Lección 2 - La Jurisdicción CA (L)
Lección 2 - La Jurisdicción CA (L)
LA JURISDICCION CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA.
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- La Ley Santamaría de Paredes de 1888 y el llamado sistema
armónico. La Ley de 13 de septiembre de 1888 establece un sistema mixto
con una nueva organización de los denominados Tribunales de lo
Contencioso-administrativo estructurados en dos niveles: Nacional, con el
Tribunal de lo Contencioso-administrativo (integrado en el Consejo de Estado y
compuesto por un Presidente y once Consejeros de Estado, una composición,
pues, íntegramente administrativa) y Provincial, con los Tribunales provinciales
de lo contencioso-administrativo, integrados por el Presidente de la Audiencia,
dos magistrados de la misma y dos Diputados provinciales con título de letrado,
lo cual daba a éstos órganos la composición mixta que caracterizaba al
sistema.
- Un paso más en la judicialización del sistema se da con la Ley
Maura-Silvela, de 5 de abril de 1904, que suprime el Tribunal existente en el
seno del Consejo de Estado y traslada sus competencias a una nueva Sala del
Tribunal Supremo.
- La Ley de lo Contencioso de 1956. En plena dictadura es
cuando se dicta la fundamental Ley de 27 de diciembre de 1956, que introduce
reformas sustanciales y diseñando un modelo de jurisdicción y de proceso
contencioso-administrativo que continúa aún en vigor. En el plano organizativo,
la Ley de 1956 culmina el proceso de judicialización del sistema, manteniendo
la Sala ya existente del Tribunal Supremo y suprimiendo los tribunales
provinciales que son sustituidos por las Salas de lo Contencioso-administrativo
de las entonces existentes Audiencias Territoriales (de composición
íntegramente judicial). Igualmente, se crea una Escala de magistrados
especialistas, seleccionados por oposición entre miembros de la carrera
judicial.
- La excelente factura técnica de la Ley de 1956, así como los
progresos que su articulado permitió merced a una doctrina jurisprudencial
progresiva, ha posibilitado su vigencia hasta nuestros días (con leves reformas
en 1973, 1977, 1985 y 1992), y aún más allá: su sustitución por la Ley 29/1988,
de 13 de julio (LJCA) que ha conservado, en gran medida, buena parte del
contenido sustancial de su precedente. Esta nueva ley se declara “continuista y
profundamente renovadora”. El primer calificativo es exacto, el segundo no
tanto porque se ha quedado por detrás incluso de avances ya consolidados de
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la propia jurisprudencia contencioso-administrativo, incluso, de las
innovaciones introducidas en el Derecho Francés.
La Ley rompe con el principio revisor, diseñando las acciones contra la
inactividad de la Administración y las vías de hecho. En lo que concierne a las
reformas orgánicas, la nueva LJ es innovadora al introducir los Juzgados
unipersonales de lo Contencioso-Administrativo.
Desde el tiempo de su promulgación ha sido objeto de varias reformas.
Una de las más importantes, la llevada a cabo por la Ley de 10 de octubre de
2011, de Medidas de agilización procesal, que incrementó las competencias de
los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo y elevó notablemente las
cuantías para el acceso a los recursos de apelación y casación.
Y la Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio, que entró en vigor al año de su
publicación y que ha dado un vuelco total al recurso de casación al abandonar
el modelo tradicional y optar por un sistema que convierte al citado recurso en
un instrumento técnico para la formación y depuración de la jurisprudencia.
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Mediante la intervención judicial se persigue un doble objetivo: por una
parte, tutelar los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos, que
constituye la dimensión subjetiva del control judicial. Por otra, garantizar la
legalidad de la acción administrativa, esto es, su sometimiento pleno a la Ley y
al Derecho, conforme al art. 103.1 de la Constitución.
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La cláusula general o definición genérica de la competencia de la
jurisdicción contencioso-administrativa se encuentra, desde el punto de vista
objetivo, en el art. 1.1, según el cual este orden jurisdiccional conocerá de
todas las pretensiones que se deduzcan en relación con “la actuación de las
Administraciones Públicas sujeta al Derecho administrativo, con las
disposiciones de rango inferior a la Ley y con los Decretos legislativos cuando
excedan los límites de la delegación”. Por lo tanto, su ámbito objetivo viene
determinado por las actuaciones administrativas, ya sean expresas o
presuntas, por acción o por omisión o inactividad, que estén sujetas al Derecho
Administrativo. Se mencionan expresamente los reglamentos o disposiciones
de rango inferior a la Ley y, obviamente, otras disposiciones o acuerdos
equiparables, como los planes de la Administración. También se incluye el
control de los Decretos Legislativos pero solo para verificar si exceden o no de
los límites de la delegación legislativa correspondiente y sin perjuicio de la
competencia del Tribunal Constitucional para enjuiciarlos por ese y cualquier
otro motivo de inconstitucionalidad.
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(Cámaras Parlamentarias, Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas y
Defensor del Pueblo e instituciones análogas de las Comunidades Autónomas),
así como el conocimiento de los actos y disposiciones del Consejo General del
Poder Judicial y de la actividad administrativa de los órganos de gobierno de
Juzgados o Tribunales; y, por último, la actuación de la Administración
electoral, en los términos de la LOREG.
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administrativo que resuelve dicho recurso especial o dicha reclamación. El
control de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa se ha ampliado así, por
exigencias del Derecho comunitario europeo, aunque sólo si se trata de
contratos que caen bajo el ámbito de aplicación de las Directivas europeas de
contratación.
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Por su parte, el art. 8.6 LJCA atribuye a los Juzgados de lo
Contencioso-administrativo la competencia para el otorgamiento de las
autorizaciones de “entrada en domicilios y restantes lugares cuyo acceso
requiera el consentimiento de su titular, siempre que ello proceda para la
ejecución forzosa de actos de la Administración Pública”.
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contra las Normas Forales fiscales de las Juntas Generales de los Territorios
Históricos de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, que corresponderán, en exclusiva, al
Tribunal Constitucional en los términos establecidos por la disposición adicional
quinta de su Ley Orgánica.
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- Conocerá de los recursos contra disposiciones y actos de la
Administración Periférica del Estado y de las Comunidades Autónomas,
contra los actos (pero no las disposiciones generales) de los
organismos, entes, entidades o corporaciones de Derecho público cuya
competencia no se extienda a todo el territorio nacional y contra las
resoluciones de los órganos superiores, cuando confirmen íntegramente
los dictados por aquéllos en vía de recurso, fiscalización o tutela.
Se exceptúan los actos dictados por la Administración Periférica
del Estado y por los organismos públicos estatales cuya competencia no
se extienda a todo el territorio nacional cuando su cuantía exceda de
60.000 € o se dicten en sus competencias sobre dominio público, obras
públicas del Estado, expropiación forzosa y propiedades especiales.
- Conocerán, igualmente, de todas las resoluciones que se dicten en
materia de extranjería por la Administración periférica del Estado o por
los órganos competentes de las Comunidades Autónomas.
- Conocerá del recurso contencioso-electoral contra actos de las Juntas
Electorales de Zona en materia de proclamación de candidaturas y de
candidatos.
- Autorizaciones de entrada en domicilio y lugares cuyo acceso requiera
el consentimiento de su titular siempre que ello proceda para la
ejecución forzosa de actos de la Administración pública.
- Autorización o ratificación judicial de las medidas sanitarias que se
consideren urgentes y necesarias para la salud pública e impliquen
privación o restricción de la libertad u otro derecho fundamental.
- Autorizaciones para la entrada e inspección de domicilios, locales,
terrenos y medios de transporte acordadas por la Comisión Nacional de
los Mercados y la Competencia cuando exista riesgo u oposición del
titular.
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Audiencia Nacional. Su competencia viene establecida en el art. 9 de la
LJCA.
- En concreto conocerá de los recursos contra los actos dictados
por los Ministros y Secretarios de Estado en materia de personal, salvo
los que se refieran al nacimiento o extinción de la relación de servicio de
funcionarios de carrera, ascensos, orden y antigüedad en el escalafón
del personal militar, o confirmen en vía de recurso, fiscalización o tutela
los actos dictados por órganos inferiores.
- Sanciones administrativas de entidad menor impuestas por los
órganos centrales de la Administración General del Estado: menos de
60.000 € o sanciones de cese de actividad o privación de ejercicio de
derechos que no exceda de seis meses.
- Disposiciones y actos de los organismos y entidades públicas que
pertenecen al sector público estatal con competencia en todo el territorio
nacional, con algunas exclusiones.
- Resoluciones en materia de responsabilidad patrimonial dictadas
por Ministros y Secretarios de Estado, por cuantía no superior a 30.050
€.
- En primera instancia, de las resoluciones que acuerden la
inadmisión de las peticiones de asilo político.
- En única o primera instancia, de las resoluciones que, en vía de
fiscalización, sean dictadas por el Tribunal Administrativo del Deporte en
esta materia.
- Autorización previa para ejecutar los actos de la Comisión de
Propiedad Intelectual que deciden la interrupción de los servicios de la
sociedad de la información o la retirada de contenidos en las redes
informáticas que vulneren la propiedad intelectual.
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- Conocen en única instancia o en resolución de recursos o
conflictos contra resoluciones de otros o del mismo órgano judicial y su
competencia viene establecida en el art. 10 de la LJCA.
- Conocerán en única instancia, sin apelación, sobre todos aquellos
asuntos cuyo conocimiento no está atribuido expresamente a otros
órganos de la Jurisdicción: actos y disposiciones locales y de las
Comunidades Autónomas, en general, salvo las atribuidas a los
Juzgados; disposiciones y planes urbanísticos de las entidades locales;
actos de los órganos de gobierno de las Asambleas Legislativas de las
CCAA y de las instituciones autonómicas análogas al Defensor del
Pueblo y del Tribunal de Cuentas; actos y resoluciones de los Tribunales
Económico-Administrativos Regionales y Locales que pongan fin a la vía
administrativa y del Tribunal Económico-Administrativo Central en
materia de tributos cedidos; actos de las Juntas Electorales Provinciales
y de Comunidades Autónomas; convenios entre Administraciones
Públicas cuyas competencias se ejerzan en el ámbito territorial de la
Comunidad Autónoma; actos de prohibición o propuesta de
modificaciones de reuniones en lugares de tránsito público; recursos
contra los Tribunales Administrativos de Recursos Contractuales,
excepto el Central. Y, en su carácter de “Tribunal de Derecho común”, le
corresponderá el conocimiento de cualesquiera otras actuaciones
administrativas no atribuidas expresamente a la competencia de otros
órganos.
- Competencias de resolución de recursos y cuestiones de
competencia: recursos de apelación contra sentencias y autos de los
Juzgados de lo Contencioso-Administrativo, así como los recursos de
queja; recursos de revisión contra sentencias firmes de esos mismos
Juzgados; cuestiones de competencia entre los Juzgados de lo
Contencioso-Administrativo de la respectiva Comunidad Autónoma;
recursos de casación que se interpusieren por infracción de normas
autonómicas (art. 86.3 LJ).
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Administración del Estado. La LJCA de 1998 redujo sensiblemente sus
competencias, sobre todo al crear los Juzgados Centrales. Su
competencia viene referida en el art. 11 de la LJCA.
- Conoce en única instancia de los actos y disposiciones generales
de Ministros y Secretarios de Estado en general; tiene ciertas
competencias en materia de personal; convenios entre Administraciones
Públicas y recursos contra actos de naturaleza económico-administrativa
dictados por el Tribunal Económico-Administrativo Central y recursos
contra las resoluciones del Tribunal Administrativo Central de Recursos
Contractuales. Y la Disposición Adicional 4ª LJCA le atribuye los
recursos contra actos y resoluciones de ciertos organismos y entidades
(Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores; la
Comisión Nacional de la Competencia …). Conocerá también de los
recursos contra los actos del Banco de España y del Fondo de
Reestructuración Ordenada Bancaria adoptados conforme a lo previsto
en la Ley 9/2012 de reestructuración y resolución de entidades de
crédito.
- Y conocerá en segunda instancia de los recursos de apelación,
queja y revisión contra sentencias de los Juzgados Centrales de lo
Contencioso-Administrativo y de las cuestiones de competencia que se
puedan plantear entre los mismos Juzgados.
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- En vía de recurso conoce de los de casación y revisión contra
Sentencias de los Tribunales Superiores de Justicia y de la Audiencia
Nacional, así como del Tribunal de Cuentas.
- Contencioso electoral de las elecciones generales y del
Parlamento Europeo.
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afectados si se estiman las pretensiones del demandante (antes llamados
codemandados).
La parte en todo caso necesaria es el demandante, es decir, la persona
o personas que ejercitan la pretensión frente a una determinada actuación
administrativa, ya para impugnarla o, cuando se trata de un supuesto de
inactividad administrativa, para provocar su realización.
La posición de demandante corresponde normalmente a un sujeto
distinto de la Administración, al que la actuación de ésta afecta. Pero también
puede corresponder a una Administración, cuando impugne los actos de otra
Administración distinta o bien cuando impugne sus propios actos en el llamado
proceso de lesividad.
La posición de demandado o demandada corresponde por lo común a
una Administración Pública u órgano constitucional, justamente a la autora o
autor de la actividad que motiva el planteamiento del proceso (art. 21.1 a)
LJCA). Esa calidad de demandada corresponde siempre a la Administración
autora de la actividad o inactividad impugnada, considerada como persona
jurídica; no se demanda al concreto órgano autor del acto o disposición, sino a
la persona jurídica.
Por otro lado, cuando lo que se impugna es un acto de una
Administración sometido a la fiscalización de otra, es demandada la
Administración fiscalizada, si el acto de control fue aprobatorio del acto, y, por
el contrario, la Administración que ejerció la fiscalización, si el acto de control
no hubiera aprobado íntegramente la actuación de la Administración inferior
(art. 21.2 LJCA).
Ahora bien, si la fiscalización se produce en relación con los actos de
otra Administración territorial (por ejemplo, la aprobación definitiva de los
planes de urbanismo municipales por las Comunidades Autónomas), o cuando
varias Administraciones concurren a la producción de un acto o disposición que
una de ellas aprueba como tal. En estos últimos supuestos, Administración
demandada es la que adopta el acto definitivo del procedimiento.
Y cuando el proceso consistiera en un recurso indirecto contra
reglamentos y el reglamento aplicado tuviera por autor una Administración
distinta de la que emanó el acto, la condición de demandada corresponderá a
ambas Administraciones.
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Respecto a los terceros, “la personas o entidades cuyos derechos o
intereses legítimos pudieran quedar afectados por la estimación de las
pretensiones del demandante”, se trata de una parte de existencia meramente
eventual: es obligatorio emplazar a estas personas, para darles la oportunidad
de comparecer en el proceso en defensa de la actuación administrativa
impugnada, pero su comparecencia en el proceso es meramente potestativa de
las mismas y, en cualquier caso, autónoma respecto a la Administración
demandada. Son, por ejemplo, las compañías aseguradoras de la
Administración demandada, en los casos en que se demanda la
responsabilidad patrimonial de aquélla, cubierta por una póliza de seguros.
También los particulares de quienes se demande una responsabilidad
concurrente con la Administración.
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jurisdiccional contencioso-administrativo cuando la Ley así lo declare
expresamente” (art. 18, párr. 2º LJCA).
Por otro lado y por regla general, las partes han de comparecer en
juicio representadas por un Procurador y defendidas o asistidas por un
Abogado (art. 23.2 LJCA). Sin embargo, esta regla posee diversas
excepciones en el proceso contencioso:
1.- la representación mediante Procurador es meramente potestativa en
los procesos que se tramiten ante Juzgados unipersonales;
2.- los funcionarios públicos podrán comparecer y defenderse por sí
mismos, sin necesidad de representación ni postulación letrada, en todos
aquellos procesos sobre sus derechos estatutarios, salvo en caso de
separación de funcionarios inamovibles. Así fue introducido, de nuevo, por la
Disposición Final 4ª de la Ley 42/2015, de 5 de octubre, que añade un nuevo
apartado 3º al artículo 23.
3.- la representación y defensa de las Administraciones Públicas suele
llevarse a cabo de forma unificada, por los letrados integrados en sus
respectivos Servicios Jurídicos (el Abogado del Estado en el caso de la
Administración General del Estado), aunque pueden designar también para su
defensa a un Abogado ajeno a los mismos (de acuerdo la LOPJ, a la que
remite el art. 24 LJCA).
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moral o política, debiendo los Jueces y Tribunales interpretar con amplitud las
normas legales aplicables. Por otra parte, no confiere legitimación el mero
interés en el respeto a la legalidad: debe concurrir una relación particular con la
situación jurídica que se discute en el proceso, de manera que el resultado del
mismo pueda afectar al recurrente no sólo como ciudadano sino de manera
específica, ya sea por sus consecuencias directas o indirectas.
La única excepción viene constituida por los supuestos en los que se
admite la acción popular. Así, en determinados supuestos, excepcionales, la
Ley habilita la acción popular, es decir, que cualquier persona, física o jurídica,
pueda impugnar los actos referidos a materias determinadas, por entender que
el interés público implicado en tales actos es tan intenso que llega a afectar
singularmente a todos y cada uno de los miembros de la comunidad. El
supuesto más importante se refiere a la protección de la legalidad urbanística
(art. 4.f) TRLS). También para exigir el cumplimiento de la legislación de
patrimonio histórico (art. 8.2 LPHE), la observancia de la legislación de costas
(art. 109.1 LC) o de la legislación de parques nacionales (art. 22 de la Ley
5/2007, de 3 de abril, de Red de Parques Nacionales). El art. 68 LBRL regula la
llamada acción vecinal, técnica de sustitución procesal de las Entidades
Locales por los vecinos ante la falta de ejercicio por parte de aquéllas de las
acciones necesarias para la defensa de sus bienes y derechos (también art.
19.2 LJCA).
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defensa de esos derechos de igualdad de trato. Y la Ley 27/2006, de 18 de
julio, reconoce la legitimación de las organizaciones ecologistas con dos años
de existencia en los recursos sobre el medio ambiente.
Y la Ley Orgánica 3/2013, de 20 de junio, de protección de la salud del
deportista y lucha contra el dopaje considera legitimados para recurrir las
sanciones por dopaje no solo al deportista o sujeto afectado, sino también a la
Federación deportiva internacional, al órgano antidopaje del país de residencia
del sujeto afectado, a la Agencia Española de Protección de la Salud en el
Deporte y a la Agencia Mundial Antidopaje, así como a los Comités Olímpico y
Paralímpico Internacional cuando la resolución afecte a los Juegos
correspondientes.
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como a los miembros de sus órganos colegiados, salvo que una Ley lo autorice
expresamente. Hay, sin embargo, excepciones, así el art. 63.1.b) LBRL permite
impugnar los actos y acuerdos de las entidades locales a los miembros de las
respectivas corporaciones que hubieran votado en contra de tales actos y
acuerdos. Habrá que entender también que no está prohibido recurrir a los
miembros de un órgano colegiado, cuando el acto afecte a uno de sus
derechos o intereses legítimos personales (por ejemplo, su condición de
funcionario).
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Es necesario recordar que pueden impugnarse tanto los actos reglados
como discrecionales, sin perjuicio de que el control judicial de estos últimos no
puede extenderse a otra cosa que sus límites jurídicos. También pueden
recurrirse los llamados actos políticos, cuyo control es aun más limitado, según
el art. 2.a) LJCA.
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anulados. Por otra parte, la sentencia que anule una disposición general
no afecta por si misma a la eficacia de las sentencias o actos
administrativos firmes que la hayan aplicado antes de su anulación,
salvo si ésta supusiera la exclusión o reducción de sanciones aun no
ejecutadas completamente (art. 73 LJCA).
el recurso indirecto, es decir, la impugnación de los actos que se
produzcan en aplicación de las disposiciones administrativas, fundada
en que tales disposiciones no son conformes a Derecho (art. 26.1
LJCA). En este último caso, el plazo para recurrir se computa, como es
natural, desde la notificación o publicación del acto que es objeto directo
del recurso, sin que la falta de impugnación directa de la misma
disposición general o la denegación de un recurso directo que se
hubiera podido interponer contra ella impidan el recurso contra los actos
de aplicación, con dicho fundamento. En estos casos la sentencia
estimatoria declarará la nulidad del acto recurrido. Ahora bien, por
razones de seguridad jurídica la LJCA pretende que en tales casos se
declare también con carácter general o erga omnes que el reglamento
en cuya nulidad se funda el fallo es ilegal. Por eso la Ley ha introducido
en esta materia la llamada cuestión de ilegalidad de la siguiente manera:
cuando un órgano de la jurisdicción “hubiere dictado sentencia firme
estimatoria por considerar ilegal el contenido de la disposición general
aplicada, deberá plantear la cuestión de ilegalidad ante el Tribunal
competente para conocer del recurso directo contra la disposición” (art.
27.1), el cual, por el procedimiento regulado en los arts. 123 a 126 podrá
declarar la nulidad erga omnes de la norma cuestionada.
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Administración el cumplimiento de dicha obligación. Si en el plazo de tres
meses desde la fecha de la reclamación, la Administración no hubiera dado
cumplimiento a lo solicitado o no hubiera llegado a un acuerdo con los
interesados, éstos pueden deducir recurso contencioso-administrativo contra la
inactividad de la Administración.
En el segundo supuesto, los interesados podrán solicitar de la
Administración que ejecute su propio acto y, en caso de no ser atendida su
petición en el plazo de un mes, pueden interponer recurso contencioso-
administrativo en demanda de esa ejecución, recurso que se tramita por el
procedimiento abreviado. Así se conseguiría una resolución judicial que
condene a la Administración a la ejecución forzosa de sus actos firmes que no
quiere cumplir o tarda en ejecutar. La solicitud o reclamación previa a la
Administración que se prevé en los dos apartados del artículo 29 no equivale a
un recurso administrativo, de tal manera que si se rechaza expresamente, de
forma total o parcial, el recurso no se dirigirá contra el acto administrativo
denegatorio, sino contra la propia inactividad material; y si no contesta la
reclamación, tampoco se produce un supuesto de silencio administrativo, sino
que, simplemente se mantiene la inactividad que es objeto directo del recurso
contencioso-administrativo.
En estos casos la LJ introduce una enérgica protección cautelar en el
art. 136, que será la orden de cumplimiento o ejecución que “se adoptará salvo
que se aprecie con evidencia que no se dan las situaciones previstas” en el art.
29 “o la medida ocasione una perturbación grave a los intereses generales o de
terceros”.
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días siguientes a la presentación del requerimiento, podrá deducir directamente
recurso contencioso-administrativo”. Recurso que se podrá interponer en el
plazo de veinte días desde que se inició la actuación en vía de hecho. Se le
otorga a este supuesto el mismo régimen de protección cautelar privilegiada del
art. 136 LJ.
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congruencia (art. 33.1 LJ): “los órganos del orden jurisdiccional contencioso-
administrativo juzgarán dentro del límite de las pretensiones formuladas por las
partes y de los motivos que fundamenten el recurso y la oposición”. Por su
parte, el párrafo 2 de dicho art. dispone que si al dictar sentencia el juez o
Tribunal “estimare que la cuestión sometida a su conocimiento pudiera no
haber sido apreciada debidamente por las partes, por existir en apariencia otros
motivos susceptibles de fundar el recurso o la oposición, lo someterá a
aquéllas”, sin que ello signifique prejuzgar el sentido del fallo, “concediendo a
los interesados un plazo común de diez días para que formulen alegaciones”.
Lo mismo ocurre en el supuesto del recurso directo contra reglamentos,
facultando al juez a “extender el enjuiciamiento”, previo el mismo trámite de
alegaciones de las partes, a otros preceptos del mismo Reglamento “por
razones de conexión o consecuencia de los preceptos recurridos” (art. 33.3 LJ).
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