Cap 4
Cap 4
Cap 4
GÉNERO
Los pacientes más conocidos del Dr. Money fueron los gemelos David y Brian
Reimer, niños canadienses que nacieron sin ningún tipo de anomalía genética o sexual,
pero que lamentablemente se convirtieron en conejo de indias para los ideólogos del
género, especialmente David. Su nombre al nacer fue Bruce, pero para evitar confusión
lo llamaremos David, que fue el nombre que él eligió años después.
Los hermanos gemelos David y Brian nacieron en Winnipeg, Canadá, el 22 de
agosto de 1965. A los siete meses de edad, notando que ambos varones gemelos
tenían dificultades para orinar, un médico aconsejó a sus padres que los circuncidaran.
Sus padres llevaron a los gemelos al hospital de San Bonifacio, en medio de una
tormenta de nieve, donde se les haría una intervención considerada de rutina. Sin
embargo, debido a la tormenta invernal, el cirujano no pudo llegar, por lo que un
asistente decidió proceder. David fue el primero en ser intervenido. Sin embargo, la
operación no podría haber sido peor. Durante la pequeña intervención, el pene del
bebé fue dañado por la máquina cauterizadora, causándole graves quemaduras.
Eventualmente, los médicos le tuvieron que amputar su miembro.
Por varios meses sus padres se preguntaron qué hacer, hasta que una tarde
vieron por televisión un programa sobre el Dr. Money, un psicólogo neozelandés de la
Universidad John Hopkins de Baltimore quien se autodenominaba como el “misionero
del sexo”. Money era uno de los líderes
en un nuevo movimiento, caracterizado como la ideología de género. Para él, el sexo
de cada persona no era algo predeterminado por la biología, sino que era algo que se
adquiría con el tiempo debido a factores sociales y del ambiente en el cual uno se
criaba. En el programa, Money discutió cómo era posible cambiar el sexo de bebés que
no tenían formados completamente los órganos sexuales. Los padres de David vieron
en este hombre la solución al problema de su hijo.
La familia se contactó con el Dr. Money, quien les ofreció un tratamiento
“único” para su hijo. La realidad era que finalmente el Dr. Money había encontrado un
conejillo de indias para probar su teoría. Rápidamente el doctor persuadió a los
padres acerca del camino a seguir. Lo mejor para David era que sea intervenido
quirúrgicamente, crearle una “vagina” y someterlo a un prolongado tratamiento
hormonal para convertirlo en “niña”. El hecho de que David tenía un hermano gemelo
varón también fue de gran interés para el doctor, porque eso probaría su teoría acerca
del género.
David fue criado por sus padres como niña, a la cual decidieron llamar Brenda.
A lo largo de su niñez se le proporcionaron intervenciones tanto quirúrgicas como
hormonales para asegurarse de que desarrollara las características sexuales
(secundarias) típicas de una mujer. Sin embargo, el intento de ocultarle al niño lo que le
había sucedido no funcionó. A pesar del tratamiento hormonal y lucir como una niña, de
modo consistente declaró que se sentía varón. Incluso en cuanto aprendió a caminar,
orinaba de pie. No hubo modo de meterle que las niñas orinan sentadas. De hecho, las
compañeritas en la escuela recriminaban a la “niña” por su comportamiento varonil.
Naturalmente Brenda se metía en el baño de los varones, porque sentía que debía
orinar erguida.
Money, por mientras, hacía alarde de su gran descubrimiento. La revista
Times llegó incluso a publicar un largo artículo sobre su teoría del género: “Este
dramático caso provee un fuerte apoyo con respecto a la teoría de liberación femenina:
que los patrones convencionales sobre el comportamiento masculino y femenino
pueden ser alterados”.
Como parte del tratamiento, los gemelos visitaban el consultorio del Dr. Money.
Para asegurarse de que Brenda adquiriera comportamiento femenino, obligaba a los
gemelos a entablar acciones de tenor sexual, buscando que Brenda entendiese que no
era varón. Pero nada funcionaba y aquello que el Dr. Money proclamaba en sus
artículos y congresos era una gran mentira.
Todo esto llevó a David a grandes traumas y tratamiento psiquiátrico, ya que
intentó suicidarse varias veces. Finalmente, a la edad de 14 años, el psiquiatra que
atendía a David recomendó a sus padres que le dijeran la verdad. En cuanto el padre
se lo contó, se roció con nafta y se prendió fuego. La tentativa de suicidio fue una
constante en ese infierno en que lo metieron.
A las pocas semanas de haber escuchado la verdad, David decidió someterse
a operaciones para cambiar de sexo, el sexo biológico que le correspondía de
nacimiento y que nunca se pudo acallar por más operaciones y tratamientos
hormonales que el Dr. Money había administrado.
David comenzó el difícil y largo proceso de revertir las intervenciones
hormonales y quirúrgicas que se habían realizado para feminizar su cuerpo, pero el
tormento de su dura experiencia infantil y adolescente nunca lo abandonó y se quitó la
vida en 2004, a los 38 años de edad. Su hermano gemelo, Brian, al cual el Dr. Money
había forzado a establecer prácticas sexuales con su hermano David en sus visitas
anuales, se había suicidado dos años antes.
David Reimer y su hermano Brian son dos de las tantas víctimas de laideología
de género. Sus vidas son un ejemplo concreto del daño causado por esta ideología
nociva y que no tiene nada de científica. El sexo no es algo que se pueda reasignar
social y médicamente a un niño. Por eso, la noción de género propuesta por el Dr.
Money atenta contra la salud mental de todoniño.
Que ambos, David y Brian, descansen en paz. Porque fueron inocentes de
una aberración ideológica que ha reaparecido con más fuerza que nunca. Esto es
una prueba más que la teoría de que la identidad de género se puede reasignar social y
médicamente ha producido un daño enorme en niños y adultos víctimas de la ideología.
En un estudio del 2004 sobre 16 casos de extrofia vesical, una patología que
causa una grave malformación de la vejiga y los genitales (generalmente en el varón),
los investigadores William G. Reiner, urólogo pediátrico y psiquiatra infantil y juvenil y
John P. Gearhart, profesor de urología pediátrica, hicieron un seguimiento de la
identidad sexual de estos niños. A 14 de estos niños se les asignó el sexo femenino al
nacer, por lo que fueron sometidos a intervenciones quirúrgicas para construirles
genitales
femeninos y fueron consecuentemente criados como niñas por sus padres. De estos 14
niños, 8 declararon ser varones a temprana edad a pesar de las operaciones y
educación recibida y en solo 5 de esos niños se mantenía la asignación del sexo
femenino a la edad de 12 años. El niño restante se negó a declarar. Con respecto a los
5 que todavía se identificaban como niñas, es muy posible que, al surgir el proceso
hormonal de la testosterona, el cual es característico de la pubertad, estos niños hayan
experimentado cambios que evidenciaban su masculinidad y que, por lo tanto, hayan
desistido en la identificación femenina. Los 8 casos en los cuales estos varones se
negaron a ser reconocidos como mujer muestran cómo no hay persistencia incluso en
niños que no tienen conocimiento de que genéticamente eran varones y que fueron
intervenidos quirúrgicamente y criados como niñas. La famosa frase de Simone de
Beauvoir citada en el primer capítulo, “no se nace mujer, se hace”, es una total falacia,
la cual ha tenido efectos adversos en niños nacidos con raros problemas de
ambigüedad genital y malformaciones congénitas. El género no es algo arbitrario por lo
que la imposición de géneros extraños, aún cuando sea acompañado por tratamientos
hormonales e intervenciones quirúrgicas, tienen un límite, como lo demuestran los
cientos de personas transgénero y transexuales que desisten de su “género” al resolver
los profundos problemas que los llevaban a percibirse como tales.
En algún momento, estos niños criados como niñas se vieron de repente
sumidos en un trauma interior con respecto a su identidad de género, ya que al haber
sido criados como niñas por sus padres y tratados como tal por los médicos,
experimentaban una fuerte identificación con el género masculino (de hecho, eran
portadores del genotipo XY). Genéticamente todos estos niños eran varones y tarde o
temprano la mayoría, sino todos, terminaban identificándose como tales, a pesar de
que se les había asignado una identidad de género femenina. Esto nos tiene que
mover a la compasión con personas transgénero y transexuales, ya que al haber
escogido (o al habérseles impuesto) una identidad de género opuesta a su sexo
biológico, esto va a inevitablemente resultar en una situación compleja, problemática y
difícil para estas personas.
Un joven transexual en Canadá (hombre a mujer) le confió al autor que
mantuvo relaciones sexuales casuales con jóvenes que encontraba en bares y
discotecas y que estos no se daban cuenta de que era “trans” debido al tratamiento
hormonal temprano y las intervenciones quirúrgicas que recibió a lo largo de los
años, modificando no solo sus genitales y características
sexuales secundarias, sino también su rostro. Cuando se le preguntó qué era lo que
lo llevaba a mantener relaciones casuales tan peligrosas, este dijo: “Y bueno, soy
hombre y el deseo sexual no lo puedo apagar”. Es que el sexo biológico no es un
concepto que pueda ser reducido al tipo de genitales externos (reales o construidos), ni
se puede asignar artificialmente en función de estos. Aunque es verdad que los
cirujanos que practican intervenciones de este tipo están cada vez más capacitados
para construir genitales artificiales, lo que logran no son más que “accesorios” que
intentan suplantar el sexo biológico de la persona, pero que nunca podrán desempeñar
el papel reproductivo del sexo biológico opuesto. Como afirman los psiquiatras Mayer
y McHugh: “La definición científica del sexo biológico es clara, binaria y estable para la
mayoría de los seres humanos y refleja una realidad biológica subyacente que no
puede ser contradicha por las excepciones a la regla con respecto a conductas típicas
de los sexos y que tampoco puede alterarse mediante cirugías o el condicionamiento
social”.
Más abajo nos referiremos a los diferentes tratamientos hormonales e
intervenciones quirúrgicas a los que estas personas son sometidas. A continuación,
presentaremos la llamada “disforia de género” y casos de personas transgénero y
transexuales, es decir, aquellos niños y adultos que por distintas causas eligen
identificarse con un género diferente de su sexo biológico.
Disforia de género
Un artículo usado como caballito de batalla por los ideólogos del género fue el
publicado en el diario Wall Street Journal en el 2013 por Robert Sapolsky, profesor de
biología de la Universidad de Stanford, en California. El artículo (“Atrapado entre
hombre y mujer”) no es en sí un artículo científico, sino meramente de alcance popular,
pero que, sin embargo, al pretender encontrar una respuesta a la disforia de género,
captó la atención popular y de los medios, ya que pretende ofrecer una explicación
potencialmente atractiva para los ideólogos del transgénero, especialmente en relación
a personas que no padecen anomalías genéticas, hormonales o psicosociales. Hay
que remarcar que, incluso si Sapolsky tuviese razón por algún motivo, la ciencia no
respalda su argumento hasta el día de la fecha. Sapolsky propuso una explicación
neurobiológica sobre las diferencias entre el cerebro masculino y femenino y la posible
relevancia de esas
diferencias al buscar una explicación al por qué una persona se identifica como del
género opuesto, proponiendo que quien se siente varón en cuerpo de mujer es
porque en realidad tiene un cerebro “masculino” y viceversa. Según Sapolsky, las
personas transgénero podrían tener una estructura cerebral más similar a su identidad
de género que a su sexo biológico, las cuales “probablemente contribuyan a las
diferencias entre los sexos en el aprendizaje, las emociones y la socialización”. Esta no
es más que una hipótesis a comprobar, pero que motivó al investigador a afirmar tal
vez apresuradamente y sin pruebas que “sorprendentemente, a veces hay personas
que nacen en un cuerpo cuyo género es distinto al propio”. Es decir que, para
Sapolsky, una persona “trans” está atrapada en el cuerpo equivocado, dejando de lado
el cerebro, por supuesto… Pero esta explicación no hace más que complicar las cosas,
ya que hay que tener en cuenta que el cerebro no es un órgano aislado del resto del
cuerpo… De hecho, el cerebro está en constante comunicación con diferentes partes
de sí mismo y del sistema nervioso, el cual se extiende por todo el cuerpo. Esto lo hace
por medio de “mensajeros químicos” conocidos como neurotransmisores, los cuales
controlan virtualmente todas las funciones del cuerpo, desde sentirse feliz hasta la
regulación de las hormonas, el control del estrés e incluso la presión sanguínea.
Entonces, si una persona nació en el cuerpo equivocado y su cerebro es del género
opuesto, ¿cómo puede ser que el cuerpo sea el equivocado si en definitiva es el
cerebro el que controla las operaciones del organismo, desde las hormonas que
actuaron en la formación de los genitales hasta las emociones que experimentamos?
En todo caso deberían decir que la persona tiene no solo el cuerpo equivocado sino
también el cerebro equivocado, en una especie de cartesianismo craso en el cual
la mente no tiene ninguna relación con el cuerpo. Más anticientífico y antirrealista
imposible. No por nada el problema de quien padece disforia de género es un problema
de percepción de lo real, como veremos más abajo.
La pregunta que todo investigador serio se tendría que hacer no es si de hecho
existen diferencias entre el cerebro de un transexual y el de un individuo que se
identifique con un género que se corresponde a su sexo biológico, sino, por el
contrario, se debe preguntar si la identidad de género es un rasgo fijo, innato y
biológico, especialmente cuando no se corresponde con el sexo biológico, o si hay
causas ambientales o psicológicas que contribuyan al desarrollo de la percepción de la
propia identidad de género como opuesta a la biológica en esas personas.
El tratar de asociar un rasgo psicológico o una determinada conducta con una
morfología cerebral en particular por medio de imágenes cerebrales tiene grandes
limitaciones metodológicas. Y ni qué decir cuando se trata no de una conducta sino de
una pretendida “orientación sexual” o “identidad de género”, las cuales son nociones en
sí misma vagas y sin substrato científico. Los psiquiatras Mayer y McHugh son
contundentes al respecto: “Estos estudios no pueden, al menos de momento,
brindarnos pruebas estadísticas ni demostrarnos un mecanismo biológico plausible lo
suficientemente sólido como para refrendar la conexión causal entre una característica
cerebral y el rasgo, conducta o síntoma en cuestión. Para ratificar una conclusión de
causalidad, incluso de causalidad epidemiológica, es necesario que llevemos a cabo
estudios de cohorte longitudinales prospectivos con un grupo fijo de individuos a lo
largo de su ciclo de desarrollo sexual, cuando no de toda su vida”. Esto se debe a que
una persona lleva muchos años actuando y pensando de una forma determinada, por
lo que podemos afirmar que las conductas adquiridas afectan la neuroplasticidad propia
del cerebro, lo cual lleva a que se produzcan cambios cerebrales. Entonces, incluso si
se encontrase una diferencia cerebral entre un hombre transexual y un hombre que no
padece un trastorno sobre su propia identidad sexual, estas diferencias cerebrales
podrían haber sido generadas por la conducta correspondiente, como de hecho pasa
con muchas otras conductas que modifican el cerebro. Es por eso que no se podría
probar si esadiferencia es lo que causa la “identidad de género”.
En conclusión, la evidencia científica respalda el hecho de que un niño o niña
desarrollado normalmente desde el punto de vista físico es, de hecho, niño o niña. Las
pruebas disponibles por medio de imágenes cerebrales y la genética no demuestran
que el desarrollo de una identidad de género distinta del sexo biológico sea algo innato,
sino que se debe buscar la respuesta en otros factores sociales y psicológicos (como
por ejemplo las experiencias vividas).
En la mañana del 19 de mayo de 2012, cuando el autor del presente libro vivía en
Washington D. C., este abrió el diario The Washington Post como de corriente y se
encontró con un titular que le heló hasta los huesos: “Transgénero a los 5 años de
edad”. La historia se centraba en una niña que ya a los 2 años de edad comenzó a
insistir en que era un niño y la interpretación de los hechos por su madre. El artículo
sentenciaba: “Su cerebro de niña era diferente. Jean [su madre] se daba cuenta. Había
oído hablar de los transgénero, personas físicamente de un género, pero mentalmente
de otro”. De modo emocional se relataba la angustiosa experiencia de la madre, quien
comenzó a investigar los problemas de identidad de género infantiles y a ponerse en la
piel de otros padres que pasaban por una situación similar. ¿Por qué será que este tipo
de artículos se centran en las emociones humanas y no se hace ninguna mención de
posibles
factores que lleven al niño a considerarse del género opuesto? El artículo relataba
minuciosamente la dolorosa decisión de muchos padres al dejar que sus hijos hicieran
pública su transición al género opuesto, un proceso mucho más difícil especialmente en
niños que querían ser niñas. Pero Jean se reconfortaba en el hecho de que los padres
que habían decidido dar el paso adelante aseguraban que los problemas de conducta
de sus hijos habían desaparecido, el rendimiento escolar había mejorado y los niños
habían recuperado su sonrisa. El artículo también contaba que Jean se había aterrado
ante el hecho de que muchos niños comenzaban a tomar inhibidores o bloqueadores
de la pubertad ya en la escuela primaria, lo cual era seguido por terapias hormonales
antes de acabar la secundaria. La historia presentaba la opinión de la hermana más
grande de la niña que se sentía ser varón, la cual con gran soltura “explicaba” la
realidad de su “hermano transgénero”: “No es más que una mente de niño en un cuerpo
de niña”.
Este artículo dejó helado al autor no solo por la falta de seriedad científica al tratar
un tema tan grave y que posiblemente va a tener consecuencias nefastas en la vida de
esa niña de 5 años, sino también por la normalización de un problema por el cual esa
niña debería recibir terapia psicológica. Son artículos como este los que remarcan una
y otra vez la noción popular y simplista, además de errónea, sobre la identidad de
género: que aquellos que padecen disforia de género tienen “una mente de niño en un
cuerpo de niña” o viceversa y por lo tanto están literalmente “atrapados en el cuerpo
equivocado”. Además, artículos como este plantean un concepto perverso de la
medicina en servicio de lo que el paciente desee. Para la persona que padece un
problema de identidad de género, sostienen, este sentimiento subjetivo de pertenecer
al género opuesto no puede ser cuestionado por nadie. Y quien tenga experiencia en
estos casos notará que el individuo busca no solo el ser tolerado por la sociedad, sino
también el que se lo afirme en ese género “experimentado”, es decir, como hombre o
mujer, dependiendo el caso. Esta nefasta idea ha llevado a los ideólogos del género y
activistas LGBT a imponer leyes que se enfocan en la reafirmación de esas tendencias,
promoviendo leyes en favor de la “igualdad de personas transgénero”, de tratamientos
médicos y quirúrgicos pagados por obras sociales públicas y por el acceso a todos los
roles y privilegios públicos basados en el sexo de la persona. Con respecto a esto
último, por ejemplo, si el “trans” se considera mujer se le permite competir en eventos
deportivos femeninos (para desgracia de las mujeres, ya que están compitiendo
realmente contra un varón, lo cual
hace desigual a la competencia, como ocurrió el 15 de octubre de 2018 cuando un
hombre transexual canadiense ganó el campeonato mundial femenino de ciclismo de
pista).
Como ya vimos en los distintos estudios en varios campos científicos
presentados en el segundo capítulo, no hay pruebas de que el fenómeno de la
identidad “transgénero” tenga una base biológica, genética o neurológica. Por eso es de
extrema importancia el presentar estudios científicos que se enfocan específicamente
en niños con disforia de género y que consideran distintos factores que pueden llevar al
niño a experimentar este trastorno. ¿Qué lleva a un niño a padecer este trastorno?
Los factores son múltiples, lo cual exige que se identifique cada uno de ellos, ya que
estos son los causales deltrastorno.
En el ya mencionado estudio científico del Dr. Zucker, el “Modelo de desarrollo
biopsicosocial para el tratamiento de niños con trastorno de identidad de género”,
además de proveer valiosa información acerca del carácter transitorio de este trastorno
(salvo que se haga tratamiento hormonal y cirugías), también ofrece una valiosísima
perspectiva al considerar una serie de factores que influyen en el desarrollo de la
identidad de género. Entre estos factores se encuentran elementos biológicos,
psicosociales, de conocimiento social, así como también distintas psicopatologías y
mecanismos psicodinámicos. Vamos a explicar detenidamente cada uno de estos
factores.
Predisposiciones biológicas
En primer lugar, hay que aclarar que los factores biológicos pueden predisponer,
pero nunca determinar la conducta sexual de una persona. Los psiquiatras J. Michael
Bostwick y Kari A. Martin, de la Clínica Mayo en los Estados Unidos, quienes
estudiaron a personas “intersexuales” (nacidas con genitales ambiguos) y que a pesar
de ser varones se los operó y crio como mujeres, afirmaban que pacientes adultos con
disforia severa (transexuales) “no presentan ni un historial ni existen hallazgos
objetivos que corroboren una causa biológica conocida para esa discrepancia cerebro-
cuerpo”. Por el contrario, pacientes “intersexuales” requieren una cuidadosa asistencia
médica y psiquiátrica para evitar la disforia de género. Es más, estos investigadores
encontraron criterios objetivamente discernibles e identificables a través de las cuales
se imprime la identidad de la persona como hombre o mujer en el sistema nervioso y
endocrino. Y estos doctores
afirman que incluso en los casos en que los genitales externos no se desarrollen, es
muy probable que los individuos actúen de acuerdo con su configuración cromosómica
y hormonal.
Una influencia más profunda en la conducta sexual la tienen los factores no
biológicos, tales como el temperamento, la presión de los padres para actuar como el
sexo opuesto durante años críticos de la formación (recuérdese el caso de Walter
Heyer), la dinámica familiar, psicopatologías de los padres, las (malas) amistades y la
curiosidad por la que un niñofantasea en convertirse en el sexo opuesto.
En general, los varones son más activos físicamente que las niñas. Cualquiera que
haya tenido hijos de ambos sexos lo puede notar. Este tipo de temperamento tiene una
base hormonal y genética, por lo que comúnmentelos varones se van a comportar de
una manera y las niñas de otras. Pero también puede ocurrir que por distintas razones
un varón sea tranquilo, no le guste jugar con intensidad física, jugar al combate físico y
que por el contrario haya niñas que sean más “machonas” como se les dice
popularmente. Esto, en algunos casos, puede contribuir a que el niño o la niña se
identifiquen con el sexo opuesto. ¿Por qué se da esto? En las primeras etapas de
desarrollo, el niño experimenta muchísimas cosas por primera vez. Como la realidad y
la vida humana es en sí compleja, el niño no comprende inmediatamente esta
complejidad. Para el niño la realidad se encasilla generalmente en dos categorías
simples, como decir “o es negro o es blanco”, sin colores intermedios. De esa manera,
el niño puede pensar que el varón juega generalmente de tal manera y las niñas de
otra como si eso fuese una propiedad esencial de lo que significa ser varón o niña. En
esos casos, el varón puede deducir erróneamente que, si le gusta jugar de una
manera que es más acorde a las niñas, entonces es porque debe ser niña. De hecho,
en la práctica profesional con niños que padecen este trastorno, es común el escuchar
niños que afirman: “debo ser niña porque no me gusta pelear ocorrer y la mayoría
de mis amigos son niñas y me gusta jugar a la casa”.
El Dr. Zucker relata el caso de Frank, un niño emocional y sensible que tenía 7
años cuando visitó la clínica por primera vez, el cual presentaba claros síntomas de
trastorno de identidad de género. Frank tenía dos hermanos y constantemente se
quejaba del modo de jugar agresivo de ellos, al igual que el de sus compañeros de
escuela. Uno de sus hermanos tenía de hecho serios problemas de comportamiento, lo
que afectó negativamente la percepción que Frank tenía de lo que significaba ser
varón, ya que afirmaba que “todos” los
niños eran violentos y burlescos. Debido a eso, solía juntarse con niñas en los recreos
y, como consecuencia, jugaba a juegos estereotípicos de niñas. Ya a los 5 años
comenzó a decir que quería ser niña, ya que así “se acabarían sus problemas”. Este
pensamiento es una constante en personas que sufren este tipo de trastornos, el cual
muchas veces deriva en pensar que a través de tratamientos hormonales y
operaciones de cambio de sexo encontrarán la felicidad. Lo peor que se puede hacer
es afirmar el pensamiento de que un varón es “niña”, vestirlo como tal y eventualmente
dar paso a un tratamiento mortal. ¿El resultado? La tristeza, depresión, ansiedad,
graves problemas hormonales y de salud general y, en el 41% de los casos, el intento
de suicidio. Eso no se soluciona más que con un tratamiento apropiado. Se
puede argüir que Frank tenía un temperamento sensible que, sumado a la conducta
problemática de su hermano, creó un trauma con respecto a su propia identidad como
varón. Un tratamiento para su caso se enfocaría en mostrarle que hay variedad de
maneras en vivir como varón y que la mayoría de ellos no son violentos o burlescos
como su hermano. Es importante en estos casos encontrarle amistades de niños
tranquilos, con temperamentosimilar, que le ayude a tener un concepto no tan rígido de
qué significa ser varón.
Factores psicosociales
El segundo elemento a tener en cuenta, de acuerdo con los especialistas, es la
respuesta de los padres al deseo del niño de cambiar de sexo. ¿Cómo responden los
padres inicialmente a la conducta del niño? En los 40 años de experiencia del Dr.
Zucker, una característica constante en niños diagnosticados con el trastorno de
identidad de género es que, cuando un niño comenzó a manifestarse como del sexo
opuesto, sus padres generalmente permanecieron neutrales al respecto o incluso
reafirmando el deseo del niño y alentando la transformación, lo cual suele tener
consecuencias nefastas, ya que están alentando el comienzo de un serio
trastorno.¿Por qué actúan de esta manera muchos padres? Posiblemente por
ignorancia, ya que piensan que es gracioso, o que es una etapa del crecimiento del
niño la cual va a pasar rápidamente. Cuando los padres toman una posición neutral o
incluso alientan al niño a una conducta propia del sexo opuesto, en la psiquiatría se lo
considera como “factor perpetuador”. Ahora bien, en aquellos raros casos en los cuales
la madre (la abuela, por ejemplo, en el caso de Walter Heyer) es la que viste al hijo
de nena, manifestando que desea que fuese mujer, dicha
conducta se la considera como “factor precipitante”. Es importante averiguar si hubo
factores perpetuadores o precipitantes en los orígenes del trastorno.
Un claro caso de “factor perpetuador” por parte de la familia es el de un niño
llamado Roy. Cuando llegó a la clínica de identidad de género, Roy tenía 4 años y
llevaba dos años manifestando conducta femenina, manifestando con insistencia que
de hecho él era niña. Desde que comenzó a manifestar esa conducta, la respuesta de
los padres fue el alentarlo a actuar así. Por ejemplo, le compraban muñecas y otros
juguetes típicos de niñas cada vez que los pedía, la madre dejaba que Roy se vistiese
con su ropa y vestidos diariamente, festejando e incluso filmando todo esto como si
fuese una diversión familiar. Lo que preocupó a los padres, lo cual los llevó a la clínica
a buscar ayuda, fue que llegó finalmente el día en que el niño estaba convencido de ser
niña, además de sufrir ataques de ira muy intensos cuando se frustraba. Al ser
interrogados por el psiquiatra, los padres de Roy manifestaron que nunca habían
cuestionado a su hijo cuando este insistía que era una niña.
Conversando acerca de este tema con un matrimonio canadiense, ellos le
contaron a este autor cómo uno de sus hijos varones se vestía de nena por curiosidad
y lloraba cuando su madre le sacaba el vestido. Una navidad, el niño participó del
pesebre viviente y lloró amargamente porque le tocó ser pastorcito, cuando lo que él
quería era ser la Virgen María. Sus padres nunca consintieron con su conducta, lo cual
benefició enormemente al niño, hoy un joven hecho y derecho. No está demás notar
aquí el por qué los padres nunca deben festejar ninguna conducta desordenada en sus
hijos, ya que esto puede tener consecuencias psicológicas nefastas. El gran psicólogo
clínico Jordan Peterson lo resumió de modo magistral en un capítulo de sus 12 reglas
parala vida titulado: “Nunca dejes que tus hijos hagan algo que te disguste”.
La dinámica familiar
Los problemas en el seno de la familia pueden tener una influencia negativa en la
percepción del propio género en un niño. Cuando esta es la causa del trastorno, es
necesario trabajar para solucionar los problemas familiares para poder ayudar al niño a
resolver su trastorno de identidad de género. Cuando los padres no resuelven
conflictos y situaciones traumáticas, estos pueden ser muchas veces transferidos a sus
hijos. Hay casos en que los padres reconocen que ciertos problemas familiares han
sido factores causantes en la conducta de sus hijos, lo cual hace más fácil el
tratamiento. Pero en otros casos los padres no ven este problema y la situación se
vuelve realmente dramática. En un importante estudio llevado a cabo por el Dr. Zucker,
en el que siguió a cientos de niños con trastorno de identidad de género,
aproximadamente el 50% de las madres de esos niños padecían dos o más
psicopatologías y aproximadamente el 25% de las madres padecían tres o más
enfermedades mentales. Es un hecho que la psicopatología materna tiene una
correlación muy profunda con la psicopatología del niño.
A continuación, voy a presentar cuatro casos de niños tratados en la clínica de
identidad de género de Toronto cuyo trastorno de identidad de género presentaba una
clara influencia del ambiente familiar.
Tom era un niño de 4 años que al llegar a la clínica ya había presentado conducta
femenina durante un año, incluyendo el deseo repetido de ser niña. Su madre era una
mujer extremadamente narcisista, ansiosa y egoísta, además de distraída y de no
prestarle atención a su hijo. Ella veía a Tom como el hijo perfecto, hasta que un día
comenzó a expresar el deseo de ser niña, lo cual hirió profundamente su narcisismo.
Para colmo de males, el padre de Tom estaba prácticamente ausente de su vida, ya
que trabajaba 18 horas al día los7 días de la semana. Cuando Tom tenía 3 años, nació
su hermana, lo que lo llevó a sentirse abandonado por su madre, ya que esta transfirió
toda su atención a la pequeña. En conclusión, el trastorno de identidad de género que
padecía Tom era el resultado de un sentimiento intenso de haber sido abandonado por
sus padres y los celos intensos contra su hermana bebé, lo que lo llevó a pensar que si
hubiese sido niña como Suzie su madre le habría prestado atención. Al comenzar la
terapia, Tom dibujaba todo de color rosado, como el color de ropa que su madre le
ponía a la bebé. Para superar el conflicto con su identidad de género, el psiquiatra lo
ayudó a comprender sus
celos y cómo estos guiaban su relación con el entorno familiar. Pero elterapista
también tuvo que trabajar con sus padres, notando que el padre debía hacerse
presente en el hogar y la madre debía iniciar terapia paravencer su narcisismo.
Rose era una niña de 9 años que al visitar la clínica por primera vez ya tenía una
larga historia de comportamiento masculino, incluido el fuertedeseo de ser varón. Rose
fue criada por su madre biológica, la cual era soltera y a lo largo de ese tiempo salió con
novios diferentes. Cuando Rose tenía 4 años descubrió el cuerpo de su madre al pie de
la escalera de su casa: había sido asesinada por un novio. Rose no tenía ningún
pariente biológico que cuide de ella, por lo que anduvo de casa en casa hasta que a los
6 años fue finalmente adoptada por una familia, quien 3 años después la llevó a
la clínica a ser evaluada. Al llegar, Rose parecía un varón por su estilo de peinado y la
ropa que vestía. Durante la evaluación, Rose comentó que quería ser un niño porque
los niños eran más fuertes que las niñas. Le repetía a su madre adoptiva que, cuando
caminaban juntas por la calle, ella no debía tener miedo, porque “parezco un varón y
nadie te hará daño”. Rose reconoció que había tenido el pensamiento recurrente de
que, si hubiera sido varón, entonces ella habría podido proteger a su madre del
hombre que la asesinó porque “los varones son más fuertes que las niñas”. Ese deseo
de Rose de ser un varón era consecuencia de un trastorno por estrés postraumático
debido al asesinato de su madre. Tal vez debido a lo que un niño percibe acerca de las
diferencias entre el hombre y la mujer, Rose se planteó el género de un modo tan rígido
que la llevó a una solución imaginaria a su problema familiar: si hubiera sido varón
podría haber salvado la vida de su madre “porque” los niños son más fuertes que las
niñas.
Volviendo al caso mencionado más arriba de Roy, en el que se indicó un “factor
perpetuador” por parte de la familia, se les preguntó a los padres por qué nunca le
habían dicho al niño que de hecho era varón. ¿Por qué los padres estaban como
paralizados ante la verdad y realidad biológica de su hijo de 4 años? Un elemento
que salió a la luz durante la terapia fue el hecho que la madre de Roy había sufrido
abuso físico y psicológico durante muchos años por parte de su padre.
Psicológicamente, la madre no alentaba a Roy a manifestarse como varón porque
subconscientemente lo percibía como un “potencial abusador”, ya que tal vez un día
sería como su padre. Además, la madre había sufrido mucho rechazo durante la niñez
por parte de sus compañeros de escuela, lo cual 30 años después la seguía
afectando
profundamente. Durante la terapia, la madre lloraba profusamente mientras describía
sus experiencias no superadas de la niñez. El padre de Roy también había sufrido
mucho durante su niñez y juventud ya que era tartamudo y tenía un miedo casi
patológico de que, si le decía a Roy que era varón, este lo iba a percibir como un
defecto, tal como la tartamudez que él padeció como defecto degradante durante
tantos años.
El último caso hace referencia a un trastorno poco conocido, pero que de hecho se
da más de lo que uno piensa en la madre o el padre del niño, o incluso en algún
pariente cercano: el “duelo de género patológico”
¿Recuerdan el caso de Walter Heyer, cuya abuela esperaba ansiosamente una niña y
al nacer varón comenzó a vestir a Walter como nena? En el presente caso, Jim era el
último de cuatro varones y llegó a la clínica con 4 años, ya que manifestaba un fuerte
deseo por ser una niña. Su madre padecía un dolor patológico con respecto al género
masculino de su hijo. Luego de dar a luz, cayó en una fuerte depresión y no quería
saber absolutamente nada con el bebé, el cual permaneció en el hospital por dos
semanas. Durante mucho tiempo la madre tuvo sueños esperanzadores en los cuales
daba a luz una nena. Tan fuerte era el sentimiento, que sus amigas le regalaron una
bebé muñeca muy realista cuando Jim tenía 1 año. Según el psiquiatra pudo constatar,
la madre no tenía ni idea del significado de este regalo, llegando a preguntar
“¿Entonces usted cree que mis amigas me regalaron el bebé de juguete por mi deseo
de tener una nena?” En la reunión de equipo de psiquiatras y psicólogos sobre el caso
de Jim, se decidió que la madre debía someterse a tratamiento para que entienda el
significado de su deseo de tener una niña y lo que este deseo representaba para ella,
para así poder superar la patología con respecto al dolor de haber dado a luz a
un varón. Estehecho particular de la madre desilusionada también se ha observado en
muchos casos de personas con atracción hacia el mismo sexo que este autor ha tenido
la oportunidad de entrevistar. Esto nos lleva a plantearnos si la desilusión de la madre y
el rechazo del niño puede haber sido transmitido a este durante su desarrollo psíquico y
emocional.
El Dr. Zucker, como vimos, desarrolló un magnífico plan de tratamiento para niños
que padecen algún trastorno de la identidad de género. El objetivo
de dicho tratamiento es ayudar al niño a trabajar en la percepción y aceptar el propio
género, el cual tiene un fundamento profundamente biológico.
La “homosexualidad reprimida”
El primer grupo de transexuales está formado por hombres con tendencia al
mismo sexo y cuya conducta homosexual está en conflicto con sus creencias, con su
conciencia y con la sociedad en la que viven. Por ejemplo, si la persona fue educada
en un ambiente con valores morales en los cuales la conducta homosexual no se veía
bien, pero que por distintas razones (tales como el abuso, violencia, padre ausente,
etc.) cayó en esa conducta homosexual, esa persona posiblemente va a experimentar
un gran conflicto interior y mucha culpabilidad. Esta consciencia de culpabilidad por la
conducta homosexual es reprimida, viendo como única salida el “cambio de
sexo”. De esta manera la persona se plantea que: “si fuese mujer, los actos
homosexuales ya no serían tales”, “si fuese mujer, mi familia no tendría vergüenza de
que me acueste con tal o cual hombre”, “si fuese mujer, la sociedad no condenaría mi
homosexualidad”. Por medio del cambio de sexo, la persona busca resolver un conflicto
interno sobre la homosexualidad y por eso se dice que este tipo de transexualidad es
una “homosexualidad reprimida”. En estos casos, por ejemplo, el “trans” mantiene
relaciones con hombres, lo que técnicamente es conducta homosexual después de
todo.
Esta figura del “homosexual reprimido” parece aplicarse perfectamente en un
conocido mediático argentino “trans”. Aunque este autor no ha tratado jamás con esa
persona, se puede deducir por varias entrevistas que ha ofrecido que ciertos factores
en su infancia lo hayan llevado a la conducta homosexual, como el perder a una buena
madre muy temprano y crecer con un padre violento y con el cual tuvo una dura
relación. Sinembargo, debido a su fe católica en la niñez (la cual incluso recientemente,
ya siendo “trans”, lo llevó a bautizar sus dos hijos adoptivos para así criarlos “en la fe”
como su madre hizo con él), puede ser que perciba a los actos homosexuales como
algo desordenado, lo cual lo ha llevado a reprimir esa conducta homosexual por medio
de la transexualidad. El caso parece encajar en la categoría del “homosexual
reprimido”.
En un duro artículo científico que denuncia fuertemente a los activistas LGBT,
los cuales ocultan mucha información científica a personas que buscan hacer la
“transición”, el psicólogo Michael Bailey y Kiira Treia, un ex transexual tratado por el
nefasto Dr. Money, refutan la idea de que un transexual es una mujer “atrapada en
cuerpo de hombre” y sacan a la luz el testimonio de transexuales que son claros casos
de “homosexuales reprimidos”. A este grupo de transexuales ellos los clasifican como
“transexuales homosexuales”, ya que su conducta es de hecho homosexual, siendo el
objeto de su atracción “hombres atractivos”, pero que sin embargo hacen la “transición”
a “mujer” debido a las dificultades sociales, románticas o sexuales que atraviesan.
La “autoginefilia”
El segundo grupo de transexuales es aquel de hombres con tendencia a la
mujer (aunque algunos pueden tener tendencia al mismo sexo simultáneamente) y que
padecen un trastorno psiquiátrico del grupo de las “parafilias” llamado “autoginefilia”.
Las “parafilias” se definen como trastornos psiquiátricos que se manifiestan
como un interés erótico inusual, intenso y persistente, algunos de los cuales son
violentos (tales como la pedofilia y el sadomasoquismo) y otros no (por ejemplo, el
fetichismo y la autoginefilia). Dentro de la categoría de las parafilias se encuentra la
autoginefilia, la cual designa el trastorno por el cual el hombre desea hacerse pasar por
el cuerpo de las personas o cosas a las que es atraído sexualmente. El nombre de
“autoginefilia”, entonces, indica que el hombre experimenta atracción hacia la mujer,
pero esto ocurre cuando la mujer es él mismo. Por eso el término científico está
compuesto por “auto” (en referencia a sí mismo), gine (mujer) y filia (amor). Es decir, la
autoginefilia se manifiesta como una auto excitación sexual cuando el hombre se viste
como mujer (travestismo) y se excita con la mujer que ve (o sea, se ve a él mismo
“transformado” en mujer).
El término fue acuñado por el Dr. Ray Blanchard, quien es el especialista más
importante en el tema, con el fin de expresar esta experiencia erótica del hombre
consigo mismo como mujer.
A medida que progresa el trastorno, las personas que padecen autoginefilia
(exclusivamente son hombres) necesitan de experiencias cada vez más fuertes.
Además, este trastorno ocurre en conjunto con el trastorno sadomasoquista y el
travestismo (vistiéndose como mujer). En algunos casos, el vestirse con ropa interior
femenina ya no basta, por lo que el hombre busca parecerse lo más posible a una
mujer, lo cual lo lleva a intentar “convertirse” en mujer. Aunque no todos los hombres
que padecen de autoginefilia terminan siendo “transexuales”, hay quienes se someten
a intervenciones quirúrgicas para implantes mamarios y algunos incluso terminan
pidiendo la amputación del pene y la reconstrucción pélvica para que sus genitales se
parezcan a los de una mujer. Además, un rasgo común en personas que padecen este
trastorno es el experimentar una fantasía erótica de ser admirados en cuanto mujeres
por otras personas. Tal vez eso explique por qué este grupo de transexuales se
reconoce en las calles por lo exagerado de su figura, como buscando llamar la
atención.
Quien parece padecer este serio trastorno es Bruce Jenner, quien en 1976
ganó la medalla olímpica en el decatlón masculino. En abril del 2015, Bruce anunció
que se identificaba como mujer, llamándose ahora Caitlyn Jenner. Su caso recibió
muchísima atención mediática, con dos Reality Shows para seguir su “transición”. Lo
que los medios y los activistas LGBT ocultaron, es que de fondo su condición
manifiesta un grave trastorno
psiquiátrico: la autoginefilia. El prestigioso psiquiatra Dr. McHugh afirma al respecto:
“No he tratado personalmente ni examinado a Jenner, pero su comportamiento se
parece al de algunos de los hombres transgénero que hemos tratado a lo largo de los
años. Estos hombres querían mostrarse de manera sexy, vistiendo ropas femeninas
provocativas. La mayoría de las veces, mientras afirmaban ser una mujer en el cuerpo
de hombre, se declaraban ‘lesbianas’ (con atracción a otras mujeres). La fotografía de
Bruce Jenner (un hombre de unos sesenta y tantos años) posado con un corsé
reforzado, elevando los senos y haciendo alarde de sí mismo como si fuera una chica
vedette de unos veinte o treinta años en la portada de Vanity Fair sugiere que él encaja
en el molde de comportamiento que Ray Blanchard ha llamado autoginefilia”.
En el Instituto Clark de Toronto, donde trabajó el Dr. Blanchard por muchos
años, se realizaron importantes estudios que profundizaron la condición de este
segundo tipo de transexuales, identificando a estos hombres por la autoexcitación que
experimentan al imitar a la mujer en el proceso de seducción sexual. Este tipo de
conducta sexual ocurre “en la cabeza” de la persona, ya que se imagina que su parecer
excita sexualmente a otras mujeres. Lo interesante es que, ya habiendo transcurrido la
etapa de vestirse como mujer y habiéndose sometidos a operaciones quirúrgicas, al
descubrir que las mujeres eran el objeto de su interés, se comienzan a identificar como
“lesbianas” ante el psiquiatra.
No es sin razón, como veremos, que distinguidos psiquiatras han rechazado
cualquier tipo de intervención hormonal y quirúrgica en estos individuos, ya que aquí
estamos frente a un tipo de trastorno mental que debe ser tratado con un tipo de
terapia apropiada. Pero ¿por qué se oculta esta realidad? Por que los activistas LGTB
saben que es más fácil que la sociedad acepte a una persona que se cree mujer, o
atrapado en cuerpo equivocado, que el aceptar a un hombre que se excita
eróticamente con la idea de ser mujer porque padece una parafilia llamada
autoginefilia. Por esa razón, el activismo LGBT define erróneamente al transexual como
“una persona en la que las estructuras del cerebro relacionadas con el sexo, las cuales
definen la identidad de género, son exactamente opuestas a los órganos físicos del
cuerpo”. Esta teoría es totalmente falsa, ya que no representa la realidad de la persona
“trans”, además de ser una gran contradicción, ya que es genéticamente imposible que
haya una oposición entre el cerebro y los órganos del cuerpo, como vimos más arriba,
debido a que el cerebro controla
las operaciones del organismo, incluyendo las hormonas que actuaron en la formación
de los genitales. Si el cerebro fuese de mujer, es imposible que el cuerpo se desarrolle
como el de un hombre.
Conclusión