Ensayo Clase

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Anexo 2

CAUSA Y SINRAZÓN DE LOS CELOS


Por Roberto Arlt

Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus
respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos
de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones.

Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun
cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la
exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió
el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los
disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.

Puede establecerse esta regla: Cuantas menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.

La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo
poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para
este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita
en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado
al pensar que toda “su” felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora
bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen
depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura
del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su “banco”
quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe
mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.

Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no


conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a
muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las “vivas”, las astutas
y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin
experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de
que “puede” componerse el alma femenina. (Conste que digo “de que puede componerse”, no
de que se com­pone.)

Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una
sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un
hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.

Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer
que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En
síntesis, el celo es la en­vidia al revés.

Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a


merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su
voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil
naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente,
jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus

Material del docente 9 Comprensión del ensayo literario


sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que
ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado
punto de control interior, el individuo “llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día
que ella no proceda con él como es debido”.

A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza
tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se
desarrollan con una nor­malidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor
tran­quilidad de ambos.

Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos sub­terráneos que nos sacuden,
es menester un entrenamiento largo, una edu­cación de práctica de la voluntad. Esta educación
“práctica de la voluntad” es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos
con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a
la espera de marido, en celibato rigurosamente mante­nido. Se dicen: “Algún día llegará”. Y en
algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el
Regis­tro Civil, que debía denominarse “Registro de la Propiedad Femenina”.

Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por
excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser
celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos
que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un
bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay
individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares,
como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.

Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimo­nio (algunas antes), pierden
por completo los celos. Algunas, cuando ba­rruntan que los esposos tienen aventurillas de
géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas:

-Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no
los va a tener todo el día pegados a las fal­das…

Y los “chicos grandes” se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos…

Pero este es tema para otra oportunidad.

Arlt, R. (1933) Recuperado de: http://biblioteca.derechoaleer.org/biblioteca/roberto-arlt/


aguafuertes-portenas/causa-y-sinrazon-de-los-celos.html

Material del docente 10 Comprensión del ensayo literario

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