Concepto de Derechos Humanos PDF
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Pedro Nikken[2][2]
La sociedad contemporánea reconoce que todo ser humano, por el hecho de serlo, tiene
derechos frente al Estado, derechos que este, o bien tiene el deber de respetar y garantizar o
bien está llamado a organizar su acción a fin de satisfacer su plena realización. Estos
derechos, atributos de toda persona e inherentes a su dignidad, que el Estado está en el deber
de respetar, garantizar o satisfacer son los que hoy conocemos como derechos humanos.
En esta noción general, que sirve como primera aproximación al tema, pueden verse dos notas
o extremos, cuyo examen un poco más detenido ayudará a precisar el concepto. En primer
lugar, se trata de derechos inherentes a la persona humana; en segundo lugar, son derechos
que se afirman frente al poder público. Ambas cuestiones serán examinadas sucesivamente en
este capítulo.
A. Bases de la inherencia
El fundamento de este aserto es controversial. Para las escuelas del derecho natural, los
derechos humanos son la consecuencia normal de que el orden jurídico tenga su arraigo
esencial en la naturaleza humana. Las bases de justicia natural que emergen de dicha
naturaleza deben ser expresadas en el derecho positivo, al cual, por lo mismo, está vedado
contradecir los imperativos del derecho natural. Sin embargo, el iusnaturalismo no tiene la
adhesión universal que caracteriza a los derechos humanos, que otros justifican como el mero
resultado de un proceso histórico.
En efecto, aunque en las culturas griega y romana es posible encontrar manifestaciones que
reconocen derechos a la persona más allá de toda ley y aunque el pensamiento cristiano, por
su parte, expresa el reconocimiento de la dignidad radical del ser humano, considerado como
una creación a la imagen y semejanza de Dios, y de la igualdad entre todos los hombres,
derivada de la unidad de filiación del mismo padre, la verdad es que ninguna de estas ideas
puede vincularse con las instituciones políticas o el derecho de la antigüedad o de la baja edad
media.
Es de esta forma que el tema de los derechos humanos, más específicamente el de los
derechos individuales y las libertades públicas, ingresó al derecho constitucional. Se trata, en
verdad, de un capítulo fundamental del derecho constitucional, puesto que el reconocimiento
de la intangibilidad de tales derechos implica limitaciones al alcance de las competencias del
poder público. Desde el momento que se reconoce y garantiza en la constitución que hay
derechos del ser humano inherentes a su misma condición en consecuencia, anteriores y
superiores al poder del Estado, se está limitando el ejercicio de este, al cual le está vedado
afectar el goce pleno de aquellos derechos.
E e b de a ca a de a Nac e U da ea a a e e de ec
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de
de ec de be ee .E a c 56 de a a ca a d e e d
miembros se comprometen a tomar medidas, conjunta o separadamente en cooperación con la
Organización, pa a a ea ac de c ad e e a c 55 , e e
c ae e e e e e a de de ec a de a be ade da e a e de
d .
El 2 de mayo de 1948 fue adoptada la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre y el 10 de diciembre del mismo año la Asamblea General de las Naciones Unidas
proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Estas declaraciones, como todos los instrumentos de su género, son actos solemnes por medio
de los cuales quienes los emiten proclaman su apoyo a principios de gran valor, juzgados
como perdurables. Los efectos de las declaraciones en general, y especialmente su carácter
vinculante, no responden a un enunciado único y dependen, entre otras cosas, de las
circunstancias en que la declaración se haya emitido y del valor que se haya reconocido al
instrumento a la hora de invocar los principios proclamados. Tanto la Declaración Universal
como la Americana han tenido gran autoridad. Sin embargo, aunque hay muy buenos
argumentos para considerar que han ganado fuerza obligatoria a través de su reiterada
aplicación, la verdad es que en su origen carecían de valor vinculante desde el punto de vista
jurídico.
Una vez proclamadas las primeras declaraciones, el camino para avanzar en el desarrollo de
un régimen internacional de protección imponía la adopción y puesta en vigor de tratados
internacionales a través de los cuales las partes se obligaran a respetar los derechos en ellos
proclamados y que establecieran, al mismo tiempo, medios internacionales para su tutela en
caso de incumplimiento.
Así, pues, cualquiera sea el fundamento filosófico de la inherencia de los derechos humanos a
la persona, el reconocimiento de la misma por el poder y su plasmación en instrumentos
legales de protección en el ámbito doméstico y en el internacional, han sido el producto de un
sostenido desarrollo histórico, dentro del cual las ideas, el sufrimiento de los pueblos, la
movilización de la opinión pública y una determinación universal de lucha por la dignidad
humana, han ido forzando la voluntad política necesaria para consolidar una gran conquista de
la humanidad, como lo es el reconocimiento universal de que toda persona tiene derechos por
el mero hecho de serlo.
B. Consecuencias de la inherencia
1. El estado de derecho
C aa ad a C e I e a e ca a de De ec H a , e a ecc de
derechos humanos está necesariamente comprendida la restricción al ejercicio del poder
e a a (C e I.D.H., a e e e e e e a culo 30 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie A No.6,
§22). En efecto, el poder no puede lícitamente ejercerse de cualquier manera. Más
concretamente, debe ejercerse a favor de los derechos de la persona y no contra ellos.
Esto supone que el ejercicio del poder debe sujetarse a ciertas reglas, las cuales deben
comprender mecanismos para la protección y garantía de los derechos humanos. Ese conjunto
de reglas que definen el ámbito del poder y lo subordinan a los derechos y atributos inherentes
a la dignidad humana es lo que configura el estado de derecho.
2. Universalidad
Por ser inherentes a la condición humana todas las personas son titulares de los derechos
humanos y no pueden invocarse diferencias de regímenes políticos, sociales o culturales como
pretexto para ofenderlos o menoscabarlos. Últimamente se ha pretendido cuestionar la
universalidad de los derechos humanos, especialmente por ciertos gobiernos fundamentalistas
o de partido único, presentándolos como un mecanismo de penetración política o cultural de
los valores occidentales. Desde luego que siempre es posible manipular políticamente
cualquier concepto, pero lo que nadie puede ocultar es que las luchas contra las tiranías han
sido, son y serán universales.
3. Transnacionalidad
La labor de todas estas entidades, aunque todavía de limitada eficacia, ha sido positivamente
creativa y ha servido para ensanchar el alcance del régimen. Han cumplido una fecunda tarea
en la interpretación y aplicación del derecho. Han ideado medios procesales para abrir cauce a
la iniciativa individual dentro de los procedimientos internacionales relativos a los derechos
humanos. Con frecuencia, en fin, han definido su propia competencia a través de la
interpretación más amplia posible de la normativa que se las atribuye, y han cumplido
actuaciones que difícilmente estaban dentro de las previsiones o de la intención de quienes
suscribieron las correspondientes convenciones.
4. Irreversibilidad
Una vez que un determinado derecho ha sido formalmente reconocido como inherente a la
persona humana queda definitiva e irrevocablemente integrado a la categoría de aquellos
derechos cuya inviolabilidad debe ser respetada y garantizada. La dignidad humana no admite
relativismos, de modo que sería inconcebible que lo que hoy se reconoce como un atributo
inherente a la persona, mañana pudiera dejar de serlo por una decisión gubernamental.
Este carácter puede tener singular relevancia para determinar el alcance de la denuncia de una
convención internacional sobre derechos humanos (hasta ahora prácticamente inexistentes).
En efecto, la denuncia no debe tener efecto sobre la calificación de los derechos que en él se
han reconocido como inherentes a la persona. El denunciante solo se libraría, a través de esa
hipotética denuncia de los mecanismos internacionales convencionales para reclamar el
cumplimiento del tratado, pero no de que su acción contra los derechos en él reconocidos sea
calificada como una violación de los derechos humanos.
5. Progresividad
Como los derechos humanos son inherentes a la persona y su existencia no depende del
reconocimiento de un Estado, siempre es posible extender el ámbito de la protección a
derechos que anteriormente no gozaban de la misma. Es así como han aparecido las sucesivas
e e ac e de de ec a c e a cad ed aa
protección.
Una manifestación de esta particularidad la encontramos en una disposición que, con matices,
se repite en diversos ordenamientos constitucionales, según la cual la enunciación de derechos
contenida en la constitución no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ella1.
Segundo: que los derechos enunciados en la constitución no agotan los que deben
c de a e c ee e a a e a a a .
Tercero: que todos los derechos enunciados en la constitución, empero, sí son considerados
e ac ee e a a e a a a .
Cuarto: e d de ec ee e a a e a a a d a abe d ec d
expresamente por el texto constitucional.
Quinto: e a e e ab ec d e de ec e ee e a a e a a a , a
circunstancia de no figurar expresamente en el texto constitucional no debe entenderse en
menoscabo de la protección que merece.
E c c , d ca e e e e a e e e de e ad de ec ea ee ea a
e a a a . E ea a , e ec de a e e a c ado de la
constitución, que esos derechos deben ser considerados como atributos inviolables que, por
fuerza de la dignidad humana, deben ser objeto de protección y garantía por el Estado. En
consecuencia, no cabe hacer distinciones en cuanto al tratamiento y régimen jurídico de los
derechos de la naturaleza apuntada con base en el solo criterio de que figuren expresamente o
no en la constitución. Para determinar si estamos frente a un derecho que merezca la
protección que la constitución acuerda para los que expresamente enumera lo decisivo no es
a e e e a e c ad , e eda e c de ad c ee e a a
e a a a .
Hay otro elemento que muestra cómo la protección de los derechos humanos se plasma en un
régimen que es siempre susceptible de ampliación, mas no de restricción y que también atañe
a la integración de la regulación internacional entre sí y con la nacional. La mayoría de los
tratados sobre derechos humanos incluyen una cláusula según la cual ninguna disposición
convencional puede menoscabar la protección más amplia que puedan brindar otras normas
de derecho interno o de derecho internacional. En esta dirección, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha e a ad e, a a a ac a cab e a C e c
Americana y otro tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable a la persona
a a (C e I.D.H., La c e ac b a a de e d a arts. 13 y 29 Convención
Americana sobre Derechos Humanos-). Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de
1985, Se e A N . 5, 52). E e c e ee a e e a a ad a c a de
d d a ec d .
Habiendo pasado revista al significado de los derechos humanos como atributos inherentes a
toda persona, corresponde ahora ver como los mismos se afirman frente al Estado o, más
genéricamente, frente al poder público.
La nota característica de las violaciones a los derechos humanos es que ellas se cometen desde
el poder público o gracias a los medios que este pone a disposición de quienes lo ejercen. No
todo abuso contra una persona ni toda forma de violencia social son técnicamente atentados
contra los derechos humanos. Pueden ser crímenes, incluso gravísimos, pero si es la mera
obra de particulares no será una violación de los derechos humanos.
Lo que no es exacto es que diversas formas de violencia política, que pueden tipificar incluso
gravísimos delitos internacionales, sean violaciones de los derechos humanos. La
responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos humanos incumbe exclusivamente al
Estado, entre cuyas funciones primordiales está la prevención y la punición de toda clase de
delitos. El Estado no está en condiciones de igualdad con personas o grupos que se encuentren
fuera de la ley, cualquiera sea su propósito al así obrar. El Estado existe para el bien común y
su autoridad debe ejercerse con apego a la dignidad humana, de conformidad con la ley. Este
principio debe dominar la actividad del poder público dirigida a afirmar el efectivo goce de
los derechos humanos (A) así como el alcance de las limitaciones que ese mismo poder puede
imponer lícitamente al ejercicio de tales derechos (B).
El ejercicio del poder no debe menoscabar de manera arbitraria el efectivo goce de los
derechos humanos. Antes bien, el norte de tal ejercicio, en una sociedad democrática, debe ser
la preservación y satisfacción de los derechos fundamentales de cada uno. Esto es válido tanto
por lo que se refiere al respeto y garantía debido a los derechos civiles y políticos (1), como
por lo que toca a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales y de los
derechos colectivos (2).
1. El respeto y garantía de los derechos civiles y políticos
Como antes quedó dicho, los derechos civiles y políticos tienen por objeto la tutela de la
libertad, la seguridad y la integridad física y moral de la persona, así como de su derecho a
participar en la vida pública. Por lo mismo, ellos se oponen a que el Estado invada o agreda
ciertos atributos de la persona, relativos a su integridad, libertad y seguridad. Su vigencia
depende, en buena medida, de la existencia de un orden jurídico que los reconozca y
garantice. En principio, basta constatar un hecho que los viole y que sea legalmente imputable
al Estado para que este pueda ser considerado responsable de la infracción. Se trata de
derechos inmediatamente exigibles, cuyo respeto representa para el Estado una obligación de
resultado, susceptible de control jurisdiccional.
En su conjunto, tales derechos expresan una dimensión más bien individualista, cuyo
propósito es evitar que el Estado agreda ciertos atributos del ser humano. Se trata, en esencia,
de derechos que se ejercen frente y aún contra- el Estado y proveen a su titular de medios
para defenderse frente al ejercicio abusivo del poder público. El Estado, por su parte, está
obligado no solo a respetar los derechos civiles y políticos sino también a garantizarlos.
El respeto a los derechos humanos implica que la actuación de los órganos del Estado no
puede traspasar los límites que le señalan los derechos humanos, como atributos inherentes a
la dignidad de la persona y superiores al poder del Estado.
El respeto a los derechos humanos impone la adecuación del sistema jurídico para asegurar la
efectividad del goce de dichos derechos. El deber de respeto también comporta que haya de
considerarse como ilícita toda acción u omisión de un órgano o funcionario del Estado que, en
ejercicio de los atributos de los que está investido, lesione indebidamente los derechos
humanos. En tales supuestos, es irrelevante que el órgano o funcionario haya procedido en
violación de la ley o fuera del ámbito de su competencia. En efecto, lo decisivo es que actúe
aprovechándose de los medios o poderes de que dispone por su carácter oficial como órgano o
funcionario.
La garantía de los derechos humanos es una obligación aún más amplia que la anterior, pues
impone al Estado el deber de asegurar la efectividad de los derechos humanos con todos los
medios a su alcance. Ello comporta, en primer lugar, que todo ciudadano debe disponer de
medios judiciales sencillos y eficaces para la protección de sus derechos. Por obra del mismo
deber, las violaciones a los derechos en dichas convenciones deben ser reputadas como ilícitas
por el derecho interno. También está a cargo del Estado prevenir razonablemente situaciones
lesivas a los derechos humanos y, en el supuesto de que estas se produzcan, a procurar, dentro
de las circunstancias de cada caso, lo requerido para el restablecimiento del derecho. La
garantía implica, en fin, que existan medios para asegurar la reparación de los daños causados,
así como para investigar seriamente los hechos cuando ello sea preciso para establecer la
verdad, identificar a los culpables y aplicarles las sanciones pertinentes.
Estos deberes del poder público frente a las personas no aparecen del mismo modo cuando se
trata de los derechos económicos, sociales y culturales y los derechos colectivos.
De allí la principal diferencia de naturaleza que normalmente se reconoce entre los deberes
del poder público frente a los derechos económicos y sociales con respecto a los que le
incumben en el ámbito de los civiles y políticos. Estos últimos son derechos inmediatamente
exigibles y frente a ellos los estados están obligados a un resultado: un orden jurídico-político
que los respete y garantice. Los otros, en cambio son exigibles en la medida en que el Estado
disponga de los recursos parar satisfacerlos, puesto que las obligaciones contraídas esta vez
son de medio o de comportamiento, de tal manera que, para establecer que un gobierno ha
violado tales derechos no basta con demostrar que no ha sido satisfecho, sino que el
comportamiento del poder público en orden a alcanzar ese fin no se ha adecuado a los
standards técnicos o políticos apropiados. Así, la violación del derecho a la salud o al empleo
no dependen de la sola privación de tales bienes como sí ocurre con el derecho a la vida o a la
integridad.
Esta consideración, que en general es atinada, amerita, sin embargo, ciertos matices. La
primera proviene del hecho de que hay algunos derechos económicos y sociales que son
también libertades públicas, como la mayor parte de los derechos sindicales o la libertad de
enseñanza. En estos casos el deber de respeto y garantía de los mismos por parte del poder
público es idéntico al que existe respecto de los derechos civiles y políticos.
Por otra parte, aunque, en general, es cierto que la sola no satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales no es demostrativa, en sí misma, de que el Estado los ha
violado, cabe plantearse si la realidad de ciertas políticas configura la vulneración de los
derechos económicos, sociales y culturales de manera parecida a los derechos civiles y
políticos, es decir, ya no como consecuencia de su no realización, sino por efecto de la
adopción de políticas que están orientadas hacia la supresión de los mismos. Es un tema
abierto a la discusión.
En cuanto a los derechos colectivos, la sujeción del poder público es mixta. En un sentido
positivo, es decir, en lo que toca a su satisfacción, puede hablarse de obligaciones de
comportamiento: la acción del Estado debe ordenarse de la manera más apropiada para que
tales derechos medio ambiente sano, desarrollo, paz- sean satisfechos. En un sentido
negativo, esto es, en cuanto a su violación, más bien se está ante obligaciones de resultado: no
es lícita la actuación arbitraria del poder público que se traduzca en el menoscabo de tales
derechos.
En todos estos casos, claro está, la violación de los derechos humanos ocurrirá en la medida
en que la actuación del poder público desborde los límites que legítimamente pueden
imponerse a los mismo por imperativos del orden público o del bien común.
Los derechos humanos pueden ser legítimamente restringidos. Sin embargo, en condiciones
normales, tales restricciones no pueden ir más allá de determinado alcance y deben expresarse
dentro de ciertas formalidades.
a. Alcance
La formulación legal de los derechos humanos contiene, normalmente, una referencia a las
razones que, legítimamente, puedan fundar limitaciones a los mismos.
En general, se evitan las cláusulas restrictivas generales. Aplicables a todos los derechos
humanos en su conjunto y se ha optado, en cambio, por fórmulas particulares, aplicables
respecto de cada uno de los derechos reconocidos, lo que refleja el deseo de ceñir las
limitaciones en la medida estrictamente necesaria para asegurar el máximum de protección al
individuo. Las limitaciones están normalmente referidas a conceptos jurídicos
de e ad , c a c e de de b c de de ; de b e c ,
be e a e ea da b e e a de a c dad de e dad ac a , e dad
b ca e dad de d ; de a a b ca ; de a d b ca , de
e e c de de .
Todas estas nociones implican una importante medida de relatividad. Deben interpretarse en
estrecha relación con el derecho al que están referidas y deben tener en cuenta las
circunstancias del lugar y del tiempo en que son invocadas e interpretadas. A propósito de
ellas se ha destacado que, tratándose de nociones en que está implicada la relación entre la
autoridad del Estado y los individuos sometidos a su jurisdicción, todas ellas podrían ser
reducidas a un concepto singular y universal, como es el de orden público.
A a b e , de a a a e a, a de c de e a e c ede
desvincularse de los sentimientos dominantes en una sociedad dada, de manera que si la
c de de b c e e ea c d a e ec a e e c standards de
una sociedad democrática, puede representar una vía para privar de contenido real a los
derechos humanos internacionalmente protegidos. En nombre de de b c ,
denominado por principios antidemocráticos, cualquier restricción a los derechos humanos
podría ser legítima.
Las limitaciones a los derechos humanos no pueden afectar el contenido esencial del derecho
tutelado. La misma Corte tambié a d c e c e c a de de b c a de
be c ede ca e c ed aa de ec aa ad
a C e c debe e ea e c a e a a a e e c a de a c edad
democrática, teniendo e c e a e e b e e d eee e e a
ece dad de e e a e b e de a C e c (C e I.D.H.: La c e ac
obligatoria de periodistas, cit., §67).
b. La forma
En un estado de derecho, las limitaciones a los derechos humanos solo pueden emanar de
leyes, se trata de una materia sometida a la llamada reserva legal, de modo que el poder
ejecutivo no está facultado para aplicar más limitaciones que las que previamente hayan sido
recogidas en una ley del poder legislativo.
Sin embargo, evocando quizás los abusos a que ha dado origen en el hemisferio, afirmó que
a e de a a a ede de c a e de e e c c e ec de a de c ac a
e e e a a a e a de e a c 3 de a ca a de a OEA ee a c ort(a) la
suspensión temporal del estado de derecho (ni) autori(za) a los gobernantes a apartar su
c d c a de a e a dad a a e e d e debe ce e ( b d.), e e e ec de a
e ec ae a d ca , e a a de los límites legales de la
ac ac de de b c ( b d. 24).
La suspensión de garantías está sujeta, además, a cierto número de condiciones, entre las que
cabe enunciar, también de modo esquemático, las siguientes:
a. Estricta necesidad. La suspensión de las garantías debe ser indispensable para atender a la
emergencia.
b. Proporcionalidad, lo que implica que solo cabe suspender aquellas garantías que guarden
relación con las medidas excepcionales necesarias para atender la emergencia.
c. Temporalidad. Las garantías deben quedar suspendidas solo por el tiempo estrictamente
necesario para superar la emergencia.
d. Respeto a la esencia de los derechos humanos. Existe un núcleo esencial de derechos cuyas
garantías no pueden ser suspendidas bajo ninguna circunstancia. El enunciado de los mismos
varía en los diferentes ordenamientos constitucionales y en los distintos tratados sobre el
tema. La lista de garantías no suspendibles más amplia es, probablemente, la contenida en el
artículo 27 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, según el cual están fuera
de ámbito de los estados de excepción los siguientes derechos: el derecho a la vida; el derecho
a la integridad personal; la prohibición de esclavitud y servidumbre; la prohibición de la
discriminación; el derecho a la personalidad jurídica; el derecho a la nacionalidad; los
derechos políticos; el principio de legalidad y retroactividad; la libertad de conciencia y de
religión; la protección a la familia y los derechos del niño; así como las garantías judiciales
indispensables para la protección de tales derechos, entre las cuales deben considerarse
incluidos el amparo y el hábeas corpus.
e. Publicidad. El acto de suspensión de garantías debe publicarse por los medios oficiales del
derecho interno de cada país y comunicarse a la comunidad internacional, según lo pautan
algunas convenciones sobre derechos humanos.
III. CONCLUSIÓN