6 - La Virgen María
6 - La Virgen María
6 - La Virgen María
488 "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo" (cf. Hb 10, 5)
quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad,
Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de
Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27):
490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la
medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento
de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para
poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso
que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.
491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena
de gracia" por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que
confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el
Papa Pío IX:
492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue
"enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56), le viene toda
entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los
méritos de su Hijo" (LG 53). El Padre la ha "bendecido [...] con toda clase de
bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más que a ninguna otra
persona creada. Él la ha "elegido en él antes de la creación del mundo para ser
santa e inmaculada en su presencia, en el amor" (cf. Ef 1, 4).
493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa"
(Panaghia), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y como
plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo" (LG 56). Por la gracia
de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda
su vida.
494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por
la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por "la obediencia de
la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la
esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así, dando su
consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún
pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra
de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al
Misterio de la Redención (cf. LG 56):
El dogma declara que María "La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de
toda mancha del pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia
y privilegio de Dios omnipotente a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano"
(Papa Pío IX).
495 Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús"(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55,
etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi
Señor" desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que
ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre,
la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es
verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS,
251).
La Virgen no puede ser objeto de culto de adoración o latría (la adoración sólo
corresponde a Dios). Pero sí se honra a la Virgen de una manera especial, a la
que la Iglesia llama "hiperdulía" que es una veneración mayor a la que se da a los
santos del cielo, ellos son objeto de culto de "dulía" o veneración.