Romero Hernndez Sara.
Romero Hernndez Sara.
Romero Hernndez Sara.
de la UAM
Facultad de Psicología
/ 15-16
Psicología General
Sanitaria
Resumen: Los estudios epidemiológicos nos informan del creciente número de trastornos en la
infancia y la adolescencia. En la actualidad uno de los más frecuentes es el trastorno negativista
desafiante, caracterizado por un patrón de comportamiento hostil y desafiante que se mantiene
durante al menos seis meses. A día de hoy no se cuenta con una terapia empíricamente validada,
pero las intervenciones psicosociales han demostrado ser las más eficaces para su tratamiento. En
este trabajo se presenta el caso de un niño de seis años con estas características. Tras el proceso de
evaluación, se describe el análisis topográfico y funcional de la conducta del menor y de la
dinámica familiar, dando lugar a la formulación clínica. A partir de estos datos, se plantea una
intervención cognitivo-conductual, formada por dos grandes bloques. El primero de ellos es el
entrenamiento con los padres, donde se trabaja fundamentalmente el manejo de contingencias. En
segundo lugar, el entrenamiento con el niño se centra en estrategias de autocontrol y de solución de
problemas. Por su parte, en la aplicación del tratamiento se describe sesión por sesión el trabajo
realizado en cada una de ellas. Finalmente, se valora el alcance de la intervención a través de la
comparación de los resultados pre-post; y posteriormente se discuten los aspectos más relevantes
del trabajo propuesto.
Grado de participación: El grado de participación ha sido total en todas las fases del
trabajo: diseño y aplicación de la evaluación, formulación clínica del caso, diseño y
aplicación del tratamiento y valoración de los resultados.
2
Índice:
Página
1. Introducción 3
Resultados 40
3. Discusión 44
Referencias 49
Anexos 56
3
1. Introducción
Una de las variables más estudiadas en este campo es la edad, muy ligada al
concepto de desarrollo. En este sentido, ambos grupos de investigación observaron una
relación estadísticamente significativa entre el tipo de trastorno y el momento evolutivo
del niño. Esto es, existen ciertas patologías que tienden a desaparecer con la edad, como
es el caso de los trastornos por eliminación. En cambio, otras problemáticas se
mantienen más estables y sus consecuencias se agravan con el paso del tiempo si no se
atienden adecuadamente, como por ejemplo los trastornos depresivos, de ansiedad, de
alimentación o los problemas de conducta (Navarro-Pardo, Meléndez Moral, Sales y
4
Sancerni, 2012). Cabe mencionar que, en ocasiones, la morfología del problema puede
ser muy variada, a pesar de estar cumpliendo una misma función. Por ejemplo, la
depresión en un niño o adolescente puede manifestarse a través de rabietas, irritación o
ira; mientras que en un adulto se caracteriza por la apatía o la tristeza profunda
(Carrasco, 2014). De ahí surge la necesidad de conocer el proceso evolutivo del niño y
la funcionalidad de la conducta, sin extrapolar sin más la sintomatología, la evaluación
y los tratamientos de los adultos a los más pequeños (Marsh y Graham, 2006).
Con estos datos de prevalencia no es de extrañar que tanto a principios del siglo
XX como un siglo después se siga poniendo la lupa en la prevención de los trastornos
en salud mental, especialmente desde la infancia. El trastorno negativista desafiante
(TND en adelante) es uno de los trastornos que más atención está recibiendo en la
actualidad, dada su frecuencia, su continuidad en el tiempo y sus consecuencias
aversivas a corto y largo plazo. Se trata de un patrón de comportamiento caracterizado
por una actitud desafiante, discutidora y desobediente, donde la persona hace con
frecuencia lo contrario de lo que se le manda, en detrimento incluso de su propio
bienestar. Esto es, prefiere salir perdiendo antes que negociar o ceder ante los adultos.
Hace uso de la agresión verbal (mediante insultos) en contextos familiares o escolares
(los de mayor confianza), pero sin llegar a violar los derechos de los demás. Los
síntomas suelen aparecer de forma gradual antes de los ocho años y se mantienen hasta
la adolescencia (APA, 2002). Además, la conciencia del problema es escasa o nula, ya
que justifican su comportamiento como el resultado de unas exigencias sociales
inadecuadas o excesivas (CEDE, 2012).
Tabla 1
Criterios para el diagnóstico del trastorno negativista desafiante (DSM-IV-TR)
conductas agresivas; de los tres hasta los doce encontramos problemas de aprendizaje y
de adaptación social, dificultades en el mantenimiento de la atención o desobediencia.
Por su parte, en la adolescencia, las riñas con los padres como forma de afirmar su
identidad personal suelen formar parte de la vida diaria en las familias. Además, la
principal consideración para establecer un diagnóstico suele ser la desviación de la
normativa estadística o la disminución de un comportamiento adaptativo, lo cual
depende enormemente del contexto socio-temporal en el que nos encontremos, tal y
como demostró el estudio de Weisz en 1988 (en Wicks-Nelson e Israel, 2000). Sin
embargo, los padres no tienen por qué tener estos conocimientos y solicitan ayuda a los
profesionales por lo llamativo de estos comportamientos, sobre todo los de carácter
externalizante (lloros, agresiones físicas y verbales, gritos…). De esta manera, los
adultos pueden sentirse incómodos ante el comportamiento imprudente del menor,
aunque éste entre dentro de la norma estadística o cumpla una función adaptativa. Si los
profesionales no contamos con estas variables tanto biológicas (de desarrollo) como
contextuales, es probable caer en una patologización excesiva de los niños y
adolescentes, con su estigma correspondiente. Por ejemplo, Meisel, Severa, Cardo y
García-Banda (2013) encontraron que, cuando sólo se tenía en cuenta a un único
informante, la prevalencia del trastorno ascendía del 1.1% al 9.5%. Por ello, en mi
opinión, creo que es importante vislumbrar el TND (y los demás trastornos) como un
continuo y no como una categoría en sí misma; y discriminar mediante una evaluación
exhaustiva con todos los miembros implicados en la vida del niño, si existe un problema
real de patrón de conducta que sobrepasa la frecuencia e intensidad habituales y provoca
un malestar y/o desadaptación significativos; o si se trata de un comportamiento más o
menos puntual derivado de la edad o de otro problema de orden superior.
Dado que los niños pasan gran parte del tiempo con sus padres, parece claro que
el mayor aprendizaje vendrá dado por estos. Por tanto, la calidad de las interacciones
paterno-filiares son clave para explicar el desarrollo y mantenimiento del TND. En este
sentido, Gerald Patterson desarrolló la teoría de la coerción (en Rey-Anacona, 2010),
según la cual el niño mantiene las conductas coercitivas de cuando era un bebé
(comportamientos que cumplían la función de “controlar” o llamar a los adultos, tales
como llorar, rabietas, manotazos…) porque siguen siendo reforzadas. Igualmente, los
padres emiten órdenes vagas, susceptibles de ser interrumpidas y a menudo
cumplimentadas por ellos mismo (órdenes tipo “beta”). De esta manera, se produce (en
palabras del autor) la “trampa del reforzamiento negativo”, ya que los padres también
obtienen un beneficio a corto plazo: consiguen que su hijo se calme cuando retiran la
instrucción. Sin embargo, a largo plazo corrigen inadecuadamente al niño y no
fomentan su obediencia, que es su principal objetivo. Así, poco a poco pueden llegar a
desarrollar una imagen negativa de su propio hijo y entrar en una dinámica familiar
hostil y desestructurada, impidiendo ver cuándo éste se acerca a las conductas deseadas.
Patterson afirma, por tanto, que la falta de extinción, la inconsistencia de la disciplina y
la falta del refuerzo adecuado ante las conductas positivas del niño promueven los
problemas de conducta. Los estudios realizados sobre estilos educativos (que se
comentarán a continuación) también apoyan este razonamiento.
8
Tabla 2
Tabla 3:
En cuanto a la variable género, existen algunas diferencias de tal manera que los
niños presentan más síntomas externalizantes (molestar deliberadamente, mayores
niveles de agresividad, etc.), mientras que las niñas se caracterizan por síntomas
internalizantes (ansiedad, depresión, quejas somáticas) (Trepat de Ancos y Ezpeleta,
2011). Esto puede deberse a múltiples factores, como los estilos educativos, la cultura o
la vulnerabilidad biológica (Wicks-Nelson e Israel, 2000). Además, también parece
existir una interacción significativa entre el género y la edad (Marsh y Graham, 2006).
Es decir, es habitual encontrar más diagnósticos de TND en niños a edades tempranas.
Sin embargo, esta diferencia tiende a igualarse durante la adolescencia (APA, 2002).
Esto puede ser porque los síntomas externalizantes de la primera infancia son más
llamativos y molestos, por lo que los padres intentan resolver el problema lo antes
posible (López-Soler, Castro, Alcántara, Fernández y López-Pina, 2009).
Por otro lado, aunque existe gran controversia sobre este término, el
temperamento se ha descrito como un factor de riesgo para el TND. Se trata de los
aspectos prevalentes de la personalidad que muestran cierta consistencia a través del
tiempo y de las situaciones, por lo que parecen estar ligados a factores más genéticos.
Rey-Anacona (2010) reserva el término de “temperamento difícil” para aquellos niños a
los que les cuesta establecer rutinas diarias, no se adaptan fácilmente a las nuevas
experiencias y tienden a reaccionar ante estímulos desagradables de una forma negativa
e intensa un tanto desproporcionada. Luiselli (2013) afirma, además, que los niños con
temperamento difícil no se calman con facilidad y suelen ser “gruñones” y
“quisquillosos”. Por su parte, Viñas, González, García, Ballabriga y Casas (2012)
pusieron de manifiesto la dificultad para regular las emociones, utilizar recursos
atencionales e inhibir respuestas socialmente inadecuadas en adolescentes con
“temperamento difícil” diagnosticados de TND. Igualmente, éstos presentaban ausencia
de miedo ante estímulos de alta intensidad o novedad y desinhibición social, lo cual
puede estar relacionado con la falta de empatía o sentimientos de culpa. A pesar de ser
un concepto algo olvidado en la Psicología actual, los datos encontrados sobre
temperamento y TND resultan compatibles con los citados para otros factores de riesgo.
Además, el temperamento no es determinante para el desarrollo de problemas de
conducta, por lo que las pautas de crianza ajustadas o el manejo adecuado de la
frustración y la agresividad, entre otros factores de protección, pueden minimizar los
efectos de esta variable y otras variables.
12
Al hilo de lo anterior, no todos los niños que viven bajo las influencias de
factores de riesgo desarrollan o evolucionan de la misma manera. Esto es así porque las
variables de protección también ejercen su papel. Pedreira (2004) realizó una revisión
de todas ellas. Así, a nivel individual destacan una elevada autoestima, un elevado
cociente intelectual y una buena capacidad en la resolución de problemas. Por su parte,
un ambiente familiar ajustado, una adaptación curricular adecuada a las necesidades
individuales del niño, el desarrollo de actitudes prosociales, así como la práctica de
actividades de ocio saludables son factores sociales de protección. Finalmente, a nivel
comunidad destaca una fácil accesibilidad a los servicios asistenciales, un diagnóstico y
tratamiento precoz y un seguimiento a largo plazo como forma de mantener los logros.
Los estudios realizados con población clínica infantil estiman que el 18.5% de
niños que muestran problemas psicológicos presentan además un TND (López-Soler, y
cols. 2009). Esto implica un alto grado de comorbilidad con otras patologías, entre las
13
Otros instrumentos de evaluación muy utilizados para el TND son las escalas y
cuestionarios, como por ejemplo, la CBCL (Child Behavior Checklist) de Achenbach y
Edelbrock (1983) (Adaptación española, del Barrio y Cerezo, 1990). Se trata de una
escala muy apropiada para niños de 2 a 16 años, con tres versiones diferentes, una para
padres, otra para profesores y otra de autoinforme (a rellenar por el propio niño). Es una
herramienta de cribado que, gracias a sus garantías psicométricas, es capaz de
discriminar adecuadamente la existencia de diferentes problemáticas (Sardinero,
Pedreira y Muñiz, 1997), como son: agresividad, depresión, obsesión, conductas
disruptivas, ansiedad, problemas somáticos, hiperactividad, delincuencia no socializada
y retraimiento social. Para cada una de ellas, se establece un punto de corte a partir del
cual se puede empezar a sospechar de la existencia de un problema, por lo que la
evaluación en ese punto debe ser más exhaustiva. Por tanto, a pesar de ser una
herramienta de evaluación demasiado densa, resulta muy útil en la Psicología infantil,
precisamente por su eficacia en el screening y su eficiencia en cuanto al coste de tiempo
que supondría valorar cada problemática por separado. También cabe mencionar las
escalas de Conners (1989), en su versión extensa (CPRS-93 para padres y CPRS-39
para profesores) y en su versión abreviada (CPRS-48, para padres y CPRS-28 para
profesores). Aunque fueron desarrolladas inicialmente para la evaluación de TDAH,
también se utilizan como cribado del TND y como diagnóstico diferencial del TDAH.
Mientras que la escala para padres recoge información sobre problemas de conducta,
problemas de aprendizaje, quejas psicosomáticas, impulsividad/hiperactividad y
ansiedad; la escala para profesores mide problemas de conducta, hiperactividad y
desatención/pasividad. Farré y Narbona (2003) desarrollaron la adaptación española
para profesores, dando lugar al test EDAH. Tal y como informan Amador, Idiázabal,
Sangorrín, Espadaler y Forns, (2002) la correlación entre la información proveniente de
padres y profesores para estas escalas oscila en torno al 0,30 y 0,50. Teniendo en cuenta
que el índice de fiabilidad para otros cuestionarios no supera el 0,30 (Servera, Bornas y
Moreno, 2006), las escalas de Conners parecen ser bastante fiables para discriminar un
15
Por otro lado, también es importante realizar una cuantificación de las conductas
problemáticas del niño. Para ello, se puede utilizar un autorregistro estilo A-B-C
(Estímulo-Respuesta-Consecuencia, en inglés Antecedents, Behavior, Consequences),
lo cual resulta muy útil para establecer la línea base pre-tratamiento (indicando
frecuencia, duración e intensidad), para conocer cuáles son las relaciones funcionales
que están operando en las situaciones conflictivas y, de cara a la motivación por el
tratamiento, para ir observando de una forma muy gráfica los resultados que se van
obteniendo. Además, también existen algunas escalas que ayudan a definir estos
comportamientos, como por ejemplo el cuestionario de situaciones en el hogar de
Barkley. Se trata de una lista de 14 situaciones en la que los padres tienen que indicar si
el niño plantea algún tipo de problema o comportamiento perturbador y con qué grado
de gravedad. Por su parte, el cuestionario sobre situaciones en la escuela tiene el mismo
procedimiento, pero plantea únicamente 10 situaciones. Finalmente, la observación no
sistemática de las interacciones entre padres e hijos en consulta también pueden dar una
información muy enriquecedora para la evaluación.
Para terminar con los instrumentos de evaluación, es cierto que muchas de las
pruebas aquí presentadas se utilizan también para diferentes patologías, como por el
ejemplo el TDAH o el trastorno disocial. Esto es, al igual que no existe una etiología
clara para ninguno de estos tres trastornos, tampoco existe un protocolo de evaluación
específico para el TND. Por ello, bajo mi punto de vista, es importante no hacer un uso
excesivo de las pruebas estandarizadas y, a partir de unas buenas habilidades
terapéuticas, llegar a recoger la información necesaria para el diseño de la intervención,
sin saturar a las familias.
16
Tabla 4:
Sergio es un niño de 6 años que vive con sus padres y su perro Chispa. Desde
que empezó la etapa preescolar (de 3 a 6 años) ya se observaban en él problemas de
conducta, puesto que casi todos los días los padres recibían quejas de los cuidadores
porque mordía a los demás niños, por empujones, tirones de pelo a las chicas, colarse en
24
la fila del recreo, meterse en peleas, etc. En el colegio le consideran un niño “muy
movido”, “incapaz de estar sentado y tranquilo en la silla”. A pesar de ello, en este
curso académico (1º de Primaria) ha mejorado su relación con sus compañeros.
Estrategias de evaluación
Tabla 5
El proceso de evaluación psicológica
DEMANDA
Tabla 6
Aplicación de las pruebas de evaluación
Evaluación con los padres Evaluación con el profesor Evaluación con el niño
Historia clínica EDAH Entrevista
Entrevista diagnóstica Cuestionario de situaciones Evaluación de la atención
CBCL en la escuela
CPRS-48
Cuestionario de
situaciones en el hogar
Autorregistro
28
Tabla 7
Formulación de hipótesis y deducción de enunciados verificables.
Tabla 8:
Análisis topográfico de las conductas perturbadoras de Sergio
25
20
15
10
5
0
Frecuencia Intensidad
Estas cadenas funcionales también ocurren cuando algo no sale como Sergio lo
había previsto. Por ejemplo, la baja tolerancia a la frustración como variable
disposicional hace que cuando va perdiendo en algún juego, se enfade y cambie
esporádicamente las normas para salir él beneficiado y empieza a tirar las cosas si la
otra persona no acepta. Ante esto, la mayoría de las veces los padres suelen acceder
(refuerzo intermitente), ya que a ellos lo único que les importa es pasar un rato divertido
con su hijo. Nuevamente, la conducta del niño queda reforzada. En alguna ocasión han
probado a castigarle, pero al poco tiempo le levantan el castigo (no más de 5-10
minutos), por lo que éste no resulta efectivo. Otro ejemplo se da en alguna ocasión en
centros comerciales, supermercados, etc. sobre todo cuando no se hace lo que Sergio
quiere, cuando quiere que le compren algo, para abandonar el lugar en el que están o
cuando está excesivamente cansado. Aunque estas situaciones no son habituales, sí
generan bastante malestar a los padres.
Los estilos educativos serían otra variable disposicional a tener en cuenta. Las
pautas más permisivas de la madre también parecen precipitar la conducta de Sergio, ya
que la mayoría de los desafíos que presenta se producen en presencia de ésta. Sin
embargo, tanto con el padre como con los tíos se contiene bastante más. Además, los
ambientes de confianza también son un detonante de conducta disruptiva, como ocurre
con los abuelos maternos o con la prima.
Tabla 9:
Formulación clínica E-O-R-C
E O R C
-Órdenes ineficaces Del entorno: Nivel motor: -Retirada de la
a la hora de -Estilo educativo -Gritos orden o los padres
vestirse o de comer permisivo (madre) -Golpes la cumplimentan
-Hora del juego -Desavenencias en -Lenguaje soez -Se hace lo que él
-Cuando los padres la educación -Burlas quiere
están atendiendo a -Hijo único -Trampas -Recibe toda la
otras tareas atención por parte
-En presencia de su Del menor: Nivel Fisiológico: de los adultos
prima o de otros -Baja tolerancia a -Enrojecimiento -Se establecen
niños la frustración -Tensión muscular castigos y se
-Ausencia del -Carácter -Respiración retiran a los pocos
padre competitivo acelerada minutos
-Cuando se le pide
que haga alguna Nivel Cognitivo:
tarea desagradable -“Soy tonto”
Este módulo se llevó a cabo para reestructurar algunas ideas negativas que los
padres tenían sobre su hijo. Se explicó cuidadosamente el significado del diagnóstico,
así como las dificultades que había para establecer los límites del mismo.
Posteriormente se explicaron las causas de su comportamiento a través del análisis
funcional, teniendo especial cuidado en que los padres no se sintieran “culpables”, pero
sí fue necesario que vieran su parte de responsabilidad, para conseguir su máxima
colaboración.
Para poder explicar a Sergio lo que íbamos a hacer en las siguientes semanas y
con el fin de fomentar su motivación y participación, la intervención se planteó como un
“mapa del tesoro” en el que había que pasar diferentes pruebas (módulos de
intervención). Teniendo en cuenta su carácter competitivo, este diseño resultó bastante
útil. Así, la primera prueba o módulo fue la toma de conciencia del problema. Para ello
se propuso el ejercicio del “volcán”, el cual se divide en tres partes, de abajo hacia
arriba: situación y pensamientos, emociones y acciones. Con esto se pretendió ver cómo
los pensamientos y emociones disparan de forma gradual la “erupción del volcán”, que
son nuestras acciones. Igualmente, se hizo referencia a las diferencias que hay en
nuestros comportamientos cuando estamos enfadados y cuando estamos calmados y se
identificaron diferentes síntomas asociados a cada emoción. A partir de este momento,
las pruebas del mapa consistirían en hacer que el volcán no erupcionase.
Finalmente, se les entregó un documento con la información que se iba a trabajar en las
próximas sesiones, para que fueran familiarizándose con algunos términos.
con el personaje y se practicase la técnica a través del modelado. Una vez hecho esto, se
empezaron a utilizar estas estrategias de autocontrol y relajación en aquellas situaciones
en las que Sergio notase que se estaba poniendo nervioso o, como forma de práctica,
cuando sus padres le dijesen la palabra “tortuga”. Con esto se perseguía no sólo el
sobre-aprendizaje, sino la generalización del mismo al utilizar ejemplos de su vida
cotidiana.
Tal y como se ha visto en la formulación del caso, parece que Sergio nunca ha
contado con las habilidades necesarias para dirigirse adecuadamente a los demás, sobre
todo con los adultos. Por este motivo, se decidió incluir un módulo de habilidades
sociales donde poder implementar algunas estrategias que le permitieran lograr sus
objetivos sin perjudicar a los demás. En el “mapa del tesoro” se trabajó este módulo
como una continuación del entrenamiento en solución de problemas. En primer lugar se
trabajó el cuento de la liebre y la tortuga para ejemplificar cómo se sentía cada uno de
los personajes. Posteriormente, se comentaron otras posibles formas de dirigirse a los
demás para no hacerles sentir mal. De esta manera, se valoraron las consecuencias de
las diferentes propuestas de actuación en situaciones de la vida real a través del role-
playing.
Tabla 10:
Diseño de la intervención en el entrenamiento con Sergio
MÓDULOS DURACIÓN SESIONES OBJETIVOS
Aumentar la conciencia del problema
Psicoeducación y y dotarle de las herramientas
toma de conciencia 50 min. 1 necesarias para que sepa identificar
del problema sus emociones, sus actuaciones y sus
consecuencias.
Entrenamiento en Fomentar en Sergio estrategias
técnicas de 50 min. 2 alternativas con el fin de reducir las
relajación y reacciones de enfado e ira.
autocontrol.
Favorecer un pensamiento más
Entrenamiento en 50 min. 2 reflexivo en Sergio, de tal manera que
técnicas de solución sea capaz de sopesar y asumir las
de problemas. consecuencias de sus acciones.
Aprender a solicitar la atención de los
Entrenamiento en mayores de forma adecuada y
habilidades sociales 50 min. 2 fomentar hacia los demás
sentimientos positivos como la
empatía.
39
Tabla 11
Diseño de la intervención en el entrenamiento a padres
MÓDULOS DURACIÓN SESIONES OBJETIVOS
Conocer las causas del
comportamiento de Sergio y ver qué
Psicoeducación 50 min. 1 factores lo están manteniendo. Mejorar
la visión que tienen los padres sobre el
menor.
Manejo de los Entrenar en órdenes eficaces y control
antecedentes: las 50 min. 1 de los antecedentes. Establecer
órdenes eficaces horarios para el juego y la comida con
el fin de favorecer la obediencia.
Manejo de los Fortalecer la autoestima del niño,
consecuentes I: el 50 min. 1.5 reducir las conductas disruptivas y
refuerzo positivo, el facilitar las conductas adecuadas a
refuerzo negativo y la partir del refuerzo y el manejo de la
extinción. atención.
Dar a conocer los diferentes tipos de
Manejo de los castigos (positivo y negativo) así como
consecuentes II: los 50 min. 1.5 la eficacia de cada uno de ellos, con el
castigos. fin de implementarlos en los casos en
los que sea necesario.
Manejo de los Diseñar un programa de economía de
consecuentes III: 50 min. (cada 2 fichas para seguir reforzando las
Economía de fichas una) conductas adaptativas.
Manejo de las Fortalecer el aprendizaje adquirido
situaciones en público 50 min 1 durante el entrenamiento a padres y
y prevención de ponerlo en práctica en situaciones
recaídas. reales e hipotéticas.
Analizar los posibles problemas que no
Cierre y Seguimiento 50 min. (cada hayan sido capaces de resolver por sí
3
una) mismos y favorecer el sobre-
aprendizaje.
40
Resultados
Tabla 12:
Valoración de los resultados obtenidos durante la intervención
60
50
40
30
20
Conductas disruptivas
10
S.15 días
2
3
Devolución
2
3
4
5
6
7
8
9
15
10
11
12
13
14
16
S. 1 mes
S. 3 meses
Evaluación
Intervención
12
10
4 Intensidad Media
0
6
2
3
2
3
4
5
7
8
9
Devolución
10
11
12
13
14
15
16
S. 15 días
S. 1 mes
S. 3 meses
Evaluación
Intervención
En un análisis más detallado sobre las conductas que con más frecuencia se
daban (véase Figura 6), se puede observar que la principal demanda de los padres se
centraba fundamentalmente en la actitud desafiante y el lenguaje burlón que estaba
empezando a utilizar Sergio de forma diaria para dirigirse a los mayores (con una
frecuencia de 20 veces por semana). En cambio, tras la aplicación del tratamiento, los
resultados obtenidos en la sesión 18 muestran que esta frecuencia se consiguió reducir a
cero. Además, no se dieron problemas ni a la hora de vestirse ni a la hora de las
comidas. Aun así, se mantienen algunos gritos y peleas con la prima, que los padres
consideran dentro de la normalidad (discutir por algún juguete, con una duración de
menos de 5 minutos, por ejemplo).
25
20
15
10
5
0
12
10
8
6
4
2
0
8
7
6
5
4
3
2
1
0
3. Discusión
Una vez presentado el caso, se puede decir que los resultados obtenidos
muestran una vez más que la intervención cognitivo-conductual basada en el
entrenamiento a padres y el trabajo con el menor, resulta eficaz para mejorar el
comportamiento negativista desafiante, a expensas de conocer los datos registrados tras
los tres meses de finalizar el tratamiento.
Sin embargo, este estudio también cuenta con algunas limitaciones. En primer
lugar, los datos de los resultados pueden estar sesgados, ya que, a raíz de la
intervención, algunas conductas disruptivas fruto de la convivencia no se consideraron
problemáticas, por lo que no quedaron registradas en la ficha semanal. Asimismo, en la
actualidad no se cuenta con los datos de la última fase de seguimiento (3 meses), por lo
que no se puede afirmar la existencia de una eficacia del tratamiento a largo plazo.
Igualmente, la imposibilidad de contar con la participación del colegio impide
generalizar de forma más productiva los aprendizajes llevados a cabo. Teniendo todo
esto en cuenta, el resultado puede ser una posible recaída. Aun así, a pesar de alentar a
46
los padres, los resultados obtenidos fueron tan bien acogidos que cada vez estaban más
convencidos de que la intervención con el profesor no era necesaria. Finalmente, el
alcance de este estudio no va más allá de la mera puesta en práctica de técnicas
cognitivo-conductuales para demostrar su eficacia en un caso con unas características
determinadas.
Ahora bien, las interacciones familiares se han descrito en la literatura como uno
de los factores más importantes para determinar la existencia o no de un problema o
trastorno (Rey-Anacona, 2010; Díaz y Díaz, 2012). Sin embargo, quien recibe el
diagnóstico clínico es el niño. Esto, visto así, parece bastante incongruente. No tiene
47
técnicas y estrategias, además de pedagógicas, también deben ser muy vistosas para
fomentar la participación de los menores. En este sentido, las habilidades terapéuticas
son muy importantes en el trabajo con los niños (Fernández-Zúñiga, 2014).
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(20) 22-33.
Tortuguita es una tortuga de seis años de edad que había comenzado a ir al colegio; se le hacía muy
pesado todo lo relacionado con la escuela, pues había muchas cosas que la encolerizaban y le hacían
gritar y patalear, y luego se sentía mal por haberse comportado de esa manera. Sólo quería correr y
jugar o pintar en su cuaderno de dibujo con lápices de colores. Nunca quería colaborar con los demás.
No le gustaba recordar que no debía pegarse con los demás. Cada día cuando iba hacia la escuela se
decía a sí misma que iba a intentar no tener jaleos ese día. Sin embargo, siempre enfurecía a alguno y
se peleaba con él, o rompía en pedazos todos sus papeles. Luego siempre se sentía mal.
Un día se encontró con una tortuga de 200 años que quería ayudarle y le dijo: “Voy a contarte un
secreto. ¿No comprender que tú llevas sobre ti la respuesta a tus problemas?”. Tortuguita no sabía de
qué le estaba hablando. “¡Tu caparazón! Para eso tienes una coraza. Puedes esconderte en su interior
siempre que te sientas enfadada o colérica. Cuando te encuentres en el interior de tu concha,
dispondrás de un tiempo de reposos y pensarás qué debes hacer. Así pues, la próxima vez que te irrites,
métete inmediatamente en tu caparazón”.
Tortuguita aplicó el método al día siguiente; algo le salió mal en la escuela y ya iba a perder el control,
cuando recordó lo que le había dicho la tortuga vieja. Encogió sus brazos, piernas y cabeza y los apretó
contra su cuerpo, permaneciendo quieta hasta que supo lo que necesitaba hacer. Fue delicioso para ella
encontrarse tan cauta y confortable dentro de su concha, donde nadie podría importunarla. Cuando
salió fuera encontró a su maestra que le miraba sonriente y le decía que estaba orgullosa de ella.
Tortuguita siguió aplicando la técnica durante todo el curso y acabó sacando sus mejores notas. Todos
le admiraban y se preguntaban maravillados cuál sería su secreto mágico.
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DÍA HORA DÓNDE QUIÉN QUÉ QUÉ HIZO QUÉ PASO Intensidad DURACIÓN
ESTABA OCURRIÓ (Respuesta DESPUÉS del malestar aproximada
(Antecedentes) (Antecedentes) problema) (Consecuentes) provocado
LUNES
MARTES
MIÉRCOLES
JUEVES
VIERNES
SÁBADO
DOMINGO
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= se consiguen todas las fichas = se consiguen las fichas = no se consigue ninguna ficha.
correspondientes a la conducta. correspondientes a la conducta En el ejemplo, a pesar de valer 3
En el ejemplo, se consiguen 3. menos una. En el ejemplo, se la conducta, se consiguen cero
consiguen 3-1= 2 ficha. fichas.