono mi asiento y me acomodo
junto a él. Sin darle muchas vueltas al asunto me animo a abrazarlo y lo
tomo totalmente por sorpresa. No responde enseguida, no se mueve, y la
tensión se le sale por los poros.
—Lo siento mucho.
—Sé que me entiendes.
—Un día despiertas feliz porque es Acción de Gracias y toca ir donde
los abuelos y todo se derrumba porque un neumático explota y los frenos no
funcionan bien. Dos niños huérfanos y una carga para una jovencita.
—No hablemos más de esto, no quise ponerte triste.
—Fui yo la que preguntó. ¿Cómo fue? —me arriesgo a tocar alguna
herida profunda que sigue sin sanar. Como la mía. Duda mucho antes de
hablar. Me mira a mí y luego a la arena.
—Mi madre era especial, era de esas mujeres capaces de hacer todo para
que su hijo no muriera de hambre. Sí, eso fue justo lo que la hizo
convertirse en una prostitu... —deja la palabra sin terminar—. La
asesinaron, uno de sus clientes. Me lo dijeron cuando cumplí la mayoría de
edad. Siempre le digo a Nathan que tuvieron suerte. Lili seguro es una
buena mujer. Yo terminé en un orfanato hasta cumplir los dieciocho. Eres la
primera persona a la que se lo cuento, ni siquiera Nathan lo sabe.
No quiero ser una sensible irremediable, no puedo evitarlo. Me imagino
a un niño pequeño con esos ojos preciosos teniendo que vivir aquello, solo
hasta los dieciocho, enterarse de la verdadera vida de su madre y tener que
lidiar con eso nuevamente solo.
—Blair, no llores. No tienes que sentirte mal por mí. Fue hace muchos
años.
—Pero lo hago.
—¿Por qué? Mírame, logré superarlo.
—Porque me importas.
—¿Cómo sabes que te importo?
—Porque cualquier cosa que te afecta, me afecta también a mí.
Asiente tantas veces algo confundido.
—Joder, entonces me importas demasiado. Muchísimo, no puedo ni
explicarte lo mucho que me importas desde la primera vez que te vi. Fue
como si algo me empujara hacia ti. Como si una voz insistente me repitiera
que tenía que cuidarte, protegerte, y es lo que voy a hacer.
—Tu madre debe sentirse orgullosa de ti, Ethan —es mi respuesta, sé
que necesita escucharlo, creérselo—, y yo me siento orgullosa de no
haberme equivocado contigo, sabía que hay algo más que la fachada de
impenetrable que te cargas.
—No, claro que no. No hay nada de mí que pueda hacer sentir orgullosa
a una persona.
—Pues es evidente que estás tan equivocado, y ya no estás solo —
agrego lo último porque estoy tan segura que sin familia ni hogar
permanente, es como se ha sentido todos estos años—. Tienes a los chicos,
a Nathan... me tienes a mí.
Cambia de posición y ahora es él quien me abraza, me mira y las olas
son el único sonido que nos acompaña.
—Te tengo, sé que te tengo, Blair. Por favor, ya no hablemos de cosas
deprimentes.
—Estoy de acuerdo. ¿Quieres enterrar tus dedos en la arena? —
propongo.
—Lo que tú quieras...
Salgo corriendo y quito mis sandalias, él se quita los zapatos. Enterrar
los dedos en la arena es fantástico, pero parecemos dos desquiciados en
mitad de la noche. Comienzo a girar y girar hasta que sus brazos me atrapan
y siento cosquillas por todo mi cuerpo, esa es la sensación que me provoca
todo el tiempo, unas malditas cosquillas que no puedo detener ni controlar.
—Necesito hacerte mía —su voz ronca inunda mis oídos—. Ahora
mismo.
—Y yo necesito que lo hagas.
CAPÍTULO 16

PRÍNCIPE Y VILLANO

N o será mi primera vez, siento como si lo fuera en este preciso


momento. Ethan me hace sentir tremenda e increíblemente
primeriza en todos los sentidos posibles. Su presencia me avasalla y
no de un mal modo; no me disminuye, todo lo contrario, me engrandece,
me hace sentir tan cómoda siendo yo, a pesar de que sé que mi sentido del
humor no le gusta nada o más bien le rompe las pelotas al igual que mi
insistencia y terquedad.
Caminamos en silencio atravesando la playa hasta llegar a su auto, me
abre la puerta y me toma de la cintura para ponerme en mi lugar, es él
también quien pone mi cinturón de seguridad y sus pulgares recorren mis
mejillas con dulzura, da un largo suspiro y junta nuestros labios.
—¿Qué me has hecho? —pregunta abatido—, me has vencido —agrega
y vuelvo a besarlo como respuesta porque de alguna forma él también me
ha vencido.
Segundos después sube al auto y lo pone en marcha. Somos un total
intercambio de miradas, de sonrisas, de coqueteo durante todo el viaje a la
fraternidad, aunque una vez frente a ella me entran los nervios. Nathan
podría descubrirnos. Hago el amago de salir del auto y Ethan me detiene.
Lo veo tomar su teléfono y hacer una llamada. No menciona ningún
nombre y pregunta directamente por mi hermano. Le pide a quien sea que
está del otro lado de la línea que se asegure de que mi hermano no salga de
su habitación.
Entramos a la fraternidad rápidamente, Ethan me guía con su mano
enroscando la mía. Lo extraño de todo este secreto es que, el hecho de que
mi hermano lo ignore hace que la adrenalina se eleve en mi interior. No
cabe duda de que casi siempre lo prohibido es más tentador que lo
aceptable.
No doy ni dos pasos dentro de la habitación cuando Ethan toma mi
cadera, me pone de espalda y pega mi cuerpo al suyo, mi trasero impacta
con su miembro que increíblemente ya está endurecido.
Mil sensaciones explotan en todo mi ser, sus manos recorren mi cadera
con lentitud y llegan a mi vientre, el vestido se adhiere a mi piel como una
capa más en este momento que sus manos presionan sobre la tela.
Sin esperármelo, con sus dedos traza círculos que me erizan la piel, baja
a mi zona íntima y sus dedos suben y bajan haciendo fricción,
humedeciéndome a niveles alarmantes con ese simple roce, aún con el
vestido puesto. Sus dedos ahora suben recorriendo mi cintura, mi torso, las
palmas de sus manos acunan mis pechos y hace que suba los brazos para
seguir recorriendo mi piel desnuda hasta atrapar mis manos y llevarlas hacia
atrás, a sus labios, en donde deposita pequeños besos en cada una.
Les da libertad a mis manos y aparta mi cabello haciéndolo a un lado,
suelta mi vestido del cuello y este cae al piso provocando pequeños
temblores en mi cuerpo casi desnudo por completo. Es cuando decide
provocarme con la sensualidad y habilidad de su boca, besa desde el centro
de mi cuello en línea recta y se detiene justo en donde mi sujetador se
desabrocha, la humedad que desprenden sus labios sobre mi piel me excita
y mi cuerpo exige más.
Adivina perfectamente lo que quiero y me hace girar quedando esta vez
frente a ese rostro impactante, el sujetador cae en el piso, no hace ruido
alguno, solo sé que es así porque mis pechos quedan libres unos segundos,
pues su boca vuelve a atacar y me estremece por completo cuando saborea
mis pezones, al simple tacto punzan de una forma enloquecedora.
Su lengua se mueve en círculos, sus labios presionan y sus dientes
mordisquean cada tanto en lo que sus manos se cuelan en mis bragas y me
exploran a su antojo.
El pensamiento de que esto terminará mal se desvanece. Si la atracción
que siento por Ethan Johnson es peligrosa, yo quiero correr el riesgo.
Me da unos segundos para recuperar el equilibrio cuando marca
distancia, sus ojos brillan como dos esferas de navidad, y aprovecho la paz
momentánea para quitar poco a poco cada uno de los botones de su camisa
y paso mis manos por sus hombros, su pecho, el torso y su cadera.
Desliza uno de sus dedos desde mi frente, pasando por mi nariz y
estacionándose en mi boca.
Deposito un pequeño beso en la punta de su dedo, separo apenas mis
labios mordiéndolo ligeramente y me atrapa con sus brazos. Nuestros labios
se reconocen al instante y nuestras lenguas se mueven agitadas.
—Eres preciosa, Blair. —Acomoda mi cabello detrás de mis orejas y me
besa, es un roce que deja casi en el aire—. Ni siquiera te he hecho mía y
estoy loco por ti. —Otro roce y un hormigueo intenso se apodera de mi
vientre—. Si hacemos esto, lo serás, completamente mía. —Otro roce y
siento que me tiemblan las piernas, no presto mucha atención a lo que acaba
de decir. Estoy concentrada en el desborde de sensaciones que causa en mí
con cada roce de sus labios—. Dime que lo serás.
—Lo seré —no sopeso mis palabras en absoluto, estoy absorta en sus
caricias, en todo lo que me provoca, en todo lo que me hace sentir.
Acaricia mis mejillas y vuelve a besarme con una intensidad
demoledora. Sus manos toman mis muslos y me sube con delicadeza a su
cama. Besa mi cuello y succiona algunas partes, mis bragas desaparecen al
siguiente instante y antes de tumbarse sobre mí, elimina cualquier rastro de
ropa en él.
Su dureza es imposible de ignorar, su lujuria se transmite al mismo paso
con el que se me tira prácticamente encima después de tomar un
preservativo y ponérselo, entierra sus dedos en mi pelo y su cuerpo se frota
con el mío, finalmente desnudos. Estoy empapada, ansiosa, necesitada y él
lo sabe, su sonrisa de victoria me lo dice a gritos.
Presiona su miembro de la raíz con su mano y sigue haciendo ese
movimiento sobre la hendidura de mi sexo, de arriba hacia abajo, apenas e
introduce un poco en mi interior y gimo, lo saca, me está martirizando,
repite la acción un par de veces en lo que chupa el centro de mis pechos con
esmero.
—Ethan —me quejo, ya no lo soporto más.
—Lo sé, pequeña, pero quiero escucharlo.
—Hazme tuya —le exijo sin pensármelo.
—¿Es una orden?
—Sí.
—Esa orden sí que me encantará cumplirá. —Me guiña un ojo.
Me mira fijamente y siento la intromisión de su virilidad. Está dentro de
mí, invadiéndome por completo. Sus embestidas suaves me hacen cerrar los
ojos y echar la cabeza hacia atrás. Una, dos, tres, cuatro, dejo de contarlas
en mi cabeza cuando aumenta la velocidad, la dureza y la agresividad. Mi
corazón late desbocado. Suaves gemidos se producen en mi boca y él gruñe
cerca de mi oído.
Sus movimientos feroces me estremecen hasta que hago mucho ruido y
Ethan pone una mano sobre mi boca, nos reímos y aun así no se detiene ni
un segundo. Entierro mis uñas en su espalda y eso solo lo induce a hundirse
aún más en mí, enrollo su cadera con mis piernas, mi abdomen se alza sobre
mi tórax mientras mis caderas empujan anárquicas mi sexo sobre su
miembro cada vez que entra y sale de mí.
Sus manos presionan con fuerza las mías que ha puesto por encima de
mi cabeza y su rostro se pierde en mi pecho, su lengua consume la pequeña
capa perlada que se está formando, a él no parece importarle, lo disfruta con
ganas, desesperada por la potencia del momento suelto su agarre y tiro de
su cabello. Creo que explotaré en cualquier momento.
Siento el desahogo en mi interior y me muerde un pezón cuando
nuestros cuerpos se contraen y llegan al éxtasis. Cae sobre mí respirando
agitado.
—Eres mía ahora —dice cansado—, no dejaré que escapes, mi pequeña
—suelta y beso su hombro. No me importa lo loco que eso suena, no de
momento—. ¿Estás bien? —pregunta, ya que no ha obtenido una respuesta.
—Estoy más que bien. ¿Y tú?
—Bien es una palabra que hace mucho tiempo no formaba parte de mi
vocabulario, pero joder, contigo todo se siente malditamente bien.
—Tú me has pedido muchas cosas, hemos hecho acuerdos, pero ahora
yo te quiero pedir algo —suelto de pronto.
—Lo que quieras...
—Si te aburres de mí, no tengas miedo de decirlo.
—¿Por qué me pides eso?
—¿No es obvio? Tú eres un mujeriego y aunque yo no soy la inocencia
personificada, no tengo tanto camino recorrido —digo con pesar, el miedo
ha vuelto—. No me lastimes.
—Haré todo lo que esté en mis manos para que eso no pase. Créeme
cuando te digo que si algún día te lastimo no será por ser un mujeriego, eso
te lo juro. Estoy contigo, Blair, solo contigo y estarlo hará que me juegue la
vida —habla muy serio. Lo último me parece una exageración total.
—¿Lo dices por Nathan? —Me envuelve con sus brazos y me apretuja
aún más junto a él, me presiona mucho, tanto que siento que me falta el
aire. Lo escucho respirar profundo... ¿Con pesar?
—Sí —dice al fin, pero no agrega nada más.
—No te preocupes, cuando lo sepa yo lo calmaré.
—Bien.
—¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Dime.
—¿Por qué me has confesado lo de tu madre?
—No lo sé, contigo todo fluye. Me asusta hasta cierto punto, creo que en
realidad es porque sé que eres jodidamente especial.
—¿Cómo lo sabes?
—Algo aquí me lo dice —contesta apartándose un poco y señalando su
pecho.
Le sonrío más allá de complacida por esa respuesta y le doy un
empujoncito que me ubica encima de él, acomodo mi cara en su pecho, y
me quedo en esa posición mientras él me acaricia el cabello y me da besos
continuos en la coronilla hasta que me quedo dormida escuchando las
palpitaciones de su corazón.
—Solo espero poder mantenerte a salvo de toda mi mierda —lo escucho
decir a lo lejos o creo que me lo he imaginado porque cuando abro los ojos
sorprendida por sus palabras, él ya está dormido y con los labios
entreabiertos.
Quizás ha dicho tantas veces todo eso sobre su mundo, sus problemas
con Barak, todo lo que ha venido ocurriendo que, mi cerebro está
jugándome una broma. Dejo caer mi cuerpo esta vez a su lado y él no se da
ni cuenta. Paso un brazo por su estómago y me acurruco. Estamos
desnudos, sin nada que nos cubra y no me importa nada.
Pronto tengo sueños extraños, yo en un jardín lleno de flores mirando
hacia todos lados como si esperara que algo malo ocurriera y justo cuando
empieza a ponerse todo negro dejo de tener visión alguna y un ruido fuerte
y espantoso me ataca por detrás.
Abro los ojos asustada y me doy cuenta de que el ruido que escuchaba
en mis sueños, es el golpe constante de un puño sobre la puerta de la
habitación de Ethan. Él también se despierta alterado. Busca su ropa en el
suelo y se viste rápidamente.
—Ethan, despierta, joder. ¿Desde cuándo te encierras? —Es la voz de
Tony. Ethan me mira preocupado.
—Espera un segundo.
—No puedo, hay problemas en las bodegas de Compton —Tony suena
realmente alterado.
—Tony, te he dicho que esperes un jodido segundo, joder.
—Se han robado todo, no puedo esperar y…
—¡Estoy con Blair! —lo interrumpe desesperado. Abro los ojos como
platos al escucharlo confesar que está conmigo—. Puta mierda, estoy con
Blair —repite.
—Joder, lo siento, lo había olvidado por completo —la respuesta de
Tony me deja claro que ha sido a él a quien ha llamado Ethan anteriormente
para asegurarse que Nathan no nos viera.
—Blair, necesito que te escondas en el baño —me pide pasándose varias
veces las manos por el pelo.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
He visto a Ethan molesto, cabreadísimo, amargado, con humor de
perros, siendo un cascarrabias y actuando como un anciano y a veces un
tanto patán, pero el grado de nervios que desprende es impresionante. No
puede dejar las manos quietas y él tampoco puede quedarse quieto.
—Solo entra.
—¿Qué está pasando?
—¿Recuerdas lo que hablamos? Lo de correr si te pedía que corrieras,
esconderte si te pedía que
lo hicieras y lo de fingir que no me conoces si te lo pedía.
—Solo si estábamos en peligro y estamos en la fraternidad, ¡dime qué
está pasando!
—Esto es una situación de peligro —dice entonces—. Escucha, te dejaré
las llaves del Jeep y en cuanto salgamos de la casa vete a la residencia. Por
favor no te quedes aquí sola. Yo iré a explicarte lo que está pasando en
cuanto lo haya resuelto.
—De acuerdo —accedo al verlo tan asustado.
—Nathan salió de su cuarto, joder. Blair, métete al puto baño ahora
mismo —escucho decir a Tony a través de la puerta.
Envuelvo la sábana en mi cuerpo y tomo velozmente mi ropa esparcida
en el suelo y me meto al baño en cuanto he escuchado el nombre de mi
hermano. Otro golpe en la puerta se escucha y luego pasos, la puerta se
abre.
—¿Por qué carajos no contestas el teléfono? —ese es mi hermano, es la
primera vez que escucho a alguien hablarle de esa forma a Ethan, él, se
limita a carraspear.
—Nathan —pronuncia el nombre en tono conciliador.
—González te ha llamado un centenar de veces después de que Mateo lo
hiciera otras veinte. ¿Qué demonios pasa contigo estos últimos días? Sabes
que si nos llaman tenemos que ir enseguida, tú mismo me lo has repetido
hasta el cansancio —sigue gritando Nathan.
—No estoy solo, Nathan —explica Ethan y me paralizo, este no es
momento para ser sinceros—, cállate, por favor.
—No me jodas. Estás con alguien y yo abriendo mi puta boca.
—Movamos el culo si no queremos tener más problemas —los apresura
Tony.
Hay un pequeño silencio antes de que un suave toque en la puerta me
sobresalte.
—Blair —murmura Ethan y empiezo a vestirme—, por favor vete a la
residencia, llegaré en una hora.
—Bien.
Ganas no me faltan para desobedecer y seguirlos, sin embargo, no tengo
ni la menor idea del lugar al que van, y seguro se dan cuenta en un dos por
tres que voy detrás de ellos. Me visto lo más rápido que puedo y salgo solo
segundos después con las ideas revueltas y muchas sospechas crecientes.
El nombre de González vuelve a retumbar en mi cabeza. Había pagado
la fianza, es tío de Tony, tiene la pinta de mafioso, y los llama de
madrugada porque han robado unas bodegas, en una zona nada segura de la
ciudad. Internamente también me molesto, no puedo cubrirme yo misma los
ojos, hay una diferencia enorme en estar profundamente hechizada por
Ethan Johnson y actuar como una tonta que finge no darse cuenta de nada.
Algo grande y muy raro esconden todos.
Pronto me entero de que fuera de la fraternidad están el resto de los
chicos y otros integrantes más con los que no he hablado nunca. Algunos
van solos en motos y otros van de dos en dos.
Casi grito cuando Zac mira hacia atrás y sus ojos se entrecierran en lo
que yo trato de esconderme. Lentamente y sin pronunciar realmente las
palabras, mueve la boca para que entienda lo que trata de decirme.
"Quédate aquí"
—Marquen la zona por si la policía llega antes que nosotros. Mario
tendrá que responder —escucho decir a Ethan. Los demás asienten y ponen
en marcha las motos. Pero, algunos se detienen, incluidos Ethan y mi
hermano, una de las motos falla y enseguida voltean a ver hacia el Jeep
aparcado a solo metros.
Vuelta loca abro a toda velocidad la puerta trasera y me oculto en el
suelo del vehículo.
—Dame las llaves, Ethan, me iré en el Jeep —es la voz de Mark.
—¡No! —grita Ethan llamando la atención de todos, seguro que me ha
visto hace solo segundos atrás.
—No hay tiempo, joder, ni que estuviese hecho de oro.
—Yo voy en el Jeep, toma mi moto —finaliza él. No discuten más y
enseguida escucho sus pasos acercarse, abre la puerta y toma el asiento del
conductor—, quédate ahí, Blair, no te muevas —es todo lo que dice.
Con dificultad consigo levantar un poco la cabeza y mirar por la
ventanilla hacia donde nos
dirigimos, las motos continúan adelante y el Jeep es el último, de
pronto todos se separan y entran a los mismos callejones en los que
habíamos estado con Norma cuando cometimos la tontería de venir a buscar
a los Ethan y Nathan.
—¿Qué está pasando? —me atrevo a preguntar finalmente—. No quiero
ser la típica chica que se suelta a llorar en una situación que evidentemente
sale de mi comprensión y tampoco la descontrolada que actúa sin pensar,
pero, necesito saber qué ocurre.
¿En qué están metidos todos?
—Sé que es difícil de comprender, pero te juro que no es la gran cosa.
Necesito que te quedes aquí todo lo que voy a tardar, por favor, no salgas,
no te muevas, no seas curiosa, Blair. Te juro que te daré todas las
explicaciones que quieras, solo déjame hacer esto, y responderé lo que
desees. Por favor… te lo suplico —susurra la última palabra mientras
aprieta el volante hasta que sus nudillos se tornan blancos.
—Ethan…
—Por favor, pequeña, por favor.
El auto se detiene, algunos hombres lo llaman y ante mi silencio por la
impresión y la confusión, solo me regala una última mirada de súplica antes
de bajarse y empezar a hablar como si fuese el maldito jefe del ejército, la
policía o… mierda, mafiosos. ¡Pero qué carajos estoy pensando! Esto no es
normal, ¿cómo es que tienen tanta familiaridad con esta zona? ¡¿De qué me
estoy perdiendo?!
A pesar de que estoy muy nerviosa y ya ni sé si con miedo, furiosa, o
asustada, planeo por una vez en mi vida hacer caso y quedarme quietecita,
no es tarea fácil, solo minutos después muchos sonidos llegan a mis oídos;
gritos, ruidos extraños, y la voz de un hombre pidiendo ayuda no me pasa
desaperciba. Cada vez entiendo menos y la idea de que sean los chicos
quienes están martirizando a ese sujeto no cabe en mi cabeza.
Todo es más intenso con el pasar del tiempo, más gritos, más golpes,
más pedidos de auxilio y un balazo. Todo en mí se enciende como una
inmensa llamarada, al diablo la Blair obediente y tranquila, al diablo la
madurez y sensatez, esto es grave y gigantesco.
Mi cuerpo reacciona solito, por más que intento tranquilizarme y no salir
del auto es lo que termino haciendo. Con los pies en la calle me doy cuenta
de lo oscuro que está toda el área. Mis emociones revueltas hacen efecto y
no estoy pensando con claridad, no puedo más, necesito saber de qué va
esto.
Camino a paso lento, insegura y muy ansiosa hacia uno de los
callejones. Pienso en lo ridícula que debo de verme sola en la madrugada
con un vestido que llega hasta mis pies y en una situación como esta. Ahora
tengo ganas de dar marcha atrás y estoy a punto de hacerlo, hasta que los
gritos enfurecidos de Ethan me detienen. Los escucho claramente en este
punto.
—Ya veremos si sigues tan tranquilo cuando González se entere de que
has perdido todo hijo de puta. —No me muevo, no puedo, siquiera sé si
sigo respirando.
—Ethan, no fue mi culpa. Fueron ellos, asaltaron la bodega —escucho
una voz que no reconozco de nada.
No entiendo la conversación, me es imposible.
—Muy bien, entonces te doy cinco horas para que recuperes todo y de
eso depende tu vida, bastardo de mierda —la amenaza de Ethan me deja
perpleja, tanto que ni siquiera estoy viéndole el rostro y la potencia de su
voz me atemoriza incluso a mí.
—Por favor, dame más tiempo —suplica el hombre realmente afectado.
—¿Escucharon a este desgraciado? Quiere más tiempo, con nosotros el
tiempo es oro mal nacido, yo de ti ya estaría buscando la mercancía, imbécil
—dicho eso se escucha otro balazo que a esta corta distancia me pone los
pelos de punta y sin poder detenerme, un grito se me escapa. ¡Joder, joder,
joder!
—¿Y tú quién eres dulzura? —dicen detrás de mí y unas manos me
rodean la cintura.
Otro hombre aparece de frente y me toma la quijada con agresividad. No
soy consciente de cuántos son en realidad, la poca luz no me permite
observarlos con claridad.
—¡Intrusa! —vocifera uno de ellos y escucho como el resto de las
personas que seguro están a solo metros inician a moverse.
El hombre que me tiene tomada de la cintura baja sus manos hasta mi
trasero y me armo de valor al girar, empujarlo y escupirle en la cara. En
cuestión de nada soy golpeada con fuerza en la mejilla, gotas de sangre se
filtran en el interior de mi boca y el dolor no se hace esperar. Me arrastran
hasta donde hace minutos no he tenido valor de llegar y lo único que se me
ocurre es gritar el nombre de Ethan en busca de auxilio porque en estas
instancias no sé quiénes son los buenos y los malos.
—¡Ethan! ¡Ethan! ¡Ethan! —digo sin parar hasta que llegamos a la luz y
me tiran al pavimento.
—Mira lo que encontramos merodeando, ¿no es un angelito? Seguro que
nos divertiremos todos —dice el hombre que ahora puedo ver con claridad.
Es enorme y totalmente tatuado. Tiene un diente de oro o eso parece.
—¿Blair? —Los ojos de Ethan se abren completamente. Nathan mira
hacia mí y el rostro se les desencaja, tira una caja que tiene en las manos al
suelo y corre vuelto loco.
Ethan da pasos lentos, la mandíbula se le contrae y cierra los puños. Su
mirada apunta directo al lugar en donde estoy sangrando y sus ojos se
oscurecen. Parece que se la ha metido algún demonio porque si creía
haberlo visto alguna vez molesto estaba muy equivocada. Apunta con su
arma a los hombres que me han traído con ellos y yo dejo de respirar por
completo.
—Si no me dicen ahora mismo quién fue el maldito hijo de puta que se
atrevió a tocar a esa chica, se mueren todos infelices de mierda —Ethan
grita tan fuerte que las venas del cuello se le resaltan y es una persona
totalmente diferente a la que solo unas horas atrás me hacía el amor.
Su rabia es tanta que Mark se atreve a detenerlo e intenta que baje el
arma. Se acerca al oído de Ethan y parece decirle algo.
—Me importa una mierda —responde sin mirar siquiera a Mark—. Que
se entere, pero nadie puede tocarla, nadie. ¡Maldita sea! ¡Nadie! ¿Quién
fue? ¿A quién voy a matar?
Silencio, todos se quedan en silencio.
CAPÍTULO 17

¿VERDAD O MENTIRA?

N o sé qué me tiene más impresionada; la situación, que me hayan


golpeado, que haya sido descubierta tan estúpidamente, enterarme
de lo que sea esto o de que Ethan apunte a la cara a los tipos que me
encontraron, esa rabia que desborda cada poro de su ser en este momento,
las palabras que ha utilizado o que en este instante hasta el hombre más
fuerte y con los pantalones bien puestos le tendría miedo.
Parece un lobo a punto de atacar, una fiera cerca de enterrar sus uñas, un
maldito asesino que sabe perfectamente lo que hace, sin remordimiento ni
lugar a duda de que este es su ambiente, no el chico con pinta de malo que
creí que era.
Mi hermano al darse cuenta de que estoy temblando intenta abrazarme
pero envuelta en la rabia y el temor lo empujo hacia atrás. Cada vez que
Ethan repite lo mismo cierro los ojos tratando de encontrar un lugar
pacífico en mi mente a donde pueda ir y protegerme. Nadie responde nada y
él se altera cada vez más, no trato siquiera de calmarlo porque temo que
también me amenace de muerte por insolente.
—Bueno, entonces se mueren todos —concluye y pone el dedo en el
gatillo.
—Ethan —lo llamo sin siquiera esperármelo o planearlo, no me hace ni
caso. No irá a matar a alguien realmente, ¿o sí? El pánico me invade.
—Ethan, tranquilo. Ella está bien —intenta calmarlo Tony.
—¿Bien? El golpe que trae en la cara te parece bien, imbécil —contesta
rabioso y mis nervios aumentan al escuchar la forma en la que le habla a su
amigo—. Voy a preguntarlo una última vez, ¿quién la golpeó?
El hombre que me había golpeado da un paso hacia adelante, Ethan lo
taladra con esa mirada oscura que tiene ahora y da grandes zancadas hasta
llegar a él. Lo toma de la camisa y lo avienta contra el suelo furioso.
—Lo siento, Ethan. No sabía que era tu chica —dice con voz temblorosa
el desconocido.
—Ella no es mi chica hijo de puta, pero que te quede claro que no
puedes tocarla, nadie puede. —Quiero creer que eso lo ha dicho por la
presencia de Nathan. Sin embargo, he sentido como si un cuchillo me
atravesara el pecho al negar que soy su chica, aunque, ¿lo soy?
—Entonces cálmate, hermano, si no es... Ethan no lo deja terminar.
—Escúchame bien hijo de puta, la próxima vez que voltees a ver
siquiera a esa chica, yo mismo voy a cavar tu tumba y tú y toda la mierda
de familia que tienes se van a ir contigo.
Escucho el primer puñetazo, seguido de otro y otro y otro y otro hasta
que inicio a pedirle que se detenga. A nadie parece importarle, ninguno de
los hombres que nos rodean tratan de hacer siquiera lo mínimo. Los sonidos
de los golpes son cada vez más fuertes y el temor que se instala en mi pecho
es peor que la angustia de no saber qué está pasando realmente. ¿Quiénes
son todos estos hombres?
—Dile que pare Nathan, ¡va a matarlo! Por favor —le suplico a mi
hermano.
—Se lo merece —dice bajando la mirada.
—Nathan ¿qué diablos te pasa?, detenlo —le ruego. Al no obtener
respuesta me levanto del suelo en donde aún estoy tirada y llego hasta Tony
y le pido lo mismo. Simplemente niega con la cabeza. Miro a Zac y a Mark
pero lo único que hacen es disculparse con la mirada.
Decido salir corriendo hacia él y Mark me toma de los brazos y me
impide llegar hasta él.
—No te involucres, cuando pierde la paciencia es capaz de golpear hasta
una mujer —me explica rápidamente.
—Cállate Mark —lo reprende Zac evidentemente molesto por el
comentario. Mark aún más molesto quién sabe por qué, me suelta y yo sigo
mi camino hacia Ethan.
—¡Ethan! —le grito desesperada—, para, para, por favor para, vas a
matarlo, joder, para, detente. Ethan, te lo suplico —alzo la voz lo más que
puedo y me es totalmente increíble que sea la única razonable aquí, que
nadie más reaccione.
Miro hacia todos; sus amigos, los demás chicos que conozco de la
fraternidad y el resto de los hombres que no lucen como estudiantes, más
bien parecen delincuentes.
Todo me da vuelta de un momento a otro y me largo, corro de este
aparente infierno al que me he metido solita.
A lo lejos, mientras trato de recordar el camino con mis pies en
movimiento, escucho maldiciones y algunos gritos eufóricos cuando los
golpes se detienen. Hay pasos que se oyen con claridad detrás de mí y no
me detengo por nada del mundo.
Unas manos firmes me hacen frenar mis pasos cuando ya estoy fuera de
las bodegas y los callejones al fin. Es él, ya no tiene el rostro transformado
en el monstruo que acabo de conocer, pero las imágenes no salen de mi
cabeza y respiro aún más agitada que antes ante su cercanía.
—Suéltame, por favor, suéltame —le pido.
—¿Por qué te has bajado del Jeep? —me cuestiona.
—¿De verdad es lo primero que dirás?
—Está sangrándote la boca, te llevaré a un hospital —me informa e
intenta moverme. Me suelto abruptamente de su mano.
—¡No te me acerques! ¡¿Qué demonios pasa por tu cabeza, Ethan?! —
exclamo entre molesta, furiosa, sorprendida, dolida y entristecida por lo que
acabo de presenciar. La cabeza me explotará en cualquier momento.
—Sé que quieres una explicación y voy a dártela solo...
—¿Tú crees que necesito una explicación? ¿Lo crees? —ironizo—, no
quiero nada, quiero irme a la residencia y tratar de olvidar lo que acabo de
ver. Sea lo que sea te exijo que saques a mi hermano de toda tu mierda.
—Blair —me llama. Lo rodeo y me alejo de él una vez más—. Blair —
insiste y vuelve a ponerse frente a mí, esta vez me toma con fuerza de los
brazos—. No voy a dejar que te vayas sin que me escuches. Vamos a irnos a
la residencia y hablaremos, ¿de acuerdo?
—No voy a ir contigo a ninguna parte, ¿qué mierda ha sido todo eso?
¿Quién eres, Ethan? —La voz me sale quebradiza. Y sí, he dicho solo
segundos atrás que no me interesa una explicación y he hecho preguntas
que claramente dejan a la vista que sí la quiero. La necesito.
—Ese no era yo, perdí el control. Es que... ¿Por qué demonios te has
bajado? Te pedí que te quedarás ahí, hicimos un trato, Blair, joder, me ha
dado un jodido ataque cuando te he visto con un puto golpe en la cara. Te lo
pedí, casi te lo supliqué. Dijiste que estabas de acuerdo y... mierda. ¡Por qué
has hecho esto! —suelta cada palabra muy enojado. Lo miro incrédula. Sin
saber qué decir o cómo actuar, solo sé que tengo que salir de este lugar y
poner en orden mis ideas.
—Me he puesto muy nerviosa, escuchaba gritos, súplicas, y disparos —
hablo bajito y mirando al suelo—, ojalá no me hubiera salido, porque lo que
vi está por reventarme la cabeza. Casi matas a ese sujeto... hace horas
hicimos el amor, me llevaste a la playa, me hablaste de tu vida, tu pasado.
¿Quién era ese tipo? ¿Quién es este que tengo enfrente? —lo acuso.
—Estaba fingiendo, sé que no lo entiendes pero lo estaba haciendo,
necesitaba comportarme de esa manera para asegurarme de que les quedaba
claro que no pueden acercarse a ti. Te estaba protegiendo —me explica
como si de verdad yo me fuese a tragar ese cuento chino.
—Ethan, son las tres de la madrugada y has venido corriendo con los
demás a unas bodegas abandonadas, has amenazado a un tipo de muerte y
casi matas a otro. ¿Esto es lo que haces para González? Esto no es cuidar
unas bodegas, esto es ser matones de turno. Dudo mucho que eso lo hagas
para protegerme. Necesito irme de aquí.
Niega con su cabeza, su mandíbula se tensa. Resopla, vuelve a negar y
mira hacia arriba, ni todas las estrellas que hay en el cielo en este preciso
instante le darán una idea cercana de qué hacer para calmarme.
—¿Podemos hablar en otro lugar? Por favor —me pide cerrando los ojos
—, por favor pequeña, todo tiene una explicación. —Se acerca demasiado y
me cubre el rostro con sus grandes manos—, por favor. Este soy yo, el
imbécil que escribe en secreto todos sus miedos, el de la playa, el que te
hizo el amor, el que está increíblemente perdido por ti, por favor, déjame
hablar contigo, déjame explicarte, ¿sí? Dime que sí —implora.
Sigo sin saber qué es lo mejor.
—Ethan...
—Por favor.
—¡Blair! —se escucha la voz de mi hermano, seguro nos está
observando. Estamos demasiado cerca, él con las manos en mi rostro a
centímetros de mi cara.
—Es Nathan, aléjate —lo advierto en caso de que solo yo lo haya
escuchado, aunque eso es imposible.
—Dime que nos iremos juntos —solicita.
—Ethan, mi hermano nos está viendo —le susurro.
—Lo sé y no me importa nada, dime que hablaremos.
—¿Qué te pasa? —chillo un poco y los pasos de Nathan se escuchan
cada vez más fuertes y cercanos.
—Por favor, solo unos minutos. Solo eso.
—¿Qué está pasando aquí? —escuchamos hablar a Nathan molesto.
Ethan ni se inmuta, no aparta su mirada de mí, ni sus manos, ni mucho
menos se aleja.
—No voy a soltarte —se atreve a decir Ethan frente a Nathan y juro que
se me mueve el piso.
—Está bien —accedo. Él asiente más tranquilo y evidentemente se
relaja.
—¿De qué están hablando? —alza la voz mi hermano.
—Está muy nerviosa, Nathan. Está en shock por lo que miró. Tenemos
que sacarla de aquí —disimula a la perfección—, le he dicho que no la
soltaría porque casi se ha desvanecido.
—¿Cómo llegaste aquí? —me interroga mi hermano.
—Este no es momento para interrogatorios. Encárgate de todo, me la
llevo.
—Joder, tú no eres su hermano, soy yo. ¿Me dejas hablar a solas con
ella?
—Pues yo también necesito hablar con ella, se viene conmigo —
responde Ethan dejándome con la boca abierta. ¡Qué demonios le pasa!
—Ethan —le reprocho.
—¿Y tú de qué quieres hablar con ella? —lo enfrenta Nathan. Niego con
mi cabeza en forma de súplica para que no responda nada que nos deje al
descubierto y él frunce el ceño y asiente.
—¿Por qué no se calman los dos? En vez de discutir quién habla
primero conmigo, deberían estar más preocupados por todas las
explicaciones que tendrán que darme —intervengo antes de que esto
explote.
Gracias a mis palabras Nathan parece recordar en dónde estamos, la hora
que es, lo que recién he presenciado y toma a Ethan del brazo y lo aleja de
mí varios metros hasta que no escucho lo que se están diciendo.
Al principio parecen discutir y yo sopeso realmente irme caminando,
pero eso solo empeoraría la situación y me ha quedado claro que Ethan
hablará conmigo hoy así pudiera hacer magia y desaparecer.
Hablan un buen rato y el dolor del golpe que he recibido no me permite
prestarles más atención. Me duele mucho la quijada y parte de la mejilla.
Después de esperar en total silencio se acercan a mí. No pierdo mi tiempo
indagando qué han hablado a escondidas porque sé que ninguno me dirá
nada.
—Siento mucho que hayas tenido que ver esto Blair —es lo que dice mi
hermano como si solo se tratara de algo simple y sin importancia—.
Ethan... él va a llevarte. ¿Estás de acuerdo?
—¿Es todo lo que dirás? —me altero—. ¿En serio creen que me quedaré
tranquila?
—Ya lo hablaremos luego. Por ahora es más importante que te vean ese
golpe en emergencias.
—Nathan... —lo llamo.
—Sé que quieres ahorcarme ahora mismo, pero nada es lo que parece.
Por favor, trata de entender. En cuanto termine aquí me pasaré por la
residencia —asegura y me da un beso en la frente para luego irse como si
nada. Ni siquiera espera a que le conteste algo.
Me quedo inerte varios segundos hasta que siento la mano de Ethan
tratando de sostener la mía y me aparto caminando hacia el Jeep.
Aprovecho el viaje para pensar y ordenar mis ideas. Cualquier chica
estaría gritando enloquecida intentando saber la verdad, mi instinto me
indica que tengo que conservar la calma, de
otro modo solo conseguiré otra mentira.
El silencio de Ethan tampoco ayuda mucho. Espero que aparque el Jeep
en la residencia y bajo dando un portazo. Agilizo mis pies, quiero poner
distancia lo más rápido que puedo. A pesar de que trato de irme en el
elevador, no funciona y decido que lo mejor es usar las escaleras. Es como
si todo conspirara a su favor. Me llama un par de veces y lo ignoro por
completo. Siendo honesta no sé qué me tiene más molesta.
Yo decidí salir del vehículo, yo decidí meterme en problemas, yo decidí
acostarme con él, yo decidí ser su chica, yo decidí volverme loca por Ethan,
yo decidí ignorar todas las alarmas.
—Blair —me llama por quinta vez. Me detengo—, accediste a hablar
conmigo.
—Me obligaste a hacerlo. Hay una diferencia.
—Joder, al menos escúchame y luego decides si me crees o no.
—No quiero hablar ahora, Ethan. Nos vemos mañana, ¿de acuerdo? —
digo cansada.
—No voy a irme hasta asegurarme de que estemos bien —gruñe.
—Entiende que no quiero escuchar más mentiras.
—Y no las escucharás.
—Buenas noches, Ethan.
Subo las primeras escaleras y creo que lo ha entendido, me equivoco, al
siguiente segundo lo tengo acorralándome contra la pared. Sus ojos me
miran suplicantes y yo lo único que quisiera es que todo lo que ha pasado
solo fuese una pesadilla; que despertaré en sus brazos, en su cama, con su
aroma inundándome, su cuerpo desnudo protegiéndome.
—No insistas, Ethan. Me siento muy contrariada en este momento,
permíteme aclarar mis ideas, ¿sí? —le pido de manera amable.
—No puedo —dice acercándose peligrosamente a mis labios—, joder,
no puedo ser razonable y esperar hasta mañana cuando probablemente
mañana lo único que escucharé es que no quieres seguir con lo nuestro.
Joder, no puedo.
—Me asustaste mucho —admito por primera vez y por un minuto no
haré más reclamos—, eras completamente otra persona. Yo no sé qué estaba
sucediendo ahí, pero ese Ethan está muy lejos de la versión de alguien con
quien yo quiero o puedo estar.
—Lo siento mucho, ese no soy yo. Tú eres la única persona que me está
conociendo realmente, a la única a la que me estoy mostrando y me has
hechizado en tiempo récord, no quiero que te alejes de mí. No puedo
permitirlo, no voy a dejar que escapes, Blair. Te lo advertí y no estaba
bromeando.
Se queda ahí, viéndome, esperando una respuesta que no saldrá. Cómo
le explico que aún furiosa como estoy, su tacto me afecta.
El roce de sus dedos en mi piel hace que solo quiera abrazarlo y besarlo.
Olvidarme de todo. Simplemente no puedo. Con su mano libre acaricia
suavemente la parte de mi rostro que evidentemente está inflamada. Su
pulgar se queda demasiado tiempo en la comisura de mis labios. Cierro los
ojos.
—No te alejes, Blair —susurra sobre mi boca y entonces siento la
presión de sus labios sobre los míos. Intento resistirme mediocremente. Me
doy cuenta en este instante de la forma tan intensa en la que mi cuerpo
responde a sus peticiones, a sus movimientos, a él. A pesar de que todo me
esté dando vuelta en la cabeza lo beso con gusto.
Este beso es diferente, quizás porque tiene miedo de lastimarme más o
porque simplemente es la forma en la que me pide que le crea. Sus brazos
me envuelven temerosamente y profundiza el beso entreabriendo mis labios
y agilizando los movimientos. Subo mis brazos a su cuello y de esa forma
puede tenerme más cerca.
En cuestión de nada lo tengo pegado completamente a mi cuerpo, la
fricción no hace otra cosa más que traicionarme y la intensidad del
sentimiento que experimento en el pecho cuando sus manos abordan mi
figura y acarician, me tocan, me hacen sentir suya, me hace temblar igual
que hace una hora.
Algunas lágrimas se me escapan porque también me entero de que tengo
miedo, mucho, miedo de lo que realmente hacen los chicos, miedo de que
lo que ha pasado hoy ocurra nuevamente con intercambio de papeles y sean
ellos los que reciban amenazas, palizas.
Esa conclusión me obliga a detener el beso y aferrarme a su cuerpo en lo
que lo abrazo casi de forma obsesiva y compulsiva. Él pierde su rostro en
mi cuello y me estruja aún más contra él.
—Dime por favor qué es exactamente lo que hacen para González, dime
que no es nada ilegal, que sus vidas no corren peligro, que no pueden ir a la
cárcel, que las amenazas y la golpiza solo han sido producto de perder el
control y que no volverá a repetirse y que esta fue la última noche en la que
formaste parte de todo eso, tal y como me lo habías dicho antes, que
intentarías dejarlo. Dímelo y te creeré, dímelo y me quedaré —me descubro
murmurando sin parar y es cuando él se aparta y siento como todo su
cuerpo se tensa.
Sé que sueno como un alma inocente y ciega. Que todo ha pasado en
mis narices y que ni siquiera debería estar pidiéndole tal cosa.
—Ya te lo he dicho antes, cuidamos algunas bodegas. No tenemos idea
de lo que hay dentro, ni siquiera Tony. Mario, el tipo al que amenacé está
encargado de esa y se han robado todo. Me he puesto muy nervioso porque
nos pagan mucho por esa estupidez, de verdad, mucho.
—Pero...
—Blair, las armas, las amenazas, la intimidación, lo hemos aprendido
todo con el pasar del tiempo. Sé cómo suena, sé que seguro estamos
involucrados en algo ilegal sin pretenderlo pero es la única forma que tengo
de sobrevivir, es lo que paga mi universidad, es lo que paga mi comida, mi
ropa. Yo no tengo familia, creí que lo habías entendido. No tengo a nadie,
estoy solo en el mundo y créeme que si tuviera otra forma de subsistir hasta
que termine la universidad, lo haría.
Habla tan rápido, nervioso y tenso de pies a cabeza que me ha costado
trabajo seguirle el hilo. Sin embargo, me duelen sus palabras, aunque me
había dicho que su madre murió y que pasó su niñez y adolescencia en un
orfanato hasta la mayoría de edad, no me detuve a pensar jamás que eso
significaba que está solo en el mundo tal y como lo ha expuesto. Entonces
tomo su rostro con mis manos, y me siento increíblemente triste por él, por
Nathan y por mí.
—Es peligroso, Ethan. Que tengas que fingir que eres un matón, no
puede dejarte nada bueno, ni a ti, ni a mi hermano, ni a los chicos, ni a mí,
ni a nadie.
—Lo sé.
—Déjalo, por favor —me atrevo a pedirle creyéndome que tengo el
poder de influir en él.
Ethan acomoda mi cabello detrás de mis orejas y aprieta sus labios
contra los míos.
—Si tú te quedas a mi lado haré todo lo que me pidas —susurra y pega
su frente contra la mía.
—¿Lo dejarás?
—Lo haré, pequeña, lo haré.
—Mírame directo a los ojos y júrame que me estás diciendo la verdad,
Ethan Johnson —le exijo.
Baja lentamente la mirada al suelo y se queda unos instantes así. No, no,
no... Júramelo, Ethan, hazlo.
—Lo juro, lo juro por la memoria de mi madre. Espero que cada palabra
que ha salido de su boca sea verdad, porque creo estar sintiendo algo más
por él y no me quiero equivocar.
Enamorarme de él se siente como caer en llamas y quemarte enseguida,
pero creo que me he estado quemando desde el primer instante.
CAPÍTULO 18

MÍA

H a mencionado a su madre y eso, sin explicación alguna, me calma a


niveles necesarios. Las cosas siguen mal, y lo seguirán estando
hasta que se aleje verdaderamente de esas bodegas, de esas
personas, de González, quien seguramente es un delincuente. Nadie paga
tanto dinero a jovencitos fáciles de convencer solo por cuidar unas bodegas.
Hay más ahí que ignoro, y que seguramente Ethan, Nathan y los demás han
decidido ignorar a cambio de la paga. ¡Pero en qué pensaba mi hermano
cuando aceptó tal trabajo!
Conmocionada como aún estoy bajo mis murallas y soy consciente de
cómo mi cuerpo se estabiliza un poco. Ahora entiendo muchas cosas; todas
las veces que me pidió que me alejara era por su dichoso trabajo, el de
todos más bien, por eso insistía en que la fraternidad no era un lugar para
mí y quizás siendo sensata debería mantenerme un poco alejada hasta que
me compruebe que en efecto ha dejado a un lado su faceta de matón de
mentiras.
Bueno, ni tan de mentiras porque he sido testigo de cómo le ha dado la
paliza de su vida a ese tipo que me golpeó, además, no me serviría de nada
distanciarme unos cuántos días de Johnson cuando mi hermano está igual
de involucrado, de cualquier manera formo parte del problema. Mi novio,
mi hermano y mis amigos me han obligado a serlo sin que yo me diera
cuenta siquiera.
—Te creo, decido creerte —anuncio y acaricio su rostro.
—¿De verdad?
—Sí, Ethan. ¿Podrías no volver a golpear a nadie de esa manera tan
salvaje? —le pido muy seria.
—Te ha golpeado a ti y mi necesidad de protegerte puede más conmigo
que mi particular autocontrol. Si se trata de ti, Blair, no me limito, ¿me
entiendes?
—Solo quiero que no te sigas metiendo en más problemas. Menos por
mí.
—E intentaré no meterme en más problemas, pero cualquier hijo de puta
que se sienta con el poder de hacerte daño se las verá conmigo.
—¿Tanto te importo?
—Pequeña mía, lo que estás provocando en mí, son sentimientos que no
he sentido nunca.
—Tú también provocas cosas en mí de una manera sorprendente.
—Entonces, si estamos en igualdad de sentimientos déjame cuidarte,
¿sí? Por favor.
—Lo haré —digo más tranquila.
—¿Nos vamos a la fraternidad? —me pide.
—Nathan vendrá —le recuerdo.
—No, no lo hará. Solo te ha dicho eso para tranquilizarte. No quería
decirte nada, es pésimo mentiroso, por eso ha accedido a que yo te trajera y
te calmara, no sin antes amenazarme si algo estaba pasando entre nosotros.
—¿Qué puedo decirle? No creo que se quede tranquilo si le digo que
aparecí en las bodegas por arte de magia.
—Y, ¿qué tal si le decimos la verdad? Ya no quiero ocultarlo. No
después de lo que pasó entre nosotros esta noche. Yo puedo hablar con él,
¿quieres?
—No sé cómo vaya a tomárselo.
—Déjamelo a mí.
—¿Y si esperamos? —sugiero. Hay demasiadas cosas pasando como
para agregarle más drama a la situación. Su ceño se frunce totalmente y me
mira cabreado.
—¿No quieres que sepan que estamos juntos? —reclama. Y según él no
es un celoso.
—No es eso, Ethan. Mira nada más la noche que hemos tenido, ¿quieres
más problemas y peleas?
—No —se limita a contestar muy enfadado.
—Entonces...
—Ya. Lo capto. Me esperaré unos días —termina accediendo—.
Vámonos.
—¿Y si nos quedamos aquí? —propongo—. Quiero dormir aunque sea
dos horas tranquila, sin estar con el pensamiento de que Nathan entrará a tu
habitación.
—Alguien llamado Norma, duerme en tu habitación, ¿la recuerdas?
—No se enterará, solo quédate aquí. Quédate y no voy a preguntar más
nada, al menos por ahora. Una sonrisa ladina medio aparece y toma mis
manos y se las lleva a los labios.
—Está bien, pero quiero aclararte que no me quedo porque no harás
preguntas, en realidad voy a quedarme porque quiero estar pegado a ti cada
maldito segundo, espero no asustarte.
Me inclino y lo beso de nuevo. Subimos juntos y abro con cuidado mi
habitación para no despertar a Norma. Espero que esté con ropa decente o
al menos con ropa, a veces duerme desnuda. Al entrar me relajo al ver que
tiene toda su manta cubriendo su cuerpo. Ethan se quita los zapatos y yo
hago lo mismo.
Mi cama es una broma a la par de la de Ethan, en donde uno decide
abrazarse o no, en este intento patético de cama, tenemos que abrazarnos sí
o sí para alcanzar. Se acuesta primero y hace espacio para mí. Me recuesto
y no me toca. De hecho, creo que se ha pegado tanto a la pared que, de
dormir así, seguro amanece adolorido.
—¿Por qué no te acercas?
—Esa ya es una pregunta —que bromee tranquiliza aún más el
ambiente.
—Cierto. Pero quiero que te acerques —le aclaro, en un dos por tres lo
tengo pegado a mí en su totalidad. Me oculto en sus brazos, en su pecho
fuerte, en su aroma perfecto y varonil. Increíble que aunque nuestro
pequeño mundo me asusta, también es mi lugar seguro.
No sé exactamente en qué momento me quedo dormida, pronto es de
mañana y al abrir los ojos nuevamente hay una persona duchada, vestida y
con una taza de café en las manos. Norma. Me mira entre curiosa y
queriéndose morir de la risa por mi invitado, el cual está adherido a mí
como si se tratara de una piel más.
Le hago un gesto con la mano a Norma para que salga de la habitación y
yo encuentro la forma de salir de la cama sin hacer mucho escándalo. En
unos cuantos segundos estoy junto a mi amiga.
Ni siquiera le permito que me haga alguna pregunta ingeniosa, le suelto
todo con una rapidez que incluso a mí me sorprende. El rostro de Norma es
un poema y quizás debería dejar que sea Nathan quien la ponga al tanto de
los hechos, sin embargo, no puedo ocultarle lo que está pasando.
Mi amiga, por supuesto que está de mi lado, totalmente de acuerdo en
que deben dejar ese trabajo lo más rápido posible.
Ya suficiente tenemos con los conflictos entre los chicos y Barak como
para lidiar también con que trabajan para un hombre que evidentemente
parece todo menos alguien que haga las cosas de forma legal.
—Y yo que pensé que estabas teniendo la noche más salvaje de tu vida.
Mira el golpe que traes. Y Nathan me escuchará, me ha dicho que se
quedaría en casa porque no se sentía nada bien. Es un mentiroso total.
—Lo es, ni siquiera pretendía decirme la verdad. Ha sido Ethan quien lo
ha decidido después de todo. No sé en qué estaba pensando Nat, ¿cómo
pudo aceptar un trabajo tan peligroso?
Norma está a punto de contestar cuando la puerta se abre y el rostro
malhumorado de Ethan aparece. ¿Por qué está molesto? En todo caso quien
debería estar tirándose en las paredes soy yo, y aquí estoy tomándome todo
con calma.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—Nada, pensé que te habías marchado.
—Bueno, yo los dejo. Nathan Stoms tendrá que darme muchas
explicaciones. Está loco si cree que a mí me causará gracia su supuesto
trabajo. Ethan, tienen que parar, ¿me entiendes? —comenta mi amiga antes
de irse. Ethan asiente aun cuando mi amiga ya ha doblado en la esquina del
pasillo.
Ethan toma mi mano y tira de mí hasta que estamos nuevamente en la
habitación. Su cara de preocupación no me anima nada, con sus nudillos me
acaricia el pómulo y luego con un único dedo recorre el golpe que
seguramente ahora mismo es un gran hematoma. Ya no me duele como
ayer, pero siento esa parte de la cara algo inflamada.
—No puedo creer que te haya golpeado —susurra rabioso—, voy a
matarlo —agrega y abro los ojos como platos.
—No vas a matar a nadie. Lo único que harás es ya no trabajar más para
González, ¿cierto? —le recuerdo nuestra conversación de ayer.
Él marca distancia y se sienta sobre mi cama, yo hago lo mismo sobre la
de Norma y lo miro fijamente esperando ansiosa la confirmación de lo que
hemos pactado en la madrugada.
—Ethan, tienes que entender que, si sigues haciendo lo mismo, si mi
hermano continúa también, si los chicos lo hacen, un día serán ustedes los
amenazados, los que recibirán una paliza. Además, ese no eres tú, joder —
me exaspero y me pongo de pie—, son solo estudiantes, son personas
normales. No cometas más errores por dinero. Eres un chico que le gusta la
literatura y escribir sobre la soledad y el dolor. El hombre que miré ayer
amenazar, golpear y actuar como si formara parte de un banda peligrosa no
puede ser el mismo que hace que mi pecho se infle de emoción cada vez
que pronuncia mi nombre.
Sé que estoy hablando como una madre más que como una novia, no
consigo entender cómo es que consiguieron manipularlos a tal grado.
—Escúchame... Blair... yo me saldré, pero no puedo hacerlo hasta que
consiga otro ingreso. ¿Lo entiendes? La situación de tu hermano es distinta
aunque también necesita la plata y la de los chicos... cada uno tiene su
propia historia. No estamos ahí por gusto.
—¿Y pretendes que esté tranquila hasta entonces?
—Solo dame algo de tiempo, ¿sí? Por favor, dame tiempo, pequeña y lo
resolveré.
—No lo sé…
—Sé que te he dicho lo mismo muchas veces, pero de verdad, lo que
pasó ayer fue algo único. Normalmente lo que hacemos es ir a darnos una
vuelta a la bodega y más nada. Jamás se habían robado algo, nunca tenemos
que responder por lo que sea que se han robado, pero tienes razón, es...
peligroso —me da la razón y se pone de pie tomándome entre sus brazos y
rodeándome, acurrucándome—. No quiero hacerte pasar esto, de verdad
que no quiero, Blair.
Lo abrazo con mucha necesidad.
Es un hecho que no voy a salir corriendo lejos de él solo porque se metió
con la gente equivocada en busca de condiciones para conseguir venir a la
universidad y también es un hecho que de ninguna forma puedo hacer como
si no pasa nada.
Supongo que no me queda más alternativa que darle ese tiempo. Con mi
hermano las cosas son distintas y junto a Norma sé que lo convenceré de
dejar ese trabajo absurdo cuanto antes.
—Está bien —acepto y besa mi frente.
—Gracias, por escucharme, por comprenderme. Eres todo lo que no
sabía que necesitaba, Blair, me muestras un mundo nuevo y maldita sea, me
tienes atrapado.
Niego con mi cabeza y beso su mejilla. El calor que emana de su cuerpo
me nubla un poco los pensamientos.
—No quiero irme —me habla bajito al oído.
—No te vayas —le pido de inmediato. Creo que si me deja sola quizás
la cordura me visite y empiece a cuestionarme todo.
—¿No irás a clases? Aún estás a tiempo.
—No si te quedas.
—¿Y qué hacemos si Nathan aparece?
—Mi hermano es un cobarde, no vendrá hoy y posiblemente no lo hará
en algunos días hasta que tenga cara para hacerlo. Estamos seguros.
—Él te quiero mucho, Blair. Trata de entenderlo.
—Y lo hago, es solo que, olvídalo. Si sigo hablando de lo de anoche
terminaré concluyendo en que debería pasar más días molesta contigo.
—En ese caso no hablemos más de eso —propone enseguida—.
Entonces, ¿qué hacemos?
—Bueno, primero que cualquier otra cosa, espérame cinco minutos. Me
ducharé muy rápido —le digo en lo que tomo mi toalla, él mira hacia todos
lados y pronto lo veo tomar otra de mis toallas rosadas. Abre la puerta y me
invita a caminar extendiendo su mano y saliendo conmigo al pasillo—.
¿Qué haces?
—Nos ducharemos.
—¿En las duchas comunes?
—Precisamente porque son comunes. ¿No has pensado en mudarte?
—No tengo dinero para pagar un piso.
—Múdate conmigo —dice como si nada.
—Eso es demasiado pronto.
—Bien, entonces déjame pagarte un piso —propone nuevamente como
si me estuviera proponiendo regalarme un dulce.
—Ethan... —Niego con mi cabeza tratando de encontrar las palabras
correctas.
—De acuerdo, me paso los límites. Lo entiendo. Déjame pensar algo
más razonable... Puedo darles un cuarto a Norma y a ti en la fraternidad, es
de hombres pero Eleanor prácticamente pasa más tiempo ahí que en su casa
y nadie se queja. Tendrías ducha privada y podrías dormir conmigo... todos
los días.
—Eso es como mudarme contigo. No me parece una buena idea, me
gusta caminar por el pasillo solo en toalla y ser admirada por los chicos —
lo molesto y salgo corriendo antes de que ponga su cara dura tradicional o
me riña.
Por un momento creo que no me seguirá ni entrará a las duchas y solo
está bromeando, aunque son duchas comunitarias hay una para los chicos y
otra para las chicas. Sin embargo, en un par de segundos sus manos me
toman por la cintura, me meten en una ducha, cierra pasando la cortina y
me recuesta en el azulejo helado.
—Retira lo que dijiste —me gruñe y poco a poco va quitando mi ropa.
—No puedo, porque me gusta mucho llamar la atención —estoy de
broma. No me gusta nada.
—Pero algo ha cambiado —argumenta poniéndome de espalda y
bajando mis bragas. Estoy completamente desnuda y él está viéndome
desde abajo sin hacer nada.
Entierro mis dientes en mis labios cuando siento sus labios besar mis
tobillos y subir a través de mi pantorrilla, detrás de mis rodillas, en mi
pierna, mis muslos, mi trasero, la espalda baja y luego recorre toda mi
espina dorsal con esos besos húmedos, pasando su lengua,
estremeciéndome.
—Ahora eres mía —susurra en mi oído, me voltea y enciende la ducha,
el agua cae totalmente sobre mí y él se desnuda en un santiamén. Besa mis
mejillas, mi nariz y sus brazos simplemente me rodean, no hace más que
abrazarme hasta que ambos estamos completamente mojados—, mía, mía,
mía —murmura en mi oído.
Se aparta para tomar mis cosas de aseo personal y pronto estamos llenos
de espuma por todos lados y con los cuerpos resbaladizos porque ha usado
el acondicionador primero. Yo sigo muy inmersa en que no se ha
aprovechado de la situación. Podría hacerme suya en este instante y lo
deseo con fervor, en lugar de eso inicia una guerra de espuma.
Me río a carcajadas porque se mira muy gracioso cubierto por todos
lados de espuma y seguro yo me veo igual. Algunas chicas se quejan de que
se escucha la voz de un hombre y aseguran que se lo informarán a la
encargada de las residencias. Las envío al demonio y Ethan se ríe más
fuerte.
—Tranquilas chicas, no pienso verlas. No puedo ver a nadie más desde
que me crucé con una insolente y caprichosa señorita que usa bolsos raros y
me domina con una de sus sonrisas —habla tan alto que todas escuchan.
Incluso algunas suspiran—. Ah, y antes de que lo olvide, es mía por si ha
quedado alguna duda y tarde o temprano haré que deje estas duchas, esta
residencia y duerma en mi cama cada maldita noche.
—¿Estás muy seguro de eso?
—Tan seguro como de que por primera vez en la vida mi corazón de
piedra está latiendo.
Sonrío atontada y con el corazón brincándome de un lado a otro, él
aparta varios mechones de pelo que tengo en la cara y me da un beso muy
corto y cuidadoso en los labios, ni siquiera dura dos segundos. Sus manos
bajan hasta mi cintura y me aprieta la cadera dándome un empujoncito para
que su miembro endurecido se roce con mi sexo.
—Lo siento, sé que hemos tenido una noche de mierda y he tratado de
no follarte en los últimos veinte minutos, pero te deseo como un loco, de
verdad, ¿podemos irnos ya a la habitación? —No te disculpes. —Acaricio
su cuello con mis uñas solamente, lento y apenas rozando su piel.
Nos apresuramos en quitarnos la espuma exagerada y nos cubrimos con
nuestras toallas. Hay cosas graciosas en esta vida y luego Ethan envuelto
por una suculenta toalla rosada, no porque los colores tengan sexo, sino
porque solo viste de negro o gris la mayoría del tiempo. Me río y me tira
una miradita de advertencia.
Me abraza por la espalda y caminamos pegados de esa manera, él
supuestamente con los ojos cerrados ante los gritos de las demás al salir del
cubículo. Todos los que están en el pasillo nos miran y me siento apenada.
Acelero los pasos y nos escondemos finalmente en la habitación.
No deja que pase más tiempo y me vuelve a dar un delicado beso.
—Bésame de verdad —le exijo.
—No puedo besarte así, tienes los labios inflamados por si no lo has
notado.
—No te importó ayer.
—Ayer estaba desesperado. Además, tienes lugares más sensibles.
Estamos susurrando como si alguien nos estuviera escuchando.
Realmente lo deseo, tanto o más que él a mí. Quiero volver a vibrar como la
noche anterior.
—Como este —dice antes de darme un beso en el cuello—. O este. —
Suelta la toalla y quedo desnuda otra vez y deposita un delicado beso en
medio de mis senos, me estremezco por completo. Sus manos se apropian
de mis pechos y con dos de sus dedos pellizca mis pezones poniéndome
totalmente encendida. Me quejo y él me mira muy serio, vuelve a hacerlo y
entonces mi mano derecha viaja hasta su dureza, la palpo a través de la tela
de la toalla y gruñe cuando aprieto un poco. Ahora decide masajear con sus
pulgares la punta de las elevaciones y su lengua recorre el resto de mi
pecho, mi clavícula, mi cuello y sus dientes se estancan en el lóbulo de mi
oreja, lo saborea y gimo perdida en el deseo.
—¿Tienes una idea de cómo me pones, Blair? ¿Acaso te imaginas,
aunque sea un poco lo que despiertas en mí cuando te tengo cerca? —Me
tumba sobre la cama.
Sí, esto es raro, mucho. Debería estar algo más afectada, ¿no? debería
hacer más preguntas o al menos mostrarme menos accesible, de alguna u
otra forma me ha mentido, él, mi hermano y los chicos, pero también hasta
cierto punto ha sido sincero y me ha dicho una verdad que Nathan no
pretendía decir. Además, lo dejará y entonces podré estar completamente
tranquila.
En este instante no me puedo resistir a él y su seducción. No porque esté
hueca de la cabeza y no pienso en otra cosa más que sexo, sino, porque
cuando estoy con él o cerca de él siento que todo tiene solución y que si
dice que las cosas estarán bien es porque así será. Y, lo deseo, a mis cortos
diecinueve años, experimento un deseo incontrolable por el hombre que
está de pie frente a mí.
Desde la cama sus ojos me recorren entera. Él aún está con la toalla. Soy
yo la que está expuesta, con nada más que mi piel, mi intimidad húmeda,
mis protuberancias al borde de un colapso y mis piernas temblando
ligeramente.
Veo cómo se quita al fin la toalla.
Su erección está frente a mí, él pasa su mano una sola vez con suavidad,
antes de tumbarse encima de mí y abrir mis piernas.
Al principio creo que me invadirá. Me equivoco, es su rostro lo que se
pierde en mi entrepierna y entierro mis uñas en las sábanas aún antes de que
haya contacto. Me mira un segundo y luego su lengua llega hasta la
hendidura de mi sexo. Mi respiración se altera enseguida y una repetición
instantánea de su nombre se produce en mi garganta.
Las vibraciones de mi cuerpo me hacen retorcerme en la pequeña cama
cuando lo siento subir y bajar. Sus manos aprietan mi piel y sus dientes
juguetean con mi parte más punzante y vibro cuando invade mi interior. Lo
hace una y otra vez en lo que una de sus manos presiona mi vientre
provocando una sensación extraña y perturbadora.
Sin previo aviso su cabeza sube hasta la misma altura que la mía y
maldice.
—No traigo protección.
—No te preocupes, yo me cuido, tomo pastillas diarias.
Asiente y sus caderas se deslizan entre mis piernas. Su intromisión me
hace gemir al volumen que quiera porque, aunque la residencia está llena de
personas, no contamos con un hermano mayor que probablemente pierda la
razón al ver esta escena. Sus labios no dan tregua a mi piel y con cada beso
la hace tiritar. Su invasión profunda incluso nubla mi vista.
—¡Joder! —digo con voz quebradiza. Se olvida de mi golpe y yo me
olvido de que él tenía razón porque cuando me besa de forma tan
arrebatadora me duele, no lo detengo.
—¡Joder! Eres deliciosa.
Sus perfectos ojos no se despegan de mi rostro y me quedo callada
haciendo lo mismo. El único sonido que puede percibirse son sus caderas
chocando con las mías. Toma una de mis piernas ubicándola sobre mi
pecho, su miembro acelera el ritmo y varios quejidos se vuelven a apoderar
de mí. La presión en mi vientre es cada vez peor, el orgasmo está a punto de
ocurrir mientras toma la otra pierna y también la ubica hacia atrás sobre mi
pecho.
Un grito lleno de placer y lujuria se forma en mi garganta cuando
introduce todo su miembro duro y abrumador en mi sexo que se desahoga
justo al mismo tiempo que él.
Cae rendido sobre mí, puedo oír el zumbido de su corazón junto al mío,
podría jurar que palpitan al mismo ritmo.
—Eres hermosa, Blair Stoms. Eres jodida y malditamente mi perdición.
—Y tú la mía —balbuceo y respiro con dificultad.
—Dime que confías en mí —solicita.
—Confío en ti.
—¿De verdad?
—¿Por qué lo dudas?
—Porque me he dado cuenta de algo...
—¿De qué?
—De que eres más que atracción física. Siento, Blair, y siento mucho
por ti.
—No quiero que te metas en problemas, Ethan. No quiero que te pase
nada —hay desesperación en mi voz, ante su confesión me ha entrado
miedo.
—No me pasará nada, te lo juro. No es tan grave. Todo estará bien, haré
que todo salga bien pequeña mía.
—Tuya...
—Mía, solo mía.
CAPÍTULO 19

LAS SOSPECHAS CONTINÚAN

C onvenzo a Ethan de ver una película romántica y dulzona en la


habitación, después de todo pasaremos el resto del día juntos y salir
no me apetece nada. Menos después de lo ocurrido ayer.
Aún muchas dudas rondan en mi cabeza y las ganas de ir a buscar a mi
hermano no me faltan, sin embargo, me siento volando en una nube con
Ethan medio desnudo, yo media desnuda, sus dedos tocando sin parar mis
pechos mientras él se queja de que he escogido la película más cursi del
planeta.
Cuando es de noche y ha pedido comida a domicilio como si fuésemos
cuatro y no dos, llama directamente a Norma y prácticamente le ordena que
no vuelva esta noche porque piensa quedarse conmigo.
Mi amiga se pone más furiosa de lo que ya estaba, pues dice que
quedarse con Nathan significa dar por terminado su enojo y aún no supera
todo lo que le he contado por la mañana. Aunque accede y Ethan apaga su
teléfono después de esa última llamada.
Despierto con una sensación extraña, algo que hace mucho no
experimentaba en toda su plenitud. Me siento feliz. A pesar de todos los
misterios que rodean la vida del hombre que me abraza tan fuerte, como si
temiera perderme. Esto no es como en la escuela. Es más fuerte, es muy
pronto para hablar de amor, pero, sin duda alguna Ethan Johnson está
logrando que me olvide un rato de mi patético trauma de niña huérfana.
Quizás es porque ambos estamos rotos, de diferentes maneras, pero rotos
finalmente.
Me pregunto cómo habrá sido crecer sabiendo a lo que se dedicaba su
madre. Él tiene razón, Nathan y yo hemos tenido mucha suerte: Tía Lili
pudo decir que no, pudo argumentar que era muy joven y que tenía una vida
que construir, sin embargo, aceptó el reto.
Aún la recuerdo frente a nosotros con aquel permanente terrible que se
hizo en el cabello días antes de que su hermana y su cuñado fallecieran,
trataba de decirnos que de alguna forma era nuestra nueva mamá.
Miro al techo pensativa, recordar los días posteriores a la pérdida de
nuestros padres solo me ha abierto esa herida que trato, aún a mi edad, de
cerrar. Decido levantarme de la cama y hacer algo que me distraiga.
La mayoría del tiempo pensar en papá y mamá no me causa tanto
revuelo, esta vez es totalmente diferente, ya que todos los acontecimientos
que han pasado desde que conocí a los amigos de mi hermano, la
fraternidad y específicamente a Ethan me hacen sentir nuevamente
vulnerable.
Recojo del suelo nuestra ropa esparcida y cuando tomo el pantalón de
Ethan su billetera se sale del bolsillo trasero de su pantalón e impacta en el
piso quedando abierta. No planeo hacer nada más que levantarla y ponerla
en su sitio, pero su identificación está justo a la vista y cuando solo me
dedico a ver esa foto tan juvenil que le han puesto, y en donde destila una
inocencia que pocas veces le veo, mis ojos se enfocan en un dato
perturbador. Su fecha de nacimiento.
Sí, sí, que tampoco soy una computadora humana para sacar cuentas en
dos segundos, sin embargo, me esperaba mirar una fecha igual a la de
Nathan o quizás un año de diferencia. No casi seis años. Según esto, Ethan
está por cumplir veintiséis años, en cinco meses. Veintiséis años. ¡Joder!
Veintiséis años significan siete años de diferencia, veintiséis años
significa que no es un jovencito como mi hermano o los chicos y mucho
menos como yo. Vamos, tampoco es un anciano, estamos hablando de un
universitario, que ya sé que hay personas que se estudian una carrera mucho
tiempo después del indicado, y en realidad no hay tiempo ni límites para
querer ganarse un título de licenciado, ingeniero o doctor. ¿Por qué no me
ha dicho su edad?
—¿Qué haces? —La voz de Ethan me sobresalta al punto de que tiro por
los aires el pantalón y la billetera. Otra vez me ha atrapado husmeando su
privacidad.
—Buenos días —digo nerviosa.
—¿Por qué estabas revisando mi cartera? —pregunta poniéndose de pie,
tomando la cartera del suelo y se queda fijamente mirando lo que yo miraba
con anterioridad.
—Te juro que no ha sido a propósito —me excuso y él sigue mirando su
identificación.
—Blair...
—¿Tienes veinticinco años? —la pregunta sale, es necesario que se lo
haga, no porque represente un problema para mí, sino porque es
información básica, un detalle que no puedes obviar.
—¿Eso te importaría mucho? —es su respuesta.
—No, no me importaría la diferencia de edad, es solo que, joder, en la
playa hablamos de tu madre. Fue algo tan privado y nuestro y me cuentas
eso, pero no que tienes veinticinco, casi veintiséis años. Que tengas
veintiséis años requiere de una historia de fondo como, por ejemplo, ¿por
qué estás estudiando hasta ahora? ¿Por qué me has dejado creer que eres de
la edad de mi hermano?
—Blair...
—Eso me hubiera ayudado a comprender por qué mi hermano me
dejaría tener un romance con todos los del grupo menos contigo, porque mi
hermano sí lo sabe, ¿o no? También habría sido más fácil comprender por
qué tanta resistencia de tu parte, claro, claro, pensabas en la diferencia de
edades. ¡Me siento engañada!
—Blair...
—¿Es que por qué guardas tantos secretos?
—¡Joder! —gruñe—, déjame hablar mujer. Es falsa, es una
identificación falsa.
—¿Falsa?
—Sí, sí. Es una que me hice cuando era menor de edad y la he
conservado, a veces la uso más que la verdadera —explica sin verme a la
cara. ¿Me está mintiendo?
—Ethan, si tienes veinticinco no tengo problema con ello, de verdad. Ya
no es ilegal —le recuerdo. Quizás mi ataque de euforia le ha hecho creer
que sí.
—Ya lo sé y agradezco mucho que no lo consideres un problema, de
verdad, lo hago, pero no es el caso, pequeña. Tengo veintiuno —dice
entonces mirándome al fin y sonriéndome más tranquilo.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Ahora ven por favor, por si no lo recuerdas traes puesta
solo las bragas y estoy duro —comenta extendiendo sus manos. Miro mi
cuerpo, tiene razón.
Como si estuviera envuelta en una clase de amarre, mis pies se mueven
solitos hasta estar frente a él, a solo centímetros, mis ojos viajan hasta su
dureza que se levanta estirando la tela de su ropa interior y me siento a
horcajadas sobre sus piernas y su erección que se frota con mi centro.
Entierro mis dedos en su cabello y él aprieta mi trasero con sus manos
haciéndome hacia adelante y hacia atrás, su miembro se pone más duro, si
es que eso es posible, mi sexo se humedece exageradamente con tal
movimiento y que sus dientes hagan de las suyas mordisqueando sin parar
mis pezones solo provoca que jadee sin ser invadida.
Abre más la boca y succiona todo lo que puede de mi pecho, su mano
izquierda sube por mi espalda peligrosamente y empieza a enrollase en mi
cabello, tira un poco para que le dé espacio suficiente y atacar la piel
sensible de mi cuello.
Me tumba sobre la cama y quita mis bragas. Él, aún de pie, intenta hacer
lo mismo pero se lo impido, me pongo de rodillas sobre el colchón, me
inclino hacia abajo y llevo su ropa interior hasta sus rodillas, al subir la
mirada me encuentro con su virilidad en toda su expresión y lo acaricio con
mi mano.
Cierra los ojos disfrutando de los movimientos de mi palma y presiono
lo justo sobre la cabeza de su miembro y alargo la caricia hasta su
nacimiento, humedezco mis labios que me duelen solo un poquito y sin
previo aviso curioseo su grosor con mi lengua húmeda.
—¿Qué pretendes? —apenas y consigue hablar. Su pecho sube y baja
con violencia.
—Saludar a mi grande y duro amigo.
—Me pone mucho que hables así, Blair.
—Seguro esto te pone mucho peor.
Le advierto antes de hundir su masculinidad en mi boca, pierde una de
sus manos en mi pelo, muevo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás
apretando las paredes de mi boca para generar más presión, mi lengua
saborea su extensión carnal y cada vez que llego a la mitad de su miembro.
Él se mueve hacia adelante haciendo que entre a profundidad hasta que
el líquido ácido y salado inunda mi interior y me detengo, Ethan sigue
haciendo movimientos circulares suaves, despacio y tentadores.
—Me estás matando, pequeña —susurra afectado. Suelta mi cabeza y
entonces la puerta de la habitación se abre sorpresivamente, Ethan se me
tira encima en busca de cubrir mi cuerpo.
—Oh santa mierda, Nathan está subiendo, rápido, rápido, rápido —grita
Norma desesperada.
Ethan se viste lo más rápido que puede y yo me tardo un poco más. El
corazón me palpita tan fuerte. Sé que no debería actuar como una colegiala,
menos suplicarle a Ethan que se esconda debajo de la cama. Pone cara de
pocos amigos y se niega.
—Por favor, solo esta vez.
—Blair, no soy un puto adolescente.
—Ya lo hablamos, esperaremos un poco, ¿sí? Solo hazlo, no quiero
tensar más el ambiente, mi hermano seguro querrá saber cómo llegué a las
bodegas. Por favor, por favor —insisto.
—Lo haré, pero luego me iré y que sepas que muy molesto contigo —
gruñe y se tira al suelo para luego rodar hasta debajo de la cama.
Nathan entra quejándose de no haber encontrado aparcamiento cerca y
mira hacia todos lados como si sospechara que hay alguien más aquí y no
puede verlo.
—No vine ayer porque Norma me dijo que estabas intentando descansar,
Blair —comenta muy serio.
—Estaba cansada por todo lo que pasó.
—Claro —contesta mi hermano poniendo demasiado cuidado en mi
cama—. Tenemos que hablar.
—Por supuesto que tenemos que hablar. ¿En qué cojones pensabas
cuando aceptaste un trabajo así? —lo interrogo de una vez sin filtros.
—Blair, las cosas no son como parecen.
—No te desgastes mintiendo. Ethan me ha contado lo de ese estúpido
trabajo. Que la paga es buena y que solo tienen que darse una vuelta por
esas bodegas hasta que las robaron de verdad. Que no tienen idea de lo que
cuidan, ¿crees que es legal? ¿Crees que si los negocios del tío de Tony
fuesen honestos le pagaría una fortuna a jovencitos universitarios para que
hagan de matones?
—¿Ethan te dijo todo eso? —parece sorprendido.
—Sí y no quiero perder mi tiempo tratando de convencerte de que es
peligroso, dejarás esa tontería enseguida —le exijo.
—No sé si pueda —dice tranquilo.
—Claro que puedes, Ethan lo hará, tú también puedes.
—¿Por qué Ethan dejaría ese trabajo que nos resuelve la vida?
—Nathan, ¿acaso estabas ciego la noche que pasó todo? Nadie en ese
lugar tiene pinta de héroe, son delincuentes y ustedes son solo
universitarios. Trabajen en una tienda, en un bar sirviendo mesas, en una
gasolinera, qué se yo, no involucrándose con las personas equivocadas. Lo
hablaré con tía Lili y me importa un comino si te crees grandecito.
—Escucha hermanita...
—No voy a escuchar más mentiras. Lo dejas y ya está.
—¿Y tú cómo demonios llegaste ahí? Anda, dime, si estamos
enfrentando verdades, quiero que me digas ahora mismo cómo nos
encontraste y qué clase de relación hay entre tú y mi amigo.
—¿Eso importa ahora? Estamos hablando de tus malas decisiones y de
tu seguridad.
—Me importa más saber si Ethan te ha puesto un dedo encima o no.
—¿Cuál es tu problema con Ethan?
—Con él ninguno, es mi mejor amigo. Mi problema es que estén
enrollándose. No puedes, Blair. Con todos menos con él.
—No estoy saliendo con él. Solo nos hemos llevado bien.
—Ethan no se lleva bien con nadie.
—¿No se lleva bien contigo y los chicos? —lo enfrento.
—Por razones diferentes —responde ya molesto.
—¡No hay nada entre Ethan y yo! Nada. No estoy interesada en él ni él
en mí, todos nuestros encuentros han sido total coincidencia y no es mi tipo.
—¿Entonces cómo llegaste a las bodegas?
—Me llamaron —soy una mentirosa de primera—, alguien me llamó y
decidí ir creyendo que se trababa otra vez de la pandilla y Barak.
—Me largo —eso se lo dice a Norma no a mí.
—¿Cómo que te vas?
—Sí, tengo que investigar quién pudo llamarte —es lo último que dice
antes de irse.
No tengo ni tiempo de preguntarle a Norma si ha hablado con mi
hermano de todo lo ocurrido, porque Ethan sale como rayo debajo de la
cama y me mira furioso.
—Buen día —nos dice a ambas y sale a paso apresurado de la
habitación.
—¿Qué le pasa? —exclamo frente a mi amiga.
—Quizás que lo hayas negado por todos los medios
Contengo la respiración mientras decido qué hacer. No quiero que se
marche molesto y salgo al mismo ritmo que él del cuarto. Lo llamo un par
de veces y no se detiene. Insisto hasta que lo hace a una cuadra de la
residencia.
—Lo siento, me he puesto nerviosa, yo solo...
—Ya no quiero esconderme, Blair. Ya no quiero fingir delante de
Nathan. Se pondrá furioso, aunque se lo digamos mil años después... ¿Por
qué no le dijiste otra cosa? No sé, que nos hemos hecho amigos, por
ejemplo. De esa forma ya no tomaría tan de sorpresa que estamos juntos,
pero has dejado claro que no soy tu tipo, que no tienes nada conmigo, ah, y
que no te intereso.
—¿Ethan, de verdad te enfadarás por esa tontería?
—¡Sí! —alza la voz—, voy a cabrearme todo lo que quiera porque mi
novia no quiere que la gente se entere de que está conmigo —expresa—, te
aclaro que, es mejor que nadie lo sepa, pero he desarrollado una necesidad
poco sana en la que quiero que quede claro de una puta vez que estamos
juntos. Que no pueden hacerse los graciosos fingiendo que son amigos
tuyos cuando en realidad quieren... ¡Ah! A partir de este momento le diré a
cualquier persona que pase cerca de mí que eres mi chica. ¿Bien?
—Estás siendo poco razonable y un celoso de mierda.
—Oye tú —le grita a un chico que apenas y me ha visto de soslayo—, es
mi novia hijo de puta. No te detengas a verla.
El tipo se echa a reír por la inmadurez evidente y le da por perseguirlo.
Corro detrás de él y lo tomo del brazo.
—¡Ethan, pero qué haces!
—¿Eso te parece poco razonable, mi amor? —ironiza.
—Te estás ahogando en un vaso de agua y no pienso soportar esto.
—Oye —me detiene—, sé que es poco razonable, ¿de acuerdo? Y que
me estoy comportando como un imbécil, pero es que me rompe las pelotas
que no quieras decírselo a tu hermano. Solo quiero poder estar contigo sin
esconderme de él. Es lo mejor, así podré hablar ciertas cosas con él y
aclarar otras. ¿Me permites decírselo?
—Vamos a decírselo en otro momento.
—¿Cuándo?
—El sábado, cena... tú, Norma, él y yo. ¿Qué te parece? —doy un
disparo a dos pájaros al mismo tiempo. Porque se supone que este sábado es
la fiesta que Tony mencionó y él continúa sin hablar al respecto.
—¿Este sábado?
—Sí, este sábado. A las nueve y después podemos salir a bailar.
—No, yo no... Este sábado es imposible. Los chicos, incluido Nathan y
yo saldremos, ya sabes, solo chicos. Es el cumpleaños de Rick —me dice
totalmente seguro.
—Claro, entiendo. Ya nos veremos entonces —intento sonar natural,
pero estoy confundida. ¿La fiesta en realidad es una salida de chicos o
Ethan está mintiéndome otra vez?
—No te enfades, si quieres no voy y me quedo contigo —sugiere.
—No soy una celosa enloquecida como tú. Puedes ir, si es lo que quieres
hacer. Podemos dejarlo para el siguiente sábado. ¿Te parece? —no quiero
sonar molesta pero su actitud de hace minutos no me agrada nada.
—Oye —me llama tomándome de la cintura—, lo siento. Solo estaba
tratando de mostrar mi punto.
—De acuerdo, no quiero discutir. Si has escuchado toda mi
conversación, también estás al tanto de que he dicho que me han llamado,
así que mejor vete y tranquiliza a mi hermano.
—Dime que estamos bien.
—Lo estamos.
—No, no. Dilo en serio. —Se acerca a mi rostro y roza su nariz con la
mía para luego darme un beso profundo y que tarda una eternidad. Incluso
quedo mareada cuando se separa.
—No actúes como un loco —le pido—, estamos más que bien.
—Te veo después —dice finalmente y se marcha.
Me quedo en el mismo punto hasta que desaparece totalmente de mi
vista y vuelvo a mi habitación, una vez dentro y antes de irme a las duchas
me pongo al día con Norma. Nathan no ha querido soltarle tanta
información como Ethan lo ha hecho conmigo. Aunque si han dicho algo
exactamente igual: el cumpleaños de Rick.
Norma no se traga esa mentira, o bueno, ella considera que es una
mentira y propone investigar qué tan real es esa "salida de chicos". Yo no
estoy interesada en parecer una psicópata desconfiada.
El resto de la semana pasa en un abrir y cerrar de ojos. Ha sido una
semana agitada con tanto trabajo universitario y me he desvelado con Ethan
todos los días gracias a sus efectivos poderes de seducción. El problema es
que, dichos poderes se resumen a una de sus características miradas, o a sus
labios consumiendo mi sentido común.
Estar juntos se nos está volviendo realmente una adicción que disfruto
demasiado. Cada vez tenemos menos cuidado y Nathan no tardará en
descubrirnos, tal y como él desea.
Hoy es sábado y he tenido que soportar el mal humor de Norma. No ha
parado de arreglar el armario. Su crisis de limpieza se debe a que no está
muy contenta con la salida de los chicos esta noche.
—¿En serio vas a dejar que Ethan vaya solo? —pregunta por enésima
vez.
—Tenemos que aprender a confiar.
—Blair, ¿hablas en serio? ¿Después de todas las cosas raras que han
pasado quieres que confíe? ¿Cómo puedes confiar?
—Tienes razón, pero que los chicos anden en malos pasos no quiere
decir que todo lo que hacen es sospechoso. No me metas ideas en la cabeza.
Desesperada salgo de la habitación y me escondo en la sala común. Hay
algunos chicos jugando en la mesa de billar y algunas chicas estudiando en
los sillones. Me acerco a la máquina dispensadora y saco una bebida, mi
teléfono suena y miro la pantalla.
Es Ethan.
—Cara dura —es mi saludo.
—Pequeña... ¿Cómo estás?
—Pensando en ti, y en tu salida de chicos.
—Pídeme que me quede y lo haré.
—No, mejor te pido que vengas por mí cuando tu fiestecita se acabe, no
importa si es de madrugada.
—Pensaba secuestrarte, pero ya que tengo autorización, claro que paso
por ti. Muero por estar contigo, en tu entrepierna, follarte a mi antojo —
dice y me suelto a reír—. No tardaré tanto.
—Lo hemos hecho toda la semana, vas a aburrirte.
—¿De ti? Jamás.
Escucho cómo los chicos gritan su nombre y no hago más larga la
llamada.
Giro con más ánimos decidida a regresar a la habitación, calmar a
Norma de una buena vez y tengo que detener mis intenciones, pues Kim
está en la puerta de la sala común, mirándome como si quisiera matarme.
Me parece recordar que no vive en las residencias y honestamente
desconozco si es estudiante de esta universidad o conoce a los chicos y
específicamente a Ethan de otro lugar.
No pienso averiguar si está aquí por mí o por alguien más y camino
pasando a su lado.
No he dado ni dos pasos por el pasillo que me lleva directo al cuarto
cuando su voz santurrona se escucha—: ¿Te vas a marchar tan rápido,
princesa?
Cierro los ojos unos segundos antes de voltearla a ver.
—¿Qué quieres? —espeto cruzándome de brazos.
—Uy, qué miedo tu vocecita de niña buena e inocente y común...
—Si solo dirás cosas sin sentido me largo.
—Espera, Blair. ¿Sabes? Todos estamos muy sorprendidos por las
recientes decisiones de Ethan. Eso de estar con alguien como tú —dice y
me recorre con la mirada.
No voy a negar que Kim es muy guapa, alta, sofisticada y esbelta, se
gasta unos ojazos espectaculares y esas cuantas pecas en la nariz y mejillas
solo le dan un toque sexi y encantador, pero no me intimida. No soy esa
clase de chica.
—Pues echándole un ojo a su historial. —Le dedico la misma mirada
que ella me ha dado antes—, creo que soy lo único decente en su lista.
Se ríe, sí, lo hace con toda la petulancia que desprende.
—Ethan debería mostrarse más agradecido conmigo por no romperle su
teatro de chico bueno. No tienes idea de quién es y cuando lo descubras
estaré encantada de verlo en primera fila —escupe las palabras—, me dará
un gusto tremendo ver cómo te das contra las paredes por ser una ingenua
simplona.
—¿Sabes Kim? Comprendo tu fascinación por mi novio; es guapo y un
dios en la cama, pero lamento informarte que ya has pasado a la historia.
Así que, ¿por qué no te vas por ahí a buscar a quién arruinarle sus días y
nos dejas tranquilos?
—Lo haré —dice muy tranquila—, lo haré en la supuesta fiesta de Rick,
en donde me pasaré toda la noche con Ethan. Eres tan tonta, te engañan con
tanta facilidad, Blair. Si quieres descubrir de lo que te hablo puedes
acompañarnos —menciona extendiéndome un papel que no tomo y lo deja
caer en el suelo—. Niña, te falta malicia, en este mundo no cabe la bondad.
Esas son las últimas palabras que me dedica, gira sobre sus tacones de
aguja y se larga haciendo justo lo que se ha propuesto: instalando la duda en
mí. Una vez que está lo suficientemente lejos, tomo el papel del suelo y
abro los ojos con asombro al ver que es una dirección y que debajo de ella
está el nombre del dueño de la casa: Arnold González. Y unca clave: Dados
en el aire.
Arrugo el papel sin romperlo y corro hacia el cuarto convencida de que
tengo que ir. Sí, sí, ya sé que es una estupidez del tamaño del mundo, que
debería llamar a Ethan y contarle lo que ha pasado, que necesito confiar en
su palabra, me ha dicho que haría todo para dejar ese estúpido trabajo, así
que supongo que no podrá hacerlo de la noche a la mañana, ni él, ni mi
hermano ni ninguno de sus amigos, aún con todos esos argumentos, no
justifica que me haya mentido.
¡Joder! No se cansan de mentir y tantas mentiras solo me indican una
cosa; están jodidos con ese tal González y voy a descubrir hasta qué nivel.
—Toma tus cosas, Norma. Nos vamos a la fiesta —hablo eufórica al
entrar y tomar las llaves de mi auto.
—Sabía que tenías que entrar en razón.
Sigo la dirección tal y como dice el maldito papel. Llegamos a una zona
bastante extraña.
Las casas se ven solitarias, sin embargo, podrías confundirlas con
pequeñas mansiones.
La última casa esquinera es de donde salen y entran personas. Todas
vestidas de una forma poco inusual para una fiesta de estudiantes.
Norma también lo nota y ambas quedamos viendo nuestros jeans
desgastados y camisetas de dormir. No voy a detenerme en este punto, si he
llegado hasta el extremo de dejarme manipular por kim, entonces entraré,
seré la novia psicópata y saldré de dudas. En la entrada están dos hombres
que parecen guardias de seguridad. Visten de trajes formales color negro y
no inspiran confianza. De hecho, lo único que me transmiten es inseguridad
y eso provoca que mis pasos sean lentos.
—Preciosas, es una fiesta privada —nos informa el tipo más grande y
robusto.
Por un momento solo intercambio miradas con Norma sin saber bien qué
decir. Ella hace un pequeño gesto con la mano indicando el papel que traigo
en el bolsillo. No entiendo al principio, aunque luego lo capto, claro, la
clave. Si decimos la clave quizás nos crean parte de lo que sea que es esto.
—Dados en el aire —mi voz sale temblorosa. Los hombres no se creen
con tanta facilidad que me sepa la clave con naturalidad, creo que incluso
están sospechando—. Johnson, Ethan Johnson, somos sus invitadas —se
me ocurre agregar.
El nombre de Ethan les da un poco de seguridad y aún así llaman a
alguien por el aparato que traen en una de sus orejas y dan una descripción
exacta de Norma y de mí, también han dicho que nos sabemos la clave.
Esperamos algunos segundos más y el tipo que hablaba nos sonríe con
amabilidad. Se apartan de la entrada y nos dan vía libre.
Dejo de respirar cuando compruebo que sí hay una fiesta dentro, pero ni
de lejos es de estudiantes y mucho menos un cumpleaños. Norma aprieta mi
mano igual de sorprendida que yo.
¡Qué demonios es esto!
CAPÍTULO 20

LABERINTO DE MENTIRAS

D amos pasos pequeños e inseguros, mi boca se abre un poco al


darme cuenta de que todos los hombres que están en la supuesta
fiesta, aparte de ir de traje, son ya adultos, entre cuarentones y
cincuentones pero todos traen a una acompañante joven, como Norma y
como yo. Casi todos charlan y beben de sus copas finas que seguramente
están llenas de una bebida carísima. Miro hacia un lado y hacia otro con el
corazón latiéndome a mil por minuto, creo que incluso estoy sudando
porque estoy experimentando unos nervios atroces y un subidón de
adrenalina de aquí al cielo.
—Blair, fue mala idea venir. Hay que confiar e irnos. Quizás los chicos
no están aquí.
—¡Claro que están! —alzo la voz perdiendo la entereza.
—¿Y ustedes quiénes son? —Una voz suave pero intimidante hace que
demos un pequeño brinco hacia adelante, Norma casi ha caído de bruces al
suelo.
Es un chico, quizás de la misma edad que nuestros amigos, no va de
traje, todo lo contrario, se ve igual de desubicado que nosotras. Trae jeans y
camiseta, tenis y una bufanda envuelta en el cuello como si estuviera
haciendo frío.
Frunce el ceño y eso hace que sus ojos casi verdes llamen mi atención,
nos sonríe con familiaridad, como si nos conociera y se le hace un hoyuelo
solo de un lado de los labios, sus cejas pobladas y ese pelo revuelto entre
liso y ondulado en las puntas lo hace ver aún menos parte de esta reunión
extraña.
—¿Están sordas? ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo han entrado? —habla esta
vez con mayor firmeza, ya no con calma y hasta cierta desesperación.
—Nosotras...—intento hablar y se me corta la voz.
—Nosotras somos invitadas de Ethan Jonhson y Nathan Stoms —suelta
Norma y que haya dicho los nombres me pone aún más nerviosa.
—Con que invitadas de Jonhson y Stoms... ¿Las han reclutado o algo
así? Porque no parecen tener madera para trabajar con nosotros —expresa y
eso me deja claro que este chico también forma parte de "los cuidadores de
bodegas", suena hasta estúpido.
—En realidad somo sus...
—¡Norma! —la interrumpo. Estamos teniendo una conversación con
una persona que no conocemos de nada y a pesar de los nervios mi cerebro
aún me funciona.
—¡Oh mierda! —dice el tipo—, ¿Norma y Blair? Ustedes son las
famosas noviecitas. Kim me ha hablado de ustedes sin parar, me tiene un
poco harto, sin ofenderlas, ¿y tú eres la otra Stoms? Hija de Marline y
Adrián.
—Disculpa, ¿tú cómo sabes el nombre de mis padres? —Me siento tan
impresionada que he olvidado la razón principal por la cual estoy aquí.
—Bueno, conozco a tu hermano.
—¿Cómo te llamas? —le pregunta Norma.
—Mateo, y será un placer ser su anfitrión esta noche. Pero quiten esas
caras, que es una fiesta. ¿Mis buenos amigos les han dicho lo que
celebramos?
—Sí —miento.
—¿De verdad? —Entrecierra los ojos y se suelta a reír.
—¡Mateo! —escuchamos que chillan detrás de nosotras—, ¿pero qué
coño crees que haces? —No es otra más que Eleanor.
—Eleanor... —digo su nombre con alivio porque este tal Mateo me tiene
muy confundida con su tono sarcástico, sus frases raras y la ironía que lo
rodea.
—Hola, chicas.
—¿Por qué estás aquí?
Eleanor y Mateo se ven unos segundos y ella lo aniquila con la mirada.
—Pues me han invitado los chicos.
Quiero reclamarle, en realidad esta no es una salida de solo chicos y
Kim está aquí y ella está aquí y no me ha dicho nada, pero recuerdo que en
realidad ella es amiga de Ethan y su grupo, no mía y aunque conmigo se
comporte de forma amable e incluso me acompañe a la residencia para
cuidarme y me haya dicho que soy parte de la manada, siempre los preferirá
a ellos.
—Ya veo. ¿Dónde está Ethan?
—No lo sé, no lo he visto desde...
—Yo sí sé, te llevo —interviene Mateo.
—Tú no la llevas a ningún lado, lárgate —contesta furiosa Eleanor.
—Tú no me das órdenes, que no se te olvide que... —inicia Mateo pero
Eleanor le pone un dedo en la boca.
—No, yo no. Pero mi amigo sí, ¿cierto? Aunque te rompa las pelotas. —
Le da un empujón en el pecho y Mateo se ríe.
—Están en el salón, si caminas directo hacia allá. —Me señala Mateo—,
encontrarás al gran Johnson, que por cierto, está con Kim. Seguimos
caminando a pesar de que Eleanor nos pide que esperemos y que ella misma
lo traerá. Llegamos a un salón más privado, la música suena tan baja que es
posible escuchar las conversaciones de todos, tanto, que cuando escucho la
risa de Ethan me paralizo. Si me mira aquí, no tardará ni dos segundos en
sacarme.
Nos escondemos detrás de uno de los pilares y lo busco con mi mirada.
Está a solo pasos de mí, con Nathan a su lado, y los demás chicos sentados
en los demás sillones. Hay una rubia que está sirviéndoles tragos. Es ella, es
Kim. Al menos no están besándose, pero le acaricia el hombro con cariño y
eso hace que me hierva la sangre.
—Chicas, de verdad que Ethan se molestará mucho si las ve aquí.
—Que se moleste lo que quiera, es un mentiroso de primera. Eleanor
frunce los labios y niega con la cabeza. Hay un hombre frente a ellos y no
tardo nada en descubrir quién es. González. Se da la vuelta y mira hacia el
pilar en el que estamos escondidas. Norma y yo nos ocultamos lo más que
podemos y termina siendo inútil porque el dueño de los ojos grises me mira
y el trago se le cae de la mano, aparta a Kim de inmediato y camina hacia
mí en un santiamén.
Resulta que he venido hasta aquí a enfrentarlo y ahora lo único que hago
es girar sobre mis pies e intentar salir, pero Ethan me alcanza antes de que
consiga dar dos pasos.
Trato de zafarme del agarre permanente de Ethan y no me lo permite. Mi
hermano disimula un poco mejor que mi novio al descubrirme a solo pasos
de él y que no estoy sola, Norma también está aquí, pero eso no evita que el
resto de los presentes en ese salón se den la vuelta y se enteren de todo.
—¿Qué haces aquí? ¿Tú la has traído Eleonor? —su pregunta es un
evidente reclamo.
—Por supuesto que no, las he encontrado con Mateo.
—Me trajo tu mujercita de turno —hablo entre dientes. Sí, sí, hay
muchas cosas por aclarar y Blair Stoms ha soltado la prenda menos
importante en este momento.
—Blair...
—Blair nada.
—¿Qué cojones hacen aquí? —ese es mi hermano.
—Y ha llegado el otro mentiroso del año. ¿Creen que soy una tonta? Me
largo, suéltame —le exijo a Ethan y es cuando mi hermano nota que me
tiene tomada de los brazos.
—Blair, por favor, cálmate. Vamos a salir de aquí ahora mismo y vamos
a hablar, ¿de acuerdo? No hagas una escena aquí, te lo suplico, no llames la
atención. —No voy a negar que la forma en la que me lo está pidiendo es de
verdad un intento inmenso para que guarde la calma—. Por favor, pequeña,
por favor. Peligro, es una situación de peligro, tienes que salir de aquí antes
de que todos te reconozcan —suelta entonces y recuerdo aquel trato que
hicimos, ese en donde si estábamos en peligro yo le haría caso, así que
asiento y me suelta con lentitud.
Miro hacia atrás antes de marcharme.
González está observando todo con atención y tiene a Kim muy cerca
hablándole al oído mientras nos señala, el hombre esta vez, a diferencia de
la estación de policía, no me dedica unos segun-

dos, se me queda viendo todo el tiempo que tardo en reaccionar y


mover mis pies, incluso cuando me doy la vuelta siento sus ojos clavados
en mi espalda.
—¿Qué le has dicho? —escucho murmurar a mi hermano. Seguro pedirá
más explicaciones.
Camino a pasos agitados y antes de salir miro de soslayo al chico de
hace unos minutos observando todo desde una escalera. Sé que detrás de mí
no solo viene Ethan, pues mi hermano me habla sin parar una y otra vez y
no le hago caso alguno.
Sin embargo, no pienso callarme una vez fuera, le he hecho caso, he
seguido sus reglas, no pienso aguantar más.
Mi cabeza es un ciclón de pensamientos y preguntas.
—¡Dios mío! Blair, ¿cómo has llegado hasta aquí? —Ethan habla a mi
espalda cuando estamos ya en la calle. Bueno, al menos no podrá decir que
yo he iniciado la discusión, él ha dado el primer balazo.
—¿No me escuchaste dentro? Tu amiguita cariñosa me hizo el favor de
ponerme al tanto. ¿Por qué haces esto? Crees que no me doy cuenta de que
hay algo más detrás de todo, detrás de todas tus mentiras. Y ¿por qué
estabas con ella? ¿por qué te dejas tocar por ella? ¿Sabes qué? No te
preocupes por mí y regresa con ella, puedes revolcarte con Kim y con todas
las que quieras, además de mentir por doquier pero lejos de mí —Las
lágrimas escuecen mis ojos. Nathan está escuchando todo y me importa un
comino.
Niega con su cabeza e importándole igualmente nada la presencia de mi
hermano toma mi rostro con sus manos y me obliga a mirarlo.
—Blair, mírame, no me acuesto con nadie más que contigo. Solo eres tú,
no hay nadie más que tú. Vaya, ha preferido aclarar eso antes que todo lo
demás, lo cual sé que desatará una guerra monumental.
—¡¿Qué acabas de decir?! —grita Nathan.
—Nathan, sé que vas a molestarte pero tu hermana y yo estamos juntos,
estamos saliendo. No te gusta la idea pero fue inevitable.
—¿Estás diciendo que te acuestas con mi hermana? Confié en ti hijo de
puta, la dejé ir muchas veces contigo porque creí que la cuidabas, no que te
la estabas follando —dice alterado.
—¡Nathan! —lo reprende Norma.
—Tú cállate, lo sabías ¿cierto? No puedo creerlo. ¡Me han engañado
como al más imbécil! —Está descontrolado.
—¿Y tú no haces eso? Tú y tu amiguito nos mienten sin parar. He tenido
paciencia pero Blair tiene razón, esto es demasiado sospechoso —contesta
—. Ya no puedo seguir haciéndome la tonta. Y así una discusión de dos se
convirtió en tres y luego en cuatro.
—Me importa una mierda —vocifera mi hermano—. Eres un hijo de
puta desgraciado, es mi hermana. ¡Mi hermana! Mira en lo que la has
metido infeliz.
—¿Yo? ¿De verdad yo la he metido? Sabes bien que con o sin mí
hubiera pasado lo mismo. Necesitas calmarte —le advierte Ethan pero mi
hermano no entiende palabras y le lanza un guantazo que tira al suelo a
Ethan, quien no hace nada para defenderse más que llevar su mano hasta la
mejilla en la que lo ha golpeado.
—¡Qué carajos te pasa, Nathan! ¿Cuál es el maldito problema? —me
exaspero. Están pasando demasiadas cosas a la vez, es mucho por procesar
y mi relación con Ethan es lo de menor importancia. ¿Es que nadie se
entera?
—No puedes estar con alguien como él —dice mi hermano—, no
puedes, ¿lo entiendes? Y tú hijo de puta, te alejarás de ella.
—¿Estás bien? —le pregunto a Ethan y lo ayudo a ponerse de pie.
—Estoy bien —toma mi mano y Nathan nos separa.
—No la toques, no la mereces. Sabes que no la mereces, Ethan —
Nathan no concibe la calma—. No es necesario que hable demás, sabes
perfectamente a lo que me refiero.
—Estoy harta de que hablen en claves, ni Norma ni yo somos idiotas.
Nos vamos a ir y no nos persigan, ¿bien?
Extiendo una mano hacia Norma y ella niega lentamente con la cabeza.
¡Demonios! Se quedará con Nathan a pesar de todo, ¿cómo es que se ha
enamorado tanto de mi hermano en poco tiempo? Es mejor que ni sopese
ideas sobre el amor, yo soy el vivo reflejo de alguien estúpidamente
enamorada, sí, enamorada de alguien que no para de mentir. Miro al suelo e
inicio a caminar.
—No, no la merezco. ¿Crees que no lo sé? Intenté alejarme de ella
muchas veces, traté de hacerle ver que no podíamos ser amigos siquiera,
pero no pude evitarlo más, Nathan. Yo me... lo siento, hermano ¿de
acuerdo? Estoy enamorado de ella. ¿Lo escuchaste Blair? —alza la voz para
que pueda oírlo a la perfección en lo que continúo caminando—. Me he
enamorado de ti, joder, estoy completa y jodidamente enamorado de ti.
Más lágrimas salen abatidas finalmente de mis ojos y aunque no volteo a
ver ni un segundo escucho cómo mi hermano vuelve a perder el control, y
esta vez Ethan responde porque se escuchan demasiados golpes, parecen
dos enemigos a muerte. El cuerpo me tiembla, esta noche no podría ser
peor.
Entro al auto, pongo el seguro de las puertas y cierro los ojos para creer
por un momento que nada de esto está pasando. Cada vez hay más
preguntas y más dudas.
Yo no puedo ser como el uno por ciento de la población que se aleja de
los misterios. Yo estoy dentro del noventa y nueve por ciento que se aferra a
lo imposible. Dejo caer mi frente en el volante.
No debí venir, y aquí estoy lamentándome ahora, pero, de no haberlo
hecho estaría en mi cuarto de residencia creyendo que los chicos están en
una fiesta de cumpleaños y no en lo que sea que es esto. Las lágrimas
siguen saliendo, aunque en realidad no sé cuál es el motivo, quizás y contra
todo pronóstico es el haber escuchado decir a Ethan que está enamorado de
mí y no responder lo locamente que yo también estoy enamorada de él. Lo
cual es ridículo.
Un ruido en la ventana me sobresalta y golpeo mi cabeza con el asiento.
—Abre, por favor.
—No quiero hablar, Ethan. Quiero irme a casa.
—Norma se ha ido con Nathan y yo necesito hablar contigo, por favor,
Blair abre.
—Estoy cansada de hablar y continuar descubriendo cosas. ¿No
podemos ser una pareja normal? —escupo las palabras molesta—. Es todo
lo que quiero.
—Lo sé, sé que es lo que quieres pero conmigo nada puede ser normal
—se lamenta—, así que, déjame explicarte y si no lo entiendes, entonces
me alejaré para que puedas estar con un chico cuya mayor preocupación sea
salir bien en sus exámenes. Por favor... te lo estoy implorando. Déjame
entrar.
—Ya no sé si debamos seguir juntos —susurro y él empieza a mover el
picaporte de la puerta algo desesperado. Mis ojos se encuentran con los de
él a través de la ventanilla.
—Yo estoy dispuesto a venderle mi alma al diablo para que sigamos
juntos. No hay nada que no haría por ti, Blair Stoms, así que... ¿Me dejas
entrar? Por favor...
Quito el seguro de las puertas finalmente y entra al auto. Pongo en
marcha el carro sin perder el tiempo y se queda callado todo el trayecto y yo
estoy deseando un maldito instante de paz. Me desvío en la interestatal diez
y llego a Santa Mónica justo al muelle.
Son solo las diez y treinta minutos, Pacific Pack aún está en
funcionamiento, pero yo en lugar de ir hacia allá, bajo a la arena y me
siento muy cerca del mar, trato de aprovechar las luces que hay sobre mi
cabeza para mirar las olas, aunque más que mirar, me concentro en el
sonido.
Necesito calmarme, necesito de verdad dejar de sentir que me pierdo de
algo porque entonces voy a volverme loca.
—Blair —Ethan tantea el terreno—. ¿Qué hacemos aquí? —aún
pregunta.
—Quiero calmarme, el mar me ayuda, las olas. No lo sé. Mamá decía
que el sonido del mar tiene magia, que si me sentía confundida imaginara
que estaba frente a la imponente agua y solo respirara.
En cuestión de nada lo tengo a mi lado, sentado igual que yo y con su
vista igual que la mía hacia el mar.
—Lo siento. Siento mucho haberte mentido. Siento mucho que te hayas
tenido que enterar así, que creas que sigo teniendo algún tipo de relación
con Kim porque no es cierto —susurra.
—Llegó a la residencia, Ethan, a decirme lo lindo que se la pasarían en
la fiesta y que le daba pena lo tonta que soy por creerte y es que lo hago, te
creo, pero no es justo que me mientas más.
—Dejar de trabajar para González no es tan sencillo. No puedo dejarlo
de la noche a la mañana. Quisiera, de verdad, quisiera pero no es posible.
Pensé que lo habías entendido cuando te he dicho que necesito tiempo.
—Entonces, ¿por qué no me lo has dicho así? No voy a quebrarme
porque andas por ahí creyéndote el mafioso, no lo haré, no soy esa clase de
chica.
—¿Qué clase de chica eres, Blair?
—La que está en las buenas y las malas, la que se queda contigo a pesar
de todo. La que quiere que le digas la verdad no para salir corriendo, sino
para tomar tu maldita mano y hacerte sentir que juntos podemos con todo.
Su mano se une con la mía y la aprieta un poco. Se aclara la garganta y
me mira, sé que lo está haciendo aunque yo no lo estoy mirando a él.
—No te he dicho adónde iba realmente porque no quiero darte motivos
para que te alejes. Tenía que ir a esa reunión, no podía faltar. Ignoro por
cuánto tiempo más tenga que asistir a esa clase de mierda, sonreír, tomarme
un trago, fingir que ni de broma pienso salir.
—Y si…
—Déjame terminar. Solo sé que no quiero perder a lo único real y a la
única persona que me importa en este puto mundo. Claro que quiero decirte
la verdad, claro que quiero ser honesto, pero tengo miedo, joder, mucho
miedo de arruinarlo, de arruinarte. Tengo miedo de que un día me mires y
por más que tomes mi mano ya no sienta que estás conmigo y lo único que
encuentre en tus ojos sea odio.
Giro mi rostro hacia él afectada. Quiero darle una bofetada para que
entienda que la única manera de que no se arruine esto es que deje las
mentiras de una buena vez. En lugar de golpearlo como quiero, llevo una de
mis manos a su mejilla y la acaricio. Él cierra los ojos y me besa la palma
de la mano, luego la muñeca, el brazo, el hombro, el cuello, la mejilla y
llega hasta la comisura de mis labios.
—No huyas de mí, eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, la
chica de los bolsos raros se ha apoderado de mí. Solo dame tiempo, es todo.
—Te quiero, Ethan —confieso nerviosa. Ya no puedo ocultarlo más.
—Repítelo —me pide con los ojos brillantes. ¿Son lágrimas las que veo
formarse?
—Te quiero —repito.
—Otra vez —insiste—. La última vez que escuché decir a alguien que
me quería, era solo un niño de diez años. Ahora esa persona está muerta.
¡Dios! Se me encoge el corazón al oírlo. Unas cuantas lágrimas se le
escapan de sus hermosos ojos y me apresuro a limpiarlas con mis dedos
frágiles, lo miro fijamente, y lo repito cuantas veces puedo.
—Te quiero, te quiero, te quiero, te qu...
Me besa profundamente, sus brazos se apoderan de mi cintura, de esa
forma que me gana porque me hace sentir segura y protegida. Sus labios
acarician los míos con tanta intensidad que mi espalda cae sobre la arena y
pronto tengo su cuerpo encima. Nuestras lenguas se reconocen y nuestros
sabores se mezclan. Soy consciente de cómo me estoy perdiendo por él, el
poder que tienen sus palabras en mí y creo que estoy dispuesta a perder este
combate. Al menos momentáneamente.
—Te quiero, pequeña. Lo que le dije a tu hermano no es ninguna
mentira. Estoy tan enamorado de ti que por primera vez en mi vida creo que
me vendría bien ser un chico normal. Estoy enamorado de ti, ¿me has
escuchado? Cara dura se ha enamorado.
Me río y la tensión finalmente me abandona.
—¿Me vuelves a decir que me quieres? —parece un niño con esa cara
incrédula.
—Te quiero, Johnson. Te quiero.
CAPÍTULO 21

MORDIENDO EL ANZUELO

A caricio su rostro, una ligera capa de barba está creciéndole y trato


de ver ese gris tan inusual que acompaña su mirada. Él trata de
sonreír, pero la sonrisa se le rompe a la mitad y cierra los ojos
varios segundos. Me acerco a su mejilla y la beso con cariño. Lo quiero
tantísimo, en tan poco tiempo que me aterra lo mucho que puedo llegar a
sentir por este hombre.
—Me siento extraño —confiesa aún con los ojos cerrados y
simplemente deja caer su cabeza sobre mi pecho.
—¿Por qué?
—No tengo permitido enamorarme... de nadie.
—No digas eso. Estás exagerando.
—Con mi estilo de vida lo mejor es exactamente eso, Blair —habla
afligido.
—Pero ya está hecho. ¿Te quieres alejar? ¿quieres que terminemos?
—Nunca.
—Pues entonces solo lidiemos con esto juntos. ¿Sí?
—Bien —acepta—. ¿Quieres ir a las atracciones? —pregunta de pronto.
—¿A Pacific Park? —me sorprendo.
—Sí. Me has dicho que quieres ser una pareja normal, conmigo nada es
normal pero podemos ir a las estúpidas atracciones si eso cuenta como
normalidad.
Sonrío agradecida con su gesto.
—¿Sabes Ethan?, tú eres este chico, eres noble y encantador. No importa
cuánto tardes a partir de hoy en alejarte de esa vida, solo recuerda que no
perteneces a donde crees que perteneces.
—No, ahora sé que a donde pertenezco es aquí... a tu lado, contigo, a ti.
—Me besa de forma lenta e íntima.
—Vamos a las estúpidas atracciones —doy por terminada la noche tensa
y me ayuda a ponerme de pie. Iniciamos a caminar hacia el muelle para
pasar lo que queda de la noche haciendo algo sumamente común y normal.
Los últimos metros de arena se acercan y me detengo para hacer una
tontería. Con la punta de uno de mis zapatos hago un patético intento de
corazón, me ha quedado espantoso. Ethan sonríe con ganas y contra todo
pronóstico, lo mejora agregándole una flecha que entra y sale del supuesto
corazón de arena, a él sí que le ha quedado de maravilla.
Como si eso no fuese suficiente, lo miro formar unas letras que al
principio no entiendo y mi curiosidad aumenta.
"BLETH"
—¿Bleth? —investigo.
—Blair y Ethan... Bleth.
—Has unido nuestros nombres... —susurro.
—He unido nuestros nombres —comprueba y siento unas malditas
cosquillas en el estómago—, ¿no es eso lo que hacen las parejas normales?
Me cuelgo de su cuello y lo beso con fiereza arrebatadora. Aprieta mis
muslos y doy un brinquito cuando él intenta subirme a su cadera. Nos
reímos boca sobre boca. ¡Dios! Lo quiero muchísimo. No creo ser capaz de
ponerle un punto final a esto sí "esto" se sale de control.
—Estás loco.
—Bastante —admite y me devuelve al piso. Me toma la mano y
retomamos nuestro camino hacia el muelle.
Las luces imponentes del lugar hacen que entrecierre un poco los ojos.
Ya no hay tantas personas como en horas más tempranas, pero aún se ven
una que otra pareja, algunos padres con niños y grupos de amigos. El viento
se siente más desde aquí arriba y tiemblo un poco, entonces Ethan se quita
su tradicional chaqueta de cuero negro y me la pone en los hombros.
Rompiendo todos los límites que seguramente mi novio se ha impuesto
durante toda su vida, lo primero que hacemos es comernos a estas horas un
algodón de azúcar, después un helado y luego una malteada.
Ha dicho que está quemando facetas, supongo que a esta podríamos
llamarla "el niño con estómago de piedra", él está como si nada, yo estoy
por vomitar con tanta combinación extraña.
Pedimos unas hamburguesas en uno de los tantos puestos de comida, me
llena la nariz de salsa de tomate y yo le lleno la suya de mostaza, a esta
faceta la he llamado "el adolescente loco". En cuanto me como la última
patata, Ethan tira de mí y me lleva a la rueda de la fortuna. Ruego al cielo
no vomitar.
Incluso después de tal locura terminamos montándonos al carrusel en
medio de niños que lloran y otros que gritan. Me río a carcajadas porque
saca su teléfono y empieza a tomarnos fotos en nuestra aventura. Esta faceta
se llama "la añoranza de momentos felices", ese nombre ya no me causa
tanta gracia, más bien melancolía. Hay otro par de juegos a los que nos
acercamos hasta que ya la mayoría de los puestos empiezan a cerrar. Me
siento feliz. Debería estar enfadada aún y sigo dándome cuenta de que mis
enfados con Johnson son demasiado cortos.
Aunque ya queda muy poca luz y la mayoría de las personas se han
marchado, caminamos siempre tomados de la mano hasta el final del muelle
y volvemos a estar frente a tanta agua meciéndose sin parar. Tomo el
barandal de madera y Ethan se pone detrás de mí con su quijada sobre mi
hombro.
—Mi hermano no se calmará pronto —reflexiono.
—No te preocupes por eso, yo lo resuelvo.
—No quiero que se enfade tanto conmigo. Nathan y yo no somos como
la mayoría de los hermanos, tenemos un vínculo muy grande.
—Lo sé, y créeme que no se romperá. Tendrá que entenderlo.
—¿Y si no lo hace?
—No pienso dejarte si es lo que intentas preguntar. ¿Y tú?
—No voy a dejarte Ethan.
Giro hacia él y lo abrazo enseguida. Escucho los latidos de su corazón
una vez más, son fuertes, potentes y me gusta pensar que míos. Nos
quedamos varios minutos en esa misma posición sin hablar, ni siquiera nos
movemos hasta que lo escucho soltar un largo suspiro.
—Cuando salí del orfanato no tenía idea de qué haría —habla bajito y
me pego más a él. Hablará de su pasado, hay sorpresa y miedo en mí.
Quiero transmitirle fuerza—. A esos orfanatos entras sin nada y sales sin
nada. Lo único que llevaba conmigo era mi ropa, ese único par de zapatos y
una carta de Eleanor en donde me pedía que cuando cumpliera dieciocho no
se me olvidara por nada del mundo volver por ella.
No puedo evitar marcar distancia. El asombro es tanto que necesito verlo
a la cara.
—¿Eleanor estaba contigo en el orfanato?
—Sí, ahí la conocí. A ella la abandonaron, lo que volvía su situación
peor que la mía. Así que unimos fuerzas ahí dentro y lo cumplí, ¿sabes?
Cuando llegó el día de su cumpleaños, volví por ella y no tenía mucho que
ofrecerle, solo nos separaban dos meses y en esos dos meses no había hecho
otra cosa que dormir en la calle, mendigar comida, beber agua de baños
públicos.
»Conseguí uno que otro trabajo, llevando las bolsas de clientes en
supermercados, pero ganaba muy poco. Con ella juntábamos más dinero
pero no nos alcanzaba para más que moteles, pan duro y agua. La vida es
dura Blair, tan dura que a veces no tomas buenas decisiones, solo quieres un
baño real, una comida decente y una sábana calentita.
—Lo siento tanto —murmuro y siento ganas de llorar.
—No llores por mí, no te lo digo con esa intención. Lo hago porque es
justo que sepas por qué no es tan fácil para mí alejarme de González. Ese
hombre me miró un día en la calle y me invitó a comer, dijo que me daría
trabajo, techo y comida. Al principio creí que se trataba de un depravado, lo
ofendí y me marché, pero me siguió y miró a Eleanor, y no me gustó nada
cómo la observaba, hasta que nos convenció de trabajar para él, más bien
ella lo hizo.
—¿Entonces... él es bueno? —digo confundida.
—No. Blair, Arnold González es todo menos una persona buena. En el
orfanato nos enseñaron a leer y escribir e hicimos la primaría y la escuela,
pero fue una educación mediocre. González nos puso maestros privados y
dijo que podíamos ir a la universidad si queríamos, a cambio de que
empezáramos a trabajar de verdad para él. Y fue así como llegué a la
universidad, y es así como Eleanor también lo hizo y evidentemente es así
como me convertí en el monstruo que miraste en las bodegas.
—Tú no eres ningún monstruo.
—Quizás sí lo soy.
—Espero que algún día logres ver lo que yo veo Ethan, porque yo solo
veo a un hombre que no tenía nada e hizo lo necesario para sobrevivir. No
insistas y mejor dime, ¿qué hace Eleanor?
—No gran cosa —murmura—, trato de ayudarla económicamente en
todo lo que puedo para que eso sea así. Es como mi hermana.
—¿Eso quiere decir que Tony, Eleanor y tú se conocen desde
jovencitos?
—¿Tony?
—Sí, es su sobrino.
—Ah sí, su sobrino... sí, nos conocemos desde hace mucho. Resopla y
mira hacia el suelo de madera.
—Si me hubieras dicho todo esto desde un principio no habría fingido
ser una detective tratando de averiguar si lo que hacías era bueno o malo o
de qué iba todo. Hubiese comprendido mejor por qué trabajas para ese
hombre, y por qué es tan difícil para ti.
»No puedes desamparar a Eleanor y eso solo me confirma que eres
bueno, Ethan... enamorarme de ti ha sido lo más sencillo que he tenido que
hacer en mi vida, te has ganado mi corazón sin que yo me diera cuenta
siquiera.
—¿Entiendes lo complicado que es todo ahora? —se asegura de que lo
haya captado.
—Lo entiendo. No te presionaré más. Hazlo a tu ritmo.
No deja de ser peligroso, no deja de ser inadecuado, pero, el poder que
da la honestidad es la oportunidad de que alguien decida luchar a tu lado o
que ese mismo alguien decida abandonarte y lo que parece una desgracia,
quizás sea lo mejor que te pudo pasar... la soledad.
—Te quiero, pequeña —susurra antes de besarme lentamente en lo que
sus manos me aprisionan contra su pecho y el viento nos alborota el
cabello.
Tengo miedo de cómo se desarrollen las cosas a partir de este momento.
¿Qué hay de malo en que Ethan y yo nos queramos? Puede ser que esté
haciendo cosas con las que no estoy de acuerdo y que quizás por esa razón
Nathan crea que no me merece. Pero hay motivos nobles detrás de todo.
Yo creo en él, sé que lo que siente por mí es verdadero y que no me
pondrá en peligro.
Él mismo me ha dicho muchas veces que no dejará que nada malo me
suceda y yo he decidido darle un voto de confianza.
Dejamos el muelle y Santa Mónica para regresar al campus. Después de
una larga discusión por quién dormiría con quién, es Ethan quien termina
haciéndolo conmigo en la residencia. No quiero ir a la fraternidad porque sé
que ahí está mi hermano y que Norma seguramente está poniendo todo de sí
para controlar su rabia.
Además, en medio de tanto alboroto cada vez entiendo menos los
motivos por los cuales Nathan ha decidido trabajar para González. Ethan
tienen varios y de peso, pero ¿mi hermano?
Aunque tengo la intención de preguntarle a Ethan, los ánimos de
continuar hablando sobre lo mismo son inexistentes. Llega un punto en el
que tanta información te entorpece, tengo que ir poco a poco asimilándolo
todo para estar segura de qué terreno es el que piso.
El domingo no tengo noticias de Norma o de Nathan, ni siquiera
contestan sus teléfonos. Ethan ha ido a la fraternidad por un cambio de ropa
y ha aprovechado para intentar hablar con mi hermano o con Norma y no
los ha encontrado. Ha insistido mucho en pasar todo el domingo conmigo.
Extrañamente está más animado de lo que suele estar, incluso hace
muchas sugerencias; cómo salir a comer o ir al centro, sin embargo, prefiero
pasar acurrucada todo el día con él, sobre todo porque cae una tormenta
poco usual en la ciudad.
El lunes despierto por el sonido irritante de mi teléfono. El nombre de
Lili se enciende y se apaga en la pantalla. Me intento salir de la cama, pero
Ethan me atrapa con sus fuertes brazos, siempre hace pucheros de niño
malcriado cuando intento poner distancia.
—No contestes —me pide.
—Es mi tía, libérame. —Le doy un beso en los labios y lo hace. Cuando
tomo el teléfono ya he perdido la llamada e inmediatamente vuelve a sonar.
—Hola tía.
—Hola, linda. Sé que es temprano, pero no he tenido muchas noticias
tuyas en estos últimos días y tu hermano me llamó muy alterado
hablándome de tu reciente relación con un chico malo —se ríe—, sabes que
jamás te prohibiría algo Blair, pero ¿qué tan malo es este chico? Nathan ha
mencionado pandillas, pistolas y hasta sicario en una misma oración. ¿Es
cierto?
Mis ojos se abren como platillos voladores y trato de no soltar palabrotas
y planes de asesinatos. ¿Cómo se ha atrevido a hacer tal cosa? No soy una
chiquilla. Nathan de verdad está exagerando la situación.
Ni siquiera tiene moral alguna para andar por ahí diciéndole al mundo
que Ethan no es una buena persona cuando él hace exactamente lo mismo y
es de su supuesto mejor amigo de quien estamos hablando.
—Tía, sí, estoy saliendo con alguien. Es un buen chico, el mejor amigo
de Nathan y te ha dicho eso porque no soporta la idea de que estemos
juntos.
—¿Por qué me diría tal cosa de su mejor amigo?
—Porque está exagerándolo todo, ya lo conoces, me cuida como si fuese
mi padre, cree tener cierta responsabilidad conmigo desde su muerte. De
verdad, no te preocupes.
—Pero ha dicho que se mete en muchos problemas, peleas... Blair
siempre he confiado en tu buen juicio.
—Olvidó mencionarte que él también lo hace. Él sí que se ha metido en
problemas. Si quieres hacer de mamá, llámalo a él, yo estoy bien. Te
prometo que Ethan es un buen tipo, tía. No te preocupes. Tía Lili se
tranquiliza y me recuerda que ha depositado toda su confianza en mí y que
si cometo cualquier tontería mi madre le hará una visita y tirará de sus pies.
Está loca. También me recuerda que ha dejado dinero en mi cuenta.
Me pregunta muchas cosas sobre Ethan y trato de decir solo lo bueno,
omito todo el misterio y problemas en los que he estado involucrada gracias
a él y Nathan. Ya que mi hermano ha sido tan comunicativo, le pago con la
misma moneda y le cuento la relación que decidió tener con Norma de la
noche a la mañana.
Mi tía enloquece un poco porque el Nathan que nosotras conocemos se
acostaba hasta con el aire si le ponías una falda. No soy tan mala hermana y
también menciono que se comporta realmente bien con Norma.
—Entonces, ¿vendrás para Acción De Gracias?
—No es mi fecha favorita, lo sabes.
—Quizás puedas traer a Ethan y lo conozco.
—Has sonado como toda una madre... Voy a hablarlo con él.
—Soy tu madre postiza aunque nunca logre que me llamen así.
Me río un poco y me despido asegurándole que el día menos pensado la
llamaré "mamá". Ethan está sobre mi cama y dejo mi celular en mi mesita
de noche. Me siento a horcajadas sobre él y sus manos viajan a mi trasero.
Sonríe de forma triste e incluso melancólica. Acaricio sus mejillas y él
disfruta de mis lentas y delicadas caricias.
—Buenos días —dice antes de darme un pico rápido—, así que Nathan
ya me ha puesto en evidencia frente a tu tía Lili... menuda mierda —finge
que le importa mucho o, ¿le importa de verdad?
—Solo está molesto.
—Pero quería dar buena impresión.
—¿Estás de broma?
—No, de verdad quería dar buena impresión, ¿a que soy adorable? —me
molesta y niego con mi cabeza.
—Tía Lili confía en mí, sabe que no estaría con cualquiera, bueno... en
plan serio.
Frunce el ceño y hace pucheros presionando más mi trasero.
—No me ha gustado cómo ha sonado eso...
—¿Qué? Pensabas que era puritana. Pues no —lo molesto. Vaya que no
miento, fui bastante aventurera en el colegio, creo que por muy
contradictorio que suene, Ethan es mi primera relación sentimental formal.
—No me pongas celoso, joder —habla bastante serio y yo me río a
carcajadas.
—Dijo san Johnson. Si tú ibas por ahí con cualquier chica antes de mí.
—Eso no es cierto —se atreve a cuestionar.
—¿No? —ironizo—, ¿no eras tú el lame pezones del otro día? —
Recordar ese día no me agrada nada, sobre todo porque Kim es un tema que
tengo pendiente. Si no tienen realmente nada, ¿por qué estaba en la fiesta?
¿Por qué sabía sobre la fiesta? —. Espera un segundo, ¿me explicas por qué
Kim estaba con ustedes? Ese detalle hace que sus manos dejen de tocarme.
Tenso, se ha puesto tenso.
—Kim es parte del grupo, no puedo obligar al resto a alejarse de ella
cuando ha sido amiga de todos incluso antes que yo.
—Ya...
—Anda ya, ¿quién es la celosa ahora?
—A mí me da igual la presencia de Kim —miento.
—Solo te quiero a ti —dice entonces y recupero nuevamente la calma—,
y claro que voy a marcar límites con ella.
—Está bien, en ese caso, ¿qué haces en acción de gracias? —cambio el
tema, hablar de Kim me da nauseas.
—Me emborracho y luego me duermo. Todos se van a sus casas. Ya
sabes que yo no tengo casa a la cual ir a dar puñeteras gracias por lo que
sea. A veces Eleanor se une a mi fiesta privada y otras veces me imita, pero
desde su casa.
Su comentario hace que mi ánimo disminuya. Si me he sentido tan mal
durante tantos años por la ausencia de mis padres, no puedo ni imaginar qué
tan difícil puede llegar a ser estar realmente solo en el mundo.
Echo todo su pelo hacia atrás con mis dedos y le doy un beso en la
frente, me quedo ahí varios segundos con mis labios pegados a su piel y
desciendo dándole pequeños besos hasta llegar a la punta de su nariz y
finalmente a su boca que me recibe con ternura.
Sus manos traviesas esta vez se introducen en mi pijama y mis bragas y
ahora sí toma con propiedad y a todo esplendor mi trasero
—Pues, ¿quieres venir a Portland conmigo? —lo suelto de una vez.
Quiero que venga, quiero que esté en una mesa con toda esa comida y tenga
un jodido día especial a mi lado, quiero más que nada en el mundo hacerlo
sentir parte de mi familia, y sobre todo quiero hacerle ver que no está solo
más, que ahora es tan parte de mí como yo de él.
—¿Segura? —pregunta desconcertado.
—Quiero que vengas conmigo.
—Nathan no me querrá ahí.
—Pues para ese tiempo ya habrá recapacitado y yo sí te quiero ahí, así
como te quiero en mi vida.
—Pídeme que te baje el cielo Blair, y te juro por el infierno que te bajo
el puto universo entero.
No le contesto nada y muevo mis caderas hacia adelante y hacia atrás
hasta que siento la presión allá abajo.
De un momento a otro me tira sobre la cama, baja mi pijama junto a mis
bragas y apenas se da tiempo para bajar un poco su ropa interior y me
invade como una fiera total.
Tiro mis brazos hacia atrás y él apoya sus codos sobre el colchón
mientras su boca aniquila mis pechos y su miembro me provoca temblores
que recorren desde mi sexo hasta la punta de mis pies.
Nuestros cuerpos se balancean y cada vez que se hunde en mí gimo y
muerdo su hombro, sus manos bajan hasta mi cintura y presiona todo su
peso sobre el mío cuando se deja caer y su rostro se pierde en mi cuello en
lo que su virilidad ahora sale apenas pues acelera completamente sus
movimientos, es un ir y venir tan rápido que mis pechos vibran hacia arriba
y hacia abajo, mi pelvis se contrae y las paredes de mi sexo se tornan
inflamadas en un santiamén, tengo la boca abierta.
Enrosco su cadera con mis piernas y solo bastan unos minutos más para
hacer que el orgasmo me visite y mi respiración se normalice. Sus
arremetidas bajan el nivel y empieza a moverse en círculos lentos,
profundos, tentadores y sin duda alguna deliciosos. Mis músculos se relajan
poco a poco hasta que su líquido invade mi interior y se queda ahí dentro
otro rato en lo que su boca no deja tranquila mi piel perlada.
—Haré lo que quieras, haré todo, iré contigo a tu casa si eso te apetece y
también haré cambiar de parecer a tu tía —me asegura y suspiro aliviada.
Me siento extasiada, cualquier cosa que me diga en este momento me
parecerá lo más genial y correcto del mundo.
—De acuerdo, cara dura. No quiero dejarte pero tengo que ir a clases.
—Lo sé y yo he de volver a mi realidad —comenta abatido.
—Nos veremos en la noche, ¿sí? —trato de animarlo.
—Es un hecho.
Ethan se viste en lo que yo tomo una ducha. Como siempre cuando estoy
sola y comienzo a escuchar todos y cada uno de mis pensamientos vuelvo a
estar tensa.
No deseo que esto se arruine de ninguna forma, Ethan me hace feliz.
Solo espero que todo fluya con normalidad, que Nathan lo acepte, que a
tía Lili le encante y que Ethan no me defraude. Trato de ser positiva y
regreso a la habitación con la mejor de las sonrisas. Me acompaña hasta mi
salón de clases y antes de marcharse me da un beso arrebatador.
Entro con una estúpida sonrisa en mis labios a pesar de todo lo
acontecido ayer, hasta que miro directo hacia mi habitual lugar... Mis
amigos están ahí, como siempre, menos Norma, aparentemente no vendrá,
ya es tarde y hay un alumno nuevo; uno que no he visto en todo lo que lleva
el semestre y tiene un rostro que recuerdo muy bien de la noche anterior.
El chico es Mateo y no despega ni un segundo la vista de mí. Subo los
cortos escalones del salón y le sonrío a mis amigos, parecen actuar igual
que cualquier otro día. Le doy un beso en la mejilla a todos y sigo siendo
observada por Mateo. Me siento en mi silla justo en medio de Elena y
Mateo y con cada segundo que pasa entiendo menos qué sucede.
—Es nuevo, dice que solo será oyente lo que queda del semestre —me
anuncia Elena hablando en susurros.
—Tienes que dejar de perderte tanto, Blair —me acusa David, quien
ciertamente tiene razón, desde que las cosas con los chicos son un laberinto
de secretos me he alejado un poco de mis compañeros de clases.
—Lo siento —me disculpo. Meto la mano dentro de mi bolso y busco
con cierta desesperación mi teléfono.
—¿Le dices todo a tu novio? —ese es el nuevo.
—¿Disculpa?
—¿No te acuerdas de mí? —me habla como si nada.
—Sí te recuerdo, eres Mateo. ¿Qué haces aquí? —me aventuro a
indagar. No me trago nada lo de que es nuevo y será oyente.
—Pues ya ves, cambié de carrera de último momento y ahora no puedo
llevar ninguna clase como tal, solo entrar y escuchar hasta el próximo
semestre. También me he sorprendido al verte, sobre todo por lo que pasó
ayer —me explica bastante relajado y comienzo a dudar de mi capacidad
para discernir si este chico representa un problema o no. El hecho de que
haya estado en esa dichosa fiesta dice mucho. ¿Está involucrado en lo
mismo que los chicos?
—¿Eso es cierto? —le pregunto directamente.
Por un momento creo que Mateo también es amigo de Ethan y que lo ha
enviado a seguirme como intentó hacer con Tony. Si es así, juro que voy a
matarlo, entiendo el punto, pero no pienso andar por la universidad como si
fuese la hija del presidente con cuidadores detrás. ¡Eso es exagerado!
—¿Ethan te ha pedido que vengas? —soy directa y Mateo sonríe.
—¿Ethan? No. ¿Por qué haría algo así? Oh, lo olvidaba, es que son
novios, ¿cierto?
—¿Cómo lo sabes?
¡Qué pregunta tan tonta he hecho! Pero de tonta ni un pelo, estoy
tratando de sacarle información aparentando ser una inocente palomita.
—Pues, todo el alboroto de ayer lo dejó bastante claro. Además, lo
conozco.
—¿De dónde lo conoces? —comienzo a tocar mis dedos continuamente
para hacerle creer que estoy nerviosa por esta conversación y su presencia.
—Sabes a lo que se dedica para ganar dinero, ¿cierto? —¡Bingo!
—Claro que lo sé. ¿De qué otro modo habría llegado a la fiesta si no?
Vamos, que sí sé que cuidan bodegas, pero su presencia aquí no me pinta
nada bueno. Hay gato encerrado y no se necesita ser muy inteligente para
adivinarlo. ¡Oyente mis narices!
—Entonces sabes lo de González, todo lo que hace para él y el resto —
afirma.
—Lo sé. ¿Tú haces lo mismo? —La voz me ha titubeado y él se hace
hacia adelante mirándome fijamente.
—Lo siento, no quiero asustarte.
—No me asustas. Si eres la chica de Johnson debes tener nervios de
acero, ¿no? —vuelvo a mentir. Sí que lo hace.
—Sí, en efecto, debes tener nervios de acero. Yo también trabajo para
González. Supe lo del incidente en las bodegas, y tenía curiosidad por
conocerte, eso se me cumplió ayer. Bueno, todos están hablando de ti.
Ethan nunca ha tenido novia. Estaba Kim... una aventura más.
—Siempre hay una primera vez.
—Sí, pero Johnson sabe lo que eso supone, ¿tú no? —Me guiña un ojo
—, porque dudo que una chica como tú quiera ser uno de nosotros, aunque
tengas nervios de acero. ¿O es que tienes los mismos motivos de tu
hermano?
Eso me saca del juego por completo y parpadeo muchas veces tratando
de esconder mi asombro.
El profesor entra al salón y todos guardamos silencio. David y Erik
miran con recelo a Mateo. La voz del profesor llega a mis oídos porque no
hay otro ruido más. Sin embargo, las palabras son solo eso... ruido. ¿Cómo
me concentro después de esa conversación extraña?
Unos aplausos me sacan de mi guerra mental, están cantando "feliz
cumpleaños" al profesor y me uno al festejo cuando la canción está por
terminar. La clase también finaliza y estoy desesperada por salir del salón
de clases.
—Oye Blair, el chico nuevo es extraño, ten cuidado, ¿sí?
—Tranquilo Erik, solo estoy siendo amable.
—¿Qué tal si nos reunimos mañana?, conozco un bar muy tranquilo. Los
primeros exámenes han terminado, hay que celebrar. —propone David.
Estoy tan inerte mirando a Mateo en lo que él hace lo mismo que me
dedico a asentir y a aceptar todo el plan sin escuchar siquiera a dónde
iremos exactamente, hasta que el rostro rabioso de Ethan aparece en el
salón y me busca con desespero con la mirada. Me despido rápidamente de
mis amigos y bajo trotando los escalones.
—¿Qué haces aquí? —No estoy enfadada, todo lo contrario, es
sumamente raro.
—Necesito que me acompañes —es todo lo que dice.
—¿Qué pasa?
—Nada. —Me toma de la mano y caminamos hacia el pasillo. Al salir
me doy cuenta de que Mateo y Mark están discutiendo en los jardines y
Ethan tira de mí en dirección opuesta.
—Blair —escucho a Mateo llamarme. Ethan se tensa y toma mi cintura
hasta que mi cuerpo está totalmente pegado al de él—. ¿Es mucha molestia
si nos reunimos en la biblioteca y me pones al día con las clases?
Ha sido tan sarcástico que ni siquiera me tomo la molestia de contestar.
Algo grande está pasando.
—Sí, es mucha molestia —contesta Ethan por mí.
—No hablaba contigo, amigo —responde Mateo. Ethan me suelta y
avienta a Mateo sobre el césped, lo tiene tomado del cuello con tanta fuerza
que a Mateo se le dificulta defenderse y puedo jurar que respirar.
—¡No te vuelvas a acercar a ella, no quiero volver a repetírtelo. Le tocas
un solo cabello y considérate hombre muerto, Mateo! —Ethan por fin suelta
a Mateo.
—Tus amenazas no funcionan conmigo, Ethan. Nunca has tenido el
valor de apretar el gatillo. No eres lo suficientemente hombre.
—¡Ethan! —grito cuando su mano impacta en la mandíbula de Mateo.
Las personas se acumulan cada vez más y Ethan no deja de golpearlo. Mark
trata de separarlos hasta que otros estudiantes intervienen y lo consiguen
entre todos.
No escucho lo que le dice Mark a Ethan, pero este solo lo mira un
momento con fastidio y vuelve a llegar hasta mí.
—¿Estás bien? —Me pregunta Ethan intentando tomar mi rostro y no se
lo permito. Asiento confundida.
—¿Por qué lo has golpeado de esa manera?
—Blair, estoy más allá de cabreado hasta la mierda en este momento. No
me hagas preguntas.
—Bien, entonces me voy a la residencia y no me sigas —lo reto. No
puede pretender hacer y deshacer como le venga en gana y no darme
explicaciones instantáneas cuando ya soy parte de esto más de lo que
debería.
—Blair...
—Ese tipo estaba ayer en la fiesta, habló conmigo y con Norma y ahora
aparece aquí fingiendo ser oyente, no me vengas con tonterías de que estás
cabreado.
—Es que no lo entiendes, joder. No entiendes lo que está pasando, no
entiendes nada —se exaspera aun cuando tenemos público. Mark mira al
suelo incómodo. Es injusto, lo he comprendido todo sin tener la
información completa, ¡cómo se atreve!
—Es el hijo de González y no estudia en esta universidad ni tampoco es
oyente ni un carajo. Es una trampa y por lo que veo has mordido el anzuelo
—responde Mark evidentemente cansado.
Si pudiera escoger un momento en mi vida en el que la confusión se ha
apoderado de mi completamente, escogería este pequeño lapso en donde la
cabeza va a explotarme por todas las incógnitas que aparecen una detrás de
la otra después de esas palabras.
CAPÍTULO 22

ADIÓS AL MISTERIO

M iro a Ethan esperando una explicación sobre lo que Mark acaba de


soltar pero lo único que hace es negar con su cabeza y aniquilar a
Mark con la mirada.
—¿Qué te pasa Mark? ¿De qué lado estás? —Lo empuja con rabia.
—Ethan…
—Del tuyo Ethan, pero esta mierda tiene que terminar. Entiéndelo de
una puta vez —espeta Mark.
—¿Te quieres callar, imbécil? —grita Ethan.
—Nathan tiene razón, que ustedes dos estén juntos solo ha complicado
más las cosas. Nunca habíamos tenido tantos problemas juntos. El plan era
sencillo, la hermana de Nathan tenía que conocernos porque era inevitable,
pero nada tenía que cambiar. No tengo nada contra ti, Blair. Me caes bien y
respeto a Ethan, pero no voy a poner en riesgo mi vida por su amorío
universitario. Ya no eres ningún niñato Johnson —exclama tranquilo,
aunque mi novio no reacciona con la misma tranquilidad y vuelve a
empujarlo.
—Lárgate de aquí hijo de puta, ¿qué parte de mantén cerrado el pico no
te quedó claro? —lo riñe furioso.
—Ethan —trato de calmarlo una vez más.
—Me largo, pero habrá consecuencias tarde o temprano —es lo que dice
Mark antes de marcharse.
A Ethan parece estarle dando un ataque. Respira tan fuerte que puedo
escuchar el sonido constante del aire que entra y sale de su interior. Apenas
me ve de soslayo y le doy la oportunidad de calmarse y que decida
hablarme de lo que acaba de pasar. A lo lejos miro que Mateo aún nos
observa desde los jardines en lo que se limpia la sangre que le sale de la
boca. Es un milagro que la seguridad del campus no haya intervenido.
Esta situación no hace más que empeorar. Estoy iniciando a cansarme,
dije que soy la chica que está en las buenas y las malas, pero para ser esa
chica necesito el panorama completo y cada día que pasa todo se vuelve
más confuso.
Sigo callada aguardando para que el chico al que quiero tanto hable de
una maldita vez y más bien creo estar esperando por la reacción de una
estatua.
—¿Qué ha sido eso? —decido iniciar yo y es la única pregunta que haré.
Si no obtengo respuesta alguna, me iré y difícilmente volveré a verlo.
—Mark ya te lo ha dicho. Mateo es hijo de González. Creemos que
González está interesado en saber qué nos une a ti y a mí y por eso lo ha
enviado después de lo de anoche, apenas me enteré que estaba aquí vine a
buscarte.
—¿Por qué nuestra relación es de tanto interés?
—No lo sé —balbucea.
—Claro que lo sabes, dímelo.
—No, no lo sé, joder. Estoy tratando de averiguarlo.
—Sé que lo sabes de sobra y crees que es mejor mantenerme al margen.
Solo tienes dos opciones Ethan, o me lo cuentas todo o cambio de opinión y
ahora seré la chica que solo está en las buenas.
—Blair solo trato de...
—¿Protegerme? Quiero saber por qué mi relación contigo es de tanta
importancia para González. Mateo dice que todos hablan de mí, creo que
tengo derecho a saber por qué motivos mi existencia le es tan interesante a
todas las personas que te rodean.
—Yo...
—Me iré a la residencia y por favor no me sigas.
—Espera, por favor...
—¡No! Los malditos secretos se tienen que terminar de una buena vez o
esto que tenemos tú y yo no tendrá futuro.
Me marcho hacia mi habitación quedándome con mil dudas en la
cabeza. Al abrir la puerta no me encuentro con la calma que necesito,
aunque sea por un maldito segundo. Norma está en un rincón llorando
desconsolada. Tiro los libros al escritorio y la abrazo. Su llanto aumenta
cuando la presiono contra mi pecho. No la interrogo y me encargo de
acariciar su espalda y dejar que saque todo. No necesito ser adivina para
apostar a que este llanto se lo debemos a mi querido hermano.
Tras casi una hora completa de desahogo y unos diez pañuelos
desechables usados, el llanto cesa y hago la pregunta por simple protocolo.
—¿Qué te hizo Nathan?
—Ha terminado conmigo, no me perdona el haberle ocultado lo que
tienes con Ethan. Antes de que digas que esto es tu culpa, no lo es. Nathan
está descontrolado, es como si se haya dado cuenta de que estás saliendo
con el peor sicario del universo. Traté de hablar con él, por eso no me
marché contigo, quise hacerle ver que Ethan es como cualquier chico y,
además, Ethan me pidió que les diera espacio, estaba bastante desesperado.
—Voy a hablar con él, no te preocupes. Seguro vendrá y te pedirá
perdón —trato de subirle el ánimo. Nathan es un idiota si se atreve a romper
el corazón de mi amiga por una tontería de este tamaño.
—No vayas con él, está irreconocible. Al principio se ha calmado, casi
lo ha entendido y entonces Zac le dijo a él y Ethan que Mateo estaba
contigo en el salón de clases, y se ha vuelto loco otra vez, discutió con
Ethan y se han dicho cosas que ni siquiera he comprendido, como que
podrías morir por estar con alguien como él y luego Ethan le ha dicho que
de cualquier forma estabas dentro, que recordara sus motivos. No sé de qué
va todo, Blair. Pero creo que lo de González no es solo cuidar bodegas —
concluye.
—Hoy me ha quedado claro que no solo se trata de eso. Armaré el
rompecabezas. Y lo haré hoy mismo. Tranquila. Vamos a solucionarlo, no
llores más. Los ojos se inflaman y tú siempre dices que andar por la vida
con los ojos inflamados no es muy glamuroso.
—Cierto —solloza.
—¿Qué más escuchaste? —me atrevo a indagar a pesar de su estado.
—No mucho, de pronto Tony me miró ahí asustada y los detuvo. Pero
algo oí sobre que creen que Kim está jugando a ambos bandos. Después de
eso se callaron. Ethan salió corriendo hacia tu salón de clases junto a Mark
y Nathan me pidió que me marchase.
Voy a despotricar en contra de mi hermano cuando los constantes toques
en la puerta nos interrumpen y espero de verdad que sea un Nathan
arrepentido. Abro la puerta y cuando miro que es Ethan intento cerrar y su
brazo me detiene. Voy a volverme una maniática si todo sigue juntándose
de esta forma.
—No es un buen momento.
—Pero no podemos enfadarnos por lo que acaba de pasar.
—¡Claro que podemos!
—Lo siento, ¿de acuerdo? Lamento mucho, de verdad, muchísimo
haberte involucrado en esto Blair, pero no pude evitarlo, te quiero conmigo
a todas horas y en algún puto momento la gente se enteraría de lo nuestro...
—Tú querías que todos se enteraran —le recuerdo.
—Y sigo queriéndolo, pero no pensé que las cosas llegaran a estas
instancias.
—¿Qué instancias?
—Es muy largo de contar —se excusa. No quiere hablar, no quiere
decírmelo, sé que sabe de sobra por qué Mateo me ha buscado, por qué les
genero tanta curiosidad y no desea soltarlo.
—Entonces no me lo cuentes y lárgate. —Tengo un plan mejor para
sacarle la verdad, pero quiero intentarlo de forma convencional. Bueno,
digamos que de forma novia enfurecida más que convencional.
Doy medio paso y me detiene.
—Por favor...
Enseguida me doy cuenta de que no lograré nada de esta manera, así que
lucho con toda esta molestia que se ha acumulado en mi interior y respiro
profundo, el plan B ha entrado en marcha.
—¿Sabes qué? Discúlpame a mí, sé que todo esto es muy difícil para ti y
que yo no hago otra cosa que hacer preguntas y preguntas. Resuelve lo que
tengas que resolver, te daré el tiempo que tanto has pedido, solo sácame de
este juego —me escucho muy razonable—. Ya no quiero que aparezcan
personas raras en mi salón de clases solo para averiguar qué hay entre tú y
yo. Que se entere el mundo entero, cargaré con las consecuencias junto a ti.
Vaya, me sorprendo de mi facilidad de convencimiento, bueno, que no
todo lo que estoy diciendo es mentira. Quiero estar con él sin importar nada,
pienso continuar a su lado así el mundo explote, la cuestión es que odio
sentir que me pierdo de gran parte. Hasta ayer había creído en cada una de
sus palabras porque lo poco o mucho que ha confesado sabe a verdad,
puedo jurarlo, pero hay un resto que no quiere expresar y lo que ha pasado
hoy con el tal Mateo me lo ha dejado más que claro.
Ethan se queda algún tiempo sopesando mis palabras, como si no se
creyera que estoy actuando de forma tan madura y condescendiente y tiene
razones de peso para sospechar.
Sabe que soy caprichosa, impulsiva y que no me quedo tranquila tan
rápido. Da el único paso que nos separa y junta su frente con la mía, sus
manos se posicionan en mi cuello y me mira directo a los ojos.
—Te quiero Blair, me estoy volviendo loco con esta situación, pero
estoy enamorado de ti, el solo hecho de pensar que estás enfadada conmigo
me desequilibra, ¿me entiendes? Yo no sé qué has hecho conmigo.
—Te entiendo. Me pasa lo mismo.
—Dime que me quieres, necesito escucharlo para enfrentar este puto día.
Miro a Norma de reojo, está siendo testigo de toda esta escena. Sigo con
mi plan activo, que en su primera faceta es calmarlo completamente, pero
ninguna de mis palabras es mentira realmente.
—Te quiero Johnson, te quiero muchísimo, lo hago sin poder evitarlo.
Es más fuerte que yo, ¿tú me entiendes? —susurro.
—No quiero perderte, amor —arrastra las palabras—. No quiero —
repite abatido.
—No vas a perderme.
Me acurruco en su pecho y sus brazos temerosos me cubren. Acabo de
descubrir algo, con Ethan no tengo fuerza de voluntad, puede que esté hasta
cierto punto fingiendo tranquilidad para dar el siguiente paso, pero sé que,
aunque no lo estuviera haciendo, ya habría caído en la trampa que
representa para mí sus malditos ojos grises.
¿Cómo me he enamorado de esta forma en tan poco tiempo? Todas las
señales están aquí, encendiéndose cada vez más fuerte y yo simplemente no
puedo separarme de él. ¿Es posible que habiendo tanto peligro alrededor,
tanto misterio y secretos, yo me sienta tan protegida a su lado?
Ethan pasa sus manos por mi rostro y me observa con tanta devoción
que por un ligero momento flaqueo y solo quiero suplicarle que me diga de
una maldita vez el motivo por el cual han enviado a Mateo. En un abrir y
cerrar de ojos me besa con tanta fuerza que pego contra la pared, sus manos
envuelven mi cintura y un gemido se me escapa al rozar nuestros cuerpos.
El beso que quisiera demorara una eternidad es interrumpido por Norma,
quien se aclara la garganta y nos separamos.
—Vengo por ti en la noche. ¿Sí?
—Hoy no puedo, mañana es mi último examen y si no alcanzo la
calificación que necesito voy a reprobar y mi beca estaría en riesgo.
—Ya...
—No te enfades, no estoy mintiendo. —Sí que lo estoy haciendo. Los
exámenes ya terminaron—. Mañana, ¿sí? En cuanto salga de clases
pasaremos el día juntos.
—Blair yo... —Lo interrumpo antes de que intente justificarse porque al
final no me dirá nada concreto.
—Estamos bien —le digo porque sé que es lo que quiere escuchar.
Se marcha dudoso y cierro los ojos unos segundos. Entro totalmente a la
habitación y me recuesto a la pared desde donde soy observada por mi
amiga, Norma me sonríe, al menos ya se mira mejor. Camino hacia ella y
me siento a su lado, paso mi brazo por sus hombros.
—Te quiere, te mira de una forma tan desesperada, Blair. No me
arrepiento de callar todo —comenta y suspira secando las últimas lágrimas
que aún están debajo de sus ojos.
—Sé que me quiere, pero también sé que las cosas cada vez son más
confusas. No importa si hoy decide ser honesto conmigo porque al día
siguiente algo nuevo sale a la luz. Y yo voy a darle fin a todo.
—¿Cómo?
—Ya lo verás, Norma, ya lo verás. De momento tienes que saber que
mañana saldremos con David, Elena y Erik.
No sé si mi amiga está tan afectada por su rompimiento con Nathan o no
cree que pueda averiguar más, porque se ha acurrucado en su cama y luego
ha caído profundamente en los brazos de Morfeo. Sé que hay dos personas
que podrían hablarme al respecto de todo este enredo. Kim y Mateo; a Kim
la saco de la lista porque si me acerco a ella en busca de ayuda, solo me dirá
mentiras envueltas en una que otra verdad, no pienso entorpecer más mi
mente de lo que ya se encuentra.
Mateo. Él es quien me dirá toda la verdad. Sé en dónde vive, pues la
fiesta había sido en casa de González, aunque quizás solo han rentado ese
lugar para esa noche. De todas formas, no pienso meterme en ese nido de
culebras.
Por la mañana las cosas no cambian mucho, Norma sigue metida en la
cama, Nathan no responde mis llamadas y Ethan está afuera de la residencia
esperándome, lo cual acelera mi segunda parte del plan, que es hacerlo
enojar, ¿y para qué? Para que me deje tranquila el resto del día y yo poder
hacer lo mío en busca de la solución a todas mis dudas. Pensaba hacerlo
hasta después de clases, pero ya que está aquí...
—¿Pasa algo? —pregunto en cuanto me acerco, pues no es normal que
esté aquí tan temprano.
—Nada que deba preocuparte.
—Bueno, ya que estás aquí, quiero que sepas que hoy saldré con mis
amigos —le lanzo la noticia de una vez.
—No —se limita a contestar.
—¿No?
—No quiero que andes por ahí sola.
—No voy a estar sola. Estará David y Erik y Elena. Quizás Norma se
anime.
—Claro, estarás con el imbécil que te besó frente a mí, el nerd que no
aporta nada y una chica que en caso de que algo pase no te defenderá.
—Voy a ignorar ese comentario y nos veremos mañana —intento irme
pero me detiene.
—Hemos quedado en que pasaríamos el día juntos.
—Sí, pero he cambiado de planes.
—No puedes.
—Claro que puedo.
—Blair, ya basta de ser tan caprichosa. Tú eres mi maldito equilibrio y
necesito que dejemos de pelear.
—Pues deja de ser tan celoso.
—Solo estoy cuidándote.
—Pues cuídame desde tu teléfono. Te quiero, adiós —me despido y
entro al salón de clases. Lo escucho maldecir, gruñir y de pronto hasta veo
que un basurero común del pasillo ha salido por los aires.
Espero paciente a que Mateo aparezca, pero no lo hace y tiene sentido.
Si su única misión era confirmar qué me une a Ethan, ya tiene toda la
información que necesita.
Apenas y presto atención a mis amigos que hablan sin parar sobre los
planes de esta noche.
Erik trata de que cambiemos de idea y nadie le hace caso. Al terminar
las clases salgo despavorida del salón y me detengo en seco cuando la
persona que más deseaba ver por la mañana está justo en el pasillo.
—Pensé que ya no volvería a verte —soy la primera en hablar, observo
con cuidado esos golpes que le ha dejado Ethan de recuerdo.
—Pues ya ves, aquí estoy.
—Estaba deseando que aparecieras.
—Lo sé —asegura sonriendo—, sé que no sabes nada Blair y que ayer
solo estabas fingiendo. Puede que creas que lo hiciste de maravilla, pero a
mí me han criado para detectar cuando alguien quiere verme la cara de
idiota —habla molesto y es cuando inicio a tensarme.
—Tú también estabas fingiendo, ¿no es así? Porque eres el hijo de
González y solo querías saber si soy o no la novia de Ethan. Así que
digamos que estamos en igualdad.
—Cierto.
—¿Por qué les interesa saber eso?
—A mí me importa una mierda, a González le importa demasiado —
responde y se acerca a mí.
—¿Por qué? —insisto y miro hacia todos lados, el lugar se está
quedando vacío.
—No me tengas miedo. Yo no soy malo.
—¿Por qué estás aquí, Mateo? —le pregunto a pesar de que yo iría a
buscarlo.
—Porque Ethan y yo nunca nos hemos llevado bien, porque mi padre lo
prefiere por encima de mí y de cualquier otro solo porque a él se le da bien
toda la mierda de González y yo odio ser quien soy. Lo que pasó ayer, pasa
muy seguido, Ethan y yo dándonos guantazos es cuestión de casi todos los
días.
—No sé a dónde quieres llegar —hablo con firmeza.
—Dile a Ethan que responda las llamadas, que no provoque un desastre
—me sugiere—, a mí no va a escucharme, ni a Kim, ni a los chicos. Pero a
ti sí.
—Yo...
—Tú eres la persona correcta para llevarle esa información, desde que se
marchó de la fiesta de mi padre, él y su grupito han desaparecido y ya que
entramos en confianza. Dile que González se queda callado, observa todo el
tiempo que necesita y luego ataca, que los rumores sobre sus intentos de
salir de nuestro mundo se están esparciendo.
En cuanto termina de hablar truena los dedos y tres tipos salen detrás de
los pilares del pasillo. Ni siquiera me he dado cuenta de su presencia.
Caminan detrás de él y yo me quedo paralizada.
—Mateo —trato de llamarlo. Me ignora. Al pronunciar el nombre en
esta ocasión provoca que algunos recuerdos vuelvan a mi memoria. La
noche de las bodegas habían pronunciado ese nombre. Claro, maldita sea,
siempre todo ha estado conectado y yo con mis planes tontos y ridículos.
Se acabó. Ethan tendrá que hablar y soltar absolutamente todo de una
buena vez. Conduzco a toda velocidad a la fraternidad creyendo que Ethan
estará ahí, de cualquier forma, a una cuadra de distancia veo su Jeep afuera.
Salgo a paso apresurado una vez frente a la casa y me detengo un momento
en la puerta, la cual está entreabierta. La empujo solo un poco y algunas
voces amortiguadas llegan a mis oídos, la empujo otro poco y me doy
cuenta de que hay varias personas reunidas en el salón principal.
De puntillas recorro los pasos que me separan del salón y pego mi
cuerpo a la pared.
—¿Por qué carajos creen que estoy jugando a ambos bandos? Mi lealtad
es con González, jamás trabajaría para Barak —es la voz de Kim, lo que ha
dicho me deja peor que el mensaje de Mateo.
—Entonces, ¿por qué te han visto hablando con él? —Zac es quien hace
la pregunta.
—Esto es ridículo, ¿acaso tú nunca has hablado con Barak? O Tony, o
Mark, Nathan, Eleanor o Ethan. En vez de hablar de cómo Barak se me
acercó a amenazarme como suele hacer con todos, mejor hablemos de cómo
Blair Stoms está arruinando nuestros planes.
—Con Blair no te metas, Kim. Es mi hermana —la voz de mi hermano
me sobresalta.
—En efecto, no la involucres —dice Ethan.
—Tú cállate, no tienes ningún derecho a hablar de mi hermana —escupe
Nathan.
—En algún puto punto tienes que aceptar que la quiero y la quiero de
verdad joder, ¿crees que estaría pensando en dejar toda esta mierda si no
quisiera lo mejor para ella? Madura, Nathan.
—Chicos, por favor dejen sus problemas personales para otro momento
—escucho intervenir a Tony—. Ahora lo que importa es decidir qué vamos
a hacer.
—Yo no puedo traicionar a González —se apresura a decir Kim.
—¿Y quieres vivir así toda tu vida? —Eleanor se escucha afectada—.
¿Qué harán con nosotras cuando ya no seamos jóvenes y bonitas, Kim?
—Nadie me ha obligado a hacer lo que hago, no puedo abandonar el
legado de mis padres.
—Tus padres distribuían droga, Kim —masculla Mark molesto y abro
los ojos como platos.
¡Qué carajos!
—Mis padres solo buscaban una mejor vida para mí, así que cierra tu
puta boca.
—Voy a dejarlo —anuncia Ethan—, ustedes no tienen que seguirme,
quitando el resto, somos amigos y jamás me perdonaría que algo les pasara
por mis decisiones.
—No somos amigos, Ethan. Somos familia, aquí todos nos conocemos
desde hace muchos años, todos nos hemos salvado alguna vez, todos en
alguna ocasión hemos hablado sobre dejarlo —aclara Zac.
—¡Pero en qué coño están pensando todos! —grita Kim—. ¿Creen que
esto es como las películas? Que te has enamorado de una simplona y podrás
salir de este maldito mundo como si nada. ¿Y tú Nathan? También crees
que podrás dejarlo, ¿qué hay de tu venganza? Y Ethan, ¿de verdad crees
que Blair te aceptará cuando le digas que trabajas para el mayor distribuidor
de drogas en L.A? Que ni siquiera tienes la edad que dices tener, que
ninguno aquí la tiene, excepto Nathan.
Ante tal revelación no puedo más y salgo de mi escondite con las manos
temblorosas y un nudo en la garganta. ¿Qué clase de broma es esta? Seguro
es una pesadilla.
—¡Blair! —vocifera Ethan pálido y corriendo hacia mí—. ¿Qué...
¿Hace... ¿Hace cuánto estás aquí?
—Dime que no es cierto —le suplico.
—¡Suéltala! —exclama mi hermano.
—¡Cállate! —le grito rabiosa—. ¿De qué venganza habla Kim? ¡Qué es
esto, joder! ¿Quiénes son todos ustedes?
—Anda, Ethan, dile de una vez qué es lo que está pasando.
—Cierra la boca Kim —habla Zac.
—No, no me voy a callar porque por esta niña es que todo se ha venido
abajo. Drogas, Blair, eso es lo que está pasando, todos trabajamos para el
mayor narcotraficante de Los Ángeles. Bienvenida a la mafia, cariño, más
te vale que aprendas al menos a tirar un puñetazo.
Niego con mi cabeza tantas veces como puedo y busco en Ethan una
mínima esperanza, solo recibo su mirada perdida, asustada y suplicante.
CAPÍTULO 23

LA CRUDA VERDAD

E l silencio de todos me aniquila. ¿Drogas? ¿Narcotráfico? ¿Cómo en


las películas? ¿Cómo en los libros? Como en la maldita ficción, pero
real... mi hermano... mi novio... mis amigos y hasta me preocupo por
la maldita Kim. ¡Cómo puede ser posible!
Respiro lo más calmada que puedo, las manos de Ethan sobre mis brazos
son como fuego. En un impulso y con toda la fuerza que tengo las aparto y
lo empujo golpeándolo en el pecho. Lo miro unos segundos, está aterrado o
eso aparenta, pero en este momento no creo nada, ni ese rostro lleno de
miedo, ni sus ojos grises que se están poniendo rojizos, ni absolutamente
nada de lo que vaya a salir de su boca a partir de ahora.
Giro mi rostro y miro a Zac, ¿cómo Zac puede formar parte de algo tan
delicado? Es un chico que a simple vista no mataría ni a una mosca. ¿Y
Tony? Con toda esa apariencia madura también está metido en esto, ¿Mark?
Mark es el típico chico rubio castaño que se mofa de ser guapo y odiaría
recibir un golpe en su perfecta cara, bueno, eso es lo que creía, y Kim...
¡Kim!, si parece una muñequita que se quiebra con el soplido más
insignificante, ha dicho que no puede romper el legado de sus padres con un
orgullo de aquí al cielo. ¿Cómo una chica como ella puede pertenecer a ese
mundo? Eleanor tampoco tiene cualidades para tal locura.
Ninguno de ellos, mucho menos mi hermano, Nathan le tiene miedo a
las arañas y grita como un poseído cuando ve una, ¿me están jugando una
maldita broma? Ni siquiera Ethan que tiene toda la pinta encima. Aparentan
ser todo, un grupo de amigos que salen de fiesta y hasta podría imaginarlos
consumiendo una que otra noche, pero... no más, no vendiéndola,
traficándola o peor aún, trabajando —según las palabras de Kim—, para el
mayor narcotraficante de la ciudad.
Me empieza a doler la cabeza de una forma atroz, tanto, que me llevo las
manos al pelo y trato de controlar mis movimientos.
Estoy impresionada, aún con una ligera esperanza de que se rían y me
digan que estaban bromeando, pero nada de eso pasa. Y ahora me siento
como una completa idiota, todas las señales apuntaban a esto sin duda
alguna, yo preferí ignorarlo y ser la chiquilla enamorada e inocente. ¡Qué
estupidez!
—Lo siento, tenía que enterarse en algún puto momento —murmura
Kim tomando su bolso del sillón y caminando hacia la salida—, y no es
nada personal, Blair, aunque creas que sí. Es nuestro mundo y solo quiero
evitar que le peguen un tiro en la frente a Ethan, seguro que tú tampoco
quieres eso.
—¡Kim! —la reprende Eleanor y sale tras ella, no sé si para regañarla
como niña pequeña o para huir de mí.
—Blair... —me llama mi hermano.
—No quiero hablar con nadie —anuncio y Ethan trata de tomarme la
mano—. ¡Con nadie! —grito y da un paso hacia atrás. Aún sin creerme que
esto sea real, doy pasos rápidos hacia la puerta y una vez fuera corro hacia
el auto. En lo que entro y lo pongo en marcha veo que Ethan ha salido tras
de mí, se monta a su Jeep y me da seguimiento. Estoy tan descolocada que
acelero con la intención de perderlo. Él me adelanta y sin importarle que no
pueda detener el auto a tiempo, derrapa a propósito cerrándome el paso,
tanto, que freno precipitadamente y golpeo el volante con mi quijada, he
olvidado ponerme el cinturón de seguridad.
Bien, si no me dejará marcharme en mi auto, me iré caminando. No
hablaré con él, no merece la oportunidad de darme una explicación, no
después de todas las oportunidades que tuvo para sincerarse, incluso si me
hubiese enterado por él, estaría impresionada, sí, igual que en este
momento, pero no estaría lastimada, ni traicionada ni vilmente engañada.
Cada vez que descubrí algo extraño le di el espacio para justificarse, creí
en sus argumentos, en su palabra. Me mintió todo este tiempo, todos lo
hicieron ¡Maldita sea!
—Blair.
—¡No! ¡No! —alzo la voz en lo que camino y algunas bocinas ya se
escuchan, hemos dejado abandonados los autos. Me alcanza y me detiene.
—No puedes irte así, tienes que...
—No, Ethan, no tengo que escucharte ni permitirte explicarte. No hay
nada que explicar.
—Iba a decírtelo —se apresura a decir.
—¿Cuándo?
—Pronto. Voy a dejarlo, voy a hacerlo.
—¿Es lo único que te importa? Lo nuestro... ¿de verdad? No soy
estúpida, no podrás dejarlo, nadie puede y mi hermano también está dentro.
¿Sabes lo que eso significa?
—¡Sí! —habla alterado—, sí, joder, sí. Tu hermano está dentro, mis
amigos, todos, incluso tú y Norma por el simple hecho de estar con
nosotros, por eso te pedí que te alejaras unas setecientas veces. Y es
jodidamente peligroso, y hay venganzas, enemigos, muerte, pero a mí solo
me importas tú maldita sea.
—¡Debiste decírmelo! Tenías que dejarme elegir. Tú y mi hermano son
unos imbéciles. He visto cientos de casos en la televisión, he leído las
noticias en los periódicos. ¡Pero qué carajos! ¡Qué carajos, Ethan! —estoy
vuelta loca tirando de mi propio cabello—. No puedo ni ordenar mis ideas,
necesito irme, déjame ir —le pido.
—Por favor. Al menos déjame, permíteme...
—¿Me dirás la verdad completamente? ¿Me hablarás de cómo funciona
todo? ¿Me contarás qué tan involucrado estás tú, mi hermano y el resto?
¿Has matado a alguien? ¿Te han intentado matar? ¿Mi hermano le ha
apuntado a alguien realmente? ¿Qué es lo que hacen? ¿La venden? ¿Están a
cargo de algo? ¿Qué clase de peligros corremos Norma, mi tía y yo?
¡Contesta! Si responderás todas y cada una de mis malditas preguntas
entonces podemos hablar, sino, hazte a un lado.
—Entre menos sepas más a salvo estarás —habla entre dientes. Asiento.
Nos devoramos con la mirada lo que me parece una eternidad y finalmente
se hace a un lado, lo cual me duele aún más que saber a qué se dedican.
Vuelvo a asentir y regreso a mi auto más que decepcionada.
Antes de entrar giro, él sigue en el mismo punto a pesar de que las
personas que continúan esperando a que quitemos nuestros autos ya nos
están ofendiendo y han llamado a la policía.
—¿Qué edad tienes? O, tampoco tengo derecho a saber qué edad tiene el
hombre que me ha follado y engañado a su antojo.
—Veinticinco. Tengo veinticinco jodidos años y dijiste que no te
importaba.
Me río irónicamente. La identificación que había encontrado no es falsa.
Niego con mi cabeza y conduzco a toda velocidad. Aún en la esquina me
atrevo a mirar por el retrovisor y él continúa en el mismo punto. No estoy
tan lejos de la residencia. Pero no bajo del auto, dejo caer mi frente sobre el
volante y cierro mis ojos. Todas las eventualidades que han pasado
empiezan a reproducirse en mi cabeza, cada cosa me gritaba la cruda
verdad.
Apenas doy pasos hacia mi cuarto las lágrimas inician a salir. Son de
rabia, el hecho de que todo sea verdad, que esté ocurriendo y no poder
hacer nada. Pienso en mi amiga que está con el corazón roto y tendrá que
agregar otra decepción más.
Abro la puerta con lentitud y encuentro a Norma como la típica escena
de película adolescente: pañuelos desechables por toda su cama, música
dramática de fondo y comida chatarra por doquier.
Me siento a su lado, le quito uno de los tantos chocolates que tiene
encima de las piernas y me lo como entero.
Ni una pila de dulces haría sentirme bien.
¿Y si no le digo nada? No, tiene que saberlo, no es ella la que tiene que
estar sufriendo por Nathan, es mi hermano quien tiene que venir de rodillas
a pedirle perdón por haberle mentido, más bien por habernos mentido e
involucrarnos en todo ese mundo sin darnos cuenta.
—Norma, hay algo que tienes que saber.
—¿Más malas noticias? —Miro al suelo y ella se aclara la garganta y
arregla su alborotado cabello—, lo siento, Blair. Estoy tan enfocada en
Nathan que me he olvidado de ser tu amiga. ¿Pasa algo? Estás algo pálida,
¿qué pasa?
No sé bien cómo se supone que tenga que hablar al respecto, así que
decido decirlo sin rodeos, tal y como yo me he enterado. A Norma se le cae
la caja de pañuelos que estaba tomando con sus manos al escuchar lo que ha
pasado hace minutos.
Está tan impresionada que creo que no está parpadeando ni respirando.
Luego de algunos segundos se suelta a reír como enloquecida y no
comprendo nada.
—Blair, si quieres que me sienta mejor, decirme que Nathan trabaja para
un narco no es la solución. Por un momento te he creído. De hecho, es una
pésima broma —suelta incluso molesta.
Me exaspero tanto que inicio a contarle todo, cada detalle, sin obviar
nada, que no lo han negado y la forma en la que me ha seguido Ethan
tratando de que comprenda a la velocidad de la luz que están involucrados
con drogas. Mi desesperación es tanta que termino sentada en el suelo, con
las piernas extendidas y llorando como si me han dicho que Nathan ha
muerto.
Es que puede pasar, ¿no? Es un mundo oscuro, peligroso y lleno de
muertes. No quiero que nada le pase. ¿Por qué cojones decidió hacer algo
como eso?
—Blair, júrame que me estás diciendo la verdad —me pide mi amiga ya
preocupada.
—Te lo juro y no me han dicho más nada. Le he hecho mil preguntas a
Ethan y se ha limitado a decir que entre menos sepa más a salvo estoy.
¿Qué clase de mierda es esa?
—Quizás no es tan grave, tal vez son solo como esos chicos que venden
marihuana en las fiestas y más nada.
—No, ¿es que no me has escuchado? Kim es hija de narcotraficantes y a
los chicos los invitan a las fiestas privadas del gran jefe, cuidan esas
malditas bodegas y tienen armas y amenazan sin pelos en la lengua... están
metidos hasta el cuello. No peques de inocente.
—¡Es que no puede ser así! —se niega. Claro, si no lo hubiera oído yo
misma también estaría dudando—. Iré a hablar con Nathan, esto tiene que
ser un error. Tiene que haber una explicación. Es todo lo que dice mientras
se cambia de ropa y sale desbordada de la habitación. Yo me tomo mi
tiempo para levantarme al fin del piso y cuando lo hago inicio a revisar mi
teléfono constantemente, intento llamar a tía Lili, ella tiene que saber esto y
ayudarme a lidiar con ello. No lo hago, eso solo desataría un sinnúmero de
problemas que empeorarían la situación.
Miro el techo por horas. Todo me sigue pareciendo irreal, continúo
esperando despertarme y que todo sea una pesadilla. Suena a un mal chiste,
se siente como tal. Supongo que es mi mente la que no quiere ceder y
creérselo. Sé bien que, si quiero disipar mis dudas, Ethan no es la persona
que me ayudará, tampoco mi hermano, quien seguramente se perderá los
siguientes días.
Eso me recuerda la afirmación de Kim, la supuesta venganza. ¿Cuál
venganza? ¡Dios! Me volveré loca en cualquier segundo.
Ya es de noche y a las siete en punto empiezo a recibir mensajes de texto
de mis amigos, la mayoría de David. ¡Joder! He olvidado que hemos
quedado para esta noche. Al principio estoy totalmente negada a la idea de
salir, ¿con qué ánimos iré a un bar? Lo único que quiero es que alguien
aparezca en mi maldito cuarto y me digan de una vez que todo es mentira.
Sin embargo, también quiero olvidarme de lo que he descubierto, así que
decido actuar de la forma más inmadura posible y aceptar salir, incluso le
pido a David que venga por mí porque no quiero manejar.
Me emborracharé hasta olvidar que la persona de la que estoy
enamorada forma parte de un grupo… ah, ni siquiera puedo decirlo ni
pensarlo.
No tengo la delicadeza siquiera de arreglarme, cuando David me llama
para decirme que está afuera salgo con mis jeans casuales, mi camisa de
botones demasiado sencilla, mis vans, mi pelo en una coleta y con el mismo
maquillaje de la mañana. Mi amigo nota que algo me ocurre casi al instante
en el que me subo a su auto.
—Gracias por venir por mí.
—¿Pasa algo?
—¿Lo dices por mi ropa?
—No, bueno sí, pero no porque no te mires preciosa, lo haces en
cualquier atuendo —suelta y al oírlo giro hacia él un poco confundida—, lo
siento, se me ha salido solo. Es que te miras mal, me refiero a muy
preocupada.
—Lo estoy.
—¿Es por lo que pasó con tu novio? Vimos todo, lo de esa discusión con
el oyente y no quisimos preguntarte nada.
—Sí, es por eso —le miento.
—Blair —me llama mientras acelera ya en carretera abierta.
—Tu novio es algo agresivo, ¿no crees? Va por la vida soltando
guantazos. ¿Está todo bien?
Es increíble que aun sabiendo lo que ahora sé quiera saltar en su
defensa.
No lo haré, porque David tiene razón, Ethan quiere golpear a todo lo que
se mueve a mi alrededor y aunque ya sé las verdaderas razones no deja de
ser una exageración.
—Estamos teniendo problemas —soy cortante—. No hablemos de él,
necesito despejarme mucho hoy. ¿Me ayudas? —le propongo.
David solo sonríe y me lleva hasta el lugar en donde nos esperan Elena y
Erik, en cuanto bajamos y llegamos a nuestra mesa no hacen otra cosa más
que preguntarme por Norma. No he respondido la primera pregunta cuando
David ya ha puesto un trago frente a mí, me lo bebo sin pensar, quema en
mi garganta.
Ignoro si he respondido después de eso o si al menos he conversado algo
coherente porque en cuestión de nada he bebido demasiado. La cabeza me
da vueltas y vueltas y a pesar de que mis amigos intentan que se me baje un
poco sacándome a bailar, obligándome a beber agua y Elena ha intentado
echarme agua fresca en la frente en los lavados del baño de mujeres, nada
ha funcionado. Si ellos supieran por qué estoy en este estado creo que se
unirían a mi fiesta privada. Son las once cuando Elena decide llamar a
Norma, insisto en que no lo haga, prácticamente se lo suplico, pues sé que
si Norma aún sigue con Nathan, mi hermano se dará cuenta y las
probabilidades de que Ethan también se enteren son altísimas. No lo quiero
aquí, menos que me vea en este estado tan vulnerable.
—No beberé más —les afirmo para que desistan de llamarla, pero nada
funciona. Elena la llama y me informa que vendrá por mí enseguida.
David me toma de la cintura y me acerca a su cuerpo para que pueda
caminar hacia la salida, según lo que consigo entender el aire fresco puede
ayudarme. Poco a poco el bullicio de la gente se opaca y miro de forma
turbia el aparcamiento. David me aprieta un poco la cadera porque estoy
cayendo. ¡Maldita sea! Esto fue una pésima idea.
—Tranquila, te tengo, abrázame si quieres —me dice y es lo que hago,
me cuelgo de él porque realmente no puedo sostenerme.
—Me siento fatal —arrastro las palabras.
—Has bebido como una loca, Blair. ¿Segura que estás bien?
—No, no lo estoy. ¿Alguna vez te has enamorado? —le pregunto.
—Creo que estoy enamorado, pero la chica en cuestión ni siquiera lo
imagina.
—Pues deberías decírselo.
—¿Tú crees?
—Sí, aunque primero investiga sobre su vida, luego las personas te
decepcionan cuando descubres quién realmente son. Pero díselo —insisto
apartándome un poco y tomándole la cara con mis manos—. Eres guapo,
¿sabes? Mucho en realidad, seguro esa chica cae redondita.
No me contesta nada. Hay un silencio incómodo, ¿he dicho una tontería?
—Blair. —Doy un brinco hacia atrás y por mi estado caigo de bruces al
suelo. Esa voz no es otra más que la de Ethan, ¡NO! David intenta tomar
mis manos para ayudarme a ponerme de pie y Ethan lo aparta—. Te
recomiendo que no la toques —lo escucho agregar.
—Solo la estoy ayudando —gruñe David y sin temor alguno me ayuda a
levantarme. Yo presiono sus manos nerviosa.
—Bien, amigo del año ya puedes largarte que yo me la llevo.
—No pienso ir contigo a ningún lado —grito con todas mis fuerzas.
Ambos se quedan callados varios segundos. No miro bien pero puedo gritar,
eso sí.
—Vamos. —Ethan me toma del brazo y empiezo a moverme como
epiléptica. Sí, estoy dando un espectáculo y me importa poco. Nadie estaría
bien después de enterarse de lo que yo me he enterado. Nadie—. Joder,
cálmate —vocifera.
—Oye, no quiere irse contigo —interviene David.
—¿Alguien te preguntó tu maldita opinión?
—Blair yo puedo llevarte...
—Gracias, David, quiero irme contigo —comunico y Ethan maldice.
—No vas a irte con nadie más que conmigo. Fin de esta estupidez —
habla con firmeza tomándome por completo y atrapándome con sus brazos.
Me lleva colgada como si no pasara nada y dice tantas palabrotas como le
son posibles—. Le gustas a ese imbécil y no pienso tolerarlo más. ¿Me has
escuchado?
—¡Suéltame! No quiero estar contigo.
—Pequeña, por favor, cálmate. Estás borracha, ¿por qué has bebido de
esta forma, Blair? —me pregunta bajándome al suelo y atrapándome contra
el Jeep.
—¿De verdad es necesario que te lo explique? ¿Tu dichoso trabajo de
mierda no es suficiente razón? Drogas, Ethan, nadie sale vivo de eso.
¿Cómo quieres que me lo tome? ¿Quieres que haga una fiesta? Ni siquiera
puedo alejarme de ti totalmente porque resulta que mi hermano también
está dentro. Soy la novia de un narco... ¿Me darás una pistola para
defenderme?
No sé de qué demonios se ríe, pero el muy maldito lo hace.
—Jamás te permitiría tocar un arma.
—Pues lamento informarte que aquí la única que toma decisiones sobre
su vida soy yo misma.
—Blair...
—Eres un idiota.
—Lo siento, lo siento. Lo siento mucho, lamento como no tienes una
idea no ser un chico normal para ti, Blair. Quisiera serlo, no sabes cómo
quisiera ser alguien completamente libre de problemas y toda la mierda que
hay en ese mundo.
—Es demasiado. Es que joder, no puedo asimilarlo. No creo poder
hacerlo mañana, ni el día siguiente. No puedo con esto.
—Por favor no me dejes.
—Es que no puedo estar contigo.
—Yo te quiero, puta mierda, te quiero muchísimo. Te quiero, ni de lejos
soy el indicado para ti, pero te quiero, joder, te quiero. No me dejes —
susurra pegando su frente con la mía—, al menos hablémoslo, como hemos
hablado todas las anteriores veces.
—¿Para qué me mientas más? Todas esas veces has mentido.
Estoy llorando, puede que sea la impresión que aún habita en mí o el
maldito estado de ebriedad.
—No te he mentido, Blair. Te he dicho muchas verdades incompletas,
quería soltarlo poco a poco. No tenía el valor, ¿cómo le decía a la persona
de la que me estaba enamorando que era una porquería y que jamás voy a
merecerla? Perdóname, al menos escucha mi parte de la historia. Déjame
explicarte cómo son las cosas.
—Llévame a casa Ethan.
—Pero...
—Solo llévame a la residencia.
—No voy a llevarte a la residencia, te vienes conmigo a la fraternidad.
—Escúchame bien Ethan Johnson, puedes darles órdenes a tus secuaces,
decidir por ellos, sacar tu maldita pistola y apuntarme si quieres,
amenazarme con que cavaras mi propia tumba y la de mi familia si no te
hago caso y todas esas cosas que suelen decir y hacer las personas como tú,
pero no me harás poner un pie en la fraternidad. O me llevas a la residencia
o me voy en un taxi —lo amenazo. No es lo que quiero decirle, pero sé que,
si cedo, me convencerá en cuestión de nada en este estado que me cargo.
—Decir eso no era necesario. No soy esa persona, ya te lo he dicho. Soy
este que está frente a ti pidiendo una puta oportunidad, pero lo entiendo.
Está bien —susurra mirando al suelo—, voy a llevarte a la residencia.
Anda, sube —me invita a subir a su auto abriendo la puerta por mí.
Hago justo lo que me pide en completo silencio, y me mantengo con la
boca cerrada todo lo que tarda el viaje, incluso bajo sin agradecerle que me
haya traído o preguntarle en dónde está Norma y cómo ha averiguado en
dónde estaba yo, aunque eso último es más que obvio. Escucho sus pasos
detrás de mí y no volteo a verlo, estoy más concentrada en mirar al suelo y
demostrarle que no estoy tan ebria.
Abro la puerta con desgarbo y no sé si nunca había notado lo pesada que
es, o que mi evidente ebriedad también en esto me está pasando factura, mi
cuerpo sale volando hacia adelante, no consigo llegar al piso porque los
brazos de mi ángel o más bien mi demonio me toman con fuerza, pero
pierde el equilibrio y entonces sí termino dándome un golpe con el suelo y
su cuerpo cae sobre mí.
¡No! ¡No! ¡No! Necesito la maldita distancia.
—¿De verdad no vas a escucharme? Niego con mi cabeza y cierro mis
ojos para no verlo.
—No seas inmadura Blair, mírame. Vuelvo a negar con mi cabeza.
—Si tan solo pudieras estar en mi lugar un maldito segundo, sé que
entenderías por qué no puedo darme por vencido contigo. Mi mundo es
peligroso, mi vida es un mar de problemas, enfrentamientos, discusiones y
decisiones que son las que me han mantenido vivo. No es como en las
películas, ni en los libros, ni en la imaginación.
—Ethan no...
—Hacer lo que yo hago es mucho más arriesgado de lo que puedes
llegar a pensar, pero soy humano, no soy un jodido robot.
»Me he mantenido alejado de las relaciones sentimentales, y un día entré
a la habitación de Nathan y te miré en aquella foto que tiene en su mesa de
noche y no necesité más para saber que ahí estaba mi punto de partida. Si
no quieres verme, ni oírme, lo acepto, aunque volveré mañana y el día
siguiente y el siguiente hasta que vuelvas a mí, Blair. Buenas noches.
Cuando creo que no hará más el intento de continuar hablando estampa
sus labios con los míos, y es inútil. Por más que trato de resistirme lo beso y
le echo la culpa al alcohol, pero sé bien que la única culpable soy yo. Se
aparta un momento después y se marcha dejándome tirada en el piso.
Quiero correr a sus brazos, deseo más que nada en el mundo escuchar su
versión y que sea lo suficientemente convincente para olvidarme de todo.
No puedo, simplemente no puedo ignorar lo que acabo de descubrir.
CAPÍTULO 24

EL VERDADERO ETHAN

C omo puedo me levanto del suelo y me arrastro en mi cama hasta


llegar a la almohada, cierro los ojos con la esperanza de que
mañana sea un día mejor. Sin embargo, cuando vuelvo a despertar
lo único cierto es que me duele la cabeza y he vomitado el piso. ¡Asco! Me
quejo por los malestares y me quedo tumbada una hora más hasta que
decido ir por un trapeador, desinfectante y aromatizante. Al entrar al cuarto,
Norma y Nathan están sentados en la cama de mi amiga observando el
vómito con sus ceños fruncidos. Me detengo en seco porque la última
persona con la que quiero hablar es con Nathan.
—Perdón por lo de ayer, Ethan estaba cerca cuando me llamó David y
apenas escuchó ese nombre y que estabas ebria salió como rayo —se
disculpa Norma.
—No te preocupes.
—Blair... Nathan quiere hablar contigo.
—Pues yo no. Vete Nathan.
—No, de verdad, tienes que escucharlo, de verdad, solo tú podrás
hacerlo cambiar de opinión —es lo último que dice, toma el trapeador y
demás cosas de aseo, limpia por mí y luego se marcha dejándome sola con
mi hermano.
—¿Y bien?
—Lo siento —es todo lo que dice.
La sangre me hierve, lo quedo viendo por varios segundos, cómo es
posible que mi hermano esté involucrado en las drogas; con quien crecí, a
quien le he compartido casi todos mis secretos. ¿En qué momento mi
hermano tomó la decisión de ser parte de un grupo de traficantes?
Ni siquiera sé verdaderamente la gravedad del asunto y ya siento que
voy a perderlo. Perderé a Ethan también. No quiero llorar, nada solucionaré
con lágrimas, en esta ocasión no puedo evitarlo. Mi hermano tarda un poco
en entender que necesito un maldito abrazo. Se sienta a mi lado y me
consuela.
—Lo siento Blair. De verdad, nunca pensé en las verdaderas
consecuencias de lo que hacía, nunca creí que terminarías involucrada y
mucho menos que te enrollarías con alguno de los chicos. Creí que sería
muy fácil cumplir tu sueño al traerte aquí, que conocieras la fraternidad, a
los del grupo.
» Jamás pensé que todo se descontrolaría. Este es el momento en el que
te pido perdón por decepcionarte de esta manera, pero tienes que
escucharme, no puedes continuar con Ethan, es demasiado peligroso. ¿Lo
entiendes? Ethan está muchos peldaños arriba de todos nosotros, es el
favorito de González, es como el jefe de una gran parte.
—¿Un chico de veinticinco años es jefe? ¿En serio? Cada vez entiendo
menos.
—Sí, un chico de veinticinco años. Asombroso, ¿no? Fue quien más
rápido aprendió todas las mañas de ese hombre. Sabe exactamente cómo
funciona cada maldita cosa, tiene poder, Blair, Ethan sabe que jamás podrá
salir y ¿quieres que me calme cuando está arrastrando a mi hermana a una
vida de mierda?
Estoy con una resaca hasta el infinito, incluso me siento mareada y mi
hermano me pide que aleje de Ethan olvidándose por completo de que él es
igual, él hace lo mismo, él es parte de toda esa locura. ¡Qué diablos!
—¿Y tú no me estás arrastrando también? Tú eres mi hermano, Nathan.
Lo que pase entre Ethan y yo en este momento no tiene importancia. ¿Qué
hay de ti? ¿Por qué estás dentro? Escuché claramente lo que Kim dijo,
habló de una venganza. ¿Cuál venganza? Creo que te has vuelto loco.
—Ethan es quien está metido en problemas, no va a salir de ellos. Son
problemas que no tienen fin. Entiéndelo y aléjate.
—¡¿Estás sordo?! ¡Quiero que me digas de qué venganza hablaba Kim!
—No puedo decirte nada. —Se pone de pie y camina hacia la puerta. Es
un idiota.
—Nathan...
—No puedo, decírtelo es involucrarte más. Fueron mis decisiones, tú
sigue en lo tuyo, con tu carrera de abogada, tú no tienes por qué perder la fe
en las personas como lo he hecho yo, hermanita.
—Entonces iré donde Ethan y él me soltará todo. Sabes que lo hará a
cambio de que lo perdone, ¿cierto? Sabes que la idea de salir de esa
porquería es gracias a mí, ¿verdad? —Ethan jamás traicionaría a su amigo,
pero creo que todos piensan que hará cualquier cosa por mí y eso me puede
servir de momento.
—Blair...
—¡Habla! Tengo derecho a saber. ¿Acaso no te das cuenta de que no
solo Ethan me ha arrastrado a ese mundo? Fuiste tú quien lo hizo, es verdad
que no tenemos mucho dinero, pero eso no justifica que hayas hecho esto,
eso no justifica que decepciones a mamá y a papá. Papá se volvería loco,
Nathan, papá era un hombre íntegro, leal, un señor en toda la extensión de
la palabra y ahora su hijo es un delin...
—¡Papá trabajaba para ellos! —me corta el drama y me quedo sin
respiración.
—¿Qué? —No sé si me ha escuchado, la voz me ha salido casi nula.
Doy pasos hacia atrás, la cabeza me duele aún más y el mareo se
intensifica.
—Lo que escuchas. Papá y mamá trabajaban para traficantes. El no tener
tanto dinero era una fachada para que tú y yo tuviéramos vidas normales.
Piénsalo, Blair, siempre le decían a todo el mundo que no les iba muy bien
con el despacho, pero papá usaba relojes de oro, mamá perlas y diamantes,
nos daban lo que queríamos, salíamos de vacaciones todos los años a
lugares paradisiacos, pero a sus amigos les decían que nos ganábamos esos
viajes en esos concursos estúpidos de la televisión a los que mamá era
aficionada.
—¿Cómo es eso posible? —me tiembla la voz.
Escucho a mi hermano decir que hay una cuenta en el banco que tiene
miles de dólares, dinero que es el que ha pagado las facturas, dinero que,
por supuesto no era herencia de su trabajo honrado, dinero que se está
acabando, dinero que tía Lili administra sin saber su procedencia.
Pero eso no se compara con lo que agrega después: Mis padres eran los
abogados de González.
¿Cómo puede ser eso verdad si nosotros somos de Seattle y González de
L.A?
Mi pregunta obtiene respuesta pronto, pues tener abogados que vivieran
a kilómetros, con una vida conservadora y una familia estable era la mejor
táctica para no llamar la atención.
Papá, era quien falsificaba todos los documentos para esconder las
cantidades exageradas de dinero que González producía con droga, que para
esos años estaba iniciando. Papá certificaba que era por sus negocios
inexistentes y en algunos casos, negocios que sí existen, pero solo se
utilizan para lavado de dinero. Mamá era la que lo sacaba de cualquier
problema legal, a él y a sus hombres cuando llegaban denuncias o la policía
empezaba a tener sospechas del verdadero giro de su fortuna.
No puedo creerlo, quiero que alguien me dé un golpe tan fuerte para
dormir hasta que todo esto haya acabado. Como si lo que ya ha confesado
no es suficiente, agrega que papá y mamá al morir dejaron demasiados
asuntos pendientes; pruebas, negocios en el aire, rencillas con otros
traficantes que ya se habían enterado de que ayudaban a González.
—Un día llegó en persona hasta casa, tú estabas en la escuela gracias al
cielo. Preguntó por tía Lilí, habló con ella por horas, y se ofreció a pagar
nuestra educación. Tía Lili según dijo que no era necesario, pero él insistió
mucho y dejó una tarjeta por si algún día necesitábamos algo.
» Escuché cuando habló maravillas de papá y que sentía mucho su
muerte. Después de eso no supe gran cosa de él, hasta que llegué acá y entre
conversaciones Ethan me confesó lo que hacía y el nombre de González
salió a la luz, entonces yo tomé la estúpida decisión de llamar a aquel
número que él había dejado, aún conservaba la tarjeta y extrañamente él
conservaba el número.
—¿Por qué lo hiciste? Ya habían pasado años —le reprocho.
—Blair, yo necesitaba saber quién era realmente mi padre. González se
acordaba de mí perfectamente. Me citó y me confesó todo lo que te estoy
diciendo, también dijo que el accidente no fue un accidente. Que sus
enemigos fueron quienes provocaron aquello. Nos intentaron matar, nos
intentaron desaparecer y los muy malditos lograron matar a nuestros padres.
Un tal Petroski fue quien

dio la orden y no voy a descansar hasta tenerlo cara a cara.


—Tú estás loco —le grito—. ¿Te estás escuchando? Papá y mamá
trabajaban para narcotraficantes. Mi papi, el hombre perfecto que he
idealizado por años. ¿Cómo sabes que es cierto? ¿Cómo sabes que los
mataron? ¿Cómo puedes estar seguro de que fue ese tal Petroski? Estás loco
de atar —le repito—, todos lo están. Olvídate de esa estúpida venganza, no
creo nada. Mis padres eran unos abogados respetables y...
No puedo más. Es tanto lo que estoy descubriendo que ya no solo pienso
que esta situación es como en las películas, también creo que estoy dentro
de una, que nada puede ser real. No espero a que me diga más, ya sé lo
suficiente como para traumatizarme el resto de mi vida.
Me oculto en las duchas y con todo y ropa dejo que el agua me caiga
encima. ¿Cómo puedo enfrentar este infierno? ¿Cómo puedo siquiera
imaginarme actuando con normalidad después de saberlo todo?
Las imágenes de mis padres se reproducen en mi mente; lo tierno que
eran, amorosos, comprensivos, incapaces de ir contra la ley. Nos hablaban
todo el tiempo de que cada cosa que hacemos tiene consecuencias y ahora
lo entiendo a la perfección.
Me quedo lo que me parece horas debajo del agua, he llorado creo que la
misma cantidad de agua que ha recorrido mi cuerpo sin parar. Regreso a mi
habitación echa un desastre, pues estoy mojada y con la ropa pegada. Estoy
por quitarme la camisa cuando alguien carraspea y doy un salto poco
creíble que me hace tirar al suelo todo lo que está en la pequeña cómoda.
—Lo siento, no quería asustarte —ese es Ethan.
—¿Qué haces aquí? —no suelto la pregunta con fastidio, ni enojada.
Estoy tan desanimada que apenas y creo que me ha escuchado por el tono
de voz.
—Te dije que vendría hoy y mañana y todos los días que sean
necesarios. ¿Estás bien? —averigua dando un paso hacia mí.
—¿Parezco que estoy bien? —Me miro la ropa mojada, él también me
da un repaso.
Se limita a negar con la cabeza y da otro paso hacia mí.
—¿Tú lo sabías? Lo de mis padres... —la voz se me termina de perder
con esa última oración. No lloro porque creo que me he quedado seca. Creo
que no es necesario llorar para que él entienda lo mucho que toda esta
supuesta verdad me afecta.
Da una última zancada y me toma entre sus brazos, sus manos llegan
hasta mis mejillas y sus ojos buscan desesperados los míos. Asiente. Claro,
todos saben todo, menos yo. Soy la estúpida del cuento. Bueno, Norma y yo
somos las estúpidas del cuento.
—No me correspondía a mí decírtelo. Era algo entre tu hermano y tú.
—Todos me han mentido, todos me han roto el corazón —le explico y
pego mi frente en su pecho duro—. ¿Por qué Nathan me dejó venir? ¿Por
qué se lo permitiste? No quiero esto, me rehúso a creer que mis padres eran
malas personas.
—No eran malas personas.
—Defendían a un delincuente, Ethan. Legalizaban todo lo que hacía.
Eso no lo hace alguien honesto, con valores. Mi vida es una mentira. Mi
hermano quiere vengarse como si tuviera oportunidad alguna y el chico que
quiero me ha fallado.
—Pero ese chico te adora, Blair. ¿Eso no cuenta?
—¿Me adoras? —digo con los ojos bien abiertos.
—Es una locura, ¿cierto? Tan poco tiempo, tan rápido, tan deprisa... pero
es lo que este corazón de piedra siente por ti. Te adoro, pequeña.
Ya no hay fuerza de voluntad, solo él y yo, como sucede siempre que lo
tengo cerca. ¿De verdad es posible estar tan enamorada de él? Un miserable
centímetro separa su boca de la mía. Un insignificante e incómodo
centímetro me separa de la razón o la locura.
—Sé que sientes lo mismo, amor —susurra antes de posar sus labios
sobre los míos y después de eso, no hay más preguntas, temores o miedos.
Solo está lo que este hombre me hace sentir con cada una de sus caricias.
Hago un mínimo intento de usar la cabeza, pero estoy consumida por la
forma desesperada en que me abraza, me olvido de todo y mis manos
buscan su piel.
—Yo de verdad necesito escuchar que seguimos juntos. Pasé una noche
de mierda, Blair. No quiero estar sin ti, no puedo estar sin ti. Si sentir todo
esto por ti me convierte en un irracional, entonces es justo lo que soy. No
voy a dejar que te alejes, soy un egoísta y te quiero conmigo... vas a estar
conmigo... dime que sí.
—Yo necesito conocer al verdadero Ethan antes de tomar una decisión.
No quiero alejarme de ti, nunca lo quise y nunca voy a quererlo, pero es
necesario que me muestres quién eres en realidad. Ya sé quiénes eran mis
padres, quién es mi hermano y ahora voy a escucharte, dime... ¿Quién es
Ethan Johnson?
—Lo entiendo —dice derrotado—. Qué tal si empezamos por confesar
que estoy dentro de una de una organización que se dedica al tráfico ilegal
de drogas. Soy la mano derecha de González. Solo tengo veinticinco pero
Mateo, su hijo, no está interesado en el negocio, así que podríamos decir
que me ha entrenado desde que me recogió de la calle. Primero me
involucré por agradecimiento, lo que te dije del orfanato, mi madre, Eleanor
y la calle es verdad.
»No tenía grandes ambiciones en la vida, y González me abrió muchas
puertas. Dale un poco de poder a un jovencito de dieciocho años que jamás
ha tenido dinero para comprarse un maldito dulce y de pronto puede
comprarse una casa si quiere con el trabajo de tres meses... y lo volverás
loco, tu mejor trabajador, tu perro fiel.
Trato de alejarme y aprieta mi cintura para que no dé ni un paso lejos de
él.
—La fraternidad es una fachada, bueno, es una fachada hasta cierto
punto. Era la mejor forma de camuflarnos entre estudiantes, fingir una vida
normal. Algunos estudiantes si son realmente eso, todo para que el teatro no
fuese tan obvio, pero Mark, Tony, Zac, Eleanor, Kim, no estudian en la
universidad, yo tampoco lo hago.
»Todos tienen mi edad, un año mayor, un año menor. La policía, al
menos, los decentes jamás sospecharían de un campus universitario, mucho
menos de una fraternidad que usualmente está llena de riquillos y delicados
jovencitos, que se drogan, sí, en las fiestas, pero no la venden, no la
producen, no envían cargamentos con kilos y kilos.
—Ethan —digo asustada.
—Sé que vas a odiarme porque de alguna forma fui yo quien involucró
en todo esto a tu hermano. Nunca me había enamorado, pero joder, quién no
se enamoraría de ti, quién sería tan estúpido para no quererte, Blair. Tendría
que haber estado ciego para que no te me quedaras grabada aquí. —Se toca
las sienes—, desde la primera vez que te vi.
»Todo lo que hago para González es un teatro, es algo que con el tiempo
dejé de querer. Nunca he matado a nadie. Le he disparado a un montón de
gente y enviado a otro tanto al hospital, no soy capaz de matar. Aunque si
me lo preguntas, por ti mataría, no lo pensaría ni un segundo.
—No digas eso.
—Voy a matar a quien se atreva a tocar un solo centímetro de tu piel. No
quiero hacer lo que hago, nunca lo quise. Ese es el verdadero Ethan y es
probable que no debería de estar aquí, que debería aceptar que nunca seré el
escritor que mi madre quería que fuera, porque sigo sin encontrar la forma
de salir de toda esta mierda y, jamás podré tener a mi lado a alguien tan
bueno como tú. Y temiendo sonar como un enfermo, te diré que no voy a
permitir que me dejes porque eres mía, pequeña. Eres mi Blair, mi pequeña,
mi único motivo.
Me acaricia la quijada y se marcha, mi vista queda estancada justo en el
lugar en donde había estado Ethan.
¿Qué debo hacer? Nunca he estado tan confundida.
CAPÍTULO 25

HAGAMOS UN INTENTO

M e paso el resto del día metida en la cama pensando y pensando en


lo mismo. Al menos me he puesto pijama y trato de llegar a una
conclusión coherente juntando toda la información que me ha
visitado de golpe y sin previo aviso.
Norma llega a la habitación ya tarde, igual o más desanimada que yo,
pues, por un lado está completamente decepcionada de mi hermano, a quien
dice amar, y le ha mentido sin parar como Ethan a mí, y su mentira también
me ha lastimado a mí, pues soy su hermana y la mejor amiga de Norma. Es
como si tuviera que odiarlo doblemente y lo único gracioso de todo esto es
que, a mí me ocurre exactamente lo mismo. Él ha dañado a mi mejor amiga
y a mí al mismo tiempo.
La revelación de la verdad ha hecho que mi estúpido hermano se olvide
de Ethan y de mí al menos momentáneamente, se ha pasado el día entero
pidiéndole a Norma una oportunidad. Pero mi amiga no quiere saber nada
de él, ni de drogas, ni nada que la involucre en problemas. Aunque siendo
razonables, si verdaderamente desea alejarse de cualquier cosa que la ponga
en peligro, también se tendrá que alejar de mí, sin importar que me aleje de
Ethan Johnson, Nathan me une a ese mundo más de lo que yo quisiera y
todo lo que me ha dicho de mis padres solo me hace sentir peor.
—¿Qué harás? —me pregunta Norma a susurros mientras las luces de la
habitación están completamente apagadas y apenas se escucha uno que otro
ruido afuera.
—¿Tú qué harías Norma?
—No lo sé. Cada cabeza es un mundo. Yo amo a Nathan, Blair, juro que
quisiera salir corriendo tras él, pero me muero de miedo. Si mis padres
siquiera se enteran de esto me enviarán a casa o me cambiarán de
universidad y aunque no quisiera que las cosas terminen con él, de quien
realmente no me quiero alejar por nada del mundo es de ti —dice tan bajito.
Teme, claro que teme. ¿Quién no?
Salgo de mi cama y me acurruco a su lado.
—No tengo idea de lo que haré, de momento solo sé que estoy
enamorada hasta la médula de Ethan y no lo quiero dejar solo. Pero no hay
mucho que pueda hacer, tampoco quiero arriesgar mi vida y me desespera
saber que terminar con él no es suficiente, aún queda Nathan.
—¿Y si los convencemos? Y si tratamos de que lo dejen, ¿podrían no?
—Su inocencia me cala hondo. Podrían intentarlo, lograrlo es la cuestión.
Respondo un dudoso sí para calmarla. Nada de lo que está pasando es fácil
de procesar.
Me quedo en su cama y ella, después de largo rato consigue dormirse, yo
lo hago poco. Quizás he descansado la vista cerrando mis ojos por un
tiempo, pero no me he dormido del todo. Me levanto de la cama en cuanto
los primeros rayos de sol alumbran y salgo disparada para las duchas, me
visto igual de rápido. Ni siquiera me peino, dejo que mi pelo se seque al
aire libre porque lo traigo húmedo.
Camino con desdén por los pasillos de la universidad y ahora que sé
todo, cualquier persona que se me queda viendo demasiado tiempo o
cualquier movimiento extraño me parece una amenaza y me termino de
convencer de que es una completa locura. Me muerdo la mejilla interna y
miro al piso en lo que camino con rapidez. Al subir la mirada hay dos
chicas esperando por mí fuera de mi salón de clases. Una castaña y otra
rubia, Eleanor y Kim. Las miro con seriedad, honestamente no me apetece
hablar con ninguna, menos con Kim, aunque le agradezco su sinceridad, es
probable que, si ella hubiese decidido callar, los chicos se habrían inventado
algo rápidamente para saciar mi curiosidad.
—¿Qué hacen aquí?
—Queremos hablar contigo —contesta Eleanor, ahora todos quieren
hablar conmigo, no me sorprendería encontrarme a Mark, Zac y Tony en mi
habitación cuando vuelva.
—Corrección, Eleanor quiere hablar contigo, yo solo he venido a
asegurarme de que no vayas por ahí contando nuestro pequeño secretito —
suelta Kim con esa maldita ironía.
—Yo no soy una bocona como tú comprenderás —la enfrento.
—Mira, niña, con las ganas que tengo de romperte la cara y ahora que
sabes quién soy no deberías hacerte la valiente conmigo —me amenaza.
—¡Maldita sea, Kim! Hicimos un trato —la reprende Eleanor.
—A mí no me das miedo, tú puedes golpearme, si quieres. Pero recuerda
que, con una sola llamada, Ethan estará aquí, y a él no puedes amenazarlo,
¿cierto? Tienes que obedecerlo, hacer lo que se te ordene. ¿No? ¿No es tu
jefe? Ah bueno, que me quiera a mí me da ciertos privilegios, como por
ejemplo atreverme a decirte que cierres tu maldita boca y no te metas
conmigo.
—Chicas, chicas. —Eleanor se interpone entre las dos cuando Kim
intenta atacarme—. Por favor, necesitamos hablar. Las cosas se están
complicando. Blair, por favor —me suplica—, solo serán unos minutos.
—Puedo hablar contigo, pero no con Kim —anuncio y Kim se suelta a
reír.
—Me largo, pero... cuando me necesiten, porque lo harán, recuerden
este momento y entenderán mi negatividad.
—Kim, madura.
—De acuerdo —intervengo. No voy a seguir con esta disputa
innecesaria. Es absurdo—, hablemos. Kim sube una ceja y sonríe
victoriosa. La odio.
—No aquí, en mi auto —propone Eleanor y caminamos las tres, con
Eleanor siempre en medio para evitar cualquier enfrentamiento. Entramos
al coche, y las tres nos subimos en el asiento trasero.
—¿Qué es lo que quieren hablar? —voy al grano.
—Ethan está decidido a decirle a González que se larga, que lo deja, que
quiere una vida contigo. ¿Qué clase de embrujo le hiciste? ¿Tienes una idea
de cuántas mujeres lo han intentado? —me reclama Kim.
—Kim, eso no tiene importancia —habla Eleanor antes de que yo le
conteste—, lo que sí la tiene es lo que quiere hacer. Escucha Blair, todos
alguna vez hemos soñado con tener vidas normales, incluso Kim, aunque
nunca lo acepte. Pero no puedes salir del mundo de las drogas de un día
para otro, mucho menos hablando con González como si fueses a decirle
que la mercancía llegó a su destino, cosa que lo hace feliz.
—En pocas palabras, si Ethan consigue hablar con González hoy, es
probable que jamás vuelvas a verlo —agrega Kim y mi corazón late
alborotado—. Sabe demasiado, y saber demasiado en este mundo significa
que cuando ya no sirves para nada, eres hombre muerto.
—Pero... sí él sabe bien cómo es ese señor, ¿por qué hará tal locura?
—Porque te quiere —responde Kim con naturalidad y no puedo evitar
mi asombro—. No me veas así, yo no estoy enamorada de Ethan si es lo
que piensas. Nos acostamos un tiempo porque por la vida que llevamos no
solemos tener parejas estables ni mucho menos con alguien fuera de nuestro
mundo. Solo era sexo, mi molestia se debía a que sabía que esto pasaría.
Siempre supe que serías un problema y no me equivoqué, pero si eres la
única que puede convencerlo de no hacer esa estupidez, te pido que lo
busques, que hables con él.
—Por favor —agrega Eleonor—, si algo le pasa a Ethan yo me volvería
loca. Es como mi hermano y sé que ya sabes por qué lo considero mi
hermano, eso sin contar cuántas veces ha evitado que paguen por mí o por
Kim, o que nos obliguen a hacer cosas que no queremos. No obedecemos a
Ethan porque sea la mano derecha de González, obedecemos a Ethan
porque siempre que hemos estado en peligro, y eso incluye a los chicos, él
sin pensarlo ha dado la cara por nosotros.
—Es nuestro amigo y no queremos que nada le pase. Además, tú eres
uno de nosotros —habla Kim.
—Yo no... —intento negar que soy uno de ellos a pesar de que las
palabras de Eleanor me han conmovido.
—Sí, lo eres. Tus padres eran parte de la organización. Y no por ser solo
los abogados de González, sino por traficar igual que el resto. Eran el punto
clave en Seattle.
—¡Qué carajos!
—Nathan dijo que ya sabías todo, ¿acaso no te dijo que tus padres
también traficaban? Pero, la competencia de González, Petroski les robó
todo —me explica Kim—, eres uno de nosotros porque los hijos de
traficantes son encontrados tarde o temprano por quien les tendió la mano a
nuestros padres, ¿o por qué crees que estoy con González? En fin, lamento
que te estés enterando de todo de esta forma tan abrupta, pero el chico que
quieres irá hacia su muerte directa por ti. Impídelo —me pide Kim.
Ambas me miran esperanzadas, pero no puedo ni contestarles, mi mundo
se acaba de terminar de romper en mil pedazos, todo lo que creí, pensé o
sentí acerca de mis padres se ha muerto igual que ellos.
No me despido de ellas, salgo del auto con un único pensamiento en mi
mente: Necesito a Ethan, y no para pedirle que no cometa una idiotez, sino
porque siento que me desintegro.
No entro a clases, por supuesto, con todo este revoltijo de pensamientos
y sensaciones lo último que quiero es pasar toda la mañana a punto de
explotar en un lugar en el que no podré ni siquiera llorar. Estoy harta de las
mentiras, sí, me han dicho la verdad pero siempre es una verdad a medias.
Primero que tenían problemas con una pandilla, después que cuidaban
bodegas misteriosas y todo era actuación, luego que en realidad trabajan
para un delincuente, que mis padres eran sus abogados y ahora... no me
jodan, que también estaban involucrados con la droga directamente.
El pensamiento de llamar a tía Lili vuelve a asomarse en mi mente, es
imposible que ella no supiera nada sobre esto, digo, engañar a unos niños de
diez y once años es simple, ¿engañar a la familia entera lo es? ¿A los
amigos? ¿A sus compañeros de trabajo?
Al llegar a la fraternidad busco el Jeep de Ethan en la calle y está unos
metros adelante. Respiro profundo y entro a la casa justo cuando un chico
sale, no sé si es un estudiante de verdad o es parte del teatro, lo cierto es que
quiero darles una bofetada a todos. La casa está extremadamente silenciosa,
y camino a paso lento por los escalones. La puerta del cuarto de Ethan está
abierta y me quedo cerca del marco al escuchar que está conversando con
Zac.
—Si quieres salirte, deberías planear algo más elaborado, todos en
realidad. Sabes que la única razón por la cual entré a esta mierda era la
enfermedad de mi hermana, pero ni con todo el dinero del mundo pude
salvarla. No tengo nada que perder ya, puedo ayudarte si quieres, pero no
arriesgues así tu vida.
—Hola —interrumpo y ambos me miran. Zac con la ternura que lo
caracteriza y que al mismo tiempo jamás te haría pensar que hace lo que
hace y Ethan con esperanza.
—Hola mascota.
—¿Nos dejas solos, Zac? —le pido con amabilidad. Asiente y se marcha
cerrando la puerta por mí. Ethan me observa incrédulo.
—Estaba esperando que las clases terminaran para ir por ti —dice
inseguro levantándose de la cama.
—No lo hagas —le pido de una vez.
—¿A qué te refieres?
—Sabes bien a lo que me refiero, no lo hagas y menos por mí. No
puedes ir donde González, no puedes ser tan ingenuo. Eres tú el que
pertenece a ese mundo y conoces las consecuencias de hacer algo tan
precipitado.
—Blair...
—Puedo lidiar con tu mundo, con la verdad de mis padres y con todo lo
que eso conlleva, menos con que mueras —confieso sabiendo que
mostrarme tan honesta y vulnerable solo hará que intente que lo perdone y
no sé si pueda. No necesito perdonarlo, solo decidir si quiero que mi vida
pase de pacífica a un constante torbellino.
—No puedes venir aquí y decirme que puedes con todo menos con mi
muerte y esperar que yo me quede tranquilo, te deje ir, me quede sin ti. Si
quiero salirme es porque quiero tener algo mejor que ofrecerte a ti, a mí
mismo —comenta rompiendo con la distancia y atreviéndose a posar sus
manos grandes y varoniles sobre mis mejillas. Mis cosas caen al piso por la
intensidad gris de sus ojos, de su mirar.
—Solo dime que no irás, que lo planearás mejor, que buscarás otra
forma para que yo pueda vivir tranquila, Ethan.
—¿No quieres que vaya? —pregunta como si mi posición no estuviera
clara.
—No.
Asiente.
—Entonces no voy.
—Gracias... yo...
—No voy si te quedas conmigo —me interrumpe.
—No puedes pedirme algo como eso, estoy confundida y no sé qué es lo
que quie...
Pone un dedo sobre mi boca y su otra mano rodea mi espalda y pronto
me tiene pegada totalmente a su cuerpo.
—Solo te pido que te quedes un ratito conmigo —susurra sobre mi boca
y pequeños soplidos que provoca a propósito acarician mis labios—.
Regálame unos minutos de tu maldita presencia, pequeña. Luego ódiame de
nuevo y aléjate todo lo que quieras porque seguiré siendo un egoísta de
mierda y buscándote sin parar.
—Yo no te odio —suelto y me arrepiento al instante de decir algo como
eso. Es darle entrada, pretexto, motivo para que no se aparte.
Una sonrisa ladeada se forma en sus labios y se acerca tanto a mí que
creo que me besará, pero se queda ahí, respirando agitadamente, sus manos
presionándome.
—Ethan... —balbuceo.
—¿Lo sientes? No necesito besarte, no necesito desnudarte, no necesito
siquiera tocarte —habla y me suelta. Mi pecho sube y baja con violencia—,
es innato, tú y yo. Es peligroso, lo es —pronuncia las palabras casi rosando
mis labios y estoy a punto del desmayo—, pero es inevitable... es
inquebrantable, Blair.
—No quiero perderte, ni a ti, ni a mi hermano, ni a los chicos. No quiero
perder a más personas por ese estúpido mundo.
—Dime que me quieres y seré el primero en salir de esa porquería vivo,
dime que me quieres y haré explotar el mundo para que Nathan también lo
haga, mis amigos... tú. ¿Entiendes cuánto te necesito?
Todo en mi cabeza impacta al mismo tiempo, cada maldita verdad que
ha salido a la luz. ¿Qué pasa si termino con Ethan? ¿Volveré a estar en
peligro? Eso seguro, aún no entiendo cómo funciona este mundo del todo,
pero sí sé que saben mi nombre, mi historia, soy hija de personas que
pertenecían a la "organización" como lo llaman, mi hermano está dentro.
¿Volveré a estar en paz? Quizás nunca lo haga, tal vez hasta que realmente
encuentren una forma de dejarlo, y yo de convencer a Nathan de olvidar su
estúpida venganza.
Puedo ver a cualquier dirección y encontrarme involucrada de una u otra
forma. Y aún me falta tanto por saber, por descubrir y aun así, con todo ese
pronóstico, los nervios de punta y desconociendo a todo lo que tenga que
enfrentar a causa de mis decisiones, miro fijamente al chico de los ojos
grises y digo —: Te quiero, Johnson.
—Y yo a ti, pequeña, con toda mi oscura alma, con mi podrida vida y mi
desgraciada suerte. Pero si habita algo bueno en mí, alguna puñetera luz,
quiero que sepas que es tuya, que te pertenece.
—Abrázame —le pido, que bien es lo que he venido buscando. Un
maldito abrazo que me haga sentir que hay esperanza—. Kim me ha dicho
que mis padres traficaban —sollozo—. Nathan no lo mencionó, ¿es cierto?
¡Diablos! Ahora que lo digo con mi voz me provoca estragos profundos
y dolorosos en mi interior.
—Nathan quería decírtelo poco a poco.
—¿Es cierto? —la decepción en mi voz es evidente.
—Blair, por muy doloroso que sea, tus padres ya no están aquí. No
importa lo que fueron o no. Importa que tú y Nathan sí están vivos, importa
lo que haremos a partir de hoy.
—Quiero que me expliques cómo funciona todo.
—¿Qué? —me mira incrédulo.
—Lo que escuchaste, quiero saberlo todo. Lo que hacían mis padres,
cómo ocultaban la plata, la droga, los contactos. ¿Qué haces tú
exactamente? Mi hermano... los chicos. Eleanor y Kim. ¿Está Nathan aquí?
Porque si entre los dos me explican todo terminaremos más rápido.
—No es necesario que...
—¡Sí que lo es! Joder, me acabo de enterar de que mi novio y mi
hermano trabajan para un narcotraficante. Y voy a quedarme con ellos,
¿cómo es realmente su vida? ¿Se esconden todo el tiempo? ¿Qué papel voy
a desarrollar yo? ¿Cuáles son los peligros? Soy consciente de que estoy
teniendo un ataque, aunque no sé bien si de nervios, personalidad, o
depresión. Me aparto de Ethan y al salir al pasillo me doy cuenta de que
todos están ahí. Mark, Zac, Tony, Nathan, Kim y Eleanor.
—¿Lo has convencido? —es lo que pregunta Kim. Miro hacia atrás y
estiro mi mano. Ethan camina hacia mí sin entender qué cojones está
pasando.
—Sí y ahora tendremos una reunión —anuncio. Todos me miran raro—,
abajo, todos —les ordeno tirando de Ethan, quien le lanza una miradita a los
demás para que nos sigan.
—Blair, ¿qué estás haciendo? —susurra Ethan y lo ignoro. Espero a que
todos se sienten en el salón principal de la casa. Kim está con una sonrisa
enorme y no lo comprendo, quizás me veo muy chistosa. Eleanor se come
una uña, y los chicos intercambian miradas—. Blair...
—Siéntate también.
Tiro de un sillón y me siento frente a todos ellos y los observo con
cuidado.
—Quiero saberlo todo —repito lo que ya le he dicho a Ethan y mi
hermano se pone de pie negando con su cabeza—. Siéntate, Nathan.
Ya basta, ¿quieren? Kim tiene razón en algo, si mis padres eran parte de
esto, gracias por ocultármelo, hermanito, tarde o temprano los hermanos
Stoms terminarían dentro también. Y no estoy de acuerdo; las drogas, las
personas que se llenan los bolsillos destruyendo vidas, matando gente, con
sus negocios ilegales son una porquería. Ese maldito mundo es una mierda,
pero mientras encontramos una forma acertada de salir, quienes desean
hacerlo, no voy a quedarme cruzada de brazos en lo que ustedes me
protegen como si estuviera hecha de cristal...
—Blair, creo que todo está cayendo sobre ti hasta en este momento —
me detiene Ethan.
—Deja de decir estupideces —me riñe Nathan—, ustedes dos se tienen
que alejar y asunto resuelto.
—Déjenla hablar —interrumpe Kim. No se lo agradezco.
—Díganme de qué va todo —insisto.
—No voy a darte información que te comprometa —alza la voz Ethan.
—Pues yo sí —suelta Mark y le sonrío.
Uno por uno exceptuando Ethan y Nathan sueltan cada prenda que
pueden. Creo que no lo hacen por asustarme, lo hacen para desahogarse,
desde que González los sacó de la calle a todos han estado dentro.
El muy desgraciado se encarga de formar su grupo de secuaces
recogiendo huérfanos. Kim es la única que no entró de esa manera, pues sus
padres estaban dentro desde que ella era bebé y murieron misteriosamente.
Así me doy cuenta de que el culpable de esas muertes es el famoso
Petroski, y por ese motivo ella y mi hermano creen que llegando la
oportunidad podrán vengarse.
Eleanor es quien me explica que ella al igual que otras muchas chicas
entretienen a los clientes, mis ojos vuelan hasta Ethan.
¿Por qué permite que haga eso?
Pero la misma Eleanor aclara que ella jamás ha llegado tan lejos porque
no necesita el dinero, Ethan me había dicho la verdad, trata de ayudarla
económicamente en todo lo que puede.
Mi hermano solo cuida las bodegas, así que en gran parte su antigua
versión de los hechos no era tan falsa.
A veces lleva pequeños paquetes de mercancía y eso me asusta horrores.
Mark, Tony y Zac están más involucrados, pues no solo cuidan las
bodegas, venden cierta parte, hablan directamente con algunos interesados y
luego está Ethan, quien me mira con pesar cuando Kim me explica que es
mi novio quien cierra muchos tratos de distribución, quien se encarga de
que la droga salga de L.A hacia otras ciudades y tiene la confianza total de
González entre otras cosas.
Además, toda la gente que trabaja con ellos sabe que, si da una orden
tiene que cumplirse como si el mismo González la diera. Me decepciono,
claro que lo hago. Me entristezco profundamente por la situación y finjo
tener cordura para esto.
—Nuestra vida es como la tuya, Blair, siempre y cuando no entremos en
zonas prohibidas como las de Barak, no le robemos clientes, no muera
nadie de ese lado —agrega Tony.
—Pero a veces pasan cosas y es cuando inician las guerras de zona y de
poderío —comenta Zac.
—Quitando eso, somos normales. No vamos por ahí gritando lo que
hacemos, nadie sospecha. Salimos de fiesta, comemos fuera, vamos a la
playa, de compras, al cine. Si llevas la fiesta en paz, llevas una vida en paz
solo que con mucho dinero —me explica Mark.
—Entiendo. ¿Kim, me enseñas a disparar? —digo de pronto y reina el
silencio.
—¡Es que estás loca! —me grita mi hermano. Ethan me toma con fuerza
del brazo.
—Fin de esta estúpida reunión. Nadie, óiganme bien, nadie le enseña a
Blair a disparar o lo mato yo mismo —los amenaza y tira de mí hasta
montarme en su Jeep.
No sé a dónde me lleva o ¿por qué está tan molesto? Conduce lo más
rápido que el tráfico se lo permite y aparca cerca del muelle de Santa
Mónica. Me ha traído a la playa. Me rehúso a bajar y me toma como un
costal de papas. Gruño enojada. Pone mi trasero en la arena y me mira
desde arriba con reproche.
—Me parece que tienes que calmarte.
—¿Y por eso me has traído aquí? Al lugar que según la mentirosa de mi
madre tiene magia.
—No seas caprichosa. Tu madre y padre seguramente querían darles el
mundo y tomaron la decisión equivocada, como todos.
—No los defiendas.
—Bien. No lo hago. Pero sí te aclaro que jamás en tu puta vida tocarás
un arma. ¿Qué fue todo eso? ¿Has perdido la cabeza? Te has sentado frente
a todos a interrogarlos como si fueras su jefa y ahora quieres que te enseñen
a disparar.
—A defenderme más bien...
—Yo te defenderé de ser necesario y no lo será. Es evidente que estás
teniendo un ataque de pánico —me habla más calmado.
—¡Sí! —le grito con todas mis fuerzas—, claro que estoy teniendo un
ataque. Ustedes pintan todo muy sencillo y tranquilo, pero no es así de fácil.
No soy estúpida.
—Blair...
—¡Lo he hecho por ti! —escupo las palabras—. Sí, estoy teniendo un
ataque, probablemente de pánico, pero todos creen que soy quien te vuelve
débil. ¿No es por eso por lo que González quería saber sobre nuestra
relación? Mateo me buscó para decirme que si yo hablaba contigo, me
harías caso y Kim y Eleanor hicieron lo mismo, y los chicos piensan lo
mismo, de otro modo no habrían estado en el pasillo esperando que
saliéramos.
» Si me pongo a llorar y a decirle a todos lo que me aterra esta situación
serás blanco fácil, Ethan. He de ser fuerte, he de dar una impresión fuerte.
La chica de Ethan Johnson debe tener nervios de acero —repito esa oración
que también se la he lanzado a Mateo.
—Estás loca, pequeña.
—Por ti, sin duda, de otro modo no estaría aquí.
—Ven acá —me extiende sus brazos y cansada realmente me acurruco
en su pecho y me río como una psicópata de mí misma. ¿Yo con un arma?
Sí, claro. ¿Yo peleando? Jamás. Esto es un desastre, yo soy un desastre.
No sé si lo que acabo de hacer es lo correcto, quizás la mayoría de las
chicas piensen que debí salir por la puerta más cercana en cuanto descubrí
todo. ¿Cómo le explico eso a mi corazón?, ¿cómo me termino de convencer
de que seguir junto a Ethan es un total y rotundo error? No puedo, no
cuando esos ojos grises me miran como si fuera la persona más importante
de su mundo, no cuando el simple roce de sus dedos sobre mi piel me
transporta a lugares desconocidos, no cuando sus labios son el lugar en
donde quiero aparcar por siempre, no cuando soy un licuado de emociones
cada vez que lo veo. No cuando lo quiero tanto.
—¿Qué vamos a hacer?
—Haremos lo que tú quieras, Blair. Yo haré lo que tú me pidas
—Por ahora, lo único que quiero es que te mantengas a salvo. No debo
estar contigo, lo sabes, ¿cierto?
—Soy consciente, pero no hay nada en este mundo que desee más que
tenerte a mi lado todos los jodidos días. Solo te pido que hagamos un
intento.
—Quiero olvidarme de todo esto, quiero pasar el resto del día contigo y
que por la noche me hagas el amor y me abraces como sueles hacerlo
cuando nos quedamos dormidos, quiero creer que somos una pareja común
y corriente sin toda esta tensión a nuestro alrededor.
—¿Algo más a tu lista, pequeña?
—Bésame.
Su boca arremete contra la mía enseguida. Nuestros labios se
humedecen mientras se enredan y se saborean, su lengua se hunde en mi
interior igual que sus dedos en mi cabello. Me cuelgo de su cuello y aunque
cada movimiento es calmado, pausado, lento, la pasión y fuego que
desbordamos es palpable. Siento su virilidad rozando mi sexo por encima
de la ropa. Es arrebatadora la forma en la que conectamos físicamente. Nos
obligamos a parar, estamos en un sitio público.
Nos miramos sin parpadear juntando nuestras frentes haciendo promesas
silenciosas, queriéndonos a rabiar.
—Dime que todo saldrá bien —solicito.
—Contigo a mi lado, haré que todo salga bien.
Y es lo único que me queda... creer.
CAPÍTULO 26

ADRENALINA PURA

S é que estoy tomando la decisión equivocada, nadie tiene que


decírmelo o hacérmelo ver, pero no quiero estar sin él. Puedo, claro
que sí, pero no quiero. Cuando creo que nos iremos de la playa y
regresaremos a la fraternidad o a la residencia, él mira con esmero hacia el
agua.
—¿Quieres quedarte aquí? Podríamos pasar el día en la playa —
propone.
—No traigo mi bañador —hago pucheros.
—Yo lo resuelvo.
Envuelve su mano con la mía y paseamos un buen rato por las tiendas
cercanas a la playa, hemos tenido que cruzar la inmensa calle hacia el otro
andén. Las tiendas de esta zona no son nada baratas, pero a Ethan ni le
inmutan los precios, incluso no solo compra un bañador, también unas
sandalias y un vestido para que pueda cambiarme.
No quiero aceptar y mucho menos sabiendo de donde proviene ese
dinero, sin embargo, pierdo la batalla y recuerdo que quiero olvidarme de
todo al menos por unas horas, así que dejo de quejarme por cada compra
que hace.
Nos acercamos a la playa tomados de las manos, nos sentamos en la
arena, yo ya con mi vestido veraniego, aún no me pongo el bañador, pues
no tengo muchos ánimos de meterme al agua. Mi intención es estar pegada
a Ethan e imaginar que solo somos dos jovencitos enamorados.
Simplemente nos dedicamos a mirar cómo el sol se pierde poco a poco con
el pasar de las horas, comemos entre silencios prolongados que, en vez de
ser incómodos, son reparadores.
Estamos callados demasiado tiempo, lo único que llega a mis oídos son
las olas impactando con la arena y las risas exageradas de algunos turistas
que están a una distancia considerable. Ethan toma mi mano y se la lleva a
los labios. Tomo la suya y hago lo mismo, su sonrisa de ángel aparece y de
pronto me siento tranquila, es irónico, pero quiero estar con Ethan, pase lo
que pase.
—¿Estás más tranquila? ¿Sirvió traerte a la playa?
—Hay algo que me tranquiliza más —digo poniendo mi rostro en su
pecho, cierro los ojos y me concentro en el latido constante de su corazón.
Se ríe bajito.
—¿Qué me hiciste, Blair? —pregunta acariciando mi cabello.
—Tengo poderes sobrenaturales, creí habértelo dicho —suelto una
carcajada y se termina contagiando.
—Me gusta esta sensación, lo que me haces sentir es como agua bendita
para un pecador.
—Eso ha sonado muy romántico.
—Quizás es justo como quiero que suene.
La noche llega pronto y terminamos acostados totalmente en la arena. La
temperatura ha descendido y Ethan se tumba sobre mí supuestamente para
darme algo de calor y un hormigueo intenso me recorre de pies a cabeza
cuando me da pequeños besos en el cuello, clavícula, en mi quijada, mis
mejillas, llega a mis orejas y succiona el lóbulo. Su cercanía me enloquece
de verdad.
Me olvido en serio de lo demás y le doy un empujón tumbándolo en la
arena y termino a horcajadas sobre él, introduce sus manos en mi vestido y
aprieta mi trasero. Me lanzo a besarlo desesperada, la tensión sexual es
perturbadora, nos queremos comer vivos aunque de pronto aparezcamos en
el infierno. Quito el cinturón de su pantalón y pone sus manos sobre las
mías.
—¿Qué haces? —le cuesta hablar, estoy moviéndome sobre su miembro
y cada vez se pone más duro.
—¿No quieres estar dentro de mí, Ethan?
—Joder, Blair. No hables así, no voy a controlarme. Pensé que no
querías ir muy lejos, después de todo lo que ha pasado, todo lo que has
descubierto.
—No pienses por mí, dije que quería olvidarme de todo. Te necesito.
Se queda callado sopesando mis palabras. Miro hacia un lado y hacia
otro, estamos bastante lejos del muelle que es donde se acumulan las
personas, de hecho, no hay nadie hasta varios metros más adelante. No hay
tanta luz y me atrevo a quitar su cinturón y acaricio de forma lenta su
miembro.

Me causa gracia la forma en la que Ethan se está conteniendo. Vuelve


sus manos puños y trata a duras penas detenerme, le es imposible.
—¿Seguro que no quieres que haga esto?
Me quito de encima y me pongo de rodillas a un lado, me inclino hacia
abajo y de frente no tengo más que agua y más agua. Sube un poco la
cabeza y abre un tanto su boca cuando mira lo que pretendo al abrir la
cremallera y liberar a su miembro. Paso mi lengua por el glande y lo
succiono un poco, Ethan golpea la arena con su cabeza no sé cuántas veces
y empiezo a bajar, a humedecerlo, a saborearlo y recorrerlo entero hasta que
ya no me cabe más.
—Blair, hay mucha luz, ¿sabes que nos pueden arrestar?
—Creí que te gustaba todo esto del... peligro, Ethan. No le tienes miedo
a los delincuentes, pero sí a tu novia.
Me intento alejar después de lo dicho y entre furioso y riéndose me toma
de los brazos y me acuesta en la arena, sus ojos se oscurecen y me pongo
nerviosa.
—¿Así que quieres adrenalina, pequeña? —Me besa mientras sus dedos
apartan mi braga hacia un lado. Roza su miembro en mi sexo de arriba
hacia abajo hasta que llega la primera embestida.
Me llevo una mano a la boca cuando cada intromisión es más fuerte que
la anterior. Comienzo a pensar en que en serio pueden arrestarnos. Presiona
con fiereza mi cintura y poco a poco se recuesta en mi estómago y pecho
quedando a centímetros de mi cara.
—Mírame —me pide—. Te quiero, no lo olvides —habla y sus
arremetidas me tiran hacia adelante cada vez más. Suaviza sus movimientos
de pronto y se recuesta totalmente sobre mí, sus dedos se pierden en mi
cabello, lame mis labios y poco a poco me besa, sin prisas, al son de una
canción romántica que solo nuestros oídos escuchan y que solo nuestras
almas son capaces de comprender. Su miembro entra y sale estremeciendo
cada espacio de mi cuerpo. Gimo sobre su boca, de esa forma el sonido no
es tan fuerte.
—Te deseo más que cualquier otra cosa en el mundo.
—Y yo a ti, incluso enfadada te deseo.
Unas luces blancas y casi cegadoras nos alumbran rompiendo con la
magia y Ethan se separa de inmediato, me ayuda a levantarme y corremos
hacia el Jeep, no paro de reír todo el trayecto, sobre todo porque llevo las
bragas en los muslos y me he casi caído un par de veces. Aun cuando
hemos logrado librarnos y nos alejamos de la playa me sigo riendo como
endemoniada y Ethan me mira con ojos acusadores.
—¡Te dije que nos podrían arrestar!
—Eres un amargado.
—No soy ningún amargado.
—Fue divertido, Ethan. Acéptalo.
—Estás loca.
—Acéptalo, acéptalo, acéptalo —repito sin parar desde el auto.
—Sí que lo fue, amor —contesta entre dientes y yo me lanzo a besarle el
rostro a pesar de que va conduciendo y es un gruñón de primera.
De pronto mi cuerpo sale volando hacia mi asiento abruptamente y me
lleva trabajo comprender que no ha sido Ethan quien me ha lanzado por los
aires. El Jeep toma una velocidad desconcertante hacia adelante e
impactamos con un anuncio publicitario en medio de la intercepción de la
carretera. Ahogo un grito cuando la parte delantera del Jeep se contrae
totalmente y apenas he tenido tiempo de llevar mis rodillas al pecho para
evitar quedar atrapada.
Toco mi rostro con desesperación, pues el cristal de enfrente al igual que
la carrocería se han hecho añicos y me arden las mejillas, por lo cual creo
que tengo heridas o algún vidrio incrustado, mis dedos no se llenan de
sangre y tampoco siento alguna herida. Giro hacia Ethan casi muerta del
susto, ni siquiera puedo abrir mi boca y hablar.
Mis ojos suben y bajan por su cuerpo, en busca de alguna herida. No veo
nada enseguida hasta que separa su cabeza del volante y sangre empieza a
salir de su mejilla izquierda, no es mucha realmente, es como un rasguño,
pero tampoco me tranquilizo.
—Ethan —susurro. No responde.
El ruido de unos neumáticos en el pavimento llama mi atención. Ethan
maldice al voltear a ver al auto negro que está casi a nuestro lado.
Reconozco al tipo que maneja. Es Barak y su acompañante es el hombre
que me golpeó en las bodegas y a quien Ethan casi mata a golpes. Mis
nervios se disparan.
—Blair, en la guantera hay un arma, dámela —suelta con una rapidez y
a susurros con tanta familiaridad. Supongo que ya no se siente con la
obligación de fingir, aunque el solo hecho de que me esté pidiendo su arma
me aniquila, de verdad, lo hace. Sin embargo, no lo pienso dos veces, abro
la guantera, saco el arma y se la doy. Me he dado cuenta de que no había
una, sino tres y trago grueso.
Me sorprende que no esté paralizada y, al contrario, incluso agradezca
que hay un arma para mí, aunque no tengo ni la menor idea de cómo usarla.
¿Qué demonios me pasa? En un abrir y cerrar de ojos Ethan apunta a Barak
y al otro tipo a quien llama Raúl. Ni voltea a verme cuando baja del auto
echando chispas.
—O se largan o los mato hijos de puta —los amenaza. Jamás en mi vida
me había escuchado los latidos del corazón tan fuerte, incluso hay un
sonidito extraño en mis oídos, creo que la presión se me ha alterado. La
impresión es tanta y no necesito ver más que esa imagen: Ethan con pistola
en mano apuntando a dos delincuentes que seguramente también llevan
armas, para darme cuenta de lo jodido que es esto.
—Eres un idiota —contesta Raúl—, eso solo ha sido un pequeño aviso.
La guerra aún no inicia maldito bastardo. ¿Qué creías? ¿Qué sería tu perro
faldero toda la vida? —escupe las palabras.
—Me importa una mierda, pero creo que sabes que lo que has hecho es
traición. Eres hombre muerto, Raúl.
—Yo creo que tú eres hombre muerto, bastardo —gruñe Raúl y me llevo
las manos a la boca cuando al igual que Ethan lo apunta con un arma mucho
más grande que la que tiene mi novio en sus manos. Ethan se atreve a
mirarme de soslayo. Seguro cree que estoy a punto de quebrarme y puede
que sí, pero al mismo tiempo quiero cometer la estupidez de ayudarlo.
—Todos sabemos que no eres capaz de matar, niño. Razón número uno
para que la mayoría de los hombres de González estén inconformes con tu
puto reinado.
—Y te has unido con una muñequita, tu chica es como una hormiguita
para nosotros... fácil de romper, fácil de pisotear, fácil de asustar y quebrar.
Podríamos matarlos con mucha facilidad, tú solo eres uno, nosotros dos —
agrega Barak riéndose.
No sé qué se apodera de mí en este instante, quizás es el pensar en que
mis padres hacían esto, que jamás sabré sus verdaderas razones para
hacerlo, que ignoro si era solo por el dinero o porque en efecto eran esta
clase de personas.
¿Eran como Ethan y los chicos o como González y Barak? ¿Habrán
tenido armas?
¿Habrán disparado, amenazado o matado a alguien?
Tal vez se trata del creciente resentimiento que estoy adquiriendo por
esta vida, por esta gente, por este mundo, aunque los seres que quiero estén
dentro de él y me lleno de tanta rabia al oír las palabras de Barak porque es
justo lo que le expresé a Ethan, represento su debilidad y voy a romper con
esa creencia. Si voy a cometer esta locura gigantesca de quedarme a su
lado, por muy absurdo que suene, que se piense y sea en realidad, no me
convertiré en el blanco de estos idiotas.
Sin saber cómo coño se dispara, le doy un golpe a la guantera, se abre y
tomo una de las armas. Bajo del Jeep, sé que cuando esto se termine
empezaré a temblar como una gelatina, pero justo ahora me siento
jodidamente valiente y estúpida. Estoy cometiendo la peor de las tonterías,
lo sé, y aun así sigo caminando como si tuviera idea alguna de lo que hago.
Me detengo con firmeza a la par de Ethan con la pistola apuntando y a
Johnson casi que se le salen los ojos al verme, no sé si porque estoy
tomando erróneamente el arma, dejándome en total evidencia de que no sé
ni un poco de esto, o porque está asustadísimo. Pongo la cara más mala que
tengo o eso creo. ¡Dios mío, qué estoy haciendo!
—Dos contra dos —es lo que digo en respuesta y arqueo una ceja.
—Blair... —balbucea Ethan.
—Tranquilo —le digo a pesar de que creo que incluso estoy a un
segundo de hacerme pis del miedo—. ¿Decías Barak? Que pueden
quebrarme muy fácilmente, yo no lo creo.
Ethan aprieta mi cintura y me esconde detrás de él, aunque yo nunca
dejo de apuntar o bueno, según yo es lo que hago.
—¡Mueve tu puto auto, Barak, lárgate! —grita Ethan eufórico y lanza un
disparo que tira al suelo uno de los retrovisores.
—No te mato porque no es la orden hijo de puta —es lo último que dice
Barak y arranca a toda velocidad.
En cuanto el auto se pierde en la carretera dejo caer el arma al suelo y
cubro mi rostro con mis manos, entonces pasa justo lo que pensé que
pasaría, me tiembla cada maldita parte del cuerpo y el corazón me
bombardea sin piedad. Esto no es fácil, ni sencillo, ni mucho menos
placentero. Es una mierda, es lo que es. Escucho cómo Ethan resopla, gruñe
y grita, sí, grita un par de veces para finalmente envolverme en sus brazos
al ver mi estado.
—¿Por qué has hecho eso? ¿En qué estás pensando, joder?
—Lo siento, lo siento —logro expresar a duras penas.
—Tú eres lo más importante en mi vida, niña caprichosa, si te hieren, si
te lastiman, si te golpean, si... te... disparan... me muero, ¿lo entiendes? Los
mato a todos esos hijos de puta, ¡mierda! No vuelvas a hacer eso... Mírame
—me exige y lo hago aunque lo miro turbio—. ¡No vuelvas a hacer una
estupidez como esa! ¡No la vuelvas a hacer! —repite alzando la voz y me
siento como una adolescente regañada por su padre.
—Solo... solo... es... Ethan... —no puedo ni hablar.
—No, no, Ethan nada. Esto no es un juego, quisiera, pero no lo es.
Ahora Barak le irá a decir a su gente que eres uno de nosotros, ¿sabes lo
que eso significa? Significa que si se enfrentan contigo... —se detiene y se
queda callado. Me apretuja fuertemente contra su pecho—. Lo siento.
Vamos, entra al auto, hace frío y el Jeep ha quedado hecho una pena. Tengo
que llamar a los chicos.
—Ethan...
—Ahora no, Blair. Ahora no —insiste. Arrastro los pies hasta el auto y
hago lo que me pide, me subo.
Lo veo caminar de un lado a otro, tirar de su cabello. Incluso se quita su
chaqueta y la tira al suelo, la patea y la lanza por los aires para luego
recogerla. Termina la llamada y se queda ahí. Mira hacia el Jeep no sé por
cuántos minutos y camina hacia donde yo me encuentro. Abre la puerta y
sin decirme ni media palabra me saca del asiento, cierra la puerta, me
estrecha entre sus brazos y me estampa un beso que me deja sin respiración.
—Lo que hiciste fue peligroso —habla sobre mi boca—, mucho y estoy
cabreado contigo. No me vuelvas a hacer eso, casi he flaqueado al verte a
mi lado apuntando como si lo has hecho toda tu vida. —Bueno, al menos no
he hecho el ridículo—. Eso no es para ti Blair, tú eres mi pequeña.
—No quiero que me utilicen para hacerte daño, así que pensé que si me
mostraba de esa manera creerían que soy fuerte. No quiero ser la damisela
en peligro, sé lo tonta que me escucho hablando como si tuviese idea de lo
que digo o de lo que podría enfrentar, dijeron que llevan vidas tranquilas,
que si todo se mantiene en orden son jóvenes normales. Pero si estás
situaciones suelen pasar, quiero aprender a ser valiente y audaz y actuar
como ustedes.
—Y lo eres, ¡joder!, claro que lo eres. Te has quedado conmigo; un hijo
de puta, un don nadie, un delincuente. Y tú me quieres. Eres la mujer más
valiente del mundo, no necesitas una pistola en tus manos. Recuerda que, si
tú estás bien, yo estoy de maravilla, si tú estás mal yo estoy jodido. Déjame
cuidarte, por favor.
No quiero llevarle la contraria hoy, no es momento ni lugar ni ocasión.
—Te quiero muchísimo Ethan Johnson.
—Y eso es el jodido paraíso para mí, el puto cielo mi amor, así que no
toques un arma. ¿Sí?
—Bien.
Casi una hora después Tony y Mark son quienes llegan por nosotros.
Mark se muestra muy atento dándome su chaqueta por el frío, nunca las
dejan en casa, además me ayuda a cerciorarme de que no tenga heridas.
Mira una pequeña en mi tobillo y me pide que me siente y limpia las
pequeñas gotas de sangre que he derramado con un trozo de tela que ha
arrancado de su camiseta.
Ha venido una grúa que se llevará el Jeep y una patrulla de tránsito a la
que le han dicho que han fallado los frenos. Desde donde está Ethan
hablando con un oficial me percato de cómo su mirada quema el punto
exacto en el que Mark me toca la pantorrilla. Lo miro pacíficamente y niego
levemente con mi cabeza, él no parece tranquilizarse y frunce el ceño
además de poner su cara dura. Incluso deja al oficial hablando solo y se nos
acerca más rápido que un rayo.
—Mark —lo llama con firmeza.
—¿Qué? —le contesta su amigo terminando de limpiarme.
—Tony te necesita con lo de la grúa.
—Ya.
—¡Ahora!
—Estás mal, de verdad —lo riñe y se marcha.
—¿Qué ha sido eso? —pregunto cuando nos quedamos solos.
—Nada. Tony lo necesita.
—Claro, claro —ironizo.
—¡No estoy celoso!
—Pero ¿quién ha dicho eso?
—¡Ah! —se queja—. Nos vamos con Tony, el Jeep se va con la grúa.
—Pero yo me quiero ir con Mark —lo molesto.
—Basta. No estamos para bromas —su mal humor es palpable.
—Solo estaba limpiando mi herida, no seas amargado.
Lo abrazo y noto como sus músculos se alejan de la tensión poco a poco.
Enrosca su mano con la mía y no es hasta que estamos frente a las motos de
los chicos que entiende que no podemos irnos ambos con Tony, alguien
tiene que irse con él y el otro con Mark. Él resuelve todo muy fácil; envía a
Mark con Tony y en la otra moto vamos él y yo. Me río de sus celos tontos,
ni siquiera sabe disimular y sus amigos también lo han notado. Mark le ha
mostrado el dedo medio antes de irse y Ethan le ha mostrado los dos dedos
medios.
Niños.
Llegamos bastante rápido a la fraternidad, Ethan ni me permite
preguntar o pedirle que me lleve a la residencia. Norma seguro se está
volviendo loca sin noticias mías desde la mañana. Al entrar a la fraternidad
la veo en la sala muy lejos de Nathan, quien está en la entrada de la casa.
Eleanor también está aquí y el resto de los chicos. Hago el amago de hablar
con los demás, pero Ethan tira de mí hacia las escaleras, mi hermano nos
quiere matar con la mirada.
—Espérennos un segundo —es todo lo que dice mi chico.
—Blair, ven acá ahora mismo —me exige Nathan.
No contesto y miro a Ethan con curiosidad, ¿adónde me lleva? Entramos
a su cuarto y cierra con seguro. Mis ojos se abren un poco más.
Sigue sin decirme nada, y nos encerramos en el baño, el cual tiene un
espejo enorme que cubre casi toda la pared arriba del lavado que se
extiende de pared a pared igual que el lugar en donde vemos nuestro reflejo.
—¿Qué pasa?
—Me siento muy estresado, preocupado, nervioso por lo que ha pasado.
Siento que la cabeza me explotará en cualquier momento.
—Yo también —admito.
Me toma de la cintura y de forma muy lenta me hace girar hasta que
estoy frente al espejo con él a mi espalda dándome pequeños besos en el
hombro. Sus manos bajan hasta el dobladillo del vestido y lo empieza a
subir poco a poco.
Me quedo quieta recibiendo gustosa el rose constante de su piel sobre mi
piel.
Esto es como una montaña rusa, de pronto estamos muy arriba, llenos de
calma y de pronto estamos de cabeza en la parta media volviéndonos locos,
para luego llegar abajo en la neutralidad, esa en la que buscamos perdernos
el uno en el otro en busca de olvido.
El vestido sale por mi cabeza y quedo en ropa interior, es hasta este
momento que recuerdo que he dejado mi bañador nuevo en la playa, ya no
tiene importancia.
—Eres tan hermosa, Blair —murmura en mi oreja y uno de sus dedos
recorre mi cuello bajando en medio de mis pechos hasta mi ombligo en
donde hace un pequeño círculo y aterriza en mi sexo. Lo acaricia sobre la
tela fina, la humedad en mi interior crece hasta que se hace presente en el
exterior y la tela inicia a mojarse un tanto. Él continúa con sus movimientos
y la otra mano quita su pantalón y lo deja caer al suelo.
De un manotazo tira al suelo las pocas cosas que tenía sobre el lavado y
me besa con bravura y desenfreno. Quita mis bragas y pone mi trasero en el
azulejo helado, toma mis tobillos y los sube a la orilla del lavado, mis
talones son los que me sostienen y las palmas de mis manos para no caer y
quedo tan expuesta y extendida que tiemblo un poco ante la forma en la que
me observa, como un completo depredador.
Masajea su miembro con calma y da pasos hacia mí.
—¿De verdad no te importa mi edad? —suena preocupado—. ¿No te
estoy corrompiendo ni nada de eso?
—¿Te sientes uno de esos viejitos que andan con chiquillas y les pagan?
¿Cómo es que los llaman? "Sugar Daddy". No seas ridículo, si tuvieras
cuarenta a lo mejor, solo son seis años.
—Siete muy pronto.
—A mí lo único que me importa es que no te ocurra nada malo. Lo
demás me tiene sin cuidado —le soy sincera y como obsequio por mi
magistral respuesta obtengo una estocada profunda y deliciosa que alborota
cada uno de mis sentidos.
Cada embestida es feroz y apasionada. Busco su cabello y entierro mis
dedos|.
—¿Te gusta así?
—Más —es mi inocente respuesta.
Entonces me baja del lavado y me hace girar una vez más, quedo de
espalda a él.
Me sostengo con las manos de la orilla y sin ningún protocolo vuelve a
invadirme con una rapidez que no me permite quedarme callada. Gracias al
cielo estamos dentro del baño, lo que amortigua mis gemidos y sus jadeos.
Toma con fuerza mis caderas y me empuja hacia atrás cada vez que él se
balancea hacia adelante.
Muerdo tanto mis labios que algunas gotitas de sangre aparecen. No
puedo evitar pensar que esto es más efectivo que emborracharme para
olvidarme de tanto descontrol. Su mano se apodera de mi cabello
enroscándolo y tira hacia atrás ligeramente. Su líquido llena mi interior y
termina el acto dándome la estocada final y matadora.
Dejo caer mi frente sobre el lavado. Dos asaltos en un día con este nivel
de adrenalina que se vive a su lado es de locos. No me deja descansar o
meterme a la cama, me secuestra en la ducha porque no solo estoy llena de
él y sudor, también aún tengo arena en el cuerpo y nuestros amigos esperan
pacientes abajo. ¡Carajo! ¿Cómo voy a bajar como si nada? Mi hermano
está ahí. ¡Diablos! Sin ropa limpia no me queda más que ponerme una
camiseta de Ethan y un pantalón de algodón de él. Me anima a bajar y todos
nos quedan viendo cuando notan nuestras fachas. Busco a Nathan y no lo
veo por ningún lado, tampoco a Norma.
—¿Dónde está mi hermano?
—Salió furioso cuando subieron y Norma salió tras él para tranquilizarlo
—me pone al tanto Eleanor.
—¿No podían follar después? —nos reprende Zac entre risas y todos
tratan de soltar carcajadas por la cara que se gasta Ethan.
—¿Qué saben de Barak? —Ethan corta las risas de una vez y me siento
en uno de los sillones.
—Nuestra gente dice que lo miraron hablando con Raúl desde temprano,
pero que Raúl no se ha dado de baja. Así que es traición. Ethan mira hacia
mí con cautela y luego a los chicos.
—Blair, ¿quieres oír esto? Puedes descansar, yo te alcanzo enseguida.
—¿No vas a llevarme a la residencia?
—No, te quedas conmigo —dice tan tranquilo, y yo muy obediente
asiento.
—No te preocupes por mí. Sus labios se vuelven una delgada línea y
quiere replicar, no lo hace.
—González lo querrá muerto —Tony se escucha con cierto pesar o no sé
si hablan así por mi presencia.
—Necesito saber quién está dándole órdenes a Barak. Ha sido claro, no
me ha disparado porque no era parte de la orden y Barak es jefe de
Compton, no trabaja con nadie, eso significa que...
—Un grande está detrás —termina Eleanor.
—Pero ¿Quién? —interviene Mark.
—El único grande es González —reflexiona Zac—, al menos en la
ciudad.
—Pero mi padre primero se deja matar que maten a su niño favorito, ¿no
es cierto? —ese es Mateo haciendo su entrada triunfal. Kim viene con él y
todos giran rabiosos hacia él.
—¿Qué haces aquí? —gruñe Ethan.
—Tranquilo. Lo ha enviado González, ya se ha dado cuenta del
accidente. —Kim me mira un segundo y me ha parecido ver una pequeña
sonrisa de complicidad en sus labios. ¿Ya no me odia? —. Anda Mateo,
habla.
—González se vengará. Raúl tendrá un par de horas más, máximo.
—¿Y a decir una oración es que viniste? —lo enfrenta Ethan.
—Ethan, tranquilo —lo calma Kim—. Mateo sospecha algo, y tienen
que escucharlo. Diles, Mateo.
—Mi padre sabía del accidente antes de que pasara. Sé que no van a
creerme, quizás hasta piensen que es una clase de venganza de mi parte,
pero bien saben que yo detesto esta porquería de vida y si tuviera una
opción para salir lo haría sin pensarlo. Lo escuché hablando por teléfono,
dijo que el plan se llevaría a cabo hoy, que si estaba presente la chica mucho
mejor y que nada de disparar, aunque él disparara. No sé quién es él, o a qué
chica se refería, pero si sumamos dos más dos... todo coincide. No se ha
sorprendido nada al oír lo que pasó.
—Es verdad —asegura Kim—. Yo estaba presente cuando Zac lo ha
llamado, ni se inmutó e incluso casi sonríe.
—¡Mierda! —susurra Mark.
Me pongo de pie y me acerco a Ethan con cierto temor.
—Escucha Ethan, no me creas si no quieres. Hemos sido una especie de
enemigos desde que llegaste a vivir a mi casa, pero si los rumores de que
quieres salirte del mundo de las drogas son ciertos, no quiero ser tu
enemigo, sino tu aliado. Ya he cumplido con venir y supuestamente decirte
que nos vengaremos y más mierda. Ya sabes dónde vivo —agrega y se
dirige a la salida—, y de verdad —dice antes de salir por completo—,
lamento lo que les pasó, sobre todo por Blair.
Ethan aparentemente le contestará algo, pero justo suena su teléfono y
nos informa que es González, sale del salón a un lugar más callado y seguro
que no quiere asustarme más con tanta información. Hace días solo estaba
preocupada por las clases y ahora estoy siendo partícipe de esta clase de
conversaciones.
Kim no se marcha y se sienta junto a Eleanor, los chicos cuchichean algo
que no logro comprender y se ponen de pie para ir por el mismo camino que
Ethan y solo quedamos las tres.
—Así que no eres la princesita que creía. Te has quedado a pesar de todo
—esa es Kim con su ironía de siempre, esta vez ya no me afecta, hay algo
diferente.
—Siendo honesta no sé ni lo que estoy haciendo. Solo espero que esto
no empeore.
—Yo espero lo mismo —me secunda Eleanor. Miro hacia atrás para
asegurarme de que estamos solas y no se ha quedado nadie tratando de
escuchar nuestra conversación.
—Hay algo que quiero pedirles.
—Dinos, lo que sea cuentas conmigo —Eleanor es la primera en
contestar.
—Estoy segura de que todos creyeron que cuando le pedí a Kim que me
enseñara a disparar, estaba delirando por todo lo que estoy descubriendo,
pero... no es así. Quiero aprender a usar un arma.
—Cariño, si te damos un arma Ethan nos mata —me recuerda Eleanor y
Kim simplemente me mira con seriedad.
—No tiene que darse cuenta. No tienen que darme un arma, solo
enséñenme a tomarla, a cargarla, no sé, a usarla.
—¿Por qué quieres hacer eso? —me pregunta Kim y me siento en medio
de ambas.
—¿No es claro?
—Blair, no tienes que ser como nosotros. Eso te lo dijimos para
convencerte de que buscaras a Ethan. Estar con Ethan no tiene
automáticamente que cambiar tu forma de vida, puedes perfectamente
seguir siendo la chica universitaria que has sido hasta ahora —trata de
convencerme Eleanor.
—Yo te enseño —accede Kim.
—¡Kim!
—Eleanor, no seas ingenua ni quieras engañarla, esa carita ya la conoce
la mafia y sabes tan bien como yo que mientras Ethan esté tranquilo, en
efecto podrá ser la chica universitaria. Mark no te mintió al decirte que
llevamos vidas tranquilas. Pero no está demás que sepas cómo disparar si
alguna vez es necesario. No tienes que matar a nadie, puedes hacerlo en un
pie, una pierna, la mano.
—Entonces, ¿sí?
—Sí, mañana iniciamos.
—Por favor, no se lo digas a Ethan, solo practicaré, no tendré un arma ni
nada —le pido a Eleonor.
Ella asiente poco convencida y yo me siento la chica que toma las
peores decisiones, pero Kim una vez más está en lo cierto. "La mafia" ya
me conoce, no importa si estoy o no con Ethan, mi hermano, mis amigos o
sigo con mi vida como pretende Norma, ya me conocen.
Siempre estaré en su radar, eso me ha quedado más que claro. Y aunque
no tengo ni la mitad de las agallas que se necesitan para disparar, al menos
las tengo para apuntar y eso quizás, el día menos pensado, me dé tiempo
para escapar.
CAPÍTULO 27

EL VERDADERO PELIGRO

T ras casi una hora en la que Kim y Eleanor se dedican a contarme


cómo inició todo, cómo sus padres murieron y cómo los de Eleanor
la abandonaron hasta cómo aprendieron a usar armas, del negocio y
varias anécdotas comunes con los chicos, deciden ir al pequeño cuarto que
usan como estudio para averiguar qué está pasando.
Yo prefiero quedarme en la sala, no se me olvida que afuera están mi
hermano y mi mejor amiga. Me pongo de pie y llego hasta la puerta
principal, los encuentro discutiendo acaloradamente. Mi hermano le está
pidiendo otra oportunidad a mi amiga y ella se rehúsa.
Al verme da por terminada la pelea y se acerca a mí solo para asegurarse
de que esté bien, asiento y se marcha furiosa. Nathan me mira con sus ojos
negros igual a los míos y no sigue a mi amiga, a pesar de que es lo que
debería de hacer.
—Solo te diré algo, o dejas a Ethan o haré que te deje.
—Ethan y yo no planeamos esto. En cambio, tú... tú no debiste dejarme
venir, no debiste presentarme a tus amigos, tú debiste decirme que
trabajabas para un maldito grupo de narcotraficantes. Además, no te
entiendo. Ethan es tu mejor amigo. Quieres explicarme cómo es que lo
consideras tu amigo y no lo consideras un buen tipo.
—No es un miserable y si fuera un estudiante común y corriente me
hubiera encantado la noticia de que están juntos. Pero no voy a permitir que
mi hermanita esté con alguien que está hasta el cuello en esto.
—Entiendo, tengo que decirte que permitiste algo peor: soy la hermana
de un traficante de drogas. Tu estúpido intento de mantenerme a salvo debió
empezar por ahí. ¿Qué quieres Nathan? Me he enamorado. ¿No eras tú el
que hace cinco segundos estaba rogándole a Norma?
—No es lo mismo.
—Claro que lo es, no podemos seguir así, tú y yo hemos sido más que
simples hermanos. Nos adoramos.
—Y me siento terrible por estar tan cabreado contigo, enana. Pero él no
te conviene, ni siquiera estar cerca de mí te conviene.
—No puedes decidir por mí. ¿De qué me sirve irme a esconder a la
residencia, dejar mi romance o no hablarte más? ¿De qué? Nuestros padres
eran... —Ni siquiera puedo mencionar la palabra para referirme a ellos—,
estaban ligados a todo esto, y tú estás ligado a todo esto. Da igual si estoy
aquí o allá. Norma quizás pueda elegir, ¿pero yo puedo elegir?
—Puedes —me asegura.
—No puedo Nathan. González y nuestros padres eran... socios... por
llamarlo de una forma educada. ¿Crees que solo iría tras de ti? Kim me ha
contado que sus abuelos la sacaron de la ciudad para alejarla de ese maldito
mundo y González la encontró y la hizo parte de su gente. Dime, ¿puedo
elegir? ¿Me aseguras que nadie se me acercará con la intención de
amenazarme o hacerlos creer a ti o a Ethan que estoy en peligro?
Me duele y me aterra hablar de esa forma, es lo único que me queda,
enfrentar mi realidad y no llorar por los rincones.
Entra a la casa aún más enojado y yo me quedo afuera sopesando las
consecuencias de mis elecciones. Me propongo firmemente que, a pesar de
todo, mañana iré a mis clases y continuaré mi vida lo más normal que me
sea posible. Me detengo justo después de entrar. Ethan está en el primer
escalón de brazos cruzados y muy pensativo, no mira hacia la puerta, sino
hacia la pared de la que hasta hoy me percato que cuelgan varios cuadros
extraños.
—Cara dura —lo llamo y sonríe aún sin verme.
—Te quedarás conmigo esta noche, ¿cierto?
—¿Ahora sí es una pregunta? Lo has dado por echo antes.
—Es la costumbre de decidir por todos, pero… si no quieres…
—Quiero.
—Perfecto. Ven. —Extiende una mano hacia mí y camino hacia él
enseguida.
—Estoy cansada —digo bajito y cerrando mis ojos en lo que mi cabeza
descansa en su pecho.
—Nos vamos a la cama entonces.
Sin preguntármelo siquiera me toma de las piernas y me lleva de esa
manera hasta su habitación y me deja en la cama, me sonríe antes de
perderse en el baño y salir luego solo con ropa interior.
Se acuesta a mi lado y siento su respiración en mi cuello. Giro hacia él y
nos observamos.
A pesar de que me he mostrado valiente y feroz ante todo lo que
conlleva esta situación, cuando me quedo a solas con él, de esta forma tan
cercana y vulnerable muero por pedirle que haga algo para alejarse de
González y todo su mundo, de verdad quisiera suplicárselo hasta conseguir
que acepte, la cuestión es que, sé y estoy segura que cumplirá mi petición
sin necesidad de súplica y que lo haga así de sencillo, de fácil y de un día
para otro solo traerá desgracia.
Mi cerebro, más bien mi razonamiento quiere entrar en acción de una
vez, hacerme ver que todo lo que estoy haciendo traerá consecuencias y que
seguramente no me gustarán nada, mis sentimientos honestamente no me
dejan pensar con claridad. Quiero estar con él, eso es lo que pasa. Alguna
vez leí en uno de tantos libros que para enamorarse hay que estar muy loco
y nunca en la vida había sentido esa frase tan real.
—¿Me dirás qué hablaste con González?
—No.
—¿Tampoco me dirás si le creerás o no a Mateo?
—No.
—¿Por qué?
—Porque ya obtuviste demasiado.
—Ethan...
—No, Blair. No es tu obligación estar en mis reuniones, ni mis llamadas,
ni mis enfrentamientos, mucho menos en las entregas de mercancía o con
los clientes. No tienes que volver a ver a González jamás ni ir a aquella casa
en la que fue la fiesta, no tienes que hacer nada de eso. Todo seguirá como
al principio, déjame el resto a mí y no te preocupes.
—Pero yo quiero ayudarte.
—Me ayudas más sabiéndote a salvo. Cuando algo se salga de control,
cualquier situación, te lo haré saber y ya conoces las reglas, si te digo que
corras...
—Correré, saltaré, me esconderé y fingiré que no te conozco si estamos
en peligro, ahora lo entiendo mejor. Te haré caso.
—¿Ya te dije hoy que te quiero? Niego con la cabeza, aunque sí que me
lo ha dicho.
—Te quiero.
—Yo te quiero más.
—No —dice con firmeza—, tú no tienes idea alguna de cuánto te quiero,
pequeña.
—Dame una idea.
—He visto morir a muchas personas, entre ellos a gente inocente. Por
años dejé de sentir compasión, lástima, pesar por lo que hacíamos, de
pronto te crees realmente parte de ello, te pierdes y después estabas tú
retándome todo el jodido tiempo, haciéndome perder la cabeza y
recordándome que soy de carne y hueso, que tengo un corazón que
ciertamente solo bombea sangre pero según los románticos empedernidos
también sirve para amar y tú encendiste eso en mí... tú, Blair Stoms me
recordaste que sigo vivo, así que imagina cuánto siento por ti, cuando eres
la primera persona que consigue que me doblegue. ¿Eso te da una idea?
—Eso me hace sentir segura de que este es el lugar en donde debo estar.
Hago su cabello completamente hacia atrás y lo beso con sutileza
encargándome de probar cada partecita de sus labios. No nos decimos más
y poco a poco me quedo dormida hasta que caigo en un sueño profundo y
reparador. Por la mañana me despierto antes que Ethan y no sé cuánto
tiempo paso en el baño mirando el vestido que está tirado en el suelo. Está
lleno de arena y algo sucio por el accidente, no puedo ir así a clases y ya
solo tengo treinta minutos para tomar decisiones.
La puerta se abre con brusquedad y Ethan se mira asustado.
—Pensé que te habías ido.
—Aquí estoy. Necesito que me lleves ahora mismo a la residencia, tengo
que ducharme y cambiarme y correr a clases.
—Ya...
—¿Qué pasa?
—Nada. Te llevo, anda. Pero esta noche te quedarás conmigo, ¿sí?
—Sí.
Está raro y no sé por qué. Al bajar los chicos están desayunando y
hablando de sus hazañas sexuales. Me aclaro la garganta para que se
enteren de que estoy escuchándolos, incluso mi hermano está en la mesa y
al vernos se pone de pie molesto.
—¿Dormiste aquí?
—Sí, Nathan.
—Se lo diré a tía Lili, te estás comportando como una zo...
No tiene tiempo de terminar porque Ethan le lanza un puñetazo y me
llevo las manos a la boca.
—¡Ethan!
—No voy a discutir, Blair —me dice y vuelve a girar hacia mi hermano
—. Y tú respeta a tu hermana, la vuelves a llamar así y te reviento toda la
cara.
—¡Están mal! Los dos. ¿Qué no se dan cuenta de todos los problemas
que tenemos y ustedes de luna de miel? Eres un hijo de puta, Ethan.
Ethan intenta golpearlo otra vez pero detengo su mano. No tiene sentido
seguir con lo mismo.
—Vámonos Ethan, vámonos —insisto y él resopla molesto y me sigue.
Subimos al Jeep en completo silencio y las cuadras que separan la
fraternidad de la residencia son tan pocas que no conseguimos volver a la
normalidad durante el camino hasta que bajo sin despedirme y Ethan baja
tras de mí, interceptándome en la entrada de la residencia. Me toma de un
brazo y me detiene.
—Lo siento, no quería golpearlo, de verdad Blair, Nathan y yo somos
muy cercanos, pero no voy a permitir que te falte el respeto ni él ni nadie.
—Solo quisiera que lo entendiera, es todo.
—Hablaré con él, no he querido hacerlo porque quizás terminaremos
peleando, pero tiene que entenderlo.
—De acuerdo, evita los golpes —le pido—, tengo que apresurarme. Te
veo en la noche.
—Espera, espera, espera —pronuncia la palabra de forma graciosa—,
hay otro asuntito que quiero aclarar.
—Dime.
—David...
—No empieces Ethan.
—No voy a pedirte que no le hables, no soy tan macho. Bueno, sí que lo
soy y quiero pasarle el Jeep encima hasta desbaratarlo, pero eso me alejaría
de ti, así que debo comportarme, ¿no? Solo... no sé... ¿podrías no salir con
él a bares en donde el muy hijo de puta te de tragos hasta emborracharte?
—No me dio tragos, yo bebí solita porque me sentía muy confundida y
él está enamorado de alguien...
—Sí que lo está, de ti. Así que ahorrémonos una discusión interminable,
seré razonable y tú serás razonable y llegaremos al maravilloso acuerdo de
no más salidas con David. ¿Qué te parece?
—David es mi amigo, Ethan. O lo aceptas o te mueres de rabia, pero no
voy a condicionar mi amistad con él solo porque te incomoda.
—No me incomoda.
—¿No?
—Me cabrea hasta la mierda —confiesa—, lo mejor es que lleguemos a
un trato —propone ya molesto.
—Te diré nuestro trato: te irás a hacer de matón y narcotraficante
mientras yo asisto a clases y hablo con mis amigos como cualquier chica, si
planeamos una salida estás invitado y pasas tiempo con mis amigos, como
un chico normal, de momento el único plan que tengo es ir a tu casa en la
noche y follar como maniáticos, adiós, amor —le suelto, me pongo de
puntillas y le doy un pico rápido para luego salir corriendo como si tuviera
diez.
—¡Blair! ¡Blair! —me llama a gritos y yo me escabullo hasta mi cuarto.
Me río a carcajadas por mi pequeña travesura y me alisto para ir a clases.
Norma no está cuando me voy a las duchas, pero sí cuando regreso y sé
que ha llorado toda la noche porque tiene los ojos hinchados, me siento
terrible por haberla dejado sola. Y por aparentemente tomarme toda esta
situación mucho mejor que ella. Siendo honesta me desconozco, no sé por
qué estoy actuando con tanta calma e incluso, felicidad, quizás estoy más
loca de lo que alguna vez imaginé, o tal vez solo soy una muchachita
inmadura que sigue sin entender en lo que ha entrado.
Sé que mi hermano la quiere, cambió por ella como jamás creí ver, y
también sé lo difícil que es para mi amiga todo esto. Busco su rostro
entristecido y limpio ese montón de lágrimas.
—No puedes seguir así.
—Es que no puedo creer que esto esté pasándome. Tú no te mirabas
afectada ayer por el accidente. Fue por lo que estaba en la fraternidad,
Nathan me contó todo y salí para allá enseguida, dijo que había sido Barak.
¿Has vuelto con Ethan a pesar de todo?
—Sé que suena estúpido, pero lo quiero. Lo dejará, no ahora porque
sería una completa catástrofe, planearán algo y no solo él, los chicos
también y Nathan, haré que se olvide de su venganza.
—Yo quiero estar con él, ayudarte a convencerlo, pero no sé si pueda. Es
demasiado.
—No voy a mentirte. Están metidos hasta el cuello, y no sé qué tan real
sea el hecho de que lo dejen o si será al menos posible. Es peligroso, sí que
lo es, y unas chicas como nosotras no deberíamos siquiera tener amistades
de ese tipo. Pero la vida es tan contradictoria. La decisión es tuya y
solamente tuya.
—¿No tienes miedo?
—Mucho. El chico que quiero está dentro, mi hermano está dentro y mis
padres lo estuvieron. Elige lo que te haga sentir mejor, yo siempre seré tu
amiga.
No responde nada y tengo que recordarle que tenemos clase, sin
embargo, prefiere quedarse en cama. No me opongo y corro nuevamente
hasta mi salón de clases. David apenas y me mira. Bueno, tomando en
cuenta que mi novio lo empujó la última vez que nos vimos tiene motivos
para estar distante, incluso se sienta bastante alejado. Erik y Elena también
notan la incomodidad de David.
Aunque quisiera averiguar qué pasa a ciencia cierta, o al menos
disculparme por el último numerito, una rubia en la puerta llama mi
atención. ¿Qué hace Kim aquí? Espera paciente a que la clase termine y en
cuanto el profesor nos deja ir salgo despavorida hacia ella.
—¿Qué haces aquí, Kim?
—¿No querías aprender a disparar? Quedamos hoy. Cierto.
—Lo había olvidado.
—Empiezas mal, en este mundo tienes que estar alerta, preparada y no
olvidar nada.
—¿Quieres bajar la voz? —le pido. Estamos en un pasillo lleno de
estudiantes. Que esté tomándomelo con aparente serenidad no significa que
considere esto algo grandioso y mucho menos algo por lo cual
enorgullecerse y gritarlo a los cuatro vientos.
—No te preocupes. Esta universidad es como nuestra segunda casa. El
rector es socio de González.
—¡No inventes! —alzo la voz. El rector es el padre de David. ¿Por qué
Ethan no me ha dicho nada?
—¿Y cómo creías que nos hacemos pasar por estudiantes?
—Bueno, no se me había pasado por la mente. ¿Estás segura de que el
rector trabaja para González?
—No es que trabaje para él, recibe un pago muy generoso mes con mes
y a cambio nos presta sus instalaciones. No está involucrado directamente,
pero lo está y tampoco tiene que ir a las reuniones o fiestas, ni siquiera tiene
que verle la cara a González. Es como si nos rentara un piso.
—¿Y qué hay del hijo?
—¿Cuál hijo?
—Mi amigo, David —estoy impresionada.
—No sabía que tenía un hijo. ¿Estás segura?
—Muy segura.
—Averiguaré. Por ahora vámonos.
—¿Adónde?
—A un terreno solitario o quieres practicar con la gente —se ríe.
Niego con mi cabeza y la sigo. Ya he dicho muchas veces que Kim es
bonita, pero es que carajo, lo es. Su piel luce perfecta, y su rostro
impecable, sus ojos verdes resaltan cuando hace mucho sol. Hoy trae el
pelo en ondas y no hay ni un solo cabello fuera de su lugar. Tiene un gusto
por la moda excepcional y hasta lleva joyas, en la muñeca de su mano, en el
cuello, sus aretes y ese anillo carísimo en su dedo. Camina como una
modelo en pasarela y jamás, ni en mis más locos sueños hubiera imaginado
lo que hace.
Llegamos al aparcamiento y su auto es un deportivo último modelo
color dorado. Es muy bonito y me quedo como tonta mirándolo.
—Dile a Ethan que te regale uno —bromea Kim o eso es lo que creo.
Quizás solo está siendo irónica. Después de todo, ni siquiera sé cómo es que
hemos llegado a este punto, hace solo días nos odiábamos.
—Debe costar una fortuna y jamás aceptaría algo así.
—Para Ethan son tres centavos.
—No soy lujosa —es mi respuesta y la verdad es que no lo soy para
nada. Y, lo que de verdad quiero preguntar es ¿cuánto dinero tiene Ethan?
Ella me sonríe y entra al auto de una vez, la imito y lo pone en marcha
enseguida.
Por un ligero instante creo que esto es mala idea y que quizás es hasta
una trampa e inicio a ponerme nerviosa.
Sobre todo porque cuando salimos de la ciudad y llegamos al dichoso
terreno vacío, hay un chico esperando por nosotras y no es otro más que
Mateo.
Disimulo buscando algo en mi bolso y en realidad estoy tecleando un
mensaje a Ethan, quien me matará en cuanto le diga en dónde estoy y con
quién.
A un segundo de enviar el mensaje, Kim voltea hacia mí totalmente
relajada.
—No te preocupes por Mateo, ha venido porque se lo he pedido yo.
—¿Por qué has hecho eso?
—Porque somos mejores amigos, casi hermanos. González terminó de
criarme y he vivido toda la vida con Mateo.
—Pero él y Ethan...
—Ellos han tenido problemas, pero no es por lo que crees. Mateo odia
esta vida, me ha tratado de convencer más de una vez de escapar y huir de
su padre. La única forma en la que eso funcionaría es si González se muere
y no creo que alguien se atreva a matarlo —me explica—, lo cierto es que
Ethan hace muy bien su trabajo y por órdenes de González ha obligado a
Mateo a hacer cosas con las que no está de acuerdo, la razón de su
rivalidad. Ahora que Ethan está del otro bando piensa incluso unirse a él.
Pero primero tiene que ganarse a Blair Stoms.
—¿Qué? Yo no tengo poder sobre él —digo confundida.
—Por favor, Blair. No finjamos. Ethan está en un punto mediocre en el
que todo lo que tú digas le parece de maravilla, incluso si propones atacar
alguna vez con bombones en vez de pistolas, seguro lo aprueba. Por eso
jamás voy a enamorarme.
—Eso no es cierto, nos queremos, pero él decide solo. Yo no tengo nada
que ver.
—Si tú dices...
—¿Tú no quieres dejar esta vida, Kim? —me atrevo a preguntarle.
—Todos quieren dejar esta vida cuando esta vida se vuelve una mierda
constante. Pero prefiero estar viva y en paz que vivir siendo perseguida.
Sale del auto dejándome con la palabra en la boca y con mucho miedo.
Yo decido darle un voto de confianza no solo a ella, sino también a Mateo.
Puede que me equivoque, aunque si quisieran hacerme algo desde el
minuto uno lo habrían hecho.
¿Qué carajos pretendo?
Ser la hija de una pareja que perteneció a la mafia del narcotráfico hace
muchísimos años, bien. Ser la hermana de alguien que está dentro, bien. Ser
la novia del mandamás, de acuerdo. Pero ¿aprender
a usar armas? Eso no está bien y me arrepiento de haberlo pensado
siquiera. Las manos me tiemblan un poco y disimulo metiéndolas en mis
bolsillos.
Me acerco a Mateo, o más bien a su auto, miro hacia todos los árboles
que hay aquí, la otra vez tenía a varios sujetos cuidándolo.
—He venido solo, me han dicho que es un secreto. Bien, aquí les traigo
unos juguetitos —anuncia sacando de su auto lo que me parece una especie
de valija o maletín, al abrirla mis ojos se abren como platos. Hay una
cantidad de armas ahí que quiero salir corriendo—. No vamos a lastimarte.
—Ya lo sé —miento.
—¿En serio? Porque parece que quieres desmayarte y si algún día te
enfrentas a alguien y pones esa cara de espanto tendrás desventaja. Tienes
que mirarlos fijo a los ojos sin parpadear siquiera, intimidarlos haciéndoles
creer que si el viento les mueve el pelo les dispararás. Y por supuesto tienes
que dejar de vestirte como adolescente frustrada. Esa pinta tuya solo dice
una palabra: novata.
—¿Estás hablando en serio? —me da la impresión que Mateo no dice
nada en serio. Casi se ha reído todo lo que ha durado su discurso.
—Ya déjala en paz Mat, dame esa —le dice Kim apuntando a una pistola
en particular—, esta Blair, es una Sig-Sauer P-226. Fácil de llevar en tu
bolso de ser necesario. Pon las botellas Mateo.
Mateo lo hace sin chistar, pone cinco botellas que en un abrir y cerrar de
ojos Kim tira al suelo con disparos, ha sido tan rápida que creo que no
volveré a hablarle como si nada. Esta mujer podría matarme en un
microsegundo.
—De nada —murmura Mateo—, yo le enseñé.
—Si no te gusta esta vida, ¿por qué sabes disparar tan bien?
—Querida Blair, hay que mantenerse con vida, soy el hijo, todos me
quieren muerto —me responde como si fuese un chiste y se ríe muy fuerte.
Kim lo calla y me pone la pistola en la mano. Dejo de respirar. Se pone
detrás de mí y con una lentitud extraña me explica cómo se pone en
funcionamiento, cómo se ubican los dedos y hacia donde tengo que mirar
para enfocarme y no fallar como si mi mayor objetivo fuese matar a alguien
en un solo tiro. Pongo mucha atención y cuando me pide que repita los
pasos que me ha explicado, tomo una bocanada profunda de aire y me dejo
de tanta tontería, nervios y miedos y lo hago.
Uno: Quitar el seguro.
Dos: Presionar el gatillo con fuerza y firmeza y sin parpadear.
Esta clase de pistola adecuadamente desamartillada se enfunda con más
facilidad que otras, pues una vez hecho el primer disparo, solo se sigue
presionando el gatillo ya más suave para los siguientes. ¡Cómo si fuera a
usarla tantas veces seguidas!
Tres: Disparar.
Me he asustado muchísimo al escuchar el sonido, porque soy yo quien
está apuntando a las nuevas botellas. No le he dado a ninguna, pero Kim se
encarga de que repita lo mismo una y otra y otra vez hasta que consigo
darle a una y brinco emocionada como si esto fuera bueno y no una
completa locura. Hasta he abrazado a Kim y ella apenas y me ha tocado.
Mateo se ha reído de mí y después de una hora completa de práctica Kim
cree que es suficiente por hoy y que seguiremos mañana.
No miente, pues no solo practicamos al día siguiente, sino durante dos
semanas a escondidas, le he inventado excusa tras excusa a Ethan para que
no sospeche nada, de pronto he terminado pasando más tiempo con Kim y
Mateo que con Norma. Me parece mentira que el último día le doy no solo
a una botella, si no a las diez que Mateo ha puesto frente a mí.
Como si eso fuese poco, entre los dos me han enseñado algunos trucos
para defenderme si me atacan por sorpresa. Que esté tan contenta por
aprender, por conocer, y por mejorar es lo más ridículo que he hecho en mi
vida. No soy Scarleth Johanson en una película de acción, es la vida real, mi
vida y me estoy preparando como si ser parte de ellos es un privilegio y no
un verdadero peligro. Cuestiono muy seriamente mi salud mental, pero
entre más me enseñan, más segura me siento y estas dos semanas han
transcurrido en completa calma, lo que solo secunda la versión de los
chicos, esa en la que tienen vidas tranquilas, como el resto de la humanidad.
Mateo nos acompaña hasta el auto cuando decidimos marcharnos y
damos por terminadas mis clases privadas, miedo me da sentir que hay una
amistad entre los tres, uno es el hijo del enemigo y la otra se acostaba con
mi novio hace solo meses. Mat me extiende el arma. Me niego, no puedo
tener un arma. Si Ethan o Norma la encuentran se volverían locos.
—No puedo.
—¿Para qué has aprendido a disparar?
—Por si es necesario.
—Pues ten el arma, por si es necesario.
—¿A cambio de qué?
—A cambio de nada —dice y hasta parece confuso—. Conocí a tus
padres, una vez viajaron a L.A y se mostraron cariñosos conmigo. Jamás he
recibido cariño, de nadie, y unos extraños jugaron a la pelota conmigo
mientras esperaban a mi padre. Yo jamás olvido, a Nathan le di una igual. Y
me caes bien, eres como la representación de la esperanza para muchos.
—Gracias.
Tomo el arma y la escondo en mi bolso. En lo que el auto retrocede veo
a Mateo guardar su equipaje lleno de armas y cierro los ojos unos segundos.
Kim me pregunta por mi vida en Seattle y termino contándole cada maldita
cosa. Parece ser la única contenta de que me esté involucrando como tal con
ellos, en todo. Parece mi amiga y no me deja de sonar ridículo.
Llegamos a la fraternidad y entramos juntas. Ethan está justo en el salón
con su computadora en mano y la pone sobre la mesa en cuanto nos mira
riéndonos de una tontería que he dicho. Es algo así como la sexta vez que
nos mira juntas, las otras hemos sido precavidas y entramos por separado.
—¿Desde cuándo son tan amigas? —pregunta con el ceño fruncido. Hoy
si tendré que dar una explicación.
—No seas ridículo, Ethan. Blair y yo solo estamos llevando la fiesta en
paz.
—Sí, eso —miento un poco y me acerco para darle un beso. Puede que
nos hablemos y me esté ayudando, incluso que me haya explicado que lo
suyo con Ethan fue solo sexo, y aun así véanme aquí, marcando territorio
como una colegiala. Kim se pierde en la cocina y mi novio me mira muy
curioso.
—¿Me dirás qué hacías con Kim?
—Me la he encontrado en la entrada, no seas paranoico.
—En la entrada, te la encuentras en la entrada muy seguido y te pierdes
todas las tardes. Eso no me gusta nada. ¿Qué haces tanto?
—Ya sabes, tengo una vida, cosas que hacer.
—Pero ¿qué exactamente? Todo lo que me dices me suena a excusas,
¿qué has estado haciendo con Kim? Kim no es amable, no es una chica
dulce y platicadora, te la has ganado y quiero saber qué está pasando.
—¿Te preocupa que Kim me hable de ti?
—En absoluto. He sido transparente contigo. Solo me cabrea que ocupes
nuestras tardes para cosas que no me incluyen. Quiero pasar tiempo
contigo, las noches no me son suficiente, a veces ni siquiera te quedas
conmigo —hace pucheros de niño malcriado y me río.
—Exagerado. Me quedo casi siempre, creo que solo duermo una vez en
toda la semana en la residencia, y eso cuando tienes que ir a las bodegas.
—No te rías, lo digo en serio.
—¿Qué tan cabreado estás?
—Estoy que reviento, Blair. Ya no pienso ser razonable, ¿sabes?
—¿Y qué harás? —investigo.
—Follarte hasta que me cuentes qué has estado haciendo con Kim y por
qué no me dedicas tiempo.
Me río como una inocente palomita y asiento muy emocionada.
—Al cuarto, ¡ahora! —me exige y marcho simulando ser un soldado, él
se ríe de mi juego.
Cuando piso el primer escalón me doy cuenta de que he bajado del auto
sin mi bolso. Si le pregunto a Kim por las llaves Ethan sabrá que he
mentido y ahí tengo mis cosas personales.
—Espera un segundo —le digo y para no responder en caso de que
pregunte algo, me apresuro a salir pidiéndole al cielo que las puertas no
tengan seguro.
No consigo llegar a tocar el auto, y no lo consigo porque en cuestión de
nada, me presionan por la cintura y me inmovilizan poniendo un paño sobre
mi boca y parte de la nariz. Siento que pierdo el conocimiento por más que
lucho.
—Hola muñeca —es lo último que escucho.
CAPÍTULO 28

MISIÓN RESCATE

P ocas cosas en la vida me atemorizan, pero esta, definitivamente, lo


hace. La última cosa que me dijo mamá antes de morir fue: sé
valiente. En aquel momento pensé que era lo que cualquier madre en
agonía podía decirle a su pequeña hija que, paralizada por los hechos y sin
poder actuar, se quedó en el mismo punto en el que el accidente la había
dejado, toda aquella sangre me bloqueó. Quizás pude haber corrido a la
carretera por ayuda, pero no fue lo que hice. Tal vez pude haberlos salvado.
Ahora entiendo que mi madre me pedía que fuese valiente porque tarde
o temprano Nathan y yo descubriríamos la verdad. A pesar de lo molesta
que estoy internamente con mi madre, no puedo hacer otra cosa que pensar
en ella y en ese último consejo.
Sé valiente, sé valiente. Necesito ser valiente como nunca en la vida.
He tratado por todos los medios de mantenerme despierta, pero cada vez
que se percatan de que abro los ojos vuelven a dormirme después de que me
obligan a tomar agua y me dan un poco de comida.
No sé cuántas horas han pasado desde que me atraparon fuera de la
fraternidad, ni siquiera sé si han transcurrido días.
Así que esta vez, cuando he sentido que mis párpados, al igual que mi
cuerpo y mi cerebro recuperan el funcionamiento, no he abierto los ojos.
Me he quedado quieta, muy quieta y fingiendo seguir durmiendo para al
menos lograr escuchar algo.
Me han secuestrado, de eso no tengo duda, pues me han amordazado, la
boca, los ojos.
Lo último que recuerdo de todas las veces que he recuperado el
conocimiento es ir primero en movimiento, en un auto, iba acostada en la
parte trasera si no me equivoco, pero ahora estoy sentada y por la posición
de mi cabeza echada hacia adelante, puede que ya no en un auto, sino en un
lugar estable, una silla quizás. Consigo escuchar el sonido constante de una
gotera y el olor a humedad es inmenso. ¡Carajo! ¿En dónde estoy?
Muevo ligeramente mis pies solo para comprobar si sigo amarrada y en
efecto, lo estoy, esta vez no con los pies unidos, sino pegados a unos tubos
que me confirman que estoy en una silla como lo he sospechado. Una
puerta se abre con brusquedad y el corazón me empieza a latir desbordado
totalmente.
Me esfuerzo muchísimo para controlar mi respiración. Es más claro que
el agua que he sido secuestrada por enemigos de González, quizás
directamente de Ethan, ¿quién más podría hacerme esto? También, a pesar
de mi turbia mente, puedo estar segura de algo más, todo lo que se dice de
estos secuestros es indignante y terrorífico, sin embargo, no me han
golpeado ni martirizado, tampoco herido, lo que me lleva rápidamente a
concluir que el objetivo de esto es algo muy alejado de lo que normalmente
ocurre.
—¿No ha despertado? —Al escuchar la voz de Barak me congelo, y al
mismo tiempo creo haberme sobresaltado. ¡Mierda!
—Ya lo está haciendo —responde una voz desconocida.
—Vamos, princesa, que no tengo todo el tiempo —los dientes le
rechinan al pronunciar las palabras.
No tengo más opción que fingir que despierto, me he movido más de lo
que he creído. ¿Qué haré? ¿Cómo voy a enfrentarlo? ¿Qué le diré? Como
puedo inicio con mi actuación, muevo con lentitud mis demás partes del
cuerpo y subo mi cabeza. Él me quita agresivamente lo que cubría mis ojos
y mi boca. Es cuando decido empezar a mirar a todos lados.
—Buenos días, Blair —me susurran en el oído. El cuerpo me tiembla y
me esfuerzo para lograr quitar las cuerdas de mis manos y mis pies. Es
inútil—. Por favor, deja de intentar escapar. No podrás.
Se toma su tiempo al observarme cuando se pone frente a mí, a escasos
centímetros. Se inclina hacia adelante y sus manos reposan en mis piernas.
—Tranquila, no voy a hacerte nada. Solo quiero que cuando te dejemos
ir le digas a Ethan que te he puesto las manos encima, ¿podrías hacerme ese
favor? —se ríe.
—¿Qué es lo que quieren de mí?, ¿por qué me hacen esto? —casi no
puedo hablar.
—¿No que muy ruda la otra noche en la carretera? ¿Ves lo fácil que ha
sido atraparte? ¿Lo fácil que podría ser quebrarte? ¿Crees que no sé qué no
tienes una idea de nuestro mundo? Mírate, no dejas de temblar, zorrita. Debí
degollarte cuando tuve la oportunidad. Pero eres de tanta utilidad que no
puedo darme ese lujo, no aún —ironiza.
No sé cómo, ni por qué me lleno de rabia, ya que en el fondo todo lo que
dice es cierto.
Soy fácil de atrapar, de destruir, de matar.
No sé nada de su mundo, mucho menos de cómo defenderme, Kim y
Mateo me han preparado, ¿pero a quién engaño? Soy débil, frágil, pero él es
un idiota porque acaba de revelarme que no puede hacerme gran cosa.
¡NO! No soy débil, no soy frágil.
Me repito unas cien veces esas palabras en la mente. Puedes manejar
esto, Blair, puedes pensar en algo, hacer algo, robar un arma… joder, no me
creo lo que estoy maquinando.
Presiono mis piernas con fuerza y lucho por respirar con calma para
dejar de temblar, maldita sea. Las palabras de Mateo retumban irónicamente
en mi cabeza, tengo que aparentar, que mirarlo a los ojos con firmeza para
lograr intimidar, al menos confundirlo.
No sé si funcione, a lo mejor me da un tiro en la cabeza, pero no pienso
llorar frente a Barak y pedir clemencia. No voy a humillarme, menos si lo
que quieren es manipular a Ethan de alguna manera, a mi hermano, a todos.
—Te crees muy macho porque estás frente a mí con una pistola en tu
mano y yo totalmente amarrada, sin poder siquiera enterrarte los dientes en
tu asquerosa piel. Claro, así muy fácil. ¿Por qué no me dejas tomar un arma
y hablamos de igualdad? — ¿De dónde demonios he conseguido valor para
decir tal cosa? No lo sé, ha salido. Y como resultado obtengo un golpe en la
cara que me ha dado con todo y pistola en la mano. Me ha volteado el rostro
y sé que me ha herido porque duele como el infierno y arde como el
demonio.
—Yo que tú, zorra de mierda, mejor me callo.
—Pégame, hazlo, cobarde. Pégame más, entre más lo hagas más molido
quedarás cuando Ethan te de la paliza de tu vida si es que no te mata —grito
con una fortaleza que incluso me asombra a mí misma. Obtengo lo que he
pedido y recibo una cachetada fuerte y sonora que me hace escupir sangre.
—Ethan Johnson nunca ha matado. Es una burla para nuestra gente, solo
es un niño con suerte, un niño que sabe demasiado.
—¿Has escuchado alguna vez que quienes manejamos el mundo en
realidad estamos sentadas tomando el té haciéndoles creer a la sociedad que
somos muñequitas de sala? Pues bien, recuerda esas palabras cuando Ethan
te dé un tiro justo en la frente solo porque yo se lo pida, infeliz.
—Claro que lo sé niña estúpida, ¿por qué crees que estás aquí? Ethan
Johnson no necesita más dinero, ni protección y no tiene familia con la que
podamos amenazarlo, pero si tiene a su zorra de turno, ¿no? Así que si no
quiere que te matemos o te vendamos como mercancía. Lo único que tiene
que hacer es traicionar a González, darnos toda la información que tiene en
su poder para volvernos los reyes de la puta mafia. Cuando te vayas de
aquí, le dirás justo eso, no que me mate.
Ya tenemos suficiente con querer huir de González como para obligar a
Ethan a traicionarlo y su lista de enemigos solo aumente. ¡Por qué tiene que
ser así, joder! ¿Por qué?
Por fuera tengo la cara endurecida para no mostrar lo afectada que estoy,
soy solo una jovencita, esto es demasiado.
—Entonces déjame ir y ya veremos cuál es su respuesta o a cuál petición
accede. La tuya o la mía —aún con tanto terror que experimento me atrevo
a decir eso.
—¿Irte? No, aún no. Primero vamos a dejarte unos recuerditos para que
cuando el hijo de puta te vea sepa que vamos muy en serio. Además, solo
llevas aquí tres días. Al menos que sufra quince, ¿no? ¿Te imaginas lo
desesperado que está Ethan? Se está volviendo loco. Justo ayer le hemos
enviado un par de dedos, le hemos puesto tu anillo para que se lo creyera.
Pobrecito, hasta ha llorado.
Me muerdo los labios con fuerza, claro que lo imagino, y saberlo tan
desesperado y enloquecido me afecta más que incluso lo que estoy viviendo
en carne propia.
—¿No te escucho hablar, princesa? Claro, no eres más que una llorona,
pues espero que llores bastante a partir de hoy. ¡Pasen! —grita.
Dos hombres entran y Barak se ríe a carcajadas mientras camina a la
salida. Se detiene en el marco de la puerta y me mira un segundo más.
—Ya saben qué hacer, no pasen los límites o son hombres muertos hijos
de puta. A ese pastelito me lo comeré llegado el momento, así que mucho
cuidado.
—¡Eres hombre muerto Barak! —vocifero y él se ríe escandalosamente
—. ¡Eres hombre muerto! —repito sofocada tratando de soltarme y es
imposible, no lo lograré.
Sigo en mi posición rebelde y altanera cuando en realidad debería estar
hecha un manojo de nervios, volviéndome loca, gritando con la esperanza
de que alguien me escuche, pero, aunque parezca un juego en el que intento
fingir que soy ruda y valiente, en realidad no lo es. Muero, sí, de rabia e
impotencia. ¿Por qué por enamorarme de quien no debía tengo que vivir
esto?
No quiero mostrarme débil ante estos tipos que disfrutan del sufrimiento
ajeno. Aunque Barak ha dicho que no se pasen del límite, sé perfectamente
hasta dónde pueden llegar y entonces decido prepararme para lo inevitable.
Trato de pensar en que Ethan los matará cuando se entere y eso solo me
altera más. No quiero que se convierta en un asesino por mi culpa.
Una pequeña parte de mí, disfruta pensando en la muerte de cada uno de
estos imbéciles y no sé qué es más preocupante, que inste a Ethan a hacer
algo que jamás ha hecho o que yo, poco a poco me esté dejando consumir
por las reglas de la mafia. Los muy desgraciados y me quitan las cuerdas de
las manos y también mi camiseta. Me estremezco porque es humillante,
indignante y si tuviera un arma, la que sea, intentaría hacerla funcionar para
dispararle a estos hombres sin dudarlo.
Me amarran nuevamente, al menos me han dejado el pantalón. El más
bajo se atreve a tocar mis pechos y le escupo en la cara con todas las ganas
del mundo. Se ríe de mi inocente defensa.
—Acuérdate de esta cara cuando te maten hijo de puta —digo. Bien,
creo que ahora sí estoy desesperada y teniendo una reacción normal. Quiero
que paren, necesito que paren—, suéltenme, déjenme —suplico.
—Anda, muñeca, suplica, eso me excita más. —Intentan quitar mi
sujetador y antes de darme por vencida la puerta vuelve a abrirse. Abro
mucho los ojos cuando miro de quién se trata. Es Kim, se queda ahí y sonríe
victoriosa.
—Ya fue suficiente.
¿Cómo ha llegado hasta aquí? Por un momento creo que girarán hacia
ella y le dispararán o la golpearán, y no sucede de esa manera. La quedan
viendo con cabreo pero no le contestan enseguida ni la atacan.
—¿No me han escuchado? ¡Basta! Y lárguense de aquí —les ordena
como si tuviera la suficiente autoridad para hacerlo.
—Tú no tienes autoridad para decirnos nada, rubia.
—¿Quieres que te dé en la puta cabeza, Samoa? Desaparece de mi vista
ahora mismo y ve y quéjate con Barak. —Los apunta a ambos.
Los dos hombres intercambian miradas y salen molestos del lugar.
Quiero agradecer a Kim por haberme salvado pero no puedo ignorar que
tiene autoridad en este lugar y que ha hablado de Barak con tanta
familiaridad. ¿Es traición? ¿Nos ha vendido? ¿Es ella la culpable de que
esté en esta situación?
Se queda un momento en la puerta hasta que ya no se escuchan las
pisadas de los hombres. Se lleva las manos a la cabeza y se ríe como una
loca poseída. Me lleno de rabia al mirarla disfrutar del momento. Cuando
las risas se acaban se apresura a quitarme todas las cuerdas y me pasa mi
camiseta. Mira con esmero mi rostro herido y trata de limpiarme, volteo la
cara.
Quiero decirle todos los insultos del mundo, y no me sale nada. Estoy
tan confundida en este momento.
—Quita esa cara. No estoy aquí por gusto, es un plan de González. El
idiota de Barak siempre ha querido ser el jefe de L.A, pero nunca ha
podido. Ha intentado convencernos a todos de trabajar con él, incluso al
mismo Mateo. González me pidió fingir que me convencían y sacar toda la
información que pudiera. —Me mira la cara nuevamente, el pelo, las
manos, no sé—, qué alivio verte las manos completas.
—¿Tú sabías que me harían esto? ¿Qué me secuestrarían? —le
reprocho.
—Escucha Blair, no sabía que te secuestrarían hasta que lo hicieron y
me ha costado tres días averiguar en qué maldita casa te tenían. Tres días en
los que Ethan casi me mata al descubrir que estoy de encubierta. Lamento
lo que Barak te hizo la primera vez y que los chicos terminaran en prisión,
porque yo llamé a Barak para informarle en donde estaban. Solo me estaba
ganando su confianza.
—¿Cómo está Ethan y mi hermano? —pregunto porque a pesar de todo
espero que no hayan cometido ninguna locura.
—Tu hermano le ha querido vender el alma al diablo para saber tu
paradero y Ethan... bueno, está vuelto loco, después que enviaron los putos
dedos... él... perdió la razón de verdad y tu amiga, la tal Norma no para de
llorar, un estorbo total. No importa cómo estén de todas formas, lo que
importa es cómo te vamos a sacar de aquí.
—No hay forma, me dejarán ir pero hasta que pasen quince días y esos
hombres...
—Oye —me interrumpe—. No te irás hasta que pasen quince días, te
vas hoy porque solo he entrado para avisarte que cuando escuches disparos
es tu señal.
—¿Mi señal? ¿Señal de qué?
—Toma —me dice y saca de una de sus botas negras hasta las rodillas
un arma igual a la que Mateo me dio—. ¿No querías aprender a disparar por
si algún día era necesario? Pues ese día es hoy.
—Espera, Kim, ¿de qué estás hablando?
—Blair, concéntrate. Cuando escuches disparos es porque Ethan ha dado
la orden de entrar, vamos a moler a estos hijos de puta. El hombre que
vendrá a cuidarte está comprado, bueno, amenazado, así funciona esto. Si el
imbécil hace el amago de dispararte tú tienes que ser más rápida, recuerda,
puedes dispararle en el brazo, en la pierna o en la mano o si quieres mátalo.
—Pero Kim, yo... no puedo... yo... —El arma se me cae de las manos.
Da pasos rápidos hacia mí, recoge el arma y la pone en mis manos otra vez.
—Esto no es un juego, muñequita. Tienes que salir viva de aquí, porque
si no lo haces, hay varios que perderán la cabeza y no es por presionar, pero
Ethan me ha dicho claramente que si no te saco viva de aquí él mismo va a
matarme y lo conozco, sé que lo hará y no lo culpo. Así que respira, apunta
con firmeza y dispara como la puta ama que eres. Si alguien te intenta
coger, le disparas y ya está. Tienes que correr hasta el final del pasillo y
luego girar a la izquierda, ahí hay una puerta que da a la calle. ¿Entendido?
—De acuerdo —digo dudosa, tomando con fuerza el arma y respirando
a un ritmo enloquecido y alterado.
—Bien. Tú puedes, Blair.
Es lo último que dice y se larga. Los dientes me castañean terriblemente.
Tengo que esperar los disparos y se siente como si tuviera que esperar en
realidad al diablo en persona.
El hombre que me cuidaba cuando he despertado regresa a su puesto. No
sé qué clase de amenaza le han hecho, ha dejado la puerta abierta y antes de
sentarse asiente con la cabeza. Desde que Kim se fue puede que hayan
pasado unas cuantas horas, estoy pendiente de cualquier sonido.
Lo único que escucho es mi respiración y voces lejanas. Unos minutos
después el ambiente cambia.
Hay un silencio aterrador, ya no se escuchan pisadas, ni voces a lo lejos.
Las manos me sudan por los nervios y me limpio las palmas pasándolas
por encima del pantalón.
Escucho un gemido en la distancia, y como bomba en mis oídos una
lluvia de disparos se desata.
Grito sin poder evitarlo asustada hasta la médula y a partir de ahí, todo
pasa en cámara lenta; miro al hombre que me pide que salga de una vez y
que por favor no maten a su hija, salgo de la especie de cuarto y miro el
pasillo del que me ha hablado Kim.
Corro sin mirar atrás y los disparos siguen sin parar, los escucho cada
vez más cerca. El cabello suelto se pega a mi cuello y a mis mejillas y me
dificulta un poco la vista.
Gotas de sudor me recorren la espalda y aunque en mi mente voy
corriendo lo más rápido que puedo, en la realidad doy pasos pequeños.
Escucho pasos detrás de mí, me cogen del pelo y me estampan contra la
pared. Es una mujer, me apunta directo a la cara con una pistola y me
paralizo por algunos segundos, me atrevo a presionar sobre su estómago
con mi pistola y la desafío.
—Me muero, te mueres —le advierto con voz temblorosa, lo que hace
que la mujer se ría de mí y aprieta más la punta de la pistola sobre mi
frente.
—Cobarde —vocifera y cierro los ojos. Escucho un disparo que hace
que un ruido molesto se instale en mis oídos, caigo al suelo muerta del
miedo y quizás por la herida.
—Blair —me llaman y no me atrevo a aceptar esta realidad—. Blair —
vuelve a llamarme.
—Blair —insiste otra voz, una femenina y esta vez abro ligeramente los
ojos y apenas miro esos rostros familiares me pongo de pie y volteo hacia el
piso, ahí yace el cuerpo de la mujer que me apuntaba, está sangrando, creo
que la bala le ha dado en la espalda.
—¿Zac? ¿Eleanor? —susurro y parpadeo tantas veces como puedo, la
impresión no me da para más. Pude morir, maldita sea.
—No sientas pena por ella, te hubiera matado si no la he matado yo —
contesta Zac—, salgan, ahora.
—¿Dónde está mi hermano? ¿Ethan?
—Vamos, Blair, no hay tiempo —Eleanor me toma de los brazos.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué hay tantos disparos? —sé que la
pregunta es totalmente estúpida. La cuestión es que no paran, no cesan, es
una lucha continua y necesito saber que todos están bien.
—Vamos, hay que salir, ¡ahora! —me grita Eleanor.
Zac no responde a mis preguntas y sin darme cuenta ya estoy corriendo
con Eleanor al lado hacia la puerta que Kim había indicado. Abro la puerta
del final del pasillo y el aire de la calle me llega a los pulmones como una
ola gigante arrastrándote al fondo del mar. Se me dificulta seguir el ritmo
porque estoy impresionada por lo que Zac hizo, por esa mujer que murió y
por todas las personas que morirán. El miedo de saber que mis amigos
pueden morir, que Ethan o mi hermano también podrían, me hace
detenerme de golpe.
—Quiero que me digas si Ethan y Nathan están dentro.
—¡Corre! ¡No te detengas! —masculla.
—Dímelo.
—Están dentro —me confirma y a lo lejos escuchamos unos autos
arrancar descontrolados, derrapando y haciendo sonar las bocinas, luego
más disparos que se acercan a demasiada velocidad. No tengo tiempo
siquiera de lamentarme o preocuparme por ellos, la puerta se abre y dos
personas salen de ahí, son dos hombres y están armados.
Eleanor ni lo piensa, me da un empujón tan fuerte en el pecho que caigo
de bruces sobre la pared y me golpeo la cabeza.
—¡Cúbrete! —me exige. Y hago lo que puedo con el basurero de metal
que tengo adelante.
La miro con los ojos tan abiertos que creo que se me saldrán del rostro.
Ella también se esconde detrás de pedazos de madera vieja que han dejado
abandonada.
Un disparo hace que uno de esos pedazos se rompa a la mitad y grito
llevándome las manos a las orejas y soltando mi arma. Veo cómo Eleanor
cierra un ojo, mira directo a nuestros atacantes y lanza dos disparos
seguidos, se escuchan dos gemidos y luego nada. ¡Carajo! Los ha matado.
¡Joder! Los ha matado en un solo intento.
—Vamos —me pide y me extiende una mano para ponerme de pie.
Estoy perpleja y no dejo de ver los cuerpos en el suelo.
—Eleanor...
—Tranquila, eran ellos o nosotras. Todo está bien, tú y yo estamos bien.
Que alivio me da verte —dice como si nada. La mayor característica de
Eleanor es que tiene un control insuperable y una serenidad envidiable.
Aprieta mi mano y corremos a toda velocidad, a duras penas he podido
recoger mi arma. Los disparos que se escuchaban de fondo paran y al
menos eso me da un alivio tremendo, aunque enseguida soy invadida por la
incertidumbre. ¿Estarán bien todos?
Salimos del callejón y estamos en carretera abierta. No hay más que
postes de luz y uno que otro carro pasando. Miro hacia un extremo y hacia
el otro en busca de alguien más que nosotras en lo que Eleanor trata de
recuperar la respiración.
—Por favor que estén bien, por favor, que estén bien —susurro sin
detenerme hasta que de lejos consigo escuchar algunos gritos y palabrotas.
No son de auxilio ni de miedo, tampoco pidiendo ayuda, es como si
estuvieran... celebrando.
Poco a poco empiezo a distinguir las figuras. Son ellos, son los chicos.
Se miran como unos malditos guerreros y me siento tan insignificante, han
hecho todo esto por mí, han arriesgado sus vidas por mí.
Mis ojos se mueven constantemente de un lado a otro en busca de una
sola persona, y me siento terrible por no decir que esa persona es Nathan,
mi hermano, porque a quien busco con desesperación tiene nombre y
apellido: Ethan Johnson. En cuanto nos miramos tira su arma al suelo y yo
tiro la mía, da grandes zancadas hacia mí despavorido hasta que inicia a
correr y yo ahora sí, me puedo derrumbar.
Recibo a Ethan como si fuera agua y yo una persona perdida por tres
días en el desierto, sedienta de él. Necesitada de su presencia, de su amor.
Me suspende en el aire pegada a su pecho y me da vuelta en volandas.
Me devuelve al piso y me apretuja contra él con ansiedad. Da un paso hacia
atrás y empieza a revisarme toda, me toca por todos lados y hace mi cabello
hacia atrás, sus dedos tocan con ternura mis orejas y luego mis manos, me
suelto a reír como si necesitara estar internada en un centro para enfermos
mentales cuando lo veo contar mis dedos.
—Estás completa —balbucea, está tartamudeando y riéndose—. Está
completa, joder —habla a todo pulmón—. Estás a salvo, Blair. Estás a
salvo. —Me aferro a él.
Nunca hasta este punto, había comprendido la profundidad del problema
en el que me he metido, el infierno del que soy parte, por la simple y
sencilla razón... de amar. Lo que ha pasado esta noche y desde que me
secuestraron son las razones más claras para abandonar esto, para alejarme
como lo ha estado haciendo Norma.
No pertenezco aquí y lo sé de sobra, no merezco esto, casi me han
matado, he sido la carnada y aun así, contra todo pronóstico, no saldré
corriendo. Estoy con él, él es mi fuerza, es lo que quiere mi corazón, uno
muy idiota seguro, son mis decisiones.
—Estaba tan asustada —le digo quebrada—, ha sido horrible.
—Pero ha acabado, no volverán a llevarte de mi lado. Voy a meterte en
una burbuja de cristal, me oíste. Se acabaron las contemplaciones, serás la
persona mejor cuidada del jodido planeta.
Me le lanzo nuevamente y me abraza con tanta necesidad. Me doy
cuenta de que su pecho sube y baja alterado y sus hombros también suben y
bajan sin parar, subo el rostro y me encuentro con la imagen que termina de
destruirme. Está llorando. Sus ojos grises se miran negros.
—No llores, Ethan estoy bien, estoy a salvo —trato de tranquilizarlo. No
estoy bien, es una obviedad.
—Me has destruido Blair —suelta y le importa un carajo que sus amigos
estén escuchándolo llorar—. Te amo —susurra.
—Ethan... —El cuerpo me tiembla incluso más que cuando estuve frente
a Barak.
—Te amo, te amo, te amo con una locura que ni yo entiendo. Me he
vuelto loco.
—Y yo a ti, te amo —sollozo—. ¡Dios! Te amo.
—Moriría por ti, te lo juro, moriría por ti.
Me cuelgo de su cuello y lo beso frente a todos. No deberíamos estar
más aquí, debemos irnos y aquí estamos, sellando eso que todos llaman
amor.
—Tenemos que irnos —nos interrumpe Tony un poco apenado—. Han
huido, pero es mejor prevenir.
—¿Puedo abrazar a mi hermana un segundo o tengo que esperar a que le
pidas matrimonio, Ethan? —ese es mi hermano. Ethan me suelta y me
permite llegar a él. Los demás empiezan a dirigirse hacia los autos y
Eleanor y Kim se abrazan, creo que agradeciendo estar vivas. ¿Este
enfrentamiento traerá problemas? Claro que sí, pero no quiero pensar en
eso. No ahora.
Me dejo dar cariño por mi hermano, hemos estado peleando
constantemente y este momento de paz después de semejante turbulencia
me gana. Quizás mañana seguiremos en una guerra, sé que su insistencia en
que me aleje de Ethan solo aumentará con lo recientemente ocurrido, y en
este momento solo quiero disfrutar.
Un movimiento detrás de uno de los vehículos que están aparcados a la
orilla de la carretera
llama mi atención y todo pasa tan rápido que lo único que logra salir de mí
es un aullido feroz y luego el sonido de un disparo rompiendo con todo.
—¡No!
El cuerpo de Eleanor cae al piso en un santiamén, sangre sale de su
cabeza y empujo a mi hermano aunque él trata de cubrirme en caso de que
disparen otra vez, Kim apunta a la persona que ha disparado, pero luego se
arrodilla a auxiliar a Eleanor en lo que grita por ayuda y justo entonces pasa
un camión con sus grandes luces que ayuda a distinguir a quien ha realizado
el disparo. Raúl. Desgraciado Raúl.
—¡Blair al suelo! —me ordena Ethan mientras regresa hacia nosotros.
Trata de disparar y al venir corriendo no logra herir a Raúl. Dejo de
escuchar en ese momento, Tony ni lo intenta, cae devastado a la par de
Eleonor y sostiene su cabeza, se llena las manos enseguida. Eleanor no se
mueve, tiene los ojos abiertos mirando hacia el cielo.
Niego con mi cabeza envuelta en una frustración que me devora y me
canaliza. Miro hacia el suelo, tomo el arma que había tirado y ni cuento,
disparo con toda la propiedad que me había faltado antes, con toda la
puntería que no tuve y lo imposible pasa, mi disparado le da a Raúl justo
cuando giraba e intentaba huir.
Y en este instante no me arrepiento ni entiendo la gravedad de lo que he
hecho, solo me importa el cuerpo que yace en la carretera.
Tal vez sí pertenezco a este lugar... tal vez era lo que necesitaba para
despertar y entender que, si no matas, te matan.
CAPÍTULO 29

LA JUSTICIA POR NUESTRAS MANOS

ué has hecho?! —Ethan llega a mí y me mira con los ojos bien


—¡¿Q abiertos. —La ha matado, la ha matado —repito rompiéndome.
No, no.
—Llama a una ambulancia, Zac.
—No tiene pulso —dice Mark y solo puedo escuchar los sollozos de
Kim y peor aún, los gemidos llenos de dolor de Tony.
—¡Llama a una puta ambulancia, Zac! —vuelve a dar la orden.
—Pero... pero... ¿Qué diremos? Tenemos armas, tenemos...
—Me importa una mierda, llama a la ambulancia. Mark llama a
González, él nos ayudará con la policía.
—No, no —pide Kim—, mejor llama a Mateo, él conoce gente en la
policía. Recuerda que hemos hecho esto sin decírselo a González —logra
terminar de decir.
Ethan asiente. No tiene sentido, González se enterará de esto de una u
otra manera. Zac empieza a marcar números como loco. Ethan pasa sus
manos lentamente por mis brazos y sigue sin ver hacia Eleanor que está
tendida en el pavimento.
—Dime que está viva —me pide sin parpadear—, dime que está viva
por favor. Maldita sea, dime que está viva —se altera hasta el punto de
apretarme los brazos y gritarme en la cara.
—Ethan...
—No, no, no, no, no —se lamenta y gira al fin hacia ella—. Tony —
llama a su amigo y Kim se aparta del cuerpo para que Ethan pueda
acercarse.
—El... Eleonor, no estás muerta Eleanor, te prometí que te sacaría de
esta mierda, déjame cumplirlo, por favor —susurra Ethan y Tony aprieta su
hombro, se atreve a cerrar los ojos de Eleanor y a mí me falta el aire.
—Se ha ido —es lo que dice Tony y me desvanezco. Nathan consigue
tomarme entre sus brazos antes de que caiga al piso. Muy dramático de mi
parte, siendo honesta, pero mi cuerpo de verdad está perdiendo la batalla.
Es demasiado. No puede estar muerta. No de esta forma.
—Tranquila, Blair. Lo mejor es que te saque de aquí antes de que llegue
la ambulancia y la policía. Norma está esperando en casa.
—No, no quiero irme. No puede estar muerta. Y le he disparado a ese
hombre. ¿No lo entiendes?
—No tengo cabeza en este momento para decirte lo estúpido que ha sido
eso, mi amiga... Eleo... —no puede terminar y también se quiebra.
—Llévatela Nathan —escucho decir a Ethan y niego con mi cabeza—,
por favor. No te pongas rebelde en este momento. Por favor —suplica
abatido.
—Quiero estar contigo. Me necesitas.
—Necesito que te alejes de aquí Blair, necesito saberte sana y salva para
poder enfrentar esto, ¿lo entiendes? Era como mi hermana, no he podido
defenderla, no he podido hacer nada. Vino aquí por mí. Por favor, hazme
caso. En cuanto pueda iré por ti.
—Lo siento, Ethan lo siento mucho. Debí ser más rápida... debí, ¡Dios!
—es lo que se me ocurre decir.
—Yo lo siento más pero esto no es tu culpa. Por favor, vete a la
fraternidad, está resguardada y yo... yo me quedaré con Eleanor —la voz se
le pierde y tira de su cabello, maldice y empieza a golpear uno de los
vehículos sin parar.
—Vamos, Blair. Por primera vez estoy de acuerdo con él, además tengo
que ayudarlos.
No quiero irme, no quiero dejar solo a Ethan. Esto de alguna forma es
mi culpa. Tiene que haber algo que los doctores puedan hacer. Esto no
debió pasar.
A pesar de que no me niego más y camino al mismo ritmo que mi
hermano, me duele el pecho al girar y mirar que Ethan sigue dándole
puñetazos al auto. Su única familia era ella... y la ha perdido.
No paro de llorar durante todo el camino a la fraternidad, lo que ha
pasado es inverosímil, indescriptible. ¿Raúl habrá muerto? Nadie se acercó
a su cuerpo y si eso es así, ¿soy una asesina? Las manos me picotean al
recordar el momento en el que he tomado el arma y he disparado con tanta
rabia.
Nathan detiene el vehículo afuera de la fraternidad de forma lenta y me
pide que no baje enseguida.
—Blair, lo que ha pasado es el inicio de una guerra de la que no quiero
que formes parte —habla bajito apretando el volante—. Sé que no lo
entiendes, pero las consecuencias de habernos tomado una de las casas de
esa zona que está al mando de Barak solo puede desatar enfrentamientos.
—¿A quién le importa eso en este momento? Eleanor se ha muerto.
—A mí, joder, a mí me importa eso en este momento. Precisamente
porque han matado a Eleanor, porque le han disparado en la cabeza sin más,
porque no ha tenido tiempo siquiera de defenderse. ¿Crees que no me duele
perderla? No quiero que eso te suceda, eres mi hermana menor y mi
responsabilidad. Voy a mantenerte con vida, te irás de aquí. Regresarás a
Seattle. ¿De acuerdo?
—Pero Nathan...
—Sé que quieres a Ethan, bien. Sé que él te quiere a ti pero lo de ustedes
no es posible, entiéndelo de una vez. Hasta hace unos días eras una
jovencita normal y ahora has matado a un hombre, maldita sea. No se vive
igual después de matar a alguien.
—¿Tú has matado a alguien?
—Me arrepiento todos los días —musita.
—¡Nathan!
—Es imposible no hacerlo, tú misma has disparado. Ni siquiera sabía
que podías usar un arma, joder. Se acabó todo esto, o te vas por las buenas o
te vas por las malas.
—Ethan jamás ha matado a nadie —le escupo las palabras con reproche
a pesar de que es muy probable que Raúl en efecto esté muerto, porque así
somos los seres humanos, mientras los errores los hagamos nosotros no nos
parecen tan graves, hasta que vemos los mismos errores en las personas que
amamos y ahí sí, es una catástrofe.
—Ethan ordenó matar a todos los que cuidaban la fraternidad el día de
tu secuestro por colaborar, ¿sabías? Enloqueció y mató a todo aquel que no
le daba información, casi mata a la propia Kim, hemos tenido que
intervenir. Lo estás volviendo loco y necesita tener la cabeza fría. Aléjate de
él. ¡Aléjate de esto! —grita desesperado y yo bajo del auto afectada.
Doy grandes pasos hasta entrar a la casa. En el primer escalón de la
escalera está Norma más pálida que nunca, con los ojos hinchados y en
cuanto me mira, sale vuelta loca hasta mí, me abraza enseguida.
Al sentirme rodeada por mi mejor amiga la poca cordura que me
quedaba, la valentía y toda la rabia desaparece para darle lugar al dolor; ese
que te escuece hasta los huesos y te atormenta cada maldito segundo, ese
que te recuerda sin parar que la muerte ha vuelto a visitar mi vida, y alguien
ha muerto por salvarme de este infierno.
Le pido a duras penas que me acompañe al cuarto de Ethan y nos
encerramos ahí, Norma se sienta sobre el colchón y yo acomodo mi cabeza
en sus piernas y me hago un ovillo. Ella me acurruca como puede y el
silencio es devastador. Rato después me deja sola y baja a la cocina, según
ella un té hará calmar mis nervios.
Nada podrá calmarme. Ni siquiera tengo valor de hablar con mi amiga
de lo que ha pasado, de lo que he vivido y mucho menos de la muerte de
Eleanor.
Norma me convence de darme un baño y cambiarme de ropa, lo hago,
sin embargo, al entrar y mirar mi cuerpo desnudo recuerdo cada escena
durante mi encierro. Tengo mordiscos y moretones, estaba tan nerviosa y
con la cabeza a mil por segundo que no me percaté de lo que realmente
hacían esos hombres, me querían marcar para que cuando Ethan me mirara
enloqueciera más. ¿Cómo voy a esconder todas estas marcas a él?
Entro a la ducha y estoy en modo neutro. Sigo sin aterrizar, sin entender
que tuve demasiada suerte al salir sana y salva de ese lugar. Se siente como
si fuese un sueño. Es como si todo pasara frente a mí, pero yo me he
quedado estancada en aquel día en el que descubrí todo.
Salgo del baño y me pongo algo de ropa que Norma ha puesto sobre la
cama, quizás ha traído algunas de mis cosas. Es cuando ella mira todo lo
que llevo encima de mi piel y niega con su cabeza con pesar. Norma abre la
boca un par de veces. Me acaricia las mejillas y vuelve a estar pálida.
—¿Qué te hicieron, Blair?
—No es lo que estás pensando. Barak quiere conseguir a Ethan a través
de mí. Estas marcas solo son un aviso.
—¡Dios!
—No se lo digas a nadie.
—Blair, ¿cómo vas a callarte algo como eso? ¿Es que no te das cuenta
de lo grave que es?
—Lo sé, claro que lo sé pero no quiero causar más problemas, Norma.
Ethan perderá la cabeza y Nathan también y ha pasado una desgracia.
Eleanor... Le dispararon, la han matado —suelto de una vez y Norma se
impacta, se pasa con desespero una mano por la frente y empieza a caminar
de un lado a otro.
Apenas y tengo voz para narrarle lo sucedido, el cómo lograron sacarme
de donde me tenían, la forma en la que Eleanor me había escoltado hasta
estar a salvo, que disparó sin miedo alguno para protegerme y al final no lo
ha logrado como todos los demás. Omito que yo me he comportado como
toda una sicario y he herido a Raúl. No quiero asustarla, no más de lo que
ya está.
El corazón se me achica de pensar en lo que está sintiendo Ethan, todos
en realidad, sobre todo Tony, quien me quedó claro gracia a Eleanor que era
como su hermano y fue con él con quien se dio cuenta que no le gustaban
los chicos, lo que quiere decir que quizás Tony estaba enamorado de ella o
que era su mayor confidente.
—Esto es demasiado. Siento mucho lo que está ocurriendo, pero me
duele más ver que no piensas en tu seguridad. Nathan y tú están empeñados
en seguir en esto. Eleanor ha muerto, Blair. ¿Quién seguirá después? —noto
aflicción en su voz y aunque tiene razón también noto poca comprensión.
—Sé que no lo entiendes. ¿Pero de verdad crees que puedo sentarme a
pensar y reflexionar si debería o no seguir con esto? No puedo, menos
ahora y entiendo perfectamente si quieres alejarte para mantenerte a salvo.
—No voy a dejarte sola. Hemos sido amigas toda la vida. Pero tampoco
voy a celebrarles sus acciones. Cuando las cosas se calmen hablaremos los
tres sobre una salida, encontraremos una forma —es su respuesta y se
acerca para abrazarme de nuevo.
El resto de la noche se me hace eterna, es hasta la madrugada, casi
amaneciendo que escucho sonidos en la primera planta de la casa. Norma
está dormida a mi lado y también se despierta con las voces y pasos que se
escuchan abajo.
No está demás que nos alarmemos con todo lo acontecido, a lo lejos
escuchamos la voz de Ethan y nos tranquilizamos.
Norma me mira los brazos y sale corriendo hacia unas maletas que están
cerca del armario, no las había mirado antes, creí que el pijama que me
puso sobre la cama lo había traído en algún bolso pequeño. De todas formas
pensaba excusar los moretones con golpes que, siendo realista, puede que
también me haya dado solita mientras trataba de escapar.
Saca una bata de seda blanca y me la extiende. La puerta se abre de
golpe y Norma da un respingo. Ethan la mira primero a ella y luego a mí.
—Yo... los dejo —dice mi amiga antes de salir. Ethan espera a que haya
salido del todo para cerrar la puerta, gira nuevamente hacia mí y me
observa unos segundos muy cortos.
—¿Qué ha pasado? —logro preguntar.
Él se limita a mover un poco su cabeza, frunce los labios y su rostro
inicia a descomponerse, tira de su cabello, se recuesta a la puerta y
finalmente se arrastra hasta el suelo. Doy un brinco de la cama al piso y
corro a su lado, lo abrazo lo más fuerte que puedo.
—No han podido hacer nada. Nos hemos librado de la policía, nos
tomamos una de las casas más peligrosas de Compton, pero por ella no
hemos podido hacer nada. La han matado, Blair, me han matado a lo más
cercano que tenía como familia.
—Ethan, es mi culpa.
—No, claro que no lo es. Es mía, debí ir solo, no debí permitir que todos
me acompañaran. Sabía que algo saldría mal, que alguien podía salir herido,
pero ¿por qué ella? Me hizo prometerle que si regresabas con vida haríamos
todo lo que estuviera en nuestras manos para irnos lejos y abandonar esta
vida y me la han quitado. Ese bastardo me la ha quitado.
—Escúchame, no iban a dejarte ir solo. Son tus amigos, son como una
gran familia. Sé que te sientes destrozado, pero no puedes derrumbarte
ahora, Ethan, si le has hecho esa promesa, yo te ayudaré a hacerla realidad.
—No voy a exponerte. Tú no harás nada, yo haré todo —se expresa
sollozando.
—Tú y yo estamos juntos, no hay camino separado, sino uno solo y
ahora más que nunca debemos estar unidos.
Su ceño fruncido parece querer romperle la frente y algunas lágrimas se
les escapan de los ojos. Me duele tanto verlo así.
Me toma con suavidad y me acurruca en su pecho y nos quedamos
tirados en el suelo hasta que el sol sale. Me presiona con más fuerza y me
da un beso en la parte inflamada de mis mejillas, producto de los golpes
recibidos por Barak.
—No puedo con esto. No sé cómo enfrentar la muerte de Eleanor y
tampoco sé cómo enfrentar que te hayan secuestrado... ni siquiera tengo el
valor de preguntarte si te han hecho más daño del que traes en la cara, si se
atrevieron a...
—No —contesto, no voy a darle más problemas—. No me hicieron
nada. Solo me tenían... ahí encerrada. Estos golpes en la cara son el
resultado de haberme creído valiente. Él baja la mirada.
—Sé que me estás mintiendo y lo sé porque yo he sido testigo de
algunos secuestros. Sé cómo funcionan... sé cómo funcionan —repite casi
de forma inaudible y se quiebra frente a mí—. ¿Te tocaron? ¿Te obligaron
a... ¿Qué te hicieron? —pregunta más allá de abatido.
—Este no es un buen momento.
—No, no lo es. Siento ganas de tirarme un balazo en la cabeza por no
haber podido proteger a la persona que prefería darme su porción de comida
y soportar hambre cuando me metían al cuarto de castigo por no portarme
bien y no me pasaban ni agua, ¿lo entiendes? Ella confiaba en mí y le fallé.
Así que, por favor, Blair, dime que no te tocaron para al menos recuperar un
poco de mi paz y si lo hicieron ten el valor de contármelo.
—Estoy bien, no me han hecho nada —repito mintiéndole. Ya tiene
suficiente con la pérdida de Eleanor.
—¿Me estás diciendo la verdad? Porque da igual si me entero ahora o
mañana, quien te haya puesto un dedo encima es hombre muerto.
—No me han hecho nada.
—Puedo vivir con ello. Me daré una ducha y luego iremos al
cementerio.
—¿No habrá velatorio? —pregunto con cautela.
—No. Si hacemos más grande las cosas toda la mafia se enterará de su
muerte. No es que no vayan a hacerlo después, pero queremos estar listos
para cualquier cosa entonces.
—¿A qué te refieres?
—Esta no es tu guerra, pequeña, déjame todo a mí. ¿Sí?
Asiento solo para darle más paz.
Se levanta del piso y se mete al baño. Al principio no escucho gran cosa,
más que el agua del lavado, que se cepilla los dientes y luego la ducha, pero
de pronto hay un estruendo que me sobresalta y abro la puerta del baño.
Ha quebrado el vidrio que formaba las puertas corredizas de la ducha.
Está desnudo, con la cabeza gacha, el agua cayendo sobre él y sangre
saliendo de sus nudillos.
—Ethan...
—¡Ni siquiera pudimos despedirnos! Ni siquiera creo que se haya dado
cuenta. Se le fue la vida en un maldito suspiro. Estoy que ardo de rabia,
quiero matar a todo el mundo. Era mi responsabilidad, Blair y no pude
hacer lo único en lo que ella confiaba ciegamente; en que la cuidaría.
Sin quitarme la bata ni el pijama me meto a la ducha y me cuelgo de su
cuello, trato de darle la poca entereza que conservo. Él me envuelve en sus
brazos con propiedad, me apretuja tanto que me duele la espalda y no me
quejo. Miro su rostro lleno de dolor, de angustia, de culpa.
—Quisiera poder quitarte esta pena. Esto no debió pasar, no debieron
secuestrarme, yo no debí...
—Estar conmigo —termina por mí.
—Sí, yo no debí seguir con lo nuestro, pero te amo, erróneamente,
complicadamente, contradictoriamente, te amo y aunque se me vaya la vida
en ello, voy a estar a tu lado y enfrentaremos lo que venga juntos. Esta no
es solo tu guerra, es la guerra de todos. Estoy contigo no solo para darte
besos, abrazos y sexo, Ethan. Estoy contigo, tomando tu mano, hombro a
hombro para pelear, no atrás para esconderme.
—No sabes lo que dices.
—Tal vez, pero cuentas conmigo.
—Te amo, pequeña, no sabes cuánto te amo. —Sus manos ahuecan mis
mejillas y sus labios se posan con ternura sobre los míos.
Tratamos de tranquilizarnos lo más que podemos y dejamos que el agua
siga cayendo sobre nosotros hasta que tomo la iniciativa de alejarme y
buscar algo con qué curarle los nudillos. Al salir de la ducha permito que se
tome su tiempo para vestirse y yo continúo dentro pensando en cómo puedo
vestirme sin que me vea el cuerpo. Salgo del baño y Ethan ya está listo,
vestido todo de negro con su característica chaqueta.
—¿Puedo llamar a Norma desde tu teléfono? No sé en dónde está el
mío.
—Claro que puedes. Tu teléfono está en los cajones del armario. ¿Puedo
saber para qué llamarás a Norma?
—Por ropa. No sé si me ha traído algo para la ocasión.
—Toda tu ropa está en esas maletas.
—¿Cómo...
—Vivirás aquí ahora.
—¿De qué estás hablando?
—Aquí puedo mantenerte segura.
—Ethan no creo que...
—Lo hablamos después, ¿sí? Así como también hablaremos de por qué
tu bolso estaba dentro del auto de Kim, por qué había una pistola ahí, por
qué me desobedeciste. Pero sobre todo hablaremos de por qué disparaste
con tanta facilidad y puntería a Raúl. Ahora no es momento —eso lo ha
soltado rabioso, enojado. Me dará un buen sermón.
—Yo...
—No quiero discutir contigo cuando te necesito tanto. Después.
—Bien. ¿Raúl ha muerto? —pregunto entonces. Tiene razón, este no es
momento para reclamos.
—Le has dado en el estómago. Quedó vivo, no sé si iba a sobrevivir en
el hospital, pero Tony lo ha terminado de... ya sabes. ¿Nos vamos? —dice.
—Dilo, lo ha matado. ¿Ves? No me quiebro.
—Pues sí, lo ha matado pero no quiero que esa palabra o esas escenas se
vuelvan una normalidad en tu vida. Por favor, Blair, ayúdame.
Sale de la habitación y eso me deja espacio para vestirme con
tranquilidad. En efecto, toda mi ropa está en las maletas. No pierdo tiempo
pensando en lo abusivo que ha sido tomar esta decisión por mí, porque,
como bien hemos concluido la situación no da para más. Encuentro una
camisa gris manga larga y de cuello alto y un pantalón negro. Me hago una
coleta y abandono la habitación. Justo en el pasillo me encuentro con Tony
y me mira de forma extraña, ¿enojado? La culpa vuelve a aparecer.
—Me da gusto que estés bien, Blair. —Tiene los ojos tan rojos que creo
que ha llorado un torrencial.
—Lo lamento, Tony. Ojalá hubiera sido más rápida en ver a Raúl. El...
—No te culpes, nadie lo hace. Eleanor jamás te hubiera culpado. No
vamos a enemistarnos por esto, mascota. Me atrevo a abrazarlo y me recibe
sin ningún tipo de hipocresía.
—Estaba enamorado de ella, ¿sabes? Pero a ella le gustaban las chicas,
siempre creí que solo era una faceta y que terminaría por darse cuenta de
que la quería.
No puedo responder nada a eso lo suficientemente animado como para
contrarrestar su tristeza. Él lo entiende y lentamente se aparta. Lo veo irse
por el pasillo y bajar las escaleras. Yo hago lo mismo unos minutos después,
cuando he recuperado la voluntad. Esto parece una pesadilla sin fin.
Mi hermano al verme intenta hablar nuevamente conmigo y se lo
impido, o más bien Norma es quien evita que me siga. No hay nada que me
interese más que tomar la mano de Ethan y hacerlo sentir seguro de que no
me iré a ninguna parte.
Al llegar al cementerio me doy cuenta de que no habrá ni siquiera un
discurso de despedida por un religioso. Todo es un secreto. Las únicas dos
personas que no conozco son los hombres que seguramente han contratado
para cavar el orificio en el que luego el cuerpo de Eleanor descenderá.
Ethan da un largo suspiro cuando estamos frente al ataúd y a mí me falla la
respiración.
Kim trae una gafas negras inmensas que le cubren casi toda la cara y aún
así veo como sus lágrimas corren hasta su quijada. Se aclara la garganta y
da un paso hacia adelante.
—A Eleanor no le gustaban las despedidas. Una vez me contó que
cuando Ethan salió del orfanato ella se escondió en el cuarto de castigo para
no tener que decirle adiós, pero que le escribió una carta en donde le pedía
que volviera por ella. —Ethan aprieta mi mano con mucha fuerza y lleva
sus dedos al puente de su nariz y maldice—. Ahora sabemos que él jamás la
olvidó y te lo agradezco porque antes de ella no tuve a una sola amiga.
»Tony no se había enamorado hasta entonces y Mark no tenía ese estilo
de mujeriego hasta que ella decidió hacerle aquel cambio de imagen y Zac
consiguió a la mejor enfermera para su hermana cuando estuvo enferma y
Nathan aprendió a controlarse gracias a ella cada vez que tenía que hacer
una entrega. Todo se trata de control, le decía. Lamento tanto tener que
despedirme de ti hoy El, lamento mucho no haberte podido defender esta
vez... —se queda callada, la voz no le sale más y miro hacia todos,
afectados hasta más no poder.
Tony le da un beso al ataúd y veo cómo aparta de su rostro las lágrimas
que lo traicionan, entonces pone su mano con firmeza encima y resopla.
—Voy a vengar tu muerte, Eleanor, es una promesa. Kim casi enseguida
pone la mano sobre Tony y se toma su tiempo para respirar.
—Vamos a vengar tu muerte. Mark da un paso hacia adelante y hace
exactamente lo mismo, repite las mismas palabras y Zac, quien ha estado
más callado que el resto, con voz temblorosa y quebrándose finalmente
hace la misma promesa.
Luego estoy yo, Nathan y Ethan. Norma se ha quedado algunos pasos
atrás. Ninguno decide moverse. Juro por el cielo y por la memoria de mis
padres que, si pudiera regresar el tiempo y decidir ir a otra universidad,
lejos de esta realidad lo haría, sin duda, aun amando a mi hermano, aun
amando a Ethan, vivir en la ignorancia me resulta demasiado tentador.
Pero las máquinas del tiempo no existen y estoy de pie frente al cadáver
de la chica que entró a la boca del lobo por mí, que me escoltó hasta la
calle, una chica que no me obligó a disparar ni a apoyarla en contra de
aquellos dos tipos. Una chica cuyas últimas palabras fueron "qué alivio me
da verte". Poco puedo hacer para vengar su muerte y sé que dentro de ese
poco a lo mejor nada servirá realmente y aun así, doy los pasos que me
faltan para llegar al ataúd. Uno mis manos a las de los demás y sin
importarme el nivel tan alto de demencia que estoy presentando digo las
palabras.
—Vamos a vengarnos. Nathan me clava los ojos encima.
—¿Qué te pasa, Blair?
—Era tu amiga, la han matado sin pena alguna y quizás el disparo ni
siquiera iba hacia ella, yo estaba detrás, tal vez querían matarme a mí o a ti,
o a Kim. Así que pon tu mano aquí, Nathan, porque más que venganza
haremos justicia. Aún con mis palabras hay desaprobación en su rostro,
camina hasta nosotros y también une su mano.
Todos volteamos hacia Ethan. Me mira con reproche. No está de acuerdo
en que forme parte, lo sé. Pero nada me hará dar un paso hacia atrás. Niega
con su cabeza vencido y une su mano con las demás sobre la madera y
asiente.
—Vamos a vengarnos.
CAPÍTULO 30

LA PUTA AMA

R egresar a la fraternidad no es nada sencillo sabiendo que recién


hemos enterrado a Eleanor, que jamás volveremos a verle el rostro o
escucharle la voz, si no es sencillo para mí no puedo ni imaginar
cómo es de complicado para el resto. Todos entran a la fraternidad, incluso
Norma tomando la mano de mi hermano, quizás durante mi secuestro han
podido hablar o tal vez es solo la conmoción del momento lo que la ha
hecho quedarse más tiempo.
El silencio es casi insoportable dentro. Nadie sabe cómo actuar, ni qué
decir. El cansancio es notable y la tristeza que nos invade lo es aún más. Lo
único que queda es despedirnos y tratar de descansar mientras nuestras
mentes vuelven a su punto.
Cada uno se retira, algunos a sus cuartos, otros a sus casas. No hay
mucho que Ethan y yo podamos decirnos, él prefiere encerrarse en el baño.
Y llorar. Quiero entrar y consolarlo, pero me suplica que le dé un momento.
Me quedo junto a la puerta todo lo que tarda en recomponerse y cuando sale
cae sobre la cama por inercia. Acaricio su cabello hasta que se queda
dormido y lo cubro con la manta cuando hace un poco de frío. Yo me paso
casi toda la noche en vela, pensando una y otra vez en lo mismo: no debería
estar pasando esto, no debería estar aquí, y no debería quedarme, pero es lo
que haré.
Extrañamente los días siguientes somos como fantasmas dentro de una
casa, no hay movimiento realmente y yo he decidido quedarme el resto de
la semana sin ir a clases. No puedo actuar como si nada.
Los chicos han tenido algunas reuniones sin mí. Supongo que Ethan solo
quiere protegerme. Las marcas han desaparecido pero el recuerdo sigue
latente.
Es domingo y no hay absolutamente nada en la nevera ni la alacena, por
primera vez siento que hacemos algo completamente normal y lejos del
mundo oscuro, al ir todos al supermercado.
Al volver a casa me ayudan con las bolsas. Yo hago el amago de
caminar tras todos ellos al ver que Norma me ha estado esperando en la
entrada de la fraternidad y Ethan me detiene. Ella parece entender que nos
quedaremos un poco más afuera y se une a los demás. Ethan está recostado
a su Jeep, apenas y se lo han entregado hoy como nuevo. Lleva mi mano
hasta su boca, sus labios me dan pequeños besos y luego la acaricia con
calma sin despegar sus ojos de mí.
—¿Sabes lo que voy a decirte? —me pregunta muy serio.
—La verdad es que con todas las cosas que he hecho y sé que no son de
tu agrado ignoro qué vas a decirme.
—¿Por qué había un arma en tu bolso? —lanza la primera bala.
—Porque Kim me estaba enseñando a disparar.
—Haré mejor la pregunta, ¿por qué había esa arma en tu bolso? Trae una
M incrustada, a Mateo le gusta hacerse el gracioso a veces, Nathan tiene
una, Kim también y sé que Eleanor tenía una. Dime, ¿por qué tú tenías una
en tu bolso? —No tenía idea de que la pistola tuviese una M incrustada.
—Porque Mateo me la obsequió.
—¿Y desde cuándo Mateo y tú se frecuentan?
—¿Tenemos que hablar de esto ahora?
—Bueno, quiero saber ahora por qué mi novia, la cual se cree la jefa de
la mafia tiene tratos con el hijo de González.
—Kim dice que es bueno, que no le gusta su vida, que quiere salir como
tú y que está dispuesto a trabajar contigo si lo ayudas a salir también. Me ha
dado el arma porque conoció a mis padres. Fue al campo al que me llevó
Kim a practicar porque cree que primero tenía que caer en mi gracia para
que yo luego interviniera. Creen que haces lo que yo digo y honestamente
no pienso que eso sea bueno... lo de que crea que te manipulo, que Mateo se
nos una sí.
—Apenas y conoces a Mateo y ¿crees que es buena idea que se una?
—Tengo una corazonada.
—Blair, en este mundo no puedes tomar decisiones por corazonadas.
—¿Por qué no al menos hablas con él? Y tú decides. Fingiremos que
jamás te propuse que lo aceptaras y creerán que lo has decidido tú.
Sonríe un poquito y luego ampliamente. Al menos le he causado gracia
y lo he despabilado un poco. Pone sus manos en mis caderas y me atrae
hacia él.
—Sí, señora —murmura.
—Estoy hablando en serio.
—Y yo también. No serás la jefa de la mafia, pero sí la mía. Ahora, no
puedes involucrarte en todo eso de la venganza. No había querido tocar el
tema, pero…
—No empieces Ethan...
—No, no. No puedes, agradezco tu solidaridad conmigo, con mis
amigos, con mi gente y con mi mundo, pero tú no estás acostumbrada a
esto, no voy a proporcionarte una pistola y a darte órdenes como si fueses
una más. Tu eres lo único que me mantiene cuerdo en este momento,
necesito saberte sana y salva todo el jodido tiempo. Puedes estar en nuestras
reuniones y saber nuestros planes, pero no formarás parte de ellos y es mi
última palabra.
—Lo entiendo, no tienes que darme una pistola, ya tengo una —es mi
respuesta y trato de irme, pero me detiene.
—Esto no es un juego, Blair.
—Ya lo sé —contesto sofocada.
—Ya perdí a Eleanor, no voy a perderte a ti.
—No vas a perderme.
—Eso no lo sabemos, ¿tú tienes una idea de cómo la pasé durante los
tres días que no sabía en dónde carajos estabas? ¿Te has puesto a pensar de
qué fui capaz en esos momentos?
—Entonces es verdad... tú ordenaste matar... tú mataste.
—Sí, hice ambas cosas y todo porque con cada minuto que pasaba te
imaginaba viviendo un infierno. ¿Sabes lo que les hacen a las mujeres que
secuestran? Las violan, las venden como putos objetos para ser prostitutas
de lujo, y a veces para trabajar en burdeles de mala muerte en donde tienen
que estar hasta con cincuenta tipos al día, las matan para vender sus órganos
o las van desmembrando poco a poco y envían sus partes a la persona de
quien se están vengando.
» Eso es lo que hace la mafia, eso es lo que deja el narcotráfico. No
quería hablarte de esto, no tienes idea de cuántas chicas he ayudado a
escapar. Puede que sea una mierda de persona por traficar sustancias
ilegales, pero no un desgraciado que se divierta con el dolor ajeno.
—Pero ¡qué estás diciendo!
—Te dije que mataría por ti y es lo que he hecho porque te amo, te amo
con todas mis fuerzas y ahora estoy más decidido que nunca a dejar esta
mierda, porque si aún queda decencia en mí, quiero dártela a ti, a nadie
más, solo a ti. Todo lo bueno que aún conservo, este Ethan blandengue que
da cada jodido paso pensando en ti.
—Ethan...
—Por favor, no te involucres. Si quieres sentir que me apoyas, ayúdame
a mantenerme concentrado. No puedo tomar decisiones si la mujer que amo
corre peligro.
—Está bien —acepto, solo porque lo que ha dicho es una atrocidad y si
necesita paz mental no pienso negársela.
—Bésame —me pide y también obedezco. Es un beso tierno, sin
segundas intenciones, no hay más que amor puro y verdadero en cada
movimiento de sus labios sobre los míos. Lo termino abrazando presa de
este sentimiento tan grande que hay dentro de mí para él, solo para él.
—No me ocultes nada —es mi petición.
—No lo haré, pequeña. Eres la mujer más valiente que he conocido en
mi vida, ¡Dios! Es que te veo y joder, siento una cosa tan extraña en el
pecho. Me haces sentir tan feliz aún en medio de la desgracia. ¿Sabes qué
sentí cuando me dijeron que te habían secuestrado? —Niego con mi cabeza
—, que me moría. Ethan Johnson se moría sin ti, así que pórtate bien y deja
de jugar a la mafiosa. ¿Sí?
—Sí.
—¿Es un trato?
—Haré mi mejor esfuerzo.
—Esa respuesta no me gusta nada, mejor di: sí, mi amor, haré lo que tú
digas.
—Ethan Johnson esas palabras no saldrán de mi boca.
—Caprichosa y rebelde, justo lo que me hizo caer redondito. Me dan
ganas de darte unos azotes en ese trasero tan bonito que tienes cuando te
pones así.
—Pues dámelos, no tengo problema con eso.
—Y sádica, la mujer que amo también es sádica. Lo haré —suelta con
tono divertido—, oh vaya que sí lo haré —me advierte y pone sus manos en
mi trasero.
Dejo caer mi rostro en su pecho. Él llena mi frente de besos y no nos
alejamos hasta que Kim vuelve por nosotros y nos obliga a entrar.
Caminamos tomados de las manos y aunque dentro el ambiente se ha
tornado nuevamente tenso, melancólico y devastador su tacto constante me
da esperanza.
Todos están en el gran comedor en donde alcanzan unas quince
personas. No hay nadie más en la fraternidad, o al menos eso parece. Son
muy pocos los comentarios que hacen los chicos y el más callado de todos
sigue siendo Tony.
Mi hermano decide no alterar más las cosas y solo mira con reproche
que Ethan me sostenga la mano. Creo que nadie ha comido nada decente
desde aquella noche, les pregunto si tienen algo de hambre. A pesar de sus
caras abatidas asienten. Kim, Norma y yo nos perdemos en la cocina,
aunque Kim simplemente se sienta a observar.
—¿No sabes cocinar Kim? —le pregunta Norma.
—Ser mujer no me hace automáticamente experta en la cocina, pero
puedo ayudarlas a poner la mesa.
—Te lo agradeceríamos mucho —contesto y se pone en ello.
—¿Las marcas han desaparecido? —quiere saber Norma al quedarnos
solas.
—Shh —la callo—. Ni siquiera lo menciones. Si Ethan se entera que le
he ocultado lo que me han hecho esos hombres, los mata.
—Pues si las marcas han desaparecido, dudo mucho que se entere.
Asiento segura de que así será.
No es gran cosa lo que preparamos, pero al servir el estofado, arroz y
ensalada todos miran con cierta alegría su plato. Ethan come con una sola
mano porque con la otra toca tiernamente mi mano. No me suelta ni un
segundo.
Zac y Mark se ofrecen a lavar los platos y mi chico continúa en lo suyo.
Me mira de soslayo cada tanto, como si estuviera intentando descubrir
algo, no lo sé. Le sonrío de vez en cuando y empieza a tocar mi muñeca.
De un momento a otro, su ceño se frunce y se aclara la garganta.
—¿No hay nada que quieras decirme?
—¿Sobre qué?
—No lo sé, tú dime.
—Estás actuando extraño.
—Blair —pronuncia mi nombre cabreado. ¿Qué demonios le pasa?
—Y bien, ¿qué es lo que haremos con los de Compton? —nos
interrumpe Tony, está muy serio. Zac y Mark se reúnen con nosotros al
escuchar dicha pregunta.
—¿Qué propones? —responde Ethan y me mira molesto.
—Muerte. —Miro hacia Tony, lo ha dicho con tanta frialdad.
—No podemos llegar a su zona y matarlos, Tony —comenta Mark—,
entiendo tu dolor, aquí todos perdimos a una amiga pero no es viable.
—Entonces matemos a Barak.
—Matar a Barak significa iniciar una guerra sin fin entre zonas y para
eso necesitamos la autorización de González —les recuerda Zac.
—Hagamos lo que hagamos necesitamos su autorización. Somos pocos
contra toda una organización. Si matamos a Barak nosotros solos sí habrá
una guerra, pero si lo hacemos en conjunto con él, no la habrá —Nathan no
parece animado con esta conversación.
—Cierto. No podemos mover un pie sin decirle lo que pretendemos
hacer a González. Ya sabe lo de Eleanor y no sé hasta qué punto se ha
creído toda la mentira que hemos dicho —agrega Kim—, necesitamos
gente, armas, movernos como mafiosos de verdad, no como jovencitos que
juegan a ser narcos. Yo creo que la mejor forma de iniciar es reclutando a
Mateo. Aunque odia esta vida, es quien recibe todas las armas, quien las
compra y quien las reparte.
—Mateo no es de... —Me aclaro la garganta e interrumpo a Ethan, él
voltea hacia mí más molesto aún y asiente—, hablaré con él. Cuando
accede tan fácil a las cosas siento que lo amo más aún.
—Podemos robarle mercancía, atracar sus bodegas más importantes,
quebrarlo y para eso no necesito permiso de nadie, tengo gente a mi mando,
y la libertad de decidir al respecto —propone Ethan.
—Eso no es suficiente. Ojo por ojo Ethan —dice un muy enojado Tony.
—Lo sé, Tony, sé que esas son nuestras leyes, ha matado a una de las
nuestras y deberíamos hacer lo mismo pero...
—Te preocupa lo que le hagan a Blair —suelta con amargura.
—Sí, me preocupa.
—¡Han matado a Eleanor por rescatar a Blair! —le da una palmada a la
mesa.
—Tranquilo Tony —interviene Kim. Ethan me mira un segundo antes de
ponerse de pie.
—¿Qué quieres decir Tony? —Ethan se acerca a él.
—Quiero decir que por salvar a tu novia es que está muerta —grita.
—Yo... —intento hablar.
—Ahora no Blair —me reprende Ethan—. Yo no te pedí que fueras, no
se lo pedí a ninguno. Les dije que iría con otras personas y todos
aparecieron aquí por voluntad propia, ¿y sabes por qué no les pedí que me
acompañaran? Porque no quería que nadie saliera lastimado, mucho menos
que alguien muriera.
» ¿Crees que la muerte de Eleanor no me está carcomiendo vivo? La
conocía desde los diez. Les agradezco a todos que hayan arriesgado su vida
por Blair, jamás olvidaré que fue una vida a cambio de otra, pero te
recomiendo que pienses mejor la próxima vez que vayas a hablar de ella.
No hagas sentir culpable a mi mujer o me olvidaré de que eres mi amigo —
gruñe.
Dejo de respirar al escucharlo. Nadie se atreve a responder nada. Tony
se levanta y se larga y los demás intercambian miradas. El portazo que
lanza Tony me estremece y Norma también se pone de pie y prefiere
esperar en la sala por Nathan o por mí, no lo sé.
—Eso no era necesario —hablo bajito.
—Sí, sí que lo era —me riñe—. Es mejor que luego hablemos de esto.
—Yo tengo una idea —me atrevo a decir y todos vuelven a sentarse.
—Blair... —Nathan trata de que no diga más.
—¿Cuál es? —me anima Kim. Creo que ella es la única en este lugar
que me cree capaz de formar parte de esto.
—Tony quiere muerte, y Ethan quebrar a Barak robándole mercancía.
Pero, ¿qué tal si no solo lo quiebras? ¿Qué tal si se apoderan de Compton y
se lo entregan a González?
Todos me miran como si estuviera loca, pero tiene sentido, lo volverán
jefe y señor de toda la ciudad, los rumores de que Ethan quiere salirse de la
mafia se acabarán y él estará tranquilo, feliz porque su chico favorito está
actuando como él.
Barak se quedará sin poderío y sin gente por lo cual no tomará
represarías contra nosotros y lo mejor de todo es que si le hacemos creer a
González que solo es por complacerlo, incluso que yo he decidido seguir el
mismo camino de mis padres, él se sentirá confiado y nosotros podremos
enfocarnos nuevamente en dejar esta vida de porquería.
Además, recuerdo bien que Mateo nos dijo que González sabía del
accidente mucho antes de que sus hombres se lo comunicaran o que el
mismo Ethan o cualquier de los chicos lo hicieran, Ethan no me ha querido
decir nada sobre eso, pero este plan nos ayudará a averiguar si González en
realidad está o no trabajando con Barak y si todo eso de la guerra de zonas
es un teatro.
Porque hay algo que no tiene sentido, si Barak y González se han vuelto
cómplices, ¿por qué ha enviado a Kim a hacer espionaje secreto? ¿Por qué
Barak me ha secuestrado para obligar a Ethan a trabajar para él? Si son
realmente enemigos, él aceptará encantado, si son cómplices y todo lo han
hecho
para verificar hasta dónde llegará Ethan y sus intenciones de abandonar
la mafia, entonces se negará.
Se los explico todo con lujo de detalles y se quedan asombrados. Ethan
incluso se queda pensativo.
—¿Qué clase de series y películas sobre narcotráfico estás viendo,
hermanita? —quiere saber Nathan.
—¿Cómo propones que nos apoderemos de Compton? —Lo dicho, Kim
es la única que me toma con seriedad.
—González tiene poder sobre casi toda la ciudad, solo Compton trabaja
para alguien más. Ethan se lo propone a González y si dice que sí, y
comprobamos todo lo que he expuesto antes, tendrán acceso a toda la gente
que quieran, ¿no? a toda la artillería. Pues bien, ¿qué es lo que diferencia a
González de Barak?
—La calidad de la droga. En Compton solo se vende droga de mierda —
me narra Zac.
—Ahí lo tienen, el plan es enviar a todos los vendedores de mercancía
que puedan a esa zona, hacer rondas con nuestra gente de manera
descarada, tomarnos las calles, los callejones, atracar las bodegas como
Ethan ha dicho, robarles a sus clientes, manipular a Barak hasta el punto de
que una vez quebrado él mismo entregue Compton y averiguar en dónde
Barak tiene familia.
» El objetivo de mi secuestro fue obligar a Ethan a trabajar para ellos,
démosle una probadita de su propio chocolate. Y si nada de eso funciona, si
invadir por todos lados su zona no da ningún resultado y empiezan
enfrentamientos, ya habrán involucrado a González y será él quien se
encargue del trabajo sucio, matar, justo lo que quiere Tony.
—¡Eres la puta ama! —dice Mark animadísimo. Nathan y Ethan se
miran entre ellos como queriendo decidir quién de los dos me baja de mi
nube de grandeza, esa en la que me he subido sin querer, esa que no sabía
que tenía, porque todo esto se me ha ocurrido de la nada. Ni siquiera sé si
realmente es factible.
—Yo entro —Kim es la primera.
—Y yo —continúa Zac.
—Por supuesto que yo —dice Mark.
—¿Cómo se te ha ocurrido eso? —Ethan se acerca a mí.
—No lo sé. Solo ha venido a mi mente. Dijiste que no me involucrara
físicamente, y no lo haré, pero al menos podrías tomar en cuenta mi plan.
¿Sí? O ve y mata a Barak de una vez.
—¿Eso no hará que nos hundamos más en el fango? —reflexiona mi
hermano.
—Probablemente, pero el plan es bueno —Ethan da luz verde. Sonrío
agradecida. Lo harán, joder, lo harán. Le quitarán Compton a Barak.
Luego de llegar a un acuerdo, Nathan mira hacia la sala, en donde
Norma está escuchando todo. No sé cómo funcionen las cosas con Norma a
partir de hoy. Ella no quiere formar parte de esto y se lo aplaudo, hay que
estar muy loco para querer formar parte, y en realidad nadie quiere, de
alguna manera nos sentimos obligados. No sé si lo mejor sea que ya no
visite siquiera la fraternidad o seguir actuando como si nada estuviera
pasando dentro de estas paredes. Lo último que quiero es que salga herida o
intenten hacerle daño.
Mi hermano se despide de todos y creo que me ha leído la mente porque
se lleva a mi amiga a otro lugar. Kim lo imita marchándose y Zac y Mark
deciden ir en busca de Tony y solo quedamos Ethan y yo.
Me toma de la mano nuevamente y me guía hasta la habitación. Pega su
cuerpo con el mío y me besa tan descarada y carnalmente que casi me ha
humedecido al instante.
Sus manos se enredan en mi coleta y muerde ligeramente mi labio
inferior. Su lengua invade mi interior y no me da tiempo de tomar aire y mis
pulmones lo piden a gritos.
—¿Hasta cuándo entenderás que eres mi jodida vida?
—Lo comprendo.
—¿Sí?
—Sí.
—¿Me amas?
—Con toda el alma.
—Dilo.
—Te amo con toda mi jodida alma. —Sus ojos se abren y me taladran.
—Entonces, Blair, ¿por qué carajos me has ocultado información? —
habla furioso.
—No entiendo.
—Ah, no entiendes. ¿A qué marcas se refería Norma? Las he escuchado,
he ido a la cocina a ayudarte justo cuando lo han mencionado. ¿A qué putas
marcas se referían? ¿Qué te hicieron esos hombres?
—Lo has entendido mal…
—Lo he entendido mal y una mierda. Quiero que me digas ahora mismo
qué fue lo que pasó realmente. ¡Habla! —vocifera.
—No sé qué pretendían, Barak dijo que era un aviso, ellos… ellos
quitaron mi camisa, tocaron mis piernas, estaba tan asustada que no me di
cuenta de cuando mordieron o apretaron, no lo sé, quizás me hice
moretones cuando escapaba. Solo sé que cuando estaban quitando mi
sujetador Kim entró…
—Voy a matarlos.
—¡Ethan! —le grito cuando sale del cuarto a toda prisa—. Ethan.
CAPÍTULO 31

HAZME OLVIDAR

M e parece que el corazón me da un vuelco tan grande que se me ha


subido hasta la garganta y lo escupiré por la boca. Salgo detrás de
él prácticamente corriendo. Casi caigo por las escaleras, y él no se
detiene ni siquiera porque estoy llorando y suplicándole que me escuche.
Lo veo entrar a una habitación a la que yo nunca he entrado y supongo que
es el estudio en donde estuvo la otra noche que Mateo visitó la fraternidad.
Ni tiempo me da de husmear el lugar o poner reparo alguno en la
decoración, mis ojos se abren como platos en cuanto lo veo abrir una
especie de librero cerrado, y saca un arma un poco más grande que la que
Mateo me ha obsequiado, veo que también toma más balas, demasiadas.
¿Piensa matar a todo Compton? ¡Ha enloquecido!
—Ethan, no hagas una locura.
—¡Te tocaron!
—Pero no pasó nada, estoy bien. ¡Mírame! Me mira fastidiado.
—Te quedas aquí, ni un solo pie fuera de esa jodida puerta —gruñe.
—No puedes hacer una tontería como esta, hemos hecho un plan, no lo
arruines —le pido.
—¿Crees que me importa arruinar el dichoso plan que te has sacado de
alguna serie de televisión? Me importa mantenerte viva. ¿Qué más te
hicieron? ¡Dime! ¡Habla! ¿Quieres que me quede tranquilo sabiendo que
casi abusan de ti? Tú eres sagrada para mí, entiéndelo de una puta vez, si te
tocan se verán con el diablo en persona.
—Pero no me han hecho nada y si crees que mi plan es estúpido, pues
haz lo que tú quieras. Después de todo eres tú el narcotraficante, yo solo era
una estudiante a la que envolviste con palabras bonitas y han secuestrado,
me han golpeado, me han amenazado y tocado por doquier por tu culpa y
¿me has visto llorando? ¿Me he quejado? He soportado todo esto por ti y lo
primero que haces es actuar como macho alfa porque me han tocado.
—¿Crees que esto es por celos? Simples celos de noviecitos.... Estás mal
de la cabeza si crees que quiero matar a alguien por tocarte, si tú lo permites
no me queda más que aceptarlo, aunque por dentro en efecto quiera matar al
tipo en cuestión porque soy un celoso de mierda. Pero esto, lo que te
hicieron, no tiene nada que ver con celos.
—Soy una idiota —sollozo—, una idiota completamente por creer que
haríamos esto juntos. Salgo del estudio y escucho su calzado impactar con
el piso detrás de mí.
—Espera, joder, espera —me pide tomándome del brazo mientras que
con la otra mano aún sostiene su arma.
—¡No! Me voy ahora mismo, no pienso vivir con un loco que quiere
matar a cualquiera, ni siquiera sabes quiénes fueron, yo tampoco lo sé,
¿crees que Barak te lo dirá?
—Cuando tenga una pistola en la boca, créeme, lo hará. Y de todas
formas lo voy a matar a él.
Me cubro el rostro exagerando un poco siendo honesta, no puedo
permitir que se vaya, así que si tengo que hacer una escena, la haré. No
matará a nadie, no dejaré que se siga ensuciando las manos, que más
muertes cuelguen de sus hombros, él es una buena persona, todos lo son.
Incluso lloro escandalosamente y él tira de su pelo y niega con la cabeza.
—Blair no hagas un drama de esto, me estás manipulando. ¿Crees que
no me doy cuenta? —me gruñe en la cara.
—¿Manipulando? ¿Eso es lo que crees? Piensa lo que quieras, anda y
mata a todos. Inicia una guerra, provoca que termine muerta en algún
callejón abandonado, seguro te encantará vivir con la culpa.
La puerta se abre en ese justo momento y los chicos entran. Nathan,
Tony, Mark y Zac.
—Vete al cuarto —me ordena.
—No me iré hasta que me devuelvas la pistola.
—¿Pistola? —averigua Mark.
—Sí, quiere ir tras Barak ahora mismo.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —ese es Tony.
—¡Porque ese hijo de puta ordenó que abusaran de Blair. Tenía marcas
por todos lados, mordidas, moretones, la han tocado por doquier, la han
intentado traumar!
—Ethan las cosas... está exagerando —me detengo porque veo cómo le
cambia el color a Nathan y sale despavorido hacia el estudio y lo veo salir
con un arma aún más grande que la de Ethan—. No, no, no. ¿Qué están
haciendo? Es una locura, ¿no se dan cuenta? Estoy aquí, no me han hecho
nada —insisto.
—¿Puedo ser yo quien le dispare a Barak? —es lo que contesta Tony.
Me aterra lo que pueda pasar si comenten esa tontería. Ethan mira a su
amigo unos segundos y asiente con cautela.
—¡Ethan! Joder, no hagas esto.
—Te han puesto las manos encima, hermana.
—Lo que le ha pasado a Eleanor es peor, y estaban dispuestos a hacer
las cosas inteligentemente. Son unos idiotas.
—Sí, mascota, pero por desgracia Eleanor está muerta, tú has
sobrevivido al secuestro —explica Zac.
—¿Y qué con eso? No parecía importarles hace una hora.
—Porque creímos que no te habían hecho nada, que solo había sido un
aviso para Ethan. Era demasiado bueno para ser verdad, por supuesto que
pretendían martirizarte y dejarte libre en algún punto solo para terminar el
trabajo tiempo después. Es lo que hacen los de Compton —me dice Mark.
—Les gustan las muertes lentas, por eso quien ha disparado a Eleanor ha
sido un puto traicionero nuestro —agrega Tony. Perfecto, todos están de
acuerdo. ¡Maldita sea!
Los que faltaban por unirse ya tomaron sus armas y me encuentro en un
punto total de desesperación. Caminan hacia la salida y yo tras ellos,
impulsada por un miedo atroz pienso en todas mis pocas posibilidades para
evitar que se marchen.
—Ethan, si das un paso más tú y yo habremos terminado —es lo que se
me ocurre decir. Es una tontería lo que estoy haciendo, sobre todo porque
está frente a sus amigos, quienes no son solo eso, sino una especie de
secuaces, lo estoy exponiendo, estoy liberando sus debilidades.
Él me mira decepcionado, pero no me importa, lo que quiero es que no
cometa una tontería.
—No te preocupes, los sacrificios también son una muestra de amor.
—¿Qué?
—Que es justo lo que vamos a hacer, terminar. Quise engañarme al creer
que no te habían hecho nada, pero no puedo con esto. Y lo que dijo Mark es
cierto, siempre vuelven a terminar su trabajo, así que esa será mi mayor
demostración de amor; alejarte de mí para que no te crean importante, para
que nadie te vuelva a hacer daño.
—¡Vaya hasta que piensas! —suelta mi hermano.
—Eres un cobarde —susurro.
—Y tú una manipuladora. Vámonos —le dice al resto y se marcha. Me
deja ahí, inestable, sin saber si sus palabras han sido ciertas o un
escarmiento por intentar, como bien ha dicho, manipularlo.
Los veo irse en su Jeep, y siento que voy a desmayarme. ¿Cómo se
supone que tengo que lidiar con esto? ¿Cómo voy a quedarme aquí sin
saber qué demonios están haciendo? ¿Y si alguno muere? ¿Y si todos lo
hacen? ¡Joder! ¿Por qué me hacen pasar por esto?
Un chico que ni siquiera había mirado se me acerca y por un momento
creo que me hará algo, que incluso lo han enviado porque tiene la pinta de
matón.
—Será mejor que entres, Blair —me recomienda y lo miro con espanto
—, tranquila, trabajo para Ethan, estoy resguardando la fraternidad.
¿Resguardando la fraternidad? Sí que han perdido la cabeza, ¿cómo van
a tener a un chico fuera como si este es un palacio o la casa del presidente?,
las demás fraternidades seguro lo notan, los alumnos, el campus entero...
detengo mis pensamientos porque recuerdo que Ethan hizo una estupidez
con las personas que antes cuidaban este sitio, siempre han tenido
resguardada la fraternidad y yo no me había dado cuenta. Supongo que el
resto de la humanidad tampoco lo hace.
No contesto nada y entro. Casi media hora más tarde escucho ruidos, al
principio creo que son los demás chicos que viven en la casa y me equivoco
al husmear desde la escalera y veo el pelo rubio de Kim y a Mateo. Bajo de
dos en dos los escalones y Mateo sonríe al verme, no creo que sea un buen
momento para sonrisas amables.
—Kim, los chicos han hecho una estupidez —me apresuro a ponerla al
tanto.
—Ya lo sé. Nos han llamado para custodiarte.
—¿Qué?
—Sí, Ethan ha dicho claramente: Oye Mateo, ¿quieres que confíe en ti?
Pues sé niñero de mi novia —suelta Mateo y Kim niega con la cabeza.
—Mat... —lo reprende Kim—, nos ha llamado para pedirnos que
viniéramos aquí contigo, bueno, eso me lo ha pedido a mí, a Mateo le ha
pedido refuerzos.
—No, no, no... —susurro llevándome las manos a la cabeza. Esto es un
desastre.
—En realidad ha pedido claramente que no te dejemos ir —agrega
Mateo.
—Teníamos un plan, un maldito plan y lo echarán todo a la basura —me
lamento dejándome caer en uno de los sillones de la sala.
—No te ofendas, tu plan era bueno pero iba a tomar bastante tiempo —
comenta Mateo.
—No quiero que sigan haciendo lo mismo, no quiero ser yo el motivo.
Además González se enterará de todo, has enviado refuerzos.
—Esto también servirá, porque papá siempre ha querido apoderarse de
toda la ciudad. Si lo consiguen la reacción de él les dirá todo, porque yo
estoy seguro de que él y Barak están trabajando juntos y por alguna razón
quiere que ustedes crean que no es así. Niego con la cabeza y me hundo
más en el asiento. Todo iba bien, bueno, moderadamente bien y en un dos
por tres las cosas han cambiado. Kim hace un par de llamadas para ayudar
de alguna manera desde casa y se encierra en el dichoso estudio.
Mateo se fuma un cigarrillo frente a mí y me observa, debo estar pálida
de tanta preocupación porque da un largo suspiro, tira su cigarro y lleva uno
de los asientos hasta quedar frente a mí, pone un rostro inocente, increíble
que siendo hijo de González tenga una apariencia tan apacible, amistosa...
normal.
—Oye, tranquila, te apuesto lo que quieras que entrarán por esa puerta
completos.
—No lo entiendes —susurro preocupada.
—Sí, sí lo entiendo. Tu hermano y... ¿Cómo podríamos llamarlo? Tu
pequeño títere. —Lo miro molesta y se ríe un poco—, bien, bien. Tu novio
está dándose a balazos seguramente en este momento.
—¿Por qué todo el mundo cree que soy yo quién decide por Ethan? Solo
tengo diecinueve, soy una niñata aún que se ha involucrado en el peor de
los mundos existentes.
—Porque Johnson era por desgracia una réplica de mi padre. Sí, el tipo
nunca ha... bueno, nunca había cometido el peor de los pecados pero
González lo ha hecho a su imagen y semejanza porque yo, "el heredero al
trono" —ironiza—, aborrezco lo que hace, lo que hacen todos. Así que su
cambio fue demasiado evidente. El hijo de puta era como el diablo
encarnado y ahora es un conejito de pascua. Tú eres la dueña de los huevos
de oro, ¿qué más te puedo decir?
—¿Tú crees que estoy arruinándolo todo? ¿Qué soy la culpable de que
todo este infierno se haya desatado?
No sé por qué estoy teniendo esta conversación con Mateo, quizás con
Kim podría desahogarme de esta manera, tal vez es que al escucharlo decir
que aborrece este maldito mundo me ha hecho ver que también lo
aborrezco, no es lo que quiero para la gente que amo, ni mucho menos para
mí.
Jamás comprenderé cómo mis padres terminaron involucrados en esto.
—Provocar en la gente el incentivo de mejorar jamás podría ser un error,
Blair. Este mundo es una mierda completa, deja muy buen dinero, una
fortuna en realidad, pero a cambio de muchas cosas malas, no has visto ni la
cuarta parte. No estás arruinando nada, estás logrando que alguien que ha
pasado años creyendo que esto es lo único a lo que puede aspirar, se plantee
otro futuro.
—¡Qué romántico! Por eso es por lo que es mi mejor amigo —se burla
Kim.
Me percato enseguida de que a Mateo no le agrada nada ese calificativo
de "mejor amigo" y al darse cuenta de que lo estoy observando con ímpetu,
sacude la cabeza aunque no despega su mirada de la rubia de piernas largas.
¡Oh! Está enamorado de Kim, bueno, quizás es algo físico pero por la forma
en la que la mira me parece que es más que eso. ¡Joder! Quizás esa es la
verdadera razón por la cual Ethan no era su persona favorita.
—¿Qué averiguaste? —pregunto.
—Que obviamente ya descubrieron que estaba de infiltrada y que más
me vale que los chicos maten a Barak porque si no, estoy muerta.
A pesar de tener tanto tiempo junto a ellos, sigo sin poder
acostumbrarme a la frialdad con la que hablan sobre darle fin a la vida de
una persona.
Mateo regresa a su antiguo lugar, el cual queda a centímetros de Kim y
lo escucho asegurarle que nadie le hará nada, primero pasarán por su
cadáver y ella acomoda su rostro en su hombro. Yo me hago un ovillo y el
corazón vuelve a latirme desesperado, necesito urgentemente que regresen.
Cinco horas pasan, cinco largas y oscuras horas y seguimos sin saber
nada de ellos, varios chicos que viven en la fraternidad han vuelto y no nos
han hecho ni caso. Al acercarse la hora seis hasta Kim parece aturdida y un
poco nerviosa, tanto, que cuando escuchamos un estruendo fuera salimos
corriendo los tres hacia la salida. Se han estacionado tan mal que han tirado
un arbusto que estaba justo en la entrada.
Bajan riéndose y me sulfuro. ¿En serio? ¿Qué es tan chistoso? Mi boca
se abre con asombro cuando descubro el motivo, están ebrios. Nathan,
Mark y Tony necesitan apoyarse uno en el otro para poder caminar, mi
hermano de verdad está arrastrando los pies. Zac se mira un poco mareado
y Ethan ligeramente ebrio, al menos camina solo y lo hace directamente
hacia mí.
—He vuelto sano y salvo, mujercita —bufa—. ¿Cómo se portó la
jovencita, Mateo? —eso lo ha dicho en broma.
—De maravilla —contesta el muy tonto haciendo que se rían un poco.
Molesta por tal estupidez le lanzo una bofetada a Ethan que le voltea la
cara. El resto se ríe aún más fuerte. ¿Cómo pueden reírse? Eleanor ha
muerto, se han ido en plan matones y me han dejado con los nervios de
punta. ¡Cómo se atreven!
—¿Traes auto, Kim? —le pregunto.
—Vine con Mateo.
—¿Me llevan a la residencia? —Ni me tomo la molestia de subir por
mis cosas, ya lo haré luego. Doy un paso hacia ellos a pesar de que ni ella ni
Mateo asienten, claro, el diablo personificado está aquí y por supuesto que
toma mi muñeca deteniéndome.
—Tú no vas a ningún lado —me advierte.
—Suéltame, dijiste hace un par de horas que lo nuestro era historia.
—No voy a discutir eso en público —se pone sus moños.
—Pues a mí sí me apetece. Anda, envíame al demonio, si ya lo hiciste
antes frente a tus amigos. ¿Mateo te intimida?
Pone esa cara de malo que utiliza casi todo el tiempo pero que
últimamente se había dulcificado. Me toma de las caderas y me lanza a su
hombro como un costal de papas y de esa forma me lleva dentro de la casa.
Nathan está tan borracho que aplaude. Que alguien le tome un video, quizás
así deja de interferir en mi relación con Ethan.
No hago ni el intento de zafarme o bajarme porque aunque está un tanto
ebrio sigue teniendo más fuerza que yo. No se detiene hasta que estamos en
su habitación y me deja caer para luego acorralarme en la pared.
—¡Basta! No puedes dejar tan a la vista que muero por ti, ¿por qué me
haces esto? ¿Te gusta ver lo débil que soy?
—¿A ti te gusta verme hecha una loca porque te has marchado a hacer
de matón? Ethan…
No puedo terminar porque me besa con frenesí y rodea mi cintura con
sus brazos fuertes y torneados, mi corazón explota, como cada vez que
tenemos un jodido acercamiento. Está tratando de que se me olvide, bien,
probablemente lo consiga pero no puedo dejar pasar esto. Trato de
apartarme un par de veces y no lo logro, su lengua de forma arrebatadora se
cuela en el interior de mi boca provocándome calambres deliciosos por todo
el cuerpo cada vez que se enrosca con la mía.
Sus manos se quedan quietas en mi cintura, no se mueven de ahí y sé
muy bien por qué está actuando de esa manera.
—Ethan... —aprovecho cuando necesita tomar aire y me acurruca en su
pecho, me abraza fuerte y suelta varios suspiros prolongados—, ¿qué pasó?
Necesito saber que te has arrepentido.
—Tocaron pedacitos de ti —dice un poco afectado—, cada vez que
imagino lo que sentiste me dan ganas de quemar vivo al mundo entero.
Porque si tocaron pedacitos de ti, tocaron mi alma entera, Blair. ¿Lo
entiendes, pequeña? Joder, entiéndelo.
—Pero yo...
—No estás bien, Blair. Es lo que quieres que crea, pero no lo estás. Esto
es demasiado. Es una cosa tras otra…
—¿Para qué quieres que te diga cómo me hace sentir lo sucedido, lo que
viví encerrada? Para que salgas corriendo a matar a más personas… no
gracias.
—No. Para amarte, para hacerte olvidar, para no separarme de ti ni un
centímetro.
Lo miro directamente hacia sus grisáceos ojos perlados de inseguridad
en este instante.
—Creí que pasaría a más. Fue humillante, espantoso.
—Odio que pases por estas cosas, lo odio de verdad. ¡Lo odio! Me odio
por no darte más que preocupaciones. Quisiera tener una puta bola de cristal
y meterte ahí hasta que todo se acabe, porque se acabará, te lo prometo.
—Yo quiero estar contigo, no me importa nada más.
—¿De verdad? —duda—. Yo no creo que debas estar conmigo. Soy un
delincuente, si algo sale mal podría incluso terminar mis días en la cárcel.
Estoy siendo injusto al retenerte conmigo, al involucrarte en esta mierda.
—Yo te amo tal cual eres.
—¿Cómo puedes amarme? Que yo te ame a ti es comprensible; tú eres
todo lo que yo jamás seré. Pero yo... yo soy un don nadie.
—Yo te esperaría si terminas en la cárcel. Estoy involucrada en tu
mundo desde que mis padres decidieron formar parte, no te eches la culpa.
—¿Qué dices? ¿Cómo... ¿Cómo puedes decir eso? ¿Esperarme?
¿Esperarías a alguien que apenas llevas meses conociendo? —se ríe.
—Me he enamorado de ti en cuestión de nada, y estoy enamorada de ti
como una loca de atar, Ethan. Solo te acercas y yo tiemblo, solo me hablas
y me derrito. Yo también muero por ti en todos los sentidos, deja de
cuestionarlo porque me haces pensar que el que tiene dudas en realidad de
lo que siente por mí, eres tú.
—¿Yo? Yo no tengo dudas de mi amor por ti, grábatelo en esa cabecita
perfecta que tienes, que yo daría mi vida por ti sin pensarlo, y me iría
contentísimo porque te habré salvado.
Doy un paso hacia atrás y me quito la camisa. También quito mi sostén y
su confusión es evidente. No hace nada, no se mueve, no se me acerca, no
habla, solo me mira sin saber qué trato de decirle con mis acciones. Hemos
tenido una semana en la que no ha pasado nada íntimo entre nosotros.
—Hazme el amor —le pido. Cuando voy a quitar mi pantalón sí que se
acerca y me detiene.
—No tienes que hacer esto Blair, he supuesto todos estos días que no era
adecuado.
—No necesito tiempo, necesito que me hagas olvidar. Así que por
favor... hazme tuya. Ahora. Hazme olvidar.
Probablemente es más importante saber qué ha pasado con Barak, eso
me dará paz, pero ahora solo lo necesito a él, para sentirme capaz de seguir
con esto, para volver a ser yo, para llenarme de fuerzas, de motivos y como
bien he dicho, para olvidar.
CAPÍTULO 32

¿Y SI TERMINAMOS?

E
cabeza.
than trata de decir algo, pero ante su silencio yo termino de quitar mi
ropa y quedo desnuda de pies a cabeza frente a él. Sus ojos me
recorren desde la punta de mis pies hasta la última hebra de mi

Da un paso hacia mí y toma del cuello su camiseta y la saca por su


cabeza, el sonido de su pantalón al caer me sobresalta y se percata de ello,
quedamos desnudos los dos, uno frente al otro sin decirnos ninguna palabra.
Da otro paso, ya estamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan.
Suelta mi coleta y mi pelo cae como cascada sobre mi espalda y mis
hombros. Acomoda un mechón que ha caído sobre mi frente y con la yema
de su dedo me acaricia desde la sien hasta llegar a mis labios sutilmente.
—Cada vez que te veo creo que voy a explotar, me haces sentir de una
forma tan jodidamente ridícula y feliz, y contento, un adolescente.
—Sé a lo que te refieres. Lo sé perfectamente porque me pasa lo mismo.
—¿Sí?
—Sí.
Sus manos se apoderan de mi cuello, tira ligeramente de mí y sus labios
atacan los míos, puedo darme cuenta de que quizás ha bebido unas cuántas
cervezas, lo que quiere decir que no está ebrio como el resto de sus amigos.
La forma en la que toma uno de mis labios y lo saborea para luego tomar el
otro me hace relajarme al instante.
El ritmo de nuestro beso se acopla a las caricias de nuestras manos, yo
me tomo todo el tiempo del mundo para trazar líneas por su pecho
endurecido y él baja poco a poco las suyas para palpar cada partecita de mi
cuerpo hasta llegar a mis caderas.
Caminamos sin separarnos hasta la comodidad de su cama, mi cuerpo
cae sobre sus sábanas como si fuera una pluma, me ha puesto ahí como si
temiera que me escurriera entre sus manos si me depositaba rápidamente.
Cada vez que sus labios se acercan a mi piel susurra un "te amo" para mí
que me eriza lugares que ni siquiera sospechaba que pudieran erizarse por
dos palabras que para tantos no significa nada, para mí significa mi mundo
entero, aunque ese mundo sea oscuro de momento. Hasta derramo unas
cuantas lágrimas de la emoción que me provoca escucharlo decir tantas
veces lo mismo, sin descanso.
Abre un poco mis piernas y se acomoda a su antojo, estira una de sus
manos hasta su mesita de noche y toma un preservativo, casi nos hemos
caído al piso en su intención de no separarse. Quiero preguntar por qué ha
tomado un preservativo y recuerdo que he estado días sin tomar la píldora.
Un bebé es lo peor que nos podría pasar en este momento, iniciemos por mi
edad y terminemos con que él es un narcotraficante y yo de alguna forma
rara y contradictoria, soy la novia de uno y la hermana de otro, y la amiga
de varios. ¡Qué desastre!
Coge una bocanada de aire y entrelaza nuestras manos, las mías
impactan sobre la cama y las suyas me están presionando. Yo rodeo su
cadera con una de mis piernas y su miembro entra en mí de manera lenta y
tentadora. El resto de su cuerpo cae sobre el mío poco a poco hasta que me
hundo en el colchón significativamente, su primera estocada es devastadora,
sí, es lenta, muchísimo, pero su virilidad me visita entera, de principio a fin
y hace un pequeño movimiento circular dentro que agita las paredes de mi
sexo y hace que mi excitación crezca a niveles cegadores.
Sale de mi interior y entra enseguida, suelta una de mis manos para
tomar mi otra pierna y ponerla en el mismo sitio que mi pierna derecha. Se
queda un momento así, con la mitad de su cuerpo erguido frente a mí en lo
que su miembro sigue bombeando mi intimidad a un ritmo ni rápido ni
lento, no me despega la mirada y toma uno de mis pechos, lo masajea hasta
que mi pezón está por explotar.
Vuelve a caer sobre mí y me besa con desenfreno aumentando
avasalladoramente sus embestidas profundas y demoledoras. Jadeo sin parar
sobre su boca, el aire me falta y no me quejo por eso. Su miembro entra y
sale sin detenerse un segundo hasta que no puedo más con la calma y jadeo
olvidándome de todo, liberándome de alguna forma. Mis pechos se
balancean hacia adelante y hacia atrás igual que todo mi cuerpo, mis
pezones son apresados por su boca húmeda y entierro mis uñas en su
espalda.
—Te amo —me dice una vez más.
Algunos temblores lo agitan cuando termina dentro de mí y mi
respiración se entrecorta cuando llega mi turno. Termino de abrazarlo
también con mis manos mientras cierro los ojos y él se acomoda en mi
pecho, me da pequeños besitos.
—No te sientes peor, ¿verdad? —suena preocupado después de un rato.
—No.
Le acaricio el pelo y en cuestión de minutos se queda profundamente
dormido, me lleva trabajo salir debajo de él y ponerle la sábana encima,
aunque no se ha despertado con ninguno de mis movimientos y luce
realmente cansado. Yo me pongo una camiseta suya y miro desde la única
ventana que hay en su habitación hacia los jardines que se ven en la lejanía
del campus universitario. ¿Cómo la vida puede cambiar tanto en tan poco
tiempo?
Me cuesta dormir, sobre todo porque no dejo de pensar en los últimos
acontecimientos. ¿Barak estará muerto? ¿Los tipos que intentaron hacerme
daño? ¿Cómo es que han terminado embriagándose? Me duermo ya entrada
la madrugada y despierto muy temprano, tengo que volver a clases. Intento
una vez más salir de la cama, ducharme y vestirme sin despertar al chico de
los ojos grises, pero ahora fallo de inmediato.
Se remueve en la cama y se sienta sobre el colchón cuando me mira
intentar entrar al baño.
—¿Qué hora es? —pregunta con voz pastosa.
—Las seis.
—¿Por qué te duchas tan temprano?
—Porque tengo que volver a clases.
Por la cara que pone no creo que le anime tanto la idea así que corro al
baño y paso el seguro. Está loco de remate si cree que no voy a volver a
clases, suficiente tengo con que me haya mudado aquí sin mi
consentimiento, tema que también hablaré en cuanto termine de arreglarme.
Veinte minutos después salgo duchada y vestida del baño para evitar
cualquier distracción a pesar de saber de sobra que él solo tiene esa maldita
sábana puesta, sigue desnudo.
—Blair —me llama con cautela cuando estoy maquillándome un poco
—. ¿Estás bien?
—Lo estoy.
—¿No te tomarás unos días?
—¿Más días? No, la vida no se detiene. —Hay tensión en el ambiente,
puede sentirse a pesar de lo que pasó la noche anterior.
Dejo el cepillo en el escritorio. Camino hasta la cama y me siento a su
lado. Él se tensa, también me doy cuenta de ello. Respiro profundo antes de
hacer la pregunta que quiero hacer.
—Lo de ayer... todo lo que pasó... yo... quiero saber la verdad.
—Es mejor que no sepas qué ocurrió —dice a duras penas.
—No, no es mejor. Lo correcto es que me digas.
—Pues no te lo diré.
—Ethan si no me...
—No —me interrumpe—, se acabaron las manipulaciones y las
amenazas. No voy a decírtelo porque quiero que vivas tu vida con
normalidad.
—Puedo preguntarle a Kim, o a Mateo.
—Nadie te dirá nada —me asegura—, ni siquiera tu hermano.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque es una orden, porque aquí mando yo y si no la cumplen
rodarán cabezas —lo dice tan serio que le creo, incluso me intimida. ¿Qué
le pasa? ¿Qué ha cambiado de la noche a la mañana?
—No puedes...
—¿Decirte qué hacer? —me interrumpe otra vez adivinando lo que
pensaba decir—, ya sé que no puedo, me lo has dejado muy claro.
—Te estás comportando como un idiota —le lanzo las palabras
poniéndome de pie y caminando hacia la puerta después de que tomo mi
bolso de la universidad y mi teléfono del armario.
—Te estoy poniendo límites, te he dejado decidir, actuar y hacer lo que
quieras, pero ya no puedo hacerlo porque todo el mundo se está dando
cuenta de que me manejas a tu antojo y alguien como yo no puede dar esa
impresión, Blair.
—Yo no soy una sumisa, ni frente a un narco, ni al gran señor de señores
como lo es González, ni ante Barak, ante nadie.
—Pues entonces deberías pensarte lo de estar conmigo —habla tan
rápido que me quedo de piedra.
—¿Qué ha cambiado? Ayer me hiciste el amor como nunca y...
—Y fue un error. Lo que te dije ayer no era una mentira. Te estoy
poniendo en peligro, tienes razón, te secuestraron por mi culpa, y las
consecuencias de amarte de la forma en la que te amo seguirán llegando.
Precisamente no quiero que amanezcas en un callejón muerta como bien
recalcaste.
—¡Solo estaba tratando de hacerte entrar en razón!
—Pues lo has conseguido. —Mira hacia las sábanas.
—¡Ethan mírame! —le grito.
—Lo siento —apenas y susurra.
—No puedo creer que me estés haciendo esto. Es injusto, es cobarde de
tu parte. Soy yo la que debería salir corriendo lo más lejos posible de ti y
me he quedado cada vez que he descubierto algo, no me importa tu mundo
ni los riesgos, te he elegido sobre todo y tú me envías al carajo así de fácil
—le reprocho, me arde la cara de tanta rabia.
—No es fácil para mí hacer esto, te quiero conmigo, junto a mí, te
necesito pero no puedo continuar arriesgándote, no de esta forma tan
irracional. Tú tienes un futuro por delante, ¿yo qué tengo? Una muerte
segura algún día... y...
Se me comprime el pecho solo de pensar en que podría morir.
—No te preocupes, Ethan Johnson, ni siquiera te esfuerces en
explicarme. Pero escucha bien lo que te voy a decir, si este día se acaba y
no cambias de opinión habremos terminado en serio y no volverás a saber
de mí. No es una amenaza, es una realidad. Yo he comprendido toda esta
mierda de manera fugaz y si tienes una muerte segura como dices, estoy
dispuesta a vivir los días que se puedan a tu lado, pero con esta actitud
mediocre lo único que estás consiguiendo es perderme. Buen día.
Salgo pitada de su cuarto y de la maldita fraternidad. No tardo ni dos
cuadras en darme cuenta de que me vienen siguiendo y giro varias veces,
son dos chicos vestidos de forma casual con libros en las manos y uno finge
estar hablando por teléfono de un supuesto examen. Pero sé que no son
estudiantes, lo sé, puedo jurarlo. Estoy tan rabiosa que me giro de golpe y
exploto.
—¡Dejen de seguirme! —Los dos me miran como si estuviera loca y
hasta asustados.
Furiosa trato de encender mi teléfono rogándole al cielo que aún tenga
batería y la tiene. Le envío un mensaje a Ethan.
"Diles a esos pésimos actores que dejen de seguirme".
La respuesta llega enseguida.

"No están actuando para ti, sino para los demás. Te acompañarán a
cualquier lado y me informarán todo lo que hagas. Fin."

"Vete al demonio" Es mi respuesta. Él no me contesta y eso me pone


peor.
Gruño a punto de perder los estribos, me ha enviado al carajo y encima
cree que puede seguir tomando decisiones por mí. Maldito loco. Miro de
reojo a los supuestos cuidadores y maldigo. Apenas y llego a tiempo a
clases. Mis amigos "los normales" están ahí sentados en la misma fila de
sillas de siempre. David al verme nuevamente decide cambiar a la fila de
abajo y mi día solo sigue empeorando, maravilloso. Mis cuidadores entran a
clase como si nada, y por supuesto que nadie les dice ni dos palabras.
El rector está involucrado, claro, lo había olvidado.
¿David lo sabrá? ¿Acaso es por eso por lo que ya no quiere acercarse a
mí? No tiene sentido, si ha sabido todo este tiempo quién es en realidad
Ethan, debería haberse alejado de mí desde hace muchí-
simo tiempo.
Dejo de pensar en ello y le sonrío a mis amigos, Norma tiene mejor
aspecto hoy.
—Pensamos que no vendrías tampoco esta semana, Norma nos ha dicho
lo de tu tía —me comenta Elena. Al oír eso recuerdo que no he hablado con
tía Lili. Enseguida le envío un mensaje de texto. Sé que me reprenderá por
ser tan desconsiderada.
—¿Ya está mejor? —pregunta Erik. No sé de qué demonios están
hablando.
—Lo siento Blair, sé que es tu vida privada pero los chicos estaban muy
preocupados por ti y les he dicho que tu tía Lili ha caído de las escaleras y
se ha fracturado las piernas —se apresura a decir Norma.
Vaya, me asombro.
—Mi tía está mejor, ha contratado a una enfermera —les comunico
mientras miro su testamento con miles de reproches, no me queda más que
disculparme cuantas veces pueda y decirle que la llamaré todos los días a
partir de ahora.
—¿Qué le pasa a David? —los interrogo, ellos intercambian miradas.
—Es mejor si lo hablas con él, no nos ha querido decir gran cosa. Solo
que prefiere guardar las distancias contigo momentáneamente —esa
respuesta me la da Erik.
Asiento confundida y me siento junto a Norma.
—¿Tú sabes algo?
—Elena dice que le gustas y está tratando de menguar el sentimiento —
explica y suelto un suspiro. No puede ser que Ethan haya tenido razón todo
este tiempo. ¡Joder! —. ¿Tú cómo estás?
Voy a responderle a mi amiga pero el profesor aparece y tengo que
cortar la conversación. Trato con todo mi ser de prestar atención a la clase y
al resto de ellas. Cuando se hace medio día y no he recibido ningún mensaje
de Ethan, ni ninguna llamada, tampoco ha venido a buscarme al terminar la
jornada me empiezo a creer que lo que me ha dicho por la mañana es serio
y se inicia a formar una herida. ¿Esto es lo que me gano por portarme a la
altura de su maldito mundo? ¿Una patada en el trasero y ya está?
—David —llamo a mi amigo cuando intenta marcharse sin despedirse
de nadie. Me acerco a él para tener más privacidad.
—Hola —es su escueta respuesta.
—La última vez...
—La última vez me quedó claro que debo mantenerme alejado.
—No tienes que alejarte de esta forma. Tú eres mi amigo —recalco y él
niega con la cabeza.
—No sé si pueda ser tu amigo, hay algunas cosas que me lo impiden.
—¿Cuáles son esas cosas?
No hay respuesta, solo una mirada fugaz, nerviosa y confusa y me deja
hablando sola. Un tanto decepcionada por todo lo que está pasando en mi
vida no hago el intento de perseguirlo y me uno a los demás. Comemos en
una cafetería del campus y no hablo mucho. Los tipos que me siguen a
todos lados están a dos mesas de distancia y los miro cada tanto. Reviso mi
teléfono otra vez y nada, no hay nada de Ethan.
Me sofoco, no voy a negarlo, me está afectando y mucho. Solo han
pasado un par de horas, y ya estoy sintiendo los efectos de su ausencia
momentánea. Ni siquiera sé si Barak está o no muerto y ¿de qué sirve que
me haga a un lado?
Mi rostro ya es conocido, eso lo hubiera pensado antes, cuando todo
inició, no ahora, cuando ya han pasado meses y me ubican muy bien.
Norma se da cuenta de mi fastidio y me parece escucharla dar una
excusa tonta para poder marcharnos. Se lo agradezco y se lo hago saber una
vez que caminamos hacia la residencia.
—Quizás sea lo mejor —comenta bajito después de ponerla al tanto—.
Ese no es tu mundo, Blair. Deberías ayudarme a sacar a Nathan de una
buena vez y olvidarte de Ethan.
—No puedo.
—Claro que puedes, no quieres, es diferente.
—Bien, no quiero —acepto.
—¿Por qué no se dan un tiempo? Es razonable, tú podrías salir con otros
chicos, descubrir si prefieres la paz que te ofrecería una persona normal,
común y quizás eso te abra los ojos.
—¿Es lo que estás haciendo tú? ¿Estás tratando de olvidar a Nathan con
alguien más? —mis preguntas no son un reproche. Norma es mi amiga y
sus decisiones son respetables aunque afecten a mi hermano.
—No —responde enseguida—. He tratado de verdad de continuar con
mi vida pero... ¡demonios! Olvida lo que te he dicho, te estoy dando
consejos cuando lo único que quiero es buscar a Nathan y decirle que le doy
esa oportunidad que tanto me ha pedido. Lo extraño mucho. ¿Sabes qué es
chistoso? Ninguna le puede preguntar a la otra: ¿Tú qué harías? Porque
ambas estamos en la misma situación sin tener ni una idea de qué hacer.
Cruzo mi brazo por sus hombros y ella por mi cintura y caminamos así
hasta el cuarto. Se hacen las cinco de la tarde y continúo sin noticias. Me
acurruco en mi cama, tengo suficiente en mi vida como para lidiar con un
corazón roto.
A las nueve la realidad me pega y fuerte. Me pongo la almohada sobre el
rostro y finjo dormir con la ropa de todo el día, aún cuando mi amiga me ha
ofrecido una pijama suya. Lo acepto, algunas lágrimas están derramándose
mediocremente. ¡Cómo es posible que me haga esto! Maldito bastardo, lo
odio. De acuerdo, no lo odio, lo amo y me duele muchísimo que me haga a
un lado después de todo lo que me ha pasado, nunca dudé de estar junto a
él, nunca.
Las lágrimas se vuelven de pronto un torrencial y ahora me odio a mí
misma por estar en esta posición tan deprimente.
Quiero dejar de llorar, estoy haciendo el ridículo, pero supongo que si
solo yo me doy cuenta de mi proceso melancólico y dramático no pasa
nada. Al diablo con Ethan.
Mi teléfono suena de pronto y tiro la almohada por los aires creyendo
ingenuamente que Johnson me ha enviado un mensaje, ¡mírenme!, dando
pena. ¡Esto es ridículo! No es él, es David. Está abajo y quiere verme unos
minutos. Norma ya se ha quedado dormida y yo me limpio las lágrimas
estúpidas y trato de hacer algo decente con mi cabello. Bajo unos minutos
después y ahí está David, lo noto raro.
—David.
—Hola —me saluda dándome un beso en la mejilla y huelo el aroma a
cerveza.
—¿Has bebido?
—Un poco. Supongo que para tomar valor.
—¿Valor? —no comprendo.
—Sí, valor. Oye, yo he estado un poco alejado, ¿cierto? No he querido
causarte problemas con tu novio. Pero honestamente me parece que no estás
viendo el cuadro completo. Ese chico es agresivo y lo investigué un poco,
entré a la computadora de papá y me di cuenta que ni siquiera está en la
base de datos de la universidad. Creo que no es estudiante... yo...
Esto me deja claro que David efectivamente no sabe nada sobre lo que
hace su padre. Me quedo callada, no sé si fingir sorpresa, hacer un drama o
decir que ya lo sabía, pero decir eso me dejará en evidencia. Me limito a
negar con la cabeza.
—Ya sé, ya lo sé, que soy un entrometido que no debió hacer tal cosa
pero es que yo... bueno... yo... me pasó algo contigo desde que te vi en el
salón de clases.
—David espera...
—No, no puedo esperar más. Si no tengo una oportunidad está bien, solo
no quiero que ese tipo te siga engañando. Sé que se queda en una de las
fraternidades, una que por cierto habían vetado y mágicamente abrió
nuevamente sus puertas hace dos años y yo solo quiero tu bien. Enfrenté a
papá y no quiso decirme nada.
—David, la situación de Ethan es... —No sé qué decir.
—Yo te quiero —pronuncia las palabras y abro los ojos como platos.
—¿Cómo amiga? —trato de acomodar las cosas. Algunas plantas de la
entrada se mueven y me parece ver a alguien ahí, quizás es uno de los
cuidadores.
—No, Blair, yo... joder, lo diré de una vez, estoy enamorado de ti.
—David, pero hace muy poco que nos conocemos y sí hemos salido por
ahí y hemos charlado pero no lo suficiente como para que me quieras de esa
manera.
—Sé que suena estúpido pero ha sucedido, me gustas muchísimo y estoy
enamorado de ti. Cada vez que te veo con ese idiota me siento celoso y sé
que no debería pero lo hago.
Las plantas vuelven a moverse y trato de ver con claridad quién está ahí,
la luz no ayuda mucho y los nervios tampoco.
—Quizás, quizás es que tomaste demasiado.
—No Blair, te repito que sé que no tengo oportunidad, pero si terminas
de darte cuenta que ese tipo es de cuidado y quieres darte la oportunidad de
vivir algo honesto yo estaré esperando. No voy a incomodarte más, no voy
a fastidiarte, todo seguirá como siempre, seguiremos siendo amigos.
Da algunos pasos hacia mí y me abraza. Tardo en responder su abrazo
pero lo hago, porque no sé qué otra cosa hacer. Junta su frente con la mía y
yo no me despego porque no sé de qué forma apartarme sin hacerlo sentir
mal o humillarlo. ¡Dios mío! Me da un beso en la comisura de mis labios y
entonces sí doy un paso hacia atrás.
Unos aplausos me hacen dar un pequeño salto. Maldita sea. Es Ethan.
—¡Pero qué puta escena más conmovedora!
CAPÍTULO 33

¿Y SI NO?

M e mira furioso, pero de verdad, no a medias, furioso a punto de


convertirse en ese demonio que la mayoría teme, ese demonio del
que todos hablan y dicen que yo he cambiado. Al principio creo
que David se intimidará por la cara de loco que trae Ethan justo en este
momento, sin embargo, no es lo que sucede, se atreve a poner una mano en
mi cintura y a ocultarme tras él, como si yo necesitara que me defienda del
neurótico que tenemos delante de nosotros.
A Ethan casi le estalla la cabeza cuando mira el gesto y sobre todo la
mano de David en mi cintura, con disimulo me aparto, aunque eso no es
suficiente. Cierro los ojos un segundo para recomponer mi calma, hablar y
evitar que esto se convierta en otra pesadilla más o una guerra innecesaria.
—¿Qué haces aquí, Ethan? —de acuerdo, puede que esa pregunta no
cambie el ambiente y vaya que no lo calma porque resopla ofendido. Si solo
le he hecho una pregunta, dice que yo soy dramática y manipuladora y
mírenlo a él, parece una serpiente a punto de picarte.
—¿Qué hago aquí? ¡Qué hago aquí!
—Oye, no tienes motivos para… —intenta hablar David.
—Mejor vete, desaparece de mi vista porque me vas a conocer de
verdad.
—¿Qué más voy a conocer? Si ya sé que eres un mentiroso, finges
estudiar aquí pero no estudias de verdad, quién sabe qué es lo que pretendes
—contesta David.
Ethan lo empuja y David casi se cae pero no lo hace, en cambio le lanza
un puñetazo que honestamente ha movido si acaso un centímetro al
maniático novio-exnovio que tengo. Se ríe de la poca fuerza ejercida de mi
amigo y lo veo llevarse las manos a la espalda en donde generalmente
oculta su pistola.
Envuelta en pánico me interpongo entre los dos. Si saca su pistola solo
quedará en evidencia.
—¡Basta! ¡Basta! —alzo la voz.
—Blair, este tipo está loco —insiste mi amigo, y sí, lo está,
profundamente loco.
—David, tranquilo. Déjame hablar con él a solas, ¿sí?
—Pero puede hacerte daño, es agresivo.
—¿A mí? —me río—. Yo lo manejo muy bien, no te preocupes —digo
con toda la ironía del mundo y Ethan se ríe a carcajadas fingidas de mí, que
se ría todo lo que quiera, pero bien sabe que es verdad.
—Blair...
—David, de verdad, no te preocupes, me haría más daño una mosca —
suelto y el macho que tengo cerca deja de reírse y me mira con cara de
pocos amigos.
—Insisto en que...
—Por favor, David —le suplico y suspira derrotado. Camina hacia la
salida y Ethan no le quita la mirada de encima.
—¡Joder! —vocifera Ethan dándole una patada a uno de los sillones que
hay en esta área común.
—Ethan no puedes...
—No te atrevas a decirme lo que puedo o no puedo hacer Blair.
—¿Quieres calmarte?
—¿Calmarme? —Se vuelve a reír como psicópata y patea otro sillón. Se
pasa las manos por el pelo y se lo alborota completamente, gruñe, maldice,
lanza puñetazos al aire y creo que de pronto comenzará a tener un ataque
epiléptico.
—Ibas a sacar la pistola, ¿cierto? —lo digo de una vez porque no puede
siquiera hacer el intento de atacar a personas comunes y corrientes de esa
manera.
—No puedo creer que eso sea lo único que te importe en este momento
cuando he venido como el maldito títere que soy porque la mujercita de la
que por alguna especie de castigo me he enamorado me dio un ultimato, si
no te buscaba hoy, no volverías conmigo, ¿no es cierto?
—Oye...
—¡No! —alza la voz—, Óyeme tú a mí. ¿Qué crees que haces besándote
con otro tipo? —habla aún más alto—, y con ese imbécil de mierda.
—Si no dejas de gritar, me iré a mi cuarto y esta conversación se
termina. ¿De acuerdo?
—Entonces contesta mis malditas preguntas —pronuncia las palabras
entre dientes—. ¿Por qué te estabas besando con David? Ese tono sí te
agrada supongo, como si estamos hablando del puto clima y no de que no
estamos de acuerdo en algo y lo primero que haces es aceptar declaraciones
ridículas.
—En primer lugar, no tuvimos un desacuerdo, me has enviado al carajo
a pesar de todo lo que he soportado por ti, en segundo lugar no estaba
aceptando ninguna declaración, David ha venido a decirme lo que supongo
que escuchaste completamente, porque estabas escondido detrás de las
plantas como un adolescente husmeando lo que no debes.
—Lo que no debo, por favor —bufa con ironía—. Lo que no debo...
—Sí, lo que no debes. En tercer lugar, no me besé con David, ¿acaso
estás ciego? Me dio un beso cerca de los labios, eso es muy diferente, es
como besar la mejilla y me he apartado precisamente porque no es correcto
que le dé falsas esperanzas, y en cuarto lugar pensaba explicárselo, pero has
salido de tu escondite a hacer un escándalo innecesario.
—Un beso en la mejilla, claro, un maldito y puto beso en la mejilla. Me
importa una mierda que sea un beso en uno de tus dedos o un jodido beso al
aire, siempre que sea dirigido hacia ti me revienta las pelotas. No puede
hacerlo él, ni nadie, ¿lo captas amorcito? ¡Nadie!
—¡Estás exagerando!
—He pasado un día de mierda, haciendo un estúpido drama encerrado
en mi habitación porque he querido salir a buscarte cinco minutos después
de que te marchaste; juegas con mi paciencia, con mis emociones, con mi
desgraciado sentido común y mi razón y ahora pretendes jugar también con
mi inteligencia. Le arrancaré la cabeza en cuanto lo mire solo y me importa
poco si te enojas conmigo, soy un celoso de mierda, ahí tienes otra razón
más para alejarte.
—¿Pero qué carajos te pasa? No pienso soportar esto. Ya tengo
demasiado con lo demás. O te calmas o te calmas, no hay más opciones.
—Es mejor que me marche. Da cuatro pasos, los he contado y se
detiene.
—¿Estás interesada en David? —pregunta de pronto, ya no hay enojo en
su voz, ahora más bien se escucha herido. ¿Por qué es tan inseguro? Yo me
he hecho amiga de la mujer con la que hace solo meses follaba, porque
estoy más allá de segura de lo que siente por mí. Y él no puede con esto.
—Mírame —le pido y no lo hace enseguida, aguardo el tiempo que sea
necesario hasta que decide mirarme—. No me interesa David, ni ningún
hombre que no seas tú.
No merece que calme sus dudas, no después de semejante escena de
celos irracionales, pero ha venido antes de que se acabe el día, porque sabe
al igual que yo que no podemos estar separados por muy peligroso que sea
estar juntos.
—¿De verdad? ¿No lo prefieres sobre mí? —Se muerde el labio.
—Estaba llorando a cántaros antes de que David viniera porque no
habías aparecido en todo el día. ¿Eso te da una respuesta clara? Creí que iba
en serio, de verdad lo creí.
—¿Por qué lo has abrazado? —me reprocha aunque tranquilo.
—No quería humillarlo Ethan.
Sus manos se relajan poco a poco y un silencio nos invade. Gira
completamente hacia mí y en microsegundos lo tengo pegado a mí, con sus
brazos envolviéndome y subiendo rápidamente sus manos hasta mi cuello y
estampando su boca contra la mía. Es adictivo, esto que tenemos, esto que
sentimos, lo que somos unidos. No tengo duda de ello.
Su lengua arremete en mi interior como si estuviera marcando territorio,
su solo roce hace que me estremezca completamente y se separa
centímetros cuando su miembro se endurece y puedo sentirlo.
—Necesito que nos vayamos de aquí, ahora mismo, por favor —me pide
y asiento.
Creo que si hubiera un concurso sobre cuán rápido puedes ir de un lugar
a otro, Ethan sin duda lo ganaría, pues inmediatamente estamos frente a la
fraternidad y entramos como si nos estuvieran siguiendo. Prácticamente
está corriendo y yo lo sigo muy obediente. Abre la puerta de su cuarto con
urgencia y me atrapa ahí luego de comprobar que ha puesto el seguro.
Me besa con una desesperación abrumante, en el buen sentido. Me
muerde el labio inferior y luego pasa su lengua en el lugar exacto en el que
ha enterrado sus dientes. Me mira intensamente y respira agitado.
—No he podido resistir ni un solo día sin ti, pequeña. —Roza su nariz
en todo mi cuello. Sus cálidos labios besan la piel debajo de mi oreja y eso
es todo, no necesito más—. Nunca había sentido algo así y me da mucho
miedo, solo he querido protegerte y prefiero morir antes de que algo malo te
pase, Blair. Sé que tengo que alejarme, debí alejarme desde el inicio, pero
ya no puedo más. No quiero que nadie más te toque, te bese, te abrace. Te
quiero conmigo, siempre. Juro por el cielo mismo que te quiero a mi lado
toda la vida.
—No me alejes más porque yo siento exactamente lo mismo. No
importa el resto del mundo, ni que esto se sienta peligroso todo el jodido
tiempo. Es real, Ethan. Nuestro amor es real. Nos hemos enamorado en las
peores circunstancias, pero es real, te amo —le digo y sus labios no tardan
nada en encontrar los míos.
Hay tanto deseo contenido entre los dos que quema. Nos acariciamos
lenta y sensualmente. Me desviste con delicadeza, tomándose su tiempo
para besar, acariciar y apretar cada espacio que va quedado desnudo.
Desabrocho su pantalón y tomo su miembro en mis manos, está duro como
roca. Me voltea y me apoyo en la pared, se acerca tanto a mí que siento la
presión de su miembro duro y caliente sobre mi trasero y besa toda mi
espalda.
—Te deseo con locura. La sola idea de que alguien más te toque me
enferma. Así que... —deja la oración incompleta.
Una de sus manos se mueve hacia adelante y toma con propiedad mi
sexo húmedo y palpitante, dibuja la línea que divide mi intimidad una y otra
vez y termina entrando con dos dedos a mi interior.
—Nadie puede acceder a esto, solo yo —completa la oración—, y por
supuesto que nadie —continúa y mueve su miembro sobre mi trasero de
una manera deliciosa que hace que me ponga impaciente. Me hace girar
rápidamente sin dejar de bombear con sus dedos en mí y me da un beso, es
más un rose, en el mismo lugar que David lo había hecho—, nadie puede
siquiera darte un beso cerca de esa boca tan parlanchina que tienes, porque
es mía. ¿De acuerdo? Asiento completamente embriagada por el deseo.
—Eso no es suficiente para mí, mi amor. Sabes que necesito escucharlo
—susurra en mi oído.
—De acuerdo —contesto sin remordimiento alguno. También pienso
demostrárselo.
Le doy empujoncitos hasta que lo llevo a su cama y le sonrío con
picardía, él me guiña un ojo y ese simple gesto me derrite. Me siento sobre
él y su miembro me invade profundamente, arqueo la espalda y me muevo
despacio. Al parecer recuerda bien que le dije que no me importarían unos
cuantos azotes porque mientras toma un pezón con su boca, deja ir ambas
manos sobre mi trasero y me da un par.
—Oye —lo reprendo.
—Solo cumplo con lo que pides.
—Promete que pase lo que pase no vas a alejarte de mí. —Toma mi
cintura y cambia de posición quedando encima de mí. No sé por qué de
pronto he dicho tal cosa. Pero sé que tiene mucho miedo de mi seguridad y
que eso podría hacerlo terminar con lo nuestro más de una vez y no estoy
dispuesta a vivir en un tira y afloje eterno. O enfrentamos todo juntos o no
lo hacemos.
—Lo prometo.
La velocidad de sus movimientos aumenta y las palabras dejan de salir
de mi boca. Siento la forma en la que las paredes de mi sexo inician a
tensarse, entierro mis uñas en las sábanas, es lo único que puedo hacer
cuando siento su miembro entrar y salir a este ritmo. Su cama golpea la
pared con la misma intensidad que estoy siendo invadida.
—Eres... tan... bella. —Toma mi cintura y entra en mí aún con más
fuerza—. No cierres los ojos —me pide y los mantengo abiertos hasta que
llegamos al éxtasis al mismo tiempo. Se deja caer sobre mí y me besa
tiernamente.
Pasamos buen rato en esa posición, su miembro aún está dentro de mí
hasta que recordamos que no hemos usado protección y pego un brinco
vuelta loca. ¡No! ¡Qué estupidez hemos hecho! Él se ríe de mí por mi
exagerada reacción, casi he salido del cuarto desnuda para ir a una
farmacia. Ethan insiste en que me calme de una vez y con toda la
tranquilidad del mundo se toma más que unos minutos en ir al baño,
ducharse, ponerse ropa cómoda e ir él mismo por la solución.
Yo me como las uñas todo lo que tarda. ¿Por qué no se miraba nada
asustado? Las hipótesis empiezan a rondarme por la cabeza, se me ocurren
un sinnúmero de locuras hasta que lo veo entrar casi una hora después con
una bolsa de comida en una mano y otra bolsa de farmacia en la otra. Está
tan relajado y yo tan asustada, incluso he visto en internet a qué velocidad
viajan los espermatozoides.
Se ríe aún más de mí cuando se lo comento.
—Estás más loca de lo que pensé.
—¿No te asustas de lo que podría pasar por ser irresponsables?
—En realidad no.
—Estamos hablando de un bebé. Tengo diecinueve.
—Lo sé. No es que pretenda que te embaraces ni que lo quiera de
momento. Es solo que no tengo familia, ¿sabes? Si pasara, algún día,
aunque no sea planeado, creo que... me haría feliz saber que tendré familia.
Es una tontería, ¿cierto? No me hagas caso. Seguro que se me ha estropeado
el jodido cerebro por la enorme rabia que me has hecho pasar.
Yo no contesto nada, al menos no enseguida, sus palabras me han dejado
helada. Digo, quizás todos o la mayoría en algún momento de nuestras
vidas nos planteamos tener hijos, pero yo aún no llego a esa etapa, no creo
estar cerca siquiera del deseo de la maternidad. Tal vez cuando tenga treinta
años. Pero él... él piensa en eso. Solo tiene veinticinco, ¿es raro?
—¿Te he asustado? Solo es un pensamiento. No voy a embarazarte.
—No, es solo que me has sorprendido. No pensé que tú tuvieras esa
clase de deseos.
—¿Tú no?
—Sí, no ahora, pero algún día.
—Bien. Traje comida, supongo que tienes hambre —cambia el tema
totalmente.
Le sonrío y tomo gustosa de lo que ha traído. Me envuelvo en la sábana
porque aún sigo desnuda.
—Iremos a Portland, he comprado los boletos de avión —suelta sin
previo aviso.
Me quedo de piedra, ¡joder! El siguiente fin de semana es Acción De
Gracias.
—A menos de que te hayas olvidado de que me has invitado y no
quieras que vaya.
—Claro que quiero que vayas, pero lo de Eleanor está tan reciente que...
—Me hará bien salir de la ciudad. Iremos los cuatro. Nathan, Norma, tú
y yo.
—¿Cómo harás para que Nathan comparta el mismo avión con nosotros
y para que Norma vaya? Digo, tiene que ir, vive allá, pero aún está molesta
con Nathan.
—Bueno, cuando decidí que no puedo estar sin ti tuve una conversación
muy seria con tu hermano y ha aceptado que estemos juntos, al menos lo
soportará, así que le he dado unos cuantos consejos para que Norma lo
perdone y pasemos unos días tranquilos, lejos de todo esto. Ahora mismo
Nathan estará en la residencia convenciéndola.
—Entiendo —comento confundida. ¿Nathan ha aceptado lo nuestro?
¿Así de fácil? ¿Cómo? Y ¿qué clase de consejos le ha dado a mi hermano?
Quiero preguntar demasiadas cosas pero hay algo que es más importante
para mí en este momento—. Te agradezco que hayas comprado los boletos
y que quieras regalarme unos días lejos y tranquilos, normales. Solo que...
yo... yo necesito que me digas qué pasó con Barak. Y no me voy a
conformar con un "es mejor que no sepas nada".
—Solo no quiero atormentarte más.
—Me atormentan las dudas, la incertidumbre.
Se queda callado un momento y aparta su comida, yo hago lo mismo, se
me ha ido el apetito.
—Está muerto.
Es como una puñalada en mi estómago a pesar de que se lo merecía.
—¿Cómo... —me pongo nerviosa.
—Tranquila. ¿Entiendes por qué no quería decirte nada? Por eso hemos
ido a embriagarnos luego, para hacerte creer que no ha pasado nada. Lo
enfrentamos, utilizamos ciertos métodos para que confesara quiénes te
habían hecho daño y luego Tony perdió el control y le disparó.
—Y los otros tipos están...
—También muertos —acepta y baja la cabeza. Evita mirarme. Ni
siquiera pregunto cómo han muerto o si fue él o mi hermano o alguno de los
chicos quien les disparó. No quiero saberlo.
—¿Qué pasará con González? ¿Ya no se tomarán Compton? ¿Habrá
enfrentamientos? Sueno afectada porque, bueno, lo estoy. No dejan de ser
personas, no son objetos.
—Blair...
—¡Dímelo! —le exijo.
—De alguna forma ha pasado lo que tú pretendías lograr con tu plan.
González se ha enterado y está más que contento, satisfecho de que yo... por
fin... —balbucea—, haya... apretado el gatillo para... ya sabes. Ya no está
dudando de mí y parece que en realidad no estaba trabajando de la mano
con Barak. Así que por ahora, las cosas están tranquilas y manejables.
—¿Le crees? Me refiero a González, le crees que no estaba trabajando
para Barak. ¿Qué hay de lo que dice Mateo?
—Mateo quiere salir de este mundo, y no lo comprendía hasta que te
conocí a ti. Es probable que esté buscando cualquier excusa para ponerme
contra su padre. Tal vez malinterpretó todo lo que pasó con el accidente y
Kim está tan apegada a él que... no sé.
»Sé que González no ataca hasta que está seguro, quizás todo se trataba
de una prueba y la hemos pasado porque matamos a su mayor enemigo.
Compton será nuestro en un par de días, se han quedado sin líder y parte de
lo que propusiste se le ha informado a González y hoy mismo ha invadido
el lugar con sus hombres. Así que, pequeña mafiosa, las cosas están bien.
"Pequeña mafiosa"
A pesar de la impresión, eso me hace sonreír, un poco. Termino de
apartar todo lo que hay en la cama y envuelta solo por la sábana me pongo a
horcajadas sobre él, me recibe gustoso. No hago más preguntas, ni me
atormento con más hipótesis. No tiene caso, nada va a cambiar lo que ha
sucedido.
Al día siguiente me siento menos afligida, aunque no totalmente
recuperada por las noticias recibidas. Volvemos a la rutina de siempre,
Ethan no deja que dé un paso sola y si él no puede estar conmigo, envía a
uno de los dichosos "cuidadores", y a veces a sus amigos.
En una de esas ocasiones Tony se ha disculpado por su actitud, le he
dicho que no era necesario y todo está bien entre nosotros.
Aunque Mateo no es ni nuestro amigo o cuidador, de vez en cuando
aparece por la universidad y conversa conmigo. Extrañamente nos llevamos
demasiado bien, es raro que venga a visitarme, a pesar de que él y Ethan
han dejado su rivalidad atrás y han estado trabajando juntos.
Según Mateo esto ha alegrado a su padre, pero solo es una fachada,
quieren que nadie sospeche sus verdaderas intenciones: encontrar una
manera para huir de su mundo.
David no me dirige la palabra desde que he retomado mi relación con
Ethan, o más bien desde aquella incómoda confesión. He intentado
acércame y siempre huye. Norma finalmente no pudo seguirse negando y
ha aceptado su amor por Nathan, aunque no han vuelto a estar juntos del
todo, quiere asegurarse primero de que realmente estamos seguros.
Kim y yo seguimos practicando mi puntería a pesar de que Ethan me lo
ha prohibido nuevamente, ¿pero quién se cree que es para prohibirme algo?
Entre más la conozco, más me agrada.
—Creo que Kim quiere hacerte un altar o algo parecido, no deja de
hablar de ti, es molesto. Sobre todo cuando estoy harto de ti y aun así sigo
viniendo a verte. Si Ethan se entera de nuestros curiosos encuentros seguro
nos mata. —Mateo siempre quiere ocultar que hemos hecho clic. Quizás se
me da muy bien ser amiga, hermana y novia de personas que están
involucradas en cosas ilegales. ¿No? Todos tenemos talentos, el mío es este.
—En realidad lo sabe, me ha puesto cuidadores. Me hace un escándalo
cada vez que vienes a visitarme, es un poquitín celoso, ¿puedes creerlo?
Mateo se suelta a reír y yo lo acompaño. Ethan me ha pedido unas
setecientas veces que me aleje de Mateo. Me lo tendrá que pedir unas
setecientas veces más solo para que quizás me lo piense.
—Eso explica por qué el otro día me amenazó sutilmente.
—¿Lo hizo?
—Claro que sí: "¿Qué pretendes al acercarte tanto a Blair?" "Si le haces
algo te mato". Yo le dije que, si le incomodaba tanto mi cercanía, traería
una cinta métrica la próxima vez y que estaríamos a una distancia prudente.
¿Imaginas la cara que me puso?
Volvemos a reírnos con tantas ganas. Mi pobre chico celoso, seguro casi
se le salen los ojos.
—¿Por qué sigues viniendo? —pregunto entonces, es una curiosidad en
la que pienso todos los días. Hablo más con Mateo que con el resto de los
chicos y es totalmente incomprensible porque es hijo del manda más.
—Honestamente... nunca en mi vida había tenido una clase de amistad
con alguien normal, lo más cercano es Kim, pero técnicamente hace lo
mismo que yo. Jamás he querido involucrar a alguien fuera de este mundo a
mi vida de narcotraficante frustrado —bromea un poco—. Me gusta hablar
contigo de cualquier tontería y no de armas y pistolas y planes macabros.
Me caes bien.
—Tú también me caes bien. ¿Puedo hacer una pregunta? —me atrevo a
investigar. Él asiente—. ¿Desde cuándo estás enamorado de Kim y por qué
no se lo dices? —De acuerdo, tal vez estoy invadiendo su privacidad.
—Esas son dos preguntas en una y... No estoy enamorado de Kim, es
como mi hermana. —Lo miro con ojos acusadores, si se nota a miles de
kilómetros, al menos yo sí lo noto—. Bien, bien —se rinde—. Me gusta...
bien, la quiero. Estoy enamorado de ella pero no puedo arruinar mi amistad
con la única persona en esa casa que me importa. No digas nada, no acepto
consejos. Además, ¿qué puedo ofrecerle yo? La misma mierda de siempre.
Los mismos problemas, el mismo mundo, ella se merece a un jodido
príncipe, ¿sabes? Uno que la rescate, que la haga ver que hay algo mejor
que lo que ya conoce.
—Eso es hermoso y es una pena que prefieras guardártelo porque todos
en esta vida tenemos el poder de elegir.
—Yo no —dice con seriedad—. Quiero creer que si Ethan encuentra una
solución, podrá incluirme en ella, pero probablemente no pueda. González
solo me dejará ir muerto. ¿Sabes que ni siquiera tengo su apellido? Es
Bennett, me arrebató de los brazos de mi madre, no sé nada de ella y jamás
quiso reconocerme legalmente.
» Según él porque desde pequeño se dio cuenta de que soy un cobarde.
Me ha castigado toda la vida con palizas e incluso una vez me disparó en
una pierna para hacerme un hombre. Quisiera decirte que todo va a estar
bien como todos, no me atrevo a mentirte. Si quieres un consejo, vete de
aquí, deberías hacer tu vida en otro lado, Blair. Tú si puedes elegir.
—Tiene que haber una solución que nos favorezca a todos. Se supone
que no hablamos nunca de estas cosas, sino del clima y de música y de lo
que le hubiera gustado estudiar. No de esto.
—Puedes elegir, Mateo. No lo dudes ni un segundo.
No sé muy bien qué hago dándole ánimos al hijo de Arnold González.
Quizás al hacerlo solo trato de darme esperanza a mí misma. Canalizo mi
angustia y no le muestro mi debilidad. Aunque en realidad es otro intento
fallido de convencerme de que soy más fuerte de lo que creo. Nos
despedimos unos minutos después y promete volver cuando las clases
inicien.
Me siento mal por Mateo, es poco lo que me ha revelado y es suficiente
para entender que no la ha pasado nada bien. No sé mucho de narcotráfico,
he visto algunas series con el novio de tía Lili. Los hombres como González
protegen a sus hijos, les cambian el nombre, los envían a otros países, pero
González lo tiene atado a este infierno en el que me he decidido quedar.
Estoy ansiosa por llegar a Portland y alejarme unos días de Los Ángeles.
Estas dos últimas semanas me han parecido un mes. Hoy la fraternidad
tendrá una fiesta, a González le importa muy poco la muerte de Eleanor y
los chicos tienen que trabajar, es el último día de clases antes de las
vacaciones de Acción De Gracias.
Todas las fraternidades quieren dar las mejores fiestas, la diferencia es
que en esta fraternidad hoy es un excelente día para vender mucha droga.
No solo a estudiantes, vienen personas a cerrar tratos con Ethan
aprovechando que nadie se imaginaría que en una fiesta de fraternidad se
pactan miles de kilos de cocaína y miles de dólares.
Al final de la noche estaré rodeada de una multitud de jóvenes
extasiados y narcotraficantes de peso, por ese motivo Ethan me ha pedido
hasta el cansancio que me quede en la habitación. Me he negado y llevamos
más de dos horas discutiendo al respecto. Sé que sueno muy terca, pero me
da mucho más miedo quedarme sola en la habitación que estar rodeada de
ellos. Retoco mi maquillaje mientras él me observa desde la cama con su
acostumbrado ceño fruncido y los brazos cruzados.
—No cambiarás de opinión...
—Ya lo hemos discutido demasiado, cariño —lo molesto.
—No me hables como si fuera tu puñetero amigo, no quiero que bajes.
Quédate aquí, por favor.
—Solo es una fiesta.
—Es diferente... esto es diferente. No me pongas de malas —me
advierte—. Joder, quédate aquí. Volveré en cuanto acabe con lo mío.
—Tengo miedo de quedarme sola aquí aunque me pongas a cuidadores
fuera de la puerta —le confieso de una vez. Él se pone de pie y me abraza
por la espalda, ambos miramos nuestro reflejo en el gran espejo.
—Blair, no puedo bajar y trabajar sabiendo que andas por ahí
deambulando.
—Kim estará conmigo, ya hemos quedado. Norma también vendrá, no
pasa nada. Será como cuando ignorábamos todo.
—Blair —está muy cerca de perder la paciencia.
—No voy a quedarme aquí. Es mi última palabra. Me siento más segura
con ustedes que con desconocidos. Giro para besarlo, me toca por todos
lados y lo aparto de pronto, corro hacia la puerta y cierro.
—Blair —me llama a gritos y lo ignoro.
La casa está a reventar. No creo que alcance un alfiler. El bolso que
traigo hoy no es de frutas, es uno que Norma me ha prestado. En mis
bolsitos no alcanza el arma que siempre ando conmigo. Se supone que nada
puede pasarnos hoy, estamos rodeados al menos por veinte personas que
trabajan para González. Diviso a Kim entre la multitud y me le acerco. Ya
no quiero disimular más que de la noche a la mañana nos hemos convertido
en amigas.
—¿Qué tal todo? —le pregunto.
—Presiento que hoy no será una noche tranquila, ¿traes tu arma? —
contesta muy tensa y molesta.
—¿Qué pasa Kim? —me alarmo.
—Mira hacia tu izquierda.
Lo hago, hay tantas personas que me tardo en descubrir a lo que se
refiere. El cuerpo se me congela cuando miro de qué se trata. David está
aquí y la persona con la que está hablando en este preciso momento es
Barak. Él está muerto, no puede estar aquí, tenemos que estar alucinando.
CAPÍTULO 34

DECISIONES

E l corazón me late a una velocidad espeluznante, todas mis


terminaciones nerviosas se vuelven locas en mi interior provocando
uno que otro temblor. ¿Por qué David está aquí? Peor aún, ¿por qué
está con Barak? ¿Cómo es que Barak está vivo? Miro hacia un lado y hacia
otro con cierta desesperación. Norma podría llegar en cualquier momento, o
quizás ya esté incluso aquí. Se supone que esta fiesta le comprobaría que
los chicos llevan vidas normales a pesar de todo y la presencia de ese
hombre solo puede significar algo: Desastre.
Vuelvo mis manos puños para intentar neutralizar mis emociones, mis
temores y miedos y tratar de actuar y pensar con la cabeza fría, como lo
hacen todos los demás.
—¿Dónde está Ethan?
—En su habitación.
—Camina disimuladamente hacia las escaleras y ponlo al tanto, quédate
en la habitación resguardada. Yo pediré refuerzos. No te preocupes, no te
hará daño. Te lo prometo.
Asiento y me obligo a mover mis pies y caminar con calma, sin que se
me note que ya lo he visto y peor aún, que estoy por desmayarme de la
impresión. La gente se acumula en mi camino y cada vez me lleva más
trabajo avanzar, me empiezo a sofocar creyendo que en cualquier momento
alguien me tomará del brazo y me volverán a raptar.
Casi empujo a todos los que me impiden caminar con fluidez y cuando
llego al primer escalón y creo que si corro en este punto nadie lo notará,
alguien, como sospechaba, me toma del brazo y tira de mí.
Kim me ha repetido un par de veces que en una situación como esta
debo conservar la calma y dejarme llevar para hacerle creer al atacante que
te tiene controlada, cuento hasta cinco mentalmente e importándome poco
causar tremendo alboroto, llevo mi mano libre hasta mi bolso y presiono
con fuerza mi arma.
No volverán a llevarme, no así de fácil.
Estoy a nada de apuntar a la persona que me empuja sin detenerse y me
atrevo a ver de quién se trata. David. Mi mano suelta el arma y trato de
zafarme, no me lo permite hasta que me lleva dentro de un pequeño cuarto
debajo de las escaleras en donde la fraternidad guarda productos de
limpieza y algunos objetos que no utilizan.
—¡Suéltame! —gruño y al hacerme hacia atrás golpeo la pared con mi
cuerpo. Que tenga relación con Barak no es buena señal.
—Tranquila, Blair. Disculpa que te haya traído a la fuerza, es que estoy
muy tenso.
Me quedo callada y sopesando mis posibilidades. Estoy encerrada aquí,
y con la música nadie me escuchará. ¿Y si quiere hacerme daño? ¿Y si en
realidad está involucrado como su padre y todo ha sido una trampa desde el
inicio?
—Blair... tranquila, no voy a hacerte daño.
—¿Qué haces aquí? —consigo preguntar.
—Necesitaba verte con urgencia y dado que tienes a un cavernícola por
novio, preferí no provocarte problemas al llamarte, en caso de que
estuvieras con él. Sé que vives aquí ahora.
—¿Cómo sabes eso? Norma jamás te daría esa información sin mi
consentimiento.
—Escucha, Blair hay demasiadas cosas que sé —habla nervioso y no
estoy entendiendo nada—. Esta mañana un tipo tatuado hasta las narices me
ha estado siguiendo, hasta que he decidido enfrentarlo y me ha dicho tantas
cosas que no sé ni por dónde empezar.
Me doy cuenta de inmediato de que ese tipo es Barak y que David tiene
incluso los ojos rojos como si hubiese estado llorando.
—Me ha dicho que mi papá trabaja para gente que distribuye droga —
suelta con amargura y evidente decepción—, que permite que una
fraternidad sea utilizada para venderla, para que delincuentes se hagan pasar
por estudiantes y que esa fraternidad es la de tu novio, porque tu novio y su
gente son quienes obligan a mi padre a hacer cosas ilegales, lo tienen
amenazado. Le dicen todo el

tiempo que si no hace lo que le piden me matarán. ¿Tú sabías eso? Sé


que eso es una completa mentira, lo sé porque cuando le comenté a Kim
que el rector tiene un hijo, ella lo ignoraba por completo y eso significa que
por alguna razón el rector ha ocultado a David.
Niego con mi cabeza frenéticamente, más me vale actuar como si no
supiera en realidad nada porque de otra forma él podría enloquecer y hacer
cualquier disparate.
—Yo... no... ¡por Dios! ¿Quién te ha dicho eso?
—Ya te lo dije, el tipo que me ha seguido.
—Sí, pero ¿quién es?
—No lo sé, solo me ha dicho que se llama Barak y que tú podrías
explicarme mejor.
—David, no sabía nada de esto. Yo... digo, no sé qué decir.
—Lamento mucho que tu hermano esté involucrado y que tú también lo
estés porque yo realmente tengo sentimientos por ti, pero no voy a
quedarme callado. Mi padre no tiene por qué seguir amenazado por ese hijo
de puta ni por nadie.
—David espera, es que las cosas...
—No, Blair. No lo entiendes. Son malditos delincuentes. Voy a liberar a
papá de esto y más te vale salir de aquí porque diré que completamente
todos los que viven aquí están involucrados. Tengo un tío, trabaja en la
DEA, él... él me dirá qué hay que hacer, lo siento de verdad, lo siento.
Tienes tiempo para irte.
David abre la puerta y sale apresurado, lo sigo entre la gente
olvidándome de que Barak está en el mismo lugar y quizás ya me ha
divisado, continúo caminando detrás de él hasta la calle y logro detenerlo
después de echar a correr.
—No lo hagas, por favor, no lo hagas. Si lo que dices es cierto, si tienes
ese tío y ese tal Barak te ha dicho la verdad, permíteme hablar con mi
hermano. Te lo suplico. David, por favor —le imploro. Me mira un segundo
antes de poner sus manos en mi cuello.
—Mereces más que esto. Ese hombre me ha dicho que tú también estás
involucrada y no le he creído. No es posible que estés con un delincuente de
este tamaño. Si tu hermano no está involucrado realmente la DEA se hará
cargo, descubrirán todo. Mi tío es muy bueno, encontrará a los culpables sin
equivocarse. Deja esta casa Blair, deja a ese hijo de puta, yo puedo cuidar
de ti, yo puedo abogar por ti —susurra.
Me quedo sin opciones, no sé exactamente qué hacer o qué decir para
lograr al menos más tiempo, si llama a ese famoso tío que trabaja para la
DEA estamos perdidos. Todos.
Él me mira esperanzado, sus ojos se estancan en mis labios que están
entreabiertos y un tanto temblorosos.
Creo que se irá en cualquier momento dejándome con la peor de las
angustias, se acerca a mí con rapidez y roza sus labios con los míos.
Mi mente está trabajando a la velocidad de la luz, si me está besando es
porque cree tener la mínima oportunidad de convencerme de alejarme de
Ethan y mi hermano, así que tomo la decisión, le permito hacerlo y
correspondo su beso.
Si puedo lograr que cambie de opinión haciéndole creer que yo siento lo
mismo por él, lo haré sin importarme las consecuencias.
—¡Blair! —creo que el rugido de Ethan se ha escuchado en todo el
condominio de casas, el campus, la universidad y hasta en toda la ciudad.
Me aparta con brusquedad de David y sin pensárselo medio segundo se
lanza a golpearlo con rabia—. ¿Qué demonios? —Sus ojos me taladran.
Empuja a David tirándolo al suelo y gira hacia mí extendiendo sus
manos, esperando una explicación de lo que sucede, sorprendida estoy de
que no se haya lanzado contra él, aunque me queda claro que quiere quemar
el mundo entero.
David se levanta con dificultad de la calle.
—Tienes la noche de hoy para decidir —son las palabras que dice antes
de marcharse tan rápido como si estuviera huyendo de un depredador.
—¿Qué cojones ha significado eso, Blair? ¡Dime qué mierda hacías
besándote con él! ¿Me quieres volver loco? ¿Es eso lo que quieres?
¡Contesta!
—No es normal que actúes así —digo con tranquilidad.
—¿Y cómo actúan las personas? ¡Dime! ¿Se ríen de encontrar a sus
parejas besándose con otros? ¿Se acercan pacíficamente y preguntan qué tal
está el beso? O mejor aún, se unen y hacen un trío. ¿Cómo quieres que
actúe si te estás besando con otro cuando casi me he muerto del susto al no
encontrarte dentro, ni a Barak? Esto no es un puto juego ni una puta escena.
—Estaba intentando salvarte, a ti, a mi hermano y a los chicos, a Kim, a
mí y hasta el mismo González.
—No me jodas, Blair. ¡Besándote con ese hijo de puta!
—Lo sabe todo, es el hijo del rector, tiene un tío que trabaja en la DEA y
va a decírselo todo. Olvídate de seguir fingiendo que eres un inocente
universitario y comienza a visualizarte en una celda, a ti y a todos nosotros.
Intentaba hacerle creer que siento lo mismo que él para evitarlo. Barak lo ha
buscado. ¡Está vivo! Me has mentido... una vez más para variar.
Ni se inmuta con mi revelación, solo niega con su cabeza e intenta
tomarme de las manos, pero me aparto.
—No te he mentido, Tony le disparó, pensamos que había muerto. No
nos aseguramos de ello.
—¿No has escuchado el resto? David, mi amigo, es hijo del rector y lo
sabe todo. Barak podría aparecer en cualquier momento y tú lo único que
haces es actuar como un niño.
—Claro, porque soy un puto adivino. Barak se ha ido, solo ha venido a
dejarnos claro que sigue vivo —suaviza el tono de su voz y trata de tomar
ahora mi quijada, aparto el rostro antes de que lo consiga—. Estaba
desesperado buscándote porque creí que te había llevado con él, ¿cómo iba
a saber que ese imbécil descubrió lo que hace su papá? Joder, lo siento.
Pensé... pensé que esta vez sí te perdería —se lamenta.
—Y pensaste bien —dice alguien detrás de nosotros. Tanto Ethan como
yo nos tensamos al reconocer la voz—. No se asusten, mala hierba nunca
muere. Eres tan patético, Ethan. Enamorado de una jovencita a la que no me
diste tiempo de probar.
Contengo la respiración y tomo el brazo de Ethan, soy su punto débil y
Barak lo sabe.
—Tranquilo. —La punta de su arma me toca la espalda—. Van a
caminar relajadamente a la parte de atrás de la casa y no abrirán sus bocas
porque créeme, Ethan, si intentas hacer algo, una bala le perforará el
cráneo.
Por un segundo creo que lo que dice no tiene sentido, pues hay una
fiesta, seguro la parte trasera al igual que la delantera está llena de personas,
me equivoco. Entre más avanzamos, menos personas hay, hasta que
llegamos a una pequeña baranda que separa el jardín y es cuando las piernas
me empiezan a fallar. ¿Por qué carajos no hay personas aquí?
Estoy segura de que nadie se ha enterado de nada, que a nadie le ha
parecido extraña la forma en la que hemos caminado y absolutamente nadie
se ha percatado de la maldita pistola.
La mayoría ya está drogada. Ethan toma mi mano y la aprieta, le regreso
el gesto para que sepa que no estoy tan asustada como él cree, aunque en
realidad si lo estoy.
—No pasará nada —me asegura Ethan y asiento solo para no alterarlo
más.
—No le des falsas esperanzas, que sabes bien que aquí ambos van a
morir. ¿Qué creías? ¿Qué me quedaría tranquilo hijo de puta? ¡Arrodíllense!
—grita ordenándonos y soy la primera en caer vencida, derrotada, muerta
de miedo— ¡Las manos en la cabeza! —vuelve a gritar y miro de soslayo
hacia la baranda con la esperanza de que alguien venga por nosotros, que
alguno de los chicos note nuestra ausencia.
Barak se pone frente a nosotros y nos dedica una mirada de victoria, se
ríe a carcajadas y nos escupe en la cara. Roza su arma por toda mi cara sin
perder de vista los movimientos de Ethan.
—¿A quién mato primero? —pregunta irónicamente. Y con su mano
libre intenta tocarme, y es cuando Ethan, importándole poco cualquier cosa
que pueda provocar su impulso, se le lanza encima tirándolo sobre el
césped.
—No la toques infeliz, hijo de puta bastardo.
Barak dispara en su defensa. Me llevo las manos a la cabeza, la música
está tan alta que el sonido de la bala se ha perdido entre gritos y risas. Ethan
sigue moviéndose, luchando por nuestras vidas, reviso su cuerpo de arriba
hacia abajo y no veo ni una gota de sangre, forcejean y de pronto, como
toda una estúpida, recuerdo hasta este momento que traigo una jodida arma
conmigo. La saco desesperada
y apunto hacia ellos.
Me repito que debo controlarme, se reproduce en mi mente que de haber
sido más rápida el día de mi rescate, Eleanor quizás estuviera aquí y de
ningún modo permitiré que Ethan muera. Los temblores se terminan
entonces y apunto con seguridad. Se balancean de un lado a otro y decidir el
momento exacto en el que debo disparar se vuelve complicado. Pero lo
hago, directo a la mano derecha de Barak, donde tiene el arma, que cae
enseguida.
—¡Aléjate! —le exijo.
Justo cuando el sonido retumba la música se detiene y mi disparo sí que
se ha escuchado. Los gritos llenos de susto no se hacen esperar y llega a
mis oídos cómo la gente corre desesperada creyendo que el disparo ha sido
dentro de la casa.
Ethan me mira espantado. Barak se burla al mirar el arma en mis manos
y se da cuenta de que he sido yo quien ha disparado. Quiero matarlo, quiero
disparar otra vez y mirar cómo muere frente a mis ojos, pero me doy cuenta
en este instante que estoy harta de esto, que no soy una asesina, solo soy
una chica que desea profundamente que todo esto se termine.
Ethan me arrebata la pistola y niega con su cabeza.
—Cierra los ojos, Blair. —Me pide apuntando a Barak y mirando hacia
el piso. No quiero que haga más esto, que más muertes cuelguen de sus
hombros, no es la vida que merece ni siquiera en estas circunstancias.
—No lo hagas —me atrevo a decir.
—Lo siento, pequeña —susurra y dos balazos salen de la pistola e
impactan contra la cabeza de Barak. Ha parecido que ha pasado más de un
minuto, todo ha pasado en diez segundos.
Miro a Ethan, al cuerpo de Barak, la sangre, la pistola y finalmente lo
entiendo. No es que antes no lo he hecho, es solo que no es lo mismo que te
cuenten las cosas, que te digan que la persona que amas con locura anda por
la vida haciendo actividades ilícitas, a verlo con tus propios ojos.
Sé perfectamente que Barak tenía que morir, de otro modo nosotros
seríamos los muertos o que tarde o temprano vendría por mí de seguir vivo,
pero descubro que odio con todo mi ser que el chico que hace que mi piel se
erice con una sola de sus miradas, esté obligado a mancharse las manos de
sangre una y otra vez hasta que sea él quien no vuelva abrir los ojos.
Mi cabeza gira hacia donde escucho pasos, Kim y Mark aparecen y
observan toda la escena. No soy consciente de lo que se dicen ni que están
llamando al resto. Ethan continúa sin darme la cara y yo huyo como la
cobarde que soy. No importa que mis padres hayan formado parte de esto,
que mi hermano, mi novio y mis amigos también estén dentro. Esta no es
mi naturaleza. Esta no soy yo.
Me parece escuchar que Ethan me llama, no estoy segura. Las personas
que aún están rodeando la casa o intentando escapar me miran de forma
extraña, como si llevara algo raro encima y no es hasta que entro al cuarto y
me miro en el espejo que me percato de las salpicaduras de sangre en mi
vestido, mi pecho y brazos.
—No llores, no llores —me repito frente a mi reflejo—. No llores, no
llores.
Abajo hay alguien muerto y estuve a punto de matarlo yo misma. Ahora
mismo están buscando la forma de llevarlo lejos y enterrarlo en un lugar en
donde jamás sea encontrado. Me balanceo hacia adelante y hacia atrás. No
soy tan fuerte después de todo. No he logrado mantener la cordura, ni
siquiera frente a la muerte de una persona despreciable como Barak. ¿Qué
haré cuando se trate de Nathan? ¿Ethan? ¿Norma?
—No llores, no llores, no llores —sigo repitiendo.
Me quito el vestido apresurada y me meto a la ducha. Me abrazo a mí
misma y me recuesto a la pared, termino de rodillas en el piso y solo dejo
que el agua continúe cayendo sobre mí. Hay tantas ideas pasando en mi
cabeza, me siento tan expuesta, tan en peligro, tan triste que no puedo
contener mis emociones. Golpeo el azulejo con mis puños, cuando Eleanor
murió me sentí en el limbo, pero es hasta ahora que cae el peso de esa
realidad sobre mí.
Mañana es nuestro viaje a Portland y de alguna forma presiento que
tendremos que olvidarnos de eso. Presenciar cosas como las que acaban de
pasar están dañándome poco a poco.
Amo a Ethan con todo mi corazón, es demasiado. Esta no es la vida que
quiero, no es la vida que deseo vivir por siempre. Trato de animarme y
recuperar el control de mis emociones recordando
que, al morir Barak, la pesadilla ha terminado hasta cierto punto.
Intento de verdad memorizar todo lo que ese hombre ha hecho y me
termino convenciendo de que su muerte es justa y necesaria.
Salgo de la ducha con unos pantalones de algodón y una camiseta de
Ethan, me siento sobre la cama y respiro profundo un par de veces. Un
suave toque en la puerta me regresa a la realidad. Abro con cuidado, es
Norma.
—¿Estás bien? —Se acerca a mí con cautela—. Nos hemos asustado
mucho cuando no te encontrábamos. Recién había llegado y...
—Ya no quiero más, Norma. Esto no puede seguir. Ninguno de nosotros
merece pasar por esto una y otra vez. No quiero perder a nadie más.
—Lo sé, tiene que haber alguna forma de alejar a las personas que
amamos de esto. Tenemos que jugarnos la última carta.
"La última carta", esa no es la decisión más responsable. Asiento, no
soy ninguna tonta, sé perfectamente cuáles serán las consecuencias si
ambos aceptan.
Mi amiga se sienta a mi lado y trata de despejar mi mente mientras
esperamos noticias, ya no se escucha absolutamente ningún ruido fuera. Es
hasta la madrugada que Ethan, Nathan y los demás regresan a casa, todos
somos cómplices. Al final cada uno de nosotros ha asesinado a Barak.
—¿Estás bien? ¿No te ha herido? —me pregunta mi hermano con
desesperación. Apenas y digo que no con un movimiento de cabeza y miro
hacia Ethan, quien está recostado a la pared y sigue, aún después de tantas
horas, sin voltear a verme—. ¿Segura? No te atormentes por esto, enana. Él
merecía el final que ha tenido, ¿me crees? —Yo quiero contestar, pero
Ethan no se mira nada bien. Tiene el rostro tan tenso, tan preocupado y
afectado.
—Te creo —hablo al fin—. ¿Podrían... dejarme a solas con Ethan? —les
pido esperando que comprendan. Lo hacen, mi hermano no hace ningún
drama y antes de salir le da un apretón en el hombro a Ethan.
Me pongo de pie y vuelvo a respirar lo más profundo que el cuerpo y
mis pulmones me lo permiten. Doy pasos insegura hasta estar frente a él,
está realmente abatido, todo su cuerpo lo grita.
—Ethan...
—La policía no vendrá, espero eso te tranquilice. No habrá una
investigación y no hay testigos más que los chicos y evidentemente no van
a testificar nada —es tenaz para responder. Trato de tocarle la mejilla, se
aparta de la pared y se oculta en el baño. Cierra la puerta y escucho cómo
tira algunas cosas al piso. ¿Le estará ocurriendo lo mismo que a mí? ¿Habrá
comprendido lo grave que es todo este asunto? Ya no podemos seguir
fingiendo que solo somos dos jovencitos enamorados. Hay más, mucho
más.
—Ethan, déjame entrar por favor —le pido al descubrir que ha puesto el
seguro.
—No puedo verte a la cara —bufa—, joder, no puedo verte.
—Solo estabas defendiéndome.
—Sí, pero me juré que jamás dispararía estando tú presente, que jamás
te obligaría a mirar tal cosa y mira lo que ha pasado, Blair.
—No puedes controlarlo todo.
—Iba a matarte, ese infeliz iba a matarte —se altera y continúa tirando
cosas hasta que golpea la puerta, no sé si con sus manos o ha lanzado una
patada.
—Por favor sal. Por favor... por favor —digo sollozando. No lo hace al
instante, sino tiempo después. Abre la puerta con lentitud y me mira
finalmente. Tiene los ojos rojos. Extiendo mis brazos y enseguida se
acurruca en mi pecho.
—Me siento terrible, he matado a alguien... he matado a tantas personas
en los últimos meses cuando llevaba años evitándolo.
No quería cargar con algo así el resto de mi vida, pero eso me terminó
dando igual si de esa forma te mantengo a salvo. Esto que ha pasado,
Blair... es demasiado, quisiera ser un jodido príncipe para ti y he asesinado a
alguien frente a ti. Soy una mierda de persona.
—No, no lo eres. No me importa lo que hiciste ni lo que vi, sigo
amándote. Pero esto tiene que terminar. Sus ojos me aniquilan en un
fragmente corto de segundos y se aparta.
—¿A qué te refieres?
—Cuando me pediste una oportunidad más, estabas intentando dejarlo.
Dijiste que haríamos lo que yo quisiera, que tú harías lo que yo te pidiera.
Así que, dime, Ethan... ¿Hay alguna forma de que salgas de todo esto? La
mínima, no me importa, la más peligrosa, si la hay te pido que hagas un
intento.
—Blair...
—No quiero que termines esto por mí, quiero que termines esto por ti,
porque Ethan Johnson es más que armas y muerte y secuestros y la maldita
droga. Tú eres este hombre maravilloso de quien yo me he enamorado, no
deseo vivir con la incertidumbre de quién será el siguiente en dejarnos. Te
lo suplico, no esperemos más. Ethan se queda como una estatua, con los
brazos a los lados y mirándome fijamente. Le estoy pidiendo demasiado, a
pesar de que cuando me enteré de todo él estaba dispuesto a dejarlo, no es
así de sencillo.
—He intentado ser valiente y fuerte, aprendí a usar un arma, llevo una
todo el tiempo conmigo, Kim y Mateo me han enseñado incluso a pelear, a
defenderme y te juro que si no puedes salir de este mundo igualmente
seguiré a tu lado tratando de ser esa pequeña mafiosa que te roba la paz,
pero si hay una oportunidad, una sola, por favor tómala.
Asiente como respuesta inmediata y muerde su labio, vuelve a acercarse
a mí y besa mis mejillas.
—Nunca te he mentido cuando te he dicho que haría cualquier cosa por
ti. Voy a intentar dejar este mundo de mierda, porque aunque me ames
dentro, quiero que me ames tanto como yo te amaré fuera.
—No quiero perderte.
—No vas a perderme, Blair, haré lo que haga falta.
Me cuelgo de su cuello y escondo mi rostro en su pecho como si de eso
dependiera mi vida. Toma con delicadeza mi mentón y me besa con toda la
ternura que en este mundo hay. Nos acurrucamos en la cama, uno al lado
del otro y acaricia mi cabello hasta que consigue que me duerma. Todas mis
esperanzas están puestas en ese único intento que él hará.
CAPÍTULO 35

UNA PAREJA COMÚN

A la cinco en punto de la mañana abro los ojos y experimento una


opresión en mi pecho extraña. Las sensaciones del día anterior aún
se cuelan en mi sistema. Miro a Ethan hecho un ovillo en la cama,
con su boca entreabierta y esas pestañas espesas y abundantes cobijando sus
ojos. ¿Habré ido demasiado lejos anoche? ¿Pedirle que intente dejarlo es
una locura? Pero si me retracto ¿qué pasará entonces?
¿Qué ocurrirá cuando la universidad se acabe? ¿Él hará lo mismo toda
su vida? Y no lo cuestiono porque de eso dependa mi estancia en su vida,
mientras lo ame con esta fuerza que me asusta me quedaré con él decida lo
que decida, pero no puedo evitar pensar en que él no quiere más esto, me lo
ha dicho, ha confesado que quisiera otra vida, una normal y sé, porque lo
conozco, que solo fue víctima de las circunstancias que lo orillaron a este
mundo, que siempre ha querido una vida cotidiana y que esa máquina de
escribir antigua dice a gritos que le hubiera gustado ser un escritor.
De alguna forma me duele no poder hacer más por él, no poder ayudarlo
realmente de ninguna manera.
Me siento sobre el colchón y espero pacientemente a que despierte, cosa
que no pasa mucho tiempo después, en menos de diez minutos tengo esos
preciosos y perfectos ojos grises observándome con tristeza.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy más tranquila —soy honesta, quisiera mentirle diciendo que
estoy de maravilla. No es así.
—No tienes que preocuparte por nada —se sienta igual que yo y toma
mis manos.
—¿Cómo consigo no preocuparme si todo se complica cada vez más?
—Seré precavido, encontraré una manera coherente de hacer las cosas.
Te lo prometo —me asegura y me da un beso en mis palmas.
—Ayer... estaba muy afectada por lo que pasó. Lo siento si de alguna
manera sentiste que te di un ultimato, no es así —me apresuro a aclarar.
—Lo sé, no tienes que explicarme nada. Haré absolutamente todo con
calma, los chicos me ayudarán, sé que sí y que contar con Mateo aunque no
esté del todo convencido nos da ventaja.
—¿Qué hay de Kim?
—Kim hará lo que le pida, pero tiene una batalla interna. Creció dentro,
no hay un segundo de su vida que no sea sobre drogas y la mafia. De alguna
manera también le es leal a González. Prefiero mantenerla al margen, y
hasta que las cosas estén a punto de suceder ponerla al tanto.
Honestamente dudo mucho que Mateo no la ponga al tanto antes, quizás
es la única persona que la pueda convencer de al menos intentar buscar más
posibilidades, una nueva vida.
—Falta David, ¿cómo estaremos seguros de que no le dirá nada a su tío?
—ese tema me vuelve a poner los nervios de punta.
—Porque irá directo a su padre y a él no le conviene que David revele
las cosas ilícitas que comete como rector. Y para que lo sepas y no te dejes
avasallar por una amenaza sobre involucrar a la policía o la DEA o el
mismo FBI, los narcotraficantes como González tienen muchos negocios
legales, pagan impuestos, son ciudadanos decentes o fingen serlo. Todas
esas organizaciones están viciadas, es decir que hay infiltrados y si
González llama su atención tardarán años para comprobarle algo, por
consiguiente, estamos a salvo.
—¡Vaya! Estoy impresionada —admito—. David dijo que su padre está
amenazado, que lo obligan, que tú lo obligas.
—¿Le creíste?
—No. De ninguna manera.
—Te amo —es su respuesta, contento porque no he dudado de él.
—Lo que no me queda claro es si tú sabías la existencia de David,
porque Kim no lo hacía.
—Sabía que el rector tenía familia y que González la conocía pero nunca
me envió a mí o los chicos a tener tratos con él. Después de que le dijeras a
Kim que era el famoso hijo, investigamos y nos dimos cuenta de que era
cierto.
—¿Y no me lo dijiste? Digo, yo ya sabía que era hijo del rector, me
refiero a lo demás, ¿por eso te comportas como un loco cuando lo ves cerca
de mí?
—No. Es porque besaste al muy bastardo por si lo has olvidado, dos
veces por cierto y... muero de celos y... porque ha puesto los ojos en lo que
más quiero en este mundo. No te dije lo que había investigado porque no
quería hacerte sentir que por alguna extraña razón cada persona que te
rodea está involucrada directa o indirectamente. Sonrío agradecida, porque
ciertamente es la impresión que me da el hecho de cómo todo se termina
conectando. Me envuelve con sus brazos. La tormenta sigue cayendo sobre
nosotros, nunca se detiene y cada vez que lo tengo así, tan cerquita, siento
como si se abriera un enorme paraguas sobre nuestras cabezas y nos diera
paz momentánea.
—Odio que nuestro viaje se haya arruinado. Me hacía mucha ilusión que
pasaras un Acción De Gracias normal. Honestamente no es mi fecha
favorita, mis padres murieron ese día, pero por ti estaba dispuesta a
disfrutarlo y celebrar.
—¿Quién te dijo que no viajaremos?
—Pero lo que pasó ayer...
—Ahora más que nunca necesito sacarte de la ciudad y dije que te daría
unos días tranquilos y voy a dártelos.
—Pero...
—No hay peros que me detengan. Que se vaya a la mierda todo lo
demás, quiero que seamos normales, quiero ir a tu casa, conocer tu cuarto
de adolescente y reírme por las imágenes que seguramente tienes pegadas a
la pared de artistas raros, quiero caerle bien a la famosa tía Lili, besarte
hasta que te duelan los labios, salir de fiesta por ahí y hacerte el amor, sentir
que eres mía, que siempre lo has sido y siempre lo serás. ¿Te apuntas?
—¿Dónde firmo? —me emociono a pesar de todo.
—Aquí —dice dándose toquecitos en la boca y le doy un pico rápido—.
Hecho. Ahora señorita, será mejor que nos duchemos porque el avión sale
en pocas horas y ya deberíamos estar en el aeropuerto.
—Entonces ¿quién se ducha primero? —Me levanto de la cama
apartándome de su lado y camino hacia el baño.
Él me atrapa a medio camino y me alza en el aire metiéndome a la ducha
con todo y pijama. Me río y quita lo que nos cubre y el agua empieza a caer
sobre nosotros. Me toma el rostro con sus manos y sus pulgares acarician
mis mejillas en lo que une su frente con la mía y su nariz acaricia con
ternura mi nariz. Su boca apenas y roza mis labios y lo hace continuamente.
No profundiza ninguno de sus besos y tampoco sus manos abandonan mi
rostro.
Nos miramos cada tanto y nos regalamos pequeñas sonrisas que van
calando poco a poco hasta lo más profundo y sanando todos nuestros
miedos.
—Dime la verdad, ¿cómo estás?
—Asustada. Es decir, me siento tremendamente aliviada porque sé que
Barak ya no representa un peligro, pero al mismo tiempo me siento estúpida
por sentir lástima.
—¿Sabes por qué sientes lástima?
—Porque me falta malicia, frialdad, ser calculadora.
—Y gracias al jodido cielo que no tienes nada de eso, sientes lástima
porque eres buena, noble y compasiva.
—Y una tonta...
—No. Eres perfecta, un tanto caprichosa, desobediente, impulsiva, pero
perfecta. Quisiera que no hubieras visto nada.
—Estaré bien, sé que en cuanto estemos lejos de aquí se sentirá como si
nada hubiera pasado.
—Eso espero, ¿es muy pronto para empezar a hacerte el amor?
Niego con mi cabeza y me obligo a dejar de pensar en cualquier cosa
que me perturbe. Mi mano izquierda desciende hasta su miembro, el cual se
endurece en un santiamén. Entierro mis dientes en mi labio inferior
disfrutando sobremanera la forma en la que me hace expandir mi mano y
mis dedos para

poder tomarlo entero en lo que lo estimulo subiendo y bajando por su


erección que crece y crece con cada caricia.
No me aparta la mirada de encima aunque ni la suya ni la mía tienen ni
una pizca de inocencia ya. Sus pulgares y sus índices se encargan de
masajear mis pezones hasta que están pesados, con un cosquilleo placentero
rodeándolos y punzantes hasta más no poder, prosigue a envolver mis
pechos con sus grandes manos, los amasa y aprieta a su gusto y yo acelero
mis movimientos abajo.
Sube mis manos por encima de mi cabeza y las presiona sobre el
azulejo.
—Quédate quieta, no te muevas, ¿de acuerdo?
Asiento.
Besa la coronilla de mi cabeza y no deja ni un solo espacio de mi rostro
tranquilo, se toma su tiempo en mi boca, me besa con una profundidad
cegadora y continúa con mi cuello, mis orejas, mi clavícula, mi pecho.
Sube hasta las muñecas de mis manos y deposita besos creando una
línea recta imaginaria en todo mi brazo, incluso en mi axilas, no deja un
solo espacio disponible, su boca recorre mis costillas, atrapa mis pechos y
bromea un poco con el hecho de que se ahogará, pero lo cierto es que son
generosos, es un exagerado.
Entre más partes besa, más ansiosa me siento, más excitada, más
húmeda, a punto de explotar, peor aún cuando ya ha llegado a mis pies y
sube con lentitud hasta pasar su lengua en medio de mi sexo succionando
un poco y haciendo que ese simple gesto me mate de placer.
Sube hasta estar frente a mí nuevamente, sale de la ducha un momento y
vuelve con un preservativo. Me toma de la cadera y me monta a la suya, ni
siquiera me da tiempo para acomodarme o al menos para acostumbrarme a
su intromisión, me invade como si el mundo se acabara hoy y fuese su
última oportunidad para estar conmigo. Mi trasero y mi espalda impactan
sin parar contra la pared y se hunde en mí a su antojo.
Tiro de su pelo un tanto y luego me apoyo en sus hombros para
impulsarme y moverme también provocando que una sensación
devastadoramente deliciosa y perfecta nos tumbe de verdad, cada vez que
visita mi interior una especie de presión se acumula en mi vientre y sube
hasta mi garganta hasta que el orgasmo me visita y casi me desvanezco
encima de él.
Él tarda unos minutos más y a pesar de su lógico cansancio me mira tan
afectada que no me devuelve al piso. Nos quedamos así demasiado tiempo
sin decirnos nada, solo escuchando cómo el agua cae sobre el suelo,
nuestras respiraciones agitadas y… bueno... los gritos de Nathan, quien ha
entrado al cuarto haciendo un escándalo, primero porque supone lo que
estamos haciendo y segundo porque es tardísimo.
Ethan lo echa de la habitación para que yo pueda salir sin vergüenza
alguna. Definitivamente que el asalto placentero en el baño nos ha
recuperado porque el ambiente es otro. Usamos una sola maleta en donde
empacamos nuestras cosas y en cuarenta minutos estamos en el aeropuerto.
Ver a Norma esperando por nosotros bastante tranquila a pesar de lo
sucedido me calma muchísimo. Antes de tomar el avión hemos hablado de
que el tema "narcotráfico" está cancelado hasta nuevo aviso. Nathan me ha
asegurado que después de todo lo que ha pasado los últimos meses, también
intentará salir por mí, por Norma, por él mismo, aunque siente que le falla a
nuestros padres por no poder vengar su muerte.
Lo abrazo y le recuerdo que ni aunque lograra vengarse, papá y mamá
resucitarían. Se han ido, solo nos tenemos a nosotros mismos y debemos
hacer todo lo que esté en nuestras manos para mantenernos vivos.
No voy a negarlo, en cuanto el piloto del avión ha dicho: Bienvenidos a
Portland, he sentido que miles de kilos de arena han caído de mi espalda. El
viaje ha sido tranquilo. Nathan acompañará a Norma a casa de sus padres y
mientras tanto yo iré a casa para que tía Lili conozca a mi apuesto y
peligroso novio.
Ethan está nervioso, desde que pusimos un pie en Portland no ha dejado
de apretar mi mano. Es la primera vez después de la muerte de su mamá
que tiene un lugar a donde ir para estas fiestas. También está nervioso por
conocer a mi tía.
—¿Ya no estás nervioso?
—Nunca lo estuve —dice orgulloso. Mentiroso.
—Voy a fingir que te creo —me burlo e introduzco la llave en la puerta.
Me detiene cuando estoy por abrirla.
—Está bien, lo acepto... Estoy nervioso. No quiero arruinarlo.
—Y no vas a arruinarlo, Lili va a quererte mucho cuando mire lo feliz
que soy.
—¿En serio estás bien?
—¿Cuántas veces me lo preguntarás?
—Es que lo que viste...
—Estoy bien —digo al fin—, ¿crees que si no estuviera bien me habría
dejado follar como lo hiciste?
Abre los ojos como platos, creo que es la primera vez que digo esa
palabra frente a él con tanta naturalidad.
—Has dicho follar —me reprende.
—¿Y?
—Pues, que me has puesto duro —me susurra al oído.
—¡Oh! Pues tendrás que esperar amigo.
—¿Me darás un premio? —pregunta curioso.
—Sí, uno muy húmedo. Además, no puedo creer que tengas ganas
cuando has metido tu mano en mis bragas todo el vuelo y la azafata nos ha
pedido un poco más de respeto por los pasajeros.
Nos soltamos a reír, pero no se trata de un buen chiste. Eso fue lo que
pasó. Finalmente abro la puerta y hay un silencio abrumador. Intento no
dejar volar mi mente, no pensar en que nos han seguido y nos asesinarán y
es imposible. Le pido a Ethan que deje el equipaje en el pasillo de la
entrada y subo las escaleras a toda velocidad. Abro la habitación de tía Lili
y me encuentro con una escena perturbadora: Ella encima de Paul
moviéndose frenéticamente.
No puede ser, ¿estoy destinada a ver a mi familia teniendo sexo hasta el
final de mis días? Tía Lili al escuchar mis gritos de sorpresa, gira hacia la
puerta y se esconde debajo de las sábanas cuando me mira.
—Lo siento —digo antes de bajar a la cocina donde he dejado a Ethan.
Me cubro la boca con ambas manos para no soltar carcajadas. Mi chico
de ojos grises y cara dura me mira curioso y yo no puedo parar de reír
bajito.
Me siento en el desayunador y le cuento todo a Ethan, aunque no se ríe
tanto, se me queda viendo de una manera tan rara, no lo sé, como si tuviera
miedo de algo.
¿De verdad está tan nervioso por tía Lili?
Después de media hora, tía Lili baja al fin con sus mejillas sonrojadas y
vestida de una forma poco común, está tan cubierta de tela que alguien que
no la conoce podría confundirla con una monja.
No quiero ni imaginar cómo se sentirá Paul, él siempre me ha caído de
maravilla, es muy centrado y comprometido con todo lo que hace, incluso
aporta a la casa a pesar de que aún no se muda por respeto a nosotros, lo
cual no tiene mucho sentido.
Ya no estamos aquí de tiempo completo. Ethan está tan asustado que me
causa gracia.
No puedo evitar pensar en qué hubiera pasado si papá estuviera aquí, él
si era un tipo rudo, aunque nunca hablaba de trabajo, y ahora entiendo muy
bien el porqué, mamá siempre nos decía que era un abogado temible y eso
tiene explicación.
Él era fiel a la idea de defender tanto a criminales como a inocentes,
pero jamás me imaginé que por criminales se refería a narcotraficantes. Yo
no comparto esa idea y después de todo lo que ha venido sucediendo,
menos.
Aún recuerdo cada noche en la que me decía que cuando creciera tenía
que aprender a distinguir a lobos y ovejas. Vaya, lo que fue para mí hasta
hace muy poco un consejo sano, en realidad era un consejo para enfrentar la
verdad que tarde o temprano saldría a la luz.
—Blair, lo siento tanto —inicia a disculparse Lili.
—Ya lo he olvidado. No te preocupes. Mejor te presento al chico de
quien Nathan te habló tan mal y seguramente que cuando regrese de casa de
Norma te dirá todo lo contrario... este es mi novio,

Ethan Johnson.
—Es un placer conocerte, Ethan. Estaba muy preocupada por esta niña,
es muy rebelde, no te lo tomes a mal pero cuando Nathan me dijo todas esas
cosas feas de ti, pensé que Blair si se estaba metiendo con un chico
peligroso solo para demostrar un punto.
—El placer es mío, gracias por recibirme en su casa y coincido, su
sobrina es muy rebelde.
—¿Verdad que sí? Siempre quiere hacer su santa voluntad.
—Es terrible —contesta Ethan y le doy un golpe en el brazo.
—¡Oye!
—Lo eres —insiste el muy desgraciado.
—Pónganse cómodos. Blair, ya puedes reírte abiertamente y contarle a
tu novio que me has encontrado teniendo sexo —agrega y hago justo lo que
me ha pedido.
—Ya lo hice —digo y me suelto a reír como pretendía.
—Parece ser una tradición familiar eso de tener sexo sin importar qué...
—¿Disculpa? —Mi tía se sorprende, solo está fingiendo.
—Lo siento, lo siento, es que... bueno, estoy nervioso señora Lili. —Me
río aún con más fuerza, la ha llamado señora Lili como si él tuviera quince,
apenas y los separan cinco años, pronto cuatro—. Perdón, no debería
llamarla señora, joder. Es la primera vez que voy a casa de mi novia, de
hecho es la primera vez que tengo novia.
Su actitud adolescente me gana en gran manera y sé que lo mismo le
pasa a mi tía.
—Con que la primera vez, vaya, es muy tierno que estés nervioso. Quita
esa cara, relájate, no ha pasado nada. Mi sobrina tiene diecinueve, ya puede
tomar sus propias decisiones, además, solo soy la tía, mi hermana seguro te
corría de casa pronto —dice restándole importancia al asunto y Ethan
vuelve a respirar.
Así es tía Lili, con su cabello castaño y ojos profundos puede aparentar
ser toda una madre estricta, no lo es.
Luego de comer unos bocadillos que tía ha preparado y hablar otro tanto
sobre en dónde dormirá Ethan solo para hacerle creer que no está de
acuerdo en que duerma conmigo y revelarle la verdad minutos después,
subimos nuestro equipaje a mi antiguo cuarto. Ethan se toma su tiempo
observando todo, incluso las imágenes de mis cantantes favoritos en la
pared. Me tiro a la cama y él se me tira encima.
—¿Estás cómodo? —pregunto.
—Muchísimo. Después de vivir en orfanatos, luego en la casa de
González, y ahora en una fraternidad, este ambiente tan hogareño me
gusta... demasiado.
—Ethan, ¿qué piensas hacer?
—No, dijimos que no hablaríamos de eso. Estas son tus vacaciones.
—De acuerdo, ¿qué quieres hacer?
—Quiero hacer lo que tú quieras hacer —me dice, inclino mi cabeza y
beso sus labios lo que me parece horas hasta que escuchamos la voz de
Nathan en la primera planta de la casa.
No pasan ni dos minutos cuando entra a mi cuarto sin tocar siquiera. Le
da una que otra broma a Ethan y por primera vez, después de tantos meses y
problemas los escucho conversar como esos "mejores amigos" que decían
ser.
Me terminan ignorando y Nathan se roba a mi novio y lo lleva a su
habitación.
Me alegro, verlos así me alivia aún más, pero nunca le he preguntado a
ninguno qué fue lo que realmente hablaron para que mi hermano aceptara lo
nuestro.
Aprovecho el tiempo para desempacar la poca ropa que hemos traído y
para mirar largo rato los bolsos de comida que mamá solía regalarme
cuando era una niña, los conservo todos. No importa la verdad que
descubrimos, tenerla aquí, con nosotros, sería el mayor de los privilegios.
Mis pensamientos melancólicos son interrumpidos cuando Nathan y
Ethan vuelven a aparecer y me informan que nos vamos de fiesta los cuatro.
Son vacaciones, son días normales, ¡diversión! Emocionada me cambio de
atuendo y Ethan me observa todo el tiempo desde la cama. Me recuerda que
le debo un premio, yo le digo que será luego y hace más pucheros que un
niño regañado.
Mi dulce hermano nos convence de ir al bar al que solíamos ir cuando
estábamos en la escuela. Quiero sacarle los ojos porque la única razón por
la cual siempre me dejaban entrar a ese bar sin tener la edad reglamentaria,
era que el tipo de la entrada y yo nos besábamos en un callejón como pase.
No muy inocente de mi parte, ¿cierto? Su nombre es Jason y era cinco años
mayor que yo.
Mientras subimos al auto que Paul nos ha prestado, le pido al cielo que
Jason ya no trabaje ahí. Norma y Nathan se ríen todo el camino y sus risas
se alteran cuando llegamos al bar y Jason sigue en su antiguo trabajo. ¡No!
Pienso seriamente en contarle todo a Ethan antes de dar un paso más, sin
embargo, me quedo callada y camino a su lado.
Jason saluda a Nathan como si son los mejores amigos del mundo, le
muestra una sonrisa amable a Norma. Sus ojos viajan hasta mí y me aferro
al brazo de Ethan. ¿Es mucho pedirle al cielo que mi neurótico novio se
tome todo como una enorme y fantástica broma de adolescencia? Sí, es
muchísimo pedir eso. Ya qué, aquí vamos.
—Pero mira nada más quién ha vuelto, la chica que da los mejores besos
de todo Portland. —Miro rápidamente a Ethan. Su ceño ya está fruncido y
se muerde el labio. ¡Por favor una escena de celos no!
—¿Qué has dicho? —contesta Ethan y asesino con los ojos a Nathan.
—Lo siento, amigo. Blair se divertía mucho cuando era una adolescente.
—Jason no lo dice con alguna mala intención, pero Ethan se toma todo con
mala intención cuando se trata de mí—. ¿Vas a darme otro besito para
entrar hoy?
Trágame tierra. ¿Tenía que decir eso? No tengo ni que ver a Ethan para
saber que está por saltarle encima.
—¿Qué tal si te rompo la nariz y nos dejas pasar? —lo amenaza Ethan.
—Por favor, Ethan —le suplico aferrando ambas manos en su brazo.
Jason comprende que el chico que lo mira con cara de matón es mi pareja y
al menos hay alguien razonable, sube las manos en modo de disculpa.
—Solo está jugando —interviene Nathan.
—Claro, pasen —agrega Jason evidentemente nervioso. ¿Quién no lo
estaría? A Ethan le está por explotar la cabeza, tiene la cara enrojecida, lo
juro. Siempre exagera tanto.
Tengo que tirar de su mano para que se mueva de una vez y entremos al
bar.
—Estoy furioso —susurra en mi oreja mientras caminamos en busca de
un lugar.
No pierdo mi tiempo dando explicaciones, me pongo de puntillas y lo
beso con ganas. A él le importa un rábano que estemos en un lugar público,
me toma con propiedad de la cintura y su lengua me saborea toda.
—No seas gruñón hoy, es una tontería de mi pasado.
—De acuerdo —refunfuña sin estar precisamente de acuerdo. Buscamos
una mesa vacía, no hay ninguna y terminamos en la barra, solo hay dos
asientos, el lugar está a reventar. Norma y yo los ocupamos, nuestros novios
están detrás protegiéndonos de que ningún ebrio se nos acerquen, son unos
paranoicos. Las chicas escogemos los tragos y después de tres ya me siento
mareada.
El Whisky en las rocas no fue muy buena idea, aunque estoy mareada,
me siento relajada. Estar lejos de Los Ángeles está haciendo que recuerde lo
que es vivir sin tensión.
—Esto es realmente curioso, yo soy la mejor amiga de Blair y soy la
novia de su hermano. —Al oír decir eso a mi amiga grito como una loca,
oficialmente han vuelto a estar juntos. Me lleno tanto de euforia que me le
lanzo encima a ambos y Ethan tiene que sostenerme para que no haga el
ridículo y caiga de bruces.
—Ethan es el mejor amigo de Nathan —prosigue riéndose—, y es el
novio de su hermana, somos como un cuarteto de súper amigos —habla con
la voz entorpecida. Los cuatro asentimos. Tiene razón.
El volumen de la música explota en mis oídos y yo subo las manos
cuando suena una canción que Norma y yo solíamos bailar cuando teníamos
dieciséis en este mismo bar. Tomo de la mano a Ethan y nos unimos a las
personas que bailan en el único lugar en donde no hay mesas.
Muevo mis caderas al ritmo de la música, doy un pequeño giro cerrando
los ojos con las manos hacia arriba. Me acerco a Ethan y beso la comisura
de sus labios, nos dejamos llevar por el sonido y la felicidad que provoca
tener una noche libre, calma, cotidiana. Solo somos dos jóvenes bailando y
seduciéndose, no hay nada de lo que nos distrae en Los Ángeles.
Pongo mis manos en su cuello y él toma mi trasero, olvidándose de que
Nathan está solo a unos metros, puede que ya no se oponga a lo nuestro,
pero eso no significa que esté listo para este tipo de caricias públicas.
—Recuerdo cuando tenía que contenerme, ahora puedo tocarte cuando
se me antoje —habla fuerte por la música.
—Yo también puedo tocarte —digo tomando su trasero, asustándolo un
poco. Se suelta a reír por mi arranque y niega con su cabeza. Tonteamos
tanto, ser normales es divertido.
Cinco canciones después necesito sentarme, erróneamente seguimos
bebiendo hasta que levanto la bandera de la paz y regresamos a casa. Antes
de entrar abrazo a Norma. Con todo lo que ha sucedido no solemos pasar
mucho tiempo a solas y quiero recordarle lo importante que es para mí.
—Te quiero, no lo olvides.
—Yo te quiero más. —Está tan borracha que se deja caer sobre mí y
Nathan la sube al auto nuevamente y se la lleva, tiene que dejarla en casa.
Sus padres son algo conservadores.
Ethan abre la puerta por mí, ya que he fallado en dos ocasiones y me ha
quitado la llave de las manos, tropiezo con el primer escalón y me toma en
brazos. Pongo mi rostro en su pecho más allá de gustosa y cómoda y me
dedico a escuchar el latido de su corazón, mi sonido favorito en el mundo.
Entramos a mi habitación y me recuesta con delicadeza sobre la cama,
quita mis zapatos y mi pantalón junto con mi camisa y mi sostén, sabe que
odio dormir con mis pechos apretados por el maldito sujetador. Me pone
una de sus camisetas y se acuesta a mi lado.
—¿Sabes qué odio de los bares, las discotecas y las fiestas en
fraternidades?
—¿Que siempre terminas totalmente ebria?
—Eres un tonto. No, lo que más odio es que nunca suena alguna canción
lenta, con la que puedas fantasear que, sin importar qué esté pasando
alrededor, los tres minutos que dura la canción todo es perfecto.
—Creo que la romántica empedernida eres tú. Me quedo callada porque
quizás hay dos románticos empedernidos. Él es escritor y yo la que sueña
despierta. Ante mi silencio y el de él creo que es hora de que me deje
vencer por mi ebriedad y dormirme, pero se aclara la garganta y gira hacia
mí.
—¿Cuál es tu canción favorita? —indaga.
—¿Por qué?
—Solo dímela, pequeña.
—Hunger de Ross Copperman —contesto arrastrando las palabras.
Ethan se pone de pie, coge su teléfono y teclea algo. La luz que sale de
su móvil me molesta y arrugo el rostro.
—Hay una variedad de opciones, pero voy a apostar por esta. —Habla
para sí mismo y cuando escucho sonar mi canción favorita, abro los ojos sin
poder creerlo—. ¿Bailas conmigo?
—¿Lo dices en serio?
—Todo lo que respecta a ti es lo más serio de mi vida. ¿Me concedes
esta pieza? —extiende su mano que enseguida acepto.
Me saca de la cama, sigo mareada y aun así no puedo evitar sentirme
sensible y emocional. Acomoda mis manos en su cuello y rodea mi cintura.
Algunos escalofríos me recorren de pies a cabeza.
Nos movemos de forma lenta y pausada. Esa canción me ha gustado por
años y nunca había sentido tan real la letra, tan viva, tan yo.
Estoy tan hambrienta por Ethan Johnson, amo cada cosa que hace, que
dice, que piensa, lo amo cuando es esta clase de caballero moderno y
cuando tiene que apuntarle a alguien frente a mí.
Mi deseo de una vida mejor para él, para mí, para todos no me hace
dudar ni un segundo del amor y todo ese fuego que hay en mí para él.
—Deseo cumplido, aunque no estamos en ninguna fraternidad, bar o
discoteca y no solo estamos fantaseando, un día estaremos en una casa
nuestra, bailando cada noche lejos de todo lo que un día creímos que no
podríamos abandonar —me habla bajito. Las lágrimas escuecen mis ojos.
Lo abrazo completamente.
—¿Cómo es que puedes ser tan tierno y ser capaz de matar a alguien,
Ethan? —Se supone que este viaje es para olvidar toda la mierda que nos
rodea y no puedo guardarme la pregunta. No cuando descubro la forma casi
irracional en la que lo amo.
—Porque este es quien realmente soy. Sacas lo mejor de mí, estar
contigo me hace creer que no estoy hundido en la oscuridad. La razón por la
cual nunca había tenido una novia, no es por ser un mujeriego. En realidad,
es porque durante todos esos años no había encontrado una razón para
pelear por una vida diferente y tú te has convertido en eso, Blair.
Se separa y toma mi mano para hacerme girar cuando la canción está por
terminar y vuelvo a sus brazos. En un cuarto, descalzos, casi desnudos, en
la oscuridad de la noche y totalmente ebrios he vivido los tres minutos y
veintiséis segundos más perfectos de mi vida. Creo firmemente que vamos
a salir de esto, juntos.
CAPÍTULO 36

VOLVIENDO A LA REALIDAD

A penas sale el sol la sienes me martirizan sin parar, al menos que


Ethan sea lo primero que veo me reconforta mucho. Si ayer me
sentía relajada, hoy me siento en las nubes.
Sus palabras aún retumban en mi cabeza.
Puedo vernos bailando a centímetros de mi cama, sellando una especie
de promesa que espero logremos cumplir.
Hoy es Acción De Gracias y trato de ignorar mi evidente resaca, poner
mi mejor cara para que cuando el hombre del que estoy totalmente
enamorada despierte, no note lo triste que estoy realmente por el
cumplimiento de un año más del fallecimiento de mis padres.
Hoy que lo sé todo, este año en particular veo las cosas desde otra
perspectiva, antes pensaba que la vida era muy injusta, que debió
permitirnos a mi hermano y a mí tener a nuestros padres al menos hasta la
juventud, cuando ya se está preparado para enfrentar la vida solos, pero
ahora solo puedo enfocarme en qué motivos habrá tenido ese tal Petroski
para matar a mis padres, si mis padres trabajan para González de manera
casi anónima, ¿por qué los asesinaron?
No se me había ocurrido que quizás Nathan tenga aún más información
que la que me ha dado y por eso le ha costado tanto abandonar sus deseos
de venganza.
Tengo que detener toda la novela que se está creando en mi cabeza
cuando Ethan se despierta.
—Bueno días mi pequeña borrachita —me molesta y me da un beso en
la punta de la nariz.
—Estoy de maravilla —finjo que no me duele la cabeza, que no muero
de sed y tampoco necesito una ducha urgente.
—¿Sí?
—Sí.
—Bueno, entonces no habrá problema con que te de unos merecidos
buenos días —comenta antes de buscar apresurado un preservativo entre
sus cosas y lanzárseme encima.
Mis piernas se separan ligeramente, en cuanto bombea y se hunde
completamente en mí me humedezco como si fueran automáticas las
reacciones que produce en mí, mis pezones se endurecen, los músculos de
mi cadera y mi vientre se relajan y disfruto de cada vez que su miembro
entra completo, endurecido y potente en mí. Estos buenos días quisiera
tenerlos a diario.
Sus movimientos son pausados, no hay prisas hoy ni tampoco
enloquecemos, nos movemos con tranquilidad pura, soy consciente de cada
intromisión, de la forma en la que su miembro separa las paredes de mi
sexo poco a poco hasta llegar a lugares que me nublan la vista y aceleran las
palpitaciones de mi corazón.
Esos círculos tan precisos que traza en mi interior solo hacen que la
excitación crezca y la humedad aumente, me apoyo en su espalda y de un
segundo a otro me ubica de costado, con mi espalda pegada en su pecho que
sube y baja rápidamente, mi trasero impacta con su cuerpo cada vez que
llega otra embestida y su mano presiona mi pierna libre.
Cruzo mi brazo detrás de su cabeza y eso le da lugar suficiente para
tomar con su boca uno de mis pechos y lamerlo hasta el cansancio, mientras
que su mano deja tranquila mi pierna y busca en medio de mi sexo el punto
que puede llevarme a la locura, lo presiona con su dedo, le da pequeños
pellizcos para luego transportarme al éxtasis con la forma en la que lo
masajea a profundidad. El desahogo llega pronto para ambos.
En cuanto me libera de todas las formas, giro hacia él y lo abrazo. No es
que esté loca o la resaca esté afectando mi manera de actuar o puede que
quizás sea eso, pero de pronto, justo en el momento en el que ha
abandonado mi interior, he sentido una sensación de abandono demasiado
extraña, como una especie de mal presentimiento mezclado con una tristeza
que no tiene razón de ser, al menos no ahora.
Él me envuelve enseguida y acaricia mi cabello, no sé si note la
desesperación con la que mi cuerpo se pega al suyo y la manera en la que
mis manos se aferran a su piel.
—¿Qué pasa? —dice finalmente—. ¿He hecho algo mal? ¿No te ha
gustado algo?
—Siempre me gusta todo lo que me haces.
—¿Entonces qué sucede? Mírame —me pide y lo hago aunque con
vergüenza porque tengo los ojos ligeramente húmedos.
—Es una tontería.
—Dímela.
—Es solo que he sentido miedo.
—¿Miedo?
Asiento.
—Miedo de perderte. No sé, no hemos estado juntos por tanto tiempo
pero lo que siento por ti es demasiado grande, demasiado intenso, tengo una
fe ciega en ti Ethan, no quiero terminar con el corazón roto. Ya he perdido a
demasiadas personas, ¿me entiendes? Quizás es solo que mis padres
cumplen años de fallecidos. No me hagas caso.
—Blair, las cosas no serán fáciles. Pero serán posibles, yo haré que todo
sea posible.
—Si alguna vez, si cualquier cosa que intentes pone en peligro tu vida,
por favor déjalo estar —le pido.
—No voy a permitir que me maten, eso me alejaría de ti para siempre y
yo ya no estoy dispuesto a separarme de ti, te quiero en mi vida, pequeña, te
quiero de forma permanente hasta que tú así lo decidas e incluso entonces
me las ingeniaré para mantenerte conmigo. Por favor no estés triste, vamos
a pasar bien este día, recordaremos a tus padres de una forma diferente, ¿te
parece?
—Me parece.
Yo me ducho antes que él, y aprovecho el tiempo que él tarda en la
ducha para llamar a Norma y pedirle que cuide de mi chico cara dura un
rato, al principio estoy convencida de que su respuesta será negativa, Ethan
y ella no son los mejores amigos del mundo, pero finalmente accede.
Nathan y yo haremos lo mismo de todos los años; compramos el
desayuno, vamos al cementerio y dejamos los recipientes ahí como si papá
y mamá fuesen a comerlo. Era su festividad favorita, decían que siempre
hay algo por lo cual estar agradecido, incluso cuando te parece que nada
bueno está pasando en tu vida.
La mayoría de las personas lo encuentran raro y hasta perturbador. Me
gustaría mucho llevar a Ethan, pero es algo tan íntimo que mi hermano me
ha pedido que no lo incluya. Se lo explico y lo comprende. Norma lo
llevará a desayunar a nuestra cafetería favorita.
Durante el camino me pregunto si mis padres están orgullosos de la
dirección que está tomando mi vida y la de Nathan.
He intentado minimizar cada ocasión en la que he estado en peligro, he
querido creer que cuando volvamos a Los Ángeles todo se va a solucionar.
¿Papá y mamá esperaban que un día formáramos parte de su mundo como
Kim y sus padres? ¿Odiarían vernos rodeados de la mafia? ¿Alguna vez
pensaron en salirse? Hay tantas jodidas preguntas en mi mente.
—¿Alguna vez te has preguntado qué nos dirían papá y mamá si
pudieran ver la forma en la que terminamos dentro de su mundo? —le
pregunto a mi hermano mientras acomodo las flores que hemos traído y la
comida.
—Supongo que en algún punto ese pequeño mundo en donde eran
simples abogados se les caería y tendrían que decirnos la verdad. Siendo
honesto no sé si nos lo hubieran dicho para apartarnos o para integrarnos.
—Yo no creo que de pronto nos revelaran que tenía doble vida y que
querían enseñarnos el negocio. Nuestros padres no eran así, quiero pensar
que no —digo un tanto molesta.
—Blair, te ha quedado claro que hay muchas cosas que te pueden hacer
para obligarte a quedarte, pero para entrar... para eso solo necesitas conocer
a las personas indicadas. Papá y mamá decidieron ser delincuentes y a veces
me lleno de rabia y no sé ni para qué es que quería vengarlos.
—¿Sabes por qué los mataron? —decido preguntar al fin.
—Según González, Petroski quería que trabajaran para él, tenían
muchísima información de González, demasiada. Nuestros padres se
negaron y lo demás ya lo sabes. Ojalá siguieran aquí para que nos aclararan
tantas cosas.
—Ya.
—De alguna forma yo me empeñé en echarle la culpa a Ethan de todo lo
que estaba pasando, hasta que entendí que si había culpables eran nuestros
padres, fue gracias a ellos que supe de González, fue por ellos que al
escuchar a Ethan hablarme de su mundo y de su jefe me quedé en la
fraternidad y busqué a ese hombre, fue por ese motivo que terminé
trabajando para él con el afán de vengarme y no pensé realmente en lo que
pasaría si tú llegabas a la universidad, a L.A, a la fraternidad.
—¿Por eso es por lo que dejaste atrás tus diferencias con Ethan y nuestra
relación? No habíamos tenido tiempo de hablar, pero me sorprendió mucho
que de la noche a la mañana aceptaras lo nuestro.
—En realidad el tipo se me acercó con aire de príncipe y me dio un
discurso sobre lo mucho que te ama.
—Estás bromeando, ¿cierto?
—No. Sí que me reí de él con toda su cursilería, pero creo que hasta el
más testarudo hubiera sentido algún tipo de agradecimiento por alguien que
siente tanto por mi hermana. De verdad, Blair, ese hijo de puta está
dispuesto a recibir cien mil disparos por ti, está dispuesto a traicionar al
hombre que maneja todo L.A por ti, quiere protegerte, y si alguien puede
ayudarme a proteger a mi enana favorita, entonces no me queda más que
aceptar su amorío.
—No es un amorío...
—Ya sé, es amor profundo y verdadero y real y todas esas estupideces.
Ya me lo dijo él. A pesar de la situación le dejé muy claro que si te veo
llorando por su culpa el que le dará cien mil balazos soy yo.
—Te quiero mucho, Nathan.
—Y yo a ti, enana. Pero debo decirte algo que Ethan no se atreve a
decirte, nadie deja la mafia vivo. Nadie. Y quiero que estés preparada para
lo que vendrá porque solo tenemos dos caminos, o nos quedamos dentro
hasta morir o morimos en el intento de salir.
—Ya lo sé Nathan.
—No, no lo sabes. Cuando tengas que tomar una decisión espero que al
menos tú tomes la correcta, que pienses en que apenas estás iniciando tu
universidad, que está en riesgo tu futuro, todos tus planes, tus sueños. Blair,
puedes estudiar y terminar tu carrera, puedes encontrar un trabajo en un
bufete pijo, de esos en los que añoras trabajar, pero si pasa el tiempo y dejas
de ser la noviecita de Ethan para convertirte en su compañera de vida, en la
mujer de un narcotraficante...
—Nathan...
—Tienes que saber que ahí, ya no habrá retorno —continúa—, que
tendrás una vida con lujos, viajes, seguridad, lo que quieras, y hasta tu
propio bufete, no dudo que Ethan te baje el cielo, pero a cambio de esperar
cada noche la noticia de que lo han matado, de que han secuestrado a tus
hijos. Enterrar a tus seres queridos será cuestión de rutina y tarde o
temprano terminarás involucrada de otras formas.
Conocerás verdaderamente a la mafia y tu vida puede que sea tranquila
hasta que colapse como sucede con todos y cada uno de los mafiosos en la
historia.
No digo nada cuando por fin termina su advertencia, me queda claro que
ha aceptado mi relación con su mejor amigo porque no hay forma de
separarnos, porque Ethan se ha sincerado con él, pero mi hermano
prácticamente tiene muy pocas esperanzas de que encontremos la libertad.
Regresamos a casa y Ethan ha vuelto diez minutos antes, Norma y él aún
están en la sala hablando con tía Lili de la cena de esta noche y yo no les
presto atención. Lo primero que hago es llevarme a Ethan a la habitación,
después de esa conversación con Nathan se me ha ocurrido algo totalmente
distorsionado.
Eso de que somos fanáticos de lo prohibido resulta ser bastante cierto y
aunque algunas personas encuentren mi relación extremadamente
incoherente, yo lucharé por nuestro amor y no me daré por vencida. Hay
una frase que siempre mantengo presente en mi cabeza cuando quiero tomar
decisiones importantes o más bien desesperadas: "Para lograr ciertas cosas
tendrás que sacrificar otras".
—¿Cuántas posibilidades hay realmente de que salgas de esto vivo? —
pregunto directo y con firmeza.
Ya sé lo repetitivo que es todo esto; mis pensamientos, mis cambios
repentinos, mis cuestionamientos, las reflexiones y la valentía que se vuelve
miedo y luego valentía otra vez, que es un tema que de diversas formas
hemos abordado desde que soy consciente de su existencia, pero, siempre
terminamos hablando entre las ramas, no con la crudeza que requiere.
—No quiero hablar de esto, Blair. Yo encontraré la manera. ¿Por qué me
lo preguntas? No seas caprichosa —suena molesto, debería callarme la boca
y no puedo.
—Contesta Ethan, dime ¿cuántas posibilidades hay? —le exijo y me da
la espalda.
—Quizás no haya ninguna —responde al fin y muerdo mis labios. Esto
también era un secreto a voces, pero escucharlo de él me rompe.
—¡Las hay o no las hay! —insisto.
—No las hay —decide contestarme—, de la mafia solo se sale muerto.
Pequeños temblores atacan mi cuerpo y oculto mi rostro con mis manos.
No quiero quebrarme, no frente a él, no cuando no ha pasado nada... aún.
Me toma entre sus brazos y quita las manos de mi rostro.
—¿Por qué quieres arruinar nuestras vacaciones? Voy a encontrar una
manera, te lo prometo.
—¿Podemos huir? ¿Irnos lejos? Sé que suena a locura y como mi
antiguo plan, muy de telenovela, pero...
—Pequeña...
—He tenido una conversación franca con mi hermano, huyamos.
Podemos escondernos en el pueblo más lejano de Los Ángeles. Podemos
brincar de ciudad en ciudad, hasta que se olviden de ti, sé que tenemos poco
tiempo juntos, pero yo estoy dispuesta a hacerlo si tú me lo pides. Nathan
tendría que hacer lo mismo y Norma y...
—Y toda tu familia, y la familia de Norma. Esto es más grave de lo que
crees. ¿Dejarás tus estudios? ¿Abandonarás a tu tía? ¿Echarás a la basura
tus sueños, tus metas? ¿Pasarás el resto de tu vida escapando? Esa no es
vida.
—¡No quiero que mueras! No quiero que muera nadie más. Prefiero
llevar una vida así que vivir sabiendo que jamás volveré a verte.
Niega con su cabeza y se pasa con sofocación los dedos por el pelo.
—No entremos en esa clase de detalles porque entonces empiezo a
cuestionarme qué tan egoísta soy por tenerte a mi lado y todas las cosas y
cambios y problemas que estoy generándote se apoderan de mi mente y me
dan ganas de irme y dejarte vivir en paz. Voy a hacer todo lo que esté en
mis manos para que nadie salga lastimado. Ahora cámbiate y lávate el
rostro. Baja cuando te sientas mejor, yo ayudaré a tu tía a organizar todo y
le diré que te duele la cabeza. Vamos a disfrutar de la cena.
Me quedo inerte, soy una loca, totalmente, una tonta. Me quedo viendo
la puerta por la cual Ethan se ha marchado y tengo que tomarme más de
media hora para recomponerme.
Me ducho nuevamente y ni siquiera bajo a almorzar, desde aquí escucho
risas, chistes y bromas.
Él está actuando con normalidad y yo estoy aquí hundiéndome en
hipótesis.
Le doy un golpe al colchón y cuando veo que ya está iniciando a
ocultarse el sol, cambio mi pijama por un delicado vestido rojo oscuro de
terciopelo, con mangas y escote en la espalda, trae una pequeña cinta negra
en la cintura. Los padres de Norma vendrán a cenar con nosotros y Nathan
quiere que demos la mejor de las impresiones como si no nos conocieran
desde que nos salió el primer diente.
Incluso nuestra tía ha aceptado comportarse. No los aprecia desde que
sugirieron que era muy joven para hacerse cargo de dos niños y que ellos
serían excelentes padres adoptivos. Bajo las escaleras de dos en dos y me
quedo cerca de la entrada a la cocina observando la mesa. Luce preciosa.
A las ocho en punto el timbre suena, abro la puerta y Norma con sus
padres han llegado, han traído el postre y es grato verlos. Eran los mejores
amigos de mis padres, de alguna forma al abrazarlos a ellos fantaseo con
que es a mis padres a quienes abrazo. Y por muy loco que suene, pienso en
si ellos también fueron timados por mis padres o sabían algo y por eso se
empeñaban tanto en hacerse cargo de nuestra educación para alejarnos
completamente de mi familia o lo único que queda de ella.
—¡Qué linda estás, Blair!
—Gracias, Ester —contesto—. ¿Cómo estás, Dani?
—Encantado de verte y preocupado por la relación de mi hija con tu
hermano —se ríe, solo está bromeando. Nathan me ha dicho que amaron la
noticia.
—Los Moore —dice Lili con la voz un poco extraña. Tengo que decirle
a Paul que no le dé más vino.
—Hola, Lili —responde Ester.
—Bienvenidos, están en su casa —salva la situación Paul.
Después de alejar la botella de vino de Lili y cruzar los dedos para que
no diga nada embarazoso, Ethan y yo seguimos sin dirigirnos la palabra.
Quiero entender por qué ninguno dice nada y es simplemente imposible.
¿Por qué no me habla?, ¿por qué no le hablo? Nos dedicamos a escuchar las
conversaciones de los demás y nos ignoramos.
Me estoy desesperando, ni siquiera me mira.
Nathan también está tenso y quiero pensar que se debe a la presencia de
los Moore y no a alguna situación en particular que me estén ocultando.
—Se nos ha acabado el vino, voy por otra botella —comenta Paul, no
hemos dado las gracias y el vino se ha terminado.
—Yo iré —interrumpo a Paul.
Entro a la cocina, saco el vino y pego mi frente a la nevera. Odio esta
tensión entre nosotros, sobre todo porque pretendía que viviera al máximo
esta tradición. Suelto un suspiro lamentándome y al siguiente segundo
siento sus labios en mi cuello. Dejo el vino cerca de la estufa y giro para
quedar frente a él. Junta nuestras frentes y cierra los ojos, rozo sus labios y
cuando entran en contacto me sube en la encimera y sus manos se pierden
debajo de mi vestido. El beso inicia despacio y de pronto nos olvidamos del
lugar en el que estamos, tira de mi cabello y muerdo sus labios. Su lengua
se mueve en sincronía con la mía. Nuestra respiración se altera y miro que
está desabrochando su pantalón. Escucho las risas provenientes del
comedor. Estamos tan cerca de todas esas personas y el deseo es tan
profundo que no me importa.
—Ethan, ¿qué haces? —logro preguntar cuando hace a un lado mi
braga.
—Te hago mía.
—Me has ignorado toda la noche —le reclamo, no debería.
—A veces soy un idiota, Blair.
Pone sus manos en mi trasero y me empuja hacia adelante, su miembro
entra completamente y muerdo mi lengua para evitar gemir, nos miramos
fijamente mientras su virilidad me invade. Mi teléfono decide vibrar
descontrolado sobre la encimera y maldigo. Ethan no me permite contestar.
Después de tres llamadas perdidas se da por vencido y toma mi teléfono,
se sorprende al mirar el nombre de Mateo en la pantalla, me devuelve mi
teléfono molesto, no quiero una escena de celos justamente ahora. Además,
es Mateo.
—Hola, Mateo no es un buen momento.
—¡Salgan ahora mismo de tu casa! —me grita.
—No te entiendo.
—Han robado dos contenedores llenos de cocaína, es mucho dinero. Mi
padre se ha puesto furioso porque Ethan tenía que asegurar esa mercancía y
se ha ido a Portland contigo a aparentar ser el novio perfecto. Ha dejado el
trabajo tirado, Blair. No sé qué pretenda mi padre.
—Gracias, Mateo —termino la llamada. El corazón va a salirse de mi
cuerpo y cuando intento hablar Ethan me quita el celular y lo aprieta con
fuerza. Lo pone con fuerza sobre la encimera y creo que ha quebrado la
pantalla.
—Ya me estoy cansando de esa amistad tuya con Mateo.
—Ethan, escúchame —le pido bajando de la encimera y tomando mi
teléfono.
—No, no quiero escucharte, ¿me quieres volver loco? Es demasiado, la
puta droga, tener que cuidarte todo el tiempo y encima lidiar con
desconocer las verdaderas intenciones de Mateo. No hables con él, ya basta.
—Me ha llamado para ayudarnos, Ethan. González está aquí, en
Portland, robaron los contenedores de cocaína. ¿Por qué no me dijiste que
tenías que entregar esa mierda? —exploto—. Aquí están los padres de
Norma, mi tía y su novio.
—Porque quería regalarte un maldito fin de semana normal.
—Toma la botella de vino y la estrella contra la pared. En un par de
segundos tenemos público.
Volteo a ver a todos, me miran esperando una explicación. No tengo un
plan para esto, tomo a Norma del brazo y salgo de la cocina sin importar
que mis acciones solo alteren aún más a los demás.
—Saca a tus padres de aquí, ahora. González puede aparecer en
cualquier momento.
—¿Qué? No, no, no. —Norma no me ayuda cuando se pone así.
—Norma, ayúdame. Sé que eres la que menos está de acuerdo con todo
esto y lamento arruinar este día para ti de esta forma, solo ayúdame. No
podemos involucrar a nadie más.
Apenas y asiente y sale disparada hacia sus padres.
Ethan trata de explicar lo que sucedió en la cocina, puedo escuchar su
voz ronca y alterada mientras subo a la habitación y empaco lo poco que
habíamos sacado del equipaje. Me miro en el espejo que cuelga en mi
puerta y me repito un par de veces que puedo con esto. Puedo salir de la
casa y poner a salvo a mis seres queridos.
—¿Por qué estás bajando tu equipaje? —Me pregunta mi tía al regresar
al primer piso.
—Nos tenemos que ir, ha fallecido un familiar de Ethan. —Últimamente
las mentiras se me dan muy bien.
Soy una cobarde, dejar sola a Lili no es la mejor opción. De algún modo
creo que González no le hará nada si no nos encuentra aquí. El timbre suena
y la paranoia se instala en mí, casi he gritado que no abran la puerta y Ethan
y Nathan intercambian miradas que dicen más que mil palabras.
Paul se dirige hasta la entrada y abre, desde esta distancia no logro
divisar de quién se trata. Los padres de Norma siguen aquí y contengo mi
respiración cuando Paul abre por completo y González nos observa a todos.
—Espero no interrumpir.
CAPÍTULO 37

EN GUERRA AVISADA NO MUERE SOLDADO

L a mano que sostiene el equipaje inicia a temblarme de una forma tan


descontrolada que se me cae hacia el piso y el sonido que explota en
mi cabeza y la de los demás nos hace reaccionar a todos, o al menos
a Ethan quien rápidamente parece hacerse cargo de esta situación tratando
de comunicarse conmigo a través de su mirada, sé que me está pidiendo a
gritos mentalmente que guarde la compostura y conserve la calma y que a
Nathan le ha dado alguna orden sin siquiera abrir la boca porque mi
hermano asiente y me mira de soslayo.
Se acerca a González como si nada estuviera pasando, él lo esquiva y
camina hacia Lilí. El hombre luce impecable de pies a cabeza con su traje
demasiado elegante y de tres piezas, sin corbata y esas zapatillas que brillan
a kilómetros de distancia.
No es hasta este momento que entiendo bien a qué se refería Ethan
cuando me dijo que los narcotraficantes como González fingen ser personas
decentes y tienen negocios legales que cubren sus verdaderas acciones, si
bien la noche que lo conocí en la comisaría pensé de inmediato que no era
normal llevar tanta seguridad y esas camionetas tan llamativas, debo
confesar que, tampoco grita a los cuatro vientos que es un mafioso, más
bien parece un hombre de negocios.
Hemos sido unos estúpidos al creer que podríamos tener unos días
normales. Hemos sido unos soberados idiotas si creíamos que podíamos
jugar a la pareja común y cotidiana.
—Usted debe ser la adorable tía Lili y tú debes ser Paul, un placer
conocer a las personas que terminaron de educar a la dulce Blair, la conocí
no hace mucho, trae muy emocionado a Ethan. —Hay tanto sarcasmo en
sus palabras que estoy a punto de gritar y pedirle que se largue de mi casa.
—¿Usted es el padre de Ethan? —pregunta Paul. Mi tía está muy ebria
para articular palabras. González nos dedica otra de sus miradas antes de
contestar aún con mayor sarcasmo.
—Sí, lo soy. Bueno, lo he adoptado y he tratado de educarlo lo mejor
que he podido, pero imagino que saben lo difícil que es tratar con
jovencitos desubicados.
—¿Podemos hablar afuera, Arnold? —le pide Ethan con la voz tensa.
—Claro, hijo. Siento mucho haberles arruinado el festejo —se disculpa
falsamente.
—Lamento el fallecimiento de su familiar —suelta mi tía. González no
puede saber que he dicho eso hace solo minutos, sin embargo, sonríe con
más ánimo.
—Gracias. Eleanor era como una hija para mí. Blair y ella eran muy
amigas, supongo que nos acompañas, ¿cierto? —eso está dirigido
exclusivamente hacia mí.
—No, ella se queda aquí con su familia —interviene Ethan con las
manos vueltas puños.
—Está bien, puedo ir —respondo. Claro que no quiero ir, mucho menos
con ese hombre, pero si me niego, si Ethan sigue haciéndolo, es probable
que se quite esa fachada de buen tipo y diga frente a todos lo que ha venido
a decir o peor aún, lo que ha venido a hacer. Las piernas me tiemblan un
poco cuando doy un paso hacia ellos.
—No, Blair. Quédate —me pide Norma y todos comienzan a
incomodarse, es más que obvio que algo está ocurriendo.
—Blair, por favor —insiste Ethan.
—Sé que es Acción De Gracias y nuevamente lamento mucho
interrumpir su festividad. Si quieres quedarte hazlo, pequeña, tú no tienes la
culpa de que la muerte sea tan embustera, hoy estamos aquí y en cinco
minutos no, ¿no es cierto?
Esas palabras empeoran un poco el ambiente, pues dudo mucho que mi
familia o la de Norma lo comprenda, pero yo sí que lo he comprendido. Si
no salgo, nos matará a todos, por eso la muerte es embustera y tiene razón.
Lo es. Giro hacia mi tía y me despido de ella.
—Volveré en Navidad, te lo prometo —le aseguro. La voz se me quiebra
y la abrazo con la absurda pero lógica idea de que quizás no vuelva en
navidad.
—Blair... —me llama Ethan.
—No pasa nada, anda, lleva la maleta —hablo más segura y niega con la
cabeza—. Ethan, lleva la maleta... por favor —susurro.
Mi novio sale furioso de la casa, sabe que no hay mucho que pueda
hacer para evitar que vaya. Nathan intenta detenerme cuando estoy cerca de
la puerta.
—No vayas, Ethan lo convencerá, estoy seguro. Quédate, hermana,
quédate.
—Nathan, por favor. Haz que esto parezca normal, yo voy a llamarlos
cuando estemos... a salvo...
—No estarás a salvo, por Dios, no te vayas con González, si no te
vuelvo a ver viva no me lo perdonaría nunca. Iré yo, ¿bien? Iré yo, entra a
casa, cierra bajo llave y llama a emergencias, dile todo a tía Lili, también he
entendido la amenaza, en cinco minutos nos atacarán si no te vas con ellos.
—Nathan, me has cuidado desde que papá y mamá murieron, déjame
hacer esto. Es González, me quiere a mí y sé que Ethan no dejará que nada
me pase, por favor, quédate aquí. En cuanto pueda llamaré.
—Hermanita... —se le llenan los ojos de lágrimas—. No puedo dejar
que te hagan daño. Papá jamás me lo perdonaría.
—Papá estaría orgulloso de ti. Volveremos a vernos Nathan, te lo
prometo.
Suelto sus manos y un tipo totalmente desconocido para mí interrumpe
nuestra conversación y quizás despedida. Presiona mi brazo izquierdo y
aunque ha hecho su mejor esfuerzo para no obligarme a caminar, me ha
dado pequeños empujones para que lo haga. Afuera hay tres autos negros,
todas las personas que cuidan y protegen a González están rodeándolos.
Supongo que el de en medio es en el que ya se ha subido Arnold, porque
es donde Ethan espera por mí. No me cabe la menor duda de que si pudiera
hacer algo, ya lo habría hecho. No tardo nada en descubrir que todos estos
hombres están armados. Ethan abre la puerta y me deja entrar primero. La
sonrisa que Arnold tiene en sus labios provoca golpearle el rostro hasta
desfigurarlo.
Me extiende un trago que no acepto y al ver su rostro molesto, Ethan lo
toma por mí. Nadie habla mientras estamos en el auto. Quiero hacer tantas
preguntas y sé que él, al igual que yo también necesita saber de qué va todo
esto. ¿Por qué venir hasta Portland, a mi casa, obligarnos a ir con él y
quedarse callado cuando ya nos tiene a su merced?
Diviso el aeropuerto cuando estamos a unas cuadras y aprieto la mano
de Ethan. Sigo sin saber exactamente qué es lo que hará, pero saber que
entraremos a un lugar tan público y transitado al menos alimenta mi
esperanza de que no nos matará, no de momento. Pero, entonces pienso en
cómo cojones podré disimular que estoy a punto de un colapso frente a
tantas personas, ¿cómo?
Esa pregunta tiene respuesta al desviarnos directamente al área privada
del aeropuerto, a la pista exclusiva para personas que son dueños de Jets o
aviones corporativos. Solo a mí se me pudo ocurrir que viajaríamos en un
vuelo comercial, ¡por supuesto que tiene su propio avión!
Justo estamos a nada de abandonar el coche y González recibe una
llamada que, aunque tarda en decidir si contestar o no, finalmente la hace y
con un gesto de su mano nos pide que salgamos del auto. El corto recorrido
del auto hacia el avión se me hace eterno. Al subir, tres de seis hombres
armados suben también con nosotros. No importa cuánto intente pensar en
algo, un plan aunque sea sacado de una serie ridícula, nada viene a mi
cabeza. Soy como una hoja en blanco y eso me enfurece más.
No cabe duda de que la realidad siempre termina superando a la ficción.
Uno de los hombres nos indica en donde tenemos que sentarnos y se
aleja de nosotros dirigiéndose hacia el piloto.
—Blair —Ethan me llama a susurros—, si encuentro la forma de que
escapes, tienes que prometerme que lo harás.
—No voy a ir a ningún lado sin ti —respondo muy segura de mi
decisión.
—No me hagas esto, perdió millones por mi culpa, no sé de qué sea
capaz. Por favor, basta de jugar a ser uno de nosotros, no lo eres, nunca lo
serás, actúa como alguien que desea más que nada huir, y cuando encuentre
el momento correrás y te esconderás en la fraternidad. Las personas que
están ahí me son leales, saben que tienen que protegerte como si fuese yo
mismo, ¿bien? —me suplica.
—Está bien, lo prometo —logro decir más afectada; correr y
esconderme, es lo que quiere, es lo que haré.
No pasa mucho tiempo cuando González continúa arruinándolo todo con
su presencia.
El silencio prosigue y la tensión podría cortarse con un solo suspiro. Me
enfoco en la voz del piloto que nos pide que abrochemos nuestros
cinturones y justo cuando el avión despega mis esperanzas mueren un poco.
González cambia de lugar una vez que alcanzamos la altura indicada y
se sienta frente a mí, me mira de una forma que me hace sentir desnuda,
pone su mano en mi pierna y Ethan se levanta de su asiento, tira el trago de
González al suelo y lo toma de la camisa.
—No la toques, si la tocas juro que voy a matarte Arnold y ahora no
puedes dudar de mí porque he matado a muchos por ella.
—Ethan —susurro asustada cuando los hombres armados lo apuntan con
sus armas directo a la cabeza.
—No, no voy a calmarme. No vas a tocarla, ninguno de tus hombres va
a tocarla. ¿Entendido? —le grita en la cara. González se ríe a carcajadas.
¿Quién no lo haría en su lugar? Basta que levante un dedo para que sus
hombres nos disparen y se terminen nuestras vidas. Ethan lo suelta al fin, se
pone de pie y los hombres armados lo obligan a sentarse a mi lado. Tomo el
final de mi vestido y tiro hacia abajo hasta cubrir mis rodillas.
—Tranquilo, hijo, solo quería entender la fascinación. ¿Por qué todo se
desarrollaba bien y de pronto de un día para otro te vuelves en alguien tan
predecible?
—González, esa es una conversación que podemos tener a solas —gruñe
Ethan.
—He sido paciente contigo. Me importa poco con cuántas mujeres se
acuesten tú y todos los que trabajan para mí, mientras las mantengan con la
boca cerrada. Hay una gran diferencia entre reírme de sus amoríos y reírme
de que me hayas hecho perder millones de dólares. Permití que hicieras una
vida bastante normal a pesar de todo lo que haces para mí, me debes quien
eres, Ethan, Eleanor también, por ti no la hice una prostituta de lujo, por ti
no la vendí como mercancía y ¿cómo me pagas?
—¡Pagué por ella! —se altera Ethan—, pagué por ella y por Kim, me he
callado por años lo que pretendías hacerle desde que era una niña. Ni
siquiera se lo dije a tu hijo sabiendo que es quien más la protege.
Un sollozo se me escapa y me entierro los labios en mis mejillas
internas.
González me pone tan nerviosa que mis dedos comienzan a tiritar,
intento mantenerme serena para que Ethan no pierda la cabeza. Si logro
seguir sin mostrar debilidad él estará tranquilo, al menos no intentará matar
a González y eso aumenta nuestras posibilidades de bajar del avión vivos.
—Pero me has traicionado. Y la traición se paga con muerte.
—¿Por qué no te olvidas de mí y te enfocas en tu hijo? ¿Por qué no
haces que Mateo se haga cargo de tu negocio? —responde Ethan—. Déjame
ir, sabes que no voy a ir con la policía ni con nadie que te perjudique, solo
quiero ser libre.
—Porque no heredó lo que se necesita. Porque es un cobarde, hijo de
una cocinera que solo buscaba dinero acostándose conmigo y a quien tuve
que matar para tener un heredero y solo obtuve a un pelele. No como tú.
Antes no te importaba nada, Ethan. ¿Ya le dijiste a tu muñequita cómo
iniciaste? ¿Cómo disfrutaste de los privilegios?
Mis ojos se abren como platos, Mateo no sabe que su papá mató a su
mamá.
—Cállate Arnold —le exige Ethan.
—Inició vendiendo marihuana a estudiantes y después quiso ganar más
dinero. Le he enseñado todo lo que sabe y supongo que nunca te ha dicho
cómo disfrutaba en las apuestas de mujeres, las vírgenes han sido siempre
sus favoritas.
—¡Eso no es cierto! Blair, eso es mentira, jamás, jamás he disfrutado de
algo tan aberrante, por eso salvé a Eleanor y a Kim. Por eso salvé a todas
las que pude. Las compraba y las dejaba libres, eres un hijo de puta que
quiere hacerle creer algo que no soy, que nunca he sido.
—Nunca le había importado ser lo que es, hasta que te conoció, querida
Blair. Eres como un trofeo que no quiere perder, que no quiere que toquen,
lo que me hace preguntar, ¿disfrutaste tu pequeño secuestro? —continúa
hablando González como si no escuchara a Ethan.
Por un momento creo que la sangre me ha dejado de fluir por las venas.
Ethan ata cabos antes que yo y vuelve a lanzarse encima de él, esta vez los
hombres armados lo golpean y lo sostienen en la silla. Todo comienza a
tomar sentido.
Mateo tenía razón, su padre y Barak eran socios y nos han visto la cara
de idiotas totalmente.
—Todo lo que les ha pasado lo he planeado yo. Primero quería saber qué
tan interesado estabas en esta jovencita y Barak la atacó. Después envié a
mi hijo a probar el terreno porque los rumores de que pensabas dejarme se
esparcían como un virus. Luego quisimos saber qué tan enamorado estabas
de ella y provocamos su accidente y aun así seguían juntos. Tuvimos que
secuestrarla. Me sentí tranquilo cuando la recuperaron como mejor saben
hacerlo y no traicionándome.
—¡Eres un hijo de puta! —escupe Ethan.
—Tranquilo, falta lo mejor. Por un momento pensé que todo volvería a
la normalidad, me enteré de que la señorita quería ser una copia barata de
Kim, y que ella y mi hijo la estaban... entrenando.
»Luego con su plan de tomarnos Compton me sorprendió, casi la llamo
para felicitarla pero Compton siempre fue mío, la rivalidad con Barak era
para mantener las expectativas, para estar siempre probando la fidelidad de
mis trabajadores, entonces casi matan a Barak. Llegué a la conclusión de
que el problema es tu novia y Barak se iba a encargar de todo; la mataría, tú
volverías a ser el mismo y todos seriamos felices.
—¿Cómo pudiste enterarte de todo eso? —Yo también quiero saberlo.
¿Alguien nos ha traicionado?
—Puse micrófonos en la casa, Ethan. ¿Pero con quién carajos crees que
estás hablando? Y por cierto, antes de que se me olvide, la muerte de
Eleanor fue un pedido exclusivo, en cuanto salieron del lugar en el que
estaba Blair se me fue notificado y Raúl fue el encargado de darte un
mensaje fuerte y claro, pero tampoco lo captaste.
—Eleanor —a penas y hablo, mis lágrimas caen una detrás de la otra.
Mi intento de mostrar serenidad ha fracasado abruptamente.
—Así es, murió. Es una lástima, solo fue daño colateral. No lo merecía,
no fue justo... pobre. Tus padres tampoco lo merecían, Blair, pero quisieron
dejarme, ser libres como tu novio y yo no iba a permitir eso, los padres de
Kim, también se cegaron por una vida normal y Kim quedó huérfana
misteriosamente. Tengo oídos por todos lados, sé que esta zorrita te pidió
que dejaras el negocio y que tú lo estabas considerando.
»Voy a ponerlo sencillo; sigues haciendo tu trabajo, recuperas la
cocaína, te olvidas de ella por supuesto y si eso no te convence también le
daré la libertad a su hermano y su familia estará tranquila. Si no lo haces
voy a matarla y tiraré su cuerpo al océano en dónde nunca la encontrarás.
González se pone de pie muy tranquilo, como si nos hubiera dicho que
nos regalará unas vacaciones a las Bahamas y no nos estuviera
amenazando. Quiero tirármele encima y matarlo con mis propias manos.
Nathan entró a su mundo creyendo que tenía que vengar la muerte de
nuestros padres y matar a ese tal Petroski, les ha echado la culpa a mis
padres de todo lo que nos ha pasado y yo tomé tantas decisiones basándome
en que de otra forma ya era también mi mundo, cuando en realidad mis
padres estaban arrepentidos, tratando de salir.
A duras penas puedo contener la furia que me corroe. Esto es una
pesadilla sin fin. Nos ha engañado a todos.
—¿Cómo puedes ser tan descarado? ¡Cómo puedes matar por deporte!
¡Cómo! —grita desesperado—. Eres un infeliz hijo de puta.
—Decide Ethan, su vida a cambio de lo que ya te pedí.
—Haré todo lo que me pidas hasta que confirme que la dejarás tranquila,
a su hermano y a su familia —afirma. Yo estoy tan impresionada que no me
importa lo que acaba de decir. Solo quiero comprender cómo todo puede
terminar de esta manera.
Uno de los hombres me apunta con su arma y Ethan se descontrola por
completo. Logra soltarse del sujeto que lo tiene tomado de los brazos y le
arrebata la pistola al tipo que me apunta. Le rompe la nariz con un solo
puñetazo, pero otro de los guardaespaldas lo toma por sorpresa y lo empuja
hacia el suelo, retorciendo su brazo derecho. De la cabina del piloto sale un
tercer tipo y pone el arma en su cabeza.
—Mátame, vas a matarme tarde o temprano, ¿por qué no me matas de
una jodida vez? —creo que se le ha desgarrado la garganta con esos gritos.
—Porque las cosas pasan cuando yo quiero, a la hora que quiero y de la
forma que quiero. Ahora me sirves más vivo que muerto, pero recuerda que
en guerra avisada no muere soldado.
» Cuanto tengas que morir, yo mismo voy a dispararte en medio de la
frente, ahora se me antoja recordarte a ti, a tu grupito y a todo aquel que
depende de mí que yo soy el puto dios, el mandamás, el que matará hasta el
último miembro de su familia si tan solo, siquiera piensan en traicionarme,
hijo de puta bastardo. Serás el ejemplo de que a Arnold González nadie,
nunca podrá ganarle. Nunca. Más te vale que te sientes, te despidas de tu
puta y mañana te las ingenies para recuperar mi mercancía.
Ha dejado todo tan claro y ha revelado tanta información que no
tenemos dudas de que solo quiere jugar con nosotros, que nos matará
cuando llegue el momento oportuno y que mientras tanto no tenemos más
opción que aceptar sus condiciones. Ethan entrelaza su mano con la mía en
cuanto vuelve a su lugar. Esto es monstruoso, injusto e innecesario. No sé si
es mejor que yo misma tome un arma y me pegue un balazo.
El resto del camino me la paso acurrucada en el pecho de Ethan. El
saber verdaderamente cómo murieron mis padres hace que todo vuelva a
doler como hace nueve años, él se limita a acariciar mi espalda y depositar
besos en mi frente tratando de calmarme, dudo mucho que algo o alguien
pueda calmarme en estos instantes.
Al llegar a Los Ángeles y bajar del avión siento un poco de alivio.
González solo abre la boca para recordarnos que este es el último día en el
que se nos puede ver juntos y que de desobedecerlo habrá consecuencias.
Pero, ¿no las habrá, aunque nos separemos? Ethan y yo regresamos a la
residencia en un taxi. Aunque ya no vivo ahí, debido a los micrófonos en la
fraternidad es mejor resguardarnos aquí. Subimos a mi habitación y nos
sentamos uno frente al otro. No hay mucho que decir, va a dejarme, no
permitirá que me hagan daño. No encuentro el valor para pedirle que no lo
haga. No, después de todo lo que escuché.
Se pone de rodillas y me abraza, su rostro recae en mis pechos y
pasamos no sé cuántos minutos en esa posición. Ninguno de los dos quiere
decir lo que es inevitable. Tenemos que terminar.
—Nunca le hice daño a esas chicas que apostaban, nunca, te lo juro —es
lo primero que dice.
—Lo sé. No le creí.
—¿Ni siquiera dudaste?
—No, jamás dudaría de ti.
—Lo siento tanto, joder, siento tanto que hayas tenido que enterarte de
toda esa mierda y tener que bajar la cabeza, siento tanto que tengas que
pasar por esto, pero te juro que voy a matarlo y esto se terminará.
—No, no. No puedes hacer eso. Por favor...
—No quiero dejarte, maldita sea, no quiero. No quiero salir por esa
puerta y no verte más, Blair, mírame, te amo tanto que cuando estás lejos y
te pienso un segundo sonrío como un idiota sin importarme en dónde esté ni
con quién.
—Ethan...
—Si me quieres a tu lado, es justo donde me quedaré. Si crees que no
hay otra salida voy a quedarme en mi puto mundo.
—Ethan...
—Me he sentido solo todo mi vida... antes de ti, ¿cómo dejo lo único
que tengo? — baja la mirada.
—No vas a perderme —le aseguro.
—¿No?
—No, no. Ese hombre me quitó a mis padres, no me quitará a la persona
que amo —expreso perdiendo la razón.
—Espérame aquí, tengo que resolver algunas cosas y vendré por ti
después. No salgas de aquí, por favor. Tendré una solución a todo esto.
—Ethan, no te marches... tengo miedo... mucho miedo —me quiebro.
—No, mi amor, no tengas miedo. Voy a terminar con todo esto, te lo
juro. González dice que nadie puede ganarle, pero se le olvida que me ha
hecho a su imagen y semejanza, en ese puto avión yo estaba indefenso.
Tengo gente que con gusto le declarará la guerra.
—Pero Ethan...
—No te preocupes por nada. Solo... solo quiero hacerte una pregunta. Lo
que me dijiste en tu casa, eso de irte de aquí, irte a otra ciudad, un pueblo
lejano, ¿fue cierto?
—Sí, lo fue.
—Bien, entonces déjame planearlo todo. En cuestión de segundos la
residencia estará rodeada y te protegerán. ¿Dónde está tu arma?
—En la fraternidad, tercer cajón a la izquierda. —Mark te la traerá,
hazme un favor, pequeña. Si intentan atacarte de cualquier forma, dispara a
matar y sin titubear, es una orden. Asiento. Me ha dicho que nunca seré una
de ellos, pero me ha dado una orden, y voy a cumplirla.
Es lo último que dice y me da un beso en la boca fugaz, un abrazo que
duele y se marcha.
Me quedo unos segundos en mi cama antes de salir corriendo hacia el
pasillo. Ethan está por entrar al elevador, lo detengo y lo beso como si fuera
la última vez que probaré sus labios. Necesito que cuando haga lo que vaya
a hacer para resolver todos nuestros problemas recuerde que lo amo con
toda mi alma sin importarme las consecuencias.
CAPÍTULO 38

PLANEEMOS NUESTRO FUTURO EN NUBES DE ALGODÓN

M iro hacia un lado del pasillo y luego hacia el otro, tengo el alma
en un hilo. Puedo escuchar perfectamente todos y cada uno de los
latidos de mi corazón y cómo desembocan en mis oídos.
Me paso las manos por el pelo sofocada. No sé cuántas veces desde que
conozco a Ethan he pensado o dicho que no puedo creer que esto nos esté
pasando, pero es que hemos llegado a la cima de cosas improbables.
Que González nos haya amenazado de forma directa y nos haya
confesado todos sus actos atroces es el nivel más grande de peligro al que
podríamos enfrentarnos, así que joder, ¡no puedo creer que nos esté
ocurriendo esto!
No quiero ni imaginar cuáles serán los planes de Ethan, ignoro si
pretenderá llegar a un acuerdo con González o si lo matará como bien ha
dicho.
¿Si le declara la guerra qué es lo que pasará exactamente?
Ethan ha dicho que estaré segura y protegida aquí, tengo que creerle y
ser paciente.
Miro mi teléfono tirado en la cama, está un poco quebrado, pero
funciona, marco el número de Nathan y al no recibir respuesta entonces
llamo a casa con temor.
Tía Lili me hace muchas preguntas, como era de esperarse, contesto casi
por inercia, quisiera decir que al menos la he dejado más tranquila pero
aunque estaba ebria recuerda muy bien el intercambio extraño de palabras y
mi hermano no me ha ayudado nada, pues en cuanto nos hemos ido se ha
puesto a golpear cualquier objeto de la casa, lo comprendo, estaba
desesperado.
Nathan y Norma han decidido regresar también a L.A y probablemente
en un par de horas ya estarán aquí.
Observo por la ventana un par de veces y empiezo a notar a personas
merodeando el lugar, no reconozco a ninguno y eso me pone sumamente
nerviosa.
Recuerdo las palabras de Ethan y aun así sigo estando tensa hasta que
uno de los tipos logra divisarme y a pesar de que intento echarme hacia
atrás ya me ha encontrado, pero, la forma en la que me saluda, con un
movimiento de cabeza, me deja muy claro que los ha enviado Ethan.
Unos minutos después tocan la puerta y me lo pienso mucho antes de
abrir.
—Soy yo Blair —es Mark.
—¡Mark! —digo aliviada al verlo. En un impulso él me abraza y yo
acepto su acercamiento.
—Ya lo sabemos todo. No te preocupes, lo resolveremos. Toma, Ethan
me ha pedido que te de esto —explica y me da una pequeña bolsa en donde
viene mi arma y municiones—. No salgas de aquí, el lugar está asegurado,
Kim vendrá a acompañarte en lo que nosotros hacemos el resto.
—¿Sabes en dónde está Ethan?
—Te conoce tan bien, dijo que me lo preguntarías y que no te dijera
nada. Él mismo te explicará todo, mientras tanto trata de estar tranquila.
Asiento. Me sonríe con ternura y sale de una vez. Yo me quedo inerte en
el mismo punto esperando con unas ansias enormes que Kim llegue.
González mató a sus padres y ella le ha sido leal cuando no solo asesinó a
su familia, sino que también pensaba venderla siendo una niña. Es un
asqueroso bastardo.
Poco tiempo pasa para que Kim aparezca en mi habitación, tiene ojeras
pronunciadas y los ojos enrojecidos. Entra callada y revisa el lugar como si
alguien más estuviera dentro. Está muy seria, silenciosa y meditabunda. Se
deja caer en la que era mi cama y saca una cajetilla de cigarros, enciende
uno y se lo lleva a la boca.
No es la chica despampanante en este momento, su cabello de ondas
perfectas y que siempre cae con elegancia en sus hombros está recogido en
una coleta mal hecha y es la primera vez que la veo usar la característica
chaqueta de cuero de los chicos.
—¿Estás bien, Kim?
—No —responde dándole una calada larga a su cigarrillo—. He hecho
todo lo que me ha pedido, jamás he confabulado en su contra, ni siquiera la
primera vez que los chicos me propusieron salir de esta mierda y... el muy
hijo de puta mató a mis padres. Le he sido fiel al enemigo todo el tiempo.
—También mató a los míos, sé cómo te sientes.
—No, no lo entiendes porque tú eres buena y en realidad estás aquí
porque te enamoraste del chico equivocado, pero yo, Blair, yo he matado
por ese hombre, he arriesgado mi vida por él, he estado a nada de traicionar
a mis amigos, a mis hermanos de siempre para no caer de su gracia y me
entero de que quiso venderme, apostarme, meterme a ese infierno. ¡Es un
puto bastardo! ¡Quiero matarlo con mis propias manos! —grita y tira de su
cabello.
Quizás tiene razón, no puedo entenderla porque yo viví en la ignorancia
gran parte de mi vida, ella se ha dedicado a esto desde que tiene uso de
razón.
—Lo siento mucho —soy sincera y me acerco temerosa de que me
aparte al querer darle un abrazo. Kim es ruda. No lo hace, más bien me
recibe y solloza—. Pagará, Kim, pagará por tus padres, por mis padres, por
la mamá de Mateo, por Eleanor, por todos.
—Mateo está deshecho. Guardaba en su interior la esperanza de algún
día encontrar a su mamá. Y claro que va a pagar, lo haremos pagar. No te
imaginas la cantidad de enemigos que tiene González, Ethan los está
convenciendo a todos de unírseles.
—¿Qué tan peligroso es eso?
—Mucho, princesa, pero es la única manera.
Asiento y no hago más preguntas, solo me queda esperar. Son las diez de
la mañana cuando a la residencia llegan Nathan y Norma. Ahora que la veo
aquí, pienso que lo mejor era que se quedara resguardada con sus padres y
no regresará a lo que pronto será una guerra total. En cuanto Nathan me
abraza me quiebro como nunca lo había hecho. Estoy tan llena de miedo, de
nervios, temores y sigo sin noticias de Ethan.
—Enana ten calma, vamos a protegerte y todo saldrá bien.
No tardo nada en confesarle que a nuestros padres no los asesinó
Petroski, sino el mismo González. No hay mucha sorpresa en él, pues Ethan
ya se lo ha comunicado. Sé que por dentro arde de furia, y frente a mí está
actuando con una madurez de impacto, me repite varias veces que no
importa quién hizo qué, que nada cambiará las cosas y que ahora solo
podemos enfocarnos en escapar y más nada.
La incomodidad de mi amiga ante esas palabras es evidente.
Es como si todos ya supieran lo que se viene menos yo, como si todos
hubieran pactado actuar como si nada está pasando para que no me
involucre o no los detenga. Sin decir media palabra tomo mi teléfono y
llamo a Ethan no una, sino cientos de veces sin recibir respuesta.
A Kim alguien misterioso la llama, y digo lo de misterioso porque
aunque le he preguntado de quién se trataba, se ha limitado a informarle a
Nathan que tienen que ir a la fraternidad y en cuestión de nada me quedo
sola con Norma. Bueno, no estamos solas, hay personas cuidándonos aún.
¡Dios! ¿Qué está pasando?
—¿Te irás? —es la pregunta que hace Norma—. He escuchado la
conversación de Nathan y Ethan, han dicho que estás dispuesta a irte, a huir,
esconderte o lo que sea. —Me parece una especie de reproche.
—Si es la única opción, me iré.
—¡Pero estamos hablando de abandonar todo! —se altera.
—¿Y crees que no lo sé? ¿Crees que me parece de perlas abandonar la
universidad, olvidarme de mis sueños y mis metas? ¿Crees que es lo que
quiero hacer? Claro que no, no deseo huir como si soy una criminal, pero tú
no estuviste en ese avión, tú no escuchaste a ese hombre, conocí al diablo
en persona.
—Blair, amo a tu hermano con toda mi alma y te amo a ti como a una
hermana pero no puedes arruinar tu vida de esta manera. Yo jamás los
traicionaré, sin embargo, creo que deberíamos ir a la policía.
—La policía está viciada, es corrupta. No voy a decir todo lo que sé
porque sería entregar a Ethan.
—Ethan es un narcotraficante, Blair —habla tan pausado como para que
lo entienda de una vez como si no lo supiera. Claro que sé que me he
enamorado como una loca de un narcotraficante que probablemente me ha
arruinado la vida, pero es mí decisión. Solo mía, nadie puede entrometerse.
—¿Y Nathan no?
—Nathan ha hecho tonterías, Ethan es un criminal. No te estoy diciendo
que lo dejes, ni que hagas lo que yo quiero que hagas, solo digo que
deberías tomar en cuenta la realidad. Él ha matado, secuestrado,
amenazado, intimidado, tratado con los grandes. Hoy es González, mañana
será otro, jamás estarán a salvo. Jamás. David dice que tiene un tío...
—¿Qué? —la interrumpo gritando.
—David me llamó esta mañana preguntándome por ti, me ha dicho que
tiene un tío en la DEA, uno que nos puede ayudar.
—Dime que no le diste información a David de ningún tipo.
—¡Claro que no! No voy a traicionarlos —repite—, pero ha llamado a
su tío y quiere vernos, a ambas. Vendrán en cualquier momento.
—¡Has perdido la cabeza, Norma!
—No le he dicho nada, te lo juro. Solo he aceptado convencerte de tener
la cita, podría ser una oportunidad.
—¡No! No lo es, porque entonces todos terminaríamos en la cárcel, ¿no
lo captas? Sí, Ethan es un criminal, pero lo amo, voy a estar con él, lo
apoyaré, su guerra es mí guerra.
Tengo que salir de aquí cuanto antes y sacar a Norma antes de que David
llegue con su famoso tío, y peor aún, la convenzan de hablar.
Trato de llamar a Ethan una vez más y no sirve de nada, sigue sin
contestarme.
Llamo a mi hermano y tampoco obtengo respuesta. ¡Demonios! ¿¡Qué
carajos hago!?
Se me ocurre llamar a Mateo, la primera llamada no la responde pero la
segunda sí que lo hace, le narro lo ocurrido en dos segundos y no tarda nada
en darme instrucciones.
—Regresa a la fraternidad con Norma y... no te va a gustar pero tienes
que custodiarla.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Baja y ordénales a los hombres que te cuidan que la custodien hasta la
fraternidad. Escucha Blair, es normal su actitud, quiere ayudar, no sabe
cómo y confía en la policía como las personas que ignoran como es el
mundo real. Diles que no le hagan daño, solo que eviten que salga corriendo
a delatarnos. Nathan sabrá cómo calmarla.
—¿Y si no me hacen caso?
—Te aseguro que sí lo harán.
—Está bien. Mateo... —lo llamo antes de colgar—. Siento mucho lo de
tu madre.
Pasan varios segundos antes de que consiga contestar.
—Gracias, Blair, ha sido como una jodida daga en el pecho pero haré
que lo pague. Apresúrate a salir de ahí.
Cuelgo el teléfono y miro a mi amiga antes de actuar, no quiero hacerle
creer que me he vuelto loca, lo más probable es que aunque sé que no nos
delataría la obliguen a hacerlo. Saco la cabeza por la ventana y empiezo a
hablarle a dos de los tipos que están afuera, les grito que suban cuanto antes
y casi enseguida los tengo en la puerta.
—¿Qué pasa? —me dice uno de ellos.
—Tenemos que movernos, todos, ahora mismo hacia la fraternidad.
—Pero Ethan dio órdenes claras de...
—Sí, pero Ethan no coge el teléfono y un agente de la DEA está por
entrar a este edificio, así que si no quieres que tu trasero termine en la puta
cárcel, será mejor que nos movamos y me lleves hasta la fraternidad sana y
salva. También es una orden, bastante clara y al no estar él, quien las da soy
yo —imito a Kim a la perfección, los tipos se miran entre ellos y asienten
—. Bien, tómenla, que no escape —agrego señalando a Norma y ella abre
los ojos como platos.
—¿Te has vuelto loca? No iré a ningún lado, jamás daría información.
Son como mi familia.
—Lo siento Norma, podrían obligarte. Tú no tienes idea de lo grave que
es esto. ¡¿Qué esperan?! —le grito a los hombres.
Rápidamente tomo mi arma, la escondo en mi bolso y salimos lo más
apresurados que podemos del edificio, fuera me doy cuenta finalmente de
cuántas personas estaban cuidándome, pues en cuanto camino hacia los
jardines muchos hombres empiezan a caminar tras de mí simulando que
están paseando, trotando, e incluso que son estudiantes pero es demasiado
obvio.
Son unos veinte más o menos y aunque debería asustarme la magnitud
de esto, solo puedo pensar en que Ethan trata de cuidarme. Norma me repite
todo el camino que estoy actuando como los demás, que yo no soy así y que
no dirá nada. Le creo, sé que no lo hará, pero es mejor prevenir que
lamentar.
En la fraternidad hay un desorden descomunal, al parecer han registrado
hasta el último rincón en busca de micrófonos y han encontrado hasta
cámaras, lo sé porque las veo todas juntas en el pasillo de la entrada.
Encuentro a los chicos en el estudio teniendo una clase extraña de reunión,
están todos, menos Ethan y Mateo y también hay caras nuevas de personas
adultas que me miran de pies a cabeza y se escuchan murmullos como si
supieran quién soy.
—Nos ha ordenado traerla, Tony —se dirigen hacia él exclusivamente
los tipos que había llamado. Tony y el resto me miran como si hubiese
cometido un error.
—Está bien, tiene potestad —les aclara.
—Nathan, necesito que salgas, ahora mismo —hablo con firmeza.
Mi hermano se lo piensa unos segundos, pero comprende que es urgente
cuando nota que Norma está tomada de los brazos por dos tipos. En cuanto
sale lo pongo al tanto de la indiscreción de mi amiga y se pasa las manos
por la cabeza. Rápidamente les pide a los dos hombres que la suelten y se la
lleva a su habitación.
—Yo me encargo —es lo último que dice.
—Blair, te juro que no pensaba delatarlos, joder —escucho decir a mi
amiga en lo que se pierden en el segundo piso.
Me quedo ahí, junto a las escaleras con todos esos hombres esperando a
que les diga qué hacer. La cabeza me estallará en cualquier momento.
—Rodeen la fraternidad, cualquier movimiento extraño se lo comunican
a Tony.
Asienten y salen finalmente dejando que el aire entre a la casa y a mi
sistema. Me cubro el rostro con las manos, ni siquiera me he duchado,
tengo los nervios de punta y no sé en dónde demonios está Ethan o qué está
haciendo. Vuelvo a llamarlo otro centenar de veces y me salta directamente
el buzón. ¡Maldita sea!
Me siento en el primer escalón esperando a que la dichosa reunión
termine pero pasan casi dos horas y no sale ninguno de ahí, me he acercado
una que otra vez a escuchar a través de la puerta y solo he conseguido oír
que hablan de la cantidad de dinero que ganarán si se unen a Ethan, la
forma de distribución, de donde saldrá la jodida droga y la protección que
necesitan.
Es como si Tony les estuviese explicando cómo evolucionará la empresa
en la que invertirán. Decido ocultarme en la habitación de Ethan y me doy
una ducha rápida. Al salir mi hermano está sentado sobre la cama.
—¡Me asustaste! —le reclamo.
—Lo siento. Solo quería decirte que con Norma todo está controlado.
—¿Estás seguro?
—No nos delatará, Blair, tú la conoces.
—Pero pueden obligarla, es eso lo que me preocupa.
—Ya se lo he explicado, he decidido decirle cómo son las cosas
realmente, tal y como lo hizo Ethan contigo y sabe que cometió un error.
Además, he dicho que si la ven salir de la casa no permitan que se vaya,
solo está impresionada, nerviosa.
—Bien. ¿Sabes en dónde está Ethan? No contesta mis llamadas y todos
están aquí menos él. No me mientas.
—Él...
—Nathan habla.
—Está bien, no debe tardar. Mateo dijo que en cualquier momento
estarían aquí.
—¿Qué está pasando? Dime la verdad.
—Él te lo explicará...
—¡Quiero que me lo expliques tú! —me tenso de pies a cabeza.
—Blair... tienes que dejarlo hacer las cosas a su manera, ¿lo entiendes?
Tienes que obedecer y hacer lo que se te pide, las cosas están a punto de
explotar y él... se está arriesgando demasiado por ti. Ten paciencia y cuando
él regrese te dirá cuál es el siguiente paso.
—Pero ¿por qué no me lo dices tú? Me voy a volver loca. ¿No lo ves?
—Porque realmente no sé qué es lo que sigue. Lo único que tengo claro
es que vamos a enfrentar a González con todo y es lo que se está decidiendo
allá abajo.
Me queda bien claro que eso significa que; o muere González, o mueren
ellos y un dolor punzante se me esparce por todo el cuerpo. Mi hermano
camina hasta la puerta y antes de que salga corro hacia él y lo abrazo.
—Tranquila, enana, todo saldrá como tiene que salir.
—No te mueras —es mi petición. Es algo estúpido para decir, pero es
que solo lo tengo a él, a tía Lili, a Norma y Ethan. Si uno de ellos me falta
es probable que yo misma acabe conmigo.
—Mírame, no dejarás de ver esta cara hasta que estemos muy viejos y le
contemos esta ridícula historia a nuestros nietos. Las cosas no son tan
graves, respira, relájate, déjanos el trabajo sucio a nosotros. ¿Promesa? —
me dice.
—Promesa.
Lo veo salir y pronto es de noche.
Nadie más viene a la habitación, por lo que supongo que aún siguen
encerrados en el estudio o que ya ni siquiera están en la casa y yo continúo
sin noticias de Ethan. A las doce de la noche me imagino lo peor.
Me hago un ovillo en la cama y lucho entre echarme a llorar o salir a
averiguar algo, pero me consuela el hecho de saber que si Ethan estuviera
en peligro y me refiero a más peligro del que ya nos rodea, los chicos lo
supieran y por ende yo también. Cierro mis ojos intentando controlar el
dolor de cabeza que se me ha impregnado a rabiar y sin darme cuenta
empiezo a dormirme, es lógico, llevo un día entero sin dormir ni cinco
segundos.
Siento el peso de un cuerpo sobre la cama y unos brazos que rodean mi
cintura. Mi primer instinto es apartarme, y no lo termino haciendo porque
ese aroma que conozco tan bien me da la paz momentánea que tanto he
necesitado en todo el jodido día. Es Ethan.
Giro hacia él y abro con dificultad los ojos. Acomoda un mechón de mi
cabello detrás de mi oreja y acaricia suavemente mi rostro, creo que estoy
soñando hasta que siento sus cálidos labios sobre los míos. Hay algo raro en
la forma en la que me besa, no puedo explicarlo, pero es diferente. Me
aparto con cuidado y lo observo, definitivamente algo le ocurre.
—¡Cuánta falta me has hecho! —pronuncia las palabras con la voz
temblorosa y toma con más propiedad mi rostro, enterrando sus dedos en mi
cuello y con su otra mano ahuecando mi mejilla. Sus labios vuelven a entrar
en contacto con los míos y sin duda no me resisto, mi preocupación
aumenta muchísimo al percatarme de que sus dedos al igual que su voz
están temblorosos.
Me aparto una segunda vez y soy yo quien toma su rostro con mis
manos. Esos ojos grises que llamaron mi atención desde la primera vez que
nos cruzamos me miran asustados. Sé que es un poco raro poder descifrar lo
que transmite una mirada, con él es muy sencillo, al menos cuando su
mirada está dirigida hacia mí puedo descubrir enojo, ternura, furia,
molestia, amor, miedo, temor, lástima, lo que sea.
—¿Qué pasa? —me siento increíblemente estúpida al preguntar algo
como eso cuando nos está pasando todo.
—Dame unos segundos —susurra.
—¿Para qué?
—Para observarte, para grabarme tu rostro en mi mente para siempre.
—No tienes que grabártelo, estaremos juntos siempre —son mis
palabras y él cierra los ojos de inmediato.
—Hay algo que tengo que decirte.
—Dime —lo animo.
—No aquí, iremos a la playa —me informa y miro la hora en mi
teléfono, son las cuatro y media de la madrugada.
—¿A esta hora? ¿Está todo bien? Se supone que no nos pueden ver
juntos.
—No te preocupes por nada, pequeña. Ya está todo resuelto, ahora por
favor acompáñame a la playa.
Me apresuro a salir de la cama y lo sigo tomada de su mano hasta la
calle. Pone un casco en mi cabeza y me ayuda a subir a su moto y viajamos
a la playa. Llegamos cuando el sol está saliendo y la vista es hermosa.
La playa está completamente solitaria y el panorama es únicamente
nuestro. Ethan se queda detrás de mí y cruza sus brazos desde mi espalda
hasta detener sus manos encima de mi vientre. Oculta su rostro en mi cuello
y me da pequeños besos. Me suelta y me hace girar. Sus labios se
convierten en una delgada línea y su entrecejo se une.
—Te pedí que te quedaras en la residencia.
—Lo siento, es que Norma...
—Ya me lo han contado todo, es solo que la he pasado muy mal al
saberte fuera y no poder asegurarme de que llegabas bien de un punto a otro
y... joder, te he necesitado tanto todo el maldito día.
—Ethan... ¿Qué pasa? No me trajiste a la playa para darme una
reprimenda por haberme ido de la residencia, ¿cierto? —Como respuesta
sus brazos me envuelven y suspira tantas veces que en serio comienzo a
preocuparme—. ¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que has hecho? —pregunto de
nuevo. Su silencio está acabando conmigo.
—¿Qué tanto me amas? —me responde con otra pregunta.
—¿Por qué no me quieres decir qué está pasando?
—¿Qué tanto me amas? —insiste.
—Por Dios, qué pregunta tan tonta, ¿no crees? Estoy aquí, sigo aquí,
seguiré aquí. Me muero de miedo pero no me iré, no voy a abandonarte.
—¿Qué tal si quiero que me abandones?
—Ya hemos hablado esto cientos de veces, no empieces, no ahora.
—¿Quieres saber qué tanto te amo? Solo te miré y fue suficiente. No
hablo de amarte en un segundo, es imposible, hablo de conectar con otra
persona en cuestión de nada, sentir que todo te lleva a ella, que aún sin
conocerla estás completamente seguro de que terminarás perdido sin ella,
que te volverás loco cuando le pongas un dedo encima y peor aun cuando la
beses, porque entonces la querrás por siempre.
» ¿Cuántas personas tienen la dicha de experimentar algo como eso? He
sido afortunado de sentir tal impacto, pero solo quiero lo mejor para ti,
porque me hiciste entender que cuando se ama, uno es realmente capaz de
todo.
—Me estás asustando, Ethan.
—Necesito que me hagas un favor, necesito que me escuches
atentamente y que al final tu respuesta sea positiva. Necesito que entiendas
que esto es lo mejor.
—¿De qué estás hablando?
—Vamos a separarnos un tiempo —declara.
—No. No estoy de acuerdo —salto enseguida.
—Escúchame, por favor, solo escúchame.
—Serán unos días, a lo mucho unas semanas. Yo te alcanzaré luego.
—No entiendo.
—He hecho un trato con González.
—¿Qué clase de trato?
—Eso no importa.
—¡Claro que importa!
—Sé demasiado, sé cada puta cosa que le importa. Sé que tiene más
familia. Sé las rutas y medios que ocupa para transportar la mercancía y
distribuirla y la mejor parte es que hace una semana me pidió que cambiara
algunas de sus cuentas más grandes a un banco suizo. Solo yo me sé los
códigos, las contraseñas. Sé todo de él, Blair y esas son las verdaderas
razones por las cuales soy tan indispensable para él.
—Eso no me dice gran cosa.
—Si me mata nunca recuperará casi la mitad de su fortuna y alguien se
encargará de dar toda esa información a la policía, si te mata yo mismo me
mataría y seguirá sin saber cómo recuperar su dinero y también alguien irá a
la policía con todas las pruebas. Si toca a alguna persona que amemos, el
proceso será el mismo. Solo se lo he recordado y aceptado sus condiciones
si él acepta las mías. Pero todo eso solo es una cortina de humo en lo que yo
consigo sacarte de la ciudad y el verdadero plan se pone en marcha.
—¿Cuál es el verdadero plan?
—Matarlo. No se sale de la mafia vivo, y esa regla aplica para él.
—Eso es demasiado peligroso. Hay personas fieles a él —exclamo.
—Las hay, pero hay más que lo quieren muerto. Una vez que ese hijo de
puta no esté la mafia perderá demasiado tiempo decidiendo quién será el
nuevo dueño de L.A y para entonces estaremos bastante lejos, lo habremos
logrado. Nadie querrá que unos jovencitos sean los jefes. Es la salida
perfecta. Todos están de acuerdo.
—¿Todos? ¿Qué hay de Mateo?
—Mateo es quien propuso esto. Está dispuesto a matar a su padre
después de lo que le hizo a su madre. Y Kim quiere venganza, Nathan,
todos.
—Ethan, tiene que ser una trampa, ese hombre es un asesino, no puede
ser tan sencillo. No pueden creer que esto se resolverá matándolo de la
noche a la mañana. Tienen que pensarlo mejor, tienen que...
—Es que no será de la noche a la mañana. Tú te irás y si Norma está de
acuerdo también lo hará y estaremos separados a lo mucho un mes, ¿me
entiendes? Y en cuanto ese hombre esté muerto, yo te alcanzaré y luego
pensaremos en qué hacer.
—¡No puede ser así de sencillo!
—Confía en mí. Todo tiene que salir bien, cuando las cosas se calmen
podríamos evaluar que regreses a la universidad, quizás no en L.A, pero no
pienso arruinar tu futuro. Sé que tienes una beca, no te preocupes por eso,
estudiarás en donde se te de la puta gana, yo me haré cargo de los gastos.
—¿Y cómo sé que es cierto? ¿Cómo sé que no me estás diciendo todo
esto para convencerme y luego dejarme en quién sabe dónde y alejarme
totalmente de ti?
—Pequeña... eso es lo que debería de hacer. Sacarte a la fuerza,
olvidarme de ti, sacrificarme, comportarme como un hombre de verdad y
entender que estás mejor sin mí y a cambio de eso estoy aquí proponiéndote
separarnos solo por un mes, arriesgándome a que en ese mes te des cuenta
finalmente de que soy un desastre.
—Ethan... —El cuerpo me tiembla entero. No puede ser así de fácil, así
de sencillo, algo no termina de cuadrar.
—Por favor, confía en mí —me pide en lo que saca de uno de sus
bolsillos de su pantalón dos pasaportes. Los tomo y los abro, adentro están
nuestras fotos, son nuestros rostros, pero nuestros nombres son diferentes,
igual que nuestra nacionalidad y fechas de nacimiento. También me entrega
identificaciones falsas—. Blair Stoms, ¿aún quieres huir conmigo?
La pregunta me cae como una bomba. Fui yo quien lo propuso y ahora
que lo veo tan real pienso en todos mis sueños, en mis planes, en el futuro
que anhelaba. Ya nada importa, no hay otra forma. Es esto o esperar a que
González nos mate a todos.
—Prométeme que me alcanzarás —le pido mirándolo a los ojos con
desesperación y tomándolo de la chaqueta.
—Te lo juro.
—Si algo falla, cualquier cosa, me lo dirás y yo volveré. Jura eso
también, sin mentirme, por favor no me mientas.
—Te lo juro, te lo juro.
—Entonces acepto. Por ti me voy al fin del mundo —digo y mira hacia
la arena.
—Todo está arreglado. Nathan seguramente se lo está diciendo a Norma,
quien puede irse si quiere o quedarse, ella no está realmente involucrada y
aún seguimos pensando en una mayor protección para tu tía y los padres de
Norma. Mientras tanto los hemos engañado. A Zac se le ocurrió llamarlos
diciendo que se han ganado un viaje a Europa. Nathan nos ayudó a
investigar qué restaurante frecuentan y nos hicimos pasar por trabajadores
de ese lugar, además le dimos un buen pago a los del restaurante por si
llaman. Seguro tu tía no tarda en llamarte.
Todo seguía sonando demasiado fácil. Me niego a creer que Ethan está
mintiéndome. No puede estar mintiendo en medio de toda esta situación,
merezco que me esté diciendo la verdad. Yo estoy con un profundo vacío en
mi pecho, un presentimiento, pero no quiero decírselo. Tiene todo fríamente
calculado y yo no puedo creer en corazonadas.
—Vamos a estar bien, Blair. Te prometo que cuando logremos
establecernos en algún sitio, vamos a retomar nuestras vidas, tus estudios,
vamos a ser quienes siempre hemos querido ser.
—Te creo, vamos a estar bien, tengo que creer que vamos a estar bien.
¿Cuándo tengo que irme?
—Hoy mismo —responde—. Deja todo, solo lleva lo indispensable, deja
cualquier cosa con la que te puedan vincular, ¿de acuerdo?
—¿Qué le digo a mi tía? Aunque se crea eso del viaje, no puedo irme sin
decirle nada.
—No tienes que decirle nada, no de momento. Tendrás otro teléfono y
puedes llamarla como si estuvieses en L.A. Ahora iremos a la fraternidad
por si quieres llevar algo de ropa. Tu primera parada será en Texas y de ahí
te moverás por varias ciudades hasta perderte el rastro y te ubiques en algún
pueblito casi olvidado. ¿Lo entiendes, amor?
Asiento y suelta un largo suspiro, sus ojos se llenan de lágrimas. Sigo
teniendo miedo de que todo esto sea una mentira. Tengo que confiar, él no
me puede fallar, no ahora, no después de todo lo que hemos vivido.
—Te amo, Ethan.
—¿Vas a amarme siempre? —me pregunta y cierra los ojos.
—Siempre y ¿tú?...
—Toda la vida, no olvides, por favor no olvides que voy a amarte toda
mi vida Blair Stoms, hasta que ya no haya aire en mi sistema, hasta que ya
no palpite más mi corazón, habré amado una sola vez en mi puñetera vida, a
una sola persona... a ti, mi caprichosa de ojos negros, mi pequeña
desobediente.
—Solo será un mes, no más —aclaro y busco refugio en sus brazos.
—Solo un mes, pequeña. Nos abrazamos tan fuerte que esto parece una
despedida, no una huida triunfal. Aunque hasta cierto punto sí es una
despedida.
CAPÍTULO 39

VERDADERAS INTENCIONES

R egresamos a la fraternidad en completo silencio, excepto por la


llamada escandalosa de tía Lili, ha gritado tanto durante varios
minutos en los que yo bien podría ganar un premio a la mejor actriz
del año, no ha notado nada que todo es falso, que no ganó ningún concurso.
Poco ruido se escucha en la casa y al entrar a la habitación me siento aún
peor. Miro a Ethan tomar unos documentos que ni siquiera noté con
anterioridad que dejó en la cama. Me los muestra, es mi boleto de avión con
los horarios. Es el único comprado, sin decir ninguna palabra me señala la
siguiente página en donde hay una ruta marcada de todos los lugares por los
cuales deambularé hasta llegar al último sitio y ha escrito él mismo sobre el
itinerario:
"Esto solo lo sabrás tú, Nathan y yo. Te daré el dinero suficiente para
que compres los demás boletos y vivas sin ningún tipo de necesidad".
Quizás cree que quitar todos los micrófonos y cámaras sigue sin ser
suficiente. Asiento y me sudan un poco las manos. Un suave toque se
escucha en la puerta y Ethan abre. Es mi hermano y Norma, ella luce
abatida.
—¿Se lo has dicho? —pregunta mi hermano y Ethan afirma con un
movimiento de cabeza.
—Hay que darnos prisa, tenemos que ir al aeropuerto.
—Blair, sabes que esto es lo mejor, ¿cierto? —Mi hermano se arrodilla
frente a mí, yo estoy sentada en la cama—. ¿Quieres hacerlo?
—Lo sé. Estaré bien, esperaré por ustedes, porque tú también me
alcanzarás, ¿verdad?
—Claro que sí, enana. Cuando hayamos resuelto esto podremos hablar
con tía Lilí y contárselo todo, pero por ahora es mejor si fingimos que todo
sigue como si nada. ¿De acuerdo?
—Está bien.
—Te quiero mucho —suelta las palabras muy bajito y yo opto por
ahorrarme las mías y solo abrazarlo—. Bien, recoge lo esencial. Norma y
yo te esperamos abajo, ella tiene que ir a la residencia por algunas de sus
cosas.
—¿Te irás conmigo? —pregunto asombrada poniéndome de pie. Estaba
muy segura de que Norma declinaría esta idea por completo. Ella jamás ha
estado de acuerdo con esto, mucho menos con abandonar nuestras vidas por
la simple e ilógica razón de habernos enamorado de quien no debíamos.
—Sé que cometí una idiotez al creer que David podría ayudarnos,
además llamó para decirme que su tío no pudo viajar, que su padre le ha
prohibido involucrarse y si esta es la única forma de que los chicos salgan
bien librados y tú y yo estemos seguras al igual que nuestras familias, me
iré, además, ¿cómo sobrevivirás sin mí todo un mes? —bromea al final y ni
siquiera eso me arranca una sonrisa.
—Pero Norma... tú no quieres hacer esto, no te sientas obligada.
—Soy la que menos riesgo corre, eso sí. Quizás no es necesario que yo
me marche, pero no estaré tranquila hasta que todo esto se termine y
contigo brincando de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y los chicos
tratando de asesinar a González me voy a volver loca. Me iré contigo y
Ethan me ha prometido que me ayudará a entrar a la universidad otra vez y
un mes no hace mucha diferencia, mis padres no se darán ni cuenta.
—¿De verdad harás esto? ¿Huirás conmigo? —no puedo terminar de
creérmelo.
—Eres como mi hermana, claro que lo haré.
—No quiero interrumpirlas —interviene Ethan—, pero el tiempo corre.
Norma me sonríe antes de salir de la habitación con mi hermano. Me
pongo a trabajar cuanto antes, tomo un bolso pequeño que realmente utilizo
para ir a clases, y siempre fue el protagonista de bromas para Norma,
David, Erik y Elena, es demasiado grande, alcanzan muchas cosas. Pensar
en mis amigos me pone peor, ni siquiera podré despedirme de ellos y no es
que pueda realmente hablar con David, pero son las personas con las que
casi he compartido seis meses.
Niego con mi cabeza y empaco solo lo justo y lo necesario. Ethan me
observa muy callado, yo tampoco es que esté hablando hasta por los codos,
no quiero romperme, quebrarme y quejarme de lo que nos está pasando.
No quiero ni pensar en lo difícil que serán los siguientes días, pasaré
navidad y año nuevo sin tía Lili, sin mi pequeña familia... sin él. ¿Qué
excusa podré darle a Lili para no asistir? ¿Cómo voy a fingir que estoy en
L.A todo este tiempo? ¿Cómo podré dormir sabiendo que mi hermano y mi
novio intentarán matar a González?
—¡Joder! —me quejo y dejo caer mi frente sobre el armario.
—¿Qué ocurre? —Ethan me toma de los brazos con suavidad y me
obliga a girar para verlo.
—Tengo miedo —lo digo de una vez.
—Es natural...
—No, no lo entiendes. No es natural. Esto suena demasiado sencillo, ya
te lo he dicho. Hay algo que no termina de cuadrar en mi cabeza y Norma...
¿Qué me dices de eso? Ha aceptado irse cuando hace unas horas quería que
habláramos con el tío de David, y ¿qué haré si mi tía decide venir a L.A
cuando sepa que no podremos ir en navidad?
—Pequeña...
—¿Y si te ocurre algo?
—No me pasará nada. Tenemos el tiempo contado, yo no sé si González
me ha creído o no, o si me ha enviado a seguir, solo sé que tengo que
sacarte de la ciudad cuanto antes. Sé que todo te suena demasiado fácil,
pero no lo es, Blair. También tengo miedo, por ti, por mí, por los demás y
solo podré controlar mis putos nervios sabiéndote lejos de ese infeliz.
Ayúdame conservando la calma.
—Lo siento —susurro, seguro tiene miles de cosas en las cuales pensar
y yo haciendo mi drama, aunque también es válido, estamos envueltos en
un incendio que no podemos apagar sin importar las intenciones que
tengamos.
—Por favor, no sientas nada. Aquí el único culpable de todo soy yo.
Debí alejarme cuando pude, ahora mismo estarías con otro tipo decente y
respetable, quizás con el tal David y no aquí abandonándolo todo por mí.
—Seguramente, Ethan, pero esto que siento por ti me hace sentir viva,
feliz y estoy segura de que eso no me lo hubiera dado ni el tipo con la vida
más tranquila del planeta. Solo tú.
—No sé qué hice bien para encontrarte, Blair —susurra. Pongo mis
manos en su cuello y me inclino un poco para besarlo.
—Sé que ya estás haciendo mucho por mí, pero hay algo que quiero
pedirte y no puedes ser caprichosa con esto.
—¿De qué se trata?
—Si algo sale mal, cualquier cosa, lo que sea, quiero que te subas a ese
avión y no vuelvas.
—Yo no...
—Escúchame, aquí solo hay dos posibilidades, o lo logramos o no lo
logramos y si no lo logramos irán tras de ti, ¿me entiendes? Así que si me
pasa algo, si no vuelves a saber de mí, tú no volverás a pisar L.A, ni
Portland, tendrás el suficiente dinero para llevarte a tu tía, para hacer otra
vida. Te he transferido todo, tu pequeña cuenta de ahorros, mi amor, ahora
está por explotar. Apenas y me he dejado algo para vivir unos meses.
—¿Por qué has hecho eso?
—Porque quiero asegurarme de que quedarás completamente protegida.
Porque te amo, joder y porque aunque es dinero sucio, todo lo mío es tuyo,
desde mi corazón hasta el último de mis centavos.
—No debiste... tú no...
—Ahora mírame a los ojos y prométeme que si algo sale mal harás vida
en otro lugar, lejos de aquí. Júrame que lo harás de esa manera.
—Eso significa que crees que puedes mor...
—No, no, no. Eso significa que a veces las cosas no salen como
queremos. Solo déjame con esa tranquilidad, anda pequeña, hazme feliz,
¿sí?
Me tiembla el cuerpo entero cuando lo apachurro con toda la fuerza que
tengo y me pego a él como lapa. ¡Dios! La sola idea de perderlo me
estremece tantísimo. Escondo mi rostro en su cuello y él me toma de las
caderas, me eleva y pronto enrollo mis piernas en su cintura, él camina
hacia la cama y se sienta conmigo encima.
—Lo juro, pero no usaré un dinero que como bien has dicho, es sucio y
aún así es tuyo, no mío. Lo usarás tú para iniciar de cero tu vida... conmigo
—apenas y me han salido las palabras, siento que me ahogo.
—¿Puedo hacerte el amor antes de que te marches? —Lo escucho decir
entrecortadamente.
—¿Ahora me preguntas si puedes hacerme el amor?
—Solo quiero ser un caballero...—susurra.
Me tumba sobre la cama y toma mi cintura y me acerca a su cuerpo, sus
manos le tiemblan un poco y me doy cuenta de que sus labios también
tiemblan cuando me besan. Nunca había estado tan nervioso antes de
hacerme suya. Alza una de sus manos y acaricia mis mejillas mientras
nuestros labios poco a poco se abren cada vez más para dejar que nuestras
lenguas se encuentren.
Besos furtivos y rápidos hacen que nuestros cuerpos se calienten y al
rozarnos puedo percibir la forma desbocada en la que late su corazón al
mismo ritmo que el mío. Pierdo mi ropa despacio, sin prisas. Quedo
totalmente desnuda, Ethan entierra sus dedos en mi pelo. Suelto los botones
de los ojales de su camisa.
Acuna mi rostro con sus manos y otra vez me regala una jornada de
besos. Entrelaza nuestras manos y trata de no poner todo su peso sobre mí y
aun así siento su miembro erecto rozar mi sexo haciendo que me
humedezca totalmente. Su boca viaja desde mi cuello en línea recta hasta
llegar a mi sexo y repite el movimiento regresando a mis labios. Con sumo
cuidado se acomoda en medio de mis piernas, está siendo muy delicado,
incluso más que la primera vez que estuvimos juntos.
Escucho el sonido del preservativo y luego se hunde en mí de una
manera tan lenta, como si estuviera reconociendo cada espacio.
—¿Qué estás haciendo, Ethan? —le pregunto absorta de deseo.
—Amarte —balbucea y su miembro entra repetidas veces sin perder ese
mismo ritmo.
Subo un poco mi pierna izquierda para que entre con mayor
profundidad, no deja de besarme y acelera solo un poco sus estocadas. Se
encarga de embestirme por completo, aunque me explora suave y
pacíficamente paso mis uñas por su espalda y cierro los ojos. Esta vez no
me pide que los abra, esta vez no necesitamos vernos fijamente para
asegurarnos de que la pasión que compartimos va más allá de lo normal y lo
conocido.
Sus movimientos circulares hacen que pequeños y casi inaudibles
gemidos se formen en mi garganta, los atrapa todos con sus labios. Tener
sexo salvaje con Ethan Johnson es la experiencia más placentera que he
vivido, sin embargo, hacer el amor con él, es lo más hermoso que me ha
pasado. Su masculinidad sigue entrando y saliendo con cuidado, temiendo
romperme, como si todo se resumiera a esto..., al amor que sentimos el uno
por el otro.
—Te amo —susurra en mi oído cuando exploto. Se deja caer sobre mí y
me abraza.
—Te amo —respondo convencida de que lo amaré toda la vida por muy
ridículo que eso suene.
Ahora que hemos terminado y contra todo pronóstico, me río de lo que
hemos hecho. Estoy a punto de colapsar y aún así hicimos el amor. No hay
forma de que nos detengamos, y una ligera esperanza crece en mí. Todo
tiene que salir bien.
Nos separamos obligadamente y un tanto más animada o eso intento
aparentar para darle tranquilidad, finalizo con lo poco que me llevaré
conmigo. Bajamos a la primera planta y en efecto Norma ya está ahí junto a
Nathan, también ha escogido un bolso pequeño, supongo que tiene fe ciega
en que solo será un mes y quizás menos.
Mi hermano mira con mucho cuidado hacia la calle, la idea de que
quizás han enviado a seguir a Ethan no es descabellada. Los convenzo de
que es preferible pedir un taxi y que ellos lleguen al aeropuerto en sus
motos.
Al subir al vehículo Kim viene a mi memoria, sé que es ridículo, nos
odiamos largo rato, igual que pensar en Mateo como lo estoy haciendo, ya
que he convivido más con Zac, Tony y Mark. A veces uno hace clic con
personas que no sueles ver todo el tiempo, pero cuando las ves, conectas de
forma impresionante. Me habría gustado despedirme de ellos e
internamente ruego al cielo que todos tenga la misma suerte, que cada uno
salga vivo de este mundo de mierda.
El viaje al aeropuerto es sumamente tranquilo, ni Norma ni yo hemos
notado algo inusual en la carretera, ningún auto misterioso e incluso he
puesto reparo en el taxista. Todo es increíblemente pacífico. Nathan y Ethan
llegan casi al mismo tiempo que nosotros al área de la aerolínea en la que
viajaremos. Ellos también voltean a ver hacia todos lados.
No hemos traído protección, porque eso de alguna manera podría
levantar sospecha y ahora que lo pienso con mayor claridad, el solo hecho
de que se nos vea entrando al aeropuerto ya es sospechoso, a lo mejor traer
a más personas no estaba demás.
Los chicos aguardan a que pasemos por la revisión de pasaporte y pasaje
de abordar. De verdad trato de no darle largas a mi paranoia y me lleva
mucho trabajo.
El lugar está tan lleno y de pronto descubro a algunas personas
observándome con tanta insistencia que inicio a pensar que esta paz solo
puede ser una cortina de humo, igual o peor que la que Ethan ha creído
ponerle a González.
En cuanto nos sellan los papeles regreso hacia Ethan casi corriendo.
—¿Qué pasa? —habla tranquilo.
—Creo que nos están observando.
—¿Quién?
—A tu izquierda, hay un grupo de hombres que no han dejado de verme
ni un solo segundo.
—Blair, todo está bien. Mejor entren de una vez al avión y Nathan y yo
podremos irnos de aquí —es lo que me dice sin despegar la mirada de los
tipos.
—Ethan, debimos venir con apoyo.
—Pequeña, he traído apoyo. Solo no quería alterarte más, así que ni
siquiera lo mencioné. Esos hombres vienen con nosotros. Me llena de
orgullo que seas tan observadora, los has notado.
—Tengo al mejor maestro —digo sintiéndome más relajada. Noto cómo
Norma también se relaja y toma la mano de Nathan, camina algunos pasos
delante de nosotros y al darme cuenta de que nos dirigimos al punto en el
que tendremos que separarnos, en el que marcará un antes y un después, la
forma relajada en la que me sentía hace solo segundos desaparece.
Ethan me detiene unos metros antes y me toma de ambas manos. Me
mira fijamente sin decir ninguna palabra, solo me observa.
—No llores —habla finalmente acariciando mis mejillas—, si veo una
sola lágrima no te dejaré ir.
—Llámame todos los días por favor. Si tienes miedo de que me
descubran no hables, no haremos que dure más de unos segundos, solo
llama y quédate callado y entonces sabré que eres tú, que estás bien. ¿De
acuerdo?
—De acuerdo, pequeña, de acuerdo.
—Ya es hora —escucho decir a mi hermano y Ethan me toma de la
cintura, me apretuja contra él y estampa sus labios con los míos.
—Ven acá Nathan —le pido y tomo su mano, también la de Ethan—,
cuídense mucho, son lo más importante en mi vida, los necesito vivos, a
ambos.
Nathan me sonríe y me envuelve con sus brazos.
—Solo será un mes... un mes —repito y ellos asienten. Ethan mira hacia
el suelo, igual que en la playa a la arena—. Ethan...
—Un puto mes —repite siempre sin mirarme. Ignoro por completo si
estamos tomando el camino correcto, la decisión adecuada. Mi cuerpo me
grita que me quede, pero he de marcharme. Poco a poco voy soltando las
manos de mis dos chicos; mi hermano y mi novio y el hueco en mi pecho
inicia a formarse. Norma se despide de Nathan cabizbaja y a Ethan le regala
una tímida sonrisa.
—Blair... —me llama Ethan justo antes de que gire por completo. Mira
de soslayo a mi hermano y mi amiga y me da un beso prolongado en la
frente—. Todo lo estoy haciendo por ti, te lo juro, cada maldita cosa que
haré será por ti —susurra en mi oído.
—Lo sé, lo sé.
—¿Recuerdas lo que te dije en la playa? Que no olvidarás cuánto te
amo, pues no lo olvides, jamás lo dudes, por favor, nunca lo dudes.
—No lo haré —le aseguro.
Norma me apresura y me alejo a pasos cortos, camino hacia atrás y él no
me despega la mirada, incluso me parece ver sus ojos turbios, ¿lágrimas? Se
me achica el corazón. Quiero salir corriendo hacia él y obligo a mis pies a
moverse más rápido.
Siento una vibración en mi bolso que ignoro la primera vez, pero la
segunda, aprovecho que

Siento una vibración en mi bolso que ignoro la primera vez, pero la


segunda, aprovecho que Norma es quien toma primero la bandeja para
poner sus cosas y pasar por control para revisarlo. El nombre de Kim es el
que aparece en la pantalla y arriesgándome a que el oficial que ya me mira
con enfado me eche de la fila tomo la llamada.
—¿Kim?
—¡Gracias al maldito cielo!
—¿Qué pasa?
—¿Aún no te marchas?
—No, recién...
—Escucha, no te subas a ese avión, corre a la salida más cercana y ve a
un lugar seguro hasta que pueda ir por ti —me grita.
—¿De qué hablas? No te entiendo.
—El plan se ha ido a la mierda, Ethan no responde su teléfono y Nathan
lo trae apagado. Se supone que Ethan es mi amigo desde hace mucho
tiempo pero tienes que saber que te han mentido. Todos te hemos mentido.
Pensábamos matar a González hoy mismo y luego huiríamos, sí, pero Ethan
no iría tras de ti, te piensa dejar libre para que jamás vuelvas a estar en
peligro y el muy hijo de puta de González se ha enterado y aún así Ethan lo
enfrentará, es una muerte segura, tienes que detenerlo, eres la única que
puede hacer algo.
El teléfono se me cae de las manos de la impresión, todo el bullicio a mi
alrededor deja de existir y mis ojos se mueven de un lado a otro buscando el
rostro de Ethan en la distancia, hasta que lo veo ya cerca de la salida y
cuando estoy por gritar su nombre, los ventanales de cristal que están a
varios metros se hacen trizas y luego se escucha una especie de explosión o
son balazos, no lo sé.
CAPÍTULO 40

ETHAN JOHNSON

E l galopeo intenso de mi corazón impacta en mi pecho y estalla en


mis oídos y mi cabeza; los gritos no se hacen esperar, la gente inicia
a amontonarse y a empujarse unos con otros creyendo que esto es un
atentado terrorista. Las alarmas del aeropuerto se activan y eso hace que
mis sentidos no consigan estabilizarse y los oficiales que hay en los
alrededores corren de un lado a otro tratando de localizar el punto de
ataque.
Miro hacia atrás en busca de Norma y está oculta detrás de una de las
máquinas de control totalmente desorientada. Creo que hasta ella piensa que
es un ataque terrorista, pero yo sé, que no es así.
Apenas y escucho la forma desesperada en la que le grito sin parar —:
Corre, corre, corre.
Ella niega con su cabeza y tengo que ir tras ella, sacarla de su escondite
y hacerla reaccionar. Otro tiroteo se escucha y veo de soslayo que algunos
cuerpos están expandidos en la calle junto a la salida, creo que todo mi
sistema se ha detenido al mirar a un hombre de chaqueta negra en el suelo.
—Vamos, Norma, tenemos que salir de aquí. ¡Ahora! —digo lo más
claro que me es posible y tengo que tirar de ella hasta que no puedo más y
la suelto con la esperanza de que me siga, necesito llegar hasta los heridos,
necesito confirmar que no se trata de mi hermano o de Ethan.
Varias personas me empujan con fuerza en tanto alboroto e incluso caigo
de bruces en algún punto. Unas manos fuertes me toman de los brazos y me
ponen de pie, es un hombre desconocido, me mira como si deseara matarme
aquí mismo, y siento algo puntiagudo y filoso rozar mi estómago. Entonces
entiendo.
—¡Suéltame!
—Camina, perra —es lo que escucho. Hay tanto desorden, ruido y más
disparos que nadie se percata de que me están llevando contra mi voluntad.
El hombre es más grande que yo, más fuerte y seguramente sabe dar
mejores golpes que yo pero no pienso ser tan débil. No otra vez.
Le hago pensar que soy obediente, que su cuchillo o lo que sea que me
está apuntando me intimida aunque en realidad lo hace. Casi llegamos a la
salida del otro extremo cuando lo escucho...
—¡Blair! —Ethan.
Es como una señal para mí porque justo cuando el hombre gira solo un
poco para comprobar que se trata de Ethan, hago una locura total. Muerdo
el brazo del tipo en cuestión con tanta rabia que siento hasta sangre y al
soltarme empuño mi mano y le lanzo un puñetazo que me ha dolido
horrores, tanto, que creo que me he quebrado algún dedo.
El hombre ha trastrabillado hacia atrás lo suficiente, basta para que
Ethan llegue a mí, tome del pelo al sujeto e impacte su cara con su rodilla,
el desconocido cae inconsciente y no perdemos ni un segundo. Me hace
correr sin importar si tiro al suelo a un niño o a un anciano. Tenemos que
salir de aquí.
—Norma, Norma se ha quedado atrás.
—No vienen por ella —dice tajante y me obliga a mover mis pies hasta
que salimos por una puerta de emergencia y nos desplazamos hacia el
aparcamiento interno del aeropuerto.
—¿Dónde está Nathan? —pregunto horrorizada.
—Esperando por nosotros —es su respuesta y mi cuerpo se llena de
energía de alguna forma. Todos estamos bien, todos estamos vivos. Puedo
con esto.
—Vamos, Blair, más rápido —me exige y yo no he querido decirle que
creo que me he roto la mano.
—Espera, espera —le grito cuando no soporto más el dolor—. Mi mano,
creo que me he roto la mano.
—¿Qué? —se detiene—, ¡mierda! —dice al ver que no puedo mover dos
dedos—. ¿Qué tanto te duele?
—Mucho, pero puedo soportarlo, solo no me tomes esa mano —trato de
sonar valiente. Niega con su cabeza y toma un trozo de mi camisa
rompiéndola y me envuelve la mano como si fuesen ligas
para mantener mi mano estable, o al menos los dedos que están
paralizados. Lo hace lo más fuerte que puede y aunque me duele aún, se
siente mucho mejor.
—¿Mejor?
Asiento, asiente y seguimos corriendo hasta que vemos las motos
aparcadas y varios hombres rodeando a Nathan, el alma se me cae al suelo y
freno como si fuese un auto derrapando.
—Son nuestros, joder, son nuestros, ¡corre! —me grita. A pesar de
escuchar eso mis nervios no se disipan.
—¿Sabes algo de Norma? —le lanzo la pregunta a Nathan.
—Ha quedado dentro del aeropuerto, está segura ahí, la policía ya está
aquí. Han cerrado las puertas y me ha enviado un mensaje diciéndome que
está bien. Tenemos que irnos, luego volveré por ella.
Todo esto me parece una jodida película de acción. Ethan me monta a un
auto seguido de mi hermano. Adelante van dos hombres, el conductor y el
copiloto completamente armados y en sus motos van cuatro más, de
algunos estacionamientos veo salir al mismo tiempo otras tres motos y otro
auto. ¡Joder!
—¿Qué está pasando? —Me llevo las manos a la cabeza.
—Nos han descubierto —sisea Ethan—, nos ha mandado a matar, tengo
que sacarte de Los Ángeles como sea. Me repito mentalmente que, este es
el peor momento para reclamos.
No debo atacarlo, no debo exponerlo y mucho menos pedirle
explicaciones. Está demás mencionar lo presionados que estamos. Nuestras
vidas corren peligro y lo último que necesitamos es un drama romántico
pero no puedo, no puedo, no puedo.
—¿Por qué me mentiste? —a pesar de todo el acumulo de tensión, dolor,
nervios y rabia hablo bajito en lo que el auto incluso se pasa varios
semáforos en rojo.
—Blair, no sé de qué hablas pero este no es momento —me recuerda
con la mandíbula tensa.
—No, claro que no es momento pero quiero saber ¿por qué carajos me
mentiste? —alzo la voz ahora.
—Blair —me reprende mi hermano.
—Tú cállate porque has hecho lo mismo. ¿Qué creías Ethan? ¿Qué
pasado el supuesto mes no me enteraría de que me habías abandonado
quién sabe dónde? Estoy enfrentando todo esto por ti y lo único que haces
es huir como un cobarde dejándome sola a mi suerte, ¿te pareció que todo
tu sucio dinero es un premio de consolación? ¡Eres un desgraciado! —
escupo las palabras.
—Este no es buen momento... —vuelve a decirme sin siquiera tener la
cortesía de mirarme.
—Entonces es cierto. ¿Pensabas dejarme? ¿Es verdad? Ese era tu
verdadero plan. ¡Contéstame! —grito nuevamente ya vuelta loca y lo
empujo a pesar de que vamos dentro de un vehículo y mi débil intento de
hacerlo reaccionar no lo mueve ni tres centímetros.
Gira hacia mí abruptamente y me toma de los brazos.
—¿Y qué querías que hiciera? ¡Eh! —bufa furioso—. ¡No estás segura a
mi lado! Nunca lo estarás, ¿es que no lo ves? ¿No te das cuenta de cómo
será tu jodida vida conmigo? Solo tienes diecinueve y todo un futuro por
delante.
—Chicos... —Nathan intenta interrumpirnos, es imposible. No le
hacemos ni caso.
—¿Y se te hizo muy fácil decidir por mí? ¿Crees que no sé todo eso?
Cuando esto termine, Ethan, tu estúpido sueño de alejarme se hará realidad,
¿me has escuchado?
—Joder, dejen de pelear —insiste Nathan.
—No decidí por ti, decidí por mí, decidí que no merezco tenerte ni en
este ni en ningún otro mundo y que no mereces esta puta vida de mierda.
—¡Nos vienen siguiendo joder! ¡Que nos vienen siguiendo! —estalla mi
hermano y la discusión llega a su fin.
—¡Puta mierda! —exclama Ethan.
—¿Disparamos? —pregunta el copiloto.
—No, sigue conduciendo. Piérdelos.
—Es que no es un auto, al menos son tres.
—Disparemos —le dice mi hermano.
—No, estamos en plena calle, es cavar nuestra propia tumba.
Yo estoy inerte en medio de ambos sin saber qué decir o qué hacer.
Honestamente la idea de disparar me parece mejor que la de no hacer nada,
si esos autos se nos acercan demasiado o nos consiguen acorralar,
moriremos.
—¡Piérdelos! —ordena Ethan y el auto toma una velocidad
espeluznante.
No respetamos señales de tránsito, ni semáforos y creo que el coche
incluso se ha llevado varios espejos retrovisores de otros vehículos, pero los
otros tres autos no se detienen y cada vez están más cerca. Casi llegamos a
una de las salidas de la ciudad y miles de ideas empiezan a cruzarse por mi
cabeza. No van a descansar hasta tenernos.
Ahogo un grito en el momento en el que decido armarme de valor y
voltear a ver hacia atrás, entonces uno de los motorizados cae al pavimento
herido. ¡Están disparando! No he escuchado a Ethan dar ninguna orden,
pero a continuación todos, incluido mi hermano, disparan desde las
ventanillas y quienes van en las motos los imitan. Escucho como ecos que
entran y salen de mis oídos las palabras de Ethan, quiere que me tire al
suelo del carro y me proteja lo más que pueda. Lo hago enseguida.
Esto es como estar en el maldito infierno, solo escucho la forma en la
que rechinan los neumáticos, disparos y más disparos y de pronto cómo el
auto frena sin previo aviso y mi cabeza golpea uno de los asientos
delanteros. Creo que la respiración de todos es plenamente audible.
—Blair —susurra Ethan—, van a cogernos, y no sé qué suceda después,
¿lo comprendes?
¡Dios! ¡No! ¡No! ¡No!
Poco a poco salgo de mi escondite y veo que estamos en carretera
abierta, totalmente rodeados como si fuésemos criminales de primera y
ellos son la policía. Nunca he sentido tanto miedo como en este maldito
instante. Me doy cuenta de que han matado a todos y cada uno de lo que
traían las motos y que el copiloto tiene un disparo en el pecho.
—Si encuentro una forma de que escapes, quiero que corras lo más
rápido que puedas y no quiero escuchar una sola negativa. ¿Entendido? —
me ordena Ethan.
Apenas y consigo asentir, mi hermano niega con su cabeza e inicia a
disculparse una y otra vez. Dos sujetos abren el auto de forma violenta.
—¡El gran Ethan Johnson! ¿Quién diría que nos encontraríamos en esta
penosa situación? —ironiza el tipo de barba negra. Ignoro qué clase de
relación haya tenido con Ethan antes de que yo apareciera en el cuadro,
pues su risa de satisfacción es inigualable.
—Pensé que éramos amigos —dice Ethan, creo que quiere ganar tiempo.
—Ese es uno de los errores más grandes que cometiste, creer que dentro
de la mafia hay amigos. Pero tranquilo, hombre, que en nombre de la
supuesta amistad que teníamos es que voy a llevarte hasta González sin
tocarte un pelo, ni a la señorita —chasquea la lengua al terminar.
—¿Qué es lo que quiere?
—Darles el tiro de gracia, ya sabes cómo son estas cosas, por favor, no
quieras ganar tiempo. Llévenlos —exige y tan rápido como somos sacados
del vehículo y llevados a otro, así de rápido matan a quien conducía el
nuestro y le apunta directo a Nathan en la cabeza—. ¿Ves princesa? Si
gritas o tan solo lloriqueas, ¡boom!, tu hermano se muere —me amenaza.
El auto se pone en marcha y a medida que seguimos avanzando en la
carretera entiendo que no nos están llevando de nuevo hacia L.A y que eso
solo disminuye las posibilidades de que alguien nos ayude. Cierro mis ojos
con fuerza una y otra vez tratando de encontrar un tipo de calma. No lo
consigo, es imposible. Un toque helado en mi mano es lo que me hace
regresar a este maldito auto, porque mi mente ya estaba alejándose para
ignorar el hecho de que nada nos salvará esta vez, no tendremos otra
oportunidad.
Es la mano de Ethan intentando tocar la mía, la buena. Mis ojos se
encuentran con los suyos, sigo sin poder creerme que estaba dispuesto a
dejarme a pesar de todo lo que he hecho por él, si vamos a morir hoy, lo
último que quiero es estar enfadada con el chico de los ojos grises.
Muy despacio uno mi mano con la suya y él la aprieta solo un poco, casi
nada.
"Lo siento" me transmite sin sacar la voz, lo dice en silencio, solo
moviendo sus labios. Niego con mi cabeza en señal de que ya no importa,
en realidad ya no importa nada. Nos obligan a separarnos al llegar a una
casa que aparentemente está abandonada en las afueras de la ciudad, hay
algunos autos más aparcados y ninguno de los tres intenta hacer nada o
impide ser llevado dentro. Nathan y Ethan están desarmados y nos ganan en
cantidad.
La casa es tan grande que la fachada que tiene por fuera parece un
chiste, de pronto me da la impresión de estar dentro de un laberinto, pues
cada pasillo que me hacen recorrer es igual al anterior y estoy incluso
mareada cuando llegamos frente a dos enormes puertas de madera con dos
cabezas de venado incrustadas en cada una.
—Llegaron mis invitados —escucho decir al abrirse las puertas. Nathan
y yo nos miramos de inmediato.
González está sentado en un escritorio fumando un puro con mucha
tranquilidad, vestido impecable, sin un cabello fuera de su lugar.
—No saquen sus armas —dice y se suelta a reír—, cierto, están
desarmados. Es una pena porque yo si tengo un arma y voy a dispararle
tantas veces a Blair por cada traición, todos los presentes estamos de
acuerdo en que ella es la culpable de todo.
—Por favor, no le hagas daño —se atreve a hablar Ethan—, mátame a
mí, hazlo, ahora mismo, pero déjala ir.
—Mátanos a los dos, a todos, menos a ella, déjala vivir —le ruega mi
hermano.
Escucho pasos, el estudio es una especie de pequeña biblioteca de dos
plantas, y no tardamos nada en descubrir que en el piso de arriba hay más
hombres apuntándonos a todos con sus armas.
—Ahora me suplican, después de organizar mi muerte hijos de puta —
habla para todos pero su mirada está fija en Ethan—. Voy a aclarar algo,
linda. —ahora se dirige a mí—. Me han traicionado por ti, no puedo confiar
en que se irán de aquí y no darán información a la policía. ¿No era eso lo
que me habías propuesto, Ethan? La vida de tu novia por tu silencio, pues
déjame decirte que no será necesario. Hoy van a morir todos. Todos. Solo es
cuestión de tiempo, incluso me harás matar a mi propio hijo, porque yo no
le perdono la vida a nadie. Y a no puedo evitar más mostrar cómo estoy
en realidad; que me desgarro de principio a fin y trato de recordar a la
jovencita que con tanta ilusión llegó a la universidad hace solo seis meses,
que no quería enamorarse del chico malo, ni meterse en líos y ahora estoy
aquí, a punto de morir.
—Por favor... —consigo decir.
—¡Ya me tienen hasta la puta mierda! Arrodíllenlos.
González se acerca a los tres y pasa su pistola a centímetros de mi rostro
mientras nos obligan a arrodillarnos. Siento el material helado justo en
medio de mi frente y cierro los ojos, sollozo sin poder evitarlo, soy capaz de
escuchar cómo su dedo se hunde en el gatillo... voy a morir, voy a morir,
voy a morir. Pero no sucede.
Y no sucede porque un torrencial de balazos impactan contra la casa y
solo puedo ser consciente del momento en el que alguien me tira al suelo y
me cubre con su cuerpo. Es Nathan, apenas y veo cómo Ethan se lanza
encima de González y luchan en lo que los disparos no se disipan y se
escucha cómo la casa truena sin parar. La mayoría de los presentes corren
hacia fuera para evitar que quien sea que ha iniciado una guerra campal,
consiga entrar al estudio.
Quejidos, gritos, órdenes y más disparos hacen que mis oídos duelan.
Nathan me arrastra hasta estar detrás de un sillón.
—¡Quédate aquí! —me grita. Pareciera que todo pasa despacio, que hay
tiempo hasta para dar un respiro profundo pero no es así, cada vez que
parpadeo intentando controlarme los disparos se escuchan más y más fuerte,
más cerca, hasta que traspasan el estudio y empiezan a impactar con las
personas que defienden a González.
Asomo la cabeza a pesar de que Nathan me ha pedido que me quede
quieta. Mi hermano golpea a uno de los tipos que tienen armas y se la
arrebata, logro percatarme de que uno de los tantos hombres se da cuenta de
que Ethan y González están forcejeando y lanza un disparo que por suerte y
el alboroto que hay impacta en el piso, pero vuelve a apuntarlo y entonces
veo el arma de González tirada a unos metros de ellos.
Sé que si me muevo, que si entro en el radar de ese hombre me
disparará, sin embargo, si no hago nada, si me quedo aquí, lo único que haré
será ver cómo asesinan a Ethan. Ni siquiera lo sigo pensando, en menos de
un segundo me lanzo importándome un carajo el dolor en mi mano y las
pocas posibilidades que tengo de llegar hasta el arma y no ser asesinada.
Mi cuerpo cae con fuerza sobre el suelo de madera, tomo el arma incluso
con mis dedos fracturados y grito el nombre de Ethan, eso llama su
atención, pero también la atención de la única persona que recuerda que su
jefe está en el suelo sin arma alguna y decide cambiar de opinión, me
dispara.
Corro lo más rápido que puedo y lanzo el arma a Ethan, él la toma en el
aire aún y como si fuese el mejor sicario del mundo aprieta el gatillo
dándole un disparo en la cabeza al hombre que cae enseguida al piso igual
que yo.
Tiemblo entera, creo que me desangraré en cualquier momento y no hay
sangre, ni herida, ni bala dentro de mí porque Ethan ha sido más rápido, tan
rápido que no solo ha disparado una vez, si no dos, la otra bala dirigida a
Arnold González. Lo ha matado. En medio de esta guerra de balas y sin
saber si quienes están tratando entrar a la casa están de nuestro lado o son
personas que trabajan para González, tenemos tiempo de encontrar nuestras
miradas un miserable microsegundo, antes de que las puertas del estudio
estallen.
La desconcentración total de los que aún quedan vivos es aprovechada
por mi hermano, que dispara sin piedad alguna y al ver los rostros de
quienes han tirado la puerta abajo me restriego los ojos solo para comprobar
que no es un maldito sueño.
Mateo es el primero en entrar, seguido de Zac, Tony, Mark y una rubia
con una perfecta coleta y vestida de negro y cuero como si fuese a modelar.
Al cabo de unos segundos el estudio es invadido por más personas armadas
y terminan de aniquilar a quienes servían a González.
Ethan y Nathan se miran sorprendidos ante la presencia de los chicos.
Creo que los tres estábamos seguros de que nada ni nadie podrían
rescatarnos.
Esto tiene que ser una jodida broma, estamos vivos. ¡Hemos
sobrevivido! ¡Maldita sea! Caigo de rodillas sintiéndome tan liviana, a
punto del desmayo. ¿Es real? ¿Hemos matado a González? ¿Está muerto?
—Te me has adelantado —dice Mateo viendo de lejos el cuerpo de
González.
—Ha sido un golpe de suerte, pero igual no pensaba dejarte hacerlo,
porque tú eres una buena persona Mateo, no hubieras podido con la culpa
—susurra Ethan.
—¿Cómo han llegado hasta aquí? —pregunta aún asustado mi hermano.
—Localizadores —contesta Zac.
—González se los ponía a los vehículos de sus trabajadores, excepto al
de Ethan —agrega Kim—. Cuando llamé a Blair para contarle la verdad
escuché el estruendo en el aeropuerto y supuse que algo andaba mal, luego
vimos el movimiento de las motos y gracias al cielo en ese momento Mateo
estaba reunido con varias personas dándoles indicaciones.
—Llegamos hasta la carretera en la que dejaron vivo aún a uno de los
motorizados, y nos dio información, ahí Mateo supo en dónde los tenían —
termina de explicar Tony.
—¿Están bien? —investiga Mark al verme la mano vendada y tanta
sangre esparcida.
Niego con mi cabeza, no porque esté herida, sino porque ha sido
demasiado, es más de lo que una persona promedio podría soportar. Ethan
tira el arma al suelo y corre hasta mí. Con suavidad me levanta del piso y
me estrecha en su pecho.
—Ya pasó, ya terminó. —Siento un enorme alivio al escucharlo de sus
labios—. Lo hemos logrado, pequeña.
—Ibas a dejarme, tú ibas a dejarme... —es lo más estúpido que podría
decir en este momento, pero es lo primero que me ha salido. Acuna mi
rostro y sus ojos me miran fijamente.
—Puedo explicarlo, amor. Lo iba a hacer, era el plan, pero cuando te vi
ir en el aeropuerto tomé otra decisión, iba a ir tras de ti, en ese preciso
momento, no me importaba nada, solo iría a casa a traer mi pasaporte para
alcanzarte, ¿sabes por qué? Porque soy tuyo, soy de una chiquilla de
diecinueve años. Y...
—¡Cuidado! —grita Nathan.
La voz de mi hermano llega como un golpe lejano y cada movimiento se
vuelve lento y pesado. En un suspiro Ethan se separa, me oculta detrás de él
y mi corazón se rompe en un millón de pedazos cuando su cuerpo entero se
estremece hacia atrás golpeándome. ¡Dos balazos!
Cae al piso en un santiamén y Zac se me acerca más rápido que un rayo
y me ayuda a sostenerlo. González se ríe desde donde está tirado en el
suelo, aún vivo. ¡Cómo puede ser posible! Pudo matarme y Ethan ha
recibido los disparos por mí.
Tony gruñe tan fuerte que parece un animal herido y dispara tantas veces
al cuerpo de González que ni siquiera sé cuántas veces lo ha hecho. El
tiempo se ha detenido, no escucho los gritos de los demás. Todo es nulo
para mí, excepto la persona que muere poco a poco en mis brazos.
—No, no, no, no —susurro.
—Blair —dice y se lleva las manos a su estómago, se le llenan de sangre
casi enseguida.
—No hables, tranquilo —me obligo a no llorar más—. ¡Nathan, llama a
una ambulancia! —grito.
—No quiero dejarte —balbucea—. No quier...
—Por favor. No hables, no desperdicies fuerzas, mírame, Ethan, no
cierres los ojos, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no así —le ruego—.
¡No!
—Te amo... te amo.
Mi corazón late desesperado, se está quebrando poco a poco, y de alguna
forma también se muere al mirar al hombre que ha hecho un antes y un
después en mi vida irse para siempre. Los rostros de mis padres la última
vez que los vi vuelven a mí y solo hacen que sienta la muerte cerca,
rondándome de una manera tan espeluznante, destrozadora, soy capaz de
sentir cómo me quemo en medio de tanta pena, de tanta angustia.
—Mírame, mírame, Blair, mírame —me pide. Mis grandes ojos negros
lo miran atenta. Acaricio su cabello y sostengo su cabeza con mi otra mano
temblorosa. Y ruego al cielo. Misericordia, sí, justo eso. Pero estoy
iniciando a pensar que mi vida no tiene la suerte de conocer algo tan
sublime como la jodida y puta misericordia.
—Por favor, Ethan, no me hagas esto. No puedes irte de mi vida de esta
manera. Voy a morirme —apenas y me salen las palabras—. ¿Sientes esto?
—Ubico una de sus manos sobre mi pecho para que sienta la forma casi
desesperada en la que late mi corazón—. No latirá más si me abandonas —
sollozo, pero Ethan Johnson ya se mira perdido—. Ethan —lo llamo una
última vez con los ojos borrosos.
—Perdóname, perdóname —tartamudea.
—No tengo nada que perdonarte, nada.
—Te he arruinado la vida... Sí, me la ha arruinado, pero han sido las
ruinas más hermosas que alguna vez he podido imaginar.
—Lo siento —es lo último que pronuncia y el alma abandona mi cuerpo.
Se ha ido.
Comienzo a temblar de forma abrupta, las cosas no podían pasar así de
rápido, mi vida no podía quebrarse en solo segundos. Mis lágrimas caen
como cascada de mis ojos. Escucho las maldiciones de todos y sacudo su
cuerpo.
—¡No! —grito—, no está muerto, no puede estar muerto, díganme que
no es cierto. —Me le tiro encima porque me niego a la idea de no volver a
escuchar su voz, de no ver a diario sus ojos grises—. Ethan, despierta —le
pido.
—Blair —mi hermano trata de abrazarme y alejarme y lo empujo.
—Despierta, despierta, despierta, por favor, despierta, Ethan, despierta,
despierta.
—Tenemos que irnos, alguien me ha traicionado. Vienen refuerzos,
tenemos que salir de aquí ahora —Mateo está descontrolado y se le dificulta
caminar.
—Tenemos que llevarnos su cuerpo —les pido a todos. Nadie me
responde de inmediato.
—Blair, hay que salir ahora mismo de aquí. Ya no podemos hacer nada.
Está muerto —contesta Tony igual o más afectado que yo.
—Hay que llevarlo, no podemos abandonarlo así, quizás si vamos a un
hospital... —me apoya Kim, quien tira de su propio cabello.
—No voy a moverme si no nos lo llevamos. Por favor... por favor —les
ruego.
Tony me toma de las caderas y junto a Mark me sacan de la casa. Grito,
pataleo, lloro descontrolada y no logro nada. No volvería a verlo, mi chico
de ojos grises se acaba de ir para siempre y lo estoy dejando ahí como si
fuese basura, como si no tuviera ningún valor.
El ahogo empeora con cada instante que pasa y tiran de mi cuerpo hasta
montarme a un vehículo, ponen los seguros y arrancan a toda velocidad.
Miro hacia la casa donde no solo se quedaba
Ethan, también se quedaba mi vida entera.
EPÍLOGO

D esde pequeña siempre fui muy soñadora, me sentaba en el sillón de


mi casa junto a mamá y mirábamos esas películas románticas,
recuerdo cómo me entraban arcadas cuando veía a los adultos
besarse, ya fuese en la vida real o a través de la pantalla. ¿Cómo compartir
fluidos era algo hermoso? Simplemente no lo comprendía.
Un buen día mientras mi madre suspiraba y yo solo era una niña de diez
años que ignoraba la verdadera vida de sus padres, me planté frente al
televisor, la miré y ella curiosa esperó a que hablara.
—Ma, ¿esas cosas pasan? Digo, ¿algún día me besaré asquerosamente
con un niño? —Mamá soltó tremenda carcajada, le dio golpecitos con su
mano a sus piernas y enseguida salté hacia ella y me acurruqué en su
regazo.
—Estás muy pequeña para tener esta conversación —dijo sonriendo—,
pero sí, algún día crecerás, te gustará alguien y se besarán.
—¡Puaj! —me quejé.
—También te enamorarás.
—¿Cómo en las películas, mami?
—Algo así.
—¿Tú te enamoraste de papá?
—Totalmente.
—¿Cómo sabes que estás enamorada realmente?
—Estás muy preguntona hoy. Pues, no lo sabes... lo sientes.
Por supuesto que yo no les encontraba sentido a sus palabras, era una
niña a la que solo le preocupaba que sus muñecas tuvieran el cabello en
perfectas condiciones. Quisiera regresar el tiempo, quisiera volver a ser esa
niña que no entendía, que no sentía, que era feliz. Quisiera que mi madre
me abrazara justo ahora y me dijera que voy a superar esto, que volveré a
sonreír y que volveré a ser la misma Blair que era antes de venir a Los
Ángeles.
Quisiera que el dolor menguara un poco, abrir los ojos cada mañana y no
sentir que me ahogo, o que me abren el pecho y me hacen picadillos el
corazón.
A veces el dolor emocional es tanto, que lo llegamos a convertir en
físico.
Me duele hasta los huesos cada vez que Ethan Johnson vuelve a mi
mente. Cada maldita y desgraciada partícula de mi cuerpo se comprime al
recordar que ya no está entre nosotros. Que no se trata de una discusión o
de sus intentos de abandonarme, que se ha ido para siempre.
Está muerto.
Quisiera... quisiera... quisiera... todos son unos malditos "quisiera". No
importa cuánto quiera, desee, implore, suplique, ruegue, llore... él no
volverá... NUNCA.
No sé ni cómo he hecho para sobrevivir a los días posteriores, cada día
es igual al anterior, pienso en lo mismo una y otra vez: ¿Y si hubiésemos
sido más inteligentes? ¿Si los chicos hubiesen llegado antes? ¿Si lo hubiera
obligado a huir conmigo? ¿Si hubiese sido más rápida? ¿Si hubiera evitado
que tirara el arma? ¿Por qué no me aseguré de que González estaba muerto?
¿Por qué nadie lo hizo? ¿Por qué no pudimos llevarlo a un hospital? ¿Por
qué tuvo que ocultarme detrás de él?
Yo habría recibido esos balazos por él, juro por el cielo que lo habría
protegido como él siempre lo hizo conmigo. No importa cuánto me lo
cuestione. Me he quedado... sola.
Suelto un suspiro agonizante mientras miro hacia el mar. He venido a
nuestra playa a mirar las olas para encontrar un poco de paz, pero cada vez
que las olas impactan en la arena vienen a mi mente un sinnúmero de
recuerdos, un golpe directo y fuerte sobre mi pecho, sobre mi mente que me
juega bromas crueles y me hace creer que de pronto él aparecerá y me dirá
que todo fue un plan, que solo quería hacerme creer su muerte para que yo
me fuese sin voltear a ver atrás. Pero no es así.
Mamá tenía razón. No lo sabes..., lo sientes, eso pasó entre Ethan y yo.
Entierro mis dedos en la arena como si de alguna forma lo estuviese
tocando a él. Aún puedo escucharlo diciéndome "pequeña" y ahora tendría
mucho más sentido que me llamara así, porque es como me siento en este
momento, tan, tan, tan pequeña.
Después de que nos fuimos de esa casa, tuvieron que usar sedantes
conmigo. Me estaba volviendo loca y sé que puede parecer muy exagerado
pero cada vez que cerraba mis ojos, que siquiera parpadeaba, su rostro sin
vida me atacaba.
Pasé veinticuatro horas en el hospital. Tuve un ataque de nervios, de
ansiedad, repetía su nombre, solo su nombre sin detenerme un solo
segundo. Lloré hasta quedarme sin lágrimas, grité hasta quedarme sin voz.
Simplemente no podía ser cierto, él no podía haberse ido sin más, con todo
lo que habíamos hecho para salir de ese mundo. No era justo, no es justo, y
nunca será justo.
Norma, quien apareció horas después intentó controlarme, la sentí rara,
extraña, no podía siquiera mirarme a la cara. Me abrazaba y me decía
cuánto lo sentía, y pueden llamarme desquiciada mental, algo en su voz
llevaba algo de culpa, algo en su voz me decía que no lo sentía en realidad o
quizás en ese momento perdí totalmente la razón.
Mi hermano intentó de todas las formas hacerme encontrar paz.
Imposible. Nada podría hacerme sentir mejor. Nada. Peor aún cuando me
enteré de que Zac volvió a aquella casa importándole poco que lo mataran,
quería recuperar el cuerpo de su amigo, darle una sepultura decente, poder
despedirnos realmente. El cuerpo no fue encontrado. No estaba, ni el suyo
ni el de González. Nada. No tenía siquiera una tumba a donde ir a llorar, no
tenía absolutamente nada. No sabíamos nada.
Mateo y Kim me prometieron encontrar su cuerpo, buscarlo hasta debajo
de las piedras y la rubia que tanto había odiado por algún tiempo no se ha
apartado de mi lado ni un microsegundo. Increíblemente fue ella quien me
hizo entrar en razón.
—¿Tienes una idea de todos los sacrificios que Ethan estaba dispuesto a
hacer por ti? —me habló con firmeza—. Ese chico te amaba, escúchame,
Blair, antes de ti Ethan Johnson era temido por todos, ese hombre
comprensivo, tierno, amigable y de buen humor que conociste no existía.
Hasta verlo sonreír era un milagro y cuando te conoció, ¡demonios!, sonreía
todo el tiempo, le brillaban los ojos —me contó.
—No sigas —le dije—, esto está matándome.
—Una vez me dijo que él jamás se daría la oportunidad de amar, que ser
como el puto hielo era la mejor decisión que personas como nosotros
podíamos tomar, me lo dijo justo una noche antes de que llegaras a la
fraternidad y después no podía dar un maldito paso sin pensar en que, cada
acción que hacía afectaba a la chica de la que estaba profundamente
enamorado.
» Tienes que levantarte de esa cama, tienes que vivir, tienes que ser
fuerte y poderosa y hacer lo que tanto él quería... verte libre, sana y salva.
Después de aquella conversación me duché, al menos, comí y dormí.
Pasé los siguientes días en un hotel por seguridad. No sabíamos qué estaba
pasando realmente y los chicos pensaron que era mejor que no me enterase
de nada. No mientras estuviera tan afectada. No mientras decidía qué hacer
con mi vida. ¿Quería irme? ¿Quería quedarme? ¿Podía quedarme?
Una mañana un abogado me visitó. Aquello de que Ethan me había
dejado su dinero era cierto, pero no solo me había dejado esa cuenta de
banco a punto de reventar. Me ha dejado todo lo que tenía, cuando he visto
la cantidad de dinero, la boca se me abrió tanto que casi pega en el suelo, lo
tenía todo planeado.
Incluso consiguió un abogado que se ha encargado de que los bancos no
me molesten con sus interrogatorios habituales cuando alguien tiene tanto
dinero de la noche a la mañana. Al principio me negué a aceptarlo,
obviamente, no quería nada que tuviera que ver con el narcotráfico, un
tiempo después pensé en que podría usar el dinero para hacer algo bueno,
donarlo a personas que lo necesitaran de verdad y mientras decidía qué
hacer, firmé todo lo que tenía que firmar.
He de aceptar que he usado algo de ese dinero para comprar otra casa
para tía Lili en Carolina del Norte, en donde vivirá después de que le he
contado todo. Y ¡oh sorpresa! Tía Lili sabía absolutamente todo lo de mis
padres, pensó que, si jamás lo hablábamos, jamás nos acercaríamos a la
verdad. Me ha suplicado hasta las lágrimas que me mude con ella. Sin
embargo, lo único que necesito es superar esto, lo que he vivido aquí, a
Ethan Johnson.
Ethan quería que viajara, que me escondiera, que hiciera otra vida,
empezara de cero porque honestamente nunca estaría a salvo
completamente. Y, después de todo lo que ha pasado me queda claro que,
aunque él esté muerto y Mateo tenga intenciones de destruir la organización
de su padre, la sensación de que estoy en peligro no me abandonará nunca.
Finalmente he decidido irme, lejos, sin decirle a nadie en donde estaré
en realidad. Me quiero alejar de todo y todos, por muy injusto que eso sea,
es lo que haré. Cuando sane, quizás pueda buscarlos, seguir siendo amigos.
A Elena y Erik les he dicho una mentira y se han quedado tranquilos.
Con David hablé no hace mucho, él y su tío han decidido dejar las cosas
como están por órdenes de su padre. Quiero pensar que es verdad.
Por ahora quiero llorar sola hasta quedarme sin lágrimas, hasta que
sienta que el corazón realmente me ha vuelto a latir, hasta que vuelva a
sentir lo que provocaron aquellos ojos grises la primera vez que se
encontraron conmigo.
—¿Lista, Blair?, o prefieres otros minutos...
—Dale su tiempo, Nathan —escucho decir a Mateo.
Ambos me llevarán al aeropuerto. De Norma me despedí en la
residencia, aunque mi corazón se ha roto otro tanto al darme cuenta de que
ya no somos las mismas de antes, que haberme enamorado no solo hizo que
mi vida se rompiera en mil pedazos, sino que me hizo perder metas, sueños
y hasta amistades.
—Estoy lista. —Miro una última ola impactar en la arena—. Adiós, cara
dura —susurro bajito. Sé que Ethan me ha escuchado, donde sea que esté.
Antes de irnos al aeropuerto, les pido que me lleven a la fraternidad.
Entro con rapidez al cuarto de Ethan y me quedo mirando todo, cada
espacio, cada una de sus pertenencias. Abro su armario y saco su particular
chaqueta negra de cuero. Siempre la llevaba puesta y ese último día no.
Como si todo estuviese fríamente calculado, como si supiera que moriría y
yo vendría a robarme sus cosas.
Miro la prenda y la apretujo contra mi pecho. El material está frío, igual
que él la última vez que pude tocarlo, que pude sentirlo. Mis ojos
inmediatamente se humedecen y me aclaro la garganta, no puedo llorar
más.
—Blair. —me sobresalto al escuchar la voz de Tony.
—Tony.
—Me dijo Kim que vas a irte, al final su muerte tendrá algún sentido,
era lo que quería, que empezaras de cero, lejos de toda esta mierda. Lejos
de él. —Miro hacia el suelo evitando que mire mi rostro hecho pedazos—.
No quería dejarte...Te amaba, Blair. Mi amigo te amaba —la voz de Tony se
quiebra.
—No puedo, Tony. Lo siento. No puedo hablar de él ni contigo, ni con
nadie. Estoy rota y no creo volver a juntar los pedazos. Necesito tiempo.
Salgo de la fraternidad corriendo y con la chaqueta en mis manos. Subo
al auto y Mateo lo pone en marcha enseguida.
No hay mucho que decir durante el camino y tampoco en el momento en
el que nos despedimos. Nathan me implora que le diga hacia donde me
dirijo pero yo prefiero no hacerlo.
Le repito que cuando sea el tiempo le hablaré y le hago prometer que por
ningún motivo volverá a trabajar o pertenecer a la mafia. Sé de sobra que no
puedo confiar en su palabra ni en la de Mateo. Que González haya muerto
no hará que la mafia del narcotráfico desaparezca. Al menos tienen la
oportunidad de abandonarla ahora que el jefe de L.A ha muerto y no saben
quién lo ha matado, ya que no han quedado testigos.
—Blair —me llama Mateo. Mira hacia el piso y luego a mí. Saca de su
bolsillo un sobre pequeño y blanco. Lo extiende con nerviosismo y no
comprendo.
—¿Qué es esto?
—No sé si hago bien en darte esto. Lo encontré en el estudio de la
fraternidad y es para ti.
—¿Qué es?
—Léelo cuando estés sola. Por favor.
—Pero ¿qué es?
Por los altavoces escucho que mi vuelo está a cinco minutos de despegar
y ambos me apresuran para que me marche. Tomo el sobre y reviso a ambos
lados, me quedo de piedra, en letras pequeñitas y con una letra que conozco
perfectamente bien se forman las palabras:

"Mi pequeña"

FIN
AGRADECIMIENTO

L a lista de personas a quienes podría agradecer en este espacio es


inmenso, llenaría unas cien hojas porque este libro, esta historia, ha
pasado por muchos procesos, desde que escribí la primera letra hasta
que puse el ansiado final, han pasado años. Aún recuerdo a la primera
persona que me leyó, y me transmitió toda esa emoción que jamás esperé
provocar.
Hice amistades hermosas en la distancia, cada noche de desvelo
mientras nos enviábamos mensajes siguen en mi memoria. Gracias a cada
uno de esos seres que formaron parte antes, durante, después, e incluso a
aquellos que hoy ya no me acompañan en este camino. Agradezco
infinitamente cada palabra recibida, cada apoyo, cada acción, halagos y
críticas que me ayudaron a transformar este proyecto.

Gracias a vos, lector nuevo, que le has dado una oportunidad a mis
letras. Familia, amigos, Jenni preciosa. Vanesa, Valentina, Celina, Daniela,
Fabiana, Grisbeth, Gabriela, Kris Buendia, Kristal Abrego todo mi cariño
para vos y tus videos. Gracias a mi serie favorita por haberme inspirado,
pero sobre todo, gracias a la Estela de veinte años que una madruga
mientras no podía dormir se imaginó por primera vez, al chico de los ojos
grises y la chica de vestido rojo.
Los quiero.

También podría gustarte