04 - Luke

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 356

Nota del staff

Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por
lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan
leer.

Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de


compartir.

Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores
invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para
apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como
agradecimiento por todas las historias que nos brindan.
Contenido
Sinopsis

Dedicatoria

Prefacio

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Epilogo Uno

Epilogo Dos

Epilogo Tres
Palabras de la Autora

Agradecimientos

Sobre la Autora
Sinopsis
Dicen que el amor proviene de los lugares más inesperados; yo
encontré el mío escondiéndome de la policía en mis arbustos.

Mi vida antes de Luke era una rutina cuidadosamente estructurada. Era


predecible y organizado, tal como me gusta. Algunos lo llamarían aburrido,
pero yo lo llamo autopreservación inteligente, y si hay algo que puede
amenazar con derrumbarlo todo, ese es Luke van Beek.

Entró en mi mundo como un ciclón tropical, todo caliente y caótico,


derribando mis protecciones.

Ahora parece que no puedo deshacerme de este hombre ridículo y


encantador, y más grande que la vida misma. Ha invadido mi espacio
personal, mi mente y mi cama.

Me está tentando de formas en las que nunca antes me habían tentado y


creo que voy a tener que enseñarle una lección sobre lo que le pasa a los
chicos traviesos cuando se portan mal.

Pero, ¿puede mi último límite restante, el muro que he construido alrededor


de mi corazón, resistirse al hombre que vive para romper todas las reglas?
De cualquier manera, parece que mi vida después de Luke nunca será la
misma.

Luke es un romance MM divertido y caliente que presenta a un


personaje principal transgénero y el trope grumpy/sunshine.
A mis lectores que querían que se escribiera este libro.

Sin ustedes, Luke no habría tenido una historia.

¿Y quién quiere un final infeliz (¿además de ti, Ryan?)?

Yo no, así es.


Prefacio
Inicialmente, Luke no iba a tener un libro propio. Pero luego, mi editora y
yo lo discutimos y se nos ocurrió esto.

Y es perfecto.

Ella llamó a este libro un Whit 2.0, y ni siquiera me siento enojada por eso.

Entonces, ten la seguridad de que esta historia es exageradamente ridícula.


Me reí a carcajadas porque se trataba de Luke y Elliot, y ambos son
divertidísimos juntos.

Una vez más, simplemente suspende un poco tus creencias y sígueme la


corriente.

La vida es demasiado corta para estar molesto por las cosas pequeñas.

Advertencia de contenido: Breves menciones a la transfobia.


Capítulo Uno
Luke
—Oye, hombre, no puedes saltarte la fila —Le digo al tipo que acaba
de bailar el vals1 frente a mí. Lleva ropa elegante de negocios, es unos
centímetros más bajo y un poco más delgado que yo, pero aun así se gira y
se encuentra con mi mirada ceñuda.

Podría aplastarlo en la palma de mi mano, pero el tipo no parece asustado.


Nah, simplemente me mira y entrecierra los ojos, como si me estuviera
observándome por encima de la nariz.

Ojos marrones oscuros encuentran mi mirada irritada. —Estás sangrando —


Dice secamente. Su voz es profunda y nítida, y su tono contundente me
hace pararme un poco más derecho. No me han hablado así en.… bueno,
nunca.

Pongo los ojos en blanco. —¿Y qué? Todavía no puedes saltarte la fila. ¿De
dónde eres, eh? ¿Es así como lo hacen en la gran ciudad? ¿Simplemente vas
y te saltas las fila y tomas lo que quieras? De donde vengo, eso haría que te
dispararan.

—Que sorpresa tan desagradable. Asumo que también hay dientes


podridos y banjos involucrados2 —Murmura, sin dejar de mirar mi frente.
Deslizo mi mano y veo manchas rojas en mis dedos.

—Vaya. Maldita sea.

—Te lo dije —Dice el hombre y luego suspira profundamente,


moviéndose fuera de la fila y haciéndome un gesto para que lo siga. Bueno,
le salió el tiro por la culata. Voy a tomar mi maldito café primero.
Imbécil.

Me muevo hacia el mostrador y le sonrío ampliamente a la barista detrás de


la caja registradora. Ella se ve un poco horrorizada. Lo que sea. Conseguir
mi café es un asunto serio, no juego con esa mierda. Me arrastraría hasta
aquí con las piernas rotas para obtener algo de esa delicia azucarada.

—Tomaré un moka blanco grande, crema batida extra, con chispas


encima. Las rojas. Por favor —añado.

—Estás… —Hace un gesto hacia mi cabeza y suspiro.

—Si ya lo sé. Todo el mundo sigue hablando de eso, pero quiero


tomar mi bebida antes de hacer algo al respecto. ¿Te importa? He estado
deseando esta mierda durante días. Días.

Ella traga, mirando el desastre sangriento en mi cabeza, y luego asiente.


Toma mi pedido y yo deslizo mi tarjeta. Cuando termino, cruzo la pequeña
cafetería hacia el hombre claramente molesto que me espera cerca de las
servilletas y las pajitas. Mira, no es mi culpa que haya perdido su propio
lugar en la fila. El tipo tiene un sentido terrible en cuanto a sus prioridades.

—Y qué vas a hacer? ¿Curarme? ¿Eres médico? —pregunto mientras


me entrega un fajo de servilletas. Las presiono contra mi frente y lo miro
fijamente. Tiene un aspecto tan serio, con el pelo castaño oscuro peinado y
partido cuidadosamente hacia un lado. En cierto modo me recuerda a ese
actor Nicholas Hoult de las películas de X-Men con sus pestañas largas, una
barba incipiente y labios carnosos. Es un tipo bien parecido, en un modo
tenso. Sus gafas de montura negra están metidas en el bolsillo de su camisa
bien planchada y me resisto a la tentación de tocar la tela. Se ve muy suave.

—De hecho, sí soy médico. Y hablando con autoridad, realmente


deberías ir a urgencias y que te cosan eso —Dice, quitando el fajo de
servilletas de mi frente y mirando la herida—. ¿Cómo pasó?

Deslizo una mano por mi mandíbula. —Eh, no lo sé.


Sus ojos se estrechan. —¿No lo sabes?

—No. Quiero decir, me hago una idea, pero no estoy seguro.

—¿Cómo es que no puedes estar seguro? —pregunta el hombre,


arqueando una ceja severa hacia mí. Maldita sea, se parece mucho a Whit
cuando hace eso. Tal vez sean familia. Si lo son, probablemente se fruncen
el ceño los unos a los otros en medio de las reuniones familiares. Solo
puedo imaginar cómo serán los Días de Acción de Gracias.

Me encojo de hombros. —Esto me pasa a menudo. Es solo parte del


trabajo.

—Sucede a menudo… —Él suspira—. Bueno, no puedes


simplemente ir caminando por ahí con sangre goteándote por la cara. No
estamos en una película de terror. Eso no está bien. Esto es la civilización.

Observo a este tipo y luego me inclino hacia él. —¿Me va a arreglar, doc?
¿Volverme respetable?

Él resopla y aparta la mirada. —Qué suerte tengo —murmura, y luego esos


ojos oscuros se encuentran con los míos de nuevo—. Antes de continuar
con esta conversación, dime, ¿estás en la mafia?

Mi cabeza se echa hacia atrás y mis cejas se alzan. —¿Por qué diablos
estaría en la mafia?

Me mira fijamente, inexpresivo. —Tienes una mirada de loco y no quiero


estar en deuda con criminales.

Suelto un bufido. —¿En deuda con criminales? ¿Pero de qué diablos estás
hablando?

—Todos hemos visto los programas de televisión. Te ayudo de vez en


cuando, lo siguiente que sé es que aparecerás en mi puerta con una herida
de bala y tendré que realizar una cirugía de emergencia en la mesa de mi
cocina antes de que te desangres. Nunca termina bien para el médico. No
estoy hecho para una vida delictiva.

—Nah —Murmuro—. Sé cómo ponerle el seguro a una pistola.


Ahora, una herida de cuchillo... eso sería más probable. Los que tengo están
afilados como la mierda. Casi me corto el dedo la semana pasada. Era
asqueroso y aterrador como el infierno. Casi me meo encima.

El hombre me mira como si no pudiera creer que soy real y luego niega con
la cabeza.

—No tengo tiempo para esto. Vamos afuera. Ahora. Tengo vendas en
mi guantera.

Levanto un dedo. —Ahora, espera. No tan rápido, doc. Necesito mi bebida


primero.

Baja las cejas y comienza a golpear su pie con molestia mientras que yo
camino al frente del mostrador, agarro mi moka blanco y bebo un sorbo
largo. Joder, es buenísimo. La persona brillante a la que se le ocurrió esta
bebida debe ser multimillonaria. Son como tazas de magia dulces y
espumosas. Estoy bastante seguro de que también están mezclados con
drogas, porque soy completamente adicto.

—¿Ya te desangraste? Porque flotaste por ese suelo más lento que un
manatí —dice el hombre secamente. Bueno, que le den. No quiero
apresurarme. La vida siempre se mueve tan rápido. ¿Por qué diablos no
puedo reducir la velocidad y disfrutar de algo de vez en cuando?

—Nah, yo no floto. Doy zancadas, o tal vez paseo, pero nunca floto.
¿Qué pasa con tu actitud? Tal vez deberías tomarte un café también, gruñón.

—No estoy de mal humor, y estaba tomando un café antes de que me


interrumpieras con este espectáculo de terror sangriento en tu cara.

—Es más que seguro que pareces un gruñón, Oscar el Gruñón3. En


dónde está tu bote de basura, ¿Eh? ¿Es de ahí de donde saliste esta mañana?
—Bromeo.

Me mira con los ojos entrecerrados y luego sale por la puerta hacia el
estacionamiento en la parte trasera del edificio. No puedo hacer nada más
que seguirlo porque, maldita sea, estoy intrigado.

—Aquí me estacioné. Confío en que no me asesinarás —Dice y hace


un gesto hacia un Tesla Model X4 blanco que casi brilla con lo pulido que
está.

—No. No soy un asesino en serie.

Me mira como si no me creyera del todo, sin embargo, se mueve de todos


modos hacia su auto y agarra la manija, abriéndola.

—Bonito auto —Digo—. Debes ser rico, Sr. Bolsas de Dinero.

—¿Ahora me vas a robar, Sr. No-soy-un-asesino-en-serie?

—No. El dinero no puede comprar la felicidad… —Lo miro y sonrío


—. Aparentemente.

Unas vendas aparecen en su mano y luego se coloca un par de guantes de


látex azul, chasqueándolos con fuerza, antes de rociar un trozo de gasa con
un poco de líquido y aplastarlo sobre mi herida.

Y joder, eso pica.

Siseo, y el tipo me da una pequeña sonrisa de satisfacción.

Lo miro. —Esto te excita, ¿no? Ver a alguien retorciéndose por el dolor que
has causado. ¿Te la vas a jalar más tarde pensando en esto?

—Estás asumiendo que tengo una polla que puedo jalar —Murmura,
pasando la gasa húmeda sobre mi herida nuevamente. Mis ojos se mueven
instintivamente a su entrepierna y luego a su cara, pero él no me mira. Está
trabajando en abrir un nuevo vendaje y pegarlo en mi cabeza—. De verdad
creo que deberías ir a que te pongan puntos. Te va a dejar cicatriz.

—Nah —respondo, mirándolo de nuevo, mi mente dando vueltas—.


Hay asuntos más importantes pendientes en este momento. Como, ¿qué
quisiste decir con eso?

Ahora mismo me siento jodidamente curioso. Soy como un gato husmeando


y voy a atrapar ese ratón.

—¿Con qué?

—Dijiste que no tienes una polla.

Arquea una ceja y me encuentro con su mirada inquebrantable.

—Debes estar escuchando cosas.

—No, hombre. No es así. Tengo un gran oído, como Superman.

Se encoge de hombros, se quita los guantes y camina hacia el bote de


basura junto a la pared de ladrillo para tirarlos. Me quedo parado cerca de
su auto, observándolo regresar al interior de la cafetería, y no puedo
evitarlo. Lo sigo de regreso al interior y me paro justo detrás de él en la fila,
cerniéndome como una gárgola sobre él.

—¿Qué haces? —Sisea, dándome un codazo en el estómago.

Gruño ante el contacto y me alejo medio paso, pero todavía estoy lo


suficientemente cerca como para poder cernirme sobre él. —Estoy en la
fila.

—¿Para qué? Ya tienes tu café, si es que ese brebaje de pura azúcar


que pediste podría pasar realmente por un café.

—Pediré otro. Podría beber como diez de estos. Me da una diarrea,


pero maldita sea, vale la pena.
—Eso no puede ser bueno para tu corazón o tus intestinos.

—Ah, ¿Estás preocupado por mí, Doc? —Luego me acerco más a él,
a pesar de la amenaza de recibir otro codazo en mis abdominales. Ellos
pueden manejarlo. He pasado por cosas peores. Como aquella vez que volé
de mi vehículo todo terreno y me rompí la mayoría de mis costillas. O la
vez que mi hermano me disparó a quemarropa en el estómago con una
pistola de papas.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunto, inclinándome hacia él y


susurrándoselo al oído.

Suspira y cruza los brazos sobre su pecho. —Si te lo digo, ¿Me dejarás en
paz?

Me encojo de hombros, demorándome en ello como un idiota.

Se gira para observarme y cuando me niego a moverme, murmura: —Elliot.

Sonrío ante su aceptación de que esto sí es algo. Definitivamente ahora


somos amigos. —Elliot. Soy Luke.

Mira fijamente mi mano extendida y luego lentamente coloca la suya en la


mía. Aprieto su palma con suavidad, sintiendo su suave piel deslizándose
contra la mía. Joder, tiene unas buenas manos.

De repente, aparta la mano antes de volverse hacia el mostrador.

—Ahora —Dice con severidad—. Agradece y sigue tu camino, Luke.

—Nah —murmuro, sintiéndome desafiante—. Dr. Elliot. Has


despertado mi interés y necesito respuestas. No puedo irme hasta
obtenerlas.

—Jesús. Esto fue un error —Dice, pellizcándose el puente de la nariz,


y luego se acerca al mostrador para pedir su café—. Negro. No dejes lugar
para crema.
Mis cejas se fruncen en confusión. —¿Por qué no haces tu propio café en
casa con un pedido como ese? ¿hombre, sabías que tiene chispas en este
lugar? De las rojas. Y la crema batida la hacen desde cero. ¿Por qué
pedirías un café negro?

—No necesito justificarme ante ti, Luke. Ahora vete.

Por supuesto, no lo escucho. Él no es mi mamá. En cambio, lo sigo hasta el


otro lado de la tienda y me apoyo contra la pared, observándolo.

Saca su teléfono y finge juguetear con él, pero yo lo miro fijamente hasta
que sus ojos se encuentran con los míos. Gime en voz alta y toma su café
del mostrador.

Levanta dos dedos mientras camina afuera, y yo me apresuro a seguirlo,


golpeándome con el bote de basura a medida que avanzo. —Bueno, dos
preguntas nada más, luego tengo que volver al trabajo. Te ocupaste todo mi
descanso. Tengo pacientes esperándome.

—Genial, genial —Digo, alargando mis pasos para seguirle el ritmo.

Cuando llegamos a su Tesla, comienza a golpear el suelo con el pie y mira


su reloj.

Paso un dedo por la suave pintura blanca en el techo de su auto mientras


toma un sorbo lento de su café y me mira con cautela.

—¿Por qué me miras así? —Pregunto.

—Simplemente haz tus preguntas. Me tengo que ir.

—Bien. Me dijiste que no tenías un pene —digo, señalando su


entrepierna—. ¿Te importaría explicarte?

—En realidad sí, pero como estoy bastante seguro de que no me


dejarás en paz hasta que lo haga… —Suspira y luego me mira a los ojos—.
Soy transgénero5.
Mis cejas tocan la línea de mi cabello mientras dejo que mi mirada lo
recorra. No me esperaba eso. No es que sepa qué es lo que estoy buscando,
pero joder. No tenía ni idea.

—¿Enserio?

—Claro que sí, no estoy bromeando.

—Entonces, naciste como…

—Sí, fui asignado como mujer al nacer, pero soy un hombre.

—¿Y no tienes pene?

—Si tengo, pero opté por no hacerme una cirugía de transición de


género, así que no en el sentido tradicional.

Froto una mano sobre mi mandíbula y muevo mis labios entre mis dientes,
tratando de imaginármelo.

Deslizo la lengua por mis dientes. —Quisiera ver eso.

—Oh, Jesús —Elliot murmura, abriendo la puerta del lado del


conductor—. Estás loco. Comprobado. Deberían internarte. Me tengo que
ir.

Corro hacia él. —Pero espera, tengo otra pregunta. Dijiste que podía hacer
dos —Levanto un dedo y luego otro—. Uno, dos. Sé contar.

—No. El tiempo de enseñanza ha terminado. Estás solo ahora. No fue


un placer conocerte, Luke. Adiós.

Me muevo para detenerlo, pero ya ha cerrado la puerta con llave y va


saliendo den estacionamiento, pisándome el pie en el proceso.

—Joder —digo, mirando hacia abajo a mis dedos palpitantes.


Pero no importan, no realmente, porque Elliot me dejó colgado. ¿Qué
demonios? Justo cuando finalmente voy y conozco a alguien interesante,
pasa por encima de mi pie y me deja atrás. Podría haberme roto los dedos
de los pies por lo que sabe.

Hm, bueno, le salió el tiro por la culata. Soy un profesional en la


investigación en línea. ¿Cuántos médicos llamados Elliot puede haber en
esta ciudad?

Lo encontraré eventualmente.

Sólo denme uno días.

—Estoy aquí para ver al Dr. Madden —Digo, inclinándome sobre el


pequeño mostrador y sonriendo a la recepcionista. Tiene el cabello rosado y
lápiz labial morado. Parece un personaje de anime. La etiqueta con su
nombre dice “Amanda”.

—¿Tienes una cita? —pregunta secamente, arqueando una ceja


poblada y esculpida hacia mí. Es impresionante, de verdad. Pareciera tener
mente propia. Creo que su ceja incluso me frunce el ceño.

—Pfft, por supuesto que sí, Amanda. Hice todas las citas.

Trato de encantarla con mis ojos, pero ella solo me mira fijamente. Respiro
y luego señalo el vendaje en mi cara. —Él me hizo esto, me abrió la cabeza.
Y luego me atropelló el pie con su auto. También se sentía como una
mierda por eso. Así que me dijo que viniera para asegurarse de que me
sentía mejor. Y diablos, duele como una perra. Podría estar roto. Podría
perderlo. Está empezando a oler a queso y no del bueno. El Dr. Google me
dijo que tengo una gangrena.

Ella se ve aburrida y poco convencida mientras hace una gran burbuja con
su goma de mascar color rosado. Explota con fuerza y ella succiona los
pedazos de vuelta a su boca, asintiendo hacia el área de espera frente a ella.
—Toma asiento, loco.

Sabía que iba a lograr conquistarla. Es una masilla en mis manos.

Me dejo caer en la silla junto a un hombre mayor y calvo, inclinándome


más cerca para ver su revista de 4-Wheel. Me mira de soslayo y luego se
aleja unas tres sillas.

Estúpido. ¿Por qué a nadie le gusta compartir?

Miro hacia arriba y veo a la recepcionista observándome. Explota otra


burbuja de chicle y luego arquea la otra ceja hacia mí. Estoy convencido de
que en realidad no están pegadas a su cara.

Dos pueden jugar este juego.

Alzo mi ceja hacia ella.

Ella hace rodar sus ojos.

Saco la lengua y la doblo por la mitad.

Joder, podría hacer esto todo el día. Tengo todo tipo de trucos bajo la
manga.

Dos minutos más tarde, veo a Elliot entrar en la sala de espera,


entrecerrando los ojos mientras me observa. Lleva pantalones grises
ajustados, una camisa azul metida por dentro y una bata blanca de
laboratorio. Su cabello está impecablemente peinado hacia un lado, y sus
modernos anteojos descansan encima del puente de su nariz mientras
parpadea hacia mí con irritación.

—Luke —murmura, y sí, me doy cuenta de que recuerda mi nombre.


¿Cómo podría no hacerlo? Soy memorable. Me abro paso en el cerebro de
las personas y me pego a ellos como pegamento—. Mi peor pesadilla y, sin
embargo, aquí estás, a la luz del día. Amanda dijo que era urgente. Vamos.
Por aquí.

Miro a Amanda y ella me muestra el dedo medio.

Elliot no se da cuenta; simplemente mantiene abierta la puerta que conduce


a la parte trasera de la oficina, y yo me levanto.

Le sonrío a la recepcionista una vez más cuando paso por su lado, y ella me
mira entrecerrando los ojos. Parece ser algo normal en este lugar. Tal vez
está escrito en la descripción del trabajo.

Debe ser capaz de fruncir el ceño.

Entramos en una pequeña sala de examinación a la derecha y Elliot cierra la


puerta. Rápidamente, me dejo caer sobre la mesa y me apoyo en mis manos,
observando el pequeño espacio. Todo este edificio es tan... pintoresco. Este
pequeño espacio privado no es lo que esperaba cuando conocí a Elliot.
Pensé que trabajaría en una sala de emergencias, o tal vez incluso en un
laboratorio donde podría fruncirles el ceño a las placas de Petri todo el día.
Miro alrededor de la habitación una vez más. Está limpio, incluso si es un
poco más viejo. Le vendría bien un piso nuevo y tal vez incluso una capa de
pintura, pero no estaba mal.

Definitivamente sería un paciente en este lugar. Especialmente si Elliot es


mi médico.

Me pregunto en qué tipo de exámenes se especializa.

Elliot se aclara la garganta, se cruza de brazos y me mira. —¿Qué haces


aquí, Luke?

—Bueno, te fuiste sin darme tu número, así que tuve que encontrarte.
También fue mucho trabajo. Deberías sentirte impresionado. Dediqué horas
tratando de averiguar dónde trabajabas. Incluso dejé plantada a mi cita para
dedicarme a investigar. Soy como Scooby-Doo.
Parpadea hacia mí por un momento y luego suspira, camina hacia un
pequeño lavabo en la habitación y se enjugaba las manos. —No puedes
simplemente aparecer en mi lugar de trabajo exigiendo verme.

—Está bien, bueno, esa chica extraña en la recepción está


exagerando. Se lo pedí amablemente, incluso le sonreí —digo, enseñándole
los dientes para él.

—Jesús —dice Elliot en voz baja y luego se seca las manos—. Bueno,
ya que estás aquí, podría echarle un vistazo a eso.

Hace un gesto hacia el vendaje en mi frente, así que me acuesto en la mesa


de examinación y sonrío mientras se pone los guantes y me revisa la herida.

—Está sanando bastante bien.

—Lo sé. Soy como Wolverine6. Mi piel se vuelve a unir de forma


natural.

Se encuentra con mi mirada. —Así es como funcionan todos los seres


humanos.

Resoplo y me siento, frotando una mano a través de mi mandíbula sin


afeitar.

—Mira, no me andaré más por las ramas. Pasé por muchos


problemas, así que lo diré de una vez. Quiero que pasemos el rato.

—No, gracias —dice rápidamente y sus ojos se alejan de los míos.

—¿Por qué no? —Pregunto—. Parece que necesitas pasar un buen


rato. Y yo soy un buen rato.

—Estoy seguro que eres algo —murmura—. Y ya tengo suficientes


buenos ratos.
Mis cejas se elevan. —Te garantizo que, si sales conmigo y nos juntamos, te
darás cuenta de que tus buenos ratos no son tan buenos. Probablemente sean
aburridos como la mierda.

Elliot deja que su mirada se deslice sobre mí, y se desinfla un poco. —


Nunca me desharé de ti, ¿verdad?

Pongo mis manos detrás de mi cabeza y me estiro un poco. —Nope.

—Cometí un gran error al relacionarme contigo en la cafetería.

—Aparentemente.

—¿Soy una rareza para ti? ¿Es por eso que haces esto? —Pregunta, y
ladeo la cabeza.

—¿Por qué lo serías?

—Porque soy trans, y ¿alguna vez has conocido a alguien como yo en


toda tu vida?

—No, pero me gustan las cosas inesperadas. Hace que la vida sea más
divertida e interesante. Y definitivamente parece que te vendría bien un
poco de diversión. Además, nunca puedes tener demasiados amigos,
¿verdad? Oye, ¿cuáles son tus pronombres, por cierto?

Elliot me mira como si me hubieran crecido cien cabezas nuevas. Lo que


sea, claro que puedo ser sensible con estás cosas. No soy un idiota o un
intolerante.

—Él. Él está bien para mí.

Elliot me mira con cautela otra vez y luego vuelve a lavarse las manos,
secándoselas rápidamente, como si estuviera tratando de escapar.

Menos mal que yo corro muy rápido. La policía me persiguió varias veces,
pero nunca me atraparon.
—No tan rápido, amigo. ¿Me das tu número? ¿Por favor? —
Interrumpo antes de que pueda escabullirse de la habitación—. Y ya me sé
todos los trucos. Así que necesito asegurarme de que no me darás un
número falso, ¿de acuerdo?

Elliot suspira, sus hombros se desploman aún más. —Si te lo doy, no quiero
que me envíes mensajes de texto a todas horas. Tengo mis límites.

Me siento y me froto las manos. —Oh, mierda. Me encantan los límites.

Elliot me mira. —¿Por qué será qué no te creo?

—Me encanta traspasar —Agrego con una sonrisa—. Y no puedo


hacer eso si no hay límites.

—Dios. No me hagas obtener una orden de restricción. ¿También


amas esas?

—Nah, eso es una mierda seria. No me meto con la ley. Mayormente.


Algo así. No realmente, si soy honesto. Pero no lastimo a las personas y
ciertamente no atropellaría el pie de alguien con mi auto y luego no me
detendría para ver si está bien —digo, tratando de hacer un puchero.

Elliot deja escapar un suspiro y murmura: —Estás usando alguna clase de


mierda psicológica —Pareciendo resignado a su destino, recita una serie de
números mientras los ingreso en mi teléfono y le envío un mensaje de texto.
Su teléfono suena en el bolsillo de su bata de laboratorio.

Lo saca y me lo muestra. Veo mi número en la pantalla y le sonrío.

—Guárdame como Bestie7. BFF8 también funciona —bromeo.

—No.

—Vamos, Doc.
—Te guardaré como Luke. Nada más, nada menos —Murmura,
escribiendo en la pantalla. Luego me lo muestra—. ¿Estás feliz?

Miro mi nombre en la pantalla.

—Oh, doc, no tienes idea. Tú y yo... vamos a ser los mejores amigos.

Me mantengo alejado durante dos días completos hasta que no puedo


aguantarlo más. Nunca se me había dado bien el alejarme de lo que quiero.
¿Autocontrol? Nah, esa mierda es aburrida. ¿Quién quiere eso?

Bueno, Elliot sí, tal vez. Parece la definición de autocontrol, todo abotonado
y serio. Quisiera desabrocharlo poco a poco… no en ese sentido.

Bueno, tal vez un poco en ese sentido.

Pero principalmente, solo quiero ver esa boca suya convertirse en una
sonrisa.

O tal vez incluso verla abrirse para una risa.

Sí, eso estaría bien.

Saco mi teléfono mientras apago mi camioneta y me recuesto en el asiento.

Yo: ¿Qué estás haciendo?

La respuesta de Elliot es casi inmediata y sonrío. Ese pequeño hijo de puta


probablemente estaba esperando a que le enviara un mensaje de texto.
Parece ser ese tipo, todo feroz y gruñón por fuera, y un malvavisco
completo por dentro.

Doc: Teléfono nuevo. ¿Quién es?


Yo: Ja. Ja. Muy gracioso, doc. ¿Quieres pasar el rato? Me has estado
ignorando. No recibí ni un solo mensaje de texto en los últimos dos días.

Doc: NO. Nada de pasar el rato.

Miro a mi alrededor, a la tranquila calle arbolada de este pintoresco


suburbio. El sitio quizás tenga una HOA9 también. Miro a mi izquierda y
observo la casa gris y blanca de un solo piso con el patio delantero bien
cuidado. Nada parece fuera de lugar, incluso los setos se ven ordenados.
Elliot probablemente se para allí todas las mañanas con tijeras para podar,
cortando las hojas sueltas e individuales.

Resoplo al imaginarlo.

Probablemente tenga buenos guantes de jardinería para esas suaves manos


suyas.

Yo: Vamos. No me dejes colgado. Estoy afuera

Doc: Voy a llamar a la policía.

Me deslizo fuera de la camioneta y azoto la puerta. El sonido resuena en el


pavimento, y le sonrío a mi teléfono.

Yo: Es broma.

Luego me río porque soy jodidamente gracioso.

Yo: No, de verdad. No estoy bromeando. Estoy afuera de tu casa. Vamos.


Déjame entrar.

Yo: Traje algo de beber.

Veo que se mueven las cortinas de la casa y doy un saludo con la mano
hacia ellas. El idiota cree que puede esconderse de mí. Ni siquiera está
siendo sutil al respecto. No, quiere que note que está mirándome.
Doc: Llamaré a la policía ahora mismo.

Doc: Están en camino. Será mejor que corras.

Diez minutos después, estoy tirado en el suelo, las cervezas abandonadas en


el porche. Mis dedos vuelan sobre mi pantalla y mi boca se estira en una
sonrisa.

Yo: Estoy en los arbustos. Maldita sea, de verdad llamaste a la policía.

Yo: Eres un imbécil.

Doc: Ja.

Oh mierda, ¿se acaba de reír? Tal vez lo hice reír. No creo que sea algo que
él haga muy a menudo. Muerdo mi labio inferior y miro hacia la ventana
justo encima de mí. Me muevo un poco en la tierra, tratando de ponerme
cómodo. Creo que hay una ramita en mi espalda baja que me está jodiendo
como la mierda.

Yo: Voy a entrar por tu ventana. Intenta detenerme.

Doc: La puerta principal ya está abierta. Entra.

Me levanto, emergiendo de los arbustos como The Night Stalker10, y luego


corro hacia los escalones de la entrada de la casa. Muevo los pies sobre su
aburrido tapete de "bienvenido", agarro la caja de cervezas y entro por la
puerta principal. Me obligo a mirar a Elliot, que está apoyado en la isla de
la cocina, pero no parece molestarle mi expresión falsa de enfado. No, solo
me sonríe cuando me acerco a él y luego se estira para quitar una hoja de mi
cabello.

—Eres un imbécil —Murmuro, pero no lo digo en serio. Está medio


sonriendo, y eso me gusta. Inmediatamente quiero hacerlo sonreír otra vez.

—Te gusta repetir las cosas. Tal vez necesitas un diagnóstico.


Agarra las cervezas de mi mano y las deja caer sobre el mostrador con un
tintineo.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunto, agarrando una cerveza y


quitándole la tapa. Cae sobre el mostrador mientras doy un largo trago,
permitiéndome mirar nuevamente por encima de su espacio. Es agradable,
jodidamente agradable y nuevo. Pareciera que hizo renovar el lugar de
arriba abajo: pisos de madera real, gabinetes hechos a medida para la
cocina, encimeras de granito y paredes pintadas profesionalmente.

Todo en gris y verde y blanco. Igual que vivir en una revista.

En una esquina de la sala de estar hay un gran piano de cola, y me pregunto


por un segundo si él toca. Joder, me gustaría oírlo tocar. Probablemente
también sea bueno. Sus dedos suaves flotando sobre las teclas…

—¿Quieres decir, por qué llamé a la policía? Ah, no lo sé. Tal vez
porque nunca te di mi dirección y, sin embargo, apareciste por aquí a mitad
de la noche.

Miro el reloj del microondas. —Son las diez en punto.

—Un sábado.

Le sonrío. —Y así es como supe que estarías en casa. Solo.

Elliot mira sus pantalones de pijama y su blusa a cuadros. Se parece a Bert


de Plaza Sésamo.

—¿Qué carajo llevas puesto? —pregunto, apretando uno de los


botones de su camisa.

—Una pijama. Déjame adivinar, ¿Tú duermes desnudo como el


salvaje que eres?

—Joder, sí que lo hago. Libertad, cariño. Y tú duermes como si


fueras un puto Muppet.
Elliot pone los ojos en blanco, toma una cerveza y luego le da un largo
trago. Tose, dejándola a un lado mientras murmura por lo bajo:
“asqueroso”. Yo agarro la botella descartada y la presiono contra mi boca.
Me gusta que estemos intercambiando saliva ahora mismo.

No me molesta en lo más mínimo.

—Odio a los Muppets —agrega, mirándome tragar el líquido.

—Yo también —Me estremezco y dejo escapar un eructo—. Son unos


pequeños hijos de puta bien raro. Antinatural.

Observo el espacio inmaculado de nuevo y paso un dedo por las brillantes


encimeras. Probablemente nunca cocina en este lugar; probablemente tiene
un chef que viene una vez a la semana para preparar sus comidas. Y
probablemente sea pura mierda sana también.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora? —Pregunto.

Elliot cruza los brazos sobre el pecho. —Preferiblemente, te irás y nunca


más volveré a verte.

—No, me extrañarías si desapareciera. Ya me he metido en tu


corazón. Veamos una película. Traje todas las de Lethal Weapons.11

Meto la mano en mi bolso y saco los DVD.

Elliot los mira fijamente durante un largo minuto y luego niega con la
cabeza. —Oh, Dios mío.

—Nah. No las odies. Son muy buenas. ¿Las has visto?

Mira las cajas en mi mano con desesperación. —¿Hay cuatro de ellas?

—Joder, sí. ¿Tienes palomitas de maíz? Porque me olvidé de esa


mierda.
—Estaremos despiertos toda la noche si las vemos las cuatro.

Me rio de lo mortificado que se ve y presiono nuevamente uno de los


botones de su pijama. —Ese es el punto. Vive un poco, Eli.

Él arquea una ceja hacia mí, y no puedo evitar preguntar: —¿Eres pariente
de Whit?

Sus cejas se elevan un poco más. Joder, eso tiene que ser un don.

—¿Y ese quién es?

—No importa —digo, agarrando mi tercera cerveza antes de


moverme hacia la sala de estar y poner el DVD en el reproductor. Me dejo
caer en el sofá de cuero con un fuerte chirrido y abro los brazos y las
piernas. Vuelvo a mirar a Elliot y palmeo el cojín a mi lado—. Vamos
hombre. Me siento solo. Ha pasado un tiempo desde que me acurruqué con
alguien.

Elliot resopla pero se mueve hacia mí de todos modos. Y cuando se sienta


un poco demasiado lejos, simplemente me deslizo hasta que nuestros lados
están presionados juntos. No puede escapar de mí.

Soy el mejor jugando al escondite. Hice eso un par de veces con la policía.
Nunca me atraparon.

Vuelvo mi mirada a la televisión mientras que Elliot juega con el control.


Está murmurando algo por lo bajo, yo tomo un trago de mi cerveza,
reprimiendo una sonrisa.

Una vez que comienza la película, apoyo mi cabeza en el reposacabezas y


observo a mi nuevo amigo. Está viendo el comienzo de la película con los
ojos ligeramente entrecerrados como si estuviera realizando una especie de
cirugía. No me sorprendería si comenzara a tomar notas.

Es intrigante y no es para nada a lo que estoy acostumbrado.


Sí, este tipo es una joya.
Capítulo Dos
Luke
El sol que se cuela por la persiana entreabierta me despierta. Estoy
presionado contra un cuerpo cálido, y entonces parpadeo con ojos
somnolientos hacia el hombre escondido debajo de mi cuerpo. Ambos
estamos completamente vestidos, acostados a lo largo en el sofá, mi brazo
izquierdo y mi pierna están envueltos alrededor de él, y su rostro se
encuentra hundido en mi cuello.

Maldita sea.

Ha pasado un tiempo desde que me desperté al lado de alguien. Por lo


general, follo y salgo corriendo. Es seguro como el infierno que no me follé
a Elliot. Eso lo recordaría con detalle explícito.

Tampoco tengo muchas ganas de salir corriendo. No estoy seguro de que


deba de analizarlo demasiado a profundidad.

—Buenos días, dormilón —digo, con mi voz áspera por el sueño.

Los ojos de Elliot se abren y luego se ensanchan cuando me ve tumbado


sobre él.

—Oh, entonces no fue una pesadilla —se queja, y yo sonrío.

—Nah. Es todo yo, cariño, un sueño hecho realidad.

—Oh, Jesús. Ya quítate de encima —gime, pero no hay convicción en


su voz.

Acaricio un poco más en él, frotando mi mejilla contra su firme pecho. Este
tipo sí que hace ejercicio.
—Nah.

Elliot suspira, pasa una mano por mi cabello, y luego tira de él


bruscamente. Ese gesto envía una descarga eléctrica directo a mis pelotas y
mi pene se retuerce dentro de mis pantalones.

Maldita sea. Eso es nuevo.

—Tengo cosas que hacer, así que aléjate de mí.

A regañadientes, me empujo hacia arriba y estiro mis músculos, pasándome


una mano por el estómago.

—¿Que vamos a hacer hoy? —Pregunto, mirando a mi nuevo amigo,


quien casualmente hace que mi pene se ponga un poco duro. Nunca me
había pasado algo así con anterioridad, pero soy bastante bueno probando
cosas nuevas.

—Yo voy a hacer cosas. Pero no contigo.

Abro las piernas y me rasco el cuello. —Eso no es muy agradable.

Él mira al reloj en la pared y murmura una serie de maldiciones.

—Tienes que irte. Ahora mismo.

Me niego a moverme rápido porque, maldita sea, tengo mucha curiosidad.


¿Adónde va con tanta prisa?

—¿Por qué quieres que me vaya? ¿Acaso tienes una cita?

—No. Es algo mucho peor que eso... —su voz se apaga cuando suena
el timbre y baja la cabeza con un fuerte suspiro—- Maldita sea. ¿Hay
alguna manera de que pueda convencerte de que te escabullas por la puerta
trasera o por una ventana, tal vez? Tienes esa mentalidad criminal. Creo que
podrías manejarlo.
—No, hoy no tengo muchas ganas de ser un criminal —digo,
empujándome hacia arriba y moviéndome hacia la puerta principal—. ¿Qué
tal si abro en tu lugar? —Pregunto, pero no espero su respuesta.

Abro la puerta y veo a tres mujeres de pie allí mismo. Todas sus cabezas se
giran hacia mí, y luego sus ojos se mueven desde la parte superior de mi
cabeza hasta los dedos de mis pies, y finalmente vuelven a subir. Están
totalmente sincronizadas, y me pregunto si en sus casas practican esa
mierda.

La que está muy embarazada me toca el pecho.

—Oh, dios mío. Él es real —Susurra, y todos sus ojos se abren como
platos.

—¡Elliot! —La de cabello castaño chilla y se abre paso junto a la


mujer embarazada—. ¿Quién es este hermoso espécimen? ¿Y por qué no
sabíamos acerca de él? Has estado guardando secretos, hermanito. Hicimos
un pacto y tú lo rompiste. Siempre nos mantenemos informados, pase lo
que pase. ¿Nuestro chat grupal no significa nada para ti?

Giro la cabeza y veo a Elliot sirviéndose una gran copa de vino. Y ni


siquiera son las nueve de la mañana.

—Déjanos entrar, condenado milagro —dice la tercera mujer con el


pelo corto, quien se abre paso a empujones, rozándome. Me flexiono solo
para que sea más agradable para ella.

—Oh, un trago matutino —dice la mujer embarazada—. Lástima que


no puedo tener uno —Abre la nevera y mira dentro mientras que las otras
dos se acercan a Elliot.

—Llegaron temprano —Elliot murmura y toma un gran sorbo de su


vino—. ¿Por qué no pueden llegar tarde como la gente normal?

—Eres un idiota. Llegamos a tiempo. Estaba en nuestro chat grupal


—dice la embarazada.
Elliot frunce el ceño cuando la mujer de cabello castaño toma el vaso en su
mano y bebe de él.

Ella farfulla y tose. —Jesús. Esto es vino barato. Tienes dinero, El. Al
menos compra uno que no venga en caja.

Elliot frunce el ceño, y luego todas las mujeres se giran para mirarme una
vez más.

—¿Y cómo te llamas, guapo? —pregunta la embarazada.

—Luke —le digo con una sonrisa y hago una media reverencia.

Las mujeres sonríen ampliamente y luego la que está embarazada se me


acerca y me tiende la mano. —Yo soy Eliza. Esta es Jane —Hace un gesto
hacia la mujer de cabello castaño que solo saluda con la mano mientras se
sirve una nueva copa de vino—. Y esa otra es Kate —Dice, señalando a la
mujer de pelo corto que me mira boquiabierta.

—Somos las hermanas de Elliot —explica Eliza.

—Ah, ¿sí? —Digo, mirando a Elliot, quien clava la vista en todas


partes menos en mí.

—¿Y tú eres? —Eliza pregunta.

—Yo soy el mejor amigo de Eli.

—Él no es mi amigo. Apenas lo conozco —interviene Elliot.

Pongo los ojos en blanco. —Nah, pasamos la noche juntos. Entonces,


probablemente seríamos más como amantes.

Eliza chilla y Jane se atraganta con su bebida, parte de la cual gotea por su
barbilla.

—No somos amantes —Elliot grita y Kate suelta un chillido—.


Repito. No. Somos. Amantes.
—El, no ha tenido un amante en años. Desde…

—Que él no es mi amante. Dios. ¿Quién habla así de todos modos?


—Elliot me lanza una mirada y señala hacia su dormitorio—. Tengo que
hablar contigo.

Muevo las cejas hacia las hermanas de Elliot, y todas chillan al unísono
mientras lo sigo por el pasillo hacia su dormitorio.

Él me agarra de la camisa y tira bruscamente de mí hacia dentro, luego


cierra la puerta y le coloca el seguro. Mierda, sí que es fuerte. Me arreglo la
camisa arrugada, miro alrededor y silbo. Parece que un príncipe durmiera
en este lugar. Probablemente un elegante diseñador de interiores entró aquí
y escogió las almohadas y demás cosas.

—¿Tiendes tu cama? —Pregunto.

—Por supuesto que sí. No soy un bárbaro. Y asumo, con solo mirarte,
que tú no lo haces.

—No, amante mío, no lo hago. ¿Cuál es el punto si vas a volver a


acosarte unas horas más tarde?12 —Sonrío y Elliot niega con la cabeza.

—No me llames tu amante cuando están cerca. Nunca lo van a dejar


pasar —sisea.

Me encojo de hombros. —¿Y si no qué?

—Y si no… —Él me empuja lejos de la puerta, luego me arrastra


hasta el baño. Cierra la puerta, coloca el seguro y luego abre el grifo del
lavabo.

—Whoa, ¿qué pasa con toda esta mierda rara de la CIA? ¿Tienes
cámaras aquí dentro? Es un poco pervertido si lo haces. ¿Te gusta ver a la
gente cagar?
—Qu… ¡Por supuesto que no tengo cámaras aquí! ¿Qué es lo que
pasa contigo? Es solo que escucha. Siempre andan escuchando y lo
escuchan todo.

—Ah, algo así como mi super oído de Superman. Tengo que admitir
que es una bendición y una maldición.

—Eso no es una cosa —dice Elliot mientras se frota la sien y sus ojos
se encuentran con los míos—. Tienes que irte. No puedo dejar que te
quedes aquí con ellas. Tú y mis hermanas no serían una buena mezcla.

—Nah. Parecen divertidas. Ya les caigo bien.

—No son divertidas y solo les gustas por tus músculos. Eso es acoso
sexual.

—¿Y qué? Al menos alguien los aprecia.

Elliot mira mis brazos y los flexiono uno por uno para su disfrute, pero él
solo se pellizca el puente de la nariz.

—No te vas a ir, ¿verdad? —dice, derrotado.

—Nah —me río—. Me gustaría quedarme. Si me lo permites.

Elliot resopla y luego me señala con sus cejas encontrándose. —Si te


quedas, tienes que comportarte. Hablo enserio, ¿lo entiendes?

Presiono una mano sobre mi corazón. —Lo juro y si no que me maten.

—Eres un niño.

—De corazón. Anímate, yo viviré hasta los cien años y tú estarás


muerto a los cuarenta si sigues así.

—Oh, excelente. Cinco años más, y finalmente podré escaparme de ti.

Pongo los ojos en blanco y Elliot abre la puerta del baño y sale.
—Sal fuera mientras me cambio —ordena, y su voz profunda y severa
hace que mi pene tome nota. Sigo sin saber realmente lo que está pasando,
pero creo que ya he tomado la decisión de examinarlo de cerca, muy de
cerca. Tal vez más tarde pueda masturbarme imaginándome a él
chupándomela y ver hacia dónde va eso.

—¿No puedo mirar? —Bromeo.

—Absolutamente no.

—Bien. Puedo respetar eso —Digo—. Soy respetable, ¿ves?

—Tú eres la persona más alejada de lo respetable que he conocido.

Le sonrío, me muevo hacia la puerta del dormitorio y hago como que


disparo una pistola de aire.

—Nos vemos afuera, amante mío.

—Dios mío. Ya vete.

Me rio, abro la puerta y sus tres hermanas caen hacia adentro. Es


jodidamente cómico, y parece que Elliot está a punto de explotar. Quisiera
quedarme para ver como estalla su cabeza.

—¿Cómo es que esta es mi vida? —Elliot se queja, moviéndose hasta


la cómoda y agarrando un par de pantalones y una camisa—. Todos váyanse
ahora y chismeen en la otra habitación.

—Nunca haríamos algo así —dice Jane, y Kate mueve un dedo hacia
Elliot mientras que desaparece en el baño.

—Es bastante sensible —Me dice Kate mientras entramos en la


cocina, y Jane nos prepara unas mimosas grandes. En realidad, es solo
Prosecco con una gota de jugo de naranja para darle color. Básicamente, es
alcohol puro. Estas chicas son mi tipo de damas.
Elliot cree que no nos mezclaremos bien. No, nos mezclaremos más que
bien.

Acabo mi bebida en dos tragos y extiendo mi taza para obtener más. Me


examinan y luego Jane me sirve cuatro vasos más mientras esperamos a que
Elliot aparezca. Sí que se toma su tiempo. Probablemente se está peinando
el cabello hasta la sumisión.

Joder, tengo sed. Necesito hidratarme.

Ahí es cuando empiezo a sentirlo, un ligero zumbido. Nada que no haya


sentido antes. Probablemente podría tomar algunas copas más antes de
desmayarme.

—No debería haber bebido tan rápido —digo con un eructo.

Elliot entra y suspira. —No me digas que ya está borracho. Apenas son las
nueve y media.

—No estoy borracho —Gruño, recostándome en la silla de la barra, le


doy una sonrisa a Elliot, quién está recién vestido y afeitado. Bueno, su
tiempo en el baño fue bien aprovechado porque se ve realmente bien.
Realmente y jodidamente bien. Puede que sea el alcohol hablando por mí,
pero realmente no lo creo.

—Sin embargo, podría emborracharme si quieres aprovecharte de esto


—Flexiono mi bíceps, y todas sus hermanas lo miran por un momento,
luego comienzan a hablar todas a la vez hasta que Elliot les grita que se
callen.

—Por favor, no lo inciten. No se detendrá si lo hacen —dice Elliot,


mirándome—. Eliza, Jane y Kate, sigamos con nuestro plan de esta mañana,
para que pueda terminar mi día en paz.

Extiendo mi vaso para otro trago, y Jane lo vuelve a rellenar. Le doy un


sorbo y Elliot suspira ruidosamente.
—Así que, ¿cuál es el plan? —Pregunto, mirando a sus hermanas—.
¿Qué hacen normalmente los domingos? ¿Ir a la iglesia?

—Diablos, no. Nos quemaríamos vivas. No, solemos ir a almorzar.


Bueno, en realidad, arrastramos a Elliot que va pateando y gritando —Dice
Eliza.

—Porque si no lo hacemos así, entonces nunca lo veríamos.


Simplemente se desaparecería en el éter para nunca más ser encontrado —
Agrega Kate—. Además, somos entrometidas y nos gusta saber qué ha
estado haciendo este niño travieso.

—Y necesita socialización, o se convertirá en un hombre de las


cavernas desagradable —Dice Jane.

—Eso es porque no le gusta la gente —Explica Eliza, tomando un


gran trago de jugo de naranja.

—Sí, los odia a todos —Dice Jane.

—Excepto a ti —Kate exclama, y cuando miro a Elliot, tiene los ojos


cerrados. Está tan quieto que parece un vampiro. O un cadáver. Como si
hubiera muerto en el acto. Probablemente expiró por el estrés de toda la
situación.

—¿Crees que está dormido? —pregunta Jane, yo me acerco y empujo


su costado.

Sus ojos se abren lentamente, y me mira fijamente.

—¿Qué. Diablos. Quieres? —Arrastra cada palabra y yo le sonrío.

—Estoy hambriento. Necesito comer como diez comidas al día para


seguir con vida. ¿Podemos irnos?

—Preferiría que no te unieras a nosotros —Dice Elliot, y pongo una


mano sobre mi corazón.
—No seas un imbécil. Tus hermanas me aman.

—Lo hacemos —Dicen todas al mismo tiempo, y la barbilla de Elliot


recae sobre su pecho.

—Bien, Bien. Vamos, pero todos necesitan comportarse. Hablo


enserio.

Lanzo mi brazo sobre sus hombros mientras salimos. —Ah, amante mío.
Nos conoces. Tendremos el mejor de los comportamientos.

Elliot
Él no tiene el mejor de los comportamientos. Y mis hermanas tampoco.
Todo el restaurante está mirando porque son tan jodidamente desagradables.
No nos van a permitir volver la próxima semana. Incluso Bradley, nuestro
camarero habitual, nos mira con mortificación. No sé cómo es que me
convencen hacer esto todas las semanas cuando ya sé cómo será. Por lo
general, dejo propinas escandalosas para compensar el hecho de que tengo
una familia de animales salvajes.

Mis hermanas siempre han sido entrometidas y en su mayoría autoritarias,


pero eso parecer haberse amplificado desde que me arrancaron y
destrozaron el corazón hace unos años. Sé que solo están preocupadas por
mí y que me aman profundamente, pero esto, en este momento, no es que
mis hermanas mayores estén preocupadas. No, estas son ellas
avergonzándome como la mierda. Sin embargo, aquí estoy, sentado en la
primera fila viendo este espectáculo de circo. No hay escapatoria.

Eliza se queja de tener que orinar constantemente, Jane bebe por debajo de
la mesa y Kate resopla como si fuera un cerdo en un corral por cada cosa
que Luke dice.

Y Luke… es encantador y su risa es contagiosa, y todas las mujeres en el


restaurante no pueden dejar de mirarlo. Eso me está provocando un tic en el
ojo.

Quiero decir, seguro que es joven y atractivo... de una manera musculosa,


primitiva, como He-Man13. Si realmente te gusta ese tipo de cosas. ¿Pero
es que ellas no tienen vergüenza? ¿No pueden mantener sus ojos en sí
mismas?

Paso todo el tiempo lanzando miradas fulminantes a través del restaurante a


las extrañas que simplemente miran en nuestra dirección.

Cuando finalmente termina todo, tengo un fuerte dolor de cabeza.

—Eso fue espantoso —Le digo a Luke mientras nos acercamos a mi


Tesla y abro la puerta del lado del conductor.

Él se desliza dentro del asiento del pasajero y se abrocha el cinturón.

Sí, yo lo llevé al restaurante. Ni siquiera preguntó. Simplemente me siguió a


mi auto como un perro callejero.

—Nah, eso fue muy divertido —Se ríe—. Me agradan tus hermanas,
me recuerdan a mis hermanos.

Lo miro fijamente. —Oh, Dios mío. ¿Hay más de ustedes?

—Sí, y un primo. Somos jodidamente increíbles. Igual que tus


hermanas. Los conocerás algún día y te enamorarás de ellos.

—Bueno, todo lo que puedo decir es que A, no conoceré a tu familia,


y B, no volverás a ver a mis hermanas.

—No, Eli. Intercambiamos nuestros números de teléfono cuando


fuiste al baño. Tuvo que ser todo encubierto ya que parecías al punto de
tener un aneurisma. Creo que te divertiste demasiado.

Sacudiendo la cabeza, salgo del estacionamiento y emprendo el corto viaje


de regreso a mi casa.

Su teléfono suena cuando me detengo en un semáforo, lo mira y resopla.

—Son tus hermanas —Sonríe y mueve el teléfono en su gran mano—.


Mierda. Son divertidísimas. Espero que algún día me agreguen a su chat
grupal —Cuando bufo, él me mira—. ¿Cómo es que están relacionados?
Eres la definición de la “no-diversión”.

—Me he estado haciendo esa pregunta desde que tengo memoria.

Cuando entro en el garaje, Luke salta y me sigue hasta el interior. No lo


invité a entrar, pero lo hace como si fuera su casa. Esto se está convirtiendo
en un patrón, uno que tendré que romper muy pronto. Antes de que suceda
algo terrible... como que me empiece a gustar.

—¿Te importa? —pregunto cuando se deja caer en el sofá y abre sus


gruesos muslos frente a él. Son unos muslos muy bonitos. Muy musculoso.
No debería fijarme en ellos ni en lo bien que su cuerpo voluminoso encaja
con sus vaqueros y camiseta ajustada.

—¿Qué? —pregunta, cerrando los ojos.

—Hoy no vas a pasar el rato aquí. Tienes que regresar de donde sea
que hayas venido.

Él abre un ojo y luego se lleva un dedo a los labios.

—Shhh, doc. Bebí mucho. Tu hermana Jane es como un puto pez.


Nunca había visto a una mujer beber tanto alcohol en tan poco tiempo. Solo
necesito dormirlo. Entonces me iré. Lo juro por mi vida.

Me paso una mano por el pelo y observo con asombro cómo se queda
dormido. En serio, simplemente cierra los ojos y se apaga como un
interruptor. Ha pasado menos de un minuto y de verdad está roncando.

¿Cómo me las arreglé para adquirir a este hombre gigante? ¿Alguna vez me
desharé de él?

Con mi suerte, probablemente no.

Suspiro, resignado a mi destino que no parece tan terrible en este momento,


luego me siento junto a él y saco mi laptop. Mejor investigo un poco
mientras tengo tiempo. Hay una conferencia a la que asistiré pronto, y
necesito elegir a qué talleres planeo unirme antes de quedar atrapado en
algunos que me resulten completamente inútiles y una pérdida de mi
tiempo.

Ya me estoy arrepintiendo de mi decisión de asistir. Mis hermanas tienen


razón. Odio interactuar con la gente. ¿Networking14? ¿Quién lo necesita?
Podría vivir en una cabaña en el bosque por el resto de mis días y ser
completamente feliz. Me haría amigo de los osos y haría que me arrojaran
comida cerca de casa.

Una hora más tarde, estoy leyendo la descripción de un seminario con las
gafas en la punta de la nariz, cuando Luke se despierta.

—Hey —Dice, su voz retumbando por el sueño. Luego, una sonrisa


levanta la comisura de su boca, haciéndolo lucir adorable y comestible. Al
parecer, me he convertido en un caníbal…

—¿Te he dicho que me gusta cómo se te ven esas gafas? Te ves muy
distinguido.

Las empujo más alto en mi cara y parpadeo hacia él.

—¿Qué estás haciendo? —Pregunta, sentándose e inclinándose hacía


mí. ¿Por qué siempre está tan cerca? ¿No conoce el significado del espacio
personal?

Definitivamente fue criado por lobos.


—Investigo.

Apoya su cabeza en mi hombro y bosteza. —Cuéntame sobre eso.

No sé por qué lo estoy involucrando en esto, pero sigo describiendo los


diferentes talleres a los que todavía estoy debatiendo si asistir. Me hace
preguntas que me sorprenden y me pregunto si es que realmente es más
inteligente de lo que parece. Siempre me han dicho que no juzgue un libro
por su portada, pero eso es exactamente lo que hice, ¿no? Debería saber
mejor… odio cuando la gente me hace lo mismo.

—¿Y estos talleres son para…?

—Una conferencia a la que iré pronto.

—Genial —Luke responde y luego dice—. ¿Y dónde será? Tal vez


pueda ir contigo.

No lo hagas. No se lo digas…

—Colorado. Colorado Springs, para ser exactos —digo con


demasiada claridad, Incluso estoy enunciando cada sílaba.

—Oh, me encanta Colorado. Hay un montón de cosas que hacer allí.


Podría hacer un itinerario de todas las cosas que podríamos hacer los dos.

Solo parpadeo porque él mismo se ha invitado. A mi viaje. Cuando había


planeado ir solo. ¿Quién es este chico? Nunca pensé que existirían personas
como él en la vida real.

—…Además, quiero escalar Manitou Incline, y eso está cerca de


Springs. Está en mi lista de deseos.

No puedo hacer nada más que preguntar: —¿Qué es eso?

Se mueve y se encuentra con mi mirada, emoción invade la profundidad de


sus ojos color avellana. —Son como tres mil escalones en una pendiente de
un kilómetro y medio de largo.
—Suena como el purgatorio. ¿La gente hace eso por diversión?

—Joder, sí.

—Bueno —digo, quitándome las gafas y frotándome los ojos


cansados con los dedos—. Ni siquiera sé, si todavía estaremos
asociándonos el uno con el otro para ese momento, así que no hagamos
planes apresurados.

Luke resopla. —¿Planes apresurados? Hombre, me gustas. Seremos amigos


por mucho tiempo. No puedes deshacerte de mí tan fácilmente.

No lo dudo, pero Luke aprenderá la lección en breve. Yo no tengo amigos.


La gente y yo no encajamos bien. Pero no digo nada de eso porque Luke
está de pie y se estira, su camisa se sube revelando un estómago plano y
definido. No puedo apartar los ojos. Algo que late dentro de mí, se remueve
y toma nota. Notas en detalle gráfico.

—Bien. Dije que me iría en cuanto me despertara. Probablemente sea


lo mejor. Tengo que trabajar mañana. A menos que quieras ver la segunda
de Lethal Weapon.

—Ya la vi —respondo—. Mientras dormías y roncabas tan fuerte, que


tuve que activar los subtítulos para saber lo que decían.

Luke me sonríe ampliamente. —Ah, ves, te dije que te encantaría. No


podías apartar tus ojos, ¿eh? Podríamos ver la tercera, entonces. Las he
visto como diez veces, así que definitivamente podría.

Miro mi computadora y me debato seriamente en decirle que se quede


porque me ha infectado como si fuera una especie de virus, pero entonces el
sentido común gana y simplemente niego con la cabeza. No puedo
entretener a este hombre masivo y tan extraño. No soy delirante o ingenuo.
No estoy muy seguro de lo que quiere de mí, pero sea lo que sea, no puedo
dárselo.

—No. No hoy. Estoy demasiado ocupado.


La sonrisa de Luke se apaga un poco, pero luego se encoge de hombros
como si no fuera la gran cosa. —Bien. No hay problema. Te veré luego.

Se para en mi sala de estar mirándome, y luego pasa una mano por su


cabello.

—De acuerdo, Doc, nos vemos.

Y luego sale de mi casa y finalmente puedo respirar otra vez.

Pero joder, si no es solitario.

Cuando una presencia tan grande está repentinamente ausente, no puedes


evitar sentir el vacío.

Juego en mi computadora por un poco más de tiempo, me preparo algo para


comer, salgo a correr y hago algunas flexiones, me ducho, toco el piano y
luego, cuando el sol comienza a ponerse, me pongo la pijama. Enciendo un
documental, tratando de concentrarme en lo que dicen sobre agujeros
negros en la galaxia, pero luego suena mi teléfono y mi concentración se
esfuma.

Luke: Estoy afuera.

Mi estúpido corazón revolotea en mi pecho.

Yo: Pensé que te habías ido a casa hace horas.

Luke: No.

Luke: Cambié de opinión.

Me levanto del sofá y camino hacia la ventana, apartando las cortinas y


mirando hacia afuera. La silueta de Luke en mi porche hace que mis labios
se muevan ligeramente.

Yo: Bueno, diviértete durmiendo afuera. Te arrojaré un saco de dormir.


Lo veo mirar su teléfono y pasar una mano por su mandíbula antes de que
sus dedos vuelen por la pantalla.

Luke: ¿Qué tal si duermo adentro?

Luke: Podemos compartir tu enorme cama.

Luke: Ni siquiera acapararé las sábanas.

Miro mi teléfono. Está loco. Necesito comprar cerraduras nuevas para mis
puertas, unas de mayor resistencia que puedan mantener a este tipo afuera.

Incluso mientras pienso en eso, camino hacia la puerta principal y la abro.


A lo lejos, puedo ver una camioneta grande con una clase de equipo en su
maletera. Me pregunto en qué trabajo. ¿Tiene siquiera un lugar para vivir o
este tipo no tiene hogar?

Pero no puedo analizarlo demasiado porque Luke está parado justo frente a
mí con una bolsa de lona en la mano. Sus bíceps sobresalen por el peso.
Cuando me ve, sonríe, pasa junto a mí y se abre paso a través de la sala de
estar.

—Sabía que cambiarías de opinión, amante mío.

—No cambié de opinión —respondo—. Flotaste en mi porche como


el hombre del saco hasta me rendí. ¿Estabas acechando por ahí durante
horas? —No podría decirlo cuando se trataba de este tipo.

—Nah, conduje por ahí, compré algo de comida, tomé otra siesta en
mi camioneta —Luke se encoge de hombros y luego se dirige al dormitorio.

—Tengo una habitación de invitados —grito detrás de él, y Luke se


da la vuelta para mirarme.

—Sí, pero he echado un vistazo ahí dentro. Esa cama es demasiado


pequeña. Quedaré colgando y dormiré terriblemente. Probablemente sería
mejor compartir la tuya.
Necesito protestar, decirle absolutamente que no. Pero en cambio, lo veo
desaparecer en mi habitación y regresar un momento después sin su bolsa
de lona.

Aparentemente, compartiré una cama con este rufián esta noche.

—¿Qué miras? —Pregunta, observando mi pijama con una pequeña


sonrisa.

Empujo mis anteojos sobre mi nariz. —Un documental sobre el espacio y


los agujeros negros.

—Genial —dice y luego agarra el control remoto de la mesa,


dejándose caer en el sofá—. Me encanta toda esa mierda sobre el espacio.

—No, no es verdad.

—Claro que sí. ¿Qué tengo que decir para convencerte? —Se toca la
barbilla y luego dice—. ¿Qué tal esto? Los científicos han encontrado
evidencia de que en el centro de la Vía Láctea hay un gran agujero negro o,
oh, ¡aquí hay uno genial! ¿Sabías que una estrella puede pesar tanto que
puede doblar la naturaleza del tiempo y el espacio? Eso es como una mierda
a lo Doctor Strange justo ahí…

Parpadeo hacia él, mi mente ni siquiera comprende que eso acaba de salir
de él.

Libros y portadas. Necesito seguir recordándome a mí mismo que no debo


juzgar.

—Vamos, doctor. Quiero ver esto contigo. Soy como Spock, ya lo


verás.

—Eres el hombre más alejado de Spock que he conocido.

—Sí, tienes razón. Soy una montaña rusa emocional —Me mira con
una sonrisa irónica.
—Yo… tu eres… —He perdido la capacidad de hablar—. El hecho es
que no permanecerás despierto durante todo el show. Estoy dispuesto a
apostar que estarás dormido en cuestión de minutos.

—Pff. Tengo una resistencia increíble. Nunca tuve una sola queja.

—¿Cómo es que tomaste lo que acabo de decir y lo convertiste en


sexo? Estábamos hablando de que duraras toda la película.

—Todo camino conduce al sexo.

Lo miro y me muevo sobre mis pies.

—Absolutamente no es así. Muchas cosas no conducen al sexo.


Como… los paneles de sangre y los exámenes de próstata. Ninguno de los
dos es algo sexual.

Luke me mira como si estuviera loco. —Nah, escuché que los masajes de
próstata son muy calientes. Mi primo lo dice.

—Está bien, para aclarar, dije examen, no masaje.

—Ambos podrían terminar con un final feliz.

—Oh, por Dios, de acuerdo, ya basta. Simplemente veamos el


programa.

Me dejo caer de mala gana en el sofá y Luke no pierde el tiempo. Se desliza


hacia mí hasta que nuestros muslos se tocan. Puedo sentir el calor de su
pierna filtrándose a través de mis pantalones de pijama y no puedo dejar de
notar que huele a sol y a hierba, con solo pequeño toque a gasolina. No
puedo odiarlo del todo. Debería decirle que se aleje, pero no lo hago. Ha
pasado mucho tiempo desde que estuve tan cerca de otra persona de esta
forma. Mis hermanas se abren camino en mi vida todas las semanas, pero
en realidad no tengo amigos.
No desde Andrew. Todos nuestros amigos se pusieron del lado de él cuando
las cosas terminaron. Fue entonces cuando me di cuenta de que tal vez no
soy lo suficientemente simpático como para que me sigan. Tal vez hay algo
en lo profundo de mí que simplemente no está bien conectado, algo que
repele a las personas lejos de mí.

Dejo ese pensamiento a un lado y me concentro en la pantalla cuando el


gran brazo de Luke choca contra el mío. Presiona reproducir sobre el
control y luego se inclina aún más cerca de mi cuerpo.

—¿Siempre te sientas así de cerca de la gente? —Pregunto.

—Nah, solo de ti, Doc. Eres especial.


Capítulo Tres
Elliot
Luke durmió durante el documental como sabía que lo haría, y tuve que
sacudirlo para despertarlo en cuanto terminó. Pero no antes de pasar mi
mano por su cabello mientras que él roncaba suavemente contra mí. No
tengo ninguna explicación para haber hecho eso, aparte de que soy un
masoquista y de que mis manos parecen sentirse atraídas por él.
Probablemente solo sea unos diez años menor que yo, por lo que sigue
siendo un hombre adulto, sin embargo, se ve tan joven y dulce mientras
duerme.

Anoche, cuando apareció en mi casa inesperadamente, ni siquiera logró


pasar de la segunda película antes de quedarse dormido. Se inclinó, apretó
la cara contra mis muslos y cerró los ojos. Ni siquiera me pidió permiso.
Debería haberme sentido lívido, normalmente odiaba que los extraños me
tocaran. Pero lívido estaba lejos de lo que sentí.

Solo miré su rostro y acaricié con mis dedos su cabello rubio oscuro, mi
mente estaba dando vueltas en direcciones sumamente ridículas e
indecorosas. Pensé en lo suave que se sentía su cabello, en que
posiblemente era el hombre más guapo que había conocido en toda mi vida,
en lo jodidamente raro que era y, sin embargo, a pesar de todas sus
peculiaridades, en lo poco solo que me había sentido con él invadiendo mi
espacio.

Probablemente no debería haber llamado a la policía el primer día. Fue un


movimiento bien idiota, pero había querido ver su reacción.

Y ciertamente no me defraudó. Se escondió en un maldito arbusto justo


afuera de mi ventana, así que sí, como supuse, está un poco loco.
—Luke, despierta —digo y tiro con firmeza de sus mechones rubios
hasta que se despierta con un gemido.

—Maldita sea, doc. No hagas eso cuando estoy dormido. Me da todo


tipo de ideas —murmura y se endereza. Se ajusta los pantalones y noto el
bulto bajo sus jeans. Es ridículamente grande como un mamut, y de repente
me imagino a mí mismo como un hombre de las cavernas cazándolo. Estoy
perdiendo la cabeza.

Luke bosteza y se pasa una mano por debajo de la camisa, completamente


ajeno a mis ojos que lo recorren. Y sí que lo recorren. Estoy tan desviado
del camino, con la niebla cerniéndose sobre mí. Completamente perdido.

—Joder, me perdí de la película, ¿eh? —Pregunta.

Trago saliva y trato de concentrarme en su rostro. —¿Realmente te


sorprende?

—Nah —dice y luego hace un gesto hacia la habitación—. Me voy a


acostar antes de quedarme dormido de pie. Ya me ha pasado antes.

Solo observo mientras avanza a grandes zancadas por el pasillo y


desaparece en mi habitación.

Yo no me muevo. Estoy sentado, congelado, viendo los créditos pasar por la


pantalla mientras debato los méritos de simplemente dormir aquí en el sofá.
Sería más seguro que entrar allí con él. Pero no lo hago. Por supuesto que
no lo hago. Esta es mi casa. No pienso renunciar a mi cama solo porque un
hombre inexplicablemente se ha mudado y se ha apoderado de mi espacio.

Entro con cautela en mi habitación y veo a Luke tirado boca arriba en mi


colchón, las sábanas peligrosamente bajas sobre sus estrechas caderas. Los
músculos de su pecho se ondulan cuando se inclina hacia adelante,
viéndome acercar.

—No te preocupes. No estoy desnudo —baja un poco las sábanas y


revela un par de bóxers negros con… ¿esos son calamares rosados?
—Quiero decir, me gustaría estarlo, porque usar ropa en la cama se
siente un poco como una prisión, pero no quería asustarte. Ahora, si tú
quieres desvestirte… —Sus ojos se deslizan por mi cuerpo enfundado en
pijamas y resisto el impulso de abrocharme el botón superior. No sé por qué
porque Luke parece no tener reparos en lo que a mí respecta.

Parece más interesado que otra cosa.

Pero ¿interesado en qué? ¿En ver con que piezas cuento? ¿O simplemente
le gusto… yo?

Me siento cómodo con quien soy. Trabajé en ello durante años, pero me
pone tan nervioso que no sé exactamente a qué se refiere.

Apenas conozco al tipo, pero parece no tener problema en pasar la noche en


una cama con otro hombre.

—¿Eres gay? —Espeto.

—Nah, creo que no. ¿Y tú?

—Sí.

Ladea la cabeza y luego retira las sábanas. —Sí. No es gran cosa. Vamos,
doc. Entra.

Observo la cama como si estuviera rabiosa. —No puedo creer que esté
haciendo esto.

—Créelo, bebé —dice con una sonrisa mientras me muevo al otro


lado de la cama y me deslizo debajo de las sábanas.

Luke se mueve hasta que está ridículamente cerca de mí. Es un hábito con
este hombre. Uno peligroso.

—No te había tomado por un abrazador —Murmuro.

—Cada día descubro cosas nuevas acerca de mí.


Arqueo una ceja hacia él. —¿Es así?

—Sí.

Esa palabra flota en el aire entre nosotros, y me encuentro acercándome un


poco más a él. Solo porque hace frío y él es realmente cálido.

—Solo por esta noche, y luego tienes que volver a tu casa y quedarte
allí. No puedes simplemente mudarte conmigo.

—Como tú quieras —Dice, y luego ese grueso brazo suyo me


envuelve. Gruñe un poco, tirando de mi espalda contra su pecho, y luego
frota su rostro contra mi cabeza. Su mano se extiende a través de mi
estómago, y siento algo similar al deseo retorcerse a través de mi abdomen.

Pero eso es una tontería, porque no hay forma de que esté interesado en este
hombre.

O Hombre-niño, esa sería una descripción más acertada.

Suspiro y murmuro: —Esto realmente no puede volver a suceder.

Pero un suave ronquido es su única respuesta. Ya está dormido. Reafirmaré


esta decisión por la mañana. Y Luke la respetará. Él tiene que hacerlo.

Me despierto con Luke casi tirado sobre mí. Otra vez. Su brazo está sobre
mi pecho, su pierna sobre mis muslos, su cara metida en mi axila y, sí, esa
es su polla, dura y presionando contra mi cadera.

¡Gah!

—Luke —siseo, y él se queja y parece volverse más pesado sobre mi


cuerpo.
Lo empujo, y él se sacude ligeramente. Se alza y sus ojos se abren para
mirarme.

—Buenos días, doc.

Su voz áspera por la mañana es pecaminosa, pero aparto ese pensamiento.


Me niego a pecar con este hombre.

Además, no hay tiempo, incluso si quisiera. Lo cual no lo hago.


Absolutamente no. Tengo que ir a trabajar, y su cuerpo todavía está pegado
al mío.

—¿Te importa? —pregunto, pero Luke solo inclina la cabeza, sin


moverse ni un centímetro.

—Explícamelo. Es demasiado temprano para pensar.

—Tienes que moverte. Tengo que ir a trabajar.

Luke presiona su frente contra mi pecho y suspira antes de alejarse de mí.


La sábana cubre su entrepierna y me obligo a mirar hacia otro lado. Esto no
se trata de eso. No hay forma de que vaya hasta ese punto en lo que a este
hombre se refiere. De todos modos, ni siquiera es gay. E incluso si fuera bi
o pan, un hombre así nunca estaría interesado en las cosas que yo… no
importa.

No voy a pensar en eso.

—También tengo que ir a trabajar —dice Luke—. Estamos


terminando un contrato de soldadura esta semana. Tengo tantas cosas que
hacer —Dice, colocando sus manos detrás de su cabeza, con los ojos aún
cerrados. No hace ningún movimiento para dejar mi cama o mi casa. O mi
vida.

—Entonces, ¿por qué sigues acostado? —Pregunto, agarrando ropa


interior de mi cajón y sosteniéndola contra mi pecho.
Abre uno de sus ojos. —Siempre estás corriendo, Eli. Eso no es bueno para
tu salud. Y sí, me levantaré pronto. Solo necesito un momento de
meditación antes de moverme. Este va a ser un día muy largo.

Me muevo hacia el baño y luego lo miro por encima del hombro. —Por
favor, vete para cuando termine. No tengo tiempo de esperar a que estés
listo.

Me hace un gesto con la mano y luego vuelve a cerrar los ojos.

Cuando termino de ducharme, me asomo por la puerta del baño pensando


que seguiré encontrando a Luke metido en mi cama, pero no es así. Se fue.

La decepción surge a través de mí, y pellizco el puente de mi nariz.

No.

Yo soy más fuerte que esto.

Es un acosador y una amenaza. Él no me gusta.

Camino hacia mi armario, me pongo la ropa recién planchada y luego me


dirijo al trabajo, tomando un sorbo de café.

Cuando mi teléfono suena, mis ojos no pueden evitar deslizarse hasta él.

Luke: ¿Cuáles son tus planes para después del trabajo?

Luke: Podríamos pasar el rato juntos. Salgo a las seis.

Busco a tientas mi teléfono y conduzco con mi rodilla, colocando la taza en


el portavasos. Nunca he conducido tan imprudentemente en toda mi vida,
pero en el momento en que Luke me envía un mensaje de texto, aquí me
hallo, montándome en el arcén de la carretera como si fuera un borracho.
Me castigo mentalmente a mí mismo mientras respondo.

Yo: Depende de lo que hayas planeado.


Luke: Soy fácil.

Vuelvo a fijar la vista en la carretera y doy golpecitos con los dedos sobre el
volante. Porque esa frase significa más de lo que él piensa, pero no pienso
dirigir mis pensamientos por ese camino. Ya he cometido ese error antes, y
no pienso volver a hacerlo.

Luke: ¿Qué tal si llevo algunas bebidas y la cena a tu casa? Entonces


podemos ver la película que sigue en la serie de Lethal Weapon. Los
agujeros negros son geniales, pero las armas son aún más geniales.

Yo: Tu gusto por las películas es ridículo. Y las armas son criminales.

Nunca admitiré que me gustaron las malditas películas. Me llevaré esa


confesión a la tumba. Luke nunca sabrá la verdad. Igual él se sigue
durmiendo con ellas de todas formas. Y, sin embargo, en ambas ocasiones,
me sentí intrigado por los personajes y las estúpidas bromas. Una vez
incluso me hicieron reír. Me mordí la mejilla y había mirado hacia abajo, a
Luke quien en ese momento estaba acurrucado en mis muslos. Había estado
preocupado de que me atrapara, pero él había estado dormido durante ese
pequeño desliz.

Luke: Vamos, doc. No me hagas rogar.

Yo: De acuerdo.

Luke: ¡Joder, sí! Será divertido. Confía en mí. Soy lo más divertido que
alguna vez tendrás.

Rápidamente dejo mi teléfono y agarro mi taza de café otra vez. Diversión


es una palabra demasiado grande para ello, yo lo llamaría más como tortura.

Porque, ¿y si realmente me divierto y luego me empieza a gustar mucho?

El horror.
Cuando finalmente estoy en el trabajo, mi teléfono vuelve a sonar y lo
agarro rápidamente antes de obligarme a moverme con algo más de
lentitud. Ya tengo treinta y cinco años. No hay razón para que me sienta
emocionado por un hombre excesivamente apegado. No confío en él. Y lo
que es más importante, no confío en mí mismo.

Miro mi teléfono y suspiro pesadamente. Habría preferido que fuera Luke.


Pero no, es el insufrible chat grupal del que mis hermanas insisten en que
formando parte.

Jane: ¿Qué van a hacer este fin de semana?

Yo: Solicito ser eliminado de este chat.

Por supuesto, ellas me ignoran.

Kate: Acechar a Elliot y a su sexy amante, duh.

Eliza: ¡Noche de acecho! Yo traeré las papas fritas y el dip. Y el chocolate.

Yo: Váyanse lejos.

Jane: Oh. Yo llevaré las bebidas.

Kate: Yo tengo los binoculares.

Yo: No se atrevas No hay nada que ver aquí.

Eliza: No seas tan gruñón.

Apagué mi teléfono y lo puse en mi escritorio. Si fuera a encontrar una


minivan llena de mis hermanas fuera de mi casa, no me sorprendería. Ya lo
han hecho antes. Y una vez, odio admitirlo, había estado con ellas,
escabulléndome y espiando.

Eran terribles en eso.

Llamaron a la policía y nos dieron una citación.


Nunca superaré la vergüenza.

Lo mencionan en cada día festivo y se ríen sin parar de eso.

Pasa la siguiente hora y veo a algunos pacientes. Me niego rotundamente a


mirar mi teléfono para ver si él me envió un mensaje de texto. No lo
revisaré hasta esta noche cuando termine con el trabajo. Y entonces, y solo
si me ha enviado un mensaje, le escribiré de vuelta. No soy un adolescente
demasiado ansioso por un enamoramiento.

Aguanto hasta el almuerzo antes de que mis manos magnéticas tiren de ese
teléfono directamente a mis dedos. Miro la pantalla y veo un mensaje de
Luke. Es una selfie de él en el astillero, tiene un casco de soldadura echado
hacia atrás sobre su cabello y una sonrisa ridículamente cursi levantando
esos labios carnosos.

Maldita sea.

Apago mi teléfono y luego lo vuelvo a encender. Miro esa foto durante un


largo minuto y luego hago algo tan diferente a mi persona, que sin duda
alguna me estremeceré en años venideros al recordarlo.

Levanto mi cámara y tomo una foto de mí usando la bata de laboratorio y


arqueando una ceja detrás de mis gafas.

Mi dedo presiona enviar antes de que pueda pensarlo demasiado.

Y después lo ando pensando demasiado. Mi mente está dando vueltas y


entrando en pánico. ¿Qué has hecho? Pero un momento después, llega un
mensaje de texto y me sonrojo.

Luke: Maldición.

Mis mejillas arden aún más y golpeo mi teléfono boca abajo en mi


escritorio, antes de levantarlo de nuevo y mirar la pantalla.

Luke: Muéstrame más, Doc.


¿Está coqueteando conmigo? ¿Esto es hacer sexting? Andrew se había
negado a hacerlo conmigo, decía que era algo demasiado juvenil.

Antes de que pueda analizarlo, mi teléfono vuelve a sonar y veo una imagen
de Luke subiéndose el dobladillo de su camisa azul oscuro, revelando un
definido six-pack. Su piel está un poco sucia, y cuando le hago zoom a la
pantalla, puedo ver el sudor brillando en sus músculos.

Oh, por el amor de Dios.

Amanda asoma la cabeza en mi oficina y mi teléfono cae al suelo. Ella lo


mira, después me mira a mí haciendo estallar el chicle entre sus labios
morados.

—El próximo paciente ya está aquí.

—Bien —Digo, aclarándome la garganta. Mi cara está positivamente


en llamas—. Envíalo al consultorio dos.

—Ya está hecho. Solo quería recordarte que tienes que trabajar y dejar
de andar mirando porno.

—Yo no… —Mis palabras se apagan.

Amanda no deja de mirarme y yo le devuelvo la mirada con enojo. No la


necesito en mis asuntos, con mis hermanas es más que suficiente.

Tan pronto como la puerta se cierra, levanto mi teléfono del escritorio y lo


guardo en mi bolsillo.

No pienso concentrarme más en él.

Ya es bastante malo que tenga que ver a este hombre cuando llegue a mi
casa.

Y, sin embargo, no puedo evitar la descarga de emoción que me atraviesa


con solo pensarlo.
Luke llega una hora después que yo, y camino lo más lento posible hasta la
puerta principal. No pienso corretear y parecer ansioso por esto.

No lo haré.

Tan pronto como abro la puerta, Luke me sonríe ampliamente y alza un


paquete de seis cervezas y una gran bolsa de papel marrón con manchas de
grasa en los costados.

—Hey —Dice mientras pasa junto a mí. Huele a humo de motor y a


gasolina. No es intoxicante en lo más mínimo. No, es sucio y obsceno y se
me hace agua la boca.

Lo miro fijamente mientras deja las cervezas sobre la encimera y abre la


bolsa de papel marrón.

—Traje hamburguesas y papas fritas.

—Pero que saludable —respondo, y él me sonríe.

—Tengo que vivir un poco, Doc. No es bueno estar tan tenso. Tú


estás más tenso que mi culo virgen.

Me sonrojo y de alguna manera me las arreglo para ahogarme con mi propia


saliva. Le quita la tapa a una cerveza y me la ofrece.

Me aclaro la garganta. —Prefiero vino, así que no, gracias.

Se encoge de hombros y comienza a tragar. Observo con morbosa


fascinación mientras consume todo el contenido en solo cuatro tragos. Deja
la botella vacía sobre el mostrador con un suave tintineo y se pasa el dorso
de la mano por la boca. Después abre otra más y le da un largo sorbo.

—¿Puedo tomar una ducha? Estoy sucio —pregunta, encontrándose


con mis ojos abiertos de par en par.
Absolutamente lo está. Y ahora no puedo dejar de pensar en los
abdominales sudorosos que había estado mirando antes.

—Sí —me las arreglo para decir, y él se quita la camisa y la arroja por
encima de su hombro. Luego agarra su cerveza y se dirige al dormitorio.

Absolutamente no lo veo irse.

Nunca haría eso.

Tengo el autocontrol de un monje.

Levantando la mano, tomo una copa, llenándola de vino hasta los bordes,
luego tomo algunos sorbos medidos. De ninguna manera puedo
emborracharme con Luke. No sé de lo que yo sería capaz; que partes
escondidas de mí y cuidadosamente guardadas, le terminaría mostrando.

Luke sale diez minutos más tarde con el pelo mojado y un par de mis
pantalones de chándal. Y santo infierno, le quedan muy apretados.
Demasiado malditamente apretados, y algunos centímetros demasiado
cortos. Muestra los tobillos y se flexionan mientras camina, y nunca pensé
que los tobillos fueran sexys, pero joder, los suyos lo son. Mis ojos viajan
hacia arriba y no está usando una camisa. Estoy un poco horrorizado
conmigo mismo mientras miro con los ojos muy abiertos las gotas de agua
que caen desde su pelo y bajan por su pecho musculoso.

—Oh, por favor. Solo sírvete de mi ropa —digo, tragando mi segunda


copa de vino.

Y tanto para beber con sorbos medidos.

—Gracias, doc. Siempre tan generoso, ¿Comiste? —Pregunta,


mirando la bolsa de comida sin abrir, y niego con la cabeza, lamiéndome los
labios. Sus ojos siguen el movimiento y yo siento que comienzo a entrar en
calor.

Debería bajarle a la calefacción.


—Es educado esperar por la otra persona —digo, sintiéndome un
poco entonado. Tal vez debería haber comido para impedir el estado de
embriaguez en el que casi me encuentro. Soy de peso ligero.

Resopla. —No hay necesidad de ningún tipo de formalidad conmigo, Eli —


Mete la mano en la bolsa y luego me entrega una hamburguesa y patatas
fritas—. Puedes ser tú mismo.

No, absolutamente no puedo. No me permitiré ser vulnerable de esa manera


otra vez.

Luke come su hamburguesa y apoya la cadera contra el mostrador, agarra


una tercera cerveza y abre la tapa.

—¿Bebiste tu otra cerveza en la ducha? —Pregunto.

—Claro que sí. Es la mejor manera de hacerlo: una ducha caliente y


una cerveza fría. La vida no puede ser mejor que eso.

Suspiro, me sirvo una tercera copa de vino y pruebo tentativamente la


hamburguesa. Está grasosa, llena de queso y es jodidamente deliciosa. Me
niego a gemir para demostrar lo mucho que la estoy disfrutando. Es una
pendiente resbaladiza en la que estoy. Lo siguiente que sé es que su polla
estará en mi agujero.

Y luego estaré tan abrumado por la emoción que terminaré de rodillas,


pidiéndole matrimonio.

Mierda, jamás volveré a hacer eso.

—Está buena, ¿eh? Toda esa grasa. Puedes sentir cómo obstruye tus
arterias con cada bocado —dice Luke con una sonrisa, sin darse cuenta de a
qué punto se han puesto a divagar mis pensamientos—. Puedo verte
teniendo un orgasmo desde aquí.

Doy otro bocado. —No es verdad.


Se llena la boca con más de su hamburguesa e incluso mete algunas patatas
fritas. Es impresionante lo mucho que se puede meter ahí dentro. Eso solo
puede venir con la práctica.

Luke lo traga todo, luego saca una segunda hamburguesa y desgarra el


papel.

—Comes como un animal —digo, resistiendo el impulso de lamerme


los dedos.

—Y tú comes como una paloma, ¿te vas a terminar eso? —pregunta,


mirando mi hamburguesa a medio comer.

—No te acerques a mi comida —me quejo—. Sí, me la voy a


terminar.

Él se ríe de eso y luego procede a terminar todas sus papas fritas y el resto
de su segunda hamburguesa, para el momento en que yo ya estoy
terminando con la mía.

Y puede que ahora esté un poco borracho porque todo parece menos
desalentador.

No debería haber tomado esa tercera copa de vino. Tengo que mantener mis
defensas en alto.

—¿Estás listo para la película? —pregunta, acercándose y limpiando


un poco de kétchup de la comisura de mi boca con su pulgar para luego
deslizarlo entre sus labios. Lo chupa hasta dejarlo limpio mientras que yo lo
miro boquiabierto. Pero él no se da cuenta. Simplemente se acerca al sofá y
se deja caer en él.

Camino lo más firmemente que puedo hacia donde está tirado.

En lugar de sentarme muy, muy lejos, tal como debería, me siento


demasiado cerca. Nuestros muslos se rozan y nuestros brazos se presionan
uno contra el otro. Luke no comenta acerca de mi proximidad. Simplemente
agarra el control remoto, apoya su cabeza en mi hombro y le da al botón de
reproducir.

—¿Vas a quedarte despierto esta vez? —Pregunto, frotando mi mejilla


contra la parte superior de su cabeza como una especie de animal.

—Joder, claro que sí.

Está dormido treinta minutos después.

Yo, por supuesto, sufro durante toda la película antes de cerrar los ojos.

Me despierto unas horas más tarde con él envuelto a mi alrededor, una de


mis manos en su cabello y la otra en la parte de atrás de su camisa.

Mañana. Terminaré con toda esta locura mañana.


Capítulo Cuatro
Luke
He pasado toda la semana con Elliot. Quiero decir, ambos vamos a trabajar
durante el día, pero todas las noches las he pasado con él.

Todavía no me ha echado, aunque se sigue quejando de que lo hará. Nah, yo


creo que se está quedando conmigo. Les dije… soy como el maldito
pegamento.

Demonios, Elliot es tan intrigante. No puedo apartar los ojos de él.

Y los mensajes de texto.

Esas pequeñas imágenes sucias que me envía, que en realidad no son sucias
en lo absoluto porque siempre está completamente vestido, pero de alguna
forma siempre se las arregla para verse tan malditamente caliente. Soy un
poco adicto a ellas.

Sigo enviándole fotos mías en varias etapas de desnudez porque me gusta


presionar sus botones, y ver si cederá y hará algo malo. Me emociona que, a
pesar de todas sus quejas, sigue coqueteando conmigo. No quiere que sepa
cuánto le gusta.

Ayer me envió una foto de él sentado en el escritorio de su oficina, con las


piernas abiertas y sus dedos demorándose en los botones de su camisa,
como si estuviera listo para desvestirse para mí.

O esa otra que me comí con los ojos descaradamente durante demasiado
tiempo, de él con sus gafas puesta y un dedo sujeto entre sus dientes.

No he hecho mención de este pequeño juego al que estamos jugando por


temor a que deje de hacerlo. Así que solamente actúo tranquilo cuando
estamos juntos y pretendo que no estamos haciendo esta mierda.

Pero todos los días, espero ansiosamente sus fotos. Son tan raras que las
guardo y pongo en favoritos para poder verlas más tarde.

Sí que las miro más tarde. Miro muy profundamente.

Estoy jodidamente confundido.

Solo he salido con mujeres y nunca pensé que me gustaría un chico. Pero
maldita sea, si eso no me está pasando con Elliot. Pensé que podríamos
pasar el rato como amigos hasta que comprendiera lo que estaba pasando
conmigo, pero mi polla ya lo sabe.

Mi polla lo desea.

Necesito algunas respuestas a estas preguntas candentes que abarrotan mi


mente, así que hago lo único sensato: me dirijo a la casa de Caleb y Whit
después del trabajo. Ni siquiera les envío un mensaje de texto para avisarles
que estoy de camino porque de todos modos nunca responden. Whit está tan
metido en el culo de Caleb, en sentido literal y figurativo, que no tienen
tiempo para nada más… como socializar con la familia.

Bueno, ahora es tiempo en familia, hijos de puta.

Estaciono mi camioneta en la calle y me apresuro hacia el gran complejo de


apartamentos. Alquilan un pequeño estudio en una especie de barrio de
mierda, pero eso es todo lo que pueden pagar. No es que se quejen. Son tan
malditamente felices, solo ellos dos en su pequeña burbuja de amor.

Yo quiero eso.

Lo quiero tanto.

Sin embargo, nadie parece elegirme a mí. Parece ser que soy desechable.

Subo corriendo los cuatro tramos de escaleras y llamo a la puerta con


fuerza. Será mejor que no estén jodiendo ahora mismo. He escuchado esa
mierda demasiadas veces; Caleb gime como una puta y no puedo
Ctrl+Alt+Borrar esos sonidos de mi cerebro.

—¡Ya abran, idiotas! —Grito, y un minuto después la puerta se abre y


Whit está allí, mirándome. Está vestido todo de negro, como de costumbre.
Pantalones negros y una camisa negra de manga larga. Incluso tiene
calcetines negros. Nunca lo he visto usar otro color. Para Halloween debería
vestirse de blanco solo para asustarnos a todos.

Whit se aclara la garganta y se coloca un mechón de oscuro cabello rebelde


detrás de la oreja mientras que su mirada se encuentra con la mía.

—Luke, pero que sorpresa —dice, inexpresivo, mientras arquea una


ceja y yo no puedo evitar preguntar…

—Whit, hombre, ¿tienes un pariente llamado Elliot? Porque ustedes


dos son inquietantemente similares.

Whit niega con la cabeza. —No, no que yo sepa. Todos mis parientes están
en Rumania.

—Bien, bien —digo y extiendo mi puño, él le da un suave golpe


mientras que Caleb dobla en la esquina y me abraza, dándome palmadas
bruscas en la espalda.

—Hey, hombre. ¿Dónde has estado? ¿Qué estás haciendo? —


Pregunta con una amplia sonrisa. Lleva vaqueros rotos, una camiseta blanca
manchada y una gorra de béisbol al revés. Miro a Whit y sonrío. Los dos no
podrían ser más diferentes, ni aunque lo intentaran.

Cuando nos alejamos, Whit coloca una mano alrededor de la cintura de


Caleb, y Caleb simplemente se hunde de nuevo contra él.

Estos dos se pasan con los toques; eso me pone un poco celoso.

Quiero que alguien se pase con los toques conmigo, que este tocándome
todo el tiempo.
—No mucho, amigo. Solo vine a pasar el rato.

Caleb me pega en el brazo. —Genial. ¿Quieres una cerveza?

—Demonios sí. Quiero todas las cervezas.

Caleb se aleja de Whit, camina hacia el refrigerador, destapa una botella y


me la entrega.

—Estaba a punto de hacer la cena, ¿te quedarás? —Whit pregunta y


se mueve hacia Caleb, presionando una mano en su cuello.

¿Si ven? ¿Qué les dije? Se pasan con los toques. Todo el maldito tiempo.

—Si hombre. Podría comer todo el tiempo —Digo.

—Será mejor que hagas el doble de la receta, bebé —Dice Caleb,


agarrando una cerveza para sí mismo y señalando el pequeño y gastado
sofá.

Nos hundimos en el sofá mientras que Whit se mueve en la pequeña cocina.

Caleb toma un trago de cerveza y luego inclina la botella hacia mí. —


Entonces, ¿qué es lo que pasa, hombre? ¿Por qué estás pasando el rato con
nosotros un viernes por la noche?

—¿No puedo relajarme con mi primo favorita?

—Me imaginé que tendrías planes. Ya sabes, yendo por ahí causando
el caos. No te esperaba aquí con nosotros.

—Bueno, mamá quería que fuera a casa y la visitara, pero tengo otros
planes este fin de semana.

—¿Ah, sí? ¿Con quién?

Tomo un largo trago de mi cerveza. —Con Elliot.


Las cejas de Caleb se elevan. —¿Y ese quién es?

—Un amigo.

Caleb ladea la cabeza y se pasa una mano por el pecho. —¿Un amigo
nuevo?

—Yup.

Maldita sea, la forma en que me está inspeccionando me pone nervioso


como si tuviera seis años otra vez y papá me acabara de preguntar a dónde
fueron a parar todos los fósforos.

—¿Por qué te mueves así? ¿No te limpiaste lo suficientemente bien?

Estrecho mis ojos hacia él. —Nah, hombre. Me limpio muy bien. Mi trasero
está absolutamente limpio. Me estoy poniendo nervioso por la forma en que
me estás mirando y esa mierda.

Él arquea una ceja, yo miro hacia la cocina y veo a Whit meticulosamente


midiendo los ingredientes. Es como si estuviera en un laboratorio de
química o algo así. Siento que muy pronto hará aparecer unos lentes
protectores.

Me inclino un poco hacia adelante y digo: —Bien. Lo diré, ¿por qué no?
Creo que a mi polla le gusta un tipo.

Las cejas de Caleb se levantan y se congela. —¿De verdad?

—Sí, hombre. Y no sé qué hacer.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que nunca me había gustado un chico antes. Bueno,


Elliot es trans. Quiero decir, ni siquiera estoy seguro de lo que tiene... ahí
abajo. ¿Pero acaso eso importa? Definitivamente es un hombre, y mi pene
lo desea. ¿Qué se supone que debo hacer?
Tomo otro largo trago de mi cerveza, mi mente se siente toda jodida en este
momento.

—No tengo ni idea. De ser yo, le preguntaría a él al respecto. Sólo sé


sincero con él.

Me inclino hacia adelante y digo en voz baja: —Pero, primo, escucha. Me


pongo todo duro al pensar en él. Me envía estas fotos con las que totalmente
podría masturbarme…

—Whoa —dice Caleb y luego se ríe un poco—. TMI15, hombre.

—Mierda —me quejo y luego apoyo mi cabeza contra el respaldo del


sofá. Un gemido de frustración sale de mi boca y Whit se mueve hacia
nosotros. Lleva un delantal y guantes de plástico.

Este tipo de verdad tiene problemas.

—¿Está todo bien?

—Sí, bebé. A Luke le gusta un chico, y está todo confundido.

—Ah —Whit dice y yo miro fijamente al prometido de mi primo.

—¿Qué quieres decir con ese “ah”, Whit? ¿Te importaría iluminarme
con ese gran cerebro tuyo?

—Solo quise decir “Ah”, como, eso es muy interesante. Nada más.

Bufó. —Sí, seguro. Lo que sea. ¿Entonces qué debo hacer? Dígame que
hacer. Necesito un poco de orientación.

—Creo que deberías hacer lo que te parezca correcto, Luke —dice


Caleb—. Tu pene nunca se equivoca.

—Muy cierto. Entonces, ¿debería dejar que me folle si le gusto? ¿O


me lo follo? ¿Cómo funciona eso?
Miro a Whit y levanto mi barbilla hacia él. —¿Sabes algo sobre hombres
trans que son gays?

Whit niega con la cabeza. —Todos somos diferentes. Tendrías que


preguntarle a él.

—No, hombre. Todavía no estamos allí. No sé qué es lo que quiere. Y,


sobre todo, no creo que le guste. Sin embargo, me deja acurrucarme con él,
así que no sé.

—¿Quién no te amaría? —Responde Caleb, luego agarra la parte de


atrás de mi cuello y me tira hacia él. Luchamos en el sofá durante unos
minutos y, cuando miramos hacia arriba, Whit se ha ido de vuelta en la
cocina, y está limpiando las encimeras con toallitas de Clorox.

—Le preguntaré —Digo.

—Hazlo —Dice Caleb—. Solo pon las opciones sobre la mesa. Algo
cómo, “¿Te gusto? Selecciona Sí o No”,

Saco mi teléfono, me muerdo los labios y luego escribo.

Yo: ¿Alguna vez podría gustarte un chico como yo?

Zapateo con mi pie y segundos después su respuesta aparece en mi pantalla.

Doc: ¿Qué tipo de pregunta es esa?

Caleb mira por encima de mi hombro y me da un codazo. —Solo dile que


tienes curiosidad.

Yo: Tengo curiosidad.

Doc: Eso no es asunto tuyo.

Miro a Caleb y se pasa una mano por la boca. —Dile que estás interesado.
—No, no puedo hacer eso. Lo asustará. Ya está tratando de deshacerse
de mí, no quiero darle una razón para que me eche a patadas.

Yo: ¿Tienes un tipo?

Doc: Lo tengo.

Mi teléfono suena de nuevo y frunzo el ceño.

Doc: ¿En dónde estás?

Yo: Te lo diré cuando me digas lo que quiero saber.

Casi puedo oírlo suspirar y mis dedos vuelan por la pantalla.

Yo: Vamos. Dime. ¿Cuál es tu tipo?

Doc: ¿En dónde estás?

Miro mi teléfono y luego lo empujo entre mis muslos.

—No me va a responder. Es súper esquivo. Como una pequeña


anguila resbaladiza.

Caleb se rasca el estómago, sumido en sus pensamientos.

Inclino mi cabeza hacia atrás. —Probablemente no quiere herir mis


sentimientos. Tiene que ser eso.

—¿Crees que no le gustas? —Dice Caleb—. Porque eres jodidamente


increíble. Entonces, si no le gustas es porque debe tener un gusto terrible.

—Meh, no lo sé, pero Eli es… —Muerdo el interior de mi mejilla y


miro al techo—. Es diferente. Es difícil llegar a conocerlo, es todo cerrado y
callado.

—¿Y qué? ¿Cuándo te has detenido por algo así? Solo sigue
quedándote con él, y algún día se enamorará de ti.
—¿Sí?

—Joder, sí —dice Caleb—. Funcionó con Whit, y mírame ahora —


Levanta la mano y muestra el anillo en su dedo, yo le doy un golpe en el
hombro, y luego los dos estamos luchando de nuevo, golpeamos la mesa de
café y volcaos una pila de libros.

—Caleb —dice Whit desde la cocina con sus dedos tamborileando


sobre la encimera.

—Lo siento, bebé —Caleb dice y se levanta, yo lo ayudo a arreglar el


desastre que hemos causado. Luego se acerca a Whit, lo toma entre sus
brazos y presiona un prolongado beso en su boca.

—Manténganlo en sus pantalones, chicos —gruño, sintiendo que me


duele el pecho—. Están poniéndome celoso.

Caleb se aleja de Whit de mala gana y luego toma otra cerveza.

—Lo siento, no puedo evitarlo —dice Caleb—. Oye, ¿qué tal si


jugamos un juego antes de comer? Apuesto a que puedo patearte el trasero.

—Hecho —Respondo.

Muchas horas después, me despierto con el sonido de gemidos de fondo.


Miro mi teléfono. Maldita sea, me quedé dormido hasta tarde. Pero que
mierda, ¿estos dos no pueden controlarse mientras tienen invitados en casa?
Que groseros.

Me levanto del sofá y tomo mis llaves de la encimera. No me voy a


quedarme a escuchar el crescendo.

Nope. No necesito escuchar eso.


—Anoche no apareciste por aquí, tampoco respondiste a mis
mensajes de texto —Elliot murmura, frunciendo el ceño mientras me cuelo
dentro de su casa—. No es que me importara dónde estabas o qué estabas
haciendo. Tuve una noche encantadora. En solitario —dice a mi espalda.

—Aw, me extrañaste, joder. Sabía que lo harías. Y para que lo sepas,


me quedé dormido en casa de Caleb.

—¿Quién es Caleb? —Pregunta, frunciendo el ceño aún más. No me


había imaginado que algo así fuera posible, pero aparentemente, él es capaz
de torcer las leyes de la física con su cara gruñona.

—Mi primo. No te preocupes, Eli. Sigues siendo mi mejor amigo.

Frunce los labios. —¿Tienes casa, Luke? ¿O no tienes un hogar?

—No, Eli. Sí tengo una casa, es solo que hago surfing de sofás
durante mi semana laboral. Me ahorra un montón de dinero en gasolina y
no tengo que viajar durante horas.

No parece creerme, pero como sea. Tengo cosas más importantes en mente,
como nuestros planes para hoy.

—Oye, pensé que podríamos pasar el rato con mi hermano el día de


hoy.

—Preferiría que no.

Le doy un ligero codazo y él resopla. —De acuerdo. Pero solo porque estás
insistiendo demasiado, y realmente me dejas de atado de manos.

Bufó una carcajada. —Genial, hombre. Deja que me duche y me cambie.

Elliot se está sirviendo una taza de café cuando vuelvo a salir. Sus ojos se
deslizan a través de mí, y yo muevo mis labios. Sí, tal vez yo no sea su tipo,
pero no puede parar de mirarme.

Te veo, Eli. Definitivamente te veo.


—¿Podemos tomar un café de camino? —Pregunto porque este tipo
ni siquiera tiene crema. O chispas. O algo siquiera divertido en toda esta
maldita casa.

Aunque lo escuché tocar el piano hace dos noches. Pensó que estaba
dormido, pero pude escucharlo y eso me puso irracionalmente caliente.

Quiero que toque para mí algún día.

También quiero que me presione contra esas teclas mientras me chupa la


polla.

Sí, mi imaginación ha evolucionado durante la última semana y se ha


torcido por completo desde anoche. Ya acepté mi atracción y me niego a
volver atrás.

Me gusta Elliot.

—Bien —Dice, tapa su taza de café portátil y hace un gesto hacia el


garaje—. Vamos.

Después de parar en la cafetería, nos dirigimos a la casa de mi hermano


Sem al otro lado de la ciudad. Elliot tiene suave música clásica que suena
por los parlantes del auto, y sus dedos marcan un ritmo sobre el volante.
Afuera está frío y gris, y por un momento me pregunto si va a llover.

—¿Saben que estamos yendo? —Elliot pregunta mientras gimo


alrededor de un trago de crema batida y moka blanco.

—Nah, es mejor tomarlos por sorpresa.

Él me mira. —Resulta extraño lo similar que eres a mis hermanas. Ellas


también se aparecen al azar.

—¿Sabes? Creo que estábamos destinados, Eli. Tú y yo. Dios nos


hizo el uno para el otro —Hago un gesto hacia una calle lateral—. Gira a la
derecha por ahí, por donde está ese auto rojo.
Elliot sigue mis instrucciones y, un minuto después, nos detenemos frente a
la casa rodante de Sem en el parque de casas rodantes en el que reside
actualmente. Mi hermanito dijo que se había mudado aquí hace un tiempo
para estar más cerca del trabajo, pero el hijo de puta había estado tratando
de engañarnos a todos. Todos sabíamos que era para que pudiera estar más
cerca de Magnus. Estuvo un poco obsesionado. Demonios, todavía está
obsesionado.

—Deberían estar en casa —digo mientras abro la puerta del Tesla y


salgo. Mis pies crujen bajo la grava mientras camino alrededor del auto.

—¿Tu hermano vive aquí? —Elliot pregunta, mirando a su alrededor,


y yo lo miro.

—No seas un imbécil crítico, Eli. No todo el mundo vive en casas


lujosas.

Sus mejillas se vuelven rosadas y tartamudea por primera vez desde que lo
conozco. —Yo no… no estaba… no quise decir…

No puedo soportarlo, se ve tan nervioso y avergonzado, así que solo me


muevo hacia él y tiro de su cuerpo hacia mi costado.

—No te preocupes, doc.

Me mira. —No quise sonar crítico.

—Lo sé. No puedes evitarlo. Vamos a tocar.

Un segundo después, estoy golpeando la puerta, gritando para que alguien


responda. Escucho pasos moviéndose a través del RV, y un momento
después, la puerta se abre. Magnus está parado frente a mí, haciendo rodar
sus ojos. Lleva unos vaqueros apretados y ajustados, y una camiseta rosa
pálido. Sus uñas están pintadas de un rojo brillante y… ¿eso es delineador
de ojos?

—Oh, Luke. ¿Cómo fue que supuse que serías tú?


Resoplo y le pellizco la cadera. —¿En dónde está mi hermano, pequeñuelo?

Magnus me ignora, mira por encima de mi hombro y luego levanta las


cejas. —Oh, ¿quién es este, Luke? Has estado misteriosamente ausente
últimamente. ¿Es esta la razón?

—Sí. Es mi BFF —digo.

—¿Es así? Porque Caleb me llamó anoche y… —Magnus comienza y


yo lo interrumpo.

—Maldita sea con Caleb. Menudo chismoso de mierda. No puede


guardar un secreto para salvar su vida.

Magnus baja las escaleras de un salto y pasa junto a mí, tendiéndole la


mano a Elliot. —Hola, guapo. He oído todo sobre ti. Soy Magnus, el
cuñado de Luke.

Elliot me mira antes de regresar su mirada a Magnus. Asiente y extiende su


mano. —Soy Elliot.

Sem aparece de repente, observando a Magnus quién agita vigorosamente la


mano de Elliot, luego los ojos azules de mi hermano se giran para
encontrarse con los míos.

—Hola, hermano. ¿Qué haces aquí? —Sem me pregunta mientras


ambos nos movemos para pararnos cerca de donde Elliot y Magnus están
charlando.

Antes de que pueda responder, Magnus interviene. —Mira, Sem. Luke trajo
a un amigo —La forma en que dice esa palabra me hace resoplar y hace que
Elliot arquee una ceja.

Sem mira a Elliot y Elliot mira a Sem y luego mi hermano se vuelve hacia
mí y sonríe: —Hace eso mismo con las cejas, al igual que Whit.

—Joder, ya lo sé.
—¿Quién es Whit? —pregunta Elliot—. Ya lo mencionaste antes.

—Es el prometido de mi primo. Lo conocerás algún día —le digo a


Elliot y luego me dirijo hacia Sem y Magnus—. Bueno, ¿Qué van a hacer
ustedes dos? ¿Salimos o qué?

Magnus se acerca a Sem y se acomoda a su lado. —La verdad es que nos


íbamos.

—La verdad es que íbamos de salida. Nos reuniremos con August y


Emery para comer algo y luego un poco de Laser Tag16.

—Joder —digo y luego sonrío ampliamente—. ¿Por qué es que nunca


me enteré de esto? Elliot y yo amamos el Laser Tag.

—Puede que tú lo hagas, pero yo no —Murmura Eli.

No escucho sus protestas, solo empujo suavemente a Elliot hasta que


suspira y acepta ir conmigo. Finge que lo estoy obligando, pero veo ese
brillo de emoción en sus ojos. Probablemente nunca haya jugado laser tag
en toda su vida. Probablemente bufa y se burla de ello, pero en secreto, muy
en el fondo, quiere untarse la cara de pintura y aullarle a la luna.

—Nunca jugaste un juego en tu vida, ¿eh? ¿Esta será la primera vez?


—Le pregunto mientras subimos a su auto.

Él solo me mira. —Claro que juego.

Bufó, me abrocho el cinturón y luego extiendo la mano y tiro del lóbulo de


su oreja. Y el hijo de puta se presiona contra mí, lo suficiente como para
que me dé cuenta, así que muevo mi mano y ahueco la parte posterior de su
cuello.

—Te va a encantar, Eli. La laser tag es divertido.

—Creo que encantar es una palabra muy fuerte.


Me inclino hacia él y le digo suavemente al oído: —Solo dale una
oportunidad, ¿sí? ¿Por mí?

Elliot se estremece, es algo leve, pero me doy cuenta. Mordiéndose el labio


inferior, asiente con la cabeza. —Bien. Por ti.

Y, maldita sea, si eso no me ilumina por dentro, porque Elliot no parece ser
del tipo que se rinde con facilidad. No con cualquier persona.

No, parece severo y obstinado. Dios, quiero verlo aflojarse para mí, que se
doblegue un poco.

Mi mente se está desviando por un camino muy sexy cuando mi estómago


ruge con fuerza rápidamente lo froto. —Mierda, tengo hambre.

—Bueno, entonces es una gran idea que vayamos a comer primero;


no quisiera que te desmayaras del hambre —Elliot responde y yo me rio
suavemente.

Aprieto su cuello de nuevo, y él vuelve a presionarse contra mi palma. Así


que la mantengo allí, masajeando sus músculos tensos hasta que llegamos al
pequeño restaurante en las afueras de la ciudad. Lo que realmente me hace
sonreír es que él ni siquiera se enfurece por lo cerca que estoy. Por lo
general se porta todo espinoso, pero se está encariñando conmigo.

—¿Listo? —Le pregunto en cuanto aparca el auto.

Mira el restaurante y le aprieto el hombro. —Yo como aquí todo el tiempo.


Es totalmente higiénico.

—No tiene nada que ver con eso. Es solo que… —Resopla—. Estoy
nervioso.

Mis ojos se abren de par en par porque… ¿Elliot acaba de abrirse?


¿conmigo?

Me muevo en mi asiento, para poder enfrentarlo. —¿Estás nervioso?


—Olvida lo que dije —Dice Elliot y yo me aferro a él con más fuerza,
obligándolo a quedarse justo en donde está.

—¿Por qué estás nervioso, Eli?

—No me llevo bien con... la gente.

—Eres médico. Estás con gente todo el día. Y todos parecen quererte.

—Sí, pero eso es diferente. Hay un desequilibrio de poder en ese tipo


de interacciones. Sé lo que se espera de mí y sé que soy bueno en eso. Aquí,
solo soy Elliot.

—Eli…

—Hay una buena posibilidad de que no les agrade. Diré algo


incorrecto o les pareceré grosero. No tengo amigos por una razón.

—Nah —digo e inclino su barbilla hacia mí—. Les agradarás.


Demonios, a mí me agradas, y eres una perra gruñona que me atropelló con
su coche.

Resopla una risa, pero su expresión decae de nuevo. Se ve tan inseguro


mordiéndose el labio, que una parte de mí quiere inclinarse hacia adelante y
chupárselos, simplemente para sacar esa inseguridad de él con mi boca. Si
supiera que lo ayudaría, lo haría. Pero no hago eso, porque eso no es lo que
hay entre nosotros. Todavía no, al menos.

—Te prometo, que todos esos tipos de ahí afuera te van a adorar.

—Yo solo… no importa. No debería haberte dicho nada. ¿Puedes


simplemente olvidarlo?

Abre la puerta, sale del auto y yo salgo corriendo detrás de él.

—No estoy seguro de poder olvidar eso, Eli. De hecho, te abriste


conmigo. Voy a recordarlo toda la vida.
—Fue un momento de locura. Ahora estoy bien. No va a volver a
suceder —murmura y luego observa a una camioneta negra en la distancia
donde Sem y Magnus se ciernen.

Mi hermano y Magnus nos observan mientras nos acercamos, y luego


Magnus se gira para hablar con su mejor amigo, August, que está sentado
en el asiento del conductor de la camioneta con un tipo tatuado a horcajadas
sobre su regazo.

Huh. He salido con August un par de veces antes cuando me quedé en casa
de Sem y Magnus. Pensaba que el tipo era hetero. Supongo que estaba
equivocado. Aparentemente, me he equivocado acerca de mucha gente
aparentemente heterosexual. Mi polla me está dedicando una sonrisa de
acuerdo en estos momentos.

—Entonces, muchachos —comienza Magnus con una amplia sonrisa


—. Luke se apareció justo cuando salíamos. Por lo tanto, está ya no será
una cita doble. Es denominada por la presente como una cita tripe.

—Esto no es una cita —Elliot se queja con nadie en particular. Yo


lanzo mi brazo a su alrededor y aprieto su duro cuerpo contra el mío.

—A la mierda, ¿de qué hablas, Eli? No vuelvas esto todo raro.

—Probablemente soy la persona menos rara aquí —dice Eli, y lo


acerco más a mí. Maldita sea, me gusta que esté cerca de mi cuerpo.
Además, huele bien. Me inclino y olfateo un poco.

Joder, sí. Realmente huele delicioso.

Cuando me doy la vuelta, Magnus está poniendo los ojos en blanco.

—No estoy de acuerdo con eso —dice Magnus en voz alta—. Pienso
que yo soy muy normal.

Eso me hace reír porque conozco todas las cosas raras que él y Sem
estuvieron haciendo hace un tiempo. Sé demasiado, en realidad. La familia
van Beek es unida, un poco demasiado unida a veces. Sem parloteaba una y
otra vez sobre el sexo pervertido entre ellos, con grandes detalles
exagerados. Otra razón más por la que mi cerebro necesita un baño con
lejía.

—Oh, jódete, pequeño. Estás más loco que un sándwich de sopa —


digo, estirando la mano y tomo a Magnus directamente entre mis brazos.

Mi hermano gruñe en voz alta y agarra a su esposo, acunándolo contra su


pecho.

—No lo toques, Luke —murmura Sem—. ¿Estás tratando de morir?

Sonrío y Elliot se pellizca el puente de la nariz. No, finge que está molesto,
pero veo cómo sus labios tiemblan, tratando de controlar la sonrisa.

De repente, la puerta de la camioneta se abre y el tipo tatuado sale dando


tumbos. Tropieza en el suelo y luego se sacude los pantalones y se endereza
la camisa. Una sonrisa se dibuja en su rostro y me mira a los ojos.

—Hola, soy Emery. No los he conocido a ustedes dos —Mueve su


mano entre Elliot y yo, y mientras yo sonrío, Elliot solo lo observa
fijamente. Probablemente nunca antes había visto tantos tatuajes.

—Soy Luke, el hermano mayor de Sem. Y este es Elliot, mi mejor


amigo —digo.

—Usa esa palabra demasiado a la ligera —Elliot me interrumpe—.


Este hombre invadió mi espacio un día y ya no puedo deshacerme de él.

Imbécil. Está bromeando, pero nadie lo entiende a excepción de mí.

Extiendo la mano y acaricio la cabeza de Elliot para irritarlo aún más. —


No, él me ama en secreto. Me mantiene alrededor para presumir. Le gustan
mis músculos. Él mismo me lo dijo.
Elliot suspira y mira al cielo murmurando algo por lo bajo, pero no hace
ningún movimiento para alejarse de mi lado. En cambio, se inclina
sutilmente hacia mí.

El muy idiota piensa que no me doy cuenta, pero sí que lo hago. Noto cada
cosa cuando se trata de él.

— Está bien, esto es jodidamente incómodo, pero, de nuevo, con esta


familia, ¿por qué me sorprende? —Magnus murmura y luego anuncia—.
Muy bien, todos, escuchen. Por conveniencia, este es August, mi mejor
amigo —señala al chico de cabello rubio dorado y cuerpo musculoso—. Y
el día de hoy, August y Emery se han convertido oficialmente en novios.

Emery enlaza su brazo con August y salta un poco en su sitio. —Pues, sí, lo
hicimos. Y también somos hermanastros. Es todo muy escandaloso. Pero sí,
él es jodidamente mío por completo. Y es fabuloso en el sexo. Es decir, tan
solo mírenlo. Mr. Rogers, ¿quién lo habría imaginado? Es alucinante.

August se sonroja cuando Emery choca el puño con Sem y luego conmigo.
Porque claro que las felicitaciones nunca estaban de más, sobre todo a la
hora de conseguir “algo”17.

Cosa que yo no he estado consiguiendo.

Estoy en un ayuno sexual, y mi pene está tomando nota. Me duele de una


manera no divertida. El otro día, me corrí en mis pantalones cuando tomé
una siesta en mi camioneta. Me desperté sintiéndome como si tuviera doce
años otra vez.

Me he acostumbrado a llevar un cambio de ropa interior conmigo cuando


salgo de casa, porque todo el tiempo estoy soñando con Eli. Probablemente
debería dejar de mirar todas esas malditas fotos sexys que me ha estado
enviando.

Ni siquiera son explícitas, pero me imagino que lo son. En esa que está
mordiéndose un dedo, me imagino que es mi polla. Y que, en lugar de
morder duro, es solo un pequeño mordido. En realidad, cualquier lugar que
sea cercano a sus labios y lengua sería bueno. No soy exigente.

Había una foto en la que tenía la mano en el botón de sus pantalones, con
sus ojos serios y una mandíbula firme, y se veía tan malditamente
autoritario. Me lo imaginé doblándome mientras me daba un maldito
regaño.

Si alguna vez llegaba a enviarme una foto real en que estuviera desnudo,
probablemente me vendría justo en ese mismo instante, corriéndome sobre
la pantalla de mi teléfono.

Me muevo sobre mis pies y arrastro más a Elliot contra mí. No tiene idea de
lo que me hace.

—Siempre son los callados, ¿eh? —Murmuro y sonrío.

—Oh, sí, totalmente. Es como el mejor tipo de sorpresa —dice Emery


con una sonrisa alegre, obviamente refiriéndose a su nuevo novio.

Magnus interrumpe nuestra conversación mientras se aclara la garganta. —


Ya está bien, suficiente. Entremos y consigamos algo de comer porque
tenemos una reserva para el Laser Tag a las dos, y Luke se demora una vida
comiendo. La cocina necesita tiempo para terminar su orden.

—Así es. Soy un niño en crecimiento —digo y empujo a Elliot


escaleras arriba. Pretende resistirse, pero aun así camina directamente hacia
el restaurante conmigo, sin hacer ningún alboroto.

—Estás tratando de ocultarlo, pero sé que te lo estás pasando en


bomba —le digo al oído.

—No lo hago —Se queja mientras se desliza en una de las cabinas, y


yo me muevo a su lado y le entrego el menú. Él lo mira fijamente mientras
que los demás se amontonan a nuestro alrededor.
Cuando todos estamos ordenando, Emery me pregunta si tengo algún
tatuaje. Le digo que sí, justo en la parte posterior de mi muslo.

—Es una sirena —digo—. Una jodidamente grande. Es todo colorido


e intrincado.

Emery se mueve en su asiento, luciendo como un cachorrito excitable, y


rápidamente decido que me agrada. Un poco también quisiera darle un
toquecito en la nariz.

Puedo sentir a Elliot mirándome. Él no sabía sobre mi tatuaje porque no ha


visto la parte posterior de mi muslo.

Todavía.

Pero puedo decir que está intrigado.

Me inclino hacia él y le susurro al oído: —Te lo puedo mostrar si eso


quieres. Me bajaré los pantalones y me inclinaré para que puedas
arrodillarte y examinarlo, Doc.

Se aclara la garganta y no me pierdo la forma en que su rostro se pone rojo.


—No, gracias —murmura mientras traen nuestra comida.

—Avísame si cambias de opinión —digo y muevo las cejas hacia él.


Porque me gustaría mucho que estuviera detrás de mí, de cualquier manera,
o forma. Preferiblemente desnudo.

Que hiciera cosas con su lengua y manos.

Lo he aceptado completamente.

No hay vuelta atrás.

Como dijo Caleb, mi pene nunca se equivoca.

Elliot ignora mi mirada y simplemente mordisquea su comida como un


pajarito. Observo a August y Emery y el cómo August alimenta a su chico.
Desliza una papa frita directamente en la boca de Emery, y por un
momento, siento envidia.

Me giro hacia Elliot y abro la boca de par en par.

Elliot bufa. —No voy a alimentarte. No eres mi novio.

Sonrío y luego muerdo un trozo de la parte de abajo de su sándwich. Porque


no necesita recordarme que no le gusto. Ya lo sé.

Mira la gran marca de mordedura en su comida y suspira suavemente: —He


cometido errores en mi vida que me han llevado a este punto.

Me rio. —No, hombre. Soy lo mejor que te ha pasado. Me dijiste eso una
noche mientras dormías.

Elliot parecía a punto de morirse. Hace un sonido ligeramente estrangulado


en su garganta cuando Magnus se mueve repentinamente hacia nosotros en
su asiento.

—Lo siento, pero ¿ustedes dos duermen juntos? —Magnus pregunta.

—Absolutamente no —Elliot responde con un todo entrecortado, su


voz sonando finalmente sin aliento.

Me rio y paso mi brazo por la parte trasera del asiento.

—Solo está siendo tímido. Duermo en su cama la mayoría de las


noches. Es jodidamente cómodo. Tiene este elegante colchón que se siente
como dormir en una nube. Dijo que le costó unos diez de los grandes. Es
tipo de Sr. Moneybacks18, y también es médico.

Elliot me mira, completamente perplejo, y yo jugueteo un poco con el


lóbulo de su oreja. A pesar de la consternación en su rostro, se inclina hacia
mi toque haciéndome sonreír.
Entonces, mi atención se centra en Emery, quien de repente nos ofrece un
puñado de paletas.

—Traje esto para ustedes —Anuncia con una sonrisa.

Elliot niega con la cabeza cuando se las ofrece, porque, por supuesto que lo
hace, así que yo agarro dos. No quiero ser grosero. Además, me encantan
los dulces. Las desenvuelvo y meto ambas paletas de forma simultánea en
mi boca; porque soy un adulto, y lo único bueno de ser adulto es poder
hacer lo que quieres, ¿verdad?

—Joder, sí. Estas son buenas —Gimo, mis palabras salen


amortiguadas.

Magnus pone los ojos en blanco y toma una de las paletas. —Guardaré esto
para más tarde entonces. Aparentemente, Luke puede necesitarlo. Está
teniendo un mini orgasmo justo allí.

Sigo chupándolos y, por el rabillo del ojo, puedo ver a Elliot observándome
de… cierta forma. Solo espero que no sea repugnancia. Pero no voy a
cambiar por él. O me acepta o me deja.

Quiero decir, espero que me acepte. Realmente, realmente quiero que me


acepte. Que me elija.

Magnus sale rápidamente de la cabina y aplaude para llamar nuestra


atención.

—Está bien, escuchen. Tenemos que irnos como, ya mismo.


Tardaremos unos quince minutos en llegar al Laser Tag, y tenemos que
registrarnos... Luke, no hagas eso con tu paleta. No es sanitario.

Observo al esposo de mi hermano mientras Elliot continúa observándome a


mí.

—Supongo que no podré huir de esto —Elliot pregunta en voz baja.


—Joder, no. Estás atrapado conmigo todo el maldito día.

—Bien, pero que mis hermanas no se enteren de esto —Responde y


yo sonrío.

—Demasiado tarde —digo, y Elliot gime.

Joder, la etiqueta el laser tag es divertido.

No puedo dejar de aullar. Me siento como un hijo de puta rudo en este


momento porque estamos aniquilando al otro equipo. Nos encontramos en
una batalla a muerte, y estoy ganando.

Somos Sem, Emery y yo contra Elliot, Magnus y August. Y maldita sea, me


alegro de que lo hayamos hecho de esa manera. Mis compañeros de equipo
los están aplastando hasta convertirlos en polvo. No estamos jugando.

Bueno, más bien yo no estoy jugando. No estoy tomando prisioneros. Sem


sigue mirando a Magnus con lo que parece preocupación y lujuria a partes
iguales. Emery está sin camisa y rebota sobre sus pies como si fuera un
saltador.

Pero, aun así, no hay forma de que esos débiles idiotas nos ganen. De
ninguna manera. Tenemos solo unos minutos más antes de que se acabe
nuestro tiempo, y estamos tan adelantados que sé que saldremos
victoriosos.

Estoy detrás de un fardo de heno, y otro aullido brota de mí. No puedo


contenerlo. Ahora mismo soy parte hombre lobo.

Miro sobre mi hombro y veo la cara pintada de Sem asomándose detrás de


un árbol, mientras que Emery se esconde detrás de un neumático gigante.
Van a hacer algún tipo de ataque furtivo. Simplemente lo sé.
Estoy tan distraído planeando mi próximo movimiento que no siento una
presencia moviéndose detrás de mí.

—¿Qué demonios estás haciendo? —pregunta Elliot con dureza.


Cierro la boca con fuerza a la mitad de un aullido y trato de girarme, pero
sus manos están repentinamente en mis caderas y su cuerpo está
presionándose contra mi espalda mientras me sujeta firmemente.

Oh, mierda. Eso me gusta demasiado. Y a mí polla hambrienta también le


gusta.

Me estoy poniendo duro y húmedo.

—¿Por qué estás aullando como un animal? —pregunta, y esa voz


baja en mi oído hace que mi piel se erice y mi imaginación se dispare.
Ahora mismo está volando en el espacio exterior.

—Respondeme —gruñe Elliot y se presiona con más fuerza contra mi


espalda, sus dedos se clavándose en mis costados.

—Uh —digo, y ni siquiera puedo formar palabras. Mi cerebro ha


perdido toda capacidad de funcionamiento. Maldición, ¿es raro desear que
me pruebe analmente ahora mismo?

—¿Decías? —Elliot arrastra las palabras. Entonces su aliento golpea


el lóbulo de mi oreja, y me sonrojo, estoy sudando con mi arma congelada y
sin fuerzas a mi lado.

—Estás revolviendo mi cerebro —me las arreglo para murmurar.


Elliot se ríe sombríamente y mi pene se retuerce dolorosamente detrás de la
cremallera.

Maldita sea. ¿Quién se habría imaginado que me gustaría tanto esta mierda
de la dominación?

Probablemente, él podría decirme que hiciera cualquier cosa en este punto,


y yo lo haría sin chistar.
Una de sus manos baja lentamente hasta el bulto de mis pantalones y luego
lo aprieta.

Me está apretando la polla, y yo me desplomo en la paca de heno. Me


sorprende que no se caiga por culpa de mi peso.

—Elliot —gimo, mi arma cae al suelo con un fuerte ruido.

—Estás actuando como un animal —Eliot se queja—. Tal vez debería


hacer que te arrodilles y supliques.

Ahora estoy jadeando, al igual que un perro.

No estaba tan equivocado, sí suplicaría por él.

Flexiona los dedos una vez más, y literalmente siento dolor. Mi polla está
lista para explotar. Ha pasado tanto tiempo. Demasiado. Entonces, hago lo
único sensato.

Me empujo en su mano una vez y me corro en mis malditos pantalones.

Autocontrol, ¿quién lo necesita? Yo no.

Me estremezco por mi liberación y luego respiro profundamente por la


nariz. Y a medida que la neblina desaparece, me siento como una mierda.
Mis calzoncillos están incómodamente húmedos, y Elliot se ha alejado de
mí mientras se frota la sien en mi periferia. Se ve bastante engreído y un
poco molesto.

—¡Ganamos! —Escucho a través del rugido en mis oídos.

¿Hizo esta mierda para ganar? ¿Fue todo un truco?

—Vamos —murmura.

Lo miro fijamente, pero aun así lo sigo desde detrás del heno como si fuera
un niño desobediente. También estoy un poco enojado. El idiota está
jugando conmigo.
—Hey, hombre, ¿estás bien? —Suelta Emery, abro la boca y luego la
cierro. Luego la abro de nuevo y hago un gesto a mi derecha, en donde
Elliot está parado pellizcándose el puente de la nariz.

—Él acaba… de masturbarme detrás de una paca de heno.

Todos se giran para mirar a Elliot.

—No. Accidentalmente toqué tu pene. No hubo movimientos de


muñeca.

Abro la boca, mirándolo. —Estiraste la mano y me lo agarraste, Eli.


Admítelo.

—Como dije, fue un accidente, Luke.

—Nah, lo hiciste a propósito. Para que pudieran ganar. Maldito


astuto.

Ahora estoy un poco orgulloso y enojado. Y avergonzado. Odio estar


avergonzado. Rara vez me pasa, pero cuando sucede, me saca de quicio.

—Para que lo sepas, lo disfruté tanto como recibir un enema. Así que
no, no fue a propósito. Te moviste y mi mano se resbaló.

Maldita sea, eso me duele un poco, aunque es obvio para mí que está
mintiendo. Sin embargo, no hay nada que pueda hacer al respecto. Miro
hacia abajo a mi entrepierna y suspiro. Se está mojando. Mi semen se filtra
a través de mis jeans.

—Tienes que estar bromeando. Apenas te toqué —Elliot se queja y


luego espeta—. Luke van Beek, ve a limpiarte. Ahora mismo.

Mis ojos se disparan para encontrarse con los de Elliot.

—¿Me estás ordenando, Eli?

—Lo hago. Ahora ve.


Mierda. Una parte de mí quiere rebelarse, pero no puedo obligarme a
hacerlo. Me provoca cierto cosa que no puedo explicar, y eso me excita. Me
dirijo hacia los baños, frotándome la nuca mientras repaso lo que acaba de
pasar. Mientras lo revivo, estoy confundido, irritado y nuevamente caliente.

Dentro del baño, hago lo mejor que puedo para limpiarme, pero termino
metiendo mis calzoncillos en el basurero. No los necesito de todos modos.
Tengo un paquete de seis completamente nuevos esperándome en mi
camioneta, porque aparentemente soy un imbécil caliente que no puede
dejar de correrse en sus pantalones.

Elliot me está esperando afuera de los baños, con las piernas cruzadas a la
altura de los tobillos mientras se apoya contra el edificio y toca casualmente
su teléfono. Lo miro fijamente, pero él no me devuelve la mirada.

Bueno, pues que se joda también. No tengo nada que decirle a este asno
engañoso. Mira que usar mi polla contra mí para ganar. Incluso yo no soy
tan tramposo.

Entonces, en sin de protesta, cierro la boca con pegamento todo el camino a


casa, y Elliot está igualmente callado.

Cuando regresamos a su casa, me abro camino en el interior y me quedo en


la cocina sin saber que hacer a partir de aquí. ¿Debería irme? ¿Quedarme?
¿Decir algo? ¿No decir nada en absoluto?

Me muevo ansiosamente cuando Elliot cierra la puerta principal y luego se


apoya en ella. Nuestros ojos se encuentran a través del espacio entre
nosotros. Algo eléctrico chasquea en el aire que nos rodea, y yo trago saliva
con dureza.

Mierda.

De repente, está empujándose lejos de la puerta y acechando hacia mí, yo


doy un paso atrás hasta que choco con la pared con un golpe.

Cuando está directamente frente a mí, entrecierra los ojos.


—Creo que tuvimos un malentendido —dice, y yo trago saliva.

—¿Acerca de qué, Doc?

—La definición de un trabajo manual.

—Nah —me atraganto—. Sé lo que es esa mierda. Lo hago todo el


tiempo, incluso soy medallista de oro.

Él mira mi entrepierna, luego se estira y agarra mi cuello, apretándolo con


fuerza.

—¿Quieres que te muestre como se vería si te masturbo? —Pregunta.

Oh mierda, mi pene se está endureciendo tan rápido que estoy mareado.


Toda mi sangre fluye hacia el sur en un tiempo récord.

Trago saliva y trato de respirar.

—Porque lo que pasó antes no era yo masturbándote. Era yo jugando


contigo.

Se agacha, agarra bruscamente mi pene endurecido, empujando la palma


contra él.

Mi aliento sale en un silbido. —Oh, mierda.

Sonríe y aprieta mi cuello con más fuerza.

—Date la vuelta.

Afloja su agarre sobre mí, y no puedo pensar en hacer nada más que lo que
dice. De acuerdo, esto aclara que existe una buena probabilidad de que yo
sea el follado en esta relación… o lo que sea.

Totalmente estoy aquí para eso.

—Manos planas en la pared —ordena.


Apoyo mis manos contra la pared mientras él agarra mis caderas y patea
mis piernas.

Sus dedos se enganchan en la cinturilla de mis pantalones y tira de ellos


hacia abajo hasta que se encuentran estirados a la altura de mis muslos. Su
mano frota la piel de mi muslo izquierdo, justo donde está el tatuaje de la
sirena, antes de viajar más arriba sobre mi nalga y finalmente alcanzar mi
frente.

Ahora mi pene está casi dolorosamente duro. Bajo la cabeza para ver cómo
sus manos se deslizan por mi abdomen, y una agarra mi polla mientras que
la otra sujeta mis pelotas. Un gemido gutural escapa de mi boca.

—Uh, uh, uh —me reprende, apretando mi pene casi dolorosamente


—. No quiero oír ni un solo maldito sonido tuyo.

Santa mierda.

Me muerdo el labio inferior y dejo escapar un suspiro entrecortado. Nunca,


nunca he sido sumiso, pero maldita sea, si esto es algo que no me guste.

—Buen chico —Elliot dice a mi oído, y luego su mano dominante


comienza a bombearme lentamente. El placer se dispara a través de todo mi
cuerpo mientras veo sus dedos moverse arriba y abajo de mi gruesa y tensa
polla.

Estoy sudando. Las gotas ruedan por mis sienes y sobre mis mejillas. Elliot
está presionado contra mi espalda, su aliento me hace cosquillas en la oreja
mientras respira.

Ni siquiera le falta el aliento. Siempre está bajo control. ¿Qué se necesitaría


para que él se deshiciera como yo lo estoy haciendo ahora? Deseo tanto ver
eso.

—Mira —Dice, sus labios se mueven contra el lóbulo de mi oreja—.


Este soy yo masturbándote. ¿Sientes la diferencia?
Trago saliva y asiento con la cabeza, pero él no puede verlo porque mi
cabeza cuelga como un yunque entre mis hombros mientras observo a sus
suaves y largos dedos llevarme hasta el borde.

Resoplo, mis uñas se clavan en la pared mientras que hace rodar mis pelotas
en su otra mano. Estoy tan malditamente cerca.

—No, no lo harás —Elliot murmura y se detiene. Su pulgar e índice


pellizcan la punta de mi pene—. Te podrás correr solo cuando diga que
puedes hacerlo.

Se me escapa un gemido y cierro los ojos de golpe porque ¿quién se cree


que soy? Tengo, como, cero autocontrol. ¿Acaso no me había visto detrás
de la paca de heno? Así era mi vida, en pocas palabras.

No. Puedo. Esperar.

Como si pudiera leer mis pensamientos, dice: —Oh, sí, claro que puedes.

Luego comienza a bombearme de nuevo, más rápido esta vez. Me trago mis
gemidos porque me preocupa que me castigue aún más si dejo escapar
alguno.

¿Por qué eso hace que todo esto sea aún más caliente?

Quizás me azote. Me ate y me folle el culo.

Sí, definitivamente soy un maldito pasivo.

Ahora estoy frotándome contra su mano. Desesperado. Dolorido.


Necesitado.

—Córrete —Dice con voz áspera, y mi pene escucha su orden y no


puede evitar obedecer. Entra en una erupción casi dolorosa cuando brota
por todas partes. Alcanza mi estómago, sus manos, la pared.

Él me acaricia a través de mi orgasmo hasta que caigo pesadamente y mi


frente se presiona contra la pared, luego sus dedos me sueltan mientras da
un paso hacia atrás.

—Espero que limpies tu desorden.

Estoy seco. Ni siquiera puedo responder. Solo gruño y doy un minúsculo


asentimiento.

Sí, Elí. Me pondré manos a la obra después de que pueda moverme. Me


convertiste en gelatina. He perdido toda la coordinación.

¿Cómo sería tener sexo con este chico?

Probablemente me reduciría a cenizas.


Capítulo Cinco
Elliot
Es oficial. He tenido algún tipo de accidente cerebrovascular. Me dije a mí
mismo que no me iba a involucrar con él. Pero no solo agarré la polla de
Luke durante el Laser Tag, también lo masturbé… en mi cocina… contra la
pared.

¿Y la peor parte? Me gustó mucho.

Luke está durmiendo la siesta en mi cama después de limpiar su desorden, y


yo simplemente me muevo de un lado a otro, no quiero meterme en la cama
con él porque entonces podría frotarme contra su cuerpo. Debería haberlo
echado de mi casa justo después de que vino, pero se veía tan aturdido y
cansado.

Así que lo dejé acostarse un rato y ahora está dormido. Justo como sabía
que pasaría. Este hombre no puede permanecer despierto para salvar su
vida.

Resoplo de frustración.

Maldito sea por ser tan maravillosamente sumiso. Nunca adivinarías con
solo mirar a este hombre tan corpulento, que estaría dispuesto a ceder el
control y disfrutar con ello. Le había encantado que yo le dijera que hacer.

Camino y presiono mi mano contra mi ingle. Ahora no hay forma de que


me quede dormido. Estaré despierto durante horas si no me corro. Y no voy
a hacerlo al lado de Luke. No estoy tan desesperado.

Mentiras. Estoy exactamente así de desesperado.


Pero la parte racional de mi cerebro sigue funcionando. Así que, en lugar de
eso, me muevo al dormitorio de invitados y cierro la puerta.

A esto es a lo que me he visto reducido: a masturbarme en secreto, solo en


la oscuridad, como si fuera un delincuente.

Me siento en el borde de la cama y presiono mis dedos en mis sienes,


respirando profundamente por la nariz. Alivia un poco el dolor, pero sigue
acumulándose. Ha pasado demasiado tiempo desde que me abrí con alguien
más. Desde que he follado a alguien más.

Se está demostrando.

Me siento lascivo y necesitado, y me está tornando imprudente.

No hay nada más que hacer que ceder a ello.

Doy la vuelta sobre mi estómago y deslizo una almohada entre mis piernas.

Esa presión insaciable está justo entre mis muslos, y yo empujo mis caderas
hacia adelante, mordiéndome el labio para amortiguar los gruñidos que
hago. Con mi mala suerte, Luke se despertará y me escuchará. Me pongo
otra almohada en la cara y arqueo las caderas varias veces hasta que me
siento en la cima.

Y nunca, nunca lo admitiré, pero me estoy imaginando a Luke todo el


tiempo: a Luke debajo de mí, retorciéndose mientras me lo follo. Luke
sometiéndose y cediendo a todos mis deseos.

Con un empuje final, me dejo caer sobre el borde y luego ruedo sobre mi
espalda, jadeando. Mi pecho se agita cuando paso una mano por mi frente
húmeda.

—Mierda —Murmuro, porque no fue de ayuda. No, solo lo empeoró.

Necesito hacerlo de nuevo.

Así que lo hago.


Maldita sea, estoy tan jodido.

Mi camisa está desabrochada cuando Luke entra a mi vestidor medio


desnudo la mañana siguiente. Su pecho todavía está mojado por la ducha,
sus bóxers prácticamente pegados a sus muslos. Y veo su polla dura
apuntando hacia mí. Es casi como si estuviera extendiendo la mano para
estrecharme la mía.

Ignóralo.

Lo voy a ignorar.

Él mira hacia abajo a la gruesa longitud que sobresale de su cuerpo y luego


se encuentra con mi mirada.

—¿Serás descortés, Eli? —Bromea, y me las arreglo para poner los


ojos en blanco a pesar de que todo mi cuerpo está iluminado como un árbol
de Navidad.

Mierda.

No hay nada que pueda hacer al respecto. Tendré que esperar hasta esta
noche, cuando Luke esté dormido. Me colaré en la habitación de invitados
de nuevo y montaré una almohada como el ganador que soy.

—¿Quieres una repetición de lo de anoche? —pregunto,


abrochándome la camisa y metiéndola dentro de mis pantalones.

—Podría ser —Luke responde con las manos en sus caderas y la


cabeza ligeramente inclinada.

—Bueno, tengo que ir a trabajar, así que tendrás que esperar.

¿Qué demonios estoy haciendo? Acabo de prometer una repetición de algo


en lo que ni siquiera debería estar participando.
—Sí, ya veremos, Eli —dice con una sonrisa y luego se agarra la
polla por encima de los bóxers y arquea las caderas.

Mis mejillas están sonrojadas mientras tiro mi corbata alrededor de mi


cuello. Necesito salir de aquí antes de hacer algo estúpido, como presionar
mi boca contra la suya o arrodillarme y tomar esa gran polla en mi garganta.

—Sí, ya veremos, ¿no? —Me las arreglo para decir, pasando junto a
Luke. Pero no antes de frotarme contra él, asegurándome de que mis dedos
se deslicen por su tenso pene.

Y cuando murmura que eso es simplemente cruel, resoplo una pequeña risa.

Porque esto es una venganza por la miseria en la que me ha tenido sumido.

Pero aparentemente, Luke domina las formas de batalla porque cuando mi


teléfono suena camino al trabajo, miro hacia abajo y casi choco contra un
árbol.

Luke se tomó una foto de sí mismo con los pantalones desabrochados,


mostrando la musculosa V en donde sus abdominales se encuentran con su
ingle, con la mano ahuecándose a sí mismo. Mi teléfono suena de nuevo, y
es una imagen de él agarrando su longitud desnuda, con las piernas abiertas
y exponiendo todo a la vista.

Me detengo a un lado de la carretera, rápidamente estacionando mi auto.

Luego, como me encuentro en un completo viaje de poder, le envío un


mensaje de texto.

Yo: No puedes correrte.

Yo: Tienes que esperar por mí.

Me muerdo el labio y me remuevo en mi asiento, esperando su respuesta.

Luke: ¿Me vas a castigar si no te hago caso?


Oh dios, sí que lo haré. Le haré tantas cosas sucias.

Yo: Sí.

Mi respiración es irregular mientras espero por su respuesta.

Cuando llega, todo el aire de mis pulmones se disipa.

Es un video de él follándose el puño, y yo lo veo todo, hasta el último


segundo. Veo sus dedos gruesos y callosos apretar su larga longitud y
moverse desde la base hasta la punta con movimientos rápidos y firmes. Mi
boca se hace agua cuando un poco de líquido preseminal gotea desde la
punta de su pene y su pulgar lo aparta. Segundos después, cuando su semen
dispara por todo su estómago, se que al llegar a casa me espera un jodido
placer.

Voy a azotarle el culo con una paleta.

Lo azotaré hasta que esté rojo.

Un golpe repentino en mi ventana me hace saltar y mi teléfono se desliza


entre el asiento y la consola central.

Mi corazón late contra mi esternón mientras bajo la ventanilla y me


encuentro con la mirada de un oficial de policía preocupado.

—¿Se encuentra bien? —El oficial me pregunta y yo trago saliva


ruidosamente, sintiéndome sobrecalentado y sonrojado.

—Sí, me disculpo. Tenía una llamada importante y tuve que


detenerme —Explico. El oficial me mira con recelo porque probablemente
me veo un poco drogado, como si acabara de inhalar un bloque de cocaína.

—Soy médico —Digo, mi tono es lo más uniforme posible cuando


estoy tan jodidamente sin aliento—. Voy de camino a ver a mis pacientes.

Lo juro por Dios, si recibo una multa por esta mierda, Luke estará muchos
jodidos problemas. Le daré tan fuerte que llorará.
Pero afortunadamente, el oficial me deja ir después de verificar mi licencia
y mi registro, y voy camino al trabajo, mi teléfono todavía encajado de
manera imposible entre los asientos.

Debería quemarlo. Rociarlo con líquido para encendedores y encenderlo


con un fósforo porque no me ha estado causando otra cosa más que
problemas. Desde que le di mi número a Luke, ha estado poniendo mi
mundo patas arriba.

Pero, por supuesto, cuando llego al trabajo, saco mi teléfono frenéticamente


con dedos temblorosos, y cuando hago clic en la pantalla, mi corazón se
reinicia.

Luke: ¿Cuál es mi castigo, Doc?

Oh, no voy a responder. Me genera una sensación de alegría enfermiza


sabiendo que va a retorcerse todo el día por esto, y luego paso cada minuto
entre pacientes pensando en formas de hacerlo rogar. Cosa que solo me
pone más caliente y excitado.

Cuando llego a una casa vacía, estoy agitado y frustrado. Necesito correrme
otra vez.

Sin embargo, tendré que esperar a Luke, porque tengo planes.

Muchos. Planes.

Paso una hora revisando todos mis juguetes, catalogando cada uno y
dedicando demasiado tiempo en pensar las cosas que haré con ese trasero
suyo.

Pero él no vuelve a casa.

Ni siquiera envía mensajes de texto.

Lo espero, tocando escalas en el piano hasta que me duelen los dedos,


corriendo alrededor de la manzana hasta que mis piernas se derrumban.
Y luego me quedo despierto hasta la medianoche, paseando.

Debería enviarle un mensaje de texto y ver dónde está, ver si está bien. Pero
me resisto, porque esto no se trata de eso.

Ni siquiera me gusta el chico.

Mierda. Eso no es cierto.

Me gusta demasiado.

La preocupación me carcome y duermo terriblemente, dando vueltas y


vueltas con mi mente es incapaz de apagarse.

Al día siguiente, me siento miserable. Estoy exhausto y termino gritándole a


todos. Amanda me fulmina con la mirada cuando prácticamente le muerdo
la cabeza por no moverse lo suficientemente rápido. Ella solo hace estallar
la goma de mascar entre sus labios y teclea en su computadora. Sin
embargo, ni siquiera está mirando la pantalla. Ella me está frunciendo el
ceño. No tengo idea de cómo hace eso. Es espeluznante.

Me alejo de ella y miro la pantalla de mi teléfono, sintiendo una mierda en


el estómago.

Sigue sin ponerse en contacto conmigo.

Los trabajos de soldadura son peligrosos, ¿no? ¿Está bien? O tal vez esto no
está relacionado con el trabajo en absoluto. Tal vez se cansó de mí. No soy
la persona más fácil de tratar, así que no me sorprendería que decidiera
dejarme.

Soy completamente descartable.

Mi teléfono suena y lo agarro con tanta fuerza que juro que lo escucho
romperse.
Luke: Hola, Doc. Siento haberme perdido lo de anoche, pero me quedé
dormido en mi camioneta y no me desperté hasta la mañana19.

Mi pecho se desinfla y me hundo contra mi escritorio. Dios mío, me pican


los ojos. Parpadeo frenéticamente y luego muerdo el interior de mi mejilla.

No. No voy a llorar por este hombre.

Mi teléfono suena de nuevo y lo miro con ojos borrosos.

Luke: Buenas noticias. Me enviaron tu itinerario para Colorado el día de


hoy.

Espera, ¿qué? ¿Quién diablos le envió eso? Yo no fui. Y luego recuerdo el


brillo malvado en los ojos de Amanda mientras me miraba antes. Fue ella.
No me sorprendería que Luke intercambiara números con ella y
conversaran regularmente.

Probablemente conspiraban y maquinaban en mi contra.

Jesús.

No hay forma de que me escape de él ahora. Estará en ese avión conmigo a


Colorado. Ni siquiera puedo obligarme a sentirme enojado por eso.

Luke: Ya tengo un montón de cosas planeadas. Prepárate.

Mis dedos se mueven por la pantalla antes de que pueda pensar demasiado
en ello.

Yo: La próxima vez, envíame un mensaje de texto diciendo que estás bien.

Luke: Aw, ¿Estabas preocupado por mí, Doc?

No contesto porque ya ha dicho bastante. Le he mostrado demasiado. Es


mejor esconder lo poco que queda por razones de seguridad.
Cuando por fin llego a casa, soy todo un lío emocional. Odio las emociones,
son tan inconvenientes.

Pero sigo siendo humano, y las emociones vienen con el territorio. Desearía
haber nacido como un ser extraterrestre o tal vez como un tiburón.
Cualquier cosa que tenga una vida más fácil y sin emociones, eso es lo que
quiero ser.

Sin embargo, no lo soy. Solo soy yo. Y sé que solo hay una cosa que me
ayudará a sentir que tengo el control.

Una. Cosa.

Luke está en el porche delantero, con una cerveza en la mano. Lleva


vaqueros manchados de aceite, una camisa gris y un gorro a juego. Se ve
absolutamente sucio, y no quiero nada más que manchar esa misma
suciedad directamente sobre su piel.

Camino más allá de él.

—Hey —dice, siguiéndome adentro—. El día de hoy extra


malhumorado.

Si tan solo supiera el dolor absoluto en el que he estado durante las últimas
veinticuatro horas.

Todo lo que he sufrido.

—Sobre la cama. De rodillas frente a la cabeza y con tus manos en la


espalda.

Luke me mira, y yo arqueo una ceja hacia él. ¿Por qué no está corriendo a
hacer lo que le he dicho? ¿Por qué diablos tiene que llevarme la contraria
todo el tiempo?

—¿Esto es mi castigo, Doc? —Luke pregunta, inclinando la cabeza y


luciendo intrigado.
Bajo la mirada hacia el bulto que crece en sus pantalones y luego me
encuentro con sus ojos. —Creo que ya conoces la respuesta.

Luke abre una cerveza y toma un largo sorbo antes de dejarla sobre la
encimera.

—No puedo hacer eso —dice, y juro que estoy escuchando cosas,
porque Luke no acaba de rechazarme—. Tus hermanas ya están de camino
acá.

Mi boca se abre y gimo de frustración. —¡No bromees! No estoy de humor.

Luke se acomoda su ingle y niega con la cabeza. —No, Eli. No es una


broma.

—Cancela —Murmuro—. Cancélalo.

—No, hombre. No puedo. Eliza acaba de enviar un mensaje de texto.


Están a cinco minutos —Él mira hacia abajo hacia su tensa polla—.
Supongo que tendremos que sufrir.

—¿Invitaste a mis hermanas... a mi casa? —Pregunto lentamente.

—Bueno, no. No realmente. Por casualidad mencioné que vendría,


porque, ya sabes, necesitaba mi castigo. Pero, ya sabes, no les mencioné esa
parte, y dijeron que vendrían enseguida.

Suspiro, me quito las gafas y presiono mis dedos contra el puente de mi


nariz. Serán otras pocas horas miserables sin ningún maldito alivio. Voy a
arrancarles la cabeza a mis hermanas de un solo mordisco, simplemente se
las arrancaré como si fueran uvas siendo arrancadas de sus tallos.

Por mucho que vivan para molestarme, las amo. Me han apoyado desde el
principio, especialmente desde que les dije que era trans. Son las
protectoras más feroces que alguien pudiera pedir.
Entonces, sufriré por esto. Por ellas. A pesar de que soy un desastre, y odio
sentirme así de desastroso. Me hace sentirme a su vez tan fuera de control.

—Bien. Será mejor que ordenemos para cenar, entonces —Murmuro.

Nunca volveré a tener sexo.

Moriré miserable y caliente por él.

—No. No hay necesidad. Dijeron que traerían comida, algo llamado


“tabla chartreuse”, o lo que sea. ¿Tal vez son todos los alimentos de color
verde amarillento? Y Jane trae Prosecco y dice que necesito probarlo con
jugo de granada. No sé, hombre. Parece que voy a tener una resaca mañana.

Suspiro y resisto el impulso de golpear mi cabeza contra la pared.

—Eso no será suficiente comida para ti. Deberían saberlo. Comes más
que cualquier ser humano que conozco. Eres como un triturador de basura.

—Gracias por el cumplido, pero no te preocupes por mí. Ya comí.


Esta será mi segunda cena. En realidad, será como una merienda después de
la cena.

Lo miro y me pregunto seriamente en donde le entra todo eso. Está todo


tonificado.

Se levanta un poco la camisa como si supiera adónde fueron mis


pensamientos, y mis ojos bajan por su piel expuesta.

—Te gusta, ¿eh? Parezco un bocadillo. ¿Quieres darme una mordida?

Antes de que pueda responderle con un "diablos sí" que estaba formándose
en mis labios, escucho a mis hermanas acercándose por el camino de
entrada. Son tan ruidosas que nadie puede pasarlas por alto. Es como una
banda de música de Mardi Gras. Bienvenidos a mi vida.

Luke me sonríe, con su boca lista, y abre la puerta. Y ni siquiera se


detienen; simplemente chocan contra él. Luke atrapa a Jane primero con sus
amadas botellas de Prosecco agarradas con fuerza entre sus manos. Luego a
Kate, mientras balancea un gran recipiente de comida en sus palmas, aun
así, se las arregla para alcanzar y presionar un beso en su mejilla. Y, por
último, Eliza, a quien Luke simplemente la levanta y lleva adentro como si
fuera una princesa.

Ellas se desvanecen, se derriten positivamente, y mi corazón late tan fuerte


que puedo sentirlo detrás de mis ojos. Me duele la cabeza. Me duele la
mandíbula de tanto rechinar los dientes. Me duele en todas partes y siento
que voy a desintegrarme en un charco de baba.

—Hola, hermano —Dice Eliza mientras que Luke la deja suavemente


en la cocina. Él frota su estómago ligeramente y ella me guiña un ojo.

—Hola —me las arreglo para decir. Es todo lo que soy capaz de
soltar: una respuesta de dos sílabas o dos letras. Hola. No. Vete.

—Entonces, ¿esto es lo de la comida? —pregunta Luke, mirando el


paquete que Kate ha puesto sobre la mesa. Abre la tapa y se inclina un poco
más cerca.

—Oh, sí. Trajimos esto especialmente para ti. Te va a encantar.

—Extravagante. ¿Esas son mini uvas?

—Por supuesto que lo son. Somos unas perras con clase —dice Eliza.

—Yo traje el champán —Jane intervino—. Sin embargo, solo me


dejaron traer dos. Creo que cinco es un número más apropiado. Una botella
para cada uno.

Luke extiende la mano, abre uno y ayuda a verter el Prosecco en cuatro


vasos. Agrega un chorrito de jugo de granada a cada uno y nos lo reparte a
todos, Eliza simplemente niega con la cabeza mientras que sus labios se
envuelven en una pajilla metida en una caja de jugo de manzana. Jane tira
de la taza extra en la encimera, acunándola entre sus manos mientras toma
sorbos de los dos tragos.
—Entonces, ¿qué hay en la agenda, señoras? —Luke pregunta,
tragando su bebida y recibiendo una segunda recarga rápida por parte de
Jane.

—Comida, bebidas, tratamientos faciales y… —Kate levanta una


pequeña bolsa y la sacude ligeramente—. Uñas.

—Joder, sí —dice Luke y luego ayuda a llevar todo al sofá.


Acomodan la tabla de charcutería en la mesa de café y bajan los vasos. Yo
solo observo con morbosa fascinación cómo comienzan a charlar, picar y
untar sus rostros con un pegote verde que emerge de un bolso. Me han
sometido a esto en múltiples ocasiones y sí, mi cara se siente fantástica
justo después, pero no, no lo disfruto. No tanto.

Y no hay forma de que pretenda disfrutarlo en este momento. De ninguna


absoluta manera. Estoy demasiado dolorido.

Sin embargo, Luke parece haberse olvidado por completo de mí. Se lo está
pasando en grande. Deja que mis tres hermanas lo mimen y, treinta minutos
después, se mira las uñas y las sopla.

—Negro. muy gótico Me gusta —dice con una sonrisa.

¿Cómo diablos mi vida se ha convertido en esto? Hace un año, si hubiera


evocado este escenario, habría pensado que me había vuelto loco. ¿Estoy
alucinando? ¿Esto es The Matrix? Dios, espero estar realmente dormido en
la aterradora incubadora.

Cuando Jane me ofrece otra copa de Prosecco, doy un sorbo y luego la miro
con furia cuando trata de aplicarme la sustancia pegajosa y verde en la cara.

—No pienso hacerlo —digo, y ella pone los ojos en blanco.

—Dios, pero que aburrido eres —Jane murmura y Kate se ríe.

Pero Luke mira por encima de su hombro y parpadea, su rostro está


cubierto de la misma sustancia.
—No, él si es divertido. Solo necesitas descubrir qué es lo que lo hace
sonreír. Una vez le saqué una sonrisa, me sentí como si hubiese ganado la
lotería.

Nadie me ha llamado divertido en toda mi vida. Andrew siempre insistía en


lo aburrido que era. Era una broma constante en nuestra relación. Se reía de
eso en las fiestas.

Pero Luke no se ríe de mí. No, me está defendiendo, y eso hace que una
pequeña parte de mi corazón helado comience a descongelarse.

Dios, este tipo.

—Bueno, buena suerte manteniendo el ritmo —Dice Eliza—. Elliot


es el mejor, pero siempre ha sido un cascarrabias. Incluso cuando era
pequeño, solo fruncía el ceño, ¿recuerdas eso? —Jane y Kate asienten y se
ríen—. Sin embargo, no es totalmente su culpa. Heredó eso de aquel que no
debe ser nombrado.

—¿Voldemort? —Pregunta Luke.

Las chicas se ríen y Eliza dice: —No, pero lo suficientemente cerca.

Luke me mira, pero no dice nada más, solo arranca una pequeña uva de la
mesa y se la mete en la boca.

—Se refiere a nuestro padre. Nuestros padres son unos idiotas. Los
hemos repudiado por completo —dice Jane, sus palabras un poco menos
nítidas.

—Sí. ¡Adiós imbéciles! —Grita Kate.

—¡Que se jodan todos! —Eliza interviene—. Imbéciles intolerantes.

—¡Son los idiotas más grandes del universo! —Grita Jane.

Luke se mete un poco de queso en la boca y ladea la cabeza. —Eli no ha


compartido nada de su pasado conmigo. ¿Les importaría informarme?
—Maldita sea, El. ¿Por qué no le has dicho? —Me pregunta Eliza.

Me muevo en mi asiento y trago un poco más de Prosecco. —Nos


conocemos desde hace como dos semanas, ¿acaso compartes la historia de
tu vida con un desconocido?

—Um, sí. Eso hago. Mi barista local de Starbucks sabe mi fecha de


parto y lo que cené anoche, y eso que me gusta menos que este chico.
Siento que conozco a Luke desde hace años —Responde Eliza.

—Sí, bueno, yo no hago amigos tan fácilmente como ustedes —


Murmuro.

—Es cierto, pero eso solo es porque eres tímido —Espeta Kate.

—No soy tímido.

—Él es totalmente un introvertido —agrega Jane.

—Simplemente no me gusta la gente. Es diferente.

—No me gusta es una palabra bonita. No, los odia —dice Eliza—.
Pero tú le gustas, Luke. Una vez sonrió mientras hablaba de ti.

—No te he visto desde la última vez que estuvimos todos juntos —me
quejo, sintiéndome demasiado expuesto.

—Lo que sea. Escuché la sonrisa en tu voz. Es igual —Eliza


responde.

Luke me mira y luego agarra un puñado de galletas y se las mete en la boca.

Eliza susurra en voz alta: —Luke, él los aleja a todos. Pero si te aferras con
todas tus fuerzas, quizás podrías quedarte. Me encantaría que fueras mi
cuñado. Eres mucho mejor que Andrew.

Luke deja de masticar. —¿Quién es Andrew?


—Oh, Dios mío. Es su ex. Es una basura. Basura de la pura. Me metí
en la brujería solo para deshacerme de él.

Presiono mis dedos contra las cuencas de mis ojos y luego me dirijo a la
cocina para encontrar un Advil. —Eso no fue brujería. Eso fue una estafa.
Pediste una caja en un sitio web de dudosa procedencia y encendiste
algunas hierbas —digo por encima del hombro.

—Qué mierda. Funcionó, ¿no? Andrew se ha ido, y este hombre fue


conjurado en su lugar —dice Eliza.

—Él no es muy creyente —Susurra Jane a Luke.

—Creo en mí mismo —digo.

—Él ni siquiera cree en el amor —dice Kate.

—¿Nada de amor, Eli? —Luke pregunta con una ceja arqueada. Un


poco de la mascarilla se desliza por su cara y cae sobre su camisa, y yo no
puedo soportarlo más.

—¿Podrías por favor lavarte esa mierda de la cara? Se siente como si


estuviera hablando con el monstruo del pantano.

—Nah, Eli. Tienes que dejártelo durante veinte minutos para


asegurarte de que los antioxidantes se absorban.

Resoplo. —No es verdad. Soy médico, lo sé.

—Él siempre tan fanfarrón. Cuídate de esto, cuídate de aquello —


Eliza interviene.

—Fui a la universidad durante diez años, así que puedo decir lo que
me dé la gana.

—¿Ves lo que tenemos que aguantar? —Le pregunta a Luke.

—Pero sabemos que en el fondo nos ama —Dice Jane.


—Claro que sí —Respondo suavemente—. Las quiero mucho, incluso
cuando quisiera que no.

Jane se inclina hacia Luke y agrega: —Pero él cree que somos autoritarias.

—Porque lo son.

—Pero en secreto le encanta —Dice ella—. Le encanta tenernos


cerca. Una vez que pasas las espinas y las dagas, en realidad es un gran oso
de peluche.

—Puedo verlo. Es muy astuto de cierta manera, ¿saben que es un


poco mimoso? —Pregunta Luke y yo le hago agujeros con la mirada.
Definitivamente voy a azotar ese trasero cuando se vayan, voy a sacar mi
paleta y dejarlo rojo. Ahora no hay duda al respecto. Ha estado rogando por
ello desde el video.

Visualizo todo el escenario y siento que me calienta el deseo. Me muevo en


mi asiento a medida que me pongo más caliente. Estoy casi en llamas. Ya
me siento listo para que se vayan.

Pero la noche se prolonga. Jodidamente. Para. Siempre. Se lavan la cara,


lentamente. Terminan la comida como unos perezosos, y luego, finalmente,
maldición finalmente, logro empujarlas hacia la puerta. Cuando la cerradura
se activa, me vuelvo hacia él.

Está parado tan cerca. Demasiado cerca. Y huele a pepinos y té verde.

Aprieto mis manos en puños. —Sobre la cama. Tus manos detrás de la


espalda. Ahora.

Es todo lo que puedo decir.

Luke se pasa el pulgar por el labio inferior, tirando de él ligeramente hacia


abajo, y luego asintiendo.

—Si me dices “por favor”.


Siento un tic en el ojo.

—Ahora —gruño.

Las mejillas de Luke se sonrojan un poco más. —De acuerdo, Doc.

Y luego desaparece por el pasillo.

Siento mi corazón palpitar ante su conformidad, y dudo de mi decisión por


un rápido momento antes de desabrocharme las mangas de la camisa y
enrollarlas por mis antebrazos. Cuando entro en el dormitorio, veo a Luke
arrodillado en la cama, con las manos a la espalda y sin camisa. Me mira y
nuestros ojos se encuentran.

Lo necesito. No debería, pero lo hago.

—Fuiste desobediente.

—Joder, sí, lo fui —dice con una sonrisa, y me eriza un poco. La


tortura por la que me hizo pasar… He estado dolorido durante días. No
continuará sonriendo muy pronto. No, estará jadeando y rogando.

—Mantén tus manos detrás de ti. Si los mueves... hm, será mejor que
no lo hagas,

—Romper las reglas es muy tentador —dice.

Agarro su mandíbula con firmeza y obligo a sus ojos a encontrarse con los
míos. —Obedece.

—Cuando lo dices así —murmura, y sus mejillas se sonrojan. Oh, así


que le gusta que le digan qué hacer.

Que yo lo haga.

Me muevo detrás de él, estirándome y desabrochando sus jeans, el sonido


de la cremallera resuena en toda la habitación silenciosa. Ya está duro, su
polla empujando contra la mezclilla. Le bajo los pantalones y los
calzoncillos hasta que la tela se estira sobre sus muslos, luego deslizo mis
manos por sus caderas y lo agarro. Un gemido bajo se escapa de su boca.

—Ni un solo sonido —digo, y resopla su frustración en cuanto lo


suelto.

Presiono mi mano contra su columna y lo empujo hasta que está boca abajo
sobre la cama, con el trasero en el aire. Luego le quito los pantalones hasta
que está completamente desnudo.

—Separa las piernas —digo, y él lo hace. Tiene la mejilla presionada


contra las sabanas, sus manos aún entrelazadas detrás de él mientras eleva
su trasero.

Y joder, podría quedarme con esta imagen durante meses.

—¿Alguna vez te han follado? —pregunto, y él niega con la cabeza


levemente.

Me agacho y agarro sus nalgas, las separo y miro su agujero mientras


amaso la dura carne de su trasero.

—El hecho de que sea trans no significa que no pueda follarte. Luke,
voy a follarte. Te vas a correr solo porque yo te lo permito.

Presiona su espalda contra mí y siento el calor acumulándose en mi


abdomen. Ahora el anhelo es palpitante.

Lo suelto, camino hacia mi armario, saco lo que necesito y lo arrojo sobre


la cama.

Luke gime en cuanto lo mira. —Jode. Me. Eres tan caliente. Incluso tienes
un kit de tortura.

Deslizo la punta de mi dedo sobre cada juguete y él sigue el movimiento


antes de verme detener sobre un tapón largo y delgado.
—Mierda —Murmura, y agarro la paleta que está al final y le golpeo
el trasero. Duro.

—¡Maldición! —gruñe, y miro la marca rosada que se está formando


en su piel.

Paso una mano sobre ella y digo: —Te dije que ningún sonido.

—Vete a la mierda —murmura, y luego gime cuando lo azoto de


nuevo. Y luego otra vez, solo porque me gusta cómo se ve con su culo rojo
levantado para mí.

Agarro su cabello bruscamente y presiono mis labios contra su oreja.

—Harás todo lo que te diga y si eres un buen chico, te dejaré correrte.


Pero si quieres que me detenga, lo dices. Si dices “detente”, lo haré. Si
dices “no”, continuaré. ¿Lo entiendes?

Él asiente frenéticamente.

—¿Qué tienes que decir para que me detenga?

—Detente… pero eso no va a pasar, Eli. Soy un maldito ganador —


dice, y le golpeo el trasero de nuevo.

—Tú nunca aprendes, ¿verdad? — pregunto, y él niega con la cabeza.

—Fui un estudiante terrible —responde, y yo le azoto el trasero de


nuevo. Y otra vez, hasta que se retuerce y está gimiendo sobre el colchón,
con sus dedos casi blancos por tenerlos tan tensos.

Cuando finalmente me detengo, y su delicioso trasero está de un color rojo


manzana, está listo para jugar. Así que busco el tapón y un poco de
lubricante.

—Ahora. Ahora, puedes hacer todos los sonidos que quieras. Quiero
oírte gemir —digo mientras goteo un poco de lubricante en el tapón de
silicona y lo presiono contra él. Está jadeando y gruñendo mientras lo
trabajo dentro de él centímetro a centímetro, y cuando está firmemente
plantado contra su próstata, alcanzo el controlador.

—Este es un vibrador —le explico y lo enciendo.

—Mierda —murmura y se sacude ligeramente, deslizándose hacia


adelante.

—Hm, no es lo suficientemente fuerte —digo, y luego subo la


intensidad, y Luke cae de costado follándose el aire.

—Eli —gime—. ¡Qué carajo!

Oh, Dios. Estoy mareado. Mi boca se extiende en una sonrisa, yo me estiro


y agarro su polla. Goteo lubricante sobre él, mezclándolo con su líquido
preseminal.

—La próxima vez que diga que serás castigado, piensa en esto.

—Nah —gruñe mientras folla su polla dentro de mi puño—. Esto


valió mucho la pena. Podría hacer esto cualquier día.

Pellizco un extremo de su pene, y él sisea, sus manos se sueltan


acercándose a mí.

Pero yo las agarro y las empujo por encima de su cabeza.

—Me sujetas y todo esto termina. Mantenlas sobre tu cabeza.

Me mira, no queriendo hacer lo que digo. Quiere ponerme a prueba y joder,


estoy tan listo para ello. Pero en cambio, exhala temblorosamente y se
agarra a la cabecera.

—Buen chico —lo alabo, sacando una venda de seda y colocándola


sobre sus ojos.

No me avergüenzo de cómo me veo o de quién soy. Esto no se trata de eso.


Es sobre preservación emocional. Lo mismo ocurre con él tocándome.
Mirarlo a los ojos mientras me lo follo podría destrozarme. Y dejar que me
ponga las manos encima sería mi fin.

Se ha infiltrado en mi vida. Necesito asegurarme de que se mantenga fuera


de mi corazón.

—Eli —gruñe Luke en protesta, y estoy tan tentado a ceder, pero


trago saliva.

—Alza la cabeza.

Hace lo que le digo y le ato la venda de los ojos con fuerza. Me empujo
hacia arriba y me quito cada pieza de ropa, dejando que mis ojos se deslicen
por su cuerpo duro y resbaladizo. Cuando finalmente estoy desnudo, bajo
mi cuerpo sobre el de él. Mi pecho está presionado contra el suyo y su polla
bajo mi ingle, pero no en mi interior.

—Oh, mierda. Puedo sentirte —dice, arqueando sus caderas hacia


arriba—. Te sientes tan bien. Joder, quiero verte.

—No —le digo y me inclino con mis manos plantadas junto a sus
hombros, antes de comenzar a balancearme sobre él.

Sus manos se agarran a la cabecera con tanta fuerza que puedo escuchar la
madera crujiendo, y al mirar su boca jadeante deseo besarla. Quiero morder
su lengua y lamer mi camino a través de su cara.

—Di mi nombre —siseo mientras me muevo contra él, nuestros


estómagos duros se deslizan juntos y su polla se contrae deliciosamente
entre mis piernas.

—Elliot —jadea.

—¿Quién te está jodiendo?

—Tú. Solo tú —gime, y su aceptación solo hace que mi corazón se


expanda.
Oh mierda, pienso mientras nuestros gemidos se entremezclan. ¿Por qué se
siente tan bien? ¿Por qué tiene que ser él?

—Te vas a correr conmigo —Jadeo, y Luke está frotándose contra mí


de manera brusca, toda la cama golpea la pared con cada movimiento.

—Sí, Eli. Joder, sí. Por favor.

Siento mi piel en llamas Nuestros cuerpos sudorosos se retuercen y


resbalan, deslizándose mientras los dos nos movemos uno contra el otro
frenéticamente.

—Ahora —digo y luego me arqueo hacia él una y otra vez mientras


mi orgasmo llega a su punto máximo y caigo al abismo. Siento su polla
sacudirse mientras se corre entre nosotros, y luego solo queda el sonido de
nuestras respiraciones en medio del silencio.

Su venda de los ojos se ha deslizado un poco, y presiono mi frente contra la


de él mientras jadeo.

—Luke —digo en voz baja, subiendo un poco la venda y


encontrándome con sus ojos cerrados—. ¿Te quedaste dormido? —
Pregunto, tratando de recuperar el aliento.

—Me agotaste, Doc. Podría necesitar una siesta.

Resoplo una pequeña risa y luego lo miro una vez más.

Sí, definitivamente se quedó dormido.

Claro que sí.

Me acuesto sobre él, mis ojos se deslizan por su rostro, y luego,


suavemente, paso mi dedo por sus cejas y su mejilla antes de tocarle los
labios.

Esos labios a los que no besé.


Que lamentable.

Me inclino un poco y dejo que mi boca se cierna sobre la suya. Podría


cerrar esa brecha, simplemente dejar que mi boca se moviera contra la suya,
y él nunca lo sabría. Sería mi pequeño secreto.

¿Por qué me siento tan tentado cuando nunca lo he estado anteriormente?


Jamás fue de esta forma con Andrew. Lo había besado, pero el deseo de
hacerlo nunca fue tan fuerte. Nunca ha habido tanta atracción sobre hacer
algo que estaba tan fuera de mi carácter.

¿Qué es lo que me atrae tanto de él?

Vuelvo a tapar sus ojos con la venda y me empujo fuera de la cama. Me


limpio en el baño y me pongo la pijama antes de volver a donde Luke está
tumbado y gloriosamente desnudo sobre las sabanas.

Le vuelvo a quitar la venda de los ojos y luego veo el controlador al lado de


la cama, recordando el plug. El muy bastardo se quedó dormido con un
vibrador dentro de su culo.

Me rio para mis adentros mientras levanto su pierna y lo retiro suavemente.


Le paso una toallita húmeda por el abdomen y la ingle, limpiándolo
mientras que él respira de forma constante y sin moverse. Cuando termino,
me acuesto a su lado y me tapo con la manta.

Mi mente se está tambaleando por lo que sucedió y me pregunto en qué


diablos estaba pensando. Acabo de tener sexo sin protección con él. Ni
siquiera hablamos de ello primero. Dios, que mierda.

He perdido completamente la cabeza. Nunca he hecho eso antes en toda mi


vida.

Le doy un codazo para preguntarle si se ha hecho la prueba recientemente


porque tengo que saberlo o lo andaré pensando durante horas. Sin embargo,
no se despierta. No, solo se retuerce y se acurruca contra mí.
—Luke —susurro, y cuando se niega a despertarse, lo sacudo.

—Él es mío —Se queja entre sueños, y yo inhalo profundamente, mi


corazón latiendo con fuerza.

Bueno, tendré que preguntarle cuando se despierte.

Mientras tanto, sufriré este abrazo al que me está sometiendo.

Y al carajo, si no duermo como un muerto.


Capítulo Seis
Luke
Me despierto junto a Elliot con mi cara presionada contra su bíceps, y
maldita sea, huele a ropa limpia y a sexo. Flexiono mi mano y la siento
deslizarse sobre la piel desnuda de su estómago. Diablos, sí. Mi mano tuvo
que haberse portado furtiva anoche, deslizándose debajo de sus pijamas de
Plaza Sésamo.

Hm.

Se siente bien. Todo duro, cálido y mío.

Mi polla rígida está presionada contra su muslo, y me froto contra él. Luego
dejo que mi mano se deslice hacia arriba sobre una capa de vello suave
hasta que está justo sobre su firme pectoral. Deslizo mi pulgar por su pezón.

—Tu mano está bajo mi camisa —Elliot dice aturdido y yo me


congelo.

—Por supuesto que lo está. Estoy en tu cama y tú estás caliente como


la mierda.

Elliot resopla, pero no me pide que la retire, así que lo tomo como una
invitación para quedarme. Tal vez establecerme y echar raíces. Me muevo
hacia su otro pezón y juego con él un poco, mi pene pulsa contra su firme
muslo. Lo que hicimos anoche fue lo mejor que me ha pasado y necesito
más con él. Mucho más.

—¿Te has hecho un examen de ITS recientemente? —Pregunta Elliot,


y está inesperado que me rio un poco.
—¿Buenos días para ti también, Doc? —Digo y luego decido que está
demasiado lejos. Entonces, ruedo un poco más sobre él y froto mi cara en
su cuello.

—Responde a la pregunta, Luke.

—Sí, lo he hecho. Estoy bien. No te estreses.

Elliot suspira y pasa una mano por mi cabello. —Bueno. Yo también soy
negativo.

—No estaba preocupado. Sé que eres demasiado paranoico para hacer


algo imprudente.

Elliot tira de mi cabello y fuerza mi mirada en la suya. —Anoche fue


imprudente. Nunca he hecho eso antes. Nunca.

Me inclino sobre mis codos, ahora completamente encima de él. Maldita


sea, desearía que estuviera desnudo. Deseo tanto sentir su piel contra mi
polla.

—Sí, provoco eso en la gente. Hago que todos se vuelvan locos.


También te vuelvo loco a ti, ¿eh?

—Sí, lo haces —dice, sus ojos se deslizan hacia mis labios, y me los
humedezco.

—Sobre eso... ¿cómo es que no me besaste anoche —pregunto, y


Elliot aparta la mirada rápidamente.

—No hago esas cosas.

—¿No te gusta?

—Es demasiado íntimo.

—Hm… Algún día, Eli, vas a besarme y lo desearás. Confía en mí —


digo, sonando más seguro de lo que me siento. Porque tal vez este tipo no
quiere su boca en la mía. Pero puedo ser convincente.

Eso creo.

Elliot mira mi boca de nuevo, luego envuelve sus piernas alrededor de las
mías y rueda hasta que está encima de mí.

—No hablemos más de eso —Dice con severidad, inclinándose


ligeramente. Y luego se inclina entre nosotros y agarra mi polla—. Pon tus
manos en la cabecera.

—Vamos, Eli —digo—. Quiero tocarte un poco más. No fue


suficiente.

Mueve los labios entre sus dientes como si realmente lo estuviera


contemplando, y luego niega con la cabeza. —Sobre la cabecera, ahora, o
no sucederá.

—Mierda, eres un monstruo —Me quejo, colocando mis manos sobre


mi cabeza, pero mis quejas desaparecen cuando él me lleva otra vez al
límite.

Mierda, es bueno con sus manos. Debería haber sido cirujano.

—No puedes volver a dormirte —Dice Elliot y separo mis parpados


pesados. Maldito sea por ser tan jodidamente caliente. Terminaré en coma si
seguimos así. Sigo desmayándome cada vez que jodemos y eso se está
convirtiendo en un problema.

—No. Solo estaba descansando mis ojos.

—Si descansas tus ojos, te quedarás dormido. Tengo que irme a


trabajar —Dice Elliot mientras se dirige al baño—. Deberías irte.
—No. Creo que me quedaré aquí. No puedes deshacerte de mí tan
fácilmente ahora. Me estoy pegando a ti como Gorilla Glue20.

—No sé qué es eso.

Lo miro. —Oh, Eli. Hay tanto que tengo que enseñarte. Déjame ver, ¿cómo
lo pongo en términos que puedas entender?

Lanza una mirada a mi pecho mientras que yo unto mis abdominales con mi
semen.

—He crecido en ti como un quiste. Un quiste benigno lleno de


alegría, emoción y momentos sexys.

—Esa es una analogía repugnante. Y necesitas limpiarte.

—Más tarde —Digo, y Elliot se ve en conflicto por solo un minuto


porque sé que no quiere ir a trabajar cuando estoy aquí. Pero nunca lo
admitirá. En cambio, simplemente se da vuelta y desaparece detrás de la
puerta del baño. Escucho que se activa la cerradura y pienso, por un
segundo, en usar las habilidades que Sem me enseñó para abrir cerraduras.
Pero lo descarto.

Elliot lo superará, eventualmente. Un día me dejará tocarlo mientras


follamos.

Le daré tiempo. Puedo ser paciente.

Cuando sale veinte minutos después con una toalla envuelta alrededor de su
cintura, no puedo evitar mirarlo. Este es un avance que nunca antes me
había permitido, y ya estoy sintiendo como mi ritmo cardíaco va en
aumento.

—Eli, mierda. Si yo fuera tú, caminaría desnudo todo el día.

Sus mejillas se sonrojan un poco, yo me empujo hacia arriba y me muevo


hacia él, estirando la mano y pasando un dedo por su bíceps. Es delgado y
no tan construido como yo, pero aún así tiene definición. Su pecho es ancho
y firme y puedo ver apenas la línea más tenue de una cicatriz debajo de
cada pectoral. Muevo mi dedo sobre su estómago plano y lo deslizo más
abajo. Su piel se pone de gallina. Me encanta que su cuerpo sea sincero
sobre lo mucho que lo afecto, incluso cuando él mismo nunca lo admitiría.
Ya estoy duro otra vez.

Sigue mi movimiento con su mirada, sus labios entreabiertos y sus ojos


oscuros dilatados, y luego, antes de que mi dedo pueda tocar la toalla,
retrocede fuera de mi alcance.

Maldita sea, quiero desenvolverla, quitar esa toalla y dejarme caer de


rodillas. Me pregunto qué es lo que le gusta. Investigué un poco y déjenme
decirles que no me siento decepcionado con lo que pueda haber debajo de la
tela. Estoy cien por ciento en dispuesto.

—¿Qué tal si te llevo el almuerzo hoy? —Digo y me apoyo contra el


marco de la puerta.

Elliot me mira, mi cara, mi pecho cubierto de semen y mi polla, y luego se


mueve hacia el armario.

—Bien. Si insistes.

—Jodidamente lo hago.

Luego cierra la puerta del armario, y yo solo lo miro. Ni siquiera me dejará


darle un vistazo a su trasero.

Maldito sea.

Me meto en la ducha, y cuando termino, me visto para el trabajo y me dirijo


a la cocina. Elliot ya está allí preparando café.

Me muevo detrás de él, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y


presiono mi cara contra su cuello.
Se pone rígido por un momento antes de derretirse contra mi pecho. Parece
que ha aceptado su destino.

—Hay sándwiches para el desayuno en el congelador.

Sonrío contra su pie. —¿Los compraste para mí?

—Jamás — Se queja, pero sus menillas están nuevamente sonrojadas.

—Admítelo. Compraste comida para mí, maldición. Te estás


quedando conmigo.

—Solo sé que comes con más frecuencia que un bebé recién nacido y
no quería que murieras de hambre. No sé cómo disponer de un cadáver.

Resoplo y me alejo de él, metiendo dos sándwiches para desayunar en el


microondas. —Claro que sí. Eres la persona más inteligente que conozco.

—Bien, sí, podría manejarlo —Murmura, luego me entrega una taza


para llevar—. La crema también está en el refrigerador.

Paso mis dedos por su cabello y presiono mis labios contra su sien. Se eriza,
así que lo dejo ir y ahogo mi café con la crema de moca blanca que compró
solo para mí.

Puedo imaginármelo, reflexionando sobre las opciones en el pasillo de la


tienda de comestibles, todo serio y con el ceño fruncido. Probablemente
también es de los que revisa las etiquetas de los ingredientes. Apuesto a que
esta es la crema de moca blanca más saludable del planeta.

—Gracias, Doc —Digo, levantando la taza hasta mis labios y


tomando un sorbo—. Esto es jodidamente delicioso.

—No es nada.

Está bromeando. Esto no es “nada”. Lo es todo.

Sé lo que significa.
—Tengo que correr —digo mientras agarro mis sándwiches de
desayuno y mi taza para llevar y me dirijo hacia la puerta—. Te veré en el
almuerzo.

Él me observa irme. —Bien.

Le guiño un ojo y desaparezco afuera, deslizándome en mi camioneta, y no


puedo borrar la maldita sonrisa de mi rostro.

Luché contra el infierno del tráfico para llegar a su oficina, pero valió la
pena. Estábamos terminando en los muelles el día de hoy, así que me fui un
poco temprano. Pero no antes de tomarme una foto en mi camioneta, con
las piernas abiertas y la camisa levantada hasta el cuello.

A él le gustan esas fotos, yo sé que sí. Nunca lo admitirá, pero Amanda me


dijo que les hace zoom. Lo ha pillado mirándolas.

Dos veces.

Me pregunto qué hace en privado, cuando no hay nadie cerca para


atraparlo. ¿Mira esas fotos mientras se masturba? ¿Gime mi nombre cuando
se corre?

Yo: Ya casi estoy ahí.

Elliot: Genial.

Yo: No suenes tan emocionado.

Resoplo y paso una mano por mi boca. Es un gruñón.

Mi gruñón.

Cuando entro en su pequeña oficina, no veo a nadie en la recepción, sin


embargo, veo a Elliot. Está de pie, con los brazos cruzados, en medio de la
sala de espera, esperando por mí. Ni siquiera está hablando con los dos
pacientes sentados en las sillas. Uno incluso le habla directamente a él, pero
Elliot no le presta atención. Está mirando ansiosamente a la puerta mientras
entro.

Joder, si no es tan malditamente lindo.

—Hola, Eli —digo y envuelvo mi brazo alrededor de sus hombros y


presiono un beso en su sien—. ¿Estabas esperándome con la respiración
contenida?

—Absolutamente no —responde, y me rio mientras nos dirigimos


hacia su oficina.

Tan pronto como estamos dentro, me presiono contra él.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta mientras envuelve sus brazos


alrededor de mí y me aprieta.

—Dándote un abrazo —Respondo—. No lo admitirás, pero sé que te


encanta. Eres un completo abrazador.

Él suspira y presiona su mejilla contra mi pecho justo cuando Amanda


irrumpe. Ella ni siquiera llama a la puerta.

Elliot se aclara la garganta y se aleja de mí.

Amanda nos mira a los dos con una sonrisa, sus cejas arqueadas
individualmente. Me recuerdan al pequeño gusano peludo de pelo azul de la
película Labyrinth. Más o menos me dan ganas de agarrar uno y llevármelo
a casa en mi bolsillo.

—Encantada de verte de nuevo, mancha de mierda —Me dice.

Sonrío ampliamente. —Lo mismo digo, cara de idiota.

La boca de Elliot se convierte en un ceño fruncido y le lanza una mirada


ceñuda a Amanda. —¿Qué está pasando?
—Somos amigos —Digo y Amanda explota ruidosamente su chicle.

—Eso mismo.

—No sabía que tenías amigos —Dice Elliot a Amanda, quien solo
pone los ojos en blanco en respuesta—. ¿Siempre llamas a tus amigos por
nombres tan horribles?

—Nah, solo a los que son especiales —Respondo.

—Y ambos sabemos que Luke es muy especial, ¿no? —Dice Amanda


y arquea una ceja a su jefe.

—Malditas sean las mujeres de mi vida —murmura Elliot, y le doy un


codazo.

—Relájate, Doc. Vamos a almorzar —Digo y luego le tiro a Amanda


la tercera bolsa de papel marrón—. Tu favorito.

Elliot nos mira a los dos, y después de que Amanda me lanza un beso y
cierra la puerta. Luego la abre de nuevo y asoma la cabeza. —Cierren con
seguro esta mierda si van a hacer algo malo.

Resoplo una carcajada mientras que Elliot suspira ruidosamente.

Sin embargo, le doy con el codo y saco un sándwich para él.

—Compré uno bueno y saludable para ti. Pan de trigo, mayonesa


light, e incluso pedí que le pusieran aguacate. Esas pequeñas cosas verdes
son caras como la mierda, ¿eh?

—Gracias —dice y toma un pequeño bocado.

—Cualquier cosa por ti, Eli.

Mastica su sándwich, mirándome, y resisto el impulso de quitarme la ropa y


dejar que me use como mesa. Incluso le dejaría usar mi pene como una
silla.
Me muevo en mi asiento y le doy un gran mordisco a mi sándwich.

—Entonces, estaba pensando en Colorado, y te envié un correo


electrónico de toda la mierda que podemos hacer. ¿Quieres estar en la
decisión final, o puedo elegirlo todo yo?

Él asiente distraído, sus ojos están sobre mis muslos. Yo los abro un poco
más y lo veo retorcerse en su asiento.

—Está bien, haré las reservas —le digo.

—Hm —responde, y me inclino un poco hacia él.

—Un viaje en tren, una visita a una cueva y un masaje tántrico.

—Sí —responde, y yo lo empujo con una risa suave.

—Entonces, ¿el itinerario suena bien?

—Sí —Abre los ojos de golpe y hace una mueca—. Oh, diablos.
¿Qué es lo que acabo de aceptar?

—Todo, Doc. Nos vamos a casar y a tener bebés —Bromeo.

Cuando tartamudea y casi se ahoga, yo me rio. —Nah, es broma. Sólo al


itinerario de Colorado. Lo tengo todo planeado —repito—. Te enviaré todo
por correo electrónico.

—¿Y que hay de tu alojamiento? ¿En dónde te quedarás?

Me encojo de hombros, esperando que me deje entrar. Que me deje


quedarme. —¿Contigo?

Él resopla y mira hacia otro lado. —Bien.

—Sabía que me dejarías. Ese fue un resoplido de emoción.

—No lo fue.
Deslizo mis piernas sobre las suyas y me inclino hacia atrás, termino mi
sándwich y le doy un largo sorbo a mi Coca-Cola.

Se queja, pero aun así apoya su mano en mi muslo mientras termina su


comida. Cuando le ofrezco un sorbo de mi bebida, lo toma de mala gana.
Pretende odiarlo, pero veo la forma en que sus párpados revolotean.

Le encantan los malditos dulces, pero no se permite disfrutarlos.

Sonrío por dentro.

Me va a encantar verlo disfrutar de las pequeñas cosas, y estoy seguro de


que voy a disfrutar de él disfrutándome a mí.
Capítulo Siete
Elliot
—Hola. ¿Crees que podrías ascendernos a primera clase? —Pregunta
Luke a la mujer que está detrás del mostrador y quien parece nerviosa por
su atención. No la culpo.

También me ha estado poniendo nervioso.

Durante la última semana, ha estado en todas partes: en mi espacio


personal, en mi cama y siempre en mis pensamientos.

Parece que no puedo exorcizarlo. Creo que debe de existir agua bendita
para este tipo de situaciones. Tal vez debería ver a un sacerdote.

Me preocupa a dónde conducirá esto y cuán herido estaré al final de todo.

—Lo siento mucho, pero no tenemos nada disponible —dice la mujer


mientras sonríe tímidamente. Juega a esponjarse el cabello, pero no se
puede esponjar. Tiene demasiada laca para que esos mechones se muevan.
Puedo olerla desde aquí.

Ni lo sueñes, señorita.

Observo a Luke y me doy cuenta de lo malditamente atractivo que es en


realidad. Puedo ver lo mismo que ella ve: sus rizos rubio arena asomándose
por debajo de un gorro gris, sus gruesos muslos estirando sus desgastados
jeans y su camiseta ajustada que muestra todos sus músculos. Es delicioso.
Agrega su encantadora sonrisa y su personalidad segura y extrovertida y es
como una fantasía hecha realidad.

Acaricio mi cabello y luego rápidamente meto mi mano en mi bolsillo.


Genial. Jodidamente genial. Ahora estoy celoso de una mujer que agitó su
cabello en dirección a él.

Necesito ayuda, seriamente.

—No te preocupes —dice Luke y le da un guiño sensual.

¿Pueden los guiños ser sensuales? Seguro que parece que pueden.

Luke no parece darse cuenta de mis pensamientos mientras que envuelve un


brazo alrededor de mis hombros y me lleva a una silla. Estoy dejando que
me toque con demasiada frecuencia. Está sacudiendo el interior de mi
cerebro cuidadosamente ensamblado. Mis archivadores mentales se están
derrumbando y los papeles se esparcen por todo el piso. Muy pronto, una
ráfaga de viento se los llevará a donde serán pisoteados y cagados.

Maldita sea todo. Necesito ganar un poco más de control en estas


situaciones, pero no puedo hacer nada más que dejarlo hacer lo que quiera.
¿Es así como se sienten los padres cuando tienen hijos? ¿Se dan por
vencidos eventualmente y dejan que el niño se enloquezca? Porque me
siento como que he perdido todo el control cuando se trata de él.

Está pisoteando las partes cuidadosamente elaboradas de mi vida.

—Supongo que tendremos que sentarnos muy cerca en clase


económica —dice, y tomo un trago de mi agua. Será un largo vuelo con él
presionado contra mí. No es que vaya a ser algo nuevo y no es que
realmente me esté quejando.

Como la otra mañana, cuando rodó justo encima de mi cuerpo y se quedó


justo ahí. Se sentía pesado y caliente, y me encantó.

Está derritiendo lentamente las partes frías y oscuras de mi corazón.

Nunca conocí a un hombre tan abierto y dispuesto a experimentar cosas


nuevas.
Nunca he conocido a un hombre como él, punto y fin.

—Estás pensando en ello, ¿eh? —Luke pregunta, luego se inclina y


susurra—. Todavía me duele el trasero.

Oh, Dios mío.

—No menciones eso en este lugar —murmuro, y Luke se ríe y se


remueve en su asiento.

—Simplemente digo la verdad. Dime que empacaste ese pequeño


equipo tuyo.

Lo miro y doy un asentimiento seco. —Sí.

—Joder, sí.

Se recuesta y extiende los brazos sobre el respaldo de las sillas. Sus dedos
juegan con las puntas de mi cabello y definitivamente no me apoyo en él.
Absolutamente no.

Me siento allí, completamente inmóvil como una estatua. Totalmente digno.

Luego me masajea suavemente el lóbulo de la oreja y, inconscientemente,


inclino la cabeza hacia él. Me abofeteo mentalmente por ello. Tengo que
mantenerme firme.

No estoy enfermo de amor.

Soy un médico de treinta y cinco años, carajo.

Cuando finalmente nos sentamos en el avión, Luke está prácticamente


encima de mí, su mano descansa sobre mi muslo mientras entrelaza sus
dedos con los míos. Se recuesta y ve una película en su teléfono como si
esto no fuera la gran cosa. Mientras tanto, yo me siento como un
adolescente tomado de la mano de su crush. Soy un maldito desastre.

Le pido un mini vodka a la azafata y me lo bebo de un trago.


Luego pido otro.

No ayuda, por supuesto. Las aerolíneas no venden alcohol que pueda


hacerte actuar más racionalmente. No, todo lo contrario.

Cuando llegamos al hotel, estoy desesperado y demasiado ansioso. El


alcohol solo sirvió para ponerme aún más caliente.

No tengo tiempo para esto.

Pero lo quiero, no obstante.

Tan pronto como la puerta del hotel se cierra detrás de nosotros, estoy sobre
él. Las maletas se ven abandonadas y se alejan rodando lentamente mientras
empujo bruscamente mi cuerpo contra el suyo. Entrelazo mis dedos con los
de Luke y le presiono ambas manos contra la pared.

—Has estado distrayéndome mucho —murmuro mientras chocamos


el uno contra el otro, su erección contra mi ingle. Dios, él siempre está tan
listo y dispuesto. Esto nunca pasará de moda.

—¿Me va a castigar, doc? —gruñe.

—No tengo tiempo para eso. Solo tengo diez minutos —Jadeo y
luego hago algo tan ridículo, que pensaré al respecto semanas después y me
preguntaré en qué diablos estaba pensando.

Pero los adolescentes no piensan bien las cosas, ¿verdad? No, simplemente
existen en el espacio y actúan según sus necesidades más básicas.

Ese soy yo, necesitado y reducido a un humano primitivo. Correrme es en


lo único en que puedo pensar ahora mismo. Recuesto mi espalda en su
pecho, abro mi camisa y desabrocho mis pantalones.

Agarro su mano y la guío por debajo de mi cintura.

Siento a Luke exhalando profundamente contra mi cuello mientras roza sus


labios contra mi piel sensible y sobrecalentada. Pero no me permito híper
enfocarme en sus labios o en el hecho de que su boca está sobre mí. No
puedo, o simplemente estallaré en llamas.

—Hazlo de esta forma —le instruyo, casi sin aliento mientras muevo
su pulgar sobre una parte de mí, y su índice y dedo medio a otra, luego
deslizo sus dedos una corta distancia hasta justo debajo de mi punta y
finalmente hacia abajo.

—Oh, mierda —Luke murmura y su agarre se aprieta. Yo me


estremezco.

—No tan apretado.

—Oh, mierda —resopla—. Lo siento.

Afloja su agarre un poco, y luego lo vuelve a hacer.

—¿Mejor? —Pregunta y su aliento me roza el cuello.

—Sí. Tan bueno —gimo.

Él tararea por lo bajo y me está tocando tan bien. Me recuesto contra su


cuerpo, mis ojos se cierran con fuerza y mis piernas tiemblan mientras él
me empuja hacia el borde.

—Tan caliente. Eres tan sexy. Puedo sentirte, pero quiero ver —dice,
su polla imposiblemente dura contra mi trasero mientras se arquea hacia mí
—. ¿Me vas a dejar ver, Eli? ¿Me dejarías verte desnudo para mí? Apuesto
a que sabes tan bien.

Oh, Dios mío.

No puedo dejarme caer en la tentación.

Pero maldita sea, si no es tentador.

Las cosas que podría hacer con su lengua y con su polla.


Su otra mano sube por mi camiseta, deslizándose contra mi pecho desnudo
mientras sube hasta agarrar mi cuello. Su mano grande y gruesa aprieta
suavemente, mientras muerde la piel justo debajo de mi oreja. Y luego sus
dedos en mis pantalones hacen un pequeño giro justo al final de mí, y siento
que me encojo. Gimo fuerte y me corro con tanta fuerza que mi visión se
oscurece por un momento. Mi cuerpo se desploma contra él, sintiéndome
demasiado sensible.

—No más —Gruño, y Luke quita lentamente su mano de mis


pantalones.

Luego se lleva los dedos a la nariz e inhala profundamente. Es sucio y


asqueroso, y no puedo evitar sonrojarme.

Nadie me ha olido antes.

Me gusta demasiado.

Me alejo de él porque lo besaré si me quedo en donde estoy. Y no puedo


hacer eso.

No debo hacerlo.

—Eso estuvo bien.

—Bien —Luke resopla y luego mira hacia abajo, a su todavía dura


erección—. Te corriste como si no hubieras tenido un orgasmo en años.

Bueno, antes de él, técnicamente no lo había hecho. No con alguien más.


Pero mi fiel mano y yo hemos hecho maravillas. Agrega algunos juguetes, y
¿quién necesita a otro hombre?

Yo. Yo necesito a otro hombre. Específicamente a Luke. Parece que estaba


equivocado.

Luke me mira y se acomoda. —¿Vas a dejarme colgando, Doc?


—Sí, porque tengo que irme —digo, metiéndome la camisa en el
pantalón—. Y no te tocarás la polla hasta que yo regrese. Te enviaré un
mensaje de texto con instrucciones.

—Maldita sea, Eli —Se queja, y yo sonrío maliciosamente, sintiendo


que tengo la ventaja por primera vez en días. O tal vez sea el vodka lo que
me da una falsa sensación de confianza.

—Valdrá la pena la espera.

Miro mi teléfono y maldigo. Voy a llegar tarde. Y nunca llego tarde.

Guardo mi teléfono en el bolsillo, agarro la chaqueta de mi traje y me la


pongo.

—Mantén un ojo en tu teléfono.

—Entiendo. Y cuando termines con este pequeño viaje de poder tuyo,


tenemos un tren que tomar.

—Bien —digo y luego salgo corriendo de la habitación, mirando mi


reflejo en las puertas del ascensor para alisar mi cabello rebelde.

Maldito Luke y sus manos mágicas.

El ascensor se detiene en el tercer piso y un señor mayor sube. Debo


parecer un desastre porque me mira fijamente, y no puedo evitar la mentira
que sale de mi boca.

—Me quedé dormido en el avión. Voy con algo de retraso.

No sé por qué creo que el tipo necesita una explicación. Él no me conoce ni


se preocupa por mí. Pero por alguna razón, me hace sentir mejor. Es mejor
eso que admitir que acabo de tener la mano de Luke dentro de mis
pantalones mientras me llevaba al orgasmo.

O admitir lo mucho que me gustó.


La conferencia está en pleno apogeo cuando entro a escondidas y encuentro
un asiento en la parte de atrás. Algunas personas giran la cabeza para
mirarme, pero solo los miro de regreso con una expresión pétrea. No me
juzgarían tan rápido si tuvieran su propio Luke.

También llegarían tarde o ni siquiera aparecerían por aquí.

Mi teléfono vibra, lo saco y me muerdo el labio porque es una foto de Luke


sobre la cama, su pene erecto está al aire mientras hace un puchero con sus
labios.

Esos labios que aún no he besado.

Luke: Estoy literalmente dolorido.

Miro a mi alrededor y luego respondo rápidamente.

Yo: Sin tocar.

Luego, antes de que pueda meter mi teléfono en el bolsillo, suena de nuevo


y Luke me saluda con una sonrisa en su hermoso rostro.

Me muerdo una sonrisa propia. Creo que estoy enfermando, porque mi cara
sigue haciendo espasmos.

—Llegaste tarde —una voz familiar susurra en mi oído, y mi teléfono


cae al suelo. Necesito comprar una carcasa mejor antes de romper la
pantalla por completo.

Me inclino para agarrarlo, pero Andrew lo toma del suelo antes de que yo
pueda hacerlo, y siendo el imbécil invasivo que es, baja la mirada hacia la
pantalla.

Se lo arrebato de la palma de su mano y lo meto en mi bolsillo.

—Ah, ¿tienes un nuevo juguete? —Andrew susurra y yo paso saliva.


Porque ahí está. El hombre al que esperaba evitar. El tipo al que mis
hermanas alejaron con brujería. ¿En dónde estaban sus hierbas mágicas
ahora, eh? Se ve impecable con el cabello castaño perfectamente peinado en
una raya en medio y una nariz aristocrática. Lleva un chaleco de suéter gris
y pantalones impecablemente planchados.

¿Qué fue lo que vi en él?

Mis gustos han cambiado por completo.

—Sí —miento porque no voy a hablar de ello con Andrew. No tendrá


esta parte de mí. Una vez la tuvo y luego la tiró por la borda.

—Un tipo como ese —Responde suavemente con una mirada de


suficiencia en su rostro—. ¿No le molesta que tú seas... tú?

Solo lo miro fijamente. Dios, mis hermanas tenían razón. Él siempre me


hizo sentir como una mierda. Debería haber reconocido las señales desde un
principio y haber salido corriendo, pero no lo hice.

Usaba pequeños golpes sutiles, tratando de derribar mi autoestima. Para él,


siempre fui demasiado aburrido, demasiado introvertido, demasiado callado
y demasiado gruñón. Nada estaba fuera de los límites de su ridiculización,
ni siquiera mi cuerpo. Se aseguró de que me sintiera menos, en todos los
sentidos. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que todo fue solo un jodido
esfuerzo para hacerme sentir demasiado inseguro sobre mí mismo para
dejarlo, haciéndome pensar que nadie más me querría. Y lamentablemente,
funcionó. Me había quedado por demasiado tiempo.

Nunca más.

—Vete —digo, girando mi rostro hacia adelante y sacando mi


computadora portátil de mi bolso.

Pero él no se va, solo se cierne, y no de una manera sexy.

No me atrevo a revisar mi teléfono para ver si Luke ha respondido porque


no quiero que Andrew lo vea. Quiero que esa parte de mi vida siga siendo
lo que es: privada. Bueno, tanto como sea posible con mis hermanas
involucradas.

Finalmente, el orador anuncia un descanso y me apresuro a encontrar un


nuevo lugar para sentarme, pero Andrew todavía está allí, mirándome desde
el otro lado de la habitación.

Resisto el impulso de mostrarle el dedo medio o de gritar algo muy poco


profesional en su dirección. ¿Por qué no puede simplemente dejarme en
paz?

Tal vez nadie quiera sentarse con él porque es un imbécil con una
personalidad cuestionable. Tal vez todos sus amigos se dieron cuenta de lo
imbécil que es y lo abandonaron. De cualquier manera, eso no me importa.
Dejé de tener sentimientos por este hombre hace años.

Mi teléfono suena, lo miro y veo a Luke con su brazo alrededor de una


mujer que no reconozco. Inmediatamente, mi presión arterial se dispara y
mis labios se fruncen. Bueno, este día no podría ir peor. Primero Andrea, y
ahora parece que Luke me encontró un reemplazo.

Luke: Hice una amiga mientras hacía escalada en roca.

Luke: Su nombre es Denise.

Luke: Mira esto.

Luego aparece otra foto de él, obviamente tomada por su nueva amiga,
mientras escala una pared rocosa empinada. No necesito mirar mucho para
saber que es él. He estudiado su cuerpo en detalle. Deslizo mis dedos por la
pantalla, ampliando la imagen.

¿Qué demonios? ¿Es esto lo que está haciendo esta mañana?

La acerco un poco más y observo los músculos de sus brazos, claramente


sin prestar atención a lo que dice el orador. Gasté miles de dólares para estar
aquí, y ni siquiera estoy escuchando porque Luke parece sexo escalando esa
montaña. No tiene por qué hacer eso. Parece peligroso.

Aparece otra imagen de él mostrado el pulgar arriba a una persona sentada


en el suelo. Apago la pantalla de mi teléfono, luego la enciendo otra vez.
Vuelvo a hacer clic en él.

Luego hago zoom de nuevo.

Yo: Eso no parece seguro.

Luke: No, doc. Bajé perfectamente, solo hay que confiar en la cuerda.

Observo sus palabras y me muevo en mi asiento. ¿Confiar en la cuerda?


Apenas confío en mí mismo, especialmente con las decisiones que he
estado tomando recientemente. No estoy seguro de poder confiar en una
jodida cuerda.

Luke: ¿Estás preocupado por mí?

Absolutamente no. No estoy preocupado en absoluto, pero luego las


visiones de él en una camilla, roto y ensangrentado, hacen que se me corte
el aliento en la garganta. Apago mi teléfono y presiono mis manos en los
reposabrazos, cerrando mis ojos con fuerza. Necesito ponerme en orden,
actuar como un ser racional y lógico, pero todo el tiempo en el que orador
está hablando sin parar, no dejo de pensar en él.

Cuando termina la conferencia, me apresuro a la habitación del hotel y


exhalo cuando escucho que la ducha está encendida.

Me apoyo contra la pared para recuperar el aliento y luego me enderezo y


paso una mano por mi cabello.

Estoy bien. Esto está bien. Él está bien.

Al entrar en el baño lleno de vapor, veo la silueta de Luke detrás de la


puerta de vidrio y siento que se me seca la boca. Se siente como el Sahara
ahí dentro. Necesito un vaso de agua fría. ¿Dónde está el jodido oasis
cuando lo necesito?

Es glorioso; las palabras no pueden hacerle justicia. El agua corre por todos
sus gruesos músculos y se pasa la mano por el pelo mojado mientras echa la
cabeza hacia atrás.

Aprieto los puños a mis costados mientras que él inclina su cabeza y sus
ojos se encuentran con los míos.

Él sonríe y apoya una mano en la parte superior de la puerta de la ducha. Se


vuelve hacia mí por completo, y esa enorme polla se eleva en
reconocimiento mientras me mira fijamente.

Es la cosa más sexual que he experimentado, sus ojos color avellana me


miran, y no quiero nada más que meterme en esa ducha con él y pasar mis
manos por los planos fuertes de su cuerpo. Simplemente sentirlo.

Pero no lo hago. Me quedo allí de pie en esta habitación húmeda y observo


cómo me mira.

Entonces la puerta de la ducha se abre con un chirrido, sale empapado, y se


detiene justo frente a mí.

Está goteando en las baldosas del suelo, pero no busca una toalla.
Simplemente me mira y siento que no puedo respirar.

—Te extrañé, Eli. He estado anhelándote todo el día —dice


finalmente, y mis ojos se deslizan hacia su pesada y tensa polla.

Entonces hago algo que absolutamente no debería. Lo culpo a él. Me tiene


en algún tipo de hechizo. Quizás mis hermanas ordenaron otra caja, una que
tiene un muñeco vudú de mí, y que me están obligando a hacer esto. Sí,
claro que sí…

Me dejo caer de rodillas y agarro sus caderas, mis dedos se clavan en su


piel suave y tensa.
Su aliento se entrecorta, y no pierdo el tiempo. Separo los labios y tiro de él
justo dentro de mi boca deseosa y salivada.

Luke gime profundamente, sus manos acunan suavemente mi cabeza


mientras lo llevo hasta el fondo de mi garganta.

—Eres jodidamente brillante —gruñe mientras presiono mi nariz


contra el vello áspero de su ingle y trago alrededor de él.

—Mierda —añade, y luego retrocedo y lo hago todo de nuevo.

Está exhalando temblorosamente, sus dedos se clavan ligeramente en mi


cuero cabelludo mientras lo llevo hasta el borde. No puedo creer que esté
haciendo esto; no lo he hecho en años.

Odio sentirme vulnerable y sumiso de esta forma.

Pero él es tan cuidadoso conmigo. Apenas se mueve. Simplemente tiembla


mientras lo consumo.

Me encuentro con su mirada con parpados caídos y él ahueca suavemente


mi mejilla, casi con reverencia, como si me estuviera adorando.

Mi corazón se aprieta dentro de mi pecho mientras arrastro mi lengua sobre


su longitud, chupando con fuerza.

—Mierda, Eli —gruñe, tirando suavemente de mi cabeza hacia atrás y


retirándola de su pene—. Eres tan bueno. Demasiado bueno. Me voy a
correr si sigues así.

Arqueo una ceja hacia él, echa la cabeza hacia atrás y gime.

Lo tomo de nuevo en mi boca y muevo la cabeza furiosamente hasta que


canta mi nombre. El sonido de él desmoronándose, pieza por pieza, me hace
chuparlo más fuerte.

Lo quiero destrozado por mi culpa.


—Joder. Eli. Me corro. Oh, mierda —gruñe, y luego siento su sabor
en mi lengua. Un pequeño gemido escapa de mi garganta mientras lo trago.
Nunca lo admitiré, me lo llevaré a la tumba, pero no puedo evitar
saborearlo.

Dejo que su suave longitud se escape de mi boca, y parte de su semen gotea


por mi barbilla hasta sobre mi camisa.

Sus ojos lo siguen, y desliza un pulgar sobre mis labios.

—Eso fue jodidamente bueno, Eli. Tienes tanto talento —me dice, y
finjo que eso no me hace feliz.

Pero lo hace. Estoy irracionalmente alegre de que lo haya disfrutado. De


que me haya disfrutado.

Saco sus manos de mi cabeza y me pongo de pie, desabrochándome la


camisa lentamente. Luke mira mis dedos como si estuviera a punto de
entrar a un interrogatorio. Así de intensamente me está estudiando.

—¿Quieres que te devuelva el favor? —pregunta suavemente.

Hago una pausa en lo que estoy haciendo y me encuentro con su mirada.

—De acuerdo.

Se mueve para arrodillarse, pero lo detengo.

—No —digo y me acerco a él, desabrochándome los pantalones. Solo


el botón y la cremallera, nada más. Estoy en una pendiente resbaladiza, y
actualmente me encuentro colgando del precipicio, aferrándome a una
maleza sin raíces a medio camino del suelo. Me voy a caer con tanta fuerza,
pero, aun así, una parte de mí quiere simplemente dejarme ir.

Déjate ir. Déjate ir.

No, aún no.


Luke inhala profundamente cuando me quito la camisa por completo y me
giro para presionar mi espalda desnuda contra su pecho.

Él mira en el espejo, observándome, y nuestros ojos se encuentran.

Nos vemos tan calientes juntos, sin camisa y despeinados y, sin embargo,
mi ritmo cardíaco aumenta por la vulnerabilidad que le estoy mostrando.

Pero me olvido de todo en cuanto desliza su mano debajo de mi cinturilla


hasta que está justo donde la deseo, y maldita sea, tiene una memoria
excelente. Un gemido escapa de mis labios entreabiertos.

—Mírate —dice Luke con voz ronca, sus ojos se encuentran con los
míos en el espejo y luego se deslizan por mi abdomen—. Escucha. Esos
sonidos.

Estoy jadeando, pequeños gemidos se escapan de mi boca. No puedo


evitarlo. No puedo controlarme.

Su mano sube por mi torso y su pulgar traza una de las cicatrices


descoloridas antes de dirigirse a mi pezón.

—Las cosas que quiero hacerte, Eli —murmura—. Si me dejaras.

Oh dios, en este momento siento que podría. Podría dejarlo entrar en mi


interior, sus dedos, su polla. La idea de eso, solo esa pequeña visión es
suficiente para mí. Me vengo con un gemido bajo, aferrándome a él.

Y cuando estoy desplomado contra su cuerpo, sus fuertes brazos me


sostienen y presiona un suave beso en la parte superior de mi cabeza.

—Eres tan malditamente caliente —Susurra.

—Tú igual.

Es una admisión que muestra demasiado, pero no me importa en este


momento. Me ha destrozado de la mejor manera posible.
Luke pasa la punta de su nariz por mi sien y sus manos se flexionan contra
mi pecho.

—Por mucho que quiera relajarme aquí y hacer esto de nuevo,


tenemos que ponernos en marcha para no perder el tren —Dice.

Demonios, no me podrían importar menos los trenes o las reservas en este


momento. Estoy agotado por el viaje, por sentirme tan fuera de control,
pero sobre todo por permitirme ser tan vulnerable con un hombre al que
apenas conozco. Entré en una relación con Andrew rápidamente y mira en
dónde terminó.

La verdad es que solo tengo miedo.

Miro a Luke y esa expresión de emoción en su rostro me hace empujarme


hacia adelante y pasar una mano por mi cabello revuelto. Basta de esta
preocupación. tengo que continuar.

Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

—Dame cinco minutos para cambiarme. Entonces podremos irnos.

Luke y yo nos sentamos uno al lado del otro en un vagón de tren mientras
subimos a Pike's Peak. Es la cumbre más alta de las Montañas Rocosas a
cuatro mil metros de altura. El sistema de trenes de cremallera en el que nos
encontramos actualmente. se creó hace años para llevar a la gente a la
montaña. Se trata de un viaje de ida y vuelta de tres horas, deteniéndose en
la cumbre para ver el Centro de los Visitantes, y finalmente volver a bajar.
Ni siquiera sabía que esto existía hasta que Luke me llevó al vagón del tren
y tomamos asiento.

No creo que hubiera disfrutado ni la mitad de Colorado Springs, sin él


acompañándome. Me está obligando a hacer cosas que yo nunca habría
hecho. Si hubiera venido solo, habría pasado mis tardes en mi habitación de
hotel, leyendo un libro o navegando en Internet. Con la comida siendo
entregada a mi puerta.

Nunca estaría sentado en un vagón de tren subiendo por la ladera de una


montaña.

Tenía razón cuando nos conocimos. Mi existencia antes de Luke era


aburrida. Se abrió camino en mi vida haciéndola divertida.

Escucho distraídamente mientras la guía habla por los altavoces sobre la


historia de la montaña y su significado, pero en lo que realmente estoy
concentrado es en la mano de Luke sobre la mía.

Tan pronto como nos sentamos, entrelazó sus dedos con los míos y no los
ha movido. Me había quejado y murmurado, pero él simplemente me
ignoró.

Me muerdo una sonrisa ante ese pensamiento.

Me niego a sonreír.

—Hey, sí, tengo una pregunta —Luke dice cuando el guía abre paso a
una ronda de preguntas—. ¿Por qué estos trenes no tienen baños? Parece
que eso podría ser un problema para algunos pasajeros.

La guía sonríe suavemente. Yo también le sonreiría así, si fuera otra


persona. Es entrañable a su manera.

Ella explica brevemente cómo el tren no puede acomodarlos, pero solo


estoy escuchando a medias. Puedo sentir a Luke a mi lado, es casi como
una experiencia extra corporal.

Luke se recuesta, satisfecho con su respuesta. —Jodidamente interesante,


¿eh?

—Sí —No es interesante, pero aquí estoy diciendo que lo es.


La guía responde algunas otras preguntas de los pasajeros y luego dice: —
Me acabo de enterar de que no podemos subir más la montaña. Los rieles
más adelante están congelados. Nos disculpamos y estamos ofreciendo
reembolsos en la estación…

—Mierda —dice Luke, mirando a una pareja mayor al otro lado del
pasillo—. Alguien se va a orinar en los pantalones. Espero que hayan traído
pañales.

Cierro los labios con fuerza para no reírme. —¿Eso es lo que está llenando
ese cerebro tuyo?

Me da un codazo. —Demonios sí. Y, ya sabes, pensamientos sobre ti.

—Hm, estoy clasificado ahí dentro junto a pañales para adultos. Que
encantador.

Luke tira de nuestras manos entrelazadas hasta su boca, mordiendo


suavemente la punta de mi pulgar.

—Eres tan gracioso, Eli.

Aparto la mirada de él, sintiendo mi corazón temblar demasiado


dolorosamente dentro de mi pecho. No es una condición médica. Soy
médico, así que lo sé. No, es algo mucho peor.

Este es mi corazón cayendo poco a poco por este hombre. Me dije a mí


mismo que nunca más me permitiría enamorarme. Nunca quise que nada de
esto sucediera.

Luke simplemente irrumpió en mi vida como un incendio de cuatro alarmas


y quemó mi escondite seguro hasta los cimientos.

Ahora estoy expuesto.

Se inclina más cerca de mí. —Cuando volvamos abajo, cenemos en el


centro y luego —presiona sus labios en mi oído y susurra—. podemos
volver a la habitación y follar.

Me muevo en mi asiento, mi mano aún agarrada a la suya.

—Podrías sacar ese kit de torturas tuyo. Jugar un poco conmigo.

Muerdo mi labio para sofocar una sonrisa. —Eso podría arreglarse.

Resopla una carcajada y me mira fijamente.

—Tengo la erección más grande en este momento —murmura, miro


hacia abajo y lo noto—. Deja de mirarme, eso solo lo empeorará.

Siento que me arden las mejillas y fuerzo mi mirada hacia la ventana. No


miraré su pene como si fuera un perro pidiendo una golosina. Tengo más
autocontrol que eso.

Pero durante toda la cena en el pequeño y ecléctico restaurante del centro,


me retuerzo internamente.

—¿Qué te hizo querer dedicarte a la soldadura? —Pregunto de


repente, porque necesito concentrarme en otra cosa y probarme a mí mismo
que puedo mantener una conversación adulta, maldita sea.

Luke agarra un trozo de bruschetta y se lo mete en la boca. Se lame el


pulgar y observo con gran atención cómo su lengua se mueve a través de su
piel y luego sobre su labio inferior para atrapar una miga. Mierda, voy a
necesitar un babero para manejar toda mi baba si no puedo recomponerme.

—Soy bueno en eso. Me gusta trabajar con mis manos. Lo he estado


haciendo desde que tenía dieciocho años. Mi papá me compró una máquina
de soldar y trajo a casa unas láminas de metal; Desde ahí nunca he mirado
atrás. También tengo todas mis certificaciones.

Se mete otro trozo de pan en la boca. A este ritmo, mejor hubiésemos ido a
un buffet libre. La factura será enorme, pero Luke me dijo que él pagaría.
Se inclinó hacia mí y dijo: —Puede que no sea un trabajador de cuello
azul21, Eli, pero me va bien.

Mientras manejamos hacia el restaurante, lo busqué.

Sí, Luke gana casi tanto como yo. Joder, si eso no me impresiona.

—¿Eres un jornalero? —Pregunto.

—Sí. Voy a ser un soldador experto el próximo año. ¿Sabes por qué,
Eli?

La forma en que dice mi nombre hace que me concentre intensamente en su


boca. Me pregunto si me comería con esa boca. De repente tengo una
imagen muy vívida de su cabeza entre mis piernas, su barba rozando mis
muslos...

Trago saliva y lo miro a los ojos.

—¿Por qué?

Se inclina hacia atrás, y nuestras piernas chocan. —Porque soy bueno en lo


que hago. Ahí es donde nos parecemos.

—No estoy tan seguro de eso. No creo ser un médico excelente.


Mediocre en el mejor de los casos. Algunas veces bueno —Hago una pausa
y veo a Luke mirándome—. Pareciera que no estás de acuerdo.

—Sí, doc, tú no ves lo que yo veo.

Arqueo una ceja hacia él, tratando de contenerme. —¿Y eso es?

—Que eres un maldito buen doctor. Amanda me lo dijo. ¿Crees que


se aguantaría tu mierda si no le gustaras?

—A ella le gusta cuánto le pago.


—Nope —dice, enganchando su pie alrededor de la pata de mi silla y
acercándome a la mesa—. Ella me dijo lo bueno que eres. Sus cejas no
mienten.

Lo observo mientras sorbo de mi bebida y luego decido que este lugar es


muy ruidoso. Para tener una conversación decente, necesito sentarme a su
lado. Esa es la única razón por la que me levanto de mi asiento y muevo mi
silla junto a la suya. Luke me sonríe como si supiera todos mis trucos y
luego envuelve un brazo pesado alrededor de mis hombros, jugando con el
lóbulo de mi oreja mientras mordisqueo mi comida.

La proximidad con él, su tamaño, su calidez, su olor, están haciendo cosas


terribles dentro de mí. Internamente, me siento como si estuviera arañando
para ser liberado, para dejarme ir, pero me encuentro atrapado dentro de
esta maldita jaula de civilidad y principios, que he construido tan
meticulosamente.

Para cuando terminamos de comer, estoy hambriento, casi echando espuma


por la boca. Me duele todo el cuerpo por él y me siento enloquecido.

En el momento en que entramos en nuestra habitación de hotel, mi correa se


rompe y lo ataco. Ni siquiera pretendo ser un hombre compuesto.
Simplemente me pego a su pecho, me aferro a sus hombros y devoro su
fuerte cuello con mis labios y mi lengua. Soy débil, tan jodidamente débil.

Estoy desesperado.

—Ansioso, ¿eh? —Luke se ríe, y yo agarro el cuello de su camisa y


tiro de él hacia su cama—. No te juzgo. Conozco ese sentimiento. Lo he
estado sintiendo durante toda la cena. ¿Qué vas a usar conmigo esta noche?

Ni siquiera puedo pensar. Solo quiero sentirlo. —Ya verás.

Teniendo a Luke bajo mi control, un hombre tan fuerte, más grande que la
vida, que se somete y se doblega a mi voluntad, nunca antes me había
sentido más poderoso y masculino que este momento. Fácilmente podría
darme la vuelta, pero no lo hace. Me deja hacer lo que quiero. Y, joder, lo
quiero todo.

La parte posterior de sus rodillas golpea el colchón y se hunde en él.


Presiono las yemas de mis dedos en su pecho, y él se deja caer sobre su
espalda.

—Oh, como voy a disfrutar de esto —Murmuro mientras abro sus


jeans.

Levanta las caderas mientras deslizo los pantalones por sus largas piernas y
luego tiro de sus bóxers, arrojándolos al suelo.

—Quítate la camisa —le digo, y él se inclina hacia arriba, los


músculos de su abdomen se flexionan mientras se quita la camiseta por
encima de su cabeza, y luego está benditamente desnudo. Paso mis dedos
por la parte interna de su muslo, y escucho su respiración temblar mientras
lo hago.

—¿Vas a quitarte toda esa ropa elegante para mí, Eli? —Me pide.
Deslizo el botón superior de mi camisa fuera del agujero, y observo con
reverencia como el pecho de Luke sube y baja frenéticamente mientras abro
lentamente cada botón. Se está excitando con esto, mirándome desnudarme
para él. Entonces, lo hago más lento, torturándolo de la misma manera en
que él me torturó a mí.

Por todo. El maldito. Día.

Cuando mi camisa finalmente se abre, dejo que se deslice por mis hombros
y Luke se inclina sobre sus codos para tener una mejor vista.

—Pantalones —gruñe, e inclino la cabeza.

—Eso te gustaría, ¿no?

—Demonios, sí. Vamos. Ya has visto todo de mí. Quiero ver todo de
ti.
Me desabrocho el cinturón y tiro lentamente a través de los aros, haciendo
que el cuero susurre a través de la tela. Y todo el tiempo, estoy en guerra
conmigo mismo. No estoy seguro de que deba desnudarme así para él. La
vulnerabilidad hace que se me encoja el estómago.

Ya me siento tan fuera de control en lo que a él respecta, no estoy seguro de


poder soportar más.

—No. No esta noche. Sobre tus manos y rodillas.

La decepción invade su rostro.

—¿Es enserio?

—Ahora, Luke.

Extiende su mano hacia mí y yo doy un paso atrás. Me mira por un


momento y resopla, pero luego cumple y se da la vuelta en la cama. Una
pequeña parte de mí, por un momento, se pregunta si he cometido un error.
Pero luego la parte más grande y lógica en mi interior anula esa idea.
Apenas lo conozco. Confío en quién soy yo, pero conocerte a ti mismo y
abrirte a los demás son dos cosas muy diferentes. No puedo negar que hay
una pequeña parte oculta de mí, que se preocupa de que Luke resulte siendo
como Andrew. No estoy preparado para esa desilusión tan desgarradora.

Este soy yo protegiéndome. No le debo nada a Luke.

—Me gustará todo lo que vea, Eli —dice, como si me leyera la mente.
Su cabeza está girada hacia mí, descansando sobre sus brazos cruzados.

—Ese no es el problema, Luke.

—¿Entonces cuál es?

Hago una pausa, preguntándome si debería mentir, y luego decido no


hacerlo. —Esto no tiene nada que ver con mi cuerpo, no realmente. Son las
emociones que lo acompañan. Hay una intimidad muy grande en
desnudarme por completo con otra persona… y no estoy seguro de estar
preparado.

Luke se humedece los labios y se encuentra con mi mirada. —Yo nunca te


haría daño.

Trago saliva y arranco mi mirada de la suya, observando su culo apretado y


redondo levantado en el aire. —Lo sé.

Agarro mi equipo y lo extiendo frente a él, con la esperanza de distraerlo de


esa conversación. Parece funcionar porque sus mejillas se enrojecen en
cuanto mira los juguetes frente a él.

—¿Qué vas a usar esta vez?

—Mi strap-on22 —Digo y lo saco—. ¿Crees que puedes tomarlo?

Luke presiona su mejilla contra el colchón, sus pupilas se dilatan mientras


mira el consolador rosado carne en mi mano.

—Demonios, sí. Mi trasero fue hecho para ti.

Una sonrisa tira de mis labios, estiro la mano y acaricio un mechón de


cabello de su rostro.

—Buen chico.

Se sonroja y deslizo mi pulgar por sus labios.

—No te muevas —Agrego y luego me muevo hacia el baño.

Tiro del arnés sobre mis bóxers, deslizando el consolador por la abertura en
la parte delantera. Coloco el vibrador en forma de bala en el pequeño
bolsillo debajo de él, justo contra mi pene. Me miro a mí mismo y me
pregunto qué pensará Luke cuando vea esto.

¿Le gustará?
Me siento nervioso y emocionado a partes iguales mientras camino desde el
baño, y siento su mirada caer pesadamente sobre mí.

—Oh, mierda —Murmura desde la cama, sus ojos recorriendo mi


cuerpo y aterrizando sobre mi polla—. Tan caliente. Eres tan jodidamente
sexy.

Un rubor se extiende por mi piel cuando me muevo detrás de él.

—Tú también —le respondo mientras le abro las nalgas ligeramente.


Mi dedo roza su agujero y él suelta un jadeo.

—Más —exige, y me rio.

—Conseguirás más cuando te diga que puedes —le respondo,


estirando la mano y agarrando el lubricante. Goteo un poco entre mis dedos,
y bordeo su agujero con ellos.

Luke gruñe un poco y luego gime cuando mi dedo lo atraviesa. Sus puños
se aprietan sobre las sábanas mientras trabajo mi dedo dentro de él.

Jódeme. Esta vista justo en frente de mí lo es todo. Siento que no voy a


durar. Ya estoy a mitad del camino y ni siquiera he encendido el vibrador
todavía.

—Vamos, Eli. Dame más —murmura mientras deslizo dos dedos


dentro y fuera de él, abriéndolo para mí—. Dámelo todo.

Tarareo por lo bajo y luego agrego un tercer dedo, y su aliento sale como
como si fuera un silbido. —Oh, mierda.

—Querías más —digo sombríamente mientras añado un cuarto dedo.


Ahora se está arqueando hacia mí, jodiéndose mis dedos porque quiere esto
tanto como yo.

Oh, está tan listo para que me lo folle.


Retiro mis dedos y lubrico mi polla, cambiando mi vibrador a la
configuración más baja, de lo contrario esto terminará con demasiada
rapidez. Me coloco justo en la entrada de su agujero.

Luke me mira por encima del hombro, y casi me corro con solo verlo: sus
labios jadean, sus mejillas están enrojecidas y su cabello despeinado. Ya se
ve tan desastroso y jodido, y ni siquiera he hecho nada aún.

—¿Estás listo? —pregunto, mi voz ronca y mis dedos clavándose en


sus musculosas caderas.

—Demonios, sí.

Muevo mis caderas hacia adelante y nuestros ojos permanecen conectados


mientras me deslizo dentro de él.

Y dios, el poder que siento atravesándome, la forma en que me toma tan


bien sin ninguna queja. Esto es casi mejor que un orgasmo.

—Joder —murmura y deja caer su frente sobre las sábanas cuando


estoy completamente asentado en su interior.

Deslizo mis caderas hacia atrás, saliendo de él por completo, y luego me


empujo de nuevo hacia adentro. Es lento, tortuoso y destinado a volverlo
loco, pero también me está haciendo cosas a mí. Me siento sonrojado y
ansioso, salvaje e insaciable, mientras mi corazón late con fuerza un mi
pecho.

Nunca me había sentido tan bien durante el sexo. Nunca.

Luke gruñe mientras empuja mi ingle.

—Más fuerte —dice, y aprieto mi agarre en sus caderas mientras


salgo y embisto contra él, la carne musculosa de nuestros muslos choca.

Todo su cuerpo se mueve sobre el colchón y gime mientras lo follo


entrando y saliendo de él.
Su piel brilla por el sudor y el esfuerzo, mientras que su mano derecha se
sacude febrilmente sobre su polla al ritmo de mis embestidas. Me inclino
sobre él para que mis manos y mi pecho puedan sentir su cuerpo latir y
temblar cada vez que golpeo su próstata.

—Oh, mierda —gruñe, y me muevo más rápido dentro y fuera de él


—. Dime que puedo correrme, Eli. Dímelo. Lo necesito.

Bueno, míralo, pidiéndome permiso.

Aparto la mano de su polla y la reemplazo con mi propia mano lubricada,


comenzando a acariciar su gruesa erección mientras que mis caderas se
arquean contra él. Y Dios, estoy cerca, tan jodidamente cerca. Necesito
correrme junto a él.

Mis pensamientos son incoherentes y confusos mientras me siento tan cerca


del borde.

—Luke. Córrete —respiro.

Y mis palabras lo envían al límite. El sonido de sus gemidos, el


estremecimiento de su cuerpo y la humedad de su liberación cubriendo mi
mano, me hacen seguirlo momentos después. Gimo cuando mi orgasmo me
supera por completo.

Cuando termina y los intensos espasmos finalmente se detienen, mi cara


sudorosa se presiona contra su ancha espalda mientras su torso se mueve
arriba y hacia abajo en respiraciones exageradas.

—Maldita sea, Eli —murmura, cerrando los ojos—. Justo cuando


pienso que no puede ser mejor…

Una sonrisa inclina mis labios hacia arriba, y aprieto mis brazos con un
poco más de fuerza alrededor de él.

—Estuviste tan bien —digo, y él suelta una carcajada.


—Te dije que mi trasero estaba hecho para ti.

—Lo está, Luke. Ahora es mío.

Me despierto presionado contra Luke, sus brazos y piernas me envuelven


como si fuera un pulpo. Las visiones de anoche invaden fluidamente mi
mente mientras que abro los ojos.

La forma en que Luke me miró con ojos muy abiertos y apreciativos,


mientras que caminaba desde el baño con mi pene ajustado con la correa
sobresaliendo de mi ingle.

La forma en que jadeó cuando deslicé mi polla dentro de su culo.

La sensación de él temblando debajo de mí mientras embestía contra él una


y otra vez, sus dedos agarrándose a las sábanas y mis caderas golpeando
contra las suyas.

La forma en que gimió mi nombre mientras se corría sobre las sabanas.

Como me atrajo a su pecho después de que salí de él y me limpié,


presionando un beso en mi cabeza antes de quedarse profundamente
dormido.

Me quedé allí durante horas, analizándolo todo, y llegué a una conclusión.

Me gusta. Me gusta Luke van Beek.

Eso es muy, muy preocupante.

Suena una alarma en la oscuridad, y Luke la alcanza con un gruñido,


apagándola y luego hundiendo su cara en mi cuello.

La forma en que sus labios rozan mi piel me hace retorcerme.


—¿Te da cosquillas? —Pregunta, y yo suspiro.

—Sí. Solo un poco.

—Mm, me encanta eso.

Roza sus labios por mí cuello otra vez, y se ríe sombríamente cuando me
retuerzo contra él.

—Será mejor que vayamos yendo. Tengo una reserva para caminar la
pendiente en cuarenta y cinco minutos, y debemos asegurarnos de llegar a
tiempo para tu primera sesión. No quiero que vuelvas a llegar tarde.

Suspiro pesadamente. —Preferiría no ir. Suena como a una tortura. Las


escaleras no son mis amigas. Prefiero los ascensores.

—Vamos, Eli. Te he visto. Estás en forma. Te irá bien. Además, forma


parte de mi lista de deseos y quiero hacerlo contigo.

Me pavoneo un poco por el hecho de que quiere experimentar cosas nuevas


conmigo. Me estiro hacia atrás y paso mis dedos por su cabello antes de
tirar ligeramente de él.

—De acuerdo.

Se estira y luego rueda fuera de la cama, poniéndose de pie de un solo salto.


Hace sonar su cuello y luego se inclina para agarrar una camiseta y unos
pantalones cortos deportivos.

—¿No estás adolorido?

—Un poquito. Supongo que ya veremos cómo me va subiendo todas


esas escaleras, después de tomar ese monstruo dentro de mi culo virgen.

Resoplo una pequeña risa. —Oh Luke, aún no has visto nada —Tropieza un
poco y sonrío—. ¿Realmente tenemos que hacer esto? ¿Estás seguro de que
no preferirías pasar la mañana en la cama conmigo?
—Veo lo que estás tratando de hacer, siendo todo seductor y esa
mierda. Pero sí, Eli. Tenemos que hacer esto y vamos a pasar un buen rato.
Podemos con esto.

Él me mintió. De hecho, no podemos con esto.

¿Por qué dejé que me convenciera? Oh, dios, ¿quién fue el bastardo sádico
que hizo esta maldita cosa? Lo investigué mientras Luke nos conducía a
nuestro destino, resistiéndome un poco. Cuando Luke me lo contó antes,
había estado escuchando a medias. Ahora, me arrepiento de mis elecciones
de vida. Esta pendiente tiene 2,744 escalones, ganando seiscientos metros
de elevación en menos de kilómetro y medio. Estoy bastante en forma,
corro y nado regularmente, pero esta mierda está a otro nivel.

Mis muslos me arden, y la elevación a medida que ascendemos es mortal.


¿Por qué mis pulmones no están funcionando correctamente?

Miro detrás de mí y de repente me siento mareado. Oh, mierda, esto sí que


está empinado. No puedo ver la parte inferior de las escaleras detrás de mí,
y cuando vuelvo la mirada hacia adelante, ni siquiera puedo ver la parte
superior. Vuelvo mis ojos hacia Luke, que está recostado en uno de los
rieles que se usan para los escalones. Está tomándose una foto cerca de un
marcador con el número del escalón, clavado en la madera.

—Ya casi llegamos, Eli —Dice con una sonrisa, sus ojos se
encuentran con los míos.

Arqueo una ceja hacia él y me golpeo en la frente

Pensé que estaba en buena forma, pero necesito mejorar porque Luke está
haciendo que todo esto parezca demasiado fácil. Podría haber terminado ya,
pero me ha estado esperando cada veinte pasos más o menos. Sin embargo,
nunca me hace sentir como una mierda por la forma tan lenta en que me
muevo. No, él solo me espera pacientemente unos pasos por delante de mí,
tomando fotos de sí mismo, de mí o de la vista.

Quiero responder a sus palabras positivas y alentadoras, pero no puedo


hablar. Dios, no puedo respirar. Ahora sé cómo se sentía Sísifo23. Zeus era
un imbécil vengativo.

—No hay necesidad de charlar —Dice Luke y luego toma un sorbo de


agua—. Lo entiendo.

—No necesitas esperarme —digo, solo para demostrar que está


equivocado. Puedo hablar, muchas gracias. Solo necesito asegurarme de
que todas las palabras se exhalen en una sola respiración.

—Nah, Doc —dice cuando me detengo cerca de él—. Quiero


terminar esto contigo.

Me da un poco de agua y yo la bebo de un trago descuidadamente. Algunas


gotas incluso se deslizan por mi cuello y bajan hasta mi camisa. ¿Pero a
quién le importa? Para este punto solo estoy sobreviviendo. Me paso el
dorso de la mano por la boca.

—¿Estás listo? —Pregunta Luke después de un momento de silencio.

—Sí.

Entonces nos estamos moviendo hacia arriba una vez más. El aire se siente
más delgado arriba, y parches de nieve cubren el suelo. Me estremezco un
poco, preguntándome si debería haber traído un suéter. Luke no usa uno,
solo una camisa de manga larga y pantalones cortos que envuelven su
trasero, y de vez en cuando, le echo un vistazo a su tatuaje. Casi hace que
esta agonía valga la pena.

Después de unos minutos más, hago una pausa, inhalo profundamente y


luego, al exhalar, digo: —Cuéntame más sobre tu familia. Distráeme de este
infierno.
Luke me mira y apoya ambas manos sobre sus estrechas caderas.

—¿Quieres conocerme, Eli?

Muevo mi mano frente a mi cara porque no usaré palabras para


comunicarme. Los gestos tendrán que ser suficiente.

Luke se ríe y luego dice: —Uh, bueno, tengo tres hermanos… bueno, dos
hermanos reales y un primo que básicamente es como mi hermano.
Crecimos juntos. De todos modos, Liam es el mayor y está casado con
Anne. Sem, el que conociste, es un año menor que yo y está casado con
Magnus, y Caleb, mi primo, está comprometido con Whit.

Hm, parece que hay mucha gente gay o bisexual en esa familia. Me
pregunto cómo se sentirán acerca de los hombres trans.

Aplasto ese pensamiento inmediatamente. No hay necesidad de preguntarse


esas cosas por no voy a involucrarme románticamente con este hombre. Eso
no pasará.

Me aclaro la garganta y jadeo. —¿Y tus padres?

—Sí, todavía están por ahí. Viven en el desierto. Cumplirán treinta y


seis años de casados este junio.

Me mojo la boca y luego asiento. Hago un gesto hacia las escaleras frente a
nosotros, indicándole que estoy listo para seguir adelante.

Luke camina a mi lado y dice: —Deberías ir a conocerlos en algún


momento. Te amarían.

Lo miro y me encojo de hombros. Me estoy volviendo bastante bueno en


esto. ¿Quién necesita palabras cuando solo puedes agitar las manos y mover
los dedos?

—Sí bueno, ese encogimiento de hombros no funciona para mí.


Prefiero que sea un guiño, Eli.
Hago una pausa de nuevo y luego asiento. Obviamente, estoy teniendo
algún tipo de convulsión y necesito que me revisen de inmediato. ¿Qué está
mal conmigo?

Me gusta él.

Eso es lo que está mal.

Estoy haciendo cosas porque quiero hacerlo feliz.

La última vez que hice algo así, mi corazón fue arrancado de mi pecho y
aplastado como un insecto.

Luke no sabe el tormento en el que estoy porque solo sonríe ampliamente y


agarra la parte posterior de mi cuello sudoroso, apretándolo ligeramente.
Solo ese ligero toque me impulsa hacia adelante. Me digo a mí mismo que
es porque quiero terminar con esto, pero en realidad creo que es porque
quiero que esté orgulloso de mí.

Oh, diablos.

Avanzo, encontrando algo de fuerza interior, y cuando finalmente llegamos


a los últimos veinte pasos, hago una pausa e inhalo profundamente. No sé si
mis piernas aguantarán hasta la cima. Estoy condenado a quedarme aquí por
la eternidad. Tendrá que venir un helicóptero para llevarme de vuelta al
hotel.

—Tienes esto, Doc —dice Luke en voz baja, extendiendo una mano
hacia mí.

Lo miro fijamente, diciéndome a mí mismo que no debo hacerlo, pero mi


mente no escucha a razones. Simplemente entrelazo mis malditos dedos con
los suyos y me ilumino por dentro cuando los aprieta suavemente.

Saca su teléfono y lo sostiene frente a nosotros. —Voy a documentar esta


ocasión trascendental.
Pongo los ojos en blanco cuando presiona el botón de grabación, pero
logramos dar los últimos veinte pasos juntos.

—Miren —Dice Luke a la cámara, tirando de mi mano hasta sus


labios y besándola suavemente—. Lo logramos… sonríe, Eli.

Miro hacia arriba, haciendo una mueca, y Luke se ríe mientras llegamos a la
cima. Me bamboleo hasta un banco y me hundo con un “plop” audible.

Luke me sigue y se sienta a mi lado, nuestros muslos se rozan.

—Diablos —me las arreglo para respirar, y Luke se ríe, metiendo la


mano en su bolso y sacando una cerveza. Abre la tapa, toma un largo trago
y luego me tiende la lata.

—Tienes que tomar una copa de celebración, ¿sí? La empaqué solo


para esta ocasión.

Lo miro y luego pienso, qué demonios, pero no lo digo porque todavía


estoy recuperando el aliento y no puedo hablar.

Tomo un pequeño sorbo. La amargura inunda mi lengua y hago una mueca.

—Bien, ¿eh?

—Sí —jadeo, y luego nos sentamos en silencio durante unos minutos


mientras que observa a otras personas subir los últimos escalones. Me
quedo boquiabierto cuando algunos se dan la vuelta y corren hacia abajo.
Eso no puede ser seguro. Se van a romper las rodillas.

—Loco, ¿eh? —dice Luke, inclinándose ligeramente hacia mí.

—Sí, cuanto más aprendo sobre la humanidad, menos la entiendo.

Luke se ríe y juguetea con su teléfono. Yo lo miro y digo: —Por favor,


envíame ese video. El que tomaste de nosotros dando los últimos pasos
juntos.
Desliza el dedo por su pantalla. —Hecho. Ahora dime la verdad, Eli. ¿Vas a
ver ese video cuando estés solo?

Le entrego su cerveza. —Nunca.

Luke me sonríe porque me conoce demasiado bien, y luego bebe su cerveza


de un trago antes de volver a colocar el recipiente vacío en su mochila.

—Está bien, Eli, tenemos una hora para llegar abajo —Dice, mirando
su teléfono y un gemido miserable se escapa de mi boca.

—Vamos, Doc —dice, poniéndose de pie y estirando las piernas y la


espalda—. No queremos que llegues tarde. Y podemos reducir nuestro
tiempo a la mitad si corremos por el sendero.

Cierro los ojos y respiro profundamente.

Puedo hacer esto.

O eso creo.

Entro cojeando a la conferencia con un minuto de sobra y me siento en la


parte de atrás. Tengo la sensación de que mañana Luke va a necesitar
cargarme a donde quiera que vayamos. Esa sensación de quemadura en mis
piernas solo se agravará hasta que apenas pueda caminar. En unas pocas
horas, estaré cojeando como si tuviera cien años.

Pero, aun así, siento que el más pequeño grano de orgullo brota dentro de
mí.

Lo hice. Lo hice.

Luke me miró con algo que no pude descifrar mientras subíamos al auto
alquilado y nos dirigíamos al hotel. Tal vez él también estaba orgulloso de
mí, y eso hacía cosas terribles a mi corazón.
Mientras conducíamos por el pequeño centro de la ciudad de regreso al
hotel, Luke detuvo el auto y lo estacionó.

—Dame cinco minutos —Había dicho y luego cruzó la calle


corriendo, regresó cinco minutos después con una camiseta verde que decía
“Subí la pendiente de Manitou”

La había tomado a regañadientes, fingiendo que mi corazón no se había


calentado por su consideración. No, este corazón es un iceberg, me había
recordado.

Pero diablos, Luke es mi cambio climático y mis casquetes polares se están


derritiendo. Eso no puede ser bueno.

—Vas a usarla, ¿verdad? —Me preguntó con las cejas levantadas, y


yo tarareé una respuesta evasiva.

Porque tengo un secreto.

Voy a usarla cuando no haya nadie cerca, la miraré, la acariciaré y recordaré


cada maldita cosa de lo que hicimos hoy. Pero no puedo dejar que mis
hermanas me vean en ella, o sabrán lo bajo que he caído.

La verdad es que mis dedos que han estado agarrando mi amargura se están
soltando uno por uno. Muy pronto, será una caída libre.

Mi teléfono vibra contra mi muslo mientras que las bocinas de esta sesión
suenan y suenan. Lo saco y veo una foto de Luke con la misma camisa que
compró esta mañana. Sus músculos la llenan deliciosamente, y me imagino
empujando esa tela por encima de su amplio pecho y mordiendo su
pectoral.

Ridículo. Absolutamente ridículo.

Mantén la calma, Elliot.

Muerdo el interior de mi mejilla para evitar sonreír.


Levanto la vista y veo a Andrew observándome desde el otro lado de la
habitación. Mis ojos se ponen en blanco y decido ignorarlo, eligiendo
concentrarme en Luke en su lugar.

Luke: ¿Estás listo para esta noche?

Mi mente esta en blanco. No puedo recordar por mi vida lo que sucede esta
noche. No hay lugar en mi cabeza para nada más que para él.

Rápidamente, busco el itinerario y veo que haremos una especie de


recorrido con linternas en una cueva.

¿Qué demonios estoy haciendo?

Yo no hago visitas a cuevas.

No hago turismo.

No me gusta la gente.

Y, sin embargo, aquí estoy, mis dedos escribiendo antes de que mi cerebro
pueda procesar completamente lo que estoy haciendo.

Yo: Sí.

Luke: Sé que estás súper emocionado. Puedo oírlo en esa palabra de dos
letras, ¿algo que quieras hacer antes de que salgamos? Tenemos una hora.

Tamborileo con los dedos en el muslo y me concentro en las bocinas


durante un momento, antes de escribir unas instrucciones muy detalladas.
Oh, sí. Hay tantas cosas que puedo hacer en una hora.

Veamos qué tan bueno puede ser.


Capítulo Ocho
Luke
Llega tarde y yo ya me estoy impacientando. Miro el reloj que me parpadea
de regreso desde la pequeña mesa y respiro.

Estoy contemplando el levantarme del piso en donde sus mensajes de texto


exigieron que estuviera, justo cuando escucho el clic de la cerradura y Elliot
entra. Parece todo un sueño húmedo con su elegante ropa profesional, toda
formal y autoritario. Sus anteojos solo agregan otro nivel de atractivo.

Me mira y se humedece el labio inferior. Inmediatamente mi polla toma


nota.

Imbécil.

Luciendo tan engreído.

Y caliente.

—Llegas tarde —Me quejo, y mi pene se contrae en su dirección.


Sabe lo que pasa. Está listo. No puedo evitar recordar la noche anterior
cuando me folló.

Oh, mierda, ese fue el sexo más caliente que he tenido. Cuando mi primo
me dijo que recibir anal era la mejor forma para morir, me burlé de él.

Ya no me burlo.

Estoy jodidamente enganchado.

La puerta se cierra detrás de él, y Elliot se vuelve hacia mí. —Me retrasé
con algunos colegas.
Su voz baja le hace cosas a mi libido. Me gusta mucho como suena. Me
muevo sobre el consolador pegado al suelo y reprimo un gemido bajo.
Joder, es grande, y todavía estoy adolorido por lo de anoche.

Sin embargo, no iba a decirle que no. Estoy tan metido en esto que es una
locura.

Elliot se pasa una mano por la mandíbula ligeramente sin afeitar. —Veo que
hiciste lo que te pedí.

Bufo. —Sabías que iba a hacerlo.

¿No lo sabe ya? Soy un fanático total de este tipo. Haría cualquier cosa que
él quisiera.

—Estoy complacido, pero antes de que… continuemos, necesito


ducharme —Elliot dice y me quejo de mi frustración.

—He estado arrodillado con esta polla dentro de mi culo durante


veinte minutos, Eli. Estoy muriéndome.

Reboto sobre el consolador una, dos, tres malditas veces, y Elliot se dirige
hacia mí

—No más. No hasta que haya terminado.

Suspiro y me hundo completamente hacia atrás hasta que estoy totalmente


empalado. —Me estás matando, hombre.

Se acerca y acaricia mi mejilla. —Oh, pero Luke, eres un chico tan bueno.
Te ves tan sexy así. Sé que puedes aguantar un poco más —Dice
seductoramente.

Mierda. No puedo no obedecer después de que él me dice mierda como esa.


Parece que no solo me gusta que me digan qué hacer, sino que también me
encantan ser elogiado.
Elliot lo ve, porque sus labios se contraen cuando se gira y desaparece en el
baño, dejándome solo y excitado.

Miro el reloj. Un minuto. Dos. Me acaricio la polla. Nunca dijo que no


podía acariciar mi patético pene y, en realidad, se trata de autoconservación.
He estado sentado en este consolador durante demasiado tiempo y ya estoy
listo para estallar.

¿Quién se imaginaría que sería una auténtica puta por esto?

Joder, voy a correrme si sigo así. No tengo aguante tratándose de este tipo.
Solamente pienso en él y me siento casi a punto de correrme. Agarro la base
de mi polla y suspiro.

Imbécil, haciéndome esperar.

Diez minutos después, Elliot sale del baño con una toalla enrollada
alrededor de su cintura. Vapor sigue su figura esbelta y puedo olerlo.

A fresco. Caliente. Sexo. No puedo evitar mirarlo, todo ese músculo


delgado y resbaladizo moviéndose hacia mí. Mi puño se aprieta alrededor
de mi polla cuando él pasa por mi lado y se deja caer sobre el sofá, justo
enfrente de mí.

—Te tomaste tu tiempo —me quejo, y la comisura de la boca de


Elliot se levanta mientras abre ligeramente las piernas. Pero no puedo ver
una maldita cosa.

Imbécil, siempre tratando de esconderse de mí.

—Quítala. La toalla. Fuera —Demando y me agarro el muslo con


tanta fuerza que duele. Quiero acercarme a él, arrancarle esa mierda
ofensiva de la cintura y sentarme a horcajadas sus caderas. Quiero presionar
mi cara en su cuello y frotarme contra él. Pero no lo haré.

Puedo ser civilizado.


Él piensa que no puedo, pero yo sé que sí.

Esto, justo aquí, soy yo comportándome como un maldito ángel.

Elliot ladea la cabeza, sus ojos se encuentran con los míos, y luego arrastra
lentamente la toalla por sus muslos. Centímetro a centímetro hasta que casi
estoy jadeando por la anticipación.

Pero ese imbécil se detiene justo antes de que pueda ver algo, y yo cierro la
boca y gimo.

—¡Vamos, Doc! ¡Qué demonios!

Él sonríe de nuevo y luego abre esa boca suya tan irónica. —Jódete a ti
mismo —Me dice.

Sacudo la cabeza y aprieto la base de mi pene para evitar correrme. —No,


Eli. No hasta que te vea.

No quiero presionar, pero lo hago de todos modos. Él quiere mostrarme. Sé


que lo hace. Puedo decirlo. Claro que puedo, joder.

Se muerde el labio inferior como si estuviera pensándolo profundamente,


luego se levanta y se mueve para pararse justo en frente de donde yo estoy
arrodillado en el suelo.

Está tan cerca que no puedo hacer nada más que inclinarme hacia adelante y
presionar mi cara contra su cálido estómago. Huele tan fresco, como a
jabón y a un aroma rico y embriagador que es completamente suyo. Se me
hace agua la boca.

Los dedos de Elliot se enroscan en mi cuero cabelludo, tirando de los


mechones con fuerza mientras paso mis manos por sus muslos y agarro su
culo desnudo, ese culo tan firme que ni siquiera he visto todavía pero que
he imaginado demasiadas veces.
Se arquea hacia mí mientras lamo mi camino a través de su estómago,
mordisqueando mientras que mis manos amasan sus mejillas.

—Vamos, Eli. Por favor —susurro, mis palabras ahogadas a través de


su estómago.

Mis ojos se deslizan por su pecho desnudo hasta que encuentro su mirada
oscura.

Traga, su garganta trabajando mientras se muerde el labio inferior. Parece


inseguro, como si estuviera debatiéndolo internamente, pero no hay
necesidad. Él tiene que saber lo muy metido que estoy en esto.

Finalmente, asiente.

Él jodidamente asiente con la cabeza, y antes de que pueda cambiar de


opinión, estoy arrancando esa toalla de sus caderas y observándola caer a
sus pies.

Gimo ante la vista frente a mí.

Muslos musculosos, vello púbico cuidadosamente recortado, y ahí está.


Probablemente mida alrededor de cinco centímetros de largo, y joder, si no
he investigado esto hasta la muerte, pero es incluso mejor de lo que
imaginaba. Estoy completamente ido por esto.

—Oh, maldita sea, Eli, tu pene es tan caliente. ¿Puedo chupártelo? —


Digo lamiendo mis labios, y luego ni siquiera puedo esperar una respuesta.
Empujo mi cara justo sobre su pelvis y lo presiono contra mí.

—Luke —Elliot gime y se sobresalta cuando envuelvo mis labios


alrededor de él. Deslizando mi lengua suavemente, lo oigo jadear. Ese
sonido envía ondas eléctricas por todo mi cuerpo, encendiendo algo muy
profundo en mi interior; yo me inclino para comenzar a bombear mi polla.
Está tan dura, goteando y ansiosa por correrse.
Y joder, todavía estoy montado sobre el consolador. Está tan metido en mi
culo que puedo saborearlo. Quiero moverme, pero Elliot es más importante.
Quiero que él se venga primero. Quiero verlo desmoronarse. Necesito
escucharlo.

Muevo mis labios y mi lengua, agradeciendo a los dioses por el porno


(porque vi muchísimo para prepararme para esto). Leí todos los foros
posibles, y eso está dando sus frutos porque Elliot está gimiendo, sus dedos
tirando de mi cabello con tanta fuerza que es doloroso.

—Tan bueno —jadea, con la boca abierta y las mejillas sonrojadas, y


el solo verlo así, casi me envía al límite.

Hago un remolino con mi lengua y pone los ojos en blanco.

Pero quiero que me mire.

Mírame.

A mí.

Solo a mí.

De repente, sus ojos se abren de golpe y nuestras miradas se encuentran.


Algo que no puedo descifrar se mueve a través de esas oscuras
profundidades mientras su boca se abre en un gemido silencioso. Deslizo
mis labios sobre él una vez más y grita, todo su cuerpo tiembla y se
retuerce, y luego se desploma contra mí, sus manos sobre mis hombros y su
pecho agitado.

Inhala profundamente mientras lamo y beso sus muslos.

—Eso fue... no tengo palabras —dice en voz baja.

Presiono mi nariz contra su piel y lo sostengo contra mí.

—Soy un maldito profesional.


Resopla una pequeña risa y luego se aleja, sus manos están temblando
levemente mientras me acaricia la mejilla con ternura.

—Lo hiciste muy bien, Luke.

Mi nombre en sus labios hace que mi corazón lata con más fuerza, y luego
casi pierdo la capacidad de respirar cuando se pone de rodillas y envuelve
su boca alrededor de mi polla.

—No dijiste que esto era una cueva encantada —Oigo a Elliot
quejarse y agarro su mano libre tirando de él hacia el grupo de turistas. Las
linternas son lo único que ilumina el espacio, lo que le da una sensación
espeluznante. Las sombras rebotan en las paredes y nuestras voces resuenan
en las cámaras frías y ventosas.

—No sabía que lo era, pero joder, es espeluznante, ¿verdad? Todos


esos mineros que murieron excavando este lugar. Algunos fantasmas tienen
que estar aquí abajo, ¿no?

Elliot se para un poco más cerca de mí y me trago una risa.

—¿Por qué pensaste que un recorrido de linternas era una buena idea?

—No sé. Parecía divertido. Necesita momentos divertidos en tu vida,


Doc —respondo, y él mira a su alrededor con cautela.

—Luke, ¿te has fijado en nuestra guía? Creo que está drogada con
algo. Si nos perdemos, no sabrá cómo salir —susurra Elliot en mi oído. Está
casi encima de mí. Parece que es un poco asustadizo. No te preocupes, boo.
Te tengo. Yo protejo lo que es mío.

—¿Por qué piensas eso? —pregunto, atrayéndolo más hacia mí.

—Tan solo escúchala.


Vuelvo mi rostro hacia la guía y escucho atentamente mientras una sonrisa
se forma en mi rostro al oírla hablar.

—Sí, ya veo lo que quieres decir. Le preguntaré si puede darnos su


contacto después. Probablemente tiene las cosas buenas. Quizás lo cultiva
ella misma en su armario.

Elliot me frunce el ceño. —Absolutamente no.

Me inclino y presiono un beso en su sien. Él se inclina hacia mí por una


fracción de segundo, pero aun así toma nota.

—¿Alguna vez te has drogado, Eli?

—Nunca. Y por esa mirada en tu rostro, he de suponer que tú lo has


hecho bastante.

—No tanto, pero sí las he probado todas. Sin embargo, nunca me


enganché. Simplemente no era para mí.

Sin embargo, estoy enganchado de Elliot. Especialmente esa boca suya. La


forma en que me habla, las cosas sucias que dice, la manera en que me
chupa hasta tenerme profundamente en su garganta, sí, tengo muchas partes
favoritas en lo que se trata de él, pero su boca se lleva el primer lugar.

Nos movemos a través de más cavernas, Elliot está justo a mi lado, mi


brazo envuelto alrededor de él. No puedo dejar de tocarlo. Quiero estarlo
tocando todo el tiempo.

—¿Cómo están tus piernas? —pregunto, y él me mira, luego mira a su


alrededor con cautela mientras el guía habla en la distancia.

—Bien.

Me inclino y le susurro al oído: —¿Vas a dejarme masajearlas de nuevo más


tarde?

—Si insistes —Responde.


—Oh, jodidamente lo hago.

Tal vez incluso me deje chuparle la polla otra vez.

—Cuidado con la cabeza, amigos —Dice la guía, pronunciando la


última palabra mientras se agacha y se mete entre dos rocas. La gente la
sigue una por una, y Elliot y yo esperamos nuestro turno, demasiado
consumidos tocándonos como para apresurarnos a atravesar eso. Nah, me
gusta estar aquí, sintiéndolo contra mí.

Una madre y su hijo caminan frente a nosotros y se mueven por el estrecho


pasillo, pero un repentino y fuerte chasquido y un gruñido me hacen
levantar la vista.

El adolescente se agarra la cabeza y se tambalea ligeramente sobre sus pies.

—Mierda —murmuro mientras se tambalea hacia atrás. Aparta la


mano y veo que tiene la palma cubierta de sangre.

La madre rápidamente está sobre él, con sus manos sobre los hombros del
chico y sus ojos asustados, pero no necesita estarlo. Porque sin siquiera
pensarlo, Elliot me entrega su linterna y avanza con voz entrecortada y
fuerte.

—Dile a esa guía turística que deje los hongos y regrese. Necesitamos
botiquín de primeros auxilios y más luz por aquí.

Mi pene se retuerce en mis pantalones por su tono de voz. Aparentemente,


también me gusta cuando anda de autoritario con otras personas.

Miro hacia abajo a mi pene y suspiro. Debería haber cancelado el recorrido


por la cueva y dejarlo que hiciera un túnel dentro de mí. Una excavación
profunda estaría bien ahora mismo.

Elliot mueve su mirada hacia arriba, sin tener idea de adónde se ha ido mi
mente.
—Luke, ayúdame a sentar a este chico.

—De inmediato, Doc —le digo y luego prácticamente llevo al


adolescente sorprendido a un afloramiento de rocas. Se sienta y se hunde
contra la pared mientras que Elliot se arrodilla frente a él.

—¿Cuál es tu nombre?

—David.

—David. Mi nombre es Elliot, soy doctor. Estás bien. Estarás bien.


Las heridas en la cabeza siempre sangran mucho. No es más que un
pequeño corte.

David asiente justo cuando la guía turística viene corriendo hacia nosotros
con un paquete entre sus manos.

Ella patina hasta detenerse en cuanto nos ve, con los ojos muy abiertos.

—Whoooooaaaah —Dice. Mira la sangre y se tambalea un poco—.


Complicado. Sí, ¿sabes qué? No puedo hacer esto. No me gusta la sangre
—Respira profundamente por la nariz—. Sí, podría desmayarme.

Ella se está poniendo pálida y Elliot hace rodar sus ojos.

—Qué absoluta sorpresa —Dice secamente mientras aparta la mirada


de ella—. Luke, asegúrate de que la mujer no se desmaye en el suelo. No
quiero tratar con una persona alucinada y en pánico mientras estamos en
una cueva encantada. No queremos molestar a los fantasmas.

Resoplo una carcajada y me muevo hacia la guía, que está abanicándose su


rostro ceniciento. La ayudo a sentarse en el suelo y ella pone la cabeza entre
las rodillas e inhala profundamente.

Mientras tanto, Elliot está vendando a David. Es tan eficiente y lúcido que
lo hace en cuestión de minutos. Luego, ayudo al chico a ponerse de pie, y él
y su madre son llevados por otro guía.
—Estuviste increíble —dice la guía, frotándose la cabeza sudorosa—.
Genial que tuviéramos a un médico con nosotros. Salvaste el día hombre.

Elliot arquea una ceja hacia ella y la mujer se estremece un poco.

—Tal vez deberías dejar el cannabis antes de venir a trabajar —Espeta


y la guía salta un poco.

Me rio y tiro de él de nuevo a mi lado. —Mantén la calma, Eli —digo en


voz baja—. No queremos que nos deje aquí varados.

Entonces me vuelvo a la guía y le digo: —Continúa, terminemos con el


recorrido.

Me inclino y le susurro al oído. —Fuiste bueno con ese chico. Incluso lo


hiciste reír una vez.

—Sí, bueno, trabajé en la sala de emergencias durante algunos años.


Puedo lidiar con situaciones de alta presión. Esto, te lo digo, no fue de
mucha presión. Solo tenía un corte. No es nada comparado con una herida
de bala o la rama de un árbol atravesando un torso.

Mis ojos se abren ante eso, y dejo de caminar.

—¿Es enserio?

—Sí, desafortunadamente.

—Aun así, Eli, fue impresionante. Me tienes jodidamente caliente por


ti, Doc.

Los ojos de Elliot vuelan a mi entrepierna, y rápidamente aparta la mirada.

—Sí, bueno, no voy a masturbarte en este lugar. Hay mucha gente.


Tendrás que esperar hasta que volvamos a nuestra habitación.

Presiono un pequeño beso en su cabeza y continuamos el recorrido. Sin


embargo, apenas escucho lo que dicen porque estoy demasiado centrado en
Elliot caminando a mi lado. Es todo estoico y tranquilo, como si no hubiera
salvado el puto día.

Me ajusto los pantalones mientras obligo a apartar mi mirada de él.

—¿Por qué no te quedaste trabajando en la sala de emergencias si eres


tan bueno en eso?

—No era para mí. Si no te has dado cuenta, soy un caso de estrés.
Deberías haberme visto mientras trabajaba ahí. Después de dos años me di
cuenta de que necesitaba cuidar mejor de mí mismo. Es por eso que entré a
medicina general.

—¿Y te gusta? ¿lo que prácticas?

—Está bien. Es estable. Era un puesto establecido antes de que yo


llegara. Todo lo que hice fue comprar al médico anterior —Me mira—. Mis
hermanas me prestaron el dinero. Les debo miles.

—Lo hicieron porque te aman.

—Por supuesto. Y yo las amo a ellas —dice rápidamente—. Fue una


forma de ayudarme, pero la verdad es que fue un “jódete” aún más grande
hacia mis padres.

—¿Me vas a decir el por qué?

Elliot se muerde el labio y luego suspira.

—Bueno, ya sabes algo de lo que sucedió porque mis hermanas no


pueden evitar hablar de más. Pero mis padres me repudiaron cuando salí del
closet. Me dijeron que ocultara quién era o que me fuera. Elegí ser quien
soy. Entonces, cuando cumplí dieciocho años y comencé la terapia de
testosterona, me fui de casa y nunca miré atrás. Mis hermanas me siguieron.
Mis padres tuvieron cuatro hijos un día y ahora no tienen ninguno.

Maldita sea. Es tan valiente.


—¿Y no has visto a tus padres desde entonces? —Pregunto.

—No, y no me importa. No si no pueden aceptarme por lo que soy.

Tiro de él un poco más cerca. —Bien, esos hijos de puta pueden mantenerse
alejados.

Me mira y nuestros ojos se encuentran. —A veces me siento mal.

—¿Por qué?

—Porque no son malas personas, simplemente son ignorantes y


obstinados, y ahora están solos. Y mis hermanas no tienen padres. Por mi
culpa.

Agarro su barbilla y lo obligo a mirarme. —Todos tomaron sus propias


decisiones, Eli. No eres responsable de las decisiones que toman otras
personas.

Parpadea, humedeciéndose los labios. —Claro. Tienes razón.

Mis ojos viajan a sus labios y casi me inclino y presiono mi boca contra la
suya, pero no lo hago porque Eli da un paso atrás y mi mano cae sobre uno
de mis costados.

—Deberíamos alcanzar al grupo —Dice y yo asiento.

Sí, está bien, Eli. Puedo leerte. Lo intentaré de nuevo más tarde. Puedo
jugar a este juego todo el jodido día.

Cuando terminamos el recorrido, deambulo por la pequeña tienda de


regalos porque quiero comprar algunos recuerdos, y es ahí cuando veo a
Elliot sosteniendo una camisa. La mira y presiona contra su pecho, pero
cuando me descubre observándolo, rápidamente la regresa al estante. Sus
mejillas están rojas y no me mira a los ojos. El hijo de puta no se permite
tener cosas divertidas.

Bien. No necesita torcerme el brazo.


La compraré para él.

Me acerco a donde está inspeccionando una fila de globos de nieve y agarro


de la percha la camisa que había estado mirando.

—¿Qué estás haciendo? —Resopla mientras me acerco al mostrador.


Me pisa los talones, siseando: —, No necesito esa camisa, Luke. No voy a
usarla.

Pero esas palabras me entran por un oído y me salen por el otro.

Bla, bla, bla.

—Eso se quedará en mi armario y nunca saldrá de allí —Elliot


continúa—. Las polillas se lo comerán antes de que me ponga esa maldita
cosa.

Pero aun así le entrego mi tarjeta de crédito al chico detrás del mostrador y
luego meto la camisa en mi bolso. Cree que no puedo ver lo mucho que la
quiere. Bueno, un día pienso atraparlo con la camisa puesta. Se sonrojará y
tartamudeará, y luego me agacharé y dejaré que me folle. Porque
simplemente estoy perdido por este tipo.

Tal vez le quite esa camisa antes de que él lo haga, o tal vez la deje usarla
mientras me embiste. Podría ser de cualquier manera.

Y déjenme que les cuente un secreto.

Más tarde esa noche, cuando cree que no lo estoy mirando, él mira dentro
de la bolsa, mete la mano y la saca. Observa la camiseta con sus labios
contrayéndose y siento como mi corazón tiembla dentro de mi pecho.

A la mañana siguiente, Elliot se queda dormido a pesar de su alarma. Es


gracioso, no pensé que alguien como él fuera capaz de hacer algo así.
Supuse cuando lo conocí por primera vez que siempre se despertaría antes
de que su alarma tuviera la oportunidad de sonar. Pero lo he visto dormitar
desde que comencé a dormir con él.

Me estoy volviendo loco. Sé que duerme mejor cuando estoy con él.

Probablemente también esté soñando conmigo.

Presiono suaves besos contra su pecho desnudo. De hecho, ha estado


durmiendo sin camisa. Su pijama de Plaza Sésamo no ha salido de su
maleta.

Lo convencí de que lo mantuviera guardado, usando mi lengua.

—Eli, tienes que levantarte —le digo en voz baja, pasando mis manos
por su cuello y su cabello. Se presiona contra mí y resopla con satisfacción.

—Llegarás tarde, doc —digo y me muevo aún más encima de él. Sus
manos se deslizan por mi espalda desnuda, y comienza a frotarse contra mí.

Me encanta lo receptivo que es cuando está dormido. Lo que sea que le


impida ser abierto durante el día, no está presente ahora mismo. Es todo
tierno, dulce y crudo.

Probablemente incluso me dejaría besarlo si lo intentara.

Y quiero intentarlo.

Muevo mis labios por su cuello y él se retuerce. Me acerco a su rostro, mis


labios tan increíblemente cerca de los suyos, y luego sus ojos se abren de
golpe.

—¿Qué estás haciendo? —murmura, y yo presiono mi boca contra su


mejilla.

—Te voy a besar —murmuro.

Su pecho se agita debajo de mí, y sus dedos se clavan en mi espalda.


—No —susurra, y me inclino un poco hacia atrás, nuestros ojos se
encuentran en la pálida luz gris de la mañana.

—¿Por qué no? —Pregunto.

—Porque no —Resopla.

—Pero, ¿por qué?

—Porque no puedo hacerlo contigo, Luke. Simplemente no puedo.

Está rígido debajo de mí, sin ceder, así que ruedo sobre mi espalda. La
decepción pesa dentro de mi pecho mientras miro al techo y trato de olvidar
que incluso lo intenté. Sé que odia sentirse vulnerable, pero ¿No le he
demostrado ya lo mucho que lo quiero? ¿Qué más tengo que hacer para
probarme a mí mismo?

—Lo siento —dice en voz baja.

—No, no te preocupes, doc. Lo entiendo.

Se mueve a mi lado y luego inhala, casi como si fuera a decir algo más,
pero luego cierra la boca. Lo vuelve a intentar, pero finalmente suspira
profundamente, se baja de la cama y camina hasta el baño.

Huh. Me pregunto qué iba a decirme.

Probablemente nada bueno. Sería mejor que se quedara dentro de él por


algo más de tiempo.

—Regresaste temprano —le digo a Elliot mientras me apoyo contra la


pared. Todavía estoy sudado por la escalada que hice con Denise y aún no
me he duchado. Es probable que esté todo manchado de suciedad también.
Me saco la camiseta por la cabeza y la tiro al suelo, los ojos de Elliot se
deslizan por mi piel.
—Pensé que tenías otra sesión más a esta hora —Agrego.

Elliot se desabrocha la camisa lentamente y mi corazón se acelera.

—No era importante.

Mis dedos abren el botón de mis jeans y los ojos de Elliot siguen el
movimiento.

—No era importante. Huh. Interesante —Digo—. Porque estuviste


hablando mucho sobre el orador que iba a presentarse hoy.

—Resulta que era muy aburrido. No vale la pena mi tiempo —dice


Eli, y yo me burlo y me muevo hacia él.

Mis manos se extienden y tomo la parte posterior de su cabeza, atrayéndolo


hacia mí. Mis ojos se mueven rápidamente a sus labios carnosos y rosados,
pero no me inclino hacia abajo. No tomo lo que quiero.

Ya aprendí mi lección. Denise y yo tuvimos una larga charla al respecto esta


mañana. Ella podía ver el dolor en mi rostro y supo enseguida que algo no
andaba bien. Traté de ignorarlo, como si no fuera la gran cosa, pero ella no
me dejó. La verdad es que me sobornó con unas barritas caseras que hace y
que son jodidamente deliciosas.

La verdad es que quiero sus labios en los míos. Quiero ser la excepción a su
regla de “no besar”.

Sí, y tal vez todavía estoy un poco dolido por lo de esta mañana, aunque
estoy tratando de no estarlo. Sigo diciéndome a mí mismo que valdrá la
pena la espera, que cuando Elliot finalmente se abra conmigo será
jodidamente extraordinario.

—Admítelo. Me echaste de menos.

—Nunca —sisea.
—Querías volver conmigo. Ni siquiera pudiste esperar una hora más,
así que te fuiste temprano.

Se mueve sobre sus pies y sus ojos no se encuentran con los míos.

—Eres ridículo —Pero sus mejillas están ardiendo y se remueve con


nerviosismo.

Entonces, decidí sacarlo de su miseria.

Tomo su mejilla y mi pulgar roza sus labios. —¿En dónde me quieres?

Sus ojos saltan hacia los míos. —En la cama. Trasero arriba.

—Hm. Enseguida, doc.


Capítulo Nueve
Elliot
No sé lo que estoy haciendo, pero de alguna manera mi mano se deslizó en
la de Luke ahí se quedó. Ha estado varada en ese lugar durante al menos
una hora, y creo que ya no tiene sentido rescatarla. Tampoco hay necesidad
de molestarse con un S.O.S.

Ahora, me quedé viviendo en esta isla.

—Me arde el culo —dice Luke mientras caminamos por el Parque


Nacional Garden of the Gods. Rocas rojas sobresalen del suelo a nuestro
alrededor mientras navegamos por un sendero. En la distancia, puedo
distinguir las montañas nevadas.

Realmente es hermoso en este lugar. Levanto la vista y mis ojos errantes se


fijan en Luke.

Sí, muy, muy hermoso.

—Tal vez si fueras menos respondón, incurriría a castigos menores —


Respondo, pensando en las buenas nalgadas que le di antes. Cuando
terminamos, los dos jadeando por nuestra liberación, me levantó de la cama
e insistió en que hiciéramos esta caminata. Todavía me duelen las piernas
por la subida de las escaleras, pero él me convención esos sexys ojos suyos.
Estoy completamente hipnotizado.

—Pero eso no sería divertido —dice Luke y aprieta mi mano. Estoy


de acuerdo. Es mucho más divertido de esta manera.

—¿Has estado disfrutando tu tiempo aquí? —pregunto, tirando de la


capucha de mi chaqueta sobre mi cabeza con mi mano libre. Está
empezando a nevar ligeramente, y el fuerte frío en el aire me hace temblar.

—Sí. Me encanta. Me mudaría aquí si pudiera.

Mi corazón se hunde con ese comentario. Es irracional e ilógico, pero


todavía lo siento.

—¿Te mudarás? —Pregunto, tratando de sonar casual. ¿Qué pasa si lo


hace? ¿Y si me deja?

—No, mi familia está en Cali. Me quedaré allí, cerca de ellos. Son mi


hogar.

Mi pánico disminuye y dejo escapar un suspiro tembloroso.

—¿Te mudarías alguna vez? —Me pregunta.

—No. Mis hermanas están cerca. Me quedaré donde sea que ellas
estén.

Tira de mí a su lado mientras caminamos. —Puedo entenderlo totalmente.

Nos movemos alrededor de un grupo de turistas que intentan y no logran


tomarse una foto grupal. Luke se detiene y se ofrece a tomarles una foto.

Por primera vez desde que comenzamos esta caminata, nuestras manos
comienzan a separarse y, por alguna razón, mis dedos simplemente se
aprietan alrededor de los de él y se aferran con más fuerza.

Como dije, están varados.

Luke intenta suavemente jalar su mano de la mía, pero mis dedos no se


mueven.

—Tienes que dejarme ir, Eli.

—Lo estoy intentando —le digo, y él suelta una carcajada.


Arqueo una ceja hacia él. —No deberías haberte ofrecido a tomar una foto
de otras personas. Para eso existen los palos de selfies. Esta es una buena
lección para que la próxima vez deberían estar mejor preparados.

Lleva nuestras manos entrelazadas a su boca y presiona un beso en mis


nudillos. —No, Eli. Tienes que ser amable.

Y luego, uno por uno, quita mis dedos de los suyos.

Mi mano cae a mi lado, deprimida y solitaria. Entonces, la meto en mi


bolsillo. Nadie necesita ver cuán obviamente patético soy.

Luke toma la foto para el grupo, y luego mi mano, como si fuera un imán,
vuelve a encajarse en la suya. Es espantoso.

Me sonrojo, inquieto, pero mi mano literalmente quiere lo que quiere. No


hay forma de que pueda controlarlo.

Luke no hace ningún comentario al respecto. Él simplemente tira de mí a


través del sendero.

—Ayer, Denise y yo escalamos esa roca de allí —Dice, señalando a


su derecha. Yo la observo y luego frunzo los labios.

—Se oye como una mala influencia.

—No, ella es una buena dama a la que le gusta hacer sus propias
barritas de granola.

—Puede ser cierto, pero sigo pensando que es desagradable.

Luke se ríe. —¿De qué mierda estás hablando, Eli? Denise es divertida, y
déjame decirte que esas barras de granola son vida pura. La cantidad justa
de crujiente y masticable con nueces y chocolate. Le dije que debería
comercializarlas, pero ella solo me dijo: "A la mierda los hombres”. No lo
sé.

Suspiro. —Es solo que la acabas de conocer. No sabes cómo es realmente.


—La conozco lo suficiente —Luke responde y luego me mira—. ¿Por
qué sigues diciendo esto? ¿Estás celoso, Eli?

—Absolutamente no. No me pongo celoso.

Claro que me pongo celoso. También soy un gran mentiroso. No es un


sentimiento al que suelo exprimir, pero por alguna razón, parece
omnipresente en lo que a Luke se refiere. Me sentí celoso cuando esta
ayudante de vuelo comenzó a jugar con su cabello en dirección a él. Estoy
celoso de la barra de granola Denise, e incluso estoy celoso de esas toallas
que Luke usa alrededor de su cintura después de salir de la ducha.

Soy un completo lunático.

—No, sí creo que estás celoso de que salga con Denise, pero no es
necesario que lo estés. Ella es solo alguien que conocí mientras hacía
escalada, es solo una amiga. Tienes que saber que todo lo que veo eres tú.

Resoplo por la nariz y me presiono un poco más cerca de él. Bien, quizás
eso me aplaque un poco. Mientras yo sea todo lo que él vea.

Cuando regresamos al hotel, Luke y yo nos quitamos nuestras chaquetas de


invierno y nos miramos. Siento como que algo eléctrico casquea en el aire
entre nosotros, yo me pego a la pared y avanzo poco a poco para
mantenerme alejado.

No me pegaré a este hombre. Me queda algo de autocontrol, solo un poco,


pero me aferro a él.

—Tengo una sorpresa para ti —dice Luke mientras cojo una botella
de agua de la nevera y le quito la tapa. Estoy tratando de distraer mis manos
que parecen imanes. Necesitan hacer algo más además de tratar de apegarse
a él.

Me gustaría mantener algo de dignidad, a pesar de que mi cuerpo se revela


a cada instante.
—¿Está supuesta sorpresa está en el itinerario?

—No, Amanda dijo que lo dejáramos fuera.

Dios mío, esto no puede ser bueno. Esto va a ser muy, muy malo. Puedo
escucharla reírse en casa ahora mismo, sabiendo exactamente de lo que se
tratará esta sorpresa.

Voy a despedirla en cuanto regrese. La patearé hasta la acera.

Oh, ¿a quién estoy engañando? Esa mujer no se irá. La he despedido varias


veces, y ella solo me mira con el ceño fruncido. Estoy atrapado con ella
para toda la eternidad. Incluso cuando llegue al infierno, ella estará allí
abajo mirándome fijamente.

Me apoyo contra la pared y jugueteo con la botella de plástico un poco más.


Mi cuerpo traidor todavía quiere aplastarse contra el de Luke, quien se está
quitando la camisa y revelando su hermoso pecho. Sin embargo, me
mantengo a una distancia respetable, con la esperanza de poder resistir el
tirón.

—Me gustaría saber de qué se trata esta sorpresa —Le digo y Luke
sonríe, tirando su camisa sobre el sofá.

—No, entonces no sería una sorpresa.

—Creo que esta es una muy, muy mala idea, Luke. Especialmente si
Amanda te lo sugirió.

—Ella dijo que te encantaría.

Un golpe en la puerta hace que nuestras cabezas giren hacia ella.

—No vayas a abrir, Luke.

—¿Me vas a castigar si lo hago?

Bufo y dejo la botella de agua. —Eso puede arreglarse.


Pero la promesa de unas nalgadas es demasiado intrigante para que Luke se
resista. Porque abre la puerta y entran dos jóvenes. Ambos están vestidos
con ropa blanca, y el más bajo de ellos mira fijamente el pecho de Luke por
demasiado tiempo.

No, no puedes tenerlo.

Es mío. Yo lo vi primero.

Luke señala el centro de la sala de estar. —Pueden instalarse allí.

Ambos le sonríen, y mi estómago se contrae nerviosamente porque tengo la


sensación de que sé lo que es esto.

—¿Ahora sí, te importaría decirme que es esto, Luke? —Siseo, y él


me atrae hacia atrás. Mi mano inmediatamente se pega a su piel y acaricio
sus pectorales. Los músculos se flexionan bajo mi toque, y me distraigo
momentáneamente de lo que sucede a mi alrededor, hasta que Luke
pronuncia sus siguientes palabras.

—Un masaje tántrico en pareja.

Todo mi cuerpo se pone rígido y mis dedos se flexionan contra su piel.

—¿Perdón?

—Un masaje.

—No. No, dijiste algo más. ¿Qué tipo de masaje es este, Luke?

—Eh, ¿tántrico? Amanda dijo que te gustaría.

Cierro los ojos de golpe y suspiro. —Voy a matarla.

—No. No la lastimes. Esto va a ser divertido. Dijo que nos encantaría.

Llevo a Luke al dormitorio mientras los dos hombres colocan sus mesas y,
oh demonios, ¿son esas velas las que están encendiendo? ¿Incienso? La
gerencia nos va a regañar por el olor. Vamos a quemar este lugar, en sentido
literal.

Cuando la puerta del dormitorio se cierra, me vuelvo hacia él y agarro sus


bíceps. —Luke, este es un mansaje sensual.

Reflexiona sobre eso por un minuto y luego se encoge de hombros. —


Sensual suena bien.

Froto mis sienes. —Esa es una palabra para describirlo.

Un golpe en la puerta del dormitorio me hace saltar un poco, y Luke la abre.

El más pequeño de los terapeutas se inclina hacia adelante. Vuelve a mirar


el pecho de Luke y luego dice: —Ambos deberían ducharse antes de que
comencemos con el masaje cuerpo-a-cuerpo.

—Bandera roja —digo secamente, pero Luke simplemente agarra mi


mano y me lleva hasta el baño. Gira el grifo de la ducha y luego se vuelve
hacia mí.

—No voy a hacerlo —murmuro, pero Luke está usando sus dedos
para desvestirme, y yo me quedo allí parado mientras acaricio sus brazos,
cuello y pecho con mis manos. Sus ojos se encuentran con los míos cuando
llega a mis pantalones, y doy un suspiro.

—Estás decidido a hacerme disfrutar esto, ¿no? —Pregunto.

—Es muy recomendado. Tenía cinco estrellas en Yelp24.

Toco su mejilla y sus dedos se enganchan en la cinturilla de mis pantalones.


—Bien. Lo intentaré. Por ti. Pero si digo que paren…

Él asiente. —Nos detenemos.

Me baja los pantalones y me los quito. Su rostro está justo ahí, se inclina
hacia adelante y apoya su nariz contra mí.
Mis dedos se enroscan en su cabello y él besa mi cadera con suavidad.

Luego se pone de pie y nos metemos bajo el chorro de agua caliente. Me


siento completamente inútil, quedándome allí, con mis manos resbalosas
deslizándose por su piel mientras me lava.

—No puedes dejar de tocarme, ¿eh? —pregunta con aire de


suficiencia—. No creas que no me he dado cuenta.

—Es un problema —Murmuro—. Pero encontraré una solución.


Tiene que existir algún tipo de medicina o algo así. Cuando llegue a casa,
les preguntaré a los representantes farmacéuticos si tienen algún
medicamento experimental en el que estén trabajando.

—Espero que no —responde—. Me gustas cuando eres todo


pegajoso.

Bufó y trato de apartar mis manos, pero no escuchan. Simplemente rozan


los planos de su espalda mientras me presiono contra él. Mi cabeza
descansa sobre su pecho y puedo escuchar los latidos erráticos de su
corazón justo debajo de mi oído.

Su polla se endurece contra mí, y yo vuelvo la cara y le muerdo la clavícula.

—Me provocas tantas cosas, Doc —Murmura.

Levanto la vista y me encuentro con su mirada. Mis ojos viajan hasta su


boca y él se humedece los labios.

Podría besar esos labios, deslizar mi lengua dentro de su boca. Nunca en mi


vida me había sentido tan tentado.

Pero no, tengo que resistir. Esta es mi última reserva. Si lo hago, se acaba el
juego. Entonces terminaré dándole todo y estoy tan jodidamente asustado
de a dónde nos llevará eso.
—Deberíamos salir —digo, sin moverme ni un centímetro. De hecho,
me aferro a él como un percebe.

—Deberíamos.

Nos quedamos así durante varios minutos más, yo mirando su boca,


imaginando lo que podría hacerle mientras pasa esas grandes manos por mi
espalda.

Pero finalmente, Luke presiona un beso en la parte superior de mi cabeza y


dice: —Será mejor que salgamos. Los masajistas25 están esperando.

—Masseurs —Murmuro.

—No sé alemán, Eli.

Resoplo y presiono un beso a un lado de su mejilla.

—Es francés. Una “masseuses” es femenino, mientras que “masseurs”


es masculino. Pero puedes simplemente llamarlos masajistas para
mantenerlo neutral.

—Huh. Se aprende algo nuevo cada día. ¿Te enseñaron eso en la


facultad de medicina, Doc?

—No, en realidad aprendí eso escuchando podcasts de crímenes


reales. Con mi suerte, estos tipos están aquí para masajearnos y luego
asesinarnos.

Luke sonríe y se estira rodeándome para cerrar el agua. —Bueno, entonces


no los decepcionemos, ¿verdad?

Suspiro, luego salimos de la ducha y nos ponemos las toallas alrededor de


la cintura.

Cuando regresamos a la sala de estar, las luces están completamente


apagadas, las velas arrojan un brillo naranja a través de las paredes. El
incienso flota alrededor del espacio, y resulta casi abrumador. En el medio
de la habitación, dos mesas están colocadas una al lado de la otra, y los
masajistas están de pie a cada lado, observándonos fijamente.

—Bienvenidos —dicen al unísono.

—Bueno, eso fue totalmente espeluznante —murmuro, y Luke se ríe


a mi lado.

—Acuéstense sobre las mesas, boca abajo con los hombros


tocándose. Comenzaremos con sus espaldas y luego pasaremos al frente —
dice el más alto.

Observo a Luke y luego a mi masajista. —Mantendré mi toalla puesta.

Luke mira hacia abajo y luego asiente. —Sí, yo también.

—Es mejor si están completamente desnudo —Dice el masajista que


está comiéndoselo con los ojos. Yo entrecierro los míos hacia él.

—Él se quedará con su toalla —Espeto. Porque Luke es mío.

Mío.

Nadie lo va a tocar sin mi permiso.

Nos deslizamos sobre las mesas y nos acostamos boca abajo, nuestros
hombros se tocan, nuestras caras están a solo unos centímetros de distancia.
Estamos tan cerca que puedo ver como las pupilas color avellana de Luke
están dilatadas.

—Esto es un poco caliente —murmura mientras se mueve un poco


más cerca de mí.

—Ese es el punto —respondo, y él se humedece la boca, y mis ojos


siguen el movimiento de su lengua.
Esto se está convirtiendo en una especie de obsesión, como lo es todo lo
que se trata de Luke.

—Muy bien, inhalen… y ahora exhalen —dice uno, y hacemos lo que


nos dicen. Un segundo después, las manos están sobre nosotros y
comienzan a amasar nuestros músculos adoloridos.

Luke gime profundamente, sus ojos revolotean y los sonidos que está
haciendo son tan obscenos, que me hace sentir caliente y sonrojado. Me
recuerda a cuando estamos follando.

Nuestros ojos se encuentran, y nos miramos fijamente en las profundidades


del otro, mientras que manos se mueven por nuestra espalda.

—Creo que esto fue un error —Luke susurra y yo resoplo.

—Te lo dije, pero no me escuchaste.

—Me están tocando el culo —murmura, mira hacia atrás y resopla—.


No van a tocar mi agujero, ¿verdad? ¿Cómo un masaje de próstata?

—Será mejor que no —Me quejo, pero no puedo evitar la risa


divertida que se escapa de mi boca ante la mortificación que se desliza por
su rostro.

Él salta un poco y yo me rio otra vez.

—¿Te estás riendo de mí? —pregunta con una sonrisa, y cierro la


boca con fuerza—. Lo estás. Te estás riendo. Tus ojos brillan.

—Sí, bueno, tú fuiste el que te metiste en esto —Respondo y luego


espeto en voz alta: —. ¡No me toques allí! Lo privado se mantiene privado.

El masajista quita sus manos de mis nalgas y las mueve hacia la parte
posterior de mis muslos. Bien. La única persona que puede tocarme allí es
Luke. Soy muy particular en cuanto a eso.
Trabajan nuestras piernas y tengo que admitir que están haciendo un trabajo
fantástico. Pero cuando nos dicen que nos demos la vuelta, los ojos de Luke
se abren como platos.

—No creo que deba —Susurra—. Tengo la erección más grande en


este momento, por solo mirarte.

Bufo. —Este es un masaje tántrico. Ese es el punto.

—¿Quieres decir que esto va a terminar con un final feliz?

—No lo creo, pero con la forma en que tu chico te estaba mirando, no


lo dejaría pasar.

Luke baja las cejas. —No sé si me gusta eso, Eli. No quiero que nadie toque
mi pene excepto tú.

Bueno, eso es suficiente para mí. Me apoyo en mis codos, miro detrás de mí
y digo con firmeza: —Ya hemos terminado.

Los dos masajistas se ven confundidos y uno incluso parece decepcionado.


Probablemente quería masturbar a Luke. No lo culpo. Quizás también
desarrolló manos magnéticas y no quiere quitar sus palmas de la piel de
Luke.

—Nos contrataron para noventa minutos —Dice uno de ellos—. ¿Está


seguro?

Me deslizo fuera de la mesa y tomo mi tarjeta de crédito. —Por supuesto.


Pagaré el tiempo y les daré una buena propina si dejan el aceite.

Se miran y luego comienzan a empacar. Luke se mueve para sentarse en


una silla, tiene los muslos extendidos delante de él y una pequeña tolla que
cubre su entrepierna. Me sorprendo mirándolo mientras las velas se apagan,
dejándonos envueltos en la luz de la luna.
Cuando finalmente se han ido, me muevo hacia Luke y retiro la toalla que
cubre su ingle, exponiéndolo.

—Mejor —Digo—. Mucho mejor —Y paso un dedo por su gruesa


longitud.

—Eli —Resopla, su polla apuntando hacia mí.

—Súbete en la cama. Boca arriba. Querías un masaje tántrico, yo te lo


voy a dar.

Él está gimiendo, el sudor gotea por su sien mientras que yo continúo


acariciándolo. El aceite casi se ha acabado. He usado mucho para acercarlo
una y otra vez al orgasmo solo para retraerlo. Se retuerce sobre las sábanas,
apretándolas mientras arquea las caderas hacia mi mano.

—Se supone que esto sería relajante —Gruñe mientras deslizo un


dedo resbaladizo dentro de su agujero. Lo tuerzo y él jadea.

—Yo estoy relajado —Digo—. Podría hacer esto por mucho, mucho
más tiempo —Eso es una mentira, sin embargo. Me estoy quemando de
adentro hacia afuera. Muy pronto, seré consumido. Quiero sentarme sobre
él y dejar que deslice esa gran polla húmeda directamente dentro de mi
agujero frontal.

Pero, no lo haré. No puedo.

Sin embargo, el por qué no debería de hacerlo se está volviendo cada vez
más y más confuso mientras que paso más tiempo con él. Dios, lo quiero
más de lo que nunca he querido a otra persona y, sin embargo, no me atrevo
a sentarme a horcajadas sobre él y tomar lo que deseo.

El miedo. Está ahí, persistiendo constantemente. Parece que no puedo


dejarlo ir.
Encuentro su próstata de nuevo y paso mi dedo sobre ella, causando que
Luke gima ruidosamente debajo de mí, sus caderas se arquean fuera de la
cama mientras lo follo con mi dedo.

—Por favor —dice con una exhalación entrecortada—. Por favor, Elí.

Ignoro sus súplicas y, en cambio, lo acerco tanto al orgasmo que está


gimiendo, solo para hacerlo retroceder otra vez. Ahora soy capaz de leerlo.
La forma en que aprieta la mandíbula, la manera en que su respiración se
entrecorta, el cómo sus ojos se cierran de golpe.

Está jadeando, lo ha estado haciendo desde hace un tiempo, su enorme


pecho se agita con cada respiración.

—No puedo soportarlo —murmura, sacudiendo la cabeza sobre las


sábanas arrugadas—. No puedo más.

Mojo mis labios y hago rodar sus pelotas en mi mano, mi otra palma se
desliza por su polla y ahora masajea sus muslos. Se tensan bajo mi toque.
Me encanta lo receptivo que es, cómo lo toma tan bien.

—Puedes correrte cuando se termine el aceite.

Traga saliva y gime. —Mierda. ¿Cuánto queda?

Vuelvo mis ojos a la botella casi vacía, y sus ojos siguen los míos. Cierra
sus párpados y maldice.

—Queda demasiado.

—Puedes manejarlo.

—Mieeeeerda —dice mientras empiezo a bombearlo otra vez.

Dura como el buen chico que es, solo explota en su pecho cuando le doy
permiso, y luego me muevo encima de él y me sumerjo en un orgasmo. Sus
ojos están sobre mí todo el tiempo, nuestros cuerpos deslizándose uno
contra el otro, resbaladizos por culpa del semen y del aceite. Sus manos
amasan mis nalgas, su boca se mueve a través de mi rostro mientras me
agarro a su cabello y clavo mis dedos en su cuero cabelludo. Y luego,
cuando sus labios rozan los míos, me inclino y me corro ruidosamente.

Aquí no hay nada de decoro. Me acabo de abrir de par en par.

Cuando terminamos, ambos respiramos profundamente, tratando de


estabilizar nuestros corazones galopantes.

—Joder, me has agotado —dice, con la voz ronca—. ¿Por qué eres
tan bueno en esto?

—Soy bueno en esto porque tú eres naturalmente sumiso.

Suspira y me acerca más a su cuerpo.

—Deberíamos ducharnos —murmuro, sin hacer ningún movimiento


para quitarme de encima suyo. No, simplemente me acuesto en nuestro
desastre, contento y satisfecho.

No me había sentido así en... bueno, nunca. Para mí, nunca ha sido tan
bueno con otra persona.

—Nah —dice, con los párpados ya caídos—. Estoy demasiado


agotado. Necesito descansar un poco mis ojos.

Veo como sus ojos se cierran y su respiración se nivela. Me estiro, lo limpio


con una toalla descartada y me vuelvo a presionar contra él.

Él suspira satisfecho, acercándome más a su cuerpo.

Y una vez más, me quedo dormido como un maldito muerto.

Cuando me despierto por la mañana, Luke ronca suavemente. En lugar de


despertarlo, decido dejar que siga durmiendo un poco más. Está exhausto
por lo de anoche. Ni siquiera se ha movido de donde nos quedamos
dormidos hace unas ocho horas. Su cuerpo todavía está resbaladizo con el
aceite, y yo paso un dedo por sus abdominales, subiendo lentamente hasta
presionarlo contra su labio inferior.

Muerdo el interior de mi mejilla. No debería hacerlo, pero maldita sea, lo


quiero tanto.

¿Y por qué no debería? ¿No ha demostrado ser más de lo que yo esperaba?

Me inclino sobre él.

Un segundo. Dos segundos.

Simplemente respiro.

Y luego suavemente, muy suavemente, rozo mis labios contra los suyos.
Capítulo Diez
Luke
—Hola—, dice una voz grave a mi derecha. Giro la cabeza y veo a un
hombre guapo con el pelo corto y castaño y una sonrisa ligeramente torcida
que me mira de arriba abajo. Sí, este tipo se cree encantador, pero no me
interesa.

No me interesa nadie más que Eli.

El mismo Eli que se escabulló de nuestra habitación esta mañana sin


despedirse. Me ha puesto de muy mal humor.

—Hola—, respondo, dando un sorbo a mi cerveza mientras el hombre


se apoya en la barra. Puedo sentir sus ojos recorriendo mi cuerpo mientras
me evalúa. Me flexiono ligeramente para mostrarle de lo que estoy hecho.

Como en... retrocede, podría aplastarte, flaco.

—Quería venir y presentarme—. Me tiende la mano y me quedo


mirándola. —Soy Andrew.

Andrew. Ese nombre hace que me suenen los oídos mientras miro a este
imbécil. Sí, mi mal humor acaba de caer en picado hasta convertirse en
homicida. Sé exactamente quién es. La pregunta es, ¿cómo me conoce?

No me molesto en estrechar su delicada mano. Dejo que se tambalee en el


espacio que nos separa hasta que la vuelve a poner a su lado.

—¿Por qué me hablas?— Le pregunto. —No somos amigos.

Andrew se aclara la garganta y se sienta a mi lado. Está claro que no tiene


ni puta idea. No, este imbécil tiene que aprender por las malas.
Estoy feliz de enseñarle esta particular lección. Oh, sí, puedo ser un
excelente profesor.

—Acabo de verte sentado aquí solo y me he dado cuenta de que te he


reconocido. Elliot me mostró tu foto en su primer día aquí—. Se inclina un
poco más cerca. —Dijo que eras su nuevo juguete.

Dice esa última palabra como si fuera algo sucio, pero a mí me encantaban
los juguetes cuando crecía. No tengo ningún problema en que me etiqueten
como tal. Lo que sí me molesta es que este imbécil hable mal de Elliot.

Mi Elliot.

Mío.

Aunque se haya escapado esta mañana temprano. No puedo olvidar el


hecho de que lo hizo. Tampoco ha respondido a mis mensajes. Parece que
me está evitando, y no quiero pensar demasiado en el porqué.

—¿Cuál es tu punto, imbécil?

Andrew se aclara la garganta, evidentemente sin entender que no voy a


morder el anzuelo. No acepto nada de este tipo.

—Mi punto es que un hombre como tú... ¿no te molesta?

Dejo mi cerveza en la mesa y me giro para mirarlo de frente, y lo miro con


atención. Ese pelo perfectamente peinado, esos ojos brillantes, esa bonita
nariz aristocrática. Podría romper todo eso, destrozarlo y hacerlo mucho
menos bonito.

—¿Qué me molesta?

—Que es....—, señala hacia su entrepierna, pero me niego a mirar. Me


limito a mirarlo fijamente.

—Vamos—, digo, tendiendo sutilmente la trampa. Voy a arrancarle la


cabeza a este imbécil. Mira como se desangra.
—Es trans.

—¿Eso es así?— Yo digo en voz baja.

—Tú no... Oh, mierda, ¿no lo sabías?—, dice, y luego se echa hacia
atrás y se ríe un poco. —No puedo creerlo. No pensé que cayera tan bajo.

Me paso una mano por la mandíbula y lo miro. —Claro que lo sabía, carajo.
Pero eso no es asunto tuyo. Lo que sí me incumbe es que hables mal de mí
Elliot.

Su risa muere en su garganta y sacude la cabeza, dándose cuenta de que no


estoy jugando.

—No, claro que no. Simplemente no esperaba que alguien tan


atractivo como tú estuviera con alguien como él. ¿Qué es lo que ves en él?
O tal vez es porque todavía tiene...— Vuelve a señalar su entrepierna y yo
suspiro.

Está bien. He sido amable. Demasiado amable. Dejé que esto durara
demasiado tiempo.

Lanzo la cabeza hacia delante y me golpeo la frente contra la nariz de ese


imbécil.

Andrew se echa hacia atrás con un chillido, la sangre brota de sus fosas
nasales mientras la agarra. Algunas personas se giran para mirar, pero me
importa un carajo. Miren todo lo que quieran.

Sí, hijos de puta. Echen una buena y larga mirada. Este cerdito va a sangrar
todo el camino a casa.

Alargo la mano y agarro el pelo de Andrew y aprieto los dedos en los


mechones. Sus ojos se abren de par en par cuando me pongo justo en su
cara y encuentro su mirada recelosa.
—Si sigues diciendo tonterías, vamos a tener un problema—. Andrew
traga y asiente, y yo me inclino un poco más. —Y, Andrew, tú no quieres un
problema conmigo. Confía.

Traga bruscamente, y lo suelto, sólo para mirar a mi derecha y ver a Elliot


de pie en la entrada, con la cara pálida mientras lo observa.

Bien. Que vea lo que voy a hacer por él. No dejaré que nadie hable mal de
él.

Aunque se haya escabullido como un idiota esta mañana.

Me aferro a mi cerveza, la termino de dos tragos y me dirijo hacia él.

La boca abierta de Elliot se cierra de golpe cuando me detengo frente a él, y


no puedo evitar alargar la mano y tocarle suavemente el costado de la cara.

—Hola, doctor.

Sus ojos pasan de mí a Andrew y luego vuelven a mí. —¿Qué fue eso?
¿Qué has hecho, Luke?

—Ah, eso no fue nada. Estaba soltando su boca. Se lo merecía. Ven,


vámonos. Vamos.

Sacude la cabeza. —Yo... Luke, no puedo hacer eso.

—Sí, puedes. El imbécil se lo merecía, como he dicho.

Elliot sacude la cabeza. —¿Qué ha dicho? Dímelo.

Aprieto la mandíbula. —Estaba hablando mal de tu cuerpo.

Elliot suspira y se pellizca el puente de la nariz. —Esto es sólo mi suerte—.


Murmura algo en voz baja y luego se encuentra con mi mirada. —Tengo
que ocuparme de esto, Luke. No quiero que te arresten.

—Nadie va a ir a la cárcel. Primero tendrían que encontrarme.


Elliot me mira y luego dice secamente: —Luke, hablo en serio. Ve a la
habitación y espérame. Hablaremos de esto cuando vuelva.

—No voy a dejarte con él.

—Ve. No... no te quiero aquí. No te necesito aquí.

Mi corazón se hunde un poco ante su tono, y entonces me agarro a su


barbilla y fuerzo su mirada hacia la mía.

—No dejes que te hable como si fueras menos. Sabes que sólo dice
esa mierda deformada y demente para intentar hacerte daño. Estás por
encima de él. Estas arriba, Eli.

Elliot traga y parpadea lentamente.

—Y me tienes a mí. A mí. Y creo que eres perfecto.

Elliot me mira fijamente durante un segundo, luego arranca su cara de mi


agarre y me da la espalda.

—Habitación. Ahora.

Se me cae el estómago y se me contrae el pecho. —No me hables así, Eli—,


digo en voz baja. —No después de todo.

Me mira por encima del hombro, con las cejas juntas, los ojos un poco
vidriosos, y asiente. —Por favor, Luke. Vete.

Me froto la nuca y me alejo de él de mala gana. No me quiere aquí. No pasa


nada. Puede luchar sus propias batallas. Es fuerte, más fuerte de lo que la
mayoría probablemente le atribuye.

Pero cuando entro en el ascensor y pulso el botón de nuestra planta, se me


aprieta el pecho y la preocupación me corroe.

Probablemente no debería haberle roto la nariz a Andrew.


No, a Eli no le gusta eso.

Elliot
—¿En qué demonios estabas pensando, Andrew, al hablarle así?—
Pregunto mientras me encuentro con la mirada acuosa de mi ex. Se lleva
una bolsa de hielo a la nariz ensangrentada. El espacio alrededor de sus ojos
ya empieza a ponerse morado. Una parte de mí está histéricamente contento
con este nuevo acontecimiento, y la otra parte está cagada de miedo.

Andrew es notoriamente rencoroso y no me extrañaría que presentara


cargos. No quiero que Luke se meta en problemas por mi culpa.

—Pensé que tenías mejor gusto. No sabía que tu nuevo juguete era
salvaje.

—¿Lo has llamado juguete en la cara?— Pregunto y entrecierro los


ojos ante el hombre que creía haber amado hace años. El hombre al que le
compré un anillo, por el que me arrodillé.

El que se burló de mi propuesta.

—Lo hice. Aunque eso no pareció molestarle. Parecía feliz por ello.

Cruzo los brazos sobre el pecho y me muerdo el interior de la mejilla con


tanta fuerza que me sabe a sangre. Andrew no llega a conocer estas partes
privadas de mí. No somos amigos. No somos nada. Ya no.

—Voy a denunciar esto—, dice Andrew.

Arqueo una ceja. —¿Y por qué harías eso?


—Porque me dio un cabezazo en medio de un hotel. Eso es una
agresión, y no fue provocada.

—Oh, lo dudo mucho. Estoy seguro de que dijiste algo que lo hizo
enojar.

Nunca he visto a Luke enfadarse o actuar con ira. Y sé, por lo poco que me
contó Luke, lo que Andrew había dicho. Era la misma mierda de siempre
que me decía cuando estábamos juntos.

—Estabas siendo un imbécil con lo de que soy trans, ¿no? No pudiste


evitarlo. Eres un imbécil.

Se remueve en su asiento, perdiendo poco a poco la moral. Las personas


que están a nuestro lado escuchando indiscretamente también lo oyen.

Bien. Que lo oigan.

—¿Estabas haciendo tus habituales comentarios degradantes sobre mí


a él?

Andrew sacude la cabeza. —No fue así. Estábamos teniendo una


conversación, y luego se asustó. Y, de todos modos, sólo trataba de ayudar.
Es obvio que ustedes dos no pueden durar.

—No puedes evitarlo, ¿verdad? Idiota hasta la médula. Hazte un favor


y aléjate de nosotros. Luke no necesita lidiar con ninguna de tus mierdas, y
yo tampoco.

Se burla, y yo pongo los ojos en blanco, inclinándome hacia él. —Y no vas


a denunciar esto.

—¿Ah sí? ¿Y por qué no debería hacerlo?

Tengo unas ganas locas de aplastar mi mano contra esa bolsa de hielo, de
escuchar cómo cruje su nariz una vez más. De terminar lo que Luke
empezó.
—No me hagas llamar a mis hermanas—, digo, y Andrew palidece,
con los ojos abiertos.

—No lo harías.

—Oh. Lo haría.

Andrew se aleja más de mí y sacude la cabeza. —Bien, pero mantenlo


alejado de mí. No me siento seguro con él merodeando por este hotel.

Pongo los ojos en blanco, pero las siguientes palabras que salen de su boca
hacen que mis mejillas se ruboricen de ira.

—No lo denunciaré a la policía, pero la dirección le va a pedir que se


vaya—, dice Andrew, casi pareciendo orgulloso.

Que se joda.

—Estoy seguro de que lo harán, y también harán que te vayas cuando


les diga lo imbécil transfóbico que eres.

Voy de farol. No tengo ni idea de lo que harán, y dudo que se pongan de mi


lado. Pero estoy furioso y soltando medias verdades. Quiero hacerle daño
por haber herido a Luke.

Le doy la espalda a Andrew y me encuentro con dos hombres de seguridad.


Hablo con ellos aunque apenas oigo lo que dicen por encima del estruendo
de mis oídos. Pero entiendo lo suficiente. Quieren que Luke se vaya o
presentarán un informe.

Andrew se agita en el fondo como el mártir que no es, y yo aprieto las


manos en los puños, no vaya a ser que le dé una bofetada.

Pero no debería sorprenderme. Siempre ha sido así y, al reflexionar, me


sorprende haber pasado por alto este gran defecto de carácter durante tanto
tiempo. Siempre me seguía la corriente con mis juegos en el dormitorio y
luego me hacía sentir una mierda por ello, quejándose de que yo era
demasiado duro o demasiado degradante. A pesar de que lo habíamos
discutido, y de que yo lo había consultado, y de que ambos habíamos
establecido palabras seguras de antemano. Pero él nunca las usó. En lugar
de eso, optó por utilizar mis inclinaciones para humillarme y hacer que me
sintiera asqueado de mí mismo. Había días en los que me consumía la
vergüenza.

A Andrew le gustaba verme tan débil. Lo usaba para utilizarme. Y yo se lo


permitía porque tenía miedo de estar solo.

Bueno, hace tiempo que estoy solo y he hecho las paces con ello.

Nunca volveré a estar con alguien como este imbécil.

Cuando los de seguridad se dan por satisfechos de que Luke y yo vayamos


a salir del hotel, me doy la vuelta e ignoro a Andrew. Él se resiste a mi
gesto y yo le sonrío.

Espero que su nariz siga torcida.

Vuelvo a la habitación del hotel y, cuando entro, veo a Luke sentado en el


sofá, con los codos sobre las rodillas y los dedos volando sobre la pantalla
de su teléfono. Y toda la frustración que había conseguido retener antes
explota en mí.

—¿Qué estás haciendo?— Le digo, y esos ojos color avellana se


encuentran con los míos.

—Oh, hola, Eli—, dice tan despreocupadamente como si no fuera a


echarnos de un hotel en cualquier momento. Como si no acabara de cometer
una agresión.

—No me saludes—, replico.

Luke inclina la cabeza y me mira fijamente. —Estás enfadado.


—Claro que estoy enfadado—. Sobre todo con Andrew, pero un poco
con él. —No puedo creer que hayas hecho eso. No puedes ir aplastando la
cara de la gente cuando te enfadas un poco.

—Sí, bueno, lo hice. Era un imbécil. No puedo creer que estuvieras


con ese tipo.

—Yo tampoco—, digo con un chasquido y luego me aprieto los dedos


contra las sienes. —Aun así, lo que hiciste fue una barbaridad. Y no
necesito que me protejas así, Luke. Puedo cuidar de mí mismo
perfectamente.

Luke se levanta, ampliando su postura. —Lo sé, Eli, pero te insultó y no


paró de hablar. Y tú eres mío, Eli. Mío. No puedo dejar que la gente diga
ese tipo de mierda sobre ti.

Mis ojos parpadean y parpadean, y un sonido feo escapa de mi boca. Mi


corazón se acelera, y me siento casi mareada.

—No soy tuyo, Luke. En realidad no—, respondo suavemente,


humedeciendo mis labios. —Nunca hemos hablado de nada de esto. Todo
fue muy rápido. Todo se salió de control.

Se salió de control en el mejor de los sentidos. Los dos chocando, un lío en


el tiempo y el espacio.

Pero ese tipo de desorden da miedo. Y tengo mucho miedo de lo que todo
esto significa.

Luke se acerca a mí y se pasa una mano por la mandíbula, ajeno a la


pesadilla interna en la que me encuentro. —No, Doc. Eres mío. Sólo que
aún no lo has aceptado. Y nada se ha desviado. Todo cayó en su lugar.
Estamos exactamente donde deberíamos estar.

—Luke, creo que no entiendes. No hago relaciones. Ya no..

Se muerde el labio. —No desde Andrew, supongo.


Trago saliva y asiento con la cabeza. —Sí.

Nos miramos fijamente, mis respiraciones entrecortadas retumban en esta


habitación silenciosa.

—Tú y yo, Eli. Vamos a ser algo. Tú lo sabes. Lo sé. No te resistas


tanto, mierda. Es agotador.

Sacudo la cabeza, tragando. —No. No vamos a ser una cosa. Sólo porque lo
digas, no significa que se convierta en una especie de realidad. Tú y yo
estamos teniendo...— Busco frenéticamente en mi cabeza qué es esto y no
encuentro nada. Nada puede describir realmente lo que hay entre nosotros.
Así que abro la boca y suelto algo tan falso que incluso me estremece al
pronunciarlo. —...una relación recíproca. Esto es sólo sexo. Eso es todo lo
que es.

Oh no, es mucho más que eso, pero no puedo evitar apartarlo.

Luke se congela, se inclina hacia atrás y cruza los brazos sobre el pecho. —
¿Me estás jodiendo, Doc? ¿Esto es algún tipo de juego? Porque esto ya no
es sólo sexo. Esto es una relación.

Sacudo la cabeza. —No. No lo es. Porque yo no hago relaciones.

¿Por qué demonios estoy diciendo esto? ¿Por qué no puedo callar mi boca?

—No es nada personal—, añado, lo que no hace más que empeorar


todo esto.

Luke se pasa una mano por la mandíbula, esos ojos avellana evaluándome.
—A mí me parece bastante personal.

Sacudo la cabeza, con el corazón en la garganta. —No importa. La cuestión


es que tenemos treinta minutos para desalojar el lugar. El hotel quiere que
nos vayamos. Bueno, más concretamente, quieren que te vayas por agredir
a alguien en el bar del hotel.
—Me importa un carajo lo que quieran. ¿Quieres que me vaya, Eli?

No digo nada. Dejo que mis palabras tácitas cuelguen entre nosotros.

Por supuesto que no quiero que te vayas. Quiero que te quedes. Sólo
necesito tiempo. ¿Puedes dármelo? Necesito pensar esto racionalmente. Tal
vez con algo de tiempo lejos de ti, puedo llegar a un acuerdo con lo que
realmente es esto.

Y sin embargo, no pronuncio nada de eso. Todo eso se queda alojado en mi


cerebro y mi boca se niega a escupirlo. Mi cuerpo se revuelve contra mí.
Primero mis manos y ahora mi boca. ¿Qué es lo siguiente? ¿Mis piernas, mi
cuello, mis brazos?

—Ah, mierda. Sí, te he pillado—, murmura Luke y luego se levanta,


asomándose a mí. —Es porque le hice daño, ¿eh? ¿Sigues suspirando por él
o algo así? ¿Por eso te escabulliste esta mañana, para ir a verlo?

—No. En absoluto. Me fui para que pudieras dormir. Y no soy un


tonto. Ese hombre es un cáncer.

—Pero sigues dejando que te corroa, que dicte tu vida, tus decisiones

—No lo hago—, escupo, aunque me encojo por dentro. Porque tiene


razón, y no sé qué hacer al respecto. Vivo con tanto miedo por las
elecciones pasadas que estoy casi paralizado por ellas.

—No me elegirás por él. Por lo que te hizo.

Exhalo temblorosamente y lanzo las manos al aire. —¿Qué quieres de mí,


Luke? ¿Eh?

—Sencillo. Te quiero a ti.

Esas palabras hacen que mi pecho se contraiga tanto que no puedo respirar.
No puedo respirar, mierda.
—Bueno—, digo al exhalar, —no puedes tenerme. Simplemente no
puedes.

—¿Por qué?

—¡No lo sé!— Grito mientras miro fijamente su cara sonrojada. —No


lo sé, mierda—, digo más suavemente.

Luke parpadea lentamente, su pecho sube y baja uniformemente, y yo


quiero inclinarme hacia él y que me abrace. Quiero disculparme
inmediatamente, decirle que he cambiado de opinión. Pero no hago nada de
eso. No puedo. Estoy congelado. Mi cuerpo se ha bloqueado por completo.
Me quedo de pie frente a él, con las manos cerradas en puños y las mejillas
calientes.

—¿Puedo hacer algo para que cambies de opinión, Eli?— Pregunta


suavemente.

Nos miramos fijamente. Un latido. Dos. Tres.

No respondo. Sólo lo miro fijamente.

Él me mira fijamente.

Nosotros. Mierda. Nos miramos fijamente.

Y entonces Luke se mueve hacia el dormitorio, sus manos apretando y


soltando cerca de sus costados.

—¿Qué estás haciendo?— Pregunto, siguiéndolo, con la voz ahogada


y entre cortada.

—Empacando.

—¿Por qué?

—Puedo leer entre líneas.


—¿Qué líneas? No hay líneas. Podemos irnos juntos y quedarnos en
otro lugar. ¿Por qué no nos consigo habitaciones separadas en el hotel de la
calle?

Luke me mira como si hubiera perdido la cabeza, como si me hubieran


salido dos ojos nuevos. Y está justificado en esto. En realidad no quiero
separarme de él, pero sé que probablemente debería hacerlo, para poder
pensar en qué carajo es todo esto. Siempre que está en mi espacio, me
consume y mi mente no funciona bien.

—No, Eli. Es mejor que me quede en otro lugar esta noche. Sin ti.

El corazón me retumba en el pecho y me siento un poco mareado. —¿Qué?


¿Por qué?

—Voy a darte un poco de espacio, como tú quieres—, dice Luke


tragando. Su nuez de Adán se balancea y desliza los dientes por su labio. —
Y creo que tienes razón. Necesito alejarme un poco. Lo he entendido todo
mal.

Se me aprieta la mandíbula y me escuecen los ojos. —Bien.

Maldita sea. ¿Por qué pienso una cosa, pero mi boca dice otra? No quiero
que se vaya. Quiero que se quede.

Conmigo. Siempre conmigo.

—¿Y mañana?— Pregunto, forzándome a no sonar tan desesperado


pero fracasando miserablemente. Se me quiebra la voz y no consigo inhalar.

—¿Qué pasa con eso?

—¿Nos vemos aquí o te recojo para el vuelo de vuelta a casa?

Luke se pasa una mano por el pelo y sacude la cabeza. —No, Eli. Creo que
voy a cambiar mis planes. Me voy a quedar unos días más. No empiezo con
el oleoducto hasta el miércoles.
Mi boca se abre y luego se cierra, y un terrible sentimiento surge dentro de
mí.

—Pero... ¿con quién te vas a quedar?

—Con Denise.

Mis ojos se estrechan, y doy un asentimiento recortado. La maldita Denise.


Esa zorra de la granola.

—Lo entiendo. Es mejor así.

No es lo mejor. Es lo peor. Es como si mi vida se acabara, y no puedo hacer


nada al respecto.

Sí puedes. Sí puedes. Sólo discúlpate. Dile que se quede. ¿Por qué no


funcionas, boca?

A pesar de mis gritos internos, me limito a observar insensiblemente cómo


Luke termina de meter sus cosas en la maleta y se agarra la manija. Se
dirige hacia la puerta y, dentro, me arrodillo para suplicar.

Quédate. Quédate.

Pero no me muevo. Me mantengo rígido e inflexible mientras él abre la


puerta. Mira por encima del hombro y nuestros ojos se encuentran.

—Adiós, Eli.

Ni siquiera puedo responder. Me quedo de pie y fuerzo la entrada y salida


de aire de mis pulmones hasta que la puerta se cierra con un clic.

Y luego me quedo ahí de pie un poco más, y otro poco más, hasta que me
duelen las piernas y me veo obligada a bajar al suelo.

¿Se ha acabado?

¿Lo he estropeado?
Lo he estropeado.

Suelo arruinar las cosas.

Consigo levantarme y me dirijo a la ducha. Entro cojeando, sintiéndome


demacrado, como si tuviera cien años. Abro el grifo y me hundo en el suelo,
empujando las rodillas en el pecho.

Me quedo sentado hasta que el agua caliente me quema la piel.

Cuando termino, oigo sonar mi teléfono, una y otra vez.

Lo agarro y veo que he perdido llamadas de todo el mundo. Eliza. Jane.


Kate.

Pero no contesto porque lo oirán en mi voz. La devastación. Y yo lo oiré en


ellas. La decepción.

Así que lo ignoro.

Los ignoro a todos.

Y cuando vuelvo a casa al día siguiente solo, el asiento de al lado está


dolorosamente vacío.

Mi casa está vacía cuando llego, pero juro que casi puedo olerlo en el
espacio, oírlo moverse. Es deprimente. Nunca me había importado estar
solo hasta ahora. Ahora, puedo sentir el vacío de mi vida anterior.

En este momento, me doy cuenta de lo infeliz que había sido hasta que él se
abrió paso en mi espacio y se instaló, de lo mucho que necesitaba a alguien
que me sacara de mi mundana y redundante existencia.

Llevo la maleta a mi habitación y me quedo allí, dejándome llevar por los


sentimientos que me recorren. Arrepentimiento, tristeza, furia.
Estoy muy enfadado conmigo mismo.

¿Por qué soy así? ¿Por qué me cuesta tanto dejar que la gente entre, que me
quiera?

Cuando no puedo soportar la idea de quedarme en mi habitación ni un


minuto más, paso al salón y me siento al piano. Mi teléfono está a mi lado
en el banco y lo miro.

No lo hagas.

Ejecuto unas cuantas escalas de re y fa menor porque coinciden con mi


estado de ánimo sombrío y estoy tratando desesperadamente de mantener
los dedos alejados de esa pantalla. Pero me detengo momentáneamente y mi
mano busca el teléfono.

—No lo hagas—, me digo a mí mismo en voz alta, y sin embargo no


me escucho. De todos modos, fue un intento poco entusiasta. El corazón
quiere lo que quiere.

Yo: He llegado a casa sano y salvo.

Miro el teléfono, sin estar seguro de que vaya a responder.

Quiero que responda.

Responderá.

Pero cuando no lo hace, caigo en picado. Con dedos torpes, saco la partitura
de ‘Sad is the Night’ de Rachmaninoff y dejo que las notas sombrías floten
a mi alrededor mientras pulso las teclas. Toco la canción repetidamente,
arqueando la melodía, mis dedos se entumecen con el esfuerzo. Y sólo me
detengo cuando el timbre de la puerta me deja helado, las notas del piano
son sólo un eco en el aire.

Rápidamente, me levanto y me froto los ojos, asomándome a la ventana.


Una parte de mí cree que es Luke.
Ha vuelto. Está aquí. Tiene que ser él.

Pero no lo es. Es sólo una entrega. Probablemente esos pantalones de


chándal que pedí para Luke y con los que se vería tan bien.

Sí. Ahí está. Una triste caja está apoyada en el porche de mi casa. La meteré
en el armario y nunca la abriré. Ni siquiera tengo el corazón para
devolverlos. Tal vez la deje allí para que un pirata del porche la robe. Pero
entonces me imagino a algún ladrón corriendo con los pantalones de Luke y
me enfado irracionalmente. Me dirijo a la puerta principal, la abro de un
tirón y acuno la caja entre mis manos.

Luego la escondo detrás de mi sofá. No puedo ni mirarla.

Mierda. A esto me he reducido en cuestión de semanas. Soy un desastre


débil y que se desmorona. Imagínate si hubiera dejado que esto durara más
de unas pocas semanas. Estaría en coma. No, es mejor que termine con esto.
Sea lo que sea.

Una relación.

Es lo mejor.

Mentira.

Me vuelvo a sentar al piano y toco la pieza una vez más. No me siento


mejor al final.

No. Me siento peor.


Capítulo Once
Elliot
—No puedes despedirme—, dice Amanda, haciendo sonar su chicle.
Sus labios azules pintados me sonríen y yo suspiro con fuerza. Ha llegado
el lunes y me siento fatal. Me duele la cabeza y el pecho, y he sudado frío
varias veces. Creo que me está dando algo, probablemente una gripe. No
debería haber venido al trabajo hoy. Podría ser contagioso. Podría ser algún
tipo de infección que se propaga a lo largo y ancho, matando a millones de
personas.

—Puedo hacerlo. Y lo hice.

Pone los ojos en blanco y sigue trabajando en su ordenador.

—Lo que tú digas—, le dice a la pantalla, pero no hace ningún


movimiento para recoger sus cosas. En lugar de eso, parece que se aplasta
más en el asiento, plantándose allí. Está echando raíces. Pronto será una
Ent26 de El Señor de los Anillos y los pájaros volarán hasta aquí para
anidar en su pelo.

Bueno, está bien, puede quedarse si quiere. De todos modos, nunca me hace
caso.

Vuelvo a resoplar mi enfado, que es ignorado, y me dirijo a mi despacho.


Está desordenado y revuelto como mi cabeza. Debería ordenar un poco,
pero me falta motivación.

La única motivación que tengo es revisar mi teléfono obsesivamente. Me


quema el bolsillo; mis pantalones están prácticamente en llamas. Porque
todavía no me ha enviado ningún mensaje, y ya han pasado casi
veinticuatro horas.
La batería se resiste a la vida porque la miro sin cesar, y sólo son las
primeras horas de la tarde. El cargador del teléfono en mi oficina está roto.
Creo que Amanda ha cortado el cable, así que tendré que sufrir otras cuatro
horas de pacientes antes de poder llegar a casa, enchufar el teléfono para
cargarlo y volver a comprobar mis mensajes. Creo que lo ha hecho porque
he herido a Luke.

Ha estado mirándome mal todo el día, incluso ha murmurado algo


incoherente en voz baja. Probablemente me está hechizando.

No es necesario, Amanda. Ya estoy maldito.

Una pequeña parte de mí quiere cancelar mis citas e irse a casa a


holgazanear en el espacio vacío, pero la parte adulta de mi cerebro me dice
que no puedo decir que estoy enfermo para lamentarme.

Incluso si me estoy enfermando de algo horrible.

Nunca me he sentido tan mal en toda mi vida.

Ni siquiera después de que Andrew y yo termináramos.

Al final del día, mi teléfono muerto cuelga pesadamente en mi bolsillo, y mi


incapacidad para revisar mis mensajes ha hecho que mi ansiedad llegue al
máximo. Estoy completamente agotado. Después de mi último paciente, me
desplomo sobre mi escritorio y me limito a respirar.

Me duermo un minuto y me despierto con un sobresalto. Cuando me dirijo


a la salida, veo que Amanda ya se ha ido. Ha dejado una nota adhesiva
pasivo-agresiva en la puerta.

Cultiva una columna vertebral27.

¿Es pasivo o simplemente agresivo? No lo sé.

La arranco y me la meto en el bolsillo.


¿Qué columna vertebral se supone que debo cultivar, eh? Él fue quien
decidió fantasmearme28. Pero, de nuevo, nunca nos di una oportunidad
para empezar. Yo hice mi elección, y él hizo la suya.

Es el final de algo que apenas empezó.

Cojeo hasta mi coche y me meto dentro, apoyando la cabeza en el volante.


Cuando no puedo aguantar ni un momento más el latido de mis ojos, meto
la mano en la guantera y agarro unos cuantos Advil. Me los meto en la boca
seca y me los trago. Me arañan mientras bajan por la garganta. Es evidente
que no quieren ayudar a aliviar el dolor que siento. Incluso ellos están
enfadados conmigo.

Finalmente pongo el coche en marcha y me dirijo a casa lentamente. No


tengo ningún deseo dagarroar sol en esa casa vacía. Qué rápido han
cambiado las cosas en cuestión de semanas.

Siento un ligero deseo de llamar a mis hermanas y pedirles que vengan,


sólo para que llenen el espacio. Pero luego pienso en que me harán un sinfín
de preguntas que no quiero responder, y arrojo ese pensamiento a mi
papelera mental.

No, es mejor enfadarse solo.

Así, nadie podrá ver lo patético que me he vuelto.

Cuando por fin llego, entro en la casa arrastrando los pies y me tumbo en el
sofá, pero eso solo me recuerda a él, así que me voy al dormitorio de
invitados para conectar el teléfono. La única habitación de la casa que no ha
tocado.

Parpadeo ante la brillante pantalla de mi teléfono en la oscuridad mientras


me tumbo en la cama. Abro el vídeo que nos grabó en la cresta del Manitou
Incline y se me agita el pecho. Dios, parecía tan feliz. Tan diferente a
cuando le había dicho que esto era sólo sexo. Qué imbécil mentiroso soy.
Nunca fue sólo sexo.
Esa sonrisa en su cara, la forma en que besó mis nudillos. No puedo. Me
duele demasiado verlo, así que apago el teléfono. Y luego lo vuelvo a
encender y, antes de que pueda decirme que no lo haga, estoy escribiendo.

Yo: ¿Estás bien?

Miro fijamente mi mensaje sin pestañear, pero él no responde. Por supuesto,


no lo hace. ¿Por qué iba a hacerlo? Está claro que ha terminado y me ha
superado.

Yo también lo superaré.

En unos cien años.

Me duermo sin cenar, con el teléfono pegado al pecho.

A la mañana siguiente, me despierto y siento como si todo mi cuerpo se


hubiera estrellado contra el suelo. Me duele y tiemblo. Tengo la boca seca y
la lengua se me pega al paladar. Esta gripe está avanzando. Probablemente
debería ir a urgencias.

Tomo un largo sorbo de agua para mantenerme hidratado, pero sigo


sintiéndome completamente agotado. Siento el corazón raro en el pecho.
Me duele mucho.

Probablemente sea una insuficiencia cardíaca congestiva. Debería llamar a


una ambulancia ahora y hacer que los paramédicos se queden esperando a
que me desplome.

La parca vendrá pronto a por mí.

Mi teléfono suena y doy un salto, golpeándome el dedo del pie contra la


pata de la cama. Mi cerebro se pone en marcha y me apresuro a agarrarlo.
En lugar de eso, acabo raspándome el antebrazo con la mesita de noche.
Esas esquinas deberían ser ilegales. ¿Quién ha diseñado esta cosa? Deberían
estar en la cárcel por intento de asesinato. Me miro el brazo palpitante y
observo la larga franja roja que me atraviesa la piel.

Mierda.

Mi teléfono vuelve a sonar, y todo mi dolor se olvida mientras me lanzo por


el. Pero mi pequeño teléfono de mierda se desliza por las mantas y cae entre
la pared y el cabecero. Así que me arrodillo y me estiro para encontrarlo,
con las puntas de los dedos tocando la pantalla cuando empiezo a moverlo
hacia mí. Pero entonces algo se rompe cuando inclino el cuello, y me
estremezco cuando el dolor me recorre la columna vertebral.

Agarro el teléfono con la mano y ruedo sobre la espalda, gimiendo con


fuerza.

Oh, mierda. Me estoy desmoronando.

Mi sistema óseo se está desintegrando ante mis ojos.

Pero, a pesar de todo, consigo levantar el teléfono por encima de mi cara y


ver sus mensajes.

Me ha mandado un mensaje.

Me ha contestado.

Todo mi cuerpo se aprieta mientras jadeo.

Luke: Estoy bien.

Luke: Llegué a casa a salvo.

Rápido. Piensa. ¿Qué le respondo? Algo poético, profesando lo mucho que


lo siento, diciéndole lo mucho que lo extraño.

Vuelve. Vuelve a casa.


Yo: Bien

Oh, mierda. Eso no es lo que quería decir. Ni siquiera añadí un punto.


Parece tan inacabado. Como si no me importara que se haya ido. ¿Se dará
cuenta? Mierda. Lo hará, ¿no?

Tengo que arreglar esto.

Yo: Bien.

Miro fijamente la pantalla, gimo y la tiro al suelo de un golpe. Un


chasquido asqueroso resuena en la habitación y casi lloro cuando veo lo que
he hecho.

La pantalla de mi teléfono está rota en pedazos.

Como mi corazón.

Y ahora, no hay manera de responderle con algo realmente significativo.

Mierda.

Me levanto lentamente, siseando por el dolor que me baja por el hombro y


sube por el cuello, y cojeo hacia el baño.

Aunque quisiera, no puedo decir que estoy enfermo. Supongo que podría
enviar un correo electrónico, pero no puedo ni siquiera concebir la idea de
quedarme solo en casa. ¿Qué haría conmigo mismo durante todo el día?

Llorar, eso es.

Así que me ducho y me pongo algo de ropa, sin importarme que mis
camisas no estén planchadas o que no me haya afeitado en días. Llego al
trabajo tambaleándome como si acabara de salir de una alcantarilla.

—Estás hecho una mierda—, dice Amanda, pero la ignoro.


Tiene razón. Estoy seguro de que sí. Pero no me importa lo suficiente como
para esforzarme más.

Oigo un clic y Amanda levanta su teléfono.

—¿Acabas de hacerme una foto?

—Sí—, dice, haciendo explotar el chicle. —Voy a enviársela a Luke


para que se compadezca de tu triste trasero. Tal vez vuelva y te haga más
amable.

—No le enviarás eso. Te lo prohíbo.

Ella pone los ojos en blanco, y lentamente su dedo desciende sobre su


teléfono, estrellándose contra la pantalla dramáticamente.

—Uy.

Suspiro con fuerza y me giro para moverme, pero el dolor vuelve a recorrer
mi columna vertebral y siseo.

—¿Vas a morir en tu despacho?— me pregunta Amanda mientras me


alejo de ella.

—Dios, eso espero—, murmuro y doy un portazo.

Puedo hacerlo. Puedo pasar otro día.

Un pie delante del otro, pienso. Y tal vez, sólo tal vez, Luke reciba la foto
que Amanda envió y regrese.

Cuando me veo en el espejo dos horas después, me doy cuenta de que mi


camisa está al revés y tengo pasta de dientes en el labio superior. Por qué a
nadie se le ocurrió decirme esto, es espantoso.

Estoy consternado.
Miro el rasguño que tengo en el antebrazo y me doy cuenta de que se ha
alargado. Probablemente alguna toxina se ha introducido en mi organismo y
se dirige directamente a mi corazón.

Soy un hombre muerto andando.

A pesar de que estoy al borde, sigo adelante. Todos deben sentir lástima por
mí. Dos de mis pacientes ni siquiera me miran a los ojos. La Sra. Melnyk
revuelve en su bolso y me da un caramelo de aspecto antiguo que ha visto
días mejores, y nunca comparte. Siempre está robando cosas de mi oficina:
hisopos, algodones, depresores de lengua29.

Lo haré mejor mañana. Lo haré mejor, me digo a mí mismo mientras cierro


la puerta de la consulta y paso a la sala de espera.

—Mierda—, murmuro, golpeando el codo contra la pared cuando veo


a alguien acechando en la esquina como un fantasma.

Un hombre joven y delgado me mira y pone los ojos en blanco como si le


molestara que tuviera miedo.

Bueno, perdóname por mostrar emoción. Parece que es lo único que puedo
hacer hoy en día.

Tras una inspección más detallada, el hombre que cuelga de una escalera en
mi sala de espera parece algo sospechoso. Tiene el pelo plateado, piercings
y tatuajes en la piel.

—¿Quién demonios eres?— refunfuño mientras me froto el codo


dolorido.

Me mira directamente a los ojos y me dice con firmeza: —Sauron30.

Arqueo una ceja y el hombre sonríe ampliamente ante mi molestia.

—¿Eres un señor oscuro que busca conquistar la Tierra Media?


—¿Y por qué no habría de serlo, eh?— Baja de un salto de la escalera
y se coloca directamente frente a mí. —Si quieres saberlo, porque pareces
un aguafiestas total, Amanda me llamó. Me habló de ti y decidí hacerte un
favor. Voy a instalar cámaras aquí. Lex, a tu servicio—. Me hace una
reverencia, que parece ridícula porque es muy larguirucho y alto, y hace el
movimiento mal. Parece más bien que se abalanza sobre algo en el suelo.

Mis ojos se deslizan por los tatuajes que adornan su piel y los piercings de
su cara una vez más. —Parece que acabas de salir de la cárcel—, bromeo.

—Oh, pero ¿y si lo estuviera? ¿Vas a discriminar? ¿Y si sólo estoy


tratando de recuperar mi vida?—, me dice, y me froto las sienes. El dolor de
cabeza que lleva ahí todo el día se intensifica.

Por lo visto, Amanda me tiene manía. Tal vez ha estado envenenando


lentamente mi café.

Mis ojos se dirigen a Lex y luego a las cámaras que está instalando.

—¿Por qué estás instalando cámaras en mi oficina otra vez?

—Amanda las ordenó. Por seguridad. También he actualizado tu


módem y tu router porque los tuyos eran de los noventa. Ni siquiera sabía
que seguían existiendo...

Suspiro con fuerza. —No le pedí que hiciera esto.

—Me dijo que dirías eso, y me dijo que te dijera...— Levanta las
manos entre comillas. —Qué duro, jefe.

Me retuerzo contra la pared y me froto el cuello.

—Bien. Aunque no pareces de fiar.

—Oh, no soy en absoluto digno de confianza, pero no le haría mal a


Amanda. Ella es mi tipo de persona.
No sé qué significa eso, y realmente no quiero saberlo. Amanda siempre ha
sido un poco misteriosa. Nunca le pregunté qué era lo que hacía, y para ser
honesta, no sé si saberlo mejoraría algo. A veces los misterios deben
permanecer misteriosos.

—¿Cuánto tiempo vas a estar?— Pregunto porque no quiero ir a casa


todavía. No, prefiero quedarme aquí y conversar con este posible
delincuente. A eso se ha reducido mi vida en este momento.

Lex mira el techo y se encoge de hombros. —Meh, veinte minutos.

—Bien. Esperaré—, digo, hundiéndome en una silla y sacando mi


teléfono roto. Miro la pantalla rota y Lex silba.

—Se rompió mucho esa perra, ¿eh?

—Sí.

—Conozco a un tipo que puede arreglarlo. Incluso te hará un


descuento si aparezco contigo.

Lo miro y entrecierro los ojos. —¿Le harás poner un software de rastreo en


mi teléfono y luego me acecharás con él?

—Muy posiblemente—, responde, volviendo a acercarse a la escalera


y jugueteando con los cables.

Bueno, ¿por qué no? Tal vez aceche fuera de mi casa y me haga compañía,
así no tendré que sentirme tan solo. —Bien.

¿Qué más tengo que perder?

Nada, eso es. No tengo absolutamente nada que perder.

Estaré muerto para el fin de semana, de todos modos31.


Treinta minutos más tarde, Lex y yo caminamos hacia el aparcamiento. El
sol se esconde detrás del horizonte y el brillo del cabello plateado de Lex lo
hace casi translúcido. Los piercing de sus cejas y labios centellean con los
rayos, y casi duele mirarlo.

—Oooh, tienes un Tesla—, dice Lex alegremente, mirando mi coche


y haciendo girar sus llaves alrededor de su dedo. —¿Puedo conducir esta
hermosa máquina?

—No.

—Bueno, ¿puedo al menos sentarme en él?

Lo medito durante dos segundos exactos y murmuro: —Bien.

Abro la puerta del lado del conductor y Lex se desliza en el lado del
pasajero, tocando todo.

—¿Te importa?— Pregunto mientras mueve sus manos hacia mi


asiento y sus dedos rozan mi pierna. No me gusta que se meta en mi espacio
personal. No, eso está reservado para Luke y sólo para Luke.

—Lo siento, sólo estoy teniendo una experiencia táctil aquí. Nunca he
estado en uno de estos antes—. Comienza a presionar la gran pantalla táctil.
—Esto es muy wow. Muy, muy wow. Ahora enséñame cómo se conduce.

Y así es exactamente como acabé conduciendo a Lex por la ciudad en mi


coche. Aparentemente, mi pasatiempo es coleccionar perros callejeros. ¿Me
acostaré con él después?

Lo miro y me estremezco.

No.

Él no hace nada por mí.

Es a Luke a quien quiero.


—Dobla a la izquierda aquí. No, no esa izquierda. Esta izquierda. Tu
otra izquierda. A la derecha. Sí, aquí mismo.

Pongo los ojos en blanco y finalmente me meto en una calle poco iluminada
y llena de gente. Resulta que hay un espacio libre entre dos coches, y por
poco me meto en él.

—¿Qué es este lugar?— Pregunto. —¿Me estás secuestrando?— A


estas alturas, realmente no me importa si lo hace, sólo tengo curiosidad.

Lex aparta el dedo de la pantalla táctil con la que ha estado jugando los
últimos diez minutos y pone los ojos en blanco.

—Si te secuestrara, lo sabrías. Puedo garantizarte que habría


cloroformo y cuerda de por medio.

Bueno, eso es tranquilizador.

Lex asiente a su izquierda. —De todos modos, Diablo está ahí abajo. Sabe
que vamos a venir.

—¿Diablo?

—Sí, es un jodido friki, así que ten cuidado con lo que dices. No
querrás ofenderlo.

—Qué terriblemente emocionante—, digo en voz baja y salgo del


coche, siguiendo a Lex por unas sucias escaleras de cemento. ¿Qué diablos
estoy haciendo? Podría haber ido a una tienda de la esquina y haber
arreglado mi teléfono y, sin embargo, aquí estoy. ¿He perdido toda la
autopreservación? Tal vez espero que este Diablo me aplaste como un
insecto y me saque de mi miseria.

Estos pensamientos son sólo ligeramente preocupantes.

Lex me mira mientras me pellizco el puente de la nariz y luego llama a la


puerta sucia en una especie de código secreto.
Un segundo después, un niño pequeño y delgado la abre de un tirón.

—Lexington—, chilla el chico. Su pelo rizado sobresale en todos los


ángulos y sus amplios ojos marrones se entrecierran al verme.

—¿Qué tal, Diablo?—, responde Lex.

—¿Este es Diablo?— Pregunto, levantando la ceja. ¿Dónde está el


terrorífico gángster con pistola? Estoy un poco decepcionado por este
nuevo acontecimiento.

Al parecer, esta es mi vida ahora. Interactuar con preadolescentes en


sótanos oscuros.

—¿Ahora traes a extraños a mi casa, eh? Ya conoces las reglas,


imbécil—, dice Diablo, con su mirada deslizándose sobre mí una vez más.

Lex se encoge de hombros, saca una paleta de su chaqueta y se la da.


Diablo la agarra rápidamente y se la mete en el bolsillo. —Necesita que le
arreglen la pantalla del teléfono. Y, además, es médico. Podría ser útil algún
día.

Bien, esto parece cada vez menos kosher32. Tal vez Diablo es una especie
de mini jefe de la mafia. ¿Estaré realizando cirugías antihigiénicas usando
utensilios de cocina en mi futuro cercano? ¿Es esta mi vida ahora?

El chico estrecha aún más los ojos y nos hace señas para que entremos. —
Bien. Pasen. Pero con las manos para ustedes mismos. Especialmente tú,
Doc. No te conozco.

—¿Esto es trabajo infantil?— Pregunto, siguiendo a Lex al


apartamento del sótano.

—No, Diablo tiene diecinueve años.

—Parece que tiene doce.


Diablo resopla: —He oído eso y me ofende. Resulta que soy pequeño para
mi edad. Aún no he dado el estirón—. Se sienta en una silla giratoria y gira
hacia un montón de pantallas de ordenador en una mesa improvisada. ¿Es
eso papel de aluminio lo que hay en las paredes? ¿Por qué huele a Cheetos?

Me encuentro con la mirada de Diablo y le digo: —Siento decirte que lo


más probable es que no crezcas más. Estás destinado a ser bajito en el
futuro inmediato.

—Vete a la mierda—, murmura Diablo mientras Lex me da un codazo


brusco.

—Discúlpalo—, dice Lex. —Le han roto el corazón. No piensa con


claridad.

Lo miro. —¿Cómo lo sabes?

—A Amanda le gusta cotillear—, me dice, y suspiro con fuerza. Por


supuesto que le ha contado a este desconocido todo sobre mi triste vida.
Probablemente yo haría lo mismo. Es como una especie de comedia
dramática.

Diablo me mira fijamente. —Bien. Haré una excepción esta vez. Ahora,
¿qué puedo hacer por usted, doctor? ¿Dijo que necesitaba que le arreglaran
la pantalla?

Estoy cuestionando seriamente mi juicio, pero sigo, entregando mi teléfono.


Ya no hay vuelta atrás. Me lo he buscado por haberme comprometido con
un punk sospechoso en mi sala de espera. No me sorprendería que el FBI
hiciera una redada en este lugar en los próximos diez minutos.

—Maldita sea, ¿cómo has hecho esto?— pregunta Diablo mientras


inclina mi teléfono hacia un lado y luego hacia el otro. Lo deja en la mesa y
agarra un juego de herramientas de un cajón.

—Comportándome como un niño—, murmuro mientras Lex se


inclina, con las manos apoyadas en la mesa.
—Entonces, ¿cuánto tiempo llevará esto, hombre?

—Treinta minutos.

—Que sean veinticinco, y ya sabes lo que haré por ti.

¿Por qué eso suena sucio? No quiero imaginarme a Lex y a Diablo haciendo
cosas sucias. Me hace doler el estómago.

Me aclaro la garganta. —¿Y cuánto me costará esto?

Diablo juguetea con mi teléfono y ni siquiera me mira fijamente. —Lex lo


tiene cubierto.

Miro a Lex, que está jugando con su anillo de lengua.

—¿Cómo lo tienes cubierto?— Le pregunto.

—Oh, no quieres saberlo.

Tiene razón. No quiero saberlo.

Diablo agita la mano delante de su cara. —Puedes sentarte. Estar encima de


mí no hará que me mueva más rápido—, bromea.

Miro a mí alrededor y veo un sofá naranja sucio en un rincón. No quiero


saber dónde ha estado esa cosa. Parece que ha visto alguna mierda. ¿Era
originalmente naranja, o ha cambiado lentamente de color con el tiempo?
Tal vez de ahí provenga el olor a Cheeto.

—Vamos. Relájate, hombre—, dice Lex, dejándose caer sobre los


cojines. Las partículas de polvo se disparan en el aire y me cubro la cara
con el cuello de la chaqueta.

—No me voy a sentar ahí. Probablemente sean esporas de moho


tóxicas que se liberan en la atmósfera.
Lex inhala profundamente por la nariz. —Ah. Me encantan las esporas de
moho tóxicas. Podría drogarme con esta mierda.

Oh, Dios mío.

Me alejo de él y me apoyo en una pared que parece relativamente limpia.

Observo el trabajo de Diablo para pasar el tiempo y asegurarme de que no


hace nada sospechoso con mi teléfono, como instalar un software espía.
Pero no, parece concentrado en arreglar los cristales rotos. Es rápido y
eficiente; veinte minutos más tarde, está sosteniendo mi teléfono arreglado.

—Listo. Tiempo récord.

Lex inclina la cabeza hacia un lado, con una paleta colgando de los labios,
las piernas apoyadas en el brazo del sofá, y mueve las cejas.

—Eres el puto mejor.

Diablo se hincha un poco. —Lo soy, y ahora me lo debes.

Me separo de la pared y agarro mi teléfono. Lo enciendo y hago clic en mis


mensajes.

Mi corazón vacila y luego se hunde. Se me escapa un fuerte suspiro. No hay


mensajes nuevos de Luke. Pero los que le había enviado parpadean como
una mala premonición.

Maldita sea.

—¿Por qué mierda suspira así?— Diablo pregunta. —¿Tiene que


cagar?

—No. Está suspirando—, responde Lex y luego me da un codazo. —


Puedo leerte como un libro. Vamos. Vamos.

—Bien—, digo y sigo a Lex por las escaleras y de vuelta a mi coche.


Entramos y miro por el parabrisas.
—Entonces, ¿cuál es el plan ahora?— Lex pregunta, inclinándose
hacia atrás y mirándome.

No lo hagas. Ni siquiera lo pienses. No lo harás.

—¿Quieres salir?— Pregunto.

Lex se saca la paleta de la boca.

—Pensé que nunca lo pedirías.


Capítulo Doce
Elliot
Llevo a Lex hasta su coche, que sigue aparcado en mi oficina, y luego me
sigue a casa. Pero me debato al pasar por allí cuando veo a mis hermanas
rondando la puerta de mi casa. Están viendo cómo se acerca mi coche, así
que ya no hay escapatoria. Sus miradas se amplían cuando ven a Lex salir
de su coche y acercarse a ellas.

—¿Quién es?—, preguntan al unísono.

Luke tiene razón. Es extraño.

Pero Lex no le da importancia. Sólo hace su extraña media reverencia. —


Lex, a su servicio.

Lo aceptan. Todo él, desde su pelo plateado y su cara perforada hasta sus
vaqueros rotos y sus botas de combate negras.

—¿Y dónde se conocieron?— Pregunta Jane.

Lex sonríe ampliamente. —En su oficina. Tenía un aspecto muy patético,


así que me apiadé de él y decidí ser su amigo. ¿Y quiénes son ustedes?

—Sus hermanas—, dicen todas a la vez.

—Ah—, responde él y les levanta la mano a cada una, presionando


con besos el dorso de cada una.

Y ellas lo dejan.

Pongo los ojos en blanco porque no debería encantarlas. Ya tengo


suficientes locuras en mi vida. No necesito invitar a más. Ni siquiera sé por
qué lo invité aquí en primer lugar.

—¿Qué están haciendo aquí?— Les pregunto a mis hermanas.

Eliza levanta unos prismáticos. —Hemos venido a buscarte para poder


espiar todos a Luke. Nos hemos enterado de lo que ha pasado.

—No puedo creer que hayas tenido que preguntarnos eso—, murmura
Jane y luego se encuentra con mi mirada. —Si revisaras nuestro chat de
grupo, sabrías lo que está pasando.

—Dios mío—, refunfuño, sacudiendo la cabeza. —No voy a hacer


esto. No voy a hacer esto.

Pero en lugar de entrar en la casa, cerrar la puerta y esconderme en mi


habitación, mis piernas se mueven hacia el monovolumen aparcado en la
calle. He perdido el control total de mi cuerpo. Los extraterrestres han
tomado el control. Ahora me voy al espacio exterior.

—Ooh, así que estamos espiando al ex, ¿sí?— Lex dice.

—Nunca estuvimos juntos—, murmuro mientras me muevo en el


asiento delantero. Los demás se amontonan detrás de mí y Eliza se desliza
detrás del volante. Apenas cabe, su barriga de embarazada es demasiado
grande.

—No deberías salir, Eliza. Estás a punto de reventar—, le digo.

—No me digas lo que tengo que hacer—, sisea ella. —No soy una
inválida. Sólo soy enorme.

Me quito las gafas y me aprieto los dedos en las cuencas de los ojos. —
Bien. Si lo hacemos—, empiezo, asegurándome de hablar alto para que
todo el mundo pueda escuchar, —tenemos que ser discretos. Nada de
travesuras. Y lo digo en serio.

Kate resopla. —Lo dice en serio, chicos.


—Oooh—, responde Jane con sarcasmo. —No te metas con El porque
lo dice en serio.

Apoyo la cabeza en el reposacabezas y suspiro molesto. No sé por qué me


molesto. De todos modos, nadie me escucha.

Lex dice: —¿Sabes qué? Si podemos distraer a ese tal Luke, puedo entrar
en su teléfono y ponerle un rastreador. O en su coche. ¿Por casualidad sabes
su contraseña?

—Oh, Dios mío, no y no vamos a hacer eso—, digo, mirando por


encima del hombro hacia él. —No lo harás.

Me mira fijamente y luego asiente. —Claro que sí, Ellie-Belly33. No lo


haré en absoluto.

Pero tengo la sensación de que hará lo que quiera, cuando quiera.

—No me llames así.

—Ooh, pero a todos nos gusta. Ellie-Belly—, dicen mis hermanas.

Cierro los ojos y cuento hacia atrás desde diez.

—Entonces, ¿dónde está ese misterioso no-ex de ustedes?— Lex


pregunta. —¿Dónde va a ser esta vigilancia? Espero que cerca de algún
buen lugar de comida rápida porque soy un bicho hambriento. Mi barriga
está revuelta.

—Bueno, dijo que estaría en...— Eliza mira su teléfono, —la casa de
su hermano.

—Espera, ¿le has estado enviando mensajes de texto?— Pregunto,


sintiendo que mi corazón se hunde. Porque no me ha enviado ningún
mensaje. No es que espere que lo haga, pero en el fondo me duele que no se
haya puesto en contacto conmigo.
En realidad, es más bien un dolor profundo que persiste en mi interior.

Debe de odiarme mucho para ignorarme así.

—Bueno, más o menos—, dice Eliza y no me da más que eso, lo que


sólo lo empeora.

—¿Alguien sabe dónde está la casa de su hermano?— pregunta Kate.

Y antes de que pueda decirme a mí mismo que esto va a ser humillante, que
no debería comportarme así en absoluto, suelto: —Yo sí.

Todos empiezan a hablar al mismo tiempo, y entonces Lex grita: —


¡Esperen! —Sale de la furgoneta y vuelve un minuto después con una gran
bolsa de lona negra.

—¿Qué demonios es eso?— Pregunto.

—Oh, no querrás saberlo—, responde con una sonrisa de satisfacción


y saca un portátil y... ¿es un dispositivo de escucha? ¿Quién es este tipo?

—Tienes razón. No lo sé—, digo mientras le doy a Eliza las


indicaciones.

Paramos en una hamburguesería y todos piden menos yo, porque se me


revuelve el estómago y todavía me duele todo, y creo que es una muy, muy
mala idea.

Cuando por fin entramos en el parque de autocaravanas veinte minutos


después, hago todo lo posible por no mirar.

¿A quién quiero engañar? Estoy pegado a la ventanilla, mirando como un


niño enamorado. Mi aliento nasal empaña el cristal y mi lengua se sale de la
boca. Puedo ver la camioneta de Luke aparcado fuera y las luces de la
autocaravana están encendidas.

Si fuera un adulto normal y maduro, simplemente iría a la puerta, llamaría y


pediría hablar con él. Pero en lugar de eso, agarro los prismáticos de Eliza y
los ajusto para ver si puedo vislumbrarlo.

—No veo nada—, murmuro irritado.

—Espera—, dice Lex mientras se pone un pasamontañas y abre de un


tirón la puerta de la furgoneta. Antes de que pueda protestar, se acerca
sigilosamente a la autocaravana. Es muy bueno en esto y casi desaparece
por completo en las sombras.

—¿Qué demonios está haciendo?— murmuro, y Jane se revuelve en


su asiento.

—El, no hagas preguntas. Alégrate de que este psicópata esté de


nuestro lado.

Un minuto después, Lex está de vuelta en la camioneta, poniéndose unos


auriculares y sosteniendo el dispositivo de escucha en la ventana.

Nos quedamos en silencio mientras mueve la cabeza y juega con algunas


perillas, y luego se quita uno de los auriculares de la oreja y dice: —Está
hablando con alguien llamado Sem.

—Es su hermano—, le explico.

—Están esperando a que aparezca una chica. No pude distinguir su


nombre—, añade Lex, luego se pone los auriculares y mueve más la cabeza.

—¿Qué chica?— Eliza susurra, y mi corazón se aprieta en el pecho.

—No lo sé.

—No ha seguido adelante, ¿verdad?—. Pregunta Kate, y Jane le da un


codazo brusco.

—Por supuesto que no lo hizo. Estamos hablando de Luke—, dice


Eliza con seguridad. —Estaba locamente enamorado de El.
Pero mi mente no escucha. Sólo estoy imaginando a Luke con otra persona.
Alguien que no soy yo, y siento que voy a vomitar.

Un minuto después, un coche se detiene, aparcando junto a la camioneta de


Luke, y una hermosa mujer con curvas y pelo largo y castaño sale.

Antes de que pueda llamar a la puerta, Luke abre la puerta de la caravana de


un tirón, baja los dos escalones y la envuelve en sus brazos.

Recuerdo haber estado en esos brazos. Lo que sentí.

Parpadeo y parpadeo y, maldita sea, me escuecen los ojos.

—Creo que deberíamos irnos—, murmuro, y Lex vuelve a quitarse


los auriculares.

—Dice que tienen una cita. Van a ir a una galería de arte.

Mis hermanas estallan en una cacofonía de palabras que no puedo entender.

Me muerdo el labio inferior y aprieto los ojos.

—Quiero ir a casa—, digo en voz baja, pero nadie me escucha. Miro a


mi derecha y veo a Luke apretando un beso en el lado de la cara de la
mujer, y mis mejillas se humedecen.

Me las arrebato y vuelvo a decir: —Quiero irme.

Pero, por supuesto, paso desapercibido. Todos hablan por encima de las
demás y Kate amenaza con algún tipo de violencia corporal. Jane la retiene
físicamente para que no salga de la furgoneta, pero no hace falta nada de
eso. Ya he visto lo que necesitaba.

—¡Quiero irme, mierda!— Estallo, y todos cierran la boca. Un


inquietante silencio se apodera de nosotros.

—No hace falta gritar—, dice Eliza, y me vuelvo para mirar a Luke.
Nuestras miradas se cruzan en el aparcamiento y todo mi cuerpo se ilumina.
Entonces el corazón se me para en el pecho. Voy a necesitar que me
resuciten.

Se acerca a mí, con el ceño fruncido, y cierro las puertas.

—Mierda, vamos. Aborten. Nos han visto—, grita Lex, y Eliza pone
la furgoneta en marcha y sale como si la persiguiera la policía. Los
neumáticos patinan y las rocas salen despedidas contra el lateral de la
furgoneta. Mientras volamos hacia la carretera principal, me aprieto los
dedos en las sienes e inhalo y exhalo profundamente.

Eliza se acerca y me agarra ligeramente del brazo. —Lo siento, El.

—Está bien.

No está bien. Está lejos de estar bien.

—Voy a pedir más hierbas—, refunfuña Jane, sacando su teléfono,


pero no le presto atención. Apoyé la cabeza en la ventana y cerré los ojos.

Era mejor no saberlo.

Mi teléfono suena, y por mucho que quiera ignorarlo, mis ojos se ven
atraídos por él.

Luke: ¿Por qué estabas en casa de mi hermano?

Paso el dedo por su nombre y me muerdo el labio inferior.

Yo: Estás viendo cosas. Estoy en casa.

Luke: No. Te he visto claramente en la furgoneta de tu hermana.

Luke: Además, Jane ya me dijo que tuviera cuidado. Dijo que iba a pedir
otro kit de brujería.

Suspiro. —Jane, ¿en serio? ¿Amenazaste a Luke con brujería?


Ella se burla: —¿Qué? Él debería saber por qué se le cae todo su delicioso
pelo.

—Dios mío—, respondo, y entonces mi teléfono vuelve a sonar, y


trago saliva.

Luke: ¿Por qué no has venido a saludar?

Ahora estoy irracionalmente enfadado. ¿Por qué demonios iba a hacer eso
cuando él está con otra persona?

Escribo una respuesta y la borro. Escribo otra y hago lo mismo, hasta que
finalmente tomo una decisión.

Yo: He ido a despedirme pero he visto que estabas ocupado.

Y entonces, apago el teléfono y lo meto en el bolsillo de la chaqueta.

No más de esto. Tengo que dejar pasar esto.

Yo no actúo así, como un acosador enloquecido. Soy un médico, por el


amor de Dios. He perdido la puta cabeza.

—No me siento bien—, les digo. —Déjenme en casa.

Pero por supuesto, no me escuchan. En lugar de dejarme para que me


revuelque en mi miseria, se meten en la casa conmigo y se niegan a salir.
Jane y Kate se plantan en el sofá, sirviéndose vasos de mi vino barato,
mientras Eliza envía mensajes de texto a su marido, Seth. Mientras tanto,
Lex se pasea por mi casa, tecleando frenéticamente en su teléfono.

Seguramente está inspeccionando el lugar. No me sorprendería verlo entrar


a la fuerza un día. Probablemente lo dejaría entrar, para ser honesto. Que se
lleve todo lo que quiera, excepto lo que esté relacionado con Luke.

No, me quedaré con todo eso.


—El, deja de pasearte—, dice Jane, tendiendo un vaso de vino. —
Bebe. Te ayudará a sentirte mejor.

Eliza me agarra por el hombro y me acompaña hasta el sofá, donde me


siento entre Kate y Jane. Eliza se aprieta en la silla del extremo opuesto de
la habitación y Lex se deja caer en el suelo. Doy un sorbo al vino amargo y
cierro los ojos.

Nunca lo admitiré en voz alta, pero me ayuda, solo un poco, tenerlas cerca
para mantener mi miseria a raya.

Pero la verdad es que estoy jodidamente triste.

No hay gripe. No me estoy muriendo.

No, sólo estoy enfermo del corazón.


Capítulo Trece
Elliot
Una semana después…
—Oh Dios, este bebé me está matando. Soy una ballena. No puedo
moverme y no puedo ver mis pies. Soy un desastre hinchado y lleno de
grasa—. Eliza se sienta en la silla de la cocina y Jane le da un vaso de agua
y luego me da uno a mí también.

—Tienes que beber, El—, dice Kate, extendiendo la mano y


agarrando la mía.

Hago lo que me dice. Ahora sé por qué me duele tanto. He aceptado que la
sensación de dolor y malestar que me corroe por dentro es porque estoy
ridículamente enamorado de un tipo que no merezco y que, al final, me ha
dejado ir.

Tengo el corazón destrozado.

Hoy, llamé por parte de enfermo por primera vez desde que empecé mi
práctica. Amanda se quedó en silencio al otro lado de la línea antes de
colgar.

Supongo que está llamando a mis pacientes para reprogramar. No me


importa en absoluto.

Eliza me pone la mano en la frente. —No tienes fiebre.

—Lo sé—, respondo. —Sólo me estoy desmoronando de adentro


hacia afuera.
—¿Has hablado con él?— pregunta Eliza, con simpatía en su rostro.

—No.

—¿Por qué no? Sabes que esa mujer era su cuñada. No te engañaba.
Me lo dijo—, dice Eliza.

Al parecer, mis hermanas le enviaron un mensaje de texto a la mañana


siguiente exigiendo respuestas y él respondió que sólo era Anne, su cuñada.
Iba a ir a una de sus inauguraciones de galerías de arte esa noche.

Durante horas, después de saber eso, me quedé mirando el teléfono,


pensando que me enviaría un mensaje, pero nunca lo hizo. Nunca me dijo
una maldita palabra. Y, para ser justos, yo tampoco le envié un mensaje de
texto.

Estamos atrapados en una especie de vórtice silencioso del que ninguno de


los dos parece poder escapar.

—Lo sé—, respondo, pero eso no ayuda. Nada parece ayudar ya.

Lo cierto es que lo echo muchísimo de menos, pero no sé cómo seguir


adelante. ¿Cómo puedo superar mis inseguridades y dejarlo entrar? ¿Cómo
le tiendo la mano después de todo lo que he hecho?

No sé qué carajo hacer. Estoy casi paralizado por la ansiedad.

—Es una calle de doble sentido. Él también puede ponerse en


contacto conmigo. Pero no lo ha hecho. Probablemente lo ha superado. Me
ha superado.

—Y una mierda—, murmura Kate, pero todos nos quedamos en


silencio, reflexionando. Porque es la verdad. Luke podría haber tendido la
mano tan fácilmente como yo, pero ninguno de los dos ha dado el primer
paso.

Soy jodidamente miserable.


¿Por qué la vida es tan dura?

¿Por qué tuve que enamorarme de este hombre?

—Lo mejor para mí es seguir adelante—, digo, y todas empiezan a


hablar simultáneamente. Pero ni siquiera me molesto en pedirles que paren.
Me quedo sentado y las escucho charlar, mientras intento mantener la
compostura.

La verdad es que no funciona. Poco a poco me voy deshaciendo.

—Dios mío, chicos—, interrumpe de repente Jane, haciendo callar a todos.


Mira fijamente su teléfono y lo pasa dos veces. —¿En qué tubería estaba
trabajando Luke?

—Oh Jesús, no puedo ni pensar ahora mismo. Así de mal tengo que
orinar. Este bebé me está matando—, interrumpe Eliza, impulsándose, con
la mano en el estómago.

—Aguanta el pis, Eliza. Esto es importante. ¿Qué tubería?— dice


Jane, con los ojos muy abiertos y la mano ligeramente temblorosa.

—Si veo el nombre, lo recordaré—, respondo, y cuando Jane levanta


su teléfono, se me cae el estómago.

—¿Qué es esto, Jane?— Susurro, todo mi cuerpo se bloquea.

—Ha habido una explosión...—, comienza, y me desplomo contra la


mesa, toda la habitación dando vueltas. Un rugido comienza en mis oídos y
me cuesta respirar.

—Tres muertos, posiblemente más.

—Dios mío—, dice Eliza mientras empiezo a hiperventilar.

Luke. Oh, mierda. Oh, mierda. Mierda.


¿Está bien? Tanteo el teléfono y lo dejo caer al suelo. Se desliza por el
suelo, caigo de rodillas y me arrastro tras él. Con dedos temblorosos,
escribo un mensaje para él.

No hay respuesta.

No hay respuesta.

—Chicos—, grita Eliza, sujetándose el estómago mientras se dobla,


gimiendo de dolor. —Creo que ha sido una contracción—. Y entonces veo
que algo gotea en el suelo y mis ojos se abren de par en par. —Sé que es
muy inoportuno, pero estoy segura de que he roto la fuente—, añade,
temblando ligeramente.

Levanto los ojos hacia donde está ella e inhalo profundamente.

Me seco los ojos y me pongo de pie, balanceándome ligeramente sobre mis


pies.

—Tenemos que ir al hospital. Tenemos que llamar a Seth—, digo,


pero se me quiebra la voz y vuelvo a hundirme porque mis piernas no
pueden sostenerme. —Necesitamos....— Mi voz se corta en un sollozo
ahogado.

—Estoy segura de que Luke está bien, El—, dice Kate en voz baja,
agachándose a mi lado. Pero no puedo evitar que los sollozos se me escapen
para responderle. El pecho se me agita con el dolor de la respiración.

Si se ha ido, he perdido mi oportunidad.

La he desperdiciado. Todo por culpa de un orgullo y un miedo equivocado.

Miedo a amarlo. De dejarlo entrar.

A la mierda.

Aprieto la cara entre las manos y trato de mantener la compostura por ellas,
pero no puedo.
No puedo.

Estoy roto y no me recompondré hasta que sepa que él está bien.

—Chicos, lo siento mucho, pero tenemos que irnos. Ya saben cómo es


el tráfico y acabo de tener otra contracción—, dice Eliza, y Jane arrastra mi
cuerpo entumecido hacia la furgoneta.

Me siento en la parte de atrás con Eliza mientras Jane se desplaza por el


tráfico hasta el hospital. Eliza refunfuña en su asiento, moviéndose
incómoda, pero aun así extiende la mano y se agarra a la mía.

—Está bien. Está bien. Lo sé—, me dice, y más lágrimas recorren mis
mejillas. Tiene un dolor increíble y, sin embargo, me consuela.

Estarán ahí para mí pase lo que pase.

Soy muy afortunado de tenerlas.

Lo han dado todo por mí.

Eliza gime durante una contracción mientras Jane esquiva un coche y


maldice.

—¡Gracias por conducir como un imbécil, perra!— Jane grita y luego


conduce por el arcén de la carretera, pasando por delante de un semicamión.
Pero nadie dice nada porque las contracciones de Eliza son más frecuentes.
Me preocupa que, si esto sigue así, tenga que dar a luz en el arcén.

—Seth es un imbécil. Dijo que su juego de Dn34D tenía que ser hoy.
Si se pierde el nacimiento de nuestro hijo, me voy a divorciar—, refunfuña.

—No se lo perderá—, le digo, le aprieto la mano y miro el teléfono,


con los mensajes de texto que no he contestado.

Yo: ¿Estás a salvo?


Yo: Dime que estás bien.

No hay respuesta. Nada.

Aprieto los ojos y me obligo a no pensar en ello.

Puedo pensar en ello más tarde.

Dos horas después, Seth llega al hospital, irrumpiendo por las puertas como
si le ardiera el culo.

—Oh, Dios, lo siento mucho—, dice Seth, patinando en el suelo y


hablando tan rápido que es difícil encontrarle sentido a lo que dice. —El
grupo estaba a punto de asestar el golpe de gracia al Amarre de Almas y el
bardo falló su chequeo de sigilo y el plan se vino abajo. Evitamos por poco
un TPK35....

Dios, Eliza lo va a hacer pedazos. Es un hombre muerto.

Lo miro sin comprender.

—Un asesinato total de la fiesta...—, explica y Jane señala el


mostrador de recepción y él se pone en acción.

—Tienes que registrarte y llegar a ella antes de que se divorcie de ti


—, dice Jane y luego me murmura: —¿Hay una caja de brujería para curar
la estupidez?

Sacudo la cabeza y resoplo. —No. La única cura es la muerte.

Entonces el silencio se cierne sobre las dos y me quedo sentado, intentando


pensar en otra cosa que no sea Luke, pero mis ojos están pegados a mi
teléfono y al artículo de las noticias que explican lo sucedido.
El oleoducto en el que trabajaba Luke ha explotado y han muerto tres
personas. No se mencionan los nombres. Me está volviendo loco. Quiero
decir, las posibilidades de que sea Luke son escasas, pero aún así, estoy
conjurando lo peor. Mi cerebro no puede evitarlo.

—Jane—, digo, volviéndome hacia mi hermana, que me hace


compañía en la sala de espera. —Tengo que ver si puedo encontrar alguna
información sobre Luke—. Me pongo de pie, y me duelen las piernas de
estar sentado tan rígido durante horas.

—¿Quieres que te acompañe?—, me pregunta, y niego con la cabeza.

—No, sólo voy a bajar a recepción a preguntar...—, se me quiebra la


voz, y parpadeo rápidamente. —A ver si saben quiénes son las víctimas, o
si pueden decirme algo.

Ella asiente y dice: —Llámame si me necesitas y estaré allí.

—Lo sé, gracias—, digo y luego atravieso las puertas. Me tiemblan


las piernas mientras bajo a la recepción de la primera planta.

Me coloco detrás de unas cuantas personas que esperan ser registradas en la


sala de urgencias. Después de una eternidad, me toca a mí.

—¿Se ha enterado de algo sobre el accidente del oleoducto?— le


pregunto a la mujer que está detrás del mostrador. Ni siquiera levanta la
vista, con los ojos pegados al ordenador. —¿Sabe a qué hospital han llevado
a los supervivientes?—

—Al Memorial Care—, me dice, y yo asiento con la cabeza.

—Gracias.

Saco mi teléfono con dedos temblorosos y marco a Jane. —¿Alguna noticia


sobre el bebé?— Pregunto.

—No, todavía nada.


Asiento con la cabeza y me muerdo el labio inferior. —¿Puedes llamar al
Memorial Care y preguntar si Luke está allí... No puedo... No puedo
hacerlo, Jane.

—Por supuesto—, dice y me cuelga. Me apoyo en la pared, agarrando


el teléfono, y un momento después, vibra.

—¿Sí?— Digo.

Jane suelta: —No está ahí.

Se me encoge el corazón porque eso significa que está vivo o que no ha


sobrevivido.

—¿Dieron los nombres de los que... de las víctimas?

—No, no podían decírmelo. La ley HIPAA36 y todo eso.

Lo entendí. Lo hacía, pero mierda, si es que no me daba náuseas no saberlo.

—De acuerdo. De acuerdo—, exhale.

—Piensa en positivo. Está bien. Lo sé—, dice Jane. —Luke es


invencible.

Atravieso las puertas dobles y repito eso una y otra vez hasta que es lo
único que puedo oír.

Y sin embargo, sigo sin creerlo. Necesito una prueba concreta para seguir
existiendo en esta vida. Necesito saberlo aunque no vuelva conmigo.

—Jane—, pregunto, pensando de repente en algo. —¿Tienes el


número de Lex?

—¿Por qué iba a tener el número de ese hombre?—, responde ella,


sonando culpable. Pero la conozco demasiado bien. Lex y mis hermanas
estuvieron cuchicheando esa noche después de volver a casa de la
vigilancia, y sé que se intercambiaron números de teléfono.

No pueden evitarlo.

Coleccionan bichos raros como coleccionan novelas románticas.

Suspiro. —Dámelo. Necesito su ayuda.

Lex se presentó en mi casa más tarde esa noche con dos maletas rígidas en
la mano. Eliza había dado a luz con éxito a su niña un par de horas después
de la llegada de Seth, y yo por fin pude irme a casa después de conocer a la
pequeña Fiona.

Estoy agotado y dolorido, pero mi preocupación me mantiene despierto. Sé


que parezco un desastre, con los ojos inyectados de sangre, la ropa
desarreglada y el pelo erizado. Pero si Lex se da cuenta de mi terrible
estado, no dice nada.

—Ah, me alegro de haber recibido tu llamada—, dice. —Me encanta


infringir la ley—, añade con una pose, y lo hago callar mientras le hago
pasar a mi salón.

—No hagas ruido—, le digo, sintiéndome nervioso y emocionado al


mismo tiempo. No puedo creer que esté haciendo esto y, sin embargo, aquí
estoy.

Un criminal. Bueno, un criminal que pronto lo será. Si termino en la cárcel


por esto, habrá valido la pena. No ha habido nuevos informes sobre quiénes
eran las víctimas y eso me está volviendo loco.

Lex me entrega un maletín y lo abro, viendo un portátil dentro. Lo saco y lo


pongo en la mesa de café.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Ellie-Belly?—, me
pregunta, y yo niego con la cabeza.

—De ninguna manera. De ninguna manera voy a hackear los


servidores de la policía para averiguar si el nombre de Luke está ahí—,
digo, mientras enciendo el portátil. —Es ilegal y poco ético y no lo
apruebo.

Lex pone los ojos en blanco y se mete un Airhead verde en la boca.

—Lo que tú digas—, dice mientras mastica descuidadamente y


comienza a teclear. Mis ojos no se apartan de la pantalla, aunque ni siquiera
puedo saber lo que está haciendo. Este hombre es terriblemente eficiente.

—¿Te gustaría sentarte en mi regazo mientras hago esto? No me


importaría—. Lex pregunta y yo me alejo un poco de él. Estaba casi encima
de él, con el corazón acelerado por la preocupación, los nervios y la
esperanza.

Los dedos de Lex se detienen y vuelven a ponerse en marcha. Se lleva el


piercing labial a la boca y vuelve a pulsar las teclas antes de suspirar. Cada
movimiento hace que mi corazón dé vueltas.

Después de lo que parece una eternidad, por fin se detiene y me mira.

Mi corazón se desploma y exhalo: —Dime.

—Está vivo. O al menos no figura como uno de los fallecidos.

—Dios mío—, digo, desinflándome como un globo al que pinchan


con una aguja. —Oh, Dios mío. Gracias.

—Sí, de nada—, dice Lex, apagando su ordenador y metiéndolo de


nuevo en su maletín. —Fue extrañamente fácil hackear esos servidores.
Probablemente debería avisar a la policía...
Pero no escucho sus divagaciones porque Luke está vivo. No está muerto.
Tengo una oportunidad. Una oportunidad.

—¿Puedes rastrearlo?— Solté, interrumpiendo algo que Lex estaba


diciendo.

—Me dijiste que no querías que lo hiciera, así que no.

Sacudo la cabeza, sintiéndome loco. —No importa. Es una locura. Me


siento loco.

—¿Por qué no lo llamas?— Dice Lex, sonando ridículamente


razonable.

Miro fijamente mi teléfono y luego, con dedos temblorosos, pulso el


nombre de Luke. Suena y suena y finalmente sale un buzón de voz
automático.

—No contesta.

—Hm—, dice Lex. —Tal vez esté ocupado.

Sí, ¿pero ocupado con qué? ¿Con quién? Dios, ¿por qué no está aquí
conmigo? Ahí es donde debería estar. No dondequiera que esté ahora.

Pienso en esto durante dos días enteros, llamándolo sin cesar y sin saber
nada de él. Me paso el tiempo entrando en pánico y cavilando.

—Bien, han pasado dos días desde que supimos que Luke está vivo
—, dice Lex, poniendo los pies en la mesa de café y recostándose. Se mete
una caja de Nerds en la boca y le crujen de forma poco atractiva entre los
dientes. —Y aún así, te lamentas.

—Sí, bueno, a pesar de todos mis esfuerzos, todavía no se ha puesto


en contacto conmigo—, respondo, acariciando el dobladillo de la camisa
que llevo puesta, es la que me había comprado después de la excursión a la
cueva en Colorado.
—Eso es muy cierto, pero quizá se le haya roto el teléfono. No todo el
mundo tiene un Diablo a su disposición.

—¿Por qué estás aquí otra vez?— Pregunto, apartando sus pies de mi
mueble.

—Eres un humano triste. Estoy aquí para hacerte compañía.

—Me estás robando mierda, ¿no?— pregunto, y Lex se burla.

—No tienes ninguna mierda que robar—, dice, y luego se sienta un


poco más alto. —A menos que tengas pequeñas gemas escondidas aquí y
allá. Las tienes, ¿no? ¿Debería mirar detrás de los enchufes de la luz? O tal
vez tienes una pared falsa en algún lugar. ¿Rejillas de ventilación?

—Oh Jesús, vas a husmear hasta que encuentres algo, ¿no? Entonces
vas a robarme.

Se inclina hacia atrás y mete más Nerds en su boca.

Con la boca llena, murmura: —Lo único que he robado es tu corazón.

—No lo has hecho. Apenas te tolero.

Okey, bueno, no sé qué me ha pasado en las últimas dos semanas, pero mi


vida se ha vuelto extremadamente desordenada. Tampoco me he molestado
en limpiar la casa. La mierda está por todas partes.

—Ya que no contesta el teléfono, digo que te presentes en la casa de


su hermano otra vez y veas si puedes hablar con él.

—Me da un poco de miedo su hermano. Me va a machacar. No lo has


visto de cerca, tiene la constitución de un camión cisterna y frunce mucho
el ceño.

Me mira de nuevo. —Eres muy inmaduro para ser médico.

—Lo sé. Lo has dicho un millón de veces.


—Es refrescante saber que los títulos no compran el sentido común.

Me hundo en el banco del piano y miro el teléfono en mi regazo.

De repente, suena el timbre, y me desplomo y aprieto la cabeza contra las


teclas. El sonido de las notas discordantes flota en el aire mientras cierro los
ojos. No voy a contestar. Me he hecho ilusiones mil veces, creyendo que era
él en mi puerta cuando sólo era un paquete de entrega.

No tengo ninguna motivación para levantarme y mirar, sólo para


decepcionarme de nuevo.

—Oh, hola—, dice Lex. —Tú debes ser Luke. Ya veo por qué Elliot
ha sido un desastre. Eres un espécimen muy atractivo. Muy fino, de hecho.

Me levanto tan rápido que mis rodillas golpean contra el borde del piano, y
caigo de espaldas sobre el banco sobre mi trasero. Y entonces me dirijo
hacia la puerta, medio caminando, medio arrastrándome.

—Oh, sí, bueno, me ofrecí a follar con él, pero me rechazó. Dijo que
no era su tipo. Ahora sé por qué. Mis sentimientos ni siquiera están heridos
por ello.

—Luke—, grito, chocando con Lex y quitándolo de en medio.

Y ahí está, en el porche de mi casa, con sus vaqueros rotos, una camisa gris
ajustada y un gorro sobre la frente. Dios, tiene buen aspecto. Tan
jodidamente bien, y vivo.

—Hola, Doc—, dice, con las manos en los bolsillos.

—Estás aquí—, digo, con la voz ligeramente quebrada.

Luke se quita el sombrero y se pasa una mano por el pelo. —Sí. Tus
hermanas me dijeron que estabas preocupado. Y ya sabes, recibí tus
mensajes—. Mira a Lex y se muerde el labio. —¿Estás ocupado ahora? ¿O
debería volver?
—No, no, Lex ya se iba.

—No sin mis Nerds, no lo haré—, dice y salta hacia la mesa de café y
los recoge. —Ahora puedo irme. Adiós, Ellie-Belly. Llámame algún día
para que podamos salir.

Me hace un gesto con los dedos y luego empuja a Luke y baja a toda prisa
los escalones de la entrada, dejándonos a Luke y a mí frente a frente en este
espacio abierto.

—Estás aquí—, vuelvo a decir porque parece que estoy atascado en la


repetición.

—Estoy aquí.

—No te esperaba—. Me aclaro la garganta y me meto las manos en


los bolsillos. —¿Quieres pasar? Todavía hay algunas cervezas en la nevera
que te pertenecen.

—Sí. Estaría bien—, dice Luke, siguiéndome a la cocina y


apoyándose en la pared. Abro la nevera y saco las cervezas de las que no
me he podido deshacer. Las había guardado, por si acaso volvía.

Pero en realidad no ha vuelto, ¿verdad? No sé qué es, pero está aquí.

Está aquí.

Me tiembla la mano cuando le doy una botella, y él se da cuenta porque sus


cejas bajan un poco.

—¿Quién era ese tipo?—, pregunta, destapando la botella.

—¿Un... amigo? No sé cómo clasificarlo.

No quiero hablar de Lex cuando Luke está de pie frente a mí, lamiendo sus
labios y luciendo tan jodidamente hermoso.

—¿Te lo has follado?


—Dios, no—, digo mientras me paso una mano por mi asqueroso
pelo. Oh, ¿por qué no me he duchado hoy? —No, sólo has sido tu, Luke. En
mucho, mucho tiempo.

Se me vuelve a quebrar la voz y parpadeo rápidamente.

—¿Estás bien, Eli?—, pregunta.

Y no puedo encontrar las palabras. Se me atascan en la garganta.

—Creía que estabas muerto—, jadeo mientras trago el nudo en la


garganta.

No voy a llorar delante de él.

—No, Eli. Estoy aquí—, dice, y entonces deja su cerveza en la mesa y


se acerca a mí.

Dios, está tan cerca que puedo olerlo. Puedo alcanzarlo y tocarlo.

Tiemblo ante la proximidad y entonces me agarra suavemente la mano.


Presiona la palma de mi mano contra su pecho y la lleva hasta su cuello,
justo donde está su punto de pulso.

Y lo siento, el estruendo de su corazón.

Está vivo. Está vivo.

—Luke—, susurro, y entonces mi mano se aferra a su cuello con


fuerza, y lo atraigo hacia mí. Mis labios chocan con los suyos, y él se pone
rígido por el shock.

Y por un momento, un momento horrible, creo que me apartará, pero no lo


hace. Se limita a gemir con fuerza y a apretarme contra él. Su lengua no
pierde el tiempo y se desliza en mi boca, frotándose contra la mía, y yo no
puedo hacer otra cosa que fundirme con él.

Lo deseo.
Quiero sentirlo.

Lo quiero sobre mí, a mi alrededor, dentro de mí.

Mis manos se aferran a su cabeza, mis dedos se enredan en su pelo mientras


inclino la cara y me abro paso lamiendo su boca. Los sonidos depravados
que hacemos son asquerosos.

Mis caderas ruedan contra su dura polla, y siento esa presión entre mis
piernas, y quiero más. Dios, he echado de menos esto, lo he echado de
menos a él.

¿En qué estaba pensando al apartarlo cuando podría haber sido así todo el
tiempo?

—Eli—, gruñe mientras yo manoseo la parte inferior de su camisa,


tirando de ella hacia arriba. —Espera.

—No, no hay que esperar. Has estado lejos mucho tiempo—,


murmuro y le saco la camiseta por la cabeza. Y entonces mis labios vuelven
a estar sobre los suyos, y él vuelve a follarme la boca mientras me aprieta
contra la pared.

—Eli, espera—, dice, pero lo interrumpo, pegando mi boca a la suya.


Ahora que lo tengo, no lo dejaré ir nunca más. No habrá más esperas, ni
más juegos.

No. Sólo existe esto. Aquí mismo.

—Pensé que te había perdido, que había perdido lo que es mío. No


más espera. Dormitorio. Ahora—, digo entre besos.

Grita que acepta, se agacha y me levanta. Mis piernas rodean su cintura


mientras me lleva por el corto pasillo hasta nuestro dormitorio.

Nuestro.
Eso es lo que siempre ha sido. Me engañaba a mí mismo diciendo lo
contrario.

Desde el momento en que irrumpió en mi vida, era mío.

Me baja suavemente sobre el colchón y sus dos manos sujetan mi torso


mientras me mira fijamente. Algo brilla en esas profundidades de color
avellana. Lujuria, necesidad y una emoción que no puedo reconocer. Porque
ni siquiera puedo pensar más allá de esta insaciable hambre por él.

Mis manos se dirigen a su cara, me inclino y atrapo su boca de nuevo, y él


gime contra mí. Puedo sentir la necesidad vibrando dentro de mí.

Tanteo la camisa que llevo puesta, pero tiemblo demasiado para quitármela.
¿Quién tiene tiempo para la ropa? Luke tenía razón, ahora mismo parece
una prisión. Voy a andar desnudo cuando él esté cerca para poder sentarme
sobre él cuando me apetezca, sin ningún impedimento.

—Permíteme—, dice Luke, pelando por encima de mi cabeza. —He


soñado con esto—, añade. Pero no tengo tiempo de procesarlo realmente.
Sigo besándolo, respirando su esencia dentro de mí. Es tan bueno, siempre
tan bueno. Mis manos se mueven desde su espalda hasta su pelo y lo aprieto
contra mí.

—Por favor—, murmuro contra su boca. —Luke. Fóllame.

—Oh, mierda—, susurra mientras se arquea contra mí, y yo suelto un


jadeo de necesidad.

—Te necesito—, le digo entre besos, con una mano tanteando el


botón de sus pantalones. Se echa hacia atrás y yo gimo, nuestros labios se
separan con un chasquido, pero me aplaco cuando se quita los pantalones y
luego los míos.

—Lubricante—, digo, consiguiendo pensar con claridad sólo un


segundo antes de que mis pensamientos se consuman sólo en él.
Busca a tientas en la mesita de noche y vuelve a caer sobre mí, fundiendo
de nuevo su boca con la mía.

—Ahora—, digo mientras le empujo los hombros, haciéndonos rodar.


Mis muslos se apoyan en los suyos, y dejo que mis manos se paseen por su
pecho agitado. Agarro el lubricante, goteo un poco en la punta de su polla, y
bajo el puño por su dura longitud, extendiendo el lubricante, y él gime, con
los párpados agitados.

Y como no puedo contenerme, porque tengo tanta sed, me inclino y vuelvo


a apretar mi boca contra la suya.

—Vas a follarme, Luke—, digo, lamiendo mis labios. —Me vas a


llenar tan bien.

—Mierda—, jadea mientras bajo sobre él. Mi agujero frontal lo


recibe, centímetro a centímetro.

Dios, se siente tan bien ser llenado así. Hacía años que no tenía una polla
dentro de mí.

Y se siente tan bien porque es él.

Está aquí.

Me la meto hasta la empuñadura y luego me acerco a su punta antes de


empalarme una vez más. Me llena, me estira, deja su marca dentro de mí.
Memorizo cada empuje, cada jadeo y cada gemido para repetirlos cuando
me acueste por la noche. Nunca olvidaré esto.

Nunca.

—Eli—, dice Luke, levantando la mano y rozando con sus pulgares


mis mejillas húmedas. —No llores. ¿Está bien? ¿Te sientes bien?— Asiento
frenéticamente y lo monto con más fuerza.
—Te he echado de menos—. Es todo lo que puedo decir. Es todo lo
que hay que decir en este momento. Tiene que saberlo. Tiene que saber
cuánto significa esto para mí. Lo que le estoy dando. Lo que significa para
mí. Necesito decírselo, pero no puedo pensar. Se lo diré cuando pueda
formar palabras de nuevo. Se acabó el guardarse las cosas dentro. Voy a
abrirme de aquí en adelante.

Me aferro a él y mi boca no se separa de la suya. Mis lágrimas se mezclan


con nuestro sudor mientras él dobla las rodillas y me folla.

—Mierda, que bien te sientes—, gruñe, pasando sus manos por mis
hombros y por mi espalda. Se agarra a mis caderas y las yemas de sus dedos
dejan huellas en mi piel.

Cuando nos ponemos de pie, lo hacemos juntos.

Gime en mi boca mientras se libera dentro de mí y yo me estremezco a su


alrededor, y luego nos besamos perezosamente lejos del precipicio.

No nos soltamos, ni siquiera cuando terminamos. Lo mantengo dentro de


mí, sin querer separarme de él nunca más.

—Luke—, digo, apoyando mi frente en la suya.

Esos ojos de color avellana se encuentran con los míos, y acuno suavemente
su rostro entre mis manos.

—No vuelvas a dejarme—, susurro. —Sé que me equivoqué y que te


alejé, pero vuelve siempre. Por favor. Te necesito. Ten paciencia conmigo.

Me abraza y atrae mis labios hacia los suyos. Nos quedamos así durante
mucho tiempo, comiéndonos el uno al otro. Estamos hambrientos. De lo
que podría ser esto. De lo que es.

Cuando por fin nos separamos, tengo los labios hinchados y las mejillas
rozadas por la piel de su cara.
—¿Te quedas?— Pregunto, y Luke pasa su mano por mi espalda.

—Si quieres que lo haga.

—Quiero que lo hagas—, respondo, apretando mi cabeza contra su


pecho y escuchando los latidos de su corazón.

—Lo siento. Lo siento mucho—, digo, aferrando mis dedos a él.

—Yo también—, responde él.

—Me he comportado de forma abominable—, me inclino hacia arriba


y veo sus ojos caídos. Me inclino hacia delante y aprieto mi boca contra la
suya. —¿Me perdonarás alguna vez?

—Ya lo hice—, dice y luego bosteza. —Pero podemos hablar más


tarde de ello. Mierda, me has agotado. ¿Cómo lo consigues siempre?

Me acerco a su cara y mis pulgares acarician sus mejillas sonrojadas. Se ve


tan angelical cuando tiene sueño.

—Eres un buen chico—, susurro, y él sonríe mientras cierra los ojos.

Un momento después, ronca, y yo sonrío y me arropo contra él.

Debería limpiarme, pero no quiero hacerlo. Sólo quiero abrazarlo un poco


más.

Me despierto encima de él e inmediatamente mi boca busca la suya. Es


como una especie de misil buscador de calor y conoce su objetivo. Por
suerte, a Luke no parece importarle porque me aferra a él y se abre para mí.

—Buenos días—, refunfuña mientras se agarra a mi culo y arquea las


caderas hacia arriba. Mueve su cuerpo y desliza su polla dentro de mí,
estirándome una vez más.
—Buenos días—, le digo y le beso hasta que ambos estamos febriles
y jadeantes.

—Te quiero otra vez—, dice y yo acepto con la cabeza.

Nos da la vuelta, sin que nuestros labios dejen de estar en contacto, y se


apoya en los antebrazos para follar conmigo. Su duro abdomen se desliza
contra el mío mientras su lengua recorre cada rincón de mi boca. Sé que
normalmente soy yo el que tiene el control, pero me encanta esto, dejar que
me folle, estar aquí vulnerable y, sin embargo, sentirme totalmente seguro.

—Mierda, estás muy caliente. No voy a durar—, gime contra mi


boca, y me aferro más a él mientras se arquea dentro de mí una y otra vez.

Sus gruñidos se mezclan con mis gemidos y nos corremos en cuestión de


minutos.

Su frente se aprieta contra la mía mientras recupera el aliento.

—Sabía que besarte sería tan bueno—, dice, besándome de nuevo.

Se separa de mí y cae de espaldas, y siento su ausencia inmediatamente. Me


abalanzo sobre él y me aprieto contra su costado.

—No puedes despegarte, ¿eh?—, pregunta con una sonrisa de


satisfacción. —Sabía que atraparía a ese ratón.

—He aceptado mi destino—, digo, y mi mano se desliza sobre su


pecho.

—Tengo que ducharme—, dice, pero no hace ningún movimiento


para levantarse. Nos quedamos así un rato más, acariciándonos
perezosamente y besándonos a escondidas. Pero aún así, la realidad de las
últimas dos semanas me sorprende.

—¿Qué hiciste cuando estabas... lejos de mí?— Pregunto


tímidamente.
—Trabajé horas extras—, dice, pasándose una mano por los labios. —
Trabajaba para no tener que pensar.

Aprieto mi nariz en su axila y luego lo miro. —Lo siento.

—Ya lo has dicho, Eli. No hace falta repetirlo.

—Sí, pero quiero que sepas que lo digo en serio.

—Sé que lo haces. Todo el mundo me dijo lo miserable que eras.


Amanda envió fotos.

Suspiro, sintiendo que mis mejillas se enrojecen. —Sí, Amanda hizo muy
evidente que estaba molesta conmigo. Te enviaba mensajes de texto delante
de mí como una especie de técnica de tortura.

Se ríe. —Preferiría que hubieras sido tú quien me enviara los mensajes.

—Lo sé. La he cagado. Odio meter la pata, pero lo hice de todos


modos, y lo hice extraordinariamente bien.

Me mira: —No, me gusta que seas desordenado.

Eso no es en absoluto lo que he dicho, pero se aleja rodando de mí, y yo me


apresuro a seguirlo. Me acuerdo del perro que tenía de pequeño. Marley me
seguía a todas partes. Incluso me encontraba en el baño y me miraba
mientras cagaba.

En eso me estoy convirtiendo, en un chucho demasiado ansioso.

Me aferro a las sábanas, anclándome en el lugar. No voy a ver a Luke cagar.


Tengo límites.

Oigo abrir el agua y entonces Luke aparece en la puerta. Sus brazos se


levantan y se agarran al marco de la puerta, y yo lo observo.

Quiero ir hacia él, pero puede que quiera su espacio.


Mierda, espero que no quiera espacio. ¿Es una especie de entrelazamiento
cuántico? ¿No importa lo lejos que estemos, no podemos evitar sentirnos
atraídos el uno por el otro? Oh, Dios, que él sienta lo mismo, esta increíble
atracción entre nosotros.

—¿Puedo hacerte una pregunta?—, pregunta, y yo asiento.

—¿Puedes quedarte embarazado?

Levanto los ojos para encontrarme con los suyos. —No, me he ligado las
trompas. Pero tengo mis óvulos congelados. Algún día me gustaría tener
hijos.

Se moja los labios e inclina la cabeza.

—Entonces, ¿podemos hacer una subrogación?—, pregunta.

Oh, Dios mío.

Me aclaro la garganta y asiento con la cabeza. —Sí, Luke. Podemos.

—Pequeños Elliot refunfuñando como pequeños Igores37. No puedo


esperar, mierda.

Me encuentro con su mirada porque somos nosotros los que discutimos el


futuro. Esto me da la esperanza de que esto no sea temporal. —O los
pequeños Luke, causando el caos—, añado.

Sonríe, y sus abdominales se flexionan deliciosamente.

—Acompáñame a la ducha, Eli—, gruñe, y me levanto de la cama


con dignidad. No me abalanzo hacia él como un niño ansioso.

Mi pie se engancha en el extremo de la alfombra cerca del lavabo y caigo


sobre él. Caemos bajo el chorro de agua caliente y Luke me abraza a su
amplio pecho. Respiramos con dificultad por la casi calamidad de haber
atravesado el cristal, y entonces nuestras bocas chocan entre sí. Y yo soy
insaciable.

No tengo suficiente.

Lo araño, lo lamo con besos descuidados y abiertos. Luke gime mientras


me agarra por el culo y me levanta, presionándome contra la pared.

Mis piernas se mueven alrededor de su cintura y siento su polla justo ahí.

—Luke—, gimo mientras se hunde de nuevo en mi agujero delantero.

—Tan bueno—, murmura contra mis labios mientras empieza a


moverse. —Siempre eres tan bueno.

Nos resbalamos y deslizamos el uno contra el otro mientras me penetra. Es


tan fuerte, me sostiene sin mucho esfuerzo, y yo no soy una persona
pequeña.

—¿Cómo eres tan perfecto?— Gimo contra su boca.

Sus ojos color avellana se encuentran con los míos, y sus dedos se agarran a
mi culo.

—No, Eli. Tú eres la que siempre me pone de rodillas.

El corazón me da un vuelco y vuelvo a pegar mi boca a la suya mientras me


penetra.

Cuando por fin terminamos, Luke agarra un poco de jabón y me lava a


medias. Me hundo en él, con la cabeza apoyada en su hombro.

Podría morir de felicidad ahora mismo.

Cuando por fin salimos de la ducha, Luke me limpia con la toalla, pero me
interrumpe dándole besos en la boca.

Se ríe mientras persigo sus labios.


—Quédate conmigo hoy—, murmuro. —Todo el día. Hagamos esto
una y otra vez.

—Eli—, dice, lamiendo mi boca. —Tengo que ir a casa. Mi madre


estaba preocupada.

—Oh, por supuesto—, digo, con la decepción que me invade.

Luke me mira y su pulgar roza mi labio inferior. —Ven conmigo.

—Tengo que comprobar mi agenda—, respondo, pero ya estoy


entrando en nuestra habitación para hacer la maleta. —¿Nos vamos a
quedar esta noche?

Luke sonríe. —¿Pensaba que tenías que comprobar tu agenda?

Lo miro por encima del hombro y luego vuelvo a acercarme a él, mis manos
se pegan a su pecho y suben por su cuello.

—No me hagas caso. A partir de ahora voy donde tú vas. Nunca más
te perderé de vista.
Capítulo Catorce
Luke
Elliot es insaciable. Es como si se hubiera roto una presa emocional, y
ahora no puede quitarme las manos de encima. De ahí la razón por la que se
salió de repente de la autopista. Luego golpeó con los dedos el volante, casi
como si estuviera debatiendo algo, antes de gemir y arrastrarse sobre la
consola, sentándose a horcajadas sobre mi regazo.

Sus manos están ahora en mi pelo, sus caderas rechinando contra las mías.

No es que me queje. Me gusta este lado desquiciado y sin ataduras de él.


Me hace desearlo más.

Si es que eso es posible.

Las últimas dos semanas fueron una maldita miseria. Me esforcé al máximo
para alejarme de él. Mi hermano se preocupó por mí e incluso condujo
hasta el oleoducto para asegurarse de que me cuidaba, de que comía y
demás, pero sobre todo para comprobar que seguía vivo.

No, estaba vivo. Sólo me sentía un poco muerto por dentro.

Entonces ocurrió la explosión. Estaba de descanso, durmiendo la siesta en


mi coche, cuando lo sentí: el estruendo, el calor y los gritos de pánico.

Mierda, en ese momento sentí que me habían dado una segunda


oportunidad, porque ese podría haber sido yo ahí abajo.

Por eso volví con él. No estaba preparado para dejar esta vida sin luchar por
algo que realmente quiero. Desde ese momento, siento que mi corazón se
ha restablecido por completo. Todo parece... más brillante y mejor,
especialmente ahora que tengo a Elliot.
Aunque, mierda, realmente deberíamos hablar. Tenemos que comunicarnos
mejor y llegar a un acuerdo sobre lo que es esto, pero es tan difícil pensar
cuando su boca está en la mía.

—Vamos a buscar un hotel—, dice mientras me muerde el lóbulo de


la oreja, y demonios, estoy tentado de pasar el día en sus brazos bajo las
mantas. Pero estamos a una hora de la casa de mis padres, y mi madre y mi
hermano mayor han estado enviando mensajes de texto, esperando mi
llegada. No puedo aplazar esto.

Si no aparezco, me localizarán.

Cuando se enteraron del accidente del oleoducto, se pusieron frenéticos.


Tengo que aparecer para que vean que estoy bien. Además, hace tiempo que
no voy por ahí y los echo de menos. Al igual que para Elliot, mi familia lo
es todo para mí.

—No, Eli, no puedo.

Suspira, y su labio inferior sobresale.

Resoplo una carcajada. —¿Estás haciendo pucheros?

—En absoluto. Soy médico.

—Entonces, ¿qué, ahora los médicos no pueden hacer pucheros, eh?

—Este médico no. Soy digno y civilizado, y mierda... odio admitirlo,


pero es que te quiero otra vez. Dime que puedo seguir teniendo tu culo,
aunque te haya dejado entrar en mí.

Vuelvo a apretar mi boca contra la suya y arqueo las caderas hacia arriba.

—Claro que puedes, Doc. Sabes que todo lo que tienes que hacer es
usar esa voz profunda y mandona tuya y soy como masilla en tus manos.
Anoche no cambió nada para mí. Todavía me inclinaré por ti.

Él resopla. —No soy mandón, soy dominante. Hay una clara diferencia.
Le sonrío mientras sus manos se deslizan por mí, trazando cada surco y
pendiente de mi pecho y mis hombros. —Estás muy bueno. ¿Te lo he dicho
ya?

—Sí, una o dos veces—, respondo, y entonces flexiono un poco para


que pueda admirar todo mi trabajo duro.

Me aprieta los bíceps, suspira y luego me quita las manos lentamente. —


¿Seguro que no puedo convencerte de que demos un pequeño rodeo?

—Maldita sea, Eli. Quiero hacerlo, pero tengo que ir a casa.

—Por supuesto—, dice y luego se mueve sobre la consola,


mostrándome su culo apretado a través de esos elegantes pantalones suyos.
Yo también le echo un buen vistazo.

Cuando está firmemente plantado en su asiento, gira la cabeza hacia mí y


nuestros ojos se encuentran. Esos malditos ojos oscuros siempre me
atrapan. Me agacho y presiono el talón de la palma de la mano contra mi
dolorida polla.

—No la toques—, dice, mirándome, antes de volver a mirar la


carretera. Ha empezado a llover, y el repiqueteo llena el habitáculo cuando
vuelve a entrar en la autopista.

—¿Me vas a obligar?— Pregunto, y él asiente.

—Lo voy a hacer.

Oh, diablos. Ahora no puedo esperar. Quiero dentro estar de él otra vez. Lo
quiero dentro de mí. Realmente quiero encontrar una forma de fundirnos en
una sola persona, para que no nos separemos nunca más.

Me miro la polla y luego a Elliot. Debería distraerme con otras cosas;


pensar en todas las formas en que podría follarme no ayuda.
—Deberíamos hablar de hacia dónde va esto, ¿sí?— Digo, estirando
la mano y agarrándolo.

Él traga y asiente. —Por supuesto.

—Entonces, ¿a dónde va esto, Doc?

Se mueve en su asiento, sus ojos se mueven de mí a la carretera delante de


él.

—Me gustaría que esto fuera una relación. Una seria y monógama.

—¿Ah, sí?— Pregunto, sintiendo que mi ritmo cardíaco aumenta.

—Sí.

Esa maldita palabra.

—¿Seguro?

—Sí.

Pongo los ojos en blanco. —Me gustaría un poco más que eso, Doc. Siento
la necesidad de un romance.

Él suspira. —Bien. Creo que eres... Luke, eres todo lo que no sabía que
necesitaba. Llegaste a mi vida durante una época en la que pensaba que era
feliz estando solo, pero ahora me doy cuenta de que no tenía ni idea de lo
que era la felicidad antes de ti. Constantemente me sacas de mi zona de
confort y todavía estoy tambaleándome por todo ello, pero no quiero volver
a ser como antes. Quiero quedarme y caminar por esta vida contigo. Sólo
contigo.

—Aw, Eli. Nos vamos a casar. Ahí es donde va esto—, le digo, y él se


burla, pensando que estoy bromeando.

Yo no bromeo con esa mierda.


Se remueve en su asiento. —Como sabes, estoy un poco receloso por lo que
pasó con Andrew.

—No soy ese imbécil—, le suelto.

—Sé que no lo eres—, dice. —Él siempre me hizo sentir menos, pero
tú... nunca me has hecho sentir así. Me gustaría quedarme contigo si me
dejas.

—Podría quedarme—, digo con una sonrisa. Sí, ya oigo campanas de


boda. Estoy pensando en trajes blancos y palomas. Tal vez algunas armas y
fuegos artificiales para ambientar el lugar.

Elliot se moja los labios y me mira. —Me gustas mucho, Luke.

—Tú también me gustas, Doc.

—No soy la persona más fácil de llevar.

—Duh.

Él resopla. —Y está el asunto de mis hermanas.

—No, son geniales. Me gustan.

—A Andrew nunca le gustaron.

—Bueno, tiene un gusto terrible.

—Lo tiene.

Nos sentamos en silencio, y aprieto mi dura polla. Bueno, esa conversación


no ayudó a que bajara. Todavía está ansiosa por salir. Imbécil.
Aparentemente, los pensamientos de casarse con Elliot sólo la hacen más
dura.
Treinta minutos más tarde, entramos en una estación de carga de Tesla casi
vacía, miro la duración de la batería en la pantalla táctil y resoplo.

El idiota finge que su coche necesita cargarse cuando podría llegar a casa de
mis padres sin problemas.

—Tenemos que cargar, por si acaso—, dice, con las mejillas


sonrojadas y la respiración un poco errática.

—¿Ahora sí?— le pregunto, sonriendo.

—Sí—, responde mientras aparca en el extremo más alejado del


aparcamiento, donde no hay nadie más. Luego sale de un salto y lo veo
sacar el cargador y meterlo en el puerto. Sigue lloviendo, así que se protege
la cara mientras avanza. Pero en lugar de volver a sentarse en el asiento del
conductor, se mete en la parte de atrás, con los dedos abriendo los botones
de su camisa.

Este tipo quiere follar. Pero voy a hacer que lo pida. Que lo pida con todas
las de la ley.

Miro a través del parabrisas delantero y veo que la lluvia ha hecho casi
imposible que nadie pueda ver dentro. Está cayendo con fuerza, golpeando
los laterales del coche. Cuando lleguemos a casa de mis padres, habrá
mucho barro.

Mierda, sí.

—Vuelve aquí—, suelta Elliot, abriéndose la camisa y dejándome el


pecho al descubierto. Miro por encima del hombro y lo asimilo.

Sí, tiene un puto buen cuerpo, lo voy a lamer todo después.

—¿Me lo vas a pedir amablemente, Eli?

Él arquea una ceja hacia mí. —Por favor, Luke. Vuelve aquí. Me gustaría
sentarme en tu enorme y gorda polla.
—Cuando lo dices así—, murmuro, mi polla salta en mis pantalones;
sabe cuando se habla de ella. Empujo la puerta para abrirla y me muevo
para entrar en la parte trasera, pero me precipito y me golpeo la frente con
la esquina de la elegante puerta de ala de halcón.

—Mierda—, digo, dejándome caer en el asiento trasero y apretando la


mano contra la herida. Maldita sea, eso escuece.

—¿En serio?— dice Elliot, bajándose los pantalones y exponiéndose


a mí. Todo lo demás se olvida de repente.

¿A quién carajo le importa que me desangre cuando se desnuda para mí? Es


la pieza más sexy con la que he tenido sexo en toda mi vida.

—Dios, pareces desquiciado—, dice cuando retiro la mano. Tengo los


dedos y la palma ensangrentados cuando Elliot se sienta a horcajadas sobre
mi regazo, me baja la cremallera de los pantalones y me libera.

—Pareces una especie de asesino en serie—, añade, y entonces ese


idiota me unta la mejilla con sangre.

—Estás tan jodidamente cachondo por ello—, respiro.

—Es completamente antihigiénico. Es una barbaridad—, dice. Su


lengua sale y se moja los labios. Luego se acerca, agarra un pequeño
paquete de lubricante del bolsillo de su pantalón y me lo echa encima.

—Soy jodidamente civilizado—, dice mientras se hunde sobre mí, —


y estás igual que el primer día que nos conocimos—. Me unta más sangre
en la cara con dos dedos, y demonios, estoy gimiendo como un animal en
celo. —Te limpiaré más tarde, te haré jodidamente respetable, pero ahora
mismo...— Se desliza por mi dura longitud y luego vuelve a caer sobre mí,
el coche se balancea debajo de nosotros. —Ahora mismo, voy a usarte.

Mis ojos giran hacia atrás en mi cabeza. —Claro que sí.


Mis dedos se clavan en la piel desnuda de su cintura mientras me monta,
con su lengua lamiendo mi cuello.

Y demonios, si esto no es lo más caliente que he hecho nunca.

Llegamos a la casa de mis padres una hora más tarde de lo que esperaba,
sobre todo porque Elliot sigue parando en las autopistas para plantar esa
boca astuta justo en la mía.

—¿Esto va a ser una cosa para siempre?— Le pregunté en nuestro


último desvío.

—Probablemente. Se ha encendido un interruptor y no puedo


apagarlo. Está atascado—, suspiró y volvió a besarme.

—No me quejo, Doc—, le dije, y se sonrojó.

—¿Es esto, justo aquí arriba?— pregunta Elliot, interrumpiendo mi


hilo de pensamiento. Conduce su Tesla por el camino de tierra y, a lo lejos,
aparece la casa de dos plantas de mis padres. Son dueños de muchas tierras
aquí, lo que nos da la libertad de hacer lo que nos dé la gana. A un lado de
la casa hay un gran garaje, y al otro unos cuantos vehículos todoterreno.

Debería ver toda la mierda divertida que tenemos dentro también. Le


mostraré mi caja fuerte de armas más tarde. Muéstrale cómo disparar una
también.

Maldita sea, eso es caliente.

—Sí. Es esta.

Se mueve en su asiento y le aprieto un poco la mano.

—Estás nervioso.
—Por supuesto que lo estoy. Es tu familia. ¿Y si no les gusto?
Entonces te verás obligado a romper conmigo.

—No, no va a pasar. Te querrán.

No parece convencido. Bueno, entonces tendrá que vivir y aprender.

Señalo a la izquierda y digo: —¿Ves ese garaje de ahí? Tengo una


camioneta que construí desde cero. Quiero enseñártela cuando terminemos
con todo. Quiero llevarte a dar una vuelta.

Asiente con la cabeza, sin escucharme realmente. El imbécil sigue


preocupado. Me inclino hacia él y le doy un beso en la mejilla, y él se
inclina, se derrite en mí. Ya no se contiene, y me encanta.

Cuando aparca delante de la casa, se abre la puerta principal y veo a mi


madre y a mi padre salir al porche. Mi padre lleva un mono de trabajo y mi
madre un paño de cocina sobre el hombro, con las manos en la cadera. Un
segundo después, mi hermano mayor, Liam, y su esposa Anne salen detrás
de ellos.

Elliot se gira para mirarme. —¿Ese es Liam?—, me pregunta. —¿Y Anne?

—Sí. La que creías con quién te engañaba.

Se sonroja y vuelvo a acercar sus labios a los míos. No puedo evitarlo.

—Eres tan condenadamente lindo.

Se dispone a besarme de nuevo, pero entonces Liam llama a nuestra


ventana con una sonrisa enloquecida. Al cabrón siempre le gusta
interrumpir. Vive para ello, de hecho.

—Deberíamos salir, o podría romper la ventana—, bromeo, y los ojos


de Elliot se abren de par en par.

Se me escapa una risita y le doy un codazo. —Vamos, Eli. Todo irá bien.
—Ya veremos—, murmura, abriendo su puerta y saliendo.

En cuanto pongo un pie en el camino de grava, Liam me abraza y nos


damos palmadas en la espalda.

—Has estado ausente durante mucho tiempo, hermano.

—Tenía algo que me mantenía ocupado.

Liam mira a Elliot, con un brillo cómplice en sus ojos. —Eso parece.
Ahora, cuéntame sobre este coche de lujo, ¿eh? Era tan jodidamente
silencioso que se nos acercó sigilosamente. Escurridizo—, dice Liam,
mirando por la ventanilla y apretando las manos contra el cristal.

—¿Quieres ver el interior?—, dice Elliot, despejando el camino.

—Claro que sí—, dice y luego se queda mirando las manijas de la


puerta, inseguro de cómo abrirlas. Presiona el dedo contra ella y entonces
sus cejas se fruncen.

—Esto es un puto rompecabezas—, murmura.

Me río mientras Elliot le muestra a mi hermano cómo abrir la puerta


presionándola y tirando de ella.

—Qué elegante—, dice Liam y se desliza detrás del volante. Pasa las
manos por el volante y silba. —Primero Whit y ahora este tipo. Mis
hermanos sí que saben elegirlos.

Miro a Elliot y se muerde el labio.

—Puedes conducirlo si quieres.

—¿Sí?—, dice, y yo ladeo la cabeza hacia Elliot. El idiota intenta


sobornar para entrar en la familia. No es necesario.

—¿Quieres conocer a mis padres mientras Liam jode por aquí?— Le


pregunto a Elliot y luego inclino la cabeza hacia el porche, donde mi madre
y mi padre están susurrando, con las cabezas agachadas y los ojos
cambiando entre Elliot y yo.

Elliot asiente con la cabeza. —Sí.

Dejamos que Liam siga jugando con el Tesla mientras Elliot y yo subimos a
zancadas por el camino de grava, con los pies crujiendo suavemente.
Observo a Elliot y me doy cuenta de que sus cejas han bajado y su mirada
se ha vuelto más seria. Su boca parece que no lo deja respirar.

—Luke—, exclama mamá cuando subimos los escalones de madera


del porche. Me envuelve en un abrazo y yo la atraigo hacia mí. —Me alegro
tanto de que estés aquí. Estábamos tan preocupados.

—Estoy bien, mamá. Muy bien. ¿Ves?— Me alejo y le doy a mi padre


un golpe de puño.

—Pero tu cabeza.

—Sólo se ha enganchado en algo—, explico y Elliot se sonroja.


Seguramente recordando lo que me hizo, manchando mi cara de sangre
como un animal. Sin embargo, me vendó muy bien, todo profesional, como
la primera vez.

Los ojos de mamá pasan de mí a Elliot, y sonríe suavemente. —¿Y quién es


tu amigo?

—Chicos, este es Elliot... o Eli, como lo llamo yo. Es médico.

Mi mamá se vuelve hacia él completamente y le agarra las manos. —Eli,


encantada de conocerte. Luke ha estado misteriosamente ausente, y ahora
sabemos por qué.

Elliot traga saliva y me mira. Y no puedo evitar sonreírle.

Cuando Ma suelta por fin las manos de Elliot, éste se vuelve hacia Anne,
que está apoyada en un poste del porche, y un rubor rosado tiñe sus
mejillas. Probablemente está recordando cuando pensaba que salía con ella.
Como si pudiera superar a Elliot tan fácilmente.

Pfft.

—Hola, Eli. Soy Anne—, dice mi cuñada, tendiendo la mano.

Elliot la toma tímidamente y la estrecha. —Encantado de conocerte.

Ladea la cabeza y pregunta: —Me gustaría pintarte algún día. Eres


precioso.

Las mejillas de Elliot se oscurecen aún más y yo le alboroto el pelo a Anne.


—Atrás, hermanita. Lo pones nervioso.

Ella pone los ojos en blanco y luego suspira. —Sólo era una oferta. Si
quieres intentarlo, llámame.

Elliot asiente y mi madre se aclara la garganta.

—Bueno, he hecho galletas—, dice y luego me mira de forma


señalada. —Y no te las comerás todas, Luke. Guarda algunas para Elliot.

—Claro que guardaré algunas. Compartir es cuidar—, le digo


mientras entramos. Liam entra trotando un momento después, haciendo
preguntas sobre nuestros camiones y luego saliendo por la tangente sobre
los coches eléctricos. Hago todo lo posible por escuchar entre las galletas
que me embargo por la cara. ¿Cómo hace mamá para que estén tan buenas?
¿Qué clase de magia hay en ellas? Tengo que conseguir la receta y tratar de
duplicarlas.

Unas cuantas veces, miro a Elliot y lo veo hablando con mis padres, e
incluso con Anne, y se me llena el corazón de mierda. Encaja a la
perfección, a pesar de su aspecto severo y serio. Me doy cuenta de que
todavía está muy nervioso.
Nuestras miradas se cruzan y le hago un gesto con las cejas. Sus ojos se
estrechan hacia mí.

Mi polla se estremece y me muevo detrás del mostrador para ocultar mi


erección. Maldito sea él y esa mirada seria que me dirige.

—Así que esa pistola de papas...— Liam dice, interrumpiendo mi


desviada línea de pensamiento. —El otro día hice estallar una mierda con
ella, y maldita sea, hermano, deberías haberlo visto. Estaba pensando que
podríamos...

—Perdón—, dice una voz a mi derecha, interrumpiendo lo que Liam


iba a decir.

Los dos nos giramos para mirar a Elliot, y él se sonroja ligeramente.

—Siento interrumpir, pero podría hablar contigo, Luke.

Me meto el resto de mi galleta en la boca y asiento.

—Claro—, digo, levantándome del mostrador y mirando a mi


hermano. —No pienses en eso. Ya sabes que me apetece volar la mierda.

Liam me sonríe mientras sigo a Elliot por el corto pasillo, y cuando estamos
lo suficientemente lejos como para que nadie pueda vernos, se detiene
bruscamente y me mira.

Endereza los hombros y se encuentra con mi mirada seria.

—¿Qué pasa, Eli? ¿Estás bien?

—¿Por qué no me tocas?—, suelta, y mis cejas se juntan en señal de


confusión.

—¿Eh? Sólo estaba comiendo galletas... y disparando a la mierda....

—Sí, lo sé. Todavía puedo ver las migas en tu camisa, pero no me has
puesto las manos encima ni una vez desde que llegaste. ¿Estás... estás
avergonzado de mí?

—¿Qué demonios?— Pregunto, levantándome un poco más.

Su voz baja. —¿Es porque soy trans? Es por eso, ¿no? Lo sabía. Sabía que
esto pasaría....

Toda esa postura de seguridad desaparece, y literalmente se hunde bajo el


peso de su preocupación.

Mis ojos se abren de par en par ante las palabras que salen de su boca,
porque ¿de qué demonios está hablando este tipo? Estoy jodidamente
confundido.

—Porque Andrew también me hacía esto, y no puedo volver a


hacerlo, Luke. Si te avergüenzas de mí delante de tu familia...

Me agarro a su mano, y entonces hago la única cosa sensata.

Lo llevo de vuelta al centro de la cocina, donde todos nos esperan, lo hago


girar y aplasto mis labios contra los suyos. Deslizo mi lengua en su boca y
follo dentro de ella.

Gime mientras lo aprieto contra mí.

El imbécil cree que estoy avergonzado.

No, estoy jodidamente orgulloso de haber agarrado a este tipo. Sé lo


afortunado que soy.

Cuando finalmente me desprendo de su cara, Elliot está sonrojado, sus


labios están hinchados y, mierda, ojalá hubiera hecho esto en un dormitorio
porque mi polla está lista de nuevo. Uno pensaría que estaría cansada, pero
tiene la resistencia de un superhéroe.

Una audiencia de Superman con una polla de Superman.

El silencio impregna el espacio y me vuelvo hacia mis padres.


—Es mío—, digo, porque eso lo resume todo. No hace falta decir
nada más.

—Gracias a Dios. Lo esperaba—, dice mi madre, agarrando la mano


de mi padre.

Llevo mi mano a la nuca de Elliot y la aprieto suavemente. Ya está, ahora


nadie tiene que preguntarse. Especialmente Elliot.

—Y soy trans—, suelta de repente, y su cuerpo se pone rígido contra


el mío, como si esperara una reacción. Como si mis padres fueran una
especie de imbéciles intolerantes.

—¿Ah, sí? Qué maravilla. Eres perfecto—, dice Ma, y luego se


precipita hacia él y lo abraza. —Bienvenido a la familia38.

Elliot se queda paralizado, con las manos colgando sin fuerza a los lados
mientras Ma lo aprieta contra ella, y luego, lentamente, tan jodidamente
lentamente, la abraza.

Parpadea hacia mí, con la sorpresa en la cara. Así es, Eli. Echa un buen
vistazo. Ahora estás atrapado con nosotros.

—Dime que quieres tener hijos—, le dice Ma, separándose y


mirándolo con una sonrisa.

—Sí.

—Joel, quiere tener hijos—, dice Ma, y yo pongo los ojos en blanco.

—Vamos a hacer una subrogación—, le digo.

Ella jadea y junta las manos. —No puedo esperar. Van a ser unos bebés
preciosos.

Elliot se queda con los ojos muy abiertos y parpadea rápidamente.


—Discúlpame un momento—, dice, con la voz ronca. Asiente una
vez y desaparece por el pasillo.

Por supuesto, lo sigo y lo encuentro en el cuarto de baño, con la puerta


abierta apenas. Y su visión casi me rompe. Sus hombros están encorvados,
sus manos se agarran al borde de la encimera, sus ojos se cierran mientras
respira profundamente.

—¿Eli?— Le digo en voz baja.

—Ella dijo que yo era perfecto—, dice, sin abrir los ojos.

Me acerco y le pongo una mano en la cintura: —Sí, porque lo eres.

—Nunca nadie había dicho eso de mí.

—Eli, ya te lo he dicho. Lo habrás olvidado. Así que lo diré de nuevo.


Eres absolutamente perfecto. Perfecto como eres y perfecto para mí.

Le rodeo la cintura con los brazos y meto la cabeza en su cuello. Sus ojos se
abren y nuestras miradas se encuentran en el espejo.

Un pequeño sollozo se le escapa de la boca y, mientras se pasa los dedos


por debajo de los ojos, aparece una pequeña sonrisa. Le mordisqueo el
cuello y se retuerce contra mí. Pequeño bastardo con cosquillas.

Demonios, todo este contoneo me hace querer joderlo aquí mismo, en este
pequeño baño, simplemente inclinarlo hacia delante y deslizarme dentro.
Pero no tenemos la oportunidad porque mi hermano golpea de repente la
puerta.

—Muy bien, amigos. Ya está bien de llorar. ¿Podemos irnos ya,


mierda?— grita Liam. —Este barro no espera. Estamos en sequía. La tierra
seca va a chupar esa mierda.

Suspiro y abro la puerta de un tirón.


—Muy bien, hermano, ¿cuál es el puto plan?— Pregunto mientras
atraigo a Elliot hacia mí. Todavía se está limpiando los ojos, con la punta de
la nariz un poco rosada.

—Elliot, mi hombre, me alegro de tenerte—, dice Liam mientras gira


su sombrero hacia atrás. —Y como miembro honorario de la familia, estaba
pensando que podríamos hacer un poco de barro, tal vez rodar alguna
mierda, y luego quiero enseñarte esa pistola de papas que he modificado.
Mierda, va a ser muy útil tener un médico en el fam....

Elliot se pone rígido a mi lado y susurra: —¿Qué quiere decir con rodar
algo de mierda?

Ah, Eli, ya verás. Ya lo verás.


Capítulo Quince
Elliot
—¿Me vas a azotar, Doc?— pregunta Luke con una sonrisa mientras
me agarro a la jaula antivuelco por encima de mí. Rebotamos sobre una
colina y caemos directamente en un charco de barro con un estruendo
asqueroso. El camión retumba y se agita a nuestro alrededor, y me pregunto
con qué demonios habrá montado esto. Esas soldaduras que me mostró
antes no aguantarán si sigue así. Esta máquina se va a desmoronar en
cuestión de minutos.

—Sí—, consigo decir, con el ruido de mis dientes en la boca. El culo


de Luke van Beek estará muy rojo por haberme sometido a esto. Todo esto
es traicionero e irresponsable. No me estoy divirtiendo.

No lo estoy haciendo.

Se me escapa una carcajada y me la muerdo. No quiero alentar esto más de


lo que ya lo he hecho.

Luke se ríe y luego se detiene. —Crees que no te oigo reír, Eli, pero lo
hago. El oído de Superman, ¿recuerdas?

Suspiro, soltando las manos de la barra antivuelco por encima de mí.

—Era una risa de terror y espanto—, miento.

—El imbécil se está divirtiendo, sólo que no lo admite—, murmura.


—Ahora, voy a hacerte un favor. ¿Ves esa colina de ahí?

Miro a través del parabrisas y veo una colina empinada que parece
terriblemente peligrosa. Los vehículos no deberían intentar subirla.
—Voy a subirla y espero llegar a la cima. Nunca ha funcionado antes,
pero no soy un desertor. Así que, te pregunto ahora, Eli. ¿Quieres subir
conmigo o bajarte?

Vuelvo a mirar la colina y sacudo la cabeza.

—Fuera—, digo y me desabrocho el cinturón de seguridad. Tardo un


segundo porque está bloqueado en su sitio, y cuando por fin estoy libre, tiro
de su cabeza hacia la mía y lamo en su deliciosa boca.

—No acabes sangrando otra vez—, le digo, apretando otro suave beso
en sus labios.

—Nunca—, dice con una mirada de soslayo, pero no le creo. Porque


si algo he aprendido de Luke en las últimas dos horas es que es la persona
más temeraria que conozco. No quiero ni saber qué han planeado él y su
hermano con la pistola de papas después.

Ni siquiera sé lo que es una pistola de papas. Sólo puedo imaginarlo.

Salgo de la camioneta y Luke me hace un gesto con las cejas.

—Muy bien, retrocede—, dice, y se pone en marcha, y veo con horror


cómo los neumáticos del camión patinan y ruedan por esa montaña. Por un
momento, dejo de respirar porque esto no es seguro. En absoluto. Va a
resultar gravemente herido.

Mi mente todavía se tambalea cuando Liam se detiene a mi lado en otro


camión de mala calidad y se asoma por el lado del conductor.

Su camión no tiene puertas. Repito. No tiene puertas.

Tampoco tiene techo. Parece que lo ha cortado.

—Estará bien. Hace esta mierda todo el tiempo, y para eso están las
jaulas antivuelco—, dice Liam, como si eso fuera tranquilizador. Este
hombre no lleva el cinturón de seguridad, y he visto lo que ha hecho antes
con su camión. Este hombre tiene ganas de morir. No me fío de una palabra
que salga de su boca.

—¡Oh, mierda!— Oigo gritar delante de mí, y mi mirada se desplaza


hacia delante. Observo alarmado cómo el camión de Luke se inclina hacia
atrás y da una voltereta colina abajo. Todo parece moverse a cámara lenta
mientras rebota hacia un barranco, y todo lo que puedo oír es la cacofonía
del metal aplastado que se mezcla con los gritos de Liam a mi lado. Cuando
su camión finalmente se detiene de lado, todo se convierte en un ruido
blanco en mi cabeza.

Porque Luke acaba de rodar colina abajo en un camión desvencijado que


básicamente ha pegado.

Mi corazón deja de latir en mi pecho mientras corro hacia donde yace el


camión arrugado. Dios mío, no puede estar herido. No cuando acabo de
recuperarlo. Me meto en el barro para llegar hasta él, con el agua
empapando las perneras de mis pantalones, y cuando llego a la puerta del
conductor, una risa grave me llega a los oídos.

Luke sale por la ventanilla, con un largo corte en la mejilla.

—Eso ha sido jodidamente increíble—, dice con una sonrisa.

Mis labios se fruncen cuando Liam se acerca corriendo y le da un puñetazo


a Luke, como si fuera un día cualquiera. Como si no hubiera estado a punto
de morir.

—Luke van Beek—, le digo. —¿En qué demonios estabas pensando?


— Pregunto, acercándome a él y deslizando mis manos por su cuerpo. —
Podrías haberte herido gravemente.

—No, doctor. Estoy bien.

—Está bien—, dice Liam, y yo le lanzo una mirada fulminante.


—Liam, métete en tus asuntos—, digo, y las cejas de Liam salen
volando de su frente. Qué bien.

—Tenemos que curarte—, digo, volviéndome hacia Luke y bajando


un poco la cabeza para poder ver bien el corte. No necesita puntos, pero
puede tener una cicatriz.

—Estoy bien.

—Sí, estarás bien—, digo y luego me inclino hacia delante y añado en


un susurro: —Pero tu culo no lo estará cuando acabe contigo.

Se mueve sobre sus pies.

—¿Lo prometes?—, pregunta.

—Sí.

Se gira hacia su hermano y sonríe. —Eli me va a destrozar el culo cuando


volvamos.

Liam se mete los dedos en las orejas, murmurando en voz baja, mientras
mis mejillas se calientan hasta alcanzar proporciones épicas.

—No le cuentes a la gente nuestros asuntos, Luke.

Se frota el cuello, con cara de vergüenza. La sangre le resbala por la mejilla


mientras se encoge de hombros: —Sí, tienes razón, no debería haber dicho
eso. Sólo me emocioné. Tal vez mi cerebro está un poco revuelto por todo
eso.

Mis dedos vuelan hasta sus ojos y los miro. Se ven bien. Dudo que tenga
una conmoción cerebral, pero Jesús, este hombre va a ser mi muerte.

—No me golpeé la cabeza ni nada, Eli. No te estreses. —, dice. —


Sólo estoy un poco desorientado.
Me tranquilizo mientras vuelvo a la camioneta de Liam y saco un kit de
primeros auxilios de la guantera. Vendo a Luke justo donde está parado y,
veinte minutos después, observo con consternación cómo Luke y Liam
trabajan para poner la camioneta de Luke sobre las cuatro ruedas.

Cuando por fin lo consiguen, miro el trozo de metal arrugado y arqueo una
ceja.

—¿Vas a entrar?—, me pregunta Luke, y yo suspiro.

—Prefiero volver andando—, murmuro. —El lado del pasajero está


completamente hundido.

—Podrías montarte en mi regazo—, dice Luke, y yo no lo contemplo.


En absoluto. No voy a ir en el regazo de alguien como un niño.

Pero sigo plantando mi culo sobre sus muslos durante el resto del camino a
casa, e incluso dirijo un poco el desvencijado aparato.

Me divierto más de lo que me gustaría admitir.

Cuando llegamos a la casa, Luke y Liam aparcan sus camiones fuera, con la
ropa manchada de barro y aceite, mientras se chocan los cinco y sacan un
artilugio largo y blanco.

—¿Qué es eso? -. pregunto mientras se ríen entre ellos, con un


aspecto demasiado nefasto para mi comodidad.

Esto no puede ser bueno.

—La pistola de papas—, dicen al unísono.

—Oh, ¿y qué haces con esto?— Pregunto.

—Vamos, te lo enseñaremos—, dice Luke. —Te va a encantar esto.


—Eso no me gustaba—, digo esa noche, acurrucado en la cama con
Luke. Él apoya su cabeza en mi hombro y me mira.

—Sí que lo hiciste. Incluso le disparaste a esa cosa. Te dieron ganas


de aullar a la luna, ¿eh? ¿Arrancarte la camisa, arañar la tierra?—, dice, y
yo pongo los ojos en blanco.

—No fue así. Era peligroso y daba un poco de miedo.

—Puedes negarlo todo lo que quieras, Eli, pero te he oído. Escuché


ese aullido diminuto salir de tu boca, como un cachorro de hombre lobo.

Suspiro y paso los dedos por su pelo, tirando de él.

—Vamos. Admítelo, Doc. Te ha encantado.

Te amo, pienso, pero no lo expreso. Debería, pero una parte de mí tiene


miedo. Es tan pronto. Demasiado pronto.

Así que, en lugar de eso, sólo resoplo y confieso. —Sí.

Luke se ríe y bosteza al mismo tiempo.

—Mierda, estoy hecho polvo. Lo que has hecho en la ducha me ha


agotado.

Le vuelvo a tirar del pelo y gime.

—¿Te ha gustado?

—Duh, puedes hacerme eso en cualquier momento y en cualquier


lugar—, dice, y entonces se le cierran los ojos.

Me quedo tumbado durante unos minutos, cálido y seguro en la cama de su


infancia, pensando en un futuro con Luke hasta que me quedo dormido.
Capítulo Dieciséis
Elliot
Jane: La sorpresa está en la encimera de la cocina.

Kate: Misión cumplida.

Jane: También te he dejado bebidas de celebración, por si acaso.

Eliza: Me da rabia no haber podido ir. Este bebé me está matando.

Yo: Eliza, ahora eres madre, no puedes ir a escondidas a todas horas como
estás acostumbrada.

Eliza: Precisamente por eso tengo un marido, para que cuide al bebé y yo
pueda ir a escondidas a todas horas.

—¿A quién le mandas mensajes?— pregunta Luke, mirando mi


teléfono. Me lo guardo en el bolsillo y salgo del coche.

Llegamos a casa de los padres de Luke un poco más tarde de lo que


esperaba, aunque me sorprende mi moderación. Sólo me aparté a un lado de
la carretera dos veces para besarme con él. Fue una hazaña de proporciones
épicas. Todo mi cuerpo estaba literalmente apoyado en él mientras
conducía. Probablemente fue muy, muy inseguro. Deberían retirarme el
carné de conducir.

—Nadie—, respondo, y Luke pone los ojos en blanco.

—Eres un mal mentiroso. Estás enviando mensajes de texto a tus


hermanas, ¿eh? ¿Qué dicen de mí?

—Nada—, respondo mientras entramos en la casa.


—¿Siguen enfadadas porque te dejé?

Me burlo. —No, están encantadas de que volvamos a estar juntos. Quieren


hacer una fiesta.

—Hm, me encantan las fiestas—, dice mientras me sigue a la cocina,


y tal como dijo Jane, ahí está.

—Tengo algo para ti—, empiezo, sintiéndome repentinamente


nervioso. Tomo la pequeña caja y se la tiendo. —Toma.

Luke la mira mientras la deslizo en su palma.

—Me pregunto qué puede ser esto—, dice, y luego quita la tapa
lentamente.

Sus labios se doblan en las esquinas y me sonríe. —Lo sabía. Soy un


maldito lector de mentes, como el Profesor X.

Me muevo sobre mis pies y arqueo una ceja hacia él. —Entonces...

Me enseña la pequeña llave de mi casa. —Tienes que preguntarme primero,


Eli. Luego diré que sí.

Resoplo con exasperación. —Luke, ¿quieres mudarte conmigo?

Deja la caja en la mesa y se frota una mano en la mandíbula, haciéndome


esperar.

—Responde, sí o no—, le digo. —Puedo soportar el rechazo si no


quieres vivir conmigo.

Se ríe ante mi pequeño arrebato, me atrae a sus brazos de repente y me


levanta, colocando mi culo sobre la encimera.

—Por supuesto, es un sí, Eli. Nos vamos a casar, ¿recuerdas?

Le paso las manos por el pelo y atraigo su cara hacia la mía. —Bien.
Sonríe y me da un beso en la boca.

—¿Estás seguro de esto?—, pregunta, y yo asiento.

—Sí—, digo, rodeando su cintura con mis piernas y enganchando mis


tobillos.

—Eso es suficiente para mí.

Un mes después
—Por fin he sacado todas mis cosas de casa de mis padres y me he
mudado oficialmente—, dice Luke, dejándose caer en el sofá y abriendo
bien los muslos.

Los miro fijamente. Pensé que esta necesidad insaciable de estar cerca de
él, pegado a él, se desvanecería, pero cada día es más fuerte. Parece que soy
una perra necesitada. Aunque, Luke nunca se queja. Parece que le gusta
alimentar al monstruo que llevo dentro.

—Ven aquí, Eli—, dice. —Tenemos que celebrar que me he mudado


oficialmente.

Resoplo, fingiendo debatirlo, pero mi cuerpo ya se mueve hacia el suyo.

Me hundo en su regazo y él me atrae hacia su pecho.

—¿Cómo lo celebramos?—, pregunta, acariciando mi cuello.

—Podemos hacer lo que quieras—, respondo, y él me chupa el lóbulo


de la oreja.

—¿Qué tal si vemos todas las películas de Jungla de Cristal desde que
terminamos todas las de Armas Letales?
—Bien—, respondo, inclinándome hacia él.

—Y podríamos pedir una pizza y luego follar.

—Bien, pero sólo si consigues mantenerte despierto—, respondo, y él


resopla, apretándome más contra él.

—Dios, te amo—, murmura, y todo mi cuerpo se pone rígido.

—¿Qué?— Respiro, mi ritmo cardíaco se acelera, todo mi cuerpo se


calienta.

—Te amo—, dice Luke, como si ya lo hubiera dicho mil veces. Pero
no es así. Es la primera vez que me dice esas tres palabras.

—¿Lo haces?

—Claro—, dice con naturalidad, como si yo fuera un idiota por no


saberlo.

Lo miro, con las cejas fruncidas. —¿Pero por qué?

Echa la cabeza hacia atrás y se ríe, como si yo hubiera dicho algo


divertidísimo. No es nada gracioso. Lo digo en serio, necesito saberlo.

—Porque estás jodidamente bueno y eres inteligente y me haces reír,


y no sé, Eli, me sentí atraído por ti desde el primer día. No puedo explicarlo
realmente, sólo sé que no quiero separarme de ti nunca más. Y eso es
suficiente para mí. Soy un tipo sencillo.

Trago saliva, los ojos me escuecen. —Gracias.

—No, Eli, no me des las gracias. Pero podrías decir que me amas de
vuelta. Me amas, ¿verdad?

Veo una punzada de inseguridad en su cara y resoplo.

—Claro que te amo. Lo hago desde hace tiempo.


—Sólo que eres demasiado cobarde para decirlo primero, ¿eh?— dice
Luke y me sonríe.

—Sí. Fui un gran bebé al respecto.

—Puedo ser tu papi—, murmura, y le doy un codazo.

—No digas eso. Esa no es mi afición.

Se ríe y luego dice: —Sin embargo, hay algo que quiero probar. Es algo que
aún no hemos hecho, pero con lo que he fantaseado.

Mis cejas se levantan. —¿De qué se trata?

—Quiero que me devores la polla mientras me siento en esas teclas


del piano de ahí. Te he oído tocar y me pone súper cachondo. Me masturbo
con su sonido.

Mi respiración se entrecorta y me siento instantáneamente inundado de


calor.

—Sí.

Se muerde el labio y siento que su polla se endurece debajo de mí.

—Entonces, cuando terminemos, puedes follarme por encima, ¿sí?


¿Con esa correa que me encanta?

—Sí.

Me desprendo de él y me dirijo hacia el dormitorio con un propósito


singular, pero entonces un traqueteo en la ventana nos deja helados a los
dos.

—Tienes que estar bromeando—, murmuro, mirando a la ventana y


viendo tres formas que se ciernen justo fuera.
Oh, sé exactamente de quién se trata. Por supuesto, no pueden dejarnos
solos.

Me dirijo a la puerta, la abro de golpe y veo las miradas atónitas y culpables


de Jane y Kate antes de girarme hacia Lex, que me hace un gesto con los
dedos.

—Las tres no han podido evitarlo, ¿verdad?—. Suspiro.

Un teléfono cuelga sin fuerza en la mano de Jane y ella se encoge de


hombros. —Todos queríamos ver cómo iba todo y tú no respondías a los
mensajes del grupo. Y como Eliza no podía estar aquí... tuvimos que
grabarlo. Esto es algo importante, El. Luke finalmente se ha mudado al fin.

Me pellizco el puente de la nariz, el plan de follar con Luke en mi piano se


disipa ante mis ojos. ¿Pero qué esperaba realmente? ¿Que hubiera paz y
tranquilidad?

Obviamente he perdido la cabeza si pensaba que podía tener eso.

—Bueno, entonces podrías entrar ya que sé que no te irás hasta que lo


hagas. Sé que Luke quiere cotillear con ustedes.

Se miran y luego salen de los arbustos y se dirigen a la puerta principal.

Luke me llama la atención y sonríe, pero me niego a darle importancia.

Una pequeña carcajada brota de mi boca, pero me la trago antes de que


alguien pueda oírla.

—He oído eso—, susurra Luke.

Miro en su dirección general.

—Estás oyendo cosas.

—Te alegras de que estén aquí—, me dice suavemente. —Puedes


comerme la polla después, ¿sí? Vamos a pasar un rato con ellos. Primero la
familia, ¿sí, Eli?

Asiento con la cabeza y deslizo mis dedos entre los suyos.

Y mierda, si ver a todos en mi cocina hablando en voz alta no hace que mi


corazón se hinche un poco en mi pecho.

¿Quién iba a pensar que acabaría aquí?

Yo no, eso es.


Epilogo Uno
Luke
Un año después
Llevamos un año juntos y me estoy poniendo nervioso porque la boda que
he planeado con todo lujo de detalles en mi cabeza no se celebra. Al menos,
todavía no. No, Elliot esquiva la pregunta cada vez que la planteo, casi
como si no quisiera casarse conmigo.

Pero eso no puede ser cierto, porque se me echa encima en cuanto estamos
solos. E incluso la mayor parte del tiempo cuando no lo estamos. Ese
imbécil no puede mantener sus manos fuera de mí. Así que tiene que querer
hacer esto oficial, ¿no? Porque cuando mencioné el matrimonio, no me dijo
directamente que no.

Voy a ir por él. Este imbécil y yo somos para siempre.

Elliot entra por la puerta con aspecto de sexo después de un largo día de
trabajo. Se desabrocha la camisa mientras entra en la cocina donde estoy
preparando la cena, y salivo un poco pensando en él desnudo.

Mi polla ya está preparada.

—Hola, Doc—, le digo, viendo cómo se pone a mi lado y me acaricia


con la mejilla. Me inclino un poco y presiono mis labios en la coronilla de
su cabeza. Se acerca aún más y le inclino la cara hacia arriba, besándole
profundamente hasta que gime contra mí.

Cuando por fin nos separamos, respiro con dificultad y el pelo de Elliot está
despeinado.
—¿Qué tal el trabajo?— Consigo preguntar porque la cena está
ardiendo y me muero de hambre. El sexo tendrá que esperar.

—Amanda fue una pesadilla hoy y Lex no me deja en paz. Sigue


apareciendo al azar y pasando el rato como si no tuviera nada mejor que
hacer—, refunfuña.

Me río al ver su mirada entrecerrada.

—¿Quieres que le dé una paliza? ¿Hacer que te deje en paz?

Elliot enarca las cejas y niega con la cabeza. —No, al final se irá. Se ha
hecho amigo de algunos de los pacientes, así que no puedo deshacerme de
él todavía. Además, hace sonreír a Amanda... a veces. No me gustaría matar
la poca alegría que pueda tener en su interior.

El maldito cree que no sé que Lex y él son amigos. Incluso me gusta el


imbécil. Lex tiene una forma de crecer en la gente... como el moho, había
dicho Elliot un día.

Se acerca a la nevera y llena una copa de vino y luego le da un sorbo. Se


apoya en la encimera mientras me observa cocinar.

—Hoy he hablado con un colega que trabaja en un centro de


gestación subrogada y quería hablar de esto contigo antes de acobardarme.

Apago los fogones y cruzo los brazos sobre el pecho, inclinando la cabeza
mientras asimilo lo que está tratando de decir. Elliot ha hecho bien en no
guardarse las cosas como antes. Le costó un tiempo, pero ahora es casi un
libro abierto.

—Tienes que explicarlo bien y despacio para mí, Eli. ¿Dices que
quieres hablar de tener hijos?— Pregunto, sintiendo que mi estómago se
retuerce de emoción.

—Bueno, sí.
Me paso una mano por la mandíbula y Elliot arquea una ceja.

—¿Tienes algo que quieras decir al respecto, Luke? Esto te involucra.

—Sí, bueno, la cosa es así. No puedo tener hijos sin estar casado, Eli.
Necesito ser respetable. ¿Qué pensará la gente cuando no vea un anillo en
mi dedo, y tenga un bebé en mis brazos?

Suspira, pellizcándose el puente de la nariz. —Bien.

Me alejo del mostrador. —¿Me lo vas a pedir o te lo voy a pedir yo?

Refunfuña en voz baja y siento que mi ánimo empieza a decaer. ¿De verdad
este tipo no quiere casarse conmigo? Vivo con él, mierda, y estamos
hablando de bebés.

—¿No quieres casarte conmigo, Eli? Sólo dilo, ¿sí?

Sus ojos se abren de golpe y se queda boquiabierto. —Por supuesto que


quiero casarme contigo, Luke. Se suponía que era una sorpresa. Eso es
todo.

Mis cejas se clavan en la línea del cabello. —¿Eh?

—Este fin de semana, el viaje a la playa, la habitación de hotel...—,


resopla. —Iba a pedírtelo entonces.

Mis labios se curvan en una sonrisa y lo arrastro hacia mí. —¿Sí?

—Sí, por supuesto. No queremos que sientas que no eres respetable.

Aprieto mi cara contra el lado de su cuello y aspiro su aroma.

—Vamos a casarnos.

Se derrite en mí. —Sí.

Lo aprieto con fuerza. —Vamos a tener hijos.


—Sí.

Gruño y deslizo mis manos por sus pantalones, agarrando su culo. —Me
estás poniendo cachondo con toda esta charla sobre el compromiso y la
responsabilidad, Doc.

Elliot resopla, pero arquea sus caderas hacia las mías y yo gimo.

—Olvídate de la cena—, dice, acercando mi boca a la suya. —Voy a


comerte a ti en su lugar—. Luego se aleja un poco de mí y su voz baja a su
tono de mando: —Quítate la ropa. Sobre la cama. Culo al aire. Ahora.

Y mierda, si no salgo corriendo hacia el dormitorio, desprendiéndome


de la ropa como si estuviera ardiendo.
Epilogo Dos
Elliot
Cuatro meses después
—No puedo creer que hayamos conseguido esto en cuatro meses—,
dice Eliza, desplomándose contra el marco de la puerta. —Somos unos
malditos hacedores de milagros, eso es lo que somos.

Miro a la que pronto será mi suegra y ella se agarra a mis manos. —Estás
muy guapo. Luke va a llorar como un bebé cuando te vea esperándolo al
final del pasillo.

—Ese hombre no ha llorado ni un solo día en su vida—, digo y la


madre de Luke se enjuga los ojos.

—Confía en mí en esto.

Una hora más tarde, estoy de pie en el altar con un esmoquin elegante, con
las manos juntas delante de mí, mientras Luke se abre paso por la esquina,
con un esmoquin igual de elegante y con un aspecto tan estupendo que he
perdido la capacidad de respirar.

Nuestras miradas se cruzan y siento que el corazón se me va a salir del


pecho.

Se seca los ojos húmedos mientras se acerca y, cuando está a escasos


centímetros de mí, me atrae hacia sus brazos y me da un beso en la boca.
Puedo sentir y saborear las lágrimas que resbalan por sus mejillas mientras
me lame.
Este beso es totalmente inapropiado para el momento, pero se lo permito de
todos modos. ¿Cómo podría no hacerlo? Es mío.

Todo mío.

Cuando por fin nos separamos, los dos tragamos aire.

—Estás muy bueno—, dice suavemente.

—Tú también.

—Este esmoquin está rayado—, susurra, y una pequeña risa se escapa


de mis labios.

—Bueno, puedo quitártelo más tarde—, le susurro, y la sonrisa de


Luke se amplía.

—Ya lo tienes, Doc.

Resopla y se limpia los ojos un poco más, y luego tomamos nuestros


lugares frente a nuestros amigos y familiares. Es una reunión pequeña: mis
hermanas, la familia de Luke y algunos amigos cercanos, pero eso es todo
lo que necesitamos. Esto, justo aquí, es lo importante.

Magnus, el marido de Sem, dirige la ceremonia y yo lo sigo lo mejor que


puedo, pero es difícil cuando estoy tan distraído con él. Mis manos se
deslizan por su pecho, mi boca se acerca a la suya.

Y cuando por fin decimos ‘sí, quiero’, estoy extasiado. Nunca he sonreído
tanto en mi vida. Me duele la cara. Mañana tendré que fruncir más el ceño
para compensarlo.

—Ahora eres mi marido—, me murmura Luke al oído, provocándome


escalofríos. —Ahora no puedes deshacerte de mí.

—Nunca quiero librarme de ti—, digo, inclinándome hacia él.

—Lo mismo digo.


Nos tomamos de la mano y volvemos a caminar por el pasillo, pasando por
la pequeña reunión de familiares y amigos hacia mi coche.

—¿Crees que todo el mundo se comportará?— Le pregunto a Luke y


él resopla.

—No es probable. Antes vi una caja gigante en la parte trasera del


coche de Liam. Estoy bastante seguro de que son fuegos artificiales, de los
grandes. ¿Y has visto a tus hermanas susurrando algo al oído de Lex? No
me hagas hablar de Amanda.

—¿Qué posibilidades hay de que esta recepción termine con la


llamada a la policía?— Pregunto. —En serio, dame un porcentaje

Luke se ríe a carcajadas. —Bastante bueno, Eli. Bastante bueno.

Me abre la puerta del coche, lo miro a los ojos y sonrío.

—Bueno, entonces me alegro de tener dinero reservado para la fianza.

—Yo también tengo algo de eso. Una cuenta de ahorros especial para
cuando mis hermanos lo necesiten.

—Oh Jesús....— Murmuro.

Luke roza sus labios sobre los míos. —¿Te arrepientes de tu decisión de
estar atado a mí para toda la eternidad?

—Por supuesto que no. De hecho, estaba pensando que me alegro


mucho de que aparecieras en mi casa sin invitación ese día—, respondo.

—Y me alegro mucho de que me gruñeras y me atropellaras el pie


con tu coche.

—Yo no gruño.

—Lo haces y te amo de todas formas.


—Hm—, digo, acercándome a su erección. —Yo también te amo.
Epilogo Tres
Elliot
Tres años después
—Estoy en casa—, grito, entrando en la casa y escuchando los
chillidos de los bebés. Es una sinfonía de tonos y armonías horrendas,
suficiente para hacer sangrar mis oídos.

Dios mío, esta es mi vida ahora.

Doblo la esquina y veo a Luke con Amelia, Noah está en su columpio y


Jacob está practicando el tiempo de la barriga en el corralito. Todos gritan,
algunos en tonos más alegres que otros. Excepto Luke, que parece
sorprendentemente tranquilo e imperturbable, como si se deleitara con el
caos.

Tenemos tres malditos niños. Trillizos.

Créeme, casi me desmayo cuando me enteré. Nuestra madre de alquiler era


enorme y lo manejó todo con más gracia que yo.

Todos nacieron seis semanas antes de tiempo, y Luke y yo pasamos horas


en la UCIN con cada uno de ellos, al igual que sus padres, sus hermanos y
mis hermanas.

Se necesita un pueblo. Nunca lo había entendido hasta ahora. Necesito una


puta ciudad entera para lidiar con este caos.

—Mamá se acaba de ir—, dice Luke, rebotando sobre sus pies,


meciendo ligeramente a Amelia. —A nuestra pequeña le están saliendo los
dientes o algo así, porque es una gruñona total. Me recuerda a ti.
Pongo los ojos en blanco y me inclino hacia arriba, presionando un beso en
su cabeza y luego en los labios de Luke.

—¿Y los otros dos?

—Muy bien. Noah siempre está contento en ese columpio y a Jacob le


gustan sus juguetes. Ah, y antes de que se me olvide, Jane y Kate dijeron
que vendrían mañana a ayudar para que podamos ir a hacer la compra.

—Dios, necesito un descanso.

Luke resopla. —Sí, yo también.

¿Quién hubiera pensado que la idea de ir a comprar al supermercado sería


una cita ideal para Luke y para mí? Yo no, pero Dios, no lo cambiaría por
nada.

—Y Lex vendrá más tarde para que podamos sentarnos en paz y


tranquilidad.

—¿Quién iba a saber que sería tan bueno con los niños?— Murmuro
y agarro a Jacob del suelo, acurrucándolo contra mí. Aspiro el dulce aroma
a bebé que queda en la parte superior de su cabeza y sonrío. Alarga su
pequeña mano y se agarra a mis gafas, arrancándolas de mi cara.

—Yo no—, dice Luke riendo y luego me da otro beso en la boca.

—Incluso dijo que se los llevaría a dar un largo paseo si querías joder
un poco.

—Shh—, siseo, mirando a nuestros hijos. —Podrían oírte.

—No, Eli. No entienden lo que decimos. Pero vamos a aceptar su


oferta. Quiero follar contigo—, dice y luego añade. —O tú puedes follar
conmigo. Podría ir de cualquier manera.

—Ya veremos—, digo, imaginando todas las cosas que quiero hacer
con él. No ha hecho monótono en lo más mínimo. Sólo menos frecuente.
Porque... bueno, ahora tenemos tres putos hijos.

Noah empieza a llorar en serio y Luke se acerca para agarrarlo del columpio
y acunarlo en sus brazos. Me muevo para besar su suave cabeza y le sonrío
antes de volver a mirar a Luke.

—Dios, te amo.

Luke me sonríe y luego nos sentamos todos juntos en el sofá para pasar un
rato en familia.

Esta es mi vida, pienso maravillado.

Es una locura y salvaje, y está completamente fuera de mi zona de confort,


pero no podría ser más perfecta.

FIN.
Palabras de la Autora
Espero que les haya gustado esta historia tanto como a mí me ha gustado
escribirla. Whit es mi bebé, pero Luke tiene mi corazón.

Lo próximo es el libro de Lex... o cualquier otra historia que se me ocurra


en medio de la noche.
Agradecimientos
Gracias a todos los sensibles lectores betas que leyeron este libro y me
dieron sus valiosos comentarios. Aprecio mucho su tiempo y disposición
para asegurarse de que esto sea auténtico y verdadero.

A Corinne Rochelle y Michelle Kardolus por ser los lectores alfas de este
libro y orientarme en la dirección correcta. Ambos son asombrosos.

A mi editora, Angela O'Connell, por todo su arduo trabajo en este libro.


Siempre los haces brillar.

Por supuesto, a Kari Monty, quien administra todas mis cuentas de redes
sociales, boletín informativo y sitio web. Todas las bonitas páginas que ves
son por ella.

Y, por último, pero no menos importante, gracias a todos los lectores que se
acercaron a mí con palabras de aliento. Significan todo y hacen que
continúe escribiendo.
Acerca de la autora
A Cora Rose le encanta cualquier tipo de romance y consume demasiados
libros al año. Actualmente vive en Estados Unidos y se pasa el día soñando
con los personajes que tiene en su cabeza.
Notas
[←1]
Expresión: Entrar en (algún lugar, establecimiento o evento) de manera particularmente
informal y despreocupada.
[←2]
Le dijo campesino de forma ofensiva xD
[←3]
Óscar el gruñón es un personaje «muppet» en la versión estadounidense de Sesame Street, un
programa televisivo educativo para niños. Es de color verde y vive en un bote de basura :’D.
[←4]
Tesla es una empresa estadounidense con sede en Austin, Texas, y liderada por Elon Musk,
que diseña, fabrica y vende automóviles eléctricos, componentes para la propulsión de
vehículos eléctricos, techos solares, instalaciones solares fotovoltaicas y baterías domésticas.
El Modelo X es uno de estos autos.
[←5]
El término transgénero se refiere a las personas que tienen una identidad o expresión de género
que difiere del sexo que se les asignó al nacer. Algunas personas transgénero que desean
asistencia médica para la transición de un sexo a otro se identifican como transexuales.
[←6]
Wolverine, cuyo nombre de nacimiento es James Howlett es un superhéroe ficticio que
aparece en los cómics publicados por Marvel Comics, principalmente en asociación con los X-
Men.
[←7]
Una forma de acortar “Best Friend”, que es mejor amigo.
[←8]
Best Friend Forever -> Mejor amigo para siempre.
[←9]
Una HOA es una organización en una subdivisión, comunidad planificada, o edificio de
apartamentos/condominios que requiere una cuota, pero hace cumplir unas reglas establecidas
para las propiedades y sus residentes.
[←10]
Ricardo Leyva Muñoz Ramírez, más conocido como Richard Ramírez, también conocido por
el apodo de «The Night Stalker», fue un asesino en serie estadounidense que mató a 14
personas en la ciudad de Los Ángeles entre los años 1984 y 1985.
[←11]
Lethal Weapon (Arma Mortal o Arma Letal) es una película estadounidense de 1987
protagonizada por Mel Gibson y Danny Glover, encarnando a una pareja de detectives del
Departamento de Policía de Los Ángeles, y Gary Busey como su principal adversario. Es la
primera de una serie de películas, todas siguiendo a los mismos protagonistas.
[←12]
N.T: Tremendo Deja Vu acabo de tener con esto xD. Por favor, recordemos que Caleb y Luke
sí que son familia jaja.
[←13]
He-Man es un personaje de ficción dentro del universo Masters of The Universe.
[←14]
El networking es una actividad cuyo objetivo es ampliar la red de contactos profesionales. Así,
se generan oportunidades de negocio y/o empleo. En otras palabras, el networking significa
desarrollar un círculo social. Esto, con personas con las que se pueda emprender empresa o
conseguir oportunidades de trabajo.
[←15]
TMI = Too Much Information. Demasiada información.
[←16]
Laser Tag o Laser Game denominado también Laser Combat es un juego deportivo que simula
un combate entre dos equipos. Está basado en que los jugadores intenten conseguir puntos
alcanzando con sus disparadores de infrarrojos los dispositivos receptores situados en sus
rivales.
[←17]
N.T: Está hablando de sexo :’D
[←18]
Del inglés: Bolsas de dinero.
[←19]
N/T: Uno preocupado y este tipo durmiendo :D.
[←20]
Gorilla Glue es un tipo de marihuana :’))) y también es el nombre de una marca de super
pegamento. Según investigó su servidora, la especie Gorilla Glue es tan fuerte que al
consumirla te deja “pegado al sofá”.
[←21]
La expresión cuello azul o trabajador de cuello azul, es un término que se utiliza,
particularmente en países de habla inglesa, para designar a los individuos que forman la parte
más baja de la jerarquía de las empresas; en particular con frecuencia señala a ejecutantes de
tareas manuales y a obreros.
[←22]
Consolador con arnés.
[←23]
En la Odisea, se cuenta que Sísifo fue obligado por Zeus a cumplir su castigo, que consistía en
empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase
la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo
desde el principio, una y otra vez.
[←24]
Yelp Inc. es una empresa estadounidense que desarrolla el sitio web Yelp.com y la aplicación
móvil Yelp, que publican reseñas de empresas de múltiples fuentes. También opera Yelp
Reservations, un servicio de reserva de mesas.
[←25]
En el original, Luke dice “Masseuses”, que es masajista pero en femenino. En el dialogo
siguiente, Eli lo corrige.
[←26]
Los ents son una antigua raza que apareció en Arda tras elfos y enanos, justo antes que los
humanos, tal y como indica en El Señor de los Anillos el propio Bárbol al recitar las listas que
aprendió en su niñez sobre las razas que habitan el mundo. Fueron creados por la valië
Yavanna con permiso y mediación de Ilúvatar.
[←27]
Volverse confiado o valiente
[←28]
Derivado del 'ghos/ghosting': la práctica de terminar una relación personal con alguien
retirándose repentinamente y sin explicación de toda comunicación.
[←29]
El bajalenguas o depresor lingual e incluso lengüeta es un instrumento médico para deprimir la
lengua y permitir el examen de la boca y la garganta. El más usado es con forma de pequeña
espátula, generalmente es de madera siendo así desechable o de uso único, aunque los hay
también en plástico y acero inoxidable
[←30]
Sauron, también conocido como Annatar, Gorthaur, El Nigromante, El Señor Oscuro y como
El Señor de los Anillos, es un personaje ficticio que forma parte del legendarium creado por el
escritor británico J. R. R. Tolkien.
[←31]
T/N: No sé si sentir pena o reírme xDD
[←32]
La palabra hebrea Kosher significa apto, adecuado o conveniente.
[←33]
Ellie Bellie es solo un apodo que rima para alguien cuyo nombre es Ellie y generalmente se
usa cuando alguien quiere algo.
[←34]
Dungeons & Dragons (Calabozos y Dragones) comúnmente abreviado como D&D o DnD) es
un juego de rol (RPG) de mesa de fantasía.
[←35]
En general, TPK significa más comúnmente matanza total del grupo y se usa con frecuencia en
juegos de rol o juegos de rol, como Dungeons and Dragons. Este término se usa cuando un
grupo completo es destruido con poca o ninguna esperanza de volver a la vida.
[←36]
La Ley de Portabilidad y Responsabilidad de Seguros Médicos de 1996 (HIPAA) es una ley
federal que requiere la creación de estándares nacionales para proteger la información
confidencial de salud del paciente para que no se divulgue sin el consentimiento o el
conocimiento del paciente .
[←37]
Una persona excesivamente negativa o pesimista. Sí, es una referencia a Ígor a Winnie Pooh.
[←38]
N/T: ñshfa lloro. TT

También podría gustarte