S: I. El Papel de Las Reformas Electorales. II. Las Reformas de IV. Las Reformas de La Equidad en La Competencia Electoral
S: I. El Papel de Las Reformas Electorales. II. Las Reformas de IV. Las Reformas de La Equidad en La Competencia Electoral
S: I. El Papel de Las Reformas Electorales. II. Las Reformas de IV. Las Reformas de La Equidad en La Competencia Electoral
1. La reforma de 1977
2 Esa tendencia sería mantenida por esos dos partidos incluso en las elecciones
2. La reforma de 1986
cit., p. 149.
7 Para decirlo en palabras de Alonso Lujambio: “... la Cámara de Diputados
ma de 1977, los escaños obtenidos por la oposición fueron 106 en 1979, 101 en 1982
y 108 en 1985, sobre un total de 400 legisladores (Gómez Tagle, S., Las estadísticas
electorales de la reforma política, México, Cuadernos del CES de El Colegio de México,
1990).
10 En el periodo que va de 1979 a 1987 la oposición en su conjunto ganó un total
1. La reforma de 1989-1990
sición en el nivel municipal a partir de 1988 y, sobre todo, en los primeros años de
los noventa (op. cit., pp. 82 y ss.).
12 Se trata de una figura que a lo largo las últimas décadas fue instrumentada con
éxito en diversos campos de la vida pública y que implica organismos estatales que se
encuentran fuera de los tradicionales poderes del Estado. Tal es el caso del Instituto
Federal Electoral, del Tribunal Federal Electoral (antes de que se incorporara al seno
del Poder Judicial como un órgano especializado en 1996), el Banco de México, de la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos y del Instituto Nacional de Estadísti-
ca, Geografía e Informática y más tarde del Instituto Federal de Telecomunicaciones
y del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental, entre
otros.
13 A partir de 1990 y hasta la reforma de 1994, el Consejo General, máximo ór-
gano de dirección del IFE, se integró por el secretario de gobernación, quien presidía
esa instancia, dos senadores (uno de la bancada parlamentaria más numerosa y otro
de la que le seguía), dos diputados (designados mediante el mismo criterio que los
senadores), representantes de los partidos políticos en un número que iba de uno a
2. La reforma de 1993
15 La única modificación que sufrió el IFE fue que en cada uno de los consejos
locales y distritales (la estructura de decisión en cada uno de los estados de la Federa-
ción y en cada uno de los trescientos distritos uninominales para elegir diputados de
mayoría relativa) el número de consejeros ciudadanos aumentó de seis a nueve. Por
su parte, al Tribunal Federal Electoral se le agregó una Sala de Segunda Instancia,
cuyas resoluciones eran definitivas e inatacables, ante la cual podían impugnarse las
resoluciones de las salas regionales.
16 De acuerdo con la Comisión de Consejeros Ciudadanos encargada de fisca-
lizar los gastos de campaña de 1994, en las elecciones presidenciales de ese año el
PRI dispuso del 71.4% del total del dinero gastado, el PAN 17.8%, el PRD 6.05%,
3. La reforma de 1994
Las reformas que siguieron fueron instrumentadas para eliminar las con-
ductas, hechos, elementos y circunstancias de índole legal, partidista, insti-
tucional, gubernamental, empresarial, televisiva, radiofónica y ciudadana,
que distorsionaban las reglas del juego electoral a favor de un partido po-
lítico o candidato, y en consecuencia, alteraban las bases de equidad en la
contienda política-electoral.
Este propósito de inyectar un piso de equidad más sólido caracterizó a
las tres últimas reformas electorales (1996, 2007-2008 y 2014).
clinó ejercer su derecho de voto en el Consejo General salvo en ocasiones en las que
el mismo tenía un valor simbólico, como la validación del renovado padrón electoral
el 20 de julio de 1994 (cfr. Memoria del proceso electoral federal de 1994, México, IFE,
1995, pp. 137 y ss.).
1. La reforma de 1996
les temporales, pues se instalan solo durante los procesos electorales, en-
trando luego en receso. En cuarto lugar, el Tribunal dejó de ser un mero
controlador de la legalidad para vigilar también la constitucionalidad de
los actos de las autoridades electorales. En quinto lugar, se extendió a
todas las autoridades electorales del país el control de constitucionalidad
por parte del Tribunal Electoral, con lo que de facto se convirtió en la úl-
tima instancia para revisar la validez de las elecciones federales, estatales
y municipales. En sexto lugar, se le dio competencia para calificar ya no
solo las elecciones de diputados y senadores, sino también las elecciones
de presidente de la República. Por último, se instrumentó un recurso
que podía ser interpuesto por los ciudadanos para impugnar ante la Sala
Superior, actos de autoridades electorales que violaran derechos político-
electorales del ciudadano.19
De manera adicional, la reforma de 1996 también modificó las atri-
buciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para incorporar
dentro de la Acción de Inconstitucionalidad (un mecanismo de control
abstracto de la constitucionalidad de leyes y normas de carácter general
que permite declararlas inválidas si no están conformes con la Constitu-
ción y que se había creado dos años antes) la posibilidad de impugnar
leyes electorales federales o locales que violen los principios y los dictados
de la Constitución federal.20
También las condiciones de la competencia fueron objeto de una pro-
funda revisión con el propósito de generar condiciones más equitativas
en los procesos electorales. Por una parte, se estableció un nuevo equili-
brio entre los recursos públicos que se otorgaban a los partidos políticos
y los recursos de origen privado, debiendo prevalecer los primeros sobre
los segundos.
De manera paralela, se estableció una nueva fórmula para calcular la
bolsa total de dinero que por la vía de prerrogativas el Estado entregaría
19 Se trató del juicio para la protección de los derechos político-electorales del
ciudadano, que constituyó una innovación no menor, pues, hasta ese momento, el
único recurso a disposición de los ciudadanos para contrarrestar actos de autoridad
violatorios de derechos había sido el juicio de amparo, pero que, por disposición
expresa de la ley de la materia (artículo 73 de la Ley de Amparo) y en virtud de un
añejo criterio de jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dicho
juicio no procedía en materia electoral, por lo que en este ámbito los ciudadanos
estaban en una total desprotección.
20 Dicho recurso puede ser interpuesto ante la Suprema Corte por el 33% de
los legisladores de alguna de las cámaras del Congreso de la Unión (o el 33% de los
legisladores de un Congreso local cuando se impugne una ley electoral local), o por
el procurador general de la República, o por un partido político nacional (o por un
partido político local cuando se impugne una ley electoral local).
a los partidos para financiar sus actividades ordinarias, así como un me-
canismo de distribución equitativo (el 30% de esos recursos se entregaría
a los partidos de manera igualitaria y el 70% restante de manera propor-
cional a su última votación de diputados). Además, durante los años en
los que se realizaran elecciones federales los partidos recibirían un tanto
igual más para financiar sus actividades de proselitismo, y también reci-
birían un reembolso por los gastos realizados en materia de investigación,
estudios y capacitación de cuadros.
Los recursos privados que los partidos lícitamente podían recibir tam-
bién fueron revisados (concretamente se ajustaron a la baja los montos
permitidos de los donativos de simpatizantes y se eliminó la posibilidad
de recibir aportaciones anónimas) y se reiteraron las fuentes prohibidas
que se habían establecido desde la reforma de 1993.
Paralelamente, las facultades de fiscalización y control de recursos del
IFE se reforzaron al posibilitarlo para realizar auditorías, visitas de veri-
ficación, pedir informes detallados (además de los informes anuales y de
campaña que ordinariamente le deben entregar los partidos), así como
iniciar procedimientos de oficio y conocer las quejas que los partidos y
ciudadanos (involucrados así en una especie de control recíproco) le pre-
sentaran.21
También se redefinieron las reglas de acceso a los medios de comuni-
cación, al establecer que los partidos contarían con programas perma-
nentes en radio y televisión, así como con una cantidad de spots que el
IFE gestionaba y ponía a su disposición durante las campañas electorales
(además de la contratación que podían realizar los propios partidos po-
líticos).
El sistema electoral para integrar a las cámaras legislativas federales
también sufrió cambios en 1996. Por una parte, se redujo el límite máxi-
mo de diputados que un partido podía tener por ambos principios (mayo-
ría relativa y representación proporcional) para quedar en 300 legislado-
res; además, se estableció un tope de sobrerrepresentación en la Cámara
de Diputados del 8% del porcentaje de presencia en dicha Cámara res-
pecto del porcentaje de votación obtenido por ese partido.
Por otra parte, si bien se mantuvo el número de 128 senadores, el
número que sería elegido en cada una de las 32 entidades federativas se
redujo a tres (dos asignados al partido más votado y uno a la primera mi-
noría), mientras que los restantes 32 legisladores se elegirían a través del
sistema electoral proporcional mediante listas cerradas y bloqueadas en
una única circunscripción en el país.
Finalmente, la reforma de 1996 modificó la manera de designar a los
funcionarios que encabezaban la administración pública del Distrito Fe-
deral (hasta entonces departamento administrativo), que hasta ese mo-
mento había sido competencia del presidente de la República, para pasar
a ser elegidos mediante voto popular y directo (el jefe de gobierno del
Distrito Federal y los 16 jefes delegacionales). Por otra parte, la Asamblea
de Representantes (creada en 1986), que tenía competencia reglamenta-
ria, pasó a ser Asamblea Legislativa, con lo que se dio un paso adelante
en su conversión en un Parlamento local en plena forma (tarea todavía
inconclusa y que depende de un revisión integral del estatuto constitucio-
nal de la capital del País.)
La reforma de 1996 generó un periodo de relativa estabilidad política.
De hecho ha sido la reforma que propició el marco normativo que ha
regulado más procesos electorales (cuatro de ellos: 1997, 2000, 2003 y
2006). Además, se trató de la reforma a cuyo amparo se materializaron
en México fenómenos típicamente democráticos, como la alternancia en
la presidencia de la República, la falta de mayorías predefinidas en las
cámaras del Congreso de la Unión, elecciones con resultados cerrados,
“gobiernos divididos”, entre otros muchos.
Sin embargo, esa estabilidad normativa permitió evidenciar, y a la
postre potenciar, una serie de problemas, tales como la presencia de la-
gunas legales frente a fenómenos nuevos no previstos por la legislación, o
bien la insuficiencia de los alcances de las normas (como ocurrió con las
facultades de fiscalización del IFE que no comprendieron la posibilidad
de éste de trascender los secretos bancario, fiduciario y fiscal, y el largo
litigio judicial que se derivó en consecuencia), o los efectos no queridos
por las normas (como es el caso del crecimiento exponencial del finan-
ciamiento público para los partidos políticos, al ser el número de éstos
con presencia en el Congreso de la Unión un multiplicador de la bolsa
de dinero a repartir).
2. La reforma de 2007-2008
3. La reforma de 2014
Hacer llegar a buen puerto la reforma no será una tarea sencilla. Los efec-
tos reales de la misma aún no pueden anticiparse. Sin embargo, queda cla-
ro el gran consenso político que estuvo detrás de su aprobación no puede
menospreciarse e impone un esfuerzo y dedicación particular por parte de
los órganos electorales para que los cambios de 2014 sean un paso más en
el largo y complejo proceso de construcción y consolidación de la demo-
cracia en México.