Proteccion Civil
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El sistema nervioso:
Es común al ser humano y a la mayoría de los animales cordados, los artrópodos, los
moluscos, platelmintos y cnidarios. Otros grupos animales, como los protozoos, los
poríferos y las plantas, en cambio, no poseen sistema nervioso diferenciado.
Este aparato de transmisión de energía química y eléctrica recorre el cuerpo entero y
permite la coordinación de los movimientos y acciones, tanto las conscientes como las
reflejas, a partir de lo cual se distinguen dos tipos de sistema nervioso: el somático y el
autónomo. El primero se ocupa de la conexión entre las extremidades del cuerpo y el
cerebro, mientras que el segundo lo hace de las acciones reflejas e involuntarias.
Las más conocidas de las enfermedades que aquejan al sistema nervioso son:
• Encefalitis. Se llama así a la presencia de cuerpos extraños en el encéfalo, tales como virus
o bacterias. Las infecciones en este lugar son muy delicadas, pues cualquier daño al cerebro
se puede traducir en pérdida o disminución de sus funciones.
• Epilepsia. Esta enfermedad congénita se debe a una activación excesiva de ciertos rincones
del cerebro, que responden a estímulos externos de manera desordenada y generan
convulsiones, descoordinación y enlentecimiento.
• Esclerosis. Diferenciada entre múltiple y lateral, se trata de una serie de trastornos
congénitos en los que las neuronas pierden la mielina, una capa que las recubre y garantiza
la efectiva transmisión de información. Esto se traduce en pérdida de la capacidad de
movimiento voluntario e incluso alteraciones perceptivas.
• Mal de Alzheimer. Se trata de la forma más común de demencia senil, que afecta las zonas
del cerebro vinculadas a la memoria reciente y el lenguaje, produciendo deterioro progresivo
de las funciones cognitivas, impidiendo hablar, escribir, leer, o simplemente reconocer la
realidad inmediata. Inicia a partir de los 60 años y de momento no tiene cura.
• Mal de Parkinson. Se trata de una enfermedad congénita que ocasiona una disminución de
la dopamina en el sistema nervioso, impidiendo la coordinación nerviosa y generando
movimientos involuntarios, además de trastornos del sueño, depresión y dificultades para
masticar, hablar o tragar.
El sistema nervioso está formado por el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico.
El sistema nervioso central (SNC) está formado por el cerebro y la médula espinal. La médula
espinal se conecta a una sección del cerebro llamada “tronco cerebral”. El SNC controla la mayor
parte de las funciones del cuerpo transmitiendo los mensajes entre el cerebro y el resto del cuerpo
de forma bidireccional. Hay enfermedades o lesiones que pueden dañar la médula espinal, lo que
alteraría el intercambio de información entre el cerebro y el resto del cuerpo.
El sistema nervioso periférico consiste en un sistema complejo de neuronas sensoriales, ganglios
(grupos de neuronas) y nervios. Este sistema está conectado entre sí y también al sistema nervioso
central y regula sus funciones. El daño en los nervios periféricos puede causar debilidad,
entumecimiento y dolor.
El sistema nervioso periférico está formado por:
• Sistema nervioso somático: Control de casi todos los movimientos de la musculatura
voluntaria y procesamiento de la información sensorial externa.
• Sistema nervioso autónomo: Control involuntario de funciones corporales como el
automatismo de lucha o huida, el ritmo cardíaco y la digestión.
El sistema nervioso periférico consta de neuronas sensoriales y motoras:
• Las neuronas motoras: Estimulan a los músculos y otras partes del cuerpo para realizar una
función o un reflejo
• Las neuronas sensoriales: Perciben las sensaciones tales como el dolor y el calor.
Huesos cortos. Tienen una extensión más corta y están cubiertos por cartílago auricular. Suelen
unirse a otros para formar las articulaciones móviles. Por ejemplo, el rótulo, el hueso nasal o el
tarso.
• Huesos planos. Tienen una disposición ancha y plana para proteger a los órganos internos
del cuerpo, como es el caso de los huesos del tórax o del cráneo.
• Huesos irregulares. Comprenden los que por su morfología no los podemos encajar en
largos, cortos o planos. Por ejemplo, la mandíbula o las vértebras.
¿Sabías que…?
El esqueleto de una persona adulta está formada por 206 huesos. Sin embargo, el sistema óseo de un
recién nacido está formado por casi 300. Esto se debe a que, en realidad, los huesos son cartílagos
de crecimiento que, con la edad, se van uniendo y calcificando. Es un proceso natural de
crecimiento y es así porque los neonatos puedan salir con más facilidad por el canal de parto.