Lectura BOTELLA DE CHICHA II

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Lectura LA BOTELLA DE CHICHA único señor que se avino a recibirme, me preguntó si yo era el mismo que el mes Noté entonces,

rme, me preguntó si yo era el mismo que el mes Noté entonces, una consternación tan sincera en los invitados, que me creí en la
pasado le vendiera un viejo burdeos y como yo, cándidamente, le replicara que sí, obligación de intervenir.
EN UNA OCASIÓN tuve necesidad de fui cubierto de insultos y de amenazas e invitado a desaparecer en la forma menos
una pequeña suma de dinero y como cordial. - Yo tengo por ahí una pipa con chicha.
me era imposible procurármela por las
vías ordinarias, decidí hacer una Humillado por este incidente, resolví regresar a mi casa. En el camino pensé que la - ¿Tú? - preguntó mi padre, sorprendido.
pesquisa por la despensa de mi casa, única recompensa, luego de empresa tan vana, sería beberme la botella de chicha.
Pero luego consideré que mi conducta sería egoísta, que no podía privar a mi - Si, una pipa pequeña. Un hombre vino a venderla... Dijo que era muy antigua.
con la esperanza de encontrar a algún
familia de su pequeño tesoro solamente por satisfacer un capricho pasajero, y que
objeto vendible o pignorable. Luego - ¡Bah! ¡Cuentos!
lo más cuerdo sería verter la chicha en su botella y esperar para beberla, a que mi
de remover una serie de trastos hermana se casara o que a mí me pudieran llamar bachiller. - Y yo se la compré por cinco soles.
viejos, divisé, acostada en un
almohadón, como una criatura en su Cuando llegué a casa había oscurecido y me sorprendió ver algunos carros en la - ¿Por cinco soles? ¡No has debido pagar ni una peseta!
puerta y muchas luces en las ventanas. No bien había ingresado en la cocina
cuna, una vieja botella de chicha.
cuando sentí una voz que me interpelaba en la penumbra. Apenas tuve tiempo de - A ver, la probaremos - dijo mi hermano - Así veremos la diferencia.
ocultar la pipa de barro tras una pila de periódicos.
Se trataba de una chicha que hacía más de quince años recibiéramos de una - Sí ¡que la traiga! - pidieron los invitados.
hacienda del norte y que mis padres guardaban celosamente para utilizarla en un - ¿Eres tú el que anda por allí? - preguntó mi madre, encendiendo la luz -
importante suceso familiar: Mi padre me había dicho que la abriría cuando «yo me ¡Esperándote como locos! ¡Ha llegado Raúl! ¿Te das cuenta? ¡Anda a saludarlo! Mi padre al ver tal expectativa, no tuvo más remedio que aceptar y yo me precipité
¡Tantos años que no ves a tu hermano! ¡Corre! Que ha preguntado por ti. hacia la cocina. Luego de extraer la pipa bajo el montón de periódicos, regresé a la
recibiera de bachiller». Mi madre por otra parte había hecho la misma promesa a mi
sala con mi trofeo en las manos.
hermana, para el día en «que se casara». Pero ni mi hermana se había casado ni Cuando ingresé a la sala quedé horrorizado. Sobre la mesa central estaba la botella
yo había elegido aún qué profesión iba a estudiar, por lo cual la chicha continuaba de chicha aún sin descorchar. Apenas pude abrazar a mi hermano y observar que le - ¡Aquí está! - exclamé, entregándosela a mi padre.
durmiendo el sueño de los justos y cobrando aquel inapreciable valor que dan a había brotado un ridículo mostacho. «Cuando tu hermano regrese», era otra de las - ¡Hum! - dijo él, observando la pipa con desconfianza
este género de bebidas los descansos prolongados. circunstancias esperadas. Y mi hermano estaba allí y estaban también otras
personas y la botella y minúsculas copas pues una bebida tan valiosa necesitaba - Estas pipas son de última fabricación. Si no me equivoco, yo compré una parecida
administrarse como una medicina. hace poco - y acercó la nariz al recipiente - ¡Qué olor! ¡No! ¡Esto es una broma!
Sin vacilar, cogí la botella del pico y lo conduje a mi habitación. Luego de un
¿Dónde has comprado esto muchacho? ¡Te han engañado! ¡Qué tontería! Debías
paciente trabajo logré cortar el alambre y extraer el corcho, que salió despedido - Ahora que todos estamos reunidos - habló mi padre - vamos al fin a poder brindar haber consultado - y para justificar su actitud hizo circular la botija entre los
como por el ánima de una escopeta. Bebí un dedito para probar su sabor y me con la vieja chicha - y agració a los invitados con una larga historia acerca de la concurrentes, quienes ordenadamente la olían y después de hacer una mueca de
hubiera acabado toda la botella si es que no la necesitara para un negocio mejor. botella, exagerando como era de esperar, su antigüedad. A mitad de su discurso, repugnancia, la pasaban a su vecino.
Luego de verter su contenido en una pequeña pipa de barro, me dirigí a la calle con los circunstantes se relamían los labios.
la pipa bajo el brazo. Pero a mitad de camino un escrúpulo me asaltó. Había dejado - ¡Vinagre!
la botella vacía abandonada sobre la mesa y lo menos que podía hacer era La botella se descorchó, las copas se llenaron, se lanzó una que otra improvisación - ¡Me descompone el estómago!
restituirla a su antiguo lugar para disimular en parte las trazas de mi delito. Regresé y llegado el momento del brindis observé que las copas se dirigían a los labios - Pero ¿es que esto se puede tomar?
a casa para tranquilizar aún más mi conciencia, llené la botella vacía con una buena rectamente, inocentemente, y regresaban vacías a la mesa, entre grandes - ¡Es para morirse!
medida de vinagre, la alambré, la encorché y la acosté en su almohadón. exclamaciones de placer.
Y como las expresiones aumentaban de tono, mi padre sintió renacer en sí una
Con la pipa de barro, me dirigí a la chichería de don Eduardo. - ¡Excelente bebida! función moralizadora de jefe de familia y, tomando la pipa con una mano y a mí de
- Fíjate lo que tengo - dije mostrándole el recipiente - Una chicha de jora de veinte - ¡Nunca he tomado algo semejante! una oreja con la otra, se dirigió a la puerta de la calle.
años. Sólo quiero por ella treinta soles. Está regalada. - ¿Cómo me dijo? ¿Treinta años guardada?
- ¡Es digna de un cardenal! - Ya te lo decía ¡Te has dejado engañar como un bellaco!
Don Eduardo se echó a reír. - ¡Yo que soy experto en bebidas, le aseguro, don ¡Verás lo que se hace con esto!
Bonifacio, que como ésta ninguna!
- ¡A mí!, ¡a mí! - exclamó señalándose el pecho- ¡A mí con ese cuento! Todos los Y mi hermano, conmovido por tan grande homenaje añadió: Abrió la puerta y, con gran impulso, arrojó la pipa a la calle, por encima del muro.
días vienen a ofrecerme chicha y no sólo de veinte años atrás. ¡No me fío de esas
Un ruido de botija rota estalló en un segundo. Recibiendo un coscorrón en la
historias! - Yo les agradezco mis queridos padres, por haberme reservado esta grande cabeza, fui enviado a dar una vuelta por el jardín y mientras mi padre se frotaba las
sorpresa con ocasión de mi llegada. manos, satisfecho de su proceder, observé en la acera pública, nuestra chicha,
¡Cómo si las fuera a creer!
nuestra magnífica chicha norteña, guardada con tanto esmero durante quince años,
El único que, naturalmente, no bebió una gota, fui yo. Luego de acercármela a las
- Pero yo no te voy a engañar. Pruébala y verás. respetada en tantos pequeños y tentadores compromisos, yacía extendida en una
narices y aspirar su nauseabundo olor a vinagre, lo arrojé con disimulo en un
roja y dolorosa mancha. Un automóvil la pisó alargándola en dos huellas; una hoja
florero.
- ¿Probarla? ¿Para qué? Si probara todo lo que traen a vender terminaría el día de otoño naufragó en su superficie; un perro se acercó la olió y la meó.
borracho, y lo que es peor, mal emborrachado. ¡Anda vete de aquí! Puede ser que Pero los concurrentes estaban excitados. Muchos de ellos dijeron que se había
en otro lado tengas suerte. quedado con la miel en los labios y no faltó uno más osado que insinuara a mi Julio Ramón Riberyro (Escrito en París en 1955)
padre si no tenía otra botellita por ahí escondida.
Durante media hora recorrí todas las chicherías y bares de la cuadra. En muchos de
ellos ni siquiera me dejaron hablar. Mi última decisión fue ofrecer mi producto en las - ¡Oh no! - replicó - ¡De estas cosas sólo una! Es mucho pedir.
casas particulares pero mis ofertas, por lo general, no pasaron de la servidumbre. El

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