5 Bartra, 2012 - Editado-199-236
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El movimiento campesino
entre dos siglos
En alguna parte hay todavía pueblos y rebaños, pero
no entre nosotros, hermanos míos; entre nosotros hay
Estados.
¿Estado? ¿Qué es esto?
Prestadme atención, voy a hablaros de la muerte de los
pueblos. El Estado es el más frío de todos los monstruos
fríos: miente fríamente, y esta es la mentira que surge de
su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”
Federico Nietzsche, Así hablaba Zaratustra
la vía para la reconstitución del ejido [...] pasa [...] por alcanzar un
control campesino sobre el proceso productivo [...] para lo cual es in-
dispensable la implantación de organismos económicos [...] orienta-
dos a bloquear en los diferentes mercados la fuga [... del] excedente
[...] Estos aparatos económicos de poder campesino, al mismo tiempo
que disputan el excedente [...] disputan espacios de decisión política
a los organismos gubernamentales4
la reforma coloca al campo y al país [...] a los caprichos [...] del capi-
tal trasnacional [... y] la globalización [...], en particular los requi- 213
214 Los nuevos herederos de Zapata, campesinos en movimiento. 1920-2012
sitos del Tratado Trilateral de Libre Comercio de México, Estados
Unidos y Canadá [...] Por tanto se inscribe en una política neoliberal
del gobierno mexicano, cuya esencia es la privatización total de la
economía...
7 Ver Lorena Paz Paredes y Rosario Cobo. “Café caliente”, en Armando Bartra, comp.,
Rosario Cobo, Gisela Espinosa, Carlos García, Miguel Meza y Lorena Paz Paredes,
Crónicas del sur. Utopías campesinas en Guerrero, México, Era, 2000, pp. 129-251. 215
216 Los nuevos herederos de Zapata, campesinos en movimiento. 1920-2012
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X. ORIGINARIOS:
DEL CONGRESO INDÍGENA
DE 1974 A LA MARCHA DEL
COLOR DE LA TIERRA
desnudo chichimeca ante los ojos –”tan atónitos”, dice– de los hom-
bres blancos y barbados de Nuño de Guzmán. Cuando el jerezano
es visto por los cristianos como indio y por un momento mira a los
altos jinetes con ojos despavoridos de chichimeca, ha nacido una
nueva identidad. Porque el único sincretismo americano habitable
es el que se construye desde la condición indígena. No porque sean
bonitos o sean feos, o porque sumen 40 millones, que podían ser
menos o más. Es que solo desde la natal o adoptiva visión de los
vencidos podemos reconciliarnos con la conquista, perdonar el daño
que nos hicimos y hasta reconocer el arrojo de la espada y el fervor
de la cruz. No se puede fincar identidad soslayando el despojo; los
vencedores escriben la historia, pero son los derrotados quienes la
siembran, la forjan, la tejen y la curten; quienes la sudan, la lloran
y la cantan. Reivindicar la indianidad de América no es exaltar lo
autóctono sobre lo occidental ni preferir la sangre de un orden cruel
al oro de un orden codicioso; no es, tampoco, vocación de derrota o
de martirio. Es una inexcusable opción moral por los vencidos, los
resistentes, los constructores en la sombra.
Y es en esta opción moral donde han fallado xenófobos torpes
e inteligencias preclaras; es esta incapacidad para adherirse –para
compadecer– lo que transforma en racistas tanto a los indiófobos
corrientes como a muchos pensadores sofisticados. Aunque tam-
bién confunde a ciertos indiófilos epidérmicos, cuya exaltación a ul-
tranza de la pureza y perfección autóctona oculta el desprecio por
el indio feo que existe en la realidad.
Cuando a los indios se les escatima la libertad de autogober-
narse con el alegato de que sus usos y costumbres son bárbaros, en
el fondo se está cuestionando su derecho a la libertad, su condición
humana. El debate no es sobre qué tan virtuosas o viciosas son las
prácticas de tal o cual comunidad, sino acerca de su capacidad co-
lectiva para enmendarse, para reinventarse. ¿Deben los indios ser
llevados de la mano a la tal civilización o pueden emanciparse a
su aire y por su pie? Esa es la cuestión. Y por poco que nos meta-
mos en sus guaraches veremos que son capaces de hacerlo. Vaya si
lo son. Pocas prácticas y discursos han cambiado tanto y tan bien
en el tránsito entre dos siglos como los dizque inamovibles hábitos
sociales y mentales de los indios: de las formas de elección directa
como vía para perpetuar el cacicazgo a la designación por consen-
so democrático y la rendición de cuentas de las autoridades; de la
discriminación extrema de la mujer a una participación femenina
X. Originarios: del congreso indígena de 1974 a la marcha del color de la tierra
La insurgencia
1 Armando Bartra, “Posdata”, en Armando Bartra, comp., Rosario Cobo, Gisela Espino-
sa, Carlos García, Miguel Meza y Lorena Paz Paredes, op. cit., pp. 419-420. 235
236 Los nuevos herederos de Zapata, campesinos en movimiento. 1920-2012