Art. Epistemología Corporizada
Art. Epistemología Corporizada
Art. Epistemología Corporizada
RESUMEN.
Este artículo trata acerca de la importancia de la reflexión epistemológica y de los
fundamentos de un enfoque corporizado de la misma. Con este propósito, se examinan algunas
ideas que la psicología y la neurociencia han hecho a este respecto, así como también la
coherencia que esta perspectiva tiene con la etimología misma del término epistemología. Se
plantean, finalmente, algunos de los eventuales riesgos que presenta la ausencia de la reflexión
epistemológica en nuestra vida cotidiana.
SUMMARY.
This article is about the importance of epistemological reflection and the foundations of an
approach embodied of it. With this purpose, I examine some ideas that psychology and
neuroscience have made in this regard, as well as the consistency of this perspective with the
etimology of the term epistemology. I argue, finally, some of the potential risks posed by the
absence of epistemological reflection in everyday life.
1 Magíster en Psicología Clínica con Mención en Terapia Familiar Sistémica. Docente del
Instituto de Filosofía de la Universidad de Valparaíso (rodrigo.robert@uv.cl)
INTRODUCCIÓN.
La idea de percibir la totalidad del universo en una gota de rocío, si bien puede conllevar
una mirada exageradamente reduccionista acerca de nuestro entorno, puede también devenir de
una mirada aparentemente mística, que es más bien una disposición a captar los complejos
patrones de interacción que de un modo altamente recursivo conforman nuestra existencia. Esta
forma de percibir, en general, aún nos resulta extraña, pues la tradición de pensamiento
occidental intentó prescindir de la interacción de los fenómenos como una manera de simplificar
el estudio de los mismos. El método analítico propuesto por Descartes, fundamento de la
tradición racionalista y del quehacer científico más conservador, que influyó significativamente
en el desarrollo inicial de la psicología, da cuenta de ello.
Curiosamente, esta concepción del mundo, a pesar de la hegemonía que ha tenido
durante siglos, adolece de validez ecológica, pues desde hace tiempo que se entiende, como
señala el neurobiólogo Antonio Damasio, que “la vida se desarrolla al interior de un linde que
define un cuerpo” (1999:157) y que este cuerpo u organismo debe procurar permanecer con
vida, siendo obviamente ésta su tarea o misión fundamental. Mantener este medio interno,
como lo denominó el biólogo francés Claude Bernard, constituye una función biológica
fundamental que, a principios del siglo XX, Cannon denominó homeostasis. Esta operación,
que hace posible mantener el precario equilibrio que sustenta el proceso de vivir, requiere que el
organismo interactúe con su entorno, para lo cual debe contar con estructuras sensoriales, que le
permitan distinguir lo que sucede en él, y estructuras motoras, que le hagan posible hacer todos
los ajustes que sean necesarios. Desde esta perspectiva, todo organismo debe estar
constantemente haciendo operaciones de distinción, de naturaleza inconsciente e involuntaria,
para poder mantenerse con vida, proceso que configura un operar recursivo de coordinaciones
sensorio-motoras, que hizo posible la evolución del sistema nervioso desde una perspectiva de
deriva natural, como lo sostienen Maturana y Varela (1984) y lo profundizan Varela, Thompson
y Rosch (1991).
Asumir que el vivir es siempre el vivir de un organismo en interacción, nos lleva a
reconocer que toda operación de distinción que ese organismo haga está fundamentada en la
estructura biológica particular que éste tenga al momento de hacer dicha distinción. Es decir, es
la corporalidad particular que se tenga en un momento dado, lo que hace posible que se distinga
o no un estímulo y que se responda a él de un modo también particular, respuesta que, a su vez,
es siempre dependiente de dicha estructura corporal. Esta concepción que a partir del trabajo de
Maturana y Varela distinguimos como determinismo estructural, curiosamente ya estaba en
cierne hace casi 2.500 años en las ideas de Protágoras, “el hombre es la medida de todas las
cosas”, así como también en los planteamientos de los empiristas ingleses, Locke y Hume, en
las ideas de Kant, Hegel, Herbart y, más recientemente, en los planteamientos de Dewey, Piaget
y Vygotsky.
El cuestionamiento acerca de la validez de las distinciones que hacemos ha sido tema
desde los orígenes de la filosofía hasta nuestros días, siendo el ámbito de la psicología clínica
donde adquiere para nosotros particular relevancia, dadas las repercusiones éticas que tienen las
conversaciones que co-construimos con los consultantes. Aunque parezca obvio, la psicoterapia
no se da en el aire, no es una relación fuera del tiempo y el espacio, sino muy por el contrario, es
una interacción particularmente situada donde se encuentran las singulares corporalidades de
terapeutas y consultantes, que a su vez son el resultado de la historia de cambios estructurales
que hasta ese momento han experimentado. La terapia, con todo lo que ello conlleva, pasa a
formar parte de la historia de cambios estructurales de los miembros del sistema terapéutico,
cambiando de manera transitoria o permanente la corporalidad de los participantes, lo que
ciertamente tiene consecuencias en el operar futuro de éstos, de allí la dimensión ética de todo
proceso terapéutico. Cabe señalar, que un proceso similar, aunque emocionalmente menos
intenso, dado su carácter colectivo, se puede advertir en algunas prácticas pedagógicas, que
aspiran a ofrecer una educación más personalizada.
REFERENCIAS.
Clark, A. 1997. Being there: Putting Brain, Body and World together again. Cambridge:MIT
Press.
Damasio, A. 1999. The Feeling of What Happens: Body and Emotion in the Making of
Consciousness. New York:Harcourt Brace.
Varela, F., Thompson, E., Rosch, E. 1991. The Embodied Mind: Cognitive Science and Human
Experience. Cambridge:MIT Press.
Zwaan, R., Taylor, L. 2006. Seeing, acting, understanding: Motor resonance in language
comprehension. Journal of Experimental Psychology 135:1-11.