Adicciones en El DSM V
Adicciones en El DSM V
Adicciones en El DSM V
PRÁCTICA N° 1
ADICCIONES EN EL DSM V
2023
ADICCIONES SEGÚN EL DSM – V
INTRODUCCION
Históricamente, cuando se hablaba de adicción nos referíamos a adicción a las
drogas. Sin embargo, se ha descubierto que el elemento esencial de todos
los trastornos adictivos es la falta de control, es decir, el descontrol de la persona
afectada sobre determinada conducta, que al comienzo le es placentera pero que
luego va ganando terreno entre sus preferencias hasta llegar a dominar su vida.
En el momento actual está claro que las adicciones no se limitan a
las conductas generadas por el consumo incontrolable de sustancias (por
ejemplo: cannabis, anfetaminas, cocaína, opiáceos, cafeína, nicotina o alcohol),
sino que existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos que, en
determinadas circunstancias, pueden convertirse en adictivos e interferir
gravemente en la vida cotidiana de las personas afectadas.
DESARROLLO
Como ocurre en las adicciones químicas, las personas adictas a determinada
conducta experimentan, cuando no pueden llevarla a cabo, un síndrome de
abstinencia caracterizado por un profundo malestar emocional (estado de
ánimo disfórico, insomnio, irritabilidad e inquietud psicomotora). Tal como
ocurre en el ámbito de las drogas, es difícil que un adicto conductual se
considere como tal y acepte el rótulo diagnóstico, por un tiempo prolongado.
Cuando la adicción conductual avanza, los comportamientos se
vuelven automáticos, son activados por las emociones e impulsos, con pobre
control cognitivo y autocrítica sobre ellos. El adicto está ávido de gratificación
inmediata y no repara en las posibles consecuencias negativas de esa conducta.
En realidad, al decir de Echeburúa, cualquier actividad normal que resulte
placentera para un individuo puede convertirse en una conducta adictiva. Lo
esencial del trastorno es que el enfermo pierde el control sobre la actividad elegida
y continúa con ella a pesar de las consecuencias adversas de todo tipo que
ella produce.
Desde una perspectiva conductual o de la teoría del aprendizaje todas las
conductas adictivas se activan al comienzo mediante un mecanismo de
refuerzo positivo como es el placer experimentado o euforia (high), pero a
medida que la conducta se perpetúa, dicho reforzador termina siendo negativo
y responde a la necesidad de no experimentar el malestar o abstinencia que
experimenta al no llevar a cabo dicha conducta.
Por ejemplo, una persona normal puede escribir un mensaje o conectarse a la red
por placer o por la funcionalidad de la conducta en sí misma; por el contrario, una
persona adicta lo hace para aliviar su disforia o malestar emocional
(aburrimiento, soledad, rabia, o excitación). En síntesis, algunas conductas
normales “incluso saludables” se pueden convertir en anormales según la
frecuencia, intensidad o tiempo y dinero invertidos. Vale decir que una
adicción sin droga es toda aquella conducta repetitiva que produce placer y
alivio tensional, sobre todo en sus primeras etapas, y que lleva a una pérdida de
control de la misma, perturbando severamente la vida cotidiana, a nivel
familiar, laboral o social, a medida que transcurre el tiempo.
Finalmente, es frecuente la combinación de una adicción conductual con una
o más adicciones a sustancias. Así, por ejemplo, el juego patológico se
asocia principalmente con el tabaquismo y el consumo abusivo de alcohol.
En resumen, si una persona pierde el control sobre una conducta placentera,
que luego se destaca y sobresale del resto de actividades en su vida, se ha
convertido en un adicto conductual.
Los síntomas principales de una adicción conductual son:
Intenso deseo, ansia o necesidad imparable de concretar la actividad
placentera.
Pérdida progresiva del control sobre la misma, hasta llegar al descontrol.
Descuido de las actividades habituales previas, tanto las familiares,
como las académicas, laborales o de tiempo libre.
Estas consecuencias negativas suelen ser advertidas por personas
allegadas que se lo comunican al adicto, quien, a pesar de ello, no
detiene la actividad y se pone a la defensiva, negando el problema que
padece.
Progresiva focalización de las relaciones, actividades e intereses en torno
a la adicción, con descuido o abandono de los intereses y relaciones
previos, ajenos a la conducta adictiva.
Irritabilidad y malestar ante la imposibilidad de concretar el patrón o
secuencia adictiva (abstinencia) e imposibilidad de dejar de hacerlo, pasado
un corto período.
Trastorno de la personalidad antisocial
Piromanía 312.33 (F63.1)
A. Provocación de incendios de forma deliberada e intencionada en más de una
ocasión.
B. Tensión o excitación afectiva antes de hacerlo.
C. Fascinación, interés, curiosidad o atracción por el fuego y su contexto (p. ej.,
parafernalia, usos, consecuencias).
D. Placer, gratificación o alivio al provocar incendios o al presenciar o participar
en sus consecuencias.
E. No se provoca un incendio para obtener un beneficio económico, ni como
expresión de una ideología sociopolítica, ni para ocultar una actividad
criminal, expresar rabia o venganza, mejorar las condiciones de vida
personales, ni en respuesta a un delirio alucinación, ni como resultado de
una alteración al juicio (p. ej., trastorno neurocognitivo mayor, discapacidad
intelectual [trastorno del desarrollo intelectual], intoxicación por sustancias).
F. La provocación de incendios no se explica mejor por un trastorno de la
conducta, un episodio maníaco o un trastorno de la personalidad antisocial.
Cleptomanía 312.32 (F63.2)
A. Fracaso recurrente para resistir el impulso de robar objetos que no son
necesarios para uso personal ni por su valor monetario.
B. Aumento de la sensación de tensión inmediatamente antes de cometer el
robo.
C. Placer, gratificación o alivio en el momento de cometerlo.
D. El robo no se comete para expresar rabia ni venganza, ni en respuesta a un
delirio o una alucinación.
E. El robo no se explica mejor por un trastorno de la conducta, un episodio
maníaco o un trastorno de la personalidad antisocial.