Este documento discute la historia de los primeros descubrimientos europeos en las Américas y las Islas Lucayas. El autor propone que los restos de las carabelas de Vicente Yañez Pinzón de 1500 podrían arrojar luz sobre dónde ocurrió el primer desembarco europeo en el Nuevo Mundo. El autor también analiza los nombres originales lucayanos de las islas del Caribe y sugiere que algunos de estos nombres antiguos, como "Babueca", podrían estar relacionados con los lugares mencion
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Este documento discute la historia de los primeros descubrimientos europeos en las Américas y las Islas Lucayas. El autor propone que los restos de las carabelas de Vicente Yañez Pinzón de 1500 podrían arrojar luz sobre dónde ocurrió el primer desembarco europeo en el Nuevo Mundo. El autor también analiza los nombres originales lucayanos de las islas del Caribe y sugiere que algunos de estos nombres antiguos, como "Babueca", podrían estar relacionados con los lugares mencion
Título original
Los restos de las carabelas de Vicente Yañez Pinzon
Este documento discute la historia de los primeros descubrimientos europeos en las Américas y las Islas Lucayas. El autor propone que los restos de las carabelas de Vicente Yañez Pinzón de 1500 podrían arrojar luz sobre dónde ocurrió el primer desembarco europeo en el Nuevo Mundo. El autor también analiza los nombres originales lucayanos de las islas del Caribe y sugiere que algunos de estos nombres antiguos, como "Babueca", podrían estar relacionados con los lugares mencion
Este documento discute la historia de los primeros descubrimientos europeos en las Américas y las Islas Lucayas. El autor propone que los restos de las carabelas de Vicente Yañez Pinzón de 1500 podrían arrojar luz sobre dónde ocurrió el primer desembarco europeo en el Nuevo Mundo. El autor también analiza los nombres originales lucayanos de las islas del Caribe y sugiere que algunos de estos nombres antiguos, como "Babueca", podrían estar relacionados con los lugares mencion
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LOS RESTOS DE LAS CARABELAS DE
VICENTE YAÑEZ PINZON, DE 1500
por
JOSIAH MARVEL
El Espíritu de Descubrimiento que poseyó las almas de los hom-
bres de la Península Ibérica hace cinco siglos posiblemente haya ins- pirado la más extraordinaria búsqueda emprendida jamás por la hu- manidad. La aventura de exploración, organizada por primera vez bajo el padrinazgo del Príncipe Enrique «El Navegador» avivó la lla- ma de la curiosidad que sigue encendida con fuerza hasta este mo- mento. Empezando con el gran descubrimiento realizado por Cristó- bal Colón, las navegaciones audaces de los marineros al servicio de España hizo de Andalucía la primera soberana de los océanos. Hoy en día siguen siendo un testimonio glorioso para la fe, la razón y el coraje de los hombres que las llevaron a cabo. En los siete siglos en los que el estandarte del Islam estuvo asen tierra española, las aguas inexploradas del océano Atlántico-tadoen eran fatídicamente denominadas al-Muhit az-Zulum, el Océano de las Sombras. Marineros suficientemente bravos para navegar en ellas rara vez se adentraron voluntariamente hasta perder de vista la costa. En el siglo quince, coincidiendo con el triunfo final de la Cris- tiandad en España, la luz de la fe, la razón y el coraje iluminó para siempre las sombras que habían oscurecido el conocimiento del gran Océano e inspiró un reconocimiento atrevido del globo, desembo- cando finalmente en sus más remotos confines. El Espíritu de Des- cubrimiento que iluminó hace tanto tiempo con tan viva llama con- tinúa hoy mientras la humanidad con fe, razón y coraje similares ex- plora regiones más allá de Ios confines de su planeta.
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Según se acerca el quinto centenario de la primera llegada regis-
trada de europeos al Nuevo Mundo, los preparativos en ambos lados del Atlántico, pero particularmente aquí en Andalucía, han evocado una calidad en la erudición que sobrepasa en grado mucho de la con- seguida en dos siglos de investigación. Pero estas labores nunca se pueden considerar terminadas, al menos desde el punto de vista del lado oeste del Atlántico, hasta que se resuelva satisfactoriamente el apasionado e intrigante rompecabezas de dónde se llevó a cabo este desembarque. Existe un paralelismo interesante entre la historia contemporá- nea y aquella de hace casi cinco siglos. En julio pasado hizo veinte años que la humanidad contuvo la respiración en una excitación co- lectiva mientras que se emitían imágenes electrónicas a través de una extensión espacial igual a diez veces la longitud del ecuador de nues- tra Tierra mostró los primeros pasos jamás tomados por un ser hu- mano en la superficie de la Luna. Tal vez no exista una sola persona en esta habitación que no sepa que Neil Armstrong fue el primer hombre en caminar sobre la Luna. Al mismo tiempo tal vez no haya una sola persona aquí. Incluyendo su conferenciante, que pueda de- cir con exactitud dónde se llevó a cabo este suceso épico. Esto también es aplicable a la pequeña isla Lucayán en el extre- mo del océano donde, con casi inconcebible reverencia y acción de gracias, la Cruz y el Estandarte Real de Castilla y León fueron levan- tados por primera vez en el Nuevo Mundo. El desacuerdo con la opinión establecida sobre dónde se realizó este hecho igualmente épico es tal que durante la última década no menos de 5 hipótesis sobre el desembarque han sido presentadas. Su conferenciante cree que el primer viaje de descubrimiento llevado a cabo independientemente por Vicente Yáñez Pinzón, en el que per- dió dos carabelas en un huracán en el verano del año 1500, pueda verter alguna luz sobre este obligado rompecabezas intelectual. Hace tres años su conferenciante financió una expedición a la colonia inglesa de las Islas Turcos y Caicos para buscar restos de bar- cos de interés bajo licencia de la Corona Inglesa. Así como el primer y desanveturado viaje de Vicente Pinzón la expedición ha sido una decepción comercial, pero al mismo tiempo tal vez provea a los es- tudiantes del Descubrimiento con útiles pistas de dónde fue realizado. Durante este tiempo en las Islas, su conferenciante tuvo la opor- tunidad de estudiar relatos de los sencillos indígenas que poblaron el
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Archipiélago Lucayán hace unos siete siglos, antes de la llegada de
los cristianos en 1492. No hay estudioso que no esté de acuerdo que las primeras tie- rras que se saben haber sido visitadas por europeos en el nuevo Mundo fueron las Islas Lucayán. Pero parece que hasta ahora nadie se ha preocupado por aprender cómo eran conocidas estas Islas por los Lucayanes. Por lo tanto yo les presento un mapa del archipiélago Lucayán con tantos nombres aborígenes como pueden ser tomados en un examen comparativo de setenta y un descripciones y relatos realizados entre los años 1492 y 1550. Observen que la nomenclatura más detallada es la aplicable a las Islas Turcos y Caicos. Esto ha sido tomado del «Quatri Partitu» de Alonso de Chaves, publicado recientemente por el Museo Naval. Al- gunas islas tales como Bahamas, Bimini, Caicos y Mayaguana han mantenido sus denominaciones hasta el día de hoy. Otras denomina- ciones tales como Abaco y Samana son dadas en la actualidad a islas distintas de las denominaciones Lucayanes originales. Muchas deno- minaciones aborígenes simplemente dejaron de existir mientras que las fuerzas legítimas de España, Francia e Inglaterra ejercitaron su- cesivas jurisdicciones sobre las Islas, y los no tan legítimos bucane- ros, saqueadores y piratas de Inglaterra, Flandes, Francia y Holanda hicieron de ellas su hogar. De Alonso de Chaves aprendimos que los Lucayanes, al igual que nosotros, asignaron nombres a grupos de islas. Por lo tanto hay un grupo denominado Dabueca cuyo significado continúa indescifra- do, y el grupo denominado Caicos cuyo nombre se ha mantenido idéntico desde que Ponce de León lo registró por primera vez en tiempos Lucayanes. Uno sospecha que la «S» en la palabra Caicos fue añadida por los exploradores españoles, debido a que el grupo de las Caicos está formado de muchas islas pequeñas, y que el nom- bre original era posiblemente Caya Hico, o «Cadena de Islas», un nombre que describe fidedignamente la geografía de las Islas Caicos. De considerable interés es que en las primeras cartas de navegación la segunda isla del archipiélago en sentido de este a oeste se deno- mina persistentemente Lucayo o Jucayo. Es probable que todas las denominaciones Lucayanes tuvieran significados especiales. La isla de Providenciales en las Islas Caicos, donde vive su conferenciante, es denominada variantemente en la car- tografía antigua, Ianucanaca, Anioinaca, Yucanacan, Ianicanaca,
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Yaucanacan, Ianuca, luconacan, Ianicana y Jucanaca. Tratando de
deducir lo que todas éstas tienen en común, uno llega a la propuesta original Yuca Canuco, jardín de Yuca o Manioc, una denominación muy apropiada para el extremo oeste de la isla, donde abundante llu- via favorece la cultivación. La localización del lugar denominado por los Lucayanes «Ba- bueca» y por los castellanos «Los Baxos de Babueca» ha ocasionado cuantiosa discusión. Esta denominación no debe ser confundida con las variaciones del nombre «Habacoa» que sin excepción se refiere a la isla actual de Andros. «Las islas de Babueca» se mencionan por primera vez en 1498 en el diario del almirante del tercer viaje trans- crito por el Padre las Casas, cuyo relato se repite literalmente en su Historia. Se mencionan en asociación con las perlas rojizas produci- das por la Concha Reina [Strombus gigas], causando a este investi- gador el proponer una relación entre «Babueca» y la primera men- ción de «Cipango» del almirante en su Diario del Primer Viaje el 13 de octubre. La mención siguiente de «los bajos de Babueca» se halla en el relato de Herrera del viaje de Ponce de León de 1513 en búsqueda de la fuente legendaria de la juventud en la isla de Boyuca o Agna- neo, la cual denominó Florida. Relata que el 8 de marzo de ese año, «...11egaron a subir a los bajos de Babueca, a una isleta que dicen del Viejo...». Por lo tanto, las primeras referencias de «Babueca» son de un lugar donde hay islas. Esto se confirma en la descripción detallada dada por Alonso de Chaves hacia 1530. Es posible que «Babueca» sea referida en el mapa Pini Reis de 1513. En este mapa, el cual contiene un ensamblaje desalineado de manera curiosa de las primeras islas descubiertas en el Nuevo Mun- do, hay una isla al norte de La Española a la que se le asigna el nom- bre de «Barbura». Cuando se transcribió el mapa por primera vez al alfabeto romano en 1929 este nombre se dio bajo la denominación «Barbuda», pero tras un examen detallado de una fotografía del mapa original, queda claro que esto es incorrecto. En el escrito árabe la letra «d» escrita aceleradamente puede ser confundida con facili- dad por la letra «r». Piri Reis, el autor del mapa, revela en una nota al margen que tomó la representación de las tierras del Nuevo Mun- do en cartas de navegación del «The Genoese infidel Kolombo». Dados los problemas habituales de leer notas escritas a mano, le pa-
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rece muy probable a este investigador que el nombre de «Babueca»
pueda ser registrado como «Barbura» por un conferenciante turco no familiarizado con la palabra. Navarrete transcribió la misma pa- labra «Babura», «Babulca» y «Baburca». La primera aparición del nombre «Babueca» en una carta de na- vegación europea se halla en el planisferio náutico designado tradi- cionalmente Kunstmann IV, atribuido a Jorge Reinel y el cual se cree realizado en Sevilla hacia 1519. En la sección Lucayana del planisfe- rio el nombre de «Babueca» es asignado a una isla y «Abreojo» a un banco de arena mayor que se extiende hacia el este de ésta dentro el mar. Una configuración similar se halla en la carta de navegación del Atlántico Norte en el atlas Miller fechado en 1519. Hasta en fechas tan tempranas como 1502 el nombre «Baxos de Abre os Olhos» se encuentra asignado a un banco de arena al este y al sur de la primera isla Lucayán. Como consecuencia de estas observaciones este investigador concluye que «los bajos de Babueca» se refieren exclusivamente al Banco de las Turcas y el banco designado «Abreojo» referido a un área grande con forma de diamante en el mar al este y al sur de la Gran Isla Turca denominada variadamente en cartas de navegación como «Pañuelo» en español del siglo diecisiete y en adelante, en francés «le Mouchoir Carré» y en inglés «Handkerchief Shoals». Este investigador también concluye que «Abreojo» consiste en ambos el actual Mouchoir y Silver Banks y que ninguno de estos bancos de arena era conocido por los Lucayanes, ya que no hay registro alguno de nombres aborígenes denominados por ellos en ninguna parte de la cartografía de los primeros tiempos. La denominación más temprana es portuguesa y no castellana. Tal vez sea donde anteriormente un barco o flota portuguesa se hun- dió antes del año 1502, en un viaje de exploración clandestino o no autorizado. Después de este ejercicio sobre la toponimia Lucayán vamos a pasar al primer viaje de descubrimiento independiente realizado por Vicente Yáñez Pinzón. Esto ha sido estudiado con lucidez por el profesor Manzano y Manzano en su magnífico trabajo titulado Los Pinzones y el Descubrimiento de América. Uno se halla en deuda con el eruditismo del profesor Manzano por desenredar la confusa descripción de los descubrimientos de Vi- cente Yáñez después de 1500 en el Séptimo y Octavo libros de la Se-
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gunda Década de Pedro Martyr. Uno también se halla en deuda por
la evidencia dilucidada por el profesor que el marinero Pedro o Pero Ramírez no navegó en el viaje de 1499-1500 y su conclusión que Vi- cente Yáñez verdaderamente realizó un segundo viaje en el año 1504 en la única carabela a la que se refirió Pedro Ramírez en su testimo- nio llevado a Sevilla en 1515. Como consecuencia, el testimonio de Ramírez de que navegó con Vicente Yáñez a las islas de Samana, Saometo y Maguana es aplicable exclusivamente a este segundo viaje. También merece mencionar que este marinero no hace mención del huracán en su testimonio. El resultado es que quedamos con el testimonio de Antón Fer- nández Colmenero, el sobrino político de Vicente Yáñez, que descri- be la última parte del viaje de 1499-1500 como se indica a continua- ción: «...e que de allí se fueron a la Española que se disce la ysabella e que el dicho Viceynte añec se partio de la ysabella que se disce su- meto y a los bajos de la Babueca e de [Sic pro que] allí perdyron dos navios en bajos... ». Para encajar estas observaciones, cuyo sentido será revelado bre- vemente, en perspectiva vamos a permitirnos considerar ciertos de- talles del primer viaje de Pinzón. La expedición constó de cuatro carabelas provistas y equipadas a cuenta de Vicente Yáñez y su familia. De los cuatro capitanes sólo se conocen los nombres de Arias Pérez Pizón y Diego Fernández Colmenero son conocidos. Vicente Yáñez era el Capitán General de la flota. De los cuatro pilotos se conocen los nombres de tres: Juan de Jerez, Juan de Umbría y Juan Quintero Príncipe. El profesor Manzano propone que el cuarto, un residente de San Juan del Puer- to, pueda haber sido Alfonso Núñez Tenorio, un hijo político del Capitán General. De los cuatro escribanos de la flota, sólo se conoce el nombre de García Hernández, Físico de Palos, es conocido. Sólo se hayan registrados los nombres de nueve de los soldados; Diego Martín Pinzón, posiblemente su hijo Bartolomé, García Fer- nández, García Alonso, Antón Fernández Colmenero, Diego de Al- faro, Diego Prieto, Juan Calvo, Juan de Palencia y Cristóbal de Vega. Por lo tanto, de una probable dotación de setenta y dos en cuatro carabelas, de los que se presume que treinta y seis hayan so- brevivido en dos carabelas sólo se sabe con seguridad los nombres de dieciséis, y dos se presumen. De éstos se sabe que cinco acompaña- ron a Colón en su primer Viaje del Descubrimiento.
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La flota partió de Andalucía hacia principios de diciembre. Su
primer destino fue las islas de Cabo Verde donde se cargaron pro- visiones. El 6 de enero de 1500 ó aproximadamente, navegó hacia el suroeste partiendo de Fogo y en el transcurso de atravesar el océano los pilotos perdieron de vista la estrella Polar. Explicaron su ausencia teorizando que alguna prominencia de la tierra la ocultaba de la vis- ta. Vicente Yáñez fue en realidad el primer navegante en dirección al Nuevo Mundo conocido por haber cruzado la línea equinoccial. Después de encontrarse con una tormenta violenta, la tierra fue divisada el 20 de enero o aproximadamente. Vicente Yáñez la deno- minó «Cabo Santa María de la Consolación» y denominó un punto en sus cercanías «Rastro -hermoso ». Tomó posesión de la tierra en nombre de los soberanos católicos, creyéndola al oeste de la Línea de Demarcación establecida en 1494. El profesor Manzano ha dado una descripción de la ruta de la flota al noroeste siguendo la costa de Sudamérica y finalmente hacia Paria. Aquí se tomaron 36 cautivos y un cargamento de madera de Brasil fue cargado. A continuación la flota siguió las islas de Barlo- vento y Sotavento en dirección norte de Puerto Rico y finalmente ha- cia la costa norte de La Española. Aquí la flota hizo puerto en el Río Martín Alonso y en la Isabela Vieja. la fecha de la llegada de la flota a la costa norte de la Española dada es el 23 de junio. De acuerdo con el testimonio de Antón Fernández Colmenero, la flota a continuación hizo tierra en la isla denominada Isabela o Ju- meto. Es aquí donde el profesor Manzano deduce que cargaron un cargamento de canela y gengibre e identifica esta isla como la cuarta isla visitada por Colón ocho años atrás. El diario del Primer viaje re- lata que se la creía contener valiosos árboles y hierbas en abundan Colmenero afirma que la flota procedió hacia «los baxos de Ba--cia. bueca» donde fueron alcanzados por una tormenta y se perdieron dos barcos en los bancos. Mártir sitúa este suceso en el mes de julio. Las dos carabelas supervivientes volvieron a Andalucía hacia fi- nales de septiembre. Llevaban cargamentos que incluían una canti- dad de madera de Brasil, canela y gengibre, un opósum suramerica- no cuyo cuerpo Pedro Martyr examinó y piedras preciosas identifi- cadas como topacios. Para considerar la significación total de la pérdida de las dos ca- rabelas en Baxos de Babueca, se precisa volver a los argumentos
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dados en noviembre pasado en Sevilla por Robert Power y su con-
ferenciante que las islas vistas y visitadas primero por Colón en 1942 fueron: Grand Turk. Las islas Caicos, Mayaguana, la Plana Gays y Gran Inagua. Estos argumentos son en su mayoría una versión ade- cuadamente documentada de la descripción del desembarque dada por Oviedo en 1535 y Navarrete en 1825. Observe con qué claridad esta teoría del desembarque concuer- da con las conclusiones del profesor Manzano en referencia a este viaje de Vicente Yáñez. Partiendo de la costa norte de La Española la flota de Pinzón se encuentra en aguas navegadas ocho años atrás. Recuerden que al menos cinco miembros de la expedición de Pinzón navegaron en el primer Viaje del Descubrimiento. Después de dejar Española se visitan dos islas: Isabela/Jumeto y Babueca. Una consul- ta al mapa revela con qué facilidad se puede seguir el transcurso de esta ruta. Vicente Yáñez fue a Isabela porque de su primera visita, tenía conocimiento de la existencia de sus posiblemente valiosas plantas; trató de refugiarse en Babueca de una tormenta que acecha- ba porque conocía la existencia allí de un refugio grande y seguro —«Un puerto para quantas naos ay en toda la Cristiandad» donde «la mar no se mueve más que dentro en un pozo ». En su Primer Viaje Colón percibió que Isabela/Saometo se ha- llaba cerca de San Salvador — tan cerca que el 20 de noviembre de- clinó hacer tierra ahí por temor a que sus cautivos indios pudieran escapar. Creía que San Salvador se hallaba sólo a ocho leguas de Isa- bela/Saometo. ¿Cómo es posible compaginar esto con la geografía real de las islas Lucayanas? Su conferenciante cree que la respuesta se halla en las corrientes fuertes y no todavía registradas con preci- sión que fluyen entre las islas. Desde la parte sur del Banco de las Caicos hacia las Inaguas y en adelante existe una fuerte corriente del oeste. Los pescadores de las islas de Caicos que tuvieron problemas con los motores de sus embarcaciones en el lado oeste del Banco de las Caicos flotan regularmente a la deriva hacia Inaguas donde son rescatados. Una corriente del oeste le dará al navegante que no tiene medios de detectarla la impresión de que la posición de las Inaguas se halla mucho más hacia el este. Yo propongo que así fue como Co- lón pensó que Isabela se hallaba tan cerca de San Salvador y sugiero además que esta supuesta proximidad fue otra razón por la cual Vi- cente Yáñez intentó dar cobijo a su flota de la tormenta en los Baxos de Babueca.
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Nos permitiremos examinar brevemente la carta de navegación
de Babueca o el Banco de las Turco. Observen el gran fondeadero al sureste de la Isla del Gran Turco. Este fondeadero, denominado en la actualidad El Fondeadero del Nido del Halcón, fue recomen- dado por un oficial de la Flota Real Británica en 1799 como el mejor de todas las Bahamas para protegerse de las tormentas y para reparar las flotas. Es la convicción íntima de su conferenciante que Vicente Yáñez, en presencia de ese huracán en julio reparó en este fondea- dero, y su deseo el de hallar ahí los restos de dos de los hundimien- tos más tempranos en el Nuevo Mundo.
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