Unid 7 FINA
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Carrera: Letras
2020
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Literatura Latinoamericana I – Año 2019
Textos literarios:
Textos críticos:
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Naci?n por caridad:
El mestizaje en
Cecilia Vald?s (yMart?)
I JAVIER
LASARTE
VALC?RCEL
I
Cuando a fines del XIX, Mart? habla de una "Am?rica mestiza" y piensa
efectivamente en una comunidad de razas, clases y culturas, de alg?n modo
retoma la inaugural y tan citada definici?n de identidad que hiciera Bol?var
en su Discurso de Angostura (1819) ?"no somos europeos, no somos
indios, sino una especie media entre los abor?genes y los espa?oles"1?, pero
sobre todo fundaba lo que ser?a el lema continental dominante del siglo XX.
La generaci?n de Henr?quez Ure?a, Vasconcelos, Reyes y Pic?n Salas,
espiritualmente ligados a la utop?a martiana, se encarg? de consolidar lo que
para aquel fin de siglo no dejaba de ser novedad.
En efecto, la idea del mestizaje racial fue vista por no pocos escritores del
XIX como una r?mora, salvo por tibios antecedentes de textos que sugieren
la idea de pactos socio-culturales ?cierta gauchesca, los art?culos de cos
tumbres de Daniel Mendoza, las enga?osas simulaciones de Lucio Mansilla
o, ya m?s cerca de Mart?, el Enriquillo (1888) de Galv?n?, anunciando con
ello su posibilidad. Sab (1841), el tr?gico melodrama del mulato 'blanquea
do' por la fuerza amorosa de la educaci?n y la cultura, de G?mez de
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18 NACI?N PORCARIDAD:ELMESTIZAJEEN CECILIAVALD?S
est? de m?s ver c?mo han operado, en este sentido algunas lecturas recientes
2. Aunque no revise Cecilia Vald?s, en lo que tiene que ver con la formaci?n de la ideolog?a del
mestizaje en Cuba en los siglos XIX y XX, resulta central el trabajo de Luis Duno Gottberg,
Solventando las diferencias, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2003. He intentado
acercarme a la novela de Avellaneda en "Blanquear a Sab: mestizaje y cultura", Voz y Escritura,
8-9 (1991), pp. 61-72.
3. Cf. John Beverly, "Novela y pol?tica en Am?rica Latina (De Do?a B?rbara a Cien a?os de
soledad)", en Del Lazarillo al sandinismo, Minneapolis, MN, Institute for the Stuy of
Ideologies and Literature-Prisma Institute, 1987, pp. 106-08.
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II
aut?ntica, sino una voluntad de representaci?n que se afirma a s?misma en la lucha feroz con
otras voluntades". En Santiago Castro-G?mez y Eduardo Mendieta, coords., Teor?as sin disci
plina. Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalizaci?n en debate, M?xico, University of
San Francisco/Miguel ?ngel Porr?a editor-librero, 1998, p. 203.
6. C?sar L?ante, "Cecilia Vald?s, espejo de la esclavitud", Casa de las Americas, 89 (1975),
p. 25.
7. L?ante, p. 23. En adelante, mientras resulte clara la procedencia de las citas, me limitar? a
se?alar el n?mero de p?gina.
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20 NACI?N PORCARIDAD:ELMESTIZAJEEN CECILIAVALD?S
III
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22 NACI?N PORCARIDAD:ELMESTIZAJEEN CECILIAVALD?S
IV
Algo tienen en com?n varias de las lecturas hechas en los ?ltimos a?os
sobre Cecilia Vald?s: la idea de una narraci?n ?de la voz autorial o del na
rrador? relativamente uniforme. Voz cr?tica, jer?rquica o ciega, pero uni
forme. En un texto coet?neo al de Sommer, Julio Ramos redondear? con pre
cisi?n ?y m?s sensatez? la idea de un saber que escapa al control del autor
y de esta otra lectura que apuesta por la tensi?n h?brida y conflictiva entre la
autoridad narrativa y los archilectores ?en cierta forma, algunos de los mis
mos personajes que habitan los m?rgenes del orden social. La proposici?n
de lectura casi podr?a entenderse como respuesta a la lectura de Gelp?:
10. Doris Sommer, "Cecilia no sabe, o los bloqueos que blanquean", Revista de Cr?tica
Literaria Latinoamericana, XIX, 38 (1993), p. 243.
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Cecilia Vald?s encierra, entonces, dos textos, dos lecturas: la del orden y la
que los deslices abren, potencialmente subversiva "a pesar del propio dis
curso autorial". Es as? como, en especial a partir de la escena del suicidio de
Pedro Carabal?, la propia novela de Villaverde muestra, para Ramos, "las
apor?as confrontadas por la agenda aleg?rica" (p. 35) que pretende fundar la
nacionalidad.
Las lecturas hasta aqu? descritas contienen sin duda, de distinto modo y
desde distintos lugares, una suficiente gama y dosis de inter?s y justicia.
Pero como la lectura ?ltima ser?a el fin de la lectura, a?n pueden figurarse
otras posibilidades, desde luego, tomando pie y deuda de las precedentes.
Sin embargo, esas lecturas, incluso cuando vislumbran una doble direcci?n,
atribuyen a la(s) autoridad(es) narrativa(s) un papel uni-forme o, en el mejor
de los casos, una bi-formidad no intencional. Pero, ?y si no fuese necesaria
mente as?? ?Si la autoridad narrativa misma fuese m?s flexible o menos
?
coherente de lo que parece? ?Si Cecilia Vald?s fuese constitutivamente
desde su centro de emisi?n y no s?lo desde sus bordes o deslices? un dis
curso racista y jer?rquico a la vez que abierto y tolerante, promotor al menos
de la coexistencia pac?fica si es que no de un cierto tipo de mestizaje limita
do y contradictorio?
En este sentido, el Cap?tulo I de Cecilia Vald?s podr?a funcionar como
una suerte de metonimia de la novela en su totalidad. Podr?a ensayarse inclu
so una suerte de lectura aleg?rica de ese cap?tulo. Digamos que hay all? un
"caballero desconocido" ?C?ndido Gamboa, personaje a cuya ideolog?a
suele asociarse impl?citamente la perspectiva narrativa (jer?rquica y racista)
en las contralecturas? "que ten?a inter?s en guardar la inc?gnita" (p. 9);
inc?gnita que, por lo dem?s, pone en marcha todo el complejo juego de
11. Julio Ramos, "Cuerpo, lengua, subjetividad", Paradojas de la letra, Caracas, Excultura,
1996, p. 34.
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embargo, deb?a juzgarle por los hechos. Y a este juicio le ten?a ?l horror cer
val" (ibid.).
La escisi?n entre narrador y personaje permite aceptar la idea de que hay,
en efecto, en la autor?a novelesca una cr?tica desenmascaradora; actitud que
?
vincula a Cecilia Vald?s con las ideolog?as progresistas del fin de siglo
Mart?, entre otros?, pues encierra la autocr?tica de la ideolog?a racista del
propio sector letrado?el grupo delmontista, por ejemplo?, de la que cier
tamente no se desprende del todo. Es el gesto que lleva Villaverde a deses
a
timar "un idilio" "entretenido y moral" o la posibilidad de "inventar o de fin
gir caracteres", para narrar "pelos y se?ales" (p. 6); es decir, una verdad que
supone en cierta medida enajenarse: la distancia autocr?tica. Es ella la que
sigue como c?mara indiscreta al caballero cuando "apart? primero la vista y
disimuladamente se retir? a los pies de la cama" (p. 13); la que da cabida al
decir oculto del Sastre o a los entredichos de Mar?a de Regla, y, en pleno
coraz?n de la novela, inserta el brutal suicidio de Pedro Carabal?.12 Habr?a
?
que pensar que ello no ocurre "a pesar del propio discurso autorial"
Ramos?, sino por su consentimiento.
precisamente
VI
12. No deja de llamar la atenci?n que dos cap?tulos que se aglutinan en torno al suceso del sui
cidio de Pedro Carabal? ?el V y VII de la Tercera Parte? llevan sintom?ticos ep?grafes del
Libro de Job, que al final se completar?n en la rebeli?n delictiva del Job Pimienta. Por lo dem?s,
la escena misma del suicidio, as? como las inmediatamente anteriores, no s?lo muestran lo bru
tal y tr?gico del hecho, sino que marcan especialmente los intentos del orden de los amos por
obviarlo; intento que la 'honesta' voluntad verista de la narraci?n ?no su ceguera, como pro
pone Sommer? desenmascara y desvela. Ante el hecho, acude en primer lugar la 'traducci?n'
de la ciencia: la "asfixia por causa mec?nica" (p. 296); luego, las terceduras de las explica
ciones: "Debi? haber sido ese negro la pura soberbia" (p. 297) y, finalmente, el desv?o y la bo
rradura definitiva del hecho, ante la 'calidad' del relato que hace Mar?a de Regla de lamuerte
de Carabal?:
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13. Tomo el t?rmino de Graciela Montaldo, De pronto, el campo. Literatura argentina y tradi
ci?n rural, Rosario, Beatriz Viterbo, 1993, p. 44.
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AXEL GASQUET 27
VII
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VIII
Tal pueda parecer una exageraci?n est? tercera v?a de lectura que pre
tende darle a la idea cristiana de piedad y caridad la capacidad de permitir
engranar la disonancia de una novela que presenta a la vez la doble y con
tradictoria faz del racismo y su simult?nea denuncia en los excesos del
esclavismo. pretendo con ello escamotear las limitaciones ni la jerar
No
quizaci?n que supone el gesto paternalista de la caridad. Tampoco la ?ndole
entre f?bico, parcial y sublimado del mestizaje propuesto en la novela ?el
idilio Leonardo/Cecilia, los espacios de las m?sicas. Pero tampoco veo la
necesidad de borrar en la lectura el papel incluso progresista que, en el con
texto de la Cuba a?n colonial, pueda cumplir el componente de la religiosi
dad cristiana, sea en Cecilia Vald?s en particular, sea en la formaci?n del
pensamiento cubano del XIX ?de G?mez de Avellaneda a Mart?. No es
inveros?mil que en la Cuba colonial esa presencia tenga alg?n peso.
En otras latitudes esa religiosidad tuvo un importante papel beligerante:
basta recordar c?mo en el venezolano Ferm?n Toro, su cr?tica de inspiraci?n
cristiana a lo que llam? "feudalismo industrial", v?hicula y fundamenta su
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14. Elias Pino Iturrieta, "Nueva lectura de la 'Carta de Jamaica'", Revista Nacional de Cultura,
LVII, 304-305 (1997), p. 34. El mismo Pino Iturrieta propon?a "considerar la influencia que
tienen desde el descubrimiento de Am?rica las nociones relacionadas con la antig?edad de la fe
y con la limpieza de la sangre, con la servidumbre natural y con el derecho de los vencedores,
las regulaciones provenientes del derecho natural y de gentes, la existencia de estamentos irre
ductibles entre s? y por mandato de Dios y del rey cat?lico, la idea de simetr?a social y de lo
perjudicial que pod?a ser su trastrocamiento, elementos capaces de fundar una jerarquizaci?n
que con el paso del tiempo result? irrebatible y sobre la cual jam?s dudaron los individuos ubi
cados en el pelda?o m?s alto de la escala" (p. 36). Aunque la proposici?n apunta en una direc
ci?n bien diferente a la que intento esbozar, refuerza de alg?n modo el se?alamiento del papel
que juegan ?en el caso de Villaverde, como en el de Pino sobre el racismo paternalista de
Bol?var, problem?ticamente positivo? aspectos e ideas del cristianismo en el desempe?o de
discursos o pr?cticas de ciertos sectores letrados republicanos. (Quiz?s la necesidad no cons
ciente de marcar una especie de anticlericalismo de parte de los estudiosos de nuestros tiempos
act?e de alguna forma en el olvido).
15. Rafael Guti?rrez Girardot, "C?sar Vallejo y Walter Benjamin", Cuadernos Hispanoame
ricanos, 520 (1993), p. 58.
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ciencia social-cristiana del intelectual eslavo", pero advierte que "en Cirilo
Villaverde no est? presente esa atormentada conciencia religiosa" (p. 19).
?No ser? tambi?n "esa atormentada conciencia religiosa" la que produce las
llamativas contradicciones, el comportamiento err?tico que la lectura regis
tra en la novela de Villaverde? L?ante incluso reconoce la importancia del
personaje que aqu? consideramos como 'doble' del autor: "Isabel Ilincheta,
un esclavismo ?
pone en pr?ctica lo que podr?a denominarse benigno
pros-cribiendo aun el l?tigo del mayoral?, y que Villaverde retrata para
contrastarlo con el oprobioso r?gimen que impera en La Tinaja". Pero
descarta su relieve, aduciendo razones extratextuales que empa?ar?an su
'cons-trucci?n' de Cecilia Vald?s como la novela nacional por antonoma
sia, desde la ?ptica de la ?pica revolucionaria: "Villaverde busca oponer dos
conductas esclavistas, pero en verdad, lo brutal de la una no justifica la
otra. Ambas son execrables porque infaman en lo m?s hondo la dignidad
del hombre" (p. 22).
IX
Otro tanto podr?a decirse del caso de Mart?, en el que ?creo? la idea
de caridad y, en general, un discurso pre?ado de religiosidad sirve tambi?n
de emplazamiento para impulsar tanto su idea solidaria, arm?nica y total de
naci?n, como su atrevimiento para celebrar esa comunidad por su condici?n
mestiza.
nuevos! ?Nada menos vamos pintando que las misiones con que comen
16. A partir de aqu?, buena parte de lo que sigue podr?a ser considerado como una cita algo mo
dificada (o autoplagio) del texto "Las curas del ap?stol y el diablo: las ?ndoles del populismo
modernista", de mi Territorios intelectuales. Pensamiento y cultura en Am?rica Latina,
Caracas, La Nave Va, 2001, pp. 287-304.
17. Jos? Mart?, Obras completas, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963-1965, 27 vols.,
v. 3, p. 27. Todas las citas corresponden a esta edici?n y se indican en el texto.
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(S)e ver? que se amaron tanto los pueblos como se aman ahora, y
jam?s
trae a los habitantes de esta ?poca transitoria, jam?s preocup? como hoy a
abrasa a todos los hombres. Se han puesto de pie, como amigos que sab?an
uno de otro, y deseaban conocerse; y marchan todos mutuamente a un
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Cecilia no sabe, o los bloqueos que blanquean
Author(s): Doris Sommer
Reviewed work(s):
Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 19, No. 38 (1993), pp. 239-248
Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/4530689 .
Accessed: 11/03/2012 18:10
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REVISTA DE CRITICA LITERARIA LATINOAMIERICANA
Aflo XIX NQ 38. Lima, 2do. semestre de 1993; pp. 239-248.
CECILIA NO SABE,
0 LOS BLOQUEOS QUE BLANQUEAN
Doris Sommer
Harvard University
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En esta novela como en Sab, son los esclavos los que saben y cuen-
tan, si los amos supieran escuchar; su espafiol estandarizado por
si mismo pudiera ser elocuente promesa de coherencia social. Y al
distinguir entre negros que saben y blancos o mulatos que no quie-
ren saber, Villaverde se elimina como narrador omnisciente. A
diferencia de la Avellaneda quien firm6 su novela con el nombre de
Sab, la firma de Villaverde aparece al principio, en el titulo, a tra-
ves de sus propias iniciales (y credenciales?) C.V.3. El es Cecilia,
deluido como ella, mal dispuesto pero obligado a divorciar su deseo
de su destino, mas blanco que negro, pero como dice Leonardo de
su propio color criollo, "no puedo atestiguar por su pureza de san-
gre" (38). La confusi6n no produce un nuevo arquetipo aut6ctono,
como lo hizo en Sab, sino una jerarquia explosiva en la cual el de-
seo de ascender socialmente coincide tragicamente con el gusto
elitista por "la canela". Comparado con el intr6pido pronuncia-
miento abolicionista de Sab, la politica en Cecilia Valdes es insidio-
samente sutil y pesimista. Escrita a punto de abolirse la esclavitud
(1886), la novela ensefia un c6digo de color tan culturalmente cons-
titutivo que los amantes nunca lo superan. Uno sigue deseando el
privilegio racial y el otro lo sigue abusando.
Consciente de su complicidad, o por lo menos de la de sus pri-
vilegiados compatriotas, Villaverde representa su defensa auto-
destructiva de no ver ni oir a los negros en vias de liberarse. La re-
presenta con un gesto genial: el alarde de ignorancia del narrador
blanco cuyos limites de informaci6n parecen ser constitutivos en
una sociedad estratificada. Y ese gesto tendra su contracara en
una generaci6n posterior de escritores, en los Dionisios y las Ma-
rias herederos de la estratificaci6n y de una serie de estrategias
para negociarla. La contracara a la modestia a voces de Villaverde
sera una modestia impuesta por narradores mayormente minori-
tarios. En vez de teatralizar la ignorancia de uno, sefialaran la in-
competencia del otro, del lector privilegiado que se supone capaz de
entenderlo todo.
Algunos libros hoy resisten al lector competente, con intenci6n.
Al erigir barreras al entendimiento, cuestionando asi el acceso o la
bienvenida al texto, su estrategia es producir cierta incompetencia
de lectura que mas atentados no venceran. No se trata ni de la am-
biguedad insoluble de la literatura de que tanto se ha dicho, ni de
los desvios narrativos que despistan a los lectores de Flaubert y su
secuela. Se trata de una ret6rica de compresi6n selectiva y social-
mente diferenciada. Basta anunciar el acceso limitado, e importa
poco si se calla o no alguna informaci6n. La resistencia no seflala,
necesariamente, una imposibilidad epistemol6gica; lo significativo
es que se haya alegado tal imposibilidad en esta estrategia est6tico-
6tica para ubicar al lector dentro de una posicionalidad delimitada.
El asunto no es la cantidad de informaci6n disponible, sino c6mo
nuestra posici6n conflictiva o incomensurable es construida por el
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CECILIA NO SABE, 0 LOS BLOQUEOS QUE BLANQUEAN 245
next day ... Other people went crazy, why couldn't she? Other people's
brains stopped, turned around and went on to something new ...
'I didn't plan on telling you that."
'I didn't plan on hearing it."...
Maybe. Maybe you can hear it. I just ain't sure I can say it. Say it right,
I mean .. .9
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246 DORIS SOMMER
NOTAS
1. Cirilo Villaverde. Cecilia Vald6s, novela de costumbres cubanas, estudio
crftico por Raimundo Lazo. M6xico: Editorial Porrna, 1979.
2. El autor da la siguiente explicaci6n a pie de pagina en la Parte II, capftulo
iii, acerca de una tarde de gala en la Sociedad Filam6nica: 'La relaci6n
que sigue la tomamos casi al pie de la letra de un semanario que se publica-
ba en la Habana en 1830, titulado La Moda" (p.82). La novela, al igual que
esos artfculos, fueron dedicados a las mujeres cubanas.
3. Agradezco a Enrico Mario Santf por esta observaci6n.
4. Ver Elizabeth Burgos Debray, Me llamo Rigoberta Menchi y ast naci6 mi
consciencia, La Habana: Casa de las Am6ricas, 1983. Adem6s de la muy ci-
tada conclusi6n a su testimonio, "Sigo ocultando lo que yo considero que na-
die lo sabe, ni siquiera un antrop6logo, ni un intelectual, por mas que tenga
muchos libros, no saben distinguir todos nuestros secretos" (377), Rigoberta
repite su intransigencia a lo largo del libro:
'El indfgena ha sido muy cuidadoso con muchos detalles de la misma
comunidad y que no es permisible de parte de la comunidad platicar
muchas cosas de detalles del indfgena. Y yo como que mAs, porque han
llegado te6logos y que han visto y que sacan otra concepci6n del mundo
indfgena" (42).
"Pero se dice que los espanioles violaron a los mejores hijos de los ante-
pasados, a las gentes mas humildes y en honor a esas gentes mas hu-
mildes nosotros tenemos que seguir guardando nuestros secretos. Y
esos secretos nadie podrA descubrir mas que nosotros los indfgenas"
(50).
"Esto implica una vez mas el compromiso que todos tenemos que
guardar las costumbres, los secretos de nuestros antepasados" (55).
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CECILIANO SABE, 0 LOS BLOQUEOSQUE BLANQUEAN 247
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248 DORIS SOMMER
11/11
Ficciones
fundacionales
SERIE C O N T I N E N T E A M E R I C A N O
COLECCIÓN TIERRA FIRM E
SERIE C O N T I N E N T E A M E R I C A N O
FICCIONES FUNDACIONALES
-Vi
Primera edición en inglés: Foundational Fictions. The National Romances o f Latin America.
University o f California Press, Berkeley y Los Angeles, California.
Primera edición en español: Bogotá, 2004
www.fondodeculturaeconomica.com
www.fce.com.co
1
PARTE1
Rom ance ir r e s is t ib l e .................................................. ............... 17
Un a e s p e c u l a c ió n a l e g ó r i c a .................................................. 47
El Co o per de Sa r m ie n t o y o t r o s ......................................... 85
N o t a s .........................................................................................................152
IV
S ab c ’e s t m o i ........................................................................................ 157
N o t a s .........................................................................................................181
V
O G u a r a n í e Ir a c e m a :
N o t a s .........................................................................................................219
VI
E l m a l d e M a r ía -.
N o t a s .........................................................................................................258
VII
A lg o q u e celebrar:
N o t a s .........................................................................................................293
VIII
B o r r ó n y cuenta nueva:
COMIENZOS TARDÍOS Y (T)RAZAS TEMPRANAS
e n E n r iq u il l o , Ta r a r é y C u m a n d a ........................................... 301
N o t a s ......................................................................................................... 327
IX
A m o r p o r l a p a t r ia :
EL ROMANCE REVISADO DEL POPULISMO
e n L a v o r á g in e y D o ñ a Ba r b a r a ................................................333
N o t a s ......................................................................................................... 365
X
N o ta s......................................................................................... 400
ÍNDICE...................................................................... ................................. 405
PARTE 1
ROMANCE IRRESISTIBLE
U N A A R Q U E O L O G Í A D E L “B O O M ”
LA H I S T O R I A EN C A R N E Y H U E S O
EL R O M A N C E R E A L IZ A D O
HERMOSAS MENTIRAS
Al parecer, lo que los novelistas del Boom ya no podían admitir eran las
fantasías interesadas en poblar los espacios vacíos. Allí donde los cons
tructores de las naciones proyectaron una historia inédita en un conti
nente vacío y prometedor, los nuevos novelistas trazan la densidad
histórica sobre un mapa atiborrado de proyectos entreverados y deshe
chos. Cien años de soledad, por citar un ejemplo magistral, está tan im
pelida por la historia como las primeras novelas. Hace el recuento de
todo un siglo de la historia de Colombia como una serie de alianzas
eróticas entre familias notables. Pero son familias que riñen constante
mente, que confunden el interés extranjero con la simple curiosidad y
resisten a talentosos forasteros a quienes el romance anterior había acogi
do calurosamente. Las grandes novelas del Boom re-escriben, o des-escri-
ben, las ficciones fundacionales como el fracaso del romance, la política
erótica mal encauzada que no logró jamás unir a los padres con las
madres nacionales, mucho menos a la gente decente con unas nacientes
clase media y popular. La novela que se desintegra de manera más progra
mática es tal vez La muerte deArtemio Cruz (1964), de Carlos Fuentes83.
En un principio, Artemio se presenta como la figura clási
ca del padre, no tanto por haber sido un oficial del ejército de Pancho
Villa (Zapata era a todas luces una opción demasiado extrema, tanto
para él como para los héroes liberales del romance), sino por haber sido
un amante apasionado. Artemio adoraba a Regina; se lanzó con tesón
al frente de batalla con el propósito de llegar donde ella lo esperaba. Y
ella le correspondía, adelantándose a la marcha del ejército con el obje
to de preparar un sitio acogedor y un refrigerio capaz de aplacar el
hambre de su hombre, como lo hicieron tantas otras soldaderas de la
Revolución. M ientras hacían el amor, Artemio y Regina recordaban el
coloquio amoroso de su primer encuentro, sentados en la playa, con
templando su doble retrato reflejado en el agua. Un recuerdo tan mágico
y un acto tan adecuado para desvanecer la escena original de violación.
El idilio imaginado era
esa ficció n ... inven tad a por ella para que él se sintiera lim p io, in o cen te,
seguro d el am or... esa h erm osa m entira... N o era cierto: E l n o había
entrado a ese p u eb lo sin aloen se co m o a tantos otros, b u scan d o la
prim era m ujer que pasara, incauta, por la calle. N o era verdad que
aquella m u ch ach a de d iecio ch o años había sido m on ta d a a la fuerza en
un caballo y violad a en silen cio en el d o rm itorio co m ú n d e los oficiales,
lejos d el m ar84.
V.
O G U A R A N Í E IR A C E M A : LA D O B L E CAR A
D E L I N D I G E N I S M O EN BRASIL
1. Oswald de Andrade, Revista de Antropofagia, Sáo Paulo, 1, 1 (mayo 1928): 5. Las traduc
ciones del portugués, a no ser que se mencione la fuente, son nuestras.
2. Véase Manuel Cavalcanti Proenfa, Roteiro de Macunaíma (Sáo Paulo: Editora Anhembi,
1955).
3. Silviano Santiago señaló este juego de palabras inevitable: “topee' (el homónimo de tupí
significa mear en inglés).
4. Roberto Schwarz, “Nacional por subtra9 ao” en Que Horas Sáo? (Sao Paulo: Companhia das
Letras, 1987): 29-48.
5. Fabio Freixiero, Alencar: Os Bastidores e a Posteridade, vol. 4 (Rio de Janeiro: Museu
Histórico Nacional, Cole^áo “Estudos e Documentos”, 1977): 35, 39.
6. Miscelánea (Rio, 1877), una colección de artículos y discursos para conmemorar la muerte
de Alencar. Citado en Freixiero: 37.
7. Ibíd., pág. 38.
8. Afránio Coutinho, “Prefácio”, en Freixiero, Alencar: Os Bastidores: xiv. Según Coutinho,
Alencar es un modelo para todos los que intentan escribir literatura en Brasil. “Es el
maestro, el guía, la conciencia”. Véase también su libro, ahora estándar, A Tradifáo
Afortunada: (O Espirito de Nacionalidade na Crítica Brasileira) (Rio: José Olympio Editora,
1968): 96-101; y su “A literatura como fator da nacionalizafáo brasileira”, Revista Tempo
Brasileño, nos. 33-34 (abril-junio 1973): 30. Aquí Alencar señala que ya había percibido
correctamente que la civilización brasileña es mestiza, “ni blanca, ni negra, ni indígena, sino
mestiza, ‘brasileña’, algo nuevo con características particulares”. Y según David Miller
Driver, The Indian in Brazilian Literature (Nueva York: Hispanic Institute in the United
States, 1942), los títulos “Padre de la novela brasileña” y “Creador de un estilo de prosa dis
tintivo” ya son el lugar común en los estudios sobre las obras de Alencar (124).
9. Silviano Santiago, “Lideranfa E Hierarquia em Alencar”, Vale Quanto Pesa (Rio: Paz e
Terra, 1982): 89-116.
10. Miller Driver: 80-81. Sus novelas son: O Guaraní, 1856 (en forma de libro, 1857); Cinco
Minutos, 1860; A Viuvinha, 1860; Lucióla, 1862; Diva, 1864; Iracema, 1865; As Minas de
Prata, 1866; O Gaúcho, 1870; A Pata de Gazela, 1870; O Tronco de Ipé, 1871; A Guerra dos
Mascates, 1871; Til, 1872; Sonhos d'Ouro, 1872; Alfarrabios, tres novelas cortas, 1873;
Ubirajara, 1875; Senhora, 1875; 0 Sertanejo, 1875; Encarnaçâo, 1877 (en forma de libro,
1893)\ Lembra-te-de-Mim, postumamente, 1887.
11. Antonio Cándido, “Os très Alencares”, Formaçâo da Literatura Brasileira (Sâo Paulo:
Martins, 1964), vol. 2, cap. 5: 218-232. Se refiere sobre todo a Senhora y Lucióla. Véase
también Valéria D e Marco, 0 Imperio da Cortesâ, Lucióla: Um perfil de Alencar (Sâo Paulo:
Martins, 1986).
12. Nelson Werneck Sodré, “O indianismo e a sociedade brasileira” en Historia da Literatura
Brasileira (Rio: Civilizaçâo Brasileira, 4a éd., 1964): 272-294.
13. Véase Cleusa Aparecida Valin, “Escritores Brasileiros: Filmografia”, en Filme Cultura 20
(mayo-junio 1972): 42. Después de este artículo, Fauzi Mansur dirigió un nuevo Guaraní
en 1978, y un año más tarde se estrenó otra Iracema, protagonizada por la estrella porno
Helena Ramos y dirigida por Carlos Coimbra.
14. José Veríssimo empieza a formalizar la respuesta popular, opinando que O Guaraní es la
primera y mejor obra de Alencar. Véase Historia da literatura brasileira, 3a ed. (Rio: José
Olympio, 1954): 223-234. Una mención reciente a la locura del nombramiento apareció el
10 de enero de 1986, en una reseña dtlracerna en francés (trad. Inés Oseki-Dépré, Unesco,
1986), titulada “Les mythes fondateurs”, en la que se afirma que desde la primera edición
en 1865 hasta nuestros días, miles de brasileños han recibido el nombre de pila de su ances
tro ficticio, Moacyr, el mestizo nacido de la unión apasionada entre la heroína y el por
tugués Martim. M i ejemplo favorito es Moacyr Scliar, un novelista contemporáneo e hijo
de inmigrantes judeo-húngaros.
15. Afránio Coutinho, “José de Alencar na Literatura Brasileira”, en O Proceso de Descolonizaçâo
Literaria (Rio: Civilizaçâo Brasileira, 1983): 73-76.
16. Raquel de Queiroz, “José de Alencar”, publicado por primera vez en la edición de Iracema
e Ubirajara de 1951. Reimpreso en la edición centenaria de Iracema: Lenda do Ceará 1865-
1965 (Rio: José Olympio, 1965): 251-253; 251.
17. José de Alencar, O Guaraní (Sâo Paulo: Editora Atica, 14a ed., 1988), una edición para
estudiantes con preguntas y ejercicios en un “Suplemento de Trabajo” que aparece como
apéndice. M is referencias, con “1857” a modo de prólogo, se harán primero a este texto y
después a la edición española para ayudar a ciertos lectores. José de Alencar, E l Guaraní (La
Habana: Casa de las Américas, 1983).
18. José de Alencar, Iracema, Lenda do Ceará, ed. Silviano Santiago (Rio: Francisco Alves,
1988).
19. Samuel Putnam, Marvelous Journey:A Survey of Four Centuries ofBrazilian Writing (Nueva
York: Alfred A. Knopf, 1948; reimpresión Nueva York: Octagon Books, 1971); 147-148.
20. Fue uno de los pocos que publicaron reseñas contemporáneas alabando las novelas de
Alencar. Véanse sus estudios sobre Iracema y O Guaraní en Machado de Assis, Crítica
Literaria (Rio y Sâo Paulo: W . M. Jackson Inc. Editores, 1937): 64-76; 332-341.
21. Freixiero, 60.
22. Leslie Bethell, “The Independence o f Brazil,” The Cambridge History o f Latin America, vol.
3 From Independence to c. 1830 (Cambridge: Cambridge University Press, 1984): 157-196.
Véase 162-163. Existe una versión de este ensayo en español (“La independencia de
Brasil”) en Historia de América Latina, vol. 5 La Independencia (Barcelona: Crítica, 1991):
171-203.
23. Silviano Santiago plantea este argumento, pág. 101.
24. Bethell, 178.
25. Ibíd., pág. 162.
26. Ibíd., pág. 192. La Confederación del Ecuador, en el noreste, duró seis meses.
27. Ibíd., pág. 185.
28. Ibíd., cap. 6, pág. 171-203. La de Pará fue la primera gran rebelión provincial de los 1830.
Un presidente liberal nombrado por la Regencia por fin entró en el poder, pero fue muer
to por unos liberales radicales y la independencia de Pará fue proclamada. Los Regentes
nombraron a un nuevo presidente, pero en 1835 el ejército rebelde (sobre todo negros y
tapuios) atacó, y la guerra se propagó por el Amazonas. Luego el General Andreia vino de
la capital; era despiadado. Cerca de 4000 cubanos murieron en cárceles, barcos y hospitales.
29. Bethell, 682.
30. Roberto Schwarz, “Misplaced Ideas: Literature and Society in Late Nineteenth-Century
Brazil”, Comparative Civilizations Review 5 (1979): 33-51.
31 José de Alencar, Como e Porque Sou Romancista, introducción de Afránio Coutinho (Rio:
Colefáo Academia Brasileira, 1987; escrito en mayo de 1873): 40.
32. Miller Driver: 14.
33. Ronald de Carvalho comentó al respecto en su Pequeña Historia da Literatura Brasileira
(Rio: Briguiet, 1919): 252., que los indígenas en la novela no se expresan como los licen
ciados de Coimbra; hablan como se lo ha enseñado la Naturaleza, aman, viven y mueren
como las plantas y los animales más bajos de la tierra.
34. Antonio Cándido, Introducción a la literatura de Brasil (Caracas: Monte Ávila Editores,
1968): 27.
35. Renato de Mendo£a en 1945, citado en Freixiero: 58.
36. José de Alencar, Obras completas (Rio: Editora José Aguilar Ltda., 1960), 4: 8-9, “Notes in
Alencar archive for essays” (Notas en el archivo de Alencar para ensayos), sin fechas. Y en
“Questáo Filológica” (1874): 960, señala el caso análogo del inglés americano, citando a
Webster, el primer lexicógrafo americano. Alencar también desarrolla esta postura en un
prefacio que escribió para defender esta libertad para la segunda edición de Iracema.
37. Miller Driver: 78. Driver nos informa que en 1872 el novelista Franklin Silveira deTavora
atacó a Alencar y sus novelas indianistas en Cartas a Cincinnato, una colección de artículos.
Cincinnato se refiere al poeta portugués Antonio de Castilho, con quien Tavora sólo tenía
en común la crítica exacerbada a Alencar.
38. La diferencia principal entre “Iracema e Atala”, según Antonio Soares Amora, Revista de
letras (Sao Paulo) 3 (1962): 120-136, e s la pasión infructuosa en Chateaubriand en con
traste con el amor fundacional en Alencar. En uno, el autosacrificio e s meramente un sui
cidio; en el otro, es la condición de la maternidad ideal (¡Que Dios nos ayude!).
39. José de Alencar, Como e Porque Sou Romancista: 40. Prosigue un poco a la defensiva de la
pág. 39 a la pág. 41. Para un desarrollo de la comparación con Cooper, véase Renata R.
Waserman, “The Red and the White: The Indian Novéis o f José de Alencar”, PMLA
(octubre 1983); sobre todo su “Re-Inventing the New World: Cooper and Alencar”,
Comparative Literature (primavera 1984). Afránio Peixoto se quejó de esta tendencia ge
neral a copiar y negar: “Imitamos los modelos europeos, pero nos negamos con arrogancia
a admitirlo y pretendemos ser originales. [Tenemos] poca imaginación, por más que digan
lo contrario, y menos poder de reflexión todavía, pero [sí poseemos] un gran poder verbal,
expresivo, exterior” (Nuestra traducción). Véase Afránio Peixoto, Nofoes de Historia da
Literatura Brasileira (Rio: Francisco Alves, 1931): 45-48.
40. Antonio Cándido, Formando da literatura brasileira, 2: 324.
41. D e Marco: 13.
42. José de Alencar, Como e Porque Sou Romancista: 40.
43. José de Alencar, Obras completas, 4: 913; 875.
44. Augusto Meyer, “Alencar”, en A Chave e a Máscara (Rio: EdÍ£Óes o Cruceiro, 1964):
145-158. Reimpreso en la edición centenaria de Iracema: Lenda do Ceará 1865-1965:
254-264.
45. Gilberto Freyre, Sobrados e mucambos (Rio: Livr. J. Olympio, 1936; reimpresión, 1968),
2: 590. Citado en Luiz Costa Lima, O Controle do Imaginario (Sáo Paulo: Brasiliense,
1984): 134.
46. Walnice Nogueira Galváo, “Indianismo revisitado”, Esbozo de Figura: Homenagem a Antonio
Cándido (Sáo Paulo: Duas Ciudades, 1981): 379-389.
47. Bethell: 702-704.
48. Ibíd., pág. 787.
49. David H . Treece, “Victims, Allies, Rebels: Towards a N ew History o f Nineteenth-Century
Indianism in Brazil”, Portuguese Studies 2 (Londres, 1986): 56-98.
50. Karl Friedrich Philipp von Martius, “H ow the History o f Brazil Should be Written”, en
Perspectives on Brazilian History, ed. E. Bradford Burns (Nueva York: Columbia University
Press, 1967): 21-41; 23.
51. Freixiero: 68.
52. Véase Manoel Luis Salgado Guimaráes, “Nafáo e civiliza9 áo nos trópicos: O Instituto
Histórico e Geográfico Brasileiro e o projeto de urna historia nacional”, Estudios Históricos,
no. 1 (Rio, 1988): 5-27.
53. Martius: 24.
54. Martius: 25, 29.
55. Burns, Introducción: 21-22.
56. José de Alencar, “A lingua portuguésa no Brasil”, Obras completas (Rio: Editora José Aguilar
Ltda., 1960), “Notes in Alencar archive for essays” (Notas en el archivo de Alencar para
ensayos), sin fechas, 4: 8-9. En “Literatura Brasileira” (9-10), sigue a von Martius respecto
al carácter brasileño de la historia: “Genio —Identidad racial, pero la tierra, el clima y la
Naturaleza son distintos, Tres elementos: americano, europeo, africano; un nuevo país... La
influencia, el amalgama, la fusión no ha ocurrido todavía; está evolucionando”.
57. Gilberto Freyre, Gasa-grande y senzala:formación de la fam ilia brasileña bajo el régimen de la
economía patriarcal: introducción a la historia de la sociedad patriarcal en el Brasil, trad.
Benjamin de Garay y Lucrecia Manduca (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977): 70.
58. Para Silviano Santiago, el texto indispensable aquí es José Honorio Rodrigues, “A Política
de conciliario: Historia cruenta e incruenta”: en Conciliario e Reforma no Brazil (Rio:
Civiliza 9 áo Brasileira, 1975).
59. Citado en Putnam: 144. La palabra precisa que un Peixoto enojado usó para referirse a los
indios es “bugres”, literalmente sodomitas. Véase también Freyre, Casa-grande y senzala:
69-70. “La exaltación lírica que entre nosotros se hace del caboclo, esto es, del indígena
como del indio incorporado a la civilización o del mestizo de indio y blanco, en el cual
algunos quieren ver el exponente más puro de la capacidad física, de la belleza y hasta de la
resistencia moral de la sub-raza brasileña, no corresponde sino superficialmente a la reali
dad... Por donde se ve que hasta al mismo corazón de la Amazonia, en la Sierra del Norte
y en las tierras despobladas, donde se supone haberse conservado más pura la sangre
amerindia o híbrida de portugués y de indio, ha llegado el africano” (traducción nuestra).
Es particularmente revelador el hecho de que Freyre supone que los brasileños son todos
blancos, hombres, y servidos por gente de piel más oscura cuyos hábitos deben obligato
riamente absorber (269). “[LJlevamos el sello inconfundible de la influencia negra. D e la
esclava o ama que nos acunó, que nos amamantó, que nos dio de comer ablandando en
la mano el bocado de comida; de la negra vieja que nos contó los primeros cuentos de ani
males y fantasmas; de la mulata que nos extrajo del pie la primera nigua, librándonos de una
placentera comezón; de la que nos inició en el amor físico y nos transmitió la primera sen
sación completa de hombre; del muleque que fue nuestro primer compañero de juegos”
(traducción nuestra). Y David Brookshaw, Race and Color in Brazilian Literature
(Metuchen 6c Londres: Scareecrow Press, 1986): 10, donde dice que el indio brasileño era
una figura mucho más abstracta que en la mayoría de los demás países latinoamericanos
puesto que por la época de la Independencia los únicos indios que quedaban moraban lejos
de los núcleos de asentamiento de los blancos, y por lo tanto, estaban excluidos de la estruc
tura social de la nación.
60. José de Alencar, “Pós-escrito á segunda edifáo de Iracema’, en Obras completas, 3: 260.
61. Putnam: 27. Y, por ejemplo, Afránio Coutinho me aseguró que no hablaba portugués, sino
brasileño, durante una entrevista generosa en julio de 1988.
62. Brookshaw: 23.
63. Brito Broca, “O drama político de Alencar”, en José de Alencar, Obras completas: 1039-
1047; 1039-1040. Fue probablemente su trabajo como periodista, no como novelista, lo que
hizo que fuera elegido como diputado de Ceará en 1860. Un diputado, Raposo, de Rio
Grande do Norte, empezó a mofarse de su oponente respecto a O Guaraní, y les preguntó
a dos colegas a su lado, “¿Cómo se llamaba el indio?”. Y luego dijo: “ese famoso Peri-Peri”
(1047).
64. Emir Rodríguez Monegal, “La novela histórica: Otra perspectiva”, Historia y ficción en la
narrativa hispanoamericana: Coloquio de Yale, ed. Roberto González Echevarría (Caracas:
M onte Ávila Editores, 1984): 169-183; 177. En 1922 el hijo de Alencar, Mário, probable
mente había aludido a esta mancha familiar al acusar a otros, sobre todo al Visconde do Rio
Branco, de atacar a su padre con alusiones a “la condición de su nacimiento”. Véase Mário
de Alencar, “José de Alencar, o escritor e o político”, en José de Alencar, Obras completas:
13-23; 23.
65. Mirta Yáñez, “Prólogo”, en José de Alencar, E l Guaraní (La Habana: Casa de las Américas,
1983): xvi.
66. D e Marco: 46.
67. Broca: 1046.
68. Alencar, Obras completas: 1060.
69. Bethell: 735.
70. Miller Driver: 77. Según Driver, fue por su talento y conocimiento de la jurisprudencia que
Alencar consiguió el puesto de Ministro de Justicia. Añade que el matrimonio de Alencar
con una señorita Cochrane, la nieta del Amiral Cochrane, es un factor decisivo en su apoyo
vehemente a las ideas del Partido Conservador británico. Para una caracterización de Lord
Cochrane, el futuro décimo Conde de Dundonald, véase Leslie Bethell: 189. Su persona
lidad no era muy agradable, pero salvó la soberanía brasileña en 1823 de una invasión
portuguesa.
71. Broca: 1042.
72. Bethell: 728.
73. Broca: 1042.
74. Véase D e Marco: 62-70.
75. Raimundo de Magalhaés,/afí’' de Alencar e Sua Epoca (Sao Paulo: Lisa - Livros Irradiantes,
1971); 253.
76. Sobre los límites del proyecto de Alencar, véase D e Marco: 62-70. Sobre los límites de
ambos proyectos, véase el magistral “Literatura y subdesarrollo” de Antonio Cándido, en
América Latina en su literatura, coord. e introd. César Fernández Moreno (París: Unesco;
México: Siglo Veintiuno, 1972): 335-353. Y para la obra de Joaquim Nabuco, incluyendo
un libro intitulado Abolition (Londres, 1883), véase Putnam: 124-127.
77. Ya era una estrategia literaria para Gonfalves Dias (cuyos indios, privados de los derechos
civiles, también eran blancos desafectos), entre otros.
78. Treece: 62, 68, 70. El novelista liberal y abolicionista Joaquim Manuel de Macedo había
escrito también una obra de teatro popular, As Vítimas Algozes, Cobé (1852) en donde las
relaciones raciales de la esclavitud africana se convierten en un conflicto entre los indios y
los malvados conquistadores.
79. Le debo esta observación a Roberto Schwarz, durante una conversación estimulante el 2 de
agosto de 1988.
80. Gilberto Freyre, José de Alencar (Río: Ministerio de Educación y Salud, 1952): 32, y
Reinterpretando José de Alencar de 1955: 39.
81. Freyre, Casa-grande y senzala: 108. Miriam Moreira Leite me señaló que Southey, quien
buscaba lecciones para someter a los irlandeses, en realidad nunca fue a Brazil, sino a
Portugal, y escribió su History of Brazil (Historia del Brasil) en Inglaterra.
82. Freyre, Casa-grande y senzala: 168.
83. Putnam: 9. Según él, el mestizaje llegó a ser considerado en Brasil como el medio para con
seguir la asimilación racial en vista de la unidad nacional, y de ahí el lugar importante que
ocupan el indio y el negro en la literatura. D e acuerdo con la no. 12, el proceso de asimi
lación a veces es llamado “arianización”, un término que no tiene las mismas connotaciones
en Brasil que en la Alemania hitleriana.
84. Putnam: 210. Pero en la pág. 12 ya había mencionado que Aranha habría preferido sin duda
una noción más clara (pura) del Brasil que la de Alencar.
85. Daniel da Cruz, “Preface” a Iracema de José de Alencar (Nueva York: Longmann, 1943): v.
86. Putnam: 11.
87. Thomas Skidmore, Black into White: Race and Nationality in Brazilian Thought (Nueva
York: Oxford University Press, 1974); David Brookshaw, Race and Color in Brazilian
Literature (Metuchen 6c Londres: Scarecrow Press, 1986); David Haberley, Three Sad
Races: Racial Identity and National Consciousness in Brazilian Literature (Nueva York:
Cambridge University Press, 1983).
88. Esta es la esencia del clásico Casa-grande y senzala de Freyre, una especie de celebración
antropológica de una identidad brasileña sincrética en términos que todavía significaban
mucho para la élite Liberal y escrita en apariencia en respuesta a los puritanos eugenésicos
para quienes el país era irredimiblemente corrupto racialmente.
89. En Como eporque son romanticista (20, 24) Alencar relata que, cuando era adolescente, ayu
daba a su madre a servir chocolate y galletas a los conspiradores de la rebelión Maiorista,
quienes insistían en apoderar a Pedro II, y luego de la sublevación popular de 1842.
90. Justiniano José da Rocha, O Brasil, octubre de 1842, citado en Bethell: 735.
91. Treece cede a la misma tentación: 76.
92. Treece: 70.
93. Sobre los vínculos estrechos entre la casa grande y la “senzala”, Freyre describe una situación
familiar del Sal? de Cuba. “Desde el primer siglo de la colonización, los matrimonios de tío
con sobrina, de primo con prima. Matrimonio cuyo fin evidente era el de impedir la dis
persión de los bienes y mantener la limpieza de sangre de origen noble o ilustre”. Casa-
grande y senzala: 317.
94. Ibíd., pág. 13-14. “La singular predisposición del portugués para la colonización híbrida y
esclavista de los trópicos, explícala en gran parte su pasado étnico, o más bien cultural, de
pueblo indefinido que oscila entre Europa y Africa. N o es de una ni de otra en forma defin
itiva, sino de ambas. La influencia africana que hierve bajo la europea y que comunica un
acre ardor a la vida sexual, a la alimentación, a la religión; la sangre mora o negra que corre
por una gran población semiblanca, si es que no mantiene su predominio en regiones aún
hoy de gente oscura; el aire de África, un aire cálido, oleoso, que suaviza en las instituciones
y en las formas de cultura las durezas germánicas; que corrompe la rigidez doctrinaria y
moral de la Iglesia medieval... Europa, reinando sin gobernar; gobernando más bien el
Africa” (traducción nuestra).
95. Ibíd., pág. 108.
96. Esto fue señalado por primera vez por Afránio Peixoto, Nofoes de Historia da Literatura
Brasileña (Rio: Francisco Alves, 1931): 75. Referencia en Santiago: 99.
97. Sérgio Buarque de Holanda, en Raizes do Brasil, mencionado en Meyer: 153. El otro libro
sugestivo que Meyer menciona es Suspiros Poéticos e Saudades de Gonfalves de Magalháes.
Este libro se terminó de imprimir en Bogotá
en el mes de diciembre de 2004,
en los talleres de Panamericana
Formas e Impresos S. A.,
con un tiraje de 1.500 ejemplares.
Ficcionesfundacionales define la relación entre las novelas románticas
y los cimientos nacionales en América Latina. Doris Sommer explica
cómo la consolidación de los Estados y este género literario marcharon
de la mano, cómo eros y romance se unen al concepto de patriotismo
del siglo XIX para cumplir con la tarea de crear buenos ciudadanos.
Cada capítulo analiza textos paradigmáticos de la narrativa -escritos
entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo X X -
que sirvieron de divisa ideológica para establecer símbolos de nación
en el continente americano: M aría, en Colombia, Amalia, en Argenti
na, y Doña Bárbara, en Venezuela, entre otros. Estas novelas dieron
cuerpo a un proyecto burgués que pretendía una cultura en formación,
brindando espacio a todos aquellos que supieran mantener su lugar
en una nueva estructura social. A medida que avanza en su análisis,
la autora recupera la importancia histórica y literaria de estas
narraciones fundacionales.