Ensayo Teoria

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INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL

ESCUELA SUPERIOR DE ECONOMÍA

ASIGNATURA: TEORIA DE LA ORGANIZACIÓN


INDUSTRIAL

TEMA: POLITICA INDUSTRIAL Y DESARROLLO

TAREA: ENSAYO

NOMBRE DEL ALUMNO: NAVARRO CAMACHO FRIDA


FERNANDA

GRUPO: 3EM1

PROFESOR: SELENE VIRIDIANA CORONA ZAMORA


Política industrial y desarrollo
Durante la lectura se nos habla sobre Brasil, el cual es un país con un existente atraso económico
esto debido al pobre desempeño de la industria. Se dan a destacar tres aspectos fundamentales
como lo son:
• Discusiones con fundamentos teóricos los cuales orientan para poder elaborar una política
industrial
• Una vez realizado los fundamentos, se explican las experiencias positivas del pasado, así
como los intentos fallidos
• Por ultimo se evalúa la política industrial, tecnológica y de comercio exterior actual como
política de desarrollo.
La política industrial debería de tener un carácter reactivo y restringido de igual forma esta se
debería de encontrar orientada específicamente a corregir las imperfecciones del mercado y tendría
que ser aplicada de una forma horizontal esto quiere decir que no sería selectiva respecto de
sectores o actividades.
Bajo supuestos más realistas comportamiento de los agentes se basa en una racionalidad limitada y
el conocimiento es predominantemente tácito e idiosincrásico. Con esta teoría, se dice que la política
industrial es activa y de gran alcance en dónde se encuentra orientada a sectores o actividades
industriales inductoras de cambios tecnológicos y al entorno económico e institucional en su
conjunto la cual se condiciona la evolución de las estructuras de las empresas e industrias, así como
la organización institucional incluyendo el establecimiento de un sistema nacional de innovación.
Otro enfoque que se encuentra más adecuado supone la necesidad de compatibilizar la política
industrial con la política macroeconómica en donde se establecerán metas, en donde se incluirán
instrumentos, normas y reglamentos según los objetivos establecidos; al igual que se coordinará el
progreso de las infraestructuras en sinergia con la estrategia industrial y de igual forma organizar el
sistema de instituciones públicas y entidades representativas.
Es de suma importancia que la política industrial no se torne inviable por políticas macroeconómicas
muy restringidas o bien inestable, en varios sentidos esta política constituye un puente entre el
presente y el futuro, entre las estructuras e instituciones existentes y aquellas en proceso de
construcción y desarrollo. En dado caso que el entorno macroeconómico siga caracterizándose por
una inestabilidad es probable que la política industrial pierda gran parte de su potencial y vigor.
Cuando existe incertidumbre e indefiniciones básicas con respecto a un futuro relativamente lejano,
pero la situación inmediata parece relativamente estable, la dimensión estructurante y
transformadora de la política industrial pierde importancia para sus protagonistas dado que se
concentran sobre todo en sus propios objetivos de corto plazo.
Por otro lado Chalmers Johnson política industrial se convierte en un medio para poder evaluar su
significado económico y científico, por ende, la fijación de metas industriales no significa la
promoción de tecnologías que probablemente no se desarrollarían sin apoyo, sino que contribuye a
que esas tecnologías alcancen rápidamente las economías de escala y la eficiencia industrial sin las
cuales nunca serían competitivas internacionalmente.
El éxito de la política industrial como estrategia de desarrollo la cual se centra en la innovación
depende también de la difícil articulación de instrumentos, normas y reglamentos. estos mecanismos
son los que crean el modelo de señales económicas así como regulan los incentivos y restricciones
a la innovación permitiendo sintonizar las actividades de las empresas las cuales buscan ganancias
con los objetivos de la política industrial.
Otro requisito para el éxito de la estrategia consiste en coordinar el avance de las infraestructuras de
forma simultánea a la instrumentación de la política industrial.
En Brasil tras el periodo de guerras la industria fue impulsada por políticas industriales, la
industrialización entro en la agenda política al igual que de política económica, algunos actores
políticos se fortalecieron, así como también surgieron otros, mientras que la política
macroeconómica reflejaba el nuevo cuadro político.
Tras la decisión a favor de la política industrial y el liderazgo político tuvo dos instancias de mayor
relieve:
• El plan de metas del gobierno de Kubitschek
• La implementación del segundo plan nacional de desarrollo económico
La política industrial se ocupaba de construir sectores con miras a que la estructura industrial
convergiera con el modelo estructural de las economías industrializadas.
La industrialización y el crecimiento económico se aceleraron y comenzó a cambiar el modelo de
inserción internacional del país, que dejó de ser solamente un proveedor de productos básicos
agropecuarios y agroindustriales y cobró cada vez más importancia como proveedor de
manufacturas y semimanufacturas. Sin embargo, esto no se tradujo en mejoras sociales.
En lugar de la transformación esperada, a partir de 1981 el proceso histórico se invirtió, con lo cual
involucionaron las tecnologías y las estructuras empresariales, industriales e institucionales en
sentido amplio (inclusive políticas), las infraestructuras se deterioraron y se abandonó el Sistema
Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico.
La década de 1990 trajo aparejadas grandes transformaciones, para bien y para mal. Aunque el
desarrollo industrial volvió momentáneamente a ocupar un espacio en la política económica, el
intento de aplicar una política industrial en el marco del Plan Collor fracasó y el único elemento de la
Política industrial y de comercio exterior (PICE) efectivamente puesto en práctica fue la liberalización
del comercio exterior. A fines de la década de 1990 e inicios de la década del 2000 el país todavía
carecía de una política industrial, y de adoptarse decisiones políticas para formularla e
instrumentarla habría que hacer frente a diversos obstáculos:
• Se debería superar el sesgo ideológico contra la política industrial que cristalizó después de
años de predominio del pensamiento económico neoliberal.
• La política macroeconómica debería ser menos insensible a los aspectos relacionados con
el desarrollo industrial y menos hostil a la necesidad de tomar medidas para su promoción.
• La organización institucional del sector público no era eficaz para promover el desarrollo
industrial, pues había cambiado muy poco en relación con el modelo normativo anterior.
• La financiación pública de inversiones industria les estaba limitada por cortes
presupuestarios y por el acento que ponía el Banco Nacional de Desarrollo Económico y
Social en privatizaciones y operaciones con lógica predominantemente financiera.
• El Sistema Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico estaba debilitado luego de años
de recortes presupuestarios.
• No había articulación entre los instrumentos de políticas de comercio exterior.
• Después de muchos años de recortes de las inversiones públicas y pese a las
privatizaciones la infraestructura económica estaba muy deteriora da y se observaban
ineficiencias que generaban externalidades negativas para las empresas.
• Los problemas sociales se habían agravado: desempleo creciente, aumento de la pobreza,
empeoramiento de la distribución del ingreso, crisis en el sistema público de salud y
previsión social, y atraso del sistema educativo.
La instrumentación de la PITCE a fines de 2003 es por sí sola un hecho positivo, porque demuestra
que se superó —al menos en parte— el sesgo contra la polí tica industrial que prevaleció por tanto
tiempo. Además de algunas virtudes, la PITCE tiene muchos defectos que dificultan su
funcionamiento como polí tica de desarrollo. Sus virtudes incluyen las metas, el acento en la
innovación y, en cierta medida, el reconocimiento de la necesidad de una nueva organización
institucional.
La política industrial es esencialmente un mecanismo de coordinación de acciones estratégicas del
gobierno y las empresas, con miras al desarrollo de actividades inductoras de cambios tecnológicos
o a la solución de problemas identificados por esos actores en el sector productivo de la economía.
La creación de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) y su interacción
con las empresas del sector agropecuario pueden considerarse acciones típicas de política
industrial, así como el establecimiento del Centro Tecnológico de Aeronáutica, que dio origen a la
Empresa Brasileña de Aeronáutica. En ese sentido, la elección de las actividades que serán objeto
de la política industrial es estratégica y debe ser fruto de la colaboración entre gobierno y empresas.
Más que nadie, los empresarios saben reconocer las oportunidades, pero debido a la incertidumbre
en cuanto a la rentabilidad esperada muchas veces no están dispuestos a correr riesgos.
Los sectores en los que se concentra la Política Industrial, Tecnológica y de Comercio Exterior son,
en buena medida, coincidentes y reflejan el viraje hacia objetivos más contemporáneos. Los
sectores de bienes de capital, software y semiconductores son transversales, porque afectan a la
industria y la economía en general, y por ende de gran importancia para la productividad de los
demás sectores de la industria, los sectores primario y terciario y el servicio público.
La solidez de la balanza comercial debe ser un objetivo permanente de la política económica y la
política industrial constituye una poderosa herramienta para alcanzar esa meta. No obstante, existe
una diferencia fundamental entre procurar el superávit de la balanza comercial y hacerlo a partir de
los sectores elegidos. Tómese el caso de los bienes de capital.
La instrumentación de esta política se dificulta por los efectos adversos de la política
macroeconómica, la falta de articulación de los instrumentos y de estos con las demandas de las
empresas, la precariedad de la infra estructura económica, las insuficiencias del sistema de ciencia,
tecnología e innovación y la fragilidad de la dirección y coordinación del proceso de política
industrial.
La localización de algunas empresas se decide a veces sobre la base de ventajas fiscales, que
pueden ser reales o construidas con procedimientos irregulares o típicos de una zona gris. Por ese
motivo, algunos emprendimientos se tornan estructuralmente dependientes de ventajas que derivan
de una falta de igualdad fiscal, que debería corregirse sin más demoras. El problema de la escala es
tan importante como el de la localización. Los incentivos necesarios y recomendables para las
pequeñas empresas no pueden confundirse con la condescendencia respecto de prácticas fiscales y
laborales irregulares.
Con todo esto podemos decir que para ser eficaz la política industrial debe ser ambiciosa y prudente,
así como también debe concebir como un instrumento de transformación y desarrollo, sin exigir
infinitos recursos que son escasos. De igual forma es necesario insistir en los objetivos que tendrá la
política industrial y en la movilización de los protagonistas de la vida económica y de las instituciones
públicas y privadas para poder llevar a cabo la tarea de la coordinación.
Dentro de un régimen macroeconómico, el cual se encuentra caracterizado por grandes
restricciones, pero en el que las empresas revelan un enorme dinamismo y las instituciones públicas
y privadas siempre han actuado en forma creativa, es fundamental que la política industrial,
tecnológica y de comercio exterior recurra a las competencias empresariales e institucionales para
que de esta forma la ingeniosa arquitectura de la coordinación se de.
De igual forma esto se trata de un desafío de persistencia, de construcción y de seguimiento así
como de revisión y redefinición suponiendo necesariamente una perspectiva a largo plazo.

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