PAGANI El Estudio de Las Organizaciones Estatales
PAGANI El Estudio de Las Organizaciones Estatales
PAGANI El Estudio de Las Organizaciones Estatales
Pagani, M (2020). El estudio de las organizaciones estatales y el rol de los sociólogos. EN:
M.L. Pagani; M. Manuele (Coords.). La mirada organizacional: enfoques y metodología para
el análisis. La Plata : EDULP. pp. 42-68. (Libros de Cátedra. Sociales). En Memoria
Académica. Disponible en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.4942/pm.4942.pdf
La mirada organizacional
Enfoques y metodología para el análisis
FACULTAD DE
HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
LA MIRADA ORGANIZACIONAL
Introducción
El presente capítulo buscará identificar las distintas teorías y dimensiones de análisis para el
estudio de las organizaciones estatales, reflexionando sobre el rol del sociólogo/a en sus inser-
ciones en diferentes áreas gubernamentales.
En los últimos años las preguntas sobre el sentido del quehacer sociológico han atravesado
la disciplina (Rubinich y Beltrán, 2010; Camou, 2012; Blois, 2017) y en este recorrido encon-
tramos dos particularidades sobre el tema que aquí nos interesa. Por un lado, las organizacio-
nes públicas se constituyeron como objeto de estudio, de forma posterior al de las entidades
industriales, donde se concentraron los primeros análisis organizacionales (Ibarra Colado,
2006a). Por otro, la inserción en las universidades o centros académicos es el ámbito tradicio-
nalmente legitimado para el ejercicio de la profesión. Sin embargo, desde hace unas pocas
décadas fue ganando presencia las prácticas laborales desarrolladas en el Estado.
Resulta interesante para el presente análisis tener en cuenta que en el Plan de Estudios vi-
gente en la carrera observamos que algunas incumbencias para el futuro egresado/a están en
relación con una posible inserción estatal: “realizar estudios y asesorar sobre la estructura y
dinámica de funcionamiento de grupos, organizaciones e instituciones sociales y sus relaciones
con el contexto” y “elaborar, dirigir, ejecutar, coordinar, supervisar, controlar y evaluar planes
programas y proyectos de organización y/o transformación de diversos aspectos de la realidad
social”, entre otras. Asimismo, entre los objetivos más generales de la carrera se menciona:
“adquirir un pensamiento crítico-reflexivo acerca de la realidad social que le permita operar
sobre ella”, y disponer “de la suficiente información teórica y capacitación práctica que le permi-
ta desarrollar su práctica profesional atendiendo a las demandas del medio social en que se
desempeña”. Es decir, en los fundamentos de la currícula actual podemos encontrar referen-
cias concretas a competencias a desarrollar en la formación que se aplican en la inserción de
las organizaciones estatales de la administración pública.
Por ello creemos oportuno continuar con algunas reflexiones iniciadas recientemente sobre
la inserción de los sociólogos/as en la esfera estatal y la articulación entre formación y las prác-
ticas profesionales en éste ámbito.
En este sentido el artículo trabaja sobre dos ejes. Comenzamos con los recorridos de los
enfoques teóricos y la identificación de dimensiones de análisis para el abordaje de las organi-
zaciones estatales. En segundo término, se problematiza sobre el tipo de inserción de los so-
ciólogos/as que trabajan en el Estado, para ello se presenta en primer lugar las características
de la carrera de sociología en la UNLP y, luego, se indaga acerca de las prácticas laborales y
de relación entre lo aprehendido en la carrera y la trayectoria laboral. Para ello se analizan
entrevistas a graduados que se desempeñan en áreas estatales. Específicamente nos interesa
ahondar: ¿Qué tipo de tareas desarrollan los/as sociólogos/as en el Estado?, ¿Qué tipo de
competencias y conocimientos se valoran de la formación para desempeñarse en el sector
estatal?; ¿Cuáles fueron requeridas en esta inserción laboral pero no han sido brindadas du-
rante la formación universitaria? A partir de este análisis se relevan, desde las experiencias de
las personas entrevistadas, algunas líneas para repensar el trayecto formativo de grado.
Iniciamos este apartado remarcando que distintos autores reconocen que los estudios orga-
nizacionales se caracterizan por ser un ámbito de conocimiento de límites borrosos que tras-
ciende a una conformación disciplinaria. Para Ibarra Colado (2006a) se trata de un espacio
multidisciplinario, diverso y fragmentado, que ha sido comparado a una “jungla” o campo de
conocimientos que se asimila a un “matorral”, más que a un “jardín ordenado” (Pfeffer, 2000).
Los primeros análisis organizacionales se centraron en las entidades industriales y poste-
riormente surgió el interés por las organizaciones estatales (Ibarra Colado, 2006a). Los enfoque
iníciales fueron funcionales a los intereses de las empresas y tuvieron como propósito el incre-
mento de la productividad. En este sentido, Medina (2010) sostiene que en la constitución de
los análisis organizacionales fue predominante un nexo hereditario entre la administración y la
teoría de la organización, donde la administración como campo disciplinar se fue caracterizan-
do por su sesgo “tecnicista” y de “pragmatismo empresarial”, relegando la reflexión teórica. En
este marco, varios autores identifican a la Administración Científica o a la Organización Científi-
ca del Trabajo, cuyo exponente fue Taylor, como una primera teoría organizacional que se
basó en el empirismo científico y en la instrumentalidad del conocimiento (para profundizar se
recomienda la lectura del capítulo de Galar y Maffe en este libro).
Otra característica constitutiva de los estudios organizacionales es el predominio de los aná-
lisis anglosajones que pretenden una validez universal y que presentan dificultades para inter-
pretar los fenómenos organizacionales de las “orillas” (Ibarra Colado, 2006b), dada por su inca-
pacidad para adaptarse a las realidades locales, propias de América Latina.
En los últimos años, estos esquemas conceptuales han demostrado su limitación ante
realidades cada vez más complejas, en las que la racionalidad instrumental se desdibuja
para adquirir múltiples significados. De esta manera, para Medina (2010) surgen nuevas mi-
radas sobre el mundo organizacional que se vinculan con el reconocimiento de la relación
En este apartado se incluyen tres enfoques teóricos para el estudio de las organizaciones
estatales: los estudios sobre la burocracia, sobre las políticas públicas y una mirada microso-
cial, que recupera la perspectiva del actor. Este es un recorte, entre otros muchos que se po-
drían haber incluido, pero se realiza esta selección en base a los contenidos que se recorren
en la materia sociología de las organizaciones.
Hasta mediados del siglo XX, cuando se difunden los estudios de la burocracia, las organi-
zaciones estatales no se constituyeron como objeto de investigación específico, siendo asimi-
ladas a las entidades privadas.
De esta forma se consolidó una “teoría genérica” de las organizaciones12 (Harmon y Meyer,
1999) donde no existía la distinción entre organizaciones públicas y privadas. Esto se debió
especialmente a la búsqueda de principios universales y de explicaciones científicas libres de
valores. El carácter de lo público, propio de las organizaciones estatales (contrario a los “priva-
do”) se asociaba a lo político, con un sentido negativo porque se asociaba a valores y éstos
debían quedar fuera del análisis científico.
Es en los años ´40, comienza a dejarse de lado esta “teoría genérica” cuando la administra-
ción pública empieza a ser concebida desde el diseño de políticas y donde “lo político” es con-
12
En este mismo sentido, Oszlak (1977) afirma que las teorías más globales en materia de organización y administra-
ción reconocen su origen en investigaciones llevadas a cabo predominantemente en ámbitos "no públicos". De esta
forma, se tendió a utilizar acrítica e indiferencialmente marcos conceptuales generados a la luz de la experiencia y el
examen de organizaciones privadas.
Otra perspectiva para estudiar las organizaciones estatales es entender qué es lo que el Es-
tado hace o deja de hacer, es decir abordar el Estado en “movimiento”, a través de las políticas
públicas (Thwaites Rey, 2005).
Para Oszlak y O’Donnell (1976, p. 113) las políticas públicas “son un conjunto de iniciativas
y respuestas, manifiestas o implícitas, que observadas en un momento histórico y en un con-
texto determinado permiten inferir la posición del Estado frente a una cuestión que atañe a
sectores significativos de la sociedad”. Esta definición hace alusión explícita a una concepción
relacional de las políticas y ello implica la existencia de actores e intereses potencialmente en
puja. Podemos entender la política pública como resultado político, es decir que las acciones y
decisiones de los gobiernos son esencialmente desenlaces, consecuencia de compromisos y
negociaciones entre actores de distintas posiciones jerárquicas que “configuran campos de
relaciones sociales (relaciones de poder, que implican relaciones de fuerza en la producción
instrumental y simbólica)” (Díaz, 1998, p. 78).
Las políticas públicas se relacionan con las funciones que cumple el Estado en la sociedad
y, podríamos agregar, que cambian de acuerdo a las condiciones que establece el modelo de
crecimiento económico. Es decir, que las políticas estatales se ven condicionadas por las exi-
gencias del modelo productivo (Cortés y Marshall, 1994) y se deben analizar en el marco de un
proceso histórico y en un contexto determinado. Esta perspectiva es la que se aborda en la
materia como la dimensión de análisis organización/contexto.
Uno de los hitos en el análisis de las políticas públicas es estudiarlas en tanto un ciclo con
distintos momentos, en los que consideramos que los sociólogostienen la posibilidad de inter-
venir sobre la realidad social desde su participación en algunas de las etapas:
● El momento inicial se identifica como la agenda de gobierno, que está compuesta por “el
conjunto de problemas, demandas, cuestiones, asuntos que los gobernantes han selec-
cionado y ordenado como objetos de acción y, más propiamente, como objetos sobre los
que han decidido que deben actuar o han considerado que tienen que actuar” (Aguilar
Villanueva, 1993, p. 29).
● Una vez que el gobierno decide hacerse cargo de un problema, comienza el proceso de
formulación de alternativas para proporcionar las soluciones. Las alternativas son “opcio-
nes de política, o cursos de acción alternativos o las diferentes estrategias de interven-
ción para solucionar o mitigar el problema” (Bardach, 1998, p. 31). A la hora de tomar
decisiones debe tenerse en cuenta no sólo la racionalidad, los valores de eficacia y efi-
ciencia económica sino también la viabilidad y legitimidad política.
● La implementación es la etapa que constituye la puesta en acción, la ejecución de la de-
cisión tomada en el momento anterior. Aquí toma importancia los estudios sobre la buro-
cracia como actor que dificulta/facilita la puesta en acción de la política pública. En esta
línea citamos por ejemplo el trabajo de Guimenez (2008) que describe y analiza los pro-
Por último recuperamos un enfoque más reciente, el de las etnografías del Estado (Barra-
gán y Wanderley, 2009) donde se aborda al Estado es su materialidad concreta, se trate de
funcionarios/as, oficinas e instituciones y en las prácticas burocráticas cotidianas, las luchas
políticas, el reposicionamiento de diferentes sectores sociales y los efectos no previstos que
entretejen la construcción del orden estatal. Por su parte, Das y Poole (2008) invitan a pensar
el estudio de los procesos de la vida diaria donde podemos ver cómo el Estado es reconfigura-
do en los “márgenes” y donde los márgenes no son simplemente espacios periféricos. En esta
línea, se cuestiona la definición del Estado desde la noción de un control centralizado sobre un
determinado territorio y se propone explorar los “márgenes” del Estado, como los sitios en los
que el derecho estatal y el orden son constantemente reestablecidos.
La contribución de la antropología también permea las dos líneas de estudios anteriores, los
estudios de la burocracia y el de las políticas públicas, a partir de una perspectiva crítica para
comprender la manera en que funcionan las organizaciones y las políticas como símbolos,
estatutos de legitimidad, tecnologías políticas, formas de gubernamentalidad e instrumentos de
poder que a menudo ocultan sus mecanismos de funcionamiento.
Asimismo, y retomando las tendencias más actuales que señalamos de Medina (2010) en
los apartados iniciales de este capítulo, han avanzado en los estudios del ámbito estatal, el
interés por las emociones y su dinámica en la arena organizacional.
Este abordaje introduce una mirada subjetiva sobre las implicancias de aquellos que imple-
mentan la política pública, las experiencias de los/as trabajadores/as estatales y se coloca la
mirada en los/as destinatarios/as de los distintos programas. En efecto como se verá más ade-
lante una de las fortalezas que se reconoce en el trabajo estatal es el contacto con la población
y ejercer un servicio público, desde posibilidad de la transformación social.
Estos estudios basados en metodologías cualitativas, introducen el enfoque de la perspecti-
va del actor (Guber, 2005) como pilar para la construcción del conocimiento social, recuperan-
do las prácticas, las acciones y las experiencias tal como son sentidas, vividas y significadas
por los propios actores, que operan como marcos para comprender la acción social. En el pro-
grama de la materia, recuperamos esta perspectiva en varios momentos, por ejemplo en la
unidad que se trabaja sobre las estructuras y la informalidad y al abordar la sujetividad en las
organizaciones a partir de su capacidad de desarrollar estrategias de resistencia, procesos de
identidad laboral, de salud enfermedad, entre tantos otros.
Las organizaciones estatales, como otras unidades de análisis, se constituyen desde una
mirada interdisciplinar para facilitar el abordaje de distintas dimensiones y diversos niveles de
análisis. Desde la cátedra sugerimos en la Unidad sobre las técnicas para el estudio e interven-
ción organizacional13 la propuesta de Schlemenson (1990) y la de Krieger y Fassio (2016),
como una primera aproximación para identificar qué dimensiones o variables analizar.
Schlemenson (1990) plantea describir: el proyecto, el contexto, la estructura, procesos de
trabajo y tecnologías, relaciones intersubjetivas, las relaciones de poder y las condiciones de
trabajo. A continuación describiremos brevemente cada una.
El proyecto que sustenta la organización es lo que le da origen a la misma para satisfacer
necesidades sociales y a partir de allí se configuran las acciones. En las organizaciones esta-
tales éstas son aprobadas mediante normativa pertinente que delimita su alcance, estable-
ciendo sus misiones y funciones. Asimismo, estos objetivos institucionales pueden sufrir
cambios a lo largo del tiempo ya que la organización es interpelada por las transformaciones
en el contexto en la cual desarrolla sus acciones. Es así, que se incorporan nuevas temáticas
de atención por parte del Estado, la cuestión del género, el cuidado y protección del me-
dioambiente, entre otros.
Es decir, que las organizaciones son influidas por un determinado contexto (Mayntz, 1980),
pero a su vez, influyen sobre el mismo. El análisis del contexto histórico da cuenta del desen-
volvimiento de la organización, los cambios, momentos o hitos que ha atravesado hasta llegar
la situación actual (el momento de creación de un organismo, los cambios de gestión y/o en la
estructura, la identificación y reorientación de objetivos o formas de intervención, etc).
La estructura organizativa, refiere al conjunto de roles o posiciones que conforman el siste-
ma y se expresa en un organigrama donde se definen las jerarquías, las funciones y acciones
asignadas a cada una de las partes que componen la organización.
Las organizaciones estatales, como toda organización, están constituidas por un conjunto
de procesos de trabajo que permiten el desarrollo de actividades que incluyen información y
decisión, para el logro de los objetivos institucionales. Este tipo de organizaciones se caracteri-
13
En esta unidad del programa se desarrollan distintos enfoques teórico-metodológicos, herramientas y técnicas de
intervención. Para ejemplificar el análisis se recomienda el artículo de Manuele en este libro.
14
Por ejemplo Mintzberg (1992) se refiere específicamente a las relaciones de poder y de comunicaciones no
escritas, identificando la existencia de un sistema de comunicación informal. Más recientemente, los trabajos
referidos a la implementación de políticas públicas señalan las adaptaciones que los trabajadores realizan du-
rante la etapa de ejecución de programas. En esta línea por ejemplo, Crojethovic (2010) analiza el efecto de la
informalidad en la dinámica organizacional, en el caso de hospitales públicos, a partir de lo que denomina “ini-
ciativas no regladas” llevas a cabo por profesionales y trabajadores de la salud, como parte del proceso de
construcción de políticas públicas desde abajo.
Para este apartado tomaremos la descripción que realiza Camou (2012) donde explicita que
los orígenes de la carrera de sociología se remonta al período de la recuperación democrática
(1983-1986) por iniciativa de grupo de profesores-investigadores regresados del exilio, y vincu-
lados a una cátedra de sociología generalcreada en 1957 en el Departamento de Filosofía, de
la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, junto a quienes por ese entonces
conducían institucionalmente la Facultad y con el apoyo de graduados/a y estudiantes.
En una primera etapa, y con el Plan de estudios 1985, “Sociología fue pensada como opción
de licenciatura para estudiantes avanzados de Historia y Filosofía, y consecuentemente, en
estrecha relación con esos departamentos; su dirección era ejercida por un coordinador" (Puc-
ciarelli, Tortti, Chama, 2003, p. 138).
La carrera, que era una de las más jóvenes de la Facultad, contó con el Plan de estudio
1991 con el cuál egresaron los primeros/as graduados/as y, más tarde el Plan 2003, “que por
15
Para profundizar los cambios y debates en torno al Plan 2003 se recomienda la lectura del capítulo de Ventura,
Berengan Mendaña y Garros.
16
Los datos de ingresos y egresos fueron brindados por Mariela Cotignola (Fuente: Secretaría Académica de la FaHCE
según datos de SIU- Araucano, septiembre de 2019).
17
A su vez se ofrecen materias del Departamento de Geografía, Historia y Filosofía.
que en 2018 se desarrolló en su décima edición reuniendo 650 ponencias) y difunde sus
producciones a través de la revista institucional Cuestiones de Sociología (cuyo último nú-
mero publicado fue la N° 20), además de un conjunto de publicaciones en soporte material
y electrónico de la Facultad.
Para Bogani Van Raap y Saguier (2013, p. 1) las prácticas profesionales e inserción laboral
refieren a las diversas formas en que puede desarrollarse el ejercicio de la sociología y, según
estos autores, ello “remite, claro está, a las formas legítimas de hacer sociología. Esas mane-
ras son en la actualidad, principalmente, la docencia y la investigación social”. En esta misma
línea, Blois (2017) afirma que:
Los debates acerca de los campos disciplinarios de la sociología no son nuevos y la labor
del sociólogo/a como “técnico/a” o “experto/a” inserto en el Estado o en el sector privado susci-
tó tradicionalmente un considerable rechazo. Blois (2017) explica que desde los orígenes de la
creación de la carrera de sociología se identificaba una tensión entre la sociología teórica vs. la
sociología aplicada, al tiempo que ocurría un proceso de “profesionalización” en la administra-
ción pública que demandaba saberes técnico-profesionales entre los/ agentes estatales. En
este contexto, se fue consolidando desde la vuelta a la democracia, y en buena medida en la
actualidad está vigente aunque en debate, una visión que deslegitima y desvaloriza las inser-
ciones profesionales que no son en el ámbito académico de investigación y/o docencia.
Esta afirmación coincide con los resultados de la encuesta que se aplicó en el año 2012 a
79 alumnos (el 95% de la matrícula de aquel momento) que cursaban entre tercero y cuarto
año de la carrera en la UNLP (Camou, 2012). De las preguntas realizadas en este trabajo dos
tienen particular interés en el presente capítulo. La primera, ¿Cuál consideras que es el princi-
pal ámbito de inserción laboral de un sociólogo en la Argentina actual?. En este caso se obtuvo
como respuesta mayoritaria que el ámbito era la educación o la investigación (casi 57%); en
segundo lugar, el trabajo en la administración pública (26,5%) y mucho más lejos aparecen las
organizaciones de la sociedad civil y la empresa privada. Un dato llamativo es que casi el 9%
respondió “no sabe/no contesta”.
La segunda pregunta refirió a la proyección personal sobre el futuro laboral y sobre el tipo
de trabajo que el/la estudiante se imaginaba realizando. Nuevamente la investigación o la do-
cencia como tareas principales fueron las más elegidas (68,1%), disminuyendo el sector públi-
co estatal como lugar de trabajo futuro (15,9%).
Estas respuestas de los/as estudiantes sobre los imaginarios del quehacer sociológico y sus
proyecciones personales podemos cruzarlas con los resultados de un estudio realizado sobre
la población de egresados de Sociología hasta el año 2006 (128 casos) que clasifica las ocu-
paciones de los graduados en cuatro categorías: investigación académica (32,4%), docencia
(17,1%), investigación no académica (24,3%) y otras ocupaciones (26%) (Di Bello, Fernández
Berdaguer y Santos, 2011). Si bien en este estudio no se utilizan las mismas categorías se
observa una inserción laboral en ámbitos no académicos bastante mayor a las esperadas por
los/as estudiantes en las épocas de formación. Esta tendencia es similar al de un estudio pre-
cedente entre los graduados de la UBA (1988/1998), realizada entre 1999/2000, donde se ob-
serva que un 19% desarrolla tareas técnicas en el Estado (Rubinich y Beltran, 2010). Lamenta-
blemente no existen datos más actuales sobre la inserción de los/as sociólogos/as, ni para el
caso de la UBA, ni para la UNLP, pero posibles hipótesis implicarían pensar que el reposicio-
namiento Estatal y las políticas activas hasta el 2015 y el posterior achicamiento del ingreso a
la investigación ha significado la búsqueda de nuevos rumbos laborales y que potencialmente
la inserción de los graduados en el ámbito estatal se haya ampliado.
Una de las preguntas centrales que motiva el interés de la escritura de este capítulo es in-
dagar sobre cuáles son las inserciones de los sociólogos en las organizaciones estatales, a
partir de 14 entrevistas realizadas entre los años 2016 y 2018 a graduados/as de ambos pla-
nes, en el marco de un taller de investigación18 que dicta la autora de este trabajo. Los/as gra-
duados/as trabajaban en el ámbito nacional y provincial, mayoritariamente en el poder ejecutivo
y en una diversidad de áreas (derechos humanos, educación, Defensoría del Pueblo, organis-
mos de la constitución, economía, niñez, entre otros) pero también se relevó un caso del poder
legislativo y, otro, en el poder judicial. Para el análisis de las inserciones retomamos el trabajo
de Beccaría y Goldfarb (2010) que analizan particularmente esta inserción y proponen tres
tipos ideales de sociólogos/as: los “técnicos puros”, los “técnicos mixtos” y los “técnicos aca-
démicos” a partir del grado de reconocimiento que los propios sociólogos/as le otorgan a su
ocupación como técnicos/as estatales y con las actividades que desarrollan en las organizacio-
nes públicas. Otro criterio de clasificación para estos autores es la relación que estos/as soció-
logos/as que trabajan en el Estado mantienen con el mundo académico y llegan a la conclusión
de que no es homogénea, ya que los casos se ubican en los extremos, entre la constante in-
teracción o una relación prácticamente nula.
Antes de adentrarnos en los resultados de este estudio quisiéramos realizar dos lecturas
sobre esta clasificación. En primer lugar, los/as sociólogos/as que se insertan en el Estado no
18
Las entrevistas fueron realizadas por los/as alumnos/as del taller de 50 horas de investigación: “Estudios sobre las
políticas, la gestión y las formas de abordaje de las organizaciones públicas” y por la docente.
se reconocen como técnicos/as sino como profesionales, y además así se ubican en la norma-
tiva correspondiente (por ejemplo esto lo establece el estatuto y escalafón para el personal de
la administración pública de la provincia de Buenos Aires, Ley de empleo N° 10.430 en su art.
134, sobre el agrupamiento del personal con estabilidad que distingue: servicio, obrero, admi-
nistrativo, técnico, profesional y jerárquico).
Segundo, la clasificación de los tipos ideales de quienes están insertos en el Estado se defi-
nen en relación a la academia y no al desarrollo de las propias prácticas en ese campo, lo que
refuerza las consideraciones iniciales de este apartado, que compartimos con las afirmaciones
de Blois acerca de las prácticas “legitimadas” de la disciplina. De esta forma para analizar la
ocupación estatal, se realiza una tipología a partir de la relación con otro campo de inserción (el
académico). La tipología que presentan Beccaría y Goldfarb (2010) son:
● Técnicos puros: son quienes desempeñan sus actividades como profesional de la socio-
logía de manera exclusiva dentro del ámbito estatal, teniendo una relación establecida
con el mundo académico casi nula y el reconocimiento que le otorgan a su ocupación es
alto. Es por ello, que “ser sociólogo no sería la cuestión central, sino por el contrario, ser
técnico del Estado” (p. 119)
● Técnicos mixtos: son los sociólogos/as que desarrollan sus tareas en el Estado pero no
lo hacen de manera exclusiva ya que mantienen una fluida relación con la academia y,
en algunos casos, integran y complementan ambos espacios del mundo de la sociología,
aunque reconocen que son campos autónomos sin ninguna integración entre sí.
● Técnicos académicos: son aquellos que si bien se desempeñan en el Estado consideran
que el espacio de desarrollo de sus prácticas profesionales no se da en este ámbito, sino
el mundo académico. En efecto, no se perciben como “trabajadores/as estatales”, sino
que reconocen a la academia como el espacio por excelencia de la sociología, poseen
una íntima relación con el mundo académico, por medio de la docencia o la investiga-
ción, pero no pueden formar parte exclusivamente de este espacio (por cuestiones eco-
nómicas). En la mayoría de los casos desde la academia se establecen las relaciones
que los termina vinculando con el Estado.
empleo como dato relevante del estudio anteriormente citado de Rubinich y Beltran (2010). En
este sentido, también es un aporte la caracterización que realiza Blois (2014 p. 118) que re-
marca que entre las trayectorias laborales de los/a sociólogos/as se identifica como práctica
habitual perfiles “híbridos que pasan de un ámbito a otro a lo largo del tiempo o que mantienen
múltiples afiliaciones y pertenencias en un mismo momento”.
Otra pregunta que orientó el relevamiento es responder a la pregunta ¿Qué tareas realiza
un sociólogo/a que trabaja en el Estado? Para abordar este interrogante utilizamos la tipología
realizada por Blois (2014):
Esta categorización si bien nos fue útil para analizar la inserción de las personas entrevis-
tadas encontramos que la identificación de tareas podía ser combinadas entre los distintos
tipos o que éstos son fluctuantes. Por ello se decidió al momento de realizar la clasificación
tener en cuenta las tareas predominantes o más habituales en términos de dedicación: 5 de las
personas entrevistadas realizaban tareas de producción de información19, 5 trabajaban en terri-
torio y/o en interacción directa con población destinataria, 2 realizaban tareas más relacionadas
a la administración de políticas y otras 2 con el ejercicio de cargos jerárquicos, que participaban
en tanto rol de asesores.
19
Sobre la importancia de esta tarea en la gestión estatal recomendamos la lectura del apartado “Gestión de la Infor-
mación” en capítulo de Bonicatto, Iparraguirre y Fernández.
Lo positivo para mi es que hay una concepción de servicio público muy grande,
o sea, trabajar en el Estado implica saberte público en muchas cosas digamos,
implica que te insertas para garantizar derechos, tanto en una política pública,
para garantizarle que tal pibe pueda acceder a un programa de empleo, o si te
insertas en áreas de administración también garantizas derechos para que la
gente cobre, o si pide una asignación familiar se le de, porque le corresponde.
Para mí el plano de los derechos está muy involucrado en la parte positiva que
implica trabajar en el Estado (Entrevista N° 11).
que la dependencia con la gestión y los criterios de gestión parece que es algo
trascendental en todo momento (Entrevista N° 11).
Las reflexiones en torno a esta afirmación fueron muy heterogéneas, desde quienes plan-
teaban estar de acuerdo, otros que identificaban matices y aquellos que directamente no se
identificaban con la frase. Un patrón común en los testimonios recogidos, fue que esa “lógica
burocratizada” afectaba a los/as trabajadores/as en general, y no sólo a los/as sociólogos/as, y
que esa lógica también está presente en el sector privado.
Obviamente que uno sabe que en el Estado, como también en algunas empre-
sas, aunque obviamente mucho menos, hay millones de prácticas burocráticas
arraigadas, una cultura de trabajo que sí...uno lo que ve es que la respuesta que
te dan es: siempre se hizo así, esa es la respuesta, siempre se hizo así ¿y por
qué? porque me dijeron, porque siempre es así. Obviamente que eso existe y se
ve mucho en el Estado, pero yo creo que depende mucho de uno o del interés o
del incentivo que tenga uno. Está bien, yo capaz que soy muy joven y todavía
estoy como muy esperanzada de que se pueden hacer cosas, y de acá a diez
años me encontras de vuelta y de digo: no, un bajón, no se puede hacer na-
da...no se, yo hasta ahora no estoy desmotivada, todo lo contrario (…) Pero
bueno, yo estoy en un equipo de trabajo que tiene ganas de ir contra la corriente
en este momento (Entrevista N° 9).
No creo tener total autonomía ya que nos regimos por normativas diseñadas pa-
ra mantener el status quo del sistema y sus dispositivos. Como trabajadora del
área de educación estatal me encuentro condicionada de manera directa por las
instituciones en las que trabajo, las cuales se organizan jerárquicamente, redu-
ciendo los márgenes de acción y la capacidad creativa en cuanto a las interven-
ciones y modos que adquiere el proceso de trabajo. Debido al lugar que ocupo,
los condicionamientos en cuanto al aspecto institucional provienen de las dife-
rentes concepciones ideológicas que sostiene la institución. Los conocimientos
socialmente valiosos no siempre se corresponden con los que la dirección políti-
ca de cada sociedad pretende imponer (Entrevista N° 3).
La autonomía tiene más que ver, me parece, con quien gobierna, saber quién
gobierna, donde se inserta uno concretamente y qué tipo de modalidad tiene. Si
uno ingresa al Estado con un gobierno que, no se, que le podes discutir algunas
cosas pero otras no. Sí ingresas de manera precarizada, no vas a cuestionar en
muchos planos porque el poder sobre tu trabajo concreto lo tienen ellos. Diferen-
te es que si vos entras a un área de política pública donde no se, capaz formas
parte del entramado que dirige esa política y que la planifica desde el primer
momento y vos podes opinar, meter discusiones y cuestionar mucho de las lógi-
cas más generales. Le falta, me parece a mí eso, como cuál es la relación labo-
ral que tiene el sociólogo ahí (…) ingresa con un cargo puntual, en los mejores
casos, como un asesor. En los mejores casos, estamos hablando de poquísi-
mos, y en otros se ingresa como parte de un equipo que implementa una política
general y después te pasa como mi trayectoria o las de mis compañeros, que
ingresan con una lógica y terminan haciendo trabajo administrativo donde no
podes cuestionar nada porque no hay lugar a cuestionamientos de esa burocra-
cia (Entrevista N° 11).
La última cita nos acerca a pensar en una de las disyuntivas que plantea Bogani, Van
Raap y Saguier (2013) el “dilema de trabajar para el Gobierno o trabajar para el Estado”.
Las autoras reflexionan
¿Hay alguna manera de trabajar para el Estado sin colaborar con el gobierno
cuando no se acuerda con su visión y políticas?, ¿Se colabora en el Go-
bierno, cuando se acuerda con él, cuando simplemente se trabaja en la ges-
tión de una política pública? (Bogani, Van Raap y Saguier, 2013: 9)
En las entrevistas se abordó este dilema, y si bien en su mayoría se reconoció que se traba-
ja para el Estado, el contexto actual (gestión de la Alianza Cambiemos) se problematizó este
posicionamiento. En algunos testimonios hicieron referencias explícitas a situaciones de des-
mantelamiento de programas en los cuales se trabajaba, a la quita de recursos, al cambio de
responsabilidades, asignando tareas por debajo de los saberes y capacidades de los/as traba-
jadores/as estatales. Este marco laboral, tensiona el planteo de “trabajar para el Gobierno o
trabajar para el Estado”.
Hoy más que nunca pienso que trabajo para el Estado. Y me genera una
gran satisfacción saber que trabajo para el Estado y no para el gobierno.
Discuto de política con mi jefe, que es macrista y está todo el tiempo pin-
chándome y busca mis puntos débiles, queriendo bajarme (…). Esos son los
momentos donde pienso que trabajo para el Estado, trabajo para esta gente
que quiere terminar el secundario, para poder sacar esos expedientes de la
gente que se está re categorizando y va a ganar más y es más justo. El Es-
tado somos todos los que estamos y el gobierno son esos seis, siete que
van cambiando, que, por más que quieran, todo no pueden cambiar porque
hay lógicas que están desde antes (Entrevista N° 2).
Creo que conviven las dos, pero que en definitiva uno termina siendo un tra-
bajador para el gobierno. Mucha gente que trabaja en el Estado mantiene
una lógica de pensamiento estatal, público muy firme, pase el gobierno que
pase, sobre todo la gente que ha pasado diferentes gestiones. La gente de
carrera de determinados organismos públicos (…) hay gente que sostiene
una perspectiva de lo público y lo sostiene como tal. Sí es verdad que el go-
bierno de turno te restringe el campo de acción de tu pensamiento sobre lo
Yo creo que subjetivamente uno trabaja cuando el gobierno no es del signo que
a uno más le apetece, trabaja para el Estado y cuando hay un gobierno, que uno
abreva en esas ideas, puede decirse que trabaja para el gobierno o en todo ca-
so va a trabajar más contento y más orgulloso de ser parte de, no sé si del go-
bierno, pero ser un trabajador del Estado que bueno, que ese Estado es condu-
cido por determinado gobierno. Me parece que tiene que ver más con una situa-
ción subjetiva en función de ver cuáles son los gobiernos en cada momento.
Creo que uno siempre es trabajador del Estado, pero bueno cuando uno trabaja
para el Estado y si el gobierno es de, o uno se siente representado por ese go-
bierno o lo contiene o sintetiza, puede decir que trabaja para el gobierno, pero
para mí la base siempre es uno trabajador del Estado salvo que tenga una fun-
ción, que sea funcionario del gobierno (…) Pero la base siempre es que uno es
trabajador del Estado (Entrevista N° 13).
Intentaría articular un poco más las cuestiones más conceptuales con las
cuestiones más técnicas. Reconfiguraría esa relación a lo largo de la carrera,
haría que las cuestiones técnicas aparezcan más avanzada la carrera, para
entender cómo se relacionan los conceptos con la técnica y esos conceptos
con la gente, porque en definitiva la técnica es lo que te va a hacer llegar a
esa gente (Entrevista N° 12).
para una buena implementación. Me parece que entender eso es lo más enri-
quecedor, pero también es parte de una desilusión ver que es a lo que menos se
le presta atención (Entrevista N° 12).
Una cuestión que también sobresale del trabajo estatal como aprendizaje es referida a las
diferentes temporalidades entre la práctica de la sociología académica y la que requiere la in-
serción laboral en la administración estatal, en cuanto a la inmediatez de las soluciones que
implica y al trabajo bajo presión, en relación a la resolución de problemáticas que impactan en
la población. Asimismo, se destaca la necesidad de integrar equipos interdisciplinarios (todos
los/as entrevistados/as mencionaron trabajar junto a compañeros/as de otras profesiones);
Estas cuestiones que surgieron en las entrevistas están en línea con planteos de Robirosa,
Cardarelli y Lapalma (1990) acerca de la tensión de los/as profesionales que en su formación20
cuentan con el tiempo necesario para resolver consignas, procesar respuestas, combinando y
elaborando conocimientos más o menos precisos y seguros, enmarcados en la lógica de sus
modelos teóricos. Asimismo, los autores invitan a romper con los “saberes cristalizados”, pen-
sados para ser ejercidos en la abstracción de una oficina. En este sentido en las entrevistas
surgieron varias referencias a la valorización de saberes aprendidos en la inserción laboral y en
20
Recomendamos poner en diálogo las reflexiones aquí expuestas con las expresadas en el capítulo de Bonicatto,
Iparraguirre y Fernández, sobre la gestión del uso del tiempo y los equipos de trabajo.
el trabajo con otros a partir del intercambio, diálogo y constitución de una relación horizontal,
como los horizontes interdisciplinarios que plantea Carballeda (2011) y de asumir un rol flexible,
de trabajo en red, conformando un conocimiento colectivo con otros actores, como esboza
Núñez (2007).
Para cerrar el análisis, realizamos una última reflexión que surgió de forma reiterada en las
entrevistas, y que recoge los planteos iniciales de las prácticas legitimadas de hacer sociología
o escenarios valorados de inserción profesional, y que invitan a pensar cuál es el perfil de so-
ciólogo/a que se forma durante la carrera:
Uno también es producto del perfil de estudiante que forma la facultad, que in-
cluso corre por fuera de la formación de la facultad. Me parece que hay un en-
torno, una cultura propia de la organización de la Facultad, desde el punto de
vista del estudiantado que hace que se conforme una imagen que impacta en la
perspectiva sobre la carrera. Pero en capital me encontré con otra cosa, con
gente que me decía que el sociólogo podría hacer un montón de cosas. Está
bueno salir del ámbito de La Plata, que te enfrenta con otras perspectivas (En-
trevista N° 12).
Reflexiones finales
Referencias
Aguilar Villanueva, L. (1993). La hechura de la política. Ciudad de México: Miguel Ángel Porrúa.
Bardach, E. (1993). Problemas de la definición de problemas en el análisis de políticas. En
Aguilar Villanueva, L. (Comp). La hechura de la política (pp. 215-230). Ciudad de México:
Miguel Ángel Porrúa.
1. Sociología. 2. Organizaciones. I. Bonicatto, María. II. Pagani, María Laura, coord. III.
Manuele, Matías, coord.
CDD 303.3