Proyección Del Pensamiento de Alfaro en Países Latinoamericano
Proyección Del Pensamiento de Alfaro en Países Latinoamericano
Proyección Del Pensamiento de Alfaro en Países Latinoamericano
2) Su vanguardia ideológica del radicalismo para transformar la estructura social y política del Ecuador.
Su doctrina de unión continental rebasa las fronteras de su país, afirma su acción como gobernante y su visión de estadista latinoamericano.
Alfaro sueña -como Bolívar- en una América Latina grande, unida y democrática. Consecuente con ese pensamiento lucha por la Independencia
de Cuba y contra los regímenes totalitarios de Centroamérica convocando a la integración de sus países. Enfrenta a la doctrina Monroe que
impulsa los Estados Unidos para poner bajo su protección a los estados latinoamericanos sin considerar la realidad de sus pueblos.
Su vanguardia ideológica del radicalismo, construida a lo largo de su juventud y sus 31 años de lucha revolucionaria le permiten transformar la
estructura social y política del Ecuador en tan sólo 10 años 11 meses.
El General Eloy Alfaro Delgado no sólo representa en el continente americano la egregia figura de un líder revolucionario que logró profundas
transformaciones en la existencia política y social de toda una nación, sino que se proyecta, además, con luz propia, como uno de los más claros
precursores del panamericanismo al proponer su doctrina bolivariana de unión continental, cuyo enunciado abarca, efectivamente, la América
toda, sustentado, en primer lugar, en la fuerza hispanoamericana heredada del Libertador Bolívar y, en segundo término, en la correcta
interpretación de la Doctrina Monroe.
La influencia Bolivariana.
No cabe la menor duda de que la influencia primigenia que recibió el General Eloy Alfaro en su pensamiento americanista fue el bolivarismo,
reflejado en las aspiraciones legítimas del Libertador Simón Bolívar de reunir a las ex colonias de España en una Confederación de naciones para
la defensa de sus intereses comunes. Este afán había germinado desde 1815 cuando escribe la Carta de Jamaica dirigida a un “caballero de esta
isla interesado en la causa republicana de la América del Sur”, haciéndole saber su proyecto de reunir “un augusto Congreso de los
representantes de las Repúblicas, Reinos e Imperios, para tratar y discutir sobre los altos intereses de la guerra y de la paz con las naciones de las
otras tres cuartas partes del mundo”.
El Congreso de Panamá, en estricto sentido, no fue panamericano, sino hispanoamericano, puesto que reunió a Plenipotenciarios de la Gran
Colombia, América Central, Perú y México, además de observadores de Inglaterra y Países Bajos. En cuanto a los Estados Unidos, este país fue
invitado en contra de la voluntad de Bolívar por pedido del Vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, con el respaldo
mexicano. Finalmente, los delegados estadounidenses, que llevaban la consigna de abstenerse de suscribir Tratado alguno, no participaron en lo
absoluto en la reunión, debido a que uno falleció de fiebre amarilla durante el viaje y el otro arribó a ciudad de Panamá en circunstancias en que
el Congreso había sido trasladado a Tacubaya, México. Además, en la circular de convocatoria, Simón Bolívar se refiere a las “Repúblicas
Americanas, antes Colonias Españolas”, las mismas que se reunirían en una Asamblea de Plenipotenciarios “bajo los auspicios de la victoria
obtenida por nuestras armas contra el poder español”.
Eloy Alfaro Delgado acoge entonces el bolivarismo en toda su extensión y espíritu, bajo la inspiración de la decidida acción del Libertador
expresada fielmente en la celebración del Congreso Anfictiónico de Panamá, uno de los polos ideológicos sobre el que ha girado la política
internacional americana.
La doctrina de Monroe
Más allá del hispanoamericanismo bolivariano, Eloy Alfaro expande su visión en cuanto a la formación del Derecho Público de América al
receptar la Doctrina del Presidente estadounidense James Monroe, de 1823 -la misma que, en realidad, tuvo su origen en el pensamiento del
Secretario de Estado de Monroe, John Quincy Adams-, ante la amenaza sobre el continente americano de la Santa Alianza, conformada por
Austria, Prusia y Rusia, a la que acudió España para reprimir los movimientos de rebelión en Sudamérica; y la actitud contra los Estados Unidos
del Zar Alejandro I, quien, por la letra de un ucase, reservaba al pueblo ruso “todo el comercio costero desde el Estrecho de Behring hasta el
grado 51 de latitud”.
No obstante este discurso, sintetizado en la famosa frase “América para los americanos”, hechos subsiguientes demostraron que la Doctrina
Monroe se utilizó como un instrumento intervencionista en América Latina.
La Doctrina Alfaro
La proyección americanista del caudillo liberal nos conduce a proclamar la “Doctrina Eloy Alfaro”, expuesta el 13 de diciembre de 1967 en la
Universidad de Panamá por el catedrático ecuatoriano Doctor Víctor Hugo Rodríguez Roditi, quien la incorpora, de manera definitiva, en el
estudio del Derecho Internacional Americano. La “Doctrina Alfaro” acoge la tesis de las Uniones Regionales representadas fielmente en el
Congreso Diplomático Centroamericano de Acajutla, El Salvador, celebrado el 25 de agosto de 1890, y en el Congreso Boliviano de Caracas del
1º de julio de 1911 –Gran colombiano, con Perú y Bolivia inclusive-, puesto que, a decir de Eloy Alfaro, “La Unión Centroamericana será igual a la
que deberá alzarse más al Sur, sobre el solar de la Gran Colombia, preludio ambas uniones de otra más vasta, la Continental”. De tal manera,
vemos revivir el caro ideal del Libertador Simón Bolívar, robustecido con el pensamiento alfarista de integración que abraza las Américas para
lograr una gran unidad.
La Doctrina Alfaro fue enunciada con carácter precursor el 9 de octubre de 1883, cuando el líder liberal, ejerciendo la Jefatura Suprema de las
provincias ecuatorianas de Manabí y Esmeraldas, en su mensaje dirigido a la Asamblea Nacional, dijo: “Los ecuatorianos que rendimos culto
eterno a la imperecedera memoria de Bolívar, al parque a las virtudes del inmaculado Sucre, hemos de propender a la pacífica reconstitución de
Colombia La Grande”.
Eloy Alfaro difunde su Doctrina, entre 1897 y 1902, por intermedio de su entrañable amigo, el destacado político nicaragüense, Doctor Fernando
Sánchez, quien, ulterior a la visita que realizó a la ciudad de Quito en el año 1897, regresa a su país donde, junto al Presidente José Santos
Zelaya, líder de la Revolución Liberal de Nicaragua, toma contacto con representantes del liberalismo colombiano para informarles el objetivo
alfarista de unión.
Expresa aceptación tuvo esta Doctrina Internacional cuando el liberalismo colombiano proclama a Eloy Alfaro como “Supremo Director de la
Gran Confederación de la antigua Colombia” y lo denomina “egregio apóstol de la libertad”, con ocasión de la celebración del pacto de
Amapala, suscrito en Honduras entre el Doctor José Santos Zelaya, en representación de Nicaragua, el General Vargas Santos por Colombia; el
General Cipriano Castro, representando a Venezuela; y el mismo Alfaro por Ecuador.
El espíritu, los ideales y la obra del General Alfaro marcaron un verdadero hito en la existencia de la nación ecuatoriana y de América. Para él, las
palabras imperecederas de uno de los mayores exponentes de la literatura hispanoamericana, José Enrique Rodó: “Sólo han sido grandes en este
continente aquellos que han desarrollado por la palabra o por la acción, un sentimiento americanista”.
2. La consolidación del Estado Nacional
La Revolución Liberal transformó a la sociedad ecuatoriana, a continuación, analizaremos los cinco aportes fundamentales del Viejo Luchador
Las administraciones de Eloy Alfaro colocaron los cimientos del fortalecimiento de la unidad del Estado ecuatoriano. Sus políticas y
acciones de corte institucional unificaron la Sierra, Costa y Amazonía, que actuaban sin articulación estatal.
La creación de instituciones de carácter nacional fue determinante en ese cometido, según el historiador Juan Paz y Miño. Por su
trascendencia en el proceso de cohesión del país se destaca la Escuela Militar, que vio la luz con la Revolución Liberal.
Ese fue el punto de partida hacia la profesionalización de lo que hoy son las Fuerzas Armadas, la segunda institución con mayor
credibilidad tras la Iglesia. A partir de su creación, la carrera militar alcanzó su actual estructura orgánica, hasta monopolizar el uso de
las armas en representación del Estado, algo que no ocurría en el inicio de la República.
En el campo institucional también se destaca la creación del Registro Civil, como instrumento para que el Estado sea el que ejerza el
control sobre sus ciudadanos, que antes estaba en manos de la Iglesia Católica. Este fue el primer paso hacia la modernización de las
relaciones entre personas, que ya en el gobierno liberal de Leonidas Plaza se concretaron, como el matrimonio civil y la disolución
conyugal.
El liberalismo imprimió singular importancia al robustecimiento del Gobierno central, a través de la creación de su respectiva
institucionalidad. Hasta el siglo XIX solo existía la Presidencia y tres ministerios: Hacienda, Interior y de Guerra. Con Alfaro ese número
se incrementó hasta siete, como medida para fortalecer al Estado. “Nació el Ecuador contemporáneo, fue el adiós a un pasado de matriz
colonial”, señala el escritor Raúl Pérez Torres.
Las constituciones liberales de 1897 y de 1906 pusieron fin a la relación Estado-Iglesia, que por décadas había regido los destinos del país. En la
práctica, esa separación significó que el Gobierno dejase de proteger e impulsar la religión católica como un eje de la vida de los ecuatorianos.
Ese fue el punto de partida de una ampliación progresiva de las libertades y derechos en una república que ya no tenía como religión oficial a la
católica. Ese cambio implicó que en el país existiera libertad de cultos y conciencia. A la par, otros derechos y garantías fueron garantizados,
como la libertad de pensamiento a través de la palabra o de la prensa. El historiador Juan Paz y Miño recuerda que antes la libertad de prensa
estaba controlada por la Iglesia.
“Hubo una buena relación con la prensa a pesar de la intolerancia de la oposición conservadora y de la Iglesia (…), se estableció un nuevo
sistema de gobierno basado en la tolerancia”, dice Amílcar Tapia, miembro de la Academia Nacional de Historia, quien resalta la buena relación
de Alfaro con la Iglesia. En esta nueva legislación liberal también se abolió la pena de muerte, ya sea por delitos comunes o políticos. La
separación de la Iglesia de la administración del Estado implicó la nacionalización de todos sus bienes, que fueron a parar a manos de la Iglesia.
Para ello se expidió la ley de Beneficencia o ‘manos muertas’, que señala que la mitad de las rentas iría a manos de los religiosos despojados de
las propiedades y la otra mitad para hospitales y obras sociales, que funcionaban bajo asistencia social.
El papel de Alfaro fue el de un visionario, apunta Marena Briones, que transformó el país. Su legado pesa más que su sola imagen de caudillo.
Con el liberalismo la educación dejó de ser privilegio para ciertos sectores de la sociedad ecuatoriana, manejado por la Iglesia.
El nuevo marco jurídico dispuso que el Estado sea el encargado de dirigir y financiar al sistema educativo, bajo principios de universalidad,
gratuidad y laicismo. La Constitución de 1906 establece que la enseñanza primaria sea obligatoria y gratuita. Y que la educación de artes y
oficios tampoco tenga costo. En esta nueva concepción, el Estado ya no tiene la obligación de financiar la educación religiosa.
Para dar paso al nuevo modelo educativo público, el alfarismo dio el primer paso hacia la creación de los colegios normales, que preparen a los
maestros que garanticen una educación laica. En la actualidad en el país funciona 28 planteles de este tipo; en Quito están el Manuela Cañizares
y el Juan Montalvo. A la par se crearon colegios que garanticen la educación gratuita, como el Mejía.
A esta nueva estructura se sumaron los colegios nocturnos, que permitan a los adultos el acceso a las letras, así como la entrega de becas y el
aumento de recursos para montar almacenes de textos educativos. Hasta 1907, todos estos esfuerzos en materia educativa se tradujeron en 1
339 escuelas primarias, 12 colegios de enseñanza secundaria; tres universidades y 30 establecimientos de enseñanza.
Según el escritor cuencano Eliécer Cárdenas, la educación laica y gratuita fue lo más trascendental de la obra de Eloy Alfaro, porque abrió la
posibilidad de estudiar a la clase media, lo que no existía en el Ecuador. “Esta clase luchó para que se fortalezca la democracia en el país (…), fue
la fuerza que impulsó los cambios en el siglo XX, la modernización”.
Las reformas liberales abrieron la puerta para que la mujer saliera de su “celda doméstica” y se incorporara activamente a la vida del país.
El alfarismo influyó para incorporar a las mujeres a los ámbitos educativo y laboral. Una de las primeras medidas fue permitir el acceso a la
instrucción regular y laica a las niñas, que hasta entonces solo tenían la opción de la educación religiosa.
Así, se colocaron las primeras bases para su inclusión con establecimientos femeninos, así como la escuela de artes y oficios para niñas. Con el
objetivo de incentivar a las estudiantes más destacadas, desde el gobierno de Alfaro se distribuyó becas a sectores pobres. También ayudó para
que varias de ellas se formaran en el exterior como maestras.
En el campo laboral se registraron avances para la mujer, como garantizar su derecho al trabajo. Este tipo de principios analizados durante las
administraciones de Alfaro dieron frutos en los siguientes gobiernos. Uno de los más importantes llegó en 1929, cuando se amplió el derecho
político del voto a las mujeres. Además, se fomentó la autonomía económica femenina, al ampliar hacia ellas la jornada máxima, el salario
mínimo, el descanso obligatorio, la libertad de asociación y la agremiación, el derecho a las protestas, entre otras.
Un siglo después de la desaparición de Alfaro, la participación política femenina ha aumentado en el país. La actual legislación garantiza la
equidad de género en instituciones estratégicas, como la Corte Nacional de Justicia. “La Revolución Liberal introdujo nuevos actores en la
política y en la sociedad del Ecuador”, destaca Julio Pazos Barrera, catedrático de la Universidad Católica.
La construcción de la línea férrea que une a la Costa con la Sierra fue la obra de infraestructura emblemática de la Revolución Liberal.
Luego de varios planes y proyectos frustrados entre 1860 y 1874, Eloy Alfaro retomó la idea de construirlo. La empresa The Guayaquil and Quito
Railway Company fue la que empezó los trabajos, cuya primera fase terminó en junio de 1908, cuando una locomotora llegó hasta la capital.
Su construcción es un símbolo de unidad ecuatoriana, ya que por los albores del siglo XX viajar entre la Sierra y la Costa podía tardar semanas.
“También construyeron carreteras y caminos vecinales que le dieron a ese Estado, surgido de la revolución, una consistencia política e ideológica
y materializarla en esos espacios públicos que el país entero reclamaba”, señala el historiador Carlos Calderón Chico. Aunque en el campo más
pragmático, el también historiador Enrique Ayala Mora recuerda que sus altos costos no permitieron a toda la población usarlo. Al contrario,
influyó en el encarecimiento del mercado de la leña, una de sus fuentes de combustión.
Sin embargo, el ferrocarril solo fue parte de la gama de obras de envergadura que florecieron. También hubo un concepto urbanizador, con la
construcción de edificios públicos y cuarteles para la operatividad de las instituciones públicas. A la par de los avances de la época, llegó la
instalación de las primeras líneas telefónicas y de electricidad. El inicio de la obra sanitaria también figuró en su legado, a través de la
infraestructura de alcantarillado y de agua potable, que en principio se enfocaron en Quito y Guayaquil. Los impuestos al comercio exterior, más
el acceso a créditos, financiaron las obras.