Cosmovision Andina
Cosmovision Andina
Cosmovision Andina
Todos quienes existen en el mundo andino son como somos nosotros mismos y son
nuestros amigos. Con ellos nos acompañamos, con ellos conversamos y reciprocamos.
Les contamos lo que nos pasa y nos dan consejos; y también ellos nos cuentan lo suyo
y confían en nosotros. Tratamos con cada uno de ellos de persona a persona,
conversamos con ellos cara a cara.
Todo cuanto existe en el mundo andino es vivo. No sólo el hombre, los animales y las
plantas sino también las piedras, los ríos, los cerros y todo lo demás. En el mundo
andino Y NO SOLO EN LOS ANDES si no en nuestro oriente ecuatoriano no existe algo
inerte: todo es vivo. Igual que nosotros todos participan en la gran fiesta que es la
vida: todos comen, todos duermen, todos danzan, todos cantan: todos viven a
plenitud.
En los Andes toda la vida gira alrededor de la crianza de la chacra, por eso la cultura
andina es acrocéntrica. Y en nuestro oriente es de la misma forma.
En los Andes hay una recreación, una renovación, anual de los ritos, esto es, de la
conversación íntima entre todos los componentes del mundo vivo, que se armoniza
con el estado correspondiente del clima. Esta recreación, esta renovación, es la
digestión, por parte del mundo-vivo, de las condiciones de vida en el momento del rito,
que, repetimos, son muy variables e irregulares.
Pero, a la vez, la cultura de la cosmovisión andina es capaz de saber continuamente
cómo se va a presentar el «futuro» por la participación de todos los miembros de la
colectividad natural en la conversación cósmico-telúrica propia del mundo vivo. En los
Andes no hay una distinción tajante y cancelatoría entre «pasado» y «futuro» porque el
«presente» los contiene a ambos. Por tanto, no hay lugar aquí para el tiempo lineal e
irreversible del Occidente moderno. En los Andes, desde luego, existe la noción de
secuencia, las nociones de antes y después, pero ellas no se oponen como pasado y
futuro en la cultura occidental, sino que se encuentran albergadas en el «presente», en
el «presente de siempre», en «lo de siempre» siempre recreado, siempre renovado. Es
que en los Andes vivimos en un mundo vivo, no en el mundo- reloj de Occidente.